Está en la página 1de 8

MITOS Y VERDADES

SOBRE EL DEBATE

Autores:
Daniela Martuccelli
Jean Sedano

Profesor responsable:
Joe Yovera

Perú, 28 de mayo de 2020


MITOS Y VERDADES SOBRE EL DEBATE

1. El debate es una pelea.


2. La oratoria es el primer paso para debatir.
3. Gana quien tiene más información.
4. Gana quien tiene la verdad absoluta.
5. Solo debo defender mi postura y mis creencias.
6. Un buen orador siempre debe ganar.
7. Lo que ocurre en el debate me lo debo tomar como algo personal.
8. El debate termina cuando doy mi discurso.
9. Usar lenguaje formal y complejo me hace mejor orador.
10. El debate debe ser presencial.

I. EL DEBATE ES UNA PELEA


El mito trata sobre:
Creer que el debate es una discusión irreconciliable entre dos equipos, donde cada debatiente
debe ser agresivo para convencer. El debate es visto como una “pelea de ideas y palabras”
donde se trata de desmentir o hacer quedar mal al otro equipo. Esta forma de pensar hace
que el debate se convierta en un ambiente de tensión que a muchas personas no los motiva
a debatir o que debatan con mala intención, tratando de engañar a sus oponentes para que
se contradigan; además, hace que los participantes no generen empatía con las personas,
porque ven a los demás equipos como rivales o enemigos a vencer, y se privan de la
oportunidad de aprender de ellos.
¿Cuál es la verdad?
El debate es una herramienta para argumentar y persuadir. No es que se trate como enemigo
al equipo contrario ni que se debe gritar, insultar o usar la fuerza para convencer. De lo que
trata el debate es de confrontar argumentos razonados, cuyo objetivo no es derrotar al
contrincante como persona, sino exponer argumentos convincentes y persuasivos, así como
refutar los argumentos contrarios. Incluso, el debate permite compartir diversas perspectivas
de un mismo tema, por lo que también nos enriquece como humanos más respetuosos y
abiertos a ponerse en el lugar y la mentalidad de otras personas. Cuando vemos en el equipo
contrario a un grupo de personas que solo van a cuestionar mis argumentos, y que, si los
defiendo correctamente, lograré una victoria; seré capaz de disfrutar del debate de mejor
manera.
II. LA ORATORIA ES EL PRIMER PASO PARA DEBATIR
El mito trata sobre:
Creer que, para debatir, es necesario “hablar bonito” y usar lenguaje excesivamente formal.
Incluso, se cree que solo la gente con aquellas habilidades tiene el potencial de ser buen
debatiente. Esta creencia desanima a muchas personas con gran potencial, a darse una
oportunidad en el debate; y aquellos que se animan a debatir invierten mucho tiempo en
perder el miedo al público, crear técnicas discursivas antes de animarse a debatir, y no
invierten en lo que es más importante, desarrollar una capacidad lógica y técnicas de
argumentación, que son más necesarias para debatir.
¿Cuál es la verdad?
El debate se cimenta en el pensamiento crítico. Consiste en pensar, criticar y argumentar los
argumentos. Para ello, pese a que es importante la oratoria, no es lo más esencial. Un buen
orador puede tener habilidades en oratoria, pero para ser un buen debatiente es necesario
razonar, convencer y expresar adecuadamente tus ideas. Porque la oratoria entendida como
el arte de hablar en público, significa, entre otras cosas, hablar con confianza frente al público,
esta confianza se ejercita mejor sobre la base de un buen conocimiento y convencimiento de
mis argumentos, más que de técnicas retóricas. En todo caso la oratoria, en el debate, se va
desarrollando como consecuencia de la práctica de la argumentación.

III. GANA QUIEN TIENE MÁS INFORMACIÓN


El mito trata sobre:
Pensar que para debatir es esencial tener toda la información disponible de ciertos temas.
Creer que el conocimiento específico nos hará ganar el debate y que solo se puede discutir
conociendo los detalles de los libros, conocer datos estadísticos en detalle, e incluso, conocer
un dato que nadie conoce, y que, de esa manera, sin mayor explicación, se logrará ganar. Esta
forma de pensar frustra mucho a los equipos novatos, porque se cree que los datos por sí
mismos son convincentes y persuasivos, sin explicar porque esos datos son importantes para
lo que quiero demostrar, convirtiendo aquello que digo en “una premisa gratuita”, lo que
significa que puedo decir algo que, incluso si es verdadero, no se encuentra lógicamente
explicado.
¿Cuál es la verdad?
En debate, hay una diferenciación entre información y evidencia. Información son los datos
estadísticos, las teorías, las entrevistas, las investigaciones, artículos, entre otros, que se han
podido generar alrededor de un tema. Evidencia es aquella información útil para probar las
premisas de tu argumentación. Sin embargo, hay que entender que la evidencia siempre se
tiene que articular a los razonamientos.
Por Ejemplo: Dar muchos datos estadísticos acerca de la pobreza en el mundo es información
que no necesariamente te va a ayudar a explicar un argumento como “La educación para
mujeres en zonas vulnerables es una manera de sacarlas del círculo de la pobreza”; porque
no se ha explicado cómo la pobreza en el mundo está íntimamente relacionada con la
educación. Para que ese dato sea útil hay que explicar cómo la educación al ser negada a las
mujeres, les impide tener mejores expectativas laborales, reconocimiento de derechos y de
oportunidades; lo cual les impide dejar de ser pobres, y esto se puede evidenciar explicando
los datos estadísticos de los niveles de pobreza y educación, en clara relación.

IV. GANA QUIEN TIENE LA “VERDAD ABSOLUTA”


El mito trata sobre:
Creer que un debate tiene como objetivo demostrar que el equipo contrario está mintiendo,
o que lo que dice no se ajusta a la realidad. Esto provoca que un debatiente se vea obligado
a refutar todo lo que establece el equipo contrario. También es parte del mito, el pensar que
se debe defender todos los elementos de su discurso, incluyendo aquellos que no son
relevantes.
¿Cuál es la verdad?
El debate no trata de posturas extremas irreconciliables, no es blanco o negro. En realidad,
existen varios tonos de grises respecto a lo que es verdadero o falso. Se trata más bien de lo
que es probable que suceda o no. Un mismo hecho, efecto o consecuencia puede suceder en
ambos lados, tanto en proposición como en oposición. Por lo tanto, lo mejor que debemos
hacer en un debate es defender y refutar lo importante, pudiendo conceder (dar la razón) al
equipo contrario puntos poco relevantes, siempre y cuando pueda ser usado a nuestro favor.
POR EJEMPLO: Si nos toca proposición en la moción “Esta casa multaría a las personas
que cometan acciones que contaminen el medio ambiente.”
➢ No es muy estratégico defender que de esa manera se acabará la
contaminación ambiental en general (argumento que atacaría el equipo de
oposición).
➢ Podemos conceder al equipo contrario que, efectivamente, no se va a terminar
la contaminación, pero sí podemos asegurar que, al multar a las personas (y
no solo a las empresas), se contribuirá a generar conciencia ambiental
ciudadana.
Incluso, a partir de esta conciencia ambiental, podemos afirmar que la
ciudadanía va a presionar al Estado para que las empresas incluyan medidas
medioambientales, con lo que, ahora sí, lograríamos una acción eficaz para
reducir (no acabar) la contaminación ambiental.
V. SOLO DEBO DEFENDER MI POSTURA Y MIS CREENCIAS
El mito trata sobre:
Pensar que solo se puede debatir lo que pensamos o en lo que creemos. Creer que un debate
que va en contra de nuestra postura de valores y costumbres es injusto o que no podremos
realizar (y mucho menos ganar).
¿Cuál es la verdad?
Es muy común en las actuales competencias de debate que se forme un comité de
adjudicación y un equipo de equidad, los cuales velan, entre otras cosas, porque las mociones
no afecten la manera de pensar y las creencias de un determinado grupo social o religioso.
Por ende, cada vez son más escasas estas mociones para evitar perjuicios en el debatiente.
Acerca de las posturas que nos toca defender, debemos entender que el debate es una
competencia de argumentos, y que ello está fuera de nuestras creencias personales, por lo
que, aquello que se dice en el debate, no necesariamente refleja la postura personal de cada
debatiente. Por último, el debate permite cuestionar, por un momento, nuestras creencias y
modos de pensar, poniéndonos en el lugar de las otras personas, lo que nos permite crecer
como humanos.
Incluso existe una gran ventaja en que nos toque una postura que no es la que compartimos.
A veces, se tiene un sesgo cognitivo. Esto quiere decir que, si la moción comparte nuestras
creencias, la defenderemos con tanta pasión que no nos permitirá analizar los argumentos
sólidos o las refutaciones que pueden ser muy válidas. Sin embargo, si nos toca en contra de
nuestra postura, es una oportunidad para fortalecer mi argumentación, porque me imagino
los argumentos que dará el equipo contrario y puedo construir mi caso a partir de aquellas
respuestas. En cada lado del debate siempre hay oportunidades de crecer y seguir
aprendiendo.

VI. UN BUEN ORADOR SIEMPRE DEBE GANAR


El mito trata sobre:
Creer que un buen orador es infalible; es decir, que el nivel que puede alcanzar un debatiente
o un equipo no se puede superar. Por ende, se piensa que ya no es necesario entrenar, incluso
se piensa que solo se asiste a torneos para ganar y no para aprender. El mito, por último,
incluye pensar individualmente el debate (como victorias personales) dejando de lado al
equipo.
¿Cuál es la verdad?
Los buenos oradores tienen derrotas y las aceptan para mejorar y seguir aprendiendo. Creer
que, si no ganas es porque no eres bueno, puede terminar limitándote y generar frustración.
El mejor camino para cada debatiente es el del aprendizaje constante; de modo que se debe
ver cada debate como una oportunidad de aprendizaje, eso le permitirá una formación
constante. Aprender de los equipos que se enfrenta y preguntar luego de cada debate a los
jueces en qué se debe mejorar es vital. Cual sea el resultado de un torneo, entonces, se debe
siempre pensar en qué hay que corregir, seguir practicando y compartiendo tus nuevos
saberes para que el debate llegue a más personas. El debate es una actividad colectiva y la
responsabilidad del resultado y del aprendizaje es de todos los miembros. Por ende, en el
debate, no se debe sobreponer nuestros egos.
Ejemplo: El caso de Antonio Fabregat
➢ Fabregat fue dos veces campeón mundial de debate y cuatro veces premiado como
mejor orador del mundo
➢ Él confiesa que su tasa de éxito en debate es muy baja. De cada 100 campeonatos a
los que ha asistido, ha ganado en 25, y le ha tocado perder debates y campeonatos en
todo momento, incluso cuando ya había alcanzado un gran nivel.
➢ En debate, no existen oradores infalibles ni perfectos. De todo se puede aprender para
empezar a sentirse orgulloso y orgullosa de cuántos se ha mejorado.

VII. LO QUE OCURRE EN EL DEBATE ME LO TOMO PERSONAL


El mito trata sobre:
Creer que los argumentos y discursos del equipo contrario son ataques directos a mi persona,
que al ganar o perder un debate, lo hice porque soy superior o inferior como debatiente y
persona. También, el mito incluye pensar que debo dirigir mis refutaciones, discursos y
argumentos a las personas del equipo contrario, y no a sus argumentos. Pareciera que el
debate es una competencia emocional y no racional.
¿Cuál es la verdad?
En debate, compiten argumentos, no emociones. El ambiente de un debate puede ser muy
tenso a veces, cuando pensamos que nos exponemos a que nos critiquen de manera personal.
Incluso, si el debate se ve como dice el mito, se puede perder el control de nuestros
pensamientos y emociones. En realidad, lo que busca el debate es compartir ideas y crear una
comunidad de jóvenes pensantes y respetuosos que puedan ver más allá de la competencia,
un espacio de crecimiento y, por qué no, de compañerismo y amistad. Si pienso que debo
ganarle a una persona y no a un caso, se generan percepciones personales negativas, lo que
no me permite conocer a la persona detrás del debatiente y quizá, aprender en cada debate.
Es cierto que pueden suceder casos en donde exista un ataque personal, lo que en debate se
conoce como shame (vergüenza) a un acto que ataca a la persona. Aquello es negativo por lo
que ya se explicó, pero incluso tampoco es estratégico, porque lo que busca es distraer al
equipo contrario y a su caso. Los jueces, por ende, no lo toman en cuenta dentro del debate;
es más pueden reportarlo al comité de equidad, lo que traería complicaciones a todo el
equipo.
VIII. EL DEBATE TERMINA CUANDO DOY MI DISCURSO
El mito trata sobre:
Creer que, al terminar la presentación de mi discurso, ya no tengo oportunidad de participar
más en ese debate. Esto parte de los roles establecidos en cada formato, que poseen un
tiempo y orden de participación. Esta forma de pensar provoca que, ante un error en un
discurso, se crea que ya se perdió el debate porque no hay forma de corregirlo, o que, si un
equipo contrario realizó un mal discurso, ya se ganó el debate.
¿Cuál es la verdad?
El debate no se trata de una competencia individual, se trata de una competencia en equipo.
Esto quiere decir que el rol de cada debatiente no se termina con su discurso, sino que antes
y después de su discurso tiene incluso mayor importancia su participación. Existe un segundo
tipo de intervención en los debates que son los puntos de información, en donde se puede
intervenir en lo que está diciendo el orador y hacerle una pregunta o refutación corta. Por
otro lado, dentro del equipo, seguir escuchando activamente los discursos del equipo
contrario lleva a que se puedan anotar refutaciones para que las digan mis compañeros y
nuestro caso se fortalezca. Finalmente, es trascendental encontrar puntos de choque para el
discurso de cierre. Todas estas acciones hacen atractivo al debate, porque, liberado de la
responsabilidad de realizar un discurso, incluso puedes tener mayor claridad para analizar el
debate y aportar mejor al equipo.

IX. USAR LENGUAJE FORMAL Y COMPLEJO ME HACE MEJOR ORADOR


El mito trata sobre:
Pensar que, para ser convincente y persuasivo, necesito explicar mi discurso de manera muy
elaborada y con términos complejos y difíciles de entender. Esto sucede porque, primero, se
cree que un lenguaje complejo da la apariencia de saber sobre el tema de mi discurso y se
asume que los jueces van a poder entenderlo, ya sea porque son mayores o tienen mayor
conocimiento. Segundo, se piensa que esto es estratégico para que el equipo contrario no
entienda el discurso y así no puedan preguntar o refutar.
¿Cuál es la verdad?
En debate, un buen orador es aquel que se hace entender, que puede explicar su discurso de
manera simple y sencilla y usando una conexión lógica entre ellos. Esto no quiere decir que
no se deba saludar y ni ser respetuoso con los presentes, pero no es estratégico tomar tiempo
valioso para ello. Asimismo, creer que se debe usar palabras rebuscadas trae una serie de
complicaciones. Primero, puede afectar el desarrollo del debate. Como orador, tendríamos
que memorizar discursos complejos que puede que tampoco comprendamos del todo, lo que
dificulta su explicación y nos pone en riesgo si nos piden alguna aclaración en un punto de
información no sepamos explicar con palabras sencillas. Cuando usamos lenguaje muy
complejo, el equipo opositor no nos entiende, esto puede quitar relevancia a nuestros
discursos, al no haber confrontación de ideas.
Segundo, en el debate prima, para los jueces, el principio llamado “tabula rasa”. Este significa
que ellos juzgarán como una persona promedio medianamente informada, por lo que, si es
un término muy complejo, no lo tomarán en cuenta si este no es explicado. Para evitar invertir
tanto tiempo explicando conceptos teóricos, es mejor para el debate y como estrategia de
equipo que, desde el inicio, se hable de manera simple. Por lo tanto, tampoco es estratégico
dedicar varios minutos a saludos formales y a presentar a cada uno de los miembros del
grupo, por más educado que esto sea.
Ejemplo: Un buen discurso sencillo trata de:
Darle una estructura a lo que diré, a través de pequeñas frases como “Lo que voy a
demostrar…” “Esto significa que...” “Podemos ejemplificar…” “Este argumento se
cumple en la realidad cuando…” “Por lo tanto, hemos demostrado que...” “El
problema con el argumento que presenta el equipo contrario es…” “Estos beneficios
son exclusivos de mi casa porque...”, etc.

X. EL DEBATE DEBE SER PRESENCIAL


El mito trata sobre:
Creer que el debate solo se puede hacer de manera presencial. Según este mito, cualquier
otro medio será inválido, defectuoso, dificultará las dinámicas o perjudicará la realización de
los discursos de los oradores, incluso traería dificultades en el entrenamiento y la práctica del
mismo.
¿Cuál es la verdad?
El principal objetivo del debate es el aprendizaje, este objetivo se puede alcanzar en otros
medios como el virtual. No es necesario tener al equipo contrario enfrente, sino basta con
poder escuchar su argumentación para generar un debate, esto incluye los entrenamientos.
El método virtual, igual que el presencial, tiene tanto desventajas como oportunidades que
se deben aprovechar, como la posibilidad de debatir con equipos que, por las distancias
geográficas, no hubieran podido participar en un mismo torneo, incluso debates amistosos.
Además, permite que personas con distintas formas de pensar y de debatir puedan
congregarse, lo que sería imposible en un debate presencial. El debate, entonces, es flexible
al método, en cuanto su pedagogía se mantenga.

También podría gustarte