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Filosofía moral ( José Luis del Barco)
1º FILOSOFÍA MORAL
Grado en Filosofía
Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su
totalidad.
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UTILITARISMO
Utilitarismo es la moral sin moral.Vestigios de la ética utilitarista se advierten desde la
antigüedad.
Entre los griegos se encuentra por todas partes. Por ejemplo: las formas degradadas de amistad por
interés, descritas por Aristóteles. Durante el Renacimiento fue la moral dominante, no le repugnaba
usar los medios que fuera para saciar sus deseos ( El fin justifica los medios -Maquiavelo). Con Max
Weber entró en el ámbito académico. Según el socióloga alemán, solo hay dos grandes paradigmas
sociales, y son opuestas:1-Ética de la convicción es lo que se conoce como deontológica. 2-Ética de
la responsabilidad es lo que se conoce como utilitarismo.
Hoy asistimos a su apogeo, se busca el triunfo al precio que sea, el poder se emplea para
aumentar el poder. A ello ha contribuido el utilitarismo.
Su principal axioma dice: las acciones carecen de moralidad intrínseca.
Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
LAS ACCIONES CARECEN DE MORALIDAD INTRÍNSECA
Tal banalización de la acción repugna a la conciencia y agravia a la razón. Conciencia y razón juzgan que obrar
es serio. Nunca es algo inane (inútil), sino siempre trascendental, y merece dispares veredicto. La acción no es
neutral ni imparcial, sino configuradora de la persona y del mundo.
El utilitarista piensa que los actos, huérfanos de valor moral, no importan. Solo cuentan el resultado. El utilitarismo es
una dogma en la que las acciones carecen de moralidad intrínsecas (no depende de las circunstancias.), y las
traslada a las consecuencias. Se la deniega a aquellas y se la concede a éstas. Es un descarnado
consecuencialismo y hace depender la bondad o la maldad de los resultados. Si son buenos, lo son
también las obras que los ocasionan; y si son óptimos, son legítimos todas.
De esta ilógica lógica se desprende que obrar moralmente consiste en perseguir fines buenos
exclusivamente. Ellos tiñen nuestro actos del limpio color de la ética, y eso es lo que importa.
La extravagante doctrina suele engendrar demasías. Los que la creen y la practican son proclives a
perpetrar desvaríos.
El utilitarismo recoge ese derecho en una breve fórmula: el fin justifica los medios. Un fin bueno autoriza
a usar algún medio malo; el mejor, a usarlos todos. Si las acciones carecen de moralidad o los
medios son neutrales, no hay por qué rehuir los apropiados, sean los que sean, para conseguir fines
benéficos.
El despropósito de que los fines absuelven los medios, mimbre inmoral con el que el utilitarismo trama el
tejido moral. La ética se refiere a lo que hay que hacer. Es la cordura de la acción y ejerce el oficio de
conducir. El utilitarismo recusa todo esto y proclama que los fines exculpan los medios. Ese “nuevo
principio” es un desatino. No es posible que los fines sancionen medios que no son bienes, pues no
se puede dar lo que no se tiene, y, cuando se intenta, se destruye la rectitud de la razón práctica y se
engendra pesimismo. Pero sus efectos más peligrosos son los fanatismo.
Está es la suprema consigna del fanatico: la verdad es lo útil la humanidad; la mentira, lo que es
perjudicial. Y cree su deber implantar aquélla y desterrar ésta como sea. El utilitarismo incita a
traspasar todos los límites. Él cree que a los hombres que quieren lo mejor no ha de ponerles límites.
Ninguna acción, puro ejercicio de una potencia sin moralidad intrínseca, puede limitar su voluntad.
Pero no hay moral sin límites. Ética significa conciencia de que existen y desaparece no se
reconocen.
A las personas que realizan las acciones no les causa daño y les beneficia, por eso, el utilitarismo es
la moral de los fuerte, no de la gente sencilla.
El empeño del utilitarismo en situar la moralidad en las consecuencias es una sinrazón. Si para obrar
moralmente tuviéramos que conocer todas las acciones, nunca obraremos.
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Otro contrasentido es la transformación que consume de las normas morales en norma técnicas.
Como el valor moral no está en la acción, sino en su utilidad, hay que calcular para averiguarlo.
Antes no es posible dictaminar si un acto es o no ético. Ese cómputo no está al alcance de “la gente
común”, sino a los expertos. La estratagema priva al hombre de la calle de la posibilidad de emitir juicios.
El utilitarismo propicia el desmoronamiento de la bioética (vela por la dignidad de las personas) y deja
frágil sin su altruista valedora. El desamparo se debe a la extraña concepción utilitarista de persona.
Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
La persona es quien se manifiesta a través del lenguaje, el carácter, la inteligencia, todo junto es la
persona. La persona es impar, exclusiva y única. Persona significa lo que hay de irreductible en el
hombre y Kant lo considera un fin en sí mismo.
El utilitarismo cambia este cuadro antropológico. Empieza por trasladar la sede de la persona del ser a
sus pertenencias y comete el extravío de confundir a cada quien por una de sus prendas. El soberbio
atributo que confiere el título de persona es la razón o la inteligencia. Sin embargo, la única característica
admisible para pertenecer al género homo es haber nacido del vientre de una mujer y esa la cumplimos
todos.