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Diana Carolina Gómez Ortiz

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La configuración de la masculinidad
Los roles impuestos por la sociedad a lo largo de la historia han afectado en la construcción
de la identidad femenina y masculina, creando así estereotipos y creencias del cómo debe
actuar el género. Es decir, se han creado papeles específicos para el actuar y
comportamiento de los géneros según el polo cultural en el que se encuentren y el
imaginario colectivo que se tiene de los roles masculinos y femeninos. Estos problemas con
los que nos enfrentamos a diario los podemos ver representados en muchas de las
creaciones artísticas que tenemos desde la antigüedad clásica, lo cual nos muestra cómo se
ha ido construyendo y transformando la identidad masculina a lo largo de la historia.
Si nos remontamos a la antigüa Grecia y Roma podemos ver que la representación
del hombre (ya sea en escultura y/o pintura) viene acompañada de un discurso que nos
permite entenderlo por medio de los rasgos y atributos “masculinos” que se representan. Si
vemos en estas obras un falo grande es la brutalidad, y, por el contrario, si vemos un falo
pequeño representa la civilidad. Asimismo, el falo está asociado con la fertilidad y la
fecundación. Lo cual, lo seguimos viendo en la actualidad -la idea ha cambiado muy poco-,
el falo sigue siendo una representación de poder, energía y, al estar relacionado con lo
masculino, toma también otros atributos.
Sin embargo, la “masculinidad” no solo se ha presentado de estas formas en el arte.
Podemos ver que dentro de muchas obras del arte occidental no es necesario que esté
presente el falo -sin embargo, en muchas obras si se encuentra-, sino que las ideas
asociadas a este término de lo “masculino” se pueden demostrar por medio de actitudes,
expresiones, poses, y/o conductas de lo que se supone que debe hacer y ser un “hombre”.
Por ejemplo, en una gran cantidad de obras podemos ver que el hombre ha suprimido y
ocultado sus emociones ante las situaciones que se presentan, pareciera que ninguno de
ellos pudiera ser capaz de sentirse triste o histérico, quizá por su posible relación con las
actitudes “femeninas”; asimismo, la fuerza física y la violencia para demostrar poder ha
sido fuertemente representada; así como algunos valores de valentía y honor.

“Llama la atención el hecho que muchos de los roles sociales prescritos a los
hombres no han sufrido modificaciones sustantivas en el último tiempo
-especialmente en lo que respecta al rol proveedor y al mundo afectivo- a pesar de
los acelerados cambios sociales de las últimas décadas y de las importantes
Diana Carolina Gómez Ortiz
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modificaciones que se han ido produciendo en los roles femeninos, al ocupar la
mujer espacios laborales, políticos y otros” (como se cita en Alcalay, González,
Reinoso y Lizana, 2011)

Y esto se debe a que la sociedad a lo largo de la historia ha ido construyendo una idea de lo
que deben ser las personas y el cómo deben actuar según su género. Se le ha impuesto una
serie de estereotipos del cómo deben actuar ante algunas situaciones como hombres y se les
ha obligado a acatarlas para poder entrar en un circulo social. “Así, es vital considerar
cómo la identidad genérica, masculina o femenina, responde a los parámetros culturales
establecidos por la sociedad y cómo, en última instancia, el proceso de aprendizaje significa
la forma en que los individuos traducen los símbolos introyectados y dirigen, en torno a
ellos, una conducta que responde a su pertenencia a un género”. (Montesinos, 2004)
La represión de emociones para cumplir con un rol determinado en la sociedad es un
gran problema al cual se enfrentan la mayoría de los hombres. La construcción de un
concepto no solo nos ha afectado a las mujeres, también a ellos al no permitirles ciertos
comportamientos y expresiones que son necesarios del ser humano, no de algún género.
“La masculinidad existe sólo en contraste con la femineidad” (Connel, Robert). Es decir,
creamos conceptos en los cuales comparamos los comportamientos de uno y de otro, pero
no nos damos cuenta de que esto es en realidad lo que nos afecta, esta comparación de
necesidades, emociones, expresiones y sentimientos son lo que crean la diferencia.

Referencias:

 Alcalay, L., González, R., Reinoso, A., & Lizana, P. (2011). Percepción del rol
masculino: un estudio cualitativo en una muestra de adolescentes
varones. Psykhe, 3(2). Recuperado de
http://www.psykhe.cl/index.php/psykhe/article/view/55/55
 Connel, R. (s.f.) La organización social de la masculinidad. En Biblioteca Virtual de
Ciencias Sociales. Recuperado de
https://www.jerez.es/fileadmin/Documentos/hombresxigualdad/fondo_documental/I
dentidad_masculina/la_organizaci_n_social_de_la_masculinidad.pdf
 Montesinos, Rafael (2004). La nueva paternidad: expresión de la transformación
masculina. Polis: Investigación y Análisis Sociopolítico y Psicosocial, 2(4). ISSN:
1870-2333. Recuperado de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=726/72620409

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