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A ciento dos años de su publicación

Orígenes de Los Negros Brujos


Por María del Rosario Díaz Rodríguez
Investigadora agregada
Biblioteca Nacional José Martí
<< Tipo de diablito. Pág. 114 Los Negros Brujos. Colección Biblioteca Nacional
José Martí.
La publicación del libro Los Negros Brujos permitió a su autor, Fernando Ortiz, ser
conocido como uno de los más importantes estudiosos de la ciencia antropológica y
de la criminalidad en su vertiente positivista. Ortiz era entonces un joven abogado
formado en primera instancia dentro del Instituto Sociológico de Madrid, que dirigía
el profesor Manuel Sales y Ferré. Algunos años después, en Italia, sería alumno de
los céle bres Enrico Ferri y Cesare Lombroso, quienes lo alentarían en sus propósitos
indagatorios, este último escribió, además, la conocida carta-prólogo a su libro de
1906.
Diversos factores contribuyeron a que el joven Ortiz decidiera adentrarse en este
campo del conocimiento, apenas roturado por quienes le antecedieron, al estar
establecido que la raza negra se moviera desde su llegada a la Isla bajo las
infamantes condiciones de la esclavitud, o hacia "la mala vida", los "márgenes" de la
sociedad cubana "blanca". Para ello concibió estudiar no solamente lo que de
marginal pudiera tener el negro, como sus prácticas religiosas y mágicas fuera de "la
ley", sino además otras lacras que lastraban a la misma en general, como el juego, la
prostitución, la mendicidad, el alcoholismo, el crimen y el bandolerismo.
A pesar de haber nacido en Cuba en 1881, el primer conocimiento directo de Ortiz
de su tierra natal ocurrió a los 15 años, durante la estancia en La Habana durante los
años de 1895-1898, periodo en el que inició sus estudios universitarios de Derecho.
Ya en la década del 80 del siglo XIX la sociedad cubana comenzó a experimentar
cambios significativos, porque al cuarto de millón de esclavos que alcanzó la libertad
jurídica y por tanto su necesidad de insertarse en el mercado laboral, se había
sumado paulatinamente alrededor de un millón y medio de inmigrantes españoles
que disputaron a negros y mulatos las actividades económicas que hasta el momento
les habían pertenecido.(1)
Dentro de la situación que enfrentaba el país en la conformación de su modernidad,
en el propio 1881 se desató en La Habana una feroz campaña contra la secta abakuá
o ñáñiga, dirigida por el gobernador civil de la ciudad y secundada por su verdadero
artífice, el funcionario policial de origen canario José Trujillo y Monagas, quien sería
abuelo del tristemente célebre dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. Trujillo
y Monagas fue también autor de un importante folleto titulado Los ñáñigos: su
historia, sus prácticas, su lenguaje, aparecido dentro del libro atribuido a Carlos
Urrutia con el extenso título de Los criminales en Cuba y D. José Trujillo. Narración
de los servicios prestados en el Cuerpo de Policía de La Habana por D. José Trujillo
y Monagas, hoy segundo jefe del mismo en la propia provincia, y la historia de los
criminales presos por él, en las diferentes épocas de los distintos empleos que ha
desempeñado hasta el 31 de diciembre de 1881 (Barcelona: Establecimiento
tipográfico de Fidel Giró, 1882).

1
La guerra impidió al joven cubano, que había crecido en la lejana isla balear de
Menorca, profundizar en el conocimiento de la sociedad de la época, sin dudas
alterada por los terribles acontecimientos bélicos que pudo sentir en su totalidad. A
su regreso a España, donde continuaría su carrera universitaria, apenas podría hablar
de asuntos de su país como no fueran los inmediatos acontecimientos de la contienda
independentista y del "desastre del 98", que tan dramáticas consecuencias traería
tanto para España, la antigua potencia finalmente derrotada, como para Cuba, que
con Filipinas y Puerto Rico pasarían a manos del naciente imperio norteamericano.
Ortiz regresó a la península y en junio de 1900 "el cubano liberal" obtuvo el grado de
licenciado en Derecho en la Universidad Literaria de Barcelona. Desde esa época
data su relación con algunas figuras eminentes de la Sociología, la Criminología y el
Derecho Penal con las que mantuvo correspondencia, como Constancio Bernaldo de
Quirós,(2) Enrico Ferri y Rafaele Garófalo.(3)
Viajó entonces a Madrid para realizar el doctorado. En 1917 narró sus experiencias
estudiantiles en la Universidad Central de Madrid:
En esta época -escribió años más tarde- estudié la teoría neo-
correccionalista penal con su ilustre iniciador Francisco Giner de los
Ríos y practiqué numerosas expediciones antropométricas y
antropológicas al mal llamado Correccional de Alcalá de Henares y
Cárcel Modelo, obteniendo la amistad del Maestro y la de los
eminentes penalistas hispanos [Pedro] Dorado Montero y
[Constancio] Bernaldo de Quirós.(4)
Uno de los profesores que ejerció entonces mayor influencia en su pensamiento
científico fue Manuel Sales y Ferré, fundador de la Sociología en España y director
del Instituto de Sociología de Madrid.
Bajo su dirección y junto a sus compañeros de clase, el joven estudiante ofreció
conferencias donde dio a conocer aspectos de la sociedad menorquina en la que vivió
hasta su adolescencia. También participó en excursiones con el objetivo de conocer
los diferentes estratos de la sociedad madrileña, desde la penitenciaría de Alcalá de
Henares, como se ha dicho, hasta el Museo de Ultramar. Allí, Ortiz tropezó a inicios
del siglo XX y por primera vez, con los atributos de la "terrible" y misteriosa secta
negra cubana de los ñáñigos o abakuás, originarios del Calabar (territorio situado
entre las actuales Nigeria y Camerún), la cual había horrorizado a la "buena
sociedad" de la centuria anterior. Leyó además diferentes obras publicadas sobre los
ñáñigos, pues en el seminario de postgraduados del Instituto de Sociología le habían
solicitado impartir una conferencia a propósito del tema. Los libros fueron, entre
otros, los ya mencionados Los criminales en Cuba y Los ñáñigos: su historia, sus
prácticas, su lenguaje; el texto de una famosa conferencia pronunciada por esas
fechas por Rafael Salillas, quien se interesó en el tema ñáñigo después de haber
presenciado una ceremonia de esta sociedad en una visita efectuada a la Fortaleza de
Achió, en Ceuta, lugar de destierro de muchos cubanos durante la etapa colonial,
además de otros de su autoría sobre el hampa, sobre "las asociaciones de ladrones y
pícaros en los siglos XVI y XVII, o la brujería";(5) y finalmente, el libro de
Constancio Bernaldo de Quirós y José María Llanes Aguilaniedo La mala vida en
Madrid. Estudio psicosociológico, redactado a la medida de otro famoso de la época,
La mala vida en Roma, de Alfredo Nicéforo y Scipion Sigheli.
Su interés fue en realidad más allá de los propósitos de una conferencia que impartió,
al parecer, con muchos elementos pintorescos y más bien dramáticos. (...) "en
2
realidad —nos dice Ortiz de ella— yo nada sabía de los ñáñigos, y desde entonces
me propuse estudiarlos y escribir un libro que titularía "La mala vida en La Habana",
incluyendo el ñañiguismo como uno de los capítulos más llamativos". Al concluir
sus estudios universitarios volvió, en 1902, a Cuba "con lo ñáñigo en la cabeza".
Por ello decidió investigar los "márgenes" de la sociedad habanera donde pululaban
mendigos, prostitutas, "brujos", bandidos y "criminales":
Puse mano a la obra en colaboración. Mario Muñoz Bustamante, en
aquel entonces redactor de El Mundo, quedaría encargado de lo
tocante a la mendicidad, y el Dr. Miguel de Carrión escribiría en torno
a la prostitución. Pero todo quedó ahí, es decir, Bustamante no hizo
nada y Miguel de Carrión, médico especialista, escribió tres novelas,
entre ellas Las Honradas. Por mi parte escribí algunos articulejos en
Azul y Rojo, donde también escribía un gran periodista, Carbó (...)
[Trabajé] en unión de Carbó, en labores de reportaje sociológico, por
primera vez aprendí algo, en el terreno de las realidades gráficas,
acerca de aquellas cuestiones.(6)

Ellos, en unión de Ortiz como abogado criminólogo, otorgaron al mismo sus


capacidades y experiencias de sus respectivos campos profesionales. En las carpetas
que él mismo tituló Mala Vida (Cuba) (7) se encuentra el conjunto de documentos
nombrado "Datos para la criminología cubana". Allí aparecen notas acopiadas sobre
los ñáñigos en las secciones del Presidio de La Habana, y sobre los negros
criminales, con bibliografía incluida. Las fuentes documentales cubanas consultadas
por el joven criminalista fueron numerosas, entre ellas el Diccionario provincial de
voces cubanas de Esteban Pichardo, Cecilia Valdés, de Cirilo Villaverde; la sección
del periódico habanero El Curioso Americano "La Criminalidad en Cuba" (1899),
atribuida a Manuel Pérez Beato, según comenta el propio Ortiz; y también los
artículos "Los Ñáñigos", "El Día de Reyes" y "Un velorio en Jesús María" del
escritor costumbrista Luis Victoriano Betancourt. Reunió además materiales para,
entre otros fines, escribir un libro que quedó sólo en esbozo, titulado "Teoría
positivista de la Mala Vida".
Negra Curra llevando un muñeco, representación de un orisha. Pág. 77. >>
Este proyecto investigativo se truncó lamentablemente, entre otras razones, por la
incomprensión y el rechazo que el tema provocaba en el estrato social en que el
joven científico y sus colaboradores se desenvolvían, pero evidentemente le sirvió de

3
entrenamiento. Desde los primeros tiempos de trabajo, Ortiz utilizó para su
investigación las técnicas de análisis documental y análisis de contenido,
complementadas con el análisis de datos estadísticos, fruto de su temprana adhesión
al positivismo.(8)

Numerosos documentos conservados en sus fondos así lo confirman, como las fichas
de contenido y las bibliográficas elaboradas por él que se observan en su archivo,
además de otros tipos de datos expuestos con anterioridad. Al principio tuvo que ser
muy difícil para él su relación con el sector poblacional que precisaba estudiar,
históricamente discriminado y colocado en los márgenes de la sociedad en su
condición de santeros y paleros "brujos" y asesinos, y de peligrosos abakuás o
"ñáñigos", todos envueltos en los misterios de sus secretos y ceremoniales poco
conocidos y peor comprendidos. Las campañas sensacionalistas que emprendía la
prensa de la época sobre las operaciones policiales contra casas-templo y ceremonias
de las diversas religiones afrocubanas, contribuían a provocar esa situación.(9) Ortiz,
en su condición de blanco y miembro de una clase social más elevada, suscitó al
principio desconfianza y rechazo, que fue dando paso paulatinamente al
agradecimiento y a la comprensión de que los objetivos perseguidos por él en sus
pesquisas eran honestos y científicamente legítimos. Además, Ortiz se entrenaría en
la recopilación de información imprescindible para sus indagaciones y en las nuevas
maneras de hacer crónica social que el periódico El Mundo –primer ejemplo del
periodismo moderno en Cuba– aportó desde su fundación en 1901.
El 5 de diciembre (10) de 1902, inició el acopio de información escrita y
probablemente oral, extraída también de sus expediciones a los barrios humildes de
la ciudad, para escribir además un trabajo sobre "la mala vida de los chinos en Cuba"
que no pasó de ser un tanteo indagatorio.(11)
Uno de los participantes de aquel frustrado proyecto de investigación, Miguel de
Carrión, publicó en la revista Azul y Rojo lo que se considera la primera valoración
sobre el joven científico y sobre su obra futura:
(…)El investigador tropezaba día a día con la eterna dificultad que
hace en nuestro país infructuoso el esfuerzo de los hombres de
ciencia: nada existía hecho con anterioridad, era preciso crearlo todo,
ordenando los pocos datos incompletos y aislados que llegaban a su
noticia (…) Los materiales, no obstante, se reunieron, las notas, los
datos estadísticos, las fotografías, los documentos de toda especie
amontonándose uno después de otro, formando el esqueleto
indispensable de una obra de ese empeño, y el día quince de este mes,
cuando el infatigable perseguidor de la verdad se embarque con
rumbo a Europa (…) [dará] a la moderna ciencia antropológica un
libro nuevo, sin precedentes, que será leído y comentado, de fijo, por
las autoridades más prominentes del mundo. (…)Permítame (…) que
le augure, para no remoto porvenir, un éxito completo a sus
incansables afanes. A larga vista, el mundo es solamente de los que
tienen lo que el doctor Fernando Ortiz Fernández posee con creces.
(12)
Llegó a Europa en calidad de diplomático en el verano de 1903:

4
(...) tras una breve e imperiosa estancia en España, [fui] para Italia,
allí residí [Génova] durante unos tres años, en los cuales asistí como
estudiante libre al curso de sociología de [Alfonso] Asturaro,
conferencias de Antropología Criminal de Lombroso en la cercana
ciudad de Turín, trasladándome al efecto a ella. Como consecuencia
de esta dedicación a la nueva criminología, pude merecer el honor de
la amistad personal del profesor César Lombroso, que
inmerecidamente me colmó de atenciones de los profesores
criminalistas Mariani, Tobo y Carrara, colaboradores y auxiliares de
Lombroso (...) así como de su hija la doctora y publicista Gina
Lombroso (...).(13)
Además de los padres de la escuela criminalista italiana, Ortiz recibió la influencia
del sociólogo francés Émile Durkheim, fundador de la revista L`Anneé Sociologique
que se reflejó claramente en las cuartillas del texto que sobre la mala vida del negro
en Cuba continuaba escribiendo.(14)
Ortiz continuó interesado en la publicación de trabajos suyos en Cuba (15) y en suelo
italiano, algunos de ellos relacionados con el libro que estaba escribiendo. A los
artículos publicados en la prensa cubana ya señalados y los que publicó entre 1902-
03 en Azul y Rojo y en el Diario de la Marina, se unen los que vieron la luz en Cuba
y América, en su boletín semanal El Tiempo, en la Revista Científica Internacional,
en Derecho y Sociología, en El Mundo y en El Mundo Ilustrado durante su estancia
europea, parte de los cuales conformarían más adelante su libro Entre cubanos...
(Psicología tropical) publicado en 1913.(16)
A partir de la recepción de nuevos saberes dentro de las ciencias en las que
incursionó, Fernando Ortiz también reelaboró, aplicó y transformó conocimientos
que divulgó con posterioridad en publicaciones, en conferencias y en el aula:
"En [Los Negros Brujos] introduje el vocablo afrocubano (17) , el
cual evitaba los riesgos de emplear voces de acepciones prejuiciadas y
expresaba con exactitud la dualidad originaria de los fenómenos
sociales que nos proponíamos estudiar. Esa palabra ya había sido
empleada en Cuba una vez, en 1847, por Antonio de Veitía (...) pero
no había cuajado en el lenguaje como lo está hoy día".(18)
En Italia, –escribió– a pesar de las casi insuperables dificultades de la
ausencia de Cuba y aprovechando datos y observaciones personales
ya obtenidas trabajosamente por mí en mis excursiones al subsuelo
social de Cuba, pude escribir mi libro Hampa Afro-Cubana "Los
Negros Brujos", mereciendo el honor de ser prologado por Lombroso.
Este libro orientado en sentido antropológico, iniciaba en Cuba un
estudio antropológico y sociológico de su criminalidad y en el campo
mundial de la ciencia, el de la criminología del hombre negro
delincuente.(19)
Ortiz continuó interesado en la publicación de trabajos suyos en Cuba (20) y en suelo
italiano. Raimundo Cabrera le pidió que le envara ilustraciones para "el trabajo sobre
los ñáñigos que [Ud.] me remitió",(21) probablemente para el artículo publicado en
Cuba y América "Procedencia de los negros de Cuba" tomado de su texto en proceso
de escritura por entonces Los Negros Brujos. En 1905 apareció en la prestigiosa
revista Archivio di Psichiatria, Medicina Legale e Antropología Criminale, su

5
artículo "La criminalitá dei negri in Cuba", tomado de su obra en proceso Los
Negros Brujos que había iniciado Ortiz en Cuba.(22) También hay evidencias de que
hizo llegar el manuscrito a amigos colegas, como al abogado Antonio Sánchez de
Bustamante, para que lo evaluaran, este último le dice en octubre 7 de 1905 que
enviará "dentro de varios días el prólogo que Ud. desea".
Los Negros Brujos fue publicado en 1906 en Madrid con una carta–prólogo del
afamado criminalista. Fernando Ortiz entró por la puerta grande de las ciencias
sociales con esta obra, aunque todavía faltaban innumerables horas de estudio e
investigación de las particularidades etno-histórico-culturales de su tierra, para que
sus concepciones iniciales fueran evolucionando y escribiera obras del calibre de Los
Negros Esclavos, del Glosario de Afronegrismos, del Proyecto de Código Criminal
Cubano, del Contrapunteo Cubano del Tabaco y del Azúcar o de Los Instrumentos
de la música afrocubana.
Aunque el proyecto investigativo sobre la mala vida del negro en Cuba no pudo ser
concluido en su totalidad, la cultura cubana cuenta con tres resultados muy
importantes del mismo: el libro Los Negros Brujos (1906) de Fernando Ortiz, y las
novelas de corte psicológico–social Las Honradas (1917) y Las Impuras (1919), del
médico Miguel de Carrión, uno de los novelistas más importantes de la primera
mitad del siglo XX, quien aplicó sus conocimientos en la creación de la llamada
Novela naturalista cubana.(23)
Notas:
(1)Barcia, María del Carmen. La sociabilidad de una sociedad moderna. Cuba (1880-
1930) pp[ 265]-280. En: Historia y Memoria: Sociedad, cultura y vida cotidiana en
Cuba. 1878-1917. Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan
Marinello /Programa de Estudios de América Latina y el Caribe. Instituto
Internacional. Universidad de Michigan. La Habana: 2003.
(2)De entonces trata su amistad con el célebre autor y su familia que duró más de 40
años. Institución Hispano Cubana de Cultura, Correspondencia letra Q, cartas
fechadas de junio 1 de de 1940, septiembre 15 de 1945 y marzo 4 de 1948; y Carpeta
348, Correspondencia variada, D-4, Fondo Fernando Ortiz, BNJM.
(3)Carpeta 348 Correspondencia variada, Fondo Fernando Ortiz, Biblioteca Nacional
"José Martí".
(4)Ortiz, Fernando. Relación justificada de méritos y servicios.[ La Habana, 1917]
Fondo Fernando Ortiz, BNJM p.3.
(5)Ortiz García, Carmen "Relaciones de Fernando Ortiz con los antropólogos
españoles". Catauro (La Habana), Año 2, no.3, ene-jun.2001, p.67.
(6)Ortiz, Fernando. Entrevista publicada en El País, viernes 25 de noviembre, 1955.
Recorte de prensa.Carpeta 337 Homenaje nacional a Fernando Ortiz. Fondo
Fernando Ortiz, BNJM.
(7)Fondo Fernando Ortiz del Instituto de Literatura y Lingüística.
(8)Salermo Izquierdo, Judith. Fernando Ortiz. Notas acerca de su imaginación
sociológica. La Habana: Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana
Juan Marinello, 2004, pp.111-112.
(9)Al respecto ver epígrafe Brujería-Cuba del fondo Ortiz del ILL, y el trabajo de
Maylén Domínguez"El archivo personal de Fernando Ortiz y su recortería de prensa

6
sobre brujería: compilación bibliográfica" Catauro año 4, no.6, jul-dic de 2002.
pp.196-206. Además, el libro de Stephan Palmié Wizards & Scientists. Explorations
in Afro-Cuban Modernity & Tradition. Durham and London: Duke University Press,
2002.
(10)Fondo Fernando Ortiz, ILL. Carpeta no. 92-Chinos
(11)Díaz, María del Rosario. "Fernando Ortiz y los chinos en Cuba". Intervención en
la mesa redonda ofrecida durante la conmemoración del 150 aniversario de la
presencia china en Cuba. Fundación Fernando Ortiz, septiembre de 1997.
(12)Carrión, Miguel de. "El doctor Ortiz Fernández". Azul y Rojo (La Habana) 2:54
(jun.1903),2-3. (13)Ortiz, Fernando. Relación...Ob. cit., p.7
(14)Salermo Judith. Fernando Ortiz; notas acerca de su imaginación sociológica. La
Habana: Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello,
2004, pp. 26-35
(15)Raimundo Cabrera, nos. 700-01,703-705. Correspondencia. Archivo Fernando
Ortiz, ILL. Cabrera le pide que le envíe ilustraciones para "el trabajo sobre los
ñáñigos que me remitió", probablemente para el artículo publicado en Cuba y
América "Procedencia de los negros de Cuba" (v. XX, no. 6, nov. 5, 1905, p.[ 91]-
92), tomado de su libro en proceso de escritura por entonces Los Negros Brujos.
(16)Ortiz García, Carmen. Ob. cit, pp. 70-73.
(17)Subrayado por la autora del trabajo.
(18)Conferencia pronunciada en el Club Atenas el 12 de diciembre de 1942. García-
Carranza, Araceli.Ob. Cit, p. 18
(19)Ortiz, Fernando. Relación...Ob. cit., p. 7
(20)Raimundo Cabrera, nos. 700-01,703-705. Correspondencia. Archivo Fernando
Ortiz, ILL.
(21)v. XX, no. 6, nov. 5, 1905, p. [91]-92.
(22)Carta no.706, Correspondencia, Archivo Fernando Ortiz, ILL.
(23)Díaz, María del Rosario. "Fernando Ortiz y su proyecto de investigación sobre la
mala vida". Ponencia presentada respectivamente en la Conferencia Científica
Internacional "Esclavitud y marginalidad", Instituto de Literatura y Lingüística, abril
de 1998.

Carta-Prólogo a Los Negros Brujos


Sr. D. Fernando Ortiz
Distinguido abogado: He recibido su manuscrito, lo he leído y lo juzgo de un interés
extraordinario, tanto, que debo rogarle se digne cederme para mi revista, el Archivio
di Psichiatría, ecc., su estudio acerca del suicidio en los negros, el de la criminalidad
afrocubana y también el del delito de violación de sepulturas.

7
Me será grato asimismo recibir para el Archivio, la traducción de los trozos más
interesantes de su libro y la cesión de ciertas figuras.
Creo acertadísimo su concepto sobre el atavismo de la brujería de los negros, aun en
los casos en que se observan fenómenos medianímicos, espiritistas o hipnóticos, pues
estos últimos eran también muy frecuentes en la época primitiva.
Sería interesante una investigación acerca de si los brujos presentan fenómenos
medianímicos, espiritistas ó hipnóticos, p. ej… hacer mover una mesa, ver al través
de los cuerpos, etc. Sería también utilísimo un análisis de las bebidas especiales
usadas por los brujos.
Nada tengo que sugerirle respecto a sus futuros estudios de etnografía criminal,
como no sea la adquisición de datos acerca de las anomalías craneales, fisonómicas y
de la sensibilidad táctil en un determinado número de delincuentes y brujos, y en un
número igual de negros normales.
Puede usted servirse, de mis pocas líneas como quiera.
Agradeciéndole la consideración que le he merecido y augurándole un feliz regreso a
su patria, me suscribo su admirador
César Lombroso
Turín, 22 de Septiembre de 1905
Tomado de: Los negros brujos (Apuntes para un estudio de etnología criminal), 2.
ed., Madrid: Editorial América, 1917.

LITERATURA

Los negros brujos, de Fernando Ortiz, la santería bajo el


prisma positivista (1)
Por María José Furió

La santería cubana es hoy para la mayoría de nosotros, profanos en la materia, un


elemento del folclore de la isla caribeña, que suponemos de escaso relieve en la vida
diaria de sus habitantes, fuera de algún reducido sector que cultiva en privado tales
creencias —la magia y la religión de origen africano— y en público solo para atraer a
turistas.

Puede, además, asombrar la pervivencia de la religión afrocubana en la Cuba del


socialismo castrista, dado que las prácticas religiosas, consideradas formas de opresión,
fueron severamente restringidas durante décadas. Conviene recordar, sin embargo, que
la santería y las religiones africanas mantienen un fuerte vínculo con la identidad
cubana, cuentan con una base social fuerte y trascienden por eso conceptos como
superstición o ciencia. Al integrarla oficialmente como un componente fundamental de
la historia de Cuba se quiere dignificar los orígenes y experiencia de los africanos
llevados a la isla y forzados al trabajo esclavo en las plantaciones, y dignificar también a
sus descendientes.

8
Fernando Ortiz (La Habana, 1881-1969), licenciado en Derecho en la Universidad de
Barcelona, publicó con apenas veinticinco años Los negros brujos, obra de gran impacto
inspirada por las teorías higienistas del italiano Cesare Lombroso, que conoció en Italia,
adonde viajó para estudiar Criminología. Ortiz se introdujo en la sociología
precisamente desde su posición de abogado criminólogo:

[…] Ortiz tropezó [en Madrid] a inicios del siglo XX y por primera vez, con los atributos
de la «terrible» y misteriosa secta negra cubana de los ñáñigos o abakuás, originarios
del Calabar (territorio situado entre las actuales Nigeria y Camerún), la cual había
horrorizado a la «buena sociedad» de la centuria anterior.1

Era abogado fiscal de la Audiencia de La Habana cuando en 1906 dio a la imprenta su


ensayo Los negros brujos. (Apuntes para un estudio de etnología criminal), inspirado
por La mala vida en Roma, de Alfredo Nicéforo y Escipion Sighele.

El estudio de la llamada «mala vida», término de origen italiano (la malavita es


sinónimo aún hoy de la mafia, la camorra, de organizaciones criminales), se extendió
hasta América y tomaba en consideración el aumento de la delincuencia en los países
que estaban recibiendo oleadas de inmigración, sobre todo de Europa del sur y del este;
pretendía establecer una relación causa efecto entre el origen extranjero y la condición
social del inmigrante —pobreza extrema, estacionalidad del trabajo, país de origen—
con el número y tipo de delitos. Las cifras reales y el desglose de delitos no siempre
daban la razón a la tesis determinista. Conviene señalar que la fascinación por la
malavita y por su estudio se prolonga hasta la actualidad, pues películas y series de gran
éxito como la saga El padrino (1972-1990), del italoamericano Francis Ford Coppola,
Mesrine (2008), del belga J. F. Richet, Un profeta (2009), del francés Jacques Audiard,
o Narcos (2018) ilustran este fenómeno, si bien la mayoría comparte una filosofía que
puede calificarse de darwinista. Como recordará el lector, la saga de Coppola se inicia
en los mismos años del análisis de Ortiz.

El estudio de Ortiz resulta en varios aspectos más original e intelectualmente audaz


dentro de la escuela positivista y por tal razón evolucionó hasta las tesis avanzadas por
las que su aportación es hoy reconocida: Ortiz establece una relación entre las creencias
africanas y la baja instrucción de sus practicantes, pero también apunta que la astucia de
muchos brujos corría por delante de toda supuesta fe irracional: la santería era una
forma de vida fácil que explotaba la credulidad, la superstición y la necesidad ajenas.

Quizá el rasgo que diferencia significativamente las tesis de Ortiz de las de su maestro
Lombroso sea la importancia que el estudioso cubano concede al ambiente y a la
educación como factores de potencial «higienización» de las costumbres y creencias
cultivadas por las razas que en Cuba se llamaban inferiores: la negra y la china. De esta
última no se ocupa, dice, por falta de datos suficientes.

Al principio tuvo que ser muy difícil para él su relación con el sector poblacional que
precisaba estudiar, históricamente discriminado y colocado en los márgenes de la
sociedad en su condición de santeros y paleros «brujos» y asesinos, y de peligrosos
abakuás o «ñáñigos», todos envueltos en los misterios de sus secretos y ceremoniales
poco conocidos y peor comprendidos.2

9
Los discípulos de Lombroso estudiaban las características físicas y mentales de los
delincuentes y de los enfermos tratando de determinar una relación directa entre la
conformación física y la propensión al crimen o a la locura. Ortiz llamaba
«expediciones antropométricas y antropológicas» a estos estudios de campo, base de la
entonces llamada «psicosociología», pero aunque en este libro inicial habla de «plaga»,
de «enfermedad», de «virus» que conviene erradicar, en el desarrollo del estudio se
distanció de todo fatalismo. Nunca llega a identificar raza negra e incapacidad
intelectual: en 1946 publicó El engaño de las razas y en años posteriores continuó
denunciando «la sinrazón de los racismos».

 (1) Véase María del Rosario Díaz Rodríguez, «A ciento dos años de su publicación.

Orígenes de Los negros brujos», en Revista Librinsula, Biblioteca Nacional de Cuba. volver

 (2) Idem. volver

Los negros brujos, de Fernando Ortiz, la santería bajo el


prisma positivista (2)
 Dividido en siete capítulos, Los negros brujos arranca con «la carta a modo de
prólogo» que firma Cesare Lombroso, quien aplaude la descripción que el joven
abogado hace del fenómeno de la santería, subrayando además la novedad de
ciertas expresiones.

 En «Advertencias preliminares» Ortiz disculpa que su estudio esté incompleto


arguyendo la complejidad del tema, aunque justifica su publicación por
inaugurar «el estudio metódico y positivista de la poliétnica delincuencia
cubana».

 En los sucesivos capítulos describe cómo se plasma la mala vida cubana entre
las diversas razas y su integración en la isla. Los capítulos II y III estudian la
brujería como práctica característica de Cuba; para ello describe el fetichismo
africano que es su fuente, con su «panteón» de dioses yoruba y sus jerarquías,
los templos, altares, atuendos, los orishas (divinidades de origen africano), el
culto vudú y las macabras prácticas necrofílicas ligadas a este. Al tratar la figura
del brujo, Ortiz destaca la relación entre el culto y los orígenes africanos de sus
practicantes más fieles; la descripción de las costumbres, los diferentes ritos y
sacrificios, se completa con la explicación de términos aún vigentes en el
vocabulario cubano como «dar el santo» o «salación» —equivale a maldición, a
gafe—, los hechizos más usuales para atraer al hombre o la mujer deseados —
sobrecogedores por la mezcla de ingenuidad, superstición y autosugestión que
delataban sus víctimas—, el uso de jergas incomprensibles —que compara con
el efecto del latín de iglesia en el pueblo analfabeto— y métodos de adivinación
como «echar los caracoles», que aún se practican. Ortiz denuncia el carácter
«parasitario» del brujo y el peligro que entraña su actividad sin control ni base
científica, relatando varios casos de curanderismo con graves consecuencias —
locura, aborto accidental, muerte, empeoramiento del enfermo— para las
víctimas del supuesto hechicero.

10
 El capítulo V explora la «difusión de la brujería» y la discutible implantación del
catolicismo: el sincretismo religioso resulta del contacto de distintas religiones,
de modo que la religión africana asimilaba características que ciertos santos
católicos compartían con deidades yoruba y adoraba a estos bajo el nombre del
santo católico.

 El capítulo VI se hace eco de truculentos casos de brujería y culto difundidos por


la prensa habanera, perseguidos con severidad por la policía, concediendo
especial relevancia al caso de una niña asesinada para utilizar su corazón en
cierto ritual. Se acompaña de fotografías de los culpables, que fueron
condenados a muerte. Ortiz alega al principio la falta de «datos concretos y
sistemáticos» para justificar que utilice recortes de prensa. Conocemos a partir
de estos cómo trataban la policía y la prensa el fenómeno de la santería y su
empeño en erradicarla, la confianza de unos y otros en la función higiénica de la
llamada «civilización», de orientación racionalista y asimilada a la raza blanca y
al mundo anglosajón. Precisamente la interpretación desde el prisma positivista
de la fisionomía de los tres brujos condenados ha sido luego objeto de diversos
artículos críticos, ya en el marco de los modernos estudios culturales.

 No puede obviarse la sagacidad de Fernando Ortiz cuando señalaba que la ley no


trataba el problema de la brujería y la santería por sus rasgos específicamente
culturales sino por sus manifestaciones: tanto la denuncia como el castigo
perseguían el delito común —profanación de tumbas, robo de animales y de
objetos, el material utilizado para los ritos, reuniones secretas; se castigaban las
amenazas y las agresiones, la estafa al enfermo— sin ir a su fundamento. Según
Ortiz, no cabía hablar de delincuentes naturales entre los brujos negros pues
obedecían a las exigencias del culto. Ortiz no olvidaba la función cohesionadora
que las creencias africanas tenían entre la población esclava en un mundo nuevo
y hostil. Frente a un mundo incomprensible, el brujo se erige en la figura
mediadora que comunica con el otro mundo, con el pasado africano e interpreta
el lenguaje de la naturaleza.

 El último capítulo se ocupa de la represión de la santería y el castigo del brujo;


la filosofía positivista se expresa en los remedios «higienistas» que el autor
propone, característicos de la época y que en síntesis consistirían en formar a los
hombres y mujeres en oficios que pudieran proporcionarles medios de
subsistencia el resto de sus vidas, alejarlos de la ocasión de practicar la brujería,
apoyado en su confianza en la natural tarea civilizatoria que entraña el paso de
las generaciones.

 Como no podía ser de otro modo, las teorías raciales del positivismo fueron
contestadas desde su planteamiento, antes de ser definitivamente refutadas por
los avances científicos del siglo XX. Del determinismo biológico se deriva la
conclusión absurda de que todo criminal es inocente e irresponsable de sus
delitos, señalaban sus críticos. Las teorías positivistas ilustran cómo las
transformaciones sociales que, fruto de los avances tecnológicos del siglo XX y
su incidencia en la economía, experimentaban todos los países favorecían la
búsqueda de soluciones científicas a problemas acentuados por la desigualdad
económica y la deficiente o nula instrucción de los más pobres.

11
 Fernando Ortiz acuñaría en 1940 el concepto de transculturación en su ensayo
Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, concepto hoy integrado en el
campo de la antropología y que enseguida recibió el apoyo del célebre etnógrafo
y sociólogo Bronislaw Malinowski. Con este término —que Ortiz proponía para
sustituir el de aculturación— quería «expresar los variadísimos fenómenos que
se originan en Cuba por las complejísimas transmutaciones de culturas», las
cuales determinan la evolución de lo cubano en todas sus manifestaciones y
distinguen a la isla.

 Los negros brujos quedaba aún lejos de la madurez intelectual que refleja el
concepto de transculturación y delata su condición de obra temprana pese a su
proclamado carácter científico. Resulta progresista en relación con su tiempo,
pero fue superada por corrientes posteriores que combinaban un exhaustivo
trabajo de campo con el análisis de los contextos económicos, de estadísticas
fiables y con el estudio de las creencias religiosas y supersticiones desde
diferentes disciplinas, como ya vimos al hablar de Moreno Fraginals. El interés
de Fernando Ortiz por la etnología cubana dio numerosos títulos, entre los que
destacan Los negros esclavos (1916), Glosario de afronegrismos (1924), el
citado Contrapunteo cubano del tabaco y del azúcar (1940) o los cinco
volúmenes de Los instrumentos de la música afrocubana (1952-1955).

El estudio del arte negro en Fernando


Ortiz
Diana Iznaga Beira

) [...] Si no tan grave como el imperialismo económico, que


succiona la sangre del pueblo cubano, es también disolvente el
imperialismo ideológico que le sigue. Aquel le rompe su
independencia económica; éste le destroza su vida moral. El uno le
quita el sostén; el otro el alma. Tratemos, pues, de conocernos a
nosotros mismos y de alquitarar nuestras esencias, para mantener
puras las de valor sustantivo y perenne y apartar aquellas que [...]
traigan a nuestra vida una letal ponzoña.

12
Fernando Ortiz
De la música afrocubana. Un estímulo para su estudio       
(1934)

1
En 1906 se publicaba en Madrid Los Negros Brujos, primer libro del joven
abogado Fernando Ortiz, en el cual había trabajado su autor desde 1902 hasta 1905,
años durante los cuales radicó en Italia y La Habana.
De este primer trabajo, diría el investigador años más tarde:
Apenas regresé de mis años universitarios en el extranjero, me
puse a escudriñar la vida cubana y enseguida me salió al paso el
negro. Era natural que así fuera. Sin el negro Cuba no sería Cuba [...]
Era preciso estudiar ese factor integrante de Cuba; pero nadie lo había
estudiado y hasta parecía como si nadie lo quisiera estudiar. Para unos
ello no merecía la pena; para otros era muy propenso a conflictos y
disgustos; para otros era evocar culpas inconfesadas y castigar la
conciencia; cuando menos, el estudio del negro era tarea harto
trabajosa, propicia a las burlas y no daba dinero. [...] del negro como
ser humano, de su espíritu, de su historia, de sus antepasados, de sus
lenguajes, de sus artes, de sus valores positivos y de sus posibilidades
sociales... nada. Hasta hablar en público del negro era cosa peligrosa,
que sólo podía hacerse a hurtadillas y con rebozo, como tratar de la
sífilis [...] Hasta parecía que el mismo negro, y especialmente el
mulato, querían olvidarse de sí mismos y renegar de su raza [...] Pero
impulsado por mis aficiones, me reafirmé en mi propósito y me puse a
estudiar enseguida lo que entonces [...] me pareció más característico
del elemento de color en Cuba, o sea el misterio de las sociedades
secretas de oriundez africana que son supervivientes en nuestra tierra.
En 1906 publiqué mi primer libro, un breve ensayo de
investigación elemental acerca de las supervivencias religiosas y
mágicas de las culturas africanas en Cuba, tales como eran en realidad
y no como eran aquí tenidas [...]
En ese libro introduje el uso del vocablo afrocubano, el cual
evita los riesgos de emplear voces de acepciones prejuiciadas y
expresaba con exactitud la dualidad originaria de los fenómenos
sociales que nos proponíamos estudiar [...]

Este «breve ensayo de investigación elemental» proporcionó al autor la


experiencia necesaria para elaborar un método de trabajo que, como sus obras
demuestran, aplicaría a lo largo de toda su fecunda carrera.
En enero de 1905, publicaba en Cuba y América:
El estudio positivo del factor negro [...] en la demopsicología

13
cubana, debe partir de la observación de las supervivencias africanas,
que asimiladas en diverso grado pueden descubrirse todavía, o han
desaparecido ya bajo los últimos estratos de nuestra civilización. Y de
estas supervivencias iniciar la observación ascendente de sus
elementos determinantes, aislar los genuinamente africanos de otros
de distinta raza, y remontar el estudio hasta precisar la localización
ultramarina de aquellos y sus manifestaciones en el ambiente
originario.
Y más adelante esbozaba la orientación que daría al trabajo
investigativo de toda su vida, al inventariar la mayor parte de las
supervivencias africanas en Cuba:
Africano es el náñigo, tipo el más curioso de nuestra
delincuencia; africana la brujería, que acaso debido a su aspecto semi-
religioso, es la supervivencia más tenaz; africanos eran los cabildos,
manifestación del carácter localista de los asociados: africanas son
algunas características de los bailes usuales; de África se importaron
instrumentos musicales, adornos y modas de indumentaria [...] buena
parte de nuestro folklore, fiestas como las comparsas del histórico día
de reyes y otras carnavalescas, los velorios, ciertas aves como la
gallina guinea [...] una contribución notable a la jerga popular, etc.

Siguiendo las pautas trazadas en ese artículo, que consideramos la exposición


más sencilla y clara de su método de investigación, Don Fernando reunió a lo largo
de su carrera una considerable cantidad de valiosos materiales que abarcan fichas de
contenido de libros de autores especializados en el tema, fichas contentivas de sus
observaciones personales o de sus puntos de vista sobre determinadas cuestiones,
recortes de periódicos y revistas, así como folletos o parte de los mismos.
Estas fichas, unificadas según las necesidades del trabajo en grupos numerados
consecutivamente, están reunidas en unidades mayores que reciben una
denominación común. De acuerdo con estas denominaciones o epígrafes, nos legó el
erudito investigador unas 100 carpetas que constituyen el Fondo Fernando Ortiz del
Archivo del Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de
Cuba.
Entre estos epígrafes, ocupa nuestra atención uno de cardinal importancia para
todos los estudios del sabio cubano, y que contiene 731 fichas, 47 fotos y 35 recortes
de periódicos, revistas y folletos; se trata del denominado por el Dr. Ortiz Arte
Negro, a través de cuyo análisis podemos corroborar la afirmación hecha
anteriormente sobre su método investigativo.

14
Sin embargo, antes de adentrarse en el estudio de estos materiales, es necesario
recordar un concepto básico en la obra sociológica de Fernando Ortiz, el cual
consideramos constituye uno de sus grandes aportes a las Ciencias Sociales. Se trata
del concepto de transculturación.
Como se sabe, Don Fernando lanza este concepto en 1940, cuando publica su
obra Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. En aquellos momentos, primaba
en los medios etnológicos y sociológicos, sobre todo norteamericanos, el término
aculturación (del inglés acculturation), por el cual se quería significar el proceso de
tránsito de una cultura a otra y sus repercusiones sociales de todo género.
Para sustituirlo, el estudioso cubano acuña el vocablo transculturación, porque
[...] expresa mejor las diferentes fases del proceso transitivo de
una cultura a otra, porque éste no consiste solamente en adquirir una
nueva y distinta cultura, que es lo en rigor indicado por la voz inglesa
acculturation, sino que el proceso implica también necesariamente la
pérdida o desarraigo de una cultura precedente, lo que pudiera decirse
una desculturación, y, además, significa la consiguiente creación de
nuevos fenómenos culturales que pudieran denominarse de
neoculturación.

Y continúa expresando una interpretación plenamente dialéctica del proceso,


cuando dice:
[...] en todo abrazo de culturas sucede lo que en la cópula
genética de los individuos: la criatura siempre tiene algo de ambos
progenitores, pero también siempre es distinta de cada uno de los dos.
En conjunto, el proceso es una transculturación, y este vocablo
comprende todas las fases de su parábola.

La importancia del término fue subrayada, desde su propio lanzamiento, por


Bronislaw Malinowski, uno de los principales estudiosos de estos procesos en
aquella época y prologuista de la obra del investigador cubano. Decía Malinowski
en aquella ocasión, para recalcar lo inadecuado del término aculturación:
La voz «acculturation» contiene todo un conjunto de
determinadas e inconvenientes implicaciones etimológicas. Es un
vocablo etnocéntrico con una significación moral. El inmigrante tiene
que «aculturarse» (to acculturate); así han de hacer también los
indígenas, paganos e infieles, bárbaros o salvajes, que gozan del
«beneficio» de estar sometidos a nuestra Gran Cultura Occidental [...]
El «inculto» ha de recibir los beneficios de «nuestra cultura»; es él
quien ha de cambiar para convertirse en uno de nosotros [...] lo
esencial del proceso que se quiere significar no es una pasiva
adaptación a un standard de cultura fijo y definido. Sin duda, una
oleada cualquiera de inmigrantes de Europa en América experimenta
cambios en su cultura originaria; pero también provoca un cambio en
la matriz de la cultura receptiva.

15
Y terminaba explicando la corrección del nuevo término propuesto:
Todo cambio de cultura, o como diremos de ahora en lo adelante,
toda transculturación, es un proceso en el cual siempre se da algo a
cambio de lo que se recibe [...] Es un proceso en el cual ambas partes
de la ecuación resultan modificadas. Un proceso en el cual emerge una
nueva realidad, compuesta y compleja; una realidad que no es una
aglomeración mecánica de caracteres, ni siquiera un mosaico, sino un
fenómeno nuevo, original e independiente. Para describir tal proceso,
el vocablo de latinas raíces trans-culturación proporciona un término
que no contiene la implicación de una cierta cultura hacia la cual tiene
que tender la otra, sino una transición entre dos culturas, ambas
activas, ambas contribuyentes con sendos aportes, y ambas
cooperantes al advenimiento de una nueva realidad de civilización.

Con esta convicción, pudo afirmar Don Fernando en su fundamental


Contrapunteo:
[...] El concepto de la transculturación es cardinal y
elementalmente indispensable para comprender la historia de Cuba y,
por iguales razones, la de toda la América en general [...]

3
De esta forma, partiendo del análisis de la realidad transculturada de la sociedad
cubana, el investigador rastrea las supervivencias africanas en nuestra cultura, para
ir ascendiendo en la búsqueda de sus elementos determinantes. Búsqueda de lo
genuinamente africano para separarlo de lo español, y búsqueda también allí de los
posibles factores africanos, tratando simultáneamente de hallar en ambas culturas
matrices las manifestaciones originales o primigenias de dichos elementos. Para ello,
debió nuestro autor utilizar distintos medios: el principal, la observación y estudio
directo de los hábitos, creencias, manifestaciones religiosas y artísticas, modos de
vida, etc., de los negros de Cuba.
Que no fue ésta una tarea fácil, nos lo relata el propio Ortiz, al referirse a la
reacción provocada por Los negros Brujos:
[...] entre la gente de color el libro no obtuvo sino silencio de
disgusto, roto por algunos escritos de manifiesta aún cuando refrenada
hostilidad. Para los blancos aquel libro sobre las religiones de los
negros no era un estudio descriptivo, sino lectura pintoresca, a veces

16
divertida y hasta con puntos de choteo. A los negros les pareció un
trabajo ex profeso contra ellos, pues descubría secretos muy tapados,
cosas sacras de ellos reverenciadas y costumbres que, tenidas fuera de
su ambiente por bochornosas, podían servir para su menosprecio.
Sentí yo esa hostilidad muy de cerca, pero no me arredró.

Ejemplo de dicha hostilidad lo brinda una carta, fechada en La Habana el 17 de


febrero de 1935, firmada por «Un tabaquero emigrado revolucionario», y que se
encuentra entre los papeles del sabio cubano, bajo el epígrafe Transculturación. En
ella leemos:
El ciudadano que tiene el honor de dirigirle esta misiva, es un
viejo de los que por la Patria dieron su juventud por tener los mismos
derechos que disfruta la raza afortunada; empero hemos llegado a la
vejez valiendo menos que los extranjeros. La mala fe de los que se
apoderaron de nuestros sacrificios, como fuimos los negros los que
dimos el mayor porcentaje en el campo de batalla y como el propósito
que tenían era el de hacer lo que han hecho; pero como temían que
nuestra actitud se lo impidiera aprisionaron a Cuba por medio de un
vergonzoso tratado y un apéndice Constitucional que avergüenza la
historia de nuestra libertad sojuzgada por manos blancas. Los motivos,
el por qué el que le escribe le dirige esta epístola, es para recordarle de
un particular que ahora viene de molde, asunto que Ud. hubo de hacer
en los primeros días de la República; después que hicieron todos los
creyeron pertinente para podernos acorralar, dieron el espectáculo
macabro de la Maya, que ascendieron a casi de 6000 muertos de los
que le hicieron patria a los muy felices hermanos mayores. Vosotros
se cogieron la Administración del Estado y le cedieron a los españoles
las industrias y el comercio y los sacrificados negros que se murieran
de hambre.
Y sin agregar las injurias de los escritores como Ud. que escribió
un libro titulado Etnología Criminal, diciendo que los negros eran
raza criminal [...]

Este interesante documento evidencia, de una parte, el malestar y la


inconformidad de aquel sector de nuestra sociedad neocolonial que resultaba
doblemente explotado, por proletario y por negro; y de la otra, la gran
incomprensión con que fue recibida la obra del autor de El engaño de las razas, al
ser interpretado su trabajo como un esfuerzo más de la clase dominante por sojuzgar
y denigrar a los discriminados negros. No obstante, continúa narrando Don
Fernando:
Pasaron los años y seguí trabajando, escribiendo y publicando
sobre temas análogos. Como que no había acritud despectiva alguna
en mis análisis y comentarios, sino mera observación de las cosas,
explicación de su origen étnico y de su sentido sociológico y humano,
y además su comparación con idénticos o análogos fenómenos
presentados en el seno de las culturas típicas de los blancos según los
tiempos y países, a la hostilidad prejuzgadora que me tenía la gente de

17
color sucedieron después el silencio cauteloso y la actitud indecisa y
una respetuosa cortesía, mezcla de timidez de disculpa y demanda de
favor. No gustaba que yo publicara esos temas, pero no se me
combatía en concreto [...]

Un momento culminante en la labor de conocimiento y divulgación de las


culturas negras de Cuba, lo constituyó la disertación que el 30 de mayo de 1936
diera el gran humanista en el Teatro Campoamor, acerca de La Música religiosa de
los Yorubas entre los negros cubanos, en el marco de las actividades que entonces
realizaba la Institución Hispanocubana de Cultura, fundada por él el 12 de
noviembre de 1926 y que durante el Machadato fuera clausurada, sufriendo muchas
de sus figuras cimeras, entre ellas el mismo Fernando Ortiz, el exilio o la cárcel
política.
Tampoco fue este un fácil empeño. Con su prosa característica, relata el
apasionado develador de nuestras raíces africanas:
Para ello tuvimos que convencer a los dioses negros mediante
«rogaciones» y «sacrificios», renuentes como estaban a las tentativas
de la simonía, y aquellos nos favorecieron con la permisión de que, en
ambientes profanos y para fines de cultura, pudiesen sonar los sacros
tambores y cantarse algunos bellos trozos del inmenso himnario
lucumí. ¡Gracias sean dadas a Changó, el dios de la música!

4
Otro aspecto que se debe destacar del método de trabajo de Fernando Ortiz es
su acertada concepción de la interrelación existente entre cultura y sociedad. No cree
Don Fernando, con criterio metafísico, que las diversas manifestaciones culturales
tengan una vida propia, independiente de las determinantes socio-económicas del
medio en que se producen.
Por el contrario, con acertada visión dialéctica, considera que:
[...] el estudio de la música afrocubana,
como el de todo hecho social, exige la detenida
consideración de los elementos culturales que en
ella se refunden. Olvidarlos ha llevado casi
siempre inaceptables simplismos, a disparatados
criterios y a concebir la historia de la música
popular de Cuba como una relación biográfica de
músicos y un catálogo cronológico de sus
composiciones, sin referencia a los muy

18
complejos factores humanos que la hicieron
germinar, crecer y dar frutos diversos según los
tiempos, las sustancias que alimentaron sus
raíces y las brisas o ráfagas que movieron su
follaje.

Pero, para poder apreciar en toda su plenitud el método de análisis sociológico


de Don Fernando, mejor es ilustrarlo con un fragmento en el cual polemiza sobre el
significado real del término «mala vida» que, en los inicios de su carrera, aplicara
con relación al negro cubano. Veamos:
[...] Con frase que alguien, de inteligencia desviada, calificó de
injusta, dijimos hace ya unos treinta años, casi en otra vida, que el
negro al ser arrancado del África y precipitado en la sociedad colonial
de esclavitud y explotación y, sobretodo, de psicológica y económica
diferenciación a la de su originaria procedencia, había entrado en
masa en «la mala vida»; es decir en una vida conceptuada como «no
buena» y marcada por el apartamiento y la inferioridad social,
impuestos por los elementos dominadores; o sea en esa «mala vida»
que la ideología imperante en cada época y pueblo define, desde lo
alto de su posición ordenadora, como «mala» porque no es la misma
de los dominantes, quienes por sí definen la suya como la buena y
normativa. El blanco y el negro chocaron; sus lenguajes, sus artes, sus
morales, sus religiones, sus familias, sus costumbres, sus ideas, sus
trabajos y sus economías eran, dentro de la esencial humanidad
común, radicalmente distintas. Uno dominó al otro por el histórico
avance evolutivo de sus posiciones y técnicas y clavó al otro en una
conceptuación de «mala vida». La religión del dominado se tuvo por
ridícula y diabólica; su lenguaje era «un ruido, no una voz»; su arte,
risible; su moral, abominable; su familia, desvinculada; su costumbre,
sin derecho; su ideación, absurda; su economía, ineficaz [...] Al negro,
como al indio que lo antecedió en la subyugación social, hubo teólogo
que lo declaró «sin alma humana». Sólo le fueron reconocidos su
potente aparato muscular de trabajo y su jocundidad anestesiante.
Luego el negro salió de la esclavitud y entró en el proletariado. Su
posición jurídica cambió, pero no la supeditación de su «mala vida».
Y desde 1886, cuando acabó en Cuba el último vestigio jurídico de
esclavitud, sigue el negro luchando por su libertad, con las demás
libertades, por todas las libertades.

He aquí, dicha con otras palabras, sin la claridad conceptual marxista del genial
forjador del Gran Octubre, y enfocada desde un ángulo de implicaciones raciales
-inesquivable, por otra parte, en la sociedad cubana colonial y neocolonial- la teoría
leninista de las dos culturas: la de la clase dominante y la de la clase dominada.

19
5
La búsqueda de las raíces, tanto africanas como ibéricas, de la cultura cubana la
hizo Don Fernando, fundamentalmente en el primer caso, a través del estudio de una
amplísima bibliografía.
El sabio cubano nunca visitó el continente africano; no tuvo oportunidad de
investigar sobre el terreno las fuentes primigenias de donde brotaron los manantiales
de la cultura de un país que, con toda razón, el Cdte. Fidel Castro llamara Latino-
Africano. En cambio, para suplir esta ausencia, el Dr. Ortiz confeccionó miles de
fichas de contenido de las obras de exploradores, investigadores, arqueólogos,
etnólogos, sociólogos, periodistas y antropólogos. No escapó a su pesquisa casi
ningún africanista, antiguo o moderno, de habla inglesa o francesa, portuguesa,
italiana o alemana, tanto en sus idiomas maternos como en traducciones. Realizó el
estudio minucioso de sus descripciones, dibujos, fotografías; comparó criterios,
contrapuso opiniones; estuvo de acuerdo, disintió; y extrajo de ese material múltiple
y variado, un conocimiento de las culturas africanas, sobre todo de aquellas en más
íntima relación con las naciones de los negros traídos a Cuba por la trata, que
difícilmente hubiera podido superar el conocimiento directo de las mismas.
Y decimos esto, porque el amplísimo campo que abarcó el interés del sabio
cubano desde el punto de vista meramente geográfico -de hecho toda la llamada
«África Negra»- le hubiera exigido, para el estudio de campo del mismo, la
especialización en una cultura, en un país, y no la amplia visión de conjunto que él
necesitaba. Porque, no debemos olvidarlo, el objetivo del estudio de Don Fernando
era Cuba, no África. En la Patria sí realiza el investigador un profundo y detallado
estudio de campo; desentierra y devela las supervivencias africanas en ritos, bailes,
cantos, instrumentos musicales, música, adornos, lenguaje, platos típicos de nuestra
cocina, etc. Y precisamente, para demostrar su oriundez africana, es que necesita un
amplísimo conocimiento de las culturas del continente negro; conocimiento que,
quizás, toda una vida de exploraciones personales no hubiera bastado para
proporcionarle.
La otra fuente de nuestra cultura nacional, España, también fue objeto de
estudio por parte del eminente investigador cubano. En este caso, en búsqueda,
también, de la posible influencia africana; ya que, como se sabe:
[...] en la Península Ibérica hubo millares de «morenos» y
«pardos» mucho antes que en América y allí resonaba ya la música
africana cuando Colón no había nacido [...]

20
De esta bibliografía, hace el Dr. Ortiz una amplia utilización en sus obras,
cuajadas de citas. Quizás respondiendo a una crítica, explicaba en sus Preludios
étnicos de la música afrocubana:
Ciertos aspectos de este estudio estarán para algunos algo
«sobretrabajados» [...] y con páginas demasiado rellenas de datos y
opiniones ajenas. De esta manera el lector podrá hallar en nuestra
monografía mejores sustancias y sabores que los de nuestra casera
elaboración [...] Mas no ha sido éste el principal propósito que nos ha
guiado, sino el de proporcionar a nuestros compatriotas, los cubanos,
y en general a los lectores hispanoparlantes, la traducción y síntesis de
ideas contemporáneas fundamentales para el conocimiento histórico y
social de nuestra música, las cuales rara vez son traducidas y puestas
al alcance de estos pueblos, -tan necesitados como están de reafirmar
la confianza en sí mismos, en sus genuinos valores y en sus positivas
capacidades, y de ir perdiendo esos que hoy suelen con razón
denominarse «complejos coloniales», que con frecuencia menguan sus
energías colectivas. Quizás nuestro claro propósito sea sobradamente
ambicioso; pero nos sentimos obligados en todos nuestros trabajos a
no prescindir de su posible función didáctica entre nuestra gente.

6
Otro aspecto del método de trabajo del Dr. Ortiz, íntimamente relacionado con
el anterior, lo constituye la búsqueda de las supervivencias africanas en las culturas
de los pueblos de América que, como el nuestro, recibieron en sus venas la
inyección de sangre negra proporcionada por la esclavitud.
De esta forma, estudia y analiza con sumo cuidado las obras dedicadas,
principalmente, a Haití y a Brasil -casos extremos que le interesan, el uno por la
ausencia casi total de otras supervivencias que no sean las relacionadas directamente
con los ritos religiosos; el otro, por el contrario, por el extraordinario florecimiento
de la escultura de raíz fundamentalmente Yoruba- aunque también acopia materiales
relativos a la actividad artístico-artesanal de los negros en Argentina, Venezuela,
Panamá, etc.
De extraordinario interés resulta para el investigador cubano el desarrollo de las
manifestaciones culturales de los negros en los Estados Unidos, y acopia materiales
relacionados con sus costumbres, sus trabajos de herrería y, fundamentalmente, con
su música. Nunca pierde de vista Don Fernando la «nación» africana de donde
proceden las manifestaciones culturales que estudia en cada país, para luego
compararlas con las que encuentra en Cuba y que tienen idéntico origen.

21
Simultáneamente, describe con gran minuciosidad aquellos aspectos rituales
que encuentra en nuestro país y que no ha hallado reseñados en otra parte de
América o África, con el fin de que sirvan de punto de comparación a investigadores
extranjeros.
Buen ejemplo de lo señalado, es el siguiente:
No existe, que sepamos, una descripción de las danzas religiosas
de los Yorubas en África, las cuales se estiman como las de mejor arte
en su género. Por esto daremos una relación de las principales que se
ejecutan en Cuba con la liturgia danzaria de dicho grupo étnico, y así
podrán un día ser comparadas con las de allende.

7
Para demostrar la oriundez de un rito, instrumento o costumbre, se valía Don
Fernando de un método que puede apreciarse a plenitud, por ejemplo, en su trabajo
La clave xilofónica de la música cubana; ensayo etnográfico, publicado en 1935, o
también en los Preludios étnicos de la música afrocubana. Consiste éste en partir de
la demostración de las influencias que pudo haber habido, pero no hubo -es decir,
trabajar por eliminación- para terminar demostrando las que sí se produjeron.
En el caso concreto de la música cubana, comienza por señalar las cuatro
corrientes étnicas que tuvieron posibilidades de influir culturalmente sobre la
misma:
En la música de Cuba han podido confluir cuatro corrientes
étnicas, que grosso modo pueden denominarse india, europea,
africana y asiática [...] Las culturas indias son las de los aborígenes,
cobrizos o «bermejos», como dijeron los cronistas, quienes habitaban
en Cuba antes del arribo de Cristóbal Colón y que se redujeron
rápidamente hasta desaparecer en el siglo XVI. Las culturas europeas
o blancas son las de los descubridores que llegaron con Colón, de los
conquistadores y de sus seguidores que hicieron el poblamiento y le
dieron a Cuba su característica troncalidad. Las culturas africanas o
negras son las de las gentes «de color» que inmigraron en Cuba, como
esclavos, horros o ingenuos, procedentes de África. Todavía pudiera
citarse cierta cultura amarilla o sínica.

Después de demostrar la escasa y casi inadvertida influencia musical de la


cultura sínica en Cuba, pasa a explicar la ausencia de elementos indios en la música
cubana, para -tras eliminar estos dos elementos- concluir:

22
Para estudiar la música de Cuba, especialmente la afrocubana,
habrá, pues, que comenzar apreciando las características de las
músicas blancas y negras [...]

Las características que estudiaba el Dr. Ortiz no eran sólo -ni siquiera
principalmente- de tipo formal, sino, en gran medida, características de orden social.
Con gran sentido histórico y sociológico, el científico cubano estudia con
fundamental interés las condiciones sociales en que se producen las manifestaciones
culturales, tanto en Cuba como en África o el resto de América. Y en nuestro
continente, tiene siempre presente la esclavitud y su secuela: la discriminación, tanto
racial como cultural.
De la primera afirmación, sirvan de ejemplo sus palabras en el Lyceum de la
Habana, el 23 de julio de 1934:
En la gran tragedia histórica de todas las razas subyugadas [...]
uno de los sufrimientos más crueles ha tenido que ser el de tener con
frecuencia que negarse a sí mismos para poder pasar y sobrevivir, el
de esconder el alma en lo más recóndito de una caverna de conducta
hecha de forzadas hipocresías, de defensivos mimetismos, de
dolorosísimas renunciaciones. En Cuba los negros tuvieron que
abstenerse, aceptando, a la vez. de grado y de fuerza, la posición
distinta que el sojuzgamiento les señaló en la estratificación social que
los explotaba. [...] Sin duda, uno de los obstáculos más resistentes, por
la enorme presión social que ello ha significado, ha debido de ser la
resistencia despreciativa del blanco, debida en parte a los ancestrales
prejuicios étnicos, reforzados por privilegios económicos, y a las
injustas infatuaciones de castas linajudas, tanto más presuntuosas
cuanto más mentidas e improvisadas.
Estoy muy lejos de afirmar que esta situación de
discriminaciones sociales haya pasado. Cuánta hondura tiene aún en
nuestra constitución popular, está dicho por esas concentraciones
sociales que existen en algunas de nuestras ciudades, en cuyos
exclusivos salones, con caracterizados separatismos raciales, sólo
entran blancos en unos, negros en otros, y mulatos entrecriados en los
demás [...]

En cuanto a la segunda, ese mismo día comentaba:


Todo al afrocubano le fue negado. Cuando nos daba ese tesoro
inefable de su música que desde el siglo XVI ha enlazado tres
continentes desde el vértice de la Habana, la Sevilla de las Indias, la
musicografía presuntuosa le negaba africanidad hasta a las típicas e
indómitas sincopaciones de sus propias danzas. Y se le atribuían al
indígena ciboney cadencias y melodías que jamás tuvo, y se
calificaban como areítos indios de libertad, simples cantos
africanoides de esclavitud.
Lo mismo en el lenguaje. Cuando en nuestra a la vernácula se
encontraban vocablos de fonismos exóticos, eran inconsideradamente
atribuidos a los indios, porque parecía poco patriótico admitir que

23
hablábamos a veces con voces de los negros esclavos.

En África, muestra un marcado interés por el condicionamiento social de las


manifestaciones superestructurales de los diversos pueblos del continente negro.
Busca la explicación social del surgimiento del arte, íntimamente vinculado a la
religión, del diverso grado de desarrollo que aquél alcanza en las distintas
civilizaciones africanas; de su florecimiento y decadencia, eslabonada ésta con la
presencia destructora del conquistador europeo en el continente africano.
Interesa también, al eminente científico, la influencia que el llamado «Arte
Negro» ha ejercido sobre las artes plásticas contemporáneas, y busca -también aquí-
la explicación histórica en el redescubrimiento del África a partir del último cuarto
del siglo XIX, cuando el imperialismo naciente iniciara el reparto del mundo,
lanzándose con feroz codicia sobre el riquísimo suelo virgen del gigante africano.
Todo esto encontramos entre los materiales agrupados por Fernando Ortiz bajo
el epígrafe Arte Negro. Al terminar su lectura, se ha formado ante nosotros la
imagen de las características formales, origen, evolución y decadencia del arte del
África Negra, así como el esbozo de la historia de algunos de los pueblos del África
Occidental; de la influencia de su arte sobre el vanguardista contemporáneo; de su
transculturación en América en general, y en Cuba en particular.
A continuación se ofrece la bibliografía que utilizara el Dr. Ortiz bajo este
epígrafe. Todas las obras relacionadas se encuentran en la Biblioteca Nacional «José
Martí», identificadas con la sigla BN; en la Biblioteca del Instituto de Literatura y
Lingüística, (ILL); y en el Archivo de este Instituto, Fondo Fernando Ortiz, (AFO).
Este trabajo constituye el primero de una serie que, al dar a conocer la
bibliografía estudiada por el eminente científico cubano en cada uno de los epígrafes
de su archivo, contribuirá a divulgar y facilitar el estudio de su extensa y valiosa
obra.

Bibliografía utilizada por el Dr. Fernando Ortiz


African bronzes from Ifé and Benin. Exhibition from November 11 to December
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Incluye bibliografía.
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Bibliografía y notas al pie de las páginas.
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