Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Hoffman (1992) define la empatía como “una respuesta afectiva más acorde con la
situación del otro que con la de uno mismo”. Por lo tanto, la respuesta empática es una
respuesta emocional que se caracteriza por la habilidad para comprender el estado o
situación del otro y ponerse en su lugar; desde esta perspectiva, la empatía constituye un
factor motivacional importante de la conducta prosocial de las personas.
De esta manera, Hoffman (1984) refiere que la emoción empática produce una
motivación verdaderamente altruista, con el fin último de beneficiar, no a sí mismo, sino a
la persona por quien se siente empatía. Así mismo, indica que la simpatía es la tendencia de
preocupación e interés por el otro, de igual forma, el malestar personal alude a la tendencia
a sentirse intranquilo o incómodo en espacios interpersonales tensos que implican a otros y
sus necesidades. (Hoffman, 1987). Es así como el autor manifiesta que en los niños la toma
de conciencia les permite empatizar y simpatizar con respecto a las condiciones generales
de sus pares, por ejemplo, sentir empatía con las personas que se encuentran enfermas,
oprimidos políticamente o en situaciones de vulnerabilidad económica.
Por su parte, la teoría del aprendizaje social defiende que las conductas de ayuda
son el resultado de la anticipación de consecuencias positivas para estas acciones. Dado que
incluyen los actos que reportan beneficios para la persona, es por esto que este enfoque
utiliza preferentemente el término de “conducta prosocial”, prescindiendo en sus
explicaciones de las acciones que suponen claros costes para el actor.
Son sin duda trabajos excesivamente artificiales pero que pusieron de manifiesto las
ventajas que sobre el aprendizaje de las conductas de ayuda tenía el uso de modelos
consistentes cercanos al sujeto con los padres y con actitudes cariñosas (Hoffman, 1975).
Esta definición considera la empatía como una capacidad del individuo, casi como
un rasgo de personalidad, lo que se ha denominado empatía disposicional. La empatía
disposicional se contra pone a la denominada empatía situacional, según la cual la persona
sentirá más o menos empatía en función de la situación de referencia; es decir, según la
definición que utilizamos, una definición de empatía disposicional, habrá personas más o
menos empáticas, sin tener en cuenta los aspectos situacionales que implicarían contextos
físicos o relacionales que generen más o menos empatía. Esta definición implica a la
adopción de perspectiva como prerrequisito cognitivo e incluye tanto a la simpatía como al
malestar personal que definen Eisenberg y Hoffman en sus trabajos, permitiendo un estudio
más parsimonioso del concepto empatía.
Es por esto que, la activación de uno o varios tipos de empatía dependerá de las
pistas que sean más salientes, esta sobre determinación explica que Hoffman (1981) la
considere una reacción universal con alto valor para la supervivencia. Frente a la hipótesis
que mantiene que la empatía centrada en la víctima provoca sentimientos de compasión y
deseos de ayuda, tenemos otras tres explicaciones “egoístas”: la que entiende que la
conducta prosocial se realiza para evitar la culpa y el castigo asociados a la no-ayuda; la
que defiende la búsqueda de reciprocidad y recompensa; y, la sugiere que se ayuda con el
deseo egoísta de evitar las emociones negativas que ha provocado la reacción empática
(modelo de reducción de malestar), así mismo, el comportamiento prosocial de los
progenitores constituirá una variable predictora de gran poder en el desarrollo de la
conducta prosocial altruista, pues los progenitores, por su investimento emocional, son los
modelos de imitación más eficaces para los niños (Hoffman, 1975)
De acuerdo con Hoffman (1970; 1977; 1980; 1983) se puede evaluar la opción más
frecuente en una de estas tres grandes categorías: afirmación de poder, inducción y retirada
de amor. Según los estudios realizados por este autor y los trabajos de réplica posteriores, la
afirmación de poder y la retirada de amor no predicen comportamientos de ayuda o
altruistas, y además la segunda genera ansiedad, mientras que la inducción, al favorecer la
capacidad de toma de perspectiva y la empatía con la víctima, y al desarrollar la naturaleza
conceptual del conflicto, muestra un importante peso como factor predictor del
comportamiento prosocial-altruista.
HOFFMAN, M., y SALZSTEIN, H. D. (1967). Parent discipline and the child's moral
development. Journal of Personality and Social Psychology, 5, 45-47.