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Revista Nuevas Propuestas

Enero 2010

TÍTULO
El concepto de comunicación estética. Apuntes para reflexionar sobre la comunicación
intrapersonal

AUTORA
Vivian Romeu

ROMEU, VIVIAN. Cubana, naturalizada mexicana. Doctora en Comunicación. Áreas de


investigación: arte, teorías de la comunicación, interculturalidad, semiótica y análisis del
discurso. Actualmente es profesora-investigadora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de
México. Dirección postal: Fray Servando Teresa de Mier no. 92, cubículo 202, 2do piso. Colonia
Centro. Delegación Cuauhtémoc. C.P. 06080. México D.F. Teléfono: 51349804 (ext. 11202).
Dirección electrónica: mynameisarielversion2@yahoo.com.mx

Resumen
Se propone a la comunicación estética como un tipo de comunicación que puede describir los
procesos “intrapersonales” que, a partir de ahí, pueden ser conceptualizados como
comunicación intrapersonal. La propuesta parte del desarrollo de los conceptos de diálogo y
autorreflexión y la reflexión que a partir de ellos se suscita cuando se vinculan con la teoría de
la recepción estética de Wolfgang Iser. También se aborda la reflexión desde la naturaleza de la
obra de arte y la manera en que desde ella se dan el diálogo y autorreflexión. Se realiza además
una revisión breve sobre los lugares de abordaje de lo intrapersonal; y se analizan las causas de
su ausencia en los estudios de comunicación y en general, en el campo de la investigación en
comunicación.

Palabras clave: comunicación intrapersonal, comunicación estética, diálogo, autorreflexión.


1. A modo de introducción, una breve revisión sobre lo intrapersonal y sus lugares de
abordaje
Los vínculos de significación que llevan a una persona a establecer relaciones con su sí mismo,
el otro y el entorno al que el otro pertenece, no se dan de forma aislada, es decir, no se dan
fuera de la experiencia de la propia vida de la persona ya que la experiencia se gesta como
parte de los pensamientos y comportamientos subjetivos y personales que tienen lugar a partir
de la interrelación cognitiva, emotiva y afectiva entre la persona y el entorno.
El entorno es tanto realidad social e histórica impuesta al sujeto, como realidad
humana, donde su sí mismo deviene humanidad (dimensión intra e interpersonal de la
interrelación persona-entorno), motivo por el cual sostenemos que dichas interrelaciones son
de índole comunicativa en tanto en todas ocurre afectación e intercambio de información
significante. La persona, al interrelacionarse con el entorno, se constituye narrativa y
simbólicamente, por lo que dicha construcción se halla atravesada por la presencia de lo
intrapersonal.
En las ciencias sociales y humanas, la psicología ha dado cuenta de estos procesos
puesto que enfoca el estudio de lo intrapersonal y lo interpersonal como un nivel o dimensión
del funcionamiento psicológico de las personas. Para la psicología, lo interpersonal es lo que
sucede al interior de las personas, es decir, lo que puede o no estar visiblemente objetivado en
el comportamiento de las personas y abarca desde las motivaciones, las percepciones, el auto-
concepto, hasta los afectos, los temperamentos y las cogniciones (Bellack, Edlund, 1992, p.
338). En ese sentido, lo intrapersonal como funcionamiento psicológico de la persona refiere a
la interacción del individuo consigo mismo (función autoconstitutiva de respuesta identitaria),
mientras que lo interpersonal refiere a la interacción con los otros y con el entorno (función
social de respuesta socio comportamental).
Desde el punto de vista cognitivista, lo intrapersonal se comprende como estadio
perceptual de un individuo, por lo que conocer la manera en que tienen lugar los procesos
perceptuales y cognitivos del individuo podría arrojar luz sobre la forma en que los individuos
se perciben a sí mismos con respecto a su entorno e incluso sobre el porqué se perciben de una
manera y no de otra. Desde esta perspectiva, lo intrapersonal resulta un proceso cognitivo
donde tiene lugar la percepción del sí mismo a través de la percepción del tipo de
circunstancias que simultáneamente gestan la autopercepción, de tal manera que la esencia de
lo autoperceptivo es interactiva.
En este sentido, afirmamos que el proceso interactivo que ocurre al interior de un
individuo mediante el procesamiento de información propio de los procesos de autopercepción
no sólo conduce al conocimiento de sí mismo, de los otros y/o del entorno físico y/o social, sino
que permite construir al individuo su sentido del yo que no es más que una referencia compleja
a su sentido de pertenencia y su sentido de distinción. Esa es la razón por la que lo
intrapersonal no puede estar desvinculado de lo interpersonal, y este a su vez, de lo
comunicativo.
El estado psicológico de un individuo es deudor de las relaciones que establece con su
entorno tanto a partir de la manera y las circunstancias en que tienen lugar los procesos de
percepción de dicho entorno, como a partir de la forma en que se apropia de la información
proveniente del mismo. Por ello, hablamos de lo psicológico como aspecto perceptivo y
cognitivo que tiene lugar entre la herencia biológica del individuo y su herencia social, de lo que
se desprende que lo psicológico en el individuo no puede circunscribirse al individuo solamente,
sino más bien a la relación con el entorno, lo que, como ya afirmamos con anterioridad, nos
ubica en un escenario comunicativo en tanto responde a y se inserta en lo social.
Este funcionamiento comunicativo de lo psicológico cuando incide en los procesos de
internalización del yo, se coloca en la psicología clínica como parte de un análisis integral de los
procesos de construcción de subjetividad, designando lo intrapersonal como factor insoslayable
en dicho proceso y como procedimiento autorreflexivo que conduce al conocimiento de uno
mismo. Sin embargo, a pesar de que estos eventos comunicativos tienen presencia en el campo
de la psicología, el hecho de que la psicología clínica en lo específico (y no la social, por
ejemplo) tenga una función de intervención profiláctica soslaya la importancia del papel de los
factores subjetivos en el surgimiento y desarrollo de los fenómenos sociales; aspecto que sí es
tomado en cuenta, por ejemplo, por la psicología social 1.
Desde la filosofía, en cambio, lo intrapersonal se ha articulado como introspección
autorreflexiva que permite al ser humano preguntarse por su sí mismo y por el lugar que ocupa
como ser; específicamente la Ética se ha ocupado de la relación del ser humano con su sí mismo
desde una perspectiva moral que necesariamente implica a otros, y por ello precisa de la
observancia autorreflexiva de las acciones de las personas a nivel individual y social.
Más concretamente, la filosofía pragmática-hermenéutica ha abordado el papel de la
experiencia del individuo como factor condicionante de la percepción que construye sobre el
mundo, y la forma en que esta percepción moldea su ser mediante la interpretación que hace
de su sí mismo, su relación con los otros y con el mundo que le rodea. En ese sentido, la
interpretación adquiere relevancia conceptual y teórica como procedimiento para construir
“certezas” sobre el mundo, lo que a su vez guarda estrecho vínculo con el nivel de relación
intra/interpersonal donde se gestan los principios interpretativos que sustentan los procesos
comunicativos como procesos de afectación mutua e intercambio de información significante
en la comunicación humana.

2. La comunicación intrapersonal, gran ausente en los estudios de la comunicación


Como advierte Cunningham (1997), hablar de comunicación intrapersonal presenta serios
problemas ya sea desde el punto de vista de su construcción conceptual, como desde el punto
de vista de su construcción teórica y metodológica. Para este autor, la profusión de definiciones
que presenta este tipo de comunicación, lejos de ayudar a definir la comunicación
intrapersonal, la recrean metafóricamente, impidiendo su conceptualización.
Según el autor, la comunicación intrapersonal es entendida por muchos teóricos como
una especie de comunicación interna, es decir, una comunicación con uno mismo (no
necesariamente provista de lenguaje) en la que tienen lugar procesos perceptivos,
motivacionales y cognitivos2, que permiten al individuo negociar con el ambiente 3. Algunos
teóricos como O'Sullivan (1983, citado en Cunningham, 1997) y David y Baran (1981, citado en

1
Ello revela el enorme pendiente del campo de la comunicación con la psicología como ciencia del
comportamiento humano.
2
Son exponentes de esta corriente: Applbaum et al., 1973; Apple, l989; Barker & Edwards, 1980; O'Sullivan et al.,
1983, entre otros. Todos citados en Cunningham, 1997. Consultar la bibliografía al final de este trabajo.
3
Este añadido lo manejan Applbaum et al., 1973; Barker & Edwards, 1980; Watson & Hill, 1989. Todos citados en
Cunningham, 1997. Consultar la bibliografía al final de este trabajo.
Cunnigham, 1997) la entienden como la comunicación de uno mismo con varias partes de la
persona (el yo, el mí y el inconsciente), panorama muy parecido a lo que plantea Hebert Mead
con sus conceptos de “self” y “me”. Sin embargo, a pesar de esta multiplicidad de acepciones,
casi todos estos teóricos coinciden en afirmar que la comunicación intrapersonal posee
funciones epistémicas vinculadas al pensamiento, la reflexión y la abstracción simbólica, y que
es el sustento de toda comunicación y fuente del conocimiento sobre el sí mismo. De ser así,
¿por qué tanta ausencia en el campo de la reflexión teórica y la investigación en comunicación?
Por sólo ofrecer un panorama de la invisibilidad de la comunicación intrapersonal o lo
intrapersonal en los programas de estudio de comunicación en México, hemos realizado una
búsqueda en al menos 100 universidades a nivel nacional donde se imparte algún tipo de
programa de estudios en comunicación, y de ellos no ha habido una sola institución que refiera
a ella, aunque notamos que en algunos pocos planes de estudio en los que se imparte la
materia de psicología de la comunicación o afines es quizá donde se pueda encontrar algo
relativo a la comunicación intrapersonal. Sólo el TEC de Monterrey ofreció u ofrece una materia
optativa llamada Comunicación Interpersonal en la licenciatura de comunicación 4, pero hasta el
momento no hemos podido acceder a su temario ni a su bibliografía.
Por otra parte, es sabido que la comunicación ha sido estudiada desde casi todas las
ciencias sociales (sociología, antropología, psicología, filosofía, la lingüística); de ahí, el impacto
que cada una de estas ciencias ha ejercido en la construcción del objeto de estudio de la
comunicación en los diferentes períodos en que la comunicación ha estado vinculada a ellas, lo
que ha derivado también en una influencia marcada de las ciencias sociales en el diseño y
conceptualización de los modelos teóricos y los enfoques metodológicos concretos para
abordarlos.
Por ejemplo, el objeto de estudio más estudiado por el campo de la comunicación ha
sido el de los medios, y se ha estudiado tanto a partir de sus ámbitos de producción y de
recepción, como desde el ámbito de la enunciación-producción, el análisis textual y el aspecto
físico. En ese sentido, el abordaje de los medios ha sido bastante más diverso y completo que el
de otros “objetos de estudio”. Esto tiene su razón en el papel cada vez más importante y
protagónico que fueron adquiriendo los medios en la primera mitad del siglo pasado,
importancia que luego en los años 60 y 70 del siglo XX derivó en la investigación sobre sus
discursos. Recientemente, debido al rápido surgimiento y la vertiginosa consolidación de las
nuevas tecnologías de información y comunicación en la vida social contemporánea, la relación
entre los sujetos se ha propuesto como ámbito de estudio sugerente para el campo de la
comunicación ya que como bien plantea Héctor Gómez (2008), los nuevos escenarios donde
tanto los medios como los discursos se dan, resultan necesariamente interactivos y son
escenarios donde la actividad comunicativa desdibuja las fronteras entre emisor y receptor.
Con el estudio de la interacción entre los sujetos sociales, las prácticas –y,
específicamente las prácticas socioculturales- pasan a ser los nuevos objetos de estudio de la
comunicación, a partir de las dos últimas décadas del siglo XX, aunque siguen siendo soslayadas
de su estudio las prácticas políticas (ámbito privilegiado aún de la sociología y la ciencia política)
y las prácticas artísticas (esfera de estudio de la semiótica y la estética fundamentalmente) 5.

4
Para mayor información, se puede consultar el link:
http://www.itesm.mx/va/topicos/Sinteticos/Analiticos/Co95050.htm
Para evidenciar lo dicho con anterioridad, a continuación se presenta un esquema que
resume en un grupo de 6, los modelos de la comunicación y el enfoque teórico que le ha dado
vida, así como las áreas de conocimiento de las que estos modelos y enfoques son construidos,
y los objetos de estudio que animan el trabajo de reflexión teórica y producción empírica en
cada uno de ellos.

Modelos de la Enfoques Objetos de Área de Ámbitos de la


comunicación teóricos de la estudio de la conocimiento de comunicación
comunicación comunicación partida
Modelos mecanicistas Aspecto físico
(centrado en el aspecto Funcionalista Medios Cibernética (canal, código,
físicos y de fidelidad de la (años 30´s) emisor y
comunicación) receptor)
Modelos psicológicos
(comprende la relación Sistémico Sujetos Psicología Clínica Interacción
entre sujetos y entre el (años 40´s)
sujeto y el entorno)
Modelos socio-
psicológicos / sociológicos Funcionalista y Medios Sociología y Producción /
(comprende la relación Crítico Psicología social Enunciación y
entre el sujeto y la (años 50´s) Recepción
estructura social)
Modelos antropológicos
(comprende la relación Estructuralista Medios / Lingüística y Recepción
entre el sujeto, la y Sistémico Sujetos Antropología
estructura social y la /Discursos (años 50-60´s)
cultura)
Modelos semiológicos
(comprende la relación Estructuralista Medios Lingüística y Enunciación,
entre símbolo, referencia y /Discursos Filosofía Analítica Texto y
percepción) (años 70´s) Recepción

Modelos socioculturales
(centrados en la relación Culturalista Prácticas Estudios Apropiación y
entre la cultura y las socioculturales Culturales consumo
prácticas de los sujetos) (años 80´s en
adelante)

Fuente: Elaboración propia

Como se puede observar, tanto la comunicación interpersonal como lo intrapersonal


quedan excluidos mayormente del panorama de los modelos y enfoques de la comunicación
que hasta hoy se estudian, reflexionan y se investigan empíricamente en el campo de la

5
Como se hace notar, la influencia que ejercen los Estudios Culturales en esta nueva dirección de los estudios y la
investigación en comunicación se hace más que evidente con esta descripción.
comunicación. Hasta el momento, a pesar de que el componente personal y subjetivo, presente
en las prácticas socioculturales obliga a la comunicación a conceptualizarse a partir de
condicionamientos biológicos, psicológicos y culturales, el campo de la comunicación
permanece inmóvil ante tal evidencia. En lo general, la tendencia sigue siendo subestimar lo
intrapersonal como lugar de lo comunicativo, aunque no se puede negar que el campo ha
comenzado a explorar el estudio teórico y la investigación empírica de la comunicación
interpersonal, y con ello quizá puede abocarse en lo adelante en el estudio de lo intrapersonal
no sólo como factor insoslayable en el desarrollo de situaciones comunicativas interpersonales,
sino también como condición ineludible en la construcción del sí mismo, es decir, como factor
funcional de primer orden en los procesos de construcción de la subjetividad.
Es justamente en esta última dirección que de manera general este trabajo pretende
abonar a la reflexión sobre el papel de lo intrapersonal en los procesos y actos comunicativos
en aras de intentar conceptualizar como comunicación también al cúmulo de procesos
mentales que tienen lugar al interior del individuo y que al ser deudores en cierta medida del
legado biológico, social y cultural de este, juegan un rol insoslayable en sus pensamientos, en
las prácticas de vida que otorgan sentido a su existencia en términos de pertenencia y
distinción, y en sus comportamientos en relación a su sí mismo y a los otros. De forma concreta,
sin embargo, la apuesta que este trabajo se fija es proponer a la comunicación estética como un
tipo de comunicación desde la que se puede convocar esta reflexión.

3. La comunicación intrapersonal y los problemas teóricos y metodológicos que


comporta para el campo de la comunicación
En el campo de la comunicación, como ya hemos mencionado, se soslaya el estudio de la
comunicación intrapersonal, toda vez que se asume a la comunicación, en el mejor de los casos,
como relación de intercambio de información significativa entre sujetos o grupos de sujetos
distintos. Queda así excluida la comunicación intrapersonal como comunicación en términos de
poner en común, de entendimiento entre unos y otros, debido a que la indefinición misma del
concepto “comunicación intrapersonal” siembra dudas sobre el hecho de si los procesos
psicológicos y neurológicos que ocurren en la llamada comunicación intrapersonal pueden ser
entendidos como comunicación.
Una de las posturas antecesoras que ofrecen respuesta empírica a esta pregunta puede
hallarse en los estudios psicológicos de Palo Alto y la influencia que estos comportaron para el
campo de la comunicación, pero aún así, los planes de estudio tampoco operan estos
contenidos de manera ostensible y sólo unos pocos programas en comunicación lo hacen.
También de manera puntual puede figurar como antecedente el trabajo de Gregory
Bateson y Jurguen Ruesch, el primero biólogo y antropólogo; el segundo, psiquiatra, ambos
colaboradores del Instituto de Investigaciones Mentales de Palo Alto. Estos investigadores en su
libro Comunicación. La matriz social de la psiquiatría, construyen un modelo de comunicación
que toma en cuenta los factores personales de los sujetos hablantes. Su propuesta de
comunicación considera 4 niveles (intrapersonal, interpersonal, grupal y cultural), donde el
nivel intrapersonal ocupa el nivel base o punto de partida. Para ellos, en el nivel intrapersonal,
la comunicación se limita a la visión que el sujeto tiene de sí mismo, y en ese sentido, el nivel
intrapersonal de la comunicación funciona más como una instancia focal metodológica desde
donde se parcializa la mirada de los procesos de comunicación en tanto el
observador/comunicador se “mira” a sí mismo.
Sin embargo, este posicionamiento metodológico también resulta pernicioso a la hora
de referirnos al fundamento comunicativo de lo intrapersonal porque si bien los eventos
psicológicos y neurológicos son las bases del comportamiento comunicativo del ser humano,
éste, en realidad, no se comunica consigo mismo, si entendemos el sí mismo como una entidad
cerrada y autosuficiente. Es decir, resulta innegable el papel base de lo intrapersonal en otras
formas de comunicación, lo que significa que lo intrapersonal es una dimensión inherente a la
comunicación en sí, es decir, a las formas de comunicación en sus diferentes niveles.
Como se puede observar, hablar de comunicación intrapersonal como aquella que ubica
a los procesos de comunicación al interior de un individuo, reduce la comunicación a una
conversación con nosotros mismos y ello sugiere, erróneamente, la ausencia en esa
comunicación de formas lingüísticas y simbólicas colectivas. Lo intrapersonal sólo puede ser la
base de la comunicación si se comprende no como un tipo o nivel de comunicación, sino como
el conjunto de subprocesos, como afirma Thayer (1987, citado en Cunningham, 1997) que se
llevan a cabo en la mente del individuo y que guardan relación consecuentemente con lo que
ocurre en el plano público o social. Como afirma Craig (citado en García, 2008), la comunicación
es un proceso social que funda lo social, y no un fenómeno secundario que se explica a partir de
factores sociológicos, culturales o psicológicos.
La comunicación humana se ocupa del intercambio de significados entre sujetos a través
de las interacciones que dichos sujetos sostienen entre sí en el contexto donde se dan. Se trata
a todas luces de una comunicación simbólica que en tanto tal conceptualiza a la información
como estímulo significante y no como mera señal. Esto a su vez asegura tanto la afectación
mutua de los sujetos como el intercambio (y no sólo su transmisión) de información entre ellos,
en la medida en que el símbolo se halla inscrito en un sistema comunicativo cuyas reglas de
funcionamiento además de compartidas en términos biológicos, son también aprendidas y
construidas histórica, social y culturalmente durante los procesos de socialización de los sujetos
participantes en la interacción. La interacción se convierte así en el concepto clave para
comprender la relación entre lo comunicativo y lo social, y entre lo social y lo humano
(dimensión biológica, psicológica y social). Por ello no puede hablarse de comunicación alguna
desconociendo que es parte de la comunicación social.
Por otra parte, el hecho de que lo comunicativo sea proceso primario constitutivo de lo
social y lo social constitutivo de lo humano, permite sostener que la comunicación humana sólo
puede darse en la interacción, es decir, en el lugar donde ocurre la afectación mutua y el
intercambio de información significante entre sujetos. En ese sentido, concebir a la
comunicación intrapersonal como intercambio de significados con el sí mismo, no sólo abusa
del término “comunicación”, tal y como lo conocemos, sino que además presenta una fuerte
contradicción con el paradigma de la comunicación, es decir, con ese poner en común al que
nos referíamos más arriba.
En conclusión: consideramos incorrecto hablar de comunicación intrapersonal como
proceso mental finito que reduce lo comunicativo a la transmisión de información al interior de
un individuo, y proponemos en su lugar referir el papel de lo intrapersonal dentro de los
procesos comunicativos en todos sus niveles y dimensiones, de manera tal que al hablar de
comunicación intrapersonal se esté refiriendo al conjunto de procesos que dan lugar al
intercambio de información significante al interior de una persona, lo que supone la presencia
de estructuras lingüísticas y significaciones, as í como también la presencia insoslayable del otro
en dichos procesos en tanto se desprenden de ellos la información que permite al sujeto
construirse en su subjetividad, es decir, autopercibirse y autoconceptualizarse en la medida en
que percibe y es percibido por los otros en el plano interpersonal, social y cultural. Al decir de
Bajtín,
Todo miembro de la colectividad hablante se enfrenta a la palabra no en
tanto que palabra natural de la lengua, libre de aspiraciones y valoraciones
ajenas, despoblada de voces ajenas, sino que la recibe por medio de la voz
del otro y saturada de esa voz. La palabra llega al contexto del hablante a
partir de otro contexto, colmada de sentidos ajenos, su propio pensamiento
la encuentra ya poblada.
Bajtín (citado en Bubnova, 2006, p. 112)

4. El concepto de diálogo como eje central en la conceptualización de lo intrapersonal y


la comunicación autorreflexiva
El diálogo se conceptualiza en este trabajo desde las posiciones de Mijail Bajtín y Martin Buber,
ambos filósofos que han trabajdo este concepto desde posturas cercanas a la antropologia
filosófica. En ese sentido, sus reflexiones en torno al diálogo son funcionales en este trabajo en
tanto preocupadas por el origen biológico y cultural del hombre, y en consecuencia por la
relación entre el origen del hombre, el desarrollo humano y el lenguaje. Esto último justamente
coloca al hombre en el centro de las posibilidades que tiene de pensarse en el espacio del
devenir, que es la idea que nos interesa manejar de diálogo como lugar de la autorreflexión.
Para Bajtín, por ejemplo, mediante el diálogo se da una continua construcción de
significados, que impide de hecho la construcción de significados fijos y su permanencia en el
tiempo, además de su legitimación como verdad. Las formas dialógicas se oponen así, de
acuerdo al autor, a las formas dialécticas pues lo dialógico siempre es abierto y sin solución. La
polifonía (la multiplicidad de voces y sentidos en la que se construye lo dialógico) presente en el
diálogo según Bajtín, impide que este se cierre dejándolo necesariamente inconcluso. Su
relación con lo otro es inevitable, insoslayable diríamos, ya que para el crítico y filósofo ruso Ser
es comunicarse dialógicamente, es decir, es tener en cuenta la voz del otro. Dice Tatiana
Bubnova a propósito del concepto de diálogo en Bajtin, “la construcción del yo mediante lo
verbal pasa por el diálogo como forma primaria de comunicación y pensamiento, y más aún,
como concepción del sujeto y su ser” (Bubnova, 2006, p. 102).
Para este autor no hay voces que no retomen ni remitan a otras ya que ningún orador es
ni puede ser más que un “respondente” de otras voces (Bajtín, 1986). La vida humana, afirma,
tiene una naturaleza dialógica en la que participa el ser humano no sólo a través de la palabra,
sino también con todo su cuerpo; por ello lo dialógico está en la expresión humana que se
proyecta al exterior, hacia el otro (Bajtín, 1996, p. 32).
Por otra parte, Buber6 en su clásico libro Yo y tú, de 1923 sostiene que el diálogo es una
relación directa o mutua a través de la que se confirma el valor único de las personas, negando
con ello el carácter utilitario de las relaciones humanas. El diálogo para Buber, al igual que en

6
Para mayor información, consultar: Buber, Martin (1969) Yo y tú. Buenos Aires: Nueva Visión (trad. Horacio
Crespo).
Bajtín, cobra un sentido relacional, incluyente, es decir, un sentido sobre el “tener en cuenta a”,
que confina el quehacer dialógico a un escenario donde no se permite la apropiación
individualizada en tanto importan ambos “hablantes”, no sólo uno7. Según Buber, los seres
humanos gestamos relaciones de dos tipos, una relación llamada de “desprendimiento” en
tanto se desprende el yo del tú conformando a su vez relaciones de tipo yo-ello, es decir, de
cosificación del tú, de dominación y utilización; y otra relación llamada de “integración” e
“involucramiento” en la que el yo participa del tú, aunque no se funde con él. De hecho, al
otorgar personalidad al tú, se personifica, es decir, se ve y comprende en su esencia de
persona.
Como se puede observar para el filósofo austríaco no existe el yo en sí, sino que yo
siempre entra en relación con el otro, ya sea tú o ello. Dicha relación es el modo primordial de
experiencia del ser; sin embargo, según Buber, esta relación con el otro es violentada cuando el
ser experimenta al tú sin participar de él. La experiencia derivada es entonces una experiencia
del ser “en” el otro (ya se trate de un tú o un ello) y no una experiencia entre el ser “y” el otro.
Por eso, afirma Buber, cuando la experiencia del ser se da “en relación con”, se despliega el
mundo de la relación, que es el mundo de la experiencia participativa, es decir, de la
experiencia presente, de la relación directa y mutua. Esta relación no puede estar mediada por
el lenguaje que es por naturaleza limitado, sino solamente por lo dialógico, o sea, por ese "estar
en dos en recíproca presencia" que es donde se realiza y reconoce el encuentro de uno con el
otro (Buber, 1990, p. 150-151). Sin embargo, hay que aclarar que dicho encuentro no debe ser
buscado, sólo debe ser descubierto a través de esa relación directa que incluye al lenguaje y a la
comunicación como posibilidad de, y al mismo tiempo como limitación. Dice Buber al respecto:
lo inmediato existente que es el tú, no se puede expresar (Buber, 1990, p. 73) porque el tú es el
infinito, la nada, y la experiencia del yo con el tú no puede ser compartida.
Por ello, ante las críticas sobre la supuesta ingenuidad del pensamiento de Buber al
suponer la relación del yo-tú como una relación de equidad, se impone alzar la esencia del
diálogo buberiano como vía, camino, trayectoria; nunca destino. Así, la atención de la filosofía
dialógica del filósofo vienés supone la imposibilidad del diálogo, pero al mismo tiempo advierte
la importancia de su darse en el mundo de la relación. En consecuencia no puede hablarse de
una finalidad en la relación, sino de un proceso cuya esencia es dialógica per se. Si se tiene en
cuenta que para Buber, el ser humano es un ser para relacionarse 8, que se afirma y crece en
una triple relación: con los demás hombres (yo-tú) con el mundo (yo-ello) y con Dios (yo-Tú), se
puede afirmar que el diálogo en tanto relación es lo que da sentido a la vida del hombre.
A este tenor es que proponemos a la comunicación estética como un conjunto de
procesos donde el intercambio de información significante se da al interior de una misma
persona, a través del diálogo consigo mismo (que, recordemos, es un diálogo también con el
otro). Sin embargo, hemos de acotar que dicho diálogo no apunta de forma específica a los

7
En los estudios de recepción, en cambio, amparados bajo el paradigma de la recepción activa, la apropiación
como proceso resulta el objeto de estudio en sí mismo ya que lo que interesa es el diferencial de apropiaciones
que hace un sujeto a partir de una realidad simbólica colectiva.
8
Esta idea guarda relación con el pensamiento de Inmanuel Levinas para quien lo existente da sentido a los entes
en el mundo, produciendo con ello una impersonalidad árida, neutra, que sólo puede ser superada en el ser para
el otro como momento ético de respeto a la alteridad. Para mayor información, consultar Levinas, Inmanuel (1999)
El tiempo y el otro. Barcelona: Paidós.
procesos propiamente psicológicos que tienen lugar durante el intercambio, aunque sí asegura
el despliegue de los significados intersubjetivos 9 resultantes de la interacción que sostiene
consigo mismo, que es lo que le da sentido a lo que experimenta en su praxis de vida. Como se
puede notar, se trata aquí de evidenciar el papel de lo intrapersonal en los procesos de
intercambio de información bajo las circunstancias del diálogo, mismas que suponemos
similares a las de la comunicación estética.
En el apartado siguiente, desarrollaremos la idea anterior al demostrar la naturaleza
dialógica y autorreflexiva de la comunicación estética, así como la forma en que esta
comunicación - a pesar de que estamos conscientes de que lo intrapersonal atraviesa todos los
gradientes de comunicación (interpersonal, grupal, organizacional, mediática y cultural) - puede
dar cuenta de una manera clara de cómo ocurre el intercambio de información significante al
interior de una persona, aun y cuando su finalidad no tenga que ver directamente con ello.

5. El papel de lo intrapersonal en los procesos de recepción estética


Los procesos de recepción estética han sido objeto de preocupación desde los años 70,
específicamente en Alemania, a partir de la conferencia “Historia de la literatura como una
provocación a la ciencia literaria” que dictara en 1966 Hans Robert Jauss, uno de los fundadores
de la llamada Escuela de Constanza o escuela de la Estética de la Recepción. En dicha
conferencia, Jauss proponía el análisis de la dimensión texto-lector como parte del análisis
literario, formalizando así la participación del lector en los procesos de interpretación del arte.
El conjunto de enfoques metodológicos que animan la Escuela de Constanza distan
mucho, al decir de Rothe (1997, pp. 13-14), de conformar un cuerpo teórico uniforme ya que
observa tres corrientes principales: la corriente historicista liderada por Jauss que propone la
participación del lector en un texto artístico a partir del reconocimiento de las expectativas
históricas y el repertorio genérico de un texto mediante lo que él mismo denomina “horizonte
de expectativas” (Jauss, 2000)10; la corriente esencialista o sincrónica representada por
Wolfgang Iser, quien sostiene que la participación del lector se halla vinculada a los vacíos de
información que todo texto estético posee11; y por último la corriente sociológica, influenciada
por los estudios semióticos, con Hans Ulrich Gumbrecht a la cabeza quien considera la
producción literaria como un acto comunicativo al interior de los actos sociales, centrándose
fundamentalmente en el acto expresivo como un acto pragmático e intencional por parte de su
autor. La participación del lector en esta corriente queda relegada en función de la dimensión
pragmática del análisis del discurso en tanto acto comunicativo 12.
Como se puede apreciar, a pesar de las diferencias conceptuales que hemos esbozado
brevemente acerca de la Escuela de Constanza, las tres corrientes parten de la participación del
lector en la interpretación de los textos estéticos para hablar de una teoría de la estética de la
recepción que coloca a la literatura, y con ello al arte, en un ámbito de reflexión propiamente

9
Para comprender el papel de la intersubjetividad en los procesos de construcción de subjetividad, consultar
Schütz, A. (1993). La construcción significativa del mundo social. Introducción a la sociología comprensiva.
Barcelona, Paidós.
10
Para mayor información, consultar la bibliografía referente a Jauss al final de este trabajo.
11
Para mayor información sobre el concepto de indeterminación o vacío de información, consultar la bibliografía
referida a Iser al final de este trabajo.
12
Para mayor información consultar la bibliografía dedicada a Gumbrecht al final de este trabajo.
comunicativo. Sin embargo, de todas ellas, la corriente que refiere directamente al papel de lo
intrapersonal en los procesos de recepción estética es la que lidera Iser, toda vez que Jauss y
Gumbrecht se ocupan de la relación entre literatura e historia y/o cultura, respectivamente,
donde el lector es sólo el intermediario entre una y otra 13. En ese sentido, lo planteado por
ambos críticos se inscribe en un escenario diacrónico que da cuenta del papel de la literatura en
los procesos históricos y sociales, y enfatiza la necesidad metodológica de comprender la
práctica literaria e incluso el papel de dicha comprensión en las grandes y paradigmáticas
construcciones interpretativas que poseemos del arte y su historia.
En cambio los postulados conceptuales y metodológicos de Iser, debido a la influencia
de la fenomenología del arte que recibe de Roman Ingarden, permiten dar cuenta de lo
intrapersonal, toda vez que parten de que el texto artístico no es tal hasta que no esté
completado mediante la interpretación del destinatario (Ingarden, citado en Iser, 1997, pp.
216-217). En ese sentido, la propuesta de Iser contempla la participación del lector no desde un
punto de vista histórico y/o cultural sino desde un punto de vista auto-dialógico, es decir, que el
lector para poder completar con su interpretación el texto estético precisa de aproximarse al
texto mediante la asignación de los sentidos que probablemente puedan completarlo. Sin
embargo, este proceso -en tanto proceso incierto y ambiguo- posibilita que el texto le retorne
dialógicamente la interpretación al lector ya que el texto se le presenta a éste no sólo como una
entidad autónoma y autosuficiente, sino también misteriosa (justo debido a la presencia de
vacíos de información) con la que el lector tiene necesariamente que dialogar, aunque al
hacerlo en realidad lo haga consigo mismo (presencia de lo intrapersonal).

5.1. El enfoque teórico de Wolfgang Iser y su relación con el concepto de diálogo


Iser parte de una distinción entre los conceptos de texto y de obra, definiendo al texto como
pura potencialidad, y a la obra como el texto reconstruido por el lector mediante su
interpretación o completamiento. Para él, el lector se enfrenta a un texto que está configurado
potencialmente, es decir, que configura su significación mas no la expresa, obligando con ello al
lector a completarlo, o sea, a reconstruirlo por medio de su interpretación. Esto es lo que
permite a Iser plantear la posibilidad de conversión de un texto en obra.
Como se puede observar, Iser concibe al texto como el gran “normador” de las reglas de
interpretación, de ahí que la recepción estética en su opinión (Iser, 1997, pp. 219-220) deba
estar necesariamente vinculada a la configuración potencial del texto. Esto último le ha ganado
a Iser una crítica debido a que dicha aseveración revela una concepción del proceso de
recepción parcialmente ahistórica en tanto sitúa su punto de partida en la configuración textual
y no en el lector14.
Sin embargo, esta concepción que muchos tildan de esencialista y ahistórica, en nuestra
opinión, resulta más criterio metodológico que postura conceptual en sí misma. La razón está
en que Iser no evade la responsabilidad interpretativa del lector que emana de su participación
en los procesos de completamiento del texto (o en la concreción del texto en obra que para él
es lo mismo); más bien, Iser parte de la necesaria actividad de ese lector para poder completar
el texto y convertirlo en obra de arte. En consecuencia, según el autor, la participación del
13
Para profundizar en este tema, consultar la bibliografía referida a Jauss y a Gumbrecht al final de este trabajo.
14
Como se podrá ver en el apartado siguiente, esto comporta criterios metodológicos de suma importancia para lo
que llamaremos comunicación estética.
lector resulta crucial para que tenga lugar lo que Iser considera es la verdadera manifestación
del texto: su concretización (Iser, 1997, p. 216).
Como ya hemos mencionado la concretización del texto en obra se lleva a cabo
mediante la participación del lector, pero dicha participación debe estar signada por la
observancia de la configuración virtual del texto 15 para su completamiento por parte del lector.
Es decir, no se trata de cualquier participación, sino de una en particular que Iser denomina
“completamiento” y por medio de la cual se logra la concretización del texto en obra. Debido a
lo anterior, resulta evidente que el lector no puede completar el texto libremente o a su gusto,
sino que para hacerlo precisa de tomar en cuenta su configuración virtual o potencial porque es
justamente ella la que orienta la actividad interpretativa del lector.
Como se puede observar, este acotamiento conceptual no sólo restringe el tipo de
participación del lector en el proceso de concreción de la obra, sino su participación misma. El
término que Iser utiliza para denominar este proceso es el de “confluencia” (Iser, 1997, p. 221),
y constituye el núcleo de su conceptualización sobre los procesos de recepción estética. Con
ello, la recepción estética se distancia de cualquier otro tipo de recepción, adquiriendo
propiedades dialógicas y no necesariamente apropiativas 16.
No está de más señalar, brevemente, que la apropiación, a pesar de ser un proceso
conectado con la construcción de subjetividades y, en ese sentido con la experiencia de vida de
los sujetos, es también un proceso cuya naturaleza está circunscrita a la voluntad y a la
circunstancia, aspectos estos que redundan en lo que John Fiske (1987) 17 ha denominado
“democracia interpretativa” o “democracia semiótica”. Debido a ello justamente, tomamos
distancia con respecto al concepto de apropiación y proponemos el concepto de diálogo, muy
relacionado con la filosofía y específicamente vinculado con la filosofía hermenéutica 18 sin
perder de vista la idea comunicacional sobre la alternancia discursiva presente en el diálogo.
Como ya hemos mencionado, en los procesos de recepción estética el concepto de
confluencia de Iser contraviene el sentido de la apropiación en la medida en que el
completamiento fruto de la participación interpretativa del lector requiere indefectiblemente
de la observancia o el “tener en cuenta” la configuración virtual del texto que precisa
completar. En ese sentido, el proceso de completamiento de un texto se realiza por medio del
diálogo entre texto-obra y lector, es decir, se trata de una estructura dialógica de tipo
conversacional, en la que la alternancia y el “tener en cuenta a” son criterios conceptualizantes.
No obstante lo anterior, sigue incompleta la respuesta acerca de por qué asignar a los procesos
15
“Virtual” que no se identifica ni con la realidad del texto real ni con la disposición del lector. Esta acotación
podría servir de paliativo a la limitación que ofrece el concepto de pertinencia, en tanto la pertinencia es elegida
no en función del texto real sino en función de un texto virtual que es el texto que se somete a la lectura.
16
El concepto de ”apropiación” proviene de la arquitectura, específicamente de la Teoría de la Apropiación de
Roberto Fernández y apunta hacia la idea de hacer propios los elementos arquitectónicos y territoriales de los
espacios urbanos. Para mayor información sobre el tema, consultar Hacia una teoría de la apropiación, de Roberto
Fernández, en revista ARS No. 5, julio, Santiago de Chile, 1984. En comunicación no obstante ha definido todo un
criterio metodológico sobre el paradigma de la recepción activa, y el peso de las mediaciones culturales en los
procesos de recepción. El concepto de apropiación no implica dejar de lado los criterios hegemónicos en la cultura,
pero establece sin embargo, como dijera Eco, un distanciamiento diferencial en la recepción de los sujetos
respecto a los signos y discursos que circulan socialmente.
17
Fiske, J. (1987), Television Culture. London: Routledge.
18
Soslayaremos en este trabajo la reflexión sobre los postulados y representantes de la filosofía pragmático-
hermenéutica por no ser pertinente a los objetivos del mismo.
de recepción estética propiedades diferentes a las de cualquier proceso de recepción, lo que no
puede contestarse sin antes referir a la naturaleza comunicativa y dialógica de la obra de arte.

5.2. La naturaleza de la obra de arte y su relación con los procesos de recepción


estética
La relación dialógica que se establece entre texto-obra y lector, simula la relación dialógica
entre un hablante y otro en el acto comunicativo; en consecuencia, dicha relación sólo puede
ser entendida como comunicativa si se asume la corporeidad material del texto-obra como
fundamento de su existencia autónoma e independiente del lector. Es decir, sólo en el caso de
que podamos asegurar que el texto-obra es independiente del lector podemos referir su
relación dialógica como parte de un proceso comunicativo entre uno y otro.
Como se puede notar, el texto-obra está indefenso ante la multiplicidad de
interpretaciones que un lector puede asignarle, pues como es superficie textual construida no
puede retroalimentar a su lector sobre las interpretaciones que éste le va asignando. El texto-
obra únicamente se limita a orientar el proceso de lectura del lector a través de lo que Iser
denomina “configuración virtual”, es decir, a través de su esqueleto de significación potencial
-sugerida en el mejor de los casos, pero nunca dicha-. Y ante esa inercia que caracteriza al
texto-obra, la recepción estética debe necesariamente comportar restricciones que permitan
referir la existencia de un proceso dialógico, es decir, de un intercambio de información entre
un hablante y otro de la interacción comunicativa que todo diálogo supone.
En ese sentido, limitar o restringir el papel activo del lector en el proceso de
interpretación del texto resulta no sólo un acto de justicia con respecto al decir textual, sino un
criterio insoslayable para hablar de diálogo como proceso comunicativo.
El texto-obra es, en sí mismo, un contenedor de información, pero no necesariamente
un suministrador de ella. Por ello, hablar de texto-obra implica conocer qué dice y cómo, lo cual
a su vez impone la necesidad de demostrar su independencia con respecto al lector. Lo anterior
supone: a) que el texto diga por sí mismo, es decir, que diga con independencia de lo que el
lector puede “leer” en él, y b) que el proceso de recepción que tiene lugar durante la
participación del lector en la lectura del texto no soslaye el decir de éste, o sea, que se
garantice la restricción de la participación de lector en la interpretación durante el proceso de
recepción estética.
De las dos premisas anteriores, la segunda ha sido abordada ampliamente en este
trabajo; de la primera en cambio, en tanto refiere a la naturaleza de la obra de arte y a su
comunicabilidad intrínseca como propiedad dialógica, daremos cuenta a continuación.
Partamos de que la obra de arte entra, según Bruner (2001) en la categoría de eventos
“especiales” debido a que no refiere directa ni objetivamente a la realidad, y resulta por ello un
evento de naturaleza simbólica que refiere a una realidad ficcionada, aunque posible. Debido a
ello, el arte apela a la imaginación del lector pues lo posible no existe más que en la
imaginación, no es real. Sin embargo, el pensamiento no puede imaginar más allá de lo que
puede pensar y puede pensar todo aquello que puede expresar; de ahí que lo posible
imaginado, si bien irreal es mínimamente inteligible.
A partir de lo anterior es posible afirmar que la obra de arte posee inteligibilidad y en
consecuencia su realidad simbólica posibilita la presencia del diálogo. Toca ahora demostrar
cómo este principio de inteligibilidad del arte opera en el texto-obra.
La inteligibilidad es un principio del entendimiento, por lo que resulta un requisito para
el diálogo. Una obra de arte, al no referir a la realidad sino a sí misma, obstaculiza el acceso a lo
inteligible que hay en ella, pero no lo impide. La razón de esta aseveración hay que hallarla en
el concepto iseriano de “núcleos de indeterminación”, ya que a pesar de que los vacíos de
información sean informaciones no dichas que obligan al lector a completar su significado en el
texto para dar curso a su proceso de lectura, esto no implica en ningún sentido ausencia de
información; más bien indica la existencia de lagunas informativas al interior del texto, mismas
que necesariamente tienen una incidencia directa en la ambigüedad de sentido del texto en
cuestión.
Es decir, para que una obra de arte pueda considerarse como tal es necesario que antes
posea vacíos de información, o lo que es lo mismo: que sea indeterminada; ello supone que la
información presente en la obra de arte se configura de manera que algunos datos o
informaciones poseen un sentido concreto y cerrado, y otros no, lo que a su vez implica que las
lagunas de sentido resultado de los datos o informaciones no dichas están articuladas con las
significaciones concretas y cerradas de los demás datos al interior del texto. Dado lo anterior,
las articulaciones de sentido, derivadas de la organización estructural de los datos o
informaciones presentes en el texto (ya sea que sean dichos o no), acotan la imaginación del
lector durante el proceso de completamiento, pues necesariamente el lector tiene que partir de
ellas para poder llevarlo a cabo.
Como se puede concluir, la configuración estructural de la obra de arte orienta al lector
en su proceso de completamiento debido a que gesta articulaciones de sentido que funcionan
como límites a la significación, o lo que es lo mismo como límites a la interpretación. Por ello,
en la observancia rigurosa de estos límites, no sólo encuentra el lector el camino para el
completamiento, sino que también halla la obra la posibilidad real de establecer diálogo con el
lector.

6. El papel de lo intrapersonal en la comunicación estética


Hemos descrito con anterioridad que el proceso de completamiento de un texto para
convertirlo en obra de arte, permite que el decir del texto “retorne” dialógicamente su
interpretación al lector. Ello se debe a que dicho proceso de completamiento presenta ciertas
características que hacen de la interpretación un ejercicio de aproximación a lo no dicho en
tanto lo no dicho, aunque ausente, existe, es decir, se configura como un ausente-presente que
ocupa no sólo una posición dentro del decir o la expresión textual, sino también una ubicación
limítrofe respecto a su interpretación.
Cuando un lector se enfrenta a un texto artístico, o sea, a un texto indeterminado
debido a la presencia de vacíos de información, el lector debe necesariamente otorgar
significación a la información no dicha, pues de no hacerlo no podría continuar con el proceso
de lectura. La manera de asignar sentido a los vacíos son de dos tipos: 1) mediante la libre
asignación de significados donde prima la “voluntad de decir” del lector, por encima de la
“voluntad de decir” del texto, y 2) a través de la indagación aproximativa al decir del texto, en
plena observancia de su configuración y organización textual.
En el primer caso pueden ocurrir dos cosas bien diferenciadas: o bien el lector asigna
significados referenciales a lo no dicho, poniendo en circulación una significación social y/o
colectiva que otorgue certeza compartida a su interpretación (lo cual resulta erróneo pues lo no
dicho no puede remitir a nada externo en tanto autorreferente); o bien el lector ante lo no
dicho asigna significados propios, sin ninguna restricción con respecto al texto intentando evitar
poner en crisis una interpretación preconcebida de antemano.
En ambos casos el lector interpreta sin tener en cuenta el decir textual lo que resulta
inconveniente para llamar “comunicativos” a los procesos derivados de su interpretación libre e
irrestricta. En ese sentido, el lector se apropia del texto, lo hace suyo sin más y abona el terreno
para la asignación de sentidos a un texto según su propio criterio y voluntad 19.
El segundo tipo de interpretación consuma a la interpretación como modo de obtención
de conocimiento a partir del otro (el texto-obra) 20 ya que el lector en la medida en que intenta
interpretar lo no dicho asignándole una significación ad hoc al sentido general configurado
previamente en el texto, tiene que despojarse de lo que le queda cómodo cognitivamente
hablando, es decir, tanto de las interpretaciones previamente instaladas a lo largo de su
experiencia de vida como ser individual y social, y disponerse a hurgar en la configuración
virtual del texto de manera tal que los significados asignados o semi-asignados, en tanto
aproximativos y provisionales, le permitan construir una interpretación (también aproximativa y
provisional) más o menos coherente del decir del texto. En ese sentido, la interpretación del
lector reajusta sus conocimientos a través de un proceso de “adecuación” de significaciones, a
través del cual el lector entra en diálogo consigo mismo pues él es finalmente el que en todo
momento asigna sentido al texto. Su diálogo, entonces, resulta ser de tipo cognitivo ya que a
través de la reestructuración de sus interpretaciones previas, construye simultáneamente
conocimiento nuevo.
De esta manera, el diálogo en tanto propiedad de los procesos de recepción estética
tiene lugar por medio del intercambio analítico de información entre el lector y el texto-obra,
gestándose así un tipo de comunicación que hemos denominado comunicación estética. La
comunicación estética en consecuencia se define como el conjunto de procesos dialógicos
entre texto y lector sostenidos mediante el intercambio analítico de información entre uno y
otro, cuyo fin es el completamiento textual que convierte al texto artístico en obra de arte,
mismo que es llevado a cabo por medio de la participación restringida del lector en la
asignación de sentidos al texto-obra, a partir de la observancia por parte del lector de la
configuración previa del decir del texto artístico, que es, a su vez, indicador de su naturaleza
textual independiente y autónoma.
El papel de lo intrapersonal en la comunicación estética está dado entonces por la
propiedad auto-dialógica que posee este tipo de comunicación, en tanto a través de ella el
lector se enfrenta a su sí mismo no sólo como individuo, sino como ser social e históricamente
situado. El funcionamiento perceptual, motivacional y cognitivo del sujeto, que es lo que
posibilita su diálogo al interior de sí mismo, se halla circunscrito a su propia actividad
19
A esto nos hemos referido con anterioridad en el texto “El arte como objeto cultural elitista” (2006). Para mayor
información consultar la bibliografía al final del presente trabajo.
20
La filosofía hermenéutica resume esta postura, enfocándose en la interpretación del arte como un modo de
conocimiento abductivo por medio del cual el individuo “conoce” el mundo. Aunque este postulado posee matices
conceptuales y teleológicos que los diferencian, en lo general los representantes de la corriente hermenéutica en
filosofía (Gadamer, Ricoeur, Vattimo, entre otros) coinciden en afirmar a la interpretación como un ejercicio
aproximativo al conocimiento que requiere del esfuerzo del individuo para llevarlo a cabo. No obstante lo
anterior, el primero que da cuenta de lo abductivo como modo de conocimiento es Charles Peirce, en oposición al
razonamiento abductivo basado en los silogismos planteado por Aristóteles.
interpretativa. Esto convierte a la interpretación en una actividad que extiende su influencia
más allá del completamiento o de la transformación del texto artístico en obra de arte, para
intervenir de manera puntual en los procesos de construcción de conocimiento por parte del
lector, y la coloca a su vez como instancia primordial del intercambio de información que es el
soporte conceptual y metodológico de lo comunicativo.
Dado todo lo anterior, consideramos que la conceptualización que hemos hecho acerca
de la comunicación estética gesta las condiciones para reflexionar más a fondo sobre el tipo de
procesos que puede describir y explicar esa dimensión de lo comunicativo que comporta lo
intrapersonal.

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