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“Un pinchazo de aguja no puede hacer daño”: Extracción compulsiva de sangre en la búsqueda

de los hijos de desaparecidos de Argentina. *

Ari Gandsman (Union College, Schenectady)

Resumen (original en castellano):


La última dictadura militar (1976–1983) en la Argentina es responsable por la desaparición
forzada de 30.000 personas, entre las que se incluyen unos 500 bebés y niños ilegalmente
apropiados y criados como propios por familias de militares. Las Abuelas de la Plaza de Mayo se
organizaron con el propósito de ubicar a estos niños desaparecidos, sus nietos y nietas, y
restituirlos a sus familias biológicas valiéndose de tecnologías genéticas de identificación. A
mediados de los 090, los jóvenes cuya identidad estaba en cuestión adquirieron la mayoría de
edad, volviéndose dueños de sus propios destinos. Sin embargo, las Abuelas fueron confrontadas
por casos en los que, a pesar de estar seguras de haber ubicado uno de los nieto/nieta
desaparecido, el o la joven rechazaba someterse a los exámenes necesarios a fin de verificar su
identidad biológica. En casos como estos, las Abuelas argumentaron por realizar extracciones
compulsivas de sangre, aún en contra de la voluntad de los potenciales nietos o nietas. Este
artículo examina uno de estos casos, enfatizando las contradicciones en los discursos de derechos
humanos y suposiciones de vínculos de parentesco.

PALABRAS CLAVES: derechos humanos, violencia de estado, parentesco, La genética,


identidad.

En marzo de 1999, en la ciudad de La Plata, Argentina, el policía retirado Policarpo Vázquez fue
arrestado por el secuestro de Evelyn Vázquez. Al momento del arresto, Evelyn creía que
Policarpo y su esposa, Ana María Farrá, eran sus padres biológicos. En realidad, su certificado de
nacimiento era una falsificación. Se creía que Evelyn era la hija secuestrada de una pareja
desaparecida y asesinada por la Dictadura Militar que gobernó al país entre 1976 y 1983.

Durante la Dictadura, desaparecieron cerca de 30.000 civiles.1 La mayoría fueron


secuestrados por los militares y llevados a centros clandestinos de detención donde fueron
torturados y, tarde o temprano, asesinados. Los hijos pequeños de esas víctimas también fueron
capturados, y las mujeres que estaban embarazadas al momento de su desaparición fueron
mantenidas vivas el tiempo suficiente para dar a luz. Una cantidad estimada en 500 de esos niños
pequeños e infantes fueron dados a familias que tenían vínculos cercanos a los militares para que
los criasen. La asociación Abuelas de Plaza de Mayo fue formada para buscar a los nietos
desaparecidos de sus miembros.2 Luego del restablecimiento del gobierno constitucional en 1983,
las Abuelas localizaron nietos potenciales a través de datos anónimos y sus propias
investigaciones pero no eran capaces de probar sus identidades. Actuando de parte de las
Abuelas, genetistas de los EEUU desarrollaron un “índice de abuelidad” que podía confirmar el
*
Traducido por Julieta Gaztañaga. Original en inglés: ‘‘A Prick of a Needle Can Do No Harm’’: Compulsory
Extraction of Blood in the Search for the Children of Argentina’s Disappeared. En: The Journal of Latin American
and Caribbean Anthropology, Vol. 14, No. 1, pp. 162–184. ISSN 1935-4932
1
El número total de desaparecidos está en conflicto; 30.000 es el número utilizado por la mayoría de los grupos de
derechos humanos. Cifras de entre 12.000 y 20.000 son más consideradas como oficiales.
2
Las Abuelas son una rama que se separó de Madres de Plaza de Mayo, el grupo de mujeres que se reunía durante
la dictadura para protestar por la desaparición de sus hijos. Para un registro de la historia oral de las Abuelas, ver
Arditti (1999).

1
grado de relación entre niños y abuelos con una razón de acierto del 99.99%. Las muestras de
sangre de los miembros de las familias fueron almacenadas en el Banco Nacional de Datos
Genéticos (National Genetic Data Bank) donde podían ser contrastadas con las de los nietos
cuando fuesen localizados. Inicialmente, las Abuelas lucharon a través del sistema de justicia
para anular las adopciones ilegales, a las que dieron el término de “apropiaciones” (así llamadas
porque los secuestradores generalmente eran provistos con certificados de nacimiento falsos que
los certificaban como padres biológicos). Esas luchas legales fueron inicialmente batallas de
custodia. A mediados de la década de 1990, la custodia dejó de ser un problema, en tanto que los
“chicos” en cuestión ya eran legalmente adultos. Forzadas a cambiar su estrategia, las Abuelas
iniciaron campañas públicas que intentaban dirigir a los nietos a que las contacten. Para el 2008
habían tenido éxito en la ubicación de 97 nietos.
Las campañas públicas de las Abuelas están informadas por su creencia en que los nietos
desaparecidos tienen sospechas incoadas de que la gente que los crió no son sus familias “reales”
(i.e. biológicas).3 Además, asumen que tienen una necesidad psicológica innata de saber sus
identidades biológicas (comparar con el discurso de los adoptados adultos en Brasil, de Fonseca
en este número). Las campañas de las Abuelas están moldeadas por argumentos que provienen
de los movimientos de derechos de adopción, los cuales abogan por el derecho de los niños
adoptados tener acceso a sus registros de nacimiento (Griffith, 1991; Lifton, 1994). Este
movimiento se originó en Norteamérica en la década de 1970 pero se ha expandido a
Latinoamérica en los años recientes. Las Abuelas son un punto de referencia para cuestiones de
derechos de adopción en todas partes del continente (Cardarello 2006). En Argentina, jugaron un
rol en reformar las leyes de adopción del país y condujeron a un acuerdo (led a drive to prohibit)
para prohibir adopciones internacionales. En sus publicaciones y en su discurso público, las
Abuelas comparan el secuestro de los hijos de los desaparecidos durante la dictadura con el
tráfico ilegal de niños en la era de post-dictadura (ver Cardarello en este número). También
critican la dinámica de la adopción internacional donde los ciudadanos de países ricos con bajas
tasas de natalidad adoptan niños de países pobres con altas tasas de nacimiento.
En la década pasada, las campañas de las Abuelas fueron exitosas en estimular a cientos
de adultos jóvenes que abrigaban dudan sobre sus identidades biológicas a ponerse en contacto
con la organización. Simultáneamente, las Abuelas enfrentaron situaciones tales como que creían
haber localizado a alguno de sus nietos desaparecidos mientras que el presunto nieto rechazó el
que su identidad biológica fuese inveterada por el análisis genético. Existieron aproximadamente
ocho de esos casos en el 2003. En esos casos, las Abuelas argumentaron a favor de una
identificación genética compulsiva. Este artículo hace foco en el caso que atrajo la mayor
atención mediática y escrutinio legal. El caso es significativo por los desafíos que plantea a la
ideología institucional de las Abuelas, así como por las preguntas más amplias que impone acerca
del parentesco y la identidad tras la violencia estatal y las violaciones masivas de derechos
humanos.
Este artículo analiza las consecuencias de una forma radical de “creación de familia”
(“family-making”) por parte de la dictadura militar argentina: la apropiación de los niños de los
desaparecidos para ser criados por familias militares. En este caso, los esfuerzos en pos de reparar
las acciones de la Dictadura por parte de una organización de derechos humanos a través de
identificar y reunir a ese chicos con sus familias biológicas plantea varias cuestiones
problemáticas. Primero, abogando por la necesidad de Evelyn de conocer su identidad biológica,
un grupo de derechos humanos abrazó explícitamente una noción de identidad esencializada.
Segundo, los esfuerzos de reunirla con su familia biológica fueron afirmados sobre la

3
Esta sospecha, según las Abuelas, surgiría de cuestiones como la ausencia de un parecido familiar y de la falta de
fotos de su madre embarazada o de bebé recién nacido.

2
intervención estatal de lo que generalmente se considera como el dominio privado o íntimo, y,
finalmente, los esfuerzos para obligar a Evelyn a saber su identidad biológica requirieron la
negación de la agencia de Evelyn a través de anular sus deseos expresos.
La situación de Evelyn fue un tópico de debate en los círculos de derechos humanos
cuando llegué para comenzar mi trabajo de campo en noviembre de 2004, poco después de que
fuese alcanzada la decisión judicial que analizará este artículo. Dado el intenso escrutinio
mediático y las difíciles cuestiones emocionales que rodeaban al caso, los actores principales
declinaron en ser entrevistados. Este artículo está primariamente basado en el registro público, la
decisión de la corte y en mis entrevistas con individuos conectados con las Abuelas y otras
organizaciones de derechos humanos. Forma parte de un estudio etnográfico más amplio que
conduje, acerca de la búsqueda y recuperación de los hijos secuestrados de los desaparecidos y el
movimiento de derechos humanos en Argentina. Durante 14 meses de trabajo de campo, conduje
más de cuarenta entrevistas con trabajadores de derechos humanos y familiares de
desaparecidos, incluyendo varios hijos de desaparecidos que recuperaron sus identidades
biológicas, además de los equipos legales, de genética y psicológicos de las Abuelas.

El descubrimiento de Evelyn Vázquez

Las Abuelas creen que Evelyn es hija de la pareja desaparecida formada por Susana Pegoraro y
Ruben Bauer. Susana tenía 21 años y 5 meses de embarazo cuando fue secuestrada el 18 de junio
de 1977. Tiempo más tarde, dos sobrevivientes testificaron que Susana dio a luz una niña
mientras estaba en un centro de detención clandestino. Dijeron que llamó a su hija Laura. La
pequeña fue arrebatada de su madre poco después de haber nacido. En la mayoría de estos casos
los niños eran dados a familias militares; las madres, asesinadas.
El paradero de la hija de Susana permaneció desconocido hasta 1999, cuando las Abuelas
recibieron un dato anónimo de que Policarpo Vázquez, un oficial de Marina retirado estaba
criando un hijo de desaparecido como propio. Su investigación subsiguiente resultó en un pedido
formal a la jueza María Servini de Cubría. La jueza emitió una autorización para el arresto de
Vázquez. Fue procesado por los cargos de secuestro, supresión de estado civil y falsificación de
documentos públicos.
Vázquez inmediatamente confesó que no era el padre biológico de Evelyn pero planteó
que él era un oficial de bajo rango que no estaba involucrado en lo que llamó la “lucha contra la
subversión” de los militares. Sin embargo, admitió un conocimiento probable de los orígenes de
Evelyn y el ocultamiento de sus orígenes al haber procurado una partida de nacimiento falsificada
que identificaba a su esposa y él como los padres biológicos. En su confesión le dijo a la Corte,
“Dios puso un bebé en mis brazos, desde allí en adelante, creí que me la dejó para que la cuide y
la críe… Lo consideré un mandato divino”.4 Su declaración revela la ideología mesiánica que
permitió que los militares adopten los hijos de sus enemigos. Al hacerlo, creían que estaban
“salvando” a los niños de la “subversión” de sus padres.5 Vázquez dijo que recibió a Evelyn
“recién nacida” de los cuarteles de la Marina en Buenos Aires, con instrucciones de no preguntar
sobre sus orígenes. Su esposa fue arrestada luego. Ella confesó que Evelyn no era su hija
biológica pero también planteó no saber nada acerca de sus orígenes. Finalmente fue liberada
aunque puesta bajo arresto domiciliario debido a una afección cardiaca. 6
4
Raúl Kollman, Página/12, “Sucursal de la ESMA en Mar del Plata”, 8 enero de 2000.
5
En una conferencia de prensa posterior, las Abuelas identificaron a Vázquez como un diácono del Opus Dei. Pata
más detalle sobre la ideología religiosa de la dictadura, ver Graziano (1992). Temas como “rescate” y “salvación”
suelen ser asociados con la circulación de los hijos. Ver Seligmann, en este volumen.

6
Clarín, 18 de Marzo de 1999.

3
La confesión de la pareja de que Evelyn no era su hija biológica no tuvo precedentes. En
los casos anteriores, cuando los hijos de desaparecidos eran localizados en custodia de familias de
militares, los secuestradores insistían invariablemente en que eran sus padres biológicos. Era
necesaria una prueba genética para probar la falta de un lazo biológico y sustanciar su crimen.
Este también fue el primer caso en que un militar admitía haber recibido un hijo de desaparecido
desde otro militar. Esta admisión sirvió como prueba adicional respecto de un plan sistemático de
secuestrar a los hijos de los desaparecidos. Las Abuelas habían planteado la existencia de ese
plan por años. Sin embargo, pese a los relatos de un protocolo oficial para adoptar a los hijos
pequeños de los desaparecido e incluso de “una lista de espera” de los miembros de las Fuerzas
armadas que querían adoptarlos, la confirmación directa no había sido encontrada. La evidencia
vino de los testimonios de los sobrevivientes de salas de maternidad clandestinas donde las
mujeres embarazadas desaparecidas dieron a luz. La ubicación de los hijos de desaparecidos
criados por familias militares sirvió como una evidencia más conclusiva a través de proveer
pruebas materiales de las acciones de los militares.
Pese a su confesión, la exposición de Vázquez acerca de cómo terminó quedándose con
Evelyn era dudosa. Luego de que Susana Pegoraro fue secuestrada, la llevaron a la Base Naval
Submarina en Mar del Plata. Los sobrevivientes testificaron que la mayoría de los desaparecidos
llevados a esa base estaban detenidos en la división de Buzos Tácticos. Vázquez trabajaba allí.
Luego de estar detenida allí por cinco meses, la trasladaron a la ESMA (el campo de
concentración más notorio en Argentina) donde dio a luz. Las Abuelas plantearon que solamente
la participación de Vázquez en la desaparición de Susana podía explicar cómo éste terminó
teniendo a la niña (ver Figura 1).*
Evelyn se encontró con la jueza poco después del arresto de Vázquez. Inicialmente
expresó la intención de que su identidad biológica fuese verificada. No obstante, una semana
después estipuló que se sometería a una prueba genética solamente si la evidencia no iba a ser
utilizada contra la gente que la crió. Las Abuelas y la jueza, encontraron esa precondición
inaceptable. Enfrentadas con su negativa, las Abuelas peticionaron a la jueza que ordenase una
extracción de sangre compulsiva, un procedimiento que involucraba tomarle una muestra de
sangre forzadamente y enviarla al Banco de Dato Genético Nacional para contrastarla con la de
su presumible familia biológica.

Verdad y Reconciliación

La justificación profesada de Evelyn acerca de no querer que su identidad biológica fuera


verificada amerita un comentario. Ella planteó que no quería ser la causante de enviar a sus
padres a prisión. Sin embrago, Vázquez ya había confesado su crimen. Su declaración jurada era
suficiente para la convicción. La prueba adicional en la forma de evidencia de ADN era
innecesaria. La lógica que yacía a su negativa emergió durante las negociaciones entre el equipo
legal de las Abuelas y el letrado de Evelyn, y subraya el rol importante de los mediadores para
promover posiciones particulares en casos como estos (ver Leinaweaver, Cardello en este
volumen)
El representante legal de Evelyn en el caso era Juan Pablo Vigliero, el hijo de un marino
retirado. Vigliero les ofreció un trato a las Abuelas. Si ellas garantizaban impunidad no sólo en el
caso de Evelyn sino para todos los caso futuros, él les proveería información acerca de otros hijos
de desaparecidos que estaban en custodia de familias militares. Las Abuelas vieron la negativa de
Evelyn como una estratagema negociadora para coartar futuros procesamientos. Las

*
Imagen 1: Signo ubicado en la ESMA en el año 2004 llamando la atención acerca de los niños allí nacidos.

4
declaraciones públicas de Vigliero reforzaban eso: “¿Qué hacemos con los hijos de los
desaparecidos? Tiene que ser posible algún tipo de reconciliación. Si no, hemos fallado como
sociedad”. 7
Su argumento es el tradicional de la derecha argentina en el cual “ambas partes”
necesitaban perdonarse entre sí por lo ocurrido durante la década de 1970, en orden de “superar”
el pasado. 8 En el caso de los niños desaparecidos, Vigliero quería que las familias biológicas
negocien y hagan concesiones para llegar a un acuerdo común. La situación de los hijos de los
desaparecidos era, así, utilizada como un medio simbólico de reconciliación y como un medio
práctico de asegurar impunidad. Vigliero lo explicitó: “No es solamente acerca de Evelyn. Esto
podría sentar un precedente para otra persona joven en su posición. Se dirige al corazón de cómo
abordamos nuestro pasado”
Hacer inadmisible la evidencia genética requería impunidad. El objetivo último era la
reconciliación. En varios países donde ocurrieron atrocidades masivas, se formaron comisiones
de “Verdad y Reconciliación” para investigar y documentar los abusos a los derechos humanos
del pasado reciente. Los perpetradores de violencia testificaron con la promesa de la amnistía. La
premisa es que la reconciliación es un objetivo que merece un esfuerzo, un medio
fundamentalmente positivo para “superar el pasado”. Aunque sea el objetivo profeso de algunos
abogados de derechos humanos, los antropólogos han criticado los procesos de reconciliación
nacional (Borneman 1997; Wilson 2001, 2003). En Argentina, los grupos de derecho humanos
rechazaron uniformemente el lenguaje de la reconciliación. Es el término de los perpetradores
militares y sus apologistas. La reconciliación concebida como “cierre de las heridas” o “superar
el pasado” requiere que “ambas partes” admitan responsabilidad. Aceptar esta visión asume la
representación de los militares del pasado que justifica las acciones de la dictadura como una
respuesta al terrorismo de izquierda. Por cuanto las atrocidades de los militares (en sus propias
palabras, los “errores” o “los excesos") fueron causadas por las acciones de grupos guerrilleros,
entonces se trataba de una guerra donde ambos grupos compartían una responsabilidad
equivalente. Esta es una visión ampliamente desacreditada (conocida como “la teoría de los dos
demonios”) que los grupos de derechos humanos han luchado por superar (Andersen 1993).
En el momento del arresto de Vázquez, el único medio de sostener la responsabilidad de
los militares por sus acciones durante la dictadura era a través de los cargos de secuestro de los
niños de los desaparecidos. Jorge Videla y Emilio Massera, respectivamente el jefe del Ejército y
el de la Marina durante la dictadura, estaban ambos bajo arresto domiciliario por su
responsabilidad en los secuestros. En 1985, Argentina fue el primer país de Latinoamérica en que
un gobierno civil llevó a juicio a los líderes militares en juicio por sus acciones durante el
régimen anterior. Sin embargo, el gobierno subsiguiente promulgó (passed) leyes de amnistía en
1986 y 1987 que previnieron de futuros procesamientos. En 1989 y 1990, todos los militares de
alto rango juzgados por los juicios fueron perdonados.9 No obstante, de manera importante, el
cargo de secuestro de bebés no fue incluido en la amnistía ni en el perdón. El caso de Evelyn, fue
parte de una investigación más amplia acerca del robo sistemático de bebés. La oferta de Vigliero
fue un esfuerzo en pos de terminar esos procesamientos.

Una extracción compulsiva de sangre

7
El País, 19 de Agosto de 2001.
8
Se plantearon argumentos similares durante y luego de las Comisiones de Verdad chilena y peruana.
9
Cuando Néstor Kirchner se hizo cargo del gobierno en el 2003, eliminó los perdones y amnistías, y comenzaron
nuevamente los juicio por los derechos humanos.

5
¿Por qué Evelyn la rechazó? En una entrevista realizada más tarde, Evelyn relató el día en que
Vázquez fue arrestado:
Lo único que recuerdo es el momento en que escuché que mencionaban mi nombre. Grité,
“yo no hice nada, papá. ¡Te juro que no me metí en nada raro!” 10
Su descripción del arresto de Vázquez es significativa por cómo inmediatamente ella
planteó su inocencia. Según las Abuelas, esa fue la respuesta que los secuestradores quisieron. En
lugar de culparlos por secuestrarlos y mentirles durante toda su vida, ella se culpó a sí misma por
el apuro legal de sus “padres”. La culpa motivó su rechazo en tanto que la fuente de sus
problemas legales estaba contenida dentro de su cuerpo (Guilt motivated her refusal as the source
of their legal problems was contained within her body). Su propia sangre podía ser usada como
evidencia para enviarlos a prisión. Por ese motivo, las Abuelas pidieron la intervención judicial.
Una extracción compulsiva libraría a Evelyn de cualquier sentimiento de culpa.
El rechazo de Evelyn provenía del amor que ella profesaba hacia la gente que la crió, un
amor independientemente de si eran o no sus "verdaderos" padres. Las Abuelas plantean que
dado que su relación estaba basada en el engaño, el amor no podía existir. Las abuelas plantean
que la relación entre sus nietos y los captores es inherentemente “perversa” dados el contexto en
que nacieron los niños, y el conocimiento y el ocultamiento de esos orígenes por parte de los
secuestradores. La lealtad profesa de Evelyn a quienes estaban acusados de ser sus
secuestradores, generaron numerosas comparaciones con el “síndrome de Estocolmo”, un
fenómeno en donde los secuestrados se vuelven emocionalmente ligados a sus captores. Como
remarcó un editorialista, “Evelyn es como una esposa libre y abusada que no quiere dejar a su
abusador”.11 Por esta razón, las Abuelas consideran al rechazo de Evelyn respecto de que
verificar su identidad como un producto de su victimización.
Como mencioné antes, uno de los supuestos rectores de las Abuelas es que los niños
adoptados tienen una necesidad intrínseca de conocer a sus familias biológicas. Como una
necesidad psicológica innata, las Abuelas creen en lo inevitable de la aceptación final de Evelyn
y en el abrazo a su identidad biológica. En palabras de la presidente de las Abuelas, “Es muy
traumático para los nietos cuando descubren la verdad. Cuando ven que su sangre es diferente a
la de su supuesta familia y conocen a sus abuelos verdaderos, usualmente se acercan. Estoy
segura que Evelyn hará lo mismo”. 12 Por otro lado, Evelyn desafió esos supuestos: “No surgió en
mi un deseo de conocer [mi identidad biológica]”. Sin embargo, otra de las declaraciones
públicas de Evelyn sugiere una posición más ambivalente: “Se que en algún momento va a nacer
en mí una necesidad de conocer mi identidad”. 13
Las Abuelas plantearon que no podía dejarse a Evelyn decidir si quería conocer su
identidad biológica porque legalmente se requería que el Estado lo averiguara. Tal como sostuvo
Alcira Ríos, la abogada de Abuelas: “Esto solamente tiene que ver con registrar quién es Evelyn.
Al final, Evelyn no tiene documentos legales”. 14 En mi entrevista con Ríos, ella afirmó que su
posición planteando que a Evelyn “legalmente no se le puede permitir vivir bajo una identidad
que se sabe falsa”. Hasta que su identidad biológica fue confirmada, permaneció en una
condición purgatoria con un estatus civil irresuelto. La propia Evelyn tuvo conocimiento de este

10
El País, 19 de agosto de 2001
11
Victoria Ginzberg, Página/12, 1 de octubre de 2003.
12
Página/12, 17 de septiembre de 2003.
13
La Nación, 1 de octubre de 2003.
14
Ibid. Esto subraya la importancia de los documentos legales (ver Van Vleet, en este volumen, sobre su importancia
en un contexto diferente), Yngvesson y Coutin (2006) también escriben sobre la importancia de los documentos para
certificar la pertinencia de los adoptados (in certifying belonging for adoptees)

6
problema “Ya ni se cuándo es mi cumpleaños. El 29 de octubre de 1977 es el día en que me
trajeron a casa, no el día de mi nacimiento”. 15
Las abuelas plantearon que el Estado tenía la responsabilidad de verificar la identidad de
Evelyn para investigar los crímenes de lesa humanidad. Las Abuelas también argumentaron por
los derechos de la supuesta familia de Evelyn de conocer si ella era su familiar. Como sostuvo
Angélica, la presunta abuela de Evelyn: “Solamente quiero tener la certeza de saber si ella es mi
nieta o no”. 16 En marzo del 2000, el Tribunal Federal ordenó que Evelyn se sometiese a una
extracción compulsiva de sangre. Antes los tribunales ya habían ordenado extracciones
obligatorias de sangre en casos de hijos de desaparecidos localizados en la década de 1980. en
tanto esos casos involucraban menores, los tribunales tenían la autoridad de tomar decisiones en
su nombre. Ordenar una extracción compulsiva de sangre para un adulto no acusado de cometer
un crimen fue considerado más controversial y sin un precedente legal claro. Un caso previo de
extracción compulsiva de sangre para otro presunto hijo de desaparecidos terminó en el estrado.
En 1986, fueron levantados cargos contra Omar Alonso y María Luján de Mattia por secuestrar a
María Natalia Alonso. Las Abuelas creían que ella nació en un centro clandestino de detención en
1977. Cuando se hizo el pedido de procesamiento, la pareja escapó con la niña. Finalmente,
fueron atrapados en 1993. Alonso fue arrestado, y encarcelado durante dos años. Su esposa fue
arrestada en 1997 pero liberada dos meses más tarde por “falta de evidencia”. “Falta de
evidencia” significaba una falta de prueba de que María Natalia no era su hija biológica. María
Natalia subsecuentemente fue citada como un testigo material en el caso y el Tribunal de
Apelaciones le ordenó someterse a una extracción compulsiva de sangre para probarlo. Ella se
negó.
En mayo de 2000, María Natalia fue puesta en custodia por el Tribunal y se le ordenó
someterse a una extracción compulsiva. Ella respondió con una huelga de hambre. La medida fue
retrasada y fue detenida por varios días. Frente a su rechazo, el personal médico se negó a llevara
acabo el procedimiento. Ella fue liberada. Cinco meses más tarde, el tribunal volvió a ordenarle
someterse a una extracción compulsiva. Ella trató de quitarse la vida: “Si me sacan sangre, luego
me voy a tirar debajo de un coche”. 17 Los expertos médicos y psicólogos concluyeron que “no
estaba en condiciones psicofísicas apropiadas para la medida” y plantearon que la extracción
compulsiva implicaba una seria amenaza a su bienestar mental y físico. Volvió a ser liberada y no
se hicieron intentos posteriores.

La decisión de la Corte Suprema de Justicia

El caso de Evelyn fue apelado a través de los niveles judiciales hasta alcanzar la Corte Suprema.
En octubre de 2003, la Corte Suprema falló contra una extracción compulsiva. La corte vio al
caso como un conflicto entre derechos individuales y colectivos. Al final, dieron prioridad al
derecho individual a la privacidad y lo que llamaron integridad física y psicológica, por sobre los
derechos colectivos del Estado de investigar crímenes (en estos casos, crímenes de lesa
humanidad) y los derechos de los familiares que habían estado buscando a Evelyn para saber si
era su pariente biológico.
Una extracción compulsiva de sangre fue considerada una violación de los derechos de
Evelyn porque se llevaría a cabo sin su consentimiento. Pese a que la Corte Suprema justificó
extracciones compulsivas de sangre por sospechas criminales, este caso difería porque Evelyn no
era la presunta autora del crimen sino la víctima. Una extracción compulsiva, por lo tanto, sería
15
Ibid
16
Página /12, 26 septiembre de 2003.
17
La Nación, 16 de septiembre de 2000.

7
una infracción injustificada sobre el cuerpo de Evelyn y aumentaría la victimización de la
víctima. En palabras de la Corte: “Una persona no tiene que suministrar su cuerpo o partes del
mismo para utilizarlo para extraer elementos de prueba”18 La premisa de la decisión es la piedra
angular de los derechos naturales: soberanía individual. Una persona es considerada dueña de su
cuerpo y mientras que no haya infringido los derechos de otros, sus derechos no pueden ser
infringidos.
De esa manera, la Corte vinculó una extracción compulsiva con un atropello injustificado
a la propiedad. También la compararon con una confesión forzada. Juan Carlos Marqueda, el
único juez que disintió parcialmente con la decisión de la mayoría, mantuvo que podía hacerse
una distinción entre una prueba extraída del cuerpo y una prueba extraía (i.e. por la fuerza) de una
confesión. Como resultado, las extracciones compulsivas de sangre no podían ser rechazadas
invocando un derecho contra la auto-incriminación. Marqueda utilizó una dicotomía sujeto/objeto
para distinguir entre persona como sujeto de la prueba y una persona como un objeto de prueba.
En el caso de la extracción compulsiva, la persona era un objeto de prueba. Los objetos de prueba
podían ser recolectados independientemente de los libres deseos del individuo de proporcionarla.
La visión de la Corte Suprema de la integridad psicológica y física estaba afirmada en la
visión de la persona como un individuo autónomo. Un derecho a la integridad psicológica
implicaba la autonomía de Evelyn a elegir su identidad. El intento del Estado de imponerle una
identidad contra sus deseos fue considerado como una violación del derecho mencionado. La
disputa fue, así, enmarcada como una discusión entre dos identidades en competencia: Evelyn
Vázquez y Laura Pegoraro Bauer, la hija de Susana Pegoraro y Ruben Bauer. Los dos individuos
eran inconmensurables.
Por esa razón, el Estado no sólo demandó la sangre de Evelyn como evidencia sino que
también le demandaron que revocase sus documentos oficiales. Plantearon que esos documentos
ya no eran válidos porque Evelyn Vázquez era una identidad fraudulenta. Ella no existía como
una persona jurídica hasta que su identidad biológica fuese revelada. Sólo entonces se realizarían
los nuevos. Evelyn reaccionó a esto diciendo: “Se siente como si estuvieran tratando de borrar
toda mi existencia”19. Su abogado, haciéndose eco de sus sentimientos, planteó que sacarle sus
documentos resultaría en “una muerte civil”. 20 La Corte Suprema concurrió. Escribieron en su
decisión final que: “Al llevarse sus documentos la Corte la condenaría a “una especia de muerte
civil” que se llevaría su derecho a procesos burocráticos, a trabajar, a la seguridad social, el
derecho a un nombre, y al ejercicio de derechos políticos”. 21 Las Abuelas también emplearon el
lenguaje de la muerte: en su caso, la muerte de la hija de Susana Pegoraro y Ruben Bauer.
Compraron el rechazo a mantener la extracción compulsiva de sangre con “poner una lápida” 22
En los debates públicos, las Abuelas fueron acusadas de no preocuparles el bienestar
psicológico de Evelyn. Los críticos agradados indicaron la pretendida ironía de un grupo de
derechos humanos que aboga por una extracción obligatoria de sangre. Una revista de derecha
con tendencias fascistas puso en su tapa: ¿“Abuelas o vampiros?” Consideraban que una
extracción compulsiva de sangre era una violencia literal, así como simbólica, e inclusive la
compraban con las acciones de la Dictadura. Incluso Evelyn señaló la contradicción aparente:
“Mis derechos humanos están siendo violados en nombre de los derechos humanos”.23 Al mismo
18
Corte Suprema de Justicia de la Nación. “Vázquez Ferrá, Evelyn Karina s/incidente de apelación”. V. 356.
XXXVI. Fallos: 326 (30/9/2003).
19
El País, 19 de agosto de 2001.
20
La Nación, 3 de octubre de 2003
21
Corte Suprema de Justicia de la Nación. “Vázquez Ferrá, Evelyn Karina s/incidente de apelación”. V. 356.
XXXVI. Fallos: 326. (30/9/2003).
22
22 Página/12, 26 de septiembre de 2003.
23
La Nación, 1 de octubre de 2003.

8
tiempo, la mayoría de las organizaciones de derechos humanos y organizaciones políticas
progresistas se reunieron alrededor de las Abuelas. Una situación aparentemente paradójica
emergió. Un grupo de derechos humanos estaba abogando por una intervención forzosa del
poder del Estado mientras que los defensores de la Dictadura militar abogaban por el derecho a la
privacidad y el derecho a la integridad física y psicológica. Un grupo de derechos humanos
estaba abogando por la primacía de una relación genética mientras que los defensores de la
dictadura militar abogaban por una concepción de parentesco basada en la nurtura.
Una ironía más trágica surge al considerar los orígenes del derecho a la integridad física y
psicológica. El derecho fue adoptado por el Pacto de San José de Costa Rica de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos de la Organización de los Estados Americanos, en un
artículo que afirma: “Cada persona tiene el derecho de que sea respetada su integridad física,
mental y moral”. 24 Bosquejada en 1969, entró en efecto en 1978 luego de su adopción por parte
de la mayoría de los Estados miembros. Argentina recién la incorporó en su Constitución
Nacional en 1984 en respuesta directa a la Dictadura. El intento explícito del artículo era proteger
a la gente del terrorismo de Estado. Al citar este derecho, la Corte estaba comprando una
extracción compulsiva de sangre con un acto de tortura, a través de invocar un tratado de
derechos humanos que fue promulgado para prevenir no le pasara a nadie más aquello que los
militares habían hecho a los padres biológicos de Evelyn.

El derecho a la identidad: el poder normativo de los derechos humanos

La Corte Suprema enmarcó el caso como uno donde los derechos individuales fallaron contra los
derechos colectivos. Sin embrago, las Abuelas también abogaron en defensa de los derechos de
Evelyn. Plantearon que los derechos de Evelyn estaban siendo violados incluso si ella consentía
su violación. Las Abuelas denunciaron a la Corte Suprema como una violación del “derecho a la
identidad” de Evelyn. Este derecho fue adoptado en la Convención de los Derechos del Niño de
las Naciones Unidas, en el artículo 8 (Van Bueren, 1998). El artículo, conocido como el “artículo
argentino” por el rol de las Abuelas en su creación, declara que “los Estados partes acatan el
respeto al derecho de los niños de preservar su identidad, incluyendo nacionalidad, apellido y
relaciones familiares reconocidas por la ley sin interferencia ilegal”. Tal como lo describen las
Abuelas “El derecho a la identidad es el derecho a conocer quién sos. El derecho a un nombre, a
una nacionalidad, a una historia” (ver Leinaweaver en este número). La Dictadura militar y
Policarpo Vázquez violaron este derecho. La decisión de la Corte sancionó la violación original a
través de permitir su perpetuación. Las Abuelas plantearon que el Estado tenía la responsabilidad
de remediar esa situación, aún si eso requería anular la voluntad de Evelyn (even if it required
overriding her will to do so). El derecho de Evelyn a la identidad existía independientemente de
su pedido de ejercerlo o no. Los derechos no solamente son ejercidos sino que también implican
responsabilidades y obligaciones. Las Abuelas estaban planteando que el “derecho de saber quién
era” implicaba la obligación de Evelyn de saber quién era ella.
El “derecho a la identidad” emergió en respuesta a las acciones de los militares durante la
dictadura. El concepto de derechos humanos es presupuesto sobre la violación. Las peticiones de
derechos humanos ocurren nominalmente en el contexto de su abuso. Una violación del derecho
precede a la existencia del derecho. Como respuesta a las violaciones, los derechos humanos
universalizan, son normativos y prescriptivos. Son universalizadores en cómo hacen a los
reclamos independientes del tiempo y el espacio. Son normativos y prescriptivos en cómo esos
24
‘‘Artículo 5. Derecho al Trato Humano”, Convención Americana sobre Derechos Humanos, “Pacto de San José
de Costa Rica”. (Firmado: 22/11/1969).

9
reclamos universales son transformados en normas institucionalizadas que dictan cómo deberían
ser tratadas las personas. El objetivo final de estas normas universales es que sean implementadas
en la práctica local (Risse et al. 1999). Los críticos plantean que el tema de los derechos humanos
es cultural e históricamente particular (Mutua 2002). De este modo, los derechos humanos
proyectan una visión de la persona que no todos comparten.
El derecho a la identidad que plantean las Abuelas está basado en la premisa de la
necesidad de saber la propia identidad biológica. En este caso el conflicto se deriva del repudio
de un individuo de su propio derecho; en este caso, su derecho “a saber quién es ella”. Los
derechos humanos suelen revelar sus supuestos subyacentes cuando los individuos o grupos los
rechazan.
Los conflictos emergen cuando los individuos consienten de buen grado que sus propios
derechos sean violados (Asad 1997). En este caso, el derecho a la identidad en tanto que definido
a través de “nombre, nacionalidad y vínculos familiares” asume que esas cosas están asignadas y
consecuentemente fijadas por nacimiento. Como plantea Claudia Fonseca en su análisis de los
derechos de adopción de niños en Brasil, esta creencia “está basada en representaciones
típicamente occidentales sobre una identidad fija, una familia nuclear cerrada, y jurisdicción
estatal exclusiva” (Fonseca 2002:221).
El derecho a la identidad, tal como se discute en la literatura de la organización de las
Abuelas, asume esta posición. Proyecta un sujeto que cree que la necesidad del conocimiento de
la identidad biológica propia es necesaria en orden de encontrar “la verdad sobre quiénes son” y
ser una “persona completa”. Esto es similar a las creencias que se encuentran entre los chicos
adoptados que demandan acceso a sus registros de nacimiento. Como escribe Kaja Finkler al
describir la necesidad de un adoptado de conocer su identidad biológica: “La biología y la
genética establecerán para Mira una permanencia que sus padres adoptivos no pueden darle
porque ellos fallan en el compartir los mismos genes, la misma sangre. Solamente los mismos
genes y la misma sangre pueden darle a Mira y a otros su personalidad’’ (2000:164).
Sin embargo, el contexto distintivo de violaciones masivas a los derechos humanos
distingue este caso de otras luchas legales que resultan de tensiones entre definiciones biológicas
y culturales legales de paternidad y personalidad (e.g., Dolgin 1997). Stephan Palmie (2007)
analiza el uso de las tecnologías genéticas como una forma de “arbitraje de identidad”.
Escribiendo acerca del uso de tecnologías genéticas por parte de los afroamericanos para trazar
sus ancestros, plantea que antes que desafiar jerarquías raciales que existen, estas tecnologías
“estabilizan y reproducen el orden cultural” que crea la necesidad de su uso (2007:210). En la
Argentina postdictadura, el uso de tecnologías genéticas para averiguar las identidades de los
hijos de los desaparecidos tienen el mismo efecto estabilizador. No obstante, las tecnologías
genéticas no están reproduciendo un orden cultural sino más bien tratando de reformar un orden
cultural destruido por el terror de Estado. El recurso a una aserción de la identidad
biológicamente esencializadora y por consiguiente fija (descubrir quién “es realmente” la gente)
es un medio de fijar el experimento radical de la dictadura en la reorganización social durante la
dictadura (lo que la Junta llamó como el “Proceso de Reorganización Nacional”).
Una de las consecuencias de la violencia de Estado es la destrucción de vínculos de
parentesco (Das 1996; Reynolds 2000). Las familias separadas como resultado de la violencia
frecuentemente no tienen medios de saber si sus parientes desaparecidos están vivos o muertos.
En las postrimerías de la violencia, los parientes sobrevivientes luchan para averiguar su destino.
Para las organizaciones de derechos humanos como las Abuelas, la restauración de los vínculos
de parentesco rotos es considerada fundamental para la reparación del tejido social y la
constitución de una sociedad civil. Antropólogos forenses han estado ayudando en este esfuerzo a
través de exhumar tumbas masivas para localizar e identificar víctimas, usualmente usando
tecnologías genéticas para verificar sus identidades. La Argentina presenta un caso raro en el que
10
estas tecnologías son utilizadas no solamente para identificar los cadáveres sino también personas
vivas dotadas de volición. Las Abuelas están intentando restaurar relaciones biológicas que
fueron rotas por la violencia de Estado. Casos difíciles como el de Evelyn resultan cuando esas
relaciones biológicas son rechazadas y las víctimas de la violencia de Estado rechazan conocer el
crimen que se cometió contra ellas.
Según las Abuelas, Evelyn no tiene la autonomía para elegir su identidad. El Estado debe
sancionarla. La situación de Evelyn fue producto de la acción ilegal del Estado. Las Abuelas
apelan al poder coercitivo del Estado como un medio de reparar las acciones previas del Estado.
La obligación del Estado de restaurar una relación rota por la dictadura trumped la volición
individual de Evelyn. La Corte Suprema, mientras tanto, planteó que los derechos individuales de
Evelyn a la privacidad y la integridad psicológica y física impedían al Estado imponer sobre ella
una identidad que no escogió. Abogando por los derechos de los miembros de la familia de saber
si ella era su pariente, las Abuelas discutieron en términos de derechos y obligaciones implicadas
por el parentesco que superan la volición individual.
Las perspectivas antropológicas tradicionales sobre el parentesco también focalizan en los
derechos y obligaciones del parentesco. Existe una creencia global corrientemente sostenida de
que en “la familia postmoderna permeable” (Elkind 1995) característica de las sociedades
contemporáneas, el parentesco perdió su “autoridad tradicional”. Así como el parentesco pierde
esta autoridad, los individuos han aumentado la libertad en definir quiénes son. Al mismo tiempo,
con el avance de la genética moderna, el parentesco es visto cada vez más en una forma biológica
más rígida y moldeado a través de una ideología de herencia genética (Finkler 2000).
Una visión ofrece elección. La otra es fija por nacimiento. Marilyn Strathern (1996)
plantea que las concepciones modernas de la identidad están atrapadas entre estos dos discursos:
uno de la habilitación cultural (los individuos son autónomos e independientes y pueden elegir
quiénes quieren ser) y el del determinismo biológico (basado en la primacía de las relaciones
genéticas). Aquellos que apoyan la decisión de Evelyn sostienen que no debería ser compelida a
tomar una identidad que no quiere. En palabras de una editorial defendiendo su decisión: “Nadie
es más dueño de la propia identidad que uno mismo. Si un individuo no la cuestiona, un tercero
tampoco puede forzarla a hacerlo contra su voluntad”25 Las Abuelas y quienes las apoyan
plantean que ella no puede elegir su identidad porque no puede elegir “quién es ella”. En palabras
del profesor de derecho penal y criminología Bernardo Beiderman, “la identidad es un bien
jurídico indisponible- nadie puede renunciar a él completamente, intercambiarlo, cambiarlo,
cancelarlo o modificarlo. La identidad personal no puede permanecer libre frente a la mera
voluntad de la persona”.26

La política de la Identidad

El conflicto respecto de la identidad de Evelyn aparece atrapado entre estos entendimientos


conflictivos. Las Abuelas aparecen abogando por una noción esencializadora de la identidad
biológica fijada al nacer. Sin embargo, creo que la posición de las Abuelas es más complicada
que esto. Mientras que una identidad genética implica una identidad fija e inmodificable, las
Abuelas simultáneamente plantean una visión de la identidad que es más maleable. Esta
concepción de identidad refleja una perspectiva más posicional; una normalmente asociada con
un entendimiento cultural antes que con uno biológico. Las Abuelas usan el término restitución

25
La Nación, 3 de Octubre de 2003.
26
“Saber es necesidad de todos”, Bernardo Beiderman, Clarín, 29 de mayo de 2000.

11
para describir el proceso por el cual sus nietos reconstruyen sus identidades luego de que son
localizados e identificados.
La teoría de Holland et al. (1998) de la identidad es útil para examinar lo que implica este
proceso. Su trabajo describe “el cálculo cultural de las identidades” (cultural figuring of
identities), el modo en que las personas son “maleables, modificables y están sujetas al poder
discursivo” (1998:5). Como ejemplo, documentan el modo en que las identidades de los
individuos que se unen a Alcohólicos Anónimos son transformadas “a través de un proceso de
desacreditar no solamente la vieja identidad como tal sino también el mundo figured que les da
significado”. Llaman a esto un proceso de “devaluación de identidad” y “formación de
identidad” (1998:73). El proceso de restitución tal como es descrito por las Abuelas implica e
manera similar un proceso de devaluación y formación de identidad- la vieja identidad de sus
nietos es desacreditada no simplemente a través del descubrimiento de su identidad biológica sino
a aceptando el hecho de que sus “padres” les mintieron y engañaron. “Todo mi mundo era una
mentira” me dijo el hijo de un desparecido que recuperó su identidad solamente un año atrás.
Desde tal visión, la identidad de un individuo no es una cuestión de mera elección debido
a los marcos sociales y políticos de significado que constriñen el proceso de construcción de
identidad. Las identidades son productos sociales relacionadas con el poder (ver también
Fonseca; Seligmann, este volumen). La identidad de Evelyn estaba construida dentro de marcos
significado impuestos a ella por la dictadura y la gente que la crió. El trabajo de las Abuelas es
reposicionarla en otro marco de significado, uno que requiere aceptar una visión radicalmente
diferente de lo que ocurrió durante la dictadura.
Aceptar esta historia requiere romper con los lazos de parentesco Signe Howell (2006)
utiliza el concepto de kinning para describir el proceso por el cual los niños que han sido
adoptados transnacionalmente son rehechos como niños de la gente que los adoptó. Según
Howell, kinning es el proceso por el cual las identidades son constituidas a través de relaciones,
un proceso que transforma “al individuo autónomo en una persona relacional que llega a ser
fijada en un conjunto de relaciones expresadas en un idioma de parentesco convencional”
(2006:228). El dilema con el que se enfrentan las Abuelas es el del dekinning: cómo desfijar
relaciones.
La teoría de Howell del kinning también puede mostrarse en cómo las Abuelas resisten
visiones biológicamente esencializantes de las persona. Howell critica el discurso en torno a las
adopciones abiertas por cuanto está predicado sobre la “ideología del derecho a elegir, el derecho
a saber, el estatus icónico del individuo autónomo y el énfasis creciente localizado en lo
biológico antes que en la cualidad relacional del ser persona” (2006:156). En el caso de las
Abuelas, el derecho a saber y el derecho a elegir no están enredados en la misma ideología. Las
Abuelas abrazan un derecho a saber pero no uno a elegir. Esto las pone en un lugar diferente (put
them at odds) de la ideología predicada sobre la elección pero basada en la biología. Esto explica
por qué Quiénes Somos, una organización argentina de derechos de adopción no inspirada por los
esfuerzos de las Abuelas cuando se formaron en el 2002, apoyó la decisión de Evelyn, emitiendo
un comunicado de prensa respecto de que deberían “darle el tiempo para elegir”.
La narrativa institucional de las Abuelas asume un proceso de dekinning y rekinning: que
los lazos con los secuestradores están rotos en tanto que sean formados lazos nuevos con sus
familias biológicas. La restitución no es simplemente una acción legal sino un proceso que dura
toda la vida. En muchos casos, el nieto recuperado rompe todo vínculo con la familia que lo crió.
Esos eran generalmente casos en que los nietos fueron localizados cuando aún eran jóvenes o
casos en que los nietos adultos llegaron por su propia convicción.
No obstante, las Abuelas también se han topado con restituciones más ambivalentes en las
que la identidad biológica de los nietos estaba legalmente restituida pero el nieto resistía su nueva
identidad. En algunos casos, el nieto recuperado rechaza su familia biológica. En otros, celebran
12
dos cumpleaños (el biológico y el falso), mantienen los dos nombres y los dos conjuntos de
familias.
“Ella es ingeniera en sistemas. No es lo que quería hacer pero los secuestradores la
empujaron hacia ello”. Buscarita está describiendo a su nieta Claudia Victoria Tome. Claudia
Victoria fue secuestrada siendo una niña cuando sus padres desaparecieron y fue criada por un
militar y su esposa. Ella finalmente fue localizada por las Abuelas y convocada por una corte
federal en el año 2000. El juez le pidió que se sometiera a una prueba de identidad genética. Ella
consintió de mala gana aunque permaneció cercana a la gente que la crió. Durante las etapas
iniciales, Buscarita intentó no molestarla. Claudia Victoria pidió tener privacidad. No quería
ninguna foto suya en los medios. La práctica a que acostumbran las Abuelas es la de desplegar
fotografías de los nietos recuperados en su oficina y en su sitio web. Claudia Victoria pidió que
su foto no fuese mostrada. Luego de un año despues d ela restitución, seguía viviendo con sus
secuestradores. Buscarita pensó que se debía a rezones económicas pero no estaba segura.
Cuando hablé con Buscadita en el año 2004 no quería saber mucho de la vida de Claudia Victoria
y se abstuvo de hacerle muchas preguntas. “Quiero saber cómo está en su vida cotidiana, pero no
se”, me dijo.
La reaparición de Claudia Victoria resultó en un momento clave en la historia de los
derechos humanos de Argentina. Su situación legal (“el caso Pobrete”) se volvió la base sobre la
cual las leyes de amnistía del país primero fueron planteadas como inconstitucionales en el año
2001. El caso finalmente llegó a la Corte Suprema que finalmente decidió anular las leyes en el
2005. Los procesamientos comenzaron de nuevo y el primer convicto fue Julio ‘‘El Turco’’
Simón, un ex policía y uno de los torturadores más notables de la dictadura. Fue sentenciado a 25
años de prisión el 4 de agosto de 2006 por su rol en la desaparición de los padres de Claudia
Victoria en el año 1978 y por secuestrar a Claudia Victoria. Luego de 20 de impunidad resultado
de amnistías y perdones, esta fue la primera sentencia por desaparición y tortura.
Luego de que la Corte Suprema ordenó la anulación de las leyes de amnistía, Claudia
Victoria emergió como una figura pública. En el 2005, dio su primera entrevista. Habló de la
necesidad de imponer justicia contra los perpetradores militares. “Ninguna sentencia va a
quitarme el dolor por el que he atravesado. Pero es importante que estas leyes injustas sean
anuladas. Para que haya justicia, tiene que haber justicia para todos”. En este caso, estaba
hablando como una activista- pariente que buscaba hacer justicia para con sus padres
desaparecidos. Por “justicia para todos” ella estaba refiriéndose implícitamente a sus
secuestradores, una relación de la que no quería hablar aunque admitía que aún estaba en
contacto con ellos. Incluso dejó implícito que ellos merecían el castigo que recibieron por
secuestrarla (ambos fueron convictos y sentenciados a prisión pero se les permitió el arresto
domiciliario dado que tenían más de 70 años) remarcando: “Cada uno es responsable por sus
acciones”. De manera más importante, abrazó la idea de la restitución como una experiencia
liberadora. Al hacerlo, narraba su historia de vida a través de los marcos de signioficado provistos
por el discurso institucional de las Abuelas: “más tarde me di cuenta que tenía un peso
inconsciente antes del cual no sabía, que no dije o hice ciertas cosas. Ahora me siento más
completa, más en paz, y no hubiera hecho estos cambios si no hubiera sabido quién soy”. Sus
palabras también revelan una completa transformación que acompañó su restitución: “Descubrí
un mundo nuevo. El mundo se abrió hacia mi”. Inclusive aprobó las extracciones compulsivas de
sangre. “Tiene que haber una conducta uniforme y la decisión no debería caer sobre los niños.
Dejar esa decisión sobre ellos es cruel”.27
Un año más tarde, Claudia Victoria apareció como una figura aún más pública. En las
entrevistas admitió haberse distanciado finalmente de la gente con la que creció, incluyendo

27
Página/12, 15 de junio de 2005.

13
varios amigos e inclusive sus padres. Al explicar su situación, afirma: “Todas las memorias de
mi infancia, todo lo bueno y lo malo, todos los colores, son esa gente, y no puedo ignorarlo. Es
una historia horrible, pero es nuestra historia”.28 La “historia nuestra” a la que se refiere no es
solamente su vida personal o la de su familia, sino también la de la Argentina.
El movimiento de la narración de Claudia Victoria de su experiencia desde la esfera
privada (individual y familia) hacia la experiencia mayor pública y colectiva de todos los
argentinos representa no solamente un reposicionamiento exitoso de su identidad sino también un
triunfo esencial para las Abuelas. La recontextualización de su experiencia como parte de una
historia más amplia es el objetivo final del proceso de restitución. Esto aparece en agudo
contraste con la narrativa personal de Evelyn que enmarca su experiencia estrictamente dentro de
la esfera doméstica:
Mi madre está destruida. Además tiene problemas de corazón, y mi padre tiene presión alta.
Desde ese punto, la gente se imagina que hay una historia más grande que contar, pero no
la hay. Me imagino que debe ser muy difícil para ellos mantener ese secreto por 21 años.
No se pero me imagino que si no cambié ahora, no hubiera cambiado antes. No me siento
mal por eso, y no digo “Ouch, ojalá me hubieran dicho antes”. Nunca reaccioné contra
ellos. 29

Las fronteras resbaladizas entre la esfera pública y la privada

¿Qué quiso decir Evelyn cuando planteó que no había una “historia más grande”? Evelyn omitió
referirse al contexto histórico más amplio en sus declaraciones públicas. Podría haber planteado
que tuvo suerte que sus padres la “salvaron” de ser asesinada. Podría haber planteado que tuvo
suerte en ser criada por una familia religiosa en lugar de terroristas subversivos de izquierda. Sin
embargo, la esfera privada, doméstica, desde la que Evelyn posiciona su narrativa fue
precisamente la que rompió la dictadura.
La dictadura hizo colapsar la distinción entre el reino público y el privado a través de sus
acciones (comparar Van Vleet, en este volumen). Esto se hace evidente en su manejo de los niños
de los desaparecidos. Como afirmó un editorial: “Evelyn no se merece que su vida sea ventilada
por los medios”, aunque prosiguió diciendo que “la historia de Evelyn es parte de la historia de
este país”.30
Las discusiones sobre derechos humanos suelen referirse a la esfera pública (e.g.Over
1999). Jürgen Habermas (1991) definió originalmente a la esfera pública como un espacio
societal para el debate político y la participación y citó los salones de Francia y las casas de café
en Londres como los sitios paradigmáticos de su emergencia. La esfera pública es vista como un
espacio para que la gente ejerza sus derechos como ciudadanos. La noción de una esfera pública
ha sido criticada por su dicotomía de género implícita (masculino-público/ femenino-privado).
Como escribe VanVleet (en este volumen), la distinción entre la esfera pública y la privada es
simbólica y está ligada al poder político. De hecho, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo
suelen ser citadas en la literatura feminista como un ejemplo clave de un grupo que desafió esta
dicotomía (Franco 1999). La elección inicial de la Plaza de Mayo por parte de las Madres para
sus protestas silenciosas durante la dictadura estaba relacionada con la proximidad con donde se
asienta el poder presidencial. Sin embargo, como plantea Setha Low, las plazas en América

28
Miami Herald, 16 de abril de 2006.
29
El País, 19 de agosto de 2001.
30
Página/12, 1 de octubre de 2003.

14
Latina han ocupado un rol central históricamente tanto en las luchas políticas como en la he
circulación del discurso público (2000).
En Argentina, como en gran parte del mundo occidental, la pena y el sufrimiento por la pérdida
de familiares son generalmente entendidos como pertenecientes a la esfera privada. En contraste
con los rituales públicos de lamento que tienen lugar en muchas culturas a través mundo (como
en Mani interior tal como fue documentado pro Seremetakis 1991), en Argentina los despliegues
conspicuos de pena en la esfera pública frente a la pena “privada” son inusuales. Durante la
dictadura, las Madres y las Abuelas fueron ignoradas y desacreditadas en los medios nacionales.
Para hacer público su sufrimiento, protestan silenciosamente a través de marchas semanales en la
Plaza de Mayo en Buenos Aires para llamar la atención respecto de los desparecidos llevando
fotografías de sus hijos y vistiendo sus pañuelos emblemáticos grabados con el nombre de sus
hijos y la fecha de desaparición. El poder político de las Madres y Abuelas en protestar por la
desaparición de sus hijos se derivó de cómo hicieron público su sufrimiento privado y personal.
Al hacerlo, hicieron visibles las acciones invisibles y desconocidas de la dictadura y forzaron el
reconocimiento oficial de un sufrimiento que no era reconocido previamente. Para los
movimientos de derechos humanos, los hijos de los desaparecidos son símbolos potentes de cómo
Argentina se dirige a su pasado. Restaurar las identidades de los hijos de los desparecidos y
reunirlos con sus familias biológicas juega un rol simbólico cave en la lucha de los derechos
humanos. La identificación genética de los hijos de los desaparecidos tiene una función similar a
la de las protestas de las Madres en hacer visibles las acciones de la dictadura forzando el
reconocimiento público de un lazo familiar roto. El rechazo de Evelyn hacia su identidad
biológica es más que el rechazo de un lazo familiar. Simultáneamente es un rechazo a la historia
que lo acompaña, rehusarse a reconocer los eventos que la llevaron a ser criada por la familia
Vázquez. Este es el motivo por el que las Abuelas insistían en la necesidad de una extracción
compulsiva de sangre. El registro por parte del Estado de la identidad de Laura Pegoraro Bauer
sería un reconocimiento oficial de lo que le pasó a sus padres biológicos. Dejarla continuar
viviendo como Evelyn Vázquez perpetuaría su desaparición.

Posdata

Los desarrollos recientes han vuelto obsoletas a las extracciones compulsivas. En junio de 2006,
fue confirmada la identidad del hijo 83º. Como Evelyn, ella rechazó someterse a una extracción
de sangre. El juez, en lugar de proseguir con una extracción compulsiva, libró una autorización
para que la policía fuera a su residencia. Su identidad biológica fue revelada de la evidencia
genética recolectada en sus pertenencias. Luego de 20 años en la corte, el caso fue resuelto.
En febrero de 2008, las autoridades buscaron la casa de Evelyn. Varios de sus efectos
personales fueron llevados al Banco Nacional de Datos Genéticos para ser analizados. Dos meses
más tarde, la corte anunció que Evelyn era la hija biológica de Susana Pegoraro y Rubén Bauer.
Esta vez, Evelyn no desafió legalmente el mandato judicial, pero otro hijo de desaparecidos que
fue identificado de la misma manera sí lo hizo. En junio de 2008, el Procurador General de la
Nación confirmó la constitucionalidad de la medida. Una orden de registro que permitiese a las
autoridades confiscar artículos personales para recolectar material genético a partir de efectos
personales fue considerada menos invasiva y menos dañina que una extracción compulsiva.
Estimaron que el daño de una extracción compulsiva de sangre no se encontraba en sus fines
(forzar a alguien a conocer su identidad biológica) sino en su medios (un pinchazo de aguja).

Agradecimientos:

15
Agradezco a Linda Seligmann y Jessaca Leinaweaver por sus comentarios inspiradores y la ayuda de sus
sugerencias. También agradezco a los revisores anónimos y los editores de JLACA por sus respuestas
constructivas. Financiamiento de la Wenner-Gren Foundation y la Internal SSHRC Research Grant from
McGill University apoyaron esta investigación.

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