Está en la página 1de 2

LA FILOSOFÍA DE SÉNECA

Es fundamentalmente práctica. Sus doctrinas físicas revelan una gran influencia de Poseidonio y un gran
conocimiento de la filosofía griega, así como una aguda observación de la naturaleza.

A Séneca le interesa más la filosofía como forma de vida que como especulación teórica, y gira toda ella en
torno a la figura del «sabio», del «sofós». Para Séneca la sabiduría y la virtud son la meta de la vida moral, lo
único inmortal que tienen los mortales. La sabiduría consistirá según la doctrina estoica en seguir a la
naturaleza, dejándose guiar por sus leyes y ejemplos. Y la naturaleza está regida por la razón. Por tanto,
obedecer a la naturaleza es obedecer a la razón, y poder de este modo ser feliz. La felicidad de que es capaz
el hombre consiste en adaptarse a la naturaleza, y para ello mantener un temple anímico equilibrado que nos
deje a salvo de las veleidades de la fortuna y de los impulsos del deseo que oscurecen la libertad. La libertad
consiste en la tranquilidad del espíritu, en la imperturbabilidad del ánimo que hace frente al destino, la
ataraxia.

Sólo es feliz el que, dejándose guiar por la razón, ha superado los deseos y los temores. La virtud debe
desearse por sí misma, no por otra cosa; el premio de la virtud es la misma vida virtuosa y razonable que nos
pone al abrigo de las turbaciones. La moral exige extinguir los deseos desordenados, especialmente la ira. El
sabio debe esforzarse por mantenerse impávido. No se le exige una insensibilidad, pues perdería su
condición humana, pero debe soportar las adversidades. No ha de tratar de reformar el mundo, que tiene sus
leyes necesarias, sino procurar adaptarse a sus exigencias.

Séneca traza un programa de heroísmo pasivo, que exige una reforma de la imaginación y de la mente para
que no se impresione por el horror de los dolores, la miseria y la muerte. Los hombres deben prestarse auxilio
mutuo, vivir en sociedad profesándose afecto y estima. La naturaleza exige el amor de los elementos que la
componen. Hacer daño a otro hombre es algo irracional que va contra la misma esencia de la naturaleza.

La muerte no es un bien ni un mal, puesto que es algo inexistente. Sin embargo, puede ser una liberación
cuando las circunstancias de la vida condenan al hombre a una esclavitud incompatible con la libertad.
Entonces el hombre tiene el camino abierto para dejar la vida. Nada nos fuerza a vivir en la miseria, en la
necesidad. «Demos gracias a Dios de que nadie está obligado a permanecer en la vida», dice en una de sus
cartas. Séneca propugna, pues, el suicidio en cualquiera de sus formas que él detalla en De ira como una
liberación. Sólo ha de temerse lo incierto, pero la muerte viene con necesidad absoluta y nadie se libra de ella.
En el caso extremo el sabio sigue siendo dueño de la vida, dejando voluntariamente la vida sin odiarla.

Séneca oscila, al pretender justificar este desinterés del sabio que busca la virtud por sí misma, entre una
naturaleza que lo es todo y un cierto teísmo providencial. Y a veces identifica a Dios con la naturaleza, que
está penetrada toda ella por la razón divina. La Naturaleza, la Razón, el Destino son nombres diversos de
Dios.

El alma, del hombre es lo que el hombre tiene de racional y divino, y la que ayudada por la filosofía, nos hará
resistir a la fortuna y al azar.

Séneca condena la esclavitud y proclama la igualdad de los hombres; pide que se perdone al enemigo y que
se haga el bien a todos; exige el dominio de sí mismo y condena los combates de gladiadores. Tal parecido
con la moral cristiana ha llevado a algunos a hablar de una correspondencia epistolar de 14 cartas entre el
filósofo y el Apóstol, pero evidentemente son apócrifas.

Toda esta doctrina respondía a la misma personalidad de Séneca. Vivió una vida dramática y se vio mezclado
en las turbias luchas que se tramaban en torno al poder. Durante varios años la responsabilidad pública de
Séneca fue enorme y de él dependía la suerte de muchas personas. Pretendió llevar a la práctica las
doctrinas de los teóricos estoicos; pero al tropezar con la realidad se manchó con sus impurezas, y así tuvo,
por ejemplo, que excusar los crímenes de Nerón mientras él mismo se enriquecía. Había en Séneca dos
personalidades, muchas veces disociadas y enfrentadas. El moralista estoico, severo e idealista, y el hombre
[265] público, apasionado por la vida política y ambicioso. El estoicismo llenaba profundamente su corazón,
pero las intrigas políticas le hicieron muchas veces olvidarse de las máximas elevadas. El destierro y la
desgracia purificaron su alma, y renunciando a cambiar al mundo imponiéndole la felicidad mediante la
política, purificó y acendró su vida interior, desligándose de las vanidades del mundo y sometiéndose al orden
del cosmos.

El alma es un soplo extremadamente sutil y cálido, spiritus, es una sustancia continua gracias a la cual los
cuerpos complejos conservan su unidad. El alma del mundo mantiene también la cohesión de la tierra y sirve
de vínculo con el cielo.

La tierra es en cierto modo un ser vivo, orgánico, con funciones corporales, humores y ritmos como el hombre.
De este modo explica Séneca los fenómenos de la naturaleza, el rayo, las cavernas, las corrientes de agua.

En la vida psicológica del hombre se contrapesan el ímpetus, la pasión y el juicio reflexivo. La inteligencia
debe analizar y clarificar las pasiones, despejándolas de todo lo oscuro e irracional. Por eso la virtud consiste
en una inteligencia que juzga acertadamente de un modo estable. En este aspecto de las doctrinas
senequistas es perceptible el influjo socrático, según el cual el error y el mal coinciden. De hecho esta virtud
racional es ahogada y oscurecida por múltiples circunstancias que favorecen la perversión. El placer, el
dinero, el orgullo, cosas en sí «indiferentes», puesto que no son bienes, se enseñorean del hombre.

Sólo sobreviven las almas que se han elevado sobre lo bajo de este mundo gracias a la razón. Las demás no
han llegado a un grado suficiente de conciencia y no podrán desligarse de lo material.

Séneca rechaza la mitología griega y romana, juzgándola poco digna de la divinidad. El Universo es un
conjunto orgánico y debe ser dominado por un solo ser: Dios, Júpiter. Las divinidades no son sino aspectos y
caracteres de este ser supremo. La conciencia debe obrar según lo que en cada momento exija de nosotros el
orden del Universo. Eso es el Destino. Lo demás es atribuible a la pasión o a la fortuna, al azar.

Séneca predica la fraternidad universal y la superación de los límites angostos de la ciudad o la patria. El
sabio tiene por patria el Universo y el destierro es un mero cambio de lugar.
LUCIO ANNEO SÉNECA: BIOGRAFÍA DE UN FILÓSOFO ESTOICISTA

Lucio Anneo Séneca nació en Córdoba, España aproximadamente en el año 4 a.C., en pleno auge del
Imperio Romano dentro de la provincia de Hispania. Provenía de una familia distinguida y de alta sociedad.
Su padre, Marco Anneo Séneca, fue un orador y escritor romano que realizó importantes estudios sobre la
historia de la oratoria. Muchos de sus trabajos fueron atribuidos a Lucio Anneo durante la Edad Media, época
en la que Séneca hijo tuvo mucho reconocimiento. Para diferenciarlo, se le llamó Séneca el Orador o Séneca
el Viejo.
La vida de Séneca el Joven pasó por distintos momentos que le permitieron reflexionar profundamente sobre
la emociones, la ambición, el poder curativo de la filosofía, y la muerte, entre otros temas. De hecho, gran
parte de sus escritos suelen ser interpretados tomando en cuenta su biografía. Estudió retórica y filosofía en
Roma y su carrera es reconocida por haber sido exitosa, un tanto dramática y asimismo politica.
Por ejemplo, fue acusado de adulterio y exiliado a Corsica. Así mismo, estuvo entre los asesores del
emperador Nero en momentos políticamente complicados, y finalmente fue acusado de complicidad en la
conspiración de Pisonian, para asesinar a Nero. Por esta razón fue obligado a suicidarse en Roma en el año
65.

EL ESTOICISMO Y LOS ESCRITOS SÉNECA

El estoicismo es una escuela filosófica que fundó Zenón de Citio y que se basa en el dominio de las
pasiones y una vida basada en buscar la felicidad por medio de la razón. Durante el periodo imperial,
dicha escuela tuvo una gran influencia dentro de las obras literarias.
Especialmente las tragedias de Séneca, de importante contenido filosófico, fueron de gran relevancia. Por lo
mismo, Séneca es considerado tanto un filósofo como un poeta. Aunque esta diferenciación ha sido un tema
controvertido entre los especialistas.
Antiguamente, de hecho, se pensaba que habían existido “dos Sénecas”: uno filósofo y uno trágico (o poeta).
Hoy en día se acepta que el interés de Séneca por la ética y la psicología (especialmente los efectos
destructivos de la emocionalidad excesiva), están presentes en toda su obra literaria, tanto en verso como en
prosa.
En cualquier caso, sus tragedias son reconocidas como escrituras más oscuras que aquellas realizadas en
prosa. Es el caso, por ejemplo, del tema de la muerte, que en sus escrituras en prosa aparece como una
liberación; de hecho, justificaba el suicidio como forma ética de morir. No obstante, en las tragedias, la muerte
suele presentarse como la transición a sufrimientos mayores.
Séneca estaba de acuerdo con un monismo psicológico, en tanto que no distingue entre un componente
racional o otro no racional del alma (tal como tampoco lo hicieron los estoicos anteriores). Para estos, el
conocimiento se basa en la acción, no hay distinción entre una razón práctica y una teórica. En este sentido,
teorizar y reflexionar sobre los aspectos éticos y morales de la vida cotidiana, es una forma de producir
conocimiento, alcanzar la felicidad y la virtud.

CARTAS DE LUCILIO
 Los sabios consejos de Séneca tienen una validez que traspasa las fronteras del tiempo. Sin duda alguna,
muchas de las observaciones y conclusiones que contienen estas cartas podrían aplicarse a las inquietudes
del mundo actual, tan perturbado por espinosos problemas y trágicas discordias. Lucio Anneo Séneca escribió
las más bellas máximas de pureza de la vida; en él se aunaban todas las sublimidades del pensamiento
humano, la elevación del espíritu y el entusiasmo por la virtud.
Las Cartas a Lucilio recogen el fruto de una larga experiencia y contienen las reflexiones más profundas sobre
las contradicciones de la condición humana.

También podría gustarte