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• Para conocer el estado inicial de los conocimientos de los alumnos, con el fin de
determinar si poseen los conocimientos básicos y necesarios para iniciar un nuevo
aprendizaje.
• Para conocer el progreso realizado por cada alumno y por el grupo, en relación
con los objetivos de la enseñanza.
• Para estimular y guiar el aprendizaje de los estudiantes con el objetivo de lograr
un aumento de su rendimiento.
• Para conocer y localizar las dificultades de los alumnos y servir de base para su
diagnóstico, con vistas al planeamiento del tratamiento correctivo
correspondiente.
• Para conocer el progreso alcanzado por cada estudiante y servir de base para un
pronóstico de su futuro rendimiento.
• Para seleccionar a los alumnos con vistas a su promoción.
• Para comparar el rendimiento de los estudiantes de su grupo con el de los alumnos
de otros grupos.
• Para reexaminar los objetivos propuestos previamente y estimar en forma realista
la posibilidad de alcanzarlos.
• Para apreciar la eficacia de las técnicas de evaluación empleadas con vistas a una
ulterior modificación o reajuste.
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• Para depurar sus juicios estimativos, analizando las actitudes que han intervenido
en su elaboración, con el fin de confeccionar una escala objetiva de evaluación.
• Para fijar su nivel de aspiración en el fin de acción más alto que se encuentre al
alcance de sus posibilidades.
• Para conocer sus progresos en relación con los objetivos propuestos para el
aprendizaje con el objeto de regular sus esfuerzos en consonancia con ellos.
• Para conocer sus deficiencias y localizar sus dificultades con el fin de superarlas.
• Para comparar su rendimiento con el de sus compañeros o con el rendimiento
esperado por el profesor según una norma general.
• Para conocer la magnitud de sus posibilidades con vistas a la elección de una
ocupación futura.
• Para regular la elaboración de juicios estimativos con vistas a la constitución de
una escala personal de apreciación aplicable a sus propias conductas y a las de los
demás.
• Para fijar su nivel de aspiración en el punto más alto que se encuentre al alcance
de sus posibilidades.
(Camilloni, 1998)
docentes se enfrentan a “una evaluación que cae de manera proverbial del cielo y captura
una pequeña fotografía en el tiempo de lo que el estudiante puede hacer”.
En estas instancias acotadas, surgen las siguientes preguntas: ¿Qué evaluar? ¿Cómo
evaluar? ¿Para qué evaluar? Los diseños curriculares, en gran medida, ayudan a responder
la primera pregunta: se trata de evaluar no solo determinados saberes (contenidos de
gramática, géneros discursivos, etc.), sino también el trabajo con y sobre esos saberes: el
saber hacer. Una evaluación estratégicamente diseñada nos permitirá observar, por
ejemplo, el dominio de ciertos conceptos (clases de palabras, tiempos verbales,
secuencias textuales, etc.) en función de su relevancia para desplegar determinadas
habilidades (encontrar relaciones léxicas, analizar las voces narrativas, reconocer las
funciones comunicativas en un texto, etcétera).
a. uno o más rasgos o dimensiones que sirvan como criterios básicos para evaluar las
producciones de los estudiantes; estas dimensiones pueden ser acompañadas por
definiciones y ejemplos para aclarar el sentido de cada rasgo o dimensión;
EJEMPLO
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Como señala Cassany (1993), a veces la tarea de corregir producciones puede resultar
“ingrata”: lleva mucho tiempo, las devoluciones que escribimos suelen terminar
archivadas en la carpeta y lo único que suele quedar como mensaje de esta instancia para
los estudiantes es la nota. Pero sabemos que, en Lengua y Literatura, y sobre todo en los
trabajos de expresión escrita, la instancia de retroalimentación es clave para una
evaluación formativa de los aprendizajes. En este sentido, también Cassany (1993),
citando a Stelzer Morrow (1991), describe cómo las interacciones entre docente y alumno
pueden ser de diferente naturaleza según los roles que estos tomen frente a un texto. Estas
diferentes relaciones entre docente y alumno sintetizan diversas formas de interactuar en
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torno a las producciones escritas: ¿corregimos, indicamos o dialogamos con ellos? Por
otra parte, marcan distintos tiempos de trabajo: en la interacción activo-pasivo nos
detenemos en lo ya escrito para evaluarlo; en la interacción guía-cooperación, buscamos
orientar al alumno para que remedie su escrito; en la colaboración mutua, miramos hacia
una futura versión en la que se podrán implementar nuevas ideas.
Finalmente, vale recordar que, para que la evaluación resulte una instancia de
retroalimentación enriquecedora, será necesario que nos preguntemos previamente: qué
queremos evaluar, cómo podríamos evaluarlo mejor (con qué instrumentos y sobre la base
de qué criterios) y, fundamentalmente, para qué utilizaremos esos resultados. A su vez,
para que los estudiantes puedan comprender las correcciones resulta necesario respetar la
lengua y los formatos comunicacionales que requieren los estudiantes con discapacidad.
Panadero y Romero (2014) sostienen que las rúbricas resultan ventajosas porque:
OTRO EJEMPLO
Anijovich y Cappelletti consideran que las rúbricas tienen que ser compartidas o
diseñadas en conjunto entre estudiantes y docentes.
Además, que es importante acompañarlas con ejemplos que muestren buenos trabajos
realizados por estudiantes de años anteriores. Por ejemplo, si la rúbrica evalúa la
capacidad de argumentar, se puede mostrar textos argumentativos muy bien redactados y
textos con argumentos débiles para sostener la idea central.
1. Pedir a los estudiantes que ordenen esos trabajos de mayor a menor nivel de calidad.
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2. Ofrecerles un trabajo de muy buen nivel de calidad y solicitar a los alumnos que
expliquen qué lo caracteriza como tal.
El diseño de rúbricas
6) Establecer la cantidad y los niveles de calidad. Para denominar los niveles de calidad
se recurre a diferentes taxonomías o aportes de la psicología cognitiva, tales como:
aprendiz, novato, competente y experto.
8) Decidir los puntajes. Se trata de definir un porcentaje para cada criterio que se utiliza
ponderando los que son más importantes con un puntaje mayor, ya que en cualquier tarea
siempre habrá aspectos más relevantes o que demandan un mayor trabajo que otros; estos
últimos deben pesar más en el momento de asignar una nota. Esto permite generar una
calificación numérica.
a. Revisar trabajos producidos para identificar las características de las buenas y las malas
producciones.
b. Identificar las dimensiones y definir los criterios pensando en qué es importante que
los estudiantes aprendan.
Algunos ejemplos