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políticos latinoamericanos y europeos (muy especialmente en Nada tiene que ver el teólogo salvadoreño con la irónica
España). definición que de los teólogos daba el que fuera arzobispo de
Canterbury, William Temple: los teólogos son, decía, «hombres
Ellacuría constituye todo un ejemplo de coherencia entre que consumen toda una vida irreprochable en dar respuestas
pensar y vivir, teología y praxis, filosofía y biografía. N o había exactísimas a preguntas que nadie se plantea». El acto primero
en él compartimentos estancos, ni doblez; vivía como pensaba, de la teología de Ellacuría fue el pueblo crucificado de El Salva-
pensaba como vivía. Su vida fue la mejor ejemplarización de su dor, la lucha organizada de este pueblo por vencer a la muerte,
pensamiento; su pensamiento, la más nítida explicación de su su compromiso por la vida y su anhelo de resurrección. La
vida. Y ello con la serenidad de los espíritus libres que no dan convergencia con Monseñor Romero, otro creyente que le pre-
saltos en el vacío, sino que tienen sentido de la historia. Fue per- cedió en el martirio, es total. Ambos creían en la «fuerza histó-
sona de una pieza, cristiano íntegro que supo armonizar de rica de los pobres» para liberarse de las cadenas de la opresión y
manera espontánea y sin fisura la ética, la mística y la política.
construir la fraternidad desde abajo. La muerte de ambos era
La ética resultaba ser en él y para él la bisagra y el punto de
una «muerte anunciada»; pero su victoria sobre la muerte esta-
conexión entre la doble dimensión de la fe: la mística y la polí-
ba también anunciada: «Resucitaré en el pueblo».
tica. La causa de la liberación no era en su vida algo accesorio,
de lo que se ocupara en ratos de ocio, sino consustancial a sí Ni una sola línea de sus escritos se alejó de la pasión de su
mismo porque resultaba consustancial a su ser hombre creyen- pueblo. Lo que cabe preguntarse es si existe otro punto de par-
te. Esta causa guió su vida y su reflexión, fue su punto de parti- tida válido para hacer teología. U n o se inclina a pensar que cual-
da y de llegada. Quizá no haya otra causa más noble, gratuita e quier teología que pase por alto las densas y significativas pre-
interesada a la vez - e n cuanto estaba vinculada a intereses de guntas surgidas del infierno de la muerte de los inocentes y de
emancipación-. las situaciones de explotación en que viven los pueblos empo-
brecidos termina por convertirse en un estéril ejercicio de retó-
2. Su honestidad intelectual le llevó a ser fiel a la realidad sal-
rica vacua o en un gran acto de cinismo. Y mucho me temo que
vadoreña, una realidad transida de muerte, pero abierta a la
algunas de nuestras teologías «científicas» desembocan en una
esperanza de vida; una realidad aparentemente plana y opaca,
cínica arrogancia. La figura de Ellacuría constituye un buen
pero cargada de potencialidades ocultas que él quiso sacar a la
antídoto frente a esa arrogancia, a la que combatió en su propio
luz. A su vez, la fidelidad a -el compromiso con- lo real le con-
terreno, oponiéndole una reflexión crítica desde la fe articulada
virtió en un intelectual honesto e inmanipulable, es decir, le lle-
en la praxis de liberación.
vó a analizar la realidad en toda su complejidad con un instru-
mental científico riguroso desde unos presupuestos éticos de El asesinato de Ellacuría viene a legitimar con creces y a jus-
justicia y solidaridad. tificar plenamente la necesidad de seguir haciendo teología de la
liberación desde la opción por los condenados de la tierra y la
Ellacuría es, quizá, el teólogo latinoamericano de la libera-
afirmación del Dios de la vida frente a los ídolos de la muerte.
ción que mejor ha sabido articular en su vida y en su pensa-
Una teología sellada con sangre derramada por la justicia y la
miento el análisis de la realidad, con el concurso de las ciencias
paz -como la de nuestro compatriota- es el acto supremo de la
sociales, políticas y económicas, el quehacer teológico, con el
inteligencia de la fe y la condición de posibilidad para compren-
concurso de la mediación hermenéutica, y la reflexión filosófica,
der el sentido salvador de la muerte de Jesús y de todos los ino-
bajo la guía del pensamiento realista de X. Zubiri. Ha sido capaz
centes de la historia.
de armonizar la seriedad metodológica con la sensibilidad hacia
las mayorías empobrecidas y la precisión científica con la sinto- 3. Entre sus principales aportaciones a la TL son de destacar,
nía crítica hacia los proyectos liberadores de las organizaciones en primer lugar, sus estudios de fundamentación filosófica del
populates de El Salvador. método de dicha teología. Así, ha mostrado cómo «la estructura
Con los pobres de la tierra I 201
200 / Ignaáo Ellacuría
sia sea perseguida precisamente por su opción preferencial por De ahí deduce Ellacuría que la lucha contra la opresión pertene-
los pobres y por tratar de encarnarse en el interés de los pobres». ce al núcleo de la historia de la salvación.
Y el segundo: «Sería triste que, en una patria donde se está ase-
sinando tan horrorosamente, no contáramos entre las víctimas Conforme a estos principios, se fija en el carácter histórico de
también a los sacerdotes. Son el testimonio de una Iglesia encar- Jesús. La recuperación del Jesús histórico constituye, a su juicio,
nada en los problemas del pueblo» 4 . la piedra angular de la comprensión de la historia, así como la
norma y el criterio de la praxis histórica de la Iglesia. La conse-
c) Ellacuría ha prestado especial atención a mostrar la histo- cuencia es la existencia de una sola historia. N o hay dos histo-
ricidad de la revelación, de la salvación y de la Iglesia, frente a rias, una sagrada y otra profana; no hay dos mundos incomuni-
las tendencias espiritualistas que despojan al cristianismo de su cados entre sí; hay, eso sí, una historia de la salvación y una his-
dimensión encarnatoria y lo reducen a un proyecto puramente toria de la perdición, pero dentro de una misma historia, aunque
metahistórico. Establece una relación necesaria entre la historia con subsistemas que tienen su propia autonomía. La unidad de
de la salvación y la salvación de y en la historia. Entiende la sal- lo interhumano es estructural, matiza, y se alimenta de su diver-
vación como signo constitutivo de la presencia de Dios entre los sidad estructural.
hombres y como «mediación suprema del encuentro salvífico
del hombre con Dios». La salvación de Dios se realiza no en Pone de relieve el carácter histórico fundamental de la muer-
abstracto, sino a través de mediaciones históricas, que han de te de Jesús para la cristología y la soteriología. La muerte de
Jesús es un hecho histórico y constituye el resultado de acciones
generar una corriente de solidaridad interhumana y han de lle-
históricas. Es consecuencia de su vida, de su mensaje y de su
var «al encuentro de quien es mayor que el hombre y que la his-
praxis, en confrontación con el orden establecido. Hay, por tan-
toria».
to, una continuidad entre vida y muerte de Jesús. Y es precisa-
Considera que el discurso cristiano de la salvación tiene que mente su vida la que da sentido último a su muerte. La necesi-
relacionar la salvación con las situaciones concretas, pues aqué- dad de la muerte de Jesús no se mueve en el plano de la natura-
lla es siempre salvación de algo y de alguien. Lo que sea el sal- leza, sino en el de la historia. Esa necesidad histórica lleva a colo-
vador ha de buscarse a partir de lo que hay que salvar, a partir car el acento en las causas históricas de lo ocurrido y no en con-
de las necesidades del ser humano. Pues éstas, por una parte, son sideraciones sacrificiales o ascéticas.
el camino que lleva a reconocer la salvación como don de Dios,
y, por otra, constituyen el clamor de Dios que gime en sus cria- Para Ellacuría, la salvación aportada por la muerte de Jesús es
turas. Una concepción espiritualista y extraterrena de la salva- inseparable de su comportamiento histórico. El pecado del que
ción opera, en el fondo, como una ideologización falsa e intere- nos libera Cristo con su muerte es el pecado histórico, «pecado
sada de la salvación. teologal y colectivo», afirma citando a Moingt 5 . Lo histórico y
lo salvífico son inseparables. El teólogo salvadoreño no niega la
Dando un paso más y centrándose en la concreción histórica dimensión transhistórica de la muerte de Jesús; antes, al contra-
de la salvación en el Tercer Mundo asevera que la liberación es rio, la subraya explícitamente, pero indica, a su vez, que tal
la forma histórica de la salvación. En otras palabras, la realiza- dimensión es real si pasa por la historia.
ción de la historia de la salvación se expresa en términos de libe-
ración. Y ello por la siguiente razón: la salvación histórica debe De ahí pasa a la Iglesia, a la que define como sacramento his-
responder a la situación que debe ser salvada. Esta situación es, tórico de salvación y como sacramento de liberación, cuya
en el Tercer Mundo, de opresión y dominación, y es interpreta- misión consiste en historizar el reino de Dios en cada situación
da teológicamente como pecado estructural que clama al cielo. histórica. El fundamento de la sacramentalidad de la Iglesia lo
encuentra en su corporeidad histórica. Ello implica que en la El tercer nivel de pobres que estudia es el cristológico, com-
Iglesia «toma cuerpo» la acción de Jesús y que la Iglesia se incor- plementario del anterior. La pertenencia de Jesús al mundo de
pora a Jesús en la realidad de la historia. Concretamente, la Igle- los pobres y su opción por ellos constituyen el rasgo distintivo
sia de los pobres es la continuación histórica de la corporeidad de su ser, de su vida y de su misión. Si antes había afirmado que
de Jesús. el problema de los pobres es el problema de Dios, ahora aseve-
ra que «el problema de los pobres se convierte nada menos que
d) La Iglesia de los pobres, cuya carta fundacional se encuen- en el problema de Jesús» 7 . La dimensión profundamente cristo-
tra en las bienaventuranzas, es otro de los núcleos de la eclesio- lógica de los pobres se comprueba de manera fehaciente en la
logía de Ellacuría. Los pobres son, para él: el lugar donde se identificación de Jesús con ellos y en la definitividad de la aco-
manifiesta de manera preferente el Dios de Jesús; el marco más gida o rechazo hacia los pobres de cara a la salvación o conde-
idóneo para la vivencia de la fe en Jesús y para la praxis del nación últimas (Mt 25,31-46).
seguimiento; el espacio apropiado para hacer teología cristiana;
el auténtico lugar social de la Iglesia; el lugar político óptimo de Se fija, en cuarto lugar, en el carácter soteriológico de los
revolución en América Latina. A ellos les atribuye no sólo la pobres. Ellos son los que cargan con el pecado del mundo, ter-
prioridad en la Iglesia, sino cierto carácter «absoluto», hasta el minan en la cruz, como Cristo, y traen la salvación real y pro-
punto de que, a su juicio, a los pobres «han de subordinarse funda. En su lucha organizada y martirial se encuentra ya un
muchos otros elementos y actividades de la Iglesia». potencial salvífico y liberador y una fuerza de esperanza contra
toda esperanza. Potencial y fuerza no puramente espirituales,
En el término Pobres, de la obra Conceptos fundamentales de sino materiales.
pastoral, Ellacuría ofrece uno de los estudios más completos y
densos de la TL sobre el tema, partiendo de la realidad empírica La última referencia de Ellacuría es al aspecto eclesiológico de
de los pobres y penetrando gradualmente en sus distintos mati- los pobres, que da lugar a la categoría teológica de Iglesia de los
ces teológicos. Este trabajo, junto con la obra de Cl. Boff y J. pobres, sustentada en la experiencia cristiana de las comunidades
Pixley, Opción por los pobres y el término Opción por los pobres, de base latinoamericanas. Al hablar de la Iglesia de los pobres, el
de Jon Sobrino, en Conceptos fundamentales del cristianismo, es teólogo salvadoreño matiza que no se refiere a una parte de la
punto de obligada referencia si se quiere tener una visión com- Iglesia centrada en los pobres, sino que se trata de una «nota
pleta y matizada de un problema tan complejo y tan deformado constitutiva y configurativa de toda la Iglesia, de suerte que ésta
por los adversarios de la TL. o es de los pobres o deja de ser la Iglesia verdadera y santa que-
rida por Dios» 8 .
Se refiere, en primer lugar, al carácter sociológico de pobres,
con su carácter inicial y radical socioeconómico, dialéctico, polí- A través de estas múltiples perspectivas, tenemos una visión
tico y ético. A continuación, profundiza en el carácter teologal, completa de la riqueza y complejidad del concepto «pobres» en
subrayando la relación intrínseca Dios-pobres. A través de los laTL.
pobres se descubre quién es Dios: el defensor del pobre y del
5. Un tema que aparece en el centro de la vida y reflexión de
débil. Ellos, que son el fracaso de Dios, han de tornarse en triun-
Ellacuría es el de la dialéctica violencia-paz. Si algún título le
fo de Dios, pues «sólo cuando Dios salve al Pobre será realmen-
cuadra con precisión es el de negociador o pacificador. Apenas
te el Dios salvador prometido» 6. El problema de los pobres es
el problema de Dios, pues en ellos se juega la fidelidad de Dios una semana antes de su asesinato, cuando se encontraba en Sala-
a sus promesas y se invalida o revalida la voluntad salvífica uni- manca (España), recibió una carta del ministro de la presidencia
versal de Dios.
7
Ibid., 793.
'•Pobres, en Conceptos fundamentales de pastoral..., 791. 'Ibid., 799.
206 / Ignacio Ellacuría Con los pobres de la tierra I 207
de El Salvador invitándole a hacer de mediador entre el gobier- algunos peligros que encierra, cuales son: puede agudizar la vio-
no y el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional. Unos lencia de la parte opuesta; tiende a poner por delante la con-
años antes, había mediado, junto con el arzobispo de San Salva- quista o conservación del poder, convirtiéndolo en fin; hay una
dor, Monseñor Rivera y Damas, en la liberación de la hija del inclinación a la venganza hacia personas o grupos que antes
entonces presidente de El Salvador, Napoleón Duarte. Su detentaban el poder.
mediación en el conflicto bélico que desangraba a su país estaba Sin embargo, matiza Ellacuría, tales peligros no pertenecen al
basada en la convicción de que la paz era posible, si bien no a núcleo de la lucha revolucionaria; son desviaciones soslayables.
cualquier precio, sino fundada en la justicia. Propiciaba la nego- Más aún, cree que todo proceso de liberación mediado por la
ciación como única vía de solución a la guerra. lucha revolucionaria como ultima ratio -una vez agotados los
Su vocación de pacificador estaba apoyada en consistentes medios pacíficos-, que no caiga en los peligros antes apuntados
análisis sociológicos y en mesuradas reflexiones teológicas. Y lo y tienda a superar el pecado social además de legítimo, «entra
primero de que se ocupa es de desmontar la acusación de que la positivamente en la historia de la salvación»'.
TL es impulsora o provocadora de la violencia, poniendo de Pero hace todavía algunas matizaciones sobre el empleo de
relieve que su propósito, más bien, es conseguir la liberación o medios violentos, la violencia revolucionaria y el ideal evangéli-
superación de las distintas formas de violencia desde la perspec- co de la no violencia activa. Rechaza, sin excepción, el recurso a
tiva de la opción preferencial por los pobres. acciones terroristas, en que a veces incurren los movimientos
revolucionarios, y excluye el odio como móvil o motivación de
En su análisis del origen social de la violencia en América
la violencia. Muestra, a su vez, su preferencia por los métodos no
Latina observa que la violencia originaria, principal, que está en
violentos de lucha por la justicia: «La lucha armada -asevera en
la raíz de las demás formas de violencia, es la violencia estructu-
un texto antológico- no debe hacer olvidar que el evangelio está
ral, institucionalizada y sancionada jurídica, política y cultural-
más en favor de los medios pacíficos que de los violentos, más en
mente. Se trata, además, de la mayor violencia, por cuanto no res-
favor de la paz que de la guerra, más del servicio que de la domi-
peta el más sagrado de los derechos que es la vida humana y man-
nación, más del amor que del enfrentamiento» I0 . De acuerdo con
tiene a las mayorías populares en una situación de pobreza y
este ideal, el que fuera rector de la U C A se decanta por la resis-
miseria. Suele ir acompañada de diversas modalidades de repre- tencia activa y la presión social efectiva; y en el caso de una con-
sión (desde la policial hasta los escuadrones de la muerte). La vio- frontación armada entre violencia estructural del sistema y vio-
lencia revolucionaria liberadora surge, según Ellacuría, como res- lencia revolucionaria, como sucede en El Salvador, siempre se
puesta muchas veces inevitable, ante la violencia de la injusticia mostró partidario de favorecer procesos de negociación.
estructural y es una de las canalizaciones de la lucha de los pobres
contra las estructuras económicas sociales y políticas injustas. Hay una consideración en torno a la complicidad del Primer
Mundo en las situaciones de violencia estructural del Tercer
¿Cómo valora las distintas modalidades de la violencia? La
Mundo. Este, observa Ellacuría, ha tenido que sufrir la violen-
violencia estructural en sus formas extremas de agresión contra
cia colonizadora y actualmente soporta las consecuencias de una
la vida humana de los pobres le parece el mal mayor, que hay
sistemática injerencia económico-política de los países domina-
que erradicar con medios eficaces, llegando incluso a la lucha
armada como medida extrema. Este planteamiento no tiene nada
de nuevo, ya que responde a la línea de la moral clásica. Reco- 9
noce la moralidad y coherencia cristiana de la violencia libera- «Trabajo no violento por la paz y violencia liberadora», Concilium 215
(1988) 89.
dora en situaciones muy concretas. Con todo, la considera un 10
«La teología de la liberación frente al cambio sociohistórico de Amé-
mal, si bien menor que el mal mayor que pretende erradicar. rica Latina», en Varios, Implicaciones sociales y políticas de la teología de la
Precisamente por tratarse de un mal, llama la atención sobre liberación..., 87.
208 / Ignacio Ellacuría Con los pobres de la tierra 1209
dores, quienes, además, con su actitud insolidaria, abren una Se refiere a cuatro actitudes que pueden adoptar la teología y
sima cada vez mavor entre países pobres y países ricos. De ahí el cristianismo ante el desafío político de la liberación":
concluye una responsabilidad nada desdeñable de los poderosos
a) La primera es la que él llama moralismo ingenuo abstracto,
en la violencia estructural mundial: «Las grandes potencias y las
consistente en reducir la función de la fe al cambio de corazones
políticas de bloques son enormemente responsables de la vio-
y a la proclamación de ideales morales abstractos no mediados
lencia en el mundo».
por opciones o praxis políticas, sociales y económicas concretas.
Una última observación se refiere a la ingenuidad política en Para esta actitud, fe cristiana y acción política son mundos dis-
que ha caído, en algunos lugares y ocasiones, la TL que, carente tintos que caminan en paralelo y nunca llegan a encontrarse ni a
de análisis políticos, ha sobreestimado desmesuradamente las interactuar. La fe pasa por la historia como por brasas por mie-
posibilidades reales del triunfo de la violencia revolucionaria. do a contaminarse. Tal planteamiento es inusual en la TL.
Nuestro autor cree que de la necesidad ética no cabe dar el paso b) La segunda postura, que tampoco se plasma en la TL, es el
ingenuamente a la posibilidad política. Dar dicho paso alegre- fanatismo fundamentalista y el simplismo mesiánico, consisten-
mente, sin atender al realismo político, puede suponer costes te en la negación de la necesidad de mediaciones teórico-prácti-
suicidas irreparables. cas para hacer realidad el ideal de la liberación. Se confía sólo en
6. La reflexión de Ellacuría sobre la aportación de la TL al la fuerza desnuda del evangelio para conseguir los cambios en la
cambio socio-histórico constituye una de sus contribuciones vida personal o social. Hay, aquí, un descuido de los métodos de
más lúcidas. Antes de entrar de lleno en el tema, hace unas per- análisis e interpretación de la realidad social y de las estructuras
tinentes observaciones previas que ayudan a centrar la cuestión. organizativas de la acción política. La desembocadura de este
La primera es que la TL es auténticamente teología (tiene con- planteamiento es un «radicalismo indiferenciado en las denun-
sistencia propia) y no simple discurso sociológico o político. El cias» y un «idealismo utópico en las propuestas de solución».
hecho de que incorpore a su reflexión el discurso de las ciencias Ellacuría valora positivamente la fuerza e historicidad de la fe
que aparece en esta concepción, pero critica la falta de atención
sociales, políticas y económicas no significa merma alguna para
prestada a la terquedad de la situación de opresión y a la lenti-
su estatuto. Antes, al contrario, supone un servicio necesario y
tud y complejidad de los procesos históricos.
obligado para la historización, contextualización y operatividad
de la fe. c) La tercera actitud consiste en la reducción de la fe a su
inmediata relevancia política, con descuido de otros aspectos
La segunda es que la TL, lejos de presentarse como una teo-
inherentes a la fe, y a pura instancia previa -propedéutica- de la
logía regional, es una teología total, es decir, una teología del
acción política. La fe deja de operar como iluminación, perspec-
reino de Dios. Y en cuanto tal, no descuida la dimensión
tiva e instancia crítica de los proyectos históricos. Tampoco este
público-crítica del mensaje escatológico de Jesús -aun cuando
planteamiento es asumido por la TL.
no absolutiza dicha dimensión- y busca su eficacia política con-
cretada en la liberación integral de las personas y de las estruc- d) La cuarta y última actitud es la llamada por Ellacuría rea-
turas. La tercera observación muestra que la TL no resulta una lismo creyente, que, de una parte, reconoce la aportación positiva
operación suficiente para conseguir por sí misma esa liberación del evangelio a la acción política y los límites de dicha aportación,
integral, sino que debe mantenerse en relación con otras fuerzas dada la especificidad y autonomía relativas de los dos ámbitos; y,
tendentes a ese objetivo. Por ello Ellacuría se ocupa de la rela- de otra, valora tanto la aportación positiva como los límites de la
ción entre TL y movimientos de liberación, partiendo de un acción política en la realización del reino de Dios. El realismo
principio ya expuesto anteriormente y admitido hoy sin dificul-
tad por los teólogos: la unidad de la historia donde interactúan
el Dios liberador y el ser humano en busca de su liberación. Cí.Ibid., 71-80.
210 / Ignacio Ellacuría Con los pobres de la tierra / 211
crevente le parece a nuestro autor la respuesta capaz de articular gestos proféticos por parte de la Iglesia en beneficio de las
correctamente la relación fe cristiana-cambio sociohistórico, pues mayorías populares. La ejemplificación más clara de este mode-
afirma la necesidad del mensaje evangélico para llegar a una libe- lo, por el que se decanta, la ve el teólogo salvadoreño en Mon-
ración total, si bien subraya con la misma intensidad la insufi- señor Romero y la Iglesia de San Salvador.
ciencia de dicho mensaje al carecer de instrumentos propios para
7. Hay, por fin, otro campo donde la aportación teórica del
el análisis de la realidad y para la puesta en práctica de una alter-
colaborador de Zubiri es especialmente reseñable: el de la utopía
nativa liberadora. Reconoce, además, que ninguna oferta política
y el profetismo 13 . El principio fundamental de la TL es, a su jui-
se adecúa plenamente a las exigencias del reino, lo que no quiere
cio, la historización del reino de Dios en su doble nivel personal
decir que todas las ofertas políticas estén a la misma distancia.
y sociopolítico. Pues bien, la utopía cristiana concreta vinculada
Privilegia a los movimientos sociopolíticos que hacen de las
a la historia es la condición de posibilidad de la historización del
mayorías populares sujetos y protagonistas y rechazan el capita-
reino de Dios. La utopía cristiana es, por su propia naturaleza,
lismo en las distintas formas que ha revestido en América Latina
animadora de la acción y generadora de realizaciones históricas.
por considerarlo el principal responsable de la opresión.
A su vez, el profetismo cristiano resulta necesario para que la
En un esfuerzo de sistematización, Ellacuría estructura estas utopía sea concreta y no desemboque en evasión abstracta del
actitudes en tres modelos-tipo: compromiso o, lo que es peor, en opio.
a) El de sustitución o anulación, que pone el acento exclusi- Puestas estas bases, cree que América Latina es lugar privile-
vamente en la liberación socioeconómica y política. H a y una giado de profetismo y utopía, si bien sus realizaciones utópico-
subordinación de las estructuras de la Iglesia, e incluso de las proféticas no son totalmente satisfactorias, pues en la sociedad
comunidades de base, a la organización política. Se considera predominan las estructuras de pecado y en la Iglesia prima toda-
que «la lucha revolucionaria es la superación dialéctica de la fe, vía el anti-profetismo y la anti-utopía.
la cual es subsumida en el estadio superior del proceso revolu-
Pero, vista desde la fe, la situación latinoamericana constitu-
cionario, una vez negadas sus limitaciones y aprovechados sus
ye una denuncia profética radical del orden internacional y
dinamismos. Lo que le sucede a la antítesis en la síntesis es lo
muestra la malicia intrínseca del capitalismo y de la mentira
que le sucede a la fe en el proceso revolucionario» n.
ideológica de la apariencia democrática que le acompaña. Esta
b) El de prestación y apoyo, que salva la autonomía de la fe, malicia es observable de manera especial en la periferia explota-
pero pone a ésta al servicio de una organización política concre- da. Ellacuría estima que la oferta humanizadora de los países
ta, la de aquella que considera la vanguardia del proceso revolu- desarrollados a los subdesarrollados no es aceptable, ya que se
cionario. Y ello sin renunciar, en principio, a la fe. caracteriza por la insolidaridad y está movida por la tendencia al
dominio, el miedo y la vaciedad interior. Esa misma realidad
c) El de colaboración social de la Iglesia en el ámbito de la latinoamericana constituye también una denuncia profética del
sociedad civil -más que en el de la sociedad política- y en el del modo predominante de estructuración y comportamiento de la
poder social -más que en el del poder político-. Lo social le Iglesia institucional. Esta se muestra excesivamente tolerante
parece a Ellacuría un lugar más natural para la Iglesia que lo con la injusticia estructural y con los males del capitalismo.
político, por su carácter más real y participativo y por la dimen-
sión social inherente a la institución eclesial. La Iglesia puede y Para que un proyecto sea aceptable, debe ser universalizable,
debe echar mano de su fuerza social en busca de eficacia. Se es decir, extensible a toda la humanidad desde la opción prefe-
refiere a la utilización de la presión social, de la palabra y de los rencial por los pobres.
13
Cf. «Utopía y profetismo desde América Latina», en Utopía y profe-
"Ibid., 76. tismo. VIII C o n g r e s o de Teología, Madrid 1989, 81-101.
212 / Ignacio Ellacuría Con los pobres de la tierra / 213
Ellacuría concreta históricamente la utopía desde el profetis- universales (científicos, artísticos, filosóficos, religiosos), sin
mo en América Latina en tres propuestas: la creación de un ser caer en el modelo tecnológico y consumista.
humano nuevo, de una nueva tierra y de un nuevo cielo.
c) Ellacuría entiende, en fin, la creación de un nuevo cielo
a) El ser humano nuevo lo ve apuntado ya en los sectores como la presencia histórica de Dios entre los hombres. La Igle-
comprometidos con la liberación y tiene estos rasgos: solidari- sia se convierte así en forma de historización del nuevo cielo. Y
dad con e incorporación a la causa de los oprimidos, como lugar para que sea tal ha de abrirse al Espíritu desde la terrenalidad y
privilegiado de humanización y divinización; lucha constante el seguimiento del Jesús histórico, para, desde ahí, abrirse a lo
por la superación de la injusticia social estructural; amor, mise- nuevo y al futuro (esto se realiza, a su juicio, en la Iglesia de los
ricordia y servicio (versus odio, egoísmo y dominación) como pobres). Frente a una Iglesia que ha operado tantas veces como
motor de la lucha; seguimiento de Jesús en actitud de esperanza, el «cielo» de una civilización de la riqueza, Ellacuría presenta a
alegría y apertura; respeto a la naturaleza como manifestación de la Iglesia de los pobres como alternativa del cielo nuevo que se
Dios, no maltratada por la explotación; contemplación y acción. necesita para construir una civilización de la pobreza en el sen-
tido antes apuntado.
b) La nueva tierra comporta, para nuestro autor, un nuevo
orden económico, social, político y cultural. En el orden econó-
mico propone una civilización de la pobreza versus la civiliza- Juan-José Tamayo-Acosta,
ción de la riqueza. Esta se basa en la acumulación privada de Para comprender la teología de la liberación,
capital, considerada como fundamento del desarrollo, en la pose- Verbo Divino, Estella 52000, 225-234
sión de riquezas (= tener) como base de la propia seguridad y en
el consumo irrefrenable como principio de la propia felicidad. La
civilización de la pobreza no busca la pauperización de todos
como ideal de vida a seguir, sino que cuestiona en su raíz la acu- Notas biográficas
mulación del capital. Hace de la solidaridad y de la satisfacción
Nació en 1930 en Portugalete (Vizcaya, España) y residió en Amé-
universal de las necesidades básicas el principio fundamental de rica Latina desde 1949. Estudió Teología en Innsbruck con Karl Rah-
humanización y la conditio sine qua non de todo desarrollo. Pro- ner (1958-1962). Obtuvo el doctorado en Filosofía con una tesis sobre
pugna, a su vez, un orden social centrado en el desarrollo de las el pensamiento de su maestro X. Zubiri. Fue rector de la Universidad
estructuras sociales y en el fomento de la iniciativa comunitaria y Centroamericana «José Simeón Cañas» (UCA) en San Salvador (El
social. En dicho orden han de desaparecer las desigualdades, sin Salvador), hasta su asesinato por militares del Ejército Salvadoreño el
desembocar, por ello, en una igualdad mecánica. 16 de noviembre de 1989.