Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
UNIDAD 1
TEXTO BASE 1
Podemos sintetizar los resultados de varias teorías lingüísticas diciendo que el
lenguaje es un arma para ejercer poder sobre la sociedad. A través del lenguaje,
constantemente, pretendemos influir sobre nuestros interlocutores por cuanto
nuestro discurso siempre busca convencer a alguien de algo.
Es decir, cada situación social de intercambio se encuentra dentro de una
situación de poder en el sentido de que un sujeto ejerce una autoridad y pretende
ejercer efectos sobre otro; de acuerdo con el espacio social en que se desarrolle
la interactividad, la autoridad y los efectos serán reconocidos.
Pero, además, el lenguaje establece normas a las que los hablantes debemos
ajustarnos si queremos comunicarnos. Teniendo en cuenta estas dos
perspectivas que direccionan nuestras relaciones comunicacionales, poder y
reglas, es fundamental que Uds. estudien los elementos que sirven para la
comunicación escrita para desenvolverse con mayor eficacia en la profesión que
han elegido.
Por eso, la idea es que Uds. se apropien de las técnicas que les permitan el
dominio de una forma de pensar en la cual la estructuración del lenguaje y el
ordenamiento del pensamiento se encuentran en equilibrio y armonía, es decir,
alcancen el grado más alto de la escritura.
Para alcanzar ese estadio, nosotros consideramos que sólo hace falta trabajar.
Uno de los grandes mitos de la escritura es la inspiración musas que inspiran a
escritores, parentesco entre escritores y dioses. Hoy sabemos que no hay secreto
ni magia en la actividad de escribir, que sólo se trata de trabajo, de ejercicio
constante y periódico. No podemos creer en el momento de inspiración; sino que
el dominio de la palabra escrita se adquiere a partir de una decisión personal y
social y se domina a partir de una ejercitación continuada.
La escritura es, pues, una actividad compleja y lenta que lleva tiempo, dedicación
y paciencia mediante una ejercitación que se desarrolla de forma recursiva y lleva
a rehacer una y otra vez los textos.
Sin embargo, ¿cuál les parece que es el primer paso para dominar la producción
escrita? Piensen en sus vivencias: ¿Cuál es la experiencia con la palabra escrita
en la etapa de la escuela secundaria? ¿Qué consejos recibieron con respecto al
mejoramiento de sus escritos? ¿Qué sugerencias recibieron desde el nivel de
educación formal, por ejemplo, de parte de una profesora, de parte de un
preceptor? ¿Qué sugerencias recibieron desde el nivel de la educación informal,
por ejemplo, de parte de una abuela, de los padres, de un compañero, del
entrenador de un deporte favorito?
También debemos reconocer las convenciones que afectan al uso de las letras
mayúsculas y la puntuación. Por ejemplo, si bien sabemos que escribimos
mayúsculas obligatoriamente después de un punto, no es tan fácil recordar qué
nombres son propios y por qué criterios van en mayúscula: ¿tenemos que escribir
Fiestas de San Juan o fiestas de san Juan? Respecto de la puntuación, se trata
de una cuestión todavía más espinosa por cuanto no hay una regulación estricta y
precisa que abarque todos los usos. Si bien hay algunas normas, básicamente
sintácticas, que los escritores aceptan y aplican mayoritariamente, terminar una
oración con punto, no poner coma entre sujeto y predicado, separar mediante
comas los elementos de una enumeración, sin embargo, cuando se trata de
escritores expertos tienen libertad para puntuar de maneras diferentes.
Asimismo, un buen escritor sabe muchas cosas sobre el tipo de texto que escribe.
Por ejemplo, para escribir una carta tiene que conocer la estructura que tiene este
tipo de texto, que es distinta de la que tiene una noticia periodística o una
instancia. También tienen que adoptar un determinado tipo de registro, con
expresiones más formales o más coloquiales que variará según el tema del texto
y según la persona a quien se dirija. Y aún más, tiene que enlazar las frases entre
ellas de una determinada manera con conjunciones, pronombres o sinónimos, de
una forma muy distinta de como lo hacemos normalmente cuando hablamos.
En resumen, un escritor tiene que dominar las características del código: debe
recordar la ortografía de miles de palabras, tiene que distinguir las sutiles normas
de puntuación y las convenciones en el uso de las mayúsculas, es necesario que
conozca la estructura, los registros y las formas de cohesión propios de los textos
que quiere escribir. Es un extraordinario, vasto y variado conjunto de
conocimientos. ¿Cómo los adquiere el aprendiz de escritor que se inicia? ¿Dónde
puede encontrar todos estos conocimientos? ¿De dónde los aprende o los ha
aprendido el escritor competente? Lo aprende de los textos ya escritos que han
redactado otros escritores.
Para leer – sostiene Frank Smith – son necesarios dos tipos de información:
visual y no visual. La información visual es aportada por el texto, la información no
visual es aportada por el lector, quien pone en juego, al leer, su competencia
lingüística, sus conocimientos acerca del mundo en general y del tema tratado en
particular.
La lectura, como cualquier otro acto inteligente, implica la posibilidad por parte del
sujeto de realizar anticipaciones: la interacción entre la información no visual y la
información visual hace posible la construcción permanente de hipótesis sobre el
significado y la forma de lo que sigue en el texto, así como la elaboración de
estrategias para verificar o rechazar dichas hipótesis y para formular otras nuevas
más ajustadas al texto, cuando las originales no encuentran confirmación en la
información visual. Leer implica entonces correr riesgos, aceptar equivocarse,
pero implica también construir formas de autocontrol que hacen posible la
rectificación del error.
Son muchos los trabajos que conforman el aporte esencial del lector en el acto de
lectura. Entre ellos, cabe destacar los realizados por Goodman (1977) acerca de
los “errores” de lectura. Estas investigaciones muestran claramente que dichos
errores, lejos de ser producto de dificultades por parte del sujeto, ponen de
manifiesto su capacidad para anticipar el significado de lo que sigue en el texto,
ya que se trata en la mayor parte de los casos de sustituciones que no alteran el
sentido del mensaje y, cuando lo alteran, resulta siempre posible encontrar una
lógica en esa alteración, determinar las razones que llevaron al sujeto a
producirla.
Ahora, bien, afirmar que la lectura es un proceso de construcción del significado
implica reconocer que el significado no está en el texto, sino que es generado por
el lector a partir de su interacción con la información visual.
Reconocer que es el lector quien reconstruye el significado interactuando con el
texto lleva a aceptar la posibilidad de que diferentes lectores comprendan un
mismo texto de diferentes maneras, sin que esto signifique que unos han
comprendido y otros no. Cada lector habrá comprendido lo que su perspectiva
acerca del mundo le permita comprender, cada uno se habrá acercado en la
medida de sus posibilidades al mensaje que el autor quiso transmitir.
Reconocer la existencia de diferentes formas válidas de comprensión no significa
que cada lector entenderá algo totalmente distinto de lo que captará otro: el sujeto
emitirá hipótesis en función de su conocimiento de mundo, pero buscará
verificarlas a partir de la información provista por el texto; cuando no logre
corroborar sus hipótesis, tendrá que modificarlas ajustándolas – en la medida de
sus posibilidades – a las características objetivas de la información visual.
Tendrá, además, la posibilidad de discutir con otros lectores su interpretación del
texto y, este intercambio, al hacer posible la confrontación de puntos de vista,
permitirá lograr un conocimiento más objetivo.
Según Cassany, Flower sugiere que la prosa de escritor “es como una etapa del
proceso de composición o como una estrategia que utiliza el escritor para
componer el texto; (…) es un buen instrumento para estudiar las etapas
intermedias del proceso intelectual de composición de un texto escrito”
(CASSANY, 1995: 131).
Para leer como un escritor nos comprometemos con el autor del texto y,
leyéndolo, lo reescribimos con él. En cada paso, en cada nueva frase o en cada
párrafo nuevo, anticipamos lo que dirá el texto, de forma que el autor no sólo nos
está enseñando cómo se usa el lenguaje escrito, sino que, precisamente, está
escribiendo para nosotros todo aquello que quisiéramos escribir. El autor se
convierte en un colaborador inconsciente que hace todo aquello que quisiéramos
hacer. Escribe con ortografía y gramática correctas todas las frases que
quisiéramos puntuarlo y cohesionarlo. Lentamente, con poco tiempo y sin
esfuerzo, aprendemos todo lo que necesitamos para escribir. Leyendo como un
escritor aprendemos a escribir como un escritor.
Pero no siempre leemos de esta forma. Los niños, por ejemplo, no aprenden a
hablar como sus maestros porque no les interesa pertenecer a ese grupo de
personas; en cambio, imitan el lenguaje de los grupos a los que pertenecen o
quieren pertenecer. De la misma manera tampoco aprendemos a escribir como
una guía telefónica o como un diccionario, aunque de vez en cuando los leamos.
En estos casos, leemos como un receptor, es decir, como un simple lector. En
esos casos, nos interesa comprender la información que contiene el texto y no
deseamos aprender a escribir como los autores de estos libros. No queremos
pertenecer al grupo de personas que escriben este tipo de textos.
Así pues, podemos leer de dos maneras y sólo una de ellas sirve para adquirir el
código escrito. Este hecho explica por qué determinadas personas que son
buenos lectores no son además escritores competentes. Se trata de individuos
que leen exclusivamente como lectores, como un receptor.
Prosas de escritor y de lector – Daniel CASSANY
Publicado el 5 abril, 2003 por Ana María Margarit
UNIDAD 1
TEXTO FUENTE | ir a Aprendizajes espontáneo y comprometido
CASSANY, Daniel, Cap. Las prosas de escritor y de lector en Describir el
escribir. Cómo se aprende a escribir, Paidós, Barcelona, 1995, pág. 142.
La prosa de escritor podría ser muy útil para aquellas personas que escriben
sobre temas que no dominan o también para los principiantes que no tienen
suficiente práctica en la composición y que, incluso escribiendo sobre temas
conocidos, tienen problemas para formar conceptos o hallar ideas.
Pero cuando escribimos podemos hacer algo más: reflexionar sobre nuestras
propias capacidades lingüísticas y comunicativas. Tratamos de realizar una
mirada reflexiva que nos permita mejorar la capacidad de construir significados.
Esto es muy bueno por cuanto se ponen en evidencia las representaciones
mentales de los contenidos y estructuras de los mensajes. A este aspecto se
llama cognición y la actividad de reflexionar sobre la cognición se llama
metacognición o actividad metacognitiva.