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SISSY VILLAGÓMEZ GONZALEZ – ARAMAYO

ENSAYO – PSICOLOGÍA SOCIAL

EL ELEMENTO EN LOS ANIMALES

Cuando era niña, mi abuelo me contó que todos los animales tenían alma, tan sagrada
como la nuestra, incluso más pura… pero nosotros al quererlos, cuidarlos y tenerlos, les
dábamos algo mucho más profundo que era el elemento, uno podía encontrar ese ser tan
querido e inseparable, fiel y comprensivo un compañero personal.
Supongo que era para que entienda su humanidad y no los mire como seres inferiores a
mí.

La inmensidad de los animales es interminable: materia hecha de carne, huesos e


instintos para sobrevivir; diría yo reciclables… porque son carnívoros, se matan entre
ellos para alimentarse, se reproducen en cantidad, y cumplen su función en la vida:
desde bebés ya caminan para poder huir, juegan para entrenar la caza, aprenden de
observar a sus padres todo lo necesario para continuar con vida y dar vida a otros y si ya
se ven viejos y por debajo de sus fuerzas, se vuelven solitarios y apartados para que
otros hagan su función, la ley del mas fuerte y esperan pacientemente lo que sienten que
inevitablemente vendrá: la muerte. Dejando así este mundo como seres muy nobles y
con mucha dignidad.

Aunque la historia ha sido injusta para ellos.

Al ver documentales sobre la sobre vivencia animal, muestran la caza en cámara lenta,
para mostrar asesinos en acción y al mismo tiempo mostrar que incluso al matar hieren
en puntos estratégicamente mortales… y esperan ahogarlos para llevarlos de banquete a
sus cachorros y así ganarse dos o tres días mas de vida. Dentro de la violencia del
hecho, vi un documental sobre una tigresa que cazó a un mono y se subió a un árbol
para proteger su presa, cuando la tigresa confirmó que el animal estaba muerto, la
sorpresa fue cuando un bebé monito se apartó de su madre y se quedó asustado,
paralizado sin saber que hacer, aunque yo esperaba ver lo peor, el tigre no se comió lo
comió, mas bien, lo adoptó, lamiéndole el cuerpo y la cabeza, e incluso reposando
alrededor del monito para que de alguna manera se sienta protegido, ese tigre no tenía
mas razones para matar a otro animal, en especial tan indefenso, reconociendo así al
bebé, ya era suficiente… al día siguiente el monito amaneció muerto de frío, quedé tan
impresionada y admirada de ver a semejante bestia lamer como si entendiese que
necesitaba seguridad aunque haya matado a su madre.
Y mas impresionada cuando vi que al día siguiente una manada de monos fue en rescate
del cuerpo de la madre y del bebé mono.
Otra historia que también me impresionó fue, en un zoológico de Estados Unidos, un
niño cayó en el territorio enjaulado de un grupo de gorilas africanos, asombrosamente,
al caer cuenta todos los animales de ese ser extraño llorando en su jaula, solo el macho
fue a chequear que era, mientras la madre gritaba desesperadamente por ayuda y me
imagino igual que yo, esperando que el inmenso animal descubra al ser extraño y haga
algo por eliminarlo o algo así… el mono tocó la espalda del niño con la parte externa de
la mano por un momento y luego muy cuidadosamente se retiró junto con toda su
manada, dentro de las cuevas, sin que sea hora de la comida ni hora para dormir, y fue
cuando los cuidadores recién pudieron entrar a sacar al niño, que del miedo también
había quedado inmóvil, llorando pero inmóvil. Otra vez resaltando la grandeza y la
inteligencia de ese inmenso animal de resguardar a su familia y no ser dañados por ese
ser desconocido, de alguna manera concluyó que era lo mejor, del sentimiento que
seguramente debía tener en su memoria de interactuar con humanos, total ese pequeño
indefenso y asustado, era parecido a ellos.

Un ejemplo más de unidad y sacrificio por los suyos.

Y hablar de las madres… cariñosas y severas al mismo tiempo y todas con una sola
misión, hacer de sus crías seres profundos y fríos a la vez para poder formar una familia
propia… son seres colectivistas diría yo, con la diferencia que no tendrán traumas
psicológicos severos, mas bien, aprenderán a protegerse y a proteger de esas
experiencias de miedo e inseguridad.

Eso por un lado salvaje, ahora más cercano a mí, las que en vida fueron mis mascotas
más queridas y que nunca voy a tenerlas jamás.
Un día de ida a mi colegio, me encontré un gatito encima de una bolsa, cuando lo alcé,
era tan chico como la palma de mi mano, lo llevé y se durmió en mi bolsillo, así creció
durmiendo en mi cama y comiendo de mi mano y gato, juro que parecía que me hablaba
cuando al llegar al mediodía, lo encontraba esperándome cerca de la puerta, pero macho
al fin, un día se fue en busca de una novia, cada vez volvía arañado y lastimado, hasta
que un día, juro que apareció como si se estuviera despidiendo, aunque maulló mucho
para que le haga caso, ese día me pesa porque no lo hice y dos o tres meses después
apareció en el techo, coincidentemente la mañana de mi cumpleaños, digo yo a
despedirse, porque ya los perros que vivían ahí lo desconocían y no puede bajarlo del
techo, nunca mas lo vi, y nunca mas quise tener un gato. Aunque la novia que trajo se
quedó en la casa, me encariñe con ella, tanto así que una vez ella preñada, me trajo la
cena, cazó para mí una lagartija, a la que ya le había sacado la cabeza y de fresco
todavía se le movía la cola, la dejó junto a mi oído y maulló hasta que encendí la luz…
me asuste tanto que la espanté con la almohada y salió como pudo, luego de un rato me
di cuenta la muestra de cariño que acababa de pasar por alto y de pena fui a buscarla
para que duerma conmigo, terminó pariendo apoyada en mi brazo semanas después y
cuando la trasladaba a su nido, insistía en traer a sus gatitos debajo de mi cama a la
altura de mi almohada. Nunca mas tuve gatos, porque perderlos fue tan doloroso para
mí que nunca iba a tener otro igual.

Cuando me casé, fui a vivir a concepción y me llevé conmigo un perrito de 5 semanas


de nacido, allá fue mi compañero para todo. Pasó un año y cuando volvimos a vivir en
la ciudad por trabajo tuve que prácticamente abandonarlo en la casa de mis padres, lo
bueno es que habían otros dos perros y no tardaron en hacerse de amigos, lo malo fue
que me olvidé del perro y me quedaba tranquila al verlo tranquilo con los demás y lo
peor fue cuando mi madre me llamó para avisarme que uno de los perros había muerto
de rabia y que el ministerio de salud había ido para acabar de raíz con lo que podría
ocasionar una epidemia de rabia, aunque no los vi morir, me pesó tanto el corazón, y
lloré tanto por esos animales, que me arrepentí de abandonarlo y pensar que puede ser
que el me buscó para sentir protección y yo no estuve ahí. Nunca mas podré tenerlos
otra vez y me siento culpable del abandono a esas mascotas que cada vez que me veían
y reconocían su felicidad y su alegría, todas las veces igual, haga o no caso omiso de su
demostración de cariño y afectos.
Si observamos a los animales en acción apoderados de sus instintos, podemos descubrir
lo más básico de los seres humanos.

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