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ARQUEOLOGICAS. La Razon Perdida. La Cons PDF
ARQUEOLOGICAS. La Razon Perdida. La Cons PDF
ARQUEOLÓGICAS.
LA RAZÓN PERDIDA
LA CONSTRUCCIÓN DE LA
INTELIGENCIA ARQUEOLÓGICA
bellaterra arqueología
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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
10 LA RAZÓN PERDIDA
ÍNDICE 11
12 LA RAZÓN PERDIDA
Finale . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 325
Apéndice . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 327
Notas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 331
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 373
Índice alfabético . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 397
Índice de figuras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 413
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PREFACIO
La búsqueda de lo racional y lo razonable
14 LA RAZÓN PERDIDA
do, intentando reconstruir sus escenas, revivir sus ecos y encender con páli-
dos brillos las pasiones de los primeros días.» Y entonces Churchill enunció
la cuestión que los humanistas, tanto como los arqueólogos, deberían pre-
guntarse todos los días de sus vidas de trabajo: «¿Cuál es el valor de todo
esto?».
Hay muchas razones para plantear esta cuestión. Las tradicionales inclu-
yen preguntas sobre: ¿cómo podemos confiar en nuestras fuentes? ¿cómo po-
demos presentar de forma adecuada los resultados de nuestros hallazgos
arqueológicos? Después del giro narrativo, o lingüístico (esto es, el reconoci-
miento de que la historia es una narrativa acerca del pasado escrita en el
aquí y ahora, más que un reflejo distante de aquel pasado desaparecido), se
ha hecho incluso más evidente que los arqueólogos, los antropólogos o los
historiadores están inevitablemente implicados en la creación del sentido so-
bre el pasado. Esto conduce, por su parte, a más y nuevas cuestiones. ¿Con-
tiene el pasado un significado verdadero o muchos diversos? ¿Hay una histo-
ria que tenga que ser descubierta o muchas que pueden ser generadas de
forma legítima? Ahora es normal poner menos énfasis en la historia y la ar-
queología como un proceso de descubrimiento y registro objetivo, y más en
su «constructividad» esencial. El pasado no sólo se reinterpreta de acuerdo a
nuevas evidencias, sino también a través de actos autoconscientes de reescri-
tura. La historia y la arqueología no pueden coincidir con el pasado. Son na-
rrativas sobre el pasado. Los datos en-sí y desde-sí no tienen un significado
dado. Por lo tanto, ¿es mejor pensar los hechos como eventos sometidos a una
descripción? Y aquí surge la pregunta más importante: ¿es la arqueología lo
que ocurrió o lo que los arqueólogos nos cuentan a nosotros que ocurrió?
Aquellos que tamizan y seleccionan artefactos de períodos remotos son gen-
te de su tiempo, con visiones y preconcepciones sobre el mundo que no pue-
den borrar de su investigación y escritura, incluso aunque ellos tengan la es-
peranza de restringir esos valores. Pero antes de poderlos restringir, tienen
que ser capaces de identificarlos.
Aunque sea extraño, nuestra situación no hace fácil elucidar las presupo-
siciones subyacentes de nuestra época. Las evaluaciones de productividad, en
sí mismas meritorias, obligan a los investigadores, particularmente a los más
jóvenes, a producir cada año una cuota dada de artículos especializados y
monografías inaccesibles, de forma que puedan obtener o mantener su tra-
bajo o promocionarse con él. Estamos así amenazados por un número cada
vez mayor de investigadores que cada vez saben más y más sobre menos y
menos. El repositorio de información es tan grande que no hay hoy en día
investigador o investigadora, sean entusiastas, sean dinámicos, sean curiosos,
que puedan manejar todas las publicaciones de su campo, incluso aunque sea
de forma somera. Esto significa que tenemos escasas esperanzas de leer en
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PREFACIO 15
términos generales, justo cuando deberíamos mirar más allá de nuestras es-
casas reservas.
A pesar de estar sobrecargados por una cantidad ilimitada de informa-
ción especializada, que es accesible de forma instantánea a través de la web,
vivimos en una sociedad que cada vez es más amnésica y anhistórica. Mu-
chos políticos actúan como si creyeran que el mundo empezó el día que fue-
ron elegidos, y la cobertura de las noticias por los medios de comunicación
está cada vez más desprovista de dimensiones temporales. Como humanistas,
seamos arqueólogos, historiadores, filósofos o antropólogos, nos tenemos que
preguntar a nosotros mismos cómo suministrar una perspectiva sobre el pa-
sado que pueda iluminar el presente y, con suerte, el futuro. Felipe Criado en
esta obra hace justamente esto, con refrescante originalidad y aplomo.
WILLIAM R. SHEA
Cattedra Galileiana di Storia della Scienza
Universidad de Padua
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INTRODUCCIÓN
OBJETIVOS
Si generalmente se entiende la arqueología como «estudio de lo antiguo», en
realidad se debe entender como la disciplina que estudia, a partir del registro
arqueológico, la integración de la cultura material en los procesos sociales de
construcción de la realidad. La arqueología defiende la centralidad de la no-
ción de cultura material para comprender lo social: «la arqueología es el es-
tudio de las formas mediante las cuales nos expresamos nosotros mismos a
través de los objetos que hacemos y usamos, reunimos, descartamos o acep-
tamos sin cuestionamiento».1
El conocimiento arqueológico sería entonces, antes que mero discerni-
miento de lo arcano, una inteligencia de la realidad social basada en el exa-
men de la correspondencia entre esta y la cultura material que la produce y
representa y que, debido a la física del espacio-tiempo, se nos aparece no
como cultura material pura, sino en forma de piezas, vestigios o indicios, lo
que denominamos registro arqueológico. Como tal, la arqueología se puede
aplicar a cualquier época y no sólo a las etapas prehistóricas de la humani-
dad. Es más, su aplicación a etapas recientes duplica su rentabilidad, pues
aquella se beneficiará de una mayor y mejor cantidad de información y es-
tas se aprovecharán de un conocimiento adicional.2 El interés del tema tras-
ciende a la arqueología y a una definición estrecha de la misma que la iden-
tifica con la prehistoria. A fin de cuentas la historia de la cultura material ha
generado un renovado interés que atañe a especialistas de campos diversos
(arqueólogos, historiadores de arte, historiadores a secas, etnógrafos, antro-
pólogos, arquitectos, semióticos) y se ha transformado en una de las temáti-
cas preferentes de la «nueva historia» (Burke, 1993: 28-30).3
Este texto habla (no sé si bien) de más cosas que de arqueología. Para ello
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INTRODUCCIÓN 19
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INTRODUCCIÓN 21
gico es un medio (tal vez uno de los pocos de los que dispone la arqueología)
para penetrar en la prehistoria del pensamiento; de ese modo, nuestra pro-
puesta final es contribuir a un Programa de investigación sobre la arqueolo-
gía del pensamiento o la racionalidad y de ese modo completar la plenitud
de los modelos materialistas de interpretación de la historia primitiva del ser
humano.
10. Finalmente, añadiremos que la arqueología actual se debe readaptar
en un sentido utilitario y transformarse en una tecnología de gestión del Pa-
trimonio Arqueológico y Cultural. El patrimonio y su valor social es el hori-
zonte actual de la práctica y sentido de la arqueología.
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INTRODUCCIÓN 23
ESTRUCTURA
El texto se inicia con una arqueología de la arqueología. El capítulo 1 trata
sobre la constitución de la tradición arqueológica. Considera la evolución de
la disciplina, sus principales tendencias teórico-metodológicas y su posición
en el marco del saber y las ciencias sociales de la modernidad. Se revisan los
tres hitos esenciales de la teoría arqueológica: la arqueología tradicional
(desde sus orígenes hasta 1950), la procesual o nueva arqueología (1950-
1980) y la postprocesual (1980-2000). Esta revisión es bastante heterodoxa.
No sólo por hacer corresponder cada uno de esos «hitos» con el paradigma
histórico-cultural, con el funcionalismo y con el viraje hermenéutico en las
ciencias sociales; no sólo por correlacionarlos con el itinerario de la moder-
nidad (desde su consolidación filosófica a finales del XIX y principios del XX,
a través de su maximización tecnocrática durante la guerra fría, hasta la cri-
sis de la modernidad final); sino sobre todo por presentar una imagen inte-
gradora aunque no apacible de esas propuestas teóricas concebidas como
aproximaciones a las diferentes dimensiones del conocimiento arqueológico:
la forma, la función y el sentido.
El capítulo 2 deslinda los límites de la interpretación. Profundiza en la
arqueología postprocesual; examinando su intento de superar las insuficien-
cias del positivismo y sus conexiones con la hermenéutica y analizando su
pretensión de sustituir en la práctica arqueológica el modelo positivista de
explicación por el de interpretación, se evidencia su desplome en el subjeti-
vismo y se descubren los límites de una interpretación arqueológica funda-
da en la subjetividad del intérprete más que en la racionalidad interna de lo
interpretado. Como veremos, la subjetividad perdida por estar ausente pasa
a estar simplemente extraviada. No es nada diferente a lo que ha pasado y
está ocurriendo en estos veinte años de giro cultural o lingüístico.
El capítulo 3 se aproxima a las alternativas para la interpretación, que
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Sentido
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Función
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Forma
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Propuesta nuestra
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Programas de
investigación
específicos
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FIGURA 1. El orden del discurso. Este gráfico representa varias cosas: ante todo el itinerario que sigue este texto; pero también la in-
corporación de la teoría antropológica y social en la arqueología; y finalmente un modelo de definición de Programas de Investigación
Arqueológica concebidos como síntesis de un proceso de maduración crítica de la disciplina; en nuestro caso, esta posición la ocupa la ar-
queología del paisaje como programa de investigación concreto. Desde un supuesto punto de inicio, la investigación arqueológica sigue
un trayecto en espiral que primero se ocupa de la forma, se enraíza en la antropología, la epistemología y en el saber moderno para des-
pués pensar la teoría arqueológica, sus límites y posibilidades, da lugar entonces a una propuesta concreta (en este caso, este texto), y
después se ocupa, siguiendo un trayecto paralelo al anterior, de la función y más tarde del sentido; a continuación, todo ello se formali-
za en un programa de investigación concreto; pero este no está completo (o simplemente no es factible) hasta que se reintroduce la ra-
zón perdida que permite resignificar el registro arqueológico.
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INTRODUCCIÓN 27
SEÑALES
Este texto intenta, por tres razones, ser postpositivista: por oposición al sis-
tema de saber-poder moderno, por resistencia a su reconversión neoliberal
en la modernidad final y por compromiso con estrategias alternativas de sa-
ber-poder. Engarzar saber y poder evidencia que no tenemos una idea apaci-
ble de ese compromiso, sino que lo sabemos ocupado por sus propias contra-
dicciones. El pesimismo activo de Foucault sigue siendo una buena guía para
prevenir las malas tentaciones de todo profeta y profecía.
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INTRODUCCIÓN 29
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ideológico entre ellas, pero por detrás subsiste aún la teoría, y sobre todo
existimos aún los herederos, que sabemos menos que nuestros maestros, pero
tal vez sepamos mejor y sin sus prejuicios pues poseemos un saber cruzado
basado en que casi nadie lee a un único «filósofo». Nuestra cultura nunca fue
tan autoconsciente. Disponemos de la mayor tasa de reflexividad de la his-
toria.
Podemos así conciliar lo mejor de la tradición (marxista) materialista,
con la prioridad (estructurante) de lo imaginario, con la voluntad (herme-
néutica) comprehensiva, con el horizonte (pragmático) analítico y con la
perspectiva (postmoderna) crítica. El desafío (del pensamiento y la cultura
en 2002, pero también de la arqueología) es, transcendiendo el complejo
funcionalista-empirista-positivista, aproximar las grandes herencias progre-
sivas de la filosofía moderna: el marxismo y la Escuela de Frankfurt, el es-
tructuralismo, la hermenéutica, la filosofía analítica y, por el medio de todo,
el nihilismo; Marx, Durkheim-Saussure, Husserl, Wittgenstein y Nietzsche,
o sus correlatos actuales: Habermas, Lévi-Strauss, Gadamer, Rorty y Fou-
cault (pero también Lyotard, Derrida y Vattimo). Habermas (1989) catego-
rizaba estas orientaciones como hegelianas de izquierdas, de derechas y
anarquistas, subrayando que entre todas representaban las tres dimensiones
de una modernidad aún no realizada y que él proponía culminar no a través
de la integración de esas perspectivas, que sería teoréticamente inviable,
sino a través de su teoría de la acción comunicativa. Por más que conciliar
esas orientaciones parezca misión imposible, la voluntad de integración aflo-
ra en obras de disciplinas muy diversas que revisan la historia y el estatuto
actual de las mismas.16 En realidad lo están haciendo todos los herederos de
los padres fundadores que se mueven de forma heterodoxa entre esas tradi-
ciones en vez de aislarse en una de ellas; hoy, por ejemplo, consideramos la
acción comunicativa no como la alternativa, sino como uno de los ingredien-
tes de la síntesis de pensamiento que tenemos que operar. Esto no es eclecti-
cismo; podríamos llamarlo nihilismo teórico o positivo; otros lo llamarán crí-
tica pragmática.
La alternativa entonces para este atribulado inicio del tercer milenio, no
sería inventar algo nuevo, que se retrasa, que sería sospechoso y que segura-
mente supondría sucumbir a la «estética de la innovación»; sino introducir
las tradiciones que nos han sido dadas en una práctica nueva e integradora.
En este sentido, se podría argüir que este texto, que explora los trasiegos
entre arqueología y modernidad, traza un itinerario que va del positivismo
en sus diferentes acepciones al postpositivismo (cap. 1), de este a la fenome-
nología primero y a la hermenéutica después (cap. 2), al postestructuralismo
y pensamiento postmoderno a continuación (cap. 3), al estructuralismo más
tarde (cap. 4), para acabar en una versión heterodoxa de formalismo (cap. 5)
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RECONOCIMIENTOS
Reconozco una cierta simplificación al revisar el pensamiento de importan-
tes autores y filósofos. Pero entiéndase que estos son traídos a colación para
rendir utilidad a un saber distinto, generalmente muy alejado de la filosofía
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INTRODUCCIÓN 33
personalidad del profesor Carlos Alonso del Real, catedrático durante vein-
tiséis años en esa universidad,18 de J. M. Vázquez Varela y, en su momento, de
Bermejo Barrera. Se vinculó desde 2001 al CSIC, donde equipos y profesio-
nales que siempre ha apreciado sirvieron de acicate para el desarrollo de sus
propuestas. Y se integra ahora (2011) al Instituto de Ciencias del Patrimo-
nio de este organismo (Incipit-CSIC).
Yendo más allá del tópico, quiero reconocer mi deuda con las personas
que han seguido mis cursos sobre teoría arqueológica y arqueología del pai-
saje que he impartido a lo largo de los años, ya que sus reacciones y estímu-
los me obligaron a una transformación continua del discurso en el que me
apoyaba. En concreto, debo destacar los cursos en la Universidad de La Pla-
ta (Argentina) en 1996 y 1999 (este impartido como profesor invitado por el
FOMEC) que, gracias a su duración horaria y a la aportación crítica de los
participantes, me permitieron armar la base de este texto.
Quiero agradecer a los amigos y compañeros a lo largo de los años en el
Laboratorio de Arqueología y Formas Culturales de la Universidad de San-
tiago de Compostela (antes Grupo de Investigación en Arqueología del Pai-
saje), después reconvertido como Laboratorio de Patrimonio en el Instituto
de Estudos Galegos Padre Sarmiento del CSIC, y finalmente integrado en el
Instituto de Ciencias del Patrimonio, centro creado recientemente –enero de
2010– por el CSIC con sede en Santiago de Compostela), su colaboración en
una práctica concreta de construcción de conocimiento arqueológico, sobre
la cual se generaron y contrastaron en gran medida los planteamientos y
propuestas recogidas en el texto. Aunque son muchas las personas que a lo
largo del tiempo han participado en este proyecto colectivo, sería injusto no
citar directamente a aquellos que, por el tenor de su propio trabajo, la co-
municación recíproca y sencillamente el tiempo que llevamos juntos, más
me han enriquecido con su compañía: Fidel Méndez, Matilde González, Pili
Prieto, César Parcero, Suso Amado, Isabel Cobas, Victoria Villoch, César
González, Manuel Santos, David Barreiro, Elena Lima, Mari Carmen Mar-
tínez, Mar Bóveda, Mar López, Carlos Otero, Roberto Aboal, Paula Balleste-
ros, Rebeca Blanco, Xurxo Ayán, Patricia Mañana, Camila Gianotti…
Parte de este trabajo se ha materializado, asimismo, en el volumen de
David Barreiro (en prensa) que acompaña a este volumen, sirviéndole de com-
plemento y contribuyendo a dar a la arqueo-logía un agarre mayor en la
práctica, no sólo cognitiva sino también profesional. Porque el libro, al
afrontar el problema de la interpretación del sentido de la materialidad y el
patrimonio en la modernidad final (fragmentada, diversa, dispersa), con-
fronta parte de los problemas prácticos y conceptuales que el estudio y ges-
tión del patrimonio cultural afronta en la actualidad. En este sentido, el li-
bro se enmarca dentro del programa de investigación desarrollado desde
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34 LA RAZÓN PERDIDA
hace unos años por el equipo CSD-TCP, financiado por la convocatoria Con-
solider del Plan Nacional de Investigación (ref. CSD2007-00058, programa
que coordina el autor junto con Almudena Orejas y Cesáreo Saiz), y en es-
trecha relación con el proyecto científico del Incipit (el Instituto de Ciencias
del Patrimonio creado por el CSIC en 2010 y con sede en Santiago de Com-
postela).
Los cuadros y figuras han sido delineados por mi compañero Anxo Ro-
dríguez Paz (como siempre, al que aprovecho para agradecer nuestra com-
penetración de años para combinar texto e imagen). También debo agrade-
cer a Sofía Quiroga, Matilde Millán y Teresa Neo su ayuda en las cuestiones
formales para la preparación del texto.
Por diferentes motivos, debo reconocer las aportaciones a mi trabajo y a
este texto de Almudena Hernando, Juan Vicent, Maribel Martínez Navarre-
te, de forma episódica pero también sólida de R. Boast, R. Bradley, G. Cham-
bers, P. Díaz del Río, A. Gilman, K. Kristiansen, Pepino López, M. A. Querol,
B. Olsen, Arturo Ruiz, Nuria Sanz, M. Barceló y C. Tilley, y más reciente-
mente Marco García Quintela, personas con las que he debatido en diferen-
tes ocasiones las temáticas del texto. La primera, además, fue lectora pri-
mordial y constante de este texto desde su primera versión en 1991; dudo
que sin su aprecio e insistencia hubiera llegado a publicarlo. Y el último rea-
lizó la revisión final del texto, con útiles anotaciones y sobre todo porfiando
conmigo para que de una vez lo enviase a imprenta. Desde el campo de la
gestión patrimonial, Maru Tallón, Fausto Infante, Eugenio Rodríguez y Pa-
qui Hornos, así como Rogelio Conde-Pumpido, director de la OTRI de la
Universidad de Santiago, me han servido de acicate para compaginar cono-
cimiento y utilidad.
Maru, Laura, Claudia y Lucía, por razones propias, prestan un soporte
continuo que ayuda a sobrellevar la desestructuración personal consustan-
cial al proceso de estructuración que demanda la preparación de cualquier
texto, este mismo, durante años. A la familia le debo apoyos domésticos en
los trances finales de preparación del texto.
Hay más circunstancias que podrían ser reseñadas. Y aunque es cierto
que sería necesario explicitarlas, ya que lo más cierto es que la interpreta-
ción se basa en el consenso intercomunicativo y su objetivación pasa por la
necesaria intersubjetivización, como diría Lévi-Strauss esas son divagaciones
a las que se arroja el ser antes de disolverse en la operación de escritura.
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1. LA TRADICIÓN ARQUEOLÓGICA:
ARQUEOLOGÍA Y MODERNIDAD
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38 LA RAZÓN PERDIDA
Si hubiera que buscar un recurso metafórico para dar cuenta del desarro-
llo de la arqueología de un modo ágil, eligiendo un modelo sencillo pero no
simplista podríamos decir que esta, a lo largo de su siglo y pico de existencia,
ha explorado tres horizontes centrados respectivamente en dimensiones for-
males, funcionales y semióticas.
Es cierto que esas temáticas, enunciadas en ese orden, definen las tres
grandes fases que globalizan el desarrollo de la arqueología. Desde la consi-
deración de la forma, a la preocupación por la función o la insistencia en el
sentido, se alinean las tres etapas que representan, sucesivamente, la arqueo-
logía tradicional, la arqueología funcionalista y la arqueología postproce-
sual. A ellas se añade, como veremos al final, una cuarta etapa cuyos contor-
nos son todavía difusos. Pero no es menos cierto que esas fases implican
principalmente tres concepciones totalmente distintas del saber y quehacer
arqueológico. Desde la arqueología entendida como catálogo y estudio de
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LA TRADICIÓN ARQUEOLÓGICA 39
FIGURA 3. Las tres etapas en la constitución de la tradición arqueológica. Se detallan los diferentes constituyentes teóricos en los que se
basan los tres principales paradigmas de la teoría arqueológica, y se indica el contexto social en el que se desarrollan.
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las reliquias de la prehistoria refuerzan los vínculos que nos unen a la patria. A
través de ellos establecemos una empatía más viva con las colinas y los valles, los
campos y los prados.
Esta línea de pensamiento, sin embargo, apunta hacia una tradición com-
plementaria del anticuarismo y no menos importante. Por razones de dife-
rente índole, y que grosso modo se relacionan con el surgimiento de grupos
aristocráticos y clases medias afianzados en el mundo rural y en la explota-
ción económica de un espacio cuya «domesticación» representa el éxito de la
sociedad y cuya definición como territorio propio sirve para identificarlos, el
anticuarismo fue en gran medida más el resultado de una preocupación por
lograr una comprensión plena del paisaje que una mera pasión por la anti-
gualla. Dentro de esta línea genética es como hay que entender, hasta cierto
punto, el interés y temprano desarrollo que adquirió la primera Landscape
archaeology inglesa o la inicial geografía histórica francesa.
Para que el anticuarismo arqueológico se convirtiera en arqueología
prehistórica, hacía falta que la cronología adquiriera mayor amplitud y que
surgiese la idea de una evolución con cambios. El primer punto lo aportará
la geología en un camino de ida y vuelta, pues si bien una vez consolidada la
geología esta prestó el modelo a la primera arqueología, fue inicialmente la
historia natural la que fue influida por los anticuarios; estos permitieron
(como muestra Schnapp, 1995) a aquella cuestionarse la validez de la crono-
logía bíblica y plantearse dudas más amplias. El segundo punto lo aportarán
Darwin y el desarrollo de las teorías evolucionistas. No es coincidencia que
la acuñación del término «prehistoria» por Tournal en 1833 fuera tres años
posterior a la aparición de los Principios de geología de Lyell y que tres años
después Thomsen propusiera el «sistema de las tres edades».
Pero será después de la aparición de El origen de la especies cuando Lub-
bock, en su Prehistoric Times (1865), y Mortillet (en 1867) establezcan ya las
bases de la periodización prehistórica tal y como todavía se mantienen hoy
en día. Integradas de este modo la pieza y el monumento, con la preocupa-
ción por el origen, con el estudio de la evolución, con la demarcación de la
profundidad cronológica de la humanidad y con la certeza de que es el per-
feccionamiento técnico lo que representa el progreso social (como corres-
ponde a esos momentos de Revolución industrial y formación de la moder-
nidad y el orden burgués),28 el saber prehistórico se hace finalmente posible.
Un estudio detenido de esta genealogía permitiría extraer aquellos
«complejos» y tópicos que los orígenes de la arqueología impusieron a su
evolución posterior. Pero esto es otra historia, ajena en cierto sentido a la Ar-
queología misma. Sin embargo, en este texto nos limitaremos, una vez con-
formada la tradición arqueológica, a considerar su relación con otras dimen-
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48 LA RAZÓN PERDIDA
creto permite refundar un tipo de análisis formal del que la arqueología está
muy necesitada.
Tomando como referencia a Foucault es posible precisamente visibilizar
el efecto de esas racionalidades a través de una estrategia que consiste en
analizar las correspondencias entre un determinado discurso (científico o
no) y el contexto en el que se desarrolla.37
Esta estrategia es definida a menudo como análisis externalista de la
ciencia y se opone al análisis internalista que examina la economía interna
del discurso científico. En su aplicación a la prehistoria española, la obra de
M. I. Martínez Navarrete (1989) constituye un buen ejemplo del alcance y
posibilidades de una reflexión internalista sobre nuestra disciplina. Sin em-
bargo, la perspectiva de autores como G. Bachelard (1884-1962), M. Fou-
cault, P. Feyerabend y, desde otra perspectiva, T. Kuhn y los que rompieron
con la concepción heredada, supera esa dualidad y plantea una observación
integrada donde el estudio de la lógica científica se realiza operando simul-
táneamente en los dos niveles y examinando las interrelaciones entre el uno
y el otro.38
En nuestro caso caracterizaremos las alternativas teórico-prácticas en ar-
queología definiendo los siguientes dominios: definición y concepto, discipli-
na de referencia, bases epistemológicas (o teoría del conocimiento y de la
ciencia en la que se apoya, así como modelo teórico-metodológico al que se
ajusta), teoría social subyacente (o marcos teóricos interpretativos y relacio-
nes con otras disciplinas del saber, particularmente la antropología), método
de contrastación o validación del conocimiento, objeto de estudio (u ontolo-
gía), metodología que utiliza (procedimientos y técnicas, aplicadas tanto en
el trabajo de campo como en el análisis),39 objetivo o finalidad del estudio,
voluntad de saber-verdad que acoge, contexto sociocultural en el que esa pro-
puesta es formulada y formalizada (sistema de saber-poder en el que se in-
tegra), y metáfora de la realidad y la sociedad reproducida dentro de la
prehistoria por la orientación arqueológica adoptada.40
Este esquema se apoya en la noción básica de que todo desarrollo o pro-
ducción disciplinar (al igual que toda obra, producto o sociedad humana)
contiene y responde a una lógica (a menudo no evidente pero evidenciable),
y que sólo sobre su explicitación podrá el arqueólogo utilizar de un modo crí-
tico, consciente y autolimitado cualquier propuesta teórica o práctica que
adopte.41 Esa lógica, por otra parte, no es propia ni exclusiva de la arqueolo-
gía, sino que reproduce la racionalidad misma del sistema sociocultural en
el que la arqueología se configura como saber y que, como es sabido, se defi-
ne como «modernidad». Es la modernidad misma lo que, como prehistoria-
dores y arqueólogos, debemos en último término estudiar. Ahora ya dispo-
nemos del aparato conceptual para hacerlo.
ARQUEOLOGÍA TRADICIONAL EVOLUCIONISMO INICIOS MODERNIDAD METÁFORA DESARROLLISTA
O TIPOLÓGICA 1860-1910 PROGRESO
S. XIX HEGEMONÍA TÉCNICA
FIGURA 4. La «evolución» de la teoría arqueológica correlacionada con el desarrollo de la teoría social y la historia de la modernidad;
nótese la correspondencia teórica, incluso lógica (como iremos desentrañando en este texto) pero no cronológica. La columna de la de-
LA TRADICIÓN ARQUEOLÓGICA
recha resume la voluntad de verdad de cada uno de esos contextos teórico-sociales concretada en la metáfora con la que representa la
49
realidad.
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50 LA RAZÓN PERDIDA
Debemos añadir que este texto esboza un discurso coincidente con el que
libros recientes han trazado en otras disciplinas al revisar el estatuto actual
de las mismas en relación con su historia y con la evolución reciente del pen-
samiento y la teoría social. Podemos citar varios ejemplos de esta conver-
gencia no deliberada que, como queda claro después de estas foucaltianas
anotaciones, testimonia la tesis esencial de este texto: las palabras y las cosas,
los saberes y las sociedades, los discursos y las prácticas, están cruzadas por
relaciones de correspondencia e interdependencia. Al mismo tiempo estos
«ejemplos» reflejan la evolución teórica de diferentes disciplinas, dando
buena cuenta de las problemáticas comunes y de las temáticas compartidas
por todas las ciencias y saberes humanísticos de esta modernidad final: teoría
de la ciencia (Echeverría, 1999), filosofía (Cruz, 2002; Duque, 2000), her-
menéutica (Ferraris, 2000), crítica literaria (Garrido, 2001), historia (Ber-
mejo y Piedras, 1999), filosofía política (Lessnoff, 2001), arquitectura (Mon-
taner, 1997; Abalos, 2000), arte (Castro et al., 1996).42 Podríamos ampliar la
lista. Bajo la diferencia se observa un estilo común en la producción biblio-
gráfica reciente que mostraría que el pensamiento más progresivo, despro-
visto del dogmatismo y apasionamiento de antaño, vuelve una mirada refle-
xiva y serena hacia las tradiciones del pasado antes de aprestarse a suscitar,
por fin, nuevas alternativas.
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ONTOLOGÍA OBJETOS
FORMAS
60 LA RAZÓN PERDIDA
deran los paradigmas en los que se basa y de los que derivan su proceder y su
voluntad de saber.
Estos paradigmas, o teoría social subyacente, vienen dados, en un primer
momento, por el evolucionismo y, más tarde, por el difusionismo cultural
(Rincón, 1988), que representan las primeras aproximaciones a las socieda-
des antropológicas y a la realidad etnográfica. Las primeras formulaciones
evolucionistas en antropología se formalizan en los años sesenta del siglo pa-
sado (Morgan, Bachofen, Maine y Tylor). Su interrelación con la primera ar-
queología y con los primeros esquemas de periodización de la prehistoria ba-
sados en criterios tecnológicos es notoria. Ya en las décadas iniciales de este
siglo, ambas tradiciones convergen en los planteamientos histórico-cultura-
les (Schmidt) de los que va a surgir el particularismo histórico (Boas, Kroe-
ber) y que, a partir de su efecto en la antropología (White y Steward) y ar-
queología norteamericana (Kidder, McKern), se concretarán en el esquema
de periodización que se establece para la prehistoria precolombina (Ford y
Willey) en los años cincuenta. Aunque la formalización de los esquemas
prehistóricos del Viejo y Nuevo Mundo es marcadamente distinto en cada
caso,50 sin embargo es significativo señalar cómo su genealogía se remonta a
una misma voluntad de saber evolucionista o, mejor, originalista, en el sen-
tido de privilegiar el estudio y descubrimiento de los «orígenes», ya sean es-
tos de carácter cronológico, y entonces tenemos el evolucionismo, o geográ-
fico, y entonces surge el difusionismo. No es extraño entonces que aunque el
segundo parezca más avanzado y correcto que el primero, aunque los ar-
queólogos del Viejo Mundo lo hayamos a menudo envidiado como un siste-
ma menos rígido que el arterioesclerotizado sistema de las tres edades, en
realidad resulte tan rígido y convencional para ordenar y comprender la
prehistoria americana como lo es el europeo. No sorprende que en uno y otro
lado del Atlántico, el conocimiento prehistórico esté inhibido por las insufi-
ciencias de los sistemas periódicos tradicionales.
El difusionismo y el evolucionismo, pese a sus diferencias aparentes, son
dos versiones de una misma voluntad de verdad que podemos llamar origi-
nalista. Hoy sabemos que, por mucho que ambas orientaciones se hayan im-
puesto como teorías sociales maduras, en realidad son la versión académica
y cientificista del sentido común del hombre occidental.51 Esta voluntad de
verdad «originalista» es característica de la situación en la que se encontra-
ban la historicidad y el discurso histórico durante el siglo XIX y primer ter-
cio del XX: una historia descriptivista, que fiaba toda su capacidad de certeza
a la crítica del documento, su potencia explicativa a la descripción exhausti-
va del mismo y su razón de ser a la constitución de los estados-nación como
agente definitivo de la historia.52 Estas características están contenidas en la
epistemología intrínseca al primer positivismo, en el que la referencia al ori-
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LA TRADICIÓN ARQUEOLÓGICA 61
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EPISTEMOLOGÍA NEOPOSITIVISMO
MÉTODO HIPOTÉTICO-DEDUCTIVO
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66 LA RAZÓN PERDIDA
REALIDAD OBSERVABLE
LEYES
(formuladas científicamente)
Inducción
LA TRADICIÓN ARQUEOLÓGICA 67
REALIDAD OBSERVABLE:
CONDICIONES
METEOROLÓGICAS
LEYES:
mecanismo general
circulación atmosférica
mal humor de la gente
Un ejemplo:
Supongamos que estoy en el interior de una casa de la que no puedo salir y planteo la
hipótesis de que fuera llueve; si la hipótesis es cierta, debo concluir que cualquier
visitante llegará con sus prendas mojadas; me fijo entonces en los individuos que entran
en la casa; si sus indumentarias escurren agua, puedo dar por comprobada la hipótesis.
Ahora bien, la enunciación de esta hipótesis puede derivar de mi conocimiento del
mecanismo general de la circulación atmosférica y de modelos metereológicos, lo que me
permite inferir a partir de datos obtenidos mediante instrumental específico sobre presión,
humedad, etc., que está lloviendo; o ser una intuición basada en el mal humor que reflejan
las caras de mis colegas, en la desazón que mi propio ánimo siente o en mi ataque de
reuma; lo primero es una hipótesis puramente científica generada razonando a partir de
unas leyes o principios generales, lo segundo es una sospecha o conjetura plenamente
subjetiva y, por lo tanto, anticientífica según la ortodoxia positivista. Y, sin embargo,
funciona.
FIGURA 7. (Continuación)
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68 LA RAZÓN PERDIDA
REALIDAD OBSERVABLE:
CULTURAS TI Y LA
LEYES:
de la evolución y difusión cultural
FIGURA 7. (Continuación)
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LA TRADICIÓN ARQUEOLÓGICA 69
70 LA RAZÓN PERDIDA
LA TRADICIÓN ARQUEOLÓGICA 71
el sistema de poder burgués subyacente bajo ella. Por eso, la crisis de la Nue-
va Arqueología, la crisis de ese modelo de prehistoria, refleja también la cri-
sis de ese sistema de poder, de ese contexto sociopolítico.
2.2.1. Positivismo
Dentro de la teoría positivista (véase el apartado 1.2.3) existen una serie de
cuestiones y situaciones de las que el positivismo ha prescindido y que, en
este sentido, aunque están pendientes de resolución, en realidad son obvia-
das dentro de este. Constituyen de hecho los postulados básicos, indemostra-
bles, y la materia de fe o confianza en los que el positivismo, como cualquier
teoría gnoseológica o científica, también se basa. En ese sentido podríamos
decir que son problemas inherentes al positivismo. Si tuviéramos que hacer
un rápido informe de los mismos, nos detendríamos en los siguientes:
72 LA RAZÓN PERDIDA
Todo esto está muy bien dentro de las ciencias naturales y físico-mate-
máticas. De ahí el éxito del positivismo en esos campos en los que la realidad
exterior es independiente (en gran medida) del sujeto que se aproxima a
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 73
LA TRADICIÓN ARQUEOLÓGICA 73
ella. A fin de cuentas una máquina, bajo condiciones de entorno fijas y es-
tando sus componentes dispuestos de cierta manera, está obligada a actuar
de cierta manera. Incluso un sistema biológico. Pero un ser humano, y con
mayor motivo una comunidad de humanos, bajo esas circunstancias está sólo
incitado a portarse de forma análoga. De ahí el problema del positivismo
con las disciplinas sociales y humanas cuya realidad está conformada por su-
jetos y los observadores están (de un modo u otro) dentro de ella. En este
caso el positivismo sólo puede tener éxito a condición de «naturalizar» y «re-
ducir» la realidad estudiada, es decir: situarla fuera de todo sujeto.
2.2.2. Funcionalismo
El funcionalismo se presenta como una teoría social o estrategia de trabajo
antropológica que, normalmente, va ligada a una determinada alternativa
disciplinar o escuela (la antropología funcionalista británica también deno-
minada estructural-funcionalista).61 Sin embargo, como decíamos en el apar-
tado 2.1.2, el funcionalismo es sobre todo una forma de pensar que aparece
en múltiples campos y disciplinas, de la psicología a la cibernética pasando
por la vida cotidiana. La aparición en todos esos campos muestra que el fun-
cionalismo es más una ideología que una teoría aséptica. O, yendo un poco
más allá, el funcionalismo es ante todo la ideología de un contexto; en cier-
to sentido, y no sólo retórico, podemos decir que el funcionalismo redobla el
orden burgués.
De este modo, aparece dentro del funcionalismo una orientación y una
voluntad de saber empirista y positivista que reproduce algunos de los rasgos
y problemas que comentamos con anterioridad y que traba los desarrollos
realizados. La Nueva Arqueología adoptó el repertorio de nociones que le
ofrecía el funcionalismo antropológico como elenco fundamental de con-
ceptos para pensar los hechos arqueológicos. De ahí que una valoración crí-
tica de esas nociones, de su rentabilidad y constreñimientos, se deba hacer
preferentemente a través de la fuente original o, al menos, teniendo a esta
como referencia.
Los conceptos básicos que el funcionalismo aplica al estudio de las reali-
dades sociales, son: estructura, estructura social, función, proceso y sistema.
Subsidiariamente, y a partir de la conceptualización de estas nociones, se de-
riva la conceptualización funcionalista de otros temas: individuo, historia,
cambio social-continuidad social, negación de la cultura, instituciones socia-
les… En todos esos conceptos reaparece como una de las características esen-
ciales del funcionalismo arqueológico y antropológico (aunque no sólo de es-
tos dos) lo que podríamos denominar el postulado de la identidad entre la
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LA TRADICIÓN ARQUEOLÓGICA 75
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LA TRADICIÓN ARQUEOLÓGICA 77
Nosotros no observamos una cultura, ya que esa palabra denota no una realidad
concreta, sino una abstracción, a menudo demasiado vaga. Pero la observación di-
recta nos revela que los seres humanos están conectados entre sí por un complejo
conjunto de relaciones sociales. Utilizo el término estructura social para denotar
ese conjunto de relaciones. Si trabajo como un antropólogo social, y no como un et-
nólogo o un psicólogo, esa estructura social es lo que constituirá mi tema de estu-
dio. Con ello no quiero decir que dicha estructura sea el tema de estudio funda-
mental de la antropología social, sino que la misma, y en un sentido decisivo, es la
parte más fundamental de nuestra ciencia (Radcliffe-Brown, 1940: 12).
78 LA RAZÓN PERDIDA
gica muy importante: contribuye a postular y mantener que los seres huma-
nos son organismos vacíos, que el cerebro es una tabula rasa y que es el am-
biente lo que impone nociones y formas al cerebro. En cambio, si se admite
que los humanos no están vacíos, sino que ya tienen, si no contenidos, sí al
menos una estructura adecuada para asentar futuros contenidos, como pro-
pone una posición racionalista y materialista, entonces el ser humano, aun-
que esclavo de esa determinación primigenia y anterior a él, está en cambio
más libre para escapar de las presiones y lavados de cerebro que determi-
nantes a posteriori gustarían practicar. Se ha dicho a menudo: los materia-
listas a ultranza que no dejan el más leve resquicio para la libertad indivi-
dual son más tolerantes con la libertad de los demás que aquellos que gustan
creer que el hombre es libre (para ser esclavizado).
LA TRADICIÓN ARQUEOLÓGICA 79
80 LA RAZÓN PERDIDA
EPISTEMOLOGÍA NEORRACIONALISMO
POSTPOSITIVISMO
MÉTODO HERMENÉUTICA
sente. Esta circunstancia, en vez de ser denigrada como una limitación, pasa
a ser adoptada como un objetivo complementario del trabajo del arqueólogo.
En esta tesitura conocer, «prehistoriar», el pasado arqueológico es interpre-
tar su sentido y hacer explícito, «historiar», el presente desde el que se escri-
be la arqueología.70 Esto dio lugar al surgimiento de orientaciones de inves-
tigación que se vuelven desde el pasado hacia el presente para aprender
críticamente de las circunstancias sobre las que se escribe la prehistoria.
La metodología que utiliza esta arqueología se caracteriza por la relega-
ción de la importancia de la metodología en beneficio del énfasis en la teo-
ría. Esta inversión responde a nuevas fundamentaciones epistemológicas en
función de las cuales se acepta que el conocimiento no es sólo un problema
de acumulación de nuevos datos, sino sobre todo de disponibilidad de es-
quemas y recursos conceptuales adecuados para leer esos datos. De este
modo, la semiótica, la teoría social o el marxismo son adoptados como he-
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LA TRADICIÓN ARQUEOLÓGICA 85
• una vez mostrado que la fisura radical que pone en cuestión a la mo-
dernidad desde su inicio es la teoría del sujeto en la que se basa la construc-
ción moderna, se termine entronizando a priori al individuo como nudo de
la trama que debe desarrollar una posmodernidad entendida como panacea;
como hemos argüido anteriormente (no se arregla esta contradicción ape-
lando a que mientras el primero es universal el segundo es particular);
• una vez demostrado que la modernidad se ha basado en un determina-
do proyecto de construcción de individuos, se termine reivindicando una
posmodernidad definida por la exacerbación extrema de los rasgos caracte-
rísticos de esos individuos (lo que da lugar al individualismo hedonista como
modelo de persona);
• una vez evidenciado el carácter a posteriori del individuo posmoderno
como fórmula de reestructuración de la modernidad en un contexto postin-
dustrial, se termine postulando como alternativa postmoderna el repliegue
individualista de lo social (lo que da lugar a las actuales políticas de la iden-
tidad);
• una vez patentizada la imposibilidad de construir un conocimiento ob-
jetivo y explicativo del mundo (sobre todo del mundo social) de validez cons-
tante, y una vez planteado el regreso a la interpretación como alternativa
cognitiva, se termine postulando que todo es interpretación y reivindicando
un relativismo epistemológico extremo (véase el debate sobre ello en Mit-
chell, 1983);
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 86
86 LA RAZÓN PERDIDA
LA TRADICIÓN ARQUEOLÓGICA 87
posmoderna, son las estrategias más útiles al nuevo orden global. Esta situa-
ción no es sostenible, y de hecho es la condición ideacional que dinamita una
auténtica política de desarrollo sostenible que sólo se puede articular pen-
sando y actuando en términos globales.
Este tipo de críticas ya estaban presentes en Foucault. Cuando este autor
decía que el poder moderno se ha descorporeizado y dispersado, desmigaja-
do y desmenuzado al mismo tiempo, hablaba de una fragmentación enten-
dida no como alternativa de resistencia sino como estrategia adaptativa del
poder. Precisamente, ante ese diagnóstico, planteaba como alternativa un
análisis (la Microfísica del poder, Foucault, 1980c) que no es una alternativa
de construcción social, sino de acción crítica.
Después de haber definido las formas de comprender lo postmoderno, in-
tentaremos ahora caracterizar el concepto de postmodernidad. Al igual que
ocurría con el de modernidad, no faltan propuestas. Unas son de un carácter
fundamentalmente evocativo y concreto y otras, en cambio, más generales y
descriptivas. Entre las primeras destacan las ya viejas proposiciones de De-
rrida, para quien el ser de lo postmoderno es no decir nada fuera del texto, o
de Baudrillard, para quien lo postmoderno consiste en que el texto no diga
nada más allá de él. La semejanza de estos dos enunciados representa una de
las características fundamentales del denominado postestructuralismo fran-
cés. Esta corriente, intentando buscar una alternativa a la fenomenología
(transformada en Alemania –Gadamer– y Francia –Ricoeur– en herme-
néutica) para realizar una crítica de los textos que, a diferencia de esta, no se
basara en un sujeto implícito preexistente ni contribuyera a reconstruir el
principio de subjetividad moderno, buscó en palabras de Foucault: «un aná-
lisis estructural del significante que escape a la fatalidad del comentario, de-
jando en su originaria adecuación significado y significante» (declaración
fundadora del proyecto foucaltiano contenida en la introducción de Fou-
cault, 1966).
Generalizando las dos definiciones anteriores, la postmodernidad sería
ante todo un pensamiento que, persiguiendo los objetivos del pensamiento
sociológico desde principios de siglo, supere las limitaciones que a aquel le
imponía el seguir circunscrito a la razón y subjetividad modernas.
Esa posición no lleva a nada. Lo postmoderno deviene de ese modo en
una especie de ubicación en todas partes sin ubicarse en ninguna. En pala-
bras de Habermas, y utilizando una expresión con la que este autor catego-
riza (negativamente) las obras de Heidegger, Adorno, Foucault o Derrida, la
postmodernidad sería «entablar pretensiones de validez para inmediata-
mente desmentirlas» (1989: 397).
Dado ese carácter huidizo e inconcreto de lo postmoderno, dadas sus pre-
tensiones más adjetivas que sustantivas, y dado sobre todo que lo postmo-
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 88
Sobre el pensamiento
liberalismo, funcionalismo, técnica
Universalidad Contextualización
La postmodernidad reconoce los límites
de la razón ilustrada:
Razón ilustrada/ metafísica Razón ilustrada = metafísica
Las alternativas de Habermas y
el postestructuralismo son:
razón universal contextualizada // razones locales
Totalitarización Fragmentación
(Ver abajo «contexto y fragmento»)
Ser Acontecer
Estructura Acontecimiento
Ser = existencia absoluta Ser = (estar + lenguaje)
Sujeto Individuo
Ser estable y fuerte Ser debilitado
Humanismo democrático Antihumanismo
Sherlock Holmes Philip Marlowe
MODERNIDAD POSTMODERNIDAD
LA TRADICIÓN ARQUEOLÓGICA 89
90 LA RAZÓN PERDIDA
responde en el presente de otras tres formas cada una de las cuales sería
compatible con las previas, y todas derivadas de Hegel (1770-1831).
Las tres alternativas esgrimidas a finales del XIX habrían estado repre-
sentadas respectivamente por la izquierda hegeliana, la derecha hegeliana y,
finalmente, Nietzsche (1844-1900). Mientras la primera planteaba una mo-
vilización contra la racionalización unilateral ejercida por el mundo bur-
gués, la segunda proponía una restauración de la religión y la ética para po-
ner una cota al desarrollo burgués. Nietzsche, por su parte, que es el menos
querido del autor de Frankfurt, había basado su crítica a la modernidad so-
bre la noción de que «la razón no es otra cosa que poder» (Habermas, 1989:
75).
Las tres alternativas presentes en la actualidad mantienen un claro para-
lelismo y genealogía con cada una de las anteriores. Así tenemos en primer
lugar a un marxismo reconvertido o reconstruido al que se afilia el mismo
Habermas (Habermas, 1981), que se enfrenta a las soluciones gestionadas
desde la derecha. Estas toman forma en el neoconservadurismo, el neolibe-
ralismo y la posmodernidad neoconservadora. Según Habermas y otros auto-
res, el neoconservadurismo se abate y triunfa con facilidad sobre una socie-
dad desgajada por la postmodernidad. La situación postmoderna habría
desarticulado y desideologizado una sociedad en la que las alternativas eco-
nómicas neoliberales imponen con facilidad sus pautas y valores sociales y
culturales. No les falta razón.
La tercera alternativa es la que ofrece la postmodernidad anarquista que,
siempre en palabras de Habermas (pero ver también Eagleton, 1986 y Des-
combes, 1987), no ofrece ninguna alternativa real y, en cambio, mediante su
nihilismo de-construccionista allana el camino al progreso de las alternati-
vas neoliberales.
Pese a Habermas, la tradición de pensamiento crítico de la de-construc-
ción que se abre con Nietzsche, nos sigue diciendo hoy que la contaminación,
corrupción y podredumbre de la modernidad eran, tal vez, inherentes a ella
misma. Estarían implícitas en la autofudamentación de la razón hegeliana,
en el principio de subjetividad particular sobre el que se construye la noción
del ser universal.83
Esta revisión de la postmodernidad (cuyos rasgos esenciales resumimos
en la figura 10) no estará completa mientras no se revisen las epistemologías
y metodologías de conocimiento que caracterizan al pensamiento postmo-
derno, en particular, su relación con el llamado giro lingüístico o hermenéu-
tico, con el postpositivismo y con la interpretación, lo que haremos en el ca-
pítulo 2 de la mano del posprocesualismo.84
Pero es hora de volver a la arqueología. Lo haremos a partir de las obser-
vaciones esbozadas en las últimas páginas, abriendo una recapitulación que
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 91
LA TRADICIÓN ARQUEOLÓGICA 91
UNIVERSALIDAD FRAGMENTACIÓN
TOTALIZACIÓN CONTEXTUALIZACIÓN
SER ACONTECER
Estructura Acontecimiento
Ser = existir absoluto Ser = estar + lenguaje
Realidad efectiva Realidad = material + imaginario
Realidad virtual
EXPLICACIÓN DESCRIPCIÓN
INTERPRETACIÓN
FUNCIONALISMO SENTIDO
SUJETO INDIVIDUO
Ser estable-fuerte Ser debilitado
UNICIDAD MULTIPLICIDAD
LO MODERNO LO POSTMODERNO
nos permita hacer un balance crítico sobre la arqueología del sentido y ex-
traer unas consecuencias en forma de planteamientos concretos que serán
útiles en el capítulo siguiente.
92 LA RAZÓN PERDIDA
LA TRADICIÓN ARQUEOLÓGICA 93
ciennik, 1999): se evoca una cierta retórica como forma de propiciar y facili-
tar no tanto la interpretación del pasado arqueológico (aunque también),
sino la comprensión por parte de los demás (tanto especialistas como públi-
co) de la re-construcción arqueológica realizada.
9. Se propugna la hegemonía del arqueólogo como autor.
94 LA RAZÓN PERDIDA
LA TRADICIÓN ARQUEOLÓGICA 95
96 LA RAZÓN PERDIDA
vés del cual se construye lo real y que funciona como entidad explicativa de
lo social, como núcleo fundamental de la sociedad. Aun a riesgo de simplifi-
car, podemos decir que si la Nueva Arqueología operaba un reduccionismo de
carácter natural de lo social en virtud del positivismo objetivista y naturalis-
ta que adoptaba, la arqueología postprocesual produce un reduccionismo in-
dividualista en el sentido de que lo social es redirigido hacia el individuo
como principio explicativo. En sus versiones extremas, el postprocesualismo
defiende la omnipresencia universal de la individualidad y, además, de un
tipo de individualidad que es la nuestra moderna (Sökefeld, 1999). Sobre esa
base asume que aspectos tan incognoscibles como la percepción prehistórica,
se pueden reconstruir a partir de lo que no es más que una relación o intui-
ción empática entre los seres prehistóricos y nosotros (Jones, 1998).
Puestos entonces a hacer un balance crítico de la arqueología del sentido,
al tiempo que reconocemos sus aportaciones novedosas y rentables para el
conocimiento arqueológico, deberíamos insistir en que en ella reemergen
unas problemáticas que son viejas, muy viejas, a pesar de su connotación no-
vedosa.
El problema básico estriba en la presencia dentro de la arqueología del
sentido de un tipo específico de sujeto en el que reconocemos el tipo de indi-
vidualización que define al sujeto hedonista y consumista postindustrial, en
el que se basó la recuperación de las crisis económicas de inicios de los
ochenta y los noventa, y sobre el que se construye el proceso actual de glo-
balización de acuerdo con las intencionalidades de la ideología hiperliberal
en boga (como ha analizado Jameson, 1985 y 1991). Incluso aunque la refe-
rencia a ese sujeto no tuviera otras implicaciones posteriores, su mera evo-
cación es ya de por sí problemática en tanto que supone, dentro de una ar-
queología que además se dice contextual, basar la interpretación de la
realidad pretérita en un principio de subjetividad que en realidad procede
de una determinada circunstancia histórica. La constitución de ese sujeto
como principio explicativo hace presente un tipo de legitimización, inter-
pretación y comprensión de las realidades culturales basado en referencias a
lo individual. (Volveremos más abajo sobre esta temática.)
No se puede obviar esa relación entre sujeto arqueológico y sujeto posin-
dustrial dentro del posprocesualismo. Una arqueología crítica necesita pe-
rentoriamente explicitar esos puntos si no quiere reproducir el discurso mo-
derno de siempre de un modo semejante a como el discurso histórico ha
estado reproduciendo durante más de cien años la misma ideología de legi-
timación por no querer sacar su reflexión del marco en el que la modernidad
la había encerrado (Bermejo, 1987). Así, del mismo modo que el manteni-
miento dentro del discurso histórico (a pesar de todos los cambios que sufrió
desde su fundación moderna en el XIX) de un mismo tipo de racionalidad,
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 97
LA TRADICIÓN ARQUEOLÓGICA 97
El contexto
98 LA RAZÓN PERDIDA
LA TRADICIÓN ARQUEOLÓGICA 99
IDEOLOGÍA
Arquitecto como sabio Arquitecto como proveedor de un servicio Arquitecto como activista Arquitecto como metafísico
Redesarrollo comprehensivo Diseño total, holístico Holístico Fragmentado, destructivo / constructivo
ESTILO
2/2/12
lo mecánico, la estructura
Antimetáfora Antimetáfora Prometáfora Prometáforas restringidas
Antimemoria histórica Antihistórico Prorreferencia histórica Simbolismo privado
Antisimbólico Se desentiende de lo simbólico Prosimbólico Huellas de la memoria:
15:52
fantasmas, excavaciones
Ciudad en parque «Monumentos» en parque Urbanismo contextual y rehabilitación Teoría del caos, trama de puntos
Separación funcional Funciones dentro de una concha Mezcla funcional Funciones indeterminadas, flujo
«Piel y huesos» Distorsión de apariencia húmeda «Manierista y barroco» Ahistórico y neoconstructivista
Página 101
«Volumen no masa» Volúmenes cerrados, masa negada Espacios torcidos Espacio y masas interpenetradas
Transparencia Transparencia literal Ambigüedad Fracturas, accidentes
Asimetría y regularidad Simetría y rotación formal Simetría asimétrica Descomposición, descentramiento
Reflejos y series
Integración armoniosa Armonización forzada Collage / colisión Sistemas discontinuos
PRINCIPIOS DE DISEÑO
MODERNO TARDOMODERNO POSTMODERNO NEOMODERNO
LA TRADICIÓN ARQUEOLÓGICA
FIGURA 11. Lo moderno frente a lo postmoderno en arquitectura: saber, racionalidad y construcción en la modernidad final (tomado de
forma simplificada de Jencks, 1993: 8).
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 102
El sentido
La herramienta psicológica más útil jamás creada para hacer avanzar la globali-
zación económica y política es la política de la identidad, como ha venido a lla-
marse en Occidente. Lo ideal es que todos los individuos del mundo se identifi-
quen con fuerza con un subgrupo étnico, sexual, lingüístico, racial o religioso en
detrimento de su autodefinición como nacionales de un país o incluso como miem-
bros de una clase social o casta profesional de esa nación, y mucho menos como
parte de la raza humana. Cada persona debe sentirse primero miembro de un gru-
po estrictamente definido, y sólo de forma secundaria, trabajador, miembro de la
comunidad, padre, y ciudadano nacional o internacional. (…) En lugar de pre-
guntarse qué puede hacer, la gente deberá centrarse, sobre todo, en quién es.104
no sólo supusieron el viraje hacia el rigor, el aprendizaje del poder por parte de la
izquierda, la modernización conservadora, el inexorable aumento del desempleo.
También consagraron la descalificación del modo de resistencia de las clases po-
pulares y la rehabilitación de la empresa, la glorificación de las historias de triun-
fadores, el culto al dinero y al individualismo, que enseguida se difundieron entre
todas las clases sociales.105
Más allá del feminismo, Hernando (2000) es buen ejemplo de esta búsque-
da, como Querol (2001) lo es de la elucidación crítica del sexismo implícito
en los modelos arqueológicos al uso.
Pero detrás de esta adaptación humanista del saber hay más cosas: la ne-
cesidad de rehumanizar la ciencia y la sociedad se resuelve con la recupera-
ción del ser humano en la retórica mientras lo pierde en la práctica. Mien-
tras el (¿momentáneo?) triunfo histórico de la economía de mercado y la
hegemonía del hiperliberalismo se dulcifica con un discurso intelectual pro-
gresista que (a diferencia de los anteriores evolucionismo, ambientalismo,
materialismo y funcionalismo reduccionistas) invoca al ser humano como
principio fundador y referencia de lo real, la guerra de Bosnia111 nos recor-
dó que la vida de un ser humano no vale nada, y nos mostró la auténtica ra-
cionalidad de ese humanismo. Las posteriores «guerras humanitarias» en
los Balcanes y por doquier asentaron en la práctica esta doctrina que ha li-
mitado escandalosamente el intervencionismo de las potencias occidentales
en los cruentos conflictos «exteriores»,112 y pasó a ser pieza básica de la teo-
ría de «la nueva guerra».113 Diez años median entre Malvinas (1982), Ku-
wait (1991) y Afganistán (2001): cada una de esas guerras muestra, como
siempre han mostrado las guerras y la doctrina militar, la evolución de las
estrategias de individualización en la modernidad final. Lo que enseñan es
que, efectivamente, la vida de un piloto estadounidense vale más que la de
los marines que acuden a rescatarlo cuando es derribado, y la de un marine
más que la de un bosnio o afgano. Esta perversión es «objetiva»: traduce la
lógica que ha impuesto el neoliberalismo al ser (¡por fin!) capaz de poner
precio justo a la vida de una persona, y valorar esta como la suma de la can-
tidad de dinero que cuesta su formación y entrenamiento añadiéndole el va-
lor de lo que produciría a lo largo de una vida laboral de duración normal.
Las secuelas de esta lógica son escandalosas: no es tolerable que mueran
3.000 personas en las Torres Gemelas, pero se extiende un silencio absoluto
sobre los 30.000 seres humanos que mueren cada día simplemente por be-
ber agua en malas condiciones; ciertamente el «capital» humano de unos y
otros no vale lo mismo.
Duque (2002) se inicia con un perspicaz «Desde la perspectiva de la na-
turaleza, nada más fácil que morir». Es la reacción liberal contra esa certi-
dumbre (una reacción por demás claramente moderna)114 la que crea una
conciencia progresiva de que la vida vale mucho y de que por lo tanto hay
que dificultar la muerte. Esa reacción erige un concepto de individuo epo-
cal, extraño al de todas las otras épocas en las que la vida no se valoraba tan-
to. Y cuanto más vale (y acabamos de ver el precio de un piloto de combate,
un ejecutivo o un consejero delegado, y de un campesino, un paria o un dro-
gata) más se afirma una nueva individualidad. En la transmodernidad la
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 107
sino que sigue respondiendo al del yupy. Por nuestra parte aceptamos que el
rumbo individualista de la época es algo que está aquí; no lo podemos re-
chazar con un antiindividualismo primario e ingenuo; ofrece potencias posi-
tivas; pero hay que evitar que su derrota la marque únicamente el individua-
lismo liberal; por eso hay que refutar la naturalización y universalización de
ese patrón de individualidad que se asienta de múltiples modos, a través por
ejemplo del uso que la arqueología actual hace del mismo.
Un segundo riesgo (latente en DeMarrais et al., 1996 y Joyce et al., 1996)
reside en la utilización de una noción de ideología demasiado instrumental.
Este uso (también presente en la primera generación del posprocesualismo)
prioriza las funciones prácticas de la cultura. Sin embargo (tal y como fue ar-
güido en Criado, 1989a: 80), la ideología no sería «the shared ideas, beliefs
and their representations», sino en concreto la expresión práctica y estraté-
gica (lo que también podemos llamar actualización) de ese conjunto de va-
lores culturales. Por encima de la ideología se encuentra el pensamiento, la
razón, entendiendo con estos conceptos el patrón de racionalidad de una de-
terminada situación histórico-social y el conjunto de normas que la regulan.
Desde este punto de vista, la propuesta de DeMarrais et al. (1996) de ma-
terialización de la ideología se debe entender ante todo como materializa-
ción del pensamiento, de la racionalidad sociocultural. La materialización
no es sólo «an active process, instrumental to institutionalize and extend an
ideology of domination», sino algo que permite «objetificar» y expresar el
pensamiento. Además no sólo se materializa la ideología dominante, sino
que cualquier cosa que se materialice, incluso sin intención ideológica, cons-
tituye (es-ante-todo) un valor cultural. Si no fuera así, no tendría ni viabili-
dad (ya que no sería posibilitada por el pensamiento) ni utilidad práctica (ya
que no sería reconocida por el grupo social). Igualmente hay que precisar que
la materialización no sólo está determinada por condiciones materiales, sino
también posibilitada por su base ideacional. Esta se concreta en lo que se
puede denominar voluntad de visibilidad (véase el cap. 5), que establecería
de qué modo los procesos de materialización producen unos resultados con
características formales específicas según sea su intención de ser más, menos
o nada visibles.
En síntesis, en contra de las propuestas cognitivas (sean procesuales o
posprocesuales) argüiremos que la materialización del pensamiento es un
proceso social a través del cual los símbolos, sus significados y creencias, se
actualizan para llegar a ser una condición práctica de la producción y repro-
ducción de la realidad social. Dentro de esta, la agencia y la ideología son in-
flexiones discursivas de un determinado régimen de poder (en sentido fou-
caultiano), en vez del origen y soporte del poder.
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 112
una disyuntiva ante la cual hubiera que elegir una alternativa u otra. Son el
maniqueísmo occidental135 y el simplismo mundanal los que toman las dico-
tomías como imperativos de elección. En cambio la realidad misma tiene un
pulso más binario. Y así la arqueología es un saber que puede y debe servir
para algo y es, por lo tanto, conocimiento científico tanto como tecnológico.
El factor que multiplica los problemas anteriores es la carencia de una
matriz teórica a la que se puedan referir las nuevas prácticas. Sorprende a los
arqueólogos críticos y al público informado que el proceso de ampliación y
diversificación de la arqueología actual no vaya acompañado de un aggior-
namento parejo de la disciplina arqueológica.136 Esta actualización, siendo
urgente, está todavía pendiente. Pero una de las razones por las que está pen-
diente es porque esta actualización sólo se puede operar mediante una renova-
ción teórica de la arqueología. El gran problema del contexto actual se podría
enunciar de la siguiente forma: es la paradoja entre el estallido de la arqueo-
logía patrimonial y el hecho de que este desarrollo no se piensa, no se asume y
no se teoriza; se impone.
EPISTEMOLOGÍA REALISMO
CONSENSO COMUNICATIVO
POSTPOSITIVISMO
FIGURA 12. Esquema (provisional) de una teoría para la gestión del patrimonio ar-
queológico [PArq]: contribución al desarrollo de una arqueología pública.
Pero nuestra idea dista mucho del enunciado huero «la arqueología o es in-
vestigación o nada» que, de tan manido en ambientes académicos, ya no sig-
nifica nada. Nuestra idea es que también la arqueología de gestión necesita
una arqueo-logía: la función de la investigación será suministrar los mode-
los interpretativos sobre los cuales adquieren sentido las entidades e inter-
venciones patrimoniales. Así de simple. Frente a los tecnócratas de la ges-
tión, todavía hace falta mucha investigación básica en arqueología.155
Pero seamos francos: estamos asistiendo a la disolución de la investiga-
ción como práctica rectora de la arqueología. Por más que se repita el enun-
ciado anterior, su verdad (es decir, la correspondencia entre él y el contexto
real) es cada día menos auténtica (véanse comentarios en Barreiro, 2001).
De hecho, ¿cuántas cosas no se hacen hoy en arqueología sin necesidad de la
investigación? Esta puede ser una rémora que entorpezca las urgencias del
trabajo. Apelar a la investigación a ultranza no parece el mejor modo de re-
solver los problemas prácticos que generalmente motivan hoy en día los pro-
yectos arqueológicos. Imaginemos la eficacia de la medicina si toda ella fue-
ra puramente investigación, si el tratamiento de cada dolencia hubiera que
encararlo como un problema de investigación. Si para resolver un mal hu-
biera que esperar a que se escribiera la oportuna tesis o artículo, los pacien-
tes se morirían.
Pero la investigación no se acaba aquí. La arqueología pública necesita
investigación aplicada, pues requiere desarrollar nuevas metodologías de tra-
bajo, concebir mecanismos, pensar conceptos, desarrollar procedimientos y es-
tablecer criterios de intervención oportunos. Las necesidades del patrimonio
demandan cartas de riesgo, evaluaciones de impacto, valoraciones patrimo-
niales, conservación diferencial, rehabilitaciones del patrimonio construido,
proyectos interdisciplinares, etc.; todos esos conceptos no existían hace quin-
ce años. Hemos tenido que inventarlos, diseñarlos, aprenderlos, practicarlos
y validarlos.156 Hay despistados (en el mundo universitario) que todavía por-
fían en que desde la gestión del patrimonio no se investiga. Lo menos que se
les debería exigir por rigor científico es que aclaren de qué investigación es-
tán hablando, porque investigación no es sólo lo que hacen ellos. Frente a los
partidarios de la investigación pura, hace falta iniciar mucha investigación
aplicada en arqueología.
Todo esto transforma y amplía los objetivos de la arqueología; nos impo-
ne: evaluar la significación histórica de los bienes que constituyen el patri-
monio, innovar en metodologías de análisis e intervención y transformar ese
conocimiento en una tecnología para su gestión y uso actual. Todo ello impli-
ca construir, reconstruir y deconstruir la memoria social a través del patri-
monio y desde la arqueología pública. El objetivo no es de poca monta. De-
bería ser motivo suficiente para enterrar desavenencias cicateras y arrimar
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 124
MODELO DE REFERENCIA HISTORIA DEL ARTE Y ANTICUARIOS ANTROPOLOGÍA SOCIAL ANTROPOLOGÍA CULTURAL GESTIÓN DE RECURSOS
METODOLOGÍA EXCAVACIÓN ESTRATIGRÁFICA EXCAVACIÓN EN ÁREA ETNOARQUEOLOGÍA EJ.: EXCAVACIÓN POR UNIDADES
DE CAMPO (WHEELER) ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA ESTRATIGRÁFICAS
(«MÉTODO» HARRIS)
OBJETIVO TIEMPO Y CRONOLOGÍA PROCESO SOCIAL → (HISTORIA) - 1 INTERPRETACIÓN DEL PASADO REVALORIZAR EL PARQ
REESCRITURA DEL PRESENTE COMO RECURSO
ADMINISTRAR
(LOCALIZAR- PROTEGER-
VALORAR-REVALORIZAR)
Página 126
EL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO
CRÍTICA CONSTRUCCIÓN APOGEO DE LA MODERNIDAD CRISIS DEL ORDEN BURGUÉS NEOLIBERALISMO
DE LA MODERNIDAD NUEVO ORDEN INTERNACIONAL CRISIS DE LA MODERNIDAD SOCIEDAD EIDÉTICA,
CONSTITUCIÓN DEL VIRTUAL, DIGITAL
ORDEN BURGUÉS
FIGURA 13. Esquema periódico o estructural (¡depende del gusto del lector!) del campo de la teoría arqueológica. Las diferentes teorías
o paradigmas arqueológicos, tomados globalmente, delimitan el campo sobre el que es posible construir una inteligencia arqueológica.
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 127
2. LOS LÍMITES DE LA
INTERPRETACIÓN.
DEL POSITIVISMO A LA
HERMENÉUTICA: LA SUBJETIVIDAD
EXTRAVIADA
1 OBJETIVIDAD // SUBJETIVIDAD
INTRODUCCIÓN
2 EXPLICACIÓN // INTERPRETACIÓN
3 INTERPRETACIÓN ≡ FENOMENOLOGÍA
1er PASO
INTERPRETACIÓN EN ARQUEOLOGÍA
(1ª GENERACIÓN)
4 ARQUEOLOGÍA CONTEXTUAL
5 INTERPRETACIÓN ≡ HERMENÉUTICA
INTERPRETACIÓN EN ARQUEOLOGÍA
2º PASO
(2ª GENERACIÓN)
6 ARQUEOLOGÍA INTERPRETATIVA
7 POSIBILIDADES DE LA INTERPRETACIÓN
RECAPITULACIÓN
8 LÍMITES DE LA INTERPRETACIÓN
OBJETIVISMO SUBJETIVISMO
FIGURA 16. Comparación de las metodologías objetivistas con las metodologías subjetivistas.
LOS LÍMITES DE LA INTERPRETACIÓN
135
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 136
establecer un campo para las mismas autónomo respecto a las ciencias natu-
rales. El propósito fundamental de esta búsqueda era (y debe seguir siendo),
como es obvio, evitar que la adopción de una perspectiva objetivista condu-
jera a un reduccionismo inevitable dentro de los estudios sociales.
Viendo, entonces, que la diferente naturaleza del objeto de estudio no
permitía realizar comprobaciones objetivas y alcanzar explicaciones como
las de las ciencias naturales, la alternativa para las ciencias sociales era aspi-
rar a producir interpretaciones.
Esto es así porque las metodologías y teorías objetivistas son fructíferas
en el caso de la observación y estudio de la naturaleza y del mundo físico, ya
que este no tiene un sentido en sí mismo que permanezca oculto debajo de
la apariencia de los hechos reales. De este modo, el sujeto que interpreta (es-
tudia) se sienta ante un mundo desprovisto de significado (y, sobre todo, de
significado intencional arbitrario, como después veremos) y su única misión
es lograr que su comprensión reproduzca el mundo observado. Diremos, por
lo tanto, que su único problema es buscar un modelo de representación de la
realidad que sea lo más real posible.
Pero estas alternativas teórico-metodológicas fracasan ante los objetos de
estudio de las ciencias sociales porque aquí el proceso de interpretación no es
ni sencillo ni directo: es un auténtico proceso de interpretación que raya la
subjetividad y no, en cambio, un proceso de explicación objetiva. En este otro
caso, el sujeto que estudia se sitúa ante un mundo construido por la acumula-
ción de significaciones e insignificancias intencionales o inintencionadas pro-
ducidas por otros sujetos que, como él, crearon su historia, su mundo, su reali-
dad, al situarse también ellos frente al mundo. Y así se podría seguir la cadena
ad aeternum. En este caso, la representación no podrá ser nunca directa y el
modelo producido no representará tampoco la totalidad de lo representable.
OBJETIVISMO PROBLEMAS
NUEVA ARQUEOLOGÍA
ARQUEOLOGÍA ARQUEOLOGÍA COMO ARQUEOLOGÍA PROCESUAL
COMO CIENCIA NATURAL DISCIPLINA SOCIAL
( ) ( ) ( ) ( )
FENOMENOLOGÍA ARQUEOLOGÍA
CONTEXTUAL
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3
–1 +1
(EXPLICACIÓN) // (INTERPRETACIÓN) INTELIGIBILIDAD DEL PASADO
( ) ( ) ( ) ( )
2/2/12
HERMENÉUTICA ARQUEOLOGÍA
INTERPRETATIVA
15:52
POSIBILIDADES LIMITACIONES
Página 139
¿IMPOSIBILIDAD
HORIZONTES DE SUBJETIVIDAD
DEL CONOCIMIENTO
DIFERENTE
METASUBJETIVO?
( ) ( )
LOS LÍMITES DE LA INTERPRETACIÓN
FIGURA 17. Las inflexiones teóricas de la arqueología en relación con las epistemologías de las ciencias naturales y las ciencias sociales:
las contradicciones del modelo teórico anterior se intentan resolver en el siguiente. La figura se lee de izquierda, a derecha y en diago-
nal; si se lee desde la columna «Arqueología» hacia la izquierda representa la base epistemológica, características y limitaciones de cada
139
una de las teorías arqueológicas consideradas. En el extremo inferior derecho o punto de llegada se formula el gran problema del cono-
cimiento arqueológico. Esta figura es también un esquema del itinerario que sigue este capítulo.
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 140
3.1.1. La fenomenología
¿Qué se entiende por fenomenología? En palabras de J.C. Bermejo (1989) la
fenomenología desarrolla el intento de acceder mediante la intuición a la
captación de las vivencias y los contenidos de la conciencia. A una escala fi-
losófica, y de acuerdo con la definición de G. Vattimo (1995), el proceder de
la fenomenología se basa «en ir a las cosas mismas». Tal y como se irá des-
cubriendo paulatinamente, este planteamiento representa una forma de ac-
ceso al mundo a través y a partir del sujeto.168
Desde una perspectiva de este estilo, E. Husserl intenta desarrollar su
proyecto lógico-filosófico que, esencialmente, pretende explorar las «leyes
ideales», y no sólo empíricas, en las que brota «todo el complicado aparato de
procesos cognoscitivos», incluyendo también a «las ciencias empíricas». Esta
tarea es «lo que el matemático no puede ni pretende conseguir, y (que) sin
embargo debe ser conseguido» (Husserl, 1985: 209). Así: «Como no es posi-
ble ninguna ciencia sin explicación por los fundamentos, o sea, sin teoría, la
lógica pura abarca del modo más universal las condiciones ideales de la po-
sibilidad de la ciencia en general» (1985: 209, par. 72).
El proyecto y la fundamentación del quehacer fenomenológico en Hus-
serl se pueden describir con el siguiente extracto de su pensamiento:169
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 141
toda teoría en las ciencias empíricas es teoría meramente supuesta. No da una ex-
plicación por principios intelectivamente ciertos, sino sólo intelectivamente pro-
bables. (…) Cosa análoga es aplicable (…) a los hechos que se trata de explicar
teoréticamente. Partimos de ellos; los consideramos como dados; y queremos me-
ramente «explicarlos». Pero al remontarnos a las hipótesis explicativas, tomándo-
las como leyes probables mediante la deducción y la verificación (…), no perma-
necen los hechos mismos completamente inalterados, sino que también ellos se
modifican en el proceso progresivo del conocimiento. Con el incremento de cono-
cimiento que suponen las hipótesis que resultan viables, penetramos cada vez más
profundamente en la «verdadera esencia» del ser real (…). Los hechos nos son
«dados» primitivamente sólo en el sentido de la percepción (…). Y en los juicios
de percepción expresamos lo que intuimos en esta. Tales son en primer término
los «hechos dados» de la ciencia. Pero en el progreso del conocimiento se modifi-
ca el contenido de hechos «reales» que concedemos a los fenómenos de la percep-
ción; las cosas intuitivamente dadas (…) pasan a ser sólo «meros fenómenos»; y
(…) para determinar objetivamente el contenido empírico del conocimiento, ne-
cesitamos un método ajustado al sentido de esta objetividad (…)
De esto debe inferirse que también en la esfera del pensamiento empírico, en
la esfera de las probabilidades, ha de haber elementos y leyes ideales, en los cuales
se funda a priori la posibilidad de la ciencia empírica en general, del conocimien-
to probable de lo real. Esta esfera de leyes puras (…) entra también en la esfera de
la lógica pura (Husserl, 1985: 210-211, par. 72).
)
Acción humana
Observador Intuición
( Sujeto Intención Sentido
Interpretación
adelante Husserl añade que la significación es, ante todo, la intención signi-
ficativa (ib., p. 245). «En lucha contra una concepción muy difundida, hemos
demostrado que la esencia del expresar reside en la intención significativa,
y no en las imaginaciones… que puedan añadirse para cumplimiento de di-
cha expresión» (ib., p. 286).
Ahora bien, así como la intención es lo que constituye la expresión en
cuanto que es lo que la dota de sentido, el acceso a ese sentido se realiza, al
menos en un primer momento, a través de la intuición (ib., p. 265, par. 21).
«En realidad puede decirse, en general, que para llevar a “clara conciencia”
el sentido de una expresión (el contenido de su concepto) hace falta acudir a
una intuición correspondiente, en la cual se aprehende lo que propiamente
“está mentado” en la expresión» (ib., p. 266). El modelo de interpretación
que deriva de estos postulados se representa esquemáticamente en la figu-
ra 18.
Esta forma de interpretar se consagra en Collingwood (1889-1943).
Como él dijo magistralmente en su Idea de la Historia (1952: 213), «cuando
un historiador pregunta “¿Por qué Bruto mató a César?” quiere decir “¿En
qué pensaba Bruto para decidirse a apuñalar a César?”».
De este modo se constituye, creemos, en Husserl el primer atisbo del apa-
rato interpretativo denominado círculo hermenéutico (fig. 19): la intención
de un sujeto actuante genera un sentido a través del cual se materializa una
expresión; la interpretación del sentido de esa expresión se realiza, desde la
perspectiva de otro sujeto observador, construyendo una representación de la
citada expresión que se basa en una percepción intuitiva de la intención del
primer sujeto.
Estas posiciones se amplían en Heidegger (1889-1976).170 Para él la feno-
menología es acceder al interior de las cosas (entes) por intuición, pero te-
niendo en cuenta que sólo un tipo específico de entes (los fenómenos) y sólo
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 143
TOTALIDAD TOTALIDAD
SUJETO OBJETO
CÍRCULO HERMENÉUTICO
FIGURA 19. ¿Cómo se resuelven las interpretaciones? Modelo primitivo de círculo her-
menéutico en la fenomenología clásica. El sujeto que interpreta y el objeto interpre-
tado pertenecen a la misma totalidad. Ello es lo que hace posible la interpretación y
minimiza la subjetividad de la interpretación porque ambos, sujeto y objeto, partici-
parían, en cuanto entes de la misma totalidad, de un mismo modelo de subjetividad.
El sentido es dos cosas al mismo tiempo: la intención que un sujeto anterior puso al
objeto interpretado y la intención que otro sujeto distinto descubre en ese objeto. Am-
bos sentidos están dentro de la misma totalidad. Pero como no son el mismo, el senti-
do interpretado produce un incremento de nuestra conciencia de la totalidad, ya que
añade más sentido al sentido original. Aunque este procedimiento se denomina «círcu-
lo hermenéutico», en realidad es una espiral, ya que cada nueva interpretación ex-
tiende el sentido y, en vez de devolvernos al mismo punto, nos conduce a un término
más rico que el punto de partida, enriquecido por una comprensión ampliada.
Una interpretación jamás es una aprehensión de algo llevada a cabo sin supuesto.
Cuando esa especial concreción de la interpretación que es la exacta exégesis de
textos gusta de apelar a lo que «ahí está», esto que «ahí está» inmediatamente no
es nada más que la comprensible de suyo, la no discutida opinión previa del intér-
prete, que interviene necesariamente en todo conato de interpretación como lo
«puesto» ya con la interpretación en cuanto tal, es decir, lo dado previamente en
el «tener», «ver» y «concebir» «previos» (ib., p. 169).
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 144
Ahora bien, creer en esa unidad siempre implica recuperar una misma
razón, un mismo sujeto y, a la postre, una teleología. Planteado de este modo,
la disyuntiva epistemológica de las ciencias sociales sería adoptar una meto-
dología subjetivista que no se base en ninguna subjetividad o que, al menos, no
recupere el principio de subjetividad tradicional. Tendría que basarse, por lo
tanto, en una subjetividad que tomase conciencia de sí para, desde ella, po-
der examinar otras subjetividades distintas.
En este sentido, la arqueología tiene tres problemas. El primero es arti-
cularse, al menos hasta cierto punto, como disciplina interpretativa. El se-
gundo es hacerlo de un modo que recoja la consecuencia anterior. Y el ter-
cero, curiosa ironía, es desembarazarse de una alternativa que, habiendo
querido a través del postprocesualismo realizar los dos desplazamientos an-
teriores, ha finalmente provocado una reificación dentro de nuestra discipli-
na, en plenos años noventa, de los problemas que antes se presentaron en
otras ciencias sociales, noventa años antes. Continuaremos nuestro itinerario
revisando, ante todo, este último punto: la situación de la interpretación en
la arqueología postprocesual.
Intuición Re-vivir
(( Acción humana pretérita
Individuo
Agente ) Intención Sentido )
ARQUEOLOGÍA Descubrir CONTEXTO ARQUEOLÓGICO
INTERPRETACIÓN ARQUEOLÓGICA
dad que no esté exclusivamente mediado por el sujeto. Otro rasgo notable
que comparten diferentes autores es, en contra del excesivo idealismo que
destilaba la obra de Husserl, partir de posiciones materialistas, tanto históri-
cas como dialécticas. Nos detendremos a continuación en Merleau-Ponty,
Gadamer, esencialmente, y en P. Ricoeur.
La labor de esta segunda generación hermenéutica tuvo su impacto en la
arqueología. De hecho, su efecto ha sido importante gracias a la mayor soli-
dez de las formulaciones realizadas a su amparo si se comparan con las pro-
puestas por I. Hodder y por la primera generación del postprocesualismo. En
el pasado inmediato se ha fortalecido la alternativa de una Interpretive Ar-
chaeology fundada sobre ese pensamiento; y creemos que su efecto todavía
seguirá creciendo.
Podemos partir de Merleau-Ponty (1908-1961)184 y su materialización del
sujeto. Merleau-Ponty defiende una transformación de la fenomenología de
Husserl que pretende «colocar las esencias en la existencia para comprender
al hombre y al mundo a partir de su facticidad» (1984: 369). Su proyecto,
que «trata de describir y no de explicar o analizar», se basa en que «el hom-
bre es un ser en el mundo, y es en el mundo donde se le conoce» (ib.).
La clave de su fenomenología reside en tres transformaciones o trasla-
ciones importantes. La primera es la noción de mundo, que sustituye al ser
como origen y fundamento de toda significación o racionalidad. La segunda
es la interpretación del sujeto como cuerpo y la consiguiente reivindicación
de este como horizonte de inteligibilidad sobre la existencia. Sobre la base
de la corporeidad del sujeto se establece precisamente la identidad entre el
sujeto y el mundo.
El tercer desplazamiento importante consiste en situar el sentido y la sig-
nificación en el mundo, y no en la conciencia del sujeto. El acceso al sentido
sería posible, precisamente, por la identidad anterior entre el sujeto como
cuerpo y el mundo al que este pertenece. Se intenta desarrollar de este modo
una fenomenología materialista, donde las condiciones de posibilidad de la
interpretación vienen dadas no por la identidad ideal entre sujeto intérpre-
te y sujeto original, sino por la correspondencia material entre ambas cir-
cunstancias.
En esta misma línea, tendente a relativizar el papel del sujeto dentro de
la práctica hermenéutica, se sitúan las posiciones de la teoría crítica de la Es-
cuela de Frankfurt y de Gadamer. En un sentido descriptivo, y un tanto iró-
nico, se podría decir respecto a la primera que, de un modo simétrico y
opuesto al de la arqueología postprocesual, algunos parecen matar la razón
universal para quedarse en cambio con el sujeto (lo que a la postre implica
mantener también a aquella), el grupo de Frankfurt pretende ahora matar
al sujeto para quedarse en cambio con la razón (en Adorno, 1975: 185, se
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 158
Este acto de apropiación no reduce la objetividad del texto a la subjetividad del in-
dividuo, porque la apropiación no tiene nada que ver con la comprensión empaté-
tica de las intenciones de un agente o con el proceso de identificación con otra vida
psíquica. Apropiarse es expandir el sentido del yo de uno, la conciencia de uno, a
través de la comprensión e incorporación de mundos previamente desconocidos,
alienos o distantes (Ricoeur, 1981: 192).
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 161
la noción de Heidegger del lenguaje como casa del ser, la lengua contiene al
pensamiento y la racionalización.189
Estar (ser) en un mismo horizonte lingüístico es lo que hace que, intuiti-
vamente, los sujetos puedan producir conocimiento válido e incluso cierto.
Ahora bien, la identidad de horizonte lingüístico admite temporalidades dis-
tintas. Se puede estar dentro de la misma lengua en un mismo momento.
Pero también se pueden estar en momentos distintos dentro de una misma
lengua (p. ej., al leer hoy el Quijote). Es aun posible estar dentro de una len-
gua extinta, pero cuya sintaxis, semántica e incluso tópicos o figuras litera-
rias conocemos bien (p. ej., latín y griego). Y finalmente es incluso factible
aproximarse a una lengua muerta conocida de forma fragmentaria y abs-
tracta (p. ej., el indoeuropeo).
En todos esos casos es posible, e incluso relativamente fácil, la interpre-
tación. Aunque esta se complica según transita de la primera posición a la
última. La literatura histórica es un buen ejemplo de la posibilidad de ana-
lizar contextos del segundo tipo, trabajos a lo Detienne (1980) del tercer
caso, y estudios a lo Dumézil del cuarto. Pero en todos los casos la herme-
néutica se limita a un mismo horizonte lingüístico. La coparticipación de
ese horizonte por parte de los sujetos lingüísticos crea la intersubjetividad,
un nivel común de comprensión sobre el que es posible realizar interpreta-
ciones pragmáticas de la subjetividad del otro y construir una razón prác-
tica.
Otros problemas son de menor índole y de carácter metodológico-prácti-
co. Como dice Eco (1990), es falso que la interpretación no deba responder a
ningún criterio, que la práctica interpretativa no conozca límites: los límites
de la interpretación vienen dados por los derechos del texto (que también los
tiene). Por otra parte la interpretación no se puede limitar a las cosas inten-
cionales. También hay cosas no intencionales, e incluso aunque la acción hu-
mana sea siempre intencional, tanto ella como sus resultados son también
arbitrarios. El conocimiento arqueológico en concreto necesita imperativa-
mente interpretar lo no intencional, pues cosas como los ecofactos aportan
información básica para nuestras reconstrucciones.
Como dice Eco, un texto es una máquina concebida para suscitar inter-
pretaciones (Eco, 1990). La pluralidad de sentidos, por lo tanto, no significa
equivocación o indeterminación, sino que está implícita en la propia con-
cepción (e intención no intencional) del texto. Simultáneamente, esta plu-
ralidad es limitada por el hecho de que el sentido de un texto se construye a
través de la conjunción del autor, que pone las palabras, del lector, que esta-
blece su propio sentido, y de la propia obra, que expresa su autonomía (Eco,
1990); es decir, la interpretación es una síntesis entre la intentio autoris, in-
tentio lectoris e intentio operis (Eco, 1992).
Por otra parte, la práctica interpretativa y la misma pluralidad de inter-
pretaciones no constituyen un proceso sin fin; la máquina interpretativa no
es una máquina de movimiento continuo, pues si así fuera la producción de
sentido en la práctica interpretativa se convertiría en generación de sinsen-
tido. La hermenéutica es un círculo. En afortunada expresión de Giddens (n.
1938), sus giros constituyen en realidad una doble hermenéutica o, incluso,
una encadenación de hermenéuticas (1984: 284 y ss.). Esto quiere decir que
la ciencia social necesita de forma lógica que se dé una intersección entre
dos marcos de significación: el mundo social lleno de sentido derivado de los
actores que en él actuaron y los metalenguajes desarrollados por las ciencias
sociales para dar cuenta de ese sentido.
Sin embargo, el número de eslabones de la cadena y de vueltas que da
el círculo está determinado por el número de instancias subjetivas que in-
tervienen en el proceso interpretativo. Eso puede hacer, con todo, el núme-
ro muy amplio. Pero es en todo caso un número finito, limitable y mensu-
rable. La multivocalidad siempre tiene límites lógicos.
Así, mientras las ciencias naturales implican una hermenéutica sencilla,
las ciencias sociales suponen una doble hermenéutica (fig. 21). Y, como se-
ñalan Shanks y Tilley (1987a) completando a Giddens, la antropología im-
plica una triple hermenéutica que se vuelve cuádruple en el caso de la ar-
queología prehistórica.
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 164
TOTALIDAD
SENTIDO SENTIDO
[i]
HERMENÉUTICA DOBLE
DE LAS CIENCIAS SOCIALES
FIGURA 21. ¿Cómo se resuelve la interpretación en las ciencias sociales? El modelo del
doble círculo hermenéutico o doble hermenéutica de las ciencias sociales. El investi-
gador, que pertenece a la misma totalidad social que los problemas que investiga, pro-
duce un sentido a través de la interpretación de un fenómeno dotado en sí mismo de
sentido por los actores que lo produjeron. El objeto de estudio es de naturaleza y ori-
gen subjetivo: puede incluso ser un sujeto anterior. La hermenéutica social es, por lo
tanto, de naturaleza dialéctica, pues presupone un diálogo entre dos sentidos, el origi-
nal y el reconstruido por el investigador. Este hecho a menudo se olvida.
geneización teorética del presente. Pero ¿cómo podremos integrar tales aspi-
raciones científicas sobre un pasado objetivo dentro de una arqueología no-
positivista?» (ib., p. 10).
La respuesta (el método) lo otorga según él la hermenéutica. Este méto-
do hermenéutico se concretaría en los siguientes puntos y rasgos:
FIGURA 22. ¿Cómo se resuelve la interpretación en la antropología y arqueología? El modelo de la encadenación de hermenéuticas. La
interpretación antropológica encadena tres hermenéuticas sucesivas: las dos propias de la ciencia social (fig. 21), ya que establece una
relación entre el sentido que construiría un antropólogo y el sentido construido por los agentes del fenómeno interpretado; a ellas se
añade una triple hermenéutica, porque ese fenómeno pertenece a la otredad, a un contexto cultural (social, racional, lingüístico) dife-
rente al nuestro. La arqueología, en realidad, encadena cuatro hermenéuticas, pues a las anteriores se añade una tercera, consecuencia
del desplazamiento que la interpretación tiene que hacer para retrotraerse al pasado y a un contexto que no se puede observar y que es
LOS LÍMITES DE LA INTERPRETACIÓN
REALIDAD
TOTALIDAD
(comprendida intuitivamente)
Intuición
Comprensión Descripción
Interacción
SENTIDO dialéctica CARACTERÍSTICAS
* Incluso aunque el fenómeno proceda de otra realidad (es el caso del registro ar-
queológico), está incorporado a la nuestra; existe como parte de la misma, como objeto y
como problema. Y si no lo está, lo incorporamos por el mero hecho de interpretarlo; lo
hacemos parte de nuestro propio sistema.
REALIDAD:
RELACIONES
INTERPERSONALES
TOTALIDAD:
VIDA COTIDIANA
3º 1º
INTERPRETACIÓN: FENÓMENO CONSIDERADO:
le duelen las muelas individuo determinado
4º 2º
SENTIDO: CARACTERÍSTICAS:
está de mala uva, tiene la mejilla hinchada
mejor no alterarlo más
Un ejemplo:
Supongamos que me cruzo con un individuo al que noto de mala uva y con una leve
hinchazón en la mejilla; interpreto que tiene dolor de muelas; sus actos (y su irritabilidad)
adquieren sentido a la vista de esta conciencia ampliada que tengo de él; mi relación con
él se basará en este conocimiento añadido y así actuaré mejor ante él; supongamos que le
quiero vender una alfombra: seguramente, desistiré de mi empeño o modificaré mi es-
trategia. Es posible que no le duelan las muelas; a lo mejor le dieron una torta o incluso no
le pasa nada. Sin embargo, mi interpretación, aunque errónea, me ha sido útil. Esto es un
atributo importante de las interpretaciones: su validez no depende de su corresponden-
cia con el fenómeno interpretado, sino con la totalidad, es decir, depende de su utilidad
para hacer las cosas mejor dentro del contexto al que pertenecen el intérprete, lo inter-
pretado y la interpretación. El problema de esto es que, amparados en ello, puede con-
ducir a una autonomía total de la interpretación respecto a la realidad y al subjetivismo
puro (creer que todo lo que pienso es bueno porque me resulta útil). Por eso hay que ser
muy comedido en la interpretación.
REALIDAD:
MEGALITISMO:
1ª ARQUITECTURA MONUMENTAL
3º 1º
INTERPRETACIÓN: FENÓMENO CONSIDERADO:
modelo espacial que contrapone arquitectura de los
lo artificial a lo silvestre causewayed camps
4º 2º
SENTIDO: CARACTERÍSTICAS:
es una metáfora espacio circular cerrado al exterior
de la domesticación visibilidad limitada al exterior
evidencia de ceremonialidad
Un ejemplo arqueológico:
Los causewayed camps (recintos ceremoniales del neolítico británico, Oswald et al.,
2001) son construcciones circulares rodeadas de fosos y rampas de tierra; no son
defensivas ni habitacionales ni funerarias; en cambio, existen indicios de que se
utilizaban como centros de agregación social en los que se realizaban periódicamente
ceremonias que implicaban el sacrificio y consumo de carne de animales domésticos,
cuyos cuerpos se entierran-arrojan en los fosos que rodean los recintos. Los recintos
están cerrados y aislados visual y físicamente del exterior. Podemos interpretar que este
modelo espacial pretende establecer una contraposición entre lo artificial (interior) y lo
silvestre (exterior). A partir de ahí, y tomando en consideración el contexto neolítico y la
significación de la primera arquitectura monumental a la que pertenecen los c.c., interpre-
tamos que estos son dispositivos materiales que funcionan como «metáfora» de la
domesticación incipiente: la actividad humana se encierra en círculos domesticados que
ocupan un paisaje que es, en su mayor parte, todavía silvestre.
Una observación final: habiendo llegado hasta aquí, sabemos ahora que en realidad los
ejemplos de la figura 7 no son hipótesis positivas, sino interpretaciones; cada vez que no
partimos de leyes ni principios «científicos» (objetivos, universales, absolutos), formula-
mos interpretaciones que pueden ser más o menos objetivas según estén más o menos
próximas a la realidad propia del fenómeno interpretado. Pero podemos tratar esas
hipótesis interpretativas a través del método hipotético-deductivo; este (al igual que el
positivismo lógico) nos sirve entonces como gimnasia y disciplina para gestionar
nuestros procesos de conocimiento. El problema con los conceptos y procedimientos no
es utilizarlos, sino sustantivizarlos.
Formulaciones positivas:
1. El rechazo al idealismo.
2. Una base materialista y sociológica.
3. El reconocimiento de la distancia objetividad/subjetividad: es una
distancia positiva y constituye un alejamiento significativo.
4. La construcción de una subjetividad o individualidad social: no hay
reduccionismo individualista, sino enmarcamiento social.
5. Orientada hacia un práctica crítica que, para ser coherente, debe tener
la finalidad radical de cuestionar la totalidad, empezando por su propia va-
lidez.
Formulaciones negativas:
de darle la razón, con su tensión por ofrecer una alternativa a esta alternati-
va insuficiente y, sin embargo, dudar de la viabilidad, posibilidad o legiti-
midad del método argüido, y entrando así en este encadenamiento perpetuo
de lo que nos gustaría y no somos capaces, señala, tal vez, la única práctica
arqueológica que hoy es posible y representa, en cualquier caso, la lección, li-
mitada, modesta y autodisolutiva que hoy un investigador social puede
transmitir. Aunque tal vez esta sea la única certeza, tenemos la obligación de
seguir la pesquisa para transitar de la crítica a la construcción. Aunque no
sea más que por cumplir con el epitafio esculpido en la tumba de Marx.
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 176
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 177
3. LAS ALTERNATIVAS DE LA
INTERPRETACIÓN. ENTRE
OBJETIVISMO Y SUBJETIVIDAD: LA
SUBJETIVIDAD CONTRASTADA
cisar que si hasta ahora no hemos tenido afán dogmático o unilateralista al-
guno, menos en lo que resta. Los capítulos 4 y 5 esbozan una teoría y meto-
dología que creemos relevantes para la práctica arqueológica; pero no cree-
mos que sean las únicas posibles. Nosotros mismos, en otras circunstancias o
con otras intenciones, habríamos elegido propuestas diferentes.
vés de una cierta noción de registro. Es diferente decir que una investigación
depende de los datos que moviliza o decir que depende del registro del que
se sirve.
Esto nos lleva a una quinta razón, que es de carácter práctico o incluso
instrumental. Pues si la constitución y ulterior interpretación de un corpus
de datos depende del tipo de registro en el que se integran, la definición de
la metodología para alcanzar ese conocimiento debe reunir los dispositivos
oportunos para gestionar ese registro.
Procede, por lo tanto, debatir el concepto de registro arqueológico y acla-
rar qué connotación especial adopta la evidencia arqueológica cuando es
conceptualizada como «registro». Haremos esto huyendo de la discusión de
definiciones parciales y abordaremos en cambio las distintas formas de en-
tender la constitución del registro arqueológico y de valorar la inteligibili-
dad del mismo.200 O dicho de otro modo: cómo se forma ese registro y qué se
representa a través de él. Estas dos preguntas abarcan un repertorio mayor de
cuestiones sobre la amplitud y características del registro arqueológico. Po-
dríamos enumerar las siguientes:
PASADO PRESENTE
Acción humana
pretérita
Documentos
Preservación
Monumentos
Vinculación
directa
Reconstrucción
arqueológica
PASADO PRESENTE
Procesos
deposicionales
Procesos postdeposicionales
Vinculación directa
Relación directa Proceso de
investigación
Conocimiento
arqueológico
PASADO PRESENTE
Deposición
Procesos postdeposicionales
Valores actuales
ARQUEOLOGÍA
CRÍTICA
Relación indirecta Lectura
Narración
Relación indirecta arqueológica
PASADO ACTUALIDAD
{
Acción social
Paisaje
{
SER SOCIAL PRÁCTICAS SOCIALES RESULTADOS Efectos
Cultura
material
Productos
ESPACIO
VISIBILIDAD
INTERPRETACIÓN OBSERVACIÓN
FIGURA 27. ¿Qué representa el registro arqueológico? Relaciones entre la acción social
original y sus resultados, entre el registro arqueológico y su observación. El esquema
implica que el registro arqueológico es, de partida, un registro arqueo-lógico que pos-
teriormente es afectado por otros procesos y circunstancias que se organizan en la fi-
gura 28.
ba sobre todo extraer de ahí las consecuencias pertinentes para diseñar una
teoría práctica capaz de construir inteligencia arqueológica. Esa inteligencia
se basa en la comprensión y estudio del registro arqueológico. Tras esta dis-
cusión, es evidente que dicho registro sólo se puede entender en la medida
en que se controlen sus condiciones de formación y sus posibilidades de re-
presentatividad. Para ello la práctica arqueológica debe reconocer la in-
fluencia sobre el registro arqueológico de circunstancias que sólo se podrán
elucidar en la medida en que la teoría arqueológica se dote de las instancias
metodológicas adecuadas.
Podemos delimitar ahora el registro arqueológico aproximando dos defi-
niciones de diferente carácter. En un sentido práctico este es el conjunto de
productos y efectos de la acción social pretérita que restan después de la ac-
tividad de los procesos postdeposicionales y que resultan accesibles al ar-
queólogo a través de una operación de recuperación realizada dentro de un
contexto social y disciplinar concreto. En un sentido teórico, es un conjunto
de elementos formales configurados por orientaciones específicas del con-
texto socio-cultural hacia la realidad circundante, es decir: un conjunto de
entidades formales que objetivan al ser social original.
Así pues, en la formación del registro arqueológico intervienen diferen-
tes instancias (fig. 28): pretéritas (la formación social original y las que, pos-
teriormente, han reutilizado y revalorizado el registro), ambientales (los
procesos postdeposicionales naturales) y actuales (el complejo socioinstitu-
cional en el que se significa y valoriza el registro). Esto implica que cual-
quier programa de investigación arqueológica precisa:
REGISTRO ARQUEOLÓGICO
FIGURA 28. Modelo de formación del registro arqueológico propuesto en este texto.
Este modelo no sólo predetermina la representatividad del registro arqueológico, sus
condiciones de análisis e interpretación, sino que también establece los contornos de
la arqueología como disciplina. El cuadro de la figura 27 entra aquí a través de la re-
ferencia a la «acción social» pretérita u original (esquina superior izquierda).
De este modo, vemos que la arqueología necesita: una teoría social, que
de cuenta de los puntos 1-3 anteriores, una teoría física, que tratea la «física
del registro», en concreto los puntos 4-5 (y parcialmente 3), y una teoría crí-
tica, que, examinando las dimensiones contextuales y predeterminadas por
la propia práctica y el sistema de saber-poder en la que toma cuerpo, revise
los puntos 6 y 7.
DOCUMENTO RECURSO
FIGURA 29. Matriz que representa la ontología del patrimonio arqueológico; este se
disuelve en tres dimensiones distintas y complementarias: es documento del pasado,
objeto en el presente y recurso para la actualidad y el futuro.
planos de realidad: por un lado, posee una realidad dual, ya que es registro
pasado y bien presente, documento sobre las sociedades históricas pero tam-
bién recurso para las sociedades actuales;208 y por otro, posee una realidad bi-
dimensional, ya que es al tiempo entidad física y valor intelectual, cosa y
concepto, objeto y representación.
Estos dos planos de definición constituyen en realidad una matriz com-
pleja pues, como objeto, el patrimonio es pretérito y actual (fue pasado y es
presente), y, como representación, tuvo un sentido original y adquiere otro
ahora (fig. 29).
Por lo tanto, considerar la relación genealógica entre patrimonio y regis-
tro arqueológico añade otro interés fundamental: permite resaltar el carác-
ter histórico de los bienes que integran el patrimonio arqueológico, y recor-
dar así que el proceso de gestión de ese patrimonio deberá siempre basarse
en una comprensión de su significación histórica, que también podemos lla-
mar original. No puede haber gestión del patrimonio arqueológico sin reco-
nocer el carácter indefectiblemente multidimensional de ese patrimonio, sin
disponer de un modelo del proceso de formación y representatividad del re-
gistro arqueológico que alimenta ese patrimonio. No hay gestión sin inteli-
gencia.209
De aquí se derivan importantes implicaciones para concebir y practicar
la interpretación del patrimonio y volver así a la temática principal de este
capítulo. Nos tenemos que preguntar, por ejemplo: ¿qué sentido tiene que
producir la interpretación: el original o el actual?, ¿cuál de sus dos dimen-
siones hay que priorizar: su valor como registro histórico o su utilidad pre-
sente? El conflicto se podría resolver, de una forma ideal, utilizando la ma-
triz anterior: para significar el Patrimonio como recurso en el presente, es
necesario gestionarlo como objeto actual, reconocerlo como entidad del pa-
sado y descubrir su sentido pretérito.
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 195
3.1. Problemas
Como hemos visto, durante los últimos años se ha desmoronado el dogma
positivo-funcionalista. Paralelamente se ha generalizado la discusión sobre
la función de la interpretación para la valoración y revalorización del regis-
tro arqueológico.211 Pese a todo, la arqueología neoempirista y una renovada
Nueva Arqueología (con sus orientaciones cognitivas), que dominan todavía
la mayor parte del territorio de la disciplina (en Estados Unidos, Europa me-
diterránea y del este, Latinoamérica y Asia), niegan el carácter hermenéuti-
co de nuestras prácticas. Pero el registro arqueológico, la realidad incluso, sólo
se puede interpretar; nuestra relación con las entidades que lo constituyen (el
registro arqueológico, los documentos históricos, los restos del pasado, las
tradiciones populares, las obras artísticas…) sólo puede ser interpretativa. Si
a finales del siglo XIX, Dilthey, Husserl y la fenomenología proponían que
las ciencias del espíritu (a diferencia de las naturales) se debían orientar ha-
cia la interpretación, un siglo después sabemos que las acciones y productos
del espíritu (esto es: el hálito que el ser humano extiende sobre el mundo al
pensarlo y hablarlo, al aplicar sobre él un cierto patrón de racionalidad) sólo
pueden ser representados mediante una operación intelectual que involucra
comprender e interpretar.
Sin embargo, la interpretación todavía es un problema: ¿qué es interpre-
tar el registro arqueológico?, ¿cómo, cuándo y para qué se interpreta?, ¿quién
interpreta?, y sobre todo ¿cómo podemos discriminar entre todas las interpre-
taciones posibles?
Ante este problema caben en primer lugar dos opciones (fig. 30): una in-
novadora y postpositivista (mejor que posmoderna, que ejemplifica en parte
la arqueología posprocesual) que postula que la interpretación impregna to-
das las prácticas relacionadas con el registro arqueológico, desde su estudio
hasta su difusión y uso; y otra tradicional y tardopositivista (que en gran me-
dida sigue siendo el paradigma dominante dentro de las disciplinas históri-
cas) que admite de forma implícita que el estudio del registro arqueológico
es científico y pertenecería, por lo tanto, al dominio de la explicación, mien-
tras que el acceso del público a ese patrimonio es una operación subjetiva y
pertenece al dominio de la interpretación.212
Lógicamente lo que interesa a este texto es abandonar, por estéril, la se-
gunda línea y ahondar en cambio en la primera evitando los excesos de la al-
ternativa fenomenológico-idealista, lo que nos lleva a profundizar en el aná-
lisis de las condiciones, límites y posibilidades de la interpretación, así como
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 199
POSITIVISMO POSTPOSITIVISMO
lo fueron. Por qué fue así tiene mucho que ver con la historia social de estos
años, con las transformaciones del poder y el saber en la modernidad tardía
y con el énfasis en el individuo para construir lo social. Pero lo cierto es que
se estancó la reflexión teórica sobre la interpretación. Y, en cambio, se han
generalizado las prácticas hermenéuticas hasta el punto de conducir como
subproducto a una vulgar sacralización de la opinión.
3.2.1. Fundamentos
Analizaremos las condiciones, límites y posibilidades de la interpretación.
Argüiremos que debemos controlar la interpretación: en vez de estimular
una espiral interpretativa libre y sin fin, necesitamos contextualizar la in-
terpretación.
Para fundamentar el debate sobre la interpretación arqueológica es ne-
cesario partir de dos reflexiones teóricas derivadas de la crítica filosófica de
la modernidad.214 Es posible que parezca excesivamente abstracto, pero esas
reflexiones constituyen en realidad principios de acción práctica. Podemos
formular estos principios en términos de dilemas, así llamaremos a uno el
dilema del presente y al otro el dilema de la razón (entendiendo «razón» en
sentido hegeliano: la conciencia que de sí mismo toma un espíritu absoluto
y que constituye el patrón de racionalidad que guiaría el acontecer fenomé-
nico de una época).
¿Qué tiene todo esto que ver con la arqueología? Mucho, si es que resulta
que no hay registro aqueológico sin interpretación y que este en su totalidad,
no sólo en la relación del público con él, sino en su misma producción y re-
presentación, es pura práctica interpretativa.
En el caso que nos ocupa, los dilemas anteriores adoptan la siguiente
morfología: el conocimiento arqueológico se constituye mediante interpre-
taciones; estas son, en mayor o menor medida, de origen y naturaleza subje-
tiva; por lo tanto, son coyunturales y contingentes; por lo tanto, no permiten
actuar de forma positiva; por lo tanto, ¿es una forma de liberalismo herme-
néutico («libertad de interpretación, libertad de consumo») la única alterna-
tiva práctica para relacionarse con el registro arqueológico?, ¿tenemos que
aceptar una explosión de subjetividades libres?, ¿tenemos que transigir tam-
bién con la libertad de manipulación que esto implica del patrimonio y, a
través de él, de la prehistoria y la historia?
¿O existe alguna posibilidad de alcanzar una interpretación que controle
el exceso subjetivista y posea capacidad de acción positiva? En ese caso, ¿qué
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 202
en vez de estancarnos en una pulsión hermenéutica sin fin en la que unas in-
terpretaciones simplemente conducen a las siguientes y estas, sin embargo,
no son más válidas que las anteriores, optamos por controlar la interpreta-
ción y producir sentido mediante su objetivación, contextualización y con-
trastación. Esta «inteligencia del sentido» requiere un «método».
ción que otros fenómenos, o que tales objetos responden a una misma es-
tructura formal.
Lo segundo se puede hacer incorporando horizontes de subjetividad dife-
rentes sobre los que contextualizar la interpretación arqueológica y sustitu-
yen a la racionalidad perdida que subyacía a los fenómenos estudiados.223
Aunque el conocimiento arqueológico es tan limitado que comprobar que
algo responde a la misma estructura que otra cosa análoga o aparentemente
distinta supone muchas veces una notable contribución a la inteligencia ar-
queológica, en realidad la debilidad y formalidad de la anterior fase metódi-
ca hacen imperativo pasar a esta segunda fase (cuando se pueda). En ella tra-
ta ahora de producir comprensión, auténtica inteligencia arqueo-lógica. El
significado se introduce no a partir de nuestra subjetividad sola, sino de un
modelo contextual que buenas razones (teóricas y empíricas) o el mero sen-
tido común224 animen a pensar que está justificado aplicar. La crítica que aquí
hemos hecho de la interpretación nos impele a adoptar como referencia in-
terpretativa (como horizonte de inteligibilidad de la interpretación, dijimos
más arriba) un modelo de racionalidad que sea el del contexto original de lo
interpretado o, dada la imposibilidad práctica en arqueología prehistórica de
acceder a este horizonte perdido,225 se aproxime a él, y que funcionará como
instancia subjetiva externa (metasubjetiva) para constituir la interpretación.
Todo lo contrario es descontextualizar la interpretación, manipular el obje-
to original y generar una práctica interpretativa meramente subjetiva.
Lo primero deriva de una aplicación heterodoxa del método y metodolo-
gía estructuralistas. Pero también de un intento de emulación crítica del mé-
todo hipotético-deductivo y de superación reflexiva del método hermenéuti-
co. Del primero se extrae el formato o modelo de organización de nuestra
propuesta: su voluntad metódica y concreta. Del segundo, la proyección ho-
lística y circular: su voluntad interpretativa e inductiva. Lo segundo deriva
directamente de la base epistemológico-teórica que hemos delineado en ca-
pítulos anteriores y, en concreto, de la crítica que nos permitió definir los lí-
mites y posibilidades de la interpretación
El primer procedimiento permite enunciar hipótesis interpretativas y con-
trastar a continuación la validez y congruencia de las mismas, pero no inter-
pretar esas hipótesis. Propiamente hablando constituye (¡sólo!) un método
de gestión de hipótesis que posibilita saber si son lícitas, coherentes, legíti-
mas y verosímiles, entendiendo por ello si se corresponden con la realidad
empírica observable. En todo caso, a partir de él, si la operación de construc-
ción y comprobación de interpretaciones culmina con éxito, se genera en
realidad una interpretación débil; que es débil en el doble sentido de que no
llega muy allá (no lo pretende) ni implica una carga subjetiva fuerte por
parte del intérprete.
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 208
Desarrollo
Veremos ahora con más detenimiento la primera parte del método, el proce-
dimiento para gestionar y contrastar hipótesis de carácter interpretativo. No
sirve, empero, para interpretarlas o conferirles sentido.230 Nuestra propuesta
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 210
1ª Forma común
MCI MCH
3ª
Modelo Genérico Hipotético
Código estructural
4ª
Modelo Genérico Ideal
diferencias / similitudes
5ª
SENTIDO
Patrón de racionalidad
Horizonte de inteligibilidad
(original) (sustitutivo)
cos diferentes al considerado hasta ahora con el fin de compararlos entre sí;
por ejemplo: el análisis comparativo de los tres ámbitos a los que nos veni-
mos refiriendo como ejemplos. Se trata de contrastar la coherencia del mo-
delo anterior considerando en detalle ámbitos distintos de acción social
(otras prácticas y efectos y –si pudiéramos– otros saberes y discursos) para
comprobar si en ellos reaparece el mismo modelo ideal o, en todo caso, trans-
formaciones de este. Si, por limitaciones de la evidencia empírica, no es po-
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 212
ta, con una etapa sintética en la que se construye significación sobre los pro-
cesos históricos.
Sin embargo, este paralelismo es en parte falso o simplista. Pues estas ac-
ciones en realidad se-dan juntas en el proceso de estudio y constituyen ante
todo los planteamientos y herramientas de la estrategia interpretativa que
configuramos a través de esta propuesta metodológica. De todos modos, es lí-
cito entenderlas como cinco etapas sucesivas del análisis que se corresponde-
rían con cada una de las principales fases del mismo y que dan nombre a
cada una de ellas en función del tipo de acción que en ella predomina. De
hecho, la anterior formulación (como toda exposición de un método) es más
rígida de lo que lo que la práctica puede o debe ser. Su rigidez está relacio-
nada con los temas concretos a los que nosotros hemos aplicado esta pro-
puesta, todos ellos de naturaleza «espacial»: la arquitectura prehistórica, los
paisajes arqueológicos y la cerámica.237 García (2000) aporta un ejemplo de
correspondencias interpretativas de este tipo correlacionando fuentes histó-
ricas, arqueológicas y datos indoeuropeos.
Por otra parte, los resultados que se deriven de este análisis podrían ser
clasificados como interpretaciones débiles o fuertes según estén más o me-
nos «pegadas» a la materialidad formal del fenómeno interpretado. Descu-
brir que ese fenómeno posee un principio de orden, y descubrir incluso las
reglas con las que funciona, puede ser una interpretación débil pero con peso
objetivo; comprender el sentido, origen y funcionalidad de ese código, será
casi siempre una interpretación fuerte y, consiguientemente, con mayor con-
sistencia subjetiva.238
4. EJEMPLOS Y RAÍCES
Vamos a poner unos ejemplos rápidos de este método interpretativo. En el
capítulo 6 (figs. 50-52) seleccionaremos problemas de investigación prehis-
tórica (que tratamos allí porque encajan con la argumentación de ese capí-
tulo y porque será esta la que nos permita una interpretación «dura» de esos
ejemplos). Para insistir ahora en la dimensión metodológica, elijo un ejem-
plo heterodoxo, que permite ejemplificar un análisis formal a través del cual
se elucidan regularidades espaciales u organizativas. El ejemplo muestra
cómo se puede dar por verosímil una hipótesis formal basada en el estudio
de un fenómeno particular al descubrir la recurrencia de un prototipo en di-
ferentes fenómenos (fig. 38). La hipótesis interpretativa sería, entonces, le-
gítima y, provisionalmente, cierta.239
El ejemplo procede de un campo «extraarqueológico», analiza las trans-
formaciones de la cultura material en los últimos veinte años haciendo una
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 215
FIGURA 32. La evolución en el diseño de coches en los últimos quince años. La obser-
vación sucesiva de los diferentes diseños de un mismo modelo de automóvil muestra
una transición paulatina de las aristas vivas y ángulos agudos típicos de los ochenta al
redondeo de aristas, las formas redondas y finalmente las formas orgánicas o anima-
lísticas. Obsérvese esta tendencia en la «evolución» del Renault Clio y el WV Golf.
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 216
FIGURA 33. La evolución del Seat Ibiza, el WV Polo y otros coches recientes. Obsér-
vese la misma tendencia en el Ibiza, el Polo y otros coches. El revival (ejemplo del Es-
carabajo) acompaña a la hegemonía final del redondeo. El redondeo se percibe en los
más pequeños detalles, como el «aggiornamento» del que fue objeto el Terrano 2 res-
pecto al primer Terrano que se redujo exteriormente a cambiar (en 1996) los faros
rectangulares por los redondos.
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:52 Página 217
haber ampliado el número de ejemplos, pues casi cualquier objeto que to-
memos (desde las máquinas de fax o de fotografía hasta los inodoros o el di-
seño de interiores) está cruzado por la misma evolución. Hay un ejemplo
supino de la misma, que además evidencia que esa transformación formal
no depende de la función: los dos aviones invisibles de la USAF difieren en
sus formas en la misma proporción en que difieren en años: el F-117 Night-
hawk ensayado en la guerra del Golfo presenta una figura facetada y angu-
losa que se redondea y hace ola en el B-2 Spirit ensayado en la guerra de los
Balcanes. La transformación de una avión de combate termina siendo la
mejor metáfora de la evolución de las formas en la modernidad final, la más
gráfica y sintética, pero también la más pertinente porque testimonia con
sinceridad brutal la plegadura de la sociedad y del saber al poder. (El ar-
quitecto y crítico de la arquitectura L. Fernández-Galiano propuso esta mis-
ma lectura para resumir la arquitectura de los noventa, véase Arquitectura
Viva, n.º 69, 1999.)
Y, sin embargo, ¿qué significa esta transformación formal? Todavía no he-
mos interpretado la hipótesis formal. Podría dar alguna pista continuar la
historia aquende la cronología que los ejemplos cubren. Porque esos ejem-
plos no llegan hasta ahora mismo: las formas hiperonduladas del Guggen-
heim de Bilbao o del Reanult Aventis, que terminan ya en una nueva agu-
dez, quedan fuera. La historia posterior a nuestros ejemplos muestra una
maximización de la tendencia que en el diseño de los años 1998-2001 da lu-
gar a formas orgánicas que se convierten en figuras animalísticas. Las for-
mas de la máquina se aproximan a las del animal. Las series de ciencia fic-
218 LA RAZÓN PERDIDA
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3
2/2/12
15:53
Página 218
FIGURA 34. La Defense en París, ejemplo de la evolución formal de la arquitectura durante los últimos años. La evolución formal
de las figuras anteriores se nota en la evolución de la arquitectura durante el mismo período. Tomamos como ejemplo un conjun-
to privilegiado de arquitectura reciente: el barrio de La Defense en París. El plano muestra los principales edificios con un tejuelo
que indica su fecha de construcción: destaca inmediatamente la tendencia genérica hacia el imperio de lo redondo, sustituyendo
las formas aristoides y agresivas de los edificios de los setenta y ochenta.
MARCHA DEL TIEMPO
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3
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FIGURA 35. Evolución formal de la arquitectura durante los últimos años en La Defense. Montaje fotográfico que muestra las líneas ge-
nerales de la evolución formal de la arquitectura reciente.
219
1955 1969 - 1972 1980 - 1986 1990 piedra
cemento metal
cristal piedra
cristal
cemento articulación
Bloque - colmena de orientación volúmenes curvos
Colectivo vertical y horizontal formas huidizas
Homogéneo
Opaco
1967 - 1973 1982 - 1987 1992
cemento
cristal piedra
Los servicios son subterráneos: metal acero
220 LA RAZÓN PERDIDA
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3
cristal
Ya no se ven calles, hombres, mujeres,
coches y tiendas en ellas.
Tampoco se ven edificios.
Se ve ese edificio como algo dado diferente
al otro, al otro y al otro.
torre individual conjugación de
volúmenes volúmenes
Si quiero ir a un sitio, no busco la calle, diferenciada
singulares
miro mi destino, el edificio es un opaca
Página 220
FIGURA 36. Análisis formal de la evolución de la arquitectura: la evolución del rascacielos en La Defense. Se resume en este diagrama
la evolución del rascacielos en La Defense; al lado de las fechas, se muestra el prototipo esencial para cada época y los principios básicos
del diseño. El paralelismo con la evolución del diseño de automóviles es obvio no sólo en la tendencia formal, sino en la concordancia
cronológica.
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 221
FIGURA 37. Las correspondencias saltan donde menos se espera: las naves intergalác-
ticas en el último tercio del siglo XX. El diseño de las naves espaciales de películas de
ciencia ficción repite el mismo patrón formal elucidado en las figuras anteriores. (Una
muestra de lo mismo la daría comparar las diferentes formas de la Enterprise en las
películas de la serie Startreck, que poco a poco se redondean más.)
ción vuelven a dar ejemplo: si las naves de Babylon V son primero redondas
y, en las últimas temporadas de la serie, orgánicas, la nave de la serie Lexx
es ya un organismo cuasivivo. Pero también la arquitectura: después del pa-
roxismo del Guggenheim todavía estaba por llegar el clímax… en forma de
patata; los proyectos más recientes dibujan edificios que por fuera parecen
tubérculos y por dentro intestinos. Lo orgánico es el nuevo modelo. La mo-
dernidad radical es animal. Cuando los prototipos se conviertan en coches,
dará miedo salir a la calle.
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 222
1ª Forma común
2ª Estructura organizativa
Naves espaciales
3ª
Modelo Genérico Hipotético
Código estructural
4ª
Modelo Genérico Ideal
el diseño de la tardomodernidad
diferencias / similitudes
5ª
SENTIDO
Patrón de racionalidad
Horizonte de inteligibilidad
de la época
FIGURA 38. Esquema del proceso analítico seguido para identificar la regularidad es-
tructural del diseño de la cultura material (mueble, inmueble y móvil) de los últimos
años.
Antes había que ser un genio para llevar al límite las posibilidades del dibu-
jo técnico, los principios del diseño y el proceso de construcción. Encontra-
mos aquí algo que los arqueólogos conocemos bien: la ejecución de nuevas
obras y productos depende de las posibilidades de modificar la cadena tec-
nológico-operativa. Esta representa tanto la complejidad social como el sis-
tema ideacional que esa sociedad tiene.
El Guggenheim-Bilbao vuelve a ser un ejemplo perfecto. Ha sido la pri-
mera arquitectura que no se ha diseñado en la mesa de dibujo. Fue moldea-
da antes de ser dibujada. Sólo tridimensional y escultóricamente se podía
concebir esa complejidad formal. Después se escaneó. Y un programa utili-
zado por la NASA para el diseño de piezas espaciales convirtió esa forma en
planos (véase Arquitectura Viva, n.º 55, 1997). Desde entonces el uso de este
nuevo sistema de diseño se ha generalizado. Lo que esto representa es que
por fin las tecnologías digitales se empiezan a utilizar no para hacer lo mis-
mo más rápido, sino para hacerlo de otra forma y, desde ya, para hacer cosas
distintas. Habrá que ver a dónde nos lleva todo esto porque de momento la
Nueva Economía se ha evaporado ante la crisis de la economía de siempre.
¿O será que la actual crisis de productividad es consecuencia de que los nue-
vos medios digitales sólo han servido hasta ahora para hacer lo mismo, y ha-
cerlo además dos veces? Es la paradoja que refleja el que la informática, que
tenía que terminar con el papel, haya multiplicado su consumo, o que el
Plan Nacional de Investigación demande ahora presentar los proyectos tele-
máticamente y… por correo, como siempre.
Todo esto nos pone sobre la pista del sentido de esas transformaciones. De
algún modo percibimos que tiene que ver con las transformaciones del saber
y el individuo en la modernidad final. Pero ¿por qué cambiar de lo recto a lo
curvo y a lo redondo? El sentido final se nos escapa. Es posible que no haya
sentido. Es posible que sólo metafóricamente podamos dar cuenta de él. A
fin de cuentas es posible que espacios redondos correspondan a tiempos hue-
vones, y nada más. Pero en arqueo-logía estamos obligados a seguir explo-
rando la senda del sentido, siquiera para descubrir que no existe este como
esencia final.
Para finalizar es justo reconocer que nuestro método no constituye nin-
guna invención original. En realidad nuestra propuesta se reduce a ser no
más que una sistematización del método que utiliza la antropología estruc-
tural y que estaba anticipado en las estrategias formalistas. Lo que ocurre es
que generalmente no se explicita. Es más, este método está implícito en el
método comparativo de toda la vida practicado por la mitología, la historia
de las religiones u otras disciplinas. Si algún mérito o resultado positivo pro-
dujo el comparatismo, ello se debió sin duda a que a sus aplicaciones subya-
cía un principio de método (que estaba tanto en el estudioso como en lo es-
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 224
4. LAS POSIBILIDADES DE LA
INTERPRETACIÓN. EN LOS BORDES
DEL ESTRUCTURALISMO: LA
SUBJETIVIDAD CONTEXTUALIZADA
capítulo anterior; son pasos previos para pensar las posibilidades de pre-his-
toriar la racionalidad y estudiarla a través de la arqueo-logía partiendo de
LS (cosa que haremos en el cap. 6). Pero antes de llegar a ese punto, finali-
zaremos en este con unas notas críticas sobre la antropología estructural, que
se proyectan más allá para volver sobre nuestro propio texto (ap. 5), y habre-
mos utilizado en sentido laxo la herencia de la metodología estructural para,
combinada con la tradición formalista, componer el esquema general de una
metodología de estudio de la forma del registro arqueológico (cap. 5). La te-
mática de este capítulo culminará entonces en el capítulo 6, en el que volve-
remos sobre los modelos de pensamiento que descubre la antropología es-
tructural para desplegar desde ellos una propuesta teórica de sistemas o
patrones de racionalidad que permitan hacer inteligible la prehistoria.
1. LÉVI-STRAUSS INACABADO
El pensamiento de Cl. Lévi-Strauss (1908-2009) apenas ha tenido influencia
en la arqueología ni merecido revisiones que lo integrasen a esta disciplina.
Las modas teóricas de los últimos veinticinco años han hecho caso omiso de
su obra, de forma tanto más incomprensible cuanto que los hábitos intelec-
tuales de los ochenta y noventa echaron mano de todo cuanto autor pudiese
ser adquirido en los anaqueles del supermercado cultural para ser utilizado
como sazonador teórico. Aunque no nos pararemos en ello (salvo en algún
caso concreto traído al hilo de la argumentación principal que aquí manten-
dremos), esta elisión se debe entender en parte como efecto de las insufi-
ciencias y autolimitaciones del propio pensamiento levistrausiano, pero en
parte asimismo como secuela de lecturas erróneas, de prejuicios ideológicos,
de vulgar ignorancia y, sobre todo entre los autores anglosajones, de una in-
capacidad de origen funcionalista para comprender un pensamiento racio-
nalista, cuando no de una mera reducción funcionalista de ese pensamiento.
Ha habido excepciones, como Tilley (1990a), pero no han tenido mayor
repercusión. Yo publiqué en 1989 un trabajo que examinaba la influencia de
la antropología levistrausiana para los estudios megalíticos y para el análisis
de la dimensión simbólica de los paisajes sociales.247 Después de él, diferen-
tes trabajos han tratado estos temas y ampliado nuestra comprensión de los
mismos (Bender, 1993; Bradley, 1993; Parker et al., 1994; Thomas, 1991; Ti-
lley, 1994a; y últimamente Bradley, 1998). Sin embargo, lo que se ha olvida-
do en toda esa línea de investigación posterior fueron nuestros planteamien-
tos, explícitamente basados en LS (y adicionalmente en P. Clastres), que
propugnaban que la emergencia de la arquitectura monumental no sólo re-
presentaba la domesticación de la naturaleza y la artificialización del paisa-
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 229
2. RECORDAR A LÉVI-STRAUSS
Siguiendo una propuesta de Gómez (1981) podemos reconocer que en el
pensamiento de Lévi-Strauss254 se articulan y encadenan múltiples niveles
distintos que, en orden sucesivo, serían los siguientes: una ontología estruc-
turalista (que algunos preferirían denominar metafísica por cuanto aquello-
de-lo-que-trata la antropología estructural es para ellos algo indemostrado y
que cae dentro de la especulación), una epistemología estructuralista (que
esos mismos u otros llamarían filosofía), y por fin la teoría, el método y la
metodología estructuralista a los que ya nos referimos más arriba. En prin-
cipio sería posible aceptar por separado estas diferentes aportaciones del es-
tructuralismo levistrausiano, sin vernos forzados por ello a tener que aceptar
su obra en bloque. Lógicamente, la aceptación tiene que ser en orden inver-
so al enunciado y siempre acumulativa: no tiene sentido (cuando menos es
un proceder carente de rigor alguno) aceptar la teoría sin haber aceptado el
método, o aceptar la ontología levistrausiana sin haber aceptado todo lo de-
más; además, aquellos más precavidos o desconfiados podrían simplemente
aceptar la metodología, apropiándose así de una herramienta de análisis de
gran rentabilidad y que es aplicable independientemente del objeto, inten-
ción o teoría del estudio. Sin embargo, cuando se profundiza en la obra de
LS, se percibe que está cruzada por una coherencia profunda entre todos esos
órdenes que lleva, si no a aceptarla en bloque, al menos a reconocer su inte-
gridad y autosignificación.
Para mejor entendernos, podemos decir que a lo largo de los niveles an-
teriores se encadenan las siguientes cuestiones: con qué piensa el ser humano,
pregunta ontológica (ap. 2.1); cómo lo hace, pregunta epistemológica (ap.
2.2); en qué piensa, pregunta teórica (ap. 2.2 de nuevo, completado en 3.2 y
ampliado en cap. 6); cómo se descubre ese pensamiento, pregunta metodoló-
gica (temática que no trataremos en este texto), y cómo se comprueba la ob-
jetividad de nuestro conocimiento del mismo, pregunta metódica (ap. 4). En
lo que resta de este capítulo, nos aproximaremos a estas cuestiones para, al
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 234
tradiciones que aporte una perspectiva más rica. Pero sigo profesando un res-
peto al estructuralismo que algunos encontrarán enternecedor y otros (mu-
chos de mis colegas anglosajones) simplemente desfasado. A fin de cuentas
hoy podemos hablar del estructuralismo desde el postestructuralismo.262 Po-
demos volver a LS porque hemos pasado ya por Foucault, Deleuze, Derri-
da… (y por Habermas, Gadamer, Rorty…) y conocemos los riesgos de uni-
vocidad, generalización, simplificación, dualización extrema y reducción a
la nada del estructuralismo; sabemos que el Deus ex machina se puede susti-
tuir por un Deus ex structura que puede devenir en un Deus est structura.
Razón
CAOS
Clasificación
Naturaleza / cultural Eje paradigmático
Oposición
Dualidad
Eje sintagmático
FIGURA 39. Síntesis dinámica de la antropología estructural de Lévi-Strauss. La genealogía del pensamiento: contexto, pensamiento,
racionalidad y razón: de la teoría estructuralista a su filosofía y metafísica.
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 239
empírica ni es conocida por los actores originales pero está dentro del mun-
do y subyace a los sujetos actuantes. Es teórica, lógica, subyacente, oculta,
abstracta, genérica, metasubjetiva. La estructura funde forma y contenido
(LS, 1979a: 113),269 gramática y léxico (LS, 1979b: 140). «El sentido no está
presupuesto en la estructura, sino que es producido por ella como un efecto
de superficie» (Pardo, 2001: 6).
Un reproche habitual que se hace al estructuralismo es que sus conclu-
siones no se pueden comprobar empíricamente. Es falso. Si yo descubro una
estructura simbólica, puedo hacer conjeturas sobre el valor o función de un
determinado elemento que después el análisis podrá contrastar en la reali-
dad social.270 Replicando a los autores que critican a LS que su tentativa de
descubrir un orden de órdenes, una Ur-estructura, supone una uniformización
de todas las sociedades posibles a una identidad unitaria y una reducción de
las plurales dimensiones de la cultura a meras estructuras (crítica anticipa-
da brillantemente por Eco, 1978: 467),271 LS advierte que la estructura mis-
ma no es inmutable, sino que lo inmutable son sus reglas de transformación
(1973: 301 y 294).272
La función fundamental de las estructuras es organizar el mundo. Me-
diante ellas, la «actividad inconsciente del espíritu» «impone formas a un
contenido» y ordena la realidad; esa actividad inconsciente es de tal modo
que «estas formas son fundamentalmente las mismas para todos los espíri-
tus, antiguos y modernos, primitivos y civilizados» (LS, 1973: 22).273 Esta
identidad es lo que constituye el espíritu humano, noción cuestionada a me-
nudo, pero que simplemente sintetiza la suma de constreñimientos internos
(que no sociales o externos que, aunque también existen, ocupan otra priori-
dad) que regulan la acción humana,274 que agrupa las constricciones que tie-
nen su origen en la estructura del espíritu (LS, 1967: 159).
La noción de pensamiento, por su parte, surge en la obra de LS como una
concreción empírica y/o metodológica (digámoslo así) del espíritu. Téngase
en cuenta que esta noción no se utiliza nunca sola (uso innecesario porque
pare ello LS hablaría de espíritu o estructuras), sino dentro de expresiones
como pensamiento salvaje o mítico y, por oposición a esta, pensamiento do-
mesticado u otras variaciones (véase al respecto LS, 1967: 163-164275 o Sper-
ber, 1985: 70-71),276 o pensamiento estructural como opuesto a pensamiento
serial. Al final, los tres conceptos están en relación de sucesión y comple-
mentariedad sucesiva: el espíritu humano posee una estructura que se mani-
fiesta en el pensamiento (LS, 1968: 23).277
Al hablar de pensamiento estructural, LS utiliza una distinción léxica fa-
cilitada por el francés y que permite clarificar estos conceptos: él habla in-
tencionalmente de pensée structurale y no de pensée structurelle; su obra más
conocida se titula Anthropologie Structurale. Tal y como resaltaron Pouillon
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 241
tiene el ser humano para, frente a un mundo exterior que, antes de la refle-
xión y el pensamiento, se le aparece al ser humano como caótico y confuso,
crear orden. Este orden se produce mediante tres mecanismos o procedi-
mientos fundamentales: la generación de concepciones duales o principio de
combinación binaria; la oposición o capacidad de contraponer dicotomías
convirtiendo a los dos polos de una dualidad en contrarios; y la clasificación,
u ordenación según criterios convencionales de las distintas entidades y va-
lores generadas de este modo.
Estos mecanismos constituyen cualidades lógicas y universales del espí-
ritu humano. Forman parte invariante del ser humano, lo cual quiere decir
que aparecen en todo el género humano independientemente de su contex-
to social e histórico. En realidad, forman parte de la naturaleza humana y
entroncan así al espíritu humano con lo natural.
Estos serían entonces los instrumentos de la razón humana. Pero a su vez
esta puede pensar de dos modos. Puede pensar mediante relaciones metafó-
ricas, analogías y, en definitiva, metáforas; o también mediante relaciones
metonímicas, homologías y, por lo tanto, metonimias. El primer procedi-
miento constituye una solución en la que las relaciones congruentes son
siempre paradigmáticas; es el eje paradigmático. El segundo procedimiento
se articula con base en relaciones sintagmáticas; constituye el eje sintagmá-
tico.
A su vez cada uno de estos dos modos o soluciones puede pensar en cosas
distintas. Encaramos así la pregunta teórica: ¿en qué piensa el espíritu huma-
no? El primer modo piensa mediante una lógica de lo concreto y de las cua-
lidades sensibles, y se orienta a la combinación y alteración de cualidades
concretas; el mejor ejemplo de ello el totemismo que en la reinterpretación
de LS es concebido como un operador lógico, esto es: un sistema lógico por el
cual el pensamiento ordena la sociedad y la naturaleza clasificando y per-
mutando analogías entre ambos órdenes (LS, 1965). El segundo modo, por
su parte, sería un pensamiento caracterizado por la lógica de lo abstracto, en
el que predomina la manipulación de cualidades abstractas (LS, 1964,
1979a). La finalidad de ambos modos de pensar es asimismo distinta, por no
decir divergente. El objetivo del primero es comprender el mundo. La fun-
ción del otro sería en cambio explicar la realidad.
Evidentemente, esta sucesión de oposiciones nos descubre la existencia
de dos tipos de pensamiento distintos. El primero configura el pensamiento
mítico o salvaje, mientras que el segundo constituye el pensamiento cientí-
fico o domesticado. Como dice Sperber (1985: 71), sólo hay un espíritu hu-
mano siempre racional, pero este puede recibir dos adiestramientos distin-
tos configurando así dos modos de racionalización ante el mundo, diferentes
pero alternativos. Sin embargo, uno de los puntos esenciales de la formula-
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 244
3. C OMPLETAR A LÉVI-STRAUSS
De la exposición anterior se derivan varias consecuencias importantes. Para
profundizar en ellas revisaremos ante todo el debate sobre la antropología es-
tructural y la historia (ap. 3.1), y desarrollaremos a continuación el aparato
conceptual de LS para mejor pensar el pensamiento en clave histórica, para
pensarlo de forma contextualizada (ap. 3.2). Este tema antecede al examen
que, para completar la teoría levistrausiana, haremos en otro punto sobre la
relación entre pensamiento e historia, tal y como se puede plantear desde el
propio estructuralismo de LS (cap. 6, ap. 2.1), y que nos conducirá a una pos-
terior aplicación de estos conceptos para contextualizar el pensamiento y ge-
nerar unos modelos de referencia e hipótesis de trabajo para la investigación
prehistórica (cap. 6, ap. 2.2).
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 246
espíritu
razón universal Ur-estructura
mente
racionalidad
cultura
sintaxis
estructuras
patrón de
pensamiento =
formación totalidad subjetividad y
saber
sociocultural social mecanismos
sintaxis + léxico
de intimidación
códigos =
regularidades
ideología = ritual
estrategias
segmentos
y formas de
sociales
intimidación
versiones
acontecimientos
productos individuos como
individuo
culturales resultado
4. UTILIZAR A LÉVI-STRAUSS
Antes de avanzar un paso más en la revisión de LS y pasar de la definición
de un marco teórico-interpretativo para la práctica arqueológica (algo que
no haremos en este capítulo sino en el capítulo 6), tenemos que concretar el
aparato teórico-metodológico que se deriva en general de la antropología es-
tructural levistrausiana y que se puede aplicar a otros dominios de expe-
riencia, incluyendo asimismo la arqueología y la producción de conocimien-
to arqueológico. Con todo, este aparato teórico-metodológico desempeña la
paradójica función de establecer el marco para una arqueología estructural
que, sin embargo, sabemos que es un proyecto imposible, y que por lo tanto es
preferible formular como arqueo-logía.
Esprit Espíritu-razón Mind
Pensée Pensamiento Pensamiento como sintaxis o como gramática Thinking (after Sperber)
Modos de operación mental Pensamiento como proceso
para comprender la realidad: y no como producto (Sperber)
Pensée sauvage Pensamiento salvaje // DOS modelos genéricos de Untamed thinking (Sperber) //
Pensamiento domesticado o científico pensamiento, formas de pensar Domesticated or Scientific thinking
Sinónimo de sistema de saber, Concreción histórica del pensamiento thought System of Knowledge
cultura, episteme, formas simbólicas... Forma de pensamiento El pensamiento como
rac. salvaje // rac. domesticada La racionalidad materializada producto (Sperber)
en una formación sociocultural
Se despliega en racionalidad: Thought: Hunted / Savage or Wild /
2/2/12
FIGURA 41. Clarificación conceptual de conceptos operativos. Conceptos, definiciones y «traducciones» para pensar el pensamiento y su
relación con lo social.
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 253
Los códigos de una misma cultura son compatibles entre sí. Esto consti-
tuye el principio de la compatibilidad estructural entre códigos, una de las
bases del estructuralismo antropológico (Lévi-Strauss, 1968: 237 y ss.) que,
en última instancia, debería permitir que unos se pudiesen estudiar desde
otros y que se basa en el tipo de materialismo al que nos hemos afiliado en
este texto y que simplificaremos un poco más abajo. De hecho, una cultura
podría ser entendida desde esta perspectiva como la relación y el resultado
que une a todos los códigos entre sí. Esto nos conduce a una definición de
Nietzsche que, estando muy próxima de las presentes formulaciones, posee
implicaciones y efectos de gran relevancia para la arqueología, pues se pue-
de definir a una cultura como la unidad de estilo que cruza todas las mani-
festaciones vitales de un pueblo. Es, en realidad, una definición de funda-
mentación hegeliana.
El código es limitado y comprensible como forma de garantizar la inter-
comunicación. De este modo, mientras que el sentido es ilimitado, los códi-
gos culturales son limitados. Si no fuera así, la comunicación no sería posible
dentro de una misma cultura. En este hecho obvio radica la base materialis-
ta que determina no sólo la finitud de los códigos, sino también la existencia
de relaciones de compatibilidad y correspondencia entre ellos (en el mismo
sentido se pronunciaba Sahlins, 1988).297
Estas nociones plantean la necesidad de comprender y reconstruir el con-
texto social original buscando relaciones significativas entre los productos y
acontecimientos de ese contexto cultural con los otros códigos, niveles o es-
calas de esa misma formación social. Esto es lo que determina que la inter-
pretación del sentido en el estructuralismo sea de hecho una operación de
traducción que, en realidad, es una reordenación de elementos de la que
emana por sí mismo el sentido (LS, 1986: 181-182).298
En tercer lugar, la realidad social está constituida por una inflexión entre
lo imaginario o mundo ideacional y lo material o mundo efectivo. Eso mismo
supone, como Godelier descubrió al pronto de su reconversión al estructura-
lismo (cuando, siendo marxista interesado en el estudio de las formaciones
precapitalistas, empezó a estudiar con LS), que a menudo lo imaginario es
condición infraestructural de lo material, ya que las cosas, antes de ser prac-
ticadas, deben ser pensadas (Lévi-Strauss, 1972b y Godelier, 1976).
Siguiendo a Godelier (1976 y 1989), se puede entender la realidad mate-
rial como la suma de condiciones de existencia ajenas al hombre, mientras
que la realidad ideal sería el conjunto de condiciones creadas por el hombre.
Esta noción entronca con el pensamiento del joven Marx en el que la infra-
estructura fue originalmente entendida como el trabajo humano, y la su-
perestructura como el resultado o producto del trabajo (Berger et al., 1986:
20 y ss.). En definitiva, los productos culturales son en realidad el resultado
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 256
X Y Z
nes relevantes que genera, por la capacidad para formular nuevas preguntas
y abrir así nuevas perspectivas. Para evitar riesgos subjetivistas se debe esta-
blecer un sistema que permita diferenciar entre hipótesis lícitas e ilícitas,
evaluar las condiciones que debe cumplir una hipótesis elegante y suminis-
trar, en definitiva, un procedimiento riguroso de gestión de hipótesis lícitas.300
5. La hegemonía de la objetivación, la explicación y la predicción deben
ser sustituidas por el énfasis en la descripción, la interpretación y la valora-
ción previsión.
6. Todo lo real está cruzado por una unidad material fundamental, lo
que implica que entre todos los segmentos de la realidad existen relaciones
de interdeterminación.
7. El trabajo construye lo real, por lo que la realidad es un producto que
como tal se debe estudiar y se puede estudiar, al menos teóricamente, desde
cualquier dimensión formal que adopten los productos sociales.
8. Lo social se explica por referencia a lo social.
9. La realidad está constituida bidimensionalmente por lo material y lo
imaginario, lo que implica que todo lo existente está cruzado por relaciones
significativas, y posibilita que (a veces) lo imaginario sea la condición infra-
estructural de lo real, por lo que también podemos decir que la realidad es
un producto social determinado por relaciones significativas.
10. En el mismo sentido, existen relaciones de compatibilidad entre to-
dos los códigos de una misma cultura, lo que supone que unos se pueden es-
tudiar desde otros.
11. Lo anterior significa que toda formación social posee una determi-
nada forma de pensamiento que integra un patrón de racionalidad y lo que
podemos llamar de subjetividad.
12. De donde se deriva que toda realidad debe ser estudiada, al menos en
ciertos niveles de su análisis, por referencia al modelo de racionalidad que la
posee.
13. Lo que nos impone la responsabilidad de buscar otros modelos de ra-
cionalidad (y, como ciudadanos que ocupamos los contornos insuficientes de
la tardomodernidad, de pensar otros modelos de subjetividad).
14. Ello a su vez implica que, si no disponemos de esos modelos para in-
vestigar arqueológicamente culturas que estuvieron con seguridad ocupadas
por otros modelos de subjetividad, debemos desprendernos al menos de los
nuestros.
caso para bien) esa noción, sigue siendo preciso reconocer la otredad radical
de cualquier formación sociocultural, algo que es básico para comprender la
otredad espacio-temporal implicada en la prehistoria. Hay que relativizar
aún una voluntad de saber evolucionista que hace de nuestra situación ac-
tual el culmen de toda posibilidad. En vez de valorar lo que somos habría
que valorar lo que hemos dejado de ser.
Si pensamos las condiciones de la inteligencia arqueo-lógica, no podemos
sustraernos a revisar (siquiera brevemente) el estatuto del espacio y el tiem-
po en la arqueología. Años atrás (Criado, 1993) propugnamos la necesidad de
olvidarse un poco del segundo para pensar más en el primero. El desplaza-
miento de una hegemonía del tiempo hacia una recuperación del espacio es
útil no sólo para los que nos preocupamos por el estudio del paisaje social,
sino para analizar cualquier tipo de problema histórico (Bermejo, 1994: 139-
153); es necesario dejar de pensar en el tiempo para poder pensar mejor el
pasado. Pero este viraje tiene otras implicaciones. Representa para F. Jame-
son la oscilación entre el orden cultural de la modernidad y el de la postmo-
dernidad. El pensamiento en clave espacial caracteriza al estructuralismo
(desde LS hasta el postestructuralismo)301 tanto como ha caracterizado a una
línea de pensamiento alternativa a la metafísica en la que podemos situar a
Bartolomé de las Casas, Rousseau o Nietzsche. En realidad, caracterizó ya a
la humanidad «salvaje», a aquellas formaciones históricas que eran ajenas a
la teleología del tiempo, la destrucción del espacio o la división social. No
podemos ahora describir la genealogía del concepto moderno de tiempo, ín-
timamente relacionado con el desarrollo del concepto de sujeto y la forma-
ción de la filosofía moderna de la conciencia que fundamenta el sistema de
saber-poder burgués; este, para afirmar al sujeto absoluto, necesitó ensalzar
los valores ideales, el espíritu y el tiempo (dimensión en la que la metafísi-
ca creía poder ver el despliegue del espíritu absoluto), y reprimir en cambio
los instintos, el cuerpo y el espacio (dimensión pegada a lo material y sucio
y, por lo tanto, denostada).302
La pregunta por el tiempo en arqueología tiene auténtica naturaleza ex-
plicativa. Decir cuándo es todavía, a juicio de muchos arqueólogos, decir por
qué. Con ello no sólo se empobrece la investigación arqueológica, sino que se
la convierte en un instrumento acrítico al servicio del sistema de saber mo-
derno. En los usos cotidianos y en el lenguaje coloquial la apelación al tiem-
po, a la cronología y al origen desempeña funciones causales y justificativas.
En el «sentido común» del hombre moderno se ha inscrito la certeza de que
todo puede ser explicado conociendo su origen. Este se define según dos
coordenadas centrales: espacio y tiempo.303 Pero es el origen temporal el que,
a la postre, tiene absoluta prioridad explicativa. Los antecedentes tempora-
les son, para individuos y grupos, uno de los recursos básicos de legitimación.
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 261
mana funciona igual en contextos distintos?), y junto con las profundas im-
plicaciones éticas y estéticas de estos planteamientos (¿quién duda de que la
mente humana funciona siempre igual de bien?), apoya la posibilidad de
aceptar esta propuesta en su conjunto, y muestra la coherencia radical que
cruza sus formulaciones, y que hace que en el fondo sea falaz intentar tomar
a Lévi-Strauss por partes: quedarse con sus procedimientos analíticos y re-
chazar los principios e hipótesis que implican (y de los que derivan) sobre la
razón humana, la organización de la mente, de la cultura, la esencia de la
humanidad misma.
Sin embargo, ¿hemos escapado de los riesgos de la interpretación, de la
conjura del sentido y de las estrategias de la subjetividad?, ¿hemos aportado
una alternativa que tenga más de postestructural que de hermenéutica? Al fi-
nal es posible que no. Volvamos al debate entre el estructuralismo levistrau-
siano y la fenomenología. A fin de cuentas, si se realizara una lectura feno-
menológica del pensamiento de Lévi-Strauss, se concluiría que en el fondo de
su trabajo existe un principio hermenéutico. Si se observa que el estructura-
lismo antropológico postula una homología radical entre el orden natural y
el cultural, que sobre esa homología descansan tanto la posibilidad como los
resultados del análisis estructural, y que las pretensiones científicas del es-
tructuralismo se basan en el hecho (i.e., en la noción) de que las estructuras
del espíritu humano son ya las estructuras de la naturaleza,306 ¿acaso no se
hace claro que el principio fundador del estructuralismo antropológico lo
constituye su inclinación total hacia algo que, en la medida en que está más
allá de toda dicotomización subjeto-objeto, es un remedo del mundo de la
vida de la fenomenología,307 que adquiere prioridad ontológica en lo que a
configuración y, por lo tanto, explicación de la realidad se refiere?308 Se olvi-
da frecuentemente que el pensamiento salvaje está dedicado a Merleau-
Ponty. Pero existió una discusión sorda, y sin embargo positiva, entre feno-
menología y estructuralismo que llevó a este último a superar a aquella y
permitió concluir a Deleuze, hablando de Foucault, que su transformación
más importante fue «convertir en epistemología la fenomenología».309
Si reconocemos entonces que la obra de Lévi-Strauss se basa en definiti-
va en una especie de objetivismo radical que destruye la diferencia sujeto-
objeto en la que se basa toda la empresa del conocimiento moderno y, como
resultado de ello, disuelve la humanidad en la naturaleza, ¿no aceptaremos
asimismo que lo que diferencia (y, sin embargo, aproxima) a este pensa-
miento, tanto de la posición positivista-objetivista como de la fenomenoló-
gico-subjetivista, es el rechazo absoluto a basar esa nueva (postmoderna, di-
ríamos) empresa en una subjetividad fundadora y a recuperarla en cambio a
través de los propios resultados del análisis?
Cuando Lévi-Strauss define su trabajo como un «kantismo sin sujeto
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 263
5. LAS FORMAS DE LA
INTERPRETACIÓN.
VISIBILIDAD Y SENTIDO DEL
REGISTRO ARQUEOLÓGICO
Solo debe ser lo que puede ser, y solo puede ser lo que
se mueve dentro de las condiciones de lo que es.
implica el problema ontológico de siempre: los que vemos y los que vieron
no sólo no existimos los unos para los otros, sino que existimos en contextos
culturales y lingüísticos totalmente ajenos. Pero ¿puede la forma con su peso
matérico y la tiranización que hace de la mirada posterior mostrarnos algo
del orden lingüístico-simbólico anterior?
Si Paul Klee pudo decir que «pintar no es dar cuenta de lo visible, sino
hacer visible lo invisible»,312 los arqueólogos y los estudiosos de la cultura
material podemos extender ese enunciado a cualquier acto de representa-
ción o formalización, a cualquier proceso en el que el ser social se materiali-
ce (véase en ap. 2 la definición de cultura material). P. Prieto define el esti-
lo como la «objetivación del sistema de saber-poder».313 Esta definición
redunda en nuestro argumento actual: las formas, que son el resultado de esa
objetivación, representan en su corporeidad, dimensiones y rasgos a ese sis-
tema. Están más allá de la voluntad o intencionalidad subjetiva del indivi-
duo que las «formalizó». Su visibilidad da forma al poder. Lo invisible que
la formalización hace visible es lo que ya estaba dado en el modo de racio-
nalidad y patrón de subjetividad que configura el sustrato de la realidad
sociocultural.
El principio teórico que subyace a nuestro argumento es que todo lo visi-
ble es simbólico. Lo que se muestra, su cómo, su dónde, su cuándo, connota y
denota sentidos culturales profundos. Este principio no es una universaliza-
ción de la ideología actual de la apariencia y la imagen. Aunque puede tener
en esta (no lo negaré) la fuente de inspiración de esta metáfora visual del re-
gistro arqueológico, este principio se mantiene por derecho propio, pues hay
sobrados ejemplos transculturales donde la neutralidad o inexistencia de
significantes visuales significa la neutralidad de los sujetos o procesos im-
plicados y viceversa. De hecho, este principio se sustenta en el hecho de que
los recursos visuales son el medio fundamental de los sistemas de comunica-
ción no lingüística, e incluso de esta. La construcción y expresión de senti-
dos de forma no oral o escrita, pero intermediada por la lengua como acaba-
mos de referir, pone en juego medios icónicos y visuales. No hay más.
Se nos podrá decir que esta propuesta se basa en una «intuición fenome-
nológica», i.e.: en la existencia de una conexión entre la subjetividad origi-
naria y sus productos. A pesar de que intentamos explícitamente conjurar el
riesgo fenomenológico314 (por eso insistimos más en lo formal y lo estructu-
ral que en lo significativo), entenderíamos ese reproche, e incluso lo acepta-
mos a nuestro pesar si es que sirve para aprender más y mejor sobre los ob-
jetos y su humanidad.
Lo que nos queda ahora es desarrollar una arqueología de la visibilidad
que sea el complemento de una arqueología de la mirada y se resuelva como
arqueo-logía del ver y el mirar.315 El mecanismo metodológico que propone-
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 268
Gilman: «Marx nos es muy útil para estudiar lo simbólico; hay que gastar
bastante para hacer cosas que duren». Este principio, de eficaz lógica mate-
rialista, es el que subyace a nuestra aproximación que simplemente le da la
vuelta al argumento: si duran, es que se ha gastado bastante y entonces no
sólo sabemos esto, sino que nos tenemos que preguntar por qué.
2. LA VOLUNTAD DE VISIBILIDAD
Para empezar adoptaremos la definición (propuesta por Shanks y Tilley,
1987a: 130) que entiende la cultura material como la objetificación del ser so-
cial. Esta definición es útil porque implica que la transformación de la ma-
teria bruta en objeto cultural (materialización), al ser operada dentro de un
determinado proceso de trabajo social y realizarse de acuerdo con unas cate-
gorías culturales específicas, recoge en dicho objeto una serie de rasgos que
reflejan ese contexto sociocultural.319
Ahora bien, si somos coherentes con una perspectiva materialista, debe-
mos reconocer que el rasgo anterior no es exclusivo de la cultura material,
sino que también caracteriza cualquier otro proceso de la acción social, así
como sus resultados. En la medida en que estos resultados son la materia
bruta que constituye el registro arqueológico, el análisis de este también se
deberá hacer manteniendo como uno de los principios orientadores básicos
la observación anterior.
Hemos definido320 el registro arqueológico no sólo como el conjunto de ele-
mentos formales originados por la acción social pretérita, que restan después
del efecto sobre ellos de procesos deposicionales y postdeposicionales de ca-
rácter natural y/o cultural, y que resultan accesibles al arqueólogo a través de
una operación de análisis realizada dentro de un determinado contexto social
e institucional, sino que además han sido configurados por orientaciones es-
pecíficas del contexto sociocultural hacia la realidad circundante.
Ese modelo de registro arqueológico implicaba que la arqueología en
cuanto práctica disciplinar está constituida por una teoría social, una teoría
física y una teoría crítica. Cada una de ellas estudia no sólo una de las tres
instancias respectivas anteriores, sino además sus efectos y relaciones con las
otras dos. Aunque la importancia del contexto físico y del institucional para
la comprensión del registro arqueológico está fuera de duda, en este capítu-
lo nos centraremos en su contexto social original con el objeto de proponer
un modelo metodológico que permita valorar e interpretar las condiciones
de aquel contexto a partir de las dimensiones del registro arqueológico. Aun-
que este objetivo se integra dentro de nuestro programa de investigación en
arqueología del paisaje,321 el desarrollo de este de un modo que no solo atien-
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 271
intencional no intencional
272 LA RAZÓN PERDIDA
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3
Monumentos Deforestación
FIGURA 43. Ejemplos de resultados de la acción social, tanto de carácter intencional como no intencional. Pueden ser productos o efec-
tos y pueden derivar tanto de prácticas sociales conscientes (o procesos de trabajo) como de la ocurrencia de la vida social misma.
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 273
SER SOCIAL
RACIONALIDAD CULTURAL
Acción social
intencional no intencional
Conscientes
PRÁCTICAS SOCIALES VIDA SOCIAL
Inconscientes
VOLUNTAD DE VISIBILIDAD
ESTRATEGIAS DE VISIBILIZACIÓN
RESULTADOS
CONDICIONES DE VISIBILIDAD
3. EL SENTIDO DE LA VISIBILIDAD
Ahora bien, llegados a este punto y para no quedarnos en la vacuidad de una
práctica meramente designativa, y para convertir estos planteamientos en
una propuesta metodológica operativa, tenemos que plantearnos:
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 275
VOLUNTAD DE VISIBILIZACIÓN
TIPO DE ESTRATEGIA
DE VISIBILIZACIÓN
I NI
VISIBILIDAD INVISIBILIDAD
ELEMENTO O MATERIA I NI
PRIMA UTILIZADA
CULTURA ACCIÓN
EFECTOS
MATERIAL SOCIAL
PROYECCIÓN I NI
(DIMENSIONES)
DE LA VISIBILIDAD
ESPACIO TIEMPO
RECURSOS UTILIZADOS
I NI
ARTIFICIAL NATURAL
DIMENSIONES
ESPACIO TIEMPO ESPACIO TIEMPO ESPACIO TIEMPO ESPACIO TIEMPO
RECURSOS
ART NAT ART NAT ART NAT ART NAT
visibilidad proyección
MONUMENTO material artificial
espacial temporal
FIGURA 47. Ejemplo de la aplicación práctica del análisis de visibilidad como herra-
mienta descriptivo-intepretativa: caracterización de diferentes tipos de monumentos
según su visibilidad temporal y espacial; cada uno de ellos corresponde a diferentes ti-
pos de paisaje y formación social.
DIMENSIONES
ESPACIO TIEMPO ESPACIO TIEMPO ESPACIO TIEMPO
RECURSOS
ART NAT ART NAT ART NAT
ELEMENTO
UTILIZADO
CM EF AC SO CM EF AC SO CM EF AC SO
2/2/12
DIMENSIONES
15:53
RECURSOS
ART NAT ART NAT ART NAT
presentes dentro del contexto social en el que se manifiesta. Entre todos esos
dominios se establece una regularidad que determina que cada voluntad de
visibilidad distintiva debe reflejar una racionalidad cultural específica y estar
interrelacionada con las representaciones sociales y los discursos ideológicos,
por cuanto esa voluntad y la estrategia que la actualiza constituyen ante todo
mecanismos básicos de operación de ese tipo de discursos.
Si observamos la visibilidad de la acción humana, de la sociedad y, en de-
finitiva, de los hombres y mujeres que emerge a través de cada estrategia de
visibilización o invisibilización, podemos apurar con el apoyo de analogías y
referencias antropológicas como las que se comentaron al principio el tipo de
concepto de espacio y tiempo que subyace a los cuatro tipos generales de es-
trategias de visibilización que antes definimos.
Al hacer esto, nuestra interpretación introduce un sentido dentro del re-
gistro arqueológico. Este sentido, sin embargo, deriva de los modelos antro-
pológicos citados más arriba y sobre los que volveremos en el siguiente capí-
tulo. Hemos llevado a efecto una operación interpretativa que se podría
valorar de la siguiente forma: el significado lo traemos de fuera pero la «hi-
pótesis interpretativa» sale desde dentro de la materialidad y formalidad de
las entidades interpretadas.
tes dentro del texto, entonces nunca se podrá descubrir el sentido original.
Cuando Derrida (por ejemplo) plantea que nada hay fuera del texto, no está
diciendo tanto que no exista un significado en el mismo cuanto que ese sig-
nificado no está presente, que no existe ahora, ya que si existiera, ese signi-
ficado sería de hecho un redoblamiento del contexto y del lector que en-
frenta el texto; el significado sería, por lo tanto, la función de una operación
de reificación subjetiva. Por este motivo (filosófico) la tradición estructura-
lista ha insistido siempre en que toda presunción de un sentido implícito
conduce a reintroducir y consolidar la filosofía de la conciencia (también
denominada de la presencia o del espíritu), entendida esta como la concep-
ción moderna de la subjetividad y todo lo que ella implica, esto es, el man-
tenimiento de los valores tradicionales de sujeto, tiempo, historia, univer-
salidad…
Hemos recordado en sucesivas ocasiones la dificultad de producir un sen-
tido arqueo-lógico, pues, si tomamos en cuenta el carácter ausente de muchos
de los signos que construyen el sentido, y advertimos por lo tanto la imposi-
bilidad de reconstruirlo, debemos reconocer que nuestra disciplina nunca
podría acceder al sentido de las cosas que estudia porque la mayor parte de
los significados que conjugan ese sentido simplemente ya no están. La única
forma de solventar esta imposibilidad es a través de un exceso de subjetivi-
dad, que es el contenido en la función de reconstruir-suponer significados
que no están presentes dentro del texto. De ahí que, en el marco de este tex-
to, la intención de este capítulo haya sido colaborar en la búsqueda de una
herramienta metodológica que permita suponer-reconstruir el sentido de
una forma que no se legitime exclusivamente en la subjetividad.
Ahora bien, este problema emerge en nuestra metáfora visual. Porque, si
presuponemos una voluntad de visibilidad, si interpretamos que esta impli-
ca una cierta racionalidad, ¿hasta qué punto nuestra propuesta no está tam-
bién imponiendo un sentido universal a todos los conjuntos de cultura ma-
terial independientemente de su procedencia y contexto particular?, ¿hasta
qué punto no estaríamos reconstruyendo un esquema evolucionista o taxo-
nomía social típica de los discursos modernos que debería ser desechada den-
tro de una epistemología postmoderna?, y lo que es más importante ¿hasta
qué punto la limitación esencial de la metáfora visual sería recoger la ideo-
logía de la exhibición y de la visibilidad social que ha caracterizado a la vo-
luntad de poder-saber de los ochenta?, ¿estamos reproduciendo los medios y
valores de la cultura de la imagen?335
Si fuéramos ingenuos, podríamos argüir que estos problemas son ajenos
a este texto porque i) su intención explícita no va por ahí, y ii) sus plantea-
mientos y desarrollos básicos imposibilitan un desenlace en ese sentido. Pero
hace tiempo que se sabe que el texto está más allá de la intención de su autor,336
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 291
y por lo tanto para solventar la dificultad planteada hay que someter el tex-
to a una disciplina diferente.
Así, desde un punto de vista práctico y metodológico, hemos intentado
construir una metodología de trabajo que no se basa en una superinterpre-
tación,337 sino que, desarrollando una intuición338 (aquella según la cual la
producción del registro arqueológico está cruzada por una voluntad de visi-
bilidad), intenta efectuar una descripción sistemática de la cultura material
que permita trabajar con base en relaciones meramente formales. Este siste-
ma adopta una perspectiva nuestra para estudiar el registro arqueológico.
Pero la significación se alcanzaría, no a través de un proceso de lectura plan-
teado como traducción de un sentido preexistente, sino a través a) de la re-
ordenación de esas relaciones formales, b) de su conjugación con relaciones
ilustradas en otros códigos del contexto sociocultural, y c) de su iluminación
a través de modelos de racionalidad derivados de la teoría antropológica.
Este modelo de «lectura» del registro arqueológico tiene poco que ver con la
«lectura» postprocesual. La fase c) la hemos justificado en el capítulo 3 y de-
sarrollado en el 4; es propiamente la que construye sentido, la que nos dice
qué significa la cultura material. Dicho con otras palabras, ya que no hay
nada fuera del texto se trata de introducir dentro de él otros textos,339 opera-
ción en la que ha fallado el posprocesualismo que ha compensado el déficit
de sentido interno con un superávit de sentido externo.
Pero nos faltaba todavía construir un procedimiento formal para cumplir
las fases a) y b) cuya necesidad y efectividad anticipamos en el apartado 3.2.4
del capítulo 3; un procedimiento que posibilite hacer una interpretación dé-
bil, y que nos dice simplemente que la cultura material significa algo y nos
da indicaciones hipotéticas sobre el sentido.
Lo que en el trabajo empieza siendo una perspectiva analítica nuestra, fi-
nalmente no es sólo nuestra, ya que, en primer lugar, emerge desde lo otro
analizado y, en segundo lugar, recupera lo otro (un otro distinto) al incorpo-
rar patrones de racionalidad antropológicos. Las hipótesis que se derivan de
lo primero se interpretan con un sentido que aporta lo segundo. De este
modo, la metodología que proponemos tendría la ventaja de responder a una
lógica coherente con la que está documentada a través del registro antro-
pológico y que depende de formas de racionalidad que no sólo no son nues-
tras, sino que incluso subvierten los valores generales y tradicionales en los
que las nuestras se han basado. Precisamente por ello, a pesar de la coinci-
dencia entre la metáfora visual y la ideología de la visibilidad social de la
década de 1980, la aplicación del modelo conduce a observaciones que con-
tradicen e invierten el contexto de partida.
Todas estas propuestas son enunciadas en la conciencia de que, en caso de
ser válidas, lo son global y no en cambio particularmente. Sin embargo, ¿he-
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 292
6. ESQUEMAS DE INTELIGENCIA
ARQUEOLÓGICA. FORMAS DE
PENSAMIENTO, SOCIEDAD Y
PAISAJE EN LA PREHISTORIA
2. SUPERAR A LÉVI-STRAUSS
De la exposición sobre la antropología estructural de Lévi-Strauss que hici-
mos en el capítulo 4 (especialmente ap. 3), derivamos varias consecuencias
importantes sobre la relación entre estructuralismo, historia y pensamiento.
A partir de esas consideraciones, realizadas todavía desde dentro de la obra
de LS, es posible o necesario superar los planteamientos levistrausianos asu-
miendo los mismos y aplicándolos a objetivos distintos a los suyos. Empeza-
remos por ampliar el aparato conceptual de LS para pensar el pensamiento de
forma histórica y contextualizada (ap. 2.1). A continuación aplicaremos es-
tos conceptos para contextualizar el pensamiento y generar unos modelos de
referencia e hipótesis de trabajo para la investigación prehistórica (ap. 2.2),
auténtico objetivo de este capítulo y, en gran medida, del texto.
con sus insuficiencias y posibilidades, para a continuación (en el ap. 2.2) pro-
poner nuestra propia perspectiva sintética respecto a ellas y a otras cuestio-
nes relacionadas.
a) La sincronicidad o sucesividad de pensamiento salvaje y pensamiento
domesticado. Tal y como ya hemos indicado, la definición de dos tipos de
pensamiento no puede ser concebida a priori en un sentido histórico o se-
cuencial. Según el planteamiento de LS, pensamiento salvaje y pensamiento
domesticado no son en principio dos fases o dos formas de pensar que carac-
terizasen etapas o tipos de sociedades diferentes; por lo mismo no se puede
concebir al pensamiento salvaje como un pensamiento «primigenio», ante-
rior al científico y que sólo representaría una etapa de la evolución hacia este
(LS, 1964: 30 y 43).344 Son dos modos o mecanismos del pensamiento que
pueden acaecer sincrónicamente. Y aunque es cierto que, durante la mayor
parte de la historia de la humanidad, fue el pensamiento salvaje la forma de
pensamiento dominante, ciertas formas de pensamiento domesticado esta-
ban presentes en todo contexto, aunque fuera de forma sutil.
Con todo, cuando reflexionamos sobre el pensamiento salvaje no como
una forma de pensar o como una operación de las fuerzas del espíritu, sino
como un sistema de pensamiento incorporado a sociedades específicas o
como el producto concreto de sociedades «salvajes», cuando lo comprende-
mos no como una gramática sino como el resultado de una gramática unido
a una semántica, cuando lo pensamos en definitiva como racionalidad, en-
tonces surge la evidencia de que la forma salvaje del pensamiento es una
realidad histórica e incluso, ahora sí, una fase. Lógicamente ya no estamos
hablando de la pensée sauvage, sino de una objetivación concreta de esta den-
tro de coordenadas contextuales concretas. Ese contexto (salvaje) se sirvió de
un modo de pensar que era el de la pensée sauvage, pero con ello hizo algo
más que representar el espíritu, también produjo una realidad sociocultural
determinada. En este sentido ya no hablaremos de modos o tipos de pensa-
miento, sino de formas de pensamiento concretas.
b) La relación entre formas de pensamiento y formas de sociedad. La his-
toricidad de las formas de pensamiento requiere especificar su relación con
formas de sociedad concretas. Urge, pues, completar el estudio de esa rela-
ción. Como decía P. Clastres, a la antropología del pensamiento de LS le fal-
ta la sociedad: «es una sociología sin sociedad» (Clastres, 1981: 169), «un
análisis correcto de los sistemas de pensamiento que coexiste con una inter-
pretación fallida de la sociedad» (Clastres, 1981: 186), cuando en realidad
«los mitos no sólo se piensan entre ellos, sino que sobre todo piensan a la so-
ciedad» (Clastres, 1981: 187). A continuación este mismo autor se dispone a
completar esta tarea de una forma que creemos satisfactoria y ha abierto con-
siderables perspectivas para la antropología social y, también, para la arqueo-
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 298
gresivamente «las distancias diferenciales entre los hombres –los unos do-
minadores, los otros dominados–», que puede «ser utilizada para producir la
cultura a un ritmo hasta entonces no imaginado ni sospechado», resultando
de este modo una equiparación entre la sociedad y la historia necesaria para
«fabricar el progreso», pero a fuerza de «esclavizar a los hombres» (LS,
1973: XLV-XLVI). En cambio, las sociedades primitivas o frías intentan evi-
tar esta aniquilación del ser social resistiéndose al tiempo y a la historia, re-
sistiéndose a todas aquellas fuerzas que pueden introducir la diferencia
dentro de ellas y disgregar su ser. Las sociedades salvajes son sociedades que
eligen perseverar en su ser, porque mantener su ser es mantener todos los
equilibrios que hacen que en ellas la sociedad no sea contradictoria con la
humanidad (LS, 1973: XLVI).346 Un ejemplo precisamente de la coherencia
entre pensamiento salvaje y sociedad primitiva es que ambas arriban, por
caminos distintos y por necesidades en el fondo semejantes, a un rechazo de
la historia y el tiempo. Ambas son realidades cuya extensión es espacial an-
tes que temporal. El fundamento de su ser es ser-en-el-espacio que no en el
tiempo.
c) La transición del pensamiento salvaje al pensamiento domesticado.
Nos aproximamos así al problema histórico, que no lógico, de la transición
entre tipos de pensamiento. Si investigamos la historicidad de las formas
concretas de pensamiento, hay que pensar en las condiciones contextuales en
las que se produce la inflexión entre uno y otro, en las que surge cada uno de
ellos, en las que uno sustituye al otro y, en definitiva, en cuándo y por qué
uno llega a ser dominante sobre el otro. Habría que poner en cuestión inclu-
so la existencia única de esas dos formas de pensamiento, y plantearse si han
existido en el registro arqueológico y en el antropológico otras formas de
pensamiento distintas e incluso anteriores. Como dijimos al inicio, esto pre-
supone una temática de investigación genuinamente arqueo-lógica, habida
cuenta de que la mayor parte de la historia de esas formas de pensamiento es
en realidad una pre-historia.
A pesar de lo que se dijo más arriba sobre la simultaneidad de pensa-
miento salvaje y domesticado, en la misma obra de LS la cuestión no queda
clara. Por un lado, argumenta que cuando se considera en detalle cada socie-
dad, las diferencias entre ambos tipos de pensamiento se diluyen, se vuelven
difíciles de precisar y se relativizan (LS, 1973: XLV). Pero, a continuación, él
mismo postula que, antes del umbral de nuestra modernidad, se desarrolla-
ron situaciones en las que la marcha progresiva del pensamiento concreto
hacia cada vez una mayor abstracción, habría puesto al pensamiento mítico
en el punto en el que «se supera a sí mismo» y arriba al umbral de esa tran-
sición (caso que él descubrió en algunos complejos míticos del continente
americano), o llega incluso un punto más allá de dicho umbral (caso que él
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 300
asevera haber sido el de Grecia con la transición del mito a la filosofía, «con-
dición previa de la reflexión científica») (LS, 1979a: 393-395).347
Clastres ofrece otro ejemplo de lo que pudiera ser un desarrollo de este
estilo entre las poblaciones tupi-guaraníes, caso que además permite obser-
var la correspondencia entre esta fisura en el pensamiento y fisuras aún más
vigorosas en lo social, ya que la transición en el orden ideacional se corres-
ponde con una dinámica de disolución de la sociedad primitiva y de emer-
gencia de un poder dividido (Clastres, 1974, 1981: 98-104).
No se puede cerrar esta cuestión sin hacer referencia a la hipótesis (ini-
cialmente planteada por Goody, 1985, 1987a y 1987b)348 según la cual la
transición del pensamiento salvaje al domesticado se correspondería con el
tránsito de una sociedad oral a otra literaria, con el predominio de la escri-
tura como tecnología de la información, lo que habría posibilitado o afirma-
do la marcha progresiva hacia el pensamiento abstracto. Para algunos auto-
res la diferencia entre el mito y la filosofía en Grecia se explicaría como la
diferencia que existe entre un saber mítico codificado oralmente y un saber
mítico codificado a través de la escritura, pues a través de ella se altera la
«dialéctica entre la memoria y el olvido» de la que habla Detienne como
fuerza generadora del mito (Detienne, 1985: 164).
d) El Neolítico como transición. El problema del tránsito entre el pensa-
miento salvaje y el pensamiento domesticado provoca un equívoco: entender
que esa transición se corresponde con el período arqueológico neolítico. Esta
es una interpretación errónea, de la que se derivan muchas confusiones, y
que procede aclarar porque además afecta de forma directa a la prehistoria
y la arqueología. La confusión deriva, en parte, de la propia carga semántica
implícita en los términos utilizados por LS (domesticado frente a salvaje);
en parte, del significado profundamente enraizado sobre lo que el neolítico
representa (que se identifica a partir de la lectura de G. Childe con la do-
mesticación) y, en parte, del propio LS, que trata este tema con marcada am-
bigüedad. En unas ocasiones propone que, grosso modo, la discontinuidad
entre las sociedades primitivas y las sociedades no primitivas se desenvuelve
a partir de la revolución neolítica (LS, 1964: 33, 1973: XLV, 1979b: 325-326),
y en otras alega que todo el pensamiento salvaje es neolítico y que durante
el espacio temporal que distancia el inicio de las formas «neolíticas» de pen-
samiento del mundo moderno no se habría producido ningún cambio apre-
ciable en el espíritu; en función de ello, denomina «descansillo» a ese perío-
do, alegando que durante el mismo se genera la tremenda «paradoja» de
que, después de haber progresado el pensamiento hasta el punto de posibili-
tar todas las observaciones y racionalizaciones que subyacen a la adopción de
la agricultura y de formas plenas de relación entre el hombre y el ambiente
(lo que tradicionalmente se entiende por Neolítico), se habría producido un
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 301
impasse durante varios milenios hasta que al final, un pensamiento cada vez
más abstracto, condujo a la Revolución industrial y a las ciencias y técnicas
de la modernidad, término que él no utiliza (LS, 1964: 30 y ss.).
1ª Forma común
Cámara Estela
MCH1 MCH2
2ª
Estructura organizativa
Otro ámbito fenoménico
Emplazamiento tumular
3ª MCI MCH
Patrón de racionalidad
Horizonte de inteligibilidad
(original) (sustitutivo)
500 m ALTO
Cerrado Abierto
Desocupado Ocupado
Silvestre Domesticado
CUENCAS Labradío
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3
NORTE y aldeas
PASO PASO
Petroglifo SUR
SIMETRÍA
ALTO BAJO BAJO ALTO
CHANS
2/2/12
CUENCAS
MONUMENTOS
ALTO
CUENCAS
VISUALES
15:53
Túmulo
Monte
ESCARPES
ALTO
Asentamientos
Asentamiento
OUTEIROS
DENTRO FUERA
Página 311
DIVISORIA
ESPACIO CEREMONIAL ESPACIO DOMÉSTICO
FIGURA 52. Regularidades espaciales en la arquitectura megalítica de Galicia. Para ir más allá en el proceso interpretativo (esto es, para
interpretar la hipótesis anterior y descubrir su sentido cultural), disponemos de dos opciones (o más, si fuera posible), que pueden (y de-
ben) ser utilizadas simultáneamente: «leer» la hipótesis estructural desde un patrón de racionalidad que ofrezca un marco contextual de
comprensión, o «contrastar» el modelo estructural que hemos desprendido del análisis con el obtenido al estudiar un fenómeno distinto
pero relacionado. En este ejemplo tomado de Criado, 1999 (el caso de estudio se presenta a la izquierda), contrastamos el modelo del pai-
saje megalítico de una zona de Galicia (centro) con el del paisaje doméstico que le sucede (en la misma zona) en la Edad del Bronce (de-
recha), y apreciamos una historia de continuidades y rupturas, pues se mantiene una misma «arquitectura» general del paisaje y al mis-
mo tiempo se modifica el modelo anterior. La diferencia más obvia entre ambos momentos es la domesticación efectiva de un paisaje que,
en el modelo megalítico, era de carácter fundamentalmente ritual. En cualquier caso, hemos pasado a una interpretación fuerte.
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ser eso cierto, creemos que es anecdótico si se compara con una razón mayor.
La parquedad de la información permite observar las líneas generales de fe-
nómenos que en otros casos y zonas están ocultados u oscurecidos por el ex-
ceso de documentación. Es más, en la medida en que esa pobreza empírica
refleja la parsimonia de los procesos sociales que la produjeron, en realidad
la Galicia prehistórica nos ofrece la oportunidad de observar de forma más
descarnada, si cabe pura, procesos y estructuras socioculturales que en otras
regiones están enmascarados por el frenesí de la vida social.
El esquema-red que proponemos deriva de un mecanismo motor consti-
tuido por la oposición entre la sociedad primitiva (SP) y la sociedad dividida
(SD), completada la primera, desde el lado imaginario, por el pensamiento
salvaje (PS) y la segunda por el pensamiento domesticado (PD). Ahora bien,
esa dualidad constituye un dispositivo heurístico, no un sistema de clasifica-
ción de las sociedades que redujera la riqueza de la sociología prehistórica a
la simpleza de esa oposición; tampoco es, con mayor razón, una tabla perió-
dica o esquema cronocultural.
El límite entre esos dos tipos sociales abstractos está marcado por la apa-
rición de la plena complejidad social en niveles que, desde el punto de vista
sustantivista, se podrían corresponder con el inicio de las jefaturas, que en
términos de la periodización prehistórica comprende desde el Neolítico me-
dio, en términos económicos desde la consolidación de la primera agricultu-
ra y en términos sociológicos desde las sociedades segmentarias. El límite in-
ferior es aún más complejo. Si, como veremos, la disolución de la SP es un
problema, mayor problema aún es su constitución. En un sentido muy am-
plio, podemos restringir esta (por motivos que sumariamente se enunciaron
en el ap. 2.2) a la aparición del Homo sapiens sapiens.
El uso del término sociedad primitiva merece un comentario. Podríamos
haber utilizado la categoría sociedades cazadoras-recolectoras, pero no es en-
teramente correcta porque entre las sociedades primitivas finales se incluirán
también grupos agrícolas. Por el mismo motivo no es pertinente servirse de
la periodización tradicional y decir que abarca los grupos paleo-mesolíticos,
pues en último término la clasificación sociológica de la que nos servimos
también incorpora a los grupos en vías de neolitización y neolitizados. Tam-
bién podríamos haber aceptado la designación sociedad de bandas, pero esta
notación sustantivista creemos que, hoy en día, no recoge la «sustancia» real
de esas sociedades. Finalmente, podríamos haber recogido el concepto clásico
de comunidades primitivas, volviendo al sentido que le confirieron Marx y
Engels y que Gilman y Vicent han actualizado; no lo haremos porque el con-
cepto está demasiado connotado, nos traslada a un esquema teórico-interpre-
tativo que nos plantea otros problemas distintos y, además, la parte más útil
de esta concepción queda incorporada a la que nosotros utilizamos.
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 319
Tipo de Grupo social Estrategia de Actividad Estrategias Paisajes Tecnologías de Concepto de Estrategias de Formas de Racionalidad Patrón de Pensamiento Espíritu
sociedad dominante subsistencia económica monumentales culturales construcción tiempo visibilidad mirar ecónomo- racionalidad (según L-S)
dominante del espacio ambiental
Otras razones
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3
futuro/
Temporalidad
teleológica
PS: pensamiento salvaje; SP: sociedad primitiva; SD: sociedad dividida; PD: pensamiento domesticado; HSS: homo sapiens sapiens
FIGURA 53. Dispositivo interpretativo para el estudio de las formaciones socioculturales prehistóricas.
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 324
FINALE
Cabe pues la duda final de que sean en realidad los neopoderes emergentes
los que dicten estas líneas y que ante ellos sólo quepa, en vez de propiciar un
quiebro tecnológico, insistir en la profunda inutilidad de toda buena inves-
tigación. En esto, como en todo, nos enfrentamos a la contradicción entre las
posibilidades y los límites, y nos acercamos a la posición respecto a la cual
Foucault aducía:
APÉNDICE
La interpretación
Hay arqueólogos que se desesperan porque fes. No es que uno esté en contra de la interpre-
no tienen interpretaciones y han de leer muchos tación, sino que piensa que se trata de un meca-
libros para alcanzar un entendimiento, por pre- nismo tan difícil de desentrañar como el del vi-
cario que sea, de la realidad. La interpretación rus de la gripe. Y es que tiene también una
es útil al modo en que lo es una dentadura posti- capacidad de mutación sorprendente. Cuando
za, o sea, que tiene algo de prótesis y produce logras alcanzar una idea para comprender algún
llagas en la encía o donde quiera que se implan- hecho básico, viene una infección masiva de in-
te. Sin embargo, hay postprocesualistas a los terpretación en sentido contrario que te deja
que las interpretaciones se les caen con la natu- perplejo y con décimas.
ralidad con la que se quedan calvos. Escupen Yo, si tuviera que elegir entre tener mucha
prótesis como un molde tornillos. Los seres del comprensión o muchos datos, no sabría qué ha-
universo segregan una variedad infinita de jugos. cer. Los datos me gustan, pero su carne es dura
Muchos empiristas afirman que el número y sin la salsa de la interpretación no entran. Lo
de interpretaciones/hora que uno sea capaz de malo es que la salsa engorda mucho. No sabe
eyacular depende de la cantidad de información uno a qué método acudir ni con qué técnicas co-
que tenga sobre la prehistoria. Pero eso no es cinar los datos; si es mejor el método hipotético-
cierto. Los genes tienen mucha información deductivo o el hermenéutico, las lentes del racio-
acerca de las células y jamás han dicho una pa- nalismo o las lunetas del empirismo. Uno no
labra sobre ellas. La interpretación es una ex- tiene nada contra la interpretación, excepto que
crescencia que le sale a la realidad, un bulto que donde florece demasiado no deja lugar al pensa-
provoca multitud de malentendidos y catástro- miento.
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 328
P. ¿Por qué un arqueólogo debe investigar? delo. Allí, si un estudiante quiere ser arqueó-
R. Un arqueólogo siempre debe investigar. Se logo, automáticamente, durante su período
piensa que los arqueólogos profesionales no de formación, tiene que hacer un año de in-
investigan, porque están totalmente absorbi- vestigación. Gracias a la investigación apren-
dos por su actividad práctica, pero no es de a analizar nuevas situaciones, a valorar
cierto: investigan lo que están haciendo, los los resultados de una nueva técnica. Despier-
resultados de lo que hacen, los procedimien- ta su interés por el conocimiento, y aprende
tos de gestión. En los centros urbanos hay de qué forma puede contribuir a mejorar la
arqueólogos extraordinarios que son el so- gestión patrimonial. El arqueólogo tiene que
porte fundamental de la arqueología públi- investigar siempre, con más o menos presu-
ca. Se les pide, claro, que sólo investiguen lo puesto.
que tenga consecuencias útiles inmediatas. P. ¿Por qué?
Por ejemplo, ¿hay que dejar los restos in situ R. El arqueólogo debe ser un universitario que
en una comunidad que no dispone de museo? estudia toda su vida. Y debe ser un universi-
Saber esto es de una enorme utilidad para la tario de alto nivel: inteligente, que analice,
sociedad, aunque no requiera grandes presu- que no sea un técnico. Que participe en el
puestos y avanzadas tecnologías. proceso, en el desarrollo de la arqueología.
P. ¿Y qué hay de los arqueólogos que se dedi- P ¿Es el suyo un buen modelo en esta cues-
can a la investigación básica, sin aplicacio- tión?
nes prácticas inmediatas? R. Su gran ventaja es que es un modelo a la
R. Es el extremo opuesto. Lo hacen los arqueó- carta. Uno se hace su menú. Por ejemplo,
logos que no hacen intervenciones patrimo- cinco años en prácticas en empresas, un año
niales porque no sienten la llamada de la de ejercicio y dos de investigación. Hay uni-
gestión del Patrimonio. Por supuesto que versidades que tienen ocho años de prácti-
este tipo de investigación es esencial, pero cas. Otras imponen antes tres años de inves-
para el arqueólogo profesional, dedicarse ex- tigación en empresas de arqueología antes
clusivamente al laboratorio es absurdo. de empezar con la práctica profesional. For-
P. El punto intermedio deben de ser sus investi- man arqueólogos de élite, hábiles, con capa-
gaciones, que se sitúan en primera línea mun- cidad para el trato personal con el problema
dial, pero están muy pegadas a la práctica. y un bagaje de conocimientos muy superior
R. Sí, y quizá esto es lo que promueve mi mo- al de otros países.
La opinión
Hay gente que se desespera porque no tiene tiene algo de prótesis y produce llagas en la en-
opiniones y ha de leer muchos editoriales para cía o donde quiera que se implante. Sin embar-
alcanzar un entendimiento, por precario que go, hay personas a las que las opiniones se le
sea, de la realidad. La opinión es útil al modo caen con la naturalidad con la que se quedan
en que lo es una dentadura postiza, o sea, que calvas. Escupen prótesis como un molde torni-
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APÉNDICE 329
llos. Los seres del universo segregan una varie- Cuando logras alcanzar una idea para compren-
dad infinita de jugos. der algún hecho básico, viene una infección ma-
Muchos profesionales afirman que el núme- siva de opinión en sentido contrario que te deja
ro de opiniones/hora que uno sea capaz de eya- perplejo y con décimas.
cular depende de la cantidad de información que Yo, si tuviera que elegir entre tener mucha
tenga sobre el mundo. Pero eso no es cierto. Los opinión o mucha realidad, no sabría que hacer.
genes tienen mucha información acerca de las La realidad me gusta, pero su carne es dura y sin
células y jamás han dicho una palabra sobre la salsa de la opinión no entra. Lo malo es que
ellas. La opinión es una excrescencia que le sale la salsa engorda mucho. No sabe uno a qué die-
a la realidad, un bulto que provoca multitud de ta acudir ni con qué aderezos cocinar las noti-
malentendidos y catástrofes. No es que uno esté cias; ni si es mejor la faja de péndulo o la lipo-
en contra de la opinión, sino que piensa que se succión, las lentes de visión progresiva o de
trata de un mecanismo tan difícil de desentrañar lunetas. Uno no tiene nada contra la opinión, ex-
como el del virus de la gripe. Y es que tiene tam- cepto que donde florece demasiado no deja lu-
bién una capacidad de mutación sorprendente. gar al pensamiento.
P. ¿Por qué un médico debe investigar? R. Sí, y quizá esto es lo que promueve el mode-
R. Un médico siempre debe investigar. Se lo estadounidense. Allí, si un estudiante
piensa que los médicos de familia no inves- quiere ser cirujano universitario, automáti-
tigan, porque están totalmente absorbidos camente, durante su período de residencia,
por su actividad clínica, pero no es cierto: tiene que hacer un año de investigación. Gra-
investigan lo que están haciendo, los resul- cias a la investigación aprende a analizar
tados de lo que hacen, los procedimientos nuevas situaciones, a valorar los resultados
de tratamiento. En los centros de salud hay de una nueva técnica. Despierta su interés
médicos extraordinarios que son el soporte por el conocimiento, y aprende de qué forma
fundamental de la medicina pública. Se les puede contribuir a mejorar los tratamientos.
pide, claro, que sólo investiguen lo que ten- El médico tiene que investigar siempre, con
ga consecuencias útiles inmediatas. Por más o menos presupuesto.
ejemplo, ¿hay que usar anticoagulantes en P. ¿Por qué?
una comunidad que no tiene acceso rápido a R. El médico debe ser un universitario que estu-
un hospital? Saber esto es de una enorme dia toda su vida. Y debe ser un universitario
utilidad para la sociedad, aunque no requie- de alto nivel: inteligente, que analice, que no
ra grandes presupuestos y avanzadas tecno- sea un recetador. Que participe en el proce-
logías. so, en el desarrollo de la medicina.
P. ¿Y qué hay de los médicos que se dedican a P. ¿Es el estadounidense un buen modelo en
la investigación básica, sin aplicaciones clí- esta cuestión?
nicas inmediatas? R. Su gran ventaja es que es un modelo a la
R. Es el extremo opuesto. Lo hacen los médicos carta. Uno se hace su menú. Por ejemplo,
que no ven enfermos porque no sienten la lla- cinco años de residencia, un año de ejercicio
mada de la clínica. Por supuesto que este y dos de investigación. Hay universidades
tipo de investigación es esencial, pero para el que tienen ocho años de residencia. Otras
médico clínico, dedicarse exclusivamente al imponen antes tres años de investigación en
laboratorio es absurdo. laboratorios experimentales antes de empe-
P. El punto intermedio deben de ser sus investi- zar con la práctica clínica. Forman cirujanos
gaciones, que se sitúan en primera línea de élite, hábiles, con capacidad para el trato
mundial, pero están muy pegadas a la prác- personal con el enfermo y un bagaje de cono-
tica clínica. cimientos muy superior al de otros países.
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El texto «La opinión» fue publicado por Juan José Millás en El País de 20
de octubre de 1995. El texto «Investigar para curar» procede de una entrevis-
ta con Enrique Moreno, cirujano y premio Príncipe de Asturias de Investiga-
ción en 1999, recogida en El País de 13 de junio de 1999. Cambiando vein-
tiocho palabras en el primero y treinta y tres en el segundo, en ambos casos
sólo quince distintas, producimos un sentido diferente. O no tanto…
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 331
NOTAS
1. M. Hall (2001: 50); en el original inglés se dice ways por «formas», pero la am-
bigüedad de este término en castellano, oscilando entre «figura», «objeto» y «mane-
ra», aporta un sentido adicional tanto más apropiado si hablamos de arqueología.
2. Pese a ello resulta llamativo observar que, frente a las arqueologías prehistóri-
ca, protohistórica, clásica e incluso medieval, la arqueología histórica, la etnoarqueo-
logía o la arqueología de la actualidad siguen siendo minoritarias, algo que sólo se
puede comprender (apenas justificar) reconociendo las insuficiencias y urgencias que
aún plantea el conocimiento de las etapas premodernas y sobre todo prehistóricas,
pero que tampoco es ajeno a la existencia de una (relativamente fuerte aunque preca-
ria) demanda profesional de arqueólogos prehistóricos, clásicos y medievales que, sin
embargo, no existe para momentos posteriores y recientes.
3. La revista interdisciplinar Journal of Material Culture es una buena expresión
de este interés por el tema.
4. Estos despistados, obnubilados sin duda por la semejanza ortográfica entre
prehistoria e historia, olvidan que mientras el término «historia» significa al mismo
tiempo la historia como período, el saber sobre ese período y el método de ese saber,
arrastrando con ello una ambigüedad o confusión radical que no es ajena a la crisis ac-
tual del discurso histórico, el término «prehistoria» sólo designa a un (largo) período
y a un (confuso) saber que sólo se pueden reconstruir con materiales arqueológicos y a
partir por lo tanto del método arqueológico. Por lo tanto, existe la prehistoria, pero no
los prehistoriadores; lo que implica la futilidad de algunos (y hay muchos) al recono-
cerse como prehistoriadores y negarse como arqueólogos. Escribir prehistoria sin hacer
arqueología es igual que escribir historia sin hacer la crítica del documento histórico
utilizado; es ser ciego y sordo por voluntad propia. Los historiadores, en cambio, sí po-
seen el privilegio de utilizar o no la arqueología en su quehacer; allá ellos.
5. Esta metáfora está muy próxima a la que Shanks y Tilley utilizaron en un libro
seminal de la teoría arqueológica de la transmodernidad al figurar la antropología y
la arqueología como un doble y un triple círculo hermenéutico respectivamente
(1987a: 105). Se olvidaron de explicitar la necesidad de incluir en el proceso herme-
néutico el patrón de racionalidad propio al fenómeno interpretado, sin duda porque
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 332
dieron por sobrentendido que ello iba incluido en la totalidad en la que el proceso in-
terpretativo tiene lugar, pero al hacerlo cometieron un olvido mayor y más irrespon-
sable: olvidaron que la hermenéutica en Gadamer es una metodología desarrollada
para interpretar textos del mismo horizonte de racionalidad u horizonte lingüístico
(volveremos en el capítulo 2 sobre estas cosas).
6. Ejemplos de arqueología actual, Molinos et al. (1996), de etnoarqueología, Po-
litis (1986), y de arqueología histórica, Funari (1998) o Caballero y Fernández (1999)
para una arqueología «de la tradición occidental», y algunos de los trabajos de Barce-
ló (1988) para otra «ajena a occidente».
7. Aunque tengamos buenas razones para criticar unas y optar por otras, debemos
adoptar una posición que prime la interacción positiva entre ellas, en vez de incurrir
en el dogmatismo tradicional que más tiene que ver con la reproducción académica y
de grupos de poder (no sólo académicos) que con el progreso real de la disciplina.
Cuando estuve en Cambridge en 1986, tuve ocasión inmediata de percibir que la con-
frontación procesualismo/posprocesualismo tenía al menos tanto que ver con una
pugna generacional en la arqueología inglesa (un abrir o cerrar paso a los jóvenes en
un establishment bloqueado por la New Archaeology) como con motivos teórico-filo-
sóficos. Recientemente A. Gilman (2000) ha observado esto mismo para la arqueolo-
gía norteamericana y con precisión e ironía lo observó hace años K. Flannery (1982)
en su «parábola sobra la arqueología de los ochenta» que merece ser revisitada en
cualquier década.
8. En los últimos veinte años lo está haciendo, y hasta un punto que sirve de mo-
delo a otras ciencias sociales, como reconocen Meskell et al. (2001: 9), en el artículo de
presentación del Journal of Social Archaeology, que se propone como epicentro bi-
bliográfico de la renovación postprocesual y punto de encuentro entre la arqueología
y otras disciplinas.
9. Estoy en ello desde 1984; y en concreto desde 1991 en el marco de un proyecto
de trabajo cooperativo que ha constituido el Laboratorio de Arqueología y Formas Cul-
turales de la USC, que sigue adelante integrado en el Instituto de Ciencias del Patri-
monio (Incipit, del CSIC), y que, en mi caso concreto, siempre ha adoptado la arqueo-
logía del paisaje como programa cobertor para agrupar las líneas de investigación
fundamental, aplicada y de desarrollo tecnológico o de asistencia técnica y de servicios.
10. Existe una notable coincidencia en el «revival» de esta demanda; pareciera
que la gente se hubiera puesto de acuerdo en reclamar este regreso al canon de la
cientificidad después de los excesos de la subjetividad. Sin ser algo tan intencional
como un conciliábulo de diferentes personas para vehicular la misma exigencia, tam-
poco creemos que sea mera coincidencia. En el orden del saber no caben las coinci-
dencias, del mismo modo que casi no caben las genialidades individuales, sino que
aquellas y estas son la expresión de una lógica que pone bridas a la racionalización,
asegura su compatibilidad con los restantes discursos y la conduce por los derroteros
del sistema de poder. Cuando más de tres personas o situaciones dicen o inventan lo
mismo, es que «lo mismo» ya está ahí. Precisamente este libro trata, entre otras cosas,
de las relaciones de compatibilidad dentro del orden de la cultura.
11. En realidad, habría que hablar en plural de «razones prehistóricas», para me-
jor referirse a los patrones de racionalidad que se habrían dado en la prehistoria.
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NOTAS 333
28. El uso en este texto del término «burgués» requiere cierto comentario. Puede
parecer trasnochado. Elegimos utilizarlo por dos motivos diferentes: en primer lugar,
lo empleamos en el sentido concreto que le confirió Foucault al hablar del «orden bur-
gués» como el régimen de saber-poder o episteme de la modernidad occidental; en se-
gundo lugar, complementario del anterior, hoy sigue siendo útil servirse de él para, en
contraposición con una democracia radical que aún no tenemos (y que corremos el pe-
ligro de perder), caracterizar el orden liberal dominante, el estado de «bienestar insu-
ficiente y democracia incompleta», para decirlo en palabras del premio Anagrama de
Ensayo, 2002 (Navarro, 2009).
29. Evidentemente se han dado otras cosas que van desde el reformismo de la ar-
queología tradicional (Ruiz Zapatero, 1991) hasta la incorporación de la Nueva Ar-
queología y la derivación hacia el funcionalismo arqueológico; pero estos desarrollos
se han focalizado, más que en un desarrollo teórico propio, en el avance metodológico,
tendencia que catalizó en las Primeras Jornadas de Metodología de la Investigación
Prehistórica, celebradas en Soria en 1981 (publicadas en 1985), y que se reforzaron en
los Coloquios de Arqueología Espacial organizados por F. Burillo en Teruel desde
1984, puntualmente publicados por ese investigador, y cuya madurez refleja el volu-
men de Vila (1991).
30. Véanse las revisiones de la teoría arqueológica en España de Martínez Nava-
rrete (1989, excelente libro que pese al tiempo transcurrido desde su publicación si-
gue siendo básico para entender la evolución de la arqueología española), Lull (1991,
que tiene el mérito de hacer una historia social de la prehistoria española correlacio-
nándola con el franquismo y las vicisitudes de la transición), y A. Ruiz (1993). Tam-
bién ofrece una imagen muy completa Anfruns et al. (1988) y, aunque no trata este
tema, los trabajos sobre arqueología reunidos en el número 81 de la Revista de Occi-
dente (1988). Para una historia reciente de la arqueología española, véase Martínez
Navarrete (2001) y su documentado y amplio trabajo de 2002.
31. Enunciado con valor de manifiesto que es una afortunada reescritura del «ar-
chaeology as anthropology» de Binford, 1962 y clama por el desarrollo de una Ar-
queología adaptada a su especificidad teórica, metodológica y empírica.
32. Véase al respecto O. Fonseca (1988).
33. Sin ánimo de exhaustividad, debemos citar: Ortega y Villagordo (1999); Uriar-
te (2001); González Ruibal (2001).
34. Véase al respecto Nastri (1999); Trigger (1982).
35. A pesar de Baudrillard (1978) no podemos «olvidar a Foucault» (1926-1984).
Este autor representa una actualización y superación de Nietzsche en cuanto que in-
troduce método en sus planteamientos sobre la historia de la cultura, y una concreción
y radicalización del estructuralismo en cuanto que lleva al límite su programa de es-
tudio de las condiciones de existencia de la racionalidad y su relación con el formalis-
mo anterior.
36. El pensamiento de Foucault sigue siendo básico para criticar el sistema de sa-
ber occidental y, al mismo tiempo, para analizar cualquier sistema de saber; para su
estudio remitimos al lector a Foucault (1980c: 153-189), a las referencias de la nota
siguiente y también a Bermejo (1979: 110-123); Deleuze (1987); Gabilondo (1990);
Maiz (1987); Morey (1978); Sauquillo (1989) (algunas referencias «antiguas» son
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NOTAS 335
NOTAS 337
NOTAS 339
Complutense), fisurado por la movida y alumbrado por los ecos de una postmoderni-
dad de salón.
69. Dejamos para el capítulo 2 el resumen de las diferentes transformaciones de
la arqueología postprocesual.
70. Véase el volumen Baker y Thomas (1990).
71. La única aportación importante del postprocesualismo en este sentido fue in-
corporar al registro las condiciones subjetivas y contextuales en las que se realiza el
trabajo arqueológico (véase, como ejemplo, Larsen et al., 1992), algo que, si bien es
pertinente, ha dado lugar a excesos notables (seguramente el más exagerado es el ac-
tual proyecto de I. Hodder en Çatal Hüyük: catal.arch.cam.ac.uk) y contribuye (al
contrario de lo que se pretendía) a acentuar el protagonismo de la práctica arqueoló-
gica.
72. Un ejemplo temprano del intento de superar la ruptura entre trabajo de cam-
po e interpretación arqueológica, entre práctica y teoría, y al mismo tiempo de mejo-
rar las metodologías de campo lo ofrece el volumen de Barrett y Kinnes (1988), com-
prometido en el desarrollo de una arqueología contextual.
73. Esta obra es paradójica, pues en realidad lo que se dio desde mediados de los
ochenta (incluso desde un poco antes) no fue el regreso de las grandes teorías, sino un
derrumbamiento general de la teorización en lo local y particular: discursos identita-
rios, feministas, minoritarios, neoculturalistas, psicologicistas…
74. Pero con la tranquilidad que confiere que el tiempo transcurrido desde que es-
cribimos la primera versión de estas páginas en 1991 haya apagado el fragor de esa po-
lémica y aliviado su vacuidad.
75. Como esta temática es, mal que nos pese, un cliché de prensa, conviene acudir
a esta para ver sus fast-thought caracterizaciones, un ejemplo: V. Verdú (1999) publi-
cado en un coleccionable del diario El País. Un análisis más completo se puede ver en
D. Harvey (1990).
76. Es importante notar que esto no es sólo un problema filosófico, como pudiera
parecer por el excesivo intelectualismo con el que habitualmente se tratan estas cues-
tiones; es filosófico porque antes es un problema práctico o mundano, que se percibe
en las acciones individuales y en la vida diaria, en la que sufrimos la pérdida de la
autoridad, la jerarquía, el consenso, la comunicación…; la falta de todo lo que antes
organizaba la vida hace parecer que esta está rota. El hecho de que tú, lector, puedas
estar pensando ahora mismo que me acabo de retratar como autoritario sería un ejem-
plo más de esta pérdida posmoderna del sentido y sus referentes.
77. La rapidez de la escritura y el hecho de que esta argumentación sea marginal
a la temática esencial del texto, y no un antiamericanismo primario, es la causa de que
traigamos a colación ejemplos de Estados Unidos y no de otros países y situaciones;
nadie es inocente.
78. Es una constante en toda su obra, pero remitimos al lector a Habermas (1989)
como buena muestra de esta argumentación.
79. Más abajo veremos de forma escueta la discusión entre esas dos posiciones. Un
debate temprano entre ambas posiciones se recoge en el volumen de Mitchell (1983).
80. Este diagnóstico ha sido desarrollado por Jameson (1985, 1991 y 1996); tam-
bién Anderson (2000).
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81. Para una documentación detenida de esta discusión véase Bermejo (1987 y
1990c).
82. Una matización importante. Así como la primera formulación es de Haber-
mas, la segunda acoge bajo el marco general de los planteamientos de este autor una
dimensión procedente de la crítica de Foucault, y con la que Habermas no podría es-
tar de acuerdo a no ser que estuviera en desacuerdo consigo mismo. La implicación de
este planteamiento es tal que descubre la invalidez de la alternativa de Habermas a la
crisis de la modernidad; volveremos sobre ello, en particular en el apartado 4.1 del ca-
pítulo siguiente.
83. Volveremos sobre ello en el apartado 2.1 del siguiente capítulo.
84. Estas epistemologías han recibido un ataque aparentemente demoledor a raíz
del experimento Sokal. Este autor presentó para su publicación en la revista norte-
americana de moda (postmoderna) Social text «un artículo paródico plagado de citas
absurdas, pero desgraciadamente auténticas, sobre física y matemáticas, tomadas de
célebres intelectuales franceses y estadounidenses»; la aceptación del original dejó en
evidencia la falta de rigor y el relativismo extremo de los postmodernos. A continua-
ción, desarrollaron este argumento en un libro (Sokal y Bricmont, 1999) haciendo una
crítica demoledora del relativismo epistémico que, como ellos mismos reconocen,
«está mucho más extendido en el mundo de habla inglesa que en Francia» (ib., p. 14).
Sin embargo lo que ambos autores esencialmente muestran es que los filósofos anali-
zados no saben física, escriben burradas cuando se empeñan en hacer referencias cien-
tíficas para validar sus asertos y tienden a incurrir en la pura logorrea. Lo que dicen
ya lo dijo casi treinta años antes Andreski (1973) en un libro (Las ciencias sociales
como forma de brujería) que J.C. Bermejo siempre recomendaba a los que nos iniciá-
bamos en lecturas de epistemología y estructuralismo. Los libros de Andreski y de So-
kal son, sin duda, la vacuna ideal para transitar por espesuras intelectuales en las que
es fácil que la verborrea sustituya al rigor. Por otra parte, como dije en el debate por
email que sucedió al artículo de Sokal, las consecuencias de este experimento sólo se
pueden aceptar si sus autores admiten que el experimento es en sí mismo postmoder-
no: la deontología científica moderna jamás habría tolerado una burla de este estilo.
Que sea posible es la prueba de que la modernidad se debilita, aunque el artículo
pruebe que los postmodernos tienden a escribir y decir grandes burradas.
85. Véase su redefinición en el apartado 3.1.1.
86. Especialmente en el capítulo 4.
87. Anticipada en su aplicación a la arqueología en el trabajo realizado en nuestro
laboratorio: González (2002).
88. Trigger (1989) denuncia el retorno al particularismo histórico boasiano en la
antropología, arqueología e historia norteamericana.
89. Deleuze (1981) ya había mostrado que, en plena época clásica, los orígenes del
método científico moderno y del empirismo de Hume no se podían separar de la defi-
nición de un nuevo tipo de sujeto; a fin de cuentas, la observación empírica precisa de
un sujeto que observe: según se posicione y constituya este, así será la observación.
Esto no es relativismo epistemológico, ni quiere decir que el método empírico se des-
morone, sino que es un análisis contextual que señala los límites y posibilidades del
saber en relación con la filosofía de la conciencia que aplica.
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90. Este trabajo ejemplifica las posiciones esenciales de este autor (muy relevan-
te en el mundo escandinavo, pero desconocido para la arqueología ibérica) y, aunque
profundiza en el papel de la arqueología como creadora de identidades (artificiales),
examina los argumentos que estamos tocando: la correspondencia entre la práctica ar-
queológica y la modernidad, su transformación en un contexto postmoderno, la rela-
ción con el «final de la historia», etc.
91. Una buena sinopsis del pensamiento de este grupo se encuentra en Cortina
(1985).
92. Sobre ambos autores merece verse Giddens (1971); sobre el estructuralismo
véase el capítulo 4.
93. Véase la autobiografía intelectual de Rorty (1998: cap. 1).
94. Véase también Lyotard (1989) y el capítulo siguiente.
95. Es bien sabido que esta etiqueta de origen y uso generalizado en el mundo an-
glófono es, en cambio, denostada por aquellos a los que se refiere. En todo caso es có-
moda para citar al unísono a Foucault, Derrida, Deleuze, etc. Una síntesis apropiada
de estos pensadores se ofrece en Descombes (1988).
96. Véase el informe de Le Monde Diplomatique, n.º 80 (junio de 2002) sobre la
creación de una nueva ideología poniendo en circulación y divulgando machacona-
mente ideas desde los think tanks neoconservadores norteamericanos; los propios neo-
conservadores se sorprenden de su éxito: ideas impopulares y minoritarias a principios
de la década de 1980, reconquistan el mundo de la ideología, establecen la agenda de
trabajo y se consolidan como nociones de circulación general.
97. Discurso del 2 de junio de 2002 en la academia militar de West Point.
98. Se olvida al islam, China, la India, por supuesto a África (el continente perdi-
do) e incluso a América Latina (lo familiar y sin embargo esencialmente distinto, que
no se puede reducir sin quebrantos al modelo occidental), civilizaciones distintas a la
nuestra, y que subestimamos por quedarse a las puertas de la occidentalización y no
ser capaces de transformarse de una vez a la democracia liberal. Se olvida que esas ci-
vilizaciones poseen modelos de individualidad y de relación sujeto-sociedad, formas de
ser persona, totalmente distintos a los que necesitan la modernización, la occidentali-
zación, la democratización. Su alternativa es clara: o se desubjetivizan desculturali-
zándose, o se les deja construir su propio ritmo, o engrosan la lista de los perdedores
de la historia. Esto último es lo que está pasando.
99. No hace falta ser un radical a lo Chomsky; también un pragmático como
Rorty cree que existe una guerra cultural «entre los partidarios del desarrollo de las
tendencias norteamericanas hacia el new deal, los derechos civiles, etc., y los contra-
rios» (Rorty, 1998: 42); pese a ello afirma (p. 43) que mientras que «los del lado post-
moderno en esta disputa tienden a compartir el punto de vista de Noam Chomsky so-
bre Estados Unidos (y) piensan que nada cambiará a menos que nos deshagamos del
humanismo, el individualismo liberal y el tecnologismo», «la gente que opina como
yo no ve nada malo en estos ismos» y «estamos dispuestos a admitir que el Estado de
bienestar capitalista es lo mejor que podemos esperar» (p. 44): el capitalismo no es «el
nombre de La Gran Cosa Mala responsable de la miseria humana», sino «el nombre
que damos a una forma de financiar la producción industrial y la innovación tecnoló-
gica» (p. 58). Pero este es precisamente el problema: los yanquis no se dan cuenta de
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que no pueden oponerse al sistema con sus propias armas; pueden creer muy radical
profundizar en el individualismo, pero así sólo consiguen ahondar en la madre de to-
dos los problemas.
100. Jenks (1992) ofrece una antología muy completa de textos de todas las co-
rrientes y temáticas en las que se precipita la postmodernidad.
101. En un artículo de 1990 recopilado en Bermejo (1994: 91-125).
102. G. Bush, discurso sobre el Estado de la Unión el 29 de enero de 2002.
103. El libro de A. Hernando Arqueología de la identidad critica a fondo esta noción.
104. Tomado del texto paródico-crítico de Susan George, El informe Lugano, Ica-
ria, Barcelona, 2001, pp. 114-116.
105. Tomado del artículo «La tercera generación obrera», L’Monde Diplomatique,
julio de 2002.
106. Una buena síntesis del pensamiento francés, con especial insistencia en el es-
tructuralismo y postestructuralismo, es Descombes (1988).
107. Es casi un misterio por qué autores anglosajones (sobre todo norteamerica-
nos) que se dicen críticos con el sistema, y lo son, insisten en negar persistentemente
esta evidencia y en proceder como si el modelo de individualidad que ellos represen-
tan y trasladan a la prehistoria fuera universal (véanse las réplicas de Joyce y Blanton
al comentario de Criado, 1996, de sus trabajos; Joyce et al., 1996; Blanton et al., 1996;
o también el trabajo Sökefeld, 1999, y los comentarios que lo acompañan). En reali-
dad no es misterio alguno, sino testimonio soberbio de que la filosofía de la concien-
cia enraizada en el sistema de saber-poder que construyó la modernidad (especial-
mente en los países norteuropeos, los latinos hemos seguido esta tendencia con
divergencias notables) y produjo el tipo de individuos que precisaba el orden burgués,
hizo tan bien su trabajo que se reprodujo y naturalizó en todo tipo de individuos, in-
dependientemente de su ideología intencional, y se sigue reproduciendo en todo lo
que ellos hacen, dicen, piensan. Esta temática se trata con amplitud en el libro de Al-
mudena Hernando Arqueología de la identidad, aparecido en la colección de Arqueo-
logía de la Editorial Akal.
108. Este tema es especialmente obvio en la metafísica india y ha sido brillante-
mente analizado por L. Dumont (1982, 1987 y 1989); véase también Carrinthers et al.
(1985); Viveiros (1996); y, sobre todo, el esclarecedor análisis de Hernando (2002).
109. Como se defiende en Cohen (1994: 192) o en Hernando (2002).
110. Como propone Berthoud (1992: 15 y 163-99).
111. Pues no merece arriesgar la vida de otro hombre, si este es europeo o norte-
americano, para salvarlo.
112. Reduciéndolos a masacre aérea: guerra de Albania y contra la Serbia de Mi-
losevic en 2000.
113. La que se ensayó primero en Kuwait (1992), tan distinta de las Malvinas
(1981), y después con mayor resolución en Afganistán (2002), pero que fue preludia-
da por las películas de la productora Golam y de Chuck Norris y Cia.
114. Moderna porque entronca con la ideología industrial de la antinaturaleza y
porque contradice la actitud más frecuente frente a la vida de la mayor parte de las
culturas históricas y tradicionales en las que aquella no se valoraba tanto como en
nuestros días; había cosas más importantes que la vida: el honor, la honra, la conside-
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ración de los demás, el poder, el «ser para la muerte», el destino del guerrero, la trans-
cendencia…
115. «La hermenéutica convertida en koiné se encuentra con el pragmatismo
rortyano, con la filosofía del lenguaje del segundo Wittgenstein, con la teoría de la ac-
ción comunicativa, con el comunitarismo, con el multiculturalismo de los antropólo-
gos, con las herencias de la fenomenología y con las del existencialismo» (Vattimo,
1995: 57); véase también la nota 217.
116. Ejemplos en epistemología: Lakoff y Johnson (1980); en crítica literaria: La-
koff y Turner (1989); en arqueología: Tilley (1999).
117. Ejemplo: Cruz Rodríguez (1987).
118. Ejemplos en historia: McCullagh (1984); White (1987); en antropología: Ge-
ertz (1987); Clifford y Marcus (1991).
119. Un buen ejemplo de este posicionamiento lo da Moore (1990: 113): «Ricoeur
ofrece un esquema sencillo que permite analizar los diferentes niveles o unidades del
discurso inscritos en los textos materiales. Podríamos tomar, por ejemplo, el problema
de los diseños decorativos en una cerámica. En el primer “nivel” tenemos el motivo
individual (palabra), en el “segundo” identificamos las secuencias de diseño (senten-
cias) y en el “tercero” consideramos el cacharro decorado como un todo (texto)».
120. Es justo reconocer que este giro fue anunciado en fecha muy temprana por
C. Renfrew (1982), en su discurso de toma de posesión de la Cátedra Disney en Cam-
bridge en 1982, al poco tiempo de que el posprocesualismo empezase a romper la uni-
formidad objetivista de la New Archaeology. La arqueología cognitiva está bien re-
presentada en Renfrew y Bahn (1993: cap. 10).
121. El presente apartado se basa en el comentario que los editores de la revista
me solicitaron sobre esos trabajos publicados en Current Anthropology (1996, vol. 37,
nº 1, pp. 53-55).
122. La necesidad de ser breves no nos permite hacer un análisis detenido de esta
situación (que hemos arriesgado en otros puntos: Criado, 1996) ni experimentar con la
construcción de una alternativa.
123. En Galicia hay un ejemplo buenísimo de esto: si algo preocupa al público ge-
neral en relación con la arqueología es si hubo o no celtas en Galicia; a los arqueólo-
gos el tema nos ha dejado de interesar, con lo que nuestra incapacidad de dar respues-
ta a un problema real hace que todo tipo de fantasías y fantasiosos ocupen la
imaginación histórica de nuestros conciudadanos, salvo meritorias excepciones que
reaccionan precisamente contra este statu quo: véase el número de Complutum coor-
dinado por Ruiz Zapatero sobre los celtas, así como el volumen de González, ed., Los
pueblos de la Galicia celta. Estas obras testimonian un cambio de orientación respecto
a la orientación dominante que siguen defendiendo de forma machacona obras de re-
ciente aparición pero concepción arcana como Calo Lourido (2010).
124. La arqueología está enmarañada con el desarrollo industrial, la artificializa-
ción del medio, la planificación del territorio, el crecimiento urbano, el mercado y el
precio del suelo… Siendo una recién llegada a estas lides, termina siendo a menudo
la víctima propiciatoria.
125. El sinsentido, utilizado como ejemplo más arriba, de tomar solares como ya-
cimientos se debe más al mercado que a la voluntad propia de los arqueólogos.
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el ensayo se cerró con mucho dinero y menos éxito que antes; el subsiguiente gobier-
no del PP quiso enmendar esta situación y por el camino se perdió no sólo la «políti-
ca» que nunca existió, sino incluso el adjetivo «patrimonial».) Pero, a fin de cuentas,
tampoco hay una política cultural, ambiental y ni tan siquiera social, a no ser que lla-
memos política a la voluntad de allanamiento de la cultura, el ambiente y la sociedad.
Pero se están haciendo muchas cosas. La arqueología es hoy más rica que antaño. No se
publica menos que antes, sino todo lo contrario. Y la no publicación de las memorias de
excavación no es un problema de hogaño. No encuentro justificación para el encastilla-
miento en el que porfían algunos sectores universitarios. Necesitamos un discurso crí-
tico, pero positivo. Nuestra (modesta) respuesta a esta problemática es la que ofrece-
mos en este apartado. Que los demás (de nuevo «hombres de paja») ofrezcan algo, en
vez de parapetarse en las descalificaciones personales y manipuladas. Somos muchos
en la arqueología española los que podemos esperar que nuestras obras hablen por no-
sotros; nuestras cuentas están a la vista. Lo demás es chismorreo. La razón por la que
no señalo referencias no sólo está motivada por la brevedad y por el carácter frecuen-
temente iletrado de esas críticas, sino también por mi voluntad de no avivar recelos
innecesariamente.
137. Es la crisis de la Historia caracterizada por Bermejo ya en 1987 y en sus obras
posteriores.
138. Véase una crítica filosófica y pertinaz del parque temático en Duque (2001).
139. Como dice Junyent (1999), la vinculación de la arqueología con la gestión del
patrimonio arqueológico recoloca las relaciones de nuestra disciplina con la realidad
social y confiere a aquella un carácter nuevo que la transforma.
140. Idea seminal avanzada por Salvatierra (1995: 6) que anticipó que gran pro-
blema de la arqueología de gestión ha sido la carencia de una teoría real sobre la ges-
tión. La más completa contribución a esta reflexión (aunque no trate la gestión del pa-
trimonio desde su dimensión teórica) sigue siendo Querol y Martínez (1996). Esta
temática la están trabajando asimismo D. Barreiro, F. Hornos e I. Rodríguez Temiño.
141. Nuestro compañero David Barreiro nomina esta ambivalencia con la metá-
fora «luz negra», tomada a su vez del subcomandante Marcos (Barreiro, 2004).
142. Algo que de hecho había anticipado Hodder: «el patrimonio es esencial para
decidir si somos espectros flotantes (floating images) o agentes históricos» (1992: 280;
véase también Boniface, 1993; Prentice, 1993 y González, 2000), aunque ese enuncia-
do obvia la cuestión clave: el riesgo de propiciar una sustancialización de la noción de
patrimonio.
143. El nombre de esta arqueología es un problema: ahora mismo utilizamos ar-
queología patrimonial por comodidad descriptiva, pero no es una buena denomina-
ción; se han abandonado por específicas las expresiones arqueología profesional y ar-
queología de intervención; arqueología comercial, si bien problemático para algunos
(sobre todo para ese tipo de puritanos que tienen miedo a las palabras), es indicativo
sólo de una de las formas de realización de esos trabajos; posiblemente el término más
correcto ahora mismo sea arqueología pública, que cuenta además con el respaldo de
una reciente pero notable publicación (Public Archaeology) dedicada a reflexionar y
debatir sobre estas temáticas.
144. Cae fuera del alcance de este texto y además es prematuro. Se puede encon-
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trar un avance de esta temática (de carácter igualmente inicial pero con mayor exten-
sión) en Amado et al. (2002); y también Criado (2001).
145. Se pueden ver en este sentido los volúmenes Presmanes (1999) editados por
la ANEP (Agencia Nacional de Evaluación y Prospectiva científica). El mismo pro-
grama sectorial del Plan Nacional de I+D+I 2000-2003 se denomina «Tecnologías de
la Construcción y Conservación del Patrimonio», expresión que indica la subsidiarie-
dad del patrimonio y su conservación respecto a la construcción y la tecnología (¡ya le
vale!). Esto no tiene fundamento histórico ni epistemológico alguno; es un ejemplo so-
brado de que la amenaza tecnocrática y la reducción cosificadora es real. Lo que nos
queda a los especialistas es forzar ese programa presentando proyectos que, siendo co-
herentes con los objetivos del plan, internalicen una voluntad de saber distinta.
146. Que entiende esta como un pro-ducir; etimológicamente: poner delante lo
que falta (Heidegger, 1994b).
147. Cosa que haremos en el apartado 3.3 del capítulo 2.
148. Véase al respecto Criado (2001). No nos extenderemos pues esta temática se
revisa en el apartado 2.3 del capítulo 3.
149. Este modelo fue presentado en Criado (1996) y completado en González
(2000).
150. Al modo que explora Barreiro (2003) y Barreiro (en prensa). Sobre el prag-
matismo véase Putnam (1997); Rorty (1991 y 1998); Sini (1999) o Cruz (2002: 273 y
ss.).
151. Entendiendo por tal aquellos saberes que se aprestan a transformar la reali-
dad de forma productiva para el sistema. Véase una crítica de los mismos en Duque
(2000: 41 y ss.).
152. En el sentido de las epistemologías postmodernas, desde Feyerabend al cons-
truccionismo, que plantean que el conocimiento científico no se puede validar más
que a través de su utilidad, eficacia y, para evitar el sesgo tecnocrático de este plan-
teamiento, acomodación a las demandas y situaciones sociales.
153. Un desarrollo posmoderno de la filosofía analítica y tardopositivista (ib.,
pp. 16-19).
154. Esta noción es la versión pragmática de un postulado que de forma más abs-
tracta y rotunda formuló Foucault en 1978: «Sueño con el intelectual destructor de
evidencias y de universalismos, el que señala e indica en las inercias y las sujecciones
del presente los puntos débiles, las aperturas, las líneas de fuerza, el que se desplaza
incesantemente y no sabe a ciencia cierta dónde estará ni qué pensará mañana, pues
tiene centrada toda su atención en el presente, el que contribuya a allí por donde pasa
a plantear la pregunta de si la revolución vale la pena (y qué revolución y qué esfuer-
zo es el que vale) teniendo en cuenta que a esa pregunta sólo podrán responder quienes
acepten arriesgar su vida por hacerla» (Foucault, 1978: 260, sin cursivas en el original).
155. Sánchez-Palencia (2000) y González (2001) son dos buenos ejemplos de la
integración congruente entre investigación básica y revalorización patrimonial. Me-
jor nos iría si todos (no queremos prejuzgar a algunos) los que obsesivamente reivin-
dican la investigación frente a la hegemonía reciente de la administración del patri-
monio en España, aportaran obras como estas.
156. Ejemplos de la pluralidad y riqueza de la arqueología aplicada serían Ba-
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rreiro (2000); Amado et al. (2002); González Pérez (2002); Haber (1999) y Barreiro
(en prensa).
157. Reverbera un rumor soterrado que rompe el humor del invierno y requiere
una regla reciente; véase, por ejemplo, Duque (2000: 64) para una nueva ética de la
responsabilidad.
158. ¿Es necesario decir que ese «nosotros» no es el yo que escribe sino una figura
retórica que se refiere a cualquiera que, situado ante la arqueología, contemple su evo-
lución sin participar de los dogmatismos de sus momentos teóricos?
159. Al igual que el capítulo anterior, este también deriva de mi oposición a pro-
fesor titular de 1991, aunque en este caso profundamente revisado para incluir el tex-
to en el proyecto docente de la oposición de 2000.
160. Véase también Tilley (1994b). El volumen anterior es en realidad anterior a
este: recoge una conferencia internacional organizada en Cambridge en 1991, con tex-
tos recopilados durante 1992, pero cuyo proceso de publicación demoró mucho.
161. Este fue de hecho el título que eligió U. Eco para una conferencia leída en
Madrid en diciembre de 1990 y en la que, después del predominio que la crítica lite-
raria y semiótica habían concedido al lector, procuraba restaurar la autonomía relati-
va de este; esta conferencia, publicada en la Revista de Occidente (Eco, 1990), resumía
el libro del mismo título aparecido en Italia en 1990.
162. Este tema no tiene nada que ver con el viejo (y superado) debate entre me-
todologías etic/emic. A partir de la dualidad propuesta por Pike (1954-1955-1960) en-
tre fonético y fonémico, y que la propia lingüística ha criticado y desechado (Chomsky
y Halle, 1968: 11), la antropología funcionalista (Harris, 1978: 569 y ss. [la paginación
corresponde a la edición original], Harris, 1982: 49-61, y también Renfrew, 1982: 11)
propuso (como alternativa no estructuralista para tratar las temáticas de orden sim-
bólico que trataba la antropología estructural) diferenciar entre la explicación emic,
hecha desde el punto de vista del indígena, y la explicación etic, formulada desde el
punto de vista del científico.
163. Las consideraciones que siguen y este capítulo en general no pretenden con-
validar una necesaria revisión de las epistemologías y metodologías de la ciencia; una
síntesis comprehensiva de esta temática es Echeverría (1999).
164. Creemos con V. Lull que uno de los problemas esenciales de la arqueología
(al igual que de toda disciplina científica) es la «representación». A pesar de ello no es
frecuente encontrar cuestionamientos de esta importante cuestión; Lull (1988b) lo
hace, en un sintético y tentador trabajo que entronca con la trayectoria de su obra y
marca la originalidad de la misma en el contexto de la arqueología española; en ese
trabajo se define «representar» como «expresar un modelo sistemático de proposicio-
nes deducidas de teorías preexistentes apoyadas empíricamente o de hipótesis de tra-
bajo que superen las contradicciones entre teorías preexistentes y hechos articulados
bajo nuevas y explícitas perspectivas de análisis» (p. 75).
165. Siguiendo a Goody, podemos definir la representación desde el punto de vis-
ta cognitivo y epistemológico como «la encarnación de una abstracción en un objeto»
(1999: 47); en un sentido más amplio (y ajustado a la literalidad de su etimología) es
simplemente «traer hacia el presente algo previamente ausente», lo que (como exa-
mina Wigley, 1993: 142) vincula la presencia a la realidad y correlaciona la represen-
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mensión social y general que habitualmente no tiene. Sobre estos planteamientos hay
que profundizar en el estudio arqueológico de la acción y los agentes para evitar la rei-
ficación subjetiva que comentamos y que en el apartado 3.2.2 del anterior capítulo vi-
mos hasta qué punto caracteriza y limita a los saberes postmodernos.
176. Tratado en 3.1.1 del capítulo anterior.
177. Véanse sus declaraciones en este sentido en la entrevista publicada en los nú-
meros 78 y 79 de Revista de Arqueología (1988).
178. Las vicisitudes de la tipología e, incluso, del análisis formal en arqueología
(a menudo denominado análisis estructural) aplicado sobre todo al estudio de las de-
coraciones cerámicas y, en general, de elementos estilísticos, ofrecen un buen ejemplo
de esta situación: en vez de ser una caracterización de las formas en su contexto origi-
nal, son una clasificación de las formas como nosotros las vemos; como denuncia Co-
bas (2003), el análisis de los morfotipos hecho desde abajo es realmente sustituido por
un análisis desde arriba, que es en realidad una imposición de una subjetividad exter-
na a la subjetividad-racionalidad originaria.
179. Una vez más afrontamos la evidencia de que el principio absoluto «la ar-
queología o es investigación o no es nada» limita más que potencia.
180. Story en el original.
181. Entendido «arte» en un sentido muy amplio que comprende desde la expe-
riencia artística hasta el ornamento urbano o el equipamiento cultural.
182. En realidad, el planteamiento de una alternativa sólo sería posible cuando,
completado el próximo capítulo, pleguemos la argumentación sobre este punto. Com-
prenderemos entonces que los programas expositivos deben disponer de los mecanis-
mos pertinentes para que el público pueda reproducir el contexto completo (triádico,
según el modelo que propugnaremos en el capítulo siguiente) de la interpretación, y
su diseño conceptual debe permitir que el público ocupe, alternativa y subjetivamen-
te, el lugar de uno de los tres polos de la interpretación del patrimonio (i.e.: el hori-
zonte de subjetividad original, el horizonte de subjetividad actual y la posición de los
objetos interpretados). Aunque esta propuesta pueda parecer excesivamente teórica,
en realidad (a nada que se piense) posibilita el diseño de actividades y «juegos» expo-
sitivos muy atractivos.
183. Debe consultarse: Arce (1988); Ferraris (2000) y Garrido (2001).
184. No es un autor muy frecuentado por los arqueólogos; dos ejemplos de su in-
corporación a la arqueología son Tilley (1994a) y Jensen (2000).
185. Decir que la realidad social constituye una totalidad social concreta signifi-
ca, en palabras de Bate (1989: 14): «una totalidad dialéctica de la cual es posible ex-
plicar, desde las relaciones fundamentales y en conexión con ellas, cualquier hecho o
clase de hechos; incluyendo, en nuestro caso, los fenómenos de la vida cotidiana en su
concreción sociohistórica».
186. Debe consultarse su obra fundamental Verdad y método (Gadamer, 1977),
completada posteriormente con un volumen de «apostillas» y respuestas a críticas
(Gadamer, 1992) en el que se contienen textos importantes, como su Anexo sobre la
hermenéutica (pp. 363-373), sobre la comprensión (pp. 63-70 y 181-94), sobre el len-
guaje (pp. 145-152) o sobre la preformación del pensamiento en el lenguaje (pp. 195-
201). También se puede ver Warnke (1987).
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vez de despreciarla, debemos recogerla como parte de la buena herencia de esta tradi-
ción, sometiéndonos a un ideal de objetivación del conocimiento que dote de rigor y
validez supraindividual a este.
197. El «todo vale» ha sido erigido en tópico identificativo de lo postmoderno y
axioma de un relativismo epistemológico extremo; sin embargo, cuando se utiliza y se
invoca a este autor para legitimarlo, se escamotea la segunda parte de la frase tal y
como figura en su Tratado de epistemología anarquista: Feyerabend nunca dijo «todo
vale», sólo dijo que «como métodos de contrastación de hipótesis, todo vale», refirién-
dose con ello a que había que superar la ortodoxia positivista que presupone que la
única forma de comprobar la validez de un enunciado es el método hipotético-deduc-
tivo; pero hay otros métodos, igual que hay muchas técnicas de análisis que podemos
utilizar. Es bien sabido que el mismo Feyerabend (1990) matizó su presunta orienta-
ción hiperrelativista.
198. No hay muchos análisis de la ontología y epistemología de la arqueología.
Además de esta obra de Gibbon, se puede consultar Jensen et al. (2000), aunque el al-
cance de esta revisión está marcado por la base fenomenológico y existencial de la que
parte.
199. A lo largo de este capítulo se justificará esta propuesta; nos remitimos en con-
creto a la discusión sobre las dimensiones ontológicas y epistemológicas de la arqueo-
logía (aps. 2.2 y 3.2).
200. Al respecto conviene volver a Clarke (1984: 11-6); Lull (1988b: 64) y Ren-
frew et al. (1993: 43 y ss.).
201. Esta relación está sagazmente caracterizada por Bermejo (1987: 19-100).
202. Hay que reconocer la anticipación de la arqueología marxista italiana para
profundizar en el estudio de la cultura material como documento histórico, siguiendo
así con precisión y al tiempo heterodoxia un imperativo marxiano que la arqueología
de la Unión Soviética en parte había defraudado. Esta tradición italiana fue traslada
a España y completada esencialmente por los autores del grupo de Jaén: Ruiz et al.
(1986); Ruiz, Molinos y Hornos (1986).
203. Volveremos sobre esta temática en el capítulo 5; antes de llegar ahí es preci-
so culminar el presente capítulo y el siguiente.
204. Véase Criado (1996); recientemente Bermejo (2002) ha criticado el «esen-
cialismo patrimonial».
205. Las «estrategias del patrimonio» son una de las tecnologías rentables para las
«políticas de la identidad» (véase el ap. 3.2.2 del cap. 1); la táctica ideal de esa estrate-
gia es la que se ha dado en llamar Teoría de la Interpretación del Patrimonio (Tilden,
1977, véase nuestra crítica en cap. 2, ap. 3.3).
206. Algunas voces plantean reconocerlo entre los derechos universales.
207. En relación con estos temas véase el debate en Hispania Nostra (1997).
208. Sobre esta temática véase Emerik (2001).
209. En versión larga: no hay gestión arqueológica sin inteligencia arqueo-lógica.
210. Todos los arqueólogos españoles habremos estudiado en nuestros años acadé-
micos la Escuela de los Annales, pero falta el primero que de forma original se haya
dispuesto a sacar rentabilidad al concepto (por ejemplo) «larga duración» para pensar
las largas temporalidades de la prehistoria. En nuestras facultades se soporta la rela-
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ción entre arqueólogos e historiadores con actitud de comunidad de vecinos, más que
de auténtica comunidad de colaboración o intereses.
211. Debemos precisar que las observaciones que se hacen a continuación en re-
lación con la interpretación del registro arqueológico se deben extender asimismo
para la interpretación –y por lo tanto gestión– del patrimonio arqueológico e, incluso,
del patrimonio cultural. Ello se debe sobre todo al hecho indudable de que estos com-
parten con aquel el carácter interpretativo, pero también a que la única «teoría» como
tal planteada en el ámbito de la gestión del patrimonio cultural es la denominada In-
terpretación del patrimonio (Tilden, 1977), lo que nos fuerza a revisarla desde una fi-
losofía de la interpretación. En este sentido, el presente apartado completa la discu-
sión que introdujimos en el apartado 4 del capítulo 1 sobre una teoría arqueológica
para la gestión del patrimonio cultural.
212. Esta es la opción que representa la «teoría de la interpretación del Patrimo-
nio» criticada en el apartado 3.3 del capítulo anterior.
213. Desarrolló y justificó esta propuesta en Eco (1992).
214. Estas serían las contradicciones que subyacen a los problemas y paradojas
que comentamos en el apartado 3.2.1 del capítulo 1.
215. Véase la definición completa y su comentario en el parágrafo «Arqueología»
del apartado 3.2.2 del capítulo 1.
216. Sobre el concepto de interpretación en el postprocesualismo arqueológico se
puede ver Hodder (1991), su crítica en Johnsen y Olsen (1992) y sus adaptaciones más
avanzadas en Hodder et al. (1995).
217. También Vattimo (1995: 41) se pronuncia en este sentido cuando dice que el
existencialismo, el neokantismo, la fenomenología, el neopositivismo y la filosofía
analítica concuerdan en que solo hay experiencia de la verdad como acto interpretati-
vo (véase la nota 115). Esos son los saberes fundamentales del posmodernismo; curio-
samente ambos se olvidan del estructuralismo; véase, sin embargo, el texto al que se
refieren las notas 252 y 307.
218. Este tema ha sido bien estudiado por C. Holtorf (p. ej., 2001).
219. No sabemos si a su favor, a su costa o a su pesar; en el caso de Tilden (1977)
creemos que a su costa, pues emerge mucho antes de los años ochenta y sin buscarlo
explícitamente; en Padró (1996) o en Santacana et al. (1999) creemos que a su pesar,
pues ambas obras intentan conjurar expresamente esa orientación, pero al mantener
la dualidad entre la objetividad del investigador y los juegos interpretativos del pú-
blico, la reafirman. Ver nuestra crítica de la «Interpretación del patrimonio» en el ca-
pítulo anterior.
220. «Incluso el deconstruccionista más radical acepta la idea de que hay inter-
pretaciones que son clamorosamente inaceptables. Esto significa que el texto inter-
pretado impone restricciones a sus intérpretes. Los límites de la interpretación coin-
ciden con los derechos del texto (lo que no quiere decir que coincidan con los derechos
de su autor)» (Eco, 1992: 19).
221. A pesar de que ambos autores han estimulado como ningún otro el «frenesí
hermenéutico». Eco lo hizo conscientemente en un momento de su carrera (Eco,
1979), pero, como diría años más tarde, en el momento en el que adoptó las posiciones
de «obra abierta» (1962, el que esto escribe acababa de nacer), era políticamente ne-
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NOTAS 353
cesario que el público tomara la palabra, secuestrada «por las condiciones de la cultu-
ra italiana (que) parece estar oprimida por una serie de “complejos” mentales e inte-
reses creados, académicos, de partidos, empresariales» (p. 24 del prefacio a la edición
castellana).
222. Se podría formular de este modo: los códigos expresivos de una comunidad se
repiten independientemente de los contextos de expresión y de sus significados espe-
cializados. Volveremos sobre ello en el capítulo 4, apartado 2.1.
223. ¿Cómo podría un sujeto esperarse a sí mismo en otro lado? Disolviendo la
quimera de la identidad suprema y situando la racionalidad en un más allá, fuera de
ella, fuera de la conciencia subjetiva.
224. Apelar al sentido común puede parecer peligroso. Lo hacemos en el mismo
sentido en que Eco afirma que en muchos casos (particularmente en todos aquellos en
los que «el texto es, al mismo tiempo, objeto y parámetro de sus interpretaciones»,
Eco, 1992: 16, cual es el caso fundamentalmente del registro arqueológico) la mejor
forma de interpretar la intención de un texto es atenerse al texto mismo, que debe ser
leído con sentido común y aplicando el principio del mínimo esfuerzo (1992: 124-
131). Esto se completa con una nota introducida aquí sagazmente por Marco García
Quintela: Dumézil, que de interpretación de textos sabía un rato, decía que la inter-
pretación de un texto para descubrir una estructura trifuncional debía ser evidente,
aunque esa «evidencia» debía entenderse, por supuesto, dentro de los parámetros de
la cultura de donde procede ese texto.
225. Hay que aclarar inmediatamente que en arqueología histórica, etnoarqueo-
logía o arqueología contemporánea, este modelo es visible y, por lo tanto, utilizable;
así, nuestras propuestas, en vez de ser sólo una alternativa metodológica para superar
esa «ausencia» en la investigación prehistórica, entendemos que constituyen de la
misma manera una propuesta operativa y más productiva en esos otros terrenos de
la investigación arqueológica.
226. La historia, por conductos distintos y al contrario que la arqueología, se pue-
de acercar a una interpretación contextualizada, no subjetiva, intersubjetiva y cons-
truida en función de principios de subjetividad distintos. Lo puede hacer en la medi-
da en que, con todos sus problemas, en la historia y a través del documento histórico
es factible abordar perspectivas de trabajo desde el interior del sistema, en el que se
planteen y resuelvan descripciones del pasado a partir del enunciado de las ideas y va-
lores propios de cada sociedad. Hay muchos ejemplos de metodologías exitosas de este
tipo. Pero véanse al respecto los trabajos de Bermejo, especialmente los que dedica al
estudio del hecho simbólico (Bermejo, 1990b). Personalmente, me gustan como ejem-
plo las obras sobre formas de pensamiento y sociedad en la antigüedad clásica de los
historiadores estructurales franceses (Vernant, Vidal-Naquet…).
227. No se trata, en cambio, de recuperar una arqueología historicista, modelos et-
noculturalistas o procesos difusionistas que ya no se pueden mantener. Este camino lo
han empezado a explorar simultáneamente nuestro grupo de investigación (particu-
larmente García y Santos, 2000, o García, 2006) y en la otra esquina de Europa el gru-
po de Kristiansen (Kristiansen, 1999; Hedeager, 1999 y 2000).
228. El desarrollo de esta última parte se debe al estímulo producido por una pre-
gunta de Juan Vicent en el Coloquio de Arqueología del Paisaje (Teruel, septiembre
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NOTAS 355
la crítica del materialismo histórico que formule aquel que no sepa una palabra de los
conceptos elementales de esa teoría? A ese proceder se le ha llamado siempre «idea-
lismo».
244. Ambos temas los trata García (1999: 17 y 26-31), que también subraya el ca-
rácter preestructuralista de Dumézil, y muestra que Dumézil tomó los conceptos
durkheimianos de «sociedad como un todo unánime que produce en una lenta evolu-
ción las ideas y los conceptos que son, en realidad, creaciones colectivas que permiten
pensar a los individuos y a la sociedad que los ha creado paulatinamente» y de «reli-
gión como sistema que representa a la sociedad, instancia primera y fundadora, y que
de la religión derivaban todas las restantes instituciones sociales».
245. Una versión un poco más corta de este capítulo (con menos aparato crítico y
argumentos simplificados) fue publicada en Holtorf et al. (2000). Ese texto se com-
pletaba con un comentario crítico de J. Nordbladh, a su vez contestado por mí, al que
remitimos al lector. El texto original está, además de modificado, repartido entre el
presente capítulo y el apartado 3 del capítulo 6.
246. Cada una de estas obras ejemplifica bien la relación con la antropología de la
arqueología funcionalista y la arqueología postprocesual, respectivamente.
247. Criado (1989a) para la versión inglesa y Criado (1989b) para la versión cas-
tellana, más extensa que la anterior.
248. Este desafío a los arqueólogos se expresa de alguna manera en la cita textual
recogida en la nota 343.
249. En el sentido visto en el apartado 1 del capítulo anterior.
250. Se dice en concreto: «It is important to assert that no a priori argument is en-
tertained about some notional series of evolutionary stages in human cognition… In
the same way we are uneasy about the title of Lévi-Strauss’s work the Savage Mind.
We make no assumptions about different kinds or categories of thought» (Renfrew,
1994: 4), exactamente lo mismo que propugna LS como veremos más abajo.
251. En este punto debemos hacer una precisión. A ojos de muchos el estructura-
lismo de LS constituye una empresa superada. No es cierto, creemos únicamente que,
en virtud de la economía política que rige los usos intelectuales, ha pasado simple-
mente de moda, pero ello no cuestiona el carácter seminal e incluso clásico que su
pensamiento adquiere en el marco de la antropología y las humanidades del siglo XX.
En este sentido, el empleo de bibliografía más o menos antigua es intencional. Pre-
tende recuperar un pensamiento que ha pasado de moda y que, sin embargo, se re-
produce de forma acrítica y enmascarada todavía hoy. En concreto muchos autores y
el público en general se han olvidado de LS porque su obra habría sido amortizada por
el postestructuralismo, aprovechándose de que LS mismo nunca reivindicó esta eti-
queta, más bien reconoció de forma expresa que no sabe lo que significa (LS, 1987).
Por otra parte, el postestructuralismo es todavía estructuralismo. Sólo un afán de noto-
riedad (particularmente notable en los autores anglosajones que ocupan una posición
subsidiaria de esa tradición de pensamiento), una cierta vergüenza (visible en los de-
sertores del dogma), o un complejo edípico (rastreable en autores franceses de segun-
da generación o en todo caso secundarios frente a LS) respecto a este, llevó a renom-
brar el método con la etiqueta post.
252. Véanse las notas 115, 217 y 307 y el texto al que se refieren. Es clave com-
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NOTAS 357
261. El debate que alentó el estructuralismo fue el aliento posterior del antihisto-
ricismo y la filosofía postmoderna; Sauquillo (1989: 179) resume los problemas cen-
trales a debate: «la universalidad de las categorías de la razón occidental; la historia
como totalidad en marcha orientada hacia un sentido; el sujeto como substancia o dato
previo; o la automistificación humanista o teología del Hombre».
262. Una buena revisión (filosófica) de estos problemas y de su superación desde
el postestructuralismo y la neohermenéutica la da Pardo (2001: 50-54).
263. En 1963 LS definió el conjunto de su obra, desde las Estructuras elementales
del parentesco hasta las Mitológicas, e incluyendo la pausa o inflexión que entre esos
dos momentos de investigación empírica representa el intento de generalización del
Totemismo en la actualidad y el Pensamiento salvaje, como «etapas de una misma em-
presa, a la que se podría definir como una especie de inventario de las constricciones
mentales, una tentativa para reducir lo arbitrario a un orden, para descubrir una ne-
cesidad inmanente a la ilusión de la libertad» (LS, 1967: 159), enunciado reproducido
casi en los mismos términos como declaración programática en (1968: 19).
264. «Se me reprochará reducir la vida psíquica a un juego de abstracciones, sus-
tituir el alma humana con sus fiebres por una fórmula aséptica. No niego los impul-
sos, las emociones, las efervescencias de la afectividad, pero no reconozco a estas fuer-
zas torrenciales una primacía: hacen su irrupción en un escenario ya construido,
arquitecturado por sujeciones mentales. Si las ignoráramos, volveríamos a las ilusio-
nes de un empirismo ingenuo con la única diferencia de que el espíritu aparecería pa-
sivo ante estímulos internos en lugar de externos, «tabula rasa» transpuesta del campo
de la cognición al de la vida afectiva. A los desbordamientos de esta, un esquematismo
primitivo impone siempre una forma» (LS, 1986: 180). Este planteamiento permite a
LS, de paso, instaurar mediante la primacía de las formas la autonomía del pensa-
miento y la prioridad de las superestructuras o universo imaginario, algo que con el
tiempo ha pasado a ser ampliamente aceptado (aun cuando subsisten marxistas recal-
citrantes y materialistas vulgares que no comparten tales posiciones y, en el mejor de
los casos, las siguen tildando de pequeñoburguesas) y que se relaciona con el materia-
lismo de lo incorpóreo de Foucault (1980b: 41); con la definición de práctica simbólica
de Godelier: «una forma de hacer pasar las ideas del mundo del pensamiento al mun-
do del cuerpo, a la naturaleza y a la vez de transformarlas en relaciones sociales, en
materia social: los discursos, los gestos simbólicos transforman las ideas en una reali-
dad social y material totalmente visible» (Godelier, 1986: 269); y con sus plantea-
mientos sobre la relación ideal-material: «La relación entre lo ideal y lo no ideal en lo
real no puede ser concebida más que como la relación de un reflejo y una realidad re-
flejada. El pensamiento no refleja, da sentido a situaciones que nacen de causas y fuer-
zas cuya causa no es solamente la conciencia o el inconsciente. Este sentido lo inven-
ta, lo produce, construyendo sistemas de interpretación que generan prácticas
simbólicas, las que constituyen otro modo de organizar, de legitimar, y, por tanto, de
producir también la dominación de los hombres sobre las mujeres y se convierten en
relaciones sociales. Todo sería muy sencillo si el pensamiento se limitase simplemen-
te a reflejar, a representar la sociedad, pero precisamente todas las dificultades del
análisis científico de la parte ideal de lo real provienen de que el pensamiento no sólo
representa la sociedad, sino que también es él mismo productor de esa sociedad» (Go-
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delier, 1986: 272). P. Clastres, por su parte, va incluso más allá de Godelier y le critica
que establezca una diferenciación entre infraestructura y superestructura, ya que para
él no es posible ni conveniente aislar estos niveles dentro de las sociedades primitivas,
que en cambio deberían ser entendidas como «un hecho social total», esto es: sin dife-
renciar un campo de lo económico de otro de lo religioso, sino que todo ello se diluye
dentro de la sociedad como un conjunto que poseería siempre la misma estrategia y se
conduciría siempre como una Unidad cuyos esfuerzos pretenden mantener esa situa-
ción (Clastres, 1981: 167-179 y 183 y ss.).
265. Como dice Piaget (1974), en este planteamiento se conserva el sujeto, pero
no entendido como «el sujeto individual, que aquí no interviene para nada», o como
el «sujeto epistémico o núcleo cognoscitivo común a todos los sujetos de un mismo ni-
vel», o como el sujeto de «la toma de conciencia, siempre arbitraria y a menudo de-
formadora» (Piaget, 1974: 160), sino sus «operaciones», esto es: «lo que consigue ha-
cer el sujeto en sus actividades intelectuales, de las que él conoce los resultados pero
no el mecanismo», «lo que por abstracción reflexiva él saca de las coordinaciones ge-
nerales de sus acciones: ahora bien, precisamente estas operaciones son los elementos
constitutivos de las estructuras que él utiliza. Sostener entonces que el sujeto ha desa-
parecido para dejar sitio a lo impersonal y a lo general sería olvidar que en el plano de
los conocimientos (como quizá de los valores morales, estéticos, etc.) la actividad del
sujeto supone un continuo descentramiento que lo libera de su egocentrismo intelec-
tual espontáneo en provecho no precisamente de un preparado universal y externo a
él, sino de un proceso ininterrumpido de coordinaciones y de entradas en reciprocida-
des: ahora bien, este proceso mismo es generador de las estructuras en su construcción
o reconstrucción permanente» (Piaget, 1974: 161). A partir de ahí se propone que,
dado que «no sabemos dónde situar el “ser” de la estructura, ya que por definición
esta jamás se confunde con el sistema de las relaciones observables, las únicas bien de-
limitadas en la ciencia considerada» (Piaget, 1974: 159), «el sujeto existe porque, en
general, el “ser” de las estructuras es su estructuración» (Piaget, 1974: 161).
266. En esta entrevista responde a la cuestión: ¿en qué consiste entonces su mar-
xismo?, de la siguiente guisa: «Se puede reducir a un cierto número de proposiciones
muy elementales, a saber: que el hombre está en el mundo, que el hombre piensa en
el mundo y que entre todos aquellos sistemas de constricciones mentales que trato de
describir tomando como base la observación de los sistemas sociales encarnados, los
primeros que encontramos provienen del hecho de que el pensamiento humano no se
manifiesta nunca en lo absoluto, sino siempre en relación con cierto número de cons-
tricciones que son en primer lugar constricciones externas» (Caruso, 1967: 189). Le
falta añadir que esas constricciones son, como venimos recogiendo, en segundo lugar
internas.
267. «Es precisamente, además, lo que enseña el materialismo histórico cuando
afirma que siempre se puede pasar, por transformación, de la estructura económica o
de la estructura de las relaciones sociales a la estructura del derecho, el arte o la reli-
gión. Pero nunca Marx ha pretendido que estas transformaciones fueran de un solo
tipo; por ejemplo, que la ideología sólo pueda reflejar las relaciones sociales, a la ma-
nera de un espejo. Marx pensaba que estas transformaciones son dialécticas» (LS,
1973: 301).
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268. «En primer lugar, una estructura presenta un carácter de sistema. Consiste
en elementos tales que una modificación cualquiera en uno de ellos entraña una mo-
dificación en todos los demás. En segundo lugar, todo modelo pertenece a un grupo de
transformaciones, cada una de las cuales corresponde a un modelo de la misma fami-
lia, de manera que el conjunto de estas transformaciones constituye un grupo de mo-
delos. En tercer lugar, las propiedades antes indicadas permiten predecir de qué ma-
nera reaccionará el modelo, en caso de que uno de sus elementos se modifique. En fin,
el modelo debe ser construido de tal manera que su funcionamiento pueda dar cuen-
ta de todos los hechos observados» (LS, 1973: 251-252).
269. Véase al respecto la cita recogida en la nota 296.
270. Un ejemplo sencillo: si la contraposición sexualidad/maternidad funciona
estructuralmente en una sociedad y permite, por ejemplo, ordenar la posición de la
mujer en esa sociedad o fundar una simbología y una ideología de la reproducción de
la unidad doméstica, y observo que la serpiente es un signo del lado sexual, puedo pre-
ver que el contacto de un niño pequeño con la serpiente producirá (a los ojos del siste-
ma de saber que estoy analizando) una enfermedad que contradice la maternidad y
niega la reproducción doméstica. El ejemplo está tomado del saber campesino gallego
(véase Criado, 1986).
271. «En conclusión, la falacia ontológica de la predicación estructural no consis-
te en intentar elaborar modelos constantes para profundizar luego las diferenciacio-
nes situacionales. Consiste en elegir las presuntas constantes como objeto único y fin
último de la investigación, punto de llegada y no de partida para nuevas contestacio-
nes. Tener a mano una hipótesis sobre lo idéntico para profundizar en el estudio uni-
ficado de lo diverso no es en absoluto ninguna falacia. En cambio, sí que es una fala-
cia ontológica saquear el almacén de lo diverso para descubrir siempre, en seguida y
con certeza absoluta, lo idéntico» (Eco, 1978: 467).
272. «No postulo una suerte de armonía preestablecida entre los diversos niveles
de estructura. Pueden muy bien hallarse –y ello ocurre a menudo– en contradicción
unos con otros, pero las modalidades según las cuales se contradicen pertenecen todas
al mismo grupo» (LS, 1973: 301). O también: «sabemos que una sociedad concreta ja-
más se reduce a su estructura o, mejor dicho, a sus estructuras (porque tiene muchas,
en diferentes niveles, y estas diversas estructuras se encuentran a su vez, al menos par-
cialmente, “en estructura”)» (LS, 1973: 294).
273. «Si, como lo creemos nosotros, la actividad inconsciente del espíritu consiste
en imponer formas a un contenido, y así estas formas son fundamentalmente las mis-
mas para todos los espíritus, antiguos y modernos, primitivos y civilizados (como lo
muestra de manera tan brillante el estudio de la función simbólica, tal como esta se
expresa en el lenguaje), es necesario y suficiente alcanzar la estructura inconsciente
que subyace en cada institución o cada costumbre para obtener un principio de inter-
pretación válida para otras instituciones y otras costumbres, a condición, natural-
mente, de llevar lo bastante lejos el análisis» (LS, 1973: 22).
274. «Menos confusiones se habrían producido en torno a la noción de naturaleza
humana, que insistimos en emplear, si se hubiera tenido en cuenta que no pretende-
mos con ello designar un apilamiento de estructuras todas armadas e inmutables, sino
matrices a partir de las cuales se engendran estructuras participantes todas de un mis-
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cabulario importa menos que la estructura. Ya sea el mito recreado por el sujeto o sa-
cado de la tradición (…) el inconsciente solamente extrae el material de imágenes so-
bre las cuales opera, pero la estructura es siempre la misma, y por ello se cumple la
función simbólica» (LS, 1973: 184-185).
279. Frente al reproche de Ricoeur (1967) de que el pensamiento salvaje elige la
sintaxis contra la gramática, Lévi-Strauss responde: «Para mí no hay nada que elegir.
No hay nada que elegir por lo mismo que la revolución fonológica consiste en el des-
cubrimiento de que el sentido es siempre la consecuencia de la combinación de ele-
mentos que en sí mismos no son significantes. Lo que usted busca es un sentido del
sentido, un sentido que está por detrás del sentido; mientras que, en mi perspectiva, el
sentido nunca es un fenómeno primero: el sentido es siempre reductible. Dicho de
otra manera: detrás de todo sentido hay un no sentido, y lo contrario no es verdadero.
Para mí la significación es siempre fenomenal» (LS, 1967: 166). Por otra parte, salva-
da la prioridad de la gramática, LS reconoce que en las estructuras de pensamiento
ambas cosas van coligadas: «El error del formalismo consiste en creer que se puede
abordar de inmediato la gramática y diferir el léxico. Pero lo que es cierto para un sis-
tema lingüístico cualquiera, lo es, y mucho más, para los mitos y los cuentos, porque
en este caso la gramática y el léxico no sólo están estrechamente unidos, sin dejar de
operar en niveles distintos: gramática y léxico se adhieren entre sí por toda su super-
ficie, y se cubren una y otra completamente. A diferencia del lenguaje, donde se plan-
tea todavía el problema del vocabulario, el metalenguaje no comprende ningún nivel
cuyos elementos no resulten de operaciones bien determinadas, y efectuadas según
reglas. Allí, en este sentido, todo es sintaxis. Pero, en otro sentido también, todo es vo-
cabulario, ya que los elementos diferenciales son palabras; los mitemas son aún pala-
bras; las funciones son denotables mediante palabras; y es concebible que existiesen
lenguas tales que en ellas el mito fuese, entero, expresable por una sola palabra» (LS,
1979b: 140); parece mentira que Lévi-Strauss no reparase en que esa posibilidad exis-
te, por ejemplo: «Marilyn».
280. En Criado (1989a) se traduce por thought.
281. Se puede ver una discusión más detenida del concepto de código aplicado a la
arqueología en Criado (1999: 10-11, nota 18).
282. «Esta ciencia de lo concreto tenía que estar, por esencia, limitada a otros re-
sultados que los prometidos a las ciencias exactas naturales, pero no fue menos cientí-
fica, y sus resultados no fueron menos reales. Obtenidos diez mil años antes que los
otros, siguen siendo el sustrato de nuestra civilización» (LS, 1964: 35).
283. «Esta exigencia de orden se encuentra en la base del pensamiento que lla-
mamos primitivo, pero sólo por cuanto se encuentra en la base de todo pensamiento»
(LS, 1964: 25).
284. «Lejos de ser, como a menudo se ha pretendido, la obra de una “función fa-
buladora” que le vuelve la espalda a la realidad, los mitos y los ritos ofrecen como su
valor principal el preservar hasta nuestra época, en forma residual, modos de obser-
vación y de reflexión que estuvieron (y siguen estando sin duda) exactamente adapta-
dos a descubrimientos de un cierto tipo: los que autorizaba la naturaleza, a partir de la
organización y de la explotación reflexiva del mundo sensible en cuanto sensible» (LS,
1964: 35).
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285. La historia «no es una realidad nouménica en el sentido kantiano, sino una
categoría a priori del entendimiento que determinadas sociedades (entre ellas la nues-
tra) pueden tener de sí mismas» (carta dirigida a J. Duvignaud el 11 de octubre de
1958, citada en Duvignaud, 1977: 192).
286. La selección de referencias en las que LS se manifiesta de esta forma es pro-
lija; podemos recoger algunas: LS (1964: 100-101, 105-114, 191-193, 226-239, 355 y
ss.; 1968: 150, 188, 211, 224; 1972a: 106, 363, 394-395; 1976: 35, 323, 568; 1979b: 242-
251).
287. «No he tratado de destruir la idea de progreso, sino más bien de hacerla pa-
sar del rango de categoría universal del desarrollo humano al rango de un modo par-
ticular de existencia propio de nuestra sociedad (y tal vez de algunas otras) cuando
ella intenta pensarse a sí misma» (LS, 1973: 303).
288. «Que una sola vez en la historia humana y en un solo lugar se haya impues-
to un esquema de desarrollo al que, arbitrariamente por ventura, ligamos desenvolvi-
mientos ulteriores (con certidumbre tanto menor cuanto que faltan y faltarán por
siempre términos de comparación), no autoriza para transfigurar un suceso histórico
que nada significa, sino que se produjo en tal lugar y tal momento, en prueba de una
evolución que en adelante fuera exigible en todos los lugares y en todos los tiempos.
Pues entonces sería fácil concluir que hay lesión o carencia en las sociedades o en los
individuos dondequiera que no se haya producido la misma evolución» (LS, 1979a:
394).
289. «Una sociedad puede vivir, obrar, transformarse, sin necesidad de dejarse
embriagar por la convicción de que las sociedades que la han precedido en algunas de-
cenas de miles de años no han hecho otra cosa que prepararle el camino; que todos sus
contemporáneos (aun sus antípodas) se esfuerzan trabajosamente por alcanzarla, y que
las sociedades que la sucederán hasta el fin de los siglos no tienen otra preocupación
que mantenerse en la dirección que ella ha trazado» (LS, 1973: 303-304).
290. Por eso se puede hablar del estructuralismo levistrausiano como de un «he-
gelianismo sin sujeto transcendental» (Duvignaud, 1977) o de un «kantismo sin suje-
to transcendental» (Ricouer, 1967; LS, 1967: 162). Volveremos más abajo sobre estas
proposiciones.
291. Este planteamiento es posibilitado por el propio LS que reconoce la coliga-
ción de gramática y semántica en las estructuras para denotar significados concretos
dentro, por ejemplo, de un sistema mítico y, en general, de cualquier metalenguaje; al
respecto véase LS (1979b: 140), cita recogida aquí en la nota 279.
292. La reinterpretación en clave histórica de la noción levistrausiana de pensa-
miento se asimila al Logos de Gadamer, que, como Vattimo dice (1995: 60), incluye
tanto un vocabulario como una gramática y una tradición, entendida como una racio-
nalidad compartida que existe en la lengua natural de una comunidad.
293. No obstante, debo añadir que en muchos casos no empleo el término de for-
ma categorial sino adjetiva, por lo que hay que evitar una sustancialización nomina-
lista de este concepto. Su uso pretende evocar un juego de referencias apenas sugeri-
das y que pueden llegar a incluir tanto elementos del «pensamiento» de más arriba
como de los «códigos» que veremos más abajo.
294. «Si se atribuye a las ideas religiosas el mismo valor que a cualquier otro sis-
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modo, esos conceptos adquieren un nuevo sentido que procede, en parte de sus posibi-
lidades (de significación) previas, en parte de su contexto situacional concreto, y en
parte de la acción que desarrollan dentro de él.
298. «Se sabe que el sentido de una palabra está doblemente determinado: por las
que le preceden o le siguen en el discurso, y por las que se habría podido sustituir para
dar la misma idea. (…) Definir una palabra es reemplazarla por otra palabra o locu-
ción que depende del mismo conjunto pragmático. Usar una metáfora es desviar una
palabra o una locución de una cadena sintagmática para introducirla en otra cadena
sintagmática. En cuanto al símbolo, constituye una entidad que, en un determinado
orden conceptual, mantiene las mismas relaciones sintagmáticas con el contexto que,
en otro orden conceptual, la cosa simbolizada mantiene con otro contexto. El pensa-
miento simbólico pone así en relación paradigmática términos homólogos cada uno
de los cuales tiene una relación sintagmática particular. Pero el significado o el exce-
so de significado que se busca no pertenece exclusivamente a la nueva palabra, a la
nueva cadena o al nuevo conjunto. El significado deriva de su poder de relación con la
otra palabra, la otra cadena, el otro conjunto que complementan en lugar de sustituir
(…). Significar no es otra cosa que establecer una relación entre los términos» (LS,
1986: 181-182).
299. Por ejemplo, si intentamos conocer una determinada «cultura arqueológica»,
ese conocimiento es teórico en el muy concreto sentido de que esa cultura nunca exis-
tió, sino que es una abstracción del autor, el investigador o el arqueólogo.
300. Esto es lo que nos aporta el método delineado en el apartado 3.2.4 del capí-
tulo 3.
301. El autor de esta tradición que mejor representa este rasgo (entre otras cosas
por haber estudiado como urbanista el espacio, el movimiento y la velocidad y sus
transformaciones en la modernidad tardía) es P. Virilio; aunque pertinazmente criti-
cado en Sokal et al., 1999 por algunos excesos logorreicos de su obra, ha previsto como
nadie el efecto del movimiento en el urbanismo posmoderno y sus escritos son muy
recomendables para pensar el espacio (p. ej., 1989 y su escueta aportación al muy re-
comendable volumen de Duvignaud, 1974).
302. Véase, al respecto, Bermejo (1987: 31-33, 126 y ss.), o también Lyotard
(1989: 118-130).
303. Ese mecanismo intelectual engendró el evolucionismo y el difusionismo; cap.
1, ap. 1.3.
304. Esta actitud distinta respecto al tiempo se ejemplifica bien en Curry et al.
(1987), que no ejerció mayor efecto sobre la arqueología, y más recientemente en
Karlsson (2000).
305. Entre nosotros no son muy frecuentes las reflexiones sobre el concepto de
tiempo y periodización; la mejor excepción sigue siendo Martínez Navarrete (1989),
que ha discutido en profundidad las bases epistemológicas y metateóricas de los es-
quemas de periodización en prehistoria. Recientemente A. Hernando (2002) ha revi-
sado a fondo el problema del tiempo en arqueología desde una perspectiva teórica.
306. Es ilustrativo de este criterio de cientificidad basado no en ser científico, sino
en ser estructural, la valoración que Lévi-Strauss realiza de Freud en La alfarera ce-
losa (LS, 1986). No tiene desperdicio.
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334. Es decir, como un género de discurso que provoca un cambio en nuestra for-
ma de ver las cosas a través de la fuerza que las palabras tienen para nosotros (para-
fraseando una definición de Madison, 1990: 188).
335. Véase la crítica de la cultura de la imagen en Eagleton (1986: 134 y ss.).
336. En esto al menos están de acuerdo tanto Gadamer (1977) como Derrida
(1976).
337. En el sentido de que a través de ella se podría acceder a las superestructuras
de las que, en sentido crítico y peyorativo, habla R. Harland (1987) y en las que se re-
suelven a menudo los análisis estructuralistas burdos.
338. En el sentido que le confiere Bermejo (1991; tomado de Kant), según el cual,
una vez intuida la existencia de ese sentido, este no puede ser descubierto con la intui-
ción, sino razonando a partir de ella mediante conceptos derivados del entendimiento.
339. En este sentido la historia, que en principio se sitúa ante esta misma proble-
mática, la solventa de una forma distinta ya que, toda vez que a través de los textos es-
critos y documentos históricos tiene acceso al sistema de discursos de la sociedad con-
siderada, puede solventar este problema descubriendo mediante el análisis estructural
o la semántica histórica el patrón de subjetividad implicado en esa sociedad y expre-
sado, de un modo u otro, en esos discursos; ejemplos en este sentido lo ofrecen obras
como Vernant (1983) o Vidal-Naquet (1983).
340. Texto transcripto enteramente en la nota 271.
341. Véase el comentario de J. Nordbladh a mi capítulo «Walking about Lévi-
Strauss. Contributions to an Archaeology of Thought» publicado en Holtorf et al.
(2000: 296-298).
342. «Reivindicamos para nuestro uso toda manifestación de la actividad mental
o social de las poblaciones estudiadas, que permitirá –según podrá apreciarse en el
curso del análisis– completar el mito o alumbrarlo, pese a que no constituye, en el sen-
tido que dan los músicos a esta expresión, un acompañamiento “obligado” de él» (LS,
1968: 14).
343. «Por respetuoso de la historia y por dispuesto que esté el análisis estructural
a sacar provecho de todas las lecciones, se niega a dejarse encerrar dentro de los perí-
metros ya circunscritos por la investigación histórica. Al contrario, demostrando que
mitos de muy diversos orígenes forman objetivamente un grupo, plantea un problema
a la historia y la invita a ponerse a buscar una solución. Hemos construido un grupo y
esperamos haber ofrecido la prueba de que es un grupo. Incumbe a los etnógrafos, los
historiadores y los arqueólogos decir cómo y por qué» (LS, 1968: 17); lógicamente, la
cursiva es nuestra.
344. «No nos engañemos: no se trata de dos etapas, o de dos fases, de la evolución
del saber, pues las dos acciones son igualmente válidas» (LS, 1964: 43), y «nos privarí-
amos de todo medio de comprender el pensamiento mágico, si pretendiésemos redu-
cirlo a un momento, o a una etapa, de la evolución técnica y científica» (LS, 1964: 30).
345. Pues el poder, como propugnaba Foucault, es aquello «que es ejercido». De-
bemos añadir que la noción de poder de Clastres se aproxima o copia la que desarrolló
M. Foucault. A nosotros siempre nos sorprendió este paralelismo, sin que sepamos las
bases reales de él, ya que en nuestra ignorancia no recordamos una sola cita de uno de
esos autores al otro. Con todo, el tema merecería ser estudiado a fondo.
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346. «Bien que instaladas en la historia, estas sociedades parecen haber elaborado
o retenido una sabiduría particular, que las incita a resistir desesperadamente toda
modificación de su estructura que pueda permitir una irrupción de la historia en su
seno. Aquellas sociedades que han protegido mejor sus caracteres distintivos hasta una
época reciente se nos aparecen como sociedades inspiradas por el cuidado predomi-
nante de perseverar en su ser. La manera en que se explota el medio ambiente garan-
tiza a la vez un nivel de vida modesto y la protección de los recursos naturales. Más
allá de su diversidad, las reglas matrimoniales que aplican presentan, según los de-
mógrafos, un rasgo común: limitar al extremo y mantener constante la tasa de fecun-
didad. La vida política, en fin, fundada en el consentimiento, no admite otras decisio-
nes que no sean aquellas adoptadas por unanimidad, y parece concebida para excluir
el empleo de ese motor de la vida colectiva que utiliza las distancias entre poder y opo-
sición, mayoría y minoría, explotadores y explotados» (LS, 1973: xliv-xlv).
347. Este caso fue estudiado a fondo por autores que aplicaron a la historia de
Grecia los principios de la antropología estructural levistrausiana, y que comprobaron
que, frente a la historiografía clásica, en la cultura griega no se habría realizado la su-
peración del pensamiento mítico por el pensamiento racional, sino que se habría asis-
tido a un desarrollo dentro de las coordenadas del pensamiento mítico que desenvuel-
ve sus propias potencialidades en el seno de un contexto socioeconómico y cultural
específico y cambiante caracterizado por el surgimiento de la polis y la adopción de la
escritura (Detienne, 1985: 149-52; García, 1992; Vernant, 1982 y 1983).
348. En este punto y sobre este tema hay que recordar la hipótesis Sapir-Whorf,
que años antes de que LS desarrollara su antropología del pensamiento señalaron (a
través de investigaciones etnográficas concretas) la estrecha correspondencia entre
lenguaje, construcción simbólica de la realidad y la misma realidad social; la cuestión
de la transición de la oralidad a la escritura y su relación con las formas de pensar se
introduce en la obra de estos autores como una prolongación natural de esa hipótesis
(Sapir, 1949, Whorf, 1956).
349. No campesinas propiamente dichas, en el sentido que le otorgan Shanin
(1990) al hacer la sociología del campesinado y Vicent o Gilman en Arqueología.
350. Este fue el primer planteamiento en este sentido, anterior a que este tipo de
posición se generalizase entre autores ingleses (p. ej., Hodder, 1990; Thomas, 1991;
Bradley, 1993; una sinopsis de este tema se puede consultar en Hernando, 1994). De
hecho, en el texto original del trabajo de 1989a (escrito a finales de 1986), figuraba
una larga consideración sobre el concepto de neolítico que fue suprimida por el editor
para ahorrar espacio y porque era un tanto secundario respecto al argumento princi-
pal. A principios de los años noventa se impusieron estas valoraciones en la arqueolo-
gía británica y consiguientemente se vulgarizaron como un nuevo paradigma en la
prehistoria mundial.
351. En este punto nuestro planteamiento era subsidiario, primero sin saberlo y
después de forma consciente, de las propuestas al respecto de Ingold y de su estudio de
los sistemas de control de la naturaleza entre comunidades cazadoras-recolectoras; él
antes que ningún arqueólogo planteó que el neolítico no era domesticar la naturaleza
sino establecer relaciones domésticas de producción (véase Ingold, 1980 y 1986).
352. Ejemplos arqueológicos concretos: Kristiansen (1998b) y Parcero (2000).
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NOTAS 371
353. Y que hemos analizado en detalle en Criado et al. (1998); Criado (1999) y Vi-
lloch (2001).
354. Véase la definición de este concepto en Prieto (1999) y Cobas y Prieto (2002).
355. No es frecuente todavía aplicar la cadena operativa a la arquitectura. Quirós
(1993) es una excepción.
356. Analizado en Criado y Villoch (1998).
357. Como propusimos en el capítulo 3 apartado 3.
358. Criado (1989a, 1989b y 1993).
359. Es el lado hacia el que quedan los asentamientos domésticos visibles desde el
monumento, los espacios factibles de uso humano y, según se ha comprobado en cier-
tos casos, efectivamente aprovechados.
360. Denotado por la orientación de los corredores hacia el sureste, las diferentes
condiciones de iluminación de la mitades norte y sur de las cámaras en función de la
ligera disimetría que tienen y, sobre todo, por el empleo de materiales geológicos dis-
tintos en las cámaras y corazas tumulares, con predominio del cuarzo hacia el este y de
la pizarra o piedras oscuras hacia el oeste.
361. Pues es la orientación esencial que presentan las necrópolis, estando subra-
yada por el hecho de que el tránsito y relaciones visuales entre túmulos se ajusta a esa
ruta.
362. En Méndez (1994) se puede encontrar una crítica de la periodización de la
prehistoria reciente, junto con el planteamiento de un sistema alternativo fundado
precisamente en las bases que aquí estamos siguiendo: formas de pensamiento y so-
ciología primitiva.
363. Cobas (2003); Prieto et al. (2003); Criado y Santos (2002).
364. Como sugiere Anderson (2000: 76), noción que enlaza con la hipótesis Sapir-
Whorf, con la función de la oralidad como tecnología del saber y con la filosofía del
lenguaje que entiende este como dispositivo básico de conformación del pensamiento
y del ser en el mundo.
365. Como preconizamos en las notas 227 y 234; este planteamiento es el que sub-
yace a Hedeager (2000) o Kristiansen (1999); y, para el caso concreto de los celtas en
Galicia, el número de Complutum coordinado por G. Ruiz Zapatero (2005), o el volu-
men de J. González García (2007), testimonian un cambio de orientación respecto a la
orientación dominante que negaba y niega toda vialidad a la convergencia de temas y
disciplinas para estudiar este problema.
366. Véase la definición de este concepto en Criado (1999: 12).
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cognitiva, 58, 70, 107-109 150, 152, 157-158, 160, 163, 165, 174,
comercial, 114 179, 202, 227-228, 235, 240-241, 249,
contextual, 81, 147-148, 150, 188 253, 261, 289-290, 296-298, 300, 315,
crítica, 96, 112, 147, 187 324-325
de la forma, 39, 53-54, 58-59, 61 original, 133, 256
de la función, 39, 53, 56, 62, 64, 69, 184 avión B-2 Spirit, 217
de la mirada, 267, 316 avión F-117 Nighthawk, 217
de la visibilidad, 267 Ayers Rock, 281
del paisaje, 20, 33, 270, 293
del sentido, 39, 41, 53, 57-58, 78-79, 81,
91, 94, 96, 97, 118, 183-184 Bacon, F., 43
espacial, 150, 271 banda, 231, 314, 318-319
estructural, 227, 230, 251 Barreiro, D., 22, 33, 123
funcionalista, 38, 63, 69, 83, 97, 113, 183, Barthes, R., 51
185 base teórica, 165, 177-178, 180, 188, 227
hermenéutica, 149, 174 Benveniste, E., 225, 241
histórica, 19, 24, 81, 197 Binford, L., 149, 181, 186-187, 227, 289
histórico-cultural, 58, 184, 224 Bourdieu, P., 82
interpretativa, 24, 129, 131, 164-165,
168, 227, 265
marxista, 45-46 cadena
medieval, 46 interpretativa, 121
posprocesual, 92, 95, 103, 108-110, 131, tecnológico-operativa, 223, 308
146, 184, 187, 198, 202 calcolítico, 306, 320
postmoderna, 78, 103, 124 cambio, 20, 22, 32, 35-36, 43-44, 73, 75-76,
pública, 118, 120-121, 123-124, 328 78, 87, 89, 90, 92, 94-96, 100, 105, 108-
reaccionaria, 112 110, 114-117, 136, 138, 152, 155, 157,
social latinoamericana, 46 165, 181-182, 184, 187, 197-198, 200,
tradicional, 23, 28, 38, 58, 61-64, 184, 210, 212-213, 224, 229-230, 234, 236,
186 239, 243, 245-246, 249, 253, 260-262,
arquitectura 268-269, 273, 279, 291, 299-300, 302-
funcionalista, 102 304, 310, 317, 319, 322
funeraria, 307 social, 73, 76, 110, 317
megalítica, 307, 310, 312 Cambridge, 57, 79
moderna, 70 caos, 244
monumental, 228, 304, 307, 312, 222 captar el sentido, 296
arte casa, 162, 296, 306
paleolítico, 286, 305 categoría espacial, 244, 304
postglaciar, 286, 305 celtas, 316
artificial, 268-269, 277, 279, 280-281, 305, centro de interpretación, 155
307, 312, 319-321, 341 Childe, G., 46, 300, 313
artificialización, 28, 228, 312 Chomsky, N., 77, 244
del paisaje, 305 ciencia
autocomprensión, 289 del espíritu, 198
autoconciencia, 170, 289 del hombre, 28, 53, 55
automóvil, 215 ficción, 215
autor, 18, 24, 31-32, 34, 46, 48, 57, 77, 82, histórico-social, 55, 181
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 399
humana, 19, 50, 54, 57, 82 concepto de tiempo, 281-282, 302, 319, 321
moderna, 316 conciencia
natural, 55, 65, 69, 70, 72, 82, 136-138, social, 237
144, 163, 179 universal, 149
posnormal, 122 teoría de la, 52
social, 13, 21, 23, 29, 36, 47, 57, 70, 85, conductismo psicológico, 70
99, 108, 129, 137-138, 140, 145-146, Cono Sur americano, 287
156, 163, 168, 170, 195-196, 257 conocimiento
unificada, 54 arqueo-lógico, 25, 197, 294, 315
teoría de la, 32, 47, 50-53, 61, 69, 71, 82 arqueológico, 17-18, 21, 23-25, 32-33, 83,
científico, 13, 18-19, 21, 31, 34, 36, 45, 47- 92-93, 96, 122, 125, 131, 153, 162, 165,
48, 51-57, 59, 62, 64-65, 69, 71, 108, 177, 180, 189, 201-202, 207, 232, 251,
114-115, 119, 123, 125, 129-130, 136- 257, 265, 294, 314-315
137, 144-146, 150, 153, 155, 158-159, científico, 56-57, 65, 115, 129, 144
164-166, 178-180, 197-198, 209, 243- de la realidad, 201
245, 262, 297, 300, 304 hipotético, 257
círculo histórico, 114, 197
de Viena, 54 positivo, 72, 314
hermenéutico, 142, 158-159, 161, 166, consenso, 28, 34, 75, 97-98, 113, 122, 137,
170, 225 203, 205, 249, 251
clasificación, 244, 244, 303-304, 318, 322 construcción
Clastres, P., 24, 105, 227-228, 286, 297-298, de la visibilidad, 275, 277, 282
300, 319-320 de un paisaje cultural, 310
coche, 215, 221-222 del paisaje, 269, 312
código megalítica, 281
arqueológico, 210 constructivismo, 57
de representación, 307, 315 contexto
estructural, 212, 245, 310 arqueológico, 81, 314, 322
genérico, 212 cultural, 147, 161, 212, 255, 267, 271, 301
cognitivismo, 70 de intencionalidad, 147
comparación, 167, 205, 212-213, 224-225, de uso, 121, 174
320 original, 147, 202-204, 207, 231-232, 324
comparatismo, 225 presente, 180
compatibilidad estructural entre códigos, pretérito, 180
206, 232, 254-255 social, 21, 118, 190, 200, 215, 243, 250,
complejidad social, 196, 223, 268, 288, 318 273, 285, 307
comprensión, 23, 32, 36, 44, 52, 69, 75, 81, social original, 255, 270
93, 96, 105, 138, 144, 146, 154, 158, sociocultural, 47-48, 212, 270, 291, 307,
160, 162, 166-168, 170, 190, 194, 203- 322
204, 207, 209, 210, 228, 232, 235-236, subjetivo, 206, 231-232
239, 265, 270, 289, 314-315, 327 contextualizar la interpretación, 18, 24,
comprobación, 24, 69, 136, 138, 206-207, 200, 205, 207-208, 293, 314
229, 232 contrucción social de la realidad, 188-189,
comunicación, 15, 33, 76-77, 113-114, 158, 196
249, 254-255, 267, 273 cosificación, 193
concepción Covadonga, montaña de, 281
heredada, 31, 48, 56-57, 234 crisis
moderna de la subjetividad, 290 de la modernidad, 23, 28, 52, 70, 83-84
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 400
del positivismo, 56, 82 Dilthey, W., 55, 140, 159, 198, 203
cristianismo, 203 discurso
crítica, 18, 21, 23-24, 28-31, 33, 39, 45, 50, de resistencia, 164, 167, 324
55, 57, 60-61, 65, 73, 77-79, 82, 84-85, ideológico, 77, 273, 285
87, 89-90, 95-99, 102, 106-108, 112, diseño de coches, 215, 222
124, 144, 146-148, 151, 155-159, 161, disolución de la sociedad primitiva, 300,
165-168, 174-175, 179-180, 187, 191, 305-306, 322
193, 196, 199-200, 205, 207, 228, 235- dispositivo
236, 240, 245, 251, 263, 270, 316, 325 heurístico, 318
cronología, 43-44, 58, 217, 260-261 interpretativo, 27, 322
cuerpo, 99-100, 102, 104, 112, 157, 191, división, 287, 305, 320-321
248-249, 256, 260, 312 social, 260, 298
cultura doble hermenéutica, 163, 168
humana, 298 documento, 60, 121, 184, 198, 208
material, 17-19, 25, 39, 41-42, 79, 81, 92, domesticación
94-95, 100, 104, 108-110, 116, 174, de la naturaleza, 228, 244
177-178, 188, 190, 192, 195-196, 210, del entorno, 312
214-215, 265-271, 273-275, 286, 288, del espacio, 310
290-291, 316 del mundo físico, 312
culturalismo, 28-29, 97, 99-100, 102 del pensamiento, 287
culturización de la naturaleza, 305 dominación, 161, 165, 273
dualidad, 37, 48, 62, 69, 129, 234-235, 243,
263, 275, 303-304, 318
datos, 14, 22, 41-42, 58-59, 63, 69, 80, 113, salvaje/domesticado, 304
147, 165-166, 168, 178-179, 181-182, dualismo, 28, 31, 52, 174, 236
196-197, 214, 257, 261, 288, 302, 315, dualización, 114, 153, 237
327, 358 Dumézil, G., 162, 224-225, 235
de-construcción, 90, 195 duración, 21-22, 33, 37, 94, 106, 277
debate epistemológico, 137, 235 Durkheim, E., 30, 74, 98-99, 225, 234
deconstrucción, 98, 121, 153, 254 Duvignaud, J., 246, 259
Deleuze, G., 47, 124, 237, 262
deposición, 187, 190
Derrida, J., 30, 87, 124, 203, 237, 241, 290 Eco, U., 131, 156, 162-163, 199, 202, 204-
descripción, 14, 60-62, 89, 93, 131, 133-134, 205, 223, 240-241, 248, 294, 302
159, 183, 213, 242, 259, 266, 281-282, ecosistema, 72
291, 316 Edad
densa, 253 del Bronce, 212, 306, 310
desigualdad, 22, 196, 298, 321 del Hierro, 306
dialéctica, 24, 157-159, 161, 163, 165-166, efecto, 28, 48, 60, 76, 79, 82-83, 108-109,
168, 245, 293, 295, 300 129, 134, 137, 154, 157, 180, 182-187,
negativa, 158-159, 161 189-190, 192-193, 199, 211, 228, 235,
dicotomía, 28, 115, 231, 243 240, 245-246, 255-257, 207, 269-271,
dicotomización, 149, 234-235, 262 273-275, 279, 285, 303, 315, 321
didáctica de la arqueología, 153 no intencional, 279
diferencia social, 94, 286 eje
difusión, 154-156, 198, 209 paradigmático, 243
difusionismo, 60, 295 sintagmático, 243
dilema del presente, 200 elemento
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 401
Feyerabend, P., 48, 57, 81, 179, 268 fusión de horizontes, 159
filosofía futuro, 15, 36, 78, 104, 113, 122, 244, 302,
de la conciencia, 89, 94-95, 97-98, 150, 322, 324
290
de la historia, 247
de la interpretación, 151, 156 Gadamer, H.-G., 30, 57, 82, 87, 98, 104,
del lenguaje, 55 156-159, 161, 203, 208, 231, 234, 237
del sujeto, 231 Galicia, 317-318
moderna ganadería, 286, 305
de la conciencia, 260 García Quintela, M. V., 34, 225, 250, 295
del sujeto, 53, 72, 237, 239 Geertz, C., 82
«fin de la historia», 99 genealogía del pensamiento, 238
final de la modernidad, 55, 78, 150 generalización, 50, 212, 232, 237, 287, 295
forma básica, 210, 302, 307, 316 género, 19, 21, 46, 94, 105, 179, 196, 199,
formación 230, 243, 250, 286
del registro arqueológico, 182, 185, 187, estudio de, 286
190 gestión
discursiva, 179-180 de hipótesis, 207, 259
económico-social, 212-213, 235, 273 del patrimonio, 21, 27, 33, 37, 112, 114,
social, 190, 255, 259, 275, 306, 317, 320 117-124, 155, 191, 194-195, 199, 202,
sociocultural, 20, 24, 37, 213, 235, 250, 328
260, 275, 322, 324 teoría de la, 117
formalidad, 207, 285 Gibbon, G., 180, 256-257
formalismo, 25, 30, 41, 57, 98, 177, 234, Giddens, A., 82, 85, 104-105, 110, 156, 163,
288 168, 203, 251
formas Gilman, A., 34, 45, 270, 306, 315-318
arqueológicas, 269 giro
de mirar, 315 lingüístico, 29, 31, 57, 90, 129, 131, 205,
de paisaje, 293, 310, 315 234, 236
de pensamiento, 18, 22, 229-232, 241, neoempirista, 112
247, 249-250, 257, 259, 293, 296-299, globalización, 28, 52, 86, 96, 103-104, 177
301-302, 304-305, 315 Godelier, M., 45, 227, 255, 298
de pensar, 73, 178, 297, 304-305 Goody, J., 300
de racionalidad, 229, 291, 306, 317 gramática, 108, 240-242, 248, 297, 305
de sociedad, 229, 269, 297 Grecia, 203, 300
simbólicas, 109, 250 grupo de transformaciones, 239, 245
Foucault, M., 27, 36, 47-48, 50, 53, 87, 98,
103, 109, 111, 124, 179, 237, 245, 250-
251, 256 Habermas, J., 30, 50-51, 57, 82, 85, 87, 89,
fragmentación, 29, 84, 86-87, 91-92, 113, 90, 98, 110, 124, 134, 167, 237
120, 286 habitar, 312
Fukuyama, F., 99 habla, 144, 234, 240, 266
función hecho social, 259
de mediación, 256 Hegel, G., 51, 53, 90, 134, 303
social, 122, 204, 313, 321 Heidegger, M., 87, 98, 142, 159, 162, 312
funcionalismo, 23, 28, 41, 69-71, 73-77, Hempel, C., 56, 65
106-107, 170 hermenéutica, 23-24, 28-30, 41, 50, 53, 55,
ecológico, 75 57, 79, 81-82, 87, 98-100, 104, 107,
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 403
121, 125, 129, 131, 134, 140-141, 147, idealismo, 29, 109, 116, 131, 157, 174, 203-
149, 155-159, 161-164, 166, 167-168, 204, 231, 234, 241
170, 174, 184, 199-200, 205-206, 208- identidad, 29, 46, 50, 58, 71, 73, 85-86, 89,
209, 234, 236, 239, 253, 256, 262, 289, 94, 97, 102-105, 114, 117, 120, 136,
301 145, 147, 149, 157, 160-162, 192-193,
dialéctica, 158 213, 224, 240, 246, 253, 256, 259, 285,
Hernando, A., 34, 46, 79, 106, 108, 306, 317, 324
315, 324 ideología, 29, 35, 70, 73, 96, 99, 102, 104,
hiperindividuo, 107 109-111, 116, 168, 174, 235, 249-250,
hipótesis 267-268, 291, 313, 316
de trabajo, 124, 245, 296, 304, 324 de la exhibición, 290
interpretativa, 206-207, 209, 214, 253, Ilustración, 43, 50-51, 53, 55, 57, 110, 203,
285 205
hipotético-deductivo, 56, 65, 83, 136, 153, imagen, 21, 23, 25, 34, 41-42, 100, 114, 116,
158, 165, 207, 232, 327 136, 152, 267-268, 290
historia imaginación, 142, 170, 317
acumulativa, 298 imaginario, lo, 30, 190, 234-235, 255, 259,
cultural, 29, 94, 99, 316 315
de la arqueología, 35-36, 42 imperialismo, 150, 193
del arte, 43, 54, 59, 184, 197 Incipit, 33-34
estacionaria, 298 individual, lo, 96, 110, 256
teórica, 36 individualidad, 96, 104, 106, 111, 149, 156,
teoría de la, 22-23, 197, 209 174, 203, 273
historicidad, 54, 60, 236, 296-297, 299 individualismo, 99-100, 102-104, 107, 111, 203
Hodder, J., 76, 79, 81, 92-93, 109, 113, 130- hedonista, 85
131, 147-148, 157, 164-165, 167, 170, individualización, 50, 55, 89, 96-97, 99,
197, 227, 230, 289 106, 124
Homo sapiens sapiens, 230, 303, 318 individuo, 41, 47, 52-53, 73, 75-77, 81, 85,
homología, 241, 243, 262 92-93, 95-97, 99, 103-106, 109-110,
horizonte 124, 146-147, 150-151, 155, 160, 200,
cultural, 208, 210, 231, 253, 289 223, 237, 239, 245, 249-251, 260, 265-
de inteligibilidad, 39, 53, 92, 157, 204, 267, 287, 295, 312, 324
207, 213 y sociedad, 256
de interpretación, 156 indoeuropeo, 162, 209, 214, 295, 316-317,
de subjetividad, 18, 125, 204-205, 207- 354
208 información, 14-15, 17, 62-64, 152-154,
de validación, 122, 170 162, 168, 182, 203, 244, 300, 313, 317-
intersubjetivo, 203, 205, 249 318, 327, 329
lingüístico, 133, 161-162, 167-168, 170, infraestructura, 109, 151, 248, 251, 255,
174, 231, 289, 301 259, 314, 321
original, 19, 231, 301 Ingold, T., 227, 268, 286
humanidad inhibición, 25, 277, 286, 319
postprimitiva, 305 inteligencia
silvestre, 307 arqueo-lógica, 27, 125, 180, 196, 207,
Humanidades, 13, 24, 145 260, 293, 315, 317, 324
humanismo, 29, 106-107, 161, 234, 239 arqueológica, 18, 20-21, 24-25, 27, 39, 42,
Husserl, E., 30, 55, 98, 140-142, 144, 157, 81, 161, 179, 190, 196, 207, 257, 293,
159, 198 310, 313-314
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 404
Marx, C., 29-30, 53, 109-110, 175, 188, 239, objetivista, 129
255, 270, 318 orientada a objeto, 94
marxismo, 28, 30, 45, 57, 80, 90, 145, 237 subjetivista, 146
crítico, 158, 317 metonimia, 243
materia prima, 74, 121, 210, 275 microhistoria, 99
material, lo, 188, 190, 234, 255, 259-260 mito, 203, 244-245, 250, 297-298, 300
materialidad, 19, 33, 61, 94, 214, 236, 285, mitología, 179, 180, 223, 225, 242, 316
288 indoeuropea, 316
materialismo modelo
cultural, 45, 70 antropológico, 24, 227, 285, 296, 301, 314
de lo incorpóreo, 109, 250, 256 contextual, 207
de lo simbólico, 234 de pensamiento, 228, 232, 304, 306, 315
histórico, 52, 54, 234, 314 de racionalidad, 95, 125, 195, 207-208,
materialización, 102, 109-111, 157, 270, 232, 259, 269, 291, 303, 312-313
307, 312-313 de sociedad, 306, 315-316
Mauss, M., 99, 225 de subjetividad, 57, 86, 100, 231, 249,
medios de producción, 287 259, 263, 322
megalitismo, 212, 229, 304, 310, 312 espacial, 213, 308
gallego, 307 estructural, 210, 212
memoria, 27, 69, 94, 123, 129, 183, 192- histórico-antropológico, 314
193, 268, 300 ideal, 211-212, 310
social, 94, 123, 268 interpretativo, 21, 69, 123, 177, 179, 209
mente humana, 237, 262, 302, 316 materialista, 21, 315
mercado arqueológico, 112 teórico, 20, 24, 48, 113, 117, 180, 209,
Merleau-Ponty, M., 157, 202, 262 257, 263, 268, 294, 301, 305, 314, 319-
Mesolítico, 306 320
metacódigo, 248 universal, 301
metafísica Modelo Concreto Hipotético (MCH), 210,
moderna, 170, 247 307, 310
occidental, 254 Modelo Concreto Ideal (MCI), 210, 212,
metáfora 310
física, 289 Modelo General Hipotético, 310
textual, 289 Modelo General Ideal, 310
visual, 289, 290-291 Modernidad
del registro arqueológico, 267 final, 23, 27-28, 33, 50, 57, 78, 83, 85, 97,
método 99, 102-103, 106-107, 115-116, 124,
arqueológico, 22, 47, 58, 81, 187 129, 140, 217, 227
científico, 45, 65 tardía, 31, 107, 110, 118, 200, 236
comparativo, 223-225 técnica, 55-56
de contrastación de hipótesis, 48, 232 modos
hermenéutico, 166, 207 de pensamiento, 248-249
hipotético-deductivo, 56, 83, 136, 165, de producción, 314
207, 327 teoría de los, 209
interpretativo, 24, 159, 177, 180, 214, de racionalidad, 18, 23, 243, 267, 301, 304
225, 293, 307 de vida campesino, 269
para la interpretación arqueológica, 211 monumentalidad, 281, 287, 304-305, 313
metodología monumentalización, 25, 279, 286-287, 319,
Harris, 64 321
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 406
cultural, 208, 232, 266, 269, 273, 275, 186-187, 196, 205, 207, 231-234, 239,
285-286, 313 245, 253, 259, 285, 293, 296, 300-301,
doméstica, 304, 306, 312, 321 312, 314, 316-317, 320
espacial, 268, 271, 285 reflexividad, 30, 94, 113
moderna, 28, 72, 167 régimen de poder, 111
occidental, 50, 145, 301 registro
perdida, 24, 207 antropológico, 286, 291
productiva, 286-287, 320 arqueo-lógico, 266
salvaje, 229, 281, 287, 301, 306-307 arqueológico, 17-19, 22, 24-25, 27, 31,
silvestre, 319 41-42, 63, 65, 71, 79, 83, 95, 116, 118,
racionalización, 90, 162, 243, 288, 300 121, 125, 127, 131, 149, 168, 178-179,
rascacielos, 220, 222 181-196, 198-199, 201, 203-204, 208,
razón 227-228, 231-232, 253, 265-271, 273,
hegeliana, 90, 247 275, 279, 282, 285, 289, 291, 299, 301,
hermenéutica, 161 303, 305, 314-315, 317, 320, 322
humana, 213, 235, 243, 262, 303 reglas de transformación, 240
moderna, 131, 134, 145, 167, 234 regularidad
perdida, 13, 27, 208-209 discursiva, 210
práctica, 162 espacial, 213-214, 310
técnica, 158, 195 estructural, 222
tecnológica, 222 formal, 268, 310, 313
universal, 72, 84, 140, 145, 150-151, 157, material, 209
247, 302-303 reificación, 18, 89, 144, 146, 156, 168, 201,
dilema de la, 200 204, 290, 294, 302
real, lo, 47, 96, 105-106, 133, 141, 178, 189, relación
201, 224, 259, 261 con el medio, 319, 321
realidad de correspondencia, 50, 256
bidimensional, 194 de la sociedad con la naturaleza, 282,
empírica, 207, 224, 234, 239, 250, 288, 304, 312
301, 318 paradigmática, 304
intransitiva, 256-257 simbólica, 76, 79
material, 255 social, 74, 77, 94, 116, 239, 314, 319, 321
social, 17, 21, 31, 37, 55, 73, 105, 111, relativismo, 29, 85, 102, 104, 177, 205, 257
137, 188, 196, 240, 250, 254-257, 263, relato, 193, 205, 224
269, 313 Renfrew, C., 65, 75-76, 109, 125, 147, 164
transitiva, 257 representación, 18, 25, 47, 53, 55, 61-62, 71,
realismo, 57, 257 74, 77, 81, 131, 133-134, 136-138, 142,
recurso, 22, 38, 45, 58, 61, 76, 80, 83, 92, 144, 147, 186, 192, 194, 201, 230-231,
114, 120-121, 130, 149, 154-155, 159, 235, 250, 266-268, 271, 303, 305, 307,
178, 194, 244, 249, 260, 263, 266-267, 312, 315
269, 275, 286-287, 319-320 social, 285
redoblamiento, 79, 95, 149-150, 290 representatividad, 190, 289
reduccionismo, 56-57, 72, 94, 96, 107, 109, del registro arqueológico, 181-182, 184,
137, 138, 140, 174, 203, 251 194
reduplicación, 179 resistencia, 27, 87, 103, 118, 164, 167-168,
referencia, 13, 18, 22, 35, 37, 47-48, 60, 84, 247, 296, 324
72-75, 91, 96, 104, 106, 115, 117, 120- resultado
121, 124, 137, 141, 148, 160, 167, 177, de la acción social, 271, 273, 279, 282
ARQUEOLOGICAS.LA RAZON PER(5g)3 2/2/12 15:53 Página 410
intencional, 137, 279 Shanks, M., 79, 93, 131, 159, 163, 168, 170,
no intencional, 279 270
retórica, 29, 92-93, 99, 102, 106, 107, 121, significación, 61, 123, 138, 141-142, 144,
149, 166-167, 203, 244 157, 163, 167, 194, 202, 206, 214, 224,
retroalimentación, 75 233, 241, 261, 289, 291, 295, 314
revolución significante, 87, 116, 193, 234, 254, 267,
conservadora, 97-99 281
industrial, 43-44, 51, 98, 301 signo, 116, 141, 236, 241, 254, 289, 290
neolítica, 269, 300 silvestre, 286, 307, 312, 319
Ricoeur, P, 82, 87, 157, 159-161, 167, 229, simbolismo, 109, 235
235-236, 241 símbolo, 111, 129, 184, 257, 280
riesgos de la interpretación, 262, 292 sintaxis, 71, 82, 108, 162, 167, 241-242,
ritual, 76, 242, 244, 249-250, 271, 321 248, 250, 254
roca, 280-281 sistema
Roma, 203 de pensamiento, 225, 229-231, 250, 294,
romanticismo, 203 297-298, 304
Rorty, R., 30, 98, 107, 237 de poder, 47, 53, 71, 86, 107, 110
Rousseau, J., 239, 260 de racionalidad para la prehistoria, 294
de saber, 47, 53, 86, 107, 110, 116, 206,
212, 222, 244-245, 250, 260, 302, 304,
saber 315
mítico, 300 de saber-poder, 20, 27-28, 48, 98, 115-
moderno, 36, 45, 51-52, 110, 124, 134, 116, 124, 149, 191, 260, 267, 303
151, 199, 245, 260 simbólico, 213, 261
y poder, 27, 89 social, 74, 76, 245, 256
-hacer, 120 tecnocientífico, 122, 124
-poder, 124 social, lo, 17, 23, 29, 55, 72, 85, 96, 99, 102,
dilema del, 201 105, 125, 177-178, 188-200, 203, 256,
Sahlins, M., 76, 82, 251, 255, 322 259, 300, 321, 325
Saussure, F. de, 30, 234 sociedad
semántica, 71, 136, 162, 167, 241, 248, 254, abierta, 319
297, 300, 305 ágrafa, 244
referencial, 136 campesina, 287, 305-306
semiótica, 38, 80, 156, 254, 302 cazadora, 273
sentido cazadora-recolectora, 305, 318
común, 60, 104, 207, 260 cerrada, 321
externo, 291 compleja, 285, 320
interno, 291 contra el estado, 298
original, 147, 194, 213, 253, 290 de bandas, 314, 318
universal, 290 del espectáculo, 116
señal, 27, 75, 141, 246 dividida, 24, 286, 298, 305, 318, 320
ser fría y caliente, 298
humano, 21, 39, 41, 73, 77-78, 104, 106- germánica, 316-317, 321
107, 198, 233, 237, 239, 242-243, 256, heroica, 316, 321, 324
263, 286, 302-303 indivisa, 298, 319-320, 322
social, 105, 190, 257, 267, 270-271, 299 oral, 300
-en-el-espacio, 299 postindustrial, 28, 98, 102, 109, 114
servicio, 114, 152, 260 precapitalista, 46, 317
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universalidad, 146, 180, 286, 290 117, 122, 160, 223, 237, 250, 262, 269,
universalismo, 235, 325 287, 312, 321-322, 325, 328, 330
usos del suelo, 310, 314 social, 74-75, 92, 104, 155, 185, 254, 271,
318
visibilidad
validación del conocimiento, 48, 72, 136 espacial, 277, 280-281
Vattimo, G., 29, 30, 98, 107, 131, 140, 205, temporal, 277
235 condición de, 265-266, 269, 271, 274, 282
verdad, 31, 48, 53, 60-61, 69, 83, 99, 104, 123, voluntad
125, 151-152, 155, 158-159, 165-166, de verdad, 60, 69, 83, 104, 179, 187, 261
174, 179, 187, 234-235, 247, 261, 325 de visibilidad, 111, 270-271, 273, 275,
verificación, 54, 141, 232, 253 282, 285, 289-291, 315
versión, 25, 28, 30, 32, 34-35, 39, 58, 60, 70, de visibilización, 189, 273, 289
96, 97, 113, 131, 174, 197, 239, 245,
250-251, 305
Vicent, J., 34, 45, 79, 97, 99, 178, 269, 298, Weber, M., 50, 55, 98-99, 140, 144-145
306, 317-318 Wheeler, M., 59
vida, 14 28, 32, 42, 73-75, 93, 100, 105-106, Wittgenstein, L. A., 30, 54-55, 98, 229, 234
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ÍNDICE DE FIGURAS