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La Revolucion Copernic PDF
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Oscar Cuervo
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principal; es decir, la forma del mundo y la inmutable simetría de
sus partes, no han podido ni encontrarla ni deducirla. Su obra puede
ser comparada a la de un artista que, tomando de diversos lugares
manos, pies, cabeza y demás miembros humanos –muy hermosos
en sí mismos, pero no formados en función de un solo cuerpo y, por
tanto, sin correspondencia alguna entre ellos-, los reuniera para
formar algo más parecido a un monstruo que a un hombre”
(Prefacio de Copérnico a De revolutionibus, “Al Santísimo Padre,
Papa Pablo III”).
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Una innovación científica, política y epistemológica
Que las ideas que los seres humanos nos formamos acerca de la
realidad cambian cada tanto es, a esta altura de nuestra historia,
una constatación trivial. Lo que todavía nos resulta complejo de
entender es que los cambios no dependen solo, ni principalmente,
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de la irrupción de sujetos más sagaces, dotados de una imaginación
más audaz que sus predecesores, ni tampoco de la acumulación de
las evidencias empíricas a lo largo de los siglos o de la detección de
errores que hasta entonces habían pasado inadvertidos. Cambia
nuestro saber acerca del mundo porque cambia nuestra forma de
ser en el mundo. Una revolución en el saber es la emergencia de
una nueva subjetividad y a esta emergencia contribuye una trama
de acontecimientos imposibles de manejar a voluntad.
Acontecimientos que tampoco se dejan reducir a una serie de
sencillos pasos metodológicos. Lo trivial y lo importante se
entremezclan y a veces intercambian posiciones: lo que parecía
importante e incuestionable se vuelve trivial y desechable, el detalle
que parecía excepcional y aislado puede terminar derribando la
certeza más inexorable.
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- La cosmología de Aristóteles (384 AC.-322 AC.) y la
astronomía de Ptolomeo (100-170 DC.) dominaron el
pensamiento occidental durante varios siglos, incluso hasta
después de la muerte de Copérnico (1543). Aristóteles y
Ptolomeo fundaron un paradigma geocéntrico, según el cual
todo el universo gira alrededor de una Tierra inmóvil.
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- FIGURA 1
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- En consonancia con esta cosmología, Aristóteles elaboró una
física. El tema central de la física es el movimiento y dicho
movimiento es explicado a partir de una causa final, puesto
que es propio de todos los entes tender hacia un determinado
fin o meta. Esta concepción se denomina finalista o
teleológica (telos: meta, fin). Todo ente tiende a ubicarse en
su posición natural, dado que, para Aristóteles, hay un lugar
propio para cada cosa. Como dice Alexander Koyré: “Todo,
orden cósmico, armonía; estos conceptos implican que en el
universo las cosas están (o deben estar) en un cierto orden
determinado, que su localización no es indiferente ni para
ellas ni para el universo; que, al contrario, cada cosa tiene,
según su naturaleza, un ‘puesto’ determinado en el universo,
el suyo propio. Un lugar para cada cosa y cada cosa en su
lugar” (A. Koyré, Estudios de historia del pensamiento
científico, México, Siglo XXI, 1978, págs. 158-159). Esta física
explica el funcionamiento del universo, sus zonas de armonía
y su región turbulenta, el movimiento y el reposo: “Lo que está
en su lugar propio, lo que ha alcanzado su forma, no tiene
necesidad de moverse y podría permanecer en estado de
reposo indefinidamente. (…) En este sentido, más que un
estado, el movimiento es una transición, un proceso de
duración limitada que finaliza en la recuperación del lugar
propio. Este retorno al orden garantiza la armonía y el
equilibrio del universo” (Mónica Giardina, “La concepción
aristotélica de la naturaleza” en Díaz, Esther (compiladora) La
producción de los conocimientos científicos, Buenos Aires,
Biblos, 1994, pág. 137).
Física y astronomía se hallan en mutua dependencia. El lugar
propio de la Tierra es el centro y su estado natural el reposo.
Esto se explica de la siguiente manera: en la región sublunar,
todos los cuerpos se componen de los cuatro elementos
mezclados en diversas proporciones. Así se pueden clasificar
los cuerpos en livianos o pesados según cuál sea el elemento
preponderante en ellos: “La tierra, el elemento más pesado,
se colocaría en la esfera que constituyese el centro
geométrico del universo. El agua, elemento también pesado,
aunque menos que la tierra, constituiría una envoltura esférica
alrededor de la región central ocupada por la tierra. El fuego,
el más ligero de los elementos, se elevaría espontáneamente
para constituir su propia esfera justo por debajo de la luna. Y
el aire, elemento asimismo ligero, completaría la estructura
conformando una esfera que llenara el hueco existente entre
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el agua y el fuego. Una vez alcanzadas dichas posiciones, los
elementos permanecerían en reposo, manteniendo su pureza
como tales” (Kuhn T., pág. 121). Sin embargo, la región
sublunar nunca está en calma. Impulsada por el movimiento
de la esfera de la luna, la capa del fuego se mueve y empuja
debajo de sí una serie de corrientes que entremezclan los
restantes elementos. Nunca podemos encontrar, en esta
región del universo, los elementos en forma pura. Cada
elemento contiene rastros de los restantes, a pesar de lo cual
en cada una de las capas se concentra el elemento que le es
más propio. Por ello, el centro del universo tiende a
concentrar el elemento más pesado, la tierra.
- Cinco siglos después de Aristóteles el astrónomo greco-
egipcio Ptolomeo escribe el gran libro astronómico de la
civilización helenística: el Almagesto. Si la cosmología
aristotélica nos brinda un marco conceptual general para
figurarnos un universo geocéntrico, el aporte de Ptolomeo es
de índole estrictamente astronómica y matemática. Por
primera vez, él reunió en un mismo sistema matemático una
compleja combinación de círculos que explicaban no solo los
movimientos del Sol y de la Luna, sino también las
regularidades e irregularidades observadas en los
movimientos aparentes de los siete planetas hasta entonces
conocidos. Su modelo matemático tenía tal grado de detalle y
precisión (evaluándolo con los estándares y las posibilidades
empíricas de su época) que su aceptación fue enorme y su
vigencia se extendió por siglos. Pero es importante marcar
algunas diferencias importantes que distinguen las teorías de
Aristóteles y Ptolomeo. La cosmología aristotélica atribuía a
las esferas concéntricas un movimiento circular –y ello por
motivos de armonía: se pensaba que el círculo es el
movimiento más perfecto, porque un cuerpo moviéndose
circularmente puede desplazarse eternamente en una órbita
idéntica. El modelo matemático de Ptolomeo era mucho más
complejo, dado que el esquema circular de Aristóteles no
permitía dar cuenta de las trayectorias visibles de los astros.
Para mantener el lugar central de la Tierra, Ptolomeo trazó un
complejísimo esquema formado por epiciclos y deferentes: un
pequeño círculo, el epiciclo, gira alrededor de un punto
situado sobre la circunferencia de un segundo círculo en
rotación. (Ver figura 2). Si esta descripción suena complicada,
cabe aclarar que se trata de una versión extremadamente
simplificada de un modelo matemático que Ptolomeo
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desarrolló con una complejidad mucho mayor, que aquí no
nos resulta posible detallar. Aristóteles dio un marco general y
no detallado de la visión geocéntrica del universo, y procuró
explicar la física que lo mantendría en movimiento. Ptolomeo,
en cambio, estableció un sistema matemático que, gracias a
su complejidad, calculaba con mayor detalle y precisión el
movimiento visible de los astros, pero desentendiéndose de
explicar las causas físicas del movimientos universales Aún
así, esa precisión nunca fue completa, y a lo largo de los
siglos los astrónomos tuvieron que seguir complejizando el
modelo matemático para dar cuenta de todas las
“irregularidades” que las estrellas les ofrecían. Desde
Ptolomeo, astronomía y matemática serán términos usados
indistintamente para mencionar la disciplina que traza el mapa
estelar del movimiento del universo sin tratar de explicarlo.
Esa disociación entre astronomía y física (que no existía en el
pensamiento aristotélico) será mantenida durante muchos
siglos, hasta llegar a Copérnico, que también consideraba la
astronomía como una disciplina esencialmente matemática y
se abstenía de buscar una explicación física para el
movimiento de los astros.
FIGURA 2
FIGURA 3
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