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Asignatura:
Derecho de Amparo.
Actividad de Aprendizaje 1.
La Evolución Histórica del Derecho de Amparo.
Introducción:
El juicio de amparo se rige, según la doctrina, la constitución y la ley, por los siguientes
principios:
De igual forma, el principio de instancia de parte impone al quejoso la carga de dar impulso
procesal al juicio de amparo que haya interpuesto, pues solo él es quien se encuentra
interesado en salvaguardar sus derechos fundamentales. Una excepción a esta
característica sería cuando el quejoso se encuentre en uno de los supuestos de suplencia
de la queja, en los que el Juez de Amparo se encuentra constreñido a recabar, incluso de
oficio, pruebas que demuestren la procedencia de la acción constitucional ejercida por el
quejoso.
Este principio impone que quien promueve el juicio de amparo debe ser aquella persona
que, en su concepto, sufre la violación a sus derechos fundamentales por el acto de
autoridad que impugna. De aquí se desprende la existencia de dos conceptos un agravio, o
perjuicio, que deriva en la existencia del interés jurídico o legítimo, según sea el caso; es
decir, el acto de autoridad que se estima violatorio de derechos fundamentales de una
determinada persona debe de incidir directamente (interés jurídico) o indirectamente (interés
legítimo) en su esfera jurídica y perjudicar un derecho que se encuentra jurídicamente
tutelado.
Una excepción al presente principio sería cuando nos encontramos ante alguno de los actos
que se encuentran prohibidos por el artículo 22 constitucional, exista peligro de deportación,
incorporación forzosa a las fuerzas armadas, destierro o el quejoso ha sido incomunicado,
ya que ante tales supuestos un tercero, incluyendo menores de edad, pueden iniciar el juicio
de amparo correspondiente. No obstante lo anterior, el quejoso se encontrará obligado a
ratificar la demanda interpuesta por el tercero.
Principio de definitividad
Los supuestos que dan lugar a la suplencia de la queja se presentan cuando se reclaman
leyes declaradas inconstitucionales o su aplicación, en materia penal, a favor del reo, en
materia agraria, en materia laboral, a favor del trabajador, a favor de menores e incapaces y
en otras materias, cuando haya habido una violación manifiesta de la ley.
También conocido como "La Formula Otero", el principio de relatividad es una consecuencia
del principio de agravio personal y directo, puesto que las sentencias de amparo solo podrán
beneficiar al quejoso que hubiere promovido el amparo correspondiente, incluyendo a los
juicios de amparo en los que se hubiere declarado la inconstitucionalidad de una ley. Es
decir, aunque una ley hubiere sido declarada inconstitucional por virtud de un juicio de
amparo, tal declaratoria solo podrá beneficiar al quejoso que hubiere promovido el referido
juicio.
Tales principios son los más importantes que deben observarse la tramitación de un juicio
de amparo, es importante recordar que los principios previamente señalados no son
absolutos y aceptan ciertas excepciones. Cabe destacar que ni la constitución ni la ley
señalan expresamente los principios que rigen al amparo, sino que la denominación de los
mismos han sido otorgados por la doctrina; sin embargo, ambos cuerpos normativos
recogen tales principios al momento de reglamentar al juicio de amparo.
En los supuestos de procedencia del juicio de amparo directo los actos rebatibles son de
naturaleza jurisdiccional y generalmente de tipo judicial, o sea, sentencias definitivas, laudos
y resoluciones que no ponen fin a un juicio, dictadas por tribunales judiciales, administrativos
o del trabajo. Como este tipo de veredicto presuponen las existencias de un procedimiento
de naturaleza jurisdiccional, donde las partes tuvieron la posibilidad de ofrecer y rendir las
pruebas que se relacionaban con el fondo del asunto, el legislador establece un medio
rápido y ágil para que los tribunales colegiados de circuito tengan la posibilidad de analizar,
con los elementos que obran en el expediente, la constitucionalidad de los actos de
autoridad impugnados, pues sería ilógico que en esta fase se permitiera a las partes llevar
pruebas nuevamente.
En cambio por el tipo de actos que se combaten en el amparo indirecto, al no ser sentencias
definitivas ni resoluciones que pongan fin a un juicio y por tanto, no existe en algunos casis
un procedimiento jurisdiccional, se permite a las partes ofrecer y rendir pruebas, pues a
través de ellas aportaran elementos que posibiliten comprobar la inconstitucionalidad de los
actos de autoridad se reclamen.
Dicho en otra forma la inconstitucionalidad de los actos de autoridad que se impugnan en
amparo directo se demuestra con argumentos lógico_juridicos, esto es, evidenciando los
agravios que causa al particular dicho acto y que en materia de amparo se denominan
conceptos de violación y no es necesario aportar prueba alguna para comprobar dicha
inconstitucionalidad, porque esta puede ser analizada del contenido del propio acto y de las
constancias que obran en el expediente.
Por supuesto lo aquí afirmado es relativo, pues también existen actos de autoridad
impugnables en amparo indirectos respecto de los cuales se puede analizar su
inconstitucionalidad con los elementos que existen en el propio expediente del cual emanan.
Otra de las razones para que en el juicio de amparo indirecto se permita el ofrecimiento y
desahogo de pruebas es que, en algunos supuestos, existe la carga procesal para el
quejoso de acreditar la existencia del acto reclamado y su interés jurídico, de ahí que se
contemple este derecho procesal para tal efecto.
Mientras que por la propia naturaleza de los mismos en los juicios de amparo directo es
difícil imaginar la posibilidad de controversia respecto de la existencia misma del acto
reclamado y del interés jurídico del quejoso.
Ello se debe a que en materia de supuesto la procedencia solo se mira a la calidad y a las
características del acto reclamado y obliga a las instancias competentes a admitir la
reclamación planteada y decidir si el acto que la provoca incurre o no en las violaciones
constitucionales que el concepto de violación aduce, siendo este último aspecto una
cuestión de fondo.
La procedencia del juicio de amparo depende de la idoneidad del acto que se está
reclamando y principalmente del momento en que se reclama, cuestión independiente del
problema de fondo planteado.
En términos muy amplios podemos establecer como regla generalmente valida que el
amparo directo procede en contra de sentencias definitivas, laudos y resoluciones que
pongan fin a un juicio, dictados por los tribunales judiciales, administrativos o del trabajo y
respecto de los cuales no proceda ningún recurso o medio de defensa ordinario por virtud
del cual puedan ser modificados o revocados.
Decimos que en términos muy amplios es esta la regla general, porque existen casos en los
cuales las sentencias definitivas pueden ser impugnadas a través del juicio de amparo
indirecto, como cuando el quejoso alega no haber sido citado a juicio o haberlo sido
indebidamente, sin haber comparecido en ninguna etapa al proceso de origen, en este caso
aparte de la impugnación de la sentencia como acto reclamado, en amparo indirecto deberá
impugnarse también el inexistente o indebido emplazamiento a juicio, junto con actuaciones
en el propio proceso y seguramente también actos de ejecución de sentencia.
Por otra parte los supuestos de procedencia del juicio de amparo indirectos se dan por
exclusión, esto es si no estamos ante la presencia de los actos de autoridad que sean
sentencias definitivas, laudos o resoluciones que pongan fin a un juicio, nos encontremos
ante los supuesto de procedencia del juicio de amparo indirecto, todo aquello en termino de
lo establecido por el artículo 114 de la Ley de Amparo.
¿Por qué decimos que en términos del artículo 114 de la ley de amparo? Porque no basta
que no sean sentencias definitivas, laudos o resoluciones que pongan fin a un juicio para
que automáticamente sea procedente el juicio de garantías indirecto, sino que habrá que
sujetarse a las disposiciones contenidas en el artículo antes mencionado.
En otras palabras no todos los actos de autoridad sin impugnables a través del juicio de
garantías, determinado tipo de actos de autoridad no admiten impugnación en amparos
directo ni indirecto, pues el legislador quiso que no fueran impugnables a través de este
medio para evitar que se entorpeciera el trámite de ciertos procedimientos o que el juicio de
garantías fuera utilizado como subterfugio para evadir el cumplimiento de órdenes legítimas
de autoridad, por ejemplo no son impugnables en ninguna vía los actos procesales
emanados de un juicio que no conlleven ejecución de imposible reparación sobre las
personas o las cosas no afecten las defensas del quejoso.
Las fracciones III y IV del artículo 107 constitucional designan directamente y en términos
muy amplios, los actos susceptibles de ser sometidos a la vía de amparo, después el
artículo 73 de la Ley Reglamentaria acude a un sistema de exclusión que consiste en
establecer los casos en que el amparo no es procedente, el artículo 114 establece diversas
prescripciones para el ejercicio valido de la acción constitucional, limitando los supuestos en
los cuales se puede ejercer, finalmente el artículo 74 de la propia ley complemente el
sistema con una lista de los casos en los que siendo precedente la acción, no se debe
pronunciar sentencia en cuanto al fondo, por existir un obstáculo procesal que impide si
decisión.
Conclusión:
Atento a lo anterior y toda vez que de alguna manera el Amparo judicial tuvo cierta utilidad
práctica y ayudó a resolver ciertos problemas específicos de la época en la cual surgió a la
vida, considero que no debe ser juzgada tan duramente dicha extensión protectora pues si
bien quizás su existencia no fue lo óptimo, sí tal vez, fue lo necesario para atender algunos
problemas de aquellos tiempos. Ya que “no es en rigor que el Amparo haya degenerado;
sino que se trata más bien de su natural evolución pues el control que involucra como
principal la defensa del individuo y como secundaria la de la Constitución, tiene al cabo que
preocuparse más de la legalidad que de la constitucional, por interesar al individuo más la
primera que la segunda”.
Lo que resulta verdaderamente importante hoy en día es no quedar inmóviles y atrapados
en aquella añeja polémica y hacer evolucionar más al Amparo, para que pueda ser un
instrumento acorde a las necesidades actuales de nuestro tiempo, y que sirva para proteger
de una mejor manera todos los derechos fundamentales de las personas, y que realice un
control más efectivo de la constitucionalidad y de sus más altos principios como son la
protección y respeto de la dignidad humana, la democracia, el sistema federal y la división
de competencias entre poderes, órganos y niveles de gobierno.
Las condiciones han cambiado y sin lugar a dudas hoy en día la situación es muy distinta a
lo que acontecía a fines del siglo XIX, y por tal razón el Amparo que ha sido una institución
dinámica y en constante cambio y desarrollo, debe continuar con su evolución a fin de que
pueda seguir siendo un instrumento efectivo de control constitucional a favor de las
personas y no quede irremediablemente rebasado por nuestra propia realidad.
Por tanto, hoy más que nunca sería prudente revisar el Amparo judicial y la garantía del
debido proceso legal con miras a lograr un verdadero federalismo judicial, en el cual las
cuestiones de mera legalidad estatal concluyan con la resolución judicial del tribunal superior
de cada estado, dejando a los tribunales federales solamente el conocimiento de aquellos
Amparos judiciales que impliquen violaciones directas a la Constitución.
Bibliografía
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