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Universidad del Valle - Escuela de Psicología

Programa de Psicología – Curso Introducción a la Psicología Clínica

HISTORIA DE LA PSICOLOGIA CLINICA

La psicología clínica apareció en un contexto científico en el cual la noción de


“clínica” tenía ya una definición y designaba ciertas prácticas médicas. Estas
últimas sirvieron de base, o mejor de fuente de inspiración, a esta nueva
disciplina.

1. LOS ORIGENES

Si bien la disciplina apareció realmente en los Estados Unidos tan sólo después
de la Segunda Guerra mundial, el término “psicología clínica”, ciertas de sus
problemáticas y de sus métodos estaban ya presentes en otras especialidades.

1.1. Las fuentes de inspiración: la clínica médica y psiquiátrica

A finales del siglo XVIII, la clínica médica, hasta ese momento simple colección
de casos o inventario de hechos patológicos, aparecía como una nueva
disciplina en la cual las correlaciones entre la mirada, el saber y el discurso se
establecían de manera diferente, permitiendo el abandono de viejos sistemas
de pensamiento. Pero esta mutación no es únicamente el hecho de la
acumulación de conocimientos: “Para que la experiencia clínica fuera posible
como forma de conocimiento, fue necesaria toda una reorganización del campo
hospitalario, una definición nueva del estatuto del enfermo en la sociedad y la
instauración de una cierta relación entre la asistencia y la experiencia, la ayuda
y el saber; se tuvo que instalar al enfermo en un espacio colectivo y
homogéneo. Fue necesario también abrir el lenguaje a todo un campo nuevo:
“aquel de una correlación perpetua y objetivamente fundada de lo visible y de lo
enunciable” (Foucault, 1972, p. 200). El método clínico constituye entonces una
revolución en la manera de considerar la enfermedad, de reconocerla y tratarla.
El auge de la psiquiatría clínica en el siglo XIX contribuyó al nacimiento de la
psicología clínica. Por una lado, las corrientes de pensamiento (los “ideólogos”
como Condorcet, Cabanis o Pinel) subyacentes a la evolución de la psiquiatría
clínica- ciertos autores como Pinel, Tuke y Rush- por su humanismo y su
voluntad de interpretación psicológica de la locura, constituyeron un terreno
favorable. La constitución de la individualidad como objeto científico, la
necesidad de describir y de ordenar los hechos antes de explicarlos, la
desaparición de los grandes sistemas dogmáticos ante las realidades clínicas
constituyeron el terreno de la aparición de una psicología clínica. Por otro lado,
ciertos psiquiatras acogieron por deseo propio la producción o la utilización de
conocimientos psicológicos en la comprensión de la enfermedad mental.
Kraepelin esperaba una psicología aplicada a la situación clínica de la
psiquiatría. Él deseaba que el estudio de casos, serio y concienzudo, tomara el
lugar de las afirmaciones espiritualistas, de lo improbable y de lo no
documentable, defendiendo el predominio de la colección de hechos, de la
medida y del cálculo, sobre la producción de teorías hipotéticas e inverificables,
preocupación cercana a la de la clínica médica.

1.2 Los fundadores

Es necesario distinguir las primeras utilizaciones del término, las cuales no


tuvieron consecuencias prácticas, de las posiciones epistemológicas que, bajo
otras apelaciones, contribuyeron a forjar el corpus teórico, práctico, técnico de
la psicología clínica, y el advenimiento real de la disciplina. Tres autores
principales son entonces considerados como los fundadores, aun si su acción
tuvo poca continuidad inmediata (Witmer) o si poco emplearon el término ellos
mismos (Freud y Janet).

Lightner Witmer (1867- 1956) funda en 1896 en los Estados Unidos la primera
“Psychological Clinic” en la cual él sana niños con limitaciones mentales; el
presentó su nueva disciplina a la American Psychological Association (APA)
empleando los términos de “psicología clínica” y “método clínico”. No obstante

Traducción del Capítulo I del libro Introduction à la psychologie clinique, de Jean- Louis Pedinielle,
Nathan, París, 1994. Traducido por María José Poveda, revisión técnica María Cristina Tenorio.
su acción parece no haber tenido más que una débil repercusión; fue tan solo
en 1919 cuando la APA abrió una sección clínica, en la cual los psicólogos
clínicos tenían como tareas el estudio de casos individuales, la contribución al
diagnóstico, la realización del informe final, las terapias individuales o por
grupos.

Pierre Janet (1851-1947) en varias ocasiones habló de psicología clínica y fue


en 1887, al principio del tomo II de Neurosis e ideas fijas, donde mencionó ese
término por primera vez, en un sentido próximo de aquel de psicología médica:
está destinada a aquellos médicos que se ocupan de enfermedades mentales y
sería edificada por los filósofos (“psicofilosofía”). Él evocará nuevamente el
término en De la angustia al éxtasis (1926) y anunciará una recopilación de
artículos - que no se publicó nunca- cuyo título sería Mezclas de psicología
clínica. Pero fue finalmente el conjunto de su obra lo que constituye, sin que él
reivindique el término, una sucesión de trabajos de psicología clínica, en la
medida en que él trata de promover una reflexión psicológica: critica del exceso
de racionalidad, interés sostenido por lo particular y por los hechos que
implican el empleo de la observación fina, saber constituido a partir del estudio
exhaustivo de casos tomados aisladamente (varios de sus textos están
fundados en el estudio en profundidad de casos), crítica de las investigaciones
en laboratorio que aíslan las variables.

Sigmund Freud (1856- 1939), por su parte, evoca el término “psicología


clínica” en una carta a Fliess (30 de Enero de 1899): “Ahora, la conexión con la
psicología tal y como se presenta en los estudios [ sobre de la histeria] sale del
caos; yo percibo las relaciones con el conflicto, con la vida, todo aquello a lo
que desearía llamar psicología clínica”. Se trata desde luego, como en el caso
de Janet, de una aplicación de conocimientos psicológicos a los datos de la
experiencia clínica. El término está ausente de su obra y fueron sus
preocupaciones, su método y su procedimiento los que pueden ser calificados
como “psicología clínica”: él representa un modelo a causa de su referencia al
análisis de casos individuales en la producción de las teorías. Son entonces
principalmente el interés en comprender los fenómenos psicológicos, el
método, el recurso a la inteligibilidad de las conductas y la puesta en evidencia
de las particularidades de la relación entre el sujeto y el observador los que
hacen de su obra una fuente de inspiración.

Se debe a Claude Prévost el descubrimiento de la Révue de psychologie


clinique et thérapeutique (publicada entre 1897 y 1901 por Hartenberg y
Valentin, médicos en Saint- Anne). Los textos prefiguran lo que será la
psicología clínica francesa. Contra una psicología experimental considerada
como la que aísla los hechos psíquicos, como una “matemática de la
psicología”, los autores proponen una psicología clínica más holística, más
concreta, que no se limite a la patología: “la psicología clínica, por el contrario,
aunque obtiene de las investigaciones de laboratorio preciosas informaciones,
observa la vida psicológica misma, considerada como un todo concreto y real.
Reuniendo en una visión de conjunto las reacciones naturales y espontáneas
del sujeto, en presencia de las excitaciones de todo género, constituye un
cuadro sintético, con una variable dominante, que expresa su temperamento y
lleva la marca de su carácter. Por las influencias combinadas de la herencia y
del medio, ella persigue el desarrollo, normal y patológico, de la personalidad,
la tarea no es entonces de esquematizar sino de individualizar” (Révue de
psychologie clinique et thérapeutique, 1897, citada por Prévost, p. 24). Este
texto parece desconocido de la mayoría de los autores y no tuvo sin duda
influencia alguna en la historia de la disciplina.

1.3 La fase de constitución

A pesar de la existencia de actividades de psicología clínica (centros de


orientación para niños, y luego instituciones para adultos), acrecentadas aun
más durante la guerra (selección, asistencia psicológica...), a pesar de la
creación de la sección “psicología clínica” de la APA en los Estados Unidos, el
gran auge es posterior a la Segunda Guerra mundial. El año de 1947
determina un viraje decisivo en el reconocimiento de la psicología clínica
puesto que una comisión de la APA, reunida con el fin de examinar los
programas de formación y de investigación en psicología clínica, propone una
serie de recomendaciones para esta enseñanza: un año de práctica, cursos de
psicología general, de psicología dinámica del comportamiento, de métodos de
diagnóstico, de métodos de investigación, de terapia. La conferencia de
Boulder (1949) propondrá, para el psicólogo practicante, el modelo de cientista-
practicante que él debe referirse a un saber científico que valide su enfoque,
sus herramientas y sus concepciones, pero que debe enriquecer y contribuir a
remodelarlo. La evolución de la psicología clínica en los Estados Unidos
seguirá esta vía, debiéndose su auge tanto a los proyectos de la sociedad para
la asistencia a los enfermos mentales como a las capacidades de los
psicólogos para diferenciar sus enfoques y a crear nuevas especializaciones.

La especificidad francesa

La psicología clínica en Francia posee algunas particularidades que se refieren


a su historia. Si bien la institución médica difícilmente y lentamente aceptó que
el término “clínico” y la práctica de igual nombre, al cual consideraba de su
dominio exclusivo, pudiera constituir también uno de los dominios de la
psicología, las reorganizaciones de la psiquiatría y de la medicina somática
contribuyeron al auge de la psicología clínica. En efecto, las transformaciones
de la psiquiatría después de 1945 hicieron aparecer necesidades en los
dominios de la observación clínica, del análisis institucional, de la evaluación,
del análisis psicopatológico, de las psicoterapias... En este contexto se
formaron las primeras generaciones de psicólogos clínicos.

La edificación de una teoría en la psicología clínica fue primero la obra de


Daniel Lagache (1903- 1972), filósofo, psiquiatra y psicoanalista quien desde
muy temprano se interesó por los problemas psicopatológicos. Su triple
formación, su gran cultura son perceptibles en los fundamentos que el dio a la
psicología clínica: se identifican principalmente las referencias a la
fenomenología (estudio del hombre “en situación”), al humanismo, a las
concepciones de Jaspers (diferencia entre “explicar” y “comprender”). Si él
distingue tres enfoques (clínico, psicoanalítico y experimental) en psicología, él
establece claramente una diferencia entre psicología clínica y psicoanálisis. La
psicología clínica es una disciplina autónoma tanto desde el punto de vista
práctico como desde el punto de vista teórico; no se confunde ni con la
psicopatología, ni con la psicología médica, ni con la psiquiatría, ni con la
psicometría.

Las concepciones fundadoras de Lagache reformulan lo que podría ser la


actividad concreta del psicólogo: el objetivo de la psicología clínica es en efecto
aconsejar, curar, o educar. Ella se funda en el estudio tan detallado como sea
posible de los casos, es decir de fenómenos singulares. Tiene como objeto
primero las conductas humanas que no sean directamente de la incumbencia
de la psiquiatría sino que corresponden a disfuncionamientos, a efectos de
conflictos y luego, por extensión, a todos los sectores de la conducta humana,
sea ella adaptada o inadaptada. Apoyándose en el psicoanálisis, él agrega que
los síntomas expresan algo y están dotados de significación, es decir de
inteligibilidad. El método clínico es concebido como la recopilación de hechos
por observación, entrevista y análisis de las producciones del sujeto. Ella
busca comprender la conducta en su perspectiva propia, recoger tan fielmente
como sea posible los modos de ser y de reaccionar de un ser humano concreto
ante una situación. El diagnóstico juega un rol importante: “No solamente en la
etapa inicial, pero en todos los momentos de la práctica psicológica, la
operación fundamental de la psicología clínica es el diagnóstico. El estudio en
profundidad de los casos individuales proporciona la base empírica de una
generalización, es decir de un conocimiento científico” (Lagache, 1949, p. 160).
Ella tiene entonces por objeto general “el estudio de la conducta humana
individual y de sus condiciones (herencia, maduración, condiciones fisiológicas
y patológicas, historia de vida), en una palabra, el estudio de la persona total
“en situación” (ibid., p. 160).

Él consideraba por lo demás que el examen clínico debía permitir establecer,


cómo era vivida la situación por el sujeto. Planteando preguntas, el clínico trata
de saber qué representaciones se hace el sujeto de sí mismo y de los otros, de
su lugar en el mundo y del sentido de la vida. Él citaba el ejemplo del joven
delincuente “a propósito del cual es capital determinar la actitud que él adopta
con respecto a su delito: ¿lo considera como banal o grave? ¿Se confiesa
culpable de dientes para afuera o desde el fondo de su corazón? ¿No se
considera tal vez como inocente y vejado?”.
La perspectiva de Lagache es tanto más interesante en cuanto allí ya se ven
las principales características de la psicología clínica actual. La psicología
clínica es una psicología aplicada y concreta: ella es primero una práctica
apoyada en un método (clínico) que apunta a un objeto (el hombre en conflicto)
y procede esencialmente por análisis de casos - la constitución de un saber
supone una generalización a partir de casos singulares. Naturalmente, esta
posición, que hace desprenderse el conocimiento científico del procedimiento
de los practicantes o de la utilización del método clínico en otro contexto
(investigación), ha suscitado críticas: ausencia de cientificidad, insuficiencias en
la administración de la prueba, ausencia de predicción en los fenómenos. Si,
sobre estos tres planos, Lagache admite la relativa inferioridad de la psicología
clínica con respecto a la psicología experimental, él sostiene que “cualquiera
que sea la imperfección teórica y lógica de la psicología clínica, ésta aparece
como el modo de acercamiento más adaptado a las conductas humanas
concretas, es decir a un orden de hechos psicológicos a la vez muy amplio y
primordial” (Lagache, 1949b, p. 52). Lograr admitir la práctica clínica en
psicología y romper con un objetivismo que atomiza los hechos, como aquel de
la psicometría o de la experimentación, tal es el deseo de Lagache quien
contribuirá entonces, en una segunda instancia, a definir una práctica y
elaborar una disciplina.

Los trabajos de Juliette Favez- Boutonier, también filósofa, médica y


psicoanalista, prosiguen y completan aquellos de Daniel Lagache. Ella
desarrolla una concepción de la psicología clínica fundada en la especificidad
del individuo y su unicidad, que tiene entonces por objeto “el ser humano en
tanto que él existe y se siente existir como un ser único que tiene una historia
personal, que vive en una situación que no puede ser asimilada a ninguna otra”
(Favez- Boutonier, 1968). En 1958 - 1959 ella desarrolla los diferentes
aspectos de la psicología clínica: distinción con la psicología médica y con el
psicoanálisis, relaciones estrechas con la fenomenología (principalmente
Merleau - Ponty) implicando una descripción rigurosa de la subjetividad y de las
referencias a la dimensión vivida de la experiencia, estudio del individuo sin
comparatismo, crítica de la predominancia del diagnóstico a favor de una
observación continua.

La obra de Favez- Boutonier constituye un momento clave de la psicología


clínica operando una sistematización y una apertura de la disciplina. Ella toma
distancia del modelo médico, se orienta hacia el problema de la
intersubjetividad, y se extiende hacia otros dominios (orientación, pequeños
grupos, educación...) menos marcados por la patología, lo cual abre la vía a
una psicología clínica “generalista” o a una “psicología general clínica”. Por
otro lado, Favez- Boutonier participó en el reconocimiento de la disciplina en la
universidad: a partir de 1966 ella administra un certificado de maestría que se
titula “psicología clínica”, y luego, después de 1968, ella fue una de las
fundadoras del departamento de “Sciences Humaines Cliniques” en la
Universidad de París VII que constituirá una referencia en la enseñanza y la
investigación en psicología clínica.

Evolución

La evolución desde los años sesenta, está marcada por la importancia


institucional creciente que tendrá tanto en las universidades como en los sitios
de curación o educativos. Poco a poco se crearon puestos para los
practicantes cuyas competencias son reconocidas, con una diferenciación de
actividades correspondientes a un aumento de lugares y de modos de
intervención de los psicólogos. Los diplomas profesionales de psicología clínica
(o de psicopatología) –actualmente DESS- aseguran una formación que
permite trabajar en el dominio sanitario pero también en la educación
especializada, y son obligatorios para ejercer en los establecimientos públicos.
Igualmente, en la universidad, la psicología clínica se desarrolla tanto en
número de docentes como en actividades de enseñanza e investigación. En
este contexto, ella se inspira en el procedimiento clínico que presenta, como lo
señaló Revault d´Allonnes (1989), ciertas características: relación estrecha con
las actividades prácticas, importancia otorgada al rol de la demanda y de la
relación entre el sujeto y el psicólogo, toma en consideración de la implicación,
relaciones estrechas con el psicoanálisis, reevaluación de la dimensión social.
La oposición entre psicología clínica y psicología experimental permanece en la
universidad, señalando la disparidad de dos psicologías que Lagache había
deseado ver unidas. Pero, en el mismo movimiento, las relaciones entre
psicología clínica y psicoanálisis se hacen cada vez más y más estrechas;
entre los docentes de psicología clínica los psicoanalistas son numerosos, los
debates de las instituciones analíticas repercuten en la universidad, pero
sobretodo, ciertos analistas, en nombre del psicoanálisis, planteado como
discurso de la verdad ponen en tela de juicio el proyecto, y a veces la
existencia o la legitimidad de la psicología clínica, lo cual llevaría a Prévost a
decir de ella: “En un conflicto agudo y expresado, en un inicio, con la medicina
por un lado, la psicología experimental por otro lado, ella creyó poder encontrar
su salvación acercándose –con razón o sin ella- al psicoanálisis, hasta el punto
de lanzarse sus brazos, más aún otorgándole así una coartada universitaria.
Pero desde entonces, no ha podido evitar ser quebrantada por los conflictos
que han sacudido al psicoanálisis en Francia, de 1963 a 1981, por el hecho
entre otros de la presencia en su seno de Lacan y los lacanianos; la posibilidad
de que el término de psicología fuera utilizado en ese sector, diferente a como
parada esencialmente administrativa, implicaba que si no se discutía mucho el
empleo del adjetivo clínico, calificando el método, el enfoque, o el
procedimiento, la psicología clínica, como disciplina, científica “substancial”,
hacía reír a unos y enrojecer de vergüenza a los otros” (Prévost, 1990, p. 5).

Si la psicología clínica se desarrollaba en gran parte tomando como referencia


al psicoanálisis, dejando a veces de lado la reflexión sobre las técnicas, sobre
la especificidad de sus intervenciones, pero también sobre su eficacia en el
tratamiento y sobre la validez de los conocimientos producidos, las otras
disciplinas de la psicología continuaban su evolución de una manera muy
diferente: búsqueda de criterios de validez de las hipótesis, modelización,
articulación con los trabajos internacionales, sensibilidad a nuevos modelos
teóricos como el cognitivismo o el conexionismo... En el dominio de la
formación de los practicantes, otros diplomas de DESS vieron el día,
rompiendo el monopolio de los clínicos y formando estudiantes competentes
para intervenir en los dominios de la infancia, de la adolescencia, de las
inadaptaciones. Otros paradigmas (cognitivos, desarrollistas, conexionistas...)
aparecían y ciertos psicólogos no clínicos comenzaban a interesarse - tanto
investigadores pero también practicantes - en objetos tradicionalmente del
ámbito de la psicología clínica: fobia, depresión, autismo, problemas de
personalidad, Alzheimer, terapias... Una “psicología clínica cognitiva” nació,
clínica por su objeto y sus métodos, pero diferente de una parte de la
psicología clínica que sigue ligada al psicoanálisis y a la práctica del estudio de
caso.

La situación de la psicología clínica francesa es entonces original y no


corresponde a la evolución observada en Europa o en Estados Unidos en
donde la noción de psicología clínica designa ante todo un campo de
intervención. En Francia, por el contrario, la psicología clínica se define por un
procedimiento (toma en cuenta de la singularidad y de la totalidad de la
situación), un método (estudio de caso y observación no estandarizada) y un
campo de aplicación, pero su relación con el psicoanálisis y su rechazo de los
procedimientos de objetivación y de validación permanecen una constante.
Existe entonces dos tipos de psicología clínica, o dos vertientes de la disciplina;
el primero, dominante en Francia hasta estos últimos años, se refiere al
psicoanálisis, a su práctica y a sus conceptos, privilegiando la singularidad, el
segundo es el heredado de Janet, de Wallon, pero también de los trabajos
anglosajones e insiste sobre el rigor metodológico, sobre las técnicas de
evaluación y de objetivación sin por ello abandonar la referencia a la
singularidad y a la relación.

2. DEFINICIÓN OPERATORIA DE LA PSICOLOGIA CLINICA

Bajo el término de “psicología clínica” se deslizan entonces varios sentidos


distintos. Ciertos autores definen la psicología clínica tal cual como ella
debería ser, excluyendo las actividades que no corresponden a lo que ellos
incluyen bajo el término de “procedimiento clínico” o de “método clínico”. Otros,
más pragmáticos, reagrupan las actividades concretas, las técnicas, y los
conocimientos que intervienen en un campo amplio que va desde la
enfermedad hasta las dificultades de adaptación. Más allá de esas diferencias,
la psicología clínica presenta para todos la particularidad de ser a la vez una
actividad práctica y un conjunto de conocimientos, dualidad que no deja de
tener consecuencias. Contrariamente a otras disciplinas, ésta no consiste ni
en la estricta aplicación de una teoría en una actividad práctica, ni en la
edificación de un conjunto de conocimientos únicamente a partir de la
experimentación o del razonamiento hipotético- deductivo.

2.1 La psicología clínica se define por su campo

Didier Anzieu proponía una definición amplia: “Ella es una psicología individual
y social, normal y patológica; concierne al recién nacido, al infante, al
adolescente, al joven adulto, al hombre maduro, al ser que envejece y en fin a
quien muere. El psicólogo clínico cumple tres grandes funciones: de
diagnóstico, de formación, y de experto aportando el punto de vista del
psicólogo ante otros especialistas. El psicólogo clínico recibe también una
formación de base necesaria pero no suficiente para convertirse eventualmente
en psicoterapeuta, teniendo a su cargo el adquirir por su cuenta la sólida
experiencia psicoanalítica requerida, personal y técnica. Una distinción, más
fácil de establecer más en el papel que en la práctica, debe no obstante
mantenerse como fundamental: el psicólogo clínico tiene que ver con “efectos
de transferencia” que él debe saber identificar; sólo el psicoanálisis trabaja con
la “neurosis de transferencia”. (Anzieu, 1983, p. 36).
Siguiendo a Anzieu y en lugar de formular una definición restrictiva que
imponga lo que debería ser la psicología clínica, nosotros preferimos partir de
lo que se practica bajo este término: la psicología clínica debe considerarse por
una parte como una actividad práctica y, por otra parte, como un conjunto de
teorías, de métodos. Estos dos aspectos son esenciales pues ella fue
considerada en un principio como una aplicación al campo clínico de
concepciones psicológicas generales, y luego como un corpus autónomo de
conocimientos que aportan informaciones originales distintas de aquellas
producidas por el método experimental. La psicología clínica puede entonces
definirse como la sub- disciplina de la psicología que tiene por objeto el estudio,
la evaluación, el diagnóstico, la ayuda y el tratamiento del sufrimiento psíquico
cualquiera que sea su origen (enfermedad mental, disfuncionamientos,
traumatismos, acontecimientos vividos, malestar interior...). Ella se funda en
métodos clínicos entre los cuales el estudio de caso, la observación de los
comportamientos y el análisis de los discursos, sin recurrir a la experimentación
(reproducción controlada de los comportamientos). El término psicología clínica
designa entonces a la vez un tipo de práctica y un conjunto de conocimientos
validados surgidos de esta práctica; una parte de estos conocimientos,
establecidos gracias al método clínico, no concierne solamente al campo del
padecimiento o de las dificultades sino que tienen relación con la psicología
general.

Algunas definiciones, que se sitúan a veces en la continuidad de aquellas de


Favez- Boutonier o de Lagache y que restringen la clínica a métodos no
objetivantes, presentan algunas dificultades. Al excluir los procedimientos como
los tests, las escalas de evaluación, los cuestionarios, ellas reducen
abusivamente las posibilidades de recolección del material y la riqueza de las
informaciones para limitarse a lo que corre el riesgo de convertirse en lo
“inefable de la clínica”, es decir lo informulable de la relación entre dos sujetos.
Si la psicología clínica tiende hacia la totalidad,??? ella no puede dejar de lado
las fuentes que permiten diversificar las informaciones y, esto tanto más cuanto
más uno se interesa por el sufrimiento, del cual se sabe cuan difícil es
expresarlo para el sujeto, y difícil de reconocer para el psicólogo. Lagache por
lo demás lo había percibido cuando proponía diferentes técnicas afirmando que
si el método clínico especifica a la psicología clínica, no podría tener el uso
exclusivo de la observación sino un recurso a diferentes técnicas
complementarias. También, una psicología clínica que se contentara con
trabajar a partir de estudios de caso, sin recurrir a otras informaciones,
imaginando que el rigor y la validez dependen solamente de la toma en
consideración de la implicación del clínico, sería particularmente restrictiva.

2.2. Psicología clínica y psicopatología

Los términos “psicología clínica” y “psicopatología” son a veces empleados


como sinónimos, a veces distinguidos radicalmente. Ebbinghaus (1878) habría
sido el primer autor que empleó psicopatología, como sinónimo de psiquiatría
clínica. Jaspers (1883- 1969) publicó su Psicopatología general en 1913 y dio
una definición que puso el acento sobre el análisis psicológico de los
fenómenos patológicos. Gracias al psicoanálisis y a la fenomenología, el
interés se desplaza hacia la comprensión de los procesos psicológicos
implicados en las enfermedades mentales. Si la psicopatología intenta siempre
una explicación o a una interpretación de los hechos patológicos, ella se refiere
a concepciones teóricas diferentes (fenomenología, comportamentalismo,
asociacionismo, reflexología, psicoanálisis...), pero, después de Minkowski, fue
imperativo distinguir dos acepciones en el término “psicopatología”: la patología
de lo psicológico y la psicología de lo patológico.

La patología de lo psicológico es la acepción más común y la más


clásicamente admitida. Ella supone la existencia de una patología mental de la
cual se describen e interpretan los aspectos psicológicos: la psicopatología del
niño es a la vez el conjunto de dificultades (patología) psíquicas del niño y las
tentativas de interpretación psicológica. Aquí, “psicológico” designa el lugar de
la patología (es en el psiquismo donde se sitúa el problema: se trata entonces
de perturbaciones que se manifiestan o tienen origen psicológico).
“Psicopatología” especifíca un campo que uno podría confundir con la patología
mental, tal como lo recorta la psiquiatría. Pero, en los hechos, esta concepción
se dobla de una actividad del discurso (logos) que utiliza una teoría general
psicológica para dar cuenta de los hechos descritos por la psiquiatría clínica.
En este contexto, “psicopatología” designa también el saber que permite
comprender la patología. El capítulo “Psicopatología” de los manuales de
psiquiatría retoma las diferentes teorías explicativas de la enfermedad
considerada.

La noción de psicología de lo patológico se refiere al análisis psicológico del


hecho patológico (o de la dimensión psicológica del hecho patológico).
Minkowski señalaba que la patología era el objeto de una investigación
psicológica susceptible de aclararlo. Se trataba entonces de comprender, lo
que supone dos procedimientos: procedimiento clínico que tiende a captar la
experiencia del paciente acercándose lo más posible de su experiencia vivida,
pero también de la relación establecida con él, procedimiento teórico que busca
catalogar el menor número de alteraciones originarias e irreductibles y de las
cuales se desprenden todas las perturbaciones. Hablar de patología no es
entonces reducirse a la enfermedad mental, ella puede referirse a todas las
situaciones de sufrimiento, cualquiera que sea su origen: el duelo no es una
enfermedad pero conlleva un sufrimiento, y hacer una psicopatología del duelo
consiste en analizar clínicamente los mecanismos de este sufrimiento. Los
límites de esta concepción –que amplía el campo de la psicopatología por fuera
de la psiquiatría- residen en la noción de sufrimiento y en su relación con la
anormalidad. 1) Hay sujetos que no sufren, pero cuyo comportamiento proviene
de una lesión “patológica”. Algunos cuadros patológicos (anosognosia: pérdida
de la capacidad para reconocerse enfermo) muestran que una lesión puede no
ser vivida como tal. El criterio del sufrimiento expresado por el paciente no es
entonces suficiente, uno debe fundarse también en la existencia objetiva de
una patología. 2) Hay sujetos que no sufren, no tienen una lesión, pero
presentan comportamientos llamados anormales (por fuera de la norma, de la
cual se sabe que es fluctuante). Los perversos, por ejemplo, al contrario de los
neuróticos, no sufren por sus deseos pero son considerados como anormales.
No obstante uno imagina mal una psicopatología que no proporcionara un
análisis de la perversión.

Es necesario entonces hacer notar que el campo de la psicopatología (en tanto


que discurso teórico) es mucho más amplio que aquel de la patología mental.
Su objeto es la patología mental revelada, los efectos de todas las patologías,
el sufrimiento inexpresable por vía de diversas mediaciones (humor,
cogniciones y conductas), y ciertos comportamientos “anormales” (como las
perversiones) para los cuales la legitimidad de su reflexión no se da sin
plantearse cuestionamientos éticos. Es necesario también desistir de la idea
de que la psicopatología es el estudio de las causas psicológicas de una
enfermedad (mental o somática) o de un comportamiento. Ella tiende por el
contrario a aislar el objeto psicológico en situaciones que son de todos los
ordenes de causalidad. El estudio psicopatológico de la demencia no quiere
decir que la demencia esté ligada a una causa psicológica, sino que, en la
demencia, existe también un sujeto demente del cual es necesario reconstruir
los mecanismos psicológicos y el mundo interior.
Las distinciones entre psicología clínica y psicopatología

Un buen número de autores que se interesan por la psicología clínica tienden a


diferenciar ésta de la psicopatología. No obstante en la práctica, al menos en
Francia, los “psicólogos clínicos” trabajaban en gran parte, cerca a enfermos
que presentan una perturbación mental. La primera posición reduce la
psicopatología al estudio de enfermedades mentales, incluso a una
especialidad psiquiátrica. Pero, implícitamente, se admite que la psicología
clínica, en tanto que disciplina teórica, puede interesarse, de manera
concurrente o complementaria, por el mismo campo que la psicopatología con
sus instrumentos, sus métodos y sus teorías. La segunda posición consiste en
estimar que la psicología clínica se interesa en dificultades menos severas que
la enfermedad mental: la larga tradición francesa de dominio de la
psicopatología por la medicina explica tal vez la posición de los fundadores
(Lagache, Favez- Boutonier) quienes intentaban definir una especificidad de la
psicología clínica, y tenían también el interés de estudiar situaciones de
sufrimiento hasta entonces dejadas de lado. En Lagache, la psicología clínica
aparece en ciertos textos como una extensión de la psicopatología mientras
que en otros ella está más bien del lado de las inadaptaciones que de los
traumas graves, lo cual hace una especie de psicopatología clínica de las
perturbaciones menores. La tercera posición consiste en separar la
psicopatología y la psicología clínica sobre la base de una diferencia de
naturaleza: la psicopatología es un campo, la psicología clínica es un método o
un procedimiento. Podría así existir una “psicopatología clínica” y una
“psicopatología fundamental”, una psicología clínica aplicada a la patología y
una psicología clínica aplicada a otros dominios (grupos, comunicaciones,
desarrollo, normalidad...). Pero parece insostenible considerar que el psicólogo
clínico practicante no tenga competencia para intervenir con enfermos
mentales gravemente perturbados. Existe entonces un recubrimiento parcial
entre los dominios clínico y psicopatológico; la clínica es la situación en la cual
uno encuentra los objetos psicopatológicos, pero la psicología clínica puede
fijarse los mismos objetos que la psicopatología. Distinguir psicología clínica y
psicopatología sobre esta base no es entonces pertinente, a menos que se
considere –lo que parecería altamente cuestionable- que la psicopatología
pertenece al campo médico.

La psicopatología hace parte de la psicología clínica

Existen pocas diferencias de estructura entre la psicopatología, tal como la


hemos definido, y una parte de la psicología clínica. Una definición de la
psicopatología de Lagache es por lo demás bastante aclaradora puesto que
emplea términos que él aplica en otros momentos a la psicología clínica: “La
psicopatología pone en juego todos los métodos psicológicos posibles, y ella
los aplica a hombres vivientes, para los cuales las más grandes realidades
humanas, la vida y la muerte, la salud y la enfermedad, la libertad y la
detención, el amor y el trabajo, están en juego. Desde esta perspectiva ella es
indiscutiblemente una escuela de psicología concreta y viviente” (Lagache,
1938, p. 267). Si una parte de la psicopatología ha sido – y está siempre –
ligada a la psiquiatría o al psicoanálisis, existe también una psicopatología
psicológica (o psicología patológica) y sería inconcebible que la psicología
clínica abandone todo interés por la patología “severa” que contiene una parte
de los conocimientos a los cuales ella se refiere.

En este contexto, la exclusión de la psicopatología por fuera de la psicología


clínica aparece más como una fuga ante la patología o una defensa de los
sectores (“proteccionismo teórico”) de la cual uno estimaría que ellos son
exclusivamente del registro de la psiquiatría. La psicopatología es una parte de
la psicología clínica o, más precisamente, psicología clínica y psicopatología
están en intersección: una gran parte de la psicología clínica está compuesta
por una psicopatología formulada en términos psicológicos y responde a
objetos clínicos, una gran parte de la psicopatología puede considerarse como
perteneciente a la psicología clínica. Pero las dos disciplinas no pueden ser
enteramente confundidas, la psicología clínica se interesa también en las
conductas no patológicas, la psicopatología puede ser psicológica pero también
psicoanalítica, fenomenológica...

2.3 Psicología clínica y psicoanálisis


Las relaciones entre la psicología clínica y el psicoanálisis son el objeto de
debates apasionados, al menos en Francia. No obstante, cada uno concuerda
en reconocer que el psicoanálisis y la psicología clínica son dos disciplinas
distintas. El psicoanálisis al estar dividido en varias escuelas con posiciones
diferentes en cuanto a la psicología y a la cientificidad, hace que el debate sea
cada vez más exacerbado. Esta relación tiene una historia que se remonta a
sus fundadores cuya calidad de analistas no dejó de repercutir sobre sus
concepciones de la psicología clínica. No es que ellos hayan confundido
ambas, por el contrario, pero la referencia al psicoanálisis, presente en sus
conceptualizaciones, abrió una vía de reflexión que utiliza el modelo
psicoanalítico.

Tal como lo recuerda pertinentemente Anzieu: “El psicoanálisis llegó en buen


momento para servir a la psicología en dos niveles, como una caución teórica y
como un ejemplo, si no un modelo, de práctica. A cambio, la psicología sirvió
de vehículo para la propagación del psicoanálisis en un país que durante
mucho tiempo fue indiferente o reticente a su respecto” (Anzieu, 1979, p.59).
Este intercambio, institucional y político, se reforzó con transposiciones de
conceptos y de problemáticas, provenientes en la mayoría de los casos del
psicoanálisis, pero la psicología clínica también permitió a los analistas poder
interesarse en objetos del campo de intervención de los psicólogos clínicos:
interacciones precoces, dificultades escolares, psicología de grupos... Esta
relación estrecha contribuyó bastante al juicio negativo dado sobre la psicología
clínica por los psicólogos de otras sub- disciplinas o bien de otros países, lo
que expresa abruptamente W. Huber: “Sólo queda desear que la psicología
clínica francesa se libere de su fijación en el psicoanálisis, salga de sus
reyertas locales y reencuentre el dialogo con la comunidad científica
internacional”. A manera de aclaración, anota que “lo que resulta ser un
problema no es la referencia al psicoanálisis, sino una concepción del
psicoanálisis que la separa de la investigación empírica y de la comunidad
científica internacional” (Huber, 1993, p. 11).
Continuará…
El psicoanálisis como fuente de inspiración

Según todo el rigor freudiano, psicoanálisis “es el nombre 1) de una forma de


procedimiento para la investigación de procesos psíquicos, que son apenas
accesibles; de otra manera; 2) de un método de tratamiento de perturbaciones
neuróticas, que se funda en esta investigación; 3) de una serie de perspectivas
psicológicascc, adquiridas por esta vía, que cruzan progresivamente para
unirse en una disciplina científica nueva” (Freud, 1923, p.52). El psicoanálisis
ofrece entonces un interés en tanto que método, terapéutico y doctrina,
produciendo una teoría explicativa de las perturbaciones mentales, pero
también una teoría general del psiquismo (metapsicología). Ya sea por
razones históricas (rol de los psicoanalistas en la psicología clínica) o
epistemológicas (interés de los conceptos, teorías y prácticas psicoanalíticas),
el psicoanálisis constituyó, al menos en Francia, una fuente de inspiración –
incluso a veces un modelo – para la psicología clínica. Así Lagache afirma en
1956 que el psicoanálisis “aportó una psicología concreta de la persona y de la
conducta. Su influencia se hizo sentir hasta en las técnicas, por ejemplo con el
desarrollo exuberante de la psicología proyectiva. Pero su alcance ha sido más
profundo; con el riesgo de molestar una vez más a los psicólogos
intransigentes, podemos ver, en el psicoanálisis la disciplina piloto de la
antropología moderna, en el sentido de que ella fue la primera en poner en
evidencia, de una manera concreta y detallada, la interdependencia del
observador y de los fenómenos observados” (Lagache, 1956, p. 293).

La psicología clínica francesa debe entonces muchas de sus posiciones al


psicoanálisis, aún si ella se diferencia considerablemente. Pero hacer del
psicoanálisis el garante teórico de sus afirmaciones o el único conjunto
conceptual pertinente podría dejar creer que la psicología clínica no es más
que una práctica sin teoría, fundándose en el psicoanálisis al cual traicionó
puesto que ella escamotea la transferencia que permite la elaboración del
saber psicoanalítico y su validación (Gori, Miollan, 1983).

El psicoanálisis, crítica de la psicología clínica


En estos últimos años, algunos psicoanalistas intentaron con éxito distinguir el
psicoanálisis de la psicología clínica, pero otros fueron mucho más lejos
haciendo del psicoanálisis la instancia crítica de la psicología clínica. Los
críticos son muy numerosos y la psicología clínica tuvo que tomarlos en cuenta
puesto que ellos aportaban cuestionamientos y posibilidades de reflexión
esenciales al desarrollo de la disciplina. Se le reprocha en general la ausencia
de cimientos teóricos, incluso de intentar apropiarse del saber psicoanalítico,
de ser un “trabajo sin amarras con la continuidad histórica del sujeto y limitada
al análisis de los afectos en situación” (Michaud, 1985) desconociendo la
transferencia, y de postular un inconsciente pero quedándose en un trabajo a
nivel del consciente, de excluir el “hueco” en el saber, el no saber, de dejar de
lado al “sujeto” en beneficio del “hombre”. En última instancia, la famosa frase
de Canguilhem (1956), “un buen número de trabajos en psicología, han dejado
la impresión de que mezclaban una filosofía sin rigor, una ética sin exigencia y
una medicina sin control”, le fue aplicada para denunciar su falta de rigor, ese
mismo rigor que se situaría con toda evidencia en el psicoanálisis. Es así como
Prévost caricaturiza el procedimiento de algunos críticos mostrando la
ambigüedad de sus posiciones: “Se plantea la primacía del psicoanálisis y su
monopolio sobre ciertas nociones. Se constata que la psicología clínica las
toma prestadas, pero por no llevar consigo todo lo racional del análisis, ella
desemboca en un sin sentido teórico y práctico” (1991, p.94). Ahora bien, no
se ha dicho que la exportación de conceptos por fuera del psicoanálisis sea
imposible, ni tampoco que la definición de lo que es psicoanalítico y de lo que
no lo es, sea clara, lo que atenuaría –sin por tanto hacerla desaparecer- la
crítica. En efecto, desde que se limita al psicoanálisis a la cuestión de la
transferencia y a lo que de ella se desprende, aparece no solamente que una
parte del psicoanálisis es de hecho un “psicoanálisis aplicado”, sino además
que ciertos discursos conocidos bajo el nombre de “psicoanálisis” (como el
análisis del caso de Schreber) están quizás por fuera del campo psicoanalítico.

Psicoanálisis y práctica de la psicología clínica

Algunos debates han desembocado en una forma de aporía, a saber que la


psicología clínica no podía existir de manera válida por fuera del psicoanálisis,
pero que tratando de aproximarse, o bien lo traicionaba, o bien ella se
confundía en él y desaparecía. La aporía se redobla cuando uno se interroga
acerca de las zonas de intervención concretas de los psicólogos y de los
psicoanalistas: necesariamente es preciso concluir que la práctica analítica
está lejos de ser posible en todas las situaciones clínicas y que el hecho de ser
analista no implica que sea su única función cumplida por el individuo analista.
El ejemplo de Lagache es clásico: él se interesó también por la educación
controlada y orientada, pero es frecuente que un psicólogo, que un psiquiatra,
por lo demás analistas, cumplan funciones en las cuales la interpretación de la
transferencia no es realizada o cuyas referencias son distintas de aquellas del
psicoanálisis.

A manera de ejemplo, citemos las jornadas de estudios de la ANREP de Abril


de 1983. El interés de ese debate reside en el hecho de que Françoise Dolto,
en tanto que analista, desarrolla una serie de argumentos que distinguen la
práctica del psicoanálisis y de la psicología clínica, pero justificando también la
posibilidad, incluso la necesidad, de una actividad del psicólogo clínico al lado
de la práctica analítica, principalmente en instituciones. Es así como ella se
opone a aquellos que incluían a la psicología clínica dentro del psicoanálisis.
Anticipa que la psicología trabaja a partir de la realidad mientras que el analista
se aferra a lo fantaseado, ella sostiene el interés de los tests y de la
psicoterapia de apoyo. El oficio del psicólogo se define como la asistencia a
una persona en desasosiego o en peligro, actividad distinta del psicoanálisis
pero que no es en absoluto la antítesis puesto que incluso toma en
consideración que el psicólogo pueda tener como rol la preparación a un
psicoanálisis. La intervención del psicólogo puede entonces constituir la
condición previa a un psicoanálisis que no es concebido como la única
respuesta a los problemas de sufrimiento, de lo cual da testimonio por lo demás
la experiencia clínica. En una época en la cual una gran parte de la psiquiatría
se desinteresa de la dimensión psicopatológica y se orienta hacia los
procedimientos de objetivización relacionados con las teorías biológicas, y
permanece tanto más evidente que entre la medicina y el psicoanálisis, queda
un espacio para un trabajo clínico, trabajo para el cual los psicólogos deberían
estar preparados. Pero al concebir el psicoanálisis como un modelo al cual él
debe corresponder, el psicólogo clínico se arriesga a tener que cambiar de
identidad profesional, dejando de lado una parte de su campo de intervención.

Psicoanálisis y teoría de la psicología clínica

Las teorías y los enunciados que constituyen la psicología clínica son –en
Francia- por una parte dependientes de concepciones psicoanalíticas. En la
Universidad, es principalmente en el curso de psicología clínica o en el de
psicopatología donde uno se refiere al psicoanálisis, lo cual conlleva a una
ambigüedad que denunció Anzieu: “En los hechos, los estudiantes de
psicología se encuentran atrapados en una situación paradójica. Son llevados a
preguntarse si la psicología, una vez que ha integrado al inconsciente (tal
como lo descubre el psicoanálisis) es aún una psicología. Por una parte, se les
dice no sólo que seguir una enseñanza de psicoanálisis no los cualifica para
ejercer como psicoanalistas, sino también que ninguna enseñanza tendría el
más mínimo valor propedéutico para una futura práctica psicoanalítica. Por
otra parte y al mismo tiempo, esa enseñanza desacredita a sus ojos a la
psicología no solo experimental sino también social e incluso la psicología
clínica ordinaria, armada de tests y cuidadosa del diagnóstico. No pueden ser
ya psicólogos como lo pedían al inicio, puesto que eso sería desconocer el
inconsciente, pero no se les dan los medios de reconocerlo suficientemente en
ellos, puesto que no es evidentemente ni posible ni deseable en el contexto de
la institución universitaria” (Anzieu, 1979, p. 74).

Esta situación paradójica suscita críticas que emanan tanto del psicoanálisis
como del resto de la psicología. Pero hay algo más grave: queriendo
diferenciarse por una simple praxeología, pero basándose ante todo en un tipo
de práctica (aquella del psicólogo clínico) y repitiendo su método para producir
un saber generalizable, la psicología clínica parece haber tenido algunas
dificultades para constituir sus propios conocimientos. Ella operó como las
otras ciencias empíricas (que deben producir enunciados sobre la realidad
empírica, controlar, validar estos enunciados y formular una explicación a los
fenómenos): se convirtió en una “ciencia aplicada”, es decir una disciplina que
aplica en su procedimiento los conceptos y los principios de otra disciplina (el
psicoanálisis) cuyo campo de adecuación, la experiencia, los métodos y los
objetos son distintos de los suyos. Ahora bien, las otras disciplinas de la
psicología funcionan de modo diferente, produciendo un saber científico que
puede enseguida ser aplicado. El ejemplo del interés de los psicólogos
cognitivistas por las fobias o la depresión es claro: es a partir de una teoría
general admitida, que ellos aplican al campo clínico de la técnicas de
aprendizaje o de reestructuración cognitiva.

Esta “dependencia anaclítica” de la psicología clínica francesa del psicoanálisis


fue evidenciada por la mayoría de autores con, esquemáticamente, la apertura
de tres posibilidades de autonomización de la disciplina. La primera vía
consiste en que se especifique bien, lo que es del registro del psicoanálisis y lo
que es del registro de la psicología clínica. Es así como Sauret estima posible
la existencia de una psicología clínica, a condición de que ella acepte dar un
lugar al tema del inconsciente: “La psicología ¿soportará en su seno una
corriente clínica que dispone de un área sin psicología puesto que está ligada a
las faldas del sujeto, ese hueco en el saber (y en el capitalismo)? ¿Una
corriente clínica que se esfuerza en hacer saber (de) ese no saber en tanto que
la psicología se ocupa legítimamente de los bordes de ese hueco, que ella
llama psiquismo? Esta última, ¿comprenderá que no hay psicología sin ese
punto de no saber que permite ordenar sus descubrimientos?” (19994, p. 196).
Esta tentativa sitúa entonces a la psicología clínica en una relación particular
con el psicoanálisis que definiría su objeto sin que la psicología clínica se
confunda con el psicoanálisis.

Una segunda actitud consiste en referirse, entre otras doctrinas, al corpus


psicoanalítico que es utilizado, como en toda elaboración teórica, de modo de
interpretar los fenómenos, de volverlos inteligibles, incluso en dar una
explicación. En psicopatología clínica es esa una actitud constante que no
implica ninguna dependencia teórica particular ni ninguna disimetría. El
psicoanálisis propone concepciones de las entidades patológicas que
corresponden a su experiencia, esos “modelos” pueden tomarse como
pertinentes y heurísticos por fuera del cuadro de la transferencia. Una parte de
la psicología clínica utiliza así las concepciones psicoanalíticas en lo que ellas
aportan sobre un objeto (enfermedad, proceso o desarrollo). Pero se trata allí
de modelos que calificaremos como “hipotéticos” y de los cuales, por fuera de
la transferencia, la validez no puede ser asegurada, ni por la psicología, ni
tampoco por la psicopatología psicoanalítica. La tercera actitud, más extendida
en el país anglosajón que en Francia, consiste en abandonar toda referencia al
psicoanálisis, fundando la psicología clínica sobre otros paradigmas
considerados como válidos y permitiendo una mejor apreciación de los
fenómenos. Esta posición implica una forma de eclecticismo teórico, pero si
bien no refuta la noción de inconsciente, sí tiene una representación de éste
que no pone en juego la noción de sexualidad infantil y de represión. Más allá
de los debates, controversias y polémicas, hay ciertas constantes que se re-
encuentran. Si la psicología clínica no se confunde con el psicoanálisis, ella le
puede ser deudora históricamente de algunos de sus problemáticas y de sus
métodos. La transposición de un saber o de elementos técnicos psicoanalíticos
no se dan, no obstante sin dificultades tanto por el lado de los psicoanalistas
como de los psicólogos. El psicoanálisis aparece entonces como un corpus de
conocimientos cuya validación se basa en la transferencia pero que, en el
marco de la psicología clínica, es utilizada como un conjunto de leyes que
permiten explicar ciertos fenómenos. No obstante, en ciertas ocasiones
(observación de niños, de conductas patológicas o de procesos de
comunicación), la psicología clínica podría estar en capacidad de aportar sobre
ciertos puntos una refutación o una confirmación de las afirmaciones
psicoanalíticas cuando éstas se relacionan con hechos y no sobre lo que se
expresa en la transferencia.

2.4 La extensión de la psicología clínica

La historia de la psicología clínica muestra la ambigüedad de su delimitación. El


término “clínico”, que se asocia al de “enfermedad”, ha podido transponerse a
otros campos: el procedimiento y el método sirven de base a una nueva forma
de aproximarse a los fenómenos y a objetos demasiado alejados de la
patología, del sufrimiento o del conflicto. Desde hace algunos años, la palabra
“clínica” parece haber inspirado a ciertos investigadores: se habla de
“lingüística clínica”, de “clínica del texto”, de “clínica de lo social”... En el campo
de la psicología clínica, el interés se vuelca hacía objetos aparentemente sin
relación con el objeto tradicional del sufrimiento: el grupo, los fenómenos
psicosociales, las instituciones, el discurso, las comunicaciones, entre otros
objetos, han sido analizados a partir de conceptos y de problemáticas de la
psicología clínica. El método clínico – o de hecho un método que se inspira en
él, y que retiene la noción de totalidad de las situaciones y de ausencia de
objetivación- ha sido aplicado a otros objetos para producir un conjunto teórico
coherente y distinto de aquel de la psicología experimental o de la psicología
cognitiva. Bajo el impulso de C. Revault d´Allonnes, fue así como nació una
“psicología social clínica” que intentó aplicar a otros objetos el método clínico.
La psicología clínica se extendió así hacia otros campos de la normalidad.

Aunque no sea el caso en la mayoría de las investigaciones francesas, la


psicología clínica también se orientó hacia la utilización de métodos diferentes.
Ciertas técnicas de objetivación pueden ser utilizadas secundariamente al
método clínico y como forma de verificación. En ciertos trabajos del campo
clínico las informaciones son recogidas mediante técnicas muy precisas (tests,
escalas de evaluación), a veces asociadas a medidas fisiológicas (EEG, RMN)
o neurofisiológicas, que renuevan el enfoque clínico. Estas técnicas tienen
como principal interés, el asegurar una recolección de informaciones fiables y
permitir la instalación de procedimientos de validación y de administración de la
prueba correspondientes a lo que se practica en los otros sectores de la
psicología.

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