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“ENSAYO”
Alcoholismo
Farmacodependencia
C.I. V- 9.838.261
17-06-2020
Los factores criminógenos son los elementos que sumados, contribuyen a un determinado
resultado criminal, allí radica la importancia del conocimiento sobre tales causas delictivas
y de los rasgos característicos de la personalidad criminal, que son vitales y de suma
importancia para el análisis y estudio por parte de la psiquiatría criminal, determinando el
estado mental del individuo cuando se presume que el hecho delictivo pudo estar asociado a
una perturbación o alteración mental por causas repentinas emocionales o debido al
consumo de alcohol o algún tipo de drogas. Hoy día la sociedad enfrenta una problemática
global generadora de delitos como son las bebidas alcohólicas, la farmacodependencia y el
consumo de drogas ilícitas y en menor grado en comparación con las anteriores el estado
de arrebato e intenso dolor, los cuales han de ser sometidos a objeto de análisis.
Ahora bien, el estado de arrebato e intenso dolor produce un trastorno mental transitorio no
patológico, se da cuando la persona, no en un momento de inconsciencia, sino en un
momento en que ella no estaba preparada para recibir determinada noticia o para presenciar
un hecho de naturaleza impactante en su conciencia. Dado que el alcoholismo, la
drogadicción y el arrebato e intenso dolor, afectan la conciencia, los procesos mentales y la
conducta, estos se relacionan con la psiquiatría criminal y dentro del marco del sistema
penal criminológico, su naturaleza técnica, pericial, dirigida a la búsqueda de la respuesta
requerida por la justicia penal en el caso de delitos cometidos por personas sospechosas de
anomalías mentales, a fin de determinar si pueden o no ser responsables de sus actos
delictivos, si son o no imputables penalmente.
Las relaciones entre los factores psiquiátricos que inciden sobre los agentes del delito y sus
consecuencias, y el desarrollo de la criminología como disciplina científica han sido muy
diversas y, en algunos casos, sumamente estrechas. De hecho, existe una evidencia, de una
conexión entre el consumo abusivo del alcohol, y conductas de violencia y agresividad.
Esta relación ha llevado en algunos momentos históricos a la restricción legal de su
consumo, como por ejemplo, en el primer tercio del siglo XX, el acta Volstead
(denominada vulgarmente “ley seca”), llevo a considerarlo como elemento agravante desde
el punto de vista judicial. El consumo de alcohol se convierte en un elemento a tener en
cuenta en la aparición de conductas ilícitas, ya fuere como víctima o autor del hecho, por lo
que esta variable goza de un peso significativo en la mayoría de las investigaciones.
El alcohol por sí solo no ha de considerarse como única causa importante para la ejecución
de los delitos, sobre todo si éste es grave. Existen otras causas en relación con las cuales el
alcoholismo es una fuerza más o una mera causa ocasional, por ello a veces sucede que
entre los alcohólicos que han injerido la misma cantidad de alcohol, unos delinquen y otros
no; esto es porque aquí llega a fallar la personalidad previa de los ebrios, la predisposición
individual desempeña un papel importante, inclusive en la condición sine qua non del
delito, para evitar confusiones, es preciso tener en cuenta que no siempre el delito y
alcoholismo se manifiestan juntos, no se puede atribuir aquél a éste ni siquiera como simple
causa desencadenante, alcoholismo y delito son efectos de una causa común anterior.
Así mismo, la farmacodependencia y el consumo de drogas prohibidas son un estadio o
condición previa a la delincuencia. Esto debe entenderse en el sentido de que la droga, por
su coste y por la dificultad de adquisición, al ser sustancias ilegales, da lugar a la
delincuencia. Los toxicómanos delinquen para poder consumir, actualmente es lo que se
conoce como delincuencia funcional, consiste en la realización de una serie de delitos para
un fin deseado que es la droga o, dicho de otra manera, está en función de un estado de
dependencia o enfermedad, denominada la toxicomanía. El síndrome de abstinencia son las
que generan este tipo de delincuencia, dominado por el afán de evitar los trastornos de la
abstinencia, es capaz de realizar actividades delictivas continuas sin detenerse ante su
ilicitud con tal de que le sirva para abastecerse del producto deseado.
Ha de ser tenido en cuenta para dar una correcta interpretación, en primer lugar, que el
arrebato es un estado emotivo, y que la emoción es un hecho psíquico, y que como tal se
manifiesta en el mundo objetivo, en sus diversos grados. Más, lo que interesa jurídicamente
saber, a los efectos legales, es que el sujeto del delito se halle en estado de emoción
violenta, y que en ese estado actúa con merma o disminución de sus facultades intelectivas
y volitivas. Resulta innegable el hecho de que las emociones violentas son una noción
metajurídica, la cual debe analizarse desde la psiquiatría criminal, la psicología y la
sociología. Hay estados de inimputabilidad que nada tienen que ver con enfermedad
mental; en primer lugar los estallidos emocionales violentos no patológicos que según
criterio universalmente admitido pueden aniquilar la capacidad de culpabilidad.
Se pone de manifiesto la necesidad de continuar con este tipo de trabajos, ya que dejan
abierta la puerta a estudios e investigaciones que permitirán establecer la base para futuras
acciones tanto para prevenir como para controlar el delito. En este último caso el
delincuente es en realidad la víctima, ya que la sociedad ha creado unas reglas que el
individuo no puede seguir (se entiende la delincuencia como una enfermedad social). Desde
esa perspectiva se intentan cambiar las condiciones sociales que favorecen el delito. La
cuestión es intentar integrar las dos perspectivas y repartir la responsabilidad entre
individuo y sociedad.