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APRENDIZAJE CULTURAL

Javier Taborda Chaurra


Docente
Departamento de Estudios Educativos

Mucho se ha escrito en torno al aprendizaje. Se habla de él como proceso de cambio, de


transformación, de evolución, de paso de nivel, de asimilación y en relación con
comportamientos, habilidades, conocimientos, esquemas, representaciones e ideas;
cuestiones que tienen asiento en el cerebro o en el sistema nervioso o en el sistema
mental o en el entendimiento o en el pensamiento; y todo ello lógicamente, combinado
en función del paradigma del aprendizaje en el que nos estemos posicionando. Por
ejemplo, en un paradigma conductual, el aprendizaje estaría dando cuenta de un cambio
en las respuestas y comportamiento; en un paradigma constructivo, el sujeto sería actor
de sus propios aprendizajes y estos se manifestarían como cambios en su nivel de
conocimiento o como evolución de sus ideas y representaciones, etc.

Ahora bien, cuando en el discurso de la educación propia se hace referencia al


aprendizaje, necesariamente se le expone en función de aquello que otorga rasgo
distintivo; esto es, sin negar que existen elementos de base a toda expresión o
enunciación que se haga en torno al aprendizaje, nuestras comunidades indígenas en la
nacionalidad colombiana hablan de él en íntima relación con la cultura. Múltiples
expresiones en torno al aprendizaje surgen. Apoyando lo anterior, y desde mi perspectiva,
estas expresiones son fundamentalmente tres:

La primera, que asocia con intensidad el aprendizaje con la experiencia. La expresión de


un indígena del Vaupés puede ilustrar esta idea. Dice: “nosotros aprendemos
principalmente de la experiencia: viendo a nuestros mayores, escuchándoles,
siguiéndoles. Primero vemos y escuchamos, luego hacemos y ellos nos dicen si…así o así
no…así aprendemos nosotros, como viendo y después como haciendo”. En esta
descripción aparece como asunto vital el que aprender es un proceso que pasa por la
incorporación a la propia vida de la experiencia de la que hacen gala nuestros mayores o
aquellos que en nuestras comunidades se han hecho expertos, también, a partir de la
asimilación de las experiencias de otros mayores, experiencias que nos hacen más
habilidosos, más sabedores, en el contexto comunitario.

La segunda tiene que ver con la presencia en los territorios ancestrales de parte de
nuestras comunidades. Siglos de historia llevamos asentados o desplazados de los
mismos, pero sin renunciar a ellos. Y en estos territorios hemos forjado nuestro
conocimiento, nuestras tradiciones, rituales, hemos intentado explicar nuestra relación
con nuestra madre tierra, con nuestra espiritualidad. Hemos forjado una manera de ser,
hemos labrado una historia y hemos pensado nuestro futuro como comunidad. Todo este
legado tiene que surtir un proceso de apropiación; el mismo que nuestro mayores y
autoridades intentan garantizar. Así, el aprendizaje que valora esta perspectiva puede ser
descrito como proceso de apropiación personal y comunitaria de los elementos más
respetados y sagrados para nuestras comunidades. Tal apropiación tiene como
consecuencia lo que llaman muchos teóricos “identidad cultural”.

La tercera, tiene que ver con los procesos de educación institucionalizada y


particularmente con aquellos apropiados y construidos por nuestras comunidades y que
en la actualidad son objeto de protección en la ley y que llamamos “Educación propia”. En
el contexto de la educación propia -en el que el aula desborda la comprensión
convencional ya que para nosotros el aula, más que solo el espacio en la escuela, lo es
también el fogón, la casa, la huerta, la chagra, el lugar sagrado, en suma, todo el territorio-
el aprendizaje se relaciona con asuntos que como comunidades hemos definido y que
intenta que nos reconozcamos, ser reconocidos y reconocer a otros grupos o
comunidades de nuestro país y por fuera de él. Por lo dicho, en educación propia se
enuncia que nuestra espiritualidad, derecho propio, usos y costumbres, conocimiento
ancestral, lengua, control social, gobierno, entre otros asuntos, deben ser aprendidos por
todos los miembros de nuestras comunidades, comprendiendo esto lo que llamamos lo
“intracultural” de la formación. Igualmente, la riqueza del saber de otras comunidades
podemos estudiarlo, asimilarlo, comprenderlo críticamente, sin que ello signifique
renunciar a nuestros caracteres identitarios; lo cual quiere decir que, nutrimos y nos
nutrimos del conocimiento y saberes de otras comunidades y grupos, lo cual podríamos
llamar lo “intercultural” de la formación y del aprendizaje; y en línea de continuidad con lo
expuesto, diremos que no renunciamos a comprender otras culturas, a saber de otras
formas de expresión de la espiritualidad, del conocimiento, que se da en otros
continentes, en otros idiomas; este sería el componente “transcultural” de aquello que
deberán aprender los sujetos que de nuestras comunidades pasan por la educación
propia.

Lo expuesto, entonces, nos señala, a modo de síntesis, que el aprendizaje cultural es un


proceso personal, comunitario, cultural y político que da cuenta de cambios o
transformaciones importantes en conocimientos, espiritualidad, saber ancestral y de las
ciencias, iluminados tanto por nuestras autoridades y sabedores como por las distintas
orientaciones que desde nuestras escuelas se comparten con los miembros de todas
nuestras comunidades. El aprendizaje cultural es, entonces, la manera como en nuestras
comunidades comprendemos, con especificidad, el asunto del aprendizaje.

Se puede citar así:

Taborda, J. (2020). Comunicación personal. Mayo 23.

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