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Raquel AYALA CARABAJO
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La esperanza pedagógica: una mirada fresca y profunda a la experiencia...
nuestras ordinarias preocupaciones curri- especiales entre los educadores y los estu-
culares, didácticas, administrativas, ins- diantes, los padres y los hijos” (van
tructivas, etc. Manen, 1998, 32-33). Así, la pedagogía
“no es fundamentalmente ni una ciencia
En realidad, cuando esa subestima- ni una tecnología” (Ibíd., 25). A pesar de
ción se da, no es algo que tenga que ver la necesidad de la técnica (por ejemplo, los
únicamente con la esperanza, sino con conocimientos sobre didáctica, organiza-
toda reflexión relativa a las dimensiones ción escolar, diagnóstico educativo, etc.),
más humanas o éticas de la educación. “la esencia de la educación es menos una
Como afirmaba van Manen hace más de empresa técnica o de producción que una
una década, “la noción de educación, con- actividad normativa que exige constante-
cebida como un proceso vivo de compromi- mente una intervención correcta, buena o
so personal entre un padre y un niño apropiada del educador” (Ibíd.).
pequeño o entre un profesor y un alumno
podría desaparecer en un medio cada vez Una identificación adecuada del obje-
más corporativo, directivo y tecnificado” to de investigación supuso, al inicio de
(1998, 20). Tal vez, esta situación se ha nuestro trabajo, la delimitación de las
agravado en el naciente siglo XXI. De fronteras y relaciones de la esperanza con
hecho, como bien expresa Brezinka (2002) las expectativas, la resiliencia, el optimis-
la excesiva teorización y abstracción de la mo y el burnout docente (como una expe-
Pedagogía —fenómeno que va de la mano riencia relacionada, aunque contrapues-
de la desestimación de su naturaleza nor- ta). Así, se constató que la esperanza es
mativa— la ha convertido en una ciencia un fenómeno experimentado realmente
poco práctica y útil que provoca descon- por muchos educadores y diferente de los
fianza en los educadores acerca de su mencionados, aunque no deja de estar en
valor para afrontar las circunstancias relación con ellos de alguna forma.
educativas reales y concretas.
Más adelante, el estudio multidiscipli-
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Este estudio, por contrapartida, se nar del fenómeno (historia, teología,
origina en la convicción de que la educa- antropología filosófica, psicología y biolo- revista española de pedagogía
ción es un proceso vivo, humano y singu- gía) reveló que la esperanza pedagógica
lar de carácter preponderantemente ético no había sido abordada hasta el momento
y relacional. En este contexto, la esperan- como objeto de estudio específico; algo
za aparece como un significado y una bien distinto a lo que ocurre con la espe-
experiencia cardinal; esto es, como una ranza humana, que ha sido y está siendo
condición sin la cual cualquier intento objeto de atención intensiva en varios
educativo decae o pierde entidad. En efec- ámbitos disciplinares de investigación [5].
to, se parte de una concepción de pedago- Las numerosas investigaciones que tie-
gía como una ciencia humana, práctica y nen a la esperanza humana como objeto
normativa [4] que estudia, esencialmente, de estudio específico constituyen ya un
“las influencias que están en el núcleo de volumen de conocimientos suficientemen-
las interacciones, situaciones y relaciones te importante. En ellas se corrobora la
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como las DEVs en la literatura, así como da o línea a línea, intentando desvelar el
el análisis de escenas de algunas pelícu- significado en cada una de las frases o de
las. En la etapa final de la investigación grupos de frases. Este análisis ofreció una
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gógica
“Javier tiene 15 años y está en ter- lo explica. La madre al inicio, casi
cero de secundaria. Ha sido expulsado incrédula, ve el trabajo y rompe a llo-
de tres institutos. Se acordó con ins- rar. Nos serenamos y planificamos el
pección que asistiría a este centro (en encuentro en el centro con el profeso-
que trabajamos dificultades escolares) rado”.
durante tres tardes en lugar de ir a al (Psicopedagoga de un centro de
suyo. Así se quiere evitar una nueva reeducación)
expulsión. Javier accede a condición
de ‘no hacer los deberes’. Él no cree “Nunca me lo habían dicho así”… Y,
que se pueda hacer nada y no viene tal vez, nunca le habían tratado así, ni
aquí a gusto, ni por deseo propio. Le le habían mirado así… En el fondo,
planteo hacer una cena con sus ami- nunca habían esperado de él así. ¿Qué
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es esta manera de decir, de tratar, de las mil y una vicisitudes de la vida cotidia-
mirar y de esperar? ¿Qué revelan las na escolar movida al compás de las sucesi-
palabras, actitudes y acciones de esta vas esperas: “espero que os portéis bien…”,
psicopedagoga? “espero que acabemos este tema…”, “espe-
ro que aprobéis este examen…”.
Al examinar reflexivamente nuestra
práctica educativa cotidiana se hace Con todo, no toda forma de concebir y
patente que aquello a lo que llamamos tratar de alcanzar las metas es esperan-
“esperanza” está en juego en nuestras zada. Paradójicamente, existe una forma
relaciones con los niños o jóvenes de quie- de dedicación a los “objetivos educativos”
nes somos responsables. La esperanza que nos aparta de la esperanza. En efec-
actúa. La esperanza, muchas veces, nos to, cuando ésta se reduce a un simple
falta. La perdemos o la recobramos. hábito de espera, a una simple consecu-
Sabemos de qué hablamos cuando nos ción de objetivos planificados, permanen-
referimos a ella y, con todo, ¿es posible temente controlados y evaluados, ha per-
desvelar el secreto de lo que muchos edu- dido su impulso originario, su misma
cadores ofrecen? ¿Cuál es la naturaleza esencia. Lamentablemente, nuestros dis-
esencial de la esperanza vivida por los cursos sobre la eficacia, la calidad educa-
educadores? tiva, los niveles de aprendizaje, etc., pue-
den estar empleando un lenguaje “con el
Ante todo, es necesario aproximarse a que no se puede describir nuestro ‘estar’
un hecho fundamental: la esperanza con los niños en el sentido de estar pre-
pedagógica emerge en un contexto muy sentes con esperanza… Es un lenguaje
singular: en el seno de la relación pedagó- incorpóreo del que sistemáticamente se
gica. En efecto, entre un educador (profe- ha excluido la esperanza” (van Manen,
sor, orientador, padre, etc.) y un menor 2004, 86). La esperanza pedagógica va
confiado a su responsabilidad se estable- más allá. El esperanzado, básicamente,
ce, de forma espontánea, una forma única confía “de modo más o menos firme en la
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de relación (van Manen, 1998). Una rela- realización de las posibilidades de ser que
ción que se caracteriza por ser intencional pide y brinda su espera vital” (Laín revista española de pedagogía
y —en condiciones normales— orientada Entralgo, 1984, 573) y, como educador,
hacia el desarrollo y el bienestar del niño atiende a lo que será de este niño o joven;
o joven educando, lo que conlleva una a lo que podrá llegar a ser… Más aún, su
manera definida de percibirse, tratarse e vinculación con ese futuro posible es tan
influirse. íntima que el educador, en realidad,
orienta su esperanza —sépalo o no—
Lo pedagógico de la esperanza supone hacia “lo que él espera que sea” y, sobre
también que “siempre tiene que ver con la todo, hacia “lo que él va a posibilitar y a
capacidad de distinguir entre lo que es contribuir que sea”.
bueno y lo que no es bueno para los niños”
(van Manen, 1998, 26). Esta intencionali- Esta forma de esperanza, a su vez,
dad constituye la brújula para navegar en está penetrada de realismo. No es inter-
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pretación ingenua de la realidad, ni des- ser una “razón” plausible de nuestra falta
conocimiento o negación de la misma. de esperanza. Para avanzar, sin embargo,
¿Quién ignora que el terreno de la educa- la esperanza no depende absolutamente de
ción es frecuentemente árido y pedrego- los medios deseables. Tan sólo existe un
so? Y, sin embargo, ¿en qué otro lugar ingrediente esencial: el propio educador y
puede anclarse la esperanza del educa- —más concretamente— su compromiso
dor? Porque sólo este anclaje firme en la pedagógico por encima de los condicionan-
realidad impide que las dificultades la tes de la circunstancia educativa vivida.
pongan a la deriva. Con todo, “realidad”
significa también todo lo que de positivo, También el soñar despiertos es una
potencial, bueno y favorable hallamos en exigencia de la esperanza, por ser ésta
las personas, las situaciones, los medios, “capaz de visualizar un estado de cuestio-
etc. Ciertamente este conocimiento es nes que aún no existen y, más aún, capaz
mucho más difícil de localizar, aprehen- de anticipar y preparar el terreno para
der y abarcar. Las dificultades de apren- algo nuevo” (Halpin, 2001b, 395). ¿Cómo
dizaje pueden ser evaluadas, detectadas y enlazar esta anticipación del futuro dese-
determinadas hasta cierto punto, ¿pero, able con la realidad presente, con mucha
quién se atrevería a determinar la máxi- frecuencia tan diferente a lo anhelado?
ma capacidad de un niño o de un joven Justamente la esperanza tiene la habili-
para el aprendizaje? ¿Quién puede perfi- dad de navegar entre estos dos mundos,
lar las fronteras de la educabilidad de llevando a un lado de la orilla lo que reco-
cada niño o joven confiado a nuestra res- ge en el otro lado.
ponsabilidad pedagógica? ¿Quién es
capaz de determinar la potencialidad for- ¿Reto o problema? ¿Implicación perso-
mativa real de una situación educativa nal o carga añadida de trabajo? ¿Proceso
que hemos “previsto” o el grado de de cambio o inestabilidad profesional?
influencia que tenemos sobre un alumno? Cuestiones éstas del todo pertinentes,
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inseguro al cielo abierto de “lo posible”. gógica concreta que le toca vivir al educa-
dor. La esperanza, que agudiza la mirada
Un niño es, por definición, posibilidad crítica para con las circunstancias pre-
de ser. La esperanza del educador le hace sentes, permite hacernos ciertamente
vislumbrar lo que queda más lejos, lo que también inconformistas ante cualquier
está más allá, escondido muchas veces en respuesta fácil… o, si se quiere, fácilmen-
el fondo de una apariencia de fracaso. te negativa. Con todo, esta percepción no
Pero, ¿qué sucede con los medios y recur- es algo dado previamente ni de forma
sos de que dispone el educador? espontánea. Es algo, por el contrario,
Ciertamente, éstos no tienen este amplio fruto del esfuerzo reflexivo y de la inicia-
margen de posibilidad. “No tengo suficien- tiva personal (a menos que se trate de
tes recursos, apoyo, preparación…” puede una mera actitud de optimismo fácil).
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mejor dicho, el que se hace decir algo ejercicio no son negociables, de que
está fundamentalmente abierto” unos deberes hechos de cualquier
(Gadamer, 2001,438). modo deben repetirse para el día
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mucho más. Sin embargo, el recuerdo no ca recibida en todo esto? Lo cierto es que
es suficiente. Es necesario el contacto, la realidad no parece apoyar tal supues-
algo que es mucho más que una simple to. Aunque es posible encontrar profeso-
presencia; que es conocimiento del alum- res que, poseyendo una rica preparación
no, influencia real sobre él y sobre su pedagógica, ciertamente son pedagogía,
vida, posibilidad próxima de ayudarle y también es posible encontrar a otros
educarle. Porque si no tenemos ya ningu- muchos profesores que, aun teniendo una
na posibilidad de hacer algo por él, si en formación disciplinar más que una pro-
su futuro no tiene cabida nuestro ser y piamente pedagógica, son capaces de res-
nuestro quehacer, podemos “esperar que catar con la esperanzada enseñanza de su
le vaya bien…”, “que acabe graduándo- materia a innumerables niños y jóvenes
se…”, “que madure…”, pero nos resulta de situaciones de inminente fracaso.
imposible vivir la esperanza por él.
Entonces, ¿cuáles son las condiciones
Con todo, la esperanza no es una para la vivencia de la esperanza? En rea-
experiencia efímera. Los momentos con- lidad, la respuesta a esta pregunta se
cretos de esperanza vividos con ellos y encuentra muy cerca, ya que hay indicios
ellas son huella, impresión profunda y de ella en el lenguaje que comúnmente
duradera, que mantienen la motivación e usamos. Abrigamos y alimentamos a los
ilusión en momentos de desánimo y ayu- pequeños porque comprendemos que su
dan a afrontar los retos presentes. vulnerabilidad es tal que sin nosotros no
saldrían adelante. Abrigamos y alimenta-
4.3. Las condiciones de la esperanza mos también nuestra esperanza porque
pedagógica su crecimiento depende del cuidado que
“La esperanza es cosa de profesores pongamos. Pero, ¿de qué se alimenta una
novatos”. Es posible que alguna vez haya- frágil e incipiente esperanza, como la que
mos escuchado algo así. Con todo, si es a veces poseemos? Alimento de la espe-
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cierto que algunos afirman que los años ranza son las convicciones en las que se
han desgastado su esperanza, otros ase- sustenta la acción pedagógica: la influen-
guran que su inexperiencia y su desespe- cia del educador, el valor de la educación
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ranza van de la mano. Pero, ¿en qué se y la posibilidad de cambio que pertenece
fundamentan convicciones de este tipo? intrínsecamente a los niños y jóvenes.
Pregunta ésta del todo pertinente, dado
que la experiencia cotidiana nos muestra La primera reacción de Albert Camus
que existen profesores de larga trayecto- al recibir el Premio Nobel de Literatura
ria docente con una esperanza tanto más (1957) fue la de escribir una cálida carta
profunda cuantos más años acumulan. O de agradecimiento a su maestro de infan-
también, en dirección opuesta, que se cia a quien sentía que le debía ese honor:
encuentran algunos “novatos” que no sin su ayuda no hubiera llegado hasta allí
ceden terreno y mantienen a salvo la (Camus, 2003). ¿No es asombroso el gesto
esperanza por sus alumnos. ¿Quizás de Camus? ¿Pensaría el señor Germain
tenga algo que ver la formación pedagógi- que uno de sus pequeños alumnos —huér-
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ranza es una posesión personal. En reali- educandos: “¡Te acepto!”. Aceptación que
dad, como educador uno contrae una obli- implica un mayúsculo compromiso:
gación no con la escuela, no con los padres, “¡Acepto dedicarme a ti!”. Es el afecto
no con los directivos… (aunque también), pedagógico. Ahora bien, la alianza esta-
sino con esos niños, con esos adolescentes blecida entre el afecto y la esperanza es
y esos jóvenes concretos. O lo que es lo de gran fertilidad: el afecto moviliza al
mismo, uno se compromete consigo mismo educador a buscar caminos para llegar al
a educarles. Así pues, comprometerse a alumno, mantiene la confianza del educa-
educar a alguien es obligarse uno mismo a dor, modela la visión que éste tiene del
tener que mantener la esperanza por él o alumno, lo hace comprensivo para con él,
por ella. Compromiso éste que hace posi- lo mantiene atento y disponible al edu-
ble afrontar el reto de esperar contra toda cando, y se convierte en prueba patente
des-esperanza… ajena. de aquel “¡espero en ti!”.
abraza a todos y los acoge’ (Buber, ese muro para entrar en el terreno donde
1970, 29). crece la esperanza; para continuar, a
pesar de que el educando no colme la
“En ese gesto se basa la vocación, medida de sus esfuerzos. Posiblemente
la grandeza del educador. El amor sea en el secreto fondo de ese gesto de
pedagógico del educador para con gratuidad pedagógica donde encontremos
estos niños se convierte en la condi- el resorte de la responsabilidad ética: “En
ción previa para que exista la relación la aparición del rostro hay un manda-
pedagógica” (Van Manen, 1998, 80). miento, como si alguien superior me
hablase” (Lévinas, 1991, 83). Como seña-
Todo profesor necesita tomar esta la este filósofo de la alteridad, cada vez
decisión primordial ante cada uno de sus que me encuentro frente a otro —cuyo
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cia… Ella recibía continuas quejas. estar a flor de piel cuando este adulto
Me costaba creer que de quien me espera de esta forma. Es a partir de ahí
estaba hablando era del niño que yo donde el educando puede atreverse a
conocía. Pero, según decía, este año cambiar, a “ensayar” modos de ser dese-
su hijo era ‘otro’. No alcanzaba a com- ables.
prender cómo podía ser esto. Sólo
sabía que Martín cada día tenía más En realidad, toda persona que la haya
ilusión por venir al colegio y que esta- palpado puede afirmar que la esperanza
ba muy contento. Y ella no había reci- de un educador no es efímera: “¡Qué sería
bido ninguna queja, y veía que el niño ahora de mí si él o ella no hubieran teni-
tenía ganas de trabajar y aprender… do esperanza!”, “¡Qué sería de tal niño y
Yo, en ese momento, tampoco podía de aquel otro si nadie hubiera esperado
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do ya parte de ese sentido. Con todo, la tas satisfactorias —esto es, significativas
fenomenología-hermenéutica asume este para la vida real— a preguntas como las
reto apoyada en la convicción de que la siguientes: ¿Qué significa ser pedagógica-
esencia de las experiencias vividas —en mente “competente”? ¿Cómo se constata
este caso, pedagógicas— puede desvelar- que una teoría es válida en pedagogía?
se si el investigador permanece orientado ¿Qué valor tiene la generalización del
hacia el fenómeno de una forma despre- conocimiento pedagógico? Al mismo tiem-
juiciada, firme, profunda, rigurosa y libre po, esta forma de teorización —al poner
de otros intereses (no-pedagógicos, en su mira en la formulación de una teoría
nuestro caso). Del mismo modo, confía en de lo único— fortalece la relación entre la
que la fenomenología —gracias a los investigación y la vida, entre la reflexión
métodos reflexivos— constituye una vía y el tacto pedagógico (van Manen, 2003).
privilegiada para el trabajo intelectual Este encuentro codiciado se verifica en la
que conduce a la obtención de conoci- medida en que reinstaura la experiencia
miento valioso sobre la naturaleza de los vivida como una base válida para la
fenómenos examinados [7]. Se afirma, acción práctica.
además, en la capacidad de la hermenéu-
tica para acceder a las regiones de senti- Por tanto, el encuentro con la fenome-
do ordinariamente no claramente mani- nología-hermenéutica (como concepción
fiestas gracias al desarrollo de un proceso pedagógica y como metodología de inves-
circular de análisis que va desde las pre- tigación) se percibe como una necesidad
compresiones del investigador al mundo desde el momento en que en el ámbito de
mismo del fenómeno revelado a lo largo la educación “hay un imperativo urgente
de la investigación. Finalmente, no es de obtener comprensiones frescas sobre la
menos firme su convicción de que la práctica existente y moverse más allá de
investigación es siempre una tarea tex- los caminos familiares y muy desgasta-
tual y que a través de un texto —cuando dos…” (Thomson, 2008, 2). Sobre todo,
reúne ciertas condiciones formales— se existe el imperativo de hacer de la peda-
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posibilita la evocación del significado vivi- gogía una disciplina que ofrezca respues-
do de la experiencia investigada. tas plausibles y válidas a la cuestión de revista española de pedagogía
cómo responder adecuadamente a los
En términos pragmáticos, la utilidad niños y jóvenes confiados a nuestra res-
del conocimiento fenomenológico-herme- ponsabilidad pedagógica.
néutico reside en su capacidad para
potenciar el desarrollo de una conciencia La investigación reseñada brevemen-
reflexiva crítica sobre el significado y el te en este artículo puede considerarse
sentido de las experiencias educativas una de estas posibles respuestas. Este
vividas cotidianamente. De este modo, trabajo representa una primera explora-
promueve un cambio radical de mentali- ción sistemática y relativamente profun-
dad acerca de un sinnúmero de cuestiones da al tema de la esperanza pedagógica
pedagógicas, epistemológicas y metodoló- desde la perspectiva de la experiencia
gicas. Así, por ejemplo, se exigen respues- vivida [8]. En él queda patente que la
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todo, se aprende.
do en cuenta la riqueza conceptual que subyace a este
enfoque de investigación, otorgamos a este trabajo un
carácter introductorio, esperando, con todo, que per-
mita vislumbrar las posibilidades y exigencias de la
Dirección para la correspondencia: Raquel Ayala investigación fenomenológico-hermenéutica. Está en
Carabajo. C/Ali-Bei, 59, 4ª, 1ª. 08013, Barcelona, curso de elaboración un texto donde se recogen de
España. Cdla. Kennedy Nueva, calle 10ª, 101 y Avda. forma más extensa tanto los fundamentos del método
del Periodista, Guayaquil, Ecuador. E-mail: raquelaya- como los hallazgos de la investigación.
lac@gmail.com
[4] Ver, por ejemplo, Ayala, 2007, 2008 y 2009. En estos
Fecha de recepción de la versión definitiva de este artículo: trabajos la inspiración fundamental es la pedagogía van-
15. V. 2010 maniana, especialmente presentada en algunos de sus
estudios (van Manen 1982, 1994 y 1998).
Notas
[1] Este artículo presenta, de forma condensada y selecti- [5] La revisión de estos diferentes ámbitos de conocimien-
va, los hallazgos esenciales de mi tesis doctoral inédita to estuvo guiada por objetivos bien diferentes a los per-
“La esperanza pedagógica en la experiencia vivida de seguidos por un marco teórico convencional. El propó-
los educadores. Un estudio fenomenológico-hermenéu- sito, en efecto, no fue el de enmarcar la investigación
tico” (Departamento de Pedagogía Sistemática y en el seno de un corpus previo explicativo. Más bien, el
Social, Universidad Autónoma de Barcelona, 2009). objetivo principal fue el de examinar la forma en que
estas concepciones ocultaban el significado vivido o,
[2] Max van Manen es un pedagogo neerlandés actualmen- por el contrario, ofrecían indicios de estructuras de la
te radicado en Canadá (Universidad de Alberta). Recibió experiencia de la esperanza pedagógica.
formación pedagógica en los Países Bajos bajo la
influencia de la fenomenología de la Escuela de Utrecht [6] Todos los textos de van Manen y de otros autores escri-
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y de la Pedagogía Hermenéutica desarrollada en tos originalmente en lengua inglesa han sido traducidos
Alemania. La Escuela de Utrecht fue una agrupación de al castellano en este artículo (y en nuestros trabajos
académicos de diversas disciplinas que adoptaron, de previos). En realidad, son escasos los materiales de van
revista española de pedagogía
forma implícita y compartida, algunos de los aspectos Manen y de otros fenomenólogos-hermeneutas (espe-
de la fenomenología de Husserl y, especialmente, de la cialmente relativos a temas metodológicos) disponibles
fenomenología existencial francesa (ver Levering y van en castellano.
Manen, 2002). Entre los pedagogos sobresalieron
Langeveld, Beets, Strasser, Vermeer y Perquin. Su inte- [7] Esta afirmación está corroborada por numerosísimas
rés en la fenomenología no radicaba en el contenido investigaciones que se han llevado a cabo y se siguen
filosófico, sino en la potencialidad del método para des- realizando (en otros contextos geográficos, especial-
velar el significado de las experiencias educativas. Por mente en el anglosajón) con el método fenomenológico-
su parte, la pedagogía hermenéutica, que tiene como hermenéutico. El valor que tiene el conocimiento obte-
antecedentes el aporte de Schleiermacher (ver nido para las ciencias humanas, sociales y de la salud
Quintana, 2005) y Dilthey, recibió el impulso de Nohl, es algo indiscutido (Ver, por ejemplo, Gibson y Hanes
Spranger, Litt, Flitner y Fisher. También Bollnow y 2003; Thomson, 2008; Van der Zalm y Bergum, 2000;
Mollenhauer pertenecieron a esta etapa de desarrollo Wilcke, 2002).
de la pedagogía hermenéutica, pero sus aportaciones
tenían una orientación más bien fenomenológica. Más [8] Lamentablemente, por razones de espacio, no ha sido
allá de la influencia de estas escuelas, son varios feno- posible incorporar aquí las aportaciones formuladas (en
menólogos y hermeneutas los que han inspirado la con- la investigación doctoral reseñada) en la dirección de
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una pedagogía de la esperanza tan necesaria en nues- GIBSON, S. y HANES, L. (2003) The Contribution of
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http://fsw.ucalgary.ca/currents/articles/wilcke_v1_n1.
htm (Consultado el 21.V.2008).
texto fenomenológico.
Resumen:
La esperanza pedagógica: una mira- Summary:
da fresca y profunda de la experien- Pedagogical hope: A fresh and deep
cia educativa desde el enfoque de glance to educational experience
van Manen from van Manen’s approach
Este artículo estudia la experiencia This article studies the daily expe-
cotidiana de la esperanza que los educa- rience of pedagogical hope, that educators
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