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La Demolición Controlada de las Torres Gemelas y del WTC 7

El 11 de setiembre del 2001, tuvieron lugar los mayores y más


espectaculares atentados terroristas en el mundo.

Los realizados contra el Centro Mundial de Comercio (World


Trade Center) de New York y contra el Pentágono (sede del
Departamento de Defensa de Estados Unidos), en Arlington
(Virginia).  El Gobierno de George W. Bush logró engañar durante
mucho tiempo al pueblo estadounidense y al mundo entero que los
responsables de tales atentados eran un grupo de 19 terroristas
musulmanes de Al-Qaeda (dirigidos por Osama bin Laden desde
unas cuevas en Afganistán) que habían secuestrado cuatro aviones
de pasajeros, dos de los cuales los hicieron estrellar contra las
Torres Gemelas del World Trade Center, un tercer avión contra el
Pentágono, y que el cuarto avión, que presumiblemente tenía por
objetivo la Casa Blanca o el Capitolio, se estrelló en Shanksville
(Pensilvania), después de que los pasajeros lucharon con los
secuestradores para tomar el control de la aeronave (aunque lo más
probable es que haya sido derribada por la Fuerza Aérea de Estados
Unidos).
Con el transcurrir del tiempo ha ido desvelándose la verdad, y
ahora se puede decir casi de manera categórica que esos ataques
terroristas, que costaron la vida de 2,992 personas, fueron
planificados por el propio Gobierno de Estados Unidos y los
organismos de inteligencia y seguridad de ese país, a fin de crear
un estado de conmoción nacional y de aprobación de la población
estadounidense a las invasiones militares de Afganistán, Irak y
otros países, para apoderarse de sus riquezas y cumplir sus
objetivos geopolíticos y hegemónicos de dominación de espectro
completo.
Varios expertos en construcción de rascacielos han señalado que es
imposible que el incendio generado por la gasolina de los aviones
que supuestamente se estrellaron contra las dos Torres Gemelas
haya generado una temperatura lo suficientemente alta como para
fundir (derretir) las vigas y columnas de acero de esos rascacielos,
que precisamente habían sido diseñados para resistir el impacto no
sólo de un avión sino de varios.  Nunca en la historia había
ocurrido que la estructura de un rascacielos colapsara por el
impacto de algún avión o por incendio.  Así, por ejemplo, el 28 de
julio de 1945 el avión bombardero Mitchell B-25 se estrelló contra
la planta 79 del Empire State (que por entonces era el rascacielos
más alto del mundo), se produjo un incendio pero no se derrumbó;
en Madrid, en febrero del 2005, la Torre Windsor, de 106 m y 32
plantas, ardió durante 26 horas y sin embargo la estructura del
edificio quedó en pie; ¿cómo creer, entonces, que un incendio de
sólo 56 minutos en la Torre Sur y de 102 minutos en la Torre Norte
causara los derrumbes?  Además, aunque en realidad se hubieran
derretido por el calor las vigas de los pisos en los que se produjo el
incendio, los pisos de más abajo no podrían haberse caído, y
mucho menos como un castillo de naipes, como si fueran de arena,
sin ofrecer resistencia, prácticamente a velocidad de caída libre.
Pero hay algo aún más extraño y sospechoso: 15 años después de
aquellos terribles acontecimientos mucha gente sigue sin saber que
no sólo se cayeron las dos Torres Gemelas sino también otro
rascacielos, que estaba cerca de ellas: el llamado Edificio 7 (WTC
7), de 47 pisos.  ¿Cuál pudo ser la causa para que también colapsara
ese rascacielos, teniendo en cuenta que contra él no se estrelló
ningún avión?  ¿Y cómo podría haber sido dirigido y estrellarse un
avión civil contra el Pentágono, que por ser una sede del Gobierno
y un edificio militar de una superpotencia, es indudable que es uno
de los edificios más seguros y protegidos del mundo?
Estos y otros hechos muy extraños han llevado a la conclusión de
que los tres rascacielos del World Trade Center de New York en
realidad fueron demolidos adrede, posiblemente utilizando para
ello un poderosísimo explosivo que fue creado precisamente para
demoler esa clase de edificios: la termita. Más aún, algunos
analistas (Steven E. Jones, entre otros) señalan que los militares
estadounidenses disponen de un material incluso más poderoso
para destruir edificaciones: la nano-termita.  Por éso, la deducción
a la que han llegado varios analistas es que el derribo del Edificio 7
se hizo porque posiblemente en él se escondieron los equipos que
sirvieron para hacer explotar las cargas de explosivos con los que
fueron derribadas las Torres Gemelas, y había que ocultar las
pruebas.
George W. Bush y otros funcionarios de su régimen culparon a
Osama bin Laden y a la organización terrorista Al-Qaeda de los
atentados del 11 de setiembre, y emprendieron la invasión y guerra
de agresión contra Afganistán, el 7 de octubre del 2001, con el
impúdico argumento de que el Gobierno Talibán de ese país daba
refugio a Osama bin Laden.  Menos de dos años después, el 20 de
marzo del 2003, el régimen imperialista de Estados Unidos desató
la invasión y guerra de agresión contra Irak, utilizando los falsos
argumentos de que Saddam Hussein poseía armas de destrucción
masiva y que también tenía que ver con los atentados del 11 de
setiembre por tener relaciones secretas con Al-Qaeda, (siendo en
realidad enemigo de esa organización). 
Bush y sus cómplices en Estados Unidos, en el Reino Unido
(Anthony Blair y otros) y en España (José María Aznar) en ningún
momento responsabilizaron al régimen monárquico de Arabia
Saudí, lo que hubiera sido más lógico si se tiene en cuenta que
Osama y la familia Bin Laden son saudiíes y no afganos ni iraquíes. 
Esta aparente incongruencia se explica porque en realidad  George
W. Bush tiene (o tenía) muy buenas relaciones con la familia Bin
Laden y porque las potencias occidentales son aliadas del régimen
monárquico saudí, siendo Arabia Saudita uno de sus aliados
estratégicos en Medio Oriente desde hace décadas.  El gran
cineasta Michael Moore ya había denunciado en su película
documental FAHRENHEIT 9/11 (que ganó el Festival de Cannes
2004) los estrechos vínculos del régimen de  George W. Bush con
los millonarios sauditas y con la familia Bin Laden.
La real implicación de Arabia Saudí en esos ataques terroristas la
deben conocer Bush, el Pentágono, la CIA y otras agencias de
seguridad de Estados Unidos, pero como la verdad no se puede
esconder eternamente, se ha discutido en el propio Congreso de
ese país, y la Cámara de Representantes (cámara de diputados) ha
aprobado una ley (Ley de Justicia contra los Patrocinadores del
Terrorismo) que permitirá a las familias de las víctimas demandar
al régimen de Arabia Saudí; Obama amenazó con vetar la ley
porque “sentaría un precedente que expondría a Estados Unidos a
demandas similares de otros países”.  Barack Obama estuvo
temblando porque sabe que la referida ley sienta un precedente
para sentar en los tribunales al delincuente Bush y sus cómplices y
para que las familias de las víctimas también demanden al propio
Gobierno y otros órganos del Estado de Estados Unidos, y entonces
quedaría claro ante la nación y todo el mundo quiénes son los
verdaderos y mayores patrocinadores del terrorismo. Donald
Trump ha estado impidiendo la ejecución de la citada ley,
protegiendo asi al criminal Bush quien sigue impune.
BUSH, DEMOLEDOR DEL WTC

Se ha corrido actualmente un oscuro cortinaje en la prensa


mundial, con el que se pretende ocultar las maquinaciones
criminales de USA para apoderarse de las cuantiosas y estratégicas
fuentes de petróleo, gas, cobre, oro, plata y litio de varios países,
en un plan avasallador de hegemonía mundial.

De hecho, quienes todavía siguen creyendo en el mito de USA


como el país defensor de la libertad, deberían reflexionar sobre la
limitación de los derechos civiles en el propio USA. También
deberían fijarse en la especial circunstancia de que sea USA el
único país del mundo que ha bombardeado poblaciones civiles en
decenas de países en cuatro continentes.

USA tiene ese peculiar amor a la libertad que con tanta frecuencia
se convierte en napalm, en misiles inteligentes que arrasan
ciudades, en bombas de racimo, y que muestra las huellas de un
Estado USA Delincuente.

La agresión contra Irak ha sido el resultado del capricho de unos


banqueros agresores, que han actuado por medio del gobierno de
un impreparado inadaptado, y la complicidad genocida de
Inglaterra, España, Japón, y otros, para buscar convertir a USA en
el nuevo Señor de la Tierra. El caso de los japoneses es muy
tremendo, ya que no se explica cómo pueden ser aliados y apoyar a
su propio verdugo que no dudó en plantarles dos bombas atómicas
arrasando dos ciudades indefensas habitadas en ese momento por
una mayoría de personas no combatientes de la tercera edad, niños
y mujeres, en Agosto 1945, totalizando 246 000 muertes por la
radiación.

George Bush, hijo, al igual que Adolf Hitler en 1939, ha


desencadenado, con el atentado del 11 de Septiembre 2001, un
conflicto de gran magnitud y duraderas consecuencias con el ansia
de imponer el poderío y la voluntad militar, económica y política
de USA en las regiones estratégicas del planeta, especialmente el
golfo pérsico e Iberoamérica.

Hoy los norteamericanos invaden cualquier país que, a su juicio,


implique un riesgo a su hegemonía mundial. Tal prerrogativa, no
consultada con nadie, ha quebrado los principios de respeto a la
soberanía, a la autodeterminación de los pueblos y no intervención
de un Estado en los asuntos internos de otro.

Por otra parte, si se pregunta a cualquier habitante de New York si


vió algún avión estrellarse contra los citados edificios, responden
que sí lo vió pero en la TV, y nunca en la realidad. Ello hace
sospechar que los videos de los aviones chocando fueron en
realidad filmes preparados que fueron emitidos justo en el
momento de las explosiones para las demoliciones criminales.
Además, consta que el agujero en la fachada del Pentágono no es
de un choque de avión, sino más concretamente de un cohete.

Escrito por Wilder A. Sánchez Sánchez, Jorge Zambrana y Fernando Alarcón

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