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Anexión de la República a

España y sus consecuencias.


(1861)
Jhandy González Medina | Fundamentos de historia Dominicana | 30/06/2020
1- Explique cómo ocurrió la anexión de la República
a España en 1861 y sus consecuencias.
El 18 de marzo de 1861 el general Pedro Santana pone en manos del
imperio español el destino de República Dominicana, tras ejecutorias
contrarias al interés nacional de los gobiernos de Buenaventura Báez y del
propio dueño de la Finca El Prado, como fue la aplicación de políticas
financieras perturbadoras, llegando a efectuarse para esa fecha más de 30
emisiones monetarias sin respaldo. Esto significa que la economía
dominicana fue llevada a la ruina por los gobiernos entreguistas y corruptos
de Báez y Santana.
Para el año 1861 la población dominicana total alcanzaba la cifra de 250
mil personas. Las actividades productivas más importantes continuaban
siendo el corte de madera preciosa y la agricultura. La producción de
tabaco se había elevado ese año a 80 mil quintales y la exportación del
producto dejó un saldo de 700 mil pesos fuertes. La miel de abeja y la cera
habían logrado un sitial muy importante, ya que para ese año se exportaron
alrededor de 30 mil libras por un valor de 25 mil pesos fuertes.
La producción de otros rubros como el azúcar, el café y el cacao
comenzaron a repuntar, pero se obtenían cantidades intrascendentes que
sólo servían para abastecer el mercado interno. La crianza de ganado
vacuno había sufrido enormemente, en virtud de los conflictos civiles y la
guerra con Haití, que era el principal comprador de las carnes que producía
el país. Los cueros sí tenían una gran demanda en el mercado europeo.
Aunque existían minas muy ricas en oro, plata, sal y otros minerales con
importantes mercados en el exterior, los yacimientos mineros estaban
abandonados.

Ingresos del Estado y altos gravámenes


Los ingresos del Estado antes de la anexión, es decir en el 1860, provenían
mayormente de los impuestos a las importaciones y en menor medida a las
exportaciones, alcanzando para ese año la cifra de 303 mil pesos fuertes,
mientras que los gastos superaban los 500 mil pesos fuertes.
Al ser entregada República Dominicana a los españoles, éstos impusieron
medidas opuestas radicalmente a los intereses y a las expectativas de los

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sectores productivos del país, de la pequeña burguesía y de los sectores
populares dominicanos.
Los peninsulares establecieron altas tasas impositivas a los artículos de
consumo masivo y tasas mayores para todas aquellas mercancías que no
eran importadas desde España o no eran transportadas en embarcaciones
españolas. Por ejemplo, las tasas que pagaban las mercancías provenientes
de España eran de un 9 por ciento, mientras que las mercancías
provenientes del resto de Europa y de otros países debían pagar un 30 por
ciento de aranceles.
Asimismo, se aplicaron gravámenes a los beneficios obtenidos por los
pequeños, medianos y grandes productores en sus haciendas y propiedades,
al tiempo que se creó el impuesto sobre la renta a los sueldos y los salarios
de los trabajadores y empleados públicos y privados.
El pueblo dominicano no estaba acostumbrado a este festival de
gravámenes, ya que, tal como nos revela el general Gregorio Luperón
(1992, Tomo 1: 80), hasta entonces en el país “no se conocían más
impuestos que los del papel moneda y la contribución aduanera, cuya
intangibilidad no se sentía”.

Amortización de la moneda y retiro de mercancías


Por otro lado, los españoles prohibieron el retiro de mercancías de las
aduanas o comprar todo tipo de producto en los establecimientos
comerciales con los billetes inorgánicos y/o vales con que los anexionistas
habían inundado anteriormente el mercado interno. Esto significaba que
todos los sectores del país estaban obligados a cambiar sus billetes y vales
en metálico para poder retirar sus mercancías de aduanas y comprar
aquellas que necesitaban.
Esta situación implicaba una pérdida de tiempo y dinero enorme para los
comerciantes y para la población dominicana en general, ya que los
responsables de ejecutar las amortizaciones rechazaban la mayor parte del
papel moneda en circulación, al considerarlo falso o muy deteriorado.
Gregorio Luperón (1992, Tomo I: 82) dice que esto se hacía con el único
propósito de “exasperar a los portadores que, viendo la injusticia,
destruían, unos sus papeletas, y otros las vendían a ínfimo precio, a esos
mismos funcionarios que la cambiaban a la par”.

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Todo esto revela la gran felonía e inmoralidad con que actuaban los
funcionarios y empleados públicos españoles y los criollos pro hispánicos,
lo que contribuyó a exacerbar los ánimos del bien intencionado pueblo
dominicano, al darse cuenta de la mala fe y de la búsqueda de ventajas en
que incurría una gran parte de los agentes de cambio peninsulares.

El aparato burocrático estatal dominicano


En el ámbito administrativo del aparato estatal, el gobierno español
procedió a la creación de un abultado tren burocrático, nombrando en los
puestos de dirección a una cantidad exagerada de personas provenientes de
España.
Además de una nómina supernumeraria para un país en crisis, la burocracia
española procedió a elevarse los sueldos a expensas de aumentar
exageradamente los impuestos al pueblo. Tan grande era la brecha salarial
que había al interior del aparato burocrático estatal, que un español que
ocupaba un puesto similar al desempeñado por un dominicano ganaba
hasta cinco veces más por el mismo trabajo.
El general José de la Gándara (1975, Tomo 1: 245), quien fue el último
gobernador español en Santo Domingo, nos ofrece unas ilustrativas
palabras que le dan más fuerza a lo que acabamos de decir:
“Sobre todo el furor de enviar excesivo número de empleados a Santo
Domingo, dotados de grandes sueldos, ponía de relieve la falta de cálculo
en beneficio del Tesoro español. Baste decir que los hijos de la isla
incorporada a España vinieron a cambiar una administración compuesta de
un personal poco numeroso y barato, atendidas sus módicas asignaciones,
por una administración lujosa, que necesitaba tres millones y medio de
pesos para sostenerse, aunque apenas se confesase la mitad, cuando el
presupuesto de ingresos de la República no llegaba a medio millón. De aquí
el atraso de los pagos, primero, y más tarde la falta de pago en absoluto
para las reservas, suministros y varias atenciones que debían satisfacerse.
Tal era, según estas ligeras indicaciones, el sistema de Haciendas y
Administración en Santo Domingo, que infundía general disgusto,
produciendo un palpable desengaño para aquellos habitantes que, al unirse
a nuestra nación para formar parte de ella, esperaban ventajas que se habían
hecho ilusorias”.

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Actitudes y prácticas de los españoles frente a los
dominicanos
En el aspecto social, la convivencia entre dominicanos y españoles se hizo
más que imposible e insoportable, en virtud del elevado racismo que
exhibían los peninsulares frente a los negros y mulatos criollos, a quienes
trataban como si fuesen esclavos, ya que una gran parte de los españoles
provenían de España, Cuba y Puerto Rico, donde todavía prevalecía la
esclavitud o había una gran proclividad hacia su ejercicio.
La mayor parte de los funcionarios civiles y militares, así como una buena
parte de la población española que residía en el país o iba de paso por él,
se dirigían a los negros y mulatos dominicanos con términos peyorativos,
despectivos y discriminatorios, lo que se constituyó en motivo de
numerosos y fuertes encontronazos, al tiempo que se generaba un rechazo
cada vez mayor en la población dominicana hacia los españoles.
Una gran parte de los peninsulares trataban a las mujeres dominicanas
como si fueran prostitutas, desconociendo de esa manera los enormes
valores morales y patrióticos que le caracterizaban, lo que contribuyó a que
muchas de ellas se integraran a luchar para expulsar a los peninsulares del
territorio dominicano.
Los dominicanos y las dominicanas apoyaron de forma sostenida la lucha
que libraron los patriotas restauradores contra los españoles en todos los
rincones de República Dominicana, hasta lograr su expulsión el 11 de julio
de 1865.

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