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R-Enero 03
4 Páginas
EL OBRERO ILEGAL
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Los dos eran de color, originarios de Jamaica. José ausencias, Jack suspendía el trabajo y se dedicaba
aparentaba poco más de treinta años de edad y era a molestar al resto de sus compañeros, éstos le
casado; Toni debía tener escasos veinte años. seguían el juego; algunos por gusto otros
Hablaban entre ellos un “caló” muy especial que seguramente por temor. El resultado fue que los
nadie entendía. pocos que continuamos trabajando empezamos a
recibir - transportados por la banda- más costales
de los que podíamos tomar y varios empezaron a
Aunque empecé comiendo en la mesa con todos caer al suelo y a apilarse paulatinamente. Aunque
los eventuales, no logré integrarme a ellos; las me sentía sumamente molesto por la situación, no
obscenidades y modales vulgares me resultaban dije nada y me limité a seguir trabajando.
muy desagradables. Algunos de ellos me miraban
de reojo y tengo la sensación de que yo no les
agradaba mucho. El líder del grupo era Jack, un Cuando volvió el capataz, detuvo la máquina y -a
joven muy corpulento. En una ocasión durante un gritos- nos ordenó a todos a levantar los sacos que
descanso para el café me preguntó -a bocajarro y se habían apilado en el suelo y que para entonces
delante de todos -si tenía yo tarjeta checadora, ya habían formado una verdadera montaña. Yo
contesté que sí y no di mayor explicación, pero por también tuve que acomodarlos, de modo que esa
las expresiones supuse que no habían creído. tarde trabajé el doble que Jack y sus compinches.
A partir de ese día empecé a comer con los A partir de entonces me alejé aún más de los
jamaiquinos. Eran sencillos y amables, se eventuales y evitaba cruzar palabra con ellos, sobre
mostraron interesados en saber quién era, de todo con Jack. Confieso que, durante la cuarta
donde venía y que hacía. Les conté que era semana, cuando Garry me llamó por el altavoz para
mexicano y que me encontraba temporalmente en irnos temprano a casa, sentí, junto con la
Canadá, pero no di más explicaciones. Me sentía incomodidad que ello me producía, un cierto
más a gusto con José y Toni que con los placercillo: simplemente arrojé a un lado el costal
eventuales. Percibí que había una mutua antipatía que me disponía a acomodar y los dejé trabajando.
entre mis amigos de color y el grupo de eventuales
y, aunque sin manifestarlo externamente – yo sólo
estaría un mes más y no necesitaba problemas - Permanecer al margen de Jack y su grupo me dio
compartí con ellos dicho sentimiento. una cierta inmunidad temporal, misma que
desaparecía al inicio de mi segundo mes de trabajo.
Poco antes de la hora del luch, Jack pasó a mi lado,
En una ocasión, durante la hora del lunch, hubo un me dio una palmadita en la espalda y, sin
pleito entre Jack y uno del grupo; el incidente duró detenerse, se dirigió silbando hacia la máquina de
poco pero el otro muchacho resultó con un labio etiquetar costales a la que había sido "asignado". El
roto. Cuando el capataz regresó y se reiniciaron las trabajo de etiquetar costales era el más codiciado
labores nadie mencionó nada. Cuando pregunté a pues resultaba un placer a Iado de la dura labor de
Toni que era lo que había ocurrido, su respuesta cargar costales durante horas. El trabajo de
fue parca y despectiva: "son basura". etiquetar normalmente se rotaba entre los obreros,
pero hacía ya varios días que Jack desempeñaba el
puesto sin que nadie se atreviera a pedirle el
Durante la tercera semana de mi estancia en la cambio. A pesar de lo injusto, creo que la mayoría
fábrica, nuestro capataz tuvo que ir a la sección de nos sentíamos aliviados de cuando menos no
producción para auxiliarlos en algunos problemas tenerle encima molestando continuamente,
técnicos, esto hizo que se ausentara dificultando la ya de por sí dura labor de recoger
frecuentemente de nuestra área. Durante sus costales.
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La palmadita me resultó sospechosa y algunas de haberlas guardado con actitud retadora; casi
risitas confirmaron mi temor: Jack me había pegado podía imaginarme a Jack preguntándome delante
en la espalda una etiqueta engomada con una frase de todos si las había guardado para coleccionarlas.
insultante. Cuando lo miré, sostuvo la mirada y
sonrió burlonamente. Varios eventuales sonrieron
también; otros permanecieron callados y noté que Trate por varios minutos de convencerme, como
me miraban seria e inquisitivamente, como casi lo había logrado la primera ocasión, de que
esperando ver cual sería mi respuesta. Yo intuía Jack no volvería a molestarme, pero ahora veía
que varios del grupo no querían a Jack y claramente que esa posibilidad era absurda;
condescendían con él sólo por temor. después de esto Jack no me iba a dejar en paz ni a
sol ni a sombra. Pensé en recurrir a Garry y contar
lo ocurrido; seguramente haría que Jack fuera
Guardé el papel en la bolsa, mientras una oleada despedido y se solucionaría el problema; pero el
de coraje me inundaba. Me puse a pensar en cual sólo pensar en esta alternativa hizo que me sintiera
debería ser mi respuesta. mal conmigo mismo: significaría huir cobardemente
del problema. Pensé también que tal vez lo mejor
sería enfrentarme a golpes con Jack, quizá José y
Seguramente lo más prudente sería ignorar todo el Toni me apoyarían cuando yo reclamara a Jack su
asunto, yo estaría en la fábrica escasas tres proceder, pero por la mirada que me lanzó José
semanas más y el incidente seguramente no se cuando el primer incidente de la etiqueta ya no
repetiría si me mantenía lo suficientemente estaba seguro de ello.
apartado. Cuando el montacargas llegó a levantar
la palestra que recién había yo terminado, noté que
José me miraba duramente: no hubo el clásico Cuando sonaron los dos silbatazos largos que
pulgar hacia arriba ni la palabra amistosa que anunciaban la hora del lunch, sentí un vacío en el
comúnmente me dirigía, simplemente levantó la estómago. El grupo se iría a comer a la mesa
palestra y se la llevó. grande y los jamaiquinos se sentarían, como
siempre, sobre una pila de costales. Si no me
decidía a hacer algo, no podría ir a ninguno de los
Diez minutos después, mientras seguí deliberando dos lados.
sobre qué hacer ante la afrenta recibida, Jack me
hizo la segunda. Pasó a mi lado y me pegó otra
etiqueta en la espalda, sólo que esta vez no hubo Las carcajadas que empezaron a llegar de la mesa
una palmada para disimular la broma de mal gusto; de los eventuales me angustiaron más todavía: si
tampoco hubieron risitas burlonas. Todos me iba hacer algo, tenía que hacerlo ya. Metí la mano a
miraban de reojo y con seriedad. Continué apilando la bolsa y apreté fuertemente las etiquetas. Tenía la
los costales mecánicamente mientras trataba de boca completamente seca, noté que las manos me
calmarme y pensar. Tenía que darle una lección a temblaban y que el corazón me latía fuertemente.
ese mequetrefe y mostrarle claramente que yo no
iba a ser otra de sus víctimas. Yo era de mucho
mayor edad que Jack, pero él era mucho más
corpulento; si lo retaba abiertamente, con seguridad
me llevaría una paliza. La alternativa de hacerme
de la vista gorda era imposible; todos habían
presenciado el incidente y yo tenía en mi bolsa las
dos etiquetas. Si las hubiera tirado desde un
principio hubiera mostrado –de alguna manera- que
lo ocurrido me tenía sin cuidado, pero no después