Está en la página 1de 16

¿A qué nos referimos cuando hablamos de

educación? Una introducción a la complejidad


del fenómeno y del concepto
Por Iván Bussone

Introducción
El presente escrito tiene como finalidad poder introducirnos al concepto de
educación.
Es por ello que lo primero que se realizará es plantear las dificultades existentes
para definir a la educación, luego tratar de aproximarnos a una definición y, a partir de
allí, tratar de abordar la necesidad de la educación para el hombre y la sociedad y
finalmente las diversas modalidades que adquiere la educación en el hecho educativo
mismo.

Dificultades para definir a la educación


En primer lugar debemos establecer una diferencia entre lo que es la educación
y la pedagogía puesto que se tratan de dos conceptos que muchas veces se confunden
y se usan como sinónimo.
La pedagogía es, en principio, la disciplina que tiene como objeto de estudio a
la educación y ésta es el fenómeno o hecho estudiado por aquélla. Son dos realidades
diferentes que es necesario distinguirlas ya que, en su uso cotidiano, se confunden.
Mientras la primera es el conjunto de teorías que explican y orientan el proceso
educativo, la educación es el hecho que, acompañado o no de un cuerpo teórico que lo
explique o lo paute, se lleva a cabo en la realidad humana. La educación es la actividad
más antigua de la humanidad ya que surgió con el mismo hombre, en cambio, la
reflexión pedagógica es mucho más tardía en su aparición.
Cuando queremos definir a la educación, paso necesario y previo para poder
abordarla, nos encontramos con una serie de dificultades.
Un concepto es una aprehensión mental por la que reúne un conjunto de
elementos que tienen una característica en común. Todo concepto tiene un referente,
es decir, algo a lo cual se refiere. Varios son los conceptos que no se refieren a un
objeto en particular sino a un conjunto de elementos que tienen en común una serie
de características por la cual reciben una determinada denominación. Un ejemplo nos
puede iluminar: cuando decimos “hombre” estamos aludiendo a “todo animal

-1-
racional” (por tomar una definición muy conocida), y en ese concepto se involucra a
todos los animales que tienen la particularidad de la racionalidad, más allá de que
todos los hombres son únicos e irrepetibles, todos comparten la cualidad de la
racionalidad y fácilmente puede diferenciarse al hombre de cualquier otro ser viviente,
o si se quiere, de cualquier otro animal.
Sin embargo, existen conceptos cuyo significado es difícil de precisar, se
entremezclan con otros conceptos y hasta existen variadas definiciones para un mismo
concepto. Esa es la realidad que comparte el término educación.
La primera dificultad surge de la misma tarea de definir. Un concepto que es de
uso corriente no es tan fácil definir como a veces pensamos. La definición expresa el
significa de ese concepto.
Definir un concepto no resulta fácil. Por ejemplo, si tuviera que definir el
concepto “ventana” muchos dirían que es fácil porque conocen tal objeto, han
operado con alguna ventana y han hecho uso frecuente de este término de modo
adecuado. Sin embargo, definirlo no resulta fácil. En más de una ocasión solicito a mis
alumnos que la definan y aparecen ideas como “es una abertura” pero ocurre que
también una claraboya es una abertura. Luego precisan que se trata de “una abertura
en la pared” pero también lo es una puerta… Después de varios ensayos logramos
definirlo. Esta simple experiencia da cuenta de la dificultad que conlleva definir un
concepto porque una definición debe ser escueta, precisa –de tal manera que no de
lugar a otras interpretaciones- y no debe ser circular, es decir, no se puede definir un
concepto con el mismo término.
Definir un objeto tangible como “ventana” acarrea dificultades, cuánto más con
conceptos que se refieren a cuestiones intangibles como “amistad”, “amor”, “energía”,
“vida”… como “educación”.
Por tanto, la primera dificultad con las que nos enfrentamos es la actividad
misma de definir y sobre todo un fenómeno tan complejo como lo es el educativo. La
educación es intangible, sabemos que existe y lo vivimos cotidianamente pero no lo
podemos percibir con los sentidos; a veces se da de manera difusa; se desarrolla en las
escuelas y fuera de ellas; acontece con o sin intención por parte de los agentes
educadores y, a pesar de las intenciones, no siempre se efectúa del modo como se
había previsto; intervienen una gran variedad de factores que condiciones e influyen
en dicho proceso.
La segunda dificultad es la humanidad de quien estudia la educación. El
pedagogo o el cientista de la educación es un ser humano que está comprometido con
el mismo fenómeno educativo, por lo tanto, lo que pueda pensar o expresar acerca de
la educación estará bajo el riesgo de que se cuelen cuestiones subjetivas tales como
sus valores, principios, creencias, experiencias. No puede ser totalmente neutral.

-2-
Aquello que se pueda decir acerca de la educación, bueno o negativo, repercutirá en
aquél que ha elaborado tales juicios.
Esta dificultad es compartida por todas las ciencias humanas. La subjetividad
será siempre un riesgo permanente en las ciencias humano–sociales, lo que no
significa que no pueda superarse.
La tercera dificultad radica en su etimología. La palabra educación proviene de
dos términos latinos y cada uno de ellos entiende a la educación de manera distinta.
La palabra educación toma su sentido del verbo educare que significa criar,
alimentar, instruir, hacer crecer. Esta acepción de educación la entiende como un
proceso que va desde el exterior del educando hacia su interior. Se trata de una
influencia que ejerce el medio sobre el sujeto que se está educando. Si observamos, es
verdad que mucho de lo que hoy hemos logrado es resultado de la influencia del
medio. Pensemos en nuestra capacidad de hablar: es producto de haber escuchado
tantas veces hablar a otros que fuimos interiorizando ese lenguaje y luego fuimos
capaces de hacer uso de él. Esta es la razón por la que un sordo de nacimiento tiene
seria dificultades para hablar, porque al no haber escuchado previamente (y a pesar de
que su aparato fonético esté en óptimas condiciones desde el punto de vista
biológico), esta carencia de escuchar a otros le dificulta poder luego reproducir las
palabras. Ciertamente existen terapias que puedan remediar esta situación pero
siempre es con dificultad.
También nosotros hemos aprendido los colores porque hemos visto paisajes,
contemplado pinturas e imágenes con tal variedad de colores que nos permitió
identificarlos. La noción de color entonces es el resultado de la influencia del medio
sobre nosotros.
Cuántas nociones, experiencias, aprendizajes ha sido el resultado de lo que el
medio ha generando sobre nosotros. Cuántos peligros nos hemos evitado gracias al
buen consejo dado oportunamente por alguien.
Sin embargo, el otro vocablo latino del cual deriva el concepto educación es el
verbo ex ducere que equivale a decir extraer, sacar afuera, hacer salir. Es decir,
entiende el proceso educativo de un modo totalmente diferente al otro vocablo. Lo
concibe como una acción o proceso que surge del interior del sujeto que se educa
hacia el exterior. Constituye un desenvolvimiento, un desarrollo de las capacidades
inherentes a la naturaleza del ser humano. Un niño aprende a caminar gracias a que
cuenta con una anatomía que le posibilita llevar a cabo esta actividad psicomotriz. Para
eso comienza el niño a sentarse, que es el “antesala” para poder mantenerse
totalmente erguido. Luego gatea y con ello desarrolla los músculos de sus piernas que
lo habilitarán para que, en otro momento, pueda ponerse de pie, mantenerse parado,
dar sus primeros pasos y, posteriormente, caminar. Más adelante podrá correr y saltar.

-3-
Pero nada de ello es factible si no se goza de la posesión de esas capacidades en
nuestra naturaleza y cuya única tarea es desarrollarlas.
El habla es también posible porque contamos con un aparato fonético que nos
permite emitir sonidos y articularlos de tal manera que podamos pronunciar fonemas
tan variados y ricos como una lengua determinada lo requiera.
En este sentido es oportuno tomar la anécdota de Miguel Ángel, el gran
escultor de La Pieta, el David, Moisés y otras. Cuenta que luego de presentar la obra
Moisés, le preguntaron cómo lograba hacer obras tan majestuosas y vivaces que solo
le faltaría que hablaran. A lo que Miguel Ángel respondió que cuando le traen el
bloque de mármol de la cantera, la obra de arte ya viene en el interior del bloque. Y lo
único que hace es quitarle los pedacitos que sobran.
Esta anécdota es muy rica para comprender la educación a partir del vocablo ex
ducere: en cada ser human hay una gran obra de arte, hay un gran estudiante, un gran
hombre, una gran mujer, un gran esposo/a, un gran padre o madre de familia, un gran
obrero, un gran profesional, un gran ciudadano… en definitiva, una gran obra de arte.
Lo único que hace falta es que quiten los “pedazos” que están sobrando para que surja
la obra artística. Esos pedacitos que sobran son la pereza, el egoísmo, la desidia, el
desinterés, el sinsentido, la desconfianza en que uno puede ser mejor.
Pero ante lo expuesto, surge la pregunta: ¿qué es la educación? ¿Es ex ducere,
es educare? Ricardo Nassif (1958) plantea que ex ducere corresponde con el
crecimiento y educare con el acrecentamiento. Además, estableció que la educación
puede adquirir dos formas: autoeducación o heteroeducación, donde autoeducación
(del griego, autós = “uno mismo” o “propio”) correspondería con ex ducere porque
implica el desarrollo de las capacidades que tiene el sujeto siendo él mismo el que
genera su propio proceso educativo. Y la heteroeducación (del griego heterós = “otro”,
“distinto”) implica un proceso que es efecto de la influencia de un agente externo al
educando. Pero en definitiva: ¿qué es la educación?
La antinomia presentada: ex ducere – educare, crecimiento – acrecentamiento,
se puede salvar diciendo que la educación son ambas: ex ducere y educare,
crecimiento y acrecentamiento, es desarrollo de las capacidades inherentes a la
naturaleza humana pero también la influencia que el medio ejerce sobre el ser
humano. Lo que ocurre es que en un determinado proceso educativo predomina o
prevalece más uno u otro pero no significa la anulación o inexistencia de la otra. De allí
que en todo proceso educativo hay ex ducere y educare.
Con relación a los conceptos autoeducación y heteroeducación no son
conceptos absolutos. Si pensamos en una conferencia en el que un especialista expone
una temática particular, podríamos decir que se trata de una heteroeducación pero
exige que cada uno de los asistentes escuche atentamente y reflexione a partir de lo
expuesto. No habría heteroeducación si el sujeto no consiente al proceso educativo

-4-
que se procura para él. Pero si después de la conferencia alguno de los miembros del
auditorio continúa leyendo en su casa un libro o una página de Internet referida al
tema abordado por el conferencista, se trata en este caso de una autoeducación. Sin
embargo, el libro o las páginas de Internet fueron escritas por otros sujetos y por ello
hay, indirectamente, una heteroeducación.
Autoeducación y heteroeducación no existen en “estado puro” en la realidad
sino que son categorías que nos permiten analizar la educación pero teniendo en
cuenta la coexistencia de ambas en todo proceso educativo.

Clasificación de las definiciones sobre educación


Lo dicho hasta ahora nos permite afirmar las dificultades con las que nos
enfrentamos en el momento de definir a la educación. Es por ello que no hay una
definición unívoca sobre la educación, por el contrario, hay una gran variedad de
definiciones. A las mismas las podemos clasificar, grosso modo, en dos grandes grupos:
las que se refieren al fin de la educación, que se detienen en el eidos de la educación.
Podríamos denominarlas como normativas o finalísticas porque en la definición misma
está contenida el fin de la educación, su deber ser. Las definiciones más clásicas
responden a este conjunto de definiciones. Por ejemplo:
- “La educación consiste en dirigir los sentimientos de placer y dolor hacia el orden
ético” (Aristóteles).
- “El objeto de la educación es asegurar al hombre la eternidad” (Dante).
- “Suscitar las energías del hombre como ser progresivamente consciente, pensante e
inteligente, ayudarle a manifestar con todo pureza y perfección, con espontaneidad y
conciencia, su ley interior, lo divino que hay en él; en esto consiste la educación del
hombre” (Froebel).
- “La educación es el perfeccionamiento intencional de las potencias específicamente
humanas” (García Hoz).
- “La consecución de un alma sana en un cuerpo sano, tal es el fin de la educación”
(Locke).
- “Educar es dar al cuerpo y al alma toda la belleza y perfección de que son capaces”
(Platón).
El otro grupo de definiciones lo denominamos explicativas o descriptivas
porque hacen referencia al proceso educativo concreto, real, analizan el factum, el
hecho educativo. No se detienen en el fin de la educación sino que en el misma
definición describen escuetamente cómo se lleva a cabo el proceso educativo.
Definiciones que pertenecen a esta clasificación sería, a modo de ejemplo, las
siguientes:

-5-
- “La educación es el influjo consciente y continuo sobre la juventud dúctil con el
propósito deformarla” (Cohn).
- “La educación es la suma total de procesos por medio de los cuales una comunidad o
un grupo social pequeño o grande transmite su capacidad adquirida y sus propósitos
con el fin de asegurar la continuidad de su propia existencia y desarrollo” (Dewey).
- “La educación es la actividad planeada por la cual los profesores forman la vida
anímica de los seres en desarrollo” (Dilthey).
- “La educación es el desarrollo natural, progresivo y sistemático de todas las
facultades” (Pestalozzi).
Todas las definiciones dadas y otras tantas que aparecieron a lo largo de la
historia de la pedagogía, a su vez, son susceptibles de ser clasificadas de otra manera.
“Algunas consideran a la educación teniendo como punto de vista al individuo; otras
sólo tienen en cuenta el condicionamiento sociológico. Unas definiciones hacen
referencia al proceso de formación interior del sujeto que se educa; otras analizan sólo
la acción educadora extrínseca, el estímulo que viene de afuera” (Mangeniello, 1994,
p. 13).
Uno y otro grupo de definiciones tienen sus ventajas y desventajas. Las
definiciones finalísticas o normativas tienen la riqueza en que hay una concepción de
hombre que se expresa particularmente en el fin manifestado en la definición misma
de la educación. La educación, como toda acción humana, siempre persigue un fin, una
intencionalidad que no puede ser dejado de lado ya que el fin le otorgará sentido y
mayor o menor legitimidad a la educación. El límite de este tipo de definiciones radica
en que limitan el análisis de muchos procesos educativos, porque toda “supuesta
educación” que no se ajuste al fin expresado en la definición normativa dada,
simplemente no se la considera como educación o “auténtica educación”. De esta
manera muchos hechos educativos dejarían de ser estudiados.
Las definiciones descriptivas tienen la desventaja que no tienen las anteriores:
carecen de una idea de fin, al menos explicitada en la misma definición. Pero al definir
la educación de manera que explica cómo ésta acontece, abarca mayor conjunto de
hechos educativos, lo que amplía las posibilidades de análisis del fenómeno.
Optaremos por las definiciones descriptivas. No porque rechacemos las
finalísticas sino porque abarcan un mayor abanico de hechos educativos susceptibles
de ser estudiados por la pedagogía. En otras palabras, teniendo en cuenta que las
ciencias tienen como función comprender y explicar un objeto determinado, las
definiciones explicativas nos amplían las posibilidades de estudio.

-6-
Aproximación a una definición de educación
Ya hemos planteado la dificultad de definir a la educación pero aún no nos
hemos aventurado a elegir una definición o elaborar una propia.
Podemos aproximarnos a una diciendo que la educación es un proceso
permanente que se da sólo en el ser humano y que consiste en el desarrollo y la
influencia ejercida sobre el hombre con el fin de lograr una transformación
relativamente duradera en su ser.
Cuando nos referimos a un proceso permanente, hacemos alusión a que los
efectos de la educación no son estáticos sino dinámicos, ellos posibilitan la
continuación del proceso educativo, son un escalón sobre el cual se puede elevar al
siguiente. Cuando un bebé aprende a gatear, esto último se constituye en el producto
del proceso de la educación pero al mismo tiempo en la base para que el proceso
continúe y logre aprender a caminar, y luego a correr y así sucesivamente.
Se trata de una proceso dinámico (del griego, dynamis = movimiento) porque se
trata de una serie de acciones que realiza el educando, acciones que pueden ser
internas o externas, lo que posibilita la observación de un tercero. No es posible una
educación por ósmosis o por arte de magia. Siempre requiere que el educando lleve a
cabo alguna actividad: si desea aprender a nadar, deberá zambullirse en una berca
para dar sus primeros pasos en la natación; si necesita aprender a conducir una
motocicleta, deberá llevar a cabo tal acción hasta que pueda lograr conducirla con
solvencia; si desea aprender a argumentar tal vez tendrá que leer comprensivamente,
interiorizarse sobre una temática particular, preguntar sobre ella, luego conjeturar y
comenzar a argumentar sus ideas… Cualquiera sea el contenido de la educación,
siempre exige una actividad por parte del educando.
Este proceso es permanente puesto que el hombre, desde su nacimiento, para
algunos, y desde que es concebido, por otros, hasta su muerte, es educado, ya que el
medio está continuamente ejerciendo influencias sobre él y logra cambios en nosotros.
Continuamente participamos de procesos educativos, de los cuales a veces nos
percatamos y otras veces no, su intensidad es variable según la etapa de la vida, la
intencionalidad que se persigue y las características que configuran un proceso
educativo puntual.
El psicólogo francés Filloux (1961) dedica un extenso capítulo de su obra La
personalidad para plantear si nuestra personalidad está conformada más por natura o
por nurtura. Entiende que natura se refiere a aquellos elementos de nuestro modo de
ser que traemos por herencia genética y se entiende por nurtura aquello que es
resultado de la influencia del medio ambiente sobre nosotros. El par natura-nurtura
podríamos simplificarlo como herencia-medio. No arriba a una conclusión definitiva
sino que deja abierta la misma al lector, aunque permite entrever que lo adquirido
influye en nuestro cuerpo aun antes de nacer, y mucho más tienen injerencia en los

-7-
otros aspectos de nuestra personalidad. De allí que podemos plantear que la
educación (componente de nurtura) moldea nuestra personalidad desde nuestros
primeros años de vida hasta la muerte.
La educación solamente se da en el ser humano. Las plantas se cultivan, los
animales de adiestran y, en el mejor de los casos, se domestican, pero sólo en el ser
humano puede llevarse a cabo una educación auténtica por la que ingresa al mundo
espiritual, al mundo de la cultura.
El sujeto de la educación y, por lo tanto, de la Pedagogía (como de todas las
ciencias a que sirve de asunto), es el hombre, en cuanto ser reflexivo dotado de
razón y conciencia, y por lo tanto, esencialmente perfectible, capaz de mejora y
progreso… sólo él es susceptible de educación, porque sólo él, entre los seres
vivos, es apto para gobernarse a sí mismo y ser agente o persona moral (Pedro
de Alcántara García y Saturnino Calleja, 1903, p. 18).
La educación es un proceso que implica el desarrollo de las capacidades
inherentes a su naturaleza y la influencia que del medio socio cultural sobre el
individuo. Ambas fuerzas convergen en el educando cuando atraviesa un proceso
educativo, con predominio de una de ellas en un determinado momento.
Como ya se abordó anteriormente, la educación es la confluencia de las dos
concepciones que nos ofrece su etimología: crecimiento y acrecentamiento.
Si la educación es un proceso, ella genera un determinado producto o resultado
como consecuencia de aquél.
En el término “educación” se comprende el efecto y el resultado, como en la
mayoría de las palabras de análoga terminación (como formación, salvación,
ordenación, etc.); de modo que no significa solamente un acto o una serie de
actos, sino también el efecto total, el resultado del progreso obtenido en la
consecución de la madurez (Hubert Henz, 1968, p. 36).
Este resultado es siempre una transformación relativamente durable en el ser del
hombre. La transformación es el pasaje de un estado a otro que tiende a permanecer
en el tiempo, lo que implica que no es esporádica.
Cuando en una conversación del lenguaje cotidiano se habla de educación –e
incluso en el ámbito científico- a veces se refieren a la educación en tanto proceso,
otras veces en cuanto producto y, en ocasiones, teniendo en cuenta ambos aspectos
de la educación. Lo que debe quedar claro es que la educación comporta el proceso
que genera el producto como también el producto que es el resultado de un proceso.
Asimismo, dicho producto es una transformación (= cambio de forma), es decir, una
configuración nueva de acuerdo a lo que el hombre está llamado a ser. Y esa
transformación debe ser durable para poder ser llamada educación. Se puede
incorporar el adverbio “relativamente” durable porque dicho cambio puede ser

-8-
transformado mediante un nuevo proceso educativo, de tal manera que resulta ser la
base para otro proceso que concluye en una nueva transformación y ésta, a su vez, la
base de otro. En este sentido, las transformaciones “tienden” a ser durables, de allí la
necesidad de incorporar el adverbio “relativamente”. Dicho de otra manera, la
educación podemos compararla como una escalera donde cada peldaño es el producto
de un proceso educativo pero, a la vez, es la base del inicio de otro.
Cuando en la definición dada se dijo que “involucra todo el ser” es porque la
educación requiere, al decir de Ethel Mangeniello (1998), de la participación consciente
y creadora del educando. La educación no es posible si no hay un mínimo de
consentimiento por parte del sujeto que se educa. Así como la ayuda que se uno
puede ofrecer a alguien depende hasta dónde el otro se deja ayudar, así también la
acción educadora podría fracasar si el educando no se deja educar.
Filosóficamente hablando, la causa eficiente principal (principio por el que le da
el ser o la existencia a algo) de la educación es el mismo educando. Muchas veces se
piensa que la causa eficiente es el educador y la realidad nos muestra repetidas veces
que se llevan a cabo influencias que no generan en los posibles educandos el proceso
educativo deseado. Además, ¿cómo podemos sostener la existencia de una
autoeducación si justamente se caracteriza por carecer de un educador? Entonces,
¿qué lugar ocupa el educador en el proceso educativo? Él es la causa eficiente
instrumental o secundaria, destinada a provocar o “despertar” en el educando el inicio
de un proceso cuya responsabilidad mayor recae en él.
Lo dicho hasta el momento nos permite introducir dos conceptos: educador y
educando, por un lado, y proceso educativo y acción educadora, por el otro. El
educando es en quien se lleva a cabo el proceso educativo. La acción educadora es la
acción de influencia que se ejerce sobre un ser humano determinado para que en él se
desarrolle un proceso educativo. Quien lleva a cabo la acción educadora es el
educador. Solamente en la heteroeducación, tanto la acción educadora y el proceso
educativo, son realizadas por dos agentes distintos.
Teniendo en cuenta lo expresado anteriormente, podemos concluir
provisoriamente que la educación es un proceso que se da en todos los seres
humanos, por lo tanto es un proceso universal, y se da de manera permanente.
Continuamente estamos realizando cambios en nuestros modos de ser. Cambio que no
anula nuestra esencia ni nuestra individualidad. En la persona hay algo que
permanece, pero hay accidentes que son los que se modifican como efecto de la
educación: las facultades, las potencialidades.
También la educación es un hecho concreto que se desarrolla en la realidad.
Ricardo Nasiff (1958) define a la realidad como aquello “inserto en el espacio y en el
tiempo” (p. 9). Si bien es una concepción que no compartimos pero, a los fines que
perseguimos, podemos considerarla. Si la realidad es todo aquello que acontece en el

-9-
tiempo y el espacio, la educación es una realidad porque se lleva a cabo en el tiempo y
el espacio. Que se manifiesta en el tiempo da cuenta la Historia de la educación que es
la disciplina que estudia cómo la educación ha sufrido cambios a través del correr de la
historia. Que la educación no es idéntica de un lugar a otro, lo atestigua la Educación
comparada: disciplina encargada de comparar la educación de un país con otro u
otros, mostrando los puntos coincidentes como aquellos que lo diferencian.
Mantenemos un distanciamiento con Ricardo Nassif con relación a lo que es la
realidad, puesto que la concebimos como lo existente, lo dado, independientemente si
se da bajo las coordenadas del tiempo y del espacio. Sin embargo, su aporte nos sirve
para fundamentar que la educación es un fenómeno, es un hecho, es una realidad por
la cual estamos atravesados todos los seres humanos y todos los días, aunque no
seamos concientes de ello.

Necesidad de la educación
La educación es necesaria para el hombre individualmente y es también
necesaria para la sociedad en su conjunto.
Individualmente es necesaria porque el hombre es el único ser de la naturaleza
que no está determinado. Los animales están determinados por sus instintos. En la
medida que se rigen por las leyes de los instintos, se plenifican como animales, de
acuerdo a su propia naturaleza. Los seres humanos cuentan con una serie de
potencialidades y facultades que lo condicionan, pero no lo determinan. El hombre
tiene la capacidad de elegir –en cierta medida- cuáles desarrollar y cuáles no, y con
qué grado de profundidad las va a desarrollar. De allí que para plenificarse como ser
humano exige de la educación, única vía para el desenvolvimiento de todas las
capacidades humanas. “La educación no es, pues, un simple accidente circunstancial
en nuestra existencia. Es una realidad que afecta al hombre en su total integridad, de
tal modo que sin la educación la misma existencia humana perdería su sentido”
(Manganiello, 1994, p. 14). Apropiadas son también las palabras de Emile Planchard
(1969) que dicen:
Esta necesidad se deduce de la consideración de la propia naturaleza del niño y
también de la experiencia. El niño, al nacer, es acaso el animal más
desamparado de la naturaleza. Si bien los recursos de que dispone son grandes,
mayores que los de cualquier otro ser vivo, están muy lejos de ser todos ellos
utilizables desde el principio. Es sólo poco a poco como las facultades del niño
pasan al estado de ejercicio, y esto bajo la doble influencia de la maduración y
el medio (p. 32).
Hay casos que justifican lo expresado en el párrafo anterior. Víctor “fue un
muchacho de unos 11 o 12 años, encontrado que había sido entrevisto algunos años
antes (de 1799) en los bosques de Caune (Francia) mientras buscaba, desnudo, las

- 10 -
bellotas y las raíces que constituían su único alimento, fue encontrado en esos mismos
lugares por tres cazadores. Los hombres lo capturaron en el momento en que trepaba
a un árbol para escapar de su persecución” (p. 55-56).
Luego de varios intentos, fue atrapado y finalmente llevado a París. Primero
estuvo bajo los cuidados del doctor Philippe Pinel hasta que obtuvo la custodia y
educación del joven, el médico Jean Itard. Víctor, aparentemente, había sido
abandonado aproximadamente a los tres años de vida, porque de otra manera no
podría haber subsistido: el “cachorro humano” es el único que no está en condiciones
de sobrevivir sin la ayuda de otro. El niño podría haber sido criado hasta los tres años y
luego fue abandonado, siendo privado de todo contacto humano por lo que no pudo
desarrollar una serie de rasgos que diera cuenta de su humanidad: no podía h hablar,
excepto emitir un sonido gutural y uniforme; no podía percibir con la mirada
deteniéndose en un objetivo puntual; no diferenciaba sonidos variados,
particularmente no reconocí los sonidos fueres; no sabía manipular con sus manos de
manera fina; no podía caminar con sus dos extremidades inferiores sino que lo hacía
con las cuatro extremidades; no llevaba la comida a la boca sino la boca a la comida,
etc. Luego de un proceso largo y lento llevado a cabo por el médico Jean Itard, generó
una serie de modificaciones muy notables en su conducta.
Este caso, como otros que han aparecido, confirma que el hombre se va
realizando como ser humano gracias a la educación. Tal vez por ello, el filósofo
moderno, Emmanuel Kant llego a decir: “Únicamente por la educación el hombre llega
a ser hombre”.
También la educación es necesaria socialmente, porque una sociedad puede
perdurar a través del tiempo solamente si es capaz de comunicar todo el acerbo
cultural que ella contiene a las nuevas generaciones. De esta manera nos vemos
exentos de volver a descubrir tantas cosas e invenciones que nuestros antecesores ya
lo han hecho. Además, permite que una sociedad pueda conservar sus costumbres, su
lengua, religiosidad, ciencia, en otras palabras, sus productos culturales. Oportunas
son las palabras de Silvina Guirtz, Silvia Grinberg y Victoria Abregú (2007) que expresan
al respecto:
Una sociedad y sus miembros, para su supervivencia, necesitan de tres tipos de
reproducción:
1. La reproducción biológica. Una sociedad crece cuando la cantidad de
nacimientos es mayor que el número de muertos, y decrece cuando se produce
el fenómeno inverso. Con una muy baja cantidad de nacimientos, una sociedad
tiende a desaparecer.
2. La reproducción económica. Para subsistir en el tiempo, una sociedad
necesita producir, al menos, lo que consumen sus miembros en alimentación,
vestimenta y vivienda.

- 11 -
3. La reproducción del orden social o cultural. Esta depende de la cantidad de
producción y de la forma de distribución de los saberes adquiridos. La
educación es el fenómeno por el cual se transmiten aquellos saberes
considerados socialmente valiosos a los nuevos miembros de esa sociedad que
aún no los han obtenido (p. 16).
No hay sociedad que no tenga una determinada educación puesto que la vida
humana no puede realizarse sin educación.
Lo expuesto da cuenta que se educa para una sociedad determinada: la
sociedad real. Pero también se educa para transformar y mejorar esa sociedad real. En
otras palabras, se educa para una sociedad ideal. Durkheim, desde una concepción
conservadora de la educación, entiende que ésta trasmite la cultura a las nuevas
generaciones para que ocupen el lugar que les corresponde en el orden social. Hanna
Arendt, por su parte, con una mirada renovadora se refiere a la educación como una
forma de integrar sujetos libres y capaces de transformar la sociedad (Passarotto Ana
Lía, 2008, p. 70). En ambos casos, la sociedad requiere de la educación y educa para
una sociedad, la real o la ideal, para conservarla o para cambiarla.

Modalidades de la educación
Para cerrar, nos referiremos a los distintos modos de educación que podemos
encontrar. Para ello los vamos a clasificar en tres grupos: según su direccionalidad,
según el grado de organización y según la función social.

Según la direccionalidad
Sobre esta clasificación ya nos hemos referido anteriormente pero la
retomamos para ubicarla dentro de las modalidades que puede adquirir la educación.
Si tenemos en cuenta la dirección que tiene la fuerza educativa, el camino que
ésta recorre tomando como punto de referencia al educando, la educación puede ser
heteroeducación o autoeducación según la fuerza educadora se origine en el exterior o
desde el interior del educando, respectivamente. Ello implica que estará direccionada
hacia el educando (la heteroeducación) y la otra hacia el exterior del educando (la
autoeducación).

Según la finalidad social


Según la finalidad social, la educación puede ser productiva o reproductiva.
Es reproductiva cuando se busca conservar el orden social vigente, el statu quo.
Su meta es reproducir la estratificación social vigente, los roles asignado a los
miembros de la sociedad. Cuando se enseña cómo debe vestir un varón, una mujer,
cuáles son los modales de uno y otro, cuando se considera que determinados grupos

- 12 -
sociales ostentan el poder y otros son dominados por ellos y buscan que ello no se
modifique sino que, al contario, se legitima tal situación. Ocurre cuando personas que
están viviendo en condiciones de precariedad y otros en la opulencia, se educa para
que se considere que eso es justo y que debe continuar de esa manera.
Como se puede apreciar, no solamente reproduce el orden social vigente sino
que también lo legitima y, a veces, legitima ciertas injusticias sociales ya instaladas en
la sociedad.
La educación productiva, por el contrario, tiene como finalidad generar un
cambio en el orden social. Esto se da cuando se quiere cambiar ciertas cuestiones
idiosincrática, patrones conductuales.
Ahora bien, debido a que las investigaciones realizadas sobre la educación
reproductiva estuvieron centradas en la perpetuación de ciertas injusticias sociales, se
llevó a considerarla como mala y, a la educación productiva, como benévola. En
realidad, una y otra pueden ser, éticamente hablando, buena o mala. Su bondad o
maldad dependerá de qué es lo que se quiere conservar y qué es aquello que se desea
modificar o instalar como novedad.
En el caso particular de Argentina, estamos asintiendo a un proceso en que se
quiere generar importantes cambios sociales a través de la educación y muchos de
ellos ya se están produciendo pero, si hacemos un análisis más profundo, podremos
percatarnos que varios de esos cambios no benefician a la sociedad.
De cualquier manera, lo cierto es que siempre será necesario algo de educación
reproductiva para la conservación de la sociedad, como ya vimos anteriormente. Pero,
por otro lado, nunca esa reproducción es absoluta debido a la dinámica propia de las
sociedades que nunca se prolongan en el tiempo de manera idéntica.

Según el grado de organización


La educación, según el grado de organización, puede clasificarse en educación
sistemática o asistemática. La primera es aquella en la que existe una intencionalidad
consciente y deliberada de educar, hay una organización, metodología, personal
especializado, planificación para llevar a cabo el proceso educativo. “Se trata, en todos
los casos, de una acción planificada, reglada y graduada” (Guirtz et al, 2007, p. 31).
La educación asistemática se trata de una práctica educativa que puede tener o
carecer de intencionalidad pero, lo cierto es que el grado de organización propio de la
sistemática está prácticamente ausente en ella o directamente es nulo. Se da de modo
espontáneo, natural, no hay contenidos seleccionados previamente, no se definen con
precisión los objetivos, no hay planificación ni métodos ni personal especializados para
el desarrollo de esa práctica educativa. “Es el resultado de la propia interacción
cotidiana (Mónica González, 2006, p 70). Sin embargo, podemos llegar a pensar que la
educación sistemática es mejor que la asistemática. Curiosamente, la educación

- 13 -
asistemática es la primera filogenética como ontogenéticamente. Es la primera que se
llevó a cabo en la historia de la humanidad y es la primera que nosotros recibimos
cuando llegamos a este mundo. Pero no solamente es la primera que recibimos sino es
aquella que deja huellas importantes en nuestra personalidad que no resulta fácil
modificarlas y ello dificulta o facilita la educación sistemática que podamos recibir.
Nuestra personalidad está fuertemente condicionada por las experiencias de nuestros
primeros años de vida, nos plantea la psicología. Así también los estudios actuales dan
cuenta de cómo resulta difícil modificar ciertas nociones de conocimiento cotidiano o
vulgar para incorporar los saberes provenientes de las ciencias. Cuantas veces se habrá
enseñado que el Sol no se mueve sino que es la Tierra la que gira alrededor del Sol. Sin
embargo, pese a ello, seguimos diciendo expresiones apropiadas asistemáticamente:
“el Sol sale…”, “el Sol entra…”.
En otras palabras, cronológicamente, la primera educación que recibimos es la
asistemática. Después recibimos la sistemática y de modo paralelo a la asistemática. Lo
cierto es que aquélla se basa en lo recibido por ésta.
Pensemos lo que ocurre comúnmente en la familia. Ella muchas veces educa
intencionalmente y otras veces lo hace sin previa intención deliberada. Sin embargo,
en uno y otro caso, por el grado de organización que tiene (o en todo caso, por carecer
de organización) sigue siendo una educación asistemática. Es por ello que no podemos
concluir que la presencia o ausencia de la intención de educar sea el criterio para
diferenciar una educación sistemática de otra que no lo es. Tampoco podemos reducir
la educación sistemática a aquella que proporciona la escuela. Ciertamente ésta es, en
rigor, una educación sistemática, no por ello otras instancias educativas merecen el
mismo calificativo por reunir las características mencionadas anteriormente para esta
modalidad de educación.
Esta clasificación dada es clásica y aún sigue vigente aunque su uso está siendo
reemplazado en algunos ámbitos académicos y educativos por la clasificación:
educación formal, educación no formal y educación informal.
La educación informal es la educación que anteriormente hemos caracterizado
como asistemática.
La educación formal o no formal coinciden en que ambas son sistemáticas. Se
diferencian en que la educación formal es aquella que forma parte de la estructura del
sistema educativo. Como dice Mónica González de Zutión (2006):
La educación formar constituye el “sistema educativo”, institucionalizado y
jerárquicamente estructurado que abarca desde la educación inicial hasta la
superior. Tiene dos funciones íntimamente relacionadas: proveer
conocimientos y promover la identificación con la comunidad cultural
asegurando la pervivencia de la conciencia comunitaria (p 70).

- 14 -
La educación no formal, si bien es sistemática y puede contener características
muy parecidas a la formal, e inclusive desarrollarse en las instalaciones de una escuela,
sin embargo, por no formar parte del sistema educativo se denomina educación no
formal. Ésta complementa lo que muchas veces no proporciona la educación formal.
Muchas otras coinciden los contenidos entre una y otra educación pero, insistimos, la
diferencia esencial entre una y otra radica en su pertenencia o no al sistema formal
educativo.
El siguiente cuadro sinóptico resume esquemáticamente los contenidos de este
apartado.

Heteroeducación
Según su
direccionalidad Autoeducación

Formal
Sistemática
Según su grado No Formal
Modalidades de organización
de la
Educación
Asistemática Informal

Reproductiva
Según su
función social
Productiva

A modo de síntesis conclusiva


Definir la educación es el primer paso para poder abordarla como objeto de
estudio. Sin embargo, debido a la complejidad del fenómeno, a la humanidad de quien
la estudia y a los aportes que nos brinda su etimología, la tarea de definir a la
educación se hace más dificultosa que cuando se desea definir otros conceptos. Pese a
ello, o por causad de ello, han surgido tal variedad de definiciones de educación como
teorías pedagógicas han aparecido a lo largo de la historia de la pedagogía.
Por nuestra parte, nos aventuramos a concebir a la educación como un proceso
permanente que se da sólo en el ser humano y que consiste en el desarrollo y la
influencia ejercida sobre el hombre con el fin de lograr una transformación
relativamente duradera en su ser. Este significado que atribuimos al concepto que
abordamos, tiene la riqueza que expresa los aportes provenientes de diferentes

- 15 -
corrientes pedagógicas sin caer en un sincretismo. Asimismo, sin negar la necesidad
del fin que persigue el proceso educativo, se ubica dentro de las definiciones
descriptivas o explicativas, lo que permite contemplar una gran variedad de hechos
educativos que pueden revestir diferentes modalidades según la direccionalidad
(autoeducación o heteroeducación), la función social a la que sirva (productiva o
reproductiva), el grado de organización que tenga (sistemática o asistemática) y,
dentro de éstas, según pertenezca o no la sistema educativo (formal o no formal).

Bibliografía
ALCÁNTARA GARCÍA, Pedro y CALLEJA, Satuirnino. Tratado de Pedagogía. 2ª ed.
Madrid: editorial, 1903.
FILLOUX, Jean Claude. La personalidad. Buenos Aires: Eudeba, 1961.
GONZÁLEZ DE ZUTTIÓN, Mónica. La filosofía de la educación. Argentina: Editorial
Anábasis, 2006.
GUIRTZ, Silvina y GRINBERG, Silvia y ABREGÚ, Victoria. La educación ayer, hoy y
mañana. El ABC de la pedagogía. Argentina: Aique Grupo Editor, 2007.
HENZ, Hubert. Tratado de pedagogía sistemática. Barcelona: Herder, 1968.
ITARD, Jean. “Memoria sobre los primeros progresos de Vírctor del Aveyron”. En:
PINEL, Philippe y ITARD, Jean. El salvaje del Aveyron: psiquiatría y pedagogía en el
Iluminismo tardío. Buenos Aires: Centro Editor América Latina, 1991.
MANGANIELLO, Ethel M. Introducción a las ciencias de la educación. 16ª ed.
Argentina: Editorial Librería del Colegio, 1994.
MILLÁN PUELLES, Antonio. La formación de la personalidad. Madrid: Rialp, 1978.
NASSIF, Ricardo. Pedagogía general. Argentina: Editorial Kapelusz, 1958.
PASSAROTTO, Ana Lía. “La construcción de un referente axiológico: poder
renombrar los valores en la escuela”. En: ALLIAUD, Andrea [et. al.]. Sentidos
perdidos de la experiencia escolar: angustia, desazón, reflexiones. Buenos Aires:
Noveduc, 2008, pp. 195 – 222.
PLANCHARD, Emile. La pedagogía contemporánea. Madrid: RIALP, 1969.

- 16 -

También podría gustarte