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CASO CLÍNICO #1

Antonio era un varón de 43 años, casado, que trabajaba como profesional altamente cualificado en una
empresa. Acudió a nuestra debido a que tenía dificultades para asistir a su trabajo, así como también a
otros lugares o situaciones comunes, como las reuniones con compañeros del trabajo, los centros
comerciales, los espectáculos públicos (p.ej., cines o teatros), los restaurantes, los medios de transporte
públicos, y en general los lugares hacinados (p.ej., una plaza o calle con mucha gente). También refirió
como preocupación principal y motivo de consulta el se ntirse deprimido. Tras la primera entrevista con
el paciente, se constató que Antonio no tenía antecedentes familiares de historia de problemas
psicopatológicos destacables. Tampoco parecía existir evidencia de malos tratos u otros sucesos
estresantes traumáticos en la historia infantil de Antonio. Su relación con la familia (mujer e hijo) eran
buenas, si bien se habían deteriorado ligeramente a raíz de su “enfermedad”. La salud física del paciente
parecía ser normal, no estando este sometido a ningún tipo de tratamiento médico por motivos de salud
física. En cambio, desde hacía 6 años venía tomando por prescripción médica diversos tipos de fármacos
antidepresivos (antidepresivos tricíclicos o inhibidores selectivos de recaptación de serotonina) y
ansiolíticos (benzodiacepinas de alta o baja potencia) para tratar los problemas psicológicos indicados
arriba. El paciente seguía administrándose este tipo de fármacos en el momento en que acudió a consulta.
Aunque Antonio presentaba durante la evaluación un conjunto complejo de conductas desadaptativas
(generalmente de evitación a las situaciones indicadas) y depresión que le habían llevado a dejar
momentáneamente el trabajo, la historia del problema parecía remontarse a 6 años y 3 meses
aproximadamente.

Todo sucedió por primera vez cuando se encontraba en un restaurante durante una importante comida de
negocios con unos colegas. De repente, y sin presentirlo, comenzó a experimentar un conjunto de
sensaciones corporales inesperadas e inexplicables “que jamás había notado”, tales como sensación de
mareo, vértigos (“las paredes del restaurante y mi cabeza daban vueltas... la mesa se inclinaba”), ligero
temblor en las manos y las piernas, dolor en el pecho, sensación de que algo terrible le iba a ocurrir (tenía
miedo a que algo horrible le iba a ocurrir pero no sabía qué era exactamente), sensación de ahogo (notaba
que le faltaba el aire) y algo de sudoración, todo ello acompañado de intenso miedo. Según Antonio, y a
pesar de que no duró más de 5 minutos, esta es la peor experiencia que recuerda haber tenido en toda su
vida. La experiencia tampoco fue especialmente intensa, pues la crisis pasó desapercibida para los
comensales que le acompañaban (logró disimularlo). Tras esta crisis, Antonio no comentó nada a su
esposa (por no preocuparla), pero comenzó a sentir que ya no era el mismo que antes, pues poco a poco se
fue tornando más temeroso y preocupado, menos animado y más reservado con la gente en general
(incluida su propia familia). Sin embargo, un día estando comiendo en casa con su familia volvió a
repetirse el ataque. Él se asustó mucho, y su esposa pensó que podría tratarse de algo realmente grave, tal
como un amago de infarto de miocardio o de un infarto cerebral, y acudió con él a urgencias a un hospital
de la ciudad asociado a su seguro. Tras la revisión correspondiente, el informe de los facultativos le
indicó que no se detectaba ninguna anomalía orgánica destacable ni signos de disfunción cardiaca o
pulmonar. Le indicaron que podía tratarse de una reacción nerviosa producida por estrés, debido tal vez al
exceso de trabajo (agotamiento, etc.). El médico de su seguro le prescribió una combinación de fármacos
ansiolíticos y antidepresivos que básicamente ha seguido tomando hasta el momento en que acudió a
nuestra consulta. A pesar del tratamiento farmacológico, Antonio volvió a tener algunas experiencias
similares en otros lugares (en la empresa y en otros restaurantes). Aunque estaba siendo medicado, notaba
que su vida continuaba transformándose sin poder hacer nada para evitarlo. Tenía temor a experimentar
nuevos ataques, y comenzó a evitar algunas situaciones como los restaurantes, los supermercados (p.ej.,
hacer la compra solo), pasear por zonas concurridas, ir al cine, etc. También comenzó a preocuparse de
forma especial por su propia salud (con pensamientos como ¿tendré un infarto? ¿estaré perdiendo el
control de mi vida? ¿me estaré volviendo loco?), pues pensaba que estos ataques reflejaban “algo malo”
que pasaba en él. Así mismo, dejó de hacer ejercicio físico (habitualmente jugaba al tenis los fines de
semana) y tomar café (a pesar de ser una de sus bebidas favoritas).

Comenzó a sentirse triste y a pensar que era un inútil y que su vida no merecía la pena. Rendía menos en
su trabajo, y le preocupaban especialmente sus dificultades para afrontar algunas de sus actividades
laborales (reuniones de trabajo, etc.). Finalmente, como veía que no sólo no mejoraba, sino que
empeoraba notoriamente, pidió temporalmente la baja laboral, todo lo cual le llevó a buscar tratamiento
psicológico.

Tras preguntar explícitamente a Antonio durante las entrevistas, este comentó que evitaba los
restaurantes, supermercados, y otros lugares concurridos por temor a padecer en estos lugares nuevos
ataques, más que por el temor que le infundían en sí mismos estos lugares. Es decir, no tenía miedo a los
restaurantes, como podía temer por ejemplo a una serpiente, sino que evitaba los restaurantes por temor a
experimentar en ese lugar un nuevo ataque o síntomas parecidos; indicó que a veces, más que un ataque,
lo que experimentaba eran síntomas aislados, como mareos, o incluso tenía la sensación de sentirse
enfermo.

Al preguntarle específicamente por qué había dejado de tomar café y de hacer deporte, contestó que ahora
no tomaba café simplemente porque no le apetecía. Y que no hacía deporte (jugaba al tenis) porque no
tenía ni tiempo ni ganas. No obstante, tras la profundización en la entrevista se constató que había dejado
de tomar café porque este le producía reacciones orgánicas que en cierto modo se asemejaban a las de las
crisis (p.ej., taquicardia, temblor, cierta sensación de mareo). Algo similar parecía ocurrir con respecto al
ejercicio físico.

Preguntas

De acuerdo al caso clínico #1, ¿cuál sería el diagnóstico que le daría al paciente?

¿Cuáles son los principales síntomas que los llevaron a ese diagnóstico?

¿Qué tipo de intervención realizaría? ¿Por qué?

¿Cuál sería el pronóstico del paciente?

¿Número de sesiones aproximado?

Elabore un plan terapéutico para el paciente, sea detallado (extensión máxima 2 hojas)

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