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Para que no se piense que lo enseñado en este libro responde a una mera apreciación
subjetiva de su autor, transcribo, del Prefacio de la 1ª edición, sus palabras:
“He indagado en los Tratados de Moral Pastoral, todos inspirados en la “Praxis Confessarii”
de San Alfonso María de Ligorio. He utilizado ampliamente el “Neo-Confessarius”, de Reuter-
Lehmkuhl; la “Theologia Pastoralis”, de Aertnys; el “de Paenitentia”, de Tanquerey; las
“Quaestiones Pastorales”, de Merkelbach; el “De Ocasionariis et Recidivis”, del P. Ter Haar,
y, entre los autores más modernos, el “Memento de Pastorale”, de Mathyssek, y “Les
Sacraments”, de Schoellig.
Un Padre Redentorista tuvo la bondad de prestarme sus cuadernos de pastoral destinados a
formar a los confesores de misión. Algunos curas párrocos, algunos capellanes de la juventud,
algunos religiosos de entre mis amigos me han dado preciosos consejos que felizmente han
completado mis propias experiencias de ocho años de vicariato.”
1
LIBRO PRIMERO
EL CONFESOR
CAPÍTULO PRIMERO
LAS CUALIDADES DEL CONFESOR
El C.1 debe poseer cierto número de cualidades de orden intelectual y moral.
Artículo primero
CUALIDADES INTELECTUALES
2. 2º) Su necesidad.
San Alfonso declara: "Affirmo in statu damnationis esse eum confessarium qui sine
sufficienti scientia ad confessiones excipiendas se exponit'' (Praxis Conf. n. 18).
El C. tendrá una ciencia suficiente con dos condiciones:
1º Saber resolver al momento los casos más ordinarios
2º Saber distinguir las dificultades extraordinarias.
Si el C. no las puede resolver inmediatamente, remitirá su solución para un tiempo ulterior2.
1
Abreviaturas empleadas: C.: confesor; P.: penitente.
2
De un modo general después de la exposición del principio haremos algunas aplicaciones concretas que
denominaremos: Situación del P. o del C.
2
Si el P. responde: Sí.— Debe usted considerar que su firme propósito es suficiente. Está
bien dispuesto y puede usted darle de inmediato la absolución.
Después de la confesión tratará usted de resolver la cuestión recurriendo a los manuales. Si
no logra nada de ellos, consultará a los más doctos; habrá sido una medida de prudencia pedir
permiso al P. para hablar de su caso a un especialista.
(2ª hipótesis).— El P. no puede venir de nuevo.
El C: "La próxima vez que se confiese, ¿querría repetir al C. la cuestión que acaba de
proponerme a mí? Y ya desde ahora ¿está usted decidido a conformarse con sus
instrucciones?"
Si el P. consiente en ello podrá usted también en este caso considerarlo como bien dispuesto
y absolverle de inmediato.
1
Esta revista francesa puede ser sustituida por las similares que se publican, en cada diócesis, de nuestros países
(Nota del Editor).
3
¿Qué es lo que debe hacer al volver a entrar al presbiterio?
Examinará con la cabeza tranquila su proceder como C. Verá los manuales si es necesario,
consultará a especialistas.
SI TODO HA ESTADO BIEN, el estudio profundo de un caso vivo hará penetrar más adentro
de su espíritu un principio general de Moral.
SI HA COMETIDO USTED ALGÚN ERROR, tratará de repararlo en la medida de lo posible.
(Cf. Libro II, II Parte. Errores del C. que tiene que reparar). Si no puede llegar a ello,
encomiende su P. a Dios. Humíllese delante de Él y sobre todo saque del suceso una buena
lección para el futuro: delante de un caso difícil no hay que temer remitir la solución para más
tarde, como se ha explicado (Cf. 3).
Y además, si no hay que reparar ningún error grave, ¿NO HUBIERA SIDO CONVENIENTE
RESPONDER CON MÁS PRECISIÓN, CON MÁS CLARIDAD? Entonces, gracias al examen de
su confesión, sabrá usted cómo desenvolverse mejor en ella en adelante.
6. Situación del C.— Ha oído usted una serie de confesiones más o menos largas, más o
menos variadas y difíciles (Por ejemplo: la víspera de Pascua, de Navidad). ¿Qué tendrá
que hacer en su primer momento de libertad?
Repase usted mentalmente las confesiones que presentaban más dificultades. Trate de
recordar lo que ha dicho o no ha dicho, lo que ha hecho u omitido.
Si compara su proceder con la conducta ideal del C. en lo que se refiere a los siete elementos
de una buena confesión:
1) Integridad que hay que asegurar;
2) Advertencia que hay que hacer o silencio que hay que guardar;
3) Contrición y firme propósito que hay que excitar;
4) Obligaciones que hay que imponer;
5) Remedios que hay que prescribir y consejos que hay que dar;
6) Penitencia que hay que imponer;
7) Absolución que hay que dar: con mucha frecuencia comprobará las deficiencias que
usted ha tenido.
No hay por qué extrañarse de ello. Si usted obró del mejor modo, que modo (esto supone
evidentemente que sigue estudiando su Moral y que no despacha inmediatamente los casos
que no le parecen claros), no tiene por qué tener ninguna inquietud de conciencia. Tal vez haya
que reparar algún error de su parte; por lo demás no culpable. (Cf. Libro II, II Parte) De todos
modos, este examen de conciencia de su oficio de C. será para usted de gran provecho.
Artículo segundo
VIRTUDES MORALES
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Esta caridad será UNIVERSAL. Por otra parte, en igualdad de circunstancias, el C. preferirá
a los más miserables, a los más rudos, a los más culpables. Una marcada predilección por la
confesión, frecuentemente más fácil, de las mujeres y de las señoritas, puede disimular una
cierta pereza, mezclada a veces de sensiblería, si no de sensualidad.
Según el ejemplo del Divino Maestro, el C. se mostrará más estricto frente a las almas
privilegiadas, que tienden a la perfección; pero será todo misericordia para con los pobres
pecadores. Tal era la conducta del Santo Cura de Ars. Evitar cuidadosamente todo lo que pueda
parecer "CELOS DEL CONFESIONARIO".
2ª) PACIENCIA.
Es sobre todo necesaria cuando hay largas series de confesiones (vísperas de las grandes
fiestas), o cuando hay que confesar a filas interminables de niños El C. debe reprimir todo
movimiento de desagrado cuando tiene que tratar con escrupulosos, con charlatanes, con
ignorantes1; cuando los P. no saben confesarse y deben ser interrogados; cuando son
atolondrados, superficiales, mal dispuestos.
1
El término "ignorante", que emplearemos en adelante, designa el "rudis" de que hablan los Moralistas. No
hemos encontrado otra palabra más adecuada.
2
Si el ministerio de la confesión es temible, puede ser también muy santificante. El sacerdote ejercita en él las
obras de misericordia espiritual; satisface una de sus principales obligaciones. Debe practicar en él las virtudes
de que accabamos de hablar. Tiene que vencer muchas repugnancias de la naturaleza y de una manera mucho
más oculta que en el ministerio de la palabra.
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que ponen a las almas. Así es como el C. podrá arrancar las más penosas confesiones,
conmover los corazones más endurecidos, lograr que se acepten las obligaciones más pesadas.
CAPÍTULO SEGUNDO
EL DERECHO DE CONFESAR
Nociones previas.
Artículo primero.
DE LA JURISDICCIÓN ORDINARIA
No se tiene en cuenta aquí la jurisdicción de los Superiores religiosos, ni la de los clérigos
que están en una jerarquía superior a la de los curas párrocos.
13. Situación del C.— Es usted Cura y se encuentra fuera de su diócesis con algunos de
sus parroquianos y con penitentes habituales de una parroquia vecina.
No puede confesar VÁLIDAMENTE más que a sus propios parroquianos. Para oír a los otros
deberá solicitar licencia al Ordinario de !a diócesis en que usted se halla.
1
Por consiguiente, a todos los que tiene domicilio o cuasi-domicilio en la parroquia.
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No se adquiere por la simple designación, sino por la toma de posesión canónica. (Para más
detalles véanse los Estatutos Diocesanos). Cesa. igualmente, por la pérdida del cargo
(dimisión, traslado, etc.).
El uso LÍCITO de la jurisdicción cesa asimismo por la excomunión, entredicho, suspensión;
el uso VÁLIDO cesa solamente cuando estas penas son aplicadas por sentencia condenatoria o
simplemente declaratoria.
Artículo segundo.
JURISDICCIÓN DELEGADA "AB HOMINE"
18. Situación del C.— Es usted vicario parroquial (cooperador) y se halla fuera del
territorio en el que tiene jurisdicción (parroquia o diócesis, según los casos). Tiene cerca
de usted a niños de su patronato a los que ordinariamente confiesa.
Para confesar válidamente a esos niños tiene que pedir licencias, no a su Ordinario, sino al
Ordinario del lugar en que usted se encuentra.
1
Cuando el P. es un clérigo regular o religioso exento o un "familiar" en el sentido del c. 514, el Ordinario
personal del P. puede dar la jurisdicción delegada (c. 875).
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2) por la revocación, por parte de quien delega, comunicada al delegado;
3) por la renuncia del delegado, comunicada al que delega y aceptada por él;
4) por la excomunión, entredicho, suspensión después de sentencia declaratoria o
condenatoria.
No se pierde por la muerte o por el abandono del cargo de quien delega.
Artículo tercero.
JURISDICCIÓN DELEGADA "A IURE"
1
Aun en peligro de muerte, la absolución del cómplice "In peccato turpi", aunque siempre válida, no es lícita
sino en ciertas condiciones.
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Situación del C. B) Está usted en su casa. Una religiosa le hace llamar para que la oiga en
confesión en un lugar destinado a la confesión de las mujeres.
Obre usted según lo que se ha dicho en el caso precedente.
23 bis. Nota I.— Si una religiosa quisiera confesarse HABITUALMENTE con usted por
verdaderas razones de orden espiritual, usted le dirá que pida permiso para ello al Ordinario,
por sí misma o por medio de su Superiora.
Por el contrario, si usted se da cuenta de que la religiosa no tiene ninguna razón valedera
para dirigirse a usted, con toda prudencia despáchela.
Nota II.— Si, aprovechando la ocasión, otras hermanas se agregaran LIBREMENTE a la
primera que le ha pedido a usted, debe oírlas en confesión.
En cambio, sin INVITACIÓN especial de una o más hermanas, no podrá ocupar usted un
confesonario especialmente destinado a las religiosas, ni tampoco un confesonario accesible a
todos, en un momento en que solas las religiosas acudieran para confesarse.
Asimismo, la Superiora no puede en ningún caso pedirle a usted que oiga las confesiones
de toda la comunidad como tal. Tampoco puede usted presentarse para confesar, ni invitar a
ello a las hermanas1.
Artículo cuarto.
JURISDICCIÓN SUPLIDA
1
Cf. Ehl. DIRECTION SPIRITUELLE DES RELIGIEUSEX, traducción del alemán por J. Creusen.
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Cuando HA VENCIDO EL PLAZO DE LA JURISDICCIÓN y, sin pensar en esta
circunstancia, un sacerdote continúa confesando, la Iglesia suple la jurisdicción (Can. 207,
párrafo 2).
Situación del C.— Un vicario ha recibido licencia para confesar el 1° de enero de 1945
para un plazo de tres años. Ahora sigue confesando sin darse cuenta de que su
jurisdicción ya ha expirado.
Sus absoluciones son VÁLIDAS.
NOTA - Cuando el C. advierte, en el transcurso de una serie de confesiones que sus licencias
han acabado, ¿puede continuar confesando? Algunos canonistas (Cappello, Creusen) lo
afirman; según ellos, habría entonces un caso de aplicación válida y lícita del error común,
como se explica más adelante, en los números 27 y siguientes.
Para evitar conflictos serios a los confesores distraídos, algunos Ordinarios determinan que
la jurisdicción dure todas las veces en que el sacerdote advierta, demasiado tarde, su ausencia
y no haya más tiempo para pedirla. El C. debe pedir, por otra parte, lo antes posible la
renovación de sus licencias.
29. Situación del P.— (Primer caso): Los parroquianos de X ignoran que su vicario, al
no haber hecho su concurso de jóvenes sacerdotes, ha incurrido en la sanción prevista
por los Estatutos Diocesanos: no tiene ya licencias para confesar.
(Segundo caso): Todas las religiosas de la comunidad X desconocen que Monseñor le
ha retirado las licencias de confesor ordinario al sacerdote que viene a oírlas en
confesión.
En a ambos casos hay error común actual —y todos los P. que se han confesado son
válidamente absueltos.
b) Error común virtual. — Se origina por la existencia de un hecho público que es de tal
naturaleza que hace pensar al conjunto de una comunidad de fieles o de religiosas que tal
sacerdote posee las licencias necesarias para confesar a los miembros de la comunidad.
30. Situación del P.— Una persona entra en una iglesia parroquial y se hinca ante un
confesonario; el sacerdote que le da la absolución está en realidad desprovisto de licencias.
Hay error común virtual; porque la presencia en una iglesia parroquial, de un sacerdote en
el confesonario, basta para constituir un hecho público tal que haga pensar a los parroquianos
que el sacerdote tiene licencias para confesar. Poco importa el número de personas que se han
confesado o que han formado un juicio falso acerca de la jurisdicción del sacerdote.
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La persona en cuestión queda, por consiguiente, válidamente absuelta1.
La repuesta es fácil. Este Juicio de los "fieles mediocres'' proviene de una crasa ignorancia
y no hay por que tenerla en cuenta. Por el contrario un fiel aunque sea muy instruido juzgará
razonablemente que todo sacerdote instalado en el confesonario tiene licencia para confesar.
Es razonable que en ese caso la Iglesia supla la jurisdicción.
¡Caso excepcional!
31. Situación del P.— Hay error común respecto del predicador que está de paso por
la parroquia de X. Y, sin embargo, tal parroquiano en particular sabe que ese sacerdote
no ha recibido del Ordinario sus licencias pera confesar.
¿Tiene ese parroquiano el derecho de confesarse con él?
Para que una persona, que está cierta de la falta de jurisdicción de un C., tenga el derecho
de confesarse con él, se necesita una causa justa: un caso de necesidad o de seria dificultad
para encontrar otro confesor.
Aun en el caso en que falte una causa justa el P. puede estar de buena fe, y encontrarse por
lo tanto, en buenas disposiciones subjetivas. La suplencia de jurisdicción por parte de la Iglesia
entrará, pues, en juego; y el P. será válidamente absuelto.
33. Situación del C.— Llega a una parroquia un predicador extraordinario. El cura se
ha olvidado de pedir para él las licencias para confesar. ¿Puede, sin embargo,
respaldarse en el "Ecclesia supplet" para oír las confesiones?
El error común (por lo menos virtual) existe si el predicador ha sido anunciado y si el cura
ha dicho con anticipación a los parroquianos que podrían dirigirse a él para confesarse.
1
Algunos objetan: "con esta teoría del error común virtual debría decirse que toda absolución es válida", porque
la inmensa mayoría de los fieles se figura que todo sacerdote puede confesar en cualquier parte.
2
La suplencia de la jurisdicción, en caso de error común, se concede en favor del interés general de los fieles y
no en favor del C. Por consiguiente, sin razón grave, el C. no puede perturbar voluntariamente la economía
ordinaria de la jurisdicción penitencial y forzar a la Igleasia, por así decirlo, a que supla la jurisdicción.
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34. Situación del C.— En una diócesis pobre en sacerdotes, un domingo por la mañana
un deán muy anciano se ve en la obligación de confesar él sólo un gran número de jóvenes
de la J.A.C., reunidos en su iglesia para una comunión pascual cantonal.
¿Está autorizado un sacerdote que está de paso para usar del "Ecclesia supplet" con
el fin de ayudarle?
No se puede recurrir a la jurisdicción suplida.
N.B.: Se advierte que en el segundo caso los jóvenes NO ESTÁN en el error común; el
sacerdote que está de paso es el que LO PROVOCARÍA A SABIENDAS, poniéndose él mismo
en el confesionario.
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39. B) (2º problema).— ¿OBRA LÍCITAMENTE EL C. AL DAR ESTA ABSOLUCIÓN
VÁLIDA?
PRINCIPIO.— A diferencia del caso del error común, no se exige ninguna razón para que
el C. obre lícitamente1.
Sin embargo según las reglas ordinarias del uso del probabilismo, el C. debe proceder
primero al ''diligens examen".
El C. que llega a dudar positivamente de su jurisdicción no tiene el derecho de confesar
antes de haber tratado previamente de disipar la duda.
Después de haber usado esta jurisdicción suplida. el C. debe hacer luz en seguida y lo antes
posible sobre la cuestión, y solicitar la jurisdicción que puede hacerle falta.
42. 2) Penas lanzadas contra el C. que confiesa sin licencias (Can. 2366). (1378)
El C. queda suspenso "a divinis" (censura "latae sententiae") El texto del canon aduce el
término PRAESUMPSERIT (qui... praesumserit sacramentales confessiones audire). Por
consiguiente no se incurre en la pena si no hay pleno conocimiento ni plena deliberación; toda
ignorancia, aun la crasa, todo temor, aun leve, es una excusa suficiente, aun en el caso en que
el C. haya pecado mortalmente.
1
Parece que aquí la suplencia de la Iglesia está también en favor del C.
13
CAPÍTULO TERCERO
LA OBLIGACIÓN DE CONFESAR
Nociones previas
44. Las obligaciones del sacerdote dependen en primer lugar del estado espiritual del alma
que hay que confesar.
1º) EXTREMA NECESIDAD ESPIRITUAL: un alma que sin la asistencia del sacerdote no
puede evitar moralmente la CONDENACIÓN ETERNA (Por ejemplo: un moribundo en estado
de pecado mortal e incapaz de hacer un acto de contrición perfecta).
2°) CUASI EXTREMA NECESIDAD ESPIRITUAL: un alma que sin la asistencia del
sacerdote no evitará PROBABLEMENTE la condenación eterna. (Ejemplo: un moribundo en
estado de pecado mortal y que no hará sino con mucha dificultad un acto de contrición
perfecta).
3º) NECESIDAD GRAVE: un alma que sin estar en peligro de muerte tiene necesidad de
confesarse para evitar un GRAVE DAÑO ESPIRITUAL. (Ejemplo: una persona debe cumplir
con Pascua; recibir uno de los sacramentos de vivos, o quiere confesarse para vencer graves
tentaciones).
4º) NECESIDAD ORDINARIA: un alma que quiere beneficiarse con las gracias anexas al
Sacramento de la Penitencia.
Las obligaciones del sacerdote serán también diferentes según que tenga a su cargo almas
(deber de justicia) o no (deber de caridad).
Artículo primero
SACERDOTE QUE TIENE ALMAS A SU CARGO
(Cura, vicario)
Examinemos lo que debe hacer según los diferentes estados espirituales de las almas.
45. Situación del P.— 1º) Un feligrés está en un estado de extrema necesidad espiritual
o de cuasi-extrema necesidad.
(Ejemplo: se trata de una persona que no practica absolutamente nada o que practica muy
poco; está a punto de morir como consecuencia de una enfermedad, de un accidente, de un
bombardeo): ¿qué debe hacer el cura?
Bajo pena de PECADO MORTAL, el cura o vicario deben ir a confesar al moribundo. Aun
con PELIGRO de su VIDA1.
Hay obligación grave con tres condiciones:
1 ) Necesidad espiritual del prójimo moralmente cierta;
2) Esperanza moralmente cierta de absolver al prójimo;
3) Muerte del sacerdote que no implique un daño espiritual más importante que la salvación
de una sola alma (Ejemplo: la desaparición del sacerdote implicaría la condenación probable
de todo un grupo de fieles —como puede ocurrir en un país de misión)2.
1
La salvación de un alma es un bien que ni siquiera se puede comparar con la vida humana.
2
En el transcurso de estos últimos años —en un lugar de Normandía— un hombre salta sobre una mina y queda
h rido de gravedad. El cura quiere a toda costa llevarle Ios útimos sacramentos. A su vez también él toca una
14
46. Situación del P.— 2º) Un parroquiano está en estado de grave necesidad (Ejemplo:
Un novio, en la mañana de su casamiento) y pide confesarse.
El cura o vicario DEBEN CONFESARLE, AUN CON UNA GRAVE INCOMODIDAD
(Ejemplo: renunciar a un viaje).
47. Situación del P.— 3º) Un feligrés está en estado de necesidad ordinaria (Ejemplo: una
persona no tiene ningún especial motivo, ni tampoco urgente, para recibir el Sacramento de la
Penitencia); pide confesarse.
EN GENERAL, CONFESAR A LA PERSONA.
POR UNA RAZÓN JUSTA el cura o vicario podrían pedir al feligrés que vuelva un poco
más tarde, pero, sin embargo, en un tiempo que no sea incómodo para el P.
Artículo segundo.
SACERDOTE SIN CURA DE ALMAS
mina que explota y queda mortalmente herido. Muerto en el campo de el campo del honor del ministerio de las
almas. La más bella muerte para un sacerdote.
1
Esta actitud del sacerdote haría odiosa la confesión y apartaría a los fieles del sacramento de la Penitencia.
2
Tal vez ese fiel, bajo el influjo de la gracia, aprovecha una ocasión; tal vez ha dado un paso que le ha costado
mucho ¿Volverá si el sacerdote aplaza su confesión para otro momento?
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49. Situación del P.— 1º) Una persona está en estado de extrema necesidad espiritual.
(Ejemplo: una persona que no practica y está a punto de morir.) ¿Qué debe hacer usted?
Aun cuando no tenga usted cura de almas, DEBE confesarla bajo pena de PECADO
MORTAL, y con PELIGRO de su propia VIDA.
Téngase en cuenta lo que se ha dicho anteriormente en el núm. 45.
50. Situación del P.— 2º) Una persona está en estado de cuasi-extrema necesidad.
(Ejemplo: el moribundo va de tiempo a la Misa y tal vez pueda hacer un acto de contrición
perfecta) ¿Qué debe hacer el sacerdote sin cura de almas?
Ese sacerdote DEBE CONFESARLA —AUN CON UNA GRAVE INCOMODIDAD.
¿Está obligado a hacerlo aun con peligro de su vida? Algunos teólogos dicen que no —a
no ser que se trate de un conjunto de fieles. En este último caso, en efecto, uno u otro estaría
con toda certeza en estado de extrema necesidad,
N.B.— SIN EMBARGO, ES LÍCITO Y AUN SE LE ACONSEJA al sacerdote sin cura de almas
que exponga su vida para acudir a la cabecera de un moribundo que está en estado de
cuasi-extrema necesidad espiritual.
51. Situación del P.— 3º) Una persona está en estado de grave necesidad (Ejemplo: un
novio en la mañana de su casamiento) y pide confesarse.
Todo sacerdote DEBE confesarla —AUNQUE TENGA QUE MOLESTARSE:— si ningún
otro sacerdote puede o quiere confesarla.
N.B.— EN CASO DE ESCASEZ DE CONFESORES —como podría acontecer la víspera de
una gran fiesta (un sábado del tiempo pascual)— un sacerdote, aunque no tenga cura de almas,
podría estar obligado a oír las confesiones, aún a costa de graves inconvenientes.
52. Situación del P.— 4º) Una persona en estado de necesidad ordinaria (en la práctica,
cualquiera que "razonablemente" desee aprovecharse de las gracias del sacramento de la
Penitencia) pide confesarse.
RECIBIR CON GUSTO TODA PETICIÓN RAZONABLE: tal debe ser la norma de conducta
de todo sacerdote, aunque no tenga cura de almas.
Habría, por lo menos, pecado venial en el rehusar sin causas proporcionadas, el oír a la
persona en confesión.
LIBRO SEGUNDO
EL PENITENTE EN GENERAL
INTRODUCCIÓN
I. LA CONFESIÓN—DIÁLOGO
16
formación; el C., médico, debe informarse junto al enfermo para establecer un diagnóstico y
aplicarle una terapéutica apropiada . ¿No supone todo esto un coloquio verbal?
Demasiados C. comienzan por oír pasivamente las confesiones del P. y acaban por darle un
pequeño sermón que es llave maestra. Todo lo contrario: en el momento de la acusación el C.
debe interrogar al P. —oír activamente sus respuestas— e interrogar de nuevo. Y el C. debe
también conversar con el P. para darle avisos convenientes, excitarle a la contrición, precisarle
sus obligaciones, indicarle remedios y consejo apropiados.
Si algunas veces son necesarias las exhortaciones, siempre deben ser breves y tomar, en
cuanto sea posible, la forma dialogada.
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En cuanto a A): Le advertirá usted dulcemente: "Pero se trata de su propia confesión, no de
la del prójimo".
B): Sea paciente y trate de ir a lo esencial.
C): Puede usted decirle: "Tenga cuidado de no herir el pudor en el modo de acusarse".
"Nada de detalles inútiles y escabrosos".
Algunas veces hasta puede usted abreviar:
"Yo no le pido todo esto... he comprendido de sobra".
59. N.B.— Puesto que hablamos de una ayuda de la memoria, se puede advertir que las
iniciales de estos siete elementos forman una palabra— ¡desconocida! pero fácil de retener:
IACORPA.
PRIMERA PARTE
Artículo primero.
18
NOCIONES PREVIAS
Importa mucho tener nociones precisas sobre el perdón directo e indirecto de los pecados
—y sobre la materia necesaria y libre.
1
Por el contrario. si fuera de la confesión el acto de contrición perfecta basta para borrar el pecado mortal y para
devolver el estado de gracia, no da el derecho de comulgar.
2
Más adelante (Núm. 107) precisamreos b que hay que entender por graves inoonvenientes.
19
B) La integridad FORMAL, es necesaria con necesidad de medio para la validez de la
absolución. Si falta la integridad formal —por cualquier razón que sea—, la absolución es
inválida y los pecados no son perdonados.
El C. debe, pues:
Asegurar a toda costa —LA INTEGRIDAD FORMAL—.
Tratar de obtener, en h medida de lo posible —LA INTEGRIDAD MATERIAL—.
Con mucha frecuencia el C. no podrá conseguir una confesión íntegra sino provocándola o
completando la acusación del P. De aquí la necesidad, para el C., de hacerse maestro en el
difícil arte de interrogar.
Artículo segundo.
DE LA GRAVE OBLIGACIÓN DEI INTERROGAR
1º) ¿Hay que interrogar? 2º) ¿A qué P. hay que interrogar especialmente? 3º) ¿Como hay
que interrogar? 4º) ¿En qué momentos?
20
Algunos C. con la excusa de que toda interrogación es un poco penosa para el P., deducen
de ello que ella hace odiosa la confesión y no preguntan, por así decirlo, jamás; este modo de
proceder es culpable y muy perjudicial para las almas1.
1
¿Qué decir, entonces, de esas C. que no dejan tiempo ni siquicra para acabar la acusación, bajo pretexto de que
no se trata más que de pecados veniales?
En primer lugar, el P. tiene el derecho de beneficiarse con la absolución de todos los pecados veniales que
quiera acusar; además puede ser que el P. haya guardado para el fin los "pecados gordos".
2
Ya hemos dicho que "ignorante" corresponde al término latino muy conocida de "rudis".
21
En estas hipótesis puede usted sospechar con toda razón la existencia de otros pecados o de
un hábito culpable, de una ocasión próxima; y en consecuencia pregunte. Aún a veces puede
usted hacer una pregunta relativa a la validez de una confesión precedente (Ejemplo: Gracias
a sus preguntas un P. acaba por confesar pecados contra la pureza. ¿No los habrá ocultado en
sus precedentes confesiones?).
71. E) A los P. que no acusan pecados que usted CONOCE POR OTRO LADO.
Por una razón o por otra usted ha identificado a su P. Y de un modo o de otro usted sabe
que él ha cometido tal pecado; pues bien: él no dice una palabra sobre el asunto.
Se trata de un caso PARTICULAR y MUY DELICADO; toda la conducta del C. se examinará
en el Libro III, 350-355.
22
74. D.— Con claridad. Haga preguntas:
a) Breves.— No deben contener más que una sola idea. Convendría que dividiese en tres
esta pregunta compleja: "Cada vez que usted dijo esa expresión, ¿se dio cuenta de que era una
blasfemia y de que daba un mal ejemplo a los que estaban presentes?"
b) Concretas y precisas.
No le pregunte a un comerciante si ha sido injusto, sino dígale: "¿Ha engañado algunas
veces a sus clientes? ¿en la calidad, en el peso de la mercadería?" 1.
c) Bajo forma positiva, que facilitará la confesión.
Diciendo "Ha robado usted dinero? ¿Ha cometido acciones indecentes?" —el P. pensara
que su falta no es tan grave, puesto que el C. supone que ha podido cometerla. El P. responderá
fácilmente: "Sí"2.
Al contrario, si usted dice torpemente: "Usted no ha robado dinero, ¿no es cierto? ¿No es
verdad que usted no ha cometido acciones indecentes?"— el P. se dirá a sí mismo que su
pecado ha sido enorme, puesto que usted parece excluir su posibilidad. ¡Qué coraje necesitaría
para responder: "Sí, precisamente yo he robado dinero"!
¡El colmo de la torpeza sería pronunciar la interrogación de forma negativa, con un tono
que muestra a las claras que usted supone al P. incapaz de haber cometido tal pecado! ¡con un
tono de reproche anticiparlo, como si el P Jamá hubiera hecho realmente eso!
d) Nada de preguntas disyuntivas.
No diga: "¿Ha leído algo malo contra la fe o contra la pureza? ¿Ha robado dinero o
golosinas" Vale más que el P. tenga que responder simplemente: sí o no. Le sería costoso
repetir una parte de la pregunta disyuntiva.
N.B.— Excepcionalmente, si usted tiene la impresión de que el P. dice: sí o no por decir
algo (lo cual acontece, sobre todo en los niños), haga una pregunta disyuntiva. De ese modo
el P. se verá obligado a prestar atención y a elegir, repitiéndola, una de las dos hipótesis
propuestas.
Nota: Cuidar, igualmente, de que la interrogación sea progresiva. Comenzar por
generalidades; poco a poco, según las respuestas del P., entrar más en detalles. Ejemplo: al
interrogar a un niño acerca del tema de la impureza, el C. podrá decir: "¿Has dicho palabras
groseras? ¿palabras malas?... ¿sí...? ¿Has hablado cosas malas?, ¿las has hecho...?
1
En materia de castidad hay que evitar todo término realista y evocador.
2
A veces podrá usted emplear la forma AFIRMATIVA también (con la condición de poner en ella el tono
requerido): ¿Ha hecho usted esto? ¿Ha ido a algún baile?"
23
regla desde el comienzo, podría espantar al P. y hacer de comisario de policía más que de
sacerdote.
b) P. angustiado.
Invítele paternalmente a que exponga la causa de su inquietud. Háblele en seguida de la
Infinita Misericordia de Dios, del Corazón de Jesús, dígale que el Buen Dios perdona todos
los pecados, los más graves, los más numerosos.
24
V. LA PREGUNTA FINAL
Casi siempre es muy útil.
Artículo Tercero.
POSIBILIDAD DE ASEGURAR LA INTEGRIDAD MATERIAL
81. Cuando, se trata de un P. que se confiesa normalmente. el C. debe esforzarse por obtener
la INTEGRIDAD MATERIAL (Cf. numero 62).
La integridad material en sentido estricto se limita a los mismos pecados mortales. Nosotros
la entendemos en sentido amplio. El C. debe tratar de conocer no solo los mismos pecados
mortales, si no además lo que se puede llamar las inmediaciones del pecado: ocasiones,
recaídas, escándalo, etc.
1
Es ésta una aplicaclén del principio tan importante del voluntario indirecto, o, mejor, del principio del doble
efecto") (N. del E.).
25
1º) de la especie ínfima (objeto e intención)
2º) de la gravedad (objetiva y subjetiva);
3º) del número.
1
En el curso del Libro III se verá la aplicación de estos principios a diversas categorías de pecados.
2
Este simple cuestionario podría ser enseñado a los niños de catecismo. Durante toda la vida se servirán de él.
26
2º Mand.: Juramentos, blasfemias.
3º Mand: Misa, trabajo del domingo.
4º Mand.: Padres y Maestros.
5º Mand.: Odio, disputas, golpes, malos
ejemplos.
6º y 9º Mand.: Pensamientos, deseos,
palabras, lecturas, acciones contra la
pureza.
7º y 10º. Mand.: Robo y deseo de robar,
perjuicios.
8º Mand.: Mentiras, maledicencias,
calumnias.
Mand. de la Iglesia: Abstinencia,
obligaciones de Pascua.
Pecados capitales: Soberbia, envidia, ira,
pereza, avaricia, gula.
N.B.— Pregunte: ¿Cuantas veces?
(Cf. 91 a 93).
Este cuestionario es una ayuda para la memoria; puede ser presentado concretamente y
comentado por el C.
OTROS MODELOS:
En el "Memento de Pastorale" de Mathyssek, cap. I, párrafo 17, n. 4 hallará usted un
cuestionario más detallado.
El cuestionario del "Prudens sexdecim linguarum confessarius" (Ed. Beauchesne) es
igualmente sugestivo. Las preguntas relativas al sexto mandamiento no deberían ser
propuestas sino con discreción.
2°) Gravedad OBJETIVA y a veces SUBJETIVA.
La gravedad OBJETIVA se refiere a la deformidad moral del pecado mismo
independientemente del conocimiento y del consentimiento del P.
27
Sin embargo, en ciertos casos el P, le pregunta a usted si él ha pecado mortalmente. Puede
suceder que usted mismo juzgue oportuno Interrogarlo acerca de este punto, por ejemplo,
cuando se trata de pecados internos de pensamientos, de deseos.
Aplique este principio fundamental que es necesario recordar con frecuencia al P.
88. Principio.— Para cometer un pecado mortal se requieren dos condiciones juntas.
1ª ADVERTENCIA SUFICIENTE1: darse cuenta de la gravedad.
2ª PLENO CONSENTIMIENTO: consentir con él enteramente.
89. Situación del P.— El P. ha cometido algunas malas acciones graves. (Ej.: pecados
solitarios contra la pureza durante la noche) o bien se acusa de pecados internos. (Ej.: malos
pensamientos, deseos de robar).
1º PRIMER PROBLEMA QUE HAY QUE RESOLVER.
¿Ha habido advertencia suficiente?
El C.: "¿Sabe usted que iba a cometer un pecado mortal? ¿Se dio usted cuenta de ello?"
SIGNOS DE ADVERTENCIA IMPERFECTA
El P. estaba en estado de semi-vigilia, de semi-embriaguez. El P. estaba bajo el influjo de
una gran distracción, o estaba perturbado por una pasión antecedente muy violenta. (Ejemplo:
Ira).
Si el P. se hubiera dado cuenta, como ahora de la gravedad de su pecado, no lo hubiera
hecho.
2º SEGUNDO PROBLEMA QUE HAY QUE RESOLVER.
¿Ha habido pleno consentimiento?
El C.: " ¿Sabía usted que era grave, pero a pesar de todo lo ha querido libremente,
absolutamente?".
SIGNOS DE CONSENTIMIENTO IMPERFECTO.
El P. no sabe exactamente si ha pecado gravemente, pero de ordinario no comete pecados
mortales.
Si se trata de malos deseos, el P. no ha cometido la mala acción que podía cometer
fácilmente.
90. Situación del P.— A pesar de sus interrogaciones, el P. no llega a salir de la duda en
cuanto a la perfección de su advertencia y de su consentimiento.
Juzgue usted conforme a la CONDUCTA HABITUAL del P.
Si el P. peca con frecuencia mortalmente en la materia, presuma que ha pecado gravemente.
Si el P. no peca con frecuencia mortalmente, decida la duda en su favor.
N.B.— Se supone evidentemente que el P. no es escrupuloso. Si lo fuera, habría de obrar
usted en otra forma. (Cf. Libro III, núm. 504-510).
3º NÚMERO DE PECADOS.
Esta precisión no es necesaria más que para los pecados mortales, pero en vista de la
formación espiritual del P., pondrá usted interés en interrogarle acerca de los pecados mortales.
1
Habría que distinguir todavía entre advertencia propiamente dicha y conocimiento habitual. La cuestión del
conocimiento o de la ignorancia habitual se verá más adelnte: P. Ignorante, n. 344-347.
28
Distingamos muchas hipótesis ::
A) Pecados espaciados. Pecados habituales1.
B) Externos.
C) Internos.
91. A) Pecados espaciados. El P. ha pecado muchas veces, sin que sea un pecado
habitual. (Ej.: he robado, he faltado a Misa).
El C.: ¿CUÁNTAS VECES HA FALTADO USTED A MISA?"
1ª hipótesis: El P. responde con una cifra exacta: ya sabe usted a qué concretarse.
2ª hipótesis: El P. responde que no sabe exactamente, o guarda un silencio embarazoso.
Entonces debe usted proseguir su investigación.
Sugiérale usted mismo una cifra, comenzando por un número más o menos exagerado, a
fin de facilitar la confesión.
El C: "ENTONCES, ¿HA FALTADO USTED A MISA... TREINTA VECES?"
Si el P. responde: "Sí", sugiérale un número más grande aún.
Si el P. responde: "¡Oh, no!..., no tanto como eso", sugiérale un número menor y vaya
rebajándolo hasta que el P. diga: "Sí..., más o menos".
93. C) Pecados habituales e internos. Principio— El mismo que en B), salvo en cuanto a
que se deben pedir menos precisiones respecto de la frecuencia.
El P. comete con frecuencia pecados internos (Ej.: Malos pensamientos impuros; deseos
de venganza).
DURACIÓN.— El C.: Como arriba, en B)
FRECUENCIA— El C.: "¿Ha pecado usted con mucha frecuencia? ¿Algunas veces? ¿Pocas
veces?"
Algunos P. responden: "Cada vez que la ocasión se presenta."
El C. debe preocuparse sobre todo del escándalo, de las ocasiones de pecado, de la recaída.
1°) EL ESCÁNDALO.
1
La cuestión de los pecados habituales será tratada más a fondo en el Libro III, n. 255 y siguientes.
29
94. Noción.— Demasiados P. descuidan el acusarse del ESCÁNDALO que ellos han podido
causar. Estrictamente esta palabra se entiende en sentido teológico. La acción u omisión, para
ser escandalosa, no tiene que extrañar ni chocar al prójimo: basta que lo incite al pecado.
Tampoco es necesario que haga ruido en público; una madre de familia que en el secreto de
su hogar deja demasiada libertad a los novios, o no corrige lo suficiente a sus hijos es,
propiamente hablando, escandalosa.
CUADRO SINTÉTICO
(Integridad que hay que asegurar.)
30
Sucede muchas veces que el C tiene que hacer precisar los efectos del pecado —sus
circunstancias—. Se plantea también el problema de los pecados dudosos.
101. Principio.— Debe usted obligar al P. a que acuse las circunstancias que CAMBIAN la
especie, en la medida en que él las ha conocido y querido.
Situación del P.— El P. se acusa de un pecado susceptible de cambiar de especie a causa
de las circunstancias (Ej.: pecado de impureza cometido con otra persona).
El C.: "¿Es usted mismo casado? Y la persona con la cual ha pecado usted ¿era casada?"
A veces el C. se inclinará a suponer que se trata de un pariente o hasta de una persona que
no es libre (divorciado y hasta, ¡ay!, una persona consagrada a Dios).
31
103. Principio.— Generalmente, ACONSEJE usted la acusación de las circunstancias
simplemente agravantes. NO OBLIGUE a ello.
Artículo cuarto
1
Esto es lo mejor para la tranqullidad de conciencia del P. y para su provecho espiritual.
32
IMPOSIBILIDAD DE ASEGURAR LA INTEGRIDAD MATERIAL
En ciertas circunstancias, la integridad material no se puede obtener. El C. debe entonces
contentarse con asegurar la INTEGRIDAD FORMAL (Cf. 63).
107. 1°) Nociones previas.— Ningún inconveniente, aunque sea grave, basta para excusar
de la integridad material: hay que distinguir entre inconvenientes INTRÍNSECOS Y
EXTRÍNSECOS a la confesión.
A) Los inconvenientes intrínsecos a la confesión son los que están necesariamente ligados
con ella (Ej. vergüenza del P., pérdida de la reputación ante el C., temor de los reproches).
Ellos NO EXCUSAN de la integridad material.
B) Los inconvenientes extrínsecos a la confesión están ligados accidentalmente a tal
confesión en particular (Ej.: temor de la infamia delante de los asistentes, que podrían oír las
acusaciones). Ellos EXCUSAN de la integridad material con la condición de que haya, por lo
menos, GRAN UTILIDAD para el P. en hacer esta confesión que implica inconvenientes
extrínsecos.
Los pecados mortales legítimamente pasados en silencio son perdonados indirectamente
(Cf. 60). El P. deberá acusarlos en la primera confesión en la que ya no exista la causa de
excusa.
108. 2º) Principio.— Cuando la integridad material es imposible, asegure por lo menos los
dos elementos necesarios, con necesidad de medio, para la validez de la absolución.
Primer elemento: Integridad FORMAL (Cf. 62-B).
Segundo elemento: CONTRICIÓN (C. Capítulo III).
En cuanto sea posible, recuérdele al P. la obligación que tiene de acusar, en la próxima
confesión en que pueda hacerlo, los pecados indirectamente perdonados.
33
Luego excite al P. a la contrición (Cf. capítulo III). Impóngale una penitencia ligera. Por
último, déle la absolución, por lo menos condicionalmente.
NOTA.— 2º) En algunas circunstancias excepcionales la confesión del P. duraría tan
largo tiempo que las personas presentes dirían que el P. tiene muchos pecados que
confesar, que en su caso hay algo extraordinario. (Ej.: un enfermo ya confesado pide
confesarse de nuevo antes de comulgar, y tendrá necesidad de hacer una larga confesión
general; inmediatamente antes de la ceremonia de una comunión solemne o de un matrimonio,
el P. querría reparar una multitud de confesiones sacrílegas.
El C: "Ahora no tiene tiempo para hacer una confesión completa. Usted tiene intención de
hacerla; esto basta por el momento. Hágala cuando pueda. Mientras tanto, arrepiéntase mucho
de todas sus malas confesiones". Excitar la con la contrición. Penitencia. Absolución.
111. Nota.— En general, el que se prolongue la confesión no es una causa de infamia —
porque los asistentes no pueden deducir de ello que el P. ha cometido muchos pecados graves.
La longitud de la confesión puede provenir de escrúpulos, de que se piden consejos, o
(¡desgraciadamente!) de simples charlatanerías.
114. Advertencia pastoral.— El pastor celoso, para evitar estos inconvenientes, confesará la
ANTEVÍSPERA de las grandes fiestas, recomendando a las personas que se confiesan
frecuentemente, que vengan ese día.
En general, interrumpir las confesiones DIEZ MINUTOS ANTES DE LA MISA. Si se
continúa oyendo a los P., podría uno carecer de tiempo para "confesar bien".
Desconfiar especialmente de las confesiones matutinas de los DOMINGOS DEL TIEMPO
PASCUAL, sobre todo del último.
CAPÍTULO SEGUNDO
ADVERTENCIAS QUE HAY QUE HACER
O SILENCIO QUE HAY QUE GUARDAR
INTRODUCCIÓN
34
Las ignorancias del P. pueden referirse a los conocimientos de orden general o a la licitud
de una acción en particular.
118. NOTA.— La ignorancia o el error del P. no se da en un sólo sentido; él puede creer pecado
lo que no lo es, e inversamente. Estudiaremos sucesivamente cada una de las dos hipótesis y
en los casos ordinarios, dejando para el fin el examen de los casos excepcionales.
Artículo primero.
EL P. CREE PECADO —LO QUE NO LO ES
1
Es necesario aplicar juiciosamente y de una manera compleja este gran principio regulador de la activklad
humana: suponieno que nuestras acciones u omisiones implican múltiples consecuencias buenas y malas, la
BUENA DISPOSICIÓN es solamente IR MENOS IMPERFECTAMENTE POSIBLE: es lo que los moralistas traducen
al decir que hay que escoger lo "minus malum''.
Para hablar más formalmente, habría que decir que debemos querer el "bonum minus imperfectum".
35
Es claro que aquí no hay lugar a ninguna distinción entre ignorancia vencible e invencible.
Situación del P.— 1º) El P. se acusa a usted de una acción u omisión que no es ni
siquiera UN PECADO VENIAL (Ej.: ha comido carne la vigilia de la Ascensión; ha obrado
de tal modo en la vida conyugal y ese tal modo de proceder es lícito).
¡ADVIERTA AL P.!
"Me dice usted que ha hecho u omitido tal cosa. ¿Creyó usted que cometía un pecado? En
adelante, sepa que eso no es en modo alguno pecado; puede hacerlo sin escrúpulo."
Situación del P.— 2º) El P. acusa una acción u omisión que NO ES MÁS QUE VENIAL—
y usted sospecha que el P. la cree MORTAL. (Ej.: algunos niños creen pecar mortalmente al
mentir, al robar cosas insignificantes: hay adultos que exageran la culpabilidad de ciertos
procederes conyugales).
ADVIERTA también al P.
"¿Creyó usted cometer un pecado mortal al hacer eso? En realidad es un pecado venial."
Debe usted advertir al P.— porque de lo contrario él continuaría perdiendo sin razón la
amistad con Dios.
Pero tenga cuidado de que el P. no se aproveche de s, advertencia para no preocuparse más
de lo que es solamente un pecado venial. Por eso recuérdele la MALICIA DEL PECADO
VENIAL.
El C.: "Ésta no es una razón para que usted se permita el cometerlo, cargando así su
conciencia con una multitud de veniales. Ya sabe que son una ofensa a Dios que Nuestro Señor
debió sufrir para expiarlos y que pueden costarle duros y largos sufrimientos en el purgatorio."
3°) El P. se acusa de lo que es solamente una imperfección (Ej.: faltas a las Vísperas).
ADVIERTA CON PRUDENCIA.
"¿Usted se acusa de haber faltado a Vísperas? Propiamente hablando no es una obligación.
Pero cuando usted lo hace sin razón, será casi siempre pereza, tibieza en el servicio del Buen
Dios, lo cual no deja de ser una leve ofensa."
Artículo segundo
EL P. CREE LÍCITO —LO QUE ES PECADO
120. Principio:— La advertencia que hay que hacer o el silencio que hay que guardar
dependen en gran parte de la especie de ignorancia del P.— De donde: PROBLEMA QUE HAY
QUE RESOLVER.
36
Nota.— Si usted cree que debe interrogar al P. para saber si está en ignorancia vencible,
tenga cuidado de no colocarlo en una situación de mala fe mientras él está en ignorancia
invencible.
Podrá usted interrogar en general, como si se tratase de otra cosa: "¿Tiene usted alguna
inquietud de conciencia respecto de alguna obligación importante?"
2º) Signos de ignorancia— INVENCIBLE.
Dos condiciones son las que se requieren simultáneamente.
1ª Se trata de un problema de conciencia relativamente difícil. Puede usted suponer
razonablemente que el P., atendida su condición y SU grado de instrucción, está en ignorancia
invencible.
2ª El P. no le hace preguntas a usted y parece que tampoco se las hace a sí mismo.
Según las circunstancias —convendrá distinguir, pues, entre ignorancia vencible o
invencible.
37
123. Principio.— Hasta el presente el P. comete pecados materiales: es un desorden que usted
debe tratar de corregir. Pero sea prudente. Si usted advierte al P. y si, a pesar de esto, él no
cambia te conducta. sus pecados materiales se van a convertir en formales —lo cual es un mal
incomparablemente más grande. De donde (otra vez): PROBLEMA QUE HAY QUE
RESOLVER:
1
Si usted mismo, después de largos años de estudios, tiene dificultad en ver la culpabilldad de ciertas acciones u
omsiones, confiese usted que el fiel mediano no ve nada de todo esto.
38
No juzgue, pues, sino a sabiendas, que el P. se encuentra en este segundo caso.
Principio.— De suyo, la advertencia agravaría considerablemente la situación del P.;
porque en adelante va a pecar formalmente en lugar de pecar materialmente.
Por consiguiente, en general, vale más guardar silencio1 —salvo, sin embargo, en el caso
de que el silencio acarree males más grandes aún para la comunidad de los fieles.
Cuando el sacerdote enseña desde lo alto del púlpito debe decir la verdad a la comunidad
de los fieles —aun cuando prevea que algunos van a cometer pecados formales.
Distingamos, pues, tres hipótesis:
1
Nótese bien que se trata aquí de la advertencia en el confesonario, donde el C. debe velar especialmente por el
bien del P.
2
No deja de ser muy sensible el permitir que se cometan pecados materiales.
3
La ausenela del escándalo podría justificar el silencio del C. en ciertos casos —EXCEPCIONALES— de
onanismo conyugal. (Para más detalles véase el n. 761-A).
39
Por consiguiente, aunque su advertencia haga pecar formalmente al P, no deja de ser el
"minus malum"1.
ADVIERTA Al P.
Situación del P.— El P. ocupa una posición social visible y se acerca con frecuencia a
los sacramentos. Por otra parte, se sabe bien que lee un diario prohibido o que asiste a
reuniones espiritistas o que practica el onanismo conyugal sin la menor apariencia de
razón —sin embargo, usted juzga:
1º. Que él está en ignorancia invencible.
2º. Que, advertido, no se enmendará ni ahora ni más adelante.
ADVIERTA al P. (proceda como en el número 125).
Sin duda el P. va a cometer pecados formales —y como no querrá someterse a las
obligaciones que usted le impondrá, va a abandonar la Santa Misa.
Sin embargo, estos inconvenientes personales son menos graves que el escándalo de la
comunidad. El silencio de usted daría lugar a pensar que se puede ser un excelente cristiano
aun cometiendo habitualmente tal pecado mortal, sin hacer ningún esfuerzo para corregirse de
él.
En ciertas circunstancias se podría pensar que usted no ha dicho nada al P. porque era un
"señor".
1
Este razonamiento se aplica a propósito del onanismo conyugal. Fuera de algunas excepciones, que serán
examinadas en el Libro III, el P. onanista, aun con ignorancia invencible, debe ser advertido.
40
131. Corolario I.— Excepciones relativas a este tercer caso.
1. Si su silencio ha de escandalizar a los fieles o causar males de orden público o acarrear
graves inconvenientes para el P. deberá usted discurrir como en el núm. 128, y, por lo tanto
advertir.
La advertencia del P. se impondría con mayor razón, puesto que la enmienda es probable.
2. Si el bien que se espera de la advertencia es mucho mayor que los pecados formales que
se temen, aún convendría advertir. (Ej.: su P. no sabe que debe denunciar al sacerdote que la
ha solicitado en confesión— y usted teme que ella no haga caso de su advertencia. Sin embargo
debe advertirla— porque la denuncia de un sacerdote que solicita es muy importante desde el
punto de vista del bien de las almas).
3. Si la eficacia de la advertencia fuera claramente más probable, algunos teólogos dicen
que habría que advertir (Aertnys. núm. 272-2º).
Se podría decir que el pecado formal muy poco probable es un "minus malum" con relación
al pecado material cierto.
Artículo tercero.
CASOS EXCEPCIONALES
Primer CASO
41
136. Idea general.— El P. está en ignorancia VENCIBLE con relación a ciertos puntos, INVENCIBLE
con relación a otros.
Y usted juzga que una advertencia con relación a estos últimos sería ineficaz.
Por otra parte, su reticencia no implicaría los inconvenientes señalados en el núm. 127.
Sea usted muy PRUDENTE en el modo de advertir. Responda con lealtad a las preguntas
del P., pero no diga nada más allá de lo que le preguntan.
Situación del P.— A) el P. le pregunta si hay pecado en hacer tal acción que en realidad
es un pecado MORTAL.
Por otra parte le parece a usted que el P. está decidido a cometer esa acción,
cualquiera que sea su respuesta.
Responda al P.: "sí..., eso es PECADO"; pero no añada que es pecado mortal.
Segundo CASO
137. Idea general.— El P. plantea una cuestión precisa; una respuesta clara de su parte
implicaría inconvenientes de una GRAVEDAD absolutamente EXCEPCIONAL.
El P. esta evidentemente en ignorancia vencible; la regla general (Cf. 122) exigiría que se
lo advirtiese.
Sin embargo, si una advertencia clara habría de tener consecuencias extremadamente
graves (Ej.: la perdición eterna del P.) usted podría proceder como si no hubiera oído y decir
al P. que no es ése el momento de estudiar la cuestión, que mientras tanto no tiene más que
obrar conforme a su conciencia (Neo-Confessarus Reuter-Lehmkuhl núm. 7).
Situación del P.— A) Un soldado, minutos antes de ir a batirse contra los enemigos —
MUY CRUELES— le dice a usted: "Yo he tomado mis precauciones para suicidarme si
alguna vez fuera hecho prisionero, porque sé que me harían padecer ATROCES
TORTURAS... ¿Puedo hacerlo, Señor Capellán?".
Ya se ve la gravedad excepcional del caso. Si usted le dice claramente al P. que todo
suicidio directo es intrínsecamente malo y que por consiguiente es ilícito —y si usted cree que
él no volverá atrás en su determinación— lo coloca en mal estado de conciencia en el momento
en que está en gran peligro de morir. El “malum” no sería, como de ordinario, la pérdida del
estado de gracia, sino la condenación eterna del P.
Podrá, pues, usted tratar de disimular sin mentir propiamente hablando.
Si el P. lo ha interrumpido en su exhortación podrá usted continuarla como si nada hubiera
oído.
Si no podría decirle: "No es éste el momento de estudiar y resolver casos de conciencia...
Hablaremos de ello otra vez. Mientras tanto, obre como mejor pueda. PARA NO OFENDER
A DIOS.
Situación del P.— B) La P. es una mujer encinta que va a padecer una operación muy
peligrosa por consejo de un médico católico, pero ignorante de las exigencias de la moral.
Va a dejarse producir un aborto (aborto directo) para evitar la muerte. De todos modos,
si no abortara, el niño moriría lo mismo... Ella le dice a usted: "De todas maneras, el
pequeño no vivirá; es mejor que yo siga viviendo para mis otros hijos. En estas condiciones
¿tengo el derecho de dejar que me hagan abortar?''.— ¿Qué dirá usted?
Conducta del C.— La gravedad del caso es la misma que la del caso precedente. Si usted
prevé que su advertencia no apartará a la mujer de su propósito, puede obrar como arriba se
ha dicho.
42
C) Nota.— Si la persona interesada le propusiera a usted el problema fuera del
confesonario, entonces debería responderle: "Estas cosas sólo se deben tratar en el
confesonario''.
Tercer CASO
138. Idea general.— POR EL MOMENTO el P. no está dispuesto a hacer caso de la
advertencia.
Por otra parte usted prevé que DENTRO DE POCO volverá a ver de nuevo al P.— en
un momento en que sin duda estará mejor dispuesto.
Difiera la advertencia y proceda más o menos como se ha dicho anteriormente:
Que el P. tenga cuidado de no ofender a Dios que obre conforme a su conciencia, esperando
la ocasión de volver a hablar de ello MUY PRONTO.
Situación del P.— Un P. que no se había confesado desde hacía mucho tiempo, con
ocasión de la comunión de su último hijo ha venido a ver o a usted al confesonario. Ha
hecho una buena confesión— y luego le pregunta si le está permitido evitar un nuevo
nacimiento, supuesta la enfermedad de su esposa que tendría que morir si diera al mundo
a su último hijo.
Además, el modo con que él plantea la cuestión le hace comprender a usted que no
está preparado para aceptar las exigencias de la moral.
Podrá decirle: "Ya hace mucho tiempo que usted no practica; no me extraña que ya no esté
al corriente de todas sus obligaciones y en todos sus pormenores. Pero hoy conviene que acabe
con su pasado. Vuelva a confesarse PRONTO y nuevamente hablaremos de todo esto con
gusto... Mientras tanto, OBRE SEGÚN SU CONCIENCIA".
Cuarto CASO
139. Idea general— El P. está en ignorancia INVENCIBLE.
Tendrá en cuenta su advertencia.
Pero esta advertencia acarreará como consecuencia males muy importantes.
Si usted no dice nada, el P. continuará pecando materialmente, pero por otra parte usted
evitará otros males muy importantes,
Conclusión: GUARDE SILENCIO.
Situación del P.— El P. cree que está legítimamente casado y su matrimonio es, sin
embargo INVÁLIDO.
La revalidación es imposible.
Por otra parte hay hijos que todavía están en temprana edad.
Conducta del C.— Si usted advirtiera al P., él debería separarse de su seudo-cónyuge. Tal
vez esto sería una infamia para él; para los hijos, un escándalo. En cualquier forma, ¡qué daño
para su educación!
Por lo tanto ¡CÁLLESE!
CAPÍTULO TERCERO
CONTRICIÓN Y FIRME PROPÓSITO QUE HAY QUE EXCITAR
Artículo primero
43
CONTRICIÓN QUE HAY QUE EXCITAR
140. Definición. Necesidad.— La CONTRICIÓN es un dolor del alma causado por los pecados
pasados. Es el elemento mas importante.
Es necesaria con NECESIDAD DE MEDIO para la validez de la absolución. Nada puede
dispensar de ella.
Debe usted tratar de asegurarla a toda costa —en todas las circunstancias— y con todas las
cualidades requeridas.
Estudiaremos sucesivamente: 1º— ¿Debe ser excitado a la contrición el P.? 2º— ¿Cómo
hay que excitarlo? 3º— Cualidades que hay que asegurar.
CONDUCTA DEL C.
44
Si el P. tiene buena voluntad, usted podrá despacharlo suavemente: “Usted no ha tratado de
arrepentirse por sí mismo de sus pecados, ¿Está tan apurado?... Trate de hacerlo algunos
instantes... Vuelva en seguida a confesarse.
B) El P. es un DESCONOCIDO o un IGNORANTE.
Excite usted mismo al P. a la contrición, como se indica en los párrafos siguientes.
El C.: “otra vez trate usted mismo de excitarse al dolor de sus pecados, después de haber
hecho su examen de conciencia. Puede pensar en los castigos del más allá, etc. No se olvide
de rogar para pedir la gracia de la contrición.”
2º Caso.— Se presume que el P. está SUFICIENTEMENTE contrito.
Principio.— No está usted ESTRICTAMENTE OBLIGADO a excitar al P. a la contrición.
Muchas veces SERÁ MEJOR que lo haga, recordando brevemente al P. tal o cual motivo más
adaptado a su condición.
Hay siempre interés en hacer la contrición más actual y más intensa en el momento de la
absolución: el P. recibirá con ello muchas más
gracias.
II. ¿CÓMO HAY QUE EXCITAR al P. a la CONTRICIÓN?
143.— Recurra usted sea a los motivos GENERALES que convienen a cualquier especie de
pecados, sea a los motivos PARTICULARES que se refieren a tal o cual falta acusada por el P.
Estos últimos serán examinados durante el transcurso del Libro III.
Los motivos particulares pueden a veces impresionar más al P. Con todo no deje usted
nunca de recurrir, por lo menos rápidamente, a los motivos generales, a fin de asegurar con
más certeza la contrición de todos los pecados, aun de aquellos que el P. ha podido olvidarse
de acusar.
Estudiaremos sucesivamente: 1º) Desarrollo de los motivos: 2º) su elección: 3°) su
presentación.
1º DESARROLLO DE LOS MOTIVOS (generales).
45
“Y usted ha hecho esto en presencia de Dios. Mientras Dios lo colmaba con sus dones
(salud, dinero. etc.), usted se servía de ellos para ofenderlo..., como un hijo que asesinara a su
padre con el cuchillo que éste le había dado.”
c) Suprema ingratitud.— Considere los beneficios con que Dios lo ha colmado a usted
(creación, conservación, existencia, redención, bautismo, educación cristiana, perdón,
arrepentimiento, don de la Eucaristía, etc.).”
A veces tendrá usted interés en precisar tal o cual beneficio particular que Dios ha
concedido al P.
“¿Y a un tal bienhechor usted lo ha ofendido, lo ha insultado! ¡Qué ingratitud!”
2º ELECCIÓN DE MOTIVOS
146.— Principio. Escogerá usted los motivos más apropiados, a la condición del P. Elija dos
o tres de ellos y desarróllelos.
Situación del P.— A) El P. es un ignorante o un pecador endurecido.
Elija primero entre los motivos de atrición: temor del más allá, fealdad del pecado.
Así podrá hacer que se valore la ingratitud del pecado.
46
Por fin recurra a los MOTIVOS de contrición perfecta: el de la Pasión de N.S. será por lo
general el más eficaz.
Situación del P.— B) El P. está ya adelantado en la virtud y tiende a la perfección.
Lo conmoverá usted más si insiste en la ingratitud del pecado. Insista sobre tal o cual motivo
de contrición perfecta, especialmente en la Pasión de N.S.J.C.
C) Nota.— A veces podrá inspirarse usted en algunas circunstancias de la confesión (Ej.:
comunión pascual, confirmación, matrimonio, etc.).
También puede hacer resaltar los beneficios propios de la Fiesta Litúrgica (Encarnación,
Redención, Dones del Espíritu Santo, etc. ...).
150. Primera cualidad: INTERIOR, SIN QUE DEBA SER NECESARIAMENTE SENSIBLE.
Principio.— No se contente con una simple recitación del la fórmula. Asegúrese de que el
P. tiene una contrición verdaderamente INTERIOR.
NO TIENE QUE SER NECESARIAMENTE SENSIBLE: porque esencialmente es un acto de
voluntad. Algunas manifestaciones sensibles (lágrimas, suspiros, etc.) pueden ser signos de
una contrición intensa de la voluntad; jamás constituyen ellas la contrición propiamente dicha
y dependen en gran parte del sexo del P., de su temperamento y también del clima, del grado
de latitud.
47
Por el contrario, estas manifestaciones sensibles no son señales ciertas de una contrición
auténtica que tiene todas las cualidades requeridas. A veces ellas no son más que la expresión
de una pena natural, de un dolor puramente humano que no tiene nada que ver con el pecado
en cuanto tal.
Situación del P.— 1°) Aún después de la exhortación del C. el P. —TIENE TEMOR—
de no tener contrición y se duele de no dolerse más de sus pecados.
El C.: Usted se entristece porque no SIENTE su contrición; pero la contrición es cuestión
de voluntad y no de' sensibilidad.
“¿Está usted bien decidido a no pecar más? ¿A emplear los medios para ello? ¿A hacer todo
aquello a lo cual yo lo obligaré?
“Si es así, tranquilícese..., tiene usted contrición suficiente.”
Situación del P.— El P. ha acusado sus pecados - de cualquier forma— y en seguida se
pone a rezar su acto de contrición.
Velará usted para que la contrición sea bien interior y dirá:
“Hace usted bien en rezar su acto de contrición. Pero ¿ha pensado seriamente en excitar en
usted una contrición sincera, profunda, y en rezar para alcanzar la gracia de la contrición?”
Luego obrará usted como se ha explicado en el párrafo II.
1
La contrición formal y exterior es probablemente materia del Sacramento. Pues bien: hay que ser tuciorista
cuando está en juego la validez del Sacramento.
2
Algunos C. parecen no preocuparse más que de la eficacia de su exhortaión: lograr que el P. no recaiga más.
Pero lo primero necesario es que Dios perdone los pecados del P. —y este perdón supone un motivo de contrición
SOBRENATURAL, del género de los que han sido indicados en los nn. 144-145.
48
Principio— Si el P. no se ha excitado a sí mismo a la contrición, basta que usted le exhorte
a ella después de su acusación.
Cuando usted recomienda a su P. que se excite a sí mismo a la contrición, dígale que lo
haga MIENTRAS SE PREPARA PARA LA CONFESIÓN.
Artículo segundo.
FIRME PROPÓSITO QUE HAY QUE EXCITAR
49
Estudiaremos: 1º) Necesidad del firme propósito. 2º) Cualidades del firme propósito que
hay que asegurar.
Debe ser: 1º) Sincera; 2º) Eficaz; 3º) Universal (si se trata de pecados mortales).
159. Primera cualidad: SINCERO.
a) Lo que hay hacer.— Asegúrese de que el P. está decidido a evitar los pecados aunque
eso le pueda ser duro. Anime especialmente al P. frágil diciéndole:
“Ponga en práctica los consejos que yo le voy a dar. Y después evite el pecado UN DÍA
POR VEZ... Cuando la tentación sea más violenta acuda a N. S. y a la Santísima Virgen.”
b) Lo que hay que evitar.— No ponga delante del P., sobre todo si es frágil y recae con
frecuencia, todos los MALES EN DETALLE que tendría que soportar (Cf. lo que se ha dicho
respecto de la contrición soberana, núm. 155-A-B.
No le pregunte si está dispuesto a conservarse bueno durante toda su vida, a pesar de la
violencia de las tentaciones; si es capaz de esfuerzos extraordinarios.
Situación del P.— 1º) El P. —TIENE TEMOR —de no tener un propósito firme. Está
muy decidido a no pecar más, pero teme volver a caer.
Asegúrese de que el P. —”hic et nunc” está decidido a evitar el pecado. Esta resolución
(acto de voluntad) puede ser sincera, aunque el P. prevea (acto de inteligencia) que
probablemente volverá a caer un día u otro.
Le dirá usted: “¿Esta realmente decidido por el momento a hacer todo lo que pueda para
evitar el pecado? ¿A rogar para alcanzar la gracia de conservarse bueno?; y, si dependiera de
usted el encadenar su voluntad a su resolución ¿lo haría? Si es así, tranquilícese. Puede ser
sincero y decir a la vez: quiero evitar tal falta y preveo que todavía la cometeré. “Situación del
P.— 2°) El P. no solamente teme recaer —sino que esta MORALMENTE SEGURO de ello.
Distingamos dos casos:
50
A) (Primer caso).— Esta certeza proviene de la EXPERIENCIA DE SU DEBILIDAD o de
las dificultades de su MEDIO AMBIENTE.
Obre usted como arriba.
B) (2° Caso).— Esta certeza proviene de una FALTA DE CONFIANZA EN DIOS.
Ponga usted todo su empeño en reanimar su esperanza.
Si lo logra, obre también como arriba.
51
El C. debe hacer comprender a este P. que hablando con toda propiedad, no tiene que hacer
NINGUNA PROMESA, ni obligarse a no recaer Para tener el firme propósito es necesario y
basta “hic et nunc”, ACTUALMENTE, estar DECIDIDO a no pecar más y a emplear para ello
los medios indicados por el Confesor (Cf. 160).
2º) CUALIDADES.
1. Interior —no necesariamente sensible, número 150.
2. Formal —y exterior. núm. 151.
3. Sobrenatural, núm. 152.
4. Sacramental, núm. 153.
5. Soberana, núms. 154-155.
6. Universal (pecados mortales), núm. 156.
CAPÍTULO CUARTO
OBLIGACIONES QUE HAY QUE IMPONER
Antes de examinar cuál debe ser la conducta del C. hay que recordar algunas nociones
fundamentales.
I. NOCIONES PREVIAS
165. El P., con su pecado, ha perturbado el orden moral en sus relaciones con Dios: hay que
obligarle a una PENITENCIA SACRAMENTAL. La estudiaremos aparte en el capítulo IV. núm.
172 y siguientes.
El P. está algunas veces como instalado en el pecado (hábitos,. ocasiones de pecado); hay
que obligarle a ciertas RUPTURAS.
El P. ha podido también hacer mal al prójimo Causarle escándalo: hay que obligarle a
REPARAR (restitución' reconciliación, cesación del escándalo, etc.).
N.B.— Estas diversas obligaciones serán estudiadas detalladamente en el curso del Libro
III.
52
II. CONDUCTA DEL C.
166. Deberá usted imponer ciertas obligaciones— precisando que ellas son condiciones
indispensables para la absolución. En consecuencia, debe usted:
A) Advertir al P. sobre sus obligaciones. Por lo menos en general; porque hay que tener
en cuenta las reglas referentes a la advertencia que se ha de hacer y al silencio que se ha de
guardar, las cuales han sido examinadas más arriba, en el capítulo II.
B) Imponer estas obligaciones al P.
C) Indicar los motivos que deben incitar al Penitente a cumplir estas obligaciones.
Convénzale usted DIRECTAMENTE con argumentos positivos (paz de la conciencia para el
P.: bien temporal o espiritual del prójimo): INDIRECTAMENTE, refutando las objeciones, los
pretextos más o menos falaces que podría presentar el P.
D) Indicar los medios de ejecución de esas obligaciones. (Ej.: cómo restituir sin perjudicar
la propia reputación).
N.B.— El contenido de las diferentes obligaciones, sus motivos, sus medios de ejecución,
serán estudiados en el curso del Libro III.
167. NOTA.— Grado de exigencia de la obligación.
La obligación del P. es más o menos estricta. Y hasta a veces ni siquiera hay obligación
propiamente dicha; por ejemplo: cuando una opinión, aunque sea menos probable se pronuncia
en favor de la libertad del P. En ese caso, usted NO DEBE OBLIGAR en el sentido estricto de
la palabra; pero, sin embargo, ACONSEJARÁ tal o cual proceder, teniendo en cuenta qué es
lo mejor en sí y la generosidad del P.
CAPÍTULO QUINTO
REMEDIOS QUE HAY QUE PRESCRIBIR
O CONSEJOS QUE HAY QUE DAR
Estudiemos separadamente las dos partes de este quinto elemento de una buena confesión.
I. REMEDIOS QUE HAY QUE PRESCRIBIR
Para indicar remedios saludables se deben conocer las causas del mal que hay que curar.
168. 1º.— Investigación de las —CAUSAS— de los pecados acusados.
El C. no es solamente un juez, sino, además, un médico que quiere curar al P. de la
enfermedad del pecado.
“Para confesar bien” debe usted tratar atentamente de descubrir las CAUSAS de los pecados
del P.: no hay terapéutica eficaz sin un diagnóstico claro.
Cuando haya usted descubierto las causas podrá indicar los remedios apropiados que
tendrán que prevenir las recaídas, desgraciadamente muy posibles.
Algunas causas de los pecados pueden haber sido encontradas ya a propósito de la
integridad que hay que asegurar: es necesario completar ahora esta investigación.
169. 2º — Principales — CAUSAS de los pecados.
Pueden reducirse a cuatro clases:
1ª) OCASIONES exteriores (personas, cosas, sucesos).
2ª) Malos HÁBITOS.
53
3ª) Uno de los siete PECADOS CAPITALES que pueden agruparse fácilmente alrededor del
orgullo (envidia e ira) y de la sensualidad (pereza. gula, lujuria, avaricia).
4ª) Un AFECTO DESORDENADO hacia una persona o hacia alguna cosa.
I71. El P. no es solamente un enfermo a quien hay que curar. También él debe vivir más y más
intensamente la vida de la gracia, de la amistad con Dios, de la unión con N.S.J.C.
Por lo tanto, el C. debe darle todos los consejos necesarios de vida y de perfección
cristianas.
Bajo el título “CONSEJOS QUE HAY QUE DAR” puede y debe caber todo lo que
ordinariamente se entiende por dirección de conciencia.
CAPÍTULO SEXTO
PENITENCIA QUE HAY QUE IMPONER
54
Se examinará: 1) Generalidades y conducta del C.; 2) Ejemplos de penitencias
sacramentales; 3) Cambio de penitencia. Su olvido,
Artículo primero
GENERALIDADES Y CONDUCTA DEL C.
55
A veces el C. impone una penitencia grave: entonces ella no obliga mas que “sub levi”.
177. B) Segundo elemento.— RAZONES PARA DISMINUIR LA PENITENCIA.
a) Debilidad física.— Situación del P.— El Penitente, AUNQUE MUY DÉBIL, NO ES
ABSOLUTAMENTE INCAPAZ DE CUMPLIR UNA PENITENCIA.
Impóngale usted una penitencia muy leve. Por ej.: Decir, por lo menos desde el fondo del
corazón: “Dulce Jesús mío, misericordia”; Sagrado Corazón de Jesús, ten piedad de mí”;
“Santa María, Madre de Dios, ruega por mí”; o simplemente una acción: besar el crucifijo,
golpearse el pecho.
Si prescribe usted una breve invocación, recítela al punto con el enfermo.
A veces bastará prescribir al enfermo que soporte sus sufrimientos con paciencia.
b) Debilidad moral.— Situación del P.— El Penitente GRAVEMENTE CULPABLE Y
AUNQUE SUFICIENTEMENTE CONTRITO, PARECE INCAPAZ DE CUMPLIR UNA
PENITENCIA GRAVE.
Impóngale como penitencia:
Un acto importante y ya prescrito por la Iglesia, y añada una penitencia leve
supererogatoria.
Dígale al P.: “Dada la gravedad y el número de sus pecados, yo debería imponerle a usted
una severa penitencia. Pero no quiero cargarle demasiado. Le tengo ya en cuenta como
penitencia la Misa o la Comunión, la abstinencia de mañana. Agregue sólo tal oración, tal
pequeño acto de penitencia.”
c) Jubileo.— Indulgencia que se va a ganar. Podrá decir usted al P.: “A causa de las
indulgencias que usted va a ganar, voy a contentarme con imponerle una penitencia leve”.
d) Generosidad del C.— El C. se encarga de cumplir él mismo la parte más grande de la
penitencia merecida por el P. Sin embargo, siempre debe imponer una PENITENCIA
SACRAMENTAL.
178. Nota. Advertencia del P.— Si por una razón justa no impone usted más que una
penitencia leve, advierta al P. que usted le disminuye la penitencia por tal o cual motivo, de
ese modo e P. SE DARÁ CUENTA MEJOR de la GRAVEDAD de sus pecados.
Después podrá usted pedirle que repare sus pecados por medio de las penitencias de la vida
cotidiana y por la corrección de sus defectos.
Artículo segundo
EJEMPLOS DE PENITENCIAS SACRAMENTALES
I. ASPECTO AFLICTIVO
56
180. EJEMPLOS DE PENITENCIAS AFLICTIVAS.— Las impondrá usted en la medida en
que lo permitan las circunstancias.
Situación del P.— El P. es un P. habitual, o un P. desconocido a quien usted ha tenido
tiempo de hacerle comprender la necesidad de una penitencia aflictiva.
Podrá imponer al P.:
1) Una MORTIFICACIÓN VOLUNTARIA.
Levantarse un poco más temprano; una pequeña privación en la comida, en el uso del
tabaco. Moderación en cuanto a las lecturas frívolas, cines, teatros. Mortificación del espíritu:
acto interior, práctica exterior de humildad.
2) LLEVAR una CRUZ:
Ofrecimiento de sufrimientos físicos (enfermedad, frío y calor extremos, miseria en
general) o morales (contrariedades, humillaciones, molestias graves, calumnias, fracasos,
descalabros). Recomendar que los acepten sin lamentarse demasiado y diciendo muchas veces
interiormente “que se haga Tu voluntad”, como Cristo en la agonía: 0 “he aquí la esclava del
Señor”, como la Virgen en la Anunciación.
3) PRESTAR un SERVICIO:
Puede ser de orden temporal (limosna1, visita a los pobres, a los enfermos una ayuda
cualquiera al prójimo que está necesitado) o de orden espiritual (catecismo, trabajo de Acción
Católica, visita de militantes, venta de diarios, etc.).
4) Una PLEGARIA UN POCO PENOSA:
Vía Crucis: oración de la mañana durante algunos días. Algunas Avemarías en su
habitación con los brazos en cruz. Lectura meditada visita al Santísimo Sacramento, de
rodillas: confesión inmediatamente después de una nueva caída2.
181. Nota I.— Aceptación de la penitencia aflictiva.— Cuando tenga usted que tratar con
un P. desconocido, antes de darle una penitencia un poco penosa, pregúntele si está dispuesto
a aceptarla. Para facilitar esta aceptación podrá añadir usted una intención que agrade al P. Por
ej.: El vía crucis será hecho en beneficio de sus difuntos, de sus hijos.
182. Nota II.— Penitencia distribuida en muchos días.— Esta manera de proceder permite
dar al P. una penitencia grave sin abrumarlo desmedidamente con: 5 Padrenuestros y
Avemarías cada noche, durante una semana.
Puede uno temer que el P. la olvide, pero tal olvido sería involuntario: es mejor olvidar la
penitencia que la gravedad de sus pecados. Por otra parte se le puede hacer notar al P. que si
olvida su penitencia, no tiene más que cumplirla al día siguiente.
183. Principio.— El P., por su pecado, ha contraído como un estado enfermizo que lo
predispone a recaídas del mismo género. La penitencia sacramental deberá ser, por lo tanto,
un remedio, tener un aspecto medicinal apropiado a cada especie de falta.
Para determinarla, podrá usted inspirarse en los “Remedios que hay que prescribir”,
indicados en el Libro III a propósito de los diferentes pecados.
1
No prescribir jamás una limosna en SU PROPIO PROVECHO.
2
El P. SALMANS calificaba de laxistas a los C. que, en las vísperas de las grandes fiestas, dan indistintamente
a todos los P. una Penitencia leve: ej.: 5 Padrenuestros y 5 Avemarías. Porque, en efecto, entre esos P. se hallan
almas bastante generosas para cumplir una penitencia grave, sobre todo si ella está distribuída en varios días.
57
Damos desde ahora algunos ejemplos que serán los más frecuentes, porque se refieren a las
inclinaciones viciosas más corrientes y más graves.
184. 2º) EJEMPLOS DE PENITENCIAS MEDICINALES (Pecados capitales).
A) Soberbia.— P. orgulloso.— El C.: “Medite usted algunos instantes acerca de su
condición de CREATURA y de PECADOR —haga un acto de OBEDIENCIA —NO HABLE DE
USTED durante un día —haga TAL PRÁCTICA HUMILLANTE (Ej.: besar el suelo).”
B) P. envidioso.— El C.: “HABLE BIEN de la persona a quien usted envidia —RUEGUE
POR ELLA— HÁGALE ALGÚN FAVOR —reflexione sobre la PRESENCIA DE CRISTO en
ella.”
C) Ira.— Colérico.— El C.: Reflexione acerca de los INCONVENIENTES de la cólera, no
DIGA NADA ni HAGA nada durante un cierto tiempo. MORTIFIQUE EL ORGULLO, fuente de
la cólera.”
D) P.— Lujurioso.— El C.: “Evitará usted tal OCASIÓN PELIGROSA (lectura,
espectáculo, trato frecuente): hará tal MORTIFICACIÓN DE LOS SENTIDOS (gusto, vista),
TRABAJARÁ DURO, conscientemente.”
E) GOLOSO.— El C.: “Hará usted tal MORTIFICACIÓN EN LA COMIDA (una pequeña
privación, abstención del azúcar, de algún condimento; esperar un poco antes de comer o de
beber), durante tantos días no TOMÉ NADA ENTRE LAS COMIDAS, renuncie a tales manjares,
a tal bebida.”
F) P.— Perezoso.— El C.: “Durante tantos días se LEVANTARÁ USTED A UNA HORA
DETERMINADA LA VÍSPERA — se PONDRÁ A TRABAJAR a una hora determinada,
inmediatamente — no PIERDA TIEMPO en no hacer nada o en hacer nonadas.”
G) P.— Avaro.— El C.: “Haga usted una LIMOSNA (no en provecho mío): PRESTE CON
FACILIDAD lo que le pidan.”
185. Notas.— I. No dar jamás una penitencia más o menos PÚBLICA y que revelaría el estado
de conciencia del P.
II. Cuando el P. debe comulgar apenas ha salido del confesonario, adviértale que puede
cumplir su penitencia DESPUÉS DE LA COMUNIÓN.
Artículo tercero
EL PENITENTE PIDE CAMBIAR DE PENITENCIA
O HA OLVIDADO SU PENITENCIA.
186. Principio I.— Debe existir una UNIÓN MORAL entre la nueva penitencia que usted
impone y una absolución dada por usted mismo.
187. Principio II.— Para dar una nueva penitencia apropiada hay que tener un
CONOCIMIENTO SUFICIENTE del estado de conciencia del P. o de la antigua penitencia.
El proceder de usted será diferente según que la antigua penitencia haya sido impuesta por
usted mismo o por otro confesor.
58
Situación del P.— El P. le pide a usted que le cambie una penitencia que usted le ha
dado en una confesión anterior. Le hace esta petición, sea en el confesonario, sea fuera
de él.
Siempre podrá usted conmutar VÁLIDAMENTE esta penitencia; lo hará LÍCITAMENTE, si
hay un motivo razonable para ello (utilidad espiritual para el P., dificultad de cumplir la
penitencia impuesta1.
191. 1er. CASO.— La penitencia olvidada había sido impuesta por usted mismo.
Situación del P. (1ª hipótesis).— Y usted se acuerda bastante de las acusaciones de esta
precedente confesión.
Fácilmente podrá imponer una nueva penitencia apropiada, Es inútil dar una nueva
absolución.
(2ª. hipótesis).— Y usted ya no se acuerda de qué confesión se trata.
Rogará usted a la persona que le repita sumariamente su precedente confesión, a fin de que
usted pueda dar una penitencia apropiada.
2º) 2º CASO.— La penitencia olvidada había sido impuesta por OTRO DISTINTO DE
USTED.
No podrá imponer usted una nueva penitencia sino rogándole que le repita sumariamente
su precedente confesión, y dándole la absolución para asegurar la unión moral.
N.B.— La persona no está obligada a repetir su confesión. Si no se aviene a ello, que pida
perdón a Dios por su negligencia... ¡y nada más!
CAPÍTULO SÉPTIMO
ABSOLUCIÓN QUE HAY QUE DAR
Se estudiará sucesivamente el problema de la capacidad y el de la dignidad del P.; después
el de las Reglas Litúrgicas.
INTRODUCCIÓN
1
Aun cuando la petición se haga fuera de la confesión hay una una unión moral entre su absolución pasada y
la nueva penitencia que usted impone. El conocimiento de la antigua penitencia basta para que usted dé una
penitencia apropiada.
59
El C. no puede dar lícitamente la absolución si el P. no es capaz y digno de recibirla.
192. Absolución BAJO CONDICIÓN.— Cuando el P. es dudosamente capaz o dudosamente
digno, el C., si cree que debe dar la absolución, la dará “bajo condición”.
No ponga nunca otras condiciones distintas de ésta: “si es capax”1.
Artículo primero
CAPACIDAD del P
193. El P. debe llenar muchas condiciones: 1) Estar vivo; 2) Estar bautizado; 3) tener uso de
razón; 4) Conocer las verdades necesarias con necesidad de medio; 5) Estar moralmente
presente.
Volveremos sobre este punto en el curso del libro III. Consideremos solamente aquí la
IGNORANCIA y la PRESENCIA del P.
Puede existir desde diversos puntos de vista e implica múltiples inconvenientes (Cf. Libro
III, P. ignorante, 344-347).
Por el momento examinemos sólo la que implica la validez de la absolución.
194. Principio.— Para recibir válidamente la absolución hay que ser capaz de hacer actos
sobrenaturales; por consiguiente, es necesario creer EXPLÍCITAMENTE en las verdades
necesarias con necesidad de medio.
Situación del P. — El P. no se ha confesado desde hace mucho tiempo... El P. parece
ignorante... El P. es un desconocido en el trance de la muerte.
Dentro de la medida de todo lo posible, asegúrese de que cree en las 4 verdades necesarias
con necesidad de medio: 1º) EXISTENCIA DE DIOS; 2º) DIOS REMUNERADOR; 3º)
TRINIDAD; 4º) ENCARNACIÓN.
Para más detalles véase el nº 344.
1 El P. podría estar contrito sin tener una contrición “appretiative summa”. En ese caso es
cierto que no estaría suficintemente dispuesto para recibir con fruto la absolución. Sl usted
pone la condición “Si es dispositus”, el sacramento sería con certeza inválido.
Por el contrario segeún algunos teólogos, una contrición menor basta como elemento del
sacramento. Por lo tanto el P. en cuestión serñía capaz de recibir la absolución, la cual sería
válida e informe: sería infructuosa por el momento, pero podría borrar los pecados fuera de
tiempo, si el P. llegara un día a tener una contrición “appretative summa”.
La condición “si es capax” deja al P. el beneficio de esta absolución informe mientras que
la condición “si es dispositus” lo privaría de ella.
Ahora bien: en materia de validez hay que ser tuciorista y hacer todo lo que se pueda para
asegurar al P. el beneficio de la validez.
Conclusión:
No emplee jamás la condición “si es dispositus”.
Emplee siempre la condición “si es capax”.
60
195. Principio.— La absolución, para que sea ciertamente válida, debe darse a un P. que no
esté a más de 20 pasos (alrededor de unos doce metros)1.
Pero EN CASO DE NECESIDAD, todo P. puede y debe ser absuelto desde el momento en
que su PRESENCIA puede NOTARSE DE UN MODO CUALQUIERA.
Situación del P.— A) El P. ha dejado el confesonario antes de haber recibido la
absolución (Ej.: un niño, un sordo que no oye su exhortación y que cree que ya le ha sido dada
la absolución).
(1ª hipótesis).— Y Ud. se da cuenta de ello cuando el P. acaba de irse.
Déle en seguida la absolución (fórmula breve).
(2ª hipótesis).— Y Ud. se da cuenta de ello cuando el P. está a más de veinte pasos.
Haga Ud. todo lo posible por ir a buscarlo y decirle: “Perdón, señor... Ud. se ha ido antes
de que yo tuviera tiempo de darle la absolución. ¿Querría volver al confesonario?... Si esto le
es molesto puedo darle la absolución en este mismo sitio”. Y déle Ud. la absolución sin hace
ningún gesto.
(3ª hipótesis).— Y Ud. se da cuenta de ello cuando el P. está perdido entre la multitud.
Res Deo committenda est.
Situación del P.— B) El o los P., en peligro de muerte, se hallan muy lejos de usted,
pero puede Ud. distinguirlos. todavía, por lo menos de una manera confusa (Ej.: un
hombre que se cae de un techo; un aviador que cae de un avión en llamas; náufragos vistos
desde la playa; soldados que van al asalto) .
Dé la absolución bajo condición: “si es capax” — Por lo general la dará sin ningún gesto,
a fin de no causar extrañeza a los asistentes.
N.B.— Si hay muchos P., tenga cuidado de dar
Artículo segundo.
DIGNIDAD DEL PENITENTE
196. Principio.— La dignidad del P., depende de sus DISPOSICIONES. Estas se refieren a la
integridad de la acusación, a las diferentes cualidades de la contrición y del firme propósito,
al proceder del P. respecto de las obligaciones impuestas y de los remedios prescritos.
Las disposiciones pueden ser: BUENAS, MALAS o DUDOSAS. Veremos primero cómo
descubrir las cualidades de las disposiciones del P.; después, cuál debe ser la conducta del C.
197. I.— DESCUBRIMIENTO de las DISPOSICIONES del P.
Ud. no puede conocer directamente estas disposiciones que son enteramente interiores.
Tiene que juzgar acerca de ellas por intermedio de los signos.
198.— A) Signos ordinarios del P. BIEN dispuesto.
Si Ud. no tiene razones positivas para poner en duda las disposiciones del P., puede
contentarse con los signos ORDINARIOS de buena disposición:
El P. se acusa normalmente; presenta los signos suficientes de contrición (Cf. 141-B).
Acepta simplemente las obligaciones que Ud. le impone; promete poner en práctica los
remedios prescritos, los consejos dados.
199.— B) Signos del P. — MAL — dispuesto.
a) En cuanto al MOTIVO de la CONFESIÓN.
1
Es ésta la distancia más allá de la cual apenas puede uno hacerse oír hablando con voz ordinaria.
61
El P. ha venido a confesarse con intención interesada (Ej.: para hacerse ver y obtener más
fácilmente una limosna, un favor o para cumplir una formalidad: cédula de confesión).
N.B.— Si Ud. supone que el P. está mal dispuesto, no deje de preguntarle por qué ha venido
a confesarse.
b) En cuanto a la integridad de la ACUSACIÓN.
El P. está decidido a no decir nada o a no decir sino lo que él quiere (Ej.: declara brutalmente
con mal humor: yo no he hecho nunca mal en mi vida; yo no he matado ni robado, pero he
hecho todo lo demás).
Cuando Ud. lo ha interrogado para tratar de obtener una acusación conveniente, el P. ha
respondido con escasa cortesía o cualquier cosa.
c) En cuanto a la CONTRICIÓN y al FIRME PROPÓSITO.
El P. declara de sí mismo que él no se arrepiente de lo que ha hecho —que tenía sus razones
para obrar así— que no podía obrar de otra manera.
Cuando Ud. ha tratado de excitarlo a la contrición él no ha asumido la actitud de
preocuparse de su exhortación.
d) En cuanto a las OBLIGACIONES IMPUESTAS.
El P. no quiere cumplir con una obligación grave que Ud.
le recuerda.
Obligación de caridad. El P. rehusa reconciliarse, renunciar a su odio, reparar el escándalo.
Obligación de justicia. El P. rehusa sin razón restituir o reparar un daño.
Obligación de romper con una ocasión próxima de pecados mortales. El P. no quiere oír
hablar de ello.
e) En cuanto a los REMEDIOS PRESCRITOS.
El P. no quiere hacer ningún esfuerzo para hacer involuntario su hábito para disminuir el
número de recaídas.
62
II.— CONFESIÓN DEL P. — BIEN — DISPUESTO
201. Principio.— A todo P. suficientemente dispuesto (Cf. 198) está usted obligado en justicia
a darle la absolución en el acto. Can. 886. Sin embargo en ciertas hipótesis excepcionales,
puede usted diferir la absolución para un poco más tarde, si ello es realmente útil para el P.
Situación del P.— 1º El P está suficientemente dispuesto para recibir la absolución,
pero usted prevé que, difiriendo la absolución para más tarde, él comprenderá mejor la
gravedad de sus pecados y se arrepentirá más de ellos.
El C.: “Veo que está usted muy arrepentido de sus pecados. Y, sin embargo, yo me pregunto
si ha pesado usted TODA SU GRAVEDAD.
“¿No cree usted que será ventajoso para usted excitarse más a la contrición y al firme
propósito? Si prefiere recibir la absolución en seguida, yo se la daré inmediatamente.
Pero si puede volver UN POCO MÁS TARDE (remitir a veces para una media hora después;
nunca para más de 8 días), me parece que aprovecharía usted más las gracias de la absolución.
Situación del P. — 2º El P. está suficientemente dispuesto para recibir la absolución.
Pero usted juzga que, difiriéndola para más tarde, el P. cumplirá mas fácilmente una
obligación penosa (ruptura con una ocasión, restitución, reconciliación).
PRIMERA ACTITUD POSIBLE.— Dar inmediatamente la absolución.
SEGUNDA ACTITUD POSIBLE.— “Parece que está usted muy decidido a hacer lo que yo
le pido y si usted acepta puedo darle la absolución.
“Pero ¿no cree que sería mejor hacer primero lo que yo le he dicho? 1. ¡Cuánto mayor será
entonces la paz de su alma! ¡Cuánto mayor provecho reportará de las gracias de la absolución!”
(Si la ejecución de la obligación tuviera que durar más de 8 días, no aplace nunca la
absolución).
TERCERA ACTITUD POSIBLE.— “Parece que está usted muy decidido a hacer lo que yo
le digo. Voy a darle la absolución en seguida, y podrá, por consiguiente, ir a comulgar
inmediatamente después
“Con todo, yo le ACONSEJO (no lo obligo) que no comulgue antes de estar perfectamente
en regla. ¡Qué excelente preparación para la comunión! ¡Con cuánto más gusto se sentirá usted
en su acción de gracias!”2.
202. Principio.— Antes de negarle la absolución debe hacer usted lo imposible para
conseguir, con la gracia de Dios, disponer bien al P.
Sólo en la hipótesis de que el P. persista en su mala disposición no le dará usted la
absolución y siempre rogándole al P. que vuelva apeas se encuentre en mejores disposiciones.
203. Situación del P.— El P. llega mal dispuesto (Cf 199), y usted se da cuenta de ello al
comienzo o durante el transcurso de la confesión.
1
Gracias a esta dilrción el P. se sentirá movido a cumplir su obligción lo más pronto posible a fin de recibir
la absolución. Si ya la hubiera recibido, podría el P. aplazar indefinidamente la ejecución de esta obligación; y
este aplazamiento “sine die”, podría convertirse en una omisión definitiva.
2
Estas dos últimas actitudes del C. se recomiendan especiialmente cuando el P. es recidivo, aun en el caso de
que en la confesión se halle bien dispuesto.
63
LO QUE HAY QUE EVITAR.— Un C., por falta de ciencia o de virtud podría permanecer
pasivo ante la mala voluntad del P. y declararle sin más que le niega la absolución. El C., al
conducirse así cometería un pecado materialmente grave.
LO QUE HAY QUE HACER.— Esfuércese por todos los modos posibles en conseguir una
acusación suficiente, en excitar una contrición y un firme propósito sinceros.
Trate de hacerle aceptar las obligaciones que usted le
impone, explicándole bien los motivos, indicándole los
medios más fáciles de ejecución.
Aun aplicando del mejor modo posible las reglas del arte de “Mejor Confesar”, recurra más
que nunca Nuestra Señora del Buen Consejo y de esa manera hará revivir la gracia sacramental
de su sacerdocio.
Y sólo después de haber orado, después de haber hecho todo el esfuerzo posible, podrá
deducir que el P. está definitivamente mal dispuesto (1ª hipótesis) o bien dispuesto (2ª
hipótesis) o dudosamente dispuesto (3ª hipótesis).
204. A) (1ª hipótesis)— Y a pesar de todo lo que usted ha debido y podido hacer. el P.
permanece mal dispuesto.
Con mucha dulzura y caridad dirá usted al P.:
“Temo mucho que por el momento no voy a poder darle la absolución. Tengo la impresión
de que usted no quiere confesar todos sus pecados, o de que no se arrepiente verdaderamente
de ellos, o de que no está decidido a hacer lo que yo le digo.
“Entonces, ¿cómo quiere que yo le dé la absolución, el perdón de Dios, en estas
condiciones? Mi absolución no valdría nada,
y yo cometería un pecado mortal. ¿Lo haría usted en mi lugar?
“Yo no le niego la absolución, sino que se la difiero para más tarde, cuando vuelva usted,
y será pronto, como lo espero, con buenas disposiciones.”
Y con tono grave y tristón añadirá:
“Vamos a rezar un Avemaría juntos para que vuelva usted pronto y para que yo pueda, por
fin, perdonarle sus pecados.”
N.B.— Si el P. está con certeza mal dispuesto, ninguna razón permite que se le dé la
absolución; sería una acción “intrinsece mala”.
205. B) (2ª hipótesis).— Y gracias a sus esfuerzos y a su oración ha logrado usted que el
P. esté bien dispuesto (Cf. 198).
La gracia de Cristo es bastante poderosa para producir estos rápidos cambios de voluntad.
Sin embargo, no crea con demasiada facilidad que el P. se ha transformado súbitamente.
Quedará usted tranquilo si comprueba uno u otro de los “signos extraordinarios” de contrición
que serán estudiados a propósito de la absolución de los recidivos (Cf. 268).
En esta segunda hipótesis obre como en el primer caso.
206. C) (3ª hipótesis).— Y gracias a sus esfuerzos y a su oración le parece a usted que el
P. está dudosamente dispuesto (Cf. 200).
Esta hipótesis se producirá con más frecuencia.
Obre entonces como en el siguiente caso:
64
207. Principio.— Antes de diferir la absolución o de darla inmediatamente bajo condición,
debe hacer usted lo imposible para disponer bien al P. Sólo en la hipótesis de que el P. persista
en su disposición dudosa deberá usted recurrir a una de las dos soluciones:
Aplazamiento de la absolución u otorgamiento inmediato bajo condición.
¿Cuál de las dos elegirá usted?
Aplique todavía el principio del “minus malum”.
En general está prohibido administrar un sacramento dudosamente válido: por lo tanto
habría que diferir la absolución hasta el momento en que el P. esté ciertamente bien dispuesto.
Sin embargo pueden existir graves inconvenientes en dilatar la absolución: el peligro de
una absolución inválida es entonces el “minus malum”. Dará, pues, usted la absolución bajo
condición y bajo la condición “si es capax” (Cf. 192).
208. Situación del P.— El P., a pesar de sus esfuerzos y de su oración, se ha quedado
dudosamente dispuesto (Cf. 200).
Problema por resolver:
¿HAY INCONVENIENTES GRAVES EN DIFERIR LA ABSOLUCIÓN?
Se pueden citar como ejemplos:
1) P. en peligro de muerte (absolución bajo condición estrictamente obligatoria (1).
(1) Hay que arriesgar todo para que el P. reciba por lo menos una absolución probablemente
válida antes de que comparezca delante de Dios.
2) P. que debe contraer matrimonio o recibir la confirmación (2).
(2) Si usted difiere la absolución, el P, va a cometer un sacrilegio al recibir la confirmación,
al contraer matrimonio.
3) P. que debe cumplir con una obligación grave y urgente (precepto pascual).
4) P. que no puede dejar de comulgar sin perjudicar gravemente su reputación (3).
(3) Recordemos —como se ha dicho más arriba (número 204)— que si el P. estuviera
ciertamente mal dispuesto debería usted negarle la absolución, aun con detrimento de su
reputación.
5) El P. abandonaría la práctica de la confesión si el C. aplazara la absolución, obligándolo
a volver.
N. B.— Esta última hipótesis es bastante frecuente en nuestras regiones, sobre todo en las
grandes ciudades.
Algunas veces deberá interrogar al P. para descubrir la existencia de alguno de estos
inconvenientes graves.
De donde dos hipótesis posibles:
65
“Por eso vale más que vuelva usted de aquí a algunos días (no más de 15 días). No habrá
ningún inconveniente, ¿no es cierto?
“Entonces, así lo espero, habrá adoptado usted buenas resoluciones; habrá cumplido ya con
las obligaciones que le he recordado (reconciliación, restitución, etc.). Volverá entonces
perfectamente dispuesto, y yo le daré de todo corazón la absolución y el Buen Dios con toda
seguridad lo perdonará.”
B) (2ª hipótesis).— Y hay graves inconvenientes en diferir la absolución.
PODRÁ dar usted inmediatamente la absolución con la condición “si es capax”.
Si hay inconvenientes muy graves en diferir la absolución (por ej.: peligro de muerte), no
solamente podrá, sino que DEBERÁ dar usted inmediatamente la absolución bajo condición.
210. CUADRO DE RECAPITULACIÓN referente a la absolución que hay que dar. (Véase al
final de la obra: Cuadro II).
1
Al obrar así usted hace todo lo que está de su parte para el el P. conserve su confianza para con el C.
precedente, y para que no crea que la moral varía con cada C.
66
N.B.— Sin llegar hasta la negación misma, la amenaza de una negación puede ser muy
saludable. Una persona se acuerda siempre del choque psicológico y bienhechor que provocó
en ella un confesor al decirle: “Si usted continúa pecando en esta forma contra la pureza, me
veré obligado a negarle la absolución.”
Hay que extirpar esta idea demasiado difundida entre los fieles de hoy, de que el sacerdote
“da siempre la absolución”.
Artículo tercero
REGLAS LITÚRGICAS
I.— RITO DE LA ABSOLUCIÓN
1
Omitir “suspensionis” cuando se trata de un laico o de un clérigo menor.
67
Volver a juntar las manos diciendo: “Passio Domini Nostri Jesu Christi, merita B. Mariae
Virginis et omnium sanctorum, quidquid boni feceris et mali sustinueris, sint tibi in
remissionem peccatorum, augmentum gratiae et praemium vitae aeternae. Amen.”
Para despedir al P. se le podrá decir: “Vaya en paz; roguemos el uno por el otro”, o cualquier
otra fórmula análoga.
Nota.— MODO DE PRONUNCIAR LAS PALABRAS.
Pronunciarlas en voz baja. Si el C. adquiriera el deplorable hábito de decirlas en voz alta,
los fieles que rodean el confesonario podrían adivinar que tal o cual P. no ha recibido la
absolución: Las palabras de la absolución deben ser oíbles; no es necesario que de hecho se
las oiga.
Tener cuidado con no farfullar. Al principio de su sacerdocio todo sacerdote debe tener
frente a él un cartón en el que estén escritas las fórmulas del Ritual.
1
La oración: Passio Domini N.J.C. tiene el valor de un precioso sacramental. Según algunos teólogos, ella
conferiría a todas las buenas obras del P. la eficacia de la penitencia sacrantental. El código no permite omitirla
sino “iusta de causa”. El C. verdaderamente apostólico limitará esta “iusta causa a casos excepcionales.
2
Cae de su peso que la señal de la cruz no afecta para nada al valor de la absolución y a las otras oraciones
del ritual.
68
1º ¿CUÁNDO SE LA PUEDE DAR?
Situación del P.— Los P. están en peligro de muerte.
Dar la absolución colectiva cada vez que falte tiempo para oír las confesiones individuales
(Ej.: bombardeo, naufragios, desastres, etc.)
Situación del P.— Los P. no están en peligro de muerte.
No darla sino en CASOS EXCEPCIONALES, que debe determinar el Ordinario. La sola
afluencia de P. no basta para justificar una absolución colectiva.
Los casos excepcionales no existen prácticamente más que en tiempo de guerra, cautiverio,
persecución, etc.... (2)
(2) La Instrucción de la S. Penitenciaría (25 de marzo de 1944) declara que toda absolución
colectiva dada fuera de los casos excepcionales, constituye un GRAVE ABUSO.
2º ¿CÓMO SE LA PUEDE DAR?
Siempre que sea posible:
1) Exhortar a los P. a la contrición;
2) Advertirles que deben manifestar su contrición por medio de un acto exterior... por
ejemplo: golpeándose el pecho;
3) Recordarles también que, cuando hagan su próxima confesión individual, deberán acusar
los pecados que van a ser perdonados por la absolución colectiva; y
4) Si el tiempo lo permite, dar la absolución según las fórmulas ordinarias del Ritual.
N.B.— Tener cuidado de emplear las fórmulas en plural: “Ego VOS absolvo”. Va en ello
la validez (1).
(1) La reciente Instrucción Romana exige que se recuerde asimismo a los fieles el punto
siguiente: cuando la ley divina o eclesiástica urge la obligación de confesar todos los pecados
mortales, no se puede cumplir con esta obligación haciendo acto expreso de esperar la ocasión
de recibir una absolución colectiva.
Las exigencias de la Santa Iglesia son muy diferentes según que la persona que se va a
confesar sea del sexo masculino o fiel femenino.
220. Situación del P.— 2º) P. del sexo FEMENINO (cualquiera que sea su edad).
A) (1ª hipótesis).— EN CASO ORDINARIO.
Oír a la P. en un confesonario que llene las tres condiciones siguientes:
1ª Estar provisto de una reja-fija (es decir, que no se la pueda bajar) y agujereada con
agujeros muy estrechos (no debe pasar por ellos el dedo meñique).
2ª Que esté siempre colocado en un lugar de fácil acceso y muy a la vista.
69
3ª Salvo legítimas excepciones, debe estar colocado en una iglesia o en un oratorio público
o semipúblico.
B) (2ª hipótesis).— EN CASO DE SORDERA.
El C. podrá oír a la P. en la sacristía. Pero queda en pie la exigencia de la reja-fija.
C) (3ª hipótesis).— EN CASO DE ENFERMEDAD O DE VERDADERA NECESIDAD.
El C. puede oír a la P. fuera del confesonario, pero deberá atenerse a las reglas de la
prudencia y de la modestia prescritas por los Estatutos Diocesanos.
Cuando el C. confiesa a una enferma procure tener la puerta de la habitación
suficientemente abierta, a fin de que se pueda ver al C. tanto como a la P.
N.B.— Algunos entienden la “vera necessitas” en un sentido demasiado amplio. No existe
cuando una jocista o una guía pide al capellán del campamento que la confiese yendo y
viniendo.
222. Principio.— Conforme al Ritual, revestirse con el roquete y con la estola violeta.
Atenerse a las costumbres y a los Estatutos Diocesanos.
Se trata de rúbricas directivas que no obligan bajo pena de pecado.
223. Nota I.— Valor educativo de las reglas litúrgicas— Ya se trate del lugar de la
confesión, ya de la indumentaria litúrgica, siempre hay interés en seguir las reglas de la Santa
Iglesia, aun las que son simplemente directivas; ellas realzan a los ojos del P. la grandeza del
sacramento. Esta advertencia tiene especial valor cuando se trata de confesar niños.
224. Nota II— Recomendaciones diversas.— 1) El C. orará delante del tabernáculo antes de
las confesiones y después de ellas. Invocará frecuentemente al Espíritu Santo, por intercesión
de N. Señora del Buen Consejo.
2) Cuando confiese evite mirar al P.
3) Procure iluminar el confesonario al anochecer.
4) Por interés de su salud y también por la de los fieles, hará una corta pausa cada 2 ó 3
horas. cumpliendo así las reglas ordinarias de la higiene (Caminar un poco..., etc...).
5) No TUTEAR nunca en el confesonario ni a los adultos ni a los niños.
SEGUNDA PARTE
70
Se examinará primero la importancia de la cuestión; luego las nociones y principios
fundamentales.
I.— IMPORTANCIA DE LA CUESTIÓN
225. Los C. no prestan quizás siempre a esta cuestión la atención que ella merece.
Confesar es un arte difícil; aun el buen C. cometerá errores de tiempo en tiempo. Casi
siempre ellos serán INVOLUNTARIOS. Por ejemplo: el C. ha impuesto una obligación al P. (o
no la ha impuesto) con toda tranquilidad de conciencia. Una vez vuelto a su habitación ha
reflexionado más atentamente sobre su conducta de C.; ha comenzado a dudar, se ha puesto a
estudiar sus Tratados de Moral o hasta ha consultado a un especialista. Finalmente se ha dado
cuenta de que ha cometido un error. ¡Feliz descubrimiento! —porque va a hacer todo lo que
pueda para reparar su error.
Este C. no tiene por qué temer los juicios de Dios.
Por el contrario, ¿qué pensar del C. que comete errores —y sin duda más que otros—, pero
que no se da cuenta de ellos? NO PUEDE TENER CONCIENCIA de sus yerros por la sencilla
razón de que nunca examina su conducta de C. y no abre sus Tratados de Moral. Este C. se
extrañará evidentemente —¡pero demasiado tarde!— de la severidad del Divino Juez.
Examinemos sucesivamente:
227.— B) Objeto del error, su gravedad. El error puede serlo con relación a uno de los siete
elementos de una buena confesión. Puede ser grave cuando se trata de la validez de la
absolución, de la advertencia que hay que dar, de las obligaciones que hay que imponer, de
los remedios que hay que prescribir o de los consejos que hay que dar.
71
Este daño puede referirse:
1.— Al respeto debido al Sacramento (integridad material no asegurada).
2.— Al mismo P. (Ej.: no ha sido absuelto).
3.— A una tercera persona. (El C. ha dispensado indebidamente al P. de su obligación de
restituir).
N.B.— Hay que examinar también la gravedad del daño espiritual o material que ha sido
causado.
b) (2º elemento).— Hay INCONVENIENTES EN REPARAR?
Estos inconvenientes pueden existir:
1.— De parte del C. (Ej.: marcha penosa, costosa para volver a encontrar al P. Infamia en
confesa el propio error).
2.— De parte del P.: ( Ej.: El P. experimenta fastidio en volver sobre una confesión pasada;
se escandalizaría al saber que el C. ha cometido un error, si no un pecado).
c) (3er. elemento).— ¿Ha cometido el C. un error INVOLUNTARIO, o ha pecado MÁS O
MENOS GRAVEMENTE?
1.— En El caso de error culpable, cl C. está obligado en justicia a reparar un error grave,
aun a costa de graves inconvenientes.
2.— En el caso de error no culpable, el C. puede estar obligado a reparar su error grave, sea
en justicia, sea en caridad, pero con la condición de que la reparación no traiga consigo graves
inconvenientes.
CAPÍTULO PRIMERO
ERRORES — QUE INVALIDAN — LA ABSOLUCIÓN
230. Generalidades.— La invalidez puede provenir::
de una DEFICIENCIA DEL C. (Ej.: olvido, falta de jurisdicción);
de una DEFICIENCIA DEL P. (Falta de contrición, negarse a aceptar las obligaciones
impuestas).
En cuanto a la OBLIGACIÓN DE REPARAR EL ERROR, si el P. no se ha acusado más que
de pecados veniales el daño es poco considerable; el C. no está obligado a costa de graves
inconvenientes.
72
Si el P. se ha acusado de pecados mortales, el daño es diferente según que el P. esté o no
en peligro de muerte.
Artículo primero
EL P. SE HA ACUSADO DE PECADOS MORTALES
ESTÁ EN PELIGRO DE MUERTE
Artículo segundo
EL P. SE HA ACUSADO DE PECADOS MORTALES
PERO NO ESTÁ EN PELIGRO DE MUERTE
Las obligaciones del C. no son las mismas si ha sido culpable que si no lo ha sido.
I.— ERROR CULPABLE (Cf. 226 a)
Principio.— La culpabilidad del C. puede obligarlo a veces a penosas diligencias.
232.— Situación del P.—El C., por malicia o grave negligencia no ha absuelto válidamente
al P. en estado de pecado mortal (el P. no está en peligro de muerte).
1º— (1er. Caso), y el P. no absuelto se confiesa de nuevo.
El C. hará que el P. renueve la acusación de los pecados de su vida pasada en general, de
un modo especial de aquellos de que se ha acusado cuando hizo su última confesión. Si es
necesario, el C. se asegurará de las buenas disposiciones del P. (la absolución pudo haber sido
inválida por defecto de contrición) y dará la absolución.
2º— (2.° Caso), y el P no vuelve e confesarse.
Como el C. ha sido culpable, debe tomar la INICIATIVA DE LA BÚSQUEDA (Cf. 228-c-1).
Si el C. vuelve a encontrar al P. POCO TIEMPO DESPUÉS (en el comulgatorio aun en la
calle) y la invalidez es imputable a solo el C. (olvido, falta de jurisdicción), el C. puede dar la
absolución, por lo menos bajo condición2 (Cf. 229-b-2).
Si el C. no vuelve a encontrar al P. sino MUCHO TIEMPO DESPUÉS, o si la invalidez
proviene de las MALAS DISPOSICIONES DEL P. el C. deberá pedir permiso al P. para volver
sobre su confesión pasada (Cf. 220-b-1)
Como el error ha sido culpable, el C. deberá pedir este permiso aunque de ello resulten
graves inconvenientes para él mismo (Cf. 228-c-1). Por ejemplo: alguna infamia.
El C. dirá:
“¿Me permite que le hable de cosas que tienen relación con su última confesión?”
Si el P. responde: sí el C. agregará:
1
El C. debería asimismo hacer esta nueva diligencia si la Extremaunción dada a un moribundo sin
conocimiento hubiera sido inválida.
2
El C. puede suponer razonablemente que las buenas disposiciones del P. que se ha confesado recientemente
duran todavía.
73
“Debo decirle que no estaba usted en las debidas disposiciones para ser perdonado”, o bien:
Hace mucho tiempo que yo lo confesé por última vez... y me olvidé de darle la absolución...
¿Se ha confesado usted desde entonces? ¿Está usted con las disposiciones requeridas para
recibir la absolución sin confesarse de nuevo?
CAPÍTULO SEGUNDO
ERRORES —QUE NO INVALIDAN— LA ABSOLUCIÓN
234. Generalidades.— Aunque estos errores dejan intacta la validez del sacramento, pueden
ser muy perjudiciales, ya sea para el P., ya para una tercera persona.
Los Tratados de Moral estudian extensamente la reparación de los errores concernientes a
la obligación de restituir, porque es éste un problema especialmente difícil.
Pero hay otras reparaciones que no por ofrecer una complicación menor, tienen menos
importancia: son las que interesan al bien espiritual del P. Ejemplos: El C. ha dicho al P. que
había pecado donde en realidad no lo había...; el C. no ha obligado a una ruptura saludable con
una ocasión próxima libre..., o no ha prescrito los remedios que son capaces de hacer cesar un
hábito gravemente culpable... etc.
Cuando un juez, por incompetencia personal, condena a un inocente; cuando un médico se
equivoca en sus recetas y hace morir a su cliente— la ley les obliga a reparar el error.
Respecto del sacerdote todo sucede en el secreto de su conciencia. Pero sus negligencias
en reparar sus errores, aunque no aparezcan a los ojos de los hombres, no escapan al juicio de
Dios.
Artículo primero
ERRORES RELATIVOS A LA OBLIGACIÓN DE RESTITUIR
Diversas hipótesis son las que hay que considerar. El C. ha podido inducir positivamente
al P a error —y, al obrar así, pudo ser o no culpable—. El C. ha podido simplemente dejar al
P. en su error, no diciéndole nada para corregirlo.
74
235.
I. El C. HA INDUCIDO —POSITIVAMENTE— A ERROR AL P.
1
Sin embargo, si el C. no ha advertido al P. sino muy tardíamente, de tal suerte que éste ya no esta dispuesto
a restituir o ya no es capaz de hacerlo, el C.; debe encargarse él mismo de la restitución.
75
En el 1er. Caso —hay perjuicio para una tercera persona.
En el 2º Caso —hay perjuicio para el P.
Distingamos aún los dos casos:
238. Situación del P.— 1er. CASO.— El P. se ha acusado de haber hecho un mal al señor
X. El C. se ha equivocado al decirle que no estaba obligado a restituir.
El error del C. no ha sido culpable (Cf. 226-b).
Desde el momento en que el C. se da cuenta de su error debe tratar de advertir al P.
(1ª hipótesis).— Y el C. podría advertir fácilmente al P. No lo ha hecho.
El C., por la no-retractación culpable de su error involuntario, se ha convertido en causa
formal injusta y eficaz del perjuicio causado al señor X.
Por lo tanto, deberá restituir en lugar del P.
(2ª hipótesis).— Y el C. no podría advertir al P. o podría, pero debiendo superar para
ello inconvenientes relativamente graves.
El C. a veces podrá pecar contra la caridad.
No pecará contra la justicia y, por lo tanto, no estará obligado a restituir en lugar del P.
239. 2º CASO.— El C., con toda tranquilidad de conciencia ha declarado al P. que estaba
obligado a restituir, cuando en realidad no lo estaba.
El C. debe ADVERTIR AL P., si es que lo puede hacer sin inconvenientes relativamente
graves. En su defecto, estará obligado a reembolsar al P. lo que éste ha pagado indebidamente.
N.B.— Se ve la diferencia que hay con el número 238 (1ª hipótesis). Aquí, si el C. ha
advertido al P., siempre que haya podido hacerlo sin inconvenientes relativamente graves, no
está obligado a devolver al P. lo que éste quizá ya ha pagado indebidamente.
En efecto: aquí el C. no tiene que reprocharse ninguna falta.
240. Principio.— El error del C. puede ser CULPABLE o INCULPABLE (Cf. 226). Aun en el
caso de que sea gravemente culpable, el C. nunca está obligado a restituir.
En efecto: fuera del contrato o de una ley, la OMISIÓN no puede ser nunca un pecado
CONTRA LA JUSTICIA. Ahora bien: no hay evidentemente contrato entre el C. y la tercera
persona que ha podido ser lesionada por el silencio del C. En cuanto al cuasi-contrato tácito
habido entre el C. y el P., él obliga solamente al C. a administrar una absolución válida al P.
bien dispuesto; no obliga a instruir exactamente al P. acerca de la extensión de sus
obligaciones.
Por consiguiente el C. no esta nunca obligado a reparar las consecuencias de su silencio,
más que por CARIDAD. Por lo tanto, no está obligado a hacerlo si ha de sufrir graves
inconvenientes, y nunca puede ser obligado a restituir.
N.B.— Hay que hacer la excepción para el caso en que el silencio del C. equivalga a una
aprobación positiva.
Artículo segundo.
76
A LAS OBLIGACIONES QUE HAY QUE IMPONER
ERRORES RELATIVOS A LA ADVERTENCIA QUE HAY QUE DAR
A LOS REMEDIOS, A LOS CONSEJOS
245 3º Error relativo —A LOS REMEDIOS QUE HAY QUE PRESCRIBIR O A LOS
CONSEJOS QUE HAY QUE DAR.
E1 C. ha obrado como un MAL MÉDICO de las almas, que no les da los medios aptos para
que eviten las recaídas.
CONCLUSIÓN
Los errores del C. en estos diferentes aspectos pueden ser culpables o no, como se ha
explicado en el núm. 226. Se presentan bajo la forma de acciones o de omisiones.
Para apreciar la naturaleza, la gravedad, la extensión del deber de la reparación, habrá que
examinar los tres elementos considerados en el núm. 228.
Las reglas prácticas se inspirarán en lo que se ha dicho en el artículo I, relativo a la
restitución.
Artículo tercero.
ERRORES RELATIVOS A —LA INTEGRIDAD MATERIAL
246. Principio.— Se supone que ha sido asegurada la integridad formal (Cf. 62-B); por
consiguiente, la absolución ha sido válida.
En cambio el C. no ha asegurado la integridad MATERIAL (Cf 62-A) como habría de
haberlo hecho Ejemplos: el C. no ha dejado tiempo suficiente para que: el P. se acuse; no le
ha interrogado, suficientemente desde el punto de vista de la especie, de la gravedad, del
77
número y de las circunstancias de los pecados (Cf. I. II. 1ª Parte. Cap. I, art. III). E1 error del
C. es una falta de respeto debido al sacramento, que exige que el C. asegure, en cuanto le sea
posible, la integridad material de la acusación.
Sin embargo el P. no experimenta por ello un daño grande; los inconvenientes de la
advertencia, si ella no pudiera hacerse más que fuera del confesonario, bastan para excusar al
C. del deber de la reparación.
Artículo cuarto.
ERROR RELATIVO A —LA PENITENCIA QUE SE HA DE IMPONER
LIBRO TERCERO
LOS PENITENTES
EN PARTICULAR
PRIMERA PARTE
DIVERSAS DISPOSICIONES
CAPÍTULO PRIMERO
LOS NO-OCASIONARIOS
78
I.— INTRODUCCIÓN
250. Advertencia previa.— Las dificultades mas grandes con que tropieza el C. se relacionan
por lo general con los P. que se encuentran en ocasión de pecado: en este punto las decisiones
del C. son más importantes por sus consecuencias, y los errores desgraciadamente posibles
son los mas nefastos.
Las reglas de conducta del C. no son las mismas cuando el P. se halla en ocasión de pecado
que cuando no se halla en ella. “ Para mejor confesar” importa, pues, mucho, distinguir
claramente estas grandes categorías de P.
La primera se designa con el nombre de OCASIONARIOS. Para la segunda no existe ningún
término clásico. La expresión de “intrínsecamente débil” no es suficientemente adecuada.
Que el lector tenga a bien excusar una palabra compuesta, muy burda, pero que tiene el
mérito de definir exactamente la comprensión y la extensión del concepto, y de oponer
claramente las dos categorías distintas. La segunda categoría será, pues, denominada
NO-OCASIONARIOS.
252. Situación del P.— 1º) 1ª HIPÓTESIS. El P. ya ha cometido el mismo pecado muchas
veces.
Pregunte usted al P.:
¿En qué circunstancias comete usted esos pecados?
Acuérdese usted de las principales circunstancias: ¿quién? ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿cómo?,
¿por qué?
“¿Qué es lo que a usted lo impulsa a cometer esos pecados?”
“¿Tal o cuál PERSONA?” (Amigo, compañero de trabajo).
“¿Tal o cuál COSA?” (Un libro malo contra la fe o las costumbres).
“¿Tal o cuál ACONTECIMIENTO?” (Un encuentro, un viaje).
“¿Dónde le sucede eso?” (Escuela, cine, oficina).
“¿EN QUÉ MOMENTO?” (De noche, de día, durante una visita).
Si los pecados del P. van unidos a la presencia del encuentro de tal persona o de tal cosa, si
son cometidos casi siempre en tal sitio, en tal momento, en tal circunstancia, usted deberá
concluir:
El P. es un Ocasionario.
Al contrario. si los pecados no son cometidos por causa de circunstancias bien
caracterizadas, si provienen más bien del temperamento, de un hábito malo, concluirá usted:
El P. es un No-ocasionario.
253. Situación del P.— 2º) 2ª HIPÓTESIS.— El P. no ha pecado todavía, pero se encuentra
o se va a encontrar pronto, en tal o cual circunstancia (Presencia de una persona, de una
cosa; encuentro, acontecimiento) que lo expone al pecado.
79
Aun antes de que el P. haya tenido la triste experiencia del pecado puede usted juzgar si tal
circunstancia constituye o no una ocasión de pecado.
Lo juzgará teniendo en cuenta estos dos elementos:
1º Lo que SUCEDE GENERALMENTE en parecidas circunstancias (ex communiter
contingentibus).
2º La PROPIA FRAGILIDAD de tal P. particular.
Deducirá usted que el P. es un Ocasionario o, por el contrario, un No-ocasionario.
N.B.— El género “ocasión de pecado” comprende especies muy diferentes (próxima,
continua, necesaria, etc.) Las estudiaremos detalladamente en el capítulo siguiente. Por el
momento basta que el C. se dé cuenta si el P. es ocasionario o si no lo es.
Artículo primero
DIVERSAS ESPECIES DE NO-OCASIONARIOS.— COMO SE DESCUBREN
1
La mayor parte de los moralistas reserrvan el nomhre de habitudinario para aquél que
cpmete con relativa frecuencia los mismos pecados, como consecuencia de una inclinación
interna. Esta concepción es más rigurosa dcsde el punto de vista filosófico.
Desde el punto de vista del “Para mejor confesar” parece que se puede considerar también como habitudinario
a aquel en quilen la frecuencia de los pecados resulta de las ocasiones en que se encuentra. Esta noción de
habitudinario, entendida así en sentido amplio, puede combinarse también con la de ocasionario y la de
no-ocasionario.
80
Según la naturaleza del pecado se necesita tal duración y tal frecuencia para que el P. sea
un habitudinario. Cuanto mayor es la facilidad con que se cometen los pecados, tanto más
numerosos deben ser para constituir un hábito. Por lo tanto, se necesita mayor número para
los pecados internos que para los pecados externos; un mayor número para las acciones que
se cometen sólo que para las que se cometen con un cómplice.
C.— EJEMPLOS DE HABITUDINARIOS.
A) Pecados de PENSAMIENTOS o PALABRAS (impurezas, blasfemias, murmuraciones).
Duración: muchos meses. frecuencia: dos o tres veces por semana.
B) Pecados de ACCIÓN cometida a SOLAS (ebriedad, impureza).
Duración: muchos meses. Frecuencia: 1 vez por semana.
C) ACCIONES cometidas con un CÓMPLICE.
Duración: un año. Frecuencia: 1 vez por mes.
81
II.— Hábito VOLUNTARIO — Hábito INVOLUNTARIO
La conducta del C. debe tener en cuenta con mucho cuidado esta distinción.
1
Advirtamos además que los pecados cometidos ulteriormente serán menos libres en sí mismos y por
consiguiente menos culpables, en razón del influjo ANTECEDENTE del hábito malo involuntario.
2
Si las tentaclones han sido mucho más numerosas o más fuertes, Ias recaídas habrán podido ser tanto más
frecuentes, aunque el P. haya hecho ESFUERZOS SERIOS.
82
1er. Modo: EL P. SE HA CONFESADO MAL ANTERIORMENTE.
El confesor precedente no ha cumplido con su deber, no ha advertido al P. acerca de la
gravedad de su mal hábito, y no le ha señalado ningún remedio.
2º Modo: EL P. HA HECHO SERIOS ESFUERZOS:
1) sea luchando contra la tentación (Ha recaído, pero con menos frecuencia, después de
haber resistido durante largo rato. No ha recaído sino un tiempo después de su última
confesión).
2) sea poniendo seriamente en práctica por lo menos uno u otro de los remedios prescritos.
N.B.— La noción de RECIDIVO FORMAL INVETERADO no tiene interés más que para el
P. que se encuentra en ocasión próxima necesaria (Cf. 306).
Artículo segundo
NO-OCASIONARIOS
CONFESIÓN de los
HABITUDINARIOS SIMPLES
83
Si hasta el presente el hábito del P. era voluntario hará usted de manera que el P. aborrezca
su mal hábito y quiera combatirlo. De otro modo no hay absolución.
Pero si el P. está muy decidido a poner en práctica los remedios que usted le indica, no hay
razón valedera para poner en duda su sinceridad: puede absolverlo inmediatamente
265. Situación del P.— El P. ha cometido con frecuencia los mismos pecados. Usted ha
descubierto que es no ocasionarlo (Cf. 252) y que es habitudinario simple. (Cf. 258).
A.— Integridad que hay que asegurar.— El hábito es VOLUNTARIO o no? (Cf. 260 y
261).
El C: “¿Se daba usted cuenta de que tenía un mal hábito? ¿Qué hacía usted para
combatirlo?”
Aún en el caso de que el hábito fuera ya involuntario debe usted prescribir remedios.
El C. “En lo futuro ¿está firmemente decidido a hacer lo que Dios le pida?”
B.— Remedios que se han de prescribir.— Imponga entonces al P:
a) Tales o cuales REMEDIOS GENERALES (Oración cotidiana, ejercicio de la presencia de
Dios, mortificación, etc.).
Insista especialmente en que renueve el propósito cada mañana, y en que examine todas las
noches los remedios que ha empleado.
Exija también, en cuanto sea posible, la confesión inmediata después de la caída.
Para más detalles, véase más arriba, 170-A.
b) Tales o cuales REMEDIOS PARTICULARES.
Ellos tienen por fin directo extirpar un hábito malo determinado. (Ej.: mortificación de los
sentidos contra la impureza; abstención de bebidas alcohólicas contra la intemperancia).
Muchas veces se tratará de luchar contra alguno de los pecados capitales que según su
misma definición son la fuente de numerosos pecados y por consiguiente de malos hábitos
(Véase más adelante, los Pecados Capitales, 608 y siguientes).
C.— Penitencia que hay que imponer.— Tenga en cuenta su carácter medicinal (Cf. 183
y 184).
D.— Absolución que hay que dar.— Si el P. promete sinceramente poner en práctica los
remedios prescritos, debe ser considerado como bien dispuesto.
Puede dar usted la absolución de un modo absoluto.
Si el P. se niega sin rodeos o se muestra vacilante, debe ser considerado como mal o
dudosamente dispuesto. Obre usted tal como se ha dicho en el libro II (P. mal dispuesto: 202
a 206; P. dudosamente dispuesto: 207 a 209).
Artículo tercero
NO-OCASIONARIOS.
CONFESIÓN de los
RECIDIVOS MATERIALES.
84
Ha descubierto usted que era: no-ocasionario (Cf 252).
que era habitudinario (Cf. 257).
que era recidivo material (Cf. 263).
A.— Advertencia que hay que hacer.— Si el P. todavía no ha sido advertido, usted le
hará ver la GRAVEDAD de su mal hábito. De todos modos podrá recordársela.
B.— Contrición que conviene excitar.— Según lo que hemos dicho al comienzo del
artículo, no hay presunción desfavorable respecto del P. recidivo material.
Por consiguiente, obrará usted como respecto del P. en general (Cf. 140 y siguientes).
C.— Remedios que se han de prescribir.— Si el P. todavía no ha sido advertido, usted le
indicará los remedios generales y particulares, como se ha indicado a propósito de los
habitudinarios simples (Cf. 265-B).
Si el P. ya ha sido advertido, podrá volver usted sobre los remedios precedentes, insistiendo
más en ellos. O también podrá indicar otros.
D.— Penitencia que se ha de imponer.— Dar una que sea verdaderamente medicinal. (Cf.
183-184).
E.— Absolución que hay que dar.— El recidivo material se encuentra en condiciones
análogas a las del P. no-ocasionario y que no es habitudinario.
Obre por consiguiente, como se ha indicado a propósito del P. en general. (Cf. 196 y
siguientes).
Por lo tanto. si el recidivo material presenta los signos ordinarios del P. bien dispuesto (Cf.
198). Le dará usted la absolución de una manera absoluta.
Artículo cuarto
NO-OCASIONARIOS.
CONFESIÓN de los
RECIDIVOS FORMALES.
85
Los signos ordinarios de contrición no son ya una garantía suficiente: el C. debe asegurarse
de la presencia de “signos extraordinarios de contrición”1.
1
No es necesario que la contrición en sí misma sea extraordinaria... sino que se nesitan SIGNOS
EXTRAORDINARIOS para asegurarse de la sinceridad de la contrición.
2
Una joven abandonada por su seductor podría llorar amargamente su abandono, sin arrepentirse bastante del
pecado mismo.
86
que es —recidivo formal (Cf. 263).
A. Contrición que hay que excitar.— a) Si el P. presenta desde el principio signos
extraordinarios de contrición (Cf. 268), usted está seguro de la sinceridad de su
arrepentimiento. Podrá. simplemente, hacer más actual y más viva la contrición del P.
b) Por el contrario, si no comprueba usted signos extraordinarios, debe presumir que el
recidivo formal está insuficientemente arrepentido. —Después de haber rogado interiormente
al Espíritu Santo, a Nuestra Señora, refugio de los pecadores, pondrá usted todo su empeño en
disponer bien al P. Ponga más acentuación en los REPROCHES.
“Apenas parece dolerse usted de sus pecados y, sin embargo, más que ningún otro, está
usted en mal estado de conciencia.”
“No ha hecho usted ningún esfuerzo serio para luchar contra la tentación. Ha vuelto a recaer
inmediatamente después de su última confesión —o siempre con tanta frecuencia.”
“Más que nadie, está usted expuesto a caer en el infierno” (Recuérdele con fuerza los
motivos de contrición imperfecta (Cf. 144).
“Más que ningún otro, ha causado usted pena al Buen Dios (Cf. 145-a), ha sido causa de
los sufrimientos de J.C.” (Cf. 145-b).
“¡Cuánto arrepentimiento tendría que tener usted de sus pecados!”
Insista asimismo, en la necesidad de un firme propósito serio y eficaz:
“¿Está realmente decidido esta vez a no pecar más? ¿A hacer serios esfuerzos para luchar
contra la tentación? ¿Para poner en práctica los consejos que yo le doy?”
Subraye también la necesidad de ser SINCERO:
“No basta decir: sí, a lo que yo le pregunto. Es necesario que sus palabras expresen de
verdad sus verdaderas intenciones; no puede usted engañar al Buen Dios. Aunque yo le diera
la absolución, si usted no está realmente decidido a no pecar más y a emplear los medios para
ello, Dios no le perdonará sus pecados; al contrario cargaría un pecado más sobre su
conciencia: una confesión sacrílega.”
Si con ocasión de sus reproches un poco fuertes la gracia de Dios toca a su P. —podrá usted
añadir algunas palabras de ESTÍMULO.
B. Remedios que se han de prescribir.— Insista usted en tal o cual remedio general o
particular, como se ha dicho a propósito de los habitudinarios simples (Cf. 265-B).
C. Penitencia que se ha de imponer.— Proponga al P. una penitencia un poco severa. Si
el P. la acepta con prontitud, esta aceptación se debe considerar como un signo extraordinario
de contrición. No olvidar el carácter medicinal de la penitencia (Cf. 183-184).
D). Absolución que se ha de dar.— Todo depende de las disposiciones del P., las cuales
se
revelan por la presencia o ausencia de los signos de contrición examinados más arriba.
Distingamos, pues, varios casos en lo que respecta a esta ABSOLUCIÓN.
87
y de emplear los medios necesarios para llegar a ello. Dios, en su infinita misericordia, le va a
perdonar.''
88
273. Nota II.— Cambio de régimen.
El recidivo es una especie de enfermo crónico; es bueno que de tiempo en tiempo el médico
cambie de receta. El mismo remedio empleado sin discontinuidad puede perder su eficacia. Y,
además, el enfermo, el recidivo, espera que al cambiar de procedimiento terapéutico la cosa
vaya mejor.
Conclusión: No prescriba siempre el mismo remedio. Insista un día en la oración; otra vez
en la mortificación en general; otra vez sobre tal o cual remedio en particular.
274. Nota III.— Acerca del gran número de pecados cometidos. Su absolución.
La absolución de los recidivos no ofrece dificultad a causa del número de los pecados
cometidos.
Los méritos infinitos de N.S.J.C. pueden borrar todos los pecados del mundo, los más
numerosos y los más graves.
“Cuius una stilla salvum facere totum mundum quid ab omni scelere.”
La absolución que se ha de dar depende exclusivamente de la contrición actual del recidivo;
ésta puede ser moralmente cierta aun cuando el P. haya pecado mucho —y no existir, o no ser
sino muy dudosa, aunque el P. no haya cometido sino pocas faltas.
275. Cuadro de recapitulación relativo a los NO-OCASIONARIOS (Véase al fin del libro,
cuadro V).
CAPÍTULO SECUNDO
LOS OCASIONARIOS
INTRODUCCIÓN
Ha interrogado usted al P. como se ha dicho más arriba (Cf. 251 a 253). Le ha preguntado
en qué circunstancias se encontraba o iba a encontrarse (Presencia de personas, de cosas...
sucesos) y ha concluido usted que él es OCASIONARIO.
Ahora se trata de descubrir a qué especie de ocasionarios pertenece el P.
Artículo primero
DIVERSAS ESPECIES DE OCASIONARIOS
Hay que considerar muchas divisiones, independientes, por otra parte las unas de las otras.
89
Hay — 2) frecuencia RELATIVA: Cuando el número de pecados, en proporción con el
número de ocasiones, es una cifra notable.
b) Ocasión remota.— Es la que no constituye un gran peligro de pecado.
277. Situación del P.— A) (1ª hipótesis). El P. ya ha pecado muchas veces y por causa de
las circunstancias en que se encontraba, es ocasionario.
En primer término verá usted si hay frecuencia ABSOLUTA:
“Desde hace cuánto tiempo está usted en esta ocasión? ¿Cuántas veces ha pecado en
conjunto?”
Si, por ejemplo, el P. ha pecado una docena de veces en un año, ha pecado frecuentemente.
Poco importa el número de veces en que se ha presentado la ocasión: está en ocasión próxima
Si no hay frecuencia absoluta, verá usted si no hay — frecuencia RELATIVA:
“¿Peca usted cada vez que se presenta esta ocasión? ¿En qué proporción, más o menos?”
Comience por sugerir una cifra elevada —como cuando se trata de la Integridad del número
que se ha de asegurar.
Si el P. ha pecado — 2 o 3 veces entre 4—
5 o 6 veces entre 12 —está en ocasión próxima.
En caso de visitas cotidianas, si el P. ha pecado 10 veces por mes: ocasión próxima.
En caso de visitas semanales, si el P. ha pecado 6 o 7 veces durante un semestre: ocasión
próxima.
N.B.— No hay que darle demasiada importancia a este cómputo matemático. Con
frecuencia tocará a la prudencia del C. el apreciar el influjo más o menos grande de la ocasión.
279.— Definición:
a) Ocasión libre.— Ocasión que puede ser FÁCILMENTE evitada.
b) Ocasión necesaria (Física o moralmente).— Ocasión que no puede ser evitada en
absoluto o que no puede serlo SIN GRAVES INCONVENIENTES para la vida, la salud, la
reputación o cualquier otro bien importante de orden espiritual o temporal. (Ej.: un prisionero
peca con un compañero de cautiverio —una pupila con su tutor. Una persona de cincuenta
años ejerce una profesión que le impulsa a embriagarse).
90
280.— CÓMO SE DESCUBRE la ocasión libre o la ocasión necesaria.
Bastará interrogar al P. si es que sus confesiones espontáneas no han sido suficientes para
que usted se diera cuenta de ello.
91
Los problemas que se le plantean al C. se refieren casi exclusivamente a los P. que se hallan
en OCASIÓN PRÓXIMA de PECADOS MORTALES.
Únicamente estas categorías de P. merecen una especial atención; vamos a estudiarlas
sucesivamente:
—libre y —continua (Art. II)
P. en ocasión próxima —libre y —discontinua (Artículo III)
—necesaria. (Art. IV)
Artículo segundo.
LIBRE
CONFESIÓN de los P. en OCASIÓN y
CONTINUA
285. Conducta del C.— No será siempre la misma según que el P. se acuse por primera vez
o sea recidivo.
Estudiemos por separado las dos situaciones del P.
92
287. Situación del P.— Ha descubierto usted que el P. está en ocasión próxima. (Cf. 277
y 278).
Al interrogarle ha comprobado usted que él podía haber evitado fácilmente la ocasión;
por lo tanto, ocasionario —libre.
La naturaleza de la ocasión hace que ella sea —continua.
A. Advertencia que hay que dar.— El P. se acusa por primera vez.— El P. puede estar
en ignorancia respecto de la obligación de romper. ¿Hay que advertirlo? El problema,
especialmente delicado, se estudiará aparte (Cf. 300-303).
B. Obligación que hay que imponer.— RUPTURA INMEDIATA1. Recordemos que esta
ruptura debe hacerse de un solo golpe. Exija, pues, un acto —único y bien determinado.
Para persuadir al P. inspírese en lo que se desarrollará más adelante (Cf. 315-A-a).
C. Absolución que se ha de dar.— DIFIERA LA ABSOLUCIÓN —hasta el momento en
que el P. haya roto efectivamente con la ocasión, Dígale:
“Ciertamente, yo confío en su promesa. Pero es mejor para usted que no le dé en seguida
la absolución. Si se la diera, no tendría usted ya ánimo para separarse de esa persona —cosa—
empleo,
“¡Vaya! Hágalo lo mejor que pueda y cuanto antes. Venga a verme pronto. Yo le absolveré
al instante.”
II. — P. RECIDIVO
1
Se supone evidentemente que el C. no ha tenido que guardar silencio, dejando al P. en su ignorancia
invencible.
93
El P. parece MAL DISPUESTO. Tal vez, extremando un poco, se le podría considerar como
dudosamente dispuesto.
Sea de ello lo que fuere, y para acudir en ayuda de la debilidad de voluntad del P., debe
exigir usted la
Prueba de Hecho
es decir, la ruptura —efectiva— de la ocasión.
Salvo un caso de extrema urgencia, DIFIERA LA ABSOLUCIÓN hasta ese momento.
292. Situación del P.— Ha descubierto usted que el P. está en ocasión próxima (Cf.
277-278) —libre (Cf. 279-80) — continua (Cf. 281-a).
También ha descubierto que es recidivo (Cf. 258).
Por otra parte no hay verdaderamente extrema urgencia para el P. en recibir
inmediatamente la absolución.
A. Obligación que se ha de imponer —RUPTURA EFECTIVA.
Insista más aún sobre la necesidad y los motivos de la ruptura inspirándose en lo que se
desarrollará más adelante (Cf. 315-A-a).
B. Absolución que se ha de dar —Salvo caso de urgencia. DIFIERA LA ABSOLUCIÓN.
Dirá usted:
“Usted ya prometió separarse de la ocasión pero no lo ha hecho. Realmente lo siento, pero
no puedo darle la absolución antes de que usted haya cortado por lo sano. Hágalo lo antes
posible; venga a verme en seguida y le absolveré inmediatamente.
Artículo tercero
LIBRE
CONFESIÓN de los P. EN OCASIÓN y
DISCONTINUA
94
Por lo tanto, el P. no tendrá un firme propósito suficiente si no PROMETE alejarse
físicamente de la ocasión.
B) EN QUÉ CONSISTE.
No puede realizarse de una sola vez, como para el P. que está en ocasión continua.
Este alejamiento físico se compone de una serie de abstenciones: El P. debe evitar
encuentros peligrosos que lo arrastrarían fuertemente al pecado.
La ruptura no se hace, pues, efectiva, sino después de un tiempo mas o menos largo. Cuando
el P. se acusa por vez primera, sería ciertamente riguroso en demasía diferir la absolución hasta
el momento en que la ruptura pudiera considerarse como consumada: a veces habría que
aplazar la absolución en muchas semanas y hasta en muchos meses.
Se contentará. pues, usted con una PROMESA sería de ruptura. Como el P. no ha faltado a
promesas anteriores, no tiene usted razones positivas para poner en duda su sinceridad.
294. Conducta del C. — También aquí hay que distinguir el caso del P. que se acusa por vez
primera y el caso del recidivo.
II.— P. RECIDIVO
95
297. Situación del P.— Ha descubierto usted que el P. está en ocasión próxima (Cf.
277-278) libre (Cf. 279-280) discontinua (Cf. 281-b). Se ha dado cuenta también de que
es recidivo (Cf. 258)
El C.: ¿Ha tomado usted como una obligación el romper con la ocasión? ¿Ha hecho
esfuerzos serios para EVITAR LA OCASIÓN? Después de su última confesión, ¿cuanto
tiempo ha permanecido sin ponerse en esa ocasión? ¿Se ha puesto en ella con mucha
frecuencia? ¿Ha hecho serios esfuerzos para PONER EN PRÁCTICA los consejos de su C.?”
(Para más detalles, véase el núm. 263).
Según las respuestas del P. distinguirá usted:
A) (1ª hipótesis).— Y el P. es recidivo material.
Obre como se ha explicado para los NO-OCASIONARIOS (Cf. 266), y por consiguiente
puede dar la absolución de modo absoluto.
B) (2ª hipótesis).— Y el P. es recidivo formal.
Aplique prudentemente todo lo que ha sido extensamente explicado a propósito de los
NO-OCASIONARIOS RECIDIVOS FORMALES (Cf. 267 y siguientes).
Usted verá si el P. manifiesta signos extraordinarios de contrición (Cf. 269). De no ser así
incítelo con fuerza a la contrición (Cf. 269-A-b), y según la actitud del P. ante la exhortación
de usted, le dará la absolución en forma absoluta (Cf. 271-lº); se la negará (Cf. 271-2º); se la
dará inmediatamente bajo condición o la diferirá (Cf. 271-3º).
298. NOTA I. Severidad comparada del C. según dos situaciones del P.:
1ª —El P. es no ocasionario recidivo.
2ª.— El P. está en ocasión próxima libre discontinua. Es recidivo.
Por otra parte, en igualdad de circunstancias, será usted más severo cuando el P. se
encuentre en la segunda situación. En efecto: un P. manifiesta más apego al pecado si va en
busca de una ocasión que si consiente con una inclinación interior.
299.— NOTA II.— Pecado propio de la obligación de evitar la ocasión próxima de pecado
mortal.
El pecado se comete en el momento mismo en que el P. se pone voluntariamente en esta
ocasión, aun cuando el pecado se debe evitar no se siga de hecho. Ej.: un P. va al cine para ver
una película mala, que le despertará deseos gravemente culpables. Una vez que ha entrado se
para la electricidad, y la representación se suspende. Sin embargo el P. ha cometido un pecado
grave.
96
En el libro II, núm. 126, se ha visto el siguiente principio: si el P. debidamente advertido
no va a enmendarse, en general es mejor guardar silencio, porque el P. no pecará entonces más
que materialmente.
El problema se presenta aquí de modo diferente; porque si el C. no advierte al P., éste
continuará cometiendo los pecados formales que resultan de la ocasión próxima libre.
Sin embargo, el “minus malum” puede ser todavía el silencio. En efecto: si el C. advierte
al P., y si éste no tiene en cuenta la advertencia, cometerá no sólo los pecados formales que
son casi siempre la consecuencia de la ocasión, sino también los pecados formales que
consisten en ponerse en la ocasión (Cf. 299).
Además. si el P. es débil en la fe, la obligación impuesta por el C. puede alejarlo de los
sacramentos durante mucho tiempo, y por lo mismo agravar mucho su estado.
Si consideramos el solo bien personal del P. en ignorancia invencible, no sería raro, sobre
todo en nuestra época y en ciertas regiones, que el C. debiera guardar silencio.
Pero también hay que tener presente el bien común de los fieles (Cf. 128), que podrá exigir
la advertencia del P. (Ej.: es la primera vez que una persona notable de la parroquia se suscribe
a tal diario, sin saber, por otra parte, que es malo. Si el C. no le advierte nada, los feligreses
creerán que es lícito leerlo).
302. NOTA.— Estas condiciones pueden verificarse con más frecuencia cuando se trata de
ocasiones discontinua que son únicamente próximas para tal P. en particular. (Ej.: lectura de
una novela ligera, trato frecuente con cierta posibilidad de matrimonio).
303. NOTA II.— Aunque usted no imponga la estricta obligación de tener que romper sin
rodeos, exhorte al P. a huir de la ocasión peligrosa.
Artículo cuarto
CONFESIÓN de los OCASIONARIOS
(OCASIÓN NECESARIA)
Hay que considerar primero atentamente el problema del alejamiento moral de la ocasión.
1
No Es invencible cuando se trata de una ocasión MUY PELIGROSA. (Ej. Presencia de una sirvienta con la
cual se peca frecuentemente, asistencia a un espeectáculo muy obsceno).
97
Ya hemos dicho, a propósito de la ocasión libre, que el mejor medio de evitar el pecado es
alejarse físicamente de la ocasión: ruptura real con la ocasión continua, abstención perpetua
respecto de la ocasión discontinua.
Cuando la ocasión es necesaria, conforme a su misma definición, este alejamiento físico
presenta graves inconvenientes. Por consiguiente, al menos cuando el P. se confiesa por
primera vez, podrá usted contentarse con el alejamiento moral.
El P. no tiene que alejarse físicamente de la ocasión, sino emplear ciertos medios que,
regularmente, deben disminuir por lo menos considerablemente la frecuencia de los pecados
La ocasión, que hasta entonces era moralmente próxima, se convertirá así en moralmente
remota.
306. Conducta del C.— Cuando se trata de ocasión necesaria no es tan útil distinguir entre
ocasión continua y discontinua —a no ser cuando el C. llega hasta exigir el alejamiento físico
de la ocasión.
Por el contrario, la distinción entre P. no-recidivo y P. recidivo es aún más importante.
Parece que hay hasta interés en distinguir entre recidivo ordinario y recidivo formal
inveterado.
De ese modo se llega a la división siguiente:
1º) P. NO-RECIDIVO (se confiesa por primera vez);
2º) P. recidivo ORDINARIO (ya ha sido absuelto muchas veces);
98
3º) P. recidivo FORMAL INVETERADO (ya ha sido absuelto un gran número (le veces sin
ninguna enmienda).
OCASIÓN NECESARIA
I.— P.
NO-RECIDIVO
OCASIÓN NECESARIA
II.— P.
RECIDIVO ORDINARIO
99
Si hay un esfuerzo serio, un comienzo de mejoría —el P. será RECIDIVO MATERIAL.
Si no hay esfuerzos ni mejoría alguna —el P. será un RECIDIVO FORMAL.
310.
OCASIÓN - NECESARIA
PRIMER CASO
RECIDIVO - MATERIAL
Puede esperar usted aún que el alejamiento moral baste un día para preservar al P.
totalmente del pecado1.
Situación del P.— Ha descubierto usted que el P. está en ocasión próxima (Cf. 277-278):
—que su ocasión es necesaria (Cf. 279-278);
—que él ha sido absuelto ya muchas veces de ese pecado.
Sin embargo, es un recidivo material (Cf. 309) (Esfuerzos serios, comienzo de
mejoría).
A. Obligación que se ha de imponer.— El C.: “Usted todavía no ha pecado mucho. Sería
mucho mejor que no estuviera más en esta ocasión. Pero, sin embargo. —ha hecho usted
esfuerzos. Hay algunos progresos y yo tengo confianza en usted para el futuro —pero con la
condición de que redoble sus plegarias, sus esfuerzos, especialmente sobre tal punto.”
Y teniendo en cuenta las caídas pasadas y el modo con que ellas se han producido, insista
en uno u otro de los medios propios para convertir la ocasión en moralmente remota (Cf. 305).
B. Absolución que se ha de dar.— “Como está usted decidido a proceder todavía mucho
mejor, yo le voy a dar la absolución INMEDIATAMENTE”.
311.
OCASIÓN NECESARIA
SEGUNDO CASO
RECIDIVO FORMAL
1
Sería también provechoso volver a leer lo que se ha dicho a propósito de los NO-OCASIONARIOS que son
RECIDIVOS MATERIALES (Cf. 266).
100
“En fin... no considero todavía la situación como desesperada. Pero cuento con que en
adelante va a hacer usted serios esfuerzos, enérgicos esfuerzos: de lo contrario, ola próxima
vez me veré obligado a exigir medidas radicales...
C. Penitencia que hay que imponer.— Propondrá usted al P. una penitencia un poco
severa. Si el P. la acepta con prontitud, bastará eso para considerarlo como signo extraordinario
de contrición.
Cuide especialmente del carácter medicinal de la penitencia.
D. Absolución que hay que dar.— También aquí tenga usted a bien consultar lo que se ha
explicado largamente respecto de los no-ocasionarios en los números 270 y 271.
En resumen: si comprueba usted en el P., desde el comienzo o después de una vigorosa
exhortación, signos extraordinarios de contrición, puede darle la absolución en forma absoluta.
Si las disposiciones del P. permanecen dudosas, diferirá usted la absolución, cuando no hay
inconvenientes en diferirla.
Cuando existen tales inconvenientes la dará inmediatamente bajo condición
OCASIÓN NECESARIA
III.— P.
RECIDIVO FORMAL INVETERADO
312. 1º) PERPLEJIDAD DEL C.— Según la definición misma de recidivo formal inveterado,
el P. ya ha sido absuelto un gran número de veces; y ha continuado, pecando siempre con igual
frecuencia y sin hacer ningún esfuerzo serio. Entonces, ¿de qué valdrá la contrición y el firme
propósito del P., si no está decidido a separarse físicamente de la ocasión? ¿Acaso no está uno
moralmente cierto de que el P. va a continuar viviendo en estado de pecado mortal?
¿No es cosa clara que existe un sólo medio de curación: el ALEJAMIENTO FÍSICO?
Por otra parte, el P. está en ocasión necesaria; a veces este alejamiento físico va a exigir de
su parte sacrificios heroicos. Entonces, ¿hay que imponerle este HEROÍSMO?
Esta situación del P. es verdaderamente
la cruz del Confesor.
Ya se deja entrever que todos los teólogos no resolverán este difícil problema de la misma
manera. Unos no ven más que una solución, que es la solución heroica: la ruptura. Otros
quieren creer aún en la posibilidad de una mejoría —si el P. pone seriamente en práctica los
medios propios para convertir la ocasión en moralmente remota.
Se pueden reducir a tres las diversas opiniones de los moralistas.
313. 2º) OPINIONES DIVERSAS.— Podemos distinguir tres escuelas: estricta, liberal,
intermedia.
A. Escuela estricta (San Alfonso, Merkelbach, Ter Haar).
Después de una larga experiencia, no han resultado eficaces los remedios propios para hacer
moralmente remota la ocasión (Cf. 305). El C. no puede ya esperar razonablemente que lo
sean un día.
Ahora bien: el P. no puede permanecer indefinidamente en la ocasión próxima de pecado,
o más bien en el pecarlo exactamente: está gravemente en peligro la salvación de su alma.
Por lo tanto, por mucho que pueda costar al Penitente:
101
RUPTURA CON LA OCASIÓN.
Esta ruptura será radical, si se trata de una ocasión continua (Cf. 284-B).
Esto es, por otra parte, lo que dijo N.S.: “Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncatelo... Si
alguno ama a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí.”
NOTA.— Aun los mismos partidarios de la opinión estricta reconocen que, en ciertos casos
excepcionales, la conducta del C. puede ser diferente.
1er. Caso.— El P., al separarse de la ocasión peligrosa, caería en una ocasión peor aún.
(Ej.: un niño que dejara la escuela libre donde peca contra la pureza sería puesto en una escuela
laica donde su fe correría peligro). El P. se asemeja al que se halla en una ocasión físicamente
necesaria y de la que no puede separarse.
2º Caso.— El P., advertido de su obligación de romper, no hará caso de ello y dejará
totalmente de confesarse.
En esta hipótesis el “minus malum” consistirá en no obligar estrictamente al P. al
alejamiento físico. A veces el C. podrá absolver bajo condición, Sin embargo, si ese estado de
cosas se prolongara indefinidamente sin ninguna mejoría, el C. debería considerar al P. como
mal dispuesto y negarle suavemente la absolución. Inspírese usted en lo que se ha dicho en el
número 204.
B. Escuela liberal (Ballerini, Arregui, Genicot).
El problema no es esencialmente diferente después de un gran número de caídas, de lo que
era en las primeras acusaciones.
Si el P. no ha llegado a nada es porque no ha empleado los medios indicados por el C. Pero
éste no debe perder toda esperanza de obtener el alejamiento moral, insistiendo más que nunca
en la necesidad de poner en práctica sus consejos.
No hay razón para exigir el heroísmo del P. Por lo tanto, tratar al P, como a un:
RECIDIVO FORMAL ORDINARIO.
C. Escuela intermedia (Vermeersch).
Hay que distinguir según que la ruptura implique:
Sólo un GRAVE inconveniente;
O un GRAVÍSIMO inconveniente.
En la primera hipótesis — seguir la escuela estricta;
En la segunda, no exigir estrictamente el alejamiento físico —pero aconsejarlo
enérgicamente.
314. 3º) RESPONSABILIDAD DEL C.— Las exigencias del C. son, pues, muy diferentes
según que siga una u otra de las tres escuelas. Importa, por lo tanto, elegir la mejor.
Examine cada C. seriamente el valor de cada una de las opiniones y —delante de N.S,
adopte la que le parezca mas conforme “honori divino et animarum saluti” (Can. 888).
En una discusión teológica tan grave y tan fecunda en consecuencias, el autor de “Para
mejor Confesar” no tiene ciertamente la pretensión de proporcionar ningún argumento a la
''probabilidad extrínseca” de alguna de las tres opiniones. Séale únicamente permitido pensar
que, personalmente, no ve cómo se puede armonizar la opinión liberal con los rigurosos
preceptos del evangelio: “Si tu ojo..., etc.”
315. Situación del P.— Ha descubierto usted que el P. está en ocasión próxima (Cf.
277-278),
102
Está en ocasión necesaria (Cf. 279-280). (Ej.: una pupila recogida por su tutor peca con
él).
Es recidivo (Cf. 258),
Hasta ha sido absuelto un gran número de veces, sin ninguna mejoría —sin haber
hecho serios esfuerzos. Es, pues, recidivo formal inveterado.
a) ESCUELA ESTRICTA.
A. Obligación que se ha de imponer.— Salvo raras excepciones (Cf. Nota 313-A), el C.
dirá:
“Desde que usted promete enmendarse ya ve que no hay ningún progreso. Si permanece en
esta ocasión1, continuará viviendo ordinariamente en pecado mortal y su alma estará en gran
peligro de caer en el infierno.”
“Como C. tengo demasiada solicitud de su salvación eterna como para dejarle en este
estado. Por consiguiente, tiene que romper sin rodeos con la ocasión.”
Yo sé que exijo de usted un gran sacrificio hasta un sacrificio heroico... Lejos de su tutor
conocerá tal vez usted la miseria... Pero va en ello su eternidad. Está usted en la encrucijada
de dos caminos: o el camino del heroísmo, la santidad, o la senda que va al infierno. Tales
alternativas se presentan ya en el plano humano; es el caso del soldado a quien su jefe ordena
una misión peligrosa: si la acepta obtendrá la medalla de los héroes; si la rechaza, será
condenado a la muerte de los cobardes. Asimismo se condecora al médico que ha permanecido
en su puesto durante el curso de una epidemia: si huye, le señalan con el dedo.
“Además oirá al mismo N.S.: “Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncatelo y arrójale lejos
de ti; porque es mejor para ti que perezca uno de tus miembros y no que todo tu cuerpo sea
arrojado a las llamas. Y si tu mano derecha te escandaliza, córtatela y arrójala lejos de ti... (Mt.
V. 29).
“Si alguno ama a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí” (Mt. X, 34).
¿De que sirve al hombre ganar todo el universo si acaba por perder su alma?'' (Mt. XVI,
26).
b) ESCUELA LIBERAL.
El C. se comportará como en el caso del recidivo formal ordinario (Cf. 311-B).
c) ESCUELA INTERMEDIA.
Si la ruptura implica solamente inconvenientes graves— el C. procederá como en a).
Si la ruptura implica inconvenientes — muy graves— el C. procederá como en b).
a) ESCUELA ESTRICTA.
B). Absolución que hay que dar.— Si se trata de una ocasión continua — el C. no dará la
absolución antes de la ruptura efectiva (Cf. 202-B).
Si se trata de una ocasión discontinua — el C. procederá exactamente de la misma manera
que con el recidivo ordinario formal. Pero será con todo más severo (Cf. 311-D) (1).
(1) Por lo tanto, sobre todo cuando se trata de la ocasión CONTINUA, el C. de la Escuela
estricta asume una actitud radicalmente diferente de los defensores de las otras escuelas.
b) ESCUELA LIBERAL.
El C. procederá lo mismo que con el recidivo formal ordinario (Cf. 311).
c) ESCUELA INTERMEDIA.
1
Esta exhortación vale sobre todo cuando la ocasión es continua.
103
Según que la ruptura implique inconvenientes simplemente graves —o extremadamente
graves— el C. obrará como en a), o como en b).
CAPÍTULO TERCERO
CONFESIONES QUE HAY QUE REPARAR
318. Nociones previos.
1º) CONFESIÓN —INCOMPLETA: confesión válida pero carente de integridad-material
(Cf. 62).
2º) Confesión SIMPLEMENTE —INVÁLIDA: confesión mala, pero cuya invalidez no ha
sido advertida por el P. cuando se confesaba.
3º) Confesión SACRÍLEGA: confesión nula y que el P. conocía bien que era mala.
Artículo primero
CONFESIÓN —INCOMPLETA —QUE HAY QUE COMPLETAR
Artículo segundo
CONFESIÓN —SIMPLEMENTE INVÁLIDA —QUE DEBE REPETIRSE
104
Si la confesión ha sido DUDOSAMENTE inválida, aconseje al P. (menos a los escrupulosos)
que la vuelva a repetir, insistiendo tanto más cuanto más ancha es la conciencia del P.: con
frecuencia será éste, el único medio para que el P. vuelva a encontrar la paz de su conciencia.
321. Situación del P.— El P. acude a usted diciendo que ahora se da cuenta de que una de
sus confesiones anteriores ha sido nula (Ej.: El P. se da cuenta AHORA de que cuando se
confesó no tenía verdaderamente ni contrición, ni firme propósito suficientes; el P. sabe
AHORA que el C. no tenía facultad para absolverlo. Le pide a usted que lo ponga en regla.
Asegúrese de que la confesión ha sido realmente inválida.
Vea también si no ha sido sacrílega.
“Cuando estaba usted haciendo su confesión ¿sabía que era nula?... ¿No?... Entonces ¿sólo
se dio cuenta de ello después?... Pues bien: en ese caso su confesión no ha sido mala, ha sido
simplemente nula Basta con que la haga usted de nuevo.”
1º) (1ª hipótesis)—Y usted mismo no ha oído la confesión nula, hecha a otro sacerdote,
o si la ha oído, ya no se acuerda usted más de ella.
El C .: “Esto será fácil. No tiene usted más que acusar de nuevo todos los pecados mortales
que ha confesado en esa confesión nula.
2º) (2ª hipótesis).— Y usted mismo ha oído esa confesión nula, y se acuerda de los
pecados acusados. al menos de una manera confusa.
El C.: “Esto va a se muy fácil. Como usted me ha confesado sus pecados a mí mismo, es
inútil repetirlos. Diga solamente: me acuso de todos los pecados que he acusado en esa
confesión inútil1”.
Artículo tercero
CONFESIÓN —SACRÍLEGA —QUE HAY QUE REPARAR
323. Situación del P.— El P. ha hecho una confesión sacrílega (Ej.: casi siempre porque ha
ocultado voluntariamente pecados mortales algunas veces porque sabía bien que le faltaba
contrición y firme propósito, o porque no había aceptado interiormente las obligaciones
impuestas por el C.). Se lo confiesa a usted en confesión y desea ponerse en regla.
Problema previo por resolver.
¿HAN SIDO TAMBIÉN SACRÍLEGAS TODAS LAS CONFESIONES POSTERIORES A LA
MALA CONFESIÓN?
(Personas de edad han vivido algunas veces en sacrilegio después de su primera comunión.
Por el contrario, no es raro que los niños olviden durante un cierto tiempo que una confesión
precedente ha sido sacrílega).
El C.: “Después de esa mala confesión, cada vez que usted se confesó, ¿se acordó de que
había ocultado un pecado? ¿Siguió ocultándolo?”
1
La confesión, aunque inválida, ha sido sacraemntal: si el C. recuerda bastante los pecados acusados, puede,
en consecuencia, sentar un juicio.
105
324. PRIMER CASO.
Todas las confesiones siguientes han sido sacrílegas.
Todavía hay que distinguir, según que las confesiones sacrílegas le hayan sido hechas a
usted mismo O a Otro sacerdote.
1º) (1ª hipótesis).— Y no es usted el que ha oído esas confesiones sacrílegas; o si las ha
oído, no ha conservado ningún recuerdo de ellas.
Hacer que el P. acuse:
1) Todos los pecados mortales acusados u ocultados en las
confesiones sacrílegas.
A.— Integridad que hay 2) Confesiones, comuniones que sacrílegas y otros
que asegurar sacrilegios (si los ha habido).
3) Todos los pecados mortales cometidos desde la última
confesión.
El C.: 1) “Todas sus confesiones han sido nulas. Por consiguiente tiene usted que acusar de
nuevo todos los pecados mortales —ACUSADOS u OCULTADOS— en todas sus malas
confesiones”.
Si el P. le dice a usted que no se acuerda mucho de ellos, usted lo interroga (Cf. 81 y
siguientes).
2) “¿Cuantas confesiones, comuniones sacrílegas y otros sacrilegios ha cometido usted?”.
Si el P. no lo sabe con exactitud, usted lo interrogará acerca de la duración y de la frecuencia
(Cf. 91 y siguientes).
3) “Como de costumbre, tiene usted que acusarse de todos los pecados mortales cometidos
desde su última confesión”.
B). Contrición que hay que excitar.— Motivos generales (Cf. 144-145). Motivos
PARTICULARES.— Insista en la malicia especial de la confesión sacrílega: “Usted ha mentido
al mismo Dios. Se ha servido del sacramento del perdón, y de la misericordia divina para
ofender a Dios”.
“¿Está muy decidido a confesar en adelante todos sus pecados en confesión, aun los más
vergonzosos?”.
C.— Remedios que se han de prescribir.— Remedios de orden general (Cf. 170-A).
Remedio PARTICULAR. Insista en:
a) la bondad del C.
“No tenga pues, más temor... El C. es siempre misericordioso como el mismo N.S.J.C... Y
además el C. conoce su propia debilidad... Ha oído a muchos otros... No lo estimará por eso
en menos; al contrario, admirará su sinceridad valiente.”
b) el valor de la humillación de la confesión.
“Usted ha pecado.... sabe bien que hay que reparar... Esta confesión que le resulta costosa,
que lo humilla, es ya un excelente medio de reparar”.
c) el secreto de la confesión.
“Usted sabe bien que el C. no puede decir nada absolutamente de lo que usted le ha
confesado. Antes tendría que arrostrar la muerte... Ha habido mártires de la confesión... Aun
en los tiempos recientes, bajo la ocupación, en los campos de concentración”.
d) la libertad de elegir C.
106
“Es posible que le cueste a usted demasiado confesar tal pecado a un sacerdote que lo
conoce en particular. Pues bien: Arrégleselas para confesarse en otra parte. Aunque su C.
habitual llegara a saberlo, no se ofendería, esté usted seguro de ello”.
D.— Penitencia que se ha de imponer.— El C.: “De suyo debería darle una penitencia
seria... al considerar todos sus pecados todavía no perdonados... todos sus sacrilegios: ¿Qué
podría hacer usted como penitencia?”.
Si el P. no propone nada, o propone una penitencia demasiado severa, indíquele una
penitencia conveniente (Cf. 175 y siguientes).
E.— Absolución que se ha de dar.— Exhortación sobre la alegría de N.S. en perdonar,
tanto más grande cuantos más pecados hay que absolver, sobre el gozo del P. que va a volver
a encontrar la paz perdida desde hacía mucho tiempo.
“¿Está usted más tranquilo? ¿Ha dicho exactamente todo?... Todavía no es demasiado
tarde... ¿Hay algo que todavía lo inquieta?... También yo me siento muy gozoso de darle una
buena absolución”.
Nota.— LLEGADA y DESPEDIDA del P.
Debe ser usted alentador de un modo especial cuando un P., sobre todo un P. habitual, está
en una actitud embarazosa.
Despídalo con tanta mayor bondad cuanto más pesada y penosa ha sido la confesión.
2º) (2ª hipótesis).— Y usted mismo ha oído todas las confesiones sacrílegas y se
acuerda suficientemente de ellas.
A.— Integridad que hay que asegurar.
1) Respecto de los pecados mortales acusados en todas las malas confesiones.
“Como usted es acusado conmigo de todos los pecados de sus confesiones sacrílegas, basta
que ahora se acuse de ellos una vez más en general. Agregue también los pecados que ha
ocultado.”
2) Respecto de los sacrilegios cometidos.
3) Respecto de los pecados mortales cometidos después de la última confesión.
4) Respecto de los otros elementos de la confesión.
(Véase 1º - 1ª hipótesis).
3º) (3ª hipótesis).— Y usted no ha oído más que una parte de las confesiones sacrílegas.
Combine las dos hipótesis precedentes.
325. 2º CASO.— Algunas confesiones han sido sacrílegas. Otras no lo han sido.
PRINCIPIO.— Las confesiones, hechas durante el período en que el P. no se acordó más de
que antes había hecho una confesión sacrílega, son válidas y normales: no hay nada que reparar
en ellas.
En cuanto a las confesiones sacrílegas en sí misma, obre usted como en el caso precedente.
(Cf. 324).
326. Nota I.— En este último caso puede suceder que el P. no sepa ya exactamente los pecados
de que se ha acusado en las buenas o en las malas confesiones, En rigor podría uno contentarse
con lo que se ha dicho a propósito de los pecados dudosamente acusados (Cf. 105-106).
Muchas veces, para que el P, quede enteramente tranquilo, será mejor pedirle que haga una
confesión general que se remonte hasta su primera confesión sacrílega.
Nota II.— Confesiones —dudosamente— sacrílegas.
107
Los pecados han sido dudosamente perdonados. Por lo tanto, no puede IMPONER usted
estrictamente una nueva acusación. Sólo la ACONSEJA, insistiendo más cuando el P. es de
conciencia laxa y negligente en la preparación de sus confesiones.
327. Consejos de Pastoral.— (A propósito de las confesiones sacrílegas). Véase más adelante
núm. 333-334.
Artículo cuarto
LA CONFESIÓN GENERAL
328. NOCIÓN.— La confesión general es la repetición de un conjunto de confesiones hechas
en el transcurso de la vida entera o en un cierto período de la vida.
Las precedentes confesiones han podido ser por otra parte, buenas o incompletas, o
inválidas o sacrílegas.
I.— SU UTILIDAD
1
Ella provoca una contrición más perfecta, refuerza el firme propósito, nos humilla, recordándonos nuestra
debillidad fundamental, nos pone en guardia contra las ocasiones de pecado; atrae sobre nosotros la gracia,
aumenta la paz y el gozo del alma.
108
Al día siguiente, si no el mismo día, el P. estaría más inquieto que nunca y le volvería a pedir
a usted hacer una nueva confesión general.
Nota.— Si la confesión general no es necesaria y comprendiera graves pecados contra la
pureza, habría que prohibirla a los IMAGINATIVOS1 o reducirla a sus líneas más generales.
1
El recuerdo del pasado podría ser ocasión de pecado para el P.
109
En cuanto a los otros elementos de la confesión: contrición que hay que excitar, obligación
que se ha de imponer, etc.,,,, véase todo lo que se ha dicho al respecto en el curso del Libro II,
1ª Parte, y en el curso de los artículos y capítulos precedentes.
333. TEMERLAS.
Algunos sacerdotes, a causa de su propia inocencia o de su desconocimiento de la vida,
tienden a empequeñecer el peligro de las confesiones sacrílegas.
Sin embargo, el mal existe y sobre todo en:
Las PARROQUIAS PIADOSAS.
Los ESTABLECIMIENTOS RELIGIOSOS de EDUCACIÓN, donde van a confesarse par ano
llamar la atención; van, en efecto, pero ocultan a veces ciertos pecados.
¡Perdone el lector al autor esta confidencia!
Cuando él era sacerdote nuevo, vicario de parroquia, apenas creía en la frecuencia de las
confesiones sacrílegas.
Desde entonces han pasado muchos años. En el transcurso de los retiros, de los ejercicios,
oyó muchas confesiones generales; y comprobó que las malas confesiones en el curso de toda
una vida, eran menos raras de lo que él había pensado en otro tiempo. Porque los curas
párrocos, los vicarios parroquiales, los profesores de instituciones religiosas son los que oyen
—sin darse cuenta— más confesiones sacrílegas; los misioneros, los confesores que están de
paso son los que comprueban este hecho.
1
Un C. declaraba a ciertas jóvenes que se dirigían al misionero que estaba de paso: “¡Pequeñas ingratas!”...
Otro C. escribía a una P. que le había dejado: “¿Por qué me ha abandonado usted? ¿En qué la he desagradado?
Usted sabe bien qu eyo no tenía intención de causarle pena..., etc...” El autor quedaría reconocido al lector que
le hiciera conocer otros “hechos vividos” de este género.
110
B) Falsa vergüenza de los fieles.
Es éste el gran mal que impide al P. confesar ciertos pecados, sobre todo a un C. que le
conoce. A veces sucede que el P. se ha confesado con este C. durante muchos años sin haber
pecado gravemente; luego, un día, comenzó el P. a cometer pecados mortales. Nunca se atrevió
a decírselo a este sacerdote, por temor de ser menos estimado o hasta de ser mirado torvamente.
La falsa vergüenza concierne sobre todo:
a los pecados de IMPUREZA, algunas veces
a los ROBOS.
En los niños será hasta una cosa ridícula que ellos creen que están obligados a decir y que
no tienen ánimo para confesar (inconveniencias en la iglesia, irreverencia ligera respecto del
C. un pequeño robo, una mentira).
La falsa vergüenza s encuentra más entre los niños, los jóvenes y sobre todo entre las
jóvenes; no es rara entre las mujeres, aun entre las devotas.
El P. Segneri escribe: “Algunas personas han cometido en su juventud pecados vergonzosos
y no han tenido valor para declararlos, y así avanzan en edad diciéndose a sí mismas que los
confesarán más adelante. Y proceden como los malos deudores, cuya deuda aumenta siempre.
y que no pagan nunca y nada. Esas personas llegan al fin de su vida sin haber hecho una
confesión sincera.”
3º) ¿CÓMO DISMINUIR SU NÚMERO?
Distinguir las medidas preventivas y los remedios propiamente dichos.
1
Un sacerdote nos decía hace muy poco: “Insistir para que los curas párrocos hagan venir con frecuencia
sacerdotes extraños. No es dudoso que las jóvenes que comulgan frecuentemente tendrían mucha necesidad de
poner en regla su conciencia”.
111
Volver a leer atentamente lo que se ha dicho al respecto (Cf. 64 y siguientes. No olvidar la
“pregunta del final”). (Cf. 78 y 79).
c) PROVOCAR algunas veces CONFESIONES GENERALES.
Es bastante raro el P. que diga de golpe: “Quisiera hacer una confesión general porque he
ocultado pecados en mis confesiones precedentes.”
Al C. le toca descubrir el “nido” de sacrilegios. Si el C. descubre algún mal secreto de un
alma, que pregunte dulcemente: “¿Hay tal vez algo que le inquiete en su vida pasada?”
Proponga al P. ayudarle haciéndole preguntas que él no tendrá más remedio que responder
sí o no. Anime al P. diciéndole que usted no es más ángel que él; que es normal que el hombre
cometa pecados; que la confesión hace al hombre más honorable que reprensible le había
hecho el pecado. Insista en el secreto de la confesión1.
338. Situación del P.— Tiene usted la impresión de que su P. habitual va a confesarse de
tiempo en tiempo con otros sacerdotes —sin duda para acusarse ante ellos de faltas
graves de las que nunca le habla a usted mismo.
El P. tiene absolutamente el derecho de obrar así, salvo el caso de una intención mala de su
parte. (Si obrara de ese modo para pecar más libremente, para no informar al director de
conciencia encargado de guiar su vocación sacerdotal, religiosas).
NOTA.— No preguntar al P. habitual cuánto tiempo hace que se ha confesado. Si ha ido a
ver a otro C., podría sentirse violento para responder. El C. puede hacerle notar que no le ha
visto desde hace un cierto tiempo.
339. Situación del P.— El P. hace todos los esfuerzos posibles para disimular su identidad
(por ej.: trata de cambiar la voz, de acusarse de un modo diferente del acostumbrado) —y
usted cree haberle reconocido claramente.
1
Para lograr la confesión de un P. a quien usted ve molesto, embarazoso vacilante..., acuda a lo que se ha
dicho más arriba en el n. 324-1ª, Remedios que hay que prescribir.
112
El P. tiene el derecho de disimular su identidad, salvo el caso de una mala intención de su
parte (véase el caso precedente). Por lo tanto, ¡cuídese usted mucho de interrogarle para
comprobar su identidad! ¡Usted no es un comisario de policía!
Al contrario, obre de suerte que él no se imagine que usted le ha reconocido.
Consejo para el C.— Ponga SU NOMBRE sobre le confesonario. Exigirlo en absoluto
cuando se confiesa en una parroquia donde es conocido.
340. Situación del P.— El P. le ha pedido a usted hacer una confesión general —y usted
sospecha que, con las culpas ya perdonadas de su vida pasada, el P. va a mezclar culpas
recientes todavía no confesadas y que él tendría vergüenza de confesar aparte.
Usted no puede exigir una acusación distinta de los pecados ya perdonados y de los que
todavía no han sido confesados1. La integridad de la confesión se exige “secundum speciem
et numerum et non secundum tempus”.
CAPÍTULO CUARTO
DIVERSOS CASOS PARTICULARES
Artículo primero.
El P. NO HA HECHO —EXAMEN DE CONCIENCIA.
La actitud del C. será diferente según que tenga que tratar con un P. CONOCIDO —o con
un DESCONOCIDO.
342. Situación del P.— El P. llega al confesonario sin haber hecho ningún examen de
conciencia o habiéndolo hecho solo superficialmente. No dice nada o casi nada o dice
cualquier cosa —o bien declara de buenas a primeras: “Pregúnteme”.
Hay que distinguir dos hipótesis:
1ª hipótesis.— P. CONOCIDO y CAPAZ de examinarse.
2ª hipótesis.— P. INCAPAZ — o DESCONOCIDO.
1
Sin embargo, la confesitón puede ser fácilmente no lo bastante precisa y de tal naturaleza que engañe
gravemente al C. acerca del estado actual del P. Por esto este modo de proceder hay que desaconsejarlo y puede
llevar al sacrilegio.
113
I. (1ª hipótesis).— Y el P. CONOCIDO y CAPAZ de examinarse no lo ha hecho más que
superficialmente. Su negligencia proviene de —su ligereza— o del deseo de confesarse
cuanto antes (un niño, una persona joven).
Si el P. es de buena voluntad, despáchele usted suavemente: “¿No se ha examinado usted?...
o muy poco. ¿Está usted tan apurado? Sería mejor que descubriese usted mismo sus pecados,
que tratase usted mismo de arrepentirse de ellos. Examínese unos minutos... y después
venga”1.
Debajo de la tapa de estos opúsculos se lee: “Este libro es propiedad de la parroquia. Tenga
la amabilidad de dejarlo en su sitio después de haberlo utilizado”.
II (2ª hipótesis).— Y el P. es INCAPAZ —o un DESCONOCIDO que no se ha
examinado.
No despida al P. para que se examine a sí mismo con este procedimiento correría el riesgo
de apartarle de los sacramentos.
Interrogue, pues, al P. como se ha dicho (Cf. 81 y siguientes).
CONSEJO QUE HAY QUE DAR.— Cuando el P. parece capaz de aprovecharse de él, usted
le dirá:
“Otra vez, cuando usted se confiese, puede tal vez hacer usted mismo su examen de
conciencia. De ese modo estará mejor preparado para dolerse de sus pecados y para
aprovecharse de la gracia de la absolución.”
Artículo segundo.
El P. es —IGNORANTE2
344. I.— El P. ignora las verdades necesarias con NECESIDAD de MEDIO (n. 194):
Dos verdades son —ciertamente— necesarias: EXISTENCIA de DIOS —y DIOS
REMUNERADOR.
Dos no lo son más que —probablemente—. TRINIDAD —ENCARNACIÓN.
Distingamos dos hipótesis:
1
Se pueden dejar sobre los bancos próximos al confesonario los dos opúsculos “ CONÓCETE A TI MISMO,
HERMANO MÍO” y “CONOCETE A TI MISMA HERMANA MÍA”, E. Fidelis, Lagny (S. et M.).
2
Ya se ha dicho qu este término ha sido adoptado —a falta de otro mejor— para traducir el “rudis” de los
moralistas.
114
1) (1ª hipótesis). El P. no está en el trance de la muerte. (Se trata de novios que no
practican y que se confiesan para su matrimonio; de un “reto no” al cumplimiento del deber
pascual, después de muchos años de abandono).
CONDUCTA DEL C.— Asegúrese de que el P. conoce las verdades necesarias con
necesidad de medio —incluidas también las dos que no son más que PROBABLEMENTE
necesarias; porque la validez de la absolución está en juego y, por consiguiente hay que ser
tuciorista. Podrá decir usted:
“¿Ha seguido usted rogando al Buen Dios? Usted sabe que él recompensa a los buenos con
el cielo y castiga a los malos con el infierno. ¿Sabe usted que hay tres personas en Dios: el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo?; ¿que el Hijo de Dios se hizo hombre?. Éste es J.C. —y
murió en la Cruz para redimirle a usted.”
2º) (2ª hipótesis).— Y el P. está en el trance de la muerte.
Instrúyales en la MEDIDA de lo POSIBLE.
Dele la absolución por lo menos bajo condición: “si es capaz”.
Si vuelve a la vida instrúyale más completamente y absuélvale de nuevo.
345. II.— El P. ignora las DISPOSICIONES NECESARIAS para recibir bien el sacramento
de la Penitencia.
Enseñe al P. lo que hay que saber en cuanto a la integridad que se ha de asegurar, a la
necesidad de la contrición y del firme propósito etcétera...
N.B.— A veces le enseñará usted lo esencial para comulgar bien.
347. IV. El P. ignora los DEBERES esenciales de su ESTADO. (CURA PÁRROCO, MÉDICO,
NOTARIO, ABOGADO, etc.).
A.— Advertencia que hay que dar o silencio que hay que guardar.
LA OBLIGACIÓN del P. es clara: abandonar su empleo o dejar de ejercerlo hasta que tenga
los conocimientos requeridos.
Pero, ¿puede estar el P., en este aspecto, en ignorancia INVENCIBLE? Aplique usted las
reglas generales (Cf. 123 y siguientes).
Si no hay que temer ni daño ni escándalo, guardará usted silencio.
B.— Obligación que se ha de imponer.
1
Catecismos para adultos: “Lo esencial de la religión”, del Abate Bourceret (Spes). “¿Qué hay que creer, qué
hay que obrar?”, en Lethielleux.
115
Si ha advertido usted al P. acerca de su obligación, urja la necesidad de abandonar el empleo
o de abstenerse provisionalmente de ejercerlo. Indique también los MOTIVOS y los MEDIOS
de EJECUCIÓN.
Si ha guardado usted silencio:
Urja la obligación que tiene el P. de INSTRUIRSE lo MÁS PRONTO POSIBLE.
Artículo tercero.
EL P. NO TIENE NADA QUE DECIR.
116
Generalmente el P. dirá: sí1.
A) CONTRICIÓN QUE HAY QUE EXCITAR.— Puede faltar: atienda a ella muy de cerca.
B. Consejos que hay que dar.
“En adelante trate de velar más sobre sí mismo —y se dará cuenta de que realmente comete
faltas... No se excuse demasiado pronto de sus faltas.”
C.— Absolución que hay que dar.
a) Si el P. acaba por reconocer que ha pecado durante su vida —y si no se ha confesado
desde hace seis meses— déle la absolución, por lo menos bajo condición2.
b) Si el P. se ha confesado hace poco tiempo y ha recibido la absolución, dígale suavemente:
“¡Y bien! Puesto que usted no se ha acusado de pecados precisos, no es necesario que yo
le dé la absolución... voy a bendecirle...”
Artículo cuarto.
CONOCIDO
EL P. NO ACUSA un PECADO por
el C.
I.— INTRODUCCIÓN
1
Si dijera: no... habría que colocarlo en la categoría de los IGNORANTES inconscientes. Conúltese el artículo
precedente.
2
A fin de que el P. no se vea privado por demasiado tiempo de la gracia sacramental —puede usted arriesgar
una absolución probablemente válida.
117
Situación del P.— El P. ha cometido un pecado (ha robado, se ha embriagado, ha asistido
a un espectáculo malo). Usted está seguro de ello.
A.— Integridad que hay que asegurar.
Pregunte ESPECIALMENTE sobre el pecado del que el P. no habla.
Insista para convencerle de su falta y obtener una confesión.
B.— Absolución que hay que dar.
a) 1ª hipótesis.— El P. acaba por confesar. Podrá preguntarle usted si él no tenía la intención
de ocultar ese pecado: eso sería una intención sacrílega que habría que acusar. Por lo demás
—ninguna dificultad especial.
b) 2ª hipótesis.— El P. persiste en negar (esto sucede muy rara vez).
Pregúntese usted: ¿no está el P. en alguna de las circunstancias que le permiten callarse?
(Cf. 351).
Si puede usted PRESUMIR que el P. tiene este derecho —déle la absolución, por lo menos
bajo condición “si es capax”.
De lo contrario —lo considerará como MAL DISPUESTO y le negará la absolución (Cf. 202
a 306).
“Yo mismo le he visto cometer ese pecado, y usted no quiere reconocerlo. ¿Como quiere
que le dé la absolución?”
118
Limítese a las PREGUNTAS GENERALES que se les hacen ORDINARIAMENTE a los P. de
esta categoría evitando hasta el insistir en ellas1.
B.— Absolución que se ha de dar.
Aunque el P. a quien usted ha interrogado en general no haya confesado nada, no está usted
obligado a tener en cuenta lo que sabe por confesión.
DÉ LA ABSOLUCIÓN por lo menos bajo condición. Y con mayor facilidad —como en el
caso precedente— si usted piensa que el silencio del P. estaba justificado (Cf. 351).
1
Al confesar a otra persona, no le pida permiso para hablar de sus confesiones bajo prerexto de convencer a
su cómplice: este modo de proceder HARÍA ODIOSA la confesión.
119
SEGUNDA PARTE
1 Niños buenos que aún no han cometido más que pecadillos, pueden un buen día (Ej.:
Iectura, conversación) pecar gravemente contra la pureza; no se atreven a hablar de ello a su
C. ordinario que sigue creyéndoles cándidos. Necesitan un C. extraordinario para poner en
claro sus conciencias.
120
359. 3º) Provocar hasta una —CONFESIÓN GENERAL.
Ella impresiona mucho a los niños. Las confesiones precedentes han podido ser
incompletas, dudosas y hasta sacrílegas.
El niño se sentirá las más de las veces muy contento de ponerse en regla para su propio
bien.
Será cosa excelente proponer a veces una confesión general a un grupo de niños.
NOTA.— El niño es un convencido. No comprende los arreglos con los principios. .A causa
de esto le gusta el confesor exacto, un poco severo y que le hace muchas preguntas. Aprecia
al sacerdote amable y fácil de hallar.
360. Consejo al C.— Haga lo imposible por asegurar y controlar la regularidad de las
confesiones. Algunos dan una tarjeta a los niños y la sellan cuando éstos se han confesado. En
lo posible evite las sesiones demasiado largas de confesiones de niños: son fatigosas y
monótonas: se sentiría usted tentado a despachar rápidamente a los últimos.
Confiéselos por pequeños grupos. Haga de modo que no se disipen mientras esperan su
turno. El ideal sería consagrar 4 o 5 minutos a cada niño.
Procure también respetar la libertad del niño que a veces no quiere confesarse con tal
sacerdote. (Por razones muchas veces fútiles... pero poco importa...).
121
“Se habrá encontrado usted a veces con malos compañeros que dicen palabras feas, ¿no es
cierto, hijo mío?.... ¿Las ha dicho usted con ellos?... ¿Ha hecho cosas malas?..., etc. Para más
detalles véase más adelante: La impureza en el niño, núm. 369-370.
A veces el niño culpable responderá: no. Usted podrá proseguir algunas veces su
interrogatorio como si el hubiera dicho: sí... “Y esto ¿le pasa con frecuencia...?”
Si el niño es verdaderamente inocente, no temerá repetir su negación y hasta la acentuará.
Si es culpable, esta nueva pregunta puede poner sobre el camino de las confesiones1.
1A veces el C. se dará cuenta de que el niño no tenía la intención de decir todos sus pecados;
no lo confesó todo, sino porque fue interrogado. El C. deberá lograr, en cuanto pueda, la
confesión de esta intención sacrílega:
“¿Le costaba confesar este pecado fleo? Si yo no le hubiera preguntado nada. ¿se hubiera atrevido a acusarlo?
¿Habría hecho mala confesión? ¿Habría cometido un gran pecado? ¿Se arrepiente usted de haber querido hacerlo?
Otra vez no tendrá usted miedo. ¿no es cierto?
122
“¿Esta decidido a no juntarse más con malos compañeros?1 ¿a pensar que el Buen Dios le
ve cuando está usted solo, por la noche, en su pequeño lecho? ¿Qué hará cuando, todavía le
tiente el demonio?”
Nota I.— Inspírese a veces en las FIESTAS LITÚRGICAS.
El C.: “¿Qué fiesta es mañana?... ¿la Ascensión?... ¿Por que subió al cielo J.C.? ¿Está usted
seguro de tener el sitio que Él le ha preparado?”
Nota II.— EXHORTACIÓN COLECTIVA.
Algunas veces convendrá presentar los motivos de contrición ante los niños reunidos de
antemano. Pero esto no dispensa al C. de asegurarse en el confesonario de la contrición de
cada niño en particular.
1
Esta promesa no siempre será posible, porque la frecuentación de malos oompañeros puede ser, para el niño,
una OCASIÓN NECESARIA. En esta hipótesis, el C. exigirá una resolución prcisa relativa al ALEJAMIENTO
MORAL.
123
A) Respecto de los PADRES.— Tratar de averiguar cual fue en concreto el acto de
desobediencia. Buscar su causa: terquedad, orgullo, perversidad o atolondramiento.
B) MENTIRA.— Buscar la causa. Algunos mienten para salir de apuro. Otros para llegar a
un fin secreto, o por temperamento, o por timidez.
Hay que combatir enérgicamente la mentira en el niño. Mostrar la belleza de la sinceridad.
Inculcar el horror a las denuncias.
C) ROBO.— Algunos roban porque se les presenta la ocasión..., por gula..., por algunas
monedas. A veces se trata de verdaderos ladrones.
No hay que preguntar brutalmente al niño si ha robado. Decirle:
“¿Ha tomado alguna cosa a otro? ¿azúcar? ¿golosinas? ¿dinero? ¿Con frecuencia?
¿Cuánto? (decir una suma grande). ¿Y cuando usted va a los negocios?... Hay que corregirse.
Hay hombres a los que se encarcela. Cuando ellos eran niños cometieron pequeños robos; no
lo dijeron y no pudieron corregirse.”
Exigir, siempre que se pueda, aunque se trate de una pequeña suma, que RESTITUYAN.
N.B.— Los pequeños ladrones precoces son con frecuencia niños muy amables,
inteligentes, graciosos. Un ladrón es, por lo general, un mentiroso.
D) PECADOS respecto de sus COMPAÑEROS.
Observar a los niños en sus JUEGOS: en ellos se adivina al niño bueno y al niño malo; al
niño sensible, nacido para sufrir, al niño soberbio, dominador, celoso, déspota.
Pregunte: “¿Se ha peleado con sus hermanos, con sus compañeros?... ¿quién comenzó?”
Si él responde: fui yo —buen signo de sinceridad.
“¿Quiere usted vengarse? ¿Ha guardado rencor?... ¿Ha referido algo malo que no era
verdadero?”
E) Respecto de sus MAESTROS.
Decirles que es malo hacer enojar a un maestro que representa al Buen Dios.
F) Respecto de los SIRVIENTES de la CASA.
“Ha sido duro con ellos? ¿descortés?”
IV.— IMPUREZA
124
369. 1º) Problema de la “INTEGRIDAD QUE HAY QUE ASEGURAR”.
A.— SU DIFICULTAD.— Más que en cualquier otra parte —como se ha dicho en general
en el núm. 66— hay que evitar aquí los dos extremos contrarios: preguntar DEMASIADO o
DEMASIADO POCO. Al preguntar demasiado —se corre el peligro de escandalizar (en el
sentido teológico de la palabra): el niño podría aprender el mal que ignora y sentir la tentación
de hacer la experiencia del placer prohibido. Al preguntar demasiado poco —se corre el
peligro de ocasionar confesiones sacrílegas y de dejar que el niño se encharque en los malos
hábitos, de los cuales no se librará más.
B.— MONITUM del Santo OFICIO (la de mayo de 1943).
Recuerda a los C. la DISCRECIÓN. Los consejos siguientes se aplican de un modo especial
a la confesión de los niños.
“Que en sus preguntas el C. proceda con precaución, comenzando por las cuestiones más
generales y, si se da el caso que pasea las cuestiones más precisas. Que éstas sean, sin embargo,
siempre breves, discretas, decentes, evitando las expresiones que pueden, ya excitar la
imaginación y los sentidos, ya ofender los oídos piadosos... en semejante materia, y según el
parecer común de los doctores, es mejor QUEDARSE CORTO que PASARSE, con peligro de
pecado.”
C.— CONDUCTA del C.— La mesura que se ha de guardar en las preguntas no se puede
determinar en forma general: debe variar con cada niño en particular.
Tratemos, sin embargo, de dar algunas indicaciones distinguiendo tres categorías de niños.
1
Algunos C. no dudan de que los niños del CAMPO están más expuestos aún a contraer los malos hábitos.
(Véase: “Educación de la pureza en el campo . Librería M.F.R., página 9).
2
El niño, debidamente advertido antes de la edad de la pubertad, se cura con más facilidad de sus malos
hábitos.
125
Si el niño responde: no — se puede presumir que se trata de impurezas propiamente dichas.
Y el C. puede proseguir su interrogatorio: “Entonces, ¿usted ha hecho cosas feas, feas?”
acentuando el epíteto: feas...”
El C.: “¿Ha hecho cosas indecentes?... ¿tocamientos feos?... ¿gestos feos?... ¿Los ha hecho
expresamente por tener placer?...”
Si el niño responde: sí, a la última pregunta, el C. puede suponer razonablemente que se
trata de faltas de impureza.
“...No tenga vergüenza, yo no le reprenderé... al contrario, le perdonaré: pero si usted me
engaña a mí, no engañará al Buen Dios. El le ha visto hacer las cosas —si es que usted las ha
hecho.”
Si el niño dice: sí —o baja la cabeza con aire confuso— es porque es culpable, al menos en
parte
b) Pecado cometido A SOLAS o CON OTROS.
El C.: “¿Lo ha hecho con sus compañeritos?... ¿No?... pero ellos han hecho entre sí cosas
feas”.
“¿Ha tratado de mirar expresamente a los otros?”
c) Conocimiento del LUGAR.
Esto puede ayudar a determinar la naturaleza y la gravedad del pecado.
En clase: frecuentemente miradas malas, tocamientos por encima de las ropas: por lo demás
esto puede ser ya grave. (Exigir de los niños que tengan las manos sobre el banco.)
En recreos mal vigilados —en paseos aislados: faltas frecuentemente más prolongadas.
En la calle: rara vez faltas muy graves, por lo menos si es en pleno día.
En los corredores, en los dormitorios: faltas generalmente más graves1.
N.B.— El C. hará también preguntas acerca de las MALAS CONVERSACIONES.
Nota.— Nuestras fórmulas concretas de interrogatorios no valen aquí, y mucho menos en
otras partes, más que como simples sugestiones.
En una materia tan delicada toca a la prudencia del C. tener cuenta con cada caso particular.
Hay que descubrir el vicio, siempre evitando causar extrañeza o suscitar una curiosidad
inoportuna, como lo recuerda el Monitum del Santo Oficio de 1943.
Procurar que el interrogatorio sea PROGRESIVO, según se ha dicho en el núm. 74.
126
Tener un rosario especial debajo de la almohada. Antes de dormirse, rezar una, dos
decenas... Determinar una intención para cada Avemaría.
CAPÍTULO SEGUNDO
LOS JÓVENES
Artículo primero
EL JOVEN
1 N.B.— Hemos dejado de lado lo que se podría llamar la DIRECCIÓN ESPIRITUAL de los niños.
El confesor que está con ellos, sobre todo no debe olvidar que él debe ser el que cuide de sus
almas. Un sacerdote un poco atento no tarda en discernir en un grupo de niños los que son
llamdos a una vida interior más profurnda.
El método de la CRUZADA EUCARÍSTICA, bien comprendido, puede ser para esto un precioso
recurso. La divisa “ora, comulga, sacrifícate para ser apóstol”, le ofrece en la amistad con N.S.,
una poderersa síntesis de vida cristiana. Teniendo en cuenta evidentemente el ambiente en el
cual crece el pequeño bautizado está muy preparado para comprender la belleza de una vida
enteramnte consagrada a Cristo para las almas. La mística de la ofrenda le da gran estima de
sus acciones cotidianas, del trabaj, de las penas, de las alegrías, de los juegos. El espíritu de
sacrificio alimenta su generosidad y la viriliza. La comunión frecuente —siempre que no se
impulse a ella inconsideradamente— desarrolla en él la le de su bautismo, lo purifica, lo
orienta hacia el don apostólico de sí mismo. (Cf. Documentos de la Cruzada Eucarística, 9 rue
Monplaisir, Toulouse).
Por otra parte, un colega nos recomienda vivamente que exijamos de los niños una ESPECIALIZACIÓN DEL
ESFUERZO, como se dice respecto de los adulítos. (Cf. 469-479). Señalemos igualmente “La dirrección espiritual
de los niños”, por el Abate Poppe. Edición: Averbode (Bélgica) Se hallan allí, en el Apéndice, excelentes modelos
de confesión-dirección.
2
Para los adolescentes recomendar: “Tú que te haces hombre”, por Juan el Presbítero, de la Edición
Castermann.
127
A.— Integridad que hay que asegurar.
Trate de obtener que se acuse de una MANERA PERSONAL—no según el formulario de un
examen de conciencia “ómnibus”.
Que él mismo indique la CAUSA de sus PECADOS —y sus CIRCUNSTANCIAS próximas.
B.—Advertencia que hay que dar.
Atraiga su atención sobre 3 puntos principales:
a) LECTURAS (1): ellas tienen un influjo muy grande para el bien y para el mal.
(1) Para más detalles, véase: “El problema de las lecturas” núms. 681-683.
AMISTADES: son un gran medio de FORMACIÓN y de DEFORMACIÓN.
c) RECREACIONES y DISTRACCIONES1: pueden ser la ocasión de placeres turbios, de
encuentros peligrosos.
C.— Consejos que hay que dar.
Insista alternadamente sobre:
a) El SENTIDO de la ORACIÓN. Dar de ella una alta idea, y revelar sus diferentes formas
(Adoración, agradecimiento, etc.)
Explicar el valor de la PENITENCIA y de la EUCARISTÍA. Devoción viril e ilustrada hacia
NUESTRA SEÑORA.
b) LUCHA contra el DEFECTO DOMINANTE.
Estará por lo general en la línea de los siete pecados capitales: inspírese en lo que se dirá
acerca de ellos (Cf. 608).
c) APROVECHAR sus POSIBILIDADES GENEROSAS.
Son numerosas en la edad de la juventud, pero con frecuencia el joven las ignora y usted
debe revelárselas a él mismo.
Infúndale el deseo de llegar a ser un JEFE —con todo lo que ello significa de
responsabilidad, de dominio de sí, de abnegación.
Infúndale una AMBICIÓN CRISTIANA que tienda a desarrollar los talentos recibidos para
el servicio de Dios y de sus hermanos. La humildad hace decir: “Sin Dios no puedo hacer
nada”, pero ella debe ser completada por la audacia cristiana: “Todo lo puedo en Aquél que
me conforta”.
d) OBLIGACIONES FAMILIARES.
Ocupan un lugar muy importante en la vida del joven. Véase lo que se dirá de ellas (Cf.
605).
D.— Penitencia que hay que imponer.
Cuidar de su aspecto MEDICINAL (Cf. 183-184).
Ej.: Si se trata de negligencias en la oración —imponer la oración de la mañana durante
algunos días, una asistencia a la Misa, una visita al Santísimo Sacramento. Si se trata de
corregir un hábito vicioso, véase el núm. 184.
1
Para el problema de los bailes, véase números 674-678; para el problema del teatro y del cine números 679-680.
2
Recomendar: “En la encrucijada de los caminos”, por Juan el Presbítero, de Castermann.
128
El C. deberá ayudar al joven a discernir su vocación —a tener conciencia de sus aptitudes,
de sus inclinaciones.
Una vez reconocida la vocación (religiosa —sacerdotal —matrimonial) —el C. ayudará al
joven a ser fiel a ella CUESTE LO QUE COSTARE.
376.
(Los consejos siguientes están tomados del Mensaje a los Capellanes de la J.E.C., enero de
1947).
1.— Inteligencia (“Intus legere...”).
Psicología antes que nada... No existe “el alma del muchacho...” Hay almas, muchachos,
almas de muchachos... Abrirse a esta complejidad... Cada alma es un mundo de
contradicción... Y si hay que clasificar, ¡qué diversidad a la que debemos estar atentos!... Los
simples, los rectos, los puros, los regulares, los inquietos, los inestables, los tiernos, los
hastiados, los impenetrables, los incomprensibles... Todos los temperamentos, todas las
medidas... Y nosotros frente a ellos.. Que cada muchacho tenga la impresión de que nosotros
le conocemos, de que le comprendemos, de que nadie le conoce como nosotros... Entrar en la
verdad individual de esta alma...
a.— Controlar.
Un carnet. Nombres. Apuntar a los que vemos; con qué compás... ¿Una nonada? Sí. haga
la prueba. Se encontrará con sorpresas...
3.— Invitar.
No temer. Hay también muchachos a los cuales podemos decir: “Juan Pablo hace mucho
tiempo que no te veo”.
4.— Aprovechar las ocasiones.
Una mala situación. Una falta de disciplina. Un duelo. Un fracaso. Una enfermedad. La
gripe del invierno, que nos permite ir a ver a su casa a tal muchacho, llevarle éste o aquel libro
que él nos vendrá a devolver... Los libros: es importante: ellos leen, luego cuentan...
5.— Saber.
Conocer en el mayor grado posible al muchacho: su vida, su familia, sus ocupaciones, sus
gustos. Sus compañeros, su trabajo, sus éxitos escolares, sus sueños de carrera... El muchacho
espera que nosotros le hablemos de él. Un medio infalible para hacer que se disguste de la
Dirección será imponerle el Sermón maestro, “ad omnes”.
6.— Escuchar.
Vuelvo a ver a Jaime. Había venido una tarde; yo estaba apurado, sobrecargado de trabajo
urgente. El se dio cuenta de que yo no tenía tiempo... Me dijo mas tarde que aquella vez se
había retirado con su pena y su secreto...
He aquí que entra Jaime.
—”Señor abate, ¿no le interrumpo?”...
—”No mi pequeño Jaime. Esa es la única expresión que aquí está prohibida...”
Pero entonces no hay que continuar arreglando el escritorio, manipulando el fichero,
abriendo ese sobre, acabando esa carta... Hay que dejar todo. Que Jaime se dé cuenta de que
129
nosotros estamos atentos, de que estamos interesados, de que él es bien venido, de que él es lo
único que cuenta en ese momento, de que disponemos de todo el tiempo... Que advierta sobre
él una atención singular... Olvido de nosotros mismos. Disponibles totalmente...
7.—Amar.
Es ésta también una verdad fundamental. Primero el don de simpatía. El resto vendrá solo...
El apostolado de la sonrisa... La bondad que atrae. El niño que no se siente amado cierra su
corazón... Que nuestros muchachos nos llamen “Padre”... Y seamos eso para ellos. El que les
tienda a cada instante una afección viril y tierna... Que cada uno se sienta amado con un afecto
singular: emplear sólo el nombre... Cae por su propio peso: nada de afecto que se especialice,
que cristalice en los más interesantes, para dejar al resto en la sombra... Siempre habrá una
objeción, sí: algunos dirán sí, y otros no... Pero la objeción no nos toca a nosotros el hacerla:
ofrecer a todos un afecto verdadero, y lo demás confiarlo a la gracia de Dios...
Y entonces devorarán nuestro tiempo, asediarán nuestra puerta. Abusarán. Tanto mejor.
¡Qué alegría ser, con Cristo, portadores de almas...!
Abate CHAPU
Capellán del Liceo de Bourges.
130
Las responsabilidades apostólicas pueden ser asimismo un punto de partida. Encuentros
colectivos en el Círculo de Estudios o en otra parte, pueden ser educativos y conducir a
encuentros personales con el capellán.
131
Insistir en las mortificaciones, en los sacrificios que se derivan de su deber de estado, a
veces tan costoso, y de su acción de militante.
Los medios exteriores de mortificación (Ej.: privarse de un cigarrillo) no valen más que a
título de entrenamiento.
f) UNIÓN CON DIOS.
Al principio, la vida humana de Cristo es la que los atrae.
Más tarde se les revelará el Dios trascendente.
Su plegaria consistirá al comienzo en la ofrenda de su trabajo y de sus esfuerzos.
Algunos podían llegar a hacer la oración separada1 —tranquila, para utilizarla en momentos
imprevistos (Ej.: en un tren suburbano). Más son los que llevan la “vida de oración” pensando
frecuentemente en Cristo durante el día, santificando su trabajo en su aspecto de colaboración
con el Padre creador y de redención con el sacrificio de Cristo.
g) VIDA SACRAMENTAL.
Hacer que descubran las riquezas de la Eucaristía y del Sacrificio de la Misa.
h) LA MADRE DE JESÚS estaba allí.
Hacer que descubran también el valor de la devoción hacia la Santísima Virgen.
Recomendarles algunas prácticas que estén a su alcance. (Algunas “Avemarías” cotidianas;
la comunión en las principales Festividades de la Virgen).
Enseñarles: 1) a ofrecerse a Cristo por medio de María; 2) a fundar su respeto para con las
jóvenes trabajadoras en el culto hacia Nuestra Señora; 3) a confiar a María la eficacia de su
acción apostólica.
381. Nota.— El C. de los jóvenes trabajadores hará bien en leer “La levadura en la masa”, del
abate Godin, a fin de realizar mejor lo que constituye el alma obrera; estudiará también “El
Campo del Padre”, del abate Mazioux, y se esforzará por hacer que lo asimilen sus dirigidos
más preparados.
1
Los militantes de A.C. encontrarán breves y excelentes meditaciones en “Al Servicio del Maestro”, del
Canónigo Quéval —Central de las Obras, 33, boul. de Strasbourg, Arras.— Secretariado de las Obras; 38 boul.
de Strasbourg. Arras.
132
más jóvenes será cuestión casi exclusiva de distracciones, diversiones, trato frecuente con los
demás de veinte años se puede hablar de las dificultades del cultivo, de la modernización del
trabajo, del futuro y de la instalación.
133
El campesino sabe someterse a las duras realidades de las necesidades verdaderas, él ha
aprendido por experiencia que las cosas no se avienen a nuestros caprichos, como nosotros
imaginábamos. (Ritmo impuesto por las estaciones: sol y lluvia: complexión de los animales
que se crían; intemperies; accidentes del ganado, de la cosecha).
Transformar este sentido de la dependencia de las cosas en un abandono filial al Padre que
está en los cielos. (La caída de un cabello, de un gorrión, no escapa a la sabiduría y a la bondad
de Dios). Elevarse hasta el “Fiat”, hasta el “Ecce ancilla Domini” de la Virgen en la
Anunciación.
N.B.— Evitar el escollo de la resignación pasiva. El hombre de campo esta expuesto a caer
en una especie de fatalismo. Pues bien: el cristiano no se resigna más que a lo inevitable. Debe
hacer todo lo que está de su parte para mejorar las condiciones de la vida rural y prevenir sus
accidentes.
c) SANTIFICACIÓN del TRABAJO de la TIERRA.
El campesino es esforzado; está pegado a su trabajo y sabe sacrificarle sus gustos. Pero su
amor a la tierra es con frecuencia demasiado humano. El no ve más que la cuestión productos,
utilidades —sin considerar el valor cristiano del trabajo.
El C., aun simpatizando con las preocupaciones temporales del P., debe enseñarle a:
1. Orar en el trabajo. Pensar en Dios utilizando las ayudas exteriores (cruces del camino,
rosario, campanario, sonido de las campanas; cuando tocan a misa los días de semana, cada
uno en su puesto de trabajo debe unirse al sacrificio de Cristo. El Angelus); haciendo cortas
meditaciones durante el trabajo (un libro de formato pequeño en el bolsillo; se lee un breve
pasaje y se lo “rumia” mientras se trabaja; véase: “Campesino, Dios te habla”, por el Canónigo
Glorieux); repitiendo cantos de sabor cristiano que arrastran al trabajo (cantos de la J.AC.).
Por supuesto que el C. no recomendará estas prácticas de oración todas a la vez y de un
solo golpe.
2.— Orar por medio del trabajo. Ofrecimiento del día al vestirse. Breve oración antes de
comenzar un trabajo más importante y más duro. Obediencia a la voluntad divina. Servicio del
prójimo que exige trabajo de calidad. Imitación de Jesús que trabaja y sufre. El trabajo penoso
y a veces humillante de la granja y de los campos es un ejercicio de penitencia y un instrumento
de salvación de las almas.
d) SERVIDOR de SUS HERMANOS.
El campesino es el que da de comer a los hombres, sus hermanos.
Recordar el sentido de la justicia. Por temor de ser “arrollado”, el campesino tiene una
tendencia a hacer siempre un poco de trampa. Adquirir de nuevo la vieja tradición cristiana
campesina: usar buen peso y buena medida.
Recordar igualmente el sentido de la bondad. El campesino es a veces un poco duro con los
débiles (mujeres, ancianos, adolescentes) y desprecia a los desheredados de la vida
(miserables, desafortunados).
Tratar de que descubran las penas y las dificultades de las familias del lugar para procurarles
remedio. Enseñarles a ser dadivosos y extender su caridad más allá del círculo familiar.
e) Sentido de la VIDA FAMILIAR.
En otros tiempos era muy vivo, pero tiende a perderse en las generaciones jóvenes.
Devolverle su honor.
Respeto de los hijos para con los padres, que ya no les parecen “al día”. Respeto a los
“viejos” (abuelos) a pesar de sus manías y de sus exigencias.
f) Sentido del APOSTOLADO.
134
El campesino es fácilmente individualista.
Hay que tratar de que salgan de su egoísmo y hacerles ver los sufrimientos y las deficiencias
de la gente del campo. El sacerdote lo conseguirá más con los adolescentes, más dispuestos al
don de sí y a la generosidad.
Esto debe ser una competencia de su oficio, un verdadero valor profesional; es una
condición indispensable para su influencia y para su irradiación. Interesarse en los problemas
de la agricultura, en las cuestiones económicas y sociales.
Iniciarse en la acción familiar sindical, cívica. Llegar a ser una personalidad que actúe en
su medio.
C) Ejercicios de piedad.
Inspirarse en lo que se ha dicho a propósito de los Jóvenes Trabajadores (Cf. 380 f-g-h).
135
La impureza es una cobardía; en provecho de una satisfacción egoísta desvía las fuerzas
dadas por Dios para amar a la compañera de mañana y fundar su familia.
El pecado impuro es una bajeza, una villanía: es como si se arrojase estiércol en una fuente
límpida donde otros van a beber.
El Scout es un caballero de la Virgen, toda Ella pureza y transparencia. Su alma debe ser
clara conforme a la imagen de su Dama.
C) EL GUÍA ES VIRIL.
El C. debe reprimir severamente toda manifestación de molicie. Exigir que se levante a la
hora. Desterrar todo “confort” exagerarlo, todo aburguesamiento.
D) El Scout ve en la NATURALEZA la OBRA de DIOS
(artículo 6).
El Papa Pío Xl insistió mucho en este aspecto de la espiritualidad del Scout: “Al admirar
las magnificencias de la creación hay que saber remontarse hasta Dios. No se concibe, mis
queridos hijos, a un scout católico sin este pensamiento que lo ilumine y que lo acompañe”.
E) CRISTO, espléndido COMPAÑERO de RUTA.
Recordarle con frecuencia al P. la imagen de Cristo conduciendo a sus apóstoles por la
Ruta. Él hacía que descansasen al azar de los caminos y de la hospitalidad; les cocinaba
pescado sobre el fuego y velaba con ellos.
Cristo es el modelo del compañero de Ruta; de donde la necesidad, para el guía, de leer el
Evangelio, de meditarlo para buscar en él una línea de vida personal.
F) EL TESTIMONIO que ha y que DAR.
El guía tiene otras ambiciones distintas de su perfección personal.
Tiene el trato de las almas por salvar.
Quiere irradiar a Cristo.
Quiere llevar a todos los hombres sus hermanos, un testimonio de alegría interior, de
humanismo cristiano, de amistad; y los hombres se dirán entonces ¿de donde viene este amor
y esta alegría? Y descubrirán que su fuente es Cristo, e irán al Divino Maestro.
Artículo segundo
LA JOVEN1
1
Para este artrículo le debemos mucho al libro “Joven Sacerdote” (Abate Courtois).
136
Si está permitido que usted las llame por su nombre de bautismo, guárdese de toda
familiaridad. No ponerles ni diminutivos, ni sobrenombres. No las tutee nunca —ni siquiera a
las más jóvenes.
Bajo ningún pretexto acompañe a las jóvenes a pasear, no se mezcle en sus juegos.
En el tren evite estar con ellas en el mismo compartimento. En colonias de vacaciones, en
jornadas de Estudios, en ejercicios..., tomar la comida aparte en una sala distinta.
B.— Ejerza una DIRECCIÓN EQUILIBRADA, TRANQUILA pero FIRME.
Conviene así a la inestabilidad femenina. consecuencia de su sensibilidad y de las
variaciones de su estado de salud. Comprenda sus dificultades. Téngalas en cuenta, pero no
sea esclavo de ellas.
Continúe haciéndolas subir desasiéndolas de su “yo”, de sus pequeños caprichos y de sus
pequeñas miserias.
C.— NO HABLE DE USTED.
No se ponga usted delante... de lo contrario los progresos corren el peligro de ser hechos
más por merecer su aprobación que por agradar a N.S.
CAPÍTULO TERCERO
LOS ADULTOS
1
Para las adolescentes recomendar: “Tú que ya eres mujer”, por Fabián Van Roy.
137
Estudiaremos sucesivamente: 1º) Los hombres; 2º) las mujeres; 3º) Las personas de edad.
Artículo primero
LOS HOMBRES
138
Aun respetando al P., puede ser con él más familiar, más cordial que con las mujeres. Más
fácilmente puede mostrarle que comprende su estado de alma, sus dificultades interiores (Ej.:
tentación contra la pureza; problemas del hogar. de la vida profesional).
1
En el curso de una magnífica conferencia dada en el Congreso de la Unión de las Obras (1948), el relator,
secretario general de la A.C.I., hacía esta petición: que los C. nos pongan siempre delante de nuestros ojos
VERDADEROS PROBLEMAS” (Familiares, etc.).
139
FACILITE la confesión de los hombres y trate de evitarles una espera insoportable. Algunas
veces podrá fijarles horas en las cuales ellos tuvieran prioridad.
Artículo segundo
LAS MUJERES
1
En la exhortación al clero, del 23 de noviembre de 1950, S.S. Pío XII declara: “En la dirección de las
asociaciones femeninas evitad toda familiaridad: si es necesario que prestéis vuestra colaboración, hacedlo como
ministros sagrados. Y que en la dirección de estas asociaciones vuestra participación se limite a lo que exige
vuestro ministerio sacerdotal”.
140
b) De su NECESIDAD DE AFECTO. Por lo general, son atraídas por el sacerdote: es un
hombre y no está casado. Él representa un valor intelectual y social que halaga su vanidad; su
vocación revela un corazón grande y generoso.
Algunas neuróticas pueden tratar de provocar un afecto demasiado humano; el sacerdote
debe dar prueba de una vigilancia extrema. Tratará de hacerles comprender que tienen que
buscar la satisfacción de sus aspiraciones en un amor más grande hacia Cristo o en una legítima
unión conyugal.
c) De su ACTITUD INCORRECTA. Algunas mujeres buscan sin rodeos un afecto culpable.
Quieren tomarse ciertas libertades a las que tal vez el sacerdote abrió la puerta con sus propias
imprudencias. La conducta que hay que observar es clara: dejar de oírlas en confesión, porque
ya no se puede hacerles ningún bien.
399. Nota.— 'Todo lo que se acaba de decir podría parecer duro para el mundo femenino.
Tenga el lector la amabilidad de corregir esta molesta impresión volviendo a leer la
advertencia previa del n. 395, y acabando la lectura del artículo todo entero hasta el núm. 404.
141
Bajo pretexto de que el ministerio con mujeres e peligroso y está expuesto a molestias —o
como consecuencia de una misoginia innata que han acentuado experiencias decepcionantes—
algunos sacerdotes no hacen caso suficiente da confesión de las mujeres.
Sin embargo, ellas tienen una marcada inclinación hacia la vida espiritual; su espíritu de
abnegación y de sacrificio las hace capaces de un amor generoso para con N.S.J.C.
En fin, la esposa y la madre ejercen frecuentemente una influencia decisiva sobre la vida
religiosa del marido y del hijo.
Con la condición de que conserve una intención pura y sobrenatural —el sacerdote puede
conceder un esmero particular a la confesión y a la dirección del sexo femenino.
1
Todo confesor debería haber leído el artículo tan fino y tan matizado de “P. Spirituelle” del 15 de
142
A.— Integridad que hay que asegurar.— En general —sus acusaciones son bastante
cuidadosas.
Pero ellas, sobre todo las jóvenes, están sujetas a la falsa vergüenza. Por consiguiente, están
expuestas a hacer confesiones sacrílegas. Téngalo en cuenta (Cf. 335 a 337).
También corren el peligro de perderse en los detalles y de confesar los pecados de “los
otros”.
B.— Consejos que hay que dar.
a) Orientación general (según P. Desurmont).
Partir de su CORAZÓN y de su CORAZÓN CRISTIANO.
Es éste en ellas, el principal móvil de la vida moral. Muéstreles en Dios la bondad y el
amor: en J.C. al Dios hecho hombre y lleno de caridad; en la Santísima Virgen a la Madre por
excelencia: en el prójimo a otro J.C.; en la virtud, el gusto del Creador y del Salvador..., etc.
Pero ir del CORAZÓN a la CABEZA.
Trate de fijar en su espíritu las ideas que corresponden a sus sentimientos del corazón. Por
ej. hay que odiar el pecado porque él ha atormentado a J.C.: hay que amar al prójimo porque
es J.C. etc...
Hay que trabajar en VIRILIZARLAS.
Enseñarles a dominar el sentimiento por medio de la razón —a dar a la voluntad el imperio
que le corresponde.
Repetirles sin cesar: “No dé oídos a sus impresiones —domine el sentimiento —desconfíe
de sus imaginaciones —ejercítese en reflexionar, en querer, en gobernarse a sí misma”.
Cuando una mujer logra unir las virtudes morales propias de su sexo a las cualidades
propias del hombre —entonces es verdaderamente la MUJER FUERTE, cuyo celo pastoral
constituye el más grande suceso. Entonces se convierte, con el sacerdote, en la salvación y el
tesoro de la sociedad enferma.
b) Consejos particulares.
1.— Inculcar una PIEDAD SÓLIDA... hacia el Sagrado Corazón, hacia Nuestra Señora... al
amparo de las fluctuaciones del sentimiento. Desde este punto de vista se les puede exigir más
que a los hombres.
2.— Lucha contra los DEFECTOS (Cf. Pecados Capitales, 608). Defectos más propios de
su sexo: espíritu superficial y frívolo. Habladurías. Inconstancia. Murmuración.
3.— Adquisición de las VIRTUDES SÓLIDAS (Paciencia, conformidad con la voluntad de
Dios).
4.— OLVIDO de SÍ y ABNEGACIÓN. Con la gracia de Dios ellas pueden sobresalir en esto.
5.— DEBERES FAMILIARES (Esposa y Madre, Cf. 597-604).
C.— Penitencia que hay que imponer.
Son capaces de penitencias serias que sean vindicativas y medicinales (Ef. 179 a 184).
Evitar toda prescripción que sea un poco rara que podría extrañar, si no escandalizar, si
llegara a ser conocida.
Artículo tercero.
LAS PERSONAS DE EDAD
143
A.— De RESPETO.— Demos este testimonio, en un mundo que ya no tiene veneración por
los ancianos: “Seniorem ne increpaveris”. I Tim V, I.
B.— Mucha PACIENCIA.— Las personas de edad tienen muy frecuentemente oídos duros:
se lamentan interminablemente d e las mismas miserias: son torpes en la manera de confesarse.
CAPÍTULO CUARTO
ENFERMOS Y MORIBUNDOS.
Estudiaremos: 1º) Los enfermos en peligro; 2º) en sus últimos momentos; 3º) los
moribundos sin conocimiento.
Artículo primero
LOS ENFERMOS EN GENERAL1
1º) Generalidades; 2°) El problema de los sacramentos; 3º) Casos particulares.
I. GENERALIDADES.
1 Desde el punto dn vista pastoral, el sacerdote debe visitar aun a los enfermos que no están
en peligro: puede hacer bien a sus almas. Por otra parte, si el sacerdote hace habitualmente
visitas a las personas que siemplemente sufren, el enfermo no se espantará al ver llegar al
“cura'': y por lo tanto no creerá que está... a la muerte.
En lo que respecta al ministerio con los Entermos, recomendamos vivamnte la lectura del capítulo II del
opúsculo, tan interesante por otra parte, “Caridad Pastoral”, por el M.R.P. Andrés Monnier, Sup. general de los
Hijos de la Caridad.
144
No se detenga a considerar el peligro eventual de contagio; sin embargo, tome ciertas
medidas de precaución (Por ej.: no se exponga directamente a la respiración del enfermo; al
volver de ciertas visitas, desinféctese las manos, la boca y, si es necesario, las ropas).
B.— De orden MORAL.
Aquí, más que en ningún otro lugar, esté en guardia desde dos puntos de vista:
—peligro personal;
—escándalo de los fieles.
En cuanto sea posible, no haga visitas después del anochecer.
No permanezca demasiado tiempo, sobre todo cuando se trata de personas jóvenes. No se
siente sobre sus lechos. No les tome el pulso. No cierre nunca completamente la puerta, ni
siquiera durante la confesión.
145
Atienda al CARÁCTER SACERDOTAL de esta primera visita.— Podrá llegar rezando su
rosario y colocarle en un ángulo de la mesa: este gesto religioso será advertido por el enfermo.
Infórmese acerca de su estado de salud. Sea compasivo. Déjele hablar a su gusto: esto le
aliviará. Y además usted verá mejor con quién tiene que tratar,
Aprovéchese de tal o cual respuesta para atraer su atención sobre la protección divina.
“Usted está muy bien cuidado por un buen médico; tenga confianza en sus remedios. Pero,
créame..., pídale al Buen Dios que ponga la mano en todo esto''.
Hable igualmente de la bondad y de la misericordia de nuestro Padre de los cielos, del amor
de Cristo por los pecadores.
Al retirarse podrá darle su bendición.
Después se pondrá usted de rodillas para rezar un Avemaría; como se trata de la primera
visita, rezará usted sólo el Avemaría, sin mirar al enfermo.
Al fin de las visitas ulteriores podrá usted decir: “Vamos a hacer juntos su pequeña
oración... como de costumbre”, y el enfermo recitará su Avemaría con usted.
146
El C.: “Le pido que reflexione mucho mientras es tiempo aún. Ahora es el momento de la
misericordia para usted; N.S. no tiene otro deseo más grande que el de perdonarle. Sólo le pide
a usted un poco de buena voluntad!... Después, cuando esté usted del otro lado será demasiado
tarde... será la hora de sólo la justicia.”
“Si usted rechazara hasta el fin un Amor que quiere perdonarle, ese Amor non podría sino
abandonarle a usted mismo y a los castigos eternos.”
Sin embargo, no termine la conversación con esta señal de amenaza —-concluya volviendo
a tomar el tema de la Misericordia.
1
Aquí, más aún que de ordinario, preocúpese ante todo del bien espiritual del mismo P.; tenga cuidado de
que no se convierta en un “P. de mala fe” en el momento en que tal vez va a comparecer delante de Dios.
147
obligaciones Reparación (Escándalo);
serían Reconciliación .
Indique los —motivos—; y los —medios— de cumplir esta obligación. (Carta, testamento,
declaración delante de dos testigos.)
Algunas veces podrá hacer usted alusión a los DEBERES de CARIDAD para con los padres,
sirvientes, enfermeros..., más raramente a las buenas obras (jamás en su propio provecho).
D. Consejos que hay que dar.
Recomiende brevemente:
a) PACIENCIA y ABANDONO.
b) Breves INVOCACIONES.
c) Miradas hacia el CRUCIFIJO o hacia una imagen santa.
Podrá recordar el ejemplo de los que han sufrido mucho (N.S. en la cruz, N. Señora de los
Siete Dolores; Santa Teresa y su sonrisa, etcétera).
E.— Penitencia que hay que imponer.
Por lo general, ha de ser LEVE. A veces se limitará a un Avemaría, a una invocación al
Sagrado Corazón, a una señal de la cruz, etc...
Dígale también que usted incluye en su penitencia todos sus SUFRIMIENTOS
generosamente aceptados.
F.— Absolución que hay que dar.
Antes de dar la absolución, más que nunca, dirá:
“¿Tiene tal vez algo que le inquieta?” A menos que haya indisposiciones manifiestas, dé
siempre la absolución, por lo menos bajo condición: “si es capax”.
Para la absolución de los pecados reservados véase 550.
Nota.— NO FATIGUE al enfermo con exhortaciones demasiado largas. Dése cuenta de su
debilidad, de su capacidad de atención... y obre en consecuencia.
148
2.— Aceptación de los sufrimientos y de la muerte como expiación de los pecados.
E.— Si es posible, obtener el SACRIFICIO —EXPLÍCITO— de la VIDA.
Es éste uno de los actos más meritorios que puede hacer el que va a comparecer delante de
Dios; así se identifica con Cristo que muere en el calvario.
A veces podrá hacérselo usted más fácil precisando la intención. Por ej.: A una joven madre,
sacrificio por intención de sus hijos.
417. Situación del P.— 2º CASO.— Y los que le rodean no quieren dejar al enfermo
COMPLETAMENTE SOLO.
A.— INTEGRIDAD QUE HAY QUE ASEGURAR.— Conténtese con una acusación general:
“¿Pide usted perdón de todos los pecados que ha podido cometer contra Dios —contra usted
mismo —contra el prójimo?...” Exija un sí — o una inclinación de cabeza.
149
B.— CONTRICIÓN QUE HAY QUE EXCITAR.— Brevemente, como de ordinario (Cf.
144-145). Pida un gesto de contrición: “¿Quiere golpearse el pecho?”
C.— PENITENCIA QUE HAY QUE IMPONER.— Diga conmigo: “Jesús mío,
misericordia”.
D.— ABSOLUCIÓN QUE HAY QUE DAR. Darla por lo menos bajo condición.
418. Situación del P.— 3er. CASO.— Y los que están a su alrededor no quieren DEJARLE
ENTRAR a USTED.
Lo ensayará usted con el apoyo de un intermediario.. y de muchas oraciones... para que sea
usted recibido, al menos como amigo —o hasta a título de simple visita de cortesía.
Si usted sabe que el enfermo le desea ver a usted, o que por lo menos no se opone a su
visita, sea usted hábil. Ya junto a la puerta podrá decir al que le cierra la entrada. . “Veamos...
usted esta conforme en todo lo que respecta a la libertad de conciencia... Yo estoy seguro de
que el enfermo recibirá mi visita, al menos por cortesía... Entonces, usted no puede oponerse
a ello.
Si usted no ha logrado penetrar en la habitación, podrá a veces hablarle en voz alta a través
de la puerta o de la ventana. Le recordará sumariamente las cuatro verdades necesarias con
necesidad de medio (Cf. 344). Excítele rápidamente a la contrición y déle la absolución bajo
condición: “si es capax”.
420. Situación del P.— 5º CASO.— Y el enfermo pertenece a una religión NO CRISTIANA
(judío, mahometano, etc.).
1
Por ej.: oprimiendo un paño mojado sobre la frente y pronunciando las palabras en voz muy baja.
150
A.— SILENCIO QUE HAY QUE GUARDAR (Como en el número precedente A).
B.— CONTRICIÓN QUE HAY QUE EXCITAR.
a) Recuerde la EXISTENCIA de DIOS PADRE —y las SANCIONES del más allá.
b) Haga valer los motivos de contrición perfecta que puedan ser comprendidos por el
enfermo: por ej.: ofensa de un Dios padre e infinitamente bueno (Cf. 145).
N.B.— NO hay que administrar NINGÚN SACRAMENTO —si el enfermo no tiene ningún
deseo del bautismo.
Artículo segundo.
LOS ENFERMOS EN SUS ÚLTIMOS MOMENTOS
En cuanto El ministerio lo permite —el sacerdote trata de asistir al enfermo en sus últimos
momentos.
151
C.— Susurrar al oído algunas INVOCACIONES: “Señor, pongo mi alma en tus manos...
Santa María, ruega por mí... en la hora de la muerte”.
Artículo tercero.
MORIBUNDO SIN CONOCIMIENTO
I.— CATÓLICO
425. 1º) (Para uno que NO PRACTICA). Recordarle las cuatro verdades necesarias con
necesidad de medio.
El C.: “Aquí junto a usted hay un sacerdote... Sabe usted que hay tres personas en Dios: el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. —que J.C. es el Hijo de Dios hecho hombre —que murió
en la cruz para redimirnos de nuestros pecados —para salvarnos del infierno y para abrirnos
al cielo”.
1
Para las recomendaciones sugeridas en C-D-E tener en cuenta las circunstancias y el grado de vida cristiarna
de los que rodean al difunto.
152
D.— ABSOLUCIÓN QUE HAY QUE DAR.— El C.: “Usted ha hecho todo lo que ha
podido... esté muy tranquilo... el Buen Dios le va a perdonar... voy a poder darle la absolución.”
Y le dará la absolución bajo condición: “si es capax”.
429.
1.— Recordar las cuatro VERDADES (CF. 425).
2.— INTEGRIDAD QUE HAY QUE ASEGURAR —Y CONTRICIÓN QUE HAY QUE
EXCITAR (Cf. 426 A-B).
3.— ADMINISTRACIÓN DE LOS SACRAMENTOS:
BAUTISMO bajo condición;
Si es posible ABSOLUCIÓN bajo condición;
EXTREMAUNCIÓN bajo condición.
III.— NO BAUTIZADO
430.
1.— Recordar las cuatro verdades (Cf. 425).
2.— Si existe aunque sea una MENOR PROBABILIDAD de que el moribundo haya tenido
el deseo, por lo menos implícito1, del bautismo —administrárselo bajo condición y “remoto
scandalo” (Cf. la nota del núm. 419)
IV.— DESCONOCIDO
431.
Si usted tiene tiempo y medios para ello, procure obtener algunas informaciones sobre sus
disposiciones respecto de la religión.
1°) (PRIMER CASO).— El moribundo es con —certeza— NO-Bautizado.
Obre como en III (núm. 430).
2. (2º CASO).— El moribundo es —probablemente— un Bautizado.
Obre como en II (núm. 429).
1
Algunos teólogos, como por ejemplo VERMEERSCH, entienden este deseo implícito en un sentido tan
amplio, que, según ellos, todo moribundo sin conocimiento puede ser bautizado bajo condición, remoto scandalo.
153
Se puede y se debe administrar los sacramentos de la Penitencia, de la Extremaunción y, si
el caso se presenta, del Bautismo algún tiempo después de lo que generalmente se llama:
muerte aparente.
1º) En caso de MUERTE SÚBITA: después de dos a tres horas —y hasta más allá, hasta la
apariencia de un signo cierto de muerte real.
2º) En los OTROS CASOS: hasta dos o tres horas como máximo1 .
CAPÍTULO QUINTO
LAS PSICONEUROSIS
Entre las diferentes especies de nerviosos, la histeria merece una especial atención: será
estudiada aparte (Artículo II).
Artículo primero.
LAS PSICONEUROSIS
(DISTINTAS DE LA HISTERIA)
I.— GENERALIDADES
1
Véase la teoría médica sobre la MUERTE APARENTE en “El Amigo del Clero”, 1933, p. 729 y siguientes.
154
A. Su extensión.— Toda la actividad psicológica del enfermo está influenciada por su
estado mórbido: una parte más o menos importante de sus acciones u omisiones puede ser
considerada como la de un apersona normal.
B. Su culpabilidad.
Las IDEAS ATORMENTADORAS tienden a ocupar todo el campo de la conciencia; el
enfermo no puede pensar, sino con mucha dificultad, en otra cosa, en particular en el aspecto
moral de sus acciones.
Las PROPENSIONES más o menos IRRESISTIBLES disminuyen más o menos la
responsabilidad y a veces la suprimen totalmente.
EJEMPLOS: Uno que está obsesionado por el incendio no piensa más que en el gozo de ver
hermosas llamas y apenas reflexiona en el daño causado ni en el pecado. Un neurasténico
considera el suicidio como la única solución a los problemas de su vida: las consideraciones
morales apenas sí se presentan a su espíritu. Un hipocondríaco que toma un simple dolor de
cabeza por un principio de encefalitis, omitirá la Misa del domingo, sin preguntarse siquiera
si debe ir a ella, o no.
155
propensión irresistible será muy difícil de discernir. El peligro de una ilusión es aquí muy
grande.
Sin embargo, puede suceder que, con lucha previa o sin ella, las tendencias del instinto
triunfen de todos los motivos razonables. Se podrá presumir que es así cuando se comprueba
la presencia simultánea de todos los signos B, C, E, examinados más arriba1.
1
Véase también el número 638-bis.
156
En general sería imprudente decir al P. que tales actos cometidos en su situación no son
pecados mortales, y menos aún que no son pecados en absoluto.
En efecto: Con mucha frecuencia el C. no puede afirmarlo con certeza. Y además eso sería
inducir al P. a que no se entregue más al mal para luchar contra sus malas inclinaciones.
Desesperado por no poder resistir, el P. se creería todo permitido.
Por lo tanto, en general:
HAY QUE GUARDAR SILENCIO1 .
Sin embargo, si el P. exagerase demasiado su culpabilidad y corriese el peligro de
desesperarse, el C. podría decirle que Dios aprecia sus esfuerzos y mide exactamente su
responsabilidad.
b) En cuanto a la distinción entre IDEA ATORMENTADORA y PECADO.
Con frecuencia la sola presencia de las obsesiones le parece ya al P. un pecado, aun cuando
resista con indignación.
El P. confunde entre sentir y consentir. Aquí hay mucho interés en ilustrar. Por
consiguiente:
“HAY QUE HACER LA ADVERTENCIA.”
C.— Remedios que hay que prescribir.
a) Prohibir todo examen de conciencia PROLONGADO.
b) ANIMAR mucho al P.
Devuélvale la confianza. Alabe sus esfuerzos por desembarazarse del pecado.
c) Prescribir reglas de HIGIENE física y moral.
El P. hará un trabajo TRANQUILO que le produzca distracción.
Se habituará a hacer ACTOS DE VOLUNTAD progresivos; evitará el mostrarse susceptible
en sus relaciones con los demás.
D.— Penitencia que hay que imponer.
Oración breve y fácil que incline a la CONFIANZA.
E.— Absolución que hay que dar.
En general absolver con mas FACILIDAD. Con los OCASIONARIOS ser más severo.
Artículo segundo
LOS HISTÉRICOS
I.— GENERALIDADES
440. 1º) Advertencia previa.— Los histéricos deben ser considerados aparte. Mientras los
otros anormales son casi siempre dignos de compasión, los histéricos son PELIGROSOS, sobre
todo para el sacerdote joven y poco experimentado.
Además, fuera de los histéricos propiamente dichos, se encuentra uno un poco por todas
partes con mujeres que llevan una cierta vida de piedad exterior y que son, sin embargo, MÁS
O MENOS NEURÓTICAS. Respecto de ellas el sacerdote debe comportarse casi del mismo
modo que con las verdaderamente histéricas.
1
Cuando un P. cree MATERIA GRAVE lo que no lo es, siempre hay que advertir, de lo contrario cometería
pecados FORMALMENTE MORTALES. En cambio, aunqu el P. continúe estando en el error en lo referente a
la perfección de su consentimiento eso no modifica para nada su culpabilidad real.
157
441. 2º) Signos característicos de la histeria.
A.— NECESIDAD ANORMAL DE HACERSE VALER.— El fondo psicológico que inspira
todas las manifestaciones histéricas parece ser el atraer la atención1.
B.— PERTURBACIONES DE LA SENSIBILIDAD que aveces llegan hasta la verdadera
crisis nerviosa.
C.— IMAGINACIÓN SOBREEXCITADA. Está continuamente en actividad. El histérico
toma sus sueños de vigilia por realidades vividas. De donde la necesidad de charlar, de
calumniar, de mentir.
N.B.— Esta tendencia a la mentira alcanza a veces al dominio de lo SEXUAL. El histérico
verá en una expresión de cortesía una solicitación “ad turpia”. De aquí la necesidad para el C.
de estar especialmente alerta.
1
Es un error considerar esta anomalía como una enfermedad sexual. Sin embargo ella oculta muchas veces
bajo las apariencias de una vida de piedad y de dedicación al sacerdote, un impulso sexual que los enfermos no
se confiesan a sí mismos y que oculltan háblimente a los demás.
158
e) ABSOLUCIÓN QUE HAY QUE DAR, véase n. 439-E.
CAPÍTULO SEXTO
ENFERMEDADES DIVERSAS
I.— LOS DÉBILES DE ESPÍRITU
446. Situación del P.— 1º) 1er. CASO.— Comprueba usted la sordera del P.:
Antes de la confesión o muy al principio.
No tiene por qué temer violar el secreto sacramental. Por lo tanto:
Salga del confesonario y ruegue al P. —o que vaya a la sacristía —o que vuelva a confesarse
en un momento en que no haya nadie en la iglesia.
447. Situación del P.— 2º) 2º CASO.— Comprueba usted la sordera del P.:
Durante el transcurso de la confesión.
Y hay gente junto a su confesonario.
Imposible interrumpir la confesión comenzada y rogar al P. que vaya a la sacristía: ¡dejaría
usted suponer que el P. ha cometido pecados mortales y que tiene necesidad de ser interrogado!
A.— INTEGRIDAD QUE HAY QUE ASEGURAR.— No puede usted hacer precisar las
acusaciones sin hablar en voz alta y sin correr el riesgo de violar el secreto sacramental.
Conténtese, pues, con las acusaciones del P.
B.— CONTRICIÓN QUE HAY QUE EXCITAR.— Toda exhortación es, por lo general,
imposible.
159
C.— PENITENCIA QUE HAY QUE DAR. Hacerla conocer por signos: mostrando una
decena del rosario... o los cinco dedos de la mano. Si no puede hacerse comprender sin que se
oiga la penitencia dada, dé una penitencia muy leve1.
III.— P. MUDO
448. En nuestros días la mayor parte de los mudos están suficientemente instruidos como para
poder confesarse oralmente. (Confesión en la Sacristía).
En caso contrario ACONSÉJELE que se confiese por escrito, sin obligarle a ello
estrictamente: se trata aquí de un procedimiento extraordinario. Tenga cuidado de hacer
desaparecer inmediatamente la confesión escrita —si es posible, quemándola.
A veces deberá usted contentarse con un simple gesto de confesión y de contrición como,
por ejemplo: golpearse el pecho.
CAPÍTULO SÉPTIMO
PENITENTE DE LENGUA EXTRANJERA
Aunque el P. pueda recurrir a un intérprete, no está obligado a hacerlo: se trata aquí de un
procedimiento extraordinario.
1
Al oír que da usted una penitencia grave, concluirán que el P. ha cometido pecados graves: En consecuencia,
violación del secreto sacramental.
160
N.B.— Utilice con PRUDENCIA el cuestionario indicado, teniendo en cuenta la categoría
del P. con el cual está usted tratando; algunas preguntas no convienen a todos.
2º) Procedimiento ORDINARIO DE CONFESIÓN.
451. Situación del P.— Un P. viene usted para confesarse en una lengua que es para usted
—enteramente— desconocida.
CUESTIÓN QUE HAY QUE PLANTEARSE.
¿Hay algún C. capaz de comprender al P. —y al que pueda hallar fácilmente?
A. 1er. CASO.— Y el C. idóneo puede ser hallado fácilmente.
Hará usted todo lo posible por indicárselo al P. Si no lo consigue, proceda como en el
número 452.
B. 2º CASO.—Y no hay posibilidad de encontrar un C. idóneo.
(Véase el número siguiente).
452. Situación del P.— Un P. se llega a usted para confesarse en una lengua que es para
usted —enteramente— desconocida.
Usted no puede remitir el P. a otro C. que pueda comprenderle.
CUESTIÓN QUE HAY QUE PLANTEARSE.
¿Hay urgencia en que el P. reciba la absolución?
1º) (1ª hipótesis).— Y hay urgencia en que el P. reciba la absolución. (Peligro de muerte;
está en estado de pecado mortal y debería esperar más de un día para confesarse en su lengua).
a) ACUSACIÓN Y CONTRICIÓN.— Conténtese con un gesto del P. (arrodillarse; golpearse
el pecho) que signifique la confesión y la contrición exteriores1.
b) PENITENCIA QUE HAY QUE IMPONER.— Muéstrele algunas cuentas del rosario o
también los cinco dedos de su mano.
c) ABSOLUCIÓN QUE HAY QUE DAR. Déle la absolución.
2º) (2ª hipótesis).— Y no hay urgencia.
No debe oír al P. en confesión. en confesión.
453. Nota.— Muchas veces no podrá saber si el P. se encuentra, o no, en caso de urgencia; en
la duda dé la absolución.
454. Situación del P.— El P. se confiesa en una lengua que usted conoce.
SUFICIENTEMENTE.
Pero usted no comprende todos los pecados acusados.
Pida al P. que se acuse solamente de sus pecados MORTALES, expresándose —
CLARAMENTE —y LENTAMENTE.
Si, a pesar de eso, no logra usted comprender al P., procederá usted como en los núms.
451-452.
Como usted conoce la lengua del P., le será más fácil indicarle un C. idóneo, o darse cuenta
de si hay urgencia en que el P. reciba la absolución.
1
En este caso, basta esto para la integridad formal (Cf. 62-B).
161
CAPÍTULO OCTAVO
PRISIONEROS
I.— GENERALIDADES1
457. A.— Integridad que hay que asegurar. En general, no se deje llevar de una
CONFIANZA CIEGA. Los criminales continúan, aun en confesión dando pruebas de la misma
doblez que durante el transcurso de la instrucción judicial.
Por regla general. para evitar el DEFECTO de SINCERIDAD:
a) NO CONFESAR a ningún prisionero antes de que se haya terminado la instrucción
judicial.
Hasta entonces el prisionero apenas está en estado de hacer una confesión verdaderamente
sincera y arrepentida.
b) Insistir en el SECRETO de la CONFESIÓN.
Volver muchas veces sobre él en el transcurso de las diferentes confesiones.
El C: “Yo no haré jamás la menor alusión a todo lo que usted haya podido decirme o no
decirme, no hablaré jamás de ello a nadie; y mucho menos a sus guardianes, a sus abogados,
a sus jueces. De modo que su confesión no puede ni perjudicarle, ni servirle de nada.
“Se trata sólo de que arregle sus cuentas con Dios. Puede conseguir usted engañar a los
jueces de la tierra, pero no a Dios, que ha visto todo lo que ha hecho. Y además, si usted
1
En 1948 se celobró un congreso de capellanes de cárceles. El lector que haya asisttido a él tenga a bien leer
el Prólogo de esta obra y haga el favor de escribir al autor, en vista de una próxima edición.
162
confiesa aquí todo el mal que ha hecho, lejos de castigarlo, yo lo perdonaré en nombre de Dios.
Y usted volverá a encontrar la paz del alma y de la conciencia... ¡Vamos! Sea muy sincero y
no tema nada”.
c) Exhorte a una CONFESIÓN GENERAL.
Al preparar al prisionero para la confesión, hablarle de los beneficios de una confesión
general; con frecuencia ella será útil, si no necesaria (Cf. 331-332). Por otra parte, ¿no es,
acaso, más fácil hacerla con un capellán de prisión?
d) Ver si el prisionero no es un IGNORANTE.
Al hablar con el prisionero, al interrogarlo prudentemente. usted se da cuenta de sus
conocimientos religiosos. Si trata usted con un ignorante, obre como se ha dicho en los
números 344-347.
B. Advertencia que hay que hacer o silencio que hay que guardar.— a) PRINCIPIOS
JURÍDICOS. 1.— En materia criminal todo acusado puede defenderse negando su crimen o su
falta.
2.— En materia civil, toda afirmación, formalmente contraria a la verdad, es una mentira
que con frecuencia puede ser injusticia.
3.— Si está amenazado el bien común, el acusado está obligado a denunciar a sus
cómplices.
b) ¿HAY QUE HACER ADVERTENCIA?
¿En qué grado debe advertir usted al prisionero acerca de estos principios jurídicos o, por
el contrario, guardar silencio sobre ellos?
Vuelva a leer atentamente todo lo que se ha dicho en general en el Libro II. (Signos de
ignorancia invencible, 121-2º: conducta del C. 123 y siguientes).
C. Contrición que hay que excitar.— a) Motivos de ORDEN GENERAL (Cf. 144-145).
b) Motivos PARTICULARES relacionados con el crimen o delito que el P. habrá confesado.
D. Obligación que hay que imponer.— Preste atención a los deberes eventuales de
restitución, reparación, reconciliación, etc.
E. Remedios que hay que prescribir.— Dé los consejos apropiados a la:
a) TENTACIÓN de ODIO o de venganza respecto de los enemigos supuestos o reales:
denunciantes, acusadores, procuradores, jueces, etcétera. (Cf. 710-713).
b) TENTACIÓN de IMPUREZA. Tales tentaciones son favorecidas por el aislamiento y la
ociosidad (Cf. 482).
c) LECTURA.— Tenga usted una selección de libros interesantes y formativos que podrá
prestar al prisionero con el permiso de la Dirección.
F. Penitencia que se ha de imponer:
a) ORACIONES durante un cierto número de días.
b) ACEPTACIÓN GENEROSA de los sufrimientos del encarcelamiento, del castigo que hay
que padecer.
163
No lo crea usted CON DEMASIADA FACILIDAD. Sin embargo no lo contradiga de un modo
brusco. Exhórtelo a la paciencia y a la resignación.
Situación del P.— B) (2º CASO). El prisionero le pide que intervenga usted ante el juez
o ante la administración, que sirva de intermediario en el envío o recepción de cartas, de
regalos.
Exprese su PENA por no poder acceder a su petición. Dígale que no tiene usted derecho
para ocuparse más que de lo que concierne a su ALMA.
CAPÍTULO NOVENO
LOS CONDENADOS A MUERTE
I.— LOS DÍAS QUE PRECEDEN A LA EJECUCIÓN
II.— LA EJECUCIÓN
164
b) REZAR con el condenado.
c) NO ABANDONAR al condenado y evitar irritarlo.
d) VIÁTICO e INDULGENCIA PLENARIA para la hora de la muerte.
165
TERCERA PARTE
1
Se trata de dar al P. el “SENTIDO DE DIOS”, coma lo recordaba magnífiicamente el Cardenal Suhard en su
prescripción de cuaresma de 1946.
166
Esta esperanza será —TEMEROSA— a causa del fomes del pecado que permanece en
nosotros, de la malicia de nuestros enemigos, de la justicia de Dios que mide la gracia que se
da y los pecados que se perdonan, en fin, a causa de los castigos eternos.
En resumen:
Temerlo todo del pecado.
Esperarlo todo de Dios
c) CARIDAD.
Ella hace que queramos para aquellos a quienes amamos, , primeramente el bien divino; en
segundo lugar, los bienes inferiores.
Su objeto primario es la Familia Divina (las tres personas de la Santísima Trinidad, la
Virgen y los Santos), y su objeto secundario es la Familia humana (aquí abajo y en el más
allá).
1.— Haga usted que el P. desee la caridad, haciéndole comprender que ella es el bien de
los bienes.
2.— Hágasela pedir, porque es un don de Dios.
3.—Hágasela descubrir por medio de la meditación de sus motivos, de sus beneficios.
4.— Hágale practicar sus actos interiores, amor de complacencia, de condolencia, de
benevolencia.
Recuerde con frecuencia al P. que la caridad es un AMOR DE VOLUNTAD y no de
sentimiento; unas veces el sentimiento le es favorable, otras le es contrario. Lo único que
interesa es el don de su voluntad a Dios: “Hacer lo que Dios quiere y querer lo que Él hace:
¡ésta es la verdadera caridad!”
Hacer todas las cosas tres veces bien:
1.— En cuanto a la elección.
2.— En cuanto a la intención.
1.— En cuanto a la ejecución.
NOTA.— Si usted quiere, y claro está que lo quiere, llevar al P. a una vida teológica intensa,
lea y relea las magníficas páginas del P. Desurmont (Caridad sacerdotal. Tomo I, cap. IV)
C.— Esta vida de amistad va al Padre en Cristo, con María.
La piedad contemporánea concede un amplio sitio al Padre, que está en los cielos; ella
encuentra su alimento, ya sea en las meditaciones teológicas de Dom Marmión y de Mons.
Guerry (hacia el Padre), ya sea en los llamados a la Infancia Espiritual de Santa Teresita del
Niño Jesús.
La devoción terminal al Padre supone la vida de unión con el Divino Mediador, con el
Cristo total, Cabeza y Cuerpo Místico.
Muchas almas comprenden que el Sagrado Corazón es la “síntesis del cristianismo” y una
invitación apremiante a la vida de amistad “amari et amare” con N.S.J.C.
Según el P. Philippe (Suplemento de la Vida Espiritual del 15 de noviembre de 1947,
páginas 289-290), las almas interiores se sienten cada vez más atraídas hacia la espiritualidad
mariana.
María les enseña a volver a encontrar la infancia espiritual.
María les descubre el secreto de la unidad admirable de su existencia: ella fue a la vez
SIERVA y ESPOSA.
Enseñar al P. a vivir “Ad Jesum per Mariam” (véase Mazioux, cap. XIV). Recomendar
mucho “Para mejor amar a María con el P. de Montfort”, por el R.P. Dayet, edición del autor,
St. Laurent-sur-Sèvre.
167
D.— Esta vida de amistad con Dios supone las virtudes morales.
Haga ver al P. que el ejercicio de las virtudes morales tiene por fin asegurar el pleno
desarrollo de las virtudes teologales, sobre todo del amor de Dios y del prójimo1. Por otra
parte, la caridad se encarna con frecuencia en los actos de templanza, de fortaleza, de
paciencia, etc.
No hay caridad auténtica, sin abnegación; ni humildad, sin espíritu de obediencia, sin
mortificación de las malas inclinaciones, sin un cierto desprendimiento, por lo menos afectivo,
de los valores terrenos.
Indíquele al P. el medio de formar en sí las virtudes morales: orar, recurrir a las virtudes
teologales, ejercitarse en las virtudes mismas.
La adquisición de las virtudes morales coincide con la lucha contra las malas inclinaciones.
Aténgase a todo lo que se dirá más adelante respecto de los pecados capitales (número 608 y
siguientes).
Insistir especialmente en la HUMILDAD, que es la base indispensable del edificio espiritual;
de donde la necesidad de luchar contra el orgullo (Cf. 609.613), la envidia (Cf. 614-619), la
ira (Cf. 620-624).
Insistir también en la MORTIFICACIÓN exterior de los ojos, oídos, lengua y tacto (Cf.
Impureza, 625-648; gula, 649-652; avaricia, 653-656; pereza, 657-660).
No olvidar la mortificación pasiva. Ella consiste en aceptar generosamente por amor a Dios
las grandes tribulaciones, las pequeñas contrariedades diarias, que provienen de los elementos
o de los acontecimientos de la vida corriente o de parte de los hombres.
E.— Esta vida de amistad con Dios, debe ir acompañada de una vida de amistad
intensa con el prójimo.
Un amor auténtico a Dios debe llevar consigo un amor muy vivo al prójimo. “Que el que
ama a Dios ame también a su hermano'' (I Juan IV, 21).
El amor al prójimo es a la vez la SEÑAL y la GARANTÍA de nuestro amor a Dios. “Si
alguno dice: Yo amo a Dios, y el tal no ama a su hermano, es un mentiroso (I Juan, IV, 7 y
20).
En nuestra época hay tantas miserias materiales y espirituales d toda clase que —
exceptuadas ciertas vocaciones puramente contemplativas2— todo verdadero cristiano debe
trabajar sin medida por mejorar el bienestar de sus hermanos, por llevarles el mensaje de la
salvación. El amor de Dios, decía Monseñor Vincent, debe probarse “con el sudor de la frente
y con la fatiga de los brazos”.
Él amor del prójimo exige que uno sea APÓSTOL en los diversos medios de vida: familia,
barrio, lugar de trabajo y de diversiones. Hay que dedicarse a la Acción Católica, sea general,
sea especializada.
N.B.— Tener cuidado con no limitarse a un amor del prójimo simplemente filantrópico. El
amor TEOLOGAL de los hermanos, hijos del Padre celestial, NO se da SIN LA FE. Véase
“Cristo en sus hermanos”.
1
En “Sacerdotes Diocesanos”, p. 175-177, el Señor Canónigo Masure da Excelentes consejos sobre la
Ascética necesaria al desenvolvimiento de la caridad, y hace ver el valor de las tres grandes virtudes: virginidad,
pobreza, obediencia.
2
Por otra parte, los religiosos enclaustrados salvan también a las almas por medio de sus oraciones y sus
penitencias.
168
Enseñe al P. la práctica inteligente y fructuosa de los principales medios de santificación.
A. La oración.— Encuentro con Dios; audiencia divina; . conversación con Dios:
elevación del alma.
Obstáculo grande: las distracciones. Sus causas: condiciones materiales defectuosas;
imaginación, afectos desordenados y falta de generosidad. Respecto de la lucha contra las
distracciones, véase Mazioux, cap. VII.
B. La Misa.— La Misa de Cristo, su Misa. Ser sacerdote con Cristo, hostia con la hostia.
Misa, sacrificio social (Comunidad de la oración, participación de la misma víctima)
(Mazioux, cap. VIII).
C. La Comunión.— Don de Dios a las almas; don de las almas a Dios.
Insista en la preparación para la comunión, sobre todo por medio de la participación en la
Misa, y en la acción de gracias, que con frecuencia es descuidada (Mazioux, cap. IX).
D. La Confesión.— Lo que debe ser el examen de conciencia: indagación de las causas
profundas, ocasiones de pecado —faltas peligrosas (lecturas, diversiones, etc.)—, faltas
reveladoras de tendencias, de hábitos viciosos, faltas contra la caridad. Necesidad de una
contrición real probada por un firme propósito práctico (Mazious, cap. XI).
E. Práctica del Rosario, del Angelus.— Enseñe al P. no a “decir su rosario”, sino a rezar
los “Misterios del Rosario”. Muchos fieles se contentan con recitar sus Avemarías, dejando de
lado lo esencial de la devoción del Rosario; se trata de revivir en sí mismo los misterios
gozosos, dolorosos y gloriosos, uniéndose, por María a los estados, acciones y sufrimientos de
Cristo y de su Madre.
El Angelus, rezado con atención y amor, hace revivir tres veces por día, el minuto más
grande de la historia del mundo: el Verbo de Dios que entra en el mundo por el Fíat de María.
El drama de la Anunciación recuerda lo esencial de toda santidad: Ecce-Fiat-Magnificat.
Buen resumen de la devoción mariana: Mazioux, cap. XIV).
F. Meditación. Lectura espiritual1.— Procure obtener de los mejores algunos minutos de
meditación, de lectura espiritual (Mazioux, capítulo XIII).
1
Recomendar los libros del P. Plus: “¿Cómo orar siempre?”, “¿Cómo orar bien?”. En Jesucristo. Cristo en
nuestro hermanos, etc.
169
Recuerde con frecuencia al P. que la santificación del deber de estado y de las acciones
ordinarias constituye la trama esencial de la verdadera vida cristiana.
f) Velar cuidadosamente sobre todo lo que se deriva del amor al prójimo. Ejercitarse en ver
a Cristo en sus hermanos; alimentar sentimientos de benevolencia en el corazón; aprovechar
las menores ocasiones para prestar un servicio al prójimo o para agradarle, por amor a Nuestro
Señor, mostrarse particularmente amable y accesible con aquellos que son naturalmente
antipáticos.
g) Unirse a Dios, a N.S.J.C., a la Santísima Virgen por medio de frecuentes —oraciones
jaculatorias— o por medio de actos interiores de las virtudes teologales “Dios mío, creo en Ti,
espero en Ti, te amo”.
Para un buen empleo del tiempo (Mazioux c. VI).
h) Precisar las formas concretas del propio apostolado.
B.— Del boletín de regularidad.
Exigir, en cuanto sea posible, el que se lleve un boletín de regularidad, análogo al que está
en uso en los seminarios y asociaciones de perfección sacerdotal.
CUADRO DE CONCIENCIA
Yo debía vigilar Empleando tales medios:
.................................... ............................................
Hay progreso en: Atribuyo este progreso a:
.................................... ...........................................
Hay deficiencia en: Atribuyo esta deficiencia a:
.................................... ............................................
Vigilaré: Empleando tales medios:
.................................... .........................................
CAPÍTULO SEGUNDO
170
EL PENITENTE ES TENTADO
Se estudiará sucesivamente: 1) las tentaciones en general: 2) Algunas tentaciones en
particular.
Artículo primero.
TENTACIONES EN GENERAL
I.— GENERALIDADES.
471. 1º) NATURALEZA DE LA TENTACIÓN.— Solicitación al mal. Hay P. que piensan
erróneamente que ella siempre viene del demonio. Algunas tentaciones son el producto de sólo
nuestra naturaleza corrompida. La mayor parte se deben a nosotros mismos y al demonio a la
vez.
472. 2º) SU UTILIDAD.
a) Ella hace que ahondemos en el CONOCIMIENTO de NUESTRA MISERIA y es para
nosotros una humillación saludable.
b) Es EXPIACIÓN de nuestros pecados pasados.
c) Es OCASIÓN de VIRTUD. Para resistir hay que querer intensamente, con fuerza y a veces
durante mucho tiempo.
d) Hace que merezcamos un CIELO MÁS HERMOSO. “Nemo coronabitur nisi qui legitime
certaverit” (II Tim. II, 5).
e) Ella nos permite TESTIMONIAR nuestro AMOR a DIOS.
Dios no quiere ser amado de un modo cualquiera.
Quiere ser preferido a toda persona, a todo valor humano. “Tentat vos Dominus'', Deus
vester, ut palam fiat utrum diligatis eum, an non, in toto corde et in tota anima vestra” (Deut.
XIII, 3).
171
La razón percibe la malicia del pecado.
La voluntad puede adoptar tres actitudes diferentes:
ó 1) Consentimiento PERFECTO. Por lo tanto, si hay materia grave: pecado mortal.
ó 2) RECHAZO categórico. No solamente no hay pecado —sino que hay acto muy
meritorio.
ó 3) SEMIconsentimiento —Pecado venial.
Nota.— Hay que distinguir bien entre SENTIR Y CONSENTIR. Si se me obligara a beber
un licor agradable, pero envenenado —yo sentiría su gusto, pero no consentiría en su
absorción.
Situación del P.— B) El P. se pregunta si ha consentido; en qué medida ha podido
consentir.
Véase lo que se ha dicho a propósito de la gravedad subjetiva (1ª Parte, núm. 87-90). Signos
de consentimiento, interrogación del C...., etcétera...
Situación del P.— C) El P. se queja de estar abrumado por violetas tentaciones.
Le recordará usted la UTILIDAD de la tentación (CF. 472).
Insista en la diferencia que hay entre tentación y pecado (Cf. 474-A).
172
Situación del P.— A) El P. experimenta tentaciones FRECUENTES —pero POCO
GRAVES (Ej.: Vanidad, envidia, venganza..., etc.).
El C.: “Trátelas con DESPRECIO... Déjelas que zumben alrededor de sus oídos cuanto
ellas quieran... como las moscas” (Vida Devota, IV Parte Cap. IX).
Situación del P.— B) El P. experimenta tentaciones —GRAVES.
El C.: “Resista ENÉRGICAMENTE. —pero la manera de resistir es diferente:
a) Y se trata de —placeres que seducen.
“DISTRÁIGASE —concentrando su espíritu en un tema que le cautive.” (Recuerdo de una
balada bonita, proyecto del futuro, un problema que preocupe, un trabajo que hay que hacer).
b) Y se trata de —repugnancia al deber.
“HÁGALE FRENTE —recordando los principios de fe que le harán triunfar a usted de la
tentación. Reflexione sobre la belleza de la virtud opuesta y sobre la fealdad del vicio.”
“Haga un acto de la virtud opuesta a la tentación. “
c) Y sea cual fuere el género de tentaciones graves.
El C.: “Resista con CONFIANZA.”
“Possum omnia in eo qui me confortat”. “Si el demonio le ve a usted pusilánime, a punto
de perder la cabeza, redoblará sus insultos —como una esposa que le grita al marido tanto más
fuerte cuanto mas tímido le ve... Por el contrario, si usted parece despreciar al demonio, el
espíritu orgulloso no podrá resistir la humillación y se irá.”
“Resista con HUMILDAD.”
“Ella es la que atrae la gracia. Favorezca esta humildad confesando al director espiritual
sus tentaciones, sobre todo las que dan más vergüenza. Esta humillación hace huir al demonio
y a veces basta para hacer desaparecer la tentación; de cualquier modo, atrae la gracia que
permitirá resistir a aquélla.”
Y además, ¡un S.O.S. HACIA EL CIELO!
“No es el momento de hacer largas oraciones, sino de lanzar un grito de angustia al Sagrado
Corazón, a la Santísima Virgen.”
Artículo segundo.
ALGUNAS TENTACIONES EN PARTICULAR
173
I.— LUCHA CONTRA LA PUREZA1
482. Situación del P..— El P. tiene pensamientos, deseos impuros. Se producen en él
movimiento desordenados.
El C: “En primer lugar, NO SE TOQUE: De ese modo no conseguiría hacer cesar la
tentación. Al contrario la aumentaría más.
“¡Tampoco se ATOLONDRE!”
“No se ponga a reflexionar sobre la fealdad de la impureza; REFORZARÍA MÁS AÚN
LA TENTACIÓN.
“Para arrojar la imagen impura, fórmese una IMAGEN inspirada por la FE.” (Represéntese
el juicio de Dios —el infierno —las llagas de N.S. ¿Va a darle usted otro latigazo más al
sucumbir? Contemple su crucifijo, una imagen de la Santísima Virgen... tómela entre sus
manos).
CAMBIE DE OCUPACIÓN —moviéndose de lugar, entregándose por completo a un
trabajo absorbente, DISTRÁIGASE —evocando un recuerdo sano y agradable —pensando en
algún proyecto, en alguna “manía” que le es querida”.
“Un LLAMADO DE AUXILIO dirigido a N.S., a la Santísima Virgen, a San José, a su
ángel de la guarda, a un santo de su preferencia.”
Nota.— Después de la tentación NO SE EXAMINE MINUCIOSAMENTE para apreciar
el grado exacto del consentimiento: se expondría a provocar de nuevo la tentación.
II.— CONTRA LA FE
483. Situación del P.— El P. EXPERIMENTA DUDAS CONTRA LA FE.
Distingamos varios casos:
A.— Y las dudas son vagas y generales.
El C.: “PASE DE LARGO ¡No preste atención a ellas! De tiempo en tiempo un buen acto
de fe.”
B.— Y las dudas son más graves, pero sin fundamento preciso.
El C.: “Rechácelas ENÉRGICAMENTE. No discuta con el enemigo, no examine el valor
de las objeciones, una BREVE ORACIÓN: “Señor, aumenta mi fe”; un ACTO DE FE
GENERAL e INTENSO: “Yo creo firmemente, prefiero morir antes que desviarme, aunque
solo sea un poco, de la fe católica.”
C.— Y se trata de dudas más precisas y que parecen más fundamentadas.
El C.: “Piense en las GRAVES RAZONES que hay para CREER (Cristo y sus milagros,
sobre todo su resurrección; su doctrina tan santa, la difusión rápida del cristianismo realizada
por pobres pescadores sin cultura, sin recursos humanos; la duración de la Iglesia a pesar de
dificultades interiores y exteriores).”
Nota.— A las personas capaces de sacar provecho de ello se les puede recomendar la lectura
de un LIBRO SERIO2.
1
Para el problema de la pureza en general véase núms. 625-648.
2
El P. Vittrant (Teología Moral, núm. 139) indica excelentes consejos para dar a los que son tentados contra
la fe.
174
484. Situación del P.— El P. tiene a veces deseo de vengarse.
La actitud del P. debe ser diferente, durante y después de la tentación.
A.— Durante la tentación.
El C.: “DISTRÁIGASE”. No piense en la injusticia, en todo lo que se le ha hecho a usted.
Piense en cualquier otra cosa que le agrade, que le interese. (Recuerdo agradable, proyecto,
etc.)
B.— Después de la tentación.
El C.: “Mire LA INJURIA DE FRENTE. Con frecuencia comprobará usted que es ella
menos importante de lo que había pensado.
“Piense en las ENSEÑANZAS DE CRISTO (El “Perdónanos nuestras deudas...; el deudor
insolvente; los ejemplos de Cristo, sobre todo durante su Pasión).
EXCUSE al PRÓJIMO en la media de lo posible.
RUEGUE por ÉL.”
487. Situación del P.— Una persona verdaderamente cristiana y hasta piadosa es
atormentada por pensamientos impíos. (Blasfemia contra Dios, imaginaciones obscenas y
movimientos carnales respecto de imágenes o cosas sagradas, desesperación de la salvación,
etcétera).
El C: “Esos son ESCRÚPULOS RIDÍCULOS”.
“NO SE EXAMINE acerca de eso”.
“Cuando le pase eso conserve toda su calma y PIENSE EN
OTRA COSA INTERESANTE.”
CAPÍTULO III
175
EL PENITENTE ES ESCRUPULOSO
Distingamos: 1) El escrúpulo en general; 2) Los escrúpulos en particular.
Artículo primero
EL ESCRUPULOSO EN GENERAL
I.— GENERALIDADES.
488.— SU NATURALEZA.
Está integrado por 3 elementos:
a) ORDEN INTELECTUAL.— Son pseudo-problemas de conciencia a los que no se les
ve solución y que asedian el espíritu a manera de idea fija.
b) ORDEN AFECTIVO.— Temor de pecar que paraliza la voluntad e impide decidirse.
c) TURBACIÓN GENERAL del alma.— Son inquietudes, angustias que conciernen al
pasado o al futuro.
176
491. Nota.— El P. puede ser escrupuloso en un punto y no serlo en todo y hasta ser relajado
en otras materias (por ejemplo: deber de estado en general, caridad para con el prójimo).
3) CAUSAS DE LOS ESCRÚPULOS.
Se pueden distinguir causas internas y causas externas:
177
Hacen perder la confianza en Dios; lo convierten a uno en pusilánime y sumergen al alma
en el abatimiento y en la desesperación.
497. Nota.— Estas pocas ventajas son superadas por los graves inconvenientes señalados más
arriba, sobre todo si los escrúpulos duran cierto tiempo.
De todas maneras el escrupuloso debe recurrir a todo para LIBRARSE DE LOS
ESCRÚPULOS.
la OBEDIENCIA
178
Por consiguiente, conservar el MISMO C. y obedecerle CIEGAMENTE.
Si el escrupuloso no está decidido a obedecerle a usted, en todo y con toda humildad, dígale
que no acepta el dirigirle.
b) HACER CASO OMISO de los escrúpulos.
El escrupuloso con frecuencia se ve obligado a someter dudas pueriles y no hay una
evidencia tan clara —como que dos y dos son cuatro— de que tal acción es un pecado, puedo
hacerla; de que tal omisión es un pecado, puedo abstenerme.
Considerar los escrúpulos como malos pensamientos —que hay que desechar
despreciándolos y aplicando el espíritu a otra cosa.
No capitular jamás —Se cree tener la paz cediendo una vez al escrúpulo; pero muy pronto
surgirá otro, tanto más audaz cuanto más débil se ha mostrado uno.
No hacer nunca gestos —bajo pretexto de significar la protesta interior, de acentuar el
rechazo del consentimiento, etc...
c) Estar CONSTANTEMENTE OCUPADO.
Hay que hacer siempre algo, aunque no sean más que bagatelas; es éste un medio de
distraerse y de mantener en sí la alegría de vivir.
d) Pero EVITAR el EXCESO DE TRABAJO físico o psíquico.
Nada de atropellos en el trabajo, nada de investigaciones inquietas, nada de vigilias.
Aplicarse apaciblemente al propio trabajo, en conformidad amorosa con la voluntad de Dios.
Tomar un sueño reparador. Saber descansar haciendo ejercicio al aire libre.
2) REMEDIOS PROPIOS PARA LOS DIFERENTES GÉNEROS DE
ESCRÚPULOS.
179
b) FORTIFICAR la VOLUNTAD.— Hay que vencer las propias angustias; negarse a todo
deseo, a toda decisión inspirada por el escrúpulo.
c) RENOVAR con frecuencia la RESOLUCIÓN de luchar enérgicamente contra los
escrúpulos.
180
“¿Tiene tendencia a volver sobre lo que el C. le ha dicho? ¿A examinarse frecuente y
extensamente? ¿Le han dicho ya que era escrupuloso? ¿Obedece con facilidad a su C.?, etc....”
CONCLUSIÓN.— Una u otra de estas disposiciones, tomada separadamente, puede ser el
índice de una conciencia simplemente delicada —pero su coexistencia y su persistencia
revelan la existencia de un estado escrupuloso.
507. Nota.— Importa bien poco al C. saber si los escrúpulos provienen, sea de la sola
naturaleza, sea de la naturaleza y del demonio a la vez.
Para discernir si se trata de una permisión de Dios, el C. deberá comprobar la presencia de
algunos buenos efectos examinados más arriba (Cf. 496).
2º) ACTITUD GENERAL DEL C.
Dos objetivos principales:
A.— Ganar la CONFIANZA del P.
B.— Obtener su OBEDIENCIA.
181
Con el escrupuloso no vacile usted en hacerse valer: saber y experiencia.
182
Desde el momento en que el P, parece vacilar en responder, añada usted: Pues bien: no
hablemos más de ello, pasemos a otra cosa”.
REDUCIR a veces la ACUSACIÓN a dos o tres PECADOS MÁS IMPORTANTES1.
B.— Advertencia que hay que hacer.
Persuadir al P. de que el escrúpulo no es un medio de perfección, sino un gran mal (Cf.
494-495).
Alentar, sin embargo, a algunos P. diciéndoles que una crisis de escrúpulo puede ser una
prueba permitida por Dios (Cf. 496).
C. Contrición y firme propósito que hay que excitar.
En general —NO INSISTA sobre la CONTRICIÓN —porque el escrupuloso podría
perturbarse al querer tener una contrición actual muy intensa.
En todo caso DEJE de LADO los motivos PAVOROSOS. (Severidad del juicio de Dios,
infierno, etc.)
Haga que el FIRME PROPÓSITO se extienda a —la lucha contra el escrúpulo— y a la
obediencia al C.
D.— Obligación que hay que imponer.
Dele ÓRDENES PRECISAS sobre la conducta que debe observar frente a tal o cual
escrúpulo en particular (véase el artículo siguiente).
Prohiba el ADELANTAR los DÍAS y las HORAS fijadas para la confesión. Nunca con
más frecuencia que cada ocho días.
E.— Remedios que hay que prescribir.
Inspírese en todo lo que se ha dicho en el párrafo II (498 y siguientes).
F.— Penitencia que hay que imponer.
MUY LEVE y MUY FÁCIL.
G.— Absolución que hay que dar.
Si el P. vuelve más pronto de lo que usted le había dicho —y sin haber cometido ningún
pecado mortal evidente— dele usted sólo una BENDICIÓN: “La obediencia vale más que la
confesión”. Que el P. haga un rápido acto de contrición y continúe comulgando.
Artículo segundo
LOS ESCRÚPULOS EN PARTICULAR
511. Situación del P.— El P. escrupuloso teme siempre haber consentido con el
pensamiento malo.
El C: “No LUCHE DIRECTAMENTE contra los escrúpulos, por ej.: haciendo un acto de
fe: los aumentaría más aún2.
1
Puede suceder que obrando de este modo ya no sea respetado el precepto de la integridad MATERIAL. Pero
la curación del escrupuloso es una razón suficiente para faltar a él. La absolución es válda y lícita.
2
Se ve, pues, que la forma de luchar contra la tentación es diferente según que el P. sea escrupuloso o no.
183
“DESPRÉCIELOS: El mal pensamiento no es, de por sí, un pecado —sino solamente
cuando hay consentimiento y enteramente cierto... No son ésas tentaciones terribles, sino
imaginaciones sin importancia.”
“NO SE EXAMINE al respecto (sobre todo por escrito).”
N.B.— A veces prohibirá usted al P. que hable de ellos —a no ser que pueda certificar bajo
la fe de juramento que ciertamente ha consentido.
513. Situación del P.— B) El escrupuloso quiere acusar un —pecado preciso que él dice
no haber acusado todavía.
El C.: “Estrictamente —quiero de veras permitirle que hable de él, pero con la condición
de que pueda afirmarme bajo la fe de juramento estas tres cosas:
1ª que ha cometido ciertamente ese pecado;
2ª que al cometerle estaba cierto de que se trataba de un pecado mortal;
3ª que nunca ha hablado de él en confesión.”
Si el P. vacila en responder, no sería más que por un instante: “Pues bien: en ese caso le
prohibo que me hable de él.”
514. Situación del P.— C) El P. escrupuloso teme no haber a asistido bien a la Misa —no
haber rezado bien su breviario.
El C.: “Le prohibo que vuelva a la Misa o que comience de nuevo su breviario, ni siquiera
una pequeña parte de él”.
515. Situación del P.— D) El P. volverá a comenzar muchas veces un salmo, una lección
—porque teme haber puesto poca atención.
El C.: “Le prohibo que emplee más de una hora y cuarto a lo sumo en rezar su breviario. Si
no lo ha acabado deje de lado lo que falta.”
184
517. Situación del P.— B) El escrupuloso teme no acusarse bastante completamente y no
acaba nunca.
El C.: “Usted da demasiados detalles. Yo le voy a interrogar —y usted no tendrá más que
responder sí o no”.
519. Situación del P.— D) El P. teme no tener —LA INTENCIÓN REQUERIDA —para
celebrar la Santa Misa, administrar los sacramentos.
El C.: “No se preocupe de su intención. Haga simplemente lo que tiene que hacer —y
prosiga en ello sin lentitud ni precipitación. No se rompa la cabeza por eso, no se inquiete”.
520. Situación del P.— E) El P. teme siempre no estar en estado de gracia en el momento
de comulgar.
El C.: “No se inquiete. Aun cuando estuviera usted en estado de pecado mortal, hallaría el
estado de gracia al comulgar”.
CAPÍTULO CUARTO
CULTO O DE ELEVADA
EL PENITENTE ES
CONDICIÓN SOCIAL
523. Advertencia previa.
Los P. cultos o de un rango social importante pueden pertenecer a dos categorías distintas;
o bien, eruditos en materia profana, son casi ignorantes en materia religiosa y llevan una vida
cristiana mediocre;
o, por el contrario, su ciencia y su vida espiritual están a la altura de su valor humano.
I.— PENITENTE CULTO o de ELEVADA CONDICIÓN SOCIAL
—pero CRISTIANO MEDIOCRE
Sus conocimientos religiosos son muy poca cosa —y su fe es superficial, si no vacilante.
185
Sus disposiciones relativas a la contrición, firme propósito, voluntad de cumplir las
obligaciones impuestas, son a veces sospechosas.
186
b) (Para los ricos y los poderosos).
1) LUCHAR contra el AMOR EXAGERADO de los BIENES de ESTE MUNDO —contra
un CIERTO DESPRECIO de los DEMÁS.
2) Ejercitarse en la LIBERALIDAD hacia los aquellos que están necesitados —en el deseo
de los bienes celestiales.
F.— Penitencias que hay que imponer.
Para los P. cultos —dar una PLEGARIA DOGMÁTICA por ej.: el Credo.
Para los ricos —reflexionar algunos instantes sobre la VANIDAD de la riqueza. Hacer una
LIMOSNA (no al C., por supuesto).
G.— Absolución que hay que dar.
Si no logra usted más que una disposición dudosa —dé la absolución bajo condición;
porque si la dejase para más tarde, el P. no volvería, sin lugar a dudas.
Si tuviera que rehusar la absolución —emplee en ello más cortesía que de ordinario (Cf.
204).
II.— PENITENTE CULTO o de CONDICIÓN ELEVADA
—Asimismo BUEN CRISTIANO
CAPÍTULO QUINTO
LOS CASOS RESERVADOS
Se estudiará sucesivamente: 1) Generalidades; 2) Absolución de los pecados reservados
“ratione censurae”; 3) Absolución de los pecados reservados “ratione sui”; 4) Corolarios
diversos.
Artículo primero
GENERALIDADES
187
528. 1º) Principio.— El superior competente, el Soberano Pontífice o el Obispo1, puede
reservarse la facultad de absolver tal o cual pecado, particularmente grave, y perjudicial al
bien de la comunidad que está a su cargo.
1
NO se examina aquí la reserva que pude alcanzar especialmente a los pecados cometidos por religiosos.
2 Se puede poner la siguiente comparación: la apertura de un cofre cerrado con llave está
reservada directamente (ratione sui) al que posee esa llave.
Si el cofre no cerrado con llave estuviera colocado en una caja fuerte cerrada con triple vuelta,
la apertura del cofre estaría reservada indirectamente al que posee la llave de la cala fuerte.
La función de esa caja fuerte corresponde a la de la censura.
3
Según el Decreto del Santo Oficio (28 de Junio de 1949), los fieles que profesan la dortrina
materialista y anticristiana de los comunistas y sobre todo los que la defienden o la propagan,
incurren con pleno derecho —como apóstatas de la fe católica— en la excomunión reservada
al S.P. “speciali modo”.
Los C. se atendrán a las diversas decisiones de la Asamblea de los Cardenales y Arzobispos de Francia, que
han precisado, para nuestro país, las modalidades de aplicación de ese decreto.
188
b) Defensa, lectura consciente o conservación, sin la licencia requerida, de libros
compuestos por apóstatas, herejes, cismáticos y de los que contienen la apostasía, la herejía,
el cisma.
c) Simulación de la Misa o de la Confesión por el que no es sacerdote.
d) Falsa denuncia relativa a la solicitación en confesión.
B.— RESERVADAS al S.P.— “simpliciter”.
a) Afiliación a la francmasonería.
b) Duelistas y sus cómplices.
c) Violación de la clausura estricta.
d) Usurpación de los bienes eclesiásticos.
e) Citación ante el juez civil de un Obispo que no es el ordinario del demandante (Si lo
fuera —la reserva sería “speciali modo”).
C.— RESERVADA al Ordinario.
a) Caso de PARTICIPACIÓN ACTIVA en el CULTO ACATÓLICO:
1.– Matrimonio delante de un ministro acatólico.
2.– Padres que hacen bautizar a sus hijos por un ministro acatólico.
3.– Que los hacen educar en una religión acatólica.
b) VIOLENCIAS FÍSICAS ejercidas sobre CLÉRIGOS que son inferiores, en dignidad, al
Obispo.
c) Procuratio abortus —effectu secutu.
Artículo segundo
ABSOLUCIÓN DE LOS PECADOS RESERVADOS —”RATIONE CENSURAE”
Hay que considerar sucesivamente dos problemas:
1er. Problema: ¿Puedo absolver al P. en seguida?
2do. Problema: después de haber absuelto al P. en seguida —¿cuáles son las
OBLIGACIONES QUE HAY QUE IMPONER?
534. Principio.— El pecado no está reservado sino “ratione censurae”. Por consiguiente, en
primer lugar debe preguntar usted al P. si EFECTIVAMENTE ha INCURRIDO en la censura.
De donde dos casos son los que hay que distinguir:
1er. Caso: El P. no ha incurrido en la censura.
2do. Caso: El P. ha incurrido efectivamente en la censura.
En el primer caso —no hay dificultad: Absuelva como de ordinario.
189
En el segundo caso —Puede absolver usted inmediatamente al P., si es que él se encuentra
en un “CASO URGENTE”.
De donde dos son las hipótesis que hay que distinguir:
1ª hipótesis: El P. habiendo incurrido efectivamente en la censura, se halla en un “CASO
URGENTE”.— Absolución INMEDIATA.
2ª hipótesis: El P., habiendo incurrido efectivamente en la censura, no se halla en un “caso
urgente”. Dejar la absolución PARA MÁS TARDE, cuando usted mismo u otro C. haya recibirlo
del Superior competente las facultades necesarias.
Hay dos problemas que resolver sucesivamente:
1er. Problema: ¿Ha incurrido el P. efectivamente en la censura?
2do. Problema: El P., que efectivamente ha incurrido en la censura, ¿se halla en un “caso
urgente”?
PRIMER PROBLEMA
¿HA INCURRIDO EFECTIVAMENTE EL P. EN LA CENSURA?
535. 1º) Principio.— Para incurrir en la censura deben verificarse simultáneamente tres
condiciones:
1ª Condición: Haber cometido realmente el PECADO TAL CUAL, está definido en el texto
de la ley (Interpretar estrictamente los términos que establecen la censura y la reserva),
2ª Condición: haber pecado FORMALMENTE y MORTALMENTE.
3ª Condición: Haber tenido CONOCIMIENTO de la PENA ECLESIÁSTICA anexa a la falta1.
N.B.— Se sabe que el pecado debe haber sido cometido después de los catorce años (tanto
para las muchachas como para los muchachos).
536. Situación del P.— 2º) El P. se acusa de un pecado que bien podría haber sido gravado
con una censura2. (Ej.: Lectura de un libro muy malo).
INTERROGACIONES del C.:
1.— (Relativamente a la tentación): “¿Era ése realmente un libro que fue escrito por un
apóstata, un hereje o un cismático y que sostiene la apostasía, la herejía o el cisma? (Tal sería
la “Vida de Jesús”, por Renán, que tiende a negar la divinidad de J.C. y todo, lo sobrenatural).
2.— (Relativamente a la 2ª condición): “¿Sabía usted que eso era pecado mortal, ¿no es
cierto?”
1 Según el can. 2229, una ignorancia de buena fe y hasta ligeramente culpable invencible o
simplemente vencible) impide incurrir en la censura. Una ignorancia directamente buscada
(afectada) o que proviniera de una negligencia gravemente culpable y consciente, no impediría
el incurrir en la censura.
Si el texto de la ley contiene estas expaesiones: qui praesumpserit, ausus fuerit, scienter, temerarie u otros
semejntes, la más pequeña circunstancia que disminuya la responsabilidad exime de la censura, aunque ia
ignorancia provenga de una grave negligencia. Por el contrario, la ignorancia de la RESERVA no impide que
ésta exista; en efecto: la reserva no es una pena y se refiere sólo a las facultades del C.
2
La censura no alcanza má que al acto EXTERIOR. Pero ésle no es necesariamente PÚBLICO. Una lectura
prohibida, palabras heréticas pronunciadas sin testigos no son públicas, sin embargo son exteriores y pueden
llevar consigo una censura.
190
3.— (Relativamente a la 3ª condición): “¿Sabía usted que había una pena especial de la
Iglesia, anexa a la lectura de un libro tan malo? Si usted dudaba un poco hubiera podido y
debido instruirse. ¿Pensó usted que estaba obligado a informarse?”
A.— (1ª hipótesis) —Y hay duda sobre uno de los tres puntos.
Conclusión: NO HAY CENSURA,
A).— Absolución que hay que dar.
Como de ordinario.
B).— Advertencia que hay que hacer.
Advertir al P. que en caso de RECAÍDA la excusa de ignorancia ya no existiría: se incurriría
en la censura (y por vía de consecuencia también en la reserva).
El C.: “Tenga cuidado de no leer más tales libros que tienden a destruir la fe. Ya no podría
excusarse como hoy, diciendo: Yo no lo sabía. Quedaría EXCOMULGADO, privado de las
oraciones de la Iglesia, de sus indulgencias. Si eso llegara a saberse, podrían negarse a
enterrarle en la Iglesia. Para ser perdonado de ese pecado sería necesario regularmente que su
C. pidiese al Papa (o al Obispo) facultades especiales.
B.— (2ª hipótesis).— Y no hay duda sobre ninguno de los tres puntos.
Conclusión: Se ha INCURRIDO EFECTIVAMENTE en la censura.
La conducta del C. será diferente según que el P. se halle, o no, en un “CASO URGENTE”.
De donde:
SEGUNDO PROBLEMA
EL P., QUE EFECTIVAMENTE HA INCURRIDO EN LA CENSURA —¿SE
HALLA en un CASO URGENTE?
537. 1º) Principio.— Los CASOS URGENTES pueden reducirse a una de las tres situaciones
siguientes:
1ª Situación: PELIGRO de MUERTE1.
2ª Situación: grave ESCÁNDALO de los fieles o grave INFAMIA del P. si éste no es absuelto
inmediatamente.
3ª Situación: Es PENOSO para el P. permanecer en ESTADO DE PECADO MORTAL durante
un cierto tiempo, a saber: durante el plazo necesario para obtener del Superior competente la
facultad de absolver.
N.B.— Se admite por lo general que la espera de UN DÍA puede bastar para constituir un
“caso urgente”.
538. Nota.— Las dos primeras situaciones de “caso urgente” se comprueban fácilmente.
La tercera exige más atención: porque a primera vista el P. puede no encontrar penoso el
permanecer un cierto tiempo sin recibir la absolución. Pero entonces el C. puede esforzarse en
hacer nacer en el corazón del P. un gran deseo sobrenatural de recibir inmediatamente la
absolución. Si el C. logra esto —por eso sólo el P. se encuentra en un “caso urgente” (3ª
categoría).
1
El Código estudia separadamente el peligro de muerte (Can 2252) y los “casus urgentes” propiamente dichos
(Can. 2254).
Desde el punto de vista práctico, en el que nos colocamos ha parecedo más simple no hacer esta distinción,
quedando en libertad para hacer ciertas precisiones a continuación (Cf. 549).
191
539. Situación del P.— 1º) El P. ha incurrido en una censura reservada.
A.— Está en peligro de muerte.
o B.— Habría infamia para el P., escándalo para los fieles, si el P. no recibiera
inmediatamente la absolución. (Ej.: un padre de familia no podría cumplir la Pascua junto
con sus hijos; un cura no podría decir la Misa Parroquial).
Conclusión: el P. se halla en un —CASO URGENTE.
Absolución INMEDIATA (si el P. está, desde luego, bien dispuesto).
540. Situación del P.— 2º) El P. ha incurrido en una censura reservada. Pero no está en
peligro de muerte; no existe ningún peligro de escándalo ni de infamia.
Por el momento el P. no manifiesta ningún deseo de ser absuelto al instante.
¡EXHORTE al P.! ...
El C.: “Usted se da cuenta de la gravedad de su estado... ¡excomulgado!: Prohibición de
recibir cualquier sacramento; imposibilidad de beneficiarse con las indulgencias, con las
oraciones oficiales de la Iglesia.”
“¿No le resulta a usted penoso permanecer en este estado de excomulgado?”
“Sí yo espero, para darle la absolución, haber recibido facultades especiales —será
necesario que espere usted tantos días o hasta tantas semanas1”.
“'No le resulta penoso esperar tanto tiempo antes de ser absuelto?”
A.— (1ª hipótesis: la más frecuente).— Y el P., conmovido por su exhortación, pide ser
absuelto en seguida.
Conclusión: El P. se halla en un —CASO URGENTE.
Absolución INMEDIATA (si el P. está, desde luego, bien dispuesto).
B.— (2ª hipótesis: más rara).— Y el P. persiste en no manifestar ningún deseo de ser
absuelto cuanto antes.
Conclusión: Caso NO URGENTE.
Difiera la absolución PARA MÁS TARDE, hasta el día en que usted haya recibido del
Superior competente la facultad de absolver.
1
Casi siempre se necesita más de un día para pedir y recibir las facultades de absolver. La única excepción,
muy rara, parece ser el caso siguiente: el P. se encuentra en la ciudad episcopal y el C. debe pedir las facultades
al Ordinario.
192
el C. mismo quien determinará e impondrá al P. la penitencia, satisfacción, reparación del
escándalo.
POSIBLE
Recurso por medio del C. (1ª hipótesis)
Recurso por medio del P. (2ª hipótesis)
Recurso imposible por medio del P. Por consiguiente todo recurso imposible.
IMPOSIBLE Fijación de las obligaciones que hay que imponer por medio del mismo C.
(3ª hipótesis).
544. Situación del P.— El P. estaba en un caso urgente (Cf. 537). Y usted le absolvió
inmediatamente... ¿Cómo hacer saber al P. las obligaciones que él debe cumplir?
Conforme a lo que acaba de explicarse, la conducta del C. es diferente según que sea o no
posible una nueva entrevista con el P.
De donde un PRIMER PROBLEMA POR RESOLVER.
¿Puedo volver a ver al P.?
Tiene que interrogar al P.:
El C.: “Le he dado la absolución inmediatamente porque le era necesario, o porque usted
tenía un gran deseo sobrenatural de ella, pero regularmente yo debo preguntar a Su Excelencia
el Obispo o al S. Pontífice qué penitencia, qué obligaciones tengo que imponerle.”
“Por supuesto que al escribir yo al Superior no diré de quién se trata.”
“¿Puede usted volver a verme en el confesonario en una fecha próxima? ¿Conoce usted
otro medio de volvernos a encontrar y que no le incomode a usted?”
Si el C. y el P. son de la misma localidad, generalmente será posible una nueva entrevista.
1
Podría suceder que el recurso hecho por medio del C. implicara graves inconvenientes:
por ej.: la carta podría ser abierta, el secreto sacramentatl correría el riesgo de ser violado.
(Esta hipótesis podría verificarse sobre todo si se tratase de recurrir al Ordinario).
En estas circunstancias, el recurso hecho por medio del C. debe ser considerado como imposible. Sólo queda por
examinar el recurso hecho por medio del P., como está explicado más adelante en el número 547.
193
Por el contrario, si el C. está de paso (confesor extraordinario, misionero, etc.) o si el P. no
es de la comarca una nueva entrevista será con frecuencia imposible.
Si el P. y el C. no pudieran volver a verse antes de muchos meses, habría que considerar
que una nueva entrevista no es ya moralmente posible.
Según la respuesta del P., usted tendrá que vérselas con uno de los dos casos:
1er. Caso: Nueva entrevista —POSIBLE.
2do. Caso: Nueva entrevista —IMPOSIBLE.
PRIMER CASO
NUEVA ENTREVISTA —POSIBLE
545. Situación del P.— El P. estaba en un caso urgente (Cf. 537); usted lo absolvió
inmediatamente. Después de haberlo interrogado comprobó que el P. podía volver a
verlo a usted en una fecha bastante próxima.
Por consiguiente le será a usted posible —salvo raras excepciones indicadas más arriba (Cf.
542 en la nota)— recurrir por sí mismo al Superior competente y comunicar sus instrucciones
al P.
1º) Después de la absolución.
a) ADVERTENCIA al P.
Le advertirá que debe venir a verlo a usted de nuevo para conocer las obligaciones que le
sean impuestas. Si el P. no volviera, incurriría de nuevo en la censura de la que había sido
absuelto1.
El C.: “Necesitaré tantos días, tantas semanas para pedir y recibir las instrucciones de Su
Excelencia el Obispo o de nuestro Santo Padre el Papa; usted volverá a verme entonces para
que yo le transmita sus instrucciones.”
“Si usted no volviera, cometería un pecado mortal y caería de nuevo sobre usted una pena
eclesiástica, volvería a recaer en la misma excomunión (o entredicho).”
b) PERMISO QUE HAY QUE PEDIR al P.
El C.: “Cuando yo reciba la carta de Su Excelencia o de Roma. ¿me permite que la abra
antes de haberlo visto a usted?
2º) Al volver a entrar en el presbiterio.
ESCRIBIR al SUPERIOR COMPETENTE.— Le expondrá usted el caso del P. bajo el nombre
de Ticio. A la Sagrada Penitenciaria le escribirá: “All’ Eminentissimo Cardinale Penitenziere
maggiore... Palazzo del S. Uffizio, Roma.
Si no hay inconveniente, por otra parte, puede enviar la carta cerrada al Obispo, pidiéndole
que la haga llegar a la S. Penitenciaria por intermedio del agente de la diócesis. En este caso
rogar a la S. Penitenciaría que dé la dirección de usted al Obispo, a fin de que sepa a quién
transmitir el rescripto.
N.B. ¡No se olvide de dar su DIRECCIÓN COMPLETA!...
3º) Al recibir el rescripto.
PREPARAR su EJECUCIÓN.— La respuesta de Roma está encerrada en un sobre doble. El
sobre interior lleva la inscripción: “Discreto viro confessario ex approbatis ab ordinario”. Si
1
La absolución dada por el C. era perfectamente una abslución directa que obtenía en seguida su pleno efecto:
censura y pecados quedan totalmente perdonados. Pero la absolución fue dada bajo condición resolutoria: con la
condición de que se recurra al Superior, en cuanto sea posible, para pedirle sus instrucciónes.
194
el P. le ha concedido permiso para ello, podrá abrir usted inmediatamente este sobre interior:
gracias a lo cual podrá preparar usted la ejecución del rescripto inmediatamente.
El rescripto exige con frecuencia que el C. imponga una penitencia “gravis et diuturna”. En
ese caso la penitencia debe durar por lo menos quince días; ella consistirá , ya sea en un rosario
rezado de rodillas, ya en un vía crucis, ya en una visita bastante larga al Santísimo Sacramento;
la penitencia deberá cumplirse dos o tres veces por semana.
N.B.— Si la penitencia impuesta por la S. Penitenciaría pareciera demasiado pesada,
atendida la debilidad del P., podrá usted escribir de nuevo para pedir disminución de la pena.
Si alguna vez la S. Penitenciaría infligiera una penitencia perpetua, después de algunos años
podría recurrir usted de nuevo para pedir la supresión total o por lo menos parcial de la pena.
4º) En la nueva entrevista.
COMUNICACIÓN AL P. DE LAS INSTRUCCIONES del Superior competente (penitencia,
satisfacción, reparación del escándalo).
SEGUNDO CASO
NUEVA ENTREVISTA —IMPOSIBLE
546. Situación del P.— El P. estaba en un caso urgente (Cf. 537); usted lo absolvió
inmediatamente. Después de haberlo interrogado comprobó usted que era imposible una
nueva entrevista.
No puede usted pensar en recurrir por sí mismo al Superior competente, puesto que no
podría comunicar sus instrucciones al P.
Sólo el mismo P. podría recurrir provechosamente al Superior competente. Pero ¿puede
hacerlo de hecho?
Toda la cuestión está aquí; y, como se ha explicado más arriba (542-b) la conducta del C.
no es la misma según que el P. pueda recurrir o no.
De donde el 2º PROBLEMA POR RESOLVER.
195
A.— (Primera hipótesis).
Toda nueva entrevista es imposible, pero el P- puede recurrir por sí mismo.
a) INSTRUCCIONES QUE HAY QUE FACILITAR.
Indique al P. el procedimiento que hay que seguir, inspirándose en lo que se ha dicho más
arriba (Cf. 545-2º).
Para evitar que el P. se vea obligado a ir en busca de otro C., usted le dirá que pida un
rescripto “in forma gratiosa”.
b) ADVERTENCIA QUE HAY QUE HACER.
Dígale al P.: “Si de aquí a un mes usted no ha escrito, (o no ha ido en busca de otro C.
competente) reincidirá en la misma censura de la que yo acabo de absolverlo”.
N.B.— Por supuesto que el C. no tiene que dar ninguna penitencia especial; en efecto: el
P. recibirá más tarde las instrucciones del Superior competente.
B.— (2ª hipótesis).
Nueva entrevista —imposible y recurso— imposible por medio del P.
Por lo tanto, no es posible ningún recurso —ni por usted mismo, ni por medio del P. A
usted le toca fijar las obligaciones que se han de imponer al P: penitencia proporcionada,
satisfacción conveniente (Ej.: restitución), reparación del escándalo. En consecuencia:
a) OBLIGACIONES QUE HAY QUE IMPONER AL P.
En principio dará usted una penitencia “gravis et diuturna” (un rosario rezado de rodillas,
un vía crucis, una visita al Santísimo Sacramento, que sea bastante larga — 2 o 3 veces por
semana durante una quincena por lo menos). Tenga en cuenta la debilidad del P., como se ha
dicho a propósito de la penitencia en general (Cf. 177).
Usted verá si hay lugar para imponer una satisfacción. Ej.: restitución, la reparación de un
escándalo.
b) ADVERTENCIA QUE HAY QUE HACER.
Si el P. no cumpliese las obligaciones impuestas en el tiempo requerido, reincidiría en la
misma censura de la que acaba de ser absuelto.
El C: “Puesto que no puede recurrir usted al Superior competente, yo mismo le fijaré la
penitencia. Será severa y durará cierto tiempo; se trata, en efecto, de una cosa grave
(excomunión, entredicho) ¿La acepta usted?”
“Además debe hacer esto (satisfacción, reparación del escándalo). Le advierto que si no
hiciese usted todo lo que acabo de imponerle —y en el tiempo señalado— de nuevo quedaría
excomulgado (o en entredicho)”.
III.—ADVERTENCIAS DIVERSAS
196
1) El recurso al Superior no existe más que para las 4 censuras reservadas “specialissimo
modo” al S. Pontífice (Cf. 530) y para las censuras “ab homine”1.
2) El recurso no es obligatorio más que en el plazo de un mes —después que el P. ha
recobrado la salud.
3) El C. no siempre está obligado a imponer el recurso al Superior; omitirá la advertencia
si el P. está in extremis, o si duda de la utilidad de la advertencia.
1
Se entiende por censura “ab homine” la censura que es efecto de una sentencia judicial o en el caso de
precepto particular, “si praeceptum irrogat poenam” (Creusen).
2Podría suceder que el P. sacerdote diese espontáneamente al C. su nombre y su dirección,
pidiéndole que recurriese en su lugar y que le enviase las instrucciones del Superior.
De todas maneras, pedir que el rescripto sea enviado “in forma gratiosa”, de modo que el sacerdote culpable
no se vea obligado a buscar otro C.
197
b) (2ª hipótesis).— Y se trata de una de las cuatro censuras “specialissimo modo”
reservadas o de una censura ab homine.
Absolución de la censura —INVÁLIDA.
PECADO PERDONADO INDIRECTAMENTE —si el P. está de buena fe y si ha sido acusado
otro pecado.
(SEGUNDO CASO) (MALA FE del C.)
554. Situación del C.— El C. no tenía ignorancia de la reserva.
Absolución de la censura —INVÁLIDA.
PECADO PERDONADO INDIRECTAMENTE —si el P. está de buena fe y si ha sido acusado
otro pecado.
PENA EN QUE HA INCURRIDO el C. —Si no puede hacer valer ninguna circunstancia
atenuante, el C. queda suspendido ipso tacto, y a veces hasta excomulgado.
Artículo tercero
ABSOLUCIÓN de los PECADOS RESERVADOS —”RATIONE SUI”
555. Nota previa.— Ya se ha dicho que el derecho común no aduce más que un pecado
reservado al S. Pontífice: falsa denuncia relativa a la solicitación en confesión. Esta reserva
supone que la falsa denunciación ha sido hecha con los procedimientos canónicos.
Los pecados reservados al Ordinario por los DERECHOS DIOCESANOS son también poco
numerosos; en algunas diócesis han sido totalmente suprimidos.
N.B.— El pecado de falsa denuncia lleva consigo también una censura. Si se ha incurrido
en ella1, el C. obrará como se ha explicado en el artículo II.
1
Casi simpre será así. En efecto: el juez eclesiástico, antes de recibir la denuncia debe advertir que la denuncia
—CALUMNIOSA— lleva una excomunión reservada al S. Pontífice.
198
Suponiendo que el pecado cometido está reservado, ¿puedo yo absolverlo
inmediatamente?
El Código no habla aquí expresamente de casos urgentes. como lo hace con los pecados
reservados “ratione censurae”.
Por el contrario, el Código especifica que los pecados reservados al Ordinario pueden ser
absueltos por los curas párrocos en tiempo de Pascua.
Además, toda reserva (aun la que se refiere al S. Pontífice) cesa en los casos siguientes: 1)
Si el P. está en peligro de muerte; 2) Si el P. es un enfermo que no puede salir; 3) Si el P. es
un novio que va a casarse; 4) Si, para un caso particular, el Superior se ha negado a delegar la
facultad de absolver.
En fin, el Código prevé un caso ANÁLOGO al CASO URGENTE: la reserva cesa cuando
hay GRAVE INCONVENIENTE en pedir las facultades al superior competente.
Ahora bien según Vittrant, nú. 768 —hay grave inconveniente si el P. encuentra duro el
repetir su confesión a otro C. provisto de facultades, o si debe esperar un día para ser absuelto.
Por consiguiente, el C, puede inspirarse en lo que se ha dicho en el n. 540 y —positis
ponendis— exhortar al P. de modo que sea posible para éste la absolución inmediata.
558. Nota I.— Para hacer resaltar ante el P. la gravedad de su pecado, el C. le dirá que
NORMALMENTE la absolución está reservada al S. Pontífice o al Obispo.
559. Nota I.— Si se tratara del pecado reservado de falsa denunciación. el C. ADVERTIRÁ al
P.: “Ej.: “Al cometerlo de nuevo usted incurre en excomunión reservada al S.P. (speciali
modo).
Artículo cuarto.
COROLARIOS DIVERSOS
561.
I.— ABSOLUCIÓN DE LAS CENSURAS NO RESERVADAS
La mayor parte de las censuras están reservadas sea al Ordinario, sea al S. Pontífice. Con
todo algunas no están reservadas a nadie: “nemini reservatae” (Ej.: Can. 2352). En estas
condiciones todo C. puede absolverlas, aun fuera de los casos urgentes. El C. se conducirá del
modo siguiente:
a) Absolución que hay que dar.
Examinar primero si se ha incurrido en la censura. Éste es el primer problema que se ha
considerado a propósito de las censuras reservadas (Cf. 536).
1
No sucedía lo mismo cuando se trataba de la absolución de los pecados reservados “ratione censurae”.
199
Si no se ha incurrido en la censura habría que advertir al P. que si cometiera de nuevo el
mismo pecado caería sobre él la censura.
b) Obligación que hay que imponer.
Es claro que no hay que considerar ningún recurso.
Sin embargo, el C. llamará la atención sobre la gravedad del pecarlo —e impondrá una
penitencia especial en razón de la absolución de la censura.
El C. examinará igualmente si hay lugar para la satisfacción y reparación del escándalo.
Ejemplo de censura “nemini reservatae”:
Presión hecha a una persona para obligarla a entrar en alguna orden.
562.
II.— CONFESORES PRIVILEGIADOS
En virtud del Derecho Común, los Ordinarios pueden dar a los C. la facultad de absolver:
1) Las censuras reservadas al Ordinario.
2) Las censuras reservadas “simpliciter” al S. Pontífice, con la condición de que el delito
sea oculto, por lo menos formalmente1.
De hecho muchos Ordinarios delegan estas facultades a un cierto número de C.
Para estos C. privilegiados conviene distinguir igualmente dos cuestiones:
1ª: ¿Pueden absolver en razón de sus poderes especiales?
2ª: ¿Qué obligaciones deben imponer al P. absuelto?
564. ¿Cae la censura del P. bajo las facultades especiales del C.?
Todo depende de la naturaleza de la censura.
(1er. Caso).— Censura reservada al ORDINARIO.
El P. puede —siempre ser absuelto por el C. privilegiado.
(2do. Caso).— Censura reservada al Soberano Pontífice “SPECIALISSIMO MODO o
SPECIALI MODO”.
El P. no puede —nunca— ser absuelto en razón de la facultad especial.
(3er. Caso).— Censura reservada al S. Pontífice “SIMPLICITER”.
1
El delito es MATERIALMENTE oculto si es oculto el mismo acto delictuoso; FORMALMENTE oculto, si la
responsabilidad del delincuente no es públicamente conocida (Can. 2197-4º).
200
Este tercer caso es más complicado: el C. no puede absolver siempre al P. en razón de sus
facultades especiales, sino solamente cuando el delito es OCULTO por lo menos formalmente.
De donde: III. NUEVO PROBLEMA QUE HAY QUE RESOLVER.
¿El delito es —oculto— por lo menos formalmente?
Interrogatorio del C.:
a) (Relativamente a la publicidad del hecho mismo).
El C.: “¿El pecado de usted es actualmente conocido de la mayoría de los habitantes de su
ciudad, de los miembros de su comunidad?
“Si no lo es actualmente, ¿está a punto de serlo?”
b) (Relativamente a la responsabilidad del P.)
El C.: “¿Se sabe lo que usted ha hecho? —pero, ¿se le tiene a usted generalmente por
responsable?”
Conclusión del Interrogatorio.
Si el P. responde: NO —a una de estas preguntas— el delito es OCULTO, por lo menos
FORMALMENTE.
Examinemos ahora cuáles son las facultades del C. privilegiado relativamente a las diversas
especies de censura.
565. (1ª hipótesis).— Y la censura, reservada al S. P., no era —ni siquiera formalmente—
oculta.
Son diferentes, según que el C. haya absuelto, o no, en razón de sus facultades especiales.
201
PENITENCIA ESPECIAL Y PROPORCIONADA, en razón de la absolución de la censura.
SATISFACCIÓN y REPARACIÓN del ESCÁNDALO, si hay lugar a ellas
b) (2do. Caso).— El C. privilegiado no ha absuelto en razón de sus facultades
especiales —sino porque el P. se encontraba en un caso urgente.
Aplicar todo lo que se ha dicho anteriormente a propósito de los casos urgentes en general
(Cf. 541 a 548).
568. Cuadro de recapitulación referente a los confesores privilegiados (véase al final del
libro, Cuadro III).
202
Antes de la absolución del C. — obligado siempre a cumplir la pena.
CASO PÚBLICO Después de la absolución del C. —No está obligado, salvo cuando haya
peligro de escándalo o intervención del Superior.
572.
1º) Su extensión.— En virtud de estas facultadas el Ordinario puede absolver de los casos
siguientes (aunque sean públicos):
A.— Apostasía, herejía, cisma.
B.— Lectura de libros prohibidos.
C.— Afiliación a la francmasonería.,
D.— Duelista.
E.— Violación de la clausura estricta1.
2º) Interés para el C.— Se limita a la cuestión del RECURSO.
En los casos arriba mencionados, aunque estén, según el derecho general, reservados al S.
Pontífice, el C. no tendrá que recurrir a Roma: le bastará dirigirse al Ordinario.
Por consiguiente, cuando el C. se encarga por sí mismo de recurrir al Superior para pedir
las instrucciones relativas a la absolución de una censura reservada al S.P. hará bien en
consultar este Corolario IV; comprobará si la censura está dentro de las Facultades
quinquenales, y obrará en consecuencia.
N.B.— El C. sacaría mucho provecho si consultara las facultades quinquenales, incluidas
con frecuencia en los Estatutos Diocesanos, para repasar las condiciones de absolución de
ciertas censuras.
1
Los casos C-D-E podían ser absueltos por el Ordinario en razón del Can 2287, párrafo 2 —pero solamente
cuando eran ocultos.
203
CUARTA PARTE
573.
a) En cuanto Sacerdote —Breviario; Misa; respetar las obligaciones de los clérigos;
comercio; tonsura..., etc.
b) En cuanto Confesor—Mantener una ciencia suficiente (Cf 1-6); observar los siete
elementos de una buena confesión (Libro 11, 1ª Parte). Errores que hay que reparar (11 Parte).
c) en cuanto Pastor — Administración de los sacramentos; cuidado de los enfermos; visita
a los feligreses; sermón del domingo; catecismo de los niños; instrucción de los médicos y de
las parteras, en lo que se refiere al bautismo; construcción de una parroquia comunitaria y
misionera; Acción católica general, Acción católica especializada: Acción social, etc....
204
Nota II.— Un sacerdote nuevo, sobre todo si es joven, no debe ser confesor HABITUAL
de un sacerdote.
Artículo segundo.
LAS RELIGIOSAS
577.
a) Voto de pobreza.— Se viola el voto disponiendo de los bienes en nombre propio:
aceptando, reteniendo cosas y usando de ellas sin saberlo el Superior: haciendo regalos,
vendiendo o prestando los bienes. También se le viola por negligencia en la custodia o en el
uso de las cosas confiarlas.
205
Hay pecado MORTAL cuando el valor de la cosa alcanza lo que constituye la materia grave
del robo. Sin embargo, cuando una profesa dispone de cosas que son todavía de su propiedad,
necesitaría que ese valor fuera cinco o seis veces más grande.
b) Voto de castidad.— Velar por la guarda de los sentidos (Imaginaciones, deseos impuros,
familiaridades peligrosas, ocasiones de pecado) y por la guarda del corazón.
c) Voto de obediencia.— Obedecer las órdenes especiales de los Superiores. No despreciar
d) Observar las reglas y constituciones1.
1
Las religiosas y sus C. tendrian que leer: Ehl. DIRECCIÓN ESPIRITUAL DE LAS RELIGIOSAS, adaptado del
alemén por Creusen: EL CULTO DE LOS VOTOS, por Colin, y EL CULTO DE LA REGLA, del mismo autor.
206
N.B.— Recientemente una religiosa — gracias a una advertencia del C. —adquirió de
repente conciencia de la GRAVEDAD de sus murmuraciones, de sus CRÍTICAS A LA
AUTORIDAD, que perturbaban mucho a la comunidad.
Resolvió cambiar de conducta; eso fue el punto de partida de una verdadera conversión.
Artículo tercero
DIFERENTES PROFESIONES
I.— GENERALIDADES
580.
Los diferentes elementos de una buena confesión deben tener en cuenta las condiciones
concretas de vida del P. y por consiguiente sus deberes profesionales1.
a) INTEGRIDAD QUE HAY QUE ASEGURAR.— Interrogar acerca de los deberes
profesionales. Hacerlo con tacto.
b) ADVERTENCIA QUE HAY QUE HACER.— Llamar la atención del P. sobre la
importancia de los deberes de su estado. Su cumplimiento, con la intención de agradar a Dios,
constituye la base de una vida auténticamente cristiana.
Hacer notar los pecados de omisión.
c) CONTRICIÓN QUE HAY QUE EXCITAR.— Los motivos particulares nacerán con
frecuencia de las virtudes de justicia y de caridad.
Insistir en el gran mandamiento: Dios quiere que nosotros hagamos el bien a nuestros
hermanos los hombres.
d) OBLIGACIÓN QUE HAY QUE IMPONER.— Inspirarse también en los deberes
profesionales: Deficiencias que hay que reparar y deberes positivos que hay que asegurar.
e) CONSEJOS QUE HAY QUE DAR.
1) Convencerse de la importancia de los propios deberes de estado.
2) Inspirarse en los ejemplos de N.S. y de los santos.
3) Rogar para obtener la gracia de la fidelidad al deber de estado.
4) Formarse en las virtudes propias de su estado, haciendo actos positivos de virtud y
resistiendo a las tendencias viciosas.
f) PENITENCIA QUE HAY QUE IMPONER.— Elegir a veces un deber profesional cuya
observancia cueste al P.
581. Nota.— En el examen de las diferentes profesiones en particular, señalaremos sólo los
principales deberes de estado y el modo de interrogar. Para los otros elementos de la confesión
atenerse a las GENERALIDADES precedentes.
II.— JUECES
1
Ya se ha dicho (núm. 393, en la nota) cómo un gran industrial católico pedía a los C. que pusieran
continuamente al P. frente a los “verdadero problemas” –por consiguiente, frente a los DEBERES
PROFESIONALES.
207
b) ESTUDIAR concienzudamente los EXPEDIENTES antes de dar una sentencia.
c) NO DEJARSE INFLUENCIAR por algún afecto o por alguna aversión hacia una u otra
parte.
d) NO ACEPTAR NADA para dar una sentencia, aunque se trate de una sentencia justa.
IV.— MÉDICOS
208
e) Salvaguardar el secreto profesional.
B.— Visitas.
a) Hacer las visitas necesarias, sin multiplicarlas inútilmente.
b) Examinar al enfermo, muy concienzudamente.
C.— Remedios.
Emplear los remedios mis seguros
D.— Honorarios.
No exigir más que honorarios justos.
V.— FARMACÉUTICOS
VI.— COMERCIANTES
209
VII.—PATRONOS.
CAPÍTULO SEGUNDO
DEBERES FAMILIARES
210
Artículo primero
CONFESIÓN DE LOS FUTUROS ESPOSOS1
211
A.— Integridad que hay que asegurar.— Después de haber interrogado acerca de los
grandes deberes generales (Cf. Modelo de cuestionario, 85), llegará usted a la cuestión
delicada de los pecados cometidos ENTRE NOVIOS, pecados que éstos a veces tienen
dificultad en confesar.
El C.: “Yo tengo la costumbre de hacer también algunas preguntas respecto de las
relaciones entre novios... Le ruego que sea muy sincero, que responda con mucha franqueza...
Una vez más se lo digo, aunque usted hubiera pecado gravemente, si se confiesa bien y se
arrepiente de ello, el Buen Dios lo perdonará... Al pensar en su futuro matrimonio, ¿ha tenido
quizás malos deseos? ¿Tal vez se ha permitido familiaridades un poco impropias?”
Si el P. responde: sí, irá usted más al grano:
“¿Tal vez ha obrado usted como si ya estuviera casado?... No tenga temor de decirlo... De
todos modos el Buen Dios lo ha visto todo y es a Él a quien se lo confiesa... Usted sabe
perfectamente que es como si yo no hubiera oído nada1...” (Cf. 336-337. Conducta del C. para
evitar las confesiones sacrílegas).
N.B.— En lo que se refiere a IMPEDIMENTOS del MATRIMONIO, pregunte al P. si ha
respondido a conciencia a la INFORMACIÓN CANÓNICA.
B.— Advertencia que hay que hacer.— 1.— Recordar las grandes verdades de
NECESIDAD de MEDIO (Cf. 344).
2.— Recordar los grandes DEBERES del MATRIMONIO.
C.— Contrición que hay que excitar.— Insistir en:
1.– Temor del infierno eterno (Cf. 144).
2.– Pasión de N.S.J.C. (Cf. 145).
D.— Consejo que hay que dar.— ¡Comienza una nueva vida! En adelante vivir como
BUEN CRISTIANO.
E.— Penitencia que hay que dar.— Una breve oración.
F.— Absolución que se ha de dar.— A veces sucederá que hay que darla sólo bajo
condición. En cuanto a la comunión habrá que aplicar aquí lo que se ha dicho en general (Cf.
213).
Situación del P.— C) TERCER CASO.— El P. es un cristiano más o menos práctico;
se confiesa normalmente.
A.— Integridad que hay que asegurar.
Haga notar la importancia de una BUENA CONFESIÓN DE Casamiento. Se hace en el punto
de partida de una NUEVA VIDA; el valor humano y cristiano del nuevo hogar puede depender
de esta confesión.
Si el P. no hace ninguna alusión a sus relaciones durante el noviazgo, interróguele
discretamente, tal como se ha explicado detalladamente en el caso precedente.
N.B.— Interróguele también —como se ha dicho arriba— respecto de la INFORMACIÓN
CANÓNICA.
B.— Advertencia que hay que hacer.
1
En algunos ambientes populares y muy descristianizados el C. podrá preguntar más claramente aún:
“Veamos... ¿han estado ustedes sólos con mucha frecuencia? ¿Y entonces? ¿Han procedido como marido y
mujer... muchas veces?
212
Recuerde los graves DEBERES del MATRIMONIO.
C.— Contrición que hay que excitar.
Aun cuando, el P. haya cometido pecados mortales con su futuro cónyuge — excitarle a la
contrición— no hacerle REPROCHES DEMASIADO SEVEROS.
Insista más bien en el efecto de la absolución que lo va a borrar todo —y en el BUEN
PROPÓSITO.
Se trata principalmente de REPARAR el PASADO y de vivir enteramente conforme a la LEY
de DIOS.
D.— Consejos que hay que dar.
Indicar un PROGRAMA DE VIDA proporcionarlo al grado de vida cristiana del P. y
de su futuro cónyuge.
E.— Absolución que hay que dar.
Antes de darla —y si la confesión ha liquidado un pasado más o menos cargado —ponga
usted de relieve el VALOR DEL PERDÓN DIVINO1.
N.B.— A novios muy fervorosos —y con la condición de que ellos estén de acuerdo— el
C. les podrá recomendar la abstención de las relaciones conyugales durante los tres primeros
días del matrimonio.
Artículo segundo
LOS ESPOSOS
1
En el Matrimonio”, por Martín, se tratarán consejos prudentes sobre la conducta del C. para con los novios,
la víspera de su matrimonio (caso de concienia 50). Desde el punto de vista: Cédu las de confesión (casos 48 y
49).
213
C.— Está gravemente prohibido, bajo pena de pecado mortal, todo lo que es contrario al
fin del matrimonio, impide la concepción o quebranta la fidelidad conyugal, como: las
relaciones voluntariamente incompletas o el onanismo, la polución plenamente voluntaria, el
rechazar sin motivo las relaciones, el aborto, el adulterio y el divorcio.
Para más detalles. véase toda la sexta parte (núm. 716 y siguientes) consagrada a “la vida
íntima de los esposos”1.
601.
A.— Integridad que hay que asegurar.
a) En cuanto al amor mutuo. “¿Hay a veces deficiencias en la buena comprensión
conyugal?, ¿faltas de atención en agradar, en hacer el interior agradable?, ¿impaciencias por
los defectos temperamentales de su consorte? ¿por sus errores, por sus manías? ¿Deja usted
que se prolonguen las pequeñas incomprensiones inevitables?”
Si se trata del —MARIDO: “¿No le sucede que no le da lo suficiente a su esposa para su
economía?, ¿que no la trata con bastante benevolencia? (palabras. acciones), ¿como a una
verdadera compañera?”
Si se trata de la —ESPOSA: “¿Desobedece a veces a su marido? ¿Le hace enojar con sus
palabras y actitudes? ¿Es a veces negligente en cuanto al cuidado de la casa (comida, arreglo
de la ropa, orden general, etc.)? ¿Hace gastos inútiles?” (Véase también el núm. 597).
b) En cuanto a la castidad.— 1) DEBER CONYUGAL. El C. demostrará mucha reserva al
hablar sobre este punto, sobre todo si se trata de la esposa. Sin embargo, no es nada inaudito
encontrar cristianos, si no personas piadosas, que no se dan cuenta de la gravedad del deber.
El C.: ''¿Ha satisfecho a todo lo que le ha pedido su marido? ¿Tiene tal vez alguna inquietud
en lo que se refiere al cumplimiento de sus deberes conyugales? ¿Falta de complacencia, de
entusiasmo? ¿Su papel de madre no la hace olvidar su papel de esposa?”
1
Todo C. debe conocer a fondo estas cuestiones de castitdad conyugal. Pero no hará alusión a ellas en confesión
sino en caso de que sea necesario y conveniente. Monitum del Santo Oficio, núm 629.
214
Consultar también todo lo que acaba de decirse en los números 598 y 600-3º-4º.
2) ONANISMO CONYUGAL.— Esta cuestión importante será estudiada más adelante y
constituirá el objeto de toda la VI parte
c) En cuanto a la fidelidad.— El C.: “¿Tiene que hacerse algún reproche desde el punto de
vista de la fidelidad? ¿Pensamientos? ¿Deseos? ¿Miradas? ¿Gestos? ¿Algo peor? ' (Cf. 599).
“¿Está usted, quizá, en ocasión de pecado en este aspecto?
“¿Su corazón es realmente todo él para su consorte?”
“¿Tiene sospechas injustificadas respecto de su cónyuge?
¿Es usted celoso y sin motivos razonables?”
B.— Advertencia que hay que hacer.
Muchos esposos —y más aún esposas— están en ignorancia, vencible o no, respecto de lo
que está PERMITIDO o PROHIBIDO en el uso del matrimonio. El C. a veces tendrá que ilustrar
al P.
A propósito de algunas advertencias muy delicadas que sería interesante hacer al esposo o
a la esposa, véase núm. 598 y 6001.
C.— Contrición que hay que excitar.
a) Desde el punto de vista del DEBER CONYUGAL y de las faltas de diligencia. El C. hará
valer este motivo particular: “Eso es hacer injuria a los derechos del cónyuge, es exponerle a
que busque en otra parte lo que usted no le da y, por lo tanto, exponerle a que cometa adulterio.
El verdadero amor del prójimo y el espíritu de sacrificio deben ir más lejos.”
b) Desde le punto de vista de la FIDELIDAD CONYUGAL.
Insistir en la gravedad del adulterio, aun del que llaman “pasajero”. El adulterio viola la
fidelidad jurada en el altar delante de Dios. Puede tener consecuencias ,muy graves para todo
el futuro cristiano del hogar. En el Antiguo Testamento era castigado con la muerte. En e!
Nuevo está dicho que los adúlteros no participarán del Reino de Dios.
Es un motivo de contrición, natural en sí, pero que impresiona mucho a las madres culpables
de adulterio: “¿Qué pensarían sus hijos si supieran que su madre ha hecho eso? ¿Está usted
segura de que no lo sabrán un día?...
D.— Obligaciones que hay que imponer.
Inspirarse en las NEGLIGENCIAS CONFESADAS respecto de los deberes de estado del
matrimonio. A veces imponer la ruptura con las ocasiones de pecado (Cf. Primera Parte,
Capítulo II).
E.— Consejos que hay que dar.
Tener en cuenta las confesiones para insistir especialmente en tal o cual deber del estado
conyugal.
F.— Penitencia que hay que imponer.
Evitar el dar una penitencia que obligue al deber conyugal propiamente dicho, aunque éste
le cueste al P.; tal cosa se prestaría a risa y hasta podría escandalizar.
Por el contrario el C. podría imponer tal esfuerzo, tal atención desde el punto de vista de la
buena inteligencia del arreglo de la casa, etc.
1
Algunas esposas se imaginan que después de la menopausia toda relación conyugal es pecado. Este error
proviene de una falsa concepción del matrimonio, que exagera la importancia de su fin secundario, conservar el
amor natural de los esposos.
215
Si se tratase de faltas contra la castidad, inspirarse en lo que se dirá a propósito de la
impureza (Cf. 630-F).
C.— Absolución que hay que dar.
El problema se planteará, sobre todo:
a) Desde el punto de vista de la ocasión del pecado de adulterio.''
b) Desde el punto de vista del onanismo (Véase confesión de los onanistas).
602.
Situación del P.— 1º) El P. se queja de su cónyuge.
El C. no creerá demasiado pronto que el P. no ha hecho nada malo de su parte; no condenará
al cónyuge sin estar más informado.
Recomendar más bien la unción —la paciencia —la dulzura —y todavía más una gran
dedicación.
Situación del P.— 2º) LA ESPOSA se queja de la cólera, de la embriaguez de su marido.
El C.: “Dedíquese más a los pequeños cuidados de la casa y hágale notar todo lo que hace
usted por él.”
“Cuando vuelve su marido, embriagado, llévele dulcemente a su cama para que duerma. Al
día siguiente, cuando haya vuelto a su estado normal, hágale notar, con mucha dulzura, los
incidentes de la víspera.”
“Cuando él monte en cólera —respóndele con más dulzura aún.”
“Si con eso no consigue nada ármese de paciencia y recurra más que nunca a la oración.”
Situación del P.— 3º) EL ESPOSO se queja de que su esposa quiere mandarle.
El C.: “Reprenda a su mujer dulcemente —pero no se muestre tímido; de lo contrario, su
arrogancia no hará más que aumentar.”
“Si no basta la dulzura, muéstrese más enérgico; sepa imponer su voluntad. Con todo, a
veces sepa hacer alguna concesión, y no dé ningún motivo de queja a su esposa1.”
Artículo tercero.
LOS PADRES
603.
a) AMOR verdadero y sobrenatural a sus hijos.
b) CUIDADOS CORPORALES (higiene, alimentación) .
c) EDUCACIÓN ESPIRITUAL (Instrucción religiosa y profana).
d) ATENCIÓN por su FUTURO TEMPORAL.
1
El artículo II que concluye aquí no es más que una aproximación: La verdadara confesión y dirección de los
esposos supondría una espiritualidad conyugal que todavía hay que elaborar.
216
604.
A.— Integridad que hay que asegurar.
a) En cuanto a los CUIDADOS CORPORALES “¿Falta de atención de la salud, de la
alimentación de sus hijos?”
b) En cuanto a la EDUCACIÓN: “¿No vela usted bastante por su instrucción religiosa? ¿Por
sus oraciones? ¿Por su asistencia a Misa? ¿Por la frecuentación de los sacramentos?”
“¿Les pone en colegios católicos?”
“¿Hay negligencias en corregirlos? ¿En formarles en la virtud?”
“¿Y sus compañías? ¿Les deja usted demasiada libertad? ¿Compañías demasiado
precoces?”
“¿Y la vigilancia (discreta, pero efectiva) de sus juegos, diversiones, lecturas,
compañeros?”
“¿Les da usted algunas veces malos ejemplos?”
c) En cuanto a su PORVENIR: “¿Se ocupa usted bastante de hacer que aprendan un oficio
que les convenga? ¿De asegurar su porvenir en la medida de lo posible?”
B.— Advertencia que hay que hacer.
Muchísimos padres, aun buenos cristianos ignoran que es pecado mortal colocar a sus hijos
en una escuela laica —salvo que haya un inconveniente MUY GRAVE, y con la condición de
que se elimine todo peligro para la fe y la moralidad.
C.— Contrición que hay que excitar.
Motivos particulares de contrición. Ellos son los encargados, en nombre de Dios, de ser
la providencia de sus hijos —consecuencias, para toda la vida, de una mala educación. —Dios
les pedirá cuenta de los hijos que les han sido confiados.
D.— Consejos que hay que dar.
a) Convencerse de la grandeza y de la responsabilidad de su misión.
b) Tomar como modelo a la Sagrada Familia.
c) Rogar para obtener la gracia de estar a la altura de su función.
d) Ejercitarse en su propia función de educador. (Tener cuidado con los pecados POR
OMISIÓN). Dar más buenos ejemplos que numerosos consejos: “Los hijos tienen buenos ojos
y malos oídos.”
Cuando uno de los padres reprende, corrige a un niño —que el otro no se oponga a ello
públicamente— y que en seguida no le adule secretamente.
E.— Penitencia que hay que imponer.
Imponer a veces una obligación penosa del DEBER DE ESTADO: Ej.: hacer recitar la
lección de catecismo... Hacer una observación necesaria, pero que sin duda será mal recibida.
F.— Absolución que hay que dar.
Mantener el uso —donde todavía está en vigor— de NEGAR LA ABSOLUCIÓN a los padres
que colocan a sus hijos en la ESCUELA LAICA sin razones suficientes.
Donde no existe tal uso —¿es oportuno introducirle poco a poco?... Por lo menos hay que
insistir mucho en la GRAVE OBLIGACIÓN de poner a los hijos en COLEGIOS CATÓLICOS.
217
N.B.— La cuestión de la escuela laica no es más que un caso particular de las “ocasiones
de pecado” Aun en aquellos sitios en que es respetada la neutralidad hay ocasión de que la fe
y la vida cristiana se debiliten...
¿Qué decir entonces de esas pretendidas escuelas neutras donde éste o aquel maestro
siembran la duda (si es que no atacan abiertamente a la religión) pone en ridículo las creencias,
las prácticas religiosas?
Artículo cuarto
LOS HIJOS
605.
a) AMOR a los padres.
b) RESPETO.
c) OBEDIENCIA.
d) Ayuda MATERIAL y ESPIRITUAL.
606.
A.— Integridad que hay que asegurar.
a) En cuanto al AMOR a los padres: “¿Ha despreciado usted a sus padres ? ¿Gravemente?
¿Les ha causado pena? ¿Les ha deseado algún mal?”
b) En Cuanto al RESPETO: “¿Les ha faltado al respeto? ¿Les ha injuriado? ¿Maltratado?”
c) En cuanto a la OBEDIENCIA: “¿Les ha desobedecido? ¿Gravemente? (en lo referente al
orden del hogar —la selección del cónyuge —de una profesión).”
d) En cuanto a la AYUDA MATERIAL o ESPIRITUAL: “¿Ha descuidado el socorrerles en
sus necesidades materiales? ¿El procurarles los sacramentos? ¿El rogar por ellos después de
su muerte?”
B.— Contrición que hay que excitar.
Motivos particulares de contrición. Los padres son los representantes de Dios sobre la
tierra aunque tengan defectos y debilidades.
El mal proceder para con los padres atrae la maldición divina. Ingratitud para con aquéllos
que todo lo han hecho por sus hijos.
C.— Obligaciones que hay que imponer.
a) REPARACIÓN de las desobediencias, de las injurias graves. Si es posible pedir perdón
expresamente, prometiendo portarse mejor en el futuro.
Si esto parece demasiado difícil —mostrarse especialmente obsequioso con ellos, diligente
en servirles.
b) RESTITUCIÓN del dinero robado a los padres.
En cuanto sea posible exigir esta restitución —aunque se trate de niños y de pequeñas
sumas. Sin embargo, tener en cuenta la situación de los padres, sus sentimientos, el empleo
del dinero robado.
218
Examinar si hay posibilidad de restitución, si se puede presumir la condonación de los
padres perjudicados.
c) ACUDIR en AYUDA de los PADRES NECESITADOS.
C.— Consejos que hay que dar.
a) CONVENCERSE del papel que desempeñan los padres, delegados de Dios; del
reconocimiento que se les debe.
b) EJEMPLO DE N.S. en Nazareth.
c) ROGAR para obtener la gracia de vivir como buen hijo.
d) OBRAR como buen hijo.— Abstenerse de todo lo que sea contra el autor, el respeto, la
obediencia.
Artículo quinto
LOS HOGARES
607.
El oficio de los “Capellanes de hogares” es una cuestión delicada y compleja: haremos de
ella un estado profundo en una próxima edición. Desde ahora creemos hacer un servicio a los
sacerdotes recomendándoles la lectura de un artículo excelente: “Respeto de la Intimidad
Conyugal”, de la Revista de la A.M.C.: Sacerdote y Familia. 1950, núm. 1. Citaremos algunos
fragmentos de él:
Siempre se da el caso, no raro actualmente, de ver a jóvenes sacerdotes bien intencionados
dirigir hogares por lo menos de una manera caótica. Están acostumbrados a formar militantes
y militantes, con frecuencia en conversaciones particulares y por medio de contactos
individuales. Ahora bien: guiar un hogar es una cosa muy distinta; ya no se trata de hacer
progresar al marido o a la esposa, sino a la pareja; y tampoco es cuestión de procurar el
adelanto espiritual del uno o de la otra, sino la marcha armoniosa de la casa o de la familia. El
primer deber del capellán de hogares es, por lo tanto trabajar en estrechar sin cesar la intimidad
conyugal, en lugar de interponerse entre los cónyuges y, tal vez con las mejores intenciones
del mundo, mejorar al uno a costa del otro. Se puede decir que todo esfuerzo apostólico que
no toma el hogar como un todo y que no tiende a mantener su unidad es más perjudicial que
provechoso. El hombre y la mujer están unidos indisolublemente: en adelante, su perfección
personal depende de su mutuo perfeccionamiento. Descuidar éste y esperar todavía favorecer
aquél es por consiguiente, un error, quizá hasta un sacrilegio contra el amor conyugal.
El sacerdote debe precaverse contra los dos excesos contrarios: timidez y audacia.
Para desechar su timidez sólo conviene advertirles que los hogares no esperan de él cosas
extraordinarias. Esperan que sea sacerdote y nada más que sacerdote. No hay que ser el
director del señor o de la señora, el amigo del uno o de la otra, sino el guía testigo de los dos.
Se trata, en primer lugar de hacer conocer mejor la doctrina cristiana, dogma y moral; después,
de responder a las cuestiones de conciencia que le sean propuestas. No hay que intervenir para
nada en la oposición que pueda manifestarse entre los esposos, y de un modo especial no hay
que hacer caso a las recriminaciones de la señora (porque casi siempre es la señora, más
expansiva y finalmente menos activa, la que se lamenta). Lo único que hay que hacer es dar
testimonio de las exigencias de un cristianismo completo, las cuales prescriben un determinado
comportamiento conyugal, un determinado estilo familiar de vida y una determinada
formación de los hijos. Ciertamente, éstos son problemas complejos que conviene estudiar de
antemano (leyendo, por ejemplo, las obras que mejor responden a ellos). Pero esto no
219
presupone ninguna formación muy técnica. Sólo mucho tacto, habilidad y dedicación, y en
último término un gran espíritu sobrenatural.
Por el contrario, el Capellán de hogares puede a veces ilusionarse en lo que se refiere a los
motivos de su apostolado:
El Sacerdote está forzosamente vuelto sobre sí, en una especie de intimidad cerrada por su
celibato. Necesita, pues un desinterés de todos los momentos para no sentirse jamás tentado
de hacer entrar en juego sus propios complejos al convertirse en testigo de tal o cual
experiencia de la vida conyugal. Si es un santo, no hay en esto ningún peligro: las confidencias
de los esposos no turbarán su soledad interior. Si es inteligente, hará pronto el cálculo de las
alegrías y de las dificultades familiares para concluir que, aun humanamente, su género de
vida lleva también consigo sus consolaciones y sus pruebas. En fin, si es delicado, se cuidará
muy bien de violar, aunque sólo sea con la imaginación, lo más secreto de los corazones. Pero
si no es ni un santo ni un psicólogo experimentado, ni un testigo lleno de reserva, tendrá que
esforzarse por serlo en alguna medida, o bien en no ser designado como Capellán de hogares.
(Cuántas veces los esposos se lamentan de que tal sacerdote, celoso y benévolo por otra parte,
los hiere con su indiscreción! En lo que concierne de modo especial a la moral conyugal, nunca
se es lo suficientemente diestro, y sin embargo hay que ser claro. “Se sabe de eso demasiado”,
dicen unos. “Esto no les importa”, dicen otros.
El Sacerdote debe igualmente esforzarse por formar hogares consagrados. “Al formarlos
para todos los llamados de la sociedad, invita a uno y a otro a una común superación. Es ésta
la mejor manera de hacerlos activos”.
En el momento de ajustar el libro leemos en la misma revista (1950, núm. 6), un hermoso
artículo de A. Merlaeud: “El Sacerdote, testigo del Sacramento del amor”. El sacerdote tiene
que tener un gran respeto por la autoridad inviolable del hogar1. Debe cuidarse de toda
intervención torpe que correría el riesgo de perjudicar la armonía del hogar. Pues bien: hay a
veces falsas maniobras.
Aun teniendo una conciencia tranquila, el sacerdote manifiesta a veces un celo imprudente
en demasía. Son solicitaciones pesadas ante el esposo o la esposa para salvar el prestigio de
un equipo deportivo o de una obra parroquial. Son atenciones demasiado prolongadas para
con la esposa desgraciada que acaba de descubrir sus dramas; se consuela a la persona, pero
se refuerzan los agravios hechos al amor. Son consejos de perfección dados al uno o al otro y
que, despertando el ardor espiritual de un compañero acentúan la aversión entre ambos. Son
antiguas amistades hacia el uno o hacia el otro y que hallan dificultad en ajustarse
imparcialmente a la pareja. Todos estos modos de intervención corren el riesgo de perjudicar
la armonía del hogar. Valdría más contentarse con querer un bien menor y dejar al amor en
libertad de precisar su ritmo. Nada puede edificarse fuera del amor. Por esto todo servicio,
todo consejo, aunque estén despojados de egoísmo, están condenados a la esterilidad si no
encuentran un eco favorable en la conciencia común de los esposos, si no participan, diría
Claudel, de esa misma fuerza por la cual existen: el amor. Esto es tan sorprendente que se
siente mejor que con argumentos, delante de dos seres que ya no se aman. Todo lo que se les
puede decir hace más agudo el dolor de la reconciliación. Si se inclina hacia el uno, se acusa
al otro, casi irrevocablemente, tarde o temprano, se usa su crédito ante los dos.
También el sacerdote debe dar pruebas de comprensión respecto de los problemas en los
que se debate diariamente el amor de los esposos. Debe ponerse a tono con las alegrías y
dolores del hogar, sentir personalmente los fracasos y los triunfos de los esposos en sus
esfuerzos hacia una mejor armonía conyugal.
1
A una joven que estaba a punto de casrse, el P. Haguenin, el apóstol de los feriantes, escribía: “Usted tendrá
un marido. Es él el que debe ser su guía. Yo tengo un principio: Nada de sacerdote entre tú y yo” (p. 140).
220
Pero el sacerdote no debe contentarse con —comprender— las riquezas y las miserias del
hogar; debe arrastrar a los esposos hacia la caridad de Cristo. Lo logrará, primero por medio
de su ejemplo: “que sea plenamente sacerdote y nosotros seremos plenamente esposos”. Luego
transmitir el mensaje evangélico teniendo en cuenta los problemas precisos del momento,
buscando la confesión que alivia y que reconforta y ayudando al progreso de los esposos hacia
una realización mas perfecta del matrimonio cristiano.
N.B.— Estos dos ejemplos habrán bastado para mostrar a los sacerdotes la utilidad de
abonarse a alguna publicación especializada en estas cuestiones.
221
QUINTA PARTE
PECADOS EN PARTICULAR
CAPÍTULO PRIMERO
LOS PECADOS CAPITALES
608. Se pueden agrupar los pecados capitales en dos familias:
ORGULLO: Orgullo propiamente dicho (n. 609-613); Envidia (n. 614-619); Ira (n.
620-624). SENSUALIDAD: Impureza (n. 625-648); Gula (n. 649-652); Avaricia (n. 653-656;
Pereza (n. 657-660).
Artículo primero
ORGULLO
I.— GENERALIDADES
609. 1º) DEFINICIÓN.— Amor DESORDENADO del PROPIO VALOR.
El orgulloso obra explícita o implícitamente —como si el fuera el autor o el fin último de
sus cualidades personales —o bien exagerándolas.
222
El orgullo PROPIAMENTE DICHO, que consiste en no reconocer el soberano dominio de
Dios, es el más grave de todos los pecados mortales.
El orgullo ATENUADO, que quita implícitamente a Dios una parte de su gloria, es una falta
venial muy caracterizada.
Los pecados CONSECUENCIAS del ORGULLO son mortales o veniales, según la
importancia de la materia.
613.
A.— Integridad que hay que guardar.
a) Si se trata de CONFESIÓN PROPIAMENTE DICHA.
Usted verá si es que no hay materia grave. Por ej.: respecto de las discordias —disputas,
etcétera...
Examine la cuestión del escándalo.
Si el P. se acusa de orgullo —a veces podrá interrogarle usted acerca de los pecados que
son sus consecuencias inmediatas, o remotas (Cf. 610-611).
b) Si se trata de DIRECCIÓN ESPIRITUAL.
Trate de hacerle ver al P. que él es más orgulloso de lo que piensa.
Demuéstrele que muchos pecados acusados, por ej.: murmuraciones —juicios temerarios
etc. tienen por causa un orgullo más o menos oculto.
Al interrogarle acerca de los pecados consecuencias inmediatas o remotas del orgullo —
procure que adquiera una clara conciencia de este pecado capital.
B.— Contrición que hay que excitar.
Motivos particulares de contrición.— El orgullo es uno de los pecados de los que Dios
tiene más horror: “gloriam meam alteri non dabo”.
Él nos priva de muchas gracias: “Deus superbis resistit, humilibus autem dat gratiam” (Jac.
IV, 6) Nos priva de muchos méritos: “Amen dico vobis: receperunt mercedem suam” (Mt. VI,
2).
Es fuente de numerosos pecados de PENSAMIENTOS (Vanas complacencias; deseos
ambiciosos; juicios temerarios), de PALABRAS (murmuración, calumnia); de ACCIONES
(presunción, disputas, discordias, desobediencia).
C.— Obligación que hay que imponer.
REPARACIÓN de los perjuicios hechos al prójimo por medio de las murmuraciones,
calumnias, injurias, disputas.
D.— Consejos que hay que dar1.
a) Convencerse:
1) De la propia NADA: mirarla bien de frente: yo no soy nada y no puedo nada por mi
mismo: “quid habes quod non accepisti? Si autem accepisti, quid gloriaris quasi non
acceperis?” (I Cor. IV, 7).
1
Para los “Consejos que hay que dar” relativos a cada uno de los pecados capitales, seguimos el mismo
esquema: 1) —Convencerse de la malicia del pecado; 2) —Contemplar a Cristo, a la Virgen, a los Santo; 3) —
Rogar para obtener la gracia de corregirse; 4) — Obrar y abstenerse.
223
2) De su condición —de PECADOR. Si he cometido un solo pecado mortal, he merecido la
humillación eterna del infierno. Si solo. he cometido pecados veniales, no por eso he merecido
menos todas las humillaciones posibles: murmuraciones, calumnias, injurias.
3) De la fragilidad —de las COSAS DE LAS QUE NOS VANAGLORIAMOS: riquezas,
nacimiento encumbrado, belleza física, saber, muy limitado por cierto.
4) De la MALICIA —del orgullo y de sus Consecuencias inmediatas o remotas (Cf.
609-612)
b) Contemplar a Cristo, a le Santísima Virgen, a los Santos.
LAS ENSEÑANZAS DE N.S.J.C.: “Discite a me quia mitis sum et humilis corde”; “Nisi
efficiamini sicut parvuli non intrabitis in regnum caelorum “.
SUS EJEMPLOS: obscuridad de Nazareth —humillaciones de su vida pública (calumnias,
fracasos, ingratitudes, etc.)...
¿Qué decir, entonces, de su Pasión, especialmente de la coronación de espinas?
c) Rogar con instancia para alcanzar la gracia de la humildad.
d) Obrar —y abstenerse.
1) Por medio de ACTOS INTERIORES, reconocer delante de Dios su propia condición de
creatura y de pecador —aceptar de antemano la obscuridad y la humillación —afirmar que se
quiere servir exclusivamente a Dios.
2) ABSTENERSE. —Al menos de tiempo en tiempo— de hablar de sí mismo, hacerse valer.
3) Aceptar generosamente y alegremente, si es posible, las pequeñas HUMILLACIONES
que la Providencia nos enviare para nuestra santificación.
4) Hacer algunos pequeños actos que NOS REBAJEN y nos coloquen por debajo de los
demás. Por ej.: servirles, elogiar su valor, aun a costa nuestra.
E.— Penitencia que hay que imponer.
Dar una penitencia MEDICINAL inspirándose en lo que acaba de decirse a propósito de los
consejos que hay que dar.
Artículo segundo.
LA ENVIDIA1
l.— GENERALIDADES
614. 1º) DEFINICIÓN.— Tendencia a ENTRISTECERSE por las VENTAJAS del prójimo,
en la medida en que afectan a nuestra SUPERIORIDAD.
1
A veces se hace la distinción entre envidia y celo; se dice entonces que es envidioso del bien de otro y celoso
de su propio bien.
224
LA EMULACIÓN es un sentimiento loable; se experimenta cierta tristeza a la vista del bien
de otro (por ej.: su alto grado de ciencia, de virtud), no porque el otro lo posea, sino porque
uno mismo esta privado de él; la emulación nos inclina a igualar y hasta a superar, si es posible,
las cualidades de los demás, pero por medios leales
Así, pues, para que realmente haya ENVIDIA, hay que entristecerse de las ventajas del
prójimo porque eso puede DISMINUIRNOS a los ojos de los demás.
619.
A.— Integridad que hay que asegurar.
a) En cuanto a la especie. “¿Se ha entristecido usted por el bien del prójimo? Pero, ¿por
qué razón?... ¿Porque eso le humillaba? ¿Porque no lo tenía usted mismo?” (Véase más arriba,
núm. 615).
b) En cuanto a la gravedad: “¿Acerca de qué ha sido usted envidioso?, ¿acerca de una cosa
importante?” (Gravedad OBJETIVA).
“¿Ha consentido usted plenamente en esos movimientos de envidia? ¿Se trata de
impresiones más o menos voluntarias?” (Gravedad SUBJETIVA).
c) En cuanto al número (Cf. 91-93).
d) En cuanto al escándalo (Cf. 94-95).
225
e) En cuanto a las consecuencias: “¿No ha habido burlas perversas? ¿Murmuraciones?
¿Chismes?... etc.
B.— Advertencia que hay que hacer.
a) Hacer notar la diferencia entre la ENVIDIA propiamente dicha y la TRISTEZA
LEGÍTIMA de las ventajas del prójimo —Especialmente LA EMULACIÓN (Cf. 615).
b) Distinguir con cuidado las TENTACIONES de envidia que conocen aun las personas
adelantadas en la perfección (Véase personas tentadas en general, núm. 474).
C.— Contrición que hay que excitar.
Motivos particulares de contrición:
a) La envidia va directamente contra el precepto tan querido al Corazón de N.S.J.C.: el de
la CARIDAD FRATERNA.
b) La envidia le hace a uno semejante a SATANÁS, que envidió la felicidad de los hombres
en el paraíso terrestre.
c) La envidia, por su naturaleza, es pecado MORTAL. Si no hay más que pecado venial —
es a causa de la poca importancia del bien envidiado o porque el P. no ha tenido más que un
consentimiento a medias.
D.— Obligación que hay que imponer.
REPARACIÓN del daño causado al prójimo con la murmuración, calumnia, maledicencia,
etc....
E.— Consejos que hay que dar.
a) Convencerse:
1) De la ESTUPIDEZ de la envidia que hace sufrir al mismo envidioso y a la persona
envidiada: es una tortura que uno mismo se inflige y sin provecho.
2) De la MALICIA de la envidia (Cf. 617).
3) Del dogma de la COMUNIÓN DE LOS SANTOS: el bien de un miembro cualquiera del
Cuerpo Místico es también el nuestro. ¿Cómo, entonces entristecerse por él?
b) Contemplar a Cristo, a la Santísima Virgen, a los Santos.
N.B. C., siempre preocupado del bien de los demás, de nuestra salvación. Deseoso de
asociarnos a su obra redentora y de apreciar nuestros valores. Ejemplo de San Juan Bautista:
lejos de es
....................................................
gar a quien no lo merece o más de lo que merece.
b) Respecto de la intención.— No se busca la restauración del orden, ni la enmienda del
culpable, sino que se deja uno llevar de los movimientos de odio.
226
Es MORTAL por su materia —ex genere suo— porque se opone directamente a la justicia
y a la caridad. El pecado puede no ser más que venial, debido a la parvedad de la materia ¿Ej.:
se quiere tirar de las orejas a un niña) 0 por defecto de pleno consentimiento.
b) En cuanto movimiento —desordenado— de la sensibilidad.
De suyo no hay más que pecado VENIAL, porque no hay oposición a la justicia o a la
caridad.
La ira, de cualquier clase que sea, pone un obstáculo al progreso espiritual, porque hace
perder la valoración, el sentido de la justicia, el recogimiento interior, tan necesario para la
unión íntima con Dios y para la docilidad a las inspiraciones de la gracia.
NOTA.— Los pecados consecuencias de la ira son con frecuencia mortales —ex genere
suo.
624.
A.— Integridad que hay que asegurar.
a) En cuanto a la especie. —”¿Ha querido hacer usted el mal a quien no lo merecía? ¿O
hacerle más mal de lo que merecía? ¿Ha obrado con alguna intención de odio?”
Si el P. responde: sí, hay ira, DESEO desordenado de VENGANZA.
Si el P. responde: no, le dirá usted: “Entonces ¿es solamente impaciencia interior, arrebato,
gritos, gestos desordenados?”
Entonces sería ira, MOVIMIENTO desordenado de la SENSIBILIDAD.
b) En cuanto a la gravedad objetiva —y subjetiva.
1) Si se trata de ira, movimiento desordenado de la SENSIBILIDAD puede no haber en
ello más que pecado VENIAL.
2) Si se trata de ira, deseo desordenado de VENGANZA, pregunte: “¿Ha querido hacer usted
un mal importante a quien no lo merecía? ¡Mucho más importante que lo que merecía?”
ADVERTENCIA: “Se ha dado usted cuenta de la importancia del mal que deseaba?”
CONSENTIMIENTO: “¿Ha consentido en ello enteramente?”
c) En cuanto al número (Cf. 91-93).
d) En cuanto al escándalo (Cf. 94-95).
e) En cuanto a las consecuencias (inspirarse en lo que se ha dicho arriba en el n. 623).
f) En cuanto a las ocasiones.— Vea si no hay personas o cosas que son ocasión de ira (Cf:
Ocasiones en general, 251-253).
g) En cuanto a la recaída (Cf. 258).
B.— Advertencia que hay que hacer.
Haga que distingan las DOS especies de ira y la diferencia de su GRAVEDAD (Cf. 623).
C.— Contrición que hay que excitar.
Motivo particular de contrición.— La ira, deseo desordenado de venganza va
directamente contra el precepto de la CARIDAD FRATERNA. Con frecuencia lleva consigo
otros pecados más graves (algunos de entre ellos habrán sido acusados tal vez por el P.).
También la ira, movimiento desordenado de la sensibilidad, turba mucho la paz interior y
se opone a la acción del Espíritu Santo.
227
D.— Obligaciones que hay que imponer
a) REPARACIÓN del mal causado al prójimo.
b) RUPTURA con las ocasiones de ira.
E.— Consejos que hay que dar.
a) Convencerse:
1) De la MALICIA de la ira (Cf. 623), y, sobre todo, de la multitud de males y de perjuicios
que ella acarrea.
2) De la necesidad de soportar PACIENTEMENTE muchas cosas fastidiosas,
desagradables y que hacen sufrir.
b) Contemplar a Cristo, a la Santísima Virgen y a los Santos.
Considerar la dulzura de N.S. Su benevolencia para con los pecadores. Su actitud cuando
fue abofeteado por un criado. Toda su Pasión... “Beati pacifici:.. Beati mites”.
c) Rogar.
Pedir a N.S. la gracia de imitar su MANSEDUMBRE: “Discite a me quia mitis sum” (Mt.,
XI, 29).
d) Obrar —y abstenerse.
1) ANTES —de la ira,
Prevenir, en cuanto sea posible, los primeros movimientos. No hablar y no obrar sino con
calma, después de madura y larga consideración. No tratar de saber lo que los demás dicen y
hacen contra uno.
a) DURANTE la ira.
Reprimir los primeros accesos, sobre todo distrayéndose.
Contener la lengua y los gestos, de tal manera que durante la ira no se diga ni se haga nada.
Dirigir una breve oración a Dios.
3) DESPUÉS de la ira.
Excitar en sí mismo el amor de aquél que ha provocado la ira.
Rechazar todo deseo de castigo desordenado.
Artículo cuarto
LA IMPUREZA
I.— GENERALIDADES
228
B.— 2ª regla.— En los solteros, la provocación DIRECTA y voluntaria de todo
MOVIMIENTO CARNAL (conmoción física acompañada de sensaciones estrictamente
venéreas) es siempre pecado MORTAL.
C.— 3ª regla.— En los solteros de ambos sexos, la provocación directa del ORGASMO
VENÉREO (que en el hombre produce normalmente la polución es siempre pecado MORTAL,
aunque no vaya acompañado con NINGÚN CONSENTIMIENTO del DELEITE.
D.— 4ª regla.— Las CONMOCIONES venéreas ESPONTÁNEAS y enteramente
independientes de la voluntad son indiferentes en sí, no pueden ser culpables sino en cuanto
se TRANSFORMAN en actos CONDENADOS por las reglas precedentes.
E.— 5ª regla.— Cuando los movimientos carnales, aun llegando hasta la polución, NO han
SIDO sinceramente QUERIDOS, sino sólo PERMITIDOS, como una acción que tiene realmente
otro fin el HECHO de SU PREVISIÓN NO constituye PECADO MORTAL.
Precisemos esta quinta regla:
a) Cuando el acto:
per se
et proxime excita las conmociones
et notabililer.
venéreas —hay PRÁCTICAMENTE PECADO MORTAL si se hace SIN RAZÓN VALEDERA
(motivo tanto más serio cuanto que el influjo es más grande).
b) Cuando el ocio solo influye
“o remote —o per accidens”,
hay PECADO VENIAL en hacerlo SIN RAZÓN SUFICIENTE.
F.— 6ª regla.— LOS NOVIOS y los VIUDOS están sujetos a las REGLAS PRECEDENTES.
229
No hacer precisar las circunstancias que son simplemente agravantes (Cf. 104).
Y con mayor razón, si el P. mismo sobrepasara la mesura en la exposición de sus pecados
o de sus tentaciones, si hiriera el pudor con sus palabras, no dude el C. en impedir esto, con
prudencia, claro está, pero con prontitud y energía.
b) Pregunte PROGRESIVAMENTE.
Comience, pues, por las preguntas más generales y, si hay lugar a ello, pase a las más
concretas (Cf. 615).
Que éstas sean, sin embargo, siempre breves, discretas, decentes, evitando las expresiones
que pueden, ya excitar la imaginación, ya ofender los oídos piadosos.
c) Atención al ESCÁNDALO del P.
Este escándalo hay que temerle desde dos puntos de vista: 1) El P. puede conocer la
existencia de pecados que ignoraba y el modo de cometerlos; 2) El P. puede sospechar que el
C. es demasiado curioso o demasiado experto en estas materias.
d) Atención también al ESCÁNDALO del C.
Preguntas demasiado detalladas, demasiado insistentes pueden ser una ocasión de caída
para el C.
c) Regla práctica paro los CASOS DUDOSOS.
Cuando usted se pregunte si es mejor preguntar o no, aplique el principio reflejo
comúnmente admitido: en tal materia es mejor quedarse corto que pasarse con peligro de
culpa.
B.— Consejos que hay que dar.
Que el C. recuerde de una manera clara y absoluta que le ha sido confiado el cuidado de las
—almas— y no el de los cuerpos. Por consiguiente:
a) EVITAR los CONSEJOS referentes a la HIGIENE.
Si fueran de interés para la conciencia consejos de esta índole, envíe al P. a una persona
competente, recta, prudente y que conoce la moral.
b) EVITAR —Y ABSOLUTAMENTE—- toda instrucción DE NATURA VEL MODO
ACTUS QUO VITA TRANSMITTITUR.
La decisión Romana se dirige al C. en el ejercicio de la confesión. No prohibe toda
iniciación sexual que se diera prudentemente, en privado, fuera del confesonario. (Véase
“Iniciación a la vida”, por Pierre Dufoyer: Principios generales y Fórmulas Concretas —en
Castermann)1.
c) Dar los CONSEJOS de orden moral con PRUDENCIA, DECENCIA, MESURA.
¡No pasar más allá de las necesidades verdaderas del P.!
Y, además, ¡no aparezca —en sus consejos— preocupado casi únicamente de los pecados
de impureza!
230
1) LOS NIÑOS IMPÚBERES: Atenerse a lo que se ha dicho a propósito de la confesión de
los niños (Cf. 369-370).
2) DESPUÉS DEL DESPERTAR DE LA PUBERTAD.
El P. sólo comienza la experiencia de la vida sexual y puede ser que ignore todavía muchas
cosas referentes a esta materia.
S. el P. confiesa malos tocamientos, usted le dirá “¿Lo hizo expresamente? ¿Durante cierto
tiempo? ¿Y para procurarse placer?” Si el P. responde: sí —ordinariamente habrá sido hasta
la polución.
¡Pero no pregunte más! —porque podría excitar una curiosidad malsana.
3) P. ENTERAMENTE DESARROLLADO.
Si el P. se acusa de haber tenido malos tocamientos, expresamente y por placer, podrá
preguntarle usted: “¿Ha sido hasta el fin? ¿Hasta la satisfacción completa?
Aquí, más que en cualquier otra parte tenga cuidado con el ESCÁNDALO (Cf. 94-95);
RECAÍDA (Cf. 258); OCASIÓN de PECADO (Cf. 251-253).
b) Diferentes categorías de pecados:
Véase lo que se dirá más adelante, núm. 631 y siguientes.
B.— Advertencia que hay que hacer.
Tenga en cuenta lo que se ha dicho más arriba (Cf. 629-B) a propósito de los consejos que
hay que dar.
Hay que advertir al P. que está en la ignorancia, aún en la invencible, si está en juego el
bien del P. (Hábito malo solitario)1 o si va en ello el interés común (onanismo conyugal)2.
Instruir igualmente al P. acerca de la diferencia entre tentación y pecado —acerca de las
condiciones del pecado mortal —acerca de la distinción entre conversación ligera, mala, etc....
Encontrará usted en “Tú, que te haces hombre”, de Juan el Presbítero (Castermann), preciosas
indicaciones especialmente adaptadas a los jóvenes (Por ejemplo, página 187 y siguientes).
C. Contrición que hay que excitar.
Motivos particulares de contrición:
Este placer no tiene razón de ser más que en el matrimonio: porque. en ese caso, tiene por
fin asegurar la propagación de la especie y el amor de los esposos.
Buscar este placer FUERA DEL MATRIMONIO es ir contra las intenciones divinas —abusar
de un don de Dios— profanar uno de los poderes más sagrados que Dios ha dado al hombre.
Si su P. ha cometido el acto conyugal fuera del matrimonio —hágale ver que la obra de la
carne no tiene valor humano más que entre esposos: entonces es un abandono total (cuerpo,
corazón, alma) entre dos personas unidas la una a la otra y de una manera exclusiva y perpetua.
Fuera del matrimonio —este ocio no tiene ningún sentido digno de una persona humana y
debe ser considerado como el acoplamiento pasajero de los animales.
Insistir, asimismo en las RUINAS que siguen a la IMPUREZA: Ruinas físicas. Ruina de la
inteligencia, de la voluntad, de la sensibilidad. Ruina del alma. Ruina de la fe. Ruina de la
alegría. (Véase “Tú, que te haces hombre”, Capítulo cuarto IV).
1
Si el C. tiene que habérselas con habitudinario que igenora la gravedad de la masturbación, comenzará por
decirle que eso es un PECADO, sin precisar su GRAVEDAD. El C. verá más tarde cuándo convendrá ilustrar
del todo al P.
2
La cuestión importante del onanimo conyugal será examinada detallaldamente en la VI Parte. Señalaremos
allí ñas raras excepciones en las que no hay lugar para advertir al P.
231
D.— Obligaciones que hay que imponer.
Atender de un modo especial a todo lo que se refiere a los recidivos —y sobre todo a la
ruptura con las OCASIONES de PECADO.
E.— Consejos que hay que dar.
a) Convencerse:
De la MALICIA de la impureza (Véase más arriba: motivos particulares de contrición).
b) Contemplar largamente a Cristo y a María
La mirada del espíritu y sobre todo la del corazón vuelta hacia la Inmaculada es de una gran
eficacia.
c) Orar mucho.
Pedir la GRACIA de la pureza.
Pensar en los últimos fines, en la Pasión de N.S., en la presencia de Dios.
Confesión frecuente con el mismo C. —y lo más pronto posible después de la caída.
Comunión frecuente y verdaderamente buena.
Devoción hacia la Santísima Virgen, hacia su Corazón Inmaculado.
d) Obrar y —abstenerse.
HUIR DE LAS OCASIONES. —Aquí el coraje ¡es la huida!... (amistades peligrosas, besos,
espectáculos peligrosos, etc.).
No dejarse llevar por la ociosidad, por la tristeza, por los ensueños, por las lecturas más o
menos malas.
MORTIFICACIÓN.— Principalmente modestia de los ojos. Pequeñas mortificaciones del
gusto. Trabajo. Fatiga corporal.
Lucha contra las tentaciones. (Véase P. en general, núm. 478-481).
En “Tú, que te haces hombre” están bien analizadas las condiciones de la victoria (Capítulo
cuarto V). Creer. Tener un ideal. Ser leal. Higiene física. Higiene mental. Saber. Querer Una
religión viril ¡Confianza siempre! Hacia la alegría.
F.— Penitencia que hay que imponer.
Inspirarse en los Consejos que hay que dar, para elegir una penitencia medicinal.
G.— Absolución que hay que dar.
Vuelva a leer atentamente todo lo que se ha dicho de la absolución de los NO-Ocasionarios
recidivos (Cf. 266-271) y de los Ocasionarios (Cf. 284 a 315).
Por consiguiente, a veces tendrá que exigir ciertas rupturas —efectivas— antes de dar la
absolución.
1
Si el P. es un —NIÑO— consultar los números 369.372.
232
b) Gravedad —subjetiva.
El C.: “¿Ha consentido usted en esos malos pensamientos? ¿Ha hecho acto expreso de
pensar en ellos? ¿Se ha dejado llevar del placer malo?”
(1er. Caso).— El P. ha consentido plenamente en un mal pensamiento verdaderamente
obsceno: pecado MORTAL
(2do. Caso).— Ha resistido en seguida plenamente. No hay pecado: al contrario, PRUEBA
DE AMOR A N.S.
(3er. Caso).— El P. ha consentida a medias. No ha rechazado con bastante prontitud, con
bastante generosidad —pecado VENIAL.
C) El P. CULPABLE de MALOS PENSAMIENTOS, ¿no ha ido demasiado lejos?
El C.: “¿Ha cometido usted malas acciones contra la pureza? ¿Ha tenido usted deseo de
hacerlas?”
233
635. Nota II.— Distinción teológica — y conducta del C.
Los moralistas distinguen de una manera más precisa: “corporis partes minus honestae
(pectus, dorsum, brachia, femora); inhonestae (genitalia partesque vicinae)”.
Precisan también la gravedad de la mirada mala según diversas circunstancias: mirada sobre
sí mismo, sobre los otros, del mismo sexo o del sexo opuesto
El C. debe conocer estas distinciones —pero no hablará de ellas al P. sino en la medida en
que lo hagan necesario las acusaciones o las preguntas hechas por el mismo P. Recordar
también aquí que el pecado debe ser acusado sólo como ha sido conocido en el momento en
que ha sido cometido.
234
El C: “ ¿ Ha tenido malas conversaciones para inducir a los otros a hacer el mal? ¿Por lo
menos para enseñárselo? ¿Para hacerle gustar un placer malo?”
“De hecho, ¿sus conversaciones han inducido evidentemente a los demás a pecar contra la
pureza? ¿Es probable, sobre todo si los que le escuchaban eran niños, personas inocentes?”
“Aunque usted no haya querido arrastrar a los otros al mal, desde el momento en que usted
se dio cuenta del mal efecto de sus palabras, ya pecó y escandalizó.”
1
En algunas regiones del campo donde la “bestialitas” es relativamente frecuente, el confesor podrá
interrogar, a veces, si es probable que el penitente haya cometido ese pecado: “¿Ha obrado usted de tal manera
que un animal se escandalizara, si pudiera?”
235
(1er. CASO).— CÓMPLICE DEL MISMO SEXO.
El C: “¿Ha llegado usted hasta la satisfacción completa? ¿Ha hecho algo peor aún?”
(2do. CASO).— CÓMPLICE DEL OTRO SEXO.
El C.: “¿Ha tratado de hacer como las personas casadas? ¿Lo ha hecho completamente?
¿Ha habido consecuencias?”
645. Nota I.— Preguntas progresivas en cuanto a la especie ínfima del pecado (adulterio,
incesto, sacrilegio).
El C.: “¿Su cómplice estaba casado?”
“¿Se trata de una persona —libre para casarse?”.
Si el P. responde que la persona no es libre:
“Entonces, ¿se trata de un divorciado?”
Si el P. responde todavía negativamente:
“¿Se trataría de una persona consagrada a Dios?”
Podría suceder que usted tuviera razones positivas para sospechar un incesto. En esta
hipótesis, diga:
“¿Con uno de sus parientes?”
No exigir precisión respecto del grado de parentesco, porque el pecado es siempre de la
misma especie ínfima.
7º) MOVIMIENTOS CARNALES — y POLUCIÓN.
El C. debe tratar de saber si el P. ha buscado voluntariamente esos movimientos
desordenados.
El C.: “¿Los ha provocado usted expresamente?”
648. Nota.— EL P. NO TIENE QUE CONSENTIR en el placer carnal, aunque haya sido
provocado indirectamente. Ateniéndose a las reglas generales (núm. 115 a 134), verá usted si
hay lugar para advertir al P. o para guardar silencio.
648 bis. Las Notas Doctrinales de la Diócesis de Lyon núm. 10, dan estas DIRECTIVAS
PRÁCTICAS respecto de LA MASTURBACIÓN:
1. Para apreciar la gravedad de la masturbación en un caso dado hay que tener en cuenta la
libertad del culpable frente a la tentación. Esta libertad, en ciertas circunstancias, está muy
considerablemente disminuida.
2. Aunque el habitudinario, en el momento de la caída no goza siempre de la libertad
requerida para que haya falta grave, el C. no olvidará, sin embargo, que puede pecar aquél
gravemente al no emplear los medios naturales y sobrenaturales que le harían vivir una vida
cristiana integral: vida sana, trabajo, sacrificio, oración, devoción a la Santísima Virgen,
comunión, abnegación, etc...
236
3. En sus juicios y en sus consejos, el C. tendrá mucho en cuenta los esfuerzos del P.
Procurará no aumentar las perplejidades de las almas particularmente turbadas (porque la
impureza no debe crear obsesión ni en el C. ni en el P.) sin ponerlas, sin embargo, en una
peligrosa seguridad.
4. Algunos casos pertenecen a la vez al médico y al C. Este tendrá cuidado, siempre
salvaguardando cuidadosamente el secreto sacramental, de ilustrar la conciencia del técnico a
quien guiará a su P. El hecho de que un médico practique no siempre es razón suficiente de
una perfecta lealtad respecto de la moral cristiana.
Por otra parte, un excelente médico de familia puede no tener la competencia científica que
reclaman ciertos estados neuropáticos.
Artículo quinto.
LA GULA
I. GENERALIDADES.
652.
A.— Integridad que hay que asegurar.
a) En cuanto a la especie de GULA.
237
El C.: “¿Se trata de la bebida? (ebriedad). ¿Se trata de la comida? ¿Fuera de las horas y sin
razón? ¿Goloso? ¿Come más de lo necesario? ¿Come con demasiada rapidez?
b) En cuanto a la gravedad (objetiva y subjetiva).
En caso de EBRIEDAD: “¿Ha perdido totalmente el uso de la razón? ¿Previó usted que
perdería el uso de la razón? Si esto sucede con frecuencia, debía saber usted a qué atenerse.”
c) En cuanto al número (véase 91-93).
d) En cuanto a los efectos y consecuencias.
El C: “¿No ha perjudicado gravemente el cumplimiento de su deber de estado, su salud?
¿A su familia, a la que priva de dinero? ¿No ha faltado a la ley del ayuno y de la abstinencia?”
“Cuando está usted en estado —de ebriedad— ¿profiere blasfemias?, ¿imprecaciones?,
¿injurias?, etc. ...”.
“¿Había previsto usted todos esos pecados cuando se puso a beber? —Si esto se produce
frecuentemente, ¿debe usted pensar mucho en ello de antemano, o por lo menos vagamente?”
e) En cuanto al escándalo (Cf. 94-95).
f) En cuanto a las ocasiones de pecados, recaídas —sobre todo si se trata de ebriedad
(Véase el Libro II, 251-253; también 258).
B.—Advertencia que hay que hacer.
Haga ver al P. las CONSECUENCIAS —próximas o remotas— que pueden resultar de la
gula, sobre todo de la ebriedad
C.— Contrición que hay que excitar.
Motivos particulares de contrición:
a) Degradación de la persona humana, criatura racional hijo de Dios.
b) Grosería del placer, sobre todo si se trata de la embriaguez.
c) Pecados que resultan de ello: charlatanerías ridículas —bromas dudosas— a veces cosas
peores aún (blasfemias, imprecaciones, injurias, etcétera).
D.— Obligación que hay que imponer.
Sobre todo con relación a las OCASIONES de PECADOS y a las RECAÍDAS.
E.— Remedios que hay que prescribir.
a) Convencerse
1) De la grosería del placer; 2) de la degradación de la persona humana (sobre todo en la
ebriedad); 3) de la gravedad de los pecados que pueden seguirse.
b) Contemplar a Cristo y a los Santos.
N. S. ayunando en el desierto durante 40 días, —su sed en la cruz, —austeridad de San Juan
Bautista y de numerosos Santos.
c) Rogar para obtener la gracia de ser sobrio.
d) Obrar y abstenerse.
Abstenerse de comer, sin razón, entre las comidas —de procurarse platos demasiado finos
—de comer demasiado, demasiado rápido.
Espiritualizar el comer y el beber poniendo en ello una intención sobrenatural (“Benedicite”
y Acción de gracias).
Hacer —una pequeña mortificación— en cada comida.
238
F.— Penitencia que hay que imponer.
Inspirarse en los remedios que hay que prescribir.
Artículo sexto.
LA AVARICIA
I. GENERALIDADES.
656.
A.— Integridad que hay que asegurar,
¡Sucede RARAS VECES que el P. SE ACUSE —ESPONTÁNEAMENTE de AVARICIA.
Teniendo en cuenta lo que se ha dicho en general a propósito de los pecados del P.
conocidos por otra parte (Cf. 350-355), podrá preguntar usted: “¿No está usted demasiado
apegado al dinero, a los bienes de la tierra?” (No emplear la palabra avaro que es muy fuerte).
“¿No está demasiado preocupado por estas cuestiones? ¿No tiene demasiado temor de que
le falten? ¿No es usted demasiado ávido de ganancias? ¿Demasiado ahorrativo? ¿Da bastante
para las buenas obras?”
En algunos casos podrá interrogar acerca de los pecados consecuencias de la avaricia
(injusticias con los familiares, en el comercio; omisiones graves desde el punto de vista de la
caridad para con el prójimo).
239
B.— Advertencia que hay que hacer:
Mostrar al P. que la avaricia corre el peligro de PASAR INADVERTIDA; cómo ella puede
ser causa de graves pecados contra la justicia y la caridad.
240
Artículo séptimo.
LA PEREZA
I.— GENERALIDADES
660.
A.— Integridad que hay que asegurar.
a) En cuanto a la especie.
Hágale precisar al P. en qué ha sido perezoso:
El C.: “¿Perezoso —al levantarse?” ¿Perezoso —en el trabajo?”
“¿Qué obligaciones ha descuidado usted a causa de su pereza? —¿Obligaciones religiosas?
¿Deberes de estado?”
b) En cuanto a la gravedad (objetiva y subjetiva).
El C. . “¿Era importante la obligación que omitió?”
“¿Se dio usted cuenta de ello?”
c) En cuanto al número (Cf. 91-93).
d) En cuanto al escándalo (Cf. 94-95).
e) Ocasiones (Cf. 251-253).
f) Recaída (Cf. 258).
241
B.— Advertencia que hay que hacer.
Hacer ver al P. que la gravedad de la pereza depende de la gravedad de las OMISIONES que
resultan de ella.
PELIGRO de dejarse llevar de los HÁBITOS de PEREZA —aunque por el momento el deber
de estado no sea importante. Un día u otro el P. tendrá que cumplir con obligaciones graves
de justicia y de caridad —y la pereza de hoy, sin consecuencias importantes por el momento,
acarreará entonces numerosos pecados mortales.
C.— Contrición que hay que excitar.
Motivos particulares de contrición.
a) Pereza —EN SÍ.
N.S. exige de nuestra vida —el rendimiento. Es necesario que el árbol produzca frutos:
“Succide illam, ut quid terram occupat?” Lc., XIII. 7; “Omnis ergo arbor quae non facit
fructum bonum excidetur et in ignem mittetur”, Mt., III, 10.
b) Pereza —en sus CONSECUENCIAS.
Motivos particulares de contrición propios de las diferentes obligaciones que se han
omitido.
D.— Obligaciones que hay que imponer.
Relativas a las diversas NEGLIGENCIAS que se deben reparar.
E.— Remedios que hay que prescribir.
a) Convencerse:
1) De la necesidad de producir fruto, de tener una existencia bien llena; 2) de la gravedad
de las omisiones que pueden resultar de la pereza; 3) del peligro de los hábitos de pereza —si
no en la actualidad, por lo menos para más tarde.
b) Contemplar a Cristo y a los Santos.
1) ENSEÑANZA DE CRISTO.— Véanse los textos arriba mencionados a propósito de la
contrición. La exhortación dirigida a los ociosos “Quid hic statis tota die otiosi?... Ite et vos in
vineam meam”, Mt., XX, 6.
2) EJEMPLO de N.S. Y DE LOS SANTOS.— N.S. trabajó durante toda su existencia (Vida
oculta y vida pública): Todos los santos han sido grandes trabajadores.
c) Rogar para obtener la gracia de saber hacer esfuerzos, de superar una dificultad.
d) Obrar.
Formarse la voluntad —habituarse primero a pequeños esfuerzos para hacerla enérgica para
el trabajo. Obrar con firmeza y constancia.
F.— Penitencia que hay que imponer.
Levantarse a la hora.
Hacer algún pequeño trabajo.
G.— Absolución que hay que dar.
Tener en cuenta las obligaciones impuestas.
CAPÍTULO SEGUNDO
LAS FRECUENTACIONES
242
Artículo primero.
GENERALIDADES
661. Las frecuentaciones son muchas veces ocasiones próximas de pecados mortales contra la
pureza1.
El C. podrá a veces presumirlo “a priori”; no lo comprobará con demasiada frecuencia sino
después de hecha la experiencia.
Por otra parte, para determinar la conducta del C. importa distinguir entre ocasión LIBRE y
NECESARIA.
243
Todo gesto que de suyo produzca un placer sexual Ej.: Tacto indecente —beso en la boca
cuando es activo de parte de los dos compañeros1, abrazo apasionado y prolongado (Aunque
los novios no consientan en el placer sexual —esos gestos estarían prohibidos: porque no son
necesarios como testimonio de afecto).
Artículo segundo
CONFESIÓN de los P. que “frecuentan”
1Es bien evidente que el beso “en plena boca” es beso de esposos. Pero el beso discreto “a
boca cerrada” no parece estar prohibido, sobre todo en los últimos tiempos del noviazgo, con
la CONDICIÓN de que permanezca recta la intención y de que no se pretenda expresar más que
el amor permitido durante el noviazgo.
Esta regla práctica está tomada dle folleto “DURANTE EL NOVIAZGO”, Abate Boussemort, 39, rue de la
Monnale Lille; este folleto está destinado en principio a los educadores. Se les puede dar para que lo lean a los
novios que preguntan cosas concretas; pero no hay que dejarle en sus manos.
2
Habrá imposibilidad –Si los dos jóvenes pertenecen a situaciones sociales demasiado diversas, si uno de
ellos es demasiado joven no tiene una posición bastante remunerada.
3
No hay, por lo general, voluntad de casarse —si las situaciones sociales son demasiado diversas —si desde
el comienzo el joven solicita a la joven al pecado —si después de un cierto tiempo todavía no se habla de
matrimonio —o si se lo aplaza indefinidamente.
244
c) “¿Y PRÓXIMAMENTE? (Salvo razones excepcionales, los noviazgos no deben
prolongarse más de un año.
Si el P. responde afirmativamente a las tres preguntas —ocasión NECESARIA. En caso
contrario —ocasión LIBRE.
245
Hacer ver al P. que sus frecuentaciones no tienen razón de ser —puesto que no se trata de
matrimonio, al menos por el momento
c) Medios de ejecución.
Casi siempre el P. no tendrá más que abstenerse para y simplemente de todo encuentro.
A veces el P. deberá explicar claramente a su cómplice —que él no quiere y no puede ya
mantener relaciones particulares de amistad, —que deja por consiguiente, de “frecuentar”,
propiamente hablando.
D.— Consejos que hay que dar.
Véase lo que se lea dicho a propósito de la impureza en general (n. 630-E). CONVENCERSE
de la malicia del flirteo, de las frecuentaciones irregulares —y, a la inversa, de la belleza del
matrimonio cristiano, preparado por una juventud casta.
E.— Penitencia que hay que imponer.
(Véase impureza en general, n. 630-F).
F.— Absolución que hay que dar.
Véase absolución de los ocasionarios libres en general (Cf. 287-C).
Si se trata de un recidivo, debidamente advertido —y aquí no hay lugar para distinguir entre
recidivo material y formal— llegar hasta a negarle la absolución, si es que no se ha efectuado
la ruptura (Cf. 292-B).
246
Imposible dar reglas que valgan para todos. Tener en cuenta las costumbres locales y las
circunstancias de personas más o menos frágiles.
En general dos visitas por semana y durante algunas horas son admisibles. Visitas
cotidianas y prolongadas apenas pueden tolerarse.
2) Evitar los encuentros
solitarios
2) Evitar los encuentros y
prolongados
Con mayor razón al anochecer.
Si los novios se encuentran en una sala aparte, que esté abierta la puerta; por lo menos que
los novios sepan que pueden ser sorprendidos de un momento a otro.
El momento de la despedida merece una atención particular.
3) Limitarse a los
testimonios legítimos
de afecto (Cf. 664).
b) Disminuir la FUERZA de la CONCUPISCENCIA (Cf. 305-2º).
c) Aumentar las FUERZAS ESPIRITUALES de RESISTENCIA (Cf. 305-3º).
D.— Consejos que hay que dar.
Véase lo que se ha dicho a propósito de la impureza en general (Cf. 630-E).
CONVENCERSE de la necesidad de respetar a la novia: prueba del verdadero amor y
preparación auténtica para el matrimonio cristiano.
E.— Penitencia que hay que imponer.
Véase impureza en general (n. 630-F). A veces —solicitando previamente la aceptación del
P. —imponer una RESERVA MÁS GRANDE en el transcurso del próximo encuentro.
F.— Absolución que hay que dar.
Véase regla general a propósito de las ocasiones necesarias (Cf. 310-B; 311-D; 315B).
Recordar que hay lugar para distinguir varias categorías de P.: No-recidivo; recidivo
ordinario (material o formal); recidivo formal inveterado.
Para los recidivos formales inveterados, véase más abajo, n. 671.
Artículo tercero
CONSEJOS DIVERSOS1
1
LECTURAS para RECOMENDAR: “Usted acaba de ennoviarse”: “Tu Novio te habla”, “Para un noviazgo
elegante”, Ediciones familiares 86, rue de Gergovic. “Tu Novia te habla”, 7 rue Coetlogon, París. “Por qué respeto
a mi novia”. Ediciones Obreras.
247
Si no bastan breves palabras para hacer reflexionar al novio, que la joven tenga la valentía
de afirmar que ella quiere HACERSE RESPETAR —y que ese respeto es la marca cierta del
verdadero amor.
Por otra parte, esta actitud no hará más que reforzar el amor del novio: deseará menos el
matrimonio si ya antes ha podido satisfacer todos sus deseos. En efecto: ¿qué pensaría de una
joven que cediera a todas sus iniciativas? ¿No temería que ella fuera a también accesible a
otro, ahora y después del matrimonio?
Advertir igualmente a la novia que el NOVIO siente más fácilmente la EMOCIÓN de los
SENTIDOS. Algunos testimonios de afecto podrían no traer inconvenientes para ella; quizás
no así para el novio. Que tenga cuidado de no provocar el pecado del novio y de tomar parte
en él1.
1
Sin embargo, ella podría prestarse a testimonios de afecto que son exteriormente legítimos –aunque
sospechara una intneción menos buena de parte dle novio. Consiente en la acción exterior pero no en la intención
interior.
248
a) NOCIÓN.
Muchos padres, sea por ingenuidad, sea por negligencia dejan a los novios absoluta libertad
para que se vean cuantas veces quieran, donde quieran y como ellos quieran.
Su cooperación negativa puede ser gravemente culpable. Tienen una pesada
responsabilidad respecto de todo lo que concierne a la duración, frecuencia y modalidades de
los encuentros.
La determinación concreta de sus deberes deriva de lo que se ha dicho precedentemente en
los n. 608-C y 670.
b) ADVERTENCIA QUE HAY QUE HACER.
Hay padres que pueden estar en ignorancia invencible en lo que toca a sus omisiones
culpables.
Aplique usted las reglas generales relativas a la advertencia que hay que dar (Cf. Signos de
ignorancia invencible, 121-2º; reglas 123-134).
Podría haber fácilmente escándalo si se viera comulgar con frecuencia a padres que no
cumplen sus deberes en este punto (Cf. 128).
CAPÍTULO TERCERO
LAS DIVERSIONES PELIGROSAS
Artículo primero.
LOS BAILES
I.— GENERALIDADES.
1
Bailes en las “boites”, “dancings”, etc. El C. debe mostrarse muy ervero y tratar de desarraigar esta
costumbre, que cada día se introduce más entre nuestra juventud. (N. del E.).
249
Con la condición de que las parejas no se aparten del lugar de la danza, estos bailes son tal
vez los menos malos de entre los bailes públicos —sobre todo si se realizan pocas veces, por
ej.: con ocasión de las fiestas patronales, de la fiesta patria.
d) Bailes —privados (en general).
Teniendo cuidado de limitar las invitaciones a cierta clase de gente —y asegurando una
cierta vigilancia (género de danzas, su duración, bebidas, intervalos, hora de cierre, vuelta a la
casa...)— se pueden disminuir los peligros en algún modo.
e) Bailes —de familia.
Si no congregan más que a jóvenes serios —si algunos padres están presentes —si son
suficientemente vigilados como se ha dicho en d) —si no duran demasiado tiempo, —si no
acaban demasiado tarde por la noche— estos bailes de familia se pueden tolerar a veces como
un mal menor.
675.
A.— Integridad que hay que asegurar.
a) En cuanto a la cosa en sí misma1. El C: “¿De qué bailes se trata? (Tiempo, lugar; públicos
o privados; clase de danzas... véase arriba n. 674).
“¿Ha cometido usted pecados contra la pureza? ¿Bailando? ¿Malos pensamientos, deseos,
conversaciones, actitud indecente?) ¿Fuera del mismo baile? (¿Tocamientos malos o algo peor
aún?)”.
b) En cuanto a la intención.
El C.: “No es solamente el arte del baile el que le atrae, ¿no es cierto? ¿Hay muchos otros
deseos, más o menos confesables, malsanos?”
c) En cuanto a la gravedad.
(De la cosa misma y de la intención).
d) En cuanto al número (Cf. 91-93).
e) En cuanto al escándalo (Cf. 94-95).
El C “¿No ha incitado a su compañero (a) a pecar? ¿Con sus palabras, con sus vestidos, con
su conducta en general?”
f) En cuanto a la ocasión de pecado.
1) ¿Hay ocasión —PRÓXIMA?
Considerar la frecuencia absoluta y relativa (Cf. 276-278).
2) ¿Hay ocasión —NECESARIA?
El C.: “¿Tiene usted razones serias para ir al baile? (Evitar el descontento grave del marido,
de los padres —evitar el ser mal visto por un superior jerárquico —necesidad de vigilar la
conducta del cónyuge, etc.)”2.
1
Por supuesto qu el C. observará mucha reserva y prudencia en su modo de preguntar en materia de impureza
(Cf. 629-A).
2
Si se tratara de una ocasión –REMOTA— de pecado, una causa razonable bastaría para excusarla (costumbre,
fiesta del casamiento, evitar desagradar al cónyuge, novio, necesidad de responder a una invitación de amigos,
de no exponerse al ridículo). Pero es preciso tener en cuenta que no cualquier compromiso justifica este hecho y
hace la ocasión “necesaria”. La causa debe ser verdaderamente “razonable”, es decir, proporcionalmente seria.
(N. del E.).
250
B.— Advertencia que hay que hacer.
Recordar que los MEJORES BAILES NO valen nada —que en ellos se cometen pecados con
más facilidad que uno se imagina —que sería mejor abstenerse de ellos en absoluto —que
conviene, en todo caso, asistir a ellos muy pocas veces. etc...
Además, ellos hacen perder el espíritu cristiano, el gusto por la piedad. Y luego no es en el
baile donde se encuentra un buen marido, etc.
Proceder por medio de advertencias, persuasiones, más que por medio de amenazas.
C.— Contrición que hay que excitar.
Véanse motivos propios de la impureza en general (Cf 630-C).
El baile excita la sensualidad la pasión, aparta de la confesión y comunión frecuentes, del
apostolado.
D.— Obligaciones que hay que imponer.
Atenerse a lo que se ha dicho de las ocasiones en general.
Aquí se trata de una ocasión libre: Véase 293-299. Si se trata de una ocasión necesaria hay
que convertirla en moralmente remota:
a) Para disminuir la FUERZA de la OCASIÓN.
Purificar la intención; tener el firme propósito de mantenerse en guardia contra el
compañero de donde viene particularmente el peligro: bailar pocas veces con él, obligarle a la
moderación por medio de una actitud más reservada. Cuidar la modestia de los vestidos y del
porte en general. Pedir ser acompañada por los padres, especialmente a la salida del baile.
Después del baile esforzarse por desechar los recuerdos malos o turbios.
b) Disminuir la FUERZA de la CONCUPISCENCIA (Cf. 305-2º).
c) Aumentar las FUERZAS de RESISTENCIA (Cf. 305-3º).
E.— Consejos que hay que dar.
Véase Impureza en general (Cf. 630-E).
F.— Penitencia que hay que imponer.
Véase Impureza en general (Cf. 630 E).
G.— Absolución que hay que dar.
Véanse las reglas dadas a propósito de las diversas especies de ocasionarios (Cf. ocasión
LIBRE: 295 y 297; NECESARIA: 307-B, 310-311-D y 315-B).
Si no hay ocasión próxima de pecar mortalmente —el C. no puede negar la absolución.
251
2.— Ella tiene su lugar en los regocijos de bodas y en ciertas fiestas populares. NO HAY
QUE HACER DE ELLA LA DIVERSIÓN DE TODOS LOS DOMINGOS.
3.— Ceñirse, en cuanto sea posible, a las DANZAS REGIONALES (con la condición de que
sean verdaderamente decentes).
4.— Danzas al AIRE LIBRE —y, por lo tanto, salvo alguna excepción en pleno día.
5.— Ejecutarlas en una atmósfera familiar y en PRESENCIA de las FAMILIAS REUNIDAS.
678. Consignas prácticas dadas por —”Un jefe campesino: Emilio Coupet” —los
militantes jacistas.
Si los militantes jacistas juzgan que deben participar en los bailes públicos de fiestas
patronales, tomarán las siguientes precauciones:
1.— Ir a ellos en equipo y llevando la insignia.
2.— No bailar durante todo el baile con la misma compañera.
3.— No pagar la bebida a las jóvenes.
4.— Abstenerse de danzar cuando se piden ciertas danzas inmorales.
5.— No acompañar a las jóvenes a sus casas después del baile (página 65)1.
Artículo segundo.
TEATROS, CINE, ESPECTÁCULOS
I.— GENERALIDADES.
679. La asistencia a ciertos espectáculos ofrece un doble peligro:
a) En cuanto al —espectáculo mismo.
b) En cuanto a la —conducta de los espectadores.
a) El espectáculo en sí mismo.
Algunas piezas de teatro, ciertas películas de cine son peligrosas, ya sea para la FE (la
religión es presentada como nefasta, ridícula, infantil; doctrinas antirreligiosas), ya para la
MORAL (con frecuencia es escarnecida la virtud, exaltado el vicio; en cuanto a la impureza
hay teorías, palabras, canciones, exhibiciones más o menos obscenas).
b) La conducta de los espectadores.
El peligro puede provenir de los mismos espectadores sobre todo en las salas de cine
oscuras o poco iluminadas. Algunas personas, que se hallan una junta a la otra, tienen actitudes
inconvenientes y hasta se dejan llevar de tocamientos obscenos.
680.
A.— Integridad que hay que asegurar.
a) En cuanto al texto mismo.
El C.: “¿De qué pieza se trataba? ¿De qué film? ¿Cómo estaba comentado ? ¿Se turbó usted
desde el punto de vista de la fe —pureza— moral en general?”
1
Estas consignas prácticas nos han sido indicadas por un cura amigo nuestro. Esperamos advertencias
análogas, de índole práctica, de parte de los amigos lectores; incluidas en una próxima edición, prestarían un gran
servicio al C. para mejor confesar.
252
“Y ¿con qué intención —fue usted a él?”
“¿Había algún otro motivo que no fuera el amor al arte?
b) En cuanto a la conducta de los espectadores.
El C.: “¿Ha tenido que tratar con compañeros más o menos malos?”
Según las respuestas o los silencios embarazosos del P., interrogará usted con prudencia
acerca de pensamientos, deseos, gestos,..
c) En cuanto a la gravedad —número— escándalo y sobre todo ocasión de pecado:
inspirarse en lo que se ha dicho respecto de los BAILES (Artículo primero).
B.— Advertencia que hay que hacer.
Muchos P. parecen ignorar o DESCUIDAR la GRAVEDAD de los pensamientos, deseos,
miradas (fe o pureza) que pueden resultar de los malos espectáculos. Hay que advertirles
acerca de este punto.
N.B.— Para los otros ELEMENTOS de una BUENA CONFESIÓN (contrición que hay que
excitar —obligaciones que hay que imponer..., etc.) —atenerse al artículo precedente.
Artículo tercero.
LECTURAS
I.— GENERALIDADES.
681.
A) (1ª Categoría).— Libros ex professo: obscenos o impíos.
Son ocasión de pecados mortales para muchos de la MAYORÍA DE LOS LECTORES.
De suyo caen bajo la condenación del INDEX.
B) (2ª Categoría).— Libros que contienen pasajes contra la fe y la moral.
Es el caso de muchas de las piezas de teatro y de novelas contemporáneas.
Son ocasión próxima de pecados mortales para la MAYOR parte de los lectores, sobre todo
para LOS MÁS JÓVENES.
682.
A.— Integridad que hay que asegurar.
a) En cuanto al espectáculo mismo.
El C.: “¿Era un libro verdaderamente inmoral, contra la religión —que tenía como objetivo
recomendar la impiedad, la inmoralidad? (1ª Categoría).
“¿Esos libros contenían solamente —PASAJES— contra la fe y la moral? “(2ª Categoría).
b) En cuanto a la intención.
El (C.: “¿Con qué intención hizo usted esa lectura? —¿No solamente por curiosidad, por
deseo de saber?..., ¿tenía claramente una intención más o menos turbia?”
c) En cuanto a la gravedad (la misma lectura o la intención).
d) En cuanto al número (Cf. 91-93).
253
e) En cuanto a la ocasión de pecado.
1. —¿Hay OCASIÓN?
El C: “Cómo se sintió impulsado a hacer ese libro? ¿Lo leyó en su casa? ¿Al ir a una
biblioteca? ¿Se lo prestó alguna persona?”
2.— Si la ocasión —es PRÓXIMA.
Examine frecuencia absoluta o relativa (Cf. 276-278).
3.— Si la ocasión próxima —es NECESARIA.
El C: “¿Tiene usted una razón seria para leer ese libro? ¿Asunto de estudios? ¿Tiene las
licencias exigidas desde el punto de vista del Index?”
B.— Advertencia que hay que hacer.
A veces el P. puede estar en ignorancia invencible en lo que se refiere a la obligación de
abstenerse de lecturas más o menos peligrosas.
¿Deberá usted advertirle, o guardar silencio? Aténgase a las reglas generales del Libro II
(Cf. signos de la ignorancia invencible: 121-2º; reglas 123-134).
En general, insista en el PELIGRO de las malas lecturas —aun para las personas preparadas.
Error del lector ordinario que piensa que pro sí mismo puede juzgar de la exactitud de las
doctrinas.
C.— Contrición que hay que excitar.
Motivos propios de los pecados contra la PUREZA (Cf. 630-C) y contra la FE.
D.— Obligaciones que hay que imponer.
a) Si hay ocasión libre y continúe (Ej.: libro que posee el P.), exigir la ruptura efectiva, la
destrucción del mal libro. Si no la primera ,vez por lo menos en caso de recaída, no dar la
absolución antes de que se haya verificado la destrucción.
b) Si hay ocasión necesaria:
1) Disminuir la FUERZA de la OCASIÓN; no detenerse en los pasajes malsanos y
peligrosos, no leer más que lo indispensable.
2) Disminuir la FUERZA de la CONCUPISCENCIA (Cf. 305-2º).
3) Aumentar la FUERZA de RESISTENCIA: además de lo que se ha dicho en el n. 305-3º,
tener buenas lecturas, capaces de combatir el veneno (sobre todo desde el punto de vista de la
fe) de las malas lecturas a las que se está obligado.
E.— Penitencia que hay que imponer.
A veces —buena lectura.
F.— Absolución que hay que dar.
Si es ocasión LIBRE y CONTINUA: Véase 289-C y 292-B.
Si es ocasión LIBRE Y DISCONTINUA: Véase 307-B, 310-B, 311-D y 315-B.
254
CAPÍTULO CUARTO
VESTIDOS INDECENTES
I.— GENERALIDADES.
684.
a) El vestido —en sí mismo.
Tiene por fin poner de relieve la belleza corporal; por lo tanto, de suyo es cosa indiferente.
El modo de llevar el vestido será acto de virtud si es conforme a la razón.
Abstracción hecha de la intención y del escándalo, el desorden moral puede ser sólo
VENIAL.
b) El vestido, considerado en la intención de la persona que lo lleva.
Desde este punto de vista, ponerse tal o cual vestido puede ser gravemente culpable: por
ej.: si la persona se propone provocar a los demás a pecar MORTALMENTE contra la pureza.
c) El escándalo.
Muchas mujeres, sobre todo entre las jóvenes, inocentes por otra parte, no consideran en
los desnudos de la moda más que la FALTA DE PUDOR; no es ésa, sin embargo, su malicia
más grande. La gravedad de las insuficiencias en el vestir nace de los PECADOS MORTALES
COMETIDOS POR LOS OTROS: miradas lúbricas, riesgos impuros, etc.
Y esta gravedad puede existir aunque la mujer no tenga ninguna intención culpable: puede
ser que quiera simplemente estar más a su gusto, hacer como todo el mundo...
Se trata aquí del ESCÁNDALO TEOLÓGICO propiamente dicho; él pertenece o una u otra
especie (diabólico, directo, indirecto).
En la hipótesis más favorable (ausencia de intención culpable), el escándalo no será más
que indirecto; sin embargo, puede ser pecado MORTAL.
d) Elementos que hay que considerar.
1) LA INDECENCIA —en sí misma.
Se ha visto más arriba (Cf. 635) que había que distinguir entre partes “inhonestae” y partes
“minus honestae”. Hay indecencia si estas partes del cuerpo están al descubierto o solo
cubiertas con un vestido más o menos transparente.
2) La NOVEDAD del vestir.
Algunas modas inconvenientes son más escandalosas al comienzo de su introducción que
al cabo de un cierto tiempo.
685.
A.— Integridad que hay que asesorar.
a) En cuanto al vestido en sí mismo.
El C: “¿Ha llevado usted vestidos indecentes? ¿Gravemente? ¿Ligeramente indecentes?”
Por su propia iniciativa no entre en detalles. A veces tendrá que responder a una pregunta
concreta del P. (Cf. 635).
b) En cuanto a la intención.
255
El C.: “¿Lo hizo usted para arrastrar a los otros al mal?”
c) En cuanto al número (Cf. 91-93).
d) En cuanto al escándalo.
El C.: “¿Se dio usted cuenta de que podía ser ocasión de pecados para su prójimo?”
B.— Advertencia que hay que hacer.
Muchos penitentes ignoran la gravedad de las modas indecentes en cuanto que la tal
gravedad resulta del ESCÁNDALO (Cf. 684-c).
Aplique las reglas generales del Libro II (signos de la ignorancia invencible, 121-2º; Reglas,
123-134).
N.B.— Para los OTROS ELEMENTOS de una buena confesión (contrición, obligación
etcétera), véase IMPUREZA en general.
CAPÍTULO QUINTO
EL PROBLEMA DE LA RESTITUCIÓN
Artículo primero
GENERALIDADES
686. Advertencia previa.— Nos contentaremos con recordar sumariamente algunos
principios. Deseamos únicamente ayudar al C. a darse cuenta mejor de los problemas difíciles
que pueden plantearse, y a que tome más conciencia de la obligación de interrogar a los P.
acerca de este punto.
Pero para resolver tal o cual caso complicado de conciencia el C. deberá acudir a los
Tratados de la Justicia y de la Caridad.
687. (1er. PRINCIPIO).— El P. pude estar obligado a restituir por 2 títulos diferentes:
1.— Posesión ilegítima;
2.— Daño injusto.
El primer título —POSESIÓN ILEGÍTIMA— no supone que el P. haya sido culpable al
entrar en posesión del bien de otro.
El segundo título —DAÑO INJUSTO— (por lo menos antes de la sentencia del juez) supone
que el P. ha sido formalmente culpable al causar injustamente el daño.
El P. puede estar obligado a restituir en razón de los dos títulos a la vez.
256
689. (3er. PRINCIPIO).— El daño injusto— no da lugar a restitución sino cuando se
cumplen 3 condiciones juntas:
1.— El P. ha violado un derecho —estricto;
2.— ha hecho padecer realmente un daño que todavía actualmente existe;
3.— ha pecado formalmente —al causar el daño.
Esta última condición supone, por lo tanto, que el P. ha previsto suficientemente el daño
que iba a causar.
692. (6º PRINCIPIO).— El. P. puede estar —exento— de la restitución (al menos por un
tiempo):
—sea en razón de la libre renuncia del que tiene derecho;
—sea en razón de la imposibilidad, definitiva o temporal.
Artículo segundo
CONDUCTA DEL C.
693.— Examinaremos solamente tres elementos de la confesión: 1) Obligación que hay que
imponer; 2) Advertencia que hay que hacer; 3) Absolución que hay que dar.
257
694. (Primer problema que hay que resolver).— ¿ESTÁ OBLIGADO EL P. A RESTITUIR?
En primer lugar tenga delante de los ojos los 3 primeros principios recordados más arriba:
los dos títulos de restitución (posesión ilegítima —y daño injusto—), así como sus respectivas
condiciones.
Si el P. es sólo —cómplice— acuérdese del Principio IV.
Situación del P.— La confesión espontánea del P. o las respuestas a sus preguntas le
hacen suponer a usted que tal vez hay lugar para la restitución.
Tendrá que hacer todo lo posible para salir de la duda y aclarar la situación del P. y sus
obligaciones.
Advierta que puede pecar mortalmente por omisión.
Vuelva a leer atentamente todo lo que se ha dicho en el Libro II: Errores del C. referentes
a la obligación de restituir (Cf. 235 a 241). Adquiera también conciencia de su responsabilidad,
muy grave, y de las serias consecuencias de descuidos eventuales... A veces podrá estar
obligado usted mismo a restituir.
Por consiguiente debe interrogar al P.:
1.— (En cuanto a la POSESIÓN ILEGÍTIMA):
“¿Esa cosa es realmente suya? ¿Sabía usted que no era suya? (mala fe). ¿Dudaba claramente
de ello? (fe dudosa). Entonces ¿pensaba verdaderamente que con seguridad era suya? (buena
fe).”
2.— (En cuanto al DAÑO INJUSTO):
“¿Ha violado usted el derecho del prójimo? (salud, libertad, reputación, bienes materiales,
etcétera). ¿Ha sufrido la persona un daño que todavía dura? ¿Se dio usted cuenta del daño que
le iba a causar?”
Haga también preguntas auxiliares;
“¿Ya ha hablado de esto en confesión? ¿Le ha dicho el C. que restituya, que repare el daño?
¿Por qué no lo ha hecho aún?.... etc.
a) (1ª hipótesis).— Y el caso de conciencia no es difícil. Usted es capaz de resolverlo
con claridad y certeza.
Si la obligación de restituir es CIERTA y si no hay por qué guardar silencio (véase después
n. 700-701), debe decirle claramente al P. —siempre evitando el ser seco— cuál es, su deber.
Si la obligación es INCIERTA —no podrá imponer estrictamente la restitución. A veces
podrá aconsejarla o sugerir una compensación parcial.
b) (2ª hipótesis).— Y el caso de conciencia es complicado. No llega usted a ver claro en
seguida.
El C.: “Por el momento no puedo darle una solución precisa y con certeza suficiente”.
“¿Puede venir a verme de nuevo de aquí a un tiempo?
“En caso de que pueda —¿me permite consultar ocasionalmente a un especialista? Por
supuesto que él no sabrá que se trata de usted.
“En caso de que no pueda —¿está decidido desde ya a aceptar la solución que se le dé más
tarde, ya sea que se la dé yo, ya sea que se la dé otro C.? —Si tal es su disposición, puedo darle
ahora mismo la absolución.
NOTA.— Al dar una absolución de la que usted no está suficientemente cierto (tener en
cuenta la importancia de la restitución eventual), podría cometer un pecado y quedar usted
mismo obligado a la restitución (Cf. 236-239).
258
695. (2º problema que hay que resolver).— EL P. OBLIGADO DE SUYO A RESTITUIR, ¿ESTÁ
EXCUSADO DE ELLO:
—O EN RAZÓN DE LA PRESCRIPCIÓN,
—O EN RAZÓN DE LA EXTREMA NECESIDAD,
—O EN RAZÓN DE LA COMPENSACIÓN OCULTA?
La mayoría de las veces verá usted fácilmente que no existen estos motivos de excusa.
En la hipótesis contraria, se verá usted obligado a recurrir a sus Tratados de Moral antes de
dar una solución.
696. (3er. problema que hay que resolver). EL P., OBLIGADO DE SUYO A RESTITUIR, ¿ESTÁ
DISPENSADO DE ELLO:
EN RAZÓN DE LA LIBRE RENUNCIA DEL QUE TIENE DERECHO?
Como C. usted no tiene facultad de dispensar al P. de la obligación de restituir. Sólo podrá
—presumir razonablemente— que el que tiene derecho renunciaría a la restitución.
Tenga cuidado con presumir demasiado fácilmente esta renunciación. Demos algunos
ejemplos:
1.— Un cónyuge o un hijo ha tomado cosas de poco valor y las ha consumido.
2.— Un sirviente ha robado alimentos ordinarios y los ha consumido (si los hubiera
vendido, obligarlo a restituir).
3.— Un empleado ha sido reprendido y echado a la calle por robo, sin que el patrón haya
hecho alusión a la restitución.
4.— Personas pobres han cometido pequeños robos un poco por todas partes, o hasta han
robado a una persona, pero sin que eso sea frecuente ni importante.
667. (4º problema que hay que resolver).— EL P., OBLIGADO DE SUYO A RESTITUIR, ¿ESTÁ
DISPENSADO DE ELLO —AL MENOS PROVISORIAMENTE— PORQUE ESTÁ:
— O EN LA IMPOSIBILIDAD FÍSICA,
— O EN LA IMPOSIBILIDAD MORAL DE RESTITUIR?
El P. se halla en estas condiciones si al restituir debe abandonar una situación social que ha
logrado definitivamente, o si pierde un bien de mayor valor (vida, reputación).
Situación del P.— El P. asegura que no puede restituir el bien que posee
ilegítimamente, o que no puede reparar el daño causado.
Examine usted cuidadosamente:
1º) Si la dificultad del P. es verdaderamente —grave— y verdaderamente —insuperable.
2º) Si la dificultad es —definitiva—o sólo —temporal.
El C.: 1) “¿Hace muchos gastos —superfluos— que puede suprimir?” 2) “¿Puede hacer
economías —en sus gastos diarios?” 3) “¿Puede trabajar —para ganar algo que pueda ahorrar?
4) “Si no puede restituirlo todo de una vez, hágalo por partes y lo más pronto posible”.
Si no hay una razón suficiente para diferir la restitución, no puede usted permitir tal dilación
al P.
Si hay razón sólo para diferir, no puede eximir al P. de un modo definitivo.
259
698. El C.: “¿Cómo quiere usted ser perdonado si no devuelve el bien que no es suyo, si no
repara el daño que ha causado?
“Retener el bien del prójimo no es menos culpable que robarlo; es como un robo continuo.
Hay que elegir: o ir al infierno por toda la eternidad —o devolver el bien que no le pertenece.
Dios no bendecirá los bienes que usted posee legítimamente si retiene injustamente los
bienes de los demás.”
CASO PARTICULAR
701.
El P. está a punto de morir.
Ante todo. tenga cuidado de no perturbar la buena fe del P. (siempre que ella exista).
Si el P. llegara a comparecer delante de Dios en mal estado de conciencia estaría perdido
para toda la eternidad. No advierta al moribundo que está en ignorancia invencible, si usted
no está totalmente seguro de que podrá restituir.
260
Cuando el P. se niega a restituir, —y si persiste, a pesar de los esfuerzos de usted, en sus
malas disposiciones— debe llegar hasta a negarle la absolución.
703. Situación del P.— 1º) El P. no acepta la obligación de restituir que usted le impone.
(Ej.: 1) No quiere restituir, cuando podía hacerlo desde ya; 2) Actualmente no puede restituir
—pero no quiere emplear los medios para poderlo hacer más adelante; 3) podría restituir el
todo —pero no acepta hacerlo más que en parte. ¿Qué hará usted?
El P. está mal dispuesto. Por lo tanto, usted debe hacer todo lo que pueda (orar y exhortar)
para DISPONERLO BIEN.
Indíquele con precisión los límites de su obligación reduciéndola al mínimo estricto; hágale
ver el valor de los motivos (Cf. arriba, n. 698); indíquele los medios más fáciles de ejecución
(Cf. 699).
Si, a pesar de todo, el P. persiste en su actitud negativa, usted se verá forzado a negarle la
absolución. Hágalo con todos los miramientos indicados en el (Libro II, n. 204).
704. Situación del P.— 2º) El P., ya advertido precedentemente acerca de su obligación
de restituir, todavía no ha hecho nada.
La presencia permanente del bien que hay que restituir constituye una ocasión LIBRE y
CONTINUA. Por otra parte, pese a la advertencia del C., el P. todavía no ha restituido nada:
es, por consiguiente, un RECIDIVO.
Aplique a este caso particular las reglas generales del Libro II, n. 290-292. No hay absolución
antes de la RUPTURA EFECTIVA.
El C.: “Ha prometido ya muchas veces que va a restituir, y no lo ha hecho. Por interés de
su misma alma es mejor que yo le dé la absolución sólo cuando haya hecho usted lo necesario...
Arregle su asunto cuanto antes —y ¡con qué alegría le daré la absolución!...”
705. Situación del P.— 3º) El P. todavía no ha sido advertido acerca de su obligación de
restituir; por lo tanto, es la —primera vez— que el C. lo intima a que devuelva lo que no
le pertenece.
El P. no es RECIDIVO.
Sin embargo, como se ha dicho, en general, a propósito de la OCASIÓN LIBRE y
CONTINUA (Cf. 286-287), aun cuando el P. se confiesa por primera vez, es mejor casi siempre
diferir la absolución hasta la ruptura EFECTIVA. (De modo que usted mantendrá generalmente
el mismo lenguaje que en 2º).
Podría suceder que el P. pareciese enteramente decidido a restituir y cuanto antes; en ese
caso podría absolverlo de inmediato, sobre todo si se trata de una suma poco considerable y si
hubiera algún inconveniente diferir la absolución. Pero entonces procure que el P. precise
claramente cuándo y cómo piensa restituir: las promesas vagas por lo general no sirven para
nada.
IV.— COROLARIO.
ALGUNOS ERRORES QUE EL C. DEBE EVITAR
PRINCIPIO.— Las cuestiones de restitución son delicadas. El C. está pues, expuesto a
cometer errores que pueden ser graves. Señalemos algunos de ellos.
706. 1º) (PRIMER ERROR).— En materia leve ¡no hay lugar a restitución!
261
¡Pero sí que la hay! Sólo que la obligación no es más que “subveniali”. —Debería usted
urgir con frecuencia la obligación, aun con los niños, por temor de que el P. no se forme el
hábito de multiplicar las pequeñas injusticias, y acabe por cometerlas graves.
707. 2º) (2º ERROR).— Pequeños robos, pequeños perjuicios repetidos no pueden constituir
nunca una materia grave con obligación —grave— de restituir.
¿En qué queda entonces la UNIDAD MORAL, en razón —o de la intención —o de la
adición.
708. 3º) (3er. ERROR).— Cuando la persona perjudicada ha muerto, o cuando se trata
de una Sociedad —¡basta darlo a obras buenas!
De ningún modo —El P. debe restituir a los herederos del difunto o a los administradores
de la Sociedad (con mandato de indemnizar a dicha Sociedad).
709. 4º) (4º ERROR).— Cuando el P. ya no sabe cuál es la persona que ha sido
perjudicada —¡basta darlo a obras buenas!
El P. se halla en un caso de duda; debe comenzar por hacer todos sus esfuerzos para
eliminarla, y por consiguiente para investigar quién ha sido perjudicado. —Si la investigación
no da resultado, entonces el P. deberá darlo a obras buenas.
CAPÍTULO SEXTO
SENTIMIENTOS DE ENEMISTAD
I.— GENERALIDADES
710. Advertencia previa.— Esta cuestión debe atraer especialmente la ATENCIÓN del C.;
porque se encuentran personas que se acercan frecuentemente a los sacramentos y no
satisfacen a las exigencias fundamentales del amor del prójimo.
262
II.— SENTIMIENTOS —INTERIORES— DE ENEMISTAD
—SUS MANIFESTACIONES EXTERIORES.
La CONDUCTA DEL C. exige mucha atención y tacto.
713. Situación del P.— El P., sea espontáneamente, sea después de sus interrogaciones, le
manifiesta —que él no quiere a tal persona, que no la puede aguantar, etc....
A.— Integridad que hay que asegurar.
a) En cuanto al pecado mismo.
Problema que hay que resolver: ¿EL P. TIENE VERDADERAMENTE ODIO?
1) Preguntas relativas —a los sentimientos interiores de enemistad.
El C.- “¿Desea usted verdaderamente el mal a esa persona? ¿Y el mal por el mal?1. ¿Desea
que se lo hagan? ¿Se siente desgraciado cuando le sucede algo bueno?
2) Preguntas relativas —a las manifestaciones exteriores de enemistad.
El C.: “¿Hay en su actitud exterior algo que deje ver que quiere el mal para esa persona?”
(Ej.: negarse a saludar, a prestar algún servicio etc.).
Si el P. responde: sí —a una de las dos series de preguntas usted lo considerará como que
tiene ODIO.
b) En cuanto a la gravedad.
Juzgue usted acerca de la importancia del mal deseado —acerca de la significación de tal
actitud exterior frente a tal o cual persona.
c) En cuanto al número (Cf. 91-93).
d) En cuanto al escándalo (Cf. 94-95).
Insista en este punto: El espectáculo de los que practican y no aman a su prójimo hace
mucho mal a la religión.
En cuanto a los ocasionarios (Cf. 251-253) y recidivos (Cf. 258).
B. Advertencia que hay que hacer.
a) El P. puede estar en una ignorancia más o menos vencible en cuanto a determinadas
obligaciones de amor al prójimo y en cuanto a su gravedad. Adviértale por el interés de su
alma, y con mayor razón a causa del escándalo posible.
b) A veces tendrá que explicar la diferencia que existe entre el —odio— propiamente dicho:
—y el deseo del mal por una razón legítima.
—y el recuerdo doloroso de una ofensa recibida;
—y una antipatía natural no consentida (Véase la distinción entre tentación en general y
pecado, núm. 474).
c) Distinga igualmente entre: manifestaciones ordinarias de afecto —y manifestaciones
excepcionales. En general, éstas no son obligatorias, aun cuando se hayan hecho
anteriormente.
C. Contrición que hay que excitar.
1
Se puede desear el mal a una persona por dos razones legítimas: por ej.: porque persigue a la Iglesia. En ese
caso no se le desea el mal por el mal –sino en cuanto que ese mal impide un mal mayor: es la aplicación del
principio general del “minus malum”.
263
Motivos particulares de contrición:
a) Nada más opuesto al gran mandamiento de Cristo.
b) Obstáculo a la eficacia de la Eucaristía.
c) Escándalo para los incrédulos: “¿¿¡¡Con esta señal se conocerá que os amáis los unos a
los otros!!??
D.— Obligación que hay que imponer.
a) LA OBLIGACIÓN MISMA.
1) Rechazar todo odio interior, todo deseo del mal por el mal.
2) Evitar toda manifestación exterior de enemistad1 (Véase más arriba, núm. 711-b).
b) MOTIVO DE LA OBLIGACIÓN.
Véase lo que se ha dicho a propósito de la contrición que hay que excitar.
E. Penitencia que hay que imponer.
Después de haber obtenido el consentimiento del P., puede imponerle —sea una oración
especial por la persona a la que detestaba —sea una manifestación ordinaria de afecto.
F. Absolución que hay que dar.
No dé la absolución si el P. no promete —seriamente y con claridad —cumplir las
obligaciones que usted le ha impuesto.
Si el P. es recidivo, véase el Libro II (Recidivo material: 266-E; Recidivo formal: 269-D).
714. Situación del P.— El P. está —enojado— con una tercera persona.
Consideramos sucesivamente: 1) La obligación misma; 2) Sus motivos; 3) Medios de
ejecución.
1) LA OBLIGACIÓN MISMA.
A.— (1ª hipótesis).— Y el P. de ningún modo ha agraviado.
El C.: “Debe usted perdonar desde el fondo del corazón2, aceptar la reconciliación que le
es propuesta.
N.B.— El P. puede, por otra parte, exigir las reparaciones que le son debidas. .
B.— (2ª hipótesis).— Y el P. ha agraviado.
(El solo ha sido el ofensor —o él es quien comenzó —o el que ha ofendido más
gravemente).
El C.: “Debe usted: 1) Reparar los agravios que ha hecho; 2) tratar de reconciliarse.”
C.— (3ª hipótesis).— Y hay agravios de ambas partes.
El C: “De todas maneras usted está obligado —a perdonar. Y yo le —aconsejo— que dé
usted los primeros pasos para la reconciliación.
2) MOTIVOS DE LA OBLIGACIÓN.
1
Si el P. es gneroso usted puede aocnsejarle (sin obligarle a ello) que vaya más allá de lo que estrictamente
se prescribe.
2
Ver nota anterior.
264
a) ¡Es glorioso perdonar!
San Juan Crisóstomo asimila este paso al martirio, Sacrificio muy agradable a N.S.
b) ¡Va en ello su propio interés!
Medite el Padrenuestro: “Perdónanos... como nosotros perdonamos...”
No hay otro medio: o perdonar o renunciar al cielo.
Renunciar a la venganza o a la misericordia de Dios.
c) Considere las enseñanzas y el ejemplo de Cristo.
La parábola del deudor insolvente. Hay que perdonar hasta setenta veces siete veces. N. S.
sobre la Cruz: “Dimitte illis...” ¡N.S. le ha perdonado a usted tantas veces en el confesonario!
Y los ejemplos de los Santos (David, San Esteban, etc.).
3) MEDIOS DE EJECUCIÓN.
No siempre es necesario pedir perdón expresamente; se puede hacer eso de un modo
equivalente —prestando un servicio —dando muestras manifiestas de afecto —o hasta (según
la fina advertencia de Santo Tomás) pidiendo un favor a aquél que le ha ofendido a usted.
265
SEXTA PARTE
716. SU NECESIDAD.— La Moral Conyugal no es otra cosa que la aplicación de las grandes
virtudes de caridad, justicia y pureza a los problemas concretos de la vida íntima de los
esposos. Ella supone un cierto conocimiento técnico de los gestos de amor y de lo que se
podría llamar: habilidad profesional. Es pues, indispensable que los esposos estén
CONVENIENTEMENTE INFORMADOS.
1
No es necesario que el confesor haya leído personalmente los libros destinados especialmente a las personas
casadas. El estudio atento de esta sexta parte debe bastar para resolver los diversos problemas referentees a la
vida íntima de los esposos.
266
N.B. El sacerdote deberá dar prueba de discreción en la indicación de estos medios de
información (Cf. el núm. siguiente).
CAPÍTULO PRIMERO
Artículo primero
“DE ESSENTIA ACTUS CONJUGALIS” [La esencia del acto conyugal]
267
b) Effusio seminis intra vaginam (Reflejo procreativo).
A) 3 ELEMENTOS objetivos [La efusión del semen dentro de la vagina.]
c) Retentio seminis in vagina (Respeto de la simiente de
vida). [La retención del semen en la vagina.]
N.B.— La pollutio feminea [La polución femenina] (orgasmo femenino) aunque favorece
el encuentro del semen y del óvulo, no constituye un elemento esencial del acto conyugal.
N.B. —El primer elemento subjetivo (voluptas plena viri [el placer pleno del varón]) resulta
necesariamente del segundo elemento objetivo (effusio seminis intra vaginam [la efusión del
semen dentro de la vagina]): el hombre experimenta siempre la satisfacción completa cuando
es respetada la naturaleza del acto conyugal.
El segundo elemento subjetivo (voluptas plena mulieris [el placer pleno de la mujer])
resulta de la “pollutio feminea” [“polución femenina”] que, lo acabamos de decir, no
constituye un elemento objetivo esencial: sucede que la mujer no ha experimentado la
satisfacción completa, aunque el acto conyugal haya sido normal y esté acabado. Para la
esposa, su “ius ad plenam voluptatem” [“derecho al placer pleno”] va más allá de su “ius ad
corpus” [“derecho al cuerpo”].
1
No tenemos la intención de tratar toda la cuestión de la inseminación artificial. Véase “LE MARIAGE”, por
Martín, núm. 163. En adelante remitiremos con frecuencia a esta obra clásica, designándola simplemente con el
nombre del autor.
268
ese modo creían impedir toda generación habría “ex intentione” [por la intención] PECADO
MORTAL.
“Potest adesse causa exccusans v.gr., si mulier recens a partu vel infirma in verendis
copulam perfectam non patiatur” [“Puede haber causa excusante, por ejemplo, si la mujer poco
después del parto o enferma en los órganos genitales no padece una cópula perfecta”]1.
c) “Effusio ad OS VAGINAE” [“Efusión a LA BOCA DE LA VAGINA”].
“Ex communi sententia si perfectior modus possibilis est, MORTALE PECCATUM;
permittendus videtur si saltem intentione rationem verae copulae habet tentatae, quantum fieri
potest” [“Es PECADO MORTAL según la sentencia común, si es posible un modo más
perfecto; parece que se debe permitir si al menos por la intención tiene cierta razón de cópula
intentada, en cuanto es posible”] (Noldin. De sexto Praecepto, n. 68-b).
N.B.— “Actum conjugalem, licite exercere possunt conjuges qui ob senectutem vel ob
aliam indispositionem2 semen plerumque extra vas effundunt, modo adsit probabilis spes
semen intra vas effundendi” [“Los cónyuges que por la vejez o por alguna otra indisposición
derraman el semen en general fuera de su sitio pueden realizar lícitamente el acto conyugal
con tal de que exista al menos una esperanza probable de poderlo derramar dentro de la
vagina”] (Noldin, n. 68-b).
B) Defectos relativos al —2º elemento (effusio seminis intra vaginam) [la efusión del
semen dentro de la vagina].
Diversas formas de ONANISMO “EX PARTE VERI” [“POR PARTE DEL VARÓN”] (Retiro
prematuro, preservativo)3.
C.— Defectos relativos al —3er. elemento (retentio seminis in vaginam) [retención del
semen en la vagina].
Diversas formas de ONANISMO “EX PARTE MULIERIS” [“POR PARTE DE LA MUJER”]
(Pseudo-vagina; uso del pesario anticoncepcional; procedimientos químicos espermicidas,
lociones vaginales inmediatamente después del acto conyugal4.
1
Para más detalles véase Martín, Caso 38-LI. No confundir con la “copula reservata”, que no lleva consigo
la “effusio seminis” y entra en la categoría de los actos imperfectos (Véase más adelante, núm. 760 y siguientes).
2
A veces será bueno remitir al penitente al médico, porque puede ser que se trate de un caso más o menos
patológico de lo que se llama: “eyaculación precoz”.
3
El problema del ONANSMO CONYUGAL constituye el objeto de toda la Sección II de la 6ª Parte.
4 “Si mulier innupta vi oppressa est, licet semen lotione, expellere (Migratio autem
spermatis quaerontis ovulum est continuatio injuriae a viro commissae).”
“Idem dicendum videtur de muliere quae a proprio viro vi opprimitur in iis casibus ubi-vir
jus copulae amisit (ebrius curam non agens familiae, amens).” (Noldin, de Sexto Praecepto,
núm. 69-d).
En general, las lociones vaginales no son lícitas más que algunas horas después de las relaciones conyugales,
y no se deben emplear sino después del parecer del médico.
269
B) De parte de la Esposa.— El “jus ad voluptatem plenam” [“el derecho al placer pleno”]
supone igualmente que el acto conyugal es normal.
Por el contrario, el acto conyugal puede implicar estos tres elementos objetivos y concluir
sin que haya habido “pollutio feminea” [“polución femenina”], y por consiguiente,
satisfacción completa.
La esposa conserva, sin embargo, su “jus ad voluptatem plenam” [“derecho al placer
pleno”] y puede ejercerlo por medio de actos apropiados. (La cuestión se estudia
detalladamente en el Artículo IV: “De actibus cum copula connexis” [“Sobre los actos en
conexión con la cópula”], núm. 742 y siguientes.
Artículo segundo.
“DE FINE ACTUS CONJUGALIS” [“EL FIN DEL ACTO CONYUGAL”].
729. “DE ACTU CONJUGALI —OB SOLAM VOLUPTATEM —EXERCITO” [“DEL ACTO
CONYUGAL EJERCIDO POR EL SOLO PLACER”]
1
Volveremos sobre esta cuestión a propósito del ONANISMO CONYUGAL.
270
Esto supone que los esposos excluyen todo otro fin honesto —lo cual no sucede, por así
decirlo, jamás, cuando el acto conyugal se realiza normalmente. Habría entonces PECADO
VENIAL.
Artículo tercero.
“DE ACTUS CONJUGALIS CIRCUMSTANTIIS”
[“CIRCUNSTANCIAS DEL ACTO CONYUGAL”]
271
Adest ratio sufficiens innaturalem situm eligendi, v.gr., tempore praegnationis ne sit
periculum abortus, vel si frigidus conjux sic facilius se excitet, vel ob quandam difficultatem
aliter copulaudi (ex viri curvitate auto obesitate, ex hernia, ex mulieris defatigatione,
alterutrius foetido halitu, etc...). [Existe una razón suficiente para escoger una posición no
natural, por ejemplo en el tiempo del embarazo para que no haya peligro de aborto, o si un
cónyuge frío así se excita más fácilmente o por cualquier dificultad de realizar la cópula de
otro modo (por la obesidad y la curvatura del varón, por hernia, por la fatiga de la mujer, por
el mal aliento de alguno de ellos etc...).]
1
En algunos medios el confesor podría oír al respecto confesiones expresadas en términos que no
comprendiera. En tal caso, podrá pedir informaciones a su colegas que han estado en el cuartel y que
desgraciadamente ha oído demasiado de esas cosas.
272
Algunos médicos dan este consejo: de que se haga de costado. Especialmente en el segundo y
tercer mes es necesaria una cierta moderación: se debe aconsejar que pocos días antes del parto
los cónyuges se abstengan totalmente de la cópula.”]
B) Conducta del Confesor.— Interrogado al respecto, diga que están permitidas las
relaciones. Hay que tomar algunas PRECAUCIONES. Remita a los medios ordinarios de
información (Cf. 718-719).
A LA ESPOSA —podría añadirle: “Sepa ser complaciente con su marido, aunque
personalmente no encuentre usted en ello mucho atractivo, La ley cristiana de la castidad es
ya de por sí difícil de observar; ¿qué sería si el marido tuviera que abstenerse cuando su esposa
espera familia?”
N.B.— Si se trata de PENITENTES HABITUALES, y si usted sospecha que pueden estar en
error respecto de la licitud de las relaciones durante el embarazo, tenga cuidado de advertirles.
273
A) “Principia.— Nulla positiva lege vetatur usus matrimonii in nocte ante communionem.
Nec coiux a frequentiore accessu ad sacram mensam propter debitum conjugale retrahendus
est. Ut interdum ante sollemniores dies coniuges mutuo consensu abstineant ipse S. Paulus
suadere videtur (I Cor. VII, 5).” [“Los Principios.— Ninguna ley positiva prohibe el uso del
matrimonio en la noche anterior a la comunión. Ni el cónyuge debe ser retraído de la comunión
frecuente por el débito conyugal. El mismo San Pablo parece aconsejar (I Cor. 7, 5), que a
veces de mutuo acuerdo los cónyuges se abstengan ante días solemnes.”]
B) Conducta del Confesor.— Por sí mismo no entre en estos detalles.
Interrogado al respecto diga: “a las personas casadas se les recomienda la comunión diaria;
lo cual demuestra claramente que las relaciones están permitidas en el tiempo que precede a
la recepción de la Santa Eucaristía.
Sin embargo, cuando los esposos no comulgan frecuentemente, y con la condición de que
estén plenamente de acuerdo, es loable que se abstengan la noche que precede a la comunión.”
6º) “TEMPORE MORBI”. [“EN TIEMPO DE ENFERMEDAD”.] (Véase más adelante, n.
786).
7º) “TEMPORE VOTI CASTITATIS PERFECTAE”. [“EN TIEMPO DE UN VOTO DE
CASTIDAD PERFECTA.”] (Véase Martín, n. 119-7º).
8º) “TEMPORE DUBII DE VALIDITATE MATRIMONII.” [“EN TIEMPO DE UN
MATRIMONIO DE VALIDEZ DUDOSA.”] (Véase Martín, número 119-8º).
274
[A) “Los Principios.— El primer elemento, objetivo de la cópula, es decir, la unión de los
cuerpos, es muy importante para fomentar la unión de las almas; y tal unión no se obtiene si
no con una cierta duración. Parece que pueden bastar aproximadamente quince minutos, pero
la prolongación no produce ningún daño. En el mismo género recuérdale que comer de prisa
es una forma de gula....
Porque muchos varones pecan al realizar la cópula porque desean cuanto antes el propio
orgasmo, y no se preocupan en absoluto del orgasmo de la esposa
Para que se produzca la simultaneidad de los orgasmo —lo cual es más de desear— , es
necesario prepararse atentamente: lo cual no puede realizarse sino con una cierta duración.
Pueden darse también interrupciones si se realizan sin peligro de polución. Lo cual más abajo
verás más. “Los actos en conexión con la cópula”.]
B) Conducta del Confesor.— No aborde la cuestión por sí mismo. Interrogado al respecto,
podrá responder: “Para que este acto sea digno del hombre y contribuya eficazmente a la unión
de los corazones, no debe ser demasiado expeditivo”. No entre en más detalles y remita a los
medios de información ordinarios (Cf. 718-719).
275
C) N.B.— “Initio matrimonii quaedam frequentia sátis naturalis est: cum sapientia tamen
simul ac prudentia agant iunires conjuges. Multi enim primis mensibus matrimonii nulla
prudentia utuntur: qui tali agendi ratione sese minuentes, puero sic concepto forte vitam dant
deminutam. Quid dicam d iunioribus iam ab ipso itinere (en castellano “viaje de bodas”) fere
extenuatis? [N.B.— “Al principio del matrimonio cierta frecuencia es bastante natural: Sin
embargo, los cónyuges más jóvenes obren al principio con sabiduría y juntamente con
prudencia. Porque muchos no tienen ninguna prudencia en los primeros meses del matrimonio:
los cuales obrando de tal forma se disminuyen a sí mismo, y quizá dan vida en algún modo
disminuido al niño así concebido. ¿Qué diré de los jóvenes que ya desde el mismo viaje de
bodas están casi extenuados?”]
D) Conducta del Confesor.— En general no aborde la cuestión por sí mismo. A veces,
con penitentes habituales, podrá usted hacer notar que la doctrina de la Iglesia no desconoce
la grandeza de las relaciones conyugales y su función preponderante aun en el plano superior
de la unión de las almas. Pero aquí como en otras partes hay una justa medida que debe guardar
desde el punto de vista de la frecuencia.
Si los ESPOSOS HACEN UNA PREGUNTA PRECISA usted podrá responder a ella
brevemente, inspirándose en las reglas prácticas recordadas arriba. No hacer vivir a los jóvenes
esposos amantes en la familiaridad del sacrificio que hay que hacer: un poco basta, pero un
poco es necesario.
Para más detalles remitir a los medios ordinarios de información (Cf. 718-719).
Artículo cuarto.
“DE ACTIBUS CUM COPULA CONNEXIS”
[“LOS ACTOS EN CONEXIÓN CON LA CÓPULA”]
276
I.— “DE HIS ACTIBUS —IN GENERE”
[I.— “SOBRE ESTOS ACTOS —EN GENERAL” ]
277
Immo, potest etiam mulier hanc plenam voluptatem sese procurare STATIM, post copulam,
post discessum viri —dummodo affective inseminatio in uxoris vase facta sit1. Uxor vero
plenam satisfactionem non requirens actibus copulam INMEDIATE CONSEQUENTIBUS,
scilicet, mariti tactibus et etiam propriis tentare posse hanc requirere POSTEA, et tunc ILICITE.
Mulier quae plenam voluptatem actibus sive concomitantibus, sive consequentibus non
obtinet, actibus praecedentibus eam requirere potest. Aliquando autem inveniuntur ipsi viri
qui vix aliter ac visa excitatione uxoris excitentur ac copulam perficere possint.
[B) El pleno placer de la esposa.— Esta parte se realiza más difícilmente. Porque no
raramente sucede que puestos ya los tres elementos objetivos de la cópula, la esposa no haya
experimentado aún el placer pleno, tal placer, hablando estrictamente, es un derecho de la
esposa cuando se dan los tres elementos objetivos: luego cada vez que la unión de los cuerpos
con los movimientos del miembro viril no son suficientes, la esposa puede buscar el placer
completo durante la cópula ya por los tactos del marido ya por tactos propios.
Más aún, la mujer puede procurarse este placer pleno inmediatamente después dela cópula,
después de la separación del varón –con tal que afectivamente la inseminación haya sido hecha
en la vagina de la esposa–.
Pero la esposa que no se procura la plena satisfacción por los actos que suceden
inmediatamente a la cópula, es decir por los tactos del marido y los propios, podría intentar
procurarse este placer después y entonces ILÍCITAMENTE.
La mujer que no obtiene el placer pleno por los actos concomitantes o consecuentes, puede
procurárselo con actos precedentes. Porque a veces se encuentran varones que apenas se
excitan y de otra manera que vista la excitación de la esposa y entonces pueden realizar la
cópula.
N.B.— Si quando vir ante inseminationem ab uxore discesserit, uxor jus non jam habet ad
plenam satisfactionem. Saepe tamen secundum regulas in prima parte traditas, in bona fide
relinqui poterit (Noldin, n. 70-b).
N.B.— Si alguna vez el varón antes de la inseminación se separase de la esposa, la esposa
ya no tiene derecho a la plena satisfacción. Sin embargo frecuentemente y según las reglas
dadas en la primera parte, se la podrá dejar en su buena fe (Noldin, n. 70-b).
C) De plenarum voluptatum simultaneitate (Armonía sexual.— Videtur enim sufficere
quod in actu conjugali ambo conjuges —moraliter simul— aestum voluptatis experiantur.
Attamen conandum est ut etiam adsit simultaneitas physica: quas naturae magis convenit et
valetudini, et etiam voluptatem magis fovet et amorem.
Haec vero simultaneitas cum magna difficultate tantum obtinetur: smma enim habilitas a
maito requirenda est; ordinarie exiguntor actus copulam praecedentes: duo conjuges oportet
in eodem gradu excitationis pervenire, ita ut conjunctio corporum plenam viri uxorisque
voluptatem simul producere possit.
Saepe etiam, durante ipsa corporum conjunctione, actus concomitantes neccessarii sunt.
Omnes conjuges ad hanc sexualem harmoniam obtinendam tendentes (etenim hoc paulatim
tantum obtineri potest, per autem et studium; “technice”) testantur hanc voluptatem tunc magis
ac magis unitatem favore: in sensatione unitas.
C) La simultaneidad de los placeres plenos (armonía sexual).— Porque parece que es
suficiente que en el acto conyugal ambos cónyuges —a un mismo tiempo moralmente—
experimenten el calor del placer. Sin embargo se debe pretender que también exista la
1
Se ve la diferencia con el hombre, el cual ya no tiene el derecho a la satisfacción completa una vez separado
de su esposa.
278
simultaneidad física: lo cual conviene más a la naturaleza y la salud e incluso fomenta más el
placer y el amor.
Sin embargo, esta simultaneidad se obtiene sólo con gran dificultad: se requiere una gran
habilidad de parte del marido; ordinariamente son necesarios actos precedentes a la cópula:
conviene que los dos cónyuges lleguen a la cópula en el mismo grado de excitación, de tal
modo que la conjunción de los cuerpos pueda producir el placer pleno del varón y la esposa a
un mismo tiempo.
Frecuentemente son también necesarios actos concomitantes durante la misma unión de los
cuerpos.
Todos los cónyuges que tienden a obtener esta armonía sexual (porque esto solamente se
puede obtener poco a poco, por el arte y el estudio: “técnicamente”) afirman que este placer
favorece la unidad más y más: la unidad en la sensación.
279
745. ACTUS EXTRAORDINARII. [ACTOS EXTRAORDINARIOS.]
A) Lambere genitalis (Besos buco-genitales).
Generatim non sunt necessaria, nec etiam utilia ad copulam perfecte execerdam. Saepe ipsis
conjugibus repugnant. Aliquando tamen, ratione, frigiditatis unies conjugis, possunt esse
utilia, veum etiam necessaria.
Regulae sic possunt exprimi de hoc casu:
1ª REGULA: In conjugibus —dummodo, pollutione instanti, copula perfici potest— iste
actus non excedit VENIALE.
2ª REGULA: In casu necessitatis aut saltem utilitatis, sunt etiam LICITI.
[Generalmente no son necesarios, incluso ni útiles para realizar perfectamente la cópula. Y
frecuentemente repugnan a los mismos cónyuges. Sin embargo, a veces, por razón de la
frigidez de alguno de los cónyuges pueden ser útiles e incluso necesarios.
En estos casos se pueden dictar las siguientes reglas:
1era. REGLA: En los cónyuges —con tal de que, en el instante de la polución— pueda
realizarse la cópula este acto no excede de VENIAL.
2da. REGLA.— En caso de necesidad o al menos de utilidad, son también LÍCITOS.]
B) Inchoare copulam in vase praepostero (cum intentione eam in vaginam
consummandi).
Qui actus multo magis extraordinarius est quam praecedens. Facile potest includere
affectum sodomisticum graviter culpabilem.
1ª REGULA: Attamen, dummodo praecaveatur effusio seminis et excludatur omnis affectus
sodomisticus, non excedit VENIALE.
2ª REGULA: In casu necessitatis (quoad praeparationem ad copulam). NULUM est
PECCATUM.
[B) Incoar la cópula en el vaso posterior — con intención de consumar la en la vagina.
Este acto es mucho mas extraordinario que el precedente porque puede incluir un afecto
sodomítico gravemente culpable.
1era. REGLA: Sin embargo, con tal de que se evite la efusión del semen fuera de su sitio y
se excluya todo afecto sodomita no excede de VENIAL.
2da. REGLA. En caso de necesidad (en cuanto a preparación para la cópula) NO ES
NINGÚN PECADO.]
280
Es demasiado evidente que usted no hablará nunca el primero. pero puede suceder que una
persona casada le pregunte qué es lo que hay que pensar de tal o cual modo de proceder.
Responderá usted inspirándose en lo que se ha dicho arriba y del modo más decente que
sea posible. Dirá, por ejemplo: “Esa forma de obrar, aunque salga de lo ordinario, no es pecado
mortal. Si usted la cree necesaria para que todo vaya bien, ni siquiera es pecado —con mayor
razón si es su consorte quien toma la iniciativa.
Artículo quinto
1No es inaudito que ciertas mujeres más o menos histéricas imaginen casos extraordinarios
de conciencia en un objeto inconfesable. Entonces el confesor deberá cortar por lo sano esas
cuestiones inútiles y hata peligrosas.
Véase también la B.B. del núm 717 y lo que se ha dicho acerca de los histéricos, núm. 440-443.
281
“DE ACTIBUS IMPERFECTIS —MUTUIS”
[LOS ACTOS IMPERFECTOS MUTUOS]
Se trata de una cuestión delicada y muy importante para la dirección de los esposos.
I.— GENERALIDADES.
Estos actos imperfectos son muy diversos y hay que distinguir en ellos los géneros y las
especies, sobre todo desde el punto de vista de su influjo sobre la emoción completa (“pollutio,
“orgasmo” masculino o femenino).
282
Para contenerse con actos imperfectos, los esposos deben llevar una vida de piedad
profunda que les haga amar la ley de Dios, aunque a veces ello les cueste. La costumbre
cristiana de un cierto renunciamiento en todos los dominios de la existencia, les prepararé para
los sacrificios exigidos por la moral de los actos imperfectos.
N.B.— Agreguemos finalmente que tales esposos en particular con frecuencia no saben
ellos mismos –a priori– la influencia de tal e cual gesto sobre la emoción completa.
1
A veces la esposa no sabe distinguir bien entre “voluptas plan” (orgasmo femenino) y el placer incompleto.
Cuando ella ha experimentado una vez el goce completo, la distinción aparece clara. Mientras tanto, la esposa no
tiene que inquietarse por nada.
283
REGLA PRÁCTICA.— Ninguna falta. Aun instante “polluttione” no se está obligado a
realizar el acto conyugal1.
1
Los esposos no deben consentir en la emoción completa que se produce fuera del acto conyual. con
frecuencia ignaran esta obligación ¿Hay que advertiles? Aplicar las reglas generales de la “Advertencia que hay
que hacer” (Cf. núm. 120 y siguientes).
284
circunstancias concretas. A veces hasta será necesario un cierto número de experiencias, como
una INICIACIÓN METÓDICA, para determinar a qué especie pertenece tal intimidad.
(1er. CASO).— Intimidad de 1ª especie (polución rara).
Está permitida y hasta con frecuencia se recomienda por el mismo título) que hace
recomendar las manifestaciones de afecto (Cf. 755).
Con todo no hay que multiplicarlas inconsiderablemente, y reservarlas por lo general para
la alcoba.
(2º CASO).— Intimidad de la 2ª especie (polución bastante frecuente).
Estas especies de intimidades, suponiendo que los esposos no pueden realizar el acto
conyugal son en general MUY ÚTILES y A VECES NECESARIAS o para conservar el amor
mutuo o para evitar las sospechas de infidelidad, o para cortar la propensión hacia otra persona,
o para calmar los sentidos.
Por lo tanto, están PERMITIDAS y A VECES HASTA SON OBLIGATORIAS, a pesar de la
previsión del mal efecto (polución bastante frecuente) y con dos condiciones:
1ª condición: La emoción completa NO DEBE SER BUSCADA.
2ª condición: El esposo NO DEBE CONSENTIR en la emoción completa, aunque ella se
produzca accidentalmente1.
(3er. CASO).— Intimidad de la 3ª especie (polución que se produce casi siempre).
Esta especie de intimidad entre los esposos está de tal modo ligada con la polución misma
que es ya una POLUCIÓN COMENZADA: no se trata ya de un acto indiferente que presupone
la ley del doble efecto.
Por otra parte, este comportamiento conyugal no es absolutamente necesario para realizar
los fines secundarios del matrimonio.
Si los esposos han comprobado que tal intimidad produce casi siempre la emoción
completa, deberán buscar otro modo de obrar que reduzca el número de los accidentes a una
proporción aceptable. Esto puede consistir en HACERLO DE OTRA MANERA (volver a leer
lo que se ha dicho en el núm. 750-B), o en buscar OTRA INTIMIDAD.
1
Véase la nota de la página precedente.
285
Cuando los esposos se entregan a estas intimidades, si uno u otro advierten la inminencia
de la emoción completa, debe avisar de ello a su cónyuge. Ambos harán lo posible para evitar
que se produzca el orgasmo.
759. Situación del P.— Un esposo, que tiene razones de peso para evitar un nuevo
nacimiento, le pregunta a usted si puede permitirse ciertas acciones que implican el
efecto último del placer.
PROBLEMA QUE SE PLANTEA: Se trata de simples manifestaciones de afecto o de
intimidades?
A.— 1er. CASO.— Y se trata de manifestaciones de afecto (Cf. 749).
El C: “No hay ningún pecado. En general, estas manifestaciones de afecto son necesarias
para conservar el amor conyugal.
B.— 2do. CASO.— Y se trata de intimidades (Cf. 750-A).
NUEVO PROBLEMA QUE SE PLANTEA: ¿Se produce frecuentemente la emoción
completa?
a) (1ª hipótesis).— Y eso sucede raras veces — o hasta con bastante frecuencia.
El C: “Si esas intimidades le parecen necesarias para conservar el afecto conyugal entre
ustedes o hasta para apaciguar los sentidos, es bueno obrar así.
b) (2ª hipótesis).— Y esto sucede —casi siempre.
El C.: “Vea si esa frecuencia excesiva no se debe a una falta de habilidad y también de
dominio de sí mismo. Infórmese como conviene (Cf. 718-719).
Si usted no llega a reducir el número de accidentes a una proporción aceptable, busque otro
modo de obrar que no ofrezca los mismos inconvenientes.
ADVERTENCIAS SUPLEMENTARIAS DEL CONFESOR.
¿Deberá advertir al Penitente que no tiene que consentir en la emoción completa? Aténgase
a las reglas generales de la advertencia que hay que hacer” (Cf. 115 y siguientes). En ocasiones
diga alguna palabra acerca de la —rectitud de intención (Cf. 757) y de —la advertencia mutua
de los esposos (Cf. 758) A veces agregue: “Fuera del acto conyugal completo no se tiene nunca
el derecho de —buscar— la emoción completa; pero, por justos motivos, hay lugar de correr
el riesgo de tenerla.”
286
761. 2º) LO QUE PIENSAN DE ELLA LOS TEÓLOGOS.
a) San Alfonso de Ligorio ve en ella una especie dentro del género de las intimidades entre
esposos: “Illa penetratio vasis feminei tunc reputatur instar tactus verendorum qui inter
conjuges permittitu, vel saltem non est mortalis secluso periculo pollutionis” [“Tal penetración
de la vagina femenina se juzga al modo del tacto de las cosas vergonzosas que se permite entre
los cónyuges, o al menos no es mortal evitar el peligro de polución”] (n. 918). San Alfonso
agrega que de ordinario hay pecado mortal a causa del “periculum proximum pollutionis”
[“peligro próximo de polución”] —a menos que los esposos tengan hecha la experiencia de lo
contrario.
b) El P. Vermeersch la estudia bajo el nombre de “copula interrupta” [“cópula
interrumpida”]. Distingue entre los esposos que han hecho experiencia de ella y los que no la
han hecho (“Theologia Moralis”, tomo IV, Edición 1033, núm. 73, N.B.).
“Sunt conjuges qui EX EXPERIENTIA norunt pollutionem non imminere eo quod ab incepta
copula cessent... Hi poterunt, prudenter perpensis adjunctis, ob gravem causam id exercerecere
sine gravi vel adeo sine ullo reatu, quamvis interdum pollutiones accidant” [“Hay cónyuges
que por EXPERIENCIA saben que no hay peligro inminente de polución porque haya cesado
la cópula comenzada... Estos podrán sopesar prudentemente las circunstancias o realizarla por
causa grave sin culpa grave e incluso sin culpa ninguna, aunque a veces tengan poluciones
juntos”].
Respecto de los esposos que no han hecho la experiencia, el P. Vermeersch hace reservas:
“Alii conjuges istud plerumque sine gravi reatu experimi nequeant” [“Algunos cónyuges no
pueden experimentar esto generalmente sin culpa grave”]1.
El P. Vermeersch sostiene claramente la licitud de la “copula reservata” (positis ponendis)
[cópula reservada (teniendo en cuenta lo que es necesario precaver)] y refuta vigorosamente
la opinión calumniosa que querría hacer de ella una especie de onanismo enmascarado
(onanismus catholicus [onanismo católico]): “Ad revincendas vel praevertendas calumnias
quibus neo-malthusiani tolerantiam istam nota onanismi catholici deformare student, probe
observes quantum haec theologorum indulgentia a licentia artium neomalthusianorum differat.
Neomalthusiani omnismum conjugalem omnibus concessum vel adeo commendatum velint,
moralistae catholici PER SE vetant ne conjuges ab inchoata copula cessent atque
interruptionem iis tantum permittunt qui ex propria experientia norunt se id sine viri vel uxoris
pollutione per se excercere posse.” [“Para vencer o prevenir las calumnias con que los
maltusianos se esfuerzan por deformar esa tolerancia con la nota de onanismo católico,
observemos cuidadosamente cuanto difiere esta indulgencia de los teólogos de las licencias de
las artes neomaltusianas. Los neomaltusianos querrían conceder el onanismo conyugal a todos
e incluso recomendarlo. Los moralistas católicos DE POR SÍ prohiben a los cónyuges que se
retiren de la cópula ya incoada y permiten la interrupción solamente a aquellos que por
experiencia propia saben que lo pueden ejercitar sin polución del varón o la esposa.”]
El mismo teólogo agrega que, en oposición al onanismo, ella exige un real dominio de sí
mismo: “Usus onanismi habenas libidini plena laxat; cessatio, vitata pollutione, exigit
cohibitionem appetitus qui refrenatur” [“El uso del onanismo, da rienda suelta al libido; el
cese, evitada la polución, exige cohibir el apetito que se refrena”] .
1
La iniciación metódica esta evidentemente exenta de tod reproche si se hace durante algunos períodos de la
vida conyugal. Cuadno no se impone la continencia, o bien en el transcurso de la gravidesz, o bien asimismo en
los días de agenesia, los esposos pueden ejercitarse en ella sin peligro. En efecto: les basta, en caso de fracaso,
acabar normalmente el acto conyugal.
287
En fin, el autor afirma la utilidad social de este modo de continencia: “Hujusmodi
continentia qua quis passioni imperat utilitate sociali non caret” [“tal continencia por la cual
uno impera a la pasión no carece de utilidad social”].
1 Esta nueva edición aparece despue´s de la medida del Santo Oficio (12 de agosto de 1950),
que orden aretirar del comercio los dos libros de P. Chanson: “Arte de amar” y “Arte de amar
y continencia conyugal”. No parece que esta decisión tienda a modificar la posición que
parecía admitida por los moralistas respecto de la “copula reservata”. Con todo, puesto que se
trata de un problem delicado y complejo, pedimos instantemente a los confesores que estén
atentos a todas las directivas que eventuaalmente pudiera darse acerca de este asunto.
(N. del E.) Posteriormente, el 4 de agosto de 1952 (ver A.A.S. 44, p. 546), el Santo Oficio
dio el siguiente Monitum:
“Gravi cum sollicitudine Apostolica Sedes animadvertit non paucos scriptores his
temporibus, de vita coniugali agentes, passim palam et minute ad singula eam specientia
inverecunde descendere: praeterea nonnullos actum quemdam, amplexum reservatum,
describere, laudare et suadere.
Ne in re tanti momenti, quae matrimonii sanctitatem et animarum salutem respicit, munere
suo deficiat, Suprema Sacra Congretatio S. Officii, de expresso mandato SSmi. D.N.D. Pii,
divina Providentia Pp. XII, omnes praedictos scriptores graviter monet, ut ab huiusmodi
agendi ratione desistant. Sacros quoque Pastores enixe hortatur ut in his rebus sedulo
advigilent et quae opportuna remedia sollicite apponant.
Sacerdotes autem, in cura animarum et in conscientiis dirigendis, numquam , sive sponte sive
interrogati, ita loqui prasumant quasi ex parte legis christianae contra “amplexum reservatum”
nihil esset obiiciendum.
Datum Romae, ex Aedibus S. Officii, die 20 Iunii 1952. Marinus Marani, Supr. Congr. S.
Officii Notarius.”
Según esto:
1) El confesor deberá abstenerse totalmente d eaconsejar el “amplexus reservatus”.
2) Tendrá en cuenta que no es “simpliciter licitum” y que tiene serios inconvenientes por
parte de la moral cristiana.
3) Que solamente en circunstancias muy especiales “non constare non posse peragi sine peccato”. (Ver
“Periodica de re morali et liturgica, 15 decembre 1952”, p. 268).
288
Las trae Martín, “El Matrimonio”, 6ª edición, núm. 128, en nota: “Esta “copula reservata”
no es rara en personas que no quieren hijos y que desean al mismo tiempo observar la ley
cristiana del matrimonio. Para que esté permitida es necesario:
1º) Que sea honesta la intención de los esposos: por consiguiente, que no quieran el goce
completo (i.e. effusio seminis) [(la efusión del semen)] y, si lo sienten venir, que lo impidan,
interrumpiendo esa relación; de tal manera que si se produce sea realmente “praeter
intentionem” [“sin intención”].
2º) Que el goce completo sea raro o que, si es bastante frecuente haya una razón grave: a)
para permitir ese acto, b) para no realizar la cópula perfecta.”
Creemos útil recordar que la “copula reservata” [“cópula reservada”] no excluye en
absoluto toda posibilidad de procreación.
Artículo sexto.
DE ACTIBUUS IMPERFECTIS —NON MUTUIS
[LOS ACTOS IMPERFECTOS NO MUTUOS]
765. 1º) GENERALIDADES.— Se trata de los “actus imperfecti in proprium corpus exerciti,
v.g. tactus in partibus inhonestis” [“actos imperfectos ejercidos en el propio cuerpo, por
ejemplo los tactos en las partes deshonestas”].
Los esposos pueden, evidentemente, permitírselos a título de “actus cum copula connexi”
[“actos en conexión con la cópula”], aunque siempre son preferibles los “actus mutui” [“actos
mutuos”].
El problema de su licitud no se plantea apenas más que cuando los esposos están
ALEJADOS EL UNO DEL OTRO (por ej.: el marido está prisionero, es marino, viajante de
comercio, etc.).
Se trata de una cuestión delicada y discutida: creemos útil exponer sucintamente las dos
opiniones.
A) Opinión de Sánchez, Vermeersch, Noldin y muchos modernos.
Esta opinión puede resumirse en estas tres reglas:
“1ª REGULA.— Actus imperfectis in proprium corpus exerciti —altero absente conjuge—
si grave pollutionis periculum inducant sunt PECCATA MORTALIA. [Los actos imperfectos,
ejercidos en el propio cuerpo —estando ausente el otro cónyuge— si inducen a un grave
peligro de polución son PECADO MORTAL.]
2ª REGULA.— Si actus isti non grave pollutionis periculum inducant, sunt generatim
VENIALIA.
[Si esos actos no inducen a un peligro grave de polución, son en general VENIALES.]
3ª REGULA.— Si fiunt ex motivo honesto (v.g. ad continentiam facilius servandam vel ad
adulterium vitandum) NULLUM PECCATUM.”
[TERCERA REGLA.— Si se realizan por un motivo honesto (por ejemplo para conservar
más fácilmente la continencia o para evitar el adulterio) NO SON PECADO ALGUNO.]
En efecto: en las personas casadas la “delectatio venerea etiam directa volita” [“delectación
venérea aun querida directamente”] no es nunca pecado mortal si no hay peligro próximo de
289
emoción completa. Estos actos están relacionados, por lo menos implícitamente, con la vida
conyugal, sobre todo si van acompañados de imaginaciones, recuerdos que se relacionan con
el esposo ausente. Si tales actos hacen evitar la “pollutio” [“polución”] solitaria o el adulterio,
no serán culpables.
B) Opinión de San Alfonso, Sporer, Marc, Raus.
“PRINCIPIUM.— Isti actus non mutui sunt conjugibus sicut ceteris non conjugatis
GRAVITER prohibiti. Nullum enim ordinem dicunt ad copulam et sunt actus mere solitarii.
Hanc severiorem sententiam Sanctus Alphonsus dicit in praxis SUADENDAM (non
imponendam).” [“PRINCIPIOS.— Esos actos no mutuos están prohibidos a los casados y no
casados GRAVEMENTE. Porque no dicen ninguna relación a la cópula y son actos meramente
solitarios. San Alfonso dice que en la práctica se debe ACONSEJAR (no imponer esta sentencia
más severa).”]
Artículo séptimo.
DE DELECTATIONIBUS MOROSIS ET DESIDERIIS
[LAS DELECTACIONES MOROSAS Y LOS DESEOS]
En general, cuando se trata de pensamientos y de deseos relativos a la impureza, hay que
distinguir la DELECTACIÓN DEL ESPÍRITU y la DELECTACIÓN VENÉREA PROPIAMENTE
DICHA que, por otra parte, sigue generalmente a aquélla.
767. 1º) DELECTACIÓN DEL ESPÍRITU (haciendo entrar en ella los deseos de un acto
futuro).
La delectación estará permitida o será pecado, según que el acto imaginado esté permitido
o sea pecado.
Si se trata de sus PROPIAS RELACIONES CONYUGALES —de suyo los esposos tienen el
derecho de pensar en ellas y de recibir voluntariamente placer de ellas. Sin embargo, podría
haber en ello pecado venial de intemperancia si se prolongase esta complacencia
voluntariamente y sin motivo: lo mismo que hay pecado venial de gula si se piensa
desmedidamente en los placeres de la mesa.
Si se trata de imaginación referente a OTRAS PERSONAS DISTINTAS DEL CÓNYUGE hay
pecado interior de adulterio.
290
La delectación del espíritu provoca generalmente movimientos carnales de delectaciones
venéreas. Los solteros no pueden consentir en ellos sin pecar mortalmente.
Los ESPOSOS, por el contrario (prescindiendo del peligro de polución), pueden sentir
placer en ellos voluntariamente SIN QUE de suyo HAYA PECADO: en efecto, ese placer carnal
lleva consigo una relación implícita con la vida conyugal.
Habría solamente PECADO VENIAL si uno se detuviera en ellos voluntariamente sin razón.
769. Situación del Penitente.— Una persona casada se acusa de malos pensamientos y de
malos deseos.
PREGUNTA QUE HAY QUE HACER: ¿esos pensamientos y esos deseos se refieren a una
persona distinta del cónyuge?
EN CASO AFIRMATIVO —dígale que eso ya es un pecado interior de adulterio, y muéstrele
su gravedad.
EN CASO NEGATIVO podrá decirle: “Pensar en las intimidades de la vida conyugal y
experimentar en ello un placer voluntario no es de suyo un pecado — con la condición de que
no haya en ello peligro próximo de emoción completa.
Habría sólo pecado venial en complacerse con demasiada frecuencia y sin razón en tales
imaginaciones.
N.B.— A) Tranquilizar a los esposos de conciencia delicada, quienes podrían caer en el
escrúpulo acerca de este punto.
B) Como REMEDIO A LAS TENTACIONES DE ADULTERIO podría indicar usted éste:
“Cuando se presente un deseo hacia una persona extraña, piense en las escenas de intimidad
conyugal que más han quedado grabadas en su espíritu y en su corazón”.
CAPÍTULO SEGUNDO
DE OBLIGATIONE ACTUS CONJUGALIS
[LA OBLIGACIÓN DEL ACTO CONYUGAL]
Artículo primero.
PUREZA Y CARIDAD
770. Muchísimos esposos y esposas creen estar en regla con las exigencias del deber conyugal
cuando han aceptado la petición, por lo menos implícita, del cónyuge.
291
La caridad, si no la justicia pide mucho más: “Acercándose el uno al otro no buscan
únicamente su satisfacción personal, sino en primer lugar la del otro”. (La carne y la gracia,
por Claudio Servies, p. 45.1
El ESPOSO no debería jamás olvidar que el acto conyugal puede realizarse sin que la esposa
experimente en ello ninguna satisfacción ni apaciguamiento. Si el hecho se presenta
habitualmente, ella se sentirá tentada a considerar su deber como una mera caga. El esposo
debería dar prueba de olvido de sí, de delicadeza, practicando los diversos consejos dados en
el cap. I, Art. IV (De actibus cum copula connexis).
LA ESPOSA deberá tener cuidado sobre todo con su comportamiento psicológico y
sentimental. Pedro Dufoyer (Libro de la Esposa, página 131) escribe: “Una esposa que se da
por condescendencia o por compasión, sin simpatía y sin gozo, no cumple su obligación como
es debido. No se le puede echar en cara una frialdad involuntaria o una falta de atractivo
natural: quizás ella no es responsable de eso. Pero hay derecho para reprocharle el que no
realiza el esfuerzo psicológico deseable pan participar en la unión como mejor pueda.
N.B.— Agreguemos que los esposos a veces tienen el deber de prepararse para un período
difícil en el que las relaciones completas serían imposibles (Véase más adelante Sectio
Secunda, Cap. I, Art. II).
771. Este deber ha sido muy tratado por los Moralistas —en los casos extremos. (Véase Art.
II). Pero ¿se lo ha valorado suficientemente para el conjunto de los problemas conyugales?
Ahora bien: tal o cual esposo puede no haber sido nunca culpable de impureza y haber pecado,
por lo menos venialmente, contra la caridad. Por ej.: habrá abrumado a una esposa fatigada
con nacimientos demasiado próximos unos de otros, alcanzando con el mismo golpe a la
educación física y moral de los hijos.
El sociólogo católico Paul Bureau, defensor, por otra parte, de la familia numerosa,
declaraba: “Nuestra admiración no debe crecer ciertamente con el número de hijos. Si ellos
son la prueba incontestable de la abnegación de la madre, y algunas veces lo son también del
egoísmo del marido que, privándose de ellos, hubiera podido disminuir las fatigas de su mujer
y permitir mejores condiciones de vida a hijos un poco menos numerosos”2.
Claudio Servies (obra citada, p.50) escribe: “El hombre no comprende la gravedad del
pecado cometido al imponer a su esposa un nuevo hijo cuando ella no puede soportar su peso...
No ve cómo falta a la justicia o a la caridad para con la compañera que le ha sido confiada a
fin de que la ayude a santificarse y no para que la aplaste hasta extinguir su alma.”
El mismo autor, p. 46 y 47, expresa muy bien la psicología de ciertos esposos cristianos,
que se preocupan con demasiada exclusividad del pecado de onanismo. “Si la tentación es
demasiado fuerte, dicen ellos, el acto verdadero debe realizarse sin desvío antes que ofender
al Señor. Las graves consecuencias no serán catastróficas puesto que serán el fruto de la
obediencia”. Pero, prosigue C. Servies, Dios no está para reparar nuestras majaderías y
nuestros actos poco razonables; Él no impide que la mujer tuberculosa conciba, si es que ha
sido fecundada — y la muerte de esta madre, poco después del nacimiento, no deberá
imputarse a una Providencia despiadada, sino a la trágica imprudencia de los esposos.”
1
Es sorprendente que esta obra, tan interesante y tan valiente por otra parte, trate de la continencia conyugal sin
hacer ninguna alusión alos “actos imperfectos” y a su legitimidad.
2
No sabríamos recomendar demasiado la lectura de un libro recientemente aparecedio: “Limitación de los
Nacimientos y Conciencia Cristiana”, Ediciones Familiares. Contiene diversos capítulos firmados por eminentes
teólogos, moralistas, filósofos, sociólogos, médicos.
292
Tratemos de transcribir esto en el estilo de la Teología Moral:
El esposo cristiano, fuertemente tentado no considera más que esta alternativa: o realizar
normalmente el acto conyugal, o hacer un acto contra la naturaleza. Ahora bien : él quiere
evitar a toda costa el pecado mortal de onanismo; por consiguiente, realizará el acto conyugal
normal.
Pero este esposo cristiano no sabe, a lo que parece (ignorancia invencible... o vencible) que
un acto conyugal, irreprochable desde le punto de vista de la pureza, puede ser un pecado y a
veces mortal contra la caridad y aun contra la pureza1.
Entonces ¿va a encontrarse el esposo cristiano con un “casus perplexus” [“caso perplejo”]?,
¿o pecar contra la pureza o pecar contra la caridad? Nada de eso. Hay un tercer
comportamiento, que es el bueno, es, a saber, abstenerse del acto conyugal o contentarse con
actos imperfectos. (Cf. 749 y siguientes). Esta abstención puede que no sea más que cuestión
de días, si basta con esperar un período cierto de infecundidad. De todos modos se requiere
para ello espíritu de sacrificio —pero la vida conyugal conoce también horas de crucifixión.
N.B.— La caridad interviene también en diversas cuestiones conyugales: FRECUENCIA
DE LAS RELACIONES, DELICADEZA DE LOS PROCEDIMIENTOS, etc.
Artículo segundo
PETITIO et ACCEPTATIO ACTUS CONJUGALIS
[PETICIÓN Y ACEPTACIÓN DEL ACTO CONYUGAL]
Petición y aceptación del acto conyugal dan lugar a casos de conciencia difíciles y a veces
trágicos, puede estar en juego la felicidad del hogar o hasta la vida de un cónyuge. Sólo se
pueden recordar los principios de solución.
1
El problema considerado no carece de analogía con el del esposo que ha hecho voto de castidad: al exigir el
acto conyugal no es culpable de impureza, sino que peca contra la virtud de la religión.
293
773.— 2º) NATURALEZA Y CANTIDAD DE LAS VENTAJAS Y DE LOS
INCONVENIENTES PRODUCIDOS.
Pueden ser de orden ESPIRITUAL (Ejemplo: evitar el pecado) o TEMPORAL (salud,
felicidad etc.). Su importancia es más o menos GRANDE.
1
Si se trata de inconvenientes relativos al niño que va a nacer, véase más adelante , núm. 785.
294
777.— 3º) ¿CUÁNDO PUEDE SER PROPUESTA PERO NO IMPUESTA?
Al establecer el balance de los diversos elementos (Cf. 772-774) se habrá comprobado que
no existe ya la experiencia de justicia, sin que esté prohibida, con todo, la petición.
a) INCONVENIENTES MUY GRAVES PARA UN CÓNYUGE o para un NIÑO YA
CONCEBIDO. Por otra parte hay VENTAJAS IMPORTANTES.
b) INCONVENIENTES GRAVES y por otra parte NINGUNA VENTAJA IMPORTANTE.
Ej.: un nuevo nacimiento significaría para la compañera, madre de familia, inconvenientes
graves; por otra parte, la continencia puede guardarse sin gran dificultad.
c) EL ESPOSO ADÚLTERO (formal, cierto, consumado) pierde su “jus ad corpus” [“derecho
al cuerpo”] —a menos que el cónyuge los haya perdonado o sea también culpable de adulterio.
En esta hipótesis, el que pide sólo puede apelar a la caridad del cónyuge y solicitar un
consentimiento: el acto conyugal puede ser PROPUESTO, PERO NO IMPUESTO.
N.B.— Puede suceder que el acto conyugal no pueda ser impuesto inmediatamente, sino
sólo en período de infecundidad (Cf.: Aceptación diferida 782-784).
1
Nos colocamos aquí desde el punto de vista jurídico del “debitum coniugale”. Entre esposos verdaderamente
unidos nada debe ser “impuesto” al otro; todo debe ser consentido en el amor.
295
Nota I.— Gravedad del pecado.— Cuando hay obligación de justicia una sola repulsa
puede ser PECADO MORTAL (peligro de incontinencia, grave molestia para al cónyuge). Y
será así aun cuando hubiera solamente petición tácita por parte de la esposa .
Por el contrario habrá solo PECADO VENIAL si la petición es poco apremiante —o si es
frecuente y la repulsa excepcional. Se supone que no hay peligro de pecado solitario.
Nota II.— Aceptación diferida.— En algunos casos la aceptación no es obligatoria de
inmediato. (La cuestión se estudia detalladamente en los números 732-784).
Nota III.— De la advertencia que hay que hacer.— Algunas esposas cargadas de familia
o avanzadas en edad ignoran que pecan mortalmente al negarse a su marido. Si están en
ignorancia invencible y si la advertencia es probablemente ineficaz hay que dejarlas en su
buena fe.
1
¿Es necesario hacer notar que la cuestión considerada podría ser propuesta en estos términos equivalentes:
cuándo está permitida la repulsa?
296
El P. Veemersch, en su “De Castitate”, número 251, declaraba todavía que el temor de una
familia demasiado numerosa para ser convenientemente alimentada, no parecía (non videtur)
un justo motivo de rehusar el debitum. Agregaba, sin embargo: “Res summum ita componi
possit, ut usus matrimonii iis tantum diebus fiat quibus fecundatio minus probabilis sit” [“”].
Salvo “meliori judicio”, nosotros creemos ser fieles a las concepciones del sabio y llorado
profesor de la Universidad Gregoriana proponiendo lo que sigue:
En nuestro días, contrariamente a lo que sucedía en otro tiempo, se puede llegar a prever,
con más o menos certeza, cuáles son las fases de fecundidad o de infecundidad. Por eso los
esposos tendrán a veces la obligación de tratar de conocer su propio ciclo periódico, o de
iniciarse en el método llamado de las temperaturas (Cf. 805). A veces sería interesante hacer
esta investigación antes del matrimonio, durante el tiempo del noviazgo.
Si el acto conyugal se pide durante el transcurso de un período de fecundidad, cuando un
nuevo nacimiento implicaría inconvenientes verdaderamente graves, se puede considerar una
solución intermedia entre la aceptación inmediata y la repulsa definitiva, es a saber : la
aceptación diferida.
Esta respuesta no es una negativa sin condiciones: ella exige solamente que el cónyuge sea
razonable y desplace su petición a los días de infecundidad; por el momento deberá contentarse
con actos imperfectos, legítimos (Cf. 749 y siguientes).
Claudio Serviès en “Carne y gracia”, p. 49, dice muy bien: “La mujer que, sin negarse
verdaderamente a su marido, sabe pedirle con firmeza que espere los días de agenesia, en
realidad no hace más que sostenerlo en la línea que él se había trazado. Este caso es el único
en que ella puede, en cierto modo, no responder al deseo de su marido, y esto porque se trata
de evitar de hecho que la comunidad familiar se vea arrastrada, por una locura pasajera, hacia
una situación por mucho tiempo embarazosa lo cual sobrepasa en importancia los derechos
innegables que tienen los esposos, el uno del otro1.
1
Esta noción de aceptación diferida no deja de tneer analogía con la cesación provisoria de la obligación de
restituir. No se está obligado a restituir inmediatamente cada vez que la persona perjudicada, para ser razonable,
debiera permitir que se difiera la restitución.
297
El P. Vermeersch, “De Castitate” n. 251, declara: “Plures quibus assentimur, sed alii
negantibus, justan causam esse censent” (por justa causa excusan del débito conyugal). En
otros términos: la petición puede ser propuesta, pero no impuesta.
La mejor solución parece ser sin duda la de OBLIGAR A LA ACEPCIÓN DIFERIDA.
788. 3º) Uno de los cónyuges (o hasta los dos) ha hecho el voto de castidad.
298
SECCIÓN SEGUNDA
EL ONANISMO CONYUGAL
CAPÍTULO PRIMERO
EL ONANISMO EN GENERAL
Artículo primero.
NOCIONES DIVERSAS
299
En “Hogares Rurales y Fecundidad”, por Ancelle, 2ª edición, p. 40, se lee: “El hecho de
tener cada uno su cama puede suprimir en parte las dificultades que provendrían de la
presencia del cónyuge. No suprime las que cada esposo halla en sí mismo, y que se sentiría
tanto más tentado de satisfacer cuanto que se vería más abandonado a sí mismo”.
Traduzcamos en estilo de Moralista: bajo pretexto de suprimir la ocasión de onanismo, se
corre el peligro de estar en la ocasión más temible aún de masturbación y hasta de adulterio.
b) DISMINUIR LA FUERZA DE LA CONCUPISCENCIA.
Practicar el método Ogino cuando es lícito (Cf. 805-807).
En los días de continencia —conjurar la familiaridad y la obsesión del orgasmo (emoción
completa): hacer como si no existiera —puesto que no conviene al tiempo de la abstención.
Reemplazar el atractivo del orgasmo por un —apego positivo —a las satisfacciones reales
de los actos imperfectos1 (se gustan las alegrías de una buena conciencia, se aplacan
efectivamente los sentidos, se siente uno dueño de sí, se logra conservar una cierta moderación
en la expresión del amor conyugal, se dan pruebas de delicadeza, etc...).
c) AUMENTAR LAS FUERZAS DE RESISTENCIA.
Renovar el buen propósito todas las mañanas. —Oración —comunión frecuente —
confesión con el mismo C. inmediatamente después de la caída (para más detalles, véase
305-3º).
1
Los actos imperfectos se estudian detalladamente en los núms. 749-764.
300
Es el CÓNYUGE DEL P. que toma las mencionadas precauciones.
El P. mismo no hace más que cooperar con las maniobras anticoncepcionales.
1
El acto conyugal no está viciado desde el principio —si el marido interrumpe el acto (retiro prematuro), o si la
esposa recurre a lociones vaginales o uterinas. El acto conyugal está viciado desde el principio —si el marido se
sirve de un preservativo, o si la esposa utilizar una pseudovagina o recurre a polvos espermicidas.
En cuanto al uso del pesario anticoncepcional, contrariamente a lo que hemos escrito en las ediciones
precedententes, adoptamos la posición de Vermeersch (“Periódica”, p. 650) y de Creusen (“Nouvelle Revue
Theologique”, mayo de 1953, p. 409), es a saber: la opinión según la cual el uso del pesario no viciaría el acto
desde el principio no parece presentar probabilidad seria, ni intrínseca ni extrínseca.
301
superpoblado, etc. ...). el acto del onanista puede parecer un beneficio pera la sociedad. Y, sin
embargo, objetivamente, no deja de seguir siendo un pecado mortal.
El Confesor, para persuadir de ello a su Penitente, debe convencerse primero de lo bien
fundado que está este juicio moral. A la luz de la Encíclica Casti Connubii y de Santo Tomás
de Aquino (IIa, IIae, q. 154), tratemos de comprender mejor la MALICIA INTRÍNSECA del
onanismo: es un acto contra la naturaleza porque es una profanación.
Parece que nuestra época recobra un poco por todas partes el “sentido de lo sagrado”;
esperamos que nuestros contemporáneos volverán a encontrar cada vez más el RESPETO DEL
RITO MATRIMONIAL y se horrorizarán de la profanación del gesto de amor y de llamado a la
vida1.
1
Saint Exupéry dice que el mundo moderno ya no sabe lo que es un “rito”.
302
No lo olvidemos: es el Autor de la Naturaleza, Dios mismo, el que ha instituido al mismo
tiempo el rito inseminador y el rito por excelencia del amor conyugal, el que perfecciona la
“unitas carnis” [“unidad de la carne”]: “Et erunt duo in carne sua” [“Y serán los dos una sola
carne”].
Este rito no puede ofrecer un carácter conyugal sino con la condición de que se respeten
los tres elementos esenciales (Cf. 721-A). Ya sea que se trate del retiro prematuro, ya de la
loción vaginal o de cualquier otro procedimiento anticoncepcional, se falsifica la autenticidad
del signo conyugal por excelencia; eso no es otra cosa que la odiosa profanación del más
hermoso gesto de amor, simulacro, caricatura, parodia...
Y con el mismo golpe se hace una OFENSA DIRECTA A DIOS MISMO, a Aquél que nos ha
creado Hombre y Mujer, que ha instituido la modalidad de la unión de los esposos.
Hay como dos aspectos de la infidelidad conyugal: Infidelidad a la persona misma del
cónyuge e infidelidad a la manera —auténtica— de amor al cónyuge. Hay adulterio
propiamente dicho y una especie de adulterio interior, de adulteración del rito conyugal. En
resumen, todo pecado CONTRA EL HIJO ES UN PECADO CONTRA EL AMOR.
La nota de Lyon dice muy justamente: “Es también la bondad de Cristo la que sentirán los
esposos cuando el confesor les presente la ley del matrimonio como una EXIGENCIA DE LA
PERFECCIÓN DEL AMOR HUMANO”.
303
La continencia ascética implica un HEROÍSMO manifiesto. Para que sea bienhechora no
debe exponer a los esposos al adulterio, ni a faltas solitarias; convendría que tampoco quedara
comprometido el amor conyugal.
804. 2º) CONTINENCIA —AMOROSA. Consiste en mantener el trato conyugal con la sola y
única exclusión del RITO INSEMINADOR.
La continencia amorosa autoriza y hasta recomienda las familiaridades más íntimas, los
ACTOS IMPERFECTOS (Cf. 749-764), siempre que cumplan ciertas condiciones (Cf.
749-764).
Ella ofrece la ventaja de satisfacer los fines secundarios del matrimonio (Amor y remedio
de la concupiscencia) permitiendo limitar honestamente los nacimientos. Por esta razón
constituye el MEJOR MODO DE CONDUCTA PARA EL COMÚN DE LOS ESPOSOS.
Su perfección compromete a la vez la ESPIRITUALIDAD de los cónyuges (caridad,
templanza práctica de los sacramentos) y su EDUCACIÓN sexual.
Para prepararse a los largos períodos de continencia amorosa, impuestos por las
circunstancias, los esposos harán bien en observarla de tiempo en tiempo, cuando nada los
obliga a ella expresamente, por ej.: durante el embarazo.
1
El ginecólogo de hoy se vale además de otros medios para determinar el perído fértil de la mujer (extendido
vaginal, etc.); el confesor nunca deberá manifestarse como “técnico” en el asunto.
2
Creemos útil recomendar de nuevo el hermoso libro: “LIMITACIÓN DE LOS NACIMIENTOS Y CONCIENCIA
CRISTIANA”. Ediciones Familiares.
(N. del E.) Sobre esto, la doctrina enseñada por Pío XII en su alocución a las obstetras italianas el 29 de octubre
de 1951, es ya definitiva. Los capítulos tocados por el autor son exactamente los mismos que enumera el Papa, y
su interpretación moral puede darse como una doctrina seriament “tuta”.
304
a) LA SALUD.
La vida de la madre puede estar amenazada por un nuevo embarazo. Como consecuencia
de enfermedades hereditarias hay peligro cierto en dar al mundo hijos degenerados.
b) EDUCACIÓN DE LOS HIJOS.
La familia numerosa es el clima normal de una buena educación. Esta educación puede, sin
embargo, resultar difícil como consecuencia del gran número de hijos (fatigas excesivas de la
madre, imposibilidad de asegurar los gastos de la educación cristiana).
c) LA VIVIENDA.
En ciertos departamentos de ciudades, en algunas barracas de arrabales, una familia muy
numerosa apenas se halla con comodidad.
d) DIFICULTADES de la VIDA MATERIAL.
En esta materia los falsos pretextos son frecuentes. En nuestros días el lujo parece
imponerse como una verdadera necesidad, y apenas se sabe pasar ya con lo superfluo como
con lo útil o lo indispensable. Además la ayuda a las familias numerosas se hace cada vez más
importante.
Por consiguiente, hay que meditar dos veces antes de considerar las dificultades de la vida
material como razones realmente valederas. Por ejemplo, parece inadmisible que hogares
jóvenes, por la preocupación de instalar la casa y del confort, rechacen la llegada de un primer
hijo.
e) Recientemente se ha agitado una grave cuestión: ¿el espaciamiento de los nacimientos
es un motivo suficiente para practicar el método Ogino, y esto desde los primeros tiempos del
matrimonio?
Salvo “miliori judicio”, he aquí nuestro modo de ver: Siempre que estén muy decididos de
antemano a tener hijos, y hasta muchos, los esposos cristianos pueden, con medios honestos,
evitar nacimientos demasiado aproximados y recurrir al método Ogino desde los primeros
años de su vida conyugal.
Para ahorrar demasiadas grandes fatigas a la madre, a veces hasta para asegurar una mejor
educación de los hijos (ahora y más adelante) o también por otras razones graves —se puede
preferir cierto espaciamiento de los nacimientos aun deseando una numerosa familia.
La duración del intervalo que separa dos nacimientos sucesivos puede aumentar
progresivamente con el número de hijos.
Todo se reduce pues a una cuestión de rectitud de intención y de mesura.
Antes de llegar a la continencia periódica los esposos cristianos deben preguntarse
lealmente delante de Dios: ¿Tenemos una razón legítima para evitar un nacimiento? ¿Estamos
seguros de no obrar por flojedad egoísta o por temor del esfuerzo? ¿Estamos de acuerdo con
el gran deber de la fecundidad?1. Harán bien también en pedir consejo a su confesor.
De tiempo en tiempo los esposos volverán a hacer juntos este examen de conciencia
conyugal: así evitarán el prolongar desmedidamente el uso de la continencia periódica2.
B.— Hay pecado venial —cuando los esposos usan el método Ogino sin razones
suficientes durante un tiempo limitado.
1
Se trata aquí de un deber positivo que no urge en todo momento, sino sólo en algunos momentos.
2
En el libro de Margarita Czaba: “La vía en flor” (3ª parte), prologado por Mons Toth, cuya cusa de beatificación
ha sido introducida, se lee: “de ningún modo se puede ocultar este bienhechor descubrimiento (el Método Ogino)
bajo pretexto de que hay personas sin conciencia”.
305
C.— ¿Habría pecado mortal —si los esposos estuvieran decididos a practicarlo toda la
vida? Algunos teólogos lo piensan así: habría falta grave al deber social de la fecundidad.
Terminemos diciendo que nosotros hacemos nuestro el juicio de Ancelle, p. 61:
“Precisemos bien que la continencia periódica así entendida (el autor ha explicado
anteriormente que ella preconizaba el método Ogino cuando no es solamente un derecho, sino
un deber) no es JAMÁS UNA SEMI-LICENCIA, sino verdaderamente, como su nombre lo
indica, una semi-continencia.
Ella representa un esfuerzo virtuoso y no un “ relajamiento”.
Nota.— Se pregunta a veces en qué momento hay que hablar de la —continencia
periódica. Se les debe advertir de ella a los esposos cuanto antes, pera que la primera tentación
de onanismo los encuentre armados para la lucha: por, lo tanto —a más tardar— EN EL
MOMENTO DE SU MATRIMONIO.
Por otra parte, la pequeña “Guía del Matrimonio”, de Van Agt, hoy día difundida, hace
expresamente alusión a ello. Hasta parece que algunas instrucciones de orden fisiológico
podrían indicarse útilmente desde el tiempo del noviazgo.
Artículo segundo.
AVISOS REFERENTES A LA CONFESIÓN DE LOS ONANISTAS
El Confesor habitual de los esposos, aunque estos estén aun al comienzo de su matrimonio,
debe pensar que un día u otro sus Penitentes estarán obligados a una cierta continencia.
Por consiguiente, el Confesor deberá PREPARARLES para ella.
306
El Confesor hará comprender a los esposos que tienen el estricto deber de PREPARARSE
PARA LOS PERÍODOS DE ABSTENCIÓN; por eso harán bien en practicar la continencia
amorosa, de tiempo en tiempo, aun antes de que sea necesaria.
1
El Confesor deberá advertir a veces al Penitente que el “accidente” no es un pecado, cuando se había pensado
de buena fe poder evitarlo y cuando no se había buscado egoístamente el propio goce. Fuera del acto conyugal
completo no hay nunca derecho para “buscar” la emoción completa. A veces hay lugar para correr el “riesgo” de
ella.
307
medida disminuye también la responsabilidad, de tal modo que una falta objetivamente grave
puede convertirse en subjetivamente leve1.
c) Al Penitente QUE SE SIENTE TENTADO A DESANIMARSE, el Confesor le recordará
que la castidad, como las otras virtudes no se puede obtener de un solo golpe; se conquista
lentamente, difícilmente, al precio de esfuerzos constantemente repetidos.
d) Al Penitente que lucha y... que cae, el Confesor le dirá que las caídas no deben hacer
abandonar la práctica frecuente de los sacramentos.
Sucede que esposos, que en otro tiempo eran fervorosos, dejan de lado la comunión
frecuente bajo pretexto de que no consiguen evitar los pecados de onanismo. Comenten EL
ERROR MÁS GRANDE.
Nos hallamos en la hipótesis —digámoslo una vez más — ocasión necesaria— en que los
esposos no pueden tener relaciones completas; su castidad es, por consiguiente, trabajosa, y lo
que se les pide no es una victoria inmediata, definitiva, sino el esfuerzo perseverante a pesar
de las caídas.
Los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía NO hacen IMPECABLES; pero dan la
GRACIA PARA HACER ESFUERZO Y PARA PROGRESAR en la difícil virtud de la castidad
conyugal.
1
P. Segur distingue primero los DEFRAUDADORES POR MALICIA (no quieren reconocer el derecho de la Iglesia
de hablar en nombre de Dios en esta materia) y los DEFRAUDADORES POR DEBILIDAD. Entre los defraudadores
por debilidad el autor hace otra distinción:
(1er. CASO).— La falta ha sido prevista y aceptada mucho tiempo antes. No hay reflexión de conciencia ni
retractación antes de que la falta sea cometida. La culpabilidad NO PUEDE ESCAPAR A LA GRAVEDAD.
(2do. CASO).— Durante el día se tiene la firme intención DE NO DEFRAUDAR. Pero en el momento de la
intimidad permitida (se trata de uno u otro de los actos imperfectos examinados en los núms. 749-764: “tactus in
partibus inhonestis, copula reservata...”), aunque no se quiera la unión completa, hay una DEBILIDAD POR
SORPRESA. Parece entonces que la culpabilidad queda muy DISMINUIDA, hasta el punto de que en ciertos
casos no es mortal.
Sin embargo, siempre queda en pie que —considerada en sí misma es realmente un acto de culpabilidad grave
y una debilidad en la conciencia de los que lo cometen. En todos los casos, por consiguiente, habrá que hacer
ESFUERZOS REDOBLADOS para volver a emprender la marcha hacia adelante.
308
Aquí queremos recordar simplemente al Confesor que debe evitar un CONTRASENTIDO,
el cual consiste en dejar que el Penitente crea que, si hay pecado, es porque ama demasiado a
su cónyuge, y que, para no caer, debe esforzarse por no amarle tanto.
Ahora bien: se trata no de amar —menos— sino de amar —mejor.
Mejor primero en cuanto a la TÉCNICA CONYUGAL (Repasar lo que se ha dicho a
propósito de los Actos imperfectos, núm. 749-761).
Mejor sobre todo desde el siguiente punto de vista: el apego a las MANIFESTACIONES
DE AMOR PERMITIDAS debe favorecer el DOMINIO DE SÍ MISMO y apartarle de la
EMOCIÓN PROHIBIDA, de la que experimentará disgusto poco a poco, con la ayuda de Dios.
El Confesor podrá decir: “Dios no exige de usted que se prive de las intimidades, expresión
legítima de su amor, y de todo placer conyugal; sólo le prohibe la emoción completa que no
conviene a su situación —puesto que está reservada al rito transmisor de la vida.
Pídale a Dios que le ayude a gustar mejor las alegrías profundas y las bellas emociones que
están hechas para usted en este momento y que le aparten a usted del placer abyecto del
onanismo.
¿A partir de qué momento es usted culpable? Cuando se decidió a BUSCAR EL PLACER
PROHIBIDO. Hasta entonces —su conducta era BUENA Y LOABLE: Sin duda estaba usted
expuesto a la tentación. Pero eso era lo que exigía su deber de estado del matrimonio.
Y, ya lo verá usted, con la experiencia y con la ayuda de Dios, estas mismas emociones que
le inducen hoy al pecado HARÁN QUE USTED RECHACE LA TENTACIÓN. De progreso en
progreso llegará usted —¿y por qué no?— hasta no experimentar más el deseo del fruto
prohibido, porque será para usted, como ya lo es para algunos esposos. un FRUTO TAN
REPUGNANTE que ya no se tiene deseo de recogerlo.”
1
No olvidemos que la Nota de Lyon precisa (p. 76 “in fine”) que sus directivas no valen para el onanimso que
inspira un temor egoísta del hijo. Con este onanista en la ocasión libre el confesor deberá mostrarse más exigente
desde le punto de vista de las disposiciones. A veces no podrá darle la absolución sin que haya una ruptura
efectiva con la ocación.
309
816. Aquí se trata de esposos egoístas que se niegan ante el llamado a la vida, de buscadores
desenfrenados de goces materiales que quieren el placer sin cumplir para nada con su deber.
CAPÍTULO SEGUNDO
CÓMO SE DESCUBRE AL ONANISTA EN GENERAL
Dos problemas para examinar 1) ¿CUÁNDO hay que interrogar? 2) ¿CÓMO hay que
interrogar?
Artículo primero.
¿CUÁNDO HAY QUE INTERROGAR?
310
818. Principio.—La Sagrada Penitenciaría declaró el 10 de marzo de 1886 que había que
interrogar cuando el C. tiene la “SOSPECHA FUNDADA” de que el P. ha pecado y no se acusa
de ello.
La Encíclica “Casti Connubii” condena severamente al C. que indujera a los fieles en error
acerca del onanismo, “ya sea por medio de una APROBACIÓN, ya por medio de un SILENCIO
CALCULADO”.
Y todavía hay que tener en cuenta cierta prudencia.
Demos algunos ejemplos, distinguiendo el caso del C. extraño y el del cura o vicario.
819. Situación del P.— Un colega vecino le ha pedido a usted que vaya a confesar con
ocasión de la Adoración. El P. casado no hace ninguna alusión a las obligaciones del
matrimonio.
En muchísimas parroquias los P. onanistas jamás hablan de lo que se refiere a la intimidad
conyugal. “¡Asuntos de alcoba!, ¡eso no les interesa a los curas!” Y sucede por desgracia que
el clero parroquial no interroga nunca acerca de este punto.
Tiene usted ocasión de ilustrar conciencias mal formadas. ¡Aprovéchela!
Siempre que usted haya preguntado como conviene (Cf. más adelante, art. II), poco importa
que después de su partida algunos lo juzguen demasiado curioso o que se escandalicen (?)... o
que finjan escandalizarse.
Por lo tanto, ¡INTERROGUE!
820. Situación del C.— Usted acaba de llegar a la parroquia. Confiesa un día cualquiera
del año. El P., casado, es un católico práctico que se confiesa de tiempo en tiempo. No
hace alusión a sus deberes conyugales.
No tiene usted razones positivas para sospechar una falta de lealtad en este P. que frecuenta
los sacramentos.
Podría parecer extraño que el “nuevo cura” pregunte sobre este tema delicado desde la
primera confesión. Su acción pastoral podría resentirse por ello.
Por lo tanto —NO INTERROGUE.
311
Por lo tanto, NO INTERROGUE.
822. Situación del C.— Oye usted en confesión a un P. que no se confiesa sino raras veces.
Está casado, pero en sus confesiones no hace ninguna alusión a la vida conyugal.
En general puede usted sospechar con justo título que a su confesión le falta integridad en
lo relativo a los deberes del matrimonio; el P. se ha examinado tal vez demasiado aprisa; tal
vez no le da a esas “cosas” toda la importancia debida; a lo mejor dice para sus adentros: “Si
el Padre me habla de ello, veremos; pero lo que es yo no pondré la cuestión sobre el tapete.
Por lo tanto —INTERROGUE.
823. Situación del C.— Confiesa usted a sus feligreses durante el tiempo pascual, o
durante el transcurso de una misión, de una novena, etc.
A) (1ª hipótesis).— Y no se trata de un P. habitual.
Puede usted considerarse como un C. “extraordinario”. Y el P. no tiene por qué extrañarse
si usted lo interroga más. Por otra parte puede usted usar de... precauciones oratorias. El C:
“En tales circunstancias conviene hacer una buena confesión, más detallada aún que de
costumbre... ¿Me permite que lo interrogue?
Por lo tanto —INTERROGUE.
B). (2ª hipótesis).— Y se trata de un P. habitual que se confiesa con frecuencia, pero
sin hacer alusión a su vida conyugal. Hasta este momentos usted no lo ha interrogado.
No es imposible que el P. cometa pecados de onanismo, aunque no haga alusión alguna a
ellos en sus confesiones. ¿Cómo explicar este silencio? Ignorancia más o menos invencible —
o dificultad en ponerse a hablar de ellos una primera vez sin razón especial o bien el diferir
para más adelante, el aplazar indefinidamente una cuestión fastidiosa —o también ¡ay! una
serie de confesiones sacrílegas jamás reparadas.
Sea de ello lo que fuere, una pregunta podrá ser el punto de partida de un ajuste de cuentas,
si no de una liquidación de un pasado más o menos dudoso.
Por supuesto que las precauciones oratorias vienen aquí muy a propósito.
El C.: “De ordinario yo no le hablo más que de sus ejercicios de piedad, de sus esfuerzos
sobre tal o cual punto. ¿No cree usted que con ocasión del tiempo pascual (o de una misión)
podríamos pasar revista a toda su vida?
“Comencemos, si quiere, por su vida conyugal... ordinariamente usted apenas me habla de
ella... Su último hijo debe estar entre los 6 y 7 años... Desde entonces ¿nunca ha deseado otro?”
Y puede usted continuar como está explicado en el art. II.
312
Pero hay que proceder con prudencia.
Hay que comenzar por ILUSTRAR los ESPÍRITUS. Haga dar una misión lo antes posible.
Al cabo, de algunos días, cuando sus predicadores tengan al auditorio en sus manos, podrán
abordar el problema de la impureza en general y del onanismo; el Buen Dios no exige la
enmienda de la noche a la mañana; para estar en regla con Él hay que comenzar por reconocer
los pecados y confesarlos en el confesonario.
Durante esta misión hará usted bien en abstenerse de confesar. En la Pascua siguiente hará
venir a un confesor extraño, y será bueno que usted todavía no oiga las confesiones. Obrando
de este modo tendrá tiempo de conquistar a sus feligreses sin que ellos hayan tenido aún la
ocasión de criticar su actitud de C.
Un día u otro tendrá que oír usted mismo a sus feligreses en confesión —y entonces los
interrogará como se explica en el artículo siguiente.
Al interrogar habrá sin duda confesiones sacrílegas más caracterizadas; pero el bien general
se logra a este precio..
Un cura no puede tener la conciencia tranquila guardando silencio durante años, soportando
las confesiones, por lo menos mediocres o nulas.
Artículo segundo
¿CÓMO —INTERROGAR?
El C. debe interrogar con mucha delicadeza. El reciente Monitum del Santo Oficio acaba
de recordarlo.
Se pueden distinguir dos maneras de preguntar.
1
Evite toda interrogación demasiado brutal, que haría pensar en un interrogatorio de policía: “¿Cuántos hijos?
¿Edad del último?” Aborde la cuestión indirectamente. Ej.: Entonces, ¿tiene muchas preocupaciones en el hogar?
¿Muchos hijos..., y todavía muy pequeños?” Tenga el cuidado de irse informando, partiendo de una acusación
cualquiera, de una reflexión del P.
313
Situación del P.— En el transcurso de la confesión no se ha informado usted acerca del
número o la edad de los hijos. Apenas le es posible utilizar la primera manera de
interrogar.
Comience por una pregunta más general.
El C. :”EN sus RELACIONES ÍNTIMAS de la VIDA CONYUGAL —¿HA PECADO algunas
veces contra la SANTIDAD DEL MATRIMONIO?”
A. (1ª hipótesis).— Y el P. responde: “no” sin vacilar.
En general no pregunte más.
Si usted tuviera razones especiales1 para sospechar una falta de sinceridad, pregunte de
nuevo como arriba, 825-B.
B. (2ª hipótesis).— Y el P. responde: “sí”... o no responde nada.
PREGUNTE de NUEVO como en el número precedente, 825-B.
827. Nota. — Algunos sacerdotes, por razón de edad juvenil, se creen dispensados de
interrogar acerca de esta materia. No se ve cómo el corto número de años puede excusar de
una obligación tan grave.
Con la condición de interrogar solamente cuándo y cómo conviene, todo sacerdote —
cualquiera que sea su edad— puede y debe asegurar la integridad relativa a los deberes de
matrimonio. Bajo el falso pretexto de la juventud —cuidado con que falte la FORTALEZA DE
ALMA indispensable al C. (Cf. 7-3º).
CAPÍTULO TERCERO
CÓMO SE DESCUBRE A LOS ONANISTAS EN PARTICULAR
Gracias a las interrogaciones indicadas en el Capítulo II ha descubierto usted que el P. es
onanista.
Le conviene proseguir la investigación para ver a qué categoría pertenece el onanista con
el cual tiene que tratar (Cf. 793-795)
1
Por ej.: El C. ha sabido por público rumor que el P. se jactaba públicamente de practicar el onanismo —o de no
“hablar nunca de todo eso en confesión”.
314
Situación del P.— Ya sea espontáneamente, ya gracias a sus preguntas, el P. ha
confesado que él mismo tomaba las “precauciones requeridas” para evitar tener un
hijo...
El C: “¿TIENE USTED RAZONES VALEDERAS para EVITAR un nuevo NACIMIENTO?”
A. (1er. Caso).— Y el P. no puede invocar ningún motivo serio.
El P. es: AUTOR PRINCIPAL —OCASIONARIO LIBRE.
B. (2º Caso).— Y el P. alega —o la estrechez de la vivienda —o la mediocridad de los
recursos —o la salud de la madre.
Debe usted darse cuenta —tanto de la realidad de las razones alegadas como de su
gravedad.
El C.: “1) ¿Estrechez de le vivienda?... ¿Es realmente tan estrecha?... ¿Es realmente
imposible halla un departamento más amplio?
2) ¿Recursos públicos?... Pero están los abonos familiares, la ayuda a las familias
numerosas...
3) ¿Salud de la madre?... ¿Ha ido a consultar a un médico competente y concienzudo?...
¿Qué ha dicho él ¿Ha dicho él? ¿Ha visto a algún otro?”
Desde el punto de vista de la salud de la madre, tiene que hacer precisar si hay simplemente
temor de gran fatiga, dificultades de parto —o verdaderamente serio peligro de muerte.
(Para más detalle, véase a propósito de la licitud del método Ogino, 807-A).
a) (1ª hipótesis).— Y va en ello VERDADERAMENTE— la vida de la madre.
El P. es: AUTOR PRINCIPAL OCASIÓN NECESARIA (Peligro de muerte para la madre).
b) (2ª hipótesis).— Y hay —VERDADERAMENTE— serios inconvenientes que temer,
pero sin embargo sin peligro de muerte.
El P. es: AUTOR PRINCIPAL —OCASIÓN NECESARIA— (Razones graves).
N.B.— Por supuesto que si el P. no puede aducir ninguna prueba seria de las pretendidas
razones graves usted lo considerará como un Ocasionario Libre.
315
A. (1ª hipótesis).— Y el P. responde: “sí” o no responde nada —o queda perplejo.
El P. es: COOPERADOR FORMAL1.
B. (2ª hipótesis).— Y el P. responde: “Yo no animo a mi cónyuge”.
Examine más de cerca la situación —real.
El C: “ ¿Le dice usted de TIEMPO en TIEMPO a su CÓNYUGE que REPRUEBA su
CONDUCTA, que obra CONTRA SU VOLUNTAD?” (Para más detalles, véase lo que se dirá
en el Capítulo IV).
Si el P. reprueba la conducta del cónyuge, es: COOPERADOR MATERIAL.
N.B.— Si el P. no reprueba nunca — positivamente— la conducta del cónyuge, puede usted
sospechar de la rectitud de intención. Por consiguiente debe comprobarla, como se explica en
el Capítulo IV.
1
Esta cooperación formal puede estar, por otra parte, más o menos caracterizada; puede influir más o menos en
la conducta culpable del cónyuge, autor principal (causa positiva; negativa, etc.).
2
A veces podría haber sodomía. con fecuencia no habrá que interrogar más para distinguir entre las dos hipótesis.
Con todo, si el C. tiene razones positivas para sospechar la sodomía, puede preguntar: “¿Su marido usa
instrumentos preservativos”.
Si la P. responde: “no”, es muy posible que se trate de sodomía.
Para estar seguro de ello el C. podrá agregar: “¿Entonces su marido no la respeta?”
3
El pesario consiste en una especie de esponja que se introduce en el fondo de la vagina para tapar la entrada del
útero.
316
CAPÍTULO CUARTO
CONFESIONES De LOS ONANISTAS EN PARTICULAR
Estudiaremos sucesivamente la confesión de las seis categorías de onanistas.
Artículo primero.
AUTOR PRINCIPAL
OCASIONARIO —LIBRE
835. Cuando se trata de Ocasionarios —libres— la cuestión de las “obligaciones que hay que
imponer” es muy importante. No se presenta ella de la misma manera según que el P. se
confiese por primera vez o sea recidivo.
Distinguiremos, pues, claramente los dos casos.
N.B.—Ya hemos observado en general que un C. de paso puede descubrir que su P. es
recidivo (Cf. núm. 259); esta advertencia es particularmente importante cuando se trata de los
onanistas.
I.— NO —RECIDIVO.
836. Situación del P.— El P. toma con él mismo las precauciones requeridas”.
No hay para él inconvenientes graves en correr el riesgo de un nuevo nacimiento.
Confiesa su pecado por primera vez.
A.— Contrición que hay que excitar.
Haga valer los motivos propios del onanista en la OCASIÓN LIBRE (Cf. 817-3º).
B.— Firme propósito que hay que excitar.
a) Firme propósito Ideal. Uso honesto del matrimonio.
El C.: “Escoja el partido mas normal —puesto que no tiene usted razón para temer un
nacimiento, y el partido más seguro— para evitar la ofensa de Dios.”
b) Firme propósito suficiente.— Continencia completa.
El C.: “'Por qué temer, en su situación un nuevo nacimiento? Usted adopta una. resolución
que es difícil de conservar. Sin embargo, como la adopta por vez primera, confío en usted.
c) Firme propósito que no excluye el pecado venial (por lo menos material): continencia
periódica por un tiempo.
El C.: “Usted no tiene razón de peso para evitar un nacimiento: no es generoso elegir
expresamente los períodos de infecundidad1.”
N.B.— ¿Hay que ADVERTIR al P. que hay pecado venial, o hay que guardar silencio
(Aplique las reglas generales. Cf. 120 y siguientes).
C.— Obligación que hay que imponer.
1
Si el P. quisiera practicar elmétodo Ogino DURANTE TODA SU VIDA (apenas se halla esta intención absoluta y
perpetua) —habría que emplear todos los medios para disuadirle.
¿Estaría el P. suficientemente dispuesto?
317
a) Si el P. ha decidido practicar la continencia —inspirarse en lo que se ha dicho en el
número 791-B.
b) Si el P. se sirve de instrumentos anticoncepcionales —IMPONER la DESTRUCCIÓN de
ellos.
D.— Absolución que hay que dar.
a) El P. ha decidido, ya sea usar honestamente del matrimonio —ya sea practicar la
continencia completa.
Como no se trata de un recidivo, debe usted tener confianza en el P.— Por lo tanto:
ABSOLUCIÓN INMEDIATA.
b) El P. ha decidido practicar el método Ogino por un tiempo.
Aun cuando el P. sepa que hay en ello pecado venial, usted debe considerarlo como
suficientemente dispuesto.
El C: “No esta bien consentir en vivir habitualmente en el pecado venial 1, plenamente
aceptado de antemano... Con todo, yo no puedo negarle la absolución.
II.— RECIDIVO.
Advertencia importante.— Como se ha explicado en la teoría general de los Ocasionarios,
cuando se trata de ocasiones libres no hay que distinguir entre recidivo material y recidivo
formal (Cf. 291.
837. Situación del P.— El P., que no tiene razones, valederas para evitar un nuevo
nacimiento, ya se ha confesado de sus pecados de onanismo. Debidamente instruido por
el C. ha decidido practicar la continencia (sea completa, sea periódica). Ha continuado
pecando frecuentemente.
CONDUCTA DEL C.
Las resoluciones anteriores del P. se han mostrado ineficaces. Por otra parte, el P. se halla
en una ocasión libre y continua, es a saber, vida en común sin el uso honesto del matrimonio
(Cf. núm. 790).
Además, el P. es recidivo. Aplicando la teoría general de las ocasiones libres y continuas
(Cf. núm. 292), debe exigir usted el alejamiento físico de la ocasión, es decir, el uso honesto
del matrimonio (Cf. 791-A) —ANTES DE DAR LA ABSOLUCIÓN.
El que posee un libro impío o inmoral, ocasión libre y próxima de pecados mortales, puede
a veces ser absuelto, la primera vez, antes de haber dado la prueba efectiva de sus buenas
disposiciones, es decir, antes de haber hecho desaparecer el libro; en efecto: si el P. no es
recidivo, el C. a veces puede contentarse con promesas.
Pero si el P. no ha sido fiel a sus promesas y ha continuado pecando frecuentemente, el C.
no puede absolverle antes de que efectivamente haya destruido el libro.
Lo mismo sucede con el onanista en la ocasión libre y continua. Si es recidivo, nada de
absolución —antes de haber usado honestamente del matrimonio.
N.B.— Ser particularmente severo con los que practican el onanismo aun antes de la llegada
de un primer hijo.
A.— Contrición que hay que excitar.
1
Se supone aquí que el P. sabe que hay pecado venial en practicar el método Ogino sin razones suficientes.
318
Como en el número 836-A.
B.— Firme propósito que hay que excitar.
Uno solo suficiente: Uso honesto del matrimonio.
El C.: “Después de la experiencia de su debilidad, debe usted elegir el partido más normal
y el más fácil para evitar el ofender a Dios.”
C.— Obligación que hay que imponer.
Exija la: ruptura de hecho.
El C.: “Yo no pongo en duda, es cierto, su buena voluntad. Sin embargo, usted mismo
comprobará que sus resoluciones han quedado sin resultados suficientes.
En adelante será necesaria —una prueba de hecho.
Espero pues. que use honestamente del matrimonio.”
D.— Absolución que hay que dar.
Nada de absoluciones inmediatas.
Difiérala hasta el momento en que el P. haya usado honestamente del matrimonio —al
menos una vez
El C: “Con gran pesar mío no puedo darle la absolución por el momento. Usted no querrá
que yo falte a mi deber de C., ¿no es cierto?
Por otra parte, yo no le pido nada heroico.
Una vez más, en su situación particular usted no tiene excusa —y lo único que yo deseo es
que dé prueba de una buena voluntad elemental, haciendo las cosas como se deben— al menos
por una vez.
Venga a verme de nuevo cuando haya procedido en esta forma —y yo, ¡con qué alegría le
daré la absolución!
Antes de separarnos recemos un Avemaría juntos —y espero que pronto podrá recibir usted
el perdón de Dios.”
N.B.— Diga todo lo que precede con mucha dulzura Y despídase del P. con la mayor
amabilidad del mundo.
838. Nota I.— Repetimos otra vez que esta conducta del C., “REPULSA de la ABSOLUCIÓN”,
no supone que usted mismo haya confesado muchas veces al P. Aun cuando usted no haya
confesado jamás al onanista, le es fácil descubrir su situación de ocasionario libre y recidivo.
Martín declara (Caso de conciencia n. 41, en la nota 25): “Es de capital importancia para este
sacerdote (C. que no conoce al P.) INFORMARSE acerca de las CONFESIONES PASADAS,
acerca de las promesas que se han hecho, a fin de detener este abuso del sacramento exigiendo
a veces DEL PRIMER GOLPE el uso regular del matrimonio antes de absolver1.
Además, prosigue Martín, no hay que considerar siempre como signo cierto de contrición
el hecho de venir por Pascua, porque éste puede ser un gesto imperado por la rutina o por el
respeto humano; ni el hecho de haber realizado un pequeño esfuerzo de continencia, sea
después de la confesión precedente, sea antes de la confesión presente. En realidad, en los que
no tienen razones para no tener más hijos, el único signo cierto de que la voluntad ha cambiado
es el uso honesto del matrimonio.
1
En otro pasaje —el mismo autor muestra claramente que en el caso de las ocasiones libres y continuas no hya
lugar para distinguir entre recidivos materiales y formales.
El ocasionario libre, desde elmomento en que es recidivo, debe alejar físicamente la ocasión; si se da el caso,
el onanista debe usar honestamente del matrimonio.
319
Nota II. Si el P. vuelve después de haber usado honestamente del matrimonio —aunque
haya cometido todavía faltas de onanismo— tenga usted en cuenta esta prueba manifiesta de
cambio de disposición. Por otra parte, si nada se opone a ello, puede absolverle
inmediatamente exhortándole a que haga más esfuerzos aún.
Artículo segundo.
AUTOR PRINCIPAL
OCASIÓN NECESARIA
RAZONES GRAVES (sin peligro de muerte para la madre).
839. Advertencia previa.— Cuando el P. está en la ocasión necesaria (salvo el caso del
recidivo formal inveterado), no hay por qué imponer la ruptura física con la ocasión.
No se estudiarán, pues, aparte —como en el artículo precedente— el caso del P. que se
confiesa por primera vez y el del recidivo; las distinciones necesarias se harán sólo respecto
de los elementos: obligaciones que hay que imponer —y absolución que hay que dar.
Volver a leer atentamente los AVISOS RELATIVOS A LA CONFESIÓN DE LOS
ONANISTAS EN LA OCASIÓN NECESARIA (Cf. 809-815).
840. Situación del P.— El P. onanista, autor principal, tiene razones para evitar un
nacimiento. Usted está seguro de lo bien fundado de sus razones (Cf. 749-B).
No existe peligro de muerte para la madre.
A. Advertencia que hay que hacer.
Algunos onanistas, teniendo razones serias para evitar un nacimiento, pueden estar respecto
de sus obligaciones en la ignorancia —invencible. ¿Debe usted advertirles? — Consulte las
reglas generales, núms. 123-124.
Aunque usted prevea que el P. no se enmendará, ni ahora ni más adelante, habrá que evitar
—generalmente— el escándalo de los fieles. En efecto: las personas casadas hablan fácilmente
entre sí de estas cuestiones que las preocupan, y no faltan quienes interpretan en el sentido de
sus debilidades las palabras y más aún los silencios del C.
Por lo tanto —en general— ¡ADVIERTA!1.
B. Contrición que hay que excitar.
Haga valer los motivos propios del onanista en la OCASIÓN NECESARIA (Cf. 812).
Si el P. se halla en una situación verdaderamente difícil, demuéstrele la compasión que
siente por él.
Si ya tiene numerosos hijos, puede hasta felicitarle por haber cumplido tan generosamente
su deber en el pasado.
Pero termine diciendo que “nunca se ha acabado de cumplir el deber”. Aun en esas
circunstancias difíciles el pecado sigue siendo pecado. Y excítele fervorosamente a la
contrición.
C.— Firme propósito que hay que excitar.
a) Diversos propósitos —suficientes.
1.– Continencia completa;
1
En algunos casos excepcionales —y siempre que haya que tratar con un P. habitual —Martín prevé que se podrá
ilustrar al P. PROGRESIVAMENTE (caso de conciencia 33... hacia el fin).
Atenerse a lo que se ha dicho en el Libro II, n. 138.
320
2.– Uso honesto del matrimonio;
3.– Continencia periódica o de las Temperaturas (Cf. 805-807).
¿Cuál de ellos aconsejará usted?
Examine las ventajas y los inconvenientes de las distintas soluciones.
1.— ¿CONTINENCIA COMPLETA?: Ella supone un P. generoso y puede perjudicar a la
buena inteligencia conyugal, y como consecuencia, a la buena marcha del hogar familiar.
2.— ¿USO HONESTO DEL MATRIMONIO?: Esto parece preferible cuando los
inconvenientes de un nacimiento no son tan considerables (por ej.: una cierta molestia
pecunaria).
3.— ¿CONTINENCIA PERIÓDICA? —La mejor solución a lo que parece, cuando ella es
realmente lícita (véase el problema en detalle en el núm. 807-A), y porque, por otra parte, la
continencia completa parece difícil y puede perjudicar al amor conyugal.
b) Manera de presentar los diversos propósitos firmes.
Si el P. ha optado por la CONTINENCIA COMPLETA o bien por la CONTINENCIA
PERIÓDICA —lea de nuevo atentamente lo que se ha explicado en el núm. 813.
D.— Obligación que hay que imponer.
a) Obligación relativa a la ocasión de pecado. Prescindiendo del caso del recidivo formal
inveterado, exija sólo el ALEJAMIENTO MORAL (Cf. 791-B).
Si el P. recae siempre de la misma forma y sin ninguna esperanza de mejoramiento, vea lo
que se ha dicho en general (Cf. núm. 315-A).
b) Obligación relativa a los instrumentos anticoncepcionales.
Exigir su DESTRUCCIÓN.
E.— Absolución que hay que dar.
a) (1er. Caso).— P. no recidivo.
Absolución INMEDIATA.
b) (2do. Caso).— P. recidivo.
Aplique las reglas generales distinguiendo tres hipótesis
(Recidivo material, Cl. n. 310-B; Recidivo formal, núm. 311-D; Recidivo formal
inveterado, núm. 315-B.)
N.B.— Cuando se trata del recidivo que no ha destruido los instrumentos
anticoncepcionales —difiera usted la absolución hasta el momento en que haya efectuado su
destrucción.
Artículo tercero.
AUTOR PRINCIPAL
PELIGRO de MUERTE para la MADRE.
Por las mismas razones del artículo precedente —no se estudiarán aquí aparte a los recidivos
—Volver e leer, igualmente, los AVISOS IMPORTANTES de los núms. 809-815.
841. Situación del P.— El P., autor principal (esposo o esposa) declara que un nacimiento
anterior ha colocado a la madre a dos de dedos de la muerte. Un médico competente y
321
católico1 ha afirmado que un nuevo nacimiento implicaría con certeza o casi con certeza
la muerte.
La ignorancia invencible del P. puede existir con más frecuencia aún que en el caso
precedente.
A.— Advertencia que hay que hacer o silencio que hay que guardar.
Según Vermeersch (“De Castitate, Ed. 33, núm. 78), el C. no puede GUARDAR SILENCIO
si no se dan simultáneamente tres condiciones:
1ª La ignorancia invencible resulta de las circunstancias extraordinarias.
2ª No hay peligro de escándalo (Cf. lo que se ha dicho en general, núm. 127).
3ª No hay que temer frecuentes abusos.
Vermeersch dice más precisamente que no se puede guardar el silencio sino “in raro aliquo
casu”. Y añade: “Bona fides aderit in uxorem vel etiam in gravi morbo”.
B. Contrición que hay que excitar.
Suponiendo que el P. está advertido:
a) (1ª hipótesis).— Muerte cierta. Un solo firme propósito posible —y es la, continencia
completa. La esposa no puede aceptar la realización del acto conyugal: sería una especie de
SUICIDIO.
b) (2ª hipótesis).— Serio peligro de muerte.
1.— PRIMER FIRME PROPÓSITO admisible —Continencia completa.
La esposa tendría el derecho de negarse a su marido —porque la caridad para con el alma
del marido no obliga a aceptar inconvenientes tan considerables.
2.— SEGUNDO FIRME PROPÓSITO, admisible —Continencia periódica y hasta relaciones
normales.
La esposa puede lanzarse al heroísmo2 hasta aceptar una muerte posible —si ella prevé que
ése es el único medio de evitar que el marido viva habitualmente en el pecado mortal.
Ya no hay suicidio como en la primera hipótesis (muerte cierta) —y la caridad para con el
alma del esposo permite correr el riesgo.
Sin embargo, si la vida de la madre fuera preciosa por otros títulos (por ej.: hay otros hijos
de corta edad), sería mejor adoptar la continencia completa o por lo menos la continencia
periódica, observando el más estricto margen de seguridad.
N.B.— Para las “OBLIGACIONES QUE HAY QUE IMPONER y ABSOLUCIÓN QUE HAY
QUE DAR” —inspirarse en lo que se ha dicho en el Artículo precedente.
842. Cuadro de recapitulación.— Conducta del C. con el onanista autor principal. Véase al
final del libro. Cuadro VII.
Artículo cuarto.
COOPERADOR
1
Evidentemente, el confesor no tiene ninguna competencia médica que le permita formular un juicio autorizado.
A veces únicamente podrá recomendar que se vaya a ver a un —segundo— médico. Las afirmaciones varían
mucho de un doctor a otro.
2
Se sobreentiende que la esposa NO está OBLIGADA a hacer este acto heroico; por consiguiente, PUEDE NEGARSE.
Por otra parte el C. deberá ACONSEJAR prudentemente al marido que practique la continencia, contentándose con
actos imperfectos (749-764).
322
FORMAL
El esposo o la esposa no toma personalmente las precauciones requeridas —pero está más
o menos de acuerdo con su cónyuge, autor principal.
843. Situación del P.— El P. le ha dicho a usted que no es él, sino su cónyuge quien emplea
los medios para evitar un nacimiento . Usted le ha interrogado como queda dicho (Cf.
831) y ha comprobado que el P., por su conducta general, por sus palabras o su silencio,
es cooperador formal.
Interrogue como se ha explicado en el n. 829, a fin de ver si los esposos están en la ocasión
libre o en la ocasión necesaria: razones graves —o en la ocasión necesaria: peligro de muerte
para la madre.
a) (1ª hipótesis).— Los esposos están en la ocasión libre — o necesaria, solamente por
razones graves.
A.— Advertencia que hay que hacer.
ADVIERTA al P.
El C.: “Es claro que durante el transcurso del acto conyugal usted no hace nada positivo
pan evitar un nacimiento. Pero por medio de su silencio, o de sus quejas, o tal vez de sus
consejos es cómplice de su cónyuge.
¿Qué diría usted de una persona casada que no robara, pero que animara a su cónyuge a
robar?
b) (2ª hipótesis).— Peligro de muerte para la madre.
Usted verá si es el lugar de guardar silencio, consultando lo que se ha dicho a propósito del
autor principal.
B. Contrición que hay que excitar.
El P., cooperador formal, ha participado más o menos conscientemente y voluntariamente
de la culpabilidad del autor principal.
Excítele a la contrición —ya sea por medio de los motivos que convienen a los onanistas
en la OCASIÓN LIBRE (Cf. 857-3º), ya sea por medio de los motivos propios de los onanistas
en ña —OCASIÓN NECESARIA (Cf. 812 y también 840-B).
C.— Firme propósito que hay que excitar.
Prescindiendo, del caso excepcional en que el P. ha sido dejado en su ignorancia invencible,
el firme propósito consistirá en esto:
Querer hacer al cónyuge las advertencias convenientes —tal como están explicadas a
continuación (obligación que hay que imponer) .
D.— Obligación que hay que imponer.
a) Principio: El P. debe convertirse en —el ángel de la guarda —de su cónyuge.
El C: “Hasta ahora usted animaba más o menos directamente a su cónyuge a pecar, hacía
usted un poco el papel de demonio tentador.
En adelante, al contrario, le hará advertencias, o le dará buenos consejos; será su... ÁNGEL
DE LA GUARDA”.
b) Motivos de la obligación,
1.– AMOR de DIOS: “Debe hacer todo lo que pueda a fin de que Dios ya no sea más ofendido
en su hogar”.
323
2.– AMOR de SÍ MISMO: “Si su cónyuge le escucha, usted tendrá una alegría plena, son
ninguna sombra.
Si su cónyuge, ¡ay!, no le escucha, usted no tendrá nada que reprocharse.
Estará usted en regla con Dios” —y el C. le detallará entonces cuál ha de ser su conducta
(Cf. Art. V. Cooperador material).
3.– AMOR del CÓNYUGE: “Si usted logra apartarle del pecado, ¡qué beneficio le habrá
hecho!”
c) Medios de ejecución.
El C.: “ Primero —ruegue mucho por su cónyuge. Dígale que usted quiere —que todo se
haga normalmente. Hasta indíquele —su línea de conducta.”
En resumen esta línea de conducta será la misma que le indique el P. mismo.
Será, por consiguiente, distinta; según que los esposos estén —o en la ocasión libre —o en
la ocasión necesaria por razones graves —o en la ocasión necesaria por peligro de muerte pera
la madre. Aténgase, pues, usted a ha diferentes “Firme propósito que hay que excitar” y
“Obligaciones que hay que imponer” —tales cuáles se han indicado respecto del onanista,
autor principal (Cf. Arts. I, II, III).
De ellas deducirá usted fácilmente lo que el P. debe decir a su cónyuge.
El C.: “No es necesario que usted haga —su pequeño sermón— a cada petición de su
cónyuge. Dígaselo más bien en otro momento, y con bastante frecuencia, para que su cónyuge
sepa claramente que procede contra la voluntad de usted”.
Nota 1.— Recomiende al P. que varíe sus procedimientos de persuasión; a veces serán
ardientes súplicas que harán un llamado al amor; otras veces serán amenazas de no aceptar
más el acto conyugal.
Nota 2.— Si el P. es el MARIDO, deberá usar de su autoridad de esposo para persuadir a
su esposa y también para destruir los instrumentos anticoncepcionales que ella pudiera tener.
E.— Absolución que hay que dar.
a) (1er. Caso).— P. no recidivo.
Exija solamente la promesa de ejecutar las obligaciones impuestas.
b) (2do. Caso).— P. recidivo.
Si se trata de ocasión libre, difiera la absolución, hasta que el P. haya hecho a su cónyuge
las advertencias requeridas.
Si se trata de ocasión necesaria, haga la distinción conforme a las reglas generales (Recidivo
material, Cf. 310-B; Recidivo formal, núm. 311-D; Recidivo formal inveterado, n. 315-B).
Nota.— Si la destrucción de los instrumentos anticoncepcionales es posible —exija la
destrucción efectiva (en caso de recaída) antes de dar la absolución.
Artículo quinto.
COOPERADOR—MATERIAL
ACTO VICIADO desde EL PRINCIPIO
324
Sabemos que las reglas de la cooperación material no son las mismas si la cooperación es
INMEDIATA que si es MEDIATA: la primera siempre es culpable; la segunda puede permitirse
por razones proporcionadas.
Desde el punto de vista del onanismo habrá cooperación inmediata si el acto está viciado
desde el principio. Para mayor claridad estudiamos sucesivamente el caso de la ESPOSA el del
ESPOSO.
Dos puntos sobre todo ofrecen dificultad: “Advertencia que hay que hacer” y “Obligaciones
que hay que imponer”. Los estudiaremos detalladamente.
Situación del P.— La P. le ha dicho a usted que es su marido quien “tomaba
precauciones”. Usted la ha interrogado como se ha dicho en el n. 831 —y ha comprobado
que ella era cooperadora material. Prosiguió usted el interrogatorio (Cf. 833) y descubrió
que el acto conyugal estaba viciado desde el comienzo (preservativo o sodomía).
Estudiemos primero, entre los siete elementos de la Buena Confesión, el que es aquí
particularmente delicado: el problema de la Advertencia.
846. 1º) Del elemento: Advertencia que hay que hacer o silencio que hay que guardar.
La P. no tiene el derecho de cooperar inmediatamente a un acto intrínsecamente malo; debe
oponer por consiguiente, una RESISTENCIA POSITIVA.
Pero ella puede estar en la ignorancia respecto a esta obligación. Y conforme a las reglas
generales (Cf. n. 121-2º), como se trata de un problema difícil de conciencia, la ignorancia
puede ser invencible.
Hay: Ignorancia INVENCIBLE —si la P. declara que ella debe dejar hacer; porque de lo
contrario habría peleas en la vida de hogar, su marido sería infiel. Habrá también ignorancia
invencible —si la P. no dice nada y no parece estar en modo alguno inquieta. “Bona fides
facilius aderit in uxore quae putat, deneato assensu, se omnem culpam in virum rejicere posse
—nec inter modos quibus abusus cormmittitur distinguit”. (Vermeersch, “De Castitate”,
número 270-4).
Hay: Ignorancia VENCIBLE —si la P. plantea cuestiones, pregunta cuál es la conducta que
tiene que observar, etc....
A.— (1er. Caso).— La P. esta en la ignorancia — vencible.
Según las reglas generales (Cf. núm. 122), debe advertir a la P. acerca de sus obligaciones.
Sin embargo, como se ha visto en general en el núm. 136, la P. puede estar en la ignorancia
invencible respecto de ciertos puntos precisos de su obligación de resistir.
ADVIERTA, POR LO TANTO, pero CON PRUDENCIA (Cf. más abajo contenido de la
obligación).
B. (2do. Caso).— Y 1a P. está en la ignorancia — invencible.
Problema que hay que resolver.
La P., debidamente advertida, ¿se corregirá, por lo menos a la larga? (Cf. núm. 124).
Puede, pues, hallarse usted ante tres hipótesis diferentes:
a) (1ª hipótesis.— Y la P., debidamente advertida, tendrá la valentía de resistir.
325
ADVIERTA —pero CON PRUDENCIA, como se ha dicho en A. (1er. Caso.)
b) (2ª hipótesis).— Y la P., aunque advertida, no tendrá ánimo para resistir.
Si no se considerara más que el bien espiritual de la P., usted debería guardar silencio. Por
otra parte, el escándalo de los fieles apenas hay que temerlo; en efecto aunque la P. dijera a su
alrededor que el C. no le ha hecho ninguna observación, su “caso”, relativamente raro, no
podría servir de base para una falsa regla general de conducta. Por consiguiente, según lo que
se ha dicho en general en el núm. 127, no hay lugar a la advertencia.
Por lo tanto —¡GUARDE SILENCIO!
c) (3ª hipótesis).— Y la P. advertida, tal vez resista —o tal vez no resista.
Según la regla general de núm. 130 —también aquí: GUARDE SILENCIO.
326
848. Otros elementos de la “Buena Confesión”.
Para: Contrición y firme propósito que hay que excitar —inspirarse en lo que se ha dicho a
propósito de los COOPERADORES FORMALES (Cf. 843).
En cuanto a la absolución que hay que dar, es necesario ver si hay recaída, o no.
(1er. Caso).— P. NO RECIDIVA.
Exija únicamente la promesa de ejecución de las obligaciones.
(2º Caso).—P. RECIDIVA.
Difiera la absolución hasta que se hayan hecho efectivas las advertencias y la destrucción
del preservativo (si ella es posible).
En cuanto a la ejecución de la obligación de resistir —véanse las reglas generales referentes
a las ocasiones necesarias (recidivos materiales, Cf. 310-B; recidivos formales. núm. 311-D;
recidivos formales inveterados, núm. 315-B).
COOPERADOR MATERIAL
II.— ESPOSO ACTO VICIADO DESDE EL COMIENZO
uso de la pseudo vagina o del pesario anticoncepcional o de los polvos
espermaticidas.
La situación es evidentemente análoga a la del caso precedente de la ESPOSA, que acaba
de ser examinado. Insistiremos únicamente en las diferencias.
Artículo sexto.
COOPERADOR MATERIAL
ACTO —NO VICIADO —AL COMIENZO
327
(inyección vaginal de la esposa)
(retiro prematuro del marido).
851. Situación del P.— Al interrogar, sea al esposo, sea a la esposa (Cf. 833-834), ha
descubierto usted que había cooperación material y mediata (retiro prematuro o inyección
vaginal). Además. el P. o la P. le ha declarado a usted que el negarse al acto conyugal
implicaría serios inconvenientes para la vida conyugal (peligro de infidelidad para el
cónyuge —o de incomprensión entre los esposos —o hasta de incontinencia personal) ¿Qué
hará usted?
Algunas advertencias convienen tanto al marido cooperador como a la mujer cooperadora;
otras son más propias de esta última.
852. 1º) Advertencia que hay que hacer —-conveniente a los dos.
A.— En general, el P debe —ACEPTAR— la petición del cónyuge.
El C.: “Ciertamente es siempre penoso comenzar una acción que ha de concluir con el
pecado de su cónyuge. Sin embargo en el caso en que usted se halla, no participa directamente
de su falta —él es quien toma la iniciativa (supongo, claro está que usted le hace ver claramente
con sus palabras y con su conducta que reprueba su modo de proceder). Entonces, para evitar
los inconvenientes que usted me ha señalado, puede y hasta debe casi siempre aceptar la
petición de su cónyuge.
Con todo, si usted cree que a veces una amenaza de repulsa o hasta una repulsa efectiva
puede inducir a su cónyuge a hacer las cosas como se deben —no vacile en dar prueba de
firmeza.”
B.— Para evitar la INCONTINENCIA PERSONAL —el P. puede PEDIR por sí mismo
realizar el acto conyugal.
El C.: “Si le resulta a usted demasiado duro guardar la continencia —puede pedir a su
cónyuge el cumplimiento del deber del matrimonio, aun cuando usted vea que el acto no
concluirá de modo conveniente.
328
El C.: “Le está permitido a usted consentir con el placer que le proporciona su marido —
antes del acto conyugal y durante él.”
N.B.— ¿Es necesario precisar que la esposa no tiene el derecho de satisfacerse
completamente, una vez que el marido se ha retirado indebidamente?
Aplique usted las reglas generales de la Advertencia (Cf. 120 a 134).
854. Nota.— Si el P. está bien instruido acerca de la conducta que debe observar, no comete
pecado. Por lo tanto, no hay problema de contrición; ni de penitencia, etc.
Asegúrese únicamente de que sigue siendo realmente cooperador material —al hacerse el
ángel de la guarda de su cónyuge (inspírese en lo que se ha dicho en el núm. 843-D).
857. Para todo lo que se refiere a la “Vida íntima de los esposos” el Confesor podrá recomendar
a sus Penitentes el “Caso de Conciencia sobre el deber conyugal”, por Van Agt. Acaba de
aparecer una 3ª edición de este tratado (30 millar). Sirve de suplemento a la “ GUÍA DEL
MATRIMONIO, 64 páginas, 270 millar. Ediciones Familiares.
330
ÍNDICE DE MATERIAS
LIBRO PRIMERO
EL CONFESOR
CAP. I. Las cualidades del Confesor.
Artículo I. Cualidades intelectuales.
Artículo II. Virtudes morales.
CAP. II. El derecho de confesar.
Artículo I. Jurisdicción ordinaria.
Artículo II. Jurisdicción delegada “ab homine”.
Artículo III. Jurisdicción delegada “a iure”.
Artículo IV. Jurisdicción suplida.
CAP. III. La obligación de confesar.
Artículo I. Sacerdote con cura de almas.
Artículo II. Sacerdote sin cura de almas.
LIBRO SEGUNDO
EL PENITENTE EN GENERAL
INTRODUCCIÓN
PRIMERA PARTE:
LOS SIETE ELEMENTOS QUE HAY QUE ASEGURAR
CAP. I. Integridad que hay que asegurar.
Artículo I. Nociones previas.
Articulo II. De la grave obligación de preguntar.
Articulo III. Posibilidad de asegurar la integridad material.
Artículo IV. Imposibilidad de asegurar la integridad material.
CAP. II Advertencia que hay que hacer o silencio que hay que guardar.
Introducción. Ignorancias diversas del Penitente.
Artículo I. El penitente cree pecado lo que no lo es.
Artículo II. El penitente cree lícito lo que es pecado.
Artículo III. Casos excepcionales.
CUADRO DE RECAPITULACIÓN: Véase al final de la obra el CUADRO I.
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Artículo II. Dignidad del penitente.
Artículo III. Reglas litúrgicas
CUADRO DE RECAPITULACIÓN: Véase al final de la obra el CUADRO II.
SECUNDA PARTE:
ERRORES DEL CONFESOR QUE TIENE QUE REPARAR.
Introducción.
CAP. I. Errores que hacen invalida la absolución.
Artículo I. Penitente en peligro, de muerte.
Artículo II. Penitente fuera de peligro de muerte.
CAP. II. Errores que no hacen inválida la absolución.
Artículo I. Errores relativos a la obligación de restituir.
Artículo II. Errores relativos a las obligaciones que hay que imponer, a la advertencia que
hay que dar, a los remedios y a los consejos.
CUADRO DE RECAPITULACIÓN: Véase al final de la obra el CUADRO IV.
LIBRO TERCERO
LOS PENITENTES EN PARTICULAR
PRIMERA PARTE:
DIVERSAS DISPOSICIONES
CAP. I. Los No-Ocasionarios.
Introducción.
Artículo I. Diversas especies. Cómo se descubren.
Artículo II. Confesión de los No-Ocasionarios que son habitudinarios simples.
Artículo III. Confesión de los No-Ocasionarios que son recidivos materiales.
Artículo IV. Confesión de los No-Ocasionarios que son recidivos formales.
Diversas advertencias.
CUADRO DE RECAPITULACIÓN: Véase al final de la obra el CUADRO V.
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SEGUNDA PARTE:
DIVERSAS CONDICIONES DE EDAD Y DE CUERPO.
CAP. I. Los niños.
CAP. II. Los jóvenes.
Artículo I. El joven (en general: J.E.C., J.O.C., J.A.C. Scout).
Artículo II. La joven.
CAP. III. Los adultos.
Artículo I. Los hombres.
Artículo II. Las mujeres.
Artículo III. Las personas de edad.
CAP. IV. Enfermos y moribundos.
Artículo I. Los enfermos graves.
Artículo II. Los enfermos en sus últimos momentos.
Artículo III. Los moribundos sin conocimiento.
CAP. V. Las psiconeurosis.
Artículo I. Las psiconeurosis (distintas de la histeria).
Artículo II. Los histéricos.
CAP. VI. Enfermedades diversas.
CAP. VII. Penitente de lengua extranjera.
CAP. VIII. Prisioneros.
CAP. IX. Condenados a muerte.
TERCERA PARTE:
DIVERSAS CONDICIONES DEL ALMA
CAP. I. El penitente ansioso de perfección.
CAP. II. El penitente tentado.
Artículo I. Tentaciones en general.
Artículo II. Algunas tentaciones en particular.
CAP. III. El penitente escrupuloso.
Artículo I: El escrúpulo en general.
Artículo II. Los escrúpulos en particular.
CAP. IV. El penitente culto o de elevada condición social.
CAP. V. Los casos reservados.
Artículo I. Generalidades.
Artículo II. Pecados reservados “ratione censurae”.
Artículo III. Pecados reservados “ratione sui”.
Artículo IV. Diversos corolarios.
CUADRO DE RECAPITULACIÓN: Véase al final de 1a obra el CUADRO III.
CUARTA PARTE:
DEBERES PROFESIONALES Y FAMILIARES.
CAP. I. Los deberes profesionales.
Artículo I. El sacerdote.
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Artículo II Las religiosas.
Artículo III. Diversas profesiones (jueces, médicos, comerciantes, patronos, empleados,
etc.).
CAP. II. Los deberes familiares.
Artículo I. Confesión de los novios el día de su matrimonio.
Artículo II. Los esposos.
Artículo III. Los padres.
Artículo IV. Los hijos.
Artículo V. Los hogares.
QUINTA PARTE:
PECADOS EN PARTICULAR
CAP. I. Los pecados capitales.
Artículo I. El orgullo.
Articulo II. La envidia.
Artículo III. La ira.
Articulo IV. La impureza (generalidades; normas de castidad; Monitum del Santo Oficio
del 16 de mayo de 1943; pecados de impureza en particular: pensamientos,
miradas, etcétera).
Artículo V. La gula.
Artículo VI. La avaricia.
Artículo VII. La pereza.
CAP. II. Los penitentes que “frecuentan”.
Artículo I. Generalidades.
Artículo II. Confesión de los penitentes que frecuentan.
Artículo III. Consejos diversos.
CAP. III. Las diversiones peligrosas.
Artículo I. Los bailes.
Artículo II. Teatros, cines, etc.
Artículo III. Las lecturas.
CAP. IV. Los vestidos indecentes.
CAP. V. El problema de la restitución.
Artículo I. Generalidades.
Artículo II. Conducta del confesor.
CAP. VI. Los sentimientos de enemistad.
SEXTA PARTE:
LA VIDA ÍNTIMA DE LOS ESPOSOS
SECCIÓN PRIMERA:
“DE USU MATRIMONII “
Preámbulo. Información técnica y profesional de los esposos.
CAP. I. De licitis et illititis.
Artículo I. De essentia actus conjugalis.
Artículo II. De fine actus conjugalis.
Artículo III. De actus conjugalis circumstantiis.
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Artículo IV. De actibus cum copula connexis.
Artículo V. De actibus imperfectis —mutuis.
Artículo VI. De actibus imperfectis —non mutuis.
Artículo VII. De delectationibus morosis et desideriis.
CAP. II. De obligatione actus conjugalis.
Artículo I. Pureza y caridad.
Artículo II. Petitio et acceptatio actus conjugalis.
SECCIÓN SEGUNDA:
EL ONANISMO CONYUGAL
CAP. I. El onanismo en general.
Artículo I. Nociones diversas. De la continencia.
Artículo II. Avisos relativos a la confesión de los onanistas.
CAP. II. Cómo se descubre al onanista en general.
Artículo I ¿Cuando hay que preguntar?
Artículo II. ¿Cómo hay que preguntar?
CAP. III. Como se descubre a los onanistas en particular.
CAP. IV. Confesión de los onanistas en particular.
Artículo I. Autor principal y con ocasión libre.
Artículo II. Autor principal y con ocasión necesaria. Razones graves.
Artículo III Autor principal y con ocasión necesaria. Peligro de muerte para la madre.
Artículo IV. Cooperador formal.
Artículo V. Cooperador material y acto viciado desde el comienzo.
Artículo VI. Cooperador material y acto no viciado al comienzo.
CUADRO DE RECAPITULACIÓN (autor principal): Véase al final de la obra el CUADRO VII.
CUADRO DE RECAPITULACIÓN (cooperador): Véase al final de la obra el CUADRO VIII.
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