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hoy
Carmiña NAVIA VELASCO
Antes de iniciar mis propuestas, quiero hacer una muy importante triste
referencia para nosotros/as: Hace treinta años, se celebró en nuestro país, la
Conferencia del Espicopado Latinoamericano en Medellín... Conferencia que
supuso tanta vida y tantas posibilidades para el Continente... De alguna manera
siento que esa fecha ha pasado, sin que los cristianos colombianos hayamos sido
capaces de evocar de una manera pública y eficaz su memoria. Este hecho me
parece a mí muy sintomático de lo que nos pasa... mi esperanza es que logremos
todos juntos salir al otro lado de este túnel oscuro que recorre la realidad
nacional.
Finalmente hay dos ejes del caminar bíblico y teológico de hoy que quiero
recoger: La caminada bíblica, con todo lo que ella conlleva de búsqueda de nuevas
hermenéuticas y lugares teológicos, de encuentros y compartires, de
publicaciones e intercambio de materiales... Se trata de un apoyo invaluable al
caminar de las comunidades en tiempos en los que no han sido tan claros los
derroteros por los que hay que aventurarse y en tiempos en los que mantener la
esperanza es un reto histórico. Quiero referirme particularmente al aporte que
ha realizado la caminada bíblica a los nuevos Sujetos Sociales: mujeres, negros,
indígenas, niños... este aporte ha permitido que en los corredores teológicos se
escuchen nuevas voces, se digan nuevas y distintas palabras.
Participamos con otros países del tercer mundo, del destino impuesto por
los grandes, el neoliberalismo económico y político rige nuestros destinos:
Los índices de desempleo que señalan por sí solos que el proceso de industrialización y
de exportaciones no va a la par con las importaciones que saturan al país de productos
extranjeros, inaccesibles por lo general para el ciudadano corriente.
La explosiva situación social generada por las políticas de salarios (siempre por debajo
de la inflación), de tarifas (en continua espiral alcista) y de privatización de servicios a los que
ya muy difícilmente tendrían acceso la inmensa mayoría del país.
Un balance honesto del modelo neoliberal no puede presentar su rostro luminoso y callar
lo sombrío de su cara oculta. Ni dejar de sopesar si los efectos positivos del modelo (?) compensan
razonablemente los costos sociales de su implementación. Ni dejar de preguntarse si la actual
situación de nuestros pueblos tolera, sin graves e imprevisibles conmociones sociales, el remedio
que se le quiere aplicar" (3).
A todo esto, ya de por sí agobiante, hay que sumar una crisis bastante
generalizada de instituciones, de ideas, de dinámicas sociales políticas e
ideológicas... crisis ideológica y política, crisis ética, crisis de los fundamentos
religiosos que por muchos años vehiculizaron la nación. De otro lado, el
movimiento popular ha sido golpeado y se encuentra desarticulado y atravesado
por la desesperanza... la sociedad civil aún por definirse y construirse no acaba
de encontrar sus cauces. Es urgente repensar los caminos que puedan abrirnos
un espacio al futuro. Alberto Parra nos invita a ello:
"Es pues indispensable reconstruir las bases éticas de una razonable conducta ciudadana
que en lo social, en lo político, en lo económico, en el respeto fundamental a la vida, a la ecología
y a los derechos de los pobres, nos permita encontrarnos todos, de todos los credos, de todas las
conciencias, de todas las tendencias, para que podamos convivir como comunidad nacional
civilizada...
Ello no nos excusa, sino que ulteriormente nos espolea, a colaborar en el diseño de las
bases humanas, sociales y políticas de una ética cívica, ética ciudadana o ética social que
constituyan como el núcleo fundamental indispensable desde el que podamos convivir,
respetarnos y trabajar en la tarea común de dignificación humana, que es dignificación
cristiana" (4).
"Eso sí, lo que me interesa dejar aquí bien claro es que los pobres son no sólo el lugar
social, sino sobre todo el lugar epistémico desde el que, con más garantías de objetividad,
podemos comprender a Dios, los proyectos de Dios, la voluntad de Dios. Aquí resulta decisivo
recordar la afirmación de Jesús: Bendito seas Padre, Señor de cielo y tierra, porque si
has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelado a la gente
sencilla (Mt. 11, 25)..."
"... sólo desde los pobres o más exactamente, desde la situación epistémica que comportan
los pobres podemos tener los ojos limpios, que ven la verdadera imagen de Dios" (5).
"El Reino de Dios está en medio de ustedes", dijo Jesús. Sólo con nuestra
capacidad de transformar y vivenciar lo cotidiano, podremos caminar hacia las
utopías diarias y pequeñas que tienen que animar nuestros caminos en estas
horas más difíciles. Nuestra teología tiene que apoyar a los agentes y a las bases
a construir esta vivencia. Una lectura del Qohelet en esta perspectiva nos puede
iluminar:
" Disfruta del pan que comes; goza del vino que bebes, porque a Dios, le han agradado
tus acciones. Vístete siempre con ropas blancas; ponte siempre perfume en la cabeza. Goza de
la vida con la mujer amada, cada instante de esta vida sin sentido que Dios te ha dado en este
mundo, y todo lo que esté en tu mano hacer, hazlo con todo empeño".
Pues bien, yo creo que es urgente y necesaria hacer una teología de la paz en
Colombia. De la misma manera que hace quizás menos de una década algunos
grupos pensaron en la necesidad de hacer una teología de la guerra, yo considero
prioritario acompañar teológicamente el camino de la paz, que para mí, es un
camino de años y de décadas...
"La paz no es algo así como un campo en el que, habiendo calculado los grados de
libertad de cada individuo, se legisla un comportamiento que los hace respetar. Con otras
palabras: la paz no puede ser legislada de una vez por todas -no sería paz-, del mismo modo
que el amor no puede ser mandado -no sería amor-. La paz no tiene nada que ver con la rigidez
de una libertad en la que cada átomo tiene acotado un determinado espacio, a fin de no
perturbar al vecino. La paz tiene que crearse y recrearse continuamente... La
paz no puede imponerse. Hay que recibirla, merecerla, crearla, como hemos venido
diciendo.
... Una cultura de la paz tiene que ser una cultura de la libertad. Ahora bien, en el
mundo científico-técnico en que vivimos, regido por las leyes cuantitativas hasta en el voto, la
libertad profunda del individuo se ve constantemente coartada... La cultura de la libertad
necesita de otros presupuestos..." (7).
Todos sabemos que en los tiempos del "fin de la historia", se intenta borrar
de la memoria de los pueblos su lucha. No sólo se pretende borrarla, sino
alterarla, desvalorarla, oscurecerla. Fácilmente ante tanto templo del consumo los
pueblos se dejan robar este, su bien más preciado. Hombres y pueblos sin
memoria, son hombres y pueblos sin identidad y por lo tanto sin futuro ( pueblos
muertos.
Podemos mencionar algunos, sabiendo que no son los únicos que existen:
Todo ello sin contar con el trabajo que se está realizando en algún núcleo
de carácter universitario, o editorial...
BIBLIOGRAFIA Y NOTAS:
(2) Por mencionar alguna de estas síntesis, puedo referir a: Jaime García:
CRISTIANOS POR LA LIBERACION EN COLOMBIA, Documentos
Koinonía 2, Bogotá 1.992
(4) Idem
(6) Idem.