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Tipos de narradores
Narrador Protagonista
Un personaje especial es el narrador protagonista. En estos casos el que cuenta la historia
es el personaje principal y se conoce porque habla en primera persona.
Ejemplo: “Mis pasos no eran firmes. Arrastraba mi miedo, mi terror. Sí, soy el culpable.
Desaté la cólera de Dios por soñar con Lourdes, desnuda. Sí, desnuda, con sus senos
blancos, sus hermosas piernas...” “Lo vi llegar. Era muy joven, veinticinco años, quizá
menos.
Narrador Testigo- Observador
El narrador testigo tiene conocimiento de muchas cosas que probablemente no estarían
en el conocimiento de un narrador testigo. También narra en primera persona, pero asume
un rol de espectador de los hechos que les ocurren a otras personas.
Ejemplos:
- “Lord Henry levantó las cejas, mirándole con asombro a través de las finas espirales
de humo azul que se entrelazaban fantásticamente al final de su cigarrillo
impregnado de opio” “Había también en el mismo cuerpo, y mandando el segundo
escuadrón, un joven comandante que se llamaba Fernando Valle. Era justamente lo
contrario de Flores, el reverso de simpático y amable carácter que acabo de pintar
a largas pinceladas”
Ejercicios
• A los seis años ya había captado por completo su entorno mediante el olfato. No había
ningún objeto en casa de madame Gaillard, ningún lugar en el extremo norte de la rúe
Charonne, ninguna persona, ninguna piedra, ningún árbol, arbusto o empalizada, ningún
rincón, por pequeño que fuese, que no conociera, reconociera y retuviera en su memoria
olfativamente, con su identidad respectiva. Había reunido y tenía a su disposición diez mil,
cien mil aromas específicos, todos con tanta claridad, que no sólo se acordaba de ellos
cuando volvía a olerlos, sino que los olía realmente cuando los recordaba; y aún más, con
su sola fantasía era capaz de combinarlos entre sí, creando nuevos olores que no existían
en el mundo real.
Süskind, P. El perfume
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• Luego se habían metido poco a poco las dos y se iban riendo, conforme el agua les subía
por las piernas y el vientre y la cintura. Se detenían, mirándose, y las risas les crecían y
se les contagiaban como un cosquilleo nervioso. Se salpicaron y se agarraron dando
gritos, hasta que ambas estuvieron del todo mojadas, jadeantes de risa.
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• Hace muchos años tuve un amigo que se llamaba Jim, y desde entonces nunca he vuelto
a ver a un norteamericano más triste. Desesperados he visto muchos. Tristes como Jim,
ninguno. Una vez se marchó a Perú, en un viaje que debía durar más de seis meses, pero
al cabo de poco tiempo volví a verlo.
Roberto Bolaño, Jim
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• “…Entraron en el bar. Él pidió un whisky con agua; ella pidió un whisky con agua. Él
la miro, ella tenía un gorro de terciopelo negro apretándole la pequeña cabeza; sus
ojos se abrían, oscuros, en una zona azul; ella se fijó en la corbata de él, roja, con
las pintas blancas sucias, con el nudo mal hecho”
Conversación, Eduardo Mallea.
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• Fue entonces cuando se torció el tobillo [...] Cayó en mala posición: el empeine del pie
izquierdo cargó con todo el peso del cuerpo. Al pronto sintió un dolor agudísimo; pensó
que se había roto el pie. Con alguna dificultad, sentado en el césped, se quitó la zapatilla
y el calcetín, comprobó que el tobillo no estaba hinchado. El dolor amainó en seguida, y
Mario se dijo que con suerte el percance no revestiría mayor importancia. Se puso el
calcetín y la zapatilla; se incorporó; caminó con cuidado: una punzada le desgarraba el
tobillo.
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• En el trecho final cargaron la urna cuatro hombres jóvenes como Sebastián, aunque no
vigorosos como lo fuera él antes de caer. Eran cuatro perfiles en ocre, aguzados como la
cabeza del gavilán. Su juventud naufragaba en las miradas tardas, en los desfiladeros
de los pómulos, en los pliegues que circundaban los ojos. Uno de ellos, primo hermano
de Sebastián, había venido en burro desde Parapara. Los otros tres eran de Ortiz y
Carmen Rosa los conocía desde niños.
• "... Lo vi desde que se zambulló en el río. Apechugó el cuerpo y luego se dejó ir corriente
abajo, sin manotear, como si caminara pisando en el fondo. Después rebalsó la orilla y
puso sus trapos a secar. Lo vi que temblaba de frío. Hacía aire y estaba nublado..."
• Mucho tiempo he estado acostándome temprano. A veces apenas había apagado la bujía,
cerrábanse mis ojos tan presto, que ni tiempo tenía para decirme: «Ya me duermo» . Y
media hora después desertábame la idea de que ya era hora de ir a buscar el sueño;
quería dejar el libro, que se me figuraba tener aún entre las manos, y apagar de un soplo
la luz; durante mi sueño no había cesado de reflexionar sobre lo recién leído, pero era
muy particular el tono que tomaban esas reflexiones, porque me parecía que yo pasaba a
• “Llegó el día de apartarme de la mejor vida que hallo haber pasado. Dios sabe lo que sentí
al dejar tantos amigos y apasionados, que eran sin número. Vendí lo poco que tenía, de
secreto para el camino, y con ayuda de unos embustes, hice hasta seiscientos reales”.
Historia de la vida del Buscón, Francisco de Quevedo.
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