Está en la página 1de 2

Lectura 2 Religión

Institución educativa JUAN XXIII 2024

La muerte y el fanatismo

La muerte, realidad experiencia, pero no experimentable, radicalmente inexplicable más allá de la


proliferación de modelos imaginarios que han forjado las diversas religiones, resulta la clave
fundamental en la busca del sentido de la vida. La reflexión de las diversas civilizaciones sobre la
muerte ha erigido un laberinto de explicaciones cruzadas que ahogan al historiador de las religiones
que se aproxima con la ilusoria finalidad de dotarlas de un sentido y una explicación general, pero,
a la par, presenta el interés muy contemporáneo de permitir relativizar las pautas explicativas de la
propia La muerte, realidad experiencia, pero no experimentable, radicalmente inexplicable más allá
de la proliferación de modelos imaginarios que han forjado las diversas religiones, resulta la clave
fundamental en la busca del sentido de la vida. La reflexión de las diversas civilizaciones sobre la
muerte ha erigido un laberinto de explicaciones cruzadas que ahogan al historiador de las religiones
que se aproxima con la ilusoria finalidad de dotarlas de un sentido y una explicación general, pero,
a la par, presenta el interés muy contemporáneo de permitir relativizar las pautas explicativas de la
propia cultura. Por medio de lo ajeno comprender mejor lo propio es cuando menos el consuelo que
queda ante la perspectiva de un naufragio en la mera erudición.
La visión griega de la muerte se convierte en una más de las piezas que conforman un conocimiento
que intenta desentrañar una explicación que, cuando menos, ofrezca el consuelo de mitigar la
angustia de lo desconocido. Para acotar lo inexplicable y poder pasar soslayando el dolor de la
muerte y la radical incapacidad de comprenderla, queda el recurso, por ejemplo, a los instrumentos
de análisis forjados por las Ciencias Sociales. Consisten en centrar el estudio no en el sentido
último, en el que las certidumbres de la filosofía han mostrado con creces su quiebra (sólo
quedando el consuelo acientífico de la creencia personal), sino en las informaciones de índole
sociológica que se derivan de concentrar la mirada en el momento delicado que preside el cambio
de condición de vivo a muerto y el reparto del estatus y la herencia; insistiendo por tanto en lo que
hay de social e incluso de cuantificable en la muerte. El peligro inherente a toda liminalidad se
manifiesta, de un modo aún más evidente, en ese momento en el que la ambigüedad puede conllevar
consecuencias no deseadas para el grupo. Se amalgaman miedos irracionales y prevenciones
sucesorias. Se manifiesta la angustia psicológica del miedo a la muerte, del miedo al cadáver, del
miedo a la alteridad del difunto por cuanto implica de identidad futura: el difunto convertido en un
frío despojo refleja el cadáver que todos habremos de ser algún día. Pero más temibles y más físicos
resultan otros problemas: el reparto que lleva a obligados enfrentamientos en la familia, la
transmisión del estatus que enfrenta a grupos de poder. La muerte es replantear el equilibrio entre
los miembros de un grupo social hasta que se reinstaura la situación normal, muchas veces tras
complejas componendas no exentas, por ejemplo, en la Atenas democrática, de complicados
procesos judiciales, en los que, como en las sociedades más arcaicas, el grupo social casi al pleno
Lectura 2 Religión
Institución educativa JUAN XXIII 2024

(por medio de los jueces) termina decidiendo sobre los modos en los que se debe realizar la
transmisión de la riqueza y por tanto del poder del muerto.
Fanatismo
EL fanatismo religioso es visceralmente iconoclasta (rechazo a las imágenes) . A lo largo de la
historia es responsable de la desaparición de buena parte del patrimonio cultural de la humanidad.
Desde la destrucción del templo de Jerusalén han sido muy numerosos los episodios de esta infamia
civil y cultural. Las querellas religiosas en torno al culto de las imágenes se han suscitado y aún se
suscitan no solo entre grupos pertenecientes a diferentes religiones, sino también entre facciones o
sectas de la misma religión, con posiciones contrapuestas en lo relativo a la legitimidad de
producción y uso de iconos religiosos. Las luchas iconoclastas tuvieron su momento álgido en el
Imperio Bizantino durante los siglos viii y ix. Las medidas adoptadas contra el uso de imágenes
desencadenaron la fanática destrucción de todo un patrimonio artístico y religioso, expresión de la
piedad popular. También la Reforma Protestante dio lugar a la eliminación de numerosas
manifestaciones de arte sacro al considerar que la veneración de imágenes en iglesias y monasterios
eran expresiones de idolatría. Los musulmanes, por su parte, tiene la prohibición de representar
figuras humanas en las mezquitas y no admiten la representación de imágenes divinas. El arte
islámico es iconoclasta porque el Dios único en el que creen los musulmanes no se puede
representar ni materializar. La tendencia iconoclasta en la tradición islámica y el propósito de
erradicar cualquier manifestación cultural de la creatividad espiritual que no se correspondiera con
la ortodoxia fueron algunas de las razones que alentaron al gobierno islamista talibán de Afganistán
a destruir violentamente las grandes esculturas de piedra de los Budas de Bamiyán en marzo de
2001. Estos ejemplares únicos de la fe budista fueron esculpidos en las rocas entre los siglos III y
IV en la provincia de Bamiyán, una de las paradas obligadas para las caravanas que discurrían por
la ruta de la seda. Además de estos bienes, los talibanes emprendieron la destrucción de miles de
figuras arqueológicas de la época en que Afganistán era un centro de civilización budista, mucho
antes de que los ejércitos árabes introdujeran el islam en el siglo VII.

También podría gustarte