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Historia y devociones de la

Santa Faz a través de la Historia

Primeros orígenes. El Rey Abgar de Edesa.


Según la Historia de la Iglesia, escrita en el siglo IV por Eusebio de Cesarea (Historia Ecclesiae
1.13.5 y 22.2) el rey Abgar V de Edesa escribió a Jesús, pidiéndole que viniera a curarle de una
enfermedad. Eusebio decía haber traducido y trascrito la carta original que se encontraba
entre los documentos de la cancillería siria del rey de Edesa. En el documento de Eusebio,
Jesús responde por carta, diciendo que cuando complete su misión terrenal y ascienda a los
cielos, enviará a un discípulo para sanar a Abgar (y así lo habría hecho). No se menciona
ninguna imagen a Jesús, por lo que esto sería una adición posterior a la historia. No obstante,
la leyenda insiste en que la respuesta fue enviar directamente al apóstol Judas Tadeo
o a Tadeo de Edesa (uno de los setenta discípulos mencionados en Lc 10, 1-24) a
Edesa portando una tela que llevaba impresa la Santa Faz de Jesús, por cuya virtud
el rey sanó milagrosamente. El Mandylion (la imagen del rostro de Jesús)
desapareció durante la conquista sasánida de Edesa en 609 y en el s. X se
llevó a Constantinopla, donde fue recibida con gran pompa por el
emperador Romano I, que la depositó en la capilla del Gran Palacio de
Constantinopla. Allí permaneció hasta que los Cruzados saquearon la ciudad
en 1204, llevándose gran parte de sus tesoros a Europa occidental. Ningún
texto de esa época menciona el destino posterior del Mandylion.

La tradición romana. La Verónica.


Históricamente, el origen de la devoción a la Santa Faz se remonta al memorable día del Viernes
Santo, cuando cargado con la Cruz, Nuestro Señor ascendía a la cima del Gólgota. “Seguíales –
refiere Lucas- gran muchedumbre de pueblo y de mujeres, las cuales se deshacían
en llanto y se lamentaban”.
La Verónica es un personaje que no aparece en el Evangelio. Se le relaciona en la
Edad Media con la hemorroísa, curada por Jesús de los flujos de sangre y se le
denomina Bereniké. La leyenda la hace residir en Panéas (Cesarea de Filipo)
donde ella, más tarde, como testimonio de agradecimiento, erigiría un grupo
escultórico en bronce con una mujer arrodillada a los pies de Cristo (Leyenda
que consta en el apócrifo Actos de Pilato.) La leyenda se desarrolla con el tiempo
y la Verónica junto al paralítico, el ciego de nacimiento y el leproso –todos
curados por Jesús- se habría presentado ante Pilatos para testimoniar a favor de
Jesucristo.
La leyenda del velo de la Verónica se remonta al siglo XII. No deja de ser curioso
que el mismo nombre de Verónica signifique “Verdadera imagen”. En principio
sería un velo que Jesús empleó en el huerto de los olivos para enjugarse el rostro
bañado de sangre y sudor. Luego se identificará con el velo que llevaba la
Verónica y que se lo entregará a María, que se lo queda y lo da a su Hijo cuando
este se lo pide para secarse el rostro. Posteriormente la leyenda dirá que la misma Verónica, al ver
pasar a Jesús camino del Calvario, se acercó a él pasando entre los soldados y le enjugó el rostro
con su velo, en el que quedó su Santa Faz impresa.
Como vemos, la leyenda de la Verónica muestra grandes analogías con el Mandylion de Abgar. Ya
en el siglo XI Bernado de Soracte habla del lienzo de la Verónica como una reliquia en la que
Nuestro Señor, al enjugarse del polvo y del sudor, dejó impreso su rostro. Su éxito en la Edad
Media hizo que pasara a la posteridad como la VI estación del Vía Crucis, en el siglo XIII, y que San
Buenaventura escribiera sobre el Rostro de Cristo. En el siglo XII Maillo testimonia que ante la
Santa Faz que se conservaba dentro de un marco de plata en Roma, ardían día y noche diez
lámparas. En 1193 a instancias del Papa Celestino III fue venerada por el rey Felipe Augusto de
Francia a su paso por Roma.
En el siglo XV se hace famosa la Santa Faz de Alicante copia de la venerada en el Vaticano que a su
vez -como hemos visto- es probablemente una copia inspirada en el original Mandylion que se
conservaba entonces en Constantinopla. También adquiriría fama la llamada Santa Faz de Osa de
la Vega.
El Santuario que acoge la reliquia, conocida antiguamente como «la madre de todos los iconos»,
confiada a los Frailes Menores Capuchinos, se encuentra en Manoppello, un pequeño pueblo de
los Abruzos, en los montes Apeninos, a unos 200 kilómetros
de Roma.
El Santo Rostro es un velo de 17×24 centímetros. Cuando el
peregrino se acerca al velo, descubre la imagen de un
hombre que sufre, por los golpes de la pasión como la que
sufrió Cristo.
El padre Heinrich Pfeiffer S.I., profesor de iconología e
historia del arte cristiano en la Universidad Pontificia
Gregoriana de Roma, ha estudiado durante trece años este
velo y ha sido el primer científico en asegurar que se trata del
velo de la Verónica que antes se custodiaba en el Vaticano.
En el libro apócrifo de los Hechos de Pilato (siglo VI), se habla
de una mujer, conocida con el nombre de Verónica, que
enjugó con un velo el rostro de Cristo en el Vía Crucis.
A pesar de estas fuentes inciertas, que se encuentran ya en
el siglo IV, según constata el padre Pfeiffer, alemán, la
historia del Velo de la Verónica está presente a través de los
siglos en la tradición católica. En su película «Jesús de
Nazaret», la recoge el director de cine Franco Zeffirelli.
Con motivo del primer año santo de la historia, en el año
1300, el Velo de la Verónica se convirtió en una de las «Mirabilia urbis» (maravillas de la ciudad de
Roma) para los peregrinos que pudieron visitar la Basílica de San Pedro en el Vaticano.
Lo confirma el mayor poeta de la historia de Italia, Dante Alighieri (1265-1321), en el canto XXXI
del «Paraíso» (versos 103-111) en la «Divina Comedia».
Las huellas del velo de la Verónica se perdieron en los años sucesivos al Año Santo 1600, cuando el
velo fue hallado en Manoppello.
Según estudios históricos citados por el padre Pfeiffer, con motivo de la reestructuración de la
Basílica de San Pedro, realizada por el Papa Pablo V (1605-1621), en 1608 se abatió la Capilla en la
que se custodiaba y es probable que en esa ocasión fuera robada la reliquia.
En 1618, el archivista del Vaticano Giacomo Grimaldi hizo una lista de los objetos de la antigua
Basílica de San Pedro, en la que habla del relicario que custodiaba el Velo, especificando que los
cristales estaban rotos.
El padre Pfeiffer explica que en el velo de Manoppello, en el
margen inferior, se puede ver todavía un pequeño fragmento de
cristal del anterior relicario, lo que demostraría su procedencia del
Vaticano.
Según la «Relación Histórica», escrita en 1646 por el sacerdote
capuchino Donato da Bomba, en 1608 una señora, Marzia Leonelli,
para sacar a su marido de la cárcel, vendió por 400 escudos el Velo
de la Verónica, que había recibido como dote, a Donato Antonio de
Fabritiis.
Dado que la reliquia no se encontraba en buenas condiciones, de
Fabritiis la entregó en 1638 a los padres capuchinos de
Manoppello.
Fray Remigio da Rapino recortó los bordes del Velo y lo colocó
entre dos marcos de madera de nogal. Los marcos y los cristales
son los que todavía hoy conservan el velo en Manoppello.
Esta relación, de la que no hay otras pruebas históricas, diverge de la reconstrucción del padre
Pfeiffer, narrando la historia popular de la llegada del icono a los Abruzos, en manos de un
peregrino, en 1506. Hasta 1638, el icono habría pasado por varias manos. Con la creación de esta
leyenda, opinan algunos de los investigadores, se podría haber tratado de ocultar el robo del
Vaticano.
El profesor Donato Vittori, de la Universidad de Bari, hizo un examen del velo en 1997 con los
rayos ultravioleta, descubriendo que las fibras no tienen ningún tipo de pigmentación. Al
observarse la reliquia con el microscopio se descubre que no está pintada y que no está tejida con
fibras de color.
A través de sofisticadas técnicas fotográficas digitales, se ha podido constatar que la imagen es
idéntica en ambos lados del velo, como si fuera una diapositiva.
La iconógrafa Blandina Pascalis Shlöemer ha demostrado que la imagen de la Sábana Santa de
Turín se sobrepone perfectamente al Santo Rostro de Manoppello (con más de diez puntos de
referencia).
El padre Pfeiffer ha recogido las principales obras artísticas de la
historia que se inspiran en el velo de la Verónica, hasta que Pablo V
prohibiera su reproducción, tras el probable robo en el Vaticano, y
todas parecen tener por modelo la reliquia de Manoppello.
El padre Pfeiffer, explica: «Cuando los diferentes detalles se
encuentran reunidos en una sola imagen, esta última debe haber
sido el modelo de todas las demás. Todas las demás pinturas
imitan un solo modelo: la Verónica de Roma. Por este motivo,
podemos concluir que el Velo de Manoppello no es más que el
original de la Verónica de Roma»

La imagen más antigua de Jesús.


El Pantocrátor de Santa Catalina (ver imagen a la derecha >) más
popularmente conocido como Pantocrátor del Sinaí es un icono
que se encuentra en el Monasterio de Santa Catalina en el Monte
Sinaí, (Egipto).
Las imágenes antiguas de Cristo del área greco-bizantina, que lo
representan como Rey del Universo, victorioso, poderoso y
triunfante, tienen el nombre griego de Pantocrátor, que significa precisamente esto: Rey del
Universo.
El monasterio de Santa Catalina posee el icono del Pantocrátor más célebre, pintado en el siglo VI.
Es particularmente sorprendente la semejanza entre este icono y el rostro de la Sábana Santa de
Turín, lo que hace pensar que el primero fue pintado siguiendo el modelo de la segunda. Es el
icono más célebre del mundo ortodoxo, conjuntamente con la Virgen de Vladímir, y sirvió de
modelo a varias generaciones de artistas bizantinos y ortodoxos como imagen canónica de Cristo.
El icono intenta conjugar en una sola imagen dos aspectos del Salvador: su misericordia y su
justicia.
La parte derecha de su Rostro refleja la misericordia y la dulzura de Dios. La parte izquierda su
justicia y su santa ira. En las imágenes que siguen se ha espejado cada parte para ver más
claramente estos dos aspectos

Devoción de Sor María de San Pedro


En 1843 Jesús le dijo a la Carmelita Descalza, venerable Sor María de San Pedro,
Quien mira mi Rostro ya me está consolando. Las promesas que hace Jesús a los
que tengan esta devoción son extraordinarias. Asegura que nunca serán separadas
de Él, que por su Santo Rostro harán prodigios, que imprimirá sus divinas
facciones en sus almas y que Él mismo enjugará la faz de sus almas, limpiando las
manchas del pecado y devolviéndoles su primitiva hermosura.

Le enseña un acto de alabanza y reparación que es conocido como la flecha


de oro y que Él dice que esta oración punzará su Corazón deleitosamente, y
sanarán las heridas causadas en él por las blasfemias. La oración es ésta:

“Que el más santo, más sagrado, más adorable, más incomprensible e


inefable Nombre de Dios sea por siempre alabado, bendecido, amado,
adorado y glorificado, en el Cielo, en la tierra y bajo la tierra, por todas las
criaturas de Dios y por el Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo en el Santísimo Sacramento
del Altar. Amén”

Leo Dupont y la Cofradía de la Santa Faz


Sor María de San Pedro muere poco tiempo después y sigue con esta devoción un
laico, el venerable Leo Dupont. Su vida es sorprendente. Lamentablemente no
está todavía en castellano, pero la escrita en inglés es The Holy Man of Tours, de
Dorothy Scallan.

En 1849 el Papa Pio IX tuvo que refugiarse en Gaeta porque peligraba su vida en
Roma. Él pidió que en las Iglesias de Roma se hicieran oraciones especiales por la
Iglesia. En la basílica de San Pedro en el Vaticano se expusieron tres importantes
reliquias: el madero de la Verdadera Cruz, la lanza con la que se abrió el costado
del Señor y el velo de la Verónica. El 6 de enero de 1849, en la festividad de la
Epifanía, relatan testigos de la época que tuvo lugar un prodigio extraordinario:
mientras se hallaban los fieles venerando las reliquias, los canónigos y los fieles
presentes pudieron ver cómo, sobre el velo la Verónica, la imagen del Santo
Rostro se volvía más y más nítida hasta adquirir relieve, ofreciendo así un aspecto
muy vívido del “varón de dolores” descrito por el profeta Isaías. Los canónicos llamaron al Notario
Apostólico que verificó el milagro y pidieron al artista Antonio Puccinelli que hiciera una copia de
la imagen milagrosa. Él hizo una litografía y éste es el origen de las reliquias de la Santa Faz (Vera
Effigies Sacri Vultus Domini Nostri Jesu Christi) que muestran el rostro de Cristo en una tela que
tocó Velo de la Verónica, la Santa Cruz y la Lanza de Longinos.

Esta imagen preside la Archicofradía de la Santa Faz de Tours en la que el 26 de abril de 1885 san
Luis Martín (Padre de Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz) inscribe a toda su familia. De
allí el nombre que elige Santa Teresita al entrar en la vida religiosa y el cuadro pintado por su
hermana Céline.

La devoción de Santa Teresita del Niño Jesús


Vamos a ilustrar la devoción de Santa Teresita con algunos textos.
Comencemos con el de uno de sus mejores biógrafos, el P. Petitot:
“Esta devoción a la Santa Faz es de importancia del todo capital; por
ella la piedad de Santa Teresita es tradicional, sus más importantes y
extensas raíces parten a través de los Evangelios y llegan hasta las
más antiguas profecías del Antiguo Testamento. Es ésta una de las
pruebas más incontestables de que esta espiritualidad, este Caminito
de Infancia, extendiéndose a todos los lugares y épocas, es
eminentemente católico. Puede desgraciadamente temerse que gran
número de almas superficiales sólo retendrán del espíritu de Santa
Teresita su devoción a la Infancia de Jesús, olvidando o descuidando el
culto que ella profesó a la Pasión y a la ensangrentada Faz del
Mesías”.

Confirma estas palabras del P. Petitot alguien que la conocía bien, su


hermana, la Madre Inés de Jesús: El principal atractivo de la sierva de
Dios fue la devoción a la Santa Faz. Por muy tierna que fuese su
devoción al Niño Jesús, no puede compararse a la que sintió por la
Santa Faz.

En sus escritos Santa Teresita revela cómo la Virgen María –a quien llamaba su “madrecita”- la
ayudó a profundizar el misterio del Rostro de Cristo, que no es otro que el de la Eucaristía y el
Sagrado Corazón: el misterio del Amor de un Dios que se encarna y toma rostro humano, ama con
corazón humano y quiere permanecer entre nosotros y ser uno con nosotros convertido en pan:
No había sondeado hasta entonces la profundidad de los tesoros que encierra la Santa Faz; mi
madrecita fue quien se afanó en revelármelos(…) Fue en esta ocasión cuando me los reveló y
comprendí… Comprendí como nunca dónde se encuentra la gloria verdadera… Aquel, cuyo reino
no es de este mundo, me evidenció que la única realeza codiciable consiste en querer ser
desconocido y estimado en nada, en poner nuestro contento en el propio menosprecio. ¡Ah!
Deseaba que mi rostro, como el de Jesús, estuviera escondido a todos los ojos, que nadie me
conociera en el mundo; amaba el padecer y el ser olvidada.

Son innumerables los textos en que Teresa de Lisieux habla de la Santa Faz. Demasiados para
citarlos en un resumen de estas dimensiones. Vaya éste sacado del proceso de beatificación: La
Santa Faz era el espejo donde Sor Teresa veía el Alma y el Corazón de su Amado; el libro de
meditación donde bebió la ciencia del amor. Fue en la meditación de la Santa Faz que aprendió
ella la humildad.

Hemos visto en otro lugar lo arraigada de la devoción a la Santa Faz en Francia, concretamente en
Tours y el apostolado que desarrolló Monsieur Dupont propagando la devoción y traduciéndola en
obras prácticas de atención al prójimo. Teresa de Lisieux hizo lo propio desde su encierro del
Carmelo: dedicó numerosas poesías a la Santa Faz, la pintó en casullas y estampas, inculcó a sus
novicias y hermanas de comunidad esta devoción en lo que tiene de más auténtico: la
identificación con Cristo en la bonanza y en las dificultades; la
menciona en cartas y comunicaciones.

Duro fue para ella ver cómo su padre perdía sus facultades físicas
y mentales durante los seis últimos años de su vida. Este fue su
comentario: Así como la Faz adorable de Jesús se entristeció
durante su pasión, así hubo de velarse en los días de su
humillación la faz de su servidor fiel (su padre) para merecer ser
abrillantada en los cielos. Y es que el mundo doliente es el que
mejor puede identificarse con la Santa Faz de Cristo Crucificado.

Lo que importa de verdad a una persona se manifiesta en el


momento supremo de la muerte: salen a flote los sentimientos
más profundos, algunas veces ocultos por un fárrago de
trivialidades. En Teresa de Jesús no ocurrió eso: murió como vivió.
Una testigo que la atendía en la enfermería manifiesta: Cerca de
su lecho habíamos colocado un lienzo de la Santa Faz, a la que
tenía gran devoción, para festejar el 6 de Agosto, la
Transfiguración del Señor. Y a esta compañera de comunidad le
confiesa en la intimidad: ¡Qué bien hizo Nuestro Señor en bajar
sus ojos al ofrecernos su retrato! Porque los ojos son el espejo del
alma y nosotras hubiéramos muerto de gozo al poder entrever su alma. ¡Qué gracias me ha
concedido la Santa Faz en mi vida! Al escribir mi Cántico Vivir de Amor me ayudó hasta a
redactarle con suma facilidad. Transcribí de memoria durante los tres cuartos de hora de silencio
por la noche las quince estrofas que había rimado durante el día. Mi devoción, o hablando más
exactamente mi piedad para con la Santa Faz está inspirada en las palabras de Isaías: Le falta
hermosura y esplendor,… le vimos y no tenía expresión… Despreciado y como el último de los
hombres, varón de dolores, conocedor de la enfermedad; tenía la Faz semioculta y como llena de
vergüenza, y no le hemos apreciado. Yo también no deseo tener ni fulgor ni hermosura… pisar yo
sola las uvas en el lagar, vivir desconocida de todos.

Y como se reseña en el proceso de beatificación: Tenía la Santa Faz colgada en las cortinas de su
cama durante su última enfermedad: su vista le ayudó a soportar su largo martirio. Se ahogaba –
tenía tuberculosis- y en su angustia la contemplaba una y otra vez…Para finalizar este apartado
trascribimos casi literalmente su Cántico a la Santa Faz. A algunos oídos modernos les podrá
parecer exagerado… No es eso. Son frases tejidas por una poeta, una mística…un alma
enamorada.
¡Jesús! Tu imagen inefable es el astro que guía mis pasos.
Tú lo sabes bien.
Tu dulce rostro es aquí en la tierra mi paraíso.
Mi amor descubre los encantos de tus ojos embellecidos por el llanto.
Cuando contemplo tus dolores sonrío a través de mis lágrimas.
Deseo vivir ignorada y solitaria para consolar tu belleza;
esa belleza que se oculta en tu Faz bajo el misterio del dolor
y que tan fuertemente me atrae a Ti.

Tu faz es mi sola patria; ella es mi reino de amor,


mi prado risueño, mi dulce sol de cada día.
Ella es el lirio del valle,
cuyo perfume misterioso consuela mi afligida alma y le hace gustar la paz de
los cielos.
Ella es mi reposo, mi dulzura y mi melodiosa lira.
Tu rostro, dulce Salvador, es el divino ramillete de mirra que yo quiero guardar
en mi corazón.
Tu Faz es mi sola riqueza, no quiero nada fuera de ella.
Jesús yo me asemejaré a Ti,
y oculta entre los pliegues del velo de la Verónica, atravesaré la vida
desapercibida de las criaturas.
Deja en mí la divina impresión de tus besos, llenos de dulzura,
y pronto llegaré a ser santa y atraeré a Ti todos los corazones.
Cuando tus labios adorados impriman en mí el beso eterno, haz que me abrase de amor,
y que este amor levante en el campo de la Iglesia una hermosa cosecha de almas santas.

Fotografía de Secondo Pía


En 1898, la Casa Real de Savoya, entonces propietaria de la reliquia, quiso darle solemnidad
religiosa a la futura boda entre Vittorio Emanuele III y la princesa montenegrina Elena Petrovich-
Niegos, que coincidía además con diversos aniversarios de la Iglesia en Turín.
Así, la Síndone estuvo expuesta desde el 25 de Mayo hasta el 2 de Junio; una
exposición que pasó a la historia porque en ella se tomó la primera
fotografía de la reliquia.
El afortunado fotógrafo, el prestigioso abogado Secondo Pia, tomó las
fotografías en condiciones casi imposibles, en una gesta que él mismo relató
en un artículo escrito a principios del presente siglo en francés.
“En Mayo de 1898, acercándose la fecha de la solemne exhibición de la
Santa Sábana, se me solicitó fotografiar la reliquia. Yo me ofrecía a realizar el
trabajo, a cuenta mía (recuérdese que la fotografía era una afición
sumamente cara) y con la renuncia a cualquier posible derecho. Esta
propuesta, con el importante apoyo del Barón Antonio Manno, que me honra con su amistad, fue
cálidamente aceptada por el Soberano, Su Majestad Humberto, quien tuvo la fineza de
concederme un exclusivo permiso“.
Respecto del proceso técnico, Pia relata:
“Mi preocupación era intensa y profunda, especialmente porque tenía que fotografiar un objeto
que nunca antes había visto. Según quienes le habían visto en anteriores exposiciones, la Santa
Sábana presentaba apenas unas débiles imágenes. Más temores me producían los problemas de la
iluminación y las condiciones en las que debería operar”.
Los temores de Secondo Pia eran justificados: el primer día dos lámparas
eléctricas de desigual intensidad -las primeras que se utilizaban en un
evento como éste- le hicieron imposible lograr una impresión en la
primera sesión. Al día siguiente, la tarea fue igualmente imposible: a las
luces desiguales se sumaba la colocación de un vidrio que se había
puesto para impedir el maltrato de la reliquia.Pero el abogado siguió
intentando desde el estrado especial que había solicitado levantar,
siempre detrás de su cámara de 50 x 60 centímetros. Finalmente, pese a
las dificultades y a la distancia -8 metros del altar- el abogado fue capaz
de realizar sus fotografías bajo las características técnicas que él mismo
describe:
“Expuse dos placas de 50 x 60 centímetros, una con una exposición de
14 minutos y la otra con una exposición de 20 minutos, utilizando un
lente Voigtlander con un diafragma de dos milímetros. Puse delante del
lente un filtro amarillo muy leve usando placas ortocromáticas de la
firma Edward, reveladas con una solución normal de oxalato ferroso sin
ninguna preparación química especial que pudiese alterar de alguna
manera el resultado usual del revelado”.
“Encerrado en el cuarto oscuro, concentrado sobre mi trabajo, sentí una gran emoción cuando,
durante el revelado, vi aparecer primero el Santo Rostro en la placa con tal resolución que me
sorprendí y alegré pues desde ese momento pude estar seguro del buen resultado de mi obra de
arte”.
El primer descubrimiento del abogado turinés fue que la imagen en realidad era el “negativo” de la
impresión de un hombre difunto: En efecto, si la imagen aparecía como un “perfecto positivo” el
objeto no podía ser otra cosa que un “perfecto negativo”.
Las placas originales, los escritos, las múltiples copias, ampliaciones y estudios del abogado fueron
donados en 1961 por su hijo Giuseppe a los investigadores, concediendo así el primer material
serio de estudio científico sobre la foto, hasta los exámenes realizados en 1977.

La pintura de Céline Martín


Sor María de San Pedro fue una monja carmelita descalza del Convento de Tours
(Francia) mundialmente conocida en el siglo XIX como apóstol de la devoción a la
Santa Faz tras las visiones que tuvo en noviembre de 1846. Luis Martin, padre de
Céline y Teresa de Lisieux, leía asiduamente la vida de esta mística y de todos
era conocido su deseo de peregrinar algún día hasta el Convento de Tours,
cosa que pudo hacer Céline (ver foto izquierda <) en mayo de 1890. Según
consta documentalmente, el 26 de abril de 1885 toda la familia se inscribió
en la Archicofradía de la Santa Faz de Tours (Luis Martín con el número
7.378; Céline, con el 7.381; y Teresita, de doce años, con el 7382). Una de
las reglas de la Archicofradía consistía en recitar frecuentemente la
jaculatoria “¡Señor, mostradnos Vuestro Rostro y seremos salvos!” Es
evidente que esta espiritualidad de honrar de forma especial el Rostro
de Cristo arraigó en el corazón de ambas niñas, quienes terminarían
adoptando el nombre “de la Santa Faz” como apellido espiritual tras
sus respectivas profesiones religiosas: Santa Teresa se llamaría “del
Niño Jesús y de la Santa Faz” desde junio de 1889 y Céline es conocida
en religión como Sor Genoveva de Santa Teresa y la Santa Faz.
La santa de Lisieux, tal y como nos dejó patente en sus escritos, especialmente en sus poesías
místicas y en sus oraciones, experimentaba una tierna adoración por el Rostro de Jesús. Sin
embargo, falleció víctima de la tuberculosis ocho meses antes de que se tomase la primera
fotografía a la Síndone y el mundo descubriese la cara del Hombre de la Sábana en el negativo
fotográfico revelado por Pía. Es comprensible que Céline, que había estudiado pintura y fotografía
y era la autora de las imágenes que de su hermana Teresa han pasado a la posteridad, se quedase
muy impresionada no sólo por la belleza de la foto tomada por Pía, sino por descubrir que,
inexplicablemente, la Síndone se comportaba como un cliché.
La peripecia que ocupa nuestro artículo fue hábilmente
relatada por el P. Fernando de Santa Inés en su obra
“La Santa Faz”, y nos parece adecuado cederle a él la
palabra para conocerla de primera mano:
“El Sudario de Turín abre a la investigación de los
estudiosos, por las fotografías de Pía, nuevos e
insospechados horizontes. (…) En 1902, por derroteros
desconocidos y providenciales, llegó al monasterio
carmelitano de Lisieux una de las fotografías de la
Santa Síndone sacadas por Segundo Pía en la
exposición de mayo de 1898. Le tocó, en venturosa
suerte, a la Hermana Genoveva de Santa Teresa y de la
Santa Faz, la antigua Céline de los Buissonnets; y desde
el primer instante aquel Rostro de la Síndone –que
parece levantarse majestuoso, como un sol, sobre
veinte siglos de olvido- extasió e hirió de amor el
corazón de su dueña. Así, dos años; hasta que en la
Pascua de 1904, en una noche de primavera en la
atmósfera y de inspiración en la fantasía, Céline sintió
la irresistible inspiración de pintar el Rostro del Señor.
Tomó pues, el lápiz, después de invocar
fervorosamente el patrocinio de Santa Teresita, y, casi
milagrosamente, en lo que la nota de un laúd hiere
nuestro oído y se pierde en el espacio, había terminado
su labor. La Faz de Sor Genoveva –trazada primero al
carboncillo- es artística, veraz y sumamente expresiva. (…)
En el lapso de medio siglo, la Santa Faz de Lisieux ha dado ya varias veces y triunfalmente la vuelta
a toda la Tierra. Pero antes de iniciar su gira internacional, el Santo Rostro arribó al Vaticano, en
donde Pío X, hoy gloriosamente Beato, luego de adorarle e indulgenciarle, le auguró una festiva
acogida familiar y un éxito mundial. (…) Pío X se sintió emocionado al verlo, y lo besó repetidas
veces. (…) “Querido Padre (dijo el Papa al sacerdote que le había hecho llegar el cuadro por
petición de Sor Genoveva), ¡cuán hermoso es este cuadro!…” Y como el Padre pidiera una
bendición para la artista, agregó: “Quiero que le llevéis un recuerdo mío”. Abriendo sus armarios,
el Papa busca algo que no puede encontrar… “¡Han desordenado todas mis cajas!”, dice con
conmovedora simplicidad. Y dando sus ojos con una medalla de bronce, en la que estaba su
retrato en relieve, se la da al Padre para entregársela en su nombre a la pequeña carmelita.
Aunque el Padre en cuestión afirma que el Papa buscaba una medalla de plata, Sor Genoveva está
toda ella jubilosa con su medalla de bronce. Y con razón, pues como dice nuestra artista: “Yo no
presenté mi cuadro en ninguna sala de exposición, mas he aquí que el mismo Santo Padre es el
que se ha encargado de condecorarme”.
El Cardenal Casimiro Gennari escribirá al abate Eugenio Prévost la siguiente carta fechada el 4 de
junio de 1906:
“Reverendísimo Señor: He expuesto al Santo Padre, en la audiencia de este día, el proyecto ideado
por Vuestra Señoría Reverendísima con miras a la máxima difusión posible de la imagen de la
Santa Faz de Nuestro Señor Jesucristo, tal y como el Carmelo de Lisieux ha conseguido diseñarla,
con arte inigualable, inspirándose en la verdadera imagen del Santo Sudario. Su Santidad –que
acepta y agradece cordialmente el envío de una fotografía de esta Santa Faz- aprueba
gustosamente vuestra empresa.
A la verdad, no se pueden considerar los rasgos y la expresión de esta adorable figura sin sentirse
vivamente emocionado y sin que en el corazón florezcan sentimientos de compasión y amor. Esta
imagen puede ser útil a toda clase de personas, ya que se puede considerar como un libro de
meditación sobre la Pasión y la muerte de Nuestro Divino Redentor.
Por todo esto, confirmando las indulgencias ya concedidas y firmadas de su mano, el Santo Padre
declara de nuevo que a todos aquellos que meditaren algunos instantes delante de esta imagen en
la Pasión de Nuestro Señor, por este solo hecho, les otorga todas las indulgencias concedidas por
los Soberanos Pontífices a la Corona de las cinco Llagas. Igualmente, Su Santidad desea que esta
imagen se distribuya por todas partes y que se la venere en todas las familias cristianas,
recomendando la propagación de su culto de manera particular a los Reverendísimos Obispos y a
todos los eclesiásticos, y bendiciendo muy especialmente a todos aquellos que sean sus
propagadores”.
La imagen, en fin, obtuvo en marzo de 1909 el Gran Premio en la Exposición Internacional de Arte
Religioso de Bois-le-Duc (Países Bajos) y adornó, especialmente durante la primera mitad del siglo
XX, buena parte de los oratorios del Planeta. En nuestros días ha sido “rescatada” por Pierre
Descouvemont y Helmuth Nils Loose en su monumental obra “Teresa y Lisieux”, donde le dedican
varias páginas y aparece magníficamente reproducida. Sor Genoveva (Céline) falleció el 25 de
febrero de 1959.

La beata Pierina Micheli


Jesús mismo le habló a la hermana Pierina, pidiéndole: la medalla de la Santa Faz, la Fiesta
litúrgica de la Santa Faz y la Adoración Eucarística los días martes.

“Deseo que mi Rostro, el cual refleja la íntimas penas de mi alma, el dolor y el amor
de mi Corazón, sea más honrado. Quien me contempla me consuela”
(Primer viernes de Cuaresma de 1936)

A los 12 años, en la Iglesia Parroquial San Pedro in Sala, Milán, un Viernes


Santo, oyó una voz que le dijo: ¿Ninguno me da un beso de amor en el
rostro, para reparar el beso de Judas?

En su simplicidad de niña, creyó que todos habían oído esa voz y


experimentó gran pena al ver que continuaban besando las llagas y no el
Rostro de Jesús. Dentro de su corazón exclamó: Te doy yo el beso de
amor. ¡Oh, Jesús, ten paciencia! Y llegado su turno, le imprimió con todo
el ardor de su corazón, un beso en el Rostro.
Ya siendo novicia, durante la adoración nocturna, en la noche del Jueves al Viernes Santo de 1915,
mientras ora delante del crucifijo, oye que le dice: Bésame. Sor María Pierina obedece, y sus
labios, en lugar de posarse sobre un rostro de yeso, sienten el contacto del verdadero Rostro de
Jesús. Cuando la Superiora la llama, ya es de día: tiene el corazón lleno de los padecimientos de
Jesús y siente el deseo de reparar los ultrajes que recibió en el Rostro y que recibe cada día en el
Sacramento del altar.
El Martes de Pasión de 1936, Jesús le vuelve a decir: Cada vez que se contemple mi Rostro,
derramaré mi amor en los corazones y por medio de mi Divino Rostro, se obtendrá la salvación de
tantas almas.
En 1937, mientras oraba y “después de haberme instruido en la devoción de su Divino Rostro”, le
dijo: Podría ser que algunas almas teman que la devoción a mi Divino Rostro, disminuya aquella de
mi Corazón. Diles que al contrario, será completada y aumentada. Contemplando mi Rostro las
almas participarán de mis penas y sentirán el deseo de amar y reparar. ¿No es ésta, tal vez, la
verdadera devoción a mi corazón?
Estas manifestaciones de parte de Jesús se hacían siempre más insistentes.
En mayo de 1938, mientras reza, se presenta sobre la tarima del altar, en un haz de luz, una bella
Señora: tenía en sus manos un escapulario, formado por dos franelas blancas unidas por un
cordón. Una franela llevaba la imagen del Divino
Rostro de Jesús y escrito alrededor: Ilumina Domine
Vultum Tuum super nos (Ilumina, Señor, Tu rostro
sobre nosotros); la otra, una Hostia circundada por
unos rayos y con la inscripción: Mane nobiscum
Domine (Quédate con nosotros Señor). Lentamente
se acerca y le dice:
Escucha bien y refiere al Padre Confesor. Este
escapulario es un arma de defensa, un escudo de
fortaleza, una prueba de misericordia que Jesús
quiere dar al mundo en estos tiempos de
sensualidad y de odio contra Dios y la Iglesia. Los
verdaderos apóstoles son pocos. Es necesario un
remedio divino y este remedio es el Divino Rostro
de Jesús. Todos aquellos que lleven un escapulario
como éste y hagan, si es posible, una visita cada martes al Ssmo. Sacramento, para reparar los
ultrajes que recibió el Divino Rostro de Jesús durante su Pasión y que recibe cada día en la
Eucaristía, serán fortificados en la fe, prontos a defenderla y a superar todas las dificultades
internas y externas. Además, tendrán una muerte serena bajo la mirada amable de mi Divino Hijo.
En el mismo año, Jesús vuelve a presentase todavía chorreando sangre y con tristeza: ¿Ves cómo
sufro? Y sin embargo, de poquísimos soy comprendido. ¡Cuántas ingratitudes de parte de aquellos
que dicen amarme! He dado mi corazón como objeto sensibilísimo de mi gran amor por los
hombres y doy mi Rostro como objeto sensible de mi dolor por los pecados de los hombres: quiero
que sea honrado con una fiesta particular el martes de Quincuagésima, fiesta precedida de una
novena en que todos los fieles reparen conmigo, uniéndose a la participación de mi dolor.
En 1939, Jesús de nuevo le dice: Quiero que mi Rostro sea honrado de un modo particular el
martes.
María Pierina logra hacer acuñar una medalla en lugar del escapulario. El 7 de abril de 1943, La
Virgen se le presenta y le dice: Hija mía, tranquilízate porque el escapulario queda suplido por la
medalla con las mismas promesas y favores: falta solo difundirla más. “Ahora anhelo la fiesta del
Santo Rostro de mi Divino Hijo: díselo al Papa pues tanto me apremia” La bendijo y se fue.
Devoción a la Divina Misericordia y la Santa Faz
Según estudios científicos la imagen original de la Divina Misericordia, pintada por
Emilio Kazimirowski según las indicaciones de Santa Faustina, ambas imágenes
tienen las mismas dimensiones faciales y corporales, como lo indica el gráfico de
la izquierda, tomado de un programa de EWTN.
Jesús habló a santa Faustina de esta pintura, y ella lo dejó escrito en su Diario
(#326):
“Una vez Jesús me dijo: “Mi mirada en esta imagen es igual a la mirada en la
Cruz”

Además, Sor Faustina relata varias veces sobre la mirada de Jesús y su Santa Faz
en el diario, Jesús le revela su rostro en varias oportunidades.

“Después de un momento, en mi celda se hizo luz y en la cortina vi el rostro muy


dolorido del Señor Jesús. Había llagas abiertas en todo el rostro y dos grandes
lágrimas caían en la sobrecama. Sin saber lo que todo eso significaba, pregunte a
Jesús: Jesús, ¿Quién te ha causado tanto dolor? Y Jesús contestó: Tú Me vas a
herir dolorosamente si sales de este convento. Te llamé aquí y no a otro lugar y
te tengo preparadas muchas gracias. Pedí perdón al Señor Jesús e
inmediatamente cambié la decisión que había tomado”
(Diario #18)

Jesús le revela sus sufrimientos y su dolor revelándole su santa Faz, para decirnos
cuánto sufre y ama a la humanidad en revelaciones a Sor Faustina.

“Vi el rostro martirizado de Jesús. De Pronto Jesús me dijo estas palabras: Te esperé para
compartir contigo el sufrimiento, ya que ¿Quién puede comprender Mis sufrimientos mejor que
Mi esposa?”
(Diario, #348)

“Al acercarse el momento de la Santa Comunión, vi en el cáliz, en cada


Hostia el Rostro doliente de Jesús”
(Diario, #413)

“Vi el rostro del Señor Jesús en la Santa Hostia que estaba expuesta en
la custodia; Jesús miraba amablemente a todos”
(Diario, #433)

El Cuadro de Bette Myers


Ella misma nos relata su testimonio del cuadro que pintó del Santo
Rostro de Jesús (imagen a la derecha):
“Era 1974 cuando tuve un ataque cardiaco masivo, el doctor dijo que yo
morí, literalmente. Sin embargo les puedo decir que, honestamente, la
muerte es hermosa. Fui a través de una intensamente brillante luz
celestial. Mis ojos estaban muy abiertos y la calidez pasó a través de mí.
No tuve dolor ni preocupaciones. ¡Realmente amé ese momento! De
repente una figura vino a ubicarse frente mío, no tuve la menor duda,
¡supe de inmediato que era Jesús! El me habló de un modo amoroso
con Su maravillosa voz. Tú tienes que volver, me repitió tres veces, porque yo me resistía. Vuelve y
pinta tu obra maestra. Inmediatamente mis ojos se abrieron al dolor de la vida. Mi doctor estaba
golpeando en mi pecho, la habitación estaba llena de personal médico. Todos estaban excitados y
me decían que yo no quería vivir. Yo les dije, oh sí que quiero, he regresado a hacer mi obra
maestra.
Esto ocurrió en el pequeño pueblo de Bonners Ferry, en Idaho. Conocía a todo el mundo allí. Diez
años después, después de haber completado muchas pinturas, La Obra Maestra se formó en mis
manos frente a una importante Presidenta de un banco de Arizona. Ella quería verme pintar un
retrato, y vino a mi casa con solo dos horas y media para dedicarme. Saqué una pieza de tela de
seis por doce pulgadas y comencé un retrato parcial. En ese momento entré en trance (como
nunca había ocurrido antes y como nunca volvió a ocurrir) y Jesús se formó en un lapso de dos
horas y quince minutos. ¡Un milagro! Nunca podría yo haber completado la Obra Maestra tan
rápido sin error alguno. La mujer me dijo, esto es un milagro.
Charles “Chuck” Reed, mi hijo, es mi critico favorito cuando se refiere a pintura. Yo tenía el cuadro
colgado en la pared. Se detuvo estático, caminó hacia atrás, luego hacia delante, y no pudo
criticarle absolutamente nada. Me dijo con lágrimas en los ojos, mamá, esto es una obra maestra.
En ese momento supe que había cumplido la misión que Jesús me había dado. Me sentí muy débil
y pensé si ahora finalmente podría ser llevada a casa. Me di cuenta que Jesús quiere mostrarnos
Su Gloriosa imagen, a todos. Estoy agradecida a quienes me ayudan a difundir esta obra maestra”
Devocionario de la Santa Faz de Jesús

Flecha de Oro de Sor María de San Pedro


Nuestro Señor le dijo: “Esta flecha de oro punzará Mi Corazón deleitosamente, y sanarán las
heridas causadas por las blasfemias”

“Que el más santo, más sagrado, más adorable, más incomprensible e inefable Nombre de Jesús
sea por siempre alabado, bendecido, amado, adorado y glorificado, en el Cielo, en la tierra y bajo
la tierra, por todas las criaturas de Dios, así como el Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo
en el Santísimo Sacramento del Altar. Amén”

Promesas de Jesús a los devotos de su Santo Rostro


Reveladas a Sor María de San Pedro, carmelita de Tours.

1. Les concederé una contrición tan perfecta que sus pecados se cambiarán a Mi vista en joyas de
oro precioso. Según el cuidado que tengan de reparar mi Rostro desfigurado por los blasfemos, el
mismo tendré Yo del suyo que ha sido desfigurado por el pecado, transformándole en tan
hermoso como si acabase de salir de las aguas del Bautismo.

2. Ninguna de esas personas será jamás separada de Mí.

3. Ofreciendo Mi Rostro a Mi Padre, apaciguarán Su enojo y


comprarán con moneda celestial el perdón para los pecadores.
Por esta ofrenda, nada les será negado.

4. Abogaré ante Mi Padre para conceder todas las peticiones que


me presenten. Por Mi santo Rostro harán prodigios.

5. Los iluminaré con Mi Luz. Los consumiré con Mi Amor y los


haré fructíferos de buenas obras.

6. Ellos llorarán, como la piadosa Verónica, por Mi adorable


Rostro ultrajado por el pecado, y yo imprimiré Mis divinas
facciones en sus almas.

7. Por resemblanza de Mi Rostro, brillarán más que otros en la vida eterna y el brillo de Mi Rostro
les llenará de alegría.

8. Todos los que defiendan esta causa de reparación, por palabras, por oraciones o por escrito,
recibirán defensa también en sus causas delante de Dios Padre a la hora de la muerte. Yo enjugaré
la faz de sus almas, limpiando las manchas del pecado y devolviéndoles su primitiva hermosura.

Oración I
Oh Señor Jesucristo, al presentarnos ante Tu adorable Rostro para pedirte a Ti las gracias que más
necesitamos, Te rogamos, por sobre todo, nos concedas la disposición interior para nunca dejar de
hacer en ningún momento lo que Tu requieres de nosotros con Tus santos mandamientos y
divinas inspiraciones. Amén.
Oh Bondadoso Jesús, que has dicho "Pide y recibirás, busca y encontrarás, golpea y se abrirá para
ti," concédenos, Oh Señor, esa fe que lo obtiene todo o provéenos de lo que carecemos;
concédenos, a través del puro efecto de Tu caridad y por Tu gloria eterna, las gracias que
necesitamos y las que buscamos en Tu infinita misericordia. Amén.

Sé misericordioso con nosotros, Oh mi Dios y no rechaces nuestras oraciones, cuando en medio de


nuestras aflicciones, rogamos a Tu Santo Nombre y buscamos con amor y confianza Tu adorable
Rostro. Amén.

Oh Todopoderoso y Eterno Dios, mira el Rostro de Tu Hijo Jesús. Te lo presentamos a Ti con


confianza, para implorar Tu perdón. El Defensor Misericordioso abre la boca para pedir por
nuestra causa; escucha su llanto, observa sus lágrimas, Oh Dios, y a través de sus infinitos méritos
escúchalo a Él cuando intercede por nosotros pobres pecadores miserables. Amén.

Adorable Rostro de mi Jesús, mi único amor, mi luz y mi vida, permíteme conocerte, amarte y
servirte sólo a Ti, que yo pueda vivir Contigo, de Ti, a través de Ti y para Ti. Amén.

Eterno Padre, a Ti te ofrezco el adorable Rostro de Tu Amado Hijo por el honor y la gloria de Tu
Nombre, por la conversión de los pecadores y por la salvación de los moribundos.

Oh Divino Jesús, a través de Tu Rostro y Nombre, sálvanos. ¡Nuestra


esperanza está en la virtud de Tu Santo Nombre!

Jaculatoria
De la Medalla de la Santa Faz de Jesús revelada a la beata Pierina Micheli.

“Ilumina, oh Señor, tu rostro sobre nosotros. Quédate con nosotros, Señor”

Novena a la Santa Faz


Durante nueve días se rezan las siguientes oraciones.

Canto
Oh Santo Rostro ultrajado por nosotros,
No te acuerdes más de los fallos de la tierra,
No te acuerdes más,
De tu último grito un día en el Calvario
Acuérdate, acuérdate Jesús,
Acuérdate, acuérdate, oh Rostro de Jesús.

Oración
¡Oh! amabilísimo Jesús, que quisiste sufrir tanto en Tu Santo Rostro, por nuestro amor, vuélvenos
a mirar benignamente e imprime en nuestros corazones Tu divina semblanza, para que nuestra
alegría sea sufrir por Ti.
Gloria al Padre…

¡Oh! dulcísimo Jesús, que en Tu Rostro divino has sido golpeado, maltratado, humillado por
nuestro amor, haz que el desprecio y la humillación sean nuestra porción predilecta.
Gloria al Padre…
¡Oh! manso Jesús, que en Tu Divino Rostro sudaste sangre por nuestro amor, concédenos la gracia
de sufrir por tu amor y así volver a ser mirados por Ti.
Gloria al Padre…

¡Oh! Santo Rostro de Jesús, mientras esperamos el feliz día de poderte contemplar en la gloria del
Paraíso, queremos procurarte tanta gloria y deleitar Tu mirada divina.
Tu mirada velada sea nuestro paraíso aquí en la tierra, las lágrimas que lo velan las recogeremos
para salvar tantas almas e inflamar los corazones con Tu amor. Amén.

Consagración a la Santa Faz ¡Oh Faz amabilísima de Jesús!; Aquí vengo, atraído por tu
dulce mirada, que como divino imán, arrebata mi corazón aunque pobre y pecador!
¡Oh Jesús!, quisiera enjugar tu adorable Faz y consolarte de las injurias y olvido de los pecadores.
¡Oh Rostro hermosísimo!, las lágrimas que brotan de tus ojos me
parecen diamantes, que quiero recoger para comprar con ellos las
almas de mis hermanos.
¡Oh amado Jesús!, si yo tuviera el amor de todos los corazones, todo
sería para Ti.
Envía, Señor, almas, sobre todo almas de apóstoles y de mártires para
abrasar en tu amor a la multitud de los desgraciados pecadores.
¡Oh adorable Jesús!, mientras aguardo el día eterno en que
contemplaré tu gloria infinita, mi único deseo es venerar tu Faz
santísima, a la cual consagro desde ahora para siempre mi alma con
sus potencias y mi cuerpo con sus sentidos.
¡Oh mi Jesús!, haz que tu Rostro lastimado sea aquí abajo mi encanto
y mi cielo.

Oración II Te adoro, oh Jesús mío, hijo de Dios vivo y de María


Virgen, que por mi amor diste la vida en el ara de la cruz. A ti me
consagro con todo mi corazón, suplicando humildemente que te
dignes imprimir en mi alma la imagen de tu Rostro adorable.

¡Oh Padre Eterno! Mira la Faz de tu Cristo y por sus méritos infinitos
concédeme un ardiente deseo de reparar las injurias hechas a tu Divina Majestad y la gracia que
deseo obtener en esta novena. Así sea.

Oración de la noche Oh Dios omnipotente y misericordioso, concede, te pedimos, que


cuantos veneramos la Faz de tu Cristo, desfigurada en la Pasión a causa de nuestros pecados,
merezcamos contemplarla eternamente en el resplandor de la gloria celestial. Amén.
Fuentes utilizadas
Agradecemos a las siguientes páginas de las que hemos tomado fotos y/o textos para compaginar
este pequeño libro que solamente desea llevar muchas almas a Dios en el corazón de la Iglesia.

 Fundación “La Santa Faz”, www.santafaz.org.ar


 Reina del Cielo, www.reinadelcielo.org
 Santísima Virgen, www.santisimavirgen.com.ar
 Devocionario Católico, www.devocionario.com

Para cualquier problema con derechos de autor, rogamos informarnos a través del correo
electrónico: centromariareinadelapazargentina@hotmail.com o www.cmrpa.blogspot.com
Desde ya muchas gracias.
CMRP-A
Centro María Reina de la Paz – Argentina

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