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Auxiliar Psicosocial en
PREVENCION DE
SUICIDIO.
CLASE 2 – ASPECTOS RELACIONADOS CON
EL GENERO
SINTESIS
Origen
El concepto género se origina hace ya más de tres décadas en la antropología. Desde
entonces ha sido utilizado en sus más variantes formas, convirtiéndose a veces en un
término laxo, susceptible de ser absorbido y moldeado según los intereses de quien lo
utilizara.
GENERO: Ha sufrido innumerables modificaciones y hoy el uso del término puede
hallarse en las formas más contradictorias. Las confusiones semánticas y
conceptuales que se han generado a partir de las diversas formas de aplicación de
esta categoría han generado, de acuerdo a Marta Lamas (2007), una crisis
interdisciplinaria en torno al verdadero significado del género. En la actualidad se
puede ver al género tanto como un atributo de los individuos, como una relación
interpersonal o como un modo de organización social (Lamas, 2007).
El término género implica una construcción cultural e histórica, y su significado remite,
en la disciplina que la origina, a “la simbolización que los seres humanos hacen
tomando como referencia la diferente sexuación de sus cuerpos” (Lamas, 2007, p
10), simbolización que distingue lo que es “propio” de los hombres (lo masculino) de lo
“propio” de las mujeres (lo femenino), admitiendo que los seres humanos nacen en una
sociedad que tiene un discurso previo sobre los hombres y las mujeres, que los hace
ocupar un lugar social (Lamas, 2007). Partiendo de la diferencia anatómica entre
hombre y mujer, el término se distingue de sexo (remitiendo éste último a la anatomía
sexual) y refiere las disposiciones construidas culturalmente que son vistas como
naturales.
Otra conceptualización fue la ofrecida por Joan Scott (1999), historiadora que investigó
al género como categoría útil para el análisis histórico, la cual sostiene que el género
“es un efecto constitutivo de las relaciones sociales, basadas en las diferencias que
distinguen los sexos, y (…) es una forma primaria de relaciones significantes de poder”
(Scott, 1999, p 17), denotando las construcciones culturales y la creación totalmente
social de ideas sobre los roles apropiados para mujeres y hombres. Es una forma de
referirse a los orígenes exclusivamente sociales de las identidades subjetivas de
hombres y mujeres. Según esta autora, el género comprende cuatro elementos
interrelacionados; éstos son: símbolos culturales, conceptos normativos, nociones
políticas y la identidad subjetiva” (Scott, 1999 p 17).
Tras una revisión acerca de los múltiples usos del término, se ha llegado a la
conclusión de que éste se ha convertido en un especie de comodín epistemológico que
da cuenta tautológicamente de lo que ocurre entre los sexos de la especie humana.
(Hawkesworth, citado en Lamas, 2007).
Evolución
El término ha transitado diversos lugares desde su acepción. En los 70, se habló del
“sistema sexo/ género” (siendo su principal propulsora Gayle Rubin) como “el
conjunto de arreglos mediante el cual la cruda materia del sexo y la procreación
es moldeada por la intervención social y la simbolización” (Rubin, 1975, p 97). En
los 80’s se definió al género como una pauta clara de expectativas y creencias sociales
que moldea la organización de la vida colectiva y que produce la desigualdad respecto
a la forma en la que las personas valoran y responden a las ac- ciones de los hombres
y las mujeres. Esta pauta hace que las mujeres y los hombres sean los soportes de un
sistema de reglamentaciones, prohibiciones y opresiones recíprocas, marcadas y
sancionadas por el orden simbólico. Al sostenimiento de tal orden simbólico
contribuyen por igual ambos sexos/géneros, reproduciéndose y reproduciéndolo, con
roles, tareas y numerosas prácticas que cambian según el lugar o el tiempo [en que se
lleven a cabo]. (Lamas, 2007, p 7)
En los 90’s se disipa la vertiente dominante, en un contexto general donde se asume
que los seres humanos resultan de una producción histórica y cultural; ya no existe, a
nivel científico y en especial en las ciencias sociales, el fanatismo por los dualismos y
los antagonismos (Kimmel, 1997); ya que se ha instaurado la noción de complejidad; el
eje pasa a replantearse la cuestión, donde se pregunta cómo se producen y sostienen
dichas prácticas, cómo han cambiado y como se da la interacción entre el proceso de
simbolización y las diferencias biológicas en dicha producción.
Más allá de las limitaciones y posibles controversias que puedan hallarse en torno al
concepto - su uso cual fetiche académico en numerosas disciplinas, sus eternas
revisiones y reducciones - el término buscó en su inicio y aún hoy, referirse a aquella
simbolización que se realiza a partir de las diferencias sexuales anatómicas, que por
un proceso de construccionismo histórico social, se encarna en cada hombre y mujer,
pero de manera única y particular, en función de su acontecer histórico vivencial que
tomará en cada persona un matiz único.
El género implica una serie de características asociadas a los masculino y lo femenino
que se encarnan de múltiples formas en cada sujeto. No obstante, desde el inicio de la
vida, la socialización y la crianza, el aprendizaje del rol que correspondiere a su género
asignado, dan lugar a pautas, expectativas y estereotipos que en mayor o menor
medida, pero siempre presente, atraviesan al sujeto en su acontecer.
Antes de atender la temática del rol de género realizaremos una breve mención de las
teorías psicológicas del género.
ROLES DE GÉNERO
El papel o rol de género está formado con el conjunto de normas y prescripciones que
dicta la sociedad y la cultura sobre el comportamiento femenino o masculino. Aunque
hay variaciones de acuerdo a la cultura, a la clase social, al grupo étnico y hasta el
nivel generacional de las personas, se puede sostener una división básica que
corresponde a la división sexual del trabajo más primitiva; las mujeres tienen a los hijos
y por lo tanto los cuidan: ergo, lo femenino es lo maternal, lo doméstico, contrapuesto
con lo masculino y lo público. La dicotomía masculino-femenino(…) establece
estereotipos que condicionan los roles, limitando las potencialidades humanas de las
personas al potenciar o reprimir los comportamientos si son adecuados al género. La
existencia de distinciones socialmente aceptadas entre hombres y mujeres es
justamente lo que da fuerza y coherencia a la identidad de género (Lamas, 1986, p
188).
ESTEREOTIPOS DE GÉNERO
En el mundo occidental en general, el estereotipo masculino típico presenta al hombre
como dominante, independiente, competitivo, confiado y seguro en sí mismo, auto
afirmativo, acometedor y lógico; y a las mujeres como sometidas, dependientes,
emotivas, conformistas, tiernas y maternales. Estos estereotipos han perdurado a
través de las décadas. (Skrypenek y Snyder, citado en Vander Zanden, 1986). Una
posi- ble causa de esta persistencia es que a la hora de interactuar hombres y mujeres
utilizan guías un tanto estereotipadas para la interacción mutua, limitando en forma
recíproca sus conductas de manera tal que todas sus conductas se adecuen a las
respuestas sexuales convencionales. Ambos están atravesados (hasta atrapados en)
por un sistema simbólico que orienta su ser en el mundo, pero que ellos mismos
reproducen y mantienen de manera sutil y permanente.
Los estereotipos pueden tener mayor o menos claridad respecto a lo que se espera;
por lo general, en las sociedades occidentales hay una mayor definición de lo
esperado para los hombres que para las mujeres. Esto podría estar directamente
vinculado con el par actividad / pasividad que suele adjudicarse al hombre y la mujer,
respectivamente. Vander Zanden menciona algunos estudios que dejan entrever
cuáles son las expectativas entorno a los hombres: existen 3 expectativas
predominantes, todas vinculadas con el “deber ser”: cómo deben vivir (activos,
valientes, aventureros, ambiciosos, independientes, competitivos, dinámicos,
orientados a la acción), cómo deben manejarse con los demás (dominantes,
autoafirmativos, acometidos y demostrar poder) y cómo deben manejar sus emociones
(Cicone y Ruble
1978, citado en Vander Zanden, 1986). Este último aspecto es el más relevante desde
el punto de vista de salud mental. Se espera que sean equilibrados y controlados,
manifestado una actitud realista, y a veces hasta distante y fría.
Cualquier muestra de ternura o emocionalidad suelen ser interpretados como un signo
de debilidad o incluso como un rasgo femenino. Las mujeres suelen ser vistas como
irracionales, emocionales, exageradas y cercanas a la naturaleza. Es de esperar que a
la hora de comunicar su malestar subjetivo y hasta buscar ayuda profesional o
contactarse con personal de salud mental haya una trazada diferencia entre ambos.
(Mind Information Factsheet, 2008). Estos estereotipos, tanto femeninos como
masculinos, son esenciales al momento de estimar factores de riesgo específicos para
cada género.
Estas definiciones más o menos claras respecto a las expectativas se desprenden de
las nociones de masculinidad y feminidad existentes.
TRAVESTISMO
El travestismo fue un término acuñado por Hirschfeld en 1905, entendido como una
variante intersexual que podía darse con diferentes prácticas sexuales. Este autor se
ocupó de separar travestismo de homosexualidad, ambas dos como una variante de la
norma heterosexual. Una definición más abarcativa y moderna es la provista por
Vander Zanden, quien entiende que “el travestismo es el impulso avasallador a
personificar el sexo opuesto y vestirse con la indumentaria que lo caracteriza. La
sexualidad psíquica en este caso es ambigua, pero a diferencia de los transexuales, no
sienten que su pene o sus pechos sean un error. La orientación sexual suele ser
heterosexual en este caso.” (Vander Zanden, 1994, p 584).
LA HOMOSEXUALIDAD
La homosexualidad implica tener una respuesta erótica frente a individuos de igual
anatomía sexual. En este caso concuerda su anatomía con su identidad sexual
psíquica, aunque prefieren compañeros sexuales de su mismo sexo. Hay que distinguir
entre la identidad sexual psíquica de una persona de la elección de un objeto sexual.
La homosexualidad ha sido concebida durante mucho tiempo como una alteración.
Hasta 1974 la Asociación Psiquiátrica Norteamericana la consideró una afección o
trastorno mental; ejemplo de la evaluación social de esta tendencia. Sin embargo, ha
habido una cada vez mayor tolerancia e inclusión para con estos grupos. No obstante,
aún hoy siguen siendo muchas veces objeto de críticas o le son impuestos diversos
obstáculos que dificultan su bienestar.
SUICIDIO
FACTORES DE RIESGO ESPECÍFICOS PARA CADA GÉNERO
Se ha realizado un extenso estudio en Dinamarca (Qin, 2000) respecto a los factores
de riesgo particulares de cada género en relación al suicidio, aunque los resultados no
fueron tan concluyentes como se esperaba. Según este estudio, algunas variables
tienen el mismo impacto en el riesgo para hombres y mujeres; como ser soltero, vivir
en áreas urbanas, haber abusado de sustancias y, el factor más importante, haber sido
paciente psiquiátrico en algún momento de su vida. Otros factores, como desempleo,
ingreso, dinero, tener hijos pequeños y demostraron tener diferentes efectos en
suicidios de hombres y mujeres. Se halló, asimismo, un factor protector para las
mujeres, no así para los hombres: el tener a su cargo y cuidado un niño pequeño,
menor de dos años reducía el riesgo de cometer suicidio en las mujeres
La idea de suicidarse
Se entiende por suicidio todo acto u omisión de este realizado voluntariamente con el
propósito de dejar de existir, es decir, de quitarse la vida. Generalmente la persona
que decide suicidarse tiende a estar pasando por un período de profundo sufrimiento
vital en diferentes aspectos importantes de su vida, sin poder hacerle frente y estando
en un estado de desesperación en el que la única salida que pueden ver es la muerte.
La vivencia de un trauma profundo, el diagnóstico de una enfermedad incurable, el
acoso de otras personas o la desesperación y sensación de total ausencia de control
sobre la propia vida son algunos de los múltiples aspectos que pueden precipitar en
algunas personas el intento de matarse. Si bien mediante este tipo de actos se busca
la muerte, en su mayoría las personas que los llevan a cabo no buscan el fallecimiento
en sí sino la liberación y el cese del sufrimiento que algo les causa.
A nivel orgánico suele relacionarse la conducta suicida con un bajo nivel de serotonina
en el sistema nervioso. Existen factores de riesgo importantes tales como la presencia
de psicopatología (el trastorno bipolar, seguido de las adicciones, la depresión, la
esquizofrenia y el trastorno límite de la personalidad son algunos de los más
vinculados a intentos de suicidio), el sexo (si bien la ideación es más frecuente en
mujeres, los hombres tienden a llevar a cabo el acto suicida en una mayor proporción
de casos) y la edad, la impulsividad y la desesperación, la presencia o conocimiento
de otros suicidios en el entorno cercano o la existencia de estresores persistentes y a
los que no se puede confrontar debido a la inexistencia de suficientes recursos.
3. Como huida
La mayor parte de suicidios tienen como objetivo real el cese del sufrimiento y no la
muerte en sí. El deceso es visto como la única alternativa al sufrimiento que causa un
elemento concreto de la realidad (por ejemplo el acoso o las deudas), motivo por el
cual el sujeto decide disponer de su propia vida. Generalmente se da de forma
impulsiva y sin grandes planificaciones previas.
4. Finalista
Este tipo de suicidio suele estar dirigido a conseguir un objetivo determinado diferente
a la muerte o a la huida. Tiende a no buscarse la propia muerte sino a fingir o
aparentar dicha búsqueda con el fin de conseguir algún tipo de beneficio. Ejemplos de
ello son el de grito de ayuda antes mencionado o el de venganza, aunque también
puede perseguir beneficios de tipo económico como el hecho de que otros cobren
seguros de vida.
5. Por venganza
El suicidio por venganza o de tipo paranoide es un tipo de suicidio el cual se realiza
con el propósito de provocar daños a otras personas, con el fin de hacer sentir
culpabilidad y/o sufrimiento a alguien concreto.
6. De balance
Se considera como tal el suicidio llevado a cabo por personas que, en ausencia de
psicopatología y tras un prolongado periodo de tiempo intentando hacer frente a una
situación conflictiva y dolorosa, deciden tras hacer un balance que continuar viviendo
no supone ningún tipo de ganancia ni para ellos mismos ni para el entorno. Suele
observarse en casos de ancianos y personas con limitaciones serias.
7. Blandas
Se trata de formas de suicidio que en principio no causan traumas evidentes y que
tienden a causar adormecimiento y poco dolor. Una de las principales formas de
suicidio con métodos blandos es la ingestión de cantidades masivas de fármacos,
como los barbitúricos. La persona suele tener un papel más pasivo en su propia
muerte, esperando los efectos de su acción.
Asimismo suponen una mayor probabilidad de arrepentimiento y salvación, y en
muchos casos los efectos pueden ser revertidos antes de que causen el fallecimiento.
8. Duras
Dentro de esta clasificación se incorporan métodos que implican una mayor brutalidad,
tales como el suicidio mediante el uso de armas (sean blancas o de fuego),
electrocutarse, arrojarse al vacío o el ahorcamiento. Tienden a suponer una mayor
probabilidad de muerte que las blandas y revestir cierta brutalidad.
En comparación con las formas blandas de suicidio, es mucho más probable que
causen algún tipo de sufrimiento. También suelen ser métodos que suponen una
actuación directa del individuo a la hora de provocar su propia muerte.
9. Extrañas
Este tipo de suicidios suelen provocar un elevado nivel de sufrimiento antes de
producir la muerte, revistiendo cierta crueldad hacia uno mismo. Suelen ser llevadas a
cabo en situaciones de psicopatología, especialmente psicótica. Ejemplos de ello
serían la ingesta de sustancias corrosivas o cortantes, ahogarse a sí mismo o prácticas
autocaníbales.
10. Enmascaradas
Se trata de muertes que son provocados por la propia persona de una manera tal que
pueden confundirse con muertes naturales o con homicidios. Suelen perseguir una
intencionalidad concreta, como el cobro de seguros de vida por parte de allegados o
inculpar a alguien de la propia muerte.
12. Altruista
Se trata de la muerte autoinfligida que se produce por un exceso de integración grupal,
viendo la propia muerte como un sacrificio realizado en beneficio al grupo. Se valora
más al grupo que al propio individuo.
13. Anómico
El suicidio anómico es el suicidio que llevan a cabo aquellas personas que tienen una
regulación social insuficiente. La sociedad cambiante e inestable hace que no se
tengan referentes, modificando los valores del individuo y pudiendo provocar una
pérdida de la identidad.
14. Fatalista
Al contrario que el anterior, el suicidio fatalista es visto como aquel llevado a cabo por
individuos sometidos a un control y regulación social excesivos, sintiéndose opresión e
impotencia que pueden llevar a buscar la muerte como huida de tal situación.
Según el resultado
Intentar quitarse la vida puede terminar generando diferentes resultados, según si el
intento tiene o no éxito.
18. Autoagresión no suicida
En este caso no estamos ante un verdadero intento de suicidio. El sujeto se
autolesiona por diferentes motivos pero sin que dicha acción suponga un riesgo real
para su vida o bien sin que la autolesión pretenda este hecho. En ocasiones puede
llegar a provocar la muerte.
El individuo da muerte primero a los demás, los cuales son generalmente familiares
cercanos como hijos, pareja o familia, y posteriormente se quita la vida. Este tipo de
situaciones suelen darse en entornos familiares en las que la persona que quiere
suicidarse considera que quienes deja atrás van a sufrir en gran medida o no podrán
sobrevivir sin ella.
Comportamiento Suicida
TPL
Aunque no todas las personas con este trastorno presentan ideación suicida, en un
porcentaje muy alto el síntoma "estrella" son las conductas suicidas y/o
autodestructivas.
Si además tenemos en cuenta otros problemas que suelen cursar de forma paralela,
como el abuso de sustancias, los problemas cognitivos en momentos de estrés y la
escasa tolerancia a la frustración y/o la crítica (que suele estar relacionada tanto con
la impulsividad y escaso manejo de las emociones como con la baja autoestima que
caracteriza a muchas de estas personas), tenemos un cóctel de buenos motivos para
pensar en estas personas como sujetos especialmente vulnerables al suicidio.
Para la persona con TLP muchos comportamientos destructivos en realidad tienen una
función adaptativa. En ocasiones actúan de esa forma por la impulsividad que
caracteriza a muchas de estas personas, en otras como castigo hacia ellos mismos por
haber fallado o "ser malos", en otras como forma de sentir alivio o "sentir dolor por algo
visible o real", para tener "control sobre su dolor" , y en otras porque es lo que llevan
haciendo durante años y acaba siendo una forma de vida, una forma de hacer frente a
las situaciones de alto contenido emocional. Además, en numerosas ocasiones suelen
recibir respuestas que refuerzan esta conducta por parte de sus allegados. De esta
forma, aprenden que la acción tiene una respuesta de atención, preocupación y
acercamiento por parte de sus seres queridos.
La actitud "c" (desafío) puede provocar nuevas lesiones o una crisis suicida inmediata
y
la actitud "d" (retarlo) puede hacer que la persona sea especialmente cauta a la hora
de planificar el suicidio para evitar que alguien lo impida y a la vez, al conseguirlo,
demuestre que sus intentos de suicidio no eran llamadas de atención (a veces movida
por el rencor y la venganza).
La mayoría de los pacientes que atiendo en consulta y que han intentado poner fin a
sus vidas comenta que lo que en realidad quería era dejar de sufrir", "que esto parase
de una vez", "poder descansar", "dejar de hacer sufrir a mis seres queridos", "dejar de
molestar", "no sentir tanto", etc., pero no querían dejar de vivir.
Simplemente no tenían recursos para hacer frente al sufrimiento que sentían en ese
momento o no veían otra salida.
Es cierto que a veces su forma de hablar de la muerte puede resultar fría, como si
estuviesen hablando del tiempo, pero, al contrario de lo que pueda parecer, es un
momento especialmente peligroso en estos casos.
Es como si haber tomado la decisión de poner fin a su vida y pensar que así van a
dejar de sufrir les produjera una sensación de alivio y de calma.
Las reacciones después de un intento de suicidio frustrado pueden oscilar entre pedir
perdón a sus seres queridos e intentar luchar por una mejoría, enfadarse porque no les
han dejado morir en paz o entristecerse enormemente porque "ni siquiera eso pueden
hacer bien".
Estos eventos pueden facilitar que algunos adolescentes cursen con síntomas
depresivos o conductas suicidas por la inhabilidad de enfrentar cambios biológicos y
psicosociales que ocurren durante este período crucial del desarrollo. También, los
adolescentes pueden utilizar conductas desadaptativas aprendidas para dirigir su
inconformidad asociada a sus rápidas experiencias de cambios.
Factores individuales
Comportamiento Suicida
El suicidio, según la psicóloga Wendy Alba, “es, muchas veces, la expresión más
extrema de la depresión”.
En ocasiones, las personas se quitan la vida de manera impulsiva fruto de una crisis
que no saben manejar (la muerte de un ser querido, el fin de una relación, la pérdida
de trabajo, las deudas...).
Pero ¿qué pasa por la mente de una persona para que llegue a vencer un instinto tan
fuerte como el de supervivencia?
Cada año se producen en el mundo alrededor de 800,000 suicidios. Gran parte de
ellos es resultado de una depresión severa.
La persona con este trastorno mental experimenta aislamiento y falta de sentido de
pertenencia.
Además, piensa que no le importa a nadie, que es una carga e incluso que los demás
estarían mejor sin ella.
“Cuando sufres depresión tienes una visión distorsionada”, explica al respecto el
neuropsicólogo Alejandro Maríñez.
“Es un factor de riesgo porque estás exponiendo a la población a naturalizar algo que
es trágico y representa una importante disfunción”, afirmaría Alba.
Reconoce, sin embargo, que en la actualidad este factor de riesgo es muy difícil de
controlar porque, debido a la proliferación de los teléfonos inteligentes y las redes
sociales, “todo el mundo se cree reportero”.
Por otro lado, Maríñez recuerda que cuando hay acceso a armas existe un mayor
riesgo de concretar el suicidio. A las personas con trastornos de salud mental no solo
debe dárseles el seguimiento apropiado; restringir que accedan a métodos de suicidio
es una medida sencilla, pero efectiva de velar por sus vidas.
TRABAJO EN CLASE
- En grupos de trabajo analizo y respondo. CASO 31 - RICARDO
CASO 31:
Soy Preventor en Suicidio y autolesión, hace unos meses, acudió a mí un hombre de
30 años, con residencia en la Ciudad de Los Charrúas -Dto Concordia – Entre Rios.
El motivo de la consulta fue para que le asesorara de un problema que para él “ya no
encuentra solución” y que tiene un hijo de 12 años que estaba sufriendo mucho, y que
teme porque cometa algún error que no se pueda solucionar ya.
Tras la preocupación de Ricardo, exprese mi atención a su problema.
Recuerdo que, en mi primera impresión sobre él, observe cierta actitud
desesperanzadora, hombros bajos, como comúnmente se describiría “un pollito
mojado”
sus respuestas, tenían connotaciones derrotistas, desesperanzadas con cierta culpa:
“Desde que me dejó mi ex pareja, no puedo más, todo me sale
Sumado a esto, algunas frases recurrentes de su oratoria: “Soy una carga para mi
familia”, “No puedo soportarlo más”.
A pesar de que siempre hay que estar atento, sea cual sea el problema, se me
activaron todas las alarmas. Rápidamente, procedí a identificar los factores de riesgo,
de protección, y a evaluar el riesgo actual de suicidio. Después de accionar sobre un
Marco Conceptual Operativo, y enunciando las primaras preguntas que pondrían en
contexto la situación de vida del sujeto, realice las preguntas concisas:
Describo:
YO: - ¿Cómo piensa resolver su situación/ o la situación que me ha
descrito?, ¿ha pensado en suicidarse?
RICARDO: : “Soy una carga para mi familia” HE PENSADO EN SUICIDARME!!
La respuesta de Roberto fue muy directa. “Si”
YO: Me ha comentado que no duerme mucho, cuando está sin poder
dormir ¿en qué piensa?
RICARDO: “En como ponerle fin a toda esta situación”
Al responder de forma tan contundente, pasé a valorar la intensidad y frecuencia de
dichos pensamientos suicidas.
YO: ¿Cree que ha agotado todas las posibilidades y nada podrá ayudarle?
RICARDO: No creo que no. Me cuesta hablarlo con mis verdaderos amigos.
YO: ¿Está convencido que su sufrimiento es insoportable y nunca
terminará?
RICARDO: Es que ella no quiere saber más de mí. Y temo ser juzgado por mi
hijo.
YO: ¿Con cuál de ellos tiene mejor relación? ¿le ha hablado de sus
problemas?
RICARDO: Primero lo podría hablar con mi amigo.
Nuestra familia es la primera toma de contacto que tenemos con una organización
social. Es un factor externo que, sin duda, de un modo u otro, nos influirá, aunque no
nos llegue a determinar.
Nadie puede elegir en qué familia nace, en qué país va a venir al mundo, la situación
económica en la que se encontrarán los miembros de su hogar, ni las circunstancias
personales que les rodean. Sin embargo, a raíz del tipo de vínculo que se establece
entre los padres o cuidadores con los hijos, desde bien pequeños empezamos a
integrar un modelo de relación concreto.
Hay un componente genético que nos condiciona y se expresará en mayor o menor
medida según el ambiente, es decir, que en base a los lazos y las experiencias
emocionales que tengamos con nuestros padres, iremos desarrollando un tipo de
carácter y personalidad determinados, manifestándose ambos, a lo largo de nuestra
vida, en diversos contextos.
En cambio, en las familias “tóxicas”, pasa todo lo contrario. Los niños evolucionan
con graves carencias afectivas, ya que les faltará un buen referente en el que
apoyarse. Sentirán que no son lo suficiente para ser queridos, creyendo que si se
equivocan en algo será catastrófico y, por lo tanto, mostrarán una gran inestabilidad
emocional, inseguridades, y desarrollarán una baja autoestima. Estas consecuencias
se verán especialmente reflejadas en la vida adulta, en las relaciones que construyan y
en su manera de desenvolverse en la sociedad.
Si bien es cierto que existen hijos, hermanos, cuñados, abuelos, sobrinos y hasta
nosotros mismos… “tóxicos”, como principales causantes del malestar, es un tema que
vamos a dejar para otro día, centrándonos unilateralmente en
padres/tutores/cuidadores con conductas poco saludables, ya que es algo muy común.
De todos modos, las pautas de actuación, mayoritariamente, podrían servir para todos
los casos.
Cuando has crecido en una familia disfuncional, es habitual no saber cómo actuar
correctamente porque te han faltado los cimientos para construir una base emocional
estable. Eso no quiere decir que estés “roto/a” y que sea imposible volver a
reconstruirte a ti o tu vida. Al contrario, las personas más bellas a veces han pasado
por mucho, y eso las ha hecho muy fuertes, preparadas y resilientes, extrayendo unos
grandes aprendizajes sobre sus vidas. Incluso, hay muchas historias, de gente que
han sufrido abusos y luego han dedicado su vida a ayudar a otras personas que
estaban pasando por lo mismo, dando visibilidad al problema. Proporcionando algo
muy bonito al mundo, sanando así su dolor y aportándole un sentido a este.
En conclusión, crecer en un ambiente tóxico es una adversidad que puede ser una
oportunidad de crecimiento y de auto-superación. No es una tarea sencilla que se
consiga de la noche a la mañana, pero se puede trabajar con constancia y tomando
conciencia de todo lo vivido y de cómo sigues repitiendo la misma historia. Está claro
que la familia biológica no se elige, las parejas y amistades las podemos romper y
sustituir por otras, pero los padres no. Lo que sí se puede hacer, es escoger cómo te
comportas hacia ellos, mejorar la relación a base de trabajar tu autoestima, aprender a
marcar límites necesarios, y comunicándote adecuadamente. También puedes decidir
si quieres quedarte o no, incluso puedes escoger formar tu propia familia, con
amistades y personas afines a ti. Aunque no sea una tarea fácil y se puedan encontrar
muchas piedras y altibajos en el camino, en tus manos está decidir cambiar tu historia
familiar en el presente y empezar a sanar tu vida.
HERRAMIENTA CLAVE EN LA PREVENCION
DEL SUICIDIO
LA COMUNICACIÓN
La comunicación humana.
La comunicación es un proceso innato en el hombre, una necesidad básica, para la
que venimos determinados biológicamente.
El niño desde que nace se está comunicando a través de diferentes códigos.
La comunicación es un acto de relación humana en el que dos o más participantes
intercambian un mensaje mediante un lenguaje o forma de expresión. Este proceso es
interactivo y social.
Los elementos que coexisten en la comunicación son:
La comunicación se da en un contexto.
Es un proceso en el que se da la siguiente interacción: tiene efectos en el que
comunica y en el que recibe e interpreta.
De esta forma, tiene influencia sobre la otra persona.
Se comunica con la conducta y con la ausencia de esta también hay
comunicación.
El sistema de comunicación específicamente humano es el lenguaje. La lengua
materna es un sistema de signos adquiridos con propósitos de comunicación, a través
del cual los individuos de una comunidad se interrelacionan; es adquirida por el niño en
contacto con la generación que le precede en un contexto sociocultural particular.
LA EXPRESIÓN Y LA COMUNICACIÓN
La expresión y la comunicación son fenómenos estrechamente vinculados, se
producen de manera simultánea normalmente. Expresión, según el Diccionario de uso
del español de América y España es la «representación con palabras, o con otros
signos externos, de un pensamiento, una idea, un sentimiento, etc.». Pero la expresión
no se convierte de manera inmediata en comunicación. Podríamos decir que la
expresión consiste en exteriorizar, mediante palabras u otros sistemas, una idea, un
pensamiento, sentimiento o emoción que es percibido por otros dándose entonces el
fenómeno de la comunicación.
El aspecto conativo se refiere a qué tipo de mensaje debe entenderse que es. Cómo
debe entenderse la comunicación en la relación entre los comunicantes.
Puede que el mensaje tenga el mismo contenido (información), pero que definan
relaciones distintas (distintas formas de decir las cosas) Por ejemplo, cuando Diego le
preguntó a Pilar por las llaves del auto, ella le respondió: “las llaves están sobre la
mesa” (aspecto referencial o de contenido) El hecho de decirle dónde estaban las
llaves fue amistoso (aspecto conativo o relacional)
La puntuación organiza los hechos de la conducta y resulta vital para las interacciones
en marcha.
La falta de acuerdo con respecto a la manera de puntuar la secuencia de hechos es la
causa de incontables conflictos en las relaciones (ejemplo esposo-esposa)
AXIOMA 4. COMUNICACIÓN DIGITAL Y ANÁLOGA
En la comunicación humana es posible referirse a los objetos de dos maneras
totalmente distintas: se los puede representar por un símil como un dibujo (mediante
una semejanza autoexplicativa) o mediante un nombre (palabra) y, son equivalentes a
los conceptos de la computadoras puesto que resulta obvio que la relación entre el
nombre y la cosa nombrada está arbitrariamente establecida.
Además, en el mensaje analógico suele ser ambiguo y tener varios significados (llanto
de alegría, de tristeza), y no posee indicadores de presente, pasado o futuro que
existen en la comunicación digital.
Los seres humanos se comunican de las dos formas. El lenguaje digital cuenta con
una sintaxis lógica sumamente compleja y poderosa pero carece de una semántica
adecuada en el campo de la relación mientras que el analógico posee la semántica
pero no una sintaxis adecuada para la definición inequívoca de la naturaleza de las
relaciones.
5. INTERACCIÓN SIMÉTRICA Y COMPLEMENTARIA
Este tipo de relación es frecuente entre padre e hijo, jefe y subalterno, médico y
paciente, etc.
COMUNICACIÓN INTRAFAMILIAR
Tanto para los hijos como para los padres, el hogar es el grupo más cercano, en el que
se identifica y desarrolla un fuete sentimiento de pertenencia, y donde enfrentan y
tratan de resolver los problemas de la vida cotidiana en estrecha convivencia”. (Castro,
2005, p.38)
Se refiere entonces a retroalimentación del proceso que puede ser positivo o negativo.
Así el hijo que responde despóticamente a los regaños de su padre, modera su tono al
ver que este frunce el ceño.
COMUNICACIÓN ASERTIVA
Respuestas mínimas
Basta una palabra para mostrar al interlocutor que se tiene interés en la conversación y
nos gustaría que continuase.
Así, expresiones como “Mmm…, Sí”, se denominan respuestas mínimas y deben ser
utilizadas con frecuencia, sobre todo en aquellas personas que se expresan poco.
Ejemplo: “Me siento cansado, es la tercera vez que llamo”, en vez de prestar atención
al hecho de la dificultad del contacto que se describe en sus palabras, hay que
responder con palabras que indiquen la comprensión de sentimientos: “Por lo que me
dice, se encuentra usted disgustado”.
Solicitud de aclaraciones
Pedir aclaraciones, ayuda a identificar y comprender el significado de las palabras, a la
vez que indica al interlocutor que se está tratando de comprender su punto de vista.
Ejemplo: “No quiero cambiar, al final esto tarda mucho y en estos momentos necesito
tiempo y no puedo entretenerme con estas cosas, que al final sale caro”.
En este caso sería útil captar la frase clave “necesito tiempo” que nos facilita
información sobre la necesidad real del cliente y su mayor preocupación.
Así, en el ejemplo anterior se podría decir “Dice que su problema es que no tiene
tiempo” (repitiendo la frase clave).
También resulta útil un comentario o una pregunta abierta “me iba a decir que…” o “¿le
gustaría comentarme algo más sobre ello?”.
ADOLESCENCIA
El temperamento, la familia y su entorno juegan un papel importante.
Uno de los mitos existentes sobre las personas que hablan de suicidarse, y aquellos
que realmente lo intentan, es que se trata simplemente de una llamada de atención o
de una petición de ayuda.
Los niños que hablan o escriben acerca de matarse no son tomados en serio y se les
considera excesivamente melodramáticos: ¡obviamente no lo dicen en serio! Pero no
debemos nunca ignorar una amenaza de suicidio, incluso cuando provenga de una
niña que ha amenazado con suicidarse ya tantas veces que estamos tentados a dejar
de tomarla en serio.
Es importante responder seria y cuidadosamente a dichas amenazas y a otras señales
de advertencia. Estas no significan que un niño vaya a intentar suicidarse. Pero es una
posibilidad que no se puede descartar.
Cuando se reflexiona sobre este tema, resulta útil conocer los factores que hacen que
los más jóvenes sean más o menos propensos a considerar o intentar suicidarse.
¿Qué sabemos de los jóvenes que intentan quitarse la vida, o de aquellos que
finalmente mueren por suicidio? Analicemos los factores de riesgo (aquellos que
aumentan las probabilidades de que un niño manifieste conductas suicidas) y los
factores protectores, es decir, aquellos que reducen el riesgo.
ADULTOS
Con respecto a los adultos, según datos de la Organización Mundial de la Salud
(OMS), las personas menores de 45 años representan, en la actualidad, más de la
mitad de los suicidios que ocurren en un año. En el año 2000, el suicidio se había
convertido en una de las tres causas principales de muerte entre adultos y jóvenes. Tal
y como se recoge en este documento, la depresión y los intentos de suicidio previo son
factores de riesgo importantes en este sector de la población.
De manera diferenciada, las mujeres parecen mostrar mayor propensión al suicidio con
respecto a los hombres, cuando atraviesan por problemas graves en sus relaciones
con otras personas. Para las mujeres, el estrés familiar o la violencia cumplen un papel
importante en la decisión de un intento de suicidio.
Para el caso de las mujeres, algunos de los factores de riesgo más comúnmente
reseñados por las investigaciones son los siguientes:
un historial previo de depresión u otro trastorno de salud mental,
el abuso de sustancias tóxicas,
el padecimiento de abuso sexual o físico
la presencia de trastornos de estrés postraumático,
un historial familiar de trastornos mentales y de suicidio,
entornos familiares problemáticos y aislamiento social.
Recomendamos que los profesionales de atención primaria tengan en cuenta estos
factores para prevenir situaciones que puedan llevar a una mujer a cometer un
suicidio.
ANSIANOS
Con respecto a los ancianos, algunas investigaciones señalan que el suicidio en
personas mayores se encuentra estrechamente relacionado con la depresión, el
dolor físico o la enfermedad, con el aislamiento social y familiar, la desesperanza
y la culpa.
Otros estudios estiman que, a pesar de que entre un 10% y un 20% de las personas
mayores pueden estar padeciendo una depresión, tan sólo una pequeña proporción es
diagnosticada adecuadamente o incluso, no es evaluada. Según datos aportados por
la OMS, la mayoría de las personas ancianas que se suicidaron no habían tenido
contacto con los servicios psiquiátricos para personas mayores con el fin de atender
sus estados emocionales.
Riesgo Acciones
– Ofrecer apoyo
– Trabajar la comunicación de sentimientos e ideación suicida
Bajo (presencia de
– Centrarse en los aspectos positivos de la persona y hablar sobre las
ideación suicida,
habilidades de resolución de problemas llevados a cabo en el pasado
sin planificación)
– Derivación a salud mental
– Seguimiento regular