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Agradecimientos
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Contenido
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Lista de Figuras
Figura 3. Las subcuencas hidrológicas tributarias del Río Lerma-Santiago son los ejes de
12
la dispersión del modo de vida mesoamericano a finales del formativo, principios del clásico.
Figura 10. Cerámica Chupícuaro. Arqueología Mexicana, vol. xvi núm. 92, pág. 64 42
Figura 12. Dibujo de una Tumba de Tiro con dos cámaras. Cuevas y Pickerin 2004.
44
Tomado de Williams 2000 fig. 22
Figura 13. Tumba de Tiro, variante en forma de “Bota”. Tumba de Tabachines, Zapopan,
45
Jal. (Vela, 2014: 24)
Figura 14. Recreación de las ofrendas de una tumba de tiro. Sala de Occidente MNA. 45
1
Figura 15. Mapa que ilustra las áreas ocupadas por las culturas con rasgos
mesoamericanos durante el periodo preclásico. Las flechas indican la dirección de la expansión 46
de los rasgos culturales de las tradiciones.
Figura 19. Cerámica Morales. Los estilos de formas y decoraciones continúan con la
tradición iniciada en Chupícuaro durante buena parte del clásico. MNA, sala Norte y Occidente 50
de México.
Figura 20. Distintos tipos de arreglos arquitectónicos del conjunto Patio Hundido
51
Cárdenas 2008, figura 5.
Figura 21. Conjunto de Doble Templo y Patio Hundido, y Recinto de los Gobernantes.
52
Peralta, Guanajuato. Cárdenas Arqueología Mexicana, 2008: 24
Figura 22. Mapa que ilustra las áreas culturales en expansión durante el clásico hacia el
53
norte.
Figura 23. Fotografía del sitio arqueológico de La Quemada. Foto Manuel Dueñas. 54
Figura 24. Cerámica pintada y esgrafiada del sitio arqueológico Alta Vista. Excavada
durante las exploraciones de Manuel Gamio. Dibujos de L. 54
Orellana T. (Marquina 1951:250).
Figura 26. Esquema de un montículo saqueado en Villa de Reyes, SLP. Crespo 1976,
56
Figura 30
Figura 27 Plano del sitio arqueológico Villa de Reyes, o Electra. Crespo 1976 Figura 31 58
Figura 28. Dibujos de la cerámica Policroma Valle San Luis. Braniff 1992, figura 15. 59
Figura 29. Mapa que ilustra la distribución del tipo cerámico Policromo Valle San Luis 60
2
Figura 30. Mapa con la distribución del complejo Cerámico copa/olla Pseudocloisonné 62
Figura 31. Mapa con la sobre posición de las esferas de interacción de los materiales
63
diagnósticos en la frontera norte mesoamericana.
Figura 32. mapa que muestra la expansión de la esfera de los Altos-Juchipila hacia la
64
parte norte de la cuenca del Río Verde Grande durante el Epiclásico.
Figura 33. Plano y poligonal de protección del sitio arqueológico de Teocaltitán, Jalisco.
Nótese el patio hundido con montículo y el juego de pelota en la zona central del sitio. 65
Montejano 2015 Figura 4
Figura 34. Fotografía del montículo que cierra uno de los patios en el sitio arqueológico
67
de Teocaltitlán. Montejano 2015 figura 5
Figura 35. Mapa con la posición de los sitios arqueológicos con que objeto de estudio
71
de esta investigación.
Figura 36. Ubicación de los sitios arqueológicos en la cuenca del rio verde 72
Figura 42. Plano de la Zona Ceremonial del sitio arqueológico Cerro de Santiago. 80
Figura 43. Izquierda: Dibujo de los patios hundidos. Derecha: Patio hundido de Santiago. 81
3
Figura 46. Zona Ceremonial del Sitio Arqueológico El Ocote. Pelz 2006: 31. 84
Figura 47. Panel de pinturas rupestres del sitio arqueológico de El Ocote. Ortofoto
85
elaborada mediante fotogrametría, y procesada en DStretch.
Figura 50. A) Vista frontal del cráneo con deformación tabular erecta del individuo A del
entierro 1, temporada 2000 (Palomo 2015: Figura 51. B)
Vista Posterior del mismo cráneo. C) Vista sagital del mismo cráneo. D) Cráneo femenino con 88
deformación tabular erecta, Entierro E de “los terreros”, alrededor del sitio de La Quemada.
Faulhaber, 1960 Figura 5
Figura 52. Fotografía del pozo de excavación realizado por Castellanos 1994 90
Figura 53. Plano redibujado del sitio arqueológico realizado por Castellanos 1994. 90
Figura 55. Plano con la ubicación de los patios hasta ahora encontrados en el sitio Cerro
92
de en medio.
Figura 56. Localización de los elementos depositados debajo del piso de la estructura
94
26.
Figura 57. Recursos faunísticos recuperados en el Ocote. A) Tibi izquierda asada de
venado cola blanca (Odocoileus virginianus) B) Mandíbula asada de un perro (Canis familiaris).
C) Pelvis derecha asada de una liebre (Lepus sp.). D) Mandíbula derecha asada de pecarí de collar 102
(Tayassu tacaju) E) Cráneo de tuza asado (Thomomys umbrinus). fotografías tomadas de Pérez
2016, Anexo 1.
Figura 58. Artefactos de lítica encontrados en el sitio arqueológico de El Ocote. Pelz
103
2006: 78.
Figura 60. Mujer usando un malacate (Códice Mendoza 1980: Folio 68r), y diferentes
103
tipos de malacates.
Figura 61. Tejos encontrados en Santiago (a) y Cerro de en medio (b) 104
4
Figura 63. Vasija pseudo-clóisonne encontrada en Alta Vista. MNA 107
Figura 70. (a) Plato hondo con decoración al negativo, (B)cajetes trípodes decorados al
114
negativo Cabrero 2014: 33
Figura 71. Izquierda: Negativo, rojo/café, cajete de base anular y fondo punzonado. Al
interior tiene los diseños en negativo. Jiménez 2014: 119
26. Derecha, misma imagen utilizando filtros en DStretch.
Figura 73. A) Cuello y borde revertido de una olla encontrado bajo el piso de la
estructura 26, del patio #2 del Cerro de en medio (Dueñas 2015). B) Borde Revertido recuperado
en prospecciones sobre el Cerro del meco (Dueñas 2013). C)Base Anular recuperada en
120
prospección sobre el Cerro del meco (Dueñas 2013) . D) Base Anular recuperada en
prospecciones sobre el Cerro del meco, esta pieza presentaba restos de pigmento gris tipo
Pseudocloisonné (Dueñas 2013).
Figura 75. Figurilla Tipo Rio Verde, El Ocote. Pelz 2006. 121
Figura 77. Dibujo Figurilla Rio Verde de Santiago. Figurilla Rio Verde, Cuadro B2, Capa
122
III. (Modificado de Puch Ku 2014:40)
5
Figura 78. Policromó San Luis reportado en el sitio Buena Vista, Zacatecas. Pérez
123
2007:164
Figura 79. Tipos de cuello y bordes asociados a la decoración Policromo San Luis.
124
(Braniff 1992:71).
Figura 80. Dos fragmentos de Policromo San Luis. Fragmento de Olla (A Colección CA3-
126
B4-II-9) y fragmento de cajete (B colección E53-U1-SIV-CII1683) asociados a la estructura 58.
Figura 81. Olla Policromo San Luis, localizada en la bodega del Museo de Historia
Regional de Aguascalientes. Nótense los diseños solares en delineado negro. Cabe señalar que 126
su procedencia es desconocida. INV 10436819 REG 679 P.J
Figura 82. Tablillas con decoración geométrica esgrafiada, y Tablilla completa rojo y
127
negro/bayo. Cabrero 2014: 38
Figura 85. Clasificación de Figurillas Cerro García. Gómez y de la Torre 1996, Figura 1. 129
Figura 89. Mapa del Comercio de la Turquesa. Melgar 2010 Figura 3 133
Figura 90. Tesela de piedra verde encontrada en la estructura 29 del Patio#2 del Cerro
135
de en medio (Dueñas 2016)
Figura 91. teselas de piedra verde recuperadas en el sitio arqueológico de El Ocote Pelz
135
2006
Figura 95. Juego de pelota en Casas Grandes, Chihuahua. Branniff 2008 140
6
Figura 96. foto aérea de wupakti National Mnument ballcourt, Arizona. Tomado de su
141
página web.
7
Introducción
E
l pasado prehispánico de Latinoamérica es de suma importancia para entender su
presente. Durante ese periodo se gestaron las características culturales que, al mezclarse
con las que llegaron desde el viejo continente, le dieron personalidad única a las naciones
que eventualmente emergerían. Sin embargo, no siempre es reconocida dicha
importancia y en su estudio, la complejidad que las sociedades precolombinas tuvieron
es muchas veces subestimada. Los pueblos indígenas del continente americano no fueron
simples moradores de sus territorios, muy por el contrario, se vieron envueltos en
complicadas dinámicas sociales, de intercambio e interacción, que involucraron el
movimiento de bienes y personas a través de caminos que no serían abandonados durante
el proceso de colonización en el siglo XV.
Problema
El pasado prehispánico del territorio al norte del Río Lerma-Santiago en México, ha sido
mal estereotipado como un lugar en donde no se desarrollaron sociedades ni culturas
diferentes a la de los cazadores-recolectores que habitaban estas regiones al momento del
contacto.
De las entidades que recorren las aguas del Río Lerma-Santiago y sus afluentes
tributarias, el estado de Aguascalientes cuenta con una investigación arqueológica
reciente comparándola con las otras entidades; sin embargo, actualmente gracias a los
esfuerzos que la Arqueóloga Ana María Pelz, titular del departamento de Arqueología en
8
el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) del estado, realiza en el sitio
arqueológico del Ocote y en colaboración con la Universidad Autónoma de San Luis
Potosí (UASLP) en otros sitios arqueológicos del estado, es que se está esclareciendo el
panorama de los habitantes prehispánicos de esta región, mostrando que también existen
vestigios que dan muestra de la presencia de sociedades agrícolas sedentarias con una
fuerte carga cultural mesoamericana. Ahora sabemos que también se cuenta con una
ocupación de grupos sedentarios, con rasgos mesoamericanos claramente identificables
y no solamente bandas de cazadores recolectores.
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En el territorio que hoy ocupa el estado de Aguascalientes hubo una ocupación
humana importante durante el Epiclásico, que fácilmente podría trasladarse mucho antes
en el tiempo dadas ciertas asociaciones estilísticas en la cerámica recuperada por los
distintos proyectos arqueológicos que el centro INAH y la UASLP llevan a cabo.
Además de esos proyectos, esta tesis presenta algunos de los resultados de trabajo
dentro del Proyecto Arqueológico Cerro de en medio (PACE), que desde 2012 lleva
realizando labores de prospección y excavación.
La porción norte del Río Verde Grande se encuentra actualmente en lo que hoy es el
estado de Aguascalientes, en donde podemos encontrar 3 zonas orográficas, la tercera
10
parte correspondiente al este pertenece al Altiplano Mexicano, o mesa central y la parte
oeste a la Sierra Madre Occidental y la parte sur pertenece al eje neo volcánico transversal
(Figura 2). El territorio de Aguascalientes es atravesado en la parte oeste por una cadena
montañosa que proviene de Zacatecas, recibiendo el nombre sucesivamente de norte a
sur de Sierra Fría, del Pinal, del Pabellón, de Guajolotes y de Laurel a lo que se le conoce
como Sistema Montañoso Occidental.
El municipio de San José de Gracia se encuentra ubicado al oeste del estado, y
dentro de su territorio se encuentra la Sierra Fría cuya máxima elevación es de 3050
msnm, ubicada en el cerro de la Ardilla. En general se encuentra dentro de la sub
provincia fisiográfica de Sierras y Valles Zacatecanos. Estas sierras se encuentran
formadas por riolitas que alternan con extensos bancos horizontales de tobas, formando
una serie de mesetas escalonadas (92.6% del territorio cumple con esta topoforma),
debido a la diferencial resistencia a la erosión de cada clase de rocas (Valencia 1991:6).
Figura 2. La mayoría de los sitios se encuentran dentro de la sub-provincia Sierras y Valles Zacatecanos, pertenecientes a
la sierra madre occidental.
11
El suelo dominante en la región, y según la carta edafológica, la que compete al
sitio arqueológico, es el Leptosol cubriendo un 37.4% del municipio (INEGI 2014). Tal
vez de mayor importancia para las explicaciones del surgimiento de las tradiciones
culturales en el norte del país, la región hidrográfica conecta al sitio con la cuenca del
Río Verde, y subsecuentemente con el sistema Santiago-Lerma (Figura 3).
• Malpaso-Juchipila (Zacatecas)
Figura 3. Las subcuencas hidrológicas tributarias del Río Lerma-Santiago son los ejes de la dispersión del modo de vida
mesoamericano a finales del formativo, principios del clásico.
Los climas asociados a la porción norte del Río Verde Grande (Figura 4) son: El
tipo BS1kw(w) es de subtipo semiseco (1), con grado de humedad mayor que 22.9
(coeficiente que resulta de la relación precipitación/temperatura). Por otro lado, en el
12
clima BS0kw(w), el subtipo (0) indica que es seco, pues su grado de humedad es menor
de 22.9. La condición de temperatura (k), que es una característica establecida
considerando las temperaturas medias anual del mes más frío y del más cálido,
corresponde a templado con verano cálido, que presentan una temperatura media anual
entre 12 y 18 °C, la media del mes más frío esta entre -3 y 18 °C y la del más cálido > 18
°C. El régimen de lluvia (w), que define el comportamiento de la lluvia durante el año
indicando la temporada en la que se concentra la mayor cantidad, es de verano. Esto
significa que el mes de máxima precipitación cae dentro del período mayo-octubre, donde
se recibe por lo menos diez veces mayor cantidad de precipitación que el mes más seco
del año. El último término (w) indica que su porcentaje de lluvia invernal (cantidad de
lluvia que cae en este periodo con respecto a la total anual) es < 500 mm (INEGI 2000).
13
Justificación
A B
Figura 5. A) Fotografía tomada cerca de la presa Calles, en el Estado de Aguascalientes durante la temporada de secas.
Nótese la vegetación xerofita . Foto Manuel Dueñas. B) Fotografía tomada desde el sitio arqueológico hacia la barranca
de las cabras. En época de lluvia se logran ver pastizales. Foto Manuel Dueñas.
14
Objetivos
• Recabar más información sobre los bienes de prestigio presentes en dichos sitios.
Marco Teórico
Partimos desde las unidades habitacionales, porque en las últimas décadas los
arqueólogos han encontrado en los estudios de ellas respuesta a preguntas complejas de
15
orden social. Dichas unidades, que están compuestas por arquitectura, artefactos y áreas
de actividad particulares, son elementos encontrados constantemente en los sitios
arqueológicos, que dan cuenta del rango en la variación de la división social y que son la
unidad básica de producción, consumo, transmisión y reproducción cultural (Sweitz
2006:1). Siendo tales sus componentes, se encuentran al frente de la adaptación a los
cambios ambientales, tanto naturales como sociales.
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El modo de producción regulado por parentesco puede ser entendido como una
manera en la que el trabajo social se organiza a través de filiaciones, matrimonios,
consanguineidad y afinidad de los individuos que adquieren poder y prestigio a través
de la manipulación de la fuerza productora de su linaje y estableciendo, a través del
matrimonio, alianzas con otros linajes (Wolf 1982:91). En ambos modos de producción
pueden existir distintas sociedades que se dirigen políticamente por caciques, por elites
o estados. Sin embargo, el énfasis de este análisis son las relaciones de intercambio entre
los individuos y grupos, no en las formas políticas de organización.
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El sistema económico basado en bienes de prestigio es inestable, puesto que estos
cambian constantemente debido a la entrada de nuevos bienes o a la resignificación de
los viejos. Además, la dependencia de estas economías en líderes externos contribuye a
su inestabilidad, ya que individuos o grupos competidores dentro de la sociedad tienden
a romper los monopolios sobre bienes extranjeros, desplazándose unos a otros. El abasto
de bienes de prestigio foráneos depende del intercambio que conecta a los líderes de
sociedades distantes, sobre las que nadie tiene el control directo. Perturbaciones
ambientales, políticas o sociales a muchos kilómetros de distancia pueden interrumpir el
flujo de bienes a los líderes y hacerlos perder su prestigio. Estas interrupciones del flujo
de bienes de prestigio pueden ocasionar descontento con el grupo en poder, llegando
incluso a la disociación del conjunto como es el caso, argumentamos en este trabajo, de
la frontera norte de Mesoamérica.
Comencemos entonces por explicar a que nos referimos cuando decimos “Sistema
Mundo Mesoamericano”.
18
Capítulo I Perspectiva teórica
E
n el presente capítulo abordaremos la Teoría de Sistemas Mundo, y sus conceptos claves.
Además, se presenta de manera general el caso de Mesoamérica visto desde esta
perspectiva teórica.
Los Sistemas Mundo son redes de interacción humana que oscilan entre
expansión y contracción, que ocasionalmente unen en un solo sistema a regiones y
sociedades anteriormente separadas y que condicionan en muchos casos la reproducción
y el cambio social (Chase-Dunn y Jorgenson 2001:1).
Para establecer los límites espaciales de un sistema mundo se debe comenzar por
observar sus componentes locales, ya que todas las sociedades, incluso los cazadores
recolectores nómadas, tienen interacciones importantes con las sociedades vecinas
inmediatas, pero eso no significa que constituyan un sistema mundo. Teniendo esto en
cuenta, si se consideran todas las interacciones (incluso las más indirectas) podemos
observar que los sistemas son muy amplios, y que las redes de interacción, aunque
siempre son intersociales, no siempre son “mundiales”, en el sentido de que los
acontecimientos en una región tengan efectos rápidos e importantes en regiones distantes.
Es decir, el impacto que tienen dichos acontecimientos sobre las distintas sociedades que
están conectadas bajo el mismo sistema está limitado por el alcance que tenga el
transporte y la comunicación en un momento determinado (Chase-Dunn y Jorgenson
2001:4).
Esta perspectiva teórica emergió como propuesta para modelar e interpretar los
comienzos y la expansión del sistema europeo que ha unido al globo desde los últimos
500 años (Wallerstein 1974; Arrighi 1994; Shannon 1996; Chase-Dunn 1998;). La idea
de una jerarquía núcleo/periferia basada en el desarrollo económico, estados fuertes
dominando y explotando a estados “menos desarrollados” y periféricos fue el concepto
central de esta teoría. Sin embargo, en las últimas décadas la perspectiva se ha extendido
para analizar a los más tempranos y pequeños sistemas intersociales.
19
En su libro “The World System: Five hundred or Five Thousand years?”, Andre
Gunder Frank y Barry Gills (1993) proponen que el sistema mundial contemporáneo solo
es la continuación de un sistema cuyos orígenes se dieron hace 5000 años con los
primeros estados, particularmente en Mesopotamia. Chase-Dunn y Hall (1997)
modificaron aquellos conceptos básicos para hacer más útil el estudio comparado entre
distintos tipos de sistemas, que pueden ir desde pequeñas redes intergrupales compuestas
por recolectores sedentarios (Chase-Dunn y Mann 1998), hasta grandes sistemas
regionales en los que se ven conectados cacicazgos, estados prístinos, imperios agrarios
y el mundo contemporáneo (Chase-Dunn y Jorgenson 2001:4). Veamos cuales son esos
conceptos.
Los distintos tipos de redes de interacción tienen importancias relativas dependiendo del
tipo de sistema, y siempre hay que tener en cuenta la naturaleza y grado de las
interacciones entre dos sistemas locales por encima de la relación núcleo/periferia, que
de echo debe ser puesta a prueba en vez de asumir que es una característica general.
20
de las redes son aquellas que tienen que ver con la división del trabajo en la producción
de bienes básicos como comida y materias primas.
La diferencia entre núcleo y periferia existe cuando en dos sociedades que tienen
interacciones sistémicas una tiene mayor población y/o mayor complejidad social que la
otra. El segundo aspecto, la jerarquía, existe cuando una sociedad (usualmente del núcleo)
domina o explota a otra (usualmente en la periferia). Estos dos aspectos suelen ocurrir
21
juntos porque una sociedad con mayor población y complejidad usualmente tiene mayor
poder (con sus respectivas excepciones, como los mongoles). Esta separación analítica
(núcleo/periferia) debe ser puesta a prueba en cada una de las redes de interacción
descritas arriba.
Estudios comparativos (Chase Dunn y Hall 1997) revelan que todos los sistemas mundo
exhiben procesos de cambio cíclicos, los más importantes son el surgimiento y caída de
unidades políticas grandes, y pulsaciones en la extensión espacial e intensidad de las
redes de comercio. “Auge y caída” corresponden a cambios en la centralización de las
redes político/militares, es una cuestión de tamaño relativo y distribución de poder entre
unidades políticas que se define por el término “ciclo”, que ha sido utilizado para
describir este fenómeno entre sociedades de tipo cacicazgo por David G. Anderson
(1994), en su estudio sobre el auge y caída de los grupos del valle Savannah del Río
Mississippi. En su estudio, el ciclo está compuesto por una primera fase en la que
unidades cacicales extienden control sobre caciques vecinos y forman una administración
jerárquica de dos niveles, centralizando el poder regionalmente para eventualmente
desintegrarse y volver a unidades políticas más pequeñas y menos jerárquicas.
Todos los sistemas mundo en los que intervienen unidades políticas jerarquizadas
experimentan un ciclo en el que algunas de estas unidades crecen en poder y tamaño para
luego declinar (Frank y Gills 1993). También todos los sistemas, incluyendo los más
pequeños e igualitarios, exhiben expansiones y contracciones cíclicas en su extensión
espacial e intensidad en sus redes de intercambio. A esta secuencia de expansión y
contracción se le llama “pulsación”. Incluso los pequeños en escala y muy igualitarios
22
sistemas como el de los recolectores sedentarios del norte de california (Chase-Dunn y
Mann, 1998), aunque no tienen ciclos de auge y caída, si experimentan pulsaciones.
Chase-Dunn y Hall (1997) sostienen que el proceso causal para el ascenso y caída
difiere en cada sistema depende del modo de acumulación predominante. Una diferencia
enorme entre el surgimiento y caída de imperios y el surgimiento y caída de hegemonías
modernas está en el grado de centralización adquirida dentro del núcleo.
Visto de la manera anterior, auge y caída funciona diferente también entre los
sistemas compuestos por cacicazgos porque las instituciones que facilitan la extracción
de recursos de grupos distantes no están tan desarrolladas. Los caciques se valen de
relaciones jerárquicas de parentesco, control de rituales, y control de bienes de prestigio
más que otros sistemas. Estas técnicas de poder son altamente dependientes de una
normativa de integración y consenso ideológicos. En cambio, los estados desarrollan
organizaciones para extraer recursos que los cacicazgos no tienen, por ejemplo: ejércitos
y burocracias. Y los estados e imperios en sistemas tributarios son más dependientes de
su capacidad para movilizar tropas a largas distancias que los estados modernos
hegemónicos, ya que se han desarrollado modos de producción y mecanismos financieros
23
de control, así como técnicas burocráticas para ejercer poder que permiten a las
hegemonías modernas extraer recursos desde lugares distantes sin la necesidad de ejercer
violencia directa.
“una región cuyos habitantes, tanto los inmigrantes muy antiguos como los
relativamente recientes, se vieron unidos por una historia común que los enfrentó
como un conjunto a otras tribus del Continente, quedando sus movimientos
migratorios confinados por regla general dentro de sus límites geográficos una vez
entrados en la órbita de Mesoamérica. En algunos casos participaron en común en
estas migraciones tribus de diferentes familias o grupos lingüísticos” (Kirchhoff 1960
[1943]:5).
24
También propuso sus límites geográficos, su composición étnica y sus
características culturales. No obstante, su propuesta estaba limitada al siglo XVI
(Kirchhoff 1960 [1943]).
¿Cuáles son los contextos sociales dentro de los cuales se dieron las conexiones
entre unidades políticas en Mesoamérica?
25
chino o incluso inca (Wolf 1959:149151; Adams 1979; Millon 1981). Ni siquiera las
tierras de la Cuenca de México y sus territorios adyacentes al tener el mejor caso
documentado de una sola unidad política controlando un territorio extenso, como lo es el
de la triple alianza (Blanton 1976:200, Pasztory 1978), se escapa de ser cuestionado
fuertemente. El “imperio” mexica fue difícilmente un imperio en el sentido del concepto,
y más bien fue un área a penas dominada con el propósito de recaudar tributo, con una
amplia evidencia de procesos continuos de sometimiento, rebelión y re-sometimiento de
distintas regiones.
26
Bajo el esquema de sistema mundial, la riqueza y poder relativo se derivan
principalmente a la habilidad con que las unidades políticas manipulan el flujo de
materiales, energía y gente a una escala macrorregional (a nivel de sistema mundo), al
establecer relaciones de subordinación y dependencia. En esta visión, los centros
acumulan excedentes y controlan los flujos de bienes y la mano de obra a niveles
macrorregionales, resaltando las tensiones y la competencia entre centro y periferia,
enfocando la atención en los cambios provocados por dichas tensiones. Esto nos entrega
una ventaja interpretativa adicional del modelo teórico, que es su dinamismo. Las
sociedades que se encuentran en los núcleos viven dentro de una continua tensión por
convertirse en núcleos.
27
existe una jerarquía entre centro y periferia, en el sentido de que los centros no
necesariamente dominan política y económicamente a las periferias, como en el moderno
sistema mundial capitalista.
3.- Dejar de pensar las periferias como entidades sin poder, incapaces de
determinar los términos en los que se efectúan los intercambios económicos. Las
periferias suelen tener contacto con varios núcleos, lo que les permite tener cierta
influencia (Edens y Kohl 1993:18), lo que nos permite también estudiar las relaciones
entre distintas periferias, aunque no necesariamente estas relaciones están mediadas por
un centro.
6.- El modelo de interacción del sistema mundo necesita incluir varios tipos de redes de
nexos entre los elementos del sistema. El intercambio económico tiene gran
preponderancia en el establecimiento, preservación y transformación de las relaciones
dentro del sistema, pero siguiendo a Chase-Dunn y Thomas Hall (1997), la dimensión
28
económica no es la única que aporta conexiones sistémicas claves. Su esquema de redes
anidadas de bienes de bulto, objetos de prestigio, redes político/militares y las redes de
información es práctico porque muestra que distintos tipos de red sirven para unir a las
unidades constituyentes del sistema de diversas maneras. Por ejemplo, las redes donde
transitan bienes de bulto emergen en espacios geográficos reducidos, mientras que los
bienes de prestigio vinculan regiones distantes. Las redes político militares pueden incluir
a más de una red que maneje bienes de prestigio o bienes de bulto. Si se acepta que más
de una red puede estar operando, entonces también se acepta que las unidades
constituyentes del sistema tal vez no tienen límites claramente definidos y que dicha
fluidez puede señalar potenciales futuros en el cambio de las relaciones.
Estas ideas han sido ampliamente debatidas en años recientes en un esfuerzo por
cuajar una teoría de sistema mundo capaz de entender mejor a las sociedades antiguas
(Peregrine y Feinman 1996; Blanton y Peregrine 1997; Feinman 1999; Sherrat 2000;
Ratnagar 2001). No obstante, existen arqueólogos que han criticado la aplicación de la
teoría de a las economías antiguas. Gil Stein (1999, 2002), es un ejemplo de investigador
que encuentra limitada e inapropiada para el análisis de las economías precapitalistas.
Lamentablemente, estas críticas se enfocan más en el modelo original de Wallerstein, sin
tomar en cuenta los estudios arqueológicos recientes que usan esta perspectiva. Las ideas
de los autores citados arriba van más lejos que las ideas de Wallerstein, al grado que las
alternativas que utiliza Stein al sistema mundial, como diásporas de comerciantes, o
colonización, de hecho, son compatibles con la perspectiva que intenta criticar.
29
Para el caso de la última etapa de Mesoamérica prehispánica, el Postclásico,
Berdan y Smith (2004) reconocen ciertas áreas (además de los núcleos) que eran de gran
importancia para la interacción macrorregional (Figura 7), y que dicen, debemos enfatizar
la importancia sistémica de dichas áreas, así como a sus nexos, identificando las
siguientes unidades espaciales:
Estas tres zonas son parte de las periferias, explican, pero se distinguen de las
“Periferias Generales” como “Periferias especializadas”, porque las primeras tienden a
ser poblaciones menos densas, y con actividades productivas y funciones relativamente
sin especialización (Berdan y Smith, 2004:25). Lo anterior enfatiza son los múltiples y
complejos nexos que el sistema mundial tiene, y que no están mediados por un núcleo.
30
En Mesoamérica, los bienes de lujo suelen jugar un papel importante en el rol en
la acumulación y permanencia de poder por parte de una elite, a través de la distribución
controlada de símbolos de estatus. Según Graziano (1975:27):
“Sepan ahora que el rey, quien está presente, desea que los bezotes, guirnaldas de oro,
plumas de distintos colores, orejeras, brazaletes, escudos, armas, insignias y mantas
no serán compradas en el mercado por hombres valientes. De ahora en adelante, el
soberano entregara estos como pago a cambio de logros memorables. Cada uno de
ustedes, cuando vallan a pelear, deben pensar que han viajado a un mercado donde
encontrarán piedras preciosas. Aquel que no quiera ir a la guerra, aunque sea el hijo
del rey, de ahora en adelante será privado de tales cosas. Tendrá que vestir las ropas
de los hombres comunes. Y en este sentido, su cobardía y su corazón débil serán
conocidos por todos. No utilizará mantas de algodón, no utilizará plumas, no recibirá
flores, como los grandes señores. No recibirá tabaco, no beberá chocolate, no comerá
fina comida. Será contemplado como un hombre de bajo rango.” (Durán 1964:142)
La nobleza rebelde de Tlatelolco, después de ser sometida por la capital mexica, fue
castigada privándoseles de acceso a la ropa y ornamentaciones finas (Durán 1964: 160). Este
control del flujo de bienes de lujo por parte de la elite tenochca es un claro ejemplo de la
importancia que tienen los materiales para el funcionamiento de un estado en Mesoamérica.
31
Estos hechos provén de un argumento valioso para el entendimiento de la política
mesoamericana. Controlar el flujo de los materiales fue la mayor motivación para las
guerras y expansiones de la triple alianza liderada por los tenochcas, y otros grupos
mesoamericanos. La conquista se realizaba para asegurar e incrementar el flujo de bienes
de lujo, o de las materias primas necesarias para la elaboración de tales bienes, como lo
muestra la matrícula de tributos, y en general el códice mendocino (Berdan 1975;
Drennan 1984; Molins 1954).
32
Figura 8. Circuitos de intercambio y núcleos comerciales. Berdan y Smith 2004. Fig.4
Muy seguramente la producción expandida del cacao puede explicarse más allá
de un cambio en los hábitos alimenticios de la población indígena. En su lugar, podemos
sugerir que al tiempo que los centros nucleares se volvían más poderosas estimularon la
producción de bienes de lujo. Esta demanda pudo extenderse más allá de los territorios
33
controlados por los núcleos, influenciado la producción de bienes estratégicos en nuevas
áreas y así incorporándolas a la economía mundial Mesoamericana (Berdan 1980: 38,
39). Como un ejemplo más de cómo pudo operar este fenómeno, Saindon (1977)
menciona cómo provincias tributarias de algodón no necesariamente tenían que
producirlo todo ellos mismos, sino que se verían forzados a obtener parte (tal vez todo)
de provincias próximas, no tributarias.
Bajo esta visión, el sistema mundial mesoamericano del postclásico fue una red
definida espacialmente con unidades constituyentes tales como núcleos, periferias
especializadas, y periferias generales, que se encuentran ligadas a través de una gama de
redes sociales. Estas redes dieron al sistema un dinamismo económico, político, social y
cultural (Figura 9).
Nuestro análisis del sistema mundo mesoamericano comienza cuando colapsan los
grandes centros del clásico. Los siglos que transcurren entre esos eventos son testigos de
ciclos de expansión y diversificación en el comercio y comunicaciones a larga distancia
que afectaron gran parte del continente norteamericano.
Es posible que desde mediados de la fase Xolalpan (400/500 d.C.) el sistema que
tenía su epicentro en Teotihuacán hubiese iniciado su contracción, a partir de que varios
sitios y regiones comenzaron a desincorporarse paulatinamente de su sistema. La
tendencia se habría acentuado durante el transcurso del siguiente siglo, y se
complementaría hasta finales de la fase Metepec (600/650 d.C), cuando Teotihuacán deja
de ser la potencia económica y política que durante siglos fuera motivo de cohesión
macrorregional (Solar 2002: 229). Lo anterior no significa que desde su fase Xolalpan
comenzara a decaer, puesto que es en este momento cuando experimenta su clímax
urbano, pero si significa que el sistema construido hasta ese entonces se desestabiliza.
34
Aunque pareciera paradójico que se considere al momento de mayor esplendor de
Teotihuacán como causa de su decadencia, desasociar ambos fenómenos ha sido el
principal motivo para recurrir a cambios violentos y drásticos como explicativos del
“colapso teotihuacano”. Es probable que los procesos que propiciaron el clímax
teotihuacano anunciaban con ellos su posterior desenlace. La fragmentación social que
derivó en el casi completo abandono destrucción del centro ceremonial, y en una evidente
modificación del patrón de asentamiento en la Cuenca de México, pudo ser un desenlace
irreversible desde Xolalpan, pero el desbordamiento de este fenómeno, que tardó siglos
en gestarse, sería perceptible hasta finales de la fase Metepec (Jiménez 2010). “Lo que
aparenta ser estático es en realidad muy dinámico, pero temporalmente
balanceado” (Chase-Dunn y Hall 1997a:70).
35
espacial homogénea de los sistemas globales, al contrario, en el caso mesoamericano
parece que lo extendió.
36
unidades políticas al sistema y el carácter integrador de este, que tuvo que ver con una
conexión entre regiones que incrementaron el repertorio de bienes y productos
disponibles y la diversidad de demandantes de dichos bienes. Pero no solo se trató de la
integración de grupos y territorios excluidos en el sistema anterior. El caso de los
asentamientos cerca de los yacimientos de obsidiana de la Sierra de las Navajas, un
espacio que territorialmente estaba incluido en el sistema teotihuacano, pero que no
gozaba de autonomía, al desincorporarse obtiene el control de los yacimientos
experimentando un auge. El sistema del Epiclásico entonces, habría incorporado no solo
nuevos territorios, sino a participantes del anterior, pero con nuevas posibilidades. La
cuenca de México se incluye en este nuevo sistema, pero ahora ya no es el otrora núcleo,
sino más bien compitiendo ahora con unidades políticas pares.
37
comportamiento de otra es indispensable el contacto directo. Hay que buscar entonces los
indicadores de interacción sistémica, por encima del traslado y coincidencia de objetos.
38
Capítulo II La frontera norte de Mesoamérica durante el
Epiclásico. La expansión de un Sistema Mundo.
C
omo vimos en el capítulo anterior, Mesoamérica es un ejemplo de una región cultural
geográficamente diversa compuesta por múltiples sociedades que estuvieron interconectadas
económica, política y culturalmente. También vimos que podemos estratificar dichas relaciones
económicas, políticas y sociales en cuatro niveles de interacción a través de sus materiales
arqueológicos: bienes de bulto, redes político-militares, bienes de prestigio y las redes de
información; Estas redes se consideran dentro de la investigación antropológica como factores de
la estructuración de un sistema social y son fundamentales para su reproducción, pero en las
sociedades pre-capitalistas son las redes de bienes de prestigio las que tienen mayor impacto
cuando de cambios y adaptaciones al medio ambiente natural y social hablamos, y su función es
la legitimación de las elites locales, como capital político. Explicamos también que estas redes se
contraen y expanden, dando lugar a lo que conocemos como pulsaciones. Ejemplificamos dichas
pulsaciones en Mesoamérica con el caso Teotihuacano, y seguimos la propuesta de otros
investigadores que aluden el desarrollo y auge de las sociedades que se encontraban en la periferia
a la descentralización del sistema producto de la caída de la gran urbe (Jiménez 1998; Solar 2002;
Pérez 2007).
Mesoamérica, como muchos otros conceptos que nacieron dentro del marco de la Historia
Cultural, son constantemente debatidos puesto que la teoría arqueológica ha cambiado desde que
se acuñaron (Figura 9). Es importante mencionar como surge el concepto, puesto que junto con
él surgieron un conjunto de problemáticas que definirían el curso de las investigaciones
arqueológicas posteriores, como es el caso de la frontera norte de Mesoamérica, que fue
identificada a la par del nacimiento mismo del concepto de Mesoamérica, pues Kirchhoff en su
trabajo menciona que: “…la frontera norte de Mesoamérica, se distinguió de la frontera sur por
un grado mucho mayor de movilidad e inseguridad, alternando en ella épocas de expansión hacia
el norte con otras de retracción hacia el sur” (Kirchhoff 1960 [1943]:6). Además, desde entonces
Kirchhoff hizo énfasis en que hacían falta: “más excavaciones en regiones que en el momento de
39
la conquista quedaban fuera de Mesoamérica, pero que en tiempos anteriores formaban parte de
ella, como ya sabemos, acerca de una amplia zona del norte de México” (Kirchhoff 1960
[1943]:6).
Gran parte de dicha discusión gira entorno a las interacciones que debieron de haber
existido entre las sociedades del centro de México, y otras sociedades ubicadas al Occidente y
Norte de ellas (Frisbie 1983; Mathien y McGuire 1986; Jiménez 1989), en distintos tiempos a lo
largo de su historia1. Al respecto, hay tres posiciones desde las cuales los investigadores han
vertido sus propuestas para entender la naturaleza de dichas interacciones:
Están los investigadores que sostienen que la parte septentrional de Mesoamérica era
simplemente su límite, en donde las incursiones de los comerciantes y otros eventos de orden
político fueron determinantes en el desarrollo de todas estas sociedades al norte del Río Lerma
(Di Peso 1974; Kelley y Kelley 1975; Reyman 1978; Foster 1986).
Existen otros investigadores que prefieren ver el desarrollo de esta región como un evento
autóctono y, aunque reconocen que existen elementos de origen mesoamericano fundamentales
1
Esto no quiere decir que las investigaciones no sigan otros puntos de interés, como por ejemplo la
discusión sobre la caracterización cultural de los grupos de la región (Kelley 1971; Jiménez y Darling
2000), o el origen y desarrollo de culturas locales, para así poder identificar el momento en el que se adoptó
un modo de vida mesoamericano y las dinámicas que debieron de haber existido entre las sociedades de
la Mesoamérica Central, el Bajío, el Occidente y Norte de México y las sociedades del suroeste de lo que
hoy es Estados Unidos de América.
40
como lo es la agricultura y algunos tipos cerámicos, consideran que la interacción con sociedades
del centro del país no puede ser considerada importante (Haury 1976; McGuire 1980; Nelson
1981, 1986).
Por último, y en propuestas más recientes, algunos académicos gustan tomar posiciones
menos radicales, y más propensas a buscar respuestas que den explicación a esta problemática de
interacción, y el impacto que pudo haber provocado en las sociedades norteñas, y también del
suroeste estadounidense (Weigand 1982; Kelley 1986; Le Blanc 1986; Mathien y McGuire 1986;
Riley 1986; Whittecotten y Pailes 1986; Jiménez 1989, Jiménez y Darling 2000).
• Al final de preclásico y principios del clásico, con una fecha más o menos entre el 150
a.C al 200 d.C; momento que da cuenta de la primera expansión hacia el norte de sociedades
con un modo de vida y características culturales mesoamericanas;
• Durante el clásico, es decir 200 al 600 d.C que nos muestra el surgimiento de los grandes
centros ceremoniales y posiblemente de sociedades que sobrepasaron la complejidad de
simples aldeas.
41
• El momento que representa la mayor expansión de la cultura mesoamericana hacia el
noroeste, aproximadamente entre el 600-900 d.C;
• Y finalmente la frontera que representa la ocupación retirada hacia el sur, casi junto al
Río Grande de Santiago, en época del contacto español (900-1521 d.C) 2
A el área que se encuentra dentro y subsecuentemente fuera de esta frontera se le conoce
dentro de las investigaciones arqueológicas con distintos nombres, como por ejemplo “Gran
Chichimeca” (Hers 1989), en relación con los pueblos cazadores recolectores con los que se
encontraron los conquistadores españoles en su expansión colonial hacia el norte; Beatriz Braniff
la llamo “Mesoamérica Marginal” (Bell 1974), principalmente porque, según ella, la existencia e
influencia de la cultura mesoamericana en esta región se manifiesta claramente, pero en esta
frontera florecieron tradiciones particulares, diferentes unas de otras y, al decir Mesoamérica
Marginal, la autora considera que el septentrión de Mesoamérica carece de mejores condiciones
tanto sociales como naturales para el desarrollo de una cultura más sostenible. Por último, y con
el termino con el que nos referiremos en este texto a esta región, Pedro Armillas (1991) propone
el nombre de “La Frontera Septentrional”.
Sin importar el nombre que le den, la mayoría de los investigadores concuerdan en que
la presencia mesoamericana en esta región no es producto de una evolución local, sino de
movimientos migratorios, de grupos venidos del sur, con rasgos muy característicos ya formados,
y que siglos antes de la llegada de los españoles abandonaron los principales sitios ceremoniales.
(Hers 1995; Kelly 1974; Jiménez 1998).
2
(cfr. Kelley et al. 1961; Kelley 1963, 1971, 1974, 1990; Armillas 1964, 1969, 1987; Braniff 1965, 1974, 1989,
1994, 2001; Jiménez 1989, 1995; Jiménez y Darling 2000.),
42
Chupícuaro se desarrolló en el Bajío, cerca de lo que hoy es el sur de Guanajuato y norte de
Michoacán, ubicando una serie de aldeas esparcidas más allá de esta zona nuclear entre
Guanajuato y Michoacán, llegando hasta Hidalgo, Querétaro, todo Guanajuato y posiblemente
también Jalisco y Zacatecas, compartiendo una sola cultura que se logra identificar por
cerámicas afines (Figura 10 y 11) y relacionadas a las del sitio arqueológico de Chupícuaro, y
que posteriormente se desarrollarían independientemente de dicho centro.
Aunque, comenta Braniff (1974), los hallazgos también sugieren un origen dentro del
Preclásico Medio, de relación estrecha con Tlatilco, y Cuicuilco, ambos ubicados en el Centro de
México.
43
Los datos arqueológicos recientes muestran que el valle fue colonizado durante el 700
a.C, teniendo su apogeo entre el 400 y el 100 A.C., el valle esta bordeado por macizos volcánicos
que resguardan yacimientos de obsidiana y cinabrio, a la vez que en el fondo del valle existía una
red fluvial densa, generando terrazas aluviales ricas en depósitos arcillosos y zonas pantanosas
altamente propicias para la agricultura.
Otra tradición cultural que nos sugiere contactos hacia el norte por parte de grupos
mesoamericanos, es la Tradición Tumbas de tiro (Figura 13). Su influencia proviene de las
regiones culturales de Occidente, en los actuales estados de Jalisco, Colima, Nayarit, Michoacán,
sur de Sinaloa, la zona de los cañones en Zacatecas y el oeste de Guanajuato (Solar 2010).
Figura 12. Dibujo de una Tumba de Tiro con dos cámaras. Cuevas y Pickerin 2004. Tomado de Williams 2000 fig. 22
Esta tradición se caracteriza porque lo único que se conserva de sus asentamientos son
sus obras arquitectónicas funerarias, y los ajuares que ahí se depositaron. Estas consisten en
tumbas, con un tiro subterráneo que va de los 3 a los 8 metros de profundidad, en cuyo fondo se
encuentran una serie de cámaras mortuorias, donde se depositaron cuerpos y ofrendas.
Las tumbas con ofrendas más abundantes se encuentran cerca o debajo de arquitectura
pública en centros ceremoniales, evidenciando una dicotomía social que puede traducirse en
estratificación social, por ejemplo, las tumbas más modestas como las de Tabachines (Galván
1991) (Figura 14) en comparación a las tumbas el Arenal o Huitzilapa (Corona 1955; Ramos y
López 1996) (Figura 15). Al parecer talleres de obsidiana y el intercambio de la misma (Weigand
44
et. al. 2004) son los factores decisivos para la
interacción y expansión de dicho modo de vida
(Beeckman 2010).
Los bienes importados presentes en las
ofrendas suelen ser similares en muchos aspectos a
los encontrados en las tumbas tempranas del
Opeño, sugiriendo conexiones externas similares
desde sus primeras etapas, tales como las maquetas,
figurillas y adornos de concha que conectan
ideológicamente a los grupos de elite del formativo
tardío dentro de una misma cosmovisión (Beekman
2010: 63).
45
cívicoceremonial con arquitectura monumental de grandes plataformas, plazas, patios interiores,
sectores de residencia, juegos de pelota y adoratorios que muchas veces están delimitados por
muros que defienden y separan los distintos sectores que componen los sitios, de difícil acceso.
Dicha configuración parece existir en los sitios que se encuentran en el estado de Aguascalientes,
como el Cerro de En medio, Santiago y el Ocote.
Fgura 15. Mapa que ilustra las áreas ocupadas por las culturas con rasgos mesoamericanos durante el periodo
preclásico. Las flechas indican la dirección de la expansión de los rasgos culturales de las tradiciones.
46
La llegada al norte de poblaciones sedentarias provenientes del sur se manifiesta en la
región de Chalchihuites en la fase Canutillo. Esta fase está compuesta de pequeñas aldeas
localizadas principalmente en el valle del río Colorado en el área de la cultura Chalchihuites, en
donde las investigaciones de Charles Kelley pusieron al descubierto un patrón arquitectónico y
un complejo artefactual asociado con estos primeros aldeanos mesoamericanos (Kelley y Abbott
1966; Kelley 1971)3.
Durante esta fase se inician las actividades mineras de la cultura Chalchihuites y las
actividades de intercambio de turquesa a larga distancia (Kelley y Abbott 1987). Al respecto,
Weigand (1978: 215) menciona que:
“las explotaciones de cantera y tal vez de las minas fueron abiertas. El objetivo principal
de las empresas mineras…parece haber sido la explotación de una serie de piedras azul
verde… Estos colores y hasta las piedras tenían un gran significado ceremonial en las
altas culturas de Mesoamérica. Ellos representan la lluvia, el agua y la fertilidad”.
3
Kelley ubica la fase Canutillo de la cultura Chalchihuites entre los años de 200 a 650 d.C. mencionando
una fecha para la construcción del centro ceremonial de Alta Vista en el año de 450 d.C. (Kelley 1985):
“Probablemente alrededor de los años 350 a 400 d. C. los participantes de esta cultura establecieron una
población que más tarde se convertiría en el gran centro ceremonial de Alta Vista, localizado a unos ocho
kilómetros de la población moderna de Chalchihuites, Zacatecas, en el lado poniente del río Colorado (río
Chalchihuites) tributario del río Suchil” (Kelley y Abbott 1987:153).
47
El formativo tardío y principios del clásico en la frontera norte están caracterizados por
ser fases con desarrollos poblacionales expansivos hacia nuevas áreas dando muestra de una
mayor diferenciación social (Beekman 2010:21).
Muestra de esta complejidad son las tradiciones culturales como la del Bajío en la que se
desarrolló un patrón arquitectónico que tiene como elemento central patios hundidos, mientras
que, en los valles de Tequila cerca del volcán, también se desarrolló un complejo cultural con un
patrón arquitectónico distintivo
Figura 16. Fotografía aérea del sitio arqueológico “Guachimontones”, Teuchitlán Jalisco. Olay
2015 Figura 7.
48
necesaria una organización social a tal nivel que permita dispersar y ejecutar la misma idea en
distintas regiones, no obstante que esta interpretación está basada primordialmente en
información de superficie.
Con datos recientes, a través de las excavaciones llevadas a cabo en el sitio del Llano
Grande y Las Navajas, Beekman (2005) encuentra que las construcciones sobre las plataformas
alrededor de los altares circulares están construidas con una variedad de materiales y distintos
sistemas constructivos que le hacen suponer que se trataba de diferentes grupos construyendo
bajo un mismo modelo arquitectónico de ocho estructuras, lo que él interpreta como grupos de
elite compartiendo autoridad. Los centros ceremoniales pueden tener de uno a diez
guachimontones de distintos tamaños (Weigand 1985, Ohnersorgen y Varien 1996), creando una
aparente relación núcleo (alrededor del Volcán de Tequila) y periferia a lo largo de Occidente en
la distribución de los sitios arqueológicos con presencia de esta arquitectura.
49
Dichas excavaciones de Beekman
en el Llano Grande, Navajas
(Figura 19) y Guachimontones dan
más datos sobre este tópico, ya que
las evidencias de ocupación más
antiguas datan desde el 300 a.C,
aunque las primeras construcciones
tipo Guachimontón son del 100 a.C.
también se tienen evidencias de
sitios fortificados a las entradas del
valle de Tequila, quizá como
evidencia de que el valle se volvió
una unidad política entorno al sitio
Figura 18. Dibujo de planta de un “Guachimontón” en el sitio arqueológico
arqueológico en Teuchitlán Navajas, Jalisco, tras las excavaciones realizadas en el sitio por Beekman
2007 Figura 6
(Beekman 1996). También los
estudios de Stuart (2003, 2005) revelaron un sistema de canales utilizado para la intensificación
de la agricultura en el valle, fechándose para comienzos del periodo clásico (200 d.C). Esto,
aunado a las ricas ofrendas con materiales producto del intercambio a larga distancia en sitios
ceremoniales (Teuchitlan, Navajas, Llano
Grande) así como en tumbas de tiro
contemporáneas como las de Huitzilapa y San
Sebastián (Galván 1991; Ramos y López 1996;
Beekman 2005; Beekman y Weigand 2008)
proponen la hipótesis de un incremento en la
centralización del poder.
50
fueron adoptadas por elites locales buscando su asociación con rituales agrícolas u oportunidades
de consolidar prestigio dentro de sus propias poblaciones (Beekman 2010:65).
La arquitectura de patio hundido consiste en una plataforma que configura una banqueta
alrededor de un espacio hundido en relación a esta, y sobre la cual desplantan cuartos o
basamentos piramidales (Figura 21). Para acceder a los edificios que rematan las plataformas, es
necesario utilizar una escalinata, la cual distingue a este arreglo arquitectónico de otros lugares,
por ejemplo, Teotihuacán, donde se accede a construcciones similares por callejones abiertos
entre edificios contiguos. Excavaciones realizadas en Cerrito de Rayas, San Bartolo
Aguacaliente, y Plazuelas dan muestra clara de este tipo de arquitectura de patio hundido
(Cárdenas 1999).
Figura 20. Distintos tipos de arreglos arquitectónicos del conjunto Patio Hundido
Cárdenas 2008, figura 5.
51
llevando consigo un estilo de construcción
hacia el norte de Guanajuato y sur de
Michoacán. El proceso cronológico de
dicha expansión es desconocido aun, pues
hacen falta fechamientos absolutos. Sin
embargo, sabemos que dicho proceso se
encuentra dentro del clásico, 200-600 d.C.
Figura 21. Conjunto de Doble Templo y Patio Hundido, y De esta manera, el Bajío se unificó
Recinto de los Gobernantes. Peralta, Guanajuato. Cárdenas
en el sentido de compartir una tradición
Arqueología Mexicana, 2008: 24
arquitectónica, con distintas unidades
políticas identificadas a partir de análisis espaciales (Cárdenas 1999), que interactuaron con otras
áreas de manera diferenciada. Por ejemplo, los asentamientos más al oeste presentan pequeños
guachimontones, que parecen ser intrusivos (Beekman 2000; Weigand 2000) (Figura 23). Por el
contrario, la parte este del Bajío tuvo contactos y conexiones con el centro de México,
evidenciando contactos con la urbe Teotihuacana, principalmente por que el tipo arquitectónico
de plaza hundida tiene sus primeras apariciones durante la fase Tzacualli (1-100 d.C) de la gran
ciudad (Beekman 2010, 66), compartiendo también algunos tipos cerámicos encontrados en el
sitio Barrio de la Cruz, en Querétaro, mientras que en el resto del Bajío existen algunos tipos
relacionados con las fases Tlamimilolpa-Xolalpan (200-600 d.C) (Brambila y Velasco 1988;
Castañeda López et al. 1996; Saint-Charles 1996:148, 1998:337–339; Crespo 1998:325–326,
330).
52
Artefactos de la fase Loma Alta, y quizás gente de la región occidente, han sido
identificados en múltiples contextos en Teotihuacán (Gómez Chávez 1998, 2002; White et al.
2004; Gómez Chávez y Gazzola 2007), por lo que se puede inferir que la comunicación es
bidireccional. Es innegable la importancia que Teotihuacán tuvo durante este periodo a nivel
macrorregional, sobre todo como núcleo de un sistema que exporta términos ideológicos y cuya
conexión confiere prestigio, pero hay poca evidencia de una incursión directa teotihuacana en
el Occidente y Norte de México.
Figura 22. Mapa que ilustra las áreas culturales en expansión durante el clásico hacia el norte.
2.1.3 El Apogeo durante el Epiclásico
Este periodo es la etapa que quizás esta mejor comprendida en la frontera norte, dada la
intensa investigación arqueológica en los grandes centros ceremoniales en esta parte periférica
de Mesoamérica, que entre el 550 y 600 d.C fueron construidos, y que para el 700 u 800 d.C
viven su absoluto apogeo (Hers 1989, 1995; Kelley 1990; Trombold 1990; Nelson 1997; Jiménez
53
1998; Jiménez y Darling 2000; Braniff 2001), expresado en la intensificación y ampliación de
campos agrícolas, la proliferación de productos suntuarios y la actividad constructiva en dichos
centros ceremoniales, con lo que podemos proponer una existencia de elites locales, con una
intensa interacción interregional, manifestada por la dispersión extendida de materiales como el
pseudocloisonne, las figurillas tipo I y algunos elementos arquitectónicos como el patio cerrado
con altar central (Jiménez 2006:381; Lelgemann 2000:24-25).
Figura 23. Fotografía del sitio arqueológico de La Quemada. Foto Manuel Dueñas.
54
En Alta Vista, asentamiento ubicado muy cerca del Trópico de Cáncer, es notoria la
implementación de cálculos astronómicos en la orientación de los principales edificios (Aveni et
al.1982), además de la traza del centro ceremonial de que éste responde a la replicación de un
paisaje ritual y un sistema cosmológico comparables a sus vecinos del centro de México y del
área maya (Medina 2000).
Además son notables los cambios en la cerámica de la fase Alta Vista (600-850 d.C.) en
la que las cerámicas del tipo Michilia Negro Inciso Esgrafiado y relleno de pigmento rojo incluye
ya diseños geométricos antropomorfos y zoomorfos así como elementos pseudoglíficos en una
especie de reborde alrededor del exterior de la vasija y justo debajo del borde, así como el tipo
cerámico Suchil Rojo sobre Café en donde, de la misma manera, están plasmados los diseños
antropomorfos y zoomorfos (Jiménez 2006:381; Kelley y Abbott 1987).
Acompañando a estos materiales se encuentra un patrón arquitectónico muy
característico, que el arqueólogo Achimm Lelgemann menciona como:
55
Figura 25. Ilustración 26 Fotografía que ilustra el conjunto patio (Patio Compound) en el sitio arqueológico de La
Quemada. Foto Manuel Dueñas
56
El asentamiento prehispánico mejor conocido de esta región es el sitio que se encuentra
en Villa de Reyes, también conocido como “Electra” (Braniff 1961, 1992).
En este sitio Braniff llevó a cabo una investigación arqueológica formal durante los años
de 1966 y 1967, y como resultado propone tres fases de ocupación en el asentamiento (Braniff
1992).
Es importante notar que inicialmente se propuso una continuidad entre las tres fases
ocupacionales propuestas. Posteriormente Braniff identificó un largo periodo de abandono
entre la primera y la segunda fase (Braniff 2001), por lo que el tiempo de la primera fase de
ocupación se reduce considerablemente. Con respecto a las tres fases anteriores, Braniff nos
menciona (nótense los ajustes en la cronología para las primeras dos fases):
“Lo interesante de estas tres fases es que no muestran una evolución que llevara de una
hacia la otra, sino totalmente diferentes, de lo cual se infiere que fueron colonizaciones
de poblaciones distintas y que la separación cronológica entre las primeras dos fases
implica un abandono del sitio por muchos años. La primera fase, que ubicamos
cronológicamente hacia 70-200 d.C., se distingue por cuartos de muros de tierra y una
cerámica bien hecha, cuya vajilla decorada con líneas rojas recuerda lejanamente la
tradición de diseños simétricos originada en Chupícuaro y que persistió en Guanajuato.
La fase principal, llamada San Luis y ubicada cronológicamente entre 650 y 900 d.C.,
está representada por un gran pueblo planificado, donde hay plataformas y casas bien
construidas de tierra y un ‹‹centro ceremonial››-pirámide (Figura 26 y 27), que
curiosamente no está en el centro del pueblo. La cerámica característica es policroma con
diseños lineales en negro sobre el fondo rojo naranja y el color natural de ollas y platos.
Esta cerámica está muy bien elaborada, y aparece en grandes cantidades desde su inicio,
lo que nos sugiere que viene de otra parte. La cerámica intrusiva proviene de la región
vecina de Río Verde, donde destacan las pipas de cazoleta. Esta fase San Luis
corresponde cronológicamente a los tiempos de auge de toda la región septentrional
mesoamericana…Inmediatamente después, hacia 900 d.C., hace su aparición la gente que
lleva la cerámica de Tula, caracterizada por las figurillas Mazapa, el Naranja a Brochazos,
el Blanco Levantado, las vasijas con soportes zoomorfos y el Plomizo. Si bien esta nueva
población se dispersa en la aldea, no parece haber construido nada nuevo. La cantidad de
materiales es muy escasa, de lo cual se infiere que su presencia aquí no era importante.
57
En el Valle de San Luis, luego de la desaparición de los toltecas no encontramos nada
indígena sino hasta tiempos de la Colonia” (Braniff 2001:111-112).
La fase San Juan, con una cronología propuesta en 100 y 600 d.C., fase que corresponde
con el periodo Clásico Temprano, caracterizada por el uso de cerámicas de color rojo, bayo,
rojo sobre bayo y blanco sobre rojo (Braniff 1992), correspondiente a la llegada de los colonos
sureños.
La fase San Luis, del 600 al 900 d.C., misma que corresponde al periodo Epiclásico o
Clásico Tardío (Braniff 1992), caracterizada por la cerámica policroma típica del Valle de San
Luis, por figurillas y pipas, y por cerámicas muy semejantes a las de la Huasteca, como los
tipos San Diego naranja fino y Zaquil Negro (Braniff 1992, Crespo 1976:31).
Figura 27 Plano del sitio arqueológico Villa de Reyes, o Electra. Crespo 1976 Figura 31
58
Braniff (1992:118) comenta: “es
interesante ver que el tipo Valle de San
Luis representa el 82% del total de tiestos
que provienen de excavación y este
porcentaje puede utilizarse para inferir que
la ocupación más intensa del sitio (Villa de
Reyes) corresponde a la Fase San Luis, esto
es, el Clásico Final.” (Figura 28).
Para Braniff el apogeo cultural en el sitio de Villa de Reyes ocurre en la fase San Luis
(650-900 d.C), que corresponde al periodo de mayor ocupación y complejidad del sitio, así como
en cantidad de materiales arqueológicos recuperados, siendo visible también una mayor variedad
en los tipos de la arquitectura presente (Braniff 1992, 2001).
“El Tunal Grande se diferencia fácilmente de las subáreas arqueológicas vecinas: al este, los
grupos de la cuenca del Río Verde y del norte de Querétaro son poblados mucho mayores con
construcciones de piedra como pirámides y conos truncados, juegos de pelota, plazas,
etcétera…Hacia el sur, en Guanajuato, los sitios arqueológicos son también distintos y ellos
se caracterizan por otras cerámicas; por la presencia de la pirámide que limita por un lado a
plazas rectangulares usualmente cerradas y hechas de piedra. Hacia los Altos de Jalisco,
Zacatecas y Durango parece continuarse este complejo pirámide-plaza y, por consiguiente,
59
nuestro Tunal Grande es una unidad muy simple comparada con las contiguas” (Braniff
1992:17) (Figura 29).
Durante la fase San Luis, Crespo describe elementos como muros de piedra y terrazas y nos
menciona que el asentamiento de Electra estaban distribuido en cinco unidades habitacionales, dos
de ellas construidas con piedra y adobe y levantadas sobre un sistema de terrazas encima de algunas
construcciones de época anterior, una tercera unidad muestra cimentos de cuartos, sin embargo no
hay restos de terrazas, sino que las construcciones se levantan desde el suelo, y las otras dos unidades
restantes se ubican en una loma (Crespo 1976:74).
.
Figura29 Mapa que ilustra la distribución del tipo cerámico Policromo Valle San Luis
En sitios como El Cerrito, en Zacatecas y Cerro de Silva, en San Luis Potosí, Braniff hace
mención de la presencia de elementos que demuestran la existencia de grupos no
mesoamericanos, tales como entierros y gran cantidad de artefactos de piedra como raspadores
y puntas de proyectil, asociados a los grupos nómadas. Esto la lleva a inferir que entre unos y
60
otros existían buenas relaciones, ya que menciona que dichos sitios son abiertos y no muestran
características defensivas (Braniff 2001:111).
La explicación a los cambios a través de Mesoamérica durante este periodo tiene que ser
multifactorial. Por un lado, una interpretación extendida tiene que ver con una posible
reorganización política, a veces conceptualizada como una reestructuración del sistema mundo
mesoamericano (Jiménez 2006, 2007).
También nuevos poblados son fundados en este periodo, como Tingambato (Piña Chán y Oi
1982), Urichu (Pollard y Cahue 1999), Guadalupe (Arnauld y Faugére Kalfon 1998; Pereira
1999), Zaragoza (Fernández Villanueva 2004), y Jiquilpan (Noguera 1944) en lo que hoy es el
actual estado de Michoacán, que emergieron como nuevos centros de población en lo que se ha
descrito como “Fase Lupe” (Pollard 2008:221–223).
Se ha propuesto que la metalurgia, sobre todo el trabajo en cobre, hizo sus primeras
apariciones en Mesoamérica a través de una interacción con orfebres del noroeste de
Sudamérica. Esta tecnología sería usada para producir cascabeles, anillos, agujas y pinzas a
través de técnicas como la cera perdida y martillado (Hosler 1994:44-85). Sin embargo, las
investigaciones que proponen sitios del Epiclásico donde hubiese sido posible la práctica de
dicha tecnología no son claros o no están bien publicados. No así los trabajos sobre la turquesa.
61
Los talleres de procesamiento en Alta Vista estuvieron extremadamente activos, además
de la importación de este recurso desde el Suroeste de lo que hoy son los Estados Unidos
(Harbottle y Weigand 1992; Weigand y García de Weigand 2001).
Las minas extensivas cercanas al sitio de Alta Vista estaban dedicadas a la extracción de
rocas verdes, así como de diversos minerales utilizados probablemente como pigmentos,
principalmente para decoraciones como el Pseudo-Cloisonné (Holien 1977), cuyo uso se
extendió a lo largo de los actuales territorios de Jalisco, Zacatecas y Guanajuato (Figura 30).
Es fera Septentrional de
Mesoamerica
Figura 30. Mapa con la distribución del complejo Cerámico copa/olla Pseudocloisonné
Las minas de cinabrio de la sierra gorda de Querétaro, como lo parece indicar el sitio de
San José Ixtapa que data para este periodo (Barba y Herrera 1986).
62
Figura 31. Mapa con la sobre posición de las esferas de interacción de los materiales diagnósticos en la frontera norte
mesoamericana.
La porción mejor estudiada de esta cuenca es la de los Altos de Jalisco, en la que se han
llevado a cabo investigaciones arqueológicas formales más abundantes que en las partes
63
correspondientes a Aguascalientes, o el sureste de Zacatecas, por lo que contamos con mejor
conocimiento acerca de las características de los asentamientos, así como de sus materiales
arqueológicos y los principales tipos cerámicos.
Figura 32. mapa que muestra la expansión de la esfera de los Altos-Juchipila hacia la parte norte de la cuenca
del Río Verde Grande durante el Epiclásico.
64
Apoyando esta idea de la población autóctona recibiendo influencias, Glyn Williams en
1974 realizó recorridos de superficie en la parte norte de los altos de Jalisco, en los límites con el
estado de Zacatecas, identificando trece asentamientos prehispánicos de diversos tamaños y
complejidades en los cuales recolectó y clasificó figurillas dando lugar a una interpretación con
la cual propone existen similitudes estilísticas entre estas y las Chupícuaro. Sin embargo,
concluye que la influencia de dicha cultura se modificó por una tradición local, que se combinó
con otra procedente de las cuencas más norteñas, como la del Río Magdalena en Nayarit, dando
lugar a una tradición propia durante el formativo tardío (Williams 1974).
La investigación llevada a cabo en 1976 por Piña Chan y Taylor en el sitio arqueológico
de El Cuarenta, en el municipio de Lagos de Moreno concluyó que sus exploraciones indicaron
una relación de este asentamiento con sitios como el de La Quemada, Chalchihuites y El Teúl, y
proponen que esta expansión cultural parte de Zacatecas y alcanza el sitio de El Cuarenta en
Jalisco y se proyecta hacia el Tunal Grande en San Luis Potosí en sitios como Electra o Villa de
Reyes (Piña Chan y Taylor 1976).
65
En la década de los ochenta, los investigadores Caloryn Baus y Sergio Sánchez se
propusieron identificar los asentamientos caxcanes, cocas y tecuexes de las crónicas españolas
del siglo XVI en el estado de Jalisco, por lo que realizaron recorridos de prospección y mapeo en
la zona. En 1986 publicaron “Arqueología en la región Tecuexe”, en el que informan de
materiales recuperados en Cerro Támara, Teocaltitán y Tlacuitapan, ubicados cerca de las
actuales poblaciones de Jalostotitlan, Teocaltitán y Lagos de Moreno al noreste de los Altos (Baus
et al.1986:5). Dentro de dichos materiales, ellos reportan elementos dentro de los tipos cerámicos
como “borde evertido”, “base anular” y ciertos tipos de figurillas que según la clasificación de
Williams (1974) son los tipos I y IV que se volverán diagnóstico de toda la Cuenca durante el
Epiclásico4.
Para el sur de la cuenca, en 1988, Blás Roman Castellón y Jorge Ramos realizaron
recorridos de prospección por parte de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH)
en la región de Atotonilco-Totolán. Resultados de estos trabajos fueron la localización de 29
asentamientos.
Ellos Identifican tres tipos de patrón de asentamiento (López et al. 1994), en el primero
de ellos los sitios están ubicados en la parte alta de los cerros, mismos que pueden formar parte
4
En el mismo trabajo los autores también hacen referencia al patrón de asentamiento regional y a las
características generales de la arquitectura presente, al respecto mencionan:
“Respecto al patrón de asentamiento, dichos sitios se sitúan en cimas de cerros que presentan en
su mayor parte abruptas laderas y están cercanos a los cauces de agua. Su situación topográfica
privilegiada, además de presentar resguardos naturales como son afloramientos rocosos, muestra
modificaciones hechas por el hombre. Hay altos taludes en terrazas y plataformas, así como
posibles muros […] El pleno dominio visual de las regiones circundantes da a estos sitios un
carácter defensivo y estratégico que parece indicar una gran inestabilidad en la época en que fueron
construidos. En el aspecto arquitectónico podemos decir que el patrón básico de elementos no
difiere de muchos sitios localizados en el Bajío, ya que la idea es la misma. Sólo varían en cuanto
a su distribución en función de la topografía del terreno al igual que aquéllos. El patrón al que nos
referimos es que dichos sitios presentan un conjunto arquitectónico relevante de estructuras cuya
función parece que fue cívico-religiosa. Es la asociación de patios cerrados o “hundidos”, o plazas
delimitadas por plataformas planas, con un montículo de mayor altura de planta cuadrada, situado
en el lado oriental de aquel elemento. Los otros elementos periféricos son también plataformas
cuadradas o rectangulares, patios, plazas, y en dos casos un par de estructuras alargadas paralelas
que sugieren canchas de juego de pelota. Hay también un sistema de terrazas con muros de
contención de rocas bien adaptado a la topografía” (Baus y Sánchez 1986:2-4).
66
Figura 34. Fotografía del montículo que cierra uno de los patios en el sitio arqueológico de Teocaltitlán. Montejano 2015
figura 5
de algún sistema montañoso o ser cerros aislados como en el caso del Peñol del Chiquihuitillo
(Weigand y García de Weigand 1999), este patrón de asentamiento es común en la parte sur de
los Altos, en los sitios localizados por Blas Román Castellón (et al. 1988 apud López Mestas et
al. 1994), así como en algunos sitios de la zona norte del río Verde Grande, como el de Cerro de
los Antiguos, El Tuiche y el Cerro de Chihuahua, cercanos a Nochistlán, Zacatecas.
En cuanto a las características de estos sitios mencionan la presencia de un área cívico
ceremonial representada regularmente por arquitectura monumental como grandes plataformas
asociadas a otros espacios y estructuras como plazas, patios interiores, sectores de residencia y
habitación, juegos de pelota y adoratorios, así mismo mencionan que en algunos casos las grandes
plataformas se encuentran delimitadas por muros que definen y diferencian los distintos sectores
de los asentamientos, las áreas habitacionales están relacionadas con la terrazas, mismas que
generalmente están ubicadas en las laderas de los cerros y relacionadas con actividades agrícolas,
sirviendo las áreas aledañas como áreas de sustentación del asentamiento para el abastecimiento
de agua, caza y recolección de alimentos, así como para la extracción de materias primas (López
Mestas et al. 1994).
De manera preliminar, los autores proponen varias fases de ocupación, de las que la que
va del (300-900 d.C.) está representada por las cerámicas del grupo Naranja/Guinda que se
caracteriza por ser muy abundante, representando a las cerámicas de tradición local, en este tipo
de cerámicas son las ollas con borde revertido, las ollas pequeñas con representaciones
antropomorfas en los bordes y los cajetes de base anular las cerámicas que, en opinión de los
autores, definen una clara asociación con la fase Ixtépete-El Grillo del valle de Atemajac, de 350
a 700 d.C. Otros tipos de este periodo son el Rojo/Bayo y Rojo/Naranja, de los que mencionan
67
que su presencia es más útil en cuanto a la información que proporcionan con respecto al aspecto
espacial ya que temporalmente son cerámicas que en el occidente de México tienen un amplio
rango desde el Preclásico hasta el Epiclásico. Así mismo mencionan el tipo Negativo Tardío, que
consideran como indicador más directo con Zacatecas en donde tiene una asociación temporal de
600 a 900 d.C. y se caracteriza por cajetes de base anular, ollas globulares, platos y escudillas.
Entre los elementos de esta fase mencionan nuevas formas como la base anular, los soportes
sólidos, punzonados, bordes distintivos, el uso de la técnica decorativa del pseudo-cloisonné y
una distribución diversificada de estilos cerámicos, que en opinión de los autores marcan una
nueva forma de interrelación entre los grupos humanos del norcentro de Mesoamérica.
Con base en la información anterior los autores concluyen preliminarmente que la región
central de Los Altos muestra una ocupación humana desde el Formativo Tardío (200 a.C.–300
d.C.), misma que está representada principalmente por las cerámicas pulidas relacionadas con la
tradición de tumbas de tiro del valle de Atemajac, notando una clara ausencia, como ya se dijo,
en materiales de superficie de los negativos tempranos que caracterizan este momento en la zona
norte del río Verde Grande. Como también ya se mencionó, el periodo Clásico (300-900 d.C.)
está representado por las cerámicas de tradición local (Grupo Naranja/Guinda variantes
policromos y Negativo Tardío), mientras que el periodo Postclásico no está representado aun en
sus investigaciones a pesar de las referencias históricas que mencionan la presencia de grupos
como los tecuexes y cocas al momento del contacto con los españoles (López Mestas et al.
1994:287-288).
Ya en 1992, Roy Brown, en un trabajo sobre arqueología y paleoecología del norcentro
de México, incluye a los sitios identificados por Williams (1974), así como al sitio de Cerro
Encantado excavado por Bell (1974) y los incorpora dentro de lo que él llama la sub-área cultural
río Verde, misma que a su vez propone queda insertada en el área cultural del Bajío (Brown
1992:30), aunado a que en 1944 la doctora Isabel Kelly mencionaba, acerca del área del Cañón
de Juchipila, que ésta debe ser estudiada en conjunción con el área de los Altos de Jalisco.
Para lo que corresponde a la porción del Río Verde que se encuentra en lo que hoy es el
estado de Aguascalientes, podemos mencionar que las primeras aportaciones de arqueología
comenzaron 1928 en el “Cuadro sinóptico de las ruinas de la república mexicana hasta la fecha
conocidas” donde se reportó un sitio llamado Monte Huma, en el Municipio de Calvillo
compuesto por una estructura arquitectónica, una gruta y una fortificación, que fue publicado por
Moisés Herrera.
68
En 1939 se presentó un mapa arqueológico de Aguascalientes para el proyecto “Atlas
Arqueológico de la República Mexicana” en donde se ubican tres sitios: Jalpa, Mecatabasco y
Monte Huma. Posteriormente Eloy Castellanos (1994) menciona que, de estos tres sitios, solo
Monte Huma se encuentra dentro del estado de Aguascalientes, aunque hasta la fecha no se ha
podido localizar; en cuanto a los otros dos sitios se ubican en Zacatecas.
Pero no fue hasta el año de 1986 que comenzaron las investigaciones arqueológicas
formales, encabezadas por los arqueólogos Lorena Mirambell y José Luis Lorenzo que realizaron
recorridos de superficie y reportaron la existencia de tres asentamientos prehispánicos que
presentaban manifestaciones gráficas-rupestres y material lítico: Tepozán I y II, ubicado en el
municipio de Calvillo, y Las Raíces, actualmente El Ocote. (Lorenzo y Mirambell 1986).
Más adelante en 1989 gracias a una denuncia, Baudelina García y Peter Jiménez Betts
realizaron nuevamente recorridos en el sitio de El Ocote en el municipio de Aguascalientes y
corroboraron la existencia de vestigios culturales, y los catalogaron como Ocote I y Ocote II.
Observaron la abundancia de material lítico en la superficie de diversas materias primas como
riolita, pedernal, cuarzo, y obsidiana además de material cerámico sin decoración. En el Ocote I
ubicaron pequeños muros de contención formando terrazas escalonadas.
Para 1991 y 1992 el arqueólogo Eloy Castellanos realizó recorridos de superficie para la
identificación y catalogación de asentamientos prehispánicos en el Estado de Aguascalientes, por
parte del proyecto Atlas arqueológico Nacional. En donde identificó campamentos estacionales
en las cercanías de los arroyos temporales y pequeños ojos de agua. Castellanos señala que el
patrón de asentamiento es sumamente disperso y que característicamente las estructuras son de
planta cuadrangular, construidas sobre plataformas de baja altura, aunque también registró
pequeñas estructuras circulares. Dentro de este mismo proyecto realizó excavaciones de sondeo
en varios sitios: Cerro de en Medio, Santiago, Cerrito del Meco, Plan de Potrerillos y San Mateo.
Estos sondeos los realizó dentro de unidades habitacionales, señala la escasa presencia de material
arqueológico, por lo que plantea que la mayoría de las actividades se llevaban afuera de estas. En
total identificó 17 sitios, la mayoría ubicados en cerros y los clasificó en: Sitios con estructuras
(SE), sitios con cerámica y lítica (CL) y sitios con pintura rupestre (PR) (Castellanos 1994).
69
Otro gran aporte en las investigaciones del estado fue realizado por el arqueólogo Daniel
Valencia, quien realizó recorridos de superficie en los años 1992 y 1993. Obteniendo como
resultado la identificación de 39 sitios que incluyen centros ceremoniales, talleres líticos, frentes
rocosos con pinturas, campamentos estacionales y petrograbados. Un aspecto significativo fue
que propuso una cronología tentativa, basada en los materiales cerámicos obtenidos en superficie,
los principales tipos que menciona son: Rojo sobre bayo, Negro esgrafiado, Negativo, Negro
sobre naranja y Reyes gris y sugiere que los sitios con pintura rupestre fueron ocupados entre el
año 100 d. C. y el 1200 d.C. (Valencia 1994). En ese mismo año el arqueólogo John W. Foster
(1994) con el objeto de proponer la región de la Sierra fría como zona natural protegida, llevo a
cabo una inspección superficial en donde detectó ocho sitios que comprenden en su mayoría
campamentos y cuevas con vestigios de ocupación humana (Foster 1994).
Más adelante en el año 2001 y hasta la fecha los arqueólogos del centro INAH
Aguascalientes, Ana Pelz Marín y Jorge Luis Jiménez Meza, han llevado a cabo diversas
temporadas de excavación y restauración en el sitio de El Ocote, por lo que actualmente
representa el único proyecto de la entidad en el que se han realizado actividades continuas de
excavación y por ende en donde el proceso de investigación ha sido más extenso.
Para el año 2003 el arqueólogo Nicolás Caretta, junto con el Biólogo Mario Pérez
llevaron a cabo un rescate arqueológico con motivo de la construcción de la carretera Montoro-
Aguascalientes, en donde identificaron asentamientos y concentraciones de material, además de
realizar una delimitación parcial del sitio de Santiago. Este proyecto se enfocó a la protección y
aprovechamiento de la barranca de Santiago y sus recursos naturales y, gracias a esto, fue posible
la modificación al trazo del libramiento carretero, logrando que no se pusiera en riesgo a la zona
arqueológica de Santiago. En este mismo sitio desde el año 2004 se han llevado a cabo
investigaciones por parte del Dr. M. Nicolás Caretta, quien trabaja conjuntamente con el biólogo
Mario Pérez Chávez y Jorge Martínez, en donde efectuaron el reconocimiento y levantamiento
topográfico del área ceremonial o zona “A”, la cual cuenta con una extensión aproximada de 28
hectáreas. En esta zona se identificaron 14 plataformas, 12 montículos, 25 estructuras, 2 patios,
17 muros de contención y un juego de pelota, en cuanto al material encontrado en superficie se
encuentra la presencia de diversos materiales cerámicos como cerámica café con engobe rojo,
rojo sobre bayo, además de obsidiana gris veteada, raspadores de sílex y diversos materiales de
molienda (Nicolás 2006).
Entre las investigaciones más recientes se encuentra las realizadas por los arqueólogos
Ignacio Macías Quintero y Gerardo Fernández Martínez, de la Universidad Autónoma de
70
Zacatecas (UAZ), quienes en el proyecto de prospección arqueológica en el sur occidente del
estado de Aguascalientes dieron a conocer 20 nuevos asentamientos, dentro de los cuales se
reportaron: aldeas, sitios ceremoniales, cuevas con ocupación humana, zonas de petrograbados y
abrigos rocosos con pintura rupestre (Macías 2006, 2007).
Nuevos datos aparecen en esta región a partir de los trabajos de prospección y excavación
llevados a cabo por el presente proyecto. En el siguiente capítulo presentaremos las metodologías
de trabajo que se llevaron a cabo en campo y en gabinete para poder explorar el conjunto
mobiliario e inmobiliario arqueológico de la región Norte del Río Verde, hoy perteneciente al
estado de Aguascalientes (Figura 35).
Figura 35. Mapa con la posición de los sitios arqueológicos con que objeto de estudio de esta investigación.
71
Capítulo III Arqueología del Norte del Río Verde Grande
E
sta investigación tomó como área de estudio la porción norte del Rio Verde Grande, y los
sitios arqueológicos que en la actualidad se encuentran dentro de los limites políticos del
estado de Aguascalientes.
Figura 36. Ubicación de los sitios arqueológicos en la cuenca del rio verde
72
Actualmente se tienen localizados noventa sitios arqueológicos dentro de los
limites políticos del estado de Aguascalientes, de los cuales por lo menos 35 cuentan con
algún tipo de arquitectura detectada en prospecciones, siendo los demás sitios de tipo
“concentración de materiales”, o “pinturas rupestres” sin arquitectura asociada. De estos
35 sitios, solo 4 cuentan con información contextualizada en excavaciones: El Ocote,
Santiago, Cerro de en medio, y la Montesita. Hasta el momento, podemos identificar tres
zonas donde se han identificado asentamientos arqueológicos que son objeto de este
estudio (Figura 37).
73
antiguas poblaciones asentadas en el hoy sureste zacatecano, el estado de Aguascalientes,
los Altos de Jalisco y el área del valle de Atemajac, en donde hoy se asienta la ciudad de
Guadalajara.
La zona 1 (Figura 38) se encuentra al centro-oeste del hoy estado de
Aguascalientes. Es en esta zona donde está el sitio arqueológico Cerro de en medio y
Santiago, punto de partida del análisis en esta tesis. El sitio arqueológico más grande de
esta porción del Río Verde Grande hasta ahora estudiado es el sitio del Cerro de Santiago,
que se encuentra a 7 km al este del Cerro de en medio aproximadamente. Además de
estos dos sitios, se han podido detectar 4 asentamientos menores alrededor, Casa de
indios/Cerro del meco, el Garabato/Cerro de la presa, cerca de la comunidad del milagro
se detectaron algunos restos de cerámica y lítica prehispánica y a lo largo de la barranca
de las cabras se localizaron caseríos y materiales cerámicos (Dueñas 2014; Castellanos
1994). Dada la evidencia recuperada en recorridos de superficie, todos estos sitios
parecen ser contemporáneos durante el Epiclásico, por correlaciones cerámicas
provenientes en su mayoría de recorridos de prospección, salvo en el Cerro de en medio
74
y Santiago, donde ya se cuentan con algunas excavaciones (Nicolás 2013, 2014; Puch Ku
2014; Silva 2015).
La zona 3 (Figura 40) está al este del estado de Aguascalientes, colindando con
el sureste zacatecano. Esta zona se caracteriza por ser tal vez la menos estudiada del lado
aguascalientense, debido principalmente a problemas con la claridad de los limites
estatales.
75
No obstante, estudios en el sitio de la Montesita (Pelz et. al 2012, 2014; Schulze
y Pérez 2015) proveen de la mayoría de los datos referentes a la región.
La relación política que debió existir entre los distintos sitios en distintas zonas es
aun difícil de discernir, principalmente porque hacen falta recorridos de prospección
totales y excavaciones en las áreas ceremoniales para identificar jerarquías, no obstante,
sí podemos señalar algunas semejanzas y sus implicaciones culturales.
76
violencia derivado de un clima político competitivo que llevo a la mayoría de las
poblaciones a guarecerse en lo alto de los cerros de posibles ataques de sus vecinos.
Cuando los españoles arribaron a tierras nahuas, se les informó a través de sus
traductores que las sociedades con las que estaban interactuando eran llamadas altepetl,
haciendo referencia a una organización del territorio y sus comunidades. Los españoles
tradujeron a “pueblo” este concepto de lengua nahua, no obstante, su traducción literal es
montaña (Tépetl) de agua (Átl) (Sahagún 1999), o cerro de agua (García y Zambrano
2006). Los historiadores han traducido a altepetl como un estado étnico (Lockhar 1992),
ciudad estado (Hicks 2012), comunidad o provincia (Marcus 2000)
“En Mesoamérica los lazos étnicos anudaron la cohesión social del grupo, pero el altépetl
fue el piso que le dio territorialidad, definió sus fronteras y lo dotó de identidad con el
lugar de origen. Altépetl es una palabra nahua compuesta. Viene de in atl, in tepetl, el
agua, la montaña. Se representa como un cerro con agua en su interior, una imagen que
se difundió en las contrastadas regiones de Mesoamérica y fue sinónimo de estado
territorial, de gente asentada en suelo propio. El altépetl (plural altepeme) es una unidad
territorial y política presente en las distintas regiones de Mesoamérica. Los españoles lo
llamaron pueblo, un vocablo que le sentaba bien porque cada altépetl se imaginaba a sí
mismo como un pueblo separado en forma radical de los demás. “(Florescano 2009:1)
Entonces es posible que los habitantes de la región del Río Verde tuvieran
predilección por esta ubicación en el paisaje por cuestiones de cosmovisión, y ubicaran
los centros ceremoniales en las cimas de cerros por el significado que tienen estos como
77
lugares en donde se origina el agua, la fecundidad, y también es donde se entra en
comunicación con ellos.
79
El conjunto arquitectónico es clave para el entendimiento de las redes de
interacción con la región norte y el resto de Mesoamérica. Como lo mencionamos en el
capítulo anterior, existen tres patrones de conjuntos rituales/residenciales importantes en
la tradición fronteriza de Mesoamérica, cuyo origen se encuentra profundamente en la
cosmovisión mesoamericana, principalmente demostrado en la configuración de sus
espacios públicos.
Figura 42. Plano de la Zona Ceremonial del sitio arqueológico Cerro de Santiago.
80
Como podemos ver, el espacio presenta características compartidas con la
tradición arquitectónica del Bajío, los patios hundidos, en una de sus variantes
(Ilustración 46) y al igual que estos el altar central pudo ser una adaptación a la influencia
del área de Chalchihuites al final del clásico, principios del Epiclásico (Cárdenas 1999).
Más adelante presentaremos los materiales cerámicos que hasta ahora se han
recuperado en recorridos de superficie y excavaciones en áreas habitacionales fuera del
núcleo del sitio, sin embargo es importante mencionar en este apartado que la totalidad
de lo materiales diagnósticos de temporalidad han ubicado al sitio arqueológico durante
el Epiclásico, y que la tradición del Bajío, para estos momentos están en un momento de
transformación del patrón arquitectónico y de abandono en muchos de sus sitios
(Cárdenas 1999), por lo que la región del Río Verde Grande podrían estar manifestando
durante el Epiclásico una continuidad en las tradiciones arquitectónicas del Bajío, pero
interactuando intensamente durante el Epiclásico con regiones preferencialmente hacia
el oeste y norte (Figura 43).
Figura 43. Izquierda: Dibujo de los patios hundidos. Derecha: Patio hundido de Santiago.
El área habitacional está compuesta por más de 190 elementos entre terrazas,
muros de contención y estructuras habitacionales localizadas en superficie, extendidas en
20 ha aproximadamente. Se encuentra dividido en tres partes de norte a sur. La parte norte
se encuentra en un promontorio, la segunda parte sobre una mesa de menor altitud
extendida de norte a sur y la tercera parte se encuentra sobre la anterior mesa, separada
por lo que en algún momento pudo ser el cauce de un pequeño arrollo que baja de la mesa
hacia el valle. (Figura 44).
81
Han sido dos las unidades de
83
La formación denominada Cerro de Los Tecuanes, sobre y entorno a la cual se
distribuye el sitio arqueológico, se localiza en lo que pudiera considerarse el extremo
nororiental de la llamada Sierra El Laurel. Al pie de este cerro existen actualmente
algunos ojos de agua y un arroyo permanente de bajo caudal, en cuyas márgenes se
distribuyen numerosos sauces. El sitio está compuesto por una zona ceremonial, una zona
habitacional y varios paneles con pinturas
rupestres.
La zona ceremonial del sitio se
encuentra en la cima y está compuesta
por 3 estructuras y al menos 3
plataformas. La estructura número uno se
encuentra orientada hacia el este, y es un
basamento, en cuyos trabajos de
restauración se detectaron fragmentos de
bajareque (Pelz 2002:13) (Figura 46).
84
puesto que los materiales encontrados en el área habitacional al pie del cerro de los
Tecuanes, como veremos más adelante, dan muestra de un intenso intercambio de bienes
materiales, muchos suntuosos, pertenecientes a los habitantes del asentamiento en época
prehispánica.
85
En el caso particular de las excavaciones en la zona habitacional, los materiales
recolectados fueron por de más abundantes, y un análisis de estos aún está realizándose.
De ellos hablaremos más a detalle en el siguiente capítulo, sin embargo, cabe mencionar
que con los resultados preliminares de los análisis de materiales del sitio se han podido
producir tesis de licenciatura en la UASLP referentes a los sistemas constructivos del
sitio (Arellano 2014), las herramientas y materiales óseos faunísticos (Pérez 2016) los
entierros funerarios (Palomo 2015) y la industria de la lítica pulida (Gutiérrez 2016).
Cabe destacar que los entierros que se encontraron en posición decúbito lateral y
decúbito dorsal flexionado pueden estar relacionados con la práctica del bulto funerario,
que se aplica antes de que el cuerpo comience en volverse rígido, práctica por demás
utilizada en otras áreas mesoamericanas e incluso en casos asociados a cazadores
recolectores como la cueva de la candelaria (Pijoan 2000), por lo que es difícil asociar
esta práctica a alguna zona en particular o a alguna época en especial dentro de las
periodizaciones prehispánicas, pero si nos deja ver por lo menos la inclusión de distintas
practicas funerarias en el sitio.
87
Más importante para la identificación de tradiciones culturales son las
deformaciones craneanas identificadas en dos individuos femeninos (Figura 50). El
denominado Individuo A5 del Entierro 1, encontrado frente al panel de pinturas rupestres
identifica como un adulto femenino de entre 35 y 40 años de edad con deformación
craneana de tipo tabular erecta (Palomo 2015:70). También el individuo localizado en los
cuadros H8 y H9 dentro del área habitacional, ubicado entre dos bases de columnas que
se trata de un individuo femenino de entre 20 y 25 años de edad. Se pudo determinar que
tenía una estatura de 1.55 metros de alto, Además tiene deformación craneana de tipo
tabular erecta (Palomo 2015: 122).
Para el Epiclásico han sido reportados dos casos en los que individuos depositados
en entierros presentaron también deformación tabular erecta muy representativos por su
cercanía. El primero se encuentra en Cerro de Silva, municipio de Villa de Arriaga, San
Luis Potosí, y resultados del análisis osteológico mostraron que doce de los individuos
analizados provenientes de presentaban deformación craneana intencional y que en todos
los casos se trató de la deformación de tipo tabular erecta (Serrano y Ramos 1984:20).
Figura 50. A) Vista frontal del cráneo con deformación tabular erecta del individuo A del entierro 1,
temporada 2000 (Palomo 2015: Figura 51. B) Vista Posterior del mismo cráneo. C) Vista sagital del mismo
cráneo. D) Cráneo femenino con deformación tabular erecta, Entierro E de “los terreros”, alrededor del sitio
de La Quemada. Faulhaber, 1960 Figura 5
El otro caso se encuentra en el sitio arqueológico de La Quemada, en los entierros
23 y XII, la deformación es del tipo tabular erecto (Faulhaber 1960:138) (Figura 53).
5
Durante el análisis de laboratorio a los entierros que contaran con más de un individuo se procedió a
distinguirlos de manera alfabética asignándoles una letra.
88
Ambos entierros provienen del sitio de La Quemada, ambos individuos femeninos y
aunque no se especifica de qué lugar en el sitio provienen, junto con el ejemplo del Cerro
de Silva, nos permite observar el patrón de deformación en dos zonas aledañas al Río
Verde Grande, por un lado, el Gran Tunal y por otro, los sitios de la cultura Chalchihuites.
Por un lado podemos hablar del canón estético presente entre ciertas mujeres del
Epiclásico, muestra del flujo de información de este aspecto entre las poblaciones del
norte de Mesoamérica, pero por otro nos permite hablar de que, al menos para el
Epiclásico y durante un periodo que queremos exponer en este trabajo de relaciones entre
unidades equipolentes en la frontera norte de Mesoamérica, la alianzas matrimoniales
jugaron un papel muy importante en la política de la región, con ellas se afianzan
acuerdos entre distintos grupos, además de que la circulación de mujeres permite una
aculturación entre distintos grupos, pues ellas son agentes que cargan con su propio
bagaje cultural que termina por difundirse y reconfigurarse en sus nuevos hogares.
89
Figura 52. Fotografía del pozo de excavación realizado por Castellanos 1994
correspondientes a estructuras
de todo tipo” (Castellanos
1994:12), registrando saqueo
reciente.
Acerca de las
estructuras, explica que se
trata de arquitectura
rudimentaria consistente en
muros de piedra careada
incrustada en la tierra, sin uso
de cementantes; las piedras
están hincadas formando
rectángulos o semicírculos,
posiblemente habitaciones
con techos y paredes de
materiales perecederos. Sobre
los materiales en superficie
Figura 53. Plano redibujado del sitio arqueológico realizado por
Castellanos 199 4. reporta algunos objetos líticos,
90
un fragmento de metate y lascas, y ningún objeto cerámico o de otra índole. Sin embargo,
conforme a la tercera etapa del proyecto de Castellanos se realizaron excavaciones varios
sitios, incluyendo el Cerro de en medio, en el que excavó un total 10 pozos estratigráficos
tanto al interior de estructuras habitacionales como en áreas circundantes de los cuales,
dice, los resultados fueron desalentadores pues no se encontró material cultural que
ayudara a comprender el sitio arqueológico. Además de esta información, realiza un
plano topográfico del sitio en el cual incluye dibujos de los alineamientos y dibujos
esquematizados de las estructuras (Figura 53).
91
es que algunas estructuras estaban dispuestas en torno a espacios abiertos. Posterior a su
detección se procedió a levantar una cedula por cada estructura. Además de estos
registros se tomaron puntos con un GPS de precisión diferencial marca Trimble con el
objetivo de delimitar las estructuras y generar un plano de las mismas.
Algo que también llamó la atención es que algunas estructuras estaban dispuestas
en torno a espacios abiertos (Figura 55). Posterior a su detección se procedió a levantar
una cedula por cada estructura. Además de estos registros se tomaron puntos con un GPS
de precisión diferencial marca Trimble con el objetivo de delimitar las estructuras y
generar un plano de las mismas.
Figura 55. Plano con la ubicación de los patios hasta ahora encontrados en el sitio Cerro de en medio.
92
El patio #1 se encuentra formado por 4
estructuras rectangulares (estructura #33 al Este,
#34 al sur, #35 al Norte y #36 al Oeste). La
estructura 34 es un montículo. El patio mide
20.7m x 20.6m, con un área de 426.42m2, la
estructura #34 se eleva 1 metro aprox. del nivel
del patio. La estructura #31 probablemente sean
los restos de un granero o Cuescomate, pero
estudios más específicos determinaran su uso.
93
Figura 56. Localización de los elementos depositados debajo del piso de la
estructura 26.
El patio #3 es el más grande del sitio arqueológico hasta ahora registrado. Sus
estructuras junto con el espacio abierto miden 671.4 m2. Está formado por 16
Estructuras #43 y #165 al Oeste, #186 y #163 al Norte, #176, #190, #167 al Este, todas
ellas rectangulares o
94
cuadradas, y las estructuras
#173, #74, #189, #171, #170,
#172, #169, #168 que son
circulares al sur,
probablemente unas sean los
cimientos de graneros o
“Cuexcomates” y la
estructura #166 al centro, que
probablemente sea un altar.
Este conjunto de estructuras
limita al norte con el Patio #4,
que por su cercanía tal vez
pertenezca a este conjunto,
haciéndolo aún más grande.
Futuras investigaciones podrán dar luz a esta relación, sin
embargo, por el momento se considerarán como conjuntos separados, principalmente
porque ambos conjuntos
delimitan dos espacios abiertos diferentes. Por la localización de ambos, justo donde el
cerro se hace más estrecho, su función
podría considerar la de control de accesos.
95
El conjunto arquitectónico
denominado Patio #4 está delimitado al
oeste por un muro de rocas, al norte por
la estructura #182, al este por la #184 y
#183 que son circulares, al Oeste está
delimitado por un muro y al sur por la
estructura rectangular #181. Mide 18m
de largo por 11m de ancho, teniendo un
área de 198m2.
En el centro se encuentra un
pequeño arreglo de cuatro piedras, cuyo
uso aun no podríamos precisar,
probablemente un fogón, o un lugar para colocar ofrendas.
Este patio es el único que podríamos mencionar como hundido en el sitio, puesto
que el espacio abierto está por debajo de las estructuras que lo rodean, no obstante que
no está hundido en relación al espacio alrededor del patio. Las estructuras circulares al
este del patio pudieron servir como graneros, que como hemos visto son elementos
presentes en casi todas las unidades habitacionales.
96
El Patio #7 está compuesto por las
estructuras #87 al oeste, estructura #84 al
oeste, estructura #85 al sur. Tiene un área
aproximada de 188.556 m². Lo relevante de
este conjunto es el espacio amurallado, que
encierra un corredor y dos estructuras, la
más grande cuenta con tres cuartos. Este
tipo de diseños arquitectónicos con una
clara intención de recluir el espacio privado
nos proporciona una aproximación a la
estratificación horizontal del espacio
construido, ya sea debido quizás a la diversidades de funciones que las personas que
habitaron este asentamiento desempeñaron para con su propia sociedad, actividades que
también se diversifican al mismo tiempo que se jerarquiza el orden social, y surgen de entre
los grupos individuos que clasificamos como “Elites”, principales protagonistas del comercio
de bienes de prestigio.
En el siguiente capítulo veremos a detalle las redes de interacción que en los que
estos sitios se vieron interactuando a través de los diversos materiales arqueológicos
recuperados en los trabajos de investigación en el estado de Aguascalientes.
97
Capítulo IV Las Redes de interacción
R
ecapitulando, ¿Qué son las redes de interacción? Desde la perspectiva de los Sistemas
Mundo, las sociedades humanas participan inexorablemente de redes que las vinculan en
un único sistema económico y político (un Sistema Mundo), cuyo límite está
condicionado por las tecnológicas del transporte y la comunicación en un momento dado,
pero que generalmente se extienden para unir distintas regiones en una macrorregión.
De las redes en las que participan las sociedades se encuentran anidadas, algunas
dejan huellas materiales y estas pueden clasificarse. Chase-Dunn y Hall (1997),
identifican los componentes de un sistema, para enfocar la atención en las redes que lo
integran:
Este esquema es práctico para mostrar que cada tipo de red sirve para unir a las
unidades constituyentes del sistema de manera distinta. Lo que vemos en los sitios
arqueológicos al investigarlos son todas las redes en operación simultánea. Esto nos
permite obtener una imagen de las dinámicas de interacción de una sociedad.
98
Si aceptamos que más de una red puede estar operando simultáneamente, entonces
también cabe pensar que las unidades constituyentes del sistema no tenían límites claros,
y que estas variaciones en la fluidez de los limites puede señalar potenciales cambios en
las relaciones entre dichas unidades.
99
Consideramos que durante este tiempo en la región norte no hay unidades
políticas hegemónicas, sino que todos los sitios están interactuando de manera autónoma
(excepto casos donde el dominio por parte de un sitio arqueológico a sus vecinos esta tan
bien documentados como el Valle de Malpaso dominado por el sitio de la Quemada
(Jiménez 1998; Trombold 1990), y que nos encontramos en un momento de abundante
intercambio de bienes y de interacción. Para poder observar las rutas de ciertos bienes,
utilizaremos el concepto de esfera de interacción cerámica, y observaremos como
distintos bienes circularon entre distintas unidades políticas y conformaron subregiones
con valores culturales similares.
6
Existen extensos trabajos sobre los pobladores en el continente americano que se asentaron de manera
permanente pero cuya base de subsistencia no fue la agricultura, sino la recolección. Es el caso de los
grupos del Noroeste de Estados Unidos, por poner un ejemplo.
7
Las semillas y otros restos vegetales carbonizados fueron recuperadas de la zona donde mejor conservado
se encontró el piso; algunas estaban sobre y/o adheridas al piso, hecho que permitió localizar bajo el mismo
resto de ellas “in situ”, en un contexto poco alterado.
100
A parte de estos hallazgos importantes, el resto de materiales arqueológicos
relacionados con la producción y consumo agrícola han sido encontrados en los tres sitios
de nuestro interés, como metates, morteros, y sus respectivas manos son parte de la
colección de materiales identificados en el Cerro de en medio, Santiago y en el Ocote
(Dueñas 2016, Nicolás 2011, Gutiérrez 2016). Aunque no podemos afirmar que todos los
metates o morteros fueron destinados a la molienda de granos, puesto que existen otras
actividades que requieren de la trituración de materias primas8, el aprovechamiento de
estos para su uso en la preparación de alimentos es altamente probable.
En cuanto a los recursos faunísticos, análisis sobre los materiales óseos en sitios
como El Ocote han arrojado luz al aprovechamiento de esta fuente de alimentos (Pérez
2016) (Figura 57). En una colección integrada por 2052 restos óseos de seis temporadas
de excavación se han identificado huesos de venado cola blanca (Odocoiles
virginianus), venado bura (odocoileus hemionus), berrendo o antílope americano
(Antilocapra americana), perro (Canis familiaris), coyote (Canis latrans), tortuga
(Kinosternon sp), liebre (Lepus sp.), guajolote (meleagris gallopavo), pecarí de collar
blanco (Tayassu tacaju), todos con huellas de cocción y/o preparación, tanto para
consumo como para la elaboración de herramientas de hueso como punzones, agujas o
cucharas, pendientes, collares o pectorales (Pelz 2005; Nicolás 2011; Pérez 2016).
Existen hallazgos sobresalientes entre estos materiales, como la presencia de borrego
cimarrón (Ovis canadensis), bisonte (Bos bison) en el ocote, que se presentan
posibilidades de contacto con poblaciones al norte del continente americano, o nichos
ecológicos más al sur de lo que se tenía pensado para épocas prehispánicas de ambas
especies (Pérez 2016).
8
Por ejemplo, la preparación de desgrasantes para la cerámica o la preparación de pigmentos.
101
Ilustración 1. Figura 57. Recursos Faunísticos recuperados en El Ocote. A)
Tibia izquierda asada de venado cola blanca (Odocoileus virginianus) B)
Mandíbula asada de un perro (Canis Familiaris). C) Pelvis derecha asada
de una liebre (Lepus sp.). D) Mandíbula derecha asada de pecarí de collar
(Tayassu tacaju. E) Cráneo de tuza asada (Thomomys umbrinus.
Fotografías tomadas de Pérez 2016, Anexo 1)
102
Figura 58. Artefactos de lítica encontrados en el sitio arqueológico de El
Ocote. Pelz 2006: 78.
Figura 59. Malacate Figura 60. Mujer usando un malacate (Códice Mendoza
encontrado en el Ocote. Pelz 1980: Folio 68r), y diferentes tipos de malacates.
2006: 81
103
malacates encontrados en
los sitios arqueológicos del
La región del noroeste muestra una intensa ocupación durante todo el periodo Clásico de
Mesoamérica (Jiménez 1988, 1989, 1995; Nelson 1997; Trombold 1990; Cabrero 2005;
Hers 1989), pero tiene su periodo de apogeo durante el Epiclásico o Clásico Tardío
(Kelley 1990; Nelson 1997; Jiménez 1998; Jiménez y Darling 2000; Hers 1989, 1995;
Braniff 2001; Trombold 1990).
Además, en este periodo se generalizó el uso de algunos estilos cerámicos y
objetos de lujo, que son diagnósticos de la participación de los sitios del noroeste en
extensas redes de interacción.
9
El pseudo-cloisonné toma su nombre de una técnica utilizada principalmente en la Edad Media Europea
que llamada pseudo-cloisonné, que consiste en soldar alambres de bronce en un objeto de cobre formando
un diseño cuyo interior es rellenado con pasta de esmalte de diferentes colores. El objeto se coloca en un
horno y, después de la cocción, el esmalte se contrae por lo que pasta del mismo color es colocada varias
veces; posteriormente la superficie es pulida para poder integrar los alambres y la pasta de manera
adecuada, y finalmente los alambres y superficie que no son cubiertos por pasta son bañados en oro. Esa
técnica llegaría posteriormente a China, donde se popularizó y su calidad alcanzó tal nivel que es
considerado un elemento cultural chino por excelencia (Holien 1977).
105
recubrimiento. Aparentemente, la decoración resultante no fue cocida y aunque el
pigmento negro tiende a ser muy resistente a los elementos, los colores de relleno sí son
bastante fugitivos. Pigmentos en muchos tonos y tintes de rojo, rosa, amarillo, verde,
amarillo rojizo, púrpura y blanco se utilizan en la composición del diseño, y pueden
diferenciarse más de treinta colores individuales o tonos” (Kelley y Kelley 1971:161).
10
Pero esto puede ser debido a que en un primer momento se tenían fechamientos para Alta Vista
relacionados con Teotihuacán, fechamientos que corregiría Charles Kelly en un momento posterior
haciendo a Alta Vista mas tardío, en el Epiclásico.
106
En el occidente y noroccidente de Mesoamérica, los primeros reportes de este tipo
de materiales los tenemos gracias al antropólogo noruego Carl Lumholtz, que en su viaje
por México a principios del siglo XX y en su paso por la región del occidente, obtuvo
algunas vasijas decoradas al pseudo-cloisonné en Estanzuela, Jalisco, asociados de unos
entierros cercanos (Lumholtz 1902). Se ha propuesto recientemente que estas vasijas
podrían estar relacionadas con la cultura Ixtepete-El Grillo del valle de Atemajac, así
como con áreas aledañas durante el Clásico tardío (Jiménez 1989:4, 1995); las piezas se
encuentran actualmente en el Museo de Historia Natural de Nueva York en los Estados
Unidos.
Para el mismo año, se reportan en regiones del sur de Zacatecas y las barrancas
del norte de Jalisco materiales de pseudo-cloisonné, producto de recorridos de superficie
y pequeñas excavaciones del antropólogo Alex Hrdlicka (1903). También en el mismo
año, Leopoldo Batres inspecciona el sitio arqueológico de La Quemada y publica una
monografía en cuyas fotografías aparecen materiales decorados al pseudo-cloisonné en
posesión de los dueños de una hacienda cercana al sitio arqueológico (Batres 1903,
Jiménez 1988).
107
El complejo “copa-olla” de la cerámica decorada al pseudo-cloisonné es
comúnmente asociado a cerámicas decoradas al negativo, del valle de Atemajac y la
Sierra de Nayar. En dicha interacción, estos materiales son encontrados desde Durango
hasta Michoacán en el eje Norte-sur, y desde Guanajuato hasta Nayarit en el eje Este-
Oeste (Kelley 1974:23).
En la zona del Río Bolaños fue recuperada esta cerámica durante los trabajos en
sitios como La Florida, Zacatecas, así como en los sitios de El Piñón y Pochotitán, Jalisco
(Cabrero 1989, Villalobos 2001).
108
En sitios asociados al río Huaynamota o Chapalagana
se ha reportado cerámica pseudo-cloisonné en los
sitios de Cerro Blanco y Cerro de las Víboras (Holien
1977) así como en el Cerro del Huistle, en donde
además se ha documentado la aplicación de esta
técnica sobre otros materiales, tales como textiles y
guajes (Hers 2001:124) (Figura 65).
109
“En los ajuares funerarios, se conservan frágiles y misteriosos objetos quizás de cueros o
cortezas que desaparecieron sin dejar más rastros que los de su decoración al
pseudocloisonné hecha de vivos colores, mientras que cuencos de madera o guaje eran
pintados, con los mismos pigmentos, con la técnica al seco más simple…” (Hers
2001:124).
Se ha reportado su existencia
tardía entre los materiales cerámicos en
la región central del Altiplano en Tula,
durante el Postclásico Temprano
(Braniff 1972: 292; Holien 1977); y en
la sierra nevada en el sitio de
Tenenepango, en Puebla. Sin tener clara
la temporalidad, Braniff menciona la
presencia de pseudo-cloisonné en sitios
de la Cuenca de México como
Azcapotzalco y Culhuacán y en el área
maya en Chichen Itza (Braniff 1972:
292), ya en el Postclásico Temprano
Figura 66. Pseudocloisonne Buenavista (Pérez 900- 1200 d.C.
2007:151
110
De igual manera, en el Norte de México y Suroeste de los Estados Unidos se
tienen reportes de materiales decorados al pseudo-cloisonné en el sitio de Guasave, en
Sinaloa (Ekholm 1942), así como en los sitios de Grewe y Snaketown, en Arizona (Holien
1977).
Estos hallazgos fuera de tiempo y espacio en los que se han definido los materiales
de la esfera septentrional son materiales que nos permiten ver el flujo de ideas a lo largo
del sistema mundo mesoamericano, no obstante que para fines de esta tesis nos
enfocaremos en los materiales relacionados al complejo copa-olla para hablar de las
interacciones a nivel regional. En el sitio arqueológico de Santiago se han reportado
materiales decorados al pseudo-cloisonné en las dos operaciones de excavación llevadas
a cabo en el sitio (Nicolás 2013, 2014; Puch Ku 2014; Torres 2015)
“…de este tipo de decoración se han localizado fragmentos de cajete y olla miniatura, en
pasta café y café compacta, paredes rectodivergente y curvoconvergente, combinando
una variedad de motivos geométricos, triángulos, líneas, círculos, semicírculos y grecas,
utilizando para ello una variedad de colores como negro, rojo, verde, naranja, y café... La
cerámica pseudo-cloisonné localizada en el sitio servirá como un marcador cronológico
aunada a los restantes materiales, lo que permitirá a su vez establecer tipologías cerámicas
para el actual estado de Aguascalientes… Ramos y López Mestas (1999) mencionan esta
cerámica para los Altos de Jalisco entre 700-900 d.C” (Pelz y Jiménez 2007:97).
111
Figura 67. Pseudo-cloisonné Ocote (Jiménez 2014)
112
En el sitio Cerro de en medio durante las excavaciones del Patio #2 en 2015 se
recuperó un fragmento de pseudo-cloisonné, encontrado en la capa II cuadrante f3 de la
estructura 27 y otro fragmento fue recuperado en superficie asociado a la estructura 26.
Los materiales que se distribuyen en la zona del valle de Atemajac, el Cañón de Juchipila,
los Altos de Jalisco y el resto de la cuenca del Río Verde Grande son muy importantes
para entender los canales de comunicación que se establecieron durante el Epiclásico en
el septentrión mesoamericano. Uno de los materiales más emblemáticos de esta área es
la cerámica decorada al negativo. Según la definición de Eduardo Noguera (1965), la
técnica decorativa del negativo consiste principalmente en cubrir con algún material
pastoso (quizás algún tipo de cera natural o resina) las partes de la vasija que se desea
decorar, cubriendo y formando con esta pasta los motivos decorativos, mismos que
fueron previamente dibujados, el resto de la pieza sólo se pinta de otro color, por lo que
cuando la pieza se mete al horno el material pastoso se derrite durante el proceso de la
cocción, de modo que el color natural de la vasija es el que al final forma los diseños
decorativos, mismos que quedan enmarcados por una superficie más oscura (Noguera
1965:43).
Este tipo de decoración es muy utilizada dentro de las culturas prehispánica del
continente americano. De lo anterior dan muestra los materiales recuperados en contextos
arqueológicos en Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Panamá (Barrera 2007, Cabrero
1994).
113
En Mesoamérica se tienen evidencias de su uso desde el formativo encontradas
en el sitio de Tlapacoya (Piña Chan 1967), en algunas partes del golfo (Padilla 1993) y
durante la fase San Miguel de la cultura Chupícuaro en el Bajío (Saint Charles et al. 2005;
Braniff 1999). Ya durante el Clásico, se reporta en el área Maya (Lowe y Navarrete 1959;
Muñoz 2001; Coe 1960) y en Teotihuacán (Nelson y Crider 2005; Rattray 2001). En
Mesoamérica entonces, se reconoce la aplicación de esta técnica en todos los periodos de
la secuencia cronología hasta el postclásico (Noguera 1965).
En el Occidente de México, es común encontrar estos materiales también desde
fechas tempranas como un rasgo característico (Barrera 2007; Bell 1971; Cabrero 1989,
1992, 1993, 1994, 1995; Cabrero y López 1993, 1997, 1998, 2002; Furst 1967; Galván
1976, 1991; Grosscup 1964; Núñez 1955; Jiménez y Darling 2000; Kelley 1971; Oliveros
1974, 1989; Shöndube y Galván 1978; Shöndube 1980, 1983, 1990; Townsend 1999,
Weigand 1974, 1976, 1979, 1985, 1993; Williams 1994; Valdez 1994).
Es común encontrar esta decoración complementando otras técnicas como el
esgrafiado o pintado (Grosscup 1964). Las cerámicas decoradas al negativo pueden
agruparse en complejos de los periodos preclásico tardío y clásico temprano en la
tradición de tumbas de tiro, en donde se han encontrado individuos inhumados
acompañados con cerámica decorada al negativo (Barrera 2007; Bell 1971; Cabrero
1989, 1992, 1993, 1994, 1995; Cabrero y López 1993, 1997, 1998, 2002; Furst 1967;
Galván 1976, 1991; Núñez 1955; Long 1966; Oliveros 1974, 1989; Shöndube y Galván
1978; Shöndube 1980, 1983, 1990; Weigand 1974, 1976, 1979, 1985, 1993; Williams
1994; Valdez 1994). Esto principalmente durante el clásico temprano (100-200 d.C)
periodo asociado con las primeras aldeas sedentarias en el septentrión mesoamericano.
a b
Figura 70. (a) Plato hondo con decoración al negativo, (B)cajetes trípodes decorados al negativo Cabrero 2014: 33
114
En regiones como el Cañón de Bolaños se ha identificado en asociación con
cerámicas decoradas al pseudo-cloisonné, junto con las primeras cerámicas recuperadas
en el sitio de Totuate, Jalisco (Hrdlicka 1903; Kelley 1971), dentro de las tumbas de tiro
descubiertas en los sitios de Chimaltitán y San Martín de Bolaños, en asociación a los
edificios de los centros ceremoniales más tempranos de la región (Cabrero 1994:71), en
formas cerámicas como cajetes trípodes con soportes esféricos (Jaramillo 1984:184;
Cabrero 1989:215, 1994:71; Cabrero y López 1997).
115
(Jiménez 1989: 3), dándonos indicios de los alcances de ciertas tradiciones alfareras, que
en si representan la extensión de la frontera septentrional (Jiménez 1989:9).
“Hacia la parte sureste de la esfera septentrional hemos definido una “subesfera de los
AltosJuchipila caracterizada por un elaborado y diagnóstico tipo cerámico de cuencos
con base anular al negativo. Esta subesfera llega hasta la región de Pénjamo y León
(Guanajuato), donde se traslapa con la esfera Garita/Cantinas que se extiende por el Bajío
hasta la región del río San Juan (Querétaro)” (Jiménez 2005:68).
Los cajetes de base anular suelen estar decorados al negativo sobre un engobe rojo
pulido, no obstante, en ocasiones aparecen los motivos al negativo en vasijas decoradas
con policromía rojo sobre bayo. Baus de Czitrom y Sánchez (1986), hacen alusión a que
esta modalidad se encuentra en el sitio de Iztepete-El Grillo, en el valle de Atemajac
(Shöndube y Galván 1978:160 en Baus Czitrom y Sánchez 1986: 8), mismo que sitúan
entre los años 600-900 d.C (Baus Czitrom y Sánchez 1986: 8).
116
También Braniff reporta la presencia de base en los materiales cerámicos del sitio
de Villa de Reyes (Braniff 1992:42), asociado estratigráficamente al tipo Electra
Polícromo, y que sigue presente con menos importancia en el Epiclásico (Braniff
1992:47), así como en el tipo San Luis Negativo de la fase San Luis (Braniff 1992:56),
de manufactura local.
Junto a los negativos y las bases anulares, existe una forma típica de borde de
ollas que también es diagnóstico del Epiclásico septentrional: el borde revertido11.
En tres sitios en Los Altos de Jalisco, Baus de Czitrom y Sánchez (1986) describen
los materiales cerámicos con este tipo de borde y mencionan que la forma más común
entre los objetos que recuperaron con bordes revertidos son olla (aunque también está
presente en menor medida en cajetes), decorada con un engobe rojo pulido al exterior, y
un engobe crema sin pulir en el interior (Baus de Czitrom y Sánchez 1986: 5).
Este mismo tipo de borde es mencionado por Isabel Kelly, cuando reporta los
materiales del sitio de Tuxcacuexco, al sur del estado de Jalisco (1949: 95-96 en Baus
Czitrom y Sánchez 1986: 6).
11
No obstante, es necesario decir que es una característica presente en varias culturas
prehispánicas en distintas áreas del continente americano, como son las cerámicas de la fase Chorrera y
Tejar, en Ecuador, así como en la fase Conchas en Guatemala, al igual que las bases anulares aparecen en
culturas de Colombia, Ecuador y Panamá, poniendo una vez más un rasgo de la cultura material que
relaciona Sudamérica con el occidente mesoamericano (Coe 1960).
117
Jiménez reporta estos bordes en el Cañón de Juchipila, y en el valle de
Tlaltenango, con una temporalidad de entre el 300/400 al 900 d.C También existen
reportes de la presencia de este tipo de borde para la región del norte de Michoacán, cerca
del Río Lerma para el Epiclásico (Michelet en Baus de Czitrom y Sánchez 1986: 6). Lo
mismo para Guanajuato (Brown, en Baus de Czitrom y Sánchez 1986: 6)
Para la porción norte del Río Verde Grande, se cuentan con hallazgos en el sitio
del Ocote, que decidió dividir y manejar tipos y variedades como: el Tipo Negativo,
organizándolo de la siguiente manera: Tipo Negativo/Rojo; Tipo Negativo/Café;
Negativo y Rojo/Café; Negativo y Rojo /Bayo, Negativo, Rojo y Blanco/Café y un
apartado que se tiene denominado como Negativo Variante 1 Rojo/Negro.
Negativo, Rojo/Café aparecen en forma de cajete con pared recto divergente, labio
biselado y plano; pared curvo divergente, labio plano y redondeado; en forma de cajete
de silueta compuesta, labio plano y en forma de vaso recto con el labio redondeado.
De este tipo se cuenta con 2 piezas completas, son dos cajetes de base anular,
pared curvo divergente, labio redondeado. Uno de ellos al exterior presenta un par de
diseños geométricos en posición horizontal pintados en color rojo, posiblemente una
greca; al interior tiene los diseños geométricos en negativo (muy desvanecidos (Figura
71)) con el fondo punzonado. El otro tiene al interior la decoración pintada en rojo
decorando toda la pared, librando sólo el fondo, los motivos en negativo se localizan al
exterior rodeando la pieza entre una banda roja y la base anular. En este caso los motivos
en negativo son visualmente tenues (Jiménez 2014).
118
Figura 71. Izquierda: Negativo, rojo/café, cajete de base anular y fondo punzonado. Al interior tiene los diseños
en negativo. Jiménez 2014: 26 . Derecha, misma imagen utilizando filtros en Dstretch.
A B
119
Hasta la fecha no se han reportado negativos en el sitio arqueológico Cerro de en
medio, sin embargo, si se tiene la presencia de bordes revertidos, encontrado ofrendado
bajo el piso de la estructura 27 del Patio #2. En la misma estructura, pero en la capa II se
encontró una base anular.
En el sitio Casa de indios/Cerro del meco, ubicado al norte del Cerro de en medio
se encontraron en recorridos de superficie bordes revertidos, una base anular con posible
decoración al pseudo-cloisonné y materiales decorados al negativo (Dueñas 2013), por
lo que el sitio también estuvo habitado durante el Epiclásico y participó de las redes de
intercambio, de materiales diagnósticos de las esferas de interacción.
A
Cerro del meco
B C
D Cerro de en medio
Figura 73. A) Cuello y borde revertido de una olla encontrado bajo el piso de la estructura 26, del patio #2 del Cerro de en
medio (Dueñas 2015). B) Borde Revertido recuperado en prospecciones sobre el Cerro del meco (Dueñas 2013). C)Base
Anular recuperada en prospección sobre el Cerro del meco (Dueñas 2013). D) Base Anular recuperada en prospecciones
sobre el Cerro del meco, esta pieza presentaba restos de pigmento gris tipo Pseudo-cloisonné (Dueñas 2013).
120
como de manufactura modelada, solidas, planas, y con una concavidad en la parte
posterior de la cabeza (Czitrom y Sánchez 1986:10).
Figura 74. Figurillas Río Verde. A) Fotografías de Leopoldo Batres, exhibida en el museo Smithsoniano, propiedad
de la familia Franco, dueños de la hacienda de La Quemada, y asociada al sitio arqueológico homónimo (Batres
1903). B) Figurilla recuperada en Buenavista, Sureste Zacatecano (Pérez 2007). C) Dibujo de una figurilla
recuperada en los Altos de Jalisco (Czitrom 1986, 1995). Tomado de Pérez 2007:189
121
difieren en la insistencia en remarcar los dientes y las comisuras (en semejanza con
representaciones de desollados en épocas más tardías) en las Figurillas Río Verde (Pérez
2007). Hasta ahora, en el sitio de Santiago y el Ocote se han reportado este tipo de
Figurillas, dejándonos ver su participación en esta esfera de interacción. Por lo que
respecta a Santiago, el hallazgo es por demás interesante, pues se le encontró en la capa
III (contexto sellado) de la cala oeste, a un costado de la estructura 58, junto con un
fragmento de borde revertido y un fragmento de pseudo-cloisonné (Figura 77).
Figura 77. Dibujo Figurilla Rio Verde de Santiago. Figurilla Rio Verde, Cuadro B2, Capa III.
(Modificado de Puch Ku 2014:40)
Figura 76. Mapa de la distribución conjunta de bases anulares, negativos, bordes revertidos y figurilla
verde, que conforman la sub-esfera de interacción “Rio Verde Grande”, además de zonas donderiose han
reportado como materiales foráneos (Cañón de Bolaños Hrdlicka (1903), Cuenca de Sayula y Valle de
Atemajac (Shondube 1983))
122
4.2.4 Esfera Policromo San Luis
La cerámica policroma denominada “Valle San Luis” (Figura 78) es, junto con el tipo
“Electra Policromo”, uno de los elementos diagnósticos del área definida como “Tunal
Grande”, así como marcador cronológico de la Fase San Luis (ca. 650-900 d.C) (Braniff
2001:111-112).
Figura 78. Policromó San Luis reportado en el sitio Buena Vista, Zacatecas. Pérez 2007:164
123
Figura 79. Tipos de cuello y bordes asociados a la decoración Policromo San Luis. (Braniff 1992:71).
Los principales motivos, además de líneas, desplegados sobre esta cerámica son los
ganchos, volutas, y punteados que delimitan o enmarcan diferentes motivos; algunas ollas
llevan una banda roja sobre el borde circundando la boca, que así queda delimitada (Crespo
1976:53). El motivo menos usual son los diseños circulares (Braniff 1992: 69-92).
En algunas ocasiones, a la franja roja del borde delimitada con la línea negra, se le
agregaban otros elementos, tales como líneas paralelas, grecas, puntos, ganchos, triángulos,
cruces, rombos y círculos (Braniff 1992: 69-92). En un solo caso se reporta una cabeza
humana formando parte de los motivos decorativos (Braniff 1992:69-92).
124
1972: 276, 1992:69; Nicolau 2005; Álvarez 2005); Cerrito de Rayas (Ramos et al. 1988:313);
Agua Espinoza y Tierra Blanca (Brown 1985:224; Braniff 1972:283), La Gavia (Jiménez y
Darling 2000), La Magdalena (Brown 1985:224), y Tlacote (Crespo 1991).
125
que marca el Epiclásico en la Huasteca, generando así un corredor de comercio e interacción
(Braniff 1972:276, 1974: 43, 1992: 17; Crespo 1976: 56; Jiménez 2010: 6); Al sur, el
policromo San Luis se articula con el bajío, principalmente en asociación con los tipos blanco
levantado y con las vasijas decoradas al negativo, mostrándonos el comercio e interacción
entre estas zonas (Braniff 1992:69-92).
En cuanto al uso de este tipo de cerámica, los hallazgos asociados a entierros le dan
un carácter ceremonial, aunque fragmentos menos elaborados en su decoración y pulimento
están asociados a actividades domésticas (Crespo 1976: 53; Braniff 1992: 39). Es importante
el reporte de Crespo sobre algunos fragmentos recortados discoidalmente, utilizados como
tejos en posibles juegos, aunque algunos cuentan con una perforación central, también siendo
posible ser utilizados como pesas de telar o malacates, alisadores o aguzadores (Crespo
1976:56). La cerámica tipo Valle San Luis ha sido reportada en el sitio Arqueológico de
Santiago (Puch Ku 2014).
Figura 81. Olla Policromo San Luis, localizada en la bodega del Museo de
Historia Regional de Aguascalientes. Nótense los diseños solares en delineado
negro. Cabe señalar que su procedencia es desconocida. INV 10 -436819 REG
679 P.J
126
4.2.5 Tablillas
127
Figura 83 . Tablillas. El Ocote.
Jiménez 2014: 45
128
129
Gómez y de la Torre (1996) mencionan la posibilidad de que estas figurillas
pertenezcan a una familia más grande, que comparte principalmente características como
la forma de la cabeza, o algunos acabados. Evidencia de esto son las figurillas subtipo
XVb de Carolyn Baus (1978:44) que reporta para Manzanillo, Colima, o las figurillas
tipo “cara triangular”, reportadas por Shöndube para Apatzingán, Michoacán (1994:155),
cuya correlación cronológica es también el Epiclásico.
Hasta el momento se tiene identificada una figurilla de este tipo en el Ocote (Figura
86).
Figura 86. Izquierda, Figurilla “Cerro de Garcia” recuperada en El Ocote. Derecha, Figurilla Cerro
Garcia Tipo F (Gómez y de la Torre 1996 Figura 8)
130
los demás encontrados, descansando sobre un apisonado de tierra en un espacio
delimitado por piedras alineadas que conformaba una especie de cuadrángulo. Del total
de entierros, este conjunto fue el que presentó la ofrenda más rica con numerosas placas
de concha (Figura 87 y 88).
A través del análisis biológico (Gutiérrez s/f) se determinó que los moluscos
proceden de dos provincias malacológicas, la Panámica- Pacífica que comprende las
costas que van desde el sur del Golfo de California hasta el norte de Perú y la Caribe que
incluye el litoral del Golfo de México y Florida (Keen 1971). Así, hasta el momento se
ha determinado que la mayoría de las especies pertenecen a la provincia Panámica y sólo
cuatro provienen de la provincia caribeña, de la clase Bivalvia; Argopecten gibbus y
Lucina pectinata y de la clase gasterópoda: Strombus gigas y Strombus alatus. Como
puede apreciarse, el mayor número de especies pertenecen a la provincia Panámica, En
la Cuenca de Sayula donde se han encontrado evidencias de producción similares a los
de El Ocote.
131
4.2.8 Turquesa
El mineral más buscado en los confines del norte mesoamericano fue la turquesa, un bien
de lujo empleado como elemento religioso y marcador social cuyo valor se debía en parte
a la lejanía de sus yacimientos de obtención y su extracción restringida. Por ello, su
adquisición, circulación y consumo sistemático y constante por parte de grupos
mesoamericanos, dio origen a un comercio de materiales suntuarios de larga distancia
que costeaba los largos viajes y los gravosos intermediarios. No en vano se ha estimado
que hay más de un millón de piezas de este material en sitios mesoamericanos de todas
las épocas. Además, el incremento en la demanda de esta materia prima estimuló el
desarrollo de las culturas asentadas en la región de los yacimientos, como la
Chalchihuites en Zacatecas, Hohokam en Arizona y Mogollón y Anasazi en Nuevo
México (Figura 89), generando nuevas pautas en la organización social y el surgimiento
de grandes talleres centralizados en la manufactura de mosaicos y cuentas hechas de
132
turquesa. Sin embargo, si bien se tienen identificados sitios y talleres a lo largo de las
probables rutas, no están comprobados los orígenes de muchos materiales encontrados
en contextos mesoamericanos.
133
Es común que por la forma en que se presenta naturalmente las rocas de turquesa
en los yacimientos, así como por sus propiedades mineralógicas influyen en la manera en
que se aprovechó principalmente en la lapidaria, ya que se le puede dar cualquier forma,
por lo que permitía elaborar teselas para mosaicos de hasta un milímetro cuadrado, con
biseles logrados y definidos. Las piezas pequeñas tienen la ventaja de que se adapten
mejor para elaborar objetos con volumen, como la serpiente bicéfala que se encuentra en
el Museo Británio, o los discos encontrados en Tula, Tenochtitlán y Chichen Itzá.
134
locales, se ha planteado que dicho fenómeno obedeció a la participación de los habitantes
de Chalchihuites en una red de intercambio con Teotihuacán o alguno de sus
intermediarios (Weigand 78: 69).
Las razones por las que se asentaron los habitantes prehispánicos de Chalchihuites
en esta región fueron diversas: geopolíticas, económicas, religiosas, etcétera. Sin
embargo, podemos decir que la minería fue una actividad económica que, aunada a
elaboración de artefactos preciosos y su intercambio a larga distancia, fue fundamental
para el desarrollo de esta compleja sociedad que jugó un papel destacado en la esfera
norteña mesoamericana durante
una buena parte del primer milenio
de nuestra era.
135
información es algo que ninguna unidad política ha evitado a lo largo de la historia. Aquí
cabe hacer una aclaración, puesto que existe un intercambio de información intrínseco en
las redes políticas, en las redes de bienes de prestigio, y e incluso en las redes de bienes
de bulto. Símbolos de poder, información tecnológica, social y en general, cultural son
parte indivisible de la vida social. En ese sentido, en este trabajo hemos presentado como
los materiales decorados al pseudo-cloisonné contienen complejos motivos decorativos,
iconografía muy particular y compartida a lo largo de la extensión de su distribución.
También la arquitectura, y en particular los espacios ceremoniales nos permiten observar
la información compartida por los grupos que ocuparon el norte del Río Verde Grande
con el resto de Mesoamérica. Los montículos alineados a los puntos cardinales son un
concepto compartido con el resto de sociedades a lo largo y ancho de Mesoamérica,
además de los patios hundidos asociados a estos, y en contraste con culturas desarrolladas
más al norte cuyos cánones arquitectónicos ceremoniales son distintos (por ejemplo, los
templos “Kivas”).
136
4.3.1 Juego de Pelota
El juego de pelota mesoamericano fue una práctica con connotaciones rituales para los
pueblos precolombinos de Mesoamérica. Incluso hoy en día existe una versión moderna
del juego, ulama, que se sigue practicando todavía en algunos lugares de Guatemala y
México, aunque ya sin las implicaciones religiosas, económicas, sociales y aun políticas
que llego a tener. Se puede considerar que el juego rebasa el papel ritual o deportivo, ya
que el juego y su simbolismo no siempre requirieron de su marco arquitectónico para
existir. En numerosas
Figura 93. Esquema evolutivo del juego de pelota. Taladoire,2000 Arqueología Mexicana.
137
Los campos del juego de pelota han sido encontrados incluso al sur de Nicaragua,
y tan al norte como el actual estado de Arizona en los Estados Unidos. Estos campos de
juego de pelota varían considerablemente en tamaño, pero todos tienen largas pistas
estrechas con paredes laterales (Taladoire 2000). El juego de pelota se jugaba en una
grande estructura de mampostería. Construidos en una forma identificada en más de 1500
campos de juego de pelota que han sido identificados en Mesoamérica, el 60% de estos
solo en los últimos 20 años (Taladoire 2000). Aunque hay una gran variación en tamaño,
en general todos los campos de juego tienen la misma forma: una larga y estrecha cancha
de juego, flanqueada por paredes o taludes. A menudo las paredes estaban cubiertas de
una capa de yeso y pintadas con colores brillantes. Aunque los campos de juego
tempranos estaban abiertos en dos lados, los campos más tardíos tenían la zona final de
la pista cerrada de planta en forma de I latina.
Se ha supuesto que esta actividad surgió en la costa del Golfo de México, esto
debido a los reportes de pelotas echas de hule encontradas en el sitio arqueológico del
Manatí, aunque en los hallazgos del sitio arqueológico Paso de la Amada, Chiapas, se
han encontrado las canchas de juego más antiguas, fechados aproximadamente entre el
1400 a.C. y 1200 a.C. (Taladoire 2000). Al parecer el juego de pelota se difundió desde
las tierras bajas tropicales hacia el centro, sur y norte de Mesoamérica. Fechados para el
1000 a. C., figurillas de jugadores de pelota fueron incluidas en entierros en Tlatilco y
figurillas con un estilo semejante y que datan del mismo período fueron encontradas en
el yacimiento cercano de Tlapacoya, además de los hallazgos en el sitio del Opeño;
aunque no se encontraron campos de juego para la misma época en ninguno de los
anteriores (Oliveros 1988)
138
Figura 94. Juego de Pelota de la Quemada, Zacatecas.
Ya para el Clásico, alrededor del 300 a. C., existen evidencias de la existencia del
juego de pelota en el valle central de Chiapas, donde se encontraron los campos más
antiguos después de los de Paso de la Amada, y en el valle de Oaxaca. Simultáneamente,
en estos momentos aparecen representaciones del juego de pelota en la cerámica del
occidente mexicano.
En el occidente de Mesoamérica, los juegos de pelota han sido documentados
indirectamente desde épocas tempranas en maquetas encontradas dentro de la tradición
de tumbas de tiro, y directamente en la zona de Teuchitlán (Weigand 1991, 1993). Otros
trabajos han documentado canchas en el actual estado de Michoacán (Taladoire 1990) y
en Guanajuato (Taladoire 1993), así como en el norte de Jalisco (Hers-Barbot 1993) en
el Cañón de Bolaños (Cabrero 1989), en el norte de Zacatecas y sur de Durango (Kelly
1991).
Haciendo una revisión de los nuevos datos se hace claro que la evolución de esta
práctica, que probablemente empieza en las zonas costeras de Chiapas y Veracruz, no
puede entenderse solamente desde este punto. Un rasgo cultural tan complejo como este
solo puede desarrollarse a partir de varios focos interactuando. De esta manera tenemos
herramientas para entender las similitudes entre los distintos tipos de juego de pelota.
Existen distintas variedades del mismo, pero todos comparten la complejidad que sus
elementos logran alcanzar, ya que además del juego, existen rituales de preparación y uso
139
del caucho, la arquitectura particular, la presencia de esculturas, figurillas y la iconografía
relacionada con el poder y el orden del cosmos (Taladoire 2000).
140
Figura 96. foto aérea de wupakti National Mnument ballcourt ,
Arizona. Tomado de su página web.
141
La distribución macrorregional del juego de pelota y la parafernalia asociada
durante el Epiclásico es un ejemplo constituyente del flujo de información en el
continente norteamericano. El culto tiene arraigo temprano en las tierras bajas Costeras
(Parsons, 1969; Pasztory 1969.), sin haber sido adoptado por Teotihuacán hasta sus
últimas fases, aunque la práctica no era nueva, la amplia adopción alcanzada a finales del
Clásico es muy significativa. La construcción de canchas de juego de pelota muestra
características de haberse convertido en un elemento base de la cosmovisión de distintos
pueblos durante el Epiclásico.
Figura 97. Mapa topográfico del juego de Pelota de Santiago y la tipología de juegos de pelota y sus cronologías, según
Taladoire (2001:104). Aunque los cabezales no son fácilmente discernibles, podemos establecer un parecido con el tipo
XIII v.1 del formativo tardío, al igual que el tipo 1. Diferentes versiones podrían presentarse si se profundizará en el
estudio del espacio arquitectónico.
142
Capítulo V ¿Dentro o fuera de Mesoamérica?
E
n una región ignota sobre el pasado prehispánico, como lo es el estado de Aguascalientes,
cuya historia comienza en la mayoría de los textos con la presencia de cazadores
recolectores Chichimecas encontramos una serie de manifestaciones arqueológicas que
nos muestran un panorama más complejo, en donde ahora sabemos intervinieron
sociedades sedentarias con asentamientos permanentes.
143
La importancia que llegó a tener el Río Verde Grande como arteria de
comunicación durante época prehispánica, principalmente durante el Epiclásico, ya había
sido mencionada por Jiménez y Darling (2000:180): “La distribución geográfica de los
cajetes de base anular de los Altos con decoración policroma y pintada al negativo está
centrada en su mayor parte en el Río Verde, lo que probablemente es un indicio de su
importancia como arteria de comunicación en el Epiclásico”.
144
¿Cómo se llevó a cabo este intercambio? El estudio de los sistemas
macrorregionales de comercio presenta muchas dificultades. El rastreo de los elementos
que dan cuenta de las interacciones entre distintas sociedades, sus afectaciones sistémicas
y los antecedentes estructurales requieren de una constante y perpetua revisión de todos
los componentes de los sitios arqueológicos desde una perspectiva horizontal, como la
que intentamos en este trabajo, pero sobre todo, la perspectiva temporal de la que aquí
solo he presentado un periodo, que se sobrepone a antiguas estructuras y que a su vez, es
la base de nuevas para periodos posteriores.
145
momentos el sistema creció, es decir, incluyo a mas participantes, y en otros se redujo,
es decir, algunos participantes de desconectaron, a lo que comúnmente se conoce como
la fluctuación de la frontera mesoamericana. En algún momento el sistema se centralizó,
con la aparición hegemónica de algún centro o núcleo, y en otro se descentralizó,
permitiendo la entrada de más competidores que terminaría con el alzamiento,
eventualmente, de otro núcleo. Todo lo anterior significa que el sistema pulsaba. En esta
investigación, pensamos que, dentro de las posibles motivaciones detrás de estas
pulsaciones, el flujo de bienes de prestigio y las ideas detrás del valor que ellos tenían,
jugó un papel primordial para tales movimientos, ya que le permitirían a cada uno de los
grupos de elites participantes de este flujo, adquirir el prestigio necesario para aplicar de
manera efectiva el poder. El apogeo de sitios como La Quemada, Alta Vista, Cerro
encantado, el sitio de Villa de Reyes, Santiago, Cerro de en medio y el Ocote es
simultáneo al apogeo del Tajín, Cantona, Cacaxtla/Xochitecalt, Xochicalco y Chichén
Itzá. La relación que guardan estas sociedades entre sí está íntimamente ligada a la
descentralización que siguió al declive teotihuacano, y a la participación activa de
distintos sitios por conseguir y lograr colocar los bienes que para cada participante eran
esenciales para la reproducción de la vida social.
Por esta razón es difícil demarcar una frontera. Cuando rastreamos una
característica cultural nos damos cuenta que se yuxtapone a otra que tiene otra dispersión.
Esta investigación se propuso estudiar el sistema a partir de las características culturales
que se han detectado en los trabajos de investigación de sitios arqueológicos al borde de
la dispersión de los elementos culturales considerados como canónigos del área cultural
de Mesoamérica, aunque estar al borde de la dispersión de un elemento cultural no
significa estar al margen de un sistema mundo, ni en la periferia.
146
Kelley propuso un modelo en 1974 llamado “difusión blanda” o “difusión
gradual”, gradual en tiempo y espacio. Lo que Kelley propuso es que hay una serie de
rasgos básicos, elementalmente mesoamericanos, otros rasgos que son desarrollados
regionalmente y otros localmente. Los grupos parten desde diferentes puntos desde el
centro y occidente de México, se van segmentado conforme crece su población,
estableciendo poblados cada vez más al norte, utilizando tierras de cultivo no utilizadas
hasta entonces. Viajando con ellos va su bagaje cultural, sus cerámicas, sus diseños
arquitectónicos, su organización social. Así es como algunas cosas permanecerán, en el
tiempo y en él espacio y otras irán cambiando durante el trayecto.
147
ocurriendo ambas posibilidades (La colonización y la aculturación) al mismo tiempo en
distintos lugares.
No se ha propuesto que los grupos Loma San Gabriel llegarán tan al sur como los
valles del Río Verde Grande, pero no se descarta la presencia de grupos similares
precisamente durante el formativo tardío, principios del clásico, pues hasta ahora todos
los análisis de materiales líticos ubican las formas parecidas, similares a las encontradas
a c
Figura 99. A) Mapa que esquematiza el posible origen de las poblaciones al norte del Río Verde, ubicándolo en los
Altos de Jalisco, de donde sabemos existen tradiciones culturales más antiguas. B) Propuesta de cronología para el
Norte del Río Verde Grande. C) Modelo de Difusión blanda de Kelley (1974 Fig. 1)
148
en la zona de las tradiciones del desierto, aunque una investigación especializada en
dichos materiales podría vislumbrar con precisión este fenómeno.
Desde los dos frentes, en las sociedades ubicadas en el Rio Verde Grande
podemos observar algunas reminiscencias (como los patios hundidos y las unidades
habitacionales circulares), no obstantes que las investigaciones no nos han permitido
establecer alguna correlación firme, pues solo se cuentan con mapeos de superficie de las
áreas ceremoniales de los sitios. Sin embargo, no debería sorprender el uso de estos
espacios desde este periodo, y que descubramos que los primeros asentamientos de esta
porción del Rio Verde corresponden al Clásico.
149
Navajas. Definitivamente se necesitan estudios focalizados en estas unidades
habitacionales, puesto que pueden ser las construcciones más antiguas en Santiago y el
Cerro de en medio. Los sitios arqueológicos de la parte norte del Río Verde Grande tienen
características culturales compartidas con los demás sitios contemporáneos (Epiclásico
600-900 A.D). Cerámicas afines, patrones arquitectónico y modo de vida son algunas de
las características que compartieron.
150
presentan, y en el marco de los Sistemas Mundo y el Epiclásico mesoamericano en la
frontera norte, el papel de los cazadores-recolectores como trocadores, intermediaros
entre los productores de las planicies del actual Texas, los Valles del Río Mississippi y
los agricultores sedentarios es de suma importancia para entender las rutas de comercio,
pero principalmente la ruta comercial tierra adentro.
Bajo el marco conceptual de los Sistemas mundo podemos comenzar a dejar atrás
prejuicios en la zona, actualizar las agendas de investigación orientándolas hacia una mejor
comprensión de los grupos nómadas que se reportan en las crónicas de los conquistadores,
así como los asentamientos sedentarios que encontramos hoy en día en el registro
arqueológico.
Luego de los trabajos realizados en el valle de malpaso por Michelle Elliot (2007),
y de que se determinará con ellos que no existió un cambio climático en el valle, y que su
deterioro ocurrió hasta la época del contacto. Durante el Epiclásico la vegetación fue
primordialmente bosques de pino-encino, por lo que el colapso de la frontera no se una
debió a catástrofe climática.
Bajo la perspectiva de sistemas mundo, podemos explicar el colapso de la frontera
como un cambio en la dirección del flujo de bienes de prestigio. Para el año 900 d.C los
grandes centros ceremoniales como Alta Vista y La Quemada estaban siendo
abandonados. Al mismo tiempo, tal vez desde un poco antes, la red que conocemos como
“Complejo Aztatlán”, y que se extiende por la costa del pacifico desde el norte de Sinaloa
y llegó a entrar hasta Cholula, en el Valle de Puebla-Tlaxcala, estaba entrando en apogeo.
Las redes que conectaban a los sitios del Río Verde con el Valle San Luis, y con el Valle
de Malpaso caen en desuso, pues en los sitios ubicados en el valle de Tlaltenango, y
Bolaños aparece la cerámica Aztatlán.
A partir de este momento, las redes de intercambio tierra adentro son aisladas en
favor de la ruta de las llanuras costeras del Pacifico. Esto, sin lugar a dudas, generaría
una desestabilización política en el Valle de Malpaso, en la Río Verde Grande y en el
Valle de San Luis. Podemos decir que, dentro del marco de los sistemas mundo, al perder
los valles anteriormente mencionados los vínculos con occidente, el cual como vimos
abastece de recursos de importancia para las redes de bienes de prestigio durante el
Epiclásico, los principales sitios de estas regiones entraron en crisis. Solo la rama
151
Guadiana de la cultura chalchihuites, ubicada en los valles de Durango, pudo continuar
conectada a las planicies costeras.
152
los Tecuexes, Caxcanes o los Cocas, con modos de vida sedentarios, así que más que de
chichimecas, estaríamos hablando de los descendientes de los pobladores que hacia
quinientos años antes vivieron concentrados en asentamientos sedentarios, ahora ya
disgregados como grupos con una organización más simple, y con ellos lidiaron los
españoles a lo largo de la colonia.
Así es como presentamos una alternativa a las migraciones masivas, de las que no
tenemos evidencias concretas, y observamos los periodos de efervescencia, cuando el
poder social se concentró gracias a la interacción de las redes de bienes de prestigio, de
la que si tenemos evidencias. Posteriormente vendría la desvinculación, de la que también
hay evidencia, en este caso la falta de materiales Aztatlán, y del ajuste que vendría
después sin necesidad de convocar migraciones o cambios climáticos.
Figura 100. Tabla que presenta las regiones de la frontera septentrional y sus diferentes fases a través del tiempo.
Los vacíos representan el alcance de la frontera en determinado momento.
153
Desde la perspectiva sistémica, la postura de varias regiones como marginales,
desprovistas de civilización, o ajenas al desarrollo de Mesoamérica no se pueden
sostener, dejándose de lado la idea de una expansión de sociedades centrales sobre
poblaciones o lugares inertes, generando reductos inexplicables en espacios “no
mesoamericanos”, ya que, como vimos, existe una continuidad temporal y geográfica de
rasgos culturales. Sitios como Santiago, Cerro de en medio, el Ocote, La Quemada o Alta
vista no son islas en “Mar Chichimeca”, sino más bien, eslabones en una cadena de
interacción cultural que no empieza ni termina con ellos. Aislados, los objetos y rasgos
que aquí se mencionaron apenas y nos sugieren la conexión entre los sitios arqueológicos
al norte del Río Lerma-Santiago, pero bajo el panorama sistémico del Epiclásico, y en
conjunto, son rasgos que denotan la intensa interacción y a distribución de materiales.
Entre los avances primordiales que los conceptos que utilizamos dentro de la
perspectiva de los sistemas mundo presenta se encuentra la posibilidad de abordar las
coincidencias materiales y simbólicas sin buscar homogeneizar a los distintos grupos que
las redes de intercambio nos muestran. La cultura es profundamente dinámica, y su
cambio puede ser tan variado como para permitir la manipulación de algunos de sus
componentes sin afectar radicalmente otros, perpetuando así ideas y conceptos básicos
de trasfondo cultural, a la vez que también permite la individualidad y los productos
locales.
Sin estas diferencias regionales y desarrollos locales, de no haberse dado un alto
grado de integración entre ellos, reflejado en las características en común, no podríamos
hablar de redes de interacción social.
Resumiendo, ¿Qué es Mesoamérica? Un conjunto de redes anidadas, demostrado
por los materiales que en ellas circulaban. Bajo esta perspectiva, al comparar la cultura
material podemos explicar las similitudes entre ellos debido al flujo de información entre
las sociedades participantes, y las diferencias las podemos explicar a partir de las
particularidades de cada asentamiento en cuanto a acceso a recursos y materias primas,
incluyendo mano de obra calificada. El cambio cultural es entonces producto de los
“Giros en las conexiones”, es decir, cambios en las direcciones en las que los materiales
se distribuyen. Existieron momentos en que podemos identificar a un núcleo exportador
de bienes de prestigio y consumidor de materias primas, y momentos en los que no es
154
posible identificar un solo núcleo y la producción se organiza de manera más compleja.
Todo en aras de acumular poder político y mutua validación entre las distintas elites, así
como entre las elites y las demás partes de sus respectivas sociedades.
En este tipo de sistemas mundo, se puede considerar el intercambio de bienes de
prestigio como el factor decisivo para la transmisión de información, y es la responsable
de la materialización de las redes de interacción política y económica (Solar 2002:5)
Este tipo de investigaciones son relevante en la actualidad ya que somos parte de
un sistema mundial amplio, y los estudios con este enfoque hoy en día son más populares
que nunca (Friedman 1974: 15). Estudiar a las sociedades como parte de un sistema más
grande significa abandonar conceptos como difusión de ideas, recetas, pautas de
vestimenta y objetos culturales, para, en cambio, abordar la estructura que permite que
tales cosas sucedan (Friedman 1994: 15). En este trabajo estudiamos la manera en que
los objetos se mueven, se identifican, se asimilan, marginan o rechazan.
Lo que ocurre en estos procesos de descentralización es que el centro, debilitado
y agobiado por diversos tipos de crisis (siendo el del prestigio de las elites uno de los más
importantes), declina y pierde su poder hegemónico en favor de nuevos centros
ascendentes de acumulación de poder. La actual declinación se relé en los análisis del
mercado mundial desde la década de 1970 (17-18). Lo anterior sugiere que la estructura
de centro y periferia no es inherente a la reproducción del capital, y que en el presente
está ya en marcha una significativa descentralización de la producción industrial en el
mercado mundial.
155
apenas se estén planteando como hipótesis, como es el caso de las pipas y la obsidiana,
materiales que indiscutiblemente son muestra de intercambios a grandes distancias, sin
embargo, por la escasez de estudios específicos no podemos orientar aun la
direccionalidad de las redes de comercio y contactos culturales de lo que son muestra.
Con todo y estas limitaciones, podemos decir que los sitios aquí presentados
tienen una marcada e intensa ocupación durante el Epiclásico, sin descartar una
ocupación anterior y posterior a dicho periodo, tanto en los sitios específicamente
mencionados, como en la región en general, pero tal vez sobre los valles, hoy escenario
de un crecimiento urbano acelerado que amenaza con la preservación de dichos
contextos.
Sin duda salta a la vista la contradicción entre los que argumentan que estos
grupos ubicados en el semi-desierto tenían una organización social tipo cazador-
recolector, sin asentamientos permanentes. Lo que en este trabajo quisimos dejar patente
156
es que la complejidad social es mayor a lo comúnmente prejuiciado, que va desde
asentamientos en áreas relativamente pequeñas, como el Ocote, hasta tamaños
considerables como el sitio de Santiago, que tuvieron una organización social que por lo
menos mantuvo a un cacique, y a un grupo de personas privilegiado, capaz de organizar
la fuerza laborar para construir centros ceremoniales, como nos muestran las unidades
habitacionales cercanas a los edificios ceremoniales, y entablar relaciones comerciales y
políticas con los demás caciques en la región.
Figura 101. Mapa de la Frontera Septentrional en distintos momentos, además de la distribución de las “Naciones
Chichimecas” reportadas en el trabajo de Wigberto Jiménez (1959 Figura 5)
157
Bibliografía
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