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1. El preámbulo
Cuando desarrollamos una actividad cotidiana, pasamos sin mirar lo que hay en
nuestro entorno; pasamos sin ver los objetos más inmediatos; y más aún, no
percibimos los objetos ni las cosas y mucho menos las situaciones que se
configuran a nuestro paso. Y si nada de esto se incorpora a la conciencia del
sujeto, para él no existe; independientemente de la presencia física de esos
objetos, personas o cosas que están en el entorno inmediato. Dicho en otros
términos, no tenemos la intención de ver qué está pasando en nuestro contexto en
la medida que lo que sucede no me afecta a mí.
2. El texto y el contexto
Más allá del texto está el contexto; de hecho el contexto es una sucesión más o
menos ordenada de textos sociales y conceptuales de diversa índole; pero con
mayor frecuencia los textos se revuelven, se desordenan y configuran situaciones
caóticas. Es decir, en circunstancias de cierto orden social, los textos son más o
menos legibles; pero en el desorden y en el caos, su lectura se vuelve difusa y
difícil. Los códigos conocidos para descifrar los hechos y las situaciones no son
suficientes, pues entran en juego nuevos significados y nuevas variables
coyunturales que conociéndolas le permitirán al sujeto elaborar respuestas más o
menos cercanas a la solución de los problemas encontrados. Quizá son los mismos
sujetos, las mismas cosas y los mismos objetos en el mismo contexto, pero los
hechos configurados y las situaciones creadas son nuevos; por lo tanto los
significados también; y aquí el sujeto no sabe cómo enfrentar y asumir la lectura
del contexto. En conclusión, el sujeto recurre a los conceptos y procedimientos que
conoce pero las respuestas que envía al contexto no corresponden con el nivel de
exigencia de las nuevas configuraciones del tejido social de los hechos y de las
situaciones; son nuevas jugadas, con nuevos actores y con nuevos argumentos.
De tal forma que los profesionales de la educación, de la política, de la economía o
de la sociología, que no se han actualizado en el contenido y manejo de conceptos
y metodologías para introducirse y permanecer en el contexto, son fácilmente
desplazados por los sujetos que han hecho el esfuerzo de observar, de escudriñar
cada hecho y situación y han logrado sistematizar en una estructura ordenada y
lógica todo aquello que han observado.
"Observar es aplicar la sensibilidad del tacto fino del intelecto y del espíritu;
observar es querer saber, es reflexionar para aprender a conocer -para conocernos
crecer-..."
(A. Alanís Huerta).
1.- El antecedente.
Hasta aquí dejo las recomendaciones metodológicas para organizar los hallazgos
de la investigación, cuando utilizamos la observación como estrategia y como
técnica para la obtención de información; pasemos ahora a un ejemplo de
observación de la vida cotidiana: la culminación del ciclo de vida de un "chapulín"
que tuvo la mala fortuna de encontrarse en su camino a un equipo organizado de
hormigas que lo consumieron en cuestión de minutos.
Cuando empecé a escribir este artículo tuve en mente ejemplificarlo con lo que
sucede en un salón de clases, pero siempre me rondó la idea de que el aula es un
lugar común para los maestros y casualmente, un comentario de mi esposa,
también profesora -pero de preescolares- me dio la pauta; me comentó que
nuestro hijo Paul Henri, como tarea de su curso propedéutico para ingresar a la
preparatoria, había escrito una historia muy ilustrativa sobre "la muerte de un
chapulín" bajo las fauces voraces de un ejército de hormigas, las cuales
destrozaron a su víctima en cuestión de minutos sin dejar huella alguna; pero no
contaban con la mirada constante de mi hijo quien las observaba de cerca y
escribió lo siguiente:
"En el pasto del jardín de mi casa hay un saltamontes muerto, está en el pasto
verde y se encuentra posicionado boca abajo. Es de un color amarillo verdoso y no
es muy grande, debe medir uno o dos centímetros. Tiene ojos grandes y 6 patas,
alas en su parte posterior. Le hace falta una de sus antenas, pero al parecer se
sigue moviendo una pata suya muy cerca de su cuerpo inerte; supongo que el
factor por el que esté ahí agonizando es porque probablemente ha cumplió su ciclo
de vida; ya que si alguien lo hubiera aplastado sería fácilmente notable. El viento
puede mover un poco su cuerpo, pero aún así se puede identificar que todavía
está vivo, pues cuando se le acerca un objeto, encoge las patas y trata de
evadirlo, probablemente ya lleva ahí un buen rato; de lo contrario me imagino que
se seguiría moviendo y reaccionando un poco más.
Bien vale la pena acercarnos al mundo pequeño, al que está más pegado al
suelo, a la tierra, al pasto; y ahí encontraremos maravillas, de vida y de muerte;
de lucha y tesón; de trabajo, de esfuerzo y de disciplina para sobrevivir, para ser y
permanecer.
Acercarnos al mundo de los niños, al mundo pequeño, significa que algo queda
aún de niño en nosotros los adultos; algo de creatividad y de frescura; y si lo
hemos perdido es probable que aquí lo encontremos, pues lo verdaderamente
valioso no está en las alturas ni en el mundo de los reflectores; quizás está bajo la
sombra de un árbol, en la arena de una playa solitaria, en el jardín de tu casa, en
la mirada tierna y limpia de un niño? o dentro de nosotros mismos.