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sectores productivos del país, de la pequeña burguesía y de los sectores
populares dominicanos.
Los peninsulares establecieron altas tasas impositivas a los artículos de
consumo masivo y tasas mayores para todas aquellas mercancías que no
eran importadas desde España o no eran transportadas en embarcaciones
españolas. Por ejemplo, las tasas que pagaban las mercancías provenientes
de España eran de un 9 por ciento, mientras que las mercancías
provenientes del resto de Europa y de otros países debían pagar un 30 por
ciento de aranceles.
Asimismo, se aplicaron gravámenes a los beneficios obtenidos por los
pequeños, medianos y grandes productores en sus haciendas y propiedades,
al tiempo que se creó el impuesto sobre la renta a los sueldos y los salarios
de los trabajadores y empleados públicos y privados.
El pueblo dominicano no estaba acostumbrado a este festival de
gravámenes, ya que, tal como nos revela el general Gregorio Luperón
(1992, Tomo 1: 80), hasta entonces en el país “no se conocían más
impuestos que los del papel moneda y la contribución aduanera, cuya
intangibilidad no se sentía”.
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Todo esto revela la gran felonía e inmoralidad con que actuaban los
funcionarios y empleados públicos españoles y los criollos pro hispánicos,
lo que contribuyó a exacerbar los ánimos del bien intencionado pueblo
dominicano, al darse cuenta de la mala fe y de la búsqueda de ventajas en
que incurría una gran parte de los agentes de cambio peninsulares.
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Actitudes y prácticas de los españoles frente a los
dominicanos
En el aspecto social, la convivencia entre dominicanos y españoles se hizo
más que imposible e insoportable, en virtud del elevado racismo que
exhibían los peninsulares frente a los negros y mulatos criollos, a quienes
trataban como si fuesen esclavos, ya que una gran parte de los españoles
provenían de España, Cuba y Puerto Rico, donde todavía prevalecía la
esclavitud o había una gran proclividad hacia su ejercicio.
La mayor parte de los funcionarios civiles y militares, así como una buena
parte de la población española que residía en el país o iba de paso por él,
se dirigían a los negros y mulatos dominicanos con términos peyorativos,
despectivos y discriminatorios, lo que se constituyó en motivo de
numerosos y fuertes encontronazos, al tiempo que se generaba un rechazo
cada vez mayor en la población dominicana hacia los españoles.
Una gran parte de los peninsulares trataban a las mujeres dominicanas
como si fueran prostitutas, desconociendo de esa manera los enormes
valores morales y patrióticos que le caracterizaban, lo que contribuyó a que
muchas de ellas se integraran a luchar para expulsar a los peninsulares del
territorio dominicano.
Los dominicanos y las dominicanas apoyaron de forma sostenida la lucha
que libraron los patriotas restauradores contra los españoles en todos los
rincones de República Dominicana, hasta lograr su expulsión el 11 de julio
de 1865.
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