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Éxodo 3:11-12 Reina-Valera 1960

11 
Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que
vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?  12  Y él
respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal
de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al
pueblo, serviréis a Dios sobre este monte.

Moisés Aunque era de origen hebreo, creció en la familia del rey de Egipto,
como el nieto de Faraón.

Su aversión por la injusticia estalló en un ataque letal a un hombre egipcio,


al que sorprendió golpeando a un trabajador hebreo.

Faraón se enteró de este acto, así que por seguridad, Moisés huyó y se
convirtió en pastor en Madián, una región a varios cientos de millas al este
de Egipto, en el otro lado de la Península del Sinaí.

No sabemos cuánto tiempo vivió ahí exactamente, pero en ese tiempo se


casó y tuvo un hijo. Además, ocurrieron dos sucesos importantes.

El rey de Egipto murió, y el Señor escuchó el clamor de Su pueblo oprimido


y se acordó de Su pacto con Abraham, Isaac y Jacob (Éx 2:23-25).

23 
Aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto,
y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y
clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su
servidumbre.  24  Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su
pacto con Abraham, Isaac y Jacob.  25  Y miró Dios a los hijos de
Israel, y los reconoció Dios.
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Este acto de recordar no significa que Dios había olvidado a Su pueblo, sino
que señala que estaba a punto de actuar a favor de ellos. Para esto, Él llamó
a Moisés.

Cuando Dios llamó a Moisés, estaba lleno de preguntas y dudas 

“¿Quién soy yo para que vaya?”, “¿qué les responderé?”,

“Ellos no me creerán…”, “…nunca he sido hombre de fácil de


palabra… Finalmente, Moisés dijo: “…envía, te ruego, a cualquier
otra persona”. ¡Qué bueno que Dios no se conformó con un “no”
como respuesta! Su insistencia valió la pena, Moisés no tuvo otra
opción que obedecer a Dios.

Dios llamó a Moisés mientras él estaba trabajando

Primero, Dios confrontó a Moisés y llamó su atención por medio de la zarza


ardiente (Éx 3:2-5).


Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en
medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego,
y la zarza no se consumía.  3  Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora
y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se
quema.  4  Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en
medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme
aquí.  5  Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies,
porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. 
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Moisés se maravilló por la naturaleza de este en particular. Él escuchó su


nombre y respondió, “heme aquí” (Éx 3:4).

Esta es una declaración de disponibilidad, no de ubicación.

Segundo, el Señor se presentó a Sí mismo como el Dios de los patriarcas y


comunicó Su intención de rescatar a Su pueblo de Egipto y traerlos a la
tierra que le había prometido a Abraham (Éx 3:6-9).


Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de
Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro,
porque tuvo miedo de mirar a Dios.7  Dijo luego Jehová: Bien he
visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su
clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus
angustias,  8  y he descendido para librarlos de mano de los
egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y
ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo,
del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo.  9  El
clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y
también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen. 

Tercero, Dios comisionó a Moisés a que fuera a Faraón y liberara al pueblo


de Dios de las manos de Egipto (Éx 3:10).

10 
Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto
a mi pueblo, los hijos de Israel.

Cuarto, Moisés refutó, le contradijo, le rebatió (Éx 3:11).

11 
Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que
vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?
4

Aunque había escuchado una poderosa revelación de quién estaba


hablándole en ese momento, su preocupación inmediata fue “¿quién soy
yo?” Dios respondió confortando a Moisés cuando le promete Su presencia
(Éx 3:12a).

12 
Y él respondió: Ve, porque yo estaré contigo;

Finalmente, Dios habló de una señal de confirmación (Éx 3:12b).

y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas


sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte.

Moisés mismo no fue un sacerdote ni un líder religioso (esos eran los roles
de Aarón y Miriam), sino un pastor, hombre de Estado y gobernador.

La Palabra de hoy nos muestra cómo Moisés puso como objeción su


insuficiencia personal para el servicio al que Dios le había llamado.  Moisés
se cuestionó: ¿Quién soy yo?

Moisés se creyó indigno de tal honor.

Moisés inmediatamente consideró su falta de coraje y talento para tal


encomienda, por tanto, él no se sentía capacitado para sacar de Egipto al
pueblo de Israel;

Moisés sabía del estado en que ellos se encontraban: desarmados,


indisciplinados y desanimados completamente.
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Muchas veces al enfrentar un nuevo reto en nuestras vidas lo primero que


hacemos es mirarnos a nosotros mismos y a nuestras propias capacidades,
razón suficiente para poder desanimarnos y limitar que Dios cumpla sus
planes con nosotros.
Moisés era uno de ellos, porque cuando Dios lo desafió con la tarea de
liberar a su pueblo, puso un sin fin de excusas, pero al ver la necesidad de su
gente, se puso en las manos de Dios haciéndose cargo de conducir a su
pueblo hacia la libertad.
Es verdad que Moisés estaba lleno de temores, pero a pesar de ello, él
asumió ese reto.
¿Qué te detiene para enfrentar esos gigantes y llevar adelante la misión que
Dios te encomendó?
No se trata de tus propias capacidades sino de un corazón obediente que
somete su voluntad a la de Dios.
¿Te gustaría cumplir el propósito que Dios tiene para tu vida?
Pues es momento de dejar la zona de confort y arriesgarse.
Muchas personas se sienten atemorizadas por lo que podría suceder o cuán
lejos podrían llegar y pasan sus vidas en Egipto como algunos de los hebreos
tal vez lo hicieron, sólo unos cuantos están dispuestos a salir de su zona de
seguridad para entrar al desierto.
¿Con cuál de estas personas te identificas?
Y si te preguntas
¿Quién soy yo para que Dios me sane?
¿Quién soy yo para que me perdone? etc.
Eres su hijo, el escogido para hacer grandes cosas acá en la tierra.
Así como a su pueblo, Él quiere que salgas del “desierto” y que entres a la
tierra prometida.
No se trata de tus capacidades sino de tu obediencia. El trayecto no será
fácil, pero Dios promete estar contigo.
“…el reino de Dios avanza a pesar de sus enemigos. Sólo la gente valiente y
decidida logra formar parte de él.” Mateo 11:12 (TLA).

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