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Pontificia Universidad Católica de Chile

Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política

Visiones del Hombre y su


Lugar en el Mundo en los
Inicios de la Europa
Moderna
Curso: Historia Moderna: La Reforma - IHI0511

Profesor: Claudio Rolle

Sergio Eduardo Díaz Gutiérrez

Estudiante de Ingeniería Civil Industrial Diplomado Ciencias Medio Ambientales

05/05/2020
Introducción
La Edad Moderna es un periodo histórico posterior a la Edad Media, cuyo transcurso, origen y
término son actualmente debatidos entre historiadores. Sus inicios fluctúan entre la caída de
Constantinopla a manos de los turcos otomanos en 1453, y el descubrimiento de América en 1492.
Por otro lado, tanto los hitos de la Revolución Francesa en 1789 como la independencia de los
Estados Unidos en 1776 marcarían el fin de este periodo cuya concepción idiosincrática del hombre
europeo se ve reflejada ante el uso del progreso, la comunicación y la razón (Modernidad).
La presencia del concepto de Dios y religión, ante las controversiales medidas de la iglesia, la
estratificación de clases sociales marcadas por una orden casi divina, el nuevo rol de la mujer fuera
de los paradigmas eróticamente idealizados por el ego masculino, los primeros indicios de la
búsqueda de un estado no monárquico basado en regímenes socialistas democráticos, y los
movimientos culturales basados en la Occidentalización del Occidente, bastaron para dar un giro
completamente revolucionario a las idealizaciones del hombre en su lugar ante la sociedad.
Desarrollo
Para marcar el inicio de un nuevo periodo histórico se necesita un acontecimiento que remeza toda
realidad transversalmente concebida, y el de La Edad Moderna no quedó atrás. Con el
descubrimiento del Nuevo Mundo, toda idealización que tenían los eruditos acerca de la
conformación de suelos del planeta y de su misma forma, fueron demolidos un 12 octubre de 1492
cuando Cristóbal Colón por mandato de los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de
Aragón llega a la isla de Guanahani (actual El Salvador) en busca de una ruta alternativa hacia la
India. A pesar de que tuvieron que pasar un par años para que se dimensionara las magnitudes de
aquel suceso (condicionado por la incredulidad y lo transversalmente ya estipulado), ese miércoles
12 de octubre conmemora el inicio de una nueva percepción del hombre europeo hacia la sociedad y
de sus propias funciones como ser útil y racional.
En el siglo XIV los incesantes conflictos de la iglesia católica ya eran una tonalidad frecuente en la
Europa Medieval, la Cautividad de Aviñón y el posterior Cisma de Occidente condujeron a una
división sociopolítica que demoraría más de 100 años en restablecerse. La figura idealizada de la
muerte como el descanso a los constantes sufrimientos de la vida terrenal, impulsó a la ambición de
obispos y cardenales que, mediante la venta de indulgencias, aseguraban un lugar en el reino de los
cielos. Los cuestionamientos no lograron tardar, el descontento de los hombres pertenecientes a los
sectores socioeconómicos más apartados de la sociedad condujo al surgimiento de figuras como
Martín Lutero, fraile católico agustino cuyas enseñanzas inspiraron la Reforma Protestante y la
doctrina teológica del luteranismo. Doctrina que incitaba a la iglesia a regresar a las enseñanzas
originales de la Biblia, donde el tráfico de indulgencias era un abuso de poder que solamente
favorecía a los miembros más acaudalados de la sociedad dejando de lado la virtud del
arrepentimiento y el sagrado sacramento de la confesión.
La adherencia popular no tardó en llegar y aunque el mismo Lutero no deseaba la fundación de una
iglesia propia, como lo señala John Bachman en su libro A Defence of Luther and the Reformation,
el sentimiento colectivo de injusticia e inconsistencia hacia la palabra de Dios produjo una respuesta
contraria:
"Ruego por que dejen mi nombre en paz. No se llamen a sí mismos 'luteranos', sino
cristianos. ¿Quién es Lutero?, mi doctrina no es mía. Yo no he sido crucificado por nadie.
¿Cómo podría, pues, beneficiarme a mí, una bolsa miserable de polvo y cenizas, dar mi
nombre a los hijos de Cristo? Dejen, mis queridos amigos, de aferrarse a estos nombres de
partidos y distinciones; fuera a todos ellos, y dejen que nos llamemos a nosotros mismos
solamente cristianos, según aquel de quien nuestra doctrina viene" (Bachman, 1853).
Las corrientes ideológicas alemanas, con respecto al resto de Europa siempre tendrán matices
distintos, y ante una imposible uniformidad de adherentes, surgen un conglomerado de creencias
comandadas por las siluetas de personajes como Ulrico Zwinglio (Suiza), Juan Calvino (Francia) y
John Knox (Escocia). Aun así, el mensaje era claro, había un quiebre socio religioso causado por la
polarizada distribución de las riquezas a la hora de llegar a las puertas del cielo, un quiebre que
posteriormente calaría hondo en la estructuración de la sociedad europea.
Los estratos socioeconómicos de la Europa Moderna se encontraban divididos por el clero, la
nobleza y el tercer estado, este último conformado por la burguesía y el proletariado, miembros
creados para trabajar y ser el sustento de las ciudades y la nobleza. Estos tres estamentos hacen
referencia a la figura de la santísima trinidad, surge la concepción de que Dios crea la nobleza y al
clero como miembros protectores y servidores de la sociedad, debido a sus buenas costumbres y las
autorreferencialmente características de honestidad, valentía, moralidad y dulzura. Atributos que
contrastaban con una realidad donde la alta alcurnia despreciaba y violentaba a sus inferiores,
manteniéndose en la más completa opulencia, en desmedro de la miseria y escasez de sus mismos
subordinados y protegidos. Un escenario viciosamente inalterable debido al designio omnipotente
de Dios. Así mismo, el ideal caballeresco que comenzó como una insólita copia a la figura de
Alejandro Magno en la Edad Media, fue progresivamente desvirtuándose a ojos del pueblo,
transformándose en no más que un grupo de personajes satíricos que buscan satisfacer una fantasía
autoproclamada (Huizinga, 1919).
Ante el descontento generalizado por una sociedad socialmente estratificada por el designio divino,
y la garantía del clero de llegar al reino de los cielos por la venta de indulgencias, surgen los
primeros indicios del Estado Social. En 1516, Tomas Moro, un joven consejero de la corte del rey
Enrique VIII, publica una transcripción oral del recuento del viaje de un personaje llamado Rafael
Hitlodeo al Estado de Utopía, una isla más allá del Ecuador colonizada por Utopo hace más de 17
siglos. En su recuento despliega el sueño de una vida digna, sin orgullo, envidia ni ansias de poder,
donde todas las personas son iguales y se subordinan netamente al interés social. Es decir, todos los
miembros de aquella sociedad trabajan y ponen sus energías al servicio de la comunidad. La
propiedad privada y la economía financiera se consideran la razón de todo mal y, por lo tanto,
deben ser abolidas.
“En otras partes, todo el mundo sabe que, si uno no se cuida de morir de hambre a pesar del
más hermoso florecimiento de la comunidad, la necesidad lo lleva a preocuparse más por sí
mismo que por la gente, es decir, por los demás. Aquí, en cambio, donde todo pertenece a
todos, todos están seguros de que no le faltará nada a nadie si se preocupan de que los
graneros públicos estén llenos” (Moro, 1516).
A través de la Utopía, Moro expresa los primeros vestigios de ideales socialistas primitivos, donde
se critica de manera encubierta a las doctrinas tomadas por Enrique VIII y a la política del Estado
Monárquico en general. Desde Inglaterra, Moro abogó fervientemente también por una renovación
de la iglesia desde adentro, sin separarse de Roma, como fiel representante de la corriente filosófica
del Renacimiento que emitía un sentimiento de insatisfacción hacia la segregadora cultura bajo
medieval dando hincapié a recuperar el pasado clásico. Postura que le costaría la vida el 6 de Julio
de 1535 cuando fue condenado a la guillotina por Enrique VIII debido a su negativa a pronunciar el
juramento que reconocía al rey como cabeza suprema de la iglesia de Inglaterra, buscando la
legalidad divina de anular su matrimonio con Catalina de Aragón.
El Renacimiento que influenció a la doctrina filosófica de Moro evoca una edad de añorada hacia la
creatividad y la cultura, caracterizándose por revivir la preciada Antigüedad. Peter Burke en su libro
El Renacimiento Europeo define este movimiento cultural como:
“…el intento entusiasta de revivir otra cultura, de imitar la Antigüedad, en diferentes
campos y medios…” (Burke, 1972).
Enfocada principalmente en la arquitectura, la Occidentalización del Occidente, contribuyó al
desarrollo de una cultura basada en promover los mejores vestigios que dejó la Antigüedad, el
predomino del latín clásico en desmedro del latín medieval, griego o demás, y confinamiento de las
ciencias, convirtieron un fenómeno originado en Italia en una tendencia que abarcó a países como
España, Francia, Hungría, Polonia, Inglaterra y finalmente al propio Moros en Portugal. La
ideología del hombre común no tarde en verse exacerbada por esta corriente, y ya en 1520 surge el
Manierismo desintegrando parcialmente la filosofía renacentista, causando un cambio de ideología
hacia la distribución de las riquezas de los burgueses hacia la clase terrateniente. Aun así, la
implementación de la imprenta entre 1435 y 1440 por Johannes Gutenberg, y su posterior
masificación, permitió que el Renacimiento se haga eterno y presente en las corrientes intelectuales
posteriores a la fecha.
Conclusión
El circulo vicioso de la desigualdad social, iniciado por un modelo de estratificación creada por el
clero eclesiástico, mismo clero que les garantizaba la vida eterna en el reino de los cielos a aquellos
que tenían la posibilidad de pagar esa entrada mediante la venta de indulgencias, fue la primera gota
de un vaso que irremediablemente iba a rebalsar en plena Edad Moderna.
El descontento social era observable e incluso tangible, la figura de Lutero y la materialización de
ella en Las 95 Tesis (1517), el surgimiento de los primeros ideales socialistas de Tomas Moro en
Utopía (1516), a su mismo tiempo masificados por el uso de la imprenta y los primeros indicios de
interés por parte de la sociedad a la alfabetización, fueron los impulsores de una solución que estaba
latente ante el surgimiento del sentimiento de rebeldía y de disconformidad por los relegados de la
sociedad. Un sentimiento que estalla con el fin de la Edad Moderna, un afán independentista de
disolver todo control ajeno e injusto por parte de un grupo disminuido que se ganó ese lugar de
forma poco convencional y democrática, una necesidad de reestructurar el Estado de tal forma que
beneficie equitativamente a todos sus habitantes.
El primer indicio de esta corriente de disconformidad se materializa el año 1774 en los Estados
Unidos cuando se reunió por primera vez el Congreso de los Colonos en contra de la servidumbre a
Londres, a favor de una patria autónoma en los Estados. Este inicio de un afán independentista
finalizaría el 4 de julio de 1776 proclamándose que las actuales Trece Colonias Norteamericanas,
entonces en guerra con el Reino de Gran Bretaña, como 13 nuevos Estados soberanos e
independientes que no reconocen el dominio del rey.
En el viejo continente el afán de desdeñar el poder socialmente opresor y económicamente
inequitativo ya estaba previamente interpuesto, la Revolución Francesa se inicio como un periodo
de enfrentamientos prolongados entre partidarios y opositores al sistema del Antiguo Régimen que
no solo convulsionó a Francia si no que a otras naciones de Europa. Comenzó con la
autoproclamación del Tercer Estado, compuesta por una población carente de privilegios jurídicos y
económicos, el 17 de enero de 1793 esta misma convención ordena la muerte del rey Luis XVI por
conspiración contra la libertad pública y la seguridad general del Estado y finalizó con la toma del
poder por parte Napoleón Bonaparte en 1799.
El resto es historia, el afán independentista americano y las revueltas en Europa fue una tonalidad
impulsada y, transversalmente acordada por los historiadores, como los detonantes de la búsqueda
de la emancipación monárquica en el resto de América.
La posición del hombre ante ciertas injusticias y su rol en la sociedad corresponden a un proceso
gradual, progresivo y paulatino que lleva siendo impulsado desde mucho antes del ocaso de la Edad
Moderna, es un proceso secuencial histórico, un efecto mariposa, que finalmente resume la
estructura que tenemos como sociedad en la actualidad.
Bibliografía
Bachman, J., 1853. A Defence Of Luther And The Reformation. South Carolina: Paxton, p.236.
Burke, P., 1972. El Renacimiento. Londres: Peter Burke, pp.14, 16, 27, 83.
Huizinga, J., 1930. El Otoño De La Edad Media. 4th ed. Paises Bajos: Revista de Occidente, pp.81-
107, 193-197, 213-249, 325-354.
Lutero, M., 1517. Las Noventa Y Cinco Tesis. Núremberg.
Moro, T., 1516. Utopía. Países Bajos de los Habsburgo: Tomas Moro.

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