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, Berg-
Schlosser, D. & Morlino, L. (eds.) International Encyclopedia of Political Science, Vol. 1. Thousand Oaks:
Sage. (pp. li- lxvii)
Traducción libre, con fines académicos, de Diego Mauricio Duque Rodríguez para la asignatura “Teoría
General de la Ciencia Política”, programa de Ciencia Política, Universidad del Tolima. (2019).
A lo largo del tiempo, esta obra ciertamente producirá una revolución intelectual, y espero
que los tiranos, opresores, fanáticos y todos aquellos sin tolerancia no se beneficien de
ella. Nosotros servimos a la humanidad.
—Carta de Diderot a Sophie
Volland, Septiembre 26, 1762
De manera paradójica, la ciencia política es tanto una disciplina muy antigua como –relativamente–
reciente. Sus orígenes se remontan a la Antigüedad de la Europa clásica o al pensamiento asiático, y
mucho más allá en tanto recorremos la historia. Como campo académico independiente y respetado,
sin embargo, llegó a constituirse solamente luego de la Segunda Guerra Mundial. Esto se debe en
parte al hecho de que su materia ha estado suscrita a disciplinas vecinas tales como la filosofía, la
historia, el derecho público, pero también porque requiere, más que otras, un “espacio para respirar”
que le dé libertad de pensamiento y expresión, el cual no está muy garantizado por muchos regímenes
autoritarios y por ello, se ha desarrollado a nivel mundial solo con la descolonización y las recientes
olas de democratización.
Esta introducción estudia la disciplina de la ciencia política comenzando por un análisis de la política
en sí mismo. Dos importantes definiciones de la política se discuten aquí con mayor detalle. Primero,
la política puede ser vista como un medio, sea para mantener la armonía social o para lograr un bien
supremo, como en algunas concepciones religiosas del Estado. Segundo, la política ha sido entendida
como un instrumento por el cual una institución central o una autoridad legítima ejercen poder. La
próxima sección de la introducción examina los fundamentos epistemológicos de la ciencia política
como disciplina. La tercera sección traza el crecimiento de la ciencia política durante el siglo XX y
examina sus relaciones correspondientes con otras ciencias sociales y con otros campos, en mayor
medida, el derecho y la filosofía. La sección final de la introducción describe desarrollos y
perspectivas mucho más recientes en la ciencia política, mientras se convierte en una disciplina
dinámica gracias a su propia identidad y a la participación de politólogos a lo largo del mundo.
Política
Política como esfera social
El concepto de lo político (politics) acarrea distintos significados. Puede ser considerado como un
arte (los académicos “estudian política”); una actividad (uno puede “usar la política” en la oficina,
en el club, hasta en la familia); una profesión (algunos “entraron a la política”); o una función
(“política local”, “política nacional”). Muchos politólogos consideran los primeros significados como
derivados de los últimos, hasta metafóricamente, mientras que otros poseen una concepción más
abstracta que es mucho más amplia que la de función. Lo político también ha sido entendido como la
política (polity) que se refiere a una organización (un Estado, un régimen y su constitución) y a la
política pública (policy), que refiere un sistema de decisiones políticas y de subcampos específicos
(como la salud, educación, relaciones internacionales) a través del cual las organizaciones actúan para
llevar a cabo sus funciones. En una perspectiva comprehensiva, lo político es considerado así como
relacionado con una función, un sistema, una acción y un comportamiento.
Sin embargo, todos ellos están conectados a una dimensión especial de la historia de la humanidad.
Incluso si algunos académicos objetan que algunas sociedades ignoran lo político (Clastres, 1975),
muchos antropólogos consideran lo político como una constante de la condición humana. En la
primera parte de esta introducción, esta voluntad constante será comprendida en sus múltiples
definiciones, y luego será insertada en el orden social general. Las siguientes secciones examinan las
definiciones de esta constante como una función y como un instrumento.
Política como función
La política puede ser concebida como una contribución a la aventura de lo social, como una función
del orden social, o mucho más diferente, como un instrumento distintivo, un modo especial de acción.
El primer enfoque es más clásico y profundamente enraizado en las variadas tradiciones filosóficas
que fueron elaboradas alrededor del mundo, mientras que el segundo es moderno, relacionado con el
surgimiento de la teoría positivista en las ciencias sociales. En esta sección, consideramos dos modos
en los que lo político puede ser visto como una función.
Lo político como función: ¿promoviendo la armonía social o el bien supremo?
Muchos filósofos han localizado lo político en el arte de la coexistencia. Si los seres humanos son
egoístas por naturaleza, como a menudo lo conciben, aunque la mayoría vivan y crezcan juntos, la
creación de una coexistencia pacífica es obviamente una de las muchas funciones de la polis. Como
tal, lo político debe ser considerado como la invención permanente de la polis (ciudad), como la
construcción de cada unidad social que busca conservar a las personas agrupadas sobre una base
permanente. Este punto ya ha sido visto por Platón, quien consideró lo político como el arte de
organizar la armonía social. También lo encontramos en otras tradiciones. El Islam concibe lo político
como una función débilmente diferenciada que busca superar la fragmentación tribal a través del
principio de la unidad (tawhid). En tal sentido, la tawhid será lograda a través de la absoluta Unidad
de Dios, y la política no puede ser completamente realizada sin la religión: lo político no puede
concebirse como una estructura diferenciada, pero es obviamente una función social. El mismo
principio puede encontrarse en los escritos hindúes. El Arthasastra (Siglo III A.C.) y el Manusmriti
(Siglo II A.C.) fueron escritos durante períodos de decadencia y maldad, que implicaron hambrunas,
violencia y caos, mientras que el Mahabarata cubrió un período mucho más largo (desde el primer
milenio A.C. hasta el siglo V. A.C.). Aquí lo político se presenta como un requisito absoluto para
mantener la paz y el orden, aun si la tradición oscila entre la invención política (Manusmriti) y su
origen contractual (Mahabarata). En su momento, la visión budista subraya la entropía del mundo
que conlleva a la desigualdad, división sexual, propiedad, y de este modo, al conflicto y la falta de
seguridad. La orientación de esta reforma del Hinduismo sugiere a los seres humanos que sigan a un
rey como garante del orden social. De manera similar, Confucio apuntó que los hombres necesitan
un gobernante para prevenir el desorden, los disturbios y la confusión.
La primera función, que promueve la armonía social, obviamente formó la filosofía política a una
gran extensión hasta llegar a nuestros días. La teoría del contrato social claramente emana de este
postulado, tanto en la tradición islámica (mithaq, bay’a) como en la Ilustración europea. El
Arthasastra anticipó la visión de Thomas Hobbes del estado de naturaleza, cuando descubría la falta
de política como resultante de maldad y vicios, o cuando mencionaba la fábula del gran pescado que
se come al pequeño (Matsyanyaya). La dimensión funcional de lo político, como el arte de la
coexistencia y la “armonía estable” puede, por tanto, ser considerada como realmente transcultural y
común a las diferentes historias de la humanidad. Probablemente, aquí podamos localizar una visión
pluralista de lo político, en tanto esta primera visión pavimenta el camino para una concepción plural
de la ciudad (polis) donde la gente no necesariamente comparte los mismos intereses, las mismas
creencias, o las mismas características étnicas. Todo lo contrario, en esta perspectiva la diversidad es
la verdadera razón de ser de lo político.
Sin embargo, la política también reclama una segunda función, que es más demandante y sofisticada.
Algunos filósofos y pensadores van mucho más lejos, más allá de la invención de la ciudad, resaltando
otro propósito: la Política supone dirigir el camino hacia lo correcto, promover la virtud, y habilitar a
los humanos para que logren el Bien Supremo. En este sentido, Aristóteles concibió lo político como
referido al bienestar y a la virtud. La ciudad debe ser construida como la mejor ciudad: la ciencia
política se eleva hacia algo mucho más demandante, a saber, la “ciencia de la buena política” o la
“ciencia del buen gobierno”. Esta visión se encuentra en el Islam a través del compromiso a la ley
divina (sharia); cuando toma su extremo, esta concepción se convierte hasta en un modo de disputar
a los portadores del poder y lidera una alteración política en la que la protesta es la mayor actividad
política aun por encima del gobierno. En el mismo modo, el Arthasastra describe lo político en tanto
promotor de paz y prosperidad, mientras que el budismo produce una ética del comportamiento
humano. El confucianismo también da un rol central a la virtud que los humanos, por naturaleza,
poseen, pero se logra a través del gobernante y sus normas.
Estas dos funciones de lo político conllevan las dos caras de la teoría política, una de las cuales es
positivista y la otra es normativa. Si la política es solo la ciencia de la ciudad, es primero que todo
una ciencia del comportamiento (behavioralist science). Si es la ciencia del Bien Supremo, su
orientación normativa es dominante. Esta tensión ha sido parcialmente superada por un enfoque
instrumentalista de lo político, de acuerdo con el cual la naturaleza distintiva de lo político tiene que
ser encontrado en los instrumentos usados para administrar la ciudad más que en sus objetivos finales.
La política como un instrumento: ¿la ciencia del poder?
El poder –en el sentido de Max Weber, como la habilidad de lograr tus intereses incluso en contra de
la voluntad de alguien más, esto es, como coerción– es entendido aquí como el primer instrumento a
través del cual opera la política. Todos los grandes pensadores reclaman que la ciudad no puede existir
sin el poder, no importa cómo esté estructurado. De este modo, hay una larga tradición que ha
conectado poder y política, en la cual se la ha asignado a la ciencia política cómo se forma, estructura
y comparte el poder (Lasswell y Kaplan, 1950). Sin embargo, la ciencia de la política y la ciencia del
poder no son sinónimos: ¿cada tipo de poder es necesariamente político, por ejemplo, en una empresa
o en un club? En un sentido más amplio, algunos autores declaran que la política puede desempeñarse
en una oficina o dentro de una familia, pero esta expresión es simplemente una metáfora cuando se
concibe en un orden micro-social. A la inversa, si consideramos el poder como la esencia de lo
político, tenemos que optar por una definición más amplia del poder que incluye la ideología, el
control social e incluso, las estructuras sociales, y de este modo, se desvía hacia una visión del poder
como puramente coercitivo.
Por esta razón, la política es definida comúnmente como un tipo específico de poder; ya sea que esté
sostenida por una institución central, como un Estado, un gobierno, una clase dominante, o sea usado
por un detentador del poder que es considerado como legítimo. La primera perspectiva se aproxima
a la política como la ciencia del Estado e implica que las sociedades tradicionales y débilmente
institucionalizadas carecen del poder centralizado como condición necesaria para que la política
exista. La segunda promueve el concepto de autoridad legítima como la esencia real de lo político y
sugiere que en este sentido lo político es más evidente en las democracias que en los sistemas
autoritarios o totalitarios.
Algunas visiones también unen poder y normas. Llevando la definición aristotélica más allá, definen
a la política como un conjunto de normas que llevan a la Ciudad de lo Bueno –sea la Ciudad de Dios
o la Ciudad de los Filósofos. Esta concepción radical se encuentra en varias tradiciones: la agustiniana
más que la tomista, en la cultura cristiana; la puritana, con la reforma y el calvinismo; el Islam radical
en la perspectiva en Ibn Taimyya. Esta concepción, sin embargo, corre el riesgo de fluir hacia el
totalitarismo o al menos despreciar el debate político, haciendo imposible que cualquier tipo de
elección política.
La conexión con el territorio también es frecuentemente usada como una aproximación instrumental
a lo político. La tradición griega pavimentó el camino cuando Aristóteles subrayó la diferencia entre
lo político, ethnos y oikos (hogar). Si la política es concebida como la coexistencia de algunos
pueblos, ello niega la existencia de un “territorio natural” e implica un territorio socialmente
construido como una arena necesaria. Es por eso que Max Weber hace del territorio un elemento
clave en su definición de lo político. Para Weber, una comunidad posee una cualidad política solo si
sus gobernantes están inscritos en un territorio dado: esta invención territorial difícilmente encaja en
sociedades nómadas o hasta en un gran número de sociedades tradicionales (Evans-Pritchard, 1940).
Pero incluso si ello se acerca a una visión estatal de lo político, enfatiza el rol de la pluralidad y la
diversidad dentro de un orden político. En una concepción mucho más extensa de las dimensiones
espaciales de lo político, las esferas públicas y privadas se oponen: la primera es vista como el
ambiente natural del debate político, mientras que la última se concibe como una resistencia en contra
del poder político y sus penetraciones (Habermas, 1975). También encontramos de nuevo la posible
oposición entre esferas religiosas y seculares (trascendentales e inmanentes), e incluso el
desencantamiento con el mundo como una de las posibles fuentes de lo político.
Luego de atravesar todas estas definiciones, el criterio de la coexistencia social parece ser mucho más
extensivo, y probablemente, el menos cuestionable. Si la política está considerada, en todos lados y
alrededor del mundo, como la que maneja en mayor o menor medida la armonía social, esto puede
considerarse claramente como el opuesto de algunas otras esferas clásicas de la acción social (política
vs. Vida social, militar, administración, etc.). Como tal es parte de la arena social general, como un
hecho social, pero uno muy específico.
Lo político en la división social del trabajo
Aquí enfrentamos una contradicción que está formando un serio debate entre los politólogos. Si la
concepción de lo político como un hecho social ordinario tiende a prevalecer, la ciencia política
emerge con la sociología política (ver debajo). En la otra versión, la última puede ser definida como
una parte de la ciencia política, a veces con fronteras ambiguas. La vaguedad y la movilidad de la
frontera se puede estimar por los siguientes factores: la diversidad en las grandes teorías de las
ciencias sociales, que no reflejan las mismas visiones de lo político y las cuales se mueven entre poder
e integración; el trasfondo histórico y cultural de lo político, el cual está formando diferentes tipos de
linajes; y el presente impacto de la globalización, que está dinamitando probablemente una nueva
definición de lo político que está separándose incrementalmente de los conceptos de etnicidad y
territorialidad.
De nuevo, las implicaciones sociales de tal perspectiva no pueden ser discutidas aquí, pero esta figura
podrá ayudar, una vez más, a ubicar algunos de los enfoques “duros” y “blandos” en nuestra disciplina
a lo largo de este espectro. En general, podemos estar de acuerdo con la conclusión de Almond y
Genco que dice que
la esencia de la ciencia política… es el análisis de la decisión en el contexto de sus
condicionantes. Aquella puede hallar la búsqueda de regularidades, la búsqueda de
soluciones a problemas, y la evaluación de estos problemas en el mismo nivel. Todas
ellas pueden ser partes de un esfuerzo común por confrontar el destino político del
hombre con rigor, con la objetividad necesaria, y con un ineludible sentido de
identificación con el asunto que estudian los cientistas políticos. (p. 522)
El último punto también nos lleva a la próxima differentia specifica de las ciencias sociales
comparada con las ciencias naturales y su epistemología distintiva.
Aspectos autorreferenciales
Este sentido de identificación puede ser visto también en muchos sentidos. Primero que todo, significa
que como seres humanos y sociales somos una parte inevitable del objeto que estudiamos. Incluso si
intentamos despegarnos en lo posible del objeto en consideración, algunas influencias subjetivas
sobre nuestra percepción se mantienen. Estas pueden ser analizadas por la psicología, la sociología
del conocimiento para discernir nuestros “intereses” (conscientes o inconscientes) en tales aspectos,
entre otras, pero algunos “colorantes” individuales parecen entrar en nuestras lentes de manera
inevitable. Por consiguiente, cierto “círculo hermenéutico”, que debe ser consciente y explícito en las
interacciones con otros, permanece (Moses y Knutsen, 2007, Capítulo 7).
Sin embargo, esta limitación puede, de nuevo en contraste con las percepciones naturalistas de la
ciencia, convertirse en una ventaja. Como seres humanos podemos generar empatía con los demás y
poder entender e interpretar, de manera intersubjetiva, si no objetiva, los significados de los
pensamientos y acciones de los demás. Este es más el caso cuando estamos entrenados como
científicos sociales en un lenguaje científico y una metodología común. Este último punto distingue
también a la percepción, nivel de información e interpretación de un politólogo de los “hombres (y
mujeres de la vida cotidiana” que hablan de política, en el mismo modo en que un meteorólogo posee
un conocimiento diferente de lo que está pasando en la atmósfera comparado con la pequeña charla
cotidiana sobre el clima. No obstante, tal subjetividad inevitable, que está histórica y culturalmente
condicionada, abre el camino para interpretaciones y significados más pluralistas. Enfoques
constructivistas, en contraste con los naturalistas, pueden cavar más profundo en ciertos aspectos de
la subjetividad y la pluralidad de significados (cf. p. ej. Foucault, 1970).
Se deben mencionar dos puntos más sobre nuestra identificación con el objeto y nuestra posición
autorreferencial. Siendo parte de la sustancia, también podemos, consciente o inconscientemente,
actuar sobre ella. De este modo, las profecías de autorrealización o autoderrota se vuelven posibles
como retroalimentación entre la interpretación o incluso la opinión de un importante actor o científico
social cuya autoridad en cierta esfera se ha vuelto reconocida en la materia con la cual está tratando.
Esto ocurre cuando algunos “analistas” dan su opinión sobre probables desarrollos de la bolsa o tasas
actuales en el mercado y muchas personas los siguen. Esto también aplica para las predicciones
electorales con sus respectivos efectos oportunistas y de agache.
Finalmente, siendo parte de nuestro mundo y siendo capaz, en cierta medida, de actuar sobre él, ello
también plantea la cuestión sobre la responsabilidad social y política. Esto nos devuelve al lado
normativo de lo político con el cual inevitablemente tendremos que enfrentar, autoconscientemente
y teniendo cuidado de las posibles consecuencias. Al respecto, también, un giro constructivista
reciente en la teoría de las relaciones internacionales, en un sentido más específico del término, ha
llevado a una amplia discusión y posible aceptación de normas más universales.
Una perspectiva sistémica
Dentro de este universo multidimensional, maleable y dinámico se pueden identificar elementos
políticos más específicos. De nuevo, una dificultad al respecto recae sobre las contrastantes
posiciones meta-teóricas y sus perspectivas sobre lo político (ver arriba la primera sección). En un
sentido más abstracto, lo político también puede concebirse como el mecanismo regulador en
sociedades modernas a gran escala. Easton (1965) define así la política como “la asignación
autoritativa de valores” en la sociedad y las fuerzas que dan forma estos procedimientos. En este
proceso, diferentes elementos interactúan de modo sistémico para regular conflictos. Este mecanismo
puede concebirse como un termostato con sus respectivas entradas y salidas conectadas por un
efectivo proceso de retroalimentación en sentido cibernético (ver también Deutsch, 1963). Tales
relaciones se pueden ilustrar en un modelo sistémico simplificado (ver Figura 3).
Este modelo de sistema no puede ser igualado a la teoría de sistemas en un sentido más demandante
(p. ej. Luhmann, 1984). Así, tales sistemas no necesitan necesariamente estar equilibrados y pueden
explotar o implosionar como, en efecto, ocurrió en la comunista Europa del Este.
Sin embargo, tal modelo resulta provechoso para localizar las principales subdivisiones de lo político
(y de la ciencia política), que también constituyen las mayores subsecciones de esta enciclopedia y,
de hecho, muchos departamentos de ciencia política o asociaciones nacionales. El cuadrado del fondo
incluye, en un sentido amplio, los campos de la sociología política y, cuando se tratan separadamente,
de la economía política.
El cuadrado de la izquierda representa la sociología política en un sentido más estrecho del término
(grupos de interés organizados, partidos políticos, etc.). El cuadrado superior refleja el lado
institucional (envolviendo una posible separación de poderes, etc.) pero también cuestiones de
gobernanza a menudo incluidas en la esfera de las políticas públicas y la administración pública al
lado derecho. Todo esto está incrustado en el sistema internacional que concierne a las interacciones
con el mundo exterior del Estado y la sociedad como el campo de la política internacional y, en un
sentido más limitado, la economía política internacional. Las flechas de tales interacciones pueden ir
en ambas direcciones. La comparación sistémica de tales sistemas o de algunos subsistemas es la
esfera del gobierno comparado. Las implicaciones teóricas (y filosóficas) en conjunto le conciernen
a la teoría política, y los respectivos métodos y técnicas analíticas aplicados constituyen el subcampo
de la metodología política.
Nexos entre niveles de análisis
Un bloque final por considerar concierne a los nexos entre macro-aspectos de los sistemas políticos
enteros y su relación con el micro-mundo de los ciudadanos individuales y el meso-nivel de
organización entre ellos. Para este propósito, lo que se ha denominado como “la bañera de Coleman”
(Coleman, 1990, p. 8) resulta de gran ayuda. Aquí, una situación objetiva (estructural) en el macro-
nivel (en la parte superior izquierda de la figura 4) puede conectarse con el micro-nivel de las
percepciones y valores subjetivos del individuo, que son traducidos en acciones concretas,
posiblemente agregadas sobre el meso-nivel, y luego llevadas hacia resultados en el macro-nivel para
ser explicados (en la parte superior derecha). Esta relación se ilustra en la Figura 4.
Cabe resaltar en este lugar que no implicamos para los actores individuales, como se hace por ejemplo
en las teorías económicas y de elección racional, una lógica específica de selección, como, por
ejemplo, maximizar el bienestar material de una persona. Tales supuestos restrictivos del “homo
economicus” o hasta el “homo sociologicus” (Dahrendorf, 1977) solo se aplican raras veces a la
ciencia política, donde usualmente existe un rango más amplio de elecciones, incluso si muchas de
ellas aparecen como “irracionales” para otros (por ejemplo, sentir fuertemente una identidad étnica o
religiosa).
El propósito aquí, de nuevo, recae más en la posibilidad de localizar varios enfoques y sus respectivos
supuestos en un esquema y mostrar la pluralidad de conceptos que pueden ser integrados aquí, pero
guardando entre ellos una relación coherente. Hartmut Esser (1993, p. 23 ss.), ha extendido, por
ejemplo, supuestos posibles en el nivel macro para incluir “hombres restringidos, ingeniosos,
evaluadores, expectantes y maximizadores” (RREEMM) o mujeres, e incluso hasta supuestos sobre
actitudes “identificadoras” (con algunas entidades colectivas) o “individualizantes” (RREEIIMM) o
similares que se vayan adhiriendo. Para la lógica de la situación también procedimientos de
esquematización juegan un rol importante allí donde las percepciones individuales están formadas
por los entornos sociales de la infancia y luego de ella (ver también D’Andrade, 1995). El punto aquí
es mostrar que en este camino los condicionamientos históricos y tradicionales dados en los términos
del nivel macro pueden conectarse significativamente con los individuos y al nivel agregado, con la
acción política colectiva. Qué factores históricos, culturales u otros, condicionan, en particular estas
elecciones y en qué sentido específico, es algo que se puede dejar abierto aquí, dejando lugar, de
nuevo, para una pluralidad de perspectivas culturales y teóricas.
1
Es decir, las demandas que llegan al sistema político por parte de la sociedad (N. del T.)
Todos los cuatro temas poseen un contenido ético, normativo, que es una característica de cada
actividad filosófico-política. Al mismo tiempo, Bobbio resalta que un análisis empírico de los
fenómenos políticos, que son los objetos de la ciencia política, debe satisfacer tres condiciones:
París, Francia
Dirk Berger-Schlosser
Marburg, Alemania
Leonardo Morlino
Roma, Italia.
Futuras lecturas
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