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En los países anglosajones es tradicional que en los contratos figure un apartado en el que se

definen aquellos términos que igualmente, vienen luego en las cláusulas para evitar las
interpretativas. A su modo y semejanza se introducen aquí breves, por tanto incompletas, y en
general, definiciones sobre lo que entendemos por “Estado”, por “Social”, por “Democracia” y, por
“de Derecho”.

Estado

Es la forma de organización política que se otorga una sociedad para permitir su convivencia.
Consiste, por tanto, en una estructura.

Social

En este contexto, hay que entender por “social” aquella estructura estatal que no solo ordena la
convivencia de una comunidad, sino que busca para todos sus componentes un mínimo bienestar,
que considera inclaudicable.

Se trata, por tanto, de favorecer un nivel de igualdad, limitando las diferencias que la libertad, por sí
sola, puede generar.

Democracia

Forma de gobierno del Estado en la que participa el pueblo.

De Derecho

Sometimiento de la autoridad del Estado a la jerarquía normativa, que obliga a todos por igual, y que
prohibe la arbitrariedad.

El Estado Social y Democrático de Derecho consiste en un sistema de solidaridad (nacional o


supranacional) gestionado por los poderes públicos con participación ciudadana efectiva y con
respeto a la primacía del Derecho y de los derechos de los ciudadanos.

El Estado Social y Democrático de Derecho se orienta a la igualdad y a la justicia, tanto en relación


con los individuos como con los grupos sociales. Busca la síntesis entre la igualdad y la libertad. El
Estado Social y Democrático de Derecho no se agota en la defensa de la libertad y de la propiedad
individual, como sucedía en el Estado liberal, sino que actúa como base para la búsqueda del
llamado estado de bienestar, para lo que se propone encauzar adecuadamente la asistencia vital,
procurando los medios para un mínimo existencial digno para todos los individuos, al proporcionar al
ciudadano los medios para exigir de los poderes públicos aquello que les es necesario para vivir
dignamente, pero que queda fuera de sus posibilidades.

La expresión “Estado Social y Democrático de Derecho”, surge por primera vez como referencia
denominativa de la organización política, económica y social de una nación, dentro del contexto
de la revolución francesa de 1848, que culmina con la instauración de la Segunda República,
fundamentada en valores, principios e instituciones colectivas, como la fraternidad, el bienestar
común y la asociación, que permiten la configuración de derechos económicos, sociales y
culturales a favor de los ciudadanos, incluyendo, por vez primera, el derecho al trabajo como un
derecho fundamental.
Son los llamados derechos de Segunda Generación. Dentro de este contexto histórico, épico y
político, emerge un nuevo modelo de Estado “democrático y social”, cuya primera denominación
como expresión literal se le atribuye a Louis Jean Joseph Charles Blanc, (1811/1882), pensador,
historiador y político francés, propulsor de la declaración y reconocimiento por parte del Estado
de los derechos de carácter económico y sociales de los individuos, afirmando que “cada hombre
tiene derecho al trabajo y a la satisfacción de sus necesidades” y que para tales fines, el Estado
tenia que intervenir para garantizarle el ejercicio pleno de estos derechos, creando condiciones
mínimas vinculantes para los sectores políticos y económicos, que fueran prerrogativas
irrenunciables de los trabajadores: establecimiento de jornadas laborales, días de descansos,
remuneración por servicio prestado, derecho a la asociación, a las huelgas, y paros de los
trabajadores, etc.
Esta denominación que acuña Le Blanc, se extendió a la Constitución francesa de 1858; a la de
México (Querétaro), 1917 y en la de Alemania (Weimar), del año 1919. Sin embargo, no es sino
hasta la Ley Fundamental de Bonn, de 1949, cuando la fórmula del “Estado social (social state) de
derecho” adquiere reconocimiento constitucional.
A partir de ahí, el referente del modelo estatal se replicó en las reformas constitucionales
sucesivas: España, 1978; Honduras, 1982; Brasil, 1988; Colombia, 1991; Paraguay, 1992; Perú,
1993; Ecuador, 2008; Bolivia, 2009; la Republica Dominicana, 2010; entre otras.
El Poder Ejecutivo declaró el 2012 mediante decreto número 768-11, como el “Año del
Fortalecimiento del Estado Social y Democrático de Derecho en la República Dominicana”.
Mediante este decreto, el presidente Leonel Fernández afirma que la República Dominicana se
rige por una Constitución ampliamente progresista, producto del consenso de todos los sectores
de la vida nacional. Señala, además, que “la democracia ha sido un objetivo mayor de las luchas
sociales llevadas a cabo por el pueblo dominicano en la reciente historia política de país”.
Estas luchas de la historia política contemporánea a las que alude el presidente Fernández, nos
hace una referencia implícita a la Constitución de 1963 impulsada por el Prof. Juan Bosch, texto
fundamental que se reconoce como modelo promotor de las libertades públicas y democráticas,
con trascendentes conquistas para las clases sociales más excluída.
Ahora bien, el verdadero paradigma constitucional que modela el Estado Social Democrático de
Derecho para la nación dominicana, con valores superiores a las conquistas liberales individuales
de igualdad, libertad y soberanía, se consolida con la revolución democrática que condujo a la
proclamación de la Constitución del año 2010.
Este texto sin dudas, representa un avance significativo respecto a la dimensión política, jurídica,
económica y social del Estado dominicano.
El Capitulo II del texto fundamental, en el artículo 7 define a la República Dominicana,
organizada en un Estado Social Democrático y de Derecho y establece que se funda “en el respeto
de la dignidad humana, los derechos fundamentales, el trabajo, la soberanía popular y la
separación e independencia de los poderes públicos.
De igual modo, el artículo 8 de la Carta Magna, dispone que “es función esencial del Estado, la
protección efectiva de los derechos de la persona, el respeto de su dignidad y la obtención de los
medios que le permitan perfeccionarse de forma igualitaria, equitativa y progresiva, dentro de un
marco de libertad individual y de justicia social, compatibles con el orden público, el bienestar
general y los derechos de todos y todas”.
Esto es, por primera vez, desde la primera Constitución del año 1844, el Estado dominicano se
organiza como un Estado Social y Democrático de Derecho, concepto que fusiona tres ideas de
distinto origen histórico, que el texto constitucional considera unidas e interdependientes.
Cuando hablamos de Estado Social, dentro del contexto constitucional vigente, debemos resaltar
la ampliación del catálogo de derechos fundamentales con la dignidad como valor supremo,
“sagrada, innata e inviolable”, cuyo respeto es responsabilidad esencial de los poderes públicos.
Junto a estos derechos, se establece el reconocimiento e instrumentación de garantías y
mecanismos de tutelas que los hagan efectivos, permitiendo que las personas puedan satisfacer
sus derechos. Los derechos fundamentales son y valen lo que valen sus garantías. La Declaración
de derechos del hombre y del ciudadano de 1789 en el art. 16 dice “toda sociedad en la cual la
garantía de los derechos no esté asegurada, no existe Constitución, porque sin garantía los
derechos fundamentales no son derechos”; es decir, sin garantías eficaces no existe derecho.
De igual manera, plantea un régimen económico que se orienta y fundamenta en  una economía
de mercado, que impulsa las diversas actividades por aquellos cauces que permiten satisfacer las
necesidades de los demás, en la búsqueda del desarrollo y bienestar ciudadano. (Artículo 217,
Constitución).
Cuando hablamos de Estado Democrático, la nueva Constitución fortalece la separación e
independencia de los poderes públicos constituidos, reduciendo las prerrogativas del Presidente
de la República, potenciando la facultad fiscalizadora y de control político del Congreso Nacional,
así como creando instancias garantistas del texto constitucional, como son, entre otras, el
Tribunal Constitucional y el Defensor del Pueblo.
Cuando hablamos de Estado de Derecho, el texto del 2010, reafirma la supremacía constitucional
al definirla en al artículo 6 como “norma y fundamento de todo el ordenamiento jurídico del
Estado”. De igual forma establece que los derechos fundamentales sólo podrán desarrollarse
legislativamente en los casos previstos taxativamente por el texto constitucional, siempre y
cuando se “respete su contenido esencial y el principio de razonabilidad”.
Se establece el estatuto de la Función Pública del servidor del Estado, así como la potencial
responsabilidad civil del funcionario estatal, al disponer el artículo 148, la responsabilidad,
conjunta y solidariamente de los agentes públicos, cuando por acción u omisión en el desempeño
de sus funciones, generen daños o perjuicios.
La declaratoria del año 2012, como del Fortalecimiento del Estado Social y Democrático de
Derecho, demanda soluciones concretas en temas como la igualdad real de oportunidades,
transparencia y modernización de la estructura del Estado, fomento de la eficiencia y
competitividad, crecimiento económico vinculado a una justicia social capaz de reducir la
pobreza y garantía de la seguridad ciudadana.
La Constitución del 2010 es un texto revolucionario y vanguardista. El desarrollo legislativo de
sus preceptos, el respeto y vigilancia permanente a su jerarquía y contenido, así como el
empoderamiento de toda la población en el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus
deberes, la harán realmente efectiva.

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