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LA RECEPCIÓN DE LA DUDA RAZONABLE

Claudio Fuentes Maureira


Mg. en Derecho Penal y Procesal Penal, UDP.
Avenida República 105, Santiago.
claudio.fuentes@mail.udp.cl
Académico, Facultad de Derecho, UDP.

Resumen:

El artículo busca dar cuenta de cómo el estándar de prueba más allá de toda duda
razonable ha sido recepcionado por nuestro sistema procesal penal.

El objetivo es ver las razones que justificaron al legislador incorporar esta construcción
foránea en nuestro sistema de enjuiciamiento criminal y examinar como ha sido
desarrollada por la doctrina y la jurisprudencia.

Previo a ello se realiza un trabajo de presentación acerca de qué es un estándar probatorio,


concepto cuyo estudio ha estado ajeno a nuestra dogmática procesal y que requiere una
mirada extraprocesal a efectos de tener una mayor comprensión acerca de su rol y función.

Palabras clave: Duda Razonable – Estándar de convicción – presunción de inocencia.

1. INTRODUCCIÓN

Una de las más relevantes importaciones que nuestro código procesal penal realizó el año
2000 fue la introducción del artículo 340 del CPP que se titula “Convicción del tribunal” y
que indica: “Nadie podrá ser condenado por delito sino cuando el tribunal que lo juzgare
adquiriere, más allá de toda duda razonable, la convicción de que realmente se hubiere
cometido el hecho punible (…)”.

La novedad del artículo y su relevancia se justifica en diversas en consideraciones. En


primer lugar dicho artículo supuso la incorporación de la noción de estándar de prueba o de
convicción a un sistema judicial que históricamente había operado y aún opera (por
ejemplo en materias civiles) con la plena prueba como ideal de satisfacción probatoria, es
decir que solo prueba 100% indubitada autoriza a dar por probado ciertos hechos. En
segundo lugar, se trata de uno de los ejemplos más patentes de la influencia del derecho

El presente trabajo está basado en mi tesis para la obtención del grado de Magíster en Derecho Penal y
Procesal Penal titulada “La Recepción de la Duda Razonable en el Sistema Procesal Penal Chileno”, la cual
fue dirigida por Mauricio Duce Julio.

Este trabajo es una nueva versión de uno ya publicado en el libro del Congreso Internacional “10 años de la
Reforma Procesal Penal en Chile” de Ediciones UDP.

1
comparado en nuestra cultura y sistema judicial, lo que permite conectar este tópico con la
temática del congreso internacional en aniversario de los 100 años de la facultad de derecho
de la Universidad de Valparaíso; se trata entonces de una institución procesal que no es
propia de nuestra raíz continental, si no que deriva su mayor desarrollo de los sistemas del
common law.

El presente documento contiene y desarrolla en mayor medida los planteamientos que este
autor realizó en dicho Congreso Internacional y que buscan dar cuenta de cómo ha sido
recepcionada por nuestro sistema criminal esta importación. En otras palabras, cómo
nuestro sistema judicial en su conjunto, es decir, la actividad de los operadores y la
dogmática ha entendido y ha conceptualizado este estándar probatorio.

Resulta de particular interés estudiar la duda razonable ya que más allá de su concepto
propiamente tal, se trata de incorporar a nuestra cultura judicial la idea de que las
decisiones judiciales tienen márgenes de error y que hasta hoy nuestros tribunales operan
con la idea de que esto no es cierto, es decir, de que es posible adquirir la plena certeza
acerca de hechos que ocurrieron en el pasado. El hablar de estándar de convicción, del cual
la duda razonable es una especie dentro de un género, supone hacerse cargo del manejo de
la incertidumbre en la labor judicial.

Para ello este trabajo en primer lugar ofrece una mirada que va más allá de consideraciones
jurídicas acerca del rol que los estándares probatorios cumplen en los sistemas judiciales,
para posteriormente estudiar en detalle la duda razonable, examinando las razones por las
cuales fue incorporada en nuestro sistema y analizando como se ha desarrollado,
terminando con ciertas conclusiones prospectivas.

2.- DIVERSAS PERSPECTIVA ACERCA DE LOS ESTÁNDARES DE PRUEBA

2.1. El estándar de prueba como instrumento epistemológico o de validación.

El proceso ha sido definido como una serie de actos concatenados que tienen como
fin la resolución de un conflicto entre dos partes a través de la producción de una sentencia
judicial1, es decir, se trata de un método o mecanismo cuyo producto final es una decisión
pronunciada por un juez. Para ello el proceso debe seguir una serie de pasos que le
permitan, tal cual como una cadena de producción industrial, lograr un producto con ciertas
características específicas (sentencia), cumpliendo también con ciertos mínimos ideales en
su producción (no cualquier sentencia judicial es legítima sino cumple con, por ejemplo, el
debido proceso); esto supone que lo que asegura la “calidad” del producto final no es solo
los materiales o insumos que se encontraban disponibles para manufacturarlo, sino que
también cumplir con las etapas que el método exige.
En el contexto de una sentencia pronunciada por un tribunal es fundamental que el
juez tenga la capacidad de preferir la postura de una parte respecto de la contraria para
poder dirimir la contienda, para ello el proceso debe proveer de insumos que faculten a
1
Couture, Eduardo, Fundamentos del Derecho Procesal Civil, Editorial B de F, Cuarta edición, Montevideo,
2007, Pág. 99.

2
ello: los hechos y el derecho. Para efectos de este trabajo será clave centrar el análisis en la
determinación de los hechos que realiza el Tribunal que enfrenta un conflicto jurídico, es
específicamente aquí, en esta etapa de la producción de una sentencia, cuando los
estándares de convicción adquieren relevancia, desde un punto de vista metodológico. Esto
se debe a que la única herramienta procesal que un juez tiene a su disposición para
responder a la pregunta ¿Cuándo puedo dar probado un hecho? es el estándar de prueba o
de convicción.
Es decir, el estándar de convicción se vuelve relevante cuando ya recibida toda la
prueba y el juez la ha valorado, este debe preguntarse si la evidencia disponible en un
determinado caso es suficiente para dar por establecido un determinado hecho 2. Si el
estándar es alcanzado entonces el juez puede dar por probado los hechos, si no es alcanzado
entonces el juez no tiene dicha autorización ya que el sistema indica que dar por probado un
hecho sin haber alcanzado el umbral supone correr un riesgo de error que no se está
dispuesto a asumir.
Esto último se debe a que el estándar de prueba supone una decisión que refleja la
aceptación de un cierto margen de error en las sentencias de los tribunales. Así, los sistemas
judiciales modernos han aceptado el hecho de que un umbral probatorio que apele a prueba
100% infalible es algo extremadamente problemático 3, ya que existen muy pocos casos en
donde el sistema pueda contar con ella. Por lo tanto, el instrumento que permite regular el
grado de falibilidad aceptable de una determinada conclusión sobre los hechos por parte del
juez es el estándar de convicción4. En otras palabras, el estándar no solo es el instrumento
que permite al juez dar por probado un hecho, si no que le indica cuanto margen de error
tiene5, cual es el mínimo de calidad de evidencia que está legitimado para aceptar y
establecer hechos a partir de esta.
La preponderancia de una de estas funciones metodológicas del estándar de prueba
respecto de la otra dependerá siempre del caso concreto. Si bien en todos los casos el juez
2
En un sentido similar Rodrigo Coloma indica: “Los estándares de prueba constituyen uno de los engranajes
claves del proceso judicial que posibilitan a los jueces la elección justificada de un cierto curso de acción
(…)” Coloma, Rodrigo, “Estándares de Prueba y Juicios por Violaciones a los Derechos Humanos” en
Revista de Derecho de Valdivia, Vol. XXII, Nº 2, Diciembre de 2009, Pág. 207.
3
En este sentido sostiene Larry Laudan, al momento de explicar la certeza que se exigía a los jurados a fines
del siglo XVIII, que este estándar “resultó ser muy estricto, porque los filósofos y los juristas durante el
iluminismo llegaron a comprender que en los asuntos de los seres humanos (en oposición a, por ejemplo, las
matemáticas y la lógica) no era posible tener certeza plena. Lo único que se acercaba a esto, según filósofos
como John Locke y John Wilkins, era lo que estos llamaban la certeza moral”. Laudan, Larry, “Is Reasonable
Doubt Reasonable?”, disponible en http://ssrn.com/abstract=1152883 (la traducción es mía).
4
Nuevamente Coloma afirma: “Los estándares de prueba permiten, entonces, operar válidamente en contexto
de incertidumbre. Esto, por cuanto las decisiones que se lleguen a adoptar en el curso de la adjudicación y que
pudieren eventualmente estar afectadas a errores epistémicos, de todas formas podrán ser calificadas como
decisiones conforme a derecho (…)”, Coloma, Rodrigo, “Estándares de Prueba y juicios por violaciones a los
derechos humanos”, Ob. Cit, Pág. 211.
5
Taruffo, Michele, “Consideraciones sobre Prueba y Motivación” en Taruffo, M y Ramírez, D,
Consideraciones sobre la prueba judicial, Fundación Coloquio Jurídico Europeo, Madrid, 2009, pág. 35.
Duce, Mauricio y Riego, Cristián, Proceso Penal, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2007, Págs. 495 a
497.

3
deberá velar por el cumplimiento del estándar de convicción (ya que este es parte
estructural de la justificación que debe darse para la producción de una decisión, como se
verá más adelante), dependerá de la calidad de la evidencia disponible qué tan protagonista
será este en la toma de la decisión judicial. Así, mientras más fuerte se observa la prueba,
más simple será para el juez la justificación que permite dar por satisfecho el umbral 6. No
obstante, la segunda arista del estándar de prueba cobrará mayor protagonismo cuando la
prueba existente presenta ciertos niveles de falibilidad relevantes, será en estos casos
cuando está entre en juego y permita que el juez resuelva la contienda manejando el margen
de error que la ley le otorga.

2.2. La decisión política que conlleva el estándar de prueba

Detrás de la definición de un determinado estándar de convicción hay


consideraciones que van más allá de aspectos netamente jurídicos. Con esto quiero decir
que si bien existen elementos de índole jurídica que inciden en el diseño y delimitación de
cualquier estándar de prueba, existen y son igualmente relevantes otro tipo de
consideraciones que también inciden en su diseño, como lo son criterios políticos, sociales
e institucionales.
Esto se debe a que diferencia de otras normas e instituciones jurídicas, la definición
y diseño de un estándar de convicción o de prueba conlleva implícitamente preguntas que el
mundo del derecho no puede contestar. Como mencioné en la sección previa, la definición
de un estándar de convicción supone a su vez el establecimiento de un margen de error en
las decisiones pronunciadas por los jueces. No existe un criterio jurídico que pueda
determinar exclusivamente cuanto margen de error es aceptable para un determinado
sistema judicial.
En este sentido, es importante considerar que quien responde finalmente a la
pregunta de qué tan dispuestos estamos a aceptar errores en las sentencias no es el derecho
procesal, ni la doctrina, sino que la sociedad en su conjunto. Esta pregunta sólo los
legisladores pueden responderla al momento de diseñar y aprobar leyes.
Me permito resaltar el carácter político que se encuentra detrás del estándar de
convicción debido a que cualquier intento por estudiarlo supone necesariamente conocer
cuales son las razones que justificaron su imposición. Asimismo, es superfluo estudiar el
comportamiento del estándar de condena solo a través de una mirada abstracta y jurídica,
ya que las limitaciones que el estándar establece a la decisión judicial solo tienen sentido a
la luz de los incentivos prácticos que este pretende establecer o de aquellos problemas de
política institucional que este pretende impedir.
A pesar de mi explicación previa acerca de qué elementos permiten delimitar un
estándar de convicción, un ejemplo puede ser más claro. Para ello me remitiré al estándar
de prueba que usualmente es usado en el sistema judicial de Estados Unidos para dar por
probado hechos en materias civiles: la preponderancia de la prueba7.
6
Wilson, Robert, Nutshell Evidence (Segunda Edición), Lawbook Co. Australia, 2007, Pág.35.
7
Clermont, Kevin y Sherwin, Emily, “A Comparative View of Standards of Proof” en The American Journal
of Comparative Law, Cornell University, Vol. 50, No 2, 2002, Pág. 251 y ss.

4
Dicho estándar parte de la base de que siempre existe un cierto nivel de
incertidumbre al momento de asignar la “verdad” acerca de los hechos y por ende se
entiende que el juez debe decidir en base a consideraciones probabilísticas entre hipótesis
en competencia8. Así, para materias civiles se puede establecer la ocurrencia de un hecho
cuando de la evidencia disponible sea posible concluir que es “más probable que haya
ocurrido a que no haya ocurrido (more likely than not)” este.
Frente al establecimiento de este estándar el sistema judicial se encuentra ante dos
posibles escenarios en una determinada causa civil: que el demandado A pague una deuda
que no debe o que el demandado A no pague una deuda que sí debe. El razonamiento que
se encuentra detrás de la elección de este estándar supone que equivocarse en cualquiera de
estas dos hipótesis es similar, ya que las consecuencias de errores entre estas dos opciones
son igual de perniciosas9, en base a las siguientes consideraciones:
Primero, por regla general en conflictos civiles no se trata de casos en los cuales
preferir erradamente un resultado respecto de otro traiga peores consecuencias en uno y no
en otro escenario.
Segundo, a diferencia de materias penales, en materias civiles no existe el principio
de la presunción de inocencia, principio que inclina la balanza siempre a favor de la misma
parte cuando existen dudas. Por el contrario, al no existir en materias civiles esta
preferencia apriorística el sistema no tiene justificación alguna por la cual establecer un
estándar de prueba que refleje dicha inclinación, por lo que el estándar será más
balanceado.
En tercer lugar, nuevamente a diferencia del mundo penal, en conflictos civiles uno
de los principios que guían el sistema es la igualdad de las partes, por lo mismo no es
necesario que el estándar de convicción o de prueba intenten equilibrar una diferencia de
facto por medio de una diferencia en la carga de la prueba que el estándar exija10.
Si se analizan estas consideraciones se verá que la decisión de optar por el estándar
de la preponderancia de la prueba va más allá de consideraciones jurídicas. Así podemos
identificar el tipo de materia que está en discusión como un primer factor. Detrás de todo el
razonamiento esbozado por dicho sistema la diferencia con la materias penales es del todo
relevante, ya que el error que se puede cometer en estas tiene en principio consecuencias
mucho más terribles que en materias civiles, consecuencias que viene dadas por
definiciones sociales. Segundo factor, si observamos el razonamiento que sostiene que
pagar equivocadamente una deuda es igual de malo que no pagar una deuda que si se tiene,
supone necesariamente un juicio de valor por parte de una determinada sociedad que
estima que las conductas son igualmente negativas. Asimismo, se asume por parte del
sistema norteamericano que en conflictos civiles no es lo usual que existen diferencias de

8
Clermont, Kevin y Sherwin, Emily, Ob. Cit. Pág. 251, “Todo están de acuerdo, que como una cuestión de
racionalidad, que El establecimiento de la veracidad acerca de los hechos alegados es típicamente
cuestión de probabilidades (…)” (la traducción es mía).
9
Clermont, Kevin, “Standards of Proof in Japan and the United states”, en Cornell International Law Journal
Nº 37, 2004. Pág. 270.
10
Ídem.

5
facto importantes entre los litigantes, razón por la cual se opta por hacer el camino de
probar un determinado hecho igual de difícil para ambas partes. Como se ve todos estos
aspectos escapan a consideraciones técnico-jurídicas.
Por lo tanto, y el punto que quiero marcar es, se hace fundamental comprender que
el estándar de convicción supone un análisis meditado y claro acerca de los efectos que se
pretenden lograr en el funcionamiento del sistema judicial mediante su establecimiento.
Estos mismos efectos son aquellos que deben ser mirados al momento de examinar el
desempeño del mismo, así como al momento de interpretarlo, definirlo y aplicarlo.

2.3. La relación del estándar de prueba con la debida fundamentación de los fallos
y el derecho a recurrir.

Una dimensión fundamental que cumple el estándar de convicción es su fuerte


vinculación instrumental con la garantía de la fundamentación de los fallos. En este sentido,
toda persona que ha sometido un conflicto jurídico al sistema de justicia no solo es titular
del derecho a que se le escuche y al debido proceso, si no que también tiene un legítima
expectativa de conocer las razones que justifican cualquier decisión que se tome respecto
de un asunto en el cual sus derechos se ven involucrados.

Este derecho a la fundamentación se justifica en diversas consideraciones; existe


una obligación de los tribunales de fallar conforme a derecho, por tal motivo no cualquier
criterio de decisión es legítimo de invocar. Asimismo, detrás de esta idea está el objetivo
de evitar la producción de decisiones judiciales que sean carentes de razón, basadas en
deseos personales y así evitar el decisionismo judicial.

Esta garantía ha sido recogida por la propia Corte Interamericana de Derechos


Humanos, la cual en su jurisprudencia constante ha indicado explícitamente que “El deber
de motivar las resoluciones es una garantía vinculada con la correcta administración de
justicia, que protege el derecho de los ciudadanos a ser juzgados por las razones que el
Derecho suministra, y otorga credibilidad de las decisiones jurídicas en el marco de una
sociedad democrática”11. La Corte reconoció esta garantía siguiendo la labor de su
homólogo europeo el cual indicó al respecto que “[l]a Corte reitera entonces que, de
acuerdo con su jurisprudencia constante y en reflejo de un principio relativo a la correcta
administración de justicia, las sentencias de las cortes y los tribunales deben exponer de
manera adecuada las razones en las que se basan” (traducción de esta Corte)”12.
La relevancia de este derecho se incrementa aun más si se complementa con el
derecho al recurso.Antes que todo, la existencia del derecho a recurrir o del derecho al
recurso no es dudada en nuestro ordenamiento jurídico penal, de hecho el ordenamiento
cuenta con amplias vías impugnativas en sus distintos fueros y los tratados internacionales

11
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Apitz Barbera vs Venezuela, Sentencia de 5 de agosto de
2008. Serie C No. 182, Párr. 77.
12
Corte Europea de Derechos Humanos, Caso Suominen v. Finlandia, no. 37801/97, § 34, 1 Julio 2003

6
suscritos por nuestro país; la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, lo consagran explícitamente.
Ahora bien, el derecho a recurrir se materializa por medio del control de lo fallado
por un tribunal distinto, generalmente superior, el cual analiza el fallo pronunciado.
Ciertamente hay sistemas, como aquellos en donde hay jurado, en donde los fallos no son
fundamentados e igualmente hay recursos judiciales, pero en dichos sistemas los recursos
se centran en afectaciones de índole procesal. En los sistemas en donde hay jueces
profesionales, el sistema recursivo va más allá de los problemas del juicio mismo, pasando
a analizar el contenido del fallo. El derecho al recurso requiere para su materialización que
las decisiones judiciales sean fundamentadas, ya que el objeto de crítica por parte del
recurso será, por regla general, la decisión misma pronunciada por el tribunal, verificando
que esta haya sido tomada en base a consideraciones pertinentes 13. A contrario sensu, si no
existiese un deber de fundamentación, si no estuviese sujeta a ciertos mínimos y fuera una
atribución del juez y no un derecho de la parte, entonces el derecho al recurso pierde fuerza,
quedando limitado solo a controles procesales, pero no permitiría controlar la decisión
ensimisma14.
Entonces, al ser parte fundamental de la construcción de una sentencia judicial el
hacerse cargo de la suficiencia de la prueba presentada mediante un argumentación
específica acerca de cómo el estándar de convicción se ve satisfecho, es imprescindible que
el tribunal superior a efectos de revisar la condena o absolución pueda conocer el
razonamiento del tribunal en este aspecto. Al no contemplar un estándar de convicción los
jueces no cuentan con la herramienta que les permite justificar su elección en un contexto
de incertidumbre, es decir, la decisión judicial en este punto quedaría fuera del control del
tribunal superior. Similares efectos negativos se producen cuando el estándar de convicción
aunque exista es solo usado como una formula “tipo”, es decir, como una mera mención
estándarizada en el fallo. Si este no va acompañado de un desarrollo, dicha parte del
razonamiento judicial no puede ser analizado.

2.4. El estándar de convicción como parte del derecho a la prueba y su vinculación con
la fundamentación
El derecho a la prueba consiste en la facultad de poder presentar medios de prueba
que favorezcan o posibiliten mis pretensiones jurídicas, por medio de la acreditación frente
al tribunal de los hechos que apoyan mi posición en el pleito 15. Esta relación entre el
13
Para más información acerca de los alcances de la revisión que puede realizar el tribunal ad-quem respecto
de lo fallado por el Tribunal a-quo, puede verse a Duce J, Mauricio, Fuentes M, Claudio y Riego R, Cristián,
“Los Regímenes Recursivos en los sistemas procesales penales acusatorios en las Américas: Aspectos
centrales” en Revista Sistemas Judiciales Nº 14 - Prisión Preventiva, Centro de Estudios de Justicia de las
Américas ( CEJA) e INECIP, 2009, disponible en http://www.sistemasjudiciales.org
14
En este sentido, afirmaba Calamandrei: “Motivación e impugnación son instituciones de cierta manera
paralelas en las legislaciones procesales, ya que frecuentemente donde no está establecida la motivación no es
admisible la impugnación, porque toda impugnación presupone una crítica y una censura del acto que se
impugna, lo que no es posible prácticamente cuando no pueden conocerse las razones en las cuales el acto se
funda”. Calamandrei, Piero, Proceso y Democracia, ARA Editores, Lima, 2006, Pág. 104.
15
Ferrer Beltrán, Jordi, La Valoración Racional de la Prueba, Marcial Pons, Madrid, 2007. Pág. 54.

7
derecho a la prueba y la fundamentación de los fallos obedece a consideraciones de sentido
común, así, no tiene sentido que una parte pueda presentar medio prueba alguno si los
jueces no tienen obligación de considerarlos y valorarlos en la sentencia al momento de
establecer los hechos probados16, explicitando qué medios de prueba fueron tomados en
cuenta, cuáles no y las respectivas razones para ello. Es una legítima expectativa de las
partes que someten una contienda al conocimiento del juez que las pruebas presentadas
sean efectivamente valoradas, la única forma de exigir esta valoración es por medio de que
el juez en el fallo se haga cargo de cada una de ellas.
Pues bien, para que el razonamiento que el tribunal entregue satisfaga
adecuadamente el derecho a la prueba, se hace necesario que el tribunal sea capaz de
articular, primero, qué medios de prueba valoró. Asimismo, se exige que el tribunal
expliqué la forma en como los valoró y qué conclusiones obtiene de ellos, haciéndose cargo
de aquellos que favorecen la ocurrencia de un hecho, así como de aquellos que niegan dicha
ocurrencia. Finalmente debe justificar porqué la prueba disponible es suficiente para
cumplir con el requisito legal, en otras palabras, porqué la prueba aportada es capaz de
generar convicción, a pesar de que pueden haber casos en donde los medios probatorios no
sean indubitados y en que existan medios de prueba contradictorios o casos en que solo
haya un medio de prueba, pero que igualmente el tribunal estima que es suficiente para dar
por probados determinados hechos.

El derecho a la prueba no solo supone en este contexto que el tribunal esté obligado
a valorar y justificar porqué la considera o porque no, sino que también debe explicarnos
porqué estimó que esa prueba, y no otra de mejor calidad, es suficiente para asignar la
consecuencia jurídica.

3.- LA DUDA RAZONABLE EN EL CÓDIGO PROCESAL PENAL ¿POR QUÉ LA


TRAJIMOS?

Habiendo tratado las distintas ópticas desde las cuales puede examinarse el
funcionamiento de un estándar de prueba, es pertinente ahora revisar aquellas razones que
justificaron al legislador chileno en la introducción de más allá de toda duda razonable.

3.1. El estándar de convicción en el antiguo Código de Procedimiento Penal

En nuestro antiguo Código de Procedimiento Penal (en adelante “ACPP”) se


consagraba un sistema probatorio mixto17, en el cual se establecía un sistema de valoración
probatoria tasado, conformado por reglas que le indicaban al juez cuando un medio de
prueba adquiría el valor de plena prueba (el clásico ejemplo de dos testigos contestes) y

16
Ferrer Beltrán, Jordi, Ob. Cit. Págs. 56 y 57.
17
Duce, Mauricio y Riego Cristián, Proceso Penal, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2007, Pág. 488.

8
otras tantas que le indicaban cuando no podía dar por probado un hecho en base a un
determinado medio probatorio18. Todas estas reglas, no obstante, no obligaban nunca al juez
a dar por probado un determinado hecho, si es que no estaba convencido acerca de la
ocurrencia de estos, así Paillas afirma: “(…) la convicción del juez adquirida por los
medios de prueba legal es de todo punto indispensable para condenar. Si esa convicción no
llega a formarse, el juez podrá absolver sin otro fundamento y cualesquiera que sean los
antecedentes que el proceso arroje en contra del reo”19.
Ahora bien, como se puede ver, el estándar de condena que operaba en el ACPP era
la convicción el cual estaba regulado en el artículo 456 bis 20 del ACPP que indicaba “Nadie
puede ser condenado por delito sino cuando el tribunal que lo juzgue haya adquirido, por
los medios de prueba legal, la convicción de que realmente se ha cometido un hecho
punible y que en él ha correspondido al reo una participación culpable y penada por ley” (el
destacado es mío).
Este estándar de la “convicción” era bastante cercano a la “íntima convicción” en al
menos dos perspectivas.
Primero, la “convicción” era y es entendido como un estado de seguridad mental
por parte del juzgador acerca de sus conclusiones. De hecho la doctrina definía el estándar
del Art. 456 bis como un fenómeno de índole psicológico que “ocurría” en la mente del
juez. En este sentido Etcheberry indica “no hay verdadera convicción que no sea intima por
su propia naturaleza; se trata de un convencimiento o estado de conciencia que se
experimenta en la psiquis de una persona (…)”21.
En segundo lugar, la formula de la convicción presenta una cierta ambigüedad
conceptual que hace que el sistema judicial la asocie con otros conceptos como la certeza
moral y, al mismo tiempo, con la plena certeza. Así, Etcheberry sostiene que este estándar
apelaba a “la seguridad o certeza moral sobre la culpabilidad del acusado, que no es
incompatible con la admisión de posibilidad de error, si no el predominio, en la psiquis del
juez, de que dicha eventualidad es remota” 22. En otras palabras, se refiere a la seguridad en
18
Un claro ejemplo de esto se da en una decisión pronunciada por la Corte Suprema el 17 de agosto de 1948
cuando indicó: “Por vía de ejemplo pueden mencionarse, entre las reglas de la categoría indicada, las
siguientes: a) la que prohíbe acudir a los testigos del sumario para probar hechos contradictorios con los que
ya han aseverado; b) la que impide estimar como demostración suficiente de un hecho la declaración de un
testigo singular; c) la que no permite atribuir el carácter de prueba completa al dictamen de un solo perito; d)
la que prohíbe comprobar el cuerpo del delito por medio de la confesión del reo …”, Cita tomada de
Fontecilla, Rafael, Tratado de Derecho Procesal Penal, Tomo II, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1957,
Pág. 389.
19
Paillas, Enrique, Derecho Procesal Penal, Volumen II, Primera Edición, Editorial Jurídica de Chile,
Santiago, 1986, Pág. 92(el destacado es mío).
20
Originalmente consagrado en el artículo 484, posteriormente 456 y finalmente 456 bis del ACPP. La
numeración fue lo único que varió en base a reformas legislativas introducidas en el código.
21
Etcheberry, Alfredo, “Consideraciones sobre el Criterio de Condena en el Código Procesal Penal” en
Rodríguez, L (Coordinador), Delito, Pena y Proceso. Libro homenaje a la memoria del Profesor Tito Solari,
Editorial Jurídica de Chile y Universidad Católica de Valparaíso, 2008, Pag. 670.
22
Etcheberry, Alfredo, Ob. Cit. Pág. 660.

9
la decisión que se toma por parte del propio ente juzgador, reconociendo que puede haber
una posibilidad de error, pero que es tan minima que no influye en dicho convencimiento.
En el segundo caso tenemos cierta jurisprudencia de las cortes superiores del país en donde
la “convicción” ha sido entendida como plena certeza (certeza absoluta), esto es, la
inexistencia del margen duda alguna en los antecedentes que afirman la condena23.
Esto muestra que el estándar de la “convicción” es esencialmente vago, por un lado
se encuentra que su funcionamiento se da a nivel del convencimiento psicológico del juez,
siendo un misterio lo que ocurre en la cabeza de este24 y, por otro lado, porque el mismo
sistema procesal penal de la época formulaba concepciones entorno a este que pueden ser
inconciliables para un tribunal; o se admiten dudas, por más pequeñas que sean, o no.

3.2. ¿Por qué introdujimos el estándar de convicción de la duda razonable?

Una de las más importantes razones para incorporar en el C.P.P. el estándar de


convicción más allá de toda duda razonable fue otorgar a los jueces una herramienta que
les permitiese poder llegar a fallos de carácter condenatorio ante casos con información
incompleta y, por lo tanto, prescindir por parte del sistema de justicia criminal de tener una
necesidad tan alta de prueba como era la plena certeza 25. El problema práctico que
generaba el antiguo estándar de convicción era que el sistema criminal en principio buscaba
condenar cuando se contaba con la confesión del imputado y/o se trataba de delitos
flagrantes26, así, el óptimo del sistema era una condena con información que confirmara la
responsabilidad de penal del imputado en un 100%. Esto generaba dos consecuencias, por
un lado, el sistema criminal tenía fuertes incentivos para generar prueba que fuese de este
carácter, siendo un ambiente en el cual presiones para obtener la confesión del imputado
eran muy fuertes, llegando incluso a darse ciertas prácticas de tortura. Por otro lado, en

23
Véase Repertorio de Legislación y Jurisprudencia Chilenas: Código de Procedimiento Penal, tomo II,
Editorial Jurídica de Chile, 1981, Pág. 117 y ss. citado en Duce, M y Riego, C, Ob. Cit. Pág. 489.
24
En este sentido Taruffo indica: “La íntima convicción de un juez es una especie de “caja oscura” (black
box) que se deja a la conciencia personal de este, aunque la decisión sea expresada usando la retórica de
“certeza” y “verdad”(la traducción es mía). Taruffo, Michele, “Rethinking the Standards of Proof” en The
American Journal of Comparative Law, Vol 51, No 3, 2003, Pág. 667.

25
Afirma Riego: “Ante la ausencia de una confesión completa que podamos chequear con otra información y
que nos relate los detalles del hecho de modo coherente, de múltiples testigos altamente creíbles, o de medios
de registros modernos altamente confiables (…) el sistema debe ser concebido para operar en un terreno en
que la información es debatible, en que se puede alcanzar niveles de certeza, pero difícilmente absoluta”,
Duce, Mauricio y Riego, Cristián, Ob. Cit, Pág. 494.
26
En este punto Riego señala: “Pero además de estos mecanismos formales que podían ser usados con miras
a hacer confesar al imputado, el sistema antiguo permitió el desarrollo de métodos más duros para alcanzar el
mismo fin, y lo hizo por medio de una amplia utilización del interrogatorio policial en un contexto casi
completamente sin regulación (…) Las normas de valoración de prueba, por su parte, abrieron espacio a la
utilización de las confesiones obtenidas en este ámbito policial desregulado. Así, por medio de lo dispuesto en
el artículo 484 del código de procedimiento penal, se permitía que los jueces otorgaran valor de presunciones
a las confesiones que habían sido obtenidas por la policía a pesar de no estar éstas rodeadas de ninguna de las
condiciones de confiabilidad que el propio código regulaba para la declaración judicial del imputado en los
artículos 318 y siguientes”, Duce, Mauricio y Riego, Cristián, Ob. Cit Pág. 490 y 491.

10
aquellos casos en que se encontraba el imputado en prisión preventiva, si no se contaba con
suficiente prueba para condenar, igualmente se pronunciaba un fallo condenatorio,
asignando como pena el tiempo que el imputado estuvo bajo el régimen cautelar. Como se
hace evidente, existían importantes razones, relacionadas con la vigencia de los derechos
fundamentales, que impulsaban a cambiar esta situación.
El establecimiento del nuevo estándar de más allá de toda duda razonable buscó
enviar una señal clara a los jueces de que no era necesario contar con información 100%
indubitada para poder pronunciar un fallo condenatorio; en otras palabras el estándar de la
duda razonable buscaba disminuir el umbral a satisfacer, en parte para desincentivar los
estímulos para producir confesiones27.
La cláusula que contempla el nuevo estándar de condena fue introducida casi al
final del periodo de discusión parlamentaria y la razón explicitada en dichas actas fue la de
incorporar un estándar que no apelase a una convicción de 100% 28. Asimismo, se resaltaba
que escoger el estándar de duda razonable permitía lidiar con un estándar más decantado29.
La opción político-criminal que se encuentra detrás del nuevo estándar es permitir
que el sistema criminal nuevo pueda obtener condenas prescindiendo de la confesión del
imputado, permitiendo que el ministerio público pueda generar sistemas y métodos de
investigación que sean autosuficientes, sin limitar el éxito de una investigación criminal a la
colaboración de la defensa. Desde un punto de vista de conducta judicial, el nuevo estándar
buscaba dejar en claro a los jueces que el estándar actual es distinto al anterior, que su
satisfacción puede lograrse a pesar de contar con medios probatorios con ciertos niveles de
falibilidad y que por lo mismo deben disminuir un poco la exigencia probatoria que
impondrán a la fiscalía, dentro de lo cual esperar la confesión del imputado para condenar
no es un alternativa viable.

4. ¿QUÉ SIGNIFICA MÁS ALLÁ DE TODA DUDA RAZONABLE?

Habiendo establecido cual era el estándar de convicción del ACPP y las razones por
las cuales este fue reemplazado por el estándar de convicción de la duda razonable, se hace
necesario comprender qué significa el presente estándar de condena consagrado en el
artículo 340 del CPP. Para poder determinar cuales son sus dimensiones me remitiré a la
doctrina nacional vigente, la cual se encuentra dividida entorno a su significado y ante lo
cual es posible identificar tres corrientes de opinión, que explicaré a continuación, para
posteriormente presentar las principales críticas que pueden hacerse a cada una de ellas.
27
Entrevista sostenida por el autor con Cristián Riego, Director de la Comisión técnica que elaboró el
anteproyecto del Código Procesal Penal, en el mes de mayo de 2010.

28
“Sin embargo, es un concepto útil, toda vez que está suficientemente decantado y elimina las discusiones
relativas al grado de convicción que se requiere, dejando en evidencia que no se trata de una convicción
absoluta, sino de aquella que excluya las dudas más importantes” (el destacado es mío). Historia de la Ley
19.696, Cuarto trámite, Informe de la Comisión Mixta, Fecha 16 de agosto de 2000. Cuenta en Sesión 29,
Legislatura 342, Cámara de Diputados, Pág. 2005.

29
Ídem.

11
Estas tres corrientes son las siguientes: en primer lugar encontramos una corriente
que estima que el estándar de convicción es equivalente a aquel consagrado en el ACPP 30.
Una segunda corriente sería aquella que se remite a los conceptos elaborados por la
doctrina de Estados Unidos de Norte América 31 y, finalmente, una corriente que vela por
definir el estándar alejándolo de aquella noción que apela al convencimiento psicológico
del juez y acercándolo a una noción epistémica, comparando la actividad judicial con la de
un científico que busca corroborar una hipótesis32.

4.1. La Duda razonable como certeza moral


En el caso de la primera corriente, se trata de aquellos autores que entienden que el
artículo 340 del CPP debe ser entendido o interpretado según el antiguo estándar del código
de procedimiento penal de 1906 en su artículo 456 bis. Dicho estándar, como se explicó
previamente, requería un convencimiento psicológico ante la imputación y permitía al juez,
una vez analizada toda la prueba, apartarse de ésta si no estaba lo suficientemente
convencido.
Quien sostiene esta postura es Julián López Masle, al sugerir, tanto por razones de
conveniencia práctica, como por la complejidad que supone definir el estándar de la duda
razonable, que lo más adecuado es asociar este estándar del artículo 340 del C.P.P. al
concepto de certeza moral o la convicción, en atención a que esta no es extraña a nuestra
tradición jurídico-cultural y, por lo mismo, los jueces tienen la ventaja de que puede
remitirse a los “parámetros a los que se encuentran habituados” 33 34. En este sentido López
cita la doctrina de la época en la cuál se define el estándar de la convicción como “certeza
legal condenatoria y moral absolutoria”35, tal cual como se explicó.

4.2. La duda razonable entendida como reasonable doubt

30
Horvitz, María Inés y López, Julián, Derecho Procesal Penal Chileno, Tomo II, Editorial Jurídica de Chile,
Santiago, Pág. 164.
31
Véase a Chahuán, Sabas, Manual del Nuevo Procedimiento Penal, Editorial Lexis Nexis, Santiago, 2007,
Pág. 324.
32
Accatino Scagliotti, Daniela, “La fundamentación de los hechos probados en el nuevo proceso penal. Un
diagnóstico” en Revista de Derecho (Valdivia), Vol. XIX-Nº 2, diciembre de 2006, Págs. 10 y ss.
33
Horvitz, María Inés y López, Julián, Ob. Cit. Pág. 164.

34
Al respecto, Alfredo Etcheberry presenta ciertas objeciones hacia el estándar de la duda razonable que lo
acercan a la postura de López Masle; en primer lugar asocia la duda que puede aquejar al tribunal como un
fenómeno psicológico “En cambio, siendo la duda un fenómeno también íntimo de la psiquis del cada
persona, al agregarse que para absolver la duda debe ser razonable, ello obliga a calificar la duda, y a
calificarla desde fuera del sujeto (…)” y, adicionalmente, comparte el argumento de que este es un estándar
poco “decantado”. Etcheberry, Ob. Cit. 672
35
Ídem.

12
Una segunda corriente dogmática es aquella que pretende definir el estándar en base
a los conceptos y definiciones producidas en el sistema de EEUU, en el sentido de remitirse
a las definiciones de duda razonable ya sea como una duda cuya entidad es menor, por lo
que cualquier persona razonable actuaría a pesar de ella o cuando es definida en términos
opuestos, vale decir, aquella duda que de aquejar a una persona razonable esta vacilaría en
tomar una decisión basada en aquella.
Un expositor de esta corriente es Sábas Chahuán, quien en su libro Manual del
Nuevo Procedimiento Penal, señala citando el Black’s Law Dictionary que “es una duda
que llevaría a las personas prudentes a dudar antes de actuar en materias de importancia
para ellos mismos”36. Al respecto, debe mencionarse que el autor solo indica como
justificación para la opción conceptual que el prefiere el hecho de que el estándar de la
duda razonable fue “tomado” del sistema procesal norteamericano, por ello se remite a citar
lo que en dicho sistema es una de las tantas definiciones de la duda razonable en la
materia37. No se presenta ningún otro argumento entorno a la conveniencia para asumir
cualquiera de estas concepciones.

4.3. De duda razonable a la duda racional


La idea detrás de esta corriente dice relación con una postura crítica hacia la intima
convicción y la duda razonable, ya que ambas, finalmente, no son ni más ni menos que un
fenómeno que simplemente “ocurre” en la mente del juez. Esto significa que la condena de
una persona proviene no solo de la prueba presentada en el juicio, si no que también de las
creencias del juez, lo que resulta extremadamente complejo porque las creencias que un
juez pueda tener sobre una determinada materia no son necesariamente racionales y
generalmente están imbuidos por prejuicios. Todo este conocimiento privado queda fuera
del control que el afectado pueda ejercer por la vía de los recursos38.
Por esta razón los autores que siguen esta corriente más que interpretar el
significado de la duda razonable, apelan a acercar esta lo más posible a un estándar de
condena con pretensiones de objetividad, en oposición a este fenómeno espontáneo que
ocurre en la mente del juzgador. En este sentido, se hace un llamado a que la decisión de
dar por establecido determinados hechos en una sentencia criminal sea en base a criterios
objetivos, racionales y, por ende, controlables vía la lectura de las sentencia y por medio de
recursos. La ideología que está detrás de esta corriente supone una visión del juez como un
investigador o científico, al cual se le presentan hipótesis y por medio de una metodología
en donde se recaba información intenta verificar cuando la hipótesis se transforma en tesis.
Dentro de esta corriente se encuentran diversos autores. Una primera postura al
respecto es la de Rodrigo Cerda San Martín, quién, siguiendo las ideas de Larry Laudan y
María Gascón39, se refiere acerca de la necesidad de un conocimiento objetivo por parte del
juzgador al establecer que una hipótesis está corroborada, excluyendo como factor las
36
Chahuán, Sabas, Ob. Cit. Pág. 324.
37
Para conocer más acerca de las distintas concepciones que se manejan en el sistema estadounidense sobre el
estándar de la duda razonable, véase a Laudan, Larry, Ob. Cit.
38
Accatino Scagliotti, Daniela, Ob. Cit, Pág. 20

13
meras creencias del juez: “Estimamos, en consecuencia (…)establecida la certeza (relativa)
de un modo objetivo respecto del acaecimiento de los sucesos materiales, no es posible para
el juez afirmar la no existencia de tales hipótesis de hecho, por meras creencias…”40.
Si bien no parte desde la misma premisa, Rodrigo Coloma Correa también aboga
por un sistema de valoración de la prueba que vaya más allá de la intuición del juez, así
sostiene que “abandonando el análisis descriptivo y pasando al plano valorativo, creo que
existen razones fuertes para preferir que el criterio de evaluación de la prueba se relacione
con los principios de la lógica y con los conocimientos científicamente afianzados. Los
límites de las ciencias los considero más estables que los límites de las corazonadas, de la
intuición (aun cuando provinieren de jueces dotados de una notable intuición41)”.
Finalmente Daniela Accatino42, aboga por un modelo analítico de razonamiento
judicial, en donde puedan ser controlados los razonamientos judiciales y esto solo puede
lograrse cuando el criterio de convicción es más objetivo. La postura de esta autora ha ido
desarrollándose a lo largo de los años, pero parece de particular interés la ardua crítica que
esta manifiesta a la visión del estándar contemplado en el artículo 340 del CPP como una
noción subjetiva, cuyo peligro central es la imposibilidad de justificar aquel procedimiento
que ocurre en el fuero interno del juez y, evidentemente, realizar un ejercicio de
comparación entre aquello que ocurre en la mente del juez y la información disponible para
lograr el fallo43.

4.4. Múltiples conceptos, múltiples problemas

Como se ha mostrado de forma bastante sintética, existen tres concepciones respecto


de la duda razonable según plantea la doctrina vigente en la materia. Asimismo, estas tres
corrientes no están exentas de problemas en la opción que han escogido.

Respecto de la postura que entiende que duda razonable debe entenderse como
convicción, existen dos líneas de cuestionamiento a esta que se basan en deficiencias
39
Afirma la autora: “Si valorar es evaluar la aceptabilidad de las informaciones introducidas en el proceso a
partir de los medios de prueba, y teniendo en cuenta que estas informaciones se considerarán aceptables
cuando su grado de probabilidad sea suficiente, los criterios de valoración indican cuando una hipótesis ha
alcanzado un grado de probabilidad suficiente y mayor que cualquier otra hipótesis alternativa sobre los
mismos hechos. Por eso, el objetivo de los modelos de valoración ha de ser proveer esquemas racionales para
determinar el grado de probabilidad de la hipótesis”, Gascón Abellán, Marina, La Prueba Judicial,
Valoración racional y motivación, Pág. 10.

40
Cerda San Martín, Rodrigo, Valoración de la Prueba. Sana Crítica, Editorial Librotecnia, Santiago, 2009,
Pág. 102. En un sentido similar, véase Coloma, Rodrigo, ·Panorama General de la Prueba en el Juicio Oral
Chileno· en Coloma, R (Editor), La Prueba en el Nuevo Proceso Penal Oral, Editorial Lexis Nexis, 2003 (El
autor enfatiza la discrepancia existente respecto de su significado en los articulo 297 y 340 del CPC, al
referirse el primero a un método para dar acreditados ciertos hechos, mientras que el segundo apela al
conocimiento subjetivo del juez al hablar de “convicción”)
41
Coloma Correa, Rodrigo, Panorama General de la prueba en el juicio oral chileno, ob. Cit. pág. 28.
42
Accatino Scagliotti, Daniela, Ob. Cit, págs. 18 a 23
43
Accatino Scagliotti, Daniela, Ob.Cit, pág. 20.

14
derivadas de una lectura descontextualizada del estándar de la duda razonable por parte de
sus seguidores. En este sentido, tanto la lectura que realiza Etcheberry como aquella
realizada por López Masle dejan fuera de la discusión el componente político-criminal que
justifica la inclusión del estándar nuevo. Si bien es cierto que en el Congreso se indicó que
se apelaba a un estándar más decantado, es también cierto que, según afirma Riego, el
estándar de convicción de la duda razonable se importó por consideraciones de eficiencia
en la persecución criminal y de pretensiones de cambio de la conducta judicial. De esto ya
dimos cuenta previamente, pero en lo que a este punto se refiere, se buscaba
intencionalmente cambiar el estándar para enviar diversos mensajes político-criminales a
los jueces, entre ellos prescindir de la confesión (único medio de prueba que garantizaba la
“verdad”) y poder pronunciar fallos condenatorios ante ausencia de prueba 100%
indubitada. En este aspecto, parece que la realidad de cómo funcionaba el antiguo sistema
procesal penal chileno es un factor que ambos autores no toman en consideración al
momento de sostener que debe usarse el mismo estándar que antes. Como se indicó
previamente, una lectura del estándar sin tomar en cuesta sus fines es necesariamente
incompleta.
Una segunda lectura de esta postura permite sostener que existe falta de claridad
acerca del rol del estándar de condena en el proceso de tomar una decisión judicial. Esto se
debe a que si bien la idea de convicción, al menos en su sentido de “certeza moral”, permite
un margen de error en la determinación de los hechos, esta visión del estándar de la duda
razonable no propone ninguna definición o ningún otro mecanismo o instrumento que
permita determinar qué tanto error podemos o estamos dispuestos como sociedad a soportar
al momento de pronunciar condenas, sin dar mayor consideración a una de las finalidades
epistemológicas del estándar de prueba.
Respecto de la segunda corriente identificada, aquella que define la duda razonable
como su equivalente en el sistema norteamericano, las críticas hacia esta muestran que hay
ciertos aspectos esenciales acerca del funcionamiento de cualquier estándar probatorio que
no han sido mayormente debatidos en nuestra cultura judicial.
En primer lugar, nos encontramos con el hecho de que, tal cual como afirma
Etcheberry, se trata de un estándar de condena diseñado para un jurado 44. Desde esta
perspectiva algo de cierto tienen las críticas a la “importación” de la duda razonable, ya
que pareciera existir una falta de preocupación respecto a las posibles consecuencias de
importar literalmente y tal como se usa en EE.UU. el estándar de condena, sin reflexionar al
menos respecto sus posibles consecuencias en un sistema que tiene jueces profesionales.
Desde esta perspectiva, la visión de Etcheberry acerca del fallo dividido parece ser un
argumento a examinar con detalle al momento de copiar literalmente definiciones de otros
países y hasta la presente fecha este es un problema que ha pasado desapercibido para
nuestro sistema procesal penal, de hecho no he encontrado otro autor que postule este
problema45. Con todo esta crítica más que exorcizar el estándar debe llamar a su estudio
44
Etcheberry, Alfredo, Ob. Cit. Pág. 677.

45
Alfredo Etcheberry presenta una postura crítica al estándar de más allá de toda duda razonable y en
particular ataca las razones por las cuales se importó. Sostiene el autor que si bien se pretendió introducir este
estándar anglosajón en virtud de su mayor desarrollo (“suficientemente decantada”), esta premisa estaría
errada. En primer lugar, debido a que en los mismos sistemas del derecho anglosajón existe una gran cantidad
de definiciones y una pugna dogmática permanente a su respecto, por ende, no se trata de un estándar

15
con detenimiento, ya que también es cierto que existen otros sistemas con jurados en los
cuales no se exige unanimidad 46 y, además, la duda razonable hace tiempo dejó de ser un
estándar propio de los sistemas conformados por jueces legos.
En segundo lugar, está el hecho de que todas las críticas que la misma doctrina
norteamericana ha esbozado respecto de dicha definición son extrapolables a nuestro
sistema. Así, en el caso de la definición que propone Sabas Chahuan existe una diferencia
de grado importante respecto de la certeza que una persona tiene que tener al momento de
condenar versus aquella que tiene al momento de realizar conductas que son importantes
para el mismo. Mientras el estándar de convicción de la duda razonable apela a un alto
grado de certeza, la definición escogida por este autor, esto es “aquellas dudas que no
impiden a personas razonables actuar conforme a ellas” supone un grado certeza menor. De
hecho, critican autores estadounidenses47, que asociar la duda razonable a aquellas dudas
que impiden que personas actúen en su diario vivir es un error, ya que realmente comunican
niveles de seguridad distintos en la toma de decisiones. Sostienen que mandar a una
persona a la cárcel no es una decisión habitual que las personas legas tomen y, más aún, las
decisiones normales que una persona puede tomar, por más importantes que sean, no se
toman en la práctica con niveles de certeza altos, si no que en base a posibilidades. En este
sentido, se hace necesario un análisis más reflexivo por parte de aquellos que postulan
incorporar las concepciones norteamericanas sobre la materia, al existir tantas posturas a su
respecto(al menos cinco conceptos en el sistema estadounidense48), su incorporación sin
consolidado, ni siquiera hay acuerdo respecto a si debe o no ser definido En segundo lugar, debido a que este
es un estándar que no está diseñado para procesos en los cuales quienes toman la decisión condenatoria sean
jueces profesionales, si no que personas legas. En este punto Etcheberry presenta un análisis bastante lúcido
acerca del funcionamiento operativo de la duda razonable. Sostiene que si en nuestro país, a diferencia del
sistema estadounidense, se requiere que el fallo sea razonado, en otras palabras que se den justificaciones con
cierta coherencia interna y con una debida fundamentación, en el evento de encontrarnos con un Tribunal
colegiado dividido este fallo absolutorio refleja que existe una duda razonable. Que una persona al examinar
la misma evidencia, con el mismo método y en la misma instancia que otras dos llegue a una conclusión
diversa, entonces claramente, sostiene el autor, se trata de dudas razonables. Sostener lo contrario sería
pensar que el juez de minoría es “irracional o (…) un juez prevaricante”. Etcheberry, Ob. Cit, pàg. 676 y 677.
46
En este sentido, un ejemplo de esta situación es la regulación del Estado de Louisiana en Estados Unidos.
Dicho estado tiene una regla del jurado que reza así: “782. Número de jurados que componen el jurado;
número que debe acordar;
A. Casos en los cuales el castigo pueda ser pena capital deben ser juzgados por un jurado de 12 personas,
todos los cuales deben estar de acuerdo en el veredicto. Casos en los cuales el castigo sea encierro con
trabajo forzado debe ser juzgado por un jurado compuesto por 12 personas, de las cuales 10 deben
entregar el veredicto. (…)” (la traducción y el destacado son míos). Disponible en
http://www.legis.state.la.us/lss/lss.asp?folder=69 visitado el 8 de abril de 2011.
Similar tendencia está presente en la Ley Orgánica del Tribunal del Jurado 5/1995 de España:
“Votación sobre culpabilidad o inculpabilidad, remisión condiciona de la pena y petición de indulto.
2. Serán necesarios siete votos para establecer la culpabilidad y cinco votos para establecer la
inculpabilidad(…)” (el destacado es mío).
47
En este sentido afirma Larry Laudan “Cualquiera de estas dos definiciones (aquellas que apelan a personas
que toman decisiones importantes) quitan peso a la racionalidad que está en la condena más allá de toda duda
razonable. Peor aún, ambas diluyen el estándar de la duda razonable al punto de trivializarla, ya que
generalmente actuamos, y es lo que usualmente es razonable hacer, cuando nuestras creencias respecto de
decisiones importantes sean un poco más que simples posibilidades. … Decisiones condenatorias, por el
contrario, deben estar basadas en creencias que sean virtualmente ciertas”. Laudan, Larry, Ob. Cit.
48
Véase Laudan, Larry, Ob. Cit.

16
mayor reflexión puede traer más incertidumbres que beneficios, en particular si se busca
conocer dónde está el umbral probatorio que el estándar exige satisfacer.

Respecto de la tercera corriente, la crítica más importante se refiere a que en la


actualidad no existe ningún estándar de convicción que sea capaz de adecuarse a los
requisitos teóricos que esta corriente postula, por lo cuál si bien esta postura apela a
establecer una visión del estándar de la duda razonable que sea más objetiva, son los
propios límites de la configuración del estándar contemplado en el artículo 340 del CPP los
que impiden satisfacer plenamente a esta corriente. La pregunta que subyace es una referida
a la conveniencia de esta concepción. ¿Hasta qué punto se le pueden hacer exigencias al
estándar sin transfórmalo en otra cosa totalmente distinta a la que el legislador quiso
implementar?

5. LA DUDA RAZONABLE EN LA JURISPRUDENCIA

El objetivo de este documento es mostrar cómo ha sido definida la duda razonable


en un sistema procesal penal que hace 10 años atrás desconocía su concepto y su fin. Por
ello la doctrina no puede ser el único punto de referencia acerca del tópico. Para ello resulta
relevante examinar la jurisprudencia.
Brevemente debe mencionarse que los fallos presentados y sistematizados aquí son
producto de una selección de más 40 fallos que fueron obtenidos mediante la revisión de
buscadores y/o que fueron obtenidos de litigantes del sistema criminal. El criterio de
selección fue que el tribunal que resolvió acerca de la responsabilidad criminal haya hecho
un intento por conceptualizar la duda razonable y haya elaborado criterios que le permitan
identificarla.
Desde esta perspectiva esta muestra no pretende ser representativa de la realidad
nacional, si no que presentar algunos desarrollos jurisprudenciales de interés que permitan
ilustrar acerca de como se ha conceptualizado este estándar.
Pues bien, de los fallos examinados es posible identificar cuatro líneas
jurisprudenciales que presentan concepciones acerca de este estándar probatorio.

5.1 La definición de la duda razonable en base a la entidad de la duda que aqueja al


Tribunal

Una primera línea jurisprudencial que intenta conceptualizar el estándar de la duda


razonable trata de responder la pregunta ¿Cuándo una duda es razonable? En otras
palabras, se trata de decisiones jurisprudenciales que buscan asignar determinadas
características a las diversas dudas que pueden aquejar a un tribunal, con el fin de que este

17
pueda delimitar cuando el tipo de duda que lo aqueja es razonable. Se trata en general de
intentos por “calificar” la duda que afecta al juez asignándole adjetivos negativos o
positivos que le permitan “medir” la entidad de la incertidumbre con el fin de orientarlo en
su decisión.
Un primer ejemplo lo encontré en un fallo del TOP de San Antonio que indica “no
es razonable una duda tan mínima, que es despreciable o insignificante. La decisión de
condena debe ser vista como una solución más que plausible, por el contrario, si la duda
existe y es razonable, la decisión debe ser absolutoria” 49. En un sentido bastante similar el
mismo año 2007 el Segundo TOP de Santiago caracterizó la duda razonable en un caso de
Robo con violencia como “incertidumbre [duda] plausible y seria acerca de si el
imputado actuó en el mundo de la naturaleza de la manera que le atribuye el
Ministerio Público”50.
Es posible encontrar también una postura similar en los Tribunales Superiores. En
fallos del año 2008 y 2009 respectivamente las Corte de Apelaciones de Concepción y de
San Miguel indican “La jurisprudencia se ha uniformado en sostener que el concepto más
allá de toda duda razonable no responde a la idea de una convicción absoluta, sino de
aquella que excluya las dudas más importantes, considerándose como tal esa que es tan
convincente que determina que el juzgador se encuentra dispuesto a confiar y actuar de
acuerdo a ella sin dudarlo, pero no significa una certeza absoluta” 51. Asimismo se sostiene
“quedan excluidas, siendo aceptables y marginales, no excluyendo la condena,
aquellas denominadas “cabos sueltos”, pero no aquellas - como las existentes en éste
juicio- que son determinantes de un hecho y que dan origen a dudas de tal magnitud, que
son de carácter razonable, reflexionar de manera diferente, infringe la lógica y las máximas
de la experiencia”52.

De estos fallos puede concluirse que está instalada la idea, discursiva al menos, de
que no cualquier duda es suficiente para lograr una absolución, así expresiones como
incertidumbre seria, significante, importante, en oposición a expresiones como cabos
sueltos, despreciables o insignificantes, establecen claramente este punto.

Asimismo, esta concepción de la duda razonable parece establecer un primer


mensaje acerca de la entidad de la duda que puede aquejar a un tribunal que es capaz de
justificar una condena, en el sentido de que no solo se trata de que se puede condenar ante
la existencia de dudas, si no que un tipo de duda que permite condenar son aquellas que
en la práctica son meramente especulativas o hipotéticamente posibles. Al respecto es

49
Tribunal Oral en lo Penal de San Antonio, Causa RIT 48-2007, Sentencia de 10 de octubre de 2007,
considerando 13º(el destacado es mío)

50
2º Tribunal Oral en lo Penal de Santiago, Causa RIT 41-2007, Sentencia de 20 de junio de 2007,
considerando 13º (el destacado es mío)

51
Corte de Apelaciones de Concepción, Causa ROL: 323-2008, Sentencia de 3 de octubre de 2008,
considerando 6º (el destacado es mío).

52
Corte de Apelaciones de San Miguel, Causa ROL: 1304-2009, Sentencia de 27 de octubre de 2009,
considerando 7º (el destacado es mío).

18
bastante interesante el pronunciamiento del Segundo TOP de Santiago, el cual usa como
parámetro para juzgar la suficiencia de la duda la vinculación conceptual de esta con “la
común ocurrencia de los fenómenos en el mundo”, esto es cuando la duda existente se basa
en posibilidades que en el común de los casos, esto es en la realidad en como funciona el
mundo, es estadísticamente muy poco probable que ocurra. Aunque exista esta posibilidad,
igualmente no es suficiente para impedir la condena.

No obstante lo anterior, esta concepción de la duda razonable no funciona en


aquellos casos en donde la duda deja de ser un caso extremo (especulativa o teóricamente
posible) y se trata, por el contrario, de casos en donde esta tiene algún asidero en la
evidencia que se encuentra disponible y por ende su plausibilidad aumenta. Esta línea
jurisprudencial no permite lidiar con aquellas dudas basadas en la evidencia pero que tienen
distinta intensidad, en otras palabras, que generan distintos niveles de incertidumbre. Así
por ejemplo, ante la pregunta cuándo una duda que tiene soporte fáctico es razonable, esta
línea jurisprudencial respondería “cuando es seria”. El primer problema que queda
pendiente es cuándo una duda es seria. ¿Es posible indicar que una duda es seria cuando
tiene sustento probatorio? Parece que así es, si entendemos por serio algo similar a “con
fundamento”. Claramente cualquier fundamento puede otorgarle sustento o seriedad a una
duda, pero no responde a la pregunta de qué tan seria debe ser para permitir una absolución.

5.2. La duda razonable como sinónimo de prueba de baja calidad

Una segunda línea o tendencia jurisprudencial se encuentra en aquellos fallos que


intentan definir o vincular el estándar de la duda razonable con la calidad de la prueba. Se
trata de casos en los cuales se explicita por parte de los tribunales que el estándar de
convicción solo puede ser satisfecho cuando el Ministerio Público aporta prueba de forma
eficiente, que permite obtener de ella información de alta calidad. Por el contrario, cuando
la prueba presentada tiene problemas de confiabilidad o precisión esta no sería capaz de
llegar al umbral. En este sentido esta línea jurisprudencial entiende que solo aquellas
pruebas más fiables serán capaces de satisfacer el estándar; con todo, este análisis deja
fuera de la ecuación a la actividad probatoria que pueda realizar la contraparte, centrando
primordialmente el análisis de la duda razonable en la prueba que sustenta la acusación.

Un ejemplo de esta línea puede verse en un fallo pronunciado el TOP de La Serena


el año 2007 en un caso de robo en lugar destinado a la habitación, cuando indica “Ahora
bien, el estándar de prueba para acreditar la responsabilidad penal, y poder condenar a una
persona, especialmente en un delito como el que nos ocupa, exigido por nuestra
Constitución y también por el sistema judicial, debe ser alto y de alta calidad, esto es, la
información entregada debe ser eficiente, teniendo particularmente en consideración la
penalidad a la que se enfrenta el autor del delito. Corresponde al Ministerio Público, aportar
al juicio oral, los medios de prueba que conduzcan de una forma meridianamente clara a
una conclusión justa e inequívoca. Si en un hecho como el hoy se juzga, no se logró
acreditar por el ente acusador todos los elementos del tipo penal, sea por inactividad en la
incorporación de su prueba, o por otro motivo, que conlleva a la falta de certeza en
cuanto a los elementos esenciales para establecer un ilícito de mayor penalidad, no cabe a
los juzgadores suplir dicha falta de certeza, desde que no es labor de estos, solicitar

19
pruebas, o dirigir preguntas que puedan exceder la tarea encomendada por la ley a los
mismos”53.

Como se puede ver la cita es bastante enfática en señalar que el estándar de condena
para ser “alto”, debe contar con información de alta calidad, la cuál se encuentra en los
medios probatorios aportados por el Ministerio Público.

De este fallo es destacable mencionar un punto de interés que se desprende de la


expresión “teniendo particularmente en consideración la penalidad del delito”, la cual
sugiere que sería posible que incluso las exigencias que el estándar probatorio impone
fueran in crescendo en base al riesgo que corre el imputado, idea que es del todo
consistente con el manejo de riesgo que cualquier estándar probatorio impone.

Esta concepción de la duda razonable tiene la limitación de que no entrega mayor


claridad respecto de a qué altura el umbral de condena debe colocarse, al referirse a que la
prueba debe ser eficiente o de alta calidad nos remite a un parámetro subjetivo de
suficiencia, en el sentido que un determinado medio de prueba puede ser suficiente en un
caso y no en otro, dependiendo del juez y la experiencia que este tenga. Pienso que al igual
que la línea jurisprudencial previa, este estándar solo permite resolver aquellos casos
extremos, en donde la deficiencia probatoria es manifiesta, dejando un vacío respecto de
aquellos casos en donde la prueba presenta ciertos niveles de confiabilidad, debido a la
indeterminación del estándar.

5.3. La duda razonable como resultado de una versión alternativa de los hechos

Dentro de los fallos analizados se encontraba también una tercera vía que pretendía
dar cierta orientación en torno a la duda razonable. La postura que presenta esta línea o
tendencia jurisprudencial asocia directamente la satisfacción del estándar de la duda
razonable con la existencia de una teoría alternativa a la acusación sobre como ocurrieron
los hechos. Así, es posible sostener que existe una relación inversamente proporcional entre
la plausibilidad de una versión alternativa acerca de la ocurrencia de los hechos y la mayor
cercanía o lejanía que en dicho caso concreto existe entre la prueba de cargo y el umbral
fijado por el estándar de condena. Con esto quiero decir que de la jurisprudencia analizada
es posible notar en el razonamiento enarbolado por los tribunales que la razón por la cual
no entendieron por satisfecho el umbral que recoge el estándar, a pesar de existir prueba de
cargo, fue debido a la mayor plausibilidad de una posible versión alternativa de los hechos.
En este sentido, mientras más probable es la distinta versión, por mucha prueba que aporte
la parte acusadora, igualmente el estándar no se ve satisfecho.

Un ejemplo de esta línea puede graficar esto de forma clara. En un caso de violación
que conoció el séptimo TOP de Santiago, el MP presentó diversos medios probatorios
tendientes a lograr una condena, no obstante, el imputado declaró que el acto sexual fue
consentido. Una vez analizada toda la prueba el Tribunal concluyó: “En la especie, si bien

53
Tribunal Oral en lo Penal de La Serena, Causa RIT: 45-2007, Sentencia de 11 de julio de 2007,
considerando 5º (el destacado es mío).

20
existen elementos serios para entender acreditado el delito y la participación atribuidos,
junto con los mismos concurren otros tantos contrarios, o en otras palabras, asisten
elementos divergentes que impiden razonablemente formar la certeza, conservando la
imputación sólo en un estado de alta probabilidad pero que, finalmente, impiden la decisión
condenatoria”54 55.

Es importante recalcar que esta visión de la duda razonable no solo se da cuando la


defensa presenta explícitamente una versión de los hechos distinta, si no que también
cuando esa versión alternativa proviene de la “realidad” de cómo ocurren las cosas en el
mundo. Se trata al final del día de un juicio de credibilidad en el cual aquella versión de los
hechos que sea más consistente con la realidad y la experiencia será aquella que
prevalecerá. Esto se grafica claramente en un caso fallado por el Sexto TOP de Santiago en
un delito de homicidio en el cual la defensa sin presentar prueba alguna más que la
declaración del imputado, logró convencer al Tribunal de que su cliente era inocente debido
a que a los hechos probados se encuadraban de forma más creíble en una versión diversa a
la sostenida por la acusación: “En último término, el Tribunal estima que por la forma en
que se produjo el disparo y las circunstancias que rodearon el hecho, resulta más plausible
que se tratara de un hecho culposo y no doloso, ya que en ese momento estaba presente el
hermano de la víctima, con quien venían compartiendo armónicamente desde la calle y
porque apoyar el cañón de un arma en la frente de otro, resulta más propio de alguien que
quiere hacer una broma y actúa en la confianza que aquello que está aparentando no va a
suceder. Sin embargo, tratándose como en este caso de un arma apta para el disparo, que
tenía cartuchos y de cuyo funcionamiento no se estableció que supiera lo suficiente el
acusado, el hecho de ponérsela en la sien a su conviviente fue una imprudencia temeraria,
ya que actuó de manera negligente, sin las precauciones que la prudencia vulgar
aconsejan”56.

5.4. La certeza moral o convicción como sinónimo de duda razonable.

54
7º Tribunal Oral en lo Penal de Santiago, Causa RIT 02- 2009, Sentencia de 11 de febrero de 2009,
Considerando 13º.

55
Afirmando la misma idea el primer Tribunal oral en lo Penal de Santiago indicó “La fiscalía basó su teoría
del caso en que verificaría la culpabilidad de la imputada, con prueba indirecta o indiciaria. Para ello, el fiscal
esbozó en la clausura algunos elementos de juicio –a los cuales denominó “indicios”- que ya fueron
analizados anteriormente, desechados en el basamento décimo. Sin embargo, para adquirir esos antecedentes
investigativos la característica de indicios debieron ser unívocos, congruentes entre sí y comprobados
mediante otros hechos externos que le dieran consistencia y validez. Nada de esto ocurrió, puesto que no son
unívocos, ya que existe una alternativa posible, que subsiste en forma paralela a la ideada por el ente
persecutor, antes explicada como se demostró más arriba. Tampoco los indicios son congruentes entre sí,
sobre todo en lo que incide en los moradores de la vivienda, el número de dormitorios, las dos vías de acceso
al interior del inmueble y la distribución de las distintas dependencias”. 1º Tribunal Oral en lo Penal de
Santiago, Causa RIT 16-2007, Sentencia de 3 de julio 2007, considerando 13º (el destacado es mío).
56
6º Tribunal Oral en lo Penal de Santiago, Causa RIT 54-2007, Sentencia de 29 de junio de 2007,
considerando 7º.

21
La última tendencias jurisprudencial de relevancia que se puede encontrar en los
fallos revisados fue aquella que se remite a la idea de certeza moral para definir la duda
razonable. Como indiqué previamente la idea de certeza moral está relacionada con el
antiguo estándar de la “convicción” que operaba en el ACPP y del cual una de sus
concepciones era la idea de un convencimiento acerca de la ocurrencia de los hechos que
aceptaba la existencia de dudas, pero cuyo parámetro para descartarlas era el nivel de
convencimiento que el tribunal experimentaba, sin dar mayores luces acerca de donde
quedaba trazado el margen de error.

Un ejemplo de esta hipótesis la encontramos en un fallo del Séptimo TOP de


Santiago en el cual se cita para efectos de definir a la duda razonable a Horvitz con López:
“los juicios criminales son búsquedas unilaterales de la verdad que responden una pregunta:
¿es el imputado con certeza culpable? Si la respuesta es sí, el imputado es condenado; si la
respuesta es probablemente sí, posiblemente sí, posiblemente no o cualquiera otra distinta
de un inequívoco sí, el imputado es absuelto”. Más adelante, en la misma obra, página 163,
recogiendo el criterio de la certeza moral, los autores citan: “La certeza moral o práctica es
el nivel más alto de certeza que un individuo puede tener en ausencia de certeza absoluta, y
ha sido equiparada con la prueba más allá de toda duda razonable”57.

Respecto de esta concepción de la duda razonable me remito a mis comentarios


entorno a la postura de Julián López.

6. CONCLUSIONES PROVISORIAS
Tal cual como se enunció en la introducción de este documento, el objetivo es conocer de
qué forma ha sido construido e incorporado por nuestro sistema de justicia criminal el
estándar de convicción más allá de toda duda razonable, para lo cual se revisó la doctrina
nacional vigente en la materia y la actividad jurisprudencial de los tribunales orales en lo
penal y las Cortes. A continuación se presentan algunas reflexiones finales a este respecto.

Una primera conclusión, de gran relevancia, es que la introducción de este nuevo estándar
de convicción ha sido capaz de lograr uno de los objetivos de política criminal básicos que
pretendía, esto es, que los jueces del nuevo sistema procesal penal fueran capaces, en este
nuevo escenario de prueba limitada, de pronunciar igualmente una condena. El mensaje
enviado por el legislador de que el estándar de condena debía bajarse ha sido aceptado por
la jurisprudencia y por la totalidad de la doctrina, en donde si bien se pretende por algunos
sectores usar el estándar de convicción “viejo”, recordemos aquellos fallos que apelan a la
“certeza moral” y la postura doctrinaria de López Masle, estos igualmente aceptan que no
es necesario para condenar la certeza absoluta. En este sentido la jurisprudencia, en
particular cuando se trataron las distintas concepciones entorno a la duda razonable, acepta
explícitamente que puede haber dudas en un fallo condenatorio y para graficarlo se usan
expresiones como “dudas insignificantes” o “cabos sueltos”. A mayor abundamiento, se
analizaron fallos en los cuales el tribunal exigía prueba de alta calidad para dar por probado
un hecho e incluso en aquellas decisiones se aceptaba por el juzgador que la prueba exigida
no debía, para satisfacer el estándar, acreditar con una certeza absoluta los hechos alegados.
57
7º Tribunal Oral en lo Penal de Santiago, Causa RIT 02- 2009, Sentencia de 11 de febrero de 2009,
Considerando 13º.

22
Una segunda conclusión que se desprende del análisis de jurisprudencia es la verificación
de ciertos avances en la definición de qué se entiende o cuando estamos frente a la duda
razonable. En otras palabras, sostengo que (con la prevención que he hecho al lector acerca
del universo de fallos analizados) la jurisprudencia de nuestros tribunales ha desarrollado
indicadores o subcriterios que permiten al juez definir con mayor claridad el estándar.

Así, en primer lugar, encontramos aquella línea que indica que no es razonable aquella
duda que es meramente especulativa, vale decir, aquella que no tiene fundamento
probatorio y que apunta a situaciones netamente hipotéticas. En segundo lugar, está aquella
línea que identifica una relación entre la duda razonable y los antecedentes probatorios,
desde la perspectiva de que la posible conclusión que se derive de hechos acreditados por
medios probatorios de baja calidad puede verse aquejada por dudas razonables en atención
a que para afirmar o concluir ciertos sucesos se requieren medios más “contundentes”. En
tercer lugar, se encuentran aquellos casos en donde la duda razonable surge a partir de que
la versión sostenida por la fiscalía se enfrenta a una versión distinta y plausible de la
defensa. Se trata, no de una versión meramente hipotética, sino de un antecedente
específico que aporta información que contradice la prueba de cargo. Finalmente,
encontramos aquellos casos en donde la duda se desprende al confrontar la información
proveída por un medio de prueba y la versión afirmada por el ente persecutor con las
máximas de la experiencia o lo que podríamos llamar “la normal ocurrencia de las
situaciones en el mundo”, es decir, cuando se debe confrontar una determinada versión de
los hechos con un conocimiento generalizado en la población, derivado de la experiencia
común, acerca de cómo ciertas situaciones se dan normalmente en la práctica. En este
último caso, se trata de que cuando se postula una versión que sostiene algo que contradice
una máxima de la experiencia existen entonces señales que permiten identificar una duda
razonable o de entidad.

Pues bien, estas cuatro líneas jurisprudenciales tienen en común lo siguiente. En primer
lugar, no se trata de problemas o elucubraciones teóricas, sino que se trata de problemas
específicos e identificables. En segundo lugar, es posible afirmar que todas ellas “pesan” lo
mismo, es decir, se trata de problemas de similar entidad. Finalmente es posible sostener
que todas ellas representan utilidad para el juez a efectos de contar con parámetros más
específicos para analizar la prueba y las versiones presentadas. Desarrollaré un poco más
estas ideas.

El hecho de que estos criterios sean identificables y se trate de antecedentes específicos es


consistente con que la duda razonable no es cualquier duda, sino que se trate de una que
suponga un obstáculo concreto que impide que el juez llegue a la convicción. Esto adquiere
más sentido cuando se describe de forma negativa. El hecho de que la duda que impide la
condena sea “razonable”, y no cualquier tipo de duda, dice relación con la decisión política
que se tomó a propósito del margen de error. En este sentido, el margen de error supone
que el juez para condenar, debe aceptar que existe una mínima posibilidad de injusticia
cuando solo se enfrenta a inquietudes o vacilaciones solamente instintivas, es decir, se trata
de que el juez, si no está en condiciones de identificar el problema en que se funda su duda,
no está autorizado a absolver aunque algo huela mal, ya que en este escenario la sociedad
tomó la decisión de correr el riesgo. Entiendo que esta primera consecuencia del análisis de
los criterios jurisprudenciales abordados permite ir acercando el proceso de construcción de

23
la decisión de absolución o condena desde un proceso meramente psicológico que ocurre en
la mente del juez (sistema de jurado) a un proceso de decisión basado en criterios
racionales.

Otro aspecto a tomar en consideración es que las líneas jurisprudenciales observadas


muestran que existe un cierto nivel de consenso respecto del nivel de razonabilidad, es
decir, de qué rasgos debe tener la duda para ser razonable. Así, se observa que se trata de
dudas puntuales, que están basadas en algún antecedente concreto, ya sea un medio de
prueba, una máxima de la experiencia o información de contraste. Asimismo, estos
obstáculos parecieran afectar la prueba de cargo de igual forma, en el sentido de apuntar
una crítica relevante a ella. Así, el hecho de que el medio probatorio sea insuficiente apunta
a un elemento basal destinado a probar el tipo penal; en el caso de la máximas de la
experiencia se trata de que la prueba de cargo sea capaz de ser consistente con aquellas
máximas o provea de muy buenas razones de porqué aquella máxima no se aplica en este
caso. Se trata en la práctica, cuando se busca probar un hecho más allá de la máxima de la
experiencia, que la prueba de cargo sufre un recargo en el onus probandi, exigiendo
antecedentes mucho más poderosos58. Finalmente, en el caso de la información proveída
por la defensa, nuevamente se trata de un ataque estructural a la teoría del caso de la
fiscalía, es decir, se presenta evidencia, ya sea la declaración del imputado o cualquier otro
medio, que aporta antecedentes concretos que cuestionan la evidencia presentada por la
fiscalía o su misma versión de los hechos.

Ahora bien, estos antecedentes permiten justificar el surgimiento de la duda razonable en


atención a aspectos puntuales. En este escenario el estudio del estándar de la duda
razonable se relaciona ya no con su finalidad política o con el hecho de establecer un
margen de error, sino que se hace relevante la vinculación del estándar con la obligación de
los jueces de fundamentar los fallos.

Es así que en estas absoluciones analizadas, el juez, para cumplir con su obligación de
fundamentación, se vio en la necesidad de intentar definir el estándar de prueba a efectos de
justificar la absolución. Para ello además debió identificar no un motivo genérico, sino que
aspectos o información específica y concreta que fuera de una cierta entidad a efectos de
absolver. Este hecho supone dos confirmaciones prácticas relevantes.

En primer lugar, el estándar representa utilidad al juez como herramienta argumentativa a


efectos de establecer un parámetro que le permite justificar una absolución. En estos casos
no se trata, como indiqué previamente, de justificaciones genéricas o estandarizadas, sino
que concretas, vinculadas a la prueba presentada o al sistema de valoración que respaldan la
decisión del juez, en donde el estándar, podría indicarse metafóricamente hablando, es un
parámetro acerca de qué prueba sirve y cual no.

58
Piénsese en el siguiente ejemplo. Si la prueba de cargo y la versión del fiscal sostiene que el imputado fue
capaz de conducir de noche, por una calle sin luminaria, con las luces del auto apagadas y en menos de dos
segundos sacar la mano por la venta, sacar un arma y disparar a una persona que estaba a 100 metros, es
probable que nosotros como jueces, exijamos muchas más prueba para dar por acreditado este hecho según
esta primera formulación en comparación a si la conducta imputada hubiese ocurrido de día.

24
En segundo lugar, y vinculado con lo anterior, esto supone que el juez se ve compelido a
desarrollar subestándares o criterios para definir con mayor precisión la duda razonable con
el fin de que el estándar probatorio, que es claramente una norma de textura abierta, pueda
irse cerrando y sea efectivamente un instrumento útil para su actividad de fundamentación.

Con todo estas aseveraciones que se han realizado deben contrastarse con la práctica
judicial que se encuentra a plena vista de todos los operadores, cuando se identifican fallos
en los cuales solo se realiza una operación genérica de fundamentación por parte de los
jueces, en la cual se concentra la actividad del tribunal en una recolección detallada de los
medios probatorios presentados, con lujo de detalles, y uno o dos párrafos en donde
simplemente se indica que por los medios probatorios presentados se ha visto satisfecho el
estándar de prueba.

Es decir, los avances jurisprudenciales presentados son una mejora en la práctica judicial,
pero están lejos de ser una práctica masiva o de común ocurrencia. Desde esta perspectiva
estimo que la jurisprudencia chilena solo podrá comprender mejor el rol y las funciones
que el estándar de la duda razonable debiese cumplir, cuando la proporción entre la
recolección de detalles y la valoración de la prueba se invierta, es decir, cuando los fallos se
concentren más en realizar un razonamiento que explique con mayor claridad el valor
probatorio y el peso de la prueba. En la medida que no se comprenda que el solo consignar
con detalle lo ocurrido en el juicio no es lo más relevante, si no que la vinculación entre
dicha información y la valoración que el tribunal realice si lo es, la jurisprudencia
mayoritaria, estimo, no avanzara en consolidar una práctica sistemática a efectos de
desarrollar este estándar probatorio.

25
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