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La esperanza pedagógica: una mirada

fresca y profunda a la experiencia


educativa desde el enfoque de van Manen
por Raquel AYALA CARABAJO
Universidad Católica de Santiago de Guayaquil

forma pre-reflexiva y no tal como lo con-


ceptualizamos, lo categorizamos o lo teo-
1. Introducción
¿Existe “algo” llamado esperanza que
alienta e influye la relación entre ciertos rizamos. Este mundo de la vida es el
educadores y sus educandos? ¿Tiene algo mundo de los significados que residen en
que ver esta experiencia con nuestras las acciones, situaciones y relaciones que
ordinarias preocupaciones educativas vivimos como educadores (van Manen,
(curriculares, organizativas, didácticas, 2003).
etc.)? ¿Cómo actúa? ¿La esperanza es una
forma de ser o se trata de acciones concre- A pesar de ello, es cierto que es posi-
tas? ¿Es posible aprenderla? ble emprender un camino metodológico
riguroso que posibilite la aprehensión de
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Son muchas las situaciones pedagógi- los significados de la experiencia vivida y,
cas (rutinarias, sencillas, irrelevantes o particularmente, de los que penetran el revista española de pedagogía
novedosas, extraordinarias e inespera- mundo pedagógico. La investigación que
das) que pueden hacernos vislumbrar la se reseña a continuación [1] describe el
presencia activa de la esperanza en el intento de acceder a este mundo expe-
núcleo de las interacciones entre ciertos riencial donde reside la esperanza de los
educadores y los niños o jóvenes cuya educadores por los niños y jóvenes de
educación les ha sido confiada. Sin quienes son responsables, así como el
embargo, no es fácil poder responder de esfuerzo llevado a cabo con el fin de des-
forma satisfactoria a los interrogantes velar su importancia y sentido pedagógicos.
que pueden suscitarnos desde el momen-
to en que se trata de una experiencia que Para tal fin se ha adoptado el método
pertenece al mundo de la vida, esto es, el fenomenológico-hermenéutico de Max
mundo tal como lo experimentamos de van Manen quien ha formulado una sín-

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tesis metodológica original de ciertos sentido del estudio de la esperanza desde


aportes de las corrientes fenomenológica la vertiente de la experiencia vivida. Al
y hermenéutica de orientación pedagógi- mismo tiempo, se examina la forma en
ca [2]. Una investigación desde este enfo- que la aproximación metodológica adop-
que no pretende la solución de problemas tada posibilita acceder a estas dimensio-
prácticos, ni ofrecer explicaciones causa- nes profundas de la vivencia. A continua-
les, ni hacer generalizaciones, ni desarro- ción, se expone a grandes rasgos el
llar conocimiento de naturaleza técnica. proceso de investigación seguido, así
Aspira, más bien, a la aprehensión de los como algunos de los supuestos básicos
significados esenciales de cualquier fenó- sobre los que se fundamenta. El tercer
meno humano respondiendo al interro- apartado recoge la descripción de los sig-
gante de: ¿Cómo es vivida esta experien- nificados que se han llegado a determinar
cia? De forma práctica, formula como esenciales para el fenómeno. Se
descripciones profundas con el fin de posi- trata de un texto fenomenológico, conden-
bilitar la evocación –pática, al mismo sación selectiva del texto original, que
tiempo que cognitiva– del significado aspira provocar en el lector la evocación
esencial del fenómeno. Estas descripcio- de la experiencia en primera persona.
nes se recogen en forma de un texto feno- Concluye el artículo con algunas conside-
menológico que intenta trasladar a la con- raciones sobre el sentido y alcance de esta
ciencia reflexiva la naturaleza de los investigación.
acontecimientos experimentados en el
mundo de la vida, posibilitando así que 2. La esperanza en el núcleo de la
lleguen a transformarnos en el sentido experiencia pedagógica
profundo de Bildung, particularmente La esperanza está implicada en todo
gracias al desvelamiento de las exigen- encuentro entre un educador y un edu-
cias éticas propias del modo de ser desve- cando. Es la esperanza que perdemos o
lado (Ibíd.). recobramos, que alimentamos o abriga-
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mos, que actúa con fuerza silenciosa, afec-


En este artículo se recogen algunas tando de forma decisiva la manera en que
notas sobresalientes de la investigación los educadores tratan, piensan y hablan
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llevada a cabo y tiene el propósito de de sus educandos. A pesar de ello, suele


familiarizar a los lectores con la concep- darse “por supuesta” en la práctica edu-
ción y aplicación de esta metodología que, cativa cotidiana. Se dice o se sabe que si
hasta la fecha, es prácticamente descono- un profesor no espera nada de sus alum-
cida en el ámbito hispanoamericano de nos difícilmente obtendrá algo plausible
investigación educativa. Del mismo modo, de ellos. Se le supone presente en ciertas
constituye una primera aproximación al circunstancias educativas complejas que,
significado esencial de la esperanza peda- de otro modo, resultan inexplicables. Lo
gógica [3]. anterior no obsta para que, a veces, tam-
bién suceda lo contrario; es decir, que se
En el primer apartado se aborda la estime la esperanza como una cuestión
discusión acerca de la importancia y el totalmente irrelevante en el contexto de

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nuestras ordinarias preocupaciones curri- especiales entre los educadores y los estu-
culares, didácticas, administrativas, ins- diantes, los padres y los hijos” (van
tructivas, etc. Manen, 1998, 32-33). Así, la pedagogía
“no es fundamentalmente ni una ciencia
En realidad, cuando esa subestima- ni una tecnología” (Ibíd., 25). A pesar de
ción se da, no es algo que tenga que ver la necesidad de la técnica (por ejemplo, los
únicamente con la esperanza, sino con conocimientos sobre didáctica, organiza-
toda reflexión relativa a las dimensiones ción escolar, diagnóstico educativo, etc.),
más humanas o éticas de la educación. “la esencia de la educación es menos una
Como afirmaba van Manen hace más de empresa técnica o de producción que una
una década, “la noción de educación, con- actividad normativa que exige constante-
cebida como un proceso vivo de compromi- mente una intervención correcta, buena o
so personal entre un padre y un niño apropiada del educador” (Ibíd.).
pequeño o entre un profesor y un alumno
podría desaparecer en un medio cada vez Una identificación adecuada del obje-
más corporativo, directivo y tecnificado” to de investigación supuso, al inicio de
(1998, 20). Tal vez, esta situación se ha nuestro trabajo, la delimitación de las
agravado en el naciente siglo XXI. De fronteras y relaciones de la esperanza con
hecho, como bien expresa Brezinka (2002) las expectativas, la resiliencia, el optimis-
la excesiva teorización y abstracción de la mo y el burnout docente (como una expe-
Pedagogía —fenómeno que va de la mano riencia relacionada, aunque contrapues-
de la desestimación de su naturaleza nor- ta). Así, se constató que la esperanza es
mativa— la ha convertido en una ciencia un fenómeno experimentado realmente
poco práctica y útil que provoca descon- por muchos educadores y diferente de los
fianza en los educadores acerca de su mencionados, aunque no deja de estar en
valor para afrontar las circunstancias relación con ellos de alguna forma.
educativas reales y concretas.
Más adelante, el estudio multidiscipli-
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Este estudio, por contrapartida, se nar del fenómeno (historia, teología,
origina en la convicción de que la educa- antropología filosófica, psicología y biolo- revista española de pedagogía
ción es un proceso vivo, humano y singu- gía) reveló que la esperanza pedagógica
lar de carácter preponderantemente ético no había sido abordada hasta el momento
y relacional. En este contexto, la esperan- como objeto de estudio específico; algo
za aparece como un significado y una bien distinto a lo que ocurre con la espe-
experiencia cardinal; esto es, como una ranza humana, que ha sido y está siendo
condición sin la cual cualquier intento objeto de atención intensiva en varios
educativo decae o pierde entidad. En efec- ámbitos disciplinares de investigación [5].
to, se parte de una concepción de pedago- Las numerosas investigaciones que tie-
gía como una ciencia humana, práctica y nen a la esperanza humana como objeto
normativa [4] que estudia, esencialmente, de estudio específico constituyen ya un
“las influencias que están en el núcleo de volumen de conocimientos suficientemen-
las interacciones, situaciones y relaciones te importante. En ellas se corrobora la

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necesidad, importancia e influencia de la fenomenológico-hermenéutica, es decir,


esperanza en el desarrollo, desempeño y en el conjunto de nociones y estudios
bienestar humano de, prácticamente, desarrollados por los pensadores que se
todas sus dimensiones (física, psicológica, han destacado por sus contribuciones en
académica, profesional, etc.). este ámbito. Depende, por tanto y básica-
mente, de una mentalidad y actitud
También en el ámbito educativo, se investigadora de fondo (van Manen,
han ido haciendo aportaciones incipientes 2002b) inspirada en la fenomenología y la
sobre la esperanza de los educadores, hermenéutica.
aunque desde un enfoque más bien teóri-
co y filosófico. En efecto, los escasos tra- Difícilmente podemos trazar aquí una
bajos que se han llevado a cabo en el imagen apropiada de las nociones y
campo de la educación (Halpin, 2001a y supuestos implícitos en esta mentalidad
2001b; Elbaz, 1992; Estola, 2003 y Freire, que concibe de una forma singular nocio-
2005), tratan el fenómeno de forma teóri- nes tradicionales en metodología. Sin
ca y no desde el punto de vista propio de embargo, podemos mencionar algunos de
la experiencia vivida; es decir, usan mar- los más sobresalientes. Por ejemplo, la
cos explicativos tomados de otras discipli- validez de la fenomenología hermenéutica
nas. Este es el caso, por ejemplo, de reside en la calidad del texto fenomenoló-
Halpin que interpreta la esperanza de los gico en la medida que hace posible que el
profesores desde la doctrina tomista de la lector reconozca y evoque significativa-
esperanza teologal. Fue así como se puso mente su propia experiencia en la descrip-
en imperiosa evidencia la necesidad de ción ofrecida. Así también, la fenomenolo-
emprender una investigación educativa gía-hermenéutica aspira a desarrollar la
orientada a la cuestión de cómo viven teoría de lo único (no la generalización). Se
realmente los educadores la esperanza por trata de una forma de reflexión pedagógi-
los niños o jóvenes a quienes educan. ca que, partiendo de la experiencia con-
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creta, desvela su significado esencial y


susceptible de ser vivido por cualquier
3. La fenomenología-hermenéutica
persona. La teoría de lo único informa la
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vanmaniana: en pos del significado


de la experiencia acción del educador, posibilitándole res-
3.1. Algunas notas esenciales del método ponder adecuadamente al caso particular,
El punto de partida de la investiga- a la situación pedagógica concreta y a lo
ción dentro del enfoque adoptado es la único de cada niño o joven al que educa
afirmación de que “el método de la feno- (van Manen, 2003). Otra noción distintiva
menología es que no hay método” (van es la idea de competencia docente como
Manen, 2003, 48). En efecto, no cuenta tacto pedagógico, esto es, la capacidad de
con un “método” específico convencional, actuar con seguridad, rapidez y adecuada-
pero se desarrolla a través de un camino mente en los momentos imprevisibles y
(methodos) sistemático, explícito, autocrí- complejos de interacción pedagógica, aten-
tico e intersubjetivo. Un “camino”, por lo diendo en todo momento la singularidad
demás, que está inspirado en la tradición de los educandos (van Manen, 1998).
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De forma práctica, la investigación – Investigar la experiencia del


fenomenológico-hermenéutica se desarro- modo en que la vivimos, y no tal como
lla a través de actividades de naturaleza la conceptualizamos.
empírica (para recoger la experiencia) y de
naturaleza reflexiva (para analizar sus – Reflexionar sobre los aspectos
significados). Algunos de los métodos esenciales que caracterizan el fenó-
empíricos propuestos por van Manen meno.
(2003) son la descripción de experiencias
personales, la entrevista conversacional, y – Describir el fenómeno mediante
la observación de cerca. Por su parte, entre el arte de escribir y rescribir.
los métodos reflexivos fundamentales se
encuentran los análisis temáticos, la – Mantener una relación pedagó-
reducción en sus diferentes modalidades, gica firme con el fenómeno y orienta-
la reflexión lingüística (estudio de etimolo- da hacia él.
gía y expresiones lingüísticas cotidianas) y
la entrevista conversacional. Así también, – Equilibrar el contexto de la
a lo largo de la investigación intervienen investigación considerando las partes
dos impulsos metodológicos básicos: la y el todo.
reductio o reducción (distintos métodos de
reducción que intentan superar las capas 3.2. Los hitos de una travesía
de significado hasta llegar a lo esencial) y El punto de partida de la investiga-
la vocatio o dimensión vocativa (estrate- ción ha sido la determinación de la espe-
gias de escritura para la creación del texto ranza como una experiencia realmente
fenomenológico). Cabe destacar que la significativa para los educadores. Desde
escritura tiene un papel principal, ya que el inicio se ha interrogado la dimensión
la investigación se concibe como una acti- vivida: ¿qué es?, ¿cómo la viven los educa-
vidad textual permanente. dores?, ¿cuáles son sus cualidades esen-
ciales?, etc. Como se ha indicado ya, para
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En lo que respecta al diseño de la explorar la identidad del fenómeno se
investigación, van Manen (Ibíd.) sugiere llevó a cabo una comparación inicial con revista española de pedagogía
una estructura metódica general que supo- fenómenos similares o relacionados. A
ne un cierto orden implícito, aunque en la continuación, se realizó una extensa revi-
práctica no se desarrolla de forma secuen- sión de las principales teorías y autores
cial sino simultáneamente poniendo el que han estudiado el fenómeno desde
énfasis en alguna de ellas en determinados diversas áreas disciplinares (filosofía, lin-
momentos de la investigación. Los princi- güística, teología, medicina, psiquiatría y
pios que caracterizan esa estructura meto- enfermería, psicología y ciencias de la
dológica general son éstos: educación). La obtención de indicios de
estructuras de significado resultante de
– Centrarnos en un fenómeno que este estudio condujo a una reformulación
nos interesa verdaderamente y nos de las preguntas de investigación inicia-
compromete con el mundo. les. Del mismo modo, al inicio del trabajo,

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se explicitaron por escrito las comprensio- de la esencialidad de los temas (reducción


nes personales previas y los prejuicios fenomenológico-hermenéutica). De forma
(personales o teóricos) desde los que la simultánea, se han ido redactando trans-
investigadora se aproximaba al fenómeno formaciones lingüísticas de los hallazgos
para evitar, de esta forma, que los prejui- (integradas y perfeccionadas en el texto
cios previos determinaran la obtención fenomenológico final). Así, desde el
del significado de la experiencia. momento en que dispusimos del primer
grupo de descripciones, aplicamos el
La recogida de material experiencial método del análisis temático. Las pregun-
se ha basado en las descripciones de la tas clave que usa este método para exa-
experiencia vivida (DEV) de un grupo de minar la experiencia son: ¿de qué es ejem-
profesores (pertenecientes a todos los plo este ejemplo? y ¿cuál es el eidos de esta
niveles educativos y diferentes ámbitos experiencia? Este análisis se verifica de
geográficos españoles). Estas DEVs se tres formas diferentes, que suponen un
han recogido mediante entrevistas con- acercamiento diferente al texto. En un
versacionales y/o escritura de protocolos primer nivel se realiza la reflexión macro-
en forma de anécdotas y relatos, y han temática, como aproximación holística o
experimentado un proceso de elaboración sentenciosa, que supone analizar el texto
que, de modo general, ha seguido la como un todo, buscando un significado
siguiente secuencia: a) Entrevista conver- revelador sobre la experiencia. En un
sacional, b) Escritura de descripciones, c) segundo nivel, se lleva a cabo la reflexión
Formulación de preguntas, d) Entrevista micro-temática, que, a su vez, se verifica
conversacional, e) Re-escritura de des- de dos formas: a) Como aproximación
cripciones, f) Re-formulación de descrip- selectiva o de marcaje, leyendo completa-
ciones en el texto fenomenológico final. mente el texto varias veces para detectar
Más adelante, se han estudiado otras una frase especialmente reveladora de
fuentes valiosas de material experiencial sentido, y b) Como aproximación detalla-
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como las DEVs en la literatura, así como da o línea a línea, intentando desvelar el
el análisis de escenas de algunas pelícu- significado en cada una de las frases o de
las. En la etapa final de la investigación grupos de frases. Este análisis ofreció una
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se confrontó el texto fenomenológico gran cantidad de indicios de estructuras


resultante con algunos –escasos– textos esenciales en forma de afirmaciones
pedagógicos fenomenológicos que han temáticas. El siguiente paso consistió en
abordado la esperanza humana y la espe- constatar cuáles de estos significados
ranza pedagógica (Bollnow, 1962, 1989; y eran esenciales para el fenómeno de la
van Manen, 1983, 1985). esperanza. Mediante el método de la
variación imaginativa libre, ideado por
Para el análisis fenomenológico-her- Husserl (Spiegelberg, 1994) y adoptado
menéutico del material experiencial se por van Manen, se constató si la supre-
han adoptado los siguientes métodos: a) sión imaginativa de determinado tema
Análisis temático, b) Aislamiento de afir- modificaba la experiencia o si ésta perdía
maciones temáticas y c) Determinación su integridad. También en esta etapa se
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aplicó de forma intensiva el método de la


reducción hermenéutica. Se trataba de
3.3. La esperanza pedagógica al descu-
una actitud de apertura constante y radi-
bierto
El conjunto de estructuras esenciales
cal hacia el fenómeno. Esto supuso la halladas, así como las relaciones que
epojé de los prejuicios, proyectos previos éstas mantienen entre sí y con el fenóme-
de sentido y teorías tanto personales no, constituye los hallazgos de la investi-
como de los participantes. Se pretendía gación. El propósito concreto, final y más
en este caso verificar estas pre-compren- deseado de la metodología vanmaniana
siones en la “cosa misma” del texto para consiste en la creación de un texto feno-
llegar a su sustitución, incorporación menológico evocativo, con cualidades más
matizada o convalidación. bien poéticas, que permita al lector no
sólo captar el significado cognitivo de la
Esta aplicación de los métodos reflexi- experiencia, sino también el significado
vos se verificó de forma circular y simul- no-cognitivo (ético, relacional, pático, etc.)
tánea en muchos momentos. En efecto, que penetra toda vivencia, en nuestro
cada una de las fases requería de los caso, educativa. Como bien indica van
hallazgos de las fases anteriores y prepa- Manen (2007, 26) [6]:
raba las siguientes. Dicho de otro modo, el
análisis de cada uno de los significados “La fenomenología formativamen-
conllevaba la aplicación simultánea de los te informa, reforma, transforma, per-
distintos métodos reflexivos. De la misma forma y preforma la relación entre ser
forma, se dio una especie de “movimiento” y práctica. In-formativamente, los
circular entre el esfuerzo descriptivo e estudios fenomenológicos hacen posi-
interpretativo de la investigadora. Se ble consejo y orientación solícita. Re-
trata, esencialmente, del movimiento formativamente, los textos fenomeno-
entre el sentido objetivo de la experiencia lógicos nos hacen una demanda,
(presente en los relatos) y las propias pre- cambiándonos en la dirección de aque-
comprensiones acerca de ella. Este proce- llo que podríamos llegar a ser. Trans-
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so se comprende desde la noción de círcu- formativamente, la fenomenología
lo hermenéutico según el sentido que tiene valor práctico en la medida en revista española de pedagogía
Gadamer le atribuye en Verdad y Método que alcanza lo más profundo de nues-
(2001). A medida que el análisis progre- tro ser, provocando un nuevo llegar a
saba, se fueron determinando las estruc- ser. Per-formativamente, la reflexión
turas esenciales de la esperanza. Esta fenomenológica contribuye a la prácti-
determinación, a su vez, permitió la dis- ca del tacto. Y pre-formativamente, la
tinción entre los relatos ejemplares de la experiencia fenomenológica otorga
experiencia y los que no lo eran. En con- importancia a los significados que nos
secuencia, fueron descartadas aquellas influyen antes incluso de que seamos
descripciones que carecían de los signifi- conscientes de su valor formativo”.
cados esenciales progresivamente descu-
biertos y que aparecían como ejemplos de La función formativa de un texto
otras experiencias relacionadas. fenomenológico, por tanto, se verifica en
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la experiencia misma de los educadores- gos. Acepta e iniciamos la organiza-


lectores que se ponen a la escucha del ción de la cena: el menú, quién com-
mundo pedagógico que el texto les revela. prará, cuánto valdrá, cómo se cocina-
Como ha expresado Ricoeur (2001, 109): rá, etc. Hacemos salidas a una
“Comprender es comprenderse ante el superficie comercial. La cena va toma-
texto. No imponer al texto la propia capa- do cuerpo. Pero, hay que repartir: toca
cidad finita de comprender, sino exponer- escribir y contar. Se enfada y me dice:
se al texto y recibir de él un yo más — Me habías dicho que no haría-
vasto…”. Este ensanchamiento experien- mos…
cial, en el terreno de la esperanza, del yo — No hacemos…; preparamos
pedagógico del lector es el propósito últi- una cena —le digo.
mo del texto que presentamos a continua- — Entonces lo necesito hacer…
ción. — Entonces será que es “intere-
sante” aprenderlo…
Antes de iniciar su lectura recorda- — Nunca me lo habían dicho así.
mos que en fenomenología hermenéutica Los vínculos se van reforzando.
no se formulan conclusiones, ya que “con- Escribe al ordenador, busca dibujos,
cluir” no es precisamente lo mejor que hace el menú, cuenta lo que vale,
puede hacerse con los significados de la cómo se cocina… y, finalmente, pasa
experiencia vivida. Por el contrario, lo el corrector. Imprime todo, y cuando
que se intenta es “evocar este misterio” ve cuántas hojas salen, exclama:
(van Manen, 2003, 70) de la esperanza — ¡Yo no he hecho esto!
pedagógica en todas su complejidad, — ¿Quién pues…?
ambigüedad e inefabilidad. — Tú, cuando yo no estaba.
Le muestro lo que hizo y cómo
sale. Le muestro que es su trabajo. Se
pone a llorar y dice:
4. La esperanza pedagógica (texto
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— Nadie creerá que he hecho este


fenomenológico)
4.1. La naturaleza de la esperanza peda- trabajo.
Nos reunimos con la madre. Él se
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gógica
“Javier tiene 15 años y está en ter- lo explica. La madre al inicio, casi
cero de secundaria. Ha sido expulsado incrédula, ve el trabajo y rompe a llo-
de tres institutos. Se acordó con ins- rar. Nos serenamos y planificamos el
pección que asistiría a este centro (en encuentro en el centro con el profeso-
que trabajamos dificultades escolares) rado”.
durante tres tardes en lugar de ir a al (Psicopedagoga de un centro de
suyo. Así se quiere evitar una nueva reeducación)
expulsión. Javier accede a condición
de ‘no hacer los deberes’. Él no cree “Nunca me lo habían dicho así”… Y,
que se pueda hacer nada y no viene tal vez, nunca le habían tratado así, ni
aquí a gusto, ni por deseo propio. Le le habían mirado así… En el fondo,
planteo hacer una cena con sus ami- nunca habían esperado de él así. ¿Qué
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es esta manera de decir, de tratar, de las mil y una vicisitudes de la vida cotidia-
mirar y de esperar? ¿Qué revelan las na escolar movida al compás de las sucesi-
palabras, actitudes y acciones de esta vas esperas: “espero que os portéis bien…”,
psicopedagoga? “espero que acabemos este tema…”, “espe-
ro que aprobéis este examen…”.
Al examinar reflexivamente nuestra
práctica educativa cotidiana se hace Con todo, no toda forma de concebir y
patente que aquello a lo que llamamos tratar de alcanzar las metas es esperan-
“esperanza” está en juego en nuestras zada. Paradójicamente, existe una forma
relaciones con los niños o jóvenes de quie- de dedicación a los “objetivos educativos”
nes somos responsables. La esperanza que nos aparta de la esperanza. En efec-
actúa. La esperanza, muchas veces, nos to, cuando ésta se reduce a un simple
falta. La perdemos o la recobramos. hábito de espera, a una simple consecu-
Sabemos de qué hablamos cuando nos ción de objetivos planificados, permanen-
referimos a ella y, con todo, ¿es posible temente controlados y evaluados, ha per-
desvelar el secreto de lo que muchos edu- dido su impulso originario, su misma
cadores ofrecen? ¿Cuál es la naturaleza esencia. Lamentablemente, nuestros dis-
esencial de la esperanza vivida por los cursos sobre la eficacia, la calidad educa-
educadores? tiva, los niveles de aprendizaje, etc., pue-
den estar empleando un lenguaje “con el
Ante todo, es necesario aproximarse a que no se puede describir nuestro ‘estar’
un hecho fundamental: la esperanza con los niños en el sentido de estar pre-
pedagógica emerge en un contexto muy sentes con esperanza… Es un lenguaje
singular: en el seno de la relación pedagó- incorpóreo del que sistemáticamente se
gica. En efecto, entre un educador (profe- ha excluido la esperanza” (van Manen,
sor, orientador, padre, etc.) y un menor 2004, 86). La esperanza pedagógica va
confiado a su responsabilidad se estable- más allá. El esperanzado, básicamente,
ce, de forma espontánea, una forma única confía “de modo más o menos firme en la
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de relación (van Manen, 1998). Una rela- realización de las posibilidades de ser que
ción que se caracteriza por ser intencional pide y brinda su espera vital” (Laín revista española de pedagogía
y —en condiciones normales— orientada Entralgo, 1984, 573) y, como educador,
hacia el desarrollo y el bienestar del niño atiende a lo que será de este niño o joven;
o joven educando, lo que conlleva una a lo que podrá llegar a ser… Más aún, su
manera definida de percibirse, tratarse e vinculación con ese futuro posible es tan
influirse. íntima que el educador, en realidad,
orienta su esperanza —sépalo o no—
Lo pedagógico de la esperanza supone hacia “lo que él espera que sea” y, sobre
también que “siempre tiene que ver con la todo, hacia “lo que él va a posibilitar y a
capacidad de distinguir entre lo que es contribuir que sea”.
bueno y lo que no es bueno para los niños”
(van Manen, 1998, 26). Esta intencionali- Esta forma de esperanza, a su vez,
dad constituye la brújula para navegar en está penetrada de realismo. No es inter-
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pretación ingenua de la realidad, ni des- ser una “razón” plausible de nuestra falta
conocimiento o negación de la misma. de esperanza. Para avanzar, sin embargo,
¿Quién ignora que el terreno de la educa- la esperanza no depende absolutamente de
ción es frecuentemente árido y pedrego- los medios deseables. Tan sólo existe un
so? Y, sin embargo, ¿en qué otro lugar ingrediente esencial: el propio educador y
puede anclarse la esperanza del educa- —más concretamente— su compromiso
dor? Porque sólo este anclaje firme en la pedagógico por encima de los condicionan-
realidad impide que las dificultades la tes de la circunstancia educativa vivida.
pongan a la deriva. Con todo, “realidad”
significa también todo lo que de positivo, También el soñar despiertos es una
potencial, bueno y favorable hallamos en exigencia de la esperanza, por ser ésta
las personas, las situaciones, los medios, “capaz de visualizar un estado de cuestio-
etc. Ciertamente este conocimiento es nes que aún no existen y, más aún, capaz
mucho más difícil de localizar, aprehen- de anticipar y preparar el terreno para
der y abarcar. Las dificultades de apren- algo nuevo” (Halpin, 2001b, 395). ¿Cómo
dizaje pueden ser evaluadas, detectadas y enlazar esta anticipación del futuro dese-
determinadas hasta cierto punto, ¿pero, able con la realidad presente, con mucha
quién se atrevería a determinar la máxi- frecuencia tan diferente a lo anhelado?
ma capacidad de un niño o de un joven Justamente la esperanza tiene la habili-
para el aprendizaje? ¿Quién puede perfi- dad de navegar entre estos dos mundos,
lar las fronteras de la educabilidad de llevando a un lado de la orilla lo que reco-
cada niño o joven confiado a nuestra res- ge en el otro lado.
ponsabilidad pedagógica? ¿Quién es
capaz de determinar la potencialidad for- ¿Reto o problema? ¿Implicación perso-
mativa real de una situación educativa nal o carga añadida de trabajo? ¿Proceso
que hemos “previsto” o el grado de de cambio o inestabilidad profesional?
influencia que tenemos sobre un alumno? Cuestiones éstas del todo pertinentes,
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Atada firmemente en el terreno de las porque también la esperanza pedagógica


dificultades de la experiencia educativa, integra la capacidad de percibir de forma
la esperanza pedagógica se eleva en vuelo alternativa y positiva la situación peda-
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inseguro al cielo abierto de “lo posible”. gógica concreta que le toca vivir al educa-
dor. La esperanza, que agudiza la mirada
Un niño es, por definición, posibilidad crítica para con las circunstancias pre-
de ser. La esperanza del educador le hace sentes, permite hacernos ciertamente
vislumbrar lo que queda más lejos, lo que también inconformistas ante cualquier
está más allá, escondido muchas veces en respuesta fácil… o, si se quiere, fácilmen-
el fondo de una apariencia de fracaso. te negativa. Con todo, esta percepción no
Pero, ¿qué sucede con los medios y recur- es algo dado previamente ni de forma
sos de que dispone el educador? espontánea. Es algo, por el contrario,
Ciertamente, éstos no tienen este amplio fruto del esfuerzo reflexivo y de la inicia-
margen de posibilidad. “No tengo suficien- tiva personal (a menos que se trate de
tes recursos, apoyo, preparación…” puede una mera actitud de optimismo fácil).
128
La esperanza pedagógica: una mirada fresca y profunda a la experiencia...

“El profesorado estaba esperando, caminar en penumbras… Es una búsque-


simplemente, que Alberto acabara el da: “¿cómo puedo ayudarle?”, “¿qué debo
curso; y, como ya estaba en la edad hacer?”, “¿me estaré equivocando?”,
límite, que se marchara del Instituto. “¿cambiará algo?”, “¿hemos perdido lo
Sin embargo, pensé que los pocos ganado?”. La esperanza, ciertamente, no
meses que le quedaban no podían ser exime de pasar por momentos de impo-
un sinsentido. Si ni el aula ordinaria, tencia, de cansancio, de desánimo; sobre
ni el taller funcionaban, había que todo cuando las relaciones interpersona-
probar otra cosa para que, al menos les son complejas, las responsabilidades
algunos días, estuviera a gusto y son muchas, o el vínculo con el educando
aprendiera algo útil”. es débil. La esperanza está acompañada
(Psicopedagogo de un IES público) igualmente de preocupación, no sólo como
pre-ocupación de la mente por todo aque-
Este psicopedagogo no se resigna a llo que el día a día educativo reclama de
que el presente educativo de Alberto nosotros sino de preocupación como sufri-
transcurra insustancialmente hacia el miento pedagógico (van Manen, 2002a),
futuro. Se niega a que este tiempo sea formando así parte de una vida pedagógi-
sólo la sala de espera del fracaso escolar. ca que alcanza una auténtica profundidad
Ciertamente, podemos vivir en el futuro ética. Sin embargo, como se refleja en los
—como los otros profesores de Alberto—, siguientes párrafos, de lo anterior no se
pero sólo el futuro abierto pertenece a la deriva que haya lugar para la parálisis en
esperanza (Bollnow, 1962). El futuro una vida pedagógica que quiere ser espe-
cerrado es el tiempo de nuestras esperas ranzada.
cotidianas y sucesivamente superadas.
El futuro abierto es el de nuestra espe- 4.2. ¿Cómo actúa la esperanza?
ranza más grande que las integra. La Una profesora de instituto comenta
esperanza pedagógica transita desde ese respecto de una alumna que llegó, a
futuro inmediato —que la planificación mitad de curso, derivada de otro centro:
año LXIX, nº 248, enero-abril 2011, 119-144
curricular intenta configurar— hacia “Esperamos en su capacidad de cambio:
ese futuro distante que vislumbra en un tratamos a Cristina como si nosotros no revista española de pedagogía
amplio horizonte para sus alumnos. Ese supiéramos nada de sus ‘sucesos pasa-
tránsito no siempre es fácil, pero la dos’. Pensamos darle una oportunidad.
esperanza genuina condensa hábilmen- Puede ser que hiciera algo mal, pero tam-
te su aspiración de futuro en el “aquí bién que le condicionaran sus compañe-
y ahora” de la situación pedagógica ros. Teníamos que darle una oportunidad
concreta. en este centro porque aquello podía ser
una cosa puntual. La situación del otro
Con todo, la esperanza no es un antí- instituto no la sabíamos bien detallada.
doto contra la inseguridad y la incerti- En las reuniones de evaluación los profe-
dumbre. En el camino de la esperanza se sores comentábamos: ‘En mi clase no se
avanza a tientas; se avanza y se retroce- porta tan mal…’, ‘En mi clase trabaja…’,
de; se deja uno guiar por la luz y admite ‘Bueno, a veces salta un poco, pero…’ Allí

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Raquel AYALA CARABAJO

salieron estos comentarios: ‘Como si no Esta forma de abrirse invita a vivir la


supiéramos nada…’; ‘Nosotros debemos paciencia por los niños y jóvenes. De este
tratarla normal y exigirle lo mismo que a modo, la paciencia que brota de la espe-
los demás’; ‘Pero normal: sin recriminarle ranza “consiste con seguridad en no ofen-
y sin decirle «es que vienes inhabilita- der, en no maltratar al otro; más exacta-
da…»’; ‘Como si hubiera llegado como mente, en no tratar de sustituir por la
muchos alumnos que vienen de otros paí- violencia el ritmo del otro por el propio
ses y se incorporan más tarde’; ‘Tratarla ritmo. A ese otro no hay que tratarlo
normal sin preguntarle «A ver, ¿qué como a una cosa desprovista de ritmo
hiciste?»’ ”. Al no etiquetar a esta adoles- autónomo, y que, por consiguiente, se
cente por su pasado, este grupo de profe- podría forzar o plegar a gusto. En forma
sores pudieron ofrecerle la oportunidad afirmativa, digamos ahora que consiste
de ser de otro modo en su nuevo instituto. en confiar en un cierto proceso de creci-
Fueron abiertos. En un sentido profundo, miento o de maduración” (Marcel, 1954,
ser abierto es querer dejarse decir algo 44).
por el otro, algo que es suyo, que es él
mismo: “La mayoría de mis alumnos fue-
ron, pues, como lo fui yo mismo, niños
“En el comportamiento de los y adolescentes con dificultades escola-
hombres entre sí lo que importa es… res más o menos grandes… Eran mis
experimentar al tú realmente como alumnos… Parte de mi oficio consis-
un tú, esto es, no pasar por alto su tía en convencer a mis alumnos más
pretensión y dejarse hablar por él. abandonados por ellos mismos de que
Para esto es necesario estar abierto. la cortesía predispone a la reflexión
Sin embargo, en último extremo esta más que una buena bofetada, de que
apertura sólo se da para aquél por la vida en comunidad compromete, de
quien uno quiere dejarse hablar, o que el día y la hora de entrega de un
año LXIX, nº 248, enero-abril 2011, 119-144

mejor dicho, el que se hace decir algo ejercicio no son negociables, de que
está fundamentalmente abierto” unos deberes hechos de cualquier
(Gadamer, 2001,438). modo deben repetirse para el día
revista española de pedagogía

siguiente, de que esto, de que aquello,


La esperanza de un educador no sólo pero de que nunca, jamás de los jama-
le impulsa a estar abierto para permitir ses, ni mis colegas ni yo les dejaría-
que el educando le “diga” lo nuevo que mos en la cuneta” (Pennac, 2008, 143,
hay en él, sino que suscita ese mismo cursivas originales).
“decir”. En este sentido, ofrece genuinas
oportunidades. Es él quien tiene la auto- No es difícil imaginar el combate dia-
ridad para concederlas y, además, quien rio de este profesor: no estaba dispuesto a
tiene la madurez, el conocimiento y la transigir ni negociar con sus alumnos en
experiencia para disponer las circunstan- ciertas exigencias. De otro modo, ¿para
cias de manera que se conviertan en qué “complicarse” más con esos deberes y
auténticas oportunidades educativas. esos alumnos? No querer nunca dejarles
130
La esperanza pedagógica: una mirada fresca y profunda a la experiencia...

en la cuneta supone la complicada opción ron. Les debemos la vida” (Pennac,


por la exigencia. Porque no es el camino 2008, 36).
fácil, ni para el educador, ni para el edu-
cando. Y, sin embargo, es exigencia de la Tal como aconteció con los profesores
esperanza: “espero en ti…”, “espero que de Daniel Pennac, en todo momento la
tú…”, “espero de ti…”. Se trata de exigir esperanza se revela como “una fuerza
unos “máximos”, sabiendo que exigir el amiga que activa la vida y que estimula
máximo a un niño o joven es siempre exi- las fuerzas del hombre, capacitándolo
gir “un” máximo a “ese” alguien concreto. para lograr rendimientos que de otra
manera no alcanzaría” (Bollnow, 1962,
Por otra parte, desde que Pigmalión 74, cursivas originales). Esta fuerza
está en nuestras aulas, allí donde el edu- amiga viene en ayuda del educador impri-
cador espera encontrar algo no es raro miendo energía a su acción docente y, de
que lo encuentre. Sin embargo, el fenóme- este modo, “tiene un rol creativo en el
no de las expectativas interpersonales va impulso del desarrollo de soluciones crea-
más allá: allí donde el educador espera tivas para las dificultades aparentemente
encontrar algo, aun siendo ese algo intratables” (Halpin, 2001b, 395).
inexistente, lo crea. O, mejor dicho, el
niño o el joven lo crea para él (Rosenthal, Todo lo dicho hasta aquí no debe
1994). A pesar de ello, no todas las expec- hacernos olvidar que cada cierto período
tativas llegan a convertirse en genuina de tiempo los niños o jóvenes que están
esperanza; mientras que lo contrario es bajo nuestra responsabilidad son susti-
más que cierto: toda esperanza auténtica tuidos por otros. Es entonces cuando los
desarrolla expectativas positivas activan- vínculos establecidos, las vicisitudes com-
do mecanismos —¡tan sutiles como efica- partidas y las responsabilidades asumi-
ces!— para hacer que tal o cual niño con- das con esos niños o jóvenes concretos
creto realmente “lo consiga” o “lo sea”. llegan a su fin. ¿Qué sucede con la espe-
ranza que por ellos un día albergamos?...
año LXIX, nº 248, enero-abril 2011, 119-144
“Los profesores que me salvaron es la pregunta obligada. Cuando esos
—y que hicieron de mí un profesor— alumnos se nos olvidan, queda atrás la revista española de pedagogía
no estaban formados para hacerlo. esperanza vivida por ellos. Otros vienen a
No se preocuparon de los orígenes de ocupar su lugar, no tardando aquellos
mi incapacidad escolar. No perdieron mucho tiempo en dejar de estar presentes
el tiempo buscando sus causas ni en nuestra memoria, siendo entonces los
tampoco sermoneándome. Eran adul- nuevos los que vienen a ser el objeto de
tos enfrentados a adolescentes en nuestra preocupación, los que acaban
peligro. Se dijeron que era urgente. absorbiendo nuestra atención y requirien-
Se zambulleron. No lograron atrapar- do nuestro esfuerzo. Es verdad que no
me. Se zambulleron de nuevo, día todos son reemplazados tan fácilmente:
tras día, más y más… Y acabaron hay, ciertamente, algunos que no pueden
sacándome de allí. Y a muchos otros irse sin dejar una profunda huella; sobre
conmigo. Literalmente, nos repesca- todo aquellos por los que hemos sufrido
131
Raquel AYALA CARABAJO

mucho más. Sin embargo, el recuerdo no ca recibida en todo esto? Lo cierto es que
es suficiente. Es necesario el contacto, la realidad no parece apoyar tal supues-
algo que es mucho más que una simple to. Aunque es posible encontrar profeso-
presencia; que es conocimiento del alum- res que, poseyendo una rica preparación
no, influencia real sobre él y sobre su pedagógica, ciertamente son pedagogía,
vida, posibilidad próxima de ayudarle y también es posible encontrar a otros
educarle. Porque si no tenemos ya ningu- muchos profesores que, aun teniendo una
na posibilidad de hacer algo por él, si en formación disciplinar más que una pro-
su futuro no tiene cabida nuestro ser y piamente pedagógica, son capaces de res-
nuestro quehacer, podemos “esperar que catar con la esperanzada enseñanza de su
le vaya bien…”, “que acabe graduándo- materia a innumerables niños y jóvenes
se…”, “que madure…”, pero nos resulta de situaciones de inminente fracaso.
imposible vivir la esperanza por él.
Entonces, ¿cuáles son las condiciones
Con todo, la esperanza no es una para la vivencia de la esperanza? En rea-
experiencia efímera. Los momentos con- lidad, la respuesta a esta pregunta se
cretos de esperanza vividos con ellos y encuentra muy cerca, ya que hay indicios
ellas son huella, impresión profunda y de ella en el lenguaje que comúnmente
duradera, que mantienen la motivación e usamos. Abrigamos y alimentamos a los
ilusión en momentos de desánimo y ayu- pequeños porque comprendemos que su
dan a afrontar los retos presentes. vulnerabilidad es tal que sin nosotros no
saldrían adelante. Abrigamos y alimenta-
4.3. Las condiciones de la esperanza mos también nuestra esperanza porque
pedagógica su crecimiento depende del cuidado que
“La esperanza es cosa de profesores pongamos. Pero, ¿de qué se alimenta una
novatos”. Es posible que alguna vez haya- frágil e incipiente esperanza, como la que
mos escuchado algo así. Con todo, si es a veces poseemos? Alimento de la espe-
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cierto que algunos afirman que los años ranza son las convicciones en las que se
han desgastado su esperanza, otros ase- sustenta la acción pedagógica: la influen-
guran que su inexperiencia y su desespe- cia del educador, el valor de la educación
revista española de pedagogía

ranza van de la mano. Pero, ¿en qué se y la posibilidad de cambio que pertenece
fundamentan convicciones de este tipo? intrínsecamente a los niños y jóvenes.
Pregunta ésta del todo pertinente, dado
que la experiencia cotidiana nos muestra La primera reacción de Albert Camus
que existen profesores de larga trayecto- al recibir el Premio Nobel de Literatura
ria docente con una esperanza tanto más (1957) fue la de escribir una cálida carta
profunda cuantos más años acumulan. O de agradecimiento a su maestro de infan-
también, en dirección opuesta, que se cia a quien sentía que le debía ese honor:
encuentran algunos “novatos” que no sin su ayuda no hubiera llegado hasta allí
ceden terreno y mantienen a salvo la (Camus, 2003). ¿No es asombroso el gesto
esperanza por sus alumnos. ¿Quizás de Camus? ¿Pensaría el señor Germain
tenga algo que ver la formación pedagógi- que uno de sus pequeños alumnos —huér-
132
La esperanza pedagógica: una mirada fresca y profunda a la experiencia...

fano de padre y de condición humilde— alguna manera, privarlo, retirarle por


llegaría a recibir tal distinción algún día? anticipado” (Marcel, 1954, 55). Si ese niño
¿Sabría él, por aquel entonces, la enorme o joven concreto aún puede cambiar, toda-
influencia que sobre ese niño tenía? ¿La vía quedan cosas por intentar; por ejem-
intuiría siquiera? No lo sabemos con cer- plo, ¿dándole los medios por los cuales
teza. Pero, “uno de sus pequeños escola- pueda responder a esa espera?
res” no la olvidaría nunca (Ibíd., 295). La
influencia del educador sobre el educando Sin embargo, estas y otras conviccio-
es un fenómeno básico en la experiencia nes no se arraigan de forma espontánea;
educativa. Difícilmente se escapa de ella. requieren cultivo. Se trata de mantener
Quien tiene esperanza ha comprendido el una actitud reflexiva, ejercitándose en la
poder de esta influencia y cree en ella. solicitud esperanzada que nos predispone
Cree que el educador adquiere una fuerza para afrontar el momento pedagógico con-
moral, intelectual y afectiva capaz de creto. La solicitud pedagógica es “una
marcar definitivamente la vida del niño o capacidad reflexiva, que nace de la refle-
del joven con el que mantiene una rela- xión detenida sobre las experiencias pasa-
ción pedagógica. Es consciente de que das; y ahora, en la inmediatez de tener
existen muchas otras influencias podero- que actuar en este momento, ese énfasis
sas, emergentes, envolventes; pero —por se pone en ‘sentir’ qué es lo importante en
encima de todas ellas— está convencido esta situación concreta” (van Manen,
de que la influencia pedagógica tiene la 2004, 49).
posibilidad de prevalecer. No hace falta
ser esperanzado para ejercer esta influen- ¡Con cuanta frecuencia abrigamos
cia, pero hace falta creer en esta influen- esperanzas! Pero, ¿de qué mal tiempo las
cia para ser realmente esperanzado. resguardamos? ¿Quizás del fuerte zaran-
deo proveniente de las corrientes de opi-
Otra convicción fundamental es la nión que contradicen e intentan derrum-
posibilidad de cambio perteneciente a toda bar estas razones para esperar? El “se
año LXIX, nº 248, enero-abril 2011, 119-144
vida joven. O yendo más lejos todavía: dice” y “se piensa”, ciertamente, es tanto
toda persona, en medio de todo tipo de con- más peligroso cuanta menos oposición revista española de pedagogía
dicionamientos y más allá de ellos, “como encuentra en nuestros contextos educati-
ser inacabado que es, puede serlo todo” vos. El “se…” anónimo que se esconde
(Bloch, 1980, 15). En este sentido, tener (detrás de las estadísticas, de los mass
esperanza en el educando supone “esperar media, de los informes de todo tipo) es, sin
de él algo indefinible, imprevisible; darle, duda, el protagonista de una cierta atmós-
a la vez, en cierto modo el medio por el fera pesimista que colorea nuestra rela-
cual podrá responder a ese esperar. Sí, por ción con las generaciones jóvenes.
paradójico que pueda parecer, esperar es,
en cierto modo, dar; pero lo inverso no es Por lo demás, cuando digo: tengo espe-
menos verdadero: no esperar más es con- ranza, la doy, me la quitan, la desecho, la
tribuir a herir de esterilidad al ser de pierdo… estoy indicando que soy Yo quien
quien ya no se espera nada; es, pues, de espera, o lo que es lo mismo, que tal espe-
133
Raquel AYALA CARABAJO

ranza es una posesión personal. En reali- educandos: “¡Te acepto!”. Aceptación que
dad, como educador uno contrae una obli- implica un mayúsculo compromiso:
gación no con la escuela, no con los padres, “¡Acepto dedicarme a ti!”. Es el afecto
no con los directivos… (aunque también), pedagógico. Ahora bien, la alianza esta-
sino con esos niños, con esos adolescentes blecida entre el afecto y la esperanza es
y esos jóvenes concretos. O lo que es lo de gran fertilidad: el afecto moviliza al
mismo, uno se compromete consigo mismo educador a buscar caminos para llegar al
a educarles. Así pues, comprometerse a alumno, mantiene la confianza del educa-
educar a alguien es obligarse uno mismo a dor, modela la visión que éste tiene del
tener que mantener la esperanza por él o alumno, lo hace comprensivo para con él,
por ella. Compromiso éste que hace posi- lo mantiene atento y disponible al edu-
ble afrontar el reto de esperar contra toda cando, y se convierte en prueba patente
des-esperanza… ajena. de aquel “¡espero en ti!”.

Pero, ¿quiero a estos niños porque De modo recíproco, todo educador


espero en ellos o espero en ellos porque espera normalmente ser correspondido,
los quiero? Probablemente no podamos escuchado, atendido y comprendido por
nunca resolver este enigma de la pedago- los alumnos. La respuesta del educando
gía, lo cierto es que existe un vínculo mueve los resortes de nuestra acción
estrecho entre la esperanza y el amor pedagógica, aunque sea inconscientemen-
pedagógicos: te. Pero, con mucha frecuencia, ese movi-
miento se paraliza y se levanta un muro:
“El profesor no elige a sus alum- el niño o el joven no aprende, no escucha,
nos. Contrariamente a lo que ocurre no comprende, no responde, no cumple,
con los padres… el profesor no desa- no progresa, no reconoce… Esto no obsta
rrolla un vínculo que se base en la para que pueda seguir prevaleciendo la
sangre, sino que, de forma más sim- decisión de acercarse, de buscar, de inten-
año LXIX, nº 248, enero-abril 2011, 119-144

ple, el profesor encuentra a los niños tarlo de nuevo… aceptando el hecho de no


cuando aparecen en su clase… ‘Y su ser correspondido. Es así como el educa-
mirada, la mirada del educador, los dor se hace capaz de saltar por encima de
revista española de pedagogía

abraza a todos y los acoge’ (Buber, ese muro para entrar en el terreno donde
1970, 29). crece la esperanza; para continuar, a
pesar de que el educando no colme la
“En ese gesto se basa la vocación, medida de sus esfuerzos. Posiblemente
la grandeza del educador. El amor sea en el secreto fondo de ese gesto de
pedagógico del educador para con gratuidad pedagógica donde encontremos
estos niños se convierte en la condi- el resorte de la responsabilidad ética: “En
ción previa para que exista la relación la aparición del rostro hay un manda-
pedagógica” (Van Manen, 1998, 80). miento, como si alguien superior me
hablase” (Lévinas, 1991, 83). Como seña-
Todo profesor necesita tomar esta la este filósofo de la alteridad, cada vez
decisión primordial ante cada uno de sus que me encuentro frente a otro —cuyo
134
La esperanza pedagógica: una mirada fresca y profunda a la experiencia...

inestimable valor se halla en su rostro— saria una doble confianza: confianza en sí


me llama y me obliga a responder de él. mismo y confianza en el otro o en lo otro.
Dejando de esperar reciprocidad resulta Confianza en sí mismo como educador: en
más fácil dar el primer paso, anticiparse, la propia intención pedagógica y en la
tomar la iniciativa. De este modo, nuestro posibilidad de educar. Confianza en lo
hacer de educadores se libera de la nece- otro, en el poder de la educación y en la
sidad de recibir respuesta, de ese peso intrínseca y plena disponibilidad de los
que a tantos lleva a la frustración. La niños y jóvenes a ir siendo más. Confianza
libertad, propia del no-esperar-reciproci- en su posibilidad de cambiar y mejorar, en
dad es lo que vuelve incondicional a la su perfectibilidad.
esperanza pedagógica: esto es, libre de la
necesidad de ver resultados. Sin embargo Se trata, además, de confiar en las
—nueva paradoja— la esperanza pedagó- personas concretas y reales con quienes
gica no es vivida ordinariamente como un me vincula una relación pedagógica aquí
“esperar contra toda esperanza”. y ahora. En ellos sólo puedo confiar. Sólo
Usualmente, la esperanza se alimenta de puedo confiar en que me permitirán ayu-
esperanza, se hace más fuerte cuando darles y enseñarles, en que querrán y
recibe pruebas patentes de que todo ha dejarán que mi influencia sea decisiva.
valido la pena. Confrontado con el límite infranqueable
de la humana libertad, no puedo dejar de
Ciertamente, en muchas ocasiones, el confiar en que querrán, que responderán,
fracaso ensombrece nuestra actuación que aprenderán, que se dejarán ayudar,
pedagógica o la vida de nuestros alumnos influir y educar. Es lo único que podemos
y somos tentados por la desesperanza. De hacer frente a la libertad de cada niño o
ahí que sea frecuente sentir que la espe- joven, esperando que esa confianza des-
ranza y la desesperanza compiten por pierte la suya. Pero, es necesario no dejar
prevalecer. Con todo, “sólo puede haber de confiar, ya que la relación pedagógica
esperanza donde interviene la tentación es siempre una relación asimétrica: el
año LXIX, nº 248, enero-abril 2011, 119-144
de desesperar, de modo que la esperanza educando nos ofrece lo que le damos la
es el acto por el cual esa tentación es acti- posibilidad de ofrecer. revista española de pedagogía
va o victoriosamente superada” (Marcel,
1954, 41). Una superación que viene de la 4.4. El sentido y la importancia de la
confianza; porque la esperanza es “espera esperanza
confiada” (Laín Entralgo, 1984, 162). Sin “Era nueva en el centro. Antes de
embargo, esta confianza no es espontá- empezar el curso, las maestras ‘anti-
nea, ni se origina en el carácter, ni depen- guas’ me explicaban ‘quiénes’ serían
de de la situación vivida, ni es una condi- los que me tocarían este año. Yo sen-
ción previa. Es confianza labrada a base tía que algunos de sus comentarios no
de reflexión solícita. Si toda esperanza es podían ayudarme, por esto decidí no
espera confiada —en la virtus aliena y, al dejarme llevar por las impresiones
mismo tiempo, en la virtus propia (Laín que me dieran sobre mis futuros
Entralgo, 1984)—, al educador le es nece- alumnos.

135
Raquel AYALA CARABAJO

Al poco tiempo, empezamos clases explicarle lo que había pasado.


y conocí a Martín. El niño destacaba Sencillamente, le conté las cosas que
por su inteligencia despierta y se hacíamos en clase y la actitud positi-
ponía muy contento cuando yo le daba va del niño y su afán de colaborar, así
la oportunidad de participar y de cola- como su buen desempeño académico...
borar. Empecé a prestarle más aten- Sólo después, recordé que Martín era
ción, a darle responsabilidades: lo de quien —antes de empezar el
elegí ‘secretario’ para escribir en la curso— me habían hablado mis com-
pizarra y para borrarla, encargado de pañeras ‘advirtiéndome’ lo que ‘me
recoger o repartir los materiales, etcé- esperaba’”.
tera. También veía que era un niño (Maestra de primer curso de pri-
con cualidades de ‘líder’ y que tenía maria)
bastante ‘genio’ —como se suele
decir—, que salía a relucir cuando se Martín se encuentra ante una maes-
impacientaba o se enfadaba con tra que, contra toda la lógica vivida por
alguien. Pero, al mismo tiempo, con él él hasta entonces, le habla como a un
se podía razonar, a pesar de su corta niño de quien espera mucho, le trata con
edad, y disuadirle de pelearse. afecto, le hace responsable de aquello
Un día, inesperadamente, recibí que no sólo puede hacer él, sino que lo
una solicitud por medio de la agenda hace mejor que los demás… No le mira
de Martín: su madre pedía una entre- sospechosamente, no asume una actitud
vista. Cuando me presenté en la sala derrotista ante él, no da por supuesto
de reuniones, la madre me recibió que lo hará mal, no habla de él con otros
acogedoramente diciéndome: ‘Sepa adultos en un tono negativo… Martín
que ha hecho un «milagro» con el descubre su valor de un modo experi-
niño’. Me contó que su hijo era el niño mental y vivo. La imagen de sí mismo,
más ‘terrible’ de su clase el año pasa- que en muchos menores ha marcado
año LXIX, nº 248, enero-abril 2011, 119-144

do: tenía un mal comportamiento, era negativamente el fracaso, se recompone


desobediente, no trabajaba, alborota- y se recupera ante un adulto esperanza-
ba a todos, se peleaba con frecuen- do. La inmensa posibilidad de ser parece
revista española de pedagogía

cia… Ella recibía continuas quejas. estar a flor de piel cuando este adulto
Me costaba creer que de quien me espera de esta forma. Es a partir de ahí
estaba hablando era del niño que yo donde el educando puede atreverse a
conocía. Pero, según decía, este año cambiar, a “ensayar” modos de ser dese-
su hijo era ‘otro’. No alcanzaba a com- ables.
prender cómo podía ser esto. Sólo
sabía que Martín cada día tenía más En realidad, toda persona que la haya
ilusión por venir al colegio y que esta- palpado puede afirmar que la esperanza
ba muy contento. Y ella no había reci- de un educador no es efímera: “¡Qué sería
bido ninguna queja, y veía que el niño ahora de mí si él o ella no hubieran teni-
tenía ganas de trabajar y aprender… do esperanza!”, “¡Qué sería de tal niño y
Yo, en ese momento, tampoco podía de aquel otro si nadie hubiera esperado
136
La esperanza pedagógica: una mirada fresca y profunda a la experiencia...

en ellos de esa forma!” Se comprende tima autoridad: se le percibe como


fácilmente la necesidad de que la espe- alguien digno de respeto y afecto. Ante un
ranza pedagógica esté presente allí donde educador que espera mucho, en efecto, se
quiera que se educa a una persona. Y, sin desata una especie de resorte interno que
embargo, ¡qué difícil se hace trazar el impulsa a estirarse hasta la medida de
terreno de su influencia! Ante la eviden- sus aspiraciones. Con frecuencia, emerge
cia de su inefabilidad, queda el recurso de simultáneamente la disposición a dejarse
intentar sorprenderla in situ, es decir, influir por este educador.
prestando atención a la forma en que
actúa allí donde un educador es esperan- No es menos significativo reconocer
za para quienes están confiados a su res- que un educador esperanzado descubre
ponsabilidad pedagógica. al educando el valor del aprendizaje. Si
este adulto valora y confía en el aprendi-
Una primera nota que distinguimos zaje, despierta en el educando el deseo o
en su actuar es su capacidad para generar la posibilidad de aprender. No puede evi-
confianza. Porque, si bien es cierto que la tar transmitir su vivencia de que lo que
esperanza necesita de la confianza, al enseña es importante, útil y, más aún,
mismo tiempo ésta se convierte en fuente decisivo para sus alumnos. En un orden
de confianza para otros. Los educadores de cosas confluyente, un educador así
colmados por ella trabajan activamente y tampoco puede evitar dejar traslucir su
con energía para cambiar las situaciones convicción positiva que le lleva a conside-
problemáticas en lugar de asumir una rar a sus educandos dignos y capaces
postura derrotista, animan a los cercanos de alcanzar exigentes cumbres intelec-
ofreciendo una perspectiva estimulante tuales.
de las realidades vividas, y asumen la
carga de trabajo que su materialización ¡Qué fuerza tiene también la esperan-
supone. En una palabra, provocan con- za pedagógica para abrir puertas! Si esa
fianza actuando en su derredor como una capacidad de abrirse al educando es uno
año LXIX, nº 248, enero-abril 2011, 119-144
fuerza moral influyente. Muchas veces se de los modos en que actúa la esperanza y
trata de una sutil —pero efectiva— trans- una disposición para ella, es también cier- revista española de pedagogía
misión de esperanza la que nos llega. Es to que vivir experiencias concretas de
un talante confiado al hablar de los alum- esperanza impulsa abrir las puertas más
nos, especialmente de los “peores”; es la enmohecidas de nuestra acción pedagógi-
habilidad de extraer de los recursos su ca. Por ejemplo, rompen nuestros rígidos
máximo potencial; es su ánimo para vivir esquemas sobre determinados alumnos, o
la jornada escolar; es todo esto y mucho trastocan ciertas convicciones personales
más lo que nos plantea un reto y moviliza obsoletas sobre lo que significa vivir la
nuestra propia —¿y tal vez adormila- vida como niño o como joven. Vivencias
da?— esperanza. todas ellas que empujan hacia fuera,
hacia el sentido genuino de lo que es edu-
Quien tiene esperanza, al mismo car, hasta el punto de forzarnos a levan-
tiempo, gana ante los educandos una legí- tarnos de las anticuadas butacas en que
137
Raquel AYALA CARABAJO

descansaban pasivas nuestras teorías innegable hecho de que, en todo tiempo y


sobre la educación y el aprendizaje. lugar, la esperanza de los educadores ha
conseguido transformar completamente
La siguiente anécdota, ofrecida por la existencia de algunas personas. Cursos
un profesor de secundaria, atrae nuestra vitales cuyas trayectorias fascinantes no
mirada hacia la dimensión trascendente se explican sin la intervención de la
de la esperanza pedagógica: influencia transformadora de un educa-
dor esperanzado. Esta es la experiencia,
“Clara debía tener unos doce por ejemplo, de Albert Camus o de Daniel
años. No le gustaba leer. No tuvo nin- Pennac, pero también la experiencia de
gún reparo en reconocerlo un día que muchas vidas “anónimas” (Javier,
debatimos en la clase la importancia Cristina, Alberto, Martín, Clara…), aun-
de la lectura. Para ella, leer era una que no por ello menos testimoniales…
pesadilla. Casi nunca le había intere- ¿Quizás también, al menos en gran parte,
sado un libro. Le dije que no se preo- de nuestra propia vida?
cupara, pero le pedí un favor: ‘Mira, a
veces reclaman mi opinión sobre algu- 5. Consideraciones finales
nos libros. Sencillamente tengo que Cuando una investigación fenomeno-
decir que si me han gustado o no y si lógico-hermenéutica llega a su término,
quiero puedo dar alguna razón. Como queda una honda impresión: uno se sien-
a ti no te gusta leer, tu opinión será te como el viajero al final de una larga y
muy valiosa, porque si encontramos fascinante travesía o como alguien que ha
un libro que te interese será el no va compartido un buen rato con una persona
más’. Clara aceptó la propuesta y se penetrada de sabiduría de la vida. En
convirtió en una lectora. Posterior- una palabra, uno vuelve experimentado.
mente se licenció y ahora trabaja de Esto es así porque la fenomenología her-
cuenta-cuentos”. menéutica, de un modo riguroso y siste-
año LXIX, nº 248, enero-abril 2011, 119-144

(Profesor de primero de ESO) mático, nos permite acceder a los recóndi-


tos pozos de la experiencia humana donde
Una joven cuenta-cuentos amurallada se hallan depositados los estratos profun-
revista española de pedagogía

tras la negativa de leer. ¿Qué hubiera dos del significado vivido.


sucedido si este profesor no se hubiera
atrevido a proponerle la lectura? No lo Mediante las actividades descriptivas
podemos saber, ciertamente, pero sí que (DEVs, entrevistas conversacionales,
podemos imaginar que probablemente observación de cerca, etc.), estos estratos
ahora Clara no sería esta Clara. Sin haber son explorados evitando en todo momento
tenido esta oportunidad, indudablemente, perder ese sentido original que tienen las
sus mejores cualidades hubieran quedado vivencias humanas a nivel pre-reflexivo y
ignoradas por ella misma y por los demás. pre-teórico. Empresa ardua y atrevida,
puesto que comprendemos que toda expe-
Lo que parece una simple anécdota riencia recogida —al ser plasmada de
escolar condensa maravillosamente el forma textual, principalmente— ha perdi-

138
La esperanza pedagógica: una mirada fresca y profunda a la experiencia...

do ya parte de ese sentido. Con todo, la tas satisfactorias —esto es, significativas
fenomenología-hermenéutica asume este para la vida real— a preguntas como las
reto apoyada en la convicción de que la siguientes: ¿Qué significa ser pedagógica-
esencia de las experiencias vividas —en mente “competente”? ¿Cómo se constata
este caso, pedagógicas— puede desvelar- que una teoría es válida en pedagogía?
se si el investigador permanece orientado ¿Qué valor tiene la generalización del
hacia el fenómeno de una forma despre- conocimiento pedagógico? Al mismo tiem-
juiciada, firme, profunda, rigurosa y libre po, esta forma de teorización —al poner
de otros intereses (no-pedagógicos, en su mira en la formulación de una teoría
nuestro caso). Del mismo modo, confía en de lo único— fortalece la relación entre la
que la fenomenología —gracias a los investigación y la vida, entre la reflexión
métodos reflexivos— constituye una vía y el tacto pedagógico (van Manen, 2003).
privilegiada para el trabajo intelectual Este encuentro codiciado se verifica en la
que conduce a la obtención de conoci- medida en que reinstaura la experiencia
miento valioso sobre la naturaleza de los vivida como una base válida para la
fenómenos examinados [7]. Se afirma, acción práctica.
además, en la capacidad de la hermenéu-
tica para acceder a las regiones de senti- Por tanto, el encuentro con la fenome-
do ordinariamente no claramente mani- nología-hermenéutica (como concepción
fiestas gracias al desarrollo de un proceso pedagógica y como metodología de inves-
circular de análisis que va desde las pre- tigación) se percibe como una necesidad
compresiones del investigador al mundo desde el momento en que en el ámbito de
mismo del fenómeno revelado a lo largo la educación “hay un imperativo urgente
de la investigación. Finalmente, no es de obtener comprensiones frescas sobre la
menos firme su convicción de que la práctica existente y moverse más allá de
investigación es siempre una tarea tex- los caminos familiares y muy desgasta-
tual y que a través de un texto —cuando dos…” (Thomson, 2008, 2). Sobre todo,
reúne ciertas condiciones formales— se existe el imperativo de hacer de la peda-
año LXIX, nº 248, enero-abril 2011, 119-144
posibilita la evocación del significado vivi- gogía una disciplina que ofrezca respues-
do de la experiencia investigada. tas plausibles y válidas a la cuestión de revista española de pedagogía
cómo responder adecuadamente a los
En términos pragmáticos, la utilidad niños y jóvenes confiados a nuestra res-
del conocimiento fenomenológico-herme- ponsabilidad pedagógica.
néutico reside en su capacidad para
potenciar el desarrollo de una conciencia La investigación reseñada brevemen-
reflexiva crítica sobre el significado y el te en este artículo puede considerarse
sentido de las experiencias educativas una de estas posibles respuestas. Este
vividas cotidianamente. De este modo, trabajo representa una primera explora-
promueve un cambio radical de mentali- ción sistemática y relativamente profun-
dad acerca de un sinnúmero de cuestiones da al tema de la esperanza pedagógica
pedagógicas, epistemológicas y metodoló- desde la perspectiva de la experiencia
gicas. Así, por ejemplo, se exigen respues- vivida [8]. En él queda patente que la
139
Raquel AYALA CARABAJO

esperanza está presente y activa en la


práctica de muchos educadores. Esta pre-
cepción de van Manen. En la vertiente fenomenológica
cabe contar con la influencia de Husserl, Merleau-Ponty,

sencia se revela como ingrediente esen-


Marcel, Sartre y Lévinas. En la vertiente hermenéutica

cial en toda acción, situación o relación


van Manen se ha inspirado básicamente en los aportes

que aspira a ser verdaderamente pedagó-


de Heidegger y de Gadamer. Del mismo modo, ha asi-
milado nociones de muchos otros autores como, por
gica. Se trata de una esperanza que se
ejemplo, Ricoeur.

pierde y se recobra, se alimenta y se abri-


ga, se experimenta y se es. Pero, sobre
[3] Dada la extensión limitada de este documento, y tenien-

todo, se aprende.
do en cuenta la riqueza conceptual que subyace a este
enfoque de investigación, otorgamos a este trabajo un
carácter introductorio, esperando, con todo, que per-
mita vislumbrar las posibilidades y exigencias de la
Dirección para la correspondencia: Raquel Ayala investigación fenomenológico-hermenéutica. Está en
Carabajo. C/Ali-Bei, 59, 4ª, 1ª. 08013, Barcelona, curso de elaboración un texto donde se recogen de
España. Cdla. Kennedy Nueva, calle 10ª, 101 y Avda. forma más extensa tanto los fundamentos del método
del Periodista, Guayaquil, Ecuador. E-mail: raquelaya- como los hallazgos de la investigación.
lac@gmail.com
[4] Ver, por ejemplo, Ayala, 2007, 2008 y 2009. En estos
Fecha de recepción de la versión definitiva de este artículo: trabajos la inspiración fundamental es la pedagogía van-
15. V. 2010 maniana, especialmente presentada en algunos de sus
estudios (van Manen 1982, 1994 y 1998).
Notas
[1] Este artículo presenta, de forma condensada y selecti- [5] La revisión de estos diferentes ámbitos de conocimien-
va, los hallazgos esenciales de mi tesis doctoral inédita to estuvo guiada por objetivos bien diferentes a los per-
“La esperanza pedagógica en la experiencia vivida de seguidos por un marco teórico convencional. El propó-
los educadores. Un estudio fenomenológico-hermenéu- sito, en efecto, no fue el de enmarcar la investigación
tico” (Departamento de Pedagogía Sistemática y en el seno de un corpus previo explicativo. Más bien, el
Social, Universidad Autónoma de Barcelona, 2009). objetivo principal fue el de examinar la forma en que
estas concepciones ocultaban el significado vivido o,
[2] Max van Manen es un pedagogo neerlandés actualmen- por el contrario, ofrecían indicios de estructuras de la
te radicado en Canadá (Universidad de Alberta). Recibió experiencia de la esperanza pedagógica.
formación pedagógica en los Países Bajos bajo la
influencia de la fenomenología de la Escuela de Utrecht [6] Todos los textos de van Manen y de otros autores escri-
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y de la Pedagogía Hermenéutica desarrollada en tos originalmente en lengua inglesa han sido traducidos
Alemania. La Escuela de Utrecht fue una agrupación de al castellano en este artículo (y en nuestros trabajos
académicos de diversas disciplinas que adoptaron, de previos). En realidad, son escasos los materiales de van
revista española de pedagogía

forma implícita y compartida, algunos de los aspectos Manen y de otros fenomenólogos-hermeneutas (espe-
de la fenomenología de Husserl y, especialmente, de la cialmente relativos a temas metodológicos) disponibles
fenomenología existencial francesa (ver Levering y van en castellano.
Manen, 2002). Entre los pedagogos sobresalieron
Langeveld, Beets, Strasser, Vermeer y Perquin. Su inte- [7] Esta afirmación está corroborada por numerosísimas
rés en la fenomenología no radicaba en el contenido investigaciones que se han llevado a cabo y se siguen
filosófico, sino en la potencialidad del método para des- realizando (en otros contextos geográficos, especial-
velar el significado de las experiencias educativas. Por mente en el anglosajón) con el método fenomenológico-
su parte, la pedagogía hermenéutica, que tiene como hermenéutico. El valor que tiene el conocimiento obte-
antecedentes el aporte de Schleiermacher (ver nido para las ciencias humanas, sociales y de la salud
Quintana, 2005) y Dilthey, recibió el impulso de Nohl, es algo indiscutido (Ver, por ejemplo, Gibson y Hanes
Spranger, Litt, Flitner y Fisher. También Bollnow y 2003; Thomson, 2008; Van der Zalm y Bergum, 2000;
Mollenhauer pertenecieron a esta etapa de desarrollo Wilcke, 2002).
de la pedagogía hermenéutica, pero sus aportaciones
tenían una orientación más bien fenomenológica. Más [8] Lamentablemente, por razones de espacio, no ha sido
allá de la influencia de estas escuelas, son varios feno- posible incorporar aquí las aportaciones formuladas (en
menólogos y hermeneutas los que han inspirado la con- la investigación doctoral reseñada) en la dirección de

140
La esperanza pedagógica: una mirada fresca y profunda a la experiencia...

una pedagogía de la esperanza tan necesaria en nues- GIBSON, S. y HANES, L. (2003) The Contribution of
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141
Raquel AYALA CARABAJO

dores mantienen respecto de los niños y


jóvenes confiados a su responsabilidad
VAN DER ZALM, J. y BERGUM, V. (2000) Hermeneutic-pheno-
menology: providing living knowledge for nursing prac-

pedagógica, así como su sentido e impor-


tice, Journal of Advanced Nursing, 31:1, pp. 211-218.

tancia para la práctica educativa. Se


trata de un fenómeno no examinado
VAN MANEN, M. (1982) Phenomenological Pedagogy,
Curriculum Inquiry, 12:3, pp. 283-299.
hasta ahora en profundidad, particular-
mente desde la perspectiva de la expe-
VAN MANEN, M. (1983) On pedagogic hope, Phenomenology

riencia vivida. La investigación adopta la


and Pedagogy, 1:2, pp. i-iii.

VAN MANEN, M. (1985) Hope Means Commitment, History


metodología fenomenológico-hermenéuti-
ca formulada por Max van Manen. Dentro
and Social Science Teacher, 20:3-4, pp. 42-44.

de esta perspectiva se han usado métodos


de recogida de la experiencia (descripti-
VAN MANEN, M. (1994) Pedagogy, virtue, and narrative iden-
tity in teaching, Curriculum Inquiry, 4:2, pp. 135-170.

vos) y métodos para el análisis-reflexión


de la experiencia (interpretativos).
VAN MANEN, M. (1998) El tacto en la enseñanza. El signifi-

Básicamente, la experiencia se ha recopi-


cado de la sensibilidad pedagógica (Barcelona, Paidós).

VAN MANEN, M. (2002a) Care-as-Worry, or “Don’t Worry, be


lado mediante descripciones de experien-
cia vivida en forma de relatos anecdóticos
Happy”, Qualitative Health Research, 12:2, pp. 262-

ofrecidos por un grupo numeroso de edu-


278.

VAN MANEN, M. (2002b) Phenomenological Inquiry and


cadores. Como fruto del análisis reflexivo
se obtuvieron un conjunto de significados
Writing. Ver: http://www.phenomenologyonline.com/-

o estructuras esenciales del fenómeno.


max/teaching/edse611.html [Consultado el 12.XI.2008].

Estos significados se recogen en un texto


fenomenológico donde se describe e inter-
VAN MANEN, M. (2003) Investigación Educativa y Experiencia
vivida (Barcelona, Idea Books).

preta de forma evocativa la naturaleza y


el sentido de la esperanza pedagógica.
VAN MANEN, M. (2004) El tono en la enseñanza (Barcelona,

Esperanza que es esencial para el trabajo


Paidós).

educativo, hasta el punto de generar


VAN MANEN, M. (2007) Phenomenology of practice,
año LXIX, nº 248, enero-abril 2011, 119-144

transformaciones sorprendentes en el
Phenomenology & Practice, 1:1, pp. 11-30. Ver

curso de las vidas académicas de muchos


http://phandpr.org/index.php/pandp/article/view/7/55
[Consultado el 16.I. 2008].
niños y jóvenes.
revista española de pedagogía

WILCKE, M. (2002) Hermeneutic Phenomenology as a

Descriptores: Esperanza pedagógica,


Research Method in Social Work, Currents: New

experiencia vivida, Max van Manen,


Scholarship in the Human Services, 1:1. Ver:

método fenomenológico-hermenéutico,
http://fsw.ucalgary.ca/currents/articles/wilcke_v1_n1.
htm (Consultado el 21.V.2008).
texto fenomenológico.
Resumen:
La esperanza pedagógica: una mira- Summary:
da fresca y profunda de la experien- Pedagogical hope: A fresh and deep
cia educativa desde el enfoque de glance to educational experience
van Manen from van Manen’s approach
Este artículo estudia la experiencia This article studies the daily expe-
cotidiana de la esperanza que los educa- rience of pedagogical hope, that educators

142
La esperanza pedagógica: una mirada fresca y profunda a la experiencia...

maintain with respect to the children and


young people entrusted to their pedagogi-
cal care as well as their sense and impor-
tance for the daily educative practice.
This phenomenon is lacking in systematic
study specifically from lived experience’s
perspective. This study adopts the herme-
neutic phenomenological methodology
proposed by van Manen. Within this
approach, methods to gather lived expe-
rience (which are of a more descriptive
nature) and methods of analy-
sis/reflection on this experience (which
are of a more interpretative nature) have
been used. Basically, experiences of peda-
gogical hope have been compiled as
Lived-Experience Descriptions offered by
a numerous group of educators. As a
result of the reflective work, a set of
essential structures of the phenomenon
have been obtained. These meanings are
presented as a phenomenological text
that evocatively describes and interprets
the nature and sense of pedagogical hope.
Pedagogical hope is essential in educatio-
nal work, promoting real transformations
in the lives of many children and young
people.
año LXIX, nº 248, enero-abril 2011, 119-144
Key Words: Pedagogical hope, lived expe- revista española de pedagogía
rience, Max van Manen, Hermeneutical
Phenomenologic

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