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Poig.

Educacion y dependencia

Las relaciones educativas desde el punto de vista de una pedagogía de la liberación

Podríamos decir que la filosofía de la educación gira por entero alrededor del tema de las
“relaciones educativas”. Este Angulo permite establecer las diferencias que hay entre dos líneas
de desarrollo de dichas relaciones, una tiende a la simplificación de las mismas, la otra apunta a su
diversificación y enriquecimiento.
El proceso de “enseñanza-aprendizaje” implica una relación entre quien enseña y quien aprende.
De acuerdo con el planteo tradicional: “educar” significa “conducir” (educere). “Educere” también
quiere decir “criar”, la relación maternal y paternal. Se podría decir que la concepción tradicional
de las relaciones educativas se apoya en una proyección de la estructura familiar y de sus típicas
relaciones.
Uno de los caracteres de esta última, supuesto en la noción de “crianza” y de “alimentación”, es la
de la dependencia derivada de la incapacidad y debilidad propia del infante. Las relaciones de
crianza son por eso mismo en gran parte “naturales”, por lo cual revisten ciertos caracteres que la
diferencian de las relaciones educativas sean ellas familiares o escolares que en sentido propio del
termino solo pueden ser tomadas como “históricas”. (Ósea, se las considera naturales
incorrectamente).
El paso en falso se da en cuanto que la constitución de los padres como “modelo” es ya un hecho
histórico o que pertenece al orden de la historicidad y no a la naturaleza. En la relación educativa
propiamente dicha, aun en el seno mismo de la familia cuando en esta se instala dicha relación, el
niño no es repetición, sino novedad y el “educador” no es necesariamente “modelo”.

La discusion en la historia de la pedagogía de toda esta problemática gira en torno de los alcances
que se den en la expresión “naturaleza del niño”. Juan Jacobo Rousseau interioriza el termino
“naturaleza” considerado por el como la realidad intima espiritual del infante, si bien es cierto que
este hecho quedo oscurecido en sus escritos por su famosa tesis del “regreso a la naturaleza”. La
pedagogía rousseauniana puso con fuerza todo el problema educativo en la existencia de una
capacidad propia, que llevo al despalzamiento dentro de las relaciones educativas de la nocion de
“sujeto de la educación”.
La tesis tradicional opuesto a esta pedagogía, se pueden leer en La Politica, en donde el sujeto de
la educación es el educador, entendiendo la proyección de la relación padre-hijo, en la que el
padre es el modelo, hacia el cual el hijo debe tender su proceso de formación. En esta pedagogía
se entienden las relaciones educativas sobre el esquema “dominador-dominado”.
En la pedagogía de las primeras décadas de este siglo en Argentina, el pedagogo mendocino Don
Carlos Vergara, afirmo a su modo la historicidad de dichas relaciones, y dio las bases con ello para
una pedagogía de la liberación en la que el verdadero y único sujeto de la educación es el
educando.
Las relaciones educativas reciben una distinta interpretación, ya sea que las determinemos a partir
de una “filosofía de la mismidad” o a partir de una “filosofía de la alteridad”. En la primera, el
padre o el educador, según el caso, es entendido como una “totalidad “dentro de la cual debe
incorporarse el educando; el niño es visto y entendido como un momento de una circularidad o
mismidad y su novedad es tan solo entendida como una repetición de un modelo. El
desconocimiento de la auténtica alteridad del educando, lleva a que las relaciones educativas,
simplificadas, sean una expresión de otra relación más profunda, la de “dominador-dominado”. En
la segunda, no solo la relación “docente-alumno” cobra un nuevo sentido, sino que las relaciones
educativas se enriquecen y diversifican. Si tuviéramos que señalar esas relaciones diríamos que
son las de “educador-educando”, “educando-educando”, “educando-educador” y “educador-
educador”. Es necesario para no malentenderlas, tener presente que las mismas cobran presencia
en su diversidad solo partiendo de la afirmación de la alteridad del educando respecto del
educador y de la afirmación del papel de sujeto del primero en el proceso de enseñanza-
aprendizaje.
La filosofía de la alteridad implica pues una pedagogía activa, mientras que la filosofía de la
mismidad instaura una pedagogía pasiva; la primera, funda una educación en vistas de la
liberación, la otra, desemboca en una educación opresiva y dominadora. Las pedagogías opresoras
echan mano de “universales ideológicos”. Podriamos definir a estos universales, diciendo que son
aquellos conceptos que por el valor social que se les asigna, justifican la incorporación de lo “otro”
en lo “mismo”. Lo “otro”, lo alterus, lo “distinto”, lo “nuevo”, el niño, debe incorporarse en lo
dado, lo reconocido, lo aceptado, lo consagrado y deben hacerlo como momento necesario de lo
dado. En una filosofía de la mismidad y consiguientemente en una pedagogía repetitiva, no hay
directamente “novedad”, sino “circularidad”. Lo nuevo no es solo desconocido ontológicamente,
sino que si de hecho aparece como poder irruptor, como rebeldía juvenil, es reprimido. Esto es
denominado “paternalismo”.
Los “universales” que expresan el ámbito de la “mismidad”, es decir, los “universales ideológicos”
tienen ante todo la pretensión de ser precisamente “universales” y como tales se presentan. Se ha
hablado mucho de una Pedagogia de la Libertad. La “libertad” enunciada en esas pedagogías
puede sin embargo ser el modo como se enmascara la relación “dominador-dominado”. Una
“Pedagogia de la libertad” puede ser un a pedagogía dominadora y represiva. Por ejemplo, la
Constitucion de 1853 establecio entre las “libertades” la de enseñar y aprender, la Ley 420 hizo
obligatoria la asistencia a clases, donde incluso se enseña la “libertad”.
Los “universales” en la medida que son impuestos y utilizados como “universales ideológicos”
(sean la libertad, la patria, el amor, dios, la nación, el pueblo, etc) encubren todos ellos la relación
dominador-dominado, de donde nace la escuela autoritaria que se caracteriza por un régimen de
controles y castigos, formando de esta manera un ser humano pasivo y resignado. En estas
escuelas se ocultan las formas de dependencia. No es solo la inmediata dependencia del niño
respecto al maestro, o del adolescente con el profesor, sino formas de dependencia dentro de las
cuales se encuentran sometidos ambos; en este sentido el docente se transforma en el
instrumento a través del cual un sistema de opresión se expresa.
Para que se constituya una pedagogía de la alteridad, es necesario dar un nuevo contenido y valor
a los principios mismos de la pedagogía. Se ha de repensar la “libertad”, el “amor”, la “patria”,
rescatarlos mostrando el grado y el modo en que dentro del contexto social, han perdido sus
verdaderos contenidos, su verdadera universalidad. Para esto no basta desgraciadamente con la
buena voluntad, pues los “universales ideológicos” han sido internalizados por obra de la misma
tarea educativa.
Ante esto es necesario el despertar la sensibilidad social en los seres humanos. Es necesario que la
injusticia, el hambre, la enfermedad, el dolor y la explotación existentes se constituyan, aun
cuando ello suene a paradoja, en elementos educativos en favor de la conciencias “caritativas”,
sino simplemente justicieras. Es necesario que los margidados, adquieran la capacidad de
organizar socialmente su presencia. El niño o el adolescente, desconocidos en las relaciones
educativas en su alteridad, integran también el mundo de los marginados. De ahí el sentido
profundo de las rebeliones estudiantiles.
La nueva pedagogía, es activa con un profundo sentido social, que pretende establecer las
relaciones educativas sobe la base de una integración del estudiante, como factor primero y
fundamental de su propio desarrollo, para lo cual se ha de generar una actitud critica que permita
realmente esa integración.

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