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¡~I~ CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO

La Celebración
del Misterio Pascual
MANUAL DE LITURGIA 1

INTRODUCCIÓN
A LA CELEBRACIÓN LITÚRGICA

Alberto Aranda, M.Sp.S / Daniel Cronin


Rubén Leikam, osb / Faustino Paludo, OFMc4P
Alfredo Pouilly / Guillermo Rosas, ss.cc.
Roberto Russo / Víctor Sánchez
Juan Carlos Spera

Bogotá, D.C. - Colombia


2003
Con las debidas licencias eclesiásticas.

© Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM


© Derechos Reservados
Carrera 5 N° 118-31
Apartado Aéreo 51086
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Tels: (571) 6578330, 6714789
Fax: (571) 6121929
Bogotá, D.C., 2003

Cuarta edición - 2003


ISBN Obra completa: 958-625-444-5
ISBN Volumen: 958-625-445"3

Diseno Carátula:
Centro de Publicaciones CELAM

Diagramación:
Doris Andrade

Impresión:
Lito Camargo Ltda.
Carrera 20 N° 5-12
Tel: (571) 3600655

Impreso en Colombia - Printed in Colombia


PRESENTACIÓN

Con renovada alegría pre-


sentamos la cuarta edición de este Manual de Liturgia,
de la Colección de Textos Básicos para Seminarios
Latinoamericanos.

El CELAM recibió el mandato de los Obispos latinoameri-


canos, en sus Asambleas Generales, de elaborar Manua-
les que facilitaran la formación de los seminaristas. Fiel a
esta clara indicación, los ha ido redactando a lo largo de
estos años, aunque cambien sus Directivos, hay una her-
mosa continuidad en la tarea encomendada. La nueva edi-
ción de un determinado texto es indicio de que el material
entregado está respondiendo al objetivo que se pretende
con él: que sea bueno y útil para los candidatos al ministerio
sacerdotal, sin excluir a otros miembros de la Iglesia.

Que este Manual de Liturgia siga siendo un instrumento


apto, puesto en las manos de los futuros pastores y
liturgos de estas comunidades latinoamericanas nues-
tras, que viven y gustan la liturgia y la hacen parte esen-
cial de su sentido celebrativo de la vida.

+ RAMÓN BENITO DE LA ROSA y CARPIO


Obispo de Nuestra Señora de la Altagracia en Higüey,
República Dominicana
Secretario General del CELAM

Bogotá, junio 12 de 2003


LA CELEBRACIÓN DEL
MISTERIO PASCUAL
MANUAL DE LITURGIA
Plan de la obra

Tomo 1 -lntroduct;iÓfI ala Cff/ebración


Litúrgica (Curso Pr-O/J~déutico)

• Vida litúrgica en e.1 Se.minario


• ¿Qué es celebr(ilr? La dinámica celebrativa
• ¿Qué celebramos'?
• ¿Quiénes celebr~rnos?
• ¿Cómo celebrªrnos?
• ¿Cuándo celebramos?
• ¿Dónde celebramos?
• ¿Por qué celebramos?

Tomo 2 - Fundamentos Teológicos y Elementos


Constitutivos de la Celebración. Litúrgic;a

• L~ celebración del Misterio de .Cristo


• . La sacramentalidad de la Liturgia
• La Asamblea Celebrante
• La Palabra de Dios en la celebración
• La oración litúrgica
• Signos y símbolos en la Liturgia
• El canto y la música en la celebración
• Expresión de la corporeidad en la celebración
• El espacio celebrativo
• El tiempo en la Liturgia
• Los libros litúrgícos en el Rito Romano

Tomo 3 -Los Sacramentos': signos del Misterio


Pascual

• Los sacramentos de Iniciación Cristiana


• El Misterio Eucarístico
• Los sacramentos de curación
• Los sacramentos al servicio de la comunidad

Tomo 4 - Otras expresiones celebrativas del


Misterio Pascual y la Liturgia en la' vida de la
Iglesia ' , "

• La celebración del Misterio de Cristo en el año


litúrgico
• La celebración del Misterio de Cristo en las horas
del día. La liturgia de las horas.
• La celebración de la P¡alabra de Dios
• Los Sacramentales '
• La celebración de la muerte del cristiano
• Expresiones celebrativas de la religiosidad popular
• Liturgia e inculturación
• .' Pastoral Litúrgica
• Comunicación y Liturgia
• El Derecho Litúrgico
• La Liturgia fuente de,la espiritualidad cristiana
• La celebración del Misterio de Cristo a través de
la Historia

8
ABREVIACIONES Y SIGLAS

CD Christus Dominus
CEC Catecismo de la Iglesia Católica
CIC Código de Derecho Canónico
CNBB Conferencia Nacional de los Obispos del
Brasil
DP Documento de Puebla
DS Denzinger $choenmetzer
DSD Documento de Santo Domingo
EA Ecclesia in America
EDIL 1; 11 Enchiridion de Instaurationes Liturgicae
EF In Ecclesiasticam Futurorum
EL Ephemerides Liturgicae
EM Eucharisticum Mysterium
Ench Enchiricfion. Documentos litúrgicos poscon-
ciliares
FPIB CNBB, documento 55: Formación de los Pres-
bíteros de la Iglesia en el Brasil - Directrices
básicas
GE Gravissimum Educationis
lOe Inter Oecumenici
LG Lumen Gentium
LMD La Maison Dieu
Med Documento de Medellín
NDL Nuevo Diccionario .de. Liturgia
OGLH Ordenación General de la Liturgia de las
Horas
OGMR Ordenación General del Misal Romano
OLM Ordo de Lecturas de la Misa
OT Optatam Totius
PDV Pastores dabo vobis
PG . Padres Griegos
Ph Revista Phase
PL Padres Latinos
PO Presbyterorum Ordinis
RF Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis
(1970)
RL Rivista Litúrgica
RPL Rivista di Pastorale Liturgica
se Sacrosanctum Concilium
VQA Vicesimus Quintus Annus

10
AUTORES
VolumenI

Alberto Aranda México


Daniel Cronin Puerto Rico

Rubén Leikam osb Argentina

Faustino Paludo OFMcap Brasil

Alfredo Pouilly Chile

Guillermo Rosas ss.cc. Chile

Roberto Russo Uruguay

Víctor Sánchez México


Juan Carlos Spera Uruguay
"
VIDA LITURGICA
EN EL SEMINARIO*

Faustino Paludo

Algunos son llamados por Dios en y por la Iglesia


a un servicio e~pecial de la comunidad.
Estos servidores son escogidos y consagrados por
el sacramento del Orden, por el cual el Espíritu Santo
los hace aptos para actuar en representación
de Cristo-Cabeza para el servicio de todos
los miembms de la Iglesia (cfr. PO 2.1 S).
CEC 1142

INTRODUCCiÓN

LA renovación litúrgica pos-


tulada por el Concilio Vaticano 11 señala la formación como
una exigencia necesaria con miras a un espíritu nUevo y
a una práctica celebrativa que alimente la vida de los
fieles. Por esto, toda iniciativa para profundizar la fe cris-
tiana deberá tener la liturgia como uno de sus aspectos
y dimensiones fundamentales. La liturgia es fuente y
culmen de la vida de la Iglesia (se 10). Ninguna activi-
dad pastoral debe realizarse sin una referencia a la litur-
gia (Puebla 927).

Traducción del original portugués: P. Martín Gil Plata.


Manual de Liturgia

Es fundamental que los futuros ministros del pueblo de


Dios se familiaricen con el espíritu litúrgico y se prepa-
ren de la mejor forma posible para animar y presidir las
celebraciones. Para esto, es importante que los diver-
sos aspectos de la formación .en el Seminario y en las
casas de formación encuentren acogida y expresión pri-
vilegiada en las celebraciones litúrgicas. Estas, a su vez,
suponen una iniciación en la vida y en la práctica
celebrativa mediante el estudio de los contenidos bási-
cos, a través de cursos, encuentros, momentos mismos
de celebración. La vivencia litúrgica es una dimensión y
un elemento que debe estar presente a lo largo de todo
el proceso formativo. Es importante que desde el comien-
zo del camino formativo los jóvenes alumnos participen
consciente y activamente en la diferentes celebraciones
de la comunidad formadora. El año litúrgico debe orien-
tar la espiritualidad comunitaria del Seminario y de la casa
de formación.

El presente trabajo quiere exponer algunos elementos y


aspectos necesarios en la formación litúrgica de los can-
didatos, en las etapas de formación inicial, en el
propedéutico. Tal formación litúrgica deberá constituirse
en una verdadera escuela de Vida, en la cual se integren
la experiencia celebrativa, los contenidos y la. práctica
pastoraL Sin embargo, téngase presente que el gran
desafío de la formación amplia y profunda es preparar
agentes para la inculturación de la liturgia, es de.cir
agente calificados para preparar, animar y presidir
acciones litúrgicas según la índole de los pueblos lati-
noamericanos.

14
Vida litúrgica en el seminario

1. Formación con miras a-la participación.


Formación y renovación litúrgica

La formación litúrgica de los fieles y de sus pastores es


uno de los objetivos permanentes de la renovación
litúrgica1• El primer compromiso del servicio de la pasto-
ral litúrgica tanto en los seminarios como en las casas
de formación de los religiosos, es perfeccionar la forma-
ción litúrgica del clero, que se expresa mediante un au-
téntico espíritu celebrativo. Esta formación litúrgica, fun-
damento de toda la vida espiritual implica, además de la
ciencia, la experiencia.

En los seminarios y casas religiosas, los clérigos


deben adquirir una formación litúrgica de la vida
espiritual por medio de una adecuada iniciación
que les permita comprender los sagrados ritos y
participar en ellos con toda el alma, sea celebran-
do los sagrados misterios, sea con otros ejerci-
cios de piedad, penetrados del espíritu d.e la sa-
grada liturgia (se 17).

En esta perspectiva, Puebla señala que la renovación


litúrgica debe estar animada por una auténtica teología
litúrgica: "La renovación litúrgica ha de esta orientada
por criterios pastorales fundados en la naturaleza mis-
ma de la liturgia y de su función evangelizadora" (Puebla
924).

"La constitución litúrgica, antes que exponer los principios que deben
guiar la reforma de la liturgia y sus modalidades concretas, trata de la
naturaleza litúrgica de la misma y, sobre todo, insiste en seis articulos
(14-19) sobre la necesidad primordial de brindar una sólida formación
litúrgica al clero y a todos los fieles" Barauna. Guilherme, A participar;ao
ativa: principio inspirador e diretivo da Constituir;ao Litúrgica, em AA. VV.
A Sagrada Liturgia renovada pelo Concilio, Ed. Vozes, Petrópolis, AJ.
p.301.

15
Manual de Liturgia

Sin embargo, la formación litúrgica no está reservada


para algunos privilegiados, los clérigos y los religiosos,
sino que debe extenderse a todos los bautizados. Tam-
bién para ellos, la liturgia es fuente primaria y necesaria
de la que han de beber el espíritu verdaderamente cris-
tiano, y por lo mismo, los pastores de almas deben bus-
car con diligencia la participación de los fieles en la litur-
gia en toda su actuación pastoral por medio de una
educación adecuada (se 14). Por tanto, la tarea que se
presenta más urgente es la de la formación litúrgica del
pueblo de Dios: pastores y fieles (cf. VOA 15/319). Es
una tarea de conjunto tanto que quien estudia y enseña
como de todos los que ejercen diversos ministerios
pastorales y de las comunidades.

La razón de la exigencia de una auténtica formación


litúrgica para el clero y los fieles emerge de la misma
finalidad de la reforma y renovación litúrgica postulada
por el Concilio Vaticano ,,:

La santa madre Iglesia desea ardientemente que


se lleve a todos los fieles a aquella participación
plena, consciente y activa en las celebraciones
litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia
misma, ya la cual tienen derecho y obligación, en
virtud del bautismo, el pueblo cristiano, linaje
escogido, sacerdocio real, nación santa, pue-
blo adquirido (1 P 2,9) (se 14). Los pastores de
almas fomenten con diligencia la educación
litúrgica y la participación activa de los fieles, in-
terna y externa (se 19 y 42;lnstr lOe 19/79). Esta
misma formación, adaptada a la propia condición,
es indispensable también para los laicos, tanto
más cuando estos, en muchas regiones, son lla-
mados a asumir responsabilidades cada vez más
relevantes en la comunidad (VOA 15/319).

16
Vida litúrgica en el seminario

No sólo la pastoral litúrgica, sino el mismo

proceso pedagógico de la formación litúrgica tie-


ne como objetivo final la participación activa, in-
terna y externa, consciente, plena y fructuosa de
todo el pueblo de Dios en las celebraciones
litúrgicas, es decir la vivencia de misterio de Cris-
to a través de la participación en la acción rituaP.

La renovación litúrgica, entonces, más que una acción


ritual o ceremonial, significa un estilo nuevo de celebra-
ción y participación, que expresa la celebración del
misterio pascual de Jesucristo, memorial de la nueva
alianza de Dios Padre Con su pueblo reunido en asam-
blea. Con todo, la acción celebrativa participada su-
pone una sólida formación y vivencia por parte de los
ministros.

y como no se puede esperar que esto ocurra si


antes los mismos pastores de almas no se im-
pregnan totalmente del espíritu y de la fuerza de
la liturgia y llegan a ser maestros de la misma, es
indispensable que se provea, antes que nada, a
la educación litúrgica del clero (se 14; VQA, 15/
319). A los sacerdotes, tanto seculares como re-
ligiosos, que ya trabajan en la viña del Señor, se
les ha de ayudar con todos los medios apropia-
dos a comprender cada vez más plenamente lo
que realizan en las funciones sagradas, a vivir la
vida litúrgica y comunicarla a los fieles a ellos
encomendados (se 18).

2 Abreu. E. Helena de - Buyst, 1. Forma¡¡;ao litúrgica. preliminares:


Conceitua¡¡;ao, en: Forma¡¡;ao litúrgica, como taze-Ia, Cadernos de Li-
turgia 3, Paulus, Sao Paulo, 1994, p. 9.

17
Manual de Liturgia

Ocurre que, allí donde los pastores están penetrados de


un auténtico espíritu celebrativo y favorecen la iniciación
litúrgica, los fieles comprendeh el sentido de su fe y
maduran en su compromiso de vida cristiana. Todos re-
conocen el valor y la necesidad de la formación, con una
necesaria y competente interdisciplinariedad de las ma-
teria, especialmente en lo que se refiere a liturgia. La
constitución conciliar sobre la liturgia lo pedía ya:

La asignatura de sagrada liturgia se debe consi-


derar entre las materias necesarias y más impor-
tantes en los seminarios y casas de estudios de
los religiosos y entre las asignaturas principales
en las facultades teológicas [ ... ] Los profesores
de las otras asignaturas [. .. ] procurarán exponer
el misterio de Cristo y la historia de la salvación
[. .. ] de modo que queden bien claras su conexión
con la liturgia y la unidad de la formación sacer-
dotal (se 16).

La iniciación en la vida y en el espíritu litúrgico puede


considerarse como una "obra de gran amplitud, que debe
comenzar en los seminarios y casas de formación y con-
tinuar a lo largo de toda la vida sacerdotal" (VQA 15/319),
para que los alumnos "participen plenamente en las ce-
lebraciones litúrgicas y obtengan de ellas el alimento para
su propia vida espiritual y para comunicar a los demás"
(Instr. lOe 14/73 y 18/77). ¿Quién nos desea una activa
participación, fruto de una profunda renovación? Sin
embargo, el factor principal de la renovación será siem-
pre el esfuerzo perseverante para promover la compren..l
sión y la inserción en el espíritu de la liturgia. Esto suce-
derá sólo mediante un intenso trabajo de formación
litúrgica, que presupone la transformación de la manera
de comprender la naturaleza teológica de la litúrgica y
su correspondiente expresión celebrativa por parte de

18
Vida litúrgica en el seminario

los responsables de la comunidad. Una renovación pro-


funda y eficaz tendrá que comenzar ante todo en el se-
minario, que debería transformarse en un centro
irradiadorde un nuevo espíritu y de un estilo participativo
y ministerial de celebrar.

La misma constitución sobre la liturgia no es tanto una


reforma ritual como una renovación del espíritu y de la
mentalidad en materia ritual y de su correspondiente estilo
celebrativo. Lo que se desea hacer posible es que el
misterio de la celebración litúrgica sea el auténtico culto
en espíritu y verdad del que Cristo hablaba (cf. Jn 4,24),
una verdadera efusión del Espíritu de Jesucristo. No se
trata de recordar acontecimientos pasados o enriquecer
el bagaje cultural de los participantes sino de que todos
se dejen vivificar y transformar por el Espíritu mediante
la Palabra viva de Dios. Se participa de los ritos no para
ser fiel a una disciplina institucional o para conservar al-
gunos valores religiosos sino para profesar la fe en el
misterio pascual de Cristo, para celebrar la gloria de Dios
Padre y para experimentar las maravillas de la acción
del Espíritu de Dios presente y actuante en su pueblo.
Sin embargo, si este "espíritu de la sagrada liturgia" (cf.
se 17) no es asimilado a través de una formación actual
y fundada, especialmente de los candidatos al ministerio
sacerdotal, el movimiento de reforma y de renovación
del Concilio y el camino posconciliar corren el riesgo de
acabar en simples exterioridades rituales, en culto vacío
de "espíritu y verdad".

El estilo renovado de celebración, orante y pascual, ger-


mina y se desarrolla a lo largo de todo un proceso for-
mativo. Este nace de la vivencia celebrativa, del estudio,
de la experiencia y de la valoración de la práctica litúrgica
en la propia casa de formación. Si el tiempo de semina-
rio no está marcado por una significativa experiencia

19
Manual de Liturgia

litúrgica, será más difícil revertir el cuadro de la forma-


ción permanente, con serias consecuencias para la vida
litúrgica del pueblo de Dios (cf. EF 8/235), pues del espí-
ritu y vivencia litúrgica de los ministros depende, en bue-
na parte, la participación activa y plena del pueblo en la
acción celebrativa de la comunidad eclesial (se 14; cf.
VQA, 15/319). Es imposible pensar en la renovación de
la mentalidad y de la acción del pueblo cristiano sin que
se dé un cambio antes en los seminarios y casas de for-
mación y en los ministros que animan y coordinan las
celebraciones. Si los ministros tienen sensibilidad litúrgica
y están bien orientados, es muy probable que las comu-
nidades a ellos confiadas entren en sintonía con lo que
celebran.

Tres son los motivos que hacen urgente una sólida for-
mación y vivencia litúrgica de los futuros presbíteros:

1. Formación cristiana y espiritual del presbítero: "La


formación [... ] debe darse de tal forma que los alum-
nos aprendan a vivir en trato familiar y asiduo con el
Padre por su Hijo Jesucristo en el Espíritu Santo.
Habiendo de configurarse a Cristo Sacerdote por la
sagrada ordenación, habitúense a unirse a Él, como
amigos, con el consorcio íntimo de toda su vida. Vi-
van el misterio pascual de Cristo de tal manera que
sepan iniciar en él al pueblo que ha de en come n-
dárselas [... ] Aprendan los alumnos a vivir según la
forma del Evangelio; a cimentarse en la fe, la espe-
ranza y la caridad, para alcanzar, con la práctica de
estas virtudes, el espíritu de oración, conseguir la
fortaleza y defensa de su vocación, lograr vigor de
las demás virtudes y aumentar en el celo por ganar a
todos los hombres para Cristo" (OT 8).

20
Vida litúrgica en el seminario

2. Función de los pastores en la liturgia y en el ministe-


rio: "Los presbíteros, en virtud del sacramento del
Orden, han sido consagrados como verdaderos sa-
cerdotes del Nuevo Testamento, a imagen de Cristo,
sumo y eterno sacerdote, para predicar el Evangelio
y apacentar a los fieles y para celebrar el culto divino
[ ... ] Pero su oficio sagrado lo ejercen, sobre todo, en
el culto o asamblea eucarística, donde, obrando en
nombre de Cristo y proclamando su misterio, unen
las oraciones de los fieles al sacrificio de su Cabeza
[ ... ] Para con los fieles arrepentidos o enfermos des-
empeñan principalmente el ministerio de la reconci-
liación y del alivio, y presentan a Dios Padre las ne-
cesidades y súplicas de los fieles. Ejerciendo, en la
medida de su autoridad, el oficio de Cristo,Pastor y
Cabeza, reúnen la familia de Dios como una fraterni-
dad, animada con espíritu de unidad, y la conducen
a Dios Padre por medio de Cristo en el Espíritu" (LG
8). "Como ministros sagrados, señaladamente en el
sacrificio de la Misa, los presbíteros representan a
Cristo, que se ofreció a sí mismo como víctima por la
santificación de los hombres [... ] De modo semejan-
te, en la administración de los sacramentos se unen a
la intención y caridad de Cristo [ ... ] Al regir y apacen-
tar al Pueblo de Dios, se sienten movidos por la caridad
del buen Pastor a dar su vida por sus ovejas" (po 13).

3. Maestros y guías del pueblo: Los presbíteros no pue-


den ser "guías y maestros del pueblo" si antes no se
impregnan del espíritu y de la fuerza de la sagrada litur-
gia (d. se 14); en este aspecto, conducen a su rebaño,
no sólo con la palabra, sino con el ejempl03 (se 19).

3 Cfr. Sartore. D. Format;ao litúrgica dos futuros presbíteros. en NDL, Ed.


Paulinas, Sao Paulo, 1992, p. 496.

21
Manual de Liturgia

En resumen, el movimiento de reforma promovido por el


Vaticano" puso en primer plano la exigencia de la for-
mación específica, para lograr el objetivo de renovar con-
creta y profundamente la vida litúrgica de las comunida-
des cristianas a partir de la educación en los seminarios
yen las casas de formación de los religiosos. "La forma-
ción litúrgica de los pastores, condición indispensable e
incluso paradigma de la formación litúrgica de los fieles,
es una tarea que debe realizarse constantemente en el
propio ministerio"4.

PARA DIALOGAR EN GRUPO

* Compartir con los compañeros alguna experien-


cia de una celebración de buena calidad.

* ¿Qué es lo que más exige una comunidad de


sus ministros en la acción litúrgica?

2. Realidad actual de la formación litúrgica

Como cualquier otra realidad de la vida, el proceso for-


mativo de una persona o de un grupo refleja las condi-
ciones de su época y es fruto de las exigencias y cons-
tantes de una etapa de la historia. Como proceso, apartir
de la experiencia del pasado,las ciencias humanas y
teológicas pueden iluminar los nuevos procedimientos
educativos, abriendo nuevas perspectivas y ayudando
en la comprensión de las reivindicaciones que brotan de
la sensibilidad de las nuevas generaciones.

4 Martín. J.L. No Espirito e na Verdade. Introdur;:ao antropológica a litur-


gia. vol. 11. Ed. Vozes. Petrópolis. 1997. p. 322.

22
Vida litúrgica en el seminario

2.1 Un tiempo de transición

En muchos seminarios y casas de formación, alumnos y


formadores viven una transición. L.:.os jóvenes critican las
actuales celebraciones, mientras para los formadores
representan una conquista luego de años de búsqueda.
Ocurre que los alumnos pertenecen a una generación
que no conoció ni saboreó el ardor del movimiento de
renovación litúrgica, la época del Concilio y los años si-
guientes.

Además, muchos de los formadores, en la actualidad,


provienen de los tiempos de seminario posconciliar que
acompañaron con interés el movimiento de renovación
litúrgica. Asumieron las reformas de modo creativo. La
comunidad formativa, con sólidas bases teológicas, bí-
blicas y pastorales,acabó asumiendo la renovación como
un hecho eclesial sin resistencias. Pero en los semina-
rios donde no se había llegado a esa sensibilidad
celebrativa, la reforma, del Vaticano 11 despertó un afán
de experiencias. En consecuencia, lo que era oficial aca-
bó interpretándose como "ensayo". Este período de ex-
periencias pasó y no faltaron seminarios con cierta de-
cepción 5 • Pasada la novedad de las nuevas formas de
participación, desapareció poco a poco su atractivo. Hubo
hasta quien dijo: "la liturgia dio lo que tenía que dar".
Diócesis, parroquias y seminarios llegaron a esta crisis
porque no se cuidó suficientemente lo principal: "la for-
mación litúrgica, sin la cual cualquier reforma acaba vol-
viéndose estéril"6.

5 Cfr. Pindado, Vicente Martín, Los futuros presidentes de la celebración


y su sentido actual de la liturgia, en Cuadernos Phase 21, p. 67-68.
6 Barauna, G. art.cit. p. 302.

23
Manual de Liturgia

Ante las experiencias fallidas de años pasados, se com-


prende la postura de algunos alumnos y formadores que
hoy adoptan actitudes de "cierta prudencia" y hasta de
"recelo" ante la realidad y la tarea de la formación y de la
celebración litúrgica. Esto puede originar dos modos de
actuar:

- los que optan por una acción celebrativa seria y


fundamentada;

- los que asumen una actitud apática e indiferente. En


la liturgia se mueven sólo por la obligación del pre-
cepto.

Sin lugar a dudas, la causa de muchas crisis en la prác-


tica litúrgica posconciliar fue la ausencia de una seria
iniciación en el sentido (naturaleza) de la liturgia, es de-
cir en los principios, criterios y normas litúrgicas postula-
dos por el Concilio. Mejor aún, la reforma litúrgica que
se quiso en consonancia con el movimiento preconciliar
y conciliar no estuvo acompañada de un proceso que
descubriera el sentido y la fuerza de la liturgia. Todo su-
cedió de manera muy rápida. En un corto espacio de
tiempo, los libros litúrgicos, elaborados a partir de los
postulados del Concilio, se publicaron, se tradujeron y
se pusieron en manos de los fieles con la suposición de
que ya había una "nueva conciencia y un nuevo espíritu
celebrativo" .

Por otro lado, la "revisión de los ritos", considerados "in-


tocables" durante siglos, sobre todo la Misa, tomó a
muchos de sorpresa7 . En poco tiempo, se pasó de una

7 Cfr. Tena, Pere, La formación litúrgica como responsabilidad pastoral,


en Cuadernos Phase 21, p. 17-18.

24
Vida litúrgica en el seminario

liturgia escrupulosamente inmutable a una liturgia sus-


ceptible de reformas y de críticas.

No se puede negar la riqueza en muchos aspectos de


este tiempo de transición, o de acomodación, a pesar de
la crisis, el impacto e incluso las decepciones. El ansia
de innovaciones, desprovista de criterios fundados so-
bre el sentido litúrgico, desapareció y dio paso, en oca-
siones, a la indiferencia o al "todo vale" en liturgia.

2.2 Nuevos puntos de referencia

Las nuevas generaciones de alumnos y formadores tie-


nen ahora nuevos puntos de referencia. Lo que cuenta
es el presente, la vida de la gente y la actual realidad
celebrativa. Las críticas a la antigua práctica celebrativa
y a la mentalidad rubricista parecen anacrónicas. Para
las comunidades eclesiales latinoamericanas, la Confe-
rencia de Medellín (1968) es el marco de nuevos
paradigmas.

El sufrimiento de los pueblos latinoamericanos hace que


la Iglesia crezca en la conciencia de su dimensión
profética y evangelizadora. En Medellín, los Obispos
señalan los nuevos rumbos de la promoción social. Al
tiempo que la atención de la Iglesia se dirigía a los gru-
pos marginados, a las grandes masas empobrecidas y
oprimidas, deseosas de liberación integral, germinaban
las semillas de una nueva expresión litúrgica unida a la
vida. Sin embargo, en este tiempo, la liturgia se relegó a
un segundo plano. La acción social ocupaba un lugar
relevante en la vida eclesial.

Sobre todo en las comunidades eclesial es de base, bajo


la influencia creciente de la teología de la liberación, la
nueva reflexión sobre la cristología y la eclesiología en

25
Manual de Liturgia

América Latina innova la manera de celebrar la vida de


fe 8 . En la actualidad, se constata una vuelta a lo religio-
so místico y muchas veces intimista.

2.3 La sociedad secularizada

Los alumnos viven, hoy, sumergidos en una sociedad


centrada en el hedonismo y la autorrealización, artioulada
por el poder político y económico. ¿Cómo sustentar la
formación litúrgica en una sociedad despojada de su sig-
nificación religiosa y sacramental? La mentalidad del
"hombre técnico, informatizado y cibernético", marcada
por la eficacia y la producción, encuentra dificultades para
captar y percibir los valores inherentes al universo sim-
bólico. y las consecuencias de tal situación se reflejan
en el ámbito de la formación y de la celebración litúrgica.
De esta sociedad secular y plural se sigue que aquel
hombre perdió la conciencia de ser alguien "salvado por
Dios", en cuanto la liturgia es, por su naturaleza, mo-
mento actualizante de la historia de la salvación 9 •

La sociedad moderna y secular se presenta en la actua-


lidad como un desafío cultural para la formación litúrgica.
Donde no hay espacio para Dios es difícil que haya es-
pacio para la liturgia. Igual donde no hay sintonía con las
realidades humanas, no habrá formación sería. La Ins-
trucción sobre la formación litúrgica en los seminarios
reconoce que la secularización creciente de la sociedad
suscita una serie de problemas pedagógicos, pues "ofus-
can en las mentes la genuina naturaleza de la liturgia,
haciendo al hombre incapaz de participar en ella y vivirla
con intensidad" (EF 4/231).

8 Cfr. cnbb, doc. 43, nn. 14-17.


9 Petrazzini, M.I., Formar;ao litúrgica, en NDL, Ed. Paulinas, Sao Paulo,
p.485.

26
Vida litúrgica en el seminario

2.4 Visión reduccionista de la misión


de la Iglesia

Otro fenómeno que afectó la formación litúrgica


posconCiliar (el proceso de consolidación de la renova-
ción y reforma litúrgica) fue una concepción cerrada de
las actividades inherentes a la acción evangelizadora de
la Iglesia~ Dada la realidad y las necesidades apremian-
tes de la época, algunas dimensiones de la pastoral que-
daron relegadas y aisladas. En esta perspectiva, son sig-
nificativas las expresiones en torno a la formación
litúrgica: "Para que perder el tiempo con la liturgia, ihay
cosas más importantes que hacer!". "Ya tengo un com-
promiso, ¿para qué la liturgia?".

No pocas veces, la formación litúrgica en los seminario y


casas de formación resultó perjudicada por una com-
prensión reduccionista de la misión de la Iglesia en la
que la práctica pastoral enfatizó una determinada dimen-
sión o sector pasto~al,en detrimento.del conjunto de la
vida y de la acción evangelizadora de la misma Iglesia.
Tal práctica, en opinión de Pere Tena, olvida- que existe
una dimensión sacramenal en la acción evangelizadora,
en la catequesis, en la promoción humana, en el testi-
.monio cristiano, en la reflexión teológica y en el servicio
a los pobres 10.

10 Tena, Po, arto cit., po 210

27
Manual de Liturgia

PARA DIALOGAR EN GRUPO

* ¿Qué iniciativas existen en su diócesis, semina-


rio, casa de formación o parroquia en cuanto a
la formación litúrgica?

* ¿Cómo califica usted esa formación litúrgica?

3. La formación litúrgica

3.1 Sentido

El término "formación" suele designar una acción que da


forma, plasma el carácter, la mentalidad, la actuación y
el conocimiento profesional de una oersona o de un gru-
po de individuos. La formación presupone todo un pro-
ceso de aprendizaje. En este proceso, más que concep-
tos puramente racionales, es necesario asumir los
aspectos prácticos relativos a la persona del formando.
En esta perspectiva, hoy, se aborda la formación con
una realidad que concierne a la totalidad de la persona
(cf. GE 2).

La formación quiere conferir a la persona una "forma vi-


tal" unitaria, ayudándola a explicitar y poner por obra sus
capacidades y potencialidades, mejor aún, a expresarlas
y ampliarlas de manera armoniosa y equilibrada, lleván-
dola a adquirir las capacidades teóricas para actuar y
asumir determinados comportamientos en corresponden-
cia con un proyecto unitario de vida 11.

11 Cfr. Petrazzini. M.1. arto cit., p. 480-481.

28
Vida litúrgica en el seminario

La formación litúrgica es un componente fundamental


de la formación de la persona cristiana.

Todos los cristianos que, por la regeneración del


agua y del Espíritu Santo, son una nueva criatura
y se llaman hijos de Dios, tienen derecho a una
educación cristiana. Tal educación no pretende
sólo la madurez de la persona humana, sino que
los bautizados sean introducidos en el conocimien-
to del misterio de la salvación; aprendan a adorar
a Dios Padre en espíritu y verdad (cfr. Jn 4;23),
sobre todo en la acción litúrgica, y vivan según el
hombre nuevo en la justicia yen la santidad de la
verdad (Ef 4,22-24) (GE 2).

A veces, la formación litúrgica se entiende, en el lengua-


je común, como algo puramente intelectual, limitada a la
transmisión de contenidos. Pero para alcanzar la perso-
na humana del alumno, como un todo, es necesario tra-
bajar con su dimensión corporal, relacional, intelectual,
afectiva, intuitiva, imaginaria, simbólica, religiosa y
experiencial.

La liturgia es maestra y escuela de vida para quien aspi-


ra realizar la expresión de Pablo: "ya no vivo yo, sino que
es Cristo quien vive en mí" (Ga 2,20).

La vida cristiana, meta de la educación, tiene una di-


mensión cultural que corresponde al llamado a ofrecer
los cuerpos como hostias vivas al Señor (Rm12, 1-2; 1P
2,4-5). En esto consiste ser adoradores del Padre en
espíritu y ver~ad. Esta vida hecha ofrenda cultual requie-
re, por una parte, una iniciación en el misterio de la sal-
vación, y por otra, una aprendizaje, sobre todo, a través
de la acción celebrativa. Esto evidencia la importancia
de la liturgia como espacio significativo de iniciación en

29
Manual de Liturgia

el misterio de la salvación. Se trata de la perspectiva


mistagógica puesta en acción, entendida como introduc-
ción progresiva y gradual en la vida litúrgica de la comu-
nidad cristiana y en los sacramentos como memoria del
evento salvador.

La formación litúrgica, como parte integrante de la vida


cristiana, introduce a las personas en la vivencia del mis-
terio; funda y anima el hacer de la vida una ofrenda agra-
dable a Dios por la participación en la acción litúrgica de
forma conciente, activa y plena (se 14). Así, la liturgia se
transforma "fuente primaria y necesaria en la que han
beber los fieles beben el espíritu verdaderamente cris-
tiano" (se 14; OT 16), razón por la cual la formación
litúrgica de los alumnos no debe restringirse a la adqui-
sición de contenidos racionales.

El futuro ministro necesita adquirir un conocimiento inte-


gral (holístico). En el proceso informativo debe haber un
equilibrio entre la formación sistemática y la formación para
la acción. Esto implica una planeación, una vivencia y una
evaluación conjuntas. En esta perspectiva, las celebra-
ciones litúrgicas en las que participan los alumnos se cons-
tituyen en fuente primaria de la iniciación en el misterio
de Cristo, allí proclamado y actualizado por la Iglesia, a
la cual aquéllos desean servir como futuros ministros.

Iniciar a un grupo de alumnos en la dimensión litúrgica


significa profundizar la propia realidad litúrgica en sus
aspectos fundamentales como un hecho progresivo y
permanente. Se habla de la "inserción vital en el misterio
pascual de Jesucristo muerto y resucitado, presente y
actuante en los sacramentos de la Iglesia" (PDV 48).

Finalmente, por formación litúrgica se entiende aquí el


amplio proceso de vivencia celebrativa fundada en la

30
Vida litúrgica en el seminario

teología bíblico-litúrgica, donde se realiza la unidad en-


tre el gesto ritual, su sentido teológico y la actitud espiri-
tual que lo traspasa, de modo que los seminaristas pue-
dan "comprender las acciones sagradas y participar en
ellas con toda el alma" (se 17). Se trata de toda una
nueva mentalidad celebrativa, un sentido sacramental
que nos permita entrar en sintonía con el misterio pascual
de Cristo hasta "configurarnos con Él" (Flp 3,10), "trans-
formarnos en Él" (2 Co 3,18), para que Cristo "tome for-
ma definitiva" en nosotros" (Ga 4,19) mediante la acción
del Espíritu Santo. En esta perspectiva cristológica y
pneumatológica, la formación ofrecida a los seminaristas
gesta y desarrolla una espiritualidad litúrgica, que lleva a
vivir lo que significa, ya celebrar en la comunidad eclesial
la salvación ofrecida y realizada en Cristo bajo el impul-
so del Espíritu Santo.

En última instancia, el seminario y la casa de formación,


en el campo de la liturgia, desean formar un cristiano por
entero, animado todo por el Espíritu Santo, un ministro
de la comunidad, para que la .liturgia no sea sólo una
obligación o una formalidad, sino el centro de su vida y
de su acción apostóllica, y de esta forma se convierta en
"un ministro capaz de conducir al pueblo a una participa-
ción conciente y activa en el misterio de Cristo" (EF apén-
dice, n. 5)12.

3.2 Objetivos de la formación litúrgica

Toda la formación de los candidatos al presbiterado está


destinada a disponerlos de modo particular a participar
de la caridad de Cristo Buen Pastor. La educación de los

12 Aldazábal, J., La formación litúrgica, tarea inacaba de la reforma del


Vaticano 11, en Revista Phase 176 (1990), p. 41.

31
Manual de Liturgia

alumnos debe tender a formar verdaderos pastores se-


gún el ejemplo de Nuestro Señor; maestro, sacerdote y
pastor. Por eso deben prepararse:

- al ministerio de la Palabra de Dios, para que la mis-


ma sea escuchada por ellos, asimilada por la medi-
tación y comunicada en palabras y obras;

- al ministerio del culto y de la santificación, para que


predicando y celebrando las acciones litúrgicas se-
pan realizar la obra de la salvación por medio de la
Eucaristía y los demás sacramentos;

- al ministerio de pastores, para que sepan llevar a las


personas a Cristo, que no vino a ser servido sino a
servir y dar la vida por la redención de muchos, ha-
ciéndose esclavo de todos (1 Cr 9,19) (cfr. FPIB n. 82).

De esta manera, la formación litúrgica en los seminarios


y casas de formación tiene los siguientes objetivos:

3.2.1 Formar una personalidad litúrgica

La formación litúrgica en los seminarios desea dar a los


alumnos una forma vital, unitaria y equilibrada, para que
desarrollen sus potencialidades y asuman un modo de
ser coherente con un proyecto de vida. Se trata, pues,
de moldear la personalidad litúrgica de modo que haya
un estilo y un espíritu celebrativos. El primer objetivo de
la formación litúrgica es la vida cristiana de los
seminaristas. Antes de ser ministros, deben ir formando
una personalidad cristiana integral.

La formación litúrgica en los seminarios quiere hacer


posible para los alumnos una forma de vida integrada y
orante, deseando "reconstruir" la unidad del ser huma-

32
Vida litúrgica en el seminario

no, históricamente dividido. Así, los alumnos tienen la


oportunidad de desarrollar sus potencialidades y asumir
un modo de ser coherente con el proyecto de vida que
se proponen. Esto significa que el alumno deberá des-
cubrir y experimentar ya la espiritualidad litúrgica que
habrá de animarlo en todo su camino presbiteral.

Los candidatos al sacerdocio ministerial, insertos en una


sociedad donde cada vez se acentúa más la pluralidad
cultural y religiosa, necesitan madurar su experiencia de
fe cristiana, dejándose interpelar por la Palabra de Dios,
profundizando su espíritu de oración y celebrando los
dones sacramentales de la salvación. Deberán dar un
salto cualitativo a un nivel superior de la vida humana
que la vida cristiana y la celebración litúrgica requieren.
Como bautizados y cristianos, debe ayudarse a los can-
didatos a entrar en comunión con Cristo y su misterio de
salvación, a celebrar litúrgicamente esta comunión y, de
esta forma, a madurar en su fe.

Por "personalidad" se entiende aquí más la capacidad


de sintonía y sensibilidad hacia el misterio celebrado, a
la asamblea reunida y al universo sacramental de la li-
turgia, más que la erudición y los conocimientos. Se ca-
racteriza como una personalidad cristiana el fiel que ve y
valora las realidades de la vida con los criterios y los
ojos de Cristo. Una personalidad litúrgica, como deriva-
cióndel ser cristiano, la tiene quien ha entendido y asi-
milado en la vida

la liturgia, principalmente la Eucaristía, como fuen-


te de donde emana la gracia y con mayor eficacia
se obtiene la santificación de los hombres en Cris-
to y la glorificación de Dios, hacia la cual, como a
su fin, tienden todas las demás acciones de la
Iglesia (sc1 O).

33
Manual de Liturgia

Para constituir esta "personalidad", se hace necesario


trabajar toda la vida de la persona. Esta no sólo es cele-
bración. Es persona de fe, caridad y compromiso social;
un invitado a participar de la salvación realizada en Cris-
to, ejerciendo un ministerio ordenado; es un hombre in-
tegrado en su estilo de vida y comprometido con el pro-
yecto de Jesús.

Resulta indispensable afirmar que la personalidad


litúrgica es un aspecto esencial de los futuros ministros
de la Iglesia; si entendemos la liturgia como la participa-
ción sacramental en la Pascua de Cristo, por la cual tam-
bién la vida de los fieles se transforma en comunión con
la del Señor, pues cuanto creemos por la fe y celebra-
mos en la liturgia es lo que estamos invitados a vivir
mediante la práctica de la caridad, impulsados por una
unidad interior13 • La espiritualidad cristiana tiene como
principal escuela y fuente unificadora la participación y
la formación litúrgica. Esta, para los alumnos de los se-
minarios y casas de formación, es algo esencial, no fa-
cultativo.

Los alumnos, como futuros pastores y animadores de la


comunidad cristiana y de sus celebraciones, necesitan
una mayor "educación litúrgica" que les permita elaborar
aquella sensibilidad y arte orante que requieren los mi-
nistros y maestros de oración. Deben, pues, asimilar la
relación entre normas y creatividad, entre la dinámica
pedagógica y la ritualidad simbólica de una acción
celebrativa.

En el proceso formativo, lo importante es favorecer la


maduración de la personalidad cristiana, litúrgica y pas-

13 Cfr. Aldazábal, J. art. cit. p. 97-98.

34
Vida litúrgica en el seminario

toral a través de convicciones claras, actitudes gradual-


mente asumidas por la fe, fundadas en el estudio y tes-
timoniadas en el amor. Los alumnos pueden madurar y
consolidar esta personalidad principalmente por medio
de:

la escucha de la Palabra de Dios;

la vivencia de los sacramentos y de toda la liturgia;

el servicio al Pueblo de Dios en el ejercicio de la ca-


ridad pastoral;

la disponibilidad y el compromiso misionero;

la participación comunitaria y la comunión eclesial;

la oración personal, espontánea y contemplativa;

la dirección espiritual.

El proceso de crecimiento espiritual sólo es posible a


través de un esfuerzo sincero y permanente de conver-
sión que significa disponibilidad a los nuevos llamados
de Dios y empeño para corregir las fallas y los pecados
del hombre viej014. "El medio primordial de toda la for-
mación espiritual siempre será la participación conciente,
plena y activa en la sagrada liturgia"15.

Los seminaristas deben formarse para la participación


viva e intensa en la acción litúrgica y sacramental y no
simplemente para la asistencia o el desempeño de las

14 CNBB, Formar;;8o dos presbíteros da Igreja no Brasil, doc. 55, n.126.


Cfr. nn. 127-132.
15 Ratio Institutionis sacerdotalis de la Conferencia Episcopal Española
1968, n .45 en Aldazábal, arl. cil. p. 103.

35
Manual de Liturgia

funciones sagradas. La formación debe ayudar a los jó-


venes alumnos a asumir la liturgia como una forma co-
munitaria de vivir la comunión con Dios 16 .

3.2.2. Formar una persona equilibrada e integrada

La liturgia, como participación y cQ(;1uniónen el misterio


salvador de Cristo, es lo que más puede contribuir a dar
unidad y sentido a los aspectos constitutivos de la for-
mación integral de la personalidad del futuro ministro.
La liturgia como elemento integrador supone del alumno
una confrontación diaria de la propia vida con la Palabra
de Dios (cfr. PDV 47; CNNB, doc. 55, n.127); sintonía con
la ofrenda eucarística de Cristo (cfr. CNNB, doc.55, n.129);
y alabanza e intercesión ante Dios en nombre de la so-
ciedad y del mundo (cfr. CNNB, doc. 55, n.128).

El alumno vive a través de muchas dimensiones:


corporeidad, actividad, afectividad y sociabilidad; y cuan-
do participa de una celebración litúrgica trae con ella todo
su mundo rico y complejo. La formación litúrgica consi-
dera la dimensión sacramental de la vida, sin olvidar las
demás, humano-afectiva, intelectual y espiritual; pero tie-
ne un especial cuidado de la vida interior, de su dimen-
sión orante y espiritual que se manifiesta en la capaci-
dad de reflexión y meditación, de contemplación y
adoración, en la sensibilidad ante la belleza y la verdad.
Esta es una dimensión difícil si se considera la actual
mentalidad racionalista que predomina en nuestras ce-
lebraciones.

16 Cfr. Congregación para la Educación Católica. Orientaciones para la


Educación en el Celibato Sacerdotal, en La formación sacerdotal, Do-
cumentos eclesiales (1965-1988), CELAM, n. 616.

36
Vida litúrgica en el seminario

En la perspectiva de la experiencia religiosa, la forma-


ción litúrgica debe ofrecer las bases para el desarrollo
de la expresión religiosa, especialmente hoy día cuando
los alumnos conviven con los reclamos e influencias de
la modernidad. La formación litúrgica en los seminarios
deberá favorecer la percepción de la presencia y del
encuentro con el misterio, el don gratuito que Dios ofre-
ce, sin olvidar el esfuerzo de búsqueda por parte de los
mismos alumnos. Sin embargo, es el nivel sacramental
el que se constituye como punto de equilibro yde sínte-
sis entre la búsqueda y la apertura de la persona y el
don de salvación que Dios ofrece y otorga en la palabra
y en la acción ritual.

Naturalmente, en la acción formativa deben estar pre-


sentes y considerarse la realidad de la persona del alum-
no en su situación concreta y la persona y el misterio de
Cristo. En la articulación de estas situaciones se desa-
rrolla el proceso formativo, el dinamismo de crecimiento
de la vida de un bautizado que impulsa al alumno a ser
cada vez más humano y cada vez más cristiano, a tra-
vés de una integración armoniosa de los diversos facto-
res y elementos que constituyen y envuelven su vida 17.

3.2.3 Formar el espíritu y la acción eclesial

La liturgia es la acción de la Iglesia, de la comunidad de


fe reunida en asamblea en nombre de Jesucristo (cfr.
SC 26). La acción litúrgica es una "hacer" comunitario,
donde existen ritos en los que toda la comunidad actúa,
donde los presentes expresan su realidad vital y, por
consiguiente, experimentan juntos los mismos elemen-
tos del rito: cantos, oraciones, movimientos yaclamacio-

17 Petrazzini, J., arto cit. p. 482.

37
Manual de Liturgia

nes. Además, hay otros ritos, realizados por los minis-


tros que actúan en nombre y en favor de la comunidad
celebrante.

Uno de los objetivos de la formación litúrgica es educar


en el sentido de pertenencia a una comunidad celebran-
te. La celebración es un contínuo ejercicio de participa-
ción. "Comprendan los alumnos que las celebraciones
litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones
de la Iglesia, que pertenecen a todo el cuerpo de la Igle-
sia y lo manifiestan y constituyen" (EF 16/243). Hoy, mu-
chos jóvenes entran al seminario acostumbrados a una
religiosidad personalista e individual, desprovistos de
actitudes comunitarias.

En los seminarios, el proceso formativo pretende educar


en un sentido de pertenencia a la comunidad litúrgica
con la cual comparte sus sentimientos, su vida y su ser-
vicio ministerial. La capacidad de actuar como miembro
activo de la asamblea incluye, ante todo, esta concien-
cia de ser "uno entre muchos", parte de un todo. La asam-
blea no es una reunión de individuos yuxtapuestos don-
de cada uno cuida de sus intereses y tareas. Una
asamblea celebrante se constituye en la diversidad ar-
mónica de funciones y servicios en la que cada uno, mi-
nistro o fiel, hace todo y sólo aquello que, por naturaleza
de función le corresponde" (cfr. se 28).

En este particular, nunca sobra insistir en la necesidad


de formarse para la comunión y la sintonía con el cuerpo
eclesial. Los formandos necesitan ayuda para no sentir-
se, más tarde, "dueños" y "señores" de la acción litúrgica
que, por naturaleza, es acción de la Iglesia, de la comu-
nidad reunida en asamblea. Por esto, es de suma im-
portancia en el proceso educativo trabajar el sentido
de pertenencia eclesial e insistir en el carácter comuni-

38
Vida litúrgica en el seminario

tario-eclesial de las acciones litúrgicas y de los servicios


y ministerios desarrollados en favor de la participación
activa y plena de todos los presentes.

Cuando se habla de la necesidad de "formar el espíritu",


no significa que todo se resuelva a nivel interior. Prepa-
rar a aquel que presidirá la celebración litúrgica es esen-
cialmente hacerlo conciente de su responsabilidad en el
conjunto de la celebración y ayudarlo a entender que, a
través de su cuerpo y de sus gestos, expresa su condi-
ción de miembro de la asamblea. Más aún, que por me-
dio de la actitud orante que atraviesa su comporeidad,
revela su identidad de cristiano. La fe cristiana es fun-
damentalmente simbólica, es decir una fe compartida -ecle-
sial- y de toda la persona -cuerpo y espíritu que se ex-
presan mediante símbolos-. Esta integración presume
que el ministro asume como propia la celebración: sus
gestos, palabras, actitudes y silencio son una mediación
para entrar en comunión con el misterio celebrado.

La integración objetiva de una persona en el conjunto de


la asamblea, como cualquier expresión de convivencia
humana y social, presupone una conciencia clara de la
real naturaleza y valor de la asamblea y de las acciones
celebrativas de la comunidad. Un individuo que de cos-
tumbre someta los elementos objetivos y comunitarios
(oraciones, textos bíblicos, gestos, cantos, etc.) a su
subjetividad, juzgando bueno sólo lo que él elabora,
encontrará muchas dificultades para integrarse como
miembro activo en cualquier asamblea cristiana reunida
en nombre del Señor para la.celebración del misterio de
la fe 18 •

18 Cfr. Tena, P., art. cit., p. 29.

39
Manual de Liturgia

El modo en que alguien se ha formado en el tiempo de


seminario tiene consecuencias para su estilo de vida, de
manera particular, para su vida litúrgica. Por eso, "hay
que cuidar que los alumnos se preparen para su futuro
ministerio de pastores y de presidentes de la asamblea
litúrgica de los fieles aprendiendo lo concerniente a una
digna celebración eucarística" (EF 20/247).

3.2.4 Formar para una sensibilidad


simbólico-sacramental

La liturgia es una acción simbólico-ritual. Los objetos,


las palabras, las acciones, los gestos, el espacio y los
signos etc. se refieren a otra realidad que, en cierto modo,
se hace presente en estos. Todo en la liturgia se refiere
a la gran realidad de Jesucristo y su Reino. Todo gesto
simbólico en la acción celebrativa está relacionado con
un gesto de Cristo. "Cuando alguien bautiza, es Cristo
quien bautiza [ ... ] cuando se lee en la Iglesia la Sagrada
Escritura, es Él quien habla. Y está presente también
cuando la Iglesia suplica y canta salmos ... " (se 7). Todo
en la liturgia está lleno del Espíritu del Resucitado. Si
queremos participar de esta realidad, debemos entrar
en el juego simbólico de la Iiturgia 19 •

La misma naturaleza de la liturgia exige una compren-


sión particular de la acción simbólica. La comunidad que
participa de la celebración necesita ser iniciada en la
comprensión del significado humano y religioso de los
ritos, los símbolos y los gestos. La acción simbólica es
un elemento inherente a la comunicación humana. En la
perspectiva religiosa, se trata de un lenguaje propio para
expresar y actualizar el dinamismo del misterio manifes-

19 Cfr. Buyst, 1. Celebra980 do domingo, ao redor da Palavra de Deus,


Equipe de Litúrgia / 5, Ed. Vozes, Petrópolis, RJ 1988. p. 91-92.

40
Vida litúrgica en el seminario

tado en acontecimientos histórico-salvíficos. La persona


o la comunidad religiosa entra en relación con el miste-
rio y lo actualiza por medio de lo simbólico-ritual.

La formación litúrgica quiere mejorar en los alumnos su


capacidad simbólica y su correspondiente expresión cor-
poral. Por "aptitud simbólica" se entiende la capacidad
de "simbolizar, percibir y expresar el sentido" que está
más allá del valor material y técnico de un objeto o de un
gesto. "Simbolizar es ser capaz de sintonizar con una
realidad invisible por medio de un objeto o un gesto pal-
pable, visible ...". Esto supone trabajar la sensibilidad de
los alumnos extrayendo de las fuentes bíblicas y de la
vida el sentido de los símbolos. Quien se queda en el
aspecto material, palpable y visible ... sin darse cuenta
del significado velado, nunca será capaz de un encuen-
tro verdadero20 • Quien pretende entrar en relación con el
universo simbólico mediante la lógica de la racionalidad,
jamás llegará a comprender el juego celebrativo ni a
involucrarse en él. A lo sumo, a partir de la racionalidad
se puede llegar a la alegoría, es decir a. la materializa-
ción de las ideas. Sin embargo, sólo de la espiritualidad
pueden surgir los símbolos -la comunicación espiritual a
través de realidades visibles-.. En esta perspectiva,
emerge el carácter poético de la participación litúrgica,
no por un simple placer estético, sino por el descubri-
miento de la acción concreta de Cristo, actualizada en la
de la Iglesia mediante el Espíritu Santo, que hace posi-
ble y orienta las actitudes espirituales y favorece la
sintonía con el don que se ofrece.

En el proceso formativo de los jóvenes alumnos es rele-


vante la iniciación en el universo simbólico de la liturgia.

20 Cfr. Buyst, 1. op. cit., p. 91.

41
Manual de Liturgia

Tal iniciación no debe recorrer tanto los caminos del con-


cepto racional como los de la experiencia mediante la
acción reflexionada y evaluada a la luz del concepto
antropológico, religioso, bíblico y celebrativ021 • Eviden-
temente, el núcleo significativo de la acción simbólico-
ritual de la liturgia es el misterio pascual de Jesucristo.

En el horizonte del dinamismo simbólico y de la gestua-


lidad, la formación litúrgica deberá velar por la iniciación
en la expresión corporal y en la acción ritual creativa, y
posiblitar el paso de las actitudes a los gestos y vicever-
sa. Una formación litúrgica correcta debe capacitar para
la expresión y la creatividad. Con todo, estas potenciali-
dades suponen, en primer lugar, asimilación y ejercicios
para "incorporar" los elementos simbólicos que, en mu-
chos.casos, proceden de las más hondas raíces del es-
píritu humano.

4. Notas características de la formación

4.1 Formación unitaria

La formación litúrgica tiene como tarea articular la per-


sona del alumno en su situación concreta y el misterio
de Cristo presente y actuante en la acción celebrativa.
Además, a lo largo del proceso formativo los futuros pres-
bíteros deberán madurar en sí una unidad profunda en-
tre liturgiay oración personal, entre momento celebrativo
y cotidianidad, desarrollando cada día, una actitud de
sincera y total adhesión a Dios Padre, mediante el se-
guimiento de Jesucristo y el impulso del Espíritu Santo.

21 Tena, P. arto cit., p. 27.

42
Vida litúrgica en el seminario

Toda la formación de los candidatos al presbiterado "está


destinada a disponerlos de modo particular para partici-
par de la caridad de Jesucristo, Buen Pastor. Realícese
la formación de tal modo que los alumnos aprendan a
vivir en íntima comunión y familiaridad con el Padre, por
medio de su Hijo Jesucristo, en el Espíritu Santo ... Vivan
el misterio pascual de Cristo de modo que sepan Un día
iniciar en él al pueblo que les será confiado" (cfr. PDV
45).

4.2 Formación adaptada a las personas

La formación litúrgica, como parte del proceso formativo


de los candidatos, debe centrarse en las personas y en
el sentido de los ritos, más que en las formalidades y en
los aspectos estéticos de la celebración; pues es cada
alumno, con toda su vida, el que habrá de salir al en-
cuentro de Cristo en la liturgia. En este encuentro, la
experiencia humana, el estilo de vida, la historia perso-
nal y familiar de cada uno encuentra su referencia: el
misterio de Cristo. Por otra parte, el encuentro con Cris-
to marca el camino personal y social del alumno. Una
verdadera formación litúrgica no puede referirse sólo a
las acciones litúrgicas, sino que debe inspirar y orientar
toda la vida espiritual del candidato.

La acción litúrgica formativa debe considerar que tiene


adelante a personas concretas que a partir de su reali-
dad caminan hacia una opción y una adhesión a deter-
minados ideales de vida. Por esto, los candidatos deben
tenerse en cuenta como protagonistas necesarios e
insustituibles de su formación.

El método participativo se ha ido mostrando como el más


adecuado para el desarrollo de la corresponsabilidad en
la fomación. Este método, que se funda en Cristo, valo-

43
Manual de Liturgia

ra la persona, la considera en sus condiciones reales,


promueve la integración, la reflexión y el diálogo en la
comunidad, y estimula la profundización de las convic-
ciones y el descubrimiento del camino que lleva al creci-
miento personal y grupal (cfr. CNBB, doc.55 n. 88).

4.3 Acción mistagógica

"Mistagogia" quiere decir llevar a los iniciados (mystal) a


vivir el misterio de la salvación. La acción mistagógica
es la característica más significativa de la finalidad de la
liturgia en cuanto acción comunitaria de los bautizados
(cfr. SC 9-19, PO 4-5). Esta responde al objetivo esencial
de la liturgia, al tiempo que trasciende la finalidad mera-
mente educativa de la fe y de la acción cultural.

La mistagogia, más que un conjunto de instrumentos y


elementos pedagógicos, es la misma acción celebrativa
que introduce y hace a los fieles,.reunidos en asamblea,
partícipes del misterio celebrado. En la práctica, habla
del modo pleno de celebrar la liturgia para que sea efec-
tiva comunión con el Padre en Jesucristo bajo la acción
del Espíritu Santo. Este modo de celebrar configura la
espiritualidad y el estilo de vida, orienta a las personas a
la celebración como momento de santificación y de in-
serción de toda su existencia en el misterio de Cristo.

En la práctica formativa, no pocas veces se recurrió a


los métodos e instrumentos pedagógicos disponibles: la
catequesis, la explicación alegórica de los ritos y signos,
y de esta forma se multiplicaron los comentarios en las
celebraciones, lo que no resultó conveniente. El secreto
de la práctica mistagógica reside, más bien, en "celebrar
iniciando", es decir "formar a partir de la acción cele-
brativa". A su vez, la comunidad, ya iniciada en la vida y
en la acción litúrgica, se transforma en mediadora para

44
Vida litúrgica en el seminario

introducir nuevos miembros. Esto muestra la importan-


cia de la comunidad formativa.

La actual coyuntura eclesial y social, marcada por la


mentalidad racional (transmisión de nociones y de cono-
cimientos), hace urgente revalorar la dimensión mista-
gógica de la formación litúrgica:

Toda formación litúrgica auténtica comprende no


sólo la enseñanza, sino la práctica. De hecho,
porque es iniciación "mistagógica", los alumnos
la reciben primero y principalmente a través de la
misma vida litúrgica, en cual son iniciados con
mayor profundidad por las acciones litúrgicas ce-
lebradas en común. Esta seria iniciación práctica
es la base del estudio posterior (EF 2/229).

Por otra parte, el proceso formativo deberá constituirse


en un tiempo de perseverante iniciación en la práctica
habitual y espontánea de la meditación de la Palabra de
Dios yen la oración como presencia y diálogo con Dios.

4.4 La formación como proceso de aprendizaje

La formación litúrgica, como las demás dimensiones de


la vida de los candidatos (cfr. FPIB 83), es también un
proceso de aprendizaje que involucra todas las fases de
la vida. Particularmente importantes son las etapas de la
formación en el seminario.

4.4.1 El período de seminario menor

Una primera etapa puede vivirse en el seminario menor


o en instituciones afines, destinadas a acoger a los jóve-
nes de los últimos años de la secundaria que no encuen-
tran condiciones adecuadas para el estudio y el discerni-

45
Manual de Liturgia

miento vocacional en su medio ambiente (cfr. DSD 81;


FPIB,n. 46). La vivencia y la iniciación litúrgica podrán
ayudar a la maduración de la fe cristiana y de la opción
vocacional.

Al ingreso de los candidatos al seminario "se recomien-


da dar a los alumnos una breve y conveniente iniciación
litúrgica, indispensable para que participen con provecho,
desde el principio, en la vida espiritual del seminario. Esta
iniciación consistirá en una catequesis preliminar de la
celebración eucarística, del año litúrgico, del sacramen-
to de la penitencia y de los salmos" (cfr. EF 8/235).

En este período, a formación espiritual tiene como finali-


dad solidificar la adhesión a la persona de Cristo y al
Reino de los cielos anunciado por Él, por medio de la
oración comunitaria y personal, de las celebraciones fes-
tivas, en especial de las solemnidades y tiempos fuertes
del año litúrgico y de las fechas significativas para la Igle-
sia local, de la iniciación y celebración de los sacramen-
tos de la Eucaristía y de la Penitencia, de las celebracio-
nes de la Palabra de Dios, de los ejercicios de piedad
recomendados por la Iglesia (cfr. se 13) y de la participa-
ción en los momentos signigicativos de la vida del pue-
blo cristiano.

El futuro presbítero, que será el principal anima-


dor y servidor de la celebración litúrgica, desde el
inicio del seminario, tenga una preparación
conciente y activa en la liturgia. Gradualmente,
aprenda a celebrar la Liturgia de las Horas, que
debe convertirse, desde el tiempo de la forma-
ción, en la estructura que sostenga y vivifique la
oración personal y comunitaria del sacerdote, en
unión con la oración de toda la Iglesia. El año li-
túrgico, sobre todo en sus fiestas y tiempos fuer-

46
Vida litúrgica en el seminario

tes, oriente la espiritualidad comunitaria del se-


minario y contribuya a formar al futuro presbítero
como presidente de las celebraciones litúrgicas y
maestro de oración de los fieles. Además, cuíde-
se de la formación litúrgica en el ámbito de la for-
mación estrictamente pastoral (FPIB, n. 128).

4.4.2 El propedéutico

El período propedéutico consiste en "un tiempo de pre-


paración humana, cristiana, intelectual y espiritual de los
candidatos al seminario mayor" (PDV 62). Entre los ele-
mentos principales constitutivos de la formación en el
propedéutico están:

- la formación espiritual mediante la profundización de


la experiencia de Dios, la lectura bíblica, la vida
litúrgica y la oración personal;

- la iniciación y profundización de la vida comunitaria;

- la adecuada comprensión de la Iglesia y del ministe-


rio presbiteral (cfr. FPIB, n. 55).

En su dimensión espiritual, debe orientarse al alumno, a


partir de su vocación bautismal, para hacer una profun-
da experiencia de Dios y de amistad con Jesucristo, a
través de:

- ejercicios espirituales y oración de los salmos - Litur-


gia de las Horas;

- celebraciones litúrgicas;

- valoración de las experiencias de fe vividas en la fa-


milia, en la comunidad cristiana, en el colegio y en
los grupos vocacionales (cfr. FPIB, n. 57).

47
Manual de Liturgia

El decreto conciliar Optatam Totius (n.8) señala tres gran-


des valores y exigencias que definen el contenido de la
formación espiritual del candidato al sacerdocio:

- la fiel meditación de la Palabra de Dios, es decir la


lectura meditada y orante de la Palabra de Dios (Lectio
Divina) (cfr. PDV 47);

- la activa participación en los misterios sagrados de


la Iglesia, sobre todo en la Eucaristía, memorial de la
muerte sacrificial de Cristo y de su gloriosa resurrec-
ción (cfr. PDV 48);

- la caridad con los sencillos. En este sentido, la pre-


paración para el sacerdocio no puede dejar de impli-
car una seria formación para la caridad, en particular
para el amor preferencial por los pobres, en los que la
fe descubre la presencia de Jesús (cfr. Mt 25,40) Y para
el amor misericordioso por los pecadores (PDV 49).

La formación espiritual de los candidatos al seminario


mayor y al sacerdocio ministerial puede lograrse a tra-
vés de una programación de la comunidad educativa, en
la que se prevé:

- vivencia regular de momentos de oración personal y


comunitaria (cfr. PDV 47);

vivencia de los momentos fuertes de oración diaria,


del retiro mensual y de los retiros anuales (cfr. FPIB,
n.137);

- lectura orante de la Biblia;

formación en el hábito de la oración personal afectiva


y contemplativa;

48
Vida litúrgica en el seminario

- celebración solemne de las fiestas del año.litúrgico y


de las fechas ligadas a la vida diocesana o al institu-
to religioso;

- celebración regular del sacramento de la Penitel')cia;

- devoción a la Santísima Virgen María, Madre de Dios


y de la Iglesia (cfr. PDV 45);

- valoración de las prácticas de piedad más comunes


en la religiosidad popular (cfr. FPIB, n.137);

- conocimiento de la vida de los maestros de espiritua-


lidad, de los mártires y de los santos.

Entre las materias humanas y sociales sugeridas para la


capacitación de los candidatos al seminario mayor apa-
recen la introducción al misterio de Cristo y de la Iglesia,
la liturgia, la música, las artes sagradas, la espiritualidad
y la cultura popular.

La participación en la vida litúrgica, en este período, debe


ayudar a los alumnos a cultivar su vida interior, a adquirir
progresivamente el espíritu de oración y conversión, y a
descubrir la unión íntima que existe entre la liturgia y la vida
cotidiana, tanto del sacerdote como de todos los hombres,
que llama al apostolado y exige el testimonio auténtico
de una fe que actúa por la caridad (cfr. EF 10.3/237).

Los alumnos alcanzarán un nivel satisfactorio de vida


espiritual en la medida en que profundicen en los estu-
dios y en la participación y vivencia de las celebraciones
litúrgicas. Además, debe permitírseles penetrar en la
comprensión del lenguaje simbólico de la liturgia que,
por medio de signos sensibles, palabras, gestos, obje-
tos y acciones expresa las realidades divinas y, en los
sacramentos, las causa (EF 11/238).

49
Manual de Liturgia

5. Aspectos de la formación
de los futuros ministros

La formación de los candidatos al futuro servicio de la


vida de fe y la celebración de las comunidades eclesiales
supone todo un aprendizaje en que se acentúen, entre
otros, los siguientes aspectos:

5.1 Sensibilidad para lo sagrado

Los futuros ministros de una comunidad de fe necesitan,


más que ninguno, de una iniciación en el "sentido de lo
sagrado y del misterio". Más que conocimiento se trata
de una experiencia de fe. Es una sensibilidad, un estilo
asimilado de ser, casi sacramental.

El sentido de lo sagrado favorecerá un trato respetuoso,


equlibrado y sin banalidades de las celebraciones co-
munitarias.

5.2 Educar para la ritualidad

Debe iniciarse al alumno en la ritualidad, en el sentido


de lo ritual. El lenguaje propio de la liturgia es el de la
ritualidad, es decir el de la acción que se realiza a través
de ritos, signos y gestos simbólicos. En la práctica, se
vive en verdad corporalmente el rito y se expresa su sig-
nificado teológico, si éste, con sus límites, tiene un con-
tenido afectivo y espiritual en el momento de la acción
refleja y puede modificar nuestra manera de vivir (dimen-
sión ética). La acción ritual no es un simple movimiento
o secuencia de gestos, sino un acontecimiento. En toda
acción ritual litúrgica, por más sencilla que sea, entra-
mos en comunión con Jesucristo, nuestro Señor y con el
Padre, bajo el impulso del Espíritu Santo para ser asu-
midos en su dinamismo pascual.

50
Vida litúrgica en el seminario

Toda acción litúrgica mira a una comunión y, a partir de


ésta, a una transformación, a un cambio. ¿Cómo lograr
esta comunión y este cambio? ¿Cómo alcanzar las acti-
tudes supuestas o requeridas por la liturgia? La acción
ritual depende de un proyecto -es necesario pensar cada
rito en todas las dimensiones que involucra22 •

El misterio de Dios y la vida de fe se hacen presentes y


actúan a través del rito y el signo sacramental. Por esto,
hace parte de la formación de la personalidad de los
futuros ministros y presidentes de la celebración la edu-
cación para una digna y expresiva ritualidad (cfr. EF 11/
238).

El lenguaje simbólico-sacramental de la liturgia requiere


sintonía y equilibrio en las intervenciones de quien ejer-
ce determinada función ritual: sin exageraciones en la
expresión externa ni actitudes que limitan al mínimo los
gestos sacramentales necesarios para la legitimidad
sacramental. La liturgia 'como acción sacramental, es
decir como encuentro entre Dios que ofrece· los dones
de su gracia y la comunidad que acoge y responde, ne-
cesita del concurso de la acción interior (adhesión del
corazón) y exterior de las personas (participación en los
gestos, signos, oraciones, etc.).

Por tanto, es inherente a la educación para la ritualidad


sacramental el ejercicio de conjugar la expresión exte-
rior, el sentido teológico y la coherente actitud interior.
Este aprendizaje no se consigue de inmediato, sino a
través de todo un proceso. Experiencias vivas del miste-

22 Cfr. Buyst, 1. Ritualidade litúrgica. "Fat;am isto" en: Curso de Especia-


lizayao em Liturgia, Caderno de Liturgia 4, Paulus, Sao Paulo, 1995, p.
87-89.

51
Manual de Liturgia

rio de Dios celebrado y otras motivaciones espirituales y


doctrinales podrán favorecerl0 23 •

5.3 Capacitar para el discernimiento creativo

Para que los alumnos adquieran un "sentido litúrgico" es


indispensable que sepan distinguir entre lo que es
esencial y accidental, inmutable y adaptable en una ce-
lebración litúrgica. La conciencia de que en la liturgia
existen unas partes inmutables y otras susceptibles de
cambio (cfr. se 21) favorecerá la sabia creatividad en el
modo de celebrar las acciones litúrgicas y tomar parte
en ellas (cfr. EF 17/244 Y 44b/271; RF 52 Y 59; Puebla
921) .

. Esta sabia creatividad (variedad) concierne a los


diferentes modos de celebrar la Eucaristía, las
liturgias de la Palabra, el bautismo y la reconcilia-
ción, y también a la manera de organizar una ben-
dición, con mayor o menor solemnidad, y a la
adaptación a las diversas exigencias y circuns-
tancias, según lo admitido o recomendado en los
libros litúrgicos y las prescripciones de la Santa
Sede (EF 17/244).

Educar a los alumnos para que sean capaces de "com-


prender, discernir y distinguir" hasta llegar al equilibrio
entre creatividad y norma, libertad e inmutabilidad, pe-
dagogía pastoral e identidad eclesial, evitando tanto la
innovación por la innovación, las presiones de la moda o
el capricho personal como la exagerada rigidez, es una
acción pedagógica que necesita de un paciente discer-

23 Aldazabal, J. La formación litúrgica en el seminario, Cuadernos Phase,


21,p.27.

52
Vida litúrgica en el seminario

nimiento y de una persuasión amable a lo largo de los


años de la vida del seminari024 •

5.4 El espíritu de comunión eclesial

Uno de los objetivos de la formación litúrgica es educar


en el "sentido de pertenencia eclesial", ya antes mencio-
nado. Tener un espíritu de comunión eclesial es impor-
tante para todo cristiano, más todavía para quienes van
a actuar como ministros de la comunidad. La liturgia es,
esencialmente, misterio de comunión.

Este espíritu de comunión supone que el candidato la


cultive y la viva en la relación con el grupo y con sus
formadores, .para luego extender tal experiencia a la co-
munidad, la parroquia y la Iglesia diocesana y universal.
Si esto falta, ¿cómo profesar después en cada oración
eucarística la comunión con el Papa, el obispo, los de-
más presbíteros, toda la Iglesia? La celebración, de modo
particular la Eucaristía, es momento privilegiado de fe
en la comunión eclesial. El alumno debe tener clara la
importancia de los dos siguientes aspectos para su vida
y su ministerio:

la comunión eclesial que se expresa a través de la


comunión con el obispo y el presbiterio;

- la convivencia con la gente, de la cual debe conocer


profundamente la cultura y los valores (cfr. FPIB,
n.103).

El espíritu de comunión con Dios, con los hermanos (com-


pañeros y formadores), con la comunidad, la parroquia y

24 Ibidem, p. 28.

53
Manual de Liturgia

la Iglesia diocesana y universal, se expresa y alimenta


en los momentos de la vida comunitaria, de los cuales la
Eucaristía es el centro, sin descuidar la Liturgia de las
Horas, la reflexión compartida de la Palabra de Dios y
otras oraciones comunitarias (cfr. FPIS n.1 05).

PARA DIALOGAR EN GRUPO

* ¿De qué manera las acciones litúrgicas pueden


responder a los diferentes objetivos y aspectos
de la formación litúrgica?

* ¿De qué manera puede la formación humana y


comunitaria ayudar a la formación litúrgica de
los futuros ministros?

6. La comunidad formadora

6.1 Sentido y papel de la comunidad formadora

En el proceso formativo de los candidatos reviste parti-


cular importancia el ambiente del seminario y de la casa
de formación, es decir la comunidad formadora.

La comunidad del seminario o de la casa de formación,


lejos de reducirse a la convivencia de un simple grupo
de amigos, tiene como ideal la realización de aquella
comunión fraterna que es, al mismo tiempo, signo y fru-
to de la comunión con Dios Padre en el Hijo por el Espí-
ritu Santo (cfr. Puebla 211-216). Los distintos miembros
de la comunidad del seminario, reunidos por el Espíritu
en una única fraternidad, colaboran, cada cual según los
dones que recibió, al crecimiento de todos en la fe y en

54
Vida litúrgica en el seminario

la unidad, para prepararse adecuadamente al sacerdocio


(FPIB n.1 04). Aunque esto se refiera al seminario mayor,
el espíritu el válido para el seminario menor y para las
casas de formación.

El seminario, que representa como un tiempo y


un espacio geográfico, es sobre todo una comu-
nidad educativa en camino: la comunidad promovi-
da por el Obispo para ofrecer, a quien es llamado
por el Señor para el servicio apostólico, la posibili-
dad de revivir la experiencia formativa que el Se-
ñor dedicó a los Doce (PDV 60). El seminario es, por
tanto, una comunidad eclesial educativa, más aún,
es una especial comunidad educativa (PDV 61).

En la perspectiva de la formación litúrgica, el seminario


o la casa de formación deberá convertirse en una "co-
munidad litúrgica", es decir estar "impregnada de espíri-
tu litúrgico" (se 17). "La celebración litúrgica, que une
firmemente toda la comunidad cristiana para que sus
miembros tengan "un solo corazón y una sola alma" (Hch
4,32), consolida la unidad de la comunidad del semina-
rio y sostiene a los alumnos en el espíritu común" (EF
n.12/239). Desde el punto de vista litúrgico, el seminario
es sin duda una comunidad especializada, provista de
fines formativos peculiares y formativos, y esto puede
hacer pensar en que allí se adopten formas celebrativas
y de participación distintas a las de todos los días en las
comunidades.

Las celebraciones del seminario sólo podrán ser de bue-


na calidad, ejemplares y vivas. A los alumnos les corres-
ponde celebrar con una devoción y un grado de partig-
pación mayores, pues los momentos celebrativos
constituyen una oportunidad privilegiada de preparación
para el ejercicio de su ministerio sacerdotal.

55
Manual de Liturgia

La celebración litúrgica en el seminario debe, por


tanto, ser ejemplar, no sólo en relación con los
ritos, sino también desde el punto de vista espritual
y pastoral, con fidelidad a las prescripciones y a
los textos de los libros litúrgicos, lo mismo que a
las normas emanadas por la Sede Apostólica y
por la Conferencia Episcopal (EF n.16/243).

Las celebraciones deben ser igualmente ejemplares en


el modo creativo de celebrar y participar (cfr. EF, n.17/
244).

La persona encargada de la vida litúrgica en el semina-


rio tiene una gran responsabilidad formativa y pastoral,
sobre todo si tenemos presente que mediante la expe-
riencia diaria del seminario se preparan y maduran los
futuros animadores de las comunidades. Tal persona
debe tener la preparación, la sensibilidad y la disponibi-
lidad necesarias para asumir la difícil tarea de animar y
de inspirar la acción celebrativa de la comunidad del se-
minario o de la casa de formación, en un trabajo conjun-
to con todo el equipo formador y de liturgia, y teniendo a
disposición los medios necesarios para una eficiente
animación litúrgica25 •

En el reglamento de la vida de la comunidad formativa,


procúrese en todo un justo equilibrio que incluya las ce-
lebraciones comunitarias, los momentos de oración y si-
lencio, los ejercicios de piedad, sin quitar espacio para
la expresión más personal y para una renovación cons-
tante que evite la rutina y permita acompañar activamente
la búsqueda de nuevas formas de espiritualidad más
adecuadas a la realidad.

25 Cfr. Sartore, D., arto cit., NDL, p. 498.

56
Vida litúrgica en el seminario

6.2 Celebraciones de la comunidad formativa

Las formas celebrativas del seminario constituyen una


sólida base para que los alumnos hagan realidad sus
ideales de una vida en el espíritu y se preparen para el
ministerio pastoral. Las celebraciones recomendadas
para los seminarios son:

6.2.1 La celebración eucarística

La celebración de la Eucaristía, centro y culmen de'la


vida de la Iglesia, sea también el centro y culmen de la
vida del seminario y de las casas de formación, donde
se haga presente todos los días el misterio de comunión
con Dios en Cristo y se reciba la fuerza para el camino
hacia la Pascua definitiva. El futuro presbítero debe
aprender a reconocer y vivir las diversas dimensiones
de la Eucaristía: acción de gracias, sacrificio, memorial,
sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de cari-
dad y banquete pascual (sc 47).

El alumno debe descubrir especialmente la dimensión


eclesial de la Eucaristía y su significado para el pueblo
cristiano como signo de esperanza en el camino de la
liberación. De esta forma, debe amarla como una reali-
dad que contiene todo el bien espiritual de la Iglesia y de
donde emana toda su fuerza (sc 10), Y hacer de su par-
ticipación eucarística diaria el centro de su espirituali-
dad, alimentando e interiorizando en ella el espíritu co-
munitario, el celo por la unidad (po 6 y CD 15), el espíritu
apostólico, la caridad pastoral (po 5, 14b), la oración
personal y el ministerio sacerdotal en el que actuará en
nombre de Cristo (po 14b; LG 28; EF 23/250).

Finalmente. el alumno debe encontrar en la Eucaristía,


fuente y culmen de toda la vida de la comunidad cristia-

57
Manual de Liturgia

na, el principio y la fuente de unidad de su propia vida


(po 14b; cfr. FPIB 129 cf. EF 22-27/249-254).

La comunión bajo las dos especies, que desde el punto


de vista del signo es la más completa (cfr. EM n.32/460),
debe recomendarse en el seminario, observando las re-
gias enunciadas en la Introducción General al Misal Ro-
mano y las decisiones de las Conferencias Episcopales
(EF 24,251).

En las celebraciones eucarísticas es sumamente signifi-


cativo recalcar su carácter comunitario y que sea,. de
hecho, "expresión de la vida de la comunidad formativa".
Salvo las celebraciones en pequeños grupos (cfr. EF 14/
241), se aconseja la participación de toda la comunidad
en una concelebración, donde diáconos, acólitos y lec-
tores ejercen sus funciones (EF 23/250). La celebración
eucarística que integra toda la comunidad, además de
ser más coherente con la naturaleza litúrgica, manifiesta
y alimenta la unidad fraterna de la comunidad (cfr. EF,
n.121239). En el proceso formativo, es saludable la alter-
nancia entre celebraciones de toda la comunidad del
seminario y de pequeños grupos, incluso con la partici-
pación de los fieles cristianos. Estás últimas aunque tie-
nen la ventaja de favorecer una participación más per-
sonal e intensa, no deben llevar al empobrecimiento de
los ritos o los signos y, mucho menos, a la banalización
de lo sagrado.

La comunidad del seminario, en algunas ocasiones, de-


berá asociarse a las celebraciones litúrgicas de la cate-
dral, de la parroquia o de la comunidad de fieles en que
se halla, y principalmente a la celebración plena en torno
al obispo.

58
Vida litúrgica en el seminario

Es importante que en las grandes solemnidad y,


sobre todo, en el triduo pascual, o en otras cir-
cunstancias según la tradición de la diócesis, los
alumnos y en especial los diáconos, rodeen a su
obispo y ejerzan junto a él los ministerios que se
les ha conferido por la ordenación o por la institu-
ción, ya el obispo celebre en la catedral o en otras
iglesias (EF 15/242).

6.2.2 El sacramento de la Penitencia

El sacramento de la Reconciliación, íntimamente rela-


cionado con la Eucaristía, ocupa un lugar de importan-
cia vital en el proceso de formación de los futuros candi-
datos al ministerio sacerdotal. Este sacramento
contribuye de manera eminente a desarrollar las dispo-
siciones requeridas para el seguimiento de Cristo y ad-
quirir el espíritu del Evangelio, es decir: conversión pro-
gresiva, purificación del corazón, virtud de la penitencia
y unión vital con Cristo crucificado (cfr; EF 35/262). Una
vocación sincera exige la conversión, que es obra de gra-
cia y alcanza su madurez en la oración. La Iglesia confir-
ma la conversión en el sacramento de la Penitencia.

Cuando se orienta al joven alumno hacia la comprensión


de este sacramento, se le aproxima a éste de buen gra-
do, libremente y no por una obligación o hábito. Del sa-
cramento se recibe, además de la gracia que le es pro-
pia, la serenidad dE! espíritu, la lucidez de la inteligencia,
la delicadeza de conciencia y el valor de la perseveran-
cia26 • Por tanto, debe educarse la conciencia de los alum-

26 Cfr. Pastoral Vocacional, Documento Conclusivo, 11 Congreso Interna·


cional de Bispos e outros responsáveis pelas voca90es eclesiásticas,
n.20.

59
Manual de Liturgia

nos para la percepción de los aspectos personales y


sociales del pecado, el sentido de la misericordia divina
y la estima del ministerio de la Reconciliación (PDV 48).
Su celebración frecuente, en el seminario y en las casas
de formación, fortalezca y renueva la búsqueda de con-
versión a Dios, la liberación del pecado y la gracia del
bautismo (cfr. FPIB 130).

Y, para hacer más clara la naturaleza social de la Peni-


tencia, será pedagógicamente importante organizar al-
gunas veces, en especial durante la Cuaresma o los re-
tiros anual o mensual, celebraciones penitenciales, según
la forma propuesta por el Ritual Romano, ya sea sin con-
fesión sacramental o con confesión y absolución indivi-
duales. En este último caso, debe salvaguardarse la li-
bertad de cada alumno (cfr. EF 36/263).

6.2.3 La Liturgia de las Horas

En el proceso formativo, ésta reviste una gran importan-


cia. "La oración pública y común el pueblo de Dios se
considera, con razón entre las principales, función de la
Iglesia" (lGLH 1). Por esto, en el seminario y en las casas
de formación, esta forma celebrativa debe tenerse en
gran consideración [... ] por parte de toda la comunidad
formativa (cfr. EF 28/255).

Para que los alumnos tomen parte activa en la Liturgia


de las Horas, hay que· considerar que ésta requiere de
una pedagogía gradual de iniciación bíblica, histórica,
litúrgica y espiritual. El seminario menor podrá propiciar
una iniciación en los salmos, para luego completarse en
el período propedéutico. De esta forma, los alumnos se
habituarán a saborear, comprender y amar cada vez más
las riquezas de la Liturgia de las Horas y aprenderán a
tomar de ella el alimento para la oración personal y la

60
Vida litúrgica en el seminario

contemplación, de modo que se armonice con los de-


más actos legítimos de devoción sin excluirlos (cfr. EF
29/256). Lo importante es crear en los alumnos una aco-
gida favorable a la Liturgia de las Horas, a través de una
viva experiencia y una particular preparación, en espe-
cial con la Lectio divina, no tanto como cumplimiento de
una obligación, sino como ejercicio del ministerio de la
oración: rezar por la comunidad de los fieles y ayudarlos
a celebrar el Oficio.

Celebrar la Liturgia de las Horas exige, no sólo


que se armonice la voz con el corazón que reza,
sino también que se adquiera un conocimiento li-
túrgico y bíblico más rico, principalmente de los
salmos (CEC 1176).

En el proceso de iniciación y maduración de los alum-


nos, la mística que debe acompañar la Liturgia de las
Horas es el hecho de ser "experiencia sacramental de
oración con Cristo y por Cristo, alabanza y súplica de la
comunidad a Dios, Trinidad Santa (cfr. IGLH 5-9).

La Liturgia de las Horas, que es como una prolongación


de la celebración eucarística, no excluye sino que re-
quiere de manera complementaria las diversas devocio-
nes del Pueblo de Dios (cfr. CEC 1178).

6.2:4 La Palabra de Dios

La lectura, meditación y celebración de la Palabra de


Dios en el proceso formativo reviste una fundamental
importancia, porque la Escritura tiene relaciones profun-
das con cada vocación. Es Palabra que llama y hace
suceder. Todo encuentro con la Palabra de Dios es
momento propicio para el cultivo de la propuesta voca-
cional.

61
Manual de Liturgia

El proceso de crecimiento espiritual es posible


sólo mediante el esfuerzo sincero y permanen-
te de conversión, que significa disponibilidad a
los nuevos llamados de Dios y empeño en corre-
gir las faltas y pecados del hombre viejo. Tal proce-
so encuentra su dinamismo en la escucha de la
Palabra de Dios, en la celebración litúrgica de
los sacramentos, en la oración y en la acción
pastoral (cfr. FPIB 126). La familiaridad con la Pa-
labra de Dios facilitará el itinerario de la conver-
sión, no solamente en el sentido de apartarse del
mal para adherirse al bien, sino también en el
sentido de alimentar en el corazón los pensa-
mientos de Dios, de forma que la fe, como res-
puesta a la Palabra, se convierta en el nuevo
criterio de juicio y valoración de los hombres y de
las cosas, de los acontecimientos y problemas
(PDV 47).

La persona que se deja interpelar por la Palabra de Dios,


a través de su lectura, escucha y meditación, adquiere
una nueva conciencia de su propia vocación; permane-
ce en diálogo con Dios; se siente permanentemente in-
terpelada; y descubre caminos más comprometidos en
el seguimiento y la cooperación con el Señor Jesús para
la venida del Reino.

Más que otros miembros del Pueblo de Dios, el candida-


to al sacerdocio deberá ser un "oyente" de la Palabra de
Dios.

El futuro presbítero, antes que ser servidor de la


Palabra de Dios, será discípulo y oyente (FPIB
127). Elemento esencial de la formación espiri-
tual es la lectura meditada y orante de la Palabra

62
Vida litúrgica en el seminario

de Dios (Lectio Divina)27; es la escucha humilde y


llena de amor que se hace elocuente. En efecto,
a la luz y con la fuerza de la Palabra de Dios es
como puede descubrirse, comprenderse, amarse
y seguirse la propia vocación; y también cumplir-
se la propia misión (PDV 47). .

El sacerdote es, ante todo, ministro de la Palabra


de Dios; es el ungido y enviado para anunciar a
todos el Evangelio del Reino, llamando a cada
hombre a la obediencia de la fe y conduciendo a
los creyentes a un conocimiento y comunión cada
vez más profundos del misterio de Dios, revelado
y comunicado a nosotros en Cristo (PDV 26).

Por esto, los alumnos deben prepararse para el ministe-


rio de la Palabra, para entenderla mejor en cuanto reve-
lada, apropiándose de ella a través de la meditación y
para después saber comunicarla con sus palabras y su
vida.

En el proceso formativo, al alumno, además de una sóli-


da iniciación bíblica, se le debe preparar para el ministe-
rio litúrgico de la Palabra de Dios en lo concerniente a la
proclamación (ministerio del lector) y, sobre todo, a la
homilía. Los alumnos deben familiarizarse con la mesa
de la Palabra, apreciando las riquezas de los leccionarios,
y comprendiendo el sentido de su proclamación en las
celebraciones litúrgicas de la comunidad.

En la celebración litúrgica no basta leer como si se trata-


ra de un libro de historia. Es necesario proclamarla lec-

27 "La lectio divina, en que la Palabra de Dios es leída y meditada para


convertirse en oración, se enraíza así en la celebración litúrgica" (CEC
1177).

63
Manual de Liturgia

tura como Palabra de salvación; Palabra que proclama


!pI amor y la bondad de Dios; Palabra que da vida y resu-
cita; Palabra que denuncia, corrige y purifica; y Palabra
que llama al cambio en el estilo de vida ya la comunión
con Dios y con los hermanos. La Palabra proclamada en
la lectura debe alcanzar al oyente y hacer brotar de su
corazón la profesión de fe, la oración de acción de gra-
cias o la súplica y el compromiso de vida.

El proceso formativo es una excelente oportunidad para


que los alumnos ejerzan la proclamación de los textos
bíblicos y litúrgicos según su género literario; porque a
cada género debe corresponder un tono diferente, una
manera diferente de proclamar la lectura. Además de la
educación de la voz, de la dicción y de la actitudes, los
alumnos deben ejercitar la expresión de los sentimien-
tos, para que la lectura proclamada "acontezca" ante los
oyentes28 •

Se requiere "iniciar a los alumnos en el arte de la palabra


y los gestos, así como en el uso de los instrumentos de
comunicación, pues es muy importante que en la cele-
bración litúrgica los fieles comprendan lo que dice y lee
el sacerdote, tanto en su homilía, sus oraciones y sus
preces, como en las realidades que debe expresar con
sus gestos y acciones" (EF 58/285).

La lectura y la meditación de la Palabra de Dios debe ir


acompañada por la oración para que se establezca un
diálogo entre Dios y la persona del alumno; "pues a Él
hablamos cuando rezamos y a Él oímos cuando leemos
los divinos oráculos" (San Ambrosio).

28 Cfr. Buyst, l., O leitor e a procJamat;ao da Palavra nas Celebrat;óes do


Povo de Deus, en Revista de Liturgia, 33 (1979), 2-9.

64
Vida litúrgica en el seminario

La forma primera y fundamental de respuesta a


la Palabra es la oración, que constituye sin duda
un valor y una exigencia primarios de la forma-
ción espiritual. Esta debe llevar a los candidatos
al sacerdocio a conocer y experimentar el sentido
auténtico de la oración cristiana, el de ser un en-
cuentro vivo y personal con el Padre por medio
.del Hijo unigénito bajo la acción del Espíritu; un
diálogo que participa en el coloquio filial que Je-
sús tiene con el Padre (PDV 47).

PARAD~LOGARENGRUPO

¿Cuáles son las celebraciones más frecuentes


en el seminario o casa de formación?

¿Cuáles aprecian más los alumnos? ¿Por qué?


¿Cómo se prepara~ estas celebraciones?

7. El año litúrgico

7.1 Sentido del año litúrgico

La santa madre Iglesia considera deber suyo ce-


lebrar con un sagrado recuerdo, en días determi-
nados a través del año, la obra salvífica de su
divino Esposo. Cada semana, en el día que llamó
"del Señor", conmemora su resurrección, que una
vez al año celebra también, junto con su santa
pasión, en la máxima solemnidad de la Pascua.
Además, en el círculo del año desarrolla todo el
misterio de Cristo [ ...] y venera a los mártires y
demás santos (se 102).

65
Manual de Liturgia

"Partiendo del tríduo pascual, como de su fuente de luz,


el tiempo nuevo de la resurrección llena todo el año litúr-
gico con su resplandor. De esta fuente, por todas partes,
el año entero queda transfigurado por la liturgia. Es real-
mente "año de gracia del Señor" (CEC 1168). El año litúr-
gico es el desarrollo de los diversos aspectos del único
misterio pascual. Esto vale muy particularmente para el
ciclo de las fiestas en torno al misterio de la encarnación
(anunciación, navidad y epifanía) que conmemoran el
comienzo de nuestra salvación y nos comunican las
primicias del misterio de la Pascua" (CEC 1171). "En la
celebración de este círculo anual de los misterios de
Cristo, la santa Iglesia venera con amor a la bienaventu-
rada Madre de Dios, la Virgen María, unida con un vín-
culo indisoluble a la obra salvadora de su Hijo" (CEC 1172).
"Cuando la Iglesia, en el ciclo anual, hace memoria de
los mártires y los demás santos "proclama el misterio
pascual cumplido en ellos, que padecieron con Cristo y
han sido glorificados con Él; propone a los fieles sus
ejemplos, que atraen a todos por medio de Cristo al Pa-
dre, y por sus méritos implora los beneficios divinos" (SC
104).

El año litúrgico, sobre todo en sus fiestas y tiempos fuer-


tes, tiene un gran dinamismo en la orientación de la es-
piritualidad comunitaria del seminario y de la casa de
formación, y puede contribuir a formar al futuro presbíte-
ro como presidente de las celebraciones litúrgicas y
maestro de oración de los fieles. Por esto, el ciclo anual
de los misterios de Cristo debe celebrarse en la co-
munidad formativa con un fervor particular. En fin, todo
el año litúrgico deberá constituirse en un "itinerario espi-
ritual para la participación en el misterio de Cristo" (EF
32/259).

66
Vida litúrgica en el seminario

7.2 El domingo

El domingo debe ser para los alumnos -bien participen


de la Eucaristía en el seminario o la casa de formación,
o bien sean invitados a las parroquias y comunidades-
tanto por la celebracion litúrgica como por el transcurso
de la jornada, el "día de fiesta primordial". Este día debe
aparecer como la celebración alegre del misterio pascual.
El hecho de que formadores y alumnos se dediquen (el
domingo) a la animación de las celebraciones en las
parroquias y comunidades cristianas, no dispensa de un
momento intenso de celebración o de oración, en el que
se enfatice la centralidad del día del Señor para toda la
comunidad formativa. De lo contrario, el domigo será algo
importante sólo "para los demás", y con este modo de
actuar se podrá suscitar, gradualmente, una práctica fun-
cional (funcionarios del rito) vacía de significado, en la
cual el presbítero o el agente de pastoral actúe siempre
con miras a los destinatarios ("para otros" y nunca "con
los demás"). Dada las situaciones y realidades pastorales,
existen seminarios y casas de formación que en la pro-
gramación definen un día de la semana como "día de la
comunidad formativa", en el cual los actos litúrgicos y
los momentos comunes están llenos de todo un espíritu
celebrativo.

7.3 Las fiestas

Además del domingo, en las demás fiestas, como las


del Señor, de María, de los mártires y de los santos, debe
asegurarse el carácter pascual y festivo (cfr. EF 32/259).
Contamos en la liturgia, sobre todo en el tiempo ordina-
rio, con un calendario de conmemoraciones, fiestas y
memorias de los santos y, en especial, de la Virgen Ma-
ría. Nadie desconoce el cariño y devoción a los santos
por parte de nuestro pueblo y la capacidad de ésta para

67
Manual de Liturgia

abrir horizontes a la acción evangelizadora. Si en los ci-


clos de navidad y de Pascua celebramos lo que Cristo
hizo por su Iglesia, en la conmemoración de la Madre de
Dios y de todos los santos evocamos lo que la Iglesia
realiza en Cristo, para gloria de Dios Padre.

Una relevancia especial deben tener las celebraciones:

- de los santos patronos de la diócesis o la provincia;

- de los santos del Instituto Religioso a! que pertenece


la casa de formación;

- de la dedicación de la Catedral diocesana;

- del aniversario del Obispo Diocesano;

Además de las fechas significativas de las personas y


de la comunidad formativa, tales como la admisión o el
paso de una etapa a la otra, los votos religiosos, la insti-
tución de ministerios (lector, acólito), las ordenaciones,
etc. (cfr. EF 37-42/264-269); las fechas importantes de la
sociedad local o nacional y los acontecimientos impor-
tantes de las comunidades cristianas.

Las diferentes celebraciones presuponen todo un pro-


ceso de preparación catequético litúrgico adaptado a la
condición de los alumnos y a su futuro como sacerdotes,
sin descuidar el valor pastoral de ciertas tradiciones po-
pulares (cfr. EF 32/259). Una pedagogía segura y adap-
tada no puede olvidar las condiciones particulares de
nuestro tiempo que, principalmente en las regiones don-
de la fe es menos viva, no favorecen la comprensión
profunda de los tiempos sagrados y las fiestas. Es preci-
so, entonces, tener en cuenta a aquellos alumnos que,
antes de entrar al seminario, no tuvieron una experien-

68
Vida litúrgica en el seminario

cia profunda del año litúrgico. En estos casos, deberá


ayudárseles a comprender su sentido y a conocer los
hechos salvíficos junto a la gracia que de estos reciben
(cfr. EF 34/261).

El celo pastoral y la celebración de las diferentes etapas


del itinerario que conduce al ministerio sacerdotal, tie-
nen un significado pedagógico para los alumnos y para
la comunidad formativa en lo que se refiere a la anima-
ción de la vida litúrgica de un seminario o de una casa
de formación.

La Iglesia acompaña a los candidatos en el cami-


no hacia el sacerdocio como lo hace con los can-
didatos a la iniciación, es decir no sólo con una
formación doctrinal y espiritual, sino tambrén con
los ritos (EF 37; cfr. nn,38-42/264,265-269).

Finalmente, una formación completa y perfecta exige que,


a lo largo del proceso formativo, los alumnos experimen-
ten formas más desarrolladas y ricas de la celebración
de los tiempos y de las solemnidades del año litúrgico.
Luego, cuando más tarde sean sacerdotes y ejerzan el
ministerio, y las fiestas ocasionen un aumento de activi-
dades apostólicas, podrán realizarlas celebraciones en
diferentes lugares y muchas veces según formas más
simples y adaptadas conforme prevén los libros litúrgicos.
Por tanto. la forma adecuada en la cual los alumnos vivi-
rá el año litúrgico durante el proceso formativo será para
ellos modelo que ilustrará su futuro ministerio pastoral y
fundamento de su progreso en la meditación y en el co-
nocimiento del año litúrgico (cfr. EF 33/260).

69
Manual de Liturgia

PARA DIALOGAR EN EQUIPO

* ¿Qué fiestas se celebran en su seminario o casa


de formación?

* ¿Cómo trabajar de manera inculturada el año


liúrgico en el proceso formativo, a la luz de la
realidad y de las culturas de nuestros pueblos?

8. El ministerio de la presidencia

El presbítero está llamado a ser ministro de la presencia


de Cristo en su Iglesia y servidor de la comunión y parti-
cipación en medio del pueblo de Dios, actuando en nom-
bre de Cristo y de su Iglesia (cfr. PO 14b; LG 28). La com-
prensión conciliar de la liturgia como "acción comunitaria",
que por su naturaleza requiere la participación activa de
toda la asamblea (cfr. se 14 y 26); la maduración eclesial
de los fieles y la contribución de las ciencias humanas,
renovó la concepción de animación y presidencia de una
celebración litúrgica. Por tanto, hoy se postula una fore
mación específica para aquellos a quienes competerá,
un día, presidir las celebraciones de una comunidad 29 •
Tal vez sea este el papel más importante y decisivo de la
animación litúrgica, por las siguientes razones:

- vuelve sensible en medio de la asamblea la presen-


cia de Cristo, cabeza del cuerpo que es la Iglesia;

29 "Es necesario cuidar que los alumnos se preparen para su futuro minis-
terio de pastores y presidentes de la asamblea de los fieles. aprendien-
do lo concerniente a una digna celebración de la liturgia. en particular
de la santa Misa" (EF 20: cfr. EM n.20).

70
Vida litúrgica en el seminario

está llamado a coordinar a todos 105 demás anima-


dores y a desempeñar el ministerio síntesis;

no es "dueño y señor" sino servidor del pueblo de Dios;

vigila el buen desarrollo de 105 ritos;

procura servir de intermediario entre 105 textos y 105


ritos presentados en 105 libros litúrgicos y las perso-
nas concretas reunidas en la asamblea;

está atento para que cada ministro dé lo mejor de sí


en el desempeño de su función;

hace todo a su alcance para favorecer la unidad, la


participación y la comunión entre todos 105 miembros
de la asamblea.

El ministerio de la presidencia exige una acción cualifi-


cada, fruto del esfuerzo y del ejercicio, y que requiere
competencia, buen sentido pastoral, espiritualidad y una
seria preparación 30 •

Presidir una asamb/~a litúrgica se convirtió en una


tarea difícil; pide ahc;ma atención a las ciencias
humanas ya la comunicación, además de un sen-
tido pastoral. Para crear la mentalidad nueva exi-
gida por la presidencia, no bastan las indicacio-
nes de las rúbricas; son necesarias la reflexión,
el espíritu de oración y la aplicación constante.
Es en verdad una tarea-ministerio difícil, pero
necesaria para hacer de la liturgia una acción viva
para un pueblo vivo 31 •

30 Cfr. Brandolini, L., Anima9Bo, en NDL, Ed. Paulina, p. 56. Cfr. Sartore,
D., arto cito en NDL, p. 500.
31 Sartore, D. en NDL, p. 500-501.

71
Manual de Liturgia

Con miras a un ministerio de la presidencia, los alum-


nos, a lo largo del proceso formativo y de la participación
activa en las celebraciones 32 y de una acción perseve-
rante, reflexión y evaluación deben acostumbrarse:

a preparar creativamente las celebraciones litúrgicas


teniendo presente la naturaleza de las mismas, los
textos y los ritos, la realidad de la vida de la comuni-
dad o de la parroquia, y las normas y las adaptacio-
nes previstas, fieles a un eje conductor y motivador;

a programar y poner en práctica la celebración ob-


servando con atención:

* la estructura y las leyes propias de una celebra-


ción eclesial;
* las riquezas de la oración de la Iglesia
* la proporción equilibrada entre las partes y los
elementos;
* la atención en cuanto a la duración, la sucesión y
el equilibrio de los diversos elementos;
* la participación activa de la asamblea - sujeto
eclesial de la celebración;
* la diversidad de asambleas, grandes y pequeñas,
homogéneas y heterogéneas.

a conocer la realidad de la comunidad reunida en .


asamblea, su situación humana y social, sobre todo
su vida de fe;

32 Mediante la participación activa. se evita que los alumnos se vean ten·


tados a considerar y a realizar la celebración litúrgica como un puro
ejercicio de preparación para su futuro ministerio pastoral - en cuanto
deben. desde ahora. participar plena. sabia y devotamente en el miste-
rio litúrgico. según su condición actual de formandos (cfr. EF 20).

72
Vida litúrgica en el seminario

a mejorar las propias aptitudes para el ejercicio, con


el objetivo de alcanzar una buena comunicación y
expresión en los gestos y en la postura corporal;

a actuar con espíritu, es decir animado por una fuer-


za interior, fruto de la docilidad al Espíritu del Señor.
Esto imprimirá un dinamismo nuevo a las actitudes,
a los gestos, a las intervenciones y las oraciones que
el presidente eleva a Dios y realiza en favor de la
asamblea. Esta actitud "hace nuevas todas las cosas y
vence la tentación de la rutina y del formalismo".

Quien preside la acción litúrgica

debe estar dotado de imaginación y creatividad


para imprimir vida y variedad a la celebración, para
evitar ciertos mecanismos que con facilidad gene-
ran hábito, costumbre y rutina, así como tedio o fas-
tidio, y para no repetir en una asamblea lo que ya
se vió hacer en otra, quizá muy diferente en su
composición y naturaleza. El presidente estará
siempre atento a adherirse personalmente a todo
lo que dice y hace y ayudar a todos a hacer lo
mismo. Por otro lado, se mantendrá conciente de
su papel de mediación, evitando un doble peligro:
primero, llamar la atención más sobre su persona
y sus técnicas expresivas que sobre Aquél de quien
es signo y sobre el evento del que es mero instru-
mento; segundo, realizar gestos aislados, separa-
dos, impersonales, neutros y en nada incisivos 33 •

33 Brandolini, arto cit. en NDL, p. 57. La realidad de grandes y pequenos


seminarios o casas de formación constituidas en pequeñas comunida-
des, pueden contribuir Po un nuevo estilo celebrativo y de presidencia,
como también pueden resultar un desafío para los alumnos que, más
tarde. tendrán que animar y coordinar grandes y heterogéneas asam-
bleas". Cfr. Pindado, Vicente Martín, arto cit., p. 71-72.

73
Manual de Liturgia

Nadie más que aquel que ejercerá el ministerio de la


presidencia, debe tener conciencaia de que la celebra-
ción litúrgica se realiza en el equilibrio entre la palabra y
el gesto, entre la evocación y la actualización del miste-
rio, entre el rito y el misterio. La función educadora de la
liturgia consiste, precisamente, en crear el justo equili-
brio, la comunión recíproca y la coherencia necesaria
entre los elementos verbales y simbólicos. La palabra
evoca el acontecimiento salvífico que se actualiza en el
rito. La acción ritual hace presente el misterio y comuni-
ca su fuerza salvífica a la asamblea. De esta forma, cada
celebración se constituye en una experiencia del miste-
rio celebrado, en maduración de la fe y en compromiso
en la práctica de la caridad. En estas condiciones, la
acción litúrgica se convertirá en verdadera profesión de
fe y rica experiencia de comunión con Dios y con los
hermanos.

9. La práctica pastoral

La Instrucción sobre la formación litúrgica en los semi-


narios y casa de formación recomienda que los alum-
nos, a través de experiencias pastorales oportunas, tra-
duzcan en la práctica lo que han aprendido (EF 21/248).
Esto favorecerá el espíritu pastoral que debe animar el
tiempo de formación al presbiterado, una vez que el se-
minario tiene como finalidad formar a los "pastores de
almas".

La experiencia pastoral que se realiza en el período de


formación (en el seminario o en la casa de formación)
tiene una función determinante en la comprensión de la
liturgia como acción eclesial, fuente y alimento de la es-
piritualidad del ministro.

74
Vida litúrgica en el seminario

El alumno, a lo largo de su formación, en un nivel cre-


ciente, deberá tener la posibilidad de profundizar y de-
sarrollar orgánicamente su experiencia pastoral, por
medio del trabajo en las comunidades, cuya historia y
camino buscará conocer siempre a través de la cercanía
y participación en la vida del pueblo de Dios. Junto con
otros agentes de pastoral podrá asumir algún servicio
pastoral hasta que un día asuma los ministerios propios
de su condición (lectorado, acolitado y diaconado). Sin
embargo, debe cuidarse que sean los mismos miembros
de la comunidad los que asuman los servicios de coordi-
nación de los movimientos, grupos y pastorales. La pre-
sencia del alumno será de escucha, apoyo y asesoría,
más que de coordinación.

Las experiencias pastorales en el período de formación


inicial deberán diversificarse, para ayudar al alumno a:

crecer en el compromiso personal al servicio del pue-


blo de Dios y en la caridad pastoral;

- abrirse a la comunión de vida con la gente, con la


comunidad cristiana y con los presbíteros;

- integrar su dimensión humano-afectiva en sus rela-


ciones humanas y contactos pastorales;

- promover la apertura de espíritu hacia otras expre-


siones espirituales, dentro de la Iglesia católica y en
otras confesiones religiosas, con una actitud ecu-
ménica.

Será oportuno que el alumno entre en contacto con las


personas que sufren (enfermos, presos, migrantes, sin
techo), los movimientos sociales y populares y los desa-
fíos de la inculturación y de las nuevas realidades. Esto

75
Manual de Liturgia

evitará que el formando se limite a actividades rutinarias


y hasta burocratizadas, y busque el contacto personal,
la convivencia familiar y las iniciativas espontáneas. El
candidato al sacerdocio debe dedicar especial atención
a los más humildes y marginados, necesitados de una
mayor solidaridad y ayuda fraterna. Así, el compromiso
pastoral diversificado favorecerá el proceso de forma-
ción integral de la persona del alumno. Para que esto
suceda es necesario que la iniciación litúrgica y la ac-
ción pastoral de los alumnos se planee, acompañe y
evalúe debidamente. Se trata, por tanto, de una expe-
riencia práctica, orientada y preparada, alimentada en
las celebraciones y en sintonía con la totalidad de la
vida de la comunidad formativa y el camino de la parro-
quia o comunidad en la que el alumno trabajará en el
futuro.

De esta forma, el trabajo pastoral podrá convertirse en


una oportunidad para que la comunidad eclesial y sus
agentes de pastoral se hagan corresponsables en la for-
mación de sus futuros presbíteros y los estimulen con su
testimonio y apoyo a perfeccionar su formación.

Una de las características de la formación litúrgica es su


carácter mistagógico, es decir su unión con la vida y la
práctica pastoral, resaltada por la Instrucción sobre la
formación litúrgica en los seminarios. La liturgia, para un
candidato al ministerio sacerdotal, no puede ser sólo un
objeto de estudio teórico, impersonal y distante de la vida
de fe. La acción litúrgica debe constituirse en una expe-
riencia vital, en un elemento esencial de su existencia y
su compromiso comunitario eclesial 34 •

34 Cfr. Baldanza, Giuseppe, Principi orientatori della Formazione Liturgica


dei Candidati al Sacerdozio, en: Notitiae 20 (1984), p. 656·659.

76
Vida litúrgica en el seminario

El compromiso pastoral gradual y diferenciado del


alumno lo motivará a crear una rica experiencia
litúrgica, a sentir gusto por las celebraciones y celebrar
el misterio de Cristo en relación directa con la cruz y la
pascua vivida por el pueblo de Dios. Presente y solidario
con los enfermos y pobres, el alumno profundizará su
experiencia de la liturgia como memorial de la acción
de Dios que actúa en favor del pueblo en busca de su
liberación. En comunión con las búsquedas, los movi-
mientos y conquistas de la comunidad, aprenderá a va-
lorar las expresiones religiosas de la gente. En conse-
cuencia, los momentos celebrativos del seminario o de
la casa de formación ganarán vida y se harán más
participativos.

CONCLUSiÓN

La formación litúrgica, en sus diferentes aspectos, des-


punta hoy como uno de los grandes medios de renova-
ción de la vida eclesial, impulsada por el espíritu del Va-
ticano 11 y en camino hacia el tercer milenio.

La formació/l litúrgica extendida a todos los miembros


de la Iglesia, con una atención particular a los que ejer-
cerán el ministerio de la presidencia de la celebración de
las comunidades cristianas, será siempre el medio más
calificado para transformar los momentos celebrativos
en la fuente primordial de la espiritualidad cristiana (cfr.
se 10, 14; DP 938-939).

77
Manual de Liturgia

RESUMEN

1. Formación con miras a la participación

- La formación litúrgica de todos los miembros de


la comunidad cristiana (fieles, religiosos y pas-
tores) es uno de los objetivos de la renovación
de la liturgia.
- El proceso de formación pretende la participa-
ción activa, exterior e interior, conciente y plena
de todo el pueblo de Dios en las celebraciones.
Donde los pastores están imbuídos de un au-
téntico espíritu celebrativo, se constata una viva
iniciación y participación de los fieles.
- La formación para un auténtico espíritu cele-
brativo comienza en el seminario y se extiende
en la formación permanente. Este proceso debe
insistir en la formación cristiana y espiritual del
presbítero, la función y el ministerio pastoral y
su calificación como guías y maestros del pue-
blo de Dios.

2. Realidad actual de la formación litúrgica

La formación litúrgica es fruto y reflejo de las


exigencias y constantes históricas de cada épo-
ca. Tiene etapas de transición, se abre a nuevos
horizontes, sufre la influencia de la sociedad y
se adapta al modo de concebir la Iglesia.

3. La formación litúrgica

- Como toda ciencia, la formación litúrgica quiere


iniciar a los alumnos en los misterios de la sal-

78
Vida litúrgica en el seminario

vación en todas las dimensiones de su vida, te-


niendo como horizonte la plena figura de Cristo.

- La formación litúrgica es un proceso permanen-


te en la vida y no se limita sólo a los contenidos
racionales, sino que incluye el conjunto de los
elementos que ayudan al futuro ministro a llevar
al pueblo de Dios a la plena participación en el
misterio de Cristo.

- La formación litúrgica tiene como objetivos: for-


mar la personalidad litúrgica de los futuros pres-
bíteros, de forma equilibrada e integral, su espí-
ritu, su acción eclesial y su sensibilidad
simbólico-sacramental.

4. Notas características de la formación

- La formación litúrgica de los futuros presbíteros


debe caracterizarse por su capacidad de inte-
gración (unidad), adaptación e iniciación perma-
nente de las personas.

- La formación litúrgica es un proceso, es decir,


desde el seminario menor pasa por el propedéu-
tico, el tiempo de formación filosófica y teológica
en el seminario mayor y la formación permanen-
te a lo largo del ministerio pastoral.

5. Los aspectos de la formación de los futuros mi-


nistros

- La formación litúrgica de los futuros ministros su-


pone todo un aprendizaje en el cultivo de la sen-
sibilidad a lo sagrado, a la ritualidad, al discerni-
miento, a la creatividad y al espíritu de comunión
eclesial.

79
Manual de Liturgia

6. La comunidad formativa

- La comunidad formativa es de fundamental im-


portancia en el proceso de iniciación y forma-
ción del espíritu litúrgico de los futuros presbíte-
ros. Más que de un trabajo de individuos
responsables, se trata de una acción de conjun-
to en la preparación, profundización, realización
y evaluación de las celebraciones (Eucaristía,
Penitencia, Liturgia de las Horas, Palabra de
Dios).

- La comunidad formativa debe constituir un


verdadero laboratorio de vivencia y experiencia
práctica de las formas celebrativas, teniendo en
cuenta que las celebraciones del tiempo de for-
mación debe ser de buena calidad, vivas y ejem-
plares.

7. El año litúrgico

- El año litúrgico, como desarrollo de los diversos


aspectos del único misterio de Cristo, cuyo cen-
tro es la Pascua del Señor, debe tener un fuerte
dinamismo en la orientación de la espiritualidad
comunitaria del seminario o de la casa de for-
mación y contribuir a formar al futuro presidente
de las celebraciones litúrgicas y maestro de la
oración de los fieles.

- El domingo, como pascua semanal, día del


encuentro y de las celebraciones de la comu-
nidad.

- A la luz del misterio pascual se consideran las


demás fiestas del Señor, de los mártires, de los

80
Vida litúrgica en el seminario

santos y otras celebraciones significativas de la


Iglesia universal o diocesana, del seminario y de
los institutos religiosos, además de las fechas
significativas de la sociedad civil y las manifes-
taciones de la religiosidad popular.

8. El ministerio de la presidencia

Un ministerio de gran importancia y decisivo en


la animación de la vida litúrgica.

- Un servicio que requiere acción calificada, com-


petencia, buen sentido pastoral, imaginación
creativa y serio cultivo de la espiritualidad.

9. La práctica pastoral

- Uno de los objetivos de la formación es capaci-


tar a los alumnos para ser guías y maestros del
Pueblo de Dios, es decir pastores.

- El trabajo pastoral, durante el tiempo de forma-


ción, además de planearse, diversificarse yeva-
luarse en conjunto por parte de la comunidad
formativa, deberá favorecer el discernimiento y
la iniciación de los futuros pastores.

La inserción pastoral entre los que sufren, los


marginados y las situaciones que desafíen a los
alumnos en la perspectiva de una acción
evangelizadora y solidaria, inculturada y ecumé-
nica, debe preferirse a las prácticas pastorales
rutinarias y burocráticas.

81
Manual de Liturgia

BIBLIOGRAFíA

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Sartore; D. Forma9ao litúrgica dos futuros presbíteros,


en NDL, Sao Paulo, Ed. Paulinas, 1992.

82
1
¿QUÉ ES CELEBRAR?

Alfredo Pouilly

En la liturgia la Iglesia celebra


principalmente el Misterio Pascual
por el que Cristo realizó la obra
de nuestra salvación.
CEC 1067

AL referirse a las acciones


litúrgicas de la Iglesia, el Catecismo de la Iglesia Católi-
ca (CEC) utiliza, y por lo tanto oficializa, una terminología
muy expresiva: "Celebrar", "celebración", "celebrante". "La
celebración del Misterio Cristiano" es el título de la 11. parte
del Catecismo, presentando sus diversos apartados so-
bre "quién celebra", "cómo celebrar", "cuándo celebrar",
"dónde celebrar" ... temas que se tratarán en los capítu-
los siguientes.

Ha sido una buena recuperación el que se haya genera-


lizado en la actualidad esta palabra, de "ceremonia, rito,
oficio" ... Hoy día se prefiere decir: "con ocasión de ... se
Manual de Liturgia

celebrará una Eucaristía". Y sin embargo, el pueblo si-


gue hablando de "ceremonia" para designar los actos
como: "misa", palabra más breve para designar cualquier
"ceremonia".

1.1 Aspectos semánticos

Celebrar se deriva del adjetivo latino "celeber;" que ex-


presa la idea de un lugar frecuentado por una muche-
dumbre numerosa reunida para una fiesta. Un poeta fran-
cés, Ch. Peguy, hablando de una isla famosa de la Grecia
antigua, escribe: "Esta isla será célebre y celebrada en-
tre todas las islas": la proximidad entre el adjetivo "céle-
bre" estrictamente profano, y el participio "celebrada" con
una connotación netamente religiosa, es significativa: de
allí el paso de "célebre" a "celebrado".

El verbo "celebrar" tiene así una connotación de "frecuen-


tar", pero sobre todo apunta a una cualidad festiva, ritual
y comunitaria en la acción. El sustantivo celebración de-
signa la acción de celebrar, de cumplir, realizar solem-
nemente en particular las ceremonias del culto. Luego
por extensión, es sinónimo de "glorificar, alabar, exaltar,
festejar".

En la vida social se habla de celebrar fiestas, aniversa-


rios, pero también acontecimientos, victorias, matrimo-
nios, funerales, actos jurídicos (p. ej. un contrato), y lue-
go toda especie de personas físicas o morales dignas
de veneración o de admiración: una "celebridad" desig-
na un personaje famoso. Hasta "celebrar la vida" llegó q
ser una expresión de moda en nuestros días.

El uso corriente en nuestras lenguas tiende a agrupar


los sentidos de este término en tomo a dos polos: el as-

84
¿Qué es celebrar?

pecto festivo (exaltar, glorificar, solemnizar, organizar una


fiesta), y el aspecto ritual (realizar según el rito, -en con-
formidad con las reglas-, un acto importante y social).

);> Liturgia y celebración

La celebración es una categoría que pertenece a la di-


mensión sensible y visible de la Liturgia cristiana.

Si el uso del término litl,lrgia quiere indicar globalmente


todos los aspectos del culto ·cristiano, el de celebración
indica más bien la liturgia en acto, la acción concreta
que consiste en realizar un rito determinado, entendido
como acto de culto por parte de una asamblea de cre-
yentes, en la perspectiva propia del cristianismo, o sea,
en cuanto que "se da a Dios una gloria perfecta y los
hombres son santificados, gracias al ejercicio del
sacerdocio de Jesucristo" (se y MD).

Así pues, mientras la liturgia es el culto de una vida cris-


tiana hecha fidelidad a Dios. expresada y santificada en
unos actos sacramentales que actualizan la presencia
de la salvación, la celebración es el momento en que
tiene lugar esta actualización mediante gestos, símbo-
los, acciones y ritos. En este sentido, la celebración es
representación -nueva presencia- y la actualización en
el plano local-temporal del ejercicio del sacerdocio de
Cristo, o sea, el objeto definitivo de la liturgia-celebra-
ción es la realización eficaz, hic et nunc, del Misterio
Pascual: "se celebra" (se efectúa) un rito, pero para "ce-
lebrar" (alcanzar) el misterio de Cristo.

~ Fiesta y Celebración

Celebración, solemnidad y fiesta aparecen como pala-


bras sinónimas. Indican una ruptura del tiempo profano,

85
Manual de Liturgia

de la monotonía de lo ordinario, para celebrar algún acon-


tecimiento con alegría, descanso y distensión.

La fiesta está hecha de celebración, reunión comunita-


ria, recuerdo, presencia gozosa, anticipo, espacios
lúdicos y humanos, gratuidad, alegría, ritos simbólicos y
repetición periódica a lo largo de los años.

El culto, el rito y la fiesta parecen delimitar el área dentro


de la cual se habla de celebración, sin que ésta se re-
duzca a ninguno de ellos. El carácter específico del ce-
lebrar (cristiano) parece consistir en el plano y en el nivel
en que se sitúa el obrar celebrativo: el estrictamente sim-
bólico. Se trata de un "hacer símbolos" de un poner, por
así decirlo, en medio y por medio de la asamblea reuni-
da, unos gestos, unos textos, unas palabras y otros
actos expresivos que tienen la fuerza no unívoca del
símbolo.

Por consiguiente, fiesta y celebración, siendo realidades


muy cercanas, no se identifican totalmente. La celebra-
ción cristiana es una fiesta, pero no todo festejo es
necesariamente celebración litúrgica. Fiesta apunta al
acontecimiento, con toda su carga de valores que se ma-
nifiestan en lo festivo, y en la comunidad reunida preci-
samente porque es fiesta. Celebración dice relación, más
bien, a la modalidad expresiva a través de la cual la co-
munidad acoge el acontecimiento rememorado y reac-
ciona ante él.

Al mismo tiempo, la celebración necesita, al menos en


sus momentos más incisivos, un clima de fiesta que abra
el espíritu al lenguaje de los símbolos e invite fuertemente
a la participación. La celebración es fiesta en el sentido
que está en el origen del "festejar"; pero la fiesta toma
cuerpo plenamente cuando el acontecimiento celebrado

86
¿Qué es celebrar?

tiende a convertirse en un hecho social, con una partici-


pación (numéricamente) más amplia y (antropológi-
camente) global.

Toda fiesta digna de este nombre comporta una


parte de intimidad, una alegría profunda y secre-
ta que le viene directamente de su fuente y que
es imposible arrebatarle. Pero existe también un
tipo de fiesta que tiene la intimidad como su pro-
pia esencia. La fiesta íntima huye de la exuberan-
cia de formas y colores, de la sobreabundancia
de seres y cosas, de todo ese brillo de espectá-
culo que caracteriza los otros tipos de fiesta. Ella
nace, para decirlo así, de una escucha de la rea-
lidad interior, y la calidad de esta escucha se co-
munica enseguida a todo el mundo sensible, al
mundo de la naturaleza así como al mundo del
hombre y del arte (Frederic Debuyst).

~ Ceremonia y celebración litúrgica

Durante mucho tiempo se ha identificado liturgia con


ceremonia o con rubricismo; hasta el punto de conside-
rar la liturgia corno la "ciencia de las ceremonias", y de
reducir la formación litúrgica en este campo, al aprendi-
zaje de normas y rúbricas.

La Mediator Dei de Pío XII (1947) rechaza la identifica-


ción de la liturgia con la parte externa y ceremonial del
culto cristiano. La ceremonia no es más que un elemen-
to de la celebración, una acción externa sujeta a unas
normas o costumbres. Es sólo un vehículo o medio de
comunicación ritual. Podemos definirla como un rito, tanto
en el contexto social como en el cúltico, que se realiza
con un tono de solemnidad ritual, más bien público y re-
glamentado.

87
Manual de Liturgia

La celebración podría definirse como el momento expre-


sivo, simbólico, ritual y sacramental de la liturgia, es de-
cir, el acto que evoca y hace presente, mediante pala-
bras y obras, la salvación realizada por Dios en Jesucristo
con el poder del Espíritu Santo.

1.2. Historia: La celebración-fiesta

La dimensión festiva de las relaciones del hombre con


Dios se manifiesta ya en el Antiguo Testamento. Ante
las maravillas que actúa el Señor, salta de alegría el co-
razón del hombre. Esta alegría se expresará, especial-
mente en las fiestas litúrgicas que relata el Libro de los
Salmos, verdadero devocionario del pueblo de Israel (Sal
33, 1; 52, 5; 68, 4; 100, 2; 149, 2). En cada fiesta se hace
realidad el grito del salmo 118: "Este es el día en que
actuó -('hizo', traduce la Vulgata)- el Señor, aleluya, ale-
grémonos y gocémonos en Él" (Sal 118, 24).

La historia de Israel recuerda algunas fiestas que mar-


caron época por su solemnidad, alegría y entusiasmo.
La Pascua de Ezequías (2 Cro, 21-26), el retorno del
Exilio (Esd 6, 22), la fiesta de los Tabernáculos y la
lectura de la Ley (Ne 8, 10). Jerusalén será en forma
eminente el lugar de las grandes fiestas. Hacia ella
sube el pueblo en peregrinación (Sal 122, 84). Los
Profetas anuncian en ella el festín y la alegría definiti-
va (Is 25, 6).

Jesús da cumplimiento a las expectativas mesiánicas.


Con Él eclosiona la alegría y la fiesta, como simbólica-
mente queda de manifiesto en la fiesta de Caná, anima-
da por el vino nuevo que aporta Jesús. Todo su ministe-
rio puede ser visto como una fiesta para los pobres y
necesitados.

88
¿Qué es celebrar?

La alegría mesiánica inaugurada por Jesús se expresa


en los encuentros de la comunidad primitiva. No se en-
cuentra en ella el entusiasmo bullicioso y exuberante de
las fiestas del AT pero sí, una alegría serena y profunda,
la alegría que es fruto de la Pascua y que nadie podrá
quitar (Jn 16, 22).

La danza que era costumbre en las prácticas religiosas


paganas precristianas, se extendió también en la mis-
ma Iglesia primitiva. Probablemente tal uso comenzó
muy pronto. Un documento del siglo IV d.C., titulado
"Quaestiones", recomienda que los coros de niños no
sólo canten, sino que se acompañen de instrumentos
musicales, danza y carracas. Para los primeros cris-
tianos, estos coros danzantes representaban la danza
angélica; llama la atención el dato que en Sevilla to-
davía danza ante el altar un coro de niños vestidos de
ángeles.

Los cristianos danzaban mucho en los primeros tiempos


de la Iglesia. Lo hacían en los lugares del culto y en el
claustro de las iglesias, en las festividades de los santos
y en los cementerios, junto a las tumbas de los mártires.
Danzaban hombres, mujeres y niños; ante el Señor y
unos con otros, hasta que el Concilio de Würzburg en
1298 prohibió, como pecado grave, las danzas en los
templos.

Sin embargo, ni siquiera esta prohibición abolió la danza


religiosa. Proscritos del sant'Jario, los bailarines se tras-
ladaron al atrio, al claustro V terminaron volviendo al ce-
menterio. Todavía, en nuestra América, las danzas tie-
nen un lugar importante en las fiestas patronales,
procesiones y santuarios, como expresión de la religio-
sidad popular.

89
Manual de Liturgia

Esta dimensión festiva irá poco a poco diluyéndose en


Occidente después de Constantino (315) ya lo largo de
los siglos. La fiesta empezó a ser sustituida por el culto,
más y más marcado por el ceremonialismo y la obliga-
ción. Siempre sin embargo, quedó la nostalgia de la fiesta,
de la celebración.

En nuestros días está retornando el interés por lo lúdico,


lo festivo, la danza. Este interés se ha manifestado, tam-
bién en la reflexión de la teología litúrgica y en la prácti-
ca pastoral.

1.3 Análisis de la celebración-fiesta.


Aspectos antropológicos

Se dan diversos caminos de acercamiento a la catego-


ría "fiesta" para definir la celebración litúrgica: histórico,
sociológico, funcionalista ... Aquí seguiremos un camino
de tipo fenomenológico que busca integrar los diversos
aportes.

1.3.1 Comprensión global de la fiesta

Al buscar una comprensión de la fiesta, nos encontra-


mos con tres referentes básicos: la vida, el tiempo, la
comunidad.

1.3.1.1 La fiesta, celebración de la vida

La fiesta es una aprobación global de la vida, más allá


de los momentos malos pueda ofrecemos. Celebramos
porque creemos que la vida es radicalmente buena, por-
que creemos que puede ir mejor y porque no nos resig-
namos a los elementos negativos que empañan la bon-
dad del mundo.

90
¿Qué es celebrar?

En esta perspectiva, la fiesta es:

Imaginación: utopía de un mundo mejor.

Expresión: de los valores que no siempre la rutina coti-


diana nos permite vivir, libertad, alegría, fraternidad.

Protesta: contra todo lo que se opone a la vivencia de


esos valores.

Este núcleo de la fiesta es lo que la distingue de la sim-


ple diversión o vacación. En éstas se descansa, no como
afirmación de valores, sino como forma de recuperar fuer-
zas para seguir trabajando. Este núcleo, también, distin-
gue la fiesta de aquel tipo de diversión que no busca
celebrar la vida, sino, todo lo contrario, huir, olvidarse de
una vida que no vale la pena.

En esta línea, la fiesta se vincula con la sicología lúdica


del hombre. En el "Va" de cada persona -dice la
sicología- se puede distinguir:

- el estado paternal (sentimientos inducidos por el ejem-


plo de los padres: transmite lo heredado, es tradicio-
nal, conservador... ),

- el estado adulto (capacidad de utilizar los datos para


enfrentarse al mundo exterior),

- y el estado del niño (representa la intuición, la creati-


vidad, lo espontáneo ... ).

La fiesta se conectaría con este sector del "Va". La fiesta es


la superación de lo puramente normativo y de la búsqueda
de eficacia, por lo gratuito. Desde esta perspectiva, pode-
mos entender la frase de Jesús: "Si no se hacen como ni-
ños no entrarán en el Reino de los cielos" ... ique es Fiesta!

91
Manual de Liturgia

1.3.1.2 La fiesta, celebración en el tiempo

La fiesta responde a la necesidad que tiene el hombre


de darle un sentido, una significación a la sucesión del
tiempo, es una forma de humanizar el tiempo. "La fiesta
es a la existencia lo que las hierofanías son a la natura-
leza" (Eliade).

El tiempo puede ser considerado de formas diversas.


Existe el tiempo matemático, objetivo, y el tiempo huma-
no, subjetivo. El tiempo en que se ubica la fiesta es el
tiempo humano con un plus de significación. Ese plus
brota de la densidad y apertura transcendente con que
se vive el tiempo en la fiesta.

La fiesta, en efecto, al permitir vivir plenamente el tiem-


po, nos pone en comunión con el tiempo primordial (el
principio) y con el tiempo definitivo (ésjaton).

La fiesta es así:

- Memorial: evocación de los acontecimientos iniciales ...

- Presencia: vivencia actual de esos acontecimientos,


de algún modo presentes.

- Profecía: anuncio de la vivencia en plenitud de toda


la fuerza de vida contenida en lo que se celebra.

La fiesta en su relación con el tiempo, implica entrar en


el entretejido del tiempo como "preparación" y como
"post-fiesta". Mientras más grande es la fiesta, supone
más preparación, y se prolonga por más tiempo, en ré-
plicas festivas.

92
¿Qué es celebrar?

1.3.1.3 La fiesta, celebración en comunidad

La fiesta necesita de la comunidad para expresarse en


todo su significado·y dinamismo. Al menos se exige la
presencia de dos. Es la fiesta íntima.

La fiesta tiene un sentido universal y parece más plena


mientras mayor es la concurrencia de los invitados.

La fiesta implica:

- Convocación: es un llamado a todos los que tienen


relación con lo que se está celebrando.
Pertenencia: implica compromiso afectivo y efectivo
con la celebración. Sobran los "observadores" y los
"aguafiestas" .
Apertura: capacidad de integrar a nuevos participan-
tes de la fiesta.

1.3.2 La expresión festiva

El hombre, por su realidad síquica y corporal, se realiza


en la expresión. La expresión no es un simple revesti-
miento de perceptibilidad de nuestro mundo interior, sino
que es un proceso que permite al hombre ser en la me-
dida que se expresa. Para expresarse el hombre se sir-
ve de símbolos que le permiten pronunciar lo que vive y
anhela. ¿Cómo el hombre expresa su sí ante la vida?
¿Cómo expresa su anhelo de eternidad? En las fiestas y
en las actividades típicas de las fiestas.

Se subrayan dos elementos expresivos de la fiesta:

- acciones que expresan ruptura con la vivencia ordi-


naria: el ocio festivo (prohibición de trabajos servi-

93
Manual de Liturgia

les), limpieza, trajes, ritos de ruptura (ej. rito de la


luz, del pan ácimo), despilfarros ...

- acciones que expresan exuberancia de los sentimien-


tos festivos, serie de actividades que rompen el for-
malismo y los marcos de lo convencional y expresan
sobreabundancia de los sentimientos festivos: derro-
che en comida, bebida, canto, baile, etc ... hasta los
excesos dionisíacos. Todo con expresión de libertad
y búsqueda del placer de vivir.

Respecto a los símbolos a través de los cuales se expre-


sa el hombre en fiesta, pueden distinguirse tres niveles:

- Universal: en base al cuerpo, común a todos los hom-


bres y también en base al inconsciente colectivo con
sus arquetipos. Este nivel, sin embargo, pasa siem-
pre a través de la mediación cultural.

- Cultural: es la expresión que brota del fondo univer-


sal, en cuanto teñida del color ambiental. Pero tam-
bién, este nivel necesita concretarse en el nivel si-
guiente.

- Grupal: en correspondencia con las diversas situa-


ciones circunstanciales, que generan subculturas
especificas: jóvenes, campesinos, pueblos origi-
narios.

1.3.3 Características de las fiestas

A través de la observación de las fiestas se encuentran


ciertas constantes que caracterizan lo festivo.

Fuerte vivencia de los sentimientos pertinentes: alegría,


fervor patrio, etc. Se afirma la vida con exuberancia. Esto

94
¿Qué es celebrar?

exige plena participación, en cuerpo y alma. A esto tien-


de el ritmo, la comida, la bebida, etc.

Sentido comunitario y universal. La fiesta exige la parti-


cipación de todos los que, de alguna manera, tienen re-
lación con el festejo. La concurrencia se ubica aquí como
un factor festivo.

Sentido de ruptura con lo rutinario, lo convencional, lo


cotidiano. La fiesta es un momento de excepción en que
se permite muchas cosas que en otros momentos se
deben reprimir (p. ej. disfraces). Esto, en algunos casos,
se realiza a través de la búsqueda de la naturaleza.

Sentido extático. La fiesta permite lo que se suele llamar


"experiencia de totalidad", o sea, de integración perso-
nal y comunitaria.

Sentido simbólico. La fiesta expresa la alegría y favore-


ce la intercomunión a través de múltiples elementos sim-
bólicos: cantos, bailes, banderas, etc. De alguna mane-
I ra, todo se vuelve simbólico.

1.3.4 Estructura de la celebración-fiesta

Acercándonos, ahora, a la fiesta en cuanto fenómeno,


descubrimos fácilmente su estructura. Preguntémonos,
como ante todo fenómeno, quién, dónde, cuándo, cómo
y por qué ... y tendremos la estructura básica de la
celebración-fiesta.

Objeto de la fiesta: ¿ Qué se celebra?

Un ser, una persona, un acontecimiento evocado por la


fiesta y que merece celebrarse. Por otra parte, la fiesta
en sí es celebrada. O sea, el objeto celebrado es, en

95
Manual de Liturgia

algunos casos, sólo un pretexto para divertirse y hacer


fiesta. Nos encontramos así, en la fiesta, con dos polos
que necesitan equilibrarse bien: el polo dé la celebra-
cíóny el polo de la diversión.

Sujeto de la fiesta: ¿Quién celebra?

Es la colectividad para la cual el acontecimiento o perso-


naje festejado tiene significación. Es conveniente notar
cómo en la colectividad se destacan siempre grupos más
interesados en la fiesta y que juegan en ella un papel
preponderante. Se les puede llamar los animadores de
la fiesta.

Lugar de la fiesta: ¿Dónde se celebra?

La fiesta supone un lugar adecuado de acuerdo con la


concurrencia y exuberancia de la misma. Debe ser un
lugar que convoque y favorezca la expresión festiva.
Entre los lugares de fiesta se encuentra el lugar domés-
tico, el lugar comercial, el lugar funcional, el lugar al aire
libre, etc.

Tiempo de la fiesta: ¿Cuándo se celebra?

Anteriormente nos hemos referido a este tipo de tiem


po humano que es el tiempo festivo. Vale la pena des-
tacar:

su continuidad con el tiempo cotidiano en el que se


enraiza la fiesta a través de la preparación y de sus
réplicas festivas;

- su transcendencia que permite a los que festejan par-


ticipar de un atisbo de eternidad.

96
¿Qué es celebrar?

Signos festivos: ¿Cómo se celebra?

La fiesta se hace, se expresa a través de signos, espe-


cialmente de símbolos, o sea, signos materiales, sensi-
bles, de gran valor evocador y emocional, que en un con-
texto cultural, expresan realidades difíciles de
conceptual izar.

Motivación de la. fiesta: ¿Por qué se celebra?

No basta que haya todo lo anterior para tener fiesta. Es


necesario que la comunidad comulgue, de algún modo,
con el objeto de la fiesta y busque identificarse con él a
través del recuerdo agradecido, la actualización comuni-
taria, y de la profecía comprometedora. Este es el papel
que cumplen, en particular, los discursos, los brindis, en
general, la palabra.

1.3.5 Tipología de las fiestas

i A partir de los elementos estructurales recién recorda-


I dos, pueden surgir diversas clasificaciones de la fiesta:

Según el objetivo: Fiesta profana y religiosa.

De hecho, estos dos tipos se entremezclan dando ori-


gen a diversas figuras festivas:

- fiestas propiamente religiosas y litúrgicas: la Transfi-


guración del Señor...

- fiestas religiosas con "desborde" popular: Navidad ...

- fiestas profanas con elementos de sacralización: na-


cimientos

- fiestas profanas: un cumpleaños ...

97
Manual de Liturgia

Según el sujeto: las fiestas pueden clasificarse:

según las características de la comunidad que cele-


bra: juvenil, popular, campesina ...

- según el número: fiesta íntima, familiar, popular ...

Según el lugar. fiestas privadas y públicas.

Según el tiempo: fiestas fijas y móviles ... fiestas esta-


cionales, fiestas históricas.

Según signos: fiestas naturales, convencionales.

Según la motivación: fiestas de precepto y fiestas libres.

1.4 La liturgia es una fiesta:


Aspectos teológicos

TODO lo dicho sobre la fiesta en general, resulta de fácil


r
aplicación a la celebración litúrgica. Más todavía cuando
las nociones presentadas han sido elaboradas en orden
a ilustrar la fiesta litúrgica. Iniciamos aquí una aplica-
ción, que no pretende ser exhaustiva, y podrá ser com-
pletada por los alumnos.

1.4.1 La liturgia, celebración del misterio


pascual, en el tiempo, en comunidad

.,. La liturgia es celebración del misterio pascual

La liturgia celebra la vida en cuanto portadora del miste-


rio pascual, o celebra el misterio pascual en cuanto ma-
nifestado en los signos de la existencia.

98
¿Qué es celebrar?

En esta perspectiva la celebración litúrgica es:

Imaginación: nos acerca al sueño de Dios esbozado


en "el principio" y restaurado y plenificado en el
"ésjaton".

- Expresión: de los valores del Reino que aquí y ahora


están desarrollándose y con los cuales estamos lla-
mados a comprometernos.

Protesta: denuncia y conversión de todos los antiva-


lores.

);> La liturgia es celebración en el tiempo

- Memorial de los acontecimientos salvadores: para


que los recordemos nosotros y actuemos en conse-
cuencia ... y para que los recuerde Dios y no nos
olvide.

- Presencia de dichos acontecimientos.

- Profecía de su plenitud escatológica.

);> La liturgia es celebración en la comunidad

Es celebración del Pueblo de Dios que es:

- Convocación: celebra la alegría de la común unión,


en respuesta al llamado, a la convocación de Dios.
La convocación misma es objeto de fiesta, merece
celebrarse!

- Pertenencia: que se traduce en "participación ple-


na, consciente y activa (se 14), protagonista de la
fiesta.

99
M,inual de Liturgia

- Apertura: la asamblea está abierta a todos, a toda la


humanidad invitada por Dios a la fiesta y, en particu-
lar, abierta a toda la Iglesia peregrina y a la Iglesia
celestial.

1.4.2 La celebración de la fiesta

El primer teólogo de la liturgia que se ha ocupado de la


celebración en cuanto tal, ha sido Oda Casel (+ 1948),
pionero también en ofrecer una reflexión sobre el culto
cristiano sobre bases, directa y primariamente teológicas.

Para él, la celebración es una Epifanía, una manifesta-


ción de lo divino en la acción ritual. Y decir Epifanía o
manifestación, significa admitir una presencia, que, en
el caso del misterio celebrado en la liturgia, solamente
puede reconocerse a través de su eficacia.

La celebración, entonces, tiene el valor de ser una


hierofanía, es decir una mediación que hace posible la
comunicación del misterio con el hombre, por una parte,
y el acceso y, la participación de éste en la energía
salvadora que se hace presente, por otra.

El único misterio de Cristo, que ha muerto y resucitado


para salvar al hombre, se manifiesta y se hace eficaz-
mente presente en toda celebración litúrgica, aún dentro
de un aspecto particular concreto como puede ser el
nacimiento de Jesús o su entrada en los cielos, recorda-
dos en las fiestas de Navidad o de la Ascensión.

Pero, hay algo más en la celebración. Esta Epifanía, que


es presencia del misterio, confiere a la celebración un
carácter de actualidad y de incidencia en la vida y en el
tiempo de los hombres, de forma que la liturgia exclama
en sus cantos: "Hoy nos ha nacido un Salvador, hoy el

100
¿Qué es celebrar'

Señor ha ascendido a los cielos, hoyel Espíritu Santo hn


sido derramado ... ".

La fiesta, el acontecimiento hecho Epifania en la fiesta,


se celebra de diversos modos y con diversos elementos:
La Navidad, por ejemplo, se celebra con luces, arbolitos
de luces y colores, regalos, comidas especiales, "misa
de gallo" ...

El corazón de la celebración es, evidentemente, la cele-


bración eucarística. Por eso la fiesta cristiana ha sido
definida como

la convocación del pueblo para celebrar alegre-


mente la memoria de un acontecimiento pasado,
en el día del año que corresponde a la realización
de dicho acontecimiento, por medio de la cele-
bración de la Eucaristía (Pernigotto-Lego, Gos'e
la Festa cristiana, Eph. Lit. 87).

Lacelebración eucarística, y más en general, la celebra-


ción litúrgica, es el corazón de la fiesta porque asegura
la presencia del acontecimiento, del misterio celebrado.
Esto lo realiza, fundamentalmente a través de la palabra
y del rito.

El acontecimiento, ei misterio manifestado, quedaría


como algo puntual. encerrado en nosotros, si no lo com-
partiéramos en la palabta. Es una palabra que, en pri-
mer lugar, necesitamos decirnos nosotros mismos, y lue-
go, intercambiar con los otros. Este acontecimiento se
hace palabra a través de:

- Un trabajo de reconstrucción: se recrea el aconteci-


miento a través de un relato, relato que, a su vez, se
ve influenciado por el auditorio. Él estimula a entre-

101
Manual de Liturgia

gar mayor o menor cantidad de elatos. a seleccionar


los contenidos. a agregar comentarios, etc.

- Un trabajo de objetivación: el compartir el aconteci-


miento nos libera de él, nos permite, en comunión
con los otros, mirar el acontecimiento desde una cierta
distancia, ubicar el acontecimiento en un horizonte
más amplio.

El acontecimiento, finalmente, puede ser actualizado.


Esto es posible gracias a la posibilidad del rito, o sea, a
la posibilidad de expresar el acontecimiento en una ac-
ción simbólica. El acontecimiento de la Pascua de Je-
sús, hecho palabra en el kerigma primitivo, se ritual iza
en los sacramentos y liturgia de la Iglesia. Celebramos
el acontecimiento contando lo sucedido y renovando el
rito que lo hace presente.

1.4.3 Protagonistas de la fiesta


y de la celebración

Los grandes protagonistas de la fiesta y de su celebra-


ción son Dios y el hombre.

);- Dios en su misterio trinitario

- El Padre de quien viene toda iniciativa salvadora


es, también, quien prolonga la salvación hasta no-
sotros y quien nos congrega para la celebración.
El Padre es la fuente y la meta de toda fiesta
litúrgica. Parafraseando el título del conocido libro
de C. Precht, podemos decir: Acción del Padre, fies-
ta del pueblo. Acción del pueblo, fiesta de Dios
Padre.

102
¿Qué es celebrar?

- El Hijo "aterriza" la iniciativa salvadora del Padre a


través de la encarnación y "celestializa" la respuesta
de los hombres, entrando con su sacrificio (la obe-
diencia al Padre hasta la muerte) en el santuario del
cielo; (es el tema de la Carta a los Hebreos). La litur-
gia expresa esta centralidad mediadora de Cristo con
la expresión por Cristo nuestro Señor, que cierra la
mayoría de sus oraciones.

- El Espiritu Santo personifica la plenitud del diálogo


intratrinitario del Padre y del Hijo. Esa misma función
realiza el Espíritu cuando ese diálogo divino se pro-
yecta en términos de encarnación y de historia. Al
Padre que habla a través de Gabriel y al Hijo que
responde en la humanidad de María (¡intencional-
mente toda Hijo!), sigue la efusión del Espíritu Santo
por quien lo intencional se vuelve efectivo.

Luego a la obediencia del Hijo, expresada en la pasión y


muerte, responde el Padre resucitándolo y constituyén-
dolo en poder por el Espíritu. Este diálogo se plenifica en
Pentecostés, en que se manifiesta la Iglesia, Cuerpo
místico de Cristo.

El Espíritu es así el camino y el signo de la acción


salvadora realizada en plenitud. En la liturgia, la acción
del Espíritu se expresa en la "epíclesis" y se manifiesta
en el clima festivo, de libertad, comunión y creatividad,
postulada por la liturgia en "espíritu y verdad".

);> Los hombres

La fiesta litúrgica es celebrada por los hombres bauti-


zados, constituidos en "pueblo sacerdotal". Todos y
cada uno de ellos son celebrantes de la liturgia (se
26). Este tema será desarrollado, especialmente al

103
Manual de Liturgia

hablar de la asamblea litúrgica. Aquí nos limitamos a


señalar la importancia que tienen para la fiesta y la
celebración:

- el ministro presidente de la asamblea. Por el rol es-


pecífico que tiene para reunir la comunidad, anun-
ciar el Evangelio, invocar al Espíritu y actuar en nom-
bre de Cristo;

- los jóvenes por su especial capacidad de animadores


de la fiesta;

- las mujeres por su especial capacidad expresiva y


afectiva, fundamental para que haya fiesta.

1.5 Un nuevo concepto de liturgia: Acción de


Dios, Fiesta del Pueblo; Fiesta de Dios,
Acción del Pueblo

En estos últimos 50 años -a partir de la Mediator Dei


(1947)- podemos seguir una evolución rápida del con-
cepto de liturgia, que, sin negar los aspectos sucesivos
que se fueron desarrollando, nos ofrece una categoría
nueva que plenifica estos varios aspectos.

Pío XII, en la encíclica Mediator Dei (1947), asumiendo el


movimiento litúrgico de renovación que se va extendien-
do después de la segunda guerra mundial, define la li-
turgia como:

... el culto público que nuestro Redentor rinde al


Padre como cabeza de la Iglesia, y es el culto
que la sociedad de los fieles rinde a su cabeza JI,
por medio de ella, al Padre eterno; es, para decir-
lo en pocas palabras, el culto integral del cuerpo

104
¿Qué es celebrar'

místico a Jesucristo, esto es de la cabeza y de


sus miembros.

El Concilio Vaticano" (1962-1965), marca un claro pro-


greso. Dejando en un segundo plano la noción de culto,
define la liturgia como una "acción", una "obra" de santi-
ficación del hombre y glorificación de Dios. Buscando
una definición que refleje esta visión, podemos retener
la siguiente que proponía el P. Salvador Marsili, profesor
en San Anselmo (Roma) en el inmediato posconcilio:

La liturgia es la acción sagrada por la que, en sig-


nos, se ejerce y realiza en la Iglesia y por la Igle-
sia, la obra sacerdotal de Cristo, de santificación
de los hombres y glorificación de Dios.

La 11 Conferencia del Episcopado Latinoamericano en


Medellín (1968) buscó hacer una relectura para nuestro
continente de los principales temas conciliares. Respec-
to a la liturgia, Medellín hizo interesantes acentuaciones
que poco a poco han ido configurando una nueva con-
cepción litúrgica.

Medellín, en primer lugar, presenta la liturgia en la pers-


pectiva de una Iglesia peregrina marcada "por la tensión
entre lo que ya es una realidad y lo que aún no se verifi-
ca plenamente" (Liturgia n. 2).

La liturgia cristiana debe ser una liturgia que exprese la


vida de los hombres, adaptándose y encarnándose en
las culturas, asumiendo "cuanto hay de sano en el pro-
ceso de evolución de la humanidad" (Liturgia n. 4, 7).

La 111 Conferencia del Episcopado Latinoamericano en


Puebla (1979), maduró la perspectiva, que se esbozó en
Medellín, de una que es celebración de la Pascua del

105
Manual de Liturgia

Señor discernida en la vida de los hombres. Puebla defi-


ne la liturgia con estas Palabras:

Fiesta de comunión eclesial, en la cual el Señor


Jesús, por su misterio pascual, asume y libera al
Pueblo de Dios y por él a toda la humanidad, cuya
historia es convertida en historia salvífica para
reconciliar a los hombres entre sí y con Dios (oP
918).

En Puebla se asume así una nueva categoría: la fiesta.


Ella, a partir del inmediato posconcilio, empezó a em-
plearse siempre más para expresar una renovada com-
prensión de la liturgia. La fiesta pone de relieve el senti-
do experiencial y celebrativo de la liturgia, plenificando
así el sentido del culto y de la obra.

La liturgia no es el cumplimiento de un rito, ni la simple


participación en una acción, sino que, por su misma na-
turaleza, ella postula ser vivencia totalizante, una comu-
nión profunda con Dios, con los hombres y con toda la
creación; una experiencia del sí radical a la vida, lo que
comporta, junto con la afirmación de los valores que la
constituyen, una denuncia de los antivalores que la de-
gradan, y un anticipar y pregustar la plenitud que se es-
pera en el Reino.

En particular, subrayamos cómo:

• La liturgia-fiesta ayuda a superar la dicotomía sagra-


do-profano, rito-vida (cf. más arriba, Marsili: "acción
sagrada").

La fiesta, sin duda, comporta una ruptura de lo coti-


diano, a través de la cual el hombre busca evadirse
de una vida esclavizante o busca en ella un descan-

106
¿Qué es celebrar?

so reparador. En el mundo del trabajo, del rendimiento


máximo, la fiesta es sólo una "pausa que refresca",
una válvula de escape de las pasiones acumuladas.
Se hace fiesta, se descansa para trabajar mejor o
para olvidarse de una existencia que no merece
vivirse.

En la fiesta religiosa, sin embargo, más que sólo el


polo de la ruptura y evasión (que puede llevar a una
religión-opio), se destaca el polo de la afirmación de
la vida. La fiesta es expresión de que creemos que la
vida es radicalmente buena y que esperamos una
vida mejor.

En esta perspectiva, los sacramentos y demás sig-


nos litúrgicos,

no son ritos al margen de la vida, sino momentos


de vida cargados de especial densidad humana
y, sobre todo, en virtud de dicha densidad huma-
na, elegidos por el Señor para ser el lugar de en-
cuentro con el hombre y portadores de su inter-
vención salvadora (Mons. E. Alvear, Chile).

• La liturgia-fiesta asume bien la realidad eclesial, co-


munitaria, destacando lo principal: la comunión de
las personas participantes (cf. más arriba, definición
de Puebla). La fiesta no puede darse en unos pocos
ante la pasividad de la mayoría. La fiesta exige la
participación de todos, y, al mismo tiempo, está abierta
a todos los que, de alguna manera, tienen relación
con el festejo.

Sabemos que en la fiesta cristiana hay un lugar es-


pecial para el servicio jerárquico. Al insistir en la col,
munión, no se pretende disminuir la importancia del

107
Manual de Liturgia

sacerdocio ministerial, sino asegurar su eficiencia al


servicio del sacerdocio común de los fieles. La fiesta
litúrgica, más que un monopolizador de roles o al-
guien que impone distancias, pide un presidente de
asamblea que esté en medio de los suyos presidien-
do la caridad: Ubi caritas gaudet, ibi est festivitas (S.
Juan Crisóstomo).

• La liturgia-fiesta, además, permite integrar bien la


acción santificadora de Dios y la glorificación que
le tributa el hombre (cf. más arriba definición de
Pío XII).

La fiesta comienza con la intervención de Dios. Su


paso, su acción salvadora descubierta en la fe, pro-
voca la admiración, la acción de gracias, el aleluya,
la fiesta. La fiesta, sin embargo, libera el corazón del
hombre para la acción: .

Con la Pascua, y por eso realmente en cada ser-


vicio de culto, comienza el reír de los redimidos,
la danza de los liberados y el creador de la fanta-
sía ... La risa despoja a la amenaza de su serie-
dad y desarma al enemigo. Muestra una libertad
invulnerable, justamente, allí donde el adversario
esperaba encontrar miedo y sentimiento de cul-
pa. Si los hombres pueden reír, ya no pueden ser
coaccionados. Y si el fundamento de la domina-
ción y del sometimiento es la amenaza de la muer-
te, con la fiesta de la resurrección comienza en-
tonces,de hecho, la liberación de los que estaban
así amenazados y oprimidos (Montmann, p.
63-64).

La acción de Dios provoca la fiesta. La fiesta en el


corazón del hombre libera para la acción y el com-

108
¿Qué es celebrar?

promiso. El hombre en acción en pro del bien, es la


fiesta de Dios.

• La liturgia-fiesta, por último, explicita mejor la pre-


sencia del Espíritu. (Su ausencia es notable en la de-
finición conciliar).

La liturgia-fiesta, la alegría pascual de toda celebra-


ción, es fruto del Espíritu difundido en nuestros corazo-
nes y que explaya su grito radical Abba-Padre en toda
la eucología de la Iglesia. Donde está el Espíritu hay
fiesta, porque "El Señor es el Espíritu y donde está el
Espíritu del Señor, allí está la libertad" (2 Co 3,17).

RESUMEN

"La celebración del Misterio cristiano" es una expre-


sión muy significativa, para designar las acciones
lítúrgicas.

El verbo "celebrar" tiene una connotación festiva,


ritual y comunitaria. Celebrar es sinónimo de glorifi-
car, exaltar, festejar una persona o un acontecimien-
to. Tiene como objeto el misterio de la salvación, el
misterio pascual del Señor.

Toda celebración es fiesta, pero no toda fiesta es


celebración: es un obrar simbólico en un clima de
fiesta que invita a la participación activa de los par-
ticipantes.

La fiesta es celebración de la vida, en el tiempo en


comunidad. La fiesta se caracteriza por fuerte viven-
cia de sentimientos, sentido comunitario, ruptura de
lo cotidiano, sentido extático, sentido simbólico.

109
Manual de Liturgia

La liturgia celebra el misterio pascual en cuanto ma-


nifestado en la existencia. Es memorial de los acon-
tecimientos salvadores, es celebración en comuni-
dad en unión con toda la Iglesia.

La liturgia es fiesta, es una Epifanía que hace pre-


sente y comunica el misterio. Es la celebración del
"Hoy" de Dios en el "Hoy" de los hombres.

Los protagonistas de la celebración son: Dios en su


misterio trinitario y los hombres congregados en
asamblea, constituidos en pueblo sacerdotal.

110
¿Qué es celebrar?

APÉNDICE

LA DINÁMICA CELEBRATIVA

Alberto Aranda

, Toda celebración litúrgica mayor, de las bendiciones que


implican más a la comunidad, hasta la eucaristía que es
la principal, tiene cuatro partes:

Inicio o introducción
Liturgia de la Palabra
Liturgia sacramental (sacramento, sacramental, bendi-
ción)
Conclusión y envío.

1. Inicio o introducción

Los ritos iniciales, al igual que los de conclusión, aunque


no son los principales, tienen, sin embargo, una función
indispensable: el relacionar con la vida. Existe siempre
el peligro de que nuestra celebración litúrgica esté como
"entre paréntesis", sin incidir en la vida.

Todos los ritos tienen como finalidad hacer a la asam-


blea. Somos Iglesia (Ekk/esia, de ek ka/eo, llamar, invi-
tar), asamblea reunida para responder a un llamado.
Somos Iglesia que se reúne para celebrar la Pascua de
Cristo. La Pascua, la Iglesia la va viviendo también con
las características de cada tiempo litúrgico y de cada
fiesta, y encarnándose para vivificarlos con la vida mis-
ma del Resucitado en todas nuestras circunstancias vi-
tales comunitarias y personales. A esto tienen que llevar

111
Manual de Liturgia

todos los elementos de esta parte: hacen a la asam-


blea y al mismo tiempo la disponen a recibir la Palabra
y a celebrar el Sacramento, en espíritu de oración y
comunión.

2. Liturgia de la Palabra

En todas las celebraciones tiene lugar la liturgia de la


Palabra. Allí Dios nos habla hoy.

Para formar a su pueblo, Dios tiene una pedagogía, un


método. ¿ Cuál es este método? Es un diálogo entre Dios
y su pueblo (d. Dt 4,10-14):

- Dios convoca a su pueblo

- El pueblo se reúne

- Dios habla a su pueblo

- El pueblo asiente

- Dios hace su alianza.

y no otra cosa hizo Cristo Señor para formar el pueblo


nuevo.

- El vino "en busca de las ovejas perdidas" (Mt 10, 6).

- Él es la Palabra personal del Padre que nos trajo la


luz y la verdad de Dios.

- Él es quien respondió perfectamente al Padre en to-


tal obediencia. "En Él todo ha sido sí" (2 Co 1, 19).

- En Él se hace la nueva y perfecta alianza.

112
¿Qué es celebrar?

Vamos viendo ya el panorama:

- Dios convoca
- El pueblo se reúne } El inicio

- Dios habla
El pueblo da su } Liturgia de la Palabra
asentimiento

- Se renueva la Alianza } Liturgia eucarística

Veamos lo mismo de otro modo:

Dios toma la iniciativa, llama, ilumina, guía, interroga,


reclama, impele, etc. Es decir, hace a su Pueblo con su
Palabra. Pero esta Palabra, para ser eficaz, necesita ser
escuchada y seguida, y así va a provocar una reacción:
en definitiva la salvación. Por esto la necesidad del am-
biente de fe en que debe ser recibida; por esto el silen-
cio meditativo y el canto responsorial para dejar que la
Palabra nos empape, y también por esto la necesidad
de la respuesta de fe expresada en la Oración universal
o de los fieles. La palabra que ha hecho al Pueblo de
Dios lo ha dispuesto a hacer o a renovar la Alianza.

Como vimos más arriba, en toda comunicación oral hay


que considerar tres factores:

La palabra emitida
La recepción de la palabra
La respuesta a la palabra.

Si no hay recepción apta a la palabra emitida, no se hace


la comunicación. La palabra emitida y recibida es
impresiva, y, por lo mismo, provoca una reacción, una
respuesta que puede ser externa o solamente interna.

113
Manual de Liturgia

Estos elementos se dan también en la liturgia de la


Palabra.

- Emisión de la Palabra - Lecturas de la S. Escritura


Homilía

- Recepción de la Palabra - Los cantos interleccionales


El silencio

- Respuesta a la Palabra - La Oración universal

La Oración universal o de los fieles

¿ Por qué universan

Es universal, porque la asamblea pide que el hecho


salvífico anunciado en la Palabra se cumpla para todos
los hombres, según la voluntad del Padre. Es universal
también, porque esta comunidad celebrante, aunque pe-
queña, está en comunión vital con la Iglesia universal, y
comparte con ella las mismas preocupaciones e inten-
ciones.

¿Por qué de los fieles?

Porque es la oración de todos los fieles congregados en


la asamblea.

¿Cuándo y cómo se hace la Oración universal?

¿Cuándo? De por sí, siempre; es un elemento normal


de la liturgia de la Palabra. Así lo presenta OGMR 45.
OLM 30 Y 31 la presentan igualmente como uno de los
elementos y ritos normales de la liturgia de la Pa-
labra.

114
¿Qué es celebrar?

¿ Cómo se hace? ¿ Quién o quiénes la hacen? OGMA 45-


47 Y OLM 30 Y 31 nos lo dicen.

En la Oración universal, la asamblea de los fie-


les, a la luz de la Palabra de Dios, a la que en
cierto modo responde, pide normalmente por las
necesidades de toda la Iglesia y de la comunidad
local, por la salvación del mundo y por los que se
hallan en cualquier necesidad, por determinados
grupos de personas. Bajo la dirección del cele-
brante, un diácono o un ministro o algunos fieles
proponen oportunamente unas peticiones breves
y compuestas con una sabia libertad, con las que
"el pueblo, ejercitando su oficio sacerdotal, ruega
por todos los hombres, de modo que, completan-
do en sí mismo los frutos de la liturgia de la Pala-
bra, pueda hacer más adecuadamente el paso a
la liturgia eucarística" (cf. OLM 30).

Es, pues, una oración suplicatoria, no es momento de


expresión de motivos de acción de gracias, y universal,
lo cual no excluye las peticiones por necesidades parti-
culares.

Es iniciada por una monición y terminada por una ora-


ción conclusiva, que hace el presidente. .

Las intercesiones son acogidas por la asamblea con una


respuesta que puede ser muy variada, pero debe ser
coherente con la naturaleza de la petición.

Es necesario cuidar una cierta homogeneidad en la di-


rección; no unas peticiones dirigidas al Padre y otras a
Cristo o al Espíritu; y también una cierta homogeneidad
en el estilo.

115
Manual de Liturgia

3. La liturgia sacramental

Esta es la parte culminante de la celebración, en la cual


se hace memoria de los eventos salvíficos que tienen
como centro la Pascua de Cristo. La actualización de
este misterio motiva la alabanza y acción de gracias de
la asamblea.

4. Conclusión y envío

La última parte tiene como finalidad vincular la celebra-


ción litúrgica a la vida, de modo que lo celebrado sea
vivido en la misión y en lapráctica de la caridad. En nom-
bre de la Trinidad, la asamblea se ha reunido, ha escu-
chado la Palabra y ha dado gracias por la memoria de
los eventos salvíficos. Ahora, en nombre de la misma
Trinidad, se derrama sobre ella la bendición y es envia-
da a proclamar las maravillas celebradas.

EJERCICIOS

¿Sería capaz de exponer brevemente, destacando


las diferencias o matices, los conceptos de:

* Celebración y ceremonia
* Celebración y fiesta en lo profano

y de:
* Liturgia y Celebración
* Liturgia y fiesta ... en lo religioso-cristiano?

116
¿Qué es celebrar?

BIBLIOGRAFíA

Comisión Nacional de Liturgia: Celebrar presidir animar,


Chile, Ed. Paulinas, 1990.

Costa E., "Celebración-Fiesta", en Diccionario Teológico


Interdisciplinar, Ed. Sígueme, 1982, vol. 11, 25-
38.Salamanca,

Fernández P., "Qué es celebrar", en D. Borobio, La cele-


bración de la Iglesia 1, Salamanca, Ed. Sígueme,
1994, 298-357.

IDEM, La liturgia de la Iglesia, BAC, Madrid, 1994, Colec-


ción Sapientia Fidei, p. 73 ss.

J. Gelineau y otros: Dans vos assembles, Descle, París,


1989, p. 60.

López Martín J., En el Espíritu y la verdad. Introducción


a la Liturgia, I Secretariado Trinitario, Salamanca,
1987, p. 201 ..

Sodi M., "Celebración", en NDL 313-1-353.

Yáñez J.L., Teología y Vida, vol. XXIV, n. 1-2, 1983, p.


79ss. Revista Facultad de Teología, Universidad
Católica de Chile.

117
2
¿QUÉ CELEBRAMOS?

Guillermo Rosas ss.cc.

Es el Misterio de Cristo lo que


la Iglesia anuncia y celebra en su liturgia
ajin de que los.fieles vivan de él
y den testimonio del mismo en el mundo.
CEC 1068

INTRODUCCiÓN

EN la primera parte se ha
querido responder a la pregunta originante de la liturgia:
¿ Qué es celebrar? En esta segunda parte se quiere res-
ponder a una cuestión tan fundamental como aquella;
un tema que ha estado muy presente en la reflexión
teológico-litúrgica del siglo xx: ¿Qué celebramos?
¿Cuál es el contenido de la liturgia cristiana? ¿Cuáles
son los motivos, los temas, el objeto de las celebracio-
nes de la Iglesia?
Manual de Liturgia

Hacerse esta pregunta significa indagar, no sobre las


formas externas de la liturgia, que por su propia natura-
leza están condicionadas por el tiempo y las culturas en
las que se encarna el único Evangelio, sino sobre aque-
llo que constituye el motivo de la celebración, la razón
de la fiesta cristiana. Esa razón es invisible, se halla de-
trás o en el fondo de las formas, de los ritos, de los tiem-
pos de la celebración.

El Papa Juan Pablo 11, en la Carta Apostólica Vicesimus


quin tus annus 1, con la que conmemoró los 25 años de la
Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la sagrada
liturgia, recordó que

nada de- lo que hacemos nosotros en la liturgia


puede aparecer como más importante de lo que
invisible, pero realmente, Cristo hace por obra de
su Espíritu2 •

Lo más importante en la liturgia, como ya el Concilio había


expresado claramente, es lo que en ella acontece
invisiblemente, el contenido esencial de la acción
celebrativa. ¿ Qué celebramos?

Es posible que para quienes han nacido después del


Concilio Vaticano 11, la pregunta no parezca tan impor-
tante porque la respuesta, -por así decirlo, "flota en el
ambiente posconciliar". La historia y la reflexión teológi-
co litúrgica reciente muestran, sin embargo, que la pre-
gunta no es tan inútil como pudiera parecer, ni la res-
puesta tan obvia.

Carta del 4-XII-1988, en AAS 81, 1989, 897-918.


2 Vicesimus quin tus annus, 10.

120
¿Qué celebramos?

Siguiendo los números 5 a 10 de la constitución conciliar


sobre la sagrada liturgia, Sacrosanctum Concilium, que
sigue inspirando, como un horizonte de validez univer-
sal, la reforma litúrgica posconciliar, se abordará en esta
parte ese ámbito que se oculta bajo nuestras formas
litúrgicas animándolas como único y gran motivo de ala-
banza3 •

La pregunta que encabeza esta sección se responde en


seis apartados:

2.1 Celebramos el misterio pascual de Cristo


2.2 Celebramos el anuncio y su realización
2.3 Celebramos a Cristo siempre presente
2.4 Celebramos hoy el permanente Adviento
2.5 Celebramos en la fe y en la conversión diaria
2.6 La liturgia, cumbre y fuente de nuestra vida.

TRABAJO PERSONAL INICIAL

* Lee la constitución conciliar sobre la Sagrada Li-


turgia, Sacrosanctum Concilium, completa,
buscando comprender sus grandes líneas e in-
sistencias. Será un marco global importante para
desarrollar este capítulo.

3 Estos seis números de la constitución se refieren a la naturaleza de la


liturgia y su importancia en la vida de la Iglesia. Los destacados del
texto' son nuestros.

121
Manual de Liturgia

2.1 Celebramos el misterio pascual de Cristo

Sacrosanctum Concilium 5

Dios, que "quiere que todos los hombres se sal-


ven y lleguen al conocimiento de la verdad"4, "ha-
biendo hablado antiguamente en distintas ocasio-
nes y de muchas maneras a nuestros padres por
los profetas''f¡, cuando llegó la plenitud de los tiem-
pos envió a su Hijo, el Verbo hecho carne, ungido
por el Espíritu Santo, para evangelizar a los po-
bres y curar a los contritos de corazón 6 , como
"médico corporal y espiritual'fl, Mediador entre
Dios y los hombres8 • En efecto, su humanidad,
unida a la persona del Verbo, fue instrumento de
nuestra salvación. Por esto, en Cristo "se reali-
zó plenamente nuestra reconciliación y se nos
dio la plenitud del culto divino ''9 •

Esta obra de la redención humana y de la per-


fecta glorificación de Dios, preparada por las
maravillas que Dios obró en el pueblo de la Anti-
gua Alianza, Cristo la realizó principalmente por
el misterio pascual de su bienaventurada Pa-
sión, Resurrección de entre los muertos y glo-
riosa Ascensión. Por este misterio, "muriendo

4 1 Tm 2,4.
5 Hb 1,1.
6 Cf. Is 61,1; Lc 4,48.
7 S. Ignacio de Antioquía, Ad Ephesios, 7,2, Edic. F.X. Funk, Patres
Apostolici, 1, Tubinga, 1901, p. 218.
8 Cf. 1 Tm 2,5.
9 Sacramentario Veronense (Leoniano), Edic. C. Mohlberg, Roma, 1956,
núm. 1265, p.162.

122
¿Qué celebramos?

destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró


la vida''1o. Pues del costado de Cristo dormido en
la cruz nació "el sacramento admirable de la Igle-
sia entera ''11 •

2.1.1 La liturgia es comunicación entre Dios


yel hombre

En la liturgia se unen dos movimientos complementarios


e inseparables: Dios se vuelve a su pueblo para regalar-
le su gracia y santificarlo, .por medio de la obra de la
redención humana (movimiento descendente, de Dios
hacia el hombre), y el hombre se vuelve a Dios para
glorificarlo por sus maravillas, en la obra de la perfecta
glorificación de Dios (movimiento ascendente, del hom-
bre hacia Dios). Se puede representar en el siguiente
gráfico:

SANTIFICACiÓN DEL HOMBRE

J, i

GLORIFICACiÓN DE DIOS

Este dinamismo dialogal es permanente en la revelación.


Dios, cuya característica esencial es ser un Dios "perso-
nal", que se comunica de tú a tú con sus criaturas, toma
la iniciativa de salvación y pone su amor al servicio de la

10 Misal Romano, Prefacio pascual (en el actual Misal, prefacio pascual,


1).
11 Cf. San Agustín, Enarrationes in Psalmos 138,2: Corpus Christianorum
40, Turnhout, 1956, p. 1991; Y Missale Romanum, Oración después de
la segunda lectura del Sábado Santo, antes de la reforma de la Sema-
na Santa (en el actual Misal. oración después de la séptima lectura de
la Vigilia pascual).

123
'Manual de Liturgia

liberación de su pueblo, y el hombre -individual o colec-


tivamente"':'lo invoca y lo alaba, le responde y obedece.
El llamado que Yahvé hace a Abrahán, padre de nuestra
fe, según el relato del Génesis, es un paradigma de tal
dinamismo 12.

La culminación de la comunicación entre Dios y el hom-


bre se da en la encarnación. Allí el diálogo entre dos
sujetos radicalmente asimétricos -el Todopoderoso y su
criatura- se resuelve en la comunicación entre un Padre
y su Hijo, tendiendo el puente definitivo a la humanidad
para relacionarse con su Creador. La ascensión de Je-
sús, para volver a la gloria del Padre, cierra el ciclo de su
vida terrena, pero no suprime ese puente, tendido para
que los seres humanos, hijos en el Hijo, definitivamente
salvados en esperanza, accedan a su Padre. La natura-
leza humana y la creación entera fueron de tal modo
asumidas por la encarnación, que son el cauce de la
comunicación y el lugar de encuentro de Dios con noso-
tros. Y esto para siempre, no sólo durante el paso terre-
no de Jesús de Nazaret. Al respecto dice el teólogo
Leonardo 80ft:

Dios posee ... una humanidad que, según el de-


signio divino, es eterna. La humanidad es la ex-
presión temporal del Hijo eterno. La humanidad
expresa para nosotros algo de Dios. Decir que el
Hijo se hizo hombre no significa que el Hijo dejara
de ser Hijo. Tampoco significa que el Hijo siguiera
siendo Hijo y que la humanidad le fue añadida
para servirle de mero instrumento de aparición y
de actuación. No. La humanidad de Dios no es

12 CI. Gn 12.

124
¿Qué celebramos?

un disfraz con el que Dios pretenda dar la impre-


sión de que asume nuestra condición, aunque en
el fondo sigue permaneciendo en su Luz inacce-
sible, sin comunicarse. El hecho de que Dios se
hiciera hombre dice algo del mismo Dios. Dice
que Él se acercó a nosotros y se entregó plena-
mente en la creación yen el tiemp0 13.

La encarnación es así el fundamento de la plena comuni-


cación entre Dios y el hombre y, por eso mismo, el
fundamento de la liturgia, que celebra a Dios encar-
nado y lo hace a través de signos y ritos humanos, en
lasque se trasparenta misteriosamente su presencia
y su gracia.

La Iglesia, "sacramento admirable" de la salvación, como


la llama el Concilio Vaticano 11, nace, según una hermo-
sa imagen, del costado de Cristo crucificado, del que
brotaron sangre yagua. Surgida así de la humanidad
misma del Señor en el momento crucial de su existen-
cia, ella es cauce y lugar de la celebración de los sacra-
mentos y se hace signo eficaz de la presencia salvadora
de Dios en medio de la humanidad.

El núcleo de sentido en la liturgia es aquello "que Cristo


hace por obra de su Espíritu". Se trata, como dice
Sacrosanctum Concilium 5, del misterio pascual de la
bienaventurada Pasión, Resurrección de entre los muer-
tos y gloriosa Ascensión de Cristo, o simplemente del
misterio de Cristo.

13 L. Bolf, Encarnación. La humanidad y la jovialidad de nuestro Dios, Sal


Terrae, Santander, 2ª ed., 1985, 19-20.

125
Manual de Liturgia

2.1.2 El misterio de Cristo

Misterio de Cristo es una fórmula cuyas raíces se hun-


den en los primeros tiempos del cristianismo, pero que
aplicada a la liturgia había desaparecido del lenguaje
teológico. Fue recuperada por el movimiento litúrgico en
la primera mitad de este siglo, y ha adquirido carta de
ciudadanía en la teología litúrgica posconciliar 14 •

Se trata de una fórmula densa, una síntesis que resume


toda la acción salvífica de Dios en la historia dela salva-
ción. Su fuerza no es, sin embargo,. semántica, sino his-
tóricay teológica, pues creemos que el mismo aconteci-
miento pascual de Jesucristo fue la culminación y la
síntesis de esa obra liberadora de Dios. Los primeros
cristianos, en línea con el kerygma proclamado, celebra-
ron como primera liturgia la "pascua semanal", es decir
el memorial, repetido cada "primer día de la semana" de
la muerte y resurrección de Jesucristo, en la que reco-
nocían el núcleo de su fe "cristiana".

La Iglesia no tiene otro motivo de celebración que


el misterio de Cristo. Toda la liturgia lo celebra,
siempre.

La riqueza de la fe cristiana puede, sin embargo, desple-


garse dentro de sus celebraciones en tal diversidad de
contenidos y temas, personajes y acontecimientos, que
llegue a peligrar la centralidad del núcleo que constituye
la única fuente de toda esa riqueza: Jesucristo muerto y

14 Debemos la recuperación para la teología de la liturgia de la expresión


misterio de Cristo al teólogo benedictino alemán Oda Casel (1886·1948),
quien con su teología de los misterios ha influido radicalmente en la
teología litúrgica de la segunda mitad del siglo xx.

126
¿Qué celebramos?

resucitado, plenitud de la obra salvífica divina. Este peli-


gro, el mismo que es expresado en el dicho: "los árboles
no dejan ver el bosque", ha existido en la historia de la
liturgia. El misterio pascual, único motivo de celebración
cristiana, ha sido en algunos períodos de la historia re-
cubierto con tal profusión de devoción a personajes, de
ritos, temas, signos y palabras, que ha terminado siendo
de hecho desplazado de su centralidad en la liturgia y,
sobre todo, de la espiritualidad de los fieles. Se puede
afirmar, con todo, que nunca dejó de estar presente en
la acción litúrgica, sobre todo en los textos rituales; pero,
al mismo tiempo, que su centralidad fue seriamente afec-
tada por corrientes espirituales, costumbres y prácticas
litúrgicas a lo largo de la historia.

2.1.3 Acontecimiento y memorial

La liturgia celebra fundamentalmente un acontecimien-


to, o más bien una serie de acontecimientos: algo que
ha acontecido en la historia. El contenido de nuestras
celebraciones lo forman esencialmente los acontecimien-
tos salvadores, es decir aquellas intervenciones de Dios
en el tiempo de la creación, que han ido revelando su
presencia liberadora en favor de la humanidad. El con-
junto de esas intervenciones amorosas es llamado his-
toria de la salvación. San Pablo la llama misterí015 , y se
refiere al plan divino de salvación que culmina en la muer-
te y resurrección de Cristo. Ese plan, revelado ya en
muchos acontecimientos del Antiguo Testamento, pero
que permanecía escondido en su verdad definitiva, se
reveló con toda su fuerza en el acontecimiento Cristo.
Tal acontecimiento tiene un carácter aglutinante: resu-
me en un solo hecho salvífica -el principal de la historia

15 Cf. El 1,7-10; 3,1-12; Col 1,25-27; 2,2; 1Co 2,7; Rm 11,25; 16,25.

127
Manual de Liturgia

de la salvación- todas las intervenciones divinas ante-


riores y posteriores, transformándose así en el centro
de la historia para los creyentes, en el núcleo de su fe
"cristiana" y, por eso mismo, en el único motivo de su
celebración litúrgica. El misterio escondido durante si-
glos se revela plenamente en el misterio pascual de
Cristo.

La categoría de memorial es fundamental para entender


la relación entre el misterio de Cristo y la liturgia que lo
celebra como único motivo. De ser un concepto mirado
con sospecha en el pasado, porque se lo asociaba a un
recuerdo meramente externo de los acontecimientos
salvadores, ha pasado a formar parte de la teología
litúrgica actual. Tal como sucedió con el concepto de
misterio pascual, el de memorial ha sido recuperado gra-
cias a una investigación acuciosa de las fuentes bíblicas
y patrísticas 16.

El mismo Señor mandó a sus discípulos a celebrar la


eucaristía como memorial del acontecimiento culmi-
nante de la historia de la salvación: "Hagan esto en
conmemoración mía"17. Memorial significa la presen-
cia y eficacia actual de lo conmemorado, de modo que
acontecimientos que históricamente pertenecen al pa-
sado, se hacen realmente presentes en la vida del hoy
del pueblo de Dios que celebra su fe.

16 Cf. J. López Martín, "Acontecimiento y memorial en la celebración de la


Iglesia", ell Cuadernos Phase 29, 61-63. En la p. 61 el autor ofrece
alguna bibliografía sobre el concepto de memorial.
17 Según la versión de nuestro mí sal. La Biblia ele Jerusalén traduce 1 Ca
11.24-25 (eis ten emén anámnesin) con "en recuerdo mío". La palabra
recuerdo es débil para traducir el significado del griego anámnesis, que
contiene la fuerza veterotestarnelltaria del hebreo zikaron. CI. para esta
problemática la voz Memorial (de Burkhard Neunheuser) en el NDL, Ed.
Paulinas, Madrid, 1987, 1253-1273, especialmente 1259-1262.

128
¿Qué celebramos?

Es la categoría de memorial la que ha permitido consi-


derar la liturgia como "momento de la historia de la sal-
vación"18. En la misma progresión temporal de la historia
de la salvación, la liturgia constituye el momento culmi-
nante, del último período de la revelación antes de la
parusía. La liturgia es una acción ritual temporal en la
que se actualiza un evento salvífico del pasado históri-
co, a través de signos y símbolos, haciéndose presente
con toda su fuerza liberadora en el hoy de la asamblea
celebrante.

2.1.4 El contenido del misterio pascual

El misterio pascual admite varios niveles de compren-


sión, todos relacionados entre sí.

En un primer sentido, más literal, es la pasión, muerte,


resurrección y ascensión de Cristo. Son los acontecimien-
tos cruciales de la vida terrena de Jesús de Nazaret. Ellos
están históricamente situados al inicio de nuestra era,
calendarizada precisamente por el nacimiento de Jesús,
unos 36 años antes de estos sucesos. Ellos no sólo cons-
tituyen la culminación de la vida de Cristo, sino que se
sitúan en "la plenitud de los tiempos", como bisagra entre
la revelación veterotestamentaria y la neotestamentaria:

Al /legar la plenitud de los tiempos, envió Dios a


su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para
rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para
que recibiéramos la filiación adoptiva 19.

18 Concepto elaborado por el eminente liturgista italiano Salvatore Marsili


o.s.b., director de los inicios del manual de liturgia Anamnesis, del Pon-
tificio Ateneo San Anselmo, de Roma. El primer volumen de ese ma-
nual se titula La Liturgia, momento en la historia de la salvación.
19 Ga 4,4-5.

129
Manual de Liturgia

En un segundo sentido, se entiende por misterio pascual


los acontecimientos de la vida histórica de Jesús de
Nazaret, desde su concepción virginal hasta su Ascen-
sión al cielo.

El tercer sentido considera al misterio pascual como la


existencia total de Cristo: preexistente junto al Padre
desde siempre, encarnado en la creación como hombre,
resucitado y glorioso por la eternidad. El misterio pascual
es toda la obra salvadora de Dios en la historia de su
creación.

Estos sentidos son aspectos distintos del único y gran


misterio de Cristo. Serán retomados con mayor detalle
en el apartado 3.3. de este capítulo, titulado El misterio y
los misterios.

EN RESUMEN

La liturgia, diálogo entre Dios y el hombre, es me-


morial de un acontecimiento: del paso salvador de
Dios por la historia de la humanidad. En ella el cre-
yente celebra en alabanza la historia de la salva-
ción, que culminó en Jesucristo (la perfecta glorifi-
cación de Dios), y Dios se sigue haciendo presente
con su gracia liberadora (obra de la redención hu-
mana o santificación del hombre). La muerte y re-
surrección de Jesucristo -el misterio pascual- es la
culminación de su vida terrena y la síntesis de toda
la historia de la salvación y, por eso, el único gran
motivo de celebración de la fe. Es el contenido prin-
cipal de la liturgia, el acontecimiento culminante de
la revelación.

130
¿Qué celebramos?

TRABAJO PERSONAL

* Reflexiona sobre el carácter dialogal de la litur-


gia haciendo un simple ejercicio: en la eucaris-
tía dominical, toma conciencia y anota en dos
columnas las partes de la misa en que tú tomas
la iniciativa de la comunicación con Dios, y las
partes en que la toma él (a través del ministro).

2.2 Celebramos el anuncio y su realización


por obra del Espíritu Santo

Sacrosanctum Concilium 6

Por esta razón, así como Cristo fue enviado por


el Padre, él a su vez envió a los Apóstoles, llenos
del Espíritu Santo. No sólo los envió a predicar
el Evangelio a toda criatura 20 ya anunciar que el
Hijo de Dios, con su muerte y resurrección, nos
libró del poder de Satanás2 1 y de la muerte, y nos
condujo al reino del Padre, sino también a reali-
zar la obra de salvación que proclamaban, me-
diante el sacrificio y los sacramentos, en tor-
no a los cuales gira toda la vida litúrgica. y
así, por el bautismo los hombres son injertados
en el misterio pascual de Jesucristo: mueren con
él, son sepultados con él y resucitan con éf22; re-
ciben el espíritu de adopción de hijos "que nos

20 Cl. Mt 16,15.
21 Cl. Hch 26,18.
22 Cl. Rm 6,4; Ef 2,6; Col 3,1; 2 Tm 2,11.

131
Manual de Liturgia

hace gritar: "iAbbaf" (Padre)'f23, y se convierten


así en los verdaderos adoradores que busca el
Padre 24 . Asimismo, cuantas veces comen la
Cena del Señor, proclaman su muerte hasta que
vuelva 25. Por eso, el día mismo de Pentecos-
tés, en que la Iglesia se manifestó al mundo,
"los que aceptaron las palabras" de Pedro "se
bautizaron". Y "eran constantes en escuchar la
enseñanza de los Apóstoles, en la vida común,
en la fracción del pan y en las oraciones ... , ala-
bando a Dios con alegría y de todo corazón;
eran bien vistos de todo el pueblo'f26. Desde en-
tonces, la Iglesia nunca ha dejado de reunir-
se para celebrar el misterio pascual: leyendo
"lo que se refiere a él en toda la Escritura'f27,
celebrando la Eucaristía, en la cual "se hace de
nuevo presente la victoria y el triunfo de su
muerte'f28 y dando gracias al mismo tiempo "a
Dios por el don inexpresable"29 en Cristo Jesús,
"para alabar su gloria ''30, por la fuerza del Espí-
ritu Santo.

23 Rm 8,15.
24 Cf. Jn 4,23.
25 Cf.1 Co 11,26.
26 Hch 2, 41-42. 47.
27 Lc 24,27.
28 Concilio Tridentino, Sesión XIII, de 11 de octubre de 1551, Decretum de
SS. Eucharistia, cap. 5: Concilium Tridentinum, Diarorum, Actorum,
Epistolarum, Tractatuum nova collectio, Edic. Soco Goerresianae, t.VII,
Actorum pars IV, Friburgo de Brisgovia, 1916, p. 202.
29 2 Co 9,15.
30 Ef 1,12.

132
¿Qué celebramos?

2.2.1 El misterio es anuncio y realización

El misterio celebrado- tiene una doble dimensión que


le da su dinamismo más propio, en el que radica la
fuerza y eficacia de la celebración cristiana: es anun-
cio y realización, proclamación y actuación de lo pro-
clamado.

Anuncio: Cada vez que la Iglesia celebra, sobre todo la


eucaristía, "anunciamos la muerte, y proclamamos la
resurrección" del Señor. La mesa de la Palabra de Dios,
tan abundante y variadamente dispuesta por la reforma
litúrgica conciliar, trama y contenido básico de la cele-
bración cristiana, coloca en medio de la asamblea, per-
manentemente, el anuncio de las maravillas de Dios en
la historia pasada y presente de su pueblo.

Realización: Las palabras y acciones rituales de la litur-


gia son eficaces: realizan aquello que proclaman. No se
trata de una eficacia mágica, de un efecto mecánico y
autónomo de la acción celebrativa. La eficacia de la litur-
gia es la de la revelación: cuando la Palabra de Dios
halla un corazón dispuesto, ella puede plantar en él su
tienda y echar raíces. La liturgia celebrada por un cristia-
no es siempre fuente de compromiso y fuerza de conse-
cuencia en la vida concreta.

2.2.2 El misterio se actualiza en la Liturgia

Lo que celebran los cristianos siempre es el misterio


pascual. Podrán cambiar los "escenarios", pero no el
contenido esencial de la celebración: es siempre el mis-
mo, y se hace presente (se representa, presencialíza o
actualiza) en todos los sacramentos y momentos del año
litúrgico. No existe una liturgia que no celebre el misterio
pascual, culminación y síntesis de la historia de la salva-

133
Manual de Liturgia

ción. En la liturgia nose "repite", sino qué se "celebra"


el único misterio, actualizado por obra del Espíritu
Santo que vuelve a derramarse sobre la asamblea cele-
brante 31 •

Ya los santos Padres de los primeros siglos reconocían


tres momentos, planos o tiempos en la serie de in-
tervenciones que Dios ha tenido en la historia de la hu-
manidad:

1. El anuncio o prefiguración (AT); plano de las


"figuras", de las "profecías en acción" de lo
que Dios tiene planeado obrar de Cristo y en su
Iglesia.

2. Acontecimiento Cristo (encarnación, vida,


obra y mensaje, muerte y resurrección: NT); pIa-
no de la historia de Jesús, el Cristo, situado en
el centro de la línea del plan de Dios para la hu-
manidad.

3. El tiempo de la Iglesia, vivificado por el Espíri-


tu Santo, que se torna salvífico sobre todo cuan-
do celebra la liturgia: no es simple cranos (el tiem-
po como simple devenir), sino kairós (tiempo
propicio, favorable); es el plano de las realida-
des sacramentales de la Iglesia.

31 CEC 1104.

134
¿Qué celebramos?

2.2.3 Injertados en Cristo

Por la celebración de la liturgia, especialmente de los


sacramentos, los creyentes son injertados o configura-
dos con Cristo, como consecuencia de la presencia y
actualización del misterio. La liturgia bautismal pone par-
ticularmente de relieve este aspecto del misterio pascual,
siguiendo la teología paulina, tal como se halla en Rm 6:

¿ O es que ignoran ustedes que cuantos fuimos


bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en
su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por
el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual
que Cristo fue resucitado de entre muertos por
medio de la gloria del Padre, así también noso-
tros vivamos una vida nueva.

Todos los sacramentos nos hacen participar íntimamen-


te del misterio de Cristo, porque son signos sensibles y
eficaces de la Pascua de Cristo, que el resucitado pone
al servicio de la santificación de los creyentes.

Cuando los cristianos celebran la eucaristía participan


del sacramento pascual por excelencia, del cuerpo y la
sangre del Señor, el "Cordero de Dios, que quita el pe-
cado del mundo", alimentándose "para la vida eterna",
es decir, para la participación anticipada, en el hoy de su
historia, de la gloria del Señor resucitado.

En la confirmación reciben la plenitud del don del Espíri-


tu Santo, que Jesucristo resucitado derrama sobre los
creyentes para asociarlos a su tarea evangelizadora y
transformadora.

El matrimonio sella el compromiso nupcial de un hombre


y una mujer, al modo que Cristo amó a su Iglesia, y el

135
Manual de Liturgia

orden consagra un estado de vida al exclusivo servicio


del Evangelio, en la huella del Buen Pastor y Siervo obe-
diente que fue Jesús.

La reconciliación ofrece a la debilidad del pueblo pere-


grino la constante misericordia y el perdón de Dios, plena-
mente realizado en Cristo, que fue entregado a la muerte
"para el perdón de los pecados" de todala humanidad.

La unción de los enfermos, finalmente, pone a disposición


del hombre enfermo la gracia de la salud corporal y espiri-
tual que fue ministerio predominante de Jesús de Nazaret.

No sólo los siete sacramentos, sino todas las celebra-


ciones litúrgicas (sacramentales, bendiciones, peregri-
naciones, etc.) nos hacen participar de algún modo de
los misterios de la vida de Cristo.
CEC 1104.

EN RESUMEN

El misterio celebrado tiene una doble dimensión que


le da su dinamismo más propio, en el que radica la
fuerza y eficacia de la celebración cristiana: es anun-
cio y realización, proclamación y actuación de lo pro-
clamado.

En la liturgia se actualiza -se hace actual, presen-


te- el misterio pascual por el que los cristianos son
injertados en la vida de Cristo, participando íntima-
mente de su propia vida. El año litúrgico y cada sa-
cramento realizan esta actualización de manera
particular, desplegando la riqueza inagotable del
único misterio pascual.

136
¿Qué celebramos?

TRABAJO PERSONAL
* Revisa uno por uno los sacramentos (bautismo,
confirmación, eucaristía, matrimonio, orden, re-
conciliación y santa unción), tal como los vives,
tomando conciencia de su poder de hacerte par-
ticipar de la vida de Cristo.

2.3 Celebramos a Cristo siempre presente

Sacrosanctum Concilium 7

Para realizar una obra tan grande, Cristo está


siempre presente en su Iglesia, sobre todo en
la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio
de la misa, sea en la persona del ministro, "ofre-
ciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes
el mismo que entonces se ofreció en la cruz'fJ2,
sea, sobre todo, bajo las especies eucarísticas.
Está presente con su fuerza en los sacramen-
tos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cris-
to quien bautiza33 • Está presente en su palabra, pues
cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura
es él quien habla. Está presente, por último, cuan-
do la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo
que prometió: "Donde dos o tres están reunidos
en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos"34.

32 Concilio Tridentino, Sesión XXII, de 17 de septiembre de 1562, Doctrina


de SS. Missae sacrificio, cap. 2: ConciliLlm TridentinLlm, edic. cit., t. VIII.
Actorum pars v. Friburgo de Brisgovia, 1919, p. 960.
33 CI. S. Agustín. In loannis Evangelium, trat. VI, cap. 1, núm.7: PL 35,
1428.
34 Mt 18.20.

137
Manual de Liturgia

Rea/mente, en esta obra tan grande por /a que


Dios es perfectamente glorificado y los hombres
santificados, Cristo asocia siempre consigo a su
amadísima Esposa la Iglesia, que invoca a su
Señor y por él tributa culto al Padre eterno.

Con razón, entonces, se considera la liturgia como


el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella,
los signos sensibles significan y, cada uno a su
manera, realizan la santificación del hombre; y así
el Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza
y sus miembros, ejerce el culto público íntegro.

En consecuencia, toda celebración litúrgica, por


ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que
es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia,
cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo
grado, no la iguala ninguna otra acción de la
Iglesia.

La liturgia es la expresión más completa del misterio de


la Iglesia. En ella se hace presente la salvación porque
el acontecimiento Cristo, que es pasado según las cate-
gorías históricas, se torna presente meta histórico, ac-
tualidad y poder salvífica del Resucitado glorioso, por
obra del Espíritu Santo, en el hoy de la existencia cre-
yente. La liturgia no es mero recuerdo. Es ante todo pre-
sencia misteriosa, pero real, del Señor y su fuerza
liberadora en medio de su pueblo. Esa presencia no es
una mera presencia de los acontecimientos de la vida de
Jesucristo, sino de su misma persona.

2.3.1 Los modos de presencia de Cristo

Cristo está presente en la liturgia de diversos modos,


como lo destaca se 7:

138
¿Qué celebramos?

Cristo está presente:

En el ministro
En las especies eucarísticas
En los sacramentos
En su Palabra
En la Iglesia que ora y canta

• En el ministro. La liturgia es "el ejercicio del sacerdocio


de Cristo". Esta definición la toma el documento con-
ciliar del liturgista belga Lambert Beauduin o.s.b. (+
1960), eminente figura del movimiento litúrgico. Es
el mismo Cristo el que ejerce, a través del ministro,
su obra santificadora a través de los signos sensi-
bles. Todos los ministros actúan de forma vicaria, es
decir "en nombre y en lugar de" Cristo.

• En las especies eucarísticas. En el pan y el vino con-


sagrados los cristianos reconocen la presencia más
densa del misterio pascual. En ellas se cumplen las
palabras del Señor en la cena pascual con sus após-
toles: Esto es mi Cuerpo; esto es mi Sangre. La Igle-
sia ha reconocido desde los primeros tiempos una
presencia no meramente subjetiva en este hecho, sino
objetiva y real, que le permite adorar incluso fuera de
la celebración eucarística esas especies que sin per-
der su materialidad sensible, se hacen continente de
la persona de Cristo en el misterio de su muerte y
resurrección.

• En los sacramentos. Los siete sacramentos de la Igle-


sia son liturgia por excelencia. En ellos, signos y ritos
sensibles que acompañan y alimentan la vida cristia-

139
Manual de Liturgia

na, Cristo está presente con su gracia santificadora y


vivificante.

• En su Palabra. El concilio Vaticano 11 enriqueció nota-


blemente la "mesa de la Palabra", poniendo al alcan-
ce de los creyentes toda la riqueza revelada en la
Sagrada Escritura. La Palabra por excelencia es el
mismo Cristo. Cuando habla la Biblia, es él quien
habla, sobre todo en los Evangelios. La palabra pone
a los cristianos en contacto inmediato con la revela-
ción de Dios, de la que Cristo es la frase definitiva.

• En la Iglesia que ora y canta. La Iglesia es la Esposa


y el Cuerpo de Cristo. La imagen· conyugal ("y los
dos se harán una sola carne", Mt 19,5; Gn 2,24) ex-
presa la unión inseparable del Señor con su pueblo
de la Nueva Alianza. Por eso cuando los creyentes
se reúnen en la asamblea celebrativa, para orar y
cantar a su Esposo y Cabeza, Cristo está presente.
El mismo Jesús había asegurado su presencia en la
oración común de sus discípulos: "Donde están dos
o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio
de ellos" (Mt 18,20).

Todas estas formas de presencia son "reales", es decir


no meramente subjetivas; en la eucaristía la "presencia
real" se da por antonomasia, substantialiter, maxime. En
la celebración eucarística se dan todas las presencias
anteriores, pero la máxima es la de su cuerpo y su san-
gre en las especies de pan y vino. La diferencia entre los
distintos modos de presencia está en el modo: en la eu-
caristía es permanente, no así en las demás presencias.

De la presencia de Cristo en la liturgia depende su valor


y su eficacia, no de su forma externa. Ésta puede ayu-
dar o no a celebrar, pero es la presencia del misterio de

140
¿Qué celebramos?

Cristo y de su misma persona la que asegura su fuerza


memorial, santificadora y liberadora35 •

2.3.2 Otras formas de presencia

La presencia de Cristo en la liturgia no agota, por su-


puesto, su presencia en el mundo y la historia36 • Cristo
está presente no sólo allí donde hay cristianos, en todas
sus actividades, sino incluso está presente en forma de
semilla en las personas y realiqades que sin reconocerlo
como el Salvador, lo hacen presente por acciones y pa-
labras que implícitamente cumplen el Evangelio y pre-
paran los corazones a acogerlo.

Para quienes han creído y seguido al Señor, la liturgia


tiene una densidad incomparable. Es en ella donde la
actividad y la fiesta, la fraternidad y la intimidad con
Dios se hacen únicas: es la "acción sagrada por exce-
lencia".

Esta idea se halla al final de Sacrosanctum Concilium 7,


en un párrafo que resume lo dicho en los números 5, 6
Y 7:

En consecuencia,· toda celebración litúrgica, por


ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que
es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia,
cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo
grado, no la iguala ninguna otra acción de la
Iglesia.

35 Cf. Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in America, 12.


36 Cf. capítulo 3. ¿Quiénes celebramos?, 3.1.2.

141
Manual de Liturgia

2.3.3 El misterio y los misterios

Los Padres de la Iglesia lIamawn misterios no sólo a los


que resultan de los diversos niveles anteriormente ex-
puestos, sino también a la representación cultual de los
mismos: son los sacramentos. De hecho, las palabras
mysterion y sacramentum son usadas por ellos con el
mismo significado. Los sacramentas son, pues, las ac-
ciones de la Iglesia en los que se hace presente el mis-
terio pascual de Cristo y los misterios de su vida.

La Iglesia celebra un único misterio, que es el aconteci-


miento de la muerte y resurrección de Cristo, síntesis de
la historia de la salvación. Es evidente, sin embargo, que
hay muchos otros motivos de celebración en nuestra li-
turgia. Se celebran los demás misterios de la vida del
Señor; se celebra la íntima asociación de la Virgen Ma-
ría a ese misterio; se celebra la vida ejemplar de muchos
creyentes a lo largo de la historia y se celebra el paso de
Cristo por la propia vida personal y colectiva. El año litúr-
gico es el despliegue en el ciclo anual de una gran varie-
dad de tiempos y celebraciones.

Se habla a menudo de celebrar la vida, celebrar la fe,


celebrar otros hechos significativos, personales o socia-
les, celebrar a María o algún santo. ¿Cuál es, entonces,
su relación con el único misterio? ¿Celebra la Iglesia otros
acontecimientos que no sean la Pascua de Jesucristo?37.

El misterio pascual es el acontecimiento-síntesis, cuya


riqueza se despliega iluminando toda la historia, con sus

37 Seguimos en los puntos siguientes a J. López Martín, en el citado


artículo "Acontecimiento y memorial en la celebración de la Iglesia", en
Cuadernos Phase 29, 65-69.

142
¿Qué celebramos?

múltiples realidades, que pueden erigirse en contenido


de nuestra liturgia. Por eso, todos los demás aconteci-
mientos salvíficos que celebramos en la liturgia quedan
iluminados y, en cierto modo asumidos en el gran acon-
tecimiento de la Pascua del Señor.

2.3.3.1 La Iglesia celebra los pasos de la vida histórica y


gloriosa de Jesucristo, tal como resume Sacrosanctum
Concilium 102:

La santa Madre Iglesia considera deber suyo


celebrar con un sagrado recuerdo, en días de-
terminados a través del año, la obra salvífica
de su divino Esposo. Cada semana, en el día que
llamó "del Señor", conmemora su resurrección
que una vez al año celebra también junto con
su santa Pasión, en la máxima solemnidad de la
Pascua.

Además, en el círculo del año, desarrolla todo el


misterio de Cristo, desde la .Encarnación y la
Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la
expectativa de la dichosa esperanza y venida del
Señor.

2.3.3.2 Celebra también cada uno de los aspectos del


misterio de la Virgen María, íntima e indisolublemente
asociada al misterio pascual de Jesucristo, y la vida de
innumerables santos que han seguido al Señor a lo lar-
go de la historia. Dice Sacrosanctum Concilium:

En la celebración de este círculo anual de los mis-


terios de Cristo, la santa Iglesia venera con amor
especial a la bienaventurada Madre de Dios, la
Virgen María, unida con lazo indisoluble a la
obra salvífica de su Hijo ... (103).

143
Manual de Liturgia

Además, la Iglesia introdujo en el círculo anual el


recuerdo de los mártires y de los demás santos ...
Porque al celebrar el tránsito de los santos de este
mundo al cielo, la Iglesia proclama el misterio
pascual cumplido en ellos (104).

2.3.3.3 La Iglesia celebra toda la historia de la salvación


centrada en la persona y en los acontecimientos de la
vida histórica de Jesús. La Biblia es la fuente principal
de la que se nutre la celebración cristiana. En ella reco-
rremos toda la historia de las intervenciones liberadoras
de Dios desde la creación del mundo, hasta culminar en
la vida de Jesús con todos sus acontecimientos particu-
lares.

2.3.3.4 Celebra también la vida personal y comunitaria


de los cristianos, conscientes de que la historia de la
salvación continúa hoy. Lo hace en dos dimensiones:

• Celebra la vida y la existencia de los creyentes en


cuanto reproduce sacramentalmente los misterios de
la vida de Cristo. Los sacramentos y los sacramen-
tales están presentes en los momentos cruciales de
la vida humana.

• Celebra la obra humana: el trabajo, el progreso ma-


terial, espiritual y cultural de los pueblos; los aconte-
cimientos históricos, sociales y políticos. En ella Dios
sigue presente y salvador.

2.3.3.5 Finalmente, la Iglesia celebra la obra creadora


universal en su totalidad, más allá de la obra humana.
Este motivo de celebración aparece de modo indirecto,
pero claro, en la medida en que se celebra la vida de los
hombres: el paso de las estaciones, la constante alusión

144
¿Qué celebramos?

a la creación en la liturgia de las horas, los prefacios que


invitan a la alabanza universal, etc.

Se puede hacer, al final de este apartado, la pregunta


de si cualquier realidad humana puede ser celebrada
en la liturgia. La respuesta es afirmativa, siempre que
en la celebración se exprese la conexión de esa reali-
dad con el misterio pascua/de Jesucristo. Gracias a
la encamación, fundamento teológico último de la
sacramentalidad de la Iglesia y de la liturgia, ninguna
realidad humana o natural es ajena al Hijo de Dios,
que asumió nuestra condición de creaturas. Nada, por
lo tanto, queda fuera del influjo de la santidad y de la
gracia de Cristo.

EN RESUMEN

Cristo está siempre presente en la Iglesia por su


resurrección, que sin dejar de ser un aconteci-
miento histórico único, se presencial iza en cualquier
momento de la historia, especialmente en la litur-
gia: en el ministro, en las especies eucarísticas,
en los sacramentos y en la Palabra, en la Iglesia
que ora y canta. No agotan la presencia de Cristo
resucitado en el mundo, pero son de una intensi-
dad y calidad máxima, especialmente en la euca-
ristía.

La liturgia, por ser obra de Cristo sacerdote y de su


Cuerpo, la Iglesia, es acción sagrada por excelen-
cia. Su eficacia, "con el mismo título y en el mismo
grado", no es igualada por ninguna otra acción
eclesial.

145
Manual de Liturgia

El único misterio celebrado en la liturgia se desplie-


ga en una diversidad de misterios (sacramentos)
y acciones rituales: celebramos la vida entera de
Jesucristo, la de María Virgen, las intervencio-
nes salvíficas de Dios en la historia de la salva-
ción, la vida personal y comunitaria de los cristia-
nos y la obra creadora universal. A la luz del mis-
terio pascual, toda realidad humana puede ser
celebrada.

TRABAJO PERSONAL

* Revisa en el misal los formularios de misas men-


cionados en la parte "Misas y oraciones por di-
versas necesidades": 11. Por la sociedad civil; 111.
En diversas circunstancias de la vida social; y IV.
En algunas necesidades particulares.

* Lee los formularios; toma conciencia de la diver-


sidad de realidades humanas consideradas y de
su conexión con el misterio pascual.

* Hace una lista de otras posibles misas no consi-


deradas.

146
¿Qué celebramos?

2.4 Celebramos hoy el permanente Adviento

Sacrosanctum Concilium 8

En la liturgia terrena pregustamos y tomamos


parte en aquella otra liturgia celestial, que se
celebra en la santa ciudad de Jerusalén, hacia la
cual nos dirigimos como peregrinos, y donde
Cristo está sentado a la diestra de Dios como
ministro del santuario y del tabernáculo verdade-
ro 38 ; cantamos al Señor el himno de gloria con
todo el ejército celestial; venerando la memoria
de los santos, esperamos tener parte con ellos y
gozar de su compañía; aguardamos al Salvador,
nuestro Señor Jesucristo, hasta que se manifies-
te él, nuestra vida, y nosotros nos manifestemos
también gloriosos con ép9.

2.4.1 Adviento permanente

La vida entera de los cristianos se puede considerar en


la perspectiva del Adviento: la Iglesia es peregrina en el
mundo y en la historia, caminante hacia la ciudad defini-
tiva, el Reinado de Dios. En el camino el mismo Señor le
sale permanentemente al encuentro. La misma existen-
cia cristiana es, por eso, Adviento.

La acción celebrativa coloca a los creyentes en una si-


tuación privilegiada para la espera y la esperanza, por-
que celebran el misterio de Cristo en su plenitud, es de-
cir, orientados hacia el ápice de la parusía y el reinado
definitivo. El gozo que produce la celebración siempre

38 Cf. Ap 21,2; Col 3,1; Hb 8,2.


39 Cf. Flp 3,20; Col 3,4.

147
Manual de Liturgia

se ancla en esa esperanza. ¿Quién no ha experimenta-


do la alegría del pueblo sencillo y sufrido en la liturgia?
Se trata de una alegría que sobrepasa largamente el mero
estar juntos, solidarizar en la fe y en los problemas que
se viven, cantar con ánimo o escuchar una homilía
entusiasmante. Aún cuando todo eso esté e influya en el
ánimo de la asamblea celebrante, el gozo más profundo
sólo se explica porque hemos tocado, en la celebración
del misterio pascual, nuestro destino pleno y hemos avi-
vado la esperanza de la liberación.

2.4.2 El misterio en el tiempo de la Iglesia

La celebración de la Pascua es, por eso, el centro del


año litúrgico y de toda la liturgia de la Iglesia de Cristo.
Es la ritualización del misterio pascual de Cristo en un
tiempo y unas fiestas que lo despliegan para los creyen-
tes. Ya se ha citado más arriba, a propósito de la rela-
ción entre el misterio y los misterios, los números 102,
103 Y 104 de Sacrosanctum Concilium, donde se expo-
ne la celebración del único misterio a lo largo del año en
diversos misterios 40 •

El misterio pascual, centro de la liturgia y del año litúrgi-


co, tiene su máxima expresión en la fiesta principal de la
Pascua. La Cuaresma la prepara, la Semana Santa nos
introduce de lleno en la pasión, muerte y resurrección del
Señor, el tiempo pascual prolonga el gozo vivido en la fies-
ta de la Ascensión y la espera del Espíritu Santo, y el ciclo
culmina y se cierra con la solemnidad de Pentecostés.

La Navidad-Epifanía es la segunda fiesta en importancia


para la Iglesia. En ella celebra el misterio de la encarna-

40 Sacrosanctum Conci/iumdedica al año litúrgico el cap.v, números 102


a 111.

148
¿Qué celebramos?

ción, la puerta de ingreso de Dios en nuestra historia


humana a través de su nacimiento. Se prepara esta fies-
ta con el tiempo de Adviento, y se la prolonga en la octa-
va de Navidad y en las fiestas de la Epifanía, de la Pre-
sentación y del Bautismo del Señor.

Durante el tiempo ordinario, con sus dos segmentos (en-


tre el Bautismo del Señor y el miércoles de Cenizas, y
entre Pentecostés y el primer domingo de Adviento), bri-
lla sobre todo la pascua semanal, es decir el misterio
pascual celebrado en el domingo, "día del Señor" (domi-
nica díes) según su etimología41 •

Otras fiestas del Señor, las fiestas de la Virgen María y


de los santos se distribuyen a lo largo de todo el año
litúrgico desplegando cada una a su manera la inagota-
ble riqueza del misterio pascual de Jesucristo.

El año solar así "cristificado" y "pascualizado", atravesa-


do enteramente por el misterio pascual, se transforma
en "año del Señor", "año eclesial", "año litúrgico". Año
tras año se eleva la espiral del tiempo, a la vez igual y
distinto, enrollándose en torno al eje del misterio pascual
-único motivo de la liturgia- y ascendiendo hacia la ple-
nitud del Reinado.

El misterio de Cristo es como el sol: todo lo ilumina, hace


que todo sea visible y resplandezca, aunque uno no lo
esté mirando. Es el sentido profundo de nuestra fe, de
nuestra alegría y de nuestra celebración.

41 Se trata de un adjetivo que se convirtió en sustantivo. Viene del griego


kyriake, traducido al latín como dominicus, de donde deriva dominicus
dies (día del Señor). Cf. M. Augé. Liturgia. Historia, celebración, teolo-
gía, espiritualidad, Centre de Pastoral litúrgica, Barcelona, 1995.
p.215.

149
Manual de Liturgia

EN RESUMEN

La liturgia hace tomar conciencia a los cristianos de


su condición de pueblo de Dios que camina hacia la
plenitud del Reinado de Dios.

La Iglesia vive en permanente Adviento, y celebra,


en cada uno de los ciclos litúrgicos y festividades
del año, desplegados a partir de la Pascua, una li-
turgia terrena que es signo permanente de la litur-
gia celestial hacia la que asciende la espiral del
tiempo.

TRABAJO PERSONAL

* Revisa tranquilamente el Calendario Romano


que se halla al inicio del Misal, tomando con-
ciencia de la riqueza de celebraciones en las que
se despliega el único misterio.

* Escoge en el Misal un mes cualquiera del Pro-


pio de los Santos, y lee las oraciones colecta
de los formularios con la siguiente clave de lec-
tura: ¿Cómo aparece en estas oraciones la co-
nexión entre la vida del santo y el misterio de
Cristo?

150
¿Qué celebramos?

2.5 Celebramos en la fe y en la conversión


diaria

Sacrosanctum Concilium 9

La sagrada liturgia no agota toda la actividad


de la Iglesia; pues para que los hombres puedan
llegar a la liturgia, es necesario que antes sean
llamados a la fe ya la conversión: "¿ Cómo van
a invocarlo, si no creen en él?; ¿cómo van a creer,
si no oyen hablar de él?; y ¿cómo van a oír sin
alguien que proclame?; y ¿cómo van a procla-
mar, si no los envían?"42.

Por eso, a los no creyentes la Iglesia proclama


el mensaje de salvación para que todos los hom-
bres conozcan al único Dios verdadero y a su
enviado Jesucristo, y se conviertan de sus cami-
nos haciendo penitencia 43 • Y a los creyentes les
debe predicar continuamente la fe y la peni-
tencia, y debe preparar/os además para los sa-
cramentos, enseñarles a cumplir todo cuanto
mandó Crist044 y estimularlos a toda clase de
obras de caridad, piedad y apostolado, para
que se ponga de manifiesto que los fieles, sin ser
de este mundo, son la luz del mundo y dan gloria
al Padre delante de los hombres.

La liturgia, como recuerda el inicio de este número, colo-


cándola en su justa relación con la totalidad de la vida
eclesial, "no agota toda la actividad de la Iglesia". ¿Será

42 Rm 10,14-15.
43 Cf. Jn 17,3; Le 24,47; Heh 2,38.
44 Cf. Mt 28,20.

151
Manual de Liturgia

necesario insistir en esta idea? La Iglesia de América latina


es particularmente sensible a la importancia de todas las
dimensiones de la vida cristiana, especialmente el com-
promiso en el mundo. La liturgia no las sustituye ni entra
en competencia con ellas: las supone y les da su sentido
más hondo al injertarlas en el misterio pascual de Cristo.

2.5.1 Liturgia y Evangelización

"Para que los hombres puedan llegar a la liturgia, es


necesario que antes sean llamados a la fe y a la conver-
sión", dice la constitución se. Esta afirmación es más
importante de lo que parece en una sociedad en la que
la evangelización es cada vez más necesaria, al retroce-
der -en ciertos ambientes rápidamente- la cultura cris-
tiana propia del pasado. Hoy no se trata sólo de anun-
ciar el mensaje cristiano a los no creyentes, sino a los
"ya no" creyentes, a los que por influjo de la descristiani-
zación teórica y práctica han perdido toda cercanía con
el cristianismo o militan en sectas fundamentalistas y
deshumanizadoras.

Dentro de la Iglesia, uno de los dramas de la liturgia es


precisamente la celebración sin una suficiente evangeli-
zación. De ello puede derivar fácilmente una actitud
meramente subjetiva, ingenua, fideísta o mágica en la
acción litúrgica. Por eso, no sólo es verdad que para
celebrar hay que tener fe en Jesucristo, sino también
que los que ya son cristianos deben seguir en un camino
de permanente evangelización y conversión. La misma
liturgia es evangelizadora por la fuerza de la Palabra, y
lanza a los creyentes a la misión de propagar el Evange-
lio recibido y celebrado, como en las palabras de despe-
dida de la misa sugeridos especialmente los domingos
de Pascua: "Anuncien a todos la alegría del Señor resu-
citado. Pueden ir en paz".

152
¿Qué celebramos?

2.5.2 Liturgia y liberación

¿Qué incidencia tiene, por otra parte, la liturgia en la vida


de los cristianos en la sociedad y en el mundo, en la
perspectiva de la liberación integral?45.

La Iglesia latinoamericana ha sido particularmente sen-


sible en los últimos decenios a las implicancias libera-
doras del Evangelio. Las comunidades de gente más
pobre y marginada, que forman la inmensa mayoría
de nuestra Iglesia, tienen una fuerte sensibilidad de
su compromiso con la liberación integral de los indivi-
duos y de los pueblos, con la transformación de las
sociedades a partir del Evangelio. Para ellas la liturgia
está inseparablemente unida a una vida cristiana que
se despliega en una serie de actividades liberadoras,
sobre todo el compromiso con las causas de los mar-
ginados y, en general, el trabajo por un mundo más
justo y solidario.

No faltan grupos más intraeclesiales, más centrados en


su propia vida interna, menos sensibles a las urgencias
sociales o con respuestas más asistencialistas. Pero aún
ellos suelen tener un compromiso evangelizador, ofre-
ciendo al mundo la Palabra de Dios y llamándolo a la
conversión, y de ejercicio de la caridad.

En unos y otros se verifica que la liturgia es más rica y


más consciente de celebrar el misterio de Cristo, cuanto
más abiertas estén a vivir un Evangelio encarnado en
las realidades temporales y comprometidas en su trans-

45 Seguimos de cerca las afirmaciones de J. López Martín, en el artículo


ya citado "Acontecimiento y memorial en la celebración de la Iglesia",
en Cuadernos Phase 29,69-74.

153
Manual de Liturgia

formación y liberación integrales. El misterio pascual no


es un mero recuerdo litúrgico. Se lo halla en la misma
realidad, allí donde millones de seres humanos sufren,
mueren, son solidarios, se reúnen y sirven, celebran en
medio a sus dificultades y se asocian así vitalmente a la
pasión de Cristo y a su resurrección.

2.5.2.1 Relación entre liturgia y compromiso

"La liturgia, por cuyo medio se ejerce la obra de nuestra


redención"46, como dice se 2, comparte con la vida cristia-
na en su totalidad la finalidad transformadora del mun-
do, insertando a los creyentes en la corriente de la
historia de la salvación. El acontecimiento central de
la celebración cristiana, el misterio pascual, tiene una
innegable e intrínseca dimensión liberadora, que no pue-
de estar ausente de la auténtica liturgia. Si ésta se margi-
nase de las realidades temporales o ignorase el ca-
rácter redentor de la Buena Nueva, negaría el
compromiso del mismo Jesucristo con los problemas
humanos de su tiempo y sus concretas intervenciones
en favor de la liberación del pecado, la enfermedad, la
marginación y la muerte, especialmente de los más hu-
mildes y sufrientes.

Pero la liberación que la liturgia celebra y representa, si


bien se inscribe en la misma corriente de la historia de la
salvación como "momento" de ella, trasciende la libera-
ción meramente humana y sociopolítica, por su carácter
espiritual, interno y escatológico.

46 Expresión tomada de la oración sobre las ofrendas de la misa vesper·


tina del Jueves Santo y del domingo 11 del tiempo ordinario.

154
¿Qué celebramos?

2.5.2.2 La fuerza liberadora de la Palabra de Dios

La Palabra de Dios, trama esencial de la liturgia, tiene


una fuerza liberadora que va más allá del contenido mis-
mo que trasmite, pero que se hace máxima cuando ese
contenido proclama explícitamente las intervenciones
salvíficas de Dios para con su pueblo. En ella se verifica
que la Iglesia no sólo recuerda, sino que hace memoria
de los acontecimientos narrados, cuya fuerza se trasmi-
te a través de los siglos al hoy de los oyentes.

Esto es particularmente intenso cu~ndo se trata de los


Evangelios, donde las promesas del Antiguo Testamen-
to hallan su pleno cumplimiento en el acontecimiento
Cristo, especialmente el misterio de su muerte y resu-
rrección. El cumplimiento de las promesas en Cristo se
erige así, en cada celebración, en el fundamento de la
esperanza del pueblo de Dios, que también hoy espera
la plenitud prometida.

La homilía, por lo tanto, si está al servicio de una integra-


ción de las demás palabras de la liturgia (Sagrada Escri-
tura, respuesta en el canto, plegaria, fórmulas, etc.); si
aplica a la vida concreta de la asamblea el mensaje pro-
clamado; y sobre todo, si contribuye al descubrimiento
del sentido último de los acontecimientos de la vida, des-
empeña un papel decisivo en la eficacia liberadora de la
Palabra. Ella puede ser maestra en poner en relación el
misterio con la vida, iluminando ésta con la fuerza
liberadora de aquél.

La liturgia no agota, como comienza diciendo se 9, la


actividad de la Iglesia. La evangelización y el compromi-
so liberador son el contexto natural e indispensable en el
que se realiza la liturgia. Sin evangelización, ella es una
forma vacía del contenido de la fe; sin compromiso Ii-

155
Manual de Liturgia

berador es una acción desencarnada y una posible eva-


sión de las consecuencias del Evangelio en la vida con-
creta de los creyentes.

Este esquema pone a la liturgia en su justo lugar en el


conjunto de la actividad de la Iglesia, y sobre todo grafica
la circularidad de la relación. La evangelización lleva a la
liturgia, y ésta al compromiso liberador, que a su vez
impulsa a la evangelización permanente:

Evangelización
¡¿ "
Liturgia ~ Compromiso liberador

EN RESUMEN

La liturgia no agota la actividad de la Iglesia ni sus-


tituye otras dimensiones de ella.

En particular, supone para los no creyentes, o "ya


no" creyentes, el llamado a la fe y a la conversión
(evangelización), y para los creyentes el compromi-
so de vida con el Evangelio (liberación integral).

La dimensión liberadora del misterio pascual, que


le es esencial y se expresa en la fuerza memorial
de la palabra, no puede estar ausente de la auténti-
ca liturgia, que celebra a Cristo vencedor del peca-
do y de la muerte en el hoy de la historia. Entre la
evangelización, la liturgia y el compromiso liberador
hay una estrecha relación en la que cada acción
forma parte de la fe cristiana.

156
¿Qué celebramos?

TRABAJO PERSONAL

* ¿ Cómo vives personalmente la relación entre tu


vida y la celebración litúrgica?

* Toma conciencia de la posibilidad de celebrar el


compromiso por la liberación integral del hom-
bre en la liturgia, poniéndolo a la luz del misterio
pascual.

* Lee, del artículo "Acontecimiento y memorial en


la celebración de la Iglesia", de J. López Martín
(Cuadernos Phase 29), el cap.5, p. 69-74.

2.6 La liturgia, cumbre y fuente de nuestra vida

Sacrosanctum Concilium 10

No obstante, la liturgia es la cumbre a la cual


tiende la actividad de la Iglesia yal mismotiem-
po la fuente de donde mana toda su fuerza.
Pues los trabajos apostólicos se ordenan a que,
una vez hechos hijos de Dios por la fe y el bautis-
mo, todos se reúnan, alaben a Dios en medio de
la Iglesia, participen en el sacrificio y coman la
Cena del Señor.

Por su parte, la liturgia misma impulsa a los fieles


a que, saciados con "un mismo sacramento
pascual", "vivan siempre unidos" en el amor de
Dios47 ; ruega a Dios que "vivan siempre de

47 Misal Romano, Oración después de la comunión de la Vigilia pascual y


del domingo de Resurrección (en el actual Misal, oración después de la
comunión de la Vigilia pascual).

157
Manual de Liturgia

acuerdo con la fe que profesaron"48; y la reno-


vación de la Alianza del Señor con los hombres
en laI Eucaristía enciende y arrastra a los fieles
a la apremiante caridad de Cristo. Por tanto, de
la liturgia, sobre todo de la ~ucaristía, mana ha-
cia nosotros la gracia como de su fuente, y se
obtiene con la máxima eficacia aquella santifica-
ción de los hombres en Cristo y aquella glorifica-
ción de Dios, a la cual las demás obras de la Igle-
sia tienden como a su fin.

La liturgia es, como dice el concilio con una expresión


que se ha hecho clásica, "la cumbre a la cual tiende la
actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de
donde mana toda su fuerza". Toda la actividad de la Igle-
sia está orientada a la glorificación de Dios: a través de
la acción en el mundo y de la celebración. Es en esta
última donde la alabanza tiene su lugar más explícito y
propio, porque entramos en contacto vivificante con el
misterio, es decir con las rcciones de Cristo por las que
se nos regala la salvación.

En la liturgia la Iglesia se constituye como pueblo, como


comunidad de creyentes que quieren vivir unidos en el
amor de Dios y testimoniarlo en el mundo. Una liturgia
que no impulse a los creyentes a la apremiante caridad
de Cristo correrá el peligro de ser un tiempo y un espa-
cio de evasión, de olvido culpable, de estrechamiento de
las consecuencias de la fe.

Cuando se dice que la liturgia es cumbre y fuente se


hace una afirmación cualitativa, que se refiere al sentido

48 Ibid., Oración colecta del martes de la Octava de Pascua (en el actual


Misal, oración colecta del lunes de la Octava de Pascua).

158
¿Qué celebramos?

de la liturgia en la vida cristiana. Estrictamente hablan-


do, se podría vivir sin liturgia, pero sería una fe privada
de una expresión necesaria para mantenerse viva y ac-
tuante49 • En todo caso, como ha quedado claro en el
apartado anterior, no sustituye ni elimina toda la restante
actividad de la Iglesia, sino que la supone y la alimenta.
De otro modo no podría ser la cumbre a la cual tiende la
actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de
donde mana toda su fuerza. Tal afirmación sólo tiene
sentido cuando la liturgia está inmersa en la totalidad de
la vida del pueblo de Dios.

El ser "cumbre y fuente" presenta desafíos a la Iglesia


actual.

• A los creyentes los desafía a vivir consciente y .


participativamente la liturgia, como una necesidad de
fe más que como obligación o mera costumbre, des-
cubriendo su enorme riqueza para la vida personal,
familiar y social.

• A los ministros ordenados los desafía a conocer y


amar la liturgia, celebrándola como un don de Dios a
su pueblo y una necesidad del pueblo para con su
Dios.

49 Como ejemplo real tenemos el de un obispo chino, hecho cardenal por


el papa Juan Pablo 11, que estuvo muchos años en la cárcel privado de
la celebración de-todo sacramento. Su fe se mantuvo incólume. Esto
muestra que en un caso extremo se puede ser cristiano sin liturgia (o al
menos, sin los sacramentos, ya que en esa circunstancia la oración
siempre es posible); pero en condiciones normales ella es necesaria
como alimento, estímulo y expresión de alabanza.

159
Manual de Liturgia

EN RESUMEN

La liturgia es la cumbre y la fuente de la actividad de


la Iglesia. Aunque no sustituye a las demás activi-
dades, es el ámbito más propio del encuentro de
santificación y glorificación de Dios con su pueblo, y
eso es lo que la hace tan importante.

A ella llegan los creyentes para constituirse como


"Iglesia", signo del amor de Dios. La Iglesia trae a la
liturgia, en actitud de alabanza, su actividad
evangelizadora y transformadora del mundo, y de
ella extrae la fuerza necesaria para ejercer en las
realidades del mundo la "apremiante caridad de
Cristo".

Su calidad de cumbre y fuente desafía a los cristia-


nos a una participación litúrgica plena y activa.

TRABAJO PERSONAL

* ¿Qué importancia objetiva y subjetiva tiene para


ti la liturgia? ¿Es la "cumbre" y "fuente" de toda
tu actividad?

* Haz una pequeña encuesta con la pregunta an-


terior a laicos de la comunidad donde prestas tu
servicio pastoral.

160
¿Qué celebramos?

BIBLIOGRAFíA

Casel Oda, El misterio del culto cristiano, San Sebastián,


Ediciones Dinar, 1953.

Catecismo de la Iglesia católica, nº 512-560; 1066-1068;


1076; 1084-1090; 1099-1109; 1113-1116.

Enchiridion. Documentación litúrgica posconciliar, prep.


por Andrés Pardo, Barcelona, Ed. Regina, 1992.
Ver especialmente en el indice analítico las voces
Misterio(s) y Misterio pascual, p. 1412, donde se
hallan las referencias a esos temas en los docu-
mentos contenidos.

La celebración en la Iglesia, dir. Dionisia Borobio,


Salamanca, Sígueme, 1987, vol. 1: Liturgia y
Sacramentología fundamental, p. 309-317.

López Martín Julián, "Acontecimiento y memorial en la


celebración de la Iglesia", en Cuadernos Phase 29,
Barcelona, Centre de Pastoral Litúrgica, p. 53-75.

- "En el Espíritu y la Verdad". Introducción teológica a


la liturgia, Salamanca, Secretariado Trinitario, 1987,
p. 157-200.

- "La liturgia, celebración del misterio de Cristo y de la


Iglesia", en Cuadernos Phase 29, Barcelona, Cen-
tre de Pastoral Litúrgica, p. 37-52.

- "La liturgia de la Iglesia", en la colección Sapientia


Fidei, Serie de manuales de teología, 6, Madrid,
BAC, 1994, p.19-30.

161
Manual de Liturgia

Martín Velasco J., "Misterio", en Conceptos Fundamen-


tales del Cristianismo, Ed. Casiano Floristán y J.J.
Tamayo, Madrid, Trotta, 1993, p. 810-818.

Neunheuser Burkhard, voz: "Misterio", en Nuevo Diccio-


nario de Liturgia, dir. D. Sartore y A.M. Triacca,
Madrid, Ed. Paulinas, 1987, p.1321-1342.

- voz: "Memorial", en Nuevo Diccionario de Liturgia,


p.1253-1273.

Oñatibia Ignacio, "Participar del misterio salvador", en


Cuadernos Phase 29, Barcelona, Centre de Pas-
toral Litúrgica, p. 5-20.

Sorci P., voz: "Misterio pascual", en Nuevo Diccionario


de Liturgia, dir. D. Sartore y A.M. Triacca, Madrid,
Ed. Paulinas, 1987, p. 1342-1364.

Tena Pere, "La celebración del misterio: identidad inter-


na y forma externa", en Cuadernos Phase 29, p.
21-36.

162
3
,
¿QUIENES CELEBRAMOS?

Juan Carlos Spera - Roberto Russo1

La liturgia es la obra del Cristo total,


Cabeza y Cuerpo.
CEC 1187

L
liturgia es, por definición,
una acción. Por este motivo, la celebración litúrgica su-
pone unos actores. En este capítulo intentaremos des-
cubrir quiénes son los actores de la celebración litúrgica,
quiénes celebramos.

3.1 Jesucristo

Por Cristo, con Él y en Él


a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.

3.1-3.4: Juan Carlos Spera; 3.5: Roberto Russo.


Manual de Liturgia

En la liturgia Cristo es el centro, el protagonista absolu-


to, al igual que lo es en el misterio de la salvación cristia-
na. Cristo vive ya como resucitado y con plenitud celes-
tial, Él es el único Sumo Sacerdote del santuario
verdadero (Hb 4,14-15; 10,19-21) que celebra sin cesar
la Liturgia del cielo (Catecismo de la Iglesía Católica =
CEC 1187). Tal como nos la presenta el Catecismo de la
Iglesia Católica, la liturgia, acción del "Cristo total", es
participación de la Liturgia del Cielo. Allí la celebración
es enteramente fiesta y comunión. En la presencia del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo todos los "recapi-
tulados"2 en Cristo participan en el servicio de la alaban-
za de Dios y en la realización de su designio.

Tras haber concluido históricamente la obra de la Re-


dención, Cristo después de su gloriosa ascensión conti-
núa realizando la salvación sobre todo en la liturgia, la
cual es considerada no sin razón el momento último de
la historia de la salvación 3 • El Señor, "sentado a la dere-
cha del Padre" y derramando el Espíritu Santo sobre su
Cuerpo que es la Iglesia, actúa (d. CEC 1348) por medio
de los sacramentos y de los demás momentos celebra-
tivos de la comunidad. Cristo mismo instituyó los sacra-
mentos para comunicar su gracia (cf. CEC 1084) Y la fuer-
za salvadora de su Misterio Pascual, que realizó de una
vez para siempre pero que sigue presente y vivo en Él

2 Según CEC 1138 estos son: las potencias celestiales (cf. Ap 4-5; Is 6,2-
3), toda la Creación (los cuatro vivientes), los servidores de la Antigua
y de la Nueva Alianza (los veinticuatro ancianos), el nuevo pueblo de
Dios (los ciento cuerenta y cuatro mil, cf. Ap 7,1-8; 14, 1), en particular
los mártires "degollados a causa de la Palabra de Dios" (ADAP 6, 9-11),
y la Santísima Madre de Dios (la Mujer, cf. ADAP 12, la Esposa del
Cordero, cf. Ap 21.9), finalmente "una muchedumbre inmensa, que
nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas" (Ap 7,9).
3 Cf. Orientaciones generales del Misal de las Misas de Maria 11.
Enchiridion 1320.

164
¿Quiénes celebramos?

mismo. El misterio pascual de Jesucristo, como evange-


lio y como liturgia, continúa en la Iglesia por el ministerio
de los apóstoles y de sus sucesores, conducidos por el
Espíritu (se 6). La liturgia es la celebración del misterio
pascual de Jesucristo en la historia y de este modo se
continúa la realización de la salvación cristiana.

La celebración es eficaz porque sigue siendo acción de


Cristo Resucitado que actualiza misteriosamente su Pas-
cua hoy y aquí para nosotros. Por eso es esencial subra-
yar tanto la presencia de los actos salvíficos de Cristo
(Misterio Pascual) como la presencia de su Persona
misma4 • No es posible hablar de acciones sin tener
presente al sujeto a quien esas acciones se atribuyen y
pertenecen, ni es posible tampoco reconocer la dimensión
salvífica y redentora de esos actos, presentes en el cul-
to, prescindiendo de la condición divina de la persona de
Cristo, también presente conjuntamente con ellos. Por esto
no es posible hablar de la presencia de la sola persona de
Cristo en las celebraciones, sin caer en una concepción
estática e inerte de la misma; ni tampoco es posible ha-
blar de la presencia de los actos sin tener presente a la
persona de la cual estos actos dependen radicalmente 5 .

3.1.1 La liturgia, ejercicio del sacerdocio


de Jesucristo

Para llevar a cabo la historia de la salvación, Cristo con-


tinúa presente en la acción litúrgica, en cuanto sacerdo-

4 Así lo afirma se 7 citando a S.Agustín: "cuando alguien bautiza, es


Cristo quien bautiza". En igual sentido dice CEC 1116: los sacramentos
son como "fuerzas que brotan del cuerpo de Cristo (cf. Le 5,17; 6,19;
8,46) siempre vivo y vivificante".
5 Cf. J.M. Bernal, "La presencia de Cristo en la liturgia", en: Congregazione
per iI Culto Divino (ed.), Costituzione liturgica "Sacrosanctum Conci/ium".
Studi, Roma, 1986, 139-140.

165
Manual de Liturgia

te, para la gloria de Dios y para la salvación de los hom-


bres. Así lo encontramos afirmado en se 7: "Con razón,
pues, se considera la liturgia como el ejercicio del
sacerdocio de Cristo". Y más adelante, en el mismo nú-
mero 7: "toda celebración litúrgica, por ser obra de Cris-
to sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción
sagrada por excelencia".

Jesucristo aparece como sacerdote y la liturgia como


acción sacerdotal. Esta doctrina de la Constitución
Sacrosanctum Concilium (1963) procede directamente
de la encíclica Mediator Dei (1947). En ésta se afirma
que la liturgia es continuación del sacerdocio de Cristo,
describiéndose la acción litúrgica como "el ejercicio del
sacerdocio de Cristo", o sea el mismo sacerdocio de Je-
sucristo sacramentalmente en act06 • La Constitución
Sacrosanctum Concilium, ya en el n. 14, presupone que
el sacerdocio común, fundado en el sacramento del bau-
tismo, da derecho y obligación a la participación en las
celebraciones litúrgicas. Además, cuando se habla del
culto espiritual no se hace referencia exclusivamente al
sacerdocio común, sino también al sacerdocio jerárqui-
co, en cuanto que ambos sacerdocios, reconociendo su
diferencia esencial, son espirituales, es decir, están vivi-
ficados por el Espíritu de Jesucristo. Esta nueva doctri-
na aparece claramente en la Constitución sobre la Igle-
sia (cf. LG 10-11).

Por tanto cuando afirmamos que la liturgia es el ejercicio


del sacerdocio de Jesucristo, nos estamos refiriendo al
sacerdocio sacramental de toda la Iglesia. En primer lu-
gar, el sacerdocio de Cristo; en segundo lugar el
sacerdocio sacramental de la Iglesia, sea el sacerdocio

6 Cf. MD, AAS 39,1947, 522.529.

166
¿Quiénes celebramos?

común de todos los bautizados, sea el sacerdocio jerár-


quico, esencialmente diverso, aunque los dos proceden
y son participación del único sacerdocio de Jesucristo.
Ambos sacerdocios son activos y se realizan con la au-
toridad del Señor, aunque cada uno tenga sus funciones
basadas en el diferente don sacramental de Dios.

Para entender plenamente la liturgia como acción sacer-


dotal de Jesucristo, en relación con el misterio pascual,
contenido en las celebraciones litúrgicas, no basta, por
tanto, afirmar que la liturgia es una institución de Cristo y
de la Iglesia, en la que participamos gracias al carácter
sacramental del bautismo, de la confirmación y del or-
den, en su caso, sino que es necesario partir de Jesu-
cristo y de su Cuerpo, como templo en el que se rinde a
Dios el verdadero culto en el Espíritu Santo. Jesucristo
es la piedra angular del nuevo templo (cf. Mt 21,39-42;
1 P 2, 4). De esta manera, hallamos el sentido y la reali-
dad existencial del sacerdocio de Cristo, en relación con
su propia vida y con su misión. El cuerpo de Cristo, por
el misterio de la redención, es el sacrificio de la nueva y
eterna alianza de Dios con los hombres 7 • Jesucristo, pro-
fetizado en el culto del antiguo testamento, es la nueva
tienda del encuentro, y el sacrificio del nuevo testamen-
to. Este es Cristo, sacerdote de la liturgia, víctima de la
liturgia y altar de liturgia. En este sentido, Jesucristo ha insti-
tuido la liturgia, e indirectamente las acciones litúrgicas.

Bajo esta luz, se comprende la celebración litúrgica como


acción sacerdotal del Cristo glorificado, que entra en la
existencia concreta del hombre para salvarlo y liberarlo

7 "No quisiste sacrificios, ni oblaciones, pero me has preparado un cuer-


po ... En virtud de esta voluntad somos nosotros sanificados por la obla-
ción del cuerpo de Jesucristo, hecha una sola vez" (Hb10, 5.10).

167
Manual de Liturgia

de la esclavitud del pecado y de la muerte. Cristo, sacra-


mento del Padre, nos revela la bondad y el amor de Dios,
para que el hombre pueda participar de su vida y de su
muerte redentora. Jesús, el Señor, no sólo es el funda-
dor de la liturgia, sino también su fundamento perma-
nente. Esta es la acción trascendente de Dios, pues la
liturgia es la actuación del sacerdocio de Cristo en el
misterio sacramental. La liturgia es el misterio de Jesu-
cristo siempre vivo y operante en la Iglesia.

3.1.2 La presencia de Jesucristo en la liturgia

Como realidad vital, la presencia de Cristo en el culto


cristiano ya aparece delineada en el Nuevo Testamento.
Así lo indican, entre otros, los pasajes de Mt 18, 19-20;
28,19-20; Jn 14, 20-23.28; 15,4-7; Ef 3,17.

En la época apostólica y patrística se subraya el aspecto


eclesial de la unión con Cristo y la comunicación de sus
dones. La presencia del Señor era una verdad plena-
mente vivida en todas sus dimensiones no siendo nece-
saria una reflexión teológica particular o una enseñanza
explícita al respecto. Bastaba la vida litúrgica para tras-
mitir y hacer real la conciencia de la acción de Cristo en
la comunidad cristiana a través de la Palabra, los sacra-
mentos, la oración, y sobre todo de la Eucaristía, tanto
en la persona del ministro como en las especies
sacramentales.

En la edad media la situación cambia radicalmente por


motivo de las controversias eucarísticas de los siglos VIII
Y IX entre Pascasio Radberto y Ratramno y después con
Berengario. La atención de los teólogos se centra en la
presencia de Cristo en las especies eucarísticas, que-
dando en la penumbra la presencia de Cristo en la Igle-
sia y en !a liturgia. Esta polarización en la presencia real

168
¿Quiénes celebramos?

en la eucaristía lleva a que la misma quede, de algún


modo, desconectada de una visión de conjunto. Suma-
do a esto, es necesario señalar que, la piedad eucarística
empieza a centrarse en la contemplación y adoración
del Sacramento dando comienzo al alejamiento de la
participación en el sacrificio mediante la comunión.

En el siglo XVI los reformadores impugnan la doctrina


sobre la presencia real de Cristo en la eucaristía y sobre
todo en la forma en la que la misma se realiza, la
transubstanciación. El Concilio de Trento y la teología
postridentina reafirmaron la fe de la Iglesia en la presen-
cia real de Cristo en la Eucaristía. El énfasis con el que
se afirmó esta verdad de fe hizo pensar sólo en ella como
verdaderamente real, como si los demás modos de pre-
sencia no fueran también reales.

Con el Movimiento Litúrgico se comienza a considerar


de una forma nueva la presencia de los misterios de la
vida de Cristo en la Eucaristía, en los sacramentos y en
las solemnidades del año litúrgico. Odo Casel es quien
por primera vez propone la doctrina de la presencia del
misterio de la salvación o misterio de Cristo en las accio-
nes litúrgicas. En este mismo período se desarrollan el
movimiento bíblico y la renovación eclesiológica. Todo
esto contribuirá a que la Iglesia, en las celebraciones
litúrgicas, se descubra a sí misma y descubra en ellas la
presencia viva y operante del Señor.

El magisterio de la Iglesia aborda el tema de la presen-


cia de Cristo en la liturgia especialmente a partir de Pío
XII y su encíclica Mediator Deis. Ya en ella encontramos
la presencia de Cristo en la liturgia como una presencia

8 AAS 35, 1943.

169
Manual de Liturgia

diferenciada. Del mismo modo y en forma ampliada la


encontramos en la Constitución Sacrosanctum Concilium,
en la Encíclica Mysterium Fidei (1965) del papa Pablo VI,
yen la Instrucción Eucharisticum Mysterium (1967). La
encíclica Mediator Dei menciona ya la presencia de Je-
sucristo en la eucaristía, sea en el ministro, sea en las
especies sacramentales; en los sacramentos, y en las
plegarias y alabanzas de la Iglesia (MD 28). La Constitu-
ción Sacrosanctum Concilium, añade también la presen-
cia del Señor en la lectura eclesial de la Palabra de Dios
(se 7). La encíclica Mysterium Fidei explicita esta doctri-
na aumentando los ejemplos de la presencia de Cristo
en la Iglesia, por ejemplo, en la comunidad que ejercita
las obras de misericordia y espera en la vida eterna; en
la comunidad que anuncia el misterio de Cristo median-
te la predicación, y en la jerarquía que gobierna y rige al
pueblo de Dios (MF 17-20). La instrucción Eucharisticum
Mysterium habla también de la presencia del Señor en la
comunidad de los fieles, reunida en su nombre (EM 9).
Todas estas presencias llenan el corazón del cristiano
de admiración y permiten contemplar las maravillas del
misterio pascual de Jesucristo y la naturaleza de la ver-
dadera Iglesia (cf: MF 20).

Sobre esta doctrina, sobre la presencia cultual de Jesu-


cristo, hay que subrayar el carácter personal de la pre-
sencia de Cristo en la liturgia. No se trata únicamente de
la voluntad de Dios de salvar a los hombres o de una
simple asistencia, sino también de la presencia de Dios
en el mundo por medio de Jesucristo (cf: Mt 28,20). La
presencia personal de Cristo en la liturgia manifiesta la
intención del Señor de establecer una alianza indisolu-
ble con el homb¡e. No es suficiente ver en Cristo el cen-
tro sacerdotal y sacramental de la liturgia, es necesario
también advertir la voluntad de Jesús de relacionarse
personalmente con los hombres. La liturgia sacramen-

170
¿Quiénes celebramos?

talizá la encarnación de Jesús, el Verbo hecho hombre,


ahora glorificado en su resurrección, que continúa real-
mente, aunque de modo invisible, en medio de su pue-
blo. La presencia cultual de Cristo es diversificada. Así,
hallamos la presencia de Cristo en el ministro que repre-
senta al Señor y por medio del cual Él actúa en cuanto
sacerdote y en cuanto víctima. Es una representación
real y mística, que perpetúa la presencia de Jesús en
medio del pueblo.

También, se habla de la presencia cultual de Cristo en


las especies sacramentales, que es calificada como pre-
sencia real, no por exclusión, sino por principalidad, pues
es una presencia corporal y substancial. La eucaristía,
principalmente, realiza y perpetúa sacramentalmente el
misterio de la encarnación de Cristo. Igualmente se hace
alusión a la presencia del Señor en la Palabra proclama-
da en el culto. Se trata de una presencia profética del
Señor en su pueblo, a modo de revelación explicitada en
la historia (cf. OLM 4). Finalmente, está la presencia de
Cristo en la plegaria litúrgica, que permite a la Iglesia,
Esposa, hablar con su Esposo, el Señor (cf. OGLH 7).·.

La tarea actual de la teología litúrgica, con respecto a


estas diferentes presencias, es esclarecer si se trata de
diversas presencias de Cristo o de diversas modalida-
des de la misma presencia; además, reflexionar sobre el
modo de la subordinación de todas las presencias a la
eucaristía. En general, podemos afirmar que se trata
siempre de una presencia personal.

Por otra parte, la diversificación proviene de las diferen-


tes mediaciones de las diversas finalidades, en orden a
contactar con la presencia de Cristo glorificado en el hoy
cultual. En definitiva, la hermenéutica teológica de esta
presencia de Cristo en la liturgia, no se fundamenta en

171
Manual de Liturgia

explicaciones provenientes de campos extraños a la fe


cristiana, sino que se basa en la sacramentalidad de la
liturgia, en cuanto continuación eclesial del sacerdocio
de Jesucristo. Nos referimos, no a una presencia mate-
rial de esta presencia de Cristo, sino a una presencia
sacramental y mística, que excluye siempre toda expli-
cación de carácter sensible. El misterio pascual de Je-
sucristo, las acciones y pasiones del Señor, continúan
en la liturgia en cuanto a su finalidad redentora, y el cris-
tiano, mediante la fe y los sacramentos de la fe, se pone
en contacto con el Señor y con la virtud que brota cons-
tantemente de su Cuerpo para nuestra salvación. Ahora
bien, se trata de una presencia ofrecida por Dios al hom-
bre, que exige, por nuestra parte, su acogida en orden a
entablar una relación interpersonal recíproca de amor.
La liturgia aparece, pues, como una encarnación suple-
mentaria de Cristo, mediante la cual Él sigue relacionán-
dose con el hombre. Las acciones de Jesucristo, tras-
cienden el tiempo y el espacio, lo cual permite el contacto
sacramental y la experiencia mística, dando origen a la
historia de la salvación cristiana.

3.2 El Espíritu Santo

A través de las palabras. las acciones y los símbolos


que constituyen la trama de una celebración.
el Espíritu Santo pone a los fieles y a los ministros
en relación viva con Cristo. Palabra e Imagen del Padre.
a fin de que puedan hacer pasar a su vida el sentido
de lo que oyen. contemplan y realizan en la celebración
(CEC 1101).

El misterio pascual de Jesucristo es fruto del Espíritu


Santo. Por tanto, para comprender la acción sacerdotal
y la presencia de Jesucristo en la liturgia es preciso la

172
¿Quiénes celebramos?

fuerza del Espíritu Santo. Él es el que actualiza el único


Misterio en cada celebración (cf. CEC 1104), por su
poder transformador lo hace presente (cf. CEC 1112). Je-
sucristo continúa su acción y su presencia en las cele-
braciones litúrgicas, entregando su Espíritu y manifes-
tándose en su Espíritu (cf. CEC 1112). El Espíritu hace
surgir el sacerdocio en la Iglesia vivificándola. Él es, en
Jesucristo, constitutivo del culto cristiano y de la asam-
blea cultual de la Iglesia. El Espíritu Santo es la memoria
viva de la Iglesia (cf. Jn 14,26) (CEC 1099). Por eso sin el
poder del Espíritu sería imposible celebrar la liturgia, el
culto en espíritu y en verdad que espera el Padre de sus
verdaderos adoradores (cf. Jn 4, 24).

El Espíritu es el nuevo consolador y la nueva presencia


de Jesús como Señor glorificado y Salvador, en medio
de su pueblo (ct. 2 Co 3,17-18). Desde el día de Pente-
costés, en que con su venida transformó a la primera
comunidad, el Espíritu Santo es en todos los aspectos
de nuestra vida la fuerza viva: en la evangelización, en
la construcción de la fraternidad, en el testimonio de amor
y de unidad. Pero lo es de modo particular en la celebra-
ción litúrgica y en la oración que comenzaron en aquel
día (ct. sc 6). En este sentido, la liturgia es el culto del
Espíritu de Jesucristo. Se proclama la Sagrada Escritura
en la Iglesia para dejarnos vivificar por el Espíritu me-
diante la Palabra viva de Dios. Igualmente se celebran
los ritos del culto cristiano para profesar nuestra fe en el
misterio pascual de Jesucristo y para experimentar las
maravillas del Espíritu de Dios en medio de su pueblo.
Así llegamos a la realidad espiritual, espontánea y
experiencial del culto litúrgico.

El Espíritu Santo, "pedagogo de la fe del Pueblo de


Dios", es quien prepara a recibir a Cristo, quien nos trae
continuamente a la memoria lo que Cristo nos ha dicho,

173
Manual de Liturgia

quien actualiza su misterio salvador de Pascua (d: CEC


1091).

Él es quien, invocado por la Iglesia en la oración de


epíclesis (d. CEC 1106-1107) -sobre el agua, los óleos,
el pan y vino, los ordenandos, los enfermos, los novios-,
da eficacia a todos los sacramentos.

La salvación que los sacramentos comunican es obra


del Espíritu. Él es el artífice de las obras maestras de
Dios que son los sacramentos. La gracia sacramental es
la gracia del Espíritu Santo dada por Cristo y propia de
cada sacramento. El Espíritu cura y transforma a los que
lo reciben conformándolos con el Hijo de Dios. El fruto
de la vida sacramental consiste en que el Espíritu de
adopción deifica a los fieles uniéndolos vitalmente al Hijo
único, el Salvador (d. CEC 1129). La finalidad de la mi-
sión del Espíritu en toda acción litúrgica es poner en co-
munión con Cristo para formar sU Cuerpo, y que viva-
mos de la vida de Cristo Resucitado. Por esto es posible
afirmar que la liturgia es la obra común del Espíritu San-
to y de la Iglesia (d. CEC 1091). El Espíritu de Jesucristo
florece y se manifiesta especialmente en la Iglesia, que
es donde se celebra el misterio pascual de Cristo. La
misión vivificadora del Espíritu en la Iglesia aparece es-
pecialmente en las celebraciones litúrgicas, sobre todo
en la eucaristía. Él nos lleva a la verdad completa del
misterio pascual, abriéndonos a la realidad escatológica.
El Espíritu nos lleva a la plenitud de la vida, descubrién-
donos que la celebración de la liturgia es "el ya, pero
todavía no" de toda realidad cristiana en la tierra. Él nos
entrega las arras y las primicias mientras nos anuncia
proféticamente la plenitud del misterio de nuestra fe. En
la liturgia, cada asamblea realiza el hoy de la salvación,
mediante la actualización del plan salvífica trinitario. Así,
pues, la presencia del Espíritu de Jesús en la liturgia, no

174
¿Quiénes celebramos?

sólo convierte el culto en la plegaria carismática por an-


tonomasia, sino que también capacita a la Iglesia para
actuar sacerdotal mente en ella, manifestándola en la
plentiud de su misterio aquí en la tierra.

Así el sentido pneumático y carismático de la liturgia re-


vela el carácter espiritual del culto cristiano. En primer
lugar, el culto de Cristo ofrecido al Padre en su propio
cuerpo es un culto espiritual. Jesús, animado por el Es-
píritu, murió por obediencia al Padre llevando a la pleni-
tud, en su existencia terrena, el culto espiritual anuncia-
do por los profetas. En segundo lugar el culto de los
cristianos no se apoya en la religión, sino en la fe y en el
misterio pascual de Jesucristo (cf: Flp 3,3). Por consi-
guiente, la liturgia es un sacrificio espiritual de alabanza
(cf: Hb 13,15). El culto espi ritual, según el significado
neotestamentario propio, no se opone al culto visible,
sino al culto fundado en la razón y en otras apreciacio-
nes humanas.

Por consiguiente, el culto espiritual de los cristianos lle-


va en última instancia al sacrificio de Jesucristo, a la pre-
sencia vivificadora de su Espíritu, y a la oración cristia-
na, sea individual o litúrgica, que nace del corazón
inundado y transformado por el agua viva del Espíritu
que salta hasta la vida eterna. Es el Espíritu, que reza en
el interior de nuestros corazones, con gemidos inefables
(cf: Rm 8,26).

En esta perspectiva, el Espíritu Santo es el alma y el


corazón de la acción litúrgica, y cómo es el Espíritu de
Cristo el que da origen a la participación del cristiano en
las celebraciones, constituyendo la asamblea litúrgica,
con sus características propias de unidad, santidad,
catolicidad y apostolicidad. En concreto, el Espíritu crea
en los hombres el don de la acogida de Cristo y del Pa-

175
Manual de Liturgia

dre. Los hace templos de Dios, comunicándoles el don


de la celebración. Los cristianos vivificados por el Espíri-
tu de Dios se convierten en templos vivos de Dios (cf. 1
Co 6,19), Y la Iglesia se manifiesta como el templo y la
morada de Dios en el Espíritu. Un templo y una comuni-
dad que crece en el Espíritu, donde los cristianos ofre-
cen su vida como víctima agradable, al estar consagra-
dos al servicio litúrgico del Dios vivo en el Espíritu. El
sacrificio espiritual y real de los cristianos consiste en
ser todos un solo cuerpo por el Espíritu Santo (cf. Ef 2,
19-21). En este templo se celebra la liturgia, fuente de
teología y culmen de toda experiencia cristiana en el
Espíritu.

El Espíritu revela quién es Jesús y nos lleva a Dios Pa-


dre, manifestándonos que somos sus hijos. Así el Espí-
ritu nos hace liturgos, poniendo en nuestros labios la
palabra Abbá (cf. Rm 8,15; Ga 4,6). Nadie puede decir
Jesús es el Señor, sin la virtud del Espíritu (cf. 1 Co 12,3);
en consecuencia, nadie tampoco puede celebrar la litur-
gia sin la fuerza del Espíritu de Cristo. Para esta misión
litúrgica, el cristiano es ungido por el bautismo con el
Espíritu de Dios, unción sacerdotal y litúrgica. La cele-
bración litúrgica, en virtud del Espíritu, es un aconteci-
miento siempre n~vo por su carácter epiclético, y es el
lugar por excelencia del Espíritu, fuente de vida y de san-
tificación.

3.2.1 La epíclesis

"Epíclesis" o "epiclesis" es la invocación que se eleva a


Dios para que envíe su Espíritu Santo y transforme las
cosas o las personas. Ella es junto con la anámnesis el
centro de toda celebración sacramental (CEC 1106). Re-
conocemos una epíclesis permanente, la del Hijo que
suplica continuamente al Padre para que envíe el Otro

176
¿Quiénes celebramos?

Defensor y la oración epiclética de la Iglesia que realiza


en cada celebración.

El Padre escucha siempre la oración de la Iglesia


de su Hijo que, en la epíclesis de cada sacramen-
to, expresa su fe en el poder del Espíritu. Como
el fuego transforma en sí todo lo que toca, así el
Espíritu Santo transforma en vida divina lo que se
somete a su poder (CEC 1127).

En la Plegaria Eucaristica de la misa hay dos epíclesis


(cf. IGMR 55c): la que el sacerdote pronuncia sobre los
dones del pan y el vino para que se transformen en el
Cuerpo y Sangre del Señor y, la que dice, pidiendo a
Dios que de nuevo envíe su Espíritu sobre la comuni-
dad que va a participar de la Eucaristía, para que tam-
bién ella se transforme, o vaya construyéndose en la
unidad.

La epíclesis no sólo forma parte de la Eucaristía. La ora-


ción consecratoria central de todos los sacramentos,
después de la uanámnesis" o memoria de alabanza a
Dios, siempre contiene la oración de epíclesis:

• se le pide que santifique el agua del Bautismo: uque


esta agua reciba, por el Espíritu Santo, la gracia
de tu Unigénito ... que el poder del Espíritu, por tu
Hijo, descienda sobre el agua de esta fl,.!ente ... " (MR
42);

• en la Misa Crismal se invoca al Espíritu sobre los óleos


para los sacramentos (u ... derrama desde el cielo tu
Espíritu Santo sobre este óleo"; u... infundas en él la
fuerza del Espíritu Santo con la que ungiste ... "), y
luego en la Confirmación se pide a Dios que envíe su
Espíritu sobre los confirmandos para que les llene de

177
Manual de Liturgia

sus dones ("envía ahora sobre ellos el Espíritu Santo


paráclito") ;

• en el sacramento de la Reconciliación también se


nombra al Espíritu: "derramó el Espíritu Santo para
la remisión de los pecados";

• en la Unción de enfermos el sacerdote ora por el en-


fermo en la fe de la Iglesia: "es la epíclesis propia de
este sacramento" (CEC 1519);

• en el sacramento del Orden es donde tal vez con


mayor expresividad el obispo, imponiendo las manos
sobre la cabeza de los ordenandos y pronunciando
luego la invocación del Espíritu, pone de relieve la
fuerza de la epíclesis;

• y finalmente en el Matrimonio, "en la epíclesis de este


sacramento los esposos reciben el Espíritu Santo
como comunión de amor de Cristo y de la Iglesia"
(cec1624).

Invocando la fuerza del Espíritu en nuestros sacramen-


tos, estamos reconociendo que es Dios quien salva,
que el protagonismo lo tiene la acción de su Espíritu
santificador. Como decía san Cirilo de Jerusalén en el
siglo IV:

invocamos al Dios amador de los hombres para


que envíe a su santo Espíritu sobre la oblación,
para que haga al pan Cuerpo de Cristo y al vino
Sangre de Cristo: pues ciertamente cualquier cosa
que tocare el Espíritu Santo será santificada y
cambiada (Cat. Mistag. v, 7).

178
¿Quiénes celebramos?

3.2.2 Espíritu Santo y Palabra de Dios

La celebración litúrgica es una efusión del Espíritu San-


to sobre la Iglesia y sobre la asamblea de todos los cele-
brantes. El Espíritu trae a la memoria las palabras y los
acontecimientos de la vida, muerte y resurrección de Jesu-
cristo y es su intérprete auténtico. Es el Espíritu el que
da vida a la Palabra de Dios, la cual es anunciada para
ser recibida y vivida (cf. CEC 1100). Actualmente existe
una renovada conciencia del papel del Espíritu en la efi-
cacia de la Palabra de Dios. La Ordenación de las Lectu-
ras de la Misa (OLM) presenta la conexión entre la Pala-
bra de Dios proclamada y la acción del Espíritu Santo:
para que la Palabra de Dios realice efectivamente en los
corazones lo que suena en los oídos, se requiere la ac-
ción del Espíritu Santo (cf. OLM 9). El mismo que inspiró
los libros sagrados, es el que actúa ahora en cada cris-
tiano que escucha esa Palabra. Ésta por acción del Es-
píritu se convierte en viva y eficaz, dando eficacia a la
respuesta de los fieles (cf. OLM 2-6). La Palabra, en la cele-
bración, por obra del Espíritu Santo, se convierte en sacra-
mento (cf. OLM 41). Él es quien da a los lectores y a los
oyentes la inteligencia espiritual de la Palabra de Dios (CEC
1101). El Espíritu es el exegeta de la Palabra (cf. DV 12).

3.2.3 Espíritu Santo y oración

El Espíritu movió a Jesús en su oración. Él, lleno del Espíri-


tu Santo, exclamó: Yo te bendigo, Padre ... (Lc 10,21). El
mismo Espíritu ahora viene en ayuda de nuestra debili-
dad e intercede por nosotros con gemidos inefables (Rm
8,26) y grita dentro de nosotros Abbá, Padre (Rm 8,15; Ga
4,6). También el mismo Espíritu que inspiró a los salmistas,
inspira y da vida a la oración de los que oran con los
salmos (cf. IGLH 100; 102; 104). No puede darse, pues, ora-
ción cristiana sin la acción del Espíritu Santo (cf. IGLH 8).

179
Manual de Liturgia

3.3 La Iglesia

. Es toda la comunidad,
el Cuerpo de Cristo unido II su cabeza,
quien celebra.
(CEC 1140)

La liturgia, ejercicio del sacerdocio de Cristo, se hace


visible en la Iglesia y por medio de la Iglesia, cuerpo,
esposa, y sacramento del Verbo encarnado (cf. LG 7-8).
"Lo que era visible en nuestro Salvador ha pasado a sus
misterios" (S.León Magno serm. 74,2). Esa comunidad,
que es sacramento de unidad (se 16) porque ha nacido
del costado de Cristo muerto en la cruz (se 5), ha sido
asociada en su mismo nacimiento a la obra sacerdotal
de Cristo (cf. se 7; se 83). Con sus ritos y sus palabras,
con la unidad y multiplicidad de sus formas, la liturgia es
una especial epifanía de la Iglesia: expresión y realiza-
ción de su misterio de comunión y salvación. Es en las
celebraciones litúrgicas, que no son acciones privadas,
sino celebraciones de la Iglesia (se 26), donde con ma-
yor claridad y eficacia aparece la Iglesia como sacra-
mento -signo e instrumento- de la unión íntima con Dios
y de la unidad de todos los hombres (cf. LG 1). Por eso la
liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la
Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda
su fuerza (se 10). La Iglesia es el sacramento de la ac-
ción de Cristo que actúa en ella gracias a la misión del
Espíritu Santo (cf. eEe 1118). De este modo la liturgia
presenta a la Iglesia "como signo levantado en medio de
las naciones (cf. Is 11,12) para que debajo de él se con-
greguen en la unidad los hijos de Dios que están disper-
sos (cf. Jn 11,52) hasta que haya un solo rebaño y un
solo Pastor" (cf. Jn 10,16) (se 2).

180
¿Quiénes celebramos?

3.3.1 La liturgia de la Iglesia

Afirmar que la liturgia es la celebración de la Iglesia, es


referirse tanto a la Iglesia universal como a la Iglesia
particular, en sus diversas manifestaciones. En el len-
guaje cristiano, la palabra "Iglesia" designa no sólo la
asamblea litúrgica (cf. 1 Co 11,18; 14,19.28.34,35), sino
también la comunidad local (cf. 1 Co 1,2; 16,1) o toda la
comunidad universal de los creyentes (cf. 1 Co 15, 9; Ga
1,13; Flp 3, 6). Estas tres significaciones son insepara-
bles de hecho. La "Iglesia" es el Pueblo que Dios reúne
en el mundo entero. La Iglesia de Dios existe en las co-
munidades locales y se realiza como asamblea litúrgica
sobre todo eucarística. La Iglesia vive de la Palabra y del
Cuerpo de Cristo y de esta manera viene a ser ella mis-
ma Cuerpo de Cristo (CEC 752).

La Iglesia es una realidad cultual, a nivel sacramental.


La ekklesía, el qahal Yahvé veterotestamentario, desig-
naba la asamblea litúrgica del pueblo israelita, que al-
canzaba su momento privilegiado durante el culto. Tam-
bién, en el nuevo testamento, la Iglesia aparece como
una comunidad cultual. "Ustedes son templo del Dios
vivo, según dijo Dios: Yo habitaré y andaré en medio de
ellos, y seré su Dios y ellos serán mi pueblo" (2 Co 6,16).
"Ustedes, como piedras vivas, son edificados en casa
espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrifi-
cios espirituales, aceptos a Dios por Jesucristo" (1 P 2,
4-5). La Iglesia da culto a Dios y celebra la liturgia en
cuanto que es el cuerpo de Cristo. Es toda la comuni-
dad, el Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza, quien cele-
bra (CEC 1140). Y el Cuerpo de Cristo lo formamos todos
los bautizados ya que "hemos sido bautizados en un solo
Espíritu para no formar más que un cuerpo" (1 Co 12,
13) Y"porque si nos hemos hecho una misma cosa con
Él por una muerte semejante a la suya, también lo sere-

181
Manual de Liturgia

mos por una resurrección semejante" (Rm 6, 5). De allí


que, el pueblo cristiano, linaje escogido, sacerdocio real;
nación santa, pueblo adquirido, tiene el derecho y la obli-
gación de participar en las celebraciones litúrgicas (cf.
se 14). Por tanto, toda la Iglesia es sujeto de la acción
litúrgica y todos en la Iglesia somos sujetos. De modo
eminente, esto se expresa en la celebración de la euca-
ristía: "Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo
cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan" .
(1 Co 10,17).

Las acciones litúrgicas son obra de toda la Iglesia (cf. se


26) en la que se prolonga la función sacerdotal de Cris-
to (cf. se 83). En efecto, la Iglesia es una comunidad con
carácter sacerdotal en virtud de su naturaleza de es-
posa del Verbo y cuerpo de Cristo. En la sagrada Escri-
tura, tanto en el antiguo como en el nuevo testamento,
ya se habla del pueblo de Dios como una comunidad
sacerdotal.

Ahora, si oyen mi voz y guardan mi alianza, uste-


des serán mi propiedad entre todos los pueblos,
porque mía es toda la tierra; pero ustedes serán
para mí un reino de sacerdotes y una nación san-
ta. Tales son las palabras que has de decir a los
hijos de Israel (Ex 19, 5-6). Pero ustedes son "li-
naje escogido, sacerdocio regio, gente santa, pue-
blo adquirido para pregonar las excelencias del
que los llamó de las tinieblas a su luz admirable"
(1 P 2, 5.9).

En la liturgia, obra por la que Dios es perfectamente


glorifícado y los hombres santificados, Cristo asocia siem-
pre consigo a su amadísima esposa la Iglesia, que invo-
ca a su Señor y por Él tributa culto al Padre eterno (se
7). El Sumo Sacerdote de la nueva y eterna Alianza, Cristo

182
¿Quiénes celebramos?

Jesús, une a sí y prolonga a través de su Iglesia la fun-


ción sacerdotal de alabanza e intercesión por la salva-
ción de todo el mundo (cf. sc 83;. sc 84).

Los fieles, incorporados a la Iglesia por el bautis-


mo, quedan destinados por el carácter al culto de
la religión cristiana, JI, como hijos de Dios, están
obligados a confesar delante de los hombres la fe
que recibieron de Dios mediante la Iglesia (LG 11;
cf. CEC 1268).

La participación de los fieles brota entonces como un


derecho y un deber en virtud de la pertenencia a la Igle-
sia por el bautismo (cf. sc 14). No es una concesión ni
una medida pastoral para alimentar la piedad cristiana,
sino algo que pertenece a la naturaleza mismade la Igle-
sia Esposa de Cristo que habla al Esposo, más aún, a la
naturaleza misma de la liturgia que es oración de Cristo,
con su Cuerpo, al Padre (SC 84).

Con todo, la Iglesia institucionalmente sacerdotal, no es


una comunidad indiferenciada, sino que existe un
sacerdocio común, de todos los fieles bautizados, y un
sacerdocio ministerial y jerárquico, propio de quienes han
recibido el carácter del sacramento del orden, en alguno
de sus tres grados, el episcopal, el presbiteral o el
diaconal. La Iglesia alcanza su máxima plenitud sacer-
dotal a través de los ministros ordenados, los cuales, en
su interior y no fuera o sobre ella celebran los sacramen-
tos y ofrecen el sacrificio eucarístico como continuado-
res del ministerio apostólico gracias al sacramento del
orden (cf. CEC 1120). Como no hay Iglesia sin eucaristía,
tampoco puede existir sin el ministerio ordenado al cual
Cristo ha confiado la realización del memorial de su muer-
te-resurrección (cf. LG 28).

183
Manual de Liturgia

Este mismo hecho pone el sacerdocio jerárquico al ser-


vicio de la Iglesia, es decir, de la totalidad del Pueblo de
Dios ordenado y organizado. El ministro es inconcebi-
ble fuera de la referencia a la Iglesia creyente, a la fe
de Iglesia, a la solidaridad con la comunidad que está
"bajo Cristo"; también se convierte en icono de Cristo,
en su ponerse ante la comunidad, en la medida en
que, con la comunidad y en ella, expresa el hecho de
estar "bajo Cristo". El sacerdocio jerárquico atestigua que
es Cristo quien: nos llama a ser sus colaboradores para
que la buena nueva sea anunciada; se hace garante
de que esta Iglesia situada en un determinado lugar
es precisamente la de los apóstoles; vigila para que
permanezca en comunión con las otras Iglesias. El sa-
cerdocio ministerial y el sacerdocio común de los fie-
les, expresión ambos de una Iglesia pueblo sacerdotal
(d. 1 P 2,9), se exigen y se completan mutuamente para
realizar el culto verdadero (cf. LG 10; PO 5). Por esto ha
de preferirse en cuanto sea posible su celebración co-
munitaria (d. se 27), y cada cual ha de desempeñar todo
y sólo aquello que le corresponde por su orden (d. se
28).

En síntesis, el sujeto integral de la acción litúrgica es


siempre toda la Iglesia sin distinción, es decir, en cuanto
compuesta de cabeza y de miembros. Por otra parte, si
hay diferencia de relaciones entre cada miembro y la
liturgia, tal diferencia no viene dada por el "sacerdocio"
de unos y el "no sacerdocio" de otros, sino por la diversa
posición ("estado") que pueden tener dentro del mismo
sacerdocio. Incluso, en el caso límite, cuando celebra
solamente el ministro ordenado, es la Iglesia la que ce-
lebra, puesto que también en aquel caso es ministro de
la Iglesia en virtud de la institución del Señor y no por
delegación de la comunidad. Pero el sujeto último y tras-
cendente es Cristo, que hizo de la Iglesia su cuerpo sa-

184
¿Quiénes celebramos?

cerdotal estructurándola como organismo compuesto de


pueblo y de pastores, de comunidad y de jerarquía, de
asamblea y de presidencia.

3.4 La asamblea

Desde entonces,
la 19le.\'ia nunca ha dejado de reunirse
para celebrar el misterio pascual (se 6).

La asamblea, la comunidad reunida para celebrar, es la


primera realidad visible de la liturgia cristiana. Ella es un
signo sagrado, una verdadera epifanía de la Iglesia sa-
cramento de salvación que ejerce así una función sacer-
dotal en medio del mundo y en favor de todos los hom-
bres (cf. LG 1.8; SC 2.5.26; GS 40). -La asamblea es
necesaria a la Iglesia como momento de reconocimiento
y edificación, porque en ella responde a la llamada del
Señor, escucha su palabra y participa en actividades sim-
bólicas que manifiestan su presencia y su acción. El "su-
jeto" propio de la oración litúrgica no es el "yo" sino el
"nosotros" de la Iglesia entera que se hace presente en
la asamblea litúrgica y que reúne a muchos sujetos en
una oración común. De ahí que las oraciones litúrgicas
usan ordinariamente el plural: "bendecimos", "rogamos",
"damos gracias". El sujeto orante es siempre el "noso-
tros" eclesial, es decir, la Iglesia, que dialoga con su Señor
e invoca al Padre. Por eso "las acciones litúrgicas no
son acciones privadas sino celebraciones de la Iglesia"
(cf. SC 26; CEC 1140).

En particular, en la asamblea litúrgica la Iglesia halla su


forma concreta de localización, por la que se reconoce
como Iglesia que existe en un lugar determinado con un
rostro cercano y familiar (cf. LG 26). Sin embargo, hoy, la

185
Manual de Liturgia

movilidad del pueblo cristiano y la existencia de aulas


litúrgicas no vinculadas a comunidades particulares ha-
cen posible la reunión de asambleas litúrgicas que no
tienen relación con una comunidad estable. De todas
maneras, es siempre a través de una asamblea como se
está en contacto y comunión con la Iglesia y se consoli-
da la pertenencia a la misma.

La asamblea cristiana fue prefigurada en la asamblea


cultual de Israel (en el desierto: Ex 19-24; en la tierra
prometida: Jos 24; después del exilio: Ne 8-9). Ya en el
Antiguo Testamento se dieron de modo muy significativo
las grandes asambleas del pueblo de la antigua alianza
escuchando la Palabra de Dios, dirigiéndole su oración y
celebrando los gestos simbólicos de la alianza. Se sen-
tían el pueblo convocado por Yahvé, el qahal Yahvé. En
el Nuevo Testamento, inmediatamente después de la
glorificación de Jesús y la efusión del Espíritu Santo en
Pentecostés (cf. Hch 2,42-47; 4,32-35; 5,12-16), la con-
vocatoria se produce en torno a Cristo Jesús y se llama
sobre todo Iglesia, ekklesía, pueblo convocado y con-
gregado. Desde la primera generación la asamblea
litúrgica es una realidad importante en el conjunto de la
vida cristiana, aunque ya desde muy pronto hubo que
recordar y animar a los más perezosos (cf. Hb 10,25;
Didascalia de los Apóstoles). En su configuración inicial
desempeña un papel decisivo la experiencia pascual y
eucarística reflejada en los relatos de las apariciones de
Cristo resucitado (cf. Lc 24; Jn 20), pero con el tiempo
asume el rostro propio de cada lugar: Jerusalén (cf. Hch
1-6), Antioquía (cf. Hch 13,1-3), Tróade (cf. Hch 20,7-
11), Corinto (cf. 1 Co 11 ;14).

A lo largo de los siglos, la Iglesia nunca ha dejado de


reunirse para celebrar el misterio pascual (cf. se 6). En
este sentido la tradición de la Iglesia nos ofrece testimo-

186
¿Quiénes celebramos?

nios de las asambleas litúrgicas, sobre todo de las domi-


nicales (cf. Justino, Apol. 1, 67,3; Mártires de Abitene,
Africa del norte, Cartago, Interrogatorio). El pueblo sa-
cerdotal, comunidad de bautizados, se reúne, convoca-
da por Dios (cf. ADAP 12), para celebrar el misterio de la
nueva alianza, siempre con la convicción de la presen-
cia, invisible pero real, de su Señor, Cristo Jesús, que
prometió: "donde dos o tres están reunidos en mi nom-
bre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18,20)". La asam-
blea es el lugar preferente de la presencia del Señor.

3.4.1 Dimensiones y características

En primer lugar hay que destacar que la asamblea


litúrgica no es intercambiable con Iglesia ni siquiera con
comunidad, porque la asamblea existe en el momento
de la celebración y se disuelve cuando termina, mien-
tras que la Iglesia permanece también fuera de la cele-
bración y la comunidad tiene otros· modos diversos de
realización y expresión.

En segundo lugar, en la asamblea, como signo litúrgico


distinguimos tres dimensiones:

a) La dimensión conmemorativa: la asamblea litúrgica


evoca y hace recordar la convocatoria del pueblo de
Dios en la Antigua Alianza en la presencia del Señor;

b) La dimensión manifestativa: la asamblea litúrgica


hace presente y revela el misterio de la comunión de
la Iglesia y su condición de Cuerpo y Esposa de Cris-
to para la salvación de los hombres y

c) La dimensión profética: la asamblea litúrgica es anun-


cio y anticipo de la reunión en la Jerusalén celeste
(cf. se 8; LG 50).

187
Manual de Liturgia

La asamblea litúrgica está compuesta de personas, nu-


merosas y diversas, que se reúnen en tiempos y lugares
establecidos para celebrar el acontecimiento de salva-
ción realizado en Cristo -es decir, la liturgia-. Cuando
este grupo de cristianos se reúne para la oración, el
movimiento mismo de su fe le lleva a reconocer que su
decisión es consecuencia de una invitación hecha por el
Señor, y que ella es ya una respuesta, una aceptación
(Jn 15,16; 1 Jn 4,10).

En la asamblea litúrgica se manifiestan una serie de ten-


siones que, lejos de obstaculizar su papel lo hacen más
eficaz y creativo.

La asamblea litúrgica es una reunión de un pueblo hete-


rogéneo, de todas las edades y de todos los orígenes.
Personas diversas por las mentalidades, las opciones,
las vocaciones y hasta la vitalidad humana y espiritual:
no se trata de una élite de puros o de intelectuales, sino
de hombres como los demás, con sus limitaciones y sus
pecados y por tanto necesitados de conversión. Lo que
constituye su unidad, es la conciencia de una llamada
común, la marcha de fe hacia Cristo Señor, el bautismo
que ha sellado la entrada al mundo de la salvación. En
síntesis la asamblea litúrgica se reúne en virtud de la fe,
pero también en orden a la fe (cf. se 59).

En la asamblea, cada uno es situado, cada uno es aco-


gido con lo que es, con todo lo que le atañe; tndos,
incluso el que está de paso, lo cual atestigua la univer-
salidad de la Iglesia. No hay distinción de sexo, origen,
cultura, etc (cf. Ga 3,28; Rm 10,12-14). Ni se hacen pre-
ferencias entre las personas (cf. St 2,1-4).Allí los más
pobres tienen un lugar privilegiado. Cada uno se siente
responsable, invitado a compartir fraternalmente con los
demás.

188
¿Quiénes celebramos?

La asamblea es al mismo tiempo carismática y jerárqui-


ca, es una comunidad dotada de carismas y de dones y
estructurada con una jerarquía de servicio y de caridad
(cf. 1 Co 12,4-11; Ef 4,11-16). En ella se conjugan diver-
sos ministerios y funciones dentro de la celebración (cf.
se 28) cuya misión es animarla, vivificarla. Por ello la
celebración litúrgica es esencialmente dialógica, y cuan-
do uno actúa para todos los demás, siempre se da una
respuesta coral por parte de la asamblea.

La asamblea es una comunidad que supera las tensio-


nes entre el individuo y el grupo, entre lo subjetivo y lo
objetivo, entre lo particular y lo que es patrimonio co-
mún, entre lo que es sólo local y lo que es universal, etc.
La asamblea no anula, sino que integra y no sólo a nivel
de yo y de tú en el nosotros (apertura y encuentro
interpersonal), sino también a nivel de lo histórico y
contingente con lo trascendente y eterno, es decir, con
el misterio de salvación y la gracia de Cristo que sella
el encuentro de las personas en este horizonte comu-
nitario.

La asamblea aúna y proporciona medios de expresión y


de comunicación a los sentimientos de los presentes. La
asamblea no sólo es capaz de centrar todos los senti-
mientos de una persona en torno a un determinado valor
religioso o evangélico, sino también de concentrar sobre
el mismo a todo el grupo humano que está compartien-
do la misma experiencia de fe y de oración.

La asamblea es siempre una realidad local, circunscrita,


particular. Tiene límites geográficos y temporales y está
compuesta de un número limitado de personas. Por este
motivo muestra todas las parcialidades inherentes a su
condición humana.

189
Manual de Liturgia

Reunión y dispersión se llaman y se valorizan mutua-


mente. No se puede venir a la asamblea en busca de
refugio: cada uno es enviado a su propio compromiso en
el mundo, donde toma parte en los esfuerzos de todos
los hombres para hacer progresar la paz, la justicia, el
respeto a cada persona, y todo esto dando testimonio,
en comunión con sus hermanos creyentes, del sentido
nuevo que da Jesucristo a esta construcción de la ciu-
dad terrestre.

3.4.2 Participación litúrgica

"En la celebración litúrgica, toda la asamblea es 'Iiturgo',


cada cual según su función" (CEC 1188). Es la asamblea
la que concelebra con Cristo, el celebrante principal, el
único pontífice máximo y el único mediador en cuya per-
sona actúan los ministros ordenados. Por eso nadie pue-
de asistir a la liturgia como extraños y mudos especta-
dores (cf. SC 48). En la asamblea litúrgica todos son
actores, protagonistas: oran, cantan, escuchan, interce-
den, dan gracias, presentan los dones, etc. Todos están
invitados a la participación plena, consciente y activa en
las celebraciones litúrgicas. Esta participación es una
exigencia que tiene una doble proveniencia: a) de la na-
turaleza misma de la liturgia, que es participación eclesial
en el misterio salvador de Cristo, b) de la identidad del
pueblo cristiano, que por su sacerdocio común, recibido
en el Bautismo, se asocia al sacerdocio de Cristo y debe
por tanto tomar parte en la celebración de los misterios
(cf. SC 14).

Esta participación, señala Sacrosanctum Concilium 14,


debe ser:

a) Plena: es decir, no sólo exterior sino también interior


(cf. SC 19; EM 12). No se trata sólo de establecer una

190
¿Quiénes celebramos?

comunicación con el presidente o de promover una


respuesta al lector, sino, sobre todo, de suscitar
una comunicación con Dios. Acoger en nosotros el
misterio de salvación, dejarnos penetrar por la ac-
ción del Espíritu, actuar como miembros vivos de la
Iglesia.

b) Consciente: una participación plena exige una edu-


cación litúrgica, un conocimiento suficiente de cada
celebración concreta y de su estructura, una com-
prensión del significado que encierran los gestos y
los símbolos, un saber impregnarse del espíritu de
aquella celebración (cf. se 19; 48; 50). Pastoralmente
supone una catequesis litúrgica adecuada.

c) Activa: es decir, el pueblo no ha de asistir pasiva-


mente a una ceremonia religiosa protagonizada por
otros, sino que ha de tomar parte activamente con
sus actitudes, gestos, respuestas, oraciones, silen-
cio, cantos, etc (cf. se 28; 30). Todo esto requiere,
naturalmente, una preparación adecuada de cada
celebración, una distribución de servicios y tareas
(cf. se 29) y una conciencia de pertenencia a la
comunidad.

Pedagógicamente, la liturgia guía a los participantes a


entrar dentro del misterio celebrado a través de los ritos
y las oraciones. Esta pedagogía, sin embargo, es inefi-
caz si no se está preparado para captarla y correspon-
der a la misma dejándose involucrar por la celebración y
convirtiéndose en protagonistas. Es necesario, pues,
alcanzar la inteligencia de los ritos y de los textos me-
diante una formación y catequesis litúrgica adecuada.
En esta formación tiene un valor importante la iniciación
al silencio sagrado como elemento de escucha e
interiorización.

191
Manual de Liturgia

Esta participación litúrgica tiene como fin el que los fie-


les saciados con los sacramentos pascuales, sean
concordes en la piedad, conserven en su vida lo que reci-
bieron en la fe, y, renovados por alianza del Señor con
los hombres en la Eucaristía, se sientan encendidos y
arrastrados a la apremiante caridad de Cristo (cf. se 10).

3.5 Los ministerios litúrgicos

En una celebración litúrgica


toda lallsamblea es "liturgo ",
cada cual según sufunción (CEC 1188).

La liturgia está estructurada para que la realice el pueblo


sacerdotal como asamblea y, dentro de distintos minis-
terios o servicios requeridos por la misma comunidad. El
ejercicio de los diferentes ministerios y funciones que
enriquecen a la asamblea, es necesario para que exista
una participación activa y plena. La liturgia manifiesta la
naturaleza de la Iglesia, y ésta es, toda ella ministerial,
es decir, diferenciada y orgánica, en la que no todos tie-
nen el mismo grado de responsabailidad y de ejercicio
de la misión eclesial.

Dentro de la asamblea litúrgica, verdadero sujeto de la


celebración litúrgica, existen diversidad de ministerios y
servicios. El ministerio es de por sí toda función realiza-
da por uno o más miembros de la Iglesia como'servicio a
la comunidad. El servicio es expresión de caridad; en su
naturaleza queda, por tanto, señalado el espíritu con que
ha de realizarse: no como distinción o preeminencia, sino
como ayuda9 •

9 Conferencia Episcopal de Chile, Los Servicios Litúrgicos encomenda-


dos a laicos, 1995. 10-11.

192
¿Quiénes celebramos?

Podemos distinguir los ministerios ordenados recibidos


a través del sacramento del Orden; los instituidos, que
se confieren a través de un ritual propio que no implica
imposición de manos y los recibidos a través de un man-
dato simple.

Los ministerios son un factor esencial de una eclesiología


de comunión y de participación en la que todos los miem-
bros contribuyen, cada uno a su modo, a la edificación
del cuerpo (cf. 1 Co 14,5; Ef 4,12). El ministerio ordena-
do preside la comunidad in nomine ,etin persona Christi,
pero el sujeto de la celebración es toda la asamblea:

Las acciones litúrgicas no son acciones privadas,


sino celebraciones de la Iglesia ... , pueblo santo
congregado y ordenado bajo la dirección de los
obispos10.

En esta acción sagrada:

toda la asamblea es "líturgo", cada cual según su


función, pero en "la unidad del Espíritu" que ac-
túa en todos. "En las celebraciones litúrgicas, cada
cual, ministro o simple fiel, al desempeñar su oficio
hará todo y sólo lo que corresponde por la naturale-
za de la acción y las normas lítúrgicas"ll (se 28).

3.5.1 Ministerios ordenados

Los ejercen el obispo, el presbítero y el diácono, se reci-


ben por el sacramento del Orden. A este respecto, afir-
ma el Catecismo de la Iglesia Católica:

10 sc26.
11 CEC 1144.

193
Manual de Liturgia

Pero todos los miembros (de la asamblea litúrgica)


no tienen la misma función (Rm 12, 4). Algunos
son llamados por Dios en y por la Iglesia a un
servicio especial de la comunidad. Estos servido-
res son escogidos y consagrados por el sacra-
mento del Orden, por el cual el Espíritu Santo los
hace aptos para actuar en representación de Cris-
to-Cabeza para el servicio de todos los miembros
de la Iglesia (cf. PO 2 Y 15). El ministro ordenado
es como el "icono" de Cristo Sacerdote. Por ser
en la Eucaristía donde se manifiesta plenamente
el sacramento de la Iglesia, es también en la pre-
sidencia de la Eucaristía donde el ministerio del
obispo aparece en primer lugar, y en comunión
con él, el de los presbíterosy los diáconos12 •

El obispo preside la liturgia como sumo sacerdote (cf.


LG 20) Y principal dispensador de los misterios de Dios
(cf. CD 15), sobre todo en la eucaristía (cf. SC 41, LG 26).
A él corresponde modelar toda la liturgia (cf. LG 26; OGMR
59).

El presbítero, colaborador del obispo (cf. LG 20), actúa


en las celebraciones litúrgicas como ministro de Cristo
(po 5) yen su persona (cf. LG 28). Ejerce su ministerio
sobre todo en la eucaristía, como ministro de la Palabra
y del sacrificio (cf. LG 28; PO 4-5; OGMR 59).

El diácono, colaborador también del obispo (cf. LG 20) Y


en dependencia de él y del presbítero (cf. LG 29; CD 15),
realiza diversas funciones y, en algunos casos, preside
la asamblea (cf: LG 29; CD 15; OGMR 61; 127; 141).

12 CEC 1142.

194
¿Quiénes celebramos?

Entre las funciones peculiares del ministerio ordenado


está la presidencia litúrgica. El presidente es servidor de
la comunidad: no está "sobre" ella ni "fuera" de ella, sino
"dentro", como representante de Cristo.

El presidente presta un doble servicio: a Cristo y a la


asamblea. El sacerdote es miembro y representante del
cuerpo de la asamblea a la vez que signo de su Cabeza:
Cristo. Una doble relación, pues, da sentido al ministerio
de la presidencia de un modo complementario e insepa-
rable: el que preside está estrechamente unido a Cristo
ya la vez, íntimamente unido a /a asamblea. Así la asam-
blea y el ministro presidente se completan mutuamente:
el ministro que preside en nombre de Cristo completa a
la comunidad, haciéndola realización sacramental de la
Iglesia entera, y a la vez es completado por ella, porque
no actúa solo, sino con ella y para ella.

Una celebración litúrgica no será pastoralmente eficaz si


el presidente no ha adquirido el "arte de presidir", es decir,
de guiar y animar a la asamblea del Pueblo de Dios.

Las principales actividades implicadas en el ejercicio de


la presidencia son:

a) acoger a la asamblea. El presidente acogerá a


los fieles, los saludará, les confirmará en el senti-
miento de que son bienvenidos y reconocidos den-
tro de la casa de la comunidad, es decir, se trata de
transformar un grupo disperso y separado en una
asamblea;

b) coordinar a la asamblea. El presidente acogerá a la


asamblea armónicamente con todos aquellos que van
a ejercer un ministerio durante la celebración. Cada
uno que realice un servicio dentro de la asamblea

195
Manual de Liturgia

litúrgica debe sentirse corresponsable de la celebra-


ción de todos.

Es importante precisar la situación del presidente


entre los otros ministerios de la celebración. Presidir
no implica hacerlo todo solo, en detrimento de la fun-
ción de los demás. Él debe coordinarlos servicios de
todos los restantes colaboradores en vistas al común
servicio de la asamblea. Esto implica que cada cele-
bración esté adecuadamente preparada;

e) abre y cierra la celebración. Corresponde al presi-


dente abrir y concluirlos ritos de la liturgia en su tota-
lidad;

d) da el ritmo de la celebración. Toda celebración tie-


ne una estructura y una dinámica interna expresa-
das por el ritmo de la acción litúrgica. Es el presiden-
te con su modo de hacer, decir y coordinar las diversas
. partes de la celebración el que da la unidad rítmica.
Él tiene que programar los acentos expresivos, los
puntos de énfasis y los más distensivos, los momen-
tos de silencio, la oportunidad de los cantos;

e) ora en nombre de la iglesia y de Cristo. Es funda-


mentalmente el presidente quien dice las plegarias
presidenciales de las celebraciones litúrgicas. Estas
oraciones suponen la implicación y la participación
de la asamblea, pero su carácter presidencial indica
que la oración de la Iglesia trasciende a los individuos
y que es con certeza la oración del Cuerpo de Cristo.
El presidente debe tener una actitud orante, yeso se
comunica y transmite a la asamblea, a la cual debe
también hacerla rezar, poniéndola también en acti-
tud orante, favoreciendo a cada fiel ya toda la asam-
blea a un encuentro con el Señor, con su Palabra;

196
¿Quiénes celebramos?

f) servidor de la Palabra y la homilía. La Iglesia cele-


bra la Palabra escuchándola, proclamándola,
explicándola, interpretándola y haciéndola actual y
viva en los signos sacramentales. La proclamación
litúrgica de la Palabra de Dios exige el ejercicio del
ministerio o servicio de la Pa:labra. Incumbe al que
preside, el ministerio de la Palabra, que prolonga en
la asamblea el ministerio de Cristo,·Palabra revelada
y hecha carne. Por esto, normalmente, la homilía le
corresponde a aquel que preside;

g) realiza los gestos sacramentales. En aquellas ce-


lebraciones litúrgicas que se realizan gestos
sacramentales, es el presidente quien realiza los ges-
tos sacramentales esenciales y constitutivos del sa-
cramento: Además·los debe realizar de una manera
clara, transparente, respetando la verdad de la ac-
ción simbólica: la fracción del pan y el comer del mis-
mo; la bendición del cáliz de vino y el beber del mis-
mo; el derramar el agua; la imposición de las manos;
el ungir con el aceite ...

3.5.2 Ministerios instituidos

Pablo VI, con el motuo proprio Ministeria quaedam 13 es-


tableció los ministerios instituidos conferidos a laicos sin
que éstos pierdan su condición laical. Se confieren sin la

13 Todo lo referente a los ministerios está regulado por: Pablo VI, Motu
proprio Ministeria quaedam, por la que se renueva la disciplina "con·
cerniente a ·Ia tonsura, las órdenes menores y el subdiaconado" en la
Iglesia latina (15 de agosto de 1972). Traducción castellana en: A. Par-
do (ed.), Documentación Litúrgica Posconciliar. Enchiridion (Barcelo-
na, Ed. Regina 2 , 1992, nn. 3572-3588. En este documento se supri-
men las "órdenes menores": ostiariado, lectorado, exorcistado y
acolitado. De aquí en adelante lo citaremos como Enchiridion.

197
Manual de Liturgia

imposición de manos, que es el gesto específico de la


ordenación.

El documento de Puebla, al final del capítulo sobre los


laicos, después de hablar de la misión del laicado en la
Iglesia y en el mundo dice:

Para el cumplimiento de su misión, la Iglesia cuen-


ta con diversidad de ministerios (cf. AA 21). AlIado
de los ministerios jerárquicos, la Iglesia reconoce
un puesto a ministerios sin orden sagrado. Por
tanto, también los laicos pueden sentirse llama-
dos o ser llamados a colaborar con sus pastores
en el servicio a la comunidad eclesial, para el cre-
cimiento y vida de ésta, ejerciendo ministerios di-
versos según la gracia y los carismas que el Se-
ñor quiere concederles (cf. EN 73).

Los ministerios que pueden conferirse a laicos son


aquellos servicios referentes a aspectos realmente
importantes de la vida eclesial (v. gr. en el plano
de la Palabra, de la Liturgia o de la conducción de
la comunidad), ejercidos por laicos con estabili-
dad y que han sido reconocidos públicamente y
confiados por quien tiene la responsabilidad en la
Iglesia 14 •

El fundamento de los ministerios no-ordenados reside


en el sacerdocio común de los fieles y en los carismas;
no son una participación en el sacerdocio ministerial del
ministerio jerárquico o una prolongación del mismo. Su
reconocimiento no tiene como finalidad remediar la es-
casez de sacaerdotes. Al ser reconocidos públicamente

14 DP 804, 805.

198
¿Quiénes celebramos?

y confiados por quienes tienen la autoridad en la Iglesia,


su ejercicio se realiza en dependencia del ministerio je-
rárquico y dentro de una pastoral orgánica. El Catecis-
mo de la Iglesia se refiere a estos ministerios en estos
términos.

En orden a ejercer las funciones del sacerdocio


común de los fieles existen también otros minis-
terios particulares, no consagrados por el sacra-
mento del Orden, y cuyas funciones son determi-
nadas por los obispos según las tradiciones
litúrgicas y las necesidades pastorales. Los acóli-
tos, lectores, comentadores y los que pertenecen
a la schola cantorum desempeñan un auténtico
ministerio litúrgic015 (se 29).

Actualmente los únicos ministerios instituidos son el


Lectorado y el Acolitado, ministerios relacionados con la
celebración litúrgica, y exclusivamente reservados a los
varones. Pero nada impide que las Conferencias
Episcopales pidan a la Santa Sede la creación de otros
ministerios laicales instituido~, los cuales podrán ser ejer-
cidos por mujeres 16 •

El lector proclama las lecturas bíblicas, a excepción


del evangelio, dice el salmo interleccional si falta el
salmista, propone las intenciones de la oración de los
fieles y dirige el canto y la participación de los fieles, en
ausencia del diácono o del cantor (cf. Pablo VI: Motu
proprio Ministeria quaedam V; OGMR 66; 150151; OGLH
259).

15 CEC 1143.
16 Cf. Ministeria quaedam VII (= Enchiridion n. 3582); introducción (=
Enchiridion 3574).

199
Manual de Liturgia

El acólito ayuda al sacerdote y al diácono en el altar y


distribuye la Eucaristía y la expone para la adoración
como ministro extraordinario (cf. Motu Proprio Ministeria
quaedam VI; OGMR 65; 143-147).

3.5.3 Otros oficios litúrgicos

Los ejercen tanto varones como mujeres (cf. ele c. 230


& 1 Y 2) que no son instituidos. para determinados ofi-
cios 17, pero los desempeñan de manera estable o, sim-
plemente ocasional. Estos ministerios -que los podemos
denominar funciones u oficios- son los siguientes 18 :

3.5.3.1 Al servicio de la asamblea (cf. se 29; OGMR 68).

Las personas encargadas de la limpieza y ornamen-


tación, vestuario litúrgico y vasos sagrados, etc.
Los encargados de la acogida y del orden.
El guía de la asamblea.

3.5.3.2 Al servicio de la Palabra de Dios.

El lector no instituido (cf. se 29; OGMR 66).


El salmista (cf. OGMR 36; 67; 90; 313).
El moderador de la Palabra.

17 Se debe tener en cuenta la Instrucción sobre algunas cuestiones rela-


tivas a la colaboración de los fieles laicos en el sagrado ministerio de
los sacerdotes aprobada por el papa Juan Pablo 11 el 15 de agosto de
1997, eL Lósservatore romano 48 (28 de noviembre 1997) 7-12, edi-
ción lengua española. Esta Instrucción es fruto de un largo trabajo de
estudio y de una amplia consulta de todas las realidades eclesial es:
Episcopados, sacerdotes, religiosos y laicos comprometidos en el ser-
vicio de la pastoral y la evangelización.
18 Sigo la descripción de: J. López Martín, "En el Espíritu y la verdad".
Introducción a la Liturgia = Agape 5 (Ed. Secretariado Trinitario,
Salamanca, 1987, 248-249.

200
¿Quiénes celebramos?

3.5.3.3 Al servicio del altar y del ministro ordenado.

- El acólito no instituido (cf. se 29; OGMR 66).


- El ministro extraordinario de la comunión y de la ex-
posición del Santísimo (ct. OGMR 68; Instrucción
Inmensa e Caritatis; Ritual de la S. Comunión y del
culto a la Eucaristía fuera de la Misa).
- El maestro de ceremonias (ct. OGMR 69).

3.5.3.4 Al servicio del canto litúrgico y de la música (ct.


se 29; Instrucción Musicam Sacram 13-26; OGMR 63; 64;
78; 90; 274; 313).

- Los cantores y el coro.


- El director del canto de la asamblea.
- El organista y los restantes músIcos.

3.5.3.5 Otros ministerios.

- "Ministros" extraordinários del bautismo.


- Asistentes laicos del matrimonio.
"Ministros" de las exequias.
- Los padrinos del bautismo y de la confirmación.
- Los que dirigen la plegaria o la hacen en nombre de
todos.

3.6 Criterios pastorales para el ejercicio


de los ministerios

En el ejercicio de todos los ministerios encomendados a


laicos, es importante tener en cuenta los siguientes cri-
terios pastorales recomendados por el Documento de
Puebla:

201
Manual de Liturgia

No clericalizan; quienes los reciben siguen sien-


do laicos con su misión fundamental de presen-
cia en el mundo.

Se requiere una vocación o aptitud ratificada por


los pastores.

Se orientan a la vida y al crecimiento de la comu-


nidad eclesial, sin perder de vista el servicio que
ésta debe prestar en el mundo.

Son variados y diversos de acuerdo con los


carismas de quienes son llamados y las necesi-
dades de la comunidad; pero esta diversidad debe
coordinar por su relación al ministerio jerárquic0 19 •

También, nos advierte Puebla, conviene evitar los siguien-


tes peligros en el ejercicio de los ministerios:

a) La tendencia a la clericalización de los laicos o la de


reducir el compromiso laical a aquellos qu~, reciben
ministerios, dejando de lado la misión fundamental
del laico, que es su inserción en las realidades tem-
porales y en sus responsabilidades familiares.

b) No deben promoverse tales ministerios como estí-


mulo puramente individual fuera de un contexto co-
munitario.

c) El ejercicio de ministerios por parte de unos laicos no


puede disminuir la participación activa de losdemás20 •

19 DP811-814.
20 DP815-817.

202
¿Quiénes celebramos?

RESUMEN

La liturgia es la obra del Cristo total, Cabeza y Cuer-


po. Cristo es el protagonista absoluto de la celebra-
ción y su presencia hace eficaz a la misma. Sin su
presencia no habría liturgia. En cada celebración
litúrgica el Misterio de salvación se hace presente
por el poder del Espíritu Santo. Es por esto que en
toda acción litúrgica se invoca al Espíritu Santo
-epíclesis-- para que haga presente a Cristo .

. La liturgia se hace visible en la Iglesia. Es toda la


comunidad, el Cuerpo de Cristo unido a su cabeza
quien celebra. Esta comunidad eclesial se concreta
en la asamblea convocada por la Palabra de Dios
para actualizar y renovar la alianza.

En la celebración litúrgica, toda la asamblea es


"Iiturgo", cada cual según su función. Todos partici-
pan, según su grado de responsabilidad y de ejerci-
cio de la misión eclesial, por el sacerdocio bautis-
mal. Pero algunos fieles son ordenados por el
sacramento del Orden sacerdotal para representar
a Cristo como Cabeza del Cuerpo.

La liturgia está estructurada para que la realice el


pueblo sacerdotal como asamblea y, dentro de dis-
tintos ministerios, servicios y oficios litúrgicos reque-
ridos por la mismas comunidad.

203
Manual de Liturgia

EJERCICIOS

A. Complete las siguientes frases:

1. Los grados y modalidades de la presencia del


Señor en la liturgia· se tratan en los siguientes
documentos: _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

2. La teología postridentina utiliza unos argumen-


tos; según los cuales la presencia real del Señor
en la Iglesia quedaba reducida a: _ _ _ __

3. El Concilio Vaticano" afirma la presencia de Cris-


to en cuatro grandes momentos litúrgicos, que
son: __________________

4. Cristo está presente en la asamblea litúrgica


porque: _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ ___

5. El ámbito interno de la presencia de Cristo en la


Iglesia es: ______________

6. La liturgia es el ejercicio del: _ _ _ _ _ __

204
¿Quiénes celebramos?

7. La participación de los fieles como derecho y


como deber se basa en: _________

8. La más completa manifestación de la Iglesia de


Cristo es: _ - - - - - - - - - - - - -

9. La asamblea celebrante es signo de: _ _ __

B. Enumere los ministerios y servicios en una eu-


caristía dominical yen una celebración de laudes
y vísperas.

205
Manual de Liturgia

BIBLIOGRAFíA

AA.VV., Celebrar, presidir, animar, Santiago de Chile, Ed.


Paulinas, 1991.

- El arte de bien celebrar = Cuadernos Phase 49, Bar-


celona, Centre de Pastoral Litúrgica, 1994.

- El lector = Cuadernos Phase 81, Barcelona, Centre


de Pastoral Litúrgica, 1997.

Aldazábal J., Ministerios de laicos = Dossiers CPL 35,


Barcelona, 1987.

Conferencia Episcopal de Chile, Los Servicios Litúrgicos


encomendados a laicos, 1995.

Goedert V.M., Diaconías litúrgicas de la vivencia cristia-


na. Orientaciones, oraciones y rúbricas para las
celebraciones = DEVYM 26 (CELÁM, 1993).

Russo R., El ministerio de la presidencia, en: AA.VV., El


=
carácter sinfónico de la celebración litúrgica Ac-
tas del IX Encuentro de Estudios de la Sociedad
Argentina de Liturgia (23-26 de mayo de 1994)
(Comisión Episcopal de Liturgia-Oficina del Libro,
Buenos Aires, 1995) 55-99.

Urdeix J., "Presente y futuro del lector y del acólito", en


Phase 90, 1975, 435-451.

206
4
¿CÓMO CELEBRAMOS?

Alberto Aranda

La celebración litúrgica comprende signos y símbolos ...


que son portadores de la acción salvífica
y santificadora de Cristo.
CEC 1189

4.1 Signos y símbolos

REALIDADES tan constitutivas


e integrantes de la Liturgia como el memorial, el mis-
terio-sacramento, la celebración, el rito, suponen el
concepto de signo. La definición misma de Liturgia lo
incluye:

Con razón, entonces, se considera la Liturgia


como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo.

En ella los signos sensibles significan, y cada


uno a su manera, realizan la santificación del
hombre,
Manual de Liturgia

- y así, el cuerpo místico de Jesucristo, es de-


cir, la cabeza y sus miembros, ejerce el culto
público íntegro (se 10).

Los mismos signos visibles que usa la sagrada


Liturgia han sido escogidos por Cristo o por la Igle-
sia para significar las realidades divinas invisibles
(se 33).

Por esto, es muy importante profundizar en el concepto


del signo litúrgico, en las leyes que lo rigen, en sus
implicaciones y en sus diversas clases.

4.1.1 El modo de ser del hombre

Por una parte está el modo de ser del hombre. El hom-


bre es un ser fundamentalmente dependiente de la co-
municación. Nuestra existencia concreta depende de la
comunicación. Sin comunicación genérica no podríamos
ser lo que somos. Sin nuestro sistema de comunicación
interna, no podríamos seguir viviendo y funcionando
como lo hacemos.

Sin embargo, cuando pensamos en comunicación, nor-


malmente pensamos de inmediato en la comunicación
externa, en los procesos por los que nos comunicamos
con otros. Sin comunicación externa podríamos vivir,
estrictamente hablando, pero seríamos unos individuos
ignorantes y aislados. No tendríamos ni la inspiración
que nos dan la habilidad y el conocimiento acumulados
ni el apoyo de la sociedad.

Esta comunicación externa está determinada por la mis-


ma estructurafundamental del hombre, hecho, a la vez,
de interioridad y exterioridad, de espíritu y materia (car-
ne y sangre, decían los antiguos semitas; cuerpo yalma,

208
¿Cómo celebramos?

los clásicos grecorromanos; rostro y corazón, los anti-


guos mexicanos).

"Nada hay en el entendimiento que primero no haya pa-


sado por los sentidos". "En mí la palabra precede al so-
nido, pero en ti, que quieres entenderme, primero está el
sonido que llega atu oído para insinuar luego la palabra
en tu mente". "Si el pensamiento no se encarna en una
acción corporal, pronto se hace extraño a la vida". Son
formas de expresar esta interdependencia de nuestro
interior y nuestro exterior. Aquí es donde entra la ne-
cesidad absoluta de los signos para la comunicación
humana.

4.1.2 El modo como Dios actúa

Por otra parte está el modo como Dios· actúa: Dios mis-
mo, conocedor perfecto de nuestro modo de ser, se nos
comunica por medio de signos. Dice Puebla:

El hombre es un ser sacramental; a nivel religio-


so expresa sus relaciones con Dios en un conjun-
to de signos y símbolos: Dios, igualmente, los utiliza
cuando se comunica con los hombres (DP 920).

La inmensidad de signos por medio de los cuales Dios


se nos ha comunicado está centrada y depende del sig-
no principal y definitivo de su comunicación: Cristo. Él es
el sacramento original y fontal; invisible y corporalmente
en su humanidad histórica, nos ha hecho presente a Dios.
"Cristo 'es imagen de Dios invisible' (Col 1, 15). Como tal,
es el sacramento primordial y radical del Padre: 'El que
me ha visto a mí, ha visto al Padre" (Jn 14, 9) (DP 921).

En esta línea de significación, que hace efectiva en no-


sotros la acción de Dios (misterio-sacramento), viene en

209
Manual de Liturgia

seguidaJa Iglesia, "sacramento de Cristo" (oP 922), "rea-


lidad humana, formada con hombres limitados y pobres,
pero penetrada por la insondable presencia y fuerza de
Dios Trino, que en ella resplandece, convoca y salva"
(op 230). Pero la Iglesia se hace y se expresa a su vez,
por medio de signos sacramentales: fundamentalmente
en los siete sacramentos, que "concretan yactualizan ...
esta realidad sacramental" (op 922). La Eucaristía es el
centro de todo:

La celebración eucarística, centro de la sacra-


mentalidad de la Iglesia y la más plena presencia
de Cristo en la humanidad, es centro y culmen de
toda la vida sacramental (oP 923).

Esta sacramentalidad de la salvación ya había sido


expresada en Sacrosanctum Concilium en la misma
definición de Liturgia del n. 7. Al recordar, traducida
por el abad Marsili con algo de interpretación de teó-
logo:

la Liturgia es el ejercicio actual del oficio


sacramental de Cristo. Ejercicio en el que, por
medio de signos simbólicos, es significada en el
modo propio de cada uno de los signos, yes rea-
lizada la santificación del hombre.

En conclusión, Cristo, la Iglesia, la Liturgia y los Sacra-


mentos, son los eslabones de esa cadena por la que
Dios se comunica con nosotros y nosotros nos comuni-
camos con Dios. Son la via incarnata salutis (el camino
encarnado de la salvación), como decían los antiguos,
por el que Dios viene a nosotros y nosotros vamos a él.
De esto habla con claridad Sacrosanctum Concilium a
partir del n. 2.

210
¿Cómo celebramos?

Esto nos lleva a profundizar, aunque sea en una forma


muy rápida y simplificada, en la noción y en la función
del signo, tal como se va viendo cada vez más clara y
válidamente en las actuales ciencias del hombre.

4.1.3 El signo en la comunicación

La semiología o, como más frecuentemente se va di-


ciendo, la semiótica, es la ciencia de la comunicación.

Para mejor entender el "mecanismo" de la comunicación


hay· que mencionar sus elementos. Aunque se puede
decir que hay tantos esquemas como teóricos de la
comunicación existen, y que cada uno aporta elementos
distintos, sin embargo; la mayoría considera los si-
guientes:

MENSAJE .....
DECODIFICACIÓN

\.-

CODIFICACIÓN
MENSAJE .....
CONTEXTO

Fuente. Es el individuo que transmite el mensaje. Por


ejemplo, el que da el saludo de paz.

Destinatario. Es el que recibe el mensaje. Por ejemplo,


el que recibe el saludo de paz.

211
Manual de Liturgia

La idea o pensamiento hay que traducirlo codificando el


mensaje en representaciones susceptibles de: ser, reco-
nocidas por los sentidos de la persona destinataria o,
dicho de otro modo, traduciendo el mensaje en signos y
en símbolos que sean elementos de un lenguaje común
a la fuente y al destinatario (lenguaje articulado, gesto,
objetos-signo). Por ejemplo, el sentimiento interior de
amistad, de cariño, de fraternidad en la fe es codificado-
traducido a signos en un apretón de manos, en un abra-
zo. Estos signos son los que se transmiten.

El órgano sensorial del destinatario receptor recibe el men,..


saje codificado, que luego es decodificado, a fin de que se
haga significativo para el destinatario. Es necesario que el
destinatario reconstruya el mensaje partiendo del mismo
sistema de señales. Al recibir el apretón de manos, ,lo
decodifica, lo traduce, capta el mensaje de fraternidad que
le envía el transmisor. Si el receptor no conoce el código,
suponiendo que provenga de un país donde el apretón de
manos no es usado, como en Japón, el signo no le significa
lo que pretende, y no se establece la comunicación.

Muchas veces la transmisión a lo largo del canal entre el


transmisor y el receptor puede ser perturbada por facto-
res extraños. Se designa con el término general de ruido
a estos elementos perturbadores, independientes tanto
de la fuente como del destinatario, pero capaces de estor-
bar, deformar e incluso anular el mensaje. Siguiendo la lí-
nea de ejemplos que venimos dando, un ruido podría ser
un florero que se cae y distrae la atención, u otra persona
que interfiere, y por lo que la comunicación no se realiza.

Lo que hemos presentado en forma muy esquemática,


lo podemos aplicar a la Liturgia. Es necesario, ante todo,
el conocimiento del código más importante: el lenguaje
articulado. No puedo entender al que habla si no entien-

212
¿Cómo celebramos?

do su lenguaje si no me lo traducen. Y como en la Liturgia


la palabra es la que da sentido al rito, el conocimiento de
este código es indispensable. Hay que tener en cuenta que
los códigos verbales carecen de uniformidad. Una misma
palabra tiene distinto significado en distinto contexto cul-
tural. Por ejemplo, la palabra "cuadro" puede ser enten-
dida de distinto modo en un contexto de pintura, de car-
pintería, de medicina, de ciclismo, de geometría, etc.

Pero por lo que toca a los gestos y a los objetos-señal, la


función del código o sistema de señales es muy reduci-
da; el "contexto" es lo que ayuda a captar el significado
de los ritos.

Siempre el "contexto" es el elemento más importante en


la comunicación. Una palabra aislada, sin contexto, casi
no tiene significado. Por ejemplo la palabra "agua". Sólo
dentro de una frase como "beben agua" o "el agua des-
truyó el puente" aparece el agua como algo bueno o malo.

Los gestos son aún menos diferenciados que el lengua-


je hablado: un silbido puede tener, en un contexto dado,
el significado de aprobación o desaprobación. Un gesto
como el beso, aceptado en un contexto cultural, es re-
chazado en otro contexto. El color blanco, en una cultura
significa luto, en otra, alegría.

4.1.4 Doble contexto del signo en la Liturgia

En la Liturgia debemos de tener en cuenta un doble con-


texto:

a. El contexto de la cultura y del ambiente humano.

La Liturgia con todos sus elementos significativos, se


dirige a hombres concretos que forman asamblea. Estos

213
Manual de Liturgia

hombres tienen una cultura y una mentalidad propias;


tienen historia, costumbres, lengua y tradiciones propias.
A estos hombres concretos debe llegar el mensaje evan-
gélico.

Este mensaje quedaría limitado o aun anulado si no se


reviste de los signos que esos hombres pueden captar.
!
b. El contexto propio de la celebración cristiana.

Por su naturaleza, la asamblea litúrgica, aun dentro de


un ambiente cultural, se relaciona con otro contexto
sociocultural: el de la Iglesia, que, por tener su propia
historia, sobrepasa a las culturas particulares en el tiem-
po, y, por ser universal, las sobrepasa en el espacio.

Sólo Cristo, preparado por el Antiguo Testamento, reve-


lado en el Nuevo Testamento y continuado en la Iglesia,
da el sentido verdadero a todos los signos litúrgicos.

Cualquier signo, por el hecho de provenir del hombre y


no ser algo natural, necesita ser conocido como tal. Es
decir, es necesario aprender el signo y su uso, y experi-
mentarlo individual y comunitariamente.

El simple gesto de levantar las manos no dice nada al


que no está acostumbrado a asóciarlo con la oración a
Dios, hecha con corazón puro y actitud respetuosa.

Esto pide, además, un factorpsicológico muy importan-


te: la apertura al mundo de los símbolos; una disposición
de ánimo para captar el sentido de los signos, sobrepa-
sar el objeto y llegar hasta aquello a lo que nos lanza.

Todo lo anterior nos habla de la necesidad siempre ur-


gente y perenne de lo que ampliamente llamamos cate-

214
¿Cómo celebramos?

quesis: la captación y la experiencia del contexto de los


signos sagrados. El cristiano lo logra viviendo la vida
de la Iglesia, pasando a través de la evangelización, la
catequesis, la iniciación sacramental y la vida evan-
gélica.

4.1.5 ¿Qué es un símbolo?

A muchos cristianos actuales la palabra símbolo les ex-


presa algo, tal vez bello y necesario, pero sólo una figu-
ra, una imagen. Ya desde la época carolingia símbolo y
realidad son considerados como dos conceptos opues-
tos. El símbolo es sólo un indicador, algo que capta la
atención y la dirige a una realidad distinta.

¿Qué es un símbolo? Recordemos que es una palabra


griega, que viene de syn-ballo; literalmente sería "lanzar
con ... ", ysignifica asumir, acercar, juntar, comunicar, dar,
etc.

El símbolo era un signo de reconocimiento: cada una de


las partes de un bastoncito o rama que había sido parti-
do y servían luego para reconocer a los portadores y
para probar las relaciones comerciales o de hospitalidad
contraídas anteriormente; igualmente una ficha para re-
clamar un pago; posteriormente llegó a significar una
fórmula, un "santo y seña" de reconocimiento.

En los distintos textos de la ciencia de comunicación


especial, llamada semiótica,encontramos diversos con-
ceptos de símbolo. Frecuentemente hay confusión con
otros conceptos como señal, y más especialmente, por
ser más genérico, con signo.

Se va haciendo cada vez más consenso en torno a es-


tos conceptos: El mundo de los signos está constituido

215
Manual de Liturgia

por realidades sensibles, los significantes, que nos lIe~


van al conocimiento de realidades "invisibles", es decir
no inmediatas, los significados.

En un plano más utilitario y elemental está la señal. Por


simple acuerdo convencional, un significante material
nos remite a un significado práctico (un ejemplo po-
dría ser las señales de tráfico). Su plano es la adver-
tencia.

En un nivel superior está el signo, en el que la rela-


ción entre significante y significado está basada en
cierto lazo natural (por ejemplo la figura de un león yla
idea de fuerza). Su plano es la información. Pertenece al
ser.

Finalmente viene el símbolo, mucho más alto y más difí-


cil de expresar. Aquí, la relación entre el significante y el
significado es natural, no arbitraria. Es un revelador de
lo profundo que no está del todo presente, que se rela-
ciona con experiencias humanas básicas, poniendo en
relación dos realidades que, aunque separadas, están
llamadas a existir unidas.

El símboloimplíca la presencia de la realidad sim-


bolizada, de una manera figurada, pero real... El
símbolo se percibe por connaturalidad o experien-
cia, en la que toma parte y se compromete la per-
sona, influyendo sobre todo el peso de la fe y la
atracción del amor1 •

La celebración litúrgica: Fenomenología y teología de la celebración,


L. Maldonado y P. Fernández, en La Celebración en la Iglesia, vol. 1, p.
305, Salamanca, Ed. Sígueme, 1985.

216
¿Cómo celebramos?

El símbolo participa de la realidad de lo simboli-


zado, está enraizado en ella y de algún modo lo
hace presente. No sólo lo manifiesta sino que lo
presen cia liza , lo a cerca 2 •

A la experiencia simbólica sólo llegamos por el


conocimiento unitario, global, es decir sensible,
imaginativo, intuitivo, no irracional, pero sí supra-
racional.

Un ejemplo (todos los ejemplos cojean) nos podría acla-


rarlo anterior:

Suponiendo que en nuestra nación sucediera lo que en


otros países (v.g. Inglaterra e Italia), cuando la bandera
nacional está izada sobre el edificio principal de gobier-
no (Buckingham, el Quirinal) quiere decir que en ese mo-
mento ahí está el jefe de la nación. En ese supuesto, si
vemos nuestra bandera en el Palacio Nacional, eso sig-
nifica que el presidente está ahí. Aquí, la bandera está
en función de señal.

Una bandera presentada abstractamente, digamos en


un manual de historia o en un catálogo de banderas,
estaría en función de signo: una tela con tales colores y
tales emblemas significa el estado tal, en el caso a la
nación que simboliza.

La bandera izada en un lugar oficial (por ejemplo la pla-


za central) es un símbolo: hace presente, visibiliza, sin-
tetizándola, esa realidad amplia y profunda de la patria:
su territorio, su gente, su historia, su tradición, sus cos-
tumbres, etc.

2 O.c.296.

217
Manual de Liturgia

En la señal y en el signo, una vez conocida la relación


entre significante y significado, ésta se da automá-
ticamente y en el mismo grado siempre que el significante
se haga suficientemente presente; no hay en ellos un
más o un menos en la captación, y para hacer la capta-
ción basta una información intelectual.

En cambio, en el símbolo no basta la iluminación intelec-


tual; es indispensable además, la experiencia vital y
amorosa, y como ésta puede tener su más y su menos,
podemos decir que un símbolo puede simbolizar en di-
versos grados según la capacidad del sujeto. Además
va a depender de la forma como sea presentado o reali-
zado el símbolo para que su simbolización sea más o
menos eficaz, a diferencia de lo que sucede con la señal
y el signo, en los que basta que sea presentado suficien-
temente claro el significante para que lance al significa-
do; esto lo harán de manera igual, como ya se dijo. Por
ejemplo, nunca simboliza igual la bandera solemnemente
izada en el centro de la Plaza Central, que una banderita
entre otras 99, para su venta en vísperas de una fiesta
patria, o una bandera nacional que tú veas en el extran- I
jero: te conmueve especialmente, te llena de nostalgia.'

4.2 La Palabra

4.2.1 La Palabra en la liturgia

Entre todas las formas de comunicación, la palabra ocu-


pa un lugar privilegiado. Es la significación humana más
clarificadora, la que más profundiza, destaca y quita
ambigüedades.

Se habla, ante todo, para establecer un contacto, sin el


que no se da la comunicación. La palabra ejerce su po-

218
¿Cómo celebramos?

der comunicativo sobre todo en la información, es decir


en la transmisión de un contenido, en el decir algo a
alguien.

La comunicación oral es también la expresión de la pro-


pia subjetividad. Como toda comunicación ejerce un in-
flujo en el interlocutor, lo impresiona. Esta función
impresiva es la finalidad del discurso.

Aunque se ha dicho que estamos entrando en una épo-


ca en que la imagen (lo visual) tendrá preponderancia
sobre la palabra escrita, aunque el hombre moderno está
cansado de escuchar e inmunizado muchas veces
contra las palabras, no se puede disminuir su valor per-
manente.

La palabra tiene toda su fuerza cuando acompaña a otros


signos sensibles, sobre todo a los visuales, determinán-
dolos, clarificándolos, quitándoles ambigüedades. En
cambio, cuando las otras imágenes sensibles, sobre todo
las visuales, van en una dirección y las auditivas en otra,
es decir, cuando no coinciden en la significación, la pala-
bra pierde su fuerza. Ya lo decía Horacio: "Más débil-
mente impacta lo que llega por el oído que lo sometido a
los ojos" (Ad Pisones, v. 180).

En la historia de la salvación, que es la historia de las


comunicaciones salvíficas de Dios que nos quiere dar
su propia vida, y de las respuestas del hombre, la pala-
bra tiene un lugar prominente. En el centro de esta histo-
ria está el don de la Palabra personal del Padre que se
nos da traducida a nuestra carne y a nuestra sangre. La
Palabra se nos hace visible y palpable (d. 1 Jn 1 y 2).

Toda la revelación está en el libro que la Iglesia recono-


ce, conserva y enseña como Palabra de Dios: la Biblia.

219
Manual de Liturgia

Nada tiene de extraño que en la liturgia -"ejercicio del


sacerdocio de Cristo"- el signo palabra en general y sin-
gularmente la palabra de Dios en la Biblia, ocupen un
lugar importantísimo, "pues de ella se toman las lecturas
que luego se explican en la homilía, y los salmos que se
cantan; las preces, oraciones o himnos litúrgicos están
penetrados de su espíritu, y de ella reciben su significa-
do las acciones y los signos" (se 24).

Vemos que en todas las celebraciones de sacramentos


y sacramentales se sigue el mismo esquema. Entre dos
partes que sirven para relacionar la celebración con la
vida (introducción y conclusión) están otras dos partes
centrales: la liturgia de la Palabra y la liturgia del Sacra-
mento. Esto no es algo arbitrario o casual, sino que se
actualiza así, en su mismo esquema ritual, la historia de
la salvación en la que se inserta a la asamblea que cele-
bra su misterio.

Así vemos que en momentos decisivos de la historia de


Israel se sigue la misma secuencia:

- Dios convoca a la asamblea.

- Dios dirige su palabra a la asamblea.

- La asamblea escucha y da su asentimiento a la pa-


labra:

- Dios celebra su alianza con la asamblea.

Este esquema lo encontramos, por !=ljemplo, en el Éxo-


do, al constituirse el pueblo de Dios (Ex 19; 24; 34), en
Siquem, al llegar a la tierra prometida (Jos, 24), en la
reorganización del pueblo por Esdras y Nehemías al vol-
ver del destierro (Neh 8 y 9).

220
¿Cómo celebramos?

En el Nuevo Testamento Cristo sigue el mismo es-


quema:

- Reúne al pueblo de Dios.

- Revela la voluntad del Padre.

- Como siervo de Yahvéh, expresa su obediencia en


nombre de toda la humanidad.

- Sella con su sangre la nueva alianza.

4.2.2 Dinamismo de la palabra

En toda comunicación oral debemos considerar estos


factores:

- La palabra emitida.

La palabra recibida.

- La respuesta o reacción causada por la palabra.

Esto también se da en la Palabra litúrgica:

En las lecturas, que luego desarrolla la homilía,


Dios habla a su pueblo, le descubre el misterio de
la Redención y Salvación y le ofrece el alimento
espiritual; y el mismo Cristo, por su Palabra, se
hace presente en medio de los fieles. Esta Pala-
bra divina la hace suya el pueblo con sus cantos,
y muestra su adhesión a ella con la profesión de
fe; y una vez nutrido con ella, en la oración uni-
versal, hace súplicas por las necesidades de la
Iglesia entera y por la salvación de todo el mundo
(OGMR 33).

221
Manual de Liturgia

4.2.2.1 La Palabra se da en:

> Las lecturas


No es de extrañar que la renovación iniciada por el Vati-
cano 11 pida que,

para procurar la reforma, el progreso y la adapta-


ción a la sagrada liturgia, haya que fomentar aquel
amor suave y vivo hacia la Sagrada Escritura que
atestigua la venerable tradición de los ritos, tanto
orientales como occidentales (se 24). En las ce-
lebraciones sagradas, debe haber lecturas de la
Sagrada Escritura más abundantes, más varia-
das y más apropiadas (se 35,1).

y en especial, con relación a la Misa:

A fin de que la mesa de la palabra de Dios se


prepare con más abundancia para los fieles,
ábranse con mayor amplitud los tesoros de la Bi-
blia, de modo que, en un período determinado de
años, se lean al pueblo las partes más significati-
vas de la Sagrada Escritura (se 51).

>- La homilía

El evangelio de Lucas (4, 16-21) nos cuenta cómo Je-


sús, invitado a hacer la lectura y su comentario en la
sinagoga de Nazaret, leyó el pasaje de Isaías "el Espíri-
tu del Señor sobre mí. .. " (Is 61, 1-2) e hizo el siguiente
comentario: "Esta Escritura, que acaban de oír, se ha
cumplido hoy". Esta es la'finalidad de la homilía (del
griego, = plática): que la salvación proclamada en la
Palabra aparezca como una realidad actual para esta
comunidad.

222
¿Cómo celebramos?

La importancia de la homilía es enorme, pero su práctica


es difícil. Merece lecciones y ejercicios especiales. Aquí
sólo vemos su lugar y su esquema vital.

Nos hablan de ella los siguientes documentos:

La Sacrosanctum Concilium 24; 35, 3 (su puesto ysus


fuentes); 52 (especialmente la homilía eucarística); la
Instrucción Inter Oecumenici 53 y 54, la Instrucción Ge-
neral para el uso del Misal Romano 41 y 42, la Ordena-
ción de las lecturas de la Misa 24 y 25.

Puebla sintetiza:

La homilía, como parte de la liturgia, es ocasión


privilegiada para exponer el misterio de Cristo
en el aquí y ahora de la comunidad, partiendo de
los textos sagrados, relacionándolos con el Sacra-
mento y aplicándolos a la vida concreta. Su pre-
paración debe ser esmerada y su duración pro-
porcional a las otras partes de la celebración (oP
930).

Tiene, pues, tres contextos:

- Un contexto bíblico: su tema fontal es la Escritura


proclamada.

Un contexto litúrgico: se dirige a una comunidad re-


unida para celebrar un aspecto determinado de la
alianza, en un tiempo litúrgico dado.

- Un contexto vital: se dirige a una comunidad especí-


fica, que tiene una fisonomía particular, su fe, sus
necesidades, sus expresiones, etc.

223
Manual de Liturgia

Hay que atender cuidadosamente a estos tres contextos


y los tres deben aparecer en la homilía. Por esto debe
ser preparada atentamente y, de ser posible, con otros
sacerdotes y con miembros representativos de la comu-
nidad. Igualmente hay que cuidar que la homilía no re-
sulte unidireccional y se confunda con una lección de
exégesis, o de teología dogmática o moral, o que sea
una vaga expresión de subjetivismo religioso más o me-
nos sentimental, etc.

~ Las moniciones

A las lecturas y la homilía se pueden añadir, como pala-


bra que se da, las moniciones.

Su finalidad es suscitar una anticipación común y cons-


ciente. La Constitución de Liturgia dice:

Incúlquese también por todos los medios la cate-


quesis más directamente litúrgica; y, si es preci-
so, ténganse previstas, en los ritos mismos, bre-
ves moniciones que dirá el sacerdote u otro
ministro competente, pero sólo en los momentos
más oportunos, con las palabras prescritas u otras
semejantes (se 35,3). \.

Algunas de estas intervenciones están confiadas al mis-


mo presidente de la asamblea:

Igualmente corresponde al sacerdote, que ejer-


cita el cargo de presidenté de la asamblea re~
unida, hacer algunas moniciones y fórmulas de
introducción y conclusión previstas en el mis-
mo rito, explicar la Palabra de Dios y dar la ben-
dición final. También a él le está permitido decir
unas brevísimas palabras antes de la celebra-

224
¿Cómo celebramos?

ción, para introducir a los fieles en la misa del


día; antes de las lecturas, para la liturgia de la
Palabra; antes del prefacio, para la Oracién
eucarística; igualmente dar por concluida toda
la acción sagrada antes de la despedida (OGMR
11 ).

Es oportuno tener en cuenta también el ya citado n. 68a


de la OGMR, que habla del comentarista y el sitio de su
ministerio.

La monición ambiental tiene como finalidad tomar con-


tacto con la asamblea y superar la posible relación
ritualística causada por las fórmulas fijas del saludo;
debe orientar a los fieles a formar asamblea y a la
celebración específica: tal sacramento, tal tiempo li-
túrgico, tal fiesta, etc.

- Las moniciones introductorias a las lecturas bíblicas


tienen como finalidad ayudar a los fieles a escuchar
más atenta e inteligentemente los textos que van a
escuchar;

Algunas veces es preferible una monición para cada una


de las lecturas,otras veces es mejor una monición que
introduzca todo el conjunto.

Las moniciones mistagógicas, como lo indica su nom-


bre, sirven para la comprensión de los signos litúrgicos
y la participación consciente en las acciones comuni-
tarias.

- La monición conclusiva hace notar que el sentido de


la celebración no termina con ella, sino que tiene que
proyectarse a la vida.

225
Manual de Liturgia

4.2.2.2 La Palabra se recibe

>- El.silencio

No se trata del silencio de la asamblea que escucha o


mira mientras se proclama una lectura o se desarrolla
una acción sino del silencio que es también un signo,
una forma de participación; forma difícil y muy poco en-
tendida y practicada (se 30).

La OGMR, en el n. 23, nos habla de los tiempos y finalida-


des del silencio en la Celebración eucarística, y la Intro-
ducción a la Liturgia de las Horas, en los nn. 201-202,
nos dice que se debe hacer silencio en determinados
momentos

para lograr la plena resonancia de la voz del Es-


píritu Santo en los corazones y para unir más es-
trechamente la oración personal con la palabra
de Dios y la voz pública de la Iglesia.

Se recomienda el silenció después de las lecturas y de


la homilía, para meditar en la Palabra de Dios que acaba
de ser proclamada o comentada, o después de cada
salmo (cf. OGMR 23; OGLH 48, 202); en los actos peniten-
ciales, para considerar la propia vida a la luz del Evan-
gelio y pedir perdón o abrirse a la misericordia de Dios
(d. OGMR 23).

El silencio oracional es pedido cuando el sacerdote dice


la monición "oremos" y antes de que con su oración pre-
sidencial recoja y exprese la oración de todo el pueblo
(OGMR 32). Igualmente, con silencio oracional puede el
pueblo unirse a cada una de las intenciones de la ora-
ción de los fieles (OGMR 47) o dar gracias después de la
comunión (OGMR 56j).

226
¿Cómo celebramos?

Habrá, pues, que educar a la comunidad para que estos


momentos sean de auténtica actividad personal y no sim-
ples momentos sin sonido.

~ El canto interleccional

Como parte integrante de la liturgia de la Palabra y con


el fin de recibir la palabra, la Iglesia ha usado un canto,
escogido por su temática y ligado a la lectura que se
acaba de proclamar,

_mediante el cual la Palabra de Dios penetra más


profundamente en el espíritu del que escucha
(OGLH 172), cuyo texto ha sido seleccionado del
tesoro tradicional o compuesto de nuevo, de for-
ma que arroje nueva luz para la inteligencia de
la lectura que se acaba de hacer, ya sea inser-
tando dicha lectura en la historia de la salvación,
ya conduciéndonos desde el Antiguo Testamen-
to al Nuevo, ya convirtiendo la lectura en ora-
ción o contemplación, ya, finalmente, ofreciendo
la fruición variada de sus bellezas poéticas (OGLH
169).

En la celebración de la Eucaristía y los otros sacramen-


tos, el canto interleccional que sigue a la primera lectura
es normalmente un Salmo (OGMR 36-40).

Esta parte de la liturgia de la Palabra, según las distintas


celebraciones y forma de realizar el canto, se puede lla-
mar Salmo responsorial o Gradual, Aleluya y verso que
precede al Evangelio, Secuencia, Responsorio.

227
Manual de Liturgia

4.2.2.3 Respuesta a la Palabra

~ La oración universal

En las lecturas, que luego desarrolla la homilía,


Dios habla a su pueblo, le descubre el misterio de
la Redención y Salvación, y le ofrece el alimento .
espiritual; y el mismo Cristo, por su Palabra, se
hace presente en medio de los fieles. Esta Pala-
bra divina la hace suya el pueblo con sus cantos,
y muestra su adhesión a ella con la profesión de
fe; y una vez nutrido con ella, en la oración uni-
versal, hace súplicas por las necesidades de la
Iglesia entera y por la salvación de todo el mundo
(OGMR 33).

Toda palabra, al ser recibida, produce algo en quien la


recibe, da una realidad nueva, provoca una respuesta,
despierta un eco.

En la celebración de la Palabra hay también una parte


que expresa esa respuesta. Esta parte se llama Oración
universal o de los fieles.

No se llama oración de los fieles como si fuera especial


de los laicos en contraposición a alguna oración del cle-
ro. Es un nombre heredado de una época en que la
comunidad estaba compuesta por varios "órdenes" o gru-
pos, como los "catecúmenos", "energúmenos", "peniten-
tes", que no asistían a la segunda parte de la celebra-
ción. Cada uno de estos grupos "después de hacer
oración, eran despedidos por el diácono. Al final sólo que-
daban los "fideles" (los ''fieles''), es decir, los que hacían
la celebración eucarística; ellos también tenían antes de
la Eucaristía su oración.

228
¿Cómo celebramos?

Se llama principalmente Oración universal por la univer-


salidad de sus intenciones.

Esta oración, prácticamente olvidada por siglos, fue res-


tituida por el Vaticano 11 (se 53).

Es una súplica aDios en la que se piden, sobre todo, bene-


ficios universales: por toda la Iglesia, por el mundo, por los
que se encuentran en varias necesidades, por los mis-
mos fieles presentes en la acción litúrgica. En ella el
pueblo fiel, creyendo firmemente en la comunión de
los santos, ejerce su sacerdocio real, su poder de in-
tercesión.

Aparece "como fruto de la acción de la Palabra de


Dios en los fieles" y, por lo que toca a la participación
de los fieles, es el culmen de toda la liturgia de la Pa-
labra.

Por lo dicho, aparece como parte normal de la liturgia de


la Palabra y no, como equivocadamente se ha hecho,
una "pieza festiva".

El presidente de la asamblea la inicia invitando a los fie-


les con una breve monición. Las intenciones son pro-
puestas por un diácono, un cantor u otra persona. La
asamblea expresa su oración con una aclamación
oracional u orando en silencio. El presidente concluye
con una oración. En comunidades muy pequeñas y bien
preparadas, los fieles podrán expresar sus peticiones.
En comunidades grandes, la experiencia enseña que esto
no es conveniente: las intenciones se repiten, se sobre-
ponen, no se escuchan.

Las intenciones ordinariamente son: por las necesida-


des de la Iglesia, por los gobernantes y la salvación de

229
Manual de l.,iturgia

todo el mundo, por los que se encuentran en dificultad,


por la comunidad local. En las celebraciones particula- .
res: matrimonios, exequias, etc., las intenciones pueden
adaptarse a las circunstancias particulares.

Para que sean eficaces, téngase cuidado de que


las peticiones formuladas para las distintas nece-
sidades de todo el mundo, sean apropiadas a la
asamblea litúrgica, usando al componerlas, una
sabia libertad que responda a la naturaleza de esta
oración 3 •

4.3 La oración, el canto y la música

4.3.1 La oración

La liturgia es también participación en la oración


de Cristo, dirigida al Padre en el Espíritu Santo.
En ella toda oración cristiana encuentra su fuente
y su término. Por la liturgia el hombre interior es
enraizado y fundado (cf. Ef 3,16-17) en "el gran
amor con que el Padre nos amó" (Ef 2,4) en su
Hijo Amado. Es la misma maravilla de Dios que
es vivida e interiorizada por toda oración, "en todo
tiempo, en el Espíritu" (Ef 6,18). (CEC 1073).

La oración interioriza y asimila la liturgia durante su ce-


lebración y después de la misma. Incluso cuando la
oración se vive "en lo secreto" (Mt 6,6), siempre es ora-

3 Cf. S.C. 53; 1. Oec. 37, 56. 74; Tres abhinc annos 444; De oratione
communi seu fidelium; OGMR 15.21.33.45·47.66.99.131.132.151.
220; OGLH 51. 52. 94; Eucharistiae participationem; Carta a los presi·
dentes de las Conferencias Episcopales sobre las oraciones eucarísticas
(27 de abril 1973) 9. 16; Ritual Bautismo niños 17. 20. 21. 29.

230
¿Cómo celebramos?

ción de la Iglesia, comunión con la Santísima Trinidad


(cf. OGLH 9).

En las celebraciones litúrgicas encontramos diversas


formas de oración: de petición, que tiene por objeto el
perdón, la búsqueda del Reino y cualquier necesidad
verdadera (CEC 2646); de intercesión que consiste en
una petición en favor de otro. No conoce fronteras y se
extiende hasta los enemigos (CEC 2647); de acción de
gracias: toda alegría y toda pena, todo acontecimiento y
toda necesidad pueden ser motivo de oración de acción
de gracias, la cual, participando de la de Cristo, debe
llenar la vida entera, 'En todo dad gracias' (1 Ts 5,18)
(CEC 2648); de alabanza: totalmente desinteresada, se
dirige a Dios; canta para Él y le da gloria no sólo por lo
que ha hecho sino porque Él es (CEC 2649).

4.3.2 El canto y la música

La experiencia humana nos enseña el valor y el signifi-


cado del canto:

- Expresa sentimientos. Cuando estamos llenos de una


emoción, en forma muy natural sentimos la necesi-
dad de expresarla cantando. Igualmente el canto, con
más fuerza que la palabra sola, nos comunica su
emotividad.

- Expresión poética. Cuando se quiere expresar algo


en una forma especial, con ropaje de belleza, más
. allá de lo utilitario, se recurre a la poesía. Esta no
sólo busca lo rítmico y musical sino que, para encon-
trar una plenitud, busca la música.

El canto compromete. Pide más que la sola palabra,


ocupa más las facultades todas, necesita más del

231
Manual de Liturgia

sentimiento y habilidad. Tal vez por eso se dice que


"el que canta, ora dos veces".

El canto hace comunidad. Es un magnífico signo de


identificación, ya que exige tener en cuenta a los de-
más, participar, es decir formar parte de un todo, apor-
tando conscientemente las propias posibilidades, sin
pretender dominar.

- Expresión de fiesta. Lo especial, lo distinto, lo alegre


-y esto es la fiesta- pide naturalmente la música y el
canto.

Por todas estas cualidades y expresividades, el canto se


hace parte integrante y necesaria de lacelebración. Nos
dice el n. 112 de la se:

La tradición musical de la Iglesia universal consti-


tuye un tesoro de valor inestimable, que sobresa-
le entre las demás expresiones artísticas, princi-
palmente porque el canto sagrado, unido a las
palabras, constituye una parte necesaria o inte-
gral de la liturgia solemne.

A este principio el mismo número añade otros dos: "La


música sacra será tanto más santa cuanto más íntima-
mente esté unida a la acción litúrgica". La música sacra
no es, pues, un estilo "por sí mismo" (a se), un reperto-
rio; no será tanto más sacra cuanto más se parezca a tal
o cual estilo, por más sublime que éste sea; la santidad
se la dará su servicio y su integración a la acción santa,
y, en consecuencia, "la Iglesia aprueba y admite en el
culto divino todas las formas de arte auténtico, que
estén adornadas de las debidas cualidades", y un poco
más adelante (se 116) especifica: "con tal de que res-
ponda al espíritu de la acción litúrgica, a tenor del art.

232
¿Cómo celebramos?

30"; es decir, "con tal de que promueva la participación


activa".

Estos tres principios nos llevan a considerar que no


siempre cualquier canto puede ser signo expresivo y
eficaz.

Tendríamos que considerar los siguientes elementos:

» El canto

- El contenido. No me refiero, claro está, a los textos


bíblicos. Todos los demás, ¿manifiestan en su letra
la fe de la comunidad? Una simple expresión huma-
nitaria, por más bella que sea, no basta para un gru-
po que se reúne por la fe y para la fe. Más aún, sus
textos deben claramente estar inspirados en los tex-
tos bíblicos y litúrgicos, ser aprobados por la Confe-
rencia Episcopal y por el Ordinario del lugar, de tal
manera que puedan ser una ayuda segura y fructuo-
sa para los fieles (cf. se 121; 1042; Directorio para el
ministerio pastoral de los obispos, 90 d).

- El equilibrio. No basta mirar tal canto en sí, sino tam-


bién la relación, en número y expresión, con los otros
cantos de la celebración.

- Más vale la calidad que la cantidad.

- El valor artístico de su melodía; la celebración pide


verdad y belleza.

» El tipo de asamblea.

- Atender a su dimensión, facilidad de integración, fa-


cilidad de ejecución.

233
Manual de Liturgia

- Atender al dato cultural: gusto, costumbres, sensibi-


lidad, etc.

~ La celebración

Atender el sentido general de la celebración: sacra-


mento, reunión penitencial, bendición, etc.

Atend~r al momento ritual.

En la celebración hay tiempo de apertura, de escucha y


de respuesta, de acción y de conclusión.

Igualmente hay que tener en cuenta que hay cantos que


tienen un sentido y una expresividad en sí mismos: me-
ditación, aclamación, himno, etc., y hay otros cantos que
son acompañantes de una acción: entrada, fracción del
pan, etc.; por lo mismo, no deben rebasarla ni en tiempo
ni en importancia, sino enmarcarla. . .

~ La música

Los instrumentos musicales sirven para acompañar y


sostener el canto, cuyo fin es la participación de una asam-
blea determinada, en una acción santa. Para determinar
qué instrumentos son los adecuados para la celebración
litúrgica, no hay que olvidar estos cuatro principios.

La música sin canto, en determinados momentos de la .


celebración, puede ambientar, resaltar, acompañar ac-
,
ciones.

Con las mismas finalidades expresadas en los dos pá-


rrafos anteriores se podría usar, en circunstancias espe-
ciales, música grabada. Nunca para sustituir la partici-
pación.

234
¿Cómo celebramos?

4.4 Las acciones, los gestos, los movimientos

Sabemos y experimentamos que el hombre es un ser


compuesto de interioridad y exterioridad, de alma y cuer-
po. No en contradicción ni meramente yuxtapuestos, sino
formando una unidad, necesitándose mutuamente. No
nos comunicamos con los demás y con el mundo sino
por medio de nuestro cuerpo. No podemos ser puro pen-
samiento o sólo emoción interior.

Sabemos que el gesto precede, acompaña, subraya y


prolonga la palabra. Muchas realidades que no pueden
expresar la palabra, el gesto las comunica. La relación
y
estrechísima entre postura corporal situación anímica,
tan conocida y aprovechada en diversas culturas orien-
taJes, no puede sernos indiferente.

La cultura occidental nos ha alejado de muchas expre-


sividades corporales: danza, movimientos rítmicos, etc.,
usados en otras culturas, como en las autóctonas ame-
ricanas.

También en nuestras relaciones con Dios, el gesto, las


posturas, el movimiento corporal, son signos. No sólo
son expresiones, sino también son condicionado res de
un sentimiento, despertándolo o estimulándolo.

La liturgia, que es encuentro con Dios y con los demás,


pide también "las acciones o gestos y posturas corpora-
les" (se 30) .

.El que todos los participantes hagan juntos y al mismo


tiempo los mismos movimientos o tengan la misma pos-
tura, expresa y fomenta la unidad de la fe (cf. OGMR 20-
21).

235
Manual de liturgia

Los fieles deben ser conscientes de esto. El significado


de sus gestos debe ser conocido por una suficiente ca-
tequesis.

Los gestos deben ser estimulados, si es necesario, por


oportunas moniciones; vivificados siempre, para evitar
la mecanicidad.

Los gestos usados en la liturgia son pocos y práctica-


mente los mismos que han sido utilizados por todos los
pueblos, en todos los tiempos, como lo comprueba la
documentación gráfica, porque expresan las actitudes
fundamentales del hombre ante Dios. Los principales son:
de pie, sentados, de rodillas, caminar.

Hay que aprender a orar con el cuerpo. La misma Biblia


nos enseña esto. El gesto expresa la actitud interior y al
mismo tiempo la intensifica. O como decía Pascal, el fi-
lósofo francés: "arrodíllate y creerás"; o también el pro-
verbio chino: "si escucho, olvido; si veo, recuerdo; si ac-
túo, aprendo".

~ De pie

Es la actitud humana fundamental y característica. Ex-


presa la dignidad de un ser libre; respeto y atención; tam-
bién un espíritu de disponibilidad activa. Por esto es la
actitud litúrgica normal, fundamental. Los antiguos vie-
ron, además, en este gesto un signo de nuestra unión a
la resurrección de Cristo:

Necesariamente el que ha resucitado debe estar


de pie y orar, porque el que se ha levantado está
erguido; por lo tanto, el que ha muerto juntamen-
te con Cristo y con él ha resucitado, está de pie
(Constituciones de los Apóstoles, VIII, 45). "Por

236
¿Cómo celebramos?

esto, oramos de pie ... es signo de la resurrección


futura ... " (Isidoro de Sevilla, De Ecc/esiasticis
Officiis; cf. Ez 2, 1; Mc 11,25; Ap 7, 9).

~ Sentados

Es la postura que facilita el escuchar cómoda y aten-


tamente al que habla. También es la actitud del que en-
seña y preside, del que medita (cf. Lc 10, 39; 1 Co 14,
30).

};- De rodillas

Es signo de humildad y pequeñez. Las representacio-


nes antiguas, los relieves asirios o mayas y los mosai-
cos medievales, etc., expresaban la mayor o menor im-
portancia de una persona, presentándola de mayor o
menor estatura. Naturalmente el hombre ha expresado
el reconocimiento de la grandeza de alguien -Dios u otro
hombre- abajando la propia estatura: inclinándose, arro-
dillándose o postrándose por tierra.

El gesto de arrodillarse fue entendido primitivamente


como gesto penitencial y, por lo mismo, prohibido en
domingo por ser día festivo. Aunque ahora expresa y
favorece la oración recogida e intensa, sigue siendo
expresión, ante todo, de oración individual; por esto,
sólo está prescrita para momentos especiales de ora-
ción silenciosa de la asamblea (cf. Hch 7, 59; Rm 14,
11 ).

Las inclinaciones y las postraciones, más frecuentes en


otras religiones o en los ritos cristianos orientales, per-
manecen entre nosotros en momentos especiales de
oración.

237
Manual de Liturgia

>- Caminar

En las celebraciones litúrgicas también tenemos, como


signo expresivo, el caminar, el ir de un lugar a otro: las
procesiones. Este ir, aun teniendo una finalidad más o
menos funcional, es siempre significativo.

El prototipo es el pueblo de Israel, que camina a la tierra


prometida. Ahora expresa al pueblo nuevo de Dios, que
camina a la tierra prometida. Ahora expresa al pueblo
nuevo de Dios, que camina a la Jerusalén celestial, a la
perfección del reino.

>- Otros gestos

Hay muchos otros gestos significativos: el extender los


brazos cuando el presidente se dirige ala asamblea, el
gesto de oración levantando las manos hacia Dios, el
imponer las manos sobre personas o cosas, el saludo
mutuo, el golpearse el pecho, etc.

Además de buscar siempre que el gesto exprese algo inte-


. rior, habrá que tener en cuenta su oportunidad significa-
tiva. Por ejemplo, el gesto de estrecharse las manos quiere
expresar unidad; pero hacerlo en un momento oracional,
como es el Padrenuestro, e inmediatamente antes de otro
gesto de unidad, como la paz, parece menos oportuno.

4.5. Los lugares, los elementos, los objetos

4.5.1 Los lugares

En todas las religiones había lugares especialmente de-


dicados a la divinidad: bosques, cumbres de monte, edi-
ficios llamados templos; o dicho de otra manera, tal como
a una persona se le encuentra en determinado lugar y

238
¿Cómo celebramos?

normalmente se le localiza en su casa, a la divinidad


también se le localiza en su casa, el templo.

En ese espacio sagrado, habitación del dios, había un


lugar especial de comunicación: el altar. Lo puesto so-
bre el altar se consideraba ofrecido al dios; el dios toma-
ba posesión de la ofrenda (cf. Mt 23, 19).

Templo y altar estaban, pues, profundamente relaciona-


dos con la divinidad, eran signos de comunicación. Al
lugar del dios no entraba el pueblo, sólo los encargados
más íntimos del culto. Los templos clásicos griegos y
romanos tenían la "celia", la habitación del dios, en lo
más interior del edificio. Los templos prehispánicos ma-
yas o aztecas tenían la habitación del dios sobre una
serie de basamentos escalonados, las llamadas pirá-
mides.

Esta "localización" de la divinidad también se tuvo en el


Antiguo Testamento. Dios se reveló a su pueblo en el
Sinaí y habitó con él en una tienda (Ex 29, 8-22), Y lo
siguió en sus desplazamientos por el desierto. Cuando
el pueblo hebreo se convierte en reino, le construye un
edificio (1 R 6, 7-9), destruido luego, reedificado varias
veces. Fue la expresión de Dios que vivía con su pueblo.
Centro del culto al que todo israelita debía acudir para
comunicarse con su Señor. Ezequiel había anunciado
un templo nuevo, habitación perfecta de Dios (Ez 43).
Jesús, que es la presencia perfecta de Dios entre los
hombres (Jn 1, 14), dice a la Samaritana que ya no se
adora a Dios ni en el Garizim ni en Jerusalén, sino en
Espíritu y en verdad (Jn 4, 22-23), predice a los judíos
que en tres días él construiría otro templo (Jn 2, 19).
Este nuevo templo es su cuerpo resucitado. Con su muer-
te, Jesús ha destruido toda limitación, de lugar o de raza,
de su presencia en el mundo.

239
Manual de Liturgia

En adelante, Dios estará presente, por medio de Cristo,


donde dos o más se hayan reunido en su nombre (Mt
18, 20); estará presente en su Iglesia, que es el cuerpo
de Cristo (1 Co 12,27); yen la Jerusalén celestial, el nuevo
pueblo no. tiene otro templo que el mismo Dios y el Cor-
dero (Ap 21, 22). Por eso decía en el s. 11 Minucio Félix:
"No tenemos ni templos ni altares", y las Constituciones
de los Apóstoles: "No es el lugar el que santifica al hom-
bre, sino el hombre el que santifica el lugar" (VIII, 34, 8).

4.5.2 Los elementos

Entendemos por elementos aquellas realidades natura-


les o elaboradas, pero de uso común, de las que se sirve
tradicionalmente la liturgia.

En este campo entran todas aquellas realidades que tam-


bién las religiones naturales (vestigio y preparación dé
la acción de Dios) utilizan como símbolos, por ejemplo:

El agua, que nos limpia y es fuente de vida o muerte; la


ceniza, símbolo de destrucción y penitencia el fuego, que
nos hace ver con su luz, que calienta y purifica; el aceite,
que expresa medicina, que penetra y permanece; el in-
cienso, que perfuma y asciende, etc.

Todas estas cosas necesitan ser captadas como signos.


La mayoría de ellos, por tener un arraigo humano, son
muy fáciles de percibir desde la propia experiencia, como
signos. Otros, más propios de una cultura determinada,
como el óleo perfumado, que significaba en el culto is-
raelita (de allí nos viene) la dedicación a Dios, necesitan
una explicación más amplia.

Pero eso no basta; no sólo son signos que dan un men-


saje intelectual sino que son signos relacionados con la
vida, signos comprometedores.

240
¿Cómo celebramos?

Tampoco basta esto, sino que deben ser tales, que


puedan ser ampliamente captados, visualmente, podría-
mos decir. Por eso, el material debe ser abundante, lim-
pio, sincero.

4.5.3 Los objetos

Muchas realidades manufacturadas, producto de arte o


artesanías, han sido siempre empleadas por la comuni-
dad cristiana. Recordaremos solamente los objetos más
relacionados con la Eucaristía y las vestiduras litúrgicas.

Se podría objetar que todo esto es periférico y de relati-


va importancia, pero nunca olvidemos que en la línea de
comunicación (y la Liturgia es una comunicación), las
cosas más exteriores y los detalles suelen ser determi-
nantes.

Nunca hay que olvidar que todos los signos que se usan
en la liturgia deben tener las siguientes cualidades: De-
ben ser dignos, prácticos, bellos, sencillos y limpios (cf.
OGMR 311-312).

4.5.3.1 Los vasos sagrados

Cuando Jesús dijo: "hagan esto", esto era una comida,


comida ritual ciertamente, pero una verdadera comida.
Una comida -reunión para comer- pide que los comen-
sales rodeen un mueble donde estén los alimentos y éstos
estén contenidos en recipientes adecuados.

~ El cáliz

Los primeros cristianos renovaban la Cena del Señor con


su vajilla ordinaria. El cáliz era un vaso de metal, piedra
o madera, pero más ordinariamente de vidrio.

241
Manual de Liturgia

Después de la paz de Constantino hubo oportunidad de


hacerlos cada vez más preciosos. Los cálices primitivos
eran ordinariamente de copa amplia y, generalmente, con
asas. Había cálices ministeriales de gran tamaño para la
comunión de los fieles. En las diversas épocas artísticas
van tomando formas características, correspondientes a
los distintos estilos.

Después, como sólo el sacerdote tomaba el cáliz, su copa


había llegado a ser muy pequeña, en relación con el
pie. Ahora se vuelve a la simplicidad y proporciones pri-
mitivas.

La instrucción Eucharisticum Mysterium, en el n. 41, ha-


bla de un vaso especial para transportar la Sangre del
Señor.

);- La patena

Es el plato primitivo para contener el pan. Normalmente


hace juego en material y estilo con el cáliz. Llegó a
haberlas de grandes dimensiones para la comunión
con pan más grueso que el hoy usado y para grandes
multitudes. Al introducirse el uso del copón, sólo servía
para contener la hostia del sacerdote y se redujo a un
disco plano, apenas unos milímetros más grande que la
hostia.

Hoy vuelve a tener las características primitivas: plato


más o menos profundo para contener todas las hostias
de la celebración.

El cáliz, puesto que está destinado a contener un líqui-


do, debe estar hecho de materia no absorbente. Si se
hace de metal que pueda oxidarse, debe dorarse o
dársele un tratamiento especial.

242
¿Cómo celebramos?

Siempre, dada su finalidad y significación, debe estar


hecho de una materia sólida, noble e irrompible.

En cuanto a su forma y estilo deberi ser verdaderamente


bellos, sinceros y prácticos. Lo.s vasos sagrados antes
eran "consagrados" por el obispo; ahora son "bendeci-
dos" normalmente dentro de la celebración eucarística y
lo pueden hacer los sacerdotes (cf. OGMR 289-296 Y
Pontifical Romano).

~ El copón

Su origen es la cajita, cilíndrica generalmente, llamada


"píxide", de metal, marfil, etc., donde se guardaba la santa
reserva para llevarla a los enfermos.

Esta píxide llevaba a veces una tapa cónica; por esto se


le llamaba también "torre" (de ahí turris eburnea). Luego
se le puso un pie y, como aparecía como una copa gran-
de, tomó el nombre de copón.

La forma y el tamaño (a veces enorme) tradicionales no


parecen tan adecuados, ya que su forma expresa más
bien que el contenido es un líquido y ahora se ha urgido
varias veces que la comunión se dé con las hostias con-
sagradas en la misma Misa. Por lo mismo, la cantidad
de hostias en reserva no tiene que ser exagerada.

Parece más adecuado el uso de píxides para la reserva


y de patenas más profundas para la comunión (cf. OGMR
290,292,292-296).

~ La custodia

Al hacerse cada vez más popular la devoción de "ver la


hostia" y al dársele culto más solemne, nace este vaso

243
Manual de Liturgia

eucarístico. Su finalidad es enmarcar y proteger el Santí-


simo Sacramento. Las primeras custodias, desde fi-
nes de la Edad Media, tienen forma de torre. En el ba-
rroco se hace popular la forma de sol (cf. OGMR 290,
292,294,296).

4.5.3.2 Las· vestiduras

En todos los tiempos, en todas las culturas, las vestidu-


ras no han sido solamente una protección contra el
clima o una expresión de pudor, o un adorno, sino que,
además, siempre han sido signo de algo que afecta
más profundamente al individuo y a la sociedad. Pue-
den expresar origen, oficio, estrato social, gusto artísti-
co, etc.

En la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, no to-


dos los miembros desempeñan el mismo oficio.
Esta diversidad de ministerios se manifiesta en el
desarrollo del Sagrado culto por la diversidad de
vestiduras sagradas que, por consiguiente, deben
constituir un distintivo propio del oficio que des-
empeña cada ministro. Por otro lado, esas mis-
mas vestiduras sagradas deben contribuir al de-
coro de la misma acción sagrada (OGMR 297).

Tienen, pues, las vestiduras litúrgicas, un sentido a la


vez práctico y simbólico. Decía Estrabón (+ 489): "Las
vestiduras sacerdotales se han ido transformando pau-
latinamente en lo que son hoy, ornamentos, porque en
los primeros tiempos, los sacerdotes celebraban la Misa
vestidos como todo el mundo".

Los nn. 304-306 de la Instrucción General para el uso


del Misal Romano (OGMR) nos dan preciosas indica-
ciones:

244
¿Cómo celebramos?

Por lo que toca a la forma de los ornamentos sa-


grados, las Conferencias Episcopales pueden in-
dicar y proponer a la Sede Apostólica la acomo-
dación que responda mejora las necesidades y
costumbres de las diversas regiones.

Para la confección de los ornamentos sagrados,


aparte de los materiales tradicionales, pueden
emplearse fibras naturales propias de cada lugar
o algunas fibras artificiales que respondan a la
dignidad de la· acción sagrada y de la persona.
De esto juzgará la Conferencia Episcopal.

Es más decoroso que la belleza y nobleza de los


ornamentos se busque no en la abundancia de la
ornamentación sobreañadida, sino en el material
que se emplea y en su corte. La ornamentación
lleve figuras, imágenes o símbolos que indique el
uso sagrado, suprimiendo todo lo que a ese uso
sagrado no corresponda.

Los colores de las vestiduras. Antes del s. IX la iconogra-


fía nos muestra el uso variadísimo de colores, aunque el
preferido es el blanco. Después.se fijan los colores y se
les da un.significado, según las leyes del simbolismo que
regía la policromía medieval. Este simbolismo ya no es
claro para nosotros. Hoy los diversos colores litúrgicos
son signos de los distintos misterios cristianos que se
van celebrando y del progresar en el año litúrgico (cf.
OGMR 307-310).

~ El alba

Es vestidura interior, supervivencia de la antigua túnica.


De corte simplísimo, su belleza consistía en la forma
de plegarla y usarla. Los adornos la fueron invadiendo

245
Manual de Liturgia

hasta convertirla en una especie de camisón de enca-


jes. Hoy volvemos a la sencillez primera. Puede ser
necesario, según la forma del alba, por simple estéti-
ca, complementarla con el amito y el cíngulo (cf. OGMR
298). De ella se derivaron la cota, el roquete y el so-
brepelliz.

~ La estola

Es posible que sea una transformación de la banda ho-


norífica, llamada primitivamente Orarium. Es una insig-
nia "sacerdotal".

Esta insignia es poco comprendida y muchas veces mal


usada. Actualmente, los diáconos la llevan cruzada, des- .
de el hombro izquierdo hasta el lado derecho de la cintu-
ra, donde se sujeta.

Los presbíteros y los obispos la llevan pendiente del


cuello y sus extremos caen sobre el pecho (cf. OGMR-
302).

La estola se lleva bajo la casulla (cf. OGMR 299). En con-


tra de esto va cierto uso actual. Se la coloca sobre la
casulla, transformándola en mero adorno de ésta. La han
hecho exageradamente ancha y recargada de adornos,
insignias, letreros, etc., y le han puesto el ridículo nom-
bre de "estolón".

Se usa también sobre el traje civil, contraviniendo una


prescripción eclesial (Liturgicae Instauraciones, n. 8c) y
pecando contra el buen gusto. Ha sido reducida a su
mínima expresión, colgando apenas unos 20 cm., como
si fuera insignia de algún enanito minúsculo (¿habría que
llamarla "estolín"?).

246
¿Cómo celebramos?

~ La casulla

La casulla grecolatina tiene su origen en la poenula, ves-


tidura de viaje y protección, hecha con lana gruesa, de
corte semicircular, que, al coserse por delante, forma un
cono. Normalmente se llevaba recogida sobre el brazo
derecho para permitir su uso.

Se puso de moda y llegó a expresar la "romanidad", con-


tra la toga, que se veía arcaica y griega. El emperador
Cómodo ordena su uso para asistir a espectáculos.

En 382 .es reconocida como vestido privado para sena-


dores. En el s. IV se le llama también planeta. En el VIII,
se empieza a llamar casulla (casita).

Hacia el s. XII pierde la forma de gran manto, toma una


forma elíptica y se recorta a los lados, hasta llegar así en
los siglos XIV y xv a la forma que hoy llamamos "gótica".

Al imponerse el gusto por los bordados y telas ricas se


hacen casullas más rígidas y pesadas, que imponen la
necesidad de recortarlas todavía más hasta llegar a la
forma de guitarra, que le da al celebrante el aspecto de
un gran coleóptero o de hombre sandwich.

Hoy, afortunadamente, se vuelve a un tipo primitivo, pero


más amplio. La carta del cardenal Arturo Tabera, prefec-
to de la S.C. para el Cultq, a Mons. COffy, obispo de Gap,
del 27 de mayo de 1972, abre oficialmente la posibilidad
del "alba-casulla" y otros nuevos tipos de vestiduras
litúrgicas 4 •

'4 Notitíae 87,1974,96·98.

247
Manual de Liturgia

~ La dalmática

Amplia túnica exterior de lujo. Vestidura original de


Dalmacia, en la actual Yugoslavia, usada sobre todo en
Oriente, se adapta en Roma desde el s. 111. Parece que
en el s. v se convierte en insignia de la orden diaconal.
Todavía en el s. VI y VII se usaba como vestidura laica.
La dalmática ha sufrido transformaciones parecidas a
las de la casulla (cf. OGMA 300).

~ La capa

Originalmente igual a la casulla, pero con capuchón. Con


el tiempo se abre por delante. Se le llama capa pluvial
por el uso primitivo de defensa contra la lluvia.

Es usada como vestidura litúrgica desde el s. VI. En la


liturgia se convierte en vestido de ceremonia, y entre los
monjes, en hábito de coro. La capucha original se con-
virtió en una especie de escudo sobrecosido en la espal-
da (cf. OGMA 303).

4.5.3.3 Las insignias

~ La mitra

Originalmente, un bonete de origen persa, de forma có-


nica. Una banda de material precioso la ceñía a la frente
y sus dos puntas colgaban hacia atrás (infulae). Tomó
después la forma actual, aunque llegó a tener proporcio-
nes exageradas.

~ El báculo

Primitivo bastón de dignidad, terminaba en una bola o


en una cruz o en una pequeña barra transversal. Hacia

248
¿Cómo celebramos?

el s. XII se generalizan los terminados en espiral o voluta


y se los relaciona con el cayado del pastor.

.~ Anilloy cruz

Primitivamente de uso común, adorno o devoción. El


anillo solía ser, a la vez, sello autentificador. Se transfor-
ma en símbolo esponsalicio.

~ El palio

De origen incierto, ahora es una banda de lana blanca


adornada con seis cruces negras. Es insignia especial
de los arzobispos residenciales ..

RESUMEN

La celebración litúrgica del misterio pascual de Cristo


se realiza a través de signos y símbolos sensibles y
eficaces (cf. se 7).

El hombre es un ser sacramental. Siendo a la vez


corporal, espiritual y social, expresa y percibe las
realidades espirituales a través de signos y símbo-
los materiales. Se comunica con los demás mediante
el lenguaje, gestos y acciones.

De igual manera, Dios utiliza los signos y símbolos


para comunicarse con los hombres. Todas las reali-
dades sensibles pueden llegar a ser un lugar de ex-
presión de la acción de Dios que santifica a los hom-
bres, y de la acción de los hombres que rinden culto
a Dios.

249
Manual de Liturgia

El lenguaje de los signos es el mejor vínculo para que

el mensaje de Cristo penetre las conciencias de


las personas y desde allí se proyecte en el ethos
de un pueblo, en sus actitudes vitales, en sus ins-
tituciones y en todas sus estructuras (Juan Pablo
11, Discurso Inaugural, oso 20).

Los principales signos litúrgicos son:

- las personas: la asamblea, el presidente, los


ministros y servidores;
- la Palabra: las lecturas, la homilía, la oración, el
canto, las moniciones;
- las acciones: las actitudes, los gestos y movi-
mientos;
- los lugares: los elementos, los objetos y las ves-
tiduras.

"Los signos importantes en toda acción litúrgica


deben ser empleados en forma viva y digna, supues-
ta una adecuada iniciación litúrgica" (oP 926).

EJERCICIOS

1. ¿Cuáles son los elementos principales que com-


ponen la acción litúrgica?

2. ¿Cuál es la importancia que tiene en la liturgia


los signos, símbolos, gestos y acciones?

3. ¿Cuáles son las características de los objetos


litúrgicos?

250
¿Cómo celebramos?

BIBLIOGRAFíA

Aldazábal José, Gestos y símbolos, Dossiers CPL 40, Bar-


celona, Centre de Pastoral litúrgica, 2ª ed. 1990,
240 p.

Guardini Romano, Los signos sagrados (Traducción del


alemán de Enrique Rau), Santiago de Chile, Semi-
nario Pontificio Mayor, s/a, 108 p.

Seuffert Josef, Segni di Vita. Piccola raccolta di simboli


cristiani, Cinisello Balsamo (Milano), Ed. Paoline,
1988,106 p.

251
5
¿CUÁNDO CELEBRAMOS?

Rubén Leikam o.s.b.

En el tiempo de la Iglesia. situado entre,


la Pascua de Cristo. ya realizada de una vez
por todas. y su consumación en el Reino de Dios.
la liturgia celebrada en días.fijos estd toda ella
impregnada por la novedad del Misterio ele Cristo.
CEe 1164

5.1 El año litúrgico

EL año litúrgico celebra el


misterio pascual de Cristo en el cur~o de un año solar. A
lo largo del mismo tienen lugar todas las fiestas y accio-
nes sacramentales dado que es como la estructura que
sostiene todo el misterio del culto cristiano.

5.1.1 Visión de conjunto

5.1.1.1 Estructura orgánica del año litúrgico

Según los libros actuales de la liturgia romana, el año


litúrgico comienza el ler Domingo de Adviento y termi-
Manual de Liturgia

na el sábado después del último domingo del tiempo


durante el año o solemnidad de Jesucristo Rey del uni-
verso.

El año litúrgico, tal como lo tenemos hoy, se fue de-


sarrollando lentamente hasta madurar en el Medioe-
vo. La aparición de los libros litúrgicos condujo paula-
tinamente a la concepción del año eclesiástico como
un ciclo anual distinto del año civil por su inicio y su
estructura.

5.1.1.2 El año litúrgico en perspectiva teológica

Es necesario partir de una lectura teológica del año litúr-


gico. * El año litúrgico debe ser considerado como ver-
dadera liturgia, esto es, el conjunto de los momentos
salvíficos, celebrados ritualmente por la Iglesia sobre todo
mediante la Eucaristía, como memorial de los aconteci-
mientos con los cuales se realizó en la historia el miste-
rio de la salvación. El año litúrgico es la celebración y
actualización del misterio de Cristo en el tiempo. Por lo
tanto, no puede ser reducido a un simple calendario de
días y meses a los cuales están ligadas las celebracio-
nes religiosas, sino que es la presencia en modo
sacramental y ritual del misterio de Cristo en el espacio
humano. Dicho de otra manera, el año litúrgico no es
una idea sino una Persona, Cristo mismo y su misterio
pascual actuado en el tiempo ofrecido y comunicado a
los fieles mediante las acciones sacramentales y que
hoy la Iglesia celebra como "memoria" , "presencia y
"profecía".

En esta celebración del misterio de Cristo en el año litúr-


gico, el elemento tiempo es relevante. Para el cristiano
tiempo es la categoría en que se realiza la salvación. De
ahí el motivo por el que la Iglesia

254
¿Cuándo celebramos?

en el círculo del año desarrolla todo el misterio de


Cristo, desde la Encarnación y la Navidad hasta
la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la
dichosa esperanza y venida del Señor. Conme-
morando así los misterios, la redención, abre las
riquezas del poder santificador y de 10s méritos
de su Señor, de tal manera que, en cierto modo,
se hacen presentes en todo tiempo para que pue-
dan los fieles ponerse en contacto con ellos y lle-
narse de la gracia de la salvación (S n. 102).

Por lo tanto, en la fragilidad del tiempo que pasa, por la


celebración litúrgica, nuestro tiempo adquiere el valor
"espacio salvífico" (kairos):

Después de la gloriosa ascensión de Cristo al cie-


lo, la obra de la salvación continúa a través de la
celebración de la liturgia, la cual, no sin motivo es
considerada momento último de la historia de la
salvación 1 •

En cada una de las celebraciones del año litúrgico se


celebra la Eucaristía, en la cual se realiza el todo del
misterio de Cristo ya que "en este sacramento está con-
tenido todo misterio de nuestra salvación"2. La riqueza
contenida, es desplegada con la celebración del año li-
túrgico y está en cada fragmento celebrativo del mismo.
y la presencia del misterio de Cristo en el año litúrgico
no es estática sino dinámica. El dinamismo es de comu-
nión y comunicación que espera la acogida de la asam-
blea eclesial, como también el compromiso y la respues-

Col/ectio Missarum de Beata Maria Vergine, editio typica 1987,


Praenotanda 11.
2 Santo Tomás de Aquino, Summa theo/., 111, q.83.aAO, ad.3.

255
Manual de Liturgia

ta existencial de cada bautizado. De ahí que el tiempo


salvífica del año litúrgico tenga una referencia esencial a
la Iglesia. El litúrgico es para la Iglesia. De esta manera
el misterio de Cristo celebrado se convierte en la vida de
la Iglesia, y la Iglesia, a su vez, prolonga y completa el
misterio de Cristo.

5.1.1.3 La fiesta 3

El año litúrgico no puede ser concebido como una sim-


ple sucesión de fiestas. Tenemos que interrogarnos en-
tonces sobre el sentido de las fiestas del calendario litúr-
gico. Para ello es necesario reflexionar sobre la dimensión
antropológica y dimensión cristiana de la fiesta.

Dimensión antropológica. Dado que revela un pueblo


y su cultura, la fiesta es un hecho antropológico com-
plejo, más aún, un complejo de celebraciones comu-
nitarias extraordinarias en equilibrio entre espontaneidad
y norma, alegría y seriedad, entre liberación y reposo. Y
el objeto de una fiesta consiste en algo que tiene un va-
lor. Cada comunidad y cada pueblo festeja lo que cree
importante y lo que tiene un sentido para su vida
comunitaria y social. La fiesta es consecuencia del de-
seo natural del hombre de reunirse y goza de lengua-
jes y ritos propios ligados a pueblos y culturas deter-
minadas.

Dimensión cristiana. El acontecimiento Cristo, con su


Pascua, representa una novedad radical inserta en el
tejido de la historia humana, dándole al hombre nuevos

3 Cf. Maggiani, s., Fiesta/Fiestas, en NDL 854-882, con amplia biblio-


grafía.

256
¿Cuándo celebramos?

parámetros de pensamiento y acción. Para el cristiano,


la fiesta es Cristo mismo. El objeto específico de la fiesta
cristiana se encuentra en la Eucaristía en referencia di-
recta a la Pascua de Cristo. Con el mandato "Hagan esto
en memoria mía" (1 Co 11,24), Cristo ha puesto sobre la
línea del tiempo su Pascua, insertando así la realidad
de la salvación en la historia humana. Esta realidad
por un lado ya cumplida, debe cumplirse aún de modo
histórico sacramental, en nosotros, en el tiempo de la
Iglesia. Esto se va dando cíclicamente mediante las ce-
lebraciones de fiestas cristianas -liturgias- a lo largo del
año litúrgico.

5.1.1.4 El domingo4

Como ya se ha indicado arriba, la celebración del miste-


rio pascual constituye el centro de la memoria que la
Iglesia hace de su Señor en las fiestas del año litúrgico.
Esta celebración, desde los comienzos de la vida de la
Iglesia, se viene realizando semanalmente en el día lla-
mado domingo. Los datos más antiguos sobre la exis-
tencia del domingo, como día específico de culto, se re-
montan al tiempo neotestamentario. Se trata de 1 Co
16,2; Hch 20,7-11; Ap 1,9-10. Mientras el más antiguo
de estos testimonios (1 Co 16,2) no conoce probable-
mente una reunión .Iitúrgica (solamente una colecta pri-
vada a domicilio), Hch 20 -tiene una reunión en una casa
privada con la proclamación de la palabra y la celebra-
ción de la eucaristía. En relación al domingo también son
importantes los relatos de las apariciones del Señor re-
sucitado el primer día de la semana (Mt 28,1, Lc 24, 1.13;
Jn 20,1.19). La celebración del domingo fue creada por

4 Para la bibliografía remitimos a Brandolini, L., Domingo, en NDL 594-


613.

257
Manual de Liturgia

el hecho de la resurrección del Señor y su aparición a


los discípulos el primer día después del sábado.

El testimonio más antiguo de la celebración del domingo


lo encontramos en un documento de la segunda mitad
del siglo en la Apología I de San Justino. Él mismo refie-
re la primera descripción que tenemos de la celebración
eucarística en día doming05 . Medio siglo después, la Tra-
dición apostólica, atribuida a Hipólito de Roma, es testi-
monio de la celebración eucarística dominical y, en la
cual tenía lugar la ordenación del obispo, de los presbí-
teros y de los diáconos6 •

Si bien en la iglesia primitiva no encontramos todavía


una obligación personal de participar de la misa domini-
cal, las Iglesias locales comprendieron la necesidad de
reunirse en asamblea eucarística el día domingo, dado
el significado y la importancia de este día. Fue en Espa-
ña con el concilio de Elvira, en el año 302, donde surgió
la primera disposición jurídica que ordena la excomu-
nión temporaria para quien, viviendo en una ciudad, no
iba a la iglesia los domingos por tres veces 7 • El concilio
de Agda, del 506, prescribe que los domingos se debe
participar en toda la misa8 , y desde la época carolingia
en adelante ya es usual, casi en todas partes, la práctica
de la misa dominical. El Código de Derecho Canónico
de 1917 recoge la tradición en el canon 1248, introdu-
ciendo, por ley, la obligación formal de escuchar la misa
dominical. La actual legislación la encontramos en el
canon 1247, que habla de la obligación que tienen los

5 San Justino, Apologia /, 67.


6 Hipólito, Tradición Apostólica, 2-8.
7 Cf. Concilio de Elvira, can. 21; Mansi 2,9.
B Cf. Concilio de Agda, can. 47; CCl 148, 212.

258
¿Cuándo celebramos?

fieles de "participar en la misa" dominical. El mismo ca-


non prescribe que los fieles se abstengan de aquellos
trabajos y ocupaciones que "impiden dar culto a Dios,
disfrutar la alegría propia del día del Señor, o el debido
reposo de la mente y del cuerpo".

El significado teológico del domingo está profundamen-


te ligado a los nombres que este día recibió a lo largo de
la historia. Así tenemos que el nombre más antiguo dado
al domingo es el de "primer día después del sábado".
Como primer día hace referencia a Gn 1,1, a la obra de
la creación, y en concreto a la creación de la luz; según
Mc 16,2 y paralelos hace referencia a la resurrección del
Señor. Fue San Justino quien relacionó luego el inicio de
la creación con la resurrección en torno al tema del pri-
mer día: "Nos reunimos todos el día del sol, porque es el
primer día en el cual Dios plasmó el mundo, y en el cual
Jesucristo, nuestro Salvador, resucitó de entre los muer-
tos"9. Es en Ap 1,10 donde aparece por primera vez el
nombre "día del Señor" y que para san Juan, a la luz de
la expresión veterotestamentaria "día de Yahvéh", está
cargado del sentido escatológico de la intervención defi-
nitiva de Dios. La palabra domingo es un adjetivo con-
vertido en sustantivo. Derivando del griego ky-riaké, que
en latín se traduce dominícus, de donde dominicus díes
(=día del Señor), esta expresión hace referencia a la re-
surrección. El "Señor" es un título de Jesús en cuanto
resucitado por el Padre (cf. Hch 2,36; Rm 1,4; 1 Co 12,3;
Flp 2,11). Así el domingo es el día de la epifanía del se-
ñorío de Cristo sobre el mundo.

La Sacrosanctum Concilium, en el n. 106, dice que "la


Iglesia, por una tradición apostólica que trae su origen

9 San Justino, Apología /, 67.

259
Manual de Liturgia

del mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el


misterio pascual cada ocho días, en el día que es llama-
do con razón "día del Señor" o domingo". En el mismo
lugar se dice que "el domingo es la fiesta primordial" y
"fundamento y núcleo de todo el año litúrgico". El Conci-
lio recupera así el sentido clásico del domingo como
Pascua semanal y su centralidad en relación a las de-
más fiestas del año litúrgico.

Si vamos a los textos de liturgia misma, el prefacio domini-


cal x del Misal romano, que lleva como título "El día del
Señor", expresa sintéticamente lo que es el domingo:

Hoy, tu famílía, reunida en la escucha de tu Pala-


bra, y en la comunión del pan único y partido,
celebra el memorial del Señor resucitado, mien-
tras espera el domingo sin ocaso en el que la
humanidad entera entrará en tu descanso. En-
tonces contemplaremos tu rostro y alabaremos
por siempre tu misericordia.

5.1.1.5 Progresivo desarrollo del año litúrgico

El culto cristiano, como el hebreo, parte de la Pascua. El


paso de la Pascua hebrea a la Pascua cristiana pone en
evidencia algunos elementos esenciales: el plan orgáni-
co progresivo de la salvación de Dios en la historia que
llega a su culmen en el acontecimiento pascual de Cris-
to; el memorial que actualiza perennemente este acon-
tecimiento; la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo
Testamento en la superación de los elementos caducos
con la novedad de la fiesta que es Cristo mismo muerto
y resucitado (cf. 1 Ca 5,7-8).

A lo largo de los siglos, el misterio de Cristo fue com-


prendido y celebrado litúrgicamente por la Iglesia según

260
¿Cuándo celebramos?

un criterio que va de la concentración a la distribución.


Del todo, considerado en la Pascua, se pasó progresiva-
mente a la explicitación de los diversos misterios. La
Pascua es la madre de toda la liturgia. El culto de la Igle-
sia nació de la Pascua y para celebrar la Pascua. De ahí
que en el primer período de la historia de la Iglesia la
Pascua ocupaba el centro vital de la predicación, de la
celebración y de la vida cristiana.

Al inicio de la liturgia cristiana, el domingo era la única


fiesta, el día del Señor, para celebrar la Pascua. Casi
contemporáneamente surgió el "gran domingo" como
celebración anual de la Pascua y, más tarde, ampliada
con el triduo pascual y la cincuentena pascual como pro-
longación de la Pascua. Después del siglo IV, la Iglesia
sintió la necesidad de contemplar y revivir los distintos
momentos del drama de la Pasión redentora con la cele-
bración de la Semana santa. La celebración del bautis-
mo en la noche de Pascua desde el siglo 111, y la discipli-
na penitencial con la reconciliación de los penitentes en
la mañana del jueves santo en el siglo v, dio origen a la
formación de un período de preparación para la Pascua,
esto es, la Cuaresma.

Independientemente de la visión unitaria del misterio


pascual, en el siglo IV nace el ciclo natalicio con la celebra-
ción de la Navidady la Epifanía para afirmar la auténtica
fe en el misterio de la encarnación del Hijo de Dios y su
manifestación al mundo. Hacia fines del siglo IV, casi
estableciendo un paralelismo con el ciclo pascual, nace
el Adviento como período preparatorio de las celebra-
ciones navideñas.

Todavía ligado a la visión unitaria del misterio pascual, y


para venerar a los que habían derramado su sangre por
Cristo y perfectamente asimilados a su pascua, nace

261
Manual de Liturgia

también en la Iglesia antigua el culto de los mártires, que


dará origen al santoral. Después del culto de los márti-
res, hacia el siglo VI aparece el culto a María con la con-
memoración de su maternidad divina.

El resto del año litúrgico recibió diversos nombres en la


historia y que hoyes llamado Tiempo durante el año.

5.1.1.6 El leccionario del año litúrgico

Como decíamos arriba, el misterio de Cristo es celebra-


do mediante ritos, oraciones y textos bíblicos. Así como
tenemos para cada tiempo y cada fiesta del año litúrgico
las oraciones y prefacios propios recogidos en el Misal,
así tenemos también una Ordenación de las lecturas.
Su criterio consiste en presentar a los fieles la lectura de
toda la Escritura durante el año. Para ello tenemos los
leccionarios, los cuales tienen un doble uso:

Dominical - festivo, en tres ciclos caracterizados por la


lectura semicontinua de un evangelio sinóptico: A, centra-
do en Mateo; B, centrado en Marcos; C, centrado en Lucas.
Pasajes importantes de Juan son proclamados en algunos
domingos del ciclo B, aunque de hecho este evangelio se
halla presente también en los otros ciclos. La celebración
tiene tres lecturas: una del Antiguo Testamento y dos del
Nuevo Testamento (epístola y evangelio).

Ferial: en dos años, I y 11, con dos lecturas. El criterio de


organización apunta a la lectura continua en el período
de dos años.

Existe también el leccionario de la Liturgia de las Horas,


que quiere formar unidad con el de la Misa. Además te-
nemos los leccionarios de la liturgia de los sacramentos
y sacramentales.

262
¿Cuándo celebramos?

Bajo la guía del Espíritu, que tiene la misión de "recor-


dar" todo lo que se refiere a Jesús y de guiar la Iglesia
hasta la verdad completa (cf. Jn 14,26; 16,13-14), la li-
turgia mira e interpreta las Escrituras sobre la base del
Evangelio, disponiendo su proclamación alrededor de las
palabras y hechos de Cristo según los diversos ritmos
de la celebración anual del misterio de Cristo. El
leccionario, por lo tanto, hace posible la contemplación,
la experiencia personal y la celebración de este misterio
en toda su amplitud y profundidad. A esta misma finali-
dad están ordenados los textos del misal, como son las
antífonas de ingreso y de comunión, como también las
oraciones y prefacios y la misma plegaria eucarística;
textos de la Escritura como en el caso de las antífonas, y
textos creados por la Iglesia a lo largo de los siglos,
muchos de ellos profundamente permeados por la pala-
bra de Dios.

5.1.1.7 Motivación, espiritualídad y pastoral


del año litúrgico

El actual contexto socio cultural, marcado por el secularis-


mo y la disociación entre fe-liturgia y vida, hace que al-
gunos pongan en discusión la misma realidad de la "fiesta
religiosa". De ahí la necesidad de la catequesis y la pas-
toral litúrgica, que deben conducir a la celebración y vi-
vencia de la fe en la liturgia, como también ayudar a en-
contrar en ella la fuente de la vida cristiana. La pedagogía
para ello nos la da el mismo año litúrgico. Las razones
mismas que justifican la celebración del año litúrgico son
de carácter pedagógico además de teológico. La Igle-
sia, bajo el influjo del Espíritu Santo, va explicitando los
diversos aspectos y momentos del único misterio de Cris-
to dado que, en nuestra limitada capacidad psicológica,
no podemos percibir y penetrar toda su riqueza de una
vez para siempre. Poner de relieve y celebrar litúrgica-

263
Manual de Liturgia

mente los distintos acontecimientos salvíficos, realiza-


dos en Cristo y actualizados en la vida de la Iglesia, es lo
que se llama fiesta litúrgica. Mediante ella, y celebrando
aquellos acontecimientos, la liturgia va comunicando
pedagógicamente a los fieles la gracia y las riquezas
de la redención. La finalidad de esta acción está en
que "los fieles expresen en su vida y manifiesten a los
demás el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de
la verdadera Iglesia" (se 2).

Como ha afirmado el Concilio Vaticano ", la Liturgia "es


la fuente primaria y necesaria en la que han de beber los
fieles el espíritu verdaderamente cristiano" (se 14). La
espiritualidad, y las diversas espiritualidades de la Igle-
sia, han de alimentarse de esta fuente. El año litúrgico,
en su pedagogía y en su realidad sacramental, va ali-
mentando, modelando y dando un ritmo de crecimiento
en el espíritu a cada fiel que celebra el misterio de Cristo
mediante los ritos y las preces de las celebraciones, es-
pecialmente por medio de los textos bíblicos de la litur-
gia de la Palabra.

La pastoral del año litúrgico, verdadera y auténtica, ayu-


da a los fieles a entrar en el misterio de Cristo y experi-
mentar su presencia en la asamblea de los bautizados.
La pastoral del año litúrgico, valorizando los tiempos fuer-
tes en su auténtico contenido salvífica, deberá ser pro-
gramada con dos objetivos claros: que el año litúrgico
lleve a una mayor participación de los fieles en la pascua
de Cristo, y, que la celebración de los sacramentos, es-
pecialmente los de la iniciación cristiana, estén ligados a
los ritmos y a los tiempos del año litúrgico, particularmente
a la cuaresma y a la pascua. El año litúrgico, seguido
pastoralmente con estos criterios, se convierte en una
escuela de vida cristiana, en maestro para el anuncio del
misterio de Cristo, en lugar de celebración y actuación

264
¿Cuándo celebramos?

de aquel misterio no según esquemas subjetivos, sino


según el plan sacramental de la Iglesia que en la liturgia
es madre y, maestra de fieles cristianos comprometidos
con el Reino.

5.1.2 Los ciclos del año litúrgico

Después de una presentación general del año litúrgico,


su sentido teológico-litúrgico y de su importancia para la
de la Iglesia, la cual celebra y vive del misterio de Cristo
pasamos a una somera descripción de los tiempos fuer-
tes privilegiados del año del Señor, como también de las
grandes celebraciones del mismo.

5.1.2.1 El ciclo pascua/10

Ya hemos hablado del fundamento y núcleo del año litúr-


gico el domingo, fiesta cristiana primordial, nacido para
celebrar semanalmente la Pascua de Cristo. Pasamos
ahora a las celebraciones de la Pascua anual.

~ El tiempo de Cuaresma 11

Las primeras referencias a un período prepascual las


encontramos en Oriente a principios del siglo IV y en
Occidente a fines del siglo IV. Pero hacia mediados del
siglo 11 ya se venía afirmando una preparación a la pas-
cua mediante la práctica penitencial del ayuno. La es-
tructura de la Cuaresma es aquella de cuarenta días
considerados a la luz del simbolismo bíblico, que da a
este tiempo un valor salvífico-redentor. Contribuyeron al

10 Cf. las voces Misterio pascual; Pascua y Pentecostés; Triduo pascual,


en ND, con amplia bibliografía.
11 Cf. Bergamini A., Cuaresma, en NDL 497·501, con la bibliografía indicada.

265
Manual de Liturgia

desarrollo de la Cuaresma la disciplina penitencial para


la reconciliación de los pecadores, que tenía lugar en la
mañana del jueves santo, y la institución del catecu-
menado con la preparación inmediata de los "ilumina-
dos" al bautismo, celebrado en la vigilia pascual.

El Vaticano 11 nos dice que

el tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entrega-


dos más intensamente a oír la Palabra de Dios y
a la oración, para que celebren el misterio pascual,
sobre todo mediante el recuerdo o la preparación
del bautismo y mediante la penitencia (se 109).

En el mismo número de la constitución sobre la liturgia


se sugiere dar "particular relieve en la liturgia y en la
catequesis litúrgica al doble carácter de dicho tiempo".
De esta manera vemos que.la Cuaresma tiene, en pri-
mer lugar, una orientación pascual-bautismal.

La actual Cuaresma comienza el miércoles de ceniza y


va hasta la misa de la cena del Señor del jueves santo
exclusive. La celebración litúrgica de este tiempo pone
el acento principal sobre el domingo. En los cinco do-
mingos que preceden al domingo de ramos, el leccionario
dominical ofrece la posibilidad de tres itinerarios diver-
sos y al mismo tiempo complementarios: un itinerario
bautismal (ciclo A); un itinerario cristocéntrico-pascual
(ciclo B); un itinerario penitencial (ciclo C). El ciclo A, de
carácter bautismal, puede ser seguido cada año según
las exigencias pastorales de cada comunidad. En estos
domingos del ciclo A estamos llamados a descubrir y a
revivir nuestro bautismo y nuestra condición de bautiza-
dos. Con el ciclo B. el itinerario cristocéntrico-pascual
nos hace poner la mirada en la Pascua de Cristo; en el
ciclo C el itinerario penitencial constituye una profunda

266
¿Cuándo celebramos?

catequesis sobre la reconciliación, que tiene su vértice


en la celebración de la Pascua, signo supremo de nues-
tra reconciliación con el Padre. Bautismo y penitencia
aparecen así como las dos constantes sobre las que se
recorre el camino cuaresmal en vistas a la plena recon-
ciliación del hombre con Dios.

El significado y el contenido de la Cuaresma se encuen-


tra expuesto de forma sintética y precisa en el primer
prefacio de Cuaresma del Misal romano:

Tú concedes a tus hijos anhelar, año tras año,


con el gozo de habernos purificado, la solemni-
dad de la Pascua, para que, dedicados con ma-
yor entrega a la alabanza divina y al amor frater-
no, por la celebración de los misterios que nos
dieron la vida, lleguemos a ser en plenitud hijos
tuyos.

La oración colecta del primer domingo de Cuaresma


habla de la celebración cuaresmal como de un "sacra-
mento", o sea, de un "signo sagrado", vale decir que todo
cuanto forma parte de la institución cuaresmal -gestos y
palabras- es una realidad unitaria y significativa. La Cua-
resma, en el conjunto de palabra que anuncia los acon-
tecimientos de la salvación, oraciones, ritos y prácticas
ascéticas es un gran signo sacramental, mediante el cual
la Iglesia participa en el misterio de Cristo que por noso-
tros hace la experiencia del desierto, ayuna, vence la
tentación y opta por el camino del mesianismo del siervo
humilde y sufriente hasta la cruz.

Respecto a la teología y a la espiritualidad de la Cuares-


ma tenemos que decir que este tiempo litúrgico nos per-
mite una experiencia más viva de la participación en el
misterio pascual de Cristo: "participamos de sus sufri-

267
Manual de Liturgia

mientos para participar también de su gloria" (Rm 8,17).


Al mismo tiempo no podemos olvidar el carácter eclesial
de la Cuaresma, en cuanto que ella es el tiempo de la
gran convocación de todo el pueblo de Dios para que se
deje purificar y santificar por su Salvador y Señor. De
esta riqueza teológica nace una típica espiritualidad
pascual y bautismal, penitencial y eclesial.

;.... El Triduo pascual

El relato de la pasión del evangelio de San Juan refleja


la práctica litúrgica de las iglesias de Asia Menor, cele-
braban la Pascua el 14 de Nisán, en el aniversario de la
muerte de Cristo. Las otras iglesias, guiadas por Roma,
celebraban la pascua el domingo siguiente a la mencio-
nada fecha. Por otro lado, el relato de la cena en los
evangelios sinópticos podría ser un testimonio de la Pas-
cua litúrgica de la apostólica en las comunidades de tra-
dición sinóptica. O indicaciones de una fiesta de Pascua
de los cristianos podría ser rastreada en 1 Co 5,7-8 y en
la primera carta de Pedro, considerada una homilía
pascual y bautismal.

Las dos homilías más antiguas sobre la Pascua que co-


nocemos son de la segunda mitad del siglo 11: la primera
es de Meli de Sardes y la segunda es anónima. El argu-
mento de las tres partes de la homilía de Melitón de
Sardes es la pasión de Cristo considerada de diversas
maneras, vale decir, en la primera, como verdadera rea-
lidad significada y presente en el misterio de la Pascua
judía. En la segunda parte la pascua de Cristo es vista
como la gran intervención de Dios en la historia huma-
na, o como la redención de la humanidad oprimida por el
mal y la muerte. En la última parte del texto, la pasión de
Cristo considerada como el acontecimiento histórico que
provocó repudio de Israel por parte de Dios: La Pascua

268
¿Cuándo celebramos?

de Israel no es más, porque la verdadera Pascua se rea-


lizó en Jesucristo victorioso sobre el pecado y la muerte.
La Pascua aparece como la síntesis de toda la historia
de la salvación, desde la creación hasta la parusía.

En los siglos IHV la celebración de la Pascua se caracte-


rizaba por la práctica de uno o dos días de ayuno, con-
cluyendo con una liturgia. El carácter penitencial de la
Pascua está ligada a su significado: pasión y muerte del
Señor. Este carácter penitencial ya lo encontramos en la
Pascua hebrea, expresado en comida de hierbas amar-
gas y de panes sin levadura, llamado precisamente "pan
de la aflicción" (Dt 16,3).

La Iglesia antigua celebraba la Pascua como un todo en


un día. Se ayunaba hasta media noche por la muerte de
Jesús, y después se daba lugar a la alegría por la resu-
rrección y exaltación del Señor con la gran vigilia pascual,
"madre de todas las vigilias"12. La misma, estructurada
con lecturas y oraciones, incluía la celebración del bau-
tismo y concluía en la madrugada con la celebración de
la eucaristía. A partir del siglo IV, con una visión
historizante y en forma de representación imitativa o dra-
ma sacro, la Pascua es considerada por partes, ponien-
do de relieve aspectos particulares. Nace así el triduo
del Señor crucificado, sepultado y resucitado. De ahí que
las celebraciones litúrgicas de estos tres días, vier-
nes~sábado-domingo, representan en su conjunto la ver-
dadera y propia celebración anual del misterio pascual.
Más tarde, siempre durante el mismo siglo IV, se comienza
a celebrar la institución de la eucaristía el día jueves;
esta celebración terminó por romper la unidad del anti-

12 San Agustín. Sermo 219; PL 38,1088. El texto es retomado en Normas


universales sobre el año litúrgico y el calendario, 19.

269
Manual de Liturgia

gua triduo pascual, que no comprendía ya viernes-


sábado- domingo, sino jueves-viernes-sábado. Del Me~
dioevo en adelante la vigilia pascual se celebraba en la
mañana del sábado santo. Actualmente,

el triduo pascual de la pasión y de la resurrección


del Señor da comienzo con la misa vespertina de
la cena del Señor, tiene su inicio en la vigilia
pascual, y termina con las vísperas del domingo
de resurrección 13 •

Del triduo pascual se pasó a celebrar la semana santa,


llamada antiguamente semana pascual, semana mayor.
La semana santa tuvo su origen en Jerusalén. La misma
consta de la celebración del domingo de ramos: bendi-
ción de los ramos, procesión y celebración de la eucaris-
tía con la solemne lectura de la pasión. Este domingo es
la puerta de entrada a las celebraciones pascuales.

El jueves santo celebra el misterio del cenáculo que mira


hacia la cruz y la resurrección. Jesús anticipa su obla-
ción en perspectiva de victoria e instituye el memorial de
su pasión. Los momentos esenciales de la celebración
son: liturgia de la palabra (Ex 12,1-8.11-14; 1 Ca 11 ,23-26;
Jn 13,1-15); lavatorio de los pies; liturgia eucarística; re-
posición del santísimo Sacramento; despojo de los alta-
res (hecho en silencio después de la celebración). Cristo
nos ha dado su Pascua en el rito de la cena que exige,
por parte nuestra, el servicio y la caridad fraterna (en
este contexto es visto el rito del lavatorio de los pies).
Los fieles son invitados a dedicar un tiempo a la adora-
ción del Santísimo sacramento. En la mañana de este

13 Normas universales sobre el año litúrgico ... 19.

270
¿Cuándo celebramos?

jueves santo se celebra la misa crismal en las iglesias


catedrales, en la que el obispo bendice y consagra los
óleos.

El viernes santo celebra la pasión y muerte de Cristo


como fuente de nuestra salvación. La celebración tiene
tres momentos principales: la liturgia de la palabra {ls
52,13-53,12; Hb 414-16; 5, 7-9; Jn 18,1-19,42) ; la ve-
neración de la cruz; comunión. En este día se observa el
ayuno llamado "pascua" porque nos hace revivir el paso
de la pasión a la resurrección. Se aconseja prolongar
este ayuno hasta la eucaristía de la noche de Pascua l4 •

El sábado santo, llamado día alitúrgico, o sea sin cele-


bración de la eucaristía, es un día de ayuno y penitencia.
La iglesia vela junto al sepulcro meditando en la pasión y
en la esperanza de la resurrección. El significado de este
día se encuentra expresado de forma excelente en la
Liturgia de las Horas.

La liturgia del triduo está fundada en la unidad del miste-


rio pascual, que consta inseparablemente de la muerte y
la resurrección de Cristo. Cada día del triduo hace refe-
rencia otro y se abre sobre el otro, como la idea de la
resurrección supone la de la muerte. El centro de grave-
dad de los tres días es la vigilia pascual con su celebra-
ción eucarística, la más importante del año podríamos
decir.

En la vigilia pascual "la Iglesia espera, velando, la resu-


rrección de Cristo y la celebra en los sacramentos"15. En
el Misal romano la vigilia es puesta en relación con el

14 cf. ibid, 20.


15 ¡bid,20.

271
Manual de Liturgia

domingo Pascua. La estructura de la vigilia consta de


cuatro momentos fundamentales: celebración de la luz;
liturgia de la palabra; celebración bautismal (si no hay
bautismo, se hace la renovación de las promesas bau-
tismales); y celebración eucarística.

El simbolismo fundamental de la celebración de la vigilia


pascual es el de ser una "noche iluminada", más aún,
una "noche vencida por el día". Mediante los signos, la
celebración de la vigilia demuestra que la vida de la gra-
cia surgió de la muerte de Cristo, expresando al mismo
tiempo la realidad del misterio de la pascua en Cristo y
en nosotros. En síntesis, el triduo la "Pascua ~elebrada
en tres días".

Inaugurada la celebración festiva de la Iglesia en solem-


ne vigilia, la liturgia no dejará de cantar todo el día du-
rante la octava pascual" y todos los cincuenta días del
tiempo de Pascua: "Este es el día que hizo el Señor"
(Sal 117,24).

La cincuentena pascual, dentro de la cual se celebra la


fiesta de la Ascensión del Señor, concluye corila solem-
nidad de Pentecostés. El deseo de subrayar la unidad
del misterio de Cristo y del Espíritu pone de relieve, me-
diante los textos litúrgicos, que todo el tiempo de Pas-
cua es siempre tiempo del Espíritu y que tiene su culmen
en Pentecostés. El misterio pascual es celebrado como
un todo único: muerte, resurrección ascensión, venida
del Espíritu Santo.

Los trazos esenciales de las temáticas del leccionario y


del misal se pueden resumir de la siguiente manera: los
acontecimientos pascuales (muerte - resurrección - ascen-
sión - don del Espíritu) son para nosotros; para que par-
ticipemos de la vida del Resucitado; la proclamación de

272
¿Cuándo celebramos?

los acontecimientos pascuales y nuestra participación en


ellos se realizan en la Eucaristía que es nuestra Pascua;
en la Eucaristía y de la Eucaristía proviene el verdadero
testimonio: por el siempre renovado don del Espíritu.

~ El tiempo pascual

El tiempo pascual subraya la novedad bautismal de la


vida cristiana en continuidád con la novedad del Resuci-
tado. La comunidad eclesial es presencia y prolonga-
ción de 'Cristo resucitado. De ahí la importancia de vivir y
obrar como r~sucitados, y de esa manera anunciar a Cris-
to resucitado. Al mismo tiempo, se afirma ya desde aquí
abajo la posibilidad de una humanidad nueva y renova-
da por el dinamismo del Espíritu del Resucitado.

Cuarenta días después de Pascua se celebra la Ascen-


sión del Señor, y en el quincuagésimo día, el tiempo
pascual culmina con la solemnidad de Pentecostés. Los
cincuenta días que han pasado desde la Pascua se ce-
lebran en la Iglesia como un solo día de fiesta, como un
gran domingo.

5.1.2.3 El ciclo de NavidacJ16

Como ya se dijo, en el siglo IV se afirma la tendencia a


desarrollar el contenido de la única fiesta anual, la Pascua,
representando el acontecimiento de la salvación en Cristo
de modo historizante e imitativo y así celebrarlo en sus
diversos momentos. De ahí que el inicio del acontecimien-
to de Cristo, como son su encarnación y su nacimiento,
se convierten en objeto de conmemoración festiva.

16 Cf. Bergamini A., Navidad/Epifanía, en NDL 1405-1409, con la biblio-


grafía adjunta.

273
Manual de Liturgia

Navidad y, Epifanía son dos celebraciones que se estu-


dian juntas ya que nacen contemporáneamente, y pa-
san de Occidente a Oriente y viceversa. Inicialmente
ambas fiestas constituían una única fiesta con igual ob-
jeto: la encarnación del Verbo, celebrada con diversas
acentuaciones y con diverso nombre: en Occidente como
fiesta del nacimiento o Navidad el 25 de diciembre, y en
Oriente el 6 de enero como fiesta de la manifestación o
Epifanía. La distinción en dos fiestas diferentes por su
contenido aparece entre fines del siglo IV e inicios del
siglo v.

).- El Adviento17

Como para la Pascua, también la Navidad tiene un tiem-


po de preparación, llamado Adviento, que significa lle-
gada, advenimiento. El origen del Adviento se va confi-
gurando de los siglos IV al VI, con dos perspectivas:
espera de la venida del Señor en la gloria del fin de los
tiempos y su venida inmediata con el nacimiento en la
Navidad. El Adviento actual de la liturgia romana con-
serva los contenidos y temáticas tradicionales:

El tiempo de Adviento tiene una doble caracterís-


tica: es el tiempo de la preparación para la solem-
nidad de la Navidad, en la que se recuerda la pri-
mera venida del Hijo de Dios entre los hombres, y
contemporáneamente es el tiempo en el cual,
mediante tal recuerdo, el espíritu es guiado a la
espera de la segunda venida de Cristo al final de
los tiempos 18.

17 Cf. Bergamini A., Adviento, en NDL. Ver bibliografía.


18 Normas universales sobre el año litúrgico ... 39.

274
¿Cuándo celebramos?

De ahí que el Adviento sea el tiempo que nos invita a


cultivar las actitudes evangélicas fundamentales, como
son la vigilancia alegre y en la oración, la esperanza y la
conversión. El tiempo del Adviento es una llamada a la
conversión para preparar los caminos del Señor que vie-
ne, y que pone en juego a todo el hombre que debe pre-
pararse para recibirlo.

El contenido de las lecturas bíblicas, de manera particu-


lar el evangelio, focaliza para cada domingo de Adviento
un tema específico en cada uno de los tres ciclos
litúrgicos: la vigilancia en la espera de Cristo (primer
domingo); invitación a la conversión (segundo domingo);
el testimonio de Cristo dado por su precursor Juan el
Bautista (tercer domingo); anuncio del nacimiento de
Jesús (cuarto domingo). Los textos del Misal ilustran el
gran tema de la venida de Cristo, sea en la encarnación,
sea al final de los tiempos como Juez y Señor. Especial
atención merece el formulario del cuarto domingo, el
segundo prefacio y las colectas de las misas de los días
17,19,20 Y 23 de diciembre: el carácter mariano de los
mismos pone de relieve la relación y la cooperación de
María en el misterio de la redención. El Adviento es el
tiempo mariano por excelencia del año litúrgico.

Para concluir, decimos que el ciclo de la manifestación


del Señor, de menor importancia simbólico-formativa res-
pecto al ciclo de Pascua, expresa algunos valores indis-
pensables para la vida eclesial: Adviento - Navidad -
Epifanía nos muestran la dimensión histórico-sacramental
de la salvación. El Dios del Adviento es el Dios de la
historia, el Dios plenamente llegado para la salvación
del hombre en Jesús de Nazaret, en el cu'al se revela el
rostro del Padre. Dios obra en los hechos de la historia
dándoles una dirección salvífica. Consiguientemente se
pone también en evidencia la espera activa para dispo-

275
Manual de Liturgia

nernos al don de la salvación: el encuentro con el Señor


que entra en nuestra historia y en nuestra vida; la mani-
festación activa de lo que el Señor realiza en nosotros
para que se convierta en don para los demás.

);- La Navidad

La fiesta de Navidad nace en Roma. El paganismo cele-


braba el 25 de diciembre las fiestas idolátricas en torno
al culto del sol. Para alejar a los fieles de estas fiestas, la
Iglesia invitó a los fieles cristianos a considerar el naci-
miento de Cristo, verdadera luz que ilumina a todo hom-
bre. Las grandes herejías cristológicas de los siglos IV y
v, y la celebración de los cuatro concilios ecuménicos de
Nicea, Constantinopla, Éfeso y Calcedonia, hicieron de
la Navidad la ocasión para afirmar la fe auténtica en el
misterio de la encarnación.

La actual liturgia natalicia expresa una teología que re-


mite a diez homilías del gran teólogo de la Navidad, el
Papa San León Magno (440-461). Para él la Navidad es
una verdadera fiesta de la redención en estrecha rela-
ción con la Pascua, y hace presente, mediante la litur-
gia, el punto de partida de todo lo que se realizó en la
carne de Cristo para nuestra salvación. Los textos del
leccionario y del misal de la misa de la vigilia y de las tres
misas natalicias no se quedan en el hecho histórico del
nacimiento de Cristo, sino que de éste se remontan al
misterio que tal acontecimiento encierra. Las lecturas
bíblicas dan la palabra al profeta del misterio, Isaías, a
los testigos y evangelistas Mateo, Lucas y Juan.

La dimensión salvífica de la Navidad está expresada en


la oración sobre las ofrendas de la misa de la vigilia:
"Concede, Señor, a tu pueblo celebrar con renovado fer-
vor este sacrificio, en la vigilia de la gran fiesta que ha

276
¿Cuándo celebramos?

dado inicio a nuestra redencíón". La Navidad es ya el


inicio de la redención salvífica, la condición para la muerte
y la resurrección. Otro tema central y fuerte es el del
"admirable intercambio", expresado en las homilías del
Papa san León Magno, como también en la oración
colecta de la misa del día y en el tercer prefacio de
Navidad:

En él (Cristo) hoy resplandece ante el mundo el


maravilloso intercambio que nos salva: pues al
revestirse tu Hijo de nuestra frágil condición no
sólo confiere dignidad eterna a la naturaleza hu-
mana, sino que por esta unión admirable nos hace
a nosotros eternos.

~ La Epifanía

La Epifanía es la tradicional fiesta oriental del nacimien-


to de Jesús. Cuando pasa a Occidente, en Roma es lla-
mada por san León "epiphania", y el antiguo sacramen-
tario Gelasiano la llama "theophania"; en el curso del siglo
XII-XIII se impone definitivamente el nombre de "epifanía"
en los libros litúrgicos romanos. Los términos greco-
romanos epifanía o teofanía significan autonotificación,
entrada poderosa en la notoriedad y se refiere a la llega-
da de un rey o de un emperador. El mismo término era
usado para indicar la aparición de una divinidad o la in-
tervención prodigiosa de la misma. De ahí que en Orien-
te la epifanía fue llamada la fiesta del nacimiento del
Señor y de su aparición en la carne.

La Epifanía tiene su origen en Egipto, según el testimo-


nio más antiguo de Clemente Alejandrino, en los inicios
del siglo 111, se celebraba el bautismo de Cristo como tam-
bién su nacimiento. Como la fiesta romana del nacimiento
de Cristo el 25 de diciembre, así también el origen de la

277
Manual de liturgia

Epifanía fue motivado por una fiesta pagana. Sabemos


que entre la noche del 5 al 6 de enero en Alejandría se
celebraba el día natalicio del dios Eón (dios del tiempo y
de la eternidad), en cuyo día se sacaba y se conservaba
agua del Nilo con solemnes ceremonias. Cuando la fies-
ta cristia.na de la Epifanía entra en Occidente cambia de
significado, celebrando la revelación de Jesús al mundo
pagano; de ahí el tema de la visita de los magos que en
Belén adoran al Redentor recién nacido. A este episodio
se une también el bautismo de Jesús y el primer milagro
en Caná. En Oriente, después de haber aceptado la fiesta
de la Navidad el 25 de diciembre, los orientales celebran
la Epifanía sobre todo como fiesta del bautismo del Se-
ñor, considerado también como manifestación de su di-
vinidad.

En la actual liturgia romana, la Epifanía conserva su sen-


tido característico de manifestación al mundo de Jesús
como Señor de todos los pueblos. De este modo en
Occidente se distingue netamente el objeto de las dos
fiestas: el nacimiento de Cristo en la Navidad y el home-
naje de las naciones ante la manifestación de Cristo en
Epifanía.

El misterio celebrado en la Epifanía está expresado


sintéticamente en el prefacio de la fiesta:

Hoy, en Cristo luz del mundo, tú has revelado a


los pueblos el misterio de nuestra salvación; pues
al manifestarse Cristo en nuestra carne mortal nos
hiciste partícipes de la gloria de su inmortalidad.

Tanto las lecturas como las oraciones de la liturgia de


este día ponen en evidencia la universalidad de la salva-
ción en Cristo, como también el misterio esponsal de
Cristo que se une a su Iglesia para purificarla y santifi-

278
¿Cuándo celebramos?

carla. También se subraya la dimensión misionera de


la Iglesia, signo elevado entre los pueblos para reunir a
los hijos de Dios dispersos y otorgarles la misma he-
rencia.

5.1.2.5 El Tiempo durante el año19

Este tiempo está constituido por 33-34 semanas, que


encuentran lugar, algunas de ellas (de la 1 a la 9) des-
pués de la fiesta del Bautismo de Jesús y las otras des-
pués del domingo de Pentecostés. Este tiempo es lla-
mado también "ordinario" porque no tiene como objeto
la celebración particular de algún misterio preciso de
Cristo.

El Tiempo durante el Año celebra el misterio de Cristo y


de la Iglesia en su globalidad, cada semana, especial-
mente cada domingo. La clave de lectura de este tiempo
es siempre, por tanto, el misterio de Cristo. La lectura
semicontinua del evangelio ocupa el centro de la espiri-
tualidad cristiana porque nos propone la vida misma y
las palabras de Jesús, no solamente en las celebracio-
nes de sus grandes misterios, sino también en la norma-
lidad evangélica de la palabra de Jesús, de sus gestos y
de sus enseñanzas. Asumir este misterio de Cristo en el
tiempo durante el año significa tomar en serio el ser dis-
cípulos, escuchar y seguir al Maestro en la vida cotidia-
na no para poner entre paréntesis la vida ordinaria sino
para subrayarla como momento salvífico. La misma lec-
tura semicontinua de los libros del Antiguo y del Nuevo
testamento nos ofrece la posibilidad de medir nuestro
camino de perseverante fidelidad hacia la venida del

19 Cf. López Martín J., Tiempo ordinario, en NDL 1967-1972, con la biblio-
grafía allí indicada.

279
Manual de Liturgia

Señor, con las grandes esperanzas del pueblo de Dios y


con la perseverante fidelidad de la primitiva comunidad
cristiana.

5.1.2.6 Las fiestas en el año litúrgico

~ Las fiestas del Señor

El calendario litúrgico oficial contiene varias fiestas de


Jesucristo independientes de los dos grandes ciclos de
Pascua y Navidad:

Cinco celebraciones "móviles", es decir en fecha varia-


ble, en dependencia de la variación de la Pascua:

- La Santísima Trinidad (S)20, el primer domingo des-


pués de Pentecostés;

Nuestro Señor Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote


(F), el primer jueves después de Pentecostés;

El Cuerpo y la Sangre de Cristo (S), popularmente


conocida con su nombre latino antiguo de Corpus
Christi, el segundo jueves después de Pentecostés,
o bien el domingo posterior;

El Sagrado Corazón de Jesús (S), el tercer viernes


después de Pentecostés;

Jesucristo, Rey del Universo (S), el último domingo


del tiempo ordinario y, con ello, del año litúrgico.

20 (S) indica que se trata de una solemnidad; (F), de una fiesta; (MO), de
una memoria obligatoria y (ML), de una memoria libre.

280
¿Cuándo celebramos?

Cuatro celebraciones en días fijos:

- La Presentación del Señor (F), el 2 de febrero;

- La Anunciación del Señor (S), el 25 de marzo, es


decir nueve meses antes de la solemnidad de su
nacimiento;

La Transfiguración del Señor (F), el6 de agosto, cua-


renta días antes de la Exaltación de la santa Cruz;

La Exaltación de la santa Cruz (F), el 14 de septiem-


bre, aunque en algunos lugares se sigue celebrando
en su antigua fecha del 3 de mayo.

~ Las fiestas de la Virgen María 21

La proclamación del dogma de la maternidad divina de


María en el concilio de Éfeso, del año 431, dio un nota-
ble impulso al desarrollo del culto mariano tanto en Orien-
te como en Occidente. No hay total acuerdo entre los
estudiosos en lo que se refiere a la entrada oficial de
María en la celebración litúrgica. Mientras que para al-
gunos este culto se remonta ya al siglo I y se manifiesta
en Roma en el siglo 11, la gran mayoría de los autores
coloca las primeras manifestaciones de culto mariano
oficial más tarde, y en todo caso, después de la apari-
ción del culto de los mártires.

Hay que preguntarse en qué humus teológico germinó


el culto mariano. Partiendo de los escritos neotesta-
mentarios y de la antigua literatura cristiana se puede

21 Cf. Castellano J .. Virgen Maria. en NDL 2030-2061. con la bibliografía


indicada.

281
Manual de Liturgia

concluir que en los primeros siglos del cristianismo Ma-


ría era considerada un testimonio privilegiado y, al mis-
mo tiempo, importante protagonista de la economía de
la salvación. Ella indica, por ejemplo, el cumplimiento de
las profecías veterotestamentarias sobre la salvación
mesiánica (d. Lc 1, 46-55), Y contribuye de cerca me-
diante su adhesión total a la voluntad de Dios (cf. 1,38).
De todos modos, los dos títulos de "primera entre los
creyentes" y "testigo" privilegiado del misterio de Cristo
podían justificar el culto mariano ..

Antes de las fiestas marianas propiamente dichas, el


misterio de María encuentra sus primeras manifestacio-
nes litúrgicas en la celebración misma de los misterios
de Cristo, en los cuales se revela la presencia de María,
especialmente en la Epifanía y la Navidad. En las fiestas
de la encarnación y nacimiento del Hijo, la atención era
puesta también en la Madre.

En el actual Calendario romano las fiestas marianas se


presentan como un reflejo de las fiestas del Señor:

En la celebración de este círculo anual de los mis-


terios de Cristo, la santa Iglesia venera con amor
especial a la bienaventurada Madre de Dios, la
Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra
salvífica de su Hijo; en el/a, la Iglesia admira y
ensalza el fruto más espléndido de la redención
y la contempla gozosamente como una purísima
imagen de lo que el/a misma, toda entera, ansía y
espera ser (se 103).

Los ciclos de lecturas bíblicas del leccionario y los textos


del Misal ofrecen una visión del misterio de María fuerte-
mente integrada con el misterio de la salvación y en pro-

282
¿Cuándo celebramos?

funda relación con el acontecimiento salvífico de Cristo


y de la Iglesia.

El Leitmotiv, de la actual teología mariana en su relación


con la liturgia, es la presentación de la Virgen como
modelo de la Iglesia en el ejercicio del culto divino: oír la
Palabra, la oración, la ofrenda, el ejercicio de una mater-
nidad espiritual. "María es sobre todo modelo de aquel
culto que consiste en hacer de la propia vida una ofren-
da a Dios" dice Pablo VI en la encíclica Marialis Cultus, n.
21.

Las fiestas de la Virgen son:

Tres solemnidades:

- Santa María, Madre de Dios, el 1 de enero;


- la Asunción de la Santísima Virgen, el 15 de agosto;
- la Inmaculada Concepción de Santa María Virgen, el
8 de diciembre;

Dos fiestas:

- la Visitación de la Virgen María, el31 de mayo;


- la Natividad de la Virgen María, el 8 de septiembre;

Cinco memorias obligatorias:

- Santa María Reina, el 22 de agosto;


- Nuestra Señora de los Dolores, el15 de septiembre;
- Nuestra Señora del Rosario, el 7 de octubre;
- la Presentación de la Virgen María, el 21 de no-
viembre;

283
Manual de Liturgia

- el Inmaculado Corazón de María, el sábado después


del Sagrado Corazón de Jesús;

Tres memorias facultativas:

- Nuestra Señora de Lourdes, el 11 de febrero;

- Nuestra Señora del Carmen, el 16 de julio;

- la dedicación de la basílica de Santa María la Mayor,


el 5 de agosto.

).- Las fiestas de los santo$22

El año litúrgico celebra una sola realidad, el misterio


pascual de Cristo. Los libros litúrgicos hacen una divi-
sión entre "propio del tiempo" y "propio de los santos",
pero no se trata de dos ciclos de celebraciones indepen-
dientes, paralelas o contrapuestas. La Iglesia, al cele-
brar cada año el día natalicio de los mártires y de los
santos, celebra la realización del misterio pascual de
Cristo en ellos. Ya en los dos primeros siglos de la vida
de la Iglesia encontramos testimonios de la veneración y
del culto de los mártires (testigos), los cuales con el sa-
crificio de sus vidas habían alcanzado una especial unión
y configuración con Cristo muerto y resucitado. Termina-
da la época de las persecuciones, se dará culto también
a otros personajes ilustres que habían dado testimonio
de Cristo y por su doctrina: los "confesores" de la fe, los
ascetas, las vírgenes, los obispos, etc.

La liturgia en sus textos expresa una teología litúrgica


de la santidad. El santo participa de la plenitud del miste-

22 Ver Jounel P., Santos, en NDL 1873-1892.

284
¿Cuándo celebramos?

rio pascual del Señor, y su santidad existe en función de


esta participación. Cristo es el único Santo y el prototipo
de toda santidad. Los santos son tales en la medida en
que se identifican con Cristo y viven en plenitud de co-
munión con el Cristo de la Pascua. En los santos la Igle-
sia celebra el misterio de Cristo visto en sus frutos y rea-
lizado en sus miembros. Es por ello que al mismo tiempo
los santos son propuestos como modelos de vida cristia-
na y poderosos intercesores del pueblo de Dios. La litur-
gia expresa la finalidad del culto de los santos en el se-
gundo prefacio de los santos cuando dice:

... mediante el testimonio admirable de tus san-


tos, fecundas sin cesar a tu iglesia con vitalidad
siempre nueva, dándonos así pruebas evidentes
de tu amor: Ellos nos estimulan con su ejemplo
en el camino de la vida y nos ayudan con su inter-
cesión.

5.2 La Liturgia de las Horas

El Misterio de Cristo. su Encarnación y su Pascua,


que celebramos en la Eucaristía ...
penetra y transfigura el tiempo de cada día
mediante la celebración de la Liturgia de las Horas.
CEC 1174

La Liturgia de las Horas forma parte del complejo orgá-


nico que llamamos "Liturgia". Este complejo, como sa-
bemos, comprende, con la Liturgia de las Horas, la Eu-
caristía, los otros sacramentos y sacramentales, y el año
litúrgico. Toca de modo particular a la Liturgia de las Horas
la función de qonducir los cristianos a una progresiva
participación al misterio salvífico de Cristo mediante la
oración. Esta liturgia es una estructura de oración con-

285
Manual de Liturgia

cebida y organizada de modo que, santificando toda la


jornada, pueda ser expresión de la oración de cada uno
de los orantes y, sobre todo, de la entera comunidad
eclesial. La importancia de la Liturgia de las Horas en la
vida de la Iglesia está en el hecho que "la oración públi-
ca y comunitaria del pueblo de Dios figura con razón en-
tre los principales cometidos de la Iglesia" (OGLH 1).

5.2.1 Origen y desarrollo histórico

En el mundo de las religiones, la oración es un fenóme-


no universal. No hay religión alguna, en cualquier grado
de cultura, que no conozca el fenómeno de la oración. A
nosotros nos interesa la oración cristiana, que nace en
el surco de la oración del pueblo judío.

5.2.1.1 De la oración judía a la oración cristiana

La comunidad cristiana primitiva inició su camino en la


historia sin poseer una estructura propia de oración, ni
un patrimonio de textos que pudiesen ser considerados
como una expresión específica de la predicación y de la
enseñanza de Jesús. Esta laguna fue cubierta por las
primeras comunidades cristianas mediante la profun-
dización de la enseñanza y del ejemplo de Jesucristo en
el contexto de la tradición hebrea, en la cual el mismo
Jesús había vivido su relación con el Padre por medio de
la oración. El pueblo judío tenía una larga y profunda
experiencia de oración, y Jesús nació en un pueblo que
sabía orar. Muchos de los elementos formales -pense-
mos en los salmos-, y de contenido de la oración de
Jesús y de los primeros cristianos proceden del ambien-
te humano y religioso de tal pueblo. Los evangelios son
conscientes de este injerto judío de la oración cristiana.
Así, por ejemplo el gran maestro de la oración, san Lucas,
comienza su evangelio con la descripción de una liturgia

286
¿Cuándo celebramos?

de oración que se desarrolla en el templo de Jerusalén,


durante la cual el ángel del Señor se aparece a Zacarías
(d. Lc 1, 8-23); concluye con una referencia precisa a
los discípulos de Jesús que, después de la ascensión
del Señor, seguían frecuentando el Templo para orar (d.
Lc 24,52-53). También en Hch 3,1-11 Lucas recuerda
que Juan y Pedro iban al Templo para la oración ves-
pertina. Sucesivamente las referencias a la participa-
ción de los primeros cristianos en la oración del Templo
son más escasas, hasta desaparecer del todo (d. Hch
2,46).

La más completa documentación que conocemos sobre


la práctica judía de la oración, en tiempos de Jesús, la
encontramos en la Hishná, código rabínico compilado
hacia el año 200 de la era cristiana, particularmente en
el tratado de las bendiciones (berakhot). Según el trata-
do Berakhot IV, 1 hay tres momentos de plegaria al día: a
la mañana, al mediodía y a la tarde. De estos momentos
también nos hablan los textos bíblicos, Sal 55,17-18, Dn
6,10 para nombrar algunos. Desde tiempos muy anti-
guos se recitaba dos veces al día la famosa profesión de
fe (credo israelita) conocida como shemá Yisrael (Escu-
cha Israel), posiblemente a causa del texto mismo del Dt
6,7 Y 11,19: "Repetirás estas palabras (de la Ley) a tus
hijos, las dirás lo mismo en casa que cuando vayas de
camino, cuando te acuestes y cuando te levantes". La
plegaria del mediodía será la Thephillah, que consta de
dieciocho bendiciones y peticiones, perteneciente al cul-
to de la sinagoga.

En los libros del Nuevo Testamento encontramos la formu-


lación de un verdadero precepto sobre la oración ininte-
rrumpida, más aún, nos encontramos con el gran Orante,
Jesús, que nos da ejemplo de oración, que enseña cómo
se ha de orar y que "instituye" la oración cristiana.

287
Manual de Liturgia

El tema de la continuidad de la oración sin interrupción,


con expresiones como "siempre", "asiduamente", "día y
noche", son abundantes hasta convertirse en un tópico
en el lenguaje de san Pablo y san Lucas (cf. Hch 1,14;
2,42; 6,4; 10,2; 12,5; Rm 1,9ss; 12,12; 1 Ca 1,4; Ef 1,16;
5,20; 6,18; Flp 1,3ss; Col 4,2; 1 Ts 1,2ss; 2,13; 5,17; 2 Ts
1,11; 2,13; 2 Tm 1,3). Estos términos quieren expresar
la constancia no tanto en la repetición de actos cuanto
en la perseverancia de la actitud orante. La antigua tra-
dición cristiana prestó particular atención a esta doctri-
na, y al mismo tiempo, el precepto de la oración ininte-
rrumpida jugó un papel importante en la formación de
los tiempos y de los ritmos de oración.

En los comienzos de su historia, la oración cristiana se


expresó con gran libertad creativa, fecundada por la fuer-
za del Espíritu.

5.2.1.2 Las horas de oración y su simbolismo


(siglo 111)

La primera etapa de la historia de la Liturgia de las Ho-


ras, hasta su primera estructuración a fines del siglo IV,
se caracteriza por la preocupación de "justificar" los mo-
mentos de oración. Cada hora adquiere un significado
religioso y espiritual tomado no sólo del simbolismo na-
tural de las distintas partes del día y de la noche, sino
también y sobre todo del recuerdo de determinados epi-
sodios bíblicos o de la vida de Jesús y de los apóstoles.
De ahí que se fuera delineando ya una verdadera teolo-
gía del tiempo, mostrando cómo todas y cada una de las
horas tienen un valor simbólico-sacramental, o sea, son
signos de salvación.

Los Padres de este período están de acuerdo en afirmar


que, para realizar el ideal de la oración incesante, se

288
¿Cuándo celebramos?

deben fijar tiempos precisos para la oración. Estos tiem-


pos de oración son interpretados como expresión visible
y realización simbólica de lo que, a la luz del ideal
neotestamentario, debe ser el misterio de la oración como
realidad permanente en la vida del creyente.

5.2.1.3 Los primeros intentos de organización


(siglos IV - VI)

Durante el siglo iv la oración de las horas se organiza


casi en todas partes bajo dos formas principales: la ora-
ción de la comunidad cristiana junto al obispo y su pres-
biterio, llamado oficio de catedral, y la oración de los
centros monásticos, llamado oficio monástico. Elofi-
cio de catedral celebra las horas principales de la
mañana y de la tarde, llamadas laudes y vísperas.
Además de estos dos encuentros de oración, los fieles
eran convocados para las vigilias de oración, dominica-
les y festivas. El oficio monástico comprendía también
las horas diurnas de tercia, sexta y nona, a las que se
unió más tarde prima (hoy suprimida) y completas. Por
otra parte, 105 monjes institucionalizaron las vigilias de
oración como oficio cotidiano. La distinción entre oficio
catedralicio y oficio monásti.co desaparece pronto en
Occidente a causa de la monastización general de la
Liturgia de las Horas. El encuentro y la unión de las dos
tradiciones, monástica y catedralicia, constituye la base
del patrimonio tradicional dei oficio divino llegado hasta
nosotros.

5.2.1.4 Sobrecarga y decadencia del ritmo


horario (siglos X-XVI)

El ideal de la oración de las horas fue oscurecido en el


curso de los siglos por dos tendencias casi opuestas.
Por una parte se dio una sobrecarga del horario y del

289
Manual de Liturgia

contenido del oficio, y la abolición de su referencia al


ritmo natural de las horas por otra. La celebración com-
pleta, diaria y solemne del oficio, impuesta por la legisla-
ción carolingia a todas las Iglesias, terminó por conver-
tirse en un pesado fardo para el clero, especialmente el
dedicado a la cura pastoral. Es así como ya en el siglo x
se comenzó a aligerar el oficio reduciendo algunos de
sus elementos y limitando su celebración solemne a las
iglesias principales. Con Inocencia 111 (1198-1216) nace
el Breviario de la curia romana, un libro que contiene
todos los elementos necesarios para la celebración del
oficio. Hacia el 1250 los frailes franciscanos adoptaron
este oficio abreviado y reformado, contribuyendo a su
difusión por Europa al extenderse la orden. Por primera
vez en la historia de la liturgia, un libro, el Breviario, logra
unificar el Oficio Divino en aras de la comodidad y del
sentido práctico. Comienza así el camino hacia la estre-
cha uniformidad que desembocará en el Breviario de Pío
v del 1568.

Con la aparición del Breviario la Liturgia de las Horas


pierde prácticamente su carácter de celebración co-
munitaria, más aún, la recitación privada del oficio es
equiparada a la celebración comunitaria. Así en la Bula
de Pío v para la publicación del Breviario que, salvo al-
gunas modificaciones introducidas por Pío x en 1911 y
Pío XII en 1949, llegará hasta la reforma litúrgica promo-
vida por el Vaticano 11. Con la afirmación de la práctica
de la recitación privada del Breviario tampoco se siente
ya la necesidad de rezar al ritmo natural de la horas del
día. Era sólo necesario rezar todo el breviario a cual-
quier hora del día o de la noche para cumplir con su
obligación.

290
¿Cuándo celebramos?

5.2.2 La Liturgia de las Horas después


del Vaticano 11

Con la Sacrosanctum Concilium, el Vaticano 11 pone las


base,s para una verdadera y profunda reforma general
de la' Liturgia de las Horas. Este documento dedica todo
el capítulo IV a la renovación de la oración de la Iglesia:
teología de la oración de las horas, aspectos pastorales,
normas para la reforma, valor espiritual, obligación, ce-
lebración comunitaria, etc. La nueva Liturgia de las Ho-
ras fIJe promulgada con la constitución apostólica Laudis
Canticum de Pablo VI el1 de noviembre de 1970, y publi-
cada el 11 de abril de 1971.

Precedentemente, el 2 de febrero de 1970, fue publica-


da la Institutio Generalis de Liturgia Horarum (Ordena-
ción general de la Liturgia de las Horas), que acompaña
el primer volumen de la Liturgia de las Horas. Una se-
gunda edición de este documento fue publicqda el 7 de
abril de 1985.

5.2.2.1 Características de la actual Liturgia


de las Horas

La Liturgia de las Horas, por su naturaleza, está destina-


da a la celebración en determinadas horas del día y esta
cadencia constituye una de sus principales característi-
cas. Es por eso que se prefiere llamarla "Liturgia de las
Horas". La expresión "oficio divino" es muy genérica y
puede referirse a cualquier celebración litúrgica; el tér-
mino "breviario" significa simplemente "compendio" y es
el menos adecuado.

Laudes, como oración de la mañana, y Vísperas, como


oración de la tarde, constituyen el doble quicio de la ora-
ción cotidiana, y son consideradas las horas principales

291
Manual de Liturgia

y celebradas como tales; el Oficio de lecturas, si bien


conserva su índole de oración nocturna para la oración
coral, fue adaptado de modo que pueda ser celebrado
en cualquier hora del día. Tercia, Sexta y Nona pueden
ser rezadas a la hora correspondiente o una de ellas, la
más adaptada al momento de la jornada como Hora
media; las Completas se rezan al fin de la jornada, inme-
diatamente antes del descanso nocturno.

Tenemos que destacar que las diversas horas de ora-


ción son, en el contexto celebrativo, signo de la actua-
ción memorial del acontecimiento pascual de la salva-
ción, porque los diversos momentos celebrativos están
ligados a los misterios de la historia salvífica.

Con la actual Liturgia de las Horas se invierte la tenden-


cia secular que consideraba el oficio divino una reali-
dad clerical y privada -por no decir privatizada-, resti-
tuyendo a cada cristiano la posibilidad de tomar contacto
con una experiencia de oración que es propia de la Igle-
sia de todos los tiempos y de toda la Iglesia. Los esque-
mas ofrecidos por la Liturgia de las Horas representan
un modelo de oración rica de contenido, abierta, univer-
sal, que nos permite hacer nuestro, día tras día, el ritmo
de oración de la Iglesia en su conjunto. La celebración
comunitaria de la oración de la Iglesia, representa un
momento en el cual la comunidad toma conciencia de su
vocación a la oración ininterrumpida, y de su vocación a
ser signo profético de la vocación de cada hombre a entrar
en diálogo con Dios para una existencia responsorial.

5.2.2.2 Teología y espiritualidad de la oración


de la Iglesia

La oración de las horas es la oración de Cristo con su


Cuerpo al Padre (se 84). La Liturgia de las Horas tie-

292
¿Cuándo celebramos?

ne SU prototipo, su ejemplar, su modelo en la alaban-


za interior que caracteriza la vida trinitaria. La oración
nos introduce en el dinamismo íntimo de conocimien-
to y de amor que une eternamente al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo. Desde el momento en el cual, mediante
la gracia bautismal, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo,
habita en la profundidad de nuestro ser, estamos en re-
lación con cada una de las Personas divinas, y se puede
decir que también estamos constitutivamente en actitud
de oración.

La riqueza de perspectivas de la Ordenación general


aparece en el primer capítulo; las mismas pueden ser
recogidas en torno a tres preguntas fundamentales:

La primera se refiere a la naturaleza de la Liturgia de


las Horas: en qué condiciones ésta es oración litúrgica
y participa de la Liturgia de la Iglesia.

La segunda se pregunta sobre lo específico de la Li-


turgia de las Horas: cuál es el elemento distintivo de
la Liturgia de las Horas, especialmente en relación a
la celebración eucarística.

- La tercera indaga sobre las consecuencias que deri-


van de la renovada comprensión teológica de la Li-
turgia de las Horas en la determinación de los suje-
tos de esta oración: qué relación existe, en particular,
entre sujeto eclesial total y delegación a los ministros
ordenados.

La respuesta a estas preguntas nos parece fundamental


para una teología, una espiritualidad y también para una
pastoral de la Liturgia de las Horas.

293
Manual de Liturgia

'ji- Oración de la Iglesia con Cristo y a Cristo

En referencia a la primera pregunta recogemos la defini-


ción de la Liturgia de las Horas: " ... es principalmente
oración de alabanza y de súplica, y, ciertamente, oración
que la Iglesia realiza con Cristo y dirige a él" (OGLH 2).
De toda acción litúrgica podemos afirmar que es princi-
palmente oración de alabanza y de súplica, actuación de
la oración de la Constitución conciliar sobre la Liturgia
cuando, al presentar la doctrina sobre la presencia real
de Cristo en la cual "Cristo asocia siempre consigo a su
amadísima esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y
por Él tributa culto al Padre Eterno (se 7). Esta afirma-
ción, puesta en paralelo con aquella de la OGLH 2, deja
en claro la verdadera naturaleza litúrgica de la oración
de las horas.

Si queremos profundizar la definición sintética arriba ci-


tada, el discurso se duplica, subrayando la corriente
cristológica por un lado, y la corriente eclesiológica por
otro. Primero se habla de la "oración de Cristo" al Padre,
desde siempre en acto en la perfecta alabanza del Ver-
bo, hecha historia en la carne de Jesús y perennemente
renovada por la voz de la Iglesia. Sucesivamente se pasa
a la "oración de la Iglesia", hecha posible por el Espíritu
Santo, por el cual ella continúa y manifiesta en el tiempo
y en el espacio humano la oración de Cristo. Es un pro-
cedimiento histórico y teológico juntamente, que permite
a la OGLH poner en evidencia la relación que se da entre
la oración de Cristo y la de la Iglesia.

La oración de Cristo es presentada ante todo, en nues-


tro documento, como testimonio, modelo y ejemplo para
la oración de la Iglesia, pero especialmente como norma
y mandamiento. Jesucristo oró incesantemente al Pa-
dre, distribuyendo su alabanza y súplica en las diversas

294
¿Cuándo celebramos?

horas del día y de la noche, pero ha insistido también a


los discípulos a orar insistentemente (Lc 18, 1). De la
misma manera que él ha rezado (palabras, actitudes
exteriores e interiores) se convirtió para la Iglesia de to-
dos los tiempos y latitudes la norma insuperable de su
oración. La oración de Cristo aparece como el momento
propiamente institutivo y fundante de la Liturgia de las
Horas. También esta oración de la Iglesia, según su
modalidad específica, es actuación del mandato propia-
mente eucarístico: "hagan esto en memoria mía".

La relación entre la oración de Cristo y la de la Iglesia


es todavía más profunda. La oración de la Iglesia (la
oración propiamente litúrgica), es continua actualización
misté rico-sacramental de la oración de Cristo. La ora-
ción de la Iglesia es la visibilidad in mysterio de la ora-
ción que Cristo eleva incesantemente al Padre. De aquí
se sigue que ella es auténtica sólo en la medida en que
es oración de Cristo y por tanto oración "con" Cristo.
En Cristo, único y eterno sacerdote de la nueva alian-
za, la oración es siempre verdadero y perfecto acto
litúrgico. En su oración se reúne la alabanza y la súpli-
ca de la Iglesia, de toda la humanidad y de todo el
cosmos.

La oración de la Iglesia es por tanto orac,ión litúrgica, o


sea oración pública y común de todo el pueblo de Dios,
si y en cuanto participa de la oración de Cristo. Por con-
secuencia también la Liturgia de las Horas, en cuanto
participa de la alabanza y de la súplica que Cristo eleva
al Padre en el Espíritu Santo en nombre de la Iglesia,
con la Iglesia y en favor de la Iglesia, es a pleno título
oración litúrgica.

Individuado el fundamento crístico de la oración de la


Iglesia, y por tanto de la Liturgia de las Horas, la OGLH se

295
Manual de Liturgia

preocupa ulteriormente de la dimensión eclesial de la


oración sacerdotal de Cristo. El documento se expresa
así en el n. 7:

Una especial y estrechísima unión se da entre


Cristo y aquellos hombres a los cuales él ha he-
cho miembros de su cuerpo, la Iglesia, mediante
el sacramento del Bautismo... También el
sacerdocio de Cristo es participado por todo el
cuerpo eclesial, de tal forma que los bautizados,
por la regeneración y la unción del Espíritu San-
to, quedan consagrados como templo espiritual
. y sacerdocio santo y habilitados para el culto
del Nuevo Testamento, que brota no de nues-
tras energías, sino de los méritos y donación de
Cristo.

La Iglesia de la que se habla es el conjunto de los bauti-


zados, y la Liturgia de las Horas es oración litúrgica de la
Iglesia si y en cuanto es la oración de todo el cuerpo
eclesial, que comparte en fuerza de los sacramentos de
la iniciación cristiana, el sacerdocio de Cristo. No será la
deputación o delegación a algunos, que en la Iglesia
garantizan la actuación efectiva de la Liturgia de las Ho-
ras, la que justifique la cualificación litúrgica de esta ora-
ción. La configuración con Cristo, obrada en los sacra-
mentos, hace del pueblo de los bautizados el sujeto
adecuado para la celebración de la Liturgia de las Ho-
ras. Al mismo tiempo hace de la Liturgia de las Horas
uno de los momentos esenciales de la oración pública y
común del pueblo de Dios (OGLH 1), junto con la celebra-
ción de los sacramentos consignados por Cristo a su
Iglesia. Se sigue que la Liturgia de las Horas no podrá
ser considerada alimento espiritual exclusivo de algunas
categorías de personas (obispos, sacerdotes, diáconos,
monjes, religiosos), sino que está llamada a ser parte

296
¿Cuándo celebramos?

integrante de la espiritualidad bautismal. Se comprende


así la preocupación de la OGLH por volver a dar dignidad
y preeminencia a la celebración de la Liturgia de las
Horas en forma comunitaria, desde el momento que
la presencia de todos los componentes del pueblo de
Dios manifiesta más claramente la esencia íntima de la
Iglesia.

Lo que hace de la Liturgia de las Horas una oración con


Cristo y a Cristo, o más aún una oración de la Iglesia por
Cristo al Padre es la acción poderosa del Espíritu Santo.
Dice La OGLH 8: "No puede darse oración cristiana sin la
acción del Espíritu Santo, el cual, realizando la unidad
de la Iglesia, nos lleva al Padre por medio del Hijo". An-
tes se lee en el mismo número "La unidad de la Iglesia
orante es realizada por el Espíritu Santo, que es el
mismo en Cristo, en la totalidad de la Iglesia yen cada
uno de los bautizados". Se puede decir que, al subrayar
esta presencia y acción del Espíritu en todos los miem-
bros de la Iglesia, es el Espíritu Santo quien hace de la
voz de la Iglesia la voz del Cristo total y que así converge
toda ella en una única alabanza al Padre. Es el Espíritu
que introduce la voz de cada fiel bautizado en la gran
voz de la Iglesia, y haciendo al mismo tiempo así que la
oración de la Iglesia sea la oración de cada uno de los
fieles.

En conclusión, la Liturgia de las Horas es oración litúrgica


si y en cuanto es oración de la Iglesia con Cristo anima-
da por el Espíritu Santo, que obra la presencia de Cristo
en su Iglesia, el que convierte la asamblea de los bauti-
zados en cuerpo del Resucitado y concretiza la partici-
pación de cada uno de los bautizados en el sacerdocio
de Cristo, habilitando a ejercitar el verdadero culto al
Padre.

297
Manual de Liturgia

).> Santificación del día y de todo el esfuerzo humano

Después de la reflexión sobre el fundamento cristo lógico,


eclesial y neumatológico de la Liturgia de las Horas, que
permite colocarla en el ámbito de la Liturgia de la Iglesia,
el capítulo primero del documento presenta las caracte-
rística peculiares y la finalidad específica de la oración
de la Iglesia. Como instrumento metodológico se privile-
gia la relación que se da entre la celebración eucarística
y la Liturgia de las Horas:

La Liturgia de las Horas extiende a los distintos


momentos del día la alabanza y la acción de gra-
cias, así como el recuerdo de los misterios de la
salvación, las súplicas y el gusto anticipado de la
gloria celeste, que se nos ofrecen en el misterio
eucarístico, centro y culmen de toda la vida de la
comunidad cristiana. La celebración eucarística
halla una preparación magnífica en la Liturgia de
las Horas, ya que ésta suscita y acrecienta muy
bien las disposiciones que son necesarias para
celebrar la Eucaristía, como la fe, la esperanza,
la caridad, la devoción y el espíritu de abnega-
ción (OGLH 12).

La afirmación es importante y merece ser retomada.

Se subraya, en primer lugar, la centralidad del misterio


pascual de Cristo, del cual la Eucaristía es, mediante su
dimensión ritual, sacramento memorial. Desde este
punto de vista la Liturgia de las Horas no puede más que
resultar relativa respecto de la Eucaristía y en función de
ella.

En el n. 83 de Sacrosanctum Concilium se afirma que el


objeto de la Eucaristía y de la Liturgia de las Horas coinci-

298
¿Cuándo celebramos?

den. Ambas son actualización del sacerdocio de Cristo.


En el primer caso, en la Eucaristía, tenemos esta reali-
dad como centro y culmen; en el segundo caso sólo como
momento particular del día santificado por la oración. De
hecho, cuando rezamos en los distintos momentos del
oficio divino, particularmente cuando con ello conmemo-
ramos los diversos momentos de la pasión y de la muer-
te del Señor, actualizamos la oración de Jesús sobre la
cruz y su ofrenda al Padre por la salvación del mundo.
Podemos precisar que la Liturgia de las Horas es com-
plemento de la Eucaristía, para alcanzar el doble fin del
sacrificio: la glorificación de Dios y la santificación de su
pueblo. Es complemento para la Eucaristía misma, dada
la densidad de su contenido y la riqueza de su acción,
que tiende a desarrollarse en elementos más simples,
para comunicar mejor lo que el misterio eucarístico con-
tiene en sí. Así la Liturgia de las Horas tiene una función
salvífico-Iatréutica, en cuanto que por ella la Iglesia ex-
tiende a otros momentos de la vida aquella obra de sal-
vación humana y de glorificación de Dios, que Cristo rea-
lizó en su vida no sólo con la acción, sino también con la
oración de su sacrificio.

La relación de la Liturgia de las Horas con el misterio


eucarístico postula al mismo tiempo la necesidad de la
misma. La Liturgia de las Horas está llamada a favore-
cer, litúrgicamente, la plena fructuosidad de la celebra-
ción eucarística en la vida de las comunidades cristia-
nas, de modo que se pueda extender en el tiempo
cotidiano toda la riqueza y el valor del sacrificio pascual
de Cristo.

Lo específico de la Liturgia de las Horas es formulado en


la doble finalidad de "santificar el curso entero del día y
de la noche" (OGLH 10), Y de "la santificación del día y de
todo el esfuerzo humano" (OGLH 11). No se trata de una

299
Manual de Liturgia

sacralización del tiempo, que sustraiga o robe al ritmo


de las actividades profanas ciertos momentos de la jor-
nada. Se trata de una inmersión del tiempo y de las acti-
vidades humanas en el tiempo cualificado que es Cristo
en sus misterios de salvación:

La obra de la redención de los hombres y de la


perfecta glorificación de Dios es realizada por
Cristo en el Espíritu Santo por medio de su Igle-
sia no sólo en la celebración de la Eucaristía y
en la administración de los sacramentos, sino
también, con preferencia a los modos restantes,
cuando se celebra la Liturgia de lasHoras (OGLH
13).

Si el año litúrgico extiende la obra de la redención, que


se renueva sacramentalmente en la Eucaristía y en los
otros sacramentos, en el ritmo de las estaciones, de las
semanas y de los días, la Liturgia de las Horas prosigue
esta obra de reconducción de toda realidad temporal a
Cristo en el ritmo mismo de las horas del día.

¿ Qué significa la obra de santificación del tiempo coti-


diano? La finalidad última de la Liturgia de las Horas no
es el tiempo en cuanto tal ni las actividades humanas en
sí mismas, sino que, mediante el tiempo y las activida-
des humanas el hombre mismo, como único sujeto ca-
paz de acoger el don del Espíritu Santo, es el que santi-
fica: "La santificación humana y el culto a Dios se dan en
la Liturgia de las Horas" (OGLH 14). Nos encontramos
nuevamente ante el primero de los dos fines esenciales
de toda acción litúrgica, que la Liturgia de las Horas al-
canza mediante lo que le es propio, vale decir, la
horariedad, o sea la oración que sigue el curso del día y
de la noche. Pero como la santificación del hombre da
gloria a Dios, he aquí que en la Liturgia de las Horas se

300
¿Cuándo celebramos?

realiza también el segundo fin de toda acción litúrgica,


esto es, la glorificación:

La santificación humana y el culto a Dios se dan


en la Liturgia de las Horas de forma tal que se
establece aquella especie de correspondencia o
diálogo entre Dios y los hombres, en que Dios
habla a su pueblo ... y el pueblo responde a Dios
con el canto y la oración (OGLH 14).

Sobre estas dos dimensiones se construye una existen-


cia responsorial. Es plenamente comprensible, entonces,
como la Liturgia de las Horas, en su importancia para la
vida de la Iglesia, sea espiritualmente eficaz para la vida de
las comunidades y de cada uno de los fieles que la cele-
bran: "las lecturas y oraciones de la Liturgia de las Horas
constituyen un manantial de vida cristiana" (OGLH 18) para
todo bautizado. Mediante la oración de la Iglesia crece
aquella vida según el Espíritu, que es don de Dios y al
mismo tiempo deber y meta de todo bautizado. Pero tam-
bién, mediante esta oración, los ministros ordenados
"deberán nutrir y alentar ahí la acción pastoral y misional,
con la abundancia de la contemplación, para gozo de toda
la Iglesia de Dios" (OGLH 28). Tenemos que subrayar, has-
ta aquí, que la Liturgia de las Horas es una fuente de
vida cristiana, de espiritualidad y de acción pastoral.

.,. La celebración de la Liturgia de las Horas


edifica la Iglesia y la manifiesta: los sujetos
de su celebración

Lo expuesto hasta aquí nos hace ver la necesidad de la


Liturgia de las Horas para la vida de la Iglesia y de toda
comunidad cristiana, en la que se manifiesta la Iglesia
universal. Toda comunidad orante es el lugar de una
epifanía de la Iglesia.

301
Manual de Liturgia

Junto con la Eucaristía y a las otras acciones litúrgico-


sacramentales la Liturgia de las Horas edifica el Cuerpo
de Cristo, realizando en su modalidad específica la san-
tidad de sus miembros manifestando, al mismo tiempo,
su naturaleza íntima: un pueblo santo, reunido por la
Pascua de Cristo, en la fuerza -del Espíritu Santo, para
dar gloria al Padre, en Cristo, con Cristo y por Cristo.

La forma concreta, visible, histórica de la celebración de


la Liturgia de las Horas y los sujetos llamados a actuaria
ritualmente, deben garantizar contemporáneamente dos
exigencias importantes: primero, que la oración litúrgica
de las Horas se dé, y segundo, que ella exprese lo más
y mejor posible la esencia íntima de la Iglesia. A la luz de
estas dos exigencias está estructurada la última parte del
capítulo primero de la Ordenación general, referida a la
determinación de los sujetos de la celebración de esta ora-
ción. Primeramente se destaca la forma que expresa más
completamente la función de la Liturgia de las Horas de
edificar y revelar la Iglesia: la "celebración en común". Sólo
en un segundo momento se retoma el discurso acerca de
un particular encargo, entrega o delegación de la Liturgia
de las Horas a los ministros ordenados y a los religiosos.

En cuanto a la forma completa y ejemplar de la Liturgia


de las Horas, el texto más significativo nos parece el si-
guiente:

la celebración comunitaria pone más de manifiesto


la índole eclesial de la Liturgia de las Horas, faci-
lita la participación activa de todos. conforme a la
condición de cada uno ... Por esto, siempre que
pueda tenerse una celebración comunitaria con
concurrencia y participación activa de los fieles,
ha de preferirse a una celebración a solas y en
cierto modo privada (OGLH 33).

302
¿Cuándo celebramos?

Como se ve, el texto de la Ordenación general no con-


trapone las dos formas o modalidades celebrativas -in-
dividual y comunitaria-, ni tampoco contesta el valor teo-
lógico y litúrgico de la celebración/recitación individual.
El discurso se coloca en el plano de la dimensión
significativa y expresiva de toda celebración litúrgica. El
misterio celebrado llega siempre al hombre mediante sig-
nos, ritos y palabras. La forma comunitaria de la cele-
bración de la Liturgia de las Horas ha de ser considera-
da la forma normal y típica, antes de todo por razón del
signo eclesial, que ella mejor expresa. En la asamblea
reunida con el obispo, los presbíteros, con la presencia
de los diversos ministerios litúrgicos, la comunidad cris-
tiana y cada fiel descubre más fácilmente que la Liturgia
de las Horas es la oración pública y común de la Iglesia.
No solo, sino en la celebración comunitaria de la oración
de la Horas cada fiel descubre la dignidad de su bautis-
mo, que lo habilita a ejercitar el mismo sacerdocio con el
cual Cristo eleva su alabanza incesante al Padre. La obli-
gación personal de celebrar la Liturgia de las Horas, aún
sin el pueblo, que recae sobre los ministros ordenados,
es una forma subordinada a aquella típica y ejemplar,
aunque si bien necesaria e insustituible.

La delegación o deputación a los ministros ordenados


no es sustitutiva de la celebración por parte de toda la
comunidad cristiana, sino que

la Iglesia los delega para la Liturgia de las Horas de


forma que al menos ellos aseguren de modo cons-
tante el desempeño de lo que es función de toda la
comunidad, y se mantenga en la Iglesia sin inte-
rrupción la oración de Cristo... Todos ellos, por su
ministerio, hacen presente al buen Pastor, que ora
por los suyos para que tengan vida y para que, de
esta forma, sean perfectos en la unidad (OGLH 28).

303
Manual de Liturgia

La obligación de la celebración, aunque individual, de la


Liturgia de las Horas forma así parte de los deberes mi-
nisteriales de aquellos que fueron configurados a Cristo
Cabeza, en bien de su Cuerpo eclesial.

La liturgia de las Horas, siendo oración pública y común


del pueblo de Dios, forma parte de la vida y del misterio
de la Iglesia, y es una particular expresión y manifesta-
ción de la misma:

no se ha de considerar a la alabanza de la Iglesia


como algo que por su origen o por su naturaleza
sea exclusivo de clérigos o de los monjes, sino
como algo que atañe a toda la comunidad cristia-
na (OGLH 270).

El bautismo nos ha puesto bajo la ley de Cristo y sus


mandamientos. Uno de sus mandamientos es el de que
oremos incesantemente.

Si bien es cierto que la oración hecha por cualquier cris-


tiano o por cualquier grupo de creyentes es asumida
como propia por la Iglesia, es también cierto que sólo la
Liturgia de las Horas expresa plenamente toda la Iglesia
orante en cuanto tal y su permanencia constante en la
oración, y sólo ella la realiza en el modo más connatural
y congenial a las personas y lugares. Esta oración es la
que la Iglesia considera suya con especial título, o sea,
hecha en cuanto cuerpo místico total de Cristo:

El Sumo Sacerdote de la nueva y eterna Alianza,


Cristo Jesús, al tomar la naturaleza humana, in-
trodujo en este exilio terrestre aquel himno que
se canta perpetuamente en las moradas celestia-
les. Él mismo une a sí la comunidad entera de los
hombres y la asocia al canto de este divino himno

304
¿Cuándo celebramos?

de alabanza. Porque esta función sacerdotal se


prolonga a través de su Iglesia, que sin cesar ala-
ba al Señor e intercede por la salvación de todo el
mundo, no sólo celebrando la Eucaristía, sino tam-
bién de otras maneras, principalmente recitando
el Oficio divino (se 83).

El n. 20 de la Ordenación general de la Liturgia de las


Horas es todavía más claro y preciso cuando, aplicando
los principios conciliares, afirma:

La Liturgia de las Horas, como las demás accio-


nes litúrgicas, no es una acción privada, sino que
pertenece a todo el cuerpo de la Iglesia, lo mani-
fiesta e influye en él. Su celebración eclesial al-
canza el mayor esplendor, y por lo mismo es re-
comendable en grado sumo, cuando con su
obispo, rodeado de los presbíteros y ministros, la
realiza una Iglesia particular, en que verdadera-
mente es.tá y obra la Iglesia de Cristo, que es una,
santa, católica y apostólica.

Evidentemente, la Liturgia de las Horas debe expresar-


se en su nivel más profundo como palabra de la Iglesia
que da gracias por la presencia de Dios en Jesucristo y
canta exultante su misterio de amor crucificado y su Pas-
cua salvífica. Por lo tanto, en la Liturgia de las Horas
"Cristo asocia siempre a sí a la Iglesia", y por medio de
la Iglesia continúa en el mundo su obra sacerdotal. La
eclesialidad de I~ Liturgia de las Horas no está ligada al
mandato jurídico que algunas personas reciben, sino que
está fundada sobre el hecho de que la oración litúrgica
de la Iglesia pertenece a la comunidad cristiana y expre-
sa su profundo anhelo de oración. Lo dicho hasta aquí
debe interpretarse en el contexto de una adecuada teo-
logía y espiritualidad de la oración. El misterio de la ora-

305
Manual de Liturgia

ción cristiana es una realidad unitaria. La oración litúrgica


realiza y expresa en modo eminente y ejemplar este mis-
terio. La oración de las horas no excluye otras formas de
oración, pero es la norma o criterio de toda auténtica
oración cristiana porque es una oración eminentemente
bíblica, objetiva y tradicional en el más auténtico sentido
del término. La Liturgia de las Horas asegura una es-
tructura que modela, nutre y modera la oración privada,
y que a su vez la oración privada hace más interior, per-
sonal e intensa.

5.2.2.3 Elementos de la Liturgia de las Horas

., Salmos y cánticos

Los salmos son composiciones religiosas y obras poéti-


cas, texto de oración que ha acompañado y nutrido la fe
del pueblo de Israel. Cristo mismo ha rezado los salmos.
La Iglesia, pueblo de la nueva alianza, no ha dejado nunca
de rezar y cantar los salmos en la liturgia, particularmen-
te en la Liturgia de las Horas. Y ya que los salmos cons-
tituyen el elemento relevante de la misma, caracterizan
a ésta como oración de alabanza. La fidelidad a la ora-
ción de los salmos es un dato común a todas las liturgias
cristianas, constituyendo los textos esenciales de la ora-
ción de la Iglesia desde su existencia. En el salterio litúr-
gico encontramos también, junto a los salmos, 35 cánti-
cos bíblicos, de los cuales 26 son del AT y 9 del NT. A
estos tenemos que agregar los cánticos evangélicos:
Benedictus, Magnificat, Nunc dimittis.

Para descubrir las riquezas de los salmos y familiarizar-


nos con su lenguaje y mentalidad, tenemos que leerlos y
rezarlos en el contexto de toda la revelación bíblica, que
tiene como punto culminante el misterio de Cristo. La
Liturgia de las Horas, con un sentido pedagógico, ade-

306
¿Cuándo celebramos?

más de teológico, trata de que el canto de los salmos y


cánticos sea hecho de modo tal que emerja claramente
el sentido cristiano de los mismos. Por eso la oración de
las Horas coloca al inicio de cada salmo una antífona
que guía la oración del salmo en talo cual sentido. Tam-
bién podemos ver que cada salmo lleva un título que nos
da sintéticamente el sentido literal del mismo; junto al
título del salmo encontramos además una frase del Nue-
vo Testamento o de los santos Padres que ayuda a su
oración en clave cristológica y eclesial. La oración de
cada salmo se concluye con el "Gloria al Padre" para
situarlo en el marco de la alabanza trinitaria. Finalmente,
al final de cada salmo se puede recitar la colecta sálmica,
que es una oración inspirada en el salmo mismo, y que
resume en clave cristológica y eclesial el contenido ge-
neral del salmo o su tema principal. Todo esto ayuda a
una oración más personalizada de los salmos.

En cuanto a la forma de ejecución de los salmos, con-


viene que sean recitados o cantados en armonía con el
género literario que les es propio. Con este criterio, la
Iglesia usa modos característicos de rezar los salmos:

Proclamación leída: un lector proclama el salmo. La co-


munidad, sin leer su texto en el libro, escucha y medita.
Este modo resulta particularmente adecuado para los
salmos que relatan una historia o una reflexión sapiencial,
como el salmo 32 (31).

Proclamación responsorial: un solista o un pequeño coro


canta los versículos del salmo mientras los participantes
escuchan en silencio contemplativo, e intervienen con al-
guna antífona o aclamación como se hace en el salmo
responsorial de la Misa. Esta forma es particularmente apro-
piada para los salmos que contienen un texto que se repite
en forma letánica, como por ejemplo el salmo 136 (135).

307
Manual de Liturgia

Recitación o canto a dos coros: es la forma generalmen-


te más usada. Se debe preferir para los salmos que con-
tienen una oración de carácter prevalentemente comu-
nitario, como el salmo 99 (98) .

Canto hímnico al unísono: es la forma más indicada para


las aclamaciones entusiastas, sobretodo breves. Se
podría cantar siempre en este modo el tercer salmo de
laudes.

Diálogo entre solista y asamblea: uno o más solistas,


según los personajes que intervienen en el salmo, hace
la parte propia y la asamblea interviene en las aclama-
ciones plurales.Un ejemplo interesante es el salmo 110
(109), recitado en la 11 vísperas del domingo.

Estos varios modos de rezar los salmos respetan los di-


versos géneros literarios de los salmos y facilitan, al mis-
mo tiempo, la atención y dan variedad a la celebración.

).- Otros elementos

En el esquema celebrativo de la Liturgia de las Horas,


además de los salmos y cánticos bíblicos, encontramos
otros elementos:

Los himnos al comienzo de cada Hora son composicio-


nes litúrgicas que nos disponen e introducen en el mis-
terio que se celebra en aquella Hora, fiesta o tiempo li-
túrgico. Además de los himnos clásicos,

las conferencias episcopales pueden introducir


como himnos nuevas composiciones poéticas,
siempre que estén acordes plenamente con el
espíritu de la Hora, del tiempo o de la festividad;
se ha de evitar cuidadosamente el que sean ad-

308
¿Cuándo celebramos?

mitidas canciones populares carentes de todo


valor artístico y no correspondientes a la dignidad
de la liturgía (OGLH 178).

Las lecturas de la Liturgia de las Horas están distribui-


das en ciclo bienal de textos bíblicos y anual de textos
patrísticos para el Oficio de Lecturas. También tenemos
textos o lecturas breves para laudes, vísperas y horas
menores.

Los responsoríos pueden ser considerados como un


apéndice de las lecturas, su eco y prolongación concep-
tual. Son una ayuda para la meditación del texto ante-
riormente leído.

Las preces comprenden las intercesiones que se expre-


san durante las vísperas, las invocaciones hechas en
laudes para consagrar la jornada a Dios. "Las conferen-
cias episcopales poseen la facultad tanto de adaptar las
fórmulas propuestas en el libro de la Liturgia de las Ho-
ras, como de aprobar otras nuevas" (OGLH 184).

Las preces se concluyen con el Padrenuestro y la Ora-


ción final. El Padrenuestro representa el culmen de toda
la estructura de laudes y vísperas. Con la recitación del
mismo en la Misa, se verifica la triple repetición diaria de
la oración del Señor, práctica con la que los primeros
cristianos reemplazaron la triple oración judía del Shema
Yisrael.

Todos estos elementos concurren en la estructura de la


Liturgia de las Horas para alcanzar el fin al que tiende la
Oración de la Iglesia: el diálogo entre Dios y el hombre.
Siempre se corre el peligro de que la celebración de la
Liturgia de las Horas degenere en mera palabrería, tan-
to más vana cuanto más solemne sea su aparato ritual.

309
Manual de Liturgia

La preocupación, nacida de una atenta observancia de


la ley, que mira más a la cantidad de lo que debe decirse
que a su calidad, más a la forma externa que a lo que
ésta recubre, puede ser otro peligro de deslizarse aun
ritualismo vacío, carente de todo vínculo con la vida es-
piritual.

La calidad de la oración no depende, ciertamente, ni


del número de salmos que se dicen ni del número de
Horas que se celebran, sino de la disposición interna de
la mente y del corazón. Para lograr la plena eficacia de
la Liturgia de las Horas, así también como de toda la
Liturgia,

es necesario que los fieles se acerquen a la sa-


grada Liturgia con rectas disposiciones espiritua-
les, que conformen su mente a las palabras y
colaboren con la gracia divina, para no recibirla
en vano (se 11).

Mediante los elementos y signos litúrgico-estructurales


de la Liturgia de las Horas, su celebración debe centrar
la atención no en sí misma sino en la realidad del miste-
rio que celebra. Todo debe contribuir a que la asamblea
litúrgica, arraigada en la fe, exprese su participación en
el misterio de Cristo. La modulación de la voz, la postura
del cuerpo, la manera de pronunciar una fórmula o de
proclamar una lectura, todo ha de estar animado por una
verdad y un calor interior, que son el resultado de una
participación consciente. De tal manera, también comu-
nicaremos a los demás la presencia viva de Cristo, que
nosotros recibimos en su Palabra y en la respuesta que
le damos. "¿Acaso no ardía nuestro corazón mientras
nos hablaba? iQuédate con nosotros, Señor!" (Lc
24,32.29).

310
¿Cuándo celebramos?

5.2.2.4 Naturaleza y espíritu de las diversas Horas

La estructura horaria de la Liturgia de las Horas no es


sólo resultado del hecho que cada uno de los oficios venga
celebrado a lo largo y en determinados momentos del día,
sino también por el contenido temático referido a las Ho-
ras y a los misterios de la salvación históricamente ligados
a ellas. Dado el carácter sintético-introductorio de la siguien-
te presentación, remitimos al lector a la Liturgia de las
Horas misma y, más concretamente, a las oraciones
conclusivas de las diversas Horas. Su contenido teológico-
espiritual es de gran valor, además de darnos el sentido de
cada momento de oración que estamos celebrando.

Laudes y Vísperas. Constituyen el "núcleo" de la Liturgia


de las Horas (cf. OGLH 29) Y deben ser celebradas como,
oración matutina y vespertina respectivamente. El día y
la noche tienen una relación estrecha con la vida huma-
na, y expresan el ritmo fundamental de todos los seres
vivientes. La tradición eclesial ha santificado este ritmo
cósmico con la oración de Laudes y Vísperas.

Los Laudes son la oración de la mañana. Muchos de los


textos de esta celebración se refieren a la mañana, a la
aurora, a la luz, al nacer del sol, al inicio de la jornada.
Se trata de dones de Dios para el servicio del hombre
que, a su vez, se convierten en alabanza y gloria del
Creador. Desde este punto de vista son tradicionales los
salmos 63 (62) Y 51 (50). Por otra parte, esta temática
cósmica evoca la resurrección de Cristo, luz que ilumina
el mundo y que )liene a visitarnos de lo alto" y a guiar-
nos en nuestra vida cotidiana (d. OGLH 38).

Las Vísperas son la oración de la tarde, después del tra-


bajo cotidiano, cuando el día termina y avanzan las pri-
meras horas de la noche. Con la oración vespertina ofre-

311
Manual de Liturgia

cemos al Señor el trabajo de nuestra jornada, transfor-


mado en sacrificio espiritual de acción de gracias, como
lo expresamos en el salmo 141 (140) También esta hora
pone en relación los temas cósmicos con los misterios
de la salvación: se conmemora la cena del Señor, que
se celebró "hacia el atardecer" (Mt 26,20; Mc 14,17); el
caer de la tarde nos recuerda las tinieblas de la Pasión y
de la muerte de Cristo, mediante la cual ofreció el sacri-
ficio de alabanza por excelencia: se evoca también la
naturaleza transitoria de todo lo creado y la espera defi-
nitiva del Reino de Dios, que tendrá lugar al finalizar el
día cósmico (d. OGLH 39).

Oficio de lecturas. Esta celebración, así como se la pro-


pone hoy en la liturgia romana, es un espacio de tiempo
dedicado a la escucha reflexiva y contemplativa de la
palabra de Dios. Puede ser un modo de ejercitarse en la
lectio divina con los textos bíblicos y patrísticos que son
su base. Los tres salmos de este oficio colocan las lectu-
ras en un clima de alabanza y oración, estimulado con la
evocación de las maravillas obradas por Dios a lo largo
de la historia de la salvación. El Oficio de lecturas se
celebra en un momento de la Jornada que resulte más
apto para una tranquila y serena reflexión. Puede ser
celebrado también en el silencio de la noche en circuns-
tancias particulares, por ejemplo en las vigilias de algu-
nas fiestas importantes del año litúrgico.

Tercia, Sexta. Nona u Hora media. Fuera del coro se pue-


de elegir una de estas tres Horas (Hora media) que más
se adapte al momento de la jornada, de modo que se
conserve la tradición de orar en el curso del trabajo. Los
Padres de la Iglesia pusieron estas Horas en relación
con algunos acontecimientos de la historia de la reden-
ción en la persona de Cristo. Las oraciones conclusivas
de estos oficios hacen especial referencia a ello.

312
¿Cuándo celebramos?

Completas. Es la oración que se recita antes del des-


canso nocturno. Eventualmente también después de
medianoche. Cuando el día está por terminar, nos pone-
mos confiados en las manos de Dios. Inicia con un exa-
men de conciencia en silencio, o utilizando un acto peni-
tencial sirviéndose de las diversas fórmulas del misal
romano. Son tradicionales los salmos 4. 91 (90) Y el 134
(133). Vértice de esta Hora es el cántico de Si meón (Lc
2, 29-32), que expresa la alegría y la gratitud a Dios por
habernos permitido encontrar a Cristo Salvador. Termi-
nada esta Hora, la tradición medieval ha introducido el
canto de una antífona mariana en forma de oración y
que, más allá de su carácter devocional, quiere elevar
nuestro último pensamiento del día a la Madre de Dios,
tan íntimamente asociada a la obra de la redención.

5.2.2.5 La pastoral de la Liturgia de las Horas

Aun con el riesgo de repetir algunas cosas ya expues-


tas, vamos a sintetizar los puntos más sobresalientes de la
OGLH en orden a la pastoral de la Liturgia de las Horas:

La Liturgia de las Horas es cumbre y fuente dela acción


pastoral, de manera que los que toman parte en ella con-
tribuyen al crecimiento del pueblo de Dios y la plegaria
se convierte en un manantial de vida cristiana (OGLH 18).

La celebración comunitaria de la Liturgia de las Horas,


tanto a nivel diocesano. parroquial o de otras comuni-
dades, hace visible la Iglesia de Cristo (OGLH 20-22). De
ahí que el papel de los ministros de la Liturgia de las
Horas, es decir, de quienes han recibido el orden sagra-
do, o están provistos de un particular mandato de cele-
brarla, consiste en convocar a la comunidad y dirigir su
oración, proporcionar la debida catequesis para la cele-
bración común y enseñar a los fieles a participar (OGLH

313
Manual de Liturgia

23; d. se 84; PO 5). Todo esto debe entrar en los objeti-


vos pastorales y evangelizadores de un pastor: formar
comunidades orantes. Otra consecuencia del ideal co-
munitario de la celebración de la Liturgia de las Horas es
la recomendación de la recitación común de los sacer-
dotes, religiosos, laicos e incluso familias (OGLi-l 2427),
especialmente en los Laudes y las Vísperas.

Para facilitar la participación de los fieles, dentro del res-


peto primordial a la estructura propia de la Liturgia de las
Horas (cf. OGLH 33), se pueden hacer las adaptaciones
que sean necesarias: lecturas más largas o más ade-
cuadas (OGLH 46; 248; 250); homilía (OGLH 47); silencio
sagrado (OGLH 48); cantos apropiados en lugar del res-
ponsorio (OGLH 49); elección de salmos que faciliten una
gradual y mejor inteligencia de los mismos (OGLH 247;
252); sustitución de formulario (OGLH 247); celebración
de oficios votivos (OGLH 245).

Singular importancia ha de tener para la pastoral de la


Liturgia de las Horas, el que la celebración se estructure
y desarrolle atendiendo al ejercicio de todos los ministe-
rios que integran la asamblea litúrgica y a la realización
de las actitudes y los gestos (OGLH 253ss.); especial aten-
ción merece el canto, que es algo fundamental (OGLH
270; 267-268).

La Liturgia de las Horas es una oración que, antes o más


que nuestra, es una realidad divina que irrumpe en nuestra
historia, en nuestro tiempo y en nuestra vida. La alabanza
no es una melodía, sino una Persona, Cristo, que con su
encarnación introdujo en nuestro mundo la alabanza trini-
taria para que en él y por él la pudiéramos hacer nuestra.

En la Liturgia de las Horas Cristo ejerce su sacerdocio, y


con él la salvación. Los bautizados ejercemos en ella

314
¿Cuándo celebramos?

también nuestro sacerdocio. Y así como en Cristo la ora-


ción fue siempre un acontecimiento salvífico, nuestra
Liturgia de las Horas, en cuanto sacramento de la ora-
ción de Cristo, es un acontecimiento salvífico en acto.
Nuestra oración se convierte en una oración salvífica en
el doble movimiento de santificación de los hombres y
glorificación de Dios.

La Liturgia de las Horas es así fuente de vida cristiana. de


santificación, de espiritualidad y de dinamismo pastoral.

La Liturgia de las Horas es una realidad eclesial, que


pertenece al ser y a la vida de una Iglesia que atraviesa
los siglos como la gran Orante de la historia.

Por su característica horaria, la Liturgia de las Horas pro-


longa en el tiempo la potencialidad santificadora de to-
dos los sacramentos, particularmente de la Eucaristía.
Toda la vida sacramental reverbera en la Liturgia de las
Horas empapando las horas a través de la alabanza y la
contemplación, y de esta manera santifica el tiempo pre-
cisamente porque santifica a las personas, que son la
medida del tiempo y al tiempo ellas mismas con su per-
durar en el ser.

La alabanza se hace Liturgia en su celebración. La voz,


el espíritu, la existencia entera, todas nuestras acciones,
se convierten en glorificación de Dios. Esto es lo que
creemos cuando, en una hermosa oración de Laudes
del Sábado de la 11 semana, rezamos:

Que nuestros labios, Señor. nuestro espíritu y toda


nuestra vida sean una continua alabanza en tu
honor; y. puesto que todo nuestro ser es un don
de tu gracia, que también cada una de nuestras
acciones te esté plenamente dedicada.

315
Manual de Liturgia

RESUMEN

Año Litúrgico

El año litúrgico es liturgia, es decir antes que un mero


ordenamiento de la liturgia de la Iglesia en los 365
días del año o una sucesión de fiestas, es la cele-
bración del misterio de Cristo y, más aún, la perso-
na misma de Cristo celebrada como memoria, pre-
sencia y profecía en el tiempo, que es la categoría
en la que se realiza la salvación cristiana. La pre-
sencia del misterio en el año litúrgico es dinámica
-de comunión entre Dios y la asamblea-, y eclesial,
pues es para la vida de la Iglesia. El domingo es la
fiesta primordial de los cristianos.

Los grandes ciclos del año litúrgico son: el de Pas-


cua, con el tiempo de Adviento, las solemnidades
de Navidad y Epifanía y el tiempo de Navidad que
dura hasta la fiesta del Bautismo del Señor; y el de
Pascua, con el tiempo de Cuaresma, la Semana
Santa con el Triduo Pascual que culmina en la Vigi-
lia Pascual, el tiempo pascual y la solemnidad de
Pentecostés que lo cierra. El resto del año litúrgico
es el Tiempo Ordinario o Tiempo durante el Año,
cuyo ritmo está dado esencialmente por los domin-
gos. Además, en el curso del año litúrgico el único
misterio de Cristo se despliega en una multitud de
fiestas del Señor, de la Virgen María y de los san-
tos, que tienen su expresión tanto en la celebración
de la eucaristía como en la liturgia de las horas. María
está íntimamente asociada al misterio de Cristo, y
los santos también participan por su vida y testimo-
nio de ese mismo misterio.

316
¿Cuándo celebramos?

Liturgia de las Horas

La liturgia de las horas es la oración de la Iglesia


por excelencia. Históricamente enraizada en la ora-
ción veterotestamentaria, la del propio Señor Jesu-
cristo y la de la comunidad primitiva, la liturgia de
las horas santifica las horas del día y de la noche y
representa simbólicamente la oración incesante de
la Iglesia. Los salmos constituyen su estructura
portante, y la oración de Cristo es testimonio, mo-
delo y ejemplo de la oración de la Iglesia de todos
los siglos.

El concilio Vaticano 11 reformó profundamente la li-


turgia de las horas, colocando como horas principa-
les laudes y vísperas, a las que llama "el doble qui-
cio" en torno al cual gira toda la alabanza de las
horas. Además están las tres horas medias de ter-
cia, sexta y nona, el oficio de lecturas y las comple-
tas, oración para el fin de la jornada. Un importante
logro del Vaticano 11 fue el de volver a valorar la
liturgia de las horas, tal como era en los primeros
siglos, como oración de toda la Iglesia, es decir
también de los fieles laicos, y no sólo de los cléri-
gos y religiosos. La liturgia de las horas celebra-
da por el pueblo de Dios edifica y manifiesta la
Iglesia.

La liturgia de las horas es oración de la Iglesia, con


Cristo, animada por el Espíritu Santo. Celebra el
misterio pascual y es, como la eucaristía, actualiza-
ción del sacerdocio de Cristo.

311
Manual de Liturgia

EJERCICIOS

Preguntas sobre el Año Litúrgico:

1. ¿Qué se entiende por "año litúrgico"?

2. ¿Cuáles son los ciclos del año litúrgico?

3. Describa cómo se celebra el ciclo pascual y el


de Navidad en su comunidad.

4. Buscar en el Misal el formulario del santo patro-


no de su diócesis.

Preguntas sobre la Liturgia de las Horas:

1. ¿Cuál es la importancia y el sentido de la litur-


gia de las horas?

2. ¿Cuáles son las horas principales y. cuál es su


estructura?

3. ¿Cuál es la naturaleza y el sentido de cada una


de las horas litúrgicas?

318
¿Cuándo celebramos?

BIBLIOGRAFíA

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319
Manual de Liturgia

- Liturgia de las Horas. Veinte siglos de historia, Barce-


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Raffa V., Liturgia de las Horas, en NDL 1164-1191.

320
6
~

¿DONDE CELEBRAMOS?

Daniel P. Cronin

Toda la tierra es santa y ha sido


c(JJ~fiad((
a los hUos de los hombres.
CUllndo los fieles se reúnen en un mismo lugw;
lo ./úndamelltal es que ellos son las "piedras Vil'{lS ",
reunidas para" la ed(ficación de un ed(ficio espiritual"
(1 P 2,4-5) CEC 1179.

INTRODUCCiÓN

LA
celebración litúrgica no es
solamente una realidad espiritual, sino también material
y corporal. Es una acción que envuelve a todo el ser
humano en toda su realidad. Consiste de palabras reci-
tadas, cantadas, proclamadas y predicadas; movimien-
tos, procesiones, gestos, posiciones y actos rituales. La
acción más básica en la celebración es la de reunirse en
un lugar específico donde se celebrará la liturgia. Este
lugar pudiera ser prácticamente dondequiera ante una
necesidad; en una celda durante tiempos de guerra, en
una playa o bosque del campo de batalla, etc. En cir-
cunstancias normales la comunidad cristiana prepara un
Manual de Liturgia

edificio específicamente construido según los requisitos


celebrativos dedicado únicamente para el culto. Las pa-
redes y el techo enmarcan un espacio donde la asam-
blea se reúne y celebran los misterios de su redención.

El Concilio Vaticano 11 trajo un cambio en la forma que


han tomado los espacios de celebración de la liturgia.
Este cambio es expresión exterior de un cambio de la
manera en que la Iglesia piensa y celebra la liturgia. Pue-
de causar confusión si hay una falta de formación en la
nueva perspectiva. Es importante que entendamos las
nuevas formas al igual que sus razones, porque los es-
pacios afectan la manera en que celebramos la liturgia y
oramos. Hay que tener en cuenta que cuando se habla de
los espacios de la celebración se refiere también al arte
y la arquitectura, es decir, a todo el ambiente litúrgico.

Para entender y apreciar los espacios de la celebración


tenemos que saber el propósito que estos tienen en el
modo de pensar de la Iglesia. Su razón de ser, primero
en general y después en cada espacio particular. En la
Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum
Concilium (se) el número 14 habla del propósito general
del espacio celebrativo además de todo lo que concier-
ne a la liturgia:

La santa Madre Iglesia desea ardientemente que


se lleve a todos los fieles a aquella participación
plena, consciente y activa en las celebraciones
litúrgicas que exige la naturaleza de la Liturgia
misma, y a la cual tiene derecho y obligación, en
virtud del bautismo, el pueblo cristiano, linaje es-
cogido, sacerdocio real, nación Santa, pueblo
adquirido1 (1 P 2, 9; cf. 2, 4-5).

Vea también se 11, 30, 31, 48.

322
¿Dónde celebramos?

Es toda la asamblea la que celebra el misterio pascual


en la eucaristía y los demás sacramentos2 (se 6; 7; 26).
"Toda la asamblea es líturgo cada cual según su fun-
ción"3. Por eso, esta participación en su más mínima
expresión exige que los fieles puedan ver y oír toda la
acción litúrgica. Este cambio, según lo pide la reforma,
también se debe manifestar en los textos y ritos que:

... se han de ordenar de manera que expresen con


mayor claridad las cosas santas que significan y,
en lo posible, el pueblo cristiano pueda compren-
derlas fácilmente y participar en ellas por medio
de una celebración plena, activa y comunitaria (se
21).

Este requisito de que pueda comprenderlas fácilmente y


participar en ellas eficazmente se aplica también a los
espacios de la celebración. El espacio celebrativo, junto
con el arte allí contenido, tiene obligatoriamente que pro-
veer esta participación respondiendo al derecho y obli-
gación de la asamblea de poder participar plena, cons-
ciente y activamente como lo requiere la naturaleza de
la liturgia misma. La forma del edificio de culto y sus
diferentes espacios está íntimamente relacionada con
el nivel de la participación. En otras palabras, la partici-
pación es la regla usada, conscientemente o no, para la
construcción del edificio de culto y para la confección y
ubicación de obras artísticas usadas en la iglesia. Si el
concepto de la participación está limitado, la iglesia
construida para esa comunidad reflejará esa misma li-
mitación.

2 Catecismo de la Iglesia Católica = CEC 1136-1144.


3 CEC 1144.

323
Manual de Liturgia

Es necesario ver la cuestión desde esta perspectiva de


participación porque estamos en el contexto litúrgico.
Cuando se trata de arte y arquitectura para el espacio
de la liturgia no podemos legítimamente divorciar esta
discusión de la liturgia. Por eso, muchas veces hoy día
se distingue entre los dos conceptos: arte sacro y arte
Iitúrgic04 . El arte sacro es la obra artística (incluyendo
arquitectónica) que trata de temas religiosos o teológicos.
Arte litúrgico, sin embargo, trata solamente de obras de
arte que sirven, contribuyen o apoyan la acción de la
asamblea en la celebración litúrgicas. El arte litúrgico
siempre es también por su naturaleza arte sacro. Pero el
arte sacro puede o no ser litúrgico: apto para la liturgia.
En otras palabras, puede que una obra de arte sacro,
que encarna principios teológicos al nivel más alto, no
sirva para la liturgia porque, por ejemplo, distrae en vez
de apoyar la acción celebrativa 6 •

Los espacios donde la asamblea se reúne para celebrar


el memorial del misterio pascual de Jesucristo hablan de
modo directo de la fe y oración de esa comunidad. Las
formas que toman los diferentes espacios reflejan las
creencias de la comunidad y sus valores.

Después de tomar forma concreta, estos espacios co-


mienzan a formar a la comunidad reforzando sus creen-
cias y estilos de orar para generaciones futuras. Por esta
razón es tan importante reflejar en los espacios donde la
asamblea celebra y asegurar la forma del espacio de

4 Cf. López Martín. J., La Liturgia de la Iglesia: Teología, historia, espiri·


tualidad y pastoral, Madrid, 1994, 167.
S Chenis, C., Fondamenti teorici de" 'arte sacra: magisterio post·conciliare,
Roma, 1991, 66.
6 La Iglesia se presenta como árbitro de las artes, discerniendo entre las
obras "que eran consideradas aptas para el uso sagrado" (se 122).

324
¿Dónde celebramos?

primera instancia, porque los fallos serán reflejados en


la espiritualidad, la liturgia "es la fuente primaria y nece-
saria de donde han de beber los fieles el espíritu verda-
deramente cristiano" (se 14).

Tenemos que preguntarnos: El espacio de nuestra cele-


bración, ¿refleja nuestra realidad como pueblo de Dios
que acoge al hermano conocido al igual que al extranje-
ro y lo hace sentir en casa? ¿Expresa la acción de una
comunidad que participa en la liturgia de forma plena,
activa y consciente en vez de espectadores? ¿Habla de
una celebración de los sacramentos, signos y símbolos
que verdaderamente significan por el cuidado y esmero
en que los realizamos y no meramente en forma mínima
para asegurar la validez?

6.1 Breve recorrido histórico?

Después de la resurrección y ascensión de Jesús, la


comunidad naciente, encomendada por el Señor a ha-
cer memoria de su misterio pascual a través de una cena,
comenzó a reunirse en domingo, el "día del Señor" y a
celebrar la eucaristía que en aquel momento estaba in-
sertada todavía en el ágape, la comida fraternal. Esta
celebración comenzó en casas privadas porque una de
las características de este nuevo "movimiento" era que
no estaba conectado a ningún temploS, el nuevo templo
era Jesús con su cuerpo: la asamblea,

7 Para esta sección utilizo el trabajo de Klauser, T., "A Short History of
the Western Liturgy: An account and some reflections", en The Liturgy
and Church Architecture, N.Y., 1979, 140-152. Cf. Pastro, C., Arte Sa-
cra: O Espar,:o Sagrado Hoje, Brasil, 1993,241-243; López Martín, J.,
La Liturgia de la Iglesia: Teología, historia, espiritualidad y pastoral,
Madrid, 1994, 166-167.
S "No tenemos templos", Minucia Félix, Octavius, 32,1; Tertuliano, Sobre
los espectáculos, cap. 13. Cf. CEC 1179.

325
Manual de Liturgia

El Catecismo de la Iglesia Católica dice:

El culto "en espíritu y en verdad" (Jn 4, 24) de la


Nueva Alianza no está ligado a un lugar exclusi-
vo. Toda la tierra es santa y ha sido confiada a los
hijos de los hombres. Cuando los fieles se reúnen
en un mismo lugar, lo fundamental es que ellos
son las "piedras vivas", reunidas para "la edifica-
ción de un edificio espiritual" (1 P 2, 4-5). El Cuer-
po de Cristo resucitado es el templo espiritual de
donde brota la fuente de agua viva. Incorporados
a Cristo por el Espíritu Santo, "somos el templo
de Dios vivo" (2 Ca 6,16) (CEC 1179).

Tampoco hacía falta un altar de piedra como el usado en


los sacrificios cruentos 9 • Los únicos elementos absolu-
tamente necesarios para la eucaristía fueron una asam-
blea con su ministro, apóstolo sucesor, pan y vino. La
necesidad humana de esta asamblea exigía un lugar
(casa) y una mesa (de familia).

Cuando el ejercicio de la libertad religiosa no es impedi-


do (cf. OH 4), los cristianos construyen edificios destina-
dos al culto divino. Estas iglesias visibles no son simples
lugares de reunión, sino que significan y manifiestan a la
Iglesia que vive en ese lugar, morada de Dios con los
hombres reconciliados y unidos en Cristo (CEC 1180).

Luego estas casas fueron donadas por individuos de la


comunidad y dedicadas específicamente a la asamblea
dominical y a la celebración de los sacramentos. Por eso,
la casa más primitiva encontrada relativamente intacta

9 el. Farnés Scherer, P., Construir y adaptar las iglesias, Barcelona, 1989,
136-138.

326
¿Dónde celebramos?

es la domus ecc/esiae ("casa de la asamblea") de Dura


Europos, situada en Siria, que en el tiempo de su uso
pertenecía al Imperio Romano. Esta casa fue construida
un poco después de 200 d.C. Fue modificada para la
celebración de la comunidad: dos cuartos fueron con-
vertidos en uno, remQviendo el muro de división, y ubi-
cando una tarima a un término del espacio. A la derecha
de la entrada de la casa, un espacio pequeño fue trans-
formado en bautisterio con una pila del tamaño del cuer-
po humano y con decoraciones en las paredes. Pode-
mos percibir que a este nivel primitivo de la Iglesia los
espacios para el culto fueron funcionales: todo existía
para la acción celebrativa de la comunidad. Eran senci-
llos en su construcción y ornamentación, sin necesidad
de cosas superfluas. Las decoraciones en las paredes,
en este caso particular, del bautisterio, tienen el propósi-
to de dirigir la mente de los participantes al sacramento
celebrado. El espacio para la eucaristía fue único, sin
divisiones arquitectónicas. Todos podían oír y ver la ac-
ción de los ministros porque estaban cerca de los focos
de acción, dando así la oportunidad de hacer propia
las oraciones y acciones expresadas en el lenguaje litúr-
gico, entendido por la asamblea. Todas las indicaciones
nos dirigen hacia la conclusión de que el protagonista
de la acción litúrgica en este momento era toda la
asamblea.

El Emperador Constantino (IV Siglo) reemplazó el culto


pagano por el Cristianismo de manera oficial, transfor-
mando el culto cristiano de una asamblea familiar a un
evento público. El edificio más apto para la celebración
comunitaria era la basílica romana, utilizada para asam-
bleas públicas: un salón grande, largo y ancho con co-
lumnas a cada lado, terminando en la parte occidental
en el ábside, una construcción semicircular con gradas y
un techo redondeado. En el centro de la pared del ábsi-

327
Manual de Liturgia

de estaba la sede del Obispo, la cátedra con un banco a


cada lado para los presbíteros. El altar todavía pequeño,
separado de la pared, fue cubierto con un baldaquino
para destacarlo. Los celebrantes y la asamblea se en-
frentaron, todos mirando hacia el altar. El lugar para
la proclamación de la palabra fue ubicado entre la
asamblea.

Este estilo basilical fue imitado, con algunos cambios,


en la mayoría de las iglesias hasta hoy. A veces un
transepto fue insertado entre el ábside y la nave dando
así la forma de una cruz al edificio. Hay que recordar
que la adopción de la forma basilical surgió porque era
lo que existía en ese momento, arquitectónicamente. Lle-
naba los requisitos de una asamblea grande.

En el Medioevo hubo un cambio de material de cons-


trucción: de ladrillo a piedra. Esto inmediatamente cau-
só que el interior del espacio se oscureciera al tener que
hacer las ventanas más pequeñas, con columnas más
grandes para sostener el peso mayor. El presbiterio fue
elevado para acomodar la cripta bajo él. Este fue el co-
mienzo de una tendencia lamentable de separar la ac-
ción litúrgica de la asamblea. Tendencia que se agudizó,
desde el siglo XII en adelante, al poner la rejilla del coro
entre la asamblea y el presbiterio. El celebrante ya tenía
su espalda hacia la asamblea. El altar se encuentra pe-
gado a la pared del ábside y la cátedra del obispo se
ubica al lado izquierdo. Los altares para la celebración
privada se multiplicaron.

El periodo Gótico permitió más luz en el interior de la


iglesia con ventanas más grandes y muros menos espe-
sos por su avance en las técnicas de construcción. Las
ventanas grandes se llenaron de vitral es bellos que ins-
piraban y enseñaban a los fieles, pero que los distraía

328
¿Dónde celebramos?

de la liturgia. El coro, espacio entre asamblea y altar fue


extendido para ubicar los lugares para el clero y monjes
en las catedrales e iglesias monásticas para el oficio di-
vino (mejor conocido hoy por la Liturgia de la Horas). El
podio en medio de la asamblea sirvió para la prédica en
el vernáculo durante la misa, separando el sermón de la
celebración. El altar empieza a servir al retablo que cre-
ce en su elaboración y el arte se cambia de vez en cuan-
do para que los fieles contemplen la vida y sufrimientos
de Cristo y los Santos, distrayendo de nuevo la atención
de la acción litúrgica.

El Renacimiento mantenía las formas de la iglesia Gó-


tica con cambios ornamentales, pero el Barroco tomó
otra dirección. Logró hacer el espacio litúrgico único de
nuevo, eliminando la rejilla y las capillas laterales y
reubicando los altares laterales de modo que la asam-
blea no quedara dividida. Aunque el espacio se mejoró,
la atención se dirigió a otro extremo, en este caso, la
devoción al Santísimo Sacramento; todo en el espacio,
el arte y la arquitectura sirvió para dirigir la atención de
los fieles al sagrario, en vez de a la acción litúrgica.

Con el Movimiento Litúrgico comenzó una tendencia,


en algunos lugares mayormente de Europa, de construir
iglesias con una nueva mentalidad (o mejor dicho muy
antigua) de permitir la participación de la asamblea en la
acción litúrgica, anticipando así, los cambios confirma-
dos por el Concilio Vaticano 11. Estos espacios tomaron
en consideración los requisitos de la participación y tu-
vieron éxito en mayor o menor grado, dependiendo de
las circunstancias.

Este esfuerzo por cambiar mentalidades continúa hoy.


Hay iglesias que encarnan esta nueva perspectiva de
forma muy atractiva con obras artísticas y arquitectóni-

329
Manual de Liturgia

cas que son verdaderamente participativas y bellas a la


vez. Pero con más de 30 años desde la publicación de
Sacrosactum Concilium (sc) hay que continuar avanzan-
do. A veces existe una tendencia al estancamiento. Hace
falta concientizar a todos de la exigencia de promover la
participación plena, activa y consciente de los fieles, y
que los fieles se formen en los derechos y obligaciones
de esta participación que el bautismo les provee y les
requiere.

6.2 El espacio celebrativo

El espacio celebrativo de una comunidad es en realidad


un conjunto de diferentes espacios que forman el am-
biente litúrgico total. Cuando se habla de los espacios
donde la liturgia se celebra, se refiere al lugar y todo lo
que ese lugar contiene: el arte, la arquitectura y todos
los demás objetos y elementos que se encuentran en
los alrededores, fuera y dentro del edificio. En otras pa-
labras hablamos del ambiente. En la liturgia, el arte tiene
un lugar privilegiado por su capacidad de abrir el signifi-
cado de la palabra más ampliamente a la comprensión.
El arte ilustra la palabra, mientras la palabra revela y
explica la imagen. El Catecismo de la Iglesia Católica
dice:

La iconografía cristiana transcribe mediante la


imagen el mensaje evangélico que la Sagrada
Escritura transmite mediante la palabra. Imagen
y Palabra se esclarecen mutuamente (CEC 1160).

El arte litúrgico no es solamente la pintura, la escultura o


el mosaico. El altar, el ambón y la sede también deben
ser obras artísticas. Todos los elementos materiales en
el ambiente litúrgico han de ser fruto del proceso artísti-

330
¿Dónde celebramos?

ca en su manufactura, o por lo menos, en su selección e


integración en el ambiente para que contribuyan a la ar-
monía artística, en vez de una mera aglomeración de
cosas.

Considerando la distinción entre arte litúrgico y arte sa-


cro y la necesidad de conformar todo a la participación
de la asamblea, se da cuenta que el arte en el edificio de
culto no debe distraer de la acción litúrgica. En una igle-
sia donde la participación tenga un lugar exaltado se
pondrá mayor énfasis a los focos de atención que son el
altar, durante la liturgia eucarística; el ambón, durante la
palabra proclamada; la pila, durante el bautismo y la sede,
en los demás momentos. Además se procurará autenti-
cidad de los vasos usados para el pan y vino y el mate-
rial de esta comida. Estos focos serán confeccionados
de forma sumamente artística, gastando los esfuerzos
artísticos primero allí. Cuando hablamos de imágenes
debemos pensar primordialmente en la cruz. Esta pue-
de ser una cruz procesional que también sirve de cruz
para el altar durante la celebración. Después se pensará
en las imágenes que la comunidad crea importantes (por
ejemplo el patrón de la comunidad, la Virgen María) ubi-
cándolas de tal forma que contribuyan a los focos ya
mencionados. También cualquier otro elemento artístico
se tiene que gestionar con estos focos en mente y ase-
gurarse de que no distraigan de los mismos.

Hay principios artísticos que deben ser considerados por


cualquier persona que confecciona o adquiere arte para
la liturgia. Son necesarios para que la liturgia y su arte
sea transparente al misterio celebrado. Estos son senci-
llez noble, evitando cualquier cosa superflua, de mal gusto
o mera suntuosidad; la belleza; la calidad y la cualidad;
la autenticidad o integridad y la hospitalidad. Se habla
de principios y no un estilo en particular porque la Iglesia

331
Manual de Liturgia

no considera como propio, estilo artístico alguno, acep-


tando las formas de cada tiempo (se 123). Fidelidad a
los tiempos presentes, pide el uso también de los estilos
y expresiones del arte contemporáneo e inculturado que
están en consonancia con los requisitos de la liturgia.
Pero esto no dice que el arte del pasado no pueda ser
usado, en iglesias nuevas. El artista sabe cómo unir ele-
mentos del pasado y del presente para formar una nue-
va realidad. El contraste bien presentado ayuda a la obra
artística y crea armonía entre diferentes edades y gene-
raciones de la asamblea.

La arquitectura ayuda a proveer un ambiente de belleza


junto con funcionalidad a la acción celebrativa. El espa-
cio de la celebración es un ambiente dinámico que sos-
tiene y da impulso a la acción litúrgica. El ambiente ente-
ro es instrumento de fe transmitida y de celebración.

Cada espacio de celebración tendrá sus propios requisi-


tos y funciones que condicionarán la forma concreta que
debe tomar. Esto sería el primer requisito: que la forma
sigue la función. El segundo requisito sería asegurar que
cada espacio celebrativo forme un conjunto armónico
cuando el ambiente completo es experimentado por la
asamblea.

Para responder al primer requisito tenemos que explicar


cada espacio y su función. Estos espacios son: el espa-
cio para reunirse; el espacio para la asamblea; el espa-
cio para el presbiterio que incluye el espacio para el sa-
cramento, la palabra y la presidencia; el espacio para
moverse; el espacio para el bautismo y la reconciliación;
y el espacio para la capilla del Santísimo Sacramento.

Antes de entrar directamente a la exposición de los dife-


rentes espacios que se acaba de mencionar hay que

332
¿Dónde celebramos?

dirigir la discusión al asunto del espacio en sí. Esto por-


que en nuestra sociedad occidental sufrimos los efectos
del pragmatismo que muchas veces no nos permite va-
lorizar el espacio vacío.

El espacio tiene vitalidad. Pero en la experiencia


ordinaria damos por sentado este hecho porque
vemos el valor de las cosas solamente en su uso.
Consideramos aisladamente la plena realidad
concreta del espacio y vemos el espacio solo
como un medio. Conocemos el espacio, pero por
la "anestesia" del pragmatismo, no sentimos el
espaci010 •

6.3 Los espacios celebrativos

6.3.1 Espacio para reunirse

Este primer espacio no se refiere todavía al espacio de


la asamblea dentro del edificio sagrado, sino a ese es-
pacio que se llama el atrio. Un lugar entre el estaciona-
miento y la iglesia como tal. Sirve como umbral y lugar
de encuentro informal. Las primeras iglesias: casas re-
novadas y dedicadas a la comunidad para sus celebra-
ciones, al igual que las basílicas disfrutaban de este es-
pacio porque el atrio era un elemento arquitectónico
común a la cultura romana. La práctica tradicional euro-
pea de ubicar la iglesia a un lado de la plaza pública y a
otro lado la casa del gobierno municipal aseguraba un
espacio de encuentro informal al frente de la puerta prin-
cipal de la iglesia.

10 D. Martín. Art and the Religious Experience: The "Language" of the


Sacred, Bucknell University Press, Lewisburg, 1972, 228, traducción
libre (énfasis mío).

333
Manual de Liturgia

El espacio para reunirse evita la tendencia que el hom-


bre moderno tiene de ir directamente de su carro al ban-
co sin tener un contacto más personal y humano con sus
hermanos en la fe. Hay una inquietud general de parte
de los arquitectos y planificadores urbanos a causa de
esta misma tendencia que hoy permite al ciudadano en-
trar en su vehículo dentro del garaje de casa e ir directa-
mente al estacionamiento de su trabajo o centro comer-
cial, después de regresar a su casa y entrar en su casa
propia sin tener contacto alguno con sus vecinos. Aún la
comida se puede adquirir a través de la ventanilla de los
restaurantes de comida rápida. El hombre moderno está
perdiendo contacto no solamente con sus vecinos y la
comunidad, sino con la naturaleza y esto se debe evitar
en el contexto litúrgico donde el hombre completo está
redimido, cuerpo y alma y en comunidad.

El atrio también es el lugar para el equipo de acogida,


que consiste en 4 a 6 personas, miembros de la comuni-
dad, que saludan a aquellos que acuden a la iglesia y
dan la bienvenida a la comunidad parroquial a aquellos
que vienen por primera vez. Es un equipo de personas
maduras que, superando todo tipo de divisiones perso-
nales o comunitarias, saben hacer sentir en casa a los
feligreses y ayudan a encontrar asientos para aquellos
con necesidad de asistencia por avanzada edad o impe-
dimento. Pueden también entregar las hojas parroquiales
que contienen los cánticos.

Como área de reunión informal este espacio puede te-


ner bancos con plantas y flores bien planificado. Puede
estar bajo un techo y parcialmente expuesto al exterior o
ser parte del interior de la iglesia. Sirve para el momento
antes de entrar a la iglesia propia, compartir conversa-
ción y refrigerios después de la celebración. De esta for-
ma ayuda expresar que la celebración litúrgica no es algo

334
¿Dónde celebramos?

aislado de la vida diaria de la comunidad, sino que pre-


cede y continúa antes y después y es algo llevado a la
calle, la escuela, la casa de familia y al trabajo.

Claro no debe ser tan cómodo que uno se quiera quedar


allí, sino que debe inspirar la acogida fraterna que dirige
hacia el culto divino del espacio interior. De manera muy
práctica debe tener suficiente espacio para permitir con-
versaciones sin tener que salir del paso inmediatamente
por el tráfico de personas entrando y saliendo de la igle-
sia. Al llegar allí y encontrar de nuevo al hermano se
experimenta la alegría del reencuentro y evoca en el
participante la anticipación de lo que viene, facilitando la
asimilación gradual al grupo mayor. Este proceso comien-
za la transformación de los muchos individuos en el cuer-
po de Cristo. Cuando uno se siente cómodo con el otro
participará en la acción en vez de ser un espectador.
Este umbral por su belleza y acogida expresa que algo
especial se encuentra al otro lado 11.

6.3.2 Espacio para /a asamblea

La palabra iglesia viene del griego y el latín ecclesia que


se traduce en español con la palabra asamblea. Esto indi-
ca el lugar primordial que siempre ha tenido la reunión, la
asamblea de la comunidad convocada por Dios para la
celebración litúrgica de la palabra y el sacramento. Como
Jesús mismo indica "donde hay dos o tres reunidos en mi
nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18, 20). Tanta
es su importancia que se usa esta palabra para la Iglesia
universal al igual que para la iglesia: edificio sagrado
donde la acción celebrativa toma lugar (CIC, can. 1214).

11 Vea M. Mauck, Shaping a House for the Church, Chicago: Liturgy Training
Publication, 1990, p. 14.

335
Manual de Liturgia

De todos los diferentes espacios, el de la asamblea es


primordial. Condicionará la apariencia exterior de la ar-
quitectura, que se basa en la forma de la asamblea allí
congregada. Los demás espacios están incluidos en el
de la asamblea o íntimamente relacionados con él. Debe
ser el centro de planificación y construcción y el lugar
exaltado porque encierra la comunidad, cuerpo de Cris-
to. El reconocimiento del cuerpo es imprescindible para
San Pablo y fallar en este reconocimiento, trae graves
consecuencias en la vida de fe (1 Ca 28-29) y en la for-
ma que toma el edificio sagrado que puede resultar como
obstáculo a la participación plena, activa y consciente de
la asamblea en la acción celebrativa.

A través de los siglos los edificios sagrados se cons-


truían utilizando diferentes criterios basados en los con-
ceptos, resultado de los conocimientos de la época con
sus limitaciones. El fruto del movimiento litúrgico y el
concilio Vaticano 11 ha sido un mayor conocimiento teoló-
gico y litúrgico tomando en cuenta la historia desde los
comienzos de la comunidad naciente hasta hoy. Estas
investigaciones y estudios resultan en una visión clara
de la esencia de la asamblea y cómo se puede proveer
espacios que faciliten mejor participación y encarnen su
realidad de modo más auténtico.

Existe una imagen de la iglesia, edificio de culto que re-


sultó de la estructura anterior: larga y estrecha donde
los sacerdotes se situaban con la espalda hacia la asam-
blea y todos se dirigían hacia la misma dirección, nor-
malmente hacia el oriente. La imagen es de la iglesia
procesional en peregrinación. No viene de un concepto
que nace de las primeras comunidades, sino es un de-
sarrollo que resulta más bien de las técnicas de cons-
trucción y la estructura del edificio. De todas formas lle-
gó un momento en que el sacerdote decía las oraciones

336
¿Dónde celebramos?

en secreto que no permitía a la asamblea oírlas aún si


pudiera entenderlas. De allí surge la práctica de sonar
campanas, del siglo XII en adelante, durante la elevación
de la hostia consagrada, ya que cada persona en la asam-
blea, a esa altura, estaba ocupada por su devoción pri-
vada, rosario, lectio divina u otra devoción. Al sonar la
campana todos dejaban de hacer lo propio para mirar a
la hostia, mirada que "salva" porque ya habían dejado
de participar en la recepción de la comunión. Después
de la elevación podían continuar con su actividad priva-
da. De este modo no causaba dificultad la distancia de
las personas en la última parte de la iglesia de la acción
del sacerdote porque no participaban en la misma.

Los cambios después del Concilio Vaticano 11, resultado


de las investigaciones avanzadas de los estudios no son
la novedad que parecen ser, a nuestra experiencia limi-
tada de la historia. En vez de novedad es un regreso a
una práctica antigua y más auténtica, no arqueológica
sino teológica en naturaleza y utilizando el concepto de
domus ecclesiae (casa de la asamblea) en vez del con-
cepto procesional. El sacerdote se ubica de cara a la
asamblea como el presidente, haciendo las veces de
Cristo y líder de oración. Se celebra en el idioma verná-
culo entendido por la asamblea que conlleva la partici-
pación plena, activa y consciente. Mientras antes no ha-
cía falta oír o ver la acción, ahora es requisito primordial
para la participación que viene de la naturaleza misma
de la liturgia. Por eso se advierte la necesidad de que los
participantes de la asamblea, que ahora son protagonis-
tas y no meros espectadores, deben estar ubicados lo
más cerca de la acción posible.

La Norma del edificio de culto aparece en la Ordenación


General del Misal Romano que dice " ... Ia disposición
general del edificio sagrado conviene que se haga de tal

337
Manual de Liturgia

manera que sea como una imagen de la asamblea re-


unida" (OGMR 257). El edificio sagrado se hace con la
asamblea y su acción celebrativa en mente. El mismo
número de este documento pide que sea "el lugar que
pueda hacer más fácil" la activa participación de la asam-
blea (Ibid.). Cuando los que planifican la iglesia ponen
mayor énfasis en cualquier cosa secundaria, caen en el
peligro de poner obstáculos a la participación.

Se repite aquí que los fieles tienen la necesidad básica


de poder ver las acciones y oír las palabras proclama-
das con facilidad y con el uso de los medios tecnológi-
cos de amplificación cuando sea necesario. Pero tam-
bién existe la necesidad de sentirse cerca de la acción
celebrada en cierto modo y no demasiado separado que
puede hacer que la asamblea se sienta como especta-
dora. La mejor manera para asegurar la participación de
la asamblea es cuando los fieles se ubican al frente y en
cada lado del altar. Así nadie se encuentra demasiado
lejos de la acción; todos están en comunicación 12 con la
acción del altar, el ambón y la sede, visual y auditiva-
mente, y pueden enfrentarse uno al otro, en vez de sola-
mente ver la cabeza de la persona que está sentada al
frente. Esta ubicación confronta nuestro individualismo
porque vemos no solamente el celebrante principal, sino
también el Cristo presente en el hermano y la hermana
que nos acompañan en esta acción comunitaria. Esto es
importante porque la misa no es una devoción privada
que uno hace a escondidas con el sacerdote y mi Dios
sino la celebración Eucarística que es el momento co-
munitario por excelencia 13. La característica comunitaria

12 ef. López Martín, J., La Liturgia de la Iglesia: Teologia, historia, espiri-


tualidad y pastoral, Madrid, 1994, 168-169.
13 se 26-27.

338
¿Dónde celebramos?

de la liturgia nos pide responsabilidad de evangelizar y


responder a las necesidades de los pobres y margina-
dos. Nos exige compromiso con el ambiente y la justicia
y con todas las preocupaciones que la celebración
litúrgica nos debe inspirar porque la fe no se queda den-
tro de la iglesia. Aún en los edificios tradicionales se pue-
de acercar el altar a la asamblea extendiendo el grado
del presbiterio de forma que la celebración encuentre
dinamismo, el que falta cuando hay una distancia extre-
ma entre los fieles y el celebrante principal.

No importa la estructura del edificio, el coro debe estar


ubicado de tal manera que haga clara su función minis-
terial y a la vez su participación como parte de la asam-
blea (OGMR 274). Por esto es difícil defender la práctica
de ubicar el coro en un balcón que resulta no solamente
lejos de la asamblea de modo físico sino que hace que
la música en sí y la animación musical aparezca lejos.

Durante la mayor parte de la historia de la Iglesia el es-


pacio de la nave del edificio sagrado era espacio para
moverse (la nave es la parte más grande de la iglesia
donde la asamblea está ubicada). No habían bancos o
sillas. En el siglo 13 los bancos empezaron a aparecer al
frente primero para los que tenían los recursos econó-
micos para comprarlos. Los demás detrás todavía te-
nían libertad de movimiento para ir hacia donde algo
estaba sucediendo. Gradualmente el espacio de la nave
se llenó de bancos que cambió drásticamente la dinámi-
ca de la acción litúrgica. Aún así el movimiento y el es-
pacio necesario para el mismo es parte integral de la
celebración y no debe ser visto como un asunto de mera
conveniencia. Por eso el espacio de movimiento es par-
te del espacio de la asamblea y tienen su efecto en to-
dos los demás espacios litúrgicos.

339
Manual de Liturgia

Hay que tener en cuenta el espacio para el movimiento


en la planificación de la iglesia, porque la celebración
litúrgica está marcada por el elemento procesional. Si lo
vemos desde el comienzo de una celebración típica, se
empieza con el espacio necesario para que la asamblea
pueda entrar y salir de sus lugares. Se refiere al acceso
a los asientos. El pasillo central del espacio de la asam-
blea tiene que ser suficiente para proveer que dos per-
sonas una al lado de la otra puedan caminar cómoda-
mente para la procesión de entrada y salida del celebrante
principal, diácono y ministro.

Las procesiones formales no pertenecen solamente al


celebrante principal y los otros ministros. La acción
litúrgica corresponde a toda la asamblea y por eso hay
que preparar para las otras procesiones durante la cele-
bración. La primera procesión de la asamblea es la de la
presentación de los dones, pan, vino con agua y el dine-
ro colectado. Esto quiere decir que hace falta espacio
para que los ujieres puedan acceder a los asientos para
la colecta y después el pasillo central se usa para la pro-
cesión en sí.

El momento de la Comunión es otra procesión y es el


momento donde más se puede notar la carencia de es-
pacio. Aquí hace falta pensar no sólo en el espacio ne-
cesario para acercarse al ministro dando la comunión,
sino que también es necesario para regresar a la silla o
banco pensando siempre que habrá gente que no co-
mulga, necesitando suficiente espacio para caminar al-
rededor de ellos. Este movimiento hacia el ministro para
recibir la comunión es en sí un acto elocuente de auto
ofrenda y recibimiento de la comida de vida eterna.

Otro tipo de movimiento muy necesario es el que se hace


durante el bautismo cuando todos los participantes se

340
¿Dónde celebramos?

muevan del lugar de la celebración de la palabra a la


Pila bautismal. Cuando esto se puede planificar como
una procesión y no solamente la reubicación de cuerpos
puede servir de renovación y recuerdo de su propio bau-
tismo para aquellos padres y padrinos que acompañan
al candidato para el bautismo.

Se tiene que pensar también en el movimiento durante


bodas y funerales. Esto requiere espacio suficiente para
la entrada y ,salida y espacio al frente para la pareja en el
caso de la boda o el ataúd en el del funeral. Es importan-
te asegurar que haya suficiente espacio, pero no dema-
siado que resulte que el altar quede muy lejos de los
primeros bancos que como se ha mencionado sería un
obstáculo a la eficacia de la participación.

Finalmente se menciona el movimiento necesario para:


el rito de paz, si a veces hay llamada de niños al altar en
una misa especial, la procesión del domingo de Ramos,
la aspersión con agua bendita, etc. Lo más importante
es recordar en todo esto que el espacio separaqo para
el movimiento de la asamblea no es espacio perdido,
sino un elemento integral a la acción celebrativa de la
asamblea y su fácil ejecución.

6.3.3 Espacio para el presbiterio

El espacio para el presbiterio forma una parte integral


del espacio para la asamblea. Esto queda claro cuando
se entiende que la celebración litúrgica es acción de Cris-
to total, cabeza y miembros y que toda la asamblea es
liturgo. Esta realidad viene por la naturaleza de la liturgia
y el sacerdocio común que el creyente recibe por su bau-
tismo: el derecho y obligación de participar en la acción
litúrgica. El sacerdote celebrante principal hace las ve-
ces de Cristo, pero también es miembro de la asamblea.

341
Manual de Liturgia

Los demás ministros ordenados o no, también pertene-


cen a la asamblea. La Iglesia habla del deber de "poner
de relieve la disposición jerárquica y la diversidad de
ministerios", pero inmediatamente después dice: "debe
también constituir una unidad íntima y coherente, a tra-
vés de la cual se vea con claridad la unidad de todo el
pueblo santo (OGMR 257).

Por eso el lugar donde el presidente y los ministros ejer-


cen su servicio a la asamblea es un lugar central e inte-
gral al espacio total de la asamblea. Cuando los docu-
mentos hablan de una distinción del presbiterio de la nave
no están hablando necesariamente de una separación
completa como suele verse en muchas iglesias donde
se encuentra un conjunto de elementos que dan la im-
presión de un baluarte o muro psicológico, separando
los fieles del presbiterio: una línea recta de un número
excesivo de gradas, después un altar largo y estrecho
con dos ambones uno a cada lado del altar y además,
una alfombra roja u otro color fuerte desde la gradas
hasta el ábside. Del altar y el ambón se hablará más
adelante, pero del presbiterio en sí veamos lo que dice
la Ordenación General del Misal Romano: "El presbiterio
queda bien diferenciado respecto a la nave de la iglesia,
sea por su diversa elevación, sea por una estructura y
ornato peculiar" (OGMR 258). Aquí dan varias opciones
para diferenciar el presbiterio, pero no dice que se tiene
que utilizar todas a la vez. Parece que muchos ven la
frase bien diferenciado y van al extremo de utilizar todas
las opciones a la vez, pero esto expresa más un
clericalismo que prefiere que los fieles sepan cuál es su
lugar: lejos de los ministros. Si se entienden las necesi-
dades de la participación, que ya han sido explicadas,
se optará por construir el presbiterio de tal forma que
esté dentro y forme parte de la asamblea, aunque sea
diferenciado. Si es por elevación, sea lo necesario para

342
¿Dónde celebramos?

facilitar la visión de toda la asamblea; ni demasiado alto


ni demasiado bajo. Si se usa otro material para diferen-
ciar el presbiterio de la nave no debe ser de un color
llamativo (chillón), sino artísticamente escogido para
hacer juego con el pavimento de la nave. Tampoco se
tiene que construir las gradas con ángulos pronuncia-
dos (90°), sino que se puede utilizar curvas para tener
fácil acceso al presbiterio. Todo esto expresará una
invitación a la participación en vez de un rechazo psico-
lógico.

El presbiterio es el espacio que contiene el altar, el ambón


y la sede. Estos tres elementos tienen un simbolismo
propio y una importancia que se explicará en detalle más
adelante, pero además, del altar, ambón y sede existe
en el presbiterio lugares para los diáconos y los servido-
res del altar. A veces hay una silla para el comentarista,
los lectores y los ministros extraordinarios de la eucaris-
tía. Al ubicar estas sillas hay que buscar el balance y
siempre evitar la apariencia de un tribunal de oficiales
como si fuera una reunión política o una corte de justi-
cia. A veces es preferible que la sede esté en un lugar
sola. Si se unen dos sillas a cada lado no tienen que
estar pegadas a la sede, pueden estar o un poco sepa-
radas a los lados o un poco atrás. Las sillas de los servi-
dores del altar suelen estar a un lado del presbiterio. Es
preferible que el comentarista no esté en el presbiterio
para asegurar que el atril no haga competencia visual
con el único ambón y para que el presbiterio no quede
sobrecargado de gente y muebles que distrae de los fo-
cos primarios. El presbiterio debe ser "de tal capacidad
que puedan cómodamente desarrollarse en él los ritos
sagrados" (OGMR 258). Esta comodidad requiere espa-
cio libre para moverse y un lugar despejado visualmente
para destacar lo importante en vez de lo secundario. Las
sillas de los lectores estarían mejor ubicadas con la asam-

343
Manual de Liturgia

blea en la nave para simbolizar que ellos vienen directa-


mente del pueblo y porque normalmente no usan alba u
otro tipo de distintivo.

También dentro del presbiterio se suele ver otro mueble


llamado credencia, una mesa pequeña que tiene enci-
ma los vasos sagrados y los vasos del lavabo (jarrón y
palangana con toalla para lavar las manos del celebran-
te después de la presentación de los dones) junto con
los paños necesarios para la liturgia eucarística: corpo-
rales (paño cuadrado con una cruz pequeña bordada
donde se ubican el plato del pan y el cáliz en el centro
del altar) y purificadores (paño rectangular con una cruz
bordada para secar el cáliz después de purificarlo). La
credencia no debe hacer competencia ninguna de ma-
nera visual o simbólica con el altar. Por eso suele ubicar-
se pegado a una pared al lado; nunca aliado del altar.
Es preferible no poner un manto encima por la misma
razón. Su tamaño sea el necesario para soportar los va-
sos de una celebración eucarística normal. En otras pa-
labras no debe ser de tamaño excesivo. Hay una prácti-
ca tradicional de ubicar los óleos santos en algún lugar
dentro del presbiterio (estos son: el santo crisma, el óleo
de los catecúmenos y el óleo de los enfermos). Esto se
puede hacer de forma que los receptáculos de los óleos
sean visibles dentro del gabinete asegurando siempre la
seguridad (CEC 1183).

En algún sitio dentro del presbiterio debe haber una cruz


visualmente destacada por su arte y su ubicación. Es
muy recomendable que haya una sola cruz. Esta puede
estar adherida a la pared del presbiterio o la cruz
procesional puede servir este propósito con una base
donde se coloca durante la celebración. Toda iglesia,
templo o capilla debe tener una cruz procesional para
las procesiones de entrada y salida. Si ya existe una cruz

344
¿Dónde celebramos?

en el presbiterio, la cruz procesional se ubica en la


sacristía o un lugar no visible del presbiterio para asegu-
rar que haya una sola cruz. En este asunto ya no hace
falta otra cruz ubicada encima del altar como antes, por-
que la única cruz del presbiterio sirve para todas las exi-
gencias litúrgicas.

Después del símbolo primordial de la cruz puede que


haya también imágenes dentro del presbiterio. La ima-
gen debe ser escogida para ser parte integral del edifi-
cio de la celebración litúrgica para contribuir a la acción.
Junto con la meditación de la palabra y los cantos
litúrgicos, la imagen forma parte de la celebración para
ayudar a los fieles primero, a grabar en su memoria el
misterio y después, a expresarlo en sus vidas (CEC1162).
Toda imagen aunque sea de la Virgen María y los San-
tos hace referencia a Cristo; significa a Cristo glorificado
en ellos (Ibid. 1161). Los requisitos del uso de las imáge-
nes son: 1) téngase cuidado de que no se presenten en
número excesivo; 2) que en su disposición haya un justo
orden; 3) que no distraigan la atención de los fieles du-
rante la celebración; 4) que no haya más de una imagen
del mismo Santo; y 5) que ayuden a la auténtica piedad
de toda la comunidad (OGMR 278).

Se tratará de la reserva del Santísimo Sacramento y su


mueble correspondiente el sagrario en una sección más
adelante.

6.3.3.1. El altar

El altar es el centro de la Iglesia, según el Catecismo de


la Iglesia Católica (n. 1182). Es la cruz del Señor (d. Hb
13, 10) Y el lugar donde se hace presente el sacrifico de
la cruz bajo los signos sacramentales. En Aste sentido la
Iglesia describe el altar como ara de sacrificio, pero a la

345
Manual de Liturgia

vez es mesa del Señor, a la que el pueblo de Dios es


invitado (OGMR 259). Es el Centro de la acción de gra-
cias realizado en la celebración Eucarística (Ibid). Esta
centralidad se concretiza en el lugar del altar que se pide
"que sea de verdad el centro hacia el que espontánea-
mente converja la atención de toda la asamblea de los
fieles" (OGMR 262) Por esto se nota la lógica de ubicar a
los fieles alrededor del altar por lo menos a tres lados
para asegurar que el altar sea de verdad el centro. Cuan-
do se planifica el espacio en frente del altar se considera
lo necesario para los matrimonios y el féretro en las
exequias.

Se nota la importancia del altar por las acciones y ges-


tos de honor que se le brinda en la celebración. El altar
se consagra por el obispo, antes de usarlo, con Santo
Crisma, el aceite perfumado y consagrado por el Obispo
en la Misa Crismal. En la celebración Eucarística el altar
recibe una inclinación profunda al entrar los ministros en
la procesión. Después los ministros besan el altar, en
particular el celebrante principal y los diáconos que lo
acompañen. Si se usa incienso el altar es incensado al
comenzar la Misa junto con la cruz. Antes de leer el Evan-
gelio el celebrante principal se inclina profundamente
hacia el altar mientras ora en silencio pidiendo la pre-
sencia del Señor en su mente y en sus labios para que
pueda proclamar dignamente la Palabra de Dios. Antes
esta inclinación se hacía a la cruz del altar, pero se en-
tiende ahora que es al altar mismo (OGMR 93).

Todo esto indica la realidad de este centro primordial, el


altar, que de hecho no se considera como un mueble,
como el ambón y la sede son muebles, sino símbolo y
signo. Cuando se trata del altar aquí se refiere al signo
en sí, y el espacio que lo encierra. Este espacio debe ser
propio, en otras palabras ningún otro objeto debe estar

346
¿Dónde celebramos?

tan cerca al altar que le reste importancia. Por eso hay


que evitar poner pedestales con flores muy cerca al al-
tar, porque pueden ser obstáculos a la visibilidad y dis-
traer la atención de los símbolos del pan y vino encima
del altar. Por la misma razón, la Iglesia permite que los
cirios del altar se puedan ubicar en pedestales finos se-
parado del altar si así lo opta la comunidad. De esta for-
ma el altar queda limpio al comenzar la misa, sin libros o
atriles, micrófonos o vinajeras. Lo único que el altar lleva
al comenzar la misa es un mantel blanco y los cirios si se
decide ponerlos encima. El altar recibe el libro y los va-
sos sagrados de pan y vino sólo durante la presentación
de los dones (OGMR 100). Para comenzar y terminar la
misa el sacerdote se ubica en la sede no en el altar. Las
flores se usan para destacar el altar, pero no para cubrir-
lo. Es sumamente importante no pegar el ambón dema-
siado cerca al altar que ni pueda pasar una persona en-
tre los dos, error visto comúnmente en muchos lugares.
Esta práctica le falta el respeto debido al espacio de
ambos: altar y ambón, espacios que deben destacar los
objetos por su simbolismo propio y las acciones que ahí
se ejercen, al igual que no permite el movimiento fácil
alrededor del altar, requisito en su ubicación (OGMR 262).
Finalmente, el altar recibe honor tanto fuera como den-
tro de la celebración, en otras palabras no se descansa
los brazos, ni papeles, ni libros encima del altar por con-
veniencia y menos materiales de limpieza durante el
mantenimiento del presbiterio. Por ser signo y no mue-
ble el altar merece respeto en todo momento. No como
si fuera algo de magia que no se puede tocar, como an-
tes, sino como símbolo de la cruz de Cristo que, sí se
puede tocar pero siempre con esa realidad en mente.

Para poder invitar a la asamblea a participar a la cena


del Señor, el altar tiene que ser artísticamente fabricado,
se realza el altar para expresar su carácter de mesa fes-

347
Manual de Liturgia

tiva. Esto se logra con una alfombra o una diferenciación


del material del pavimento donde descansa el altar o del
presbiterio entero. Los materiales nobles (mármol, pie-
dra) u otros materiales permitidos (madera, hormigón
armado) deben destacar el simbolismo del altar por su
forma estética. También el tamaño del altar nos invita
por ser un símbolo recogido, no un tour de force que se
impone por su inmensidad. El estilo del altar de antes,
largo y estrecho no ayuda a invitar a los fieles, sino que
muchas veces forma un obstáculo psicológico a la parti-
cipación. Por eso el altar se hace no para un grupo de
concelebrantes, sino para un celebrante principal. Los
concelebrantes no deben pensar que el altar existe para
descansar sus copias de la Plegaria Eucarística ni cual-
quier otro objeto o libro. Además, los concelebrantes
deben estar un poco separados del celebrante principal
y el altar para no cerrar el paso al diácono cuando por
razón de su ministerio debe acercarse al mismo (OGMR
167). Tampoco se construye un altar inmenso para "lle-
nar" un espacio grande. El altar de capilla tiene el mismo
uso que el de una catedral; para sostener el pan y cáliz y
para uso de un celebrante. El tamaño debe ser más cua-
dradó que rectangular. Un tamaño adecuado para la
mesa del altar es 5'x 5' (150 x 150 cm) o 5'x 4' (150 x 140
cm), y la altura debe ser aproximadamente 40" (100 cm).
En el caso de las gradas se busca sólo la elevación ne-
cesaria para la visibilidad de los fieles y esta es relativa
al lugar en particular. Una elevación que separa el altar
demasiado de los fieles sería un error. También se debe
evitar todo tipo de rejas y comulgatorios que separan los
fieles innecesariamente del altar.

La importancia del altar pide que sea único y dedicado


sólo a Dios. Por eso se encuentra un solo altar en el
espacio del presbiterio y la nave. Antes el altar se usaba
para otros propósitos, hoy el altar no puede tener imáge-

348
¿Dónde celebramos?

nes ni reliquias sobre su superficie y está separado del


retablo. El altar puede estar adherido al piso del edificio
y puede también estar edificado sobre el sepulcro de
mártires o de santos, o incluir en su parte inferior estas
reliquias 14. Quiere decir que la práctica de poner reliquias
pequeñas debajo de una piedra cuadrada en la mesa
del altar (la parte superior) ya no está permitido por la
Iglesia. Si hubiese la reliquia de un santo que se utiliza-
rá, debe ser de un tamaño que se note que es parte de
un cuerpo humano (Dedicación de Iglesias y Altares, 5),
evitando los pedazos muy pequeños, y se ubica en la
.base del altar o en el pavimento directamente debajo del
altar.

6.3.3.2 El ambón

El propósito primordial para el altar es proveer comida


espiritual para aquellos que han sido invitados a la cena
del Señor. Por eso se llama la mesa del sacramento: el
cuerpo de Cristo. Pero antes de acudir a la mesa del
sacramento, primero la asamblea se acerca a lo que se
ha llamado la mesa de la Palabra, donde Dios nos con-
voca a escucharle y a recibir el anuncio de la buena nue-
va que se realiza en la Eucaristía. Es una doble mesa
(OLM 32).

Se nota la dinámica y el poder de la palabra en la vida de


la comunidad en una descripción pintoresca del libro de
Nehemías (8, 1-12) donde todo el pueblo se congregó
para escuchar la proclamación de la palabra por el escri-
ba Esdras. Esdras leyó el libro de la ley de Moisés en
una tarima preparada especial para el evento en la pla-

14 Vea Ibid .. 35; 10 nn. 91 y 93; Ritual de la dedicación de iglesias y de


altares; CIC can. 1237.2.

349
Manual de Liturgia

za. Cuando Esdras abrió el libro el pueblo entero se puso


de pie. Cuando pronunció una bendición del Señor el
pueblo entero alzó las manos respondiendo "Amén,
Amén", después se inclinó y se postró rostro a tierra ante
el Señor. Escucharon atentamente la palabra y su expli-
cación. Lloraron al escuchar la palabra de la ley. Exhor-
tados por Esdras después de la lectura fueron a comer y
beber enviando porciones a quien no tenía preparado y
organizaron una fiesta.

En esta lectura se puede ver mucha similitud con la prác-


tica actual en la celebración de la Palabra; en los gestos:
ponerse de pie a la lectura del evangelio, las aclamacio-
nes: Amén yen el caso actual Te alabamos Señory Glo-
ria a ti Señor Jesús, la escucha atenta a la palabra y su
explicación en la homilía, y el banquete después, inspi-
rado por la palabra.

La Palabra de Dios siempre honrada por la Iglesia ha


recibido un énfasis durante y después del Concilio Vati-
cano 11. En toda celebración de los sacramentos de la
Iglesia la Palabra es una parte integral.

Como se puede notar prepararon una tarima para la pro-


clamación de la ley para asegurar que todos podían oír y
ver a Esdras. Este espacio especial para la proclama-
ción de la Palabra en la celebración eucarística se cono-
ce hoy como el ambón (diferente que el podio o el atril).
Es un lugar práctico, sostiene el Leccionario (el libro
que contiene todas I,as lecturas para la Misa) o
Evangeliario (libro normalmente decorado con metal y
piedras preciosas o semipreciosas que contiene sola-
mente las lecturas del Evangelio para la Misa) al igual
que simbólico, el lugar dedicado exclusivamente para la
Palabra de Dios - la mesa de la Palabra.

350
¿Dónde celebramos?

La dignidad de la Palabra de Dios exige que en la


iglesia haya un sitio reservado para su anuncio,
hacia el que, durante la liturgia de la Palabra, se
vuelva espontáneamente la atención de los fieles
(IGMR 272) (CEC 1184).

La importancia del espacio de la proclamación de la Pa-


labra exige que sea único, debe haber un solo ambón,
no dos iguales (OGMR 272). Si necesita un 'podio' o atril
para el monitor se hace uno mucho más sencillo que no
haga competencia con el ambón (ni en estilo ni en mate-
rial) y que no esté ubicado en contraposición [simétri-
camente opuesto] al ambón. La simetría (deseo de tener
balance matemático entre elementos) aunque es un con-
cepto popular, no ayuda al sentido estético ni es una re-
gia litúrgica. Al contrario, la asimetría es más artística y,
en el caso del único ambón, más litúrgica. En otras pala-
bras si el ambón está a un lado en el presbiterio no hay
que asegurar que haya algo exactamente al otro lado
para 'balancear' los elementos.

Se pide que el lugar del ambón sea: "elevado, fijo, y no


portátil, dotado de la adecuada disposición y nobleza, de
modo que corresponda a la dignidad de la Palabra de Dios..."
(OLM 32). Como se ha dicho su propósito no es meramente
funcional sino también simbólico. Por ser mesa de la Pala-
bra muy relacionado con el altar, mesa del cuerpo de Cris-
to, se requiere una armonía entre el altar y el ambón. Y
el diseño del lugar de la palabra se debe habilitar con el
mismo esmero artístico que el altar porque nos dice la
Iglesia que "cuando se lee en la iglesia la Sagrada Escri-
-tura es Él (Cristo) quien habla" (sc 7). Su ornamentación
debe ser festiva y ayudar a destacar el lugar de la Pala-
bra con belleza. El ambón debe tener un lugar donde se
pueda guardar libros, papeles, etc. asegurando que no
se convierta en una covacha para cualquier cosa.

351
Manual de Liturgia

Se pide que sea un lugar fijo porque el uso de un facistol


muchas veces de una construcción inadecuada y no ar-
tística no puede lograr la expresión de su verdadera im-
portancia. Esto especialmente cuando es removido des-
pués de la celebración, o peor, cuando tiembla fácilmente
durante la proclamación. Hay veces que el ambón se
usa para más de una persona a la vez y por eso puede
ser un mueble de suficiente tamaño para responder a
esta necesidad. El simbolismo del lugar de la palabra
debe estar presente también antes y después de la cele"'
bración en sí. A veces hay un lugar preparado en frente
del ambón para la ubicación de las Sagradas Escrituras
para ser un recordatorio de la importancia que la Pala-
bra de Dios juega en nuestras vidas.

En la colocación del ambón se necesita lograr no sola-


mente que los fieles puedan escuchar al lector, sino tam-
bién darle su atención visual. Para lograr esta finalidad
hay que asegurar la adecuada elevación por gradas y/o
por la construcción del mismo mueble. La altura se mide
de acuerdo a cada lugar, debe ser visible por todos pero
no tan alto que sea imponente como los púlpitos de años
anteriores.

El ambón está reservado para lecturas, Exultet, homilía,


y oración de los fieles (OLM 33). No está previsto el uso
del ambón para las moniciones, los avisos, la dirección
del canto o la~ oraciones presidenciales como se suele
ver en algunos sitios.

6.3.3.3 La sede

Una celebración litúrgica plenamente desarrollada y


participada por toda la asamblea no se puede dejar ala
improvisación del momento, sino que es una acción de
la comunidad local que necesita preparación de cada

352
¿Dónde celebramos?

una de las partes y los ministerios junto con la asamblea


misma, por ejemplo en el ensayo de los cantos o las
instrucciones previas que se dan. Toda esta preparación
va dirigida por el párroco y el equipo parroquial de litur-
gia. Pero cuando llega el momento de celebrar, cuando
la asamblea está convocada y reunida, todos los minis-
tros se han preparado con lo que les corresponde, y todo
está listo, hace falta alguien que marque el comienzo y
el fin de la celebración, que dirija la oración y la procla-
mación de las lecturas, predique la homilía o delegue al
diácono y que distribuya con sus propias manos la co-
munión junto con diáconos y ministros según las circuns-
tancias. Esta figura se llama el celebrante principal o el
presidente. El Obispo o sacerdote quien hace las veces
de Cristo. Cuando es una celebración sin sacerdote, es
el diácono o el ministro extraordinario de la Eucaristía
quien dirige la celebración. Es como el conductor de una
orquesta, quien mide el ritmo y conduce a la asamblea
desde el principio de la celebración hasta su fin, coordi-
nando y asegurando la buena ejecución de todos los
ministerios y servicios para una participación plena, acti-
va y consciente de cada uno en la asamblea.

Como se ha dado cuenta en todas las demás áreas de la


celebración, cuando hay un ministerio o acción impor-
tante en la liturgia, conlleva un espacio dedicado a eso.
El espacio para el que preside contiene la sede. "Presi-
dir" quiere decir estar sentado delante de la asamblea,
pero conlleva mucho más que meramente colocarse fí-
sicamente al frente de un grupo, tiene que ver también
con una presencia y una acción. Antes del Concilio Vati-
cano 11 el obispo tenía su cátedra, pero el sacerdote sólo
tenía un banco pequeño aliado del altar donde se senta-
ba para descansar y esto sólo si era necesario. El banco
servía a este propósito práctico pero no tenía ningún
simbolismo. El concilio trajo un cambio grande, porque

353
Manual de Liturgia

al reubicar el altar para tener el celebrante de cara a la


asamblea, devolvió el respeto al altar como el espacio
específicamente para el sacramento, en vez de ser tam-
bién un estante para el sacramentario desde el comien-
zo de la misa. Entonces hacía falta un sitio desde donde
comenzar la misa antes de la liturgia de la palabra y ter-
minar la misa después de la comunión. También se vio
el cambio de que el sacerdote durante la proclamación
de las lecturas ahora se sienta. Antes del concilio el sa-
cerdote quedaba al altar leyendo la lectura en latín a un
lado del altar mismo mientras el lector leía desde un po-
dio en el vernáculo, la razón era porque el sacerdote
tenía que decir todas las palabras de la Misa aunque era
una repetición de esfuerzos y la gente no oía al sacerdo-
te leer en latín. Ahora el sacerdote escucha en silencio
en la sede mientras el lector proclama. Aún así es im-
portante decir que el sacerdote dirige la liturgia de la
palabra desde la sede. Por esta razón el espacio de la
sede viene a ser desarrollado no meramente para la ne-
cesidad práctica de descansar, sino como un símbolo
dinámico de la presidencia de Jesús quien está presen-
te en el celebrante principal.

La sede, por su habilitación y material, debe hacer que


el celebrante verdaderamente aparezca como presiden-
te de la comunidad de los fieles (OGMR 271; cf. 10 92)
evitando que parezca trono, el celebrante principal sirve
a la asamblea, en su presidencia no impone. La sede del
celebrante no debe ser un asiento cualquiera, aún en las
iglesias pequeñas o capillas donde celebra la eucaristía.
Los asientos de los otros ministros deben tener una for-
ma que los distinga de la sede del celebrante que debe
ser única, pero del mismo nivel de calidad.

La sede para el celebrante será colocada, según la es-


tructura de cada iglesia, de tal manera que pueda ser

354
¿Dónde celebramos?

vista cómodamente por los fieles. Por eso debe estar


elevada y destacada, pero no debe estar demasiado
separada de la asamblea, ni por altura ni por distancia,
por lo que no es recomendable colocarla al fondo del
ábside, cuando éste está muy profundo, donde pierde
su poder de presidencia por no tener presencia cercana
a la asamblea. Aquí el requisito de poder ver y oír el
presidente se refiere a un contacto sensible con los miem-
bros de la asamblea que refleja una presencia cualitati-
va, no sólo un contacto ocular sino táctil, que aunque no
hay contacto físico por lo menos el presidente pueda
comunicar su cercanía a través de los gestos. En mu-
chos lugares la sede puede ubicarse hacia un lado del
altar cercana a los primeros asientos de la asamblea.

La oportunidad otorgada a los artistas en el altar, la sede


y el ambón es un reto agradable donde pueden buscar,
de modo creativo, la unidad visual entre los tres, con el
material y/o elementos de diseño. Además pueden con-
feccionar estos signos mobiliarios de modo inculturado,
utilizando materiales de su país y diseños que hablen de
modo directo a la comunidad local, claro, todo esto en
estricta colaboración con las Comisiones de Liturgia de
la Conferencia Episcopal y de cada Diócesis, porque el
arte litúrgico sirve a la liturgia en su teología y en su
práctica.

6.3.5 El espacio para el bautismo


y la reconciliación

6.3.5.1 La fuente o pila bautismal

Es a través del Sacramento del Bautismo que el cristia-


no entra en la vida de Dios y de la Iglesia, la comunidad
de fe, el Cuerpo de Cristo. La Iglesia lo llama puerta de
la vida y del Reino (La Iniciación Cristiana, 3). Las aguas

355
Manual de Liturgia

del bautismo permiten al ser humano entrar en el miste-


rio de la muerte y resurrección de Jesucristo. Como dice
San Pablo a los Romanos: "por el bautismo, fuimos se-
pultados junto con Cristo para compartir su muerte yasí
como Cristo fue resucitado ... también nosotros hemos
de caminar en una vida nueva" (Rm 6,4). El agua es uno
de los signos más privilegiados por significar de modo
más directo los efectos del sacramento del bautismo.
Por su naturaleza el agua limpia el cuerpo y por el bau-
tismo quedamos purificados del pecado original donde
el bautizado se convierte en criatura nueva. El agua da
vida, no podemos sobrevivir sin ella y también da muer-
te, uno puede ahogarse en unas pulgadas de la subs-
tancia. Las aguas del bautismo regeneran al bautizado
para convertirse en hijo de Dios.

Cristo mandó a los Apóstoles: ''vayan y hagan que todos


los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos, en el nom-
bre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28, 19).
Jesús mismo participó en el bautismo de Juan en el Río
Jordán (Mt 3, 13-17). La comunidad naciente en obe-
diencia al mandato del Señor, bautiza a sus miembros
originalmente en cualquier lugar donde había agua co-
rriendo y limpia, naturalmente en el río. El bautismo se
practicaba por inmersión o infusión, pero de todas for-
mas lavando el cuerpo completo del bautizado con agua.
Después cuando comienzan a bautizar al candidato com-
pletamente desnudo para simbolizar el rechazo del hom-
bre viejo por despojar de las vestimentas para poder,
después del bautismo poner a Cristo el hombre nuevo o
nuevo Adán por la túnica blanca, hacía falta un lugar
para proveer la modestia a la persona. Los primeros bap-
tisterios eran cuartos apartes del espacio de la asam-
blea o edificios separados dedicados únicamente para
el sacramento en una pila grande. El edificio se cons-
truía a menudo en forma octagonal para simbolizar el

356
¿Dónde celebramos?

octavo día, el día de la resurrección del Señor. La pila en


el centro del edificio solía ser en forma de una cruz don-
de había gradas bajando a un lado dentro del agua para
simbolizar la muerte, y gradas subiendo al otro lado a la
resurrección.

Al principio la norma era la práctica de bautizar a adul-


tos, muchas veces a familias completas, junto con todos
los hijos, incluyendo bebés. Después de los siglos cuan-
do el mundo era marcado por el cristianismo y la mayo-
ría de los adultos ya bautizados, la práctica cambió de
bautizar a los nuevos miembros de la comunidad: los
bebés. Gradualmente el poder del signo empezó un pro-
ceso de disminución y como resultado de conveniencia
y las discusiones de lo mínimo necesario para la eficacia
del sacramento, se empezó la práctica de infusión, el
derramamiento de un poco de agua sobre la cabeza del
bebé. Esto obviamente afecta la forma física de la pila
que se convirtió en una fuente pequeña de agua. ¿Cómo
se recobra este simbolismo?

La reunión del pueblo de Dios comienza por el


Bautismo; por tanto, el templo debe tener lugar
apropiado para la celebración del Bautismo y fa-
vorecer el recuerdo de las promesas del bautis-
mo (agua bendita) (CEC 1185).

La pila bautismal se puede ubicar a la entrada de la igle-


sia para que sea también la pila del agua bendita, aliado
de la asamblea, en una capilla aparte de la nave o rela-
cionada en alguna manera con el altar. Es preferible que
la pila no esté ubicada dentro del presbiterio o en el fren-
te mismo, sino a un lado abajo.

La pila idealmente se hace de tamaño suficiente para


que el Bautismo se pueda realizar tanto por inmersión

357
Manual de Liturgia

como por infusión. La Introducción del Ritual del Bautis-


mo de niños y del Ritual del Bautismo de Adultos La Ini-
ciación Cristiana, muestra una preferencia por la inmer-
sión, debido a su poder significativo o simbólico, "Tanto
el rito de la inmersión -que es más apto para significar la
participación en la Muerte y Resurrección de Cristo- como
el rito de la infusión, pueden utilizarse con todo dere-
cho"15 (n. 22).

Este poder significativo se resalta de dos formas especí-


ficas. Primero, en la acción en sí, por la inmersión del
cuerpo del bautizando en una gran cantidad de agua.
Segundo, por el poder significativo de la pila bautismal,
ya que para posibilitar la inmersión hay que tener un re-
ceptáculo capaz de contener mucha agua.

El bautisterio mantiene una capacidad significativa aún


cuando no se esté utilizando. Después del tiempo de
Pascua, el cirio pascual se ubica cerca de la pila bautis-
mal. Y se permite hasta una fuente de agua viva en la
pila. De hecho, cuando se bendice el agua de una pila
con fuente se bendecirá la corriente de agua (Ibid. n. 21)
Y el Bendicional destaca el aspecto de la fuente como
una manera de proveer un "signo más expresivo ... como
de un verdadero manantial" (n. 938). Por esta capacidad
significativa, aunque no siempre se use la pila para in-
mersión, se debe construir, donde sea posible y según
las circunstancias del lugar, de tal forma que sea realiza-
ble la inmersión. Esto muchas veces se logra con una
pila un poco más grande abajo y otra pila pequeña arri-
ba, desde donde el agua pueda correr en forma de agua
viva. La inmersión se puede hacer en la pila grande de

15 Vea también el Ritual del Bautismo de niños n. 18.2; Rito de la Inicia-


ción Cristiana de Adultos n. 32; Bendicional n. 938.

358
¿Dónde celebramos?

abajo y la infusión en la de arriba, siempre procurando el


simbolismo más amplio.

También hay que añadir que el ritual permite una pila


movible dentro del presbiterio que será retirada después
de la celebración 16 • Si se opta por esta solución es nece-
sario aplicar los mismos criterios artísticos.

6.3.5.2 La sala de la reconciliación

El sacramento de la reconciliación está muy relacionado


con el bautismo por ambos ser sacramentos para el
perdón de los pecados. En el bautismo "nuestra vieja
condición es crucificada con Cristo, quedando destruida
nuestra personalidad de pecadores, y quedando no-
sotros libres de la esclavitud del pecado" (Ritual de la
Penitencia, 2). En el caso del sacramento de la peni-
tencia:

Además nuestro Salvador Je,sucrísto instituyó en


su Iglesia el sacramento de la Penitencia al dar
a los Apóstoles y a sus sucesores el poder de
perdonar los pecados; así, los fieles que caen en
el pecado después del bautismo, renovada la gra-
cia, se reconcilian con Dios. La Iglesia, en efec-
to, posee el agua y las lágrimas, es decir, el
agua del bautismo y las lágrimas de la penitencia
(Ibid.).

Esta relación se puede trasladar a los espacios de bau-


tismo y penitencia también asegurando que esté rela-
cionado uno al otro para asegurar que los fieles estén
conscientes de las dos formas de remisión de pecado.

16 La iniciación cristiana. Observaciones generales previas, 19.

359
Manual de Liturgia

La renovación de la vida bautismal exige la peni-


tencia. Por tanto el templo debe estar preparado
para que se pueda expresar el arrepentimiento y
la recepción del perdón, lo cual exige asimismo
un lugar apropiado (CEC 1185).

Antes, y todavía en muchos sitios, el espacio para el


sacramento de reconciliación estaba marcado por el con-
fesionario, un mueble de dos o tres espacios pequeños,
uno para el sacerdote y uno o dos más para el penitente
a cada lado, donde el sacerdote se dirigía de lado a lado
abriendo una puerta pequeña y cerrando la otra que per-
mitía la comunicación con uno y después con el otro
penitente. La rejilla permitía el anonimato del penitente
mientras confesaba.

Hoy la iglesia permite un espacio modificado que permi-


te la opción de parte del penitente de confesar detrás de
la rejilla tradicional o cara a cara con el sacerdote. Esto
se llama locutorio-confesionario. Es un espacio que se usa
exclusivamente para el sacramento de la penitencia y que
no se convierta en almacén para libros o utensilios para
la limpieza. Debe ser un lugar que inspire contemplación
y permita la profundización del arrepentimiento del pe-
nitente. Cuando el penitente abre la puerta de la capilla de
la penitencia, la primera cosa que ve es la rejilla inmediata-
mente en frente con el reclinatorio para poder arrodillarse y
participar en el sacramento si así lo desea. Detrás de esta
rejilla está ubicado el sacerdote y esto asegura que el
penitente no se vea todavía. La segunda cosa que el
penitente ve es una silla vacía ubicada en frente del sa-
cerdote donde puede caminar de vuelta a la rejilla para
sentarse en frente del sacerdote para confesar de esa
forma. Se puede ubicar una mesa pequeña entre la silla
del sacerdote y el del penitente con un cirio encendido y
una Biblia abierta. También la presencia de un crucifijo

360
¿Dónde celebramos?

sería un buen recordatorio del evento por el cual se reci-


be el perdón de los pecados. Los fieles deben recibir
orientación para entender que este lugar no se usa para
la dirección espiritual, sino que es un lugar con el mismo
propósito del confesionario antiguo: la confesión de los
pecados y la recepción de la penitencia y absolución.

En el caso del segundo rito (para reconciliar a varios


penitentes con confesión y absolución individual) y el
tercer rito (para reconciliar a muchos penitentes con con-
o fesión y absolución general), las partes del rito que no
requiere confesión y absolución individual (el canto, las
oraciones, la liturgia de la palabra, la homilía y el silencio
para el examen de conciencia) serán celebrados en el
espacio de la asamblea.

6.3.6 Capilla del Santísimo Sacramento

La Ordenación General del Misal Romano dice: "Es muy


de recomendar que el lugar destinado para la reserva de
la santísima Eucaristía sea una capilla adecuada para la
adoración y la oración privada de los fieles" (Núm. 276).
Esta misma Ordenación General habla del deseo de
destacar los signos exteriores:

Es muy de desear que los fieles participen del


Cuerpo del Señor con pan consagrado en esa
misma misa ... de modo que aparezca mejor, por
los signos exteriores, que la comunión es una
participación en el sacrificio que entonces mismo
se celebra (Núm. 65h).

Esto se pide para evitar que se use el sagrario como un


sitio para reservar grandes cantidades para uso en la
misa. consagrando muchas veces solamente una forma
para el sacerdote y acudiendo al sagrario para buscar

361
Manual de Liturgia

las formas para los fieles. Este número está diciendo


que el ministro vaya al sagrario solamente para guardar
lo que quedó después de la comunión no para buscar
las hostias antes.

En la cuestión de la ubicación del Sagrario, los docu-


mentos litúrgicos son cada vez más claros en sus indi-
caciones. El Inter Oecumenici, la primera instrucción
general para aplicar debidamente la Constitución
Sacrosanctum Concilium, publicada por la Sagrada Con-
gregación de Ritos y el Consilium (26 de septiembre de
1964) primero dio opciones, y así dio inicio a una transi-
ción: El Sagrario puede estar ubicado o en el altar ma-
yor, en otro altar o en otra parte de la iglesia propiamen-
te adornada (Núm. 95).

En la Instrucción Eucharisticum mysterium publicada el


25 de mayo de 1967 por la Sagrada Congregación de
Rito y el Consilium, sobre el culto del misterio eucarístico
se añade: "Conviene que (el lugar en que se guarde la
Eucaristía) sea al mismo tiempo apto para la oración pri-
vada" y "Por eso se recomienda que el sagrario, en cuanto
sea posible, se coloque en una capilla que esté separa-
da de la nave central del templo, sobre todo en las igle-
sias en que se celebran más frecuentemente matrimo-
nios y funerales y en los lugares que son muy visitados ... ".
Esto último fue reiterado por la Introducción del Ritual de
la sagrada comunión y del culto a la Eucaristía fuera de
la misa, promulgado el 21 de junio de 1973 (Núm. 9).

Toda esta legislación se basa en las razones tradiciona-


les para la reserva de la Eucaristía. Primero se reserva
especialmente para el Viático y la comunión de los en-
fermos, y segundo para la adoración de los fieles (Ritual
de la sagrada comunión y del culto a la Eucaristía fuera
de la misa, 5).

362
¿Dónde celebramos?

Siguiendo el modo de pensar de la Iglesia, el Directorio


Litúrgico: La Eucaristía de la Conferencia Episcopal Puer-
torriqueña repite el número 276 de la Ordenación Gene-
ral del Misal Romano (Núm. 140) y en el próximo núme-
ro dice:

Si no puede construirse una capilla de reseNa es


recomendable poner el Santísimo a un lado del
presbiterio en vez de al centro de la pared trase-
ra, para así no hacer competencia con /a ación
de la Misa, y para que el celebrante nunca tenga
que dar su espalda al Sagrario (141).

De todas formas, este área de la reserva del Santísimo,


en una capilla separada o en un lado del presbiterio, debe
ser un sitio verdaderamente destacado por su adorno y
habilitación (EM 53).

El tabernáculo del Santísimo Sacramento debe ser de


material sólido y permanecer fijo al lugar donde esté co-
locado. La llave no puede dejarse expuesta o pegada a
la puerta del Tabernáculo; debe guardarse bajo llave en
la sacristía mientras no se esté usando.

Ante el sagrario, en el que está reservada la santísima


Eucaristía, ha de iluminar constantemente, una lámpara
especial, con la que se indique y honre la presencia de
Cristo (CIC, can. 940; EM 57). Esta lámpara debe ser, en
lo posible, una luz natural de cera o aceite, pero el dere-
cho canónico provee para el uso de una luz eléctrica
cuando haya peligro de incendio. En este caso en parti-
cular, hay que evitar por completo las bombillas que imi-
tan una llama de fuego. Si se va a usar una bombilla, la
autenticidad pide que parezca como una bombilla y que
no pretenda ser algo que no es. Cualquier otro elemento

363
Manual de Liturgia

que pueda encontrarse en la capilla de la reserva debe


ser secundario y no contribuir a llamar la atención a lo
primordial que es el tabernáculo donde se encuentra el
Santísimo. Si hay imágenes, que no distraigan de la pre-
sencia real.

CONCLUSiÓN

Mientras Jesús descansaba al borde del pozo en un pue-


blo llamado Sicar en el país de Samaria, conversó con la
mujer samaritana. Durante la conversación Jesús le dijo:
"Créeme, mujer: la hora ha llegado para ustedes de ado-
rar al Padre. Pero no será en este cerro, ni tampoco en
Jerusalén ... los verdaderos adoradores adorarán al Pa-
dre en Espíritu y en verdad" (Jn 4, 21; 23). Cuando Je-
sús hizo referencia a Jerusalén estaba incluyendo al Tem-
plo. Como se ha dicho en la Introducción de este capítulo,
la comunidad naciente proclamaba que no tenían Tem-
plo. Se reconocía en aquel entonces lo que sabemos
hoy, somos piedras espirituales en el Templo que es:
Cristo. Por esa razón la reunión de la asamblea y su
celebración eucarística se puede hacer dondequiera.
Pero deseamos siempre ofrecer lo mejor para Dios y fa-
cilitar la mejor participación de los fieles y esto contléva
espacios bellos y bien preparados, iglesias y capillas que
permitan un anticipo de la Jerusalén celestial.

Los espacios de la celebración ayudan y contribuyen a


la capacidad de reunirse la asamblea, escuchar la Pala-
bra de Dios. experimentar la regeneración por las aguas
del bautismo, regresar a la pureza posbautismal por la
penitencia. tomar pan y vino, bendecirlos y compartirlos
y entre todo esto cantar las alabanzas a Dios y experi-
mentar su santificación a través de todos nuestros senti-
dos hasta que vuelva Jesús.

364
¿Dónde celebramos?

RESUMEN

• La Iglesia pide la participación plena, activa y


consciente de todos los fieles en la celebración
litúrgica porque esta viene exigida por la natura-
leza de la liturgia misma y porque los fieles tie-
nen el derecho y obligación de la misma en vir-
tud del bautismo. Los espacios celebrativos serán
adecuados o no, según su capacidad de fomen-
tar esta participación. La comunidad que cons-
truye un edificio sagrado lo hace con el nivel de
participación que ya tienen o que quieren tener.
Después el edificio forma sus actitudes sobre la
participación a través de los años.

• Una perspectiva histórica demuestra que la co-


munidad naciente tuvo una participación mayor
en la celebración litúrgica que después de los
siglos fue disminuyéndose poco a poco. El re-
sultado de esta tendencia antes del Movimiento
Litúrgico y el Concilio Vaticano 11 era una liturgia
ejercitada por un grupo pequeño de clero y una
situación que puso a la asamblea en una posi-
ción de espectadores. Este siglo ha sido testigo
de un cambio y un deseo de regresar a la parti-
cipación anterior que se está logrando a través
de la renovación litúrgica que todavía está en
proceso.

• El espacio celebrativo es en realidad un conjun-


to de diferentes espacios que forman una uni-
dad. El espacio para reunirse provee un primer
contacto para los hermanos en Cristo que se
reencuentran después de un tiempo de separa-
ción. En este ambiente fraternal y de bienvenida

365
Manual de Liturgia

se anticipa la acción celebrativa donde los mu-


chos individuos forman un cuerpo de Cristo. El
espacio de la asamblea en la nave de la iglesia
es la reunión por excelencia donde la celebra-
ción litúrgica viene a ser ejercitada por toda la
asamblea cada cual según su función. Toda la
asamblea es liturgo y el edificio en sí toma for-
ma según la acción de este cuerpo. Este espa-
cio tiene el propósito primario de proveer un
lugar para la celebración eficaz de la liturgia.
Debe ser imagen de la asamblea reunida, fa-
vorecer la perfecta ejecución de cada uno de
los ministros y permitir la participación plena,
activa y consciente de los fieles. Cualquier otro
propósito que tenga el edificio de culto es se-
cundario.

• El espacio para el presbiterio es esa área que


contiene los tres focos de atención importantes
que da sentido a la reunión de los fieles. El altar
es el lugar del sacramento que se encuentra
idealmente dentro de la asamblea con los asien-
tos a tres lados del mismo para que todos pue-
dan hacer propias las oraciones y acciones del
celebrante principal. El ambón sirve como la fuen-
te de la proclamación de la Palabra de Dios que
sigue anunciando la redención de Cristo y su
misterio pascual que viene a realizarse en el al-
tar. La sede que ahora adquiere un simbolismo
propio significa la presidencia y la presencia de
Cristo a través del celebrante principal quien hace
las veces de Cristo dirigiendo la oración, mar-
cando el comienzo y el final, predicando la pala-
bra y distribuyendo el cuerpo del Señor con sus
propias manos.

366
¿Dónde celebramos?

• El espacio para el bautismo y para la penitencia


demarca dos sitios específicos pero relaciona-
dos. El espacio para la pila bautismal significa
por su agua viva el compartir que se ofrece en la
muerte de Cristo para poder salir de las aguas
regeneradoras a la resurrección. La capilla para
el sacramento de la penitencia (locutorio-confe-
sionario) sirve como signo de esa acción de arre-
pentimiento, confesión de las culpas y absolu·
ción que permite redescubrir la pureza espiritual
original del bautismo.

• El arte litúrgico encontrado en los espacios


celebrativos toma formas diversas: pintura, es-
cultura (imágenes), mosaico, etc. Estas son
obras de arte visual completas en sí. Pero el arte
litúrgico no se limita solamente a esto, sino in-
cluye el mobiliario litúrgico: el altar, el ambón, la
sede, la pila bautismal. Incluye también el edifi-
cio en sí, junto con todo el ambiente exterior
("Iandscaping") con su diseño y el ambiente in-
terior con el conjunto de todos los objetos que
se encuentran allí formando un balance y una
composición artística en armonía.

EJERCICIOS

1. Describe la disminución de la participación acti-


va de los fieles en la Misa a través de los siglos
e indica algunos de los detalles históricos del arte
y arquitectura que contribuyeron a esta situación.

2. Indica los tres focos arquitectónicos dentro del


presbiterio y explica la importancia de cada uno.

367
Manual de Liturgia

3. ¿Cuál es la relación teológica entre el espacio


para el bautismo y el espacio del sacramento de
la penitencia?

4. "La disposición general del edificio sagrado


conviene que se haga de tal manera que sea como
una imagen de " ¿Imagen de qué?

5. El edificio de la iglesia como cualquier otro ele-


mento litúrgico debe procurar que los fieles
_ _ _ _ _ _ _ _ plena, activa y conscien-
temente en la celebración litúrgica.

6. El altar es _ _ _ _ _ _ _ _ del sacrificio y


_ _ _ _ _ _ _ _ del banquete del Señor.

V =Verdadero F = Falso

7. El altar debe ser construido largo y estrecho para


acomodar los concelebrantes. V F

8. Debe haber dos ambones, uno para la proclama-


ción de la palabra y otro para el monitor.. V F

9. Es recomendable que el ambón sea siempre por-


tátil para poder removerlo del presbiterio des-
pués de la celebración eucarística. V F

10. La sede del celebrante debe ser un lugar donde


hay tres sedes iguales una para el celebrante y
dos a cada lado para los diáconos. V F

11. La pila bautismal debe ser construida tanto para


la infusión como para la inmersión. V F

12. Hay que tener dos cruces en el presbiterio, una


colgada en la pared trasera y otra encima del
altar. V F

368
¿Dónde celebramos?

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372
7
¿POR QUÉ CELEBRAMOS?

Víctor Sánchez

La sagrada liturgia no aRo/a toda la acciól/ de la IRle.l'ia (SC 9):


debe ser precedida por la evangelización, la fe y la conversión;
sólo así puede dor sus .ti·u/os el/ lu vida de los .tieles:
la vida nueva según el Espíritu ...
CEC Ion

INTRODUCCiÓN

ENla experiencia de la fe, o


sea, en la vida interior del hombre, Jesús se da una enor-
me cantidad de matices y de posibilidades de relación
con Dios.

Ante la infinita riqueza de matices que permita el se-


guimiento de Cristo, el ser humano individual se en-
cuentra radicalmente incapacitado para abarcar todas
las modalidades. El modo de asumir la forma de seguirlo
y de llegar a la unión con Dios encuentra siempre una
forma personalizada, aquella que cada quien siente
Manual de Liturgia

como propia y que es capaz de contener su peculiar


modo de ser.

Nadie puede llegar a abarcar completamente a Cristo a


partir de lo que ve,.a menos que acepte que las diferen-
cias entre las diversas percepciones provienen de la
posición individual que se tiene ante él y de la forma en
que se percibe.

Cuando un cristiano percibe a Cristo de una manera su-


ficientemente novedosa, en comparación con otras per-
cepciones, y esa forma novedosa empieza poco a poco
a ser compartida por más creyentes como su forma pro-
pia y característica de comprenderlo, es cuando deci-
mos que en la Iglesia surge una nueva espiritualidad.

Una espiritualidad sería, pues, la forma peculiar con la


que un grupo de creyentes se sitúa frente a Cristo; es la
clave con la que ese grupo interpreta el misterio total de
Jesús, con la que penetra en la comprensión de su vida
y de su Evangelio, y con la que entiende la vida cristiana
y sus exigencias.

Todas las espiritualidades, si son vividas santa y


auténticamente, harán que sus miembros confluyan por
distintas vías en un único fin, la unión personal con el
Dios de Jesucristo.

A través de estos capítulos, se intenta presentar, cómo


la espiritualidad cristiana, específicamente, es un cúmu-
lo de dones de parte de Dios que se revela en su Hijo y
se hace presente en su Iglesia y cómo también, la espi-
ritualidad cristiana implica necesariamente la participa-
ción del ser humano con su fe. Son muchos los medios
que se ofrecen para vivir en verdad una espiritualidad
que tenga a la base y al centro la persona de Jesucristo.

374
¿Por qué celebramos?

Que sirvan estas líneas para facilitar, a cuantos las lean,


un acercamiento a Dios Padre, por medio de su Hijo nues-
tro Señor Jesucristo, en el Espíritu de Vida, y así todos
formando una única Iglesia, vivamos nuestra común es-
piritualidad cristiana, caminando hacia el encuentro defi-
nitivo con Dios.

7.1 Formas de espiritualidad cristiana

En la vida de la Iglesia se ha ido poniendo de manifiesto


que el seguimiento radical a Jesús se desarrolla de va-
rias maneras o formas, cada una con distintos matices,
pero todas ellas nunca pierden de vista que su objetivo
último es un encuentro con Dios Trino que se revela.

Por lo tanto, es necesario hacer notar que es una sola la


espiritualidad que tiene como centro a Jesucristo, pero
que existen diferentes caminos para llegar a Él, conoci-
dos más sencillamente como "formas de espiritualidad"
o "espiritualidades".

La Iglesia antigua conocía prácticamente sólo una for-


ma de espiritualidad, que se encuentra, por ejemplo, en
las catequesis mistagógicas de los Padres de la Iglesia.
Una característica muy importante de ella es la armonía
y el equilibrio entre vida de oración y vida activa.

Con el movimiento monástico observamos un cambio,


pero a partir del Medioevo, con San Francisco, tendre-
mos nuevamente una espiritualidad para los cristianos
en el mundo (tercera orden). Otros movimientos, como
por ejemplo el movimiento místico, la Devotio moderna,
la piedad Ignaciana, Teresiana, la piedad Barroca de San
Francisco de Sales, etc., son formas concretas para la
realización de la vida cristiana.

375
Manual de Liturgia

Pero, ¿cuál es el fundamento común de todas las for-


mas de la espiritualidad cristiana? ¿Cuál es la forma típi-
ca de la Iglesia? La respuesta más exacta y completa la
encontramos en los Documentos del Vaticano 11, de modo
especial en la Lumen Gentium 39-49, sobre todo el No.
42 de la misma Constitución:

Dios es caridad, y el que permanece en la cari-


dad permanece en Dios y Dios en él (1 Jn 4,16).
Y Dios difundió su caridad en nuestros corazones
por el Espíritu Santo, que se nos ha dado (cf. Rm
5,5). Por consiguiente, el primero y más impres-
cindible don es la caridad con la que amamos a
Dios sobre todas las cosas y al prójimo por Él.
Pero, a fin de que la caridad crezca en el alma
como una buena semilla y fructifique, todo fiel
debe escuchar de buena gana la palabra de Dios
y poner por obra su voluntad con la ayuda de la
gracia. Participar frecuentemente en los sacra-
mentos, sobre todo en la Eucaristía, yen las fun-
ciones sagradas. Aplicarse asiduamente a la ora-
ción, a la abnegación de sí mismo, al solícito
servicio de los hermanos y al ejercicio de todas
las virtudes. Pues la caridad, como vínculo de per-
fección y plenitud de la ley(cf. Co13, 14; Rm 13,10),
rige todos los medios da santificación, los infor-
ma y los conduce a su fin. De ahí que la caridad
para con Dios y para con el prójimo sea el signo
distintivo del verdadero discípulo de Cristo.

Dado que Jesús, el Hijo de Dios, manifestó su


amor entregando su vida por nosotros, nadie tie-
ne mayor amor que el que entrega su vida por Él
y por sus hermanos (cf. 1 Jn 3,16; Jn 15,13). Pues
bien, algunos cristianos, ya desde los primeros
tiempos, fueron llamados, y seguirán siéndolo

376
¿Por qué celebramos?

siempre, a dar este supremo testimonio de amor


ante todos, especialmente ante los perseguido-
res. Por lo tanto, el martirio, en el que el discípulo
se asemeja al Maestro, que aceptó libremente la
muerte por la salvación del mundo, y se confor-
ma él Él en la efusión de su sangre, es estimado
por la Iglesia como un don eximio y la suprema
prueba de amor. y, si es don concedido a pocos,
sin embargo, todos deben estar prestos a confe-
sar a Cristo delante de los hombres, ya seguirlo,
por el camino de la cruz, en medio de las perse-
cuciones, que nunca faltan a la Iglesia.

La santidad de la Iglesia también se fomenta de


una manera especial con los múltiples consejos
que el Señor propone en el Evangelio para que
los observen sus discípulos. Entre ellos destaca
el precioso don de la divina gracia, concedido a
algunos por el Padre (ef. Mt 19,11; 1 Ce 7,7), para
que se consagren al solo Dios con un corazón
que en la virginidad o en el celibato se mantiene
más fácilmente indiviso (ef. 1 Ce 7,32-34). Esta
perfecta continencia por el reino de los cielos siem-
pre ha sido tenida en la más alta estima por la
Iglesia, como señal y estímulo de la caridad y
como un manantial extraordinario de espiritual
fecunda en el mundo.

La Iglesia medita la adve/1encia del apóstol, quien,


estimulando a los fieles a la caridad, los exho/1a a
que tengan en sí los mismos sentimientos que
tuvo Cristo, el cual se anonadó a sí mismo, to-
mando la forma de esclavo... hecho obediente
hasta la muerte (Flp 2,7-8) Y por nosotros se hizo
pobre, siendo rico (2 Ce 8,9). Y como es necesa-
rio que los discípulos den siempre testimonio de

377
Manual de Liturgia

esta caridad y humildad de Cristo imitándolo, la


madre Iglesia se goza de que en su seno se ha-
llen muchos varones y mujeres que siguen más
de cerca el anonadamiento del Salvador y dan un
testimonio más evidente de Él, al abrazar la po-
breza en la libertad de los hijos de Dios y al re-
nunciar a su propia voluntad. A saber: aquellos
que en materia de perfección, se someten a un
hombre por Dios más allá de lo mandado, a fin de
hacerse más plenamente conformes a Cristo obe-
diente.

Quedan, pues, invitados y aún obligados todos


los fieles cristianos a buscar insistentemente la
santidad y la perfección dentro del propio estado.
Estén todos atentos a encauzar rectamente sus
afectos, no sea que el uso de ·Ias cosas del mun-
do y un apego a las riquezas contrario al espíritu
de pobreza evangélica les impida la prosecución
de la caridad perfecta. Acordándose de la adver-
tencia del apóstol: "los que usan de este mundo
no se detengan en eso: porque los atractivos de
este mundo pasan 1 (cf. 1 Ca 7,31).

Por ello, todos y cada uno de los cristianos, en virtud


de su bautismo, están llamados de manera radical a
alcanzar la santidad desde su estado de vida concreto
al que Dios los ha llamado, ya sea de manera laical,
sacerdotal o religiosa. Teniendo como norma la viven-
cia de la caridad, que es la exigencia evangélica por
excelencia.

Vaticano 11, Lumen Gentium n. 42.

378
¿Por qué celebramos?

7.2 Características de la espiritualidad


cristiana

La espiritualidad cristiana debe estar centrada en la


Santísima Trinidad, a través de la intimidad, trato fami-
liar y constante con las tres divinas personas. Como res-
puesta a la llamada del Padre (Rm 8,29; Ef 1,3ss), el
cristiano, a ejemplo de Cristo, debe entregar toda su vida
al Padre en completa sumisión a su voluntad para ser
como Cristo, instrumento de santificación, puente entre
los hombres y Dios (Hb 5,1), ofreciéndose diariamente
al Padre en el sacrificio eucarístico junto con Crist02 •

Debe ser una espiritualidad cristocéntrica, por medio


de una amistad personal con Cristo, a quien ha de aspi-
rar asemejarse en todo.

A semejanza de los apóstoles, que recibieron la fuerza


del Espíritu Santo en Pentecostés, el cristiano debe
concientizarse de la presencia de este Santo Espíritu en
la Iglesia y en su corazón, ya que Él es el Espíritu de
Vida, porque en Cristo vivifica a los hombres haciéndo-
los hijos de Dios (Ga 4,6; Rm 8,15-16), capacitándolos
para creer y crecer en la verdad. Por eso, la espirituali-
dad cristiana es también pneumatológica.

Debe ser una espiritualidad eclesial que, por consi-


guiente, mire a Cristo en los obispos y en los hombres, a
los que deben cuidar, en particular en los pobres, en los
pequeños, en los enfermos, en los pecadores, en los
incrédulos 3 .

2 Cf. Vaticano 11, Lurnen Gentiurn n.28.


3 CI. Vaticano 11, Lurnen Gentiurn n. 28.

379
Manual de Liturgia

Debe ser una espiritualidad litúrgica que los lleve a


vivir el misterio pascual y saber iniciar después en el
mismo a los hombres; espiritualidad litúrgica que se ali-
mente en la meditación de la Palabra de Dios, para apren-
der a encontrar en ella a Cristo, en los misterios de la
Iglesia, en la Eucaristía y en el Oficio Divin04 •

Debe ser una espiritualidad mariana, en la cual se


manifieste el amor, la confianza y el culto filial a la Madre
de Dios. María, llamada a colaborar en la obra de la sal-
vación, es reconocida como modelo extraordinario de la
Iglesia_/'
en-el orden de la fe. Ella es la creyente en quien
resplandece la fe como don, apertura, respuesta y fideli-
dad. Ella es la perfecta discípula, que se abre a la pala-
bra y se deja penetrar por su dinamismo. Su fe la impul-
sa a subir al calvario y asociarse a la cruz de su Hijo (LG
65; OP 282-283). Por lo tanto, en la vida del cristiano,
María debe ocupar un lugar preeminente (Me 28).

Se puede decir entonces que, la espiritualidad cristiana,


presentándose en diferentes formas; conserva como cons-
tantes, las características de ser trinitaria, cristocéntrica,
pneumatológica, eclesial, litúrgica y mariana. Son todas ellas
las que configuran el contenido de la espiritualidad, tienen
íntima correlación unas con otras, que las hace indispensa-
bles entre sí y que, todavía más, se complementan para
una verdadera vivencia de la espiritualidad cristiana.

También la piedad popular es lugar de encuentro con


Cristo para todos aquellos que con espíritu de pobreza y
humildad de corazón buscan sinceramente a Dios 5 (cf.
Mt 11,25).

4 Cf. Vaticano 11, Sacrosanctum Concilium n. 16-46.


5 Exhortación Apostólica Postsinodal EccJesia in America, 16.

380
¿Por qué celebramos?

7.3 El fundamento de la vida espiritual:


Las virtudes teologales

El cristiano debe aprender a vivir según el Evangelio,


a fundarse en la fe, la esperanza y la caridad, para que
en el ejercido de estas virtudes, adquiera el espíritu de
oración, consiga el vigor de las demás virtudes y crez-
ca en él el celo de ganar a todos los hombres para
Cristo.

Al cristiano de hoy, le es particularmente necesaria una


"síntesis vital de fe", personalmente descubierta y capaz
de iluminar su vida concreta, una fe que no se limite a
adherirse a determinados contenidos, sino que sea un
ejercicio cristiano de elección y confianza en Cristo y la
Iglesia.

Se debe educar en la virtud de la esperanza. El cristiano


debe enfocar todos sus esfuerzos en espera de la parti-
cipación plena de la misión evangelizadora de Cristo,
como también en la participación definitiva y gloriosa de
Cristo resucitado.

Se le debe fomentar al cristiano el amor a Dios, teniendo


un mayor conocimiento de la obra salvífica de Dios, ma-
nifestada a través de las diversas etapas de sus inter-
venciones, sobre todo, comprendiendo a Cristo como don
supremo del amor de Dios a nosotros (Jn 3,16; Ga 4,4).
y entendiendo su muerte como entrega total de sí mis-
mo por los hombres (Flp 2,6).

Como una consecuencia del amor a Dios, brota el amor


al prójimo. Este mismo amor se orienta a producir una
actitud de responsabilidad realista, de conciencia y cer-
canía entregada al servicio de su pueblo.

381
Manual de Liturgia

El hombre cristiano es parte de un mundo visible y con-


creto, pero tiene en sí un hálito de trascendencia; por la
fe se agranda el horizonte de la visión. También se abri-
ga en la propia intimidad un profundo anhelo de amor y
ternura; esa demanda común de relación amistosa o
comunitaria encuentra su respuesta en la caridad. Seres
limitados en el tiempo, los cristianos buscan algo consis-
tente que permanezca como valor definitivo, incluso cuan-
do termine el paso por la tierra; y aquí entra de lleno la
esperanza.

7.4 La espiritualidad sacramental

En la espiritualidad cristiana los sacramentos son me-


dios fundamentales. En ellos, la Iglesia confiesa su fe y
ofrece su apoyo a cada cristiano. Ahí se manifiesta y
fortalece la vida según el Espíritu de Jesucristo. Los sa-
cramentos deben ser signos de vida, pero como tedas
las realidades eclesiales, también están sujetas a una
deformación. Sin embargo, el Espíritu sigue actuando
en la Iglesia que, en los últimos años, insiste mucho no
sólo en la validez sino en la verdad de las celebraciones
sacramentales: que los ritos visibles sirvan para la co-
munión entre Dios y la humanidad. Este objetivo no se
logra con una reforma superficial; supone profunda re-
novación en el espíritu evangélico.

Dos tentaciones muy peligrosas amenazan hoya la es-


piritualidad cristiana: desentenderse de la vida real con
todos sus conflictos, y deformarse como práctica religio-
sa privatista muy aceptable por el individualismo actual.
Una práctica de los sacramentos, bien interpretados en
la línea de la encarnación, puede ser buen correctivo
contra esas dos posibles desviaciones.

382
¿Por qué celebramos?

Durante mucho tiempo ha prevalecido en la Iglesia una


concepción, que consideraba a los sacramentos como
meros ritos, que se administraban a quienes los pedían.
En conjunto, puede afirmarse que reinaba una actitud y
una mentalidad individualista: el rito se le daba al cristia-
no que lo pedía, y con frecuencia se administraba sin la
participación de la comunidad. Con la renovación litúrgica
recogida y promovida por el Vaticano 11, han cambiado
en gran parte la actitud y praxis señaladas. Los princi-
pios de la participación comunitaria y celebración gozo-
sa están bien claros. Ya no se habla tanto de "recibir un
rito" sino de "participar en un sacramento". Y ha venido a
ser más frecuente la expresión "celebrar un sacramen-
to", que "administrar un sacramento". En verdad, se tra-
ta de la recuperación de un aspecto decisivo, a tener
muy en cuenta en el desarrollo teórico: los sacramentos
son "celebraciones".

Señalemos algunos aspectos que deben ser más cuida-


dos en la práctica sacramental, y destaquemos matices
que parecen importantes.

7 .4.1 Aspectos que deben ser garantizados

Según lo que hemos venido diciendo y mirando la prác-


tica sacramental, hoy frecuente, hay aspectos y dimen-
siones que deben ser muy cuidados para una espiritua-
lidad cristiana saludable:

• La gratuidad del amor divino que se brinda en el di-


namismo sacramental. Esta dimensión se ha perdi-
do en nuestra sociedad y se olvida con frecuencia
entre los mismos cristianos, bien porque siguen fun-
cionando con la imagen de una divinidad alejada de
los hombres, bien porque han sido tocados por el
eficacismo reinante. Si los cónyuges son consecuen-

383
Manual de Liturgia

tes con la gratuidad del amor que mutuamente se


tienen, y tratan de ser coherentes con esa fe, ten-
drán mística suficiente para superar las contradiccio-
nes y trabajar para que su amor madure en la fideli-
dad. Si creemos que el perdón es un don gratuito
que se concede mediante la comunidad eclesial, y
que Dios nos está perdonando antes que celebre-
mos el sacramento de la penitencia: ¿por qué resulta
muchas veces tan dificultosa y angustiada esa cele-
bración?

La conexión del rito sacramental con la existencia


cotidiana. Con la existencia propia y con la existen-
cia de los demás. Si falta esa conexión, tampoco hay
serio empeño por la llegada del reino de Dios, ni por
el seguimiento de Cristo, donde se cifra la espiritua-
lidad cristiana.

La vida humana, mientras caminamos en la tierra, es


un dinamismo vivo, donde hay opción fundamental,
actitudes consiguientes a la misma y actos u omisio-
nes en que se transparentan y concretan esas actitu-
des. La práctica de los sacramentos debe ser una
profesión de fe que incluye toda la existencia huma-
na en toda su complejidad. Muchas veces nos pre-
ocupamos de acciones u omisiones puntuales como
si tratase de satisfacer un frío código de preceptos, y
apenas revisamos nuestras actitudes en la vida. Un
cristiano puede vivir instalado en su seguridad indivi-
dualista y externamente cumplir leyes y preceptos que
sin el amor nada sirven.

La vida del hombre y de la mujer discurren dentro de


una organización social. La celebración sacramental
no debe abstraer de esta dimensión esencial para
los humanos. Conexión de los sacramentos con la

384
¿Porqué celebramos?

vida implica relación entre fe y justicia interhumana.


La fe sin justicia no es cristiana, y la justicia sin una
referencia trascendente -llámese Dios, persona, li-
bertad, solidaridad .. ,- tiene pocas garantías de per-
manecer justa.

Finalmente, la vida de los seres humanos se desvela


como un proceso. Y esa condición debe contar en la
celebración de los sacramentos. Sólo si, respondien-
do a la llamada del Espíritu, hay un proceso perso-
nal, libre y responsable, existen garantías para que
la celebración sacramental sea un encuentro
interpersonal de gracia. Por ejemplo, el sacramento
de la penitencia difícilmente se renovará mientras lo
reduzcamos a un examen de última hora y para salir
del paso; no se da un proceso en el discernimiento ni
en el cambio de actitudes; y así la absolución
sacramental cae fuera de contexto. Parecido proce-
so de conversión es necesario en los demás sacra-
mentos. Hay una "antes" y un "después" fundamen-
tales para que la celebración canónicamente descrita
tenga el sentido y la eficacia deseados.

• La dimensión comunitaria que corrija e impida caer


en una espiritualidad privatista. Esa vocación está
marcada en la celebración del bautismo, puerta de
los demás sacramentos: "entrada en la Iglesia". Pero
no acabamos de ver la celebración sacramental como
acción de toda la comunidad creyente donde queda-
mos inmersos y vivificados. Seguimos cada uno ais-
lado en nuestro rincón y recibiendo los sacramentos
para tener arreglada nuestra propia cuenta directa-
mente con Dios. Sin embargo, esta dimensión comu-
nitaria, renovada y perfeccionada en la celebración
de los sacramentos, es condición de salud cristiana
para la espiritualidad.

385
Manual de Liturgia

También aquí la comunitariedad no se reduce a los


bautizados. Supone y promueve un corazón soli-
dario con toda la humanidad y con toda la crea-
ción. Significa no sólo compromiso por una socie-
dad más humana y más justa, sino también apuesta
ecológica de respeto a la vida de todos los seres
creados.

7.4.2 Matices que deben de ser destacados

• Situar la espiritualidad cristiana en continuidad con el


bautismo. La existencia de un viviente no es más que
continuación del primer instante de su vida. En los
primeros siglos, el sacramento del bautismo se defi-
nía como "una peregrinación con Cristo"6, y la vida
según el Espíritu de Jesús no es más que realizar en
la práctica lo que se ha celebrado en el primer sacra-
mento.

Pablo dejó constancia de su experiencia en una fra-


se feliz: "Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo
yo, es Cristo quien vive en mr' (Ga 2,19-20). En esa
configuración se perfecciona la espiritualidad cristia-
na iniciada y diseñada en el bautismo. "Estar crucifi-
cado con Cristo" incluye y da sentido a todas las limi-
taciones físicas, a todas las contradicciones
psicológicas y a tantas "noches oscuras" de la exis-
tencia humana. Y vivir la presencia del Resucitado
en nosotros significa ser ya desde ahora "cuerpo es-
piritual" o comunitario, saliendo de nuestra concen-
tración egoísta para crear comunidad de vida con los
demás (1 Ca 15,44-45).

6 Cf. Espeja, Jesús, "Espiritualidad cristiana"; Ed. Verbo Divino; Navarra,


1992, p. 379.

386
¿Por qué celebramos?

• La espiritualidad, proyecto comunitario que se renue-


va cada día. En ese proyecto se articulan eucaristía y
penitencia. Dos sacramentos que pueden corregir el
individualismo de nuestra sociedad y la posición
autosuficiente de muchos. Compartir y convertirse al
reino abandonando idolatrías que dividen es el cami-
no evangélico para la verdadera humanización.

En la eucaristía se actualiza y se celebra la vida,


muerte y resurrección de Jesús, que tuvieron por
objetivo la llegada del reino de Dios, la comunidad
fraterna entre todos. "Comer la carne" y "beber la
sangre" de Cristo significa que aceptamos con grati-
tud la presencia de Dios en la historia desconcertan-
te de Jesús y estamos dispuestos a recrear esa his-
toria en nuestra existencia 7 • La comunión eucarística
no es compatible con la instalación del que sólo pien-
sa en sí mismo, ni con una vida montada en la domi-
nación, ni con la pretendida neutralidad del que nada
quiere saber de otros. La vocación comunitaria y ca-
tólica ya programada en el bautismo se afirma y se
perfecciona en la celebración eucarística.

Pero, como la misma Iglesia, este proyecto evangéli-


co de comunidad debe ser llevado a la práctica una y
otra vez, porque incluso los bautizados seguimos con
la sombra de egoísmo que mata y divide. Por otra par-
te, Dios nunca nos abandona y continuamente impulsa
para que respondamos a nuestra vocación humana
original. Y aquí tiene su función el sacramento de la
penitencia: nueva oportunidad de conversión a ese
proyecto comunitario que llamamos "reinado de Dios".

7 Cf. Espeja, Jesús, "Espiritualidad cristiana"; Ed. Verbo Divino; Navarra,


1992, p. 379.

387
Manual de Liturgia

• Espiritualidad ofrecida como nueva forma de vivir. En


la trayectoria del ser humano podemos distinguir dos
momentos importantes, como dos nacimientos. Uno
cuando abandonamos .el seno materno y abrimos por
primera vez los ojos a la luz de nuestro planeta; otro
cuando ampliando el horizonte del hogar familiar en-
tramos como personas y tomamos nuestras decisio-
nes dentro de la compleja sociedad humana. Para
esta segunda etapa tiene gran importancia el sacra-
mento de la confirmación.

Nuestra sociedad ha entrado en un proceso de secu-


larización que, a pesar de todas las reticencias, pa-
rece que sigue adelante. También estamos viendo
cómo ese proceso con frecuencia reduce la verdad y
el horizonte del ser humano hasta crear un clima irres-
pirable. A esto se añade que los hombres con men-
talidad moderna tampoco soportan la imposición de
dogmatismos.

En este contexto, la espiritualidad cristiana debe ser


ofrecida como testimonio de vida que contagie y con-
V'3nza. (mplica "vivir en el mundo" con los riesgos de
todos los mortales, pero "vivir con espíritu evangéli-
co": realizando las "obras buenas" que crean comu-
nidad sin discriminaciones, y desmontando las idola-
trías homicidas.

La confirmación, sacramento del Espíritu paraquie-


nes deben ser testigos del evangelio en sociedad,
permanece durante toda la existencia del confirma-
do como imperativo de nueva conducta que debe ser
empeño de cada día.

388
¿Por qué celebramos?

7.5 La espiritualidad eucarística

La Iglesia tiene en 105 sacramentos unos momentos pri-


vilegiados en que expresa, celebra y realiza la salvación
en unas acciones que son a la vez de Cristo y de la co-
munidad cristiana.

La eucaristía es la comida sacramental en la que Cristo


actualiza su presencia y su entrega en medio de la co-
munidad cristiana, haciendo que ésta, en los signos del
pan y del vino, entre en comunión con el cuerpo y la
sangre de Cristo y participe así de la fuerza salvadora de
su muerte pascual. La eucaristía es el sacramento que
más directamente hace presente en nuestra historia el
acontecimiento central de la salvación: el misterio de la
muerte y resurrección de Cristo, y celebra así el encuen-
tro entre Dios y el hombre en Cristo, en la nueva alianza
que él selló para siempre en la cruz.

Es también el sacramento que más profundamente afecta


a la comunidad eclesial: es realizado por ésta,pero a la
vez el sacramento va construyendo a la misma Iglesia,
comprometiéndola en la Urgente tarea de salvación de
toda la humanidad: "el admirable sacramento de la eu-
caristía, por el cual se significa y se realiza la unidad de
la Iglesia"8. Ninguna comunidad cristiana se edifica si no
tiene su raíz y centro en la celebración de la eucaristía.
Se ve como una urgente necesidad que la celebración
del sacrificio eucarístico sea centro y culminación de toda
la vida de la comunidad cristiana9 •

8 Unitatis redintegratio n. 6.
9 Christus Dominus n. 30.

389
Manual de Liturgia

La eucaristía es una realidad muy viva en la Iglesia de


hoy. Se han potenciado los valores positivos de la mis-
ma" se ha redescubierto su centralidad para la vida de
la. comunidad y para su misión en el mundo. El proce-
so de maduración sobre la eucaristía ha sido una expe-
riencia vivida gozosamente por la Iglesia, animada cier-
tamente por el Espíritu, en las direcciones apuntadas y
en otras.

La eucaristía merece ser considerada como el misteryum


fidei, porque expresa en términos particularmente lla-
mativos y realiza en una medida suprema la economía
salvífica con. la que el Dios cristiano se manifiesta y obra
en la historia.

El misterio eucarístico pone de relieve que el Dios de


Cristo, no distanciándose de los hombres, sino ofrecién-
doles su propia alianza, es un Dios que envía a su propio
Hijo al mundo y a la historia no para dominarla y hacerse
servir, sino para servir a los hombres hasta hacerse su
alimento y la fuente de su salvación. La eucaristía es,
pues, el gesto supremo de fidelidad a una economía
salvífica proveniente de un Dios que no se rige según la.
lógica del poder, sino del servicio y de la donación.

Precisamente la eu~aristía es la que nos muestra que el


"misterio"; antes que una verdad sobre la que indagar
es, un acontecimiento ·salvífico por el que hay que dejar-
se arrastrar; es el gesto de un Dios amigo, cuyo amor es
tan grande que trastorna y supera los esquemas racio-
nales del hombre, y no un "jeroglífico" ante el cual ha de
rendirse la capacidad especulativa humana; el carácter
misterioso de Dios suscita confianza no competencia.

La importancia del papel de la memoria dentro de la re-


ligiosidad cristiana está ya implícitamente proclamada al

390
¿Por qué celebramos?

afirmarse que nuestra fe se funda en una historia, antes


y más que en una doctrina.

El memorial cristiano se sitúa fuera de esta óptica por


más de una razón; ante todo no es sólo un recuerdo
nostálgico, sino una representación efectiva del aconte-
cimiento salvífica, de suerte que implica en el aconteci-
miento mismo a los que hacen memoria de él; en segun-
do lugar, lo que se trae a la memoria no es solamente
una experiencia humana, merecedora de ser recordada,
sino la experiencia de un encuentro entre Dios Y el hom-
bre, cuya validez no puede apreciarse en un nivel pura-
mente racional; en tercer lugar, porque el memorial cris-
tiano no es un retorno al pasado sólo para imitarlo, sino
para hacer desde él un juicio salvífica del presente, en
orden a una programación válida del futuro.

La liturgia cristiana es, ante todo, eucaristía, es decir,


acción de gracias que los fieles cristianos dirigimos al
Padre. La actitud de los creyentes ante Dios se expresa
de diferentes formas: pavor ante el misterio, dolor que
nos retuerce, amor que nos fascina, angustia y emoción,
alegría, exultación y llanto. Todos estos gestos y otros
muchos constituyen la savia de la vida religiosa, la res-
puesta del hombre ante el fulgor de lo divino. Sin embar-
go, los auténticos cristianos, deben lograr que predomi-
ne otra actitud: en la raíz de lo que buscan, dicen, sienten,
por encima de terrores o fascinaciones, que ellos han
venido a descubrir y proclamar su acción de gracias. Por
eso lo que viven ante Dios se llama eucaristía: se re-
únen ante el Padre de quien brotan todas las grandezas
del cielo y de la tierra; reconocen su presencia, cantan
su grandeza y agradecen su don originario. Esta es la
oración oficial de los creyentes. Los fieles que se juntan
en plegaria no se empeñan en buscar respuesta a los
problemas; no se angustian, no discuten. Vienen para

391
Manual de Liturgia

realizar algo que es mucho más valioso. Se juntan con


el fin de darle gracias a su Dios, en el gesto solemne del
prefacio: "En verdad es justo y necesario, es nuestro
deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre Santo, Dios Todopoderoso y Eterno, por-
que ... ". Así comienza la palabra clave de la Iglesia.

En segundo lugar, la liturgia de la Iglesia es comunión


con Cristo. ¿Por qué le damos gracias a Dios Padre?
Por los muchos dones de su vida, y sobre todo por el
don de Jesucristo. Mirando hacia Jesús hemos podido
descubrir que nuestra historia no es lugar de perdición
sino que estamos cimentados, apoyados, en el don de
Cristo. Por eso la alabanza de Dios Padre se convierte
en el recuerdo de Jesús, esto es, anámnesis. La oración
nos conduce al evangelio con su historia que nos lleva
directamente a Cristo, conduciéndonos al campo donde
viene a explicitarse, a celebrarse su vida entre nosotros:
recordamos el pasado de su vida, vivimos su presencia
real entre los creyentes y anticipamos su vuelta
escatológica. Por eso, la espiritualidad eucarística impli-
ca encontrarse con Jesús en la oración: evocarlo, cele-
brarlo, recibirlo como triunfador sobre la muerte y funda~
mento de la vida. De esta forma, la oración se vuelve
encuentro personal con Cristo y campo de vida y surgi-
miento de la Iglesia.

En tercer lugar, la oración de la Iglesia es epíclesis, es


decir, invocación del Espíritu Santo. Sólo de esta for-
ma se completa el misterio trinitario. Damos gracias a
Dios Padre y, recordando a Cristo, recibimos la pre-
sencia transformante de su Espíritu; así, llamamos al
Espíritu dentro de la gran celebración para que venga
y transforme el pan y el vino de la historia, de manera
que se vuelvan cuerpo y sangre de Cristo dentro de la
Iglesia.

392
¿Por qué celebramos?

De los tres elementos arriba mencionados se destaca el


segundo: la eucaristía se define como presencia
sacramental de Jesús en medio de los fieles que cele-
bran su recuerdo, cantan su grandeza, aguardan su
venida.

La celebración cristiana del misterio, a través del gesto


eucarístico, nos lleva a un campo de experiencia muy
distinto: nos conduce al tiempo de Jesús, nos fundamenta
en su historia salvadora. No se trata, por lo tanto, de
escapar del tiempo y de refugiarse en lo eterno. Lo que
importa es asumir la historia bien concreta de Jesús con
su pasado, presente y su futuro, como fuente universal
de salvación.

La comunidad reunida para la eucaristía celebra el sa-


crificio de Cristo, realiza su memorial, lo proclama, da
gracias por él, se asocia a 'él. Cristo incorpora a su Igle-
sia al mismo acontecimiento de su pascua, y lo hace
sobre todo por el gesto simbólico de la comida: es en la
comunión, con el cuerpo entregado y la sangre derra-
mada, donde la comunidatJ "concelebra" y se incorpora
al sacrificio de su Señor. No es un sacrificio "seguido de"
una comida, sino una comida eucarística que es a la vez
sac~ificial, comunicativa del único sacrificio de Cristo.

El sacrificio de Cristo se actualiza porque todavía. no ha


terminado: toda la Iglesia se ha sumado a él. Lo hace
sacramentalmente en el gesto eucarístico, pero lo hace
también en su vida entera. Al comer a Cristo, la comuni-
dad recibe el impulso para vivir ella misma "por Cristo" y
también "por los demás", como su Señor.

Por una parte, la Iglesia se hace solidaria en la celebra-


ción del sacrificio de Cristo, lo hace suyo. lo ofrece al
Padre, como el único don sacrificial que puede ofrecer-

393
Manual de Liturgia

le. Pero por otra, también se autoofrece ella misma, en-


trando en la dinámica pascual y sacrificial del Señor. Hace
suya la entrega de Cristo al Padre y se ofrece ella mis-
ma, en el sacrificio siempre único y siempre nuevo del
Cristo total.

Por lo tanto. el encuentro con Jesús eucarístico debe


ser para nosotros la mayor fiesta. La santa misa, por ser
tiempo sagrado, debe constituir el centro de nuestro día,
debe ser el momento más deseado. más esperado y más
añorado; porque así como es necesario un alimento
material para subsistir, es más necesario un alimento
espiritual, que es la Palabra de Dios, su Cuerpo y San-
gre, que ayuden a alimentar nuestro espíritu, fortalecien-
do nuestra fe en Jesús que se entregó por nosotros, alen-
tando nuestra esperanza en las promesas divinas e
inflamando nuestra caridad haciendo presente el Reino
de Dios en el prójimo.

7.6 La espiritualidad de la Liturgia de las Horas

La oración eclesial comunitaria es en realidad "liturgia",


ejercicio del sacerdocio de Cristo en la asamblea
cristiana, celebración del misterio en la doble dimen-
sión de santificación y de culto. Es una celebración de
la oración.

El Vaticano 11, en su Constitución sobre la Sagrada Litur-


gia 10, trata del Oficio Divino resaltando su carácter de
oración eclesial. Sobre esa base Pablo VI ha iniciado una
reforma que ha quedado reflejada en la Ordenacion

10 el. Sacrosanctum Concilium 83-101.

394
¿Por qué celebramos?

General de la Liturgia de las Horas (Laudis Canticum,


1970). Estos son, sus aspectos principales:

• El Oficio divino se ha desclericalizado. Deja de ser


oración casi secreta para clérigos y monjas y se vie-
ne a convertir en formulario de plegaria para todos
los creyentes.

• Esta oración se ha vuelto más comunitaria, como for-


ma de plegaria abierta a grupos parroquiales, movi-
mientos cristianos y diversas comunidades.

• Esta oración puede ser más creadora, ya que a tra-


vés del rezo de la salmodia se puede acrecentar nues-
tra espiritualidad y nuestra relación con Dios, de una
manera más litúrgica.

• Esta oración será más cristológica, es decir, más


arraigada en el misterio de Jesús, el Cristo, ya que
una oración y una espiritualidad no centrada en
Jesucristo y en su evangelio de amor hacia los po-
bres es contraria a la exigencia y al misterio de la
Iglesia.

• Finalmente. esta oración ha de encontrarse más uni-


da con la vida, ya que a través de la oración, deja-
mos que nuestra vida se expanda ante el Señor y se
refleje. en toda su dureza, su esperanza, su exigen-
cia. Sólo así podremos recuperar la vida en Dios y
realizarla. sabiendo que Dios mismo la potencia, la
sostiene y la transfigura.

La reflexión teológica y la experiencia espiritual iluminan


el significado de la plegaria comunitaria de la Iglesia, y
ofrecen las motivaciones más profundas para una digna
celebración a nivel pastoral.

395
Manual de Liturgia

El mismo nombre de "Liturgia de las Horas" tiene un


significado teológico-espiritual fundamental. Por su
peculariedad, entre las otras acciones litúrgicas, es una
celebración de la oración, y de hecho es un verdadero
"microcosmos" de la Biblia y de toda la tradición cristia-
na. La denominación "de las Horas" marca concretamente
esa oración, que está presente en todas las otras cele-
braciones litúrgicas, envueltas siempre en el diálogo de
santificación y culto, de palabras y respuestas, con una
nota peculiar: es una oración que ritma el curso del día y
pone su cadencia celebrativa en los diversos momentos
de la jornada, con una memoria de los acontecimientos
salvíficos acaecidos en los diversos momentos del día;
con una oblación y santificación del tiempo propicio, que
la comunidad cristiana transcurre entre el trabajo y el
descanso.

Fundamentalmente, pues, se tienen tres grandes líneas


de teología y espiritualidad: la dimensión litúrgica, la es-
pecificidad orante y la inserción en el tiempo de la salva-
ción y en el tiempo de los hombres.

La estructura esencial de la Liturgia de las Horas


consiste en un "coloquio entre Dios y el hombre". Ese
coloquio, es el diálogo de la revelación, es la historia de
la salvación 11 .

Dios sigue hablando. La liturgia es historia de la salva-


ción en acto, actualización de la revelación divina. El hoy
de la Palabra se realiza en la celebración de la historia
de la salvación que toda celebración litúrgica hace pre-
sente y que de una manera muy peculiar la Liturgia de
las Horas proclama, medita, acoge y transforma en ora-

11 Cf. Ordenamiento General de la Liturgia de las Horas n. 33.

396
¿Por qué celebramos?

ción, con los múltiples sentimientos de la plegaria cris-


tiana. Así hoy y aquí de una manera particular en cada
celebración el diálogo continúa.

La Liturgia de las Horas, que ritma el tiempo de la Iglesia


y la existencia de los orantes cristianos, que se unen en
la oración común, no puede ser un paréntesis desligado
de la experiencia cotidiana de trabajo y de apostolado. Se
corre el riesgo de aislar la oración hasta hacerla insignifi-
cante en el entramado de la vida real; o desacralizarla,
como si fuera el único momento de culto, eficaz al fin y a
cabo en el momento de construir la Iglesia y de dar testi-
monio del evangelio, como muchos terminan pensando.

La oración común anticipa ante Dios el compromiso de


la jornada que inicia al servicio del Reino, recoge sus
frutos y fracasos, da sentido a la noche y al día. Conecta
con las intenciones y acciones de toda la humanidad. El
trabajo cotidiano recibe su sentido litúrgico por esa co-
nexión indisoluble con la oración, y es la concreta mani-
festación de ese amén a la voluntad del Padre.

La Liturgia de las Horas, acoge y celebra, contempla y


glorifica, realiza sacramentalmente la historia de la sal-
vación, como lo hace la eucaristía, los sacramentos o el
mismo año litúrgico. Con Cristo Jesús, el verdadero Dios,
al tomar la naturaleza humana, introduce aquel himno
que se canta perpetuamente en las moradas celestia-
les. Él mismo une a sí la comunidad entera de los hom-
bres y la asocia al canto de este divino himno de alaban-
za. Porque esta función sacerdotal se prolonga a través
de su Iglesia, que sin cesar alaba al Señor que intercede
por la salvación de todo el mundo. El centro, pues, de
esta plegaria eclesial es la actualización del misterio de
la salvación, la celebración orante de la historia de la
salvación, con su centro que es el rpisterio pascual de

397
Manual de Liturgia

Cristo, presente ahora no sólo en la celebración de la


Iglesia, sino en su vida misma, que por medio de la Litur-
gia de las Horas se convierte en una vida que acoge la
salvación en la historia y hace de la historia un "kairós",
un tiempo propicio de santificación y de culto, como fue
la vida misma de Jesús.

Con los himnos y las preces de la Iglesia, el horizonte de


la historia de la salvación se amplía en su universalidad
y se encarna en la contemporaneidad del pueblo de Dios,
peregrino en el mundo y presente en el corazón mismo
de la sociedad actual. El pasado y el presente se funden
en la oración de la Iglesia.

Cada hora del oficio divino, cada jornada litúrgica, con


sus celebraciones peculiares, cada semana, con el mo-
mento culminante de la pascua del día del Señor, cada
año litúrgico, contienen, como en círculos concéntricos
que van alcanzando toda la realidad de la vida y de la
historia, la presencia del misterio de la salvación. Por
ello, la misma peculiaridad de la Liturgia de las Horas
que es la santificación del tiempo, se expresa en esa
memoria de los acontecimientos salvíficos que dan sen-
tido cumplido a cada una de las horas de la jornada.

En su dimensión salvífica la Iglesia ha caracterizado en


preciosa síntesis las diversas horas del oficio: las Laudes
matutinas están dirigidas y ordenadas a santificar la
mañana. Esta hora trae a la memoria el recuerdo de la
resurrección del Señor Jesús, que es luz verdadera que
ilumina a todos los hombres.

En la oración de la tarde se celebran las Vísperas, cuan-


do declina el día, en acción de gracias por cuanto se nos
ha otorgado en la jornada, y por cuanto hemos logrado
realizar con acierto.

398
¿Por qué celebramos?

Tercia, sexta y nona, hacen memoria de los aconteci-


mientos de la pasión del Señor y de la primera pro-
pagación del evangelio, como acertadamente resal-
tan los himnos. La oración de completas precede al
descanso nocturno que caracteriza el momento final de
la jornada.

7.7 la espiritualidad del año litúrgico

La naturaleza de la liturgia cristiana, presencia de una


salvación que se realizó en el tiempo y que debe seguir
realizándose en este mismo ámbito de la existencia de
los hombres, hace que el tiempo reciba un significado
particular que va más allá de la sola referencia a lo sa-
grado.

La Iglesia considera deber suyo celebrar con un sagra-


do recuerdo en días determinados a través del año la
obra salvífica de Cristo. La salvación realizada por Cris-
to a la "medida" del hombre, es celebrada por la liturgia
dentro del tiempo. Existe de hecho, entonces, el año li-
túrgico y días particulares en que tiene lugar la celebra-
ción del misterio de Cristo. Esta celebración es un sa-
grado recuerdo, una acción memorial y representativa
de los misterios de la redención por la vía de la reitera-
ción mistagógica. La determinación de los días y de los
tiempos de la celebración es fruto de la propia tradición
eclesial y de la historia.

En el año litúrgico, radica el valor de los tiempos litúrgicos,


verdaderos tiempos "de gracia y de salvación". Este tiem-
po se organiza en diferentes momentos: ritmo diario, cuyo
centro es la eucaristía; ritmo semanal, que tiene como
eje la celebración dominical; y el ritmo anual, que posee
su centro en la solemnidad de la pascua.

399
Manual de Liturgia

Los tiempos y ritmos de la celebración tienen un valor


significativo, no sólo desde el punto de vista intelectual,
sino también en el contexto de la economía de la salva-
ción. Esto quiere decir que el tiempo litúrgico es un sig-
no portador de una cierta eficacia salvífica, en virtud de
su institución por la Iglesia, que quiere multiplicar en la
existencia de los hombres los medios y los modos de la
presencia del Señor, por medio de Jesucristo, el cual es
el protagonista del año litúrgico.

La necesidad de los cristianos no es sólo de celebrar a


Jesucristo sino de conformarse a Él. Se trata de una de
las características fundamentales del culto de la nueva
alianza: la exigencia de santidad interior, la necesidad
de que el gesto externo, sea el que sea, vaya acompa-
ñando la actitud del corazón, el obsequio de la voluntad.
Por eso, el año litúrgico propuesto a los fieles cristianos
como medio de glorificación a Jesucristo y camino de
fidelidad al Padre en el Espíritu, ha de ser instrumento y
ocasión para imitar al Señor.

Esa es la razón por la que, para el cristiano, toda su vida


debe ser un continuo año litúrgico, es decir, todos los
días debemos experimentar el nacimiento de Cristo (ad-
viento-navidad), todos los días debemos convertirnos al
Señor (cuaresma), para que todos los días Jesucristo
resucite con nosotros en una nueva vida (pascua), yade-
más, como resultado de esos tiempos, todos los días
debemos practicar lo que Jesús realizó en su vida terrena
como practicantes fieles del evangelio (ordinario).

7.8 la vida de oración

Dios está siempre presente, pero esta presencia suya


es recibida y transforma la vida sólo por medio de la ora-
ción. En la oración se vive con intensidad el momento

400
¿Por qué celebramos?

presente, porque encontramos al Señor de la historia en


el reconocimiento y agradecimiento por cuanto nos ha
dado en el pasado y en la espera de la transfiguración
final.

No hay nada en el Evangelio que revele mejor la necesi-


dad absoluta de la oración que el lugar que la misma
ocupa en la vida de Jesús, que pasó por la tierra hacien-
do el bien y anunciando la Palabra; dedicó, por el impul-
so del Espíritu Santo, muchas horas a la oración, ha-
blando con el Padre con filial confianza e intimidad
incomparable; oró con frecuencia en la montaña, solo
(Mt 14,23), aparte (Lc 9,18); incluso, cuando todos lo
buscan (Mc 1,37). En el bautismo de Jesús (Lc 3,21),
antes de la elección de los "doce" (Lc 6,12), en la Trans-
figuración (Lc 9,29). Así da ejemplo a sus discípulos y
les enseña a orar (Lc 11,1).

El cristiano, movido por el Espíritu Santo, hará de la ora-


ción motivo de su vida diaria y de su trabajo; la oración
crea en él una actitud de alabanza y agradecimiento al
Señor, le aumenta la fe, lo conforta en la esperanza ac-
tiva, lo conduce a entregarse a los hermanos y ser fiel
en la tarea apostólica; lo capacita para formar comuni-
dad. La Iglesia que ora en sus miembros se une a la
oración de Cristo.

La oración alimenta la vida, mantiene en la fidelidad al


llamado a la santidad. Ha de acompañar siempre, como
en Cristo, las grandes decisiones y acontecimientos.

Existen diferentes modalidades de encuentro con Dios.


Veamos las más significativas:

401
Manual de Liturgia

7.8.1 Oración litúrgica

Es una forma de oración vocal que comprende todo el


culto divino y público; también se puede llamar oración
comunitaria. Ejemplos:

La celebración eucarística

Es una oración por medio de la cual se hace presente la


obra sacerdotal de Jesucristo. En ella su esposa, la Igle-
sia, celebra el memorial de su muerte y resurrección:
sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de cari-
dad. Es, además, el banquete pascual en el cual se reci-
be como alimento a Cristo, el alma se nos llena de gra-
cia y se nos da una prenda de la gloria venidera. Es la
principal celebración litúrgica de la Iglesia.

La celebración de la liturgia de las horas

Es la oración de alabanza que se canta perpetuamente en


las moradas celestiales y que Cristo introdujo en esta vida
terrena. En esta oración Él mismo se une así a la comuni-
dad entera de los hombres, y juntos cantan este himno di-
vino de alabanza. En esta oración Cristo y su Iglesia alaban
al Padre e interceden por la salvación de todo el mundo.

La celebración de la Palabra de Dios

Es la celebración en la que se nos abren con mayor


amplitud los tesoros de la Biblia, y la Palabra del Señor
que celebramos se nos da como alimento.

La celebración de los sacramentos

Esta celebración está ordenada a la santificación de los


hombres, a la edificación del cuerpo de Cristo y, en defi-

402
¿Por qué celebramos?

nitiva, a dar culto a Dios. La celebración de estos signos


sacramentales no sólo suponen la fe, sino que a la vez
la alimentan, la robustecen y la expresan por medio de
palabras y cosas; por esto se llaman sacramentos de la
fe. Confieren ciertamente la gracia, pero también su ce-
lebración nos prepara para recibir con fruto la misma
gracia, rendir el culto a Dios y practicar la caridad. Por
consiguiente, es de suma importancia que recibamos con
la mayor frecuencia posible aquellos sacramentos que
han sido instituidos para alimentar la vida cristiana.

7.8.2 Oración personal

Es un diálogo de fe y amor con Dios, animado por el


Espíritu del Señor Jesús.

Meditación

Es la consideración de verdades sobrenaturales y exi-


gencias religiosas para convencernos de ellas y mover-
nos a amarlas y practicarlas con ayuda de la gracia, ha-
ciendo de esta consideración una oración libremente
compuesta.

Lectura rezada

Es una oración escrita, que nos dice, por ejemplo, un


salmo u otra oración cualquiera que ayude a tener una
relación directa con Dios para que después lo haga vida.

Lectura meditada

Es la lectura de algún libro, de preferencia la Biblia, de


manera que tratando de entender lo leído, el significado
de la frase, su contexto, la intención del autor sagrado,
se pueda realizar una oración. La diferencia entre la lec-

403
Manual de Liturgia

tura rezada y meditada, es que en la primera se asume y


vive lo leído (es tarea del corazón), yen la segunda se
trata de entender lo leído (actividad intelectual).

Oración escrita

Se trata de escribir aquello que el orante quiere decir al


Señor después de haber realizado una meditación o lec-
tura bíblica.

Oración de abandono

Es la oración (actitud) genuinamente evangélica en la


que se muestra la confianza plena en Dios para realizar
su voluntad; por ejemplo, la oración "Tomad, Señor, y
recibid".

Oración de contemplación

Es cuando el alma gusta de estar a solas con el Señor,


sin preocuparse de pensar o meditar, tan solo trata de
escuchar lo que dice el Señor.

Presencia de Dios

Es el ejercicio de la vida espiritual que sostiene el enten-


dimiento-fe y la voluntad-amor, o sea, sostener esta pre-
sencia de Dios en los signos de los tiempos y en todas
las actividades del día.

Oración temática

Se trata de tener una lista de aquellos temas que hacen


orar y volver a reflexionarlos.

404
¿Por qué celebramos?

Visita al Santísimo

Ninguna oración tan sencilla como ésta; es una conver-


sación fácil, sencilla, llena de naturalidad y sinceridad,
para conversar con el Señor como con un amigo, es el
mejor modo de hacer con fruto la visita al Señor.

Estas son si no todas, sí algunas maneras de hacer ora-


ción y que ayudan, por lo tanto, a relacionarse mejor con
Dios. La vida de oración para el cristiano debe ser un
medio que acreciente más su fe y siga definiendo y guian-
do la propia espiritualidad.

7.9 La figura de María

La madre de Jesús ha venido siendo en la historia de la


espiritualidad cristiana referencia entrañable que ha ins-
pirado a muchos en el seguimiento de Cristo. Para que
siga cumpliendo esa misión entrañable dentro de la Igle-
sia, es necesario actualizar su significado a fin de vivir
una existencia según el Espíritu.

Nuestra reflexión avanzará en los cauces marcados por


el Concilio:

Exhorta encarecidamente a los teólogos y predi-


cadores que se abstengan con cuidado tanto de
toda falsa exageración cuanto de una excesiva
mezquindad de alma, al tratar de la singular dig-
nidad de la Madre de Dios; expliquen rectamente
los oficios y privilegios de la Santísima Virgen que
siempre tienen por fin a Cristo, origen de toda
verdad, santidad y piedad; en las expresiones o
palabras eviten cuidadosamente todo aquello que
pueda inducir a error a los hermanos separados

405
Manual de Liturgia

o cualesquiera otras personas acerca de la doc-


trina de la Iglesia 12 •

Los teólogos centroeuropeos que tuvieron gran influen-


cia en la orientación del Concilio habían iniciado una re-
flexión teológica nueva respecto a la neoescolástica:
María es ejemplo vivo de que Dios nos salva en Cristo
mediante nuestra libre colaboración; es Madre del Sal-
vador singularmente implicada en la obra de su Hijo; la
totalmente redimida. Y esta nueva orientación quedó ya
reflejada en un párrafo que, como apretada síntesis,
aparece en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia,
primer documento del Concilio (1963):

La Santa Iglesia venera con amor especial a la


bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María,
unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de
su hijo; en ella, la Iglesia admira y ensalza el fruto
más espléndido de la redención, y la contempla
gozosamente como una purísima imagen de lo
que ella misma toda entera ansía y espera ser13 •

Un año después, el Concilio dedica un capítulo a María


"en el misterio de Cristo y de la Iglesia" (LG 8). La
mariología de privilegios queda postergada y sustituida
por un enfoque más bíblico, más tradicional y más ecu-
ménico. Se percibe la influencia de las tradiciones pro-
testante y ortodoxa: María, primera redimida dentro de
la única mediación de Cristo; la fe de la Virgen como
miembro eminente dentro de la Iglesia; verdadero signi-
ficado del culto mariano.

12 Cf. Lumen Gentium n. 67


13 Cf. Sacrosanctum Concilium n. 103.

406
¿Por qué celebramos?

El Vaticano 11 ha dejado constancia de los tres rasgos


generales que, según los evangelios, podemos recono-
cer en la historia de María.

Es alguien de nuestra raza humana y sometida también


a los condicionamientos de la misma: "Hija de Adán, unida
a la estirpe de Adán con todos los hombres que necesi-
tan salvación"14.

Esta mujer recibió el favor de Dios de modo especidl:

Enriquecida desde el primer instante de su con-


cepción con el esplendor de una santidad entera-
mente singular, la Virgen nazarena, por orden de
Dios, es saludada por el ángel de la anunciación
como la llena de gracia 15 •

Como miembro de la Iglesia, la Virgen "avanzó en la


peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con
el Hijo hasta la cruz"16.

Podríamos analizar detenida y separadamente cada uno


de estos tres puntos, pero quizá sea más conveniente
ver cómo en la historia de María se concreta el dinamis-
mo de la vida espiritual cristiana.

La espiritualidad cristiana es fruto del amor de Dios que


gratuitamente se nos ofrece y transforma para que en-
tremos íntimamente en un diálogo interpersonal. En el
caso de María esta inclinación amante de Dios se mani-
fiesta de modo especial; y así lo dan a entender los

14 CI. Lumen Gentium 56.


15 CI. Lumen Gentium 56.
16 el. Lumen Gentium n. 58.

407
Manual de Liturgia

evangelios con varias expresiones: "Llena de gracia"


(Lc 1,28); alguien cercano que interviene en nuestra
historia "Mi espíritu se alegra en Dios mi salvador" (Lc
1,47), etc.

Celebrada como "Reina de cielos y tierra", María es la


mujer sencilla de Nazareth. "Llena de gracia"; es la
creyente que se fía totalmente de Dios. Las palabras
del ángel: "el Espíritu Santo descenderá sobre ti", tie-
nen su reverso en la entrega incondicional de María:
"Hágase en mí según tu palabra". La Madre de Jesús
avanzó "en la peregrinación de la fe", y así vivió el en-
cuentro interpersonal de amor con Dios, que llamamos
gracia.

La devoción a María en el pueblo cristiano ha servido


como alimento para la fe, esperanza y amor. La continui-
dad con esa tradición viva en nuestro contexto exige re-
flexionar con serenidad y actuar creativamente.

Esa devoción del pueblo sencillo es cordial y simbólica;


se festeja y se celebra; no se reduce a fríos esquemas
sino que se da gracias a un espíritu, el cual debe animar
todas las prácticas devocionales que van dirigidas a la
Virgen.

En el Vaticano 11 se sigue defendiendo esta devo-


ción: "La Iglesia venera con amor especial a la biena-
venturada Madre de Dios, la Virgen María". El Conci-
lio "amonesta a todos los hijos de la Iglesia para que
fomenten con generosidad el culto a la Santísima
Virgen"17.

17 Cf. Sacrosanctum Concilium 103; Lumen Gentium nn. 52.56-57.

408
¿Por qué celebramos?

Esa devoción tiene su naturaleza y finalidad propias:

No consiste ni en un sentimentalismo estéril y tran-


sitorio ni en una vana credulidad, sino que proce-
de de la fe auténtica, que nos induce a reconocer
la excelencia de la Madre de Dios, que nos impul-
sa hacia un amor filial hacia nuestra Madre y a la
imitación de sus virtudes 18 •

María es celebrada de modo especial sencillamente por-


que ha sido favorecida por Dios y porque ha vivido como
discípula primera de Jesús. Por la cercanía de Dios en
ella y por su sintonía con el Hijo, la Virgen merece un
culto privilegiado; entre todos los santos "ocupa en la
Santa Iglesia el lugar más alto"19; es miembro excelen-
tísimo de la Iglesia. Unida con lazo indisoluble a la obra
salvífica de su Hijo, en María la presencia e intervención
de Dios en favor nuestro tiene alcance universal.

Dos sugerencias avalan y explicitan un poco más el sig-


nificado de esta devoción mariana:

• Siguiendo la conducta de Jesús, los cristianos debe-


mos aceptar la voluntad o querer del Padre. Si cree-
mos que María es "la favorecida de Dios", en ella el
Señor ha manifestado su amor de modo especial. La
Virgen viene a ser como la tierra santa de Dios.

• Otra sugerencia, ya desde la confesión católica. Dios


podría salvarnos sin la encarnación, o haber creado
una humanidad sin la mediación de la mujer, pero
quiso que la Palabra se hiciera carne y naciera de

18 Gt. Lumen Gentium n. 67.


19 GI. Lumen Gentium n. 54.

409
Manual de Liturgia

una mujer llamada María. Esta forma de proceder,


remite a una economía general: Dios quiere salvar al
hombre por el hombre, contando con su libertad y
responsabilidad.

María es ejemplo práctico en esa economía o forma de


proceder. Su calidad de creyente que dice "sr' manifies-
ta ya la sacramentalidad de la Iglesia y el significado teo-
lógico de las mediaciones en la comunidad cristiana. Por
ello no podemos amar a la Iglesia sin amar a la Virgen, y
la negación de María incluye también la negación de la
Iglesia.

Por lo tanto, le corresponde a nuestra época el gozo del


descubrir la presencia de María en la historia de la sal-
vación y de responder a ello con una actitud de admira-
ción, alabanza y comunión, en continuidad con la Pala-
bra de Dios y con la Tradición eclesial. Es tarea de las
comunidades eclesiales de hoy no abolir o silenciar el
culto a María, sino insertarlo más orgánicamente en el
único culto cristiano, renovar sus formas sujetas al des-
gaste de los tiempos, purificarlo de contaminaciones y
darle un nuevo vigor creador. Como todas las relaciones
vitales, la relación con María va evolucionando con el
ritmo de la historia, en constante fidelidad a la Palabra
de Dios y a la exigencia de nuestro tiempo, y sigue ma-
nifestando una notable eficacia en orden a la vida espiri-
tual, ofreciendo una "ayuda poderosa para el hombre en
camino hacia la conquista de la plenitud"20.

En el camino del cristiano, la relación con María se im-


pone como un imperativo de la fe 21 , pero también como

20 Cf. Marialis Cultus n. 57.


21 Cf. Lurnen Gentiurn n. 67.

410
¿Por qué celebramos?

un elemento de santificación y como estímulo para el


compromiso y la esperanza. En efecto, esa relación pro-
mueve los objetivos de toda auténtica acción pastoral:
liberar del pecado, ayudar a la asimilación de las actitu-
des evangélicas, sostener el crecimiento en la amistad
con Dios.

La vida de comunión con María, exige en primer lugar la


superación del propio egoísmo: "Ella, la libre de pecado,
conduce a sus hijos a vencer con enérgica determina-
ción el pecado"22; la historia de las conversiones docu-
menta esta fuerza liberadora de la figura de María.

La llena de gracia, a la que Dios dirigió su mirada amo-


rosa, alienta a los cristianos a "honrar en sí mismos el
estado de gracia, esto es, la amistad con Dios, la comu-
nión con él" (Me 57), ha dejarse invadir por la fuerza
transformadora de este Espíritu para ser artífices, junto
con Cristo, hotnbre nuevo, de la nueva humanidad.

Finalmente, en la comunión de los santos se han desa-


rrollado diversas espiritualidades a lo largo de la historia
de la Iglesia. Los testigos que nos han precedido en el
Reino (cf. Hb 12,1), especialmente los que la Iglesia re-
conoce como "santos", participan en la tradición viva de
la oración, por el testimonio de sus vidas, por la transmi-
sión de sus escritos y por su oración hoy. Contemplan a
Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de aquellos que han
quedado en la tierra. Su intercesión es su más alto servi-
cio al plan de Dios 23 .

22 CI. Marialis Cultus n. 57.


23 CI. CEC 2684, 2683.

411
Manual de Liturgia

CONCLUSiÓN

Es importante que destaquemos la toma de conciencia


del misterio de la Iglesia y que identifiquemos los cami-
nos para vivir una espiritualidad eclesial concreta. Vivir
el misterio de la Iglesia significa, experimentar en ella
misma el acontecimiento de la salvación, es decir, la co-
munión con Dios; es experimentar en la Iglesia también
la comunión fraterna; y hacerse con ella sacramento de
salvación para todos los hombres.

Vivir en la Iglesia, comunidad completa, significa encon-


trarse con la persona de Jesucristo, y por lo mismo a
través de É!, tener la experiencia del Padre, conocer y
amar su voluntad salvífica. Por eso vivir la Iglesia como
misterio significa tener la experiencia de la comunión con
Dios.

La Iglesia debe sentirse como una asamblea convocada


por el Padre. Quiere esto decir que la vocación del Pa-
dre es universal, que se consumará al final de los tiem-
pos. Para los cristianos vivir como Iglesia en relación con
el Padre significa tener el ansia de universalidad pasto-
ral y misionera, de consumación escatológica.

La Iglesia comunidad visible sigue las huellas de Cristo,


vive de él, cumpliendo su mandato de transmitir la salva-
ción a todos los hombres y en todo tiempo.

Vivir lo concreto de la comunidad eclesial significa con-


formarse a la humillación de Cristo, el cual para servir se
despojó de la forma divina y para enriquecer a muchos
se hizo pobre. Ser Iglesia es un servicio a la comunidad.

La pequeña corr:6nidad que es la Iglesia, en efecto, reci-


be constanteménte al Espíritu de complacencia del Pa-

412
¿Por qué celebramos?

dre, que es el mismo Espíritu de Cristo, resucitado y vivo,


enviado de una vez por todas a la Iglesia el día de Pen-
tecostés. Vivir la Iglesia significa, realizar la experiencia
del Espíritu. Vivir el Espíritu de la Iglesia y en la Iglesia
significa experimentar la filiación de Dios y la libertad a
la que hemos sido llamados.

Vivir la libertad del Espíritu de la Iglesia es comprender


que é! se ha dado a toda la comunidad y otórga carismas
para la edificación de todo, que se ha autovinculado
soberanamente a los sacramentos y a los ministerios.
Vivir el Espíritu en la Iglesia significa entonces intentar
entender el Espíritu de la Iglesia sin impaciencia.

La Iglesia es un pueblo inserto en la sociedad, en cami-


no por la historia, el cual experimenta la salvación como
comunión fraterna y hace experimentar en toda comu-
nión fraterna un momento de salvación. Comunión con
Dios y entre los hombres son aspectos íntimamente
correlacionados y necesarios del acontecimiento de sal-
vación único.

La Iglesia, comunidad histórica que sigue a Cristo, reali-


za su misión salvífica en un tiempo peculiar de la historia
de la salvación, que va de la resurrección a la parusía.
Es germen, fermento y signo eficaz o sacramento de
todo el género humano y de su vocación en Cristo, como
de su destino escatológico.

El diálogo entre la Iglesia y el mundo es una definición


de la auténtica definición de la Iglesia. Se es Iglesia para
la humanidad. Los cristianos tienen el don y la responsa-
bilidad de vivir en 'Ia plena pertenencia a la Iglesia para
saber que su "ser Iglesia" es un servicio misteriosamen-
te eficaz para todos los que se salvan sin conocer a la
Iglesia.

413
Manual de Liturgia

Por lo tanto, la experiencia espiritual enseña que la com-


prensión vital de María santísima y la devoción a ella
facilitan el acceso a la verdades de fe ya la espirituali-
dad eclesial concreta.

El nexo entre María y el sentido de la Iglesia se funda en


la maternidad espiritual de la Virgen respecto a la Igle-
sia, lo mismo que respecto a cada uno de los cristianos
y a la humanidad entera.

María es modelo de fe y figura de la Iglesia por su estre-


cha participación y colaboración singular en el plan de la
salvación del Padre en los misterios de la vida de Jesús;
es también objeto de devoción de los cristianos.

El testimonio y la intercesión de los santos nos invitan a


la santidad y estimulan la vida nueva en el Espíritu.

Por ello, una genuina espiritualidad cristiana, en el aquí


y ahora, no puede dejar de lado la consideración de la
comunión con Dios, la comunión con los hermanos, la
mediación de la Iglesia para toda la humanidad con to-
dos los dones con que Dios mismo la ha enriquecido y,
por último, la intercesión de María, Madre de la Iglesia.

RESUMEN

La espiritualidad cristiana es vida según el Espíritu


(Rm 8, 5-9), tejida en comunión con Dios y el segui-
miento de Jesucristo, y concretizada al interior de la
comunidad eclesial.

El Espíritu Santo, como guía del Pueblo de Dios, es


quien inspira una forma de vida según la voluntad
del Padre, y al interior de la Iglesia actúa para que

414
¿Por qué celebramos?

los bautizados conformen su vida a la de Cristo re-


sucitado.

La vivencia del misterio de Jesucristo, bajo la ins-


piración del Espíritu, se transforma en fuente originante
de diferentes formas de espiritualidad. Todas ellas,
sin embargo, por caminos distintos, aspiran a un
único fin: la comunión con el Dios de Jesucristo, es
decir, responder a la invitación evangélica: "Sean
ustedes perfectos y santos, como es perfecto y santo
el Padre de ustedes que está en el cielo" (Mt 5,48).

La espiritualidad cristiana, en sus diferentes formas,


es trinitaria, cristocéntrica, pneumatológica, eclesial,
litúrgica y mariana, y tiene como columnas las virtu-
des teologales de la fe, esperanza y caridad.

Una espiritualidad litúrgica auténtica se alimenta de


la Palabra de Dios, de los sacramentos, especial-
mente de la eucaristía, de la liturgia de las horas, de
las celebraciones del año litúrgico, y de la oración
comunitaria y personal. El secreto de una celebra-
ción litúrgica viva y auténtica reside en una profun-
da vida pascual y según el Espíritu, sin la cual la
liturgia corre el peligro de transformarse en un mero
ritualismo vacío.

La espiritualidad cristiana tiene como modelo a Ma-


ría, que por obra del Espíritu Santo acogió la misión
de ser Madre del Hijo de Dios, y se transformó en
su primera discípula. La Iglesia venera con especial
amor. La Virgen María, hoy como en el cenáculo (cf.
Hch 1, 12-14), enseña a los cristianos la docilidad al
Espíritu, para que junto a Cristo se transformen en
artífices de una nueva humanidad.

415
Manual de Liturgia

EJERCICIOS

1. ¿Qué se entiende por espiritualidad?

2. ¿Cuáles son las características de la espirituali-


dad cristiana?

3. ¿Cómo se alimenta nuestra vivencia litúrgica?

416
¿Por qué celebramos?

BIBLIOGRAFíA

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España, Ed. Paulinas, 1991.

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Nocent, Adrien, Celebrar a Jesucristo, España, Ed. Sal


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Pikaza, Xavier, Para vivir la oración cristiana, Navarra,


España, Ed. Verbo Divino, 1989.

417
ÍNDICE GENERAL

Presentación .............................. ...... .................... ........ 5


Abreviaciones y siglas................................................. 9
Autores volumen 1.... ...... ................ ...... ........................ 11

Vida litúrgica en el seminario .................................. 13


Faustino Paludo

Introducción ............................................................ 13
1 . Formación con miras a la participación
Formación y renovación litúrgica .................... 15
Para dialogar en grupo................ .................... 22
2. Realidad actual de la formación litúrgica ........ 22
2.1 Un tiempo de transición ........................... 23
2.2 Nuevos puntos de referencia ................... 25
2.3 La sociedad secularizada ........................ 26
2.4 Visión reduccionista de la misión
de la Iglesia ........ ............ ........ .......... ........ 27
Para dialogar en grupo .......... ...... ............ ........ 28
3. La formación litúrgica ................ ...................... 28
3.1 Sentido.... ........ .......................................... 28
3.2 Objetivos de la formación litúrgica.. ......... 31
4. Notas características de la formación ............. 42
4.1 Formación unitaria .................... ............... 42
4.2 Formación adaptada a las personas....... 43
4.3 Acción mistagógica.................................. 44
4.4 La formación como proceso de
aprendizaje ..................... .......................... 45
5. Aspectos de la formación de los futuros
ministros ........................................................... 50
5.1 Sensibilidad para lo sagrado ............ ..... ... 50
5.2 Educar para la ritualidad ................. ......... 50
5.3 Capacitar para el discernimiento
creativo..................................................... 52
5.4 El espíritu de comunión eclesial.............. 53
Para dialogar en grupo. ............ ... ...... ....... ....... 54
6. La comunidad formadora ................................ 54
6.1 Sentido y papel de la comunidad
formadora .... ...... ............ ......... .... ...... ........ 54
6.2 Celebraciones de la comunidad
formativa .... ........ .................... ..... ............. 57
Para dialogar en grupo .... ..... ....... ........ ...... ...... 65
7. El año litúrgico ...................................... :.. ~....... 65
7.1 Sentido del año litúrgico ........................... 65
7.2 El domingo ................................................ 67
7.3 Las fiestas................................................. , 67
Para dialogar en equipo......... ...... ............ ....... 70
8. El ministerio de la presidencia ........................ 70
9. La práctica pastoral......................................... 74
Conclusión .. ~........................................................... 77
Resumen ................................................................ 78
Bibliografía .............................................................. 82

1. ¿Qué es celebrar? ................................................ 83


Alfredo Pouilly

1.1 Aspectos semánticos....................................... 84


1.2 Historia: La celebración-fiesta ......................... 88
1.3 Análisis de la celebración-fiesta. Aspectos
antropológicos ...... ....... ... ...... ... .... .................... 90
1.4 La liturgia es una fiesta: Aspectos teológicos ... 98
1.5 Un nuevo concepto de liturgia: Acción de
Dios, Fiesta del Pueblo; Fiesta de Dios,
Acción del Pueblo ... ................... .... ..... ............. 104
Resumen ..... ........ ..... ...... ......... .......... .............. ........ 109

420
Apéndice: La dinámica celebrativa .................... 111
Alberto Aranda

1. Inicio o introducción .................... ..... ...... ............ 111


2. Liturgia de la Palabra ....................................... 112
3. La liturgia sacramental................. ..... ........... ..... 116
4. Conclusión y envío ......... ...... ..... ....... .... .......... ... 116
Ejercicios .... .......................... .... ......... ............. ........ 116
Bibliografía .......... ...... .......... .... ....... ................... ...... 117

2. ¿Qué celebramos? ............................................... 119


Guíllermo Rosas ss.cc.

Introducción ............................................................ 119


Trabajo personal inicial .......................................... 121
2.1 Celebramos el misterio pascual de Cristo ...... 122
En resumen ............ ..................................... ..... 130
Trabajo personal .............................................. 131
2.2 Celebramos el anuncio y su realización
por obra del Espíritu Santo .............................. 131
En resumen.... ......... ..... ............ ........ .......... ...... 136
Trabajo personal...................... ........................ 137
2.3 Celebramos a Cristo siempre presente .......... 137
En resumen...................................................... 145
Trabajo personal.............................................. 146
2.4 Celebramos hoy el permanente Adviento ....... 147
En resumen ............................................... ....... 150
Trabajo personal.............................................. 150
2.5 Celebramos en la fe y en la conversión
diaria ................................................................ 151
En resumen.... ........... .... ........... ........ ................ 156
Trabajo personal......... ............ ............ ............. 157
2.6 La liturgia, cumbre y fuente de nuestra vida ... 157
En resumen...................................................... 160
Trabajo personal....... ........ ............ ...... ............. 160
Bibliografía.... .......................................................... 161

421
3. ¿Quiénes celebramos? ........................................ 163
Juan Carlos Spera - Roberto Russo

3.1 Jesucristo ......................................................... 163


3.2 El Espíritu Santo .............................................. 172
3.3 La Iglesia .......................................................... 180
3.4 La asamblea .............................. .......... ............ 185
3.5 Los ministerios litúrgicos ............... .................. 192
3.6 Criterios pastorales para el ejercicio
de los ministerios ............................................. 201
Resumen ................................................................ 203
Ejercicios ................................................................ 204
Bibliografía .............................................................. 206

4. ¿Cómo celebramos? ............................................ 207


Alberto Aranda

4.1 Signos y símbolos ............................................ 207


4.2 La Palabra ........................................................ 218
4.3 La oración, el canto y la música ...................... 230
4.4 Las acciones, los gestos, los movimientos ..... 235
4.5. Los lugares, los elementos, los objetos .......... 238
Resumen ................................................................ 249
Ejercicios ................................................................ 250
Bibliografía .............................................................. 251

5. ¿Cuándo celebramos? ......................................... 253


Rubén Leikam o.s.b.

5.1 El año litúrgico ................................................. 253


5.2 La Liturgia de las Horas ................................... 285
Resumen ................................................................ 316
Ejercicios ................................................................ 318
Bibliografía .............................................................. 319

422
6. ¿Dónde celebramos? ........................................... 321
Daniel P Cronin

Introducción ............................................................ 321


6.1 Breve recorrido histórico7 ............................... 325
6.2 El espacio celebrativo ...................................... 330
6.3 Los espacios celebrativos ............................... 333
Conclusión .............................................................. 364
Resumen .......... ........................... ............ ............... 365
Ejercicios ................................................................ 367
Bibiografía ............................................................... 369

7. ¿Por qué celebramos? ......................................... 373


Víctor Sánchez

Introducción ............................................................ 373


7.1 Formas de espiritualidad cristiana .................. 375
7.2 Características de la espiritualidad cristiana .. 379
7.3 El fundamento de la vida espiritual:
Las virtudes teologales .................................... 381
7.4 La espiritualidad sacramental ......................... 382
7.5 La espiritualidad eucarística ............................ 389
7.6 La espiritualidad de la Liturgia de las Horas .. 394
7.7 la espiritualidad del año litúrgico ..................... 399
7.8 lavida de oración ............................................. 400
7.9 La figura de María ............................................ 405
Conclusión .............................................................. 412
Resumen ................................................................ 414
Ejercicios ................................................................ 416
Bibliografía .............................................................. 417

423

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