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Trastornos de ansiedad en la infancia

INTRODUCCION

La ansiedad es una emoción que surge cuando la persona se siente en peligro,


sea real o no la amenaza. Es una respuesta normal y adaptativa ante amenazas
reales o imaginarias más o menos difusas que prepara al organismo para
reaccionar ante una situación de peligro. Los temores se convierten en la niñera
del crío cuando éste comienza a alejarse de la madre y empieza a explorar el
mundo por sí solo.

La ansiedad y los miedos son fenómenos universales que forman parte del
entramado del desarrollo humano. Así, el miedo a la separación, la timidez social,
el miedo al fracaso, el miedo a la oscuridad, a los animales o a los malos sueños
forman parte de los problemas cotidianos de la infancia.

Los conceptos de ansiedad, angustia, miedo y estrés han sido utilizados de forma
polisémica en la bibliografía psicológica.
Mientras que el miedo es un sentimiento producido por un peligro presente e
inminente y por lo tanto se encuentra estrechamente ligado a los estímulos que lo
generan, la ansiedad se refiere a la anticipación de un peligro venidero, indefinible
e imprevisible, siendo la causa más vaga y menos comprensible (Marks, 1991).
En este sentido, la ansiedad ha sido definida como miedo sin objeto, mientras que
el miedo es considerado como la ansiedad ante un estímulo determinado.

Aunque la ansiedad tiene una función activadora que facilita la capacidad de


respuesta del individuo ante los peligros, cuando ésta es excesiva en intensidad
frecuencia o duración, o aparece asociada a estímulos que no representan una
amenaza real para el organismo, produce alteraciones en el funcionamiento del
sujeto y se considera patológica. Es en este caso cuando hablamos de trastornos
de ansiedad.

Acorde con ello, una cuestión clave para los clínicos es determinar en qué punto
es apropiado redefinir esos síntomas normales como trastornos emocionales.
Algunos criterios que pueden esclarecer las diferencias son los siguientes:
cronicidad, intensidad de los síntomas, interferencia con el funcionamiento e
interferencia con el proceso de desarrollo psicológico.

Todos los seres vivos estamos dotados de un sistema


biológico que nos permite experimentar ansiedad o
temor. La emoción del miedo puede funcionar como
señal de alarma y como barrera contenedora para
impedir que el niño se aventure en situaciones para las
que todavía no ha desarrollado las habilidades necesarias.
Sentimientos tales como el miedo, la ansiedad, la
tristeza ocurren de forma normal en algún momento
del desarrollo. Las causas de las mismas, la forma en que
se manifiestan y sus funciones adaptativas cambian conforme
el niño crece y pasa de la infancia a la adolescencia.
En su forma mórbida o patológica constituye, en
muchos casos, una forma extrema de presentación de
los miedos o vivencias normales en la infancia y, por
tanto, la forma en la que se presentan los trastornos de
ansiedad o afectivos están determinados por el momento
del desarrollo en el que aparecen.
Aunque en esta revisión hemos elegido separar los
trastornos de ansiedad de los afectivos, hemos de tener
en cuenta que en la infancia y adolescencia ambos tipos
de trastornos se solapan con frecuencia. De hecho,
muchos libros de texto incluyen estos trastornos bajo la
denominación más genérica de trastornos emocionales,
lo que es una constatación del hecho clínico al que nos
referimos.
La ansiedad patológica consiste en la aparición de una
sensación de intenso malestar, sin causa objetiva que lo
justifique, que se acompaña de sentimientos de aprensión.
La persona que tiene ansiedad teme volverse loca,
morirse o realizar un acto incontrolable. Las respuestas
de ansiedad incluyen síntomas cognitivos y somáticos
que son característicos y que expresan la activación del
sistema autonómico (inquietud psicomotriz, pilorección,
taquicardia, taquipnea, sensación de muerte inminente,
tensión, etc.). Los efectos a largo plazo de los síntomas
de ansiedad persistente pueden ser variados y de consecuencias
casi irreparables, pues pueden derivar en
daños en el desarrollo del concepto de sí mismo, en la
autoestima, en el funcionamiento interpersonal y en la
adaptación social.

1.Miedos

El miedo se considera una respuesta de activación fisiológica normal provocada


por hechos nocivos o amenazantes, que capacita al organismo para reaccionar
ante una situación de peligro (Echeburúa. 1993). En este sentido, los miedos
constituyen respuestas adaptativas que permiten que los niños adquieran las
habilidades para enfrentarse a situaciones peligrosas o nocivas. Así podemos
afirmar que son instintivos y universales sin aprendizaje previo.
Campbell (1986) describe la evolución de los miedos en la infancia como una
característica del desarrollo humano. Así, desde una aproximación etológica,
Bowlby (1993) plantea que inicialmente la incomodidad, el dolor y los sonidos
agudos y repentinos provocan inquietud en el bebé e incluso pueden inducir al
llanto, así como la tensión muscular y los movimientos difusos. Por el contrario, el
bebé se tranquiliza cuando se lo acuna o se le dan palmaditas o por medio de la
succión sin fines alimentarios. En estas reacciones de temor el aprendizaje tiene
nula o escasa participación. Con el desarrollo cognitivo aparecen otros miedos
evolutivos; por ejemplo entre los 8 y 12 meses el niño comienza a manifestar
respuestas de temor ante las personas extrañas. Cuando el niño aprende a
moverse por sí mismo, aumenta el número de situaciones temidas. Y a medida
que progresa el desarrollo cognitivo, con la adquisición del lenguaje y la capacidad
para efectuar operaciones simbólicas, aparece el miedo a la oscuridad, a los seres
imaginarios y a los animales, mientras que los anteriores temores comienzan a
desaparecer. Las reacciones de temor son entonces menos situacionales, ya que
el niño es capaz de anticipar situaciones peligrosas que no se encuentran en su
entorno inmediato.

De los 6 a los 9 años surgen nuevos temores que tienden a ser más reales,
asociados a situaciones que implican daño físico y miedo al fracaso o a hacer el
ridículo. Los miedos a fantasmas y monstruos empiezan a desvanecerse, aunque
aún permanece el miedo a la oscuridad, a estar solos y a la separación de los
padres. En la adolescencia se incrementan los miedos relacionados con las
situaciones sociales: el temor a fracasar, a hacer el ridículo, a las relaciones con
el otro sexo, a ser no ser aceptado por el grupo, a las relaciones sexuales.

Morris y Kratochwill (1983) consideran que los miedos evolutivos son un


componente del desarrollo normal del niño que le proporcionan medios de
adaptación a diversos estresores vitales. En este sentido:

o Se trata de un fenómeno evolutivo, hasta el punto de que la presencia de miedo


debería considerarse como una parte integral del desarrollo psicológico normal.
Lo anómalo sería su ausencia. El miedo tiene la finalidad de señalizar la presencia
de una amenaza.

o La mayoría de los miedos suelen ser transitorios, aparecen en niños de edad


similar y, por lo general, no suelen interferir en el funcionamiento psicológico
cotidiano. Estos miedos parecen estar en estrecha interdependencia con los
cambios evolutivos y desaparecen al poco tiempo.

o Las experiencias, vivencias y emociones aparejadas con los miedos evolutivos


permiten al ser humano generar y consolidad medios y recursos encaminados a
resolver de modo satisfactorio situaciones estresantes.
o La dimensión cognitiva se presenta con una especial relevancia. Los miedos son
reacciones ante una serie de estímulos, unos externos y otros generados por el
propio sujeto, que son autocalificados como amenazadores o emparejados con
estímulos percibidos como peligrosos.

1.1.Miedos y temores propios de la etapa evolutiva


• Estímulos discrepantes
• Ansiedad ante el extraño
• Ansiedad de separación
• Otros (oscuridad, seres extraños...)
• Acontecimientos misteriosos
• Daños corporales
• Adecuación (rechazo parental) y rendimientos
• Relación con iguales
• Adecuación social
• Hipocondriasis
• Miedo a la muerte

Los tres tipos de temores más firmemente establecidos en la especie humana son:

1. El miedo a los animales, reminiscencia del temor evolutivo a los


depredadores.
2. El miedo a los daños físicos, vestigio atávico del temor a los peligros que
se pueden encontrar en la naturaleza.
3. El miedo a la separación, que actúa en consonancia con los anteriores y
que permite retener a los niños pequeños cerca de sus madres
protegiéndolos del entorno peligroso.

Hay ocasiones en que las respuestas de ansiedad no desempeñan una función


adaptativa, se disparan de forma totalmente incontrolada y son causa de
sufrimiento para los niños que las experimentan. Surgen, en estas circunstancias,
como un "miedo sin saber de qué". En el caso de los trastornos de ansiedad, las
respuestas de temor funcionan como un "dispositivo antirrobo defectuoso", que se
activa y previene de un peligro inexistente.

1.2.EL MIEDO EN LA INFANCIA

Cuando la ansiedad remite a estímulos específicos, se habla propiamente de


miedo. La mayoría de los niños experimentan muchos temores leves, transitorios
y asociados a una determinada edad que se superan espontáneamente en el
curso del desarrollo. El miedo constituye un primitivo sistema de alarma que ayuda
al niño a evitar situaciones potencialmente peligrosas. El miedo a la separación es
la primera línea de defensa; si se rompe ésta, entonces entran en acción los
miedos a los animales y a los daños físicos. Desde esta perspectiva, los miedos
son respuestas instintivas y universales, sin aprendizaje previo, que tienen por
objetivo proteger a los niños de diferentes peligros. Los miedos innatos se pueden
agrupar en cinco categorías generales:

1. Miedo a los estímulos intensos.


2. Miedo a los estímulos desconocidos, como por ejemplo, el temor a los
extraños.
3. Miedo a la ausencia de estímulos, como por ejemplo, la oscuridad.
4. Miedo a estímulos que han sido potencialmente peligrosos para la especie
humana en el transcurso del tiempo, como la separación, las alturas, las
serpientes u otros animales salvajes.
5. Miedo a las interacciones sociales con desconocidos.

1.3.MIEDOS EVOLUTIVOS NORMALES MÁS FRECUENTES EN LAS FASES


DEL DESARROLLO INFANTIL

El niño de 0 a 1 año suele responder con llanto a los estímulos intensos y


desconocidos, así como cuando cree encontrarse
desamparado.

En los niños de 2 a 4 años aparece el temor a los animales.

En los niños de 4 a 6 años surge el temor a la oscuridad, a las catástrofes y a los


seres imaginarios (como brujas y fantasmas) así como el contagio emocional del
miedo experimentado por otras personas y la preocupación por la desaprobación
social.

Entre los 6 y los 9 años pueden aparecer temores al daño físico o al ridículo por la
ausencia de habilidades escolares y deportivas.

Los niños de 9 a 12 años pueden experimentar miedo a la posibilidad de


catástrofes, incendios, accidentes; temor a contraer enfermedades graves; y
miedos más significativos emocionalmente, como el temor a conflictos graves
entre los padres, al mal rendimiento escolar, o, en ambientes de violencia familiar,
el miedo a palizas o broncas.

Entre los adolescentes de 12 a 18 años tienden a surgir temores más relacionados


con la autoestima personal (capacidad intelectual, aspecto físico, temor al fracaso,
etc.) y con las relaciones interpersonales.

Los miedos infantiles expuestos son muy frecuentes y pueden afectar hasta al 40-
45% de los niños. Son, por ello, normales, aparecen sin razones aparentes, están
sujetos a un ciclo evolutivo y desaparecen con el transcurso del tiempo, a
excepción del miedo a los extraños que puede subsistir en la vida adulta en forma
de timidez.

2.LAS FOBIAS

Cuando los miedos infantiles dejan de ser transitorios hablamos de fobias. Las
fobias son una forma especial de miedo que responde a las siguientes
características:

• Ser desproporcionadas a la situación que desencadena la respuesta de


miedo y/o estar relacionadas con estímulos que no son objetivamente
peligrosos.
• No poder ser eliminadas racionalmente.
• Estar más allá del control voluntario.
• No ser específicas de una edad determinada.
• Ser de larga duración.
• Interferir considerablemente en la vida cotidiana del niño en función de las
respuestas de evitación.

Las fobias infantiles suelen aparecer con más frecuencia entre los 4 y 8 años.

Mientras que los miedos son considerados como reacciones normales del niño,
las fobias son conceptuadas como alteraciones o trastornos psicológicos. Así, la
característica esencial de la fobia específica es un miedo intenso y persistente a
objetos o situaciones claramente discernibles y circunscritos (DSM-IV; APA, 1994).

Marks (.1961) entiende la fobia como un tipo de miedo que:


- Es desproporcionado respecto al peligro de la situación.
- Se acepta como irracional, esto es, es resistente a las explicaciones o
razonamientoscorrectos.
- Es involuntario, no está sujeto al control de la persona.
- Lleva a evitar la situación temida.

MilIer, Barret y Hampe (1974) ampliaron la definición propuesta por Marks,


añadiendo tres nuevos criterios:
- La reacción de temor persiste durante largos períodos de tiempo.
- Es una reacción desadaptativa.
- No corresponde a la edad' o estadio evolutivo.

Con esta ampliación de criterios se evita considerar como fobias las reacciones de
miedo evolutivamente normales, por ejemplo las respuestas de miedo intenso ante
la separación de la madre que manifiestan los niños entre uno y dos años de edad.
Tal y como argumenta Bragado (1994), este comportamiento es transitorio,
ocurren en la gran mayoría de los niños y puede ser considerado como una parcela
más del desarrollo.
También el DSM-IV considera un criterio indispensable para diagnosticar una fobia
que el miedo o la evitación interfieran con la vida normal del individuo,
produciéndose un intenso malestar. En este sentido, se hablará de miedos cuando
no se produzca interferencia con la vida del niño. La evitación del estímulo temido
puede producirse tanto cuando los miedos son normales como cuando son
exagerados o irrazonables, y siempre que no interfiera o límite la vida del niño
podrá ser considerada funcional o adaptativa. Si la evitación es adaptativa, el
comportamiento del niño no deberá ser considerado fóbico (Fernández, 1996).

Como hemos expuesto anteriormente, Marks (1969) considera que las fobias no
pueden explicarse o razonarse. En la misma dirección, la APA (1994) señala que
el individuo debe reconocer que su miedo es excesivo o irracional, aunque
establece que dicho requisito no es imprescindible para realizar el diagnóstico en
la población infantil.

Hay dos categorías que suelen aplicarse al niño y al adolescente, a saber, las
fobias específicas y la fobia social. Sin embargo, la agorafobia es menos frecuente
en esta población.

Las fobias específicas (o fobias simples) se refieren al miedo exagerado y


persistente a un objeto o situación determinados. El DSM-IV establece cinco
categorías de fobias específicas, a saber, animal, ambiental (p.e. altura,
tormentas, agua), sangre- inyecciones-lesión situacional (p.e. aviones, lugares
cerrados) y de otro tipo (p.e. ruidos estridentes o personas disfrazadas), y no
diferencia las fobias que ocurren durante la infancia y adolescencia de las que
suceden en la vida adulta.

En los niños las fobias más frecuentes son las referidas a los animales, a la
oscuridad, a dormir solos, a los dentistas, médicos o practicantes (Jiménez, 1995),
y la ansiedad se puede expresar llorando, mediante rabietas, quedándose
paralizados o abrazándose a alguien que les dé seguridad.

Las fobias específicas tienden a remitir espontáneamente con el paso del tiempo
en períodos que oscilan entre uno y cuatro años. La maduración cognitiva del niño
y las experiencias de aprendizaje debidas a la exposición al estímulo temido o
mediante aprendizaje vicario pueden explicar esta remisión espontánea.

Las fobias sociales (o trastorno de ansiedad social) se refieren al miedo exagerado


y persistente a actuar de un modo humillante o que suponga la evaluación por
parte de los demás ante personas que no pertenecen al ámbito familiar. Ejemplos
de situaciones de esta categoría son los siguientes: hablar en público (leer en voz
alta, hacer un comentario sobre un libro, contestar a una pregunta del profesor),
comer, beber y escribir en público, ir a fiestas, utilizar los aseos públicos, hablar
con figuras de autoridad y reuniones o juegos con otros niños. De entre ellas, cabe
destacar las relacionadas con hacer exámenes escritos u orales, que les
devuelvan el examen corregido o escribir en la pizarra, por su relativa frecuencia
en el ámbito escolar.

Generalmente estos niños o adolescentes temen que los demás perciban los
síntomas de su ansiedad, tales como enrojecimiento, temblor de manos o de la
voz, agitación respiratoria, sudoración, que a su vez les genera más ansiedad.

Tener alguna característica física diferente del resto de compañeros (p.e.


sobrepeso, alguna minusvalía física) puede hacer al niño o adolescente vulnerable
al desarrollo de una fobia social, por el temor a sufrir las burlas. Esta situación
desgraciadamente, cada vez más frecuente en el ámbito escolar actual debido, en
parte, al aumento de la agresividad en esta población.

Generalmente aparece ansiedad anticipatoria, y ello genera preocupaciones antes


de afrontar la situación temida, lo que, a su vez, provoca ansiedad,
constituyéndose un círculo vicioso que da lugar a un mal rendimiento real o
subjetivo en la situación temida debido a dicho malestar.

Cuando se realiza este diagnóstico en niños o adolescentes, es necesario


establecer que tienen la capacidad de entablar relaciones sociales adecuadas
para sus niveles de edad y que la ansiedad social aparece ante el contacto con
otros niños de la misma edad y no sólo ante adultos.

Dado que la adolescencia es un período del desarrollo durante el cual la ansiedad


social es bastante frecuente, sólo se realizará el diagnóstico en el supuesto de que
dicha alteración suponga una interferencia en la vida del adolescente y/o le cause
un malestar intenso y duradero, c1ínicamente significativo. En los niños, las fobias
sociales pueden manifestarse mediante lloros, tartamudez, parálisis o abrazos o
aferramiento a familiares cercanos, junto a la abstención de mantener relaciones
con los demás, pudiendo llegar al mutismo.

La razón fundamental que justifica este cambio es la poca frecuencia con que era
diagnosticado y el escaso conocimiento del curso, evolución y respuesta a la ira.

El termino fobia viene de la palabra griega que significa "Temor". Una fobia es un
temor intenso, persistente e injustificable de algún objeto o situación especifica.

Los intentos de evitar el objeto o situación interfieren de forma notable con la vida
del individuo. Las fobias es el trastorno mental mas común en Los Estados Unidos.
La tasa de prevalencia de por vida estimada es de 12.53% con mas de 15 millones
de individuos afectados en cualquier momento dado.

El DSM-IV incluye 3 categorías de fobias:


• Agorafobias: la cual es un temor irracional único de quedar atrapado o
desamparado.

• Fobia Social: la cual, por lo general, implica situaciones sociales.

• La Fobia Simple o Especifica: las incluye la mayor parte de los temores.

Fobias y sus objetos

Acrofobia: temor a las alturas.

Agorafobias: temor a los espacios abiertos

Ailurofobia: temor a los gatos.

Algofobia: temor al dolor

Aracnofobia: temor a las arañas.

Astrapofobia: temor a las tormentas y relámpagos.

Aviofobia: temor a los aviones.

Brontofobia: temor a los truenos.

Claustrofobia: temor a los espacios cerrados.

Dementofobia: temor a la locura.

Genitofobia: temor a los genitales.

Ematofobia: temor a la sangre

Microfobia: temor a los gérmenes.

Monofobia: temor a estar solo.

Misofobia: temor a la contaminación o a los gérmenes.


Nictofobia: temor a la oscuridad.

Oclofobia: temor a las multitudes.

Patofobia: temor a la enfermedad.

Fobofobia: temor a las fobias.

Pirofobia: temor al fuego.

Sifilofobia: temor a la sífilis.

Topofobia: temor al desempeño

Xenofobia: temor a los extranjeros.

Zoofobia: temor a los animales o alguno en particular.

3.TRASTORNOS DE ANSIEDAD

3.1.LA ANSIEDAD EN LA INFANCIA

Se trata de una vivencia displacentera que generalmente ocurre como respuesta


frente a situaciones de amenaza, reales o imaginarias, expresada a través de
síntomas físicos o psíquicos que tienen una función defensiva ante la experiencia
de amenaza.

Estas situaciones de peligro, tal como las describe Freud, son el miedo a ser
abandonado, a perder el objeto amado, el miedo a la venganza y al castigo, y la
posibilidad de castigo por parte del “superyó” (en psicoanálisis, en el lenguaje
coloquial es “lo que cree el niño o el adulto que debería haber hecho”).

Reaccionamos con ansiedad ante las dificultades de la vida. Y ante los hechos
agradables o placenteros por temor a la pérdida.

Lo importante para la salud física y mental no es tener o no ansiedad, sino la


cantidad, la calidad y el tipo de la misma.
La existencia de conflictos profundamente inconscientes, si no son elaborados,
puede dar lugar a estados de ansiedad crónica que se manifestarán por trastornos
mentales. Esta ansiedad crónica puede llevar a auténticas enfermedades, como
las enfermedades psicosomáticas o psicofisiológicas, como por ejemplo antrosis
cervicales, trastornos cardiovasculares (por ej, el infarto de miocardio), ulceras
gastroduodenales, asmas y bronquitis, etc.

3.2.LA ANSIEDAD Y EL MIEDO

A menudo se usan de forma indiscriminada estos dos constructos, pero veremos


sus diferencias.

La ansiedad usualmente empieza con un peligro no muy bien definido, mientras


que el miedo usualmente empieza cuando hay una situación que esta muy bien
definida.

Funcionalmente dependen de dos clases de estímulos:

Los externos (lo que ocurre en su entorno)


Los internos (lo que siente el niño)

En la ansiedad, lo que ocurre en su entorno influye en menor grado que en el


miedo, en el que teme a algo en concreto. Y el sistema de respuesta predominante
en la ansiedad es el pensamiento, mientras que en el miedo es el motor.

La ansiedad y el miedo nos causan muchos síntomas mentales incómodos, como


el sentirse indefenso, la confusión, la aprehensión, la preocupación y los
pensamientos negativos repetitivos. El miedo y la ansiedad tambié

3.3.CLASIFICACIONES DE LOS TRASTORNOS


DE ANSIEDAD

El DSM-IV clasifica aquí los siguientes trastornos:

• Trastorno de angustia (con o si agorafobia, o agorafobia sin trastorno de


angustia)
• Fobia específica
• Fobia social
• Trastorno obsesivo-compulsivo
• Trastorno por estrés postraumático
• Trastorno por estrés agudo
• Trastorno de ansiedad generalizada
• Trastorno de ansiedad debido a enfermedad médica
• Trastorno de ansiedad inducido por sustancias
• Trastorno de ansiedad no especificado

La clasificación de los trastornos de ansiedad en la


infancia aún no tiene un carácter definitivo. Las dos
clasificaciones internacionales al uso, ICD-10 (International
Clasification of Diseases)5 y DSM-IV (Diagnostic
and Statistical Classification of Diseases), reseñan
que existen algunos trastornos de ansiedad de
inicio en la infancia y en la adolescencia por 4 razones
básicas:
1. La mayoría de los niños que sufren trastornos
de ansiedad son sujetos normales en la vida
adulta y sólo una minoría terminará padeciendo
algún trastorno.

Figura 1.
2. Muchos trastornos emocionales pueden considerarse
exageraciones de las respuestas normales
del niño.
3. Los mecanismos etiopatogénicos pudieran ser
diferentes.
4. Los trastornos emocionales de los niños se diferencian
con menos claridad que los del adulto
en entidades específicas.
La CIE-10 considera que los trastornos emocionales
de inicio en infancia y adolescencia son: ansiedad de
separación, ansiedad fóbica, hipersensibilidad social y
trastorno de rivalidad con los hermanos. La DSM-IV
incluye en este grupo sólo el trastorno por ansiedad de
separación y el trastorno reactivo de la vinculación. El
resto de trastornos de ansiedad se delimitan según un
diagnóstico sindrómico que es el mismo en los niños y
adolescentes que en los adultos. Los trastornos de ansiedad
incluyen el trastorno de pánico, las fobias, el trastorno
obsesivo compulsivo (TOC), las reacciones a estrés
agudo, el trastorno por estrés postraumático (TEP)
y el trastorno de ansiedad generalizada (TAG); éste último
conocido previamente como trastorno por ansiedad
excesiva.Aparte quedan los síndromes de ansiedad
secundarios a una condición médica o al uso de sustancias.
En este artículo nos limitaremos a presentar de forma
resumida los trastornos de ansiedad que consideramos
más relevantes en la clínica, bien por su frecuencia
o por su especificidad. El TOC y el TEP se consideran
como entidades independientes que suelen merecer
consideración aparte en la mayoría de las revisiones y
libros de texto. De hecho, en la CIE-10 aparecen de forma
independiente.

3.4.EPIDEMIOLOGÍA
Los estudios epidemiológicos sobre los trastornos
de ansiedad cuentan con serias dificultades metodológicas7.
La primera y principal es la dificultad existente
para delimitar y definir lo que se está estudiando (ej.
¿qué es un caso?, ¿dónde está la normalidad y dónde
la patología?) Esto se ve complicado porque los diagnósticos
dependen de la información proveniente de
fuentes dispares (niños versus padres versus profesores).
Además, los resultados varían en función del diseño
de los estudios epidemiológicos, que son variados
también en cuanto a la calidad metodológica. En líneas
generales las tasas de prevalencia oscilan entre el 9-
21%. Los resultados de algunos estudios indican que
no todos los niños que presentan algún trastorno de
ansiedad se encuentran severamente limitados en su

funcionamiento diario1.

Los trastornos de ansiedad en la infancia pueden clasificarse en tres grandes


apartados dentro de los cuales aparecen otros tal como podemos ver en la
siguiente lista:

1. TRASTORNOS FÓBICOS: Fobias específicas, Fobia escolar y Trastornos


de evitación.
2. TRASTORNOS DE ANSIEDAD SIN EVITACIÓN FÓBICA: Ansiedad de
separación y ansiedad excesiva.
3. OTROS TRASTORNOS DE ANSIEDAD: Trastorno obsesivo-compulsivo y
trastorno mixto de ansiedad y depresión.

TRASTORNOS FÓBICOS
Las fobias específicas pueden interferir de una forma considerable en la vida
cotidiana del niño. Su pronóstico es que tienden a remitir espontáneamente con el
paso del tiempo en períodos que oscilan entre 1 y 4 años. Algunos ejemplos son:
la fobia a la oscuridad, la fobia a los perros o la fobia a los médicos. La fobia a la
oscuridad puede producir una fuerte ansiedad por la noche en el momento de ir a
la cama, así como rabietas y negativas a dormir fuera de casa. La fobia a los perros
puede llevar al niño a utilizar caminos más largos o rodeos innecesarios para llegar
a casa o al colegio. La fobia a los médicos puede impedir los controles preventivos,
así como dificultar la administración de tratamientos beneficiosos.

La fobia escolar se refiere al rechazo prolongado que un niño experimenta a acudir


a la escuela por algún tipo de miedo relacionado con la situación escolar. Es poco
frecuente y tiende a darse entre 3-4 años o bien, 11-12 años. Afecta a un mayor
número de niños que de niñas. Su comienzo en niños pequeños es repentino
mientras que en mayores y adolescentes es más gradual, de carácter más intenso
y grave y con peor pronóstico. Desde una perspectiva clínica, la fobia a la escuela
viene precedida o acompañada habitualmente de síntomas físicos de ansiedad
(taquicardia, trastornos del sueño, pérdida de apetito, palidez, naúseas, vómitos,
dolor de cabeza) y de una anticipación cognitiva de consecuencias negativas
asociadas a la escuela así como de una relación muy dependiente con la madre y
de la proliferación de temores inespecíficos (a la oscuridad, a los ruidos). El
resultado es la conducta de evitación. La fobia escolar está asociada a otros
trastornos clínicos, como la depresión y una baja autoestima. Algunos factores
predisponentes de la fobia escolar son la existencia de trastornos de ansiedad o
de depresión entre los padres, factores relacionados con la escolaridad como el
temor a un profesor o sucesos vitales negativos como una enfermedad prolongada
o la separación de los padres. En resumen, la fobia escolar es un fenómeno
complejo que puede denotar la existencia de una fobia específica (temor a ser
herido en los juegos de recreo), de una fobia social (temor a ser ridiculizado), de
un trastorno obsesivo-compulsivo (temor a ser ensuciado) o de una ansiedad de
separación propiamente dicha.

El trastorno de evitación se caracteriza por la excesiva evitación del contacto con


personas desconocidas durante un período superior a 6 meses e interfiere en las
relaciones sociales con los compañeros de juego o de colegio. Todo ello está unido
a un claro deseo de afecto y de aceptación de uno mismo ante los demás. Este
trastorno sólo se diagnostica a partir de 2,5 años puesto que a una edad más
temprana puede tratarse simplemente del temor evolutivo normal a las personas
extrañas al niño. Estos niños suelen ser inseguros, tímidos, con poca confianza en
sí mismos y poco asertivos. Como consecuencia de este trastorno, los niños
pueden tener dificultades para adquirir las habilidades sociales necesarias en el
proceso de adaptación a un ambiente que les resulta a estas edades
enormemente cambiante. El aislamiento social y la depresión pueden ser las
consecuencias de este trastorno.
TRASTORNOS DE ANSIEDAD SIN EVITACIÓN FÓBICA

La ansiedad de separación es la ansiedad desproporcionada que experimenta un


niño cuando se separa real o supuestamente de sus seres queridos,
especialmente de la madre. La ansiedad de separación constituye un sistema de
protección en los primeros meses y años de la vida del niño. La atenuación
posterior de esta ansiedad, a medida que el niño adquiere una mayor movilidad
física, es suplida por la aparición de temores específicos, como el miedo a la
oscuridad, a las alturas o a los extraños, que reemplazan dicho mecanismo
protector. Este trastorno incluye la presencia de miedos irracionales (a estar solos,
a irse a la cama con la luz apagada, etc.), de trastornos del sueño (pesadillas
especialmente) y de ansiedad global, así como la anticipación de consecuencias
negativas, como la sensación de que algo malo va a ocurrir o la certeza de que ya
no va a volver a ver a los seres queridos. Los niños afectados por este trastorno
cuentan con una edad media de 9 años y se distribuyen entre ambos sexos, con
cierto predominio de las niñas sobre los niños y de los niveles socioeconómicos
bajos. Si bien no suele prolongarse más allá de los 14-16 años, puede ser un
predictor de la agorafobia/trastorno de pánico o incluso de depresión en la vida
adulta.

La ansiedad excesiva es un trastorno caracterizado por la presencia de ansiedad


persistente y generalizada en situaciones muy diversas, no limitadas a la
separación de los seres queridos, y por la aparición de temores anticipatorios ante
dichas situaciones. La tensión y el perfeccionismo están siempre presentes en
dicho trastorno. Los niños afectados por este trastorno cuentan con una edad
media de 13 años y se distribuyen por igual entre ambos sexos, con un cierto
predominio de los niveles socioeconómicos medios y altos. Este trastorno aparece
con frecuencia en familias reducidas cuyos miembros viven constantemente
preocupados por la obtención de éxitos, con una dinámica de sobreexigencia que
los niños no son siempre capaces de asimilar. En cuanto al pronóstico, la ansiedad
excesiva surge sin un comienzo claro y tiende a cronificarse con el transcurso del
tiempo, con un agravamiento adicional ante las situaciones de

OTROS TRASTORNOS DE ANSIEDAD

El trastorno obsesivo-compulsivo se compone de obsesiones (pensamientos


ilógicos desagradables que surgen reiteradamente y que sobrevienen contra la
voluntad del sujeto) y de compulsiones (conductas repetitivas sin sentido en sí
mismas, pero que consiguen suprimir o reducir la ansiedad inducida por las
obsesiones). Este cuadro clínico es más propio de la vida adulta y resulta poco
frecuente en la infancia. Las conductas rituales y las perseveraciones son un rasgo
de desarrollo normal entre los 7 y los 8 años. En unos casos tienen un carácter
lúdico y en otros sirven para controlar la ansiedad así como para facilitar la
socialización. Entre los 7 y los 11 años pueden surgir rituales relacionados con el
coleccionismo. La edad de inicio se sitúa en torno a los 9,5 años en los niños y los
11 años en las niñas, con un desarrollo habitualmente gradual y en sujetos con un
cociente intelectual más bien alto. Este problema puede surgir con más frecuencia
en niños con un código moral rígido y que experimentan, por tanto, sentimientos
de culpa con frecuencia.

Los niños y adolescentes con trastornos depresivos suelen presentar síntomas de


ansiedad, de ahí a llamar al trastorno mixto de ansiedad y depresión.

estrés y con la aparición de síntomas diversos (tics, miedo a hablar en público).

De acuerdo con Echeburúa (1996) los trastornos de ansiedad en la infancia


pueden clasificarse de la siguiente forma:

- Trastornos fóbicos: fobias específicas, fobia escolar y trastorno de evitación.


- Trastornos de ansiedad sin evitación fóbica: ansiedad de separación y ansiedad
excesiva.
- Otros trastornos de ansiedad: trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno mixto de
ansiedad y depresión.

3.6.ETIOLOGIA DE LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD EN LA INFANCIA

Hay niños muy vulnerables a las situaciones de estrés, tanto en su aspecto


biológico, como psicológico, así como situaciones estresantes.

Se han propuesto varias hipótesis referentes a la ansiedad de separación


(Bragado, 1993) como muy influyentes.

Los déficits de aprendizaje


Las experiencias traumáticas de separación
El reforzamiento de las conductas de dependencia por parte de los padres.

En suma, la vulnerabilidad biológica, la vulnerabilidad psicológica y los


acontecimientos estresantes traumáticos hacen más probables, sobre todo
cuando actúan juntos, la aparición de la ansiedad de separación.

La mayor parte de las actuales aproximaciones psicológicas consideran que los


miedos y sobre todo las fobias, son adquiridas o aprendidas por el individuo que
las presenta como consecuencia de su experiencia particular. Esto no significa que
desde un punto de vista psicológico se niegue la existencia de reacciones “innatas”
de miedo, que se producen ante determinados estímulos casi desde el nacimiento.
Se puede observar por tanto que, en el origen de los trastornos de ansiedad
desempeñan un papel importante, por un lado, los acontecimientos estresantes
como el divorcio de los padres en los períodos críticos de la infancia y, por otro, el
estilo educativo de los padres con los hijos.

En concreto, hay una estrecha relación entre la ansiedad materna, la


sobreprotección de los hijos y las respuestas de ansiedad por parte de éstos. El
temperamento del niño desempeña asimismo un papel importante y refleja la
predisposición hereditaria general. Los niños ansiosos tienden a responsabilizarse
excesivamente de los fracasos, experimentan dificultades para generar
alternativas de actuación y discriminar las que son efectivas de las que no lo son
y por último, suelen ser lentos en la toma de decisiones.

La atención excesiva del niño a sus propias reacciones y a sus propios


pensamientos contribuye a desarrollar y mantener la ansiedad.

Las situaciones que provocan ansiedad en la infancia son muy variadas. A


continuación les ofrecemos una relación de factores que pueden generar o
precipitar la ansiedad.

Enfermedades e intervenciones quirúrgicas.


La muerte de amigos o parientes.
Las dificultades escolares.
Ataques o experiencias sexuales.
Los problemas intrafamiliares.
Las situaciones de miedo.
Las preocupaciones y situaciones de peligro imaginario.
Los accidentes.
La menstruación.
Experiencias traumáticas específicas. “Estrés traumático”.

Los límites entre ansiedad normal y patológica no siempre están claros. Las
dificultades para establecer dichos límites se multiplican en el caso de la ansiedad
porque en ella intervienen factores que dificultan la diferenciación.

La ansiedad crónica se manifiesta frecuentemente por inquietud o conducta


temerosa, con dificultades de tipo relacional o social y menos veces con
manifestación orgánica. Son menos aparatosos los síntomas en las formas de
ansiedad aguda, con predominio de sentimientos de culpa o de preocupación
excesiva, o acompañando ideas obsesivas. La ansiedad crónica tiene un
importante valor en psicopatología del niño por su propio significado y por el fuerte
poder dinamizador que posee, posibilitando reacciones a medio y largo plazo con
consecuencias imprevisibles, siendo un factor de riesgo si permanece de manera
continuada durante años, creando además una vulnerabilidad psíquica que se
mantendrá en la vida adulta.

El rasgo es un modo de conducta, distintivo de una persona, de naturaleza más o


menos permanente. Es una característica de la personalidad del sujeto, como por
ejemplo la timidez. Ese rasgo no tiene porque ser patológico a no ser que origine
sufrimiento o dificultades en su vida y en su equilibrio psíquico. La ansiedad estado
en el niño hace pensar en lo patológico, en trastornos por ansiedad identificables.

Uno de los peligros es que la ansiedad crónica se involucra con la personalidad


conforme el niño crece. El comportamiento emocional y social del niño refleja
sentimientos de inferioridad, hipersensibilidad, vulnerabilidad emocional,
exageración en las respuestas emocionales, timidez, aislamiento social,
vinculaciones afectivas inadecuadas, autoconciencia de su situación, llantos,
desequilibrios emocionales, rigidez emocional, aplicación de la “ley del todo o
nada”, carácter “complaciente” y falsamente adaptado, etc.

En el origen de los trastornos de ansiedad desempeñan un papel importante, por


un lado, los acontecimientos estresantes como el divorcio de los padres en los
períodos críticos de la infancia y, por otro, el estilo educativo de los padres con los
hijos. En concreto, hay una estrecha relación entre la ansiedad materna, la
sobreprotección de los hijos y las respuestas de ansiedad por parte de éstos. El
temperamento del niño desempeña asimismo un papel importante y refleja la
predisposición hereditaria general. Los niños ansiosos tienden a responsabilizarse
excesivamente de los fracasos, experimentan dificultades para generar
alternativas de actuación y discriminar las que son efectivas de las que no lo son
y por último, suelen ser lentos en la toma de decisiones. La atención excesiva del
niño a sus propias reacciones y a sus propios pensamientos contribuye a
desarrollar y mantener la ansiedad.

3.7.ETIOPATOGENIA
Como otros trastornos psiquiátricos, los trastornos
de ansiedad son explicados aplicando el modelo causal
de vulnerabilidad-estrés. Según éste, el individuo
podría presentar una serie de factores predisponentes
o de riesgo para el padecimiento de los trastornos de
ansiedad que serían desencadenados por otros (factores
desencadenantes). A continuación, resumiremos
algunos de estos factores; no obstante, conviene clarificar
que los estudios epidemiológicos realizados hasta
el momento no confirman ninguno de ellos. El hallazgo
más replicado por todos los estudios es que los
trastornos de ansiedad son más prevalentes en las chicas
por tanto, el sexo parece un factor interviniente
aunque no existe ninguna teoría psicopatológica que
explique esta diferencia de forma convincente. Tampoco
conocemos los caminos por los que los factores
de riesgo o predisponentes confluirían y terminarían o
no produciendo los trastornos de ansiedad; además,
los estudios necesitarían incluir la perspectiva del desarrollo
porque no todos los factores de riesgo o situaciones
traumáticas tienen un mismo efecto patogenético
según el momento del desarrollo en el que tienen
lugar:
• Factores genéticos y constitucionales. Aunque
parece que los trastornos de ansiedad se agrupan
en determinadas familias, aún no se ha establecido
si la transmisión es genética o determinada
por la crianza. Puede afirmarse que los fac-
tores genéticos podrían ocupar un lugar destacado
en la génesis de algunos (trastorno de pánico),
estando otros, como la ansiedad generalizada
o la de separación, más condicionados por
factores ambientales.
• Temperamento: los niños que son inhibidos
comportamentalmente, tímidos o tendentes a la
retracción en los primeros años tienen más tendencia
a desarrollar trastornos de ansiedad posteriormente8.
• Estilos parentales: la sobre-protección que, en
ocasiones, es debida a las propias ansiedades
parentales, tales como ansiedad de separación,
viene a contribuir a la génesis en el niño de un
sentido de sí mismo como alguien indefenso,
que está en peligro y desprovisto de los recursos
personales para protegerse, defenderse ni
sobreponerse a las situaciones difíciles. Por su
parte, las actitudes parentales críticas o los estilos
educativos excesivamente punitivos pueden
ser intimidatorios e interferir en el desarrollo
de un concepto de sí, seguro y capaz.
Algunos miedos específicos pueden ser transmitidos
por los padres e incorporados por los
chicos a través de mecanismos identificatorios
básicos.
• Acontecimientos vitales estresantes: algunos
miedos pueden ser iniciados por algún acontecimiento
inusualmente aterrorizador (la experiencia
de una tormenta). Además, la elaboración
cognitiva (explicación) que de una experiencia
atemorizante haga el niño influirá en que
éste pueda desarrollar un trastorno de ansiedad
en el futuro.
• Los ambientes sociales desfavorables (grandes
adversidades, económicas o condiciones de vida,
etc.) generan un clima de inseguridad crónica
que puede contribuir al desarrollo de un trastorno
de ansiedad.

3.8.SÍNDROMES CLÍNICOS
Trastorno de ansiedad de separación
Consiste en una ansiedad excesiva cuando el niño
tiene que separarse de sus padres o de las figuras vinculares
principales. Se diagnostica cuando la ansiedad es
muy intensa o no es apropiada para la etapa del desarrollo.
La ansiedad de separación es un fenómeno normal a
partir de los 4-5 meses.A partir de los tres años los niños
tienen la capacidad de percibir que separarse no es para
siempre ya que pueden tener una representación mental
de la madre durante su ausencia. En condiciones normales
las manifestaciones normales de ansiedad de separación
van disminuyendo entre los 3-5 años.
Los sistemas clasificatorios coinciden en cuáles son
los síntomas que caracterizan este trastorno:
• Preocupación o malestar excesivos al separarse
de su hogar o de las figuras vinculares principales.
• Miedo a perder a los padres o a que les pase algo
malo, miedo a que ocurra algo que pueda resultar
en una separación (miedo a ser secuestrado
o a extraviarse).
• Resistencia a ir a la escuela o a cualquier otro sitio
(no poder dormir alejado de sus padres o
fuera de su casa).
• Resistencia a estar solo.
• Tener pesadillas repetidas con contenidos de
raptos, accidentes, pérdidas.
Las preocupaciones excesivas dan lugar a un típico
modelo de relación inadaptado cuya expresión puede
variar con la edad (en los niños pequeños tiene un carácter
más vago e inespecífico) y que implica: síntomas
somáticos en forma de dolores abdominales, vómitos,
cefaleas, náuseas, palpitaciones, temblor, vértigos, lipotimias,
síntomas conductuales en forma de evitación de
las situaciones temidas y búsqueda de proximidad, cogniciones
anormales en forma de temores exagerados a
que puedan ocurrir catástrofes9.
Son niños pegajosos en el contacto que suelen seguir
a las figuras vinculares principales en todo momento. Sus
miedos tienen repercusión funcional en forma de bajo
rendimiento académico y menor implicación en actividades
extraescolares que los niños normales.
Es un trastorno que suele iniciarse antes de los 6
años, tiende a disminuir a partir de los 12 y se descarta
que exista después de los 18 años. Afecta a un 3-5% de
los niños y a un 2-4% de los adolescentes.
Suele asociarse a otros trastornos de ansiedad como
la ansiedad excesiva o generalizada o las fobias específicas.
Algunos de estos niños son más temerosos a situaciones
vitales variadas a pesar de que estos temores no
constituyan entidades diagnósticas específicas.
La evolución del trastorno es variable y depende de la
edad de comienzo y la presencia o ausencia de otros factores
asociados. Suele tener un curso con exacerbaciones
en situaciones de presión o transición. Hay un grupo de
niños en los que el trastorno tuvo un inicio más precoz
que termina remitiendo sin secuela. No obstante, la evolución
del trastorno puede derivar en otros trastornos
psiquiátricos, especialmente la depresión pre-puberal. De
hecho, es el trastorno de ansiedad más frecuentemente
asociado con este trastorno1.También puede derivar en
desarrollos anómalos de la personalidad10; una gran cantidad
de pacientes adultos con trastorno límite de la personalidad,
uno de los trastornos de personalidad más
relevante en la clínica, manifiestan haber tenido síntomas
de ansiedad de separación desde su más tierna infancia.
Se consideran factores de peor pronóstico el inicio
más tardío, la existencia de psicopatología en la familia,
cuando el niño presenta un absentismo escolar de más
de un año y cuando el trastorno se asocia a otros trastornos
psiquiátricos.
Trastorno por hipersensibilidad social
en infancia
El síntoma predominante es la tendencia del niño a evitar
el contacto con personas desconocidas, lo que interfiere
en su vida social. La anomalía debe presentarse al
menos durante 6 meses para realizar el diagnóstico9.
La necesidad de eludir el contacto con desconocidos
se acompaña del deseo de tener relaciones personales
con los familiares y amigos, relaciones que suelen ser
entrañables y cariñosas. La ansiedad del niño hace que
se muestre tímido y aturdido frente a personas poco
conocidas siendo incluso incapaz de hablar o saludar.Típicamente,
el niño se siente muy angustiado cuando los
familiares le presionan para que tenga dichos contactos.
Es un trastorno que suele comenzar a partir de los
dos años y medio, cuando desaparece la ansiedad ante
el extraño. Lo más frecuente es que aparezca al inicio
de la escolarización. Los trastornos específicos del desarrollo
del lenguaje pueden predisponer al padecimiento
del trastorno.

Trastorno de ansiedad fóbica


La CIE-10 ha conservado el trastorno de ansiedad
fóbica como un diagnóstico específico de la infancia. Para
llegar a este diagnóstico los niños deben manifestar
miedo persistente o recurrente, evolutivamente en un
fase apropiada, pero en un grado anormal y asociado a
deterioro funcional significativo que debe estar presente
más de cuatro semanas.
Es normal en niños que éstos presenten temores relacionados
con el sueño y el ir a dormir. Los niños pueden
manifestarse reticentes a ir a su habitación solos o
a permanecer en cama. Cuando están en cama pueden
experimentar miedo a ser abandonados, miedo a ladrones,
etc. Son frecuentes la aparición de ilusiones perceptivas
(errores de reconocimiento de un estímulo
real), por ejemplo, el movimiento de una cortina es
interpretado como un ladrón o un atracador. Dependiendo
de la reacción de los padres, estos miedos se
perpetuarán si se establece una ganancia secundaria.
Los miedos y los comportamientos manipulativos están
estrechamente relacionados.
Hablamos de fobias cuando los miedos irracionales
ante determinadas situaciones y objetos se acompañan
de una evitación del estímulo fobígeno y además interfiere
con el normal funcionamiento diario. La confrontación
con estos objetos o situaciones produce una
gran ansiedad y la evitación ya mencionada. Esta ansiedad
es indistinguible de la que aparece en otros trastornos.
Aparte de la fobia escolar, las fobias específicas
son relativamente raras. Ejemplos de estímulos fobígenos
incluyen: animales, alturas, rayos, oscuridad, volar,
dentista, espacios cerrados (claustrofobia). Las fobias a
la sangre, daño corporal, insectos y a la oscuridad suelen
aparecer antes de los 7 años.
Al hacer el diagnóstico hay que tener en cuenta que,
a diferencia de los adultos o adolescentes, los niños no
suelen pensar que esos miedos son irracionales. En
muchos casos, las fobias específicas pasan desapercibidas
durante la infancia y terminan siendo diagnosticadas
en el adulto de forma retrospectiva.
Los valores de prevalencia en la niñez y adolescencia
se estiman en alrededor de un 2%.
Para el tratamiento suelen emplearse métodos conductuales
como la desensibilización en vivo. Según ésta
se anima al niño a producir una lista jerárquicamente organizada
de situaciones temidas y se procede a la exposición
progresiva, primero con situaciones menos ansiógenas,
para ir subiendo hacia las que producen más ansiedad.
Los métodos operantes pueden ser empleados
para reforzar y premiar los esfuerzos para mantener las
adquisiciones realizadas por el niño. A la vez se puede
animar al niño a practicar la relajación con maniobras de
exposición imaginada.
Trastorno de evitación escolar: fobia escolar
Consiste en un temor irracional a la escuela que produce
un absentismo a clase total o parcial.
La falta de asistencia a la escuela puede ser un motivo
suficiente para remitir a un niño a salud mental;muchos
de estos niños pueden tener síntomas ansiosos.
Pero la fobia escolar, como tal, no es trastorno muy
común. Las cifras de prevalencia son, como en otros
trastornos de ansiedad,muy variables. Algunas de éstas
afirman que se presentan en alrededor de en un 1%
de la población comunitaria, aunque pueden ser más
frecuentes formas más leves de cierta resistencia ansiosa
a acudir al colegio que no se traduce en pérdidas
de colegio.
Generalmente, la instauración del problema es gradual,
agravándose las dificultades a lo largo de semanas
y meses. Los signos y síntomas generalmente se incrementan
desde que el niño se despierta por la mañana.
Afecta sobre todo a niños entre 11 y 14 años, pero
puede observarse entre 5-15 años de edad. Es frecuente
que aparezcan picos en momentos de transición
escolar primaria-secundaria. Afecta a niños y niñas por
igual.
El niño puede expresar de forma directa el miedo,
pero lo más frecuente es que no vaya al colegio por
otros motivos: síntomas físicos que parezcan una enfermedad
que les haga imposible levantarse por la mañana
(dolor abdominal, de cabeza, náuseas, dolores en las
piernas, palpitaciones, etc.). Cuando se investiga es frecuente
que estos síntomas no aparezcan los fines de
semana o en períodos vacacionales. El niño puede ser
capaz de salir por las tardes a jugar con los niños. En
ocasiones, el inicio de los síntomas puede tener lugar
después del padecimiento de una enfermedad aguda o
cualquier otro motivo que requiera un período de ausencia
del colegio, también puede ocurrir después de
un cambio de colegio. El inicio agudo es más frecuente
en niños más pequeños.
La intensidad es variable, puede tener una instauración
aguda o insidiosa mezclándose con otros síntomas
físicos o afectivos. En algunos casos, los menos, puede
ser tan grave que puede incluso hacerse necesario el
ingreso para desactivar la situación.
Cuando se realiza la historia clínica encontramos que
la mayoría de los niños son chicos “buenos”, callados,
que no han presentado ningún problema en el colegio
ni con los deberes. Algunos de ellos pueden haber tenido
dificultades escolares. Es bastante frecuente que la
madre de estos niños sea una mujer más bien ansiosa o
quizás deprimida que durante años ha podido tener
una relación muy cercana con el niño en cuestión. En
alguna ocasión, el niño puede tener un lugar especial en
la familia o ser “el elegido o mimado”. Por ejemplo,
puede tratarse del benjamín de la familia, o puede
haber otro antecedente tal como un nacimiento muy
prematuro. El padre puede estar ausente o bien ser una
persona pasiva que tiene dificultades para “estar presente”
o desempeña un rol secundario en la crianza.
En el examen psiquiátrico, muchos de los niños reúnen
los criterios para uno o más de los trastornos de
ansiedad, siendo el más frecuente el trastorno de ansiedad
de separación. De hecho, la clasificación americana
no reconoce el trastorno de evitación escolar como
una entidad independiente, sino que se considera expresión
del trastorno de ansiedad de separación. Sin
embargo, existen casos de fobia escolar sin que exista
el precedente de ansiedad de separación y aparece
como un temor específico a acudir al colegio. Cuando
se investiga, puede encontrarse que existen factores en
la escuela que pudieran hacerla más estresante para el
niño, tal como un profesor muy duro o rígido o acoso
por parte de iguales. En ocasiones el sistema escolar
puede ser muy laxo a la hora de registrar las ausencias
o puede que existan preocupaciones excesivas relativas
a enfermedades somáticas mínimas entre el profesorado.
En la valoración y manejo de este problema, hay que
tener en cuenta que al comienzo puede simular cualquier
enfermedad (úlcera, migrañas, gastroenteritis,
infecciones virales crónicas). Debe primeramente descartarse
la presencia de una enfermedad física, aunque
en ocasiones ésta puede coexistir con la fobia escolar.
Una vez establecida la naturaleza del problema, conviene
reunirse con toda la familia, incluyendo al padre, e
investigar la forma en que se ha instaurado el trastorno.
Conviene indagar y hacer explicita la naturaleza exclusiva
de la relación entre el niño y la madre y cualquier
dificultad que se detecte en la capacidad del padre para
hacer valer su rol en la familia. También conviene examinar
la hostilidad más o menos encubierta que puedan
sentir madre-hijo por la excesiva dependencia mutua.
Conviene también establecer un contacto con los
tutores o profesores para informar de la situación.
Trastorno de rivalidad entre hermanos
Se diagnostica cuando existe un grado importante de
perturbación emocional que aparece cuando nace un
hermanito. Generalmente consiste en la aparición, en
los seis meses después del nacimiento del hermano, de
sentimientos negativos anormalmente intensos hacia
éste expresados en forma de rabietas, agresiones al hermano,
comportamientos negativistas o de llamada de
atención a uno o a los dos padres. A veces, los padres
con sus respuestas intervienen en la perpetuación y
cronificación del problema.
Síndromes de relaciones sociales
La CIE-10 incluye una categoría para los trastornos
de funcionamiento social con inicio específico en la infancia.
Esta categoría está formada por un grupo heterogéneo
de trastornos que como común denominador
tienen el funcionamiento anómalo en el ámbito de las
relaciones sociales. Incluyen trastornos como el mutismo
selectivo y los trastornos reactivo y desinhibido de
la vinculación en la infancia. La DSM-IV no reconoce estas
categorías aunque sí considera que existen modelos
de interacciones sociales anómalos en la infancia que
requieren atención clínica.
Fobia social
Se presenta cuando el adolescente tiene una ansiedad
excesiva relativa a la posibilidad de que pudiera hacer
algo o actuar de una forma que pudiera resultar humillante
o vergonzante. Incluye el temor a hablar, comer
o escribir en público, ir a fiestas públicas o hablar a figu-
ras de autoridad. Cuando ha de confrontar tales situaciones,
el adolescente experimentará síntomas intensos
de ansiedad.
Los chicos pueden intentar enfrentarse a estos temores
usando estrategias positivas (estrategias cognitivas:
convencerse de que no pasa nada...) o negativas (evitando
las situaciones). Puede ocurrir que la situación clínica
se vea agravada por un sentimiento de vergüenza
por los síntomas. Suelen ser chicos que piensan que los
demás los valoran negativamente, juzgándolos de raros,
escasamente atractivos o estúpidos.
Los estudios epidemiológicos estiman una frecuencia
de presentación en poblaciones comunitarias de un 1%.
No obstante, se piensa que las cifras reales son mucho
más elevadas, pues la fobia social es un trastorno que
por su propia naturaleza tiende a pasar desapercibido y
diagnosticarse muchos años después de que apareciesen
los primeros síntomas.
Típicamente comienza en la adolescencia, aunque se
ha diagnosticado en niños de hasta 8 años. Suele iniciarse
de forma gradual y es frecuente que vaya precedida
de una historia previa de timidez o inhibición social.
Las manifestaciones clínicas pueden variar entre
niños más pequeños y los adolescentes. En los casos de
niños más pequeños pudiera ser difícil de diferenciar de
otros trastornos de ansiedad (rabietas, se “cuelgan de
los padres”).
El pronóstico de la fobia social es reservado, es decir,
la mayoría de los investigadores coinciden en que una
vez que se ha adquirido, dura toda la vida si no se trata
adecuadamente. La fobia social está cargada de consecuencias
funcionales de gran trascendencia a corto,
medio y largo plazo: abandono de estudios, inhibición
en el funcionamiento social, desarrollo de abuso y
dependencia de drogas, etc.
El tipo de tratamientos de fobia social que hasta ahora
se ha demostrado efectivo es el tratamiento cognitivo-
conductual. Generalmente incluyen técnicas de reestructuración
cognitiva (dirigida a la disminución y eliminación
del temor a la evaluación negativa), habilidades
sociales, técnicas para el control de la ansiedad (relajación,
respiración controlada y la distracción) y exposición
situacional (simulada, en vivo o en imaginación).
De todas las técnicas que se emplean, se considera que
ésta última, la exposición es la más útil. En el caso de
fobia social, se puede utilizar el ensayo anticipado de la
situación.
Trastorno de ansiedad generalizada
Se caracteriza por una ansiedad y preocupación
excesivas y descontroladas que se presentan la mayor
parte de los días y durante al menos varias semanas
seguidas.
Las preocupaciones patológicas se acompañan de
varios síntomas expresión de la hiperactivación simpática
(taquicardia, taquipnea, sudoración, sequedad de
boca, etc.) En los niños, el espectro de síntomas es a
menudo más limitado que en adultos. En ellos, son frecuentes
la necesidad constante de seguridad y las quejas
somáticas vagas e inespecíficas recurrentes. Un síntoma
característico es la llamada ansiedad flotante, que
es una ansiedad que es generalizada y persistente y no
está restringida a una situación particular. Las preocupaciones
son múltiples y variables; son niños “preocupones”
que sufren constantemente de temores poco realistas
referidos a su competencia, desempeños pasados
o por el futuro. También se preocupan mucho por la
puntualidad; posibles eventos futuros o las situaciones
novedosas son también fuente de preocupación potencial
para estos críos.
A veces es un problema distinguirlo de la depresión
pues se asocian o solapan frecuentemente.
Aunque en la infancia no existen diferencias genéricas,
en la adolescencia parece ser un trastorno más prevalente
entre chicas. Se recomienda cuidado a la hora
de diagnosticar el trastorno en niños menores de 7 u 8
años de edad, pues a esa edad ocurren cambios cognitivos
que pueden condicionar la aparición de preocupaciones
y temores.
Aunque la medicación puede producir cierto alivio,
especialmente en aquellos casos más graves, las principales
modalidades de tratamiento son psicosociales/psicoterapéuticas.
Los objetivos del tratamiento deben incluir la reducción
del estrés innecesario, la educación de la familia y
del niño y la mejora de los mecanismos naturales de
afrontamiento de ambos. La reducción de situaciones
estresantes puede ser complicada cuando el niño tiene
miedo a circunstancias ordinarias o necesarias de la vida
diaria que son imposibles de retirar. Pero supongamos
un niño que tiene una enfermedad física, en muchas
ocasiones puede estar temeroso como consecuencia
de la visión escasamente realista que pudiera tener de
la evolución de su enfermedad. Una sencilla intervención
informativa dirigida a que los niños comprendan
mejor puede ser suficiente para eliminar una fuente de
tensión para el menor que puede derivar con el tiempo
en un trastorno más grave.
Trastorno de pánico
Es un trastorno psiquiátrico común cuya principal
manifestación consiste en crisis de angustia recurrentes
e inesperadas. Por crisis de angustia entendemos aquellos
episodios de miedo intenso o malestar que tienen
un inicio brusco, alcanzan un pico de intensidad en 10
minutos, y se acompañan de al menos 4 de 13 síntomas
somáticos o cognitivos entre los que se encuentran palpitaciones,
temblor, temor a morir o perder el control,
etcétera.
Hasta hace poco, se debatía la existencia o no de este
trastorno en niños en la adolescencia. Cada vez se reconocen
más, existiendo estudios que indican que un 16%
de los jóvenes entre 12 y 17 años podrían haber sufrido
alguna crisis de angustia. Habría también un predominio
en mujeres.
En adolescentes las crisis de pánico pueden estar desencadenadas
por separaciones o situaciones de miedo
tales como caminar solos, por la noche.También pueden
ocurrir inesperadamente sin aparente causa. Al principio,
las crisis no se acompañan de conductas evitativas, es algo
más tarde en la evolución natural de las mismas.

Trastorno obsesivo-compulsivo: Los niños y adolescentes con trastorno obsesivo-compulsivo, se


ven atrapados en un patrón de pensamientos y comportamientos repetitivos. Aunque puedan
reconocer que éstos parecen sin sentido y traumatizantes, son muy difíciles de parar. El
comportamiento compulsivo puede incluir lavarse repetidamente las manos, contar o poner en
orden objetos una y otra vez. 2 de cada 100 adolescentes experimentan trastornos obsesivos.

Trastorno de estrés post-traumático: Los niños y adolescentes pueden desarrollar un estrés post-
traumático después de haber experimentado un acontecimiento sumamente estresante, como
experiencias de abusos físicos o sexuales, ser testigo de un hecho violento, la vivencia de un
desastre como un bombardeo o un huracán. Los jóvenes con dicho trastorno suelen experimentar
el acontecimiento una y otra vez en forma de fuertes recuerdos, instantáneas, u otra clase de
pensamientos perturbadores. Como resultado, pueden intentar evitar todo lo que se encuentra
asociado con el trauma. También sobreactuar al sobresaltarse o tener dificultades del sueño.

4.EVALUACIÓN DE LOS TRASTORNOS


DE ANSIEDAD
Frecuentemente, los trastornos de ansiedad suelen
presentarse en la consulta del pediatra en forma de
quejas somáticas de índole neurológico, cardiovascular
o gastrointestinal. Identificar y delimitar estos trastornos
puede llegar a ser una tarea ardua y difícil pues los niños
suelen experimentar solamente el componente físico
de la ansiedad. De hecho, los niños raramente describen
su malestar como ansiedad directamente. Cuanto
más pequeño es el niño, más limitada es su capacidad
para simbolizar sus estados subjetivos y expresarlos
verbalmente. Es muy importante que los pediatras tengan
siempre presente la ansiedad como el motivo subyacente
de las quejas físicas de los pequeños en Atención
Primaria (AP); esto puede ayudar a evitar derivaciones
a veces innecesarias, mal dirigidas y muy costosas.
Al mismo tiempo, es preciso descartar las causas físicas,
medicaciones o la posible ingesta de drogas de
abuso que podrían ser responsables de los síntomas
por los que se consulta
Hoy por hoy, el diagnóstico de los trastornos de ansiedad
es clínico pues, aunque se han desarrollado instrumentos
de medida en forma de escalas y entrevistas diagnósticas,
que podrían apoyar al clínico en su trabajo diario,
éstas tienen poco valor en la práctica. Las escalas autoaplicadas
y entrevistas no diferencian entre los diversos trastornos
de ansiedad y entre síntomas de ansiedad y depresión.
Pueden tener utilidad a la hora de valorar los cambios
que ha producido un tratamiento en un paciente dado.
Uno de los problemas más importantes con el que
nos enfrentamos al hacer un diagnóstico es el de la coocurrencia.
Se sabe que la tasa de co-ocurrencia de
varios trastornos de ansiedad en niños y adolescentes
es alta. Ésta es mayor especialmente en el caso de los
niños con TAG, quienes pueden presentar algún otro
trastorno de ansiedad simultáneamente hasta en el 90%
de los casos.
La asociación de síntomas de ansiedad y depresión es
importante también. Esta asociación se incrementa con
la edad.
Algunos autores sugieren que existe una frecuente
asociación de trastornos de ansiedad y TDAH, aunque
ésta no se ha demostrado tan claramente. En nuestra
experiencia, lo que sucede con frecuencia es que los
niños con trastorno de ansiedad son diagnosticados
equivocadamente como TDAH, cuando no se analiza
adecuadamente el problema que subyace a la expresión
comportamental que motiva la consulta.
5.TRATAMIENTO DE LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD EN LA INFANCIA

Las técnicas terapéuticas más utilizadas son las mismas que las que se usan en
el tratamiento de los adultos. Más que en aspectos conceptuales, las diferencias
radican en la adaptación del procedimiento a la edad y a las características del
niño. Las técnicas más frecuentes son las siguientes:

• Técnicas de exposición
• Relajación
• Técnicas de modelado
• Práctica reforzada
• Escenificaciones emotivas
• Técnicas cognitivas como la terapia racional emotiva
• Tratamientos psicofarmacológicos

La exposición a los estímulos fóbicos puede hacerse en imaginación o en vivo y


constituye el tratamiento psicológico más eficaz para hacer frente a las conductas
de evitación que aparecen en las fobias específicas. En niños menores de 11 años
se recomienda no utilizar la imaginación. También se recomienda esta técnica en
los trastornos obsesivo-compulsivos puesto que en los casos adultos tiene un gran
éxito.

La relajación es un medio de aprender a reducir la ansiedad inespecífica y obtener


control de la mente. Es una técnica terapéutica útil en la ansiedad excesiva y la
ansiedad de separación. El método más utilizado es la Relajación progresiva de
Jacobson consistente en tensar y relajar los principales grupos musculares del
cuerpo al tiempo que el sujeto se concentra en las sensaciones relacionadas con
la tensión y relajación. A pesar de no ser adecuado por debajo de los 8 años, se
ha establecido un programa de adaptación para niños menores de estas edades.

Las técnicas de modelado están fundamentadas en el papel tan importante que


desempeña en el aprendizaje, facilitación y modificación de conductas, la
observación en un modelo de comportamientos adecuados por parte de un
observador.

La práctica reforzada está enfocada en la adquisición de conductas nuevas


adaptativas más que en la eliminación de las respuestas de ansiedad. La terapia
tiende a hacer perder al estímulo su valor ansiógeno enseñando a la persona una
nueva conducta que le permita hacer frente a la situación lo más eficazmente
posible. Está indicada en el tratamiento de la fobia escolar y el trastorno de
evitación.

Las escenificaciones emotivas son la combinación de la exposición en vivo, el


modelado participante y la práctica reforzada. Con esta aplicación conjunta se trata
de potenciar los resultados terapéuticos que se pueden obtener con cada uno de
ellos por separado. Muy útil para tratar fobias específicas en niños muy pequeños.

Las preocupaciones de un niño pueden derivar del modo, no siempre correcto, en


que percibe la realidad y de los recursos que cree disponibles para afrontarla. Los
pensamientos generados pueden guiar la conducta e incluso las emociones del
niño. Si están distorsionados, pueden dar lugar a pensamientos negativos muy a
menudo presentes en los niños con trastornos de ansiedad. De ahí la utilización
de las técnicas cognitivas para su tratamiento puesto que con ellas podemos
conseguir modificar dichos pensamientos y sustituirlos por otros más adecuados
o adaptativos. Su utilidad, sin embargo, está limitada a los niños mayores.

Los psicofármacos son una ayuda complementaria al tratamiento psicológico y no


deben utilizarse en niños menores de 6 años.

TRATAMIENTO
Existen numerosos tipos de intervenciones para el
tratamiento de los trastornos de ansiedad en niños y
adolescentes. Éstas suelen incluir tanto intervenciones
psicosociales como psicofarmacológicas. En la mayoría
de los casos se propone proceder secuencialmente con
intervenciones de carácter psicosocial y recurrir a la
medicación sólo en aquellos casos más graves en los
que el tratamiento psicoterapéutico se muestra insuficiente;
éstas deben incluir:
1. Actividades destinadas a disminuir todas las situaciones
estresantes que se hubiesen identificado
en el proceso de evaluación (disfunción familiar
u otro tipo de situación de desventaja
social). Aunque estas intervenciones en ocasiones
no son suficientes, merecen ser tenidas en
cuenta y puestas en práctica, pues, en caso de
no hacerlo, el pronóstico del trastorno será más
sombrío. Muchas de las actividades son de tipo
informativo y educativo.
2. Mejorar la comunicación, tanto individual como
de los miembros de la familia entre sí; fomentar
la expresión de sentimientos y la comunicación
de estados afectivos de una forma modulada.

3. Métodos cognitivo-conductuales.
4. Métodos físicos de tratamiento, medicación.
Algunas de las intervenciones psicológicas como la
TCC se basan en modelos teóricos de los trastornos
de ansiedad; otras, como las medicaciones, en los resultados
de la experiencia y eficacia demostrada en poblaciones
adultas (ISRS, inhibidores selectivos de la recaptación
de serotonina).
A pesar de la variedad de tratamientos disponibles
para los trastornos de ansiedad en niños y adolescentes,
hay muy pocos estudios controlados que demuestren
la eficacia de los mismos.
En lo que al uso de fármacos se refiere, existen numerosos
ensayos clínicos positivos con varios tipos de
compuestos (benzodiacepinas, antidepresivos y otra
miscelánea formada por beta-bloqueantes, antihistamínicos
y antiepilépticos). Los ISRS han mostrado su seguridad
y eficacia en el tratamiento del TAG,TOC,TEP,
fobia social y trastorno de pánico en adultos. Sin embargo,
sólo existe un estudio controlado del efecto beneficioso
(ya desde la tercera semana) y seguridad de la fluvoxamina
en un muestra de niños que tenían diferentes
tipos de trastornos de ansiedad. A pesar de que la
experiencia clínica en adultos y en niños y los estudios
controlados en adultos apoyan el uso de este grupo de
fármacos en el tratamiento de trastornos de ansiedad
en la población infantojuvenil, el empleo de los ISRS en
nuestro país (así como en EE.UU. y países de la Unión
Europea) está siendo limitado y puesto en cuestión por
las autoridades sanitarias. De hecho, la única indicación
aprobada oficialmente por el momento es el uso de la
fluvoxamina y la sertralina en el tratamiento del TOC.
Las benzodiacepinas son fármacos que se usan en
niños para resolver de forma aguda problemas de
ansiedad. No obstante, los riesgos (dependencia) de
estos compuestos junto al perfil de seguridad de los
ISRS debilitan las posibilidades terapéuticas de los mismos.
La forma de tratamiento psicológico más empleado
en la práctica clínica es el TCC. Una reciente revisión
sistemática de la eficacia de la TCC en el tratamiento
de los trastornos de ansiedad en niños y adolescentes
concluye que la TCC es útil cuando se aplica a niños
mayores de 6 años. Aún queda por demostrar que
estos resultados sean extensibles a niños más pequeños
y generalizables a todo tipo de niños. De hecho,
un tercio de los niños que iniciaron el tratamiento
seguían presentando síntomas compatibles con el TA
por el que fueron tratados, después de finalizada la
terapia. Tampoco se conoce si los resultados positivos
de la TCC se prolongan a largo plazo. En cualquier
caso, es una alternativa de intervención ampliamente
utilizada y la única, hasta el momento, que haya sido
testada siguiendo los criterios de calidad de la medicina
basada en pruebas.
PROPUESTA DE ABORDAJE PSICOLÓGICO
DE LOS PROBLEMAS DE ANSIEDAD
Evaluación del problema
• Motivación. Cuando un niño empieza a manifestar
signos de ansiedad, hay que intentar ayudarle
a expresar abiertamente el motivo de su ansiedad.
Para ello, es necesario mantener una
actitud empática, escuchando sus dificultades y
nunca recriminarle su falta de éxito en sus intentos
de solucionarlo. Hay que intentar normalizar
sus sentimientos, transmitirle que cualquiera en
su lugar se sentiría igual, de tal manera que le
damos la oportunidad de hablar sin vergüenza y
con sinceridad del problema. Si le hacemos sentirse
culpable por sus miedos o problemas, o le
hacemos ver nuestra decepción, probablemente
no se atreverá a hablarlo de nuevo y habremos
perdido la oportunidad de intervenir en las
fases iniciales del trastorno. Los médicos de
familia y pediatras son modelos directos de conducta
para los padres y, por ello, es importante
que se dedique un tiempo a saber cómo es el
niño psicológicamente, cómo se enfrenta a las
situaciones y valorar su experiencia.
• Fase evolutiva en la que se encuentra el niño.
Cuando un niño viene a nuestra consulta aquejado
de problemas de ansiedad, en primer lugar
se considerará la fase evolutiva en la que se
encuentra, según su edad cronológica, y se decidirá
si la ansiedad experimentada corresponde
a un estadio normal de desarrollo o no. Se tendrán
en cuenta, además, la frecuencia, la intensidad
y la duración de la respuesta de ansiedad,
de tal manera que, aunque la respuesta sea normal
dentro del desarrollo, podría ser excesiva en
estos tres aspectos.
• Realidad de la situación amenazante. Una vez
que se ha decidido que la respuesta de ansiedad
está impidiendo el normal desarrollo del niño y,
antes de realizar una intervención terapéutica, lo
primero que hay que analizar es si la amenaza es
real. Un caso ilustrativo es el de un niño de doce
años con miedo a dormir solo, rechazado y ridiculizado
por ello, hasta que se descubrió que el
origen de su miedo eran los ratones que se oían
por la noche en su habitación. O el caso de un
niño con dolor de estómago y de cabeza cada
vez que iba a visitar a su padre, regañado porque
se consideraba que era una excusa para no
ir, hasta que declaró que su padre le pegaba. En
estos casos, es posible que, eliminando la situación
amenazante, se elimine la ansiedad.
• Historia y características personales. Se considerarán
otros aspectos que puedan estar conformando
la respuesta de ansiedad. Las características
físicas como el tamaño y la fuerza o las
habilidades motoras, las experiencias vitales
pasadas de éxito o frustración, las experiencias
afectivas y de relación con los padres, su capacidad
cognitiva o sus habilidades sociales son
aspectos a tener en cuenta a la hora de evaluar
la respuesta de ansiedad de un niño ante una
situación determinada. No todos los niños responden
igual ante la misma situación. Un niño
delgado y de corta estatura se sentirá constantemente
amenazado por el tamaño y la fuerza
de los demás; un niño con torpeza motora que
no tiene éxito jugando al fútbol se sentirá frustrado
y amenazado en la situación de juego; un
niño con problemas de lectura sentirá como
una tortura el momento de leer delante de la
clase; un niño con historia de abandono puede
sentir angustia en una situación de separación;
un niño con sobrepeso, en la clase de gimnasia,
se puede sentir expuesto a la crítica y al fracaso,
etcétera.
Es fundamental, pues, valorar la historia personal
del niño, así como si la ansiedad está relacionada
con un déficit en habilidades específicas, como
las habilidades motoras, de lenguaje, cognitivas,
académicas y sociales. Será importante, también,
analizar si hay situaciones similares en las
que el niño muestra una competencia acorde a
su edad.
• Historia familiar y respuesta ante las dificultades
del niño. Se analizarán los antecedentes familiares
de ansiedad, los modelos de respuesta ante situaciones
potencialmente amenazantes y la respuesta
de las personas al cuidado del niño. Se observará
si minimizan el problema (“yo también era
así y ahora estoy bien”), si ridiculizan al niño (“eso
le pasa porque es un blando”), si lo sobreprotegen,
si hay diferencias de respuesta entre los
padres, el estilo y calidad de la relación afectiva
entre los distintos miembros de la familia, etc.
Por otro lado, se valorarán los recursos de la familia
para ayudar al niño: qué estrategias están teniendo éxito
y cuáles no, qué voluntad tiene la familia de ayudar, qué
disponibilidad, el nivel de cuidado físico y afectivo.
Intervención terapéutica
La intervención terapéutica va dirigida al trabajo con
el niño y con las personas que están a su cuidado, como
familia y colegio.
INTERVENCIÓN CON LAS PERSONAS
AL CUIDADO DEL NIÑO
La familia y el colegio son, normalmente, quienes pueden
ayudar al niño en la situación natural que reproduce
ansiedad.
• Entrenar a los padres en respuestas adecuadas
de empatía y no intentar solucionar el problema
en el momento, ni minimizar su importancia.
• Entrenar a los padres en cómo contarle al niño
maneras constructivas y realistas de enfrentarse
al problema.
• Ayudar a los padres a que se frenen en su intento
de controlar al niño, de culparlo por lo que
siente o de desvalorizarlo.
• Entrenar a los padres en cómo dar seguridad a
su hijo, de que encontrarán la manera de que se
sienta mejor.
• Participar en sesiones de terapia de familia para
identificar y resolver conflictos entre los distintos
miembros de la familia.
• Colaborar con el colegio para que refuerce sus
capacidades y siga las instrucciones del terapeuta.
INTERVENCIÓN CON EL NIÑO
La ansiedad produce una reacción psico-biológica
en la que prácticamente todos los sistemas orgánicos
están afectados: el fisiológico (sudor, taquicardia, mareo);
el cognitivo-afectivo, como anticipación de lo que
va a ocurrir (voy a hacer el ridículo, me van a pegar);
el motivacional (deseo de evitar la situación); el emocional
(el sentimiento subjetivo de miedo); el conductual
(inhibición, indecisión). Así, se crea una imagen de
sí mismo en la situación temida y un pensamiento negativo
acerca de lo que puede pasar. Por tanto, la intervención
va a ir dirigida a disminuir la respuesta fisiológica,
mejorar la respuesta cognitivo-afectiva y modificar
la conducta.
1. Disminución de la respuesta fisiológica a través
de:
– Ejercicios de relajación y desensibilización,
como juegos, cuentos.
– Ejercicios de dramatización (role-play).
– Realizar actividades que puede disfrutar.
– Escribir sobre la ansiedad específica.
2. Mejorar la respuesta cognitivo-afectiva, ayudándole
a:
– Aumentar la confianza en él mismo y en sus
capacidades, identificando situaciones a las
que el niño se enfrenta con éxito, remarcando
sus habilidades, utilizando frases que sirvan
de refuerzo de las propias capacidades.
– Cambiar el estilo cognitivo de considerar la
situación como algo amenazante a considerarla
como un problema a resolver.
– Establecer una conexión entre la ansiedad y
los pensamientos o deseos que la desencadenan,
así como identificar preocupaciones y
creencias.
– Atribuir sus emociones a él mismo y no al
ambiente o a algo externo para que vea que
él está creando sus propios sentimientos.
– Cambiar preguntas de por qué a cómo.
– Cambiar declaraciones de “esta situación
me pone ansioso” a “yo me estoy poniendo
ansioso a mí mismo”.
– Provocar esos sentimientos en situación
natural para hacer conscientes los pensamientos.
– Acompañarlo en la situación que le produce
ansiedad para ayudarlo a descubrir sus
pensamientos.
3. Modificar la conducta a través de:
– Desarrollar la auto-observación de los antecedentes,
la conducta y los pensamientos
mediante registros de conducta.
– Entrenarlo en estrategias de afrontamiento
de la situación específica (habilidades sociales,
técnicas de estudio, relajación, hábitos de
higiene). Por ejemplo, para disminuir la ansiedad
frente a un examen se puede entrenar
en técnicas y planificación del estudio, relajación,
concentración, alimentación, sueño.

Todos los seres vivos estamos dotados de un sistema


biológico que nos permite experimentar ansiedad o
temor. La emoción del miedo puede funcionar como
señal de alarma y como barrera contenedora para
impedir que el niño se aventure en situaciones para las

que todavía no ha desarrollado las habilidades necesarias

CONCLUSIONES

1.El miedo se considera una respuesta de activación fisiológica normal provocada


por hechos nocivos o amenazantes, que capacita al organismo para reaccionar ante
una situación de peligro. En este sentido, los miedos constituyen respuestas
adaptativas que permiten que los niños adquieran las habilidades para enfrentarse
a situaciones peligrosas o nocivas.

2.Los estímulos que causan mas frecuentemente miedo en los niños son:

• Ansiedad ante el extraño


• Ansiedad de separación
• Otros (oscuridad, seres extraños...)
• Acontecimientos misteriosos
• Daños corporales
• Adecuación (rechazo parental) y rendimientos
• Relación con iguales
• Adecuación social
• Hipocondriasis

3.Los niños presentan miedos innatos los cuales se pueden agrupar en cinco
categorías generales:

1. Miedo a los estímulos intensos.


2. Miedo a los estímulos desconocidos
3. Miedo a la ausencia de estímulos
4. Miedo a estímulos que han sido potencialmente peligrosos para la especie
humana en el transcurso del tiempo
5. Miedo a las interacciones sociales con desconocidos.

4.Los miedos que se pre4sentan en el niño a través de su ciclo vital son:

El niño de 0 a 1 año suele responder con llanto a los estímulos intensos y


desconocidos, así como cuando cree encontrarse
desamparado.
En los niños de 2 a 4 años aparece el temor a los animales.
En los niños de 4 a 6 años surge el temor a la oscuridad, a
las catástrofes y a los seres imaginarios (como brujas y fantasmas) así como
el contagio emocional del miedo experimentado por otras personas y la
preocupación por la desaprobación social.
Entre los 6 y los 9 años pueden aparecer temores al daño físico o al ridículo
por la ausencia de habilidades escolares y deportivas.
Los niños de 9 a 12 años pueden experimentar miedo a la posibilidad de
catástrofes, incendios, accidentes; temor a contraer enfermedades graves; y
miedos más significativos emocionalmente, como el temor a conflictos graves
entre los padres, al mal rendimiento escolar, o, en ambientes de violencia
familiar, el miedo a palizas o broncas.
5.Las fobias son una forma especial de miedo que responde a las siguientes
características:

• Ser desproporcionadas a la situación que desencadena la respuesta de


miedo y/o estar relacionadas con estímulos que no son objetivamente
peligrosos.
• No poder ser eliminadas racionalmente.
• Estar más allá del control voluntario.
• No ser específicas de una edad determinada.
• Ser de larga duración.
• Interferir considerablemente en la vida cotidiana del niño en función de las
respuestas de evitación.

6.La ansiedad patológica consiste en la aparición de una


sensación de intenso malestar, sin causa objetiva que lo
justifique, que se acompaña de sentimientos de aprensión.
y cuyas respuestas
de ansiedad incluyen síntomas cognitivos y somáticos
que son característicos y que expresan la activación del
sistema autonómico (inquietud psicomotriz, pilorección,
taquicardia, taquipnea, sensación de muerte inminente,
tensión, etc.).

7.Los trastornos de ansiedad


incluyen el trastorno de pánico, las fobias, el trastorno
obsesivo compulsivo (TOC), las reacciones a estrés
agudo, el trastorno por estrés postraumático (TEP)
y el trastorno de ansiedad generalizada (TAG);

8.Las técnicas terapéuticas más utilizadas para los casos de trastornos de ansiedad
en niños son las mismas que las que se usan en el tratamiento de los adultos. Más
que en aspectos conceptuales, las diferencias radican en la adaptación del
procedimiento a la edad y a las características del niño. Las técnicas más frecuentes
son las siguientes:

• Técnicas de exposición
• Relajación
• Técnicas de modelado
• Práctica reforzada
• Escenificaciones emotivas
• Técnicas cognitivas como la terapia racional emotiva
• Tratamientos psicofarmacológicos
RECOMENDACIONES

1.Es necesario que los padres y especialistas realicen una diferencia clara entre
miedos naturales y trastornos de ansiedad en los niños, a fin de no provocar
reacciones desproporcionadas y tomar decisiones equivocadas.

2.Los padres de familia deben acudir al especialista (psicólogo) cuando perciban


indicadores persistentes de temores y conductas que no permiten un normal
desarrollo del niño, tales como temor a la oscuridad, miedo a la desaprobación
social, fobia a animales u objetos, relatos sobre seres imaginarios o preguntas
repetitivas sobre separación de los padres.

3.Los profesionales de la salud mental deben realizar un diagnostico diferencial e


integral para precisar si los niños con indicadores de ansiedad, presentan o no un
trastorno de ansiedad para decidir por una estrategia terapéutica o solo por
actividades de orientación y consejería dirigidas al niño, a sus padres y otros
componentes de su entorno.

4.Para los psicólogos especializados en salud mental y psicológica en niños se


recomienda emplear la terapia cognitivo-conductual para el tratamiento de los casos
de trastorno por ansiedad que aborde no solo al niño, sino también a los padres,
hermanos y otros miembros del entorno infantil.

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