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La España Boba

Durante el período que siguió a la Reconquista (España Boba), ocurrieron varias


conspiraciones orientadas a derribar el poder español, especialmente durante
los años 1810, 1811 y 1812, años en que la situación económica se volvió
insoportable. Algunas de ellas buscaban crear un país independiente mientras
que otras buscaban la anexión a Haití u otros países.

Algunas de estas conspiraciones fueron estimuladas por las noticias de los


levantamientos contra España que llegaban a Santo Domingo procedentes de
Caracas y otros puntos de América, donde los grupos criollos se lanzaban a la
guerra por su emancipación.

Este período de infructuosas conspiraciones fue iniciado por Manuel del Monte,
un pariente cercano del Comisario Regio Francisco Javier Caro. Del Monte fue
descubierto, reducido a prisión, sumariado y remitido a España, sin mayores
consecuencias, ya que pudo volver a vivir en Santo Domingo gracias a la
influencia ejercida por su pariente en la Corte.

Otro conspirador fue un habanero conocido por el nombre de don Fermín quien,
en 1809, tramó con el propósito de declarar a Santo Domingo independiente de
España. Fue acusado de sedicioso y encerrado durante siete años en La
Fuerza (Torre del Homenaje), cargado de grillos, antes de ser embarcado hacia
la Península.

Hubo en estos mismos tiempos un complot de cuatro sargentos franceses que


intentaron dar un golpe de Estado para restituir la Colonia al Gobierno francés,
pero fracasaron en su intento y fueron fusilados.

Pero la acción más importante encaminada a eliminar la segunda dominación


española bajo el régimen de Sánchez Ramírez sería la indebidamente
denominada por el vulgo con el nombre de "Revolución de los italianos", a causa
de haberse comprometido en ella un oficial de esa nacionalidad, lo que hizo
pensar al pueblo que todas las tropas y oficiales piamonteses estaban
igualmente comprometidos. Esta conspiración fue descubierta a mediados de
1810 y los complotadores fueron llevados al patíbulo bajo la acusación de querer
levantar en armas la guarnición de Santo Domingo para repetir lo que había
ocurrido el 19 de abril de ese año en Caracas donde había estallado un
movimiento independentista contra España.

Dos años después de haberse malogrado la "revolución de los italianos" se inició


otra en la que también participaron destacadamente los negros esclavos y
libertos de las proximidades de la ciudad de Santo Domingo, especialmente de
los alrededores de la actual villa de Guerra.

Al terminar la Guerra de Reconquista, la colonia de Santo Domingo quedó


devastada y en la más absoluta miseria. La situación no varió en los años
siguientes, ya que el Gobierno de España debía afrontar las luchas internas de
sus Cortes (acicateadas por intereses franceses), los movimientos de
emancipación que emergían en sus grandes colonias de América del Sur y
México, así como la amenaza que los Estados Unidos representaban para sus
posesiones coloniales en América del Norte.

Miseria generalizada. Cinco administraciones o gobiernos coloniales se


sucedieron entre 1809 y 1821, sin que se produjera un cambio sustancial en la
vida económica de la parte oriental de la isla:

• Agricultura casi en su totalidad de subsistencia.


• Las exportaciones se limitaron al tabaco, algún cuero y, posteriormente, a
maderas, algunas mieles y aguardiente.
• Se redujo al mínimo la producción de café y cacao.
• Ganadería arruinada.
• Escasez de dinero circulante.

Se tuvo que volver a solicitar el subsidio del situado que, en todos esos años,
sólo arribó en dos ocasiones y por montos mínimos.

A continuación, un extracto del Compendio de la Historia de Santo


Domingo (Págs. 25 y 26 del Tomo II, 1982), de José Gabriel García, que resume
la vida en esa época:

“…que por eso llegó a tomar la época a que aludimos el nombre vulgar de la
‘España boba', pues que eran tan pocas las necesidades exigidas por la vida
social a causa de la miseria reinante, que no había pobres propiamente dichos,
teniendo todas las clases relativamente las mismas necesidades. No se conocía
la ostentación en el vestir, ni la moda variaba sino de tarde en tarde; no había
teatros, ni paseos públicos, ni fondas, ni casas públicas de recreo o de
prostitución en donde malgastar el dinero; de modo que una pequeña hacienda
cultivada por ocho o diez esclavos, producía lo bastante para que una familia se
considerara feliz, dando el mismo resultado cualquiera de los mezquinos sueldos
que señalaba el presupuesto, con los cuales se conformaban los empleados del
rey, a quienes la escasez de artículos de lujo y la baratura de los de consumo
ordinario, les proporcionaba considerables ahorros. Los artesanos y los
agricultores alcanzaban la satisfacción de sus necesidades a poca costa, y en
medio de la sencillez de sus costumbres, los más infelices de los dominicanos
vegetaban, más bien que vivían, tranquilamente, entregados a sus placeres
favoritos: la mesa, el juego de gallos, los bailes nacionales, las corridas de toros
y las festividades religiosas, situación que no llenaba de ninguna manera las
aspiraciones de la gente pensadora, ni ofrecía la perspectiva de un risueño
porvenir.”

"La España Boba" en nuestra historia está claramente marcada por los años de
la Reconquista del territorio Este de la isla de Santo Domingo, en poder de la
colonia española. Especialmente inició en los primeros años del siglo XlX cuando
España se vio involucrada en guerra, tratando de sacar a las tropas napoleónicas
francesas de su territorio, al tiempo que enfrentaba una o la emancipadora
latinoamericana en los territorios sometidos a su autoridad. Esos dos frentes,
unido a su actitud de desdén con sus posesiones, imposibilitaron que los
españoles atendieran con recursos a sus representantes en la parte Este de la
isla Hispaniola.

Eso generó una grave miseria, un desabastecimiento y estado de postración


entre los residentes en esta parte de la isla, como nunca antes en la historia. De
ahí, el mote de "España Boba" a los tres meses de transición en República
Dominicana, pues tradicionalmente las actividades son mínimas y se concentran
en prepararse para el traspaso del poder.

En la actual transición ha sido todo lo contrario. El presidente Leonel Fernández


comenzó un programa de inauguraciones que arrancó con fuerza en el mes de
febrero, con dos pausas por los viajes que hizo de 18 días a Europa, Cartagena
de Indias y Río de Janeiro. Desde este mismo mes, el Jefe de Estado ha
inaugurado 315 obras de infraestructuras en todo el territorio nacional, con una
inversión de 44 mil 324 millones 876 mil 434 pesos con 30 centavos, lo que
equivale a más de 1 mil millones de dólares. No se cuentan en este cálculo las
obras concluidas e inauguradas por los responsables, en las que el presidente
Fernández no participa.

El primer mandatario ha desarrollado una maratónica agenda de inauguraciones


de obras de infraestructuras pequeñas, medianas y de gran envergadura, de la
que no se tiene referencia en la historia de un gobierno democrático. Solo desde
el mes de mayo hasta la semana pasada, el Jefe de Estado había inaugurado
224 obras con una inversión de 36 mil 436 millones 749 mil 460 pesos con 87
centavos.

La Autopista del Coral, una de las obras emblemáticas de infraestructura, se


construyó a un costo de 400 millones de dólares, esto es 15 mil 600 millones de
pesos, que generará un impacto en el turismo.

La administración Fernández ha entregado a pequeñas y grandes comunidades


una cantidad de obras, pactadas a través de los Consejos Provinciales de
Desarrollo, convocados en Diálogos Populares, televisados para todo el país,
una experiencia de gobierno participativa única en República Dominicana. En el
calendario de inauguraciones se cuentan centros juveniles, museos, centros de
corrección, casas de retiros para ancianos, bibliotecas, escuelas, oficinas de
protección al consumidor, edificios de oficinas públicos, caminos vecinales,
multiusos, iglesias, puentes, elevados, carreteras, pasos desnivel, hospitales,
centros de atención primarias, remozamiento de centros de salud, politécnicos.
También el presidente Fernández llevó a cabo la más grande inversión que se
haya hecho en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, que sobrepasa los
16 mil millones de pesos, que incluye ocho centros regionales nuevos y la
remodelación del CURNE, en San Francisco de Macorís. Además, la Torre
Administrativa, la Biblioteca Pedro Mir, la Facultad de Ciencias Económicas y
Sociales, el Alma Mater, la Facultad de Derecho, el parqueo para casi 2 mil
vehículos, el Centro Oncológico Heriberto Pieter, la construcción del play y la
Facultad de Ingeniería y Arquitectura, ingeniero Amín Abel Hasbún.
Desde febrero hasta la fecha, el mandatario ha entregado al país obras
emblemáticas que constituyen un hito en la impronta de una administración de
gobierno. Entre ellas se destacan las autopistas Del Coral, Santo Domingo-
Samaná y el Bulevar Turístico del Atlántico, los puentes sobre el río Chavón y El
Soco, el Centro de Corrección y Rehabilitación de La Cucama, en Higüey; el
Instituto Superior Técnico Comunitario, en San Luis; la Biblioteca Nacional, la
carretera de Neiba-Batey 5, la carretera San Juan-Barahona, 31 proyectos
habitacionales en cada una de las provincias del país; el remozamiento de las
sedes de los Tribunales Constitucional y Electoral; el mercado de Villa Consuelo;
el proyecto hidroeléctrico de Palomino; el Merca Santo Domingo, una inversión
de 5 mil millones de pesos. Asimismo, el gobierno entregó a la sociedad la
carretera Jarabacoa-Constanza, que potenciará el turismo de montaña.

La administración Fernández se va a recordar por haber ejecutado el programa


de construcción de acueductos, soluciones cloacales y plantas de tratamiento
más ambicioso, lo que cambia la actitud de inacción con que se le conoce a los
tres meses de transición.

Con toda esa retahíla de obras físicas, que no incluyen los programas realizados
en el ámbito de la seguridad social, asistencia social, política exterior, reformas
institucionales, manejo de la economía y la mejoría de los sueldos a servidores
públicos, hay quienes se atreven a regatear estos hechos, actitud que solo se
explica porque el cretinismo y la mezquindad sobrepasan cualquier
entendimiento humano.

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