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El ello (id) representa las pulsiones y deseos primitivos y básicos de una persona.
Es impulsivo y busca la gratificación inmediata sin considerar las normas o
restricciones sociales. Al analizar a Jesús, algunos podrían argumentar que su
predicación del amor incondicional y su énfasis en el perdón podrían relacionarse
con la supresión de los deseos egoístas del ello. Jesús parece trascender las
pulsiones y deseos básicos para enfocarse en principios más elevados y en el
bienestar de los demás.
C. Metodología empleada
Investigacion por autores
Registros bibliográficos
Escucha activa
Columna1
D. Historia social
Las primeras comunidades cristianas vivieron en este mundo judío-romano, o
simplemente pagano. Es conveniente conocer este mundo para captar la novedad
de Jesús, de sus opciones y compromisos; el carácter inevitablemente hiriente de
su denuncia profética, el alcance de su anuncio: «se ha cumplido el plazo, ya llega
el reinado de Dios, Enmiéndense y tengan fe en esta buena noticia» (Marcos 1,
15).
Cuando se escribieron los evangelios canónicos habían transcurrido por lo menos
de 35 a 60 años desde la muerte de Jesús. El ambiente cultural en que los
evangelios se escribieron tiene un universo conceptual y simbólico, y modos de
expresión muy diferentes al de nuestros días.
Jesús estaba en contra de las «inmoralidades, robos, homicidios, adulterios,
codicias, perversidades, fraudes, desenfreno» (Marcos 7,20-23) que existían[1]
Pero en esos tiempos, quienes imponían cargas más pesadas al pueblo,[2]
desasistiéndolo y arrojándolo a la pobreza, impotencia y desesperanza[3] eran los
jefes religiosos-políticos de su pueblo que, según Jesús, en lugar de ser pastores
eran «ladrones y bandidos asalariados».[4] Jesús escuchó los clamores de los
marginados por la religión y sociedad de su pueblo, y optó por ellos aún a costa de
su vida.
E. Situación actual
En la actualidad se conoce mucho mejor el contexto histórico y literario en el que
vivió Jesús y en el que los evangelios fueron escritos. La mayor familiaridad con la
literatura intertestamentaria, es decir, con las obras del mundo judío
contemporáneas a Jesús y los evangelistas (comentarios de libros bíblicos y
traducciones al arameo, los textos de Qumrán, literatura rabínica, etc.), ha
permitido ilustrar, verificar y comprender con más hondura los relatos evangélicos
y la imagen de Jesús en el judaísmo de su tiempo.
Además, los testimonios de escritos apócrifos, posteriores con toda probabilidad a
los evangelios canónicos, y otros textos cristianos y judíos del siglo II han servido
para analizar las tradiciones a las que se remontan esos libros y contextualizar
mejor las afirmaciones contenidas en los evangelios. También se han incorporado
a la investigación sobre Jesús hallazgos arqueológicos recientes, entre los que
son de especial interés los que provienen de las excavaciones que se están
llevando a cabo en Galilea, muy ilustrativas para nuestro conocimiento de esta
helenizada región de Palestina en el siglo I.
Nuestro conocimiento histórico de Jesús es, por tanto, cada vez más sólido. Los
evangelios son por ello dignos de credibilidad y, a los ojos de un historiador
imparcial, se puede descubrir en ellos un gran conjunto de gestos, de palabras, de
acciones de Jesús con los que él manifestó la singularidad de su persona y de su
misión.