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CURSO de CAPACITACION

Auxiliar Psicosocial en
PREVENCION DE
SUICIDIO.
CLASE 2 – ASPECTOS RELACIONADOS CON
EL GENERO
SINTESIS

Género: Constructo sociocultural de origen histórico que clasifica y delimita roles


más allá del sexo biológico, aunque para la mayoría de la gente están ligados.

Roles de género: Papeles y expectativas asignados en función del sexo a hombres


y mujeres que marcan la diferencia de ser, sentir y actuar.

CONCEPTO DE GÉNERO, ORIGEN Y EVOLUCIÓN

Origen
El concepto género se origina hace ya más de tres décadas en la antropología. Desde
entonces ha sido utilizado en sus más variantes formas, convirtiéndose a veces en un
término laxo, susceptible de ser absorbido y moldeado según los intereses de quien lo
utilizara.
GENERO: Ha sufrido innumerables modificaciones y hoy el uso del término puede
hallarse en las formas más contradictorias. Las confusiones semánticas y
conceptuales que se han generado a partir de las diversas formas de aplicación de
esta categoría han generado, de acuerdo a Marta Lamas (2007), una crisis
interdisciplinaria en torno al verdadero significado del género. En la actualidad se
puede ver al género tanto como un atributo de los individuos, como una relación
interpersonal o como un modo de organización social (Lamas, 2007).
El término género implica una construcción cultural e histórica, y su significado remite,
en la disciplina que la origina, a “la simbolización que los seres humanos hacen
tomando como referencia la diferente sexuación de sus cuerpos” (Lamas, 2007, p
10), simbolización que distingue lo que es “propio” de los hombres (lo masculino) de lo
“propio” de las mujeres (lo femenino), admitiendo que los seres humanos nacen en una
sociedad que tiene un discurso previo sobre los hombres y las mujeres, que los hace
ocupar un lugar social (Lamas, 2007). Partiendo de la diferencia anatómica entre
hombre y mujer, el término se distingue de sexo (remitiendo éste último a la anatomía
sexual) y refiere las disposiciones construidas culturalmente que son vistas como
naturales.
Otra conceptualización fue la ofrecida por Joan Scott (1999), historiadora que investigó
al género como categoría útil para el análisis histórico, la cual sostiene que el género
“es un efecto constitutivo de las relaciones sociales, basadas en las diferencias que
distinguen los sexos, y (…) es una forma primaria de relaciones significantes de poder”
(Scott, 1999, p 17), denotando las construcciones culturales y la creación totalmente
social de ideas sobre los roles apropiados para mujeres y hombres. Es una forma de
referirse a los orígenes exclusivamente sociales de las identidades subjetivas de
hombres y mujeres. Según esta autora, el género comprende cuatro elementos
interrelacionados; éstos son: símbolos culturales, conceptos normativos, nociones
políticas y la identidad subjetiva” (Scott, 1999 p 17).
Tras una revisión acerca de los múltiples usos del término, se ha llegado a la
conclusión de que éste se ha convertido en un especie de comodín epistemológico que
da cuenta tautológicamente de lo que ocurre entre los sexos de la especie humana.
(Hawkesworth, citado en Lamas, 2007).

Evolución
El término ha transitado diversos lugares desde su acepción. En los 70, se habló del
“sistema sexo/ género” (siendo su principal propulsora Gayle Rubin) como “el
conjunto de arreglos mediante el cual la cruda materia del sexo y la procreación
es moldeada por la intervención social y la simbolización” (Rubin, 1975, p 97). En
los 80’s se definió al género como una pauta clara de expectativas y creencias sociales
que moldea la organización de la vida colectiva y que produce la desigualdad respecto
a la forma en la que las personas valoran y responden a las ac- ciones de los hombres
y las mujeres. Esta pauta hace que las mujeres y los hombres sean los soportes de un
sistema de reglamentaciones, prohibiciones y opresiones recíprocas, marcadas y
sancionadas por el orden simbólico. Al sostenimiento de tal orden simbólico
contribuyen por igual ambos sexos/géneros, reproduciéndose y reproduciéndolo, con
roles, tareas y numerosas prácticas que cambian según el lugar o el tiempo [en que se
lleven a cabo]. (Lamas, 2007, p 7)
En los 90’s se disipa la vertiente dominante, en un contexto general donde se asume
que los seres humanos resultan de una producción histórica y cultural; ya no existe, a
nivel científico y en especial en las ciencias sociales, el fanatismo por los dualismos y
los antagonismos (Kimmel, 1997); ya que se ha instaurado la noción de complejidad; el
eje pasa a replantearse la cuestión, donde se pregunta cómo se producen y sostienen
dichas prácticas, cómo han cambiado y como se da la interacción entre el proceso de
simbolización y las diferencias biológicas en dicha producción.
Más allá de las limitaciones y posibles controversias que puedan hallarse en torno al
concepto - su uso cual fetiche académico en numerosas disciplinas, sus eternas
revisiones y reducciones - el término buscó en su inicio y aún hoy, referirse a aquella
simbolización que se realiza a partir de las diferencias sexuales anatómicas, que por
un proceso de construccionismo histórico social, se encarna en cada hombre y mujer,
pero de manera única y particular, en función de su acontecer histórico vivencial que
tomará en cada persona un matiz único.
El género implica una serie de características asociadas a los masculino y lo femenino
que se encarnan de múltiples formas en cada sujeto. No obstante, desde el inicio de la
vida, la socialización y la crianza, el aprendizaje del rol que correspondiere a su género
asignado, dan lugar a pautas, expectativas y estereotipos que en mayor o menor
medida, pero siempre presente, atraviesan al sujeto en su acontecer.
Antes de atender la temática del rol de género realizaremos una breve mención de las
teorías psicológicas del género.

Teorías psicológicas del género


Desde la perspectiva clásica antropológica se ha desoído la importancia de la
sexuación para la vida psíquica. Existe una estrecha articulación entre la diferencia
sexual con la dimensión psíquica y los procesos de identificación que desata.
Las relaciones de género son las más íntimas de las relaciones sociales en las que
estamos entrelazados, y mucho de la construcción del género se encuentra en la
esfera de la subjetividad.
Entendido el YO como un constructo relacional, también se lo entiende como un efecto
de la construcción social del género. La simbolización de la diferencia sexual es un
proceso que estructura las subjetividades (Lamas, 2007).
Sigmund Freud ha erigido su estructura teórica básicamente en función al desarrollo
psicosexual de la libido. A pesar de su aporte transcendental y profundidad de su
cuerpo teórico, por cuestiones de espacio no es posible realizar más que la mera
mención de algunos conceptos que conciernen al tema del género y que serán pie
para otras elaboraciones a partir de su teoría.
El desarrollo psicosexual de la libido se da pasando por las sucesivas: fases oral, anal
fálica y genital y cristalizándose en la infancia la estructura psíquica del niño y la niña,
devenidos hombre y mujer. A partir de la diferencia anatómica entre los sexos se dan,
en la fase fálica, los sucesivos complejo de castración (en ambos) y complejo de
Edipo, los cuales culminan (en el mejor de los casos) con la identificación con el padre
correspondiente y su rol asociado.

De la teoría psicoanalítica se desprenden dos escuelas que la revisan en función de


las implicancias para el género (Scott, 1999).
Por un lado, se encuentra la escuela angloamericana centrada en las relaciones-
objeto, liderada por Nancy Chodorow. Por otro, se encuentra la escuela francesa, la
cual se centra en el lenguaje estructuralista, tomando como principal referente o figura
clave a Jacques Lacan.
Ambas escuelas se centran especialmente en los procesos por los que se crea la
identidad del sujeto, en las primeras etapas del desarrollo del niño.
Según Scott, al revisar las escuelas, la diferencia entre ambas es que los teóricos de la
relaciones objeto centran su atención en la experiencia real y concreta (el niño se
relaciona, ve e interactúa con sus padres) mientras que la segunda escuela resalta el
rol central que posee el lenguaje en la comunicación, interpretación y representación
del género (lenguaje: sistemas de significados / ordenes simbólicos que preceden al
dominio del habla, escritura y lectura).
Scott critica la literalidad de la primer escuela, mientras que recalca que los sistemas
simbólicos, entendidos como “las formas en las que las sociedades representan y
hacen uso del género, enuncian las normas de las relaciones sociales o como construir
el significado de la experiencia” (Scott, 1999, p 21).
El lenguaje es clave para esta segunda escuela, siendo esencial para instaurar en el
niño el orden simbólico. Se construye a través de la identidad de género.

David Gilmore (1993) en un ensayo acerca de la masculinidad y su comprensión,


sostiene a partir de una revisión de Freud y algunos autores post freudianos, que las
normas e ideales de la masculinidad que se reproducen con tanta firmeza se debe a
que en realidad se trata de un reafirmación de la autonomía y la independencia, un
rechazo a la regresión a la simbiosis con la madre, mas allá de la angustia de
castración propuesta por Freud. Retoma, para esto, a autores como Erik Erikson y
Margaret Mahler.
Para comprenderlo, explica que en la etapa llamada separación-individuación, el niño
toma creciente conciencia de la separación psíquica, junto con el aumento en la
movilidad física y la acción independiente. Éstos actos son en general promovidos y
premiados socialmente por el entorno circundante. Ambos, niños y niñas, atraviesan
estos escenarios de separación, automotivación, animación, recompensa y desarrollo
de su persona, volviéndose receptivos a las demandas del entorno para responder a
conductas apropiadas a su género.
De acuerdo a esta teoría post-freudiana, la unidad primaria con la madre posee un
destino particular para el niño varón. Esta dificultad particular en la encrucijada por
separación-individuación le impide un progreso hacia un sí mismo independiente. La
dificultad es poder superar aquella previa sensación de unidad con la madre y encima
lograr una identidad independiente definida por su cultura como masculina. La niña en
cambio no experimenta esta dificultad tan drásticamente ya que su femineidad es
reforzada por su simbiosis original con la madre, en la identificación con ella que
precede su identidad y que, en última instancia, culmina con su maternidad
(Chodorow, citado en Gilmore, 1993).
El niño varón, entonces, para poder convertirse en una persona separada y autónoma,
debe travesar un gran dilema. El principal peligro para él no es el miedo de un padre
castigador, sino una ambivalencia de fantasía y miedo respecto a la madre. La fantasía
es el retorno a la simbiosis maternal primaria; mientras que el miedo es que el retorno
a la unidad con la madre abrumara la adquirida independencia.
IDENTIDAD DE GÉNERO
En Sinopsis de Psiquiatría, Kaplan y Sadock definen la identidad de género como “un
estado psicológico que refleja la percepción de una persona respecto a su condición
de varón o mujer. En la mayoría de las personas, aparece a los 2 o 3 años y,
habitualmente, coincide con su sexo biológico” (Kaplan y Sadock, 2003, p 730). La
identidad de género, según estos autores, se desarrolla a partir de innumerables
señales y actitudes de los padres y la cultura en general, que se dan acorde a un sexo
asignado a partir de los genitales del lactante.
Una forma algo más amplia de concebirlo es la de Messner (1998, citado en Sabo,
2000), quien entiende la identidad de género como un “proceso generado activamente,
remodelado y mantenido por los que se encuentran inmersos en redes de relaciones
de poder creadas social e históricamente” (Sabo, 2000, p2). Es decir, según este autor,
las definiciones culturales de masculinidad y feminidad se contemplan como
construcciones históricamente emergentes y estructuralmente dinámicas a través de
las cuales los individuos y grupos interpretan activamente, comprometen y generan
comportamientos y relaciones cotidianas.

ROLES DE GÉNERO
El papel o rol de género está formado con el conjunto de normas y prescripciones que
dicta la sociedad y la cultura sobre el comportamiento femenino o masculino. Aunque
hay variaciones de acuerdo a la cultura, a la clase social, al grupo étnico y hasta el
nivel generacional de las personas, se puede sostener una división básica que
corresponde a la división sexual del trabajo más primitiva; las mujeres tienen a los hijos
y por lo tanto los cuidan: ergo, lo femenino es lo maternal, lo doméstico, contrapuesto
con lo masculino y lo público. La dicotomía masculino-femenino(…) establece
estereotipos que condicionan los roles, limitando las potencialidades humanas de las
personas al potenciar o reprimir los comportamientos si son adecuados al género. La
existencia de distinciones socialmente aceptadas entre hombres y mujeres es
justamente lo que da fuerza y coherencia a la identidad de género (Lamas, 1986, p
188).

ESTEREOTIPOS DE GÉNERO
En el mundo occidental en general, el estereotipo masculino típico presenta al hombre
como dominante, independiente, competitivo, confiado y seguro en sí mismo, auto
afirmativo, acometedor y lógico; y a las mujeres como sometidas, dependientes,
emotivas, conformistas, tiernas y maternales. Estos estereotipos han perdurado a
través de las décadas. (Skrypenek y Snyder, citado en Vander Zanden, 1986). Una
posi- ble causa de esta persistencia es que a la hora de interactuar hombres y mujeres
utilizan guías un tanto estereotipadas para la interacción mutua, limitando en forma
recíproca sus conductas de manera tal que todas sus conductas se adecuen a las
respuestas sexuales convencionales. Ambos están atravesados (hasta atrapados en)
por un sistema simbólico que orienta su ser en el mundo, pero que ellos mismos
reproducen y mantienen de manera sutil y permanente.
Los estereotipos pueden tener mayor o menos claridad respecto a lo que se espera;
por lo general, en las sociedades occidentales hay una mayor definición de lo
esperado para los hombres que para las mujeres. Esto podría estar directamente
vinculado con el par actividad / pasividad que suele adjudicarse al hombre y la mujer,
respectivamente. Vander Zanden menciona algunos estudios que dejan entrever
cuáles son las expectativas entorno a los hombres: existen 3 expectativas
predominantes, todas vinculadas con el “deber ser”: cómo deben vivir (activos,
valientes, aventureros, ambiciosos, independientes, competitivos, dinámicos,
orientados a la acción), cómo deben manejarse con los demás (dominantes,
autoafirmativos, acometidos y demostrar poder) y cómo deben manejar sus emociones
(Cicone y Ruble
1978, citado en Vander Zanden, 1986). Este último aspecto es el más relevante desde
el punto de vista de salud mental. Se espera que sean equilibrados y controlados,
manifestado una actitud realista, y a veces hasta distante y fría.
Cualquier muestra de ternura o emocionalidad suelen ser interpretados como un signo
de debilidad o incluso como un rasgo femenino. Las mujeres suelen ser vistas como
irracionales, emocionales, exageradas y cercanas a la naturaleza. Es de esperar que a
la hora de comunicar su malestar subjetivo y hasta buscar ayuda profesional o
contactarse con personal de salud mental haya una trazada diferencia entre ambos.
(Mind Information Factsheet, 2008). Estos estereotipos, tanto femeninos como
masculinos, son esenciales al momento de estimar factores de riesgo específicos para
cada género.
Estas definiciones más o menos claras respecto a las expectativas se desprenden de
las nociones de masculinidad y feminidad existentes.

LOS GÉNEROS EN LA ACTUALIDAD: DIVERSIDAD DE GÉNERO


Históricamente, y en forma creciente, las categorías hombre y mujer no han sido
suficientes para eng- lobar todas las variantes de género existentes. La diversidad de
género, como formas no convencionales de vivir la anatomía, el cuerpo y la sexualidad
han sido objeto de crítica, marginación, discriminación y estigma. En una revisión
detallada de la historia y cronología del travestismo, Fernández (2000) sostiene que
hubo un largo período de criminalización y de encierro en prisiones y cárceles, de
todos aquellos llamados “desvíos sexuales”, que serían objeto de estudio de ciencias
médicas y sexuales. Estos desvíos incluían, durante mucho tiempo, distintas formas de
“desviación”, incluyendo el travestismo, homosexualidad y el transexualismo. A través
del tiempo fue desmitificándose, perdiendo interés medico y crimino- lógico, y pasó a
ser de interés en particular para los sexólogos, quienes se preocuparon por establecer
distinciones entre los “desvíos sexuales” y comprender cada uno.
A pesar de la paulatina desestigmatizacion y rechazo persisten muchas veces el
rechazo y la discriminación a estas formas alternativas de vivir el cuerpo. La lucha
organizada por la inclusión y la no discriminación de géneros y orientaciones
alternativas favoreció la despatologizacion de la diversidad, acompañado de una
creciente aceptación y considerable mejoría en la calidad de vida (esto último se dio
particularmente en la vida de homosexuales). Pero las situaciones de violencia que se
dan a diario, discriminación, marginación, actitudes de crítica y rechazo; muchas veces
pueden desencadenar sentimientos de baja autoestima y autodestrucción, llevando a
trastornos del estado de ánimo y posiblemente el suicidio (Rubio Arribas, 2008).
Lamentablemente hoy no se cuenta con suficiente información como para incluir a este
grupo en el análisis de las diferencias de género en las conductas vinculadas con el
suicidio, pero quizás en un futuro, al existir información estadística más detallada
respecto a individuos que cometan suicidio, se pueda ampliar nuestra comprensión de
la injerencia de la diversidad de género (en todas sus variantes) en las conductas
vinculadas con el suicidio. A continuación, se intentarán delimitar las fronteras entre los
términos que se incluyen dentro de la diversidad de género y sexualidad.

¿Tercer género o transexualidad?


La transexualidad no es un fenómeno actual, ya que data de notoria antigüedad y
transculturalidad. Nace el término para denominar a los individuos que desear vivir en
forma permanente como miembros del sexo opuesto, sintiendo una incongruencia
entre el sexo con el que nacieron biológicamente y el sexo al que se siente pertenecer.
Tienen la convicción de pertenecer al sexo opuesto al que nacieron, con una
insatisfacción mantenida por sus propios caracteres sexuales primarios y secundarios,
con un profundo sentido de rechazo y un deseo mantenido de modificarlos (Rubio
Arribas, 2008)
Según Lamas, las formas femenina y masculina se encuentran presentes en personas
cuya anatomía no corresponde al género asignado; la manera en que la cultura acepta
o rechaza la no correspondencia entre sexo y género varía, existiendo algunas donde
aparece un tercer género, llamado transexual, que puede a su vez dividirse en dos,
variantes de mujer / masculina o hombre / femenino (Lamas, 2007). Según otros
autores, la transexualidad no es igual al tercer sexo o género, sino que la persona en
cuestión se siente de un sexo u otro, no de un tercero, y además, pretende llevar
adelante su vida diaria de acuerdo al rol y estereotipo de ese género en particular
(Rubio Arribas, 2008).
Desde una perspectiva de psicología social, Vander Zanden define a la transexualidad
como una situación en la cual los individuos dotados de órganos sexuales normales se
sienten psíquicamente del sexo opuesto. Es una convicción de gran fuerza donde
refieren sentirse en el cuerpo equivocado. La orientación sexual es variable (Vander
Zanden, 1982).

TRAVESTISMO
El travestismo fue un término acuñado por Hirschfeld en 1905, entendido como una
variante intersexual que podía darse con diferentes prácticas sexuales. Este autor se
ocupó de separar travestismo de homosexualidad, ambas dos como una variante de la
norma heterosexual. Una definición más abarcativa y moderna es la provista por
Vander Zanden, quien entiende que “el travestismo es el impulso avasallador a
personificar el sexo opuesto y vestirse con la indumentaria que lo caracteriza. La
sexualidad psíquica en este caso es ambigua, pero a diferencia de los transexuales, no
sienten que su pene o sus pechos sean un error. La orientación sexual suele ser
heterosexual en este caso.” (Vander Zanden, 1994, p 584).

LA HOMOSEXUALIDAD
La homosexualidad implica tener una respuesta erótica frente a individuos de igual
anatomía sexual. En este caso concuerda su anatomía con su identidad sexual
psíquica, aunque prefieren compañeros sexuales de su mismo sexo. Hay que distinguir
entre la identidad sexual psíquica de una persona de la elección de un objeto sexual.
La homosexualidad ha sido concebida durante mucho tiempo como una alteración.
Hasta 1974 la Asociación Psiquiátrica Norteamericana la consideró una afección o
trastorno mental; ejemplo de la evaluación social de esta tendencia. Sin embargo, ha
habido una cada vez mayor tolerancia e inclusión para con estos grupos. No obstante,
aún hoy siguen siendo muchas veces objeto de críticas o le son impuestos diversos
obstáculos que dificultan su bienestar.

SUICIDIO
FACTORES DE RIESGO ESPECÍFICOS PARA CADA GÉNERO
Se ha realizado un extenso estudio en Dinamarca (Qin, 2000) respecto a los factores
de riesgo particulares de cada género en relación al suicidio, aunque los resultados no
fueron tan concluyentes como se esperaba. Según este estudio, algunas variables
tienen el mismo impacto en el riesgo para hombres y mujeres; como ser soltero, vivir
en áreas urbanas, haber abusado de sustancias y, el factor más importante, haber sido
paciente psiquiátrico en algún momento de su vida. Otros factores, como desempleo,
ingreso, dinero, tener hijos pequeños y demostraron tener diferentes efectos en
suicidios de hombres y mujeres. Se halló, asimismo, un factor protector para las
mujeres, no así para los hombres: el tener a su cargo y cuidado un niño pequeño,
menor de dos años reducía el riesgo de cometer suicidio en las mujeres

Factores de riesgo específicos en hombres


De acuerdo con Mind, la asociación nacional de Gran Bretaña para trastornos
mentales, los hombres son tradicionalmente más reacios que las mujeres a hablar
sobre sus problemas o expresar sus sentimientos. Es menos probable que acudan a
su médico de cabecera consultando acerca de cuestiones psicológicas y más probable
de reportar síntomas físicos sin reconocerlos como señales de malestar psíquico. Esto
se condice con lo mencionado respecto a cómo afrontan estados de ánimo deprimidos
en forma diferente hombres y mujeres.
La disolución del rol de género tradicional y el concepto de “hombre Nuevo” han
generado incertidumbre en muchos hombres respecto a qué es lo que se espera de
ellos, en particular en relaciones significativas. Investigaciones sugieren que el
matrimonio es un factor protector contra el suicidio en hombres, y que la mitad del
aumento en suicidios en hombres jóvenes pueden estar reflejando la gran proporción
de hombres solteros (Charlton, 1992, en Mind Information Factsheet, 2008).
Otro factor que ha afectado considerablemente a los hombres es la falta de
conocimiento técnico o trabajo especializado, los hombres desempleados con de 2 a 3
veces más probables de cometer suicidio, aunque también puede que haya otro
vinculo indirecto con un efecto directo del desempleo como la pobreza. El aumento en
el abuso de sustancias y la mayor prevalencia en hombres jóvenes puede que
contribuya en el aumento de tasas de suicidio en esta categoría.
Estudios británicos sostienen que en el 80% de suicidios en hombres jóvenes no hubo
contacto con médico de cabecera o servicios psiquiátricos en las 4 semanas previas al
acto suicida. Un 25% de los suicidios de hombres jóvenes estaban relacionados con
eventos estresantes de naturaleza interpersonal en las 72 horas previas al acto,
sugiriendo la idea de que muchos de los suicidios fueron impulsivos (Mind information
Factsheet, 2008).

FACTORES DE RIESGO ESPECÍFICOS EN MUJERES


Según la asociación inglesa, al plantear la investigación acerca de la etiología de la
diferencia en las tasas de suicidio consumado se suelen acentuar la importancia
diferente que los eventos vitales tienen para cada uno. Los eventos vitales
precipitantes en mujeres que cometen o intentan suicidio suelen ser pérdidas o crisis
de relaciones interpersonales significativas. El suicidio es más común en aquellas
mujeres solteras, recientemente separadas, enviudadas o divorciadas. Sin embargo,
las mujeres suelen tener mayor apoyo social, sienten que los vínculos interpersonales
las protegen de cometer suicidio y, más importante, suelen acudir en busca de ayuda
psiquiátrica o médica cuando sienten malestar (según estudio de la American
Foundation for Suicide Prevention 1997 citado en Mind Information Factsheet, 2008).
Asimismo, aquellas mujeres que cuentan con una historia de DSH (falta de deseo)
tienen un alto riesgo de cometer suicidio o intentarlo, especialmente dentro de los 6
meses del último episodio de daño autoinfligido.

La prevalencia psiquiátrica relacionada con el suicidio


Existe un acuerdo general respecto a que el padecimiento de trastornos mentales
aumenta considerablemente el riesgo de cometer algún acto suicida:
 Trastornos del estado de ánimo
 Esquizofrenia
 Trastornos por uso de sustancias
 Trastornos de personalidad
 Trastorno de ansiedad
 Trastornos de la alimentación
TIPOS DE SUICIDIO
Clasificación de las distintas formas de terminar con la propia vida
según la psicología forense

La muerte: el final de la vida y de todo lo que conocemos, el momento en que dejamos


de ser quien y como somos. La mayoría de personas no desea morir, resultando la
idea de la muerte algo aversivo. Sin embargo, muchos ven en ella una liberación o vía
de escape al sufrimiento, o un medio para conseguir determinados fines. Algunas de
estas personas pueden decidir acabar con su propio vida debido a diferentes motivos.
Pero no todos los suicidios se producen de igual manera ni tienen las mismas
características o propósitos. Es por ello que podemos establecer la existencia de
diferentes tipos de suicidio, clasificables según diversos criterios.

La idea de suicidarse
Se entiende por suicidio todo acto u omisión de este realizado voluntariamente con el
propósito de dejar de existir, es decir, de quitarse la vida. Generalmente la persona
que decide suicidarse tiende a estar pasando por un período de profundo sufrimiento
vital en diferentes aspectos importantes de su vida, sin poder hacerle frente y estando
en un estado de desesperación en el que la única salida que pueden ver es la muerte.
La vivencia de un trauma profundo, el diagnóstico de una enfermedad incurable, el
acoso de otras personas o la desesperación y sensación de total ausencia de control
sobre la propia vida son algunos de los múltiples aspectos que pueden precipitar en
algunas personas el intento de matarse. Si bien mediante este tipo de actos se busca
la muerte, en su mayoría las personas que los llevan a cabo no buscan el fallecimiento
en sí sino la liberación y el cese del sufrimiento que algo les causa.
A nivel orgánico suele relacionarse la conducta suicida con un bajo nivel de serotonina
en el sistema nervioso. Existen factores de riesgo importantes tales como la presencia
de psicopatología (el trastorno bipolar, seguido de las adicciones, la depresión, la
esquizofrenia y el trastorno límite de la personalidad son algunos de los más
vinculados a intentos de suicidio), el sexo (si bien la ideación es más frecuente en
mujeres, los hombres tienden a llevar a cabo el acto suicida en una mayor proporción
de casos) y la edad, la impulsividad y la desesperación, la presencia o conocimiento
de otros suicidios en el entorno cercano o la existencia de estresores persistentes y a
los que no se puede confrontar debido a la inexistencia de suficientes recursos.

Además, existen diferentes tipos de suicidio, clasificables en función de diversos


criterios.
A continuación, veremos algunos de los principales.
Una de los principales aspectos a tener en cuenta cuando evaluamos un acto suicida
es el motivo que ha impulsado a la persona a provocar su propia muerte. En este
aspecto podemos encontrar una gran cantidad de tipos de suicidio, siendo algunos de
los principales los siguientes.

1. Suicidio llamada de atención o grito de ayuda


Algunas personas recurren al intento de suicidio como mecanismo para llamar la
atención hacia un hecho concreto o pedir ayuda ante hechos que no son capaces de
controlar. Puede tener fines manipulativos y no suele quererse el deceso en sí a
menos que la situación problema no cambie.

2. Con finalidad de muerte


El objetivo de este tipo de suicidio es lograr la propia muerte. Suele ser planificada
cuidadosa y meticulosamente.

3. Como huida
La mayor parte de suicidios tienen como objetivo real el cese del sufrimiento y no la
muerte en sí. El deceso es visto como la única alternativa al sufrimiento que causa un
elemento concreto de la realidad (por ejemplo el acoso o las deudas), motivo por el
cual el sujeto decide disponer de su propia vida. Generalmente se da de forma
impulsiva y sin grandes planificaciones previas.

4. Finalista
Este tipo de suicidio suele estar dirigido a conseguir un objetivo determinado diferente
a la muerte o a la huida. Tiende a no buscarse la propia muerte sino a fingir o
aparentar dicha búsqueda con el fin de conseguir algún tipo de beneficio. Ejemplos de
ello son el de grito de ayuda antes mencionado o el de venganza, aunque también
puede perseguir beneficios de tipo económico como el hecho de que otros cobren
seguros de vida.

5. Por venganza
El suicidio por venganza o de tipo paranoide es un tipo de suicidio el cual se realiza
con el propósito de provocar daños a otras personas, con el fin de hacer sentir
culpabilidad y/o sufrimiento a alguien concreto.
6. De balance
Se considera como tal el suicidio llevado a cabo por personas que, en ausencia de
psicopatología y tras un prolongado periodo de tiempo intentando hacer frente a una
situación conflictiva y dolorosa, deciden tras hacer un balance que continuar viviendo
no supone ningún tipo de ganancia ni para ellos mismos ni para el entorno. Suele
observarse en casos de ancianos y personas con limitaciones serias.

Tipos de suicidio según la modalidad o método


Las personas que eligen darse muerte recurren a diferentes medios para ello según la
intencionalidad concreta de su acción, de su necesidad de tener el control de la
situación, del nivel de sufrimiento que quieren padecer o simplemente de la
disponibilidad de medios concretos. Si se clasifican los suicidios e intentos de suicidio
por el método empleado para ello, podemos encontrarnos con diferentes tipos.

7. Blandas
Se trata de formas de suicidio que en principio no causan traumas evidentes y que
tienden a causar adormecimiento y poco dolor. Una de las principales formas de
suicidio con métodos blandos es la ingestión de cantidades masivas de fármacos,
como los barbitúricos. La persona suele tener un papel más pasivo en su propia
muerte, esperando los efectos de su acción.
Asimismo suponen una mayor probabilidad de arrepentimiento y salvación, y en
muchos casos los efectos pueden ser revertidos antes de que causen el fallecimiento.

8. Duras
Dentro de esta clasificación se incorporan métodos que implican una mayor brutalidad,
tales como el suicidio mediante el uso de armas (sean blancas o de fuego),
electrocutarse, arrojarse al vacío o el ahorcamiento. Tienden a suponer una mayor
probabilidad de muerte que las blandas y revestir cierta brutalidad.

En comparación con las formas blandas de suicidio, es mucho más probable que
causen algún tipo de sufrimiento. También suelen ser métodos que suponen una
actuación directa del individuo a la hora de provocar su propia muerte.
9. Extrañas
Este tipo de suicidios suelen provocar un elevado nivel de sufrimiento antes de
producir la muerte, revistiendo cierta crueldad hacia uno mismo. Suelen ser llevadas a
cabo en situaciones de psicopatología, especialmente psicótica. Ejemplos de ello
serían la ingesta de sustancias corrosivas o cortantes, ahogarse a sí mismo o prácticas
autocaníbales.

10. Enmascaradas
Se trata de muertes que son provocados por la propia persona de una manera tal que
pueden confundirse con muertes naturales o con homicidios. Suelen perseguir una
intencionalidad concreta, como el cobro de seguros de vida por parte de allegados o
inculpar a alguien de la propia muerte.

Según el nivel de regulación e integración social


Una de las clasificaciones realizadas tras varios estudios es la llevada a cabo por
Durkheim, quien consideraba el suicidio un acto causado fundamentalmente por
elementos sociales. En este sentido se encuentran cuatro posibles clasificaciones,
relacionados con el nivel de integración del individuo en la sociedad o la regulación de
esta sobre la vida de las personas.

11. Suicidio egoísta


Se entiende como tal al tipo de suicidio que se realiza cuando las vinculaciones
sociales del individuo son débiles y el individuo no se siente integrado en la sociedad.
No es capaz de sentirse satisfecho debido a la falta de realización como ser social. Se
siente desbordado, incapaz y sólo.

12. Altruista
Se trata de la muerte autoinfligida que se produce por un exceso de integración grupal,
viendo la propia muerte como un sacrificio realizado en beneficio al grupo. Se valora
más al grupo que al propio individuo.

13. Anómico
El suicidio anómico es el suicidio que llevan a cabo aquellas personas que tienen una
regulación social insuficiente. La sociedad cambiante e inestable hace que no se
tengan referentes, modificando los valores del individuo y pudiendo provocar una
pérdida de la identidad.

14. Fatalista
Al contrario que el anterior, el suicidio fatalista es visto como aquel llevado a cabo por
individuos sometidos a un control y regulación social excesivos, sintiéndose opresión e
impotencia que pueden llevar a buscar la muerte como huida de tal situación.

Según la presencia de planificación previa


La autolisis puede clasificarse también según se haya planificado previamente o no.

15. Suicidio accidental


Se trata del tipo de suicidio que se produce por accidente. El sujeto no quería
realmente morir, pero su actuación genera una situación que acaba con su vida.

16. Reflexivo, intencional o premeditado


El suicidio premeditado es aquel en el que la persona que lo lleva a cabo ha
planificado de antemano tanto la manera como el momento y lugar de su muerte. En
algunos casos en que el motivo es la vivencia de hechos traumáticos o en que el
sujeto manifestaba una gran ansiedad puede observarse un repentino estado de calma
y serenidad previamente al acto, resultado de haber tomado la decisión.

17. Suicidio impulsivo


El suicidio impulsivo es aquel que se lleva a cabo sin premeditación previa. El sujeto
puede haber pensado en quitarse la vida anteriormente, pero no lleva a cabo esta
acción hasta un momento en que se siente altamente activado y desesperado. Puede
ocurrir en situaciones generadoras de alta ansiedad, durante un brote psicótico o
durante un episodio maníaco.

Según el resultado
Intentar quitarse la vida puede terminar generando diferentes resultados, según si el
intento tiene o no éxito.
18. Autoagresión no suicida
En este caso no estamos ante un verdadero intento de suicidio. El sujeto se
autolesiona por diferentes motivos pero sin que dicha acción suponga un riesgo real
para su vida o bien sin que la autolesión pretenda este hecho. En ocasiones puede
llegar a provocar la muerte.

19. Intento/Tentativa de suicidio


Se considera intento o tentativa de suicidio todo acto realizado voluntariamente con la
intención de conseguir la propia muerte sin que dicha acción tenga éxito en su objetivo.

20. Suicidio consumado


Llamamos suicidio consumado aquel en el que la persona ha actuado con el fin de
darse muerte y ha logrado su objetivo.

21. Suicidio frustrado


Se trata del tipo de intento de suicidio que se ha llevado a cabo con el propósito de
lograr la muerte, empleando para ello métodos que por norma general provocan el
deceso del individuo. Sin embargo la intervención de elementos circunstanciales e
imprevisibles, como la aparición de otras personas, la rápida actuación de los servicios
médicos, una mala planificación o un uso inexacto de los medios escogidos para darse
muerte han impedido que se acabe provocando el fallecimiento.

Según la implicación de otras personas


En ocasiones el suicidio involucra, sea de forma voluntaria o involuntaria, a más de
una persona. En este sentido podemos encontrar los siguientes tipos de suicidio.

22. Suicidio colectivo o en masa


Se trata de un tipo de suicidio en el que más de una persona o un colectivo entero
elige y pacta propiciar su propia muerte de forma voluntaria. Los motivos para ello
pueden ser varios, tales como la huida de un factor aterrador o bien el convencimiento
de que tal acto les puede reportar algún tipo de beneficio. Este tipo de actos suelen
ocurrir en contextos de situaciones de guerra o bien en sectas.
23. Ampliado
El suicidio ampliado se basa en la idea de que un individuo decide quitarse la vida
pero, además de ello, considera necesaria o incluso compasiva la muerte de otros
generalmente vinculados a él. Estas otras personas no han manifestado la intención de
querer morir.

El individuo da muerte primero a los demás, los cuales son generalmente familiares
cercanos como hijos, pareja o familia, y posteriormente se quita la vida. Este tipo de
situaciones suelen darse en entornos familiares en las que la persona que quiere
suicidarse considera que quienes deja atrás van a sufrir en gran medida o no podrán
sobrevivir sin ella.

24. Suicidio asistido o eutanasia


La eutanasia o suicidio asistido supone la finalización de la vida de una persona
mediante la participación de otra u otras, participación autorizada y demandada por el
propio sujeto o bien por su entorno cercano en el caso de lesiones irreversibles que no
permitan la toma de una decisión por parte del individuo.

25. Suicidio inducido


Se trata de un acto de autolesión con propósito de muerte que ha sido provocado o
facilitado debido a la coacción o a la sugestión que otras personas han provocado en
el individuo que se suicida. El sujeto puede ser amenazado u obligado a darse muerte,
o bien se puede facilitar de forma activa que tenga ganas de morir.

26. Falso suicidio


En este caso no estamos ante un verdadero caso de suicidio. Se trata generalmente
de un homicidio o asesinato que se ha realizado de tal manera que parezca que el
sujeto en cuestión se haya quitado la vida por sí mismo.
COMPORTAMIENTO SUICIDA
(AMENAZA E INTENTO DE SUICIDIO)

Comportamiento Suicida

El comportamiento suicida es una acción destinada a lastimarse uno mismo e incluye


los gestos de suicidio, los intentos de suicidio y el suicidio consumado. En la ideación
suicida existen pensamientos y planes de suicidio. Los intentos de suicidio son actos
autolesivos que podrían provocar la muerte, como, por poner un ejemplo, colgarse o
ahogarse.

TPL

Según la Guía clínica para el tratamiento del trastorno límite de la personalidad


elaborada por la Asociación Americana de Psiquiatría (Ars Médica, 2002), el suicidio
consumado se produce en el 8-10% de estas personas. Esta es una cifra muy alta si
se tiene en cuenta que es, según ellos, una tasa de suicidio unas 50 veces superior a
la de la población general. Comentan que el riesgo de suicidio parece ser máximo
entre los veinte y los treinta años y que la mayoría de estos pacientes intenta el suicido
en alguna ocasión y muchos de ellos se convierten en grandes repetidores o se
suicidan si no se les trata debida y oportunamente.

Aunque no todas las personas con este trastorno presentan ideación suicida, en un
porcentaje muy alto el síntoma "estrella" son las conductas suicidas y/o
autodestructivas.

En ocasiones la ideación suicida puede pasar desapercibida bien por falta de


formación del profesional o por falta de atención. Es decir, por no estar escuchando de
forma activa al paciente y a la vez observando si su lenguaje no-verbal coincide con lo
que nos está diciendo. Las personas con Trastorno Límite de la Personalidad (TLP)
suelen ser especialmente vulnerables, pero durante una crisis son extremadamente
frágiles. Hay que tener un enorme cuidado, mucho tacto y escuchar más que nunca,
centrar toda nuestra atención en la persona que acude a vernos.

Existen diversos factores a tener en cuenta en la evaluación de riesgo del suicidio y,


curiosamente, muchos de ellos son a la vez criterios diagnósticos del trastorno límite
de la personalidad:

 la inestabilidad emocional (lo más estable del trastorno),


 los problemas para manejar las emociones (en especial la ira),
 las relaciones inestables con tendencia a alternar entre extremos de
idealización y decepción (generalmente con principios y finales intensos),
 la alteración de la identidad, la impulsividad en áreas potencialmente dañinas
para ellos,
 las amenazas suicidas recurrentes y/o conductas destructivas (que pueden
acabar en suicidio debido a un mal cálculo por parte de la persona) y
 los sentimientos de vacío.

Si además tenemos en cuenta otros problemas que suelen cursar de forma paralela,
como el abuso de sustancias, los problemas cognitivos en momentos de estrés y la
escasa tolerancia a la frustración y/o la crítica (que suele estar relacionada tanto con
la impulsividad y escaso manejo de las emociones como con la baja autoestima que
caracteriza a muchas de estas personas), tenemos un cóctel de buenos motivos para
pensar en estas personas como sujetos especialmente vulnerables al suicidio.

En lo referente a los comportamientos destructivos y aunque no siempre son


realizados con la intención de matarse, nunca deben ser interpretados como
manipulaciones o llamadas de atención, y mucho menos ser ignorados.

Para la persona con TLP muchos comportamientos destructivos en realidad tienen una
función adaptativa. En ocasiones actúan de esa forma por la impulsividad que
caracteriza a muchas de estas personas, en otras como castigo hacia ellos mismos por
haber fallado o "ser malos", en otras como forma de sentir alivio o "sentir dolor por algo
visible o real", para tener "control sobre su dolor" , y en otras porque es lo que llevan
haciendo durante años y acaba siendo una forma de vida, una forma de hacer frente a
las situaciones de alto contenido emocional. Además, en numerosas ocasiones suelen
recibir respuestas que refuerzan esta conducta por parte de sus allegados. De esta
forma, aprenden que la acción tiene una respuesta de atención, preocupación y
acercamiento por parte de sus seres queridos.

Por ello, es importante intentar ayudar al paciente a pensar en alternativas menos


dañinas y peligrosas que realmente le ayuden a hacer frente al malestar, concienciar
tanto a los profesionales de la salud mental como a los familiares y romper muchos
mitos que actualmente interfieren en el abordaje y la prevención de estas conductas.

No se puede generalizar la respuesta de los familiares de estas personas, pero suele


haber cuatro reacciones o actitudes que son especialmente peligrosas:

a) Sobreprotección: prestar más atención a la persona, curar sus heridas, dormir


con ella, decirle lo importante que es para uno cuando habitualmente esto no se
hace, dedicarle mucho más tiempo hasta el punto de dejar de trabajar o
desatender a otras personas para acompañarle en todo momento, etc.
b) Negación: ignorar a la persona por completo. Negar lo ocurrido. Esperar a que
pase la crisis.
c) Desafío: mostrar enfado, rechazo, asco o indiferencia.
d) Retarlo: facilitarle o indicarle otros medios para que logre morir en el intento.

La actitud "a" (sobreproteccióni) refuerza estas conductas, hace que la persona, en


lugar de pensar en alternativas, pedir ayuda de "forma adecuada" y hablar de sus
sentimientos, actúe por impulsos y se haga daño al mínimo contratiempo.

La actitud "b" (negación) puede hacer que la persona se sienta totalmente


desamparada, que piense y sienta que no le importa a nadie y que lo mejor es acabar
con ese sufrimiento de una vez por todas.

La actitud "c" (desafío) puede provocar nuevas lesiones o una crisis suicida inmediata
y

la actitud "d" (retarlo) puede hacer que la persona sea especialmente cauta a la hora
de planificar el suicidio para evitar que alguien lo impida y a la vez, al conseguirlo,
demuestre que sus intentos de suicidio no eran llamadas de atención (a veces movida
por el rencor y la venganza).

La mayoría de los pacientes que atiendo en consulta y que han intentado poner fin a
sus vidas comenta que lo que en realidad quería era dejar de sufrir", "que esto parase
de una vez", "poder descansar", "dejar de hacer sufrir a mis seres queridos", "dejar de
molestar", "no sentir tanto", etc., pero no querían dejar de vivir.

Simplemente no tenían recursos para hacer frente al sufrimiento que sentían en ese
momento o no veían otra salida.

Veamos el siguiente caso:

Una paciente de 32 años de edad llevaba tiempo con la idea en la


cabeza y esperando a que llegase el momento ideal, esperando
que ese día por la mañana temprano su marido se fuese a
trabajar y al volver ella ya no estuviese.
Se duchó, eligió la ropa, se tomó todas las pastillas que tenía a
mano a la hora de dormir y se fue a la cama.
Su idea era "estar preparada y aseada para el forense". De
casualidad, su marido se despertó por la noche, fue a buscar un
medicamento y se dio cuenta de que los botes estaban vacíos.
Al intentar despertarla se dio cuenta de lo ocurrido y avisó a una
ambulancia.
Cuando esta chica se despertó estaba furiosa por no haber
conseguido su propósito.
Los testimonios de estas personas pueden resultar tan estremecedores que algunos
profesionales optan por escuchar y no decir nada al paciente, cuando es algo a lo que
hay que prestar especial atención.

Es cierto que a veces su forma de hablar de la muerte puede resultar fría, como si
estuviesen hablando del tiempo, pero, al contrario de lo que pueda parecer, es un
momento especialmente peligroso en estos casos.

Es como si haber tomado la decisión de poner fin a su vida y pensar que así van a
dejar de sufrir les produjera una sensación de alivio y de calma.

Las reacciones después de un intento de suicidio frustrado pueden oscilar entre pedir
perdón a sus seres queridos e intentar luchar por una mejoría, enfadarse porque no les
han dejado morir en paz o entristecerse enormemente porque "ni siquiera eso pueden
hacer bien".

AMENZAS E INTENTO DE SUICIDIO

El intento suicida es un acto en que la inminencia de la consumación del hecho revela


su intencionalidad fatal (planeamiento, hacerse daño a través de instrumentos) o su
gravedad factual (cortarse las venas, ingerir un raticida).

Son amenazas o gestos suicidas las verbalizaciones o actos que, si llegaran a


consumarse, darían lugar a un daño serio o a la muerte del sujeto.

Las amenazas y los gestos suicidas generalmente son subestimadas, devaluadas e


incluso ignoradas por las figuras significativas a quienes se pretende hacer llegar el
mensaje del sufrimiento que se está padeciendo, sin que estas personas tengan en
cuenta que ambas son manifestaciones muy frecuentes de la comunicación suicida.

La adolescencia ha sido identificada como un período de transición de la niñez hacia la


adultez temprana. Se caracteriza por grandes cambios emocionales, sociales y
físicos.

Los adolescentes deben lidiar simultáneamente con una variedad de problemas


psicosociales, consolidar un sentido de identidad y madurar cognoscitiva y
emocionalmente.

Típicamente, los adolescentes son confrontados con la emergencia de una autonomía,


el rechazo a la autoridad parental, el incremento de responsabilidades sociales y
académicas y un deseo de intimar con otros. Igualmente, este período de transición
representa un tiempo de exploración de la identidad donde se experimentan cambios
frecuentes en las metas de vida, en los vínculos románticos, en las aspiraciones de
trabajo o estudio y en la visión del mundo.

Estos eventos pueden facilitar que algunos adolescentes cursen con síntomas
depresivos o conductas suicidas por la inhabilidad de enfrentar cambios biológicos y
psicosociales que ocurren durante este período crucial del desarrollo. También, los
adolescentes pueden utilizar conductas desadaptativas aprendidas para dirigir su
inconformidad asociada a sus rápidas experiencias de cambios.

Un extenso número de factores que podrían contribuir con la ocurrencia de la conducta


suicida han sido identificados, los cuales incluyen factores individuales, familiares y
sociales.

Factores individuales

 Edad: Antes de la pubertad, tanto el suicidio como el intento suicida son


excepcionales. Sin embargo, aumentan en la adolescencia asociados con la
presencia de comorbilidad, especialmente trastornos del ánimo y abuso de
sustancias psicoactivas. Los porcentajes de suicidio consumado se incrementan
marcadamente en la adolescencia tardía y continúan aumentando hasta cerca
de los 20 años. En contraposición, el pico de intentos suicidas alcanzado entre
los 16 y 18 años, luego disminuye marcadamente en frecuencia, particularmente
en mujeres jóvenes.
 Sexo: Existen patrones de suicidio en cuanto al sexo, pero no son iguales en
todos los países. En general el suicidio es más común en varones, pero las
mujeres realizan más intentos de suicidio. La prevalencia del fenómeno suicida
fue reportada por separado en varones y mujeres en 88 de 128 estudios
evaluados en una revisión sistemática. La prevalencia de vida de pensamientos
e intentos suicidas fue significativamente mayor en mujeres comparado con
varones en 11 estudios.
 Etnicidad: Las diferencias étnicas pueden reflejar “contagio” en grupos aislados
en lugar de diferencias culturales. En Argentina, el suicidio en jóvenes
aborígenes o de provincianos es cerca de 5 a 6 veces más que en los jóvenes
no aborígenes o de los grandes centros urbanos. En EEUU, el porcentaje de
jóvenes suicidas es mayor entre nativos americanos, seguido por blancos y
afroamericanos y menor entre los de la etnia asiático pacífica.
 Factores biológicos y genéticos: Un modelo es que la desregulación
serotoninérgica es un rasgo biológico determinante y que un individuo con
enfermedad mental que posee este rasgo es más proclive a responder a un
estresor de una forma impulsiva o agresiva.
Este modo de respuesta podría dirigirse directamente al suicidio o podría
simplemente incrementar el estrés que finalmente lo llevaría al suicidio. Hay
algunas evidencias que los individuos con intentos suicidas que tienen niveles
bajos de 5-HIAA en líquido cefalorraquídeo son significativamente más proclives
a intentos suicidas futuros y/o cometer suicidio. De igual modo, otros
investigadores estudiaron 211 adolescentes y relacionaron los niveles de
serotonina en el plasma con medidas psicométricas, llegando a concluir que la
determinación de la concentración plasmática de serotonina, en combinación
con algunas medidas psicométricas, podría servir como un marcador seguro de
psicopatología y podría diferenciar subgrupos de adolescentes suicidas (27).
Algunos estudios sugieren que la anormalidad es presináptica y conduciría a
una sobre-regulación compensatoria de receptores serotoninérgicos tipo 2 (5-
HT2) en el cortex prefrontal ventral y ventrolateral del cerebro que es en larga
medida responsable de la inhibición conductual. La disminución de ácido
homovalínico (precursor de la dopamina) en el líquido cefalorraquídeo, cambios
en el metabolismo de la serotonina y la presencia de polimorfismos en el gen
del triptofano hidroxilasa se han relacionado con la conducta suicida. Por otro
lado, los marcadores GRIK” y GRIA”, localizados en genes que codifican los
receptores ionotrópicos del glutamato, se han asociado con la ideación suicida.
 Trastornos mentales: En adolescentes que consuman el suicidio, más del 90%
sufren de un trastorno psiquiátrico asociado en el momento de su muerte y más
del 50% tenían un trastorno psiquiátrico en los últimos 2 años. Es frecuente
encontrar varios trastornos mentales comórbidos y cuanto mayor es el
número de estos, más aumenta el riesgo de suicidio. Resultados de análisis
multivariados reportaron en dos estudios una relación directa para ambos
géneros entre problemas de salud mental y fenómenos suicidas.

Los trastornos depresivos ocurren en 49 a 64% de adolescentes que


consuman el suicidio, siendo esta la condición más prevalente. En
adolescentes mujeres, la presencia de depresión mayor es el factor de riesgo
más significativo, seguido del intento suicida previo. En contraste, un intento
suicida previo es el predictor más importante en adolescentes varones, seguido
por depresión, abuso de sustancias y conducta disruptiva. La depresión mayor
incrementa el riesgo de suicidio hasta 12 veces, especialmente si la
desesperanza es uno de los síntomas.

La distimia1 está asociada con intentos suicidas en adolescentes mujeres, pero


no en varones adolescentes. La asociación entre trastorno bipolar y suicidio
consumado es menos clara. Todos los jóvenes con trastornos psiquiátricos,
incluyendo los trastornos del ánimo, son crónicamente subtratados, lo que
puede contribuir con las tasas de conducta suicida.
Los trastornos de ansiedad no parecen tener una contribución significativa
adicional en la variación de intentos suicidas en ningún estudio. Aunque
pacientes con esquizofrenia tienen tasas de suicidio mucho mayores que la
población general, la esquizofrenia es inusual en el suicidio de los jóvenes.
1
La distimia, también llamada trastorno distímico, se define como un tipo de trastorno afectivo o del estado de
ánimo que a menudo se parece a una forma de depresión mayor menos severa, pero más crónica.
En cuanto al intento suicida, la mayor parte de la evidencia indica una
asociación con trastornos por consumo de sustancias psicoactivas. En cuanto
al abuso de nicotina, se encontró una fuerte asociación con fenómenos suicidas
en 7 de 8 estudios evaluados en una revisión sistemática. Los resultados de
diversas investigaciones de esta revisión sistemática, indican una asociación
entre consumo de alcohol e intento suicida, particularmente con el alto consumo
de alcohol y con el consumo de bebidas con alto contenido de licor. Hay
también una asociación significativa entre ideación suicida y consumo de licor.
MOTIVACIONES ASOCIADAS AL SUICIDIO

Comportamiento Suicida

La depresión no es la única MOTIVACIÓN dentro de la clínica Psicológica y


Psiquiátrica como trastorno de salud mental asociado al suicidio, pero sí el más
común.

El suicidio, según la psicóloga Wendy Alba, “es, muchas veces, la expresión más
extrema de la depresión”.

En ocasiones, las personas se quitan la vida de manera impulsiva fruto de una crisis
que no saben manejar (la muerte de un ser querido, el fin de una relación, la pérdida
de trabajo, las deudas...).

No obstante, de acuerdo con el neuropsicólogo Alejandro Maríñez, la mayoría de los


suicidas contempla la idea de la muerte o incluso la planifica.

“No siempre es un acto tan impulsivo como uno cree -dice-. Es


algo que tú vienes pensando”.

Pero ¿qué pasa por la mente de una persona para que llegue a vencer un instinto tan
fuerte como el de supervivencia?
Cada año se producen en el mundo alrededor de 800,000 suicidios. Gran parte de
ellos es resultado de una depresión severa.
La persona con este trastorno mental experimenta aislamiento y falta de sentido de
pertenencia.
Además, piensa que no le importa a nadie, que es una carga e incluso que los demás
estarían mejor sin ella.
“Cuando sufres depresión tienes una visión distorsionada”, explica al respecto el
neuropsicólogo Alejandro Maríñez.

“Una persona con depresión vive en un dolor constante”.


Sin embargo, esa visión distorsionada no basta para que un individuo atente contra su
vida. Aun tengan ideaciones suicidas, no todas las personas con depresión intentan
suicidarse.
“Uno de los más grandes expertos en el tema dijo que para que se intente el suicidio
deben combinarse dos cosas: la razón por la que se da y una falta de miedo a la
muerte o a lastimarse a sí mismo”.
Se refiere a la teoría interpersonal del suicidio del psicólogo norteamericano Thomas
Joiner, autor del libro “Why people die by suicide” (“Por qué las personas mueren por
suicidio”).
En resumen, Joiner plantea que en la persona que se quita la vida se combinan tres
factores:
1. se siente aislada,
2. se considera como una carga y
3. ha perdido el miedo a lastimarse.

Con esa falta de miedo a la muerte no se nace; la persona la adquiere con la


exposición al dolor. Por eso uno de los factores de riesgo más importantes para que
una persona se quite la vida es que lo haya intentando previamente.
Exposición La psicóloga Wendy Alba, directora de Society for Family Health (SFH),
opina que “no es tan fácil” describir lo que sucede en la mente de una persona
depresiva para que llegue al extremo de suicidarse.
“Solamente lo sabe la persona que lo padece”, argumenta. “Y si el paciente no está
bien diagnosticado, tratado y apoyado es fiel candidato para cometer suicidio”.
Se ha comprobado científicamente que la publicidad dada a los casos de suicidio eleva
el riesgo de que un paciente con la misma tendencia materialice sus ideas suicidas.

“Es un factor de riesgo porque estás exponiendo a la población a naturalizar algo que
es trágico y representa una importante disfunción”, afirmaría Alba.
Reconoce, sin embargo, que en la actualidad este factor de riesgo es muy difícil de
controlar porque, debido a la proliferación de los teléfonos inteligentes y las redes
sociales, “todo el mundo se cree reportero”.
Por otro lado, Maríñez recuerda que cuando hay acceso a armas existe un mayor
riesgo de concretar el suicidio. A las personas con trastornos de salud mental no solo
debe dárseles el seguimiento apropiado; restringir que accedan a métodos de suicidio
es una medida sencilla, pero efectiva de velar por sus vidas.

TRABAJO EN CLASE
- En grupos de trabajo analizo y respondo. CASO 31 - RICARDO

CASO 31:
Soy Preventor en Suicidio y autolesión, hace unos meses, acudió a mí un hombre de
30 años, con residencia en la Ciudad de Los Charrúas -Dto Concordia – Entre Rios.
El motivo de la consulta fue para que le asesorara de un problema que para él “ya no
encuentra solución” y que tiene un hijo de 12 años que estaba sufriendo mucho, y que
teme porque cometa algún error que no se pueda solucionar ya.
Tras la preocupación de Ricardo, exprese mi atención a su problema.
Recuerdo que, en mi primera impresión sobre él, observe cierta actitud
desesperanzadora, hombros bajos, como comúnmente se describiría “un pollito
mojado”
sus respuestas, tenían connotaciones derrotistas, desesperanzadas con cierta culpa:
“Desde que me dejó mi ex pareja, no puedo más, todo me sale
Sumado a esto, algunas frases recurrentes de su oratoria: “Soy una carga para mi
familia”, “No puedo soportarlo más”.
A pesar de que siempre hay que estar atento, sea cual sea el problema, se me
activaron todas las alarmas. Rápidamente, procedí a identificar los factores de riesgo,
de protección, y a evaluar el riesgo actual de suicidio. Después de accionar sobre un
Marco Conceptual Operativo, y enunciando las primaras preguntas que pondrían en
contexto la situación de vida del sujeto, realice las preguntas concisas:
Describo:
YO: - ¿Cómo piensa resolver su situación/ o la situación que me ha
descrito?, ¿ha pensado en suicidarse?
RICARDO: : “Soy una carga para mi familia” HE PENSADO EN SUICIDARME!!
La respuesta de Roberto fue muy directa. “Si”
YO: Me ha comentado que no duerme mucho, cuando está sin poder
dormir ¿en qué piensa?
RICARDO: “En como ponerle fin a toda esta situación”
Al responder de forma tan contundente, pasé a valorar la intensidad y frecuencia de
dichos pensamientos suicidas.

YO: ¿Piensas todos los días en suicidarte?


RICARDO: “Últimamente sí… no sabría decirte cuantas veces”

YO: De una escala de 0 a 10, siendo 0 ninguna intensidad 10


extremadamente intensos, ¿en qué número se sitúan dichos pensamientos?
RICARDO: “Cuando los he tenido, yo diría que entre un 6 o 7”

YO: Me podrías decir ¿cómo has pensado hacerlo?


RICARDO: “Por supuesto, tomándome pastillas “

En ese momento, para poder orientar la intervención, decidí preguntarle a Ricardo el


motivo de dicha decisión.
YO: ¿Por qué has pensado en suicidarte?
RICARDO: “Porque soy un fracaso”, “Porque no puedo más con esté
sufrimiento”, “Porque mi vida sin ella no tiene sentido”, “Porque estoy cansado de
luchar”, “Porque no disfruto con nada y para estar así…”

Pase entonces a la evaluación de la desesperanza y mantenimiento de planes sobre el


futuro.
YO. ¿Qué cree que le depara el futuro? - ¿Cómo se ve, por ejemplo, dentro
de tres meses?
RICARDO: No sé, no lo he pensado.

YO: ¿Cree que no existe ninguna posibilidad de mejorar su situación?


RICARDO: ¿Y cómo? Si al menos tuviera un trabajo que no me haga pensar.

YO: ¿Cree que ha agotado todas las posibilidades y nada podrá ayudarle?
RICARDO: No creo que no. Me cuesta hablarlo con mis verdaderos amigos.
YO: ¿Está convencido que su sufrimiento es insoportable y nunca
terminará?
RICARDO: Es que ella no quiere saber más de mí. Y temo ser juzgado por mi
hijo.

Paso a la evaluación de las ideas/sentimiento de culpa


YO: ¿Cree que con este pensamiento de terminar con su vida le está
causando algún perjuicio a sus familiares o amigos?
RICARDO: Si, seguramente. Ellos no lo van a entender.

YO: ¿Cree que estarían mejor sin ti? ¿Por qué?


RICARDO: - No contesta – se angustia.

Paso a la evaluación de los apoyos sociales reales y percibidos


YO: ¿Qué familia/amigos tiene? ¿Cree que le apoyan?
RICARDO: Mi madre, tiene 85 años. Mi hijo tiene… (piensa) 10 o 11 años (tiene
12). Y un gran amigo de la infancia que vive en Concordia.

YO: ¿Con cuál de ellos tiene mejor relación? ¿le ha hablado de sus
problemas?
RICARDO: Primero lo podría hablar con mi amigo.

YO: ¿De qué específicamente le hablaría?


RICARDO: De lo que me pasa. Le pediría ayuda.

Paso a evaluar su construcción de valores, creencias y factores de protección.


YO: ¿Hay algo que le impida hacerlo?
RICARDO: Mi hijo, que pensaría de mi.
YO: ¿Se detendría, por ejemplo, por sus amigos, familiares, o creencias
religiosas?
RICARDO: “SI”
RELACIONES TOXICAS FAMILIARES

QUÉ SON LAS RELACIONES FAMILIARES TÓXICAS Y CÓMO


CAMBIARLAS

Nuestra familia es la primera toma de contacto que tenemos con una organización
social. Es un factor externo que, sin duda, de un modo u otro, nos influirá, aunque no
nos llegue a determinar.
Nadie puede elegir en qué familia nace, en qué país va a venir al mundo, la situación
económica en la que se encontrarán los miembros de su hogar, ni las circunstancias
personales que les rodean. Sin embargo, a raíz del tipo de vínculo que se establece
entre los padres o cuidadores con los hijos, desde bien pequeños empezamos a
integrar un modelo de relación concreto.
Hay un componente genético que nos condiciona y se expresará en mayor o menor
medida según el ambiente, es decir, que en base a los lazos y las experiencias
emocionales que tengamos con nuestros padres, iremos desarrollando un tipo de
carácter y personalidad determinados, manifestándose ambos, a lo largo de nuestra
vida, en diversos contextos.

Hay familias que gozan de relaciones saludables, estableciendo vínculos afectivos


sanos, y otras que tienen una forma de actuación dañina, las que denominamos como
familias “tóxicas”.
Las principales características diferenciales en las familias “sanas” no es que sean
“perfectas”, ya que la perfección no existe, sino que, en estas, los niños construyen
un “apego seguro” con los padres/cuidadores sintiéndose protegidos, recibiendo el
amor necesario, y gozando de una seguridad y estabilidad emocional que les hace
sentirse libres de explorar el mundo que les rodea, sabiendo que tendrán un apoyo en
el momento que les suceda algo. Al convertirse en adultos sabrán comportarse más
sanamente, poniendo en práctica lo aprendido durante la infancia y la adolescencia.

En cambio, en las familias “tóxicas”, pasa todo lo contrario. Los niños evolucionan
con graves carencias afectivas, ya que les faltará un buen referente en el que
apoyarse. Sentirán que no son lo suficiente para ser queridos, creyendo que si se
equivocan en algo será catastrófico y, por lo tanto, mostrarán una gran inestabilidad
emocional, inseguridades, y desarrollarán una baja autoestima. Estas consecuencias
se verán especialmente reflejadas en la vida adulta, en las relaciones que construyan y
en su manera de desenvolverse en la sociedad.
Si bien es cierto que existen hijos, hermanos, cuñados, abuelos, sobrinos y hasta
nosotros mismos… “tóxicos”, como principales causantes del malestar, es un tema que
vamos a dejar para otro día, centrándonos unilateralmente en
padres/tutores/cuidadores con conductas poco saludables, ya que es algo muy común.
De todos modos, las pautas de actuación, mayoritariamente, podrían servir para todos
los casos.

¿CÓMO PODEMOS IDENTIFICAR SI ESTAMOS EN UNA FAMILIA


“TÓXICA”?
Si ya de por sí es complicado reconocer y aceptar que mantenemos una relación
tormentosa, que no nos hace bien, con nuestra pareja, un compañero/a de estudios o
trabajo, o un amigo/a, hacerlo con un familiar lo será mucho más, dado la implicación
emocional que se establece entre nosotros.
Quizás, con los primeros nos costará menos hacer “borrón y cuenta nueva”, ya que
rehacer nuestra vida o empezar una nueva relación es más factible. Sin embargo, un
padre o una madre son para siempre.
Para ayudarte a vislumbrar si te encuentras en una familia “tóxica” o si alguien de tu
unidad familiar lo es, vamos a exponerte una serie de características, que no son
excluyentes entre sí, sino que se pueden dar infinidad de combinaciones.
 Autoridad excesiva: padres hostiles que abusan de su poder imponiendo lo
que ellos quieren y valiéndose de la agresión verbal o física para alcanzar sus
objetivos. Los niños que crecen con este estilo parental tendrán mucho miedo y
rabia contenida al sentirse menospreciados.
 Sobreprotección: ningún extremo es bueno, y los padres al sobreproteger,
propiciaran que sus hijos sean súper dependientes, afectando a su confianza.
Con esto conseguirán que para hacer cualquier cosa necesiten constantemente
el apoyo y la aprobación de los demás, volviéndose personas muy necesitadas
e inseguras.
 Permisión/negligencia: padres que no están pendientes de sus hijos y les
dejan demasiado espacio, sin preocuparse ni hacerse cargo de lo que les pasa.
Estos niños crecerán sintiéndose abandonados y poco importantes. Tendrán
mucha ansiedad al ver que no tienen el control de sus vidas y que deben
adquirir responsabilidades demasiado pronto.
 Manipulación: No toman en cuenta las necesidades del otro, solo las propias, y
manipulan con tal de conseguir lo que quieren. Anteponen sus necesidades y
juegan con la culpa y la victimización para que sus hijos hagan lo que les
demandan. Los hijos se sentirán muy culpables y vulnerables.
 Falta de comunicación y rigidez: No hay un espacio de comunicación seguro,
siempre se omite lo que verdaderamente importa. Surgen peleas por cosas
superficiales sin llegar a la raíz del asunto, puesto que no quieren afrontar los
problemas reales y les es más fácil discutir por otras razones. Establecen unos
roles rígidos que no permiten que los hijos los crucen, ellos son los que mandan
y los hijos tienen que acatar y obedecer sin dejar lugar a la negociación.

Todos estos estilos parentales desadaptados, son relaciones abusivas de poder y se


pueden dar por parte de un padre, de una madre, abuelo/a o tutor/a legal hacia los
hijos. Se suelen establecer en la infancia y mantener durante toda la vida, incluso en la
adultez.
El modelo de relación más sana que existiría sería el democrático. Este se
caracteriza por una comunicación real, donde se tiene en cuenta el punto de
vista del hijo y se negocia. Se marcan límites, pero sin rigidez dando lugar a la
flexibilidad. Hay amor y afecto sin asfixiar y sin imponer. Se dejan ciertas
libertades, a la vez que hay responsabilidades que se van adquiriendo poco a
poco. Este tipo de interacciones siempre parten del respeto y la confianza
mutua.

PAUTAS PARA RELACIONARTE MEJOR EN UNA FAMILIA “TÓXICA”


Cuando eres un/a niño/a no tienes el poder suficiente ni los conocimientos para hacer
frente a este tipo de relaciones desadaptadas. Ahora bien, al crecer y hacerte adulto/a
puedes tomar la decisión de seguir repitiendo patrones tóxicos con los demás y con tu
propia familia, o aprender de tu pasado cambiando gradualmente la manera de
relacionarte con los otros incluso con tu propia familia, consiguiendo interacciones
mucho más satisfactorias.
 Empieza a decir no. Piensa en si cuando dices que “sí” a alguien o a un
compromiso, no te estás diciendo “no” a ti mismo/a. Si dices que sí esperando
aprobación, o a que te quieran más, cuando en realidad no quieres hacerlo, por
dentro generarás sentimientos de frustración como si fuera algo obligado. El/la
que tiene que defender lo que quiere hacer y lo que no, has de ser tú, los demás
siempre te van a demandar cosas. Es imposible contentar a todo el mundo. El
respeto y amor propio empieza por respetarse a uno/a mismo/a.
 No actúes en caliente. Si alguno de tus padres te trata mal o te dice algo que
te disgusta, hazle saber que no te ha sentado bien y que necesitas un tiempo. A
veces al reaccionar en el momento, utilizamos la sumisión o la agresividad y
ninguna de ellas nos darán buenos resultados. Si dejas un poco de espacio y
calmas tus emociones, podrás verlo desde otra perspectiva con la cabeza más
“fría”, tomando seguramente mejores decisiones.
 No des todo por hecho. En las relaciones familiares es muy común que se
sobre entienda que algo funciona de un modo en concreto y no tiene porqué ser
así. Como en cualquier relación, aunque ya existan costumbres, se pueden
pactar unas “reglas” o “acuerdos” nuevos que fomenten el respeto entre todos.
Empezar a negociar lo que nos perturba, substituyéndolo por otra alternativa,
puede ser positivo.
 Expresa como te sientes y marca límites. Utiliza la asertividad, que es una
habilidad social para comunicar y expresar lo que sientes y quieres,
defendiendo tus derechos al mismo tiempo que respetas al otro y te pones en
su lugar valiéndote de la empatía, buscando el punto medio para que ambos
salgáis ganando, teniendo en cuenta las necesidades de los dos. Es decir,
buscar un equilibrio entre lo que tú quieres y lo que el otro te demanda y
estableciendo límites.
 Vuela del nido. Muchas personas afirman que después de irse de casa la
relación con sus padres cambió por completo favorablemente. No es lo mismo
la convivencia diaria, que puede facilitar diversas tensiones, que si solo os veis
los fines de semana. No tengas miedo a dar el paso, a veces puede ser
liberador.
 Aléjate si es necesario. Ligado con el anterior punto, hay veces que tienes que
poner espacio y tiempo de por medio, aunque sea tu familia. Si recibes un
maltrato constante, ya sea físico o psicológico, no tienes por qué aguantarlo. Al
final, si has probado todas las técnicas posibles y has procurado arreglar las
cosas sin que funcionen, lo último que queda es alejarte y ver menos a tu familia
o no volverla a ver, según el caso. Suena muy duro, pero tienes que mirar por tu
bienestar, que es fundamental para tu vida. La autoestima pasa por no tolerar
una agresión reiterada y para eso tienes que tomar las medidas oportunas.
 Rompe con los estereotipos culturales. Culturalmente crecemos asimilando
que nuestros padres son la máxima autoridad, y que la familia es lo más
importante y tenemos que estar ahí pase lo que pase. Sí que es cierto que
puede llegar a ser un pilar muy importante, pero tus padres por el hecho de
serlo no les da derecho a maltratarte, ni tú por ser su hijo/a tienes porqué
aguantar ciertas cosas. Está muy mal visto dar la espalda algún familiar o
contradecirle, pero igual que hemos evolucionado y cambiado muchos
estereotipos hemos de avanzar en este aspecto, porque, ¿no es peor darte la
espalda a ti mismo/a?
 Pide ayuda profesional si te sientes estancado/a. Si ya lo has intentado todo
y ves que te sobrepasa, no te culpabilices, es normal. Encontrarse en un estado
de tristeza que te impida llegar a donde quieres, o que te encuentres
bloqueado/a sin saber qué hacer es natural. En estos casos cuando ya hemos
tratado de mejorar por nuestra cuenta y no hemos visto resultados, lo más
adecuado es pedir ayuda externa y consultar a un/a psicólogo/a profesional que
nos acompañe y nos ayude a fortalecer las herramientas que tengamos a
nuestro alcance. Al contrario de lo que pueda parecer, ir a terapia es de
valientes porque estás decidiendo afrontar aquello que te está impidiendo
avanzar para buscarle una solución.
 Elimina el resentimiento. Una de las cosas que más ayuda a trascender el
dolor, es aceptar que tu familia seguramente lo ha hecho lo mejor que ha
sabido, con el conocimiento que disponía en ese momento. Normalmente todos
somos “víctimas” generacionales. Si te pones a estudiar la historia familiar de
tus padres tóxicos, seguramente verás que ellos crecieron en ambientes
disfuncionales y posiblemente sus padres y sus abuelos también, adoptando
generación tras generación los mismos patrones a partir de lo que vivieron. Lo
más probable es que actúen de ese modo porque no sepan hacerlo de otra
manera. No hay que justificarles o excusarles, simplemente entender de dónde
viene todo.
 Comprensión. También hay padres que simplemente están “enfermos”, puede
que sea una enfermedad mental diagnosticada o no, pero hay personas que
nacen condicionados por su genética y son incapaces de actuar de un modo
saludable. En ese caso, no les podemos culpar por eso, ya que no está en sus
manos. Es entenderlo todo para comprender y es algo que te ayudará a curar
algunas heridas, sin olvidar que hay que seguir protegiéndose de ello.

Cuando has crecido en una familia disfuncional, es habitual no saber cómo actuar
correctamente porque te han faltado los cimientos para construir una base emocional
estable. Eso no quiere decir que estés “roto/a” y que sea imposible volver a
reconstruirte a ti o tu vida. Al contrario, las personas más bellas a veces han pasado
por mucho, y eso las ha hecho muy fuertes, preparadas y resilientes, extrayendo unos
grandes aprendizajes sobre sus vidas. Incluso, hay muchas historias, de gente que
han sufrido abusos y luego han dedicado su vida a ayudar a otras personas que
estaban pasando por lo mismo, dando visibilidad al problema. Proporcionando algo
muy bonito al mundo, sanando así su dolor y aportándole un sentido a este.
En conclusión, crecer en un ambiente tóxico es una adversidad que puede ser una
oportunidad de crecimiento y de auto-superación. No es una tarea sencilla que se
consiga de la noche a la mañana, pero se puede trabajar con constancia y tomando
conciencia de todo lo vivido y de cómo sigues repitiendo la misma historia. Está claro
que la familia biológica no se elige, las parejas y amistades las podemos romper y
sustituir por otras, pero los padres no. Lo que sí se puede hacer, es escoger cómo te
comportas hacia ellos, mejorar la relación a base de trabajar tu autoestima, aprender a
marcar límites necesarios, y comunicándote adecuadamente. También puedes decidir
si quieres quedarte o no, incluso puedes escoger formar tu propia familia, con
amistades y personas afines a ti. Aunque no sea una tarea fácil y se puedan encontrar
muchas piedras y altibajos en el camino, en tus manos está decidir cambiar tu historia
familiar en el presente y empezar a sanar tu vida.
HERRAMIENTA CLAVE EN LA PREVENCION
DEL SUICIDIO

LA COMUNICACIÓN

La comunicación humana.
La comunicación es un proceso innato en el hombre, una necesidad básica, para la
que venimos determinados biológicamente.
El niño desde que nace se está comunicando a través de diferentes códigos.
La comunicación es un acto de relación humana en el que dos o más participantes
intercambian un mensaje mediante un lenguaje o forma de expresión. Este proceso es
interactivo y social.
Los elementos que coexisten en la comunicación son:

LA COMUNICACIÓN HUMANA NOS PERMITE:


 Conocer el mundo que nos rodea.
 Organizar nuestro pensamiento.
 Expresar nuestros sentimientos e ideas.
 Comprender los sentimientos e ideas de los demás.

Para comprender la importancia de la comunicación en las relaciones humanas, es


necesario tener en cuenta que:

 La comunicación se da en un contexto.
 Es un proceso en el que se da la siguiente interacción: tiene efectos en el que
comunica y en el que recibe e interpreta.
 De esta forma, tiene influencia sobre la otra persona.
 Se comunica con la conducta y con la ausencia de esta también hay
comunicación.
El sistema de comunicación específicamente humano es el lenguaje. La lengua
materna es un sistema de signos adquiridos con propósitos de comunicación, a través
del cual los individuos de una comunidad se interrelacionan; es adquirida por el niño en
contacto con la generación que le precede en un contexto sociocultural particular.

LA EXPRESIÓN Y LA COMUNICACIÓN
La expresión y la comunicación son fenómenos estrechamente vinculados, se
producen de manera simultánea normalmente. Expresión, según el Diccionario de uso
del español de América y España es la «representación con palabras, o con otros
signos externos, de un pensamiento, una idea, un sentimiento, etc.». Pero la expresión
no se convierte de manera inmediata en comunicación. Podríamos decir que la
expresión consiste en exteriorizar, mediante palabras u otros sistemas, una idea, un
pensamiento, sentimiento o emoción que es percibido por otros dándose entonces el
fenómeno de la comunicación.

La comunicación, por tanto, implica establecer una correspondencia entre dos


hablantes: un transmisor y un receptor.

EL LENGUAJE EN LA VIDA HUMANA.


El lenguaje en la vida humana está fuertemente ligado a la expresión de nuestros
pensamientos. Con frecuencia se identifica pensamiento con lenguaje. Existen una
serie de ideas previas sobre esta relación:

 El pensamiento se apoya constantemente en el lenguaje.


 Los humanos tenemos la capacidad especial para el lenguaje interno, que
también nos proporciona la capacidad para reflexionar y meditar.

Comunicamos nuestros pensamientos gracias al lenguaje.


 El pensamiento se nutre gracias al conocimiento del entorno.
 Pensamos en las cosas porque las conocemos, porque les ponemos
nombre, el lenguaje genera pensamiento.

El lenguaje es antes un acto social que una manifestación de la actividad simbólica. El


espacio en el que aparece la actividad representativa son los momentos compartidos
entre niño y madre. Los ritmos regulares en estas actividades favorecen la capacidad
de anticipación del niño y el desarrollo de competencias comunicativas afectivas y
sociales y, más tarde, cognitivas y afectivas.
Los procesos de comunicación son signo de interacciones mediadas por lo menos
entre dos agentes que comparten un repertorio de signos y reglas semióticas.
Comunicación se define comúnmente como "la impartición o intercambio de ideas,
opiniones o información de palabra, por escrito, o de signos". Aunque no hay tal cosa
como la comunicación unidireccional, la comunicación puede ser percibida más como
un proceso bidireccional en el que hay un intercambio y la progresión de
pensamientos, sentimientos o ideas (de energía) hacia una meta común aceptada o
dirección.
AXIOMAS
Un axioma es una verdad evidente, algo que no requiere demostración, sobre la cual
se construye y sustenta un cuerpo de conocimientos.
La palabra proviene del griego αξιωμα, que significa “lo que parece justo”.
En el campo de la comunicación humana, en el cual las claves intercambiadas emanan
directamente del cuerpo (movimientos, gestos, posturas), el habla (verbalizaciones), la
voz (tono, volumen, tempo, etc.) y el contexto inmediato (situación física, social,
cultural, etc.), distinguimos cinco axiomas fundamentales, centrados en la dimensión
interpersonal de la comunicación.

AXIMOA 1. LA IMPOSIBILIDAD DE NO COMUNICAR


Este axioma se deriva necesariamente de una propiedad básica del comportamiento;
esto es, no hay algo que sea lo contrario de comportamiento, no existe el no
comportamiento y, por lo tanto, es imposible no comportarse. Moverse o permanecer
quieto, hablar o guardar silencio, sonreír o mostrarse indiferente, presentarse o
retirarse en una situación, etc., todos constituyen comportamientos. Si se acepta que
todo comportamiento en una situación de interacción tiene un valor comunicativo,
entonces no se puede dejar de comunicar, aun cuando se intente.
LA COMUNICACIÓN TIENE EFECTOS PRAGMÁTICOS EN EL
COMPORTAMIENTO DE QUIENES SE COMUNICAN.
En una situación interpersonal todo comportamiento influye sobre los demás, les
comunica algún mensaje y éstos no pueden dejar de responder a tales mensajes
comportándose y comunicando a su vez. En el caso de un viaje en metro, por ejemplo,
la mayoría de las personas muestran o una mirada perdida, fija en algún punto
(generalmente, el piso) o inquieta, que recorre un sinnúmero de puntos sin detenerse
en ninguno. Además, no hablan y permanecen en una postura rígida, ensimismados,
hasta que deben bajarse. Aparentemente no se están comportando o comunicando
algo; sin embargo, su comportamiento tiene valor comunicativo que podría
parafrasearse como “voy en mi volada”, “no deseo hablar con nadie” o “no quiero que
me hablen”. El efecto pragmático de esta comunicación implica que los demás
respondan, precisamente, dejando tranquilo a su vecino. En el caso de una fiesta, el
comportamiento de estas personas será totalmente distinto y conllevará un mensaje
tipo “deseo hablar/ligar con alguien” o “quiero que me hablen, que me pesquen”. Esto
nos devela que existen también índices comunicativos inherentes al contexto
físico y social que provocan efectos pragmáticos en las personas. El comportamiento
de éstas varía, también, según se hallen en el metro, en una fiesta, una conferencia o
un dormitorio.

La comunicación, además, tiene lugar sea o no intencional. La intencionalidad no es un


prerrequisito de la comunicación. Hay situaciones donde existe una falta absoluta de
intencionalidad en la comunicación, pero desde la perspectiva del “receptor” éste es
afectado pragmáticamente. Por ejemplo, en el caso de alguien que entra a una
habitación llorando sin saber que hay una persona en la habitación de al lado. La
segunda persona se verá afectada por el comportamiento de la primera, pudiendo
permanecer callada para no molestar, abandonar la pieza, ir a consolarla, etc., pese a
que la primera persona no tuvo intención alguna de comunicarle a él su pesar.

En síntesis, toda conducta en una situación de interacción tiene un valor de mensaje


(es comunicación)
Cualquier comunicación implica un compromiso y define el modo en que el emisor
concibe su relación con el receptor.

AXIOMA 2. NIVELES DE CONTENIDO Y RELACIONES DE LA COMUNICACIÓN


Una comunicación no sólo trasmite información sino que al mismo tiempo impone
conductas. Siguiendo al antropólogo estadounidense Gregory Bateson (1904-80),
estas dos operaciones se conocen como los aspectos conativos y referenciales.
El aspecto referencial de un mensaje trasmite información (sinónimo de contenido del
mensaje). Trasmite datos de la comunicación.

El aspecto conativo se refiere a qué tipo de mensaje debe entenderse que es. Cómo
debe entenderse la comunicación en la relación entre los comunicantes.

Puede que el mensaje tenga el mismo contenido (información), pero que definan
relaciones distintas (distintas formas de decir las cosas) Por ejemplo, cuando Diego le
preguntó a Pilar por las llaves del auto, ella le respondió: “las llaves están sobre la
mesa” (aspecto referencial o de contenido) El hecho de decirle dónde estaban las
llaves fue amistoso (aspecto conativo o relacional)

La relación puede expresarse en forma no verbal y puede entenderse claramente a


partir del contexto en el que tiene lugar.

Toda comunicación tiene un aspecto de contenido y un aspecto relacional, tales que el


segundo clasifica al primero y es, por ende, una "matecomunicación".

AXIOMA 3. LA PUNTUACIÓN DE LA SECUENCIA DE HECHOS


Esta característica básica de la comunicación se refiere al intercambio de mensajes
entre comunicantes. Quienes participan en la interacción necesariamente puntúan la
secuencia de hechos arbitrariamente. María explica su problema de alcoholismo como
una defensa contra las constantes ausencias de su marido que experimenta como
abandono; Pablo, por su parte, aduce que se aleja debido al alcoholismo de ella. Esta
secuencia circular de comportamientos que se retroalimentan es organizada arbitraria
y unilateralmente por cada participante, de tal manera que los hechos aparecen como
causas o efectos según quien los perciba: “tomo alcohol (efecto) porque tú me tienes
abandonada (causa)” y “te abandono (efecto) porque te alcoholizas (causa)”

La puntuación organiza los hechos de la conducta y resulta vital para las interacciones
en marcha.
La falta de acuerdo con respecto a la manera de puntuar la secuencia de hechos es la
causa de incontables conflictos en las relaciones (ejemplo esposo-esposa)
AXIOMA 4. COMUNICACIÓN DIGITAL Y ANÁLOGA
En la comunicación humana es posible referirse a los objetos de dos maneras
totalmente distintas: se los puede representar por un símil como un dibujo (mediante
una semejanza autoexplicativa) o mediante un nombre (palabra) y, son equivalentes a
los conceptos de la computadoras puesto que resulta obvio que la relación entre el
nombre y la cosa nombrada está arbitrariamente establecida.

Comunicación análoga: todo lo que sea comunicación no-verbal (postura – proxemia–,


gestos, expresión facial –kinesia–, la inflexión de la voz, el ritmo – paralingüística–).

El hombre es el único organismo que utilizó tanto la comunicación análoga como


digital.
Comunicación digital: el habla, el lenguaje. Aquí, los objetos o eventos son
expresados mediante un conjunto de signos arbitrarios que no guardan
necesariamente una semejanza estructural con dicho objeto o evento. Por ejemplo, no
existe nada particularmente similar a una mesa en la palabra “mesa”.

Toda comunicación tiene un aspecto de contenido y un aspecto relacional, ambos


modos no sólo existen lado a lado, sino que se complementan entre sí en cada
mensaje.

El aspecto relativo al contenido se trasmite en forma digital, mientras que el relativo a


la relación es de naturaleza analógica.

Diferencias: el material del mensaje digital es de mucha mayor complejidad,


versatilidad y abstracción que el material analógico, en este último no hay equivalentes
para elementos de vital importancia para el discurso como "si luego", "o....o", etc. la
expresión de conceptos abstractos resulta imposible como la escritura primitiva, donde
cada concepto puede representarse por medio de una similitud física.

Además, en el mensaje analógico suele ser ambiguo y tener varios significados (llanto
de alegría, de tristeza), y no posee indicadores de presente, pasado o futuro que
existen en la comunicación digital.
Los seres humanos se comunican de las dos formas. El lenguaje digital cuenta con
una sintaxis lógica sumamente compleja y poderosa pero carece de una semántica
adecuada en el campo de la relación mientras que el analógico posee la semántica
pero no una sintaxis adecuada para la definición inequívoca de la naturaleza de las
relaciones.
5. INTERACCIÓN SIMÉTRICA Y COMPLEMENTARIA

Son relaciones basadas en:


a) la igualdad, los participantes intercambian el mismo tipo de
comportamiento, así su interacción puede denominarse simétrica. Tanto uno como el
otro puede, indistintamente, tomar decisiones, criticar y comentar la conducta del otro,
dar consejos y proponer alternativas, etc. Este tipo de relación es frecuente entre
compañeros de curso, de trabajo, amigos, hermanos, etc.;
b) la diferencia, los participantes intercambian diferentes tipos de comportamientos, la
conducta de uno complementa la del otro y recibe el nombre de complementaria.

En una relación complementaria hay dos posiciones distintas:


 posición superior o primaria, mientras que el otro ocupa la posición
inferior o secundaria.

Este tipo de relación es frecuente entre padre e hijo, jefe y subalterno, médico y
paciente, etc.
COMUNICACIÓN INTRAFAMILIAR

La familia es el grupo humano primario de la sociedad, único y particular. A decir de P.


L Castro., “…es el grupo humano en el que las personas viven, allí surgen importantes
motivaciones psicológicas y las realizan en diversas actividades.

Tanto para los hijos como para los padres, el hogar es el grupo más cercano, en el que
se identifica y desarrolla un fuete sentimiento de pertenencia, y donde enfrentan y
tratan de resolver los problemas de la vida cotidiana en estrecha convivencia”. (Castro,
2005, p.38)

Al abordar esta concepción, es evidente el papel de la familia en la formación y


desarrollo de la personalidad de su descendencia, su rol de mediadora entre el
individuo y la sociedad para el alcance de la identidad personal, de la convivencia, de
la realización de actividades, a través de la comunicación, como elemento vital en la
transmisión del afecto, la seguridad, la protección, la intimidad. Por ello, la familia viene
a ser como la primera escuela donde aprendemos a comunicarnos.
La forma en que se aprenda a comunicarse en la familia de origen influirá mucho en la
comunicación con los demás. De ahí que constituya el primer espacio de socialización
del individuo. La comunicación es considerada además como la interacción de los
seres humanos en su actividad cotidiana, es decir, el intercambio de información, de
significaciones, valoraciones. Por tanto, es el proceso en el cual los hombres actúan
significativamente, recurriendo a los sistemas de señales e intercambios propios del
grupo social en el cual desarrollan su vida diaria.

La comunicación constituye el proceso básico que define el modo de existencia de la


familia. Siendo la familia un grupo humano, el intercambio mediatizado por el lenguaje
y los sentimientos es parte de su misma esencia. Mediante ella, la familia logra influir
en los otros, trasmite información y brinda afecto, protección, seguridad y cuidado. Se
experimenta la solidaridad y el apoyo de los demás miembros familiares en las
aspiraciones y planes futuros, se encuentra además el espacio para el intercambio, la
aprobación de criterios u opiniones personales. La bidireccionalidad de la
comunicación, constituye una de sus características básicas.

La comunicación, por tanto, no debe considerarse como una simple transmisión de


información de una persona a otra, sino que es un proceso básicamente interactivo o
bidireccional. En dicho proceso comunicativo hay inicialmente un emisor o fuente que
elabora y lanza un mensaje y un receptor que inicialmente recibe ese mensaje, si
embargo, de modo inmediato se desliga una transmisión en dirección inversa, dado
que el receptor, tan pronto como recibe el mensaje, se convierte inevitablemente en
emisor, bien sea por vía verbal o no verbal, bien sea con sus palabras o con sus
silencio, produciéndose no una línea sino un círculo comunicativo. Esta reciprocidad
inherente a la comunicación hace que se de un reajuste del mensaje emitido, o del
siguiente, como consecuencia de la información recibida, a su vez por el emisor.

Se refiere entonces a retroalimentación del proceso que puede ser positivo o negativo.
Así el hijo que responde despóticamente a los regaños de su padre, modera su tono al
ver que este frunce el ceño.

En el ámbito familiar la comunicación entre los miembros no puede analizarse de modo


puntual y aislado, pues las interacciones entre sus miembros son continuas, y
recurrentes, lo que permite encontrar estilos e interacciones estables. Si la
comunicación es positiva, la familia tiende a la funcionalidad, si se instalan estilos
negativos la familia tiende al conflicto y las crisis permanentes.

Es evidente que, ante esta realidad, no escapa la situación en que se encuentran


muchos de los jóvenes que, durante su proceso formativo como profesional de la
educación, se les presentan serios conflictos comunicativos desde el interior de sus
familias, donde la influencia ejercida, lejos de contribuir al buen desarrollo de su
formación como educador profesional, obstaculizan de manera directa o indirecta el
modelo y perfil planteado por la sociedad. Algunos teóricos de la comunicación parten
de la premisa que la no comunicación resulta imposible, pues ni el silencio o la evasión
dejan de ser comunicación, ya que emiten de manera indirecta un mensaje evidente.
La comunicación no verbal, va adquiriendo sentido en función del contexto, de las
experiencias previas. Por eso una pareja que lleva muchos años juntos, o los padres y
los hijos en ocasiones no necesitan hablar para enterarse de lo que está sucediendo,
en tanto los gestos, miradas, son expresiones comunicativas. Esta necesaria amplitud
de la concepción de la comunicación, unida a su carácter bidimensional, constituye un
punto clave para entender la comunicación en la familia.

COMUNICACIÓN ASERTIVA

La Comunicación Asertiva es una herramienta de la comunicación que favorece la


comunicación eficaz entre interlocutores. Al ponerla en práctica estamos fomentando el
respeto por uno mismo y respetamos a los demás. Las técnicas de comunicación
asertiva son herramientas que se pueden aplicar tanto en nuestra vida profesional
como personal. En este sentido, conocer qué características la fundamentan y qué
recursos podemos usar en nuestro favor, nos darán resultados favorables en cada una
de las interacciones que hagamos.

QUÉ ES LA COMUNICACIÓN ASERTIVA


La comunicación es básicamente la forma en la que se transmite un mensaje entre un
emisor y un receptor, pero cuando hablamos de Comunicación Asertiva o Asertividad,
incluimos la actitud de esa comunicación, ya que es la forma en la que una persona
expresa sus opiniones desde el respeto hacia el otro, de una forma clara y pausada.

CARACTERÍSTICAS DE LA COMUNICACIÓN ASERTIVA


La comunicación asertiva es un estilo de comunicación con un inmenso impacto tanto
en las relaciones emocionales, como en las relaciones profesionales y laborales, a
continuación, os presentamos seis características fundamentales para tener una
comunicación asertiva efectiva:

1. Cuando miramos a nuestro interlocutor estamos mostrando interés y, esta


actitud aumenta sustancialmente la confianza y cercanía.
2. Tener una postura corporal abierta, ya que nuestra comunicación no verbal
demuestra interés y sinceridad.
3. Observar nuestros gestos y aprender a controlarlos, ya que los gestos
adecuados nos ayudan a dar énfasis a los mensajes que deseamos reforzar.
4. Fijarnos en nuestros niveles de voz, ya que al modularla de una manera
adecuada somos más convincentes.
5. Analizar cuánto tiempo escuchamos y cuanto tiempo somos escuchados para
aumentar la receptividad y el impacto.
6. Identificar cuánto, cómo, cuando y donde intervenimos, además observar la
calidad de nuestras intervenciones en las conversaciones.

COMUNICACIÓN ASERTIVA A NIVEL VERBAL, NO VERBAL Y PARAVERBAL


Dentro del estilo asertivo podemos encontrar varias características a nivel verbal, no
verbal y paraverbal. Así, el manejo de la comunicación asertiva en el lenguaje verbal
utiliza la primera persona para referirse a sentimientos, opiniones propias y otras
fórmulas para expresar ideas de colaboración.

Comunicación asertiva en la conducta no verbal


 En este estilo, la conducta no verbal que adoptemos va a influir mucho en la
forma en la que la otra persona va a recibir la información.
 Para ello, es muy importante mantener el contacto visual directo con el otro,
tener una postura erguida y no mostrarnos tensos.
 Mostrar seguridad con nuestro cuerpo a la vez que damos el mensaje y no
parecer agresivos facilitará que consigamos que la otra persona nos dé toda su
atención y acepte la información.

Comunicación asertiva en la conducta verbal


Para que nuestra comunicación verbal sea coherente con nuestra comunicación no
verbal es importante analizar las siguientes recomendaciones:
1. Cuando estemos en una conversación evitar cruzar los brazos, procurar estar
en una posición de apertura.
2. No interpretar los gestos o movimientos de nuestro interlocutor, es preferible
que indaguemos antes de suponer.
3. Observar nuestro tono de voz; si este es coherente con el mensaje.
4. Mantener el contacto visual de una manera muy sutil, mientras escuchamos y
mientras hablamos, esto denota interés y fortalece las relaciones, ya que
demuestra empatía.
Comunicación asertiva en la conducta paraverbal
Entre las características de las conductas paraverbales recomendables que se deben
usar en nuestro mensaje son; un tono de voz calmada y constante, respetar los
silencios y tener un ritmo constante durante todo el proceso.
Una de las cosas que puede señalar falta de seguridad e incluso nerviosismo es no
respetar los silencios que durante la comunicación deben aparecer. No dejar de hablar,
mostrarnos incómodos si hay un silencio, y ejecutar con rapidez, hará que el receptor
pueda dudar de la realidad que le intentamos mostrar.

CONDUCTAS QUE AYUDAN A LA COMUNICACIÓN ACTIVA Y EMPÁTICA


Escuchar de forma activa, implica captar la totalidad del mensaje de nuestro
interlocutor e interpretarlo desde el punto de vista de este, es decir, ponernos en su
lugar. Esto no quiere decir que tengamos que estar de acuerdo o compartir su opinión.
Así, la Asertividad, como habilidad comunicativa, facilita el saber decir “no” a nuestro
interlocutor ante los mensajes en lo que no estemos de acuerdo sin crear un conflicto.

 Respuestas mínimas
Basta una palabra para mostrar al interlocutor que se tiene interés en la conversación y
nos gustaría que continuase.

Así, expresiones como “Mmm…, Sí”, se denominan respuestas mínimas y deben ser
utilizadas con frecuencia, sobre todo en aquellas personas que se expresan poco.

 Reflejo de los sentimientos


Para indicar interés y atención resulta imprescindible reflejar los sentimientos que ha
expresado la persona. A veces, las personas describen solamente acciones y a través
de ellas debemos identificar sentimientos para reformular el diálogo.

Ejemplo: “Me siento cansado, es la tercera vez que llamo”, en vez de prestar atención
al hecho de la dificultad del contacto que se describe en sus palabras, hay que
responder con palabras que indiquen la comprensión de sentimientos: “Por lo que me
dice, se encuentra usted disgustado”.
 Solicitud de aclaraciones
Pedir aclaraciones, ayuda a identificar y comprender el significado de las palabras, a la
vez que indica al interlocutor que se está tratando de comprender su punto de vista.

 Repetición de palabras o frases claves


En ocasiones también es útil repetir palabras o frases claves que ha utilizado la
persona, en particular si ha expresado varias cuestiones a la vez, siendo útil captar la
frase clave, lo que ayuda a conservar la conversación sobre los asuntos que
preocupan al cliente.

Ejemplo: “No quiero cambiar, al final esto tarda mucho y en estos momentos necesito
tiempo y no puedo entretenerme con estas cosas, que al final sale caro”.

En este caso sería útil captar la frase clave “necesito tiempo” que nos facilita
información sobre la necesidad real del cliente y su mayor preocupación.

 Preguntas o afirmaciones con respuesta abierta


Lo que propicia la oportunidad de continuar la conversación. Si se desea obtener más
información sobre un tema específico suele ser útil repetir la frase clave dándole a la
persona oportunidad para comentar más.

Así, en el ejemplo anterior se podría decir “Dice que su problema es que no tiene
tiempo” (repitiendo la frase clave).

También resulta útil un comentario o una pregunta abierta “me iba a decir que…” o “¿le
gustaría comentarme algo más sobre ello?”.

La comunicación asertiva nos permite poder entablar una conversación desde un


punto de vista colaborativo, donde el otro no se siente un simple receptor de
información, sino que también tiene opinión, y esta es respetada.
SUICIDIO. ¿CUÁLES SON LOS FACTORES DE
RIESGO?

ADOLESCENCIA
El temperamento, la familia y su entorno juegan un papel importante.

Uno de los mitos existentes sobre las personas que hablan de suicidarse, y aquellos
que realmente lo intentan, es que se trata simplemente de una llamada de atención o
de una petición de ayuda.
Los niños que hablan o escriben acerca de matarse no son tomados en serio y se les
considera excesivamente melodramáticos: ¡obviamente no lo dicen en serio! Pero no
debemos nunca ignorar una amenaza de suicidio, incluso cuando provenga de una
niña que ha amenazado con suicidarse ya tantas veces que estamos tentados a dejar
de tomarla en serio.
Es importante responder seria y cuidadosamente a dichas amenazas y a otras señales
de advertencia. Estas no significan que un niño vaya a intentar suicidarse. Pero es una
posibilidad que no se puede descartar.

Cuando se reflexiona sobre este tema, resulta útil conocer los factores que hacen que
los más jóvenes sean más o menos propensos a considerar o intentar suicidarse.

¿Qué sabemos de los jóvenes que intentan quitarse la vida, o de aquellos que
finalmente mueren por suicidio? Analicemos los factores de riesgo (aquellos que
aumentan las probabilidades de que un niño manifieste conductas suicidas) y los
factores protectores, es decir, aquellos que reducen el riesgo.

Si un niño tiene muchos factores de riesgo y apenas factores protectores, es razón


suficiente para preocuparse sumamente por él. Por otro lado, si tiene una cantidad
razonable de factores de riesgo pero tiene muchos factores protectores, puede
preocuparse algo menos, aunque aún así, por supuesto, debe seguir preocupándose
por él.

Algunos factores de riesgo:


 Una pérdida reciente o seria. Esto puede incluir la muerte de un miembro de la
familia, un amigo o una mascota. Los niños pueden sentir que la separación o el
divorcio de los padres, o una ruptura con el novio o la novia es como una
profunda pérdida, además de la pérdida del empleo de uno de los padres, o que
la familia pierda su casa.
 Un trastorno psiquiátrico, particularmente un trastorno del estado de ánimo,
como la depresión, o un trastorno relacionado con estrés.
 Intentos de suicidio anteriores aumentan el riesgo para otro intento de
suicidio.
 Trastorno de consumo de alcohol y otras sustancias, así como también
involucrarse en muchos problemas, tener problemas disciplinarios, involucrarse
en comportamientos de alto riesgo.
 Tener dificultades con su orientación sexual en un ambiente que no sea
respetuoso o que no acepte dicha orientación. El problema no es si el niño es
homosexual o la niña es lesbiana, sino si tiene dificultades en un entorno que no
le apoya.
 Un historial familiar de suicidio es algo que puede ser realmente significativo
y preocupante, como lo es también un historial de violencia doméstica, abuso o
negligencia infantil.
 La falta de apoyo social. Un niño que no siente el apoyo de un adulto
importante en su vida, así como también de sus amistades, puede aislarse tanto
que el suicidio le puede parecer la única salida a sus problemas.
 Acoso. Sabemos que ser víctima de acoso es un factor de riesgo, pero también
hay cierta evidencia de que niños que son acosadores pueden tener un riesgo
más alto de comportamiento suicida.
 Tener acceso a productos y/o artículos letales, como armas de fuego y
pastillas.
El estigma asociado a pedir ayuda. Una de las cosas que sabemos es que mientras
más desesperadas y desamparadas las personas se sienten, tienen más probabilidad
de elegir hacerse daño a ellos mismos y terminar con su vida. También si ellos sienten
mucha culpa o vergüenza, o si ellos se sienten que no valen nada o si tienen baja
autoestima.
Barreras para acceder a servicios: Dificultades para recibir servicios que necesitan de
verdad incluyen la falta de proveedores de servicio bilingües, medios de transporte no
confiables, y el costo financiero de los servicios.
Las creencias culturales y religiosas de que el suicidio es una manera noble para
resolver un dilema personal.

¿Y qué de los factores protectores? ¿Qué cosas pueden mitigar el riesgo de


involucrarse en comportamiento suicida?
Aquí hay algunos factores protectores claves:
 Buenas habilidades para resolver problemas. Los niños que son capaces de
ver un problema y buscar maneras efectivas de manejarlo, y la capacidad de
resolver conflictos de manera no violenta, tienen un riesgo menor.
 Conexiones fuertes. Mientras más fuertes son las conexiones que los niños
tienen con sus familias, con sus amigos, y con las personas en la comunidad,
tienen menor probabilidad de hacerse daño a ellos mismos. En parte, eso es
porque se sienten queridos y apoyados, y en parte porque tienen personas a
quienes acudir cuando están teniendo dificultades y se sienten realmente
atrapados.
 Acceso restringido a productos y/o artículos letales, como armas de fuego y
pastillas.
 Creencias culturales y religiosas bajo las cuales el suicidio está mal visto y
se apoya la auto-preservación.
 Acceso relativamente fácil a intervención clínica apropiada, ya sea a
psicoterapia, terapia individual, grupal, familiar, o medicamento si es indicado.
 Atención efectiva para trastornos mentales, físicos y del uso de
sustancias. Buena atención de la salud mental y la salud general tiene que ver
con mantener relaciones continuadas y hacer que los niños se sientan
conectados a profesionales que los atienden y están disponibles a ellos.

Las señales de alerta que se deben tener pendientes incluyen cambios en la


personalidad o del comportamiento que pueden no estar obviamente relacionados con
el suicidio.
Cuando un adolescente se pone triste, más introvertido, más irritable, ansioso,
cansado, o apático; las cosas que antes les parecían divertidas ya no lo son, entonces
usted debe preocuparse.
Cambios en los hábitos de sueño o hábitos alimenticios, también pueden ser indicios.

Actuar de manera errática o temeraria es también una señal de alerta. Si un


adolescente comienza a tomar malas decisiones, o si comienza a hacer cosas que son
dañinas para sí mismo o para otras personas, como acoso o peleas, puede ser una
señal de que está perdiendo el control.

ADULTOS
Con respecto a los adultos, según datos de la Organización Mundial de la Salud
(OMS), las personas menores de 45 años representan, en la actualidad, más de la
mitad de los suicidios que ocurren en un año. En el año 2000, el suicidio se había
convertido en una de las tres causas principales de muerte entre adultos y jóvenes. Tal
y como se recoge en este documento, la depresión y los intentos de suicidio previo son
factores de riesgo importantes en este sector de la población.

De manera diferenciada, las mujeres parecen mostrar mayor propensión al suicidio con
respecto a los hombres, cuando atraviesan por problemas graves en sus relaciones
con otras personas. Para las mujeres, el estrés familiar o la violencia cumplen un papel
importante en la decisión de un intento de suicidio.

Para el caso de las mujeres, algunos de los factores de riesgo más comúnmente
reseñados por las investigaciones son los siguientes:
 un historial previo de depresión u otro trastorno de salud mental,
 el abuso de sustancias tóxicas,
 el padecimiento de abuso sexual o físico
 la presencia de trastornos de estrés postraumático,
 un historial familiar de trastornos mentales y de suicidio,
 entornos familiares problemáticos y aislamiento social.
Recomendamos que los profesionales de atención primaria tengan en cuenta estos
factores para prevenir situaciones que puedan llevar a una mujer a cometer un
suicidio.

ANSIANOS
Con respecto a los ancianos, algunas investigaciones señalan que el suicidio en
personas mayores se encuentra estrechamente relacionado con la depresión, el
dolor físico o la enfermedad, con el aislamiento social y familiar, la desesperanza
y la culpa.
Otros estudios estiman que, a pesar de que entre un 10% y un 20% de las personas
mayores pueden estar padeciendo una depresión, tan sólo una pequeña proporción es
diagnosticada adecuadamente o incluso, no es evaluada. Según datos aportados por
la OMS, la mayoría de las personas ancianas que se suicidaron no habían tenido
contacto con los servicios psiquiátricos para personas mayores con el fin de atender
sus estados emocionales.

Según el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos (DHSS), a


parte de una mayor prevalencia de la depresión en ancianos con respecto a los
jóvenes, el asilamiento social y el padecimiento de enfermedades físicas aparece entre
los factores de riesgo más comunes para este sector de la población.
Los errores en el diagnóstico de la depresión en las personas mayores, también puede
ser un factor de riesgo importante. En muchas ocasiones, la depresión se diagnostica
erróneamente como deterioro cognitivo, a pesar de las evidencia de un posible
trastorno del estado del ánimo. Estos datos apuntan a que la atención principal para la
prevención del suicidio en personas mayores debe centrarse en las mejoras del
reconocimiento, tratamiento y mejora de la depresión en este rango de edad.

Como se puede apreciar, la relación entre trastornos de salud mental y más


concretamente, la depresión, con la conducta suicida es un asunto de suma
importancia que debe ser atendido de forma inmediata. Es por este y otros motivos
que este año la OMS ha querido sensibilizar en el Día Mundial de la Salud Mental con
el lema Sensibilizar y reducir los riesgos de la enfermedad mental y el suicidio.
Recomendaciones de actuación en atención primaria según el nivel de riesgo de
suicidio

Riesgo Acciones

– Ofrecer apoyo
– Trabajar la comunicación de sentimientos e ideación suicida
Bajo (presencia de
– Centrarse en los aspectos positivos de la persona y hablar sobre las
ideación suicida,
habilidades de resolución de problemas llevados a cabo en el pasado
sin planificación)
– Derivación a salud mental
– Seguimiento regular

– Ofrecer apoyo, trabajar la comunicación de ideación y planificación suicida


y centrarse en los aspectos positivos de las habilidades de solución de
problemas de la persona
Medio (ideación y – Explorar alternativas al suicidio
planificación – Pactar un contrato “no suicidio” (conseguir que la persona prometa no
suicida, pero no llevar a cabo el suicidio):
inmediata) • sin contactar previamente con personal sanitario
• por un periodo específico de tiempo
– Derivación a salud mental
– Contactar con la familia y allegados

Alto (plan definido


– Acompañamiento
e inmediato
– Hable tranquilamente con la persona y aleje los medios de suicidio
y medios para
– Haga un contrato de “no suicidio”
llevarlo
– Derivación inmediata del paciente a un centro sanitario
a cabo)

Fuente: Modificado de OMS 15

Evaluación de la conducta suicida en atención primaria


Tras un intento de suicidio deberán valorarse, en primer lugar, las condiciones físicas
del paciente y decidir sobre la necesidad de derivación a un centro hospitalario para el
tratamiento de sus lesiones.
Si la derivación por este motivo no fuera necesaria, será preciso evaluar la capacidad
mental, la existencia de enfermedades mentales graves, el estado de ánimo y realizar
una valoración psicosocial que incluya la evaluación de necesidades (identificación de
factores de riesgo psicológicos y del entorno que puedan explicar dicho intento) y del
riesgo de futuros episodios (identificación de una serie de factores predictores de la
conducta suicida).

Es importante realizar entrevistas tranquilas y abiertas en un lugar apropiado,


caracterizadas por un nivel adecuado de privacidad y empatía, que faciliten la
expresión de la intencionalidad suicida. En caso de episodios repetidos no se deberá
minimizar el riesgo.

Los puntos más importantes a evaluar serían los siguientes:


 Características del intento: peligrosidad objetiva y percibida por el paciente,
objetivo de la conducta, planificación, posibilidad de rescate, deseos de morir,
apoyos externos, actitud post-intento.
 Intentos autolíticos previos.
 Evaluación de factores sociodemográficos.
 Trastornos mentales asociados.
 Antecedentes familiares (intentos de suicidio y/o suicidios consumados en la
familia, trastornos mentales familiares).

Pueden ser sugestivos de riesgo inminente de suicidio la persistencia o aumento de


intensidad de la ideación o plan suicida sobre todo en el ultimo mes o último año y que
en el momento de la evaluación el paciente presente agitación, violencia, distrés o
incomunicación activa (negativismo).
FIN de la Capacitación
i

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