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Fernando Burillo.
Rafael Salillas, hijo del Comandante Ramón Salillas y de Dña. María Panzano,
nació en Angües en el año 1854. Concluida su formación básica se traslada a Huesca
para cursar el bachillerato y posteriormente a Zaragoza y Madrid, donde acabará la
carrera de Medicina. Una vez finalizados los estudios retorna a Huesca con el objetivo
de ejercer como médico, pero esta ciudad no era la más adecuada para desarrollar sus
inquietudes literarias, que era lo que en estos momentos de juventud más le motivaba,
por lo que, al parecer aconsejado por su amigo Joaquín Costa, decide trasladar de nuevo
su residencia a Madrid. Una vez allí, ya en contacto con el “mundillo” literario, logra
estrenar en el Teatro Español el drama Las dos ideas (1884). No conocemos la respuesta
del público y de la crítica, pero lo cierto es que Salillas se irá alejando poco a poco de la
literatura, al menos en lo que a su vertiente práctica se refiere. Otras inquietudes se
agolpaban en su mente.
Como de dramaturgo resultaba difícil vivir, quizás ayudado por su padre que
como sabemos era militar, en 1880 consiguió un empleo en la Dirección General de
Establecimientos Penales, suponemos que con cierto espíritu de provisionalidad. Pero
paralelamente al abandono de la práctica literaria comienza a sentir fascinación por el
mundo penitenciario y, más genéricamente, por la cuestión delincuencial, tema en el
que se vuelca y estudia de forma totalmente autodidacta con verdadera pasión. Él
mismo confesaría más tarde que “cuando ingresé en la Dirección General de
Establecimientos Penales, no sabía nada de cuestiones penales ni de cuestiones
administrativas. Estas últimas se aprenden fácilmente. Constituyen un fácil y
manoseado papeleo. Aquéllas no las pude aprender. Nadie las enseñaba porque nadie
1
Dos manuscritos inéditos de Rafael Salillas (s/f), Madrid 1999; La vida penal en España
(1888), Pamplona 1999; Evolución penitenciaria en España (1919), Pamplona 1999; Una página
histórica fotografiada. La ejecución de Angiolillo (1905), Pamplona 1999.
las sabia. No encontré ni maestros ni discípulos, y como quería aprender, lo hice por
mi cuenta”2.
En todo caso reseñemos que Rafael Salillas siempre fue el hombre de los
progresistas dentro de la institución penitenciaria, de la misma forma que su otro gran
antagonista, Fernando Cadalso, lo era de los conservadores. Ambos fueron autores de
importantes trabajos teóricos, pero hay un dato que nos parece sumamente revelador.
Dadas sus discrepancias políticas, e incluso personales, jamás se citarán el uno al otro
en sus respectivas obras, aún teniendo un carácter complementario por ser el mismo su
objeto de estudio. No obstante, en una de las más importantes encrucijadas históricas de
la vida penitenciaria española, el ya comentado traslado de los presidios africanos a la
península, un momento en el que era preciso poner a trabajar toda la “materia gris” de
que la institución disponía, el destino los obligará a reencontrarse y a colaborar.
Tras arduos trabajos de preparación y de vencer los recelos que toda novedad
trae aparejada, máxime en una institución tan conservadora como la penitenciaria, en el
año 1906 consigue crear dentro de las instalaciones de la prisión celular de Madrid, de
la que en ese mismo año fue nombrado director, la primera Escuela de Criminología de
España. Su objetivo, dificultado desde múltiples instancias, era tratar de enseñar las
moderna teorías que sobre el delito y los delincuentes estaban apareciendo en el ámbito
europeo a los empleados que fueran a ocupar puestos directivos en las prisiones y,
paralelamente, elaborar estudios propios que fueron divulgados a través de la Revista
Penitenciaria, también fundada y dirigida por él.
Durante la segunda mitad del siglo XVIII, el pensamiento ilustrado llevó a cabo
una profunda reflexión sobre los delitos y las penas (Beccaria, Lardizábal), y en el XIX
comienza la preocupación por la personalidad del delincuente, reflejada en la
proliferación de títulos que sobre la causalidad o etiología criminal aparecieron
entonces. Todas esas obras tenían el común denominador de intentar descubrir qué
circunstancias arrastraban a ciertas personas al delito, pasando a segundo plano los
estudios sobre los ordenamientos penales, considerados ahora como meros “entes
jurídicos”.
Para Rafael Salillas, dada su formación médica, resultó muy atractiva desde un
primer momento la teoría antropológica, según la cual el delito sería un fenómeno de
génesis biológica, precisamente el campo en el que más preparado se encontraba. En
una conferencia celebrada ante el Ateneo de Madrid, en diciembre de 1888, realiza la
primera defensa conocida en España sobre el positivismo antropológico lombrosiano,
convirtiéndose en su principal representante. Este posicionamiento, en primera lectura
bastante reaccionario, le acarreó duras críticas procedentes de diversos sectores, entre
las que podemos destacar la realizada por Pío Baroja, señalando, con cierto
menosprecio, que “en todas partes había un pequeño Lombroso. En Madrid era el
doctor Salillas”4.
3
Están todos ellos reunidos y clasificados en María Dolores Fernández El pensamiento penitenciario y
criminológico de Rafael Salillas, Santiago de Compostela 1976. Un monográfico sobre su figura en
Revista de la Escuela de Estudios Penitenciarios, nº 108, Madrid, 1954.
4
Desde la última vuelta del camino, Barcelona, vol. I, pág. 290.
los fenómenos migratorios estaban sufriendo una notable y desordenada expansión,
existía un ambiente muy sensibilizado hacia una creciente delincuencia urbana, dotada
de perfiles propios, que, en cierto modo, venía a tomar el relevo de la ya clásica
delincuencia rural. La preocupación de las clases acomodadas y el interés de la
población en general por los sucesos luctuosos fueron hábilmente azuzados por los
medios de comunicación en sus hiperdesarrolladas secciones de sucesos, que el público
consumía con inusitada avidez, y que vendrían a recoger la herencia de la “literatura del
cordel” o romances de ciego, más especializados en el bandolerismo romántico. La
prensa, además, contaba con la ventaja de poder relatar la marcha de las investigaciones
o de las jornadas judiciales día a día, deteniéndose en todo tipo de escabrosidades, reales
o ficticias, pero siempre bien salpimentadas por unos periodistas que indefectiblemente
convertían a la supuesta asesina en persona de rara belleza o a los indigentes en
poseedores de inmensas fortunas escondidas. Cuando un suceso perdía interés,
rápidamente era sustituido por otro no menos truculento.
Tras esa primera etapa de adhesión a las teorías lombrosianas, que en España no
alcanzarían especial difusión, a partir del año 1892 comienza Salillas a trabajar en líneas
de investigación más personalizadas. Con las herramientas de su trabajo en laboratorio y
recurriendo muy frecuentemente al estudio de la literatura picaresca como fuente
histórica, orientó sobre todos sus esfuerzos hacia la comprensión de la delincuencia
organizada. De hecho el libro en el que observamos una mayor altura y desarrollo
criminológico es El delincuente español: Hampa (1898) y sobre todo en su obra La
teoría básica, muy significativamente subtitulada, biosociología (1901). Porque nos
gustaría reseñar, en todo caso, que ni aún en los momentos de mayor fascinación
lombrosiana, Salillas perdió de vista en sus aportaciones sobre la delincuencia las
vertientes psicológica e incluso sociológica del fenómeno, en detrimento de las tesis
puramente biologicistas, pudiendo ser considerado como el mejor criminólogo de la
España de la Restauración, en todo caso junto a Bernaldo de Quirós, con el que le uniría
una estrecha vinculación intelectual.
Pero el proyecto iba a encontrarse con más obstáculos de los esperados, hasta el
punto de que se acordó abandonar la idea de las colonias agrícolas y optar por una
solución mucho más convencional. Puesto que los presidios peninsulares se encontraban
totalmente sobresaturados, no conviniendo además mezclar a unos penados con otros, se
apostó por la creación de nuevos establecimientos exclusivamente dedicados a acoger a
los trasladados. Fue Rafael Salillas el redactor del Real Decreto de 7 de mayo de 1907,
en el que se ventilaron los aspectos prácticos de la traslación, y, así mismo, fue él quien
se encargó de buscar los destinos alternativos. La situación, por cierto, resultaba
bastante paradójica, en la medida en que Salillas había sido desde siempre uno de los
más firmes partidarios de la conservación de los presidios africanos.
8
Revista Penitenciaria, Tomo II, 1904, 13.
9
Revista Penitenciaria, tomo II, 1905, 203.
10
La traslación de los presidios de África y la reforma penitenciaria, Madrid, 1906, 5.
11
Idem, 39 y ss.
como punta de flecha de un obrerismo que, casi de la noche a la mañana, se les había
vuelto revolucionario.
Rafael Salillas, al menos eso es lo que hemos intentado transmitir en esta breve
aproximación, con todos los claroscuros que se quiera, fue una figura muy relevante
dentro de la cultura española a caballo entre los siglos XIX y XX, que todavía hoy, por
la casi absoluta carencia de estudios, no ha recibido la atención y ocupado el lugar que,
pensamos, merece. Esperemos que esta situación, lo más pronto posible, pueda ser
corregida.
12
Revista Penitenciaria, Tomo IV, 1907, pp. 321-347.
13
"Una página histórica fotografiada. La ejecución de Angiolillo" en Revue Hispanique, T. XIX, 1908,
págs. 135-158. Edición facsímil en Pamplona, 1999. Otros escritos suyos sobre el mismo tema son Morral
el anarquista. Orígenes de una tragedia, Madrid, 1914 y "el anarquismo en las prisiones" en Revista
Penitenciaria, T. IV, 1907, págs. 99-106 y 476-532.