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Dialogando en familia

Queridos Mamá y Papá:


Cumpliendo el compromiso asumido, hacemos llegar a sus manos en ésta cita
bimensual de diálogo personal y familiar, proponiendo un nuevo tema para la
reflexión: la importancia de la comunicación en el hogar.
A los adultos la experiencia de la vida nos enseña que la gran mayoría de los
problemas que confronta el mundo derivan precisamente de dificultades para
comunicarnos, es decir, para expresar lo que pensamos y sentimos y para
conocer lo que piensan y sienten los demás. Si bien éste podría ser un problema
comprensible y hasta aceptable entre seres humanos separados por grandes
diferencias culturales, geográficas o temporales, resulta sin embargo paradójico
comprobar que la mayor incidencia de los problemas de comunicación se dan en
el seno de la propia familia, entre seres humanos relacionados de modo tan
directo como padres e hijos. La comunicación y sus problemas se convierten
entonces en un aspecto de singular importancia si deseamos elevar la calidad de
nuestras relaciones familiares.
Para los padres la crianza de los hijos puede ser la tarea más gratificante de la
vida. Nada les da más alegría y orgullo que un niño feliz, productivo y cariñoso.
Cada edad y etapa del desarrollo infantil y juvenil tiene metas y tareas específicas.
Así para los niños es comer, dormir y explorar su mundo; para los adolescentes es
desarrollar su propia identidad dentro del grupo de amigos. Cualquiera sea la edad
de los hijos existirá siempre un conjunto de necesidades e inquietudes frente a las
cuales los padres deben tratar de aproximarse con una actitud de apertura y
búsqueda de entendimiento, fomentando el desarrollo de una atmósfera de
seguridad, honradez, confianza y respeto mutuo. Los hijos deben tener la certeza
de que en cualquier caso sus padres desean oírlos, comprenderlos y orientarlos.
La habilidad de hablar abiertamente acerca de los problemas, se constituye así en
uno de los aspectos más importantes de la relación entre padres e hijos.
Desarrollar esta relación requiere persistencia y comprensión. La relación se
desarrolla gradualmente, al dedicarle tiempo al n i jo. Debemos aprovechar la
oportunidad de pasar tiempo con los niños durante las comidas, contándoles
cuentos, leyéndoles, jugando con ellos, durante excursiones, vacaciones y
celebraciones. En el caso de las familias con varios hijos conviene no olvidar que
hay que dedicarle cierto tiempo a cada niño, especialmente si se están discutiendo
temas difíciles o tristes. Esta relación crea una base de confianza que le permite al
hijo dialogar con sus padres los problemas y conflictos que surjan durante la
adolescencia.
No debemos olvidar que el tiempo que dediquemos a nuestros hijos aclarando sus
dudas, cimentando su confianza, fortaleciendo una mutua relación de amistad,
formando sus valores, podrá establecer diferencias determinantes en el momento
en que al niño o joven le corresponda formular sus propias decisiones... muchas
de las cuales podrían pasar inadvertidas por los padres y que son generadas por
un entorno que no siempre presiona positivamente. Abramos pues la puerta hacia
el diálogo.
Atentamente
> Procurar no perjudicar a tus hijos con tus acciones y tus palabras.
> Aprende a decir "no" de tal forma que no los hieras.
> No seas severo ni demuestres intolerancia.
» Comprende los puntos de vista de tus hijos, que tienen tanto derecho como tú a
tener sus opiniones.
» En todos tus actos y palabras se gentil y bondadoso.
> ¡Domina tu irritabilidad!
» No pierdas la serenidad.
> La ira hace mal a la salud, el rencor arruina el hígado, la amargura
envenena el corazón.
t Domina tus emociones.
- Se dueño de ti mismo.
- No eches leña al fuego de tu aborrecimiento.
- Olvida, y pasa adelante, para no perder la serenidad.
- No pierdas la calma.
- Piensa antes de hablar y no cedas a tus impulsos.
- No discutas ni critiques a tu pareja delante de tus hijos, porque la crítica
hiere y a nadie le gusta ser herido.
Ni le hagas daño, ni lo disminuyas mediante el desprecio.
Si ves alguna cosa errada, habla con amor y cariño, procurando ayudar • »
Procura que tu ejemplo sea el vínculo más fuerte para tus hijos.
> Procura dar lo mas que puedas.
> Una buena palabra...
* Un sonrisa...
» Un gesto de estímulo.
» Un pensamiento generoso.
» Y experimentarás en tu corazón una gran verdad: es mucho mejor dar que
recibir.
¿Nunca has experimentado esto!
t ¡Entonces, experiméntalo! No olvides que el ejemplo de un hogar bien constituido
es la mayor felicidad que puedes dejar a tus hijos. Y que, cada uno recibe de
acuerdo a lo que da.
i Si tu das odio e indiferencia, eso mismo recibirás.
» Pero si das atenciones y cariño, recibirás afecto y amor.
> Nadie se aproxima a los espinos, a causa de las espinas, ni al barro, porque
ensuc ia.
Pero todos aprecian las flores, porque esparcen belleza y perfume Por lo tanto se
para tus hijos esas flores y no los espinos.

La comunicación entre padres


M ucho se habla y escribe acerca de la
Comunicación, se pondera constantemente su
importancia para el entendimiento entre los seres
humanos, sin embargo, paralelamente se reconoce
que es una de las áreas en las que se plantean los
mayores problemas. Resulta importante que
tengamos presente que una verdadera comunicación
debe permitir la expresión libre y asertiva de los
dialogantes, siendo capaces de manifestar ideas,
conceptos, emociones y percepciones.

En el terreno familiar, la comunicación adquiere una importancia trascendental


para la cohesión de sus miembros y para el ejercicio de la función de educación y
socialización que le corresponde cumplir. Para los padres la comunicación íntima
con los hijos es el medio educativo fundamental. Por ello, hay que dedicarles
tiempo, aprender a escuchar sus necesidades y, desde esta perspectiva,
ayudarles a ser mejores, ya que sólo conociéndoles podemos brindarles el apoyo
que requieren. Es importante entonces que hagamos uso de todos los medios
posibles para estrechar lazos de profundo amor y respeto, que se convertirán en la
mejor vía de educación, pues lo que se inculca por medio del amor se graba en el
alma.
APRENDAMOS A ESCUCHAR
Uno de los problemas más comunes en la comunicación padre-hijo se halla en el
hecho que muchos padres no sabemos escuchar. Reconozcamos que el punto de
vista del niño es diferente al del adulto. Recordemos que los pequeños problemas
de la vida parecen inmensos cuando somos niños; seamos capaces de intentar
ver las cosas desde el punto de vista de nuestro hijo. Adoptemos como norma no
abrir la boca hasta que el niño la cierre. Escuche hasta el final lo que tenga que
decirle y sólo entonces hable. Exprésele con sus propias palabras lo que le acaba
de decir, de modo que esté seguro de haber entendido con claridad el mensaje
antes de dar consejos o tomar alguna decisión.
EVITEMOS HABLAR CON IRA
Nuestra emociones se hallan estrechamente vinculadas al bienestar de nuestros
hijos, ningún padre es ecuánime todo el tiempo. Cuanto más nos sintamos
afectados emocionalmente por algún evento es probable que digamos cosas de
las que después terminaremos arrepintiéndonos. Cuando sintamos que estamos
muy alterados es preferible decir a los hijos: "Ve a hacer tus cosas que después
hablaremos". La ecuanimidad se logra recordando que la conducta impulsiva e
insensata siempre ha sido parte del proceso de crecer. Generalmente cuando
somos adultos nos conducimos con moderación aún cuando nos sintamos muy
irritados por algo. Observemos estas pautas de comportamiento social también
con nuestros hijos.
HAGAMOS MENOS SERMONES
Muchos padres han aprendido, tras no pocos fracasos, que lo que parece una
comunicación abierta es a menudo un tapa oídos y boca de los hijos. Un error
común es el uso del recurso del "sermón", ese largo y tedioso monólogo que suele
empezar así: "Cuando yo tenía tu edad...". El muchacho se cierra instintivamente
ante el sermón, bloquea su entendimiento y se esfuerza por no oír.
El chico percibe fundamentalmente el aquí y el ahora, toda alusión al futuro remoto
carece de significado para él. Por tanto, es conveniente que para argumentar
sobre la conveniencia o inconveniencia de alguna decisión se den razones
específicas, fundadas en el tiempo presente: "No te deja ir a la fiesta porque no
habrá suficiente seguridad en ese lugar".
BUSQUEMOS EL MOMENTO OPORTUNO
La manera de escuchar o hablar importa tanto como el momento que se elige para
hacerlo. Según los expertos, la hora de irse a la cama o el momento de la comida
son muy adecuados para dialogar sobre situaciones vividas durante la jornada,
para intercambiar ideas. Otro momento muy adecuado para la conversación es
mientras se realizan los quehaceres compartidos. Cuando padres e hijos lavan o
secan platos, tienden camas o barren el piso pueden establecer una postura
mucho más horizontal de comunicación que favorezca la expresión de dudas y
preocupaciones.
EXPRESÉMONOS CON AMOR
El afecto, que se expresa de mil maneras sutiles y delicadas, es lo que hacer
permanecer unida a la familia. En ocasiones las palabras parecieran estar demás
pero siempre habrá lugar para una caricia que alivie, tranquilice y reconforte. El
lenguaje corporal, ligado particularmente a las expresiones de cariño entre los
miembros de la familia, tiene una importancia absoluta. En la etapa de la
adolescencia los hijos pasan sin embargo a expresar incomodidad frente a las
demostraciones públicas de afecto. Si este es el caso de su hijo, convenga con él
en una señal que guarde un mensaje especial para Uds. Nunca dé por sentado
que sus hijos ya saben cuánto los ama. ¡Demuéstreselo! Comience con
manifestaciones sencillas e insignificantes. Se sorprenderá de los efectos
benéficos que esto acarreará a toda la familia.
VALORE LAS OPINIONES DE SUS HIJOS
Notamos que los mejores padres de familia saben mantener la firmeza de
sus decisiones. No obstante, esto no implica desconocer las opiniones de
sus hijos. Permítales tener voz y voto en los asuntos familiares, esto reportará
un doble beneficio: comprometerá la aceptación de las decisiones asumidas
y los hará sentirse parte valiosa del núcleo familiar.
Los adolescentes valoran en gran medida el
hecho de ser consultados. El que su
padre y madre pidan sus opiniones
sobre diversas situaciones de la vida
familiar, refuerza su autoestima. Ello
por supuesto, no implica que los
padres deban pedir opinión sobre
todo, ni inhibirse de establecer pautas
claras de conducta.
La comunicación con los hijos no
siempre ha de ser fácil, pero lo
esencial - saber escuchar, ser
oportuno, brindar afecto y demostrar
respeto - permitirán sentar bases
sanas y sólidas para la mutua
comprensión.

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