quiso matarlo. Entonces Séfora tomó un pedernal, cortó el prepucio de su hijo y lo echó a los pies de Moisés, y dijo: Tú eres, ciertamente, un esposo de sangre para mí. Y Dios lo dejó. Ella había dicho entonces: Eres esposo de sangre, a causa de la circuncisión." Aunque éste sea un incidente extraño, revela la tercera objeción real de Moisés. El había descuidado el rito de la circuncisión de su hijo. Dicha ordenanza constituía la evidencia o sello de garantía del pacto que Dios había hecho con Abraham. Si Moisés iba a proclamar a otros la voluntad de Dios, él mismo tenía que ser obediente a la voluntad de Dios. Y Dios, por su parte, tenía que recordarle su desobediencia, aunque fuese a la fuerza o a través de una grave enfermedad. Este episodio parece difícil de entender y debemos retroceder en el tiempo, por un momento, para examinar el problema. En el pasado, cuando Moisés huyó como un fugitivo de Egipto, se dirigió a la tierra de Madián. Los madianitas eran los descendientes de Abraham y su esposa Cetura. Aquel pueblo era monoteísta. No eran idólatras, pues adoraban a un solo Dios. Y Moisés se sintió a gusto con ellos. Moisés se hizo muy amigo del Sacerdote de Madián, que tenía siete hijas. Moisés se casó con su hija Séfora. Al principio, Dios bendijo el hogar de Moisés. Su primer hijo, llamado Gerson, que significaba extranjero, nació en Madián. Moisés había sido extranjero en esa tierra, pero la había convertido en su hogar. Desgraciadamente, en la vida matrimonial de Moisés había un problema. Dios llamó a Moisés desde la zarza que ardía y le encargó una misión en Egipto. Faraón había muerto y Moisés podía regresar sin peligro. Al emprender el viaje de regreso a Egipto, se produjo el incidente del que acabamos de leer, en que Dios intentó matarle. Por qué? Porque Moisés no había observado la circuncisión, que estaba ideada para enseñar a los israelitas que no tuvieran confianza en sí mismos, en su propia naturaleza humana. Parte de su carne debía ser cortada y cada israelita debía depositar su confianza en Dios. Pasajes Bíblicos como Génesis 15:6, Romanos 4:3 y Gálatas 3:6, nos dicen que Abraham creyó en Dios y entonces Dios le consideró como justo, le aceptó, concediéndole su amistad. Isaac y Jacob siguieron el ejemplo de Abraham. Eran israelitas de nacimiento, pero el rito de la circuncisión era la señal distintiva. Para ellos, cumplir con ese rito era un acto de fe. La circuncisión era la evidencia de que un hombre era descendiente de Abraham, y también la evidencia de que tenían fe. Aparentemente, Séfora se había resistido al mandato de la circuncisión y Moisés no había insistido en que se realizase. Quizás Moisés no creyó que ese acto fuese tan importante y, evidentemente, su esposa pensó que se trataba de algo absurdo y sangriento. De todos modos, Moisés no quiso precipitar una división en su matrimonio. Su esposa no era atea sino monoteísta. Simplemente se estaba resistiendo a una ordenanza de Dios y Moisés no había querido forzar la situación. El tendría que decirles a los israelitas que rectificasen cuando estuvieran equivocados, pero no había podido enfrentarse a su propia esposa cuando ella estuvo en el error. El haber desobedecido el mandato de Dios provocó Su intervención, en la que quiso darle una última lección antes de convertirle en el máximo líder de su pueblo, haciéndole ver la seriedad de su situación. Fue Séfora quien llevó a cabo el rito de la circuncisión en su hijo, para salvar la vida de Moisés; lo hizo como un acto de fe, reclamando la promesa del pacto con Abraham que implicaba la redención por medio de la sangre, y la desconfianza en la naturaleza humana del ser humano. Después de la circuncisión de su hijo, quizás cuando llegaron a Egipto, Moisés se dio cuenta del problema y la envió de regreso a su hogar con su padre. Más tarde, durante el viaje por el desierto, veremos que Jetro, suegro de Moisés, trajo a Séfora y ésta se reunió nuevamente con Moisés.