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Agradecimientos

Para la realización de este trabajo se contó con el apoyo de CONACYT, a través


de su programa de Becas Nacionales y Becas Mixtas, con la cual se pudieron
realizar los trabajos de campo necesarios para la obtención de datos y la estancia
de investigación en la Universidad de California Merced.
También quisiera agradecer el apoyo del Cuerpo Académico "Estudios
Regionales y de Frontera Interior en América Latina" de la Facultad de Ciencias
Sociales y Humanidades por financiar la visita al Archivo Técnico del Consejo
de Arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia, con el
objetivo de enriquecer la bibliografía de este trabajo.
Gracias a la Mtra. Eugenia y al Dr. Aponte por sus valiosos comentarios sin los
que este trabajo estaría incompleto.
De la misma manera, es necesario agradecer el Dr. Nicolás Caretta, que, aunque
en la distancia hiso sentir su presencia en este trabajo.
De manera particular, gracias al Ca Dr. Peter Jiménez Betts por sus comentarios
que entraron en tiempo extra, pero que le dieron redondez a las conclusiones.
Gracias a los que colaboraron de alguna manera en los trabajos de campo, pero
de manera particular a los pasantes Guillermo Aguilar Martínez, Mario Alberto
Jasso Díaz de León por su ayuda en las excavaciones. Aguantamos días de
torrencial lluvia, enfermedades e intransigencias de los lancheros.
Gracias a la Arqueóloga Ana María Pelz Marín, encargada de la parte de
Arqueología en el Centro-INAH Aguascalientes por su apoyo y facilidades para
utilizar los materiales del sitio arqueológico del Ocote.
Por último, gracias a Miriam y a tu infinita paciencia. Sin ti esto no tendría
sentido.

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Contenido

Introducción .................................................. 8 Capítulo III Arqueología del Norte del


Río Verde Grande ...................................... 72
Problema ................................................... 8
3.1 El sitio arqueológico de Santiago ...... 78
Descripción de la zona de estudio ........... 10
3.2 El sitio arqueológico de El Ocote ...... 83
Justificación ............................................ 14
3.3 El sitio arqueológico de El Cerro de
Objetivos ................................................. 15
en medio................................................. 89
Marco Teórico ......................................... 15
Capítulo IV Las Redes de interacción ........ 98
Capítulo I Perspectiva teórica ..................... 19
4.1 Redes de bienes de bulto en el Río
1.1 Sistemas Mundo, un modelo de Verde Grande ....................................... 100
interacción............................................... 19
4.2 Un sistema de unidades
1.1.1 El concepto de redes anidadas ... 20 equipolentes: redes políticas y de
1.1.2 Tipos de sistemas ....................... 21 bienes de prestigio ................................ 104
1.1.3 Los ciclos en los sistemas 3.2.1 Esfera septentrional (Pseudo-
mundo: Auge y caída .......................... 22 cloisonné) ......................................... 105
1.2 El Sistema Mundo Mesoamericano .. 24 4.2.2 Esfera Altos/Juchipila (Bases
anulares/bordes
1.3 El Sistema Mundo Mesoamericano
durante la transición del Clásico al revertidos/Negativos) ...................... 113
Epiclásico ................................................ 34 4.2.4 Esfera Policromo San Luis........ 123
Capítulo II La frontera norte de 4.2.5 Tablillas .................................... 127
Mesoamérica durante el Epiclásico. La
4.2.6 Figurillas Cerro García ............. 129
expansión de un Sistema Mundo. ............... 39
4.2.7 El comercio de Concha Marina 130
2.1 Los estudios arqueológicos en la
frontera .................................................... 41 4.2.8 Turquesa .................................. 132
2.1.1 Las primeras aldeas sedentarias 4.3 Las redes de información................ 135
............................................................ 42 4.3.1 Juego de Pelota ....................... 137
2.1.2 Los desarrollos culturales del Capítulo V ¿Dentro o fuera de
clásico en la frontera ........................... 46 Mesoamérica? .......................................... 143
2.1.3 El Apogeo durante el Bibliografía............................................... 158
Epiclásico ........................................... 53
2.2 La Cuenca del Río Verde Grande ..... 63

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Lista de Figuras

Figura 1. Mapa con la ubicación de los sitios arqueológicos objeto de


investigación en este trabajo. 1 Casa de Indios; 2 Cerro de en medio; 3 10
Santiago; 4 Garabato; 5 Barranca de las Cabras; 6 Montesita; 7 El Zapote; 8 El Jaral; 9 El Ocote

Figura 2. La mayoría de los sitios se encuentran dentro de la sub- 11


provincia Sierras y Valles Zacatecanos, pertenecientes a la sierra madre occidental.

Figura 3. Las subcuencas hidrológicas tributarias del Río Lerma-Santiago son los ejes de
12
la dispersión del modo de vida mesoamericano a finales del formativo, principios del clásico.

Figura 4. Tipo de clima de la zona de estudio. 13

Figura 5. A) Fotografía tomada cerca de la presa Calles, en el Estado de Aguascalientes


durante la temporada de secas. Nótese la vegetación xerofita. Foto Manuel Dueñas. B)
14
Fotografía tomada desde el sitio arqueológico hacia la barranca de las cabras. En época de lluvia
se logran ver pastizales. Foto Manuel Dueñas.

Figura 6. Cronografía de contactos entre subsistemas y sistemas mundo. (De acuerdo


con Wilkinson 1987) (Redibujado de Chase-Dunn 1997 21
Figura 3).

Figura 7. Áreas Funcionales del sistema mundo mesoamericano. Postclásico. Berdan y


30
Smith 2004 Fig.3.

Figura 8. Circuitos de intercambio y núcleos comerciales. Berdan y Smith 2004. Fig.4 33

Figura 9. La frontera Norte de Mesoamérica, delimitada en tres trabajos. Gorenstein y


40
Foster 2000 fig. 1.1

Figura 10. Cerámica Chupícuaro. Arqueología Mexicana, vol. xvi núm. 92, pág. 64 42

Figura 11. Figurilla tipo H4, Chupícuaro, Guanajuato. MNA. 43

Figura 12. Dibujo de una Tumba de Tiro con dos cámaras. Cuevas y Pickerin 2004.
44
Tomado de Williams 2000 fig. 22

Figura 13. Tumba de Tiro, variante en forma de “Bota”. Tumba de Tabachines, Zapopan,
45
Jal. (Vela, 2014: 24)

Figura 14. Recreación de las ofrendas de una tumba de tiro. Sala de Occidente MNA. 45

1
Figura 15. Mapa que ilustra las áreas ocupadas por las culturas con rasgos
mesoamericanos durante el periodo preclásico. Las flechas indican la dirección de la expansión 46
de los rasgos culturales de las tradiciones.

Figura 16. Fotografía aérea del sitio arqueológico “Guachimontones”, Teuchitlán


48
Jalisco. Olay 2015 Figura 7.

Figura 17. Maqueta de Occidente, representando algún ritual sobre un


49
“Guachimonton”. The Art Institute of Chicago

Figura 18. Dibujo de planta de un “Guachimontón” en el sitio


arqueológico Navajas, Jalisco, tras las excavaciones realizadas en el sitio por Beekman 2007 50
Figura 6

Figura 19. Cerámica Morales. Los estilos de formas y decoraciones continúan con la
tradición iniciada en Chupícuaro durante buena parte del clásico. MNA, sala Norte y Occidente 50
de México.

Figura 20. Distintos tipos de arreglos arquitectónicos del conjunto Patio Hundido
51
Cárdenas 2008, figura 5.

Figura 21. Conjunto de Doble Templo y Patio Hundido, y Recinto de los Gobernantes.
52
Peralta, Guanajuato. Cárdenas Arqueología Mexicana, 2008: 24

Figura 22. Mapa que ilustra las áreas culturales en expansión durante el clásico hacia el
53
norte.

Figura 23. Fotografía del sitio arqueológico de La Quemada. Foto Manuel Dueñas. 54

Figura 24. Cerámica pintada y esgrafiada del sitio arqueológico Alta Vista. Excavada
durante las exploraciones de Manuel Gamio. Dibujos de L. 54
Orellana T. (Marquina 1951:250).

Figura 25. Ilustración 26 Fotografía que ilustra el conjunto patio


56
(Patio Compound) en el sitio arqueológico de La Quemada. Foto Manuel Dueñas

Figura 26. Esquema de un montículo saqueado en Villa de Reyes, SLP. Crespo 1976,
56
Figura 30

Figura 27 Plano del sitio arqueológico Villa de Reyes, o Electra. Crespo 1976 Figura 31 58

Figura 28. Dibujos de la cerámica Policroma Valle San Luis. Braniff 1992, figura 15. 59

Figura 29. Mapa que ilustra la distribución del tipo cerámico Policromo Valle San Luis 60

2
Figura 30. Mapa con la distribución del complejo Cerámico copa/olla Pseudocloisonné 62

Figura 31. Mapa con la sobre posición de las esferas de interacción de los materiales
63
diagnósticos en la frontera norte mesoamericana.

Figura 32. mapa que muestra la expansión de la esfera de los Altos-Juchipila hacia la
64
parte norte de la cuenca del Río Verde Grande durante el Epiclásico.

Figura 33. Plano y poligonal de protección del sitio arqueológico de Teocaltitán, Jalisco.
Nótese el patio hundido con montículo y el juego de pelota en la zona central del sitio. 65
Montejano 2015 Figura 4

Figura 34. Fotografía del montículo que cierra uno de los patios en el sitio arqueológico
67
de Teocaltitlán. Montejano 2015 figura 5

Figura 35. Mapa con la posición de los sitios arqueológicos con que objeto de estudio
71
de esta investigación.

Figura 36. Ubicación de los sitios arqueológicos en la cuenca del rio verde 72

Figura 37. Mapa de los limites políticos del Estado de Aguascalientes


con la ubicación de todos los sitios arqueológicos hasta ahora registrados en el INAH
73
Aguascalientes, y la delimitación de las 3 Zonas que han sido objeto de estudios sistemáticos
desde 2000.

Figura 38. Zonas arqueológicas de la Zona #1 de Aguascalientes 74

Figura 39. Zonas arqueológicas de la Zona #2 de Aguascalientes 75

Figura 40. Zonas arqueológicas de la Zona #3 de Aguascalientes 76

Figura 41. Plano General de Santiago con la ubicación de las


79
excavaciones realizadas en el sitio por el proyecto arqueológico Cerro de Santiago.

Figura 42. Plano de la Zona Ceremonial del sitio arqueológico Cerro de Santiago. 80

Figura 43. Izquierda: Dibujo de los patios hundidos. Derecha: Patio hundido de Santiago. 81

Figura 44. Tres zonas habitacionales en el sitio arqueológico Cerro de Santiago 82

Figura 45. Ejemplo de unidades habitacional de Santiago 83

3
Figura 46. Zona Ceremonial del Sitio Arqueológico El Ocote. Pelz 2006: 31. 84

Figura 47. Panel de pinturas rupestres del sitio arqueológico de El Ocote. Ortofoto
85
elaborada mediante fotogrametría, y procesada en DStretch.

Figura 48. Entierro infantil #4 del Ocote. Pelz 2006: 522 86

Figura 49. Entierro #5. Pelz 2006:52 87

Figura 50. A) Vista frontal del cráneo con deformación tabular erecta del individuo A del
entierro 1, temporada 2000 (Palomo 2015: Figura 51. B)
Vista Posterior del mismo cráneo. C) Vista sagital del mismo cráneo. D) Cráneo femenino con 88
deformación tabular erecta, Entierro E de “los terreros”, alrededor del sitio de La Quemada.
Faulhaber, 1960 Figura 5

Figura 51. Dibujo del pozo de excavación realizado por Castellanos.1994 89

Figura 52. Fotografía del pozo de excavación realizado por Castellanos 1994 90

Figura 53. Plano redibujado del sitio arqueológico realizado por Castellanos 1994. 90

Figura 54. Plano del Sitio arqueológico Cerro de en medio. 91

Figura 55. Plano con la ubicación de los patios hasta ahora encontrados en el sitio Cerro
92
de en medio.

Figura 56. Localización de los elementos depositados debajo del piso de la estructura
94
26.
Figura 57. Recursos faunísticos recuperados en el Ocote. A) Tibi izquierda asada de
venado cola blanca (Odocoileus virginianus) B) Mandíbula asada de un perro (Canis familiaris).
C) Pelvis derecha asada de una liebre (Lepus sp.). D) Mandíbula derecha asada de pecarí de collar 102
(Tayassu tacaju) E) Cráneo de tuza asado (Thomomys umbrinus). fotografías tomadas de Pérez
2016, Anexo 1.
Figura 58. Artefactos de lítica encontrados en el sitio arqueológico de El Ocote. Pelz
103
2006: 78.

Figura 59. Malacate encontrado en el Ocote. Pelz 2006: 81 103

Figura 60. Mujer usando un malacate (Códice Mendoza 1980: Folio 68r), y diferentes
103
tipos de malacates.

Figura 61. Tejos encontrados en Santiago (a) y Cerro de en medio (b) 104

Figura 62. Copa decorada al Pseudo-cloisonné. Nótese la imagen central, representando


105
un ritual. LACMA, colección Occidente de México.

4
Figura 63. Vasija pseudo-clóisonne encontrada en Alta Vista. MNA 107

Figura 64. Pseudo-cloisonné El Cóporo. Pérez 2007, figura 30. 109

Figura 65. Pseudo-cloisonné del Huistle, Jalisco (Hers 1983:33) 110

Figura 66. Pseudocloisonne Buenavista (Pérez 2007:151 110

Figura 67. Pseudo-cloisonné Ocote (Jiménez 2014) 112

Figura 68. Pseudo-cloisonné Santiago (Torrez 2014: 53) 112

Figura 69. Pseudo-cloisonné encontrado Cerro de en medio 113

Figura 70. (a) Plato hondo con decoración al negativo, (B)cajetes trípodes decorados al
114
negativo Cabrero 2014: 33

Figura 71. Izquierda: Negativo, rojo/café, cajete de base anular y fondo punzonado. Al
interior tiene los diseños en negativo. Jiménez 2014: 119
26. Derecha, misma imagen utilizando filtros en DStretch.

Figura 72. Fragmentos de cerámica decoradas al negativo asociadas a la estructura 58.


A) Colección L70-7-C28 B) Colección L70-7-C7 C) Colección E53-U1-SI-CII-597. (Puch Ku 2014:35; 119
Torres 2014:53)

Figura 73. A) Cuello y borde revertido de una olla encontrado bajo el piso de la
estructura 26, del patio #2 del Cerro de en medio (Dueñas 2015). B) Borde Revertido recuperado
en prospecciones sobre el Cerro del meco (Dueñas 2013). C)Base Anular recuperada en
120
prospección sobre el Cerro del meco (Dueñas 2013) . D) Base Anular recuperada en
prospecciones sobre el Cerro del meco, esta pieza presentaba restos de pigmento gris tipo
Pseudocloisonné (Dueñas 2013).

Figura 74. Figurillas Rio Verde. A) Fotogrametría de Leopoldo Batres, exhibida en el


museo Smithsoniano, propiedad de la familia Franco, dueños de la hacienda de La Quemada, y
asociada al sitio arqueológico homónimo (Batres 1903). B) Figurilla recuperada en Buenavista,
121
Sureste Zacatecano
(Pérez 2007). C) dibujo de una figurilla recuperada en los Altos de Jalisco
(Czitrom 1986,1995). Tomado de Pérez 2007: 189

Figura 75. Figurilla Tipo Rio Verde, El Ocote. Pelz 2006. 121

Figura 76. Mapa de la distribución conjunta de bases anulares,


negativos, bordes revertidos y figurilla rio verde, que conforman la sub-esfera de interacción
“Rio Verde Grande”, además de zonas donde se han reportado como materiales foráneos 122
(Cañón de Bolaños Hrdlicka (1903),
Cuenca de Sayula y Valle de Atemajac (Shondube 1983)

Figura 77. Dibujo Figurilla Rio Verde de Santiago. Figurilla Rio Verde, Cuadro B2, Capa
122
III. (Modificado de Puch Ku 2014:40)

5
Figura 78. Policromó San Luis reportado en el sitio Buena Vista, Zacatecas. Pérez
123
2007:164

Figura 79. Tipos de cuello y bordes asociados a la decoración Policromo San Luis.
124
(Braniff 1992:71).

Figura 80. Dos fragmentos de Policromo San Luis. Fragmento de Olla (A Colección CA3-
126
B4-II-9) y fragmento de cajete (B colección E53-U1-SIV-CII1683) asociados a la estructura 58.

Figura 81. Olla Policromo San Luis, localizada en la bodega del Museo de Historia
Regional de Aguascalientes. Nótense los diseños solares en delineado negro. Cabe señalar que 126
su procedencia es desconocida. INV 10436819 REG 679 P.J

Figura 82. Tablillas con decoración geométrica esgrafiada, y Tablilla completa rojo y
127
negro/bayo. Cabrero 2014: 38

Figura 83. Tablillas. El Ocote. Jiménez 2014: 45 128

Figura 84. Fotografía Tablilla. Cerro de En medio. 128

Figura 85. Clasificación de Figurillas Cerro García. Gómez y de la Torre 1996, Figura 1. 129

Figura 86. Izquierda, Figurilla “Cerro de Garcia” recuperada en El Ocote. Derecha,


130
Figurilla Cerro Garcia Tipo F (Gómez y de la Torre 1996 Figura 8)

Figura 87. Placas de Concha, asociadas al entierro 6 Pelz 2006:54 131

Figura 88. Ornatos de concha recuperados en el Ocote, Pelz 2006:79 131

Figura 89. Mapa del Comercio de la Turquesa. Melgar 2010 Figura 3 133

Figura 90. Tesela de piedra verde encontrada en la estructura 29 del Patio#2 del Cerro
135
de en medio (Dueñas 2016)

Figura 91. teselas de piedra verde recuperadas en el sitio arqueológico de El Ocote Pelz
135
2006

Figura 92. Maqueta de Juego de Pelota. Nayarit. MNA 137

Figura 93. Esquema evolutivo del juego de pelota. Taladoire,2000 Arqueología


138
Mexicana.

Figura 94. Juego de Pelota de la Quemada, Zacatecas. 139

Figura 95. Juego de pelota en Casas Grandes, Chihuahua. Branniff 2008 140

6
Figura 96. foto aérea de wupakti National Mnument ballcourt, Arizona. Tomado de su
141
página web.

Figura 97. Mapa topográfico del juego de Pelota de Santiago y la


tipología de juegos de pelota y sus cronologías, según Taladoire (2001:104). Aunque los
cabezales no son fácilmente discernibles, podemos establecer un parecido con el tipo XIII v.1 142
del formativo tardío, al igual que el tipo 1. Diferentes versiones podrían presentarse si se
profundizará en el estudio del espacio arquitectónico.

Figura 98. Dibujo de un fragmento de figurilla Tipo I, encontrada en


el sitio de Santiago (Nicolás 2013). La figurilla es parte de los materiales diagnósticos de la esfera 143
septentrional de Mesoamérica. Dibujo Elaborado para esta tesis por Manuel Dueñas.

Figura 99. A) Mapa que esquematiza el posible origen de las


poblaciones al norte del Río Verde, ubicándolo en los Altos de Jalisco, de donde sabemos existen
148
tradiciones culturales más antiguas. B) Propuesta de cronología para el Norte del Río Verde
Grande. C) Modelo de Difusión blanda de Kelley (1974 Fig. 1) ..

Figura 100. Tabla que presenta las regiones de la frontera


septentrional y sus diferentes fases a través del tiempo. Los vacíos representan el alcance de la 153
frontera en determinado momento.

Figura 101. Mapa de la Frontera Septentrional en distintos momentos, además de la


distribución de las “Naciones Chichimecas” reportadas en el trabajo de Wigberto Jiménez (1943 157
Figura 5) .

7
Introducción

E
l pasado prehispánico de Latinoamérica es de suma importancia para entender su
presente. Durante ese periodo se gestaron las características culturales que, al mezclarse
con las que llegaron desde el viejo continente, le dieron personalidad única a las naciones
que eventualmente emergerían. Sin embargo, no siempre es reconocida dicha
importancia y en su estudio, la complejidad que las sociedades precolombinas tuvieron
es muchas veces subestimada. Los pueblos indígenas del continente americano no fueron
simples moradores de sus territorios, muy por el contrario, se vieron envueltos en
complicadas dinámicas sociales, de intercambio e interacción, que involucraron el
movimiento de bienes y personas a través de caminos que no serían abandonados durante
el proceso de colonización en el siglo XV.

La presente investigación es un acercamiento a las dinámicas de interacción


regional que vincularon antiguas sociedades sedentarias localizadas en lo que hoy es el
estado de Aguascalientes, México, con otras regiones. Para lograr lo anterior, esta
investigación se apoya en la Teoría de Sistemas Mundo, en los datos recabados durante
las exploraciones del sitio arqueológico Cerro de en medio, municipio de San José de
Gracia, Aguascalientes, en un análisis estilístico y tipológico de distintos materiales
provenientes de las intervenciones en el sitio, así como de datos ubicados en
publicaciones sobre otros sitios arqueológicos.

Problema

El pasado prehispánico del territorio al norte del Río Lerma-Santiago en México, ha sido
mal estereotipado como un lugar en donde no se desarrollaron sociedades ni culturas
diferentes a la de los cazadores-recolectores que habitaban estas regiones al momento del
contacto.

De las entidades que recorren las aguas del Río Lerma-Santiago y sus afluentes
tributarias, el estado de Aguascalientes cuenta con una investigación arqueológica
reciente comparándola con las otras entidades; sin embargo, actualmente gracias a los
esfuerzos que la Arqueóloga Ana María Pelz, titular del departamento de Arqueología en

8
el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) del estado, realiza en el sitio
arqueológico del Ocote y en colaboración con la Universidad Autónoma de San Luis
Potosí (UASLP) en otros sitios arqueológicos del estado, es que se está esclareciendo el
panorama de los habitantes prehispánicos de esta región, mostrando que también existen
vestigios que dan muestra de la presencia de sociedades agrícolas sedentarias con una
fuerte carga cultural mesoamericana. Ahora sabemos que también se cuenta con una
ocupación de grupos sedentarios, con rasgos mesoamericanos claramente identificables
y no solamente bandas de cazadores recolectores.

De esta manera, las evidencias arqueológicas nos presentan una contradicción.


Por un lado, tenemos a las fuentes históricas, textos provenientes de militares, frailes y
colonizadores de estas regiones que simplificaron y caricaturizaron al eterno “bárbaro
norteño”, hostil ante todo intento de integración al sistema colonial, y a su nuevo orden
territorial. Por otro lado, tenemos los vestigios arqueológicos, que desde principios del
siglo XX han sido objeto de estudio por arqueólogos profesionales y que nos dan cuenta
de un panorama más complicado. El concepto que emergería para explicar esta
contradicción es el de “Frontera Fluctuante”.

Esta frontera encontraría su máxima extensión durante el periodo de tiempo


conocido como “Epiclásico”, término acuñado por el investigador Wigberto Jiménez
Moreno (1959:1063), para referirse al periodo de tiempo entre los años 600 al 900 d.C,
un periodo caracterizado por el declive de Teotihuacán e inmediatamente anterior al
desarrollo de Tula. En el occidente de México, en este periodo se observa el final de la
tradición de Tumbas de Tiro, y se inicia con lo que algunos investigadores llaman la
“mesoamericanización” del Occidente (Schöndube 1980).

Para el mismo periodo, los investigadores hablan de un momento de conflicto,


inestabilidad política y por lo mismo, de un aislamiento entre sus regiones, que preceden
a un periodo sumamente militarizado (Florescano 2000:225-228). No obstante, en la
frontera norte se vivió el periodo de máxima expansión, con una amplia dispersión de
objetos y rasgos culturales que muestran la existencia de una red macrorregional (Solar
2002, ver también Jiménez y Darling 2000; Jiménez 2005, 2006, 2007).

9
En el territorio que hoy ocupa el estado de Aguascalientes hubo una ocupación
humana importante durante el Epiclásico, que fácilmente podría trasladarse mucho antes
en el tiempo dadas ciertas asociaciones estilísticas en la cerámica recuperada por los
distintos proyectos arqueológicos que el centro INAH y la UASLP llevan a cabo.

Además de esos proyectos, esta tesis presenta algunos de los resultados de trabajo
dentro del Proyecto Arqueológico Cerro de en medio (PACE), que desde 2012 lleva
realizando labores de prospección y excavación.

Desde el planteamiento de la investigación, los objetivos fueron contribuir al


conocimiento de esta región y buscar datos que nos permitieran acercarnos a un mejor
entendimiento de las relaciones culturales y sociales de estos asentamientos (Figura 1)
con el resto de Mesoamérica.

Descripción de la zona de estudio

La porción norte del Río Verde Grande se encuentra actualmente en lo que hoy es el
estado de Aguascalientes, en donde podemos encontrar 3 zonas orográficas, la tercera
10
parte correspondiente al este pertenece al Altiplano Mexicano, o mesa central y la parte
oeste a la Sierra Madre Occidental y la parte sur pertenece al eje neo volcánico transversal
(Figura 2). El territorio de Aguascalientes es atravesado en la parte oeste por una cadena
montañosa que proviene de Zacatecas, recibiendo el nombre sucesivamente de norte a
sur de Sierra Fría, del Pinal, del Pabellón, de Guajolotes y de Laurel a lo que se le conoce
como Sistema Montañoso Occidental.
El municipio de San José de Gracia se encuentra ubicado al oeste del estado, y
dentro de su territorio se encuentra la Sierra Fría cuya máxima elevación es de 3050
msnm, ubicada en el cerro de la Ardilla. En general se encuentra dentro de la sub
provincia fisiográfica de Sierras y Valles Zacatecanos. Estas sierras se encuentran
formadas por riolitas que alternan con extensos bancos horizontales de tobas, formando
una serie de mesetas escalonadas (92.6% del territorio cumple con esta topoforma),
debido a la diferencial resistencia a la erosión de cada clase de rocas (Valencia 1991:6).

Elaboró Manuel Dueñas

Figura 2. La mayoría de los sitios se encuentran dentro de la sub-provincia Sierras y Valles Zacatecanos, pertenecientes a
la sierra madre occidental.

11
El suelo dominante en la región, y según la carta edafológica, la que compete al
sitio arqueológico, es el Leptosol cubriendo un 37.4% del municipio (INEGI 2014). Tal
vez de mayor importancia para las explicaciones del surgimiento de las tradiciones
culturales en el norte del país, la región hidrográfica conecta al sitio con la cuenca del
Río Verde, y subsecuentemente con el sistema Santiago-Lerma (Figura 3).

En el Río Santiago se encuentran las siguientes cuencas:

• Chapalagana o Huaynamota (Nayarit)

• Mezquitic – Bolaños (Jalisco)

• Malpaso-Juchipila (Zacatecas)

• El Río Verde Grande (Aguascalientes)

Elaboró Manuel Dueñas

Figura 3. Las subcuencas hidrológicas tributarias del Río Lerma-Santiago son los ejes de la dispersión del modo de vida
mesoamericano a finales del formativo, principios del clásico.

Los climas asociados a la porción norte del Río Verde Grande (Figura 4) son: El
tipo BS1kw(w) es de subtipo semiseco (1), con grado de humedad mayor que 22.9
(coeficiente que resulta de la relación precipitación/temperatura). Por otro lado, en el

12
clima BS0kw(w), el subtipo (0) indica que es seco, pues su grado de humedad es menor
de 22.9. La condición de temperatura (k), que es una característica establecida
considerando las temperaturas medias anual del mes más frío y del más cálido,
corresponde a templado con verano cálido, que presentan una temperatura media anual
entre 12 y 18 °C, la media del mes más frío esta entre -3 y 18 °C y la del más cálido > 18
°C. El régimen de lluvia (w), que define el comportamiento de la lluvia durante el año
indicando la temporada en la que se concentra la mayor cantidad, es de verano. Esto
significa que el mes de máxima precipitación cae dentro del período mayo-octubre, donde
se recibe por lo menos diez veces mayor cantidad de precipitación que el mes más seco
del año. El último término (w) indica que su porcentaje de lluvia invernal (cantidad de
lluvia que cae en este periodo con respecto a la total anual) es < 500 mm (INEGI 2000).

Elaboró Manuel Dueñas

Figura 4. Tipo de clima de la zona de estudio.

13
Justificación

Los restos arqueológicos en el estado de Aguascalientes proveen una oportunidad para


estudiar los efectos sociales a gran escala de la integración e interacción que las
sociedades de esta región norte de Mesoamérica entablaron con sociedades de otras
regiones. Las unidades habitacionales que podemos encontrar representadas por los
vestigios encontrados en sitios arqueológicos como Santiago y el Cerro de En medio, son

A B

Figura 5. A) Fotografía tomada cerca de la presa Calles, en el Estado de Aguascalientes durante la temporada de secas.
Nótese la vegetación xerofita . Foto Manuel Dueñas. B) Fotografía tomada desde el sitio arqueológico hacia la barranca
de las cabras. En época de lluvia se logran ver pastizales. Foto Manuel Dueñas.

el núcleo de la expansión del modo de vida de la frontera mesoamericana durante el


periodo Epiclásico en la región.
Durante este tiempo, dichas unidades habitacionales fueron sujetas a fuerzas de
aculturación que acompañaron la llegada de un modo de vida y un sistema económico
durante esta época. Por eso, es necesario comparar la información de sus unidades
habitacionales y el material cultural entre estos sitios, en una escala local, para después
ampliar la escala a nivel regional y macrorregional. Aunque sabemos de la existencia de
más sitios arqueológicos en el estado de Aguascalientes, tanto Santiago como Cerro de
En medio son sitios que cuentan con proyectos arqueológicos aprobados por el Consejo
de Arqueología y son apoyados por el Centro INAH Aguascalientes, dándoles el aval
institucional necesario para realizar investigación, siendo esta la razón para centrar los
esfuerzos de esta tesis en ellos.

14
Objetivos

Vincular los sitios arqueológicos que se encuentran en el actual estado de Aguascalientes


con el resto de las sociedades contemporáneas (tanto al norte como al sur) a través de la
perspectiva teórica de Sistemas Mundo para poder entender y explicar los procesos de
interacción a nivel de sitio, a nivel regional y a nivel macrorregional.

Para ello será necesario:

• Recabar más información sobre los bienes de prestigio presentes en dichos sitios.

• Analizar materiales cerámicos mediante la metodología de tipo variedad, para


identificar tipos cerámicos y otros materiales diagnósticos.
• Comparar la información obtenida mediante prospecciones y excavaciones con la
información bibliográfica en dos niveles:
o Comparar la distribución de bienes de prestigio dentro de los sitios o
Comparar la distribución de bienes de prestigio a partir del concepto de
esferas de interacción con otras regiones
• Explicar el porqué de las similitudes y diferencias de la cultura material utilizando
el aparato conceptual de la Teoría de Sistemas Mundo.

Marco Teórico

En el presente trabajo, abordaremos distintas escalas de investigación, partiendo del


análisis de materiales arqueológicos provenientes de unidades habitacionales en sitios
arqueológicos en Aguascalientes para así poder continuar con las relaciones entabladas
dentro de cada asentamiento, particularmente la distribución de bienes foráneos, que nos
permitirá entender también que papel tenía en relación con los sitios arqueológicos
aledaños a ellos, para después poder acercarnos a entender como interactuaban con una
región más amplia, como lo es el norte de Mesoamérica, el Suroeste estadounidense y en
general con el resto de Mesoamérica.

Partimos desde las unidades habitacionales, porque en las últimas décadas los
arqueólogos han encontrado en los estudios de ellas respuesta a preguntas complejas de

15
orden social. Dichas unidades, que están compuestas por arquitectura, artefactos y áreas
de actividad particulares, son elementos encontrados constantemente en los sitios
arqueológicos, que dan cuenta del rango en la variación de la división social y que son la
unidad básica de producción, consumo, transmisión y reproducción cultural (Sweitz
2006:1). Siendo tales sus componentes, se encuentran al frente de la adaptación a los
cambios ambientales, tanto naturales como sociales.

Dándose cuenta de esto, los arqueólogos interesados en las sociedades complejas,


cada vez utilizan más estas unidades para conseguir respuestas sobre la organización
social y la adaptación (Sweitz 2006:1). Estas investigaciones centran su atención en la
articulación que existe entre unidad habitacional, una comunidad mayor (ciudad, aldea o
pueblo) y los sistemas culturales regionales y pan-regionales.

La Teoría de Sistemas Mundiales de Wallerstein (1974, 1978, 1979, 1980)


examina cómo es que el desarrollo de sociedades que se vuelven núcleos en términos
políticos y económicos influye a otras sociedades periféricas, principalmente por el
control de sus recursos mediante la creación de una estructura en la que diferentes
regiones son interdependientes y en las que existe una división del trabajo.

El concepto Sistemas Mundo fue desarrollado para explicar las relaciones


globales de los últimos 650 años, durante el periodo de expansión europea. Esto hace que
existan algunas consideraciones cuando se trata de aplicar esta teoría a épocas anteriores;
dichas consideraciones serán tratadas en el siguiente capítulo a detalle, no obstante es
necesario aclarar que para aproximarnos a las sociedades pre-capitalistas desde la teoría
de Wallerstein, se utilizan conceptos como “modos de producción” (Terray 1975;
Meillassoux 1981; Godelier 1982) y el concepto de “economía basada en bienes de
prestigio” (Frankenstein y Rowlands 1978; Gledhill 1978).
El concepto de modos de producción lo definió Karl Marx como todos los
materiales, energía, trabajo humano y conocimientos necesarios para la producción de
bienes y las relaciones que su producción generan, es decir, las relaciones reciprocas entre
las personas que producen bienes (Marx 1968).

16
El modo de producción regulado por parentesco puede ser entendido como una
manera en la que el trabajo social se organiza a través de filiaciones, matrimonios,
consanguineidad y afinidad de los individuos que adquieren poder y prestigio a través
de la manipulación de la fuerza productora de su linaje y estableciendo, a través del
matrimonio, alianzas con otros linajes (Wolf 1982:91). En ambos modos de producción
pueden existir distintas sociedades que se dirigen políticamente por caciques, por elites
o estados. Sin embargo, el énfasis de este análisis son las relaciones de intercambio entre
los individuos y grupos, no en las formas políticas de organización.

En cuanto a las relaciones de intercambio, una variedad de diferentes sistemas


económicos ha aparecido a través de la historia, como el capitalismo (Marx 1967; Laclau
1977), el mercantilismo (Marx 1967:331; Wolf 1982:83-8), y los bienes de prestigio
(Frankenstein y Rowlands 1978; Gledhill 1978). El último tipo es el más relevante para
la discusión de las interacciones entre Mesoamérica y las poblaciones de su frontera
norte.
Los sistemas económicos de bienes de prestigio están basados en la asociación
que hay entre poder político y el acceso a bienes foráneos con importante valor social.
Este concepto tiene sus orígenes en los trabajos sobre economías primitivas (Strathern
1971, Sahlins 1972, Schneider 1974), y en el trabajo arqueológico de Frankenstein y
Rowlands (1978) y Gledhill (1978). Dichas economías se asocian comúnmente con los
modos de producción por parentesco, con los que puede generar conexiones con modos
tributarios.
Los líderes de las sociedades conectadas por este sistema poseen un potencial
ilimitado sobre la demanda de excedente de producción, pero las condiciones materiales
(medio ambiente, tecnología y densidad de población) limitan las capacidades de
producción de una sociedad. Si un líder intenta exceder estas limitaciones u obtener más
trabajo del que los subordinados están dispuestos a ceder, ocurre que la economía colapsa
o los productores derrocan al líder. Solo si las fuerzas productivas de la sociedad se
incrementan, o si los líderes obtienen una fuerza coercitiva más grande, estas
contradicciones pueden superarse y el sistema se transforma en un modo de producción
más explotador de sus subordinados.

17
El sistema económico basado en bienes de prestigio es inestable, puesto que estos
cambian constantemente debido a la entrada de nuevos bienes o a la resignificación de
los viejos. Además, la dependencia de estas economías en líderes externos contribuye a
su inestabilidad, ya que individuos o grupos competidores dentro de la sociedad tienden
a romper los monopolios sobre bienes extranjeros, desplazándose unos a otros. El abasto
de bienes de prestigio foráneos depende del intercambio que conecta a los líderes de
sociedades distantes, sobre las que nadie tiene el control directo. Perturbaciones
ambientales, políticas o sociales a muchos kilómetros de distancia pueden interrumpir el
flujo de bienes a los líderes y hacerlos perder su prestigio. Estas interrupciones del flujo
de bienes de prestigio pueden ocasionar descontento con el grupo en poder, llegando
incluso a la disociación del conjunto como es el caso, argumentamos en este trabajo, de
la frontera norte de Mesoamérica.

Comencemos entonces por explicar a que nos referimos cuando decimos “Sistema
Mundo Mesoamericano”.

18
Capítulo I Perspectiva teórica

E
n el presente capítulo abordaremos la Teoría de Sistemas Mundo, y sus conceptos claves.
Además, se presenta de manera general el caso de Mesoamérica visto desde esta
perspectiva teórica.

1.1 Sistemas Mundo, un modelo de interacción

Los Sistemas Mundo son redes de interacción humana que oscilan entre
expansión y contracción, que ocasionalmente unen en un solo sistema a regiones y
sociedades anteriormente separadas y que condicionan en muchos casos la reproducción
y el cambio social (Chase-Dunn y Jorgenson 2001:1).

Para establecer los límites espaciales de un sistema mundo se debe comenzar por
observar sus componentes locales, ya que todas las sociedades, incluso los cazadores
recolectores nómadas, tienen interacciones importantes con las sociedades vecinas
inmediatas, pero eso no significa que constituyan un sistema mundo. Teniendo esto en
cuenta, si se consideran todas las interacciones (incluso las más indirectas) podemos
observar que los sistemas son muy amplios, y que las redes de interacción, aunque
siempre son intersociales, no siempre son “mundiales”, en el sentido de que los
acontecimientos en una región tengan efectos rápidos e importantes en regiones distantes.
Es decir, el impacto que tienen dichos acontecimientos sobre las distintas sociedades que
están conectadas bajo el mismo sistema está limitado por el alcance que tenga el
transporte y la comunicación en un momento determinado (Chase-Dunn y Jorgenson
2001:4).

Esta perspectiva teórica emergió como propuesta para modelar e interpretar los
comienzos y la expansión del sistema europeo que ha unido al globo desde los últimos
500 años (Wallerstein 1974; Arrighi 1994; Shannon 1996; Chase-Dunn 1998;). La idea
de una jerarquía núcleo/periferia basada en el desarrollo económico, estados fuertes
dominando y explotando a estados “menos desarrollados” y periféricos fue el concepto
central de esta teoría. Sin embargo, en las últimas décadas la perspectiva se ha extendido
para analizar a los más tempranos y pequeños sistemas intersociales.

19
En su libro “The World System: Five hundred or Five Thousand years?”, Andre
Gunder Frank y Barry Gills (1993) proponen que el sistema mundial contemporáneo solo
es la continuación de un sistema cuyos orígenes se dieron hace 5000 años con los
primeros estados, particularmente en Mesopotamia. Chase-Dunn y Hall (1997)
modificaron aquellos conceptos básicos para hacer más útil el estudio comparado entre
distintos tipos de sistemas, que pueden ir desde pequeñas redes intergrupales compuestas
por recolectores sedentarios (Chase-Dunn y Mann 1998), hasta grandes sistemas
regionales en los que se ven conectados cacicazgos, estados prístinos, imperios agrarios
y el mundo contemporáneo (Chase-Dunn y Jorgenson 2001:4). Veamos cuales son esos
conceptos.

1.1.1 El concepto de redes anidadas

Los distintos tipos de redes de interacción tienen importancias relativas dependiendo del
tipo de sistema, y siempre hay que tener en cuenta la naturaleza y grado de las
interacciones entre dos sistemas locales por encima de la relación núcleo/periferia, que
de echo debe ser puesta a prueba en vez de asumir que es una característica general.

Chase-Dunn y Hall (1997) introducen los conceptos de redes anidadas explicando


que en muchos de los sistemas intersociales existen interacciones a diferentes escalas
espaciales y en intensidades relativas que influyen en cualquier localidad particular, estas
redes son:

• Las redes de información (RI)

• Las redes de bienes de prestigio (RBP)

• Las redes político/militares (RPM)

• Las redes de bienes de bulto (RBB)

La más extensa de las redes es la de información. La información es ligera, y viaja


grandes distancias. Siguiéndola en extensión, la red de bienes de prestigio está compuesta
por el intercambio de objetos de lujo con un alto valor. La siguiente red de interacción
está compuesta por unidades políticas que están aliadas o en conflicto. Y la más pequeña

20
de las redes son aquellas que tienen que ver con la división del trabajo en la producción
de bienes básicos como comida y materias primas.

1.1.2 Tipos de sistemas

Retomando a Chase-Dunn y Hall (1997), ellos dividen la conceptualización de las


relaciones núcleo periferia en dos aspectos analíticos:
• La diferenciación entre núcleo y periferia

• La jerarquía entre núcleo y periferia.

La diferencia entre núcleo y periferia existe cuando en dos sociedades que tienen
interacciones sistémicas una tiene mayor población y/o mayor complejidad social que la
otra. El segundo aspecto, la jerarquía, existe cuando una sociedad (usualmente del núcleo)
domina o explota a otra (usualmente en la periferia). Estos dos aspectos suelen ocurrir

21
juntos porque una sociedad con mayor población y complejidad usualmente tiene mayor
poder (con sus respectivas excepciones, como los mongoles). Esta separación analítica
(núcleo/periferia) debe ser puesta a prueba en cada una de las redes de interacción
descritas arriba.

Usando este aparato conceptual, se pueden construir cronografías espacio-


temporales (Figura 6) como la que Chase-Dunn (1997) reconstruye respecto a cómo las
estructuras sociales y sus redes de interacción cambiaron las escalas espaciales para,
eventualmente, llegar a la economía y política global que tenemos hoy en día.

1.1.3 Los ciclos en los sistemas mundo: Auge y caída

Estudios comparativos (Chase Dunn y Hall 1997) revelan que todos los sistemas mundo
exhiben procesos de cambio cíclicos, los más importantes son el surgimiento y caída de
unidades políticas grandes, y pulsaciones en la extensión espacial e intensidad de las
redes de comercio. “Auge y caída” corresponden a cambios en la centralización de las
redes político/militares, es una cuestión de tamaño relativo y distribución de poder entre
unidades políticas que se define por el término “ciclo”, que ha sido utilizado para
describir este fenómeno entre sociedades de tipo cacicazgo por David G. Anderson
(1994), en su estudio sobre el auge y caída de los grupos del valle Savannah del Río
Mississippi. En su estudio, el ciclo está compuesto por una primera fase en la que
unidades cacicales extienden control sobre caciques vecinos y forman una administración
jerárquica de dos niveles, centralizando el poder regionalmente para eventualmente
desintegrarse y volver a unidades políticas más pequeñas y menos jerárquicas.

Todos los sistemas mundo en los que intervienen unidades políticas jerarquizadas
experimentan un ciclo en el que algunas de estas unidades crecen en poder y tamaño para
luego declinar (Frank y Gills 1993). También todos los sistemas, incluyendo los más
pequeños e igualitarios, exhiben expansiones y contracciones cíclicas en su extensión
espacial e intensidad en sus redes de intercambio. A esta secuencia de expansión y
contracción se le llama “pulsación”. Incluso los pequeños en escala y muy igualitarios

22
sistemas como el de los recolectores sedentarios del norte de california (Chase-Dunn y
Mann, 1998), aunque no tienen ciclos de auge y caída, si experimentan pulsaciones.

Diferentes tipos de comercio (especialmente los bienes de bulto o los bienes de


prestigio) usualmente tienen diferentes características espaciales. También es posible que
diferentes tipos de comercio muestran diferentes secuencias temporales de expansión y
contracción. No obstante, está a prueba para cada caso que el cambio en el volumen de
intercambio corresponda a cambios en la extensión espacial.

Chase-Dunn y Hall (1997) sostienen que el proceso causal para el ascenso y caída
difiere en cada sistema depende del modo de acumulación predominante. Una diferencia
enorme entre el surgimiento y caída de imperios y el surgimiento y caída de hegemonías
modernas está en el grado de centralización adquirida dentro del núcleo.

Los sistemas tributarios alternan entre estructuras de múltiples núcleos


competidores y un sistema con un solo núcleo (pocos) en toda su extensión. El sistema
moderno experimenta auges y caídas de hegemonías, pero estas nunca destruyen a los
otros estados núcleo para formar un sistema imperial de un solo núcleo, principalmente
porque las hegemonías modernas buscan una forma de acumulación capitalista, y no
tributaria.

Visto de la manera anterior, auge y caída funciona diferente también entre los
sistemas compuestos por cacicazgos porque las instituciones que facilitan la extracción
de recursos de grupos distantes no están tan desarrolladas. Los caciques se valen de
relaciones jerárquicas de parentesco, control de rituales, y control de bienes de prestigio
más que otros sistemas. Estas técnicas de poder son altamente dependientes de una
normativa de integración y consenso ideológicos. En cambio, los estados desarrollan
organizaciones para extraer recursos que los cacicazgos no tienen, por ejemplo: ejércitos
y burocracias. Y los estados e imperios en sistemas tributarios son más dependientes de
su capacidad para movilizar tropas a largas distancias que los estados modernos
hegemónicos, ya que se han desarrollado modos de producción y mecanismos financieros

23
de control, así como técnicas burocráticas para ejercer poder que permiten a las
hegemonías modernas extraer recursos desde lugares distantes sin la necesidad de ejercer
violencia directa.

En resumen, olas de integración caracterizan a los sistemas mundo, entendiéndose


por integración al incremento de sociedades interactuando económica y culturalmente,
estableciendo redes de intercambio cada vez más extensas geográficamente. Estas redes
de interacción son conexiones empíricamente determinables entre distintos grupos de
personas, lo que nos permite analizar el aspecto espacial de subgrupos dentro de las
sociedades (sobre todo a la interacción entre elites) así como a las formas en las que sus
miembros están interconectados.
1.2 El Sistema Mundo Mesoamericano

La idea de fondo en la teoría de sistemas mundo es que la interacción es un agente de


cambio social (Adams 1974), visto como una red que puede motivar cambios masivos y
rápidos, a la vez que motiva movilidad y liderazgo en las sociedades. Veamos cómo se
ha aplicado esta idea en Mesoamérica.

En 1943 el historiador mexicano de origen alemán Paul Kirchhoff dictó una


importante conferencia en la Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología
(SMA), en la que propuso el concepto de “Mesoamérica” como:

“una región cuyos habitantes, tanto los inmigrantes muy antiguos como los
relativamente recientes, se vieron unidos por una historia común que los enfrentó
como un conjunto a otras tribus del Continente, quedando sus movimientos
migratorios confinados por regla general dentro de sus límites geográficos una vez
entrados en la órbita de Mesoamérica. En algunos casos participaron en común en
estas migraciones tribus de diferentes familias o grupos lingüísticos” (Kirchhoff 1960
[1943]:5).

24
También propuso sus límites geográficos, su composición étnica y sus
características culturales. No obstante, su propuesta estaba limitada al siglo XVI
(Kirchhoff 1960 [1943]).

El gran impacto que ha tenido la idea propuesta de Kirchhoff a partir de entonces


y hasta la fecha en la antropología y arqueología mexicanas es ampliamente conocido,
siendo un concepto utilizado incluso por el estado mexicano, sin embargo, como todo
concepto, éste está sujeto al devenir de nuevas investigaciones, a innumerables críticas y
debates en torno a su validez teórica y conceptual, las cuales han dado origen a las más
acaloradas discusiones y han sido el origen de la identificación de toda una serie de
problemáticas de diferente índole ligadas a dicho concepto (Olivé 1958; Litvak 1975;
Matos 1994; López 2000).

A manera de consenso, Mesoamérica es vista como una macrorregión


multicultural, con distintas unidades políticas a distintos niveles de complejidad que
compartieron ciertos rasgos ideológicos, sociales, políticos y tecnológicos y aunque
utilizado de manera clasificatoria estrictamente en un principio, la aproximación a
Mesoamérica desde el concepto de área cultural dejó una serie de preguntas sin
responder, como:

¿Cuáles son los contextos sociales dentro de los cuales se dieron las conexiones
entre unidades políticas en Mesoamérica?

¿Cómo y porqué estas conexiones cambiaron a través del tiempo y el espacio?

¿Estas interconexiones tuvieron por si solas impacto sobre la variabilidad cultural


que se observa en las sociedades que participaron de estas conexiones?

Para responder estas y otras preguntas, surgieron alternativas al término de área


cultural, como por ejemplo el término “esfera de interacción” (Flannery 1968; Flannery
y Shoenwetter 1970) o “imperio”. Ambos han tenido su utilidad, aunque ni separados ni
juntos pueden describir o explicar la complejidad de las relaciones políticas y económicas
que caracterizaron a la Mesoamérica prehispánica. Es de remarcar que Mesoamérica
nunca fue un imperio (es decir, una sola unidad política), en el sentido romano, persa,

25
chino o incluso inca (Wolf 1959:149151; Adams 1979; Millon 1981). Ni siquiera las
tierras de la Cuenca de México y sus territorios adyacentes al tener el mejor caso
documentado de una sola unidad política controlando un territorio extenso, como lo es el
de la triple alianza (Blanton 1976:200, Pasztory 1978), se escapa de ser cuestionado
fuertemente. El “imperio” mexica fue difícilmente un imperio en el sentido del concepto,
y más bien fue un área a penas dominada con el propósito de recaudar tributo, con una
amplia evidencia de procesos continuos de sometimiento, rebelión y re-sometimiento de
distintas regiones.

En este texto preferimos el uso de “esfera de interacción”, concepto que surgió


para explicar la naturaleza de los intercambios entre sociedades igualitarias o de rango
simple de los habitantes de los bosques ubicados al este de Norteamérica (Caldwell
1964), y ha sido de utilidad para interpretar las redes e intercambio de bienes de lujo,
como pareció ser el caso en algunas partes de Mesoamérica, en determinados tiempos
(Flannery 1968; Flannery y Shoenwetter 1970; Friedel 1979). Sin embargo, cuando se
hablan de sociedades más numerosas o sociopolíticamente más complejas, como lo
podrían ser las sociedades del Clásico o Postclásico del centro y sur de Mesoamérica, el
concepto podría ser menos útil, pues se tienen claros los limites políticos de dichas
unidades. Como se ha mencionado, el concepto de esfera de interacción es un tanto
estático, y no explica por si solo las inequidades regionales que se pueden desarrollar
cuando una región explota a otra, es ahí donde el marco más general de los sistemas
mundo (núcleo-periferia/auge-caída) nos permite darles una interpretación dinámica a las
esferas de interacción.

Ahora bien, la perspectiva de Sistemas Mundo, aunque desarrollada


primordialmente para entender mejor el surgimiento del capitalismo europeo, ofrece un
marco más productivo para entender la naturaleza de Mesoamérica como una entidad
social (Pailes y Whitecotton 1979; Whitecotton y Pailes 1979, 1983). Por supuesto que
una propuesta desarrollada para analizar el cambio social y económico del siglo XVI en
Europa no va a ser aplicable a Mesoamérica en todas sus particularidades. Lo que se
sugiere en este trabajo, al igual que en otros (como Blanton y Feinman de 1984), es que
el marco general si es aplicable.

26
Bajo el esquema de sistema mundial, la riqueza y poder relativo se derivan
principalmente a la habilidad con que las unidades políticas manipulan el flujo de
materiales, energía y gente a una escala macrorregional (a nivel de sistema mundo), al
establecer relaciones de subordinación y dependencia. En esta visión, los centros
acumulan excedentes y controlan los flujos de bienes y la mano de obra a niveles
macrorregionales, resaltando las tensiones y la competencia entre centro y periferia,
enfocando la atención en los cambios provocados por dichas tensiones. Esto nos entrega
una ventaja interpretativa adicional del modelo teórico, que es su dinamismo. Las
sociedades que se encuentran en los núcleos viven dentro de una continua tensión por
convertirse en núcleos.

Pero la pregunta obligada para los arqueólogos es ¿puede ser Mesoamérica


categorizada como un sistema mundo, aunque no tuvo las instituciones que normalmente
se asocian con el capitalismo, y el flujo de materias primas fue económicamente menos
significativo que la Europa capitalista?, es decir ¿Qué tan aplicables son estos criterios a
los mundos geográficamente extensos y culturalmente diversos de la antigüedad?

Para dar respuesta, varios criterios del esquema original de Wallerstein


necesitarán ciertos refinamientos para adaptarse mejor a sistemas antiguos.

Dichas modificaciones se pueden resumir en:

1.- Reconocer la importancia de los objetos de prestigio en las redes


macrorregionales (Shneider 1977), ya que Wallerstein descartó los bienes lujosos como
mercancías importantes para el moderno sistema mundial, pero antropólogos e
historiadores reconocen a los bienes de prestigio como importantes para la acumulación
y conservación del poder entre elites, mediante la distribución calculada de símbolos de
estatus (Blanton y Feinman 1984:676).

2.- Cambios en el entendimiento de las relaciones centro/periferia. Con la


excepción de los imperios tributarios, el concepto tradicional de centro y periferia es
menos relevante para el mundo antiguo. La teoría de sistemas mundo que se maneja
actualmente en arqueología (Peregrine 1996; Sherratt 2000), propone que tal vez los
sistemas mundiales evidenciaban una “diferenciación entre centro y periferia”, pero no

27
existe una jerarquía entre centro y periferia, en el sentido de que los centros no
necesariamente dominan política y económicamente a las periferias, como en el moderno
sistema mundial capitalista.

Lo anterior no quiere decir que no existieran unidades políticas que tuvieron en


grados más intensos actividad económica y política en territorios extensos, por esta razón
se sigue hablando en términos de centro y periferia. La diferencia radica en que el término
“Núcleo, o Centro”, no necesariamente atribuye dominio o control. Como se ha
mencionado, las periferias son lugares a los que es necesario prestar más atención e
investigación, ya que pueden ser zonas altamente especializadas, internamente
diferenciadas e innovadoras.

3.- Dejar de pensar las periferias como entidades sin poder, incapaces de
determinar los términos en los que se efectúan los intercambios económicos. Las
periferias suelen tener contacto con varios núcleos, lo que les permite tener cierta
influencia (Edens y Kohl 1993:18), lo que nos permite también estudiar las relaciones
entre distintas periferias, aunque no necesariamente estas relaciones están mediadas por
un centro.

4.- Retomando el punto anterior, reconocer distintos núcleos en un mismo sistema


mundo (Blanton y Feinman 1984:769; Kohl 1987; Carmack 1996). Esto permite que la
teoría de sistemas mundo pueda estudiar las relaciones entre unidades políticas
equipolentes, y no solo entre núcleos y periferias.

5.- La introducción del término “Subsistema” (o esfera de interacción), como una


extensión de la idea de múltiples núcleos y así concebir a los sistemas mundo más
amplios. De esta manera, Abu-Lughod (1989) describió ocho subsistemas
interrelacionados del sistema mundial que abarcó desde Europa hasta China entre los
siglos XIII y XIV.

6.- El modelo de interacción del sistema mundo necesita incluir varios tipos de redes de
nexos entre los elementos del sistema. El intercambio económico tiene gran
preponderancia en el establecimiento, preservación y transformación de las relaciones
dentro del sistema, pero siguiendo a Chase-Dunn y Thomas Hall (1997), la dimensión

28
económica no es la única que aporta conexiones sistémicas claves. Su esquema de redes
anidadas de bienes de bulto, objetos de prestigio, redes político/militares y las redes de
información es práctico porque muestra que distintos tipos de red sirven para unir a las
unidades constituyentes del sistema de diversas maneras. Por ejemplo, las redes donde
transitan bienes de bulto emergen en espacios geográficos reducidos, mientras que los
bienes de prestigio vinculan regiones distantes. Las redes político militares pueden incluir
a más de una red que maneje bienes de prestigio o bienes de bulto. Si se acepta que más
de una red puede estar operando, entonces también se acepta que las unidades
constituyentes del sistema tal vez no tienen límites claramente definidos y que dicha
fluidez puede señalar potenciales futuros en el cambio de las relaciones.

Estas ideas han sido ampliamente debatidas en años recientes en un esfuerzo por
cuajar una teoría de sistema mundo capaz de entender mejor a las sociedades antiguas
(Peregrine y Feinman 1996; Blanton y Peregrine 1997; Feinman 1999; Sherrat 2000;
Ratnagar 2001). No obstante, existen arqueólogos que han criticado la aplicación de la
teoría de a las economías antiguas. Gil Stein (1999, 2002), es un ejemplo de investigador
que encuentra limitada e inapropiada para el análisis de las economías precapitalistas.
Lamentablemente, estas críticas se enfocan más en el modelo original de Wallerstein, sin
tomar en cuenta los estudios arqueológicos recientes que usan esta perspectiva. Las ideas
de los autores citados arriba van más lejos que las ideas de Wallerstein, al grado que las
alternativas que utiliza Stein al sistema mundial, como diásporas de comerciantes, o
colonización, de hecho, son compatibles con la perspectiva que intenta criticar.

Entonces, la respuesta a la pregunta ¿puede ser Mesoamérica un sistema mundo?


Es un rotundo sí, si podemos ser capaces de definir un sistema económico precapitalista,
basado principalmente en el intercambio de bienes de prestigio escasos, fungibles,
duraderos y de amplia reputación de finesa (Adams 1981: 8), aunque con otros tipos de
redes de interacción funcionando al mismo tiempo, con múltiples subsistemas, núcleos y
periferias en distintos momentos de su historia.

29
Para el caso de la última etapa de Mesoamérica prehispánica, el Postclásico,
Berdan y Smith (2004) reconocen ciertas áreas (además de los núcleos) que eran de gran
importancia para la interacción macrorregional (Figura 7), y que dicen, debemos enfatizar
la importancia sistémica de dichas áreas, así como a sus nexos, identificando las
siguientes unidades espaciales:

Figura.7Áreas Funcionales del sistema mundo mesoamericano. Postclásico. Berdan


y Smith 2004 Fig.3.

1.-Centros comerciales macrorregionales, que operaban como núcleos


comerciales que atraen comerciantes y bienes de lugares del sistema remotos y diversos.
2.- Prosperas zonas productivas, que son zonas densamente pobladas con
actividades económicas entretejidas en las redes comerciales a gran escala.
3.- Zonas de extracción de recursos, que son sitios donde se obtenían importantes
materias primas de uso panmesoamericano, como obsidiana y metales.

Estas tres zonas son parte de las periferias, explican, pero se distinguen de las
“Periferias Generales” como “Periferias especializadas”, porque las primeras tienden a
ser poblaciones menos densas, y con actividades productivas y funciones relativamente
sin especialización (Berdan y Smith, 2004:25). Lo anterior enfatiza son los múltiples y
complejos nexos que el sistema mundial tiene, y que no están mediados por un núcleo.

30
En Mesoamérica, los bienes de lujo suelen jugar un papel importante en el rol en
la acumulación y permanencia de poder por parte de una elite, a través de la distribución
controlada de símbolos de estatus. Según Graziano (1975:27):

“Uno da porque en una sociedad altamente estratificada, una manera de controlar


el conflicto es estableciendo una red de obligaciones personales; una da, al mismo
tiempo, para poder imponer obligaciones a clientes y rivales con obligaciones
onerosas sancionadas por el dador. Uno da (…) porque es una manera racional de
acumular poder”.

Existen registros en la Cuenca de México de tales prácticas, denotando en detalle el


rol que los bienes de lujo juegan en el mantenimiento del control político. Líderes y dirigentes
utilizaron los símbolos mesoamericanos ampliamente aceptados de estatus, incluyendo
mantas de algodón, joyas y decoraciones de plumas. Tlacaelel, dignatario Tenochca, emitió
el siguiente mandato:

“Sepan ahora que el rey, quien está presente, desea que los bezotes, guirnaldas de oro,
plumas de distintos colores, orejeras, brazaletes, escudos, armas, insignias y mantas
no serán compradas en el mercado por hombres valientes. De ahora en adelante, el
soberano entregara estos como pago a cambio de logros memorables. Cada uno de
ustedes, cuando vallan a pelear, deben pensar que han viajado a un mercado donde
encontrarán piedras preciosas. Aquel que no quiera ir a la guerra, aunque sea el hijo
del rey, de ahora en adelante será privado de tales cosas. Tendrá que vestir las ropas
de los hombres comunes. Y en este sentido, su cobardía y su corazón débil serán
conocidos por todos. No utilizará mantas de algodón, no utilizará plumas, no recibirá
flores, como los grandes señores. No recibirá tabaco, no beberá chocolate, no comerá
fina comida. Será contemplado como un hombre de bajo rango.” (Durán 1964:142)

La nobleza rebelde de Tlatelolco, después de ser sometida por la capital mexica, fue
castigada privándoseles de acceso a la ropa y ornamentaciones finas (Durán 1964: 160). Este
control del flujo de bienes de lujo por parte de la elite tenochca es un claro ejemplo de la
importancia que tienen los materiales para el funcionamiento de un estado en Mesoamérica.

31
Estos hechos provén de un argumento valioso para el entendimiento de la política
mesoamericana. Controlar el flujo de los materiales fue la mayor motivación para las
guerras y expansiones de la triple alianza liderada por los tenochcas, y otros grupos
mesoamericanos. La conquista se realizaba para asegurar e incrementar el flujo de bienes
de lujo, o de las materias primas necesarias para la elaboración de tales bienes, como lo
muestra la matrícula de tributos, y en general el códice mendocino (Berdan 1975;
Drennan 1984; Molins 1954).

Este trabajo sigue la propuesta de que el comercio a grandes distancias de bienes


de prestigio fue una causa fundamental para el desarrollo de estados nucleares en
Mesoamérica, y que el efecto de estas actividades en el núcleo se sintió lejos de las áreas
militarmente dominadas por estas unidades políticas, además de que es posible producir
cambios inducidos desde las áreas periféricas, como consecuencia de un intenso
intercambio que no puede ser entendido como mera introducción, adopción o difusión de
rasgos, y más bien estas alteraciones en las relaciones entre núcleos y periferias son más
complejas, reflejando sin duda las nuevas conexiones macrorregionales así como las
economías políticas que existieron a lo largo de los cambios de organización que sufrió
el sistema mundo.

Aunque estos procesos de interacción y cambio son encontrados claramente


durante las últimas fases del Postclásico, el periodo de tiempo del que se tienen
abundantes registros escritos sobre las sociedades prehispánicas, existe una abundante
evidencia de que estos patrones tienen una profundidad temporal considerable.
Investigaciones sobre los estados de Teotihuacán y Tula nos muestran cambios dentro de
estas urbes, que afectaron otras regiones mesoamericanas durante el Clásico y Postclásico
temprano respectivamente (Diehl 1976; Millon 1981; Filini 2007). La magnitud de estos
cambios fue grande en áreas que se piensa estuvieron bajo el control administrativo
directo de estos núcleos (Hirth 1978; Hirth y Angulo 1981), aunque también se han
postulados efectos políticos y económicos para regiones fuera de las esferas de control
directo, incluso regiones como el suroeste de los Estados Unidos (Blanton 1978; Pailes y
Whitecotton 1979; Starbuck 1975; Weigand, Harbottle, y Sayre 1977; Weigand 1980;
Willey 1974).

32
Figura 8. Circuitos de intercambio y núcleos comerciales. Berdan y Smith 2004. Fig.4

Chapman (1957:132) propone que la estratificación social y política, las guerras


internas, así como la economía de la producción y consumo estuvieron dependientes de
las relaciones comerciales más allá de las fronteras étnicas. Como apunta Bergman
(1969:96):

“Existe evidencia de que el cacao estaba expandiendo su distribución para las


épocas de la Conquista. Desde sus principales centros de cultivo en el área Maya,
el cacao y su cultivo fueron llevados al sur a través de centro américa tan lejos
como Costa Rica, por colonos de habla nahua, así como al noroeste, tan lejos
como las tierras bajas de Colima, México.”

Muy seguramente la producción expandida del cacao puede explicarse más allá
de un cambio en los hábitos alimenticios de la población indígena. En su lugar, podemos
sugerir que al tiempo que los centros nucleares se volvían más poderosas estimularon la
producción de bienes de lujo. Esta demanda pudo extenderse más allá de los territorios

33
controlados por los núcleos, influenciado la producción de bienes estratégicos en nuevas
áreas y así incorporándolas a la economía mundial Mesoamericana (Berdan 1980: 38,
39). Como un ejemplo más de cómo pudo operar este fenómeno, Saindon (1977)
menciona cómo provincias tributarias de algodón no necesariamente tenían que
producirlo todo ellos mismos, sino que se verían forzados a obtener parte (tal vez todo)
de provincias próximas, no tributarias.

Bajo esta visión, el sistema mundial mesoamericano del postclásico fue una red
definida espacialmente con unidades constituyentes tales como núcleos, periferias
especializadas, y periferias generales, que se encuentran ligadas a través de una gama de
redes sociales. Estas redes dieron al sistema un dinamismo económico, político, social y
cultural (Figura 9).

1.3 El Sistema Mundo Mesoamericano durante la transición del Clásico al


Epiclásico

Nuestro análisis del sistema mundo mesoamericano comienza cuando colapsan los
grandes centros del clásico. Los siglos que transcurren entre esos eventos son testigos de
ciclos de expansión y diversificación en el comercio y comunicaciones a larga distancia
que afectaron gran parte del continente norteamericano.

El primer ciclo económico siguió al colapso de la zona ceremonial central de


Teotihuacán en el siglo VII d.C (Millon 1988), que implicó una extensa reorganización
del comercio y de las comunicaciones a larga distancia a lo largo de toda Mesoamérica.

Es posible que desde mediados de la fase Xolalpan (400/500 d.C.) el sistema que
tenía su epicentro en Teotihuacán hubiese iniciado su contracción, a partir de que varios
sitios y regiones comenzaron a desincorporarse paulatinamente de su sistema. La
tendencia se habría acentuado durante el transcurso del siguiente siglo, y se
complementaría hasta finales de la fase Metepec (600/650 d.C), cuando Teotihuacán deja
de ser la potencia económica y política que durante siglos fuera motivo de cohesión
macrorregional (Solar 2002: 229). Lo anterior no significa que desde su fase Xolalpan
comenzara a decaer, puesto que es en este momento cuando experimenta su clímax
urbano, pero si significa que el sistema construido hasta ese entonces se desestabiliza.

34
Aunque pareciera paradójico que se considere al momento de mayor esplendor de
Teotihuacán como causa de su decadencia, desasociar ambos fenómenos ha sido el
principal motivo para recurrir a cambios violentos y drásticos como explicativos del
“colapso teotihuacano”. Es probable que los procesos que propiciaron el clímax
teotihuacano anunciaban con ellos su posterior desenlace. La fragmentación social que
derivó en el casi completo abandono destrucción del centro ceremonial, y en una evidente
modificación del patrón de asentamiento en la Cuenca de México, pudo ser un desenlace
irreversible desde Xolalpan, pero el desbordamiento de este fenómeno, que tardó siglos
en gestarse, sería perceptible hasta finales de la fase Metepec (Jiménez 2010). “Lo que
aparenta ser estático es en realidad muy dinámico, pero temporalmente
balanceado” (Chase-Dunn y Hall 1997a:70).

El mecanismo de des-incorporación es uno de los principales fenómenos que


reducen los alcances y efectividad de un sistema distributivo y de interacción, lo que a la
larga contribuye al decline de lugares centrales (como en este caso, Teotihuacán), “Auge-
Declive” es otro comportamiento cíclico en sistemas mundiales, esta vez entre sus
componentes:
“Todos los sistemas mundiales en los que hay unidades políticas jerarquizadas
experimentan un ciclo en el que unidades relativamente mayores incrementan su poder y
tamaño y luego declinan” (Chase-Dunn y Hall 1997b:5, 1997a:206, 225, 228, 1999:5,
Wallerstein 1974:350).

De manera simultánea y progresiva, al desencadenarse el proceso de decline de


un lugar central, se gestan condiciones favorables para sociedades cuyo desarrollo se
había visto coartado o impedido por el florecimiento de esos centros (Abu-Lughod
1989:3-39, 352-369; Chase-Dunn y Hall 1997a:33, 75, 206, 226, 1991:21) a pesar de que
inicialmente fueron estimulados por él. Esto principalmente se debe a que: “[…] auge y
decline corresponden a cambios en la centralización del poder político/militar en un
conjunto de unidades sociopolíticas. Es un problema de tamaño relativo y distribución
del poder al interior de una serie de unidades interactuando” (Chase-Dunn y Hall
1997b:5). Esto significa que el decline de lugares centrales conllevan una
reestructuración del panorama sociopolítico, y no implica necesariamente una reducción

35
espacial homogénea de los sistemas globales, al contrario, en el caso mesoamericano
parece que lo extendió.

Para finales del Clásico, algunas sociedades se desincorporaron al núcleo


teotihuacano, y fortalecieron sus lazos con otras sociedades vecinas (Solar 2002:229).
Pero esto no ocurrió de manera homogénea o simultánea, sino que el decaimiento del
principal subsistema (el teotihuacano) pudo haber ido dejando vacíos sucesivamente
ocupados por otros subsistemas. De este modo, lo que se estaría observando no sería la
reducción del sistema (mucho menos su desaparición), sino una transformación sistémica
paulatina, que paso de un carácter céntrico a uno multicéntrico, donde entrarían en juego
un conjunto de unidades políticamente autónomas. Ya para el 750/800 d. C. (Mitad del
Epiclásico) este sistema en su nueva modalidad habría rebasado los alcances espaciales
del anterior sistema, enriqueciéndose con la expansión social y territorial que implicaba
aquel fortalecimiento de lazos entre grupos vecinos, durante su periodo de
desincorporación (Solar 2002:230).

La aparición y distribución de algunos elementos (como ciertos estilos


cerámicos), la consolidación de esferas interregionales como la esfera septentrional (la
frontera norte de Mesoamérica) y el cambio en la postura de algunas sociedades en las
redes de intercambio, como por ejemplo los sitios cercanos a la sierra de las navajas,
podrían ser evidencia temprana del proceso ocurrido durante la primera mitad del
Epiclásico (600-750 d. C.). Este proceso se habría completado en la segunda mitad del
periodo (750-900 d. C.), a partir del engranaje de las esferas de interacción, el incremento
en la participación activa de sociedades antes secundarias y la consecuente distribución
macrorregional de algunos objetos. La red se habría consolidado como lo sugiere la
distribución de placas de jade, cuya aparición en el sector septentrional del Altiplano y
hacia el norte parece haber ocurrido aproximadamente un siglo después de que su uso se
generalizara en el sur de Mesoamérica (el área maya). La aparición de la turquesa parece
representar el fenómeno inverso, es decir, una integración del norte (desde el Suroeste de
los Estados Unidos) en las redes mesoamericanas.

Luego entonces, la efectividad que alcanzó dicho sistema radicó en la


combinación de dos fenómenos principales, la creciente incorporación de distintas

36
unidades políticas al sistema y el carácter integrador de este, que tuvo que ver con una
conexión entre regiones que incrementaron el repertorio de bienes y productos
disponibles y la diversidad de demandantes de dichos bienes. Pero no solo se trató de la
integración de grupos y territorios excluidos en el sistema anterior. El caso de los
asentamientos cerca de los yacimientos de obsidiana de la Sierra de las Navajas, un
espacio que territorialmente estaba incluido en el sistema teotihuacano, pero que no
gozaba de autonomía, al desincorporarse obtiene el control de los yacimientos
experimentando un auge. El sistema del Epiclásico entonces, habría incorporado no solo
nuevos territorios, sino a participantes del anterior, pero con nuevas posibilidades. La
cuenca de México se incluye en este nuevo sistema, pero ahora ya no es el otrora núcleo,
sino más bien compitiendo ahora con unidades políticas pares.

“…el mundo mesoamericano del Epiclásico parece haber llegado a integrarse en


un sistema de intercambio […] en el cual todos los sistemas regionales partícipes
se vieron beneficiados. Esta interacción generó un auge en casi todos los ámbitos
de los sistemas regionales […] ninguna de las regiones ni esferas parece haber
jugado un papel hegemónico, sino que fue un tiempo de unidades equipolentes al
interior de varias esferas de interacción interregional entrelazadas…” (Jiménez
2010:163)

El Epiclásico es una nueva faceta de las redes macrorregionales consolidadas en


periodos anteriores, y a su vez, constituye la base de redes posteriores (Jiménez y Darling
1992:5, 19, 22, Jiménez 1998:300).

Visto a gran escala, todas las regiones mesoamericanas recibieron y exportaron


objetos, pero la mayoría de estos alcanzaron regiones distantes, tal vez a partir de
relaciones indirectas, lo que no necesariamente implica interacción o afectación mutua.
Tampoco para que el desarrollo o comportamiento en una región afecte al

37
comportamiento de otra es indispensable el contacto directo. Hay que buscar entonces los
indicadores de interacción sistémica, por encima del traslado y coincidencia de objetos.

Y aunque aún no comprendemos del todo las implicaciones sistémicas y causales


del sistema mundo mesoamericano, pensar en el área en estos términos, nos provee de
una estrategia para interpretar algunas de las similitudes y diferencias entre las unidades
políticas mesoamericanas. Por principio, comparando el ejemplo de Wallerstein acerca
de las diferentes estrategias para el control de la mano de obra dentro del mundo
capitalista, es interesante notar como mientras los pochtecas mexicas eran
mercaderes/transportistas, sus contrapartes mayas eran esclavos (Chapman 1957:134).

Las diferencias y similitudes dentro de las unidades políticas mesoamericanas no


pueden ser entendidas solamente a través de investigaciones a escala regional, o de
factores ambientales. Por ejemplo, aun cuando el Centro de México, que ha sido el
escenario del surgimiento de estados nucleares durante el periodo Clásico y partes del
Postclásico, fue también periférico y poco desarrollado comparado con otras áreas
durante partes del formativo temprano y medio y principios del postclásico (Sanders et
al. 1979).

El Epiclásico introdujo nuevos patrones de relaciones económicas entre las


regiones; a diferencia del Clásico, cuando buena parte del comercio a distancia giraba en
torno a grandes centros como Teotihuacán, Monte Albán y las principales ciudades-
estado Mayas, en el Epiclásico el comercio estaba más descentralizado, e incremento su
intensidad también en zonas periféricas.

La caída en Teotihuacán es el hito que marca el comienzo de la efervescencia de


los grupos que habitaban al norte de la urbe. Pero estos ya estaban ahí cuando
Teotihuacán se alzó como el centro de un sistema multirregional. ¿Quiénes eran estos
habitantes norteños? ¿Cuáles sus características culturales? ¿desde cuándo habitan estas
zonas? Estas preguntas encontrarán respuesta en el siguiente capítulo.

38
Capítulo II La frontera norte de Mesoamérica durante el
Epiclásico. La expansión de un Sistema Mundo.

C
omo vimos en el capítulo anterior, Mesoamérica es un ejemplo de una región cultural
geográficamente diversa compuesta por múltiples sociedades que estuvieron interconectadas
económica, política y culturalmente. También vimos que podemos estratificar dichas relaciones
económicas, políticas y sociales en cuatro niveles de interacción a través de sus materiales
arqueológicos: bienes de bulto, redes político-militares, bienes de prestigio y las redes de
información; Estas redes se consideran dentro de la investigación antropológica como factores de
la estructuración de un sistema social y son fundamentales para su reproducción, pero en las
sociedades pre-capitalistas son las redes de bienes de prestigio las que tienen mayor impacto
cuando de cambios y adaptaciones al medio ambiente natural y social hablamos, y su función es
la legitimación de las elites locales, como capital político. Explicamos también que estas redes se
contraen y expanden, dando lugar a lo que conocemos como pulsaciones. Ejemplificamos dichas
pulsaciones en Mesoamérica con el caso Teotihuacano, y seguimos la propuesta de otros
investigadores que aluden el desarrollo y auge de las sociedades que se encontraban en la periferia
a la descentralización del sistema producto de la caída de la gran urbe (Jiménez 1998; Solar 2002;
Pérez 2007).

En el presente capítulo exploraremos el entorno socio-cultural de dicha periferia


mesoamericana. La caracterización del mundo mesoamericano como una unidad coherente se ha
basado sobre todo en elementos culturales compartidos (Kirchhoff 1943). Bajo esta perspectiva,
contamos con un marco comparativo explícito de materiales arqueológicos que son muestra de
las redes de intercambio entre sociedades a nivel tanto espacial como temporal.

Mesoamérica, como muchos otros conceptos que nacieron dentro del marco de la Historia
Cultural, son constantemente debatidos puesto que la teoría arqueológica ha cambiado desde que
se acuñaron (Figura 9). Es importante mencionar como surge el concepto, puesto que junto con
él surgieron un conjunto de problemáticas que definirían el curso de las investigaciones
arqueológicas posteriores, como es el caso de la frontera norte de Mesoamérica, que fue
identificada a la par del nacimiento mismo del concepto de Mesoamérica, pues Kirchhoff en su
trabajo menciona que: “…la frontera norte de Mesoamérica, se distinguió de la frontera sur por
un grado mucho mayor de movilidad e inseguridad, alternando en ella épocas de expansión hacia
el norte con otras de retracción hacia el sur” (Kirchhoff 1960 [1943]:6). Además, desde entonces
Kirchhoff hizo énfasis en que hacían falta: “más excavaciones en regiones que en el momento de

39
la conquista quedaban fuera de Mesoamérica, pero que en tiempos anteriores formaban parte de
ella, como ya sabemos, acerca de una amplia zona del norte de México” (Kirchhoff 1960
[1943]:6).

Figura 9. La frontera Norte de Mesoamérica, delimitada en tres trabajos. Gorenstein y


Foster 2000 fig. 1.1

Gran parte de dicha discusión gira entorno a las interacciones que debieron de haber
existido entre las sociedades del centro de México, y otras sociedades ubicadas al Occidente y
Norte de ellas (Frisbie 1983; Mathien y McGuire 1986; Jiménez 1989), en distintos tiempos a lo
largo de su historia1. Al respecto, hay tres posiciones desde las cuales los investigadores han
vertido sus propuestas para entender la naturaleza de dichas interacciones:
Están los investigadores que sostienen que la parte septentrional de Mesoamérica era
simplemente su límite, en donde las incursiones de los comerciantes y otros eventos de orden
político fueron determinantes en el desarrollo de todas estas sociedades al norte del Río Lerma
(Di Peso 1974; Kelley y Kelley 1975; Reyman 1978; Foster 1986).

Existen otros investigadores que prefieren ver el desarrollo de esta región como un evento
autóctono y, aunque reconocen que existen elementos de origen mesoamericano fundamentales

1
Esto no quiere decir que las investigaciones no sigan otros puntos de interés, como por ejemplo la
discusión sobre la caracterización cultural de los grupos de la región (Kelley 1971; Jiménez y Darling
2000), o el origen y desarrollo de culturas locales, para así poder identificar el momento en el que se adoptó
un modo de vida mesoamericano y las dinámicas que debieron de haber existido entre las sociedades de
la Mesoamérica Central, el Bajío, el Occidente y Norte de México y las sociedades del suroeste de lo que
hoy es Estados Unidos de América.

40
como lo es la agricultura y algunos tipos cerámicos, consideran que la interacción con sociedades
del centro del país no puede ser considerada importante (Haury 1976; McGuire 1980; Nelson
1981, 1986).

Por último, y en propuestas más recientes, algunos académicos gustan tomar posiciones
menos radicales, y más propensas a buscar respuestas que den explicación a esta problemática de
interacción, y el impacto que pudo haber provocado en las sociedades norteñas, y también del
suroeste estadounidense (Weigand 1982; Kelley 1986; Le Blanc 1986; Mathien y McGuire 1986;
Riley 1986; Whittecotten y Pailes 1986; Jiménez 1989, Jiménez y Darling 2000).

La historia de Mesoamérica esta intrínsecamente ligada a los sistemas de intercambio


comercial y a las distintas rutas que funcionaron a nivel regional y panmesoamericano. La vida
económica de las sociedades dentro de esta área estuvo basada en la redistribución de bienes de
prestigio. La creación de este mecanismo económico requirió que las sociedades desarrollaran un
nivel de integración caracterizado por la diferenciación social y la especialización artesanal. La
diferenciación social permitió controlar el acceso a los recursos económicos y la especialización,
la producción de bienes para su intercambio (Cabrero 2005). Estos dos elementos aparecieron
desde que se integraron las aldeas durante el preclásico y su complejidad se incrementó conforme
avanzó el tiempo. Los sistemas de intercambio que establecieron los grupos mesoamericanos
trascendió sus fronteras; favorecieron su desarrollo aun cuando estuvieran a gran distancia unos
de otros y proporcionaron la cohesión cultural y la competitividad del control de bienes y
productos

2.1 Los estudios arqueológicos en la frontera

Cuando se habla de la frontera noroccidental de Mesoamérica realmente se está hablando de un


proceso de fluctuación que ha sido detectado en por lo menos cuatro diferentes momentos:

• Al final de preclásico y principios del clásico, con una fecha más o menos entre el 150
a.C al 200 d.C; momento que da cuenta de la primera expansión hacia el norte de sociedades
con un modo de vida y características culturales mesoamericanas;

• Durante el clásico, es decir 200 al 600 d.C que nos muestra el surgimiento de los grandes
centros ceremoniales y posiblemente de sociedades que sobrepasaron la complejidad de
simples aldeas.

41
• El momento que representa la mayor expansión de la cultura mesoamericana hacia el
noroeste, aproximadamente entre el 600-900 d.C;
• Y finalmente la frontera que representa la ocupación retirada hacia el sur, casi junto al
Río Grande de Santiago, en época del contacto español (900-1521 d.C) 2
A el área que se encuentra dentro y subsecuentemente fuera de esta frontera se le conoce
dentro de las investigaciones arqueológicas con distintos nombres, como por ejemplo “Gran
Chichimeca” (Hers 1989), en relación con los pueblos cazadores recolectores con los que se
encontraron los conquistadores españoles en su expansión colonial hacia el norte; Beatriz Braniff
la llamo “Mesoamérica Marginal” (Bell 1974), principalmente porque, según ella, la existencia e
influencia de la cultura mesoamericana en esta región se manifiesta claramente, pero en esta
frontera florecieron tradiciones particulares, diferentes unas de otras y, al decir Mesoamérica
Marginal, la autora considera que el septentrión de Mesoamérica carece de mejores condiciones
tanto sociales como naturales para el desarrollo de una cultura más sostenible. Por último, y con
el termino con el que nos referiremos en este texto a esta región, Pedro Armillas (1991) propone
el nombre de “La Frontera Septentrional”.
Sin importar el nombre que le den, la mayoría de los investigadores concuerdan en que
la presencia mesoamericana en esta región no es producto de una evolución local, sino de
movimientos migratorios, de grupos venidos del sur, con rasgos muy característicos ya formados,
y que siglos antes de la llegada de los españoles abandonaron los principales sitios ceremoniales.
(Hers 1995; Kelly 1974; Jiménez 1998).

2.1.1 Las primeras aldeas sedentarias


Es importante recordar que desde los
inicios de la arqueología regional del
septentrión mesoamericano se ha
propuesto a la cultura Chupícuaro como
la responsable de la dispersión de
asentamientos en el noroeste durante el
periodo Preclásico Tardío y Clásico
Temprano, esto con base en la similitud
de cierto tipo de cerámicas. Así Braniff
Figura 10. Cerámica Chupícuaro. Arqueología Mexicana, vol. xvi
(1974) nos menciona que la cultura
núm. 92, pág. 64

2
(cfr. Kelley et al. 1961; Kelley 1963, 1971, 1974, 1990; Armillas 1964, 1969, 1987; Braniff 1965, 1974, 1989,
1994, 2001; Jiménez 1989, 1995; Jiménez y Darling 2000.),

42
Chupícuaro se desarrolló en el Bajío, cerca de lo que hoy es el sur de Guanajuato y norte de
Michoacán, ubicando una serie de aldeas esparcidas más allá de esta zona nuclear entre
Guanajuato y Michoacán, llegando hasta Hidalgo, Querétaro, todo Guanajuato y posiblemente
también Jalisco y Zacatecas, compartiendo una sola cultura que se logra identificar por
cerámicas afines (Figura 10 y 11) y relacionadas a las del sitio arqueológico de Chupícuaro, y
que posteriormente se desarrollarían independientemente de dicho centro.

Aunque, comenta Braniff (1974), los hallazgos también sugieren un origen dentro del
Preclásico Medio, de relación estrecha con Tlatilco, y Cuicuilco, ambos ubicados en el Centro de
México.

La cultura Chupícuaro es mencionada por primera vez en 1926-1927, cuando los


arqueólogos Juan Palacios, Ramón Mena y Porfirio Aguirre exploraron por primera vez la región,
pero no fue hasta 1945 que iniciaron verdaderas excavaciones dirigidas por Rubin de la Borbolla.
Este trabajo no pudo lograr una cronología cerámica para la cultura, principalmente porque las
metodologías de trabajo no se ejecutaron de manera adecuada, y los sondeos y trincheras no
fueron controlados estratigráficamente lo que imposibilitó definir una secuencia cerámica. Dicha
secuencia se lograría en años después con los trabajos de Mauriel Porter en 1956.

El Valle de Acámbaro, el cual se considera el lugar donde


surgió la cultura Chupícuaro, se encuentra entre los poblados de
Acámbaro y Tarandacuao, al sureste del estado de Guanajuato. El
Río Lerma lo atraviesa, sobre un conjunto de pequeñas colinas, en
una de las cuales se encuentra el actual Chupícuaro, en donde se
encuentran los vestigios de los primeros asentamientos que
atrajeron la atención de los primeros investigadores en los años
veinte del siglo pasado. Entre 1946 y 1949 se construyó la presa
Solís que provocó la inundación de la mayor parte del valle, y
cubrió muchos pueblos, las mejores tierras de cultivo y la mayoría
del patrimonio arqueológico. El rescate de dichos vestigios corrió
por cuenta de Rubín de la Borbolla, sin embargo, sería Muriel
Figura 11. Figurilla tipo H4,
Porter quien publicaría los resultados de las excavaciones, dando Chupícuaro, Guanajuato. MNA.
cuenta de números entierros y más de 1000 piezas completas de
cerámica (Figura 12).

43
Los datos arqueológicos recientes muestran que el valle fue colonizado durante el 700
a.C, teniendo su apogeo entre el 400 y el 100 A.C., el valle esta bordeado por macizos volcánicos
que resguardan yacimientos de obsidiana y cinabrio, a la vez que en el fondo del valle existía una
red fluvial densa, generando terrazas aluviales ricas en depósitos arcillosos y zonas pantanosas
altamente propicias para la agricultura.

Otra tradición cultural que nos sugiere contactos hacia el norte por parte de grupos
mesoamericanos, es la Tradición Tumbas de tiro (Figura 13). Su influencia proviene de las
regiones culturales de Occidente, en los actuales estados de Jalisco, Colima, Nayarit, Michoacán,
sur de Sinaloa, la zona de los cañones en Zacatecas y el oeste de Guanajuato (Solar 2010).

Figura 12. Dibujo de una Tumba de Tiro con dos cámaras. Cuevas y Pickerin 2004. Tomado de Williams 2000 fig. 22

Esta tradición se caracteriza porque lo único que se conserva de sus asentamientos son
sus obras arquitectónicas funerarias, y los ajuares que ahí se depositaron. Estas consisten en
tumbas, con un tiro subterráneo que va de los 3 a los 8 metros de profundidad, en cuyo fondo se
encuentran una serie de cámaras mortuorias, donde se depositaron cuerpos y ofrendas.

Las tumbas con ofrendas más abundantes se encuentran cerca o debajo de arquitectura
pública en centros ceremoniales, evidenciando una dicotomía social que puede traducirse en
estratificación social, por ejemplo, las tumbas más modestas como las de Tabachines (Galván
1991) (Figura 14) en comparación a las tumbas el Arenal o Huitzilapa (Corona 1955; Ramos y
López 1996) (Figura 15). Al parecer talleres de obsidiana y el intercambio de la misma (Weigand

44
et. al. 2004) son los factores decisivos para la
interacción y expansión de dicho modo de vida
(Beeckman 2010).
Los bienes importados presentes en las
ofrendas suelen ser similares en muchos aspectos a
los encontrados en las tumbas tempranas del
Opeño, sugiriendo conexiones externas similares
desde sus primeras etapas, tales como las maquetas,
figurillas y adornos de concha que conectan
ideológicamente a los grupos de elite del formativo
tardío dentro de una misma cosmovisión (Beekman
2010: 63).

En 1970, Betty Bell excavó el sitio arqueológico de


El Cerro Encantado, muy cercano a la población
actual de Teocaltiche, en los Altos de Jalisco. Los
Figura 13. Tumba de Tiro, variante en forma de “Bo ta”. Tumba hallazgos fueron por demás interesantes,
de Tabachines, Zapopan, Jal. (Vela, 2014: 24)
encontrándose entierros, cerámica, objetos de
concha, y las peculiares figurillas de barro cocido
decoradas al negativo, conocidas como
“cornudos”. Estos materiales se encuentran
asociadas a entierros primarios en Tumbas de Tiro
en otras partes de Jalisco, pero que en este sitio no
aparecieron dichas formas de enterramiento. Betty
Bell también pudo conseguir fechamientos por
radiocarbono, que ubicaron al sitio en
funcionamiento por lo menos entre el 100-150 d.C,
siendo contemporáneo de la tradición de Tumbas
de Tiro. Esto hace pensar que ambas tradiciones,
Chupícuaro y Tumbas de Tiro, se excluyen
.
mutuamente, salvo en esta zona de los Altos de
Figura14 Recreación de las ofrendas de una tumba de tiro. Sala de
Occidente MNA. Jalisco (Figura 16).
En dicha región, Investigadores del INAH Jalisco como López Mestas pudieron
identificar un patrón de asentamiento, presentando que los sitios arqueológicos se encuentran en
la parte alta de los cerros. Explican que este patrón se caracteriza por tener un área

45
cívicoceremonial con arquitectura monumental de grandes plataformas, plazas, patios interiores,
sectores de residencia, juegos de pelota y adoratorios que muchas veces están delimitados por
muros que defienden y separan los distintos sectores que componen los sitios, de difícil acceso.
Dicha configuración parece existir en los sitios que se encuentran en el estado de Aguascalientes,
como el Cerro de En medio, Santiago y el Ocote.

Fgura 15. Mapa que ilustra las áreas ocupadas por las culturas con rasgos mesoamericanos durante el periodo
preclásico. Las flechas indican la dirección de la expansión de los rasgos culturales de las tradiciones.

2.1.2 Los desarrollos culturales del clásico en la frontera

Los primeros asentamientos sedentarios en territorios del noroeste pertenecen a un horizonte de


cultura aldeana regional con raíces culturales de carácter mesoamericano (Kelley y Abbott 1966,
1987; Kelley 1971, 1974). Existen propuestas sobre una influencia procedente de regiones al sur,
principalmente de regiones como el occidente de México, el Bajío, o de regiones más alejadas
como el centro de México vía la región del Bajío (Weigand 1978: 213; Kelley 1971, 1974; Kelley
y Abbott 1987).

46
La llegada al norte de poblaciones sedentarias provenientes del sur se manifiesta en la
región de Chalchihuites en la fase Canutillo. Esta fase está compuesta de pequeñas aldeas
localizadas principalmente en el valle del río Colorado en el área de la cultura Chalchihuites, en
donde las investigaciones de Charles Kelley pusieron al descubierto un patrón arquitectónico y
un complejo artefactual asociado con estos primeros aldeanos mesoamericanos (Kelley y Abbott
1966; Kelley 1971)3.

Durante esta fase se inician las actividades mineras de la cultura Chalchihuites y las
actividades de intercambio de turquesa a larga distancia (Kelley y Abbott 1987). Al respecto,
Weigand (1978: 215) menciona que:

“las explotaciones de cantera y tal vez de las minas fueron abiertas. El objetivo principal
de las empresas mineras…parece haber sido la explotación de una serie de piedras azul
verde… Estos colores y hasta las piedras tenían un gran significado ceremonial en las
altas culturas de Mesoamérica. Ellos representan la lluvia, el agua y la fertilidad”.

Sitios contemporáneos y relacionados con esta dinámica cultural Canutillo se encuentran


en la región del Valle de Malpaso, ubicado en la boca norte del río Juchipila, en donde algunos
materiales cerámicos, principalmente de las excavaciones de Armillas en el valle e
investigaciones posteriores, han sido correlacionados con la fase Canutillo de Chalchihuites y
han permitido inferir su contemporaneidad (Trombold 1974, Weigand 1978, Jiménez, 1988,
1989, 1992, 1995, Jiménez y Darling 2000). Igualmente se había reportado la presencia de fuertes
desarrollos culturales mesoamericanos locales en el área de Juchipila y en la región contigua de
Mezquitic-Bolaños (Kelley 1971), regiones que han sido consideradas como plenamente
mesoamericanas y ocupadas desde el Preclásico (Weigand 1978).

No obstante, al sur del valle de malpaso en el Cañón de Juchipila existen materiales


cerámicos que parecen ser también muy tempranos, pero que están más relacionados con la
tradición de tumbas de tiro del occidente de México y con el complejo Morales descrito por
Braniff como afín a Chupícuaro (1972), las otras dos presencias mesoamericanas en la región
durante esta época.

3
Kelley ubica la fase Canutillo de la cultura Chalchihuites entre los años de 200 a 650 d.C. mencionando
una fecha para la construcción del centro ceremonial de Alta Vista en el año de 450 d.C. (Kelley 1985):
“Probablemente alrededor de los años 350 a 400 d. C. los participantes de esta cultura establecieron una
población que más tarde se convertiría en el gran centro ceremonial de Alta Vista, localizado a unos ocho
kilómetros de la población moderna de Chalchihuites, Zacatecas, en el lado poniente del río Colorado (río
Chalchihuites) tributario del río Suchil” (Kelley y Abbott 1987:153).

47
El formativo tardío y principios del clásico en la frontera norte están caracterizados por
ser fases con desarrollos poblacionales expansivos hacia nuevas áreas dando muestra de una
mayor diferenciación social (Beekman 2010:21).

Muestra de esta complejidad son las tradiciones culturales como la del Bajío en la que se
desarrolló un patrón arquitectónico que tiene como elemento central patios hundidos, mientras
que, en los valles de Tequila cerca del volcán, también se desarrolló un complejo cultural con un
patrón arquitectónico distintivo

Los centros ceremoniales de la tradición Teuchitlán incluyen dos nuevas formas


arquitectónicas en la región, con funciones sociales similares. La primera de ellas son las canchas
para juego de pelota, dispositivos arquitectónicos difundidos ampliamente por todo Mesoamérica
y cuya posible función pudiese ser la de un mecanismo para canalizar competencias sociales entre
distintos grupos a formas menos violentas, además de otros usos rituales (Taladoire y Colsenet
1991).

La segunda forma constructiva es la del Guachimonton, que se compone de una


plataforma alrededor de un altar circular escalonado; sobre la plataforma se alzan estructuras,
usualmente ocho, creando un complejo de apariencia distintiva (Weigand, 1985, 1996, 1999)
(Figura 17). Según algunas interpretaciones, estos templos materializan el universo multinivel
de la cosmología Mesoamericana (Kelly 1974; Beekman 2003) (Figura 18). Ya desde 1997,
Pollard proponía que los sitios con guachimontones pertenecían a un solo Estado, idea que
continuó Weigand (1985), concluyendo que para ejecutar este tipo de arreglos arquitectónicos es

Figura 16. Fotografía aérea del sitio arqueológico “Guachimontones”, Teuchitlán Jalisco. Olay
2015 Figura 7.

48
necesaria una organización social a tal nivel que permita dispersar y ejecutar la misma idea en
distintas regiones, no obstante que esta interpretación está basada primordialmente en
información de superficie.

Con datos recientes, a través de las excavaciones llevadas a cabo en el sitio del Llano
Grande y Las Navajas, Beekman (2005) encuentra que las construcciones sobre las plataformas
alrededor de los altares circulares están construidas con una variedad de materiales y distintos
sistemas constructivos que le hacen suponer que se trataba de diferentes grupos construyendo
bajo un mismo modelo arquitectónico de ocho estructuras, lo que él interpreta como grupos de
elite compartiendo autoridad. Los centros ceremoniales pueden tener de uno a diez
guachimontones de distintos tamaños (Weigand 1985, Ohnersorgen y Varien 1996), creando una
aparente relación núcleo (alrededor del Volcán de Tequila) y periferia a lo largo de Occidente en
la distribución de los sitios arqueológicos con presencia de esta arquitectura.

Figura 17. Maqueta de Occidente, representando algún ritual sobre un


“Guachimonton”. The Art Institute of Chicago

49
Dichas excavaciones de Beekman
en el Llano Grande, Navajas
(Figura 19) y Guachimontones dan
más datos sobre este tópico, ya que
las evidencias de ocupación más
antiguas datan desde el 300 a.C,
aunque las primeras construcciones
tipo Guachimontón son del 100 a.C.
también se tienen evidencias de
sitios fortificados a las entradas del
valle de Tequila, quizá como
evidencia de que el valle se volvió
una unidad política entorno al sitio
Figura 18. Dibujo de planta de un “Guachimontón” en el sitio arqueológico
arqueológico en Teuchitlán Navajas, Jalisco, tras las excavaciones realizadas en el sitio por Beekman
2007 Figura 6
(Beekman 1996). También los
estudios de Stuart (2003, 2005) revelaron un sistema de canales utilizado para la intensificación
de la agricultura en el valle, fechándose para comienzos del periodo clásico (200 d.C). Esto,
aunado a las ricas ofrendas con materiales producto del intercambio a larga distancia en sitios
ceremoniales (Teuchitlan, Navajas, Llano
Grande) así como en tumbas de tiro
contemporáneas como las de Huitzilapa y San
Sebastián (Galván 1991; Ramos y López 1996;
Beekman 2005; Beekman y Weigand 2008)
proponen la hipótesis de un incremento en la
centralización del poder.

Versiones de menor tamaño han sido


reportadas al norte de la región nuclear de los
guachimontones, en el actual Cañón de Bolaños,
fechados entre el 200 d.C y el 600 d.C, y en
Tepizuasco en el sur del Cañón de Juchipila,
sugiriendo un dinamismo cultural y político ya
Figura 19. Cerámica Morales. Los estilos de formas y que muy seguramente estas formas
decoraciones continúan con la tradición ini ciada en
Chupícuaro durante buena parte del clásico. MNA, sala
arquitectónicas no fueron impuestas, más bien
Norte y Occidente de México.

50
fueron adoptadas por elites locales buscando su asociación con rituales agrícolas u oportunidades
de consolidar prestigio dentro de sus propias poblaciones (Beekman 2010:65).

En contraste, las sociedades del Bajío continuaron a partir de la tradición Chupícuaro en


cuanto al trabajo en cerámica se refiere (Figura 20), pero la arquitectura pública de estos sitios se
diversifico alrededor de un principio constructivo: “el patio hundido”.

La arquitectura de patio hundido consiste en una plataforma que configura una banqueta
alrededor de un espacio hundido en relación a esta, y sobre la cual desplantan cuartos o
basamentos piramidales (Figura 21). Para acceder a los edificios que rematan las plataformas, es
necesario utilizar una escalinata, la cual distingue a este arreglo arquitectónico de otros lugares,
por ejemplo, Teotihuacán, donde se accede a construcciones similares por callejones abiertos
entre edificios contiguos. Excavaciones realizadas en Cerrito de Rayas, San Bartolo
Aguacaliente, y Plazuelas dan muestra clara de este tipo de arquitectura de patio hundido
(Cárdenas 1999).

Un cambio importante en relación a la etapa anterior es la complejidad social que los


asentamientos arqueológicos presentan, habiendo una segmentación jerárquica evidenciada por
la distribución de sus sitios, con centros de poder controlados por elites (Cárdenas 1999) (Figura
(22).Es importante mencionar que, para investigadores como el Arqueólogo Efraín Cárdenas, el
área cultural del Bajío durante el clásico se encuentra fuera de la esfera de influencia teotihuacana,
siendo casi nulos los nexos materiales que los liguen, y más bien hablan de un conjunto de
comunidades que se expandieron desde la región de Chupícuaro

Figura 20. Distintos tipos de arreglos arquitectónicos del conjunto Patio Hundido
Cárdenas 2008, figura 5.

51
llevando consigo un estilo de construcción
hacia el norte de Guanajuato y sur de
Michoacán. El proceso cronológico de
dicha expansión es desconocido aun, pues
hacen falta fechamientos absolutos. Sin
embargo, sabemos que dicho proceso se
encuentra dentro del clásico, 200-600 d.C.

Figura 21. Conjunto de Doble Templo y Patio Hundido, y De esta manera, el Bajío se unificó
Recinto de los Gobernantes. Peralta, Guanajuato. Cárdenas
en el sentido de compartir una tradición
Arqueología Mexicana, 2008: 24
arquitectónica, con distintas unidades
políticas identificadas a partir de análisis espaciales (Cárdenas 1999), que interactuaron con otras
áreas de manera diferenciada. Por ejemplo, los asentamientos más al oeste presentan pequeños
guachimontones, que parecen ser intrusivos (Beekman 2000; Weigand 2000) (Figura 23). Por el
contrario, la parte este del Bajío tuvo contactos y conexiones con el centro de México,
evidenciando contactos con la urbe Teotihuacana, principalmente por que el tipo arquitectónico
de plaza hundida tiene sus primeras apariciones durante la fase Tzacualli (1-100 d.C) de la gran
ciudad (Beekman 2010, 66), compartiendo también algunos tipos cerámicos encontrados en el
sitio Barrio de la Cruz, en Querétaro, mientras que en el resto del Bajío existen algunos tipos
relacionados con las fases Tlamimilolpa-Xolalpan (200-600 d.C) (Brambila y Velasco 1988;
Castañeda López et al. 1996; Saint-Charles 1996:148, 1998:337–339; Crespo 1998:325–326,
330).

La mayoría de dichas cerámicas aparecen en contextos de enterramiento, a lo que Filini


y Cárdenas (2007) sugieren ser muy poco significativos para hablar de dominio, e incluso
contacto directo con Teotihuacán. Incluso, Filini utiliza información recabada en la Cuenca de
Cuitzeo y la Teoría de Sistemas Mundo para proponer que los artefactos parecidos al naranja
delgado y a la obsidiana de pachucha son bienes escasos de prestigio importados por las elites
locales, y que son más comunes copias locales con simbología cuidadosamente seleccionada,
puesto que claramente la iconografía teotihuacana posee importancia para la validación de las
elites locales autónomas.

52
Artefactos de la fase Loma Alta, y quizás gente de la región occidente, han sido
identificados en múltiples contextos en Teotihuacán (Gómez Chávez 1998, 2002; White et al.
2004; Gómez Chávez y Gazzola 2007), por lo que se puede inferir que la comunicación es
bidireccional. Es innegable la importancia que Teotihuacán tuvo durante este periodo a nivel
macrorregional, sobre todo como núcleo de un sistema que exporta términos ideológicos y cuya
conexión confiere prestigio, pero hay poca evidencia de una incursión directa teotihuacana en
el Occidente y Norte de México.

Figura 22. Mapa que ilustra las áreas culturales en expansión durante el clásico hacia el norte.
2.1.3 El Apogeo durante el Epiclásico

El termino Epiclásico denomina el periodo de tiempo comprendido entre la caída de Teotihuacán


y el surgimiento de Tula como núcleo dentro del sistema mundo mesoamericano (Florescano
2000). Este es un periodo de cambios con implicaciones en distintas partes de Mesoamérica.

Este periodo es la etapa que quizás esta mejor comprendida en la frontera norte, dada la
intensa investigación arqueológica en los grandes centros ceremoniales en esta parte periférica
de Mesoamérica, que entre el 550 y 600 d.C fueron construidos, y que para el 700 u 800 d.C
viven su absoluto apogeo (Hers 1989, 1995; Kelley 1990; Trombold 1990; Nelson 1997; Jiménez

53
1998; Jiménez y Darling 2000; Braniff 2001), expresado en la intensificación y ampliación de
campos agrícolas, la proliferación de productos suntuarios y la actividad constructiva en dichos
centros ceremoniales, con lo que podemos proponer una existencia de elites locales, con una
intensa interacción interregional, manifestada por la dispersión extendida de materiales como el
pseudocloisonne, las figurillas tipo I y algunos elementos arquitectónicos como el patio cerrado
con altar central (Jiménez 2006:381; Lelgemann 2000:24-25).

Figura 23. Fotografía del sitio arqueológico de La Quemada. Foto Manuel Dueñas.

En el valle de Malpaso las últimas investigaciones mostraron que el periodo Epiclásico


es en el que el sitio de La Quemada (Figura 24) se alza como un sistema regional (Jiménez 1989,
1997, 1998; Jiménez y Darling 2000; Lelgemann 2000; Nelson et.al. 1993, 1997; Trombold
1990), en el llamado complejo La Quemada que se data aproximadamente entre 600/650 y 850
d.C., en el que alcanza su máxima extensión y nuevos tipos cerámicos entran en uso. Entre los
tipos diagnósticos de este periodo para
La Quemada se encuentran el Coyotes
Inciso-Esgrafiado, Ramos Rojo sobre
Café y Tepozán Negativo, este último
se muestra como una cerámica
sumamente elaborada y representativa
de la tradición cerámica local, aunque
es conocido que en este periodo
diversas cerámicas al negativo parecen
proceder de regiones al sur como el
Cañón de Juchipila y Altos de Jalisco
Figura 24. Cerámica pintada y esgrafiada del sitio arqueológico (Jiménez y Darling 2000; Jiménez
Alta Vista. Excavada durante las exploraciones de
Manuel Gamio. Dibujos de L. Orellana T. (Marquina 1951:250). 2006:383-384) (Figura 25).

54
En Alta Vista, asentamiento ubicado muy cerca del Trópico de Cáncer, es notoria la
implementación de cálculos astronómicos en la orientación de los principales edificios (Aveni et
al.1982), además de la traza del centro ceremonial de que éste responde a la replicación de un
paisaje ritual y un sistema cosmológico comparables a sus vecinos del centro de México y del
área maya (Medina 2000).
Además son notables los cambios en la cerámica de la fase Alta Vista (600-850 d.C.) en
la que las cerámicas del tipo Michilia Negro Inciso Esgrafiado y relleno de pigmento rojo incluye
ya diseños geométricos antropomorfos y zoomorfos así como elementos pseudoglíficos en una
especie de reborde alrededor del exterior de la vasija y justo debajo del borde, así como el tipo
cerámico Suchil Rojo sobre Café en donde, de la misma manera, están plasmados los diseños
antropomorfos y zoomorfos (Jiménez 2006:381; Kelley y Abbott 1987).
Acompañando a estos materiales se encuentra un patrón arquitectónico muy
característico, que el arqueólogo Achimm Lelgemann menciona como:

“La arquitectura ceremonial o no habitacional no sólo de La Quemada sino


también de otros sitios mayores de la periferia noroccidental mesoamericana se
caracteriza por un conjunto altamente canonizado en su composición que se ha bautizado
conjunto-patio (patio compound) […] se trata de un grupo de edificios erigidos encima
de plataformas elevadas que rodean un patio hundido. Este patio cuenta invariablemente
con un altar en su centro y en la mayoría de los casos una pirámide de reducidas
dimensiones en uno de los lados. Generalmente forma parte del conjunto una sala de
extensión considerable, mientras que las de más construcciones que conforman el
conjunto se componen de varios cuartos” (Lelgemann 1997:101-105).

También en el sitio de La Quemada se ha estudiado un complejo sistema de planeación


arquitectónica en el que están presentes orientaciones astronómicas, mediciones exactas de las
distancias entre los puntos principales, y el cálculo de sus áreas de manera que los valores
numéricos corresponden a los periodos calendáricos mesoamericanos (Lelgemann 1997:99)
(Figura 26).

55
Figura 25. Ilustración 26 Fotografía que ilustra el conjunto patio (Patio Compound) en el sitio arqueológico de La
Quemada. Foto Manuel Dueñas

Otra área que vivió su apogeo fue en cuanto


al crecimiento de sus poblaciones sedentarias fue la
región del Tunal Grande, en el actual estado de San
Luis Potosí.

Los sitios arqueológicos son descritos como


asentamientos de pequeñas aldeas ubicadas
regularmente al pie de los cerros y cercanas a las
fuentes de abastecimiento de agua (Braniff 1992;
Crespo 1976:38), cuya arquitectura consiste en
habitaciones de planta rectangular con cimientos de
piedra y muros de adobe (Braniff 1992), los techos
eran probablemente construidos con materiales
Figura 26. Esquema de un montículo saqueado en perecederos.
Villa de Reyes, SLP. Crespo 1976 , Figura 30

56
El asentamiento prehispánico mejor conocido de esta región es el sitio que se encuentra
en Villa de Reyes, también conocido como “Electra” (Braniff 1961, 1992).

En este sitio Braniff llevó a cabo una investigación arqueológica formal durante los años
de 1966 y 1967, y como resultado propone tres fases de ocupación en el asentamiento (Braniff
1992).

Es importante notar que inicialmente se propuso una continuidad entre las tres fases
ocupacionales propuestas. Posteriormente Braniff identificó un largo periodo de abandono
entre la primera y la segunda fase (Braniff 2001), por lo que el tiempo de la primera fase de
ocupación se reduce considerablemente. Con respecto a las tres fases anteriores, Braniff nos
menciona (nótense los ajustes en la cronología para las primeras dos fases):

“Lo interesante de estas tres fases es que no muestran una evolución que llevara de una
hacia la otra, sino totalmente diferentes, de lo cual se infiere que fueron colonizaciones
de poblaciones distintas y que la separación cronológica entre las primeras dos fases
implica un abandono del sitio por muchos años. La primera fase, que ubicamos
cronológicamente hacia 70-200 d.C., se distingue por cuartos de muros de tierra y una
cerámica bien hecha, cuya vajilla decorada con líneas rojas recuerda lejanamente la
tradición de diseños simétricos originada en Chupícuaro y que persistió en Guanajuato.
La fase principal, llamada San Luis y ubicada cronológicamente entre 650 y 900 d.C.,
está representada por un gran pueblo planificado, donde hay plataformas y casas bien
construidas de tierra y un ‹‹centro ceremonial››-pirámide (Figura 26 y 27), que
curiosamente no está en el centro del pueblo. La cerámica característica es policroma con
diseños lineales en negro sobre el fondo rojo naranja y el color natural de ollas y platos.
Esta cerámica está muy bien elaborada, y aparece en grandes cantidades desde su inicio,
lo que nos sugiere que viene de otra parte. La cerámica intrusiva proviene de la región
vecina de Río Verde, donde destacan las pipas de cazoleta. Esta fase San Luis
corresponde cronológicamente a los tiempos de auge de toda la región septentrional
mesoamericana…Inmediatamente después, hacia 900 d.C., hace su aparición la gente que
lleva la cerámica de Tula, caracterizada por las figurillas Mazapa, el Naranja a Brochazos,
el Blanco Levantado, las vasijas con soportes zoomorfos y el Plomizo. Si bien esta nueva
población se dispersa en la aldea, no parece haber construido nada nuevo. La cantidad de
materiales es muy escasa, de lo cual se infiere que su presencia aquí no era importante.

57
En el Valle de San Luis, luego de la desaparición de los toltecas no encontramos nada
indígena sino hasta tiempos de la Colonia” (Braniff 2001:111-112).

La fase San Juan, con una cronología propuesta en 100 y 600 d.C., fase que corresponde
con el periodo Clásico Temprano, caracterizada por el uso de cerámicas de color rojo, bayo,
rojo sobre bayo y blanco sobre rojo (Braniff 1992), correspondiente a la llegada de los colonos
sureños.

La fase San Luis, del 600 al 900 d.C., misma que corresponde al periodo Epiclásico o
Clásico Tardío (Braniff 1992), caracterizada por la cerámica policroma típica del Valle de San
Luis, por figurillas y pipas, y por cerámicas muy semejantes a las de la Huasteca, como los
tipos San Diego naranja fino y Zaquil Negro (Braniff 1992, Crespo 1976:31).

Figura 27 Plano del sitio arqueológico Villa de Reyes, o Electra. Crespo 1976 Figura 31

58
Braniff (1992:118) comenta: “es
interesante ver que el tipo Valle de San
Luis representa el 82% del total de tiestos
que provienen de excavación y este
porcentaje puede utilizarse para inferir que
la ocupación más intensa del sitio (Villa de
Reyes) corresponde a la Fase San Luis, esto
es, el Clásico Final.” (Figura 28).

Braniff reporta en distintos sitios la


presencia de tipos cerámicos
pertenecientes a la Huasteca, como el
Zaquil Negro Esgrafiado, lo que le permite
proponer una interacción entre ambas
zonas durante esta fase San Luis.

Y por último la fase Reyes,


correspondiente al Postclásico Temprano,
en la que identifica algunos elementos
culturales toltecas caracterizada por el uso Figura 28. Dibujos de la cerámica Policroma Valle San Luis.
Braniff 1992, figura 15.
de cerámicas como los tipos Reyes gris,
Mazapan, Naranja sobre Blanco, Blanco Levantado, Café, Tohil Plumbate, Naranja Fino,
braseros, figurillas y pipas (Braniff 1992).

Para Braniff el apogeo cultural en el sitio de Villa de Reyes ocurre en la fase San Luis
(650-900 d.C), que corresponde al periodo de mayor ocupación y complejidad del sitio, así como
en cantidad de materiales arqueológicos recuperados, siendo visible también una mayor variedad
en los tipos de la arquitectura presente (Braniff 1992, 2001).

“El Tunal Grande se diferencia fácilmente de las subáreas arqueológicas vecinas: al este, los
grupos de la cuenca del Río Verde y del norte de Querétaro son poblados mucho mayores con
construcciones de piedra como pirámides y conos truncados, juegos de pelota, plazas,
etcétera…Hacia el sur, en Guanajuato, los sitios arqueológicos son también distintos y ellos
se caracterizan por otras cerámicas; por la presencia de la pirámide que limita por un lado a
plazas rectangulares usualmente cerradas y hechas de piedra. Hacia los Altos de Jalisco,
Zacatecas y Durango parece continuarse este complejo pirámide-plaza y, por consiguiente,

59
nuestro Tunal Grande es una unidad muy simple comparada con las contiguas” (Braniff
1992:17) (Figura 29).

Durante la fase San Luis, Crespo describe elementos como muros de piedra y terrazas y nos
menciona que el asentamiento de Electra estaban distribuido en cinco unidades habitacionales, dos
de ellas construidas con piedra y adobe y levantadas sobre un sistema de terrazas encima de algunas
construcciones de época anterior, una tercera unidad muestra cimentos de cuartos, sin embargo no
hay restos de terrazas, sino que las construcciones se levantan desde el suelo, y las otras dos unidades
restantes se ubican en una loma (Crespo 1976:74).

En esta fase Crespo menciona la existencia de especialistas religiosos, esto por la


presencia de edificios destinados a actividades religiosas (Crespo 1976:96), De esta manera Villa
de Reyes es un desarrollo regional que participó de una activa dinámica de intercambio con
asentamientos en zonas periféricas (Crespo 1976:100).

.
Figura29 Mapa que ilustra la distribución del tipo cerámico Policromo Valle San Luis
En sitios como El Cerrito, en Zacatecas y Cerro de Silva, en San Luis Potosí, Braniff hace
mención de la presencia de elementos que demuestran la existencia de grupos no
mesoamericanos, tales como entierros y gran cantidad de artefactos de piedra como raspadores
y puntas de proyectil, asociados a los grupos nómadas. Esto la lleva a inferir que entre unos y

60
otros existían buenas relaciones, ya que menciona que dichos sitios son abiertos y no muestran
características defensivas (Braniff 2001:111).

La explicación a los cambios a través de Mesoamérica durante este periodo tiene que ser
multifactorial. Por un lado, una interpretación extendida tiene que ver con una posible
reorganización política, a veces conceptualizada como una reestructuración del sistema mundo
mesoamericano (Jiménez 2006, 2007).

El sistema político centrado en los valles de Tequila colapsó, y el uso de los


guachimontones y las tumbas de tiro cesó en el occidente (Weigand 1990; Beekman y
Christensen 2003), a la par que múltiples centros políticos nuevos de distintos tamaños
emergieron.

Como ya mencionamos, el centro ceremonial de Alta Vista y la Quemada viven su


esplendor, pero también nuevos centros ceremoniales aparecen, tales como El Grillo (Galván y
Beekman 2001), Ixtepete (Galván 1975), Santa Cruza de Barcenas (Weigand 1990) y la
Higuerita (López y Montejano 2003) en los valles centrales de Jalisco.

También nuevos poblados son fundados en este periodo, como Tingambato (Piña Chán y Oi
1982), Urichu (Pollard y Cahue 1999), Guadalupe (Arnauld y Faugére Kalfon 1998; Pereira
1999), Zaragoza (Fernández Villanueva 2004), y Jiquilpan (Noguera 1944) en lo que hoy es el
actual estado de Michoacán, que emergieron como nuevos centros de población en lo que se ha
descrito como “Fase Lupe” (Pollard 2008:221–223).

Este fenómeno se conecta con la intensificación en la producción de bienes de prestigio,


ya que la multitud de relativamente (en comparación a la etapa anterior) pequeñas (y
probablemente inestables) unidades políticas compiten por la legitimación en un ambiente
altamente volátil, incrementando la demanda de materias exóticas y de la iconografía y
símbolos de autoridad (Pollard y Cahue 1999; Beekman y Christensen 2003:145–149).

Se ha propuesto que la metalurgia, sobre todo el trabajo en cobre, hizo sus primeras
apariciones en Mesoamérica a través de una interacción con orfebres del noroeste de
Sudamérica. Esta tecnología sería usada para producir cascabeles, anillos, agujas y pinzas a
través de técnicas como la cera perdida y martillado (Hosler 1994:44-85). Sin embargo, las
investigaciones que proponen sitios del Epiclásico donde hubiese sido posible la práctica de
dicha tecnología no son claros o no están bien publicados. No así los trabajos sobre la turquesa.

61
Los talleres de procesamiento en Alta Vista estuvieron extremadamente activos, además
de la importación de este recurso desde el Suroeste de lo que hoy son los Estados Unidos
(Harbottle y Weigand 1992; Weigand y García de Weigand 2001).

Las minas extensivas cercanas al sitio de Alta Vista estaban dedicadas a la extracción de
rocas verdes, así como de diversos minerales utilizados probablemente como pigmentos,
principalmente para decoraciones como el Pseudo-Cloisonné (Holien 1977), cuyo uso se
extendió a lo largo de los actuales territorios de Jalisco, Zacatecas y Guanajuato (Figura 30).

Es fera Septentrional de
Mesoamerica

Figura 30. Mapa con la distribución del complejo Cerámico copa/olla Pseudocloisonné

Las minas de obsidiana de Ucareo y Zináparo al norte de Michoacana incrementaron su


explotación, y los productos derivados de ella fueron transportados a lo largo de Mesoamérica
(Darras 1999, Healan 2004), conectando así con sitios del centro de México como Xochicalco.

Las minas de cinabrio de la sierra gorda de Querétaro, como lo parece indicar el sitio de
San José Ixtapa que data para este periodo (Barba y Herrera 1986).

La producción de sal en la parte sur de Jalisco indica que también se incrementó la


demanda de materiales que no necesariamente son de prestigio votivo, sino también de bienes
que son utilitarios (Figura 31), pero igualmente lujosos (Liot 2000).

62
Figura 31. Mapa con la sobre posición de las esferas de interacción de los materiales diagnósticos en la frontera norte
mesoamericana.

En la presente tesis nos afiliamos a la propuesta de cambio motivada por un incremento


en la interacción económica y una reorganización política, sin dejar de lado las propuestas que
estudios paleo-climáticos plantean (Metcalfe et al. 2007; Metcalfe y Davies 2007; Metcalfe
2006; Fisher et al. 2003).

2.2 La Cuenca del Río Verde Grande

El apogeo durante el Epiclásico de la región noroccidental de México tuvo como eje de


comunicación la región hidrográfica del Lerma-Santiago. Dentro de esta, la Cuenca del Río Verde
Grande (RH121) se ubica desde lo que hoy es el sur de Zacatecas, la mayor parte del estado de
Aguascalientes, una pequeña porción del noroeste de Guanajuato y la mayor parte de los altos de
Jalisco, que conforman la porción meridional de la cuenca. Los desarrollos culturales que ahí
sucedieron durante el Epiclásico no tuvieron barreras naturales que limitaran los contactos entre
ellos, tal vez por eso evidenciando similitudes muy profundas (López et al. 1994: 280).

La porción mejor estudiada de esta cuenca es la de los Altos de Jalisco, en la que se han
llevado a cabo investigaciones arqueológicas formales más abundantes que en las partes

63
correspondientes a Aguascalientes, o el sureste de Zacatecas, por lo que contamos con mejor
conocimiento acerca de las características de los asentamientos, así como de sus materiales
arqueológicos y los principales tipos cerámicos.

El primer sitio que mencionaremos es el de Cerro Encantado, cerca de la actual


comunidad de Teocaltiche. En dicho sitio, la arqueóloga Betty Bell realizó excavaciones en el
año de 1970, revelando desde sus 43 pozos de sondeo tipos cerámicos que se volverían
diagnósticos de las relaciones de esta porción con Mesoamérica, como lo son las figurillas
“Cornudos”, que encontró ofrendadas en un entierro primario, que junto con fechamientos por
radio carbono revelan una ocupación temprana, relacionada a las tumbas de tiro, a la par de que
encuentra cerámica relacionada con la cultura Chupícuaro (Bell 1974). Una de las conclusiones
a las que llega la investigadora al notar el traslape en esta zona de las dos culturas es que muy
probablemente se trata de una población anterior que recibió influencia desde los dos epicentros
culturales de la época, tanto Chupícuaro como la tradición Tumbas de tiro. A partir de estas
poblaciones, proponemos una expansión hacia el norte de poblaciones con características
similares, pudiendo ser parentela, aunque la interacción podría ser más compleja, como veremos
más adelante (Figura 32).

Figura 32. mapa que muestra la expansión de la esfera de los Altos-Juchipila hacia la parte norte de la cuenca
del Río Verde Grande durante el Epiclásico.

64
Apoyando esta idea de la población autóctona recibiendo influencias, Glyn Williams en
1974 realizó recorridos de superficie en la parte norte de los altos de Jalisco, en los límites con el
estado de Zacatecas, identificando trece asentamientos prehispánicos de diversos tamaños y
complejidades en los cuales recolectó y clasificó figurillas dando lugar a una interpretación con
la cual propone existen similitudes estilísticas entre estas y las Chupícuaro. Sin embargo,
concluye que la influencia de dicha cultura se modificó por una tradición local, que se combinó
con otra procedente de las cuencas más norteñas, como la del Río Magdalena en Nayarit, dando
lugar a una tradición propia durante el formativo tardío (Williams 1974).

Figura 33. Plano y poligonal de protección del sitio arqueológico de Teocaltitán,


Jalisco. Nótese el patio hundido con montículo y el juego de pelota en la zona central
del sitio. Montejano 2015 Figura 4

La investigación llevada a cabo en 1976 por Piña Chan y Taylor en el sitio arqueológico
de El Cuarenta, en el municipio de Lagos de Moreno concluyó que sus exploraciones indicaron
una relación de este asentamiento con sitios como el de La Quemada, Chalchihuites y El Teúl, y
proponen que esta expansión cultural parte de Zacatecas y alcanza el sitio de El Cuarenta en
Jalisco y se proyecta hacia el Tunal Grande en San Luis Potosí en sitios como Electra o Villa de
Reyes (Piña Chan y Taylor 1976).

65
En la década de los ochenta, los investigadores Caloryn Baus y Sergio Sánchez se
propusieron identificar los asentamientos caxcanes, cocas y tecuexes de las crónicas españolas
del siglo XVI en el estado de Jalisco, por lo que realizaron recorridos de prospección y mapeo en
la zona. En 1986 publicaron “Arqueología en la región Tecuexe”, en el que informan de
materiales recuperados en Cerro Támara, Teocaltitán y Tlacuitapan, ubicados cerca de las
actuales poblaciones de Jalostotitlan, Teocaltitán y Lagos de Moreno al noreste de los Altos (Baus
et al.1986:5). Dentro de dichos materiales, ellos reportan elementos dentro de los tipos cerámicos
como “borde evertido”, “base anular” y ciertos tipos de figurillas que según la clasificación de
Williams (1974) son los tipos I y IV que se volverán diagnóstico de toda la Cuenca durante el
Epiclásico4.

Para el sur de la cuenca, en 1988, Blás Roman Castellón y Jorge Ramos realizaron
recorridos de prospección por parte de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH)
en la región de Atotonilco-Totolán. Resultados de estos trabajos fueron la localización de 29
asentamientos.

Para el comienzo de la década de los 90´s el INAH Jalisco generó el Proyecto


Arqueológico Altos de Jalisco, que llevó a cabo prospecciones de asentamientos prehispánicos.
Dicho proyecto aportó datos importantes con respecto al patrón de asentamiento regional, tipos
de asentamientos, arquitectura y sus materiales arqueológicos asociados (López et al. 1994).

Ellos Identifican tres tipos de patrón de asentamiento (López et al. 1994), en el primero
de ellos los sitios están ubicados en la parte alta de los cerros, mismos que pueden formar parte

4
En el mismo trabajo los autores también hacen referencia al patrón de asentamiento regional y a las
características generales de la arquitectura presente, al respecto mencionan:
“Respecto al patrón de asentamiento, dichos sitios se sitúan en cimas de cerros que presentan en
su mayor parte abruptas laderas y están cercanos a los cauces de agua. Su situación topográfica
privilegiada, además de presentar resguardos naturales como son afloramientos rocosos, muestra
modificaciones hechas por el hombre. Hay altos taludes en terrazas y plataformas, así como
posibles muros […] El pleno dominio visual de las regiones circundantes da a estos sitios un
carácter defensivo y estratégico que parece indicar una gran inestabilidad en la época en que fueron
construidos. En el aspecto arquitectónico podemos decir que el patrón básico de elementos no
difiere de muchos sitios localizados en el Bajío, ya que la idea es la misma. Sólo varían en cuanto
a su distribución en función de la topografía del terreno al igual que aquéllos. El patrón al que nos
referimos es que dichos sitios presentan un conjunto arquitectónico relevante de estructuras cuya
función parece que fue cívico-religiosa. Es la asociación de patios cerrados o “hundidos”, o plazas
delimitadas por plataformas planas, con un montículo de mayor altura de planta cuadrada, situado
en el lado oriental de aquel elemento. Los otros elementos periféricos son también plataformas
cuadradas o rectangulares, patios, plazas, y en dos casos un par de estructuras alargadas paralelas
que sugieren canchas de juego de pelota. Hay también un sistema de terrazas con muros de
contención de rocas bien adaptado a la topografía” (Baus y Sánchez 1986:2-4).

66
Figura 34. Fotografía del montículo que cierra uno de los patios en el sitio arqueológico de Teocaltitlán. Montejano 2015
figura 5

de algún sistema montañoso o ser cerros aislados como en el caso del Peñol del Chiquihuitillo
(Weigand y García de Weigand 1999), este patrón de asentamiento es común en la parte sur de
los Altos, en los sitios localizados por Blas Román Castellón (et al. 1988 apud López Mestas et
al. 1994), así como en algunos sitios de la zona norte del río Verde Grande, como el de Cerro de
los Antiguos, El Tuiche y el Cerro de Chihuahua, cercanos a Nochistlán, Zacatecas.
En cuanto a las características de estos sitios mencionan la presencia de un área cívico
ceremonial representada regularmente por arquitectura monumental como grandes plataformas
asociadas a otros espacios y estructuras como plazas, patios interiores, sectores de residencia y
habitación, juegos de pelota y adoratorios, así mismo mencionan que en algunos casos las grandes
plataformas se encuentran delimitadas por muros que definen y diferencian los distintos sectores
de los asentamientos, las áreas habitacionales están relacionadas con la terrazas, mismas que
generalmente están ubicadas en las laderas de los cerros y relacionadas con actividades agrícolas,
sirviendo las áreas aledañas como áreas de sustentación del asentamiento para el abastecimiento
de agua, caza y recolección de alimentos, así como para la extracción de materias primas (López
Mestas et al. 1994).

De manera preliminar, los autores proponen varias fases de ocupación, de las que la que
va del (300-900 d.C.) está representada por las cerámicas del grupo Naranja/Guinda que se
caracteriza por ser muy abundante, representando a las cerámicas de tradición local, en este tipo
de cerámicas son las ollas con borde revertido, las ollas pequeñas con representaciones
antropomorfas en los bordes y los cajetes de base anular las cerámicas que, en opinión de los
autores, definen una clara asociación con la fase Ixtépete-El Grillo del valle de Atemajac, de 350
a 700 d.C. Otros tipos de este periodo son el Rojo/Bayo y Rojo/Naranja, de los que mencionan

67
que su presencia es más útil en cuanto a la información que proporcionan con respecto al aspecto
espacial ya que temporalmente son cerámicas que en el occidente de México tienen un amplio
rango desde el Preclásico hasta el Epiclásico. Así mismo mencionan el tipo Negativo Tardío, que
consideran como indicador más directo con Zacatecas en donde tiene una asociación temporal de
600 a 900 d.C. y se caracteriza por cajetes de base anular, ollas globulares, platos y escudillas.
Entre los elementos de esta fase mencionan nuevas formas como la base anular, los soportes
sólidos, punzonados, bordes distintivos, el uso de la técnica decorativa del pseudo-cloisonné y
una distribución diversificada de estilos cerámicos, que en opinión de los autores marcan una
nueva forma de interrelación entre los grupos humanos del norcentro de Mesoamérica.

Con base en la información anterior los autores concluyen preliminarmente que la región
central de Los Altos muestra una ocupación humana desde el Formativo Tardío (200 a.C.–300
d.C.), misma que está representada principalmente por las cerámicas pulidas relacionadas con la
tradición de tumbas de tiro del valle de Atemajac, notando una clara ausencia, como ya se dijo,
en materiales de superficie de los negativos tempranos que caracterizan este momento en la zona
norte del río Verde Grande. Como también ya se mencionó, el periodo Clásico (300-900 d.C.)
está representado por las cerámicas de tradición local (Grupo Naranja/Guinda variantes
policromos y Negativo Tardío), mientras que el periodo Postclásico no está representado aun en
sus investigaciones a pesar de las referencias históricas que mencionan la presencia de grupos
como los tecuexes y cocas al momento del contacto con los españoles (López Mestas et al.
1994:287-288).
Ya en 1992, Roy Brown, en un trabajo sobre arqueología y paleoecología del norcentro
de México, incluye a los sitios identificados por Williams (1974), así como al sitio de Cerro
Encantado excavado por Bell (1974) y los incorpora dentro de lo que él llama la sub-área cultural
río Verde, misma que a su vez propone queda insertada en el área cultural del Bajío (Brown
1992:30), aunado a que en 1944 la doctora Isabel Kelly mencionaba, acerca del área del Cañón
de Juchipila, que ésta debe ser estudiada en conjunción con el área de los Altos de Jalisco.

Para lo que corresponde a la porción del Río Verde que se encuentra en lo que hoy es el
estado de Aguascalientes, podemos mencionar que las primeras aportaciones de arqueología
comenzaron 1928 en el “Cuadro sinóptico de las ruinas de la república mexicana hasta la fecha
conocidas” donde se reportó un sitio llamado Monte Huma, en el Municipio de Calvillo
compuesto por una estructura arquitectónica, una gruta y una fortificación, que fue publicado por
Moisés Herrera.

68
En 1939 se presentó un mapa arqueológico de Aguascalientes para el proyecto “Atlas
Arqueológico de la República Mexicana” en donde se ubican tres sitios: Jalpa, Mecatabasco y
Monte Huma. Posteriormente Eloy Castellanos (1994) menciona que, de estos tres sitios, solo
Monte Huma se encuentra dentro del estado de Aguascalientes, aunque hasta la fecha no se ha
podido localizar; en cuanto a los otros dos sitios se ubican en Zacatecas.

Cabe mencionar a “Topete”, un cronista de la ciudad que en 1968 menciona la presencia


de materiales cerámicos y líticos prehispánicos en el municipio de Asientos y Tepezalá en la
“Guía para visitar la ciudad y el estado de Aguascalientes”.

Pero no fue hasta el año de 1986 que comenzaron las investigaciones arqueológicas
formales, encabezadas por los arqueólogos Lorena Mirambell y José Luis Lorenzo que realizaron
recorridos de superficie y reportaron la existencia de tres asentamientos prehispánicos que
presentaban manifestaciones gráficas-rupestres y material lítico: Tepozán I y II, ubicado en el
municipio de Calvillo, y Las Raíces, actualmente El Ocote. (Lorenzo y Mirambell 1986).

Más adelante en 1989 gracias a una denuncia, Baudelina García y Peter Jiménez Betts
realizaron nuevamente recorridos en el sitio de El Ocote en el municipio de Aguascalientes y
corroboraron la existencia de vestigios culturales, y los catalogaron como Ocote I y Ocote II.
Observaron la abundancia de material lítico en la superficie de diversas materias primas como
riolita, pedernal, cuarzo, y obsidiana además de material cerámico sin decoración. En el Ocote I
ubicaron pequeños muros de contención formando terrazas escalonadas.

Para 1991 y 1992 el arqueólogo Eloy Castellanos realizó recorridos de superficie para la
identificación y catalogación de asentamientos prehispánicos en el Estado de Aguascalientes, por
parte del proyecto Atlas arqueológico Nacional. En donde identificó campamentos estacionales
en las cercanías de los arroyos temporales y pequeños ojos de agua. Castellanos señala que el
patrón de asentamiento es sumamente disperso y que característicamente las estructuras son de
planta cuadrangular, construidas sobre plataformas de baja altura, aunque también registró
pequeñas estructuras circulares. Dentro de este mismo proyecto realizó excavaciones de sondeo
en varios sitios: Cerro de en Medio, Santiago, Cerrito del Meco, Plan de Potrerillos y San Mateo.
Estos sondeos los realizó dentro de unidades habitacionales, señala la escasa presencia de material
arqueológico, por lo que plantea que la mayoría de las actividades se llevaban afuera de estas. En
total identificó 17 sitios, la mayoría ubicados en cerros y los clasificó en: Sitios con estructuras
(SE), sitios con cerámica y lítica (CL) y sitios con pintura rupestre (PR) (Castellanos 1994).

69
Otro gran aporte en las investigaciones del estado fue realizado por el arqueólogo Daniel
Valencia, quien realizó recorridos de superficie en los años 1992 y 1993. Obteniendo como
resultado la identificación de 39 sitios que incluyen centros ceremoniales, talleres líticos, frentes
rocosos con pinturas, campamentos estacionales y petrograbados. Un aspecto significativo fue
que propuso una cronología tentativa, basada en los materiales cerámicos obtenidos en superficie,
los principales tipos que menciona son: Rojo sobre bayo, Negro esgrafiado, Negativo, Negro
sobre naranja y Reyes gris y sugiere que los sitios con pintura rupestre fueron ocupados entre el
año 100 d. C. y el 1200 d.C. (Valencia 1994). En ese mismo año el arqueólogo John W. Foster
(1994) con el objeto de proponer la región de la Sierra fría como zona natural protegida, llevo a
cabo una inspección superficial en donde detectó ocho sitios que comprenden en su mayoría
campamentos y cuevas con vestigios de ocupación humana (Foster 1994).

Más adelante en el año 2001 y hasta la fecha los arqueólogos del centro INAH
Aguascalientes, Ana Pelz Marín y Jorge Luis Jiménez Meza, han llevado a cabo diversas
temporadas de excavación y restauración en el sitio de El Ocote, por lo que actualmente
representa el único proyecto de la entidad en el que se han realizado actividades continuas de
excavación y por ende en donde el proceso de investigación ha sido más extenso.

Para el año 2003 el arqueólogo Nicolás Caretta, junto con el Biólogo Mario Pérez
llevaron a cabo un rescate arqueológico con motivo de la construcción de la carretera Montoro-
Aguascalientes, en donde identificaron asentamientos y concentraciones de material, además de
realizar una delimitación parcial del sitio de Santiago. Este proyecto se enfocó a la protección y
aprovechamiento de la barranca de Santiago y sus recursos naturales y, gracias a esto, fue posible
la modificación al trazo del libramiento carretero, logrando que no se pusiera en riesgo a la zona
arqueológica de Santiago. En este mismo sitio desde el año 2004 se han llevado a cabo
investigaciones por parte del Dr. M. Nicolás Caretta, quien trabaja conjuntamente con el biólogo
Mario Pérez Chávez y Jorge Martínez, en donde efectuaron el reconocimiento y levantamiento
topográfico del área ceremonial o zona “A”, la cual cuenta con una extensión aproximada de 28
hectáreas. En esta zona se identificaron 14 plataformas, 12 montículos, 25 estructuras, 2 patios,
17 muros de contención y un juego de pelota, en cuanto al material encontrado en superficie se
encuentra la presencia de diversos materiales cerámicos como cerámica café con engobe rojo,
rojo sobre bayo, además de obsidiana gris veteada, raspadores de sílex y diversos materiales de
molienda (Nicolás 2006).

Entre las investigaciones más recientes se encuentra las realizadas por los arqueólogos
Ignacio Macías Quintero y Gerardo Fernández Martínez, de la Universidad Autónoma de

70
Zacatecas (UAZ), quienes en el proyecto de prospección arqueológica en el sur occidente del
estado de Aguascalientes dieron a conocer 20 nuevos asentamientos, dentro de los cuales se
reportaron: aldeas, sitios ceremoniales, cuevas con ocupación humana, zonas de petrograbados y
abrigos rocosos con pintura rupestre (Macías 2006, 2007).

Nuevos datos aparecen en esta región a partir de los trabajos de prospección y excavación
llevados a cabo por el presente proyecto. En el siguiente capítulo presentaremos las metodologías
de trabajo que se llevaron a cabo en campo y en gabinete para poder explorar el conjunto
mobiliario e inmobiliario arqueológico de la región Norte del Río Verde, hoy perteneciente al
estado de Aguascalientes (Figura 35).

Figura 35. Mapa con la posición de los sitios arqueológicos con que objeto de estudio de esta investigación.

71
Capítulo III Arqueología del Norte del Río Verde Grande

E
sta investigación tomó como área de estudio la porción norte del Rio Verde Grande, y los
sitios arqueológicos que en la actualidad se encuentran dentro de los limites políticos del
estado de Aguascalientes.

Como se mencionó en la introducción, el Río Verde Grande tiene sus orígenes a


20 kilómetros al sur de la ciudad de Zacatecas, en territorio del municipio de Genaro
Codina, es ahí en donde se encuentra el colector básico que forma en sus inicios este río,
su cuenca tiene una superficie aproximada de 3 123.390 km² y tiene una longitud de 350
km en dirección suroeste (Síntesis Geográfica de Zacatecas SPP INEGI 1981:29) (Figura
36). Desde el sur de Zacatecas se interna en el norte del estado de Aguascalientes para
posteriormente volver a internarse en territorio del sureste zacatecano en donde irriga
algunos terrenos del municipio de Luis Moya, sigue su curso hacia el sur y atraviesa el
estado de Aguascalientes, se interna en la región de los Altos de Jalisco para finalmente
desaguar en el Río Grande de Santiago, evento que sucede a pocos kilómetros al noreste
de la ciudad de Guadalajara, para finalmente desembocar en el Océano Pacífico, aunque
algunas de sus aguas llegan a formar parte de la laguna de Chapala.

Figura 36. Ubicación de los sitios arqueológicos en la cuenca del rio verde

72
Actualmente se tienen localizados noventa sitios arqueológicos dentro de los
limites políticos del estado de Aguascalientes, de los cuales por lo menos 35 cuentan con
algún tipo de arquitectura detectada en prospecciones, siendo los demás sitios de tipo
“concentración de materiales”, o “pinturas rupestres” sin arquitectura asociada. De estos
35 sitios, solo 4 cuentan con información contextualizada en excavaciones: El Ocote,
Santiago, Cerro de en medio, y la Montesita. Hasta el momento, podemos identificar tres
zonas donde se han identificado asentamientos arqueológicos que son objeto de este
estudio (Figura 37).

Con la información arqueológica disponible presentada en el capítulo anterior ha


sido posible sugerir la posibilidad de que el avance de las tradiciones culturales
mesoamericanas hacia el
norte pudo seguir
principalmente el curso
de las cuencas fluviales
asociadas al sistema
Zona #1 hidrológico Lerma-
Chapala-Santiago
Zona #3
(Jiménez 1988, 1989,
1995; Jiménez y Darling
Zona #2 2000), de esta manera, es
posible que el cauce del
Río Verde Grande, sus
afluentes y las tierras de
alto potencial agrícola
asociadas con el mismo,
Figura 37. Mapa de los limites políticos del Estado de Aguascalientes con la
ubicación de todos los sitios arqueológicos hasta ahora registrado en el hayan sido una de las
INAH Aguascalientes, y la delimitación de las 3 Zonas que han sido objeto
de estudios sistemáticos desde 2000. vías por las que dicho
avance tuvo lugar, y
también en donde se ubicaron las poblaciones que protagonizaron este avance. La
importancia de este río radica en su funcionamiento como arteria de comunicación en
época prehispánica (Jiménez y Darling 2000), dando lugar a un vínculo estrecho entre

73
antiguas poblaciones asentadas en el hoy sureste zacatecano, el estado de Aguascalientes,
los Altos de Jalisco y el área del valle de Atemajac, en donde hoy se asienta la ciudad de
Guadalajara.
La zona 1 (Figura 38) se encuentra al centro-oeste del hoy estado de
Aguascalientes. Es en esta zona donde está el sitio arqueológico Cerro de en medio y
Santiago, punto de partida del análisis en esta tesis. El sitio arqueológico más grande de
esta porción del Río Verde Grande hasta ahora estudiado es el sitio del Cerro de Santiago,
que se encuentra a 7 km al este del Cerro de en medio aproximadamente. Además de
estos dos sitios, se han podido detectar 4 asentamientos menores alrededor, Casa de
indios/Cerro del meco, el Garabato/Cerro de la presa, cerca de la comunidad del milagro
se detectaron algunos restos de cerámica y lítica prehispánica y a lo largo de la barranca
de las cabras se localizaron caseríos y materiales cerámicos (Dueñas 2014; Castellanos
1994). Dada la evidencia recuperada en recorridos de superficie, todos estos sitios
parecen ser contemporáneos durante el Epiclásico, por correlaciones cerámicas
provenientes en su mayoría de recorridos de prospección, salvo en el Cerro de en medio

Figura 38. Zonas arqueológicas de la Zona #1 de Aguascalientes

74
y Santiago, donde ya se cuentan con algunas excavaciones (Nicolás 2013, 2014; Puch Ku
2014; Silva 2015).

La zona 2 (Figura 39) se ubica al sur del estado de Aguascalientes, y lo que se


sabe de esta zona es producto del trabajo de la arqueóloga Ana Pelz y Jorge Martínez
(2000, 2005) en el sitio arqueológico del Ocote, además de los trabajos de Brenda
Gonzáles (2002, 2007) e Ignacio Macías (2006, 2007). En la zona se encuentran varios
asentamientos con montículos y estructuras habitacionales no obstante que solo en el
Ocote se han realizado labores de excavación.

Figura 39. Zonas arqueológicas de la Zona #2 de Aguascalientes

La zona 3 (Figura 40) está al este del estado de Aguascalientes, colindando con
el sureste zacatecano. Esta zona se caracteriza por ser tal vez la menos estudiada del lado
aguascalientense, debido principalmente a problemas con la claridad de los limites
estatales.

75
No obstante, estudios en el sitio de la Montesita (Pelz et. al 2012, 2014; Schulze
y Pérez 2015) proveen de la mayoría de los datos referentes a la región.

La relación política que debió existir entre los distintos sitios en distintas zonas es
aun difícil de discernir, principalmente porque hacen falta recorridos de prospección
totales y excavaciones en las áreas ceremoniales para identificar jerarquías, no obstante,
sí podemos señalar algunas semejanzas y sus implicaciones culturales.

Figura 40. Zonas arqueológicas de la Zona #3 de Aguascalientes

Hasta ahora, la mayoría de los sitios se han encontrado en la cima de cerros y


mesetas, con excepción de los vestigios en el milagro (Pelz 2015). Generalmente son
áreas ceremoniales en la cima con áreas habitacionales alrededor y sobre los abanicos
aluviales, con excepción del Cerro de en medio, que parece ser una zona habitacional con
algunos elementos ceremoniales. Este patrón es compartido para los sitios en los Altos de
Jalisco (López et al. 1994), y una de las posibles explicaciones es el alto índice de

76
violencia derivado de un clima político competitivo que llevo a la mayoría de las
poblaciones a guarecerse en lo alto de los cerros de posibles ataques de sus vecinos.

No obstante, esta explicación evita el hecho de que las zonas habitacionales se


encuentran en zonas de fácil acceso y sin guarecer; ya que solo las áreas ceremoniales
estarían protegidas en caso de ataques. Tal vez exista otra explicación para este patrón de
asentamientos, en la cosmovisión mesoamericana y en el concepto del Altepetl.

Cuando los españoles arribaron a tierras nahuas, se les informó a través de sus
traductores que las sociedades con las que estaban interactuando eran llamadas altepetl,
haciendo referencia a una organización del territorio y sus comunidades. Los españoles
tradujeron a “pueblo” este concepto de lengua nahua, no obstante, su traducción literal es
montaña (Tépetl) de agua (Átl) (Sahagún 1999), o cerro de agua (García y Zambrano
2006). Los historiadores han traducido a altepetl como un estado étnico (Lockhar 1992),
ciudad estado (Hicks 2012), comunidad o provincia (Marcus 2000)

“En Mesoamérica los lazos étnicos anudaron la cohesión social del grupo, pero el altépetl
fue el piso que le dio territorialidad, definió sus fronteras y lo dotó de identidad con el
lugar de origen. Altépetl es una palabra nahua compuesta. Viene de in atl, in tepetl, el
agua, la montaña. Se representa como un cerro con agua en su interior, una imagen que
se difundió en las contrastadas regiones de Mesoamérica y fue sinónimo de estado
territorial, de gente asentada en suelo propio. El altépetl (plural altepeme) es una unidad
territorial y política presente en las distintas regiones de Mesoamérica. Los españoles lo
llamaron pueblo, un vocablo que le sentaba bien porque cada altépetl se imaginaba a sí
mismo como un pueblo separado en forma radical de los demás. “(Florescano 2009:1)

Entonces es posible que los habitantes de la región del Río Verde tuvieran
predilección por esta ubicación en el paisaje por cuestiones de cosmovisión, y ubicaran
los centros ceremoniales en las cimas de cerros por el significado que tienen estos como

77
lugares en donde se origina el agua, la fecundidad, y también es donde se entra en
comunicación con ellos.

No pretendemos en este trabajo afirmar que no existiera el conflicto armado entre


estas poblaciones, y que este no jugará un papel a la hora de decidir donde asentarse, sin
embargo, creemos que en la organización de los pueblos sedentarios existen distintos
criterios que también juegan papeles relevantes en estos asuntos, como las creencias y la
ubicación de recursos naturales de importancia. Dado que hablamos de un momento de
intensa interacción y comercio, proponemos que el nivel de violencia no debería ser el
factor principal para decidir dónde ubicarse dentro del paisaje.

Los centros ceremoniales en estos sitios generalmente están compuestos por


conjuntos de edificios dispuestos alrededor de espacios abiertos, generalmente con un
montículo orientado a la salida o puesta del sol (Pelz 2005; Silva 2015; Pelz et. al. 2014;
Shulze y Pérez 2015).

3.1 El sitio arqueológico de Santiago


El primero registro del sitio arqueológico de Santiago se llevó a cabo en el año de 1992,
por parte de Eloy Castellanos. Este registro consistió en recorridos de superficie y se
llevaron a cabo una serie de pozos de sondeo en tres conjuntos habitacionales
(Castellanos 1994:5185). Como resultado de estas excavaciones Castellanos describe tres
capas estratigráficas, parte del sistema constructivo de algunas estructuras y recolecta
fragmentos de material cerámico y lítico.

En el año 2004 Nicolás Caretta planteó un proyecto en el sitio al Consejo de


Arqueología, esta propuesta nace a raíz de que Ana Pelz (investigadora del centro INAH
Aguascalientes) realizó un recorrido de superficie en el área del sitio arqueológico de
Santiago ya que se planeaba realizar una carretera la cual pasaría a escasos metros del
sitio haciéndolo más propenso al saqueo, gracias a esta intervención se trazó nuevamente
este tramo de la carretera quedando más alejada del sitio (Nicolás 2006:12). Hasta la
fecha en el marco del proyecto PAS dirigido por Nicolás Caretta se han realizado ocho
temporadas de campo, mediante las cuales se ha elaborado el mapa del polígono de
protección, el mapa de zonificación del sitio, un mapa topográfico de la totalidad del sito
(dentro de la poligonal), se han registrado las estructuras arquitectónicas a nivel de
78
superficie y se ha registrado la planimetría de las estructuras (generando con estos datos
un mapa de distribución de las estructuras), además del análisis de los materiales
culturales recolectados.

El sitio arqueológico de Santiago es un


asentamiento compuesto por un centro ceremonial
en la cima de una meseta donde existen varios
patios, montículos y un juego de pelota; y una
zona habitacional a las faldas de dicha meseta con
más de 190 construcciones detectadas en
superficie (Figura 41). Recientes investigaciones
han develado que fue ocupado durante el periodo
de tiempo conocido como Epiclásico, es decir,
entre los años 600-900 A.D. (Nicolás 2004; Puch
Ku 2014; Silva 2015), esto determinado por
correlaciones de objetos cerámicos comparados
con otros sitios de la región Norcentral de
Mesoamérica.
El área ceremonial da cuenta de la vida
ritual del asentamiento, de su organización
jerárquica y de la especialización de sus
habitantes. En ella podemos identificar espacios
diseñados para rituales específicos como lo son
los montículos y los patios hundidos, comunes y Figura 41. Plano General de Santiago con la ubicación de las
excavaciones realizadas en el sitio por el proyecto arqueológico
fundamentales en la cosmovisión indígena Cerro de Santiago.
prehispánica, además de las residencias de sus
líderes (Figura 42).

79
El conjunto arquitectónico es clave para el entendimiento de las redes de
interacción con la región norte y el resto de Mesoamérica. Como lo mencionamos en el
capítulo anterior, existen tres patrones de conjuntos rituales/residenciales importantes en
la tradición fronteriza de Mesoamérica, cuyo origen se encuentra profundamente en la
cosmovisión mesoamericana, principalmente demostrado en la configuración de sus
espacios públicos.

Figura 42. Plano de la Zona Ceremonial del sitio arqueológico Cerro de Santiago.

El patrón arquitectónico Patio hundido-altar-pirámide, descrito para la región de


Chalchihuites y en particular en relación con el sitio La Quemada, la arquitectura circular,
o tipo “Guachimontón” para la región de Jalisco y la arquitectura de Patio hundido en el
Bajío son manifestaciones que, no obstante que comparten elementos entre si, y otros
espacios arquitectónicos en el resto del continente, se han podido rastrear su origen,
evolución y desuso.

En Santiago encontramos pues, que el patio más grande presenta una


configuración tipo patio cerrado en dos de sus flancos por montículos (oeste y sur). El
patio es una plataforma que muestra una elevación en relación a su espacio circundante,
no obstante que el espacio abierto sobre esta plataforma está hundida en relación a un
muro circundante al norte y este. A la mitad del patio se encuentra un pequeño altar.

80
Como podemos ver, el espacio presenta características compartidas con la
tradición arquitectónica del Bajío, los patios hundidos, en una de sus variantes
(Ilustración 46) y al igual que estos el altar central pudo ser una adaptación a la influencia
del área de Chalchihuites al final del clásico, principios del Epiclásico (Cárdenas 1999).

Más adelante presentaremos los materiales cerámicos que hasta ahora se han
recuperado en recorridos de superficie y excavaciones en áreas habitacionales fuera del
núcleo del sitio, sin embargo es importante mencionar en este apartado que la totalidad
de lo materiales diagnósticos de temporalidad han ubicado al sitio arqueológico durante
el Epiclásico, y que la tradición del Bajío, para estos momentos están en un momento de
transformación del patrón arquitectónico y de abandono en muchos de sus sitios
(Cárdenas 1999), por lo que la región del Río Verde Grande podrían estar manifestando
durante el Epiclásico una continuidad en las tradiciones arquitectónicas del Bajío, pero
interactuando intensamente durante el Epiclásico con regiones preferencialmente hacia
el oeste y norte (Figura 43).

Figura 43. Izquierda: Dibujo de los patios hundidos. Derecha: Patio hundido de Santiago.

El área habitacional está compuesta por más de 190 elementos entre terrazas,
muros de contención y estructuras habitacionales localizadas en superficie, extendidas en
20 ha aproximadamente. Se encuentra dividido en tres partes de norte a sur. La parte norte
se encuentra en un promontorio, la segunda parte sobre una mesa de menor altitud
extendida de norte a sur y la tercera parte se encuentra sobre la anterior mesa, separada
por lo que en algún momento pudo ser el cauce de un pequeño arrollo que baja de la mesa
hacia el valle. (Figura 44).

81
Han sido dos las unidades de

excavación que se han llevado a cabo


en el sitio arqueológico. La primera se
realizó sobre la estructura 53 y la
segunda en al norte de la estructura
170. Aunque los registros han sido
realizados a partir de las observaciones
en superficie, cabe destacar que las
relaciones en por lo menos dos
conjuntos habitacionales muestran un
patrón circular en su distribución
(Figura 45). En el capítulo anterior
describíamos este tipo de arreglos
arquitectónicos, y expusimos que el
epicentro de distribución se encuentra
en los alrededores del volcán de
Tequila, Jalisco, en la tradición
Teuchitlán (Weigand 1990, 1996). No
obstante, podemos constatar que a
estos patios circulares les falta un
elemento fundamental en esa tradición,
el altar central circular escalonado,
cuya elevación rebasa a la banqueta
que rodea

el patio, otro elemento que no se logra


encontrar en superficie en estos

Figura 44. Tres zonas habitacionales


es en el sitio arqueológico conjuntos de Santiago.
Cerro de Santiago

Posiblemente estemos frente a la manifestación del mismo principio de organización


familiar de Teuchitlán en estos conjuntos encontrados en Santiago, sin embargo, por no
82
ser parte de las áreas principales
ceremoniales del sitio, carecen del
elemento ceremonial principal: el
altar circular.

Futuras excavaciones podrán


poner en evidencia con más detalle el
total de elementos arquitectónicos y la
relación entre ellos, sin embargo, en este
apartado es importante mencionar que el
sitio arqueológico cuenta en su registro
arquitectónico muestra clara de las
diferentes redes de interacción que
desde distintas regiones se
yuxtapusieron en la región norte del rio
verde grande

3.2 El sitio arqueológico de El Ocote

Figura 45. Ejemplo de unidades habitacionales de Santiago


El sitio arqueológico de El Ocote se
localiza a 31 kilómetros al sur oeste de la capital del estado de Aguascalientes, rumbo a
la ciudad de Villa Hidalgo, Jalisco, en las inmediaciones del Cerro de Los Tecuanes,
aproximadamente 2 kilómetros al poniente de la población de El Ocote, en el municipio
de Aguascalientes.

83
La formación denominada Cerro de Los Tecuanes, sobre y entorno a la cual se
distribuye el sitio arqueológico, se localiza en lo que pudiera considerarse el extremo
nororiental de la llamada Sierra El Laurel. Al pie de este cerro existen actualmente
algunos ojos de agua y un arroyo permanente de bajo caudal, en cuyas márgenes se
distribuyen numerosos sauces. El sitio está compuesto por una zona ceremonial, una zona
habitacional y varios paneles con pinturas
rupestres.
La zona ceremonial del sitio se
encuentra en la cima y está compuesta
por 3 estructuras y al menos 3
plataformas. La estructura número uno se
encuentra orientada hacia el este, y es un
basamento, en cuyos trabajos de
restauración se detectaron fragmentos de
bajareque (Pelz 2002:13) (Figura 46).

Este espacio es difícil de definir en


torno a patrones arquitectónicos, puesto
que la mayor parte del espacio constructivo
está conformado por afloramientos
naturales de roca en la que poco trabajo de
acondicionamiento se puede observar (Pelz
2006). No obstante, la distribución de las Figura 46. Zona Ceremonial del Sitio Arqueológico El Ocote. Pelz
2006: 31.
plataformas y las estructuras nos permite
observar una configuración ortogonal del conjunto principal, con la estructura 1, la única
estructura construida de mampostería en el conjunto ceremonial, orientada hacia el este.
Los recintos ceremoniales orientados hacia la salida y puesta del sol son comunes dentro
de la tradición cultural mesoamericana a lo largo de su historia y de las regiones que la
componen, por lo que hablar de un origen en específico de esta manifestación es
sumamente difícil, lo que si podemos decir es que es significativo el uso de este espacio
para hablar de las redes de información en las que el sitio del Ocote se vio envuelto,

84
puesto que los materiales encontrados en el área habitacional al pie del cerro de los
Tecuanes, como veremos más adelante, dan muestra de un intenso intercambio de bienes
materiales, muchos suntuosos, pertenecientes a los habitantes del asentamiento en época
prehispánica.

A la fecha, el sitio arqueológico de El Ocote cuenta con el proyecto de


investigación que más datos aporta en cuanto a materiales arqueológicos se refiere, ya
que se han realizado excavaciones tanto en el área ceremonial como en la zona
habitacional.

Figura 47. Panel de pinturas rupestres del sitio arqueológico de El Ocote.


Ortofoto elaborada mediante fotogrametría, y procesada en DStretch.

85
En el caso particular de las excavaciones en la zona habitacional, los materiales
recolectados fueron por de más abundantes, y un análisis de estos aún está realizándose.
De ellos hablaremos más a detalle en el siguiente capítulo, sin embargo, cabe mencionar
que con los resultados preliminares de los análisis de materiales del sitio se han podido
producir tesis de licenciatura en la UASLP referentes a los sistemas constructivos del
sitio (Arellano 2014), las herramientas y materiales óseos faunísticos (Pérez 2016) los
entierros funerarios (Palomo 2015) y la industria de la lítica pulida (Gutiérrez 2016).

Las pinturas se encuentran en la pared poniente del cerro de Los Tecuanes. Se


trata de un conjunto de diseños que representan figuras humanas levantando los brazos;
de animales cuadrúpedos que probablemente sean lobos, perros o coyotes y de formas
geométricas como líneas horizontales y verticales, así como espirales, las cuales fueron
pintadas por los antiguos pobladores prehispánicos que habitaron el lugar. La coloración
del conjunto es roja, pudiéndose distinguir dos tonos (uno intenso y otro pálido) que se
han asociado a dos momentos diferentes del registro pictórico, siendo la de menor
intensidad la más antigua (Valencia 1994) (Figura 47).

Los entierros explorados en el sitio son 14 en


total, sumando un total de 32 individuos, 9 identificados
femeninos, 3 masculinos y 20 no pudieron identificarse,
principalmente porque se identificaron como infantiles
(Palomo 2015) (Ilustración 51). Se encontraron en
decúbito lateral (derecho o izquierdo) flexionado y de 3
se ignora la posición original, ya que se registraron los
restos con poca posibilidad para identificar la forma en
que fueron depositados; esta situación quizá fue
producto del saqueo que sufrió el espacio y que alteró el
área correspondiente a los entierros registrados con los
Figura 48. Entierro infantil # 4 del
Ocote. Pelz 2006: 522 números 6, 7 y 8. El denominado entierro 5 se subdividió
en A, B y C, dado que los esqueletos se encontraban muy
próximos; se recuperaron en bloque, pero no se exploraron completamente y existe la
posibilidad que en el conjunto A y B haya algún otro cuerpo, pues es visible la presencia
de un cráneo extra. Excepto los entierros 6, 7 y 8, los restantes están colocados
86
directamente sobre la roca madre o sobre un nivel de pequeñas piedras que se acumularon
sobre el nivel estéril.

Un elemento que llama la atención en los entierros explorados es la aparente


ausencia de huesos de los pies; (¿Posible culto a Tezcatlipoca?) del entierro 5, por haberse
recuperado en bloque y estar en proceso de excavación, no puede afirmarse lo anterior.

Los entierros se encontraron en distintas zonas en el sitio arqueológico, la mayoría


en el área habitacional, en donde había tanto entierros individuales como colectivos con
ofrendas, de las cuales, las más ricas están asociadas a infantes y adolescentes,
dejándonos ver diferenciaciones en el estatus social de los individuos. También se
encontraron entierros en los asensos tanto naturales como artificiales a las partes más
altas del cerro, en la estructura #1 en la cima y en un terraplén en frente de las pinturas
rupestres, áreas especiales para la colocación de ofrendas.

Cabe destacar que los entierros que se encontraron en posición decúbito lateral y
decúbito dorsal flexionado pueden estar relacionados con la práctica del bulto funerario,
que se aplica antes de que el cuerpo comience en volverse rígido, práctica por demás
utilizada en otras áreas mesoamericanas e incluso en casos asociados a cazadores
recolectores como la cueva de la candelaria (Pijoan 2000), por lo que es difícil asociar
esta práctica a alguna zona en particular o a alguna época en especial dentro de las
periodizaciones prehispánicas, pero si nos deja ver por lo menos la inclusión de distintas
practicas funerarias en el sitio.

Figura49. Entierro #5. Pelz 2006:52

87
Más importante para la identificación de tradiciones culturales son las
deformaciones craneanas identificadas en dos individuos femeninos (Figura 50). El
denominado Individuo A5 del Entierro 1, encontrado frente al panel de pinturas rupestres
identifica como un adulto femenino de entre 35 y 40 años de edad con deformación
craneana de tipo tabular erecta (Palomo 2015:70). También el individuo localizado en los
cuadros H8 y H9 dentro del área habitacional, ubicado entre dos bases de columnas que
se trata de un individuo femenino de entre 20 y 25 años de edad. Se pudo determinar que
tenía una estatura de 1.55 metros de alto, Además tiene deformación craneana de tipo
tabular erecta (Palomo 2015: 122).

Para el Epiclásico han sido reportados dos casos en los que individuos depositados
en entierros presentaron también deformación tabular erecta muy representativos por su
cercanía. El primero se encuentra en Cerro de Silva, municipio de Villa de Arriaga, San
Luis Potosí, y resultados del análisis osteológico mostraron que doce de los individuos
analizados provenientes de presentaban deformación craneana intencional y que en todos
los casos se trató de la deformación de tipo tabular erecta (Serrano y Ramos 1984:20).

Figura 50. A) Vista frontal del cráneo con deformación tabular erecta del individuo A del entierro 1,
temporada 2000 (Palomo 2015: Figura 51. B) Vista Posterior del mismo cráneo. C) Vista sagital del mismo
cráneo. D) Cráneo femenino con deformación tabular erecta, Entierro E de “los terreros”, alrededor del sitio
de La Quemada. Faulhaber, 1960 Figura 5
El otro caso se encuentra en el sitio arqueológico de La Quemada, en los entierros
23 y XII, la deformación es del tipo tabular erecto (Faulhaber 1960:138) (Figura 53).

5
Durante el análisis de laboratorio a los entierros que contaran con más de un individuo se procedió a
distinguirlos de manera alfabética asignándoles una letra.

88
Ambos entierros provienen del sitio de La Quemada, ambos individuos femeninos y
aunque no se especifica de qué lugar en el sitio provienen, junto con el ejemplo del Cerro
de Silva, nos permite observar el patrón de deformación en dos zonas aledañas al Río
Verde Grande, por un lado, el Gran Tunal y por otro, los sitios de la cultura Chalchihuites.

No es mi objetivo en esta tesis ahondar a profundidad en la práctica de la


deformación craneal intencional, pero es significativo que esté presente solo en mujeres
en una muestra de 32 individuos en el Ocote, y que compartan este rasgo mujeres en
regiones aledañas.

Por un lado podemos hablar del canón estético presente entre ciertas mujeres del
Epiclásico, muestra del flujo de información de este aspecto entre las poblaciones del
norte de Mesoamérica, pero por otro nos permite hablar de que, al menos para el
Epiclásico y durante un periodo que queremos exponer en este trabajo de relaciones entre
unidades equipolentes en la frontera norte de Mesoamérica, la alianzas matrimoniales
jugaron un papel muy importante en la política de la región, con ellas se afianzan
acuerdos entre distintos grupos, además de que la circulación de mujeres permite una
aculturación entre distintos grupos, pues ellas son agentes que cargan con su propio
bagaje cultural que termina por difundirse y reconfigurarse en sus nuevos hogares.

3.3 El sitio arqueológico de El Cerro de en medio


El sitio arqueológico aparece
mencionado por primera vez por el arqueólogo
Eloy Castellanos a partir del Proyecto:
“Identificación y catalogación de sitios
arqueológicos en el estado de Aguascalientes”,
en cuyo informe técnico de 1991 reporta que
visitó y lo clasificó como un sitio de tipo SE, que
él mismo explica son: “… todos aquellos
asentamientos que muestran en superficie
alineamientos de piedra careada
Figura 51. Dibujo del pozo de excavación
realizado por Castellanos.1994

89
Figura 52. Fotografía del pozo de excavación realizado por Castellanos 1994

correspondientes a estructuras
de todo tipo” (Castellanos
1994:12), registrando saqueo
reciente.
Acerca de las
estructuras, explica que se
trata de arquitectura
rudimentaria consistente en
muros de piedra careada
incrustada en la tierra, sin uso
de cementantes; las piedras
están hincadas formando
rectángulos o semicírculos,
posiblemente habitaciones
con techos y paredes de
materiales perecederos. Sobre
los materiales en superficie
Figura 53. Plano redibujado del sitio arqueológico realizado por
Castellanos 199 4. reporta algunos objetos líticos,
90
un fragmento de metate y lascas, y ningún objeto cerámico o de otra índole. Sin embargo,
conforme a la tercera etapa del proyecto de Castellanos se realizaron excavaciones varios
sitios, incluyendo el Cerro de en medio, en el que excavó un total 10 pozos estratigráficos
tanto al interior de estructuras habitacionales como en áreas circundantes de los cuales,
dice, los resultados fueron desalentadores pues no se encontró material cultural que
ayudara a comprender el sitio arqueológico. Además de esta información, realiza un
plano topográfico del sitio en el cual incluye dibujos de los alineamientos y dibujos
esquematizados de las estructuras (Figura 53).

Con el este plano de base, en 2012 se procedió a realizar recorridos de prospección


con el objetivo de corroborar la información plasmada en 1994 por el arqueólogo
Castellanos. Utilizando un navegador GPS, se realizaron recorridos y se actualizó la
cartografía.

En total se detectaron 198 estructuras en todo el asentamiento, habiendo una


concentración mayor de puntos a la mitad del sitio. Algo que también llamó la atención

Figura 54. Plano del Sitio arqueológico Cerro de en medio.

91
es que algunas estructuras estaban dispuestas en torno a espacios abiertos. Posterior a su
detección se procedió a levantar una cedula por cada estructura. Además de estos
registros se tomaron puntos con un GPS de precisión diferencial marca Trimble con el
objetivo de delimitar las estructuras y generar un plano de las mismas.

Algo que también llamó la atención es que algunas estructuras estaban dispuestas
en torno a espacios abiertos (Figura 55). Posterior a su detección se procedió a levantar
una cedula por cada estructura. Además de estos registros se tomaron puntos con un GPS
de precisión diferencial marca Trimble con el objetivo de delimitar las estructuras y
generar un plano de las mismas.

El registro de las estructuras aún no se termina, pues el avance del levantamiento


de cedulas apenas cubre el 60% del sitio (Figura 54). No obstante, con los datos recabados
es posible comenzar a analizar algunas unidades habitacionales en su relación con las
distintas tradiciones arquitectónicas definidas en el capítulo anterior, y a lo largo de este.

Figura 55. Plano con la ubicación de los patios hasta ahora encontrados en el sitio Cerro de en medio.

92
El patio #1 se encuentra formado por 4
estructuras rectangulares (estructura #33 al Este,
#34 al sur, #35 al Norte y #36 al Oeste). La
estructura 34 es un montículo. El patio mide
20.7m x 20.6m, con un área de 426.42m2, la
estructura #34 se eleva 1 metro aprox. del nivel
del patio. La estructura #31 probablemente sean
los restos de un granero o Cuescomate, pero
estudios más específicos determinaran su uso.

El patrón arquitectónico de este


conjunto no es rastreable hacia algún área en
particular, pero es importante mencionar la ausencia de altar central, característica
importante en los conjuntos habitacionales de la tradición de Chalchihuites, y la
orientación de lo que pudo ser una estructura de carácter ritual al sur.

El patio #2 está formado por 4


estructuras (Estructura #29 al Oeste, #26 al
Este, #25 circular al Sureste y 27 al Sur), y un
muro al norte que delimita el espacio abierto.
Este patio ha sido objeto de excavaciones que
arrojan algunos datos interesantes sobre las
29
26 redes de interacción. La estructura #27 es de
planta circular, probablemente un almacén
27 (Dueñas 2016), la 29 es una estructura con dos
25
habitaciones, en cuyo cuarto sur se encontró
ofrendado debajo del piso y en la esquina sur
un cuchillo bifacial de obsidiana (Dueñas
2016) y la #26 se eleva 30 cm sobre el nivel del patio, y en ella sobre el piso se encontró
una pieza de lítica pulida circular, además de que se encontraron ofrendados debajo del
piso y en la parte norte una mano de metate, un cuchillo de sílex y un cuello de olla con
borde revertido (Figura 56).

93
Figura 56. Localización de los elementos depositados debajo del piso de la
estructura 26.

El patio #3 es el más grande del sitio arqueológico hasta ahora registrado. Sus
estructuras junto con el espacio abierto miden 671.4 m2. Está formado por 16
Estructuras #43 y #165 al Oeste, #186 y #163 al Norte, #176, #190, #167 al Este, todas
ellas rectangulares o

94
cuadradas, y las estructuras
#173, #74, #189, #171, #170,
#172, #169, #168 que son
circulares al sur,
probablemente unas sean los
cimientos de graneros o
“Cuexcomates” y la
estructura #166 al centro, que
probablemente sea un altar.
Este conjunto de estructuras
limita al norte con el Patio #4,
que por su cercanía tal vez
pertenezca a este conjunto,
haciéndolo aún más grande.
Futuras investigaciones podrán dar luz a esta relación, sin
embargo, por el momento se considerarán como conjuntos separados, principalmente
porque ambos conjuntos
delimitan dos espacios abiertos diferentes. Por la localización de ambos, justo donde el
cerro se hace más estrecho, su función
podría considerar la de control de accesos.

El altar central es clave para observar el patrón arquitectónico del patio, y lo


relaciona con la implementación de estos en la Cultura Chalchihuites al noroeste. No
obstante, sin la presencia de la pirámide o montículo y el hecho de que el patio no está
hundido, es difícil hacer una relación directa con el patrón arquitectónico característico.
Sin embargo, la inclusión de elementos de distintas tradiciones es una característica que
nos podría estar mostrando sitios arqueológicos al borde de diversas tradiciones
culturales.

95
El conjunto arquitectónico
denominado Patio #4 está delimitado al
oeste por un muro de rocas, al norte por
la estructura #182, al este por la #184 y
#183 que son circulares, al Oeste está
delimitado por un muro y al sur por la
estructura rectangular #181. Mide 18m
de largo por 11m de ancho, teniendo un
área de 198m2.
En el centro se encuentra un
pequeño arreglo de cuatro piedras, cuyo
uso aun no podríamos precisar,
probablemente un fogón, o un lugar para colocar ofrendas.
Este patio es el único que podríamos mencionar como hundido en el sitio, puesto
que el espacio abierto está por debajo de las estructuras que lo rodean, no obstante que
no está hundido en relación al espacio alrededor del patio. Las estructuras circulares al
este del patio pudieron servir como graneros, que como hemos visto son elementos
presentes en casi todas las unidades habitacionales.

El patio #5 está compuesto por


las estructuras #107 al norte, #81 al
noreste, #82 al este, #83 al sur y un
muro que corre de norte a sur al oeste
cerrando el patio. El patio tiene un
diámetro de 15.75m con un área de
201.19 m² Las estructuras están
dispuestas manera semicircular,
asemejándose a los patios circulares de
la tradición Teuchitlán, durante el
clásico (200-600 d.C) en el actual
estado de Jalisco.

96
El Patio #7 está compuesto por las
estructuras #87 al oeste, estructura #84 al
oeste, estructura #85 al sur. Tiene un área
aproximada de 188.556 m². Lo relevante de
este conjunto es el espacio amurallado, que
encierra un corredor y dos estructuras, la
más grande cuenta con tres cuartos. Este
tipo de diseños arquitectónicos con una
clara intención de recluir el espacio privado
nos proporciona una aproximación a la
estratificación horizontal del espacio
construido, ya sea debido quizás a la diversidades de funciones que las personas que
habitaron este asentamiento desempeñaron para con su propia sociedad, actividades que
también se diversifican al mismo tiempo que se jerarquiza el orden social, y surgen de entre
los grupos individuos que clasificamos como “Elites”, principales protagonistas del comercio
de bienes de prestigio.
En el siguiente capítulo veremos a detalle las redes de interacción que en los que
estos sitios se vieron interactuando a través de los diversos materiales arqueológicos
recuperados en los trabajos de investigación en el estado de Aguascalientes.

97
Capítulo IV Las Redes de interacción

R
ecapitulando, ¿Qué son las redes de interacción? Desde la perspectiva de los Sistemas
Mundo, las sociedades humanas participan inexorablemente de redes que las vinculan en
un único sistema económico y político (un Sistema Mundo), cuyo límite está
condicionado por las tecnológicas del transporte y la comunicación en un momento dado,
pero que generalmente se extienden para unir distintas regiones en una macrorregión.

De las redes en las que participan las sociedades se encuentran anidadas, algunas
dejan huellas materiales y estas pueden clasificarse. Chase-Dunn y Hall (1997),
identifican los componentes de un sistema, para enfocar la atención en las redes que lo
integran:

• Las redes de información (RI) (Ideas y conceptos replicados que dan


trasfondo a los demás valores)
• Las redes de bienes de prestigio (RBP) (Materiales cuya distribución es
restringida o exclusiva)
• Las redes Político/militares (RPM) (Relaciones de poder intersociales)

• Las redes de bienes de bulto (RBB) (Comida y materiales primas)

Este esquema es práctico para mostrar que cada tipo de red sirve para unir a las
unidades constituyentes del sistema de manera distinta. Lo que vemos en los sitios
arqueológicos al investigarlos son todas las redes en operación simultánea. Esto nos
permite obtener una imagen de las dinámicas de interacción de una sociedad.

Antes de que Europa comenzara a expender su influencia en el siglo XV, los


sistemas mundo eran asuntos más o menos regionales. En los sistemas mundo
precapitalistas, las redes por donde transitan bienes de bulto ocurren en espacios
geográficos reducidos, mientras que las redes que mueven bienes de lujo suelen vincular
regiones más grandes, a la vez que, por ejemplo, una red de tipo político/militar puede
incluir a más de una red de bienes de bulto, y las redes de bienes de lujo abarcar a más de
una red de tipo político/militar.

98
Si aceptamos que más de una red puede estar operando simultáneamente, entonces
también cabe pensar que las unidades constituyentes del sistema no tenían límites claros,
y que estas variaciones en la fluidez de los limites puede señalar potenciales cambios en
las relaciones entre dichas unidades.

En el presente capítulo mostraremos los bienes materiales que circularon en los


sitios al Norte del Río Verde, evidenciando estas redes de interacción. Dentro de este
trabajo proponemos que el sistema mundial del Epiclásico mesoamericano está
constituido por distintas redes, pero no existen núcleos o periferias claros, y más bien se
trata de un momento en la historia de esta región en la que se expandieron las relaciones
integrando nuevas zonas en el intercambio de distintos bienes. Estos nuevos actores
entrarían en competencia con sus vecinos por los bienes de prestigio que transitan en
distintas direcciones, principalmente por el capital político que de ellos se extrae, y
aportarían nuevos bienes a dichas redes. Durante este periodo no hay una clara hegemonía
de alguna parte del sistema sobre otra, solo distintos grados de interactividad, es una
época de unidades políticas equipolentes, que al interactuar van moldeando la vida diaria
de sus sociedades, modificando patrones culturales a través de ciclos de
expansión/contracción que se pueden observar en su cultura material.

Teniendo lo anterior en cuenta, nuestro análisis del sistema mundial


mesoamericano inicia con el colapso de los grandes centros del periodo clásico, los siglos
que transcurren a este evento atestiguaron una expansión y diversificación del comercio
y comunicación a larga distancia que afectaron a todo el sistema. Este ciclo sigue al
colapso de Teotihuacán en el siglo VII d.C (Millon 1988) e implicó una reorientación del
comercio y de las comunicaciones a distancia en buena parte de Mesoamérica.

El Epiclásico introdujo nuevos patrones de relación entre regiones, a diferencia


del periodo anterior en el que casi todo el comercio a distancia giraba en torno a grandes
centros como Teotihuacán, Monte Albán o los grandes centros mayas, el comercio estaba
menos centralizado, y florecía en las otrora periferias del Sistema Teotihuacano.
(Beekman y
Christensen 2003; Pollard 1997; Arnauld y Faugere-Kalfon 1998; Smith y Heath-Smith
1980).

99
Consideramos que durante este tiempo en la región norte no hay unidades
políticas hegemónicas, sino que todos los sitios están interactuando de manera autónoma
(excepto casos donde el dominio por parte de un sitio arqueológico a sus vecinos esta tan
bien documentados como el Valle de Malpaso dominado por el sitio de la Quemada
(Jiménez 1998; Trombold 1990), y que nos encontramos en un momento de abundante
intercambio de bienes y de interacción. Para poder observar las rutas de ciertos bienes,
utilizaremos el concepto de esfera de interacción cerámica, y observaremos como
distintos bienes circularon entre distintas unidades políticas y conformaron subregiones
con valores culturales similares.

4.1 Redes de bienes de bulto en el Río Verde Grande

En los sistemas mundos previos a la hegemonía europea, existía una diferencia


significativa en términos de la escala espacial entre las redes en las que se distribuía
comida y materias primas básicas, y las redes en las que se distribuían bienes de prestigio.
Comida y materias primas son “Bienes de bulto”, ya que tienen un valor bajo en su
proporción de unidad por peso. Es decir, es difícil transportar comida lejos en condiciones
pre modernas de transporte, principalmente porque el medio para hacerlo es la misma
gente, ya que en Mesoamérica no se domesticaron animales de carga. Esto no quiere decir
que no se intercambiara comida, sino que la razón para hacerlo tuvo que ser de suma
importancia.

Sabemos de la práctica de la agricultura en los sitios ubicados al norte de la cuenca


del Río Verde no solo porque estamos hablando de poblaciones sedentarias6, sino que
además se han recuperado en contextos de excavación controlada7 semillas de frijol, maíz
y calabaza en el sitio del Ocote (Pelz 2004:36).

6
Existen extensos trabajos sobre los pobladores en el continente americano que se asentaron de manera
permanente pero cuya base de subsistencia no fue la agricultura, sino la recolección. Es el caso de los
grupos del Noroeste de Estados Unidos, por poner un ejemplo.

7
Las semillas y otros restos vegetales carbonizados fueron recuperadas de la zona donde mejor conservado
se encontró el piso; algunas estaban sobre y/o adheridas al piso, hecho que permitió localizar bajo el mismo
resto de ellas “in situ”, en un contexto poco alterado.

100
A parte de estos hallazgos importantes, el resto de materiales arqueológicos
relacionados con la producción y consumo agrícola han sido encontrados en los tres sitios
de nuestro interés, como metates, morteros, y sus respectivas manos son parte de la
colección de materiales identificados en el Cerro de en medio, Santiago y en el Ocote
(Dueñas 2016, Nicolás 2011, Gutiérrez 2016). Aunque no podemos afirmar que todos los
metates o morteros fueron destinados a la molienda de granos, puesto que existen otras
actividades que requieren de la trituración de materias primas8, el aprovechamiento de
estos para su uso en la preparación de alimentos es altamente probable.

En cuanto a los recursos faunísticos, análisis sobre los materiales óseos en sitios
como El Ocote han arrojado luz al aprovechamiento de esta fuente de alimentos (Pérez
2016) (Figura 57). En una colección integrada por 2052 restos óseos de seis temporadas
de excavación se han identificado huesos de venado cola blanca (Odocoiles
virginianus), venado bura (odocoileus hemionus), berrendo o antílope americano
(Antilocapra americana), perro (Canis familiaris), coyote (Canis latrans), tortuga
(Kinosternon sp), liebre (Lepus sp.), guajolote (meleagris gallopavo), pecarí de collar
blanco (Tayassu tacaju), todos con huellas de cocción y/o preparación, tanto para
consumo como para la elaboración de herramientas de hueso como punzones, agujas o
cucharas, pendientes, collares o pectorales (Pelz 2005; Nicolás 2011; Pérez 2016).
Existen hallazgos sobresalientes entre estos materiales, como la presencia de borrego
cimarrón (Ovis canadensis), bisonte (Bos bison) en el ocote, que se presentan
posibilidades de contacto con poblaciones al norte del continente americano, o nichos
ecológicos más al sur de lo que se tenía pensado para épocas prehispánicas de ambas
especies (Pérez 2016).

8
Por ejemplo, la preparación de desgrasantes para la cerámica o la preparación de pigmentos.

101
Ilustración 1. Figura 57. Recursos Faunísticos recuperados en El Ocote. A)
Tibia izquierda asada de venado cola blanca (Odocoileus virginianus) B)
Mandíbula asada de un perro (Canis Familiaris). C) Pelvis derecha asada
de una liebre (Lepus sp.). D) Mandíbula derecha asada de pecarí de collar
(Tayassu tacaju. E) Cráneo de tuza asada (Thomomys umbrinus.
Fotografías tomadas de Pérez 2016, Anexo 1)

Las materias primas para la elaboración de artefactos de lítica están presentes


hasta ahora en todos los sitios arqueológicos que se han investigado al norte del Río Verde
Grande. Riolita y pedernal son las materias primas más abundantes, aunque los materiales
de obsidiana están presentes, sin embargo, creemos que este material circulaba dentro de
una red de comercio más extensa porque los yacimientos de obsidiana más cercanos se
encuentran alrededor del volcán de Tequila, Jalisco.

102
Figura 58. Artefactos de lítica encontrados en el sitio arqueológico de El
Ocote. Pelz 2006: 78.

Aunque es evidente la coincidencia en las materias primas y la dieta de los tres


sitios, no podemos hablar aún de una red de intercambio de estos bienes. Hasta ahora, no
tenemos evidencia que nos indique que la comida o las materias primas de hueso y lítica
estuvieran fuera de su área de captación, sin embargo, de esto solo podemos construir
hipótesis para trabajos posteriores más detallados sobre modelos de producción, modelos
que expliquen la producción más allá de satisfacer las necesidades de cada asentamiento.

Una de las hipótesis nos llevaría a plantear la posibilidad de un intercambio, tal


vez no de comida, o de herramientas de hueso y lítica, pero sí de otros productos más
elaborados como trabajos en cuero o en fibras textiles. Evidencia de esta producción se
encuentran en la cantidad de tejos y

Figura 59. Malacate Figura 60. Mujer usando un malacate (Códice Mendoza
encontrado en el Ocote. Pelz 1980: Folio 68r), y diferentes tipos de malacates.
2006: 81

103
malacates encontrados en
los sitios arqueológicos del

a b Ocote, Santiago y Cerro de


en medio (Pelz 2005;
Nicolás 2011, 2012;
Dueñas 2016) (Figuras 59,
60, 61).
Faltan investigaciones más
Figura 61. Tejos encontrados en Santiago (a) y Cerro de en medio (b)
especializadas para poder
determinar el tipo de organización del trabajo, los métodos de extracción de materias primas
y el destino de los bienes que con ellas se producían. Sin embargo, este primer acercamiento
es revelador en cuanto a la variedad de productos que los antiguos pobladores de la región
norte del Río Verde consumían, ya sea para uso de los propios asentamientos o para el
comercio regional o macrorregional.

4.2 Un sistema de unidades equipolentes: redes políticas y de bienes de prestigio

La región del noroeste muestra una intensa ocupación durante todo el periodo Clásico de
Mesoamérica (Jiménez 1988, 1989, 1995; Nelson 1997; Trombold 1990; Cabrero 2005;
Hers 1989), pero tiene su periodo de apogeo durante el Epiclásico o Clásico Tardío
(Kelley 1990; Nelson 1997; Jiménez 1998; Jiménez y Darling 2000; Hers 1989, 1995;
Braniff 2001; Trombold 1990).
Además, en este periodo se generalizó el uso de algunos estilos cerámicos y
objetos de lujo, que son diagnósticos de la participación de los sitios del noroeste en
extensas redes de interacción.

Entre estos materiales se encuentra la cerámica pseudo-cloisonné, y la figurilla


Tipo I, elementos que se distribuyen conformando la esfera Septentrional durante este
periodo, principalmente en un área que incluye el valle de Atemajac, los Altos de Jalisco,
el cañón de Juchipila, el valle de Malpaso y el área de Chalchihuites (Jiménez 1989:16,
2006). Además, incluiremos a la muestra de análisis los materiales reportados para sitios
vecinos para presentar una muestra más grande y así poder observar un panorama más
amplio.
104
3.2.1 Esfera septentrional (Pseudo-cloisonné)

La técnica decorativa principalmente de objetos de cerámica conocida dentro de los


estudios arqueológicos sobre Mesoamérica como pseudo-cloisonné9, utiliza pigmentos
minerales de diversos orígenes para crear
piezas con una decoración polícroma única.
Además de la complejidad de la técnica y su
policromía, las piezas decoradas al pseudo-
cloisonné son poseedoras de una compleja
iconografía relacionada con aspectos de
carácter ritual, y ha sido el factor motivó el
interés por el estudio de esta cerámica (Kelley
y Kelley 1966, 1971; Kelley 1971, 1974;
Holien 1977; Holien y Pickering 1978;
Figura 62. Copa decorada al Pseudo-cloisonné.
Notese la imagen central, representando un ritual. Jiménez 1988, 1989, 1992, 1995, 1998;
LACMA, colección Occidente de México.
Jiménez y Darling 2000) (Figura 62).
La distribución de los artefactos decorados con esta técnica es amplia en tiempo
y espacio, aunque esta cerámica es identificada como componente básico del Epiclásico
en noroccidente mesoamericano (Solar 2006:8).

“La decoración fue aplicada en la totalidad de la superficie exterior de la copa y al interior


de la misma. Aparentemente después de la cocción, un recubrimiento muy delgado de
pigmento gris muy oscuro o negro fue aplicado sobre la superficie rugosa del objeto.
Después, un diseño muy elaborado e intrincado fue recortado sobre esta capa negra hasta
la superficie del recipiente dejando las líneas del pigmento negro original como
“divisores”, delineando. Estas cavidades fueron después rellenadas con pigmentos
compactados de muchos colores, que después recibieron un pulimento que incluye el

9
El pseudo-cloisonné toma su nombre de una técnica utilizada principalmente en la Edad Media Europea
que llamada pseudo-cloisonné, que consiste en soldar alambres de bronce en un objeto de cobre formando
un diseño cuyo interior es rellenado con pasta de esmalte de diferentes colores. El objeto se coloca en un
horno y, después de la cocción, el esmalte se contrae por lo que pasta del mismo color es colocada varias
veces; posteriormente la superficie es pulida para poder integrar los alambres y la pasta de manera
adecuada, y finalmente los alambres y superficie que no son cubiertos por pasta son bañados en oro. Esa
técnica llegaría posteriormente a China, donde se popularizó y su calidad alcanzó tal nivel que es
considerado un elemento cultural chino por excelencia (Holien 1977).

105
recubrimiento. Aparentemente, la decoración resultante no fue cocida y aunque el
pigmento negro tiende a ser muy resistente a los elementos, los colores de relleno sí son
bastante fugitivos. Pigmentos en muchos tonos y tintes de rojo, rosa, amarillo, verde,
amarillo rojizo, púrpura y blanco se utilizan en la composición del diseño, y pueden
diferenciarse más de treinta colores individuales o tonos” (Kelley y Kelley 1971:161).

En el continente americano, y particularmente en Mesoamérica, se desarrolló una


técnica decorativa similar aplicada en diversos objetos, que consistió en que, una vez
cocida la pieza, se aplicaba una delgada capa de barro fino, sobre el que posteriormente
se aplicaba una capa de pigmentos color verde o negro. Esta superficie era “excavada”
creando figuras geométricas y realistas que eran rellenadas con una mescla de pasta y
pigmentos minerales de diferentes colores (Noguera 1975:42). El resultado final es
similar a la apariencia de los objetos decorados al pseudo-cloisonné.

“El tipo cerámico más distinguido del Epiclásico septentrional es el pseudo-cloisonné


(Kelley y Abbott Kelley 1971, Holien 1977). La distribución de este tipo abarca además
de la Esfera Septentrional varias regiones contiguas como la cañada de Bolaños, Jalisco
y varios sitios dentro de la esfera del Valle de San Luis.” (Jiménez 2006:383)

Thomas Holien (1977) relaciona la cerámica decorada con la técnica del


pseudocloisonné eran utilizadas dentro de un complejo de materiales relacionados con el
culto a Tezcatlipoca, y al consumo de pulque. Para él, un subgrupo de la vajilla decorada
al Pseudocloisonné que definió como el complejo “Copa-Olla”, muestra relación con el
arte ceremonial Teotihuacano (Holien 1977)10. En el noroccidente de México, las copas
con base de pedestal decoradas al pseudo-cloisonné se relacionan con los entierros del
salón de las columnas en Alta Vista, y se ha propuesto una correlación de dicho complejo
funerario y el rito de Toxcatl del culto a Tezcatlipoca (Holien y Pickering 1978).

10
Pero esto puede ser debido a que en un primer momento se tenían fechamientos para Alta Vista
relacionados con Teotihuacán, fechamientos que corregiría Charles Kelly en un momento posterior
haciendo a Alta Vista mas tardío, en el Epiclásico.

106
En el occidente y noroccidente de Mesoamérica, los primeros reportes de este tipo
de materiales los tenemos gracias al antropólogo noruego Carl Lumholtz, que en su viaje
por México a principios del siglo XX y en su paso por la región del occidente, obtuvo
algunas vasijas decoradas al pseudo-cloisonné en Estanzuela, Jalisco, asociados de unos
entierros cercanos (Lumholtz 1902). Se ha propuesto recientemente que estas vasijas
podrían estar relacionadas con la cultura Ixtepete-El Grillo del valle de Atemajac, así
como con áreas aledañas durante el Clásico tardío (Jiménez 1989:4, 1995); las piezas se
encuentran actualmente en el Museo de Historia Natural de Nueva York en los Estados
Unidos.

Para el mismo año, se reportan en regiones del sur de Zacatecas y las barrancas
del norte de Jalisco materiales de pseudo-cloisonné, producto de recorridos de superficie
y pequeñas excavaciones del antropólogo Alex Hrdlicka (1903). También en el mismo
año, Leopoldo Batres inspecciona el sitio arqueológico de La Quemada y publica una
monografía en cuyas fotografías aparecen materiales decorados al pseudo-cloisonné en
posesión de los dueños de una hacienda cercana al sitio arqueológico (Batres 1903,
Jiménez 1988).

Ya para 1910, Manuel Gamio reporta cerámica


pseudo-cloisonné en sus trabajos de excavación en el
salón de las columnas del centro ceremonial de Alta
Vista (Figura 63). Ya para los sesenta se tenían
documentados una muestra amplia con la distribución
geográfica de esta cerámica, reportándose en sitios
arqueológicos en los estados de Zacatecas, Jalisco,
Michoacán, Nayarit y Guanajuato (Braniff 1965,
1972; Castillo 1968:57), y se reconoció una
Figura 63. Vasija pseudo-clóisonne
encontrada en Alta Vista. MNA temporalidad que va desde el 250 hasta el 800 d.C,
aunque en el norte se reportó una presencia más tardía en sitios de Durango y Chihuahua
(Castillo 1968:57), y en Tula al sur (Braniff 1965, Castillo 1968:57, Paredes 1990:193,
Cobean 1990:493), durante la fase Tollan (Solar 2006:8).

107
El complejo “copa-olla” de la cerámica decorada al pseudo-cloisonné es
comúnmente asociado a cerámicas decoradas al negativo, del valle de Atemajac y la
Sierra de Nayar. En dicha interacción, estos materiales son encontrados desde Durango
hasta Michoacán en el eje Norte-sur, y desde Guanajuato hasta Nayarit en el eje Este-
Oeste (Kelley 1974:23).

No obstante, esta amplia dispersión, esta cerámica es distintiva de la cultura


Chalchihuites, y es característica de los sitios arqueológicos de Alta Vista, La Quemada
y Las Ventanas (Jiménez 1989:13), además del sitio de La Tirisia, también en el Cañón
de Juchipila. en donde se han encontrado en asociación con bases anulares, soportes
mamiformes largos, figurillas de “los cornudos”, figurilla del tipo I y una cerámica
característica en formas y decoración policroma al negativo, elementos cerámicos con los
que se encuentra asociado el sitio de Cerro Encantado de Teocaltiche, en los Altos de
Jalisco (Jiménez 1988a:49).

En el valle de Atemajac, el pseudo-cloisonné se encuentra asociado a caras


moldeadas a los bordes de las vasijas, piezas que también reporta Williams para los sitios
de San Aparicio y otros en la región de los Altos de Jalisco (Williams 1974) y que también
fueron reportadas en algunas vasijas recuperadas en el sitio del El Grillo en el Valle de
Atemajac (Galván 1976, Schondube y Galván 1978, Jiménez 1995).

En la zona del Río Bolaños fue recuperada esta cerámica durante los trabajos en
sitios como La Florida, Zacatecas, así como en los sitios de El Piñón y Pochotitán, Jalisco
(Cabrero 1989, Villalobos 2001).

108
En sitios asociados al río Huaynamota o Chapalagana
se ha reportado cerámica pseudo-cloisonné en los
sitios de Cerro Blanco y Cerro de las Víboras (Holien
1977) así como en el Cerro del Huistle, en donde
además se ha documentado la aplicación de esta
técnica sobre otros materiales, tales como textiles y
guajes (Hers 2001:124) (Figura 65).

En el centro de Jalisco se ha reportado esta cerámica


en sitios asociados con el río Ameca como Estanzuela,
Tala y Ahualulco, en Sayula y la cuenca de Zocoalco
Figura 64. Pseudo-cloisonné El Cóporo.
Pérez 2007, figura 30. en los sitios de Cruz Vieja y Rancho Reparo, en la
cuenca del lago de Chapala se ha reportado en el sitio de Jiquilpan, del lado de Michoacán
(Holien 1977).

Por lo respecta al Río Verde Grande, se han reportado materiales cerámicos


decorados al pseudo-cloisonné en Cerro Encantado, cerca de la población de Teocaltiche,
Jalisco (Holien), además de los sitios de Belén del Refugio y San Aparicio en los Altos
de Jalisco. Según Ramos y López (1994) estos materiales aparecen en una segunda fase
de ocupación entre el 300-900 d.C, generalmente en copas con base de pedestal, cajetes
de base anular y ollas, decoradas con motivos geométricos, así como con figuras
antropomorfas ricamente ataviadas. En algunos casos, se pueden identificar piezas
decoradas al negativo a las que se les ha aplicado la técnica del pseudo-cloisonné en un
momento posterior (López y Ramos 1994:257). En la parte norte del Río Verde, en lo
que hoy es el estado de Aguascalientes y sureste de Zacatecas, se tienen reportes de
materiales pseudo-cloisonné en el sitio arqueológico del Ocote, Santiago, Cerro de en
medio (Pelz 2006, Nicolás 2013, 2014 Dueñas 2016) y Buenavista (Pérez 2007).
Además del complejo “copa-olla”, se han reportado materiales decorados al
pseudocloisonné en distintos tipos de objetos. Por ejemplo, en Huitzilapa, Jalisco, en una
tumba de tiro se reportó la aplicación de la técnica sobre caracoles, fechado para el 65
d.C (Ramos y López Mestas 1996). En la sierra del Nayar se ha reportado su uso sobre
huajes y posibles textiles:

109
“En los ajuares funerarios, se conservan frágiles y misteriosos objetos quizás de cueros o
cortezas que desaparecieron sin dejar más rastros que los de su decoración al
pseudocloisonné hecha de vivos colores, mientras que cuencos de madera o guaje eran
pintados, con los mismos pigmentos, con la técnica al seco más simple…” (Hers
2001:124).

Figura 65. Pseudo-cloisonné del Huistle, Jalisco (Hers 1983:33)

Se ha reportado su existencia
tardía entre los materiales cerámicos en
la región central del Altiplano en Tula,
durante el Postclásico Temprano
(Braniff 1972: 292; Holien 1977); y en
la sierra nevada en el sitio de
Tenenepango, en Puebla. Sin tener clara
la temporalidad, Braniff menciona la
presencia de pseudo-cloisonné en sitios
de la Cuenca de México como
Azcapotzalco y Culhuacán y en el área
maya en Chichen Itza (Braniff 1972:
292), ya en el Postclásico Temprano
Figura 66. Pseudocloisonne Buenavista (Pérez 900- 1200 d.C.
2007:151

110
De igual manera, en el Norte de México y Suroeste de los Estados Unidos se
tienen reportes de materiales decorados al pseudo-cloisonné en el sitio de Guasave, en
Sinaloa (Ekholm 1942), así como en los sitios de Grewe y Snaketown, en Arizona (Holien
1977).

Estos hallazgos fuera de tiempo y espacio en los que se han definido los materiales
de la esfera septentrional son materiales que nos permiten ver el flujo de ideas a lo largo
del sistema mundo mesoamericano, no obstante que para fines de esta tesis nos
enfocaremos en los materiales relacionados al complejo copa-olla para hablar de las
interacciones a nivel regional. En el sitio arqueológico de Santiago se han reportado
materiales decorados al pseudo-cloisonné en las dos operaciones de excavación llevadas
a cabo en el sitio (Nicolás 2013, 2014; Puch Ku 2014; Torres 2015)

En el estado de Aguascalientes, los arqueólogos Ana María Pelz Marín y Jorge


Luis Jiménez Meza reportan la presencia de esta cerámica durante sus excavaciones en
el sitio arqueológico El Ocote, ubicado en el suroccidente de esa entidad y mencionan
que:

“…de este tipo de decoración se han localizado fragmentos de cajete y olla miniatura, en
pasta café y café compacta, paredes rectodivergente y curvoconvergente, combinando
una variedad de motivos geométricos, triángulos, líneas, círculos, semicírculos y grecas,
utilizando para ello una variedad de colores como negro, rojo, verde, naranja, y café... La
cerámica pseudo-cloisonné localizada en el sitio servirá como un marcador cronológico
aunada a los restantes materiales, lo que permitirá a su vez establecer tipologías cerámicas
para el actual estado de Aguascalientes… Ramos y López Mestas (1999) mencionan esta
cerámica para los Altos de Jalisco entre 700-900 d.C” (Pelz y Jiménez 2007:97).

111
Figura 67. Pseudo-cloisonné Ocote (Jiménez 2014)

En el sitio Cerro Santiago se han registrado alrededor de 22 muestras registradas


en los trabajos de superficie del sector A y en los trabajos de excavación de la estructura
53, sector B, específicamente en la unidad, cala 1(capa I), cala 3 (cuadro D4-IIR),
trinchera (cuadro B1, capa II, cuadro B2, capa II, cuadro B2, capa III) (Puch Ku 2014:
170-177).

Figura 68. Pseudo-cloisonné Santiago (Torrez 2014:


53)

112
En el sitio Cerro de en medio durante las excavaciones del Patio #2 en 2015 se
recuperó un fragmento de pseudo-cloisonné, encontrado en la capa II cuadrante f3 de la
estructura 27 y otro fragmento fue recuperado en superficie asociado a la estructura 26.

Figura 69. Pseudo-cloisonné encontrado Cerro de en medio

4.2.2 Esfera Altos/Juchipila (Bases anulares/bordes revertidos/Negativos)

Los materiales que se distribuyen en la zona del valle de Atemajac, el Cañón de Juchipila,
los Altos de Jalisco y el resto de la cuenca del Río Verde Grande son muy importantes
para entender los canales de comunicación que se establecieron durante el Epiclásico en
el septentrión mesoamericano. Uno de los materiales más emblemáticos de esta área es
la cerámica decorada al negativo. Según la definición de Eduardo Noguera (1965), la
técnica decorativa del negativo consiste principalmente en cubrir con algún material
pastoso (quizás algún tipo de cera natural o resina) las partes de la vasija que se desea
decorar, cubriendo y formando con esta pasta los motivos decorativos, mismos que
fueron previamente dibujados, el resto de la pieza sólo se pinta de otro color, por lo que
cuando la pieza se mete al horno el material pastoso se derrite durante el proceso de la
cocción, de modo que el color natural de la vasija es el que al final forma los diseños
decorativos, mismos que quedan enmarcados por una superficie más oscura (Noguera
1965:43).

Este tipo de decoración es muy utilizada dentro de las culturas prehispánica del
continente americano. De lo anterior dan muestra los materiales recuperados en contextos
arqueológicos en Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Panamá (Barrera 2007, Cabrero
1994).

113
En Mesoamérica se tienen evidencias de su uso desde el formativo encontradas
en el sitio de Tlapacoya (Piña Chan 1967), en algunas partes del golfo (Padilla 1993) y
durante la fase San Miguel de la cultura Chupícuaro en el Bajío (Saint Charles et al. 2005;
Braniff 1999). Ya durante el Clásico, se reporta en el área Maya (Lowe y Navarrete 1959;
Muñoz 2001; Coe 1960) y en Teotihuacán (Nelson y Crider 2005; Rattray 2001). En
Mesoamérica entonces, se reconoce la aplicación de esta técnica en todos los periodos de
la secuencia cronología hasta el postclásico (Noguera 1965).
En el Occidente de México, es común encontrar estos materiales también desde
fechas tempranas como un rasgo característico (Barrera 2007; Bell 1971; Cabrero 1989,
1992, 1993, 1994, 1995; Cabrero y López 1993, 1997, 1998, 2002; Furst 1967; Galván
1976, 1991; Grosscup 1964; Núñez 1955; Jiménez y Darling 2000; Kelley 1971; Oliveros
1974, 1989; Shöndube y Galván 1978; Shöndube 1980, 1983, 1990; Townsend 1999,
Weigand 1974, 1976, 1979, 1985, 1993; Williams 1994; Valdez 1994).
Es común encontrar esta decoración complementando otras técnicas como el
esgrafiado o pintado (Grosscup 1964). Las cerámicas decoradas al negativo pueden
agruparse en complejos de los periodos preclásico tardío y clásico temprano en la
tradición de tumbas de tiro, en donde se han encontrado individuos inhumados
acompañados con cerámica decorada al negativo (Barrera 2007; Bell 1971; Cabrero
1989, 1992, 1993, 1994, 1995; Cabrero y López 1993, 1997, 1998, 2002; Furst 1967;
Galván 1976, 1991; Núñez 1955; Long 1966; Oliveros 1974, 1989; Shöndube y Galván
1978; Shöndube 1980, 1983, 1990; Weigand 1974, 1976, 1979, 1985, 1993; Williams
1994; Valdez 1994). Esto principalmente durante el clásico temprano (100-200 d.C)
periodo asociado con las primeras aldeas sedentarias en el septentrión mesoamericano.

a b

Figura 70. (a) Plato hondo con decoración al negativo, (B)cajetes trípodes decorados al negativo Cabrero 2014: 33

114
En regiones como el Cañón de Bolaños se ha identificado en asociación con
cerámicas decoradas al pseudo-cloisonné, junto con las primeras cerámicas recuperadas
en el sitio de Totuate, Jalisco (Hrdlicka 1903; Kelley 1971), dentro de las tumbas de tiro
descubiertas en los sitios de Chimaltitán y San Martín de Bolaños, en asociación a los
edificios de los centros ceremoniales más tempranos de la región (Cabrero 1994:71), en
formas cerámicas como cajetes trípodes con soportes esféricos (Jaramillo 1984:184;
Cabrero 1989:215, 1994:71; Cabrero y López 1997).

María Teresa Cabrero propone que el pseudo-cloisonné y los negativos son


contemporáneos en el primer periodo de ocupación de Bolaños, con una fecha de 100-
250 d.C. en correspondencia con contextos similares en los Altos de Jalisco (Bell 1974).
Dadas las similitudes entre tumbas de tiro, algunas figurillas y la decoración al
negativo en la costa del Pacífico mexicano y sudamericano (principalmente Panamá,
Colombia, Ecuador y Perú), se ha propuesto una posible influencia de sur a norte,
posiblemente por mar (Barrera 2007; Cabrero 1994; Noguera 1955).

La presencia en el noroccidente de estos materiales desde el formativo tardío/


principios del clásico (100-200 d.C) han permitido definir una esfera de interacción que
articula los sitios definidos bajo la cultura Chalchihuites con el resto del eje Lerma-
Santiago (Jiménez 1989:9). De esta manera, la técnica decorativa al negativo es
diagnóstica de los canales de comunicación establecidos entre lo que es hoy en día el
sureste del estado de Zacatecas, el noroeste de Jalisco (los cañones) y los Altos de Jalisco
(Jiménez 1989, 1992, 1995; Jiménez y Darling 2000; Ramos y López 1992)
Articulando de este a oeste las redes de interacción, existe un tipo de cajetes de
base anular con decoración policroma al negativo, distribuida desde el valle de
Tlaltenango y Cañón de Juchipila, atravesando la región de los lagos hasta la noreste de
Guanajuato (Jiménez 1989, 1992, 1995; Jiménez y Darling 2000). De norte a sur se han
encontrado de manera intrusiva en los sitios de Encarnación de Díaz (en los Altos de
Jalisco), así como en Villa García (en el sureste zacatecano), y al sur en la cuenca de
Sayula (López et al. 1994; López y Ramos 1992; Shöndube y Galván 1978; Loyola 1994:
79; Jiménez y Darling 2000:170). Estas piezas son consideradas diagnósticas del
Epiclásico, muy similares, si no idénticas, a piezas encontradas en el valle de Atemajac

115
(Jiménez 1989: 3), dándonos indicios de los alcances de ciertas tradiciones alfareras, que
en si representan la extensión de la frontera septentrional (Jiménez 1989:9).

“Hacia la parte sureste de la esfera septentrional hemos definido una “subesfera de los
AltosJuchipila caracterizada por un elaborado y diagnóstico tipo cerámico de cuencos
con base anular al negativo. Esta subesfera llega hasta la región de Pénjamo y León
(Guanajuato), donde se traslapa con la esfera Garita/Cantinas que se extiende por el Bajío
hasta la región del río San Juan (Querétaro)” (Jiménez 2005:68).

En el Bajío se han identificado bases anulares dentro de un tipo llamado “Negativo


Tardío”, que se utilizó del 300 al 900 d.C (Ramos y López 1999:249-250). En el Cañón
de Juchipila la cerámica decorada con esta técnica ha sido ubicada principalmente para
la segunda fase de ocupación que va desde el 300/350 al 850/900 d.C. (Jiménez 1995:
43). En el valle de Malpaso (La Quemada) los cajetes policromos de base anular se
consideran importados de la región del valle de Atemajac a través del Cañón de
Juchipila (Jiménez 1995:49), sin embargo, también se ha reconocido un tipo negativo
de manufactura local definido como tipo Tepozán (Jiménez y Darling 2000).

La cerámica decorada al negativo ha sido reportada en el área de Chalchihuites


desde la fase Canutillo (Kelley y Kelley 1971), en el formativo. Sin embargo, es
reconocido que adquiere importancia a partir del Epiclásico (600-900), cuando aparecen
tipos diagnósticos de interacción con sus vecinos sureños (Jiménez y Darling 2000).

Los cajetes de base anular suelen estar decorados al negativo sobre un engobe rojo
pulido, no obstante, en ocasiones aparecen los motivos al negativo en vasijas decoradas
con policromía rojo sobre bayo. Baus de Czitrom y Sánchez (1986), hacen alusión a que
esta modalidad se encuentra en el sitio de Iztepete-El Grillo, en el valle de Atemajac
(Shöndube y Galván 1978:160 en Baus Czitrom y Sánchez 1986: 8), mismo que sitúan
entre los años 600-900 d.C (Baus Czitrom y Sánchez 1986: 8).

116
También Braniff reporta la presencia de base en los materiales cerámicos del sitio
de Villa de Reyes (Braniff 1992:42), asociado estratigráficamente al tipo Electra
Polícromo, y que sigue presente con menos importancia en el Epiclásico (Braniff
1992:47), así como en el tipo San Luis Negativo de la fase San Luis (Braniff 1992:56),
de manufactura local.

Junto a los negativos y las bases anulares, existe una forma típica de borde de
ollas que también es diagnóstico del Epiclásico septentrional: el borde revertido11.

En nuestra área de interés, el borde revertido es también conocido como borde de


“escalón”, o “de paréntesis”, y es un rasgo característico de las cerámicas naranja-
guinda de los Altos de Jalisco, y se tienen reportes de su presencia en San Luis Potosí,
tanto en el valle como en la región de Río Verde, como en Colima y el Oeste de
Zacatecas (Ramos y López 1999).

En tres sitios en Los Altos de Jalisco, Baus de Czitrom y Sánchez (1986) describen
los materiales cerámicos con este tipo de borde y mencionan que la forma más común
entre los objetos que recuperaron con bordes revertidos son olla (aunque también está
presente en menor medida en cajetes), decorada con un engobe rojo pulido al exterior, y
un engobe crema sin pulir en el interior (Baus de Czitrom y Sánchez 1986: 5).

Este mismo tipo de borde es mencionado por Isabel Kelly, cuando reporta los
materiales del sitio de Tuxcacuexco, al sur del estado de Jalisco (1949: 95-96 en Baus
Czitrom y Sánchez 1986: 6).

En la parte oriente del estado de Jalisco lo reporta también Otto Schondube


(19731974 I: 101; II: Lám. 59: 1-4, Lám. 60: 21-29 en Baus Czitrom y Sánchez 1986: 6)
en tres complejos del área Tamazula-Tuxpan- Zapotlán con una cronología que va desde
600 hasta 1523 d.C., (Baus de Czitrom y Sánchez 1986: 6).

11
No obstante, es necesario decir que es una característica presente en varias culturas
prehispánicas en distintas áreas del continente americano, como son las cerámicas de la fase Chorrera y
Tejar, en Ecuador, así como en la fase Conchas en Guatemala, al igual que las bases anulares aparecen en
culturas de Colombia, Ecuador y Panamá, poniendo una vez más un rasgo de la cultura material que
relaciona Sudamérica con el occidente mesoamericano (Coe 1960).

117
Jiménez reporta estos bordes en el Cañón de Juchipila, y en el valle de
Tlaltenango, con una temporalidad de entre el 300/400 al 900 d.C También existen
reportes de la presencia de este tipo de borde para la región del norte de Michoacán, cerca
del Río Lerma para el Epiclásico (Michelet en Baus de Czitrom y Sánchez 1986: 6). Lo
mismo para Guanajuato (Brown, en Baus de Czitrom y Sánchez 1986: 6)
Para la porción norte del Río Verde Grande, se cuentan con hallazgos en el sitio
del Ocote, que decidió dividir y manejar tipos y variedades como: el Tipo Negativo,
organizándolo de la siguiente manera: Tipo Negativo/Rojo; Tipo Negativo/Café;
Negativo y Rojo/Café; Negativo y Rojo /Bayo, Negativo, Rojo y Blanco/Café y un
apartado que se tiene denominado como Negativo Variante 1 Rojo/Negro.

El Negativo/Rojo se presenta en forma de ollas, con pared curvo divergente, labio


biselado y pared recto divergente, labio biselado. En forma de cajetes pared recto
divergente, labio plano, pared curvo divergente, labio plano, redondeado y biselado;
cajetes de silueta compuesta, labio redondeado. Los diseños son simples y consisten
líneas dobles o triples esparcidas en el cuerpo.

Negativo, Rojo/Café aparecen en forma de cajete con pared recto divergente, labio
biselado y plano; pared curvo divergente, labio plano y redondeado; en forma de cajete
de silueta compuesta, labio plano y en forma de vaso recto con el labio redondeado.

De este tipo se cuenta con 2 piezas completas, son dos cajetes de base anular,
pared curvo divergente, labio redondeado. Uno de ellos al exterior presenta un par de
diseños geométricos en posición horizontal pintados en color rojo, posiblemente una
greca; al interior tiene los diseños geométricos en negativo (muy desvanecidos (Figura
71)) con el fondo punzonado. El otro tiene al interior la decoración pintada en rojo
decorando toda la pared, librando sólo el fondo, los motivos en negativo se localizan al
exterior rodeando la pieza entre una banda roja y la base anular. En este caso los motivos
en negativo son visualmente tenues (Jiménez 2014).

118
Figura 71. Izquierda: Negativo, rojo/café, cajete de base anular y fondo punzonado. Al interior tiene los diseños
en negativo. Jiménez 2014: 26 . Derecha, misma imagen utilizando filtros en Dstretch.

En el sitio Cerro Santiago se ha registrado alrededor de 142 muestras de la


cerámica negativos pertenecientes a 13 tipos cerámicos, alrededor de 62 bordes revertidos
en su mayoría del tipo Rojo pertenecientes a posibles ollas y las bases anulares han sido
rastreadas en superficie en el cuadrante y en excavación se ha registrado en la estructura
53 (Puch 2014:35).

A B

Figura 72. Fragmentos de cerámica


decoradas al negativo asociadas a la
estructura 58 A) Colección L70-7-
C
C28 B) Colección L 70-7-C7 C)
Colección E53-U1-SI-CII-597. (Puch
Ku 2014:35; Torres 2014:53)

119
Hasta la fecha no se han reportado negativos en el sitio arqueológico Cerro de en
medio, sin embargo, si se tiene la presencia de bordes revertidos, encontrado ofrendado
bajo el piso de la estructura 27 del Patio #2. En la misma estructura, pero en la capa II se
encontró una base anular.

En el sitio Casa de indios/Cerro del meco, ubicado al norte del Cerro de en medio
se encontraron en recorridos de superficie bordes revertidos, una base anular con posible
decoración al pseudo-cloisonné y materiales decorados al negativo (Dueñas 2013), por
lo que el sitio también estuvo habitado durante el Epiclásico y participó de las redes de
intercambio, de materiales diagnósticos de las esferas de interacción.

A
Cerro del meco

B C

D Cerro de en medio

Figura 73. A) Cuello y borde revertido de una olla encontrado bajo el piso de la estructura 26, del patio #2 del Cerro de en
medio (Dueñas 2015). B) Borde Revertido recuperado en prospecciones sobre el Cerro del meco (Dueñas 2013). C)Base
Anular recuperada en prospección sobre el Cerro del meco (Dueñas 2013). D) Base Anular recuperada en prospecciones
sobre el Cerro del meco, esta pieza presentaba restos de pigmento gris tipo Pseudo-cloisonné (Dueñas 2013).

4.2.3 Figurilla tipo Río Verde


Existe un tipo de figurilla cuya presencia en la región de manera generalizada ha sido
reportada solamente por Baus de Czitrom y Sánchez (1986) en los Altos de Jalisco. Ellos
intentaron asociarla a la clasificación que previamente Glyn Williams (1974) realizó para
la región. Así, identificaron los tipos I y IV de la clasificación de Williams, que describe

120
como de manufactura modelada, solidas, planas, y con una concavidad en la parte
posterior de la cabeza (Czitrom y Sánchez 1986:10).

Sin embargo, Pérez (2007:188-192), a partir de los hallazgos en el sitio


arqueológico de Buenavista, Zacatecas, y tras una revisión bibliográfica, identifica
claramente rasgos distintivos para reclasificar el ahora Tipo “Río Verde”, con
características propias con la excepción de la nariz y nariguera que son similares al tipo
I.

Figura 74. Figurillas Río Verde. A) Fotografías de Leopoldo Batres, exhibida en el museo Smithsoniano, propiedad
de la familia Franco, dueños de la hacienda de La Quemada, y asociada al sitio arqueológico homónimo (Batres
1903). B) Figurilla recuperada en Buenavista, Sureste Zacatecano (Pérez 2007). C) Dibujo de una figurilla
recuperada en los Altos de Jalisco (Czitrom 1986, 1995). Tomado de Pérez 2007:189

Estos materiales asociados al Río


Verde Grande tienen tamaños muy
semejantes y rasgos altamente
estandarizados, exhibiendo un patrón de
fractura también muy semejante. Todas
las piezas se encuentran fracturadas a la
altura de los ojos y cuello, por lo tanto,
se desconocen los tocados y los cuerpos.
Los únicos rasgos que comparte con la
Tipo I son la nariz y la nariguera, ya que
Figura 75. Figurilla Tipo Rio Verde, El Ocote. Pelz 2006.
en tamaño y grosor son diferentes, y

121
difieren en la insistencia en remarcar los dientes y las comisuras (en semejanza con
representaciones de desollados en épocas más tardías) en las Figurillas Río Verde (Pérez
2007). Hasta ahora, en el sitio de Santiago y el Ocote se han reportado este tipo de
Figurillas, dejándonos ver su participación en esta esfera de interacción. Por lo que
respecta a Santiago, el hallazgo es por demás interesante, pues se le encontró en la capa
III (contexto sellado) de la cala oeste, a un costado de la estructura 58, junto con un
fragmento de borde revertido y un fragmento de pseudo-cloisonné (Figura 77).

Figura 77. Dibujo Figurilla Rio Verde de Santiago. Figurilla Rio Verde, Cuadro B2, Capa III.
(Modificado de Puch Ku 2014:40)

Figura 76. Mapa de la distribución conjunta de bases anulares, negativos, bordes revertidos y figurilla
verde, que conforman la sub-esfera de interacción “Rio Verde Grande”, además de zonas donderiose han
reportado como materiales foráneos (Cañón de Bolaños Hrdlicka (1903), Cuenca de Sayula y Valle de
Atemajac (Shondube 1983))

122
4.2.4 Esfera Policromo San Luis

La cerámica policroma denominada “Valle San Luis” (Figura 78) es, junto con el tipo
“Electra Policromo”, uno de los elementos diagnósticos del área definida como “Tunal
Grande”, así como marcador cronológico de la Fase San Luis (ca. 650-900 d.C) (Braniff
2001:111-112).

Figura 78. Policromó San Luis reportado en el sitio Buena Vista, Zacatecas. Pérez 2007:164

El primer reporte y descripción de este material lo realizó Joaquín Meade (1941,


1942, 1942a, 1948), descripción que fue retomada posteriormente por Braniff (1992) y
por Crespo (1976) para realizar un análisis de los materiales recuperados en el sitio Villa
de Reyes, San Luis Potosí, que dicen se caracteriza por ser delgada, compacta y fuerte,
en la que destaca la utilización de desgrasantes minerales de color blanco, el color de la
pasta varía entre café oscuro y color amarillento, su cocción es en general incompleta y
en algunas ocasiones se pueden ver manchas de humo en su pasta (Braniff 1992:69-70).
El color de la vasija es bayo y bruñida, sobre la cual se aplica una decoración en bandas
color rojo o naranja delimitadas por líneas negras, en ocasiones blanquecinas, (Braniff
1992:70)

En algunas piezas se agregaron elementos al pastillaje, como bandas de pequeños


botones que pueden estar hundidos o cortados en cruz (Crespo 1976:53, Braniff 1992:69-
92), en algunos cuencos y ollas se encontraron también decorados al negativo, en donde
las líneas, puntos y manchas realizadas así se encuentran sobrepuestas a la decoración
policroma particular del tipo cerámico (Crespo 1976:53, Braniff 1992: 70).

123
Figura 79. Tipos de cuello y bordes asociados a la decoración Policromo San Luis. (Braniff 1992:71).

Los principales motivos, además de líneas, desplegados sobre esta cerámica son los
ganchos, volutas, y punteados que delimitan o enmarcan diferentes motivos; algunas ollas
llevan una banda roja sobre el borde circundando la boca, que así queda delimitada (Crespo
1976:53). El motivo menos usual son los diseños circulares (Braniff 1992: 69-92).

En algunas ocasiones, a la franja roja del borde delimitada con la línea negra, se le
agregaban otros elementos, tales como líneas paralelas, grecas, puntos, ganchos, triángulos,
cruces, rombos y círculos (Braniff 1992: 69-92). En un solo caso se reporta una cabeza
humana formando parte de los motivos decorativos (Braniff 1992:69-92).

La extensión de la distribución de geográfica de este material rivaliza con la extensión


del pseudo-cloisonné. Su zona nuclear probablemente se encuentra en el suroeste de San Luis
Potosí (en el altiplano potosino/valle de San Luis) y el norte de Guanajuato (en el Valle de
San Francisco), presente en los sitios de El Peñasco (Meade 1941; Crespo 1976; Braniff
1992:69), El Salitre (Meade 1942; Crespo 1976), Hacienda de Pardo (Meade 1942; Crespo
1976), Majada del Gato (Crespo 1976), La Moctezuma (Cabrera 1958; Crespo 1976), Labor
del Río (Cabrera 1958; Crespo 1976), Cerro de Silva (Lessage 1966; Crespo 1976), Santa
Genoveva (Lessage 1966; Crespo 1976), Cueva del Indio (Lessage 1966; Crespo 1976) y San
Juan sin Agua o Peñón Blanco (Braniff 1961, 1992: 69; Crespo 1976); en los sitios de San
Bartolo de Berrio (Braniff 1961; Crespo 1976), El Cóporo (Brown 1985:224; Braniff 1963,

124
1972: 276, 1992:69; Nicolau 2005; Álvarez 2005); Cerrito de Rayas (Ramos et al. 1988:313);
Agua Espinoza y Tierra Blanca (Brown 1985:224; Braniff 1972:283), La Gavia (Jiménez y
Darling 2000), La Magdalena (Brown 1985:224), y Tlacote (Crespo 1991).

Pero se extiende por el noreste de Jalisco, en la región de los Altos, se ha encontrado


en los sitios de Chinampas y El Cuarenta (Braniff 1992:69; Brown 1985:224), así como en
Ciénega de Mata (Braniff 1992: 17-18). En el estado de Aguascalientes aparece en los sitios
del Ocote (Pelz 2006), y Santiago (Nicolás 2013, 2014; Puch Ku 2014).

En el sureste zacatecano aparece principalmente en el sitio de El Cerrito, que es del


que mayor mención se hace en la arqueología de esta región, en donde fue observado en
superficie (Meade 1942; Cabrera 1958; Crespo 1976; Brown 1985:224; Braniff 1992:69;
Ramírez y Llamas 2006; Aparicio 2003), y también fue recuperado en varios pozos
estratigráficos realizados por Braniff en 1961, en asociación con cerámicas del tipo Zaquil
Negro Esgrafiado (Braniff 1992) característico de la Huasteca. De la misma manera se ha
reportado también su presencia en superficie en los sitios de Pinos, antiguo asentamiento
cercano a la capital del municipio del mismo nombre (Crespo 1976), Santa Elena, en grandes
cantidades (Braniff 1992; Crespo 1976; Aparicio 2003; Ramírez y Llamas 2006), Chepinque,
ubicados en el municipio de Ojocaliente (Aparicio 2003; Ramírez y Llamas 2006), y “La
Joya” en el mismo municipio, así como “Presa Montoro” ubicado en el municipio de Villa
García (Ramírez y Llamas 2006; Aparicio 2003).

Aparece en el centro de Guanajuato de manera intrusiva, al igual que la región


occidental del estado de Querétaro se ha encontrado en El Cerrito (Crespo 1991a). Al norte,
aparece en el valle de Malpaso, se reporta para el sitio de La Quemada como intrusivo
(Jiménez y Darling 2000:164-180) y en su extremo al este aparece en las cercanías de Río
Verde, San Luis Potosí principalmente en el sitio de en la región de Río Verde, en donde
aparece como material intrusivo, se ha reportado en el sitio de La Mezclita (Braniff 1992:69).

El área de circulación de este material es importante porque articula al noreste con el


tipo cerámico Zaquil Negro Esgrafiado, que se considera diagnóstico de la Fase Panuco IV,

125
que marca el Epiclásico en la Huasteca, generando así un corredor de comercio e interacción
(Braniff 1972:276, 1974: 43, 1992: 17; Crespo 1976: 56; Jiménez 2010: 6); Al sur, el
policromo San Luis se articula con el bajío, principalmente en asociación con los tipos blanco
levantado y con las vasijas decoradas al negativo, mostrándonos el comercio e interacción
entre estas zonas (Braniff 1992:69-92).

En cuanto al uso de este tipo de cerámica, los hallazgos asociados a entierros le dan
un carácter ceremonial, aunque fragmentos menos elaborados en su decoración y pulimento
están asociados a actividades domésticas (Crespo 1976: 53; Braniff 1992: 39). Es importante
el reporte de Crespo sobre algunos fragmentos recortados discoidalmente, utilizados como
tejos en posibles juegos, aunque algunos cuentan con una perforación central, también siendo
posible ser utilizados como pesas de telar o malacates, alisadores o aguzadores (Crespo
1976:56). La cerámica tipo Valle San Luis ha sido reportada en el sitio Arqueológico de
Santiago (Puch Ku 2014).

Figura 80. Dos fragmento de Policromo San Luis. Fragmento de Olla


(A Colección CA3-B4-II-9) y fragmento de cajete (B colección E53-U1-
SIV-CII-1683) asociados a la estructura 58.

Figura 81. Olla Policromo San Luis, localizada en la bodega del Museo de
Historia Regional de Aguascalientes. Nótense los diseños solares en delineado
negro. Cabe señalar que su procedencia es desconocida. INV 10 -436819 REG
679 P.J

126
4.2.5 Tablillas

Los objetos conocidos como tablillas, placas o


bateas cerámicas, han sido catalogados como de alto valor
cultural tanto por el contexto arqueológico en que fueron
localizadas y la dimensión temporal o cronológica a la que
pertenecen. Se trata de objetos cuya función se desconoce;
En el área de Bolaños se les ha encontrado planos o con
una leve curvatura y tienen diseños muy variados: hay
paneles en los que se combinan dobles líneas ondulantes,
formando triángulos, rectángulos, todos ellos esgrafiados;
bandas anchas pintadas, grecas escalonadas, motivos
geométricos pintados en rojo y negro, motivos
geométricos o zoomorfos incisos . Se han encontrado en
la región de Bolaños (Cabrero), en el sitio arqueológico
de la Quemada (Nelson 2014; Trombold 2014), en El Teúl
(Solar y Jiménez 2014) y en el valle de Tlaltenango
(Jiménez y Darling 2000). En el centro de Jalisco se
encuentran sin motivos decorativos y de gran tamaño.
Javier Galván, investigador del Centro INAH-Jalisco las
asoció con el periodo Grillo de Atemajac, Jalisco.

Su uso aún no está definido, pero su temporalidad


las ubica durante el Epiclásico (600-900 d.C) (Cabrero,
2005) y hasta ahora se ha reportado su presencia en el sitio
arqueológico de El Ocote (Figura 83) asociados a restos
óseos, con muestras de carbón dentro del espacio, los
cuales ubican el contexto entre el 600 y 900 d.c.
Pertenecientes a el Epiclásico mesoamericano; En el
Figura 82. Tablillas con decoración
Cerro de en medio se recuperó un fragmento en recorridos geométrica esgrafiada, y Tablilla completa
rojo y negro/bayo. Cabrero 2014: 38
de prospección, asociado saqueo (Figura 84).

127
Figura 83 . Tablillas. El Ocote.
Jiménez 2014: 45

128

Figura 84 . Fotografía Tablilla. Cerro de En medio.


4.2.6 Figurillas Cerro García

Las figurillas Cerro García son descritas en


un primer momento por Isabel Kelly
(1949:120,122), después César
A. Sáenz (1966:47-49), pero no es sino hasta
el trabajo de López-Mestas (s.f.) quien
presenta una primera clasificación a partir de
muestras del Museo Regional de
Guadalajara. Esta clasificación, de carácter
preliminar, ha sido la base de posteriores
artículos referentes a estas terracotas, como
el trabajo de Gómez y de la Torre (1996)
Figura 85. Clasificación de Figurillas Cerro García. quienes serían los encargados de clasificar
Gómez y de la Torre 1996, Figura 1.
este tipo de figurillas a fondo. Aunque en un
primer momento se les asocio con ese elemento topográfico, el Cerro García, según
estos autores el sitio de Cerritos Colorados (cs-11) en la cuenca de Sayula, es el
yacimiento en donde se han recuperado más ejemplares, con un total de 236 piezas, de
las cuales 139 se encontraron en superficie, y 97 en excavaciones (Gómez y de la Torre
1996: 129) (Figura 85).

Estas figurillas son representaciones antropomorfas, elaboradas en arcilla


modelada y muestran un acabado de superficie particular, denominado “pulimiento de
palillos”. Como características generales, describen que son de cuerpo sólido y plano, en
su gran mayoría son de sexo femenino, ojos, nariz y boca, así como senos y ornamentos,
son agregados al patillaje. Su importancia radica en que son diagnósticas de la esfera de
interacción Jalisco-Colima (Jiménez 2010), asociada a la distribución e intercambio de
sal y artefactos de concha y, Por otro lado, algunas de ellas presentan restos de pintura
facial, líneas de color blanco o amarillo, que han sido interpretados como lágrimas y
permiten sugerir su asociación con los mitos de origen mesoamericano de la sal (Liot y
Valdez 1996; Osorio 1998).

129
Gómez y de la Torre (1996) mencionan la posibilidad de que estas figurillas
pertenezcan a una familia más grande, que comparte principalmente características como
la forma de la cabeza, o algunos acabados. Evidencia de esto son las figurillas subtipo
XVb de Carolyn Baus (1978:44) que reporta para Manzanillo, Colima, o las figurillas
tipo “cara triangular”, reportadas por Shöndube para Apatzingán, Michoacán (1994:155),
cuya correlación cronológica es también el Epiclásico.

Estas figurillas han sido reportadas principalmente en lo que hoy es el estado de


Jalisco, en el Valle de Atemajac y la zona de Chapala. En la región, hasta el momento
sólo el sitio del Ocote ha reportado este tipo de figurillas, lo que nos permite observar el
corredor cultural y de intercambio que conecta el Río Verde Grande con la cuenca de
Sayula, el comercio de sal y los productos provenientes de la costa del pacífico, como
objetos de concha.

Hasta el momento se tiene identificada una figurilla de este tipo en el Ocote (Figura
86).

Figura 86. Izquierda, Figurilla “Cerro de Garcia” recuperada en El Ocote. Derecha, Figurilla Cerro
Garcia Tipo F (Gómez y de la Torre 1996 Figura 8)

4.2.7 El comercio de Concha Marina


Dentro de las investigaciones en el sitio arqueológico del Ocote, sobresale la gran
cantidad de piezas de ornato que se encontraron en este espacio, tanto por la diversidad
de formas: placas, pendientes, cuentas, anillos, como de materia prima: barro, piedra,
hueso, concha, turquesa, pirita.

Los materiales elaborados en concha están asociados a los entierros, y


principalmente Los entierros 6, 7 y 8 se encontraron ubicados sobre un nivel más alto que

130
los demás encontrados, descansando sobre un apisonado de tierra en un espacio
delimitado por piedras alineadas que conformaba una especie de cuadrángulo. Del total
de entierros, este conjunto fue el que presentó la ofrenda más rica con numerosas placas
de concha (Figura 87 y 88).
A través del análisis biológico (Gutiérrez s/f) se determinó que los moluscos
proceden de dos provincias malacológicas, la Panámica- Pacífica que comprende las
costas que van desde el sur del Golfo de California hasta el norte de Perú y la Caribe que
incluye el litoral del Golfo de México y Florida (Keen 1971). Así, hasta el momento se
ha determinado que la mayoría de las especies pertenecen a la provincia Panámica y sólo
cuatro provienen de la provincia caribeña, de la clase Bivalvia; Argopecten gibbus y
Lucina pectinata y de la clase gasterópoda: Strombus gigas y Strombus alatus. Como
puede apreciarse, el mayor número de especies pertenecen a la provincia Panámica, En
la Cuenca de Sayula donde se han encontrado evidencias de producción similares a los
de El Ocote.

Figura87. Placas de Conch


a, asociadas al entierro 6
Pelz 2006:54

Figura 88 Ornatos de concha recuperados en el Ocote,


Pelz 2006:79

131
4.2.8 Turquesa
El mineral más buscado en los confines del norte mesoamericano fue la turquesa, un bien
de lujo empleado como elemento religioso y marcador social cuyo valor se debía en parte
a la lejanía de sus yacimientos de obtención y su extracción restringida. Por ello, su
adquisición, circulación y consumo sistemático y constante por parte de grupos
mesoamericanos, dio origen a un comercio de materiales suntuarios de larga distancia
que costeaba los largos viajes y los gravosos intermediarios. No en vano se ha estimado
que hay más de un millón de piezas de este material en sitios mesoamericanos de todas
las épocas. Además, el incremento en la demanda de esta materia prima estimuló el
desarrollo de las culturas asentadas en la región de los yacimientos, como la
Chalchihuites en Zacatecas, Hohokam en Arizona y Mogollón y Anasazi en Nuevo
México (Figura 89), generando nuevas pautas en la organización social y el surgimiento
de grandes talleres centralizados en la manufactura de mosaicos y cuentas hechas de

Figura 89. Mapa del Comercio de la Turquesa. Melgar 2010 Figura 3

132
turquesa. Sin embargo, si bien se tienen identificados sitios y talleres a lo largo de las
probables rutas, no están comprobados los orígenes de muchos materiales encontrados
en contextos mesoamericanos.

Por su origen geológico, no toda la turquesa de un yacimiento tiene la misma


tonalidad, textura y dureza, características que influyen en su valor.

La turquesa que se usó para elaborar los mosaicos y ornamentos encontrados en


diversos sitios arqueológicos provino de yacimientos en el suroeste de Estados Unidos
de América y el noroeste de México, en lo que se conoce geológicamente como Provincia
Porfídica del Suroeste (Sánchez 2016). Esta provincia se caracteriza por tener
importantes yacimientos de cobre alojadas en rocas ígneas porfídicas, a los cuales se
asocian los yacimientos de turquesa que se encuentran en los estados de Nuevo México,
Colorado, Arizona, Utah, California y Nevada, así como los estados mexicanos de Baja
California, Sonora y más al sur en partes de Zacatecas.

Las minas localizadas en el hoy territorio de Estados Unidos de América con


evidencia de haber sido explotadas en época prehispánica son las del distrito minero de
Cerrillos, en el condado de Santa Fe, Nuevo México, especialmente las ubicadas en la
localidad de Turquois Hill y Mount Chalchihuitl. Otras minas son: Burro Mountains y
Little Hachita Mountains, en el condado de Grant, Nuevo México; En el Condado de San
Bernardino, en California; En el condado Conejos, en Colorado; en el condado de Clark
y Lincoln, Nevada (Sánchez 2016).

En México, los principales yacimientos de turquesa, aunque no de todos se tiene


conocimiento de haber sido explotados en épocas prehispánicas, están en Cananea, y la
Caridad en Sonora; mina Evans, en Baja California; además de los depósitos de
Concepción del Oro y Mazapil en Zacatecas (Sánchez 2016)

Hasta el momento hay 31 regiones con afloramientos de turquesa que tienen


evidencias de explotación minera prehispánica, con cientos de minas a cielo abierto, de
túnel o de tiro vertical; al igual que un utillaje de extracción como mazos, martillos,
hachas, antorchas y picos hechos de materiales locales (Melgar 2010).

133
Es común que por la forma en que se presenta naturalmente las rocas de turquesa
en los yacimientos, así como por sus propiedades mineralógicas influyen en la manera en
que se aprovechó principalmente en la lapidaria, ya que se le puede dar cualquier forma,
por lo que permitía elaborar teselas para mosaicos de hasta un milímetro cuadrado, con
biseles logrados y definidos. Las piezas pequeñas tienen la ventaja de que se adapten
mejor para elaborar objetos con volumen, como la serpiente bicéfala que se encuentra en
el Museo Británio, o los discos encontrados en Tula, Tenochtitlán y Chichen Itzá.

Para la zona denominada como frontera septentrional de Mesoamérica, es de


particular importancia los hallazgos en las excavaciones realizadas durante más de un
siglo en el sitio arqueológico de Alta Vita (Kelley 1980), municipio de Chalchihuites en
el noroeste del hoy estado de Zacatecas, en donde se han recuperado en distintos
contextos arqueológicos, teselas, cuentas y mosaicos de turquesa.

El sitio arqueológico de Alta Vista, es el principal centro ceremonial de la fase


súchil de la cultura Chalchihuites (200-950/1000 d.C) (Kelley 1980), localizado muy
cerca del Trópico de Cáncer. Esta región fue la primera
en utilizar grandes cantidades de turquesa a mediados
del clásico, ya que alrededor del 500 d.C los habitantes
de Alta vista ya trabajaban la turquesa y elaboraban
ornamentos y objetos rituales, que junto con otros
objetos de valor, formaron parte de ostentosas ofrendas
en las estructuras más importantes del sitio
arqueológico (Kelley 1980).

Por su parte, la actividad minera en las 750

Figura 90. Tesela de piedra verde


minas de Chalchihuites, distribuidas en ocho grupos
encontrada en la estructura 29
mineros a lo largo de los márgenes de los arroyos y ríos
del Patio#2 del Cerro de en
medio (Dueñas 2016) de la región, tuvo dos momentos importantes hacia el
350 d.C. y en el 800 d.C. (Weigand 1977: 16). Aunque en esta área no hay turquesa
“química”, los mineros prehispánicos explotaron una gama de piedras semipreciosas
azul-verdosas (chalchihuitl) como la malaquita, azurita y cuprita (Weigand 77: 255).
Debido a que la explotación de millones de toneladas de material excedía las necesidades

134
locales, se ha planteado que dicho fenómeno obedeció a la participación de los habitantes
de Chalchihuites en una red de intercambio con Teotihuacán o alguno de sus
intermediarios (Weigand 78: 69).

Las razones por las que se asentaron los habitantes prehispánicos de Chalchihuites
en esta región fueron diversas: geopolíticas, económicas, religiosas, etcétera. Sin
embargo, podemos decir que la minería fue una actividad económica que, aunada a
elaboración de artefactos preciosos y su intercambio a larga distancia, fue fundamental
para el desarrollo de esta compleja sociedad que jugó un papel destacado en la esfera
norteña mesoamericana durante
una buena parte del primer milenio
de nuestra era.

Se han planteado dos


principales vías de circulación entre
los yacimientos de turquesa y los
consumidores mesoamericanos que
tienen las siguientes características:
Figura91. teselas de piedra verde recuperadas en el la ruta de comunicación terrestre
sitio arqueológico de El Ocote Pelz 2006
era la más directa y práctica entre el
Altiplano Central y el lejano noroeste, ya que se trataba de un acceso natural siguiendo
los valles y cañones al este de la Sierra Madre Occidental (Harbottle y Weigand, op. cit.,
1992: 82; Weigand, op. cit., 1993: 252.). Por su parte, la ruta costera estaba densamente
poblada e incluía el tránsito por el río Grande de Nuevo México y Casas Grandes en
Chihuahua hasta llegar al litoral del golfo de California, para después seguir costeando
hasta el Occidente de México (Braniff 2008.).
En los sitios arqueológicos que se encuentran asociados al Río Verde Grande se
han reportado teselas de turquesa, como en El Ocote (Pelz y Jiménez 2008).

4.3 Las redes de información

La información es ligera y viaja grandes distancias. Las redes de información son


el trasfondo sobre el que los demás bienes se distribuyen, pues detener los flujos de

135
información es algo que ninguna unidad política ha evitado a lo largo de la historia. Aquí
cabe hacer una aclaración, puesto que existe un intercambio de información intrínseco en
las redes políticas, en las redes de bienes de prestigio, y e incluso en las redes de bienes
de bulto. Símbolos de poder, información tecnológica, social y en general, cultural son
parte indivisible de la vida social. En ese sentido, en este trabajo hemos presentado como
los materiales decorados al pseudo-cloisonné contienen complejos motivos decorativos,
iconografía muy particular y compartida a lo largo de la extensión de su distribución.
También la arquitectura, y en particular los espacios ceremoniales nos permiten observar
la información compartida por los grupos que ocuparon el norte del Río Verde Grande
con el resto de Mesoamérica. Los montículos alineados a los puntos cardinales son un
concepto compartido con el resto de sociedades a lo largo y ancho de Mesoamérica,
además de los patios hundidos asociados a estos, y en contraste con culturas desarrolladas
más al norte cuyos cánones arquitectónicos ceremoniales son distintos (por ejemplo, los
templos “Kivas”).

También el intercambio y uso de la sal para la


conservación de alimentos, y mejorar el sabor de ciertas
comidas, el valor religioso de las piedras verdes y su
asociación con ciertas deidades, al igual que los pendientes
de concha y todo el valor cultural que estos tuvieron para
las sociedades prehispánicas son producto de los flujos de
información que ocurren en el acontecer diario de las
poblaciones al interactuar con sus vecinos.

Figura 92. Maqueta de Juego de


Es por eso que las redes de información son las más
Pelota. Nayarit. MNA
extensas de las relaciones entabladas por las sociedades, y
se traslapan unas a otras, haciendo difícil discernir entre la difusión de ideas y los
desarrollos en paralelo, haciendo el trazo de fronteras una cuestión complicada.

En este apartado nos concentraremos en un elemento en particular, el juego de


pelota, por ser una práctica con fuertes connotaciones religiosas, políticas y cuya
arquitectura asociada es inconfundiblemente parte de los desarrollos culturales de los
pobladores mesoamericanos.

136
4.3.1 Juego de Pelota

El juego de pelota mesoamericano fue una práctica con connotaciones rituales para los
pueblos precolombinos de Mesoamérica. Incluso hoy en día existe una versión moderna
del juego, ulama, que se sigue practicando todavía en algunos lugares de Guatemala y
México, aunque ya sin las implicaciones religiosas, económicas, sociales y aun políticas
que llego a tener. Se puede considerar que el juego rebasa el papel ritual o deportivo, ya
que el juego y su simbolismo no siempre requirieron de su marco arquitectónico para
existir. En numerosas

Figura 93. Esquema evolutivo del juego de pelota. Taladoire,2000 Arqueología Mexicana.

inscripciones mayas se ha identificado el verbo “jugar a la pelota” y varios sitios cono


Ichmul o El Resbalón, en Quintana Roo, cuentan con representaciones de jugadores,
aunque no tienen canchas formales. En la escalera jeroglífica 2 del edificio 33 de
Yaxchilán, Chiapas, se representaron ceremonias y ritos políticos relativos al juego,
aunque disociados de este y de las canchas. Es decir que, además de ser una práctica
deportiva, el juego tenía un papel político, económico y religioso, cumplía la función de
resolver conflictos y ser una práctica metafórica del orden cosmogónico del universo. Es
una institución que forma parte de un compendio de creencias religiosas que muestran un
carácter cultural similar entre los que lo practican, convirtiéndolo en un elemento cultural
importante relacionado con el poder y con el desarrollo de Mesoamérica.

137
Los campos del juego de pelota han sido encontrados incluso al sur de Nicaragua,
y tan al norte como el actual estado de Arizona en los Estados Unidos. Estos campos de
juego de pelota varían considerablemente en tamaño, pero todos tienen largas pistas
estrechas con paredes laterales (Taladoire 2000). El juego de pelota se jugaba en una
grande estructura de mampostería. Construidos en una forma identificada en más de 1500
campos de juego de pelota que han sido identificados en Mesoamérica, el 60% de estos
solo en los últimos 20 años (Taladoire 2000). Aunque hay una gran variación en tamaño,
en general todos los campos de juego tienen la misma forma: una larga y estrecha cancha
de juego, flanqueada por paredes o taludes. A menudo las paredes estaban cubiertas de
una capa de yeso y pintadas con colores brillantes. Aunque los campos de juego
tempranos estaban abiertos en dos lados, los campos más tardíos tenían la zona final de
la pista cerrada de planta en forma de I latina.

Se ha supuesto que esta actividad surgió en la costa del Golfo de México, esto
debido a los reportes de pelotas echas de hule encontradas en el sitio arqueológico del
Manatí, aunque en los hallazgos del sitio arqueológico Paso de la Amada, Chiapas, se
han encontrado las canchas de juego más antiguas, fechados aproximadamente entre el
1400 a.C. y 1200 a.C. (Taladoire 2000). Al parecer el juego de pelota se difundió desde
las tierras bajas tropicales hacia el centro, sur y norte de Mesoamérica. Fechados para el
1000 a. C., figurillas de jugadores de pelota fueron incluidas en entierros en Tlatilco y
figurillas con un estilo semejante y que datan del mismo período fueron encontradas en
el yacimiento cercano de Tlapacoya, además de los hallazgos en el sitio del Opeño;
aunque no se encontraron campos de juego para la misma época en ninguno de los
anteriores (Oliveros 1988)

138
Figura 94. Juego de Pelota de la Quemada, Zacatecas.

Ya para el Clásico, alrededor del 300 a. C., existen evidencias de la existencia del
juego de pelota en el valle central de Chiapas, donde se encontraron los campos más
antiguos después de los de Paso de la Amada, y en el valle de Oaxaca. Simultáneamente,
en estos momentos aparecen representaciones del juego de pelota en la cerámica del
occidente mexicano.
En el occidente de Mesoamérica, los juegos de pelota han sido documentados
indirectamente desde épocas tempranas en maquetas encontradas dentro de la tradición
de tumbas de tiro, y directamente en la zona de Teuchitlán (Weigand 1991, 1993). Otros
trabajos han documentado canchas en el actual estado de Michoacán (Taladoire 1990) y
en Guanajuato (Taladoire 1993), así como en el norte de Jalisco (Hers-Barbot 1993) en
el Cañón de Bolaños (Cabrero 1989), en el norte de Zacatecas y sur de Durango (Kelly
1991).

Haciendo una revisión de los nuevos datos se hace claro que la evolución de esta
práctica, que probablemente empieza en las zonas costeras de Chiapas y Veracruz, no
puede entenderse solamente desde este punto. Un rasgo cultural tan complejo como este
solo puede desarrollarse a partir de varios focos interactuando. De esta manera tenemos
herramientas para entender las similitudes entre los distintos tipos de juego de pelota.
Existen distintas variedades del mismo, pero todos comparten la complejidad que sus
elementos logran alcanzar, ya que además del juego, existen rituales de preparación y uso

139
del caucho, la arquitectura particular, la presencia de esculturas, figurillas y la iconografía
relacionada con el poder y el orden del cosmos (Taladoire 2000).

Figura 95. Juego de pelota en Casas Grandes, Chihuahua. Branniff 2008

Los juegos de pelota en el occidente presentan similitudes con los de sus


contemporáneos en otras partes de Mesoamérica. Sería poco probable que esto sea
producto de otra cosa que no sea de lazos entre las distintas sociedades, no obstante, la
información disponible no es homogénea. Si bien, existen las canchas, las figurillas y las
maquetas sobre el juego de pelota, solo se tienen contados ejemplos con esculturas
asociadas, yugos o datos etnohistóricos en la mayor parte del occidente mexicano. Por el
contrario, en cuanto a datos etnológicos contemporáneos, se tienen documentados
sobrevivencias del juego en Sinaloa (Leyenaar 1978; Kelly 1943)

140
Figura 96. foto aérea de wupakti National Mnument ballcourt ,
Arizona. Tomado de su página web.

Al parecer, los juegos de pelota se extendieron hacia el norte mesoamericano al


final del clásico, coincidiendo también con una época de interacción efervescente en esta
zona, y es durante esta época que las encontramos en sitios tan al norte como lo reportan
en Chihuahua en el sitio de Casas Grandes, o en el sitioarqueológico de Snaketown en
Arizona que a partir de los años 650 d.C. y hasta 1150 d.C., no solo cuenta con varios
juegos de pelota dentro del sitio, si no que existen varios sitios alrededor con estas
canchas. Asociados a estos juegos, se encontraron cascabeles de obre, espejos de
mosaicos y cerámica decorada al pseudo-cloisonné, que sugiere la presencia de la cultura
mesoamericana (Braniff 2008).

El juego de pelota es un rasgo presente en el sitio arqueológico de Santiago,


Edificio cerrado en forma de I que mide 75m de largo (Figura 97). Se encuentra formado
por bloques careados y recubierto al interior por lajas careadas. Este edificio es de
mayores dimensiones al que se registró en el sitio arqueológico de La Quemada,
Zacatecas, el cual mide 70m de largo, considerado el más grande del septentrión
mesoamericano (Jiménez 2010:49).

141
La distribución macrorregional del juego de pelota y la parafernalia asociada
durante el Epiclásico es un ejemplo constituyente del flujo de información en el
continente norteamericano. El culto tiene arraigo temprano en las tierras bajas Costeras
(Parsons, 1969; Pasztory 1969.), sin haber sido adoptado por Teotihuacán hasta sus
últimas fases, aunque la práctica no era nueva, la amplia adopción alcanzada a finales del
Clásico es muy significativa. La construcción de canchas de juego de pelota muestra
características de haberse convertido en un elemento base de la cosmovisión de distintos
pueblos durante el Epiclásico.

Figura 97. Mapa topográfico del juego de Pelota de Santiago y la tipología de juegos de pelota y sus cronologías, según
Taladoire (2001:104). Aunque los cabezales no son fácilmente discernibles, podemos establecer un parecido con el tipo
XIII v.1 del formativo tardío, al igual que el tipo 1. Diferentes versiones podrían presentarse si se profundizará en el
estudio del espacio arquitectónico.

142
Capítulo V ¿Dentro o fuera de Mesoamérica?

E
n una región ignota sobre el pasado prehispánico, como lo es el estado de Aguascalientes,
cuya historia comienza en la mayoría de los textos con la presencia de cazadores
recolectores Chichimecas encontramos una serie de manifestaciones arqueológicas que
nos muestran un panorama más complejo, en donde ahora sabemos intervinieron
sociedades sedentarias con asentamientos permanentes.

En la historia de la arqueología del Norte de México, pero sobre todo la asociada


a los afluentes del Rio Lerma-Santiago, muestran como se ha relegado al Río Verde
Grande dentro de la investigación, por no contar con grandes asentamientos
prehispánicos dotados de un amplio y monumental complejo arquitectónico,
concentrando los esfuerzos en los afluentes Malpaso-Juchipila, Mesquitic-Bolaños y
Chapalagana o Huaynamota para realizar
investigaciones de este tipo.

Si bien, es verdad que los sitios


arqueológicos aquí presentados no sobresalen por
sus impactantes dimensiones arqueológicas, ello no
quiere decir que no tengan una historia, en muchos
puntos compartida con los demás grupos indígenas
del continente americano. La información
Figura 98. Dibujo de un fragmento arqueológica de estos asentamientos aquí
de figurilla Tipo I, encontrada en el
sitio de Santiago (Nicolás 2013). La presentada, como lo es su patrón De asentamiento,
figurilla es parte de los materiales
diagnósticos de la esfera características arquitectónicas y materiales
septentrional de Mesoamérica.
Dibujo Elaborado para esta tesis por arqueológicos cerámicos, líticos, restos óseos
Manuel Dueñas.
animales y humanos nos permiten pensar que la
región del Río Verde Grande fue una importante arteria de comunicación que durante el
Epiclásico articuló a la región de Chalchihuites en el Noroeste Zacatecano y el Cañón de
Juchipila con otras regiones como el Bajío, el Valle de San Luis y el Sureste Zacatecano.
Este eje corresponde a la llamada “Sub-esfera septentrional Altos-Juchipila”, propuesta
por Jiménez y Darling (2000).

143
La importancia que llegó a tener el Río Verde Grande como arteria de
comunicación durante época prehispánica, principalmente durante el Epiclásico, ya había
sido mencionada por Jiménez y Darling (2000:180): “La distribución geográfica de los
cajetes de base anular de los Altos con decoración policroma y pintada al negativo está
centrada en su mayor parte en el Río Verde, lo que probablemente es un indicio de su
importancia como arteria de comunicación en el Epiclásico”.

Y la interacción no se limitó a esta área. La cultura material hasta la fecha


reportada en los sitios arqueológicos aquí presentados nos da un panorama mucho más
complejo.
Piedras verdes venidas desde el norte de Zacatecas o desde Arizona, pendientes y
collares hechos en concha de ambos océanos (Pacifico y Atlántico), juego de pelota,
montículos orientados hacia la salida y puesta del sol, patios hundidos y figurillas que
nos permiten observar el comercio de sal son evidencia del amplio y complejo sistema
de intercambio que vivieron los habitantes prehispánicos del Río Verde Grande.

Debemos admitir que la indiferencia y poco interés por el Norte de México ha


estado propiciado por la falta de información acerca de la historia de esta región y de los
grupos que en ella habitaron. Sin embargo, es impensable que estas sociedades no
establecieran algún tipo de interacción a diferentes grados y formas con grupos vecinos,
a pesar que se insiste en verlos desde puntos de vista aislacionistas.

La propuesta de investigación de este trabajo buscó desvanecer la noción de los


límites de Mesoamérica, geopolíticos o territoriales que con frecuencia se utilizan de
manera despectiva para las poblaciones al norte del Río Lerma en época prehispánica, y
plantear una zona de interface entre los grupos de la “Mesoamérica Nuclear”, la
“Mesoamérica Mayor” y “La Gran Chichimeca”.

Es entonces que el Epiclásico prehispánico, lejos de ser un periodo de


fragmentación, inestabilidad y conflicto constante, fue un periodo de intenso intercambio
material, apogeo regional caracterizado por la interacción macrorregional de redes
establecidas en tiempos más tempranos (Jiménez y Darling 2000; Solar 2002). La red de
intercambio y comercio fue enorme, y nuestra área de estudio no quedó fuera de ella.

144
¿Cómo se llevó a cabo este intercambio? El estudio de los sistemas
macrorregionales de comercio presenta muchas dificultades. El rastreo de los elementos
que dan cuenta de las interacciones entre distintas sociedades, sus afectaciones sistémicas
y los antecedentes estructurales requieren de una constante y perpetua revisión de todos
los componentes de los sitios arqueológicos desde una perspectiva horizontal, como la
que intentamos en este trabajo, pero sobre todo, la perspectiva temporal de la que aquí
solo he presentado un periodo, que se sobrepone a antiguas estructuras y que a su vez, es
la base de nuevas para periodos posteriores.

Esta perspectiva ha sido abordada en pocas ocasiones en Mesoamérica,


principalmente por aquellos que trabajan en zonas que la arqueología nacional considera
“fuera de Mesoamérica”, o en el mejor de los casos, en su “periferia”.

Desde la definición misma de Mesoamérica, como un área cultural, su


delimitación ha estado cargada de cuestionamientos que han dirigido a las
investigaciones arqueológicas que se ocupan de esta región. ¿Qué define los límites de
Mesoamérica?, ¿Qué hay más allá de Mesoamérica?

Kirchoff propuso una serie de características que solo encontramos en un periodo


de tiempo en específico, al momento del contacto con los europeos, entonces ¿Por qué
seguimos utilizando indiscriminadamente ese límite propuesto por Kirchhoff?

A partir de esa línea trazada arbitrariamente en un primer momento, y después


realineada en su frontera septentrional sobre los márgenes del Río Lerma-Santiago, los
investigadores arqueólogos no tardaron en notar que no todos los elementos se encuentran
presentes en todas las regiones al mismo tiempo. Otras características como el modo de
vida sedentario agrícola no pueden ser el elemento definitorio, pues al mismo tiempo,
otras áreas geográficas del continente se sedentarisaron, algunos incluso sin uso de la
agricultura como principal fuente de alimentos.

Si no son rasgos culturales característicos, ni el modo de subsistencia… ¿Qué


define a Mesoamérica? En esta tesis nos unimos a la propuesta de que Mesoamérica es
un Sistema Mundo (o varios), es decir, un conjunto de redes anidadas de las que fueron
participes un conjunto de sociedades. El uso de este concepto implica que en algunos

145
momentos el sistema creció, es decir, incluyo a mas participantes, y en otros se redujo,
es decir, algunos participantes de desconectaron, a lo que comúnmente se conoce como
la fluctuación de la frontera mesoamericana. En algún momento el sistema se centralizó,
con la aparición hegemónica de algún centro o núcleo, y en otro se descentralizó,
permitiendo la entrada de más competidores que terminaría con el alzamiento,
eventualmente, de otro núcleo. Todo lo anterior significa que el sistema pulsaba. En esta
investigación, pensamos que, dentro de las posibles motivaciones detrás de estas
pulsaciones, el flujo de bienes de prestigio y las ideas detrás del valor que ellos tenían,
jugó un papel primordial para tales movimientos, ya que le permitirían a cada uno de los
grupos de elites participantes de este flujo, adquirir el prestigio necesario para aplicar de
manera efectiva el poder. El apogeo de sitios como La Quemada, Alta Vista, Cerro
encantado, el sitio de Villa de Reyes, Santiago, Cerro de en medio y el Ocote es
simultáneo al apogeo del Tajín, Cantona, Cacaxtla/Xochitecalt, Xochicalco y Chichén
Itzá. La relación que guardan estas sociedades entre sí está íntimamente ligada a la
descentralización que siguió al declive teotihuacano, y a la participación activa de
distintos sitios por conseguir y lograr colocar los bienes que para cada participante eran
esenciales para la reproducción de la vida social.
Por esta razón es difícil demarcar una frontera. Cuando rastreamos una
característica cultural nos damos cuenta que se yuxtapone a otra que tiene otra dispersión.
Esta investigación se propuso estudiar el sistema a partir de las características culturales
que se han detectado en los trabajos de investigación de sitios arqueológicos al borde de
la dispersión de los elementos culturales considerados como canónigos del área cultural
de Mesoamérica, aunque estar al borde de la dispersión de un elemento cultural no
significa estar al margen de un sistema mundo, ni en la periferia.

¿Qué es la expansión y contracción de la frontera septentrional? La frontera está


definida por la aparición de grupos sedentarios, el eventual abandono de los centros
ceremoniales, y la ocupación de sociedades nómadas o semi-nómadas. Empecemos en el
formativo medio y tardío de occidente, cuando comenzó el proceso de paulatino
crecimiento en el que se ocuparon nuevos valles a la ocupación de grupos sedentarios.
Tumbas de tiro y Chupícuaro. ¿Cómo es que llegaron las aldeas rectangulares, la
agricultura, la cerámica sencilla, y el modo básico de vida aldeana sedentaria?

146
Kelley propuso un modelo en 1974 llamado “difusión blanda” o “difusión
gradual”, gradual en tiempo y espacio. Lo que Kelley propuso es que hay una serie de
rasgos básicos, elementalmente mesoamericanos, otros rasgos que son desarrollados
regionalmente y otros localmente. Los grupos parten desde diferentes puntos desde el
centro y occidente de México, se van segmentado conforme crece su población,
estableciendo poblados cada vez más al norte, utilizando tierras de cultivo no utilizadas
hasta entonces. Viajando con ellos va su bagaje cultural, sus cerámicas, sus diseños
arquitectónicos, su organización social. Así es como algunas cosas permanecerán, en el
tiempo y en él espacio y otras irán cambiando durante el trayecto.

Hasta el momento, de esta temporalidad (antes de 200 d.C.) no se han encontrado


muchas evidencias en la porción norte del Río Verde, salvo algunas formas típicas de la
cerámica Morales, una versión más tardía de la cultura Chupícuaro, y no se han reportado
hasta el momento tumbas de tiro que den cuenta de la región desde donde pudieron
acercarse los primeros pobladores.

Lo anterior es el movimiento de Mesoamérica hacia el norte (Kelley 1974:20),


partiendo de rasgos mesoamericanos básicos, comienza un “proceso de segregación,
reducción, recombinación, variación y, al final, el flujo de cultural”.
Kelley planteo otra posibilidad, con el mismo modelo. Es factible que, dado que
para el 100 a.C-200 d.C) si hay aldeas sedentarias mesoamericanas que mezclan tanto la
tradición Chupícuaro, junto a los artefactos asociados a las tumbas de tiro, en los Altos
de Jalisco, como en el sitio de Cerro encantado (Bell 1970), estos tuvieran contacto con
los grupos nómadas al norte. Estos últimos entablarían relaciones con sus vecinos
sedentarios, a los que comenzarían a imitar conforme las interacciones se volvieran más
intensas, hasta convertirse eventualmente en sedentarios con un modo de vida
mesoamericano.

Esto presenta un panorama mucho más complicado debido a que estaríamos


hablando de contactos entre grupos con modos de vida y subsistencia diferentes, en los
que la vida sedentaria, más compleja en sus costumbres ganaría terreno sobre el modo
cazador-recolector. Kelley aun lo vislumbro más complejo, pues propone, pueden estar

147
ocurriendo ambas posibilidades (La colonización y la aculturación) al mismo tiempo en
distintos lugares.

Aquí es donde intervienen grupos norteños semisedentarios-seminomadas que se


conocen como la tradición Loma San Gabriel, identificada al sur de Durango y norte de
Zacatecas. Vivieron en pequeñas chozas de casi dos por cuatro metros, con una división
en ellas por la mitad, empleando cerámica sencilla y practicaron la agricultura. Sin
embargo, Los grupos Loma San Gabriel presentan en sus formas de lítica tallada muchas
reminiscencias de los grupos cazadores del norte de México.

No se ha propuesto que los grupos Loma San Gabriel llegarán tan al sur como los
valles del Río Verde Grande, pero no se descarta la presencia de grupos similares
precisamente durante el formativo tardío, principios del clásico, pues hasta ahora todos
los análisis de materiales líticos ubican las formas parecidas, similares a las encontradas

a c

Figura 99. A) Mapa que esquematiza el posible origen de las poblaciones al norte del Río Verde, ubicándolo en los
Altos de Jalisco, de donde sabemos existen tradiciones culturales más antiguas. B) Propuesta de cronología para el
Norte del Río Verde Grande. C) Modelo de Difusión blanda de Kelley (1974 Fig. 1)

148
en la zona de las tradiciones del desierto, aunque una investigación especializada en
dichos materiales podría vislumbrar con precisión este fenómeno.

Durante el periodo siguiente, durante el clásico se desarrollaron tradiciones


regionales que le dieron continuidad a los rasgos duros mesoamericanos llegados durante
finales del formativo, y se ocuparon los que posteriormente serían los centros
ceremoniales. Las dos tradiciones principales, los patios hundidos y la tradición
Teuchitlán se expndieros sobre los territorios donde se dispersaron anteriormente los
materiales Chupícuaro y las Tumbas de Tiro, respectivamente.

Desde los dos frentes, en las sociedades ubicadas en el Rio Verde Grande
podemos observar algunas reminiscencias (como los patios hundidos y las unidades
habitacionales circulares), no obstantes que las investigaciones no nos han permitido
establecer alguna correlación firme, pues solo se cuentan con mapeos de superficie de las
áreas ceremoniales de los sitios. Sin embargo, no debería sorprender el uso de estos
espacios desde este periodo, y que descubramos que los primeros asentamientos de esta
porción del Rio Verde corresponden al Clásico.

Después viene el momento que en esta tesis ha sido el centro de estudio, el


momento de apogeo. Durante el Epiclásico, en el septentrión se vuelven de suma
importancia el complejo Copa-Olla decorada al pseudo-cloisonné y las figurillas tipo I,
que rivaliza junto a la distribución de la cerámica Polícromo San Luis en extensión de
distribución, además de todos los marcadores de interacción que aquí se han mencionado
y sus diferentes direccionalidades. Cuando vemos en el registro arqueológico materiales
como estos, podemos acercarnos a la dinámica que las elites de estos sitios tenían,
vinculados estrechamente, posiblemente con una misma cosmovisión, con rituales en
común.

Todos estos rasgos regionales se ven mesclados con rasgos duros


mesoamericanos, como el Juego de Pelota, los montículos y los patios hundidos, incluso
con otros rasgos arquitectónicos regionales, como lo son los patios circulares. Estos
elementos son característicos de la tradición Teuchitlán, y aunque no los encontramos en
las mismas proporciones y dimensiones que en las inmediaciones del volcán de Tequila,
la planta es muy similar a las unidades habitacionales periféricas de sitios como Las

149
Navajas. Definitivamente se necesitan estudios focalizados en estas unidades
habitacionales, puesto que pueden ser las construcciones más antiguas en Santiago y el
Cerro de en medio. Los sitios arqueológicos de la parte norte del Río Verde Grande tienen
características culturales compartidas con los demás sitios contemporáneos (Epiclásico
600-900 A.D). Cerámicas afines, patrones arquitectónico y modo de vida son algunas de
las características que compartieron.

Este apogeo es congruente con lo detectado ya por otros investigadores en areas


como Chalchihuites, el Gran tunal, el sureste zacatecano y los Altos de Jalisco. Dichas
regiones han sido consideradas dentro o en contacto con el mal denominado, poco
estudiado y abundantemente prejuiciado "Mar Chichimeca”. Nociones como esta, que
empañan, condicionan y limitan los estudios sobre el pasado prehispánico son el resultado
de ejercicios deficientes de la academia, principalmente en lo pequeño de la escala
geográfica y temporal de los análisis, y en la poca profundidad y detalle de los análisis de
las evidencias arqueológicas.

Si observamos al sur de la esfera de interacción del Río Verde-Altos-Juchipila, en


lo que hoy en día es el Bajío guanajuatense podemos observar el traslape de ambas esferas
en sitios como por ejemplo Plazuelas. Cerca de este sitio existe una fuente de obsidiana,
Zináparo, desde donde pudieron haber estado fluyendo algunas de las piezas y materia
prima de obsidiana que encontramos en los sitios de Santiago, Cerro de en medio y el
Ocote.

Hacia el norte de la esfera Rio Verde-Altos-Juchipila se encuentran las


manifestaciones culturales Chalchihuites, de la cual ya establecimos los fuertes vínculos
culturales, compartiendo materiales como el pseudocloisonné, figurillas tipo I, y otros
tipos cerámicos reportados en el sitio de Santiago (Puch ku 2014), así como el comercio
de turquesa que durante el Epiclásico comenzó a llegar a Alta Vista y La Quemada desde
Arizona, a 1600 km (Jiménez 2011) por un lado, pero también se encuentran las grandes
llanuras del noreste, donde moraban nómadas hasta épocas del contacto. La relación con
estos sujetos siempre ha sido subestimada e ignorada principalmente por el estereotipo
del Cazador-Recolector al que no le interesa nada más que su subsistencia y su movilidad.
Pero en su alta movilidad es en donde recide el potencial integrador que estas culturas

150
presentan, y en el marco de los Sistemas Mundo y el Epiclásico mesoamericano en la
frontera norte, el papel de los cazadores-recolectores como trocadores, intermediaros
entre los productores de las planicies del actual Texas, los Valles del Río Mississippi y
los agricultores sedentarios es de suma importancia para entender las rutas de comercio,
pero principalmente la ruta comercial tierra adentro.

Bajo el marco conceptual de los Sistemas mundo podemos comenzar a dejar atrás
prejuicios en la zona, actualizar las agendas de investigación orientándolas hacia una mejor
comprensión de los grupos nómadas que se reportan en las crónicas de los conquistadores,
así como los asentamientos sedentarios que encontramos hoy en día en el registro
arqueológico.
Luego de los trabajos realizados en el valle de malpaso por Michelle Elliot (2007),
y de que se determinará con ellos que no existió un cambio climático en el valle, y que su
deterioro ocurrió hasta la época del contacto. Durante el Epiclásico la vegetación fue
primordialmente bosques de pino-encino, por lo que el colapso de la frontera no se una
debió a catástrofe climática.
Bajo la perspectiva de sistemas mundo, podemos explicar el colapso de la frontera
como un cambio en la dirección del flujo de bienes de prestigio. Para el año 900 d.C los
grandes centros ceremoniales como Alta Vista y La Quemada estaban siendo
abandonados. Al mismo tiempo, tal vez desde un poco antes, la red que conocemos como
“Complejo Aztatlán”, y que se extiende por la costa del pacifico desde el norte de Sinaloa
y llegó a entrar hasta Cholula, en el Valle de Puebla-Tlaxcala, estaba entrando en apogeo.
Las redes que conectaban a los sitios del Río Verde con el Valle San Luis, y con el Valle
de Malpaso caen en desuso, pues en los sitios ubicados en el valle de Tlaltenango, y
Bolaños aparece la cerámica Aztatlán.
A partir de este momento, las redes de intercambio tierra adentro son aisladas en
favor de la ruta de las llanuras costeras del Pacifico. Esto, sin lugar a dudas, generaría
una desestabilización política en el Valle de Malpaso, en la Río Verde Grande y en el
Valle de San Luis. Podemos decir que, dentro del marco de los sistemas mundo, al perder
los valles anteriormente mencionados los vínculos con occidente, el cual como vimos
abastece de recursos de importancia para las redes de bienes de prestigio durante el
Epiclásico, los principales sitios de estas regiones entraron en crisis. Solo la rama

151
Guadiana de la cultura chalchihuites, ubicada en los valles de Durango, pudo continuar
conectada a las planicies costeras.

Lo anterior es un ejemplo de una de las máximas de la teoría de sistemas mundo:


Auge y caída se explican en la intensidad de las interacciones entre distintos puntos de la
red. Lo que vemos es que la nueva red Aztatlán competía con la red septentrional durante
el Epiclásico, lo que terminó con el viraje de las redes de bienes de prestigio de tierra
adentro, hacia la costa. Esto nos permite hacer una nueva hipótesis sobre cómo está
colapsando la frontera y se abandonan los sitios del Río Verde Grande.
Cuando los sitios de Santiago, Cerro de en medio y el Ocote estuvieron
enganchados a la red de interacción de bienes de prestigio, propiciaron el desarrollo de
su región, por el hecho de que esta interacción demanda la producción de excedentes para
el intercambio de bienes de prestigio. Por lo que los sitios con mayor jerarquía
(posiblemente porque son capaces de organizar la construcción de edificios rituales,
como los patios y el juego de pelota en el caso de Santiago) recurren a los sitios
secundarios para poder suplir dichas demandas.

Así es cómo un cacique débil va adquiriendo poder al engancharse a una red de


intercambio más amplia, y comenzaría a recibir marcadores de prestigio (turquesa,
cerámica cargada de una iconografía especializada, una cosmovisión que requiere de la
parafernalia religiosa adecuada, etc.) lo que le permite al cacique legitimarse ante su
población, a la vez que adquiere la obligación de organizar el trabajo para poder seguir
produciendo el excedente e intercambiarlo por más bienes de prestigio. Pero si por alguna
razón, se ve bloqueado a nuevas redes y no es capaz de engancharse, el cacique irá
perdiendo legitimación. Lo anterior puede provocar una involución o de-evolución social,
regresando a organizaciones menos jerarquizadas que no requieran de los bienes de
prestigio para legitimarse.

Volviendo al Rio Verde Grande, lo que ocurre al desincorporarse de las redes de


intercambio de bienes de prestigio nuevas es que los cacicazgos complejos se van a
fragmentar en unidades más simples, lo que cambiará el patrón de asentamiento,
volviendo incluso a ser nómadas o semi-nómadas. Cuando los españoles se aproximaron
a los márgenes del Río Verde Grande encontraron a distintos grupos de indígenas como

152
los Tecuexes, Caxcanes o los Cocas, con modos de vida sedentarios, así que más que de
chichimecas, estaríamos hablando de los descendientes de los pobladores que hacia
quinientos años antes vivieron concentrados en asentamientos sedentarios, ahora ya
disgregados como grupos con una organización más simple, y con ellos lidiaron los
españoles a lo largo de la colonia.

Así es como presentamos una alternativa a las migraciones masivas, de las que no
tenemos evidencias concretas, y observamos los periodos de efervescencia, cuando el
poder social se concentró gracias a la interacción de las redes de bienes de prestigio, de
la que si tenemos evidencias. Posteriormente vendría la desvinculación, de la que también
hay evidencia, en este caso la falta de materiales Aztatlán, y del ajuste que vendría
después sin necesidad de convocar migraciones o cambios climáticos.

Figura 100. Tabla que presenta las regiones de la frontera septentrional y sus diferentes fases a través del tiempo.
Los vacíos representan el alcance de la frontera en determinado momento.

153
Desde la perspectiva sistémica, la postura de varias regiones como marginales,
desprovistas de civilización, o ajenas al desarrollo de Mesoamérica no se pueden
sostener, dejándose de lado la idea de una expansión de sociedades centrales sobre
poblaciones o lugares inertes, generando reductos inexplicables en espacios “no
mesoamericanos”, ya que, como vimos, existe una continuidad temporal y geográfica de
rasgos culturales. Sitios como Santiago, Cerro de en medio, el Ocote, La Quemada o Alta
vista no son islas en “Mar Chichimeca”, sino más bien, eslabones en una cadena de
interacción cultural que no empieza ni termina con ellos. Aislados, los objetos y rasgos
que aquí se mencionaron apenas y nos sugieren la conexión entre los sitios arqueológicos
al norte del Río Lerma-Santiago, pero bajo el panorama sistémico del Epiclásico, y en
conjunto, son rasgos que denotan la intensa interacción y a distribución de materiales.
Entre los avances primordiales que los conceptos que utilizamos dentro de la
perspectiva de los sistemas mundo presenta se encuentra la posibilidad de abordar las
coincidencias materiales y simbólicas sin buscar homogeneizar a los distintos grupos que
las redes de intercambio nos muestran. La cultura es profundamente dinámica, y su
cambio puede ser tan variado como para permitir la manipulación de algunos de sus
componentes sin afectar radicalmente otros, perpetuando así ideas y conceptos básicos
de trasfondo cultural, a la vez que también permite la individualidad y los productos
locales.
Sin estas diferencias regionales y desarrollos locales, de no haberse dado un alto
grado de integración entre ellos, reflejado en las características en común, no podríamos
hablar de redes de interacción social.
Resumiendo, ¿Qué es Mesoamérica? Un conjunto de redes anidadas, demostrado
por los materiales que en ellas circulaban. Bajo esta perspectiva, al comparar la cultura
material podemos explicar las similitudes entre ellos debido al flujo de información entre
las sociedades participantes, y las diferencias las podemos explicar a partir de las
particularidades de cada asentamiento en cuanto a acceso a recursos y materias primas,
incluyendo mano de obra calificada. El cambio cultural es entonces producto de los
“Giros en las conexiones”, es decir, cambios en las direcciones en las que los materiales
se distribuyen. Existieron momentos en que podemos identificar a un núcleo exportador
de bienes de prestigio y consumidor de materias primas, y momentos en los que no es

154
posible identificar un solo núcleo y la producción se organiza de manera más compleja.
Todo en aras de acumular poder político y mutua validación entre las distintas elites, así
como entre las elites y las demás partes de sus respectivas sociedades.
En este tipo de sistemas mundo, se puede considerar el intercambio de bienes de
prestigio como el factor decisivo para la transmisión de información, y es la responsable
de la materialización de las redes de interacción política y económica (Solar 2002:5)
Este tipo de investigaciones son relevante en la actualidad ya que somos parte de
un sistema mundial amplio, y los estudios con este enfoque hoy en día son más populares
que nunca (Friedman 1974: 15). Estudiar a las sociedades como parte de un sistema más
grande significa abandonar conceptos como difusión de ideas, recetas, pautas de
vestimenta y objetos culturales, para, en cambio, abordar la estructura que permite que
tales cosas sucedan (Friedman 1994: 15). En este trabajo estudiamos la manera en que
los objetos se mueven, se identifican, se asimilan, marginan o rechazan.
Lo que ocurre en estos procesos de descentralización es que el centro, debilitado
y agobiado por diversos tipos de crisis (siendo el del prestigio de las elites uno de los más
importantes), declina y pierde su poder hegemónico en favor de nuevos centros
ascendentes de acumulación de poder. La actual declinación se relé en los análisis del
mercado mundial desde la década de 1970 (17-18). Lo anterior sugiere que la estructura
de centro y periferia no es inherente a la reproducción del capital, y que en el presente
está ya en marcha una significativa descentralización de la producción industrial en el
mercado mundial.

El estudio de estos procesos actuales ha llevado a arqueólogos e historiadores a


preguntarse si estos procesos de centralización/descentralización son cíclicos en el
tiempo y son parte de las dinámicas entre centro/periferia de las distintas partes que
componen al sistema global.

En este trabajo quedaron muchas cosas pendientes de profundizar, principalmente


porque los sitios arqueológicos de los que se ha hablado en este trabajo comienzan sus
exploraciones, y en el caso particular de El Ocote, apenas comienzan sus publicaciones.
Esto ha hecho que el trabajo se limitará a hablar de las redes de intercambio ya
mencionadas o trabajadas por otros investigadores, y nuevas redes de otros materiales

155
apenas se estén planteando como hipótesis, como es el caso de las pipas y la obsidiana,
materiales que indiscutiblemente son muestra de intercambios a grandes distancias, sin
embargo, por la escasez de estudios específicos no podemos orientar aun la
direccionalidad de las redes de comercio y contactos culturales de lo que son muestra.

Con todo y estas limitaciones, podemos decir que los sitios aquí presentados
tienen una marcada e intensa ocupación durante el Epiclásico, sin descartar una
ocupación anterior y posterior a dicho periodo, tanto en los sitios específicamente
mencionados, como en la región en general, pero tal vez sobre los valles, hoy escenario
de un crecimiento urbano acelerado que amenaza con la preservación de dichos
contextos.

Se vuelve imperativo continuar con las exploraciones en busca de los momentos


anteriores a este apogeo para poder ubicar a los cazadores recolectores, los primeros
grupos sedentarios, observar el panorama completo de su apogeo, y el eventual abandono
de los sitios a principios del postclásico, principalmente porque, si estos sitios
mencionados aquí no dan cuenta de los cazadores recolectores mencionados en las
crónicas ¿Dónde están?

Wigberto Jiménez Moreno (1959) presento una división territorial siguiendo el


curso del Rio Verde Grande, al Oeste menciona, habitaron Caxcanes, y al Este
Guachichiles, aunque estos se movían desde Saltillo Cohahuila, hasta San Felipe
Guanajuato (Valencia 1993:8), con un epicentro en San Luis Potosí. Por lo que respecta
a los Caxcanes, Acuña (1988:300) los ubica en el actual sureste zacatecano, y en
Guadalajara, Jalisco, incluyendo el oeste de los Altos de Jalisco, en sitios como
Teocaltiche, Mechoacanejo y Teocaltitlán, en el valle de Huejucar, en lo que hoy en día
es el municipio de Calvillo, Aguascalientes; ¿Fueron acaso los asentamientos localizados
en la zona #1 y #2 ocupados por Caxcanes? ¿la zona #3, a pesar de compartir muchos de
los rasgos culturales con la zona #1 y #2, estará relacionada con grupos ubicados en el
Gran Tunal?

Sin duda salta a la vista la contradicción entre los que argumentan que estos
grupos ubicados en el semi-desierto tenían una organización social tipo cazador-
recolector, sin asentamientos permanentes. Lo que en este trabajo quisimos dejar patente

156
es que la complejidad social es mayor a lo comúnmente prejuiciado, que va desde
asentamientos en áreas relativamente pequeñas, como el Ocote, hasta tamaños
considerables como el sitio de Santiago, que tuvieron una organización social que por lo
menos mantuvo a un cacique, y a un grupo de personas privilegiado, capaz de organizar
la fuerza laborar para construir centros ceremoniales, como nos muestran las unidades
habitacionales cercanas a los edificios ceremoniales, y entablar relaciones comerciales y
políticas con los demás caciques en la región.

Es interesante como el territorio que hoy ocupa el estado de Aguascalientes fue


un lugar donde distintos caminos se cruzaron buscando otros destinos, pero dejando en
el lugar la huella de distintos grupos humanos, cambiando la manera en que sus habitantes
se relacionaban entre sí, mezclando diferentes tradiciones y costumbres, como hoy en
día.

Figura 101. Mapa de la Frontera Septentrional en distintos momentos, además de la distribución de las “Naciones
Chichimecas” reportadas en el trabajo de Wigberto Jiménez (1959 Figura 5)

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