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Presocráticos y Sócrates
Filosofía nace como una reflexión sobre el tema del mundo. En principio la
filosofía es eso: un conocimiento, o un intento de conocimiento, de lo que el mundo es,
entendido como naturaleza.
Los primeros filósofos griegos se preguntaban por el fundamento, por el
principio, el origen de las cosas y esta pregunta era consecuencia del asombro que
ellos experimentaban ante la presencia de las cosas.
Para los griegos, el fundamento, el origen de las cosas era la Phycis
(fundamento de las cosas) a la cual le dieron diferentes interpretaciones.
Presocráticos
Pluralistas
Sofistas
Les interesa persuadir, lo que ellos perciben es la utilidad (lo económico), no
les interesa la verdad.
Eran maestros que enseñaban a los jóvenes y que cobraban por sus
enseñanzas para que pudieran actuar en política y dirigir los negocios del estado.
Enseñaban el arte de la persuasión. Estaban pendientes del público que escuchaban
sus enseñanzas. La educación estaba en función del éxito.
Protágoras: afirmaba que el hombre era la medida de todas las cosas, de las
que son y de las que no son.
Gorgias: se ocupa del conocimiento. Afirma que nada existe. Si algo existe es
incognoscible para el hombre. Si es cognoscible.
Sócrates
La verdad está en el interior del hombre, por eso preguntaba y refutaba para
sacar la verdad de su interior.
La razón individual era tal en la medida que participaba y era un eco de la
razón común, del logos único y común a todos los hombres. Y porque el mismo
Logos universal era el que estaba en cada individuo, era posible para éste superar el
relativismo y adquirir un conocimiento universal. Además esa adquisición debía
lograrse transitando junto con otros hombres, a través de ese Logos común a todos. El
creía que los objetos del conocimiento sensible solo eran objetos de la opinión (doxa).
El conocimiento debía obtenerse del diálogo.
Solo podía haber para él verdadero conocimiento, fundado en conceptos
universales indagando a la razón universal que estaba en los hombres. Por ello, el
tema fundamental de sus diálogos era el problema antropológico y moral.
Fue considerado un Sofista más. Sin embargo, la diferencia con los sofistas es
que:
1) Frente al conocimiento relativo de los sofistas fundados en la razón
individual del hombre, medida de todas las cosas, está el conocimiento
universal fundado en el logos universal.
2) La enseñanza de Sócrates no está dirigida a una profesionalización de
la habilidad persuasiva para hablar y dirigir las masas, sino a formar el
alma de los hombres en la ciencia y en la virtud.
3) Su enseñanza se dirige a cualquier hombre que quiere escucharlo.
4) Los sofistas cobraban por su enseñanza Sócrates no lo hacía pues
entendía que era su obligación hacerlo y en forma gratuita.
5) Los sofistas vieron en la ley el resultado del arbitrio humano y opuesto a
la naturaleza, para Sócrates se funda en la voluntad justa de los dioses
y en última instancia en el logos universal.
El hombre está inserto en su ciudad a cuyas leyes debe obediencia porque él
es un animal político.
Leyes de la ciudad eran divinas y expresaban justicia (diké). Era la expresión
de la voluntad justa de los dioses por encima de ellas estaban las leyes no escritas
que eran obra de los dioses.
Su enseñanza estaba orientada a la perfección del hombre el cual requiere la
purificación moral, a través del cual puede alcanzarse el bien supremo que es la
felicidad. El mal es la falta de conocimiento, una ignorancia. Sabiduría es propiedad de
los dioses. En principio consiste en tomar conciencia de la propia ignorancia.
Método de conocimiento: mayéutica. Consiste en preguntar y refutar las
respuestas, y en ese refutar ejerce su ironía, que consistía en una determinada
manera de preguntar a través de la cual se ponía de manifiesto la ignorancia de
aquellos. La mayéutica consistía en dar nacimiento al conocimiento. Está dirigido a
obtener un conocimiento científico y por lo tanto inmutable y universal. Llega a los
conceptos universales y a las definiciones por medio de la inducción, que parte de las
cosas particulares de la experiencia y se remonta a lo común y universal que en todas
esas cosas hay.
Platón
La cuestión platónica
El problema inicial que surge ante los 36 escritos es el siguiente: ¿son todos
ellos auténticos, o bien hay algunos que no lo son, y cuáles se hallan en este caso? El
problema ha ido perdiendo atractivo y hoy se tiende a considerar que casi todos los
diálogos son auténticos o incluso todos ellos.
El segundo problema hace referencia a la cronología de estos escritos. No
consiste en un mero problema de erudición, puesto que el pensamiento platónico se
fue desarrollando gradualmente, creciendo sobre sí mismo y a veces incluso
autocriticándose y autocorrigiéndose.
En el actual estado de nuestros conocimientos, una vez comprobado que los
llamados <<diálogos dialécticos>> son obra del ultimo Platón y que los grandes
diálogos metafísicos son obras de madurez, aunque siga existiendo una cierta
incertidumbre con respecto a los primero escritos, es posible sin embargo reconstruir
el pensamiento platónico de un modo bastante satisfactorio.
La evolución espiritual de Platón avanza de acuerdo con el siguiente itinerario.
En primer término se dedicó a la problemática predominantemente ética (ético-
política), partiendo desde el punto exacto al cual había llegado Sócrates. A
continuación cayó en cuenta de la necesidad de recuperar los interrogantes de la
filosofía de la physis. Auténtica revolución del pensamiento, que el mismo Platón llamó
<<segunda navegación>>, es decir, aquella navegación que lo llevó al descubrimiento
de los suprasensible (del ser suprafísico).
El descubrimiento del ser suprasensible y de sus categorías desencadenó un
proceso de revisión de una serie de antiguos problemas, y provocó el nacimiento de
otros nuevos, que Platón afrontó y ahondó paulatinamente de modo incansable, a
través de los diálogos de la madurez y de la ancianidad.
Platón no quiso escribir sobre los últimos principios. Se negó asimismo a ser
sistemático con respecto a aquellas cosas sobre las que se consideró en condiciones
de escribir, y trató de reproducir el espíritu del dialogar socrático, imitando sus
peculiaridades, es decir, reproduciendo su incesante interrogar una y otra vez, con el
perpetuo aguijón de la duda, con los repentinos cambios de frente que impulsan
mayéuticamente hacia la verdad, sin revelarla pero empujando al alma del oyente para
que la encuentre. Nació así el diálogo socrático, que se convirtió por derecho propio en
un género literario propiamente dicho, que sólo en él es reconocible la verdadera
naturaleza del filosofar socrático.
Para Platón el escrito filosófico constituirá una dialogo, cuyo protagonista será
Sócrates en la mayoría de los casos, discutiendo con uno o más interlocutores. Junto
a éstos, será muy importante el papel del lector, que también habrá de intervenir en
calidad de interlocutor absolutamente insubstituible, porque muy a menudo se dejará
al lector la tarea de extraer mayéuticamente la solución de muchos de los problemas
discutidos.
El Sócrates de los diálogos es, en realidad, Platón mismo, y el Platón escrito
hay que leerlo teniendo presente al Platón no escrito.
Recuperación y nuevo significado del mito de Platón
Nace la filosofía con la liberación del logos con respecto al mito y la fantasía.
Los sofistas efectuaron un uso funcional del mito. Sócrates, empero, había condenado
también esta utilización del mito, exigiendo un riguroso procedimiento dialéctico. Al
principio Platón compartió esta postura socrática. Sin embargo, a partir del Gorgias
comenzó a conceder valor al mito y a continuación lo empleó de manera constante y le
adjudicó una gran importancia.
¿Qué sentido tiene el mito en Platón? Las soluciones extremas provienen de
Hegel y de la escuela de Heidegger.
Hegel y sus seguidores consideraron el mito platónico como un obstáculo para
el pensamiento, una inmadurez del logos que todavía no ha adquirido una libertad
plena. La escuela de Heidegger halla en el mito la expresión más auténtica del
pensamiento platónico. El logos capta el ser, pero no la vida, y el mito viene a ayudar
en la explicación de la vida, imposible de captar a través del logos. La verdad se
encuentra en un punto intermedio. Para Platón, el mito, más que una expresión de la
fantasía, es expresión de fe y de creencia. El mito busca una aclaración mediante el
logos y el logos busca un complemento en el mito. En definitiva, Platón –una vez que
la razón ha llegado a los limites extremos de sus posibilidades. Encarga al mito la
tarea de superar intuitivamente estos límites, elevando el espíritu hasta una visión o,
por lo menos, hasta una tensión trascendente.
Es también un mito que no subordina a sí mismo al logos, sino que lo estimula
y lo fecunda en el sentido que hemos explicado. Por lo tanto, se trata de un mito que,
al mismo tiempo que es creado, es también desmitificado, y el logos mismo le quita
sus elementos fantásticos, con objeto de que conserve exclusivamente sus poderes de
alusión y de intuición.
Si se quiere entender a Platón, es preciso que el mito conserve su función y su
validez con la función del logos.
Fundamento de la metafísica
El mundo sensible, al igual que el mundo inteligible, procede del Uno, que
actúa como principio formal, y de la Díada indeterminada que actúa como principio
material (inteligible), así el mundo físico procede de las ideas que actúan como
principio formal y de un principio material, sensible esta vez, es decir, de un principio
ilimitado e indeterminado de carácter físico.
Sin embargo, mientras que en la esfera de lo inteligible el Uno actúa sobre la
Díada indeterminada sin necesidad de mediadores, porque ambos principios son
naturalmente inteligibles, no sucede lo mismo en la esfera de lo sensible. La materia o
receptáculo sensible (en Platón llamado Chora) solo participa de lo inteligible en cierto
modo oscuro y se haya a merced de un movimiento informe y caótico. ¿Cómo es
posible que las ideas inteligibles actúen sobre el receptáculo sensible, y de este caos
nazca el cosmo sensible? Platón responde que, existe un Demiurgo (causa: bondad),
esto es, un Dios hacedor, un dios que piensa y que quiere, quien toma como modelo el
mundo de las ideas ha plasmado la Chora, es decir, el receptáculo sensible, de
acuerdo con dicho modelo y de esta manera ha generado un cosmo físico.
El esquema que apela Platón para explicar el mundo sensible: hay un modelo
(mundo ideal), hay una copia (mundo sensible) y existe un artífice que ha hecho la
copia, sirviéndose del modelo. El mundo de lo inteligible (el modelo) es eterno y el
artífice (intelecto) también lo es. En cambio, el mundo sensible elaborado por el
Artífice es algo que ha nacido, es decir, algo que ha sido engendrado. Platón concibe
al mundo como algo vivo e inteligente.
Sin embargo, el Demiurgo, ¿por qué ha querido engendrar al mundo? El
Artífice divino ha generado el mundo por bondad y amor al bien.
El Demiurgo otorgo al mundo un alma y un intelecto perfecto, además de un
cuerpo perfecto. Creo así el alma del mundo (valiéndose de tres principios: esencia,
idéntico y diverso). Esta obra del Demiurgo se halla perfectamente constituida, no se
halla sujeta a corrupción. Por lo tanto el mundo ha nacido, pero no perecerá.
El mundo inteligible existe en la dimensión de lo eterno, un “es” inmóvil, sin el
“era” ni “será”. El mundo sensible, en cambio, existe en la dimensión del tiempo. ¿Qué
es entonces el tiempo? Platón responde que el tiempo consiste en la imagen móvil de
lo eterno, una especie del desarrollo del “es” a través del “era” y el “será”. Este
desarrollo implica generación y movimiento.
De este modo, el mundo sensible se convierte en cosmo, orden perfecto,
porque simboliza el triunfo de lo inteligible sobre la necesidad ciega de la materia,
gracias a la inteligencia del Demiurgo.
El mundo ideal es divino, en todos sus planos. La idea de bien es divina, pero
no es Dios-persona; en la cumbre de la jerarquía de lo inteligible hay un ente divino
(impersonal) y no es un Dios (personal).
En cambio el Demiurgo posee rasgos de persona, es decir, de Dios, puesto
que conoce y quiere. Jerárquicamente, sin embargo, es inferior al mundo de las ideas,
ya que no solo crea, sino depende de él. El Demiurgo ni siquiera crea la chora o
materia de la cual está hecho el mundo, ya que también ella preexiste. Es un hacedor
o artífice del mundo, no un creador del mundo. El alma del mundo es divina y también
son las almas de las estrellas y las almas humanas, junto a las que hay que enumerar
asimismo a los demonios protectores y los demonios mediadores, cuyo ejemplo más
típico es Eros.
El conocimiento, dialéctica, retórica, arte y erótica
La dialéctica
Los hombres comunes se detienen en los dos primeros grados de las primeras
formas de conocer, es decir, en el opinar. Los matemáticos se elevan hasta el
conocimiento medio y sólo el filósofo accede a la pura intelección y a la ciencia
suprema. El intelecto y la intelección captan las ideas puras y sus nexos positivos y
negativos, elevándose de ideas en ideas hasta llegar a la idea suprema, lo
incondicionado. Este procedimiento, mediante el cual el intelecto avanza y se mueve
de idea en idea, constituyendo la dialéctica.
La dialéctica ascendente es aquella que libera los sentidos y lo sensible, lleva
hasta la idea y más tarde, de idea en idea hasta la Idea suprema. La dialéctica
descendente, es el proceso opuesto, ya que parte de ideas supremas a ideas
generales.
La dialéctica constituye la captación, basado en la intuición intelectual, del
mundo de las ideas, de su estructura y del lugar que cada idea ocupa en dicha
estructura, en relación con las demás: esto consiste la verdad.
Platón asume una actitud negativa ante la poesía, ya que el poeta es poeta por
designio divino, y no por virtud de un conocimiento.
Para Platón, el arte en todas sus expresiones es, desde el punto de vista
ontológico, una mimesis, una imitación de acontecimientos sensibles (hombres, cosas,
hechos y cuestiones de distintas clases). Sabiendo que las cosas sensibles
constituyen una imagen del entorno paradigma de idea, y por ello se alejan de lo
verdadero en la misma medida en que copia es algo que se aparta de lo original. Si el
arte es una imitación de las cosas sensibles, se trata de una imitación de una
imitación, una copia que reproduce una copia y que se haya triplemente alejada de la
verdad. El arte dirige a las partes menos notables de nuestra alma y no a su parte más
elevada.
Platón no negó la existencia y el poder del arte, pero rechazo que el arte
tuviera valor en sí mismo: el arte sirve a lo verdadero o sirve a lo falso. Si se abandona
a sus propios medios, el arte sirve a lo falso. Pero si quiere salvarse, el arte debe
someterse a la filosofía, que es la única capaz de alcanzar lo verdadero, y el poeta ha
de sujetarse a las reglas del filósofo.
Platón vincula la temática del eros y del amor. Este es entendido como fuerza
mediadora entre lo sensible y lo suprasensible, fuerza que otorga alas y eleva, a
través de los diversos grados de belleza, hasta la meta empírica belleza en sí. Lo
bello, para los griegos, coincide con el Bien o es un aspecto del Bien, así el Eros es
una fuerza que eleva hacia el Bien, y la erótica a su vez se manifiesta como una vía
análoga que llega hasta lo Absoluto.
El amor no es lo bello ni lo bueno, sino que es sed de belleza y bondad. El
amor no es Dios pero tampoco hombre. No es mortal pero tampoco inmortal: es uno
de aquellos seres demoniacos intermedios entre el hombre y Dios. El amor es filo-sofo
en el sentido más rico del término. La filo-sofía es propio de quien no es ni ignorante ni
sabio, no posee el saber pero aspira a él, se haya siempre buscándolo, cuando
encuentra algo se le escapa y debe volver a buscarlo, precisamente como hace un
amante.
Aquello que los hombres acostumbran a llamar amor no es más que una
partícula del verdadero amor: éste consiste en el deseo de lo bello, del bien, de la
sabiduría, de la felicidad, de la inmortalidad, de lo Absoluto. El verdadero amante es
aquel que sabe recorres todo hasta el final, para alcanzar la visión suprema, es decir,
hasta llegar a la visión de lo que es absolutamente bello.
a) El grado más bajo en la escala del amor es el amor físico, que es el
deseo que posee un cuerpo bello con objeto de engendrar, en lo bello,
otro cuerpo. Es deseo de inmortalidad y de eternidad.
b) A continuación, está el grado de los amantes que son fecundados no en
sus cuerpos sino en sus almas. Entre los amantes pertenecientes a la
dimensión del espíritu se hallan, los amantes de las alamas, los
amantes de las artes, los amantes de la justicia y de las leyes, los
amantes de las ciencias puras.
c) Finalmente, se halla la visión fulgurante de la Idea de Bello en sí, de lo
Absoluto.
El amor (el <<amor platónico>>) no es nostalgia de lo Absoluto, tensión
trascendental hacia lo metaempírico, fuerza que nos impulsa a volver hacia nuestro
originario ser junto a los dioses.
Platón narra a través de numerosos mitos cual será el destino del alma
después de la muerte del cuerpo. el objetivo de los mitos escatológicos consiste en
hacer creer, en formas diversas y mediante diferentes representaciones alusivas,
ciertas verdades profundas a las que no se puede llegar con el puro logos, si bien éste
no las contradice y en parte las rige.
La metempsicosis es una doctrina que afirma que el alma se traslada a través
de los distintos cuerpos, renaciendo en diversas formas vivientes. Recibe esta doctrina
desde el orfismo, pero la amplía en distintos aspectos, presentándolo en dos formas
complementarias.
La primera forma es la que se nos presenta en el Fedón. Allí se dice que las
almas que han vivido una vida excesivamente atada a los cuerpos, a las pasiones, los
amores y a los gozos de esos cuerpos, al morir no logra separarse completamente de
lo corpóreo, que se les ha vuelto connatural. Por temor al Hades, esas almas vagan
errantes durante cierto tiempo alrededor de los sepulcros, como fantasmas, hasta que
atraídos por el deseo corpóreo, se enlazan nuevamente a otro cuerpo humano o
animales, según haya sido la bajeza de la vida moral que haya tenido en sus
existencias anteriores. En cambio, las almas que hayan vivido de acuerdo a la virtud
se reencarnarían en animales mansos y sociables, o incluso hombres justos.
En la República Platón menciona un segundo tipo de reencarnación del alma
muy distinto al anterior. Existe un número limitado de almas, de modo que si en el más
allá todas recibieran premios o un castigo eterno, llegaría un momento que no
quedaría ninguna sobre la tierra. Debido a esto, Platón considera que el premio o
castigo ultraterreno, después de haber vivido en este mundo, debe tener una duración
limitada y un plazo establecido. Una vez transcurrido este plazo, las almas deben
volver a encarnarse.
En el mito del Fedro, si bien con diferencias de modalidad y de ciclos de
tiempo, se manifiestan ideas análogas, de las que se infiere que las almas recaen
cíclicamente en los cuerpos y más tarde se elevan al cielo.
Nos encontramos, pues, ante un ciclo individual de reencarnaciones, vinculado
a los avatares del individuo, y ante un ciclo cósmico, que es el ciclo del milenio.
Precisamente a este último hacen referencia los dos célebres mitos: el de Er, que
aparece en la República, y el del carro alado, que figura en el Fredo.
Una vez finalizado el viaje milenario, las almas se reúnen en la llanura, donde
se determinara su destino futuro. Platón lo lleva a cabo como una creencia griega
tradicional, según el cual los dioses y la necesidad serían los encargados de decidir el
destino del hombre. Platón afirma que, al contrario, los paradigmas de las vidas se
encuentra en el regazo de la Moira Láquesis, hija de la Necesidad, pero estos
paradigmas no son impuestos, sino solo propuestos a las almas. El hombre no es libre
de vivir o no vivir, pero es libre de escoger como vivir desde el punto de vista moral,
esto es de vivir según la virtud o según el vicio.
Un profeta de Láquesis echa a la suerte los números que sirven para
establecer el orden según el cual cada alma debe llevar a cabo su elección. Luego, el
profeta extiende sobre la hierba el paradigma de las vidas, en cantidad muy superior a
la de las almas presentes. El alma al que le toca escoger en primer lugar tiene a su
disposición muchos más paradigmas vitales que la última. También para el último
existe la posibilidad de escoger una vida buena, aunque no una vida óptima. La
elección realizada por cada uno es sellada más tarde por las otras dos moiras, cloto y
átropos, convirtiéndose así en irreversible. Luego, las almas beben el olvido en las
aguas del rio Ameletes (rio del olvido) y bajan a los cuerpos, en los que realizan la vida
elegida.
La elección depende del conocimiento o de la ciencia de la vida buena y de la
mala, esto es, de la filosofía, que en Platón se convierte en la fuerza que salva a este
mundo y en el más allá, para siempre. El intelectualismo ético llega aquí hasta las
últimas consecuencias.
El mito de la caverna
La cuestión aristotélica
La vida de Aristóteles
La metafísica
Definición de la metafísica
Substancia suprasensible
Las substancias son realidades primeras, en el sentido de que todas los demás
modos del ser dependen de la sustancia. Por lo tanto, si todas las sustancias fueran
corruptibles, no existiría nada que fuera incorruptible. Sin embargo, dice Aristóteles, el
tiempo (eterno, determinación del movimiento) y el movimiento son sin duda
incorruptibles. El tiempo es eterno, no es más que una determinación del movimiento.
¿Con qué condición podrá subsistir un movimiento (o un tiempo) eterno? ¿Y
cómo debería ser este principio, para ser causa de un movimiento eterno?
a) En primer lugar, el principio debe ser eterno: si el movimiento es eterno,
también debe serlo su causa.
b) En segundo lugar, el principio debe ser inmóvil: solo lo inmóvil es causa
absoluta de lo móvil. Para explicar cualquier movimiento hay que apelar
a un principio, en cuanto tal, no se ha movido, por lo menos con relación
a aquello que él mueve. Debe haber un principio absolutamente primero
y absolutamente inmóvil, del cual depende el movimiento de todo el
universo.
c) Por último, el principio debe estar totalmente exento de potencialidad,
es decir, debe ser puro acto. Si tuviese potencialidad, resultaría que no
siempre sería movimiento en acto.
Para explicar el movimiento cualquiera hay que apelar a otra y a su vez a otra
hasta llegar al principio primero e inmóvil (1er motor) del cual depende el movimiento
del universo, este sería la sustancia suprasensible, quien mueve a todo sin ser
movido, este es Dios (acto puro)
Hay infinitas sustancias que estas tienen movimientos eternos, estas se
mueven por cadenas de motores, estas están en potencia cuando son movidas y en
acto cuando se mueven.
Siempre hay uno que está en potencia, la causa última del primer motor, que
es inmóvil y mueve atrayendo (es acto puro) todos apelan a la perfección de este, el
orden.
La sustancia suprasensible (acto puro, sin materia) aparece para explicar la
causa última del mundo. Aristóteles dice que Dios no cero al mundo, sino que el
mundo fue naciendo atraído por él, él es su causa final.
La física y la matemática
La psicología
La física indaga los seres que están en el universo, los seres inanimados
carentes de razón y los seres animados dotados de razón (hombre).
Los seres animados se distinguen de los inanimados porque poseen un
principio que les otorga vida y tal principio es el alma. ¿Qué es el alma? Todas las
cosas en general son compuestas de materia (potencia) y forma (entelequia o acto).
Los cuerpos vivientes tienen vida pero no son vida: constituye una especie de sustrato
material y potencial, cuya forma o cuyo acto es el alma. El alma por lo tanto, es la
entelequia primero de un cuerpo que tiene vida en potencia.
El alma que es principio de vida, debe poseer capacidades, funciones o partes
que presidan dichas operaciones y las regulen. Los fenómenos y las funciones
fundamentales de vida son:
a) Carácter vegetativo: nacimiento, nutrición y desarrollo.
b) Carácter sensitivo-motor: sensación y movimiento
c) Carácter intelectivo: conocimiento, deliberación y elección.
Basándose en lo que antes hemos mencionado, Aristóteles introduce la
distinción entre:
a) Alma vegetativa
b) Alma sensitiva
c) Alma intelectiva o racional
Las ciencias practicas hacen referencias a las conductas del hombre y el fin
que se propone alcanzar, ya sea como individuo (estudia -> ética) o como parte de
una sociedad política (estudia -> política).
Todas las acciones del hombre tienden hacia fines, que constituyen bienes. El
conjunto de acciones y fines particulares a lo que tiene se hayan subordinado a un fin
último, que todos los hombres coinciden en llamar felicidad.
¿Qué es la felicidad?
a) Para la mayoría, consiste en el placer y gozo. Sin embargo, una vida
que se agota en el placer es una vida que convierte a los hombres en
semejantes a esclavos y que es sólo digna de los animales.
b) Para algunos la felicidad es el honor. No obstante, el honor es algo
intrínseco que en gran medida depende de quien lo confiere.
c) Para otros la felicidad reside en acumular riqueza. Pero ésta, según
Aristóteles, es la más absurda de las existencias: es una vida contra
natura, porque la riqueza solo es un medio para conseguir otra cosa y
no sirve como fin en sí mismo.
El bien supremo que puede realizar el hombre, y por lo tanto la felicidad,
consiste en el perfeccionamiento en cuanto hombre, en aquellas actividades que
distinguen al hombre de todos las demás cosas. El hombre que quiere vivir bien, debe
vivir de acuerdo con la razón. El bien del hombre consiste en una actividad del alma
según su virtud, y así las virtudes son más de una, según la mejor y la más perfecta.
Los valores del alma son valores supremos, reconoce una utilidad incluso a los
bienes materiales en cantidad necesaria. Éstos, aunque con su presencia no están en
disposición de dar la felicidad, pueden comprometerla en parte con su ausencia.
Ciudad y el ciudadano
El Estado ideal
La lógica o analítica
Las categorías estudia aquello que debe considerarse como el elemento más
sencillo de la lógica.
Aristóteles afirma que de las cosas que se dicen sin ninguna conexión, cada
una de ellas significa la sustancia, la cantidad, relación, el donde, cuando, el estar en
una posición, tener, hacer o padecer.
Desde el punto de vista metafísico: las categorías representa significados
fundamentales del ser
Desde el punto de vista lógico: serán los géneros supremos a los que deben
poderse atribuir cualquier término de la proporción.
La primera categoría constituye el ser según el cual se apoya el ser de las
otras, la 1ra categoría será el sujeto y las demás tendrán por fuerza que referirse a
este sujeto y por lo tanto solo ellas podrán ser predicamentos propiamente dichos.
Las categorías son indefinibles, porque son los géneros supremos.
La definición
La retórica
La poética
San Agustín
Definición de hombre
Itinerario doctrinal
Este Dios, creador de todo lo que es o existe, este Dios que se define “El que
es”, Verdad entera y subsistente, Bien inmutable y absoluto, al que solo conviene
propiamente el título de ser; en suma, esta Realidad plena y total, puramente
inteligible, inmutable, necesaria y eterna, es principio de todo ser, y todo lo que es,
mezcla de ser y no ser, lo hizo todo de la nada y que rige todo.
Es también el principio de nuestro ser. Nos basta entrar en el interior de
nosotros mismo, para encontrar ahí nuestra alma y encontrar a Dios.
Este Dios, además, principio de la inteligencia lo mismo que de lo inteligible, es
fuente de todo conocimiento. En Él, en la inteligencia divina subsisten las Ideas.
La iluminación que tiene Dios de su esencia incluye la visión de todas las
esencias limitadas. En él y solo por el podemos conocer todas las cosas, viviéndolas
de fuera a lo interior y de lo interior a lo superior. Solo Dios nos ilumina interiormente,
llamándonos a nosotros mismos a él por todas las revelaciones de la experiencia y del
testimonio depositado en el santuario de la memoria, en el fondo secreto de nuestra
alma en que encontramos su imagen, y es esta luz producida en nosotros por él, y
gracias a esta iluminación, por lo que contemplamos y comprendemos las cosas
inteligibles. Pero para esto es preciso alejar los obstáculos que se oponen a este
conocimiento, despegarnos de lo sensible y mirar con atención para llegar a ver.
La verdad que conoce el alma, nos solo es creadora e iluminadora, es
beatificante. Dios, nuestro fin último, es principio explícito y oculto, de tosas nuestras
acciones, a excepción de nuestras acciones malas que provienen de nuestro libre
albedrio que se aleja de su fin, que es Dios: de suerte que la libertad verdadera no es
más que el poder, confirmado en gracia, de usar bien de nuestro libre albedrío y de
servir a Cristo, en quien residen nuestro bien y nuestra felicidad.
Razón y fe
El mal
El “actus essendi”
El ente se define ahora como lo que tienen el ser. Para Aristóteles, el ente
indicaba “lo que es”, pero el “es” solo apuntaba a lo que el ente es, su esencia.
Para Santo Tomas, el ens también puede verterse por “lo que es”, pero aquí el
“es” señala el acto mismo de ser que el ente ejerce. Que el ente sea es que el ente
está ejerciendo el acto de ser.
Llama “esse”, o actus essendi, que es el acto en virtud del cual un ente es un
ser actual. En ente (ens) designa por lo tanto, lo que es o está siendo y el ser (esse)
semana él es o estar siendo ese “lo que es”, o sea el ente.
El ser del ente ha sido determinado por santo toams, como acto de ser que el
ente ejerce y en virtud del cual existe. El esse tomista señala el ser del ente no en su
estar siendo, sino su acto.
Sin essentia no habría ese (ser). Ambos son coprincipados del ens (ente), y el
uno no puede darse sin el otro. El esse (ser) hace que la esencia exista, y esta hace
que el ese (ser) pertenezca a tal o cual naturaleza.
El ente es por el esse (ser) y él es tal o cual cosa por su esencia. El esse (ser)
actualiza la esencia, la hace existir, haciendo de ella y con ella un ente.
La esencia es la delimitación, determinación, restricción y contradicción del ser.
Se compota como potencia frente al ser, pues ella no podría constituirse en ente, si el
ser no la actualizara.
El ser incluye todo lo que es. La esencia indica la manera en que el ente ejerce
el acto de ser, el modo específico que tiene de ejercer el ser
Su ambición era saber lo que es Dios, y como teólogo cristiano que era, fue a
buscar en la biblia una respuesta para su inquietud. Intuye que Dios no ha dicho lo que
es porque no es algo, porque él no es tal o cual cosa, sino simplemente es (sin ser
esto o lo otro).
Dios es, el ser mismo, el ipsum esse, en su absoluta pureza, hasta el punto tal
que el esse constituye la naturaleza misma o esencia de Dios. El ser divino constituye
la naturaleza de Dios.
Dios es acto puro de ser, donde el ser puro no es más que ser. La esencia
permite la existencia de algo distinto de Dios, pues por el ser, la cosa no se distingue
de Dios, sino que son semejante a él. Todo ser distinto de Dios es finito. Todo ente es
finito en tanto que tiene el acto de existir, pero no lo es, resulta la misma cosa decir
que Dios es perfectamente simple, que es infinito y situado más allá del ente. Dios es
ser divino, porque al estar más allá del ente, escapa a nuestro conocimiento
intelectual.
El espíritu humano se preocupa saber lo que son las cosas, o sea desvelar su
esencia. Lo seres son tales o cuales por su esencia.
Dios significa naturaleza, que es la sustancia, que es la esencia. Santo tomas
no dice solamente que el ser de Dios nos resulta mal conocido le hemos oído decir
que resulta desconocido.
Dios es el ser, las cosas tienen el ser, pero no lo son. Y lo poseen por
participación del ser “todo lo que no es Dios no es su ser, sino que participa del ser”.
Pero participar de Dios no es tomar una parte, pues el ente no participa del todo, sino
como efecto participa de su causa.
En la metafísica tomista los entes participan del ser, primaria y
fundamentalmente para poder existir. Si participan de Dios, ello significa que Dios es
causa eficiente de su existencia. Participar y ser causado son una sola misma cosa.
Dios es por si, dado que es acto puro de ser, las cosas sin por participación de
otra o por una causa, que las hace ser. Los entes son causados por Dios, al participar
de su ser.
Resulta imposible hablar de participación y causalidad, sin recurrir a la idea de
creación. Donde ambas están entrelazadas, ya que si el ente participa del ser, al ser
causado por Dios, ello se debe a que el ser de los entes ha sido creado por el, Dios es
la fuente del ser.
La creación es Don del ser. Dice que el ser es lo primero que Dios crea. Y esto
significa afirmar que el ser es el primer efecto del acto creador u antes de él no se ha
creado nada. Crear significa otorgar “actus essendi”, el cual resulta el primer impacto
del actor creador. Dios como causa primera es realmente eficiente por cuanto produce
el ser. El término “causa” implica causalidad eficiente o productora del ser.
Santo tomas incluye bajo la eficiencia la creación es como un modelo de la
causalidad eficiente ya que produce todo el ser del efecto. Dios crea todo el ente y,
luego, crea el ser y al esencia. Crea el ser como acto y la esencia como una potencia.
La idea de una creatura es el conocimiento que tiene Dios de una determinada
participación posible de su perfección, por esa creatura. Las esencias señalan la
manera en que él participa del ser increado.
Dios posee toda la energía y fuerza del ser, dado que es el ser puro y simple;
pero en el caso de las creaturas, está condicionada por la esencia que le impone un
límite. El ser hace existir a la esencia. Como causa del ser, Dios está presente en cada
una de sus criaturas. La noción del ser constituye la clave metafísica tomista, la
naturaleza misma de Dios es el ser, los entes deben estar compuesto del ser y la
esencia.
Francis Bacon
La instauratio magna
Renato Descartes
Consideraciones generales
El método
El mecanicismo natural
La realidad del mundo natural se funda sobre la realidad objetiva de Dios. Así,
el mundo corpóreo, del que los sentidos me dan testimonio, existe. Yo debo considerar
no lo que la materia es para mis sentidos, sino lo que es para mí entendimiento. Según
Descartes, la materia para el entendimiento es extensión y los aspectos reales de un
cuerpo son los cuantitativos (movimiento, figura, diversidad, etc.). Los cambios que se
originan en la materia son debido a las leyes del movimiento, que inicialmente es
debido al impulso primitivo dado por Dios.
No existen causas finales en dominio de la ciencia y los fenómenos naturales
tienen el carácter matemático. Descartes cree agotado en el mecanicismo la
explicación de la naturaleza y formula el más riguroso determinismo.
El dualismo de la substancia
David Hume
Immanuel Kant
La labor de Kant
Analíticos Sistémicos
La estética trascendental
Fundamento de la inducción
Estética trascendental
Nosotros decimos que algo es real cuando ponemos ese algo como sujeto de
un juicio. Un juicio es la afirmación o negación que hacemos que hacemos de una
propiedad que atribuimos o no atribuimos a algo. Por lo tanto, decimos que algo es
real cuando lo consideramos como sujeto de juicio. La función fundamental del juicio
es poner la realidad. Si la realidad consiste en ser sujeto de juicio, entonces la función
mental, la función intelectual de formular juicio será al mismo tiempo la función
intelectual de estatuir realidades. Por lo tanto, el solo hecho de preguntar ¿qué es
algo? Ya constituye una posición de realidad.
Esta identificación de la función lógica del juicio con la función ontológica de
poner la realidad, es el punto de partida que Kant se sirve para reducir todas las
verdades de toda la realidad posible. El juicio lógico es un acto de poner la realidad.
En la lógica formal los juicios suelen dividirse según cuatro puntos de vistas:
Cantidad: dividiremos los juicios según la cantidad del sujeto
Juicios individuales: cuando el sujeto sea concepto tomado
individualmente. Ej.: juan es argentino.
Juicios particulares: cuando el sujeto sea un concepto tomado
en parte. Ej.: algunos hombres son blancos.
Juicios universales: cuando el sujeto sea un concepto tomado en
toda su extensión. Ej.: todo hombre es mortal.
Cualidad:
Juicios afirmativos: son aquellos que predican el predicado del
sujeto. Ej.: juan es argentino.
Juicios negativos: aquellos que NO predican el predicado del
sujeto. Ej.: el átomo no es simple.
Juicios infinitos: aquellos que predican del sujeto la negación del
predicado. Ej.: los pájaros son no mamíferos.
Relación:
Categóricos: aquel que afirma sin condición ninguna el predicado del
sujeto. Ej.: el aire es pesado.
Hipotéticos: aquel que no afirma el predicado del sujeto más que sub
condicione. Ej.: juan es argentino, entonces es americano.
Disyuntivo: aquel que afirma alternativas y exclusivamente uno u otro
predicado, o varios predicados. Ej.: Antonio es español, o portugués o
italiano.
Modalidad:
Problemáticos: son aquellos en donde se afirma del sujeto el
predicado como posible. Ej.: A puede ser B
Asertóricos: aquellos en que el predicado se afirma como
predicado efectivo del sujeto. Ej.: A es B.
Apodícticos: aquellos en que el predicado se afirma del sujeto
como teniendo necesariamente que ser predicado del sujeto. Ej.:
A necesariamente es B.
De ellos obtiene Kant la siguiente tabla de categorías:
CANTIDAD:
Unidad
Pluralidad
Totalidad
CUALIDAD
Realidad: en el sentido de esencia, consistencia.
Negación
Limitación: ya que dice lo que algo es, no deja abierto un campo
infinito de lo que quiera que sea. Limita al sujeto.
RELACIÓN:
Sustancia: con su complemento natural de propiedad (como una
propiedad de la sustancia)
Causalidad: de causa y efecto.
Comunidad (acción reciproca)
MODALIDAD:
Posibilidad
Existencia
Necesidad
Kant se propone mostrar que las categorías son las condiciones de la
posibilidad de los juicios sistémicos “a priori” de la física.
¿Qué condiciones necesitan darse para que haya ese conocimiento científico
de la naturaleza? Deben darse las siguientes condiciones: necesita haber objetos,
porque sin ellos no hay conocimiento; que esos objetos tengan ser (esencia), puesto
que si no tuvieran ser no habría conocimiento, ya que este es la elucidación del ser de
los objetos; se necesitan que los objetos que hay y tienen ser estén relacionados en
causa y efecto, ya que si no los tuviera no habría posibilidad de conocerlos. Es decir,
todo lo que las categorías nos dice.
Las cosas nos envían solamente impresiones sensibles; y estas se agrupan en
nuestra mente como vivencias puras. Las impresiones son meras ideas; pero nosotros
no tenemos en la ciencia física meras ideas, sino que tenemos lo que las cosas son.
Entonces ese ser, esa realidad de las cosas, no pudiendo proceder de las impresiones
tiene que proceder de nosotros, haber sido añadida por nosotros a las impresiones.
Entonces, Kant llega a la conclusión que: si las condiciones elementales de la
objetividad en general, el ser objeto, no son, no pueden ser enviadas por las cosas a
nosotros (solo envían impresiones) entonces son las cosas las que se ajustan a
nuestros conceptos. Las categorías son conceptos puros, “a priori”, que no obtenemos
extrayéndolos de las cosas, sino que nosotros ponemos, imponemos a las cosas.
Lo que ha hecho hasta aquí Kant ha sido decir: el objeto del conocimiento no
es objeto del conocimiento sino en tanto y cuanto se provea de las condiciones del
conocimiento. Esas condiciones es el sujeto del conocimiento el que le da al objeto, el
que convierte la cosa en sí misma, en objeto de conocimiento. Tanto sujeto como
objeto de conocimiento son términos relativos, surgen del pensamiento humano,
cuando el hombre quiere conocer (sujeto cognoscente).
¿Qué diferencia hay entre el sujeto cognoscente y el yo? El yo es una unidad
puramente vital de nuestro ser, pero cuando el yo se convierte en sujeto cognoscente,
ese acto de convertirse, consiste en proponerse un objeto a conocer. Y ese
“proponerse un objeto a conocer” es imprimir en las cosas a conocer, lo caracteres
categoriales del ser, de la sustancia, de la causalidad, etc.
Dialéctica trascendental
Razón práctica
Pues bien, ese conjunto de principios que constituyen la conciencia moral, Kant
encuentra la base que puede conducir al hombre a la aprehensión de los objetos
metafísicos. Son también principios racionales, Principios evidentes, de los cuales
podemos juzgar por medio de la aprehensión interna de su evidencia. Por lo tanto
llamamos legítimamente razón. Pero no es la razón en cuanto que se aplica al
conocimiento.
¿A que llamamos buena voluntad? Kant advierte que todo acto voluntario se
presenta a la razón, en forma de imperativo. Esa forma de imperativo que es la
rúbrica general en que se contiene todo acto inmediatamente posible, se especifica
según Kant en dos clases:
Imperativos hipotéticos: la forma lógica de este imperativo es la que
consiste en sujetar el mandamiento, el imperativo mismo a una
condición (se supone una condición). Ej.: si quieres sanar tú
enfermedad toma un medicamento. Este está limitado, no es absoluto,
no es incondicional, sino que está puesto bajo la condición
Imperativos categóricos: aquello que la imperatividad, el mandamiento
no está bajo ninguna condición. Entonces impera incondicionalmente,
absolutamente de modo total, absoluto y sin limitaciones. Ej.: honra a
tus padres o no mates a otro hombre.
¿A cuál de estos dos tipos le corresponde la moralidad? La legalidad de un
acto voluntario consiste en que la acción efectuada en él sea conforma y se ajuste a la
ley. Para que una acción sea moral es menester que algo acontezca no en la acción
misma y su concordancia con la ley, sino en el instante que antecede a la acción, en el
ánimo o voluntad de que la ejecuta. El acto moral tiene pleno merito moral cuando la
persona que lo verifica ha sido determinada a verificarlo únicamente porque ese es el
acto moral debido.
Para Kant, una voluntad es plena y realmente pura, moral, cuando sus
acciones están regida por imperativos auténticamente categóricos.
Autonomía y heterónoma
Hegel
Su filosofía
La lectura de los libros que escribió Hegel es muy dificultosa, felizmente los
alumnos de Hegel tomaron repetidas notas de sus clases que luego de la muerte del
maestro fueron publicadas como libros. En éstos encontramos una exposición más
sencilla, más fluida, casi coloquial del sistema de Hegel que sirve para aclarar la
totalidad de su pensamiento.
Hegel significa madurez y la síntesis de la historia de la filosofía. En esa
historia advierte dos actitudes diferentes. Una era la que se iniciaba con los griegos, la
otra que inauguraba Descartes.
Los griegos se preguntan por el origen, por el fundamento de todas las cosas.
Y se responden que es la Naturaleza, la fisis de donde todas las cosas se originan, de
donde emergen todas las cosas y luego de haberse mantenido aferradas durante un
tiempo en sus respectivas individualidades, es a esa misma fisis adonde todas ellas
retoman.
La pregunta de Descartes también es por un fundamento, pero no ya
considerado como origen de todas las cosas, sino un fundamento de certeza, de
verdad. Ese fundamento sólo puede encontrarse en el pensamiento.
Con Descartes queda pues, enfrentada la Naturaleza y el Espíritu y sabido es
que con él y desde él se plantea la filosofía el problema de la comunicación de las
sustancias el problema de la comunicación, en definitiva, entre Naturaleza y Espíritu.
Ese es el problema que hereda Hegel y ante el cual decididamente se enfrenta. Pero,
advertimos por nuestra parte, que pareciera que sólo es posible la comunicación
cuando hay algo común que pueda comunicarse.
Para el problema que lo acucia Hegel no puede, evidentemente, soslayar el
pensamiento de Kant. Para Kant el problema de lo Absoluto era un problema límite
que no podía ser objeto de conocimiento sino que pertenecía al dominio de la fe
racional. Sin embargo Hegel advierte que en el desarrollo que Kant hace de la síntesis
a priori podía encontrarse un principio rescatable para la solución buscada. Por medio
de esta síntesis productora de la objetividad se llegaba a la unidad, desde elementos
heterogéneos.
Estos elementos eran conceptos propios del entendimiento o sea del sujeto y
los datos que la intuición sensible captaba de la realidad. La condición ultima de esta
síntesis era el “yo pienso”. Este “yo pienso” era la condición originante de todas las
cosas del mundo y también de nuestro “yo fenoménico”. Todo esto le parece a Hegel
muy correcto.
En el desarrollo de Kant, pues, el lema de la relación Naturaleza y Espíritu
queda sin solución. Para Schelling, Naturaleza y Espíritu se unificaban en unidad de
identidad que era el Absoluto. En el Absoluto para él la Naturaleza deja de ser
Naturaleza y el Espíritu deja de ser Espíritu. El Absoluto era para él una pura
indiferencia donde, por lo tanto, no cabía la diferencia de Naturaleza y Espíritu. Hgele
no acepta la concepción que del Absoluto tiene Schelling.
Para Hegel el Absoluto es el fundamento común entre Naturaleza y Espíritu de
modo al que la diferencia entre estos no queda abolida de aquel. En la unidad está la
oposición, en la identidad está la contradicción.
En ese Absoluto que para Hegel es el Todo y el fundamento de todo, está ya
actualmente la contradicción. La contradicción pertenece, pues, al Ser mismo y todas
las cosas que participan del Ser participan de ello mismo, también de la contradicción.
Para Hegel la Naturaleza y el Espíritu están en el Absoluto no como simple
indiferencia sino en forma actualmente contradictoria. Sin embargo, a ese Absoluto
Hegel lo llama, quizá con cierta inconsistencia: idea, idea Absoluta, Razón, Espíritu,
Espíritu Absoluto. También lo llama Dios. Ve en lo absoluto lo que siempre ha sido una
propiedad del Espíritu: el ser no sólo en-sí mismo como la Naturaleza sino, también
para-sí; el poseerse a sí mismo de un modo inmediato e independiente de cualquier
otra cosa. Esa inmediatez consigo mismo, ese no depender de otra cosa sino estar
suelto de todo, hace que el Espíritu sea Absoluto o, lo que es li mismo, que el Absoluto
sea Espíritu.
El Espíritu no sólo es en sí sino que necesita desplegar, necesita actualizar
todo lo que es en sí para hacerlo objeto para sí mismo, para tener autoconciencia,
para, en definitiva, ser-para-sí lo que es en-sí. Los conceptos ser-en-sí y ser.para.sí,
que son conceptos técnicos de la filosofía hegeliana, son, según el mismo Hegel lo ha
advertido, los equivalentes de potencia y acto, de dínamis y energía de la filosofía
aristotélica.
El Espíritu para pasar de su en-sí a su para-sí, de su potencia a su acto
necesita de movimiento, necesita salir de sí mismo, salir de su soledad y poner frente
a sí a otro. Ese Otro no ha sido creado por el Espíritu desde la Nada, sino que ha
emanado de él es un momento de su despliegue y, por lo tanto, de él participa.
El Espíritu para irse conociendo, para ir deviniendo de su en-sí a su para-sí
pone lo Otro. Lo Otro es lo extraño –alienus- respecto a la mismidad del Espíritu.
Resulta que al irse desarrollan el Espíritu va colocando lo extraño y, por lo tanto, se va
alienando.
Considerar al Espíritu únicamente desde su en-sí es considerarlos
abstractamente. Abstracto, para Hegel, es lo que esta abstraído, separado del Todo y
no expresa a éste sino en forma parcial y defectuosa. Para superar la abstracción y su
soledad y para actualizar todo lo que potencialmente es, el Espíritu, como lo hemos
visto, se aliena. La alienación, pues, es la que permite al Espíritu, en su afán de
autorrealización y autoconocimiento, salir de su vacía mismidad. Es el Espíritu mismo
el que deviene Otro.
El Espíritu al alienarse y poner otro sale de su ser-en-sí y entra en el ser-ahí.
Pero en uno y otro caso se trata siempre del mismo Espíritu. En la filosofía de Hegel
no hay cabida para una creación desde la Nada porque todo el proceso se mueve en
la inmanencia. El Espíritu se mueve dentro de su propia inmanencia porque el Espíritu
es el Todo y nada hay fuera del Todo.
La alienación tiene para él dos sentido. Es positiva por lo que ya hemos dicho:
permite al Espíritu pasar de su en-sí a su para-sí. Por ello el Espíritu debe buscarla
aferrándose a ser siempre él mismo en cada uno de los momentos de esa alienación.
La alienación es negativa en la medida que el Espíritu como totalidad, como
Absoluto no es ninguno de esos momentos en los que está alineándose. El Espíritu
entonces, tan pronto pone al Otro, tan pronto pone las diferencias debe irle eliminando
dentro de su movimiento absoluto. Igualmente en Hegel las cosas se originan en el
Espíritu y en el Espíritu son abolidas.
En ese movimiento todos los momentos son la manifestación del Espíritu: de él
surgen y en él se desvanecen. Cada uno de esos momentos al participar del Espíritu,
o sea de la razón, es racional. Sin embargo ese movimiento no lleva a nada distinto
del Espíritu sino que es de sí mismo a sí mismo. El fin es inmanente al movimiento y
por el no sería propiamente un movimiento.
El Todo de ese movimiento puede ser considerado, pues, como quietud.
Hegel utiliza la palabra Aufhebung que significa, al mismo tiempo, anulación,
conservación y superación. Ejemplo: la imagen de los ríos que van a morir en el mar.
La muerte de esos ríos no es total porque sus aguas son conservadas en el mar. Los
ríos mueren como individualidades pero sus aguas se mantienen en el Todo que el
mar es. En semejante forma, según Hegel, el Espíritu conserva actualmente en su
presente -y el Espíritu siempre es presente- todas las formas en que se ha ido
manifestando.
Las diversas fases del Espíritu constituyen al Espíritu y están actualmente
presentes en él. Por ello la verdad del Espíritu es el Todo, pero este Todo no está en
el en-sí del Espíritu sino que lo logra en el desarrollo. Resultado al cual llega el
desarrollo es el Espíritu mismo.
Para Hegel la figura de lo Absoluto es el círculo. La coincidencia del fin con el
principio significa, sin embargo, un enriquecimiento del Espíritu. Ese enriquecimiento
es el conocimiento, la autoconciencia, el saber absoluto de sí mismo. En todo el
proceso el Espíritu ha ido conservándose, ha ido pensando en sí mismo. Esta era la
única actividad que desarrolla Dios, según Aristóteles: ser el pensamiento del
pensamiento, el pensamiento que se piensa a sí mismo.
En síntesis, para Hegel el Absoluto es el Espíritu pero no considerado
abstractamente sino como un Todo a través de cada uno de los momentos de su
desarrollo. La verdad es el Todo, es decir no el en-sí abstracto del Espíritu ni
tampoco sus sucesivos momentos aislados. Lo verdadero es la conexión de uno
con otros de modo tal que el Todo constituya un sistema. La verdad de cada
cosa solo es posible, entonces, por el adecuado lugar que ocupa en su conexión
con las otras cosas dentro del Todo, dentro del sistema de la Totalidad.
La dialéctica
La filosofía para Hegel es ciencia sólo en la medida que puede establecer sus
proposiciones de modo sistemático y dentro de un sistema. La ciencia debe insertar
cada proposición en el contexto de la Totalidad para que aquella sea verdadera.
Desde el momento que la filosofía es considerada como una ciencia
sistemática es evidente que debe tener un método ¿Cuál es este método?
El método para conocer el desarrollo del Espíritu por medio del cual éste va
conociéndose a sí mismo no puede ser distinto a este desarrollo, ya que el Espíritu va
pasándose en cada uno de sus momentos, en cada objeto que pone frente a sí mismo,
el método tendrá vigencia tanto en el ámbito del pensar como en el ámbito objetivo.
Este método es el dialéctico porque es el Espíritu quien se dialectiza en aquel proceso.
La dialéctica consiste sencillamente en aceptar aquella ininterrumpida marcha
de oposiciones. La oposición pertenece a las cosas, ciertamente, pero como toda cosa
es un momento del Espíritu, como todo lo real es racional, la oposición pertenece
también a la razón. Dialéctica es el fundamento de todo movimiento.
En el movimiento dialéctico del Espíritu tendríamos como primer momento, el
acto por el cual éste pone lo Otro. Es el momento de la tesis. Tesis significa poner,
acción de poner. Esto puesto es lo inmediato, es lo universal que se ha particularizado.
Pero este Otro pierde su inmediatez, su individualidad en el desarrollo y pasa a ser
otra cosa. La relación con el Espíritu es la que ha servido de medio para que se opere
ese cambio. “de este modo, dice Hegel, es el proceso de la realidad. Esta no es
únicamente un ente inmediato sino también, en la medida que se trata del Ser
esencial, anulación de su propia inmediatez y, en esta forma, mediación de sí misma
consigo misma”.
La nueva cosa producida es la negación de lo anterior, es la antítesis. Ella es lo
negativo respecto a lo anterior, pero en cuanto este negativo se refiere a sí mismo
también entra en el proceso de la negación y se desemboca en la negación de la
negación. Es el momento de la síntesis. La síntesis significa la negación de la antítesis
que, a su vez, era la negación de la tesis. Pero la síntesis, no es simple negación de
los momentos anteriores, sino, también superación y conservación de ellos. La síntesis
es Aufhebung con el significado que vimos tenia esta palabra: suprimir, conservar y
superar.
El desarrollo dialectico nada se pierde definitivamente sino, todo se conserva a
un nivel superior a la inmediatez individual. Todo se reúne en el Espíritu. Por medio de
la dialéctica, el Espíritu va reuniéndose consigo mismo a través de todas las
determinaciones que de sí mismo ha hecho surgir. El sentido originario de la dialéctica
es, reunir a través de.
La lógica
Digamos que ellos son: el ser-para-sí que es aquél que ha negado su propia
negación y, por lo tanto, está en un infinito retorno a sí mismo; la cantidad y la medida.
La cualidad deviene cantidad, según Hegel cuando la determinación hace abstracción
de la cosa de la cual es determinación.
El posterior análisis de la cantidad muestra que ésta no es indiferente ni
externa a la cosa. Superándose a sí misma en la cual la cantidad y la cualidad están
reunidas. En la medida la cantidad ha dado un salto cualitativo por medio del cual la
cosa se transforma. A ese punto Hegel lo designa como punto nodal.
Teoría de la esencia
La historia
Según Hegel, la lógica era el estudio “de Dios tal como está en su Ser eterno,
antes de la creación de la naturaleza y de su espíritu finito” así, para él, la historia es el
estudio de ese mismo Dios tal como es después de la “creación”. La historia es el
desarrollo del Espíritu en el tiempo con el fin de irse autoconociendo. La tarea de la
filosofía es reconocer ese hecho, es reconocer que todo el proceso histórico está
regido por el Espíritu.
Hegel recuerda que el pensamiento de que el mundo y la historia están regidos
por la Razón.
Cuando con la razón nos aproximamos a los hechos históricos advertimos que
éstos nos muestran tres categorías.
“la primera categoría surge a la vista del cambio de los individuos, pueblos y
Estados, que existen un momento y atraen nuestro interés, y en seguida desaparecen.
Es la categoría de la variación… El aspecto negativo de este pensamiento de la
variación provoca nuestro pesar. Lo que nos oprime es que la más rica figura, la vida
más bella encuentra su ocaso en la historia. En la historia caminamos entre las ruinas
de lo egregio”.
En la historia que recoge lo que ha heredado de la anterior y la lleva a más alta
expresión. Es el rejuvenecimiento del Espíritu y ésta es la segunda categoría. La
tercera categoría surge ante nuestra pregunta por el sentido de estos cambios, de
estas renovadas muertes y renovados rejuvenecimientos. Buscamos, entonces, el
sentido de ese proceso y el posible fin de él.
La historia es el desarrollo del Espíritu en el tiempo así como su desarrollo en
el espacio es la naturaleza. El tiempo es esa negatividad corrosiva. El tiempo contiene
la determinación de lo negativo. El tiempo es en cada acontecimiento la referencia a
su no-ser.
Cada momento finito del Espíritu es precisamente verdadero y parcialmente
falso. La verdad es el Todo del proceso.
La filosofía de la historia considera al Espíritu universal en su manifestación
determinada, o sea, el pueblo. su objeto inmediato. Cada pueblo tiene su espíritu
determinado y este es el principio de su propio desarrollo. Este se manifiesta y
desarrolla en todas las actividades que ese pueblo cumple. Cada pueblo tiene que
penetrar en ese espíritu para poder conocerse y realizarse.
A la muerte de un pueblo sucede la vida de uno nuevo. El Espíritu universal al
pensar y conocer una de sus determinaciones, o sea el espíritu de un pueblo, destruye
su determinación y pasa a otra nueva. Se encarna en el espíritu de su nuevo pueblo.
Dentro de un pueblo son los individuos los que hacen desarrollar y madurar su
espíritu. Pero el individuo sólo existe como parte de ese pueblo y no puede
trascenderlo. Espíritu constituye “aquello por lo cual el hombre es hombre”.
El valor de los individuos descansa en que sean conformes al espíritu del
pueblo y sean representantes de él. Cada individuo debe impregnarse de ese espíritu
que es quien hace al individuo ser lo que es. La fidelidad a ser sí mismo coincide con
la fidelidad a su pueblo.
Al individuo lo mueve la pasión, la que junto con la razón forman la trama y la
urdimbre de la historia. El hombre va haciendo esta historia al mismo tiempo que él se
va haciendo a sí mismo. Así va adquiriendo y ganando su libertad. Todo esto debe
conseguirlo con luchan con esfuerzo, oponiéndose y venciéndose a sí mismo. El
hombre en su acción siempre persigue un fin particular que es el que pone en
movimiento a aquélla. Pero en la persecución de su propio fin el hombre sirve los fines
del Espíritu. Eb esa persecución el hombre entra en conflicto y lucha con otros
hombres y, a fin, como finito que es, muere. Pero con la muerte de lo finito, de lo
particular, lo general se realiza. La razón se ha servido de los intereses y los fines de
los hombres para realizarse a sí misma. A eso Hegel llama ardid de la Razón.
En la historia universal, dice Hegel, sólo puede hablarse de los pueblos que
forman un Estado porque recién con éste los pueblos superan su inmediatez natural y
se ponen en contacto con lo universal.
Sólo en el Estado es donde el hombre tiene y goza de libertad y donde puede
desarrollar una existencia racional.
El Estado es, para Hegel, la realización de la Razón en la esfera de lo práctico,
“la marcha de Dios en el mundo”.
El Estado es el fin y los ciudadanos son sus instrumentos. Éstos son
elementos, en los cuales, como en la vida orgánica, ningún miembro es fin ni medio.
Lo divino del Estado es la Idea. Tal como existe sobre la tierra.
El Estado es el pueblo mismo que ha conquistado su libertad, su razón y, por
ello, se ha estructurado en un todo orgánico.
Karl Marx
Marx fue ante todo un pensador crítico. La crítica constituye la forma específica
de su pensamiento. Este aspecto criticó del pensamiento marxiano, su carácter de
correctivo de los defectos de la sociedad occidental de su tiempo, constituye su
aportación más valiosa y está en la raíz del influjo que ha ejercido y ejerce todavía hoy
en los espíritus.
Cuando Marx se incorpora a la filosofía, hacía pocos años que Hegel había
dejado este mundo. ¿Cómo se puede seguir filosofando después que Hegel lo ha
dicho todo o casi todo, lo ha dicho bien y ha mostrado con su pensamiento que la
historia del hombre occidental está llegando a su plenitud? La respuesta a esta
pregunta se encuentra en la crítica. Se puede hacer crítica, no de Hegel sino con
Hegel. Hegel no formuló, como creía, la autoconciencia del mundo racional, sino las
aspiraciones racionales de un mundo irracional. Lo real ha de hacerse racional y lo
racional real. El mundo sólo podrá hacerse racional, cuando un número suficiente de
hombres tengan conciencia de su irracionalidad. <<En lucha contra ese estado de
cosas la crítica no es una pasión de la cabeza, sino la cabeza de la pasión>>. Marx se
lanza con el fervor de un neófito (Persona que se ha convertido recientemente a una
religión) a este programa de reforma de la conciencia, pero pronto se da cuenta de su
carácter idealista. Los hombres no cambian por el hecho de que cambien las ideas
que tienen en la cabeza. Es más bien al revés: para cambiar las ideas de la cabeza,
hay que cambiar a los hombres. Y para ello hay que transformar el subsuelo, la
realidad socioeconómica donde se asientan sus pies. Marx acaba de encontrar la
auténtica dimensión de su pensamiento: se trata de transportar la crítica del plano de
la teoría, de la comprensión especulativa del mundo, al de la praxis, para convertirla
en instrumento privilegiado de transformación de toda la realidad social existente.
¿Cuál es el objeto de la crítica marxiana? La crítica tiene por objeto la realidad
de la alienación. En Hegel la alienación designa el momento dialéctico de la
“diferencia”, de la escisión entre la “conciencia” y la “esencia”. En la alienación la
conciencia se experimentaba como separada de su esencia y, por ello, como extraña a
sí misma. En definitiva, la conciencia se forja, como hierro en el yunque, a golpe de
estas sucesivas alienaciones que, una vez apropiadas y superadas, la enriquecen con
nuevas y sucesivas determinaciones esenciales. En Marx, la alienación adquiere un
sentido peyorativamente negativo. Marx empieza por cambiarle el sujeto: éste no es ya
conciencia, sino el hombre real, sensible, reivindicado por Feuerbach. Como situada
en el mundo real e histórico, la alienación significa una pérdida real del hombre. Al
revés de lo que sucedía en Hegel, el hombre no se hace a través de sus sucesivas
alienaciones, sino que se deshace y se pierde totalmente a sí mismo. En
consecuencia, más que de superar la alienación, de los que se tratará en Marx será de
suprimirla y de suprimirla allí donde se encuentra, en el mundo real e histórico. Solo
así, por contragolpe podrá el hombre reconquistar realmente su ser perdido.
El pensamiento crítico de Marx se desplegará en concreto como una crítica de
la alienación. Se distinguen cuatro alienaciones esencialmente subordinadas. La
socioeconómica, la política, la filosofía y la religiosa. La alienación socioeconómica
(régimen de propiedad privada y consecuente división de la sociedad en dos clases
hostiles) lleva consigo la alienación política (inversión de la relación natural entre la
sociedad civil y el Estado y predominio del Estado sobre la sociedad civil). La
alienación política implica a su vez la filosófica (justificación teórica del statu quo
sociopolítico mantenido por el Estado y la solución ideal de problemas reales).
Finalmente la alienación filosófica llega a su colmo en la religiosa (consagración
definitiva de la miseria humana y remisión de su solución a un más allá ilusorio). La
alienación básica o fundamental es la socioeconómica. Su supresión lleva consigo la
supresión de las restantes alienaciones, aunque Marx no seguirá este orden.
Se dan en tres momentos, primero como un ateísmo positivo que niega a Dios
para afirmar al hombre, después como un humanismo postateo que deja atrás la
misma negación de Dios en la pura y simple afirmación del hombre, finalmente como
un reduccionismo socioeconómico que hace de la religión un mero “reflejo” de la
evolución de la sociedad.
Niega a Dios para afirmar al hombre. Para Marx la religión no es más que
espejismo del hombre, para él /al igual que Feuerbach) la religión es una ilusión pero
la raíz de esta ilusión es la sociología.
La relación entre la religión y el mundo injusto que la produce es en Marx una
relación dialéctica. La religión es el suspiro de la criatura oprimida donde el hombre es
víctima de la miseria cotidiana y el mismo expresa en lenguaje religioso su
disconformidad, para poder sobrellevar su miseria.
La religión es un narcótico que ofrece al hombre una felicidad ilusoria, es por
ella que Marx expresa:… “la abolición de la religión como dicha ilusoria del pueblo es
necesaria para su dicha real, desengañando al hombre para que piense, actúe y
modele su realidad como hombre desengañado y que ha entrado en razón, para que
gire en torno de sí mismo en torno del su sol real”.
Es así que Marx concibe al hombre como punto de intersección de múltiples
relaciones socioeconómicas, al hombre le corresponde la condición de ser supremo.
b) El humanismo postateo
Lo que busca Marx es un ateísmo que haya dejado atrás la misma negación de
Dios y se contente con afirmar tranquilamente lo que aquella negación dejaba en pie:
el autoseñorío del hombre. Se trata concretamente de realizar en la práctica el
principio de que el hombre es para el hombre el ser supremo. La afirmación de la
supremacía del hombre, si es que ha de ser plena, no puede hacerse depender de la
negación previa de otra cosa: hay que poder afirmar el hombre desde el hombre
mismo.
El hombre será para el hombre el ser supremo, sólo puede alcanzarse
partiendo de una doble mediación: la supresión de Dios y de la propiedad privada, los
dos “seres supremos” que impiden actualmente la supremacía del hombre. Pero el
objetivo de Marx es el humanismo positivo, es decir, la instauración pura y simple, más
allá de ambas negaciones, del autoseñorío del hombre.
Para alcanzar la futura sociedad socialista hay que pasar antes por el momento
dialéctico de la negación, hay que negar en el plano teórico a Dios, lo que constituye el
ateísmo, y en el practico el régimen de propiedad privada, lo que constituye el
comunismo. Lo que queda después de esta negación de la negación es la pura y
simple afirmación del hombre, un hombre que comienza positivamente a partir de sí
mismo, y ya no embaraza con la negación de un Dios inexistente, como tampoco se
preocupa por la abolición de una propiedad privada, de la que ya no se acuerda.
Esta concepción lleva consigo una importante consecuencia. En la sociedad
socialista consumada no sólo no hay lugar para Dios, sino que ni siquiera lo hay para
ponerse la cuestión de Dios. La plena realidad del hombre excluye el mismo problema
teórico de Dios. El hombre marxiano es ateo, un hombre sin Dios.
Marx critica el trabajo alienado porque dice que rompe con la relación
dialéctica, que fue planteada por Marx entre el hombre, la naturaleza y la sociedad.
Esto se debe a que el hombre obrero, al ser sujeto de trabajo alienado, está
desposeído de toda propiedad, se ve obligado a trabajar para otro. Al trabajar para
otro, va perdiendo cada vez más su propia esencia, debido de que justamente es por
medio del trabajo que el hombre encuentra su ser, mientras más trabaja para otros, se
vuelve más pobre y enriquece más a otros (propietarios).
En cuanto a la sociedad el trabajo alienado también separa el obrero de los
otros hombres (ruptura de la relación social). La sociedad se divide e trabajadores
(obreros) y no trabajadores (propietarios).
Marx caracteriza la nueva alienación según el modelo religioso, donde la
actividad del trabajador no es su propia actividad (pertenece a otro) es la pérdida de sí
mismo, si el hombre no es dueña de su propia actividad, cuan mayor sea esta, más
carente del objeto será el.
Marx distingue cuatro modos de la alienación del hombre al trabajo:
Primer modo: producto del trabajo: “el obrero se hace más pobre cuanto más
riqueza produce”.
La desvalorización del mundo humano crece en razón directa a la valorización
del mundo de las cosas.
Segundo modo: relación al acto mismo de producción: en su trabajo el obrero
no se afirma, sino que se niega, no se siente feliz. Por eso el obrero no se siente
dentro de sí sino cuando está fuera del trabajo y en el trabajo se siente fuera de sí.
Tercer modo: ser esencial del hombre: tanto respeto de la naturaleza como de
la especie humana.
La naturaleza para Marx es el cuerpo inorgánico del hombre.
Con su trabajo, con su actividad consciente y libre sobre la naturaleza, el
hombre adquiere al carácter total de la especie.
Cuarto modo: relación de los hombres entre sí: el trabajo alienado separe al
hombre del producto de su trabajo, de su mismo trabajo, de su ser esencial respecto a
la naturaleza y de la especie humana y también de los otros hombres.
La relación del hombre consigo mismo solo se hace efectivo y real a través de
su relación con los otros hombres, y en el mundo burgués esta relación se rompe ya
que surgen dos clases: trabajador y no trabajador.
Todos los caminos del pensamiento de Marx llevan al mismo lugar, al régimen
de propiedad privada como causa de todos los males, según Marx, el proletariado es
el único que puede llevar a cabo la supresión de la propiedad privada, quien realiza un
análisis de la ciencia filosófica, con cierto grado de humanismo (porque la instauración
de una sociedad en la que el hombre y no la mercancía sea el valor supremo) y que
además propone mostrarlo como viable.
Friedrich Nietzsche
Restablece el principio del individuo, coincide con Marx que está empezando
una nueva etapa para la humanidad.
Punto de vista nietzscheano: “Dios ha muerto y con él han muerto la razón y el
sentido”. Estamos ante un ateísmo trágico.
El hombre y la obra
Muerte de Dios
El hombre necesita dar un sentido a su vida y para ello crea el valor. Fue el
hombre quien puso los valores sobre las cosas. “Dios ha muerto” es una frase
simbólica, en realidad lo que ha muerto o está por morir no es Dios mismo, sino la fe
del hombre en él.
Nietzsche entiende la muerte de Dios como un acontecimiento histórico,
acontecimiento que define nuestra época, ya que hoy vivimos en un mundo donde
Dios está casi ausente.
Presenta un nuevo tipo de ateísmo, el “ateísmo postulatorio” cuya raíz está en
la voluntad y en querer que Dios no exista. Sus motivos son:
1) Motivo ético: creer en la moral significa condenar la existencia pero para
suprimir la moral hay que suprimir a Dios.
2) Motivo humanista: es el hombre quien impone su sentido sobre las
cosas, la creatividad lleva la exclusión de Dios, ya que el hombre es la
única medida de sus creaciones.
3) Motivo teológico: la razón del rechazo de Dios, es Dios mismo.
Sabe que el hombre jamás será Dios, pero puede llegar a ser un nuevo
hombre, “ultrahombre”. Por eso espera que la muerte de Dios sea el comienzo de esa
etapa, convirtiéndonos en hombres libres.
Nihilismo
Si es verdad que Dios ha muerto, entonces no hay otro mundo que este
mundo, ni otra vida que esta vida, y este mundo y esta vida pasan. Se trata de
reconocer el devenir mismo, el valor de la eternidad.
Todo lo que ocurre dentro del tiempo, tiene que haber ocurrido y volver a
ocurrir una vez más, si el tiempo, como pasado y futuro es un tiempo infinito, todo
tiene que haber existido y volverá a existir.
El eterno retorno no tiene el mismo significado para el hombre para los
animales (estos se mueven dentro del círculo del tiempo, pero no participan
activamente de él).
Los animales se mueven sin ninguna meta, mientras que el hombre sí. El terror
del eterno retorno proviene del sentimiento de que todo esfuerzo es inútil. Si todo lo
que ocurre ya ha ocurrido entonces el futuro esta fijo.
Cuando el curso de las cosas ha terminado, tiene que volver a empezar, tiene
que repetirse de nuevo, una y otra vez, innumerable veces. El tiempo se convierte de
recto en curvo. Desaparecen las diferencias dentro del tiempo. El pasado y el futuro, el
aquí y el allí, todo es una misma cosa. Ya no hay un antes y un después. Todo lo que
acontece es finito y el tiempo en el que acontece es infinito.
El eterno se concibe como una doctrina ética. El pensamiento se convierte en
un imperativo, una regla práctica de la voluntad: “lo que quiere quererlo de tal manera
que quieras también su eterno retorno”.
Nietzsche considera el eterno retorno como necesidad y como libertad pero no
por ello le da finalidad y sentido. El eterno retorno es una teoría humanamente
inverificable, superflua. Nietzsche considera el eterno retorno como aquel pensamiento
que supera a la vez a Dios y al nihilismo.
El ultrahombre
Es un nuevo tipo de hombre que se hace cargo del nihilismo. Lo que le fue
imposible al hombre no le será al ultrahombre (sobreponerse a Dios y a su muerte).
Nietzschelo anuncia como una promesa de futuro. El ultrahombre será fiel a la tierra,
capaz de decir si a la vida, no desperdiciara al cuerpo, será un hombre libre, capaz de
darse a sí mismo el bien y el mal y de poner como ley su propia voluntad.
“como el espíritu se convierte en camello, el camello en león y el león en niño”.
El camello significa el hombre que se inclina ante Dios y de la ley moral, subordinado
al “tu debes”. En su camino hacia el desierto se transforma en león, este representa al
hombre que se libera de Dios y de la ley moral, subordinado al “yo quiero”, su voluntad
es su ley, pero su voluntad esta ciega de valores. Finalmente debe transformarse en
niño, que es la imagen del hombre, dicta nuevos valores, en inocencia y olvido, es un
nuevo comienzo.
El último hombre ha superado a Dios, pero no a la nada, ha perdido todo ideal,
no se propone metas ni trasciende a sí mismo.
El ultrahombre y el último hombre son los dos extremos. Nietzsche anunció la
venida del ultrahombre, pero lo que en verdad es el último hombre, que somos
nosotros.
Nietzsche y el cristianismo
Martín Heidegger
El dasein
El ente que puede preguntarse por el ser, es el hombre. El ente que somos
cada uno de nosotros mismos. A ese ente lo designa dasein que significa ser-ahí.
El hombre es un ente al cual el ser se hace patente en su ahí, un ente cuya
relación con el ser le es constitutiva e intransferible.
Ontología fundamental
La ontología general debe tener como base una ontología que se base en la
esencia del hombre, en el dasein, y esta ontología particular es la que abre el rumbo
para la posibilidad de comprender el ser en general, es la ontología fundamental. Se
llama así a la analítica ontológica de la esencia finita del hombre que debe preparar el
fundamento de una metafísica conforme a la naturaleza del hombre.
Método fenomenológico
Ser-en-el-mundo
El sujeto de la cotidianeidad
Estructura de la facticidad
La caída
La angustia
Para captar en toda su autenticidad la estructura originaria del dasein, hay que
recurrir a un encontrarse que hacen de él un enorme encontrarse fundamental. Tal es
la angustia, la cual difiere radicalmente del miedo que siempre es ocasionado por la
presencia amenazante de cosas o de otros hombres.
En esta todos los entes particulares y la totalidad de ellos aparecen como
carentes de significación, como absoluta nada.
El dasein se angustia ante su propio ser en el mundo, y a causa de ello se
capta en su más radical singularidad. Esta singulariza al Dasein y le hace comprender
sus posibilidades.
Y como el dasein consiste en estas posibilidades, consiste en poder-ser,
resulta que al angustiarse el dasein se angustia por su poder-ser, se angustia ante la
libertad de elegirse y asumirse a sí mismo. La angustia singularizando al dasein en su
más peculiar poder-ser y llevándolo al límite de ser si mismo o no, lo libera, al mismo
tiempo, de la dependencia y dominio del anónimo SE.
Ante ésta no puede refugiarse más en aquella tranquilidad que el se le ofrecía,
ni sentirse como estando en su casa dentro del mundo de la cotidianeidad. El dasein
sabe de la inhospitalidad del mundo.
El cuidado
Vocación y culpa
Hay que averiguar si esta posibilidad de ser para la muerte se muestra además
como una actitud y una exigencia del existir auténtico.
Hay que buscar un testimonio mediante el cual el dasein capte su radical
finitud, y este testimonio es ofrecido por la conciencia.
La conciencia abre la existencia y esta apertura es constitutiva al dasein. La
conciencia no es algo accidental sino un existenciario.
El interpelado por la voz de la conciencia es el mismo dasein en su estado de
caído. En este estado el dasein deja de oír su peculiar sí mismo porque está perdido
en la publicidad y en las habladurías del Se en el cual se refugia la inhospitalidad que
supone asumir la singularidad de la existencia.
La vocación es una advertencia para superar la enajenación y significa una
ruptura con el estado de perdido en el mundo y un regreso al propio poder ser. En esta
la voz de la conciencia no dice nada, no afirma nada.
Ahora, ¿quién es el que voca en la voz de la concienca? También es el dasein,
el mismo que es llamado. Quien llama es el dasein que desde su estado de yecto se
angustia por su poder ser y cuida de su ser porque el justamente es el pastor del Ser.
La conciencia no es otra cosa que la vocación del cuidado.
En el llamado de la vocación el dasein se revela como deudor. Pero esa deuda
no es moral aunque ella sea la condición de toda deuda o culpa moral.
Si el dasein se capta como deudor es porque a sí mismo se capta como causa
o fundamento de su negatividad, del no ser que él es.
Recordemos que la estructura del dasein está constituida por tres elementos
que son: el estado de yecto, proyección y caída. Por el primero sabemos que el dasein
está desde siempre arrojado en un mundo sin se el quien se ha arrojado, y este es un
carácter permanente de la existencia que debe arrastrar como irreversible carga,
además desde ese estado de yecto, el dasein debe proyectar sus posibilidades y que
su libertad radica en ese proyectar, pero así como el no ha elegido su estado de yecto
tampoco ha elegido esta libertad proyectiva y no puede prescindir de ella y por eso es
necesariamente libre.
El ejercicio de esa libertad no es absoluta porque elegir unas posibilidades
significa no elegir otras. La elección siempre supone renuncia. En consecuencia, en lo
que hace al fundamento el Dasein no es dueño de sí mismo pues haya un no ser, una
negatividad constitutiva.
A través de la vocación el dasein ha captado su finitud, su no ser, su nada.
Comprender ese llamado es oír la posibilidad de la existencia y elegirse a sí mismo.
La respuesta auténtica consiste en asumir en el silencio y la angustia esa
negatividad y proyectarla. En esa asunción el dasein se resuelve a ser lo que él es.,
por eso esta decisión, este estado de resuelto supone la plenitud de la existencia
auténtica y de su radical apertura.
En el estado de resuelto el dasein comprende y acepta la totalidad de su ser
como finitud y como no ser. En este estado la existencia auténtica ve todas las cosas
sub specie mortis y en ello consiste la medida de su autenticidad.
La temporalidad
La historicidad
Ser y tiempo que se inicia con la pregunta por el ser, termina señalando que la
estructura del dasein está fundada en la temporalidad.
Por lo que lo que hace posible la proyección del ser en general es un modo
original de temporalizarse la temporalidad.
La exposición del ser del dasein es un camino. La meta es el desarrollo cabal
de la cuestión del ser en general. Si se trata del único es cosa que no puede decidirse
sino después de haberlo recorrido. Para llegar a la meta, la analítica del dasein es un
camino, pero en la búsqueda de esa meta, el pensamiento de Heidegger se ha
internado por otros caminos. Dice que su pensamiento es un camino, una marcha, una
enrancia a través de diversos senderos. Y que el pensamiento en general es el que
anda vagando.
Lo propio del pensar es la enrancia a través de esos senderos acechando
siempre la oportunidad de dar un salto originario que nos permita salir del bosque.
Ser y nada
Ser y dasein
Destino e historia:
El acontecimiento es desde donde acontece el descubrimiento y la verdad del
ser.
El privilegio del Dasein sobre los otros entes consiste en ser el destinatario del
Ser para su revelación e iluminación. Donándose y destinándose en el Dasein, el ser
se hace destino.
La donación del Ser constituye el destino del ser y en cuanto destino del ser es
histórico. El ser mismo es el que va destinándose y este destino del ser es el que
funda la historia del Ser.
La historia es el proceso en el cual el ser se dirige al hombre develándose y
revelándose en él en forma de destino, pero desocultándose el ser, simultáneamente a
si mismo se retiene y se oculta, y a este retenerse en sí mismo y a este ocultarse que
acompaña a toda aparición y a todo destino del Ser lo llama época.
La historia solo puede darse por épocas, donde a la par de lo mostrado está
todo, lo oculto del ser y a veces también, el olvido del ser.
Por su carácter epocal, podemos advertir que la historia siendo
simultáneamente la mostración y el ocultamiento del Ser, ella es la verdad del ser y su
no verdad, pero siempre se trata de la histórica del ser, la cual se identifica con el ser
misma. El hombre no es el protagonista sino el lugar en la cual ella acontece.
Tiempo y ser
Ser y pensar
Del ser nada sabemos sino a través del preguntar, mediante el cual se nos
abre un ámbito que excede infinitamente al limitado espacio de nuestro saber,
abriendo el ámbito del pensar.
El pensar está más próximo del preguntar que del responder. La respuesta
puede significar una detención del pensar cuya esencia consiste en ser pura actividad,
en ser acto puro.
A través de su historia, desde el horizonte de la filosofía han ido
desarrollándose diversas ciencias, las cuales han terminado por independizarse de la
filosofía y han establecido su autosuficiencia.
En aquella autosuficiencia las ciencias modernas son determinadas por una
nueva ciencia de base: cibernética, la cual está dirigida a la planificación técnica del
trabajo humano.
En este mundo sometido a los mandatos de una ciencia tecnificada, el pensar
consiste en el racionamiento técnico-matemático y en esta unidimensionalidad se
agota, se trata de un pensar calculador y no pensante.
Lo característico de este razonamiento calculador es no dejar ser a las cosas lo
que ellas son, sino considerarlas únicamente desde el punto de vista de la
planificación.
Pensar es pensar el Ser, en done éste tiene la palabra, siendo la primera
condición que exige el pensar escuchar esa voz con que el ser nos habla. Escuchar es
corresponder a esa voz y con esa correspondencia el pensamiento se inicia, y todo
esto no lo podemos hacer sin estar refiriéndonos al ente.
La tarea del pensar es dar testimonio de la llegada del ser. Debe3 tener por
única ley la verdad del ser y nunca las leyes de la lógica que solo son un modo
determinado de pensar.
El ser en cuanto tal se desoculta a partir del tiempo, y en ese desocultamiento
el Ser se hace presente. El ser no se agota en la presencia sino que al desocultarse
también se oculta por lo tanto también es ausencia.
Si el pensar testimonia la llegada del ser al ente, si está a la espera de esa
llegada, ello significa que el pensar es un modo de la espera. Pensar es esperar, la
cual no se detiene ante lo presente sino que busca lo aún no debelado.
El pensar no solo es espera sino también recuerdo.
La relación entre el Ser y la esencia del hombre en la cual acontece el pensar
supone una apertura, a través de la cual el Ser llega al habla y se muestra como
presencia o se oculta como ausencia.