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ESTUDIOS SIGÚEME 13 WOLFHART PANNENBERG

LA FE
DE LOS APOSTÓLES

EDICIONES SIGÚEME - SALAMANCA 1975


Tradujo Antonio Morey sobre el original alemán CONTENIDO
Das Glaubensbekenntnis

Cubierta: Luis de liorna

Prólogo 9
Yo creo 13
En Dios 28
El Padre, el todopoderoso, creador del cielo y de la tierra 41
Y en Jesucristo 59
Hijo unigénito de Dios, nuestro Señor 77
Concebido por el Espíritu santo, nacido de la virgen María 88
Que padeció bajo Pondo Pilato, crucificado, muerto y se-
pultado 96
Descendido a los infiernos 110
Resucitado al tercer día de entre los muertos, ascendido
a los cielos 117
Está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso y
vendrá de nuevo a juzgar a los vivos y a los muertos 138
© Wolfhart Vannenberg, 1972 Yo creo en el Espíritu santo 150
© Ediciones Sigúeme, 1974
Apartado 332 - Salamanca (España) Una, santa, católica (cristiana) iglesia. La comunión de los
ISBN 84-301-0628-6
santos 166
El perdón de los pecados 182
La resurrección de la carne y la vida perdurable 193
Printed in Spain - Depósito legal: S. 118-1975
Gráficas EUROPA. Sánchez Llevot, 1 - Salamanca, 1975
Prólogo

La explicación del credo apostólico, ofrecida aquí a


una mayor publicidad, fue expuesta varias veces desde
1965 como curso monográfico para alumnos procedentes
de todas las facultades. Su finalidad es la meditación de
algunos puntos de vista que faciliten la formación de un
juicio responsable sobre el contenido de las formulaciones
confesionales que muchos cristianos pronuncian también
hoy domingo tras domingo. Para ello fue necesario, en
primer lugar, dar las informaciones objetivas indispen-
sables sobre el sentido original de las formulaciones. El
segundo paso consistió en presentar puntos de apoyo para
comprender el modo como se presentan los mencionados
contenidos del credo en una perspectiva que tenga en
cuenta los resultados de la crítica bíblica. Finalmente, se
añadieron algunas reflexiones sobre lo que pueden sig-
nificar para el cristiano actual estos contenidos en el
contexto de los problemas y de las convicciones de la ac-
tual comprensión de la realidad.
El texto del credo, cuyos miembros figuran como te-
mas de cada uno de los capítulos o apartados, correspon-
de a la versión alemana tomada de los escritos confesio-
nales luteranos, tal como rige actualmente en muchas
iglesias luteranas. No obstante, dado que responde mejor
al sentido del texto original latino, en el artículo tercero
se habla de comunidad (Gemeinschaft y no Gemeinde)

9
de los santos y de «una iglesia santa, católica», mientras Agradezco a todos que me han animado a elaborar
que la sustitución de «católica» por «cristiana», llevada estas clases para hacerlas asequibles a un círculo mayor de
a cabo por la versión reformada, se indica en paréntesis. lectores y posibilitar su impresión. Antes que a nadie este
La catolicidad de la iglesia no debe considerarse ya, en agradecimiento se lo debo a mi esposa.
una época de movimiento ecuménico, como un mero dis-
tintivo confesional, sino que debe ser considerada de nue- WOLFHART PANNENBERG
vo como algo fundamental en la iglesia, sobre todo dado
que en ella se fundamenta también la apertura de las Munich, enero de 1972.
comunidades cristianas a toda la humanidad por encima
de sus propios limites y fronteras. Vara la versión unita-
ria ecuménica del texto alemán del credo apostólico hu-
biera tenido que llevar a cabo algunos otros cambios, al
menos uno, por razones objetivas: la fórmula antigua
«descendido al infierno» dice más y más profundamente
que «bajado al remo de la muerte».
El lector informado constatará que he modificado
mis posiciones anteriores en algunos puntos. Quiero
mencionar expresamente una modificación de más profun-
das consecuencias: en mi libro Fundamentos de cristolo-
gía 1 presenté el rechazo de Jesús por los dirigentes ju-
díos de entonces como consecuencia de la crítica de la
ley por parte de Jesús y apoyándome en esto constataba
que, consecuentemente, la resurrección de Jesús invalida-
ba a su vez la ley, lo cual significaba {en principio) el fin
de la religión judía. Hoy siento lo que entonces se me
imponía como conclusión inevitable. Presuponía de acuer-
do con una concepción muy extendida en el protestantis-
mo alemán que religión de la ley y religión judía son
idénticas. Entretanto he aprendido a distinguir entre am-
bas. Creo ver que también para la fe judía el Dios de la
historia judía puede estar sobre la ley. Y es que sólo así
puede comprenderse la existencia de Jesús como un fenó-
meno judío. Es claro que este conocimiento posibilita una
mayor apertura para el diálogo entre cristianos y judíos,
al captar la amplia base común que abarca los opuestos
cristiano-judíos

1
Ediciones Sigúeme, Salamanca 1974.

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Yo creo

Quien en la primitiva iglesia con las palabras de la


hoy llamada profesión apostólica de fe o de sus formas
previas datadas desde el siglo segundo decía «yo creo»,
tenía ya hecha, normalmente, la instrucción preparatoria
del bautismo. Cuando el bautizando del siglo segundo a
las preguntas, ¿crees en Dios Padre todopoderoso? ¿crees
en Cristo Jesús, nuestros salvador? ¿crees en el Espí-
ritu santo, la iglesia santa y el perdón de los pecados?
respondía por tres veces «yo creo», recibía, en orden
a esta triple confesión, el bautismo en el nombre del
Dios trinitario, al cual hacen referencia las tres partes
de la profesión de fe. La forma originaria de nuestra
profesión de fe fue la profesión bautismal de la comu-
nidad romana. Al principio tuvo la forma de pregunta-
respuesta. A partir del siglo tercero era pronunciado por
el neófito de forma seguida. No debemos pensar que era
la única profesión de fe que existía en la primitiva iglesia.
Hoy día se conocen diversas fórmulas confesionales pare-
cidas entre sí, que se han de considerar como confesio-
nes bautismales de distintas comunidades locales. Tales
fórmulas nos han sido transmitidas a partir del siglo
tercero. Incluso se han conservado algunos trozos per-
tenecientes a ciertas fórmulas, los cuales son citados por
el nuevo testamento y que por tanto podemos pensar
que datan del siglo primero. La profesión romana de fe,

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Aunque hoy día no seamos plenamente conscientes
y en concreto su forma final en la actual profesión apos-
de la estrecha conexión entre bautismo y profesión de fe
tólica de fe, no constituye, pues, ni mucho menos, la
debemos recordar esta relación, pues sólo entonces po-
fórmula confesional cristiana más antigua de todas; no
es apostólica en el sentido de que fuera formulada tex- dremos caer er la cuenta del sentido y de la importancia
tualmente por los mismos discípulos de Jesús. Pero sí que de las dos palabras «yo creo». En este triple «yo creo»
pretende ser apostólica en otro sentido igualmente válido, se trata, también para el cristiano de hoy, de confiarse,
en el sentido de que constituye un resumen objetivo del de ponerse en manos de Dios el Padre, el Hijo y el
mensaje transmitido por los apóstoles. Con esta preten- Espíritu santo.
sión, la profesión bautismal de la comunidad romana ha Pero surge la cuestión: ¿puede el hombre de hoy ho-
sido reconocida y aceptada ulteriormente, al menos en nesta y sinceramente creer con esta fe? ¿no se ha con-
el ámbito de la cristiandad occidental. Carlomagno pres- vertido el Dios trinitario en una simple doctrina de la
cribió una versión ampliada del texto para los servicios antigüedad cristiana? ¿no nos resultará demasiado di-
litúrgicos dentro de todo el imperio carolingio, y poste- fícil encontrar aquí la expresión de una realidad fiel y
riormente, en el siglo noveno, esta forma del texto fue segura, a la que nos podamos entregar con plena con-
asumida también por Roma. Los reformadores reconocie- fianza? Bastante cuestionable se nos ha hecho ya el sim-
ron también la profesión apostólica como fundamento ple hablar de Dios en el presente. ¿Para qué entonces
de su fe y de este modo vino a parar, junto con las con- añadir además una tal expresión de fe con unos conteni-
fesiones de Nicea y de Atanasio, a los escritos confe- dos tan concretos y objetivos? ¿no podría ser la fe un
sionales de las iglesias reformadas. En las iglesias or- confiar en el futuro a pesar de todas las desilusiones,
todoxas del oriente la profesión apostólica no gozó del a pesar de todo lo deprimente de la vida presente, una
mismo prestigio. La confesión cristiana que goza allí de confianza que ¿e dirige a lo abierto y no a un enfrente fija-
más consideración es la del primer concilio ecuménico mente determinado? Pero ¿cómo podría una tal fe reen-
de Nicea (325), tal como fue repetida y completada por contrarse en las formulaciones de la profesión apostólica
el concilio de Constantinopla del año 381. Las confe- de fe?
siones apostólicas y de Nicea son las formulaciones de De hecho, la fe como acto vital es sinónimo de con-
la fe cristiana más ampliamente extendidas y reconoci- fianza. Y la confianza pertenece a los momentos vitales
das en la cristiandad. fundamentales y básicos de toda vida humana. Como
Bautismo, fe y profesión de fe constituyen una uni- tal momento vital se extiende más allá del ámbito de las
dad en el origen del apostolicum. El «yo creo» que se re- profesiones cristianas. Sólo la confianza le da espacio su-
pite en cada uno de los tres artículos significa que el ficiente al alma para que pueda respirar. Los hombres
que hace la profesión se confía a este Dios: al Padre, al viven cotidianamente a partir de una confianza totalizante
Hijo y al Espíritu. De este modo se vincula a él de forma que puede concretizarse como confianza en determinadas
solemne. Esto se ponía especialmente de relieve en la circunstancias, en las cuales uno se mueve, en la fide-
antigua iglesia por la triple abjuración al diablo, unida lidad de las cosas con las que uno trata y, por supuesto,
a la profesión. En orden a su profesión, el neófito pasa- en las personas con las que uno se relaciona. Incluso la
ba a manos del Dios trinitario por el bautismo apelando persona más desconfiada no puede menos de confiar. Cier-
al encargo del Jesús resucitado, que por su parte es uno tamente no siempre y en todas partes. Podrá aquí y ahora
con el Padre.
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negarse a confiar, pero no por mucho tiempo y en todas que nunca se marchitan. Hay que tener presente que nues-
circunstancias. tro corazón podemos tenerlo en un lugar muy distinto del
La confianza que necesitamos para vivir no se extiende que afirmamos u opinamos que es el más alto para nos-
únicamente a determinadas circunstancias, cosas, perso- otros. No sólo depende de nuestras opciones conscientes
nas, nos lleva a confiar, más allá de éstas, en lo indeter- dónde confiemos y dónde no. De ahí, que la respuesta a
minado. La necesidad que tenemos de esta confianza in- la pregunta, dónde depositamos en último término nues-
determinada como elemento vital se manifiesta especial- tra confianza incondicionada, nos sea velada para nosotros
mente en las horas de abatimiento, cuando carecemos del y también para los demás. Y, sin embargo, sabemos de
ambiente vivificante de dicha confianza. Y, sin embargo, nosotros mismos sólo en la medida que permanecemos
por encima de toda duda y fracaso se eleva siempre y re- conscientemente en la resolución de la confianza que es
novadamente aquella confianza que es el soporte y el portadora de nuestra vida en su totalidad.
sostén de todo hombre mientras vive. De este modo, po- La apertur? e indeterminación de esta confianza fun-
demos decir que por encima de toda confianza condi- damental tenemos que apropiárnosla conscientemente y
cionada que depositamos en las circunstancias, cosas y asumirla con decisión. Esta es la condición para que po-
personas entre las que se mueve nuestra vida, se da una damos ser nosotros mismos, para que alcancemos una
confianza incondicionada y más profunda de la que vivi- identidad en la diversidad de las situaciones en las que
mos. Ahora bien, también esta confianza incondicionada, se despliega nuestra vida. Con la ampliación y aclara-
a pesar de toda su apertura e incondicionalidad, es en ción del horizonte de su experiencia, el hombre a medi-
todo hombre una confianza en algo. Se concentra siempre da que va creciendo y madurando ha de adquirir una
en una persona o en una cosa. En los primeros tiempos conciencia clara de dónde quiere confiar y dónde no. Ta-
de la infancia esta confianza originaria y primigenia del les decisiones permanecen revisables, pero en ellas cristali-
hombre se vincula al padre y a la madre. Más tarde tiene za una nueva determinación del contenido de esta con-
que librarse de ellos, pero siendo, no obstante, la condi- fianza fundamental, que es soporte de la vida. Esto
ción fundamental de la formación de una personalidad está en conexión con el hecho de que la confianza origi-
sana. En las circunstancias normales de la vida la ma- naria e indeterminada del hombre necesita de un «enfren-
yoría de los hombres reflexiona poco sobre el fundamento te» en quien confiar. Aquí todo depende de la fidelidad
de esta confianza fundamental que constituye el soporte de aquél o aquello en que se confía. Confiar significa
de sus vidas. Normalmente no caemos en la cuenta del abandonarse, y abandonarse en un engaño atractivo o en
objeto de nuestra confianza fundamental hasta que éste una apariencia seductora es lo mismo que perderse: el fu-
no se tambalea o pone en cuestión. Es entonces, cuando turo lo pondrá de manifiesto. Por esto precisamente el
nuestra misma vida se pone en peligro, cuando caemos en profeta Isaías le dijo al rey Ajaz de Judá: si no creéis
la cuenta de lo que es el fundamento de nuestra vida. no seréis firmes (Is 7, 9). Es decir: quien no se haga
¿En dónde ponemos en última instancia nuestro co- firme en el imperturbablemente firme, carecerá de toda
razón? ¿En qué confiamos en último término? Esta es firmeza y consistencia. Pues todo, fuera del Dios eterno,
la cuestión más grave que pueda formularse un hombre. del Dios de Israel, pasa y lo que pasa no justifica una
«La fe y la confianza del corazón hace ambas cosas, a confianza última e incondicionada.
Dios y a los ídolos». Esta es una de esas frases de Lutero, La fe, pues, no puede darse sin objeto. En el acto
pertenecientes a su explicación del primer mandamiento, de confianza el hombre se abandona literalmente y se

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hace firme en la cosa o persona, sobre la que construye. y duda no se excluyen, sino que la duda es la sombra que
De este modo se hace dependiente de la fidelidad de aque- sigue por todas partes a la fe y a la confianza.
llo en que confía. De ahí que el hombre, puesto que no Aquí se pone de manifiesto que la confianza cre-
puede vivir sin confianza, esté necesitado de que se le yente no se puede separar de que el creyente tenga por
muestre el verdaderamente fiel. Para Isaías era el Dios verdadero el fundamento de su confianza, su punto de
de Israel, y para los primeros cristianos, que pronuncia- referencia. En la teología moderna se han contrapuesto
ban su triple «yo creo» a las palabras de la profesión ro- con frecuencia el acto personal de confianza y la fe como
mana de fe, el Dios cuyo Hijo había aparecido en la tierra un simple tener por verdad. Esta contraposición contiene
en Jesucristo y está presente por su Espíritu en los que un núcleo de verdad, que la fe tiene su núcleo en la
creen en él. El Dios eterno, que ha revelado su amor a los confianza y que no consiste en tener por verdadero esto o
hombres por medio de Jesucristo, les ha ofrecido el fun- aquello. Una toma de conciencia meramente teórica no e»
damento imperturbable sobre el que el hombre puede aún fe, ni tampoco la aceptación de una serie de noticias
construir incondicionalmente. discutidas, increíbles para otros como pueden serlo el
Por lo demás, hay que decir que este Dios no se nos nacimiento virginal o la ascensión de Jesús o su resurrec-
ha dado tan inequívocamente como las cosas y personas ción misma. Sólo la confianza incondicional en Jesús y en
con las que tratamos. Lo cual no es, ciertamente, un des- el Dios revelado por él puede llamarse con pleno derecho
cubrimiento moderno. Ya en el evangelio de Juan encon- fe. Pero tal confianza encierra en sí misma un tener por
tramos: «A Dios nadie lo ha visto jamás» (1, 18), y el verdad, del cual no puede separarse y sin el cual no pue-
evangelista al afirmar esto se mueve en un terreno com- de existir.
pletamente velero testamentario. Para el antiguo testa- Un análisis más detallado nos pone de manifiesto
mento, el hombre mortal perecería irremediablemente an- en seguida que la fe implica un triple tener por verdad.
te la majestad de Dios, si se encontrase con éste cara a En primer lugar se trata de los puntos de apoyo visibles
cara. en el mundo asequible a los sentidos, puntos en los que
Pero también en el ámbito de las cosas que se pue- se apoya la confianza. En la confesión apostólica son, an-
den ver, lo visible y palpable no es más que el punto de te todo, los acontecimientos de la historia de Jesús enu-
apoyo y la base de la confianza. Cuando nos abandona- merados por el segundo artículo, pero sin olvidar también
mos confiadamente a cosas o personas, bien podemos de- el mundo de la creación, al que hace referencia el primer
cir que la confianza se dirige, precisamente, a algo que artículo. En segundo lugar, basándose en tales puntos
hay en ellas, pero que aún no es visible y palpable. De de apoyo, la confianza se abandona en la realidad invi-
ahí, que en toda confianza se halle ya implicada la con- sible, verdadero objeto de la confianza y que se manifies-
vicción tle que la realidad no consiste únicamente en lo ta o da a conocer en aquellos puntos de apoyo. En la con-
que est¡í presente o es producible visible y palpablemente. fesión apostólica es la realidad de Dios, de su Hijo eleva-
En su apertura, que supera todo lo visible, la confianza do ahora a la derecha de la majestad divina y del Espíritu
cuenta siempre con una realidad aún invisible e indispo- santo, que actúa como dimensión profunda y misterio-
nible. Precisamente por esto, la confianza puede también sa en la vida de la iglesia. En tercer lugar, la confianza
ser defniudada, y también por esto, la confianza y la fe hace referencia a aquello que es esperado de la fidelidad
van siempre acompañadas de la duda y su amenaza. Fe de aquel en quien se confía. En la confesión apostólica es

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el perdón de los pecados, la resurrección de los muertos creyente confía, precisamente aquí y no en ningún otro
y la vida eterna. sitio, tiene sus motivos en el conocimiento de aquello
La confianza no puede darse en ninguna de estas en que se confía. Tal conocimiento es evidente que per-
fes relaciones sin presuponer la verdad, es decir, la fi- manecerá incompleto y provisional y por tanto expuesto
delidad de aquello en que se confía. No puede darse a la duda, puesto que se refiere en última instancia a una
confianza sin la verdad de los puntos de apoyo sobre los realidad aún invisible, por muy visibles que sean los in-
cuales se fundamenta. No puede darse sin la fidelidad de dicios en los que se apoya. Sin embargo, no es posible
la realidad invisible que se da a conocer en ellos y sobre ninguna confianza sin un juicio provisional, fundado en
la que construye. No puede tampoco darse sin esperar la tales indicios, sobre la credibilidad y fiabilidad de aque-
llegada de aquello que se espera de la inamovilidad del llo sobre lo que se construye. Cuando uno se decide a
fundamento en el que se basa el que confía. confiar sin reservas ni condiciones, ya presupone que
La vinculación de la confianza a tales condiciones de aquél {o aquello) en quien se abandona es capaz y está
verdad aparece en el credo apostólico en que la persona dispuesto a proteger toda su existencia como totalidad.
de Dios y la persona de Jesús, confesadas por el creyente, Ante la inseguridad de la vida humana y la incertidum-
son descritas más detalladamente por una serie de indica- bre sobre la eventual existencia de un sentido de la vida,
ciones aclaratorias. Así, el Dios al que se dirige la fe es y ante la necesidad de una confianza en algo, la mayor
descrito e identificado como el Padre, como todopode- parte de los hombres, a no ser que prefieran dejarse lle-
roso y como creador del mundo. El Espíritu santo no es var por la desesperación en cualquiera de sus formas,
caracterizado más detalladamente en la confesión apostó- están dispuestos a decidirse en alguna parte por una tal
lica, pero sí en el concilio Niceno. Allí se dice de él que es confianza a pesar de todas las inseguridades y dudas. Pe-
el vivificador, que ha hablado por los profetas y qu.e está ro, no obstante, son indispensables algunos puntos don-
unido estrechamente con el Padre y el Hijo. Jesucristo es de se apoye la confiabilidad de aquél sobre el que cons-
designado en la confesión apostólica Hijo unigénito de truye el que confía. Así, el creyente cristiano confía en
Dios y caracterizado por toda la serie de afirmaciones el Padre de Jesucristo porque es el creador de todas las
sobre su camino terrenal hasta la resurrección, ascensión, cosas, en Jesucristo porque ha superado la muerte y
entronización a la derecha de Dios y vuelta para el juicio otorga una comunidad con él, que transciende la misma
final. Estas determinaciones más detalladas no son sólo muerte.
indicaciones destinadas a recordarnos, más o menos pro- Aquí topamos con las verdaderas dificultades con las
visionalmente, la persona de Jesús, sin ningún peso o im- que tenemos que habérnoslas hoy día al tratar de justi-
portancia por sí mismas. Todo lo contrario, Jesús para la ficar nuestra fe según la profesión apostólica de fe y, en
confesión apostólica es la persona a la que se dirige la fe general, según la tradición cristiana. Pues los presuntos
y esto sólo por el hecho de haber sido crucificado y resu- «hechos» de los cuales se habla allí —especialmente en
citado y porque ha de venir de nuevo a juzgar a vivos y el segundo articulo, pero también respecto a la realidad
muertos. de Dios y de la creación del mundo, y en el Niceno res-
Estas explicitaciones contienen al mismo tiempo, al pecto al Espíritu como origen de toda vida— han dejado
caracterizar el objeto de la fe, la razón por la cual el cre- de ser hoy algo firme y seguro. En lugar de creer en el
yente pone su confianza en la persona de este Dios, de Dios trinitario sobre la base de la creación, de la resu-
este Jesús y de este Espíritu. La seguridad con que el rrección de Jesús y de la acción del Espíritu en la crea-

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ción y en los profetas, parece que tendríamos que poder del fundamento, en el que se apoya esta fe, y de su con-
creer en primer lugar la realidad positiva de estos su- tenido. Tampoco es salida asegurar la dudosa verdad de
puestos hechos. Sólo entonces podrían constituir puntos aquellos enunciados por la ciega decisión de creerlos.
de apoyo para una confianza en este Dios fundada en Tanto si la resolución de creer se torna en garantía de la
ellos. El que el credo apostólico resulte para muchos verdad de aquellos contenidos, sobre los que se apoya
cristianos de hoy incomprensible y, en alguna de sus la confianza en Jesucristo y en el Dios revelado en él,
formulaciones, incluso enojoso podría muy bien radicar como si la fe se hace autónoma e independiente frente a
en el hecho de que los hechos salvíficos enumerados en ellos, se viene a parar a lo mismo: la fe se fundamenta
sus artículos parecen estar en contradicción con la reali- en ambos casos en el creyente y su decisión de creer,
dad actual de la experiencia humana, por lo cual más en lugar de hacerlo en el contenido, sobre cuya fiabilidad
que como expresión o fundamento de la propia fe son podría confiar. La fe es rebajada a una obra de autorre-
experimentados como un impedimento para creer. Uno dención cuando es comprendida y exigida en este sentido,
se encuentra tentado a dejar en paz los enunciados de la es decir, como el salto de una «opción» ciega, que no
profesión de fe y retirarse al acto personal de fe, a la se ha de fundamentar más. Una fe que no está fundada
confianza en Jesús y su mensaje de amor, y al Dios anun- más allá de sí misma, a partir de aquello en lo que se
ciado por él, que es el amor. Pero para la antigua cris- abandona, queda cogida y aprisionada dentro del propio
tiandad el amor de Dios sin la resurrección de los muer- yo, incapaz de dar frutos. La realidad del Dios, en quien
tos hubiera sido una palabra vacía, y la confianza en confía la fe cristiana, no se puede tener sin los llamados
Jesús hubiera parecido un salto en el vacío, carente de «hechos», a lot que hace referencia la confesión apostó-
fundamento, si no se hubiera atenido al poder de Dios lica y por los cuales él se ha identificado como este Dios.
presente en él y revelado en su resurrección, poder que Otra cuestión es, si el credo al designar tales hechos ha
es el mismo con el que creó cielos y tierra, y con el que elegido convenientemente las características distintivas
habrá de juzgar al universo entero. Si hoy se hacen valer de la divinidad de Dios y los aspectos de la historia de
locuciones tan pálidas sobre el amor de Jesús como ex- Jesús, en los cuales se ha revelado este Dios. La respues-
presión de la fe actual, esto sólo es comprensible porque ta a esta cuestión es cosa de una profundización com-
en ello va siempre implícito lo que las brillantes expre- prensiva y crítica, al mismo tiempo, de cada uno de los
siones de la ?ntigua cristiandad proclamaron sobre la enunciados del credo. El esfuerzo por comprender y ana-
majestad divina manifestada en Jesús. lizar críticamente los enunciados del credo es el único
Es indiscutible que los enunciados del credo apostó- camino de hacer justicia a su importancia para la fe
lico se han hecho, en parte, muy incómodos para la con- cristiana y a su problemática, así como de afrontar debi-
ciencia moderna de los cristianos de hoy. Es igualmente damente las di'das e incertidumbres. El camino no será
indiscutible que algunos de estos enunciados se han he- nunca retirarse a una decisión de fe sólo aparentemente
cho hoy, de una forma u otra, terriblemente cuestiona- libre de tales dudas y siempre más o menos inmadura o
bles. Pero carece de sentido abstraer del contenido de infantil.
estos enunciados y retirarse a un acto de fe, con un con- Lo que, ciertamente, es cuestionable en principio es
tenido difuso e indeterminado, dejando en suspenso, por si el análisis de los enunciados del credo de cara a en-
tanto, la verdad de tales enunciados. Y esto carece de contrar su verdad, puede llegar a una respuesta definiti-
sentido precisamente porque en estos enunciados se trata va. ¿Quién podrá dar una respuesta definitiva a cues-

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tiones tales como si el Dios anunciado por Jesús ha crea- puede la fe respirar libremente. Por esto, es hoy más
do el universo, si Jesús ha resucitado de entre los muer- necesario que nunca que también el no teólogo se forme,
tos y resucitará a los creyentes a una vida imperecedera en la medida de lo posible, un juicio propio en las cues-
y si todo esto tiene algo que ver con el Espíritu santo? tiones de la fe
¿Quién podrá acabar, verdaderamente, con todas estas El que la fe viva de la verdad de su fundamento no
cuestiones? Nadie, con tal que, aunque lejanamente, cap- significa que esté ligada a un determinado estadio del
tase la magnitud del asunto en cuestión. Pero para quien saber. Los resultados a que conduce la investigación de
trate de cerciorarse del fundamento de su fe cristiana, la historia, en la que la fe tiene su fundamento, se re-
lo que realmente importa es tanto profundizar en las vie- nuevan continuamente, igual que el conocimiento del
jas fórmulas del credo, como el que su fondo objetivo significado de esta historia. Esto radica en la provisio-
se haga accesible, a fin de que pueda surgir la confiada nalidad de todo conocimiento humano. Sin embargo,
seguridad de que estas fórmulas no son simplemente va- a pesar de la mutabilidad de sus resultados, la fe no
cías, sino que hacen referencia a un contenido objetivo puede prescindir del cercioramiento teológico y de la in-
también accesible a nosotros, y esto aun en el caso de vestigación de la historia, de la cual ha tomado su punto
que nosotros mismos lo formularíamos de una forma dis- de partida y en la que está contenido su fundamento.
tinta. Si surge esta confiada seguridad en la objetividad La investigación de aquella historia y de la peculiaridad
de las fórmulas transmitidas en la profesión apostólica y alcance de su significado permiten conocer, a pesar de
de fe, entonces la fe ya puede fiarse de la certeza de su la condicionabilidad temporal de su forma respectiva co-
fundamento, sin que esto suponga que tal certeza pueda rrespondiente a su situación espiritual, si las fórmulas
darse alguna vez completamente libre de dudas. Enton- transmitidas de la fe están vacías o, bien, fundadas ob-
ces puede presuponer la verdad de su fundamento, aun- jetivamente, a pesar de su condicionabilidad temporal,
que no la comprenda por completo y aunque pueda obs- ofreciendo así acceso al punto de apoyo de aquella con-
curecérsele de nuevo por las dudas. Lo que tiene una fianza incondicional en la que se abandona la fe, a fin de
importancia decisiva es que el creyente nunca pierda de participar en aquel sobre el que construye. La participa-
vista que esta verdad presupuesta es dada previamente ción en el acontecimiento salvífico no se alcanza por el
a su fe; que nunca pretenda garantizarla por una opción conocimiento del objeto de la fe, sino sólo por la fe.
de fe. Y se b= de cerciorar continua y renovadamente Pues sólo en el acto de fe me abandono a mí mismo
de esta verdad presupuesta por él. Al menos, ha de po- para hacerme firme en la realidad, en la que confío. En
der tener la confianza en que tal cercioramiento es po- este acto de confianza la fe transciende también su propio
sible y en que en alguna parte se ha llevado a cabo en punto de partida, abandona igualmente la forma especial
la iglesia cristiana de un modo imparcial y sincero. Con de saber sobre su objeto, de la cual partió, y se abre a
rigor metodológico esto acontece en la teología. Sólo un conocimiento nuevo y mejor de la verdad, sobre la
donde la teología responde rectamente a este imperativo, que construye.
que es su misión, puede constituirse, a pesar de todas Las fórmulas de la profesión apostólica de fe expre-
las interpretaciones opuestas, una atmósfera de confian- san, resumidamente, el fundamento de la fe, el cual
za en el mensaje cristiano. Tal atmósfera no se da hoy. constituye también su contenido central. Y hacen esto
Y su ausencia se siente dolorosamente, pues sólo en una con el lenguaje de su tiempo, lenguaje que ya no puede
atmósfera dominada por la confianza en su fundamento ser, en todos aspectos, el nuestro. Por esto, no es su-

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ficiente recitar el credo apostólico, sino que se ha de mente más actuales, pero que ni aun en el mejor de los
profundizar en sus enunciados, cuestionándolos, refle- casos podrían cumplir la función que verdaderamente
xionando sobre ellos, analizándolos. Y esto se ha de ha- cumplen las viejas formulaciones del credo, que el cris-
cer hoy de un modo distinto al de la antigua iglesia. tiano particular pueda integrarse por medio de ellas en
Además, el cristiano actual no llegará siempre al mismo la comunidad de toda la cristiandad. Pero incluso en lo
resultado. A pesar de todo, ¿puede seguir pronunciando que concierne al contenido de la fe, no se consigue nada
la confesión de la antigua iglesia como la suya propia? con un cambio de palabras. Más bien, lo que se requiere
Responsablemente esto sólo es posible si se puede es una aclaración y una comprensión del contenido de
estar de acuerdo con las intenciones decisivas, que han la fe cristiana, que ha encontrado su expresión en las
encontrado su formulación, temporalmente condicionada, viejas formulaciones del credo. Rechazar estas formula-
en los enunciados del credo. La expresión lingüística y ciones únicamente por su incomprensibilidad es un sín-
también conceptual de estas intenciones no puede ser toma de falta de formación. Especialmente los sacerdo-
siempre y en todas partes expresión de nuestro propio tes, que están formados y llamados para explicar la tra-
conocimiento actual de la misma cosa. No pocas de las dición de la fe. no deberían aceptar nunca una argumen-
palabras de la profesión apostólica de fe no serían formu- tación de este tipo. Su obligación es explicar las formu-
ladas así por la mayor parte de los cristianos actuales. laciones transmitidas. Su rechazo sólo sería justificado y
A pesar de todo, podemos recitar el credo en el servicio responsable, si realmente se mostrara que son simple-
litúrgico sin deterioro de la sinceridad y honestidad per- mente falsas. Pero la hoy tan extendida incomprensión
sonales, mientras podamos mantener las intenciones de de las formulaciones del credo no piden su supresión,
estos enunciados, independientemente de la crítica que sino su explicación. Por esto, hoy se debería conceder
podamos hacer de su forma. La profesión apostólica de una especial atención en las iglesias a la interpretación y
fe, igual que la de Nicea, es hoy una expresión de la explicación de los enunciados de la profesión de fe. En-
identidad de la cristiandad a través de los cambios de tonces, las comunidades cristianas volverán también a
los tiempos y por encima de multitud de diferencias en comprender que ¡a profesión apostólica de fe es pronun-
la compresión de la fe. Al pronunciar la profesión de fe, ciada en los servicios litúrgicos del domingo como ex-
nos sentimos uno con todos los cristianos, no expresamos presión de que la comunidad allí reunida se sabe unida,
sólo nuestra convicción personal. Por esto es suficiente transcendiendo el tiempo, con toda la cristiandad en el
con que compartamos las intenciones de sus enunciados. contenido esencial de su fe.
Si esto es posible, es otra cuestión; cuestión que, cierta-
mente, requiere un concienzudo examen. Por esto la in-
terpretación, investigación y examen de las confesiones
apostólica y de Nicea concierne a cada cristiano, y esto
tanto más cuanto más se hayan apoderado de él las du-
das sobre los enunciados de la tradición cristiana. El
más o menos oscuro malestar o desasosiego que puedan
provocar los enunciados de la profesión apostólica de fe
no deberían conducir al fácil escapismo de suprimir su
uso litúrgico v sustituirlas por otras fórmulas presunta-

26 27
En Dios do moderno, si se intentara pasar, también en la teo-
logía, sin el «vocablo Dios», de tal modo que la teología
cristiana tuviera que ver únicamente con la existencia del
hombre? ¿No es el mensaje de Jesús sobre el amor in-
dependiente de la representación de un Dios? ¿Y no es
el amor incondicional, que parte de Jesús, el verdadero
corazón del mensaje cristiano? Así suenan las cuestiones
que se plantean hoy dentro del cristianismo. La idea de
Dios aparece como una costra, más filosófica que otra
cosa, que se ha convertido en un impedimento para la
fe en la situación actual y que encubre la idea cristiana
del amor. La consecuencia es clara, la fe se ha de liberar
hoy de esta costra.
No hace aún mucho tiempo la existencia de un Dios, Pero las cosas no son tan simples. Sólo quien esté
el Padre en e1 cielo, era algo completamente evidente demasiado acostumbrado a mirar a Jesús con ojos cris-
para la mayoría de los cristianos. Más aún, no se expe- tianos puede tener la idea de sustituir la fe en Dios por
rimentaba este primer artículo como algo exclusivamente la fe en Jesús y en su mensaje de amor. Pero ¿por qué
cristiano, sino que en esto uno se sabía solidario con la deberíamos seguir creyendo en Jesús, si éste fuera sola-
mayor parte de las personas civilizadas. Las dificultades mente un hombre como los demás? La fe en Jesús de-
con la confesión de fe transmitida no comenzaban hasta pende del convencimiento sobre la presencia de Dios en
los enunciados sobre Jesucristo como hijo de Dios y él. La presencia de Dios en él es lo único que otorga va-
sobre los milagros de su nacimiento y su resurrección de lidez universal a la figura de Jesús. Ni siquiera la idea
entre los muertos. La fe en Cristo les parecía a muchos del amor incondicionado puede basarse en sí misma. Sin
un añadido que más bien perturbaba la simple fe en la idea de Dios de Jesús, el mensaje del amor al prójimo,
Dios, que el mismo Jesús había enseñado. amigo y enemigo, puede parecer muy fácilmente una
Hoy la situación ha girado ciento ochenta grados. exigencia exagerada y desproporcionada. Así, Sigmund
Parece que en el mundo ya no queda sitio para Dios. Freud condenó la idea del amor como una sobreexigencia
Incluso teólogos hablan de la muerte de Dios. El único del hombre: «Una inflación tan exagerada de amor pue-
punto firme de la tradición cristiana parece ser el hom- de únicamente desacreditar su valor, no eliminar la pe-
bre Jesús con su mensaje de amor. na». En efecto, la ética del amor de Jesús tiene que re-
Hay también teólogos que quieren sustituir la fe en sultar una sobreexigencia para el hombre, si el amor es
Dios por la fe en Jesús. Esto puede aparecer como una comprendido, ante todo, no como una realidad divina
consecuencia valiente de la aparente falta de perspectivas previa a toda acción humana, sino como exigencia que el
favorables en la lucha por la idea de Dios. La defensa hombre ha de llevar a cabo. En ese caso parece mucho
de la idea de Dios puede dar la impresión de una acción más realista que los hombres deban tratarse entre sí con
de retirada y los teólogos que renuncian a ella parecen agrado y simpatía, en la medida en que las circunstancias
arrojar sólo un lastre sobre la comprensión del mundo. concretas lo hagan posible. Y para esto no habría para
¿No se aliviaría la situación del cristianismo en el mun- qué recurrir a Jesús, al menos no más que a otros mo-

28 29
délos y maestros significativos de la humanidad como ni de los conflictos que provocó. Sin el Dios de Jesús
Sócrates o Confucio. el mensaje cristiano del amor hubiera perdido el centro,
No es, pues, únicamente una curiosidad histórica que del que viven su fuerza y su credibilidad.
en Jesús el amor al prójimo esté estrechamente unido a No se puede mantener el mensaje de Jesús sin el
su comprensión de Dios, que incluso tenga aquí su raíz. Dios de Jesús. Pero ¿cómo podrá resistir el mensaje de
Jesús vivió completamente en la espera de la transfor- Jesús sobre Dios el ataque del ateísmo contra toda re-
mación inmediata del mundo presente, por medio de la presentación de Dios?
cual, Dios traería su reinado y su reino. El Dios que La figura clave del ateísmo moderno es Ludwig Feu-
había de venir era para él la realidad que determinaba erbach. Su obra sobre la esencia del cristianismo (1841)
todo. Vio su presente a la luz del futuro de este Dios. fue el momento decisivo de su explicación psicológica de
Se sabía enviado por él, y en esta misión inmediatamente la religión. Sus clases sobre la esencia de la religión no
anterior al juicio amenazador sobre el mundo reconoció fueron más que una ampliación de su idea fundamental.
Jesús la expresión del amor salvador de aquel Dios so- Todas las corrientes ateístas posteriores de importancia
brepoderoso. Su propia misión de anunciar el reinado fu- dependen de Feuerbach. Esto vale tanto de Nietzsche
turo de Dios fue para él una prueba de su amor, porque como del marxismo y de Freud, así como de Jean Paul
este anuncio podía operar la conversión a tiempo de los Sartre. La explicación de Feuerbach de la religión como
pecadores, abriendo en ellos de este modo la esperanza ilusión se basa en su distinción entre el género humano
en el reino viniente. y los individuos. Mientras los individuos son limitados
Podemos decir, pues, que en el mensaje de amor de y unilaterales y, consecuentemente, finitos, el género es
Jesús se trata en primer lugar del amor de Dios, del amor infinito. Todos los límites de la razón, de la fantasía, del
de un Dios que viene a juzgar un mundo, que ha abju- amor y de la voluntad de los hombres individuales son
rado de él. Este amor de Dios se da a conocer en la suprimidos en el progreso histórico del género humano.
misión de Jesús. Y no ha sido el evangelio de Juan (3, Pero los individuos en su limitación y egoísmo se incli-
16) el primero en encontrar el sentido de la misión de nan a no verse más que a sí mismos. De ahí, que no
Jesús, sino que fue el mismo Jesús el que comprendió conozcan la infinitud de la humanidad como una infi-
este sentido, tal como quedó expresado en las parábolas nitud de la misma. Esta infinitud no es, ciertamente, una
del hijo pródigo, de la dracma perdida y de la oveja per- plenitud esencial de los individuos humanos como tales,
dida (Le 15). El amor al prójimo anunciado por Jesús pero al no conocerla como propia de la humanidad, los
no es otra cosa que participación en la propia acción y hombres la consideran como un ser completamente dis-
actitud de Dios, que está dada previamente a toda acción tinto del hombre. Así, según Feuerbach, la idea de Dios
humana, pero por la cual los hombres se han de dejar ha surgido psicológicamente: su ilusión consiste en que
captar en su comportamiento. Así, pues, en el anuncio los hombres consideran su propia esencia, la plenitud
de Jesús el mensaje del amor salvador y perdonador es- esencial de la humanidad como género, como una esen-
tá completamente fundado en la certeza del futuro de cia extraña a ellos. Inversamente, esta esencia divina y
Dios. Si quitamos a este Dios del mensaje de Jesús, no extraña es en realidad sólo una proyección de la propia
hemos hecho más que arrancarle el corazón que le da esencia del hombre en un cielo imaginario. Para Feuer-
vida, y lo que queda entonces ni es capaz de explicarlo, bach la confirmación de esta concepción era el hecho de
ni de dar razón de la forma profética de su aparición, que Dios es concebido normalmente por analogía con el

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hombre y como plenitud de todo aquello a lo cual se La expresión «muerte de Dios» es sólo una imagen mítica
cree determinado el hombre, pero que sólo puede ser del fin de la ilusión religiosa, del descubrimiento de que
realizado unilateral y limitadamente en la vida del indi- las ideas de los hombres sobre Dios no eran más que
viduo. El hombre, al considerar su propia esencia hu- sueños humanos, reflejos de sí mismos y de sus deseos.
mana por una esencia extraña, se enajena a sí mismo. ¿Cómo reacciona la teología a la provocación del
Por la fe en Dios niega la grandeza de su propia esencia ateísmo? Los teólogos de la escuela de la teología dia-
humana. Para que el hombre venga a sí mismo tiene que léctica, especialmente K. Barth y últimamente también
volver a conocer como plenitud esencial de la humanidad H. Gollwitzer, han intentado servirse del ateísmo para
misma lo que ha atribuido a una esencia divina, extraña elaborar una teología radical de la revelación: Feuerbach
a él. En esta misma línea Nietzsche, Nicolai Hartmann y ha desenmascarado con toda razón las religiones y la
Sartre han planteado la exigencia de abandonar toda idea filosofía teísta como obras humanas. En las religiones y
de Dios, si es que queremos mantener la libertad del en las concepciones teístas de los filósofos el hombre no
hombre; la libertad humana es incompatible con la fe se encuentra más que consigo mismo. Pero en el men-
en Dios. Marx y Freud han desarrollado la idea de Feuer- saje cristiano las cosas son completamente distintas. Este
bach en otra dirección. Marx profundizó en la explica- habla únicamente sobre el verdadero Dios. De ahí que
ción de Feuerbach sobre la proyección religiosa a partir la fe cristiana no sea ninguna «religión» en el sentido
del egoísmo de los individuos. Redujo la autoalienación de Feuerbach.
del hombre descrita por Feuerbach en términos religio-
Sin embargo tal argumentación no puede convencer-
sos a su autoalienación social y económica y la concibió
nos. ¿No podría cualquier otra religión reivindicar, con
como su expresión. Freud sustituyó al género humano,
todo derecho, una posición de excepción para su Dios?
que según Feuerbach es considerado por los hombres co-
¿Y no podría cualquier otra religión acabar con las res-
mo un ser extraño a ellos, por la figura del padre primi-
tantes de este modo tan fácil, simplemente explicándolas
tivo, que tras su liquidación por los hijos se convirtió
a la Feuerbach, como obras humanas? Nada justifica ser-
en el ideal, ya nunca alcanzable por ninguno de ellos,
virse de una doble medida para medir los mismos he-
de la plenitud de poder y del dominio sin límites. En
chos. ¿Qué justificación podría encontrar la teología cris-
este punto Freud, como Feuerbach, presupone una si-
tiana para tratar sobre su concepción de Dios —o la de
tuación originaria del hombre no religioso. En la con-
los escritores bíblicos, o la del mismo Jesús— abstra-
cepción del origen de la divinidad a partir de los deseos
yéndola del contexto de las representaciones de otras
del hombre siguió también a Feuerbach. Sólo en la des-
religiones? Esto presupondría pasar por alto algo que
cripción del origen de estos deseos y en la explicación
es demasiado claro. Nos referimos a las analogías entre
del surgimiento de la ilusión religiosa emprendió sus
las formas veterotestamentarias y primitivo-cristianas de
propios derroteros.
la idea de Dios y las del entorno religioso, a sus rela-
También el hoy tan socorrido tema de la muerte de ciones de origen.
Dios está relacionado con la crítica de la religión de Los autores del antiguo y del nuevo testamento, así
Feuerbach; al menos fue relacionado con ella por Nietz- como los teólogos de la primitiva iglesia, comparten con
sche. No olvidemos que la representación de la muerte su entorno el convencimiento de que el hombre ha de
de Dios es contradictoria: un Dios, que ahora ya no contar con la intervención de poderes divinos. Se trata
fuera Dios, nunca podría haber sido verdaderamente Dios. de uno de los presupuestos de su discurso sobre el Dios

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de Israel, el Padre de Jesús de Nazaret. Sólo con la afir- La «teología natural» de la antigüedad y de la edad
mación de que el único Dios verdadero es idéntico con media partía, fundamentalmente, del conocimiento del
el Dios de Israel llegamos a lo peculiar de la compren- mundo para concluir después en una razón suprema co-
sión bíblica de Dios, y el mensaje de Jesús de la pater- mo origen del orden y de todo movimiento en el mundo.
nidad de Dios hace referencia precisamente a este Dios A partir del final de la edad media este acceso a la idea
del antiguo testamento. La fe cristiana al creer que el de Dios mostró su vulnerabilidad. Se vio que la cadena
Dios Padre de Jesús de Nazaret es él único Dios verda- de causas que determinan el estado actual del mundo
dero se sitúa fuera de la historia del Dios de Israel, que pueden muy bien alcanzar un pasado ilimitado sin que
ha quedado fijada en los escritos del antiguo testamento, sea necesario llegar a una causa primera. En la sucesión
pero ya presuponiendo que la cuestión de la realidad di- de generaciones, las primeras de ellas ya han sido vícti-
vina tiene su sentido. Por esto, cuando el mensaje cris- mas de la muerte mientras las actuales aún están vivas,
tiano se dirigió al mundo helénico superando las fron- ¿por qué no iba a ocurrir lo mismo con la totalidad del
teras de Israel, pudo empalmar con la pregunta filosófica mundo? No obstante, mientras se consideró necesaria
sobre el Dios «verdadero», sobre la verdadera figura de una causa no sólo para el surgimiento, sino también para
la realidad divina. La búsqueda filosófica de lo verdade- el mantenimiento de cada estado presente y actual, que-
ramente divino se convirtió en un verdadero aliado de dó en pie la hipótesis de un primer motor. Este conser-
la teología contra las creencias populares politeístas, ya varía en su realidad, mientras ésta fuese tal, los efectos
que la filosofíi en sus diversas direcciones y enfoques dependientes de él hasta el mundo actualmente existente.
había llegado al resultado de que sólo puede existir un Pero desde la introducción del principio de inercia se
Dios. El mensaje cristiano mostró su verdad a la con- hizo innecesaria cualquier explicación ulterior del man-
ciencia del hombre helenista al cumplir los criterios que tenimiento de un cuerpo en un estado concreto, una vez
los filósofos habían formulado como criterios de lo ver- adquirido tal estado. De este modo cayó por tierra el
daderamente divino, que sólo puede ser pensado como fundamento último de la hipótesis de la causa primera.
origen del cosmos. Todavía Descartes y Newton quisieron asegurarle un
¿Cuál es la situación actual? ¿la crítica ateísta ha puesto a Dios en la imagen de la naturaleza manteniendo
acabado con el convencimiento de una realidad divina, la necesidad de un primer impulso para el movimiento
que es fundamento del hombre y su mundo, y cuya ver- planetario. Pero esto ya en su tiempo apareció como el
dadera figura intentó anunciar la tradición bíblica? Para canto del cisne de una representación ya superada. De
responder a esta cuestión, lo primero que se ha de hacer ahí, que la eliminación de este Dios teísta por la teoría
es poner en claro el cambio general que ha tenido lugar mecánica del movimiento planetario tuviera en sí misma
en el planteamiento filosófico del problema de Dios res- algo de históricamente inevitable.
pecto a los sistemas clásicos de la antigüedad y su pro- Prácticamente, pues, la superfluidad de la hipótesis
longación en la patrística y la edad media. Se ha de te- de una causa primera del acontecer natural estaba de-
ner presente que esta nueva situación constituye tam- cidida con la introducción del principio de inercia. Esto
bién el punto de partida del ateísmo moderno. Este cam- suponía el aldabonazo a todo intento de llegar a Dios
bio del problema filosófico de Dios en la edad moderna desde el conocimiento de la naturaleza, pero no de toda
podría describirse como antropologización de la idea de vía posible a él. En el pensamiento moderno Dios ha
Dios. sido pensado a partir del hombre en lugar de a partir

34 15
del mundo. Desde Nicolás de Cusa, pasando por Descar- es que aquí su sentido teológico queda implícito casi
tes hasta Kant y Hegel, los filósofos no han dejado de siempre, no se le designa, normalmente, con su nombre.
exponer, en nuevos proyectos, que el hombre no puede Así, W. Schulz ha mostrado que en Heidegger la estruc-
comprenderse a sí mismo en su subjetividad sin presu- tura existencial de la existencia humana está fundada en
poner una realidad divina. Así, para Descartes la certeza el ser que supera v abarca esta existencia. Algo parecido
de un mundo real fuera de nosotros se basaba en la exis- puede observarse en la antropología moderna cuando és-
tencia de un Dios como causa de él; la idea de este Dios ta habla de autotranscendencia o de apertura mundana.
la encontraba el yo en su conciencia, sin que por otra Cuando se afirma que el hombre es un ser mundanamen-
parte pudiese ser su causa. Según Kant, la unidad de la te abierto lo que propiamente se quiere significar es que
determinación moral del hombre con su existencia como el hombre está «abierto» por encima de toda forma de-
esencia natural sólo era representable bajo el presupuesto terminada de su mundo, capaz de su transformación, pero
de que un poder supremo tuviese en sus manos la ar- también necesitado de una plenitud que no encuentra en
monía entre el mérito moral del hombre y el curso ver- el mundo que tiene a mano. El hombre aparece, pues,
dadero de su vida, así como la compensación en el más en su apertura mundana como dependiente de una reali-
allá de las discrepancias existentes en este mundo. Este dad infinita que le soporta, que transciende la limitación
ser supremo tiene que estar caracterizado por su santi- de todo lo mundano y que, por consiguiente, es distinta
dad moral y al mismo tiempo ha de ser capaz de de- de todo lo existente mundanamente; de una realidad que
terminar el curso de la naturaleza. Los pensadores del es el origen de su libertad, origen de la posible elevación
idealismo alemán, siguiendo esta idea, afirmaron que el del hombre sobre los circunstanciales límites de su si-
prodigio de la correspondencia de nuestra subjetividad tuación.
cognoscitiva y operante con la realidad fuera de nosotros Sobre el campo de fuerzas creado por estas reflexiones
se ha de comprender bajo el presupuesto de un origen o consideraciones cae la primera y fundamental decisión
común de sujeto y objeto, que es distinto de ambos, pero sobre la crítica atea de la idea de Dios, tal como ha sido
que los abarca a los dos. Por fin, Hegel sostuvo que el desarrollada desde Feuerbach. No obstante, hay que no-
hombre, al experimentar la finitud de todas las cosas tar que no es todavía una prueba de la existencia de Dios
—también de sí mismo—•, se eleva sobre sí mismo y su la simple comprobación de que la esencia del hombre, la
mundo a la idea de una realidad infinita, que asume en estructura de su subjetividad postula el presupuesto de
sí todo lo finito. Más exactamente: la experiencia de la una realidad divina por encima de él y de toda finitud,
realidad finita contiene ya en sí misma una elevación fundamento y soporte de todo este mundo de la finitud.
a lo infinito; pues sólo se puede pensar algo finito si se Siempre quedaría abierta la posibilidad de que el hombre
sabe ya de la infinitud, porque no se puede pensar nin- estuviera naturalmente abocado a una ilusión inevitable
gún límite ni nada limitado sin la idea de un más allá para él. Sin embargo, si en lo que es humano del hom-
de tales límites. Hegel ha interpretado en este senti- bre se funda la formación de la idea de una realidad divi-
do todas las pruebas tradicionales de la existencia de Dios na por encima de la realidad del mundo, siempre resultará
como expresión de la elevación sobre el mundo de lo fi- que la formación de esta idea es también inevitable en el
nito a la idea de lo infinito. caso de que se tratase de una simple ilusión. Por el con-
Esta misma problemática puede también comprobarse trario, la argumentación ateísta afirma poder mostrar
en las discusiones actuales sobre el hombre. Lo que pasa que la idea de Dios no es más que una ilusión en principio

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superable, resultante de la peculiaridad de una fase tran- ijue esa religión sabe a partir de su tradición. Ahora bien,
sitoria del desarrollo de la humanidad. El nervio de esta cuando la comprensión de Dios transmitida en una reli-
argumentación es la comprobación de la superfluidad de gión no se muestra capaz, a partir de sus propias ca-
la temática religiosa para una comprensión adecuada del racterísticas, de asumir una nueva experiencia de la rea-
ser humano. Si se llegase a esta comprobación, hablar de lidad en la comprensión del mundo regido por esta divini-
Dios sería completamente superfluo. Ahora bien, si no dad, entonces tiene que dejar sitio a una nueva experien-
fuera así, quedaría en pie la contratesis, es decir, que cia de Dios, que satisfaga mejor a esa exigencia. Luchas
pertenece a lo humano del hombre, tal como nos es cono- espirituales y decisiones de tal tipo existen en el centro
cido desde los inicios de la historia de la humanidad, el de la historia de la religión de los pueblos. Esto vale
ser religioso. Con esto, ciertamente, no está todavía pro- también para h historia del cristianismo y para el Dios
bada la realidad y la peculiaridad de un Dios, pero sí de la Biblia. La comprensión de Dios que alcanzó y
queda abierta ia posibilidad y disolubilidad de la hipó- transmitió el pueblo judío, en la conformación y refor-
tesis de una realidad divina. ma a que le sometió el mensaje y la historia de Jesús, se
La decisión sobre la realidad de Dios se toma en el mostró en el mundo de la antigüedad tardía como supe-
contexto más amplio de la experiencia de toda la realidad. rior a todos los dioses de entonces por su fuerza para ilu-
Para ello hay que transcender los límites de la argumen- minar y profundizar la experiencia de la realidad en su
tación meramente antropológica. La afirmación de Dios totalidad, tal como imperaba en aquellos tiempos. Hoy
afirma su poder sobre el mundo y sobre los hombres. Aun día vivimos plenamente una serie de transformaciones
cuando, tal como hemos mostrado, la idea de Dios no radicales de la experiencia de la realidad iniciadas ya hace
sea ya deducible del conocimiento del mundo en el con- algunos siglos. Estas transformaciones han partido, en
texto del pensamiento moderno, es decir, aun cuando gran parte, de aquel sector de la humanidad más marcado
como idea tenga otro origen, su verdad, no obstante, si- por el cristianismo. Pues bien, el problema que plantean
gue dependiendo de la fuerza iluminadora y cargada de estos cambios es si son integrables o no, a partir de la
sentido, que parte de ella para la totalidad de la experien- comprensión del Dios de la tradición cristiana, en la uni-
cia de la realidad de los hombres. Aquí no se puede de- dad de sentido rica en tensiones de una realidad total,
cidir de una vez para todas si una idea de Dios responde que en su totalidad hay que comprender desde este Dios.
adecuadamente a la experiencia de la realidad. Pues nues- Sólo la respuesta a esta cuestión decide sobre la realidad
tra experiencia del mundo y de nosotros mismos cambia del Dios de la tradición cristiana. Y todo hombre cons-
continuamente. Con nuestras transformaciones están tam- ciente y espiritualmente vivo dentro del ámbito de in-
bién implicadas las transformaciones de la conciencia re- fluencia cristiana ha de tomar hoy su propia postura
ligiosa, los cambios de la historia de las religiones. Esta ante estas cuestiones. Ha de ver si confía en que el Dios
conexión, también es verdad, no tiene la forma de una del cristianismo se mostrará como la realidad que deter-
dependencia unilateral, como si las transformaciones de mina todo en la experiencia del mundo de la actualidad,
la conciencia religiosa fueran únicamente reflejos de las tan cambiada por la ciencia moderna y sus consecuencias.
transformaciones de ía experiencia del mundo. Más bien, La discusión sobre la relación del ser humano y la
de lo que se trata en la historia de cada religión es de religión constituye, pues, sólo un aspecto parcial. Y en él
comprender la realidad, tal como es experimentada histó- no puede tomarse ya la decisión positiva sobre la credi-
ricamente, como determinada por el poder divino, del bilidad de la concepción de Dios sostenida por los cris-

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cíanos. Pero en este aspecto parcial se toma ya una de-
cisión previa, j si ésta es negativa, cualquier discusión El Padre, el todopoderoso,
posterior sobra. creador del cielo y de la tierra

Cuando decimos que la realidad infinita, de la que


el hombre se siente depender de un modo más o menos
claro en su ser humano, se llama Dios, lo que hacemos
al mismo tiempo es caracterizarla como un ser personal.
No es posible hablar de Dios o de dioses sin que al mis-
mo tiempo impliquemos en ello el momento de lo per-
sonal, seamos o no expresamente conscientes de ello.
Este sentido inevitablemente personal de toda locución
sobre dioses o sobre Dios nos ofrece una nueva ocasión
para dudar, en principio, sobre el sentido que pueda te-
ner cualquier discurso sobre Dios. Pero a diferencia de la
argumentación ateísta que partía de Feuerbach, lo que
se discute ahora no es la elevación del hombre sobre todo
lo finito, él mismo incluido, a la idea de una realidad
infinita, sino el carácter personal de esta realidad. No
obstante, hay que recordar que la argumentación de
Fichte contra la personalidad de Dios fue el punto
de partida de la teoría de la religión feuerbachiana,
la cual en ciertos aspectos, en concreto, con su tesis de la
proyección, puede entenderse como su generalización.
J. G. Fichte afirmó en 1798 que Dios no puede ser
pensado como persona sin incurrir en contradicción, por-
que la idea de persona incluye en sí misma la de finitud.
Como «persona» un ser es siempre pensado frente a otro,
frente a una cosa o frente a otras personas. A la idea del

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«yo» pertenece esencial e inseparablemente un «tú» y carácter personal del fundamento de toda realidad está
un «ello». Por esta razón parece que ningún yo puede ser- estrechamente relacionado con el hecho de que los po-
lo todo, siempre tiene otra cosa frente a sí, y así toda deres operantes en el acontecer sean experimentados co-
persona como persona es limitada por otro, es finita. mo algo misterioso, como algo no del todo transparente.
Hegel en su filosofía de la religión se opuso a esta ar- Nosotros, hombres de hoy, pensamos en los poderes
gumentación sosteniendo que el concepto de persona en de la naturaleza como algo, al menos en principio, transpa-
que se basa no era adecuado. Según Hegel la persona no rente y calculable. Por esto ya no vemos en la natura-
tiene su enfrente fuera de sí bajo cualquier respecto, co- leza ningún poder personal en acción, sino únicamente
mo limitación de su propio ser; más bien la esencia de la fuerzas mecánicas o análogas a ellas. El hombre es lo
persona consiste en estar referido a su enfrente, más aún, único que aún nos queda incalculable e indisponible en
exteriorizarse en el enfrente, y así volverse a encontrar a el centro último de su ser, y por eso es lo único que va-
sí mismo en el otro, en la cosa, de la que se sirve el yo, loramos como persona. Pero la cuestión es si el mundo
que él elabora y conoce, y en el tú, al cual está ligado que nos rodea no es también calculable y disponible sólo
el yo en amistad o amor. En esta concepción una persona en la superifide de los acontecimientos, del mismo mo-
se reencuentra en el otro en la medida en que se ha en- do que también el hombre es psicológicamente manipula-
tregado y abandonado a este otro. Así, pues, en la vida ble y calculable en muchos aspectos de su ser. A pesar
personal la oposición al otro, la finítud, es suprimida, de tal penetrabilidad superficial, el hombre en la profun-
superada. Esto muestra que la persona como persona didad de su ser humano nos resulta indisponible. Por
—según su esencia— no es, precisamente, finita. Esto no mucho conocimiento psicológico que tengamos de él,
se opone a que haya personas finitas, cuando su finitud mientras tratemos con él como con un hombre respetamos
se deja comprender como limitación de su ser personal. el tú en él, su persona. ¿No tendremos que pensar en el
En efecto, la finitud del ser personal humano se muestra fundamento último de todo acontecer en el mundo como
en que nosotros no suoeramos la oposición al otro —al algo también indisponible, y por tanto personal, en
ello y al tú— más que en parte, en que sólo en parte po- cuanto que nos determina a nosotros? Sobre esta cues-
demos, unirnos con el otro. En este sentido pleno la perso- tión volveremos.
na sería, si seguimos la concepción de Hegel, infinita. Na- Los hombres experimentaban los poderes que les
turalmente la personalidad deja de ser entonces una deter- salían al encuentro como una voluntad interpelante,
minación que contradiga la infinitud de Dios. mientras que en el contacto e intercambio con su mundo
La concepción personal del infinito, que el hombre se veían confrontados con unos poderes y unas fuerzas
como hombre siempre divisa de alguna manera, tal como incalculables —repetidamente sorprendentes—, que a
nos la encontramos en las religiones se encuentra muy le- pesar de su incalculabilidad actuaban no sin cierto plan y
jos de las discusiones filosóficas sobre la personalidad di- sentido, determinando la existencia del hombre. La ex-
vina al estilo de las del idealismo alemán. Ni siquiera po- periencia de la personalidad divina estaría fundada en esta
demos esperar encontrar en todas las religiones un con- experiencia fundamental del poder, en cuanto permite co-
cepto expreso oe personalidad. Pero, a pesar de todo, es nocer, aunque no de un modo completamente penetrable
un distintivo común a todas las religiones, conozcan va- y claro, una cierta tendencia de su acción sobre los hom-
rios dioses o uno solo, que el fundamento último de bres y su mundo. A diferencia de otros pueblos, que
la experiencia sea experimentado personalmente. Este contaban con una multitud de tales poderes dotados de

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voluntad, los israelitas se mantuvieron fieles en todo profesión de fe en Dios como el señor de todo el univer-
acontecimiento, y cuanto más tiempo transcurría tanto so, como el todopoderoso, por la adición de la indicación
más fielmente, a la voluntad todopoderosa de un único expresa de la creación del mundo no hace, pues, más que
Dios, del Yahvé del monte Sinaí. Confiaban en que este explicitar lo que ya estaba contenido en la idea de la om-
Dios, que no toleraba a ningún otro junto a sí, estaba nipotencia. No sólo el mundo visible, la tierra, sino tam-
sobre todas las cosas. Esta confianza surgió de las ex- bién el mundo invisible, eí cielo, es su obra, pues sólo
periencias que habían tenido de él desde que le habían así puede ser el todopoderoso.
aceptado. A su vez, los israelitas llegaron al conocimien- Pero ahora la voluntad del Dios de Israel, voluntad
to de la omnipotencia de su Dios por la experiencia de que dispone de todo libremente, es comprendida por Je-
que continua y repetidamente acontece algo imprevisible- sús como voluntad paternal. Esto no era algo completa-
mente sorprendente. Con esto se quiere decir que este mente nuevo; sm embargo, hasta Jesús no fue puesto en
Dios no sólo es el origen del actual orden de las cosas, el centro de la comprensión de Dios.
sino que también se le ha de creer capaz de todo cambio También aquí se presentan en seguida dificultades
imaginable o inimaginable de dicho orden. Para él nada serias. ¿No es la designación de Dios como padre un
hay imposible (Jer 32, 17.27). La idea de la omnipotencia reflejo de un orden social patriarcal? ¿Puede entonces
divina, en este sentido, es específicamente israelita. Se esta palabra servir aún como expresión no forzada de
diferencia sobre todo de la concepción griega de Dios y nuestra experiencia de Dios en una sociedad condicionada
está algo emparentada con ciertas divinidades sumerias y de un modo completamente distinto? Frente a tales cues-
babilónicas, si bien éstas no eran nunca dioses únicos, tiones, lo primero que hay que observar es que el credo no
Es verdad que en los antecedentes griegos del credo apos- le hace decir simplemente al neófito que Dios es su pa-
tólico k confesión de la omnipotencia de Dios venía ex- dre, habla del padre sin más, es decir, del padre de Je-
presada por el título griego «pantokrator», que ocasional- sús de Nazaret Consecuentemente, lo fundamental aquí
mente se aplicaba también a divinidades griegas, como no es si la imagen de la paternidad es la expresión más
Hermes. Pero la palabra se había hecho familiar desde acertada de la relación de Dios con nosotros; sino que
hacía tiempo dentro de las tradiciones judía y cristiana el Dios, del que habla la confesión de fe, es identificado
a través de la traducción griega del antiguo testamento, por el nombre padre como el Dios de Jesús. De ahí, que
en la cual la combinación «kyrios pantokrator» reproducía tengamos que preguntarnos si en Jesús el nombre de
el nombre del Dios veterotestamentario Yahvé Sebaot. padre expresa adecuadamente la peculiaridad de su com-
Esta traduccióa nos vuelve a poner de relieve que el prensión de Dios.
poder ilimitado de Dios está enraizado en el centro de La designación de divinidades como «padre» se en-
la fe judía. Resulta, pues, que la designación de la om- cuentra en la mayoría de las religiones. Permanezcamos
nipotencia de Dios en la profesión apostólica de fe expre- en el ámbito histórico-religioso más próximo a Israel: el
sa que el Dios de la tradición y fe cristianas es idéntico dios lunar babilónico Sin es llamado el padre de los
con el Dios de Israel. La resurrección de Jesús de entre dioses y de los hombres. Algo parecido decían los ugaritas
los muertos había vuelto a mostrar a los cristianos que de su dios creador El y los griegos de Zeus. El himno
nada era imposible para él (Rom 4, 24). Ahora bien, en a Zeus del estoico Cleantes ofrece un testimonio clásico
la omnipotencia de Dios estaba ya incluido que él es el de una piedad que se dirige al Dios único como al padre
creador de todas las cosas. La explanación posterior de la de todo. En el antiguo testamento Yahvé no fue desig-

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nado como el «padre» de Israel hasta épocas relativa- >....libres del juicio al que se encaminan. Por esto, el nom
mente tardías, en concreto desde el tiempo del exilio bre de padre —en este sentido especial— está ligado
(Jer 3, 19; 31, 9). Mucho más antigua es su designación esencialmente a la bondad misericordiosa de Dios. Esta
como «padre» del rey (2 Sam 7, 14). Quizá tenga rela- es la forma como ha sido puesta de manifiesto la reali-
ción con la caída de la monarquía el que la relación pa- dad divina, fundamento y determinante de todo, por
terna, que dentro de toda superioridad patriarcal no deja Jesús; o mejor, como se ha manifestado a sí misma por
de designar también una proximidad familiar, se exten- Jesús; pues Jesús mismo ha comprendido a Dios como
diera a todo el pueblo. Antes la paternidad de Yahvé el que estaba actuando en su propia misión.
también alcanzaría al pueblo, pero sólo mediatamente, a Pero, ¿en qué medida el Dios paternal de Jesús es
través de su rey. la manifestación verdadera y definitiva de la realidad di-
En Jesús la idea de la bondad solícita de la paternidad vina, con la que se han enfrentado todas las religiones, pe-
de Dios, que incluye por igual a todo individuo huma- ro que al mismo tiempo permanece discutida en la historia
no, pasa a ocupar el centro de su comprensión de Dios. de la religión hasta nuestros días? La verdad que la tra-
En todo caso, el nombre de padre aplicado a Dios de- dición cristiana pretende para el Dios de Jesús puede de-
signa, en todo el contexto del mensaje de Jesús, de un cidirse para nosotros sólo si el Dios de Jesús es capaz to-
modo especial la proximidad salvadora de Dios, que por davía de iluminar la problemática de nuestra vida actual,
Jesús vuelve a ofrecer una vez más a todos la salvación si la realidad en que vivimos y que somos nosotros mis-
ante el juicio inminente, y lo que es más, sin condición mos se muestra de este modo determinada a partir de él.
alguna para todo aquel que se abra al mensaje del futuro En este sentido responde Lutero en su explicación del pri-
próximo de su reinado. mer artículo de fe en el «Gran Catecismo» a la pregunta
Así, pues, el nombre de padre aplicado a Dios en la sobre el Dios que tiene el cristiano: «Este es mi Dios, en
boca de Jesús no es sin más el símbolo de Dios de una primer lugar el Padre, que ha creado el cielo y la tierra.
sociedad estructurada patriarcalmente. Indudablemente Fuera de éste ninguna otra cosa tengo yo por Dios, pues
que el origen del nombre de padre para el Dios supre- fuera de éste no hay ninguno que pudiera crear el cielo
mo pudo muy bien estar vinculado con estructuras patriar- y la tierra». Según Lutero, pues, la razón por la cual el
cales sociales, desde el punto de vista de la historia de Dios cristiano es el único Dios verdadero es que él, el
la religión. Peí o ya en el antiguo testamento y sobre Padre, ha creado todas las cosas y sólo él pudo crearlas.
todo en Jesús nos encontramos con modificaciones signifi- En la explicación de Lutero del primer mandamiento
cativas de este simbolismo, modificaciones que sólo ellas quedaba abierta la cuestión acerca de qué Dios es el Dios
permiten conocer el sentido específico con que Jesús verdadero: «... el creer y confiar del corazón hace am-
aplicaba a Dios el nombre de padre. Igualmente son nece- bos, Dios e ídolo. Si la fe y la confianza son correctas,
sarias para comprender el sentido del credo al hacer men- tu Dios también lo es, y a su vez, si tu confianza es falsa
ción del Dios de Jesús, a quien confesamos expresando y equivocada, también lo es tu Dios». Es indudablemente
nuestra fe como fe en Dios el Padre. En la boca de Jesús cierto que cada hombre pone su confianza en alguna parte
el nombre de padre designa el modo especial como se ha y tiene allí su Dios («Pero allí donde tú, digo yo, pones
revelado el todopoderoso Dios de Israel, cuya poderosa y abandonas tu corazón, esto es propiamente tu Dios»).
llegada era esperada para un futuro inmediato, por la pro- Pero entonces surge inevitablemente la cuestión: ¿dónde
pia misión de Jesús: como aquel que quiere salvar a los está la verdadera confianza que «acierta con el único

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Dios verdadero y que está puesta únicamente en él»? La comprenderse nada real en su profundidad, que a lo más
respuesta a esta cuestión la da Lutero en la explicación puede describirse superficialmente. De ahí, que en la con-
del primer articulo: porque este Dios es el único que frontación con la filosofía se tenga que mostrar si el Dios
pudo crear cielo y tierra, por esto es el verdadero Dios. afirmado por los cristianos es también el Dios verda-
No fue Lutero el primero en descubrir esta respuesta. dero.
Es la respuesta que se daba desde los inicios de la misión Indudablemente, la mostración convincente de la di-
cristiana a los paganos y la de la teología cristiana; más vinidad de Dios en nuestra experiencia de la existencia tie-
aún, se remonta, incluso, al segundo Isaías que fortificaba ne lugar, por una parte, en nuestra experiencia totalmente
1-t fe de los exiliados indicándoles que su Yahvé era el personal, en toda clase de conmociones, esperanzas y
creador de todas las cosas (Is 40, 27 s.). Pero la iglesia alegrías que podamos tener, sobre todo en el ámbito de la
cristiano-pagana y su teología sólo podían reconocer y experiencia moial. Pero si nos limitamos a este estrecho
anunciar al Dios del pueblo de Israel como su propio círculo de la vida personal, no es posible encontrar un
Dios y el de todos los hombres si reconocía en él al crea- fundamento universalmente válido, por el cual el Dios
dor de todas las cosas. Por esto, el mensaje cristiano en bíblico tenga que ser justamente el Dios verdadero. Una
el mundo de la antigüedad afrontó desde el comienzo la decisión a favor o en contra de la fe, basada exclusiva-
cuestión filosófica de los criterios para la forma verda- mente en las experiencias de la propia vida personal,
dera de lo divino como origen del mundo. El que la teo- contendrá siempre un elemento emocional, en última
logía cristiana tratase de acreditarse con los argumentos instancia, arbitrario. El terreno sobre el cual tiene que dar
de la teología filosófica, se funda en que el Dios bí- pruebas la divinidad del Dios de la Biblia no es la es-
blico en su forma cristiana se había de mostrar como el trechez de la vida personal tomada por sí sola, sino la am-
origen verdadeto de todas las cosas, según los criterios plitud de toda experiencia de la realidad. La experiencia
de la comprensión filosófica del mundo. Aunque la idea de la vida individual, en especial la experiencia moral de
cristiana de Dios no puede derivarse de presupuesto culpa y perdón, no debe ser aislada, sino que tenemos
filosófico alguno, sí que puede referirse ulteriormente a que considerarla en el amplio contexto de la experiencia
tales presupuestos y mostrar su verdad precisamente en de la realidad en general, en la cual tenemos parte nos-
que los satisfaga o incluso los supere, es decir, en que otros mismos como hombres de nuestro siglo. La expe-
exija una revisión del mismo pensamiento filosófico en riencia personal de la vida individual y su importancia
el terreno de la argumentación filosófica. Con frecuen- para la validez que la fe pueda tener para el individuo,
cia, el hecho de que la confrontación con la filosofía haya no debe por eso pasarse por alto o infravalorarse. Se trata
adquirido una importancia tan relevante en el pensa- de que no sea aislada y abstraída de la vida total del
miento cristiano ha sido valorado negativamente, se ha tiempo para convertirse en un ámbito separado de reli-
creído que constituía una prostitución del evangelio. giosidad pietista, donde las puertas y ventanas están fir-
Esto no es así. La experiencia de la realidad en su memente cerradas a todo lo que ocurre en el mundo. A
totalidad es tema de la filosofía, y es precisamente en ese la unidad de Dios le corresponde sólo la totalidad de la
terreno donde el discurso sobre Dios debe dar pruebas del realidad, y ésta considerada como proceso todavía inaca-
poder de su verdad. La divinidad de Dios significa que él bado; una totalidad de sentido, en la cual quepan y ocu-
es el origen de todo lo real, que sin él no es nada de lo pen su lugar todas las experiencias, también las experien-
que es. Esto supone que sin este Dios tampoco puede cias negativas de la necesidad, del sufrimiento, de la cul-

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pa y del absurdo, puesto que esta totalidad de sen- a cada comprensión de Dios corresponde, en la historia
tido transciende lo que ya es, pero a su vez incluye de las religiones, una comprensión del mundo completa-
también en sí lo que es y ha sido. Para el cristianismo mente determinada. No se pueden vincular o relacionar
ha sido siempre decisivo que el Dios que nos ha libe- arbitrariamente comprensión del mundo y comprensión
rado y redimido por Jesucristo no sea ningún otro que el de Dios. Una de las funciones de la comprensión de Dios
creador del mundo. Por muy intensas que fueran todas es, ciertamente, que la comprensión del mundo se de-
nuestras experiencias de salvación y liberación, en última termine a partir de ella. También a la idea bíblica de Dios
instancia, no servirían para nada si en ellas no estuviese como Padre todopoderoso corresponde una determina-
presente y activo el mismo creador del mundo. No basta da comprensión del mundo. Esta es ciertamente varia-
con que sea «mi» creador. El camino a seguir no es la ad- ble e inconstante en sus detalles, pero en su carácter fun-
quisición de la certeza de que el Dios de mi experiencia damental está fijado por la idea de Dios. Hemos, pues,
personal es el Dios al que tengo que agradecerle todo de preguntarnos si la comprensión bíblica de la realidad
y por el que he sido creado, para a partir de aquí concluir —en cuanto es determinada por la idea de Dios como Pa-
en la creación del mundo. Se trata precisamente de lo dre todopoderoso y es liberada de ciertos rasgos tempo-
contrario: mientras el Dios cristiano no pueda ser com- ralmente condicionados y no vinculados esencial y per-
prendido como el creador del mundo, mi experiencia per- manentemente con la idea bíblica de Dios—, si esta com-
sonal de total agradecimiento hacia él, puede ser un pia- prensión de la realidad en su carácter fundamental es
doso autoengaño. También el piadoso sabe muy bien que también válida para nuestra experiencia de la realidad.
este mundo material es la base de su existencia. La comprensión de la realidad correspondiente a la
Ante la multiplicidad en la totalidad de toda expe- ¡dea bíblica de Dios puede caracterizarse como una com-
riencia y la limitación de la experiencia de cada hombre prensión histórica. El mundo no es para ella un orden
particular surge un problema. ¿Es posible, en absoluto, atemporal y eterno, en el cual acontece siempre y repeti-
resolver la cuestión de si el Dios bíblico se ha de com- damente lo mismo por mucho que las apariencias cam-
prender como el fundamento y origen de toda la realidad, bien. Todo lo contrario, siempre está aconteciendo algo
tal como ésta puede ser experimentada actualmente? nuevo, algo que no ha existido previamente, sin paran-
¿Cómo se puede entonces afirmar con Lutero que ningún gón en el pasado a pesar de todo parecido entre los he-
otro pudo crear el cielo y la tierra? Ciertamente, es una chos concretos. Esto, siempre y repetidamente nuevo y
cuestión cuya respuesta, cualesquiera que sea, será siem- sorprendente en el acontecer histórico y natural, consti-
pre discutible mientras la historia humana no haya alcan- tuye el elemento característico, a través del cual la com-
zado aquella plenitud, que en la esperanza bíblica es de- prensión de Dios como el todopoderoso, para quien
nominada reino de Dios. Hasta entonces no habrá ninguna nada es imposible como él mismo lo demuestra de conti-
respuesta definitiva e incontrovertible a la cuestión acer- nuo, repercute en la comprensión del mundo y de la exis-
ca de la realidad de Dios. Lo inacabado de la historia y la tencia del hombre. De ahí, que la idea de un orden per-
imposibilidad de poner límites a la experiencia de cada manentemente igual a sí mismo no pueda tener la última
uno impiden cualquier otra perspectiva. Pero ¿no pue- palabra a partir de la idea bíblica de Dios. Esto diferen-
den, a pesar de todo, indicarse criterios para una res- cia al Dios del antiguo testamento de los dioses de la re-
puesta, al menos, provisional? ligión olímpica. Para los griegos los dioses eran «formas
Un camino se nos abre con la siguiente observación: de ser», como acertadamente escribió W. F. Otto. En

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n
ellos se manifiesta cada uno de los aspectos del orden ori- retorna siempre, si bien de un modo sorprendente, en
ginario del mundo. Sin olvidar que «orden» y «mun- 'os inesperados giros de la historia a su voluntad inicial,
do» son una única palabra en griego. De ahí, que el a sus promesas anunciadas a los israelitas. Y en este re-
cosmos pudiese ser pensado en la filosofía griega aun sin torno permanente da la unidad de una historia al loco
dioses personales. Israel, por el contrario, estaba tan acontecer. Sólo a partir del fin de una conexión de acon-
marcado por la impresión de la mutabilidad de todas tecimientos se hace visible esta unidad como el hilo rojo
las cosas, desde la omnipotencia de su Dios, que todo que transcurre a lo largo de todos ellos. Sólo a partir del
orden observable en la sucesión de los hechos no podía final puede decidirse cuál es el hilo rojo que desemboca
ser para él más que una posición contingente de la vo- en este final. Esta constatación, que por lo demás podría
luntad omnipotente de Dios. Consecuentemente, la to- verificarse en toda experiencia histórica, podemos seguir
talidad de la realidad fue comprendida en el antiguo generalizándola ahora: Dios crea el mundo a partir del
Israel no como un orden atemporal, sino como una su- final último, porque sólo a partir de este final se decide
cesión continua de nuevos acontecimientos, como una qué son las cosas y los seres, con los que tratamos ac-
historia continua de nuevas acciones de Dios dirigida tualmente. Todos los acontecimientos que sobrevienen
a un futuro incalculable. Al poner el acento en el aconte- en cada momento de la historia, sobrevienen del futuro úl-
cer continuo y contingente, el pensamiento pudo tam- timo, que es algo así como el «lugar» de la creación di-
bién mantener con vigor el carácter personal de Dios en vina. Correspondientemente, sólo a partir del final úl-
contraste con los dioses griegos. timo se revelará el mundo y la voluntad de Dios con el
Una sucesión continuada de acontecimientos casuales, mundo y, por tanto, el mismo Dios. En este sentido, es
sin embargo, puede despertar serias dudas acerca de la po- bien característico que el Dios de Jesucristo sea el Dios
sible unidad interna de ese acontecer. En efecto, la con- cuyo poder y reinado están todavía viniendo, que por
exión, lo duradero es aquí casual. Pero el Dios todopode- consiguiente él mismo es futuro: el futuro último y de-
roso era para Israel, al mismo tiempo, el Dios de la alian- finitivo, el futuro escatológico del mundo. Y sólo a la
za, que ha elegido a Israel y lo ha salvado a través de los luz de este futuro último, a la luz del anuncio de la ve-
aconteceres de la historia, del mismo modo que el Padre nida de Dios a su reinado se desvela la verdad, el ser de
de Jesucristo está dispuesto a salvar a los hombres de la todo lo creado, tal como el mismo Jesús lo interpretaba
catástrofe final y a través de ella. El Dios todopoderoso en sus parábolas.
no «abandona la obra de sus manos». Es fiel, mantenién- ¿Puede una tal comprensión de la realidad, como his-
dose firme en lo que hizo y quiso una vez. Pero tal fi- toria, pretender ser válida también para nosotros? Las
delidad acontece de una forma siempre nueva y distinta, cuestiones aquí implicadas no pueden responderse de
de un modo incalculable y sorprendente. A partir del paso e incidentalmente. Pero aquí sólo podemos explicar-
presente nunca se puede predecir lo que subsistirá, durará las indicando la dirección, en que pueden ser pensadas
y permanecerá Por esto, sólo el futuro será lo que de- y discutidas con plenitud de sentido. Esta dirección o en-
cida sobre lo que realmente constituye la esencia y el foque supone no tratar únicamente de la historia de la
ser de las cosas. Así fundamenta el Dios de la Biblia la humanidad, sino que según la fe bíblica en la creación, la
continuidad, la unidad de los acontecimientos. Al re- «naturaleza» se habría de considerar también como «his-
tornar desde el futuro a lo ya acontecido anteriormente, se toria».
mantiene firme en ello a su manera. El Dios de Israel La comprensión hoy predominante de la historia de

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la humanidad se diferencia de los proyectos históricos de unidad a la historia de los hombres. Pero sí queda en-
la Biblia en que no es Dios sino el hombre el que hace marcada la pregunta acerca de la relevancia de la fe bíblica
la historia. Pero ¿no desaparece de este modo toda posi- en Dios para nuestra actual comprensión de la realidad,
bilidad de divisar siquiera la unidad de la historia de la al mismo tiempo que se señalan los límites dentro de los
humanidad? También los historiadores del antiguo Israel cuales se ha de plantear y discutir.
sabían que los hombres actúan en la historia. Pero para En lo que concierne a la naturaleza, podemos decir
ellos en toda acción humana había algo más en juego, algo que en los siglos xvui y xix todo parecía indicar que la
que supera las intenciones y los hechos de los hombres. naturaleza había de concebirse como un sistema inmuta-
¿No es continua y repetida la experiencia de que los pla- ble de leyes eternas e inquebrantables. Si esto fuera así,
nes humanos sobre la marcha de la historia no desem- todo cambio temporal, toda aparición y desaparición de
bocan en lo proyectado? ¿Y no es precisamente a través acontecimientos y formas particulares en la naturaleza,
de esto como se constituye la conexión más profunda de serían en última instancia completamente accidentales,
los acontecimientos? En cualquier caso el hecho es que meras variaciones de unas estructuras siempre iguales a
los historiadores bíblicos sólo podían comprender el ca- sí mismas. Sin embargo, hoy se habla también de una
mino de la historia observando y teniendo en cuenta el «historia» de la naturaleza. La imagen científica del mun-
poder operante aquí, en el trasfondo. De ahí, que los da- do imperante en la actualidad vuelve a estar determinada
tos de la historia se les apareciesen, aun contando con la de nuevo por el punto de vista de la contingencia de cada
participación activa de los hombres en ella, en última ins- suceso particular. La contingencia del acontecer, en reali-
tancia como acciones de Dios. La única unidad de sentido dad, nunca fue eliminada por la física clásica, sólo fue
en toda pluralidad del acontecer histórico se les mostraba reprimida, expulsada al trasfondo de la conciencia. Las
por la fidelidad y firmeza de Dios en toda contingencia leyes sólo pueden observarse en sucesos contingentes,
de su acción. Las modernas concepciones de la historia como formas de comportamiento relativamente constantes
serían impensables sin esta teología bíblica de la historia en la corriente de los fenómenos, ninguno de los cuales
mantenida después en la tradición bíblica. Pero el lugar retorna de forma exactamente igual a las anteriores. El
de Dios lo ha ocupado ahora la humanidad. La humani- segundo principio de la termodinámica nos ha enseñado
dad, que se realiza a sí misma por los individuos y su recientemente que el proceso del acontecer del universo
comportamiento, es considerada como sujeto creador en la en su totalidad es irreversible. Pero entonces el mundo
historia. Ahora bien, ¿puede pensarse seriamente en la como totalidad es un transcurso de fenómenos único e
humanidad como sujeto activo? La representación de la irrepetible en el tiempo, y entonces todas las regularida-
historia como proceso de autoemancipación de la huma- des observadas en el acontecer pueden tener lugar úni-
nidad tiene un carácter mitológico. Se basa en una hi- camente en la superficie de los hechos. Pero, sobre todo,
póstasis mitológica del concepto de género humano. resulta que entonces las similitudes en los aconteci-
Pero éste nunca actúa como tal. Sólo actúa lo concreto, mientos, descritas por las formulaciones de las leyes, han
los individuos. El concepto genérico «hombre» no puede surgido en un tiempo determinado, y por consiguiente
asumir la función del Dios operante en la historia. No también las leves de la naturaleza —en cuanto son algo
puede fundamentar la unidad de toda la historia humana. más que fórmulas matemáticas, es decir en cuanto son
Con esto no está dicho ya, ni mucho menos, cómo se aplicables a un suceso que tiene lugar en el tiempo— de-
ha de justificar el hablar de Dios como el sujeto que da penden en su validez del tiempo. La misma constancia

54 55
relativa de las formas de transcurrir de los acontecimien- esa mirada retrospectiva desde un final provisional hacia
tos naturales resulta entonces un factum contingente. Al- el pasado. Cualquier unidad mínima del acontecer histó-
guna vez en el transcurso de la historia de la naturaleza rico está ya determinada por una forma peculiar de recep-
deben haberse insertado en ella por primera vez las regu- ción de lo acontecido anteriormente. Pero si la naturaleza
laridades, que en adelante gobernarán los acontecimientos carece de conciencia, ¿cómo podemos hablar de una his-
respectivos por un tiempo indeterminado. Y con cada toria de la naturaleza? En efecto, esto sólo es posible si
clase de fenómenos surgen nuevas formas de transcu- referimos al hombre toda la sucesión de hechos del cos-
rrir, datos para la formulación de nuevas leyes de la mos. También el hombre pertenece a la naturaleza. Mi-
naturaleza, como, por ejemplo, para leyes físicas, que tie- rando retrospectivamente desde el hombre y desembo-
nen su ámbito de aplicación sólo en la biología. cando en él resulta la imagen de una historia de la natura-
La unidad de una naturaleza así entendida no puede leza. Si la conexión de acontecimientos que se conciencia
determinarse ya únicamente por las leyes, que rigen en en este caso es más que una mera ficción, no es cierta-
su acontecer. Las leyes, es cierto, expresan una cierta re- mente el hombre quien fundamenta la unidad de esta
gularidad en los acontecimientos: algo parecido se repite conexión, mucho menos aún que en la conexión de la
continuamente. Sin embargo, esto no acontece nunca en historia de la humanidad. La naturaleza no tiene su uni-
un forma exactamente igual, aunque las diferencias sean dad histórica en sí misma, sino que sólo puede cono-
tan mínimas que pueden despreciarse para los fines del cerse retrospectivamente desde el hombre. Pero su fun-
conocimiento humano. Por consiguiente, la representación damentación tampoco se encuentra en el hombre. Con
de una regularidad perfecta y completa en el acontecer esto se plantea la cuestión de si no es el Dios de la Bi-
de la naturaleza es una abstracción. Aunque es verdad que blia, el Dios de la historia, el que fundamenta también
se trata de una abstracción muy práctica y útil. Permite a la unidad histórica del acontecer de la naturaleza. Quizá
los hombres de una forma insospechada el adquirir y pueda fundamentarse en esta dirección, precisamente en
ejercer su dominio sobre la naturaleza. Pero el trans- el contexto de la actual comprensión de la naturaleza,
curso único e irreversible de todo acontecer no puede la reinterpretación del Dios todopoderoso de la Biblia
constituirse en este su carácter único e irrepetible por como creador del cielo y de la tierra, del ámbito co-
una ley, porque la repetibilidad pertenece al concepto de nocido (aclarado por el descubrimiento de las leyes
ley. Ahora bien, si el transcurso total único e irrepeti- de la naturaleza) y de las profundidades aún desconoci-
ble (que transcurre una sola vez) tiene como tal una das del acontecer. Sobre el trasfondo de la contingencia
conexión, esta conexión ha de ser de un tipo distinto al de que determina el curso irrepetible de la totalidad del
una regularidad expresada en leyes. Para designar esta co- acontecer, las conexiones actualmente expresadas en las
nexión, irrepresentable por una ley, podemos hablar de leyes de la naturaleza aparecen como expresión de una
una historia de la naturaleza. Surge entonces una última voluntad divina de persistencia, como expresión de una
dificultad. No conocemos otra historia que la que va vin- fidelidad de Dios, que es lo que fundamentalmente nos
culada a una conciencia de la misma. Para nosotros, la posibilita una existencia en este mundo. Aquí se nos pa-
conciencia de la historia es la que constituye la conexión tentiza también que la unidad de la naturaleza en su
específicamente histórica, que permite ver todo lo pre- conexión, en cuanto es la conexión de una historia, no
sente de una forma nueva desde la perspectiva del pa- se nos abre de un modo definitivo más que desde la pers-
sado. La conexión de la historia no se da en absoluto sin pectiva del futuro escatológico de Dios. Esta unidad, ya

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lo hemos visto, se capta provisionalmente sólo desde
atrás, es decir, desde el hombre, cosa que se manifiesta Y en Jesucristo
en que es precisamente el hombre quien percibe las leyes
del acontecer. Esto ya nos remite a que la creación en
su totalidad, así como la historia de la humanidad, en
su conexión de sentido sólo es constituida por su res-
pectivo fin, al mismo tiempo que nos induce a plan-
tearnos la cuestión acerca del fin último como plenitud
de su ser.

Ya en el primer artículo del credo no se trata única-


mente de una idea general y abstracta de Dios, que co-
rrespondería a la cuestionabilidad de la existencia hu-
mana, sino que ya en este brevísimo enunciado sobre
Dios se nos habla del Dios de Jesús (el «Padre») que es
el Dios de Israel (el «todopoderoso»). El segundo ar-
tículo se dirige al punto central de esta perspectiva de
la experiencia de Dios. El Dios del primer artículo es
accesible, se revela sólo a través de Jesucristo. En esta
medida, el segundo artículo constituye también objetiva-
mente el centro de toda la profesión de fe. Esto queda
especialmente claro en la designación de Jesús como «úni-
co Hijo» de Dios, que marca todas las afirmaciones pos-
teriores del segundo artículo. Por esta razón, Karl Barth
opinaba que el segundo artículo tendría que figurar pro-
piamente al comienzo del credo, a fin de que quedase
claro que en la profesión cristiana de fe en Dios se trata
del Dios de Jesús y de ningún otro. Ahora bien, esta co-
mo prioridad objetiva no significa que la fe en Jesús
precediese lógicamente a la fe en Dios y constituyese su
fundamento. Más bien lo que ocurre es que entre ambas
fes se da una característica relación recíproca. Si esta
relación, que por otra parte tampoco puede describirse
como un mero círculo, tiene en algún lugar un punto de
partida, esto hay que buscarlo histórica y objetivamente

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en la idea de Dios. Objetivamente, este punto de par- Este algo es nada menos que una persona histórica, un
tida radica en la referibilidad del hombre como hombre, contemporáneo de los cesares Augusto y Tiberio, un pa-
a través de la conciencia de su propia finitud, a una rea- lestino judío del tiempo que precedió a la catástrofe de
lidad infinita que es su soporte y fundamento, y por la guerra judía del año 70, sea reconocido como criterio
consiguiente a la dimensión de la experiencia religiosa. de la fe en Dios para todos los tiempos, los que le pre-
Históricamente, el punto de partida radica en que la cedieron y los que le iban a seguir. La extrema vulne-
realidad infinita, que es soporte de la vida de los hom- rabilidad de la fe cristiana en comparación con otras re-
bres y de su mundo, ha sido experimentada desde siem- ligiones radica precisamente en que está fundada en esa
pre como acción de fuerzas divinas en todas las religio- persona histórica, y no en su doctrina o en cualquier
nes de los pueblos. Resulta, pues, que la realidad de Dios otra cosa que pudiese ser separada de ella. Esta vulne-
es un presupuesto no sólo para Jesús, que vivió como rabilidad tiene un doble aspecto: en primer lugar, con-
un judío de las tradiciones de Israel, sino también, aun- tinua y repetidamente se plantea la cuestión de si aque-
que de otra forma, para los inicios de la fe israelita en llos rasgos que caracterizan la figura y el destino de
Dios. Tal comprensión presupuesta del poder divino es- Jesús y sobre los que se fundamenta la fe cristiana, pue-
tá, sin embargo, marcada y estructurada por las expe- den ser juzgados también como realidad fáctica e his-
riencias propias de Israel y por las del mismo Jesús. tórica. En segundo lugar, cuanto más exactamente se
Estas experiencias la han determinado nuevamente de capta la peculiaridad de la situación histórica de Jesús,
una forma comoletamente específica. Es lo que ya apa- más difícil resulta comprender cómo esta figura histórica
recía cuando hablábamos de Dios el Padre, el todopode- concreta, la figura de un judío palestino del tiempo de
roso. Ahora nos dirigimos a la figura histórica, de la Tiberio, con todo el condicionamiento temporal que es-
cual ha partido la configuración definitiva de la idea de to lleva consigo, pueda convertirse en la clave de la com-
Dios, tal como nos la encontramos en la profesión apos- prensión de la existencia, y por tanto de la comprensión
tólica de fe, a la figura de Jesús de Nazaret. de Dios, de los hombres que viven en el mundo del si-
Apelar a Jesús de Nazaret es constitutivo para la fe glo xx, un mundo tan distinto y alejado de aquél. Pero
cristiana, precisamente par? la fe cristiana en Dios. Esto esta vulnerabilidad no es más que el reverso inevitable
lo veremos aún más claramente a lo largo de nuestra de aquello que diferencia la religión cristiana de todas
reflexión sobre los enunciados de la profesión apostó- las restantes religiones, incluidas la budista y la islá-
lica de fe. Incluso podemos decir que la perspectiva más mica: que está fundada sobre unos sucesos históricos,
rica y comprensiva para entender la mutua pertenen- sobre una figura histórica, y esto no sólo en el sentido
cia de Dios y Jesús la alcanzaremos en la profundización de que en ellos se diese la ocasión extrínseca para el
de los enunciados del tercer artículo, es decir, a partir surgimiento de la fe cristiana, sino porque en ellos está
del tema del Espíritu santo. incluido su contenido esencial. Esto es lo que distingue
Pero que la fe en Dios esté íntimamente relacionada a la fe cristiana del mundo de la mitología, por muchos
con la fe en Jesús, que sólo pueda alcanzarse verdadera- elementos míticos que haya podido albergar en sí. Pero
mente en la fe en Jesús, esto ha sido una convicción precisamente aquí radica la dificultad permanente con
cristiana desde los comienzos de la historia cristiana. la que se ve confrontada la fe cristiana. La dificultad es
Se trata de algo en lo que difícilmente caemos en la cómo puede fundamentarse una certeza eterna, una feli-
cuenta y que, sin embargo, debemos tener bien presente. cidad eterna en una figura histórica, en unos sucesos his-

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tóricos, cuyo conocimiento en el mejor de los casos no miten continuamente a esta persona histórica, y sobre
puede alcanzar más que un nivel de probabilidad, y que todo al destino de Jesús, a su crucifixión y resurrección.
además, al menos desde el comienzo de la investigación En el nacimiento de la literatura evangélica aparece una
histórica moderna, está en cambio continuo. Se ha de reflexión retroactiva y plenamente consciente sobre el
ver y comprender que esta dificultad, construir convic- significado del camino terrenal de Jesús. Y no sólo los
ciones últimas sobre hechos históricos contingentes, fun- evangelios, también el mensaje paulino, que parece no
dar una felicidad eterna sobre una historia a la que en hacer apenas uso de estas tradiciones, concentrándose
el mejor de los casos sólo podemos llegar con probabi- únicamente en la cruz y resurrección, mantiene de este
lidad, es un problema fundamental de la fe cristiana. modo la figura histórica e irrepetible de Jesús como fun-
No se puede evadir sin perder la perspectiva de líi rela- damento de la fe. Que el hablar de la resurrección de
ción fundamental a la figura histórica de Jesús. Decimos Jesús como suceso acaecido en su camino histórico, co-
esto porque la historia del cristianismo conoce de sobra mo un acontecimiento sobrevenido al crucificado, su-
el intento de independizar la fe de las contingencias del puestamente una vez, en un determinado tiempo, con-
conocimiento histórico. Así, Jesús fue concebido y pen- tenga una serie de problemas muy incómodos para nues-
sado como el estímulo histórico para las verdades veni- pensamiento histórico, es ciertamente algo muy verda-
das al mundo con el cristianismo. O se pensó —-como dero. Pero esto no debe ser un impedimento para que
ocurre todavía hoy de las formas más diversas— en te- tomemos clara conciencia de la intención de los testimo-
ner un acceso especial a la realidad de Jesús en la ex- nios primitivos cristianos al relatar la resurrección de Je-
periencia de la fe, bien porque se creía poder encontrar sús como un suceso acontecido una vez en este deter-
inmediatamente a Jesús como el resucitado o el ensal- minado hombre. Hemos de tomar conciencia de ello y al
zado, bien porque se era de la opinión de que la expe- mismo tiempo nos hemos de plantear, al menos, los pro-
riencia de la fe podía mediar un conocimiento histórico blemas implicados en dicha perspectiva.
especial e independiente de la realidad histórica y fác- Estos mismos problemas, vinculados con el significa-
tica de Jesús de Nazaret. O, finalmente, se dice que do fundamental de la figura histórica de Jesús para la
lo que importa no es Jesús como figura histórica, sino fe cristiana, se tratan de evadir cuando se proyecta una
la fe en el kerygma cristiano, en el mensaje, cuyo con- imagen de Cristo puramente dogmática e independiente
tenido esencial consiste en una nueva comprensión de la de todo planteamiento histórico. La teología no puede
existencia. Todos estos intentos no son más que meca- detenerse en sí misma, ni siquiera en las concepciones
nismos de evasión del hecho de que la fe cristiana se de Jesús en los diversos escritos neotestamentarios. Ha
basa en la conexión con una figura histórica y en deter- de preguntar por Jesús mismo remontándose tras los
minados sucesos históricos. Evasiones de la vulnerabili- mismos escritos y testimonios neotestamentarios. Ha de
dad que implica el carácter histórico de la fe cristiana. llegar a la aparición histórica de Jesús y a su destino,
Intentos de asegurar a la fe cristiana contra esta vulne- ya que no otra cosa significa que la fe cristiana esté
rabilidad. Pero de este modo lo único que se consigue ligada a la figura histórica de Jesús en su irrepetible y
es abandonar la referencia a Jesús, fundamental para la única peculiaridad. La cuestión de la peculiaridad de una
fe cristiana. Pues Jesús no es ninguna otra cosa que esta figura histórica, de los acontecimientos que marcan su
persona histórica. Por esto, precisamente, el mensaje camino no puede ser planteada, por otra parte, más que
primitivo cristiano y los escritos neotestamentarios re- por medio de la investigación y de los métodos histó-

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ricos. De lo contrario, no haríamos más que quedarnos teología dogmática de nuestro siglo no han hecho otra
en el mito o en la leyenda. La investigación histórica es cosa que tratar de evitar las consecuencias de este hecho.
el único camino posible, si queremos alcanzar un cierto No sólo por causa de la incompatibilidad de esta visión
grado de seguridad o probabilidad. El que lleguemos a con la actual concepción del mundo determinada por las
la medida posible de conocimiento de Jesús es muy im- ciencias naturales, sino también porque la expectación de
portante para el cristianismo, pues ésta es la única de- Jesús parece haber sido un error, como lo demuestra el
fensa que tiene el creyente contra la posibilidad de que simple hecho de la prolongación de la historia hasta el
le sea anunciado y predicado como mensaje cristiano al- presente con la consiguiente no llegada del esperado fin
go que quizá no tenga nada o muy poco que ver con del mundo. Es comprensible que a fin de salvar el sig-
Jesús mismo. Sólo así sabrá el creyente si lo que cree nificado actual de Jesús se haya intentado tantas veces y
tiene que ver con Jesús. de tan variadas formas eliminar o interpretar a su modo
La investigación actual sobre Jesús, en concreto des- este carácter «escatológico» de su mensaje. Sin embargo,
de Ernst Kasemann, en oposición a la teología kerygmá- los motivos de tales interpretaciones son demasiado trans-
tica de Bultmann ha vuelto de nuevo a plantearse la parentes. La teología y la piedad cristiana harían mejor
cuestión del Tesús histórico, precisamente a partir de si intentaran aprender a vivir con la extrañeza de la fi-
tales consideraciones. La fe cristiana tiene que «apoyarse» gura de Jesús
en Jesús mismo, como ha dicho Gerhard Ebeling. Pero ¿Qué podemos saber sobre Jesús? La investigación
lo que es importante es caer en la cuenta de que no nos histórica ha tenido que dejar de pensar en una biografía
está permitido coger únicamente un aspecto, un trozo, de Jesús más o menos completa. En los evangelios no se
de la estructuta objetiva de la historia de Jesús, con lo encuentra, en contra de lo que se creía antes, un relato
cual no se hace otra cosa que proyectar después sobre biográfico coherente. El orden de sucesión, en el que los
Jesús mismo alguna concepción de la fe cristiana ad- evangelios relatan la actividad pública de Jesús, carece
quirida por otros caminos. Hemos de tener en cuenta de valor biográfico. Los evangelios han ido colocando
el fenómeno histórico del hecho y de la historia de Jesús cada uno a su manera las diversas unidades de la tradi-
en todo su alcance y, sobre todo, hemos de considerar ción, mejor, de las tradiciones, y en cada caso se han
toda extrafieza y distanciamiento que ante él pueda sen- regido por criterios teológicos diversos. A pesar de todo,
tir el hombre del siglo xx. Esta es la condición necesaria algunos sucesos o contenidos se pueden determinar con
para que pod-imos preguntarnos con sentido sobre el probabilidad suficiente y se pueden considerar como his-
significado permanente que esta figura pueda tener para tóricos: entre ellos se encuentran el bautismo de Jesús
nosotros. "• por Juan, los rasgos fundamentales de su historia y men-
Esta extrañeza de la figura de Jesús, es decir, el con- saje, su muerte de cruz en Jerusalén. En un sentido que
dicionamiento general de su mensaje e historia por la luego discutiremos, habremos de contar también entre
espera del fin del mundo como algo inmediato e inmi- ellos la resurrección de Jesús, o al menos su afirmación
nente, con el que había de llegar el reinado de Dios, por la cristiandad más primitiva.
ha sido puesto de relieve con una fuerza desconocida Según el juicio predominante de los investigadores,
hasta ahora poi la investigación neotestamentaria de co- una gran parte de las palabras de Jesús transmitidas en
mienzos de siglo, especialmente por Johannes Weiss y los evangelios no procederían del mismo Jesús, sino que
Albert Schweitzer. J a exégesis neotestamentaria y la supondrían una prolongación legendaria de la tradición

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de Jesús. Con todo, aun aceptando esto, los puntos de o no concordancia de los hombres con el viniente reino
apoyo a nuestro alcance son suficientes para trazar una de Dios. Esto es así porque Jesús no ha hecho otra cosa
imagen del carácter general de la figura de Jesús: fio hay que poner a los hombres ante la opción a favor o en
duda de que estaba completamente marcado por la ex- contra del futuro de Dios mismo. Si el Dios de Jesús
pectación de la proximidad del reinado de Dios, Ante es verdaderamente Dios, si a su vez Jesús ha sido confir-
la inminencia del juicio que se aproximaba con el fin del mado por el mismo Dios en aquella pretensión de su
mundo, Jesús llamó a la penitencia, a la conversión a mensaje, entonces, en efecto, la aceptación o el rechazo
Dios. Pero al mismo tiempo podía asegurar sin reservas del mensaje de Jesús no es otra cosa que la aceptación o
la salvación del reino a todo aquel que aceptase su men- el rechazo del mismo Dios. Entonces, fácticamente, la
saje de la cercanía del reinado de Dios, reconociendo así fe en Dios no es posible más que en concordancia con el
a Jesús, su mensajero. Y lo mismo podemos decir del que mensaje de Jesús: o de tal modo que el comportamiento
se condujese en sentido inverso: aceptando a Jesús y de un hombre corresponda fácticamente a los criterios
con él también su mensaje. Jesús podía actuar de este anunciados por Jesús, o de tal modo que el mensaje de
modo porque estaba convencido de que el destino del Jesús sea aceptado expresamente. Esto último y, por tan-
hombre depende únicamente de su actitud ante el cer- to, la fe en Jesús en la fe en su mensaje es la forma co-
cano reino de Dios. En este punto se fundamenta, pues, mo Jesús ha llegado a convertirse, explícitamente, en
la incondicionabilidad, con la que Jesús podía prometer criterio eficaz de todo conocimiento de Dios por el surgi-
la salvación, y al mismo tiempo ya el mismo Jesús en- miento y propagación de una comunidad fundada en la
contró ahí la mejor expresión del amor del Padre a los fe en él.
hombres. De todo esto resulta que la esperanza escato- Pero ¿la confianza en el Dios de Jesús y, por tanto,
lógica y el comportamiento adecuado a ella son para también en el mismo Jesús como el enviado de este
Jesús el único criterio de la participación en la salvación. Dios sigue siendo hoy una posibilidad responsable para
Esta actitud de Jesús cayó irremisiblemente en abierta hombres que viven sobre el suelo de una conciencia
contradicción con la religiosidad judía tradicional cen- contemporánea? ¿No es incompatible la expectación de
trada en la ley, que consecuentemente veía en ésta y su un próximo fin del mundo, de la transformación cósmica
cumplimiento el criterio de la futura participación en la de la creación en el ámbito del reinado de Dios, no es
salvación. Por esto acabó Jesús por ser repudiado por las incompatible todo esto con una comprensión del mundo
autoridades judías y entregado a la muerte. Ahora bien, orientada a los resultados verificados de las ciencias na-
si un judío se convencía de la fiabilidad del mensaje de turales? Ademas, ¿no ha sido suficientemente refutada
Jesús a partir de la resurrección, no le quedaba otra sa- aquella espera de Jesús por el simple hecho de que el
lida que interpretar este acontecimiento como anulación fin del mundo está aún por venir? ¿No hemos de in-
de este repudio y confirmación de Jesús y de su pre- tentar, por esto, formular el significado de Jesús al mar-
tensión de que la actitud ante él y su mensaje es el lugar gen de esta entusiasta expectación próxima, si es que
exclusivo donde se decide la salvación o perdición fu- queremos mantenernos todavía vinculados a él?
turas de los hombres ante Dios. A estas preguntas hemos de dar una doble respuesta.
Presuponiendo que Dios mismo ha confirmado la mi- En primer lugar, sería autoengañarse pretender que po-
sión de Jesús por su resurrección, puede comprenderse demos destilar el núcleo auténtico del mensaje de Jesús
que Jesús sea afirmado como el criterio de concordancia despojándolo de su expectación próxima del reino de

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Dios como inminente transformación del mundo; esta po- pretensión de poder semejante al divino no ha sido en-
sibilidad no es real. Lo que Jesús dijo sobre la presencia tonces corroborada por un milagro o prodigio cualquiera,
del reino de Dios en su propia persona y obra es sólo sino por el cumplimiento de la realidad salvífica del reino
el reflejo que proyectaba su futuro próximo e inminente. de Dios esperado por él como algo inminente. Cierta-
El mensaje de Jesús sobre el amor de Dios tiene su pre- mente, este cumplimiento no ha tenido lugar más que
supuesto inmediato en esta inminente proximidad de su en él. En cuanto que es así, el cumplimiento se diferen-
poderoso futuro. Y es que el amor de Dios se hizo pal- cia aquí, como de costumbre, de la promesa y la espera.
pable para Jesús en su propia misión de anunciar la pro- Pero si podemos tomarnos en serio el mensaje de la re-
ximidad del reino de Dios, pues este anuncio es ofreci- surrección de Jesús, entonces ya no podemos decir sin
miento de Dios a participar en la salvación de su reino restricciones que Jesús se engañó. Y entonces, tal como
y, sobre todo, porque posibilitaba la promesa de perdón lo expuso el mismo Pablo, la resurrección de Jesús de
incondicional de Jesús. Este conocimiento del amor de entre los muertos puede convertirse en prenda y garantía
Dios manifestado en la propia misión de Jesús consti- para el resto de la humanidad, garantía de que lo mismo
tuye, a su vez, el fundamento de su llamada al amor al le puede acontecer y le acontecerá a todo aquel que esté
prójimo y al perdón incondicional frente a nuestros se- ligado a Jesús por la fe, completamente independiente de
mejantes, cuya medida y criterio es el amor y el perdón la cuestión de la eventual duración del mundo.
recibidos del mismo Dios. Resulta, pues, que todos los La relevancia de esta consideración depende por com-
contenidos del mensaje de Jesús tienen su último funda- pleto del enjuiciamiento de la tradición de la resurrec-
mento en su expectación próxima del reino de Dios; de ción de Jesús, de la que nos ocuparemos más tarde con
ahí, que si prescindimos de este horizonte de la expecta- detalle. No obstante, podemos decir ahora ya lo siguien-
ción próxima, no pueda quedar en pie ninguna palabra, te: después de la muerte de Jesús en la cruz, la fe en él
ninguna idea, nada en absoluto, que Jesús manifestara se ha hecho de nuevo posible sólo por su resurrección.
a lo largo de su vida. La fe dejaría entonces de habérse- Esto vale ya para la primera comunidad, que se consti-
las con Jesús mismo y en su lugar colocaría una serie de tuyó tras los sucesos de Jerusalén, y vale no sólo tam-
imágenes prefabricadas y luego etiquetadas bajo el nom- bién, sino con mayor razón para nosotros que somos
bre de Jesús. posteriores. Los primeros cristianos participaban tam-
En segundo lugar, no se puede admitir sin más ni bién, al fin y al cabo, de la expectación de Jesús. Pero
más que la expectación de Jesús se frustrase. Pues si hoy tendríamos que juzgar a Jesús como un entusiasta
puede tomarse en serio el mensaje de la resurrección de apocalíptico, cuyo pensamiento estaba informado y ani-
Jesús de entre los muertos, entonces bien puede afirmar- mado completamente por una expectación, que desde en-
se que la expectación próxima de Jesús no se cumplió, tonces se ha revelado como un error, a no ser que no
ciertamente, en el mundo como totalidad, pero sí en su estuviera en contra el mensaje de la resurrección. Na-
propia persona. Pues «resurrección de los muertos» es, turalmente, este mensaje pascual no podemos considerar-
precisamente, la salvación final o, en todo caso, la puerta lo aislándolo de los acontecimientos que le precedieron.
de entrada en la salvación final de la vida eterna, que El significado del acontecimiento pascual depende preci-
esperaba la expectación judía del futuro del reino de samente de que la resurrección de entre los muertos haya
Dios. Si este cumplimiento ha tenido lugar ya en Jesús, tenido lugar en este hombre concreto con su misión es-
la plenitud ha llegado, al menos, para su persona. Su pecial. Sin la fuerza y el convencimiento interior con que

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Jesús ha hablado sobre Dios, lo insólito del aconteci- asunto de Dios en el mundo por medio de los títulos,
miento afirmado por el mensaje cristiano de la pascua que le fue asignando: vio en Jesús al hijo del hombre de
despertaría un escepticismo aún mayor que el habitual la expectación judaica, que debe venir con las nubes del
frente al mensaje cristiano en su totalidad. A pesar de cielo para juzgar el mundo. Vio en él al profeta pro-
todo, queda en pie que, aun contando con toda su pro- metido para el fin de los tiempos, así como al siervo de
blemática propia, sólo el mensaje de la resurrección pue- Dios paciente. Y encontró en él al mesías prometido, al
de dar una respuetsa al problema de la potestad de Je- hijo de Dios.
sús, problema que a nosotros se nos plantea no sólo por La palabra mesías significa «el ungido». Su traduc-
la crucifixión sino también por la frustración de la ex- ción griega es christos. Esta palabra se encuentra en el
pectación próxima en que vivía Jesús. texto de la confesión como nombre propio, como parte
Pero bajo el presupuesto de la confirmación del men- constitutiva del nombre Jesucristo; cuando esta palabra
saje de Jesús por su resurrección de entre los muertos, entra a tomar parte de dicho texto ya hace tiempo que
también la humanidad actual se vuelve a ver confronta- se ha convertido en nombre propio, pero originariamen-
da con la pretensión de Jesús de que la aceptación o te se trataba del título «mesías». Este título se asignaba
rechazo de su mensaje es la aceptación o rechazo de la a los reyes vetcrotestamentarios. El rey era considerado
proximidad del mismo Dios y de que la fe en Dios no como el ungido de Dios y ya en la época de la monar-
es posible al margen de la profesión de fe en su misión quía judaica se despertó la esperanza en un rey futuro,
y persona. Es evidente que esto último sólo tiene validez que desempeñaría su función en paz y justicia, y reina-
para aquellos que se ven confrontados directamente con ría en nombre Dios sobre Israel y sobre el mundo en-
el mensaje de Jesús. No significa que sólo el cristiano pue- tero. Sin embargo, esta esperanza no conduce sin solu-
da tener parte en la salvación de Dios. El mismo Jesús, ción de continuidad a Jesús. Más bien podemos aceptar
en sus bienaventuranzas, ha llamado bienaventurados a con gran probabilidad que Jesús mismo rechazó el título
los que padecen, a los impotentes, a los misericordiosos, de «mesías», cuando se le aplicó. La forma originaria
a los pacíficos, a los que tienen sed de justicia y padecen de la tradición de la confesión de Pedro (Me 8, 27-33)
por su causa, y esto completamente independiente de su se remonta quizá a un rechazo por parte de Jesús del
relación personal con él. Quien viva en una situación de título de mesías, rechazo todavía más brusco de lo que
este tipo, quien no se deje avasallar por su sufrimiento permite reconocer el texto actual. Al parecer, Jesús mis-
y su impotencia, quien verdaderamente aspire a una jus- mo consideraba como tentación satánica el dejarse hacer
ticia mayor y esté lleno del espíritu de misericordia y portador de las esperanzas nacionales del pueblo judío.
de paz, quien viva en esta actitud, confía fácticarnente Y es que, todo lo contrario, él era el mensajero del rei-
en Dios, en el Dios anunciado por Jesús: en este sentido nado de Dios como fin cercano de todas formas políticas
el mensaje de Jesús es también criterio de su participa- de este mundo. El pueblo debía convertirse a este fu-
ción en la salvación de Dios. turo del reinado de Dios que irrumpía del más allá y
Su propia unidad con Dios consiste precisamente en dejar de una vez sus esperanzas en una reconstrucción
esto, en que Jesús es el criterio de la relación de todos nacional.
los hombres con Dios, incluidos aquellos que nunca se Pero aunque Jesús rechazase para sí el título de me-
han encontrado con él. La cristiandad primitiva expresó sías, el hecho es que más tarde se le aplicó. ¿Se puede
esta unidad y vinculación de Jesús con Dios y con el justificar esto? En primer lugar hay que comprender

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cómo se vino a parar en ello. Es claro que Jesús fue está justificada. Pero el salvador que esperaba el pueblo
acusado ante los romanos como agitador político, y como judío en la figura del mesías era ahora de hecho Jesús,
tal fue ejecutado. El motivo y razón de su ejecución fue si bien de una forma distinta de la que se lo habían re-
indicado en su cruz, y éste no fue otro que el que qui- presentado las esperanzas mesiánicas. Una vez que así
siera ser el «rey de los judíos» (Me 15, 26). La mención quedaba superado el peligro, rechazado por Jesús, de
de la inscripción de la cruz en los evangelios se vuelve una falsa comprensión de su misión inducida por el sím-
a considerar hoy día por muchos investigadores como bolo del título de mesías, podría ahora, inversamente,
noticia o dato histórico. La vinculación expresada en la ser transformado el título de mesías por su aplicación a
inscripción entre Jesús y el título de mesías es cierta- Jesús, el crucificado y resucitado.
mente falsa en cuanto que Jesús, tal como hemos visto, La peculiaridad del título de mesías frente a otros
nunca pretendió para sí dicho título. Pero, a pesar de títulos que la comunidad primitiva cristiana aplicó a Je-
todo, siempre podemos decir que dicha vinculación se sús —como hijo del hombre, hijo de David, señor, etc.—
convirtió en el destino de Jesús. Ciertamente, que este consiste en que el concepto mesías podía asumir toda
hecho por sí solo no nos hace comprensible cómo la co- la pluralidad de significados que encerraba Jesús. De-
munidad pudo comprender a Jesús como tal mesías, signaba en primer lugar la función futura de Jesús en
teniendo en cuenta que todos los discípulos conocían su segunda venida para el establecimiento definitivo del
bien la actitud de Jesús con respecto a él. Pero a es ..o reino de Dios. Pero, a su vez, podía también referirse a
hay que añadir que después de su resurrección ya no la realidad actual del señor resucitado, que a la derecha
quedaba sitio junto a Jesús, cuya venida era ahora fir- de Dios, en lo oculto, reina ya sobre el mundo. La ins-
memente esperada por la comunidad, para ningún otro cripción en la cruz posibilitaba, además, vincular la pa-
salvador. Por esto, Jesús fue considerado entonces como sión de Jesús y sus sufrimientos con su dignidad me-
idéntico a las figuras escatológicas de la expectación ju- siánica, y de este modo concebir ya al Jesús terreno co-
día, al hijo del hombre, de cuya venida él mismo había mo mesías. En conexión con el título de mesías se en-
hablado, y al mesías, con el cual contra voluntad había cuentran también los elementos de la mediación salvífica
quedado indisolublemente vinculado por su destino. y de la filiación divina, que fueron decisivos para la
Ahora ya su comunidad podía ver en él al mesías ver- predicación del significado de Jesús en el mundo de la
dadero. La expectación mesiánica fue entonces transfor- cultura helenística, en la misión a los paganos de la pri-
mada de una esperanza en una plenitud intramundana en mitiva iglesia. De este modo, el título de mesías pudo
la designación de la reconciliación más allá de la muerte transformarse tan ampliamente que acabó por abarcar y
y de este mundo de los hombres por Jesús. asumir la plenitud significativa de la figura de Jesús, de
La justificación de la designación de Jesús como me- su aparición histórica y de su destino. Por esto, es com-
sías, christus, consiste, pues, en que ya no había que es- prensible que para los misioneros judíos de la primitiva
perar ningún otro salvador, de tal manera que todas las cristiandad, como por ejemplo Pablo, dicho título se
esperanzas salvíficas de los hombres podían ser traslada- convirtiese en el compendio de todo el mensaje sobre
das a Jesús, porque sus momentos de verdad habían en- Jesús, precisamente también cuando su predicación su-
contrado en él su cumplimiento. ¿Debería haberse evita- peraba los ámbitos de la tradición judía y se dirigía a los
do la representación mesiánica, supuesto que había sido paganos. Pero para los oyentes paganos de este mensaje,
rechazada abiertamente por el mismo Jesús? La pregunta para los que el significado titular de la designación chris-

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tus era menos corriente que para los oyentes de sangre en mediación de la proximidad de Dios, en la que él
judía, christus llegó a convertirse en un constitutivo del mismo vivía, incluso en las situaciones más extremas de
nombre de Jesús. fracaso en nuestra vida. Esta proximidad no se agota en
Para terminar hemos de retener un par de cosas: la plenitud y realización de nuestra vida terrena ni acaba
1. El nombre Cristo designa especialmente el sig- por desaparecer con su fracaso en la muerte. Si es que
nificado sal vinco de Jesús. Explícita lo que ya se nos nuestra existencia puede llegar a ser «salva», esto sólo
ponía de manifiesto como resultado de nuestra pregunta es posible por medio de una plenitud que transcienda
acerca del Jesús histórico: que él pretendía llevar a cabo esta vida terrena. Esto no significa huida de este mundo
la decisión de Dios sobre los hombres, al exigir una de- a un más allá de nuestra vida. Más bien, de lo que se
cisión frente a su mensaje del futuro de Dios, y que fue trata es, precisamente, de vivir en esta vida de la con-
confirmado en esto por su resurrección de entre los muer- fianza en la totalidad de nuestro ser, totalidad que no
tos, pero de tal modo que en el nombre de Jesús la sal- está presente en la realidad actual de nuestra vida de un
vación, la futura comunidad con Dios, la participación modo inequívoco, sino que sólo se insinúa fragmenta-
en la nueva vida aparecida en su resurrección, está abier- riamente para aquel que es capaz de ver en el fragmento
ta a todo aquel que crea en Jesús, que deposite su con- la totalidad, pero que nos ha sido garantizada y prome-
fianza en él. Este significado salvífico no le viene a Jesús tida por el mensaje de Jesús sobre el futuro del reino
desde fuera, como si del mismo modo que le ha sido de Dios y por su resurrección de entre los muertos. A
atribuido a él le pudiera haber sido atribuido a cual- partir de aquí, las situaciones, vivencias y posibilidades
quier otra persona. Le pertenece a él, es propio de él, diversas de nuestra vida actual pueden ser vividas y ex-
parte de él mismo. Pero esto no se entiende por sí mis- perimentadas también como parte de esta totalidad, la
mo cuando hablamos sobre Jesús. La fuerza salvífica que cual no puede ser fundamentada a partir de ellas mismas.
le es inmanente, que sale de él tiene también que ser 2. Confesar que Jesús es el Cristo no quiere decir
designada como tal de un modo expreso, tiene que ser solamente que nosotros ponemos nuestra confianza en
nombrada: por esta razón hablamos de Jesucristo. Al Jesús, que nue?tra vida puede ser vivida como una tota-
confesar que Jesús es el Cristo, decimos que nuestra vida lidad, como «salva» a partir de él. La confesión crística
adquiere su sentido a partir de él, que sólo a partir de expresa, además de esto, la vinculación de la fe cristiana
él se convierte en una totalidad, se hace salva. Esto con la historia y las esperanzas del pueblo de Israel. Es-
significa que nuestra existencia considerada en sí misma tas esperanzas, tal como acabamos de ver, fueron trans-
no es «total» y «salva», aunque el anhelo de todo hom- formadas por Jesús, en primer lugar no sólo porque las
bre no sea otro que el que su existencia llegue a ser una rechazó, sino, lo que es más, porque a pesar de ello fue-
totalidad. En nuestra vida son muchas las cosas a las ron vinculadas entonces con su figura. Al ocurrir esto,
que nos lleva nuestra determinación y que sin embargo el contenido de la representación mesiánica se transfor-
nunca se alcanzan. Así, muchas cosas iniciadas se inte- mó mucho más profundamente que si, por decir algo,
rrumpen, y lo que adquiere forma se hace oculto por se hubiera transformado la comprensión del Dios de
penuria, pereza o error. En definitiva, todo, incluso la Israel por el mensaje de Jesús. A pesar de todo, queda
vida más plena y realizada, queda en un fragmento, que en pie una continuidad, una conexión, que sólo la apli-
en la muerte se detiene como una cuestión abierta. Pero cación del título de Cristo a Jesús le permite aparecer
Jesús, por su muerte en la cruz, se nos ha convertido con toda su plenitud de sentido, y que fácticamente,

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además, sólo ella la ha posibilitado. Aunque el título de
Cristo en su aplicación a Jesús adquiriese un nuevo sen- Hijo unigénito de Dios,
tido, el hecho es que la cristiandad primitiva creía po-
der proclamar con él el cumplimiento de la esperanza
nuestro Señor
mesiánica judía por Jesús. Y sólo a la luz de la esperanza
mesiánica judfe podía ser percibida y anunciada en toda
su plenitud y riqueza la significación salvífica que radi-
caba en la figura de Jesús. Al margen de este contexto
de expectación y esperanza, probablemente no se habría
llegado a concienciar nada esencial de lo que constituye
el significado de la figura histórica de Jesús. Bajo este
punto de vista pues, también la iglesia cristiana se con-
virtió en la heredera de la historia de la fe de Israel y,
como tal, tiene que permanecer consciente de tal heren-
cia, al menos si quiere conservar en su conciencia la ple- La confesión de Jesús como hijo de Dios resulta hoy
nitud de significado de la figura y de la historia de Jesús. para muchos uno de los enunciados más difícilmente
accesibles de la tradición eclesial. Precisamente por esto,
otros la consideran como el criterio decisivo de la fe
ortodoxa. Ambos partidos se representan la filiación di-
vina de Jesús al modo de una esencia sobrenatural de
Jesús. Sólo se diferencian por el hecho de que uno de
los partidos mantiene firmemente esta afirmación, mien-
tras que el otro la rechaza o, al menos, la juzga escépti-
camente. Encuentra que tal afirmación es una superrele-
vación mitológica de la simple humanidad de Jesús. Para
este partido, la representación de la filiación imposibilita
la comprensión de Jesús como un hombre. Ahora bien,
la representación de un ser supraterreno, algo así como
disfrazado por la apariencia humana de Jesús, parece
ser completamente incomprensible para cualquier con-
cepción de la realidad actualmente sostenible.
La verdad es que a una tal consideración escéptica
del título primitivo-cristiano «hijo de Dios» no se le
puede hacer el reproche de estar completamente alejada
de la concepción de la filiación divina, predominante en
la tradición cristiana. Todo lo contrario. Más bien, ha-
bría que decir que en este respecto acierta considerable-
mente. Otra cosa es que responda al sentido originario
de la designación de Jesús como hijo de Dios. Aquí am-

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bos partidos se equivocan. Los verdaderos motivos, que de modo que su comunidad le denominaba correspon-
encontraron su expresión en la aplicación de este título, dientemente «el Hijo». Otro carácter distinto tiene el
son pasados por alto cuando la perspectiva se concentra título «hijo de Dios», aunque naturalmente la simple
en la representación tradicional indicada de la filiación designación de Jesús el Hijo le designase también hijo
divina como forma de un modo de ser sobrenatural. Más de Dios: así es comprensible el tránsito al título «hijo
bien es posible —e incluso lícito desde el punto de vista de Dios». Pero este título era ya entonces tradicional.
histórico-exegético— comprender el título «hijo de Dios» Se encuentra emparentado con el título mesiánico. En
como interpretación, precisamente, de la manifestación el ceremonial judaico tradicional, parte del cual se con-
humana de Jesús. Esta interpretación tuvo su propia his- serva en el salmo 2, se dice que Yahvé habla al rey
toria en el cristianismo primitivo. Partiendo de la forma (al ungido): mi hijo eres tú, hoy te he engendrado (2,7).
final de los textos neo testamentarios, se pueden recorrer Al decir esto no se pretende significar un origen corporal
retrospectivamente una serie de estadios que llegan has- del rey a partir de Dios, tal como se decía por ejemplo en
ta el mismo Jesús, en la formación del convencimiento los imperios medio y nuevo de Egipto de los reyes con
cristiano sobre la filiación divina de Jesús. Además, se respecto al dios Ra. En el salmo 2 se trata más bien
pueden inferir los motivos que encontraron su expresión de un acto de adopción: como «hijo» de Yahvé, el rey
en la formulación de que Jesús es el hijo de Dios. Se asume como encargo de Yahvé el dominio de éste sobre
ve entonces que las transformaciones en la comprensión el mundo (Sal 2, 8; 110, 1). Estas ideas fueron aplicadas
de esta fórmula no fueron simplemente arbitrarios, sino a Jesús en el cristianismo primitivo: Pablo cita en Rom
que se pueden comprender como motivados objetiva- 1, 3 s. una fórmula confesional transmitida hasta él,
mente, es decir, a partir de la peculiaridad de la figura según la cual Jesús por su resurrección de entre los muer-
y de la historia de Jesús, cuyo significado peculiar y úni- tos ha sido constituido «hijo de Dios con poder». En
co es el verdadero asunto de esta historia de la inter- este pasaje la resurrección es considerada como el mo-
pretación. mento temporal del establecimiento de la filiación divina,
Al principio la designación de Jesús como «hijo» está de su elevación a ella, como momento temporal de la
estrechamente relacionada con la idea de Dios como el adopción. En otra tradición, bastante más tardía, este
Padre. El título de hijo viene a ser entonces algo así co- momento es trasladado hasta el bautismo de Jesús. Así,
mo la contrapartida, como el reflejo que la predicación según Me 1, 11, las palabras del salmo se oyen en el bau-
de Jesús sobre Dios como padre proyectaba sobre el tismo como una voz del cielo. Aquí, pues, Jesús es consti-
mismo predicador. Y es que no era normal ni evidente tuido como mesías ya al comienzo de su actividad pú-
hablar de Dios como padre con la familiaridad con que blica. En la leyenda del nacimiento virginal de Jesús nos
lo hacía Jesús. Esta era precisamente una de las carac- encontramos con un estadio posterior de este desarrollo:
terísticas que constituían la peculiaridad de Jesús, y por traslada aún más allá el origen de la filiación divina si-
esto aparecía, incluso para sus discípulos, como un hombre tuándolo en el mismo nacimiento de Jesús. Lucas ex-
distinto de los restantes; nadie hablaba así sobre Dios. plica expresamente en 1, 35 el título, diciendo que Je-
Esto se explícita en los evangelios en una serie de pa- sús fuera de Dios no tenía ningún otro padre humano.
sajes donde es designado simplemente como «el Hijo». El propósito e interés de este proceso de la constitución
Esta designación tiene su explicación más sencilla en el de una tradición que sitúa cada vez más lejos el origen de
hecho de que Jesús anunciaba a Dios como «el Padre», la filiación divina de Jesús hay que buscarlo, claramente,

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en que debe ser expresado lo siguiente: Jesús fue des- Como portador único del reinado de Dios en el mun-
de siempre el enviado por Dios con el reinado, con el do, Jesús es también el mediador de su creación. En la
ejercicio de su voluntad. Este interés corresponde al he- profesión de Nicea la filiación divina de Jesús ha sido
cho de que la resurrección confirmase la pretensión pre- relacionada expresamente con la afirmación de que todo
pascual de Jesús y que, por consiguiente, le legitimase ha sido creado por medio de él. Esta idea puede com-
ciertamente con posterioridad, pero también con efica- prenderse como inferencia de la afirmación de que Jesús,
cia retroactiva. como hijo de Dios, ejerce el reinado de Dios sobre el
Así, pues, el título «hijo de Dios» no designaba ori- mundo. No es necesario en absoluto acudir a un ser divino
ginariamente una filiación corpórea, pero tampoco de- completamente separado del Jesús histórico, que hu-
signaba a Jesús como un ser divino y sobrenatural: e' biera ejercido ciertas funciones especiales al comienzo
rey judío, al que se le llamaba «hijo de Dios», seguía del mundo. Más bien hay que decir que Jesucristo es
siendo un hombre. En el ámbito de la tradición judía el mediador de la creación del mundo en tanto y en la forma
título designaba únicamente la función de Jesús, su esta- que él puede ser denominado el hijo de Dios. Nosotros
blecimiento para ejercitar el reinado de Dios sobre el hacemos mención aquí de la idea ya aludida ante-
mundo, pero no su naturaleza. Sin embargo las cosas eran riormente de que la creación del mundo acontece desde
distintas dentro del ámbito cultural helénico: aquí el tí- el fin: entonces a Jesús como mediador de la creación
tulo «hijo de Dios» se convirtió en la designación de un hay que comprenderlo en el sentido que él es el final de
ser sobrenatural-divino, que se ha «manifestado» en el todas las cosas, que en él ha aparecido ya el final de to-
hombre Jesús pero que es distinto de él. Sobre este ser das las cosas, el final que decide sobre su verdadero ser.
divino se dice que ha sido «enviado» a la carne para asu- Porque él es el que trae el final, por eso todas las cosas
mir una figura humana. Así se expresa el mismo Pablo están orientadas hacia él, y porque todas las cosas apuntan
en Rom 8, 3 y Gal 4, 4. También la profesión apostó- hacía él, por eso también son a partir de él. Jesús es,
lica de fe entiende, sin ninguna duda, la expresión «hijo por consiguiente, el portador del reinado de Dios sobre
de Dios» en este sentido: como un ser divino preexis- el mundo en la medida en que es el centro o, más bien, el
tente, es decir, existente ya antes del nacimiento terrenal final de la historia y de este modo el mediador de la crea-
de Jesús en la eternidad de Dios, un ser divino preexis- ción. En este enunciado queda expresado el significado,
tente que en el nacimiento de Jesús ha tomado forma y un significado que abarca y da sentido a todo, de lo que
ser humanos. ha acontecido en y con Jesús. Esto significa también la
Antes de tomar una postura concreta ante esta idea expresión que designa a Jesús como el hijo unigénito,
de la preexistencia queremos, primeramente, considerar el único del Padre divino.
matiz especial que da la profesión apostólica de fe a la Jesús es también el único portador de la revelación
idea de la filiación divina de Jesús. Llama a Jesús el hi- de Dios porque es el hijo unigénito de Dios: el Padre no
jo unigénito de Dios. En el nuevo testamento es sólo Juan conoce a nadie más que al Hijo y a quien el Hijo se lo
el que se sirve de esta expresión para designar la relación quiera manifestar (Mt 11, 27: cf. Jn 14, 6). Por esta ra-
de Jesús con Dios. Y significa que Jesús es el único hijo zón, también, la revelación de Dios en el sentido pleno
de Dios. Fuera de él Dios no ha tenido ningún otro hijo, del término es una revelación única, la revelación que
nadie más que él ha sido investido de su poder, él es el ha acontecido a través de su Hijo.
único que ha recibido la misión de ejercer su reinado. La fundamentación teológica transcurre siguiendo la

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ruta inversa: desde el punto de vista objetivo, mejor, rición de la realidad última y definitiva de la vida que
desde el punto de vista como son las cosas en sí mismas procede de Dios en él mismo. En esta definitividad, por
la revelación de Dios en Jesús, así como su unicidad está consiguiente, por causa de su carácter escatológico, es
fundamentada en que Jesús es el Hijo unigénito; pero Jesús en el sentido anteriormente descrito la revelación
para nosotros, para nuestro conocimiento ocurre inversa- de Dios. Teniendo esto en cuenta podemos apropiarnos
mente, decir que Jesús es el hijo único de Dios es sólo ex- ahora la comprensión de la fórmula primitívo-cristiana,
presión del hecho de la revelación divina en él. Hay cier- que Jesús es simplemente el «hijo» del Dios, al que lla-
tamente muchas y muy diversas automanifestaciones de la maba el Padre. Pues al anunciar el futuro de Dios como
realidad divina, con las que está siempre relacionada la lo único decisivo para la salvación de cada hombre, el
vida humana. Los hombres no sólo presuponen en la rea- futuro de Dios accedía como reinado dondequiera encon-
lización de su existencia esta realidad fundante de su ser trase acogida su mensaje. Por esto Jesús con su anuncio
y del ser del mundo, sino que además siempre tienen que del futuro de Dios, con su predicación y su praxis del
tratar con ella de una forma o de otra. En tal contacto amor de Dios ? los hombres, fundadas en aquél, es el re-
permanente la realidad divina se manifiesta a los hom- presentante de1 futuro de Dios entre los hombres, y ha
bres de muy diversas maneras, y la historia de las reli- sido confirmado en ello definitivamente por Dios por su
giones está llena de huellas de esto. Pero tales mani- resurrección de entre los muertos. Como portador de la
festaciones tienen la mayor parte de las veces algo de automanifestación definitiva de Dios, el cual anticipa ya
provisional, pueden ser sustituidas por otras experien- la decisión última sobre los hombres y sobre el mundo
cias nuevas de la misma realidad. Precisamente por esto, a partir de la potestad de esta misión, Jesús puede valer
carecen de la definitividad de la autorrevelación divina. también para nosotros como «el Hijo», el hijo único de
Aun allí donde aparecen con la pretensión de verdad este Padre. Pero al hacer esto será bueno que seamos bien
única y definitiva, pierden de nuevo este carácter por la conscientes del carácter figurado o metafórico de este
nueva experiencia de Dios que les sustituye. Pero el men- modo de hablar. La fórmula «hijo de Dios» no hace re-
saje de Jesús sobre Dios tiene definitividad de una ma- ferencia originariamente a un origen corpóreo sobrenatu-
nera absolutamente peculiar, a saber, no sólo porque se ral de Jesús. Sirve para interpretar la relación que a
asegure que sea definitiva, sino a partir de la peculiaridad través de su misión y de su historia llegó a alcanzar con el
de su contenido, ya que Jesús anunciaba que para los Dios anunciado por él. La expresión gráfica «hijo», sobre
hombres todo depende de una sola cosa, de que con- todo si pensamos en su origen veterotestamentario, re-
fíen en el futuro de Dios. Por esto su mensaje no es sulta extraordinariamente comprensible y adecuada para
superable por ningún futuro de automanifestación divina. esto. Quizá nosotros no la elegiríamos inmediatamente
Por esto Jesús podía anticipar la última decisión de Dios como expresión de nuestra propia experiencia, del mismo
sobre los hombres según el comportamiento de éstos an- modo que tampoco vendríamos a parar al nombre de
te su propio mensaje, anuciarles el juicio de Dios o su padre para Dios. Pero tampoco nos encontramos de he-
perdón. Precisamente por pretender para sí tal potestad cho ante una tal elección, como si no se hubiera encontra-
última, «escatológica», provocó el escándalo que acabó do aún ninguna expresión para la figura de Jesús en la
por llevarle a la crucifixión, pero para sus discípulos fue historia de la fe cristiana y los cristianos actuales tuvie-
confirmado en su poder por el mismo Dios a través de ran que comenzar ahora desde cero. Sería una ilusión ac-
la resurrección de entre los muertos, es decir, por la apa- tuar como si se pudiera comenzar ahora desde cero. Ca-

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da cristiano actual entra a tomar parte en una historia
de la fe en Cristo, que esencialmente es también historia parte en el proceso del mundo y de la nistoria de la hu-
de la interpretación de la figura de Jesús. Esto no quie- manidad más que tardíamente en el tiempo.
re decir que tenga que despojarse por eso de todo espíritu Esta pertenencia del hombre Jesús a la divinidad eter-
crítico, pero como cristiano por muy crítica que sea su na de Dios nos lleva a \ idea de la preexistencia de Jesús
como el hijo de Dios, idea que ya se encuentra en el
actitud se ha de comportar frente a la tradición como
mismo Pablo (Rom 8, 3; Gal 4, 4). Si realmente nos
quien sabe que ya ha entrado a tomar parte de ella. Por
tomamos con toda seriedad el que Jesús, como aquel por
esto no puede pasar por alto ni que Jesús habló sobre
medio del cual Dios se ha revelado, pertenezca al ser mis-
Dios como el Padre, ni que la comunidad a la luz de este
mo de Dios, entonces hay que admitir que Jesús, bajo este
hecho comprendió a Jesús como «el Hijo». Este paso pa- aspecto de su unidad con Dios, como Hijo, ya existiría
rece objetivamente justificado incluso para un análisis antes de hacerse hombre, antes de su nacimiento humano.
crítico actual. Aunque también es cierto que la figura La afirmación de la preexistencia de Jesús como hijo de
de Jesús como el «Hijo» se presenta ante dicha compren- Dios no es otra cosa que una consecuencia de la unidad
sión actual bajo un horizonte distinto que el de los pri- de Jesús con Dios mismo en su revelación. En ella
meros cristianos. El hecho de que este título ya en el está incluida la unidad de ser de Jesús con Dios. De
primitivo cristianismo pertenezca a la interpretación de lo contrario, Dios en su revelación en Jesús no se hubiera
la figura e historia de Jesús adquiere en nuestra com- revelado como él mismo. Pero la unidad de ser de Jesús
prensión actual un significado fundamental para el senti- con Dios significa participación de este hombre, sí, de
do del título mismo. La inserción de los actuales cristia- este hombre, en la eternidad de Dios, aunque él como
nos en la histotia de la tradición significa también, por el hombre no sea eterno, sino que como todos nosotros haya
mismo hecho de serlo, el relacionar lo transmitido con nacido en el tiempo.
el presente, con lo cual la historia misma se convierte en F,l que Jesús, como el hijo de Dios, pertenezca al ser
una dimensión de la experiencia presente. Esto queda de mismo de Dios ha sido también expresado por medio
manifiesto en este caso en que algo así como un hijo de del título «Señor». Esta designación es el contenido de
Dios ha dejado ya de ser para nosotros una figura plau- una de las fórmulas confesionales más antiguas, que ha
sible del mundo supraterreno y divino, de tal modo que conservado la tradición cristiana. Así escribe Pablo en
nos es accesible únicamente en el contexto de la interpre- 1 Cor 12, 3: «Nadie puede decir: ' J e s u s es el Señor',
tación de la realidad humana de Jesús. fuera del Espíritu santo». La palabra señor, kyrios, ha-
bía sido -empleada en la traducción griega del antiguo
Jesús, como el revelador de Dios, es «el Hijo», perte-
testamento para transcribir el nombre veterotestamenta-
neciendo así tan estrechamente a nuestro saber sobre la
rio de Dios Yahvé cuya pronunciación siempre evitaba
divinidad de Dios, que no podemos psnsar ya adecuada-
el judío piadoso. Es muy posible que ya antes de la pas-
mente la divinidad de Dios prescindiendo de Jesús. Y es cua fuese llamado «el señor» en el sentido más banal
que el futuro de Dios llega a la realidad actual por Je- de fórmula de cortesía. Más tarde esta costumbre se fu-
sús. A través de su misión muestra Dios su amor, que sionó en cualquier caso con el sentido más denso de la
constituye su esencia y su ser. En la medida que esto es palabra «señor» como transcripción del nombre de Dios
así, Jesús pertenece inseparablemente a la divinidad del ya que ambas significaciones son expresadas en griego con
Dios eterno, aunque este Jesús no haya entrado a tomar la misma palabra kyrios. Considerando las cosas en sí

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mismas, este proceso así como el tratamiento, resultante Dios está incluida en el título sólo implícitamente y ha
de él, de Jesús como Señor en el sentido de la divinidad de ser extraída y elaborada por una reflexión sobre el
estaba justificado por el hecho de que Jesús, como en- sentido que le es propio a partir de su origen. Pero, en
viado escatológico, como revelador de Dios, es el hijo este sentido, la profesión apostólica de fe parece haber
de Dios y de este modo es uno con Dios. El título de recogido ya ambos títulos al decir que Jesús es hijo uni-
kyrios expresaba por primera vez en la historia del génito de Dios, pero también nuestro Señor. De este mo-
cristianismo primitivo esta unidad de un modo decidido do, describe por una parte la relación de Jesús con Dios,
y rotundo, con mayor claridad incluso que el título de y por otra su relación hacia nosotros y hacia el mundo
hijo de Dios. Al fin y al cabo, este último según la tradi- fundada en aquélla.
ción judía contenía todavía la idea de una subordinación Jesús como «nuestro Señor» tuvo que enfrentarse en
a Dios. La función de una representación del reinado de la fe de la iglesia primitiva con toda variedad de «seño-
Dios sobre la tierra no tenía por qué romper necesaria- res» que conocía el mundo helenístico; por una parte, allí
mente los límites de la creaturidad. Sólo en el ámbito se encontraban los emperadores romanos, que en griego
helenístico el hijo de Dios es comprendido como un ser eran designados por el título de kyrios, por otra, las di-
divino. Con todo, esta comprensión se encuentra ya, como vinidades de los cultos mistéricos. Frente a todos ellos,
hemos dicho, en el mismo Pablo. Hasta aquí la idea de Jesucristo fue anunciado y predicado como el Señor ver-
la filiación divina de Jesús no entra en estrecho contacto dadero, como el verdadero Señor del mundo. Todo de-
con aquella unidad con Dios expresada por el título Se- bía serle somendo. Por esto, la misión de la iglesia se
ñor. También esta evolución habrá de considerarse ob- encuentra, especialmente, bajo el signo de la dignidad del
jetivamente justificada, si se tiene en cuenta que la fi- Señor por parte de Jesús. Y, por esto, el título señor
liación divina de Jesús sirve como expresión de la auto- designa desde la primitiva cristiandad la pretensión de la
manifestación de Dios por Jesús, la cual incluye en sí predicación cristiana a la verdad universal y total, la
misma el momento de la unidad de ser por su definiti- cual se manifiesta como tal verdad por el hecho de ser
vidad. capaz de asumir en sí misma toda otra verdad.
Como resultado podemos constatar, pues, que la pro-
fesión de fe en Jesucristo como el Señor por su contenido
está estrechamente emparentada con la fe en él como el
hijo de Dios. Ambas afirmaciones en el matiz que en
ellas se acentúa lingüísticamente, tal como éste aparece
inmediatamente, se relacionan inversamente con el sig-
nificado diferente, que cada una de ellas aporta de su co-
rrespondiente origen en la historia de la tradición. In-
mediatamente concebido el título «hijo de Dios» desig-
na, en primer lugar y expresamente, la relación de Jesús
a Dios, al Padre, sólo implícitamente su relación con el
mundo. Inversamente, el título señor, kyrios, parece in-
dicar, en primer lugar, esta relación con el mundo, mien-
tras que la unidad de Jesús con Dios, su relación con

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to no se acentúa tan fuertemente como suele ocurrir hoy,
Concebido por el Espíritu santo, precisamente cuando más molestos o desasosegados nos en-
nacido de la virgen María contramos ante ello. La virginidad del nacimiento resulta-
ba completamente natural: el que Jesús como hijo de Dios
no hubiera nacido como el resto de los hombres, tenía que
parecerle algo muy plausible al hombre medio de la era
helenística. Los mitos paganos relataban también el origen
divino de hombres importantes y de grandes héroes. Así,
se referían a Perseo y Hércules como hijos de Zeus. Por
otra parte, no se entiende cómo Jesús iba a ir a la zaga
de las grandes figuras del viejo Israel, que habían sido
elegidas «desde el momento del nacimiento», tal como se
nos cuenta de Sansón (Jue 13, 5), Jeremías (1, 5) y el
En la profesión bautismal romana del siglo tercero siervo de Dios (Is 49, 5). Y ¿no había anunciado Isaías
se puede leer aún esta fórmula; nacido del Espíritu san- que el mesías nacería de una virgen? Así, al menos, podía
to y de la virgen María. Ambos miembros de la fórmu- leerse en la traducción griega del antiguo testamento (Is
la se encontraban uno junto a otro, coordinados, jnien- 7, 14 LXX, cit Mt 1, 23)
tras que en la forma actual se contrapone lo que viene Hoy, por el contrario, la afirmación de un nacimiento
de Dios (concebido por el Espíritu santo) y lo que viene virginal de Jesús parece implicar una seria limitación a su
del hombre (nacido de la virgen María). El sentido por lo completa humanidad. No acaba de entenderse por qué
demás, es el mismo: la existencia de Jesús es a partir Jesús como hijo de Dios debía venir al mundo de un
de Dios, del Espíritu santo, está divinamente fundada y, modo distinto del habitual. Pero, sobre todo, a la tradi-
sin embargo, ha nacido al mismo tiempo de María de una ción del nacimiento virginal de Jesús se oponen serias
forma verdaderamente humana. Es curioso y digno de dificultades históricas, y puesto que el contenido de tal
notar que ya en los primeros siglos de la iglesia el na- tradición es un acontecimiento pasado y bien concreto,
cimiento virginal era signo de la verdadera humanidad de tales dificultades históricas no pueden soslayarse pres-
Jesús, en oposición a los gnósticos que no querían recono- cindiendo simplemente de ellas.
cer ningún nacimiento verdaderamente humano del re- La tradición del nacimiento virginal de Jesús aparece
dentor, y, o bien le atribuían un cuerpo simplemente apa- sólo en un par de escritos neotestamentarios, en concreto,
rente, o bien lo pensaban unido con el hombre de un en Lucas y en Mateo. Pablo y Juan se han exteriorizado
modo igualmente aparente. Tanto en una como en otra de un modo más o menos claro en la dirección opuesta:
concepción se expresaba la misma opinión, que el Dios Pablo dice del hijo de Dios (Gal 4, 4) que ha nacido de
inmutable e impasible no podía unirse verdaderamente mujer y ha actuado bajo la ley. De este modo pretende
con un hombre nacido en el tiempo, mudable, capaz de expresar la igualdad de Jesús con los restantes hombres,
padecer, en definitiva, mortal. La profesión de fe, con los mientras que la tradición del nacimento virginal de Jesús
padres de la iglesia «antignó^ticos» del siglo segundo,
pretende decirnos precisamente todo lo contrario. Lo
acentúa por el contrario que el mismo hijo de Dios fue
que verdaderamente tiene un peso importante es que
parido por la virgen María. La virginidad de este nacimien-
Pablo conoce con toda seguridad la representación de un

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nacimiento milagroso. La menciona en un contexto en a fondo de la tradición en su forma más antigua nos pro-
el que se habla del nacimiento de Isaac de Sara (Gal 4, porciona, al reconocer su punto de partida y su finalidad,
23.27.29), contexto en el cual lejos de aplicarla a Jesús, la el argumento más fuerte contra su Habilidad histórica.
refiere en sentido alegórico a los cristianos como here- Resulta, por consiguiente, que el nacimiento virginal
deros de la promesa (Gal 4, 28). Si tales indicaciones no es más que una leyenda. En este caso podemos afir-
hacen muy improbable que Pablo llegase a conocer la marlo con absoluta seguridad porque el texto transmiti-
idea de un nacimiento virginal de Jesús, en el evangelio de do nos facilita con toda exactitud el motivo del surgimien-
Juan se encuentra un giro, que quizá tenga que entender- to legendario de la tradición. Esto distingue de un modo
se, incluso, como una alusión polémica a la tradición del radical la historia del nacimiento virginal de las tradicio-
nacimiento virginal de Jesús. Jn 1, 13 dice hablando de nes de la resurrección, con las cuales ha sido compara-
los cristianos en general que no nacieron «de la sangre, da frecuentemente. El mismo Karl Barth ha hablado de
ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino de ambos milagros o prodigios como del comienzo y el fin
Dios», y esto lo dice justo inmediatamente antes del de la historia de Jesús. Tal comparación está, por comple-
versículo sobre la encarnación de la Palabra (1, 14). to, fuera de lugar. Naturalmente, que se pueden encon-
De los dos textos de Lucas y Mateo, los dos únicos trar también elementos legendarios en las tradiciones de
que transmiten la historia del nacimiento virginal de Je- la resurrección. Pero en ellos no se puede constatar en
sús, Le 1, 26-38 es el más antiguo. El punto de arranque ninguna parte el motivo, del cual ha surgido toda la tra-
de este relato es el pasaje (1, 35) donde se nos dice que dición, cosa que ocurre en el nacimiento virginal. El des-
Jesús debe ser llamado hijo de Dios por haber sido crea- arrollo de la tradición de la resurrección, tomada como
do de María a través del Espíritu creador del mismo totalidad y por muchos elementos legendarios añadidos
Dios. Esta frase nos ofrece la clave para comprender que contenga, no es comprensible más que desde los
todo el relato. Este no sería otra cosa que una descripción puntos de partida históricos, que constituyen su conte-
o explicación gráfica del título «hijo de Dios». El relato nido. Por el contrario, la tradición del nacimiento virgi-
debe fundamentar por qué Jesús es llamado el hijo de nal, en su totalidad, ha surgido, manifiestamente, con la
Dios. Ahora bien, puesto que este título está mucho más única finalidad de explicar el título «hijo de Dios», tí-
difundido en la tradición primitivo-cristiana que la histo- tulo que, por otra parte, dicha tradición encuentra como
ria del nacimiento virginal de Jesús, y puesto que en algo ya dado previamente. Esto es, al menos, lo que nos
otros textos ya se dan otras fundamentaciones del mis- dice expresamente la versión más antigua del texto. Una
mo al remontarlo a la resurrección o al bautismo de Jesús, constatación semejante, en lo que respecta al origen de
nuestra historia puede ser valorada o juzgada únicamente la fe cristiana pascual, no ha sido intentada jamás, ni si-
como una explicación ulterior del título procedente de quiera por los críticos más radicales. Y es que la tradi-
otras fuentes. A tales relatos se les suele llamar «leyen- ción pascual no ofrece ningún punto de apoyo para una
das» (o sagas) etiológicas, ya que su finalidad o motivo no tal explicación. Esta es la diferencia fundamental en la
es otra que explicar cómo se ha venido a parar a una forma de ambas tradiciones y en el proceso de su trans-
situación dada, cuál es su aitia, su causa. La situación misión. Correlativamente, nos encontramos con una dife-
dada, que constituye el objeto concreto de la explicación, rencia fundamental en lo que concierne a su signifi-
es en este caso, como ya hemos dicho, la aplicación del cación para la fe cristiana y su mensaje: parece claro
título «hijo de Dios» a Jesús. Así, pues, la investigación que en el antiguo cristianismo se ha dado un mensaje

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cristiano sin la idea del nacimiento virginal de Jesús, y lada a su mensaje. Esto supone que la resurrección es una
hasta podría ser que con un rechazo expreso del mismo. confirmación que se remonta retroactivamente al origen
Pero nunca, aun remontándonos a los primeros inicios, se mismo de esta persona.
ha dado un mensaje cristiano, que no tuviera su centro Como dijimos anteriormente, este motivo teológico
en el anuncio de la resurrección de Jesús de entre los condujo a la idea de la preexistencia de Jesús. La resurrec-
muertos. Aquí nos encontramos con el fundamento y so- ción de Jesús crucificado confirma a éste en su unidad
porte de todo el anuncio cristiano, mientras que la histo- con Dios y esto significa: Jesús es en su misión y en su
ria del nacimiento virginal no es más que un fenómeno persona uno con la eternidad de Dios, incluso también
secundario y marginal. antes de su nacimiento humano.
Pero no debemos pararnos aquí. Hemos de ahondar La idea de la preexistencia fue vinculada posterior-
aún más en el motivo de esta leyenda. Ya hemos visto mente con el nacimiento virginal en el marco de la re-
que su finalidad es explicar el título «hijo de Dios». Pe- presentación de la encarnación del hijo de Dios preexis-
ro puesto que la leyenda tiene sus raíces en el ámbito tente. La idea de la encarnación resume de forma con-
judeo-cristiano, más exactamente en un cristianismo de cluyeme lo que los cristianos han de decir, a la luz de la
origen judío muv marcado por las tradiciones helenísticas, resurrección, sobre la presencia de Dios en la persona de
apenas podemos admitir que los que relataron por pri- Jesús de Nazaret. La fe encarnatoria se encuentra, incluso,
mera vez esta aclaración del título «hijo de Dios» no su- en conexión con el mensaje de Jesús; pues Jesús mismo
pieran nada del antiguo significado de este título, sig- habló de una presencia del Dios viniente en su propia
nificado que no exigía de ninguna manera un nacimiento aparición, en su propia palabra y en su propia acción.
sobrenatural. De ahí que hayamos de contar con que La fe en la encarnación es la forma, en que esta convic-
los primeros, que hablaron de un nacimiento virginal de ción de la presencia de Dios en Jesús ha encontrado su
Jesús, tenían lf intención, y una intención bien conscien- formulación definitiva en la comunidad cristiana. En esto,
te, de ofrecernos una nueva interpretación de su filiación la fe en la encarnación de Dios en Jesús corresponde tam-
divina. Esto quiere decir que el motivo teológico del re- bién a la verdadera intención de la historia del nacimien-
lato radica en situar la filiación divina en el comienzo to. Igual que ésta, la profesión de fe en la encarnación
mismo de la existencia de Jesús. Jesús no ha llegado a confiesa que Jesús era desde el comienzo el hijo de Dios
c
er hijo de Dios desde su resurrección, tampoco desde su y que es en persona hijo de Dios. A pesar de todo, la
bautismo por Juan, sino que lo ha sido desde su mismo idea de la encarnación se encuentra en contradicción con
comienzo. No obstante, a pesar de todo lo que llevamos la explicación, que pretende dar la tradición del naci-
dicho sobre el carácter legendario del relato del naci- miento virgina1 de Jesús para la filiación divina, expli-
miento virginal, hemos de saber valorar el momento de cación que es el motivo del surgimiento de esta leyenda:
verdad en esta intención teológica. El motivo, es decir, si Jesús fuera hijo de Dios por el hecho de haber sido
el que Jesús haya sido desde su comienzo el hijo de Dios, creado por Dios en María, entonces no podría haber si-
está plenamente justificado precisamente a partir de su re- do ya hijo de Dios en el sentido de la preexistencia. La
surrección. La razón es que ésta no sólo es la confirmación explicación de la filiación divina de Jesús en el sentido
de su mensaje prepascual. La resurrección de Jesús signi- de su preexistencia y la que se basa en la representación
ficaba también la confirmación de la pretensión para su de su nacimento virginal se contradicen mutuamente. En
propia persona, pretensión que iba inevitablemente vincu- este conflicto debemos reconocerle un mayor peso obje-

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tivo a la idea de la preexistencia. Pensemos en que el en hijo de Dios en un momento concreto de su his-
acontecimiento de la resurrección no es lo que hace a Je- toria, sino que ha sido y es, en su persona, desde el co-
sús hijo de Dios, en el sentido de que no lo fuera hasta mienzo este hijo único de Dios, el mediador del rei-
dicho acontecimiento. Más bien, el sentido de la resurrec- nado de Dios para la humanidad. Desde esta perspectiva,
ción es el de confirmación de la misión prepascual de Je- la fórmula del nacimiento virginal de Jesús expresa la de-
sús. Esta misión, sin embargo, no se puede separar de la finí tividad de la revelación de Dios en Jesús, de la vincu-
persona de Jesús, sino que fundamenta su potestad di- lación de Dios con este hombre y, a través de él, con la
vina. Esto supone, a su vez, que la filiación divina de humanidad. Es evidente que la mayoría de los cristianos
Jesús no comenzó con su bautismo, el inicio de su misión buscarían hoy, para esta intención, si de ellos dependie-
pública, sino que caracteriza a su persona desde el co- se, una expresión bien distinta de la que se les ofrece a
mienzo de su existencia. Pero como filiación divina en el través de la historia del nacimiento virginal de Jesús. Pe-
sentido de la unidad con la esencia de Dios no puede fun- ro esto no es decisivo cuando entramos a tomar parte en
damentarse tampoco con el nacimiento de Jesús, sino que la confesión de otros. Entonces es suficiente el acuerdo
tiene que ser pensado como participando de la eternidad y la identificación en la intención; no es necesario que la
de Dios, tal como es expresado en la idea de la preexis- expresión elegida sea la que podríamos llamar nuestra.
tencia. La intención justifica el asumir la confesión como expre-
¿Cómo podría, dado este estado de cosas, el cristiano sión de la fe de la iglesia, no sólo la del presente, sino la
de hoy pronunciar el «concebido por el Espíritu santo, que llega hasta sus comienzos. La alternativa no sería en-
nacido de la virgen María» como su propia profesión de tonces un cambio de esta formulación por separado, sino
fe? ¿No nos dicen todas estas consideraciones que dicha de toda la profesión de fe. Ahora bien, es esta profesión
expresión ya no puede ser nuestra confesión? No obstan- de fe, y esta profesión sólo en su forma clásica, la que se
te, se ha puesto también de manifiesto que este cristiano ha convertido y es signo de la unidad de la cristiandad a
de hoy puede seguir afirmando la intención, de la cual través de la historia. Este valor significativo fundamenta
surgió la historia del nacimiento virginal de Jesús, aun su función litúrgica insustituible en la iglesia actual.
cuando esta intención haya transcendido su propia ex-
presión, tal como quedó configurada en la leyenda del
nacimiento, y haya apuntado hacia la idea de la pree-
xistencia de la filiación divina de Jesús en la esencia eter-
na de Dios. El cristiano de hoy puede compartir, además,
las intenciones por las cuales fue asumida esta fórmula
en la profesión de fe. En primer lugar, se trataba de dejar
bien asentado que el hijo de Dios es idéntico con el
hombre histórico Jesús de Nazaret. Dios no se confor-
maba con hab'lar entre los hombres bajo un disfraz hu-
mano, que luego podía quitárselo a su gusto y capricho.
En Jesucristo Dios se ha vinculado de un modo definitivo
con los hombres, y de este modo con la humanidad. En
segundo lugar, esto significa que Jesús no se convirtió

94
95
divina de la muerte de Jesús, tal como se mantiene a par-
Que padeció bajo Poncio Pilato, tir de la prueba escriturística. Esta idea había sido des-
crucificado, muerto y sepultado arrollada en muy diversas direcciones dentro de los escri-
tos de la primitiva iglesia. Así, se encuentra en el cristia-
nismo primitivo la comprensión de la pasión y muerte de
Jesús como expiación. La tradición de la última cena ha-
bla de la sangre derramada «por muchos» (Me 14, 24)
o «por nosotros» (Le 22, 20). En otros pasajes se encuen-
tran interpretaciones de la muerte de Jesús como pago del
rescate por nuestros pecados (Me 10, 45), como sacri-
ficio expiatorio en sentido cúltico (Rom 3, 25 y en la car-
ta a los Hebreos), como sacrificio de alianza, que sella la
nueva alianza de Dios con los hombres (1 Cor 11, 25; Le
Llama la atención el modo como el credo apostólico 32, 20). Todas estas imágenes, tomadas de la prueba escri-
conserva todos y cada uno de los detalles de la pasión de turística veteroiestamentaria de la necesidad divina de la
Jesús: la mención del gobernador romano Poncio Pilato muerte de Jesús, contienen la idea de que su muerte tuvo
alude a que la pasión de Jesús tuvo lugar en plena publi- un sentido vicario, de que fue en nuestro lugar. Esta idea
cidad, a la luz de lo históricamente constatable. A conti- se expresa también en el apostólico, si bien sólo de un
nuación son enumerados cuidadosamente cada uno de los modo indirecto. Tal referencia indirecta está contenida en
estadios del acontecimiento: crucificado, muerto y se- la acentuación especial que se pone en la muerte y en la
pultado. En todo ello se pone un acento especial en resal- sepultura de Jesús.
tar que la crucifixión de Jesús acabó con su muerte y que No es fácil llegar a tener una idea clara del sentido
esta muerte fue sellada con su sepultura. Pues precisa- en que se le puede atribuir un significado vicario a la
mente la muerte del mismísimo hijo de Dios, tan discu- muerte de Jesús. Para llegar a adquirirla se debe partir
tida por los enemigos gnósticos de la iglesia, es lo que de la siguiente cuestión: ¿Cómo se relacionan la prisión
garantiza a los cristianos la superación de la muerte. Sólo y condena de Jesús con la peculiaridad de su mensaje y
por el cuidado con que son mencionadas la muerte y la de su misión? Resulta muy improbable que Jesús em-
sepultura de Jesús junto a su crucifixión, puede sospe- prendiese su última marcha hacia Jerusalén con la inten-
charse la interpretación de la muerte de Jesús en el texto ción de buscar precisamente su muerte, tal como los evan-
de la profesión de fe. Por lo demás, en este pasaje está gelios tratan de presentárnoslo, especialmente, a través
caracterizada con una sobriedad asombrosa. La sucesión de las predicciones de la pasión. Según el juicio de la
de los acontecimientos es lo único que se menciona ex- mayoría de los exegetas actuales, éstas no son palabras
presamente. Ni una palabra, por el contrario, se nos dice auténticas de Jesús. En ellas debemos ver, más bien, la
acerca de las distintas interpretaciones primitivas de la expresión de la previsión de los acontecimientos atribuida
muerte de Jesús. Falta la vieja idea, que muy probable- a Jesús por la comunidad posterior. Frente a esto, se ha
mente se remonta al mismo Jesús (Le 13, 33 y 34 s.), de de mantener que tales acontecimientos tuvieron el carác-
que Jesús tenía que padecer el destino de todos los pro- ter de unos sucesos que sobrevinieron de un modo ver-
fetas. El credo no dke ni una palabra sobre la necesidad daderamente imprevisible. No se puede decir que fueran

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buscados y arrancados por el mismo Jesús. No obstante, ridades judías que, dada la ascendencia de Jesús entre el
hay que aceptar como una hipótesis muy probable que pueblo, de no intervenir podían ellas mismas hacerse sos-
Jesús contase con la posibilidad real de un fin catastró- pechosas de intenciones rebeldes. En todo caso había que
fico para su subida a Jerusalén. No olvidemos, a este res- añadir a esto que ya existía, por otros motivos, un con-
pecto, que Jesús vivió el fin del Bautista y que conocía flicto abierto entre Jesús y los guardianes de la tradi-
bien toda la tradición judía de la pasión de los profetas. ción judía. La pretensión de poder que implicaba y expre-
Pero, a pesar de todo, no debe buscarse el sentido de la saba la totalidad de la existencia de Jesús, pretensión que
ida a Jerusalén en la intención de un autosacrifício de ponía al mismo Jesús por encima de la ley, tenía que
Jesús planeado por él ya de antemano. Más bien, todo aparecer como una verdadera blasfemia para aquellos
parece indicar que tal sentido fuera el de hacer que los judíos, que juzgaban su acción y su palabra desde fuera,
judíos optasen de una vez en la capital del reino a favor o sin dejarse coger en absoluto por la fuerza de su mensaje
en contra de su mensaje. ¿Cómo debería entenderse, por del reino de Dios. El concepto de blasfemia era entonces,
otra parte, un sacrificio de Jesús preparado intencionada- al parecer, tan amplio que cualquier roce con la autoridad
mente por él mismo? ¿con qué finalidad concreta debe- divina de la ley era considerado como tal. En este sentido,
ría ofrecerse tal sacrificio? La idea de que la muerte de el «pero yo os digo» que contraponía Jesús a las senten-
Jesús expía los pecados del mundo es una interpretación cias de la ley en las antítesis del sermón de la montaña
ulterior del acontecimiento y no un efecto provocado tenía que ser comprendido como blasfemia, del mismo
intencionadamente por Jesús. modo que unas palabras de Jesús contra la permanencia
Es poco lo que sabemos con seguridad acerca de la duradera del templo, palabras que quizá provocaron la
sucesión de los hechos del proceso. Al parecer, Jesús se intervención del sanedrín. Sin embargo, la autoridad ju-
hizo sospechoso a los romanos como incitador de revuel- día no mandó apedrear a Jesús, sino que lo entregó a los
tas. Tal como consta en la inscripción de la cruz, fue cru- romanos bajo el peso de falsas acusaciones, para que
cificado como alborotador y pretendiente a mesías. El fueran ellos los que lo condenasen. Esto puede deberse a
delito de revuelta o alboroto representaba con toda se- que los romanos se habían reservado a la sazón —cosa
guridad una calumnia, pues Jesús no sólo no pretendió que en cualquier caso es dudoso—• los procesos que pu-
para sí el título de mesías, sino que lo rechazó expresa- diesen desembocar en la pena capital, o bien se explica
mente. ¿Cómo se llegó entonces a la inscripción de la simplemente por el hecho de que las autoridades judías
cruz? Ocasionalmente ha sido puesto en duda, aunque querían evitar a toda costa el levantamiento de los se-
ciertamente sin motivos suficientes, el que las autoridades guidores de Jesús. En todo caso, el motivo verdadero y
judías tuvieran su parte en esto y el que tuviera lugar un más profundo, que condujo el proceso, condena y ajusticia-
interrogatorio ante el sanedrín antes de la entrega a Pi- miento de Jesús debe buscarse en el conflicto entre él
lato. Si las autoridades judías no hubieran tenido parte, y las autoridades judías. Este conflicto vino provocado,
hubieran podido y debido defender a Jesús contra una como dijimos, por el carácter total de la existencia de
acusación tan fuera de sitio. Pero, ¿por qué motivos se Jesús y queda perfectamente descrito por la acusación
vio llevada a meterse en el asunto dicha autoridad judía de blasfemia, En este sentido hay que decir que los repre-
y por qué fue entregado Jesús al juicio del gobernador ba- sentantes judíos no se condujeron movidos por senti-
jo falsas acusaciones? No es fácil, ni mucho menos, res- mientos individuales reprobables. Al repudiar a Jesús
ponder a tales cuestiones. Quizá se pensaban las auto- y cooperar a su condena actuaron como representantes

98 99
de la tradición israelita y del pueblo judío. Por otra parte, bíblica, según la cual Dios habría repudiado definitiva-
al actuar así, tampoco actuaron sin más en nombre* de la mente al pueblo de Israel por causa de la crucifixión de
verdadera eleccxón y vocación de este pueblo: su legiti- Jesús, le habría sustraído la elección de Abrahán y se la
mación para hablar y actuar por el pueblo de Israel, ele- habría otorgado a la iglesia como al nuevo Israel. Este
gido por Dios, no puede dejar de sentirse cuestionada por enfoque, que durante tanto tiempo ha enrarecido las re-
el hecho de que el mismo Dios de Israel se declarase P° r laciones entre ciistianos y judíos fue revisado en 1948 en
la resurrección de Jesús a favor de la pretensión, cc ,n que Amsterdam en la primera asamblea general del consejo
se había presentado el anuncio de Jesús del reino próximo ecuménico. Dicha asamblea exhorta a que en la enseñanza
de Dios; una pretensión que podía aparecer para u n ju- cristiana deban «presentarse los sucesos que condujeron
dío consciente de la tradición y en la situación de ambi- a la crucifixión de un modo tal, que no recaiga sobre el
güedad prepascual como una auténtica blasfemia poí causa pueblo judío de hoy una responsabilidad, que le concier-
del escaso respeto de Jesús a la ley. ne a la humanidad como totalidad y no a una taza o co-
No es fácil responder a la cuestión acerca del grado munidad». De un modo parecido, la declaración del se-
de compromiso con que los dirigentes judíos de aquel gundo concilio Vaticano sobre las relaciones de la iglesia
tiempo tomaron parte en el proceso de Jesús. No tís fácil con el pueblo judío se opone de un modo claro a que los
porque a pesar de que han pasado casi veinte siglos desde judíos sean considerados «como repudiados o condenados
entonces sigue sin poderse afrontar la cuestión con espíri- por Dios».
tu sereno e imparcial. Y es que durante estos veinte siglos No basta, sin embargo, con restaurar la solidaridad
los cristianos no han hecho más que acumular enemistad rota con el pueblo judío ante la cruz de Cristo, cruz de
hacia los judíos por causa del deicidio que le ha sido atri- Cristo que según Ef 2, 14-16 no habría hecho más que
buido a la totalidad del pueblo judío. La espantosa his- reconciliar paganos y judíos. Para el diálogo presente en-
toria de esta enemistad cristiana hacia los judíos ha sido tre cristianos v judíos es también muy importante que
favorecida por un error de la iglesia paganocristian^- Esta el pueblo judío no se identifique como totalidad y para
cargó al pueblo judío, exclusivamente y en contraposición siempre con el comportamiento concreto, que tuvieron
al resto de la humanidad, con la culpa de la muerte de entonces sus autoridades oficiales. Por esto se nos dice
Jesús, cuando lo correcto hubiese sido reconocer ¿il pue- en la declaración del segundo concilio Vaticano: «Aun-
blo judío, en su participación en el proceso, como repre- que las autoridades judías junto con sus partidarios ins-
sentante de toda la humanidad. De este modo y cc>n una taran a la muerte de Cristo, no por eso se puede hacer
mentalidad muy poco cristiana, se liberaba a la parte no recaer la carga de los sucesos de su pasión ni sobre to-
judía de la humanidad de una pesada carga a base de dos los judíos vivientes a la sazón ni sobre los judíos
culpar al pueblo judío, con lo cual se disolvía la solidari- de hoy». Con todo, se ha de tener presente que esta
dad de los cristianos con el pueblo de la elección de Dios, afirmación está herha desde el punto de vista exclusivo
elección a la que el mismo Pablo había seguido otorgan- de la responsabilidad individual. Por consiguiente, des-
do gran importancia. El rompimiento de esta solidaridad carga a individuos particulares de aquel tiempo y de ge-
con el pueblo judío por causa de la cruz de Cristo puede neraciones posteriores pertenecientes al pueblo judío de
muy bien considerarse la condición previa decisiva" de la la responsabilidad de la muerte de Jesús. No obstante,
enemistad crist;ana hacia los judíos. Dicha enemistad que- no se toma postura expresa ante lo que es la cuestión
dó perfectamente reflejada en la concepción tao poco fundamental para la concepción tradicional; a saber, en

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qué medida actuaron en nombre del pueblo judío las juicio judio sobre Jesús tendría sus repercusiones sobre
autoridades judias que tomaron parte en el proceso de la comprensión del mismo pueblo de Dios y no se re-
Jesús. Punto que es, precisamente, el fundamental y de- duciría a fundamentar una postura de excepción para de-
cisivo. Por una parte —como veremos más exactamen- terminados individuos particulares.
te^—•, tiene gran importancia el hecho de que las autori- Todas estas reflexiones presuponen ya el sentido vi-
dades judías de entonces tomaran parte en el proceso cario de la muerte de Jesús. Este sentido se funda en
de Jesús no sólo como individuos sino como represen- que bajo la perspectiva pascual todo lo acontecido an-
tantes oficiales del pueblo judío. Es importante porque teriormente queda expuesto a una luz nueva y distinta.
de ello depende que el efecto vicario de su muerte val- Por la resurrección, el mismo Dios se declara a favor de
ga no sólo para jueces, sino también para todo el pueblo la pretensión de Jesús, una pretensión que con ante-
y, por encima de él, para toda la humanidad, cosa que rioridad podía parecer blasfema a cualquier judío fiel a
puede aplicarse también y correspondientemente para la la ley, por cuanto suponía la contraposición de Jesús a
participación de Pilato como representante de Roma, y la autoridad de Moisés. A partir de la resurrección se
no sólo de Roma sino del poder estatal. Por otra parte, han cambiado las tornas de los participantes en el su-
a la luz de la resurrección de Jesús queda totalmente ceso: ahora los que aparecen como blasfemos son los
socavado no sólo el derecho a juzgarle, sino también la que han condenado a Jesús como blasfemo. Este es el
legitimación de sus jueces judíos para emitir un juicio efecto de la confesión de Dios a su favor por la resurrec-
sobre él en nombre del pueblo elegido. Sin que por esto ción. Así, en sentido estricto, Jesús ha muerto por ellos,
sufra menoscabo alguno el significado vicario de la muer- en su lugar —por el crimen de blasfemia, que sus jueces
te de Jesús para el pueblo judío y por tanto para la le habían imputado a través de su juicio. Ahora bien,
humanidad elegida por Dios, de este modo queda anula- estos jueces no trataron sólo como individuos aislados,
da la legitimación de los jueces de Jesús para emitir de- sino como representantes oficiales de su pueblo. Precisa-
finitivamente su juicio sobre él como voz de la auténti- mente por esto, la fuerza vicaria de la muerte de Jesús
ca herencia de Israel y, así, de la tradición constitutiva se extiende más allá de su círculo y alcanza a todo el
para el pueblo judío. La elección del pueblo judío se pueblo, más aún, no sólo a éste, sino a toda la huma-
muestra, más bien, a través de la resurrección de Jesús, nidad, puesto que el pueblo judío como pueblo elegido
la cual nos lo revela como unido al Dios, que lo ha re- de Dios representa a toda la humanidad ante Dios. En
sucitado contra el juicio de sus jueces y al que antes ha este hecho objetivo se ha de ver el fundamento histórico
anunciado como el Dios del reino futuro. A partir de de la afirmación cristiana de la fuerza vicaria de la
aquí y a la luz del acontecimiento pascual se les abre, muerte de Jesús.
precisamente también a los judíos, la posibilidad de re- De un modo similar, la resurrección de Jesús arroja
visar el juicio emitido una vez sobre Jesús como no también su luz sobre la participación de Pilato, lo que
justo y, además, como no definitivamente pronunciado es igual que decir de Roma y de los intereses del poder
en representación legítima del elegido pueblo de Dios. político representados en el mundo de entonces por Ro-
Y esto independientemente de que una tal revisión ten- ma. ¿Qué nos dice esta luz acerca de la participación de
ga lugar expresamente dentro de la fe cristiana pascual, estos poderes en la muerte de Jesús? En el trasfondo
o bien a partir de una comprensión mejor de la tradición de todo ello se encuentra el conflicto entre el mensaje de
judía. De este modo, la posibilidad de una revisión del Jesús y las pretensiones del poder político. Este conflicto

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no hay que situarlo, con toda seguridad, en la acusación cen valer su autoridad y poder en la sociedad. Pero tam-
hecha a Jesús de abrigar intenciones de un levantamien- poco se puede decir que el poder político sea únicamen-
to nacional judío contra las fuerzas de ocupación roma- te condenado. Es cierto que queda humillado por la au-
nas. Donde realmente estaba el problema era en que el toridad superior de Dios, que ha dado la vuelta a su
anuncio de Jesús sobre la proximidad del reino de Dios juicio al íesucitar al crucificado, pero no es menos cierto
y su autoridad exclusiva para los hombres socavaba muy que, a su vez, esta resurrección supone también su libe-
seriamente los fundamentos espirituales del imperio ro- ración, siempre con la condición de que acepte esta hu-
mano. Esto lo experimentaron, en los siglos siguientes, millación. Pues también hay que hablar en este sentido
los emperadores, que se encontraron repetidas veces con de una función vicaria de la muerte de Cristo. El hom-
abundantes cristianos que se negaban a ofrecerles culto y bre de estado Pilato incurrió él mismo por motivo de su
veneración divinos. El reinado de Dios, entendido en juicio sobre Jesús y ante Dios en la pena de lesa ma-
el sentido exclusivo de Jesús, priva a todo orden políti- jestad que le fue imputada a Jesús. Esto es lo que im-
co de su pretensión absoluta frente a los hombies, que plica la resurrección de Jesús en la medida en que pone
viven bajo su dominio. La radicalidad de esta oposición de manifiesto que su condena fue injusta. Desde este
se suavizó después de Constantino por medio de la vieja punto de vista, es cierto, por lo demás, que el motivo
concepción, ahora obligada, del poder imperial como de la vicariedad queda vinculado al reconocimiento del
imagen y representación terrena del reinado de Dios. Dios de Israel, activo y operante en la resurrección de
Por el contrario, en la cruz de Cristo se manifestó esta Jesús, como el Dios único de todos los hombres. Con
oposición con toda su crudeza y radicalidad. A la luz de otras palabras, dicho motivo adquiere toda su relevan-
la manifestación de poder divino de la resurrección de cia sólo 'i través de la analogía de la vicariedad, que se
Jesús aparece —aunque este rasgo fuera suprimido muy revela por la luz de la resurrección en la relación de
pronto por la tradición cristiana por intereses apologé- Jesús con sus jueces judíos. Y es que no se puede ha-
ticos— el acto de su condena precisamente como aquel blar simp'emente de vicariedad por el hecho de que otro
crimen laesae majestatis, por razón del cual el procura- cargue con la culpa en la que uno mismo ha incurrido.
dor romano había hecho ajusticiar al presunto o supuesto El desasiré sería aún mucho mayor, más funesto, si de
revolucionario Jesús. Evidentemente, la autoridad vio- este modo no se liquidara la propia pena, no se borrara
lada aquí es la de Dios y no la del emperador romano. la culpa Tal significado vicario implica el característico
En la cruz de Cristo se patentiza, pues, la tendencia que trastrueque de justos y culpables en el proceso de Jesús
tiene todo poder político a violar la autoridad y la ma- sólo por ti hecho de que según su mensaje la confianza
jestad de Dios, una tendencia que se torna operante allí en él como mensajero del reinado de Dios encierra el
donde el poder político se asume una vinculabilidad ab- perdón áz todos los pecados. Por esto puede decirse que
soluta. Al mismo tiempo, la resurrección del crucificado su muerte no sólo ha cargado sobre sí, sino que también
hace bien patente que los hombres no tienen por qué ha borrado la pena de blasfemia para aquellos que creen
sentirse vinculados en conciencia a tales pretensiones, en él. En el gran día de la reconciliación del antiguo
cosa que, por lo demás, quedó bien clara en la resisten- Israel, el sumo sacerdote por ordenación graciosa de Dios
cia de los primeros cristianos contra el culto al empera- estaba autorizado para cargar al macho cabrío con los
dor. Por la resurrección del crucificado, el individuo es- pecados del pueblo. Soltado después el macho cabrío,
tá liberado de toda vinculabilidad absoluta a los que ha- se encamMiaba hacia el desierto donde se adentraba con

204 105
la culpa del pueblo, que quedaba liberado de ella. A comportamientos buenos o malos, es algo que se experi-
imagen de' macho cabrío, Dios ha hecho de Jesús, como menta precisamente en tiempos críticos. El pueblo ale-
canta la liturgia eucarística, el cordero que ha llevado mán lo sabe perfectamente. El hecho de que fueran ex-
los pecados del mundo. pulsados sus habitantes de las provincias orientales y
Tales .eflexiones presuponen que entre los hombres que Alemania fuera dividida, condujo a que las partes
puede d?rse algo así como vicariedad, y que ésta es par- del pueblo alemán tuvieran que soportar las consecuen-
ticularmente posible en el ámbito de la culpa humana. cias de la guerra según medidas bien diferentes. Mucho
Tal posibilidad ha sido repetidas veces cuestionada por los de lo que le sobreviene a una comunidad como totalidad,
críticos Je la doctrina eclesial de la vicariedad, especial- repercute de un modo especial en individuos o partes
mente desde los socinianos de los siglos xvi y xvn. Los de la misma, que representan toda la sociedad en tal si-
ataques han ido dirigidos siempre contra la posibilidad tuación. El individualismo de la responsabilidad ética no
de una vcariedad en el ámbito de la culpa moral. Una puede sustraerse nunca por completo a tales implicacio-
deuda en dinero, por ejemplo, sí que puede liquidarla nes, sin perder la conexión con la realidad de la vida hu-
otro por mí; «pero una culpa moral, si no la expía aquel mana. E, inversamente, sóío podemos preguntarnos con
que la ha contraído, no se expía en absoluto» (D. F. sentido acerca del significac'o vicario de la muerte de Je-
Strauss) Fausto Sozzini opinaba que Dios cometería una sús bajo el presupuesto del significado general de la vica-
injusticia si castigara a un inocente por los culpables, y riedad en la vida colectiva de los hombres. Sin este fe-
esto sobre todo porque los culpables se encuentran igual- nómeno universal en la vida humana, la doctrina de la
mente en sus manos. Esn- argumento carece de valor fuerza representativa de la muerte de Cristo sería una
frente a la argumentación que hemos seguido hasta aho- afirmación vacía de sentido.
ra, puesto que la ausencia de culpa de Jesús respecto a La fuerza representativo de la muerte de Jesús, co-
la acusación de blasfemia no queda probada y decidida mo se deduce de estas reflexiones, es aplicable en primer
hasta la resurrección. Pero es que, además, el concepto lugar al pueblo de Dios, Israel. Pero debe tenerse en
individualista de culpa, que subyace a esta crítica, es cuenta la circunstancia de que Israel fue elegido por
muy cuestionable. El carácter social de la existencia hu- Dios vicariamente en nombre de toda la humanidad.
mana es base y fundamento de que cada individuo al Este hecho y el que Pilato participase en la crucifixión
actuar contraiga unas responsabilidades, que se extiendan de Jesús nos hacen caer en la cuenta de que la muerte
más o menos a otros. Cada uno está implicado con su de Jesús tiene un significado vicario no sólo para Israel
hacer en la comunidad, en que vive, y participa al mis- sino para todos los hombres. Por lo demás, la validez
mo tiempo en la acción de los restantes. Así, en la vida universal del significado salvífico de la muerte de Jesús
social, la vicariedad es un fenómeno general. La misma va unida a que todos los hombres participen en su vida
división del trabajo en que está estructurada la vida pro- de aquella contradicción ante Dios, que se manifiesta
fesional tiene un carácter vicario. El que ejerce una pro- en la condena de Jesús por sus jueces. De ahí, que Pa-
fesión responde en su ejercicio de la totalidad, a la que blo haya podido decir que la universalidad del pecado
sirve, y al mismo tiempo está necesitado de las activida- de los hombres sea la condición de la significación sal-
des específicas, a las que se dedican los otros. El que vífica de la cruz de Jesús para todos los hombres. Por-
individuos concretos o grupos parciales puedan cargarse que todos los hombres han pecado, porque todos viven
vicariamente por una totalidad con ciertos resultados de de un modo existencialmente constitutivo en la blasfe-

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mia, modo de vida que ha alcanzado su máxima expre- con Jesús, confiando en él. En comunidad con la muerte
sión en el repudio de Jesús como blasfemo por los jefes de Jesús, a la cual ha seguido la confirmación de Jesús
del mismo pueblo elegido por Dios, por eso, Jesús ha por el mismo Dios, nuestra muerte pierde su sentido
cargado vicariamente con la pena de la blasfemia no trágico y se convierte en _ma muerte en esperanza.
sólo por el pueblo judío, sino por todos los hombres.
La universalidad del pecado posibilita la universalidad
de la salvación de la redención (Rom 11, 32; 3, 21 s.).
De este modo, el repudio de Jesús por su pueblo se ha
convertido según decreto •' voluntad de Dios en la re-
conciliación del mundo (Rom 11, 15). Para Pablo esto
no era sólo una afirmación abstracta y universal, era
una verdadera fuerza operante en la historia y transfor-
madora del mundo. Pues el rechazo de Jesús en nom-
bre de la ley derogó la ley y posibilitó, así, el mensaje
paulino del acceso a la salvación a través de Jesús sin
la ley.
Es evidente que la fuer?a representativa de la muerte
de Jesús no puede significar ni significa que, por el hecho
de que haya muerto por nosotros, nosotros ya no tenga-
mos que morir. Significa simplemente que, en adelante,
ya nadie tiene que morir solo, sino que precisamente en
la muerte puede constituir una comunidad con la muerte
de Jesús. Esta comunidad de nuestro morir humano con
la muerte de Jesús es el contenido básico y fundamental
del significado vicario de su muerte. Por el hecho de
que Jesús asuma nuestra muerte en la suya, se trans-
forma el carácter de nuestro morir. En la comunidad con
Tesús, éste pierde su carácter desesperado y es superado
por la vida, que ha aparcado ya en la resurrección de
Jesús. Jesús ha borrado de una vez para siempre, ha
acabado con la muerte de: blasfemo, del excluido de
toda comunidad con Dios. Tal separación de Dios, del
origen de toda vida, es, en definitiva, la verdadera se-
riedad de la muerte, al menos si entendemos la muerte,
como lo hacía Pablo, como sello de la autocerrazón del
hombre ante el origen divino de la vida. Pero, desde
la muerte de Jesús, nadie tiene que volver a morir esta
muerte. Basta con que se viva y se muera en comunidad

108
rechazo de que había sido objeto en nombre de este mis-
Descendido a los infiernos mo Dios.
Es cierto que la muerte sella en todos los hombres
la separación de Dios, esa separación que constituye la
verdadera esencia de la existencia fracasada, del pecado,
de la autocerrazón del hombre. El hombre se separa del
origen de toda vida al cerrarse en sí mismo y centrarse
alrededor de sí. La muerte no hace más que poner esto
de manifiesto, exponerlo a la luz. Pero, ¿quién experi-
menta esto a la hora de la muerte? ¿Para la mirada del
que sobrevive no es lo que más impresiona, precisamen-
te, la banalidad que tan frecuentemente caracteriza el
morir de los hombres? Justamente en nuestros días, ya
La mención del descenso de Jesús a los inflemos es apenas se da una preparación para la muerte, preparación
una de las partes más tardías de la profesión apostólica que ocupaba un lugar tan central en el medioevo cris-
de fe. En la confesión bautismal de la comunidad roma- tiano. Mientras se pueda, la mayoría de los hombres
na, que se remonta hasta el siglo segundo, no se men- apartan sus miradas de nuestro destino mortal. Metemos
ciona aún en absoluto el descenso de Cristo. Hasta el a nuestros enfermos y moribundos bajo las frías paredes
siglo cuarto no se introduce este descenso de Cristo, pre- de las clínicas. E incluso el mismo moribundo queda sus-
cisamente entre la sepultura y la resurrección. De este traído, casi siempre, de la oscura profundidad de ía muer-
modo, no cabe duda, se pretendía una descripción más te humana por su sufrimiento o por una perturbación de
detallada y extensa del destino mortal de Jesús: Jesús su conciencia. Esta oscura profundidad de la muerte hu-
no ha tenido que soportar únicamente el aspecto cor- mana se expresa solamente cuando la muerte es experi-
póreo de la muerte, ha tenido que cargar también con lo mentada como exclusión de Dios, y esto sólo puede ocu-
que la muerte significa para el aspecto personal del hom- rrir en la medida en que alguien se sepa en la proximi-
bre como destino merecido por el pecado, es decir, con dad de Dios o sepa de ella. Ahora bien, la antigua dog-
la muerte como exclusión y separación de Dios y de su mática afirmaba que el sufrimiento principal del infierno
salvación. consistía en ser plenamente conscientes de la exclusión
Esta significación de la muerte de Jesús fue puesta de la proximidad de Dios. Aquí radican las razones ob-
ya de relieve al hablar de los acontecimientos de la cru- jetivas de la interpretación que hace Lutero del descenso
cifixión y muerte de Jesús. En cualquier caso, Jesús mu- de Cristo a los infiernos, interpretación que se centra en
rió como un repudiado por las autoridades religiosas de el sufrimiento moral, en el tormento espiritual que tuvo
su pueblo. Esto tenía que significar para él, como judío, que experimentar el vocero de la proximidad y cercanía
que Dios mismo le repudiaba y rechazaba, aunque por de Dios, el cual se sabía en su conciencia vinculado por
otra parte se sabía enviado por este mismo Dios y re- Dios a la autoridad de la tradición judía, la misma auto-
presentante de él. Precisamente por esto, porque Jesús ridad por la cual había sido rechazado.
había anunciado como ningún otro la proximidad de La representación del infierno es ciertamente fan-
Dios, tenía que tocarle en lo más profundo de su ser el tástica sobre todo si consideramos la serie de detalles

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particulares, que han pasado a ocupar un lugar en mul- la vivencia habitual y corriente de los hombres. Como
titud de cuadros sobre el juicio final. El valor documen- acabamos de decir, es una característica de la especial
tal de los cuadros de los sufrimientos del infierno ha de situación de la experiencia de la muerte de Jesús.
juzgarse como bastante insuficiente, precisamente por- La historia de la teología, sin embargo, ha mantenido
que el rasgo fundamental, la exclusión de la comunidad repetidamente una interpretación del descenso de Jesús
con el Dios vivo, no aparece en absoluto en los mismos. a los infiernos, que difiere, al menos aparentemente, de
Y es este rasgo fundamental de la representación del in- la interpretación que hemos venido ofreciendo a lo largo
fierno el único que debe mantener la teología. El resto de estas líneas. Dicha interpretación entiende el descenso
son añadidos de una fantasía cruel y horrorosa de los a los infiernos como expresión del triunfo de Jesús y no
que dicha teología debe liberarse. De hecho, el infierno de su sufrimiento. El descenso de Jesús a los infiernos
no sería otra cosa que el ser excluido de la cercanía de es representado como una marcha triunfal. Esto es lo que
Dios a pesar de una clara conciencia de la misma. Esto nos ha ofrecido con frecuencia el arte cristiano: al Cristo
significa que la cuestión acerca del «lugar» del infierno se resucitado, que triunfa en el infierno sobre el diablo y
basa en un tipo de representación inadecuada y superada que libera de sus llamas a Adán y Eva, primeros padres
ya hoy día. Ni el cielo ni el infierno tienen cabida en del género humano. Una concepción muy parecida se
las coordenadas espacio-temporales del mundo de la ex- encuentra ya en el nuevo testamento en el único pasaje,
periencia humana de la naturaleza. Sin embargo, tam- donde se nos habla clara y detalladamente del descenso
poco se trata únicamente de una descripción gráfica de de Cristo al reino de los muertos. En la primera carta
la experiencia moral. Lutero ha unido el sufrimiento mo- de Pedro se nos dice que Cristo «en el espíritu fue tam-
ral del crucificado con la tradición de su descenso a los bién a predicar a los espíritus encarcelados, en otro tiem-
infiernos. Ahora bien, esto no significa que la experiencia po incrédulos, cuando les esperaba la paciencia de Dios,
moral de nuestra vida presente fuera la única realidad en los días en que Noé construía el arca» (3, 19 s.). Ta-
que corresponde a la representación del infierno. Puesto les «espíritus» se refieren, igual que en el resto de la
que la mayoría de los hombres no viven en la experiencia literatura judaica, a las «sombras» de hombres desobe-
de la cercanía de Dios, característica fundamental de la dientes ya muertos. Por otra parte así nos lo confirma un
existencia de Jesús, tampoco les dirá nada la experiencia pasaje posterior de la misma carta (4, 6) donde se escribe
del infierno, ya que ésta presupone precisamente el saber que «hasta a los muertos se ha anunciado la buena nue-
de la proximidad de Dios. No obstante, no se elude esta va». El anuncio del evangelio por el mismo Jesús en el
experiencia por el simple hecho de retirar la mirada de mundo de los muertos no puede tener otro sentido que
ella. A esto, precisamente, hace referencia la idea de un el de una predicación de conversión. Esto significa, en-
juicio de los muertos, idea de la que nos ocuparemos tonces, que los que ya habían muerto son alcanzados
más adelante. igualmente por el mensaje cristiano. La salvación del
Una de las notas características de la peculiaridad de juicio futuro a través de Jesús está abierta a los que en
Jesús es haber experimentado la realidad del infierno en su vida mortal no pudieron conocer a Jesús o el men-
su conciencia ya en su misma muerte terrena. La cone- saje cristiano. Los intérpretes cristianos procuraron sua-
xión entre conciencia moral y experiencia del infierno no vizar, ya en los primeros tiempos eclesiales, el absoluto
es un fenómeno humano que aparezca del mismo modo atrevimiento de esta idea. Por eso repiten hasta la sa-
en todas partes. Normalmente no hace su aparición en ciedad que la predicación de Jesús en el reino de los

112 113
muertos iba dirigida solamente a los justos del antiguo ción que nos ha sido mediada de este modo. Con fre-
Israel o, en general, a todos los hombres que habían cuencia se ha planteado la siguiente cuestión: Dios no se
sido justos en su vida sobre la tierra. El hecho es, sin ha revelado definitivamente más que en Jesús, sólo en
embargo, que la primera carta de Pedro va más allá, sin Jesús se ha manifestado la salvación a los hombres; aho-
alguna duda. La tendencia, aquí incoada, hacia una com- ra bien, si esto es así, ¿qué ha sido de todos aquellos
prensión universalista de la salvación encuentra su má- hombres que vivieron antes de Jesús, y qué ocurrirá con
xima expresión en la idea de que Cristo ha salvado del todos aquellos que nunca llegarán a tener un contacto
mundo de los infiernos también a Adán, es decir, al con el mensaje cristiano? ¿Qué será, finalmente, de los
hombre como tal. Tal idea se encuentra, por lo demás, hombres que oyeron el mensaje cristiano, pero que —qui-
en Orígenes y ocupa un puesto relevante en muchas de zá por culpa de los mismos cristianos encargados de su
las representaciones pictóricas del descenso de Cristo a anuncio— no llegaron a alcanzar su verdad? ¿Están to-
los infiernos. dos estos hombres destinados a la condenación? ¿Per-
¿Qué relación guarda esta interpretación del descenso manecen eternamente excluidos de la cercanía de Dios
de Jesús con la primera, que lo concebía como una des- que nos ha sido abierta a todos a través de Jesús?
cripción del sufrimiento de Jesús? Ambas representa- A estas amenazantes cuestiones la fe cristiana puede
ciones, al parecer, se excluyen mutuamente. No obstante, responder con una negativa. Este y no otro es el sentido
ambas tienen una cosa en común: ambas son interpreta- de la fórmula del descenso de Cristo a los infiernos.
ciones de la muerte de Jesús. Y en esto están estrecha- Lo que no sabemos es si este sentido estuvo en la inten-
mente implicadas. Pues, por su muerte en el abandono ción consciente de los que introdujeron dicha fórmula
de Dios, Jesús superó el abandono divino de la muerte en la profesión de fe. Pero, en cualquier caso, connota
para todos los hombres que están unidos a él. El signi- este sentido a partir de su origen neotestamentario. Lo
ficado vicario de la muerte de Jesús queda expresado en que ha acontecido en Jesús para la humanidad tiene va-
la representación de su victoria sobre los infiernos. La lidez también para los hombres que no han llegado a
cruz de Jesús adquiere esta significación sólo a la luz de entrar en contacto ni con él ni con el mensaje sobre él. Y
su resurrección. De ahí, que fuera plenamente coherente lo mismo puede decirse de aquellos a los que nunca se
atribuir el descenso a los infiernos al resucitado, y esto les ha manifestado la verdad de su figura y de su histo-
aunque se tratase del significado de su cruz. Ciertamente, ria. A pesar de todo, la vida de estos hombres puede ser
la alternativa, si fue el resucitado o el crucificado el que referida a la revelación de Dios manifestada en Jesús de
descendió a los infiernos, alternativa que fue una cues- una manera que nos queda oculta a nosotros y también a
tión discutida entre la dogmática de los antiguos refor- ellos mismos. Así, pues, lo acontecido en Jesús tiene que
mados y la de los antiguos luteranos, se nos antoja hoy valer también para los hombres, sobre los cuales habló
como algo propio de un modo de pensar que identifica la Jesús en sus bienaventuranzas aun sin saberlo ellos. Ta-
imagen con la cosa misma. les hombres, completamente independiente de su encuen-
La primera carta de Pedro, al describir la victoria de Je- tro con Jesús, únicamente por motivo de su situación o de
sús sobre el infierno según la imagen de la predicación mi- su comportamiento no tienen ninguna otra esperanza en
sionera primitivo-cristiana como predicación de conver- sus vidas que el Dios, cuya cercanía, cuyo reino pró-
sión, expresa el alcance universal de la vicariedad acon- ximo anunció Jesús.
tecida en la cruz de Jesús, la universalidad de la salva- De este modo, de un modo, pues, inescrutable para

114 22J5
ellos mismos y para nosotros, los hombres que nunca
han conocido a Jesús están relacionados con él y con el
Resucitado al tercer día
Dios anunciado por él a través de la conexión de la de entre los muertos,
humanidad y de su propia historia. Y esta relación sig-
nifica también para ellos salvación o juicio. Por lo de- ascendido a los cielos
más, está claro que una seguridad, una garantía de su
salvación no la tenemos. La salvación le está garantizada
únicamente a quien tiene expresamente comunidad con
Jesús, y en esta comunidad la esperanza de superar la
muerte con Jesús. Pero la salvación manifestada en Jesús
puede alcanzar también a todos los demás hombres muer-
tos antes de la llegada de Jesús al mundo, si bien, como
hemos dicho, de un modo desconocido para nosotros.
Hemos de esforzarnos, pues, por llegar a captar en este En la resurrección de Jesús se trata tiistóricamente de
universalismo de la fe salvífica el sentido de la profesión un suceso, del cual ha partido la historia del cristianis-
cristiana de fe en la superación del reino de la muerte, mo. En particular, el acontecimiento pascual constituye
en el descenso de Jesucristo al infierno. Una vez captado el punto de partida de la historia de la fe en Cristo. Y
este sentido, no podremos menos de lamentar el que este punto de partida es al mismo tiempo el fundamento
precisamente este artículo de la profesión apostólica de objetivo permanente de esta fe y de su confesión. En
fe encuentra en nuestro tiempo tanta incomprensión y este caso, origen histórico y fundamento objetivo son
tanto rechazo. una y la misma cosa.
Ya el que Jesús sea el mesías prometido de Israel, el
Cristo, sólo pudo ser afirmado en vista de la confirma-
ción de su misión por la resurrección del crucificado.
Por esto y sólo por esto, Jesús, el repudiado por Israel,
se nos muestra como el hijo único de Dios, como Se-
ñor nuestro y de todo el universo. Sólo a partir de la re-
surrección de Jesús puede hablarse con fundamento de
una encarnación de Dios en su persona. La doctrina de
la encarnación desarrolla solamente lo que la resurrección
de Jesús significa retroactivamente para la totalidad de su
existencia y de su persona. Y, finalmente, sólo también a
la luz de la resurrección de Jesús, su muerte adquiere
el sentido de la reconciliación de la humanidad, reconci-
liación consumada vicariamente. Si Jesús no hubiera sido
resucitado de la muerte, no podríamos atribuir ningún
significado salvífico a su muerte, pues ésta podría signifi-
car simplemente el fracaso de su misión. Los mismos

116 117
enunciados siguientes de la profesión de fe, que tratan conocemos, sino de la transformación en una vida nueva
sobre Jesucristo, tienen su fundamento objetivo en el y completamente distinta. Esta distinción es decisiva para
acontecimiento pascual: tanto la confesión de la eleva- la comprensión del mensaje cristiano de la pascua, así
ción de Jesús a la derecha de Dios, a la participación como de la esperanza cristiana de la resurrección.
en el poder de Dios, como la espera de la vuelta de Un indicio de esto nos da ya la misma estructura lin-
Jesús para el juicio final se han de comprender como güística del término «resucitar» o «ser resucitado de en-
consecuencias del hecho de su resurrección de entre los tre los muertos». Considerada esta estructura, vemos que
muertos. se trata de una metáfora: al muerto le debe sobrevenir al-
En la resurrección de Jesús nos encontramos, pues, go que sea análogo a lo que ocurre cuando uno se des-
con el fundamento que sostiene a la fe cristiana. Si se pierta y se levanta. El acontecimiento inaudito e impre-
desmorona, cae por tierra todo lo que confiesa la fe cris- sentable en su verdadera realidad, que es esperado como
tiana. Naturalmente, esto no puede significar que el acon- futuro para los muertos, es representado metafórica-
tecimiento de la resurrección, tomado por sí solo, tuviera mente según la analogía del fenómeno cotidiano del des-
esta importancia decisiva y fundamental. Como tal, hay pertar del sueño.
que verlo dentro del contexto de la existencia histórica Si se observa la estructura metafórica de la repre-
de Jesús, con la cual constituye una unidad. Y al hacerlo sentación de una resurrección de los muertos, queda ve-
fundamenta de nuevo este contexto, al hacer que aparezca dada la idea de una reanimación como contenido ade-
bajo una luz completamente nueva, en la medida en que cuado de tal afirmación. Sobre la reanimación de un
trae la confirmación definitiva de la existencia de Jesús muerto se podría hablar de un modo absolutamente di-
y de su incomparable pretensión de poder, bajo la luz recto y no metafórico. Para esto no haría falta recurrir al
de los últimos tiempos, si bien aún no como ruptura de lenguaje metafórico de la fe en la resurrección. Se ha
la historia de la humanidad por el juicio divino. Por una de tratar de una transformación en una realidad comple-
parte, la resurrección de Jesús está unida, hacia atrás, tamente desconocida para nosotros. Sólo entonces se
con la existencia terrena de Jesús, por otra parte —hacia haría inevitable la metáfora, siempre en el caso de que
el futuro—, con la espera escatológica del juicio y de la debiera hablarse de tal realidad. Esta realidad como tal
transformación de todas las cosas. Todas estas reali- no la conocemos; no pertenece en absoluto a la serie de
dades, conexionadas entre sí, quedan caracterizadas de sucesos que aparecen repetidamente en nuestra vida coti-
ese modo que es único y exclusivo de la fe cristiana sólo diana.
por la luz que arroja sobre ellas la resurrección de Jesús; Pablo nos ha expresado de un modo completamente
la conexión entre tales acontecimientos es la que les con- inequívoco que para él «resurrección de entre los muer-
fiere la resurrección de Jesús tos»» no significa la vuelta a la vida terrena, sino una
Planteémosnos ahora la siguiente pregunta: ¿qué es lo transformación en la vida nueva de un cuerpo nuevo.
que debe haber acontecido cuando hablamos de la re- En 1 Cor 15, 35-56, Pablo trata expresamente esta cues-
surrección de Jesús de entre los muertos? tión. En dicho pasaje se pregunta cómo se ha de pensar
Sin duda, que lo primero que se nos ocurre es pensar la realidad corpórea de los resucitados de la muerte. Y
en la reanimación de un muerto, en su vuelta a la vida. para él resulta algo indiscutible y fuera de duda el que
Pero una tal representación no es correcta. En la resurrec- el cuerpo futuro será un cuerpo distinto del actual, será
ción de Jesús no se trata de una vuelta a la vida que otro cuerpo, en concreto, no será un cuerpo carnal, sinc

118 229
—como Pablo se expresa— un «cuerpo espiritual» (1 radical. Esto tiene una importancia especial, por cuanto la
Cor 15, 43 s.). Con esto, Pablo no se refiere a un espíritu primera carta a los Corintios nos proporciona el único rela-
incorpóreo en un sentido más o menos próximo a la tra- to de la resurrección de Jesús hecho por un hombre que
dición platónica. «Espíritu» de Dios es, en el sentido de llegó a ver al mismo resucitado. Todos los restantes relatos
Pablo, el origen creador de toda vida, y un cuerpo espiri- neotestamentarios han pasado por muchas manos antes de
tual es un ser vivo que no está separado de este origen adquirir ¡a forma en que nos han sido transmitidos. Las
—cosa que ocurre con nosotros en nuestra existencia ac- palabras de Pablo sobre la realidad de la resurrección son
tual-— sino que permanece unido a él de tal manera que Ifrs únicas que nos han llegado de un testigo directo. Aho-
ninguna muerte puede acabar con esta vida. Pablo des- ra bien, según todo lo que hemos ido sopesando hasta
cribe la relación del cuerpo espiritual imperecedero con aquí, la aparición de Cristo a Pablo tuvo que ser de tales
el cuerpo carnal actual y pasajero como transformación características, que no pudo tener nada que ver con el
radical: «Os digo esto, hermanos: La carne y la sangre encuentro con un cadáver vuelto a la vida. De lo contra-
no pueden heredar el reino de los cielos; ni la corrup- rio, Pablo no hubiese podido hablar de la resurrección
ción hereda la incorrupción» (v. 50). Por otra parte, como de hecho lo hace, como de una transformación. Ne-
aquella «transformación» le sobrevendrá al cuerpo actual cesariamente tuvo que salirle al encuentro una realidad
mortal, a éste y a ningún otro: «En efecto, es necesario de unas características totalmente distintas a las de la
que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad; vida terrena.
y que este ser mortal se revista de inmortalidad» (v. 53). De todo ello se deduce: se tiene que distinguir con
Así, pues, por una parte, la transformación de lo corrup- i oda radicalidad entre la resurrección de los muertos de la
tible y perecedero en un cuerpo «espiritual» será tan ra- esperanza cristiana en el futuro y de la fe pascual y las
dical que no permanecerá nada sin transformarse. Por «resurrecciones» de muertos, de las que se nos habla oca-
otra parte, sin embargo, esta transformación tendrá lu- sionalmente en la literatura antigua, e incluso de las que
gar en el mismo cuerpo terreno y actual y, por tanto, se según el relato de los mismos evangelios, efectuó Jesús
encontrará en conexión con nuestra existencia actual. Es a lo largo de su vida pública, en concreto la del joven de
decir, que no debe ser creado nada que venga a ocupar Naím (Le 7) o la de Lázaro (Jn 11). Al margen por com-
el lugar de nuestro cuerpo actual y presente. pleto de la credibilidad de tales relatos más o menos tar-
Estas reflexiones de Pablo no tienen una validez ex- díos y legendarios, puede considerarse como cierto que
clusiva para la resurrección de Jesús. Pueden aplicarse y tales relatos hacen mención de unos acontecimientos bien
de hecho son aplicadas por él a la resurrección que han distintos de aquellos a los que se referían los testigos de
de esperar los cristianos. Y es sabido que según él am- la resurrección de Jesús y la esperanza futura de los pri-
bas están estrechamente vinculadas. La resurrección de mitivos cristianos. En Lázaro y en el joven de Naím,
Jesús, según Pablo, fundamenta la esperanza de los cris- como punto culminante de la actividad milagrosa atri-
tianos en su resurrección. Para él todo radica en que los buida a Jesús, se trata única y exclusivamente de una
cristianos lleguen a ser partícipes de la realidad que ya vuelta transitoria y provisional de un muerto a esta
ha aparecido en Jesucristo. Por consiguiente, Pablo tam- vida. Ni por un momento se les pudo ocurrir a los evan-
poco pudo haber entendido la resurrección de Jesús co- gelistas que alguno de aquellos resucitados por Jesús
mo una simple reanimación de su cadáver. La resurrec- dejarían de morir tarde o temprano. Su reanimación pa-
ción de Jesús significaba igualmente una transformación sajera es sólo un signo de aquella realidad, que ha apa-

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recido ya en la resurrección de Jesús y que es objeto de misma tradición judía; tal cuestión es el del cumpli-
la esperanza cristiana. Pero aquí se trata de una vida miento de la justicia de Dios en el individuo. La corres-
completamente distinta, de una vida incorruptible e im- pondencia entre comportamiento y destino en la vida
perecedera, a la que ninguna muerte podrá imponerle su de los hombres, correspondencia en la cual se muestra
ley. Se trata de una vida que, en todo caso, tiene que la justicia de Dios, no se manifiesta en la vida de los
ser radicalmente distinta de la vida de los organismos individuos particulares, exigiendo por esta razón una
aue nos es conocida. compensación en el más allá, al menos si se debe cumplir
Si nos preguntamos, ulteriormente, de dónde ha to- en cada individuo. Sin embargo, la resurrección de los
mado Pablo su representación de la forma de la vida de muertos no es entendida generalmente al modo de la
la resurrección, entonces ya no basta con hacer referen- interpretación paulina, es decir, como la misma realidad
cia a la aparición de Jesús resucitado. Se ha de tener salvífica. La interpretación habitual comprende la resu-
presente que Pablo se encuentra ya dentro de la tradi- rrección de los muertos como la puerta de entrada para
ción judaica, más antigua de una resurrección de los unos a la gloria, para otros al juicio y la pena eterna.
muertos, sea para todos los hombres, sea únicamente De todos modos, es importante constatar que al parecer
para los justos. Tal espera encontró su expresión privi- la expectación de la resurrección fue vinculada muy
legiada en los llamados escritos apocalípticos, surgidos pronto a la idea de una transformación. En particular,
en el judaismo del tiempo pérsico, tras el retorno del se trata de la transformación de los justos resucitados a
txilio babilónico, sobre todo en los dos siglos anteriores una gloria mayor, tal como la que poseen los ángeles o
a la llegada de Cristo. Los inicios de esta literatura están las estrellas en el cielo. Unas reflexiones más precisas y
representados en el canon del antiguo testamento por Is exactas sobre el proceso mismo de esta transformación,
24-26 y por el libro de Daniel. Otros escritos apocalíp- tales como las de 1 Cor 15, se encuentran, por lo de-
ticos, en parte apenas más recientes, como el libro de más, por vez primera en los escritos apocalípticos del
Enoc, que por su parte constituye una colección de di- primer siglo cristiano, es decir, en escritos contemporá
versas obras del género, no fueron recogidos ya en el neos de Pablo.
canon veterotestamentario. El movimiento farisaico de Parece que también el mismo Jesús fue de la opinión
los tiempos de Jesús compartió bastantes puntos de vis- de una transformación en conexión con la resurrección.
ta con esta literatura, cuya interpretación y ordenación Según Me 12, 25, Jesús responde a la pregunta acerca
sigue siendo hoy día un problema muy debatido. Esto de la vida de los resucitados, que le formularon los sadu-
vale particularmente de la espera de una resurrección ceos, que por su parte no creían en la resurrección de
de los muertos. este modo: serán como los ángeles en el cielo, ni ellos
La expectación apocalíptica de una futura resurrec- tomarán mujer ni ellas marido. Le 20, 36 añade: «ni
ción de los muertos —en conexión con la representa- pueden ya morir». En cualquier caso, el sentido que tie-
ción de un juicio divino del mundo— ha sido influida, ne aquí la expresión tradicional «como los ángeles» es
quizá, por representaciones muy similares de origen pér- que se trata de un tipo de existencia completamente nue-
sico. No obstante, esto no debe llevarnos a pensar que va respecto a la terrena, de un modo p trecido a la forma
tal expectación sea un elemento extraño a la fe judía de expresarse Pablo cuando habla de un «cuerpo espiri-
procedente de influencias ajenas a ella. Más bien se trata tual». Así, pues, tanto Jesús como Pablo se encontraban
de la respuesta a una cuestión surgida en el seno de la con sus representaciones sobre la forma de vida de los re-

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sucitados de la muerte en una tradición completamente de la vida manifestada ya en Jesús. En Pablo queda
determinada de la teología judía. bien claro que aquí la espera de la resurrección es ya
La esperanza de la resurrección de los muertos, tal esperanza salvífica. De este modo, aunque la esperanza
como queda formulada en los escritos apocalípticos, le específicamente cristiana de la resurrección esté funda-
ofreció a Pablo, antes que ninguna otra cosa, la posibili- mentada en la comunidad con el crucificado y resucitado,
dad de designar y caracterizar como una realidad del ti- presupone, no obstante, la verdad de la espera de una
po de la vida de la resurrección el acontecimiento es- resurrección de los muertos, presupuesto que comparte
pecial experimentado por él y por otros discípulos de con la tradición judía. Este presupuesto se encuentra
Jesús. De abí que Pablo haya hablado de la posibilidad igualmente en el fundamento del mensaje de la resurrec-
de una resurrección de los muertos como presupuesto pa- ción de Jesús.
ra el reconocimiento de la resurrección de Jesús: «Por- El juicio histórico que nos podamos formar hoy sobre
que si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó» la tradición cristiana pascual depende también, y no me-
(1 Cor 15, 16). Por otra parte, el suceso de la resurrec- nos, de que la credibilidad del mensaje de la resurrec-
ción de Jesús repercute a su vez en la resurrección uni- ción de Jesús esté en estrecha conexión con la cuestión
versal de los muertos: no sólo ha consolidado esta espe general de si se ha de contar con una resurrección de
ranza, ha garantizado también a los unidos con Jesús, los muertos. Supongamos que se parte del presupuesto
aue ellos no dejarán de tomar parte en el futuro de la de que los muertos permanecen muertos, de que la muer-
vida que ya se ha manifestado en Jesús resucitado. Pablo te es el fin absoluto y de que jamás podrá ocurrir algo
ha desarrollado en esta línea su idea de una esperanza así como una resurrección de la muerte (entiéndase como
en la resurrección específicamente cristiana a partir de se entienda). ¿Qué significaría esto para la fe pascual?
sus consideraciones en su primera a los Tesalonicenses Desde luego, entonces se encontraría con un prejuicio
sobre la participación salvífica de aquellos cristianos, que tan fuerte contra su verdad, que se haría imposible una
ya habían muerto antes de la vuelta de Cristo tan inmi- valoración digna y exacta de los testimonios respecto a
nentemente esperada y, sin embargo, tan demorada (1 su significación e importancia para el juicio total, cosa
Tes 4, 13 s.). En cuanto se dirigía a la resurrección de que por lo demás es la obligación y la noble tarea del
lodos, la expectación judía de la resurrección no había historiador. Sólo si tiene sentido en sí y es pensable en
sido una expectación específicamente salvífica. Para los el contexto de una comprensión actual de la realidad del
unos debía abrir el acceso a la salvación, para los otros hombre la tal espera general de una resurrección futura
significaba el camino abierto al juicio. Pero en la medida, de todos los hombres o, en todo caso, de los justos,
en que la resurrección tenía ya un valor de realidad sólo entonces puede ser sopesada y tomada en conside-
salvífica, no les estaba prometida a todos sino sólo a los t ación la posibilidad de un acontecimiento de las carac-
justos. En cualquier caso, permanecía abierta la cuestión terísticas del acontecimiento que constituye el centro del
de quién participaría en la salvación de una nueva vida mensaje cristiano. Sólo sobre la base de una conciencia
con Dios. Mientras esta cuestión hallaba respuesta en la de posibilidad, que no esté cerrada por principio en este
tradición judía por el mantenimiento de la ley, para los sentido, puede plantearse la cuestión de la resurrección
cristianos Jesús se convertía en el criterio de salvación. ele Jesús como una cuestión históricamente seria e im-
La resurrección de Jesús garantiza a aquellos que están portante. ¿Constituye un cuerpo extraño la idea de una
unidos a él por la fe, que también ellos serán partícipes resurrección de los muertos en el contexto de los elemen-

124 125
to de los límites provoca su superación, más aún, sin él
tos que nos son hoy conocidos sobre la realidad del hom- es absolutamente imposible. No obstante, es posible re-
bre y de las condiciones de su autocomprensión? ¿Está, vocar esta superación de los límites de la muerte, que
por el contrario, en íntima relación con las condiciones siempre tiene lugar mentalmente, por el veredicto de
constitutivas de la situación del hombre? Precisamente, que en esta dirección no hay nada a conseguir, a no ser
•\ partir del pensamiento antropológico actual, tan mar- pura charlatanería sin sentido y sin fin. Pero sin pre-
cado por el punto de vista de la corporeidad de la situa- guntarnos acerca de una plenitud que transcienda la
ción humana, la idea de una resurrección de los muertos muerte, la vida del más aquí de la muerte tampoco ten-
podría ser considerada más seriamente que en otras épo- dría un sentido. Por el contrario, a la luz de una espe-
cas como un motivo de autocomprensión humana ade- ranza que transcienda la muerte, nuestra vida sobre la
cuado a la situación del hombre. Por lo demás, una tal tierra se presenta como fragmento de una totalidad ma-
relevancia positiva de la idea de una resurrección de los yor, aunque todavía oculta en el misterio. Evidentemente
muertos puede entenderse y afirmarse sólo a condición que seguimos sin saber qué nos espera al otro lado de la
de que se tenga plena conciencia de su carácter metafó- muerte, una dimensión de la realidad que permanece
rico. La idea de la resurrección de los muertos, en el oculta a nuestra experiencia presente. Y, sin embargo,
contexto de la vivencia humana, tiene que permanecer siempre ha habido hombres que han intentado una y
un cuerpo extraño para quien vea en ella una especie de otra vez hacerse una representación de ello, a fin de
saber sobrenatural sobre un futuro del hombre oculto a cerciorarse de su determinación humana, la cual no pue-
toda experiencia humana. Sólo en su peculiaridad como de encontrar su plenitud en la finitud de esta nuestra
metáfora puede ser comprendida como expresión de la vida real.
situación del hombre en su autocomp<-ensión. Es cierto,
Una tal representación de lo que nos es absolutamen-
por lo demás, que la forma normal de hacernos cons-
te oculto no podemos formárnosla más que por analogía
cientes de las cuestiones últimas de nuestra existencia
c'e lo que nos es conocido. Esto puede acontecer de las
es la forma de las imágenes y de las metáforas, y de
formas más diversas. En nuestra tradición cultural nos
ninguna manen es indiferente en qué imágenes tratamos
encontramos con la fe griega en la inmortalidad y con la
de expresar el sentido o lo vacuidad de nuestra vida. La
esperanza bíblica en la resurrección. Ambas son dos for-
utilización de un lenguaje metafórico no quiere decir,
mas distintas de expresar una misma experiencia funda-
sin embargo, que no se trata de una realidad para el que
mental y ambas están de hecho confrontadas mutuamen-
lo utiliza. Más concretamente diríamos que se trata para
te, aunque en la historia de la escatología cristiana pue-
él de una realidad, cuyo carácter extraño y desconocido
dan hallarse también combinadas. Frente a la idea de la
postula para ella un lenguaje metafórico
inmortalidad del alma, que precisamente hasta el siglo
Una de las peculiaridades que distingue al hombre pasado era considerada como demostrable racionalmente,
del resto de los animales es el que tenga conocimiento la idea bíblica de una resurrección de los muertos puede
de la inevitabilidad de la propia muerte. Es igualmente parecer hoy más adecuada y más sobria. Más sobria por-
esencial para el hombre el que, por encima de estos que, con la limitación a la metáfora del despertar del
límites de su existencia, se pregunte acerca de una ple- sueño, guarda mejor la distancia de todo aquello que se
nitud y cumplimiento de su determinación humana, que encuentre más allá de la muerte. Se trata de una dis-
en la vida individual no llegan a realizarse, en el mejor tancia que excluye toda pretensión de un conocimiento
de los casos, más que fragmentariamente. El conocimien-
227
126
directo. La doctrina de la inmortalidad afirmaba tal co- cuestión histórica si queremos comprender la historia del
nocimiento, pero, a pesar de ello, no podía dar cuentas origen del cristianismo. Pero también para los cristianos
de tal pretensión más que por medio de una autonomía es ineludible que se formen un juicio histórico sobre la
ilusoria de la vida anímica respecto a sus condiciones resurrección de Jesús, porque nosotros ya no podemos
corpóreas. La idea de una resurrección de los muertos, cerciorarnos directamente de la realidad actual y presente
precisamente en este punto, responde mejor a nuestros del resucitado. A nosotros no nos queda más posibilidad
conocimientos actuales, porque dentro del carácter me- que creerla, pero creerla únicamente sobre el fundamen-
tafórico de su lenguaje mantiene la unidad de lo cor- to del testimonio de la primera cristiandad, testimonio
póreo y de lo espiritual, unidad sin la cual nos resulta que, por su parte, debe ser analizado en su credibilidad.
imposible representarnos hoy la vida humana. Así, pues, La historia de la ascensión de Jesús, que nos relata
la idea de una resurrección de los muertos es especial- Lucas, nos dice precisamente que no tenemos ninguna
mente adecuada como expresión de la cuestión acerca experiencia directa de la realidad del resucitado. Tras el
de la determinación del hombre más allá de la muerte, tiempo de sus apariciones a los apóstoles, el resucitado
una cuestión que es inevitable para una clara autocon- se ha alejado de su comunidad hasta su vuelta al fin de
ciencia del hombre ante la muerte. La inevitabilidad de los tiempos. La tradición primitivo-cristiana más antigua
esta cuestión para todo el que se plantee la relevancia veía la resurrección y la ascensión muy estrechamente
de la propia muerte para su autocompresión, no ofrece ligadas. La resurrección de Jesús como tal coincidía para
ninguna garantía para la realidad de una vida, que su- los testigos más antiguos con su ascensión «a los cielos»,
pere la muerte. Pero mantiene abierta la conciencia para al ámbito oculto de Dios. Pero en lo fundamental estos
que el misterio de la vida supere aquel conocimiento testigos más primitivos, especialmente Pablo, son de la
actual. misma opinión que Lucas: la serie de las apariciones
Sólo bajo el presupuesto de una tal actitud general fundamentales del resucitado ha llegado a su fin, para
ante la realidad de la vida tiene sentido el problema de Pablo en concreto ha llegado a su fin con la aparición a
la resurrección de Jesús como problema histórico. Y, por él. Jesús ya no volverá hasta su venida de los últimos
otra parte, sólo en este caso dicha cuestión no queda ya tiempos. En el tiempo intermedio no hay ningún en-
desfigurada por prejuicios. Entonces ya no queda por in- cuentro directo con el resucitado, sólo la palabra de sus
vestigar otra cosa que si los acontecimientos, que sobre- apóstoles. Estos testimonian que Jesús no ha permanecido
vinieron sobre los apóstoles y que constituyeron el ori- en la muerte, sino que fue resucitado. Si este testimo-
gen de su misión, dejan margen para una interpretación nio es creíble, entonces podemos estar también verdadera-
mejor y más adecuada para nuestra comprensión de la mente seguros de que él vive y actúa en el presente, de
realidad y de la historia que la ofrecida por el lenguaje que, especialmente por el anuncio de su resurrección ya
metafórico de la espera de la resurrección. O bien, si acontecida, la realidad de este acontecimiento, como una
tal lenguaje sigue siendo la expresión más acertada para realidad que se ha adentrado en el presente, es operante.
la realidad, a la que hacen referencia dichos aconteci- Pero tal convencimiento puede fundarse únicamente en
mientos sobrevenidos sobre los apóstoles. la noticia de que Jesús no permaneció entonces en la
Nos hemos de hacer perfectamente conscientes de la muerte. Sin esta noticia, todas las afirmaciones más o me-
inevitabilidad y de la posibilidad objetiva de la cuestión nos solemnes emitidas desde los pulpitos sobre la vida
histórica de la resurrección de Jesús. Es inevitable la actual de Jesús quedarían reducidas a simple exageración

128 129
sentimental y a palabrería vacía. El convencimiento de Su influjo será tanto mayor cuanto más extraordinario
que Jesús vive también actualmente como el resucitado sea el suceso afirmado por otros y puesto ante él en cues-
depende de la credibilidad de esta noticia. tión. Lo que éste o aquel historiador tiene en absoluto por
¿Cómo podemos formarnos un juicio sobre la credi- posible, depende, en última instancia, de su imagen de
bilidad de la noticia de que Jesús no ha permanecido la realidad y del modo como asume los aspectos de las cien-
en la muerte, sino que se ha aparecido vivo a sus discí- cias —desde la física hasta la antropología y la sociolo-
pulos poco después de su muerte y sepultura? Pues bien, gía— en esta imagen. La precomprensión respecto al ám-
dicha noticia remite a determinados sucesos, que debieron bito de posibilidades determina y limita a menudo, en
haber tenido lugar en un determinado tiempo 1 , aparicio- principio, el juicio del historiador sobre el suceso concre-
nes del Jesús anteriormente muerto y sepultado y el ha- to. Esto resulta especialmente claro en una cuestión tan
llazgo de su tumba vacía. El análisis crítico de tales afir- extraordinaria y poco corriente como la resurrección de
maciones se puede llevar a cabo sólo y exclusivamente Jesús. Ya para la misma cristiandad primitiva se trataba
con los medios de la investigación científica. No hay nin- de un acontecimiento muy alejado de la cotidianidad. En
gún otro camino para analizar afirmaciones sobre hechos principio fue comprendido como el comienzo del fin, co-
que al parecer no han acontecido más que un vez. Los mo irrupción de la relidad escatológica del reino de Dios
métodos de la investigación científica han sido desarro- que pronto iba a alcanzar a todos los hombres. Sin em-
llados, precisamente, para el análisis de tal tipo de afir- bargo, a medida que el tiempo transcurría sin que nada
maciones, y cualquier punto de vista; que sea útil v apro- sucediese, los cristianos primitivos llegaron a comprender
piado para un tal análisis, sería corroborado, justamente que la resurrección de Jesús era, por de pronto, una
de este modo, como parte constitutiva del instrumental irrupción singularmente permanente de la relidad de los
de la investigación científica. últimos tiempos, y esta experiencia, a su vez, configuró
Es verdad que nunca debemos dejar de insistir en que profundamente el horizonte de la espera apocalíptica
en cada juicio histórico está comprometida toda la expe- del fin.
riencia de sí mismo y del mundo del que emite tal juicio. Ahora bien, ¿puede una persona cuya misión sea en-
juiciar históricamente contar con que afirmaciones histó-
1
La profesión de fe habla de una resurrección de Jesús «al ricas de este tipo sean una realidad? ¿Puede contar con
tercer día». Esta indicación cronológica se remonta a Pablo, que
en 1 Cor 15, 4 nos transmite que Jesús fue resucitado «al tercer la irrupción de una realidad escatológica, con una configu-
día según las Escrituras» (cf. también Hech. 10, 40). La referencia ración distinta a la del resto de los acontecimientos histó-
a las Escrituras ha hecho conjeturar repetidamente que la indica- ricos, la cual se basa en una transformación radical del
ción cronológica transmitida tiene relación con una cita del antiguo
testamento. Esto supuesto, parece que la más probable es Os 6, mundo presente? ¿Puede considerar la posibilidad de
2: «Dentro de dos días nos dará la vida, y al tercer día nos levan- que una tal realidad escatólica se haga notar ya anticipa-
tará y en su presencia viviremos». Estas palabras fueron referidas
también en el judaismo a la resurrección final de los muertos, por damente y sea completamente operante en medio de
lo cual todo parece estar a favor de su aplicación a la tradición nuestro mundo?
cristiana pascual. No obstante, el influjo de la prueba escriturística ¿Por qué no ha de poder contar con algo así el his-
primitivo-cristiana en la tradición de la resurrección de Jesús «al
tercer día» no excluye necesariamente, el que en las experiencias toriador, cuya misión es informarse críticamente del pasa-
pascuales de los primeros cristianos hubiese un motivo histórico, do? Si las ideas de un fin de todas las cosas y de una
que dentro de la perspectiva de «las escrituras» pudiese leerse de
este modo. En este sentido, se ha pensado especialmente en el mo- resurrección de los muertos se fundan coherentemente
mento cronológico del descubrimiento de la tumba vacía de Jesús. por otras vías, ¿por qué no deben entrar a tomar parte

130 131
en la conciencia de la realidad del historiador, tal como cidir sobre la validez de tal sospecha es entonces la inves-
es el caso con los datos físicos, biológicos, sociológicos y tigación histórica de la afirmación transmitida. Lo único
psicológicos? ¿Por qué no ha de considerar seriamente la que se excluye es que algún suceso particular se tenga
posibilidad de que esta relidad escatológica se haga notar que comprender como rompimiento de las leyes de la
ya anticipadamente, siempre, claro está, contando con que naturaleza de lo contrario válidas. Y es que esto acabaría
sólo podemos hablar de ella en metáforas y con que si- con el concepto de ley natural, con su universalidad, nota
gue siendo para nosotros una incógnita en lo que con- constitutiva del concepto. Por el contrario, es absoluta-
cierne a su peculiaridad? ¿Quién afirma que sólo puede mente imaginable que, sin detrimento de la validez de
acontecer lo que nos es ya completamente comprensible las leyes naturales conocidas, nos encontremos en un caso
en su naturaleza? ¿No es ya nuestra realidad cotidiana particular con un suceso, que parezca escaparse de tales
mucho más compleja y pluridimensional que lo que pre- leyes por el hecho de que en él hayan entrado a tomar
tende una imagen de la realidad tan vacía y desposeída parte algunos factores desconocidos. Por lo demás, es
de misterio? claro que tanto menos hemos de contar con ello, cuanto
Se oye decir con frecuencia que un historiador que más se asemeje el suceso afirmado a los procesos corrien-
contara con tal tipo de posibilidades, entraría en con- tes. De ahí, que un hecho como la reanimación de un ca-
flicto con las ciencias naturales. Curiosamente, a los dáver después de transcurrir un período de tiempo muy
que menos se les ocurre plantear tal objeción es a los limitado haya de ser considerado como algo extremada-
físicos. Al parecer, entre ellos domina aún una concepción mente improbable. En la resurrección de Jesús, sin em-
dogmática de las ciencias naturales, que estas mismas han bargo, no tenemos ni siquiera puntos de apoyo para un
abandonado ya hace tiempo. juicio de este tipo, ya que aquí se afirma un aconteci-
Las ciencias de la naturaleza tratan de constatar y miento, cuyo término se encuentra en un ámbito que
describir regularidades en los hechos dados. No decretan normalmente es completamente inaccesible a la experien-
qué es lo que debe ser considerado en absoluto como cia humana. Es decir, por la misma razón por la que no
dado. En cualquier caso, admiten conclusiones o inferen- podemos hablar de él más que metafóricamente o, en
cias sobre lo que se pueda o se deba contar como suce- cualquier caso, con un lenguaje imposible de controlar
sos. Los horizontes del futuro no están determinados de y garantizar empíricamente.
ningún modo por las ciencias de la naturaleza. Incluso Las ciencias naturales no pueden ser, pues, la última
de cara a la prehistoria de la tierra y del cosmos se pueden instancia decisoria sobre la posibilidad o imposibilidad
sacar conclusiones a partir de leyes de la naturaleza ac- de la resurrección de Jesús. Con todo, es un hecho que
tualmente conocidas. Tales conclusiones, eso sí, se han se deposita continuamente esta capacidad decisoria en
de confirmar o rechazar por medio de puntos de apoyo manos de la ciencia natural, lo cual no deja de ser per-
empíricos adecuados. Pero lo que no se puede hacer sin fectamente comprensible si tenemos en cuenta que la
más por este método es proceder inversamente, conclu- actual imagen del mundo está muy marcada por la ima-
yendo algo sobre la posibilidad o imposibilidad de un gen de la física clásica y especialmente por su compren-
suceso concreto garantizado por otras vías distintas. Si sión de una naturaleza regida por unas leyes fijamente
está en contradicción con otras hipótesis bien fundamen- establecidas. Es cierto que la misma ciencia es hoy ple-
tadas, lo menos que puede pasar es que se formule una namente consciente de que sus fórmulas no agotan la
sospecha contra su credibilidad. El único camino para de- descripción de la realidad de la naturaleza, sino que se

132 133
circunscriben a un aspecto de la misma bien determina- tado algunas huellas, que hablen de un origen legendario
do, en concreto, al de la regularidad expresada por dichas o, al menos, de una configuración legendaria. Se habrá
leyes. Pero hoy no tenemos ningún modelo de la reali- de investigar, además, si en los relatos existen huellas,
dad que tenga en cuenta los aspectos de la contingencia que sugieran la presencia en las apariciones del resucita-
del acontecer olvidados por las ciencias, que sea capaz de do de alucinaciones en el sentido estrictamente psiquiá-
vincular dicha contingencia con la regularidad de la na- trico del concepto. Tales posibilidades y cuestiones se
turaleza, así como con la historicidad de la vida, del deben sopesar seriamente. No obstante, el historiador
hombre y de la ciencia misma. Y esto sin que por ello deberá también mantenerse abierto y deberá tener presen-
pudiera renunciar a una validez universal sólo aproxima- te que no pocas cosas de las que acontecen no son comple-
damente comparable a la de las ciencias de la naturaleza. tamente explicables por medio de las reglas del acon-
De ahí que sea completamente comprensible la inclina- tecer normal, que nos son conocidas. En particular quien
ción a tomar dogmáticamente como descripción funda- sea consciente de que la cuestión acerca de la verdadera
mental de la realidad los resultados generalizados, y por realidad de la, existencia humana puede encontrar pro-
tanto simplificados, de las ciencias naturales. Esto con- visionalmente su respuesta sólo en las imágenes escatoló-
duce a la formación de unas representaciones que con- gicas, estará abierto a la posibilidad de que esta realidad
ciben de un modo similar todo acontecimiento, sin dejar se dé a conocer en el acontecimiento investigado por él.
ningún margen de posibilidad a lo que se salga nota- No es éste el lugar para llevar a cabo una tal investi-
blemente de lo corriente. No obstante es posible y de- gación de las diversas tradiciones neotestamentarias acer-
seable, al menos si queremos proceder con circunspec- ca de la resurrección de Jesús. Se puede, no obstante,
ción y prudencia, evitar tales conclusiones precipitadas. ofrecer un pequeño resumen de la actual situación de
Para el historiador esto significa que en su enjuicia- las investigaciones sobre el tema: las tradiciones de la
miento del pasado debe evitar una actitud que le lleve resurrección de Jesús contienen sin duda alguna elemen-
por principio a rechazar como posible cualquier aconte- tos legendarios. Pero no puede comprobarse que en su
cimiento, que no corresponda al curso corriente y com- totalidad sean una formación legendaria. El contenido
prensible de las cosas. Por otra parte, y esto es evidente, de las tradiciones habla más bien contra tal hipótesis,
tampoco puede aceptar lo que se le transmita sin antes sobre todo en lo que concierne a los relatos de las apa-
haberlo sometido a un examen crítico. Más bien, hay que riciones, y también, aunque en este caso la cuestión es
decir que en principio es muy razonable mostrar una más debatida, en lo concerniente a la tradición de la
buena medida de escepticismo frente a los relatos sobre tumba vacía de Jesús. A esto hay que añadir que, hasta
muertos vueltos a la vida. Afirmaciones de este tipo, co- ahora, todos los intentos de explicar las apariciones del
mo es sabido, no son nada excepcionales en la literatura resucitado como alucinaciones han fracasado. Los puntos
antigua. Nos las encontramos también fuera de los escri- de apoyo requeridos para ello faltan o son insuficientes.
tos bíblicos, si bien en una forma distinta de representa- Ante este estado de cosas es, naturalmente, posible abs-
ción. En muchos casos tales relatos llevan la marca pal- tenerse de emitir un juicio sobre el tipo de sucesos, que
pable e incuestionable de lo legendario. Y, por consi- subyacen a las tradiciones de la resurrección de Jesús.
guiente, frente a las tradiciones cristianas la postura co- Pero de este modo se renuncia a la posibilidad de com-
rrecta será la crítica. Es decir, que tales tradiciones de- prender el origen del cristianismo. El planteamiento de
berán ser analizadas para ver si en ellas se han deposi- la problemática pascual es inevitable, si uno se plantea

134 135
la cuestión del origen del cristianismo, y esto no sólo periencia, en el cual puede ordenarse la resurrección de
como una cuestión acerca de lo que creían los primeros Jesús en el sentido de una uniformidad con toda la res-
cristianos, sino en el sentido de formarse un juicio acerca tante realidad humana, no será fundamentado hasta la
de lo que constituye el fundamento verdadero de la his- plenitud escatológica de todas las cosas. De ahí que la
toria de los inicios del cristianismo. Esto es, precisamen- cristiandad tenga que contar con que el enunciado funda-
te, lo que muestran los intentos de evadirse de esta pro- mental de su fe permanezca discutible. Pero ni es absur-
blemática. En todo este asunto resulta totalmente defen- do ni carece de fundamentación. Si no pudieran aducirse
dible la opinión que sostiene que, tras una consideración argumentos en favor de su credibilidad, la afirmación
crítica de la tradición primitivo-cristiana de la resurrec- <'Jesús ha resucitado» sería expresión de un subjetivismo
ción de Jesús, la descripción del acontecimiento en el irresponsable o de una fe autoritaria ciega. Pero el asun-
lenguaje de la esperanza escatológica sigue siendo la más to clave del cristianismo no descansa sobre unos pies
plausible frente a todas las restantes explicaciones. No tan débiles. Más bien, la pretensión histórica implicada
se podía decir que tal juicio sea irrefutable. La cuestión en la afirmación de la resurrección de Jesús es también
no está históricamente decidida, ni es decisible en el defendible en el contexto de la experiencia actual de la
fentido que fuera superflua cualquier discusión posterior. realidad. La distancia del mundo actual del futuro es-
Pero incluso ante un cuidadoso y detallado examen de catológico de Dios no excluye que éste se haya mani-
las tradiciones primitivo-cristianas puede, no obstante, festado verdaderamente en nuestro mundo presente. En
justificarse que Jesús haya resucitado. Como ya hemos esto se ha basado en todos los tiempos la fe cristiana en
dicho, un enunciado así implica a su vez una pretensión la encarnación.
histórica, por cuanto de este modo es afirmado un deter-
minado acontecimiento pasado, exponiéndose con tal afir-
mación al análisis y al examen histórico. Pero también
puede ser designado como un enunciado histórico en el
sentido de que puede mantenerse frente a un tal aná-
lisis. Esto no significa, sin embargo, que se haya llegado
a una decisión definitiva e irrefutable sobre el asunto.
Cosa que, por lo demás, tampoco es siempre posible en
los juicios sobre cuestiones históricas. De todos modos,
la afirmación de que Jesús haya resucitado de entre los
muertos sigue siendo particularmente discutible porque
atañe profundamente a las cuestiones fundamentales de
la comprensión de la realidad. Esta permanente cuestio-
nabilidad de la resurrección de Jesús no tiene que in-
quietar a los cristianos. Ni siquiera tienen que extrañarse
de ello. ¿Puede esperarse otra cosa, siendo que el futuro
último de Dios ha hecho que se anticipase la vida nueva,
revelada en Jesús, como realidad universal de la nueva
humanidad de Dios? Aquel horizonte universal de ex-

136 137
Está sentado a la derecha de Dios Dios y la segunda venida para el juicio no se trata ya
de dos aspectos íntimamente relacionados de un único
Padre todopoderoso suceso, como es el caso en la resurrección y la ascensión.
Ahora se trata de la función cósmica del resucitado y,
y vendrá de nuevo a por consiguiente, del desarrollo posterior del significado
juzgar a los vivos y a los muertos del acontecimiento pascual para la persona de Jesús en
su relación al mundo. Aquí ambos enunciados, el de la
venida para el juicio y el de estar sentado a la derecha
de Dios, se encuentran en una relación consecutiva. La
segunda venida del resucitado como juez es el enunciado
fundante; por el contrario, la confesión de que Jesús
ejerce ya actualmente el dominio sobre la creación a la
derecha de Dios constituye una consecuencia de lo an-
Aquí tenemos que tratar conjuntamente de nuevo dos terior. La relación objetiva entre ambos enunciados, así
enunciados del credo por causa de su íntima relación, como la que existe dentro de la historia de la tradición,
del mismo modo que antes hicimos con los enunciados no coincide, pues, con el orden en que están en el texto
sobre la resurrección y la ascensión de Jesús. El motivo del credo. La enumeración en éste se basa simplemente
es diferente. Respecto a la resurrección y a la ascensión en la (presunta) consecución temporal de los aconteci-
se puso de relieve que ambos enunciados están fundados mientos relatados: la enumeración de los datos de la
originariamente en un único e idéntico suceso, porque la vida terrena y de la muerte de Jesús es seguida por los
resurrección de Jesús fue concebida, incluso originaria- enunciados sobre su vida presente y, después, por los de
mente, como marcha desde la tumba hacia Dios. De ahí su futuro. Ya se vio anteriormente que en algunos casos
que las apariciones del resucitado fueran experimentadas los enunciados del credo apostólico tendrían que orde-
como acontecimientos sobrevenidos del cielo. La dife- narse de un modo distinto, si se antepusiesen los enun-
renciación temporal entre resurrección y ascensión pare- ciados fundantes objetivamente y desde el punto de vista
ce que no tuvo lugar hasta una fase bastante avanzada de la historia de la tradición, y se mencionasen después
de la primitiva tradición cristiana, en concreto en la los que hubieran surgido a partir de ellos a lo largo de
teología de Lucas (hacia el final del siglo primero). Y, la historia de la tradición primitivo-cristiana. En este
como tal, es una consecuencia de la mayor acentuación sentido, la resurrección de Jesús tendría que colocarse
de la corporeidad quasi-terrenal de las apariciones del completamente al comienzo, incluso antes de hacer men-
resucitado: éstas empezaron a ser consideradas como en- ción alguna a su dignidad crística, y estrechamente vincu-
cuentros que tenían lugar sobre la tierra. Pero al ser lado al de la resurrección debería seguir el enunciado so-
consideradas las apariciones pascuales como encuentros bre la segunda venida: sólo entonces debería hacerse men-
terrenales, no quedaba otra salida que concebir la des- ción del título de Cristo y del reinado actual de Cristo
aparición de Jesús sobre la tierra como un suceso com- a la derecha de Dios, a continuación vendrían los enun-
plementario y particular. De este modo se formó el re ciados sobre su preexistencia (como la del hijo unigénito)
lato de la ascensión. y encarnación y, finalmente, los que conciernen a su pa-
En la relación entr£ estar sentado a la derecha de sión y muerte vicarias. La confesión de la segunda venida

138 139
de Cristo se encuentra, pues, objetivamente muy vincu- se vino a parar a esta fusión de Jesús con la figura del
lada a su resurrección y constituye juntamente con ella futuro juez del mundo, del hijo de Dios? ¿Podemos lle-
el fundamento común de todos los enunciados teológicos gar a alguna conclusión acerca de los motivos de esta
ulteriores sobre Jesús. identificación?
¿Cómo se llegó, en concreto, a la espera de la segun- El mismo Jesús, igual que Juan Bautista antes que él,
da venida de Cristo? La representación de un juez divi- habló muy probablemente acerca de un juicio futuro del
no, que vendrá del cielo al fin del mundo, tiene su ori- hijo del hombre. Las palabras de Jesús transmitidas en
gen en la época precristiana. En su base se encuentra la los evangelios y que hablan de esta figura forman diver-
representación de un juicio de los muertos, la cual se sos grupos, entre los cuales al menos algunas de las
halla en otras muchas religiones, incluso independiente- palabras que hacen referencia al hijo del hombre como
mente de la idea de un fin del mundo. La relación entre futuro juez universal, podrían muy bien ser auténticas.
el juicio de los muertos y la espera de un fin del mundo Y es que en ellas Jesús distingue de sí mismo al hijo del
se encuentra en el judaismo, pero también en la religión hombre como una persona diferente: «Por todo el que
pérsica. En el judaismo el juez escatológico es el hijo del se declare por mí ante los hombres, también el hijo del
hombre. La designación hijo del hombre se halla ya en hombre se declarará por él ante los ángeles de Dios»
Ezequiel, y justamente como tratamiento dado por Dios (Le 12, 8; cf. también 9, 26 y Me 8, 38). La comuni-
al profeta (por ejemplo, Ez 2, 1 s.). En este contexto dad postpascual hubiera formulado estas expresiones de
significa simplemente «hombre», y en concreto el hom- una forma diferente; para ella Jesús y el hijo del hom-
bre en su concreción singular. Al hablar así Dios al pro- bre eran ya una misma cosa. Esto es lo que nos indica
feta, se dirige a él no en el carácter único e irrepetible también la versión de Mateo de las mismas palabras:
de su ser personal, tampoco como portador de un mi- «Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres,
nisterio o como miembro de un pueblo, sino como crea- yo también me declararé por él ante mi Padre que está
tura: «Tú hombre». Cuando Daniel vio venir en una en los cielos» (10, 32). A diferencia de la versión lucana,
visión nocturna a una figura humana «como un hijo del aquí se encuentra repetido el yo de Jesús. Esto es la ex-
hombre» con las nubes del cielo (7, 13), se trataba sim- presión de la identificación de Jesús con el hijo del hom-
plemente de un símbolo del carácter humano del reino bre llevada a cabo por la comunidad primitivo-cristiana.
de Dios al fin de la historia, del mismo modo que las Por el contrario, Jesús pudo haber hablado sobre el hijo
figuras animales citadas anteriormente simbolizaban los del hombre diferenciándolo de sí mismo, pero al mismo
otros reinos sucesivos del mundo. En el apocalipsis de tiempo anunciando una confirmación de su propio men-
Enoc este «hombre» o hijo del hombre, que trae el rei- saje y de su comportamiento por el juicio futuro del
no de Dios de los últimos tiempos, fue concebido, sin hijo del hombre. Tras la pascua, para la comunidad cris-
embargo, como una figura individual concreta, cuya fun- tiana desapareció la distinción anteriormente inevitable
ción principal será el juicio de los últimos tiempos. El entre el hombre terrenal Jesús y el juez universal que
«hombre» o hijo del hombre es ahora el juez escatoló- había de venir del cielo en el futuro. Jesús se había
gico que desciende de Dios con las nubes del cielo, y convertido por su resurrección en una figura celeste, del
esta figura de la expectación judía fue identificada con mismo modo que lo era el hijo del hombre según la
Jesús por la comunidad primitivo-cristiana en la espera representación judaica. Así, sin quererlo, la función del
de la segunda venida de Jesús para el juicio final. ¿Cómo resucitado llegó a fusionarse de tal modo con la del hijo

140 141
del hombre como juez futuro del universo, que la co- hombres. El es la medida de todos, sean cristianos o no.
munidad pudo reconocer en el mismo Jesús al esperado Esto es lo que significa la espera de la venida de Cristo
hijo del hombre. Quizá ya algunos de sus discípulos en como juez universal. Se dirige a un futuro que supera
las apariciones pascuales vieron a Jesús precisamente co- los límites de la vida presente, porque el curso de este
mo el hijo del hombre. Y es que las apariciones se han mundo está caracterizado por la suerte de los sin Dios,
de pensar como sucesos venidos del cielo. En cualquier por el reinado de las situaciones y de las formas de
caso, la aparición de Jesús desde el cielo tuvo que dar comportamiento que se burlan de la humanidad del hom-
la impresión de ser algo tan estrechamente relacionado bre y por el sufrimiento sin culpa. Frente a ello, la es-
con la imagen del hijo del hombre, que debía venir so- pera de la nueva venida de Jesús como juez universal
bre las nubes del cielo, que apenas debió ser posible funda la certeza del criterio con el cual el cristiano se
distinguirlas, sobre todo si tenemos presente que el jui- opone a la presión de las relaciones dominantes y a las
cio universal no se podía separar del establecimiento de- tendencias del correspondiente espíritu epocal.
finitivo del reinado de Dios. El mismo Jesús había vin- El acontecimiento pascual sigue siendo hoy el funda-
culado su mensaje con la figura del hijo del hombre, de mento de esta certeza. Tras el aparente fracaso de la
cuyo juicio esperaba su confirmación. Después de la pas- misión de Jesús en la cruz y después de dispersarse sus
cua ya no sólo se pensó la función futura del hijo del partidarios, Dios se declaró a favor de Jesús por su re-
hombre en correspondencia a la figura de Jesús, sino que surrección y confirmó así la pretensión de su mensaje,
ambas figuras llegaron a ser idénticas. según el cual la salvación o perdición de los hombres
¿Sigue teniendo todo esto algún interés para nos- depende únicamente de su actitud ante el futuro de Dios
otros? La figura del hijo del hombre quedó debilitada y, de este modo, también de su actitud ante Jesús. La
en seguida en la tradición cristiana. En la iglesia cristiano- definitividad de esta pretensión de Jesús es certificada
pagana permaneció, ciertamente, vinculada la segunda ve- por la manifestación en él mismo de la realidad defini-
nida de Jesús con el juicio universal, pero del hijo del tiva del hombre nuevo, de la resurrección de los muertos,
hombre no se hablaba en ella en absoluto. Por otra parte, Aquí se encuentra ya la razón por la cual Jesús es el
se hablaba de Jesús como el hombre nuevo, segundo, que criterio último, el juez universal, que ejerce su función
supera los pecados del primero y que lleva a su plenitud con la autoridad del mismo Dios. Quien repudie a Jesús
la determinación del hombre. Así podía leerse ya en Rom y su mensaje, queda ya juzgado por la palabra de Jesús:
5 y 1 Cor 15. La revelación del hombre nuevo se vincu- «La palabra que yo he hablado, ésa le condenará el úl-
laba aquí todavía con la resurrección de Jesús, pero ya timo día» (Jn 12, 48).
no con el juicio universal, tal como era el caso en la Ai ser ahora Jesús una misma cosa con eí futuro
tradición judía del hijo del hombre. Ahora bien, la idea juez universal, su juicio ha dejado de estar reservado
de que la humanidad del hombre, su determinación co- únicamente al futuro. De un modo oculto tiene lugar ya
mo hombre ha sido realizada en la figura de Jesús —en actualmente. Pero no se manifestará plenamente hasta la
su doctrina, su pasión y en la superación de la muerte llegada total del reino de Dios con la resurrección de los
por él— sigue siendo fundamental para toda fe cristiana muertos y la renovación de la creación. El juicio sobre
actual. Pero a esta convicción pertenece también el que el mundo, el cual coincidirá con la venida definitiva del
Jesús constituye el criterio de la verdadera humanidad reino de Dios, traerá el desvelamiento de todo aquello,
en nuestra vida. El es el criterio nuestro y de todos los que ya se decide ocultamente en la actualidad. También

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los cristianos se dirigen hacia ese juicio, y muchos, que te a mi derecha», no hace otra cosa que investirle de
aparentemente no cuentan entre ellos, participarán bajo la facultad de ejercer su propio dominio universal.
la luz de la plenitud en el reinado de Dios y en su nue- En el cristianismo primitivo estas palabras le fueron
va vida, mientras que otros, que se denominan cristia- aplicadas a Jesús. Fueron interpretadas como palabras
nos, se verán separados de Jesús cuando tengan que dirigidas por Dios al mismo Jesús. Quizá, esta interpre-
encontrarse con la verdad sobre ellos mismos ante la tación encontró un punto de apoyo en el texto de Sal
determinación del hombre revelada en Jesús (cf. Mt 25, 110, 1, exactamente en la indicación, Dios (el Señor)
31-44). No obstante, sigue siendo un motivo de con- ha hablado «a mi Señor». Desde el momento en que
fianza cristiana el que el juez futuro no sea otro que la comunidad comenzó a designar a Jesús como «el Se-
Jesús, en quien se sostiene ya ahora la fe cristiana. Pues ñor», independientemente del sentido que se le asignase
quien lo acepta, ya está salvado para la eternidad: «El a esta denominación, debió resultar muy fácil que le
que escucha mi palabra y cree en el que me ha enviado, refiriese las palabras del salmo 110. Más probable es,
tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha sin embargo, que la fe mesiánica fuese el punto de par-
pasado de la muerte a la vida» (Jn 5, 24). tida de la interpretación crística del salmo. Ya la expec-
Con estas consideraciones hemos andado un camino tación judía había referido este salmo al mesías veni-
similar al recorrido por la historia primitivo-cristiana de dero. Caso de encontrarse aquí la ocasión de la aplica-
la tradición, que partiendo de la espera de la nueva ve- ción del pasaje sálmico a Jesús, esto presupone que la
nida de Jesús como juez universal y rey escatológico del comunidad cristiana esperaba ya de nuevo a Jesús no
reino de Dios, llegó al convencimiento de que este acon- sólo como hijo del hombre, sino también como mesías,
tecimiento futuro de la venida de Jesús manifestará lo no sólo como juez escatológico, sino también como rey
que ahora ya es realidad en lo oculto. de los futuros tiempos salvíficos. Esta expectación es-
El enunciado sobre el estar sentado del resucitado a taba ocasionada, como ya pusimos de manifiesto anterior-
la derecha de Dios trata precisamente sobre la realidad mente, por la inscripción de la cruz, que designaba a
ya actual en lo oculto, que se manifestará en la nueva Jesús como mesías. Pero la razón más profunda de la
venida de Jesús. Este enunciado alude a las palabras del identificación de Jesús con el esperado mesías habría
Salmo 10, 1: «Oráculo de Yahvé a mi señor: Siéntate que buscarla fundamentalmente en que tras la resurrec-
a mi diestra, hasta que yo haga de tus enemigos el es- ción de Jesús y su fusión con el futuro hijo del hom-
trado de tus pies». Estas palabras hay que entenderlas bre, ya no quedaba ninguna otra figura salvífica fuera
como si el salmista le repitiese al rey de Jerusalén una de él, en quien pudiese encontrar cumplimiento la ex-
palabra de Dios. De este modo, Yahvé le promete al pectación mesiánica. El paso ulterior hacia la representa-
rey el reinado del mundo de un modo parecido a lo que ción de la sede a la derecha de Dios consiste entonces
ocurre también en Sal 2, 8 s. El mismo Dios pondrá en que el reinado universal futuro del mesías fue com-
sus enemigos a sus pies. El poderío prometido al rey prendido como realidad ya actual en el cielo. Lo único
queda expresado especialmente en la invitación a sen- que ocurrirá en el futuro es que se manifestará sobre la
tarse a la derecha de Dios. La derecha del rey en el tierra lo que es ahora realidad en la eternidad de Dios
antiguo oriente estaba reservada al que estuviese más Esto corresponde a la concepción general judía sobre los
próximo a su poder y lo ejercitase en su nombre. Por acontecimientos de los últimos tiempos: en los últimos
consiguiente, si Dios le dice al rey de Jerusalén: «Siénta- tiempos se revelará sobre la tierra, lo que ahora es ya

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realidad en el cielo, es decir, en la eternidad de Dios. xión sobre el significado de su resurrección de entre los
En este sentido, viene prácticamente dado el paso de la muertos, sin que fuera algo que pudiera ser presupuesto
esperanza en Jesús como el futuro señor mesiánico a la inicialmente. De la unidad de Jesús con Dios resulta
confesión de que actualmente reina ya en lo oculto. No también que el reinado de Cristo no tendrá ningún fin,
por esto, el reinado actual de Cristo hace superfluo el tal como añade expresamente la profesión de fe de Ni-
futuro, ya que precisamente tiene que manifestarse aún cea al enunciado de la segunda venida de Cristo como
en la tierra y, por consiguiente, tiene que imponerse aún, juez universal con el apoyo de Le 1, 33. El reino de
lo que ahora sólo es realidad en la inescrutabilidad de Cristo es idéntico con el reino de Dios, ningún estado
Dios. intermedio, que tuviera que ser sustituido o suplantado
No se debe comprender, pues, el «estar sentado a la finalmente por el reino de Dios. Sólo en apariencia in-
derecha de Dios» como un enunciado espacial sobre el sinúa algo parecido Pablo en 1 Cor 15, 28, cuando dice
lugar donde se encuentra actualmente el resucitado. Nues- que al final, cuando todo le haya sido sometido al Hijo,
tras medidas espaciales no son adecuadas para expresar él mismo se someterá al Padre, a fin de que Dios sea
el carácter peculiar de la realidad de la resurrección. todo en todo. Con estas palabras no se pretende signi-
Podemos hacernos una idea clara del alcance de las con- ficar ningún tipo de sucesión entre reino de Cristo y
secuencias de esta cuestión, si pensamos que la com- reino de Dios, como si la duración del reino de Cristo
prensión espacial de la elevación de Cristo a la derecha fuera limitada. Más bien, el único sentido del reinado
de Dios fue uno de los motivos de la disputa eucarística de Cristo es someter todas las cosas al reinado de Dios,
entre reformados y luteranos en el siglo xvi. Si el cuer- al reino de Dios. Esto mismo es lo que constituía ya
po del resucitado se encuentra espacialmente (localiter) el contenido del mensaje del Jesús terrenal: este mensaje
a la derecha de Dios en el cielo, entonces, opinaba Zwin- está completamente lleno de la proximidad del reino de
glio, no puede estar simultáneamente en la tierra sobre Dios y la urgente amonestación es invitación a abrirse
nuestros altares. Lutero se opuso con toda razón a la a esta proximidad.
representación espacial contenida en esta argumentación Con esto queda ya insinuado cómo se ha de entender
y puso de manifiesto que este enunciado dice únicamente el reinado de Cristo, qué es lo que constituye propia-
que el resucitado ha sido elevado a participar en la om- mente su contenido: el reinado de Cristo llega a su ple-
nipotencia de Dios, a ejercer el dominio divino sobre nitud al mediar a todos los hombres —y con ellos toda
la creación. la creación {Rom 8, 21 s.)— a la inmediatez de Dios,
La fundamentación más breve de la profesión de fe en colocarlos en una relación de filiación respecto a Dios,
en el reinado de Cristo consiste, por consiguiente, en la es decir, en la misma relación con Dios, que fue ya rea-
referencia a la unidad de Jesús con Dios. Esta unidad lidad en la misma existencia de Jesús. En este sentido
encierra en sí misma que Jesús participa en todo lo que se puede decir con Lutero, que el reinado de Cristo se
pertenece a la divinidad de Dios, también en su omnipo- realiza actualmente a través del anuncio del evangelio,
tencia. El camino seguido por el primitivo cristianismo en la unión de los oyentes del evangelio con Jesús a
hasta llegar al enunciado confesional del reinado de Cris- través de la fe. Por medio de la fe, el bautismo y la
to fue tan complicado por el simple y único hecho de eucaristía los oyentes del evangelio de Cristo son un uno
que el conocimiento de la unidad de Jesús con Dios no con Jesús, y de este modo son introducidos en su propia
fue más que la conclusión última deducida de la refle- relación con Dios, en su filiación. Aquí se pone de ma-

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nifiesto como verdadero fin y meta del reinado de Dios le pertenece también su anuncio a todo el mundo, en
la superación de la oposición entre dominantes y domi- correspondencia a la universalidad del reinado de Dios
nados, la participación en la gloria del mismo Dios. El y de su Cristo. La ocultación fáctica del reinado de
reinado y dominio de Dios no es un fin en sí mismo. Cristo en el mundo actual no debe, además, impedir que
Tiene su sentido y su finalidad en el amor, que eleva al los cristianos vivan ahora ya públicamente este reinado,
dominado a sí mismo y lo capacita a la libertad. colaborando en las tareas de la sociedad humana. El ca-
El reinado de Cristo no se limita a la iglesia como un rácter oculto del reinado de Cristo no debe expresarse so-
ámbito aparte dentro del mundo de los hombres y de su lamente en el rechazo y en las dificultades con que tropie-
historia, sino que se erige a través del anuncio de la za el mensaje cristiano, también se ha de mostra en el ca-
iglesia sobre toda la humanidad. Todo el mundo es lla- rácter provisional de la comprensión del significado de lo
mado a través de Jesús y del mensaje de su iglesia, fun- acontecido en la historia de Jesús por parte de los mismos
dado en él, a la relación con Dios, su creador, a la que cristianos, en que es diversa y heterogénea, al mismo
ha sido llamado. Por esto no se debe equiparar la iglesia tiempo que superable por una comprensión mejor. Del
con el reino de Cristo. La creación de Dios es todo el mismo modo, toda acción de los cristianos, realizada como
universo. Por esto mismo, es todo el mundo el que hace respuesta al reinado de Dios, permanece siempre provisio-
referencia a Dios, el que necesita de Dios, el cual nunca nal y mejorable. Pues nosotros no vivimos aún en la reali-
deja de recrearlo, de llevar su creación a la plenitud. Y dad definitiva, que se ha revelado ya en Jesucristo. Vivi-
porque todas las cosas están ordenadas a Dios, por esto mos de la fe en ella en un conocimiento y una acción siem-
mismo lo están a Jesús; pues Jesús no hizo otra cosa pre provisionales, que en el mejor de los casos corres-
que recordarle al mundo que todo se lo debe a su crea- ponden sólo provisionalmente al reinado de Cristo. Nues-
dor, que su creador es también su futuro. De ahí que tro conocimiento de lo acontecido en Jesús y de su sig-
todas las cosas y todos los hombres, tanto da si lo saben nificado permanece mejorable y corregible. Por esto tam-
y lo quieren o no, estén sometidos al reinado de Cristo; bién lo son el anuncio cristiano y la acción de los cris-
lo están porque son crea turas de Dios. En este sentido, tianos. Este es el motivo por el cual ambas cosas —el
el reinado universal de Cristo «a la derecha de Dios» anuncio y la acción de los cristianos— encuentran con-
es objetivamente idéntico con la afirmación de que es tradicción en este mundo, y una contradicción que desde
el mediador de la creación —el «Hijo unigénito»—. Pe- luego siempre está al menos parcialmente justificada. En
ro este reinado de Cristo, que tiene su fundamento en su cuanto esto es así, el reinado de Cristo no está tampoco
revelado aún en la iglesia, ni en el conocimiento, ni en
completa entrega al Padre y al asunto de su reino vi-
la acción de los cristianos, ni en la figura de la iglesia.
niente, está aún oculto en el mundo presente, tan oculto
Por esto la comunidad de los cristianos está todavía en-
como el mismo futuro del reinado de Dios. Sólo los
torpecida por oposiciones en la comprensión de la fe y
cristianos lo confiesan ya actualmente. Pero esta confe-
en el comportamiento, oposiciones que amenazan con
sión debería ser algo más que un simple mover los la-
desgarrar la unidad de la iglesia. El reinado de Cristo no
bios. La confesión del reinado de Cristo no es creíble,
está abierto tampoco en la iglesia a los ojos que ven en
si no determina el comportamiento de los cristianos. Im-
lo visible, está abierto sólo a la fe que confiesa a Jesús
plica inmediatamente la praxis de la fe y del amor, que sobre el fundamento de lo que ya ha acontecido en él,
a su vez fundan la esperanza y viven de ella. Pero a la pero aún no en nosotros.
praxis de la confesión del aún oculto reinado de Cristo

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ción humana con unos ministerios formados y soportados
Yo creo en el Espíritu santo por hombres y con una historia con frecuencia dema-
siado humana. Lo cual supone que en la predicación no
acontece únicamente una palabra humana, en las acciones
sacramentales una acción humana, en la experiencia de
la fe de los cristianos una experiencia humana. Y sin em-
bargo, ¿en qué consiste ese plus de realidad? Se suele de-
cir, que esto es precisamente la realidad divina del Espí-
ritu santo. Pero ¿dónde se hace experimentable esta
realidad de carácter tan peculiar? ¿O cómo puede funda-
mentarse la afirmación de que en la iglesia, en contra de
las apariencias, no nos encontramos únicamente con insti-
tuciones y conductas humanas, sino con la realidad divi-
La confesión del Espíritu santo no es hoy una de na del Espíritu santo? Si se nos responde diciendo que
las cuestiones más debatidas de la tradición cristiana. así lo afirma la autoridad de la misma iglesia y su predi-
cación, entonces se plantea la cuestión de la fundamen-
Desde luego, que el motivo de esto no hay que buscarlo
tación de esta autoridad en este caso, en lo que respecta
en un acuerdo general de la fe cristiana en este punto.
a esta afirmación, al mismo tiempo que se despierta la
La razón radica más bien en que la expresión Espíritu
sospecha de si no se tratará de una autoglorificación y
santo se ha tornado particularmente incomprensible, lo
autodivínización de la iglesia. Pero si se hace referencia
cual hace que cada uno se desentienda de ella y la deje al nuevo testamento, el cual habla del Espíritu divino co-
en paz. Si al pronunciarla se piensa en la realidad de lo mo realidad determinante en la vida de la iglesia, resul-
espiritual en general, entonces uno se enreda en seguida ta que hay que aclarar qué es lo que quisieron significar
en las cuestiones referentes a la problemática del ser es- Pablo o la epístola a los efesios con una tal descripción,
piritual. Así, por ejemplo, surge la cuestión de si todo qué razones tenían para mantener tal opinión y sí estas ra-
lo espiritual es manifestación vital del ser consciente, zones siguen teniendo poder de convicción para nosotros
siendo ésta su única razón de ser, o si, por el contrario, o si se han de considerar como temporalmente condicio-
al considerar la conciencia como función de la existencia nadas y superadas. Si oímos decir que en los escritos
material, corpórea, lo espiritual no es una realidad inde- neotestamentarios el Espíritu está relacionado con el
pendiente de aquellas condiciones materiales de vida. Por Cristo resucitado y con su presencia permanente y ope-
otra parte, todo intento de comprender el Espíritu santo rante en su comunidad, surge igualmente la cuestión del
dentro de este enmarque se ve expuesto a la objeción de fundamento de una tal presencia, además de que habría
confundir el espíritu de Dios con el espíritu humano y que dar respuesta al porqué de la designación de la
sus creaciones culturales. Pero, ¿qué es entonces el es- misma con el concepto de espíritu, y en concreto espíritu
píritu de Dios? ¿Dónde se nos hace experimentable? de Dios. Es decir, que si no queremos tranquilizarnos con
¿Debemos entender que son la iglesia y su predicación el recurso a ciertas autoridades depositando en ellas la
en el mundo la realidad donde nos encontramos con el garantía de la comprensión de lo incomprensible, no
Espíritu santo? De este modo puede significarse que la tenemos otra salida que remontarnos a la cuestión siguien-
realidad de la iglesia no se agota en su aspecto de institu-
id 151
te: ¿qué significa propiamente la expresión «Espíritu convencían por su contenido. Sólo cuando en la edad mo-
santo» y cómo se fundamenta objetivamente su uso? Este derna el cristianismo fue reducido a posiciones defensi-
es el único modo de alcanzar una seguridad suficiente vas, esta necesidad se convirtió en una virtud de la fe,
acerca de si esta palabra es algo más que una palabra vacía compensando con la referencia al Espíritu santo la falta
y sin contenido. de poder de convicción de la predicación cristiana. ¿No
La profesión de fe del concilio de Constantinopla ha sido éste un recurso demasiado fácil para eludir las
(381) añadió una serie de enunciados explicativos a la objeciones planteadas a la verdad del mensaje cristiano?
mención del Espíritu santo, a la cual se había limitado ¿Y no se ha abusado de la doctrina cristiana del Espíritu
el símbolo de Nicea (325). En primer lugar, el Espíritu santo al mismo tiempo que se provocaba su descrédito, al
santo es designado como «el que vivifica», a continua- servirse de ella como de una hoja de parra encubridora
ción se describe desde distintos puntos de vista su unidad de la desnudez de la tradición cristiana frente a los pro-
con el Padre y el Hijo, finalmente se menciona que ha- blemas planteados por el pensamiento crítico de la mo-
bía hablado por los profetas. La primera de estas deter- dernidad? En todo este asunto es de una importancia se-
minaciones es también objetivamente la primera: el Es- cundaria si tal apelación al Espíritu santo acontecía en
píritu santo es el origen de la vida, el origen de toda interés de la iglesia institucional o en el de la piedad in-
vida. dividual. Su sentido era siempre el mismo, servirse del
Este rasgo, el más fundamental de la idea bíblica del Espíritu santo a fin de inmunizar las doctrinas trans-
Espíritu, se nos ha hecho hoy tan extraño, que esta ex- mitidas contra el espíritu crítico de la modernidad, sin
trañeza ya no provoca ni siquiera intranquilidad. Los as- exponerse a los riesgos de una confrontación objetiva con
pectos acentuados en la doctrina del Espíritu santo han los problemas críticos. Por otra parte, servía para dar la
favorecido también, cuando menos, una concepción muy conciencia de una seguridad sobrenatural a la experiencia
empobrecida del mismo en la teología, y esto desde hace piadosa cristiana, independientemente de la plausibilidad
tiempo y de un modo progresivo. El Espíritu santo era de su contenido, que entre tanto iba perdiendo paulati-
considerado, ante todo, como principio de lo sobrenatural, namente su fundamento. No obstante, ambos motivos
en primer lugar, del conocimiento sobrenatural de la fe. —el interés por el apuntalamiento de la autoridad y el de
Las tradiciones cristianas se fueron haciendo cada vez más la experiencia piadosa por una seguridad absoluta, de
incomprensibles para los hombres a lo largo de la mo- un modo que no puede garantizar la búsqueda de motivos
dernidad. Esto es un hecho sabido. Pues bien, la parte de credibilidad humanos— se unieron mutuamente en
cristiana tenía siempre una explicación para ello: no una fe autoritaria formal. Pero ésta, bajo las condiciones
hay que esperar nada distinto, pues las verdades de fe creadas por la modernidad, ya no está garantizada por el
no son comprensibles ni siquiera para la razón, su com- poder objetivo de las instituciones eclesiales, sino que
prensión es cosa del Espíritu santo. De este modo, el encuentra su base en su opuesto aparente, es decir, en la
Espíritu santo se fue convirtiendo en una dimensión arbitrariedad subjetivista con que la necesidad irracional
cada vez más misteriosa, por la cual debía ser garantizado de seguridad absoluta, incapaz de tolerar dentro de sí
o legitimado lo que de otro modo parecía incomprensible, duda alguna, se entrega a ésta o aquella pretensión de
o incluso absurdo. En realidad esta situación no comenzó autoridad absoluta. La necesidad irracional de una tal
a crearse hasta la edad moderna. En la iglesia antigua y certeza absoluta de lo creído se ha convertido en un la-
también en la medieval los enunciados de la fe cristiana tente suelo abonado para actitudes autoritarias y fanatis-

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nios cuyos contenidos han dado pruebas considerablemente bre. Pues éste subordinó el espíritu a la letra. Sólo por
sorprendentes de ser intercambiables. Ha llegado ya la la palabra externa del mensaje de Cristo será concebido
hora de ver los peligros y errores a que conduce esta ne- el recto espíritu, y éste no añade nada a este mensaje.
cesidad de seguridad. Este impulso hacia la seguridad Para Lutero la palabra de la Biblia y la palabra de la
objetiva, que sólo puede satisfacerse por la fe autoritaria, predicación tenían su verdad en sí mismas, aunque por
debe distinguirse de la certeza fiducial de la fe, que con- supuesto no todos quieran ver esta verdad. Para ello
siste en la totalidad del compromiso de la propia existen- debe tener lugar una iluminación a fin de que la verdad
cia en el mismo acto de confianza, pero que no puede ha- de la palabra del mensaje de Cristo irradie en cada caso
cer de la credibilidad teorética del contenido de la fe una particular. Esta verdad tiene que actuar interiormente en
certeza teorética absoluta. El que el contenido de la fe per- cada uno y superar los prejuicios fuertemente arraigados
manezca expuesto a dudas pertenece a la situación de la en su alma. Esta iluminación es el efecto de la acción del
iglesia «peregrinante», que no ha alcanzado aún su pleni- Espíritu, que brota de la palabra. Pero para Lutero la
tud final. Es parte de la provisionalidad de la existencia palabra de la Escritura seguía siendo, en sí misma, la
cristiana. Ser consecuente con ello exige darse por satis- portadora de su verdad. Puede decirse que para Lutero
fecho con la plausibilidad racional de lo transmitido, la no había una historia neutral, sobre la que tenía que
cual será siempre una plausibilidad condicional. Exige el sobrevenir como algo complementario una actitud del
no querer forzar esta situación con pretensiones de una oyente, la cual a su vez tuviera que ser fundamentada
certeza sobrenatural absoluta. Pertenece a la situación por un principio complementario, el Espíritu santo, dado
de la fe exponer su mismo contenido, contenido que es que el contenido del mensaje no podía ser su fundamen-
creído, a la experiencia del futuro, que es esperado por to. Esta concepción no llegó a dominar en el panorama
el creyente como futuro de Dios. Esto hace que los cris- teológico hasta el siglo pasado. Y esta concepción del
tianos sean capaces de dialogar. Estos no tienen necesidad Espíritu santo como una especie de clave interpretativa
de encapsularse en sus propias convicciones subjetivas sobrenatural de un mensaje cristiano que ya se había he-
absolutizándolas como efectos del Espíritu santo. Precisa- cho incomprensible es la que hizo olvidar, como hemos
mente la conciencia de la provisionalidad de su convic- dicho, la amplitud originaria de la operatividad del Es-
ción de fe y su apertura al futuro de Dios podrían ser ex- píritu en el sentido de la Biblia y de la tradición cristia-
presión de la presencia del espíritu de Dios. na. Ante la fuerza de aquélla, ésta tuvo que ceder y
El subjetivismo espiritual, para el cual la apelación ocupar posiciones de retaguardia.
al Espíritu debe garantizar la certeza absoluta de la propia En el antiguo testamento el Espíritu no era de ningu-
experiencia de otro modo inalcanzable, tiene su origen na manera, al menos en primer lugar, una fuente de cono-
en los «entusiastas» de los tiempos de la reforma y en sus cimientos sobrenaturales, era sobre todo la fuente y el
herederos pietistas. En aquellos tiempos de lo que se tra- origen de toda vida. En este contexto la representación
taba era de la interioridad de la fe frente a una autoridad del Espíritu está estrechamente ligada al viento, al aire y
magisterial externa. Aquí radica también el elemento de al aliento. El salmo 104 es, quizá, el pasaje que describe
verdad del subjetivismo espiritual, que por esta razón ha más impresionantemente la acción vivificante del espíritu
influido profundamente, y no por casualidad, en el pansa- de Dios. Hablando de la dependencia de las creaturas de
miento moderno hasta el idealismo alemán del siglo xix. Yahvé, su creador, dicho salmo dice:
Por el contrario, no puede invocar a Lutero en su nom-

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Escondes tu rostro y se espantan, la amplitud de las tradiciones bíblicas. Las dificultades
les retiras el aliento, y expiran, que llevaría consigo una tarea de tal envergadura son
y vuelven a ser polvo; evidentes si tenemos en cuenta la perspectiva que nos
envías tu aliento y los creas, ofrece la actual ciencia de la vida. La ciencia biológica
y repueblas la faz de la tierra (Sal 104, 29 s.). comprende los fenómenos vitales inmanentemente, como
funciones de las células vivas. Por el contrario, en el
Y tras el relato más primitivo de la creación, en el pensamiento israelita antiguo el origen de la vida fue
segundo capítulo de la Biblia, el hombre formado de la concebido como un poder vital transcendente a los orga-
tierra es vivificado por la acción del aliento de Dios so- nismos y a los seres vivientes. Justamente por esto se
bre él (Gen 2, 7). La misma concepción fundamental trata de ello al hablar del espíritu de Dios.
está en el trasfondo del relato de la creación del escrito Pero ¿esta manifiesta oposición en la comprensión de
sacerdotal, el cual se inicia diciendo que el caos es puesto los fenómenos vitales no puede cubrirse, en verdad, por
en movimiento por el viento del Espíritu divino. A partir ningún tipo de analogía? Según la concepción actual los
de esta acción general del Espíritu divino como origen de organismos vivos ¿no son bajo ningún aspecto dependien-
toda vida hay que comprender igualmente los efectos ex- tes de una realidad que los transciende, y dependientes
traordinarios (carismáticos) que le son atribuidos al espí- concretamente en lo que respecta a su propio acto vital?
ritu de Dios en casos particulares: se trata entonces de Es claro que existen tales dependencias. Cada organismo
capacidades y efectos especiales y desacostumbrados, que necesita para el ejercicio de su vida de un mundo ambien-
requieren una medida especial de fuerza vital, una acción tal apropiado, en el que pueda alimentarse, desarrollarse
especial del espíritu creador de Dios. Este es el caso del y reproducirse. Tales mundos ambientes circundantes no
héroe, del profeta, y también del cantor y del artista. En están firmemente cerrados en sí mismos. Están estructu-
todos y en cada uno de estos casos, los hombres se las rados no sólo espacial, sino también temporalmente. Al
tienen que haber con un efecto especial del mismo poder, comportarse un organismo vivo con respecto a su mundo
el cual es el origen de toda vida. ambiental, se comporta al mismo tiempo respecto al futuro
Frente a tales ideas bíblicas, no cabe mayor claridad del cumplimiento y transformación de su propia exis-
acerca de lo alejada que se encuentra nuestra teología ac- tencia y destino. El momento temporal se torna verdade-
tual de una doctrina del Espíritu santo que correspondie- ramente relevante, cuando los ambientes de las especies
se a la amplitud y riqueza de los enunciados bíblicos sobre son relacionados con el proceso de su evolución. Así,
el Espíritu. Parece evidente que para que ésta fuera po- cada organismo vive más allá de lo que ya es. La apertura
sible se requiriría una penetración teológica en los fenó- mundana típicamente humana no constituye más que un
menos de la vida de carácter biológico. Pero ¿qué sentido estadio de esta autotranscendencia de toda vida. Y la
podría tener hablar de un origen «espiritual» de toda la esencia extática de toda experiencia espiritual constituye
vida en relación a los fenómenos vitales investigados y a su vez una modificación ulterior de esta situación fun-
explorados por la biología? Tendría que poder mostrarse damental, por la cual todo lo vivo alcanza la presencia de
que es indispensable el hablar sobre el espíritu de Dios su ejercicio vital por una superación de sí mismo. La
para comprender los fenómenos vitales. Sólo de este modo inspiración artística, la iluminación repentina por medio
podría tomarse en serio la tarea de una teoría teológica de una invisión largamente buscada o sorprendentemen-
sobre el Espíritu santo de un modo que correspondiese a te acaecida, el impulso de un querer moral capaz de elevar

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el pueblo que en los últimos tiempos el espíritu de Dios
y de vincular a los individuos, en todo ello debería uno
les será otorgado de una forma nueva. Algo parecido
reconocer entonces formas especiales de manifestarse la
puede leerse en Ezequiel {36, 27). Zacarías en su última
autotranscendencia peculiar de todo lo vivo. Lo que es
visión nocturna llegó incluso a ver venir al espíritu de
vivenciado de una forma especial en estas formas supre-
Dios sobre todos los pueblos: los vientos como carros
mas de experiencia espiritual debería ser concebido co-
llevan al espíritu de Dios en las cuatro direcciones ce-
mo característica de toda vida: todo lo vivo vive por par-
lestes sobre toda la tierra (Zac 6, 1-8). Finalmente tam-
ticipación en una realidad que lo transciende, que por su
bién el profeta Joel promete que el espíritu de Dios será
apertura hacia adelante se sustrae de cualquier fixismo y
derramado sobre «toda carne» en los últimos tiempos
cerrazón. A partir de tales consideraciones, quizá padría
Jo 3, 1 s.). Y esta profecía Lucas la ha visto cumplida
abrirse un nuevo acceso a la esencia de lo espiritual: el
en la primitiva cristiandad por el acontecimiento pente-
espíritu no debería ser comprendido entonces a partir de
costal (Hech 2, 17 s.). En todos estos pasajes veterotesta-
la conciencia y de la subjetividad de la autoconciencia,
mentarios el espíritu de Dios es comprendido como fuer-
sino que, todo lo contrario, la conciencia aparecería como
za vital y no en primer lugar como fuente de unos cono-
expresión de un estadio especial de la participación de un
cimientos de otra suerte inalcanzables. Esto no significa,
organismo vivo en la realidad espiritual, que es operante
claro está, que la sabiduría y el conocimiento no sean
en la autotranscendencia de todo lo vivo. Unos primeros
alcanzados también por el espíritu de Dios. Pero cuando
intentos, todavía muy iniciales, de una comprensión de la
se habla de esto no se considera como algo fuera de lo
vida, así orientada, en el horizonte del espíritu se encuen-
común, algo sobrenatural; pues lo correspondiente vale
tran en Teilhard de Chardin. No obstante, tales intentos
también para toda manifestación vital en general. Cual-
están muy marcados todavía por la identificación tradi-
quier manifestación vital es en su peculiaridad una mani-
cional de espíritu y conciencia. Puede afirmarse que nece-
festación especial del espíritu de Dios.
sitan de un largo período de corrección y de profundiza-
ción teorética y empírica, antes de que pueda hablarse de Para Israel la diferencia entre la acción futura y esca-
una base sólida para la —aquí solamente insinuada como tológica del Espíritu y la presente consistía en que en
posibilidad— concepción de la vida en el horizonte del los últimos tiempos el Espíritu sería derramado, repo-
espíritu, concepción que podría asumir las intenciones de saría sobre los hombres. Brevemente: en que les sería
la visión veterotestamentaria de la vida y el espíritu bajo apropiado por completo y definitivamente. Estrechamen-
las condiciones de la moderna investigación biológica de te relacionada con esto se halla la afirmación de que la
los fenómenos vitales, ofreciendo también de este modo vida de los últimos tiempos tiene que ser una vida dis-
un horizonte de comprensión para una teoría teológica del tinta y mucho más intensa que la vida que ahora vivimos.
Espíritu santo. La vida actual es mortal porque los hombres no han
permanecido unidos en ella con el origen de toda vida,
En el contexto de las concepciones veterotestamenta-
con el espíritu de Dios. Aquel origen permanece externo
rias de la vida y el espíritu se hace comprensible lo que
a la vida actual. Esta se ha separado de su origen. De ahí
significa que, según la expectación israelita, el espíritu
que pueda suceder que los hombres sean portados por el
de Dios deba ser especialmente operante en los últimos
Espíritu como crea turas, pero que éste no les haya sido
tiempos. Según Is 11, 2 el mesías no sólo será llevado
entregado de un modo que pueda decirse que les ha sido
por el Espíritu, sino que éste permanecerá en él, descan-
apropiado internamente, entregado duraderamente.
sará sobre él. El segundo Isaías le promete al rey y a todo

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La concepción veterotestamentaria del espíritu de (14, 26; 16, 31 s.). Sólo en relación con el resucitado,
Dios como fuerza y pod^t vital nos permite comprender sólo en el contexto de la nueva vida manifestada ya en
la estrecha conexión, que existe para el primitivo cristia- Cristo, puede hablarse apropiadamente sobre el espíritu
nismo entre el Espíritu y la nueva realidad vital mani- de Dios. Donde se dé, del modo que sea, una relación
festada en la resurrección de Jesús, realidad en la que vital con el resucitado, allí está también el Espíritu. Por
los cristianos esperan también, y en la que incluso partici- esto se pertenecen mutuamente Cristo y el Espíritu en
pan ahora ya inicialmente, en la medida en que están ambos sentidos. De ahí que cuando uno escucha el men-
unidos a Jesús. El Espíritu que es el origen de toda vida saje de la resurrección de Jesús, se encuentre ya en el ám-
es también el único origen de la vida nueva de la resu- bito de influencia del Espíritu. Y quien cree en el mensaje
rrección de los muertos. No es ninguna casualidad que de la resurrección de Jesús ha recibido ya de este modo
según Pablo Jesús haya sido resucitado por el Espíritu el Espíritu, el cual garantiza al creyente su propia resurrec-
(Rom 1, 4; 8, 2.11). Pero Jo que es más aún: el principio ción futura de la muerte, porque ha resucitado ya a Jesús:
vivificante del espíritu de Dios no sólo ha creado la vida «Y si habita en vosotros el Espíritu del que resucitó a Je-
de la resurrección, sino que permanece también unido a sús de entre los muertos, el que resucitó de entre los muer-
ella. A diferencia de la vida actual y terrena la vida del tos al Cristo Jesús dará la vida también a vuestros cuerpos
resucitado se encuentra totalmente penetrada por el Es- mortales por su Espíritu que habita en vosotros». El Espí-
píritu como origen credor de la vida. Esto corresponde ritu vive en los cristianos por el mensaje de Jesús resucita-
de un modo realmente llamativo a la expectación israelita- do y por la fe en este mensaje. Quien acepta el mensaje del
judía, según la cual el espíritu de Dios permanecerá sobre resucitado, quien cree que la realidad manifestada ya en
los hombres en los últimos tiempos. Nos encontramos, Jesucristo le será participada a él igual que a todos los que
pues, con una formulación importante y muy pregnante están unidos con Jesús, ése ha recibido ya con este men-
y de ninguna manera, como a veces se ha dicho, vaga y saje al mismo Espíritu santo. Está ya cierto y seguro de
desdibujada, cuando Pablo en 1 Cor 15, 44 s. habla de la vida nueva. En su autocomprensión ha dejado ya de
un cuerpo espiritual {soma pneumatikon) para describir la estar sometido a la muerte y se encuentra ya más allá de
peculiaridad específica de la vida de la resurrección. Lo la propia muerte. En su pensar y en su hacer está libre del
que se quiere significar con tal expresión es una vida, que destino mortal de toda existencia humana. La muerte,
permanece unida al erigen divino de toda vida, una vida ciertamente, cuestiona todo; todos los valores y medidas
que por tanto está libre de la muerte, que es imperecede- de la vida humana se convierten en nada ante su destino
ra (15, 52 s.). El hombre segundo y último no es sólo mortal. Sólo la esperanza de una vida más allá de la muer-
«alma viva», es el mismo Espíritu vivificador (15, 45). te echa por tierra esta realidad aniquiladora. Aquí radica la
Así, pues, realidad de la resurrección y Espíritu santo se serenidad específicamente cristiana ante la nada de la
pertenecen mutuamente de un modo inseparable. vida, así como la posibilidad fundada de un modo espe-
Por haber aparecido ya la nueva e imperecedera vida cíficamente cristiano de distanciarse de la propia autoce-
de la resurrección en Jesús, por eso el espíritu de Dios rrazón para abandonarse en el propio comportamiento a
está también presente por él en los hombres. Por eso mis- la acción del amor de Dios. Así, el Espíritu es la primacía
mo, todos los enunciados paulinos con contenido teoló- de la salvación futura (Rom 8, 23), la experiencia antici-
gico sobre el Espíritu están referidos a Cristo, tienen con- pada de la vida nueva, una experiencia, que hace antici-
figuración cristológica. Algo parecido ocurre con Juan padamente vivo lo futuro en la esperanza y en la confian-

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za creyente, ahora ya, en la existencia presente, a pesar nifestado en Jesús, y manifestado como poderoso, es el
de estar abocada a la muerte. espíritu de Dios, por esto une con el mismo Dios al unir
La referencia del Espíritu al futuro de Dios da a la con Jesús. El hace a los creyentes «hijos de Dios», del
vida en el Espíritu un carácter profético. Donde actúa mismo modo que Jesús era hijo de Dios, pero por par-
el Espíritu, allí todo hace referencia al cumplimiento fu- ticipación en Jesús y por mediación de su mensaje. Por
turo de la determinación humana en una vida nueva. De esto mismo, el Espíritu fundamenta también la misión
ahí que el credo niceno-constantinopolitano destaque con de los cristianos en el mundo, en correspondencia a la
toda razón la conexión del Espíritu con la profecía. En misión del mismo Jesús.
él se identifica al Espíritu como «el que habló por los El Espíritu es la realidad presente de Dios, la forma
profetas». Esta mención se refiere ante todo a los profe- de la presencia del Dios de Jesús, cuyo poder y cuyo
tas veterotestamentarios volviendo a insistir de este mo- reino han de venir, están viniendo, pero que en la misión
do en la conexión de la fe cristiana con la historia del de Jesús han venido ya a nosotros. Jesús anunció a Dios
Dios de Israel. En la palabra de aquellos profetas anti- como el Dios viniente, como el Dios del reino futuro.
cipaba ya su acción la realidad del espíritu de Dios, la De este modo puso todo en su futuro, lo cual a su vez
cual se había de revelar en el futuro, mucho antes de que supone que el futuro de Dios se convirtió para sus dis-
se manifestase en Jesús. Al testimoniar los profetas el cípulos en una realidad ya presente; pues tal futuro llegó
futuro del cumplimiento, el Espíritu hablaba por ellos. Y a ser el poder ilimitadamente determinante del presente.
lo mismo podría decirse también del don de la profecía en En principio la comunidad de Jesús experimentó las apa-
la primitiva iglesia. Y en este sentido toda la vida y pala- riciones del resucitado como la irrupción del futuro de
bra cristianas en el Espíritu tienen un rasgo profetice En Dios, como la aparición de su reino. La historia les en-
este sentido habría de comprenderse también la acción señó, no obstante, que la presencia de Dios en Jesús se
creadora del Espíritu como origen de todo, ya de la vida restringía primeramente a este hombre solo. En él había
presente, a partir del futuro. El Espíritu da a todas las venido al mundo de los hombres el Dios futuro, por una
creaturas su futuro, y precisamente de este modo las vi- única vez, en una historia que ahora permanecía ya ce-
vifica. Por la fe en Jesús está activo el Espíritu en los rrada. Pero no dejó vacía y solitaria a su comunidad ante
cristianos: por la confianza de que Jesús mantendrá la la continuidad de la historia. El Dios de Jesús se hizo
comunidad prometida con quien le confiese. La presencia presente a ella en la experiencia del Espíritu, con el cual
del Espíritu en los cristianos se exterioriza en la con- el creador ya es presente a sus creaturas a través del
fianza de que la realidad vital manifestada ya en Jesu- aliento vital, que ellas le deben. De este modo el Espí-
cristo se revelará también en ellos; por la fe y la espe- ritu divino se hace presente a las creaturas sólo en la ex-
ranza está, pues, presente ahora ya el Espíritu en los periencia extática de la inspiración del futuro cumpli-
cristianos. El Espíritu es la certeza de la vinculación con miento de la existencia, con conciencia clara en la ins-
Jesús y su vida superadora de la muerte, una certeza piración profética y en la vida y en la obra de Jesús para
que no tiene carácter teorético, sino que es certeza fidu- la actualización presente del futuro prometido. Pero en
cial. El Espíritu abre también a la comunidad con Dios la comunidad cristiana se hace presente por mediación
a través de la comunidad con Jesús: los cristianos son de una historia pasada, por la historia de Jesús, la cual
«hijos de Dios» en la medida en que están llenos de su de tal modo está llena por el espíritu del Dios futuro,
Espíritu (Gal 4, 6; Rom 8, 14). Porque el Espíritu ma- que su anuncio otorga la participación en la presencia de

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Dios hecha ya una vez acontecimiento en dicha historia. de Dios no sólo está por venir sino que ya ha venido,
La presencia del Espíritu para la comunidad cristiana no tal como ha acontecido en la historia de Jesucristo. Así,
está mediada únicamente por la intuición inmediata del en el acontecimiento del amor están unidos el futuro de
futuro, sino por el pasado de Jesús. Por esto el Espíritu Dios y el pasado de su venida ya acontecida, y brotan-
le ha sido entregado en propiedad permanente, por esto do de esta unión dicho amor se hace presencia viva. El
es derramado en el corazón de los cristianos a través de amor pone de manifiesto que en la acción del Espíritu
la fe y de la esperanza, pues se trata del presente del el mismo Dios está presente, el Dios que es amor. Por
futuro de Dios ya acontecido en la historia de Jesús. esto, la antigua cristiandad pudo ver y comprender que
Sobre ella dirige su mirada retrospectiva la comunidad el Espíritu santo es uno con el Padre y con el Hijo en
cristiana. Pero puesto que el Espíritu es la forma de pre- la unidad de una única realidad divina. En el Espíritu
sencia del Dios viniente y ya venido en Jesucristo, su que sale del resucitado y que es mediado por la predi-
presencia en los creyentes no encuentra aún su plenitud cación cristiana está presente el mismo Dios anunciado
y cumplimiento en la fe y en la esperanza, sino en el por Jesús como Padre del reino futuro y hecho presente
amor que vive de aquéllas. Con el ánimo y el coraje de en Jesús como el «Hijo» a través de este testimonio.
la fe que supera todo lo existente, dirigido por la espe- De ahí que la ampliación constantinopolitana del credo
ranza para aquel a quien ella se dirige, el amor, en la de Nicea (381) diga del Espíritu que es una misma y
medida en que está descubierto en el cristianismo desde única esencia con el Padre y con el Hijo y que ha de ser
Jesús, es amor creador, virtud dadivosa, como dijo bella- adorado y venerado a una con ellos. Las tres figuras del
mente Nietzsche, sin saber que de este modo describía Padre, del Hijo y del Espíritu santo están unidas inse-
la peculiaridad del amor entendido cristianamente. El parablemente en la unidad del amor divino. El futuro
amor es creador en la medida en que es independiente de del Dios que viene está presente por el Espíritu del amor,
las preferencias previas del amado, porque él mismo crea el cual como plenitud del ser divino es y permanece
lo que ama. Así, el amor del buen samaritano es amor accesible para los hombres a través de la obra y de la
creador, que se dirige al necesitado que no es ya su pró- historia de Jesús.
jimo, sino que se convierte en prójimo para él a través
de la disponibilidad del samaritano (Le 10, 36 s.). Pero
tal amor no es sólo la acción del amante. En él el amante
se experimenta elevado por encima de sí mismo. Este
rasgo extático es común a otras formas de vida espiritual,
a la inspiración artística y al efecto fascinante de algunos
conocimientos. El distintivo del amor consiste en que
eleva a los hombres por encima de sí mismos llevándolos
a participar en el ser eterno del mismo Dios. El amante
participa en la dinámica creadora del amor divino. Pues
como amor creador el Dios del futuro se dirige al mundo
y está presente en él como en un mundo que aunque
creado espera su plenitud de él. Pero el amor divino
encuentra su plenitud y cumplimiento en que el futuro

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montan a una profesión de fe del Asia menor del siglo
Una, santa, católica segundo y que junto al Padre, al Hijo y al Espíritu nom-
(cristiana) iglesia. bran la iglesia así como el perdón de los pecados directa-
mente vinculado al acto del bautismo o la esperanza
La comunión de los santos cristiana de la resurrección de los muertos. La confesión
bautismal de la comunidad romana del siglo tercero, que
posteriormente fue ampliada a la forma actual de la con-
fesión apostólica, no ha descuidado estos contenidos de
la fe en favor de lo que podía parecer una concentra-
ción trinitaria, sino que los ha asumido en su texto y los
ha insertado en el artículo tercero, dentro de la confe-
sión del Espíritu santo. De este modo queda expresada
la pertenencia al ámbito del Espíritu de la iglesia, del
La confesión apostólica de fe pertenece a los textos perdón de los pecados recibido en el bautismo y de la
confesionales de estructura trinitaria de la antigua cris- esperanza cristiana, si bien en todos estos enunciados se
tiandad. Sus enunciados están ordenados según las tres trata de unos temas de la tradición confesional origina-
figuras del Dios del amor revelado por Jesucristo. El riamente autónomos.
neófito confesaba la fe de la iglesia con las palabras del La ordenación dentro del artículo tercero significa pa-
credo. Hoy día el cristiano, al renovar esta confesión en ra la confesión de la iglesia que las estructuras reales de
el servicio litúrgico, no sólo repite determinados enun- lo iglesia a la luz de su determinación divina se con-
ciados de la tradición cristiana, sino que con ellos con- vierten en objeto de la confesión de fe como ámbito del
fiesa también la realidad personal del Dios trinitario en Espíritu que brota de Jesucristo y es derramado sobre
el mismo sentido en que lo hacemos cuando confesamos los creyentes. De ahí que el catecismo romano de 1564
nuestra fe en alguien: a través de esta confesión vincu- en su versión del credo apostólico distinguiera con toda
lamos nuestro destino al suyo. Y esto lo hacemos no razón la confesión eclesial como un credo ecclesiam de
por potestad propia, sino como reactualización de la con- la confesión inmediatamente precedente de la fe «en»
fesión de Dios a la humanidad, tal como ha tomado el Espíritu santo {credo in Spiritum Sanctum). El cris-
cuerpo en la historia de Jesucristo y nos ha sido apro- tiano no cree «en» la iglesia (en el sentido de un credere
piada por mediación de la iglesia con el bautismo. Esta in), del mismo modo que cree en Dios en su triple rea-
estructuración trinitaria de los enunciados confesionales lidad como Padre, Hijo y Espíritu santo. Pero él con-
se remonta en último término al mandato bautismal de fiesa su fe en la iglesia a pesar de sus faltas y precarie-
Mateo (Mt 28, 19) y lo importante es que articula de- dades: confiesa su fe en la iglesia como campo de acción
bidamente este sentido personal de la confesión. De ahí del espíritu de Cristo.
que se haya impuesto con toda justicia teológica frente Esta perspectiva se expresa ya en el predicado más
a las restantes formulaciones de la fe de la primitiva cris- antiguo, del siglo segundo, que los textos confesionales
tiandad estructuradas de distinta forma. De Egipto y de asocian a la mención de la iglesia: la santidad de la igle-
Etiopía nos han sido transmitidas otras fórmulas confe- sia expresa y caracteriza su diferenciación del mundo
sionales estructuradas en cinco partes, las cuales se re- profano, su pertenencia a Dios y a su acción en el mundo.

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Según la tradición bíblica santo es todo lo que pertenece a re una representación más clara, transparente y apropiada
la esfera divina, todo lo que elegido por Dios le perte- de la comunidad de todos los cristianos, meta en última
nece. En correspondencia a la fe encarnatoria cristiana, instancia de los grandes movimientos ecuménicos del pre-
santidad no significa separación del mundo, más bien sente.
habría que decir que en medio del mundo la iglesia está Mutuamente implicada con la unidad de la iglesia se
«consagrada» a Dios y su venida. encuentra su universalidad, su catolicidad. Esta palabra
Estrechamente relacionada y vinculada con la santi- griega significa universalidad, y los protestantes deberían
dad de la iglesia se encuentra su unidad, especialmente poder confesar también la universalidad de la iglesia.
destacada por el credo de Nicea y por otras fórmulas Dentro de la sociedad, la iglesia es, ciertamente, una ins-
confesionales griegas del siglo cuarto. La unidad de to- titución particular y concreta junto a otras organizacio-
dos los cristianos en la iglesia una no consiste en algo nes de la sociedad, y entre sus miembros no cuenta más
así como una meta en sí deseable, pero cuya realización que una parte de los hombres. No obstante, es decisivo
pudiera relegarse a un futuro indeterminado sin temor a que en su fáctica particularidad esté abierta a las nece-
perjudicar a la cristiandad. Muy lejos de esta concepción, sidades y al destino de toda la humanidad en las múl-
la iglesia no se realiza plenamente sin la unidad de todos tiples dimensiones de sus ámbitos vitales. La universali-
los cristianos. Su santidad como iglesia de un único Dios dad de la iglesia empuja a las iglesias existentes a mirar
y de un único Señor Jesucristo exige incondicionalmente por encima de los límites de una estrecha eclesialidad,
su unidad. Hay que reconocer que frente a las divisiones más aún, a superar las estrecheces nacionales, racistas y
confesionales de la cristiandad existe una flagrante opo- clasistas y a dirigir su mirada a toda la humanidad, vi-
sición entre la forma de hablar sobre la iglesia de la viendo al servicio de la paz y de la justicia entre los
confesión apostólica y las relaciones actualmente exis- hombres. El concepto de la iglesia católica y universal
tentes en la organización eclesial. Esto no significa que se remonta hasta el siglo segundo y entró a tomar parte
la verdadera iglesia sea invisible y viva únicamente en en las antiguas confesiones eclesiales en el siglo cuarto.
los corazones de los fieles. Es constitutivo esencial de la Se ha de lamentar que en los escritos confesionales pro-
iglesia cristiana como comunidad del Dios hecho carne testantes del siglo xvi fuese suprimido este predicado de
el tomar forma corpórea en formas institucionales. Y pa- la iglesia en las traducciones de los credos apostólico y
ra adquirir tales formas la cristiandad ha luchado sin tre- niceno, siendo sustituido por la expresión «iglesia cris-
gua a lo largo de su historia. Ha habido épocas en que tiana». Todavía hoy siguen pronunciándose las profesio-
tal intento se ha logrado de una manera más satisfacto- nes de fe en esta forma en muchos servicios litúrgicos.
ria que en otras, en las cuales el ser de la iglesia y el Sin embargo, la iglesia necesita objetivamente, hoy no
del amor divino operante en su comunidad han quedado menos que en otras épocas más primitivas, de la pers-
oscurecidos para los hombres por culpa de divisiones en- pectiva universal como criterio de su autocomprensión.
tre los cristianos o por otras tergiversaciones del com- Hay que ir más allá de la unidad ecuménica de los cris-
portamiento cristiano. La oposición entre la unidad de tianos y dirigir la mirada a la totalidad de la humanidad,
la iglesia confesada en el credo y las divisiones que de auténtico objeto de la voluntad reconciliadora de Dios.
hecho existen en la cristiandad muestra que la iglesia de Sólo como iglesia católica y universal puede la iglesia
la fe se ha encarnado de una forma muy precaria en el cristiana ser también apostólica, apostólica en el sentido
estado actual de las instituciones eclesiales y que requie- del cuarto predicado y criterio señalado en el credo de

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Nicea. En el credo apostólico no es mencionado expresa- lias hasta que finalmente fueron tomadas también en
mente. La misión de los apóstoles estaba dirigida a toda Roma y añadidas a la profesión de fe bautismal. Sobre
la humanidad en nombre del Dios uno de todos los hom- su sentido se han hecho muchas cabalas en tiempos más
bres, el cual envió a los apóstoles con su misión. Por es- recientes. Dos son las posibilidades interpretativas que
te motivo, la universalidad de la iglesia y la fidelidad a se nos ofrecen
su misión apostólica se pertenecen mutuamente. El ca- En las iglesias protestantes, desde el siglo xvi, pre-
rácter apostólico de la iglesia no depende de que —como domina la concepción de que los santos, cuya comunión
10 han creído muchas generaciones de cristianos— la si- es mencionada, son los cristianos de acuerdo con el len-
tuación y los modos de pensar del tiempo apostólico sean guaje del nuevo testamento (Rom 1, 7; 1 Cor 1, 2; Ef
mantenidos por ella con las menores modificaciones po- 1, 1; Flp 1, 1; Col 1, 2). Así, pues, comunión de los
sibles. Los cambios son inevitables en el curso progre- santos significa comunión de los cristianos, y por con-
sivo de la historia. Lo decisivo es que la iglesia se man- siguiente en el credo apostólico el concepto de iglesia
tenga fiel a la misión de los apostóles dirigida a toda la está caracterizado por el hecho de que los cristianos cons-
humanidad y que la prosiga. Esta misión no puede aban- tituyen una comunión entre sí. Correspondientemente, la
donarse en manos de las misiones entre los paganos co- determinación fundamental del concepto de iglesia en la
mo una tarea especial, sino que debe ser algo que pene- confesión de Augsburgo (1530) dice que la iglesia es la
tre en todas las manifestaciones vitales de la iglesia. De congregación de los fieles (congregado fidelium). En el
la misión cristiana a la humanidad parte una dinámica artículo siguiente de la misma confesión se habla también
transformadora tanto del «mundo» como de la iglesia. de la iglesia como «congregación de todos los fieles y
De este modo, identidad permanente y transformación de santos».
la iglesia están unidas en el acontecimiento de su misión. El sentido originario de la expresión «comunión de
Los cuatro «atributos» clásicos de la iglesia —santi- los santos» apunta, sin embargo, en otra dirección. Ori-
dad, unidad, catolicidad y apostolicidad—• no son propie- ginariamente no significaba congregación de fieles a fin
dades de una institución existente con una esencia ya de constituir una comunión entre ellos. Por una parte
perfectamente constituida, sino criterios de un movi- hacía referencia a la comunión con los santos mártires
miento misionero en el cual la iglesia trata de realizar que ya participan en el cielo de la salvación divina, ga-
11 esencia que es su determinación. Pero ¿puede decirse rantizando así la futura participación de todos los cris-
que la esencia peculiar y característica está perfectamente tianos en la salvación. Por otra parte, la fórmula era en-
descrita por esos criterios? ¿No presuponemos ya más tendida en el sentido de participación en los sancta, es
bien un algo que según su determinación debe ser san- decir, en los sacramentos que unen a los cristianos con la
to, uno, universal y conforme a su misión apostólica? Ya salvación eterna. Ante esto, lo primero en que debemos
en los primeros tiempos de la iglesia se experimentó la pensar es en la eucaristía, que constituía el punto cen-
necesidad de una determinación más precisa y detallada tral de la vida litúrgica de la iglesia antigua. Estas dos
del concepto de iglesia. Este es el sentido que tienen en interpretaciones de la referencia a los «santos», como
la confesión apostólica las palabras añadidas «comunión indicación de los mártires y de los sacramentos, deben
de los santos». Estas palabras complementarias nos las ser consideradas igualmente originarias. El complemento
encontramos por vez primera en Servia hacia finales del «comunión de los santos» designa, pues, a la iglesia co-
siglo cuarto, después su uso se hizo corriente en las Ga- mo la institución en la que se tiene participación en los

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misterios divinos que median la salvación y comunión tiguas, donde —en el caso de serlo— sólo se menciona-
con los mártires que gozan ya de la salvación. La am- ban los sacramentos, el concepto del mismo era muy dis-
pliación de este último significado personal de la com- tinto del de ahora. Hasta bien entrada la edad media el
munio sanctorum a todos los cristianos, tal como quedó sacramento no abarcaba únicamente determinados ritos
expresada en la comprensión eclesial de la reforma, es eclesiales; todo el contenido de la fe podía ser resumido
una formación posterior comprensible como síntesis de por medio del concepto de los sacramentos, de los «di-
la fórmula confesional y de la caracterización paulina de vinos misterios». En el mismo siglo xn Hugo de San
todos los cristianos como «santos por vocación». Víctor escribió una dogmática bajo el título: «Sobre los
No obstante, la idea de la participación en lo santo misterios de la fe cristiana» (De sacramentis christianae
en el sentido sacramental no ha desaparecido por com- fidei). Los ritos de la iglesia aparecen en dicho tratado
pleto en la comprensión eclesial de la reforma. La con- situados en el contexto de los misterios histórico-salvífi-
fesión de Augsburgo no se contenta con caracterizar a cos, a través de los cuales Dios ha llevado a cabo la sal-
la iglesia como congregación de los santos (o de los fie- vación y la redención del género humano. La participa-
les), sino que prosigue: «entre los cuales el evangelio ción en lo santo significa, por consiguiente, participación
es puramente predicado y los santos sacramentos son dis- en los divinos misterios salvíficos, que se han hecho acce-
tribuidos por el evangelio». Por la predicación del evan- sibles a la humanidad por medio de Jesucristo, y cuyo
gelio y la distribución de los sacramentos acontece en el verdadero sentido es la comunión con él mismo y a
sentido reformatorio precisamente aquello de lo que se través de él con Dios.
trataba en la antigua fórmula de la «participación en lo Todas estas consideraciones a propósito de la «comu-
santo»: la participación de los fieles en la salvación. Y nión con los santos» nos permiten comprender la iglesia,
es que el verdadero sentido de la comunión sacramental ante todo, como comunidad con Cristo, cuya mediación
es la participación en el mismo Jesucristo, la cual es me- se debe a la predicación y a las acciones eclesiales, que
diada por la eucaristía así como por el bautismo. Y quien garantizan a cada individuo la comunidad con Jesucristo.
está unido a Cristo tiene la esperanza de participar en A esta comprensión cristiana común de la iglesia como
la salvación manifestada en su resurrección de entre los mediadora de la participación en Cristo le fue añadida
muertos. Según la comprensión reformatoria la deter- por los reformadores su caracterización como congregado
minación de la iglesia es también la mediación a los hom- fidelium. Tal caracterización lleva consigo un acento es-
bres de la comunión con Cristo y de la salvación revela- pecíficamente protestante: la iglesia no está constituida
da en él. Para esto sirven tanto los sacramentos como la en primer lugar por los obispos y por los restantes mi-
predicación. En esto la reforma está de acuerdo con la nisterios, sino que su centro de gravedad se encuentra en
antigua iglesia. Lo que llama la atención es que en las la congregación de los creyentes. Su base es el sacerdocio
formulaciones de la confesión de Augsburgo a diferencia universal de los fieles. Esto no quiere decir que según la
del credo apostólico sólo sea nombrada expresamente la comprensión luterana no tenga también necesidad del
predicación, junto a o, más bien, antes que los sacramen- ministerio, es decir, del ministerio de la predicación ins-
tos. En este punto puede verse palpablemente que las igle- tituido por Dios a fin de congregar la comunidad de los
sias de la reforma se comprenden de una forma especial creyentes (CA v), tal como acontece desde el tiempo de
como iglesias de la palabra. Por otra parte, no hay que los apóstoles. Sólo de este modo puede surgir la fe. El
olvidar igualmente que en las confesiones eclesiales an- sentido y la función del ministerio es la mediación de la

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comunión de Cristo, y a través de la comunión con Cristo pararse, y ambos designan el futuro, a cuyo encuentro
los creyentes se constituyen a su vez en comunidad en- se encamina la misma iglesia. A pesar de todo, el futuro
tre ellos. Comunión con Cristo y comunidad de los fieles de Cristo como señor de la iglesia determina ya su pre-
entre sí son dos caras de la misma moneda. sente. En el anuncio de la iglesia se hace presente efec-
Con la relación intercambiable de la comunión con tivamente el reinado de Cristo. Pues el reinado de Cristo
Cristo y la comunidad de los cristianos entre sí queda no puede tener ningún otro fin que su acción terrena,
caracterizada la esencia más íntima de la iglesia. No obs- la cual consistía en llamar a los hombres al reinado de
tante, tal caracterización sigue siendo ambigua en el sen- Dios, en proclamar la venida del reinado de Dios. Por
tido de que puede ser interpretada como religiosidad sen- la continuación de esta misión de Jesucristo en el anun-
timental, privada y alejada del mundo. Esto es posible cio crístico de la iglesia, el reinado de Cristo se muestra
mientras no se explicite el horizonte que constituía el presente en ella. Y, no obstante, la comunidad de los
trasfondo del mensaje y de la obra de Jesús, y que por cristianos en sus formas de vida históricamente concre-
tanto debe ser también el de la comunidad con Cristo. tas no es idéntica con el reino de Cristo. El reino de
Este es el horizonte del futuro de Dios, la espera del Dios y de su Cristo es mayor que la iglesia.
reino de Dios viniente. De este modo se pone de relieve Como el reino de Dios es el futuro tanto de la
el sentido originario de la palabra iglesia {ekklesia), así iglesia como del mundo, la iglesia en la espera del rei-
como su conexión con la idea veterotestamentaria de la nado de Dios es completamente equiparable a la sociedad
comunidad elegida por Dios, objeto de sus promesas (1 humana y a todo el mundo de los hombres. La relevancia
Re 8, 55). La autodesignación de la comunidad primitivo- de la sociedad para la autocomprensión de la iglesia se
cristiana como ekklesia expresa su autocomprensión como encuentra fundamentada en su referencia al futuro del
heredera de las promesas de Israel. Se sabía a sí misma reino de Dios. De ahí que la participación en lo santo no
como comunidad escatológica de Dios. Como tal tiene se consiga por una postura de huida ante el mundo y de
la razón de su existencia en la espera de la venida defi- retirada a la esfera religiosa privada, abandonando de
nitiva de Dios, en el anuncio del reinado de Dios vinien- este modo el mundo social a él mismo.
te y su irrupción con Jesús como el mesías de Dios. Sólo La espera de un futuro reinado de Dios, que sustitui-
en este horizonte puede describirse adecuadamente lo que rá a la serie de los reinos mundanos y acabará con ellos,
significa iglesia como comunión con Cristo y participación se formó en el antiguo Israel en conexión con la espe-
en lo santo. ranza de un futuro reino de paz, en el que debían reinar
La iglesia no es el reino de Dios. Este es más bien el la justicia y la humanidad. Por esto el futuro reino de
futuro de la iglesia así como del mundo. Es cierto que Dios está simbolizado en el libro de Daniel por la figura
la iglesia desde Agustín ha sido equiparada al reino de de un hombre, en lugar de las fieras que caracterizan la
Cristo, empalmando con la espera judeo-cristiana de un esencia de los antiguos reinos mundanos orientales. Aho-
reino milenario del mesías anterior a la llegada del fin y ra bien, la iglesia como comunidad escatológica es la
del reino de Dios. Esta representación milenaria fue pu- multitud de los hombres que viven unidos ya ahora en
rificada por Agustín de todo dramatismo asociado a la espera del futuro de Dios para la humanidad. La relación
idea del fin al equiparar el reino mesiánico a la iglesia. de la iglesia a Jesucristo pertenece también dentro de
Sin embargo, esta equiparación no es menos problemáti- este horizonte a la esperanza del reino de Dios. Pues
ca: pues reino de Dios y reino de Cristo no pueden se- Jesús ha llegado a constituirse en origen de la iglesia

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por el anuncio de la confianza incondicional en el futuro la determinación esencial de la iglesia como comunión
del reino de Dios como condición única, exclusiva y su- con Cristo tiene su lugar en el horizonte de la esperanza
ficiente de la salvación final. La iglesia cristiana prolonga del reino de Dios. La comunión con Cristo es errónea-
la historia de la comunidad israelita-judía, en cuanto ésta mente entendida cuando se la concibe como meta de un
estaba imbuida también por la esperanza del futuro de piadoso egoísmo salvífico y alejado del mundo. El olvido
Dios y de su reino, como una comunidad de hombres del horizonte del reino de Dios en la comprensión de la
que son alentados por Jesús a una confianza incondicio- iglesia como comunidad con y en Cristo hace que se
nal en el futuro del reinado de Dios. Sólo que esta es- desarrolle la piedad estrecha de una asociación mistérica
peranza, por Jesús, se ha convertido en el fundamento apartada del mundo, de una unión dedicada al cultivo
único y plenamente suficiente de la relación con Dios. común de necesidades religiosas o de un establecimiento
De este modo son superados y rotos los límites de la clerical que reparte salvación. La estrechez de los asun-
comunidad del pueblo israelita: la pertenencia a la iglesia tos intraeclesiales puede ser superada únicamente por la
ya no depende de las tradiciones israelitas particulares perspectiva del futuro del reino de Dios. Este es el único
sino de la esperanza en el futuro reinado de Dios, según medio adecuado para que la iglesia conciencie su signifi-
fue anunciada por Jesús y es determinante del presente a cación para el mundo y para la humanidad. No hay que
través de él en el Espíritu del amor. Por esto la iglesia pensar que dentro de esta perspectiva las cuestiones de
es el pueblo de Dios de todos los pueblos. En la histo- la configuración social y política de la vida social de los
ria del cristianismo esto ha sido comprendido frecuente- hombres sean las que menos le interesen a la iglesia;
mente y con funestas consecuencias en oposición a la pues la esperanza en el reino de Dios se dirige desde
elección de Israel, como si ésta quedara liquidada. Sin los inicios veterotestamentarios a la paz y a la justicia y,
embargo, en Pablo se nos dice expresamente que Dios por tanto, a una convivencia verdaderamente humana de
no ha rechazado a su pueblo (Rom 11, 1). La iglesia cris- los hombres. La iglesia, pues, nunca puede desinteresar-
tiana es el nuevo pueblo de Dios, pero no en oposición se, dentro del ámbito de su acción histórica, de las cues-
a Israel. Más bien ha sido injertada en el olivo de Israel tiones del orden jurídico y del orden socio-político de la
(Rom 11, 17 s.). Pero a través de la iglesia de Cristo la sociedad. Por el contrario, se esforzará continuamente
historia de la elección de Israel ha sido ampliada a toda por ver cómo van tomando forma real en el orden ju-
la humanidad. rídico de la sociedad actual algunos rasgos de la deter-
Como comunidad de los que esperan con Jesús el minación futura del hombre, que encontrará su plenitud
futuro de Dios y viven su vida presente a partir de esta y cumplimiento en el futuro reino de Dios.
espera, la iglesia es el inicio de una nueva humanidad La perspectiva del futuro reino de Dios impedirá, por
que alcanza ahora ya la determinación del hombre de lo demás, que la iglesia tome por definitiva cualquier for-
cara al futuro de Dios y de su voluntad amorosa y que ma de vida de la sociedad o de los individuos. Para ella
la representa para todos los hombres. Así, la iglesia está toda nueva conquista positiva tendrá el carácter de un
referida al reino de Dios que está por venir: el reino de estadio provisional que llegado su tiempo habrá de aban-
Dios no es la iglesia, sino el futuro de la iglesia y de donarse de nuevo. Con otras palabras, el reino de Dios
toda la humanidad. Pero la iglesia es la comunidad de implica que no haya nada que esté libre de la amenaza
los que esperan ahora ya el reino de Dios por causa de de los peligros del retroceso y de la decadencia. El curso
Jesús y viven de esta espera. Por consiguiente, también de estas ideas nos conduce retrospectivamente al criterio

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de la santidad de la iglesia, el cual ahora, en el horizonte con que esta historia se caracteriza, por una parte, por
de la esperanza en el reino de Dios, adquiere un sentido la imagen de una iglesia que se aparta del mundo de
completamente nuevo. una forma casi siempre absolutamente estéril, por otra,
La santidad de la iglesia, tal como quedó claro ante- por la de una institución que se establece en el mundo
riormente, designa su unión con Dios y sus cosas en el con un orden y una doctrina, que en lugar de recordarle
mundo. Santo no significa «moralmente irreprochable» al mundo su provisionalidad y temporalidad están es-
sino más bien «separado». Dios es santo en su separación tructurados casi diríamos que para la eternidad. Pero,
del mundo, en la inalcanzable transcendencia de su liber- sobre todo, la iglesia se ha servido demasiado frecuente-
tad frente al mundo. El amor de Dios es amor santo mente de los métodos y de las formas del poder humano,
porque procede de la libertad de Dios y lleva a los hom- incluida la violencia sangrienta. Además se ha visto re-
bres, a los que se dirige, del mundo a la comunidad con petidamente comprometida al ayudar, consciente o in-
el Dios santo. La iglesia es santa porque está separada conscientemente, al establecimiento de unas situaciones
del mundo existente y unida al futuro de Dios y de su indignas del hombre por el fomento y cultivo de una pie-
reino. La conciencia de la provisionalidad de todo lo exis- dad privada y ajena a los problemas del mundo. La san-
tente, también en todas las formas de vida cristiana, tidad de la iglesia aparece sólo donde el impulso creador
es el reverso de este enfoque hacia el futuro de Dios. del amor se une a la conciencia de la provisionalidad y
Por otra parte, a la vista de la peculiaridad de la santi- perentoriedad de todo lo terreno de cara al futuro del
dad del Dios bíblico, la santidad de la iglesia no puede reinado de Dios.
significar separación del mundo; pues el Dios de la Bi- La provisionalidad del mundo presente constituye
blia es santo en su amor, en la venida de su reino a este también el único fundamento de la existencia de la igle-
mundo y para este mundo. De ahí que la santidad de la sia junto al orden estatal y social de la convivencia hu-
iglesia alcance su plenitud en el amor cristiano. Pero pre- mana. La nueva Jerusalén del reinado de Dios escato-
cisamente éste va unido a la conciencia de la provisio- lógico no necesitará ningún tipo de institución, ningún
nalidad de toda realidad finita encontrando de este modo templo. Pues entonces la vida se realizará bajo la luz de
la fuerza para la renovación creadora. La iglesia tiene la presencia inmediata de Dios. Por el contrario, en el
que hacerse consciente de la provisionalidad de todo lo mundo presente, la determinación del hombre a la co-
finito en primer lugar en lo que respecta a sí misma, a munión con Dios necesita de otra institución especial
sus formas concretas, a su orden y a su doctrina. La san- que asuma tal determinación, ya que la vida del hombre
tidad de la iglesia incluye la necesidad de su reforma está aún alienada de su determinación divina. Por con-
continua y renovada, reforma no como marcha atrás des- siguiente, la necesidad de una institución especial de ca-
de lo que ha llegado a adquirir realidad a través del pro- rácter religioso se sigue solamente de que en la vida so-
ceso histórico hacia formas iniciales del cristianismo his- cial no se haya realizado aún la determinación del hom-
tórico, sino como renovación bajo la perspectiva del fu- bre. En este punto la fe cristiana coincide con la crítica
turo del reinado de Dios, el cual nos ha sido ya revelado de la religión de Marx. La iglesia les recuerda a los hom-
a través del mensaje y de la historia de Jesús. bres su determinación humana, como determinación que
Una mirada retrospectiva sobre la historia de la igle- transciende la provisionalidad de la realidad presente, y
sia nos ofrece unos signos de su santidad muy equívocos les media la participación en la salvación definitiva en
y desfigurados. Con excesiva frecuencia nos encontramos medio de un presente alienado de su propia provisionali-

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dad si es que quiere recordarle a la sociedad su provisio- iglesias, el único camino realista hacia la formación de
nalidad de un modo creíble y al mismo tiempo mantener una nueva unidad de los cristianos sin uniformidad. Para
abierto el acceso de los hombres al futuro de Dios por que este reconocimiento mutuo sea posible sin la des-
medio de la comunión con Jesús. trucción de la confesión de la verdad una de Dios se
También los criterios de la misión apostólica de la requieren varias condiciones. Debe comprender la fide-
iglesia, su unidad y su universalidad, tienen su fundamen- lidad al pasado cristiano, a la iglesia de los mártires;
to objetivo en el futuro salvífico del reinado de Dios debe poder entender y justificar como provisional la plu-
abierto ya por Jesucristo. Y es que la misión de los após- ralidad de formas del conocimiento de la fe y de modali-
toles, la cual es el fundamento de la misión apostólica dades de vida a partir de la misma unidad de la verdad;
permanente de la iglesia, se basa en que el futuro sal- finalmente, los diversos conocimientos y formas de la
vífico de toda la humanidad se ha revelado ya en la his- única esperanza y de la única fe han de ser captados por
toria de Jesús y especialmente en su resurrección de en- los cristianos no en lo que tienen de diferenciador, sino
tre los muertos. De ahí que la misión de la iglesia se como caminos diversos hacia la participación común en
dirija a todos los hombres, de ahí que la universalidad lo santo, en la verdad salvífica del Dios uno.
sea un criterio de su propia existencia. Ahora bien, la
iglesia nunca se realiza plenamente en su catolicidad,
siempre se encuentra en camino hacia la plena realización
de su determinación universal. No obstante, su figura
concreta puede ser expresión de esta determinación y así
ser ya católica. Esta determinación quedará plasmada so-
bre todo en la unidad de los cristianos. Mientras la cris-
tiandad permanezca dividida, la iglesia en la pluralidad
de iglesias sólo puede representar de un modo imperfecto
y desfigurado, y no sin culpa, la determinación común
de la humanidad en correspondencia a la unidad de Dios
y de Cristo y al Espíritu unificador del amor. Sólo como
la una y la universal puede la iglesia preservar su santi-
dad, su unión con el único Dios y Señor de todos los
hombres. Es evidente que también puede reencontrarse
en la unidad por la reflexión sobre su santidad: las di-
ferencias de las comunidades cristianas en cuanto distan-
ciadoras y separadoras sólo pueden perderse si se sacan
todas las consecuencias para la autocomprensión de las
iglesias de la provísíonalidad del orden y de la doctrina
eclesiales frente al futuro del reinado de Dios y del único
señor Jesucristo y frente a la unión en el Espíritu del
amor divino. Este es el único camino posible hacia una
colaboración y reconocimiento creciente y mutuo de las

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El perdón de los pecados velada en Jesucristo por el Espíritu del amor. Perdón
de los pecados significa liberación de todo aquello que
nos separa de Dios y, de este modo, de una vida plena y
libre. Pero por ninguna otra cosa están los hombres tan
profundamente separados de Dios como por la autoce-
rrazón y autorreferencia de sus vidas, situación que que-
da sellada por su destino mortal. Tal situación no se su-
pera por el hecho de que los individuos se asocien en
comunidades, pues tales asociaciones, por una parte, sus-
tituyen el egoísmo de los individuos por el de los grupos
y, por otra, siempre quedan marcadas por contradiccio-
nes entre individuos y grupos, las cuales desembocan nor-
malmente en que algunos individuos se sirven del inte-
La consecuencia lógica de que la comunión de los rés común a fin de imponer los propios intereses con
santos se haya de comprender en principio como parti- menoscabo de los restantes. De ahí que las formas de
cipación en lo santo es que dicha fórmula se encuentre comunidad humana permanezcan entramadas en la dia-
internamente relacionada con el perdón de los pecados. léctica del egoísmo y autocerrazón de los individuos.
Pues el perdón de los pecados designa la participación en Esta dialéctica sería superada únicamente en una comu-
la salvación cristiana. En todo caso es la consecuencia in- nidad de hombres bajo el signo de la verdad de Dios,
mediata para la vida de los creyentes de la cercanía de libre de toda arbitrariedad humana, en la cual sería su-
Dios mediada por Jesucristo y de la plenitud total —la perada también, por esto mismo, la oposición entre in-
salvación— de la determinación humana que lleva con- dividuo y comunidad. No obstante, la historia de la igle-
sigo dicha cercanía. En el perdón de los pecados se trata sia cristiana nos muestra bien a las claras las limitacio-
en realidad del efecto presente de la salvación de Dios nes que también en este ámbito llevan consigo las condi-
manifestada en Jesucristo sobre la vida de los hombres ciones actuales de la existencia humana, su autocerrazón
vinculados a él. Por el contrario, las palabras finales del y su perentoriedad mortal. Con el egoísmo viene dado
credo apostólico —resurrección de la carne y la vida per- el destino mortal. De ahí que sean inseparables perdón
durable— designan la participación salvífica futura, ya de los pecados y esperanza en una vida nueva en comu-
plena, a la que remite el perdón de los pecados. nión con Dios. Y ambas cosas les son mediadas a los
Así, pues, participación en lo santo (en las cosas san- creyentes por su vinculación con Jesucristo.
tas), perdón de los pecados y esperanza cristiana, en el Este es el sentido del bautismo cristiano. Para la cris-
futuro se halla en estrecha relación. El perdón de los pe- tiandad antigua el perdón de los pecados estaba estrecha-
cados en este contexto es la expresión negativa de la mente relacionado con el acto del bautismo. La vincula-
comunión con Dios en la fe mediada a través de Jesús, ción entre comunión de los santos y perdón de los pe-
la cual es descrita como participación en lo santo y en cados tiene aquí una referencia institucional bien concre-
la que se funda la esperanza en la vida eterna de la re- ta. El bautismo une al neófito con Cristo, más exacta-
surrección de los muertos. El don salvífico positivo de mente con la muerte de Cristo, de modo que el bauti-
los cristianos es la participación en la vida de Dios re- zado muere a su propia vida pecadora para abrirse a la

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esperanza en la nueva vida de la resurrección de los ámbito de influencia de esta mentalidad penitencial de
muertos manifestaba ya en Cristo. Con la mención del origen medieval.
perdón de los pecados y de la resurrección de los muer- El proceso de separación y de independización del
tos la confesión apostólica, ya al final, dirige su mirada perdón de los pecados respecto al bautismo ha contri-
al sentido y a la fuerza del acontecimiento bautismal, al buido a oscurecer la íntima relación entre perdón y es-
cual se va aproximando el neófito mientras pronuncia la peranza en la resurrección. Apenas es perceptible hoy
confesión bautismal. En este momento se expresa la oca- día que en el pecado y en su perdón están en juego la
sión actual de toda la confesión. En otros textos confe- muerte y la vida. Esto le era perfectamente claro a la
sionales de la primitiva iglesia aparece esto más clara- cristiandad primitiva en el acontecimiento del bautismo;
mente al ser unidos expresamente el perdón de los pe- pues sólo por el hecho de que el bautizado muera —uni-
cados y el bautismo. Muchas confesiones bautismales grie- do a la cruz de Cristo— a su propia vida, es merecedor
gas así como el credo niceno-constantinopolitano del 381 por el bautismo del perdón de los pecados junto con la
hablan, por ejemplo, de «un bautismo para el perdón de esperanza de la vida nueva aparecida en la resurrección
los pecados». El que aquí se destaque la irrepetibilidad de Cristo. A pesar de todo, la iglesia obró rectamente
del bautismo, recuerda la concepción cristiana más pri- al no limitar el perdón de los pecados al acto irrepetible
mitiva de la irrepetibilidad del perdón de los pecados. del bautismo; pues, ciertamente, el morir con Cristo pue-
La ligazón exclusiva de la liberación de los pecados al de simbolizarse anticipadamente en un acto, pero, no
bautismo condujo a la mala costumbre de trasladar con obstante, se prolonga a través de todo el caminar de la
frecuencia el bautismo al momento más próximo posible vida mortal hasta la hora de la muerte. Pero, aun siendo
del fin de la vida, todo ello con la finalidad de aminorar así, sigue siendo decisivo para la comprensión cristiana
el peligro de una recaída irremediable en el pecado. En de la salvación que el perdón de los pecados como con-
contrapartida, esta concepción del bautismo confirió tam- tenido de la piedad cristiana no sea aislado de la es-
bién al acto bautismal la seriedad y la profundidad de un peranza en la resurrección garantizada por la comunión
viraje completo y total de la existencia. A partir del con Cristo. Separados de ella, pecado y perdón de los
siglo tercero fue imponiéndose la concepción de la posi- pecados se convierten en dos tópicos de una piedad mo-
bilidad de una «segunda penitencia» para bautizados re- ralísticamente circunscrita a una lucha contra la ley. La
caídos en el pecado. Sin embargo, en principio tal po- estrechez de este tipo de religiosidad consiste en que la
sibilidad rigió sólo en casos excepcionales. Con todo, la experiencia de la culpa se convierte en el tema central
costumbre del bautismo de los niños y las irradiaciones de la vida en general y en que el perdón adquiere la
pedagógico-populares del examen de conciencia monacal categoría de un fin en sí mismo en lugar de ser un sim-
a partir de la alta edad media tuvieron como consecuen- ple tránsito hacia una vida nueva, a la que libera y ani-
cia que el perdón de los pecados fuese independizándose ma. El significado del perdón de los pecados no es pre-
de su unión original con el bautismo y que la penitencia cisamente algo convincente y comprensible por sí mismo.
repetida y el perdón en el contexto de la institución de Un cristianismo orientado a la problemática del pecado
la confesión de oído se convirtiesen en algo normal den- y de la culpa ha topado en la época moderna, y de un
tro de la vida cristiana. Incluso la reforma y el pietismo, modo creciente, con la incomprensión y la desconfianza
que tan considerablemente ha marcado la religiosidad de los que no se sienten pecadores y, consecuentemente,
protestante hasta la actualidad, se encuentran dentro del no creen tener necesidad del mensaje del perdón de los

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pecados. El número de estos hombres es creciente al al fracaso de esa plenitud vital anhelada y deseada. Su
haber perdido la moral tradicional su evidencia y validez consecuencia inmediata se muestra en el destino mortal
en la conciencia del presente. ¿Se ha de comenzar por de la existencia humana. Así el pecado aparece como un
llevar a estos hombres al convencimiento de la vincula- elemento estructural fundamental de la constitución de
bilidad de una exigencia moral a fin de que ante una la existencia humana. Se trata en primer lugar del enfo-
hermenéutica «radical» de esta exigencia moral se sien- que fallido de nuestra existencia en su totalidad y no
tan como pecadores conscientes y necesitados de perdón? de errores y fallos particulares, los cuales en su concre-
Una tal interpretación del mensaje cristiano aparece como ción serían, más bien, únicamente la expresión de aque-
estrecha, forzada, corta de miras y poco convincente. No lla actitud básica. Un tipo de consideración moralista
alcanza la problemática elemental de la vida de los hom- aisla tales culpas concretas y las juzga como fundamen-
bres, sino que se ve obligada a crear artificialmente una talmente evitables, suponiendo que la naturaleza del hom-
serie de problemas con el fin de poder recomendar en- bre es presuntamente buena. En todo este asunto tiene
tonces su solución. Por esto, la moral cristiana y esa una importancia secundaria si la evitación de tales erro-
religiosidad no menos cristiana que no hace más que dar res y faltas se deposita en manos de los individuos o se
vueltas alrededor del pecado y del perdón pudieron ser espera de la transformación de las relaciones sociales,
valoradas por Nietzsche como enemigas de la vida. El a fin de descargar a los individuos de sus consecuencias
significado positivo para la vida del mensaje cristiano negativas. En la perspectiva cristiana tales actitudes fa-
del perdón sólo puede ser concienciado si se pone de llidas y faltas concretas ni se dramatizan ni se bagateli-
relieve su relación con la problemática fundamental de zan, sino que son vistas como expresión de una situación
la vida, problemática que es de carácter premoral. La totalizante de la vida humana, la cual es superable, aun-
cuestión vital fundamental y básica está planteada por que esté mucho más profundamente arraigada en la cons-
la inevitabilidad de la muerte, la cual amenaza la vida titución del ser humano de lo que piensan los que es-
con el sentimiento de vacuidad ante el destino mortal peran su erradicación por un cambio de las estructuras
de toda obra y pensamiento humanos. Sólo sobre el sociales en toda su profundidad.
trasfondo del destino mortal aparece el profundo con- El concepto del perdón de los pecados adquiere un
tenido del mensaje cristiano sobre el pecado y la culpa; sentido completamente nuevo si el pecado como aisla-
pues tal mensaje interpreta el destino mortal de nuestra miento de Dios es considerado bajo la perspectiva del
existencia como resultado de nuestro egoísmo. En la me- destino mortal de la existencia humana. Entonces perdón
dida en que anhelamos alcanzar nuestra plenitud existen- de los pecados significa el quedar capacitados para espe-
cial por medio del enriquecimiento de nuestro yo, todo rar más allá de la muerte en una vida en comunión con
se acaba con su fin, todo permanece vacío o insatisfecho, Dios. Una tal esperanza liberadora ha de repercutir tam-
incluso el propio yo. Pecado significa haber errado y bién en la vida presente. En este sentido, el aspecto ético
equivocado la fuente de la vida en nuestra búsqueda de queda salvaguardado. No es indiferente lo que cambie
vida. Y este error no significa más que cada hombre as- en el comportamiento de los hombres y en su vida social.
pira a la plenitud de su vida por el enriquecimiento del Pero el asunto de la humanidad como tal no es aban-
yo aislado y separado de los demás y de Dios. Ahora donado en manos de la acción moral. Felizmente, las
bien, si Dios es el origen de la vida y la vida misma, cosas no son de tal manera que la humanidad del hombre
su separación y aislamiento no pueden conducir más que dependa absolutamente del éxito y el logro de deter-

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minados valores morales. Más bien hay que decir que, del perdón de los pecados, la consecuencia inmediata es
por su parte, la acción y la conciencia morales presupo- clara: el hombre no es libre desde sí mismo. Esto últi-
nen siempre esta humanidad del hombre, que es objeto mo es lo que se presupone cuando se acepta sin más que
de la temática religiosa. En esta dimensión, y no en la el autodesarrollo libre del individuo es una posibilidad
de un moralismo abstracto, está el sentido y el alcance de la libertad actualmente realizable. Y no sólo entonces.
del lenguaje cristiano sobre el pecado y su perdón, aquí Se presupone igualmente cuando se pone en manos del
radica su fundamento. Su conciencia sólo podremos re- hombre la tarea de su autoliberación. Autoliberación por
cuperarla si ponemos de manifiesto la conexión de pe- emancipación, es decir, por ruptura de todas las atadu-
cado y perdón de los pecados con la cuestión acerca de ras que impiden la libertad, es una exigencia con sentido
la vida y la muerte. sólo si el hombre es ya libre en sí mismo y sólo es im-
Los orígenes del mensaje cristiano del perdón de los pedido en el ejercicio de su libertad por la situación des-
pecados hay que buscarlos en el horizonte de estas cues- favorable de las circunstancias externas. Si el hombre
tiones. Cuando Jesús le prometía a un hombre el perdón fuera en sí mismo libre de este modo, despliegue vital y
de sus pecados, lo que le decía era que tendría parte en fáctico de todas sus capacidades y necesidades tendría
la salvación del futuro reinado de Dios, y por tanto que ser considerado como una exigencia y un derecho
también en la vida nueva de la resurrección de los muer- del desarrollo de la libertad, cosa que es frecuente hoy
tos. Jesús podía prometerlo porque sabía que la confian- día, y los diversos intereses del desarrollo personal de-
za en el futuro de Dios, la orientación decidida hacia la berían tratarse como en principio perfectamente equipa-
venida de su reinado es todo lo que Dios exige del hom- rables. Sin embargo, la experiencia nos enseña que las
bre. Quien construye sobre el futuro de Dios, puede necesidades de autodesarrollo de los distintos hombres
estar cierto de la salvación. Nada le puede separar ya del no sólo chocan frecuentemente entre sí, sino que tam-
Dios vivo. Desde ese momento está superado todo lo bién, con no menos frecuencia, facilitan sólo un subro-
que hasta entonces le ha podido separar de Dios. Quien gado de la satisfacción anhelada y esperada, y no raras
acepte el mensaje de la cercanía del reino de Dios ha veces les impiden a los hombres la posibilidad de una
recibido ya el perdón de sus pecados. Quien acepte a vida verdaderamente llena. Ahora bien, si los caminos
Jesús como el vocero del reinado de Dios se halla ya que los hombres siguen en su búsqueda de autorrealiza-
libre del peso y el lastre de un pasado que le cierra el ción, están tan frecuentemente abocados al error —y no
futuro de la vida. Así, pues, el perdón de los pecados es otra cosa significa la palabra pecado—•, no queda otra
la consecuencia de la confianza en el futuro del Dios salida que pensar que no se encuentran todavía en po-
vivo. Es la aurora de la salvación futura, la luz que el sesión de la verdadera libertad. La verdadera libertad
futuro de la salvación de Dios arroja sobre la vida pre- tiene que sernos donada primeramente y abrírsenos des-
sente. De este modo, abre ahora ya la libertad de un de fuera en contraposición a sus presuntas necesidades
nuevo comienzo y de una nueva percepción del pasado del instante y a todo lo que ellas son ya desde sí mismas.
no menos que del presente. El perdón de los pecados Este es el gran problema no ya de la situación espiritual
dona la libertad para la afirmación plena y total del ins- del presente sino de toda la modernidad: si el hombre
tante presente, de lo cual sólo es capaz quien puede es- es ya libre desde sí mismo o si tiene que ser liberado
tar seguro de un futuro pleno. primero de sí mismo para participar de la verdadera li-
Si la libertad sólo puede ser un don recibido a través bertad. Esto último es lo que confiesa la fe cristiana

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cuando confiesa el perdón de los pecados. Esto es tam- que liberarle a fin de alcanzar su propia libertad huma-
bién lo que constituye el centro de la doctrina de la jus- na. Pero, con esto, el principio mismo de la libertad
tificación de los reformadores del siglo xvi, que el hom- tiene que acabar por aparecer como un principio arbitra-
bre no es libre por sí mismo sino que consigue la liber- rio, sin verdad absoluta. Al margen de su fundamenta-
tad sólo por la fe en la promesa de Dios. Pero para la ción religiosa en una liberación del hombre para su li-
reforma lo que constituía el contenido de la promesa li- bertad, la libertad coincide con la arbitrariedad de los
beradora era el perdón de los pecados. Así, la doctrina individuos, con la libertad que se tiene ya presuntamen-
de la justificación de la reforma dice que el hombre sólo te cuando sólo caen por tierra los límites externos de
alcanza la libertad por medio de la confianza en la pro- su uso. Sin embargo, la ausencia de límites de la arbi-
mesa del perdón de los pecados hecha en Cristo. Se trata trariedad no formada tiene que desprestigiar el principio
de una libertad que libera también al hombre de sí mis- de la libertad en general. Frente a ello, la fundamenta-
mo para su verdadera identidad, porque ésta se encuen- ción de la libertad a partir de la certeza divina del per-
tra fundada, más allá de nosotros mismos {extra nos), dón de los pecados sigue siendo, al menos en nuestro
en Dios y en su revelación por Jesucristo. Con esta tesis ámbito cultural, un fermento indispensable para el man-
central de su doctrina de la justificación por la fe en la tenimiento de una sociedad favorable a la libertad. Tal
promesa de Dios, la reforma se opone a determinadas fermento sigue siendo operante también a través de sus
tendencias, ya presentes entonces, de la autocomprensión formas manifestativas secularizadas, mientras su origen
moderna, según las cuales el hombre es ya libre desde religioso permanezca vivo.
sí mismo. No obstante, no por esto se encuentra en opo- Rectamente comprendida, pues, a la confesión cris-
sición a la comprensión de la libertad de la edad moder- tiana del perdón de los pecados le ha sido confiada el
na en general. La certeza divina de la fe de la justifica- mantenimiento de la verdadera libertad y con ello el
ción ha constituido, más bien, el impulso más fuerte para de la humanidad del hombre. Esto sólo es posible por-
la libertad individual frente al poder de las convicciones que la libertad de la fe no le distancia al hombre de sí
socialmente sancionadas. De este modo, la doctrina de mismo sino que lo conduce a su determinación. Con
la justificación llegó a abrir nuevos derroteros tanto para todo, también es verdad, que la confesión del propio pe-
la historia de la libertad política como para la crítica de cado significa distanciamiento de sí mismo. Sin embargo,
la tradición, la cual en la ilustración se dirigió contra éste es sólo un aspecto de su significado. La confesión
las inconfesadas pretensiones de poder y autoridad, pre- del propio pecado es siempre, al mismo tiempo, confe-
cisamente también de la tradición cristiana y de las igle- sión a favor de uno mismo, expresión de la disponibili-
sias. Cuando en este proceso la certeza de Dios de la, dad a aceptar la responsabilidad de sí. Vistas así las co-
por su parte aún muy vinculada a la tradición, fe de la sas, la conciencia cristiana del pecado no tiene por qué
justificación fue sustituida y suplantada por la de un ser expresión de una autonegación y de una enemistad
conocimiento «natural» de Dios, al margen de la disputa hacia la vida. Por el contrario, puede comprenderse co-
entre las confesiones, como fundamento de la autocerte- mo una afirmación de la vida de cara a su desfiguración.
za de la razón, pudo finalmente aparecer esta certeza de Ya la misma confesión del pecado aparece así como un
Dios como simple proyección del hombre. Fue entonces acto de libertad; pues la verdadera libertad es libertad
cuando ya no pudo fundamentarse la libertad en la rea- responsable: sólo en la aceptación de la propia respon-
lidad divina dada previamente al hombre y que tiene sabilidad se hace un hombre idéntico consigo mismo.

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De ahí que se tome como criterio de libertad el grado
de disponibilidad a saberse responsable de sí mismo, y
La resurrección de la carne
no sólo de sí mismo sino también del ámbito vital en y la vida perdurable
que uno se desenvuelve, de todo lo que en él acontece
o deja de acontecer; pues el hombre es él mismo no
como un individuo aislado, sino como miembro de su
sociedad y de la humanidad. Alcanza identidad consigo
mismo en la medida en que busca la culpa de los fallos y
faltas de su círculo vital no sólo en los demás sino en
sí mismo. En esto se identifica con su ámbito vital y to-
ma para sí la tarea de su reforma. En este sentido, la
confesión del pecado no es ninguna expresión de carencia
de libertad, la cual no es superada más que por el perdón.
La ausencia de libertad se exterioriza, más bien, en la El perdón de los pecados designa el efecto salvífico
represión y en la negación de la propia culpa y corres- presente del bautismo y de la «participación en lo santo»,
ponsabilidad. Ver la culpa con ojos propios —a no ser por el contrario, la resurrección de la carne designa su
que sea expresión de la más extrema desesperación de sí plenitud futura. Los bautizados en la cruz de Cristo y
mismo— es sólo posible en la confianza del perdón y unidos en su muerte con su cruz tienen a través de la
testimonia, por esto, la libertad para sí mismo, la cual comunión con Cristo la esperanza de participar también
es liberada por el perdón de los pecados. en el futuro en la nueva vida de la resurrección de los
muertos, la cual ha aparecido ya en él y da ahora ya a
los bautizados la fuerza para vivir una nueva vida a
partir de la fe y de la esperanza (Rom 6, 4 s.). El per-
dón de los pecados y la vida en fe, esperanza y amor a
partir de la fuerza del Espíritu santo es el inicio presente
de la vida futura en comunión con Dios, a cuya plenitud
se dirige la esperanza cristiana de la resurrección de la
carne.
Ya hemos tratado anteriormente, al hacerlo sobre la
resurrección de Jesús, sobre la espera de una resurrec-
ción de los muertos. No es cuestión de repetir ahora lo
que ya dijimos allí sobre el sentido de la esperanza cris-
tiana de la resurrección, sobre su relevancia humana uni-
versal como respuesta a la cuestión de la totalidad de la
existencia humana sin solución a este lado de la muerte,
sobre su diferencia de la fe helénica en la inmortalidad
del alma. La oposición a la idea griega de una vida más
allá de la muerte como prolongación de la vida de un

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alma separada del cuerpo queda expresada en la acentua- da desdeñable la representación de la inmortalidad del
ción especial de la formulación del credo, que habla de alma. La continuidad ofrecida por la duración del alma
una resurrección de la carne. Algunas tradiciones confe- pareció indispensable para garantizar la identidad perso-
sionales de la antigua iglesia agudizan aún más este ma- nal de la vida futura con la actual y perecedera. Y esto
tiz y hablan expresamente de la resurrección de ésta, es aun cuando la existencia del alma separada del cuerpo
decir, de esta actual y perecedera carne. Esto correspon- no se consideraba como existencia humana plena, ya que
dería a aquellas palabras de Pablo, «es necesario que para el pensamiento cristiano desde sus comienzos es
este ser corruptible se revista de incorruptibilidad; y constitutiva del ser humano la unidad de cuerpo y alma.
que este ser mortal se revista de inmortalidad» (1 Cor De cara a la problemática de la identidad personal del
15, 53). La acentuación de la identidad de la carne, sin hombre entre su muerte y la futura resurrección uni-
perjuicio, claro está, de su transformación, va dirigida versal y de cara al significado de la identidad personal
contra la representación platónica de un nuevo nacimien- para la responsabilidad del hombre ante el juicio final
to del alma en otro cuerpo. Afirma que la identidad del de Dios es perfectamente comprensible que la iglesia
hombre depende de la irrepetibilidad de su existencia católica-romana desde 1513 condene como herética la
corpórea. De ahí que la confesión de la identidad de la aceptación de la mortalidad del alma y considere como
materia de la «carne» dé la impresión de una dureza, dogma vinculante su inmortalidad. A pesar de todo, es
que en el mundo helenístico tuvo que sonar ya a bar- dudoso que la identidad personal del hombre y su res-
barie, a pesar de que entonces aún no se sabía que la ponsabilidad ante el juicio de Dios más allá de la muerte
materia orgánica se renueva varias veces incluso durante dependa de la aceptación —tan difícil de conjugar con
el tiempo de vida de los individuos. los actuales conocimientos del hombre— de un alma in-
No obstante, la acentuación de la identidad material dependiente del cuerpo y capaz, por eso mismo, de so-
no excluyó por completo la idea de una inmortalidad del brevivir a su muerte. En todo caso, por medio de esta
alma. El pensamiento cristiano por lo general ha vincu- hipótesis no se consigue en absoluto un mejor nivel de
lado, más bien, ambas representaciones, en sí hetero- comprensión del enunciado de la confesión apostólica,
géneas, de la inmortalidad del alma y de la resurrección según el cual no sólo debe participar en la resurrección
de la carne. La explicación de este hecho radica en que futura el cuerpo presente, sino su materia, su carne. La
la resurrección de los muertos era representada exclusi- identidad de nuestra «carne» actual con la futura reali-
vamente como un suceso en el transcurso horizontal del dad de la resurrección permanece completamente irre-
tiempo. Ahora bien, puesto que la resurrección no era presentable mientras mantengamos la sucesión lineal del
esperada inmediatamente después de la muerte de cada tiempo. Por el contrario, una comprensión más profunda
individuo particular, sino que según la tradición cris- del tiempo permite satisfacer también los intereses teo-
tiana debía acontecer para todos los hombres simultánea- lógicos que fundamentan objetivamente la aceptación de
mente al fin del mundo y de la historia presentes, se la representación de la inmortalidad del alma en el cris-
planteó la cuestión de la existencia del individuo en el tianismo.
intermedio entre el momento de la muerte y el de la Según la concepción apocalíptica del tiempo del pri-
futura resurrección universal de los muertos. Para llenar mitivo cristianismo, lo que se revelará en el futuro so-
el tiempo transcurrido entre la vida presente y la futura bre la tierra se encuentra ya oculto en Dios («en el cielo»).
resurrección de los muertos se ofrecía como solución na- Esta era la lógica que condujo de la identificación del

194 29.5
resucitado con el futuro mesías y juez universal al con- se revele o no en el futuro. Entonces se pensaría la
vencimiento de su reinado universal a la derecha del eternidad y con ella a Dios de un modo intemporal, y
Padre, reinado ya actual aunque todavía oculto. La mis- entonces lo que acontece o no acontece en el tiempo ca-
ma lógica vale para la esperanza cristiana de la resurrec- recería de significado para la eternidad, pues entonces ya
ción de los muertos. La futura resurrección de los muer- tendría consistencia en la eternidad todo lo que en el
tos revelará lo que constituye ahora ya el misterio de tiempo es aún futuro. Una tal concepción de la eternidad
la historia de nuestra vida para el Dios eterno presente no es compatible con la fe cristiana, pues en este caso
a nuestras vidas. A partir de esta interpenetración pe- o el curso del tiempo mundano con todos sus detalles
culiar de tiempo y eternidad se hacen comprensibles aque- incluido todo lo malo y absurdo estaría determinado por
llas palabras tan extrañas del evangelio de Juan, según Dios desde la eternidad o toda la historia de la humani-
las cuales quien cree en el Hijo tiene ya la vida eterna. dad y por tanto también la encarnación carecería de im-
Así, el evangelista pone en boca de Cristo las siguientes portancia y significado para la eternidad de Dios. Pero
palabras: «el que escucha mi palabra y cree en el que me el cristianismo se basa en la fe en que toda esta historia
ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino temporal tiene un significado decisivo para el mismo
que ha pasado de la muerte a la vida» (Jn 5, 24). El Dios. De ahí que el entramado de tiempo y eternidad
futuro de la plenitud final es ya presente de un modo haya de concebirse, más bien, como si la eternidad del
oculto; de ahí, que ahora ya pueda caer la última de- mismo Dios dependiera todavía del futuro del mundo.
cisión en el encuentro con Jesús. Esto no quiere decir La revelación futura del reinado de Dios no sólo revela
que según Juan esta decisión no fuera cosa del futuro. lo que ya está firme incluso sin este acontecimiento.
Pero de un modo oculto, como futura, es ya presente. Más bien, sólo ella decide definitivamente que Dios era
Por eso puede el Cristo joanneo dejar en la frase siguien- desde la eternidad la realidad determinante de todo. A
te que presente y futuro se penetren mutuamente de un partir del futuro de Dios puede afirmarse, pues, con
modo verdaderamente paradójico: «llega la hora (ya es- Juan y Colosenses que el creyente en lo oculto de Dios
tamos en ella) (!) en que los muertos oirán (!) la voz tiene ya ahora vida eterna, participación en la resurrec-
del hijo de Dios, y los que la oigan vivirán» (5, 25). ción de Jesús. Lo cual significa a su vez que la conti-
De un modo similar, en Colosenses la participación de nuidad de nuestra vida actual con la vida futura de la
los bautizados en la resurrección de Cristo, que según resurrección de los muertos no debe buscarse en la línea
Pablo es aún cosa del futuro, es ya presente (Col 2, 12). de la continuidad del transcurso del tiempo, sino en lo
No obstante, puede discutirse si aquí existe una oposi- oculto del Dios eterno, cuyo futuro está ya ahora pre-
ción objetiva con Pablo (Rom 6, 5 y 8), pues según sente en nuestra vida. En esta dimensión profunda de
Colosenses la participación de los cristianos en la resu- nuestra vida presente se encuentra ya la verdad sobre
rrección de los muertos es realidad ya presente sólo en esta vida —para juicio o salvación—, la cual verdad, sin
lo oculto de Dios: «porque habéis muerto y vuestra vida embargo, se decide aún sólo en el curso de nuestra vida.
está oculta con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, De ahí que, inversamente, la vida futura pueda ser com-
vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis glo- prendida como materialmente idéntica con la presente;
riosos con él» (3, 3 s.). Este entramado de tiempo y pues el contenido de este futuro será lo que llena la
eternidad puede comprenderse de modo que lo ya exis- profunda dimensión de nuestra vida presente, ahora to-
tente en la eternidad de Dios sea independiente de que davía oculta para nosotros. Naturalmente, esto será tal

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como aparece a la luz del futuro de Dios, el cual está la conexión de la resurrección universal de los muertos
y se mantiene presente en todas las cosas de un modo con el juicio final y la revelación plena del reino de Dios,
oculto y eterno. En este sentido, el enunciado de la re- que llevará a su cumplimiento la determinación social de
surrección de la carne hay que entenderlo literalmente: la humanidad. La espera de la resurrección de los muer-
es efectivamente la misma carne, es toda la extensión tos tenía, ciertamente, que ver desde sus mismos oríge-
de nuestra vida presente, que en contraposición a su nes con la problemática vital del individuo, con la cues-
determinación humana perecerá en el juicio de Dios o tión de su participación en los bienes salvíficos que les
será eternizada y glorificada por participación en su eter- habían sido prometidos al pueblo elegido y a la huma-
nidad y en su gloria. Pero tal transformación de nuestra nidad. La cuestión de la concesión de la justicia de Dios
vida mortal no significa rigidez momificada. Este sería en la vida del individuo hizo aparecer la idea de una
el caso si la eternidad se concibiese como ausencia de compensación transcendente del balance negativo de la
tiempo. Pero la confesión apostólica habla en un añadido vida presente. El que a pesar de todo la resurrección de
a la esperanza de la resurrección de los muertos, tomado los muertos y su juicio fuesen pensados como un acon-
del oriente cristiano, de una vida eterna y perdurable tecimiento que sobrevenía a todos los individuos en co-
que espera a los resucitados de la muerte. La confesión mún siendo al mismo tiempo el acto de aparición del
niceno-constantinopolitana habla en este lugar de la vida reinado de Dios al fin de los tiempos, vincula la pleni-
del mundo futuro, haciendo entrever, por consiguiente, tud de la determinación humana del individuo con la de
la mutua implicación entre vida eterna y futuro de Dios. todos los individuos y con la de la sociedad humana.
Al mismo tiempo se hace notar la diversidad respecto a Esta vinculación se perdió con la secularización de la
ía vida presente. La vida deí mundo futuro no es la escatología cristiana desde eí siglo xvm. La meta de una
vuelta y la prolongación sin fin de la vida actual en la sociedad perfecta en paz y justicia, de una sociedad sin
misma línea temporal, sino que desarrollará su propia clases y sin dominio de unos hombres sobre otros se
dinámica a través de un crecimiento en profundidad de convirtió en un programa realizable por los hombres
nuestra vida presente. bajo las condiciones del mundo presente. Sin embargo,
El tránsito de nuestra vida mortal actual a la vida esta moderna fe en el futuro no tiene ninguna respuesta
futura del mundo futuro, es decir, la resurrección de los válida a la cuestión de la participación de los individuos
muertos, fue esperado por la antigua cristiandad como de anteriores generaciones en la realización futura de la
un suceso que alcanza a todos los hombres en común y humanidad en una sociedad perfecta del futuro. En esto
que tendrá lugar al fin de nuestra historia y de nuestro se pone de manifiesto la cuestionable disposición de los
mundo. Na es concebido como un acontecimiento que movimientos revolucionarios de la modernidad a sacri-
sobrevendrá sobre cada individuo particular inmediata- ficar la felicidad del individuo por un futuro presunta-
mente después de su muerte, o en cualquier otro mo- mente mejor de la humanidad: como si la humanidad
mento. La salvación del individuo, la totalidad de su no estuviese compuesta de individuos, y no sólo de hom-
existencia fragmentarizada por la desgracia, la propia cul- bres de una sociedad futura sin relaciones de poder. La
pa y la muerte, así como la determinación de la humani- humanidad pensada en contraposición a la suma de sus
dad son unificadas en la representación de una resurrec- individuos es sólo una abstracción cruel. La negación de
ción común de los muertos al final de la historia del los individuos implicada en esta abstracción muestra muy
mundo presente. Esto queda expresado igualmente en concretamente su inhumanidad allí donde tales représen-

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taciones se convierten en realidad política. La plenitud senté. La vinculación de la plenitud del reino de Dios
de la determinación humana de la humanidad puede pen- con la resurrección universal de los muertos recuerda
sarse solamente como plenitud común de la determina- que toda renovación política de la sociedad inspirada en
ción humana de todos los individuos de la humanidad. la esperanza escatológica puede realizar sólo una analogía
Este es precisamente el caso en la doctrina cristiana clá- del orden pacífico del reino de Dios. El grado en que
sica de la resurrección común de todos los muertos, que esto sea alcanzable depende de la medida en que el or-
coincide con la llegada del reinado de Dios: sin resu- den político y social posibilite a sus miembros la reali-
rrección común y universal de los muertos y juicio final zación de su determinación individual, la cual no tiene
y, por consiguiente, sin participación de todos los indi- que ser idéntica con la satisfacción de todas las necesi-
viduos, ningún reino de Dios, ninguna plenitud de la hu- dades experimentadas subjetivamente. Pero el grado de
manidad. Este criterio es apropiado e indispensable para humanidad de una sociedad se mide también por la liber-
no dejarse llevar por eJ abuso de la idea de una huma- tad interna de sus relaciones con el pasado de la huma-
nidad plena y realizada al servicio del establecimiento de nidad y del propio estado. Incluso la vida individual no
unas metas políticas. Esto acontece al desvelar el ca- está sólo entretejida en el presente de su sociedad, tam-
rácter inhumano de tales profecías, cuya aparición nor- bién lo está en la historia en la que tiene su profundidad.
malmente tiene lugar en nombre de la humanidad. Por Pues el reino de Dios abarca así como las futuras, tam-
otra parte, de la idea del futuro reino de Dios en paz y bién las pasadas generaciones de la humanidad, y la es-
justicia parten de continuo impulsos encaminados a la peranza del reino futuro de Dios espera la salvación no
renovación de la vida política y social. Pues al fin y al sólo para la última generación, sino que se dirige a la
cabo en la esperanza en el reinado de Dios está en juego transfiguración de todas las épocas de la historia de la
la plenitud de la determinación social del hombre. De humanidad por medio del fuego del juicio divino, el cual
ahí que la presencia del futuro reino de Dios en la mi- no es distinto de la luz de la gloria de Dios.
sión de Jesús y en la fe en Jesús como el mesías del fu-
turo reino de Dios no puedan darse sin repercusiones
sociales. Por la misma razón por la que no puede dejar
de tenerla una autocomprensión de la iglesia que se orien-
te al futuro del reino de Dios. No obstante, no carece de
importancia que Jesús con su mensaje de la cercanía del
reinado de Dios se dirigiese al individuo y no apareciese
como un reformador social o político. Este rasgo no es
sólo una consecuencia temporalmente condicionada de la
espera próxima del fin del mundo. El rechazo de Jesús
del título mesiánico, tan marcado políticamente, contie-
ne la afirmación, permanente en su significado, de que
no hay ninguna aproximación directa al reino de Dios a
través de reformas y cambios políticos, sino inversamente
sólo repercusiones sociales de la confianza religiosa en
su proximidad y en su poder determinante sobre el pre-

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