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San Miguel
Novena Dedicada Al Glorioso Arcángel Señor San Miguel, Principe De Toda La Milicia
Celestial, Protector Universal De La Santa Iglesia Y Abogado Poderosísimo Para Presentar Las
Almas Fieles Ante El Divino Tribunal.
Dada a luz por el R.P. Fr. Miguel Antonio Escalante: Capellán de la religión de hospitalarios del
Patriarca y Padre de los pobres San Juan de Dios; a solicitud de un devoto del Santo Arcángel
como santo de su nombre.
Censura
Convento de Nuestra Señor del Rosario de Bogotá, Noviembre de 1827
Ilmo. Sr.: he examinado la Novena del Arcángel San Miguel, compuesta por el M.R.P. Fr.
Miguel Escalante, de la Sagrada Orden de mi P.S. Juan de Dios, que U.S.I. se ha dignado
remitirme para su aprobación; y la hallo digna de darse a la prensa; tanto por no contener nada
que se oponga a nuestra Santa Fe Católica y morales costumbres; como para que se de mayor
culto al Santo Arcángel, con tan devota Novena. Así lo siento y firmo en este Convento de
Predicadores de Bogotá fecha ut supra.
ALTÍSIMO Señor y Dios eterno, uno en esencia y trino en personas. Yo, el más indigno, miserable, delincuente,
pecador, postrado ante vuestra Divina y adorable presencia, y la de todos los Angélicos celestiales espíritus, Santos
y Santas de la Corte del Cielo, y justos de la tierra, confieso mi Señor y mi Dios, que os he ofendido un sinnúmero de
veces: mereciendo, por tan graves y enormes ofensas, los más terribles y justos castigos, como los que han sentido
y sentirán eternamente en el infierno, el soberbio Lucifer y sus secuaces: en cuya infeliz compañía, mucho tiempo
hace que estaría yo padeciendo, de no haber mediado vuestra infinita piedad y misericordia, que no ha permitido,
que yo me pierda eternamente; sino que aún me esperas para que, ARREPENTIDO DE TANTAS CULPAS Y
OFENSAS, COMO INGRATITUDES HE COMETIDO CONTRA VOS, MI DIOS: AL FIN LAS LLORE Y HAGA POR
ELLAS, LA NECESARIA E INDISPENSABLE PENITENCIA.
Y ésta es, Señor, la que protesto hacer desde ahora: pidiéndoos como os pido, de todo corazón, me perdonéis todas
mis culpas, delitos y pecados, pues de todos ellos me arrepiento, los detesto y aborrezco; y os doy mi palabra –con
Tu divina Gracia- de no volver a ofenderos.
Perdóname, Señor, pues de verdad me pesa el haberos ofendido: y aquí estaré, mi Dios, postrado ante vuestra
divina presencia, hasta que, compadecido de mí, os dignéis concederme, por los méritos de la Pasión y Muerte de
vuestro Divino Hijo, mi Señor Jesucristo, por los méritos de la Virgen María, su santísima Madre y Madre nuestra, y
por los ruegos de vuestro Arcángel San Miguel, el perdón de todos mis pecados, con vuestra amistad y gracia, para
serviros y amaros fielmente hasta el fin de mi vida. Amén.
GLORIOSÍSIMO y humildísimo Arcángel Señor San Miguel: Primer Ministro del Altísimo: Príncipe supremo de las
milicias Angélicas, poderosísimo protector del cristianismo; celosísimo defensor y fiel custodio de la santa Iglesia;
enemigo acérrimo de la culpa y la herejía; substentáculo el más firme de la santa Fe católica; abogado de las almas
fieles, para presentarlas ante el divino tribunal; Santo Miguel signífero (Signifer Sanctus Michael, Grad. Defund.), que
llevaréis en tus manos el estandarte de la Santa Cruz, el día del Juicio: Ángel enviado de Dios para significar los
misterios contenidos en su divina voz, y santa palabra, y compañero inseparable de los Santos Arcángeles Gabriel,
Rafael y LAS OTRAS CUATRO LUMBRERAS, que junto con vos arden continuamente ante el trono de Dios. Yo os
suplico humildemente, seáis, con cada uno de ellos, nuestro intercesor y medianero, para que cada uno de vuestros
fieles devotos, que os tributamos estos humildes y rendidos cultos, consigamos, por tan poderosa intercesión, los
bienes y socorros tanto espirituales como corporales y temporales, que os pedimos en esta Novena: si es para
mayor honra y gloria de Dios y bien de nuestras almas. Amén.
Dios y supremo Señor de los Ángeles, a los cuales tenéis encomendada la guarda y custodia de los
hombres: yo os ofrezco humildemente, los méritos de tan sagradas inteligencias, y los de vuestro Arcángel San
Miguel que, siendo siempre reconocido como primer Caudillo o Jefe de toda la Milicia celestial; debemos, por lo
mismo, todos los fieles hijos de la santa Iglesia militante, reconocerle y serle devotos, más religiosamente, como
Asistente de los hombres, el más benéfico, según lo testifica el Profeta Daniel (Dan. 10,21. “Sin embargo, yo te
anunciaré a ti lo que está declarado en la Escritura o decreto de verdad: nadie me ayuda en todas estas cosas, sino
Miguel, que es vuestro príncipe”.), el cual, hablando con otro ángel, en elogio de este Santo Arcángel, le dijo:
Ninguno me ayuda en todas estas cosas, sino Miguel, que es vuestro príncipe; os suplicamos, Señor, nos concedáis
la particular protección de tan sagrado Arcángel, para que, favoreciéndonos y protegiéndonos en todos los peligros
del alma y del cuerpo, logremos también conseguir cuanto os pedimos en esta Novena, si es para mayor Gloria
vuestra y bien de nuestras almas. Amén.
Aquí se rezarán (3) tres Padres nuestros y (3) tres Ave Marías en honor de San Miguel
Arcángel y de los Ángeles.
¡OH, purísima e inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, soberana Reina de los Ángeles y de los
hombres: a vuestros sagrados pies, se postra también, este tan abominable e inmundo pecador, que por la gravedad
de mis culpas, no merezco llegar a ver el Rostro de vuestro divino Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, ni tampoco el
vuestro.
OH, Emperatriz de los cielos y tierra, pero si os acordáis que sois el refugio de los miserables pecadores, y que no
tenemos otra Madre como Vos, capaz de compadecerse de nuestras miserias, no podréis menos de amparar y
proteger a cuantos recurramos a vuestros pies santísimos; y más, atendiendo como atendéis siempre, para
acogernos al valor infinito de la Sangre de vuestro divino Hijo.
Y pues, entre las criaturas capaces de razón, ninguna llega a conocer como Vos, el valor de tan preciosa Sangre:
haced, Señora, que tanto en mí, como en mis prójimos, en ninguno se malogre la eficacia y virtud de Sangre tan
inestimable. Esta gracia os pido, OH, Reina soberanísima, por los méritos de vuestro mismo divino Hijo, por los
vuestros también, y por los de vuestro siervo y fidelísimo Ministro, el Glorioso Arcángel San Miguel.
También os pedimos, Señora, que miréis por la exaltación y aumento de nuestra Fe católica, paz y concordia entre
los príncipes cristianos, por la conversión a verdadera penitencia, de todos los pecadores; que protejáis a Nuestro
romano Pontífice el Papa Francisco, y a todos los miembros de la santa Iglesia; y pues ella es la que os elogia
diciéndoos: Regocíjate, OH María Virgen: Tú sola habéis exterminado en el universo mundo, todas juntas, las
herejías.
Exterminadlas todas, OH Reina poderosísima, y no permitáis que ninguna de ellas, ni las que actualmente nos
inquietan, de ningún modo prevalezcan; para que, logrando vivir y morir, en aquella Fe santa y católica religión, que
en el Sagrado Bautismo profesamos, y al fin logremos también, como verdaderos fieles cristianos, el ver y alabar a
nuestro Dios y Señor, en compañía vuestra y de todos los Ángeles y Santos, por eternidades en la Gloria. Amén.
Aquí se le pedirá a Dios, Nuestro Señor que por los méritos de su Madre santísima y los del Glorioso Arcángel San
Miguel, se digne oír nuestras humildes súplicas. Luego se dirán los elogios, con la oración que está al fin, cuyo
mismo orden se podrá seguir en cada día de esta Novena.
Antífona
Oración Final
¡OH Dios!, que con admirable providencia, dispones los Ministerios de los
Ángeles y de los hombres, concedednos benigno, que nos amparen en la tierra,
mientras vivimos en ella, aquellos que nunca cesan de serviros oficiosos en el
cielo. Por Jesucristo Tu Hijo y Señor nuestro. Amén.
Dios y Señor de los Arcángeles, a los cuales encomendáis los negocios de mayor honra y gloria vuestra, utilidad y
bien de los hombres; yo os ofrezco los méritos de estos diligentísimos Espíritus y especialmente los de vuestro
fidelísimo Ministro y Glorioso Arcángel San Miguel, al que por su grande humildad le comunicaste vuestro divino
poder, para que, en virtud de vuestro santísimo Nombre de Dios, al mismo tiempo que Luzbel, aquél Ángel del
Primer Coro, no contento con haberle Vos adornado de varios dones de naturaleza y gracia, aún quiso elevarse
mucho más diciendo: Colocaré mi asiento sobre lo más alto del cielo: Seré semejante al Santísimo (Isaías 14,3).
Pero, combatiendo vuestro fiel Ministro San Miguel, tan orgulloso, como altivo pensamiento; lleno del más humilde
reconocimiento a vuestra suprema única Deidad, levantando la voz dijo:
¿Quis sicut Deus? ¿Quién como Dios?. Voz de Trueno, que despidiendo consigo, el rayo de la Divina Justicia, en el
momento, tanto Lucifer, como los demás espíritus sus secuaces, fueron lanzados al profundo del Abismo, donde
transformados en Demonios horribles, han padecido y padecerán eternamente en castigo de su soberbia.
Yo os suplico, Señor y Dios mío, me concedáis imitar en la humildad a vuestro Santo Arcángel, para no aspirar, ni
desear más dones, que los que vos, Señor, me habéis comunicado; empleándolos todos en tu santo servicio; con lo
demás que os pido en esta Novena, si es para mayor honra y gloria Vuestra, bien y provecho de mi alma. Amén.
Yo os suplico, Señor Dios mío, me concedáis por sus méritos, el verme libre de las saetas de tentaciones y agudas
sugestiones con que la infernal fiera intenta siempre herir mi pobre alma: para que sirviéndoos en delante de templo
vivo a vuestra soberana Majestad, seáis en él glorificado y alumbrado con lámparas de tantas luces, como ejemplos
de virtudes, con lo demás que os pido en esta Novena, si es para mayor honra y gloria Vuestra, bien y provecho de
mi alma. Amén.
Yo os suplico, Señor y Dios mío, me concedáis que este Santo Arcángel, con el poder que de Vos tiene, refrene mis
pasiones, mis apetitos y malas inclinaciones, para que no pudiendo formar de ninguna de ellas ídolo alguno de carne
y sangre, soberbia o ambición, a Vos sólo te ame, te adore y te venere como a mi Dios y Señor, con lo demás que
os pido en esta Novena, si es para mayor honra y gloria Vuestra y provecho y bien de mi alma. Amén.
Dios y Señor de las Principados, a los cuales ilumináis por medio de otros superiores Espíritus, para que cuiden de
la salud y bien de los hombres. Yo os ofrezco sus méritos y los de Vuestro Arcángel San Miguel, quien según se
deduce del Capítulo V, del Libro de Josué, que dice: “apareciéndosele este Santo Arcángel y ofreciéndose a
auxiliarle en la conquista de los Cananeos, se le presentó en figura de un héroe armado y con espada en mano le
preguntó Josué, ¿eres de los nuestros o de los enemigos?. No, respondió el Santo Arcángel. Yo soy el Príncipe de
los Ejércitos del Señor.
Yo te suplico, Señor y Dios mío, me concedáis el auxilio y la luz de este Santo Arcángel en todos mis caminos y
empresas, para que conociendo y discerniendo entre el verdadero y el falso amigo, entre el Ángel de Luz y el de las
Tinieblas, tanto en el camino de la virtud como en la comunicación precisa con mis prójimos, logre verme libre de
cualquier ilusión o engaño, con lo demás que os pido en esta Novena, si es para mayor honra y gloria Vuestra y
provecho y bien de mi alma. Amén.
Yo os suplico, Señor y Dios mío, me concedáis que este tan humilde y supremo Príncipe, se digne a dirigirme por el
camino de la humildad verdadera, para sobre ella, como firme cimiento, fabricaros en mi corazón, un Altar magnífico
en que, ofreciéndoos, diariamente, los perfumes más olorosos de la mortificación, oración y humilde contemplación,
os tribute también, los más reverentes obsequios de gratitud y reconocimiento a Vuestros beneficios, con lo demás
que os pido en esta Novena, si es para mayor honra y gloria Vuestra y provecho y bien de mi alma. Amén.
Dios y Señor de las Tronos, en quienes descansáis como en trono de vuestra gloria, yo os ofrezco los méritos de
estos altísimos Espíritus y los de Vuestro Arcángel San Miguel, quien después de cuidar en esta vida de las almas
fieles y humildes, él es también quien las conduce y las presenta ante el Trono del Divino Tribunal, cuando salen de
sus cuerpos, exponiendo a favor de cada una, cuantos méritos han adquirido por las buenas obras que practicaron
mientras vivieron, hasta declararse su más fiel intercesor y abogado, librándolas de las penas más terribles,
merecidas por sus pecados, equilibrando sus deméritos con el fiel de la Justicia y el contrapeso infinito de Vuestra
Divina Misericordia.
Yo os suplico, Señor y Dios mío, me concedáis, que en esta vida, le tenga yo tanta devoción y afecto a este sagrado
Arcángel, por la imitación de sus virtudes, principalmente de su humildad y logre que él sea mi abogado y
medianero, cuando mi alma sea presentada ante el Trono de Vuestro Divino Tribunal. Y Vos, OH Glorioso Arcángel,
Príncipe Señor San Miguel, defiéndeme y defiende a todos tus devotos, singularmente a los que, a imitación vuestra
confiesan, respetan y defienden el Santo Nombre de Dios. Defiéndelos y defiéndenos a todos, de los continuos
asaltos que padecemos en la guerra con tantos enemigos, que nos rodean en esta mortal vida, para que libres de
todos ellos, no perezcamos en el Juicio tremendo que nos espera en la otra, con lo demás que pedimos en esta
Novena, si es para mayor honra y gloria del Santísimo Nombre de Dios y provecho y bien de nuestras almas. Amén.
Dios y Señor de los Querubines, a los cuales adornasteis de perfectísima sabiduría e inteligencia, sobre cuyas
sublimes alas, como dice el Profeta, estáis sentado, y sois conducidos por ellos; yo os ofrezco los méritos de estos
sapientísimos Espíritus y los de Vuestro Arcángel San Miguel, el cual, según demuestra la Iglesia, aplicándosele las
palabras del Capítulo I del Apocalipsis, que dice:
“Que él es aquél Ángel enviado por Vos mismo a vuestro siervo Juan, para que significase lo que convenía hacerse
prontamente, pues ninguna otra cosa debemos hacer todos con más prontitud que el hacer en todo Vuestra
santísima y divina Voluntad, oyendo humildemente cuanto Vuestra Voz nos significa en ella y en cuyo exacto
cumplimiento consiste la verdadera sabiduría y ciencia.
Os suplicamos, Señor, nos la concedáis por los méritos de Vuestro humildísimo y sapientísimo Arcángel San Miguel,
para que, no aspirando (como nos lo aconseja vuestro Apóstol), a no saber más de lo que nos conviene saber, al fin
logremos hacer acá en la tierra, Vuestra divina Voluntad, como la hacen los Ángeles en el Cielo, con lo demás que
os pedimos en esta Novena, si es para mayor honra y gloria Vuestra y provecho y bien de nuestras almas.
Dios y Señor de las Serafines, los cuales están empleados siempre en amaros con un amor ardientísimo. Son
también los que, incesantemente os alaban, con aquél nuevo cántico: diciendo, alternativamente: SANTO, SANTO,
SANTO, ES EL SEÑOR DIOS DE LOS EJÉRCITOS. LOS CIELOS Y LA TIERRA ESTÁN LLENOS DE LA
MAJESTAD DE SU GLORIA.
Cántico, repetido no solamente en el Cielo, sino también en la tierra. El mismo que se ha repetido y se repite
diariamente en la Militante Iglesia, particularmente en los Coros, por las almas religiosas y también por los
Sacerdotes, que haciendo en la tierra, oficio de Serafines, repiten tantas veces el mismo cántico, cuantas veces se
celebran por cada uno de ellos, el tremendo Sacrificio de la Misa, diciendo estas mismas palabras:
SANTO, SANTO, SANTO, ES EL SEÑOR DIOS DE LOS EJÉRCITOS. LOS CIELOS Y LA TIERRA ESTÁN LLENOS
DE LA MAJESTAD DE SU GLORIA.
Yo os suplico, Señor y Dios mío, que por los méritos de Vuestro Serafín Arcángel Señor San Miguel, me concedáis
con su asistencia, Vuestra divina gracia, para que, al mismo tiempo que yo te ame a Vos, mi Dios, con todo mi
corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas, ame también como a mí mismo, a cada uno de mis prójimos y
lograr de este modo, que viviendo, mi corazón siempre esté inflamado de tan divino amor y al fin logre también
veros, deciros y alabaros, con todos los Ángeles, Santos y Santas de la Corte Celestial, diciéndoos incesantemente:
Santo, Santo, Santo, Es El Señor Dios De Los Ejércitos. Los Cielos Y La Tierra
Están Llenos De La Majestad De Su Gloria.
¡ Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, Por Jesús, María Y José, Líbranos,
Señor De Todo Mal!
¡ Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, Por Jesús, María Y José, Líbranos,
Señor De Todo Mal!
¡ Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, Por Jesús, María Y José, Líbranos,
Señor De Todo Mal!
“Benedícite Dóminum, omnes Angeli ejus: poténtes virtúte, qui fácitis verbum ejus, ad
audiéndam vocem sermónem ejus” Ps. CII