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SINOPSIS

Samuel Clearwater a.k.a Preppy, le gustan las corbatas de moño, los panqueques,
los tirantes, los buenos amigos, los buenos momentos, las buenas drogas y una
buena cogida. Ha trabajado su camino fuera de una infernal infancia y está
viviendo la vida que siempre imaginó para él. Cuando conoce a una chica, una
drogadicta al borde de acabar con todo, él está indeciso entre sus sentimientos por
ella y el miedo paralizante de que pudiera ser la que termine con la vida que ama.

Andrea 'Dre' Capulet está enganchada y cansada.

Cansada de vivir por su siguiente dosis. Cansada de hacer cosas que hacen a su
estómago revolverse. Cansada de mirar en el espejo al reflejo de la persona en que
se convirtió. Justo cuando decide acabar con todo conoce a un hombre que
cambiará el curso de sus vidas para siempre.

Y sus muertes.

Para la mayoría, la muerte es el final de su historia.


Para Preppy y Dre, la muerte era sólo el comienzo.
PROLOGO

PREppy
PRESENTE

D IMINUTOS DESTELLOS DE tenues chipas de luz en los oscurecidos rincones


de mi mente. Lentamente, se vuelve de atardecer a amanecer, despertando
mis pensamientos mientras la luz interior se hace más y más brillante.

Escucho un sonido, un grifo abierto, y me doy cuenta que es la sangre corriendo


a través de mis oídos. Cuando alcanza mi corazón me ahogo mientras cobra vida
como un tambor. Boom. BABOOM late incesantemente, hasta que cae en un rápido,
aun así, ritmo estable. La nueva vida dentro de mí se hace más ruidosa, más fuerte,
hasta que la muerte se desvanece y despierto en un jadeo.

Mis ojos brincan abiertos. Trato de tomar aire, pero nada pasa. Trato otra vez y
mis pulmones queman a medida que ellos finalmente deciden cooperar. Puedo
respirar, pero duele como un hijo de perra.

Estoy jodidamente vivo.

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Mis primeros pensamientos me impactan como la mierda. Son de una chica. Una
chica de apariencia triste con brillante cabello negro y grandes ojos oscuros puestos
en el borde de la torre de agua.

Mi corazón cae fuera de ritmo, latiendo más y más rápido hasta que está
martilleando contra mi pecho como la vibración de un martillo neumático.

Ella.

Aunque mi visión es borrosa como la mierda, mis pensamientos de ella son más
claros de lo que alguna vez lo habían sido y por primera vez en mi vida adulta, estoy
jodidamente asustado.

Ni siquiera necesito ver al gran hijo de puta estando junto a mí con un bate de
beisbol para saber que estoy completa y totalmente jodido.

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CAPITULO 1

PREppy
TRES AÑOS ANTES

J ODER ESA ES buena mierda.

Limpié el exceso de polvo debajo de mi nariz y lo froté en mis encías—.


Calificación A. Gracias, hombre. Este día de mierda apesta sólo un poquito menos
—dije. Habíamos acabado de aparcar en la casa de Grace después de dejar a King
para que empezara a cumplir su sentencia. Lo veríamos otra vez, pero no por
dos/cuatro años.

—Joder —dijo Bear, haciendo eco de mis pensamientos sobre la coca mientras el
esnifaba una línea de mi tablero. Pinchó el puente de su nariz y sacudió su cabeza
de lado a lado, su largo y rubio cabello se agitó alrededor de su cara como un perro
pastor húmedo sacudiéndose para secarse mientras el asalto del polvo golpeaba su
cerebro.

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Conocía esa sensación.

La conocía bien.

Jodidamente me encantaba.

Bear limpió con su mano cualquier evidencia residual de nuestra fiesta de lástima
del tablero. Salió del coche, pero yo vacilé con mis manos en el volante. Levanté la
vista a la pequeña casa de Grace y suspiré—. ¿Vienes? —preguntó Bear,
inclinándose en la ventana abierta. Encendió dos cigarros y se recargó contra el
carro, obscureciendo mi vista con su culo.

Renuentemente, salí y rodeé el carro, alisé mis caquis, enderecé mi corbata de


moño y tomé una respiración profunda. Me uní a Bear contra el auto mientras los
dos nos quedábamos en silencio, mirando al porche frontal de Grace. Me entregó
uno de los cigarros encendidos y lo tomé, dándole una profunda y larga calada.

—¿Estás enojado porque nos dijo que no lo visitáramos? —pregunté. Bear


enganchó un pulgar en su bolsillo, pateando una concha suelta con la punta de su
bota.

Di otra calada y exhalé lentamente. Bear se encogió de hombros—. Algunos de


mis hermanos, cuando los encierran, dicen lo mismo. Sin visitas, sin llamadas.
Cuando están adentro tienen que concentrarse en la vida adentro. No puedo
imaginar que ayude tener visitantes recordándoles todo el tiempo la libertad que
ellos jodidamente no tienen.

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—No estaba hablando de tus Beach Perras, querido Bear. Estaba hablando de
King —dije, apagando mi cigarro bajo mi zapato.

Bear rodó sus ojos y aventó su cigarro en el camino, expulsando el humo por sus
fosas nasales—. Vamos, terminemos con esto.

—¿Bear? —pregunté, sintiéndome repentinamente inquieto mientras hacíamos


nuestro camino por el sendero, golpeando ligeramente mis dedos sobre el frente de
mis pantalones. Enderecé mi moño otra vez.

—¿Sí, Prep?

Lo seguí al porche y bajé mi voz a un susurro—. Creo que hierba hubiera sido
una idea mucho mejor que el polvo.

Bear se dio la vuelta, sus pupilas del tamaño de un panqueque. Apuntó a mis
ojos—. Sí, hombre —concordó mientras los dos estallábamos en una carcajada—.
Creo que podrías tener la puta razón.

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—DE LA FORMA EN que lo veo, hay sólo una puta solución para este problema
nuestro —anuncié, mirando entre Grace y Bear y las deprimentes miradas en sus
rostros. Ambos miraron fijamente a la mesa como si mágicamente fuera a ofrecer la
respuesta que todos estábamos buscando. Las cejas de Grace estaban fruncidas
juntas en un punto descendente, causando más arrugas en su ya marcada cara,
mientras ella rodeaba el borde de su vaso con su cuchara una y otra vez. Me mataba
que no pudiera arreglar esto por ella. Por nosotros.

—Samuel —dijo Grace, cubriendo mi mano con la suya y ofreciéndome una


pequeña sonrisa tranquilizadora que era todo excepto tranquilizadora—. Tú no
tienes que arreglar esto ahora mismo. No tienes que hacerlo mejor. Pensaremos en
algo —su tono sonó como si ella estuviera tratando de convencerse a sí misma tanto
como ella estaba tratando de convencerme a mí.

Estábamos hablando de Max. La niña de King que había sido arrojada al sistema
al segundo que le pusieron las esposas. Los tres habíamos estado intentando todo lo
que podíamos pensar para sacarla y traerla a casa con uno de nosotros, pero el
estado es voluble como la mierda. Aparentemente, no querían darle un infante a un
motociclista, a un degenerado, ni a una mujer mayor enferma.

Maldito el hombre.

Los nudillos de Bear estaban blancos mientras giraba un servilletero de una mano
a la otra, golpeando el plástico con un gruñido. Lo lanzó por la mesa, disparándole
una mirada de disculpa a Grace antes de dejar caer su cara en sus manos.

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Golpeé mi mano en la mesa, sacudiendo la jarra del famoso mojito de Grace,
finalmente atrayendo su atención de sus propios culos hacia mí—. Muy bien. Ha
sido decidido —estiré mi mano y apreté la mano de Bear como Grace había apretado
la mía, y él reaccionó como si le hubiera dado un severo caso de piojos—.
Simplemente vamos a tener que casarnos.

—Cierra la puta boca, Prep —gruñó, apagando su cigarro en el cenicero y


tratando de golpearme en el costado de la cabeza, pero fui demasiado rápido,
evitándolo antes de que él tuviera la oportunidad de hacer contacto.

—Chicos —advirtió Grace, aunque mis palabras parecen tener el efecto que
estaba buscando porque las esquinas de su boca se tornaron hacia arriba, su ceño
fruncido enderezándose en una línea. Una diminuta pizca de la luz en sus ojos
regresando mientras ella naturalmente caía en su rol en nuestras locas vidas.

Su rol de madre.

—Bear, al menos finge que te preocupa esta mierda —dije, mirando a Grace por
la esquina de mi ojo mientras sus hombros se relajaban y se recargaba en su silla
con una bebida—. Quiero decir, ¡mírate, hijo de puta! Por el amor de cristo, no van
a darnos a la bebé de King si mi marido ni siquiera se pone ¡una maldita camiseta!
—señalé a Bear, quien no tenía puesto una camiseta bajo su chaleco desde el día que
se convirtió en novato de los Beach Bastards. De verdad, pensarías que el chico era
alérgico o algo.

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—¿De qué estás hablando? Estoy totalmente cubierto —dijo Bear, bajando la vista
y ajustando su chaleco sobre su pezón izquierdo, exponiendo el derecho en el
proceso.

Rodé mis ojos—. Los tatuajes jodidamente no cuentan —dije, y ahí es cuando
escuché la pequeña risa de Grace e inconscientemente, mis propios hombros
cayeron.

—Claro que lo hacen —dijo Bear, palmeando la tinta en sus abdominales con
ambas manos como si de alguna manera probara su punto.

—Samuel —dijo Grace, sonando un poco cansada—. Tanto como aprecie tu


entusiasmo, vivimos en el sur, cariño, no han abrazado la idea del matrimonio gay
aquí todavía.

Me levanté de la mesa y paseé por los tres escalones dirigiéndome de la cubierta


al patio y de regreso otra vez. Por supuesto que sabía que el matrimonio gay no era
legal en el sur y sabía que esa idea era jodidamente ridícula, pero estaba dispuesto a
arrojar cualquier cosa que diera con una solución. Sin mencionar que alguien
necesitaba aligerar la gruesa nube de temor inminente sobre nuestra pequeña
familia.

—Samuel, pensaremos en algo. Sólo que tomará tiempo —Grace me tranquilizó.


Bajé la vista a ella y agarré su mano estirada, doblándome y jalándola en un abrazo
y ella envolvió sus pequeños brazos alrededor de mi cintura. Ella olía como a
pimienta y el popurrí que ella siempre mantenía en la mesa de la sala que podría
haber sido confundido por una mezcla de frutos secos una vez o dos.

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O seis veces.

—Tenemos esto, Grace —dijo Bear, haciendo eco de mis pensamientos. Aunque
él no sonaba tan convencido como yo lo estaba.

Me acuclillé junto a Grace—. Sólo tendremos que ser un poco más… creativos.

Grace palmeó mi mejilla—. Eres un buen chico, Samuel —dijo, y si yo fuera un


perro mi cola estaría sacudiéndose tan rápido que se habría caído—. Oh, y antes de
que lo olvide, no olvides checar a Mirna como pedí. Ella ha estado más lejos de lo
usual últimamente y quiero asegurarme de que sea revisada después mientras estoy
fuera.

—Lo tienes —dije, plantando un último beso en su frente y poniéndome de pie,


enderezando el pliegue en mi pantalón. La casa de Mirna era una de mis primeras
Granny Growhouses en nuestra operación. Además, hace estas asombrosas galletas
de chispas de chocolate que eran tan jodidamente buenas, que he pensado
seriamente en frotarlas sobre mis bolas—. Voy a ir hoy, de hecho —le aseguré.

—¿Cuándo vas a regresar? —preguntó Bear.

—En unas semanas más o menos. No será mucho tiempo —contestó Grace, con
un poco de demasiado entusiasmo. Bear y yo intercambiamos una mirada de
complicidad por encima de la cabeza de Grace. Ella estaba dirigiéndose fuera del
pueblo a alguna instalación de la que ella había hablado que sonaba como un lugar
de vacaciones y spa por unas cuantas semanas, pero Bear y yo teníamos nuestras
sospechas así que habíamos llamado al lugar después de que ella había hablado por

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primera vez sobre ello y bastante seguro, era una instalación de tratamiento médico
para pacientes con avanzados estados de cáncer. Grace raramente decía la palabra
C cuando nosotros estábamos cerca y juraba que iba a vivir por siempre.

—¿Necesitas un aventón al lugar? —pregunté.

Grace nos despidió—. Chicos, dejen de preocuparse sobre mí. Mandaran


transporte por mí en la mañana. ¡Ahora vayan! ¡Vayan! Los veré a los dos en unas
semanas.

Yo era el tipo de hombre que cargaba una pistola todo el tiempo, pero ni siquiera
yo era tan lo suficientemente estúpido para tratar de discutir con Grace cuando ella
tenía su mente puesta en algo y si ella decía que iba a vivir por siempre, entonces
era mejor creerle y dejarlo así.

Bear rodeó la mesa y se despidió y yo lo seguí a través del patio alrededor del
costado de la casa—. ¿Todavía tienes el número del lugar?

—Sí, llamé para asegurarme de que tenga una habitación privada —dije.

—Bien, uno de los hermanos tiene una hermanastra que trabaja ahí. Ella va a
echarle un ojo —dijo Bear.

No había mucho en lo que Bear y yo acordáramos, pero cuidar de Grace, incluso


si era a sus espaldas, era una de esas raras cosas que no requerían de una discusión
o un dedo medio en el aire.

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—Déjame en el club —dijo Bear—. No voy a tener mi moto de vuelta de Dunn’s
hasta la mañana, justo antes de que agarremos carretera.

Asentí. Mientras Grace estaba fuera Bear iba a estar fuera en un viaje con los
Bastards, algo sobre algo y ellos yendo a algún lugar. Yo realmente no sabía los
detalles porque realmente nunca escuché lo que él dijo y justo entonces había algo
todavía persistiendo sobre nuestra conversación de antes—. Quiero decir,
¿realmente no te casarías conmigo para ayudar a la hija de King? Eso es basura —
sabía que era extraño estar ofendido porque mi muy heterosexual amigo no se
casaría con su otro muy heterosexual amigo, pero no había una puta cosa que yo no
haría para hacer esta mierda bien otra vez. No era la puta parte del matrimonio, era
el pensamiento de que Bear podría no estar en esto tanto como yo lo estaba lo que
me estaba poniendo todo inquieto.

Algunas putas personas.

Con una mano en la puerta frontal del forro de la cerca del patio de Grace, Bear
se detuvo y se giró—. ¿La verdad? No hay nada que no haría para recuperar la hija
de King para él. Y deja de ser todo un imbécil, Preppy, porque tú jodidamente sabes
eso. Créelo o no, esta mierda no es todo sobre ti.

Me sentí mejor sabiendo que estábamos en la misma página—. Eso podría ser
verdad, pero lo que también es verdad es que todo esto apesta de la puta mierda.

—Sí que lo es, amigo mío —Bear concordó, abriendo la puerta.

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—Oye, Bear, ¿quieres saber cómo llaman al matrimonio gay en estados donde no
es legal? —pregunté mientras llegábamos al coche.

—No, pero tengo el presentimiento de que me vas a decir de todos modos —dijo
con una risa, luchando por mantener su semipermanente estado de aspecto
fastidiado.

—Matrimonio, puto idiota —dije, golpeándolo en la parte trasera de su cabeza


mientras me subía a mi coche. Él me disparó un tatuado dedo medio.

—I CAME IN like a wrecking baaaallll —canté fuerte con la ventana abierta ante un
puñado de adolescentes a lo largo de la calzada. El grupo de chicas en su mayoría
arrugaron sus narices en confusión como si no hubieran sido nunca las victimas de
conduce-cantando.

—Putos adolescentes —murmuré, poniendo mi codo arriba de la puerta y


ondeando mi mano a través del viento al compás de la música, continuando mi dúo
con la radio en un volumen no completamente apreciado por la mayoría, y

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especialmente no apreciado por el aguafiestas junto a mí quien tenía un aspecto
adolorido en su rostro como si mi canto estuviera causando que su pene se atara él
mismo en un nudo.

—Todos estamos sintiéndonos de la mierda sobre King y Max, Bear, ¿pero tienes
que lucir tan estreñido? —pregunté, empujándolo en el hombro.

Bear estuvo en silencio por un momento. Dejó salir una respiración y rascó la
parte trasera de su cuello—. No sólo es King. Es mi viejo también. Él ha estado sobre
mí últimamente, incluso más de lo usual —me estacioné afuera de la puerta. Bear
levantó la vista hacia el oscurecido club, mirándolo fijamente como si él pudiera ver
más que sólo ventanas y paredes.

—Al carajo tu viejo —dije—. Ese hijo de puta mejor que nunca camine hacia mí
o le enseñaré el especial de Preppy.

—¿Exactamente cuál es el especial de Preppy? —preguntó Bear, una gruesa ceja


rubia se arqueó.

Hice la forma de una pistola con mi pulgar y mi dedo índice y apunté a la casa
club—. Una bala con un lado de corbata de moño —disparé mi pistola de dedos e
hice mi mejor sonido de explosión con mi boca.

Bear rió, no esa falsa risa mierda que él ha estado tratando de hacer pasar por
una real estas últimas semanas, sino una real, viva, genuina risa, la cual fue un alivio
de escuchar, considerando la nube de condena con la que él ha estado caminando.
El hijo de puta podía ser tan serio algunas veces que me dolía el pito.

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Bear salió sin una despedida y desapareció detrás de la puerta.

Me dirigí a la casa de Mirna, sintiéndome más determinado que nunca para


recuperar a Max por King y proteger a las personas que yo llamaba familia.

No había nada que no haría.

Nadie a quien no mataría.

Si tan sólo fuera así de jodidamente fácil.

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CAPITULO 2

DRE

T ENGO SEMEN en mi cabello.

Sangre seca debajo de las uñas de mis dedos.

Moretones entre mis piernas.

Estaba tan harta de ser yo que necesitaba una nueva palabra para harta.
Necesitaba una puta vida nueva. Palmeé mi sostén por encima de mi camiseta,
sintiendo el boleto del autobús por centésima vez. Exhalando un suspiro de alivio
cuando el papel crujió contra mi piel, mi recordatorio de que un nuevo comienzo
estaba a sólo un viaje en autobús.

Ajusté mi camiseta y admiré mis alrededores. La pequeña casa que una vez fue
muy familiar para mí en lo que parecía otra vida, pero en realidad fue sólo hace
unos años. Solía sentirme en casa ahí.

Oh, cuanto han cambiado las cosas.

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Nerviosamente crucé y descrucé mis piernas, mientras Mirna arrastraba los pies
alrededor de la cocina. Sentí todo y nada, menos un hogar. Esto no tenía nada que
ver con Mirna (siempre la había llamado por su nombre) y tenía todo que ver
conmigo.

Bajé el dobladillo de mi short como si pudiera de alguna manera hacerlo más


largo, de pronto demasiado consciente del agujero en mi bolsillo exponiendo la piel
de mi muslo. Después de inútilmente tirar de la deteriorada mezclilla, cambié a mis
mangas, estirando la tela sobre las palmas de mis manos y doblando mis dedos sobre
ella para mantenerla en su lugar. La luz del sol irradiando a través de la larga
ventana de la sala. La última luz del día hizo que el delgado material de mi camiseta
se transparentara completamente, y esperaba con todo lo que tenía que Mirna no
mirara mis brazos.

Mi estómago se retorció. La H que había tenido durante la semana pasada no era


ni de cerca lo suficiente para darme el subidón, sólo lo suficiente para contenerme
de surcar la cabeza en mayores restricciones. Mi cabeza pulsaba y mi cuerpo dolía
como si tuviera gripa. La mayor resaca que nunca realmente se fue.

Mi estómago podría haber estado retorciéndose porque al segundo que había


entrado a la casa de mi abuela, oficialmente me había convertido en el peor puto ser
humano en el planeta.

Extraoficialmente, ya había sostenido ese título por bastante tiempo.

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Me mecí hacia delante para reprimir las náuseas, pero era poco lo que podía
ayudarme lo que no venía en forma de una jeringa, o un menos usado y abusado
cuerpo.

Me preguntaba qué era lo que le estaba tomando tanto tiempo a Mirna porque
no estaba segura de cuanto más podría sentarme ahí sin vomitar en la maceta junto
a la puerta de enfrente. Otra ola de nauseas bañó sobre mí y sin pensar me mordí
fuerte el labio inferior para mantener mis contenidos en mi estómago. Lamí la sangre
de mi labio, el sabor a cobre añadiéndose al ya asqueroso sabor de bilis en mi lengua.

Mirna regresó a la sala con una sonrisa grande en su rostro. Colocó una bandeja
plateada en la mesita de café, la que ella usaba cuando había compañía.

Mi abuela, aparentemente inconsciente de mi incomodidad, vertió té en dos tazas


desiguales. Una era azul claro con una astilla en el borde, y la reconocí
inmediatamente. La astilla había sido el resultado de mí corriendo en mi triciclo
hacia su mesita de café cuando era niña. Había mandado su set entero de té, un
regalo de bodas de mi difunto abuelo, a estrellarse en el piso. Mirna se había sentado
conmigo en su regazo en el piso de la cocina, acariciando mi cabello y consolándome
por horas, incluso aunque fui yo quien arruinó su set completo de té. Todo se había
perdido, excepto por una taza.

La taza que ahora tomo de Mirna mientras ella la pasaba por la mesita de café.

Mis manos temblaron, balanceando la taza de té contra el plato. Sonreí tan cortés
como pude, poniéndola cuidadosamente otra vez en la mesa sin mucho mientras le
daba un sorbo. Mi abuela me regresó la sonrisa y me observó curiosamente sobre el

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borde de su taza, y justo como cuando había tocado su puerta varios minutos antes,
esperé.

Nada.

La última vez que visité, Mirna estaba teniendo problemas para recordar cosas.
Dónde había puesto sus llaves. A qué hora su amiga Hilda iba a recogerla para el
Bingo.

Parecía que las cosas no eran solamente diferentes para mí, sino para Mirna
también, porque nunca esperé que la mujer con la que había pasado cada verano
de mi infancia desde que tenía cuatro años de edad no me reconociera como su
única nieta.

¿Cuándo se habían puesto tan mal las cosas?

—¿Sabes quién soy? —pregunté suavemente, en un último intento por agitar


algún tipo de reconocimiento. La miré en blanco y traté de influenciar el
reconocimiento en sus ojos. Ojos que eran iguales a los míos. Ojos que solían
sostener tanta vida, pero ahora estaban embotados como si hubieran sido
escarchados.

Quizás, no había nada mal en absoluto. Quizás, ella estaba bien con ello y
simplemente no me reconocía. Después de todo, la última vez que me vio yo era toda
pelo negro brilloso y piel bronceada, y ahora ni siquiera era la sombra de mi viejo
yo. Demacrada, con afiladas clavículas y puntiagudos codos. Profundos círculos
amarillosos bajo mis ojos. Piel pálida.

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No necesitaba mirarme al espejo para saber que yo no sería capaz de
reconocerme a mí misma.

—Soy Andrea —dije. Todavía nada—. ¿Dre? —pregunté, cambiando a mi apodo,


sólo por si acaso pudiera encender una chispa.

—¡Oh! —exclamó Mirna, levantando su dedo índice. Me senté al borde del cojín,
inclinándome sobre la mesa, esperando a que ella confirmara ese pensamiento
roto—. Eres de la iglesia, ¿cierto? Siguen mandando a personas para mantenerme
con compañía mientras Rick está en altamar, pero estoy bien. Mi entrenamiento de
enfermera me mantiene ocupada y en mi tiempo libre estoy aprendiendo cómo ser
una mejor cocinera, aunque, necesito trabajo en perfeccionar el pastel de carne de
mamá o ella nunca vendrá por la cena del domingo.

Mi corazón cayó a mi estómago cuando Mirna se refirió a mi abuelo como si él


todavía estuviera vivo y navegando peleando en la guerra.

Culpa, nauseabunda culpa, retorcida culpa, bañó sobre mí y se adhirió a mi


podrido interior. En el gran esquema de cosas, era probablemente mejor que ella no
supiera quien era yo.

O por qué yo estaba ahí.

Fui recordada de esa razón cuando un golpe sonó en la parte trasera de la casa.
Me encogí mientras que Mirna parecía inafectada por la conmoción. Ella estaba
bebiendo té con un educado meñique levantado en el aire como la sureña debutante
que una vez fue.

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Justo cuando me decía a mí misma que ella no había escuchado ese sonido,
levantó su cabeza y apuntó al pasillo—. ¿Cuánto tiempo crees que ellos estarán aquí,
querida? —preguntó, mientras yo me había estado preguntando lo mismo.

Mi pulso aumentó—. Uh, no sé de lo que estás…. Um… ¿quién? —otra vez jalé
de mis mangas.

Ella sonrió y se inclinó hacia delante, curveando su dedo para que yo hiciera lo
mismo, así que lo hice—. Hay dos hombres en la habitación trasera —susurró—.
Rompieron mi ventana y me están robando —ella golpeó su rodilla y estalló en una
carcajada como si ella hubiera acabado de decirme la frase clave de un chiste—.
¿Puedes creerlo? ¿No es todo tan emocionante?

—Yo… Yo les diré que se vayan —anuncié, manteniendo mi voz tan firme como
fuera posible e ignorando el mareo que tuve cuando me levanté abruptamente del
sofá. Entonces, tan tranquila como pude, hice mi camino por el pasillo.

—Muchas gracias, querida —llamó Mirna—. Pero no tienes que hacer eso,
alguien ya está viniendo. Él estará aquí en poco tiempo.

—¿Quién? —pregunté, dándome la vuelta.

—Samuel —ofreció, como si fuera un nombre que yo debería saber. Levantó tu


taza y cruzó sus piernas acomodándose en el sofá y girando para mirar la ventana
frontal hacia el patio.

El meñique otra vez en el aire.

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Me giré y corrí por el pasillo, abriendo la puerta trasera de la habitación. Casi
me caí ante la vista frente a mí. Lo que solía ser una habitación de huéspedes y el
doble de la habitación de álbumes de Mirna, ahora estaba lleno con filas de plantas
verdes. Y no simplemente cualquier planta.

Mariguana.

Mirna estaba cultivando mariguana en su habitación de huéspedes.

Verdes hojas sobresalían en todas direcciones sobre una complicada red de tubos
y plantadores de cristal colgando del techo y las paredes creando varios pasillos de
plantas apiladas.

Tropezando por la habitación, metiendo tanto de ellas como podían en bolsas de


basura y mandando a los plantadores de vidrios y tubos a estrellarse contra el piso,
estaban los dos hombres de los que el boleto de autobús iba a tenerme muy muy
lejos.

—¿Qué carajos es todo esto? —pregunté, mi boca cayendo abierta mientras


procesaba todo—. ¿Y por qué está aquí? —Eric y Conner lucían como si acabaran
de ganar la lotería de la mariguana, sonrisas de amarillos dientes se plantaron en
sus demacradas caras. La camiseta rasgada de Eric colgaba como un viejo saco de
papas de su delgada figura. Sus mejillas estaban hundidas. Sus tenis no eran iguales,
en color, uno era negro y el otro era blanco, y en condición, uno tenía un agujero
en sus dedos asomándose por arriba y el otro tenía la suela aflojándose de lado.
Conner no lucía nada mejor, aunque sus tenis eran del mismo color—. Díganme

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qué coño está pasando —demandé, deseando que la sobriedad no se sintiera tan
malditamente mal.

—Eres una perra tonta, ¿lo sabes? —soltó Eric —Esto… —dijo él, levantando una
de las plantas, sacudiéndola en el aire—, es exactamente la razón por la que vinimos
aquí. ¿De verdad pensaste que viajábamos todo el camino a este pueblo de mierda
para llevarnos joyería barata de mierda de tu abuelita? —sacudió su cabeza en
incredulidad y continuó llenando su bolsa—. Tonta, puta perra —murmuró.

Conner intervino—. Cuando escuchamos que estaba aquí pensamos que era un
rumor, pero ganamos la carga madre. ¿Sabes cuánto vale esto en la calle? —cruzó
la habitación y metió una bolsa en mi mano. Sólo él estando cerca de mí me dio más
asco de lo que cualquier retiro alguna vez pudo—. Ayuda a cargar. Esa mierda que
te gusta inyectarte no es jodidamente gratis, sabes.

Lo sé, porque he pagado el precio.

No más.

—¿Sabían que esto estaba ahí? —pregunté, tirando la bolsa y dando un paso
atrás.

—Joder, sí, lo sabíamos —dijo Eric, levantando su mano para que Conner
chocara los cinco con él. Conner le paró el dedo en su lugar y continuó su
destrucción en la habitación, golpeando equipamiento y jalando tubos de la pared.
Agua de los tubos roció alrededor de la habitación como un aspersor, mojando todo
dentro, incluyendo a Conner y a Eric quienes no lo notaron o no les importó—.

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Estábamos observando cuando tu abuelita abrió la puerta. Esa perra no tiene idea de
quien jodidamente eres, ¿cierto? —preguntó Eric—. Quizás debería ir a ver si ella
puede tomar una embestida tan bien como su nieta —dijo, agarrando la entrepierna
de sus flojos pantalones deportivos.

Conner, alguien que solía ser el primero en venir a mi defensa, estaba ahora
riéndose ante mi humillación. Ante el enfermo chiste que Eric había hecho sobre
algo ni siquiera remotamente gracioso.

—¿Quién sabía que esa anciana podría hacer todo eso? —dijo Conner, pateando
una clase de maquina por la ventana, abriéndola y revelando sus rojas y azules tripas
cableadas.

Lo cual fue cuando me golpeó.

Conner estaba de hecho en lo correcto. Mirna no pudo haber hecho todo esto. Ni
siquiera en su mejor condición. Mirna era el tipo de persona que rechazaba tomar
una aspirina cuando tenía un dolor de cabeza, así que las drogas de cualquier tipo
no estaban exactamente en su radar. Y tan lejos como las habilidades botánicas
fueron, las suyas no iban más allá de la pequeña caja de flores bajo la ventana de
enfrente.

—¡Miren alrededor suyo, putos idiotas! —mis palabras llegaron más lento de lo
que mi boca se podía mover, y con mi cabeza pulsando como si hubiera sido
golpeada, era una sorpresa que pudiera hablar—. Esto es mierda de alta tecnología.
Quien sea a quien realmente le están robando, no es a mi abuela y estoy bastante
segura que ustedes han visto suficientes películas para saber que robar drogas de

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alguien que distribuye nunca termina bien, así que las posibilidades son que no van
a olvidar esto. Vendrán por ustedes.

Conner rió y apuntó entre los tres—. Sí, cuando él descubra lo que NOSOTROS
hicimos. Los tres. Tanto como te guste pensar que eres mejor que nosotros, no lo
eres. Estás en esto tanto como nosotros.

—¿Él? ¿Así que sabes de quién es esto?

Conner rodó sus ojos a mí. Ojos que solían contener amabilidad y simpatía
habían crecido para sostener nada más que odio y desprecio—. Deja de hacer tantas
putas preguntas y ayúdanos a cargar esta mierda —su sonrisa se torció en una
enferma y familiar sonrisa—. O no. Pero entonces no puedo prometer que vayamos
a ser tan gentiles contigo esta noche como lo fuimos la noche anterior.

Nunca me habían gustado las pistolas. Incluso la pistola de cacería que mi papá
mantenía a la vista en su oficina me ponía incómoda.

Pero entonces Conner decía algo que me recordaba que si yo tuviera una pistola,
nunca podría jalar el gatillo—. O tal vez llame a Mellie y ella pueda montar mi verga
un rato —dijo Conner parándose en mi espacio, mirándome con todo el odio en su
alma—. Oh, es cierto. No puedo. Porque está muerta.

La familiar culpa burbujeó en mis viseras y explotó en mi corazón. El pesado,


nunca acabar, demasiado para un alma desnudar, culpa. Era de lo que estaban
hechas las barras de mi celda imaginaria, la que Conner construyó alrededor de mí
con sus palabras, en la que él me acababa de empujar dentro y azotó la puerta.

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—No pretendo interrumpir —cantó Mirna, llegando a pararse a un lado de mí
en la puerta. Su mano en mi hombro. Conner retrocedió y volvió a lo suyo, llenando
su bolsa—. ¿Pero a alguno de ustedes le gustaría unas galletas? —preguntó,
sosteniendo un plato de sus famosas galletas con dobles chispas de chocolate. Eric y
Conner la ignoraron, continuando con el saqueo de la habitación de plantas y
dañando y destruyendo todo lo demás.

—Lo siento mucho —dije, girándome hacia Mirna. Sin importarme si ella me
recordaba o no, envolví mis brazos alrededor de ella, egoístamente necesitando el
consuelo de mi abuela. De la misma forma que lo había necesitado cuando había
rato su set de té.

Ella gentilmente palmeó mi espalda—. Todo está bien, querida —dijo,


retrocediendo y sosteniendo en alto el plato otra vez—. No estés enojada. Lo que sea
que esté molestándote estará bien, siempre hay un mañana y hay otro día más —le
dio una mordida a una galleta y habló con su boca llena—. Mi Rick siempre dice
que cuando esté teniendo un mal día. Ten, toma una galleta. Acabo de hacerlas. Son
las favoritas de Samuel.

Ahí estaba ese nombre otra vez.

—¿Quién es Samuel? —pregunté, esperando oír sobre alguien de su pasado o


alguien muerto hace mucho, pero entonces, por la esquina de mi ojo noté que
Conner y Eric se habían congelado. Mi suposición era que ellos sabían quién era
Samuel, y si yo tuviera algo de dinero, lo apostaría a que esto era su mierda.

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—¿Dónde está él ahora? —preguntó Eric, su sonrisa arrogante en ningún lugar
para ser vista.

Mirna dio otra mordida a su galleta, lentamente masticando. La puerta de un


carro se cerró. Ella esperó hasta que había terminado de tragar para decir—, él está
aquí.

Conner y Eric partieron a través de la puerta trasera más rápido de lo que alguna
vez los había visto moverse. Mi primer instinto no fue correr. No quería dejar a
Mirna en su estado y encima de eso yo no había hecho nada del robo. Las
posibilidades eran que ese tipo, Samuel, no lo vería de esa manera. Vacilé sólo lo
suficiente para envolver a Mirna en otro abrazo—. Otra vez, lo siento mucho —dije,
plantando un beso en su frente antes de correr a través de la sala y hacia la puerta
trasera.

—¡Vamos! —llamó Conner, haciéndome señas desde el campo detrás de la casa


que conducía a las vías del tren. Pero entonces me detuve.

Podría ser mi única posibilidad, y si quería estar en ese autobús mañana no tenía
otra opción. Tenía que tomarla.

Con una última mirada a Conner, sacudí la voz de culpa, la voz que me decía
que le debía por lo que yo había hecho, y partí en la dirección completamente
opuesta, cruzando el patio hacia el bosque. Lo escuché llamar mi nombre una y otra
vez mientras corría más adentro en los árboles, por el sobre crecido sendero.

26
Las cortezas de árboles cercanos de pronto explotaron en filosos pedazos de
corteza que se alojaron en mis muslos, cálida sangre se derramaban por mis
pantorrillas. Mi corazón bombeaba más y más rápido. Mi cuerpo, quien quería nada
más que rendirse, peleó con mi mente la cual estaba alimentada sólo con adrenalina,
manteniéndome en movimiento, un pie en frente del otro.

Un silbido sonó pasando mi oreja. Otro árbol explotó. Esta vez, justo en frente de
mí. Me detuve y me di la vuelta, atrapando un breve vistazo del hombre estando en
el patio trasero de Mirna. Comencé otra vez en la otra dirección. No había sido capaz
de ver mucho del hombre, pero supe justo ahí que lo que había visto sería quemado
en mi cerebro y me perseguiría por siempre.

Una malvada sonrisa, una corbata de moño… y una pistola.

27
CAPITULO 3

DRE

¿ QUÉ CARAJOS he hecho?

Era el pensamiento corriendo por mi cabeza, una y otra vez, mientras observaba
el mundo seguir sin mí desde mi percha en lo alto de la torre de agua. Sobre la parte
de arriba de los pinos doblados, justo más allá de hojas, estaba el pequeño pueblo de
Logan’s Beach, un lugar que una vez había amado.

A pesar de la manera que yo estuviera dando vueltas al desagüe, y para mi


sorpresa, había signos de vida en todas partes. Carros conducían de una dirección a
otra en los dos lados de la carretera debajo. Luces parpadeaban. El vago olor a BBQ
flotaba a través del aire. Haciendo eco el resonar de música sonando de algún lugar
en la distancia vibró en la fría plataforma de metal, pulsando suavemente debajo de
mí en una rítmica sucesión. El suelo debajo parecía aplanado, tanto como imaginaba
que la Tierra luciría desde el espacio.

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Todo estaba muy, muy lejos.

En algún lugar ahí abajo, comiendo y bailando esa música, había personas.
Personas felices. Recordé el último día que fui feliz. Una lenta película corriendo en
silencio, excepto que en vívidos colores. Podía recordar cada sonrisa, cada risa, cada
gesto exagerado de mano mientras historias y bromas eran intercambiadas.

Era el cómo había terminado lo que me perseguía. Una escena que nunca se iba
lejos de la pantalla reproduciéndola en un bucle una y otra vez en mis pesadillas.

Con la parte trasera de mi temblorosa mano limpié las lágrimas de mi mejilla,


manchando mi pesado maquillaje negro de ojos por mi cara.

Mi estómago de pronto se angustió. Sin embargo, ninguna cantidad de purgación


podría expulsar el tipo de impurezas en descomposición manteniéndome atrapada
en una vida que odiaba. Inhalé y exhalé lentamente, en un intento por reunir mis
pensamientos y calmar las náuseas, pero a pesar de mis esfuerzos por mantener mi
mierda junta, el mundo giró. Un violento dolor cortó detrás de mis ojos como si
alguien estuviera tratando de cortar su camino fuera de mi cráneo.

A pesar de todo, todavía la quería. Ansiando el subidón que no tenía nada que
ver con estar arriba en la torre de agua.

Heroína.

No recuerdo quien la consiguió o cuando fue la primera vez que decidí probarla.
Sólo recuerdo la ola de euforia que se llevó todo en esa primera vez.

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Estaba perdida y en algún lugar junto con la heroína tomó nota y se adentró y
tomó mi lugar. Decidió mis movimientos. Era la razón detrás de cada una de mis
terribles decisiones. No solamente tomó el control de mi vida. Era mi vida. Entre más
heroína pensara por mí, menos tenía que hacer yo por mí misma. La heroína me
permitió un refugio que la sobriedad no podía.

Un olvido.

Había escogido al olvido por encima de mis amigos, familia, colegio.

Caminé rápidamente al final de la plataforma, colgando mis pies sobre el borde.


Uno de mis zapatos, baratas sandalias de la gasolinera, se deslizó de mi pie. Me
incliné sobre la barandilla para observar como volaba hacia al suelo, ganando
suficiente impulso para mandar una pequeña nube de polvo ondulando en el aire
cuando chocó contra la tierra.

Una lunática risa que no sonaba nada como a mí estalló de mi boca, haciendo
eco a lo largo de la cima de los pinos alineando el camino de tierra junto a la torre.
Pateé mi otra sandalia y observé en asombro mientras seguía el camino de su
compañera, aterrizando sólo a centímetros de distancia en otra nube de tierra y
polvo.

Me pregunté cómo se sentiría. Volar. Ser un ave encima de todo. Tal vez
terminaría justo como mis sandalias… una nube de polvo.

Me puse de pie demasiado rápido, cayendo hacia atrás sobre mi huesudo culo.
Mis rodillas se tambalearon y se rindieron. Traté otra vez, esta ocasión más lento.

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Sosteniéndome de la barandilla. Enfoqué mi mirada en mis zapatos mientras
levantaba un pie descalzo sobre el último peldaño de la barandilla. El afilado metal
cortó en mi carne en el pliegue de mis dedos. Mi cuerpo entero comenzó a temblar
violentamente más que antes, casi como si estuviera teniendo un ataque. No era sólo
porque necesitaba un arreglo. Era mi entero ser reconociendo y dándose cuenta de
lo que estaba a punto de hacer.

Esto lo era.

Doblando la cintura, levanté mi otro pie y fue recibido con el mismo corte.
Cambié mis manos al peldaño de arriba y lentamente enderecé mis rodillas hasta
que estuve parada recta, la única sola cosa manteniéndome de caer de lado era la
delgada barra de guardia presionada contra la mitad de mis muslos la cual se dobló
contra mi peso.

Con mis manos a los lados, usé mis dedos lentamente para tirar del dobladillo de
mi camiseta hasta que tuve lo suficiente del material en mis manos para levantarla
sobre mi cabeza. Levantándola en el cielo de la noche, aflojé mi apretado puño y
observé mientras la briza la tomaba y la llevaba hacia los pinos y estaba contenta de
verla irse. Le di una rápida presión de labios a la cruz de plata que Mirna me había
dado por mi primera comunión y la dejé caer entre mis pechos. Cuidadosamente
removí mi short y mi ropa interior, levantando un pie a la vez hasta que estaba para
desnuda al mundo.

Limpia.

Era el principio del final.

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Un bautizo hacia la muerte.

Estiré mis brazos abiertos, abrazando la noche.

Estaba lista para volar.

A la cuenta de tres.

Uno.

Dos.

Tres.

NO QUIERO hacer esto.

Pero era demasiado tarde. No era como si no pudiera brincar de vuelta y cambiar
de opinión. Ya estaba cayendo.

Hasta que no lo estaba.

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Fui arrancada del borde de la muerte por unos fuertes brazos y por un ingenuo
segundo, pensé que podría haber sido el mismo dios quien había escuchado mi
cambio de opinión de último segundo y salvó mi vida. Una vida que yo
estúpidamente había elegido tirar por la borda en un momento de espejismo y
debilidad.

¿Qué carajos está mal conmigo? ¿Por qué estoy aquí? Pensé, regresé a mis
sentidos mientras mi cuerpo era lanzado de lado, codos, hombros y rodillas
chocaron contra el metal, la barandilla, la pared y finalmente la carne. Mi espina se
arqueó de la plataforma como un gato cayendo mientras mi cóccix aterrizaba sin
ceremonias con un nauseabundo crujido que hizo a mis ojos humedecerse.

Fui empujada sobre mi espalda. Poderosos muslos se montaron encima de mí y


otra vez fui lo suficientemente estúpida para pensar que tal vez estaba siendo
protegida. Ese pensamiento fue corto cuando mis muñecas fueron jaladas por
encima de mi cabeza y sostenidas en un incómodo ángulo que hizo palpitar mis
brazos. Después de unos tortuosos momentos, el dolor en la base de mi espina pasó
a un malestar y fui capaz de abrir mis ojos al borroso mundo alrededor de mí.

Parpadeé rápidamente. Cuando mi visión se aclaró me encontré a mí misma


mirando a los ojos color ámbar oscuro de un hombre quien ciertamente no era dios.

Él era mayor que yo, pero sólo por unos cuantos años a lo mucho. Nunca había
visto a nadie como él. Un lado de su cuello estaba cubierto en coloridos e intricados
tatuajes que desaparecían en el cuello de su camisa amarilla de botones. Cuando
ajustó mis muñecas, sus mangas rodaron hacia arriba de sus antebrazos, revelando

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muy poca piel sin marcar también. Su cabello rubio arena estaba corto en los lados
y largo y peinado hacia atrás en la parte de arriba. Su barba era pulcra, corta y
varios tonos más oscura que el cabello en su cabeza.

Por un breve momento estuve aliviada de quien quiera que fuera el hombre, al
menos no era Conner ni Eric.

Sin embargo, el alivio pronto dio paso a pánico puro.

No lo reconocí. No al principio, de todo modos. No hasta que él sonrió y mi


mirada viajó de su gruesos labios y perfectos dientes blancos a su moño rosa con
puntos amarillos. Entonces el reconocimiento me golpeó como un tren de carga.

Oh carajo.

Este hombre era mi salvador.

Él también era todo menos eso.

—Veo que me recuerdas. Bueno, al menos ahora todo tiene un montón de puto
sentido —dijo, su voz un profundo retumbo que sentí en mi pecho mientras él se
inclinaba hacia mí, sus labios a un suspiro de los míos. Traté de luchar, para
liberarme de su agarre, pero él sólo rió y me agarró más fuerte. Él tenía razón al
reírse porque mi lucha era exactamente eso. Para reír. Yo era débil.

Muy débil.

—¿Exactamente qué tiene sentido ahora? —logré decir, expulsando una


respiración de frustración ante mi ausencia de habilidad para quitármelo de encima.

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—Es sentido común que cualquiera que me robe a mí o a mi socio tenga que ser
un imbécil como el carajo o un suicida —dijo, inclinándose hacia atrás sobre sus
rodillas. Todavía sosteniendo mis muñecas con una mano, él hizo señas con la otra
hacia la orilla en la que me había parado segundos antes—. La verdad es que cuando
te seguí aquí arriba tenía mi dinero apostado en imbécil como el carajo, pero oye,
me sorprendiste al tratar de tomar el saltó final ahí. No esperaba eso. Casi no te
atrapo a tiempo —entonces se inclinó hacia mí otra vez y tuvo la audacia de pinchar
mi mejilla, de la forma que una tía enfadosa lo haría.

—¿Y qué? ¿Sólo me salvaste de matarme yo misma para que tú pudieras tener el
honor?

—Tal vez —admitió, agregando—, deberías estar feliz de ti misma, niña, porque
casi nada me sorprende estos días. Algo así —pausó y miró alrededor al cielo
nocturno, tomando una respiración profunda a través de su nariz, soltándola con
un audible suspiro de su boca, como si él estuviera sentado en un campo abierto,
relajándose y literalmente oliendo a las flores—. Es algo refrescante. Espero que esos
otros dos pendejos me sorprendan como tú, pero lo dudo —me miró de vuelta y me
guiñó—. Mi dinero está en imbécil como el carajo cuando se trata de esos dos.

—¿Qué le hiciste a Mirna? —pregunté, mis palabras tan temblorosas como el


resto de mi cuerpo.

—¿Es eso algo nuevo? ¿Es lo que todos los chicos están haciendo estos días?
¿Estafar a las personas y luego fingir que sí les importa dos carajos lo que les pase?

—Por favor. Dime. ¿Está bien?

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Se rió, como si el pánico en mi voz lo estuviera divirtiendo. Se inclinó, su mejilla
firmemente contra la mía—. No. Voy. A. Decirte. Una. Mierda —dijo, apretando mi
cuerpo fuerte entre sus muslos, como si me probara que eso era todo lo que le
tomaría para aplastarme.

Ahí es cuando lo vi.

Esa cosa que nunca olvidaría que hizo que el vello en mis brazos se erizara y mi
boca se abriera en un jadeo.

Siempre que pensaba que alguien daba “miedo”, pensaba en los hombres de las
películas o libros. Del tipo con demasiados músculos, sin cuellos, usando ropa negra
con un cejo fruncido en sus caras. Alguien como un guardia de seguridad o un
bravucón o un motociclista que pudiera ahuyentar a las personas con sus grandes
estaturas y silencio cabizbajo. Alguien que no querrías cruzarte en un callejón
oscuro, tampoco en una calle iluminada.

El hombre que estaba arriba de mí nunca podría ser descrito de esa manera. Él
era muy de lejos un bruto con su estructura delgada. Y su ropa consistía en colores
pasteles y tirantes, no exactamente un atuendo de un hombre aterrador. En esencia,
él lucía como si hubiera salido de una página de The Notebook.

A primera vista, el chico era tan aterrador como el conejo de pascua.

Hasta que vi ESO.

Era una chispa. Sólo un destello de depravación al acecho detrás de sus ojos color
ámbar. Lo vi en la forma en que sonrió mientras me sujetaba. Lo escuché en la forma

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en que me dijo que yo era una imbécil como el carajo y adorable en la misma
respiración. Y cuando él habló sobre sus planes de venganza, lo sentí en mi alma.

Fue entonces que supe que él era capaz de cosas que yo no podía siquiera
imaginar.

Donde Conner y Eric eran chicos malos en una forma obvia, ellos no me
instilaban el mismo tipo de miedo que este hombre sí.

Había pensado que había conocido el verdadero miedo cuando me había parado
en el borde y había decidido aturdidamente terminarlo todo, pero no. Ni siquiera lo
había conocido cuando Conner y Eric me habían golpeado, brutalizado, y entonces
se turnaban obligándose en mí.

Dentro de mí.

No.

Nunca supe del verdadero miedo hasta que conocí a la maldad pura.

Él usaba una sonrisa y un moño.

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CAPITULO 4

PREPPY
L A NOCHE HABÍA dado un giro para lo peor cuando me aparecí en casa de Mirna
en el final de la cola de ser robado de mis putas plantas.

Sin embargo, ahora estaba sentado a horcajadas sobre una chica desnuda arriba
de la torre de agua, la cual era uno de mis lugares favoritos en Logan’s Beach.

La mierda estaba mejorando.

Aunque, cuando la seguí a la torre no había sabido que ella estaba planeando
profanar mi espacio sagrado al arrojar su huesudo cuerpo de ella.

Había algo acerca de ella, algo casi familiar, aunque sabía que no la había
conocido antes. Observé mientras ella se paraba desnuda, con su rostro levantado
hacia el cielo, sus brazos extendidos como si ella fuera el rey del mundo en frente
del puto Titanic. Ella era fascinante.

La perra estaba en muy mala forma. Moretones y sangre seca pegada sobre toda
su piel que la hacía lucir como un rompecabezas con algunas piezas perdidas. Me

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había parado en las sombras, admirando la vista frente a mí por tanto tiempo que
casi me perdí la ligera inclinación de su cuerpo en un movimiento hacia abajo. Si
hubiera estado un nanosegundo después de hacer mi carrera por ella, estaría
haciendo una limpieza en lugar de sentarme arriba de ella, atrapándola con mis
muslos. Joder, si ella no hubiera sido una diminuta niña abandonada,
probablemente me habría llevado con ella.

—¿Por qué me salvaste? —de pronto preguntó, pausando su adorable lucha la


cual no la estaba llevando a ningún lado.

—Aw, eso es tierno —dije, mirando a sus ojos de muñeca que eran tan oscuros,
que casi eran negros.

Jadeó, sus pequeñas tetas descaradas subieron y bajaron como si ella tratara de
recuperar el aliento. Así lo hizo su caja torácica, la cual estaba marcada bajo su
morada y amarilla piel. Sus clavículas eran tan filosas como lo eran sus codos. Ella
me recordaba a uno de esos comerciales de perros hambrientos con música triste
sonando en el fondo—. ¿Qué es tierno? —preguntó con una tensa exhalación.

—Que pienses que has sido salvada.

—Bueno, no estoy muerta —alegó.

—Sí —me encogí de hombros—, es difícil obtener respuestas de un cadáver


aplastado. Créeme. Lo he intentado.

Ella gruñó y trató de liberar sus brazos de mi agarre, y ahí fue cuando obtuve un
mejor vistazo del interior de sus brazos. De pronto caí en cuenta que esta chica no

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estaba sólo cubierta de moretones, estas eran marcas de picaduras. Ella no era sólo
una perra esquelética.

Ella era una drogadicta.

Golpeada. Rota.

Vulnerable.

Ella estaba temblando como una puta hoja y con cada temblor mi pene se ponía
más duro hasta que estaba rogando por ser liberado de sus confinamientos caquis.

Ella jadeó cuando me sintió duro contra su pierna—. ¿Qué…? ¿Por qué?

Levanté mis cejas—. ¿De verdad? ¿Por qué? Mi verga sólo sabe que estoy arriba
de una chica desnuda. Es simple biología. No te sientas tan halagada, una vez tuve
a una gordita cuando la dama que maneja la tienda de comida trato de limpiar una
mancha de mostaza en la parte delantera de mis pantalones —si ella realmente
supiera que yo estaba pensando en cómo sus moretones y sangre seca lucían como
arte bajo la luz de la luna, y en cuanto me gustaría pintar una línea o dos en su piel,
ella probablemente gritaría.

Fuerte.

Me puse incluso más duro.

—¿Cuál es tu nombre? —pregunté, relajando mi agarre, ligeramente.

—¿Por qué? —preguntó, cautelosamente, su voz ahora un susurro.

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Rodé mis ojos—. Así puedo saber que escribir en la portada de mi libreta —dije,
sarcásticamente—. Bien, aquí va como esto va a proceder. Voy a soltarte y dejar que
te sientes. Luego voy a presentarme y después tú te vas a presentar. ¿Entendido?

Ella levantó su barbilla en acuerdo y nunca quitó sus ojos de mí, incluso cuando
la solté. Ella trató de sentarse, pero estaba batallando, sus músculos visiblemente
temblando del esfuerzo. Al ritmo que ella estaba yendo, yo sería el próximo en
lanzarse de la torre de puro aburrimiento de esperar. Ella golpeó mi pecho cuando
la levanté de sus caderas y la atraje a una posición de sentado, presionando su
espalda contra la pared. Agarré sus manos en las mías—. Golpes no —dije,
sacudiendo mi dedo índice como si estuviera regañando a un niño.

La solté otra vez y me senté junto a ella. Esta chica era agotadora, pero mierda,
estaba divirtiéndome un poco.

Drogadictas. ¿Quién sabría?

—Soy Samuel Clearwater —dije, extendiendo mi mano. No esperé a que ella la


tomara, en su lugar levanté su mano de su muslo y la sacudí fuerte, como si le
mostrara como eran hechas las presentaciones. Mi mirada cayó en la diminuta
parcela de ligeros rizos entre sus piernas. Mi boca salivó.

Já.

Cabello oscuro en su cabeza.

Vello corporal claro.

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Interesante pequeña drogadicta.

—Pero todos me llaman Preppy —le di un delicado apretón fuerte—. Y tú eres…

—Andrea, pero la mayoría simplemente me llama Dre.

—¿Cómo Dr. Dre? —pregunté, emocionado por su nombre único—. Eso es


jodidamente asombroso. Por favor dime que tienes un hermano llamado Snopp. Por
el amor de todo eso es sagrado, por favor dime eso. Mierda, no importa, no me digas.
Sólo voy a fingir que lo haces —sus cejas se fruncieron juntas como si ella estuviera
tratando de resolverme.

Buena-puta-suerte-para-ella. Ella no sería la primera.

—Entonces, Dr. Dre, ¿eres drogadicta? —pregunté, ya sabiendo la respuesta.

—¡Vete al carajo! —espetó, girando su cabeza. Agarré su barbilla y la forcé a


encararme.

—Puedo arreglar eso para tiiiiiiiiiiiiiii —canté. Sus labios se abrieron—. Puedo
conseguirte lo que necesitas para cambiar este pequeño cejo fruncido —solté su
barbilla.

—Acabas de señalar que soy una drogadicta, ¿pero estás ofreciéndome un


arreglo? —sus pupilas dilatadas, como si la parte drogadicta de ella ya supiera la
respuesta a mi pregunta.

—Escucha, podría llevarte a los doce pasos para conocerse o podría ofrecerte
todo un viaje pagado a rehabilitación, pero por si no lo has notado, no soy tus padres,

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o Dr.-puto-Phil, así que eso no va a pasar. Una solución de cambio de vida, no tengo.
¿Pero H? H puedo darte con una llamadita —ella giró su cabeza de lado—. Entonces.
¿Qué será, Doc?

—¿Qué quieres? —preguntó, y ahí es cuando supe que estaba considerando mi


oferta. Aunque, había más que eso. MUCHO, MUCHO MÁS.

—Tus amiguitos.

—¿Qué… qué vas a hacerles?

—¿Jodidamente importa? —pregunté—. Sólo digamos que a ellos tampoco se les


va a ofrecer un viaje todo pagado a rehabilitación.

—Dime —rogó, reponiéndose y sentándose derecha. Agarró mi brazo y lo


apretó—. Por favor, sólo dime la puta verdad.

Si algo es que, yo siempre he sido “demasiado honesto” así que la verdad no era
un problema para mí. Se vertió fácilmente de mis labios y Dre escuchaba con
atención mientras le decía—. Voy a cortarles sus gargantas, voy a tomar mis putas
plantas de vuelta, voy a llamar a alguien para que limpie los cuerpos así no voy a
manchar mis caquis y probablemente regrese aquí y fume un porro de mariguana.
Tal vez esnife algún polvo si me siento de fiesta. No he decidido realmente, depende
de mi estado de ánimo.

Dre no respondió inmediatamente. Ella parecía perdida en pensamientos,


mirando hacia la barandilla mientras inconscientemente alcanzaba su cuello,
empujando su cabello y exponiendo un golpe fresco/húmedo en la forma de una

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mano. Corrió las puntas de sus dedos sobre ella y sus ojos se humedecieron con
lágrimas.

Sólo la había seguido de la casa de Mirna porque era mucho más lenta que los
otros dos pendejos, y había pensado que ella eventualmente me conduciría a ellos.

Lo que no había notado era que ella no sólo estaba huyendo de mí.

Ella estaba corriendo de ellos también.

—No quiero la H —dijo, asombrando la siempre amada mierda de mí.

—No eres una buena drogadicta —señalé.

—No soy una drogadicta. Soy una drogadicta al final de su soga, la cual hasta
este mismo momento, no sabía que era dos cosas diferentes, pero son muy diferentes.

—Sí, medio noté eso mientras estabas dando vueltas aquí arriba —dije, otra vez
apuntando al borde. Ella no miró, en su lugar cerró los ojos apretadamente y
envolvió sus brazos alrededor de su estómago, como si no pudiera soportar revivir
lo que ella casi había hecho.

—Y no es que no la quiera porque SÍ LA QUIERO. La quiero tan


desesperadamente que puedo saborearla, literalmente, porque cuando la inyectas te
deja un sabor en tu boca y yo sólo…. —dijo, alcanzando sus labios—. Pero…

—¿Pero?

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—Pero lo que es loco es que ya NO la quiero más —exhaló una temblorosa
respiración—. Lidiaré con mi mierda, pero estaba siendo honesta cuando dije que
quería algo más de ti. Dos cosas, de hecho.

—Tú no estás exactamente en posición para estar haciendo demandas —le


recordé, aunque yo y mi curiosa verga estábamos muy intrigados por lo que esta
diminuta persona podría posiblemente querer de mí.

—No. No lo estoy —dijo, su voz llena con algo que sonaba mucho como a una
recién encontrada determinación. Levantó la vista y cuando sus ojos se engancharon
en los míos, juro que fue como si pudiera verle sus bolas creciendo más grandes con
cada palabra que salía de su boca—. Pero tomaré mis riesgos porque la vida no es
luz de sol y whiskey.

—Nop, más como oscuras tormentas y luz de luna —ofrecí, riéndome de mi


propio chiste—. Pero si vas a pedirme que te lance de la torre, la respuesta es no, y
no porque moralmente esté en contra de eso. No estoy moralmente en contra de
nada, excepto tener morales. Simplemente no quiero que inquietes uno de mis
lugares favoritos. Sin embargo, escuché que la calzada es excelente. Tiene casi cinco
estrellas en el rango de los mejores lugares en Logan’s Beach para suicidarse. Dime
lo que quieres, drogadicta —ella levantó su vista hacia mí, obviamente no tan
divertida por mi hilaridad como yo lo estaba—. Sólo necesito que me digas a dónde
coño fueron Tweedledee y Tweedledum1 y cualquier cosa dentro de los límites es
tuyo —presioné.

1 Hace referencia a los gemelos de Alicia en el País de las Maravillas.

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—Y vas a matarlos —no era una pregunta.

—Sí. Voy a hacerlos Tweedlemuertos.

DRE

—¿PAPÁ? —PREGUNTÉ en un susurro. Sorprendentemente, cuando le dije a Preppy


que quería usar su teléfono, él me lo entregó sin vacilación. Su única condición era
que hiciera la llamada en altavoz así él podría asegurarse de que no estaba llamando
a Conner o a Eric para advertirles. Era imposible incluso si quisiera hacerlo,
considerando que ninguno de ellos tenía celular.

—¿Andrea? ¿Eres tú? ¿Qué hora es? —preguntó mi papá, aclarando su garganta.
No contesté, y no sólo porque no importara, sino porque no tenía idea. Todo lo que
sabía era que era muy tarde.

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Sólo esperaba que no fuera TAN tarde.

—Papi, voy a ir a casa.

—Andrea —dijo, seguido de un suspiro de frustración—. ¿Todavía tienes el


boleto que te mandé?

—Mierda —dije mientras el pánico caía sobre mí. Mi boleto estaba en mi sostén,
el cual ahora está en algún lugar bajo la torre de agua—. Yo no… —comencé,
cuando mi padre me interrumpió.

—No voy a mandarte otro, Andrea. Esta es tu última oportunidad. Te amo, pero
necesitas ayuda y puedo conseguirte ayuda, pero tienes que estar en ese autobús.

Encontraría ese boleto si era la última puta cosa que alguna vez haría—. Lo
estaré. Lo prometo. Voy a casa. De verdad esta vez.

—No más mentiras.

—No más mentiras —me atraganté.

—Andrea, una cosa más —advirtió—. Si voy a la estación de autobuses a


recogerte y no estás ahí, entonces esto se terminó. Se acabó. No más excusas. Estoy
demasiado cansado como para más excusas. No más llamadas. No más
oportunidades. Si no estás en ese autobús, entonces esta ya no es tu casa y yo ya no
soy tu familia —la amenaza era una bien merecida. El resultado de un clásico caso
de la chica-que-lloraba-heroína, demasiadas veces.

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—Lo prometo. Estaré ahí —acordé. Miré hacia Preppy quien sostenía su mano
por su teléfono, una ilegible expresión en su rostro—. Tengo que irme. Te veré
pronto.

—Entonces, esa era una petición. ¿Cuál es la siguiente? —preguntó Preppy,


tomando el teléfono, metiéndolo en su bolsillo. Era todo tan fácil. Un minuto él
quería matarme y al siguiente, ¿él quería ayudarme? Quizás él no tenía intenciones
de dejarme ir.

No importaba. Fue en serio lo que le había dicho a mi padre. Iba a estar en ese
autobús. Sin importar qué.

Incluso si eso significaba que tenía que matar al hombre que había salvado mi
vida.

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CAPITULO 5

PREPPY
L AS DEMANDAS DE DRE NO eran en absoluto lo que había pensado que serían.
Ella ni siquiera pidió dinero, y estaba tan seguro de que ella lo haría que había
apostado todo en ello. Primero, ella quería usar mi teléfono para llamar a su papá,
el cual le entregué sin vacilación, como un signo de confianza.

—Necesito que mantengas con vida a uno de ellos. Conner —dijo, mirando a sus
manos y moviendo nerviosamente sus dedos.

—¿Por qué? —pregunté, irritado por su petición—. ¿Es tu novio o algo?

—No —fue todo lo que dijo.

—Bueno, él tuvo que hacer algo para ganarse esa clase de lealtad.

—No lo hizo. Pero yo sí. Se lo debo —dijo.

No la presioné más porque no importaba. La ayudé a bajar de la torre, encontré


su ropa, zapatos y recuperé su boleto de autobús de un árbol. Incluso le di un
aventón a la estación de autobuses también porque soy un hijo de puta caballeroso.

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Incluso si todo era basura.

El único lugar al que estaba planeando dejarla ir, era a donde me condujera de
vuelta a los otros dos pendejos. Pedirme que le perdonara la vida de Conner me
mostraba que tenía una especie de lealtad hacia él, así que cuando dijo que ellos
probablemente se estaban dirigiendo a Coral Pies para encontrarse con su
repartidor, no era exactamente como si fuera a tomar palabra de ello. Ella podría
haber estado mandándome directo a una trampa.

Al segundo que paramos en la estación, Dre abrió la puerta antes de que siquiera
pudiera aparcar—. ¡Oye! —dije, pensando que ella estaba a punto de saltar y correr
cuando se inclinó y vomitó en el pavimento.

Las restricciones de H no son una broma.

Cuando terminó se sentó lentamente, limpiándose la boca con la parte trasera de


su mano. Ella salió y yo me incliné sobre los asientos para cerrar la puerta detrás de
ella. Se giró hacia mí y me lanzó una sonrisa triste mientras se paraba ahí apretando
su única posesión, su boleto de autobús, a su pecho como si fuera un precioso recién
nacido.

—¿Tu papá es un buen sujeto? —pregunté de pronto, sorprendiéndome incluso


a mí mismo—. ¿Un buen papá? ¿Pasa tiempo contigo y te lleva a lugares? ¿Pone
comida en la mesa y te manda a la escuela?

Ella asintió—. Sí.

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—Hay mucha gente ahí afuera cuyos padres no hacen nada de eso, o no darían
un carajo sobre llevar a su drogadicta hija a casa, así que cuando llegues ahí, intenta
ir tranquila con el tipo —dije, como si yo realmente creyera que ella iba ir a casa y
no dirigiéndose de vuelta a las drogadictas gemelas Olsen versión masculina.

Tal vez yo sí lo creía. Sólo había una forma de averiguarlo.

Ella peinó su cabello fuera de sus ojos—. Tal vez tú eres Dr. Phil después de todo
—dijo, antes de desaparecer bajo las sombras del toldo, dirigiéndose hacia las vacías
bancas.

Si ella se sentía tan mal como se miraba, y si de verdad ella iba a tomar ese
autobús, entonces iba a ser uno de esos putos largos viajes a donde sea que ella estaba
yendo.

—Jodidamente imposible —murmuré mientras arrancaba de nuevo en el


camino, y tan pronto como llegué al siguiente bloque, giré por el camino de tierra
que solía actuar como la entrada del viejo motel. Aparqué atrás de la estación de
autobuses la cual no era realmente una estación, sólo un pequeño edificio de ladrillo
con techo plano y una ventana de taquilla de cara a la calle con unas cuantas bancas
dispersas. La luz de arriba donde Dre estaba sentada estaba parpadeando, reflejando
las herbosas áreas en sombras espáticas.

Mierda, tal vez ella de verdad iba a subirse a ese camión. Y por un segundo,
estuve feliz de que la chica fuera a reunirse con su padre. No estaba bromeando
cuando le dije que la mayoría de las personas no tenían padres que se preocuparan
lo suficiente para darles un ultimátum como él lo había hecho. Estaba a punto de

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arrancar de nuevo cuando vi las luces del autobús acercándose a la estación. Había
decidido que iba a esperar a que se subiera al autobús antes de dirigirme a Coral
Pines, cuando de pronto sus pies dejaron de tapear y replegaron de vuelta a las
sombras.

No como si ella se hubiera parado, no como si ella los hiciera hacia atrás.

Como si ella estuviera siendo arrastrada.

Saqué mi pistola de mi bota y salí del carro, arrastrando los pies al costado del
edificio, mis ojos ajustándose para enfocarse en la oscuridad hasta que ubiqué a Dre
al otro lado del lote.

Ella estaba siendo arrastrada en efecto. De su pelo, a través del estacionamiento,


hacia el viejo motel donde el signo de neón estaba parpadeando entre VACANTE y
NO VANCANTE. El hombre que la estaba arrastrando era casi tan delgado como era
ella, pero no tenías que ser tan grande para dominar a alguien tan pequeño como
Dre. Una de las luces de movimiento cliqueó y me dio una mejor vista de Dre, cuyos
negros ojos estaban abiertos, pero vidriosos y desenfocados, ella estaba espumando
por un lado de su boca.

—No debiste haberte ido —murmuró el hombre, jalando a Dre sobre una acera
de estacionamiento, sus piernas raspándose contra el suelo mientras él jadeaba y
gruñía por su esfuerzo—. ¿Crees que simplemente puedes dejarme? Me debes, Dre.
Recuerda eso. No puedes simplemente irte a casa —dijo a una semi-consciente Dre
quien lucía a un millón de kilómetros—. Si yo no puedo ir a casa, entonces tú
tampoco. Lamento, yo… yo lamento lo que te hice —dijo más tranquilamente—.

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Pero acabo de darte algo de mi mejor alijo, así que debes perdonarme. Es buena
mierda, la mejor, y la guardé sólo para ti.

Me agaché y corrí a través de las sombras desde la parte trasera de la estación a


la saliente del motel. Tanto como quisiera volarle la cabeza al hijo de puta sólo por
arrastrarla, tenía que esperar, cada segundo era como una década con mi mano ya
retorciéndose contra el gatillo.

—Estoy aquí, Dre. Conner va a cuidar de ti así desde ahora en adelante. Lo


prometo. Ya verás. Simplemente no puedes intentar dejarme otra vez porque
estamos pasándola muy bien, ¡y tú arruinarás todo! —gritó—. ¡Pero eso es lo que
haces! ¡Arruinas todo!

¿Este era Conner? ¿El que ella quería que yo mantuviera con vida?

Él tomó una respiración profunda, arreglando la incómoda sonrisa de vuelta en


su cara. Limpió su frente con la parte trasera de su andrajosa manga antes de cargar
a Dre por debajo de sus brazos, las manos de él contra sus tetas así él podía levantarla
incómodamente sobre el bordillo. Abrió la puerta de una de las habitaciones—.
Quiero decir, lo siento mucho, Dre —Conner bufó—. Digo, creo que incluso aunque
estabas enojada, realmente te gustó lo que te hicimos. Creo que fueron buenos gritos.
Cuando Eric vuelva… —la voz de Conner se desvaneció abruptamente mientras
pateaba la puerta para cerrarla. El 9 marcando el número de habitación cayó de uno
de sus ganchos, convirtiéndose en un balanceado 6 antes de trepar la acera.

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Tal vez fueron sus palabras. Tal vez fue la forma en que él la trató, como si la
poseyera. Tal vez era que este era el sujeto que ella había querido que yo salvara,
pero todo lo que yo sabía era que iba a entrar.

Las falsas promesas son condenadas.

Lo que pasó a continuación se reprodujo como un videojuego violento, un halo


de neblina alrededor de los bordes de mi visión mientras avanzaba a la habitación
de motel. La pistola en mis brazos extendidos en frente de mí mientras pateaba la
puerta. Conner estaba agachado en el piso sobre Dre, quien estaba tendida sobre su
estómago, su cara en la descolorida alfombra azul. Su short estaba debajo de su
desnudo culo mientras la bolsa de basura frotaba su pequeño recogedor en su mano.
El azote de la puerta contra la puerta tenía a Conner levantando la mirada con
sorpresa, su reacción retrasada por cual sea la mierda que estaba corriendo a través
de sus venas—. ¿Quién carajos eres tú? Vete al carajo… —dijo, antes de fijarse en
mi pistola—. ¿Qué vas a…? —Conner comenzó a preguntar, su rostro palideciendo
y sus ojos inyectados en sangre ensanchándose—. Espera, sé quién eres…

—Bien, las presentaciones puedes ser tan aburridas —dije—. Ya sabes —rasqué
mi cabeza con el cañón de mi pistola—. Drogadictos como tú le dan a las drogas un
mal nombre. Tú eres esa razón de que algunos de mis favoritos potenciadores de
fiestas nunca estén disponibles y marcados en descuento en los estantes de mis
locales favoritos del vecindario, Wal-Mart en la buena-vieja América, con precios
hecho-en-China —apunté mi pistola a su pecho—. Aléjate de ella o jodidamente te
eliminaré justo aquí —Conner se puso de pie con sus hombros encorvados hacia
delante, su pequeño pito ablandándose colgando fuera de su bragueta mientras

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levantaba las manos y hacía lo que dije, quitándose de Dre. Visualicé la puerta
abierta del baño—. Atrás, ahí. Párate en la regadera.

—Por favor. Por favor no me dispares —suplicó mientras se arrastraba de


espaldas. Me ahorré una mirada a Dre, arrodillándome me aseguré que estuviera
respirando. Lo estaba. La volteé sobre su espalda y giré su cabeza de lado, así ella no
se ahogaría en su propio vomito cuando comenzara a vomitar otra vez. Seguí a
Conner al pequeño baño donde se tropezó con el borde de la bañera, aterrizando
sobre su culo en la regadera, jalando la cortina beige de plástico encima de él—.
Haré cualquier cosa. Cualquier cosa— dijo, mirando a mi entrepierna.

—Amigo, ten algo de puto respeto propio —dije—. A menos que eso sea lo tuyo.
¿Eres gay, Conner?

Él sacudió su cabeza, su labio inferior tembló.

—Escucha, yo respeto la elección de cualquiera para follar de la forma que


quieran follar y a quien quieran follar, pero ya que estás diciéndome que eres un
hombre hetero, entonces te has verdaderamente acabado de hundir en el último
peldaño de la escalera de drogadictos, amigo mío, lo cual en caso de que no lo hayas
adivinado, es ofrecerte a chupar la verga de otros.

—Yo sólo… yo tengo un problema —dijo, sus pies colgando del borde de la
bañera.

—Sí, jodidamente lo tienes —notando una huella en mi pistola, soplé un poco de


aire en ella y la pulí con la manga enrollada de mi camisa.

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—Sólo necesito ayuda. Lo prometo, realmente no soy un tipo malo… —balbuceó.

Rodé mis ojos—. Conner, detén tu balbuceo. Te creo, colega —dije, usando mi
voz más tranquilizadora. Me acuclillé, así nuestros ojos estaban a nivel. Alivio al
instante llenó los ojos de Conner.

—¿Lo… lo haces? ¿Me crees? —su esperanza de salir vivo de ese baño era
jodidamente palpable.

Asentí—. Absolutamente, te creo —me incliné cerca y pinché fuerte su mejilla.


Hizo una mueca de dolor, pero sonrió incómodamente—. Creo que simplemente
eres un chico confundido quien cometió grandes, GRANDES errores —giré mi
pistola, así no estaba de frente a él. Los ojos de Conner nerviosamente siguieron cada
movimiento mío. Me puse de pie y recargué mi cadera en el lavabo, cruzando mis
piernas en los tobillos. Abrí el grifo y lo dejé correr por un segundo o dos antes de
cerrarlo otra vez. Limpiando la mancha del espejo con mi puño, le di a mi reflejo
una mirada y enderecé mi moño.

—¡Gracias! ¡Gracias! —tartamudeó Conner, intentando sentarse dentro de la


bañera—. De verdad soy una buena persona. Esta adicción me tiene todo jodido. Me
hace hacer estúpida mierda. Hombre, estoy tan contento de que no vayas a
dispararme en la puta cabeza.

—No seas bobo, Conner. No le disparo a la gente en la cabeza. ¿Sabes cuánta


sangre y mierda sale esparcida alrededor cuando vas todo gánster y comienzas a
dispararle a las personas en la cabeza? Déjame preguntarte algo, Conner, ¿alguna
vez viste explotar una sandía?

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—Ah, lo que decía era. Digo. Simplemente gracias por no matarme.

—¿Cuándo dije que no iba a matarte? —enderecé mi postura, giré de vuelta a


Conner, y levanté mi pistola, apuntando directamente a su pecho. Observé la
confusión pasar a través de sus ojos, seguido por el reconocimiento y luego miedo.

—Esp… Esp.. ¡Espera! —tartamudeó. El sonido del agua cayendo sobre el plástico
atrapó mi atención mientras se orinaba encima de la cortina de baño caída.

—Realmente odio cuando eso pasa —murmuré, el olor a orina al instante


insoportablemente fuerte en la diminuta habitación e hizo a mis ojos llorar.

—¡No, por favor no! —lloró, sosteniendo sus manos en frente de su cara, incluso
después de que le dije que no iba a dispararle en la cabeza. Era casi como si el cabrón
no me creyera—. Dijiste… me creíste… que… ¡que no pensabas que era un tipo
malo!

Dejé salir un largo suspiro, el cual se tornó en un bostezo. No porque estuviera


cansado, sino porque Conner y toda la situación de lo-mataré-o-no-lo-mataré
estaba poniéndose aburrida como el carajo—. No creo que seas un tipo malo en
absoluto —ladeé mi pistola—. Pero desafortunadamente para ti… —apreté el gatilló
tres veces, mandando explosiones de brillante rojo manchando a lo largo del azulejo
beige—… yo lo soy.

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CAPITULO 6

PREPPY
A LGUNAS VECES, NOSOTROS COMO HUMANOS hacemos cosas con un
propósito y claridad. Otras veces, cargamos a una inconsciente ladrona adicta
a la heroína de regreso a la misma casa a donde ella había ayudado a robar tus
plantas de mariguana, porque la mujer que vive ahí en una enfermera.

Humanos. Raros putos animales somos.

Cargué a Dre a través de la puerta trasera tan silenciosamente como pude.


Despertaría a Mirna en un rato, pero Dre no estaba presentado ningún signo de
sobredosis, así que no había ninguna prisa. Cuidadosamente moví a la chica en mis
brazos a través de la puerta de la habitación de huéspedes, y ahí fue cuando noté la
cicatriz en el costado se cara, justo en frente de su oreja. Estaba desvanecida en un
color rosa, así que no era súper vieja, y me pregunté qué podría haberle pasado a
esta chica para causar una cicatriz como esa.

La arrastré hacia al baño y la puse en el piso. Abrí la regadera y la apoyé contra


el lado de la bañera.

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El sentimiento de deja vu de que conocía la chica era abrumador.

¿Tal vez ella estaba en porno’

No, porque entonces probablemente sabría su nombre. Y talla de sostén. Y su


especialidad.

Levanté su camisa y los moretones que había visto en la torre lucían diez veces
peor bajo la dura iluminación del baño. Sabía de primera mano que los adictos
tenían una tendencia de estar amoratados. Ya sea por marcas de agujas, de peleas o
sólo de tropezarse por ahí. Pero estos no eran esos tipos de moretones. No eran de
una pelea.

Eran de una golpiza.

Mis ojos fluyeron al amoratado y sangrado espacio entre sus piernas que me
estremeció y me enfermó.

Eran de una violación.

Tragué fuerte y le ordené a mi verga que se quedara quieta. Metí sus bragas en
mi bolsillo trasero por seguridad y la levanté hacia la tina, cambiando la regadera a
modo spray, así podía lavar la suciedad y la sangre de su cuerpo.

Nunca di una mierda acerca de cuales cosas retorcidas me excitaban. Algunas


personas se masturbaban con lo vulnerable, era una cosa. Lo investigué en Google,
pero nunca antes en mi vida deseé desaparecer esas rarezas antes de ese mismo
momento en ese mismo baño.

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Y no tenía puta idea de por qué.

Traté de concentrarme en ducharla, pasando el paño ocasionalmente para


limpiar el sudor en mi frente o palmear mi verga a través de mis pantalones, pero
logré terminar de ducharla y la llevé a la cama sin venirme en los pantalones.

Jalé la cobija sobre ella y ella se movió. Sus piernas cayeron abiertas, revelando
todo para mí y gemí ante la vista.

Mi verga pulsó. Lamí mi labio inferior ante el pensamiento de cómo ella sabría.

Necesitaba saber.

Sólo una pequeña lamida y me iría.

Me arrastré sobre la cama completamente vestido, pero ligeramente húmedo. Me


cerní sobre ella y me incliné entre sus muslos. Inhalé profundamente. Tenía el olor
de coño más dulce. Mi verga pulsaba y mis bolas dolían. Quería embotellar esa
mierda y usarla.

Perfume de coño.

Presioné mi boca cerrada en un beso sobre su pequeño clítoris antes de aplastar


mi lengua y arrastrarla sobre su coño abierto. Se supone que sólo debía ser una
pequeña lamida, pero se había convertido en un profundo beso. Mi lengua se
precipitó más allá de los labios de su coño. Un poco más y un poco más tomé,
empujando la punta de mi lengua dentro de su estrechez, conteniendo un gemido

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cuando pude completamente saborearla en mi lengua. Santa puta mierda. Bien no
era una palabra para como ella sabía. Épico. Su coño sabía épico.

Desvergonzadamente monté la cama, mi verga encontrando un poco de la


fricción que necesitaba contra el colchón.

Retrocedí un poco, sintiendo una pizca de ira hacia cualquiera de esos cabrones
que había lastimado su mágico coño, y esperaba que fuera el que ya no estaba
respirando y siendo mandado al pantano por Smoke y su grupo de limpieza.

Le di un último beso con mi lengua, como si pudiera curarla con mi boca. Me


senté sobre mis rodillas y liberé mi verga de mis caquis, gimiendo ante la sensación
de su calidez y pesadez en mi mano. Bajé la vista para separar sus muslos, su coño
brillando de donde mi boca había acabado de estar, su sabor todavía fresco en mi
lengua.

Imaginé golpeando dentro de ella con cada centímetro de mi verga. Mientras me


masturbaba desde la raíz hasta la punta otra vez, me pregunté si ella podría tomar
todo de mí o si tendría que suavizar en ella y darle de poco a poco.

Entonces imaginé cómo luciría con mis manos envueltas alrededor de su


garganta. Cómo ella sonaría atragantándose con mi verga.

Bombeé más fuerte, más rápido. Atormenté la punta de mi verga y justo mientras
sentía que estaba a punto de explotar, otro pensamiento me golpeó. Fue lo que me
mandó en espiral sobre el borde, mis bolas se contrajeron más fuerte de lo que

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alguna vez lo hicieron, y mi espina malditamente cerca de romperse cuando me vine
tan jodidamente duro que pensé que iba a caerme de la puta cama.

Había imaginado cómo ella había lucido en la torre de agua, justo antes de saltar.
Estropeada y rota. Había algo tan sexual sobre la forma en que ella había aceptado
la muerte que me excitaba algo feroz.

Quería verla triste. Probar sus lágrimas. Quería saber cómo ella sonaba cuando
lloraba. De dolor, de placer, ambos. El pensamiento de ser el que la hiciera llorar
fue mi ruina.

Esparcí un gran disparo de chorros sobre todo su estómago y muslos, el último


chorro aterrizando sobre su coño abierto. Traté de recuperar el aliento cuando me
encontré a mí mismo mirando a la más perfecta puta imagen que acababa de pintar
en su cuerpo con mi semen.

Más rápido de lo que me había subido en la cama, salté al carajo de ella.


Rápidamente, aun así renuentemente, limpié mi semen de su estómago con un paño
húmedo, entonces dejé la habitación con tal prisa que tropecé con el cerdo de Mina
en el pasillo. Oscar gruñó y chilló, e incluso en la oscuridad vi la mirada
desaprobadora en sus ojos de cerdito—. Jódete, Oscar, no seas todo un juzgador —
susurré. Más gruñidos—. Una mirada más como esa y le diré a Mirna como te gusta
frotarte en su colección de ositos de peluche durante su siesta de la tarde —los
chillidos se detuvieron y retrocedió hacia el baño, donde le había puesto una cama
grande de perro en la que dormía. Le lancé una mirada ganadora y le paré el dedo.

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Me dirigí al patio trasero donde podía fumar algo de mariguana y tener un viaje
en la más extraña puta noche de mi vida. Salvé a esa chica dos veces en una noche.
Estaba exhausto.

Pero hey, con vaso medio lleno y todo, SÍ conseguí matar a alguien.

Mientras me sentaba en el escalón y apretaba mi moño un broche más, un


pensamiento entró en mi cerebro y comenzó a correr en un carrete de reproducción.
No sabía por qué carajo estaba ahí, porque estaba diciéndome algo que yo ya sabía.
Contestando una pregunta que yo no estaba jodidamente preguntando.

No puedo conservarte.

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CAPITULO 7

DRE

P ESADILLAS. AL MENOS, pensé que eran pesadillas.

Noche tras noche, día tras día, tomaron fuerza en mi cuerpo y mente, entregando
una agonía sin fin que nunca supe era posible. Estaba segura de que había muerto
porque el lugar en el que estaba existiendo era un puto infierno, reviviendo los
peores momentos de mi vida una y otra vez, nunca entumeciendo al dolor.

Los sonidos me perseguían primero. Retorciendo metal. Rompiendo vidrio.

Gritos.

Los olores llegaron después. Cedros y plástico quemado.

Luego fue como observar un vídeo en cámara lenta de mí misma. Estoy fuera de
mi cuerpo, mirándome a mí misma de pie bajo la lluvia. Agua, con gotas rojas,
corrían por mi cara, mis brazos y de las puntas de mis dedos sobre el pavimento.

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Estaba mirando a algo, pero cuando me giré para ver lo que estaba mirando, la
escena cambió.

El sonido se convirtió en una sonrisa malvada. Gruñendo. La bofetada de piel. El


desgarrador dolor.

El olor se convirtió en rancio moho, sudor y aire no circulado. El vídeo ahora era
de Eric y Conner acercándose hacia mí, sangre, esa viscosa habitación de motel. Más
gruñidos mientras ellos tomaban turnos conmigo. Riendo cuando yo lloraba. Más y
más fuerte, hasta que me di cuenta que no estaba muerta.

El sonido era real.

Alguien estaba gruñendo sobre mí.

Un profundo ruido nasal que se hizo más y más fuerte hasta que el sonido estaba
presionado directamente contra mi oído y sentí lo que sea que estaba vibrando
contra mi mejilla. Frío y húmedo.

¿Húmedo?

¿Qué carajos?

Sentándome de golpe miré alrededor, pero no había nadie. Automáticamente hice


una mueca de dolor mientras me preparaba por el ataque violento de mi abstinencia,
pero nunca llegó. Había un ligero golpeteo detrás de mis ojos, pero nada como el
retorcimiento de estómago, cercano a la muerte, la mañana después de la
experiencia que estaba esperando.

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Algo se movió junto a la cama y estuve cara a cara con la fuente del gruñido.

Bueno, cara a hocico.

Apretada entre el pequeño espacio entre la cama y la pared que era el enorme
cerdo, más grande que dos perros. Sus marcas blancas y negras se parecían a la de
una vaca. Descansaba su cabeza en la cama por mis piernas y podía jurar que el
cabrón estaba sonriéndome. Su hocico estaba húmedo y brillando mientras olfateaba
alrededor de la cama, probablemente tratando de averiguar quién coño era yo.
Cubrí mi muslo desnudo con la cobija, así el dejaría de mojarme con su asquerosidad
de cerdo.

—No te creas especial. Oscar es un coqueto. Él hace esto con todas las mujeres
—una familiar voz dijo y mi mirada viajó del cerdo a mi lado al hombre recargado
contra el marco de la puerta, sus brazos cruzados sobre su pecho, sus piernas
cruzadas en sus tobillos casualmente, cómodamente. Su sonrisa torcida mandó
escalofríos por mi espina e hizo a mi corazón acelerarse.

—¿Cómo es que estoy aquí? ¿Por qué? —pregunté, rompiéndome el cerebro por
una razón. Lo último que recordaba era que estaba esperando el autobús y luego…
y luego no tenía idea.

—Simple. Te traje aquí —la camisa blanca de Preppy estaba perfectamente


planchada, sus mangas enrolladas arriba de sus codos. Usaba una corbata de moño
rosa con una especie de diseño, aunque no podía distinguirlo, pero fuera lo que
fuera, sus tirantes combinaban. Él era un contraste de tatuajes y clase. Como un

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hipster que conoce a un maestro. Una combinación que iba con él, pero que tenía
cuestionándome quién carajos realmente era él y qué quería de mí.

Jalé las cobijas sobre mi pecho desnudo y noté el patrón de pasteles de fresa en
las sabanas. Un rápido vistazo alrededor de la pequeña habitación confirmó donde
estaba.

La habitación de mi infancia, de vuelta en casa de Mirna.

—¡Mirna! —grité, olvidando la sabana y sentándome sobre mis rodillas en la


cama—. ¿Dónde está? —demandé—. ¿Le hiciste daño? Esto no fue su culpa. ¡Ella
no hizo nada!

Él sonrió y corrió su pulgar por su labio inferior. Seguí su mirada hacia mi pecho
desnudo. Necesitaba respuestas más de lo que necesitaba cubrirme. Él
aparentemente me comió con los ojos, y si pensó que me acobardaría o me pondría
incómoda bajo su inspección, entonces él había pensado mal. En lugar de agarrar
las cobijas otra vez o cruzar mis brazos sobre mi pecho, desafiantemente puse mis
manos en mis caderas.

—De nada por salvarte dos veces en una noche, por cierto.

—No estaba agradeciéndote —espeté—. ¿Y qué quieres decir con dos veces?

Justo entonces el cabello blanco de Mirna apareció en la entrada. Puso una mano
en el hombro de Preppy y él se hizo a un lado. Alivió me inundó. Ella estaba viva y
aparentemente sin daño. Mi primer instinto fue correr hacia ella y lanzarme en un
abrazo, pero recordé como estaba ella cuando la vi anoche y no quería asustarla al

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lanzar mi estropeado cuerpo desnudo en sus brazos cuando ella ni siquiera sabía
quién era yo.

Sin necesitar más probarle mi punto a Preppy, alcancé las cobijas y la envolví
alrededor de mi cuerpo—. Hola —dije, con un pequeño saludo de mano, apretando
la cobija en mi pecho. Mirna cruzó la habitación, lentamente caminando hacia la
cama con su boca abierta. Había algo diferente en ella al día anterior. Más enfocada.
Cautelosamente me presenté—. No sé si me recuerdas de ayer, pero mi nombre es…

—Andrea —dijo Mirna, cortándome. Me acunó en la cama como si yo todavía


fuera una niña, tomándome en sus brazos y enterrando su rostro en mi cuello—. Sé
quién eres, mi dulce niña. Oh, gracias Jesús. Mi Andrea está en casa —sollozó, sus
lágrimas cálidas en mi mejilla.

Ella me reconoció.

Ahí fue cuando mis propias lágrimas comenzaron a fluir. Y durante ese
momento, Conner, Eric e incluso ese hombre todavía parado en la entrada no
importaban. La cobija había caído a la cama y otra vez estaba desnuda. Envuelta en
los amorosos brazos de Mirna como una recién nacida, rodeada en su protección de
superhéroe. Sana y salva de la vida a la que nunca quería regresar.

No habría bautizo hacia la muerte. Quería vivir. Y ahí, en los brazos de mi abuela,
volví a nacer.

Preppy se aclaró su garganta y nuestro encanto fue roto.

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—Samuel ve por mi bata, por favor. Está colgando detrás de mi puerta —Mirna
me puso en la cama y se sentó junto a mí, manteniendo mi mano apretadamente en
las suyas. Sus ojos estaban húmedos e hinchados, justo como imaginaba que estaban
los míos. Preppy se fue y regresó segundos después arrojándome la bata.
Rápidamente me cubrí, atando la banda alrededor de mi cintura. Mirna
tentativamente puso las puntas de sus dedos en mi mejilla, como si no pudiera creer
que yo fuera real.

—Samuel —dijo, girándose hacia Preppy—. Esta es mi nieta. Esta es mi Andrea.


Mi muchacha finalmente está en casa.

Me incliné en su mano y ambas suspiramos.

Siempre había odiado ser cercana a las personas. Nunca me preocupó ser tocada
o sostener manos. Pero mi abuela siempre había sido diferente. Quizás porque ella
era mayor. Quizás me gustaba la forma en que su arrugada piel se sentía sabia y
segura.

—Vaya, ¿no es una afortunada coincidencia? —preguntó Preppy, corriendo una


mano por su cabello y parándose de lleno dentro de la habitación hasta que él sólo
estaba a centímetros de distancia, caminando hacia nosotros mientras nos miraba,
sus labios torcidos en confusión.

—Sí —dijo Mirna—. ¿Qué pasa, Samuel?

—¿Qué pasa? —preguntó Preppy, sus ojos enganchándose a los míos. De pronto,
me di cuenta que esta reunión con mi abuela iba a ser corta. Él iba a decirle sobre el

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papel que yo jugué en la destrucción de sus plantas y cualquier esperanza que yo
tenía de volver a conectar con mi abuela se quedaría en esa habitación cuando yo
fuera expulsada —Preppy pausó y miró entre nosotras—. Nada pasa —dijo, su
ánimo aligerándose—. Sabía que me parecías familiar, debí haber sabido por los seis
millones de fotografías de ti colgadas aquí —se giró hacia Mirna—. Pero ella luce
un poco diferente ahora, ¿no es así? —le preguntó a ella, como si él estuviera
alistando un chiste para el remate.

—Sí, así es —dijo Mirna, apreciando mi apariencia—. ¿Yo hice esto? —le
preguntó a Preppy, apuntando a un goteo IV junto a la cama que no había siquiera
notado que estaba ahí. Levanté mi mano donde el residuo de una cinta y un morete
de la aguja todavía estaban en la parte trasera de ella.

—Esa es la razón por la cual tú no estás en un mundo de dolor en este momento


—Preppy me dijo, antes de contestarle a Mirna—. Sip, lo hiciste, la arreglaste muy
bien, como siempre arreglas a todos —dijo Preppy, su amabilidad hacia Mirna
tomándome fuera de guardia. No sabía que hacer de esta persona. Cada palabra
suya, cada movimiento suyo era tan contradictorio como su ropa y sus tatuajes—.
Cuando la encontré en mal estado la semana pasada, la traje aquí. Sin embargo,
nunca pensé que fuera tu nieta, eso es sólo un feliz accidente.

—¡La semana pasada! —exclamé. El jadeo de Mirna reflejó el mío—. ¿He estado
aquí por una semana?

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—Sí, Mirna te dio algún jugo de buenas noches y te inyectó alguna mezcla de
vitaminas que te tenía roncando peor que Oscar —dijo Preppy, agachándose para
acariciar al cerdo del que me había olvidado—. Te mantuvo de sentir lo peor.

—Has estado una semana entera y yo estoy apenas viéndote ahora —me dijo
Mirna. Se giró a Preppy—. Una semana es lo más largo que yo he… —comenzó a
decir antes de detenerse y poniendo una cara valiente, enderezando su postura y
limpiándose sus ojos—. Está bien. Estás aquí ahora y eso es todo lo que realmente
importa.

—Sí —acordé, queriendo desesperadamente que eso fuera verdad.

—Voy a ir a la cocina y las dejaré solas chicas para que se pongan al día por un
minuto —anunció Preppy. Se dobló y besó a Mirna arriba de su cabeza y yo
instintivamente me encogí. Preppy rió y dejó la habitación.

De verdad quería preguntarle a Mirna cuál era su trato con él, las plantas, todo
ello, pero sin conocer la situación, no quería traer nada que pudiera
accidentalmente molestarla.

—Dime que estás aquí para quedarte —dijo Mirna, ansiosamente esperando mi
respuesta,

Ahí es cuando me di cuenta que quedarme no era una opción. No tenía a donde
más ir—. Mi papá. Él pensó que iba ir a casa. Él probablemente estuvo esperándome
en la estación de autobuses —mi corazón dolió y mi cuerpo otra vez se sintió
enfermo cuando imaginé la mirada en su rostro cuando no bajé de ese autobús.

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—Lo llamaremos, cariño. Estoy segura de que podemos hablar con él y decirle…

—No —dije, sacudiendo mi cabeza—. No podemos. Esa fue mi última


oportunidad. Si yo no estaba en ese autobús… —no pude terminar. No quería decir
en voz alta que mi papá ya no era mi familia.

—Vamos a arreglarte primero, y luego nos preocuparemos por todo lo demás


después —dijo Mirna, otra vez tranquilizándome cuando yo debía haber sido quien
la tranquilizara. Pero esa era Mirna—. Sólo dime que te quedas.

Preppy contestó por mí, asomando su cabeza dentro y desenganchando una


correa rosa de un pequeño estante en la pared—. Si ella es inteligente como tú,
Mirna, ella se quedará aquí por un rato —guiñó y desapareció otra vez con el cerdo
tipo-vaca-tamaño-de-perro gruñendo detrás de él por el pasillo.

Sus palabras estaban disfrazadas como una gentil invitación, pero sabía lo que
realmente eran.

Una advertencia.

Cuando Mirna y yo estuvimos finalmente solas me giré hacia ella, preparada para
lanzarme en un millón de preguntas cuando ella bostezó. Sus párpados estaban
pesados—. Creo que tú y yo tenemos que ponernos al día —dijo, frotando sus
sienes—. El único costo de renta aquí es tu honestidad. Espero que me cuentes todo
—volteó mi mano y corrió las puntas de sus dedos por las elevadas cicatrices en mi
brazo, inspeccionando mi vergüenza—. Y me refiero a todo.

—Sí, señora.

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Mirna palmeó mi mano—. Parece que las cosas han cambiado bastante para las
dos, ¿no es así?

Miré a la pared que nos separaba de él, como si pudiera verlo a través de ella, y
me preguntaba qué plan él estaba jugando—. Sí, parece que sí.

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CAPITULO 8

Preppy
D URANTE LOS DÍAS QUE Dre estuvo en coma me vertí en el trabajo,
determinado a tener dos Granny Growhouses más puestas para el final del
verano, lo cual iba a ser difícil, considerando la cantidad de trabajo que cada una
tomaba y que no tenía a nadie cerca que me ayudara. Trabajar fue todo lo que hice.

Bueno, y miré un poco de porno.

Y luego hubo ese poquito de polvo que esnifé.

Mientras miraba porno.

Y la poquita mariguana que fumé.

Con esa mesera de Presto que lo toma por el culo como si fuera su puto trabajo.

Estoy jodidamente divagando.

Mientras Dre pasó su abstinencia como un vegetal, revisaba a Mirna como


siempre. Logró tener unos momentos de claridad, pero la mayoría del tiempo ella

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regresaba a pensar que estaba en sus veinte y esperando a que su esposo llegara a
casa de la guerra.

Durante uno de sus momentos más claros habló sobre Dre, y era obvio que ella
adoraba a su nieta, sonriendo y riendo mientras me contaba historias de su diabólica
infancia, donde aparentemente Dre había pasado un montón de tiempo rompiendo
mierda. Hubo incluso amor en su voz cuando Mirna me dijo que ella había recibido
cheques cancelados del banco en el correo a la cifra de mil setecientos dólares. Todos
pasados a efectivo. Todos falsos. Ella había cerrado la cuenta, pero no fue hasta que
Dre apareció que ella supo quién estaba detrás de ello.

No estaba exactamente en un lugar para reprender a alguien por sus elecciones


de vida, pero robarle a su propia abuela me hizo enojar, estaba sorprendido de que
cuando Dre despertó no la hubiera agarrado inmediatamente de su garganta y
sacado por la puerta.

Mierda, si Mirna no hubiera entrado y estado entre ello, simplemente podría


haberlo hecho.

Hice una nota mental para buscar conseguir un fideicomisario para las finanzas
de Mirna, así no había posibilidades de que nadie le robara mientras su condición
continuaba empeorando. Carajo, ella ya no debería estar viviendo por su cuenta.

—¿Por qué no subí a ese autobús? —preguntó Dre detrás de mí. Me giré para
encontrarla de pie junto a la mesa, sus manos peleando con la banda de la bata que
se tragaba su pequeña forma en algodón blanco. Su largo cabello negro estaba

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rebelde alrededor de su rostro. Sus ojos marrón profundo quemando agujeros en mí
mientras ella esperaba a que yo le contestara.

Giré mi atención de vuelta a la estufa donde había quemado otro panqueque—.


Puta madre —lo lancé al bote de basura y comencé otra vez, vertiendo un cucharón
de mezcla en el sartén caliente—. En serio, ¿este asunto de hacer panqueques es
alguna especie de magia santa? ¿Necesito una varita y un hechizo de Harry Potter?
—refunfuñé—. Tal vez hay algo mal con esta estufa —ajusté la flama y otra vez leí
el lado de la caja de mezcla para asegurarme de que no hice algo que de alguna
manera hiciera a los mágicos panqueques inflamables, casi quemándose al
instante—. ¿Dónde está Mirna? —pregunté, ignorando su pregunta y girando a mi
nuevo intento el cual aterrizó a un lado del sartén, mezcla salpicando en el
quemador con un siseo.

—Va a recostarse por un rato.

—¡Excelente! —exclamé, apuntándola con mi espátula—. Nos dará chance de


tener un pequeño desayuno, una pequeña charla, y un poco de amenazas. ¿No suena
genial? —saqué una silla del pequeño comedor e hice una gran gesto dramático con
la espátula para que tomara asiento.

Sus ojos se movieron a la silla, pero no se movió.

—Siéntate —repetí—. No es una sugerencia —advertí. Vino hacia delante,


renuentemente. La empujé en la silla con un poco más de fuerza de la necesaria,
empujando sus piernas fuera debajo de ella, causando que su culo sonara fuerte en
el asiento. Me incliné sobre su hombro—. ¿Era eso tan difícil? —susurré contra su

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cuello. Su temblor me dio una profunda satisfacción que la sentí todo el camino
hasta los dedos de mis pies.

Hice mi camino de vuelta a la estufa y miré hacia la triste pila de seis, chuecos y
medio quemados panqueques que parecían más como a los tristes sobrevivientes de
un apocalipsis de panqueques que a un desayuno.

Me quité el delantal “Besa la verga” de Mirna que solía decir “Besa la cocina” 2
pero con un pequeño rayón de marcador permanente, lo había hecho más mi estilo.
Puse la pila de panqueques zombies en el centro de la mesa y tomé asiento junto a
Dre. Puse una pequeña pila en frente de ella y el resto lo tomé para mí mismo,
vertiendo jarabe en ambos platos—. Bien, ahora podemos habar —anuncié, dándole
una mordida a lo que sabía más a polvo para hornear y a pie que a esponjosos y
deliciosos panqueques.

—Quieres saber por qué estás aquí, ¿cierto? Estás aquí porque uno de tus amigos
decidió administrarte una dosis de pura heroína, arrastrarte a través del
estacionamiento hacia un motel de mierda y jugar a esconder el salami mientras tú
te babeabas encima —giré mi cabeza y abrí mi boca para imitar su expresión facial.

Hizo una mueca.

—La verdad jodidamente duele, Doc —metí más de los horribles panqueques en
mi boca, y supe exactamente a qué sabían. A fracaso.

2 En inglés sería “Kiss the cook” originalmente y con el marcador convertido a “Kiss the cock”

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—¿Doc? —arrugó su nariz.

—Sí, cómo el Dr. Dre. ¿Recuerdas? ¿O tengo que comenzar desde el principio
otra vez? Okay, hagámoslo. Soy Samuel Clearwater, mis amigos me llaman Preppy.

—Lo recuerdo —dijo, sus panqueques permaneciendo sin tocar.

—En fin, vi lo que estaba pasando y fui y… te recuperé. Te traje de vuelta a casa
de Mirna porque ella es una enfermera. Incluso aunque ella está un poco fuera de
ello, aún recuerda su entrenamiento. No sabía que era tu abuela —dije, hablando
con mi boca llena. Si no odiara tanto desperdiciar comida la habría escupido, pero
en su lugar tragué fuerte y tomé mi jugo de naranja.

—Pudiste simplemente haberme dejado ahí —señaló.

—Sí, pude.

—¿Por qué no lo hiciste?

Clavé mi tenedor en otro pedazo más. Lo sostuve en alto y examiné la comida en


mi tenedor. Eché un vistazo a los ojos de muñeca de Dre que eran tan negros como
su cabello—. No tengo puta idea.

—¿Por qué no me llevaste a un hospital?

—Los hospitales tienden a hacer muchas putas preguntas cuando llevas a una
chica dopada en H.

—¿Por qué sería una cosa mala las preguntas cuando eres quien me salvó?

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—Porque, Dre, las preguntas conducen a respuestas, y en este caso, las respuestas
conducen a cuerpos —jadeó.

—Mierda —su rostro palideció.

—Ahí estaba el reconocimiento que estaba esperando. Me estaba preguntando


cuándo pasaría. Te llevó bastante tiempo. Pero apuntaré tu lenta reacción al acabar
de despertar de un semi-coma. Recuérdame a no retarte a un juego de sudoku en
ningún momento cercano.

—¿Cuerpos? —preguntó lentamente, parándose de la silla. La agarré del hombro


y la empujé de vuelta.

—Cuerpo —corregí—. Sólo uno, de hecho. Pero ya sabes, cuerpos suena mejor
para un efecto dramático y todo eso —le di otro trago al jugo—. Así que sólo vamos
a decir que uno de ellos ya no está disponible para inyectarse en un oscuro callejón,
golpearte hasta la pulpa, robar mis plantas o para largas caminatas en la playa —
bajé el vaso—. En las palabras de la oh-tan-sabia Taylor Swift —me incliné a través
de la mesa—. Nunca, nunca. Jamás.

—¿Eric? ¿Mataste a Eric? —preguntó, y sabía que ella estaba confirmando que
no era Conner, cual sea el falso sentido de lealtad que tenía hacia el hijo de puta me
estaba enojando. Hasta que me di cuenta que a ese fue exactamente a quien había
matado.

Ups.

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—Sip, totalmente Eric —acordé, metiendo más panqueques en mi boca y tratar
de no reirme.

—Entonces él está…

—¿Muerto? Oh, sí. Muy muerto.

No había nada legible en la expresión de Dre, lo cual era decepcionante. Estaba


viendo hacia delante para verla asustada. Después de todo, había admitido que había
cumplido mi amenaza y había matado a alguien que ella conocía, aunque no a la
persona que ella quería que yo matara, pero ella no sabía eso.

To-ma-to, to-mah-to.3

Ella estaba más afuera de ello de lo que originalmente yo había pensado—. Lo


mataste —dijo, lentamente. No era una pregunta, era una afirmación.

Sostuve en alto mi dedo índice y mi pulgar, lentamente cerrando la distancia


entre ellos, mirando hacia a Dre a través de la diminuta rendija que quedó—. Un
poquito.

—No creo que puedas matar a alguien un poquito.

—Oh, bien entonces, un muchito. Lo maté un muchito.

3Término en inglés que hace referencia a la ignorancia de algo. Tomato = tómate porque la gente
cree que es un vegetal cuando en realidad es una fruta.

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CAPITULO 9

DRE
¿ ENTONCES VAS A decirme ahora por qué insististe en darle al tipo Conner un
pase? —preguntó Preppy, mientras lo seguía a la habitación trasera de la casa,
donde parecía que él estaba a medio camino de terminar de reinstalar su operación.
La otra mitad de la habitación todavía estaba en ruinas. Sin preguntar, agarré uno
de los extremos de los tubos de plástico que él había levantado y subí la escalera en
el otro lado de la habitación, poniéndolo en los ganchos. Mi bata se abrió en el
proceso y rápidamente la até de vuelta, esperando que Preppy no lo hubiera notado.

Sin suerte.

—¿Qué? No es como si no te hubiera visto ya en tu traje de nacimiento —dijo


él—. Atestigüé tu solo nudista cuando nos conocimos, ¿recuerdas?

—Supongo que realmente no importa —admití—. Luzco como la mierda de


todos modos —no estaba diciendo que yo fuera fea. Nunca fui una chica que
careciera de seguridad. Sólo estaba afirmado la verdad. La heroína no era

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exactamente la droga de elección de las modelos y reinas de belleza, por una buena
razón.

—Sip, sí luces como la mierda —concordó Preppy, sonriendo como si él estuviera


ocultando un secreto que sólo él sabía.

—¿Entonces por qué sigues mirando? —dije bruscamente, recordando su dureza


contra mí en la torre de agua.

—Porque, tal vez eso es lo que me gusta —dijo Preppy, como si no fuera nada.

—¿Las chicas que lucen como mierda? —pregunté, sin creerle en lo más mínimo.

—Oye, a algunos les gusta las chicas con penes, a otros les gusta follar vestidos
como los pitufos y pintados de azul. Miro porque me intrigas, pero no tengo puta
idea de por qué. Sin embargo, te mantendré al tanto.

—¿Siempre eres así de brutalmente honesto? —pregunté. Encontrando sus


declaraciones ofensivas y extrañamente refrescantes.

—Sí y no. Hay momentos cuando una mentira no puede ser evitada. La
honestidad es una perra así de voluble. Sin embargo no creo en el filtraje. Cuando
comienzas a caminar en cáscaras de huevo alrededor de las personas, ahí es cuando
sabes que esas son las personas que no necesitas cerca. La vida es muy corta para
fingir ser alguien más. Yo sólo soy yo. Digo lo que jodidamente quiero decir. Hago
lo que quiero hacer y jodidamente no me disculpo por ello.

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—Creo que necesito adaptar ese tipo de honestidad —admití—. Pero un montón
de disculpas que hacer.

—Puedes comenzar tu viaje por la tierra de la honestidad al contestar mi


pregunta original y decirme por qué le diste a ese tipo un pase.

Suspiré—. Por ahora sólo digamos que Conner es alguien a quién lastimé —
Oscar llegó corriendo a la habitación, frotando su cabeza contra la pierna de
Preppy—. El tipo de daño que no puede ser arreglado. Que no puede ser removido
con una disculpa o flores.

—Debió haber sido algo realmente malo —señaló, inclinándose hacia abajo para
acariciar a Oscar en la cabeza.

Miré al piso y después a Preppy—. Lo fue —admití y como cada vez que pensaba
sobre el suceso que me condujo a tomar mala decisión tras mala decisión, era como
si lo estuviera trayendo de vuelta para que me apuñalara en el intestino una y otra
vez.

Mis pensamientos rápidamente recordando el uso. La inmediata euforia. El alivio


de la culpa. Preppy aclaró su garganta.

Abrí mis ojos, aunque no recordaba cerrarlos, para encontrar que Preppy ahora
estaba de pie junto a la ventana abierta, encendiendo un porro y recargándose
contra el borde—. ¿A dónde te habías ido, Doc? —dio una larga calada—. ¿Estás
pensando en besuquearte con tu amante? Te dejaré saber que probablemente no era
una buena idea. La perra de la heroína se adentra y al final, la ruptura es brutal,

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pero ella nunca te dejará, así que la abandonas ya a un lado de la carretera como a
una prostituta de autostop o te quedas y ella te matará.

—Lo sé —dije, necesitando desesperadamente cambiar de tema. El pensamiento


de su sabor demasiado fresco en mi mente—. Esto dicho por el hombre fumando
mariguana.

Él sostuvo en alto el porro—. Esta mierda no me matará. Tú no ves a nadie


fumando mariguana y yendo a una excursión de asesinato, o golpeando la campana
y saliendo a empezar una pelea en un bar. Además, la mariguana no es una droga.
Es una planta —levantó uno de los tazones de vidrio y sacudió las hojas.

—¿Eso es lo que te dices a ti mismo así le puedes decir a la gente que no te drogas
y de verdad lo creen?

—Joder, no, no funcionaría de todos modos. Me meto tazones de polvo cuando


me siento tan inducido —dijo Preppy, dando otra larga calada y expulsándola por
la ventana abierta—. Hay una gran diferencia entre una fiesta y un problema,
especialmente esa que termina con un intento de una alta inmersión de la torre de
agua.

—Punto hecho —nunca había necesitado un cambio de tema tan


desesperadamente en toda mi vida.

—¿Quién ha estado cuidando de Mirna? —pregunté. Me sentí estúpida de que


tuviera que hacerle esta pregunta a un extraño.

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—Yo la vengo a ver y también unos cuantos de sus amigos y unas cuantas
personas de la iglesia. Ella está en una lista de espera para uno de esos lugares de
asistencia en Sarasota. Podrían tener una abertura mañana o en seis meses. No están
seguros —él lucía como si estuviera pensando sobre algo antes de agregar—, está
empeorando más y más, ya sabes. Tendrá unos cuantos días donde ella esté fuera de
ello, pero entonces de pronto ella irá por semanas estando simplemente bien. Esta
semana pasada ella entraba y salía, pero mayormente salía. Eso es lo más que la he
visto así —dijo Preppy, confirmando lo que ya había pensado, pero esperaba que no
fuera el caso.

Mi corazón se hundió—. ¿Puedo tener tiempo con ella? No me lo merezco. Pero


una vez que tú le digas que yo fui una de las personas involucradas en el robo, ella
no querrá nada conmigo, pero sólo quiero algo de tiempo —pausé—. Antes de que
sea muy tarde.

—Puedes tener tiempo —dijo, mirándome cautelosamente—. Pero quiero


algunas cosas a cambio.

—¿Qué… qué quieres? Haré cualquier cosa —pregunté, inmediatamente


arrepintiéndome de mi elección de palabras. Sus ojos color ámbar me recordaron la
rica miel oscura mientras él caminaba con cautela a través de la habitación. Se
detuvo en frente de mí y me sobresaltó al desatarme la banda de mi cintura y al
empujar mi bata de mis hombros al piso. Sentí el calor de su mirada mientras
examinaba mi cuerpo desnudo, brillando en el punto entre mis piernas. Presioné
mis muslos juntos y él rió, mordiendo su labio inferior.

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Temblé, insegura si era debido a su intensa inspección de mi cuerpo, el orificio
del aire acondicionado sobre mí o del buen miedo—. Sólo dime lo que quieres —
dije, queriendo que fuera lo que fuera esto acabara.

Preppy rió—. Cuida a Mirna. Ayúdame arreglar esta mierda también —la vaga
luz de algo malvado brilló en sus ojos, el mismo destello que había visto en la torre
de agua, y en ese momento mi temblor fue debido al miedo—. Y componte. Necesito
que no luzcas como el niño del Libro de la Selva para lo que tengo planeado para ti.
Piensa menos como Courtney Love, más como Jennifer Love.

—Ja ja, gracioso. ¿Eso es todo? —pregunté, cautelosa porque estaba librándome
muy fácil y tratando de evitar la necesidad de darle un rodillazo en las bolas.

—Oh, eso es de lejos todo, Doc —retrocedió, y me agaché para recoger mi bata,
cubriéndome rápidamente—. Muy, muy lejos de todo.

Preppy regresó a su trabajo y me fui para encontrar ropa real. Estaba buscando
a través de mis cajones en mi vieja habitación, esperando a encontrar una camiseta
o un pantalón deportivo, cuando Preppy apareció en la entrada.

—Se me olvidó decirte algo —dijo, presionando números en su celular y


poniéndolo de vuelta en su bolsillo.

—¿Qué? —pregunté, sacando una vieja camiseta de una banda del último cajón.

—Recuerdas lo que dije sobre usar la H otra vez, ¿cierto?

—¿Te refieres a cuando dijiste que o rompo con ella o ella me mata?

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—Sí, bien, olvidé agregar una pequeña cosita —dijo.

—¿Qué es eso?

Él entró en la habitación y bajó su voz. Se paró cerca de mí, inclinándose en el


vestidor. Su hombro rozó el mío—. Si la usas otra vez, asegúrate primero de estar
lejos, muy lejos de Logan’s Beach y de Mirna, porque si la vuelves a joder, te mataré
mucho antes de que la heroína lo haga —sonrió felizmente, como si él no acabara
de amenazar mi vida—… ¿Mmmmm… okay?

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CAPITULO 10

DRE
P REPPY ME HABÍA DICHO que cuidara de Mirna, pero él todavía pasaba cada
tarde para revisarla antes de encerrarse en la habitación de cultivo por al menos
una hora. O él no estaba de humor para una conversación, estaba evitándome a
propósito o él no había descubierto exactamente qué era lo que yo podía hacer por
él a cambio de darme tiempo con Mirna. Pero entonces, me di cuenta que no era eso
en absoluto. Él no estaba evitándome.

Él estaba jugando conmigo.

Cada vez que él estaba cerca, encontraba una forma de tocarme y hacerme saltar.
Me guiñaba cuando Mirna no estaba mirando. Me desvestía con sus ojos en cada
oportunidad que él tenía, y se reiría cuando me retorcía incómodamente bajo su
mirada.

¿Pero hablar?

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Nop. No conmigo, de todos modos. Aunque, con Mirna él felizmente charlaba y
hacía pequeñas pláticas, como si él no estuviera torturándome con su presencia, la
persistente aprobación vislumbrando entre nosotros.

Debí haber estado feliz de que él no quisiera hablarme, pero estaba extrañamente
fastidiada por todo el asunto.

Había estado fuera de la sociedad por mucho tiempo. Eso debía haber sido el
verdadero problema. Mi necesidad por interacción social era probablemente la cosa
que me conducía a creer que el asesino psicópata cultivando hierba en la habitación
de huéspedes de mi abuela era alguien con quien podía tener una conversación,
cuando en realidad debí simplemente haber pasado página del libro de Preppy y
comenzar a hablar con el maldito cerdo.

Mirna y yo habíamos usado nuestro regalo de tiempo sabiamente, y sobre el curso


de varios días desahogamos nuestras almas y nos dijimos la una a la otra todo lo que
había por decir. Bueno, todo que no la tuviera corriéndome todavía. Ella no había
recaído en su alterno estado de confusión, y estaba comenzando a pensar que yo
había exagerado o lo hice mucho más en mi cabeza de lo que era.

Mirna ahora sabía todos los sucesos que me condujeron a estar de vuelta en
Logan’s Beach y ella me dijo sobre ser diagnosticada con Alzheimer el año anterior.

Hubo mucho llanto. Mucha risa. Mucho mirar viejas fotos y mucho dolor por mi
madre, incluso aunque ella había fallecido cuando yo era sólo un bebé.

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Físicamente, me estaba sintiendo mejor, aunque todavía estaba nerviosa. El deseo
por la heroína estaba ahí, pero ya no tenía sus manos en el volante. Gracias en parte
a Mirna y el mantenerme bien e inconsciente durante lo peor de mi ansiedad y a las
inyecciones de vitaminas que insistía en darme dos veces al día.

—¡Ahí estás! —exclamó Mirna mientras salía al porche donde yo estaba


arreglando el tercer escalón, poniéndolo de vuelta en su lugar. La parte superior se
había deformado y arqueado bajo el severo clima de Florida, y los clavos se habían
oxidado de la parte inferior, haciéndolo la altura perfecta para que cualquiera
tropezara llegando a la casa. Unos buenos lugares atornillados mantendrían a Mirna
de tropezarse como lo había hecho el día anterior, pero por suerte yo había estado
ahí para suavizar su caída. También había recolgado un gabinete que se había caído
de su bisagra en la cocina. Clavé el canal caído de regreso en un costado de la casa.
Y después me ocupé del molesto escalón. Mirna me había dicho que mantenerme
ocupada era bueno para un alma en cura y pienso que ella tenía razón porque había
comenzado a sentirme más ligera. Como mi viejo yo otra vez. Ella aplaudió sus
manos juntas—. Estaba buscándote.

—¿Qué pasa? —pregunté. Mirna me siguió mientras yo cargaba la vieja caja de


herramientas de mi padre sobre el garaje, colocándola con seguridad de vuelta en
su viejo banco de trabajo como si él fuera a estar en casa en cualquier minuto y
estaría enojado si lo colocaba mal. Él podría haber estado mucho tiempo lejos, pero
su enojo sobre sus herramientas maltratadas vivía.

—Siempre has sido buena arreglando cosas —señaló Mirna—. Y hablando de


arreglar, pareces estar haciéndolo mucho mejor.

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—Sólo he estado arriba y sobre por una semana —apunté—. Pero gracias. Papá
me enseñó cómo hacerlo —sostuve en alto el taladro.

—Sé que lo hizo —dijo Mirna, mirando alrededor del garaje a los trabajos a
medio terminar de mi padre. Ella nunca siquiera pretendió como si quisiera
deshacerse de ellos—. ¿Alguna vez te dije que cuando tu papá se casó con tu mamá,
fue tu abuelo quien le enseñó cómo ser hábil alrededor de la casa?

—¿De verdad? —pregunté. Sonaba bastante inverosímil. No había nada que mi


papá no pudiera arreglar.

—Sip, tu abuelo Rick quería asegurarse de que tu papá pudiera cuidar de tu


mamá, así que le enseñó todo lo que él sabía. Ella sonrió mientras revivía el recuerdo,
el cual era obviamente uno feliz—. Cuando Becky lo trajo a casa por primera vez,
tu pobre padre no podía colgar una fotografía en la pared.

Por supuesto que le creía, pero el escenario entero era bastante difícil de imaginar
cuando el taller de mi padre en casa lucía como algo fuera del sueño de un hombre
de mantenimiento. Mi corazón cayó cuando el recuerdo de mi papá arreglando el
techo de mi casa de muñecas llegó a mi mente. Fue entonces que él me enseñó cómo
usar un taladro eléctrico. Él siempre había sido mi héroe. No había nada que él no
pudiera arreglar.

Excepto a mí.

—Le escribí una carta, sabes —dijo Mirna, rompiendo el hechizo.

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—Aprecio eso, Mirna, lo hago. Pero conoces a papá, una vez que decide algo, no
cambia de opinión. Tal vez algún día alcanzaré y trataré otra vez, pero
probablemente es mejor que lo deje estar por un tiempo. Trataré de arreglar las cosas
cuando pueda respaldar mis promesas con alguna buena prueba.

Me preguntaba qué pensaría mi padre cuando leyera su carta o si él incluso la


leería. Mi dinero estaba en medio, él leyendo unas cuantas oraciones, dándose
cuenta acerca de qué era la carta y rompiéndola en un millón de pedazos. Estoy
segura que él no pondría esa en mi vieja caja azul de zapatos, donde había
mantenido todas las cartas de Mirna en mi habitación de vuelta a casa.

Pero tú ya no tienes una habitación de vuelta a casa.

Un paso a la vez, me recordé a mí misma.

—Si algo, al menos mi carta le dejará saber que estás a salvo.

Si no estás en ese autobús, entonces ya no somos familia … la voz de mi padre


resonaba en mis oídos.

—Ahora, ven, ¡ven! —dijo Mirna, la emoción de vuelta en su voz y el brinco de


vuelta en su paso. Agarró mi mano—. Quiero enseñarte algo —ella estaba
prácticamente brincando mientras me arrastraba por los recién arreglados
escalones.

Mirna no lo hacía casual. Su estado mental podría haber estado deslizando, pero
su estilo era tan fuerte y audaz como siempre. Luciendo bastante como una pin-up
mayor, su cabello blanco caía justo arriba de sus hombros en largos rizos de barril.

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Pesados flequillos con un ligero doblez en las puntas detenidos arriba de sus
perfectamente simétricas cejas. Sus ojos siempre estuvieron delineados, pero sólo en
la parte de arriba con un dramático delineado de gato al final, haciendo a sus ya
largos ojos grises parecer de muñeca. Rojo dramático era el color del labial que ella
usaba diariamente, independientemente si el día sólo consiste en jardinería en casa.

Muchas veces en mi adolescencia traté de copiar el estilo de Mirna. Muchas veces


terminé luciendo como una niña que coloreaba fuera de las líneas, donde Mirna era
una pieza de arte andando.

Mirna me jalaba por el pasillo a su habitación. Para mi sorpresa, me condujo a


su armario y abrió las puertas dramáticamente—. ¡Ta da! —exclamó, dando un paso
atrás y señalándome que me acercara.

El armario de Mirna por sí mismo no era nada especial. Uno pequeño para entrar
con unas cuantas filas de estantes. Era lo que estaba EN ÉL que me tenía jadeando y
poniendo mi mano sobre los rápidos latidos de mi corazón. Vestidos. No cualquier
tipo de vestido, sino el tipo de vestido de una época olvidada hace mucho tiempo.
Cuellos halter con faldas acampanadas. Sombreros flojos. Tacones de plataforma
que me tenían cayendo de rodillas en el centro de la habitación.

—¿Dónde conseguiste todo esto? —pregunté, apretando al más perfecto tacón


alto, negro, de plataforma a mi pecho. Estaba completo con un largo arco blanco a
lo largo de la redondeada puntera y tacón. Santo infierno, el TACÓN era increíble.
Atados desde el fondo como un corsé—. No te recuerdo nunca usando nada de esto.

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—Algunas cosas las he usado sólo una vez. Algunas veces nunca las usé en
absoluto.

—¿Por qué? Si yo tuviera un armario con estos vestidos en él, haría cada ocasión
una ocasión especial. Lavar la ropa. Ir por gasolina. Regar la mariguana.

—A tu abuelo le encantaba cuando me arreglaba, así que usaba algo lindo para
él cada día. Cuando él estaba en altamar mandaba algunos del estilo europeo que
eran tendencia en ese momento. Algunas veces tantos como un vestido a la semana.
Cuando él llegó a casa me embaracé inmediatamente —cuando le di una mirada de
complicidad, ella simplemente fijó—, no había televisiones en las recámaras en ese
entonces, cariño —antes de continuar—. Todavía planeaba usarlos, incluso de tres
bebés después, incluso después de que naciste, pero cuando Rick murió no podía
con el pensamiento de ponérmelos más. Sin embargo, tampoco podría permitirme
tirarlos —Mirna rió—. Por supuesto, no hay forma en el verde planeta de dios que
estos me queden ahora —suspiró y descolgó un gancho del perchero, poniéndolo en
mis manos sobre el perfecto zapato que todavía estaba acunando.

—Estoy segura de que podrías adaptarlos. O mejor aún, siempre he querido


aprender a coser, quizás podría hacerlo por ti —sugerí.

Mirna sacudió su cabeza—. No, mi dulce niña.

—¿No? ¿Por qué no?

—Tu abuelo arriesgó su vida para comprarme vestidos y enviármelos. Se siente


mal cambiarlos ahora. Además, pienso que quedarán simplemente bien en TI.

94
Apunté a mi pecho—. ¿Yo? Mirna, no puedo —sostuve en alto el hermoso zapato,
y el gancho, para que ella los tomara de regreso—. No. No merezco esto. Nada de
ello.

Esquivó mis estirados brazos—. Andrea, no sé cuánto tiempo me quede o cuánto


tiempo las luces van a quedarse en el piso de arriba antes de que se quemen para
siempre, así que voy a decirte esto ahora mientras todavía tengo la oportunidad —
ella puso una amorosa mano en mi hombro y apretó—. Tú eres una buena alma.
Una buena persona. Todos cometemos errores. El señor sabe que he hecho mi buena
parte de ellos en mis días. Tienes que perdonarte a ti misma. AMARTE a ti misma. Y
por el amor de dios, muchacha, tienes que conseguirte un par de bolas. Los hombres
quieren una mujer fuerte que puedan darlo tan bien como pueden conseguirlo —
guiñó.

Gemí—. Ya no estamos hablando de ropa, ¿verdad?

—Nop. Sólo recuerda. Dama en la calle y una gata salvaje entre las sabanas.

—Mirna, en serio. Creo que mis orejas están sangrando —dije con una risa—.
Además, los hombres son la última cosa en mi mente.

—¿Qué tal Samuel?

—¡Mirna! —dije—. ¿Quieres que me enrolle con el tipo que cultiva hierba en tu
habitación de huéspedes?

Mirna sacudió su cabeza—. No, cariño. Pero no me importaría si consideraras


que el hombre es muchísimo más de lo que él parece en el exterior.

95
—¿Exactamente cuál es tu arreglo con él de todos modos? —pregunté.

—Eso no me corresponde a mí decirlo, querida. Es parte de nuestro arreglo. Pero


diré que no deberías ser tan rápida en juzgar. Tú sólo conoces realmente el
verdadero corazón de alguien cuando ellos realmente quieren mostrártelo —apretó
mi brazo—. Él me recuerda mucho a tu abuelo, sabes. Sólo espero que un día
encuentres a alguien que cuide tan bien de ti como él lo hizo conmigo —descolgó
otro vestido del perchero y lo sostuvo en alto hacia mí. Puse mi dedo en la parte de
arriba del gancho así, ella podía dar un paso atrás para apreciar a su elección.

—Lo siento —dije, Mirna despidió mi disculpa—. Sólo quiero asegurarme de que
sepas en lo que te estás metiendo con él y que…

—Eso no es algo de lo que necesites preocuparte. Samuel es un buen hombre.

Quien mató a Eric—. ¿Estás segura de eso?

—Porque él me ha mostrado su corazón —suspiró Mirna—. Las personas buenas


pueden hacer cosas malas. Andrea, tú misma me has dicho que has hecho algunas
cosas malas. Eso no te hace una mala persona, ¿verdad?

—No estoy completamente segura de que no lo sea —admití.

—Oh, linda, tú no eres en absoluto una mala persona. Tienes un gran corazón y
los ojos de tu abuela —abrió sus ojos anchamente—. Y con eso puedes conquistar el

96
mundo —agregó el vestido, más algunos shorts desgastados de tiro alto y algunos
crop tops4 a la pila en mis brazos.

Mis manos comenzaron a temblar, replicas es como Mirna lo había llamado. Tiré
la ropa y cuando me agaché para levantarla, me disparó una mirada de
preocupación—. Se está poniendo mejor —le aseguré—. Lo juro.

—Necesitas ir a una instalación de rehabilitación apropiada, así puedes


asegurarte de que esto se controle. Los profesionales pueden ayudarte a pasarlo
mejor de lo que yo puedo. Soy una enfermera, no una consejera. Sé que hay más de
esta adicción que la parte física.

—Las rehabilitaciones apropiadas cuestan mucho dinero y las financiadas por el


gobierno son más como cárceles o instituciones mentales —dije, tratando de reunir
la ropa junta otra vez—. Y además, no puedo ir porque tú no estarías ahí.

—Entonces aquí está lo que vamos a hacer —dijo Mirna, otra vez juntando sus
manos. Tomó la ropa de mis manos y salimos de su armario, poniéndola gentilmente
en la cama—. Vamos a arreglarte toda y después vamos a ir afuera y meditar en el
aire fresco.

—¿Vamos a qué?

Ella puso sus manos en sus caderas—. No me digas que nunca has meditado.

4 Camisetas cortas que pueden llegar arriba del ombligo.

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—No… ¿recientemente? —chillé—. La meditación no era realmente algo que
hubiera logrado afianzar con todas las inyecciones y decepciones a las personas que
tenía yendo.

Ella rodó sus ojos y regresó su atención a clasificar la ropa—. Tu sentido del
humor puede ser tan fuera de lugar como el de Samuel. Tengo un libro que puedes
leer y te enseñará. El mundo es un lugar tramposo. La meditación es un vehículo
que te ayudará a navegarlo mejor, ya sabes, evitar los baches.

—En mi caso mejor que ese vehículo sea un tanque —dije golpeándola con mi
cadera y tirando un precioso zapato en el proceso.

—No seas insolente, jovencita. Puede que esté perdiendo mis canicas, pero
todavía soy tu abuela.

—Sí, señora —dije, con un saludo de zapato.

—La meditación es como… estirarse antes de correr, pero en lugar de tus


músculos, estás estirando tu alma —dijo, pinchando mi mejilla como si fuera una
niña, haciéndome gritar—. Ahora, vas a tomar esta ropa como un regalo y vas a
usarla. Por MÍ. Por tanto como te guste. Y justo ahora, vamos a jugar un poco a
vestirse —ordenó—. ¿Está claro?

—Sí, si eso es lo que tú quieres. Pero… ¿por qué?

—Porque, cariño, he esperado lo que parece como un centenar de años para ver
estos vestidos en una persona real otra vez y lo que parece incluso más tiempo para
ver cómo lucirían en ti. Esto te pertenece ahora.

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Mi corazón se apretó en mi pecho. No hubo discusión después de que ella dijera
eso, incluso si hubiera querido discutir. Lo cual no quería. Ni siquiera un poco.

Una hora después Mirna me dio la vuelta para verme en el espejo y jadeé ante el
reflejo delante de mí.

El vestido verde con blanco que Mirna había escogido para mí tenía gruesos
tirantes que se envolvían alrededor de mi cuello y un escote cuadrado que empujaba
mis pechos y les daba un aspecto más lleno, más redondeado. En medio era apretado
y acentuaba mi cintura, mientras que al final ondeaba en una línea a, terminando
justo arriba de mis rodillas.

Y, por supuesto, estaba usando LAS plataformas negras con correas—. ¿Quién
dice que el amor a primera vista no existe? —susurré mientras giraba mis pies de
lado a lado para admirar mejor a mis nuevos amores.

Mirna puso mi largo cabello en un estilo que no estaba segura de que algún día
pudiera duplicarlo yo misma. Un lado estaba metido detrás de mi oreja y el otro lado
caía en cascada sobre mi hombro. Rojo decadente estaba ahora en mis labios,
mientras que el delineador negro en mis párpados coronaba el look. Para cada look
del día. Preferiría una versión de pin-up más callada en el espejo. Pero, justo ahí, no
podía siquiera creer que la chica fuera yo.

Por la excepción de las cicatrices en mis brazos, la drogadicta no estaba en


ninguna parte para ser vista.

—Luzco… luzco como… —balbuceé. Un ser humano.

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Mirna se puso detrás de mí. Sus ojos se pusieron vidriosos. El orgullo llenaba su
expresión mientras se unía a mí en la apreciación de mi reflejo. Descansó su barbilla
en mi hombro y sonrió—. Una mujer —dijo—. Luces como una hermosa joven
mujer. Lo cual es exactamente lo que eres.

Incliné mi cabeza, así estaba descansando contra la de mi abuela—. Iba a decir


que lucía como tú —me di la vuelta y sostuve en alto mis brazos. Pero habían sido
sólo dos semanas desde que Preppy me había traído a casa de Mirna, así que incluso
aunque la mayoría de las costras se habían ido, las cicatrices, nuevas y viejas,
permanecían—. Excepto por estas.

Ella acunó mi mejilla—. Todos tenemos cicatrices, cariño —agarró mis muñecas
y las levantó a sus labios, presionando un beso en cada uno de mis antebrazos,
palmeándolos cuando terminó, como si el asunto estuviera ahora resuelto y los besos
de la abuela solucionaron todo. Y en una forma lo hizo—. Algunos de nosotros en
nuestros brazos —presionó su palma sobre mi pecho—. Algunos de nosotros en
nuestros corazones.

Algunos de nosotros en el rostro. Inconscientemente corrí mi mano por la áspera


cicatriz en el lado de mi cara.

Mirna caminó hacia su vestidor y agarró un marco plateado de los muchos


puestos en la superficie. Ella miró de la fotografía a mí—. Bueno, que sabes de eso
—me entregó el marco.

La fotografía era de Mirna usando un muy similar vestido, excepto que ella
remataba el suyo con guantes y un sombrero floppy.

100
Ella estaba brazo con brazo con mi abuelo mientras sonreían para la cámara. Mi
madre era joven, de pie junto a ella sosteniendo una caja de almuerzo. Su cabello
rubio y ligeras características parecidas a mi abuelo, mientras que yo era la viva
imagen de mi abuela. Sostuve en alto el marco de fotografía y miré otra vez a la
similitud entre la versión joven de mi abuela y yo. No era nada que alguna vez
hubiera visto antes—. Sí te pareces a mí.

—Es como si fuéramos gemelas separadas por… décadas —dije, Mirna asintió y
rió, tomando el marco de mis manos y poniéndolo de regreso, exactamente en la
posición que estaba antes en el tocador, girándolo a la izquierda, luego de vuelta
unas cuantas veces antes de que ella estuvo satisfecha—. Mirna, ¿exactamente
cuántos años tienes? —pregunté, tratando de hacer las matemáticas en mi cabeza.

Mirna suspiró—. Cuatrocientos setenta y siete —dijo exhausta. Ambas estallamos


en una carcajada tan fuerte que pensé que desgarraría la costura de mi vestido.
Cuando nos controlamos ella me miró otra vez, una mirada de satisfacción en su
rostro, sus labios se torcieron en una hermosa sonrisa—. Luces, asombrosa, cariño.
A tu abuelo le habría encantado verte en ese vestido. Sabes, fue el primero que me
envió —dijo, despidiendo la emoción que la tuvo temporalmente perdiendo las
palabras. Sus ojos se humedecieron y se enrojecieron, pero se mantuvo fuerte.
Sorbiendo y enderezando su espalda como si estuviera desafiando volver a las
lágrimas.

—Mirna… —comencé, estirándome para confortarla, pero retrocedió y me alejó


con las manos.

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—Oh, no seas tonta. Soy sólo una anciana, lo cual me hace justo tan emocional
como una mujer embarazada —dijo con un bufido, aligerando el ánimo—. A
Samuel le va a encantar la forma en que luces —lamentó Mirna.

—¿Por qué él tiene que ver con todo?

Mirna alzó una ceja blanca—. ¿No te dije, querida? Él es la razón por la cual
recordé darte la ropa que había mantenido para ti. Es para tu nuevo empleo.

—¿Mi nuevo empleo?

—Sí, tu nuevo empleo es trabajar para Samuel —Mirna tomó un último vistazo
de mi reflejo y suspiró con satisfacción—. Será bueno para ti. Date una oportunidad
de limpiar tu alma, empieza de cero.

—¿Eso siquiera es posible? —pregunté, pero no estaba segura si estaba


dirigiendo esa pregunta a ella o a mí—. ¿Qué si las manchas son muy grandes?

—No, ya verás. Son las manchas lo que nos hace humanos —dijo y con eso caí
un poco más enamorada de mi abuela—. Te diré qué, ve a regar las plantas mientras
voy a encontrar ese libro de meditación para ti. Cuando hayas terminado, puedes
encontrarme en el patio trasero. Vamos a tener nuestra primera sesión de
meditación y vas a enfocarte en el futuro y lo que quieres fuera de tu vida. Vamos a
limpiar esa alma que tú crees está muy sucia.

Mirna podría tratar su mejor esfuerzo, pero yo estaba bastante segura de que un
alma tan sucia como la mía necesitaría más que algo de ropa nueva y meditación
para ser limpiada. Apunté a la desconocida en el espejo, a la chica que lucía como

102
si CASI lo tuviera todo junto, murmuré—, a este punto, un blanqueador podría ser
de mucha más ayuda que un libro de meditación.

Tal vez le preguntaría a Preppy acerca de cómo limpiar un alma sucia porque
aunque Mirna me hubiese informado lo que él había hecho por ella, ella no había
visto sus ojos arriba en la torre de agua.

Nada de ello tenía sentido. Un tipo que ayuda a mujeres mayores en su tiempo de
necesidad no podía ser posiblemente el monstruo que yo pensaba que él era. Quizás
él no tenía un alma sucia después de todo.

Quizás sólo era yo.

MÁS TARDE ESE DÍA, Mirna me dio mi primera sesión de meditación. Yo estaba sin
zapatos en el césped, pero de vez en cuando abriría un ojo para asegurarme de que
estuvieran en la cubierta donde los había puesto, cariñosamente, en la sombra.

Nos sentamos al estilo hindú una delante de la otra en frente de su caja de flores,
nuestras manos en nuestras rodillas, palmas hacia arriba. Oscar gruñía alrededor
del patio. Mirna e incluso Preppy parecían preocuparse por el animal, tanto que

103
tenía aun así que preguntar por qué rayos mi abuela tenía un enorme cerdo como
una mascota, pero cuando él empujó mi hombro con su sucia nariz húmeda lo corrí,
fingiendo estar molesta por su interrupción. Puse mi dedo índice a lo largo de mis
labios y Oscar captó el mensaje, trotando de vuelta a la cerca y olfateando bajo la
puerta, como un perro oliendo otros animales. ¿Todos los cerdos eran así de
inteligentes?

Tomé una respiración profunda e intenté domar mis pensamientos y me


concentré en la meditación. La barbilla de Mirna estaba levantada hacia el cálido
sol, su famoso delineado de gato era simple perfección en la brillante luz que hacía
a su arrugada piel, aun así increíble piel, lucir como si estuviera iluminándose.

Incapaz de evitarlo, eché otro vistazo hacia la cubierta trasera para checar mis
nuevos zapatos por centésima vez, y por un segundo mi corazón dejó de latir. Faltaba
uno, estaba a punto de correr hacia la casa de los vecinos para llamar al 911 o a la
estación de bomberos o al control de envenenamiento o al mismo presidente, cuando
una sombra cayó sobre mí. Chillé y traté de saltar lejos, pero él me agarró del brazo
y me sostuvo abajo. Caí de lado a lo largo del regazo del intruso, todo mientras Mirna
permanecía en su pose meditativa.

El intruso rió. Y levanté la vista para encontrar a Preppy sosteniendo el tacón


faltante sobre mi cabeza.

—Lindos zapatos, ¿quieres follar?

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CAPITULO 11

PREppy
¿ QUÉ CARAJOS estaba usando ella? Su vestido estaba abrazando su pequeña
cintura y empujando sus tetas, y de pronto fue como si me hubiera quedado
sordo porque todo lo que podía escuchar era la sangre corriendo a mi verga. Todo
en mí estaba gritándome que doblara a esta chica y que la follara hasta que ambos
jodidamente MURIERAMOS.

No me importaba que Mirna estuviera sentada justo ahí. No me importaba si el


papa y el Dalai Lama estaban observando en el banquillo con el mismo Jesús. Todo
lo que quería era ver ese brilloso labial rojo manchado sobre toda mi puta verga.

Controla esa jodida cabeza, me regañé a mí mismo, tienes cosas más importantes
para estar enfocado, otras que en sus tetas.

Pero esas tetas…

Parecía como si Mirna hubiera envuelto a alguien más. Estaba feliz también
porque tanto como ella me agradara, cuando había insistido en enseñarme a meditar
yo prácticamente reproduje una recapitulación de American Ninja Warrior en mi

105
cabeza hasta que me dijo que habíamos acabado. Sus actuales pupilas se habían
impactado y asombrado por cuan bien yo jodidamente lucía y se había desmayado
en mi regazo, incapaz de conseguir un agarre en su desmayo.

O, la había asustado como la mierda y se cayó arriba de mí.

Definitivamente fue una de esas dos cosas.

Independientemente de cómo pasó, lo que más destacaba para mí era donde


había aterrizado su mano cuando trató de protegerse de la caída. No voy a mentir,
fue de hecho medio tierno cuando se sonrojó después de darse cuenta que estaba
justo encima de mi verga.

Admito que cuando la vi primero sentada ahí en ese vestido, con su cabello todo
hecho en brillantes ondas y sus labios pintados de rojo brillante como la estrella en
mi porno favorito de los cincuenta, Rosie, la Remachadora Rectal, ni siquiera la
había reconocido. Mi primer pensamiento fue muy cavernícola. Poner verga en
coño. Pero cuando me di cuenta de que era Dre detrás de ese vestuario, agregué una
capa entera nueva de intriga a la chica que ya me tenía intrigado.

Había probado ese coño y me gustó.

No, jodidamente me encantó.

Jodidamente mucho.

No iba a decirle eso, pero omitir esa información no es lo mismo que mentir. Yo
no era un mentiroso. Incluso iría tan lejos para decir que mi fuerza siempre había

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sido mi asombrosa habilidad para ser completa y brutalmente honesto. Por supuesto,
el regalo de la honestidad era en adición a mi sentido de humor, ingenio, encanto,
carácter, notable buena apariencia, fenomenal—aun así clásico—sentido del estilo,
y último, pero no menos importante, el bloque de carne de hombre colgando entre
mis piernas.

Pero estoy jodidamente divagando.

Así que cuando mi teléfono vibró y me encontré a mí mismo escuchando sin


palabras a un sujeto, quien rápidamente me di cuenta era el papá de Dre, lanzándose
justo en una disculpa por darle la espalda a su única hija, seguida de una súplica
para que le diga donde estaba ella así él podría llevarla a casa, mi primer instinto
fue decirle la verdad y tomar todo el crédito por ser el individuo que exitosamente
reunió al distanciado dúo de padre e hija. Después de todo, eso es lo que Dre había
dicho, ella realmente quería más que nada regresar a casa con su papá. Y ahí estaba
yo, sosteniendo la capacidad de hacer justamente eso en la palma de mi mano.

Dre arrancó de mis manos el tacón de fóllame que había tomado del porche.
Estaba a punto de decirle que su papá estaba en la línea cuando recordé la razón a
la que llegué en primer lugar. Congelé mi boca abierta y el teléfono en mi oreja,
como al estilo que Zack Morris había pausado el tiempo, Saved by the Bell.

Si Dre iba a casa, entonces perdería mi última oportunidad de tener a Max de


vuelta para King, quiero decir, no es como si yo no hubiera hecho nada por esta
chica, me recordé a mí mismo. La había dejado vivir y todo.

Jodidamente generoso era lo que yo realmente era.

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King había salvado mi vida, varias ocasiones. Mierda, él es quien me dio una vida
para empezar. Y tan lejos como una vida de compañeros heterosexuales va, me había
ganado la puta lotería cuando él se apareció en el patio de recreo ese día y noqueó
como el carajo al bravucón, a cuya madre puede o no que yo todavía haya hueveado
su casa regularmente.

Me alejé y esperé hasta que estaba atrás del portón, lo suficientemente lejos,
donde estaba seguro de que no había oportunidad de que Mirna o Dre me
escucharan antes de que pronunciara una sola palabra—. ¿Quién carajos habla? —
pregunté, poniendo tanta molestia como podía en la pregunta, interrumpiendo al
papá de Dre, quien no había parado de hablar, su rápido modo de hablar hizo casi
imposible comprender su frenética súplica.

—Es Adnet Capulet. ¿Quién… quién habla? —hizo eco de mi pregunta, ira y
confusión reemplazando la desesperación en su voz.

—Adnet, soy el tipo que levantó el teléfono sonando —canté—, y tú eres el sujeto
que llamó e hizo sonar el teléfono. Adelante, hazme otra pregunta. Esto es divertido
—me agaché para recoger una bola de espinas del costado de mi bota. Una de sus
diabólicas puntas se encajó en el lado de mi dedo. Sacudí mi mano varias veces antes
de que finalmente se desprendiera de mi carne, cayendo en la maleza donde sin
duda encontraría otra víctima desprevenida para atormentar, con su habilidad de
causar el daño suficiente para palpitar levemente en medio de la noche y despertarte
de un sueño profundo. Esas pequeñas putas semillas eran tan molestas, eran como
la versión planta de Dancing with the Stars.

108
Otra vez, estoy jodidamente divagando.

Chupé la gota de sangre que brotó en la punta de mi dedo—. Mi hija —Adnet


comenzó—, su nombre es Andrea. Ella me llamó hace tiempo de este número.
Quiero hablar con ella. Por favor, si tú sabes dónde está. Cometí un error. Sólo quiero
que regrese a ca…

—Déjame detenerte justo ahí, hombre. Suenas como un buen sujeto, quizás un
poco drogado, pero bueno. Desafortunadamente, no tengo puta idea de quién estás
hablando. El teléfono público que estaba a punto de usar comenzó a sonar, así que
lo contesté. Lo siento, hombre. Podrías querer buscar en meterla en el lado del cartón
de leche, INMEDIATAMENTE.

Presioné COLGAR y estaba a punto de meter mi teléfono de vuelta a mi bolsillo


cuando vibró otra vez—. Escucha —solté, la irritación en mi voz ya no era falsa—.
Te dije que este es un teléfono público y no sé dónde coño está tu hija, pero estoy
tratando de hacer una llama aquí… —la resonante risa de Bear me interrumpió.

—Oh, sólo eres tú —dije, y si una voz pudiera gruñir, así es como le hablaba a
Bear. Gruñonamente. Sostuve el teléfono bajo la barbilla y arranqué toda la hierba
que había crecido del campo de conexión y envolvió su camino alrededor del cerrojo
del portón.

—¿Sea lo que está pasando, lo tienes controlado? —preguntó Bear—. ¿O va a


terminar conmigo encontrando partes medias quemadas de un cuerpo en la fogata?

—Jesucristo. Pones un puto cuerpo en la fogata y de pronto es una gran cosa.

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Bear debía haber estado en algún lugar cerca de una carretera porque podía
escuchar a los carros pasando y los cláxones de camiones sonando—. En serio, Prep,
¿todo bien por allá? Nosotros acabamos de llegar a la línea de estado de Mississippi
y paramos por gasolina. Figuré que checaría mientras pudiera —motocicletas
rigieron a la vida. Hombres gritaron unos a otros por encima del ruido de sus
motores.

—No necesito que me cheques. No soy un niño —señalé, chupando la punta de


mi dedo, donde la sangre había brotado por la bola de espinas del infierno.

—Aun así puedo escucharte haciendo pucheros a través del puto teléfono.

—Sólo tengo un montón de mierda sucediendo —murmuré, cerrando el portón


detrás de mí. La súper declaración del puto año.

—¿Como alguien llamando y preguntando por el paradero de su hija? Sí, yo


llamaría a eso un montón de mierda. ¿En qué te metiste ahora?

—No, no es así —alegué—. Es sólo un chico buscando una chica que no quiere
ser encontrada —mentí, y si mentirle al papá de Dre no se sintió muy buen, mentirle
a Bear se sintió como yo estuviera llegando con un caso de algo que no sabía cómo
curar.

Culpa. Una enfermedad de la que no quería ser parte.

Decirle a Bear sobre Dre. O mi nuevo plan para tenerla ayudándome con las
casas de cultivo mientras me encargaba de la situación de Max, estaba fuera de la
mesa, al menos hasta que supiera si realmente podría funcionar. Traer a flote las

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esperanzas de él o Grace sólo para desilusionarlos si todo se convertía en mierda no
era parte de mi plan.

Otra vez, omitir técnicamente no es mentir.

—¿Estás seguro de que no estás sólo viviendo con alguna chica, Prep? —preguntó
Bear, riendo ante su propia ridícula conclusión.

—Sí, hombre, olvidé decírtelo. Sylvia y yo tenemos algo sucediendo. Es realmente


serio también. Creo que podría estar embarazada —disparé de vuelta, rodando mis
ojos como si él pudiera verme.

Sylvia era una de las otras mujeres de Granny Growhouses.

Ella también tiene noventa y dos años.

—Pero en serio, Prep, esta chica, la que no quiere ser encontrada. ¿Está en algún
tipo de problema? —preguntó Bear, levantando su voz por encima del ruido en el
fondo, el cual sólo se hizo más fuerte.

—Ella es la nieta de Mirna. Apareció inesperadamente toda drogada y la mierda


y golpeada como el carajo. Va a quedarse con Mirna y a cuidar mis plantas hasta
que la instalación en Sarasota tenga un espacio —lo cual era algo de la verdad.

Tomé el archivo de la parte trasera de la pretina de mi pantalón.

Bear ahora estaba gritando por encima del ruido cuando él preguntó—, ¿te la
coges?

111
—No.

Aunque, pienso en ello. Aunque, había conseguido una probada.

—Ella está jodidamente acabada, tiene las sacudidas todo el tiempo. Un ojo es
más grande que el otro y tiene este enorme bulto en su espalda. Quiero decir, no
estoy en contra de ello, pero ella no es como lo primero en mi lista de cosas por
hacer.

—¿Ella vive en un campanario, Prep? Porque tu chica suena un montón como a


cuasimodo.

—No es mi chica. No trates de hacer esa cosa que haces donde haces de esto algo
que no es. Sólo cometí el cagado error de dejarla usar mi teléfono y ahora tengo que
conseguir un puto número nuevo, así su papi deja de jodidamente llamarme
esperando saber dónde está su hija drogadicta.

De pronto, estaba muy agradecido de que Mirna no tuviera teléfono. Si yo fuera


él, y tan desesperado por ponerme en contacto con ella, la casa de Mirna sería uno
de los primeros lugares a donde yo llamaría.

—Lo que sea, Prep —rió Bear, como si él supiera algo que yo no, lo cual me enojó
y fue probablemente la razón del por qué la necesidad de defenderme que me tenía
vomitando la siguiente línea de basura.

¿Cuándo se volvió la vida tan jodidamente complicada?

112
—Ustedes están buscando nuevas BBB para el club, ¿cierto? ¿No se fue Furia
Puertorriqueña y Robert Dinero recientemente?

—Sí, Jessica e Ivette se fueron. Jessica está preñada y casándose con un dentista,
e Ivette desapareció en el aire, pero ya sabes cómo es. Podríamos definitivamente
usar unas cuantas caras alrededor del MC —Bear ignoró mi uso de los dos apodos
con los que había salido para sus chicas del club durante los años. Había llamado a
esta chica, Furia puertorriqueña, por una buena razón, ella era de hecho
puertorriqueña y siempre estaba enojada por algo. A la otra la llamé Robert Dinero,
porque como el actor, ella podía pasar como española, italiana o judía. Sin embargo,
su espectacular cuerpo era mucho más follable que su contraparte masculina—.
¿Por qué? ¿Crees que la chica drogadicta podría querer darle a la vida del club luz
verde? —preguntó Bear, antes de decirme—, espera un segundo —él no se molestó
en cubrir el teléfono cuando ladró órdenes a sus hombres. Sostuve mi teléfono lejos
de mi cabeza con el fin de evitar daño permanente en mi tímpano mientras él le
gritaba a todos que estuvieran listos para marcharse a las cinco—. Bien, sí. La chica
—dijo cuando regresó otra vez a la línea.

—Tiene problemas de papi y un problema de drogas. Creo que ésta en serio nació
para ser una BBB —señalé.

—Muy bien, tráela al club cuando regresemos —hubo una conmoción en el


fondo, ruidosas voces y crujidos de metal—. Coño. Tengo que salir, los nativos se
están poniendo inquietos —motores aceleraron y volviéndose tan fuerte que a) no
lo escuché decir adiós o b) Bear no lo había dicho en absoluto y sólo me colgó.

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Conociendo a Bear y a sus modales estelares, más el hecho de que el tipo era alérgico
a las camisetas y todo iba junto con eso, fui con b).

Dre agachó su cabeza cuando me di la vuelta, como si ella no hubiera sido


atrapada mirándome.

Ella podría haber sido la que trató de matarse a sí misma, pero yo era el que tenía
tiempo prestado. Era tiempo de mostrarle a Dre qué más necesitaba de este trato
entre nosotros antes de que ella descubriera la verdad sobre su papá y Conner.

No era como si ella diera un carajo por su vida, me dije a mí mismo.

¿Entonces por qué debería dar yo un carajo sobre arruinarla?

114
CAPITULO 12

PREPPy
¿ SAMUEL, TE GUSTARÍA unírtenos? —preguntó Mirna, sin abrir sus ojos.

Dre me disparó una mirada estrechada.

—Siento la interrupción —dije, sentándome en el césped—. Mirna, pero tu nieta


luce como a una más joven, menos atractiva versión de ti misma, así que no podía
evitar mirar.

—¡Samuel! —regañó Mirna, pero podía escuchar el indicio de una risa en sus
palabras.

Cerré mis ojos y tomé una respiración, sintiendo la mirada de Dre en mí.

Su calor corporal.

Una mano tocó mi hombro y mis ojos se abrieron. Levanté la vista para encontrar
a Mirna cerniéndose sobre mí—. ¿Samuel?

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—¿Sí? —me volteé para tener otro vistazo de las tetas de Dre, pero ella no estaba
ahí. El sol tampoco lo estaba. Había sido temprano en la tarde cuando yo había
llegado ahí.

¿No lo había sido?

—¿Me quedé dormido?

Mirna rió—. Has estado en la misma posición por tres horas. No creo que
estuvieras dormido.

Mirna me ayudó a levantarme de mi codo del césped y metí su brazo bajó el mío
mientras caminábamos de regreso a la casa—. Creo que lo llaman transcendencia
—dijo, extendiendo su mano hacia el cielo y haciendo la forma de un arcoíris, como
si estuviera hablando de algo fuera de este mundo.

—¿Transcendencia? —pregunté, rascando mi barba—. Oh sí, sé lo que es.

—¿Lo sabes? —preguntó Mirna.

—Sí, lo tuve una vez después de un mal lote de hongos, tuve que vaciar mi
estómago.

—Eres un sabelotodo justo como mi Andrea —dijo, pellizcando mi brazo. Tomé


asiento en la mesa mientras ella abría el horno y usaba su dedo para revisar una de
las galletas en la bandeja. La cocina llena con el dulce olor de chocolate que me hace
agua la boca—. No dejes que la apariencia te engañe, mi nieta es mucho más que

116
sólo una chica arruinada —sacó un álbum de fotos del estante arriba de la mesa y
lo lanzó a la barra en frente de mí—. Míralo tú mismo.

Lo abrí y descubrí que estaba lleno de boletas de calificaciones. Todas con el


nombre de Andrea Capulet.

—Espera, ¿Capulet? ¿Cómo la mierda de Romeo y Julieta?

Mirna sonrió y asintió—. Sip, exactamente como eso. Cuando Becky se casó con
el papá de Dre, Rick y yo pensamos que era muy entrañable, sin darnos cuenta que
terminaría casi tan trágicamente.

Aunque los colores de las boletas de calificaciones, así como los nombres de los
maestros y las materias cambiaba, las letras de las calificaciones permanecieron
iguales en cada página de cada boleta.

Todas A. Ni una sola B. Ni siquiera una A-.

—Guao. Mi boleta de calificaciones era mucho más diversa que esa —dije,
girando las boletas.

—¿Diversa?

—Había mucho más del alfabeto usado —cerré el álbum y lo deslicé de vuelta a
lo largo del escritorio.

—Aun así, tú eres el hombre más inteligente que conozco —abrió el gabinete y
sacó sus tazas de té favoritas.

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—Aw, basta, Mirna —dije, dramáticamente batiendo mis pestañas. Ella me
golpeó con un guante de cocina.

—Pero si esas calificaciones no te muestran cuan lista es ella, esto debería —dijo,
bajando su voz a un susurro. Ella abrió un cajón y sacó un largo folder. Deslizó una
gruesa pilas de papeles hacia mí.

—¿Por qué estamos susurrando? —pregunté.

—Ella no sabe que yo sé esto. Mira —eran páginas a páginas de cheques


cancelados, engrapados a reportes. Todos los cheques fueron hechos a efectivo. Una
estampa sobre ellos que decía FRAUDE en rojo.

—¿Asumo que estos son lo que ella falsificó? —pregunté.

—Asumirías correctamente.

—Falsificar firmas no prueba que ella es inteligente. Prueba lo opuesto, de hecho


—señalé.

—Samuel —dijo, deslizando los papeles de vuelta hacia mí—. Ella no sólo firmó
los cheques. Ella HIZO los cheques. Sello de seguridad y todo —y, aunque Mirna
debería estar enojada porque Dre le robó, no había equivocación del orgullo en su
voz.

Miré más cerca, arrancando uno del agarre de la grapa y muy seguro, sello de
seguridad y todo, marcas de agua, código de cuenta, era una pieza de arte—. Guao

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—dije, impresionado—. Si no estás enojada, ¿por qué no le dices que sabes? —
pregunté.

—Por la misma razón por la que no le he dicho que sé que ella tuvo parte en
robar tus plantas —respiró profundamente—. Porque estoy perdiendo la cabeza,
Samuel, y me rehúso a perder a mi nieta otra vez antes de que se haya ido
completamente. No hay tiempo suficiente para el enojo o alienación. Ya no.

—Sabes, si Grace no me hubiera ya tipo adoptado como suyo, totalmente la


engañaría contigo —dije.

—Oh, no. Grace es un pájaro duro. Ella ha estado lidiando con ustedes chicos
por tanto tiempo, y no estoy segura de que pudiera haber hecho la mitad del trabajo
tan bien como ella lo ha hecho —Mirna checó las galletas de nuevo, esta vez
removiendo la bandeja y reemplazándola inmediatamente con otra mezcla sin
hornear—. Además, estoy segura de que ella me patearía el culo.

—Sí, no quiero joderla tampoco —dije, recordándome a mí mismo de llamar al


centro de cáncer cuando me fuera.

—¿Por qué estás diciéndome esto? ¿Por qué es tan importante que sepa que ella
es inteligente? —pregunté.

Mirna tomó mi mano en la suya—. Porque quiero que sepas que estoy perdiendo
mi cabeza. No soy estúpida. Sé de la forma en que los negocios funcionan. Sé la
forma en que tus negocios funcionan. Ella está aquí porque demostraste compasión.

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—Yo no lo llamaría exactamente compasión —dije, aunque, no sabía
exactamente cómo lo llamaría—. Ella tiene un pase porque es tu nieta y eso jode con
el negocio en un nivel diferente. No es gran cosa.

—¿Qué le hiciste a la persona que le hizo eso a ella? —preguntó Mirna, su


franqueza tomándome fuera de guardia.

Me senté de nuevo en la silla—. ¿Qué crees que hice?

—Se te olvida que soy un viejo pájaro perceptivo. Andado alrededor de un bloque
o dos yo misma —pausó y suspiró—. Por lo que ella me dijo, pienso que salvaste a
mi nieta e hiciste lo que tenías que hacer para proteger tu negocio y a ella… y te
agradezco por eso. Tú no sabías que era mi nieta cuando hiciste eso y es gran cosa
para mí, incluso si no lo es para ti. La razón por la que necesito que sepas cuan
inteligente es ella, es porque necesito que sepas a quién le has dado una segunda
oportunidad —asintió a la pila—. Mira por detrás.

Hice lo que dijo y noté que a lo que ella me tenía mirando eran dos documentos.
Un poder notarial y una última voluntad y un testamento. Dejando cada decisión y
cada posesión de Mirna a mí—. ¿Qué es todo esto? —pregunté.

—Tú me has dado tanto, Samuel. Esta soy yo dándote las únicas cosas en este
mundo que me quedan por dar. Le habría dado todo a mi Andrea, pero es mucho
para que ella lo maneje ahora mismo por su cuenta. Hay algunas cláusulas, pero no
tienes que decidir en ellas ahora mismo. No enseguida, de todos modos. Esas copias
son para ti. Tómalas. Revísalas.

120
—Mirna, esto no es por lo que yo…

—Lo sé, lo sé —dijo, abriendo el refrigerador. Se aclaró la garganta—. ¿No luce


Andrea hermosa? El vestido que estaba usando hoy. Ese era mío, sabes.

Me puse de pie y rodeé la barra plantando un beso arriba de su cabeza—. Ella no


te llega a los talones.

Ella se sonrojó y se ocupó sacando platos cubiertos de plástico del refrigerador y


dándomelos—. ¿Puedes poner estos en la mesita de café? Las damas de la iglesia
están en camino para el té.

Hice lo que me pidió y estaba a punto de ir a encontrar a Dre cuando Mirna me


entregó una jeringa transparente—. Hazme un favor, Samuel y dale a Andrea su
inyección de vitamina por mí necesito ir a arreglarme.

—¿No puede hacerlo ella misma? ¿Inserto chiste sobre ella sabiendo cómo usar
una jeringa?

Ella frunció el cejo—. Es precisamente por eso que ella NO DEBERÍA sostener
una.

—Bien, tú eres la jefa, Mirna. Una inyección viniendo —tuve una idea—. ¿En
dónde le pongo esto?

—Cualquier músculo, querido. Es un indicador más grande del que he estado


usando, así que cualquier cosa carnosa servirá —contestó Mirna, revoloteando a la
cocina con una sonrisa de complicidad en su rostro. Limpió sus manos en una toalla

121
y la arrojó al lavabo. Me dio palmaditas en la mejilla mientras ella pasaba y entraba
a su habitación.

122
CAPITULO 13

DRE
¿ Dónde está Mirna? ¿Por qué ella no está dándome esto? —pregunté. Había
estado acostada sobre mi estómago en la cama, dándole vueltas al folleto de la
instalación asistida para la que Mirna estaba en la lista de espera, cuando Preppy
entró. Parecía un buen lugar, pero no era algún lugar en el que pensé que ella
permaneciera.

No todavía de todos modos.

—Ella está alistándose para algunas señoras de la iglesia que van a venir, así que
ella me pidió que lo hiciera. Ahora, ve. Momento de que te desnudes. ¿Necesitas
música? Asegúrate de empezar lento. La provocación es la clave —divagó.

—No necesito estar desnuda para que me inyecten —alegué.

—Bueno, no eres tú sólo una aguafiestas —Preppy sostuvo en alto la jeringa,


sonriendo confiadamente—. No te preocupes, Doc. He visto tres episodios de Grey’s
Anatomy, así que prácticamente soy un doctor certificado. Ahora, sé una buena
chica y dóblate, muéstrale al Dr. Preppy ese culo.

123
—Mirna me la da en el brazo.

—Esta es una nueva. Diferente calibre de aguja o alguna mierda —contestó.

Renuentemente, hice lo que dijo, pero sólo porque no estaba sintiéndome tan bien
y sabía que la inyección me haría sentir mejor, independientemente de donde fuera
inyectada.

Me doblé sobre la cama y levanté mi vestido, dramáticamente—. Tú eres una


horrible drogadicta e incluso una peor desnudista —comentó Preppy. Sentí su calor
mientras él se aproximaba a la cama. Mi espina baja hormigueó mientras sus piernas
rozaron contra las mías. Contuve mi respiración y comencé a contar en mi cabeza,
cuando la repentina necesidad de empujarme contra él surgió a través de mí. Mis
pezones se endurecieron, y estaba feliz de que él no pudiera ver mi cara porque
estaba segura de que estaba sonrojada—. ¿Por qué tiene que ser de administrada de
esta manera? —logré decir.

Preppy rió—. No tiene qué.

Antes de que pudiera empujarme fuera de la cama, él jaló el algodón de mis


bragas sobre mi raja y hundió la jeringa profundamente en mi piel. Quemó, pero
sólo por un segundo. Cuando la sacó me iba a parar, pero él me empujó hacia abajo
en el colchón—. Tengo que asegurarme de que entró en el músculo —dijo, su voz
un profundo tono áspero mientras él expertamente masajeaba el sitio de la inyección
con sus dedos en un movimiento circular que me tenía gimiendo inconscientemente,
e incluso enojándome más con él, todo al mismo tiempo.

124
Mi respiración se atrapó en mi garganta cuando sus manos comenzaron a
recorrer mi nalga, lentamente trazando círculos en mi piel, para nada cerca del sitio
de inyección, dirigiéndose más y más lejos hacia el lugar entre mis piernas que de
pronto estaba estremeciéndose con conocimiento.

—Me encantan esos putos tacones —dijo, su voz más baja de lo que la había
escuchado alguna vez. Rasposa.

Putos tacones. Eso pudo haber sido tomado de tantas maneras diferentes, pero mi
mente no podía procesar ninguna de ellas porque las puntas de sus dedos rozaron
el borde de mis bragas, justo cuando Mirna entraba en la habitación. Salté,
cubriéndome otra vez con la falda de mi vestido. Donde yo estaba frenética y lucía
culpable, aunque no sabía de qué me sentía culpable, técnicamente nada pasó,
Preppy sonrió y se dejó caer en la cama, rebotando en el colchón como un niñito.

—No es lo que pare… —comencé, pero me detuve cuando noté que había algo
diferente en Mirna, algo en la manera en que ella continuaba mirando de mí a
Preppy con sus cejas apretadamente fruncidas. El timbre sonó—. Samuel, ¿cuándo
llegaste? —preguntó—. ¿Y quién es tu amiga?

125
PREppy
MIRNA SE SENTÓ CON tres señoras de la iglesia en la sala de estar. Me paré detrás
de Dre, quien se recargó contra la pared del pasillo fuera de vista, escuchando a
Mirna contar las historias de su pasado como si hubieran pasado ese mismo día y
no hace décadas. Con cada minuto pasando los hombros de Dre caían más y más
mientras ella observaba a su abuela, en las garras de la demencia, presentarse a sí
misma a la mujer que había conocido por décadas.

—¿Por qué ella siempre te recuerda? —preguntó Dre, sin darse la vuelta, una
pizca de celos en su voz.

Me rasqué la cabeza—. Al carajo si lo sé. Cuando ella está así olvida el valor
entero de la semana de nuestras interacciones, las personas que ha conocido por
cincuenta años, pero usualmente ella sabe quién soy yo. Tu pensamiento de por qué
es tan bueno como el mío.

Llegué a pararme a un lado de ella, moviendo el cabello de sus ojos—. Ven —


dije, agarrando su mano—. Quiero enseñarte algo.

—Pero —Dre miró de regreso a Mirna.

—Señoras —anuncié—. Vamos a salir por un momento. ¿Estarán bien por un


rato?

126
Hilda, una mujer más grande que Bear, se giró y asintió—. Tómense su tiempo.
Estaremos bien.

—¿Escuchaste eso? Están teniendo una encantadora hora del té —agarré a Dre
de la mano y la llevé fuera de la puerta hacia mi coche. Abrí la puerta y le hice señas
para que entrara, pero ella se quedó ahí mirando al asiento de pasajero—. No va a
morderte —le informé.

Dre miró de vuelta a la casa—. ¿Qué si ella me necesita ahí?

—Estará bien. Súbete, tengo algo que quiero mostrarte.

Ella sacudió su cabeza—. No puedo.

Me estaba irritando—. No finjas que eres la nieta cariñosa ahora. Como que ya
perdiste el bote en eso.

—¿Fingir? —dijo ella, señalándose a ella misma—. Tú eres quien puso este puto
acto, así puedes conseguir que mujeres mayores hagan tu voluntad. Tú eres el que
está fingiendo. ¡No yo!

—Cuidado —advertí—. Tú no sabes una maldita cosa sobre mí, Doc.

Ella cruzó sus brazos sobre su pecho—. Sé que tienes a Mirna engañada al pensar
que eres algún buen sujeto que ella piensa es su salvador, cuando sólo la estás
usando para conseguir lo que quieres.

127
—Supongo que me tienes bien resuelto —dije sarcásticamente, rodeando el carro
al asiento del pasajero y cerrando el espacio entre nosotros—. Ahora súbete al puto
coche.

Ella dio un paso hacia atrás, como si hubiera probado su desobediencia—. ¿Ella
siquiera sabe realmente quién eres? Y no estoy hablando del tipo que la hace reír y
escucha sus historias, estoy hablando de la otra cara. De la que atrapé un vistazo en
la torre de agua.

—No sabes mierda sobre mí, y ahora has acabado de probar que tampoco sabes
mierda sobre Mirna. Tu abuela tiene demencia, ella no es jodidamente estúpida.

—¿Sabe que mataste a Eric? —preguntó, mirándome fijamente a los ojos,


desafiándome. Esperando completamente a que le dijera que no.

Puse mi sonrisa arrogante—. Seguro como el carajo que ella sabe, Doc.

—Basura —puso sus manos en sus caderas.

—Mirna no sólo sabe, sino que ha sido aprobado, Doc. Tengo la sensación de que
podría haber tomado la mitad de Logan’s Beach y ella no daría un carajo siempre y
cuando tú todavía estuvieras vida, porque a diferencia de ti, Mirna sabe de lo que se
trata la familia y la lealtad —los ojos de Dre se ensancharon ante mi admisión y sus
hombros cayeron, pero sólo por un segundo, antes de enderezarse otra vez y asumir
una postura defensiva—. Espera, olvídalo, tú sí sabes algo sobre lealtad si cuentas el
darle a esa bolsa de mierda, Conner, un pase por alguna oscura razón que te rehúsas
a compartir. Quiero decir, podría decir que le eres leal a la heroína también, pero

128
aquí estás dos semanas enteras sobria, una de ellas consciente, así que supongo que
jodiste a esa perra también.

Dre me perforó con sus ojos, sus gruesos labios estaban en una línea recta.
Estábamos tan cerca que podía sentir la calidez irradiando de su piel y oler su
champú floral—. ¿Y tú sabes mucho sobre ser leal?

—Jodidamente mucho más que tú.

—¡No tengo que escuchar esto! —Dre sacudió su cabeza—. ¡Tú no sabes una
puta cosa sobre mí! —se dio la vuelta hacia la casa. Agarré su muñeca, enterrando
mis dedos en su piel.

—No vas a ningún lado —dije, dándole la vuelta.

—¡Suéltame! —dijo, arqueando su espalda y plantando sus pies para frenar, pero
no importaba cuánto ella estuviera jalando, no iba a soltarla.

—¡No! No hasta que me digas por qué estás siendo toda una pendeja ahora
mismo.

—Jódete —espetó, su rostro enrojeciéndose mientras tiraba más y más fuerte.

—Siempre es una posibilidad, Doc, pero mantente en el puto tema.

—¿Quieres saber por qué estoy siendo de esta manera? —dejó de luchar y se
paró frente a mí, tan cerca que ella tuvo que estirar su cuello—. ¡Tú! —clavó su
dedo en mi pecho—. Mi problema eres tú. Cultivas tus plantas y haces tus confusos
comentarios sarcásticos y piensas eso porque tienes este encanto único yendo, y

129
sonríes un montón que puedes hacer lo que sea que quieras. Bueno, notica de última
hora. No puedes. Tienes a las ancianas engañadas, pero no me engañas a mí. Tú no
me posees —trató de enterrar sus dedos bajo mis brazos para aflojar mi agarre.

Tiré de ella contra mí, bruscamente. Me incliné, mis labios en su oreja—. Ahí es
donde te equivocas.

—Crees que eres mejor que yo —dijo—. Pero no lo eres —su voz tomó un tono
serio. Bajó su cabeza y retrocedió. Le permití el espacio, pero no la solté—. Cuando
hayas obtenido lo que quieres de Mirna, vas a empacar e irte sin otro pensamiento
más para ella o sus sentimientos, y ella se va a preocupar por ti cuando te hayas ido.
Le va doler cuando no sepa dónde estás —su paso vaciló. Cayó al piso y levantó la
vista a mí con ojos vidriosos—. Y todo es porque le causaste un tipo de daño que no
puedes quitar —solté su muñeca y ella frotó la marca roja en su brazo y miró al
suelo arrastrando sus pies.

—Ya no creo que estemos hablando de mí, Doc.

—No sé de qué carajos estamos hablando ya —dijo, corriendo las puntas de sus
dedos sobre las marcas de su brazo—. Hice cosas. Más que conducir a Conner y a
Eric aquí, sabiendo lo que ellos… sabiendo lo que nosotros intentábamos hacer. A
mi papá. A Mirna. No puedo borrar lo que la hice pasar, pero eso es todo en lo que
pienso —se mordió su labio inferior y metió sus manos en los bolsillos de su vestido,
trayendo más abajo el escote, exponiendo más de la parte redondeada de sus tetas.

—¿Estás hablando de los cheques?

130
Sus labios se abrieron en sorpresa.

—Mirna me contó —dije, antes de que ella pudiera hablar. Intencionalmente


dejé fuera la otra parte donde Mirna me había dicho que ella sabía—. Te dije, ella
no es estúpida.

Dejó caer su cabeza a sus rodillas—. ¿Qué carajos voy a hacer ahora? Tengo que
disculparme —miró a la casa donde Mirna estaba sentada cerca de la ventana riendo
con sus amigas, esa vidriada mirada fácilmente notable incluso desde el patio de
enfrente—. Pero no puedo.

—¿Doc?

Ella giró su cabeza y curvó una ceja ante mi mano extendida. Sostuve el archivo
en la otra—. Creo que sé cómo podemos ayudarnos el uno al otro.

—¿Cómo?

Me acuclillé en frente de ella. Le di golpecitos en la frente con el archivo. Le lancé


mi mejor sonrisa tranquilizadora—. Primero…. —moví un rizo de su hombro, y ella
se puso rígida ante mi toque—, necesitas meter tu culo en el puto coche.

131
CAPITULO 14

PREppy
¿ POR QUÉ ES TAN importante sacar a la hija de King del sistema? —preguntó
Dre después de que le explicara la situación con King y Max.

—Porque él no puede hacer ni mierda mientras esté encerrado y porque él no


sólo es mi mejor amigo. Es familia, y la familia pelea el uno por el otro —dije,
entrando en la carretera. Estaba muy oscuro afuera, y donde estábamos no había tal
cosa como lámparas. Por suerte, podía encontrar el lugar al que estábamos yendo a
emborracharnos, drogarnos y desnudarnos.

Y lo hago.

—Lo haces sonar muy fácil —dijo.

—Lo es. Cuando yo era niño no hubo nadie cerca para pelear por mí. Mi mamá
era un pedazo de mierda e igual cada hombre que encontró su camino a su puta
habitación —me encogí de hombros como si no fuera nada, pero preferiría tomar
una espiga en el ojo que hablar sobre mi infancia, pero necesitaba que Dre
entendiera la situación—. Ella era una drogadicta, una perdedora, un deplorable ser

132
humano, lo aprendí de ella. Ella era una guía para la familia andante de ‘qué no
hacer.’

—Una drogadicta perdedora —Dre repitió suavemente, mirando hacia la


ventana.

—No hay otra forma de describirla porque eso es exactamente lo que ella era —
dije.

—Continúa.

Tapeé mis dedos al ritmo de la canción de Kane Brown reproduciéndose en la


radio—. La mami querida era lo peor de lo peor y no es como si ella me pegara o
algo, pero no era exactamente un miembro de la PTA.5 Estaba este sujeto con el que
se casó, pero no recuerdo una boda o nada. En fin, su nombre era Tim, él fue el peor
de todos.

—¿Qué hizo? —preguntó, titubeantemente, ya sin mirar a la ventana, sino a mí.

Torcí mi mandíbula mientras recordaba el día que King entró y encontró a Tim
en celo dentro de mí como un puto cerdo de corral—. Sacó la mierda viviente de
mí… entre otras cosas.

Escuché su afilada inhalación.

—No me compadezcas —miré hacia a Dre, quien estaba jugando con sus uñas y
mirando a su regazo—. Seguro como la mierda que yo no lo hago. Escucha, la vida

5 Asociación de Padres y Maestros.

133
no es sobre lo que pasó en tu pasado, es sobre dónde estás ahora y a dónde vas.
Adelante y hacia arriba y todo ese rollo.

—Eso es muy poético —dijo Dre—. Pero estoy sorprendida de que siguieras sin
buscar justicia o venganza.

Sonreí—. Oh, me vengué. Ese puto está muy MUY… sólo digamos que donde él
está rima con, puerto.

—¿Cómo? —se movió, así ahora estaba sentada de lado. Me incliné hacia ella
también, hasta que sólo estaba a centímetros de su cara.

—Eso no es importante —dije, incapaz de evitar mi sonrisa mientras recordaba


un King adolescente tomando a ese puto fuera de este mundo, como la puta basura
que él era.

—Eso es de hecho algo extraordinario —dijo Dre después de una larga pausa,
sus palabras tomándome por sorpresa.

—¿Por qué dices eso?

—Porque, la mayoría de las personas no sería capaz de recuperarse de algo así


de hiriente —y otra vez, no sabía si ella estaba hablando de mí o de ella misma.

Me burlé—. Nah, yo sólo no dejo que ese chupa vergas dicte mi vida. Si lo hago,
entonces él gana. Además, él y mi mamá hicieron mi vida tan miserable que ahora
aprecio cada maldita cosa buena que llega en mi dirección e incluso algunas de las
malas. Si no fuera por ellos, yo no habría reconocido a King como mi hermano ese

134
mismo día en el patio de recreo en la escuela, o tomado a Grace cuando ella le mostró
a un niño usando pantalones arrugados un poco de amabilidad.

—¿Pantalones ARRUGADOS? —preguntó Dre, dramáticamente abriendo su


broca en burlona sorpresa, y mi mente inmediatamente fue a algo más que ella
podría hacer con esos labios que podría hacerla jadear.

O atragantarse.

Me aclaré la garganta y desvié la mirada—. Sí, ahora ESO sería probablemente


como la tragedia más grande de mi infancia. Por mucho.

Dre rió y el sonido hizo algo que succionó la pesadez del aire como una
aspiradora.

Paré entre dos pinos y apagué el motor, dejando la radio encendida. Apagué mis
luces delanteras y las quietas aguas del Caloosahatchee parecieron extenderse en
frente de nosotros. A la derecha estaba la calzada, está alta de espaldas del agua
como el monstruo del Lago Ness haciendo estiramientos. La orilla, en el otro lado del
río, brillaba con luces de hoteles y condominios. Ocasionalmente, un set de luces
apareció al otro lado y viajó sobre la calzada como una estrella fugaz en cámara
lenta sobre las bestias.

—Es hermoso aquí —dijo Dre, inclinándose sobre el tablero y mirando hacia el
agua—. Olvidé cuánto me encanta estar aquí. Mis veranos aquí con Mirna eran lo
mejor de mi vida.

—Yo también —admití.

135
Ella suspiró y se sentó contra el asiento—. Entonces necesitas sacar a Max del
sistema. ¿Exactamente cómo puedo ayudar con eso?

Tomé un archivo de mi consola y lo puse en su regazo. Me incliné hacia ella con


mi barbilla descansando justo arriba de su hombro. Humedecí mi pulgar con mi
lengua cuando unas cuantas de las páginas querían ser unas pendejas y pegarse.
Cuando logré separarlas, tomé la hoja que necesitaba del archivo y la sostuve en
alto, sólo para encontrar a Dre mirando a mi boca cuando se la entregué—. ¿Qué?

Puso sus manos en el asiento y se movió como si no pudiera acomodarse—. Nada


—dijo, apuntando otra vez al archivo—. ¿Qué es todo esto?

—Voy a necesitar tus talentos si voy a hacer que algo de esto funcione.

—¿Talentos? —preguntó, luciendo confundida—. ¿Mirna te dijo que tenía algún


tipo de talento? Porque creo que pudiste haberla atrapado durante uno de sus malos
momentos. El único talento que tengo es sabotear mi propia vida —golpeó su dedo
índice unas cuantas veces contra la juntura de sus labios—. ¡Oh! —exclamó con un
tronido de sus dedos. Inclinándose cerca, puso una mano en el lado de sus labios
como si ella estuviera protegiéndose de los lectores de labios—. Cuando estaba en el
jardín de niños SIEMPRE coloreé dentro de las líneas. Aunque, me entristece decir
que nunca lo llevé a cabo profesionalmente —suspiró profundamente—. Uno de los
muchísimos arrepentimientos en mi vida.

Me encontré sonriéndole en respuesta a Dre y es seguro como la mierda de que


no era como un resultado de su chiste, porque no era ni de cerca gracioso como ella

136
parecía pensar que lo era. Pero si las sonrisas eran infecciosas, entonces Dre era una
plaga de sonrisas.

Extremadamente contagiosa.

—Escucha, Doc, no tengo duda de que eras una tenaz coloreadora en un tiempo.
Una Crayola erudita, si tú quieres. Desafortunadamente, esa habilidad realmente no
va a funcionar en esta particular situación —dije, asintiendo a los papeles en su
regazo—. Necesito crear un rastro de papeles, así luzco como un ciudadano
excepcional en cada forma —me recargué contra la puerta—. Como Martha
Stewart.

Dre levantó su cabeza y arrugó su nariz—. Martha Stewart hizo tiempo para
información privilegiada.

Me senté de nuevo—. Entonces John Stewart o Tony Stewart o cualquier Stewart


que luzca como alguien a quien el estado le querría dar un hijo. Joder, incluso
Kristen Stewart lo haría —dije—. Aunque, escuché que ahora es lesbiana, lo que es
genial por cierto, pero si ella viviera aquí ellos podrían no darle un niño porque es
Florida del sur y muy conservativa —dije, repitiendo las palabras de Grace.

—Bueno, estamos en Florida, no tiene mucho del sur que eso —dijo Dre.

—Sí —concordé—. Somos tan sureños que estamos abajo del cinturón de la
biblia. Somos como… la verga del sur —Dre rió.

—¿Sabías que el matrimonio gay todavía no es una cosa aquí? —pregunté.

137
—De hecho sí sé eso —dijo Dre, inclinando su cabeza de lado mientras revisaba
los papeles—. Bueno, sabía eso. No puedo decir exactamente que estoy al día con los
sucesos actuales aún.

Normalmente, cuando me iba por la tangente, especialmente con alguien quien


no me conocía realmente muy bien, a la mayoría de las personas les gustaba
llamarme la atención cuando he cambiado de rumbo y trataría de reiniciar otra vez.
Estaba comenzando a notar que Dre no hacía eso. De hecho, cada vez que mi cerebro
se salía del curso, ella me dejaría ir con ello hasta que yo encontrara el camino de
vuelta por mi cuenta.

Era… diferente.

—Larga historia corta es que necesito ser un ciudadano modelo y la lista en ese
archivo nos dice lo que vamos a necesitar hacer para que eso suceda. Ya que no
puedo exactamente probar un montón de esa mierda de manera legal. Necesito tus
habilidades para crearlas —salí del auto y ella me siguió, archivo en mano. Me
recargué contra el cofre y encendí un porro, inhalando el humo junto con el aire
salado. La cabeza de Dre todavía estaba en los papeles mientras yo continuaba, su
labio inferior entre sus dientes—. Al principio, antes de que Mirna me contara el
diabólico genio que eras con la falsificación, iba a conseguirte un trabajo en la
oficina del secretario y ver qué podías hacer para mover cosas. Ya sabes, correos,
archivos, firmas, estampas. Lo que fuera que pudiera ayudar —expliqué—. Pero
cuando ella me contó que creaste los mismos cheques, marcas de agua y todo…
supuse que podríamos usar ese talento para hacer una gran mella en esa lista mucho
más rápido.

138
Ella no contestó, en su lugar su rostro se torció como si ella tuviera dolor.
Moviéndose de lado y levantando una de sus rodillas e inconscientemente
exponiendo un trozo de bragas blancas entre sus piernas antes de arreglar de nuevo
su vestido. El recuerdo de su olor, su sabor en mi lengua, inundaron mis sentidos y
me tenían momentáneamente olvidando el por qué estaba yo ahí, porque el coño
maravilloso como el carajo de Dre había empujado de lado la cuerda de terciopelo
rojo y se había robado el primer lugar en la fila del club en el que yo
desesperadamente quería empujar mi verga dentro.

Si era hermoso cuando estaba estropeado, no podía imaginar cuan perfecto lucía
rosa, hinchado y húmedo con excitación.

—Bien, ¿pero cómo demonios se arregla esta mierda con Mirna? —preguntó. Le
ofrecí el porro y ella rodó sus ojos.

—Dime, Doc. ¿Cuáles son tus planes cuando el lugar de vida asistida tenga una
apertura y Mirna se mude a Sarasota? —pregunté, expulsando anillos de humo a la
noche.

Ella se encogió de hombros—. No había pensado mucho en ello. No puedo volver


con mi papá.

De hecho, podrías.

—Okay, déjame ser más directo. ¿Dónde planeas vivir? ¿En casa de Mirna?

—Tal vez. Si eso está bien con ella. Sin embargo, no haría ninguna suposición.
Tendría que preguntarle a ella.

139
—Ves, ahí es donde te equivocas. No te puedes quedar en casa de Mirna cuando
ella se mude.

Se bajó del cofre y se paró frente a mí. Algo más cerca y podría atraerla entre mis
piernas—. Creo que deberíamos dejarle eso a Mirna para que lo decida.

—Pero no depende de ella.

Lanzó sus manos en frustración—. ¿Entonces de quién depende?

Agarré el archivo y saqué la autorización escrita que Mirna me había dado


antes—. Al hijo de puta de gran pene, bien vestido que posee la casa, por supuesto.

DRE
—TIENES QUE ESTAR jodidamente bromeando —dije, sin creer lo que estaba
sosteniendo en mi mano.

—Doc, estoy dolido. Tú sabes cuan serio soy —dijo Preppy con sus manos en su
corazón.

140
—Entonces, estás diciendo que si hago esto, falsificar los documentos que
necesitas, entonces qué, ¿me dejarás quedarme ahí cuando Mirna vaya a Sarasota?
Eso es chantaje.

—Sé que estás molesta, pero no hay necesidad de ser racista.

—¡En serio! —dije—. Qué, ¿quieres que rente en frente de ti? —pregunté,
impactada por lo que estaba sosteniendo. Me importa un bledo las posesiones de
Mirna o la casa y podría entender por qué yo no sería la mejor opción para manejar
sus asuntos, pero eso no quería decir que no doliera.

—No, no como rentar frente a mí —Preppy sacudió su cabeza—. Si esto funciona


y recuperamos a Max, entonces la casa es tuya, libre y claro. Te lo firmaré y tú nunca
tendrás que preocuparte sobre no tener ningún lugar donde quedarte nunca más. Y
antes de brinques a cualquier conclusión, no conseguí la casa de Mirna en alguna
estafa donde la forcé a casarse conmigo ni nada. Ni siquiera sabía que ella estaba
transfiriéndome el título. Ella simplemente me lanzó esto hoy.

Estuve callada por un momento. Mirando el papel, luego al agua otra vez y otra
vez, sin un claro pensamiento registrando lo que había acabado de pasar.

—Si te sirve de ayuda, tus habilidades de falsificación son de primera categoría.


¿Dónde aprendiste todo esa mierda?

—¿Impresionado? —pregunté ante su extraño cumplido.

—Sí y nunca he realmente estado IMPRESIONADO antes. Bueno, tal vez una vez,
pero fue durante American Ninja Warrior, y ese chico que ganó era un amputado y

141
un maldito héroe de guerra. Tendrías que estar hecho de puta piedra para hablar
durante el conmovedor tributo de comentaristas mientras la cámara hace zoom en
la prótesis de su pierna y la bandera de estrellas y rayas ondeando en el fondo.

Su rostro se contrajo como si ella estuviera a punto de enfermarse—. No es


impresionante en absoluto. No es algo de lo que esté orgullosa, de las muchas cosas.

Me burlé—. Todos hemos hecho mierda de la que no estamos orgullosos, pero


para la mayoría de personas implica emborracharse y hacer algo divertido que
alguien más desaprueba. Sin embargo, la mierda de la mayoría de las personas de la
cual no están orgullosos no implica falsificar documentos complicados. Quiero
decir, ¿falsificar es la nueva mierda que todos los chicos estás haciendo? Quizás no,
porque si fuera una nueva cosa, entonces ya habría seguramente una parodia porno
de ello y ya que no me he venido a través de nada titulado Falsificadora Adolescente
Asiática lo Toma Realmente Profundo, no creo que la tendencia de la falsificación
vaya a ser de máxima importancia en ningún tiempo cercano.

—En su mayor parte fue Conner. Él siempre estaba tratando literalmente de


imprimir dinero. Sólo adquirí unas cuantas cosas a lo largo del camino —admití—.
Voy a pagarle cada centavo, más intereses, ya sabes —dije—. Sé que esa es LA
mentira que mucho de los aprovechadores se dicen a sí mismos y a otros con el fin
de seguir a través de cualquier mala idea que ellos tuvieran en mente, pero
realmente voy a pagarle.

142
Preppy se quitó del cofre del coche—. Te creo —dijo, con verdadera sinceridad
en su voz—. Piensa en cuán más rápido serás capaz de hacer eso cuando no tengas
que preocuparte sobre un techo sobre tu cabeza —extendió su mano—. ¿Trato?

Preppy tenía razón, tanto yo como odiara admitirlo. Tomé su mano—. Trato —
cuando traté de soltar, él me jaló entre sus piernas y envolvió sus manos en mi
cintura—. Un apretón de manos es tan informal. Deberíamos sellar este trato
follando. Eso suena mucho más oficial, ¿no estás de acuerdo?

Sacudí mi cabeza.

Empujé sus hombros—. Sabes, algunas veces no sé cuando estás siendo serio.

—Oh, bueno, eso es sencillo de resolver. Estoy siempre algunas veces bromeando
en una forma que es honesta.

—Totalmente lo aclaró.

—Me alegra poder ayudar —dijo Preppy mientras los dos regresábamos al coche.
Encendió el motor.

—Podría ir a prisión por esto lo sabes —declaré y aunque intenté que fuera un
argumento, me encontré a mí misma sonriendo.

Preppy dejó salir una respiración—. La seguridad mínima ni siquiera cuenta.

—No puedo creer que acabo de aceptar falsificar documentos cuando me dije a
mí misma que nunca lo volvería a hacer —lamenté.

143
Preppy puso el coche en reversa—. No lo pienses de esa forma entonces.

—¿Cómo me tendrías pensando en ello entonces?

Meneó sus cejas—. Piensa que es colorear fuera de las líneas.

144
CAPITULO 15

DRE
¿ Dónde están los zapatos? Pensé que habíamos acordado que usarías los
tacones “FÓLLAME” —preguntó, cuando me vio sentándome en la mecedora
del porche en un short de mezclilla de tiro alto con botones al frente estilo 50’s y
una camiseta blanca estilo resaque que mostraba un poco de piel en mi sección
media. Había optado por un par de Keds6 blancos en lugar de mis preciosos tacones,
los cuales yo seriamente los consideraba envoltura de burbujas de seguridad.

—Nunca acordamos nada por el estilo —me puse de pie y los ojos de Preppy
cayeron en donde mi short quedaba en mi muslo y al instante, me arrepentí de
usarlos—. Además, realmente no quedan con el atuendo.

—En mi cabeza aceptaste a usarlos. De hecho, aceptaste a un montón de cosas


en mi cabeza. ¿Quieres que te cuente sobre ello?

—Nop.

6 Tenis parecidos al estilo de los tenis Vans con agujetas.

145
—Tú realmente eres una aguafiestas, Doc.

Diez minutos después, él estaba arrastrándome a través del bosque atrás de la


casa de Mirna. El mismo bosque por el que había corrido cuando huía de él hace
unas semanas—. ¿Y tú querías que usara tacones? —pregunté, parándome sobre
una rama caída—. De todos modos, ¿a dónde me estás llevando?

—¿AHORA preguntas? —preguntó Preppy, girándose con una mirada de


sorpresa en su cara—. Hay un hombre llevándote a través del bosque, con sabe dios
qué cosas en su mente retorcida, ¿y tú ahora piensas en preguntar a dónde vamos?
Odio decirlo otra vez, Doc, pero eres una mierda en esta cosa de la vida.

—Trabajando en ello —murmuré.

—Yo te ayudaré —dijo, agachándose bajo un sobre-crecido arbusto bajo—.


Primera lección, no vayas al bosque con hombres que no conoces porque más que
probable ellos tienen planes que terminan con tus partes siendo dispersadas por
varios condados.

—No seguir a extraños al bosque —dije, resumiendo su primera lección—.


Anotado.

—Número dos, no aceptar dulces de extraños.

—¿Qué si están en una muy genial van estacionada por mi zona de juegos?

—Bueno, entonces depende.

146
—¿Depende de qué? —pregunté, mientras finalmente encontrábamos nuestro
camino libre de selva y follaje.

Preppy se paró en el campo, volteando su rostro al sol—. Si el tipo espeluznante


soy yo o no.

Donde la mayoría de Logan’s Beach es plano, el campo era rocoso en todos los
costados con un largo estanque en medio. Dentadas rocas y pilas de duras conchas
creaban una pendiente a una percha rocosa a tres metros o algo por encima de mi
cabeza y seis metros arriba del agua.

Preppy salió corriendo hacia la pendiente, pero yo me quede quieta,


preguntándome lo que él estaba tramando.

Pensé en que nuestra graciosa guasa sobre lecciones de vida era un buen paso
hacia pasarla bien. Yo estaba CASI mirando hacia el resto del día, pero al segundo
que Preppy se quitó su camisa, supe que todo fue un gran error. Incluso sólo con su
espalda desnuda a la vista mientras él ponía su camisa doblada en una roca cercana,
supe que estaba jodida. Pero cuando él se giró y fui obsequiada con una vista
completa de la parte superior de su cuerpo, consideré dirigirme de vuelta a la torre
por otra dosis de revisión de vida real.

Porque él NO PODÍA ser real.

Él era completa y absolutamente… perfección.

DOLOROSAMENTE.

147
Coloridos tatuajes estaban tintados sobre la mayoría de su piel. Sus definidos
abdominales flexionados cuando estiró sus manos sobre su cabeza. Sus bíceps y
antebrazos estaban alineados con venas. Él incluso tenía una de esas cosas V que
corría hacia sus pantalones y me tenía lamiéndome los labios como si él fuera un
bistec y yo un hambriento león.

Lo cual yo no era. Yo era el débil cordero herido, ¿no? ¿Cómo carajos iba esa
película?

Tienes que estar jodidamente bromeando, pensé, incapaz de quitar mis ojos del
hombre, quien con el desprendimiento de una sola prenda de ropa, se había vuelto
de un tipo profesor hipster… a sexo andante.

—¿Por qué estoy bromeando? —preguntó. Ahí es cuando me di cuenta que no


exactamente mantuve ese pensamiento para mí misma.

Era imposible ocultar mi mirada y ya que no podía arrancar mis ojos de su cuerpo
decidí ir con la verdad, sin importar cuan dolorosa fuese—. ¿De verdad, ESO ES lo
que has estado ocultando bajo tu ropa LEAVE IT TO BEAVER7? —pregunté, mientras
él se paraba en el borde de la pendiente donde la luz del sol iluminaba cada trozo
de su perfección. Él lucía a uno de esos modelos tatuados en la revista INKED. ¿Era
mucho pedir que él tuviera pezones disparejos o una panza cervecera?

—¿Te gusta lo que ves, Doc? —preguntó Preppy, frotando se pecho lentamente,
deslizando sus manos por sus abdominales, girando sus caderas como un tipo de

7 Programa de televisión de una familia modelo de los años 50.

148
bailarín erótico. Un movimiento que nunca había encontrado atractivo… hasta justo
entonces. Mierda, no había mucho que yo hubiera encontrado atractivo antes de
que Conner y yo comenzáramos nuestro viaje al infierno, y la primera agitación de
algún tipo de deseo en cerca de un año llega a cortesía de la maldad en una corbata
de moño.

Hombre, yo realmente estaba jodida.

—Dios, no —dije, encontrando mi voz—. Quiero decir, ¿qué clase de persona


haría eso? —pregunté, torciendo mi cara en disgusto—. Lo que realmente quise
decir es que verdaderamente eres asqueroso. Deberías cubrirte —hice señas a su
pecho desnudo—, todo eso —dije sarcásticamente, rodando mis ojos—. Si
estuviéramos en público, habría personas vomitando por todas partes ante un
vistazo tuyo. Muy asqueroso —para el momento que había terminado con mi
despotricado, la sonrisa de Preppy se había hecho muy grande que era
deslumbrante.

Sin advertencia, bajó la pretina de su pantalón. Me di la vuelta, así él no vería la


rojez subiendo desde mi cuello ante el pensamiento de él sin sus pantalones puestos,
y continué despotricando—. Haz abdominales8 por al amor de dios, antes de que
vayas escurriendo tus lonjas por todo el lugar.

La risa de Preppy hizo eco sobre el agua—. ¿Qué fue eso, Doc? —llamó—.
¿Quieres sentarte en mi cara?

8 Abdominales en inglés es: Sit up, por eso lo de sentarse en su cara porque sit es sentarse.

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—Estoy jodidamente jodida —murmuré, manteniendo mi voz baja.

—No todavía —dijo.

—¿Qué carajos? —pregunté, dándome la vuelta—. ¿Tienes puta audición


sónica? O tal vez sonar, ¿cómo un delfín? —Preppy estaba encaramado, vestido con
solo un bóxer negro.

Con un último meneo de cejas en mi dirección, se agarró su nariz y saltó de la


roca, abrazando sus piernas apretadamente a su pecho—. ¡Boooolaaaaa deee
caaaaññóóóóónn! —gritó, hasta que conectó con el agua, mandando una enorme
lluvia salpicada sobre mí. Supongo que no iba a quedarme seca después de todo.

Estaba limpiando el agua de mis ojos y me di cuenta de que fue un error enorme
cuando mis ojos comenzaron a picar—. ¡Mierda! —dije, tropezando alrededor
ciegamente.

Escuché el agua gotear sobre las rocas y los pies de Preppy mientras palmeaba
sobre mí—. Ven, detente —dijo él, tomando mi cara en sus manos y alzando mi
barbilla para que pudiera inspeccionar mis ojos—. El estanque es de agua salada,
conecta subterráneamente con algunos de los canales alrededor de aquí y el agua
salada es una perra en los ojos. Abre tus ojos y parpadea tanto como puedas y tan
rápido como puedas —ordenó y escuché. Picó al principio, pero después de un
minuto la sensación de ardor se calmó mientras una mezcla de agua salada y
lágrimas caía de mis ojos.

150
—Gracias —dije, enfocándome en el hombre arriba de mí, su cabello y barba
goteando agua, gotas rodando por su pecho.

Él mantuvo sus manos en mi cara—. Tú sigues, Doc —dijo, en una baja y


sugestiva voz—. Quiero que te pongas linda y mojada.

—¿Alguna vez dices algo que NO tenga doble sentido? —pregunté, alejándome
de él y dándome la vuelta para jalar mi ahora húmedo cabello en una cola de caballo.
Oí el caminar de Preppy de vuelta donde había colgado sus pantalones y entonces el
sonido de su hebilla mientras se vestía.

Cometí el gran error de darme la vuelta muy rápido, sin darme cuenta que
Preppy estaba parado justo detrás de mí, y otra vez me estampé justo con su duro y
húmedo pecho. Incluso peor, cuando saqué mis manos para amortiguar el impacto,
aterrizaron MUY ABAJO. Y justo en algo muy largo y MUY duro en frente de sus
pantalones.

Él se encogió de hombros—. Probablemente no, pero no puedo decir con certeza,


realmente no le doy seguimiento a ese tipo de mierda —él contestó, siguiendo mi
mirada la cual todavía estaba en la entrepierna de sus pantalones y el enorme bulto
presionando la tela.

—Ummm… —dije, desviando mis ojos.

Preppy rió y alcanzó su pretina. Justo cuando estaba a punto de girarme,


pensando que estaba a punto de ponerme cara a cara con el pequeño Preppy en toda
su gloria, él sacó una pistola—. Es sólo mi pistola —dijo, metiéndola de vuelta y

151
después exprimiendo el agua de su cabello—. Aunque, la otra arma que estoy
cargando ahí abajo es así de impresionante.

—¿Por qué tienes una pistola? —pregunté, sin pensar en cuan estúpida
realmente era mi pregunta. Quizás, si él alguna vez se pusiera su maldita camisa de
vuelta mi caso de estupidez se apagaría.

—¿Por qué tengo una pistola? —repitió, como si fuera la pregunta ridícula que
era—. Porque lanzar balas con la mano no es exactamente efectiva.

—¿La llevas todo el tiempo? —pregunté, curiosa.

—Cada día de la semana.

—¿Por qué? ¿Porque eres un criminal?

—¿De verdad? ¿Iremos ahí, Doc? Porque la última vez que revisé, la heroína no
era exactamente legal —se inclinó cerca como si él estuviera compartiendo un
secreto, susurrando—. Tampoco robarle a tu abuela.

—Jódete —espeté, la ligereza entre nosotros poniéndose pesada en el lapso de


unas cuantas palabras, como si un yunque hubiera sido lanzado sobre nosotros.

—Felizmente —respondió—. Pero tú eres justo tan criminal como lo soy yo.

—No. Yo no hago las cosas que tú haces —alegué.

—No, pero sabes la mierda que hago. Eso te hace cómplice. Continúa. Esto es
divertido.

152
Gruñí, poniéndome frustrada con la compañía y con el hecho de que no podía
encontrar el freno al choque a donde entraríamos. Puse mi vista en las rocas
sobresalientes de la percha donde Preppy había acabado de saltar al agua y comencé
a subirlas. No sabía a donde conducían, pero cualquier lugar más era el único lugar
a donde necesitaba ir—. Sabía que toda esta cosa sería un error.

—No puedes ir a ninguna parte, Doc —dijo Preppy, sonando aburrido.

—¿Ah, sí? ¿Y por qué carajos no? —pregunté, encontrando mi paso y


avanzando. Un paso menos. Levanté la vista. Cerca de setenta para llegar.

—No puedes ir a ninguna parte porque no tienes a donde ir —contestó. Aunque,


sabía lo que él realmente estaba diciendo, eso sin mantener mi secreto de Mirna, no
podía quedarme ahí—. La verdad duele, ¿no?

—¿La verdad? —pregunté, poniéndome más irritada al segundo. Gruñí cuando


mi pie se resbaló de la roca. Sosteniéndome más fuerte intenté de nuevo, esta vez
poniendo mi pie en una roca plana que se sintió como si fuera aguantar—. ¿Qué
sabrías tú de verdad? ¿De honestidad? —pregunté, mirando por encima de mi
hombro a donde, desafortunadamente, él todavía estaba sin camisa, sus pulgares
metidos en sus bolsillos mientras él me observaba escalar. Incluso aunque estábamos
discutiendo, su mirada estaba fijada en mi culo hasta que él finalmente decidió que
mi rostro también era valioso de su atención—. Todo lo que has estado haciendo es
jugar juegos y conmigo. Primero, actúas como si quisieras matarme y luego actúas
como si estuvieras salvándome, entonces estás ignorándome completamente y ahora
quieres que salgamos, ¡y fingir que no has estado jugando una especie de juego

153
conmigo que nunca acepté jugar! —grité, justo mientras la roca que yo pensaba que
aguantaría se rindió y resbalé el paso y medio que había escalado de regreso al suelo.
Golpeé la roca con mi puño y sorprendida conmigo misma cuando hice una
abolladura.

—Primero, dije que no podías ir a ningún lado no porque estuviera siendo un


imbécil, sino porque ese tipo de piedra que estás tratando de escalar se desmorona
como tiza y no aguanta mucho peso —dejé mi frente caer contra mi roca enemiga.

—SEGUNDO, pienso que me agradabas mejor cuando eras todo llanto sobre tu
vida de mierda porque esta cosa de la chica obstinada está comenzando a ser un
verdadero dolor en mi pene —dijo Preppy—. Y por último, pero no jodidamente
menos importante, puedo ser un montón de cosas, Doc. Un criminal. Seguro. Que
soy muy bueno vistiéndome. Absolutamente. Un hombre con una enorme verga.
Joder, sí —su rostro se puso serio—. Pero no soy un puto mentiroso —por primera
vez, no había guasa en sus palabras. Sin sonrisa arrogante ni frase clave para seguir.

—¿Sí? —pregunté, justo cuando una idea me golpeó. Él me había puesto en mi


lugar al lanzarme la H de regreso en mi cara, y quizás era tiempo de ponerlo a él en
el suyo—. Averigüémoslo —dije casualmente. Salté de las rocas y marché justo de
vuelta a Preppy, quien lucía divertido como el infierno mientras yo cruzaba mis
brazos sobre mi pecho y tapeé mi pie en el suelo.

—¿Oh, sí? ¿Cómo piensas que vas a probar eso? —no podía esperar a quitarle
esa sonrisa de su rostro—. MUESTRAME —demandé, apuntando a su entrepierna.

154
—Ahora estamos llegando a una parte —dijo Preppy, mordiendo su labio
inferior.

Sacudí mi cabeza—. No quiero follarte. Quiero verlo. TODO. AHORA. Ya que


dices que no eres un mentiroso y he estado oyendo sobre esta verga monstruosa, este
grueso pene, como carajos sea que quieras llamar a este tercer hombre viviendo en
tus pantalones, se me ocurrió que tú probablemente sólo estás hablando tanto de
ello porque tienes algún tipo de complejo. Como la forma en que los hombres bajos
son agresivos o la manera en que los hombres mayores compran coches deportivos
—en mi cabeza, yo ya había ganado este reto e iba bien en mi regreso a casa de
Mirna donde podíamos fingir que este día nunca sucedió—. De la forma que lo veo,
esta soy yo —di un paso hacia él, empujando mi dedo índice en su pecho—,
llamándote fanfarrón —lo bajé y apunté de vuelta a sus pantalones—. Ahora
muéstrame.

Preppy dio un paso atrás y, por un segundo, pensé que iba a decirme que me
fuera al carajo. Ya estaba planeando levantar mi dedo medio en victoria cuando él
lentamente alzó su barbilla hacia mí, aceptando mi reto. Él otra vez removió su
pistola y la puso en una roca.

—¿Qué obtengo si estás equivocada? —preguntó, enganchando sus dedos en su


pantalón y en su bóxer, como si él estuviera a punto de bajarlos. Sí, definitivamente
un movimiento de alguien que está fanfarroneando. Yo estaba retándolo a él y ahora
él estaba retándome.

—¿Qué quieres? —pregunté, curiosa por lo que él querría.

155
—Tres minutos —dijo, sin un segundo de vacilación.

—¿Perdón?

—No para follarte —dijo y dejé salir una respiración que estaba conteniendo—.
Eso al menos toma cuatro —se burló de mí más al bajarse sus pantalones,
deteniéndose justo arriba sobre de lo cual era todo el lío—. Tres minutos y puedo
hacer lo que sea que quiera hacerte.

—¿Qué es lo que quieres hacer? —pregunté.

—Lo que sea que quiera.

Tragué fuerte. Oh, él era bueno. Realmente era bueno.

No me lo estaba creyendo.

—Hecho —dije, dando un paso atrás y haciéndole señas para que él


continuara—. Pero cuando dices GRANDE, me refiero a más vale que sea GRANDE
—dije, aunque exactamente no sabía cuán grande era grande—. ¿Deberíamos
conseguir una regla? ¿O tal vez llamar por una segunda opinión? —pregunté,
encontrando fácil de provocar al hombre que había estado burlándose de mí por dos
semanas—. ¿O tal vez algunas pinzas?

En cualquier segundo estaba segura de que él iba a doblarse. Podía sentirlo. Yo


simplemente sabía que tenía razón y que él…

156
—Oh, Doc —dijo, lentamente sacudiendo su cabeza de lado a lado y haciendo el
sonido de un chasquido—. Acabas de cometer el mejor error de tu vida —sin otra
palabra más él bajó su pantalón y bóxer, dejándolos caer hasta sus tobillos.

SANTA. PUTA. MIERDA.

—¿Terminamos aquí, Doc? —y aunque era él quien estaba desnudo y expuesto,


era también su voz la que estaba pesada y envuelta en deseo—. ¿Estamos bien?

Yo sólo. Quiero decir—. Sí, sí… hemos terminado aquí —dije, girando mi cabeza
de lado a lado para evitar mirar, pero era… guao. Ni siquiera necesitaba un punto
de referencia para saber que su paquete era monstruoso.

Y duro.

Preppy se aclaró su garganta y yo estaba mortificada de que hubiera sido


atrapada con la boca abierta jadeando ante su pene. Así que hice lo que cualquier
drogadicta respetable haría. Me giré y me retiré.

—Oh, no —dijo Preppy, atrapándome en unas cortas zancadas antes de que


siquiera hubiera alcanzado el primer peñasco.

Malditas sean estas piernas cortas.

—Déjame aclarar —dijo, atrayéndome de regreso su pecho desnudo—. TÚ


terminaste aquí porque perdiste —me dio la vuelta en sus brazos y me empujó de
nuevo contra las rocas. Su nariz casi tocando la mía cuando se inclinó y dijo algo
que sonó extrañamente como a una advertencia. Mi cuerpo entero se puso en

157
alerta—. Pero NOSOTROS más que definitivamente no terminamos aquí porque YO
GANÉ.

—Joder —murmuré.

—No, Doc. No con sólo tres minutos —bajó sus labios a mi oído mientras
agregaba—, pero más vale que jodidamente creas que voy a aprovechar cada
segundo que tengo.

Él empujó sus desnudas caderas contra mi costado bajo y jadeé. En este punto,
supe con certeza que la dura pulsación contra mi parte baja no tenía nada que ver
con su pistola.

No.

Era mucho, MUCHO más grande que eso.

Él movió su mano, así que estaba en lo plano de mi estómago. Hundió la punta


de sus dedos dentro de mi short.

—El tiempo comienza ahora.

158
PREPPY

TRES MINUTOS.

Escogí ese número por dos razones. Uno, porque follar con Dre era todo lo que
había soñado que sería y más. Dos, porque las otras posibilidades que pensé a tirar
todas terminaban con estar hasta las bolas dentro de ella, y ya que estaba bastante
seguro que ella no aceptaría eso, lo jugué seguro.

O, eso pensé.

Después de que Mirna le hubiera dado un pequeño cambio de imagen, me


encontré a mí mismo jadeando detrás de ella como un perro dejado en el porche a
mitad del día. Entonces, había aparecido para recogerla y ella estaba usando shorts
tan cortos que sus lagos muslos estaban en pantalla completa y sus nalgas estaban
provocándome, jugando un juego de peek-a-boo9, cada vez que ella balanceaba sus
caderas o daba un paso. Su cabello y maquillaje no eran tan estilizados como el día
anterior y sus labios eran un rosa más suave en lugar del rojo brillante, y pensé justo
entonces, por primera vez en mi vida, que una chica era hermosa. Había pensado

9Juego donde por lo regular, un padre finge esconderse, ya sea tapándose la cara con las manos,
de su hijo(a) para después descubrirse.

159
en ardiente. O follable, pero hermosa era un pensamiento tan nuevo para mí como
la contención.

No confundirse con las restricciones.

Con esas estaba familiarizado.

En la torre de agua, cuando ella estaba al borde de terminar con su vida, fue su
fragilidad la que picó mi interés. Cuando traje su cuerpo inconsciente a la casa de
Mirna, fue su debilidad lo que me tenía robando una probada de su coño. Y cuando
ella se había volteado hacia mí y cruzó sus brazos sobre su pecho, empujando hacia
arriba sus tetas, desafiándome a enseñarle mi pene así ella podría verificar la talla,
pensé que estaba a punto de venirme en mis pantalones, justo ahí y entonces.

Si había pensado que su debilidad era una masiva excitación, era absolutamente
mierda comparada a la oleada de puro deseo de su muestra de fuerza, disparándose
a través de mi espina a mi ridícula verga dura.

Dre no era una chica al azar en una fiesta quien sabía cuál era el precio por todo-
el-buffet-que-puedes-esnifar que yo generosamente proveía. Ella tampoco era una
BBB de Bear quienes sabían en lo que se estaban metiendo cuando se trataba de los
motociclistas y sus familiares.

Con todas las bromas y la heroína de lado, Doc era sólo una chica ordinaria.

Sólo que, no lo era.

160
Tanto como yo quisiera dejarla en paz y fingir que nunca nos habíamos conocido,
era imposible. Últimamente, no podía siquiera masturbarme sin imaginarla.

Toda la cosa de contenerse era nueva, pero todavía recordaba la forma en que
ella sabía y yo quería saber cuán apretada ella estaba. Cuán cálida.

Dre siempre estaba sonrojada por una razón o por otra. Ira, tristeza, confusión,
frustración. Quería ver cómo lucía cuando ella se venía. La había imaginado. Me
masturbé con ello.

La mantuve pegada contra la plana roca con mis caderas. Esto no era acerca de
mí, pero no había manera de que fuera a ponerme otra vez los pantalones ni de
desperdiciar otro puto segundo antes de poner mis manos en ella. Rodeé su cintura
con mi otro brazo y empujé mis dedos en su short. Escuché su rápida inhalación y
mi verga respondió endureciéndose incluso más. Había algo acerca de su reacción,
independientemente si era buena o mala, que me tenía en un nivel de excitación que
sobrepasaba mi descubrimiento de U-porn10.

—¿Qué quieres de mí? —dijo, y aunque yo sabía que ella estaba buscando por
algo más profundo que la respuesta que le di. No pude evitarlo.

—Tus tetas. Tu culo. Tu coño —contesté honestamente, metiendo mi mano por


el frente de su short con tal fuerza que los botones saltaron abiertos, permitiéndome
más acceso.

10 Página porno.

161
—Eso no es lo que quise decir —dijo, tratando y fallando al girarse en mis brazos.
Mis dedos bajaron más hasta que llegué en contacto con su clítoris y los dejé sin
movimiento hasta que la sentí retorcerse por más contacto—. Quiero decir, ¿por
qué quieres hacer eso? ¿Por qué siquiera quieres tocarme?

Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas—. No tengo ni puta idea,
pero sólo tengo tres minutos para hacer lo que quiera, así que cierra la puta boca y
deja de intentar detenerme —dije, deslizando sobre su clítoris y más allá dentro de
sus bragas las cuales, tanto para mi deleite, estaban mojadas—. ¿Qué te tiene toda
mojada y excitada, Doc? ¿Te gustó lo que viste? —arrastré las palabras. Cuando
abrió su boca para contestar, la callé de nuevo al mecerme contra su espalda baja,
la única cosa que salió de su boca fue un gemido ronco. Froté mi eje de arriba abajo
contra la raja de su culo cubierto de mezclilla y decidí que odiaba ese pequeño short
después de todo.

Saqué mi mano y di un pequeño paso hacia atrás, pero sólo para darme espacio
suficiente para arrancarle el short y sus blancas bragas de algodón en un solo
movimiento. La desnuda carne de su culo estaba expuesta para mí y mi boca salivó
con la urgencia de morderla, pero el tiempo estaba corriendo así que opté por darle
una nalgada.

—¿Qué carajos? —gritó, saltando ante la sensación, pero acomodándose contra


las rocas cuando sobé con mis dedos la carne roja en forma de mi mano.

Estando detrás de ella, completamente desnudo, con su culo enfrente de mí y su


coño asomándose de entre sus piernas con Dre doblada me tenía cuestionando esta

162
nueva contención, pero, recordando mi tarea, deslicé mis manos entre sus piernas y
acaricié la entrada de su coño unas cuantas veces, antes de encontrar su pequeño
clítoris endurecido y frotándolo con mi pulgar, como si estuviera jodidamente
enojado con él.

Sentí su cuerpo entero apretarse bajo mi agarre. Gemí cuando se empujó hacia
mí en busca de su liberación, pero yo tenía algo mejor en mente. Al menos, algo
mejor para mí—. Sólo tenemos treinta segundos —dije, continuando el empuje de
mi verga entre sus nalgas mientras sus movimientos se hacían osados por más,
empujando hacia atrás contra mí más y más fuerte, mientras todo dentro de su
cuerpo parecía tensarse. Ella estaba jodidamente cerca. Mientras una mano
continuaba acariciando su clítoris, usé la otra para reunir su humedad goteando por
sus piernas en mis dedos, barriendo sólo brevemente sobre su coño y reuní lo que
necesitaba para hacer esta apuesta lo más interesante. No había nada que pudiera
distraerme de la tarea en mano.

Ni siquiera los oscuros impulsos de las profundidades de mi mente tratando de


trepar su camino hacia la superficie.

163
CAPITULO 16

DRE
T ODO DENTRO DE MÍ estaba caliente y apretado, y sentí como si estuviera a
punto de explotar. Cuando la mano de Preppy pasó por encima de mi entrada,
supe que estaba a sólo segundos de algo que me excitaba y asustaba como la mierda.

—Maldita sea, Doc. Puedo sentir cuan cerca estás. Este coño tuyo quiere venirse
sobre mis dedos.

—El tiempo casi termina —logré gemir, incluso en mi estado de éxtasis


necesitaba ponerlo en su lugar.

—Al carajo el tiempo —gruñó, empujando un largo dedo dentro de mí.

—Aaaaahhhhhh —grité, recargándome contra la roca por soporte.

Él ahora estaba moliendo contra mí, deslizando su verga a través de la raja de mi


culo una y otra vez mientras bombeaba su dedo dentro de mí, inclinándolo, así
estaba empujando contra mi pared delantera con la punta de su dedo cuando él
salía.

164
Perdí mi actitud engreída de pronto, cuando él bajó su verga y deslizó el eje entre
mis piernas, a través de la humedad goteando por mis muslos. Un destello de Conner
sosteniéndome de mi cabeza mientras Eric me violaba desde atrás, flotó en mi mente.
Estaba ahí otra vez. En esa sucia habitación de motel. Podía oler su hedor y reviví el
miedo mientras se reían de mis gritos de ayuda—. Para, para, para, ¡noooooo! —
grité, ya no estaba Preppy detrás de mí, sino Eric. No había más placer. Sólo dolor.

Con toda la fuerza que tenía, le di un codazo a mi atacante. Preppy tropezó con
un gruñido, agarrándose las costillas con una mano, su gruesa verga morada con su
excitación balanceándose de arriba abajo mientras él se doblaba de dolor.

Sentí un abrumador tirón de culpa cuando me di cuenta de lo que había hecho y


que no era Eric, sino a Preppy a quien se lo había hecho.

Culpa que rápido se convirtió en miedo.

Preppy se desdobló, enderezando su espina y sus ojos oscurecidos. Bajó la vista a


donde él estaba cubriendo su torso y quitó su mano, revelando el punto rojo donde
mi codo había conectado con sus costillas. Él RIÓ y en mi cabeza sonó justo como a
la risa de Conner, mandando hilo de miedo bajando por mi espina—. Oh, Doc. Lo
hiciste ahora —y entonces ahí estaba, por segunda vez, lo vi. El brillo de maldad
viviendo detrás de esa atrevida sonrisa.

El miedo se estrelló en mí y la necesidad de escapar era abrumadora.

Traté de correr, pero olvidé en donde estaba y justo cuando estaba a punto de
girarme, mi espalda conecto con la roca. Estaba atrapada. Él estuvo encima de mí en

165
un segundo, imponente sobre mí, su rostro en mi rostro, su mejilla contra la mía. Su
verga todavía dura y caliente entre nosotros, sobresaliendo sobre mi vientre. Metió
su mano bajo mi camiseta y agarró mi pezón, pellizcándolo fuerte. Un rayo de placer
se disparó directo a mi centro.

No me gustó.

No lo deseaba, pero aun así lo deseaba. Me sentí excitada y nerviosa, fuerte y


débil, y quería rendirme, pero no tanto como quería escapar.

Mi cabeza era una nube de confusión, una mezcla de miedo y deseo, cortesía
entregada por el hombre mirándome como si estuviera a punto de comerme viva.

No había duda en mi mente de que él no lo haría.

—¡Para! ¡Para! ¡No! —lloré. Preppy observaba mientras una lágrima caía por mi
mejilla, siguiéndola mientras rodaba por mi cara y caía de mi barbilla a su pecho.
Ahí es cuando me di cuenta que, en una forma extraña, él me recordaba a Mirna,
excepto que en lugar de estar desenfocada, era como si él estuviera casi sobre
enfocado. Estiró su mano entre mis piernas y las empujó juntas, tratando de
mantenerse fuera. Tratando de detenerlo todo. Era demasiado. Él era demasiado.
Estaba asustada. Más asustada de lo que alguna vez había estado, pero no había nada
que pudiera hacer para detenerlo cuando él empujó su rodilla entre mis piernas,
separándolas—. ¡No! ¡Noooooo! —lo abofeteé en la cara tan fuerte como pude, pero
a donde sea que él se había ido, fue como si no hubiera retorno. Ni siquiera se
inmutó.

166
Empujé contra él tan fuerte como pude. Golpeándolo en el pecho con mis puños,
pateándolo con mis piernas—. ¡Entonces eres justo igual que ellos! —grité—. ¡Eres
justo igual que ellos! —dije, lamentándome contra su pecho.

Él se inmovilizó.

Lentamente, Preppy levantó su cabeza y cuando sus ojos encontraron los míos,
fue como si el hechizo bajo el que él estaba se hubiera roto.

—Yo no haría… —dijo, y luego deteniéndose como si hubiera más que decir,
pero él no sabía cómo decirlo.

De pronto, él retrocedió, estampando su puño en la roca por encima de mi cabeza


con un rugido desgarrando de su garganta. La floja roca se desmoronó en pedazos,
cayendo sobre nosotros en una nube de polvo y escombros. Él me soltó y caí al piso,
jalando mis rodillas a mi pecho y sollozando mi alivio.

Preppy se movió hacia atrás titubeantemente, un lento paso a la vez. Me observó


llorar con confusión escrita en sobre todo su rostro. Para alguien que estaba tan
agresivo sólo segundos antes, él ahora lucía derrotado. Vulnerable. Agarró su
pantalón y rápidamente se lo puso.

—No soy igual que ellos —dijo, su mandíbula apretada. Sus puños apretándose
una y otra vez—. Porque ellos no se detuvieron, ¿lo hicieron?

Sacudí mi cabeza.

167
Preppy corrió su mano a través de su cabello y golpeó la roca por segunda vez.
Grité. Sus músculos a lo largo de su mejilla y cuello tensados. Él estaba respirando
erráticamente. Su mirada perforaba de mí hacia la roca—. Lo mataría otra vez si
pudiera —agarró su camisa y se dirigió a la apertura que no fui capaz de encontrar,
su locación ahora ridículamente obvia.

Tenía sentido que su cuerpo fuera construido para el pecado, porque el agarre
que Samuel Clearwater tenía sobre mí era algo directo de las profundidades del
infierno.

168
CAPITULO 17

PREppy
PRESENTe

E STABA COMENZANDO A pensar que nunca volvería a ver la luz del día otra
vez.

O la luz en absoluto.

Realmente ni siquiera sabía a lo que me estaba sosteniendo. Todo lo que sabía con
certeza era que las paredes y el piso estaban hechos de suciedad y estaban fríos y
húmedos al tocarlos en algunos días y sucios y polvorientos en otros. El techo se
sentía bajo aunque no podía verlo.

Mi voz hacía eco alrededor de mí cuando hablaba conmigo mismo—. No hay


una maldita cosa que una chica pudiera usar que sea más ardiente que tacones. Ese
es un puto hecho —dije en la oscuridad—. Te puedes agarrar a ellos cuando follas
también, así que sirven a un propósito práctico. Fui yo quien acuñó el término
“barras de manillar” —tosí polvo, ahogándome con él cuando lo respiré de vuelta.

169
Sorprendentemente, la oscuridad me contestó y una tenue luz caminó hacia mí,
haciéndose más brillante con cada paso—. Cierra la puta boca, pendejo —murmuró
Chop, apuntando su linterna en mis ojos.

—Sabes, si no lucieras como el viejo doble más feo de Bear, nunca creería que
ustedes dos están relacionados, porque incluso cuando Bear está en sus días y en
modo perra, él todavía está por encima —apunté al canoso hombre, mirándome con
odio—. Usted señor… tiene unas cuantas calabazas perdidas en su parcela —me
mecí y mi visión se nubló, cuando regresó a enfocarse unos minutos después, la
imagen de Chop flotando cambió de una a tres y luego de vuelta a una.

Una que todavía estaba jodidamente borrosa.

Estaba tendido sobre el umbral de la puerta de la muerte, aun así eran los ojos de
Chop que no tenían signos de vida, vacíos de cualquier otra cosa que su ira
constante. Si no quisiera empujar una roca a través de su cráneo tan
desesperadamente, podría sentir lástima por el hijo de puta y su triste existencia. Lo
cual era jodido porque era yo el que sangraba sobre la suciedad a sus pies.

—¡No más charla, muchacho! Es hora de, ¡CERRAR LA PUTA BOCA! —rugió
Chop, estampando su mano contra la pared junto a mi cabeza.

No me inmuté. No porque estuviera siendo rudo, sino porque mis reflejos estaban
hechos mierda. Podía decir por la forma en que sus fosas nasales llameaban que mi
ausencia de reacción fue tomada como otro acto más de desafío. Tragó fuerte, como
si se estuviera conteniendo. Desde donde yo estaba sentado, eso era un punto golpe
para el sádico bastardo.

170
Unos cuantos segundos pasaron donde sólo nos miramos el uno al otro. Si el hijo
de puta quería una competencia de voluntad él iba a perder porque no es como si
yo tuviera donde más estar, más que el infierno y por el aspecto de las cosas estaba
bastante seguro que yo ya estaba ahí.

Después de un momento una sonrisa reptó en su cara, profundizando las arrugas


alrededor de sus ojos. Él parecía satisfecho de que yo fuera hacer lo que me había
dicho, lo cual era básicamente que me callara y sangrara. Se dio la vuelta y comenzó
a alejarse.

Él estaba equivocado.

—Sólo una pregunta más y esa una en serio —logré decir, mi garganta
sintiéndose como si alguien con afiladas uñas estuviera tratando de arañar su
camino fuera desde el interior. Chop pausó a media zancada y casi pude ver los
pelos de sus brazos erizarse. Tosí. Cálido y cobrizo fluido cubrió mi boca,
manchando mis dientes. Estaba acostumbrado al sabor a ese punto y sabía
exactamente lo que era antes de que se vertiera más allá de mis labios y goteara de
mi barbilla, cayendo en lo que quedaba de mi camisa—. ¿Este lugar tiene wifi? —
pregunté, escupiendo sangre mientras hablaba—. Porque si no, en serio voy a tener
que tomar eso en consideración en mi escala de gañidos. Diré, sin embargo, que la
tortura fue excelente —iba a levantar mi brazo y una ola de dolor asaltó mis costillas.
Hice una mueca de dolor, pero seguí hablando, disfrutando la mirada de Chop en
su cara roja mientras lentamente se daba la vuelta, tronando sus nudillos y pisando
fuerte su camino de vuelta hacia mí—. No obstante, el personal no me da ese cálido

171
sentimiento de hormigueo que he llegado a esperar de tal establecimiento, sin
mencionar que son feos como el carajo.

Chop levantó el bate recargado contra la pared y lo giró en sus manos. Se acuclilló
junto a mí y apuntó a mi cabeza con grueso y astillado extremo del bate—. ¿Ya
terminaste? —preguntó, sus nudillos blancos en el mango.

—Nop —dije, sacudiendo mi cabeza de lado a lado, ignorando el mareo de antes


que otra vez amenazaba con tomar el control. Deslicé mi mano de mi muslo a mi
entrepierna, agarrando mi pene sobre mis rasgados caquis—. También puedes
chuparme la verga, perra.

La meta en la vida de Chop era herirme, poco sabía él que nada de lo que pudiera
hacerle a mi cuerpo podría compararse con el dolor en mi roto corazón.

Sin tan sólo la hubiera escuchado cuando me dijo no. Cuando me dijo que me
detuviera y que me mantuviera al margen, entonces no habría sentido como si la
tortura que Chop repartía fuera un dolor simplemente secundario del dolor en mi
corazón, puesto ahí por una pequeña drogadicta. Un dolor que golpeaba mucho
más fuerte de lo que Chop alguna vez podría.

172
CAPITULO 18

DRE
D ORMIR NO ERA FACIL. O no dormía. Estaba inquieta, mis pensamientos en lo
que había pasado en el río. Preppy había dicho que había superado lo que le
sucedió de niño, y aunque estaba segura de que él creía que era verdad, era
imposible que fuera realidad.

Rodé en la cama, arrastrando la cobija conmigo, cuando de pronto tuve la


sensación de que no estaba sola. En la oscuridad, atrapé el destello de un reflejo en
el espejo de cuerpo completo detrás de la puerta cerrada, y, por un segundo, pareció
como si alguien estuviera parado junto a mí. Al principio, pensé que sólo era la
nubosidad del sueño fija en mis ojos que causaron la sombra.

Hasta que se movió.

Me senté de golpe, preparándome para gritar cuando una mano grande cubrió
mi boca, amortiguando mi intento de llamar por ayuda—. ¿Cuántas veces? —
preguntó Preppy.

173
No podía contestarle aunque quisiera porque su mano todavía estaba cubriendo
mi boca. Él la levantó de mis labios lentamente, como si estuviera esperando a ver si
gritaba o no. Cuando él estuvo seguro de que no lo haría, se puso de pie y vagó por
la habitación, mirando las fotografías en el tocador—. ¿Qué estás haciendo? —
pregunté—. ¿Por qué estás aquí?

Preppy se paró cerca de la cama, girando una fotografía de Mirna cargándome


de bebé—. Me gusta esta —dijo, colocándola en la mesita de noche junto al reloj. Él
se sentó junto a mí en la cama—. ¿Cuántas veces, Doc? ¿Cuántas veces te follaron
cuando tú no querías que lo hicieran?

Mi pecho se apretaba a medida que el pánico se asentaba. Sacudí mi cabeza—.


No quiero hablar...

—¡Sólo dime! —frotó sus sienes y lucía más cansado de lo que alguna vez lo
había visto—. Por favor —dijo, bajando su voz a un susurro.

—Realmente no lo sé. No comenzaba hasta el final, antes de que todo fuera sobre
la H. Yo no estaba despierta durante la mayoría de ello —dije, odiando escuchar las
palabras salir de mi boca porque lo hacía incluso más real.

Preppy asintió y en un movimiento que me sorprendió, él se estiró y tomó mi


mano entrelazando sus dedos con los míos. Iba a jalarme, pero cambié de opinión
cuando él dijo—, por favor.

—Yo era solamente un niño cuando comenzó —dijo, en una muy seria y solemne
voz—. Al principio no supe lo que estaba pasando o por qué, pero sabía que estaba

174
mal. La parte jodida era que yo comencé a pensar que era normal. Que el ser
obligado a chupar verga era simplemente como sacar la basura o hacer tu tarea.

Me sentí enferma, envolviendo mis brazos alrededor de mi cintura.

—¿Tim? —pregunté. Preppy me dio un pequeño asentimiento.

Él subió sus piernas a la cama, así estaba sentado junto a mí con su espalda contra
la cabecera, su mano todavía en la mía—. Para ese tiempo yo era de hecho lo
suficientemente mayor para que mi pene se pusiera duro, comenzó a gustarme —él
pinchó su labio inferior y sus hombros se sacudieron en una pequeña carcajada
triste—. Esa es la parte que me hacía enfermar del estómago. Vomitaba todo el
tiempo, apenas podía retener algo. Era como un esqueleto ambulante. Le dije a la
enfermera de la escuela que tenía una rara enfermedad que busqué en una
enciclopedia así ella no haría muchas preguntas.

Apreté su mano y él apretó de regreso.

—Tenía nueve cuando me folló por primera vez. Penetración de verdad. Lo odié
por eso, pero cuando estaba solo no podía siquiera ponerme duro sin pensar en él,
de todas las personas —él ajustó su moño. Algo que aprendí era su único tic
nervioso.

—¿Dónde estaba tu mamá? —pregunté—. Dijiste que ella era negligente.


¿Trabajaba mucho?

—Esa perra estaba justo ahí. Jodidamente ahí, debajo del mismo techo del mismo
tráiler de mierda. Tim, él era el sujeto que tenía su tarjeta en la mayoría perforada

175
en la siempre puerta giratoria de perdedores de mi mamá que necesitaba para que
mantuvieran sus necesidades.

—¿Dónde está ella ahora?

Preppy se encogió de hombro—. Me dejó. Con él. Simplemente huyó y me dejó


con Chester el Molestador.

—No necesitas bromear.

—No importa, no es jodidamente gracioso —él corrió una mano por su barba.

—¿Sabes dónde está ella ahora?

— Pudriéndose bajo tierra, espero. No gasto mucho tiempo pensando en alguien


que es un desperdicio de espacio en este planeta.

—Después Tim… —él miró hacia mí—, ¿se fue? —sonreí y esta vez fue Preppy
quien apretó mi mano primero—. Yo era un niño salvaje y era libre. King y yo
conseguimos nuestra casa y las cosas eran geniales. Me di cuenta de que Tim no
había cambiado quien era yo en el interior —él sonrió—. Supe esto especialmente
en el momento que vi a April Trenton, del noveno grado, en un diminuto top de
bikini azul. Eso fue un cambio de vida.

Me reí y empujé su hombro.

—King fue el que me dijo que vivir con arrepentimiento y odio sólo le daría a
Tim el poder que él quería sobre mí. Dijo que no era el tipo de vida para vivir, así
que decidí abrazar lo bueno junto con lo mano y lo hice, nunca miré atrás. Deja de

176
estar vivo y comienza a vivir, me había dicho él y me aferré a ello. Nunca siquiera
sentí una pizca de culpa por una maldita cosa que hice desde ese mismo día hasta…

—¿Hasta cuándo?

—Hasta hoy —me miró a los ojos—. No quise —sacó en una exhalación y miró
a la pared—. No quise asustarte.

—No fuiste sólo tú. Me asusté. Vi —ahogué una respiración—. Es sólo que todo
es tan reciente.

Soltó mi mano y rodó sobre su lado, apoyándose a sí mismo sobre su codo para
encararme—. Quiero que seamos amigos, Doc.

—¿Amigos? ¿Por qué? —dije, incapaz de evitar mi sonrisa—. ¿Porque tus otros
amigos no están cerca?

Preppy se estiró y empujó algo de mi cabello fuera de mi cara, sus dedos


permaneciendo, trazando mis pómulos y luego mis labios—. No tengo puta idea.
Pero lo que sí sé es que nunca antes he sido amigo de una chica, así que tendrás que
guiarme.

—No sé de cuanta ayuda pudo ser. Casi corrí a mis amigos —dije.

—Bueno. Entonces podemos aprender juntos. Especialmente, ya que estamos


medio atascados juntos ya que estoy chantajeándote.

—Lo estás.

177
—Y ya que vamos a estar trabajando juntos.

—¿Trabajar juntos en qué? —pregunté.

—Mañana, muy temprano. Te mostraré a lo que me refiero.

Preppy se puso de pie y pensé que se iba a ir, pero él se quitó sus zapatos y su
camisa, doblándola pulcramente sobre la mesita de noche. Se quitó su pantalón
revelando un bóxer negro debajo—. ¿Qué estás haciendo?

—Somos amigos ahora, ¿cierto? —preguntó Preppy, con una emoción en sus
ojos.

—Síííííííííííííííí —arrastré la palabra, sospechando de por qué él necesitaba estar


desvestido para que seamos amigos—. Pero no ESA clase de amigos.

—¿La clase que tiene pijamadas? —preguntó.

—¿Tenemos doce años? —no fui capaz de ocultar mi risa mientras Preppy
maniobraba su cuerpo dentro de la cama. No tenía más opción que deslizarme o ser
aplastada. La única forma para que él cupiera era que ambos nos acostáramos en
nuestro lado. Recostó su cabeza en la almohada encarándome, sus muslos
presionados contra los míos. Nuestras narices a sólo centímetros una de la otra
mientras que nuestras rodillas y muslos estaban enredados juntos.

—No duermo mucho —admitió.

—Yo tampoco —admití—. ¿Demasiado en tu mente?

178
—Eso y la coca —los brazos de Preppy se movieron bajo las cobijas y de pronto
una cálida y larga mano estaba cubriendo mi seno—. Buenas noches —dijo,
cerrando sus ojos y tomando una respiración profunda.

Agarré su muñeca y la removí—. Los amigos no se toquetean entre ellos.

—Basura, seguro que lo hacen —alegó Preppy, sus ojos abriéndose.

—¿Toqueteas a Bear y a King?

Preppy bostezó, cerró sus ojos otra vez y se acomodó en la almohada—. Ummm.
Claro. Cada día y dos veces los domingos.

—Me haces reír, Preppy —dije.

—Tú me confundes cómo el carajo, Doc, pero me di cuenta de algo hoy.

—¿Qué es eso?

La voz de Preppy era un susurro distante mientras su pecho caía y subía en un


ritmo firme—. Que somos iguales.

Oscar escogió ese momento para chillar de camino a la habitación. Él empujó a


Preppy con su hocico—. ¿Preppy? —susurré.

—¿Sí, Doc?

—¿Me dirás por favor qué pasa con el jodido cerdo?

179
CAPITULO 19

DRE

O SCAR ERA UN cerdo de servicio.

Esto no es una broma.

Aparentemente, el sentido de olfato de los cerdos es mejor que el de los perros y


también son más inteligentes, pero ya que no son tan convenientes como un perro,
ellos habían pasado de esa posición y en su lugar son usados para otras cosas.

Como el tocino.

—¿Entonces le compraste un cerdo a Mirna? —pregunté. Habíamos pasado la


mañana en la habitación de cultivo y Preppy estaba mostrándome las sogas. Y por
sogas me refiero a mangueras. Había un millón de metros de diferentes mangueras
que necesitan estar instaladas en cada una de las habitaciones. El aspecto de
ventilación de la operación era un diseño propio de Preppy y muy ingenioso. Estaba
disfrazado como una ventana de unidad de aire acondicionado y ocultaba el olor de

180
las plantas no sólo del interior de la casa, así las abuelitas no serían molestadas por
él, sino que también evitaba a los pasantes de oler lo que está sucediendo dentro de
la casa. Me enseñó a cómo instalar un sistema básico, mientras me explicaba cómo
funcionada el proceso de enganche.

—Sí le compré un cerdo —dijo, riendo como si la noción fuera ridícula incluso
para él—. Leí un artículo en internet sobre perros de servicio para personas que
sufren demencia, pero esos cabrones son caros y la lista de espera es de años. Así
que busqué alternativas para perros de servicios y BOOM. Ahora Mirna tiene a
Oscar.

—¿Exactamente qué es lo que él hace? —dije, y como si él supiera que estábamos


hablando de él, el cerdo con pelaje estilo vaca, llegó caminando a la habitación como
si estuviera supervisando y checando nuestro progreso.

Preppy le dio palmaditas en la cabeza—. La versión corta, él nos alertará cuando la


mierda esté a punto de ser descubierta —el desenrolló todavía otra manguera de
plástico y abrió una pequeña caja de herramientas.

—¿Dónde aprendiste todo esto? —pregunté.

—De un puto niño de diez años en Youtube —dijo Preppy descargando


equipamiento de una caja marcada como comida de perro.

—¡Cierra la puta boca! —dije, cubriendo mi boca—. No es posible.

—Es la verdad. Hemos estado teniendo problemas con nuestra fuente, unos
chicos realmente idiotas. Cuando King fue sentenciado yo quería tener un plan B,

181
así que puse esto en movimiento. Primero pensé en comprar una casa e instalar
nuestra operación ahí, pero las casas de cultivos son algo obvias. Usualmente, un
sujeto que luce como un matón que entra y sale es una especie de alerta. El olor es
más difícil de manejar en gran escala, también. Así que terminé en Youtube,
mirando vídeos de cómo estos niños están cultivando en sus propios armarios y
usando estos sistemas intrincados de filtración que ellos arman con tubos de jaulas
para hámster y proyectos de ciencias. Supuse que podíamos hacer lo mismo. Escala
pequeña de cultivo dispersada alrededor del pueblo.

—Ahhhhh, así que ahí es cuando todo comenzó.

—Sí. Así que buscamos a mujeres mayores. Alguien que viviera sola. Sin mucha
familia que haga muchas preguntas. Alguien necesitando suplementar su cheque de
seguridad social. Fue de hecho mucho más fácil de lo que pensé para que la gente
aceptara.

—¿Por qué mujeres? ¿Por qué no hombres mayores? —pregunté, tirando el


taladro que estaba sosteniendo cuando Oscar corrió hacia mí como un toro por
detrás, golpeando mis rodillas y tirándome al piso—. Gracias, camarada —
murmuré.

Preppy me ayudó a levantarme del piso y yo me froté el punto en mi cóccix en el


que había aterrizado—. ¿Quieres que te ayude con eso? —preguntó, sus ojos
brillando con malicia.

—Creo que puedo manejarlo.

182
—Reporta si la situación cambia —Preppy regresó a sus herramientas y perforó
otra vez en la pared—. Hay unos cuantos tipos de personas en los cuales mi encanto
e ingenio no funciona. Los hombres mayores son uno de estos tipos de personas.
Además, las mujeres hacen las mejores galletas. Tenemos cuatro ahora, pero con el
fin de dejar de recibir suministro del pendejo de quien lo obtenemos vamos a
necesitar más. Mucho más. Ahí es donde tú entras.

—¿Así que no sólo voy a falsificar documentos por ti, sino que de alguna manera
tú me has conectado a co-conspirador de tu red de drogas?

—Sip.

—Astuto bastardo —dije, apuntándole con el taladro y presionando el gatillo,


dándole unas cuantas vueltas. Miré alrededor al progreso que habíamos hecho—.
Esto de verdad es una idea ingeniosa.

—Sí, también lo creo —dijo con una sonrisa torcida—. No levanta sospecha y las
abuelitas son compensadas bien. Todos ganan.

—¿Entonces haces tú lanzamiento y ellas te entregan la llave de su casa?

—Algo así. Algunas prefieren no saber lo que estoy haciendo en su habitación de


huéspedes. Para aquellas que quieren saber, trato de hacerles ver que no las estoy
arrastrando a un tórrido tráfico de drogas.

—¿Cómo prefieres que ellas lo vean? —pregunté.

Él sonrió de oreja a oreja—. Subarrendamiento.

183
Preppy me pasó un extremo de un tubo y ambos subimos uno de los escalones
ubicados en lados contrarios de la habitación.

—¿Fue Mirna tu primera?

Él tosió—. Ni de cerca.

Le paré el dedo medio con mi mano libre—. Eso no es lo que quise decir, aunque
no dudaría en que tu primera vez fuera con una mujer mayor que te sedujo con
galletas y repeticiones de Golden Girls.11

—Fue Jeopardy12 —dijo él serio, antes de que su rostro rompiera en una


sonrisa—. Habría sido más genial si eso fuera verdad, pero debes saber, que la
verdad es que tenía catorce cuando una mujer me robó mi preciosa virtud —Preppy
bajó de su escalón y cruzó la habitación para pasarme la pistola de clavos.

—¿Y cuál era el nombre de esta afortunada dama? —pregunté, tomando mi lado
con mucha más finura de la que Preppy tuvo.

—¿Su nombre? —rió Preppy—. Cualquiera que yo quisiera que fuera.

—¡Perdiste tu virginidad con una prostituta! —dije. Preppy me agarró de mi


cintura y me bajó del escalón.

11 Comedia de televisión estadounidense de 1985 protagonizada por mujeres de la tercera edad.


12 Concurso de televisión estadounidense de 1964.

184
Preppy abrió la parte superior del sistema de filtración—. Seguro que lo hice. El
mejor cumpleaños, gracias a King. Se volvió en una clase de cosa anual después de
eso.

Me quedé ahí boquiabierta. No porque lo hubiera hecho, sino de que lo


admitiera.

—¿Qué? —preguntó, cuando me vio mirándolo con la boca abierta—. ¿Tu


familia no tiene tradiciones?

—Algo me dice que no tienes muchos esqueletos en tu armario.

Preppy sacudió su cabeza—. Nop, no mantengo evidencia.

Oscar se lanzó fuera de la habitación—. ¿Todos los cerdos son así de rápidos?

—No estoy seguro. Él es el único cerdo a quien he llegado a conocer a un nivel


personal —Preppy peló algunos cables mientras yo me sentaba en el piso
desenredando extensiones de cuerdas—. Entonces, ¿qué hay de ti, Doc? ¿Cuándo
perdiste tu virtud?

—¿Qué es esto? ¿Orgullo y Prejuicio? —pregunté. Preppy estrechó sus ojos hacia
mí. Después de su admisión anoche, lo último que podía hacer era ser sincera—.
Fue… —la mirada en el rostro de Preppy me dijo que no necesitaba continuar, él
sabía exactamente lo que yo estaba a punto de decir, que la había perdido cuando
fui violada por Conner y Eric. Su mandíbula se apretó y tenía los nudillos blancos
alrededor del destornillador en su mano tan fuerte que pensé que sus nodillos iban
a saltar de su piel. De pronto, comportamiento entero cambió.

185
—¿Entonces esa es la única vez que alguna vez has follado?

—Qué manera de quitar la paja —dije secamente, mordiéndome el labio


mientras la vergüenza llovía sobre mí. De pronto, Preppy estaba acuclillado en
frente de mí. Levantó mi barbilla, así podría encararlo—. ¿Qué? —pregunté,
mientras él buscaba mis ojos.

Él se aclaró su garganta y por un segundo pensé que él estaba teniendo un


derrame cerebral porque nunca lo había escuchado callado por tanto tiempo. Tomó
una respiración profunda y sostuvo mi mirada—. ¿Doc?

—¿Sí?

—Me ofrezco como tributo.

Oscar llegó corriendo de vuelta a la habitación, corriendo alrededor y chocando


contra todo, chillando un agudo grito de muerte, como si él hubiera acabado de
escapar del matadero y estaba corriendo por su vida. Estaba a punto de preguntarle
a Preppy qué pasaba con él, pero antes de que pudiera formar las palabras, Preppy
estaba sobre sus pies corriendo por el pasillo. Yo estaba pisándole los talones, pero
sentí que todo estaba moviéndose en cámara lenta, incluyéndome. Cuadro por
cuadro la comprensión de lo que estaba sucediendo fue revelada. La voz de Preppy
llamando el nombre de Mirna. Los chillidos de Oscar mientras él me pasaba por el
pasillo.

Mirna tendida en el piso de la cocina.

Sangre esparcida alrededor de su cabeza.

186
CAPITULO 20

PREPPY
D RE ESTABA CALLADA cuando seguimos la ambulancia al hospital. Estuvo
callada cuando nos sentamos en la sala de espera. Incluso estuvo callada
cuando la doctora salió detrás de las puertas batientes, llamando a la familia cercana
de Mirna. Seguimos a la doctora de vuelta a través de las puertas a una habitación
con una pared de cristal, la cortina azul pálida hacia atrás, revelando una
complicada red de tubos y lo que podía haber sido Mirna en algún lugar debajo. Dre
presionó su frente en el cristal—. Vamos a monitorearla —dijo la doctora—. Ella
está estable ahora, pero las siguientes cuarenta y ocho horas nos dirán más. Se
golpeó la cabeza cuando se cayó y suturamos eso —ella era una joven asiática con
un moño alto en su cabello y con al menos tres lapiceras metidos en él. No lucía
mucho más grande de lo que yo era—. Pero sólo sepan que incluso si ella sobrevive,
las posibilidades de una recuperación completa a su edad, con su diagnóstico previo
de demencia, no son muchas. Si los siguientes dos días van bien, entonces ella estará
aquí por un par de semanas. Si ella está estable después de eso entonces la daremos
de alta, pero necesitara estar en cuidados —levantó la vista de su portapapeles a

187
Dre, cuyos ojos todavía estaban en Mirna, y luego a mí—. Probablemente el resto de
su vida.
—Ella ha estado en una lista de espera para asistencia en Sarasota por meses —
expliqué.

—Voy al baño —murmuró Dre, abrazándose a sí misma. Sus Keds13 chirriando


contra el linóleo mientras ella se dirigía hacia el pasillo con el signo del baño
colgando en el cielo.

La doctora garabateó algo en su portapapeles—. Conozco a personas en Sarasota


Asistida. Les daré una llamada, les diré sobre la situación de tu abuela, ver si la
podemos subir en la lista —removió la hoja de su bloc de notas y me lo tendió—.
Aquí está el nombre y el número de otra instalación. Está un poco más lejos, pero
podría tener una apertura antes si SA no funciona.

—Gracias —dije, doblando el papel y metiéndolo en mi bolsillo.

—Y sé que no me incumbe —comenzó, mirando hacia donde Dre acababa de


desaparecer—. Pero vi sus brazos. Escribí el número de otro lugar. Por si acaso,
podría ayudar.

Sé que la doctora sólo estaba tratando de ayudar, pero por alguna razón la
sugerencia de que Dre no estaba bien me enfureció—. Metete en tus putos asuntos
—solté, dejando a la doctora y dirigiéndome por el pasillo. Pasé los elevadores y
esperé al otro lado del baño.

13 Zapatos.

188
Después de unos minutos, toqué la puerta. El elevador sonó y una pareja de
aspecto triste entró, marcaron los números de la habitación en la pared. Las puertas
se cerraron otra vez y ahí es cuando supe que cuando irrumpiera en el baño de
mujeres Dre no estaría ahí.

Tenía razón. La única caseta estaba vacía. Sin ventanas. Ella nunca estuvo ahí.

Salté al elevador y frenéticamente presioné el botón. No sabía a dónde carajo se


fue, pero ella tenía cinco minutos de ventaja, lo cual si ella quería huir de Mirna, de
mí, no estaba lo suficientemente cerca.

189
CAPITULO 21

DRE

N O HABÍA SUFICIENTE TIEMPO. No en esta vida ni en la siguiente. Había


todavía un millón de disculpas pendientes, un trillón de galletas por ser
horneadas, una vida entera de abrazos por dar.

La vida es corta. La muerte es el final.

La demencia es un purgatorio en el cual nada importa.

Simplemente no había puto tiempo suficiente.

La voz en mi cabeza se hacía más grande. La que comenzó como un susurro. Una
sugestión. Una voz que me decía que sabía lo que yo necesitaba para detener el
dolor. La que me decía que escapar estaba a sólo una aguja de distancia.

Tragué el bulto en mi garganta y empujé las puertas traseras, tomando velocidad,


corriendo sin dirección en mente hasta que ya no pude ver las luces del hospital
detrás de mí y las lágrimas se secaron en mis mejillas. Pasé unas cuantas casas

190
dispersas antes de detenerme cuando llegué a un cementerio alineado en un seto
sobrecrecido.

Mi corazón estaba latiendo rápido por el esfuerzo, pero de pronto comenzó a


golpear erráticamente, pero no era mi corazón. Era el resonar de la música. Alguna
canción de baile. Risas flotaban en el aire detrás de los arbustos. Una casa lentamente
llegó a la vista. Una de tres pisos que lucía como si hubiera sido abandonada. El seto
daba camino a una puerta de metal. Un letrero que decía NO PASAR estaba colgando
de una cadena cortada. Personas jóvenes, alrededor de mi edad, estaban dispersadas
por el césped y en el porche. Velas alineadas en la barandilla.

—Oye —alguien dijo, alarmándome. Me di la vuelta para encontrar una chica


pelirroja bajita con una mirada vidriosa en sus ojos—. ¿Te conozco? —preguntó,
sus palabras arrastrándose ligeramente.

—No lo creo. Simplemente escuché la música.

—Bueno, si estás buscando una fiesta, ¡la has encontrado! —levantó la botella de
vodka que estaba cargando en el aire y le dio un trago, salpicando un poco en su
cara.

Sacudí mi cabeza y estaba a punto de girarme, cuando la briza hizo crujir a los
árboles y un olor muy familiar serpenteó su camino de la casa, a través de mi nariz,
y a mi cerebro. La sensación de reconocimiento que siguió fue como oler una colonia
o el perfume de un ex amante. Con una pequeña aspiración, recordé cada toque,
cada probada, cada sensación eufórica, casi como si nunca hubiéramos sido
separados.

191
Mi ex amante, el único verdadero amante que alguna vez tuve, estaba
llamándome.

Y el nombre de la perra era Heroína.

NO RECUEREDO mover mis pies. No recuerdo entrar a la casa. Lo que recuerdo es


a la pareja teniendo sexo contra la pared del vestíbulo. El olor de hedor corporal y
heces. El grafiti decorando las paredes. El tapiz descarapelándose.

Una pequeña habitación en el costado, lo que pudo haber sido una vez un área
de estar, estaba brillando a la luz de las velas, el olor de mi amante más fuerte,
estancándose en el interior de mis fosas nasales. Un grupo de cuatro sentados
alrededor en un círculo, en varios estados de atrapar al dragón. Uno, hundido contra
la pared. Otro, sonriendo con anticipación mientras le daba un golpecito a la jeringa
con sus dedos. Había una persona que destacaba para mí sobre los demás. Podía sólo
ver la parte de arriba de su grasoso cabello castaño mientras amarraba una banda
elástica alrededor de su brazo. No vi su cara hasta que él estaba apretándola con sus

192
dientes. Sus ojos encontraron la mía y jadeé. Shock. Jodido shock puro se disparó a
través de mí. Mi estómago rodó y mi corazón bombeó salvajemente. Cada vello en
mis brazos se erizó. Di un paso atrás y sacudí mi cabeza porque no había forma de
que lo que estuviera viendo fuera real.

Eric.

No podía ser. Él estaba muerto. ¿No lo está?

Escuché un golpe, lo que resultó ser alguien que se tropezó con una silla. Cuando
miré de vuelta a la habitación, el hombre se había ido. O estaba viendo cosas o mi
Eric escogió una noche de mierda para empezar a perseguirme.

—Ven afuera —dijo la chica—. Tenemos una probada de todo allá.

La seguí a través de la casa y hacia el patio el cual pegaba con el cementerio.


Saltamos la pequeña puerta donde un gran círculo de personas estaba reunido bajo
un largo árbol, sentados en las enormes raíces las cuales habían subido por arriba
de varias lápidas a medida que crecían hacia la superficie.

—Ese es Dom —dijo la chica, apuntando a un chico de cabello oscuro


desenvolviendo una bola de papel aluminio. Me dio una sonrisa y luego miró a mis
brazos. Los doblé alrededor de mi pecho, instintivamente protegiendo mis cicatrices
de su mirada—. Él te ayudará con lo que sea que quieras —dobló su lengua—. Mi
suposición es que te gusta atrapar el dragón.

No dije nada, no había necesidad en negar algo de lo que vestía evidencia.

193
Unos minutos después, estaba sentada junto a Dom, al estilo hindú, mientras él
encendía la heroína, preparándose para volver a presentarme a mi viejo amor. Salivé
por una probada de ella. Ya la sentía en mi sangre. Mis rodillas brincaban
ansiosamente. Al segundo que él sostuvo la aguja arriba de mi brazo, retrocedí—.
¿Segundos pensamientos, chica linda? —preguntó Dom, acercándose lo
suficientemente cerca de mí donde podía oler su aliento rancio.

No tuve oportunidad de contestar. No a él. No a mi propia pregunta sobre por


qué había vacilado. Porque la aguja fue arrancada de la mano de Dom e insertada
en su cuello por un brazo musculoso cubierto en tatuajes.

—Buena mierda, ¿cierto? —Preppy le preguntó a Dom, sacando su pistola de la


pretina de su pantalón y empujándola detrás del cráneo de Dom. Gritos brotaron y
los fiesteros se dispersaron como cucarachas expuestas a la luz. La cara de Dom
estaba contorsionada en miedo y placer, lo cual probaba que incluso con una pistola
en tu cabeza, la heroína gana.

Desamarré el elástico de mi brazo y lo dejé caer al suelo. El cabello de Preppy


estaba despeinado. Su rostro estaba enrojecido y sus ojos estaban enojados y
determinados.

—Lárgate al carajo de mi pueblo. Te veo aquí otra vez y será una bala en tu cuello
en lugar de una aguja la siguiente vez —advirtió Preppy—. ¿Lo entiendes, hijo de
puta? —Preppy jaló la cabeza de Dom hacia atrás de su pelo así él podía ver la
seriedad de su amenaza. Entonces lo soltó y Dom asintió inactivamente hasta que
sus ojos rodaron y cayó en una pila sobre el césped.

194
—No sabes que más ha tenido. ¡Podría morir! —dije, poniéndome de pie.

Preppy se encogió, su rostro indiferente y duro—. Ups —se rascó la cabeza con
el cañón de su pistola—. Sabes, no es muy agradable huir así. Pudiste al menos decir
adiós primero. Quizás ‘Oye, Prep, sólo voy a meterme droga en las putas venas.
Regreso enseguida.’

No podía lidiar con la posibilidad de nunca tener a Mirna de vuelta y la mierda


sarcástica de Preppy al mismo tiempo—. ¡Jódete! —espeté, adentrándome al
cementerio, saltando gruesas raíces y tropezándome sobre una pequeña lápida
triangular, apenas visible sobre el césped, el cual era de la misma altura. Estaba
completamente oscuro y mis ojos no se estaban ajustando bien. Caí en medio de una
docena de estatuas y lápidas, como una pelota de ping-pong, antes de detenerme a
recuperar el aliento debajo de un mausoleo desmoronado.

Mi cabeza estaba en mis rodillas cuando escuché a Preppy aproximarse, sus


pesados pasos un fuerte sonido sordo en la húmeda tierra—. ¿Sabes cuál es
realmente la parte jodida? —pregunté—. Bueno, te la diré. La verdadera parte
jodida es que pensé que vi a Eric en la casa cuando llegué aquí —levanté mi cabeza
y miré a Preppy, quien tenía sus brazos cruzados sobre su pecho. Sus bíceps
flexionándose —.Quiero decir, sé que él está muerto así que es imposible, ¿verdad?
Pero estoy jodida, más de lo que alguna vez pensé. Tanto que imaginé que lo vi. Pero
incluso después de eso, durante esa fracción de segundo cuando pensé que él podía
estar realmente vivo y ahí en esa casa, listo para atacar, había hecho la decisión de
que me iba a quedar de todos modos —corrí mis uñas por mis pantorrillas—. Así de
desesperadamente la quería —pausé—. La QUIERO —corregí.

195
El deseo era tan grande dentro de mí que gemí ruidosamente. Preppy se acuclilló
frente a mí, su pistola colgando de su mano entre sus piernas, apuntando al suelo.
Su dedo acariciando el gatillo.

—Mírame —demandó, levantando mi barbilla, así estoy mirándolo a los ojos—.


No hay viejos drogadictos, Doc. O tomas la decisión de dejar de invitarla a tus putas
venas o te mata.

—Lo… Lo sé —balbuceé, mirándolo fijamente a través de una cortina de mi


propio cabello oscuro. Pero simplemente no me importa.

Preppy empujó fuera el cabello de mi cara, metiéndolo detrás de mi oreja y


arrastrando las puntas de sus dedos por mi mejilla en un tierno gesto que me dio
escalofríos y me asustó. No estaba esperando eso, especialmente después de lo que
le acababa de hacer a Dom.

Preppy suspiró y retiró su mano—. Necesito enfatizar que dejar a la H matarte es


lo mismo que saltar de esa torre porque todavía eres tú haciendo la decisión de morir
—corrió el cañón de su pistola por mi pierna, de mi tobillo a mi rodilla. El frío metal
le hizo cosquillas a mi piel y me hizo temblar tan fuerte que mis dientes castañearon.
Ahogué una respiración. La voz de Preppy ligeramente de volvió de una extraña
calma a una rabia violenta—. Ibas a hacerlo —dijo, pero no era una pregunta, era
una acusación. Un hecho.

Asentí, mis ojos en su pistola mientras la descansaba en mi muslo—. ¿Y aun así


la querías? —preguntó. Asentí otra vez, demasiado avergonzada para decir las
palabras en voz alta.

196
—¡Dilo! —demandó Preppy, girando el arma, así estaba ahora apuntándome,
pero su dedo no estaba en el gatillo—. Dime que todavía la quieres. Dime que
quieres morir.

—No es así de simple —traté de explicar.

—¡Dime! —demandó Preppy.

—¿Por qué? —pregunté, temblando. Gateé de espaldas hasta que mi espalda


golpeó el frío mármol del mausoleo, pero Preppy se arrastró sobre el escalón y se
cernió sobre mí antes de que pudiera llegar más lejos.

—Porque me he estado conteniendo —se inclinó hacia delante y agarró un puño


de mi cabello, jalándome hacia él bruscamente, sus labios cerniéndose sobre los
míos, su aliento fresco en mi rostro—. Así que necesito saber si te importa una
mierda tu vida —me jaló del cabello hasta ponerme de pie, mi cuero cabelludo
gritaba en agonía. Me estampó contra la pared—. Porque de la forma en que lo veo,
si te importa un carajo tu vida —se inclinó cerca y corrió su nariz a lo largo de mi
barbilla y se rió profunda y malvadamente, el sonido vibrando en lo profundo de mi
alma—, entonces a mí también me importa un carajo.

Miré sobre su hombro, escaneando el cementerio para ver si había alguien cerca.
Alguien al que pudiera pedirle ayuda. No hubo suerte.

Preppy debió haber estado leyéndome la mente—. No hay nadie aquí para
salvarte. Nadie puede salvarte, excepto tú. Así que jodidamente dime, Doc. ¿Quieres
jodidamente morir?

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—¡Ya te dije! No es así de simple. Es sólo que siento… —comencé, pero las
palabras no salieron.

—¡Dime, maldita sea! —rugió Preppy, empujando su rodilla entre mis piernas
para asegurarme mejor a la pared.

—¡Siento que me estoy jodidamente desangrando! —grité, el rostro de Preppy


permaneció duro e impasible mientras sus ojos recorrían frenéticamente mi cuerpo
en busca de heridas. Pero él no encontraría ninguna, no al menos en el exterior—.
¡No! —dije, agarrando su muñeca y trayendo su mano todavía sosteniendo la pistola
a mi pecho, presionándola entre mis senos—. Aquí. Me estoy desangrando aquí y
no sé cómo hacer que se detenga. Me dijiste antes que podrías hacer la llamada.
Dijiste que podías conseguirme lo que necesito. Lo necesito. Lo necesito
desesperadamente. ¿Puedes? ¿Puedes darme lo que necesito? —odiaba la
desesperación en mi voz. Odiaba la debilidad. Un breve encuentro con mi ex
amante, incluso aunque sólo la había visto al otro lado de la habitación mientras ella
seducía a otros, me tenía cayendo bajo su hechizo una vez más.

—Oh, puedo darte lo que necesitas —gruñó Preppy, adhiriéndome a la pared


con sus caderas. Su erección dura contra mi vientre, tomándome con la guardia
baja. Mi pulso se aceleró con miedo y luego cayó con decepción—. Pero no puta H
—enterró sus caderas contra mí, su dureza tomándome fuera de guardia. Empujé
contra su hombro, pero pude más bien haber intentado levantar un auto porque él
sólo me sostuvo más fuerte.

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—¿Por qué? ¿Por qué no me ayudarás? ¡Tú puedes ayudarme! Dijiste que éramos
amigos. Los amigos se ayudan el uno al otro, ¿no? Y es así como puedes ayudarme
—su mirada se hizo más intensa, lo cual me enfureció porque no dijo nada. En su
lugar, me dejó llorar y lamentarme y golpear mis puños contra él—. ¡Por qué no me
ayudas! —grité. Mi garganta estaba apretada y adolorida—. ¡Por favooooooooor! —
mi grito volviéndose una súplica—. No la quiero —lloré, mi cabeza cayendo contra
la pared—. No la quiero —sacudí mi cabeza—. Pero no sé cómo detener el sangrado
y hacer que el dolor se vaya. No sé cómo apagar el filo que me hace querer
arrancarme la piel sin regresar de esa casa y meterme una aguja en mi brazo —
encontré sus furiosos ojos oscuros. El cuerpo de Preppy tan inflexible como su
perforadora mirada—. Así que por favooooooor —lloré, brincando ligeramente
sobre mis rodillas mientras suplicaba. Cubrí su pistola con mi otra mano—. Por
favor ayúdame.

No sé si fui yo tocando su arma o el suplicar lo que lo hizo, pero el brillo estaba


de vuelta, iluminando malvadamente en sus ojos. Sus pupilas se hicieron grandes.
Lamió su labio inferior y enterró sus caderas contra mí. Jadeé, mi sangre poniéndose
al rojo vivo. Al instante me arrepentí de todo lo que había dicho. Meció su rodilla
contra mi centro y una descarga de humedad mojó mis bragas. Yo no quería esto,
había demasiado corriendo en mi cabeza. Demasiado para filtrar y procesar, pero a
mi cuerpo no parecía importarte lo que yo quería porque mis pezones se
endurecieron a través de mi camiseta—. ¿Confías en mí?

Mi cerebro quería heroína.

Mi cuerpo quería a Preppy.

199
—No —contesté honestamente, mi pecho subiendo y bajando por miedo y
ansiedad y anticipación—. No confío en ti.

Quitó la pistola y la giró en sus manos, examinándola mientras la luz de la luna


iluminaba el metal. Él sonrió—. Eso es bueno, Doc —se inclinó cerca, su barba
erizándose contra mi mejilla, sus labios rozando contra el sensible punto detrás de
mi oreja mientras hablaba—. No deberías —dijo mientras sostenía el cañón de su
pistola en mi cabeza.

Su dedo en el gatillo.

200
CAPITULO 22

Preppy

N O LO HARÍAS.

—Tú quieres morir, eso puede ser arreglado, pero no seas una marica y no uses
la excusa de la heroína para terminarlo cuando puedes tener huevos y yo puedo
simplemente jalar el gatillo y todo estará terminado.

—¡Eso no es lo que quiero! —dijo, y en lugar de miedo su ira hirvió. Su rostro se


volvió rojo. Independiente de mi pistola en su cabeza o no, ella me perforó con su
mirada.

Buena chica.

La quité de la pared de su hombro y la empujé más adentro del cementerio. Se


tropezó en una de las crecidas raíces con las que el lugar está lleno, preparando su
caída en una lápida ladeada—. ¿Qué estás haciendo? —preguntó por encima de su
hombro, sus palabras temblorosas, el miedo en sus ojos. Ella estaba doblada sobre su

201
cintura, sus brazos estirados sobre su cabeza, sus manos agarrando la piedra
mientras tragaba para recuperar el aliento. Los extremos de sus nalgas me
provocaban desde debajo del dobladillo de sus shorts.

—Dándote lo que quieres —pausé—. No, lo que necesitas.

—¿Qué es eso que crees que necesito? —preguntó, el miedo volviéndose lujuria
cuando se dio cuenta que estaba mirando a su coño cubierto por la mezclilla.

Me reí, jalándola de vuelta de su pelo negro colgando en mis dedos. Lamí el lado
de su rostro y empujé mi dura verga en la grieta de su culo—. ¿Quieres volar?
Puedes volar encima de mí. ¿Quieres apagar el filo? Voy a simplemente hacer eso,
nena.

La volteé y la atraje a la orilla de la piedra, manteniéndola en su lugar al jalarla


más fuerte del cabello cuando intentó luchar contra mí. Todas sus luchas se
detuvieron cuando corrí mi mano por el interior de su muslo, a sus shorts,
moviéndome a su húmedo coño. Gemí y dominé a la voz dentro de mi cabeza que
quería que la tomara justo aquí y ahora. Esto no era sobre mí. Esto era sobre Dre.
Esto era sobre enseñarle una lección. Me preocupaba llevarlo demasiado lejos. Al
asustarla. Pero esos pensamientos desaparecieron al segundo que empujé un dedo
al interior de su apretado calor y su cabeza cayó hacia atrás y su boca se abrió
parcialmente. Sus ojos cerrados—. No, mírame mientras te follo con mis dedos —
comandé, forzando su cabeza hacia adelante, así no tenía más opción que mirarme
directo a los ojos mientras añadía otro dedo más. Con mi pistola todavía contra su
cabeza, sus caderas se sacudieron contra mí a medida que la llevaba más y más cerca

202
del borde. Escuché pasos y risas, pero no me podía importar menos si éramos
atrapados. Todo lo que importaba era Dre y esa mirada en sus ojos, como si ella me
quisiera y me odiara, todo al mismo tiempo. Mi verga estaba jodidamente dura
mientras bombeaba mis dedos dentro de ella una y otra vez, ella gemía y gritaba.
Otra vez, trató de desviar la mirada, pero otra vez apreté mi agarre en su cabello y
la forcé a mirarme con esos grandes, hermosos y oscuros ojos suyos que siempre
parecían como si estuvieran mirando directamente dentro de mi cabeza.

—¿Entonces qué? ¿Esto es una clase de lección enferma que estás tratando de
enseñarme? —preguntó sin respiración. Su coño se apretó alrededor de mis dedos,
enganchando mi dedo índice dentro de ella—. ¿Crees que haciendo… que me corra
va a mejorar todo? —preguntó amargamente, un balbuceo en sus palabras.

—¿Quién dijo que quiero mejorar algo? —pregunté, corriendo mi nariz a lo


largo de su cuello y mordiendo el lóbulo de su oreja, inhalando su esencia a
vainilla—. Quizás sólo quiero ser el que te arruine —dije contra su piel. Con un
último empuje de mis dedos su coño se afianzó y gritó en la noche con mis tirantes
retorcidos alrededor de sus manos. No sabía si ella estaba tratando de acercarme o
de empujarme. Su humedad goteando de mis dedos mientras montaba su clímax. Su
cabeza cayó hacia delante contra mi hombro—. No puedo conservarte —susurré en
su cabello, mi voz haciendo eco en mi cabeza, recordándome la misma cosa una y
otra vez desde el día que llevé de vuelta a Dre a casa de Mirna.

—No soy tuya para que me conserves —espetó Dre amargamente entre pesadas
respiraciones. Sus palabras pudieron haber sido ásperas, pero ella no movió su
cabeza de mi hombro.

203
—No —dije, sacando mi mano de su short y lamiendo su sabor de mis dedos.
Finalmente, bajando mi pistola—. Pero este coño es todo mío.

204
CAPITULO 23

DRE

E STABA APENAS bajando de mi orgasmo cuando me di cuenta que no estábamos


solos. El sonido del césped crujiendo y susurros flotaron en el aire de algún lugar
cerca. Levanté mi cabeza del hombro de Preppy—. Quédate aquí —ordenó en un
susurro. Con su dedo en el gatillo, se dio la vuelta, caminando hacia las raíces y las
lápidas antes de desaparecer detrás del mausoleo.

El sonido de enojados gritos estalló de donde Preppy se acababa de ir y antes de


que pudiera pensar en qué estaba pasando, estaba corriendo en esa dirección hasta
que encontré a Preppy, el cañón de su pistola contra la cabeza de alguien. Alguien
con la cabeza en su pecho y una aguja colgando de su brazo. La chica que me invitó
a la casa estaba parada a lado de él, llorando que Preppy no le disparara.

—¿Te debe dinero o algo? —preguntó la chica, sus palabras arrastrándose juntas,
sus pasos vacilando. Se agarró a una lápida por soporte. No había verdadera
preocupación en su voz—. ¿Qué te hizooo Eric?

Ahí es cuando supe que lo había visto en la casa era real. Era Eric.

205
—¿Cómo? —pregunté, dando un paso hacia atrás y tropezándome sobre una
raíz. Cayendo sobre mi culo. Preppy y la chica se voltearon hacia mí y Preppy dio
un paso hacia adelante—. No, no —dije, poniéndome de pie por mi cuenta. Justo
entonces, Eric levantó su cabeza y sus vidriosos ojos encontraron los míos.

—Hey, Dre —dijo—. Sabía que regresarías —Preppy dio un paso de regreso a él
y lo golpeó en la cabeza con el cañón de su pistola, mandándolo a la inconsciencia.
La chica comenzó a gritar, pero era como si no pudiera escucharla por encima de la
sangre corriendo en mis oídos. Encima de las preguntas. Preppy me había mentido.
Él no había matado a Eric.

Preppy hizo un movimiento hacia mí, pero la chica saltó sobre su espalda con un
grito muy agudo. Lo dejé luchando para quitársela de encima mientras me dirigía a
través del cementerio contestando mi propia pregunta mientras corría.

Conner.

Conner estaba muerto.

206
CAPITULO 24

PREPPY

E STOY EN MUCHOS PUTOS PROBLEMAS.

Dre sabía que era Conner a quien maté y no a Eric. Probablemente ella me odiaba
incluso más ahora, como si ella necesitara más razones. Aun así nada de eso
importaba porque independientemente de cómo ella se sintiera,
independientemente de cómo yo me debería haberme sentido, la pura necesidad
primitiva de meter mi verga dentro de su frágil cuerpo era nada a lo que alguna vez
había experimentado en toda mi puta vida.

Sip, muchos putos problemas.

Después de lo que sucedió en el cementerio estaba seguro de una cosa.

No sólo quería follármela. Quería arruinarla.

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Para el momento en que me quité de encima a la drogadicta araña, Dre se había
ido. Busque por todos lados antes de finalmente encontrarla en el primer lugar que
debí haber buscado. En el patio trasero de la casa de Mirna. Ahí es donde la encontré
estando en el césped, garabateando furiosamente en una libreta.

Me tomé un momento para admirarla. Estaba feliz de que la detuviera de


inyectarse, pero por una razón que no podía explicar estaba jodidamente FURIOSO
de que ella incluso quisiera hacerlo. Ella había acabado de pasar la parte más severa
de su retirada, las sacudidas desvaneciéndose a ligeros temblores. Sus moretones se
habían descolorido de fuertes morados y negros a amarillos pálidos, pero antes de
encontrarla en esa casa me di cuenta en cuán dura forma todavía estaba ella.

Muy dura.

Maldita sea. Ella era jodidamente perfecta. Con defectos y todo.

Ella había ganado peso, lo suficiente para que su culo y sus tetas se volvieran
todas curvas y tocables. Debería sólo follarla y superarlo, pero todavía necesitaba
ayudarla más de lo que yo necesitaba un follón rápido.

Me ajusté a mí mismo, tratando de mover mi pene, así no sería tan doloroso, pero
fue inútil mientras se endurecía contra mi inflexible cremallera. Teniendo mi verga
dura ahora sería como hablarle a un león de su cena, cuando él ya tiene el cordero
en su boca.

208
Dre tenía la misma triste mirada constante en ella mientras miraba hacia el
despejado cielo. Me sentí completamente salvaje y estaba superado con una
necesidad de tenerla, de POSEERLA, incluso sólo temporalmente.

Incluso si sólo era por esta noche.

Mi palpitante verga concordó.

Observé su perfil mientras ella mordía el final de su lapicero, hundida en


pensamientos. Ella podría haber sido frágil en cuerpo y espíritu, pero su boca… su
boca era una historia completamente diferente. Engreída, filosa. Quizás era el
contraste entre esa atrevida actitud y su debilidad que me tenía imaginando todas
las cosas que esa boca podría hacer si ella estuviera de rodillas mirándome.

Ella detuvo su lapicero y estaba mirando a las estrellas. Con su espalda hacia mí,
se sentó sobre sus rodillas, su camiseta subiéndose, exponiendo su cóncavo estómago
y un destello de blancas bragas de algodón, el contorno de los labios de su coño
claramente visibles a través de la delgada tela. Palmeé mi adolorida verga a través
de mis pantalones y mentalmente me recordé que no era una buena idea venirme
en mis pantalones como un puto niño.

Ya no podía permanecer lejos. Si ella me odiaba o no… no había alejamiento. Ya


no más.

Dre no me vio llegar mientras caminaba del arbolado patio y hacia la luz.

Ella no me vería hasta que fuera demasiado tarde.

209
No debería follármela.

Sabía que no debía.

Pero iba a hacerlo de todos modos.

Llegué detrás de ella y me asomé sobre su hombro mientras ella otra vez
garabateaba en la libreta. Ahí es cuando me di cuenta que estaba llorando. Sus
hombros estaba sacudiéndose y la tinta en la hoja está manchada con sus lágrimas…
y sangre. Una pequeña navaja en su mano mientras pequeñas gotitas de sangre
caían de su muñeca en las hojas de su carta a alguien llamada Mellie.

Mi sangre estaba hirviendo completamente, la ira apoderándose de la Operación


Preppy donde la lujuria se acababa de ir cuando leí la siguiente oración.

Mellie, lo siento mucho. No puedo continuar así. No lo haré. Creo que estoy lista
para que todo termine. Esta vez para siempre…

Después de todo, ¿ella todavía quería morir?

Un gruñido rasgó a través de mi garganta. Rechiné mis dientes juntos,


inclinándome arrebaté la libreta debajo de ella. Gritó en sorpresa, pero la ignoré.
Estaba arrastrándola a través de la puerta trasera hacia el campo antes de que
pudiera decir una sola palabra en protesta.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, agitándose bajo mi agarre. Continué


jalándola junto a mí a través del campo.

—Ya lo verás —espeté, veneno en mi usualmente feliz voz.

210
—Jódete. Suéltame. ¡Lo mataste! ¡Mataste a Conner! —gritó—. ¿Por qué? ¿Por
qué simplemente no me dejaste ahí para morir cuando eso es claramente lo que
quieres? —preguntó Dre, sus ojos estrechándose hacia mí, su postura rígida.

—¿Quieres saber por qué lo maté? Te diré jodidamente por qué. Solté tres balas
en el pecho de ese hijo de puta porque él estaba tocándote, tratando de arruinarte…
—busqué sus ojos y corrí la parte trasera de mis dedos a lo largo de su mejilla—.
Estaba celoso —admití.

—¿Por qué? —preguntó, ira y confusión estropeando su hermoso rostro.

—¿Por qué? Porque si alguien va a arruinarte, ese voy a ser yo.

—Estás enfermo —espetó.

—Oh, Doc. No tienes ni puta idea —dije, apretando mi agarre en su brazo—. Él


te lastimó y pagó por ello.

—¡Tú me estás lastimando! —gritó Dre. Enterré más fuerte mis dedos en su piel.

—Entonces hazme pagar.

—No quiero esto. No te quiero a ti —dijo, sonando como si estuviera discutiendo


con ella misma y no conmigo.

—Tienes una enferma necesidad de matarte. Voy a ayudarte con eso —bajé mi
voz en un profundo gruñido—. Mientras tanto yo tengo mis propias necesidades
enfermas con las que creo tú podrías ser capaz de ayudarme.

211
—¡No! Te odio —espetó, mientras yo continuaba arrastrándola conmigo.

—Bien, puedes odiarme mientras te follo —dije—. Pero primero lo primero. Mi


lección obviamente no entró en ese cerebro tuyo. Quieres lo que quieres y no puedo
detenerte —dije a medida que nos acercábamos a las vías del tren las cuales estaban
elevadas en un montículo de grava varios centímetros fuera del suelo. Las luces de
advertencia parpadeaban anaranjado, las barreras reflectadas de neón bajaron para
cubrir la carretera, mientras las campanas indicaban un tren aproximándose—. Y
ya que no puedo detenerte, te voy a ayudar. La bala en la cabeza fue hace tres horas.
Tengo algo incluso mucho mejor en mente ahora.

—Espera. ¿Qué? —preguntó, sus dientes castañeando—. Tú… tú no lo harías.

—¿No haría qué? —dije, volteándome para encararla, casi perdiendo mi paso
cuando noté el rastro de lágrimas secas en sus mejillas. Desvié la mirada por una
fracción de segundo para recomponer mi compostura—. ¿Crees que no mataría a
alguien? —alcé una ceja—. Ya sabes que he estado ahí, he hecho eso, compré la
puta camiseta, muñeca —sus ojos se ensancharon e hizo un movimiento para dar
un paso atrás—. Oh, no, Doc, leí tu carta, y vi lo que querías. Y recuerda, no soy
más que acomedido.

Cuando la jalé para que subiera el montículo de grava sus rodillas se


engancharon así que me agaché y la levanté de la cintura, lanzándola arriba de mi
hombro, cargándola hacia las vías mientras me golpeaba la espalda con sus puños.
Cuando llegué a la cima la bajé bruscamente y se cayó de espaldas sobre su culo,
ayudándose a sí misma con sus manos contra las largas piezas de grava bajo las vías.

212
El silbido del tren sopló en la distancia. No sería mucho tiempo ahora. Dre hizo
un movimiento para pararse, pero eso no era lo que yo tenía en mente, me agaché y
empujé su pecho, extendiendo su pequeña forma a lo largo de las vías. Me monté
arriba de ella, asegurándola con mis muslos. Me incliné hacia ella, mi pecho en el
suyo mientras ambos respirábamos pesadamente. Ella luchaba debajo de mí para
pararse, empujando mi pecho, pero no me movería—. ¿Por qué la lucha, Doc? Esto
es lo que tú querías, ¿no lo es?

Ella me miró mientras el tren silbaba otra vez. Su mirada se movió a su derecha,
donde la luz amarilla del tren emergió de la esquina, brillando más y más mientras
se acercaba más y más. Por un momento ella dejó de luchar, mirando de ida y vuelta
del tren hacia mí.

—¿Entonces qué? ¿Vas a morir también? —preguntó, esperando apelar mi


sentido de propia preservación.

Me encogí de hombros—. Me aburro fácilmente, quizás el diablo me haga su


encargado o algo.

—Preppy esto no es gracioso. Levántate y quítate de las vías —dijo ella, la


preocupación moviéndola de ella hacia mí.

Sacudí mi cabeza y bostecé. Ella se meneó debajo de mí y aunque había un tren


avanzando hacia nosotros mi verga una vez más cobró vida. Quizás debería
simplemente arrancarle las bragas y empujar dentro de ella. Con o sin tren, sería
una follada de una forma para irse.

213
—Tienes que elegir, Doc —le dije, poniendo mi voz tan seria como yo era
capaz—. ¿Vida? —pregunté, gritando sobre el sonido del tren contra las vías.
Empujé mi dura verga contra su centro y ella jadeó. Su temblar convirtiéndose en
un escalofrío, su boca cayó abierta. Miré al costado a la luz cegadora del tren
aproximándose mientras nos bañaba a ambos en un túnel de luz. Me incliné, tan
cerca que mis labios estaban sólo a un susurro arriba de los suyos, mientras yo
gritaba—. ¿Vida? ¿O muerte? ¿Cuál va a ser, Doc? —mi cabello voló alrededor de
mi cara mientras las luz se hacía más y más brillante—. ¡Contesta la maldita
pregunta! —demandé, mis manos apretando sus hombros, mis dedos enterrándose
rudamente en su piel—. ¿QUIERES JODIDAMENTE MORIR?

Con tan sólo unos segundos de sobra hasta que nos convirtiéramos en pedazos
bajo el tren, Dre cerró sus ojos y suspiró. Cuando los abrió otra vez estaban
brillando, lágrimas frescas brotando de las esquinas.

Ella comenzó a hablar, sus labios formando el principio de una palabra, pero
antes de que pudiera dejar sus labios me puse de pie, jalándola conmigo. Levanté a
Dre en mis brazos e hice una carrea de las vías, mis piernas golpeando en el aire
mientras caíamos de los dos o algo metros. La decisión de Dre todavía en sus labios,
su grito rodeando el aire alrededor de nosotros mientras nos estrellábamos en el
terreno.

—Quiero viiiivvviiiiiiiiiiiirrrrrr.

214
DRE
—¡SUELTAME! ¡Estás jodidamente loco —grité, golpeando contra su pecho con mis
puños. Preppy sólo rió—. ¡Estás demente!

Me agarró bruscamente, sus dedos pellizcando la delicada piel de mis muñecas


mientras las levantaba por encima de mi cabeza—. Oh, Doc —dijo, su voz baja y
profunda, sus ojos brillando malvadamente. Se inclinó cerca, bajándose a sí mismo,
así sus labios rozaban la comisura de mi boca cuando habló—. No tienes idea —
rozó el lóbulo de mi oreja con sus dientes—. Por cierto, me encanta esta mirada en
ti —agregó.

—¿Qué? ¿Qué mirada? —pregunté. Sus ojos encontraron los míos y algo oscuro
destelló en ellos, algo que causó que el vello detrás de mi cuello se erizara y mis
pezones se endurecieran en atención.

—Sin esperanza.

—¡Déjame ir!

215
—Oh, no, Doc. Hiciste tu lecho, ahora vas a vivir en él.

Antes de que pudiera preguntarle qué coño significaba eso, se inclinó y presionó
sus labios en el lugar detrás de mi oído que me hizo cerrar los ojos y casi olvidar lo
que acababa de pasar. Casi. Lo empujé de nuevo, sólo lo suficiente para separar su
boca de mi cuello, el cual instantáneamente se sintió frío ante su pérdida—. ¡No
estaba siquiera tratando de matarme! —jadeé, todavía sin respiración.

—Pudiste jodidamente haberme engañado, Doc —espetó Preppy, sus cejas


frunciéndose juntas y bajó la vista a mis brazos.

Mi pecho subía y bajaba rápidamente—. No quiero morir —traté de explicar otra


vez, pero la ira grabada en las líneas de su rostro sólo se hizo más profunda.
Necesitaba hablar más rápido—. No estaba tratando de matarme, estaba sólo…
estaba intentando algo porque no sé cómo hacer que el dolor de vaya —admití en
un apuro, de pronto sintiéndome muy avergonzada de la autolesión que estaba
intentando.

—Doc —gimió Preppy, moviéndose hacia delante, ondeó sus dedos a través de
mi cabello, su mano firmemente agarrando la parte trasera de mi cuello. Me jaló
más cerca y yo me tropecé hacia delante hasta que nuestros pechos estaban
presionados juntos. Sus ojos estaban oscuros, con pupilas enormes. Sus párpados
colgaban pesados y rojos. Chupó su grueso labio inferior—. ¿Por qué no dijiste
nada?

—¿Qué quieres decir? —pregunté, más sin aliento en ese momento que cuando
estaba con un tren dirigiéndose directo hacia mí.

216
—Porque, bebé. Si dolor es lo que quieres, dolor es lo que puedo hacer.

—¿Qué… qué estás haciendo? —pregunté, mientras él se estiraba por su


cinturón y hebilla, liberándolo de sus pantalones y arrojándolo a un lado.

—Voy a lastimarte —dijo, desabrochando el botón de mis shorts y empujando su


mano dentro de mis bragas, acunando mi sexo en su cálida y poderosa mano. Él
apretó, sólo un poco, una muestra de poder—. Voy a lastimarte con mis labios. Con
mis dedos. Con mi verga. Va a ser el mejor puto dolor que alguna vez hayas sentido.

—¡No! —dije, una reacción de rodillazo a sus palabras. Traté de sentarme, pero
él apretó otra vez y caí de vuelta el césped mientras la sensación que se apoderaba
sobre mí me tenía empujando mis muslos juntos, atrapando su mano entre mis
piernas.

Preppy sostuvo más fuerte mis manos sobre mi cabeza para mantenerme inmóvil.
Con una sonrisa torcida en su rostro, se inclinó, así sus labios rozaban mi oreja—.
‘No’ significa mierda para mí, nena —siguió sus palabras con una filosa mordida a
mi lóbulo que mandó una descarga de placer pulsando a través de mi cuerpo,
tensando mis pezones que se frotaban dolorosamente contra mi camiseta. Una
sensación de apriete rasgó a través de mi vientre y sentí una descarga de mi centro.
Preppy abruptamente sacó su mano del interior de mis shorts, obviamente
consciente y probablemente repulsado ante lo que sea que haya pasado allá abajo y
la miró con admiración, impresionándome incluso más cuando él lamió su palma
lentamente, desde la muñeca hasta la punta del dedo, cerrando sus ojos y gimiendo.

217
—Ese fue el mejor NO que jodidamente he probado alguna vez —dijo y sin otra
palabra más él me estaba arrancando mis shorts y mi ropa interior en un
movimiento, antes de montar mi cuerpo de nuevo, así ambos estábamos cara a cara,
su mano de vuelta entre mis piernas. Grité cuando pinchó mi clítoris y aunque mi
mente estaba protestando mi cuerpo no lo estaba, mis piernas se abrieron ante su
rudo toque—. Voy a poseer esto esta noche.

Ante la palabra “poseer” mi cuerpo entero se tensó.

Preppy se inclinó hacia abajo y me quitó la camiseta, su boca encontrando mi


pezón y chupándolo entre sus labios, mordiéndolo duramente en la punta y
soplando sobre él mientras hacia su camino hacia el otro. Todavía yo permanecía
rígida—. Sólo esta noche —murmuró para él mismo—. Sólo esta noche esto es mío
—respiró sobre mi pezón antes de succionarlo y rodar su lengua sobre la punta
antes de liberarlo—. NO PUEDO conservarte.

—Ya has dicho eso —respiré mientras él presionaba dos dedos dentro de mí—.
No puedo ser poseída —grité y sacudí mis caderas, deleitándome en la sensación
que era incluso más poderosa que en el cementerio hace apenas una hora antes.

Preppy continuaba asaltándome con sus dedos—. No, pero serás follada —
trabajó sus propios pantalones con su otra mano. Retirando su mano de entre mis
piernas otra vez, me moví ante la pérdida de su toque. Se quitó su camisa y ahí
estábamos, en un campo, completamente desnudos con grillos grillando y ramas
crujiendo. Agarró mis muslos y me jaló hacia delante, su enorme erección palpitante
estaba presionada contra mi centro, caliente e imposiblemente dura.

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Traté de rodar y arrastrarme porque finalmente me di cuenta a lo que Preppy se
referencia con lastimarme—. ¡No! —dije, arrastrándome sólo medio metro antes de
que él estuviera arriba de mí, su pecho en mi espalda, su boca en mi cuello. Empujó
mis piernas separadas y gemí cuando deslizó su longitud contra mi abertura. Me
lancé hacia delante, pero sólo para lograr aterrizar sobre mi estómago en el césped.
Preppy cayó contra mí, su agarre firme—. Pero dije que no —jadeé.

—Es adorable que pienses que eso puede detenerme —corrió su longitud contra
mí otra vez y no evitar encorvarme hacia atrás contra él necesitando más.

—Pero me estás lastimando —señalé, refiriéndome al masivo tamaño de su verga,


la cual se estiraba por arriba de su ombligo, la punta gruesa y morada.

Él rió bajo en su garganta—. Ese es el plan, Doc —se retiró, pero sólo para
agarrarme de las muñecas, levantándome, así estaba sobre mis manos y rodillas.
Sentí su palpitante calor y otra descarga de humedad dejó mi cuerpo. Preppy siseó
y otra vez cubrió mi cuerpo con el suyo. Estiró sus manos por debajo y sin
advertencia, dolorosamente retorció mis pezones mientras él rugía, empujando
fuerte y profundo dentro de mí, luchando con mi apretada entrada. Dolió como el
puto infierno, pero nunca quería sentir nada más otra vez. Era un dolor exquisito.
Un tortuoso placer. No era nada que hubiera sentido alguna vez antes.

—¿Esto es todavía un no? —se burló, empujando dentro de nuevo, esta vez
mucho más fuerte, golpeando el punto que hacía bailar estrellas en mis ojos—. ¿Es
esta verga suficiente dolor para ti, Doc?

219
No podía formar las palabras para intentar contestar cuando me jaló hacia atrás
del cabello y cubrió mi garganta con su mano, apretando lo suficiente para
permitirme todavía respirar. Giró mi cabeza, así estábamos mirándonos
directamente al otro mientras él comenzaba a moverse de nuevo—. Dime ‘no’ otra
vez —retó, continuando el retorcimiento de mis pezones con una mano y
ahorcándome con la otra mientras salía y entraba lentamente unas cuantas veces,
enterrando su eje contra algo dentro de mí que se sentía como si la punta de una
bengala fuera encendida. Un destello de luz y calor que crecía más brillante y más
atrevido. Estirando todo dentro de mí. Era doloroso, pero era el dolor que estaba
buscando. La liberación de mis pensamientos. Preppy tenía razón. Este tipo de dolor
es el que quería, un dolor que me hiciera llorar y sacudirme contra él—. ¿Necesitas
más? ¿No? —susurró, las venas de su cuello tensadas. Liberó mi garganta y mi
pezón, y me empujó de nuevo sobre mis manos—. Dime ‘no’ otra vez y te daré lo
que quieres. Te daré más —dijo, pellizcando sus dientes sobre la piel de mi hombro
y empujando fuerte dentro de mí, deteniéndose cuando estuvo tan enterrado como
mi cuerpo le permitiría—. Dilo —siseó, moliendo sus caderas contra mi desnudo
trasero.

—¡No! —logré gritar. Mi cuerpo estaba vivo. Tan jodidamente vivo. Cada fibra
de mi ser quería ser tocado, lamido, follado. El dolor en mi centro se volvió casi
inaguantable, necesitando ser liberado o detenido o algo—. ¡SÍ! —grité, finalmente
admitiendo lo que había estado tratando de negar por tanto tiempo. Diciéndole lo
que él quería escuchar para que me diera más de lo que yo estaba buscando.

Yo quería más y él me dio más.

220
Él no sólo me folló, me quitó el control. Todo un asalto en mi cuerpo. Fuerte y
prolongadamente me folló, como si me estuviera castigando y su verga fuera una
lección que yo necesitara aprender. El dolor se volvió real en una forma que me
tenía empujando contra Preppy—. Creo que necesitas parar. Por favor para. Duele
demasiado. No puedo seguir… —las palabras cayeron de mí mientras me
respondían con un furioso empuje, sus caderas estampándose contra mi culo, sus
manos clavándose en mis hombros mientras me follaba y me montaba al mismo
tiempo. Ignorando mis peticiones por un indulto de su nuevo tipo de sufrimiento,
sentí los abdominales de Preppy contraerse sobre mi espalda y a sus músculos
tensarse. Él estaba tenso, dándome su todo, pero todavía estaba conteniéndose.

—Dame… todo —murmuré mientras sentía algo volverse de dolor a placer,


encendiendo un calor alrededor de mi estómago y mi coño, alcanzando otros lugares
de mi cuerpo. El sonido del tren aproximándose sonó cerca. El patinaje del metal
contra las vías. La bocina protestando, haciéndose más y más fuerte mientras se
acercaba. Fue ahí, justo ahí, pero no pude encontrar las palabras de lo que estaba
buscando—. No puedo… —dije, empujando contra él, encontrando su empuje por
un poderoso empuje.

—Sé lo que necesitas. Te tengo —dijo Preppy. Se alzó de nuevo, algo cliqueó
detrás de mí, seguido de una filosa sensación de raspado contra mi vientre, dándome
el dolor suficiente para traerme hacia el placer que estaba buscando.

El silbido del tren sopló, el suelo alrededor de nosotros se sacudió como un millar
de estruendosos caballos que estaban a punto de llegar en estampida sobre nosotros.
Grité fuerte y largo, el sonido tragado por el estruendoso sonido del tren pasando, el

221
viento soplando mi cabello alrededor de mi rostro mientras me estrellaba sobre la
valla que había estado escalando, dando la sensación de aleteo dentro de mí. Alas en
llamas volando sobre mi cuerpo en un grado de placer que me tenía persistiendo en
el borde de la inconsciencia mientras me hundía más y más lejos en ola tras ola de
puro e inalterado placer que nunca quería que terminara. Mi coño se apretó
alrededor de Preppy, sosteniéndolo inmóvil con un último estrangulamiento del que
no quería que él escapara.

—Tan jodidamente… ahhh —gruñó Preppy, y con un empuje final salió de mí y


sentí la pérdida, mi coño apretándose a nada, más que al espació que él había
llenado. Separó mis nalgas con una mano y giré mi cabeza justo a tiempo para
observarlo tomar su verga en mano, acariciándose a sí mismo mientras salpicaba
calientes chorros de blanco directamente en mi lugar más privado. Preppy gimió
mientras observaba su semen gotear de mi culo hacia mi hinchado coño. Sus
gemidos, sus sonidos de placer, sonidos que yo causé, eran como música, una
canción que no quería que terminara nunca.

El tren pasó, dejando un eco de metal chirriando en su estela. Preppy me dio la


vuelta y colapsó arriba de mí, entre mis piernas todavía abiertas. Su verga
descansando en mi coño, todavía pulsando contra mí mientras él se recuperaba de
su propio orgasmo.

—Tu coño —dijo Preppy, tratando de recuperar el aliento. Él estaba encorvado


sobre mi cuerpo con su barbilla descansando entre mis senos, levantando la vista
hacia mí a través de sus enormes pestañas, no era justo para ellas estar en un

222
hombre—. Carajo, es tan jodidamente bueno —murmuró, empujando contra mí
con su todavía dura, pero aun así suave verga como si no pudiera tener suficiente.

Preppy puede no haber sido capaz de conservarme, pero yo habría estado


equivocada en la otra cuenta.

Porque después de esa noche no había negación que él me poseía.

223
CAPITULO 25

DRE

C UENTAME ACERCA DE CONNER. Dime por qué no se merecía lo que le


hice.

Rodé, pero él me agarró del hombro y me rodó de vuelta—. Dime y


prometo que si puedo ayudar a quitar ese dolor lo haré —dijo, en un momento de
ternura que me sorprendió.

Y yo estaba cansada de vivir con carga. Tanto como no quisiera nunca revivir en
mi cabeza lo que pasó, no importó decirlo en voz alta, las palabras simplemente
comenzaron a fluir.

—Mi papá es un tipo regular. Él siempre estuvo como perdido. Es ingeniero, pero
nunca se quedó con la empresa por mucho tiempo, unos cuantos años a lo mucho.
Entonces él encontró a Jan y todo cambió. Se casaron y él era feliz otra vez. Jan no
era mi persona favorita, pero supongo que las madrastras nunca lo son, pero ella
era lo suficientemente buena y lo hacía sonreír, eso era todo lo que importaba. Lo
que más me gustó fue quien trajo con ella.

224
—¿Quién? —preguntó Preppy, trazando perezosos círculos alrededor de mi
ombligo.

—Mi hermanastra, Amelia. Yo la llamaba Mellie. Es a quien le estaba escribiendo


la carta. Realmente no estaba tratando de matarme, simplemente estaba
descargando mi alma. Después del cementerio y Conner y todo, no sabía qué hacer
así que comencé a escribir.

—Dijiste que no tenías a nadie. ¿Por qué no trataste de llamarla?

—No puedo —admití, ahogando un sollozo—. Ella está muerta.

Preppy asintió en comprensión—. La gente muere, Doc.

—Lo hacen —dije, inhalando una temblorosa respiración profunda—, pero ella
es la única persona a la que he matado —y antes de que pudiera convencerme a mí
misma de que era una mala idea, estaba frotando la cicatriz en el costado de mi cara
y estaba contándole a Preppy la historia que me perseguía desde el día que pasó. La
historia que lo empezaba y lo terminaba todo.

No manejo.

Nunca aprendí como. Bueno, nunca terminé de aprender.

Mi hermanastra. Ella era mayor. Tenía dieciocho y a punto de irse por la


universidad. Ella se iba a ir, ella no necesitaba ser amable conmigo, ella ni siquiera

225
necesitaba verme realmente. Íbamos simplemente a vivir en la misma casa por unos
meses.

Era bonita. Alta, rubia, enormes ojos azules. Ella rechazó contratos de modelaje
porque quería enfocarse en su educación. Ella quería ser doctor, no cualquier
doctor, sino uno de los que viajaban a otros países y trataban a personas sin acceso
al cuidado médico. Era una buena persona y eso es lo que hace todo esto mucho
peor. Si ella fuera una persona mala, alguien como, alguien como yo, entonces
quizás no sería tan malo, pero lo es y cada día duele más, incluso aunque dicen que
debería doler menos.

Había acabado de conseguir mi permiso de conducir. Se suponía que mi papá


tenía que llevarme ese sábado, pero él llamó y no pudo lograrlo. Cosas del trabajo.
Cuando Mellie vio cuan decepcionada estaba yo, ella se ofreció para llevarme.

Fuimos a este estacionamiento abandonado junto a la autopista. Ella era tan


paciente y yo era tan torpe. Pero luego conseguí lograrlo, o pensé que lo hice.
Cantamos junto con la radio y debió haber sido alrededor de ese maldito
estacionamiento unas miles de veces.

Estábamos casi sin gasolina. Puse el auto en aparcar y me estiré por el freno de
mano para que pudiéramos cambiarnos e ir por gasolina. Mellie dijo que estaba
cerca y que yo podía conducir.

Debí haber dicho que no.

226
Yo estaba nerviosa, salí hacia la carretera sin mirar y un auto golpeó el lado del
copiloto. Ni siquiera se sintió fuerte, pero cuando volteé, la cabeza de Mellie estaba
toda incómoda y estaba sangrando de su boca.

El auto ni siquiera fue lo que la mató, fue la bolsa de aire. Un accidente raro. Pero
si ella hubiera manejado nunca habría pasado. Todo fue mi culpa.

Nuestros padres se divorciaron meses después de que ella murió. Mi papá trató
de mantener una actitud positiva, pero no pudo. Tampoco yo. Él raramente llegaba
a casa temprano del trabajo y yo me quedaba fuera todas las horas de la noche
haciendo lo que sea que pudiera para tener mis manos en lo que me ayudaría a
olvidar.

Pronto un montón de chicos con quienes salía sugirieron en un viaje en carretera.


Había una tonelada de nosotros apilados en esa van y se dirigía al sur, pero después
de unos meses las drogas se hicieron más fuertes y la fiesta se terminó para todos,
menos para Conner y para mí. El resto volvió a su vida y yo simplemente no pude.
Quiero decir, lo intenté unas cuantas veces, pero cada vez que estaba a punto de
subirme a un autobús o a un avión o a pedir un aventón, simplemente… no pude.

Conner. Tú querías saber por qué quería mantenerlo con vida. Conner era el
novio de Mellie. Ellos se conocieron cuando estaban en el kínder y eran inseparables.
Él no podía hacerle frente y yo tampoco y supongo que lo dejé maltratarme porque
sentía que necesitaba ser castigada por lo que yo había hecho. Necesitaba arreglarlo
para él. Y en mi mente, no había nada que él pudiera hacerme que yo no mereciera.

227
Hasta que fue demasiado, y tomé la oferta final de mi papá y el boleto de autobús.
Ahí fue cuando te conocí en la torre. Me quedé porque sentí que lo merecía.

Además él fundó esa pequeña aventura. Bueno, al principio lo hizo, hasta que sus
tarjetas de crédito estaban todas agotadas. Ahí fue cuando comenzamos a falsificar
o robar o hacer lo que sea para comprar más drogas. Seguí diciendo que sí. No
porque quisiera seguir haciéndolo, sino por la culpa.

—Eso es mierda, sabes —dijo Preppy, atrayéndome de vuelta al presente. Estaba


sorprendida de cuan fácil la historia había fluido fuera de mí.

—La culpa no se siente como mierda. Se siente como una piedra en tu pecho.
Duele como si fuera real.

Preppy me miró, estudiándome con intensidad. Se giró y murmuró algo que no


pude descifrar, pero si tuviera que adivinar sonaría muy similar a—: Conozco ese
puto sentimiento.

228
CAPITULO 26

PREPPY
PRESENTe

M ira aquí —dije, golpeando mis dedos—. Es el puto botones. ¿Ha llegado
mi equipaje? —la pregunta fue encontrada con un golpe en mi
mandíbula que sacudió mi cabeza antes de que todo se pusiera negro.

Cuando desperté con un dolor de cabeza que setenta parches no podría curar,
escuché susurros en el otro lado de la pared. Susurros de mujer.

—¿Hay alguien ahí? —pregunté.

—Sí, estoy aquí —una sumisa voz contestó.

—¿Quién eres? —conseguí preguntar mientras me sentaba derecho.

—Nadie. Es por eso que estoy aquí.

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—Un placer conocerte, nadie. Soy Samuel Clearwater. Mis amigos me llaman
Preppy.

—Sé quién eres.

—Bueno, este es un juego divertido. Me conoces, pero no puedo conocerte —


dije, dejando mi cabeza caer contra la pared.

—Es mejor si no sabes.

—Sería mejor también si yo no estuviera en alguna cámara casera de tortura,


pero no todos podemos conseguir lo que jodidamente queramos, ¿podemos ahora?

Ella sonaba mejor que yo, su voz más clara, aunque no por mucho.

—¿Estás siempre tan cómodo alrededor de otras personas? —la voz femenina
preguntó, recordándome la pregunta que Dre me había hecho cuando la había
llegado con Billy—. ¿Tu vaso siempre está medio lleno, incluso aquí?

Reí y después tosí—. Señorita, justo ahora mi copa está media muerta así que deja
de cargar en mi parada y toma tu propia tortura y abuso como un puto hombre.

—¿Por qué piensas que estás aquí? ¿Por qué piensas que él te está haciendo esto?

—¿Diversión?

—Poder. Él pudo haberte matado, pudo haber dejado que te murieras, pero les
dejó creer a tus amigos que estás muerto y te mantiene balanceándote en el borde
de la vida y la muerte porque él ama el poder por encima de todo lo demás. ¿Qué

230
mejor manera de ganar poder que tomar el control de la vida de otros? Además,
ahora cada vez que Able lo hace enojar, él puede venir aquí a golpear a sus amigos
o a matarte o torturarte. Pero eso depende de él. Eso es de lo que se alimenta.

—Y aquí yo simplemente pensaba que él era un sádico y que venía y se


masturbaba con un cinturón alrededor de su cuello antes de que descargara sus
golpes.

—No, cuando él ha terminado viene a este lado de la pared y me viola.

—¿Ves? Diversión. Estaba totalmente en lo cierto —dije y por primera vez en


mucho tiempo, la voz en el otro lado de verdad rió—. Preppy, uno. Señorita a la que
Chop viola al otro lado de la pared, cero.

—Creo que podrías caerme bien, Samuel Clearwater —dijo.

—Yo no creo que me preocupe por ti en lo absoluto, quienquiera que seas.

231
CAPITULO 27

DRE

M irna logró los siguientes dos días y la instalación de vida asistida llamó
con una apertura así que los arreglos se hicieron para transferirla en
ambulancia a Sarasota, que estaba a una hora en coche. Cuando Preppy
me dijo que teníamos que ir a algún lugar, pensé que tenía que ver algo con el
papeleo de Mirna o con los documentos que había comenzado, pero no había
terminado para el expediente de King.

—¿Exactamente qué estamos haciendo aquí? —pregunté mientras Preppy


paraba en una pequeña tienda con un letrero de neón en la ventana que parpadeaba
TODO A UN DÓLAR una y otra vez en diferentes colores. Todavía podía sentir los
efectos de mi orgasmo pulsando dentro de mi cuerpo, como si mi centro estuviera
buscando por más. Crucé y descrucé mis piernas, el malestar que sentí haciéndose
más grande entre más cerca era nuestra proximidad.

—Ya verás —dijo Preppy—. Quédate aquí —me lanzó un guiño y saltó fuera del
auto antes de que yo pudiera contestar. Sólo estuvo en la tienda por un minuto o dos

232
antes de que regresara con una cubeta negra grande la cual colocó en la cajuela.
Cuando volvió a entrar en el auto me lanzó una bolsa, algo frío caló en mis piernas
a través del delgado plástico.

—¿Hot dogs? —pregunté, sacando un paquete de hot dogs marcado ‘producto


misceláneo de carne.’ Una pegatina dorada en forma de estrella sobre la etiqueta
señalaba el precio de un dólar, como si el letrero parpadeante no fuera suficiente.

—Sip, hot dogs —dijo Preppy, girando sobre un lado del camino entre los árboles
cubriendo el letrero del camino.

—¿Exactamente qué significa producto misceláneo de carne? —pregunté


girando el paquete y encontrando otras curiosas etiquetas advirtiendo que los hot
dogs PODRIAN CONTENER CACAHUATE—. ¿Esto es nuestro almuerzo? Porque
tengo que decir que ni siquiera creo que tú puedas comerte estos —dije, sintiendo a
mi estómago volcarse ante el pensamiento.

—Realmente no son tan malos. Cuando era un niño sobreviví de esas cosas —
dijo Preppy con una sonrisa, sorprendentemente como si no fuera un mal recuerdo,
sino uno que recordaba afectuosamente. Mi estómago se volcó otra vez, pero no por
los hot dogs, sino porque me di cuenta de cuan horrible mi comentario había
sonado.

—Lo siento, quiero decir —comencé—. Yo sólo… no puedo esperar para probar
uno.

233
—¡No! —dijo Preppy, riendo tan fuerte que tuvo que agarrarse el estómago—.
Primero que nada, no le tengas lástima a mi pasado. Mi pasado me hizo quien soy y
amo mi vida. Segundo, debí haber sido más claro, estos no son para que los comamos
NOSOTROS, aunque sí tienen que ver algo con almuerzo.

Lo miré fijamente esperando a que me diera más, pero todo lo que hizo fue
sonreír—. No tengo idea de lo que eso significa —admití.

—Bueno —dijo, estacionando el auto donde un camino estaba cortado por un


muro de árboles—. Estás a punto de descubrirlo. Trae los hot dogs —dijo Preppy,
abriendo la cajuela y sacando la cubeta y otra bolsa que no había notado antes.

Lo seguí a través de un laberinto de arbustos, me alegra haberme cambiado de


ropa como el sugirió. Preppy se giró y me tomó de la mano y me jaló a través de una
pequeña abertura en un gran muelle y rompeolas que han visto mejores días. Lucía
como si hubieran sido abandonados por años, dejados hasta podrirse bajo el sol de
Florida.

—Es hermoso —dije y lo decía en serio. Incluso con partes pesadamente


recubiertas con capas de percebes y otras partes cayéndose en el agua salada, tenía
un asomo extraño de belleza. Casi como si pudiera imaginar como solía lucir con
un largo embarcadero extendiéndose en el agua. Los pilares donde los botes
embarcarían así que sólo podía imaginar qué clase de grandes barcos eran
aparcados ahí alguna vez —Esto debió haber sido algún lugar —dije.

Preppy bajó la cubeta y la cuerda. Soltó mi mano, pero sólo para girarme en
dirección opuesta al agua, hacia donde una grande casa de tres pisos estaba

234
asomándose por encima de la cerca sobrecrecida de césped y hierbas. Estaba en el
mismo estado que el muelle. Ventanas bordeadas con madera podrida.
Revestimiento en suciedad, vacía de las constantes lluvias de verano—. Guao —fue
todo lo que pude conseguir decir.

—Sí, es jodidamente genial, ¿verdad? Fue construida en los veinte —dijo


Preppy—. Fue abandonada desde que podía recordar. Los niños solían retarse unos
a otros para pasar la noche adentro porque el rumor era que estaba embrujada o
que una bruja vivía ahí o alguna mierda. Siempre estaba cambiando. Como sea, unos
años atrás cuando alguien y su tía Tilly pensaron que podían hacer dinero en el
mercado Florida Real Estate, un promotor la compró para demolerla y convertirla
en un condominio frente al canal, pero el mercado se fue panza arriba y
simplemente se quedó aquí pudriéndose desde entonces.

—Sería una pena destruirla. Sólo necesita un poco de trabajo —dije, protegiendo
mis ojos del sol. Sólo podía ver del segundo piso para arriba detrás del arbusto, pero
si entrecerraba mis ojos lo suficientemente fuerte casi podía ver la casa que fue una
vez. Balcones donde familias podían sentarse y almorzar admirando el agua o
entretener a sus invitados. Un área de estar o una sala de lectura haciendo el tercer
piso completo un desván, iluminado con luz solar natural en las noches.

—Eso es. Ya no hay nada como esto por aquí.

—¿Quién crees que vivía ahí?

235
—No estoy seguro, pero Thomas Edison y Henry Ford tenían lugares de invierno
no muy lejos de aquí, así que tal vez alguien que rozaba hombros con esa gente. Es
definitivamente posible.

—Guao. Hay un montón de historia en este pueblo —nunca supe eso.


Lentamente, me sentí volviéndome a enamorar de Logan’s Beach.

—Este pueblo no es exactamente histórico, aunque histórico podría encajar


simplemente bien.

Yo todavía estaba mirando a la casa, imaginando los botes que debieron haber
embarcado ahí y las fiestas que los originales dueños debieron haber tenido. Fue una
verdadera pieza de perfección sureña. Como una belleza sureña con un vestido
sucio.

—Una cosa es segura —dijo Preppy. Me di la vuelta para encontrarlo atando


pequeños ganchos al final de cada una de las cuerdas de nylon—. Quienquiera que
vivió aquí, probablemente no eral del tipo que hace esto.

—¿Exactamente qué es esto? —pregunté.

—Voy a llevarte a almorzar. Algo así —dijo, abriendo el paquete de hot dogs y
rompiéndolos en pedazos para colocarlos al final de cada uno de los ganchos—. Pero
tenemos que atraparlo primero —Preppy tiró el gancho al agua lentamente—.
Tengo que asegurarme de que esté en el fondo —explicó, atando la vara arriba de
uno de los pilotes, luego repitiendo el procedimiento con las otras tres cuerdas.

236
—¿Qué estamos atrapando? —pregunté, susurrando, como si lo que sea que
estuviera en el menú pudiera escucharnos y ser asustado por nuestras voces. Me
paré al final del muelle y bajé la vista al agua turbia donde no podía ver nada más
que marrón.

—Ya verás —una de las cuerdas comenzó a moverse y ahí es cuando me di


cuenta que lo que sea que Preppy estuviera atrapando, no era un pez porque la línea
no sólo se precipitó como si fuera comida por un pez, sino que lucía más como si
estuviera… ¿caminando?

—Ten —Preppy me movió en frente de él así que su pecho estaba en mi espalda.


Levantó la vara en frente de su cuerpo para que yo la tomara así que lo hice, pero él
no se movió, sólo se agachó, así su barbilla estaba descansando en mi hombro—. El
truco está en levantarla lentamente —dijo, su aliento hormigueando en mi oído.
Traté de concentrarme, pero sólo podía sentir su cuerpo, su cercanía. Era como una
baja vibración o silbido que nadie más podía recoger excepto yo y estaba tan cerca
que tenía que morder mi labio para mantenerme a mí misma de presionarme contra
él—. Lentamente —repitió, arrastrándome de vuelta a la tarea en mano. Hice lo que
dijo, cruzando mis manos una sobre la otra, jalando la cuerda como Preppy me había
mostrado. Preppy retrocedió por un momento, apareciendo otra vez a mi lado con
una cubeta. Se acuclilló justo cuando un rostro apareció justo debajo en la superficie
del agua, mirándome.

El rostro de un cangrejo.

237
—Ahora no te muevas o lo vas a asustar —susurró Preppy por un lado de su
boca, inmóvil como una estatua—. Al segundo que lo tengas arriba del agua, ahí es
cuando lo mueves hacia la cubeta tan rápido como puedas antes de que se escape y
regrese al agua.

Con el fin de permanecer inmóvil, no contesté—. Puedes hablar —susurró


Preppy, tratando de no reírse.

—Oh, sí. Lo tengo —susurré. Incluso más lento que antes, levanté la cuerda hasta
que el cangrejo estuvo fuera del agua. Rápidamente batí la cuerda hacia la cubeta,
pero demasiado ansiosa porque Preppy tuvo que esquivar ser golpeado por el
cangrejo, quien se soltó del hot dog justo un poco antes de lo que espera que lo
hiciera. Preppy puso la cubeta de vuelta en el rompeolas y miro adentro al cangrejo
azul que era sólo un poco más grande que la palma de mi mano. Rodeó el fondo de
la cubeta, golpeando los muros plásticos con sus tenazas.

—Guao. ¿Cómo aprendiste a hacer eso? —pregunté, mirando a mi logro con


asombro mientras él prensaba el aire con sus tenazas. Preppy no contestó
inmediatamente, así que cuando levanté la vista al otro lado de la cubeta lo encontré
mirándome, su boca parcialmente abierta—. ¿Preppy? —pregunté, mi voz sonando
rasposa y áspera.

—Oh —dijo, regresando de donde sea que se hubiera ido—. Este tipo al que King
y yo le solíamos vender hierba cuando éramos chicos nos enseñó. Hubo un verano
que comimos muchos de estos cabrones que tuvimos que detenernos cuando nos

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dimos cuenta que comenzábamos a oler como ellos —dijo con una pequeña risa,
reviviendo el recuerdo.

—Son muy pequeños —señalé—. Difícilmente parecen suficiente para dos


chicos.

—No lo es. Es por eso que necesitamos más —dijo Preppy, jalándome de la mano
al final del muelle. Atrapamos siete de ellos antes de que Preppy declarara que era
suficiente para nuestro almuerzo. Condujimos a lo que parecía como una choza
abandonada en medio de chozas similares a mitad de la calzada. El olor a mariscos
recién freídos flotaba del pequeño lugar haciendo que mi estómago gruñera—.
¿Hambrienta? —preguntó Preppy, guiándonos al pequeño espacio que sólo tenía
unas cuantas mesas desajustadas y un viejo refrigerador de Pepsi.

—Muriendo de hambre, ¿tú? —pregunté, sorprendida cuando él no tomó


asiento. Preppy pasó el mostrador hacia una habitación trasera incluso más pequeña
donde un hombre largo con cabello plateado estaba de pie junto a una olla.

—Preppy, mi buen hombre, ¿qué tienes para mí? —preguntó, tomando la cubeta
de los brazos de Preppy.

—El obsequio de cangrejos —anunció Preppy.

El hombre rió y colocó la cubeta en el suelo junto a la estufa—. Este podría ser el
único momento cuando los cangrejos hacen un buen regalo —dijo—. ¿Los quieres
a la manera usual?

239
—Lo tienes —dijo Preppy, llevándome de la mano de vuelta hacia la puerta
trasera—. Oh, y esta es Dre —dijo mi presentación de último minuto—. Ese el Billy.

—¿Cómo Dr. Dre? —preguntó Billy.

—Sip, ella tiene una hermana llamada Snoop —dijo Preppy, abriendo la crujiente
puerta. Nos sentamos en sillas amarillas en el raquítico patio que lucía como si
hubiera estado pudriéndose en el sol por bastante tiempo.

Preppy se inclinó cerca como si estuviera estudiándome.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté, inclinándome hacia atrás de su intensa


mirada.

—Tratando de descifrarte.

—¿Ah? ¿A mí? ¿Por qué?

Preppy apuntó a mi rostro—. Tienes estos enormes ojos y aunque son oscuros
como el infierno, son aun así de alguna manera brillantes. Tienes cabello seriamente
negro, tan negro que es casi azul, pero tu piel está únicamente bronceada
ligeramente. ¿Qué eres? ¿Algún sabor de España? ¡Oh! Lo tengo, ¿un poco asiática?
No, eso no es. ¿Isleña del Caribe, tal vez? ¿Barbados? ¿Antigua? ¿Narnia?

Sacudí mi cabeza—. ¿Narnia? Ese ni siquiera es un lugar real. Es ficción.

—¿Has estado ahí alguna vez? —retó Preppy.

—No.

240
—¿Entonces cómo puedes estar tan segura?

—Supongo que no puedo estarlo.

—Cierro mi caso.

Reí—. Bueno, real o no…. No soy Narniana. La descendencia de mi mamá es


inglesa y el lado de mi papá es Canadiense francés.

Preppy deslizó sus lentes de sol por su nariz hacia abajo—. Entonces… ¿serías
una chica blanca?

—Totalmente soy una chica blanca.

Preppy suspiró—. Sablista. Yo que pensé que éramos interraciales y la mierda.

—Decepcionante, lo sé.

—El sufrimiento es real.

Después de unos momentos de cómodo silencio, Preppy habló primero—. ¿Qué


estás pensando por ahí, Doc? Puedo ver tus tuercas girando.

Me encogí de hombros—. Siempre estás tan cómodo. Alrededor de todos. Ya


sabes, cuando no estás amenazándome o tratando de enseñarme una lección o
arrastrándome a algún lugar.

—¿Y? —preguntó, tragando fuerte.

241
—Y me estaba preguntando cómo alguien… en tu línea de trabajo puede estar
tan relajado todo el tiempo.

—¿Y qué línea de trabajo es esa? —preguntó Preppy, inclinándose hacia mí y


sonriéndome como si estuviera tramando algo.

—Ya sabes, distribuir las drogas —dije, haciendo una mueca cuando mi frase
salió tan incómoda como me sentí.

—Bueno, Doc, puedo decirte eso aunque trabajo en las drogas, la razón por la
cual luzco tan cómodo es porque lo estoy.

—¿No tienes enemigos? ¿Los negocios no salen mal? Quiero decir, llevas una
pistola así que tienes que estar preocupado por algo.

—Has visto demasiadas películas, Doc. Aunque algunas veces sí tengo que usarla
para más que sólo ponerla en tu cabeza mientras hago que te corras —dijo Preppy.
Me sonrojé—. Es PORQUE cargo una pistola que no estoy preocupado —miró hacia
el agua. Un oxidado bote camaronero estaba lentamente deteniéndose en el muelle.
Un hombre saltó al muelle, mientras otro gritaba instrucciones y le lanzaba una
cuerda. La suave briza soplo el rubio cabello de Preppy por encima de su cabeza. Se
giró de vuelta hacia mí—. Y estás equivocada, sabes.

—¿Sobre qué?

—No siempre estoy cien por ciento cómodo alrededor de todo—dijo, fijando sus
ojos en los míos—. Está esta persona. Esta chica quien yo creo… —justo entonces
Billy abrió la puerta.

242
—¡Plato caliente! —anunció, colocando un enorme plato de recién cocidos
cangrejos en el centro de la mesa. Me di cuenta que el plato en realidad no era un
plato en lo absoluto, sino una tapadera al revés de un bote de basura de metal.

—¿Qué es ese maravilloso olor? —pregunté, inclinándome hacia los cangrejos e


inhalando el aroma picante-dulce saliendo de los cangrejos que todavía estaban
humeando.

—Sazón a la Vieja Bahía. Es genial en cualquier clase de crustáceo. Hago mi


propia versión de la misma. Es mi ingrediente secreto —dijo Billy.

—Billy, lamento ser el que te diga esto, pero cuando le dices a todos sobre ello,
ya no es tan secreto. Y copiar un nombre no es exactamente una creación original.

Billy golpeó a Preppy en el hombro con su trapo—. Touché, amigo mío —dijo
con una carcajada. Colocó su mano en el respaldo de la silla de Preppy—. Escucha,
quiero agradecerte por ayudarme a que las estufas funcionaran de nuevo. Estaría
cocinando cangrejos azules debajo del refrigerador en este momento si no fuera por
ti haciendo esa llamada y consiguiéndome esas estufas.

Se estrecharon las manos e hicieron el saludo de manos secreto que todos los
hombres parecen saber, el que terminaba con un medio abrazo y una palmada en
la espalda—. No podía dejar a mi chef favorito sin cocina, ¿quién me alimentaría?

—Oh, no lo sé, quizás una de la docena de ancianas que hacen lo que sea que
quieras. Tal vez Grace. Tal vez una de las putas del club —dijo Billy, con una sonrisa.

243
Se giró hacia mí—. Lamento el lenguaje, señorita. Quiero decir las señoritas que
están asociadas con el Beach Bastards.

—Sin preocupaciones —dije, decidiendo justo ahí que me agradaba Billy.

—Amigo, no te heriría así —dijo Preppy—. Ninguna de ellas cocina mariscos


como lo haces tú. Nadie —Preppy se estiró por el cangrejo con sus manos y colocó
uno el plato, pasándolo a través de la mesa hacia mí. Billy le dio una mirada de
complicidad—. ¿Así que estamos bien? —preguntó Preppy, agregando—, ¿no eres
tú, soy yo? —levantó sus brazos en rendición mientras Billy lo golpeaba otra vez con
el trapo. Le agradeció a Preppy de nuevo y se dirigió adentro, silbando una estática
versión de la canción de Billy Joel sonando a través de la pequeña radio en el piso,
donde también estaba manteniendo la puerta abierta.

—Casi olvido darte estas —dijo Billy. La puerta se abrió y lanzó dos pinzas
amarillas por encima de mi cabeza y hacia la mesa.

Yo había exitosamente arrancado la primera pierna de mi cangrejo y estaba


haciendo mi mejor esfuerzo con las pinzas para liberar mi almuerzo de su
caparazón cuando levanté la vista para encontrarme a mí misma atrapada en la
intensa mirada de Preppy—. Esto luce muy bien, ¿no es así? —pregunté, tratando
de romper el espesor en el aire entre nosotros.

Preppy permaneció callado mientras levantaba un cangrejo del plato y lo


colocaba en el suyo. Luego hizo un espectáculo levantando dos familiares dedos a su
boca para lentamente chupar el sazón, justo como lo había hecho antes. Mis bragas
se humedecieron al instante. Contuve un gemido y aclaré mi garganta, volviendo mi

244
atención de vuelta a mi plato—. ¿Tienes… tienes hambre? —pregunté
temblorosamente, tratando de sonar inafectada mientras mis pezones se endurecían
a través de mi camiseta.

Como si lo supiera, la mirada de Preppy cayó en mi pecho, persistiendo ahí, como


si estuviera admirando lo que me había hecho.

—Estoy jodidamente hambriento.

245
CAPITULO 28

PREppy
PRESENTE

H AY UNA COSA en la que no has pensado —dije, sentándome tan derecho


como podía.

—¿Ah sí? ¿Y qué carajos sería? —preguntó Chop, cruzando sus brazos sobre su
pecho y recargándose contra la pared con una sonrisa come mierda en su cara.

—Eres un individuo jodido —dije, pausando para ajustar el agudo dolor en mis
costillas.

—¿Eso es? —preguntó Chop, rodando sus ojos.

Sacudí mi cabeza—. No, no me dejaste terminar —empujé contra el piso y deslicé


mi trasero contra la pared, apoyándome a mí mismo en la esquina—. Lo que no
pareces entender es que no hay nada que puedas hacerme que no haya sido hecho
antes. Eres un aficionado. Un puto principiante. ¿Crees que amenazándome con

246
violarme el culo va a romperme? —me reí—. Piensa otra vez, chupa vergas, porque
mi padrastro ya tuvo ese honor.

—Todo lo que estás haciendo es decirme que eres basura blanca. Como ya lo
sabía. Por qué no cierras la puta boca y así puedes morir con un poco de puto orgullo
—dijo presumidamente—. Se me viene a la mente, ¿tal vez debería llamarlo e
invitarlo para una visita? Me pregunto que es de él estos días —me estaba
provocando, usando lo que le había dicho para tratar de hacerme enojar.

Piensa otra vez, hijo de puta.

—Él la está pasando simplemente muy bien. Pudriéndose en el pantano justo


donde lo dejé —dije sin más mientras hacía una mueca de dolor, incluso aunque el
dolor disparándose a través de mi espina era paralizante.

La cara de Chop momentáneamente cayó. Se quitó de la pared y se arrodilló junto


a mí—. ¿Así que mataste a un hombre? ¿Y qué? ¿Debería estar impresionado?
¿Crees que una historia sobre tu patética infancia me va a hacer sentir mal? ¿Y
después qué? ¿Piensas que simplemente te voy a dejar ir?

Sacudí mi cabeza, o al menos pensé que lo hice, todos los músculos de mi cuello
estaban entumecidos a ese punto—. No, lo que no pareces entender es que todo esto
no tiene sentido. Puedes violarme el culo y no va a quebrarme. Puedes seguir
torturándome, pero lo que no entiendes es que la mitad de esa mierda me pone el
pene duro. Puedes haberme matado… —me incliné más cerca y sonreí—. Pero ya
estoy muerto, perra.

247
Chop se levantó y me pateó en las costillas con su pesada bota, mandándome a
estrellar contra la pared junto a mí, mis dientes castañeando con el abrumador dolor
rasgando a través de mi cuerpo.

Chop se fue sin decir una palabra o me desmayé del dolor y no escuché sus
últimos pensamientos del pedazo de mierda que soy. Independientemente, cuando
abrí mis ojos estaba agradecido de encontrar que una vez más estaba solo.

Excepto, por supuesto, por la mujer que no me diría su nombre. Debería haber
estado feliz de no estar solo, pero cada palabra que salía de su boca me hacía
encogerme y cada vez que Chop se iba ella tenía un comentario.

—Sabes, provocarlo no va hacer las cosas más fáciles para ti. He aprendido esa
lección de la peor manera —dijo suavemente.

—¿Hola? —pregunté y cuando ella no contestó inmediatamente supuse que


estaba escuchando cosas, así que hice lo que cualquiera que está perdiendo la puta
cabeza haría y terminé la letra de la canción de Lionel Richie.

—¿Hello? ¿Is it me you’re looking for? —canté, agarrando mis costillas a medida
que cada palabra se sentía como si me estuviera apuñalando a mí mismo en los
intestinos, pero la canción necesitaba ser cantada o un hada perdería sus alas o
alguna mierda.

—Nunca me gustó esa canción —la mujer dijo de nuevo y esta vez estaba seguro
que no estaba escuchando cosas. Más bien, casi seguro. Como, un cuarenta por
ciento.

248
—Escuche, señora, no sé siquiera si es real a este punto, pero si usted no es real,
entonces perdonaré su breve lapso de falta de juicio cuando se trata de la grandeza
que es Lionel Richie.

—¿Alguna vez te callas? —dijo, fastidiada.

—Sí, hago esta cosa cuando me desmayo donde mi boca deja de moverse —dijo.

—No, de hecho no lo haces. Ayer estabas comentando como si fueras un


comentarista de algún tipo de competencia —jadeó.

—Probablemente era American Ninja Warrior, siempre pensé que sería bueno
en eso —me acomodé, así no sentía como si fuera a romperse mi cóccix bajo mi
propio peso—. Bueno, ahora que las bromas están fuera del camino, ¿finalmente
vas a decirme tu nombre?

—Los nombres no son importantes —dijo.

—Claro que lo son. Mi nombre es Samuel Clearwater, pero mis amigos me


llaman Preppy —dije, aunque estaba bastante seguro que ya me había presentado a
esta molesta perra—. Si no vas a decirme tu nombre puedes al menos describirme
tus tetas. Talla de sostén y pezón si puedes por favor.

Hubo una breve pausa—. Él no va a matarte, sabes.

—¿Eso es… decepcionante? —dije, aunque salió como una pregunta. No quería
morir, pero ser torturado cada día no estaba exactamente en mi lista tampoco.

—Chop cree en tomar vidas —dijo, señalando lo obvio.

249
—Creo que entiendo eso. ¿Él ha estado golpeándote en la cabeza?

—No, no lo entiendes. Hay más poder en tomar vidas de lo que hay en


terminarlas. Al mantenernos vivos y atrapados aquí como ratas, él dicta como
vivimos y si lo hacemos y cuando morimos. Y si una situación surge donde él pueda
usarnos, él arrojará nuestros demacrados cuerpos a los pies de quien sea que él esté
tratando de intimidar al mostrarle cuanto poder realmente tiene.

—Eso suena como a mucho trabajo.

—Creo que lo tuviste mal cuando le dijiste tú estás más jodido que él —dijo con
un triste suspiro—. Reza. Medita. Concéntrate en lo que era la vida antes de que
llegaras aquí porque, Samuel —pausó—, porque nunca vas a ver esa vida otra vez.

No discutí con ella. No sólo porque ella había estado allí por años y pensara que
discutir con ella sería una pérdida de energía, sino porque en algún lugar muy
dentro de mí sabía que ella tenía razón.

Ella estuvo callada poco después de eso y asumí que se quedó dormida en el hoyo
en el que estaba. Sin mucho para mantener mi mente alejada de la tortura y muerte,
cerré mis ojos y usé la simple técnica de respiración de meditación que Mirna me
había enseñado. Tomé unas cuantas respiraciones profundas, bueno, tan profundo
como pude sin ahogarme hasta la muerte, y traté de enfocarme en como lucía mi
vida antes de que me dispararan. Era feliz. Tenía una familia. Tenía respeto. Lo que
no tuve. Fue a ELLA. Incluso cuando imaginaba al elenco de personajes en mi vida,
King, Doe, Bear y Grace, había alguien más quedándose más allá en la distancia,
eclipsando a las personas estando justo frente a mí.

250
Ella estaba admirando la bahía de espaldas hacia mí. Su oscuro cabello ondeando
alrededor en el viento. Se dio la vuelta para estar de frente a mí justo mientras yo
me acercaba, sus oscuros ojos suavizándose cuando me vieron, su sonrisa tirando
de las comisuras de sus gruesos labios. Cuando habló hizo a mi corazón latir más
rápido y floté a un estado de seminconsciencia, rodeado por sus palabras haciendo
eco en cada rincón de mi cerebro una y otra vez en un bucle interminable de
arrepentimiento.

Consérvame.

251
CAPITULO 29

PREppy

C UANDO la campana de la puerta sonó pensé que era Billy, quien se suponía
debía dejar algunos nuevos cangrejos azules antes de que me dirigiera a ver a
Dre. Quería quitarle de la mente a Mirna y, ¿qué mejor manera de hacer eso
que una cena de cangrejos casera, seguido de mi cara entre sus piernas y mi lengua
dentro de su coño por una cantidad indeterminada de tiempo?

Cuando abrí la puerta, no era Billy. Ni siquiera era un hombre. Una mujer parada
en mi porche. Tenía cabello rubio a la altura de los hombros y ella olía a espray para
cabello. Sus brillosos labios estaban pintados de rosa brillante. Me miró fijamente
con grandes ojos dorados como si estuviera esperando a que yo dijera algo—. Fue
usted quien tocó la puerta, señora —dije, preguntándome qué carajos estaba
demorando a Billy. La mujer ajustó su saco de mangas cortas de su traje blanco,
brazaletes dorados de deslizaron de arriba abajo en su muñeca cuando se movió,
tintineando ruidosamente.

252
Cuando ella no dijo nada y continuó mirándome, levanté el volumen de mi voz y
hablé lentamente—. ¿Puedo ayudarte? —ni siquiera estaba seguro si ella había
parpadeado. Sabía que estaba a un suspiro de advertir, pero maldita puta señora,
tengo lugares en cuales estar. Sobre su hombro estaba un Cadillac SUV blanco
brillante. La ventana de enfrente estaba blindada, así que no podía ver a nadie en él,
pero podía escuchar el motor encendido.

La luz del sol destelló en la humilde roca en su mano izquierda y retrocedí cuando
el haz de luz me disparó directamente en los putos ojos—. Oh, lo siento —dijo,
moviendo su mano detrás de su espalda—. Y sí, sí puedes ayudarme. Aunque, la
razón por la cual estoy aquí es porque no te ayudé.

—Pero déjeme adivinar, ¿Jesús puede ayudarme? —pregunté, recargándome


contra el marco de la puerta—. Porque tengo que decirle, señora, que debería
detenerse antes de siquiera empezar porque está desperdiciando su tiempo conmigo.
No me importa qué clase de dios me esté vendiendo hoy, pero no voy a comprarlo.
No necesito ir a la iglesia para saber que soy un pecador y sea el dios allá arriba que
pueda existir está completamente consciente de quien soy yo y no me ha pegado
simplemente todavía. Así que de la forma en que lo veo, yo y dios tenemos algo
bueno yendo y sabe lo que dice el dicho, no lo arregles si no está roto.

Iba a cerrar la puerta y llamar a Billy para ver cuándo podría esperarlo, cuando
la mano de la mujer salió disparada y se agarró a ella antes de que pudiera
cerrarla—. ¡Samuel! ¡Espera! —gritó y es ahí cuando el reconocimiento me golpeó.

No podía ser.

253
Pero lo era.

Abrí la puerta otra vez, tomando otro vistazo de la mujer frente a mí—. ¿Mamá?

—Sí, Samuel —dijo con una pequeña sonrisa. Feliz de que la reconociera—. Soy
yo.

Había estado enojado un tiempo o dos en mi vida. Había estado confundido.


Había estado herido. Pero nunca había estado más asesinamente colérico de lo que
lo estaba justo ahí. Apreté mis puños. El calor de mi repentina rabia amenazaba con
hervirme vivo—. Lárgate al carajo de mi propiedad —siseé, dando un paso fuera
hacia el porche. Ella no tuvo otra opción más que bajarse al primer escalón o ser
pisoteada. La miré con todo el odio que había estado ulcerándose por años en mi
alma—. Pensé que estabas muerta.

—No lo estoy —dijo, sus manos temblando.

—Lástima.

—Yo… yo merezco eso —dijo, mirando hacia atrás al SUV donde un hombre
mayor en una chaqueta deportiva salió del coche y abotonó su chaqueta—. Mitch,
está bien. Sólo estamos hablando —llamó ella.

—No, no lo estamos. Vete. ¡AHORA! —demandé.

—Ese es mi esposo, Mitch —dijo mi mamá, señalando al hombre.

254
—Siempre fuiste buena ignorándome —murmuré, sintiendo la presión
construyéndose detrás de mis ojos. Si ella no tomaba mi advertencia, las cosas iban
a terminar mal para ella.

—Samuel, seré rápida. Lo prometo. Dos minutos, eso es todo lo que quiero —
dijo, levantando sus cejas y esperando a que yo responda.

—Tienes un minuto.

Ella habló rápidamente—. Vine aquí porque es parte de mi rehabilitación. Para


hacer las paces con aquellos con los que me he equivocado y me he equivocado más
contigo.

—No hay duda de porque no te reconocí. Estás sobria. Nunca vi ese aspecto en ti
antes. Y no hay necesidad de hacer las paces, sólo hay una necesidad de que te vayas
al carajo. ¡AHORA!

Ella bajó otro escalón más, pero aun así no se fue—. Cuatro años ahora. Cuatro
años he estado sobria.

—¡Putas felicidades! ¿Te tomó cuatro putos años para querer disculparte por la
mierda de mamá que fuiste? —reí y me incliné cerca—. Disculpa no aceptada.

—No sabía que decirte hace cuatro años.

—Oh, ¿pero ahora lo sabes? —pregunté—. Esto debería ser bueno. Muy bien,
vamos a escucharlo —dije, cruzando mis brazos sobre mi pecho y haciéndole señas
para que continuara.

255
—Lo siento, Samuel. Era una adicta. Todavía lo soy porque es una enfermedad
que realmente nunca se va. He tomado algunas malas decisiones y te herí. Nunca
me perdonaré a mí misma y no espero que tú lo hagas tampoco.

—¿Me heriste? Lo haces sonar como si hubieras pasado por encima de mi


bicicleta.

Tomó una respiración profunda, y podría decir que estaba tratando de estabilizar
sus nervios porque sus manos se sacudieron más fuerte, junto con su voz—. Cuando
me fui no sabía dónde estabas a dónde habías ido. No te busqué. Y por eso, lo siento.
Debí haberte buscado. Debí haber regresado por ti. No debí haberme ido en
absoluto, pero sobre todo, no debí haber renunciado a ti. Te ignoré como si no
estuvieras ahí y no espero que quieras tener una relación contigo, pero te gradezco
que me dejes hablar. Esto es para ti —dijo, tomando de su bolsillo un pequeño trozo
de papel doblado. Lo sostuvo para que yo lo tomara y cuando no lo hice, lo dejó en
el escalón cerca de mis pies y bajó los escalones. Cuando llegó al final, se dio la vuelta
y su tacón se atascó en la grava. Cayó de lado, atrapando la barandilla para pararse
de nuevo. Cuando se enderezó, ajustó su saco y estaba a punto de dirigirse de vuelta
hacia su auto en espera.

De pronto, la ira ni siquiera era una palabra. Estaba más allá de rabiar. Estaba
más allá de furioso. Estaba algo que existía en otro puto mundo y esta perra no se
iba a ir con su media disculpa cagada.

—¡Al carajo eso! —dije, saltando los escalones y parándome en frente de ella,
cortándola de llegar al SUV—. Si te vas a disculpar entonces necesitas saber de lo

256
que deberías estar disculpándote —dije, sintiendo el fuego llamear de mis fosas
nasales mientras hablaba entre dientes apretados. Podría estrangularla, dispararle
al hijo de puta en el auto y quemarlos ambos en el pozo del patio y todavía estar a
tiempo para cenar con Dre.

Posibilidades.

—¡No puedes desahogar tu alma e irte al carajo cuando no he tenido siquiera el


mismo privilegio por tu culpa! —grité—. ¿Qué coño crees que estaba pasando
mientras tú hacías todo eso de ignorar en lo que eres tan jodidamente buena? ¿Eh?
Veías los moretones así que sé que sabías de los golpes, pero lo que no sabes es que
mientras tú estabas muy ocupada olvidando que tenías un hijo, Tim no lo olvidó. De
hecho, Tim estaba poniéndome mucha atención. Mucha —estaba justo enfrente de
su cara cuando agregué—, me puso tanta atención que sabía cómo me gustaba
erectar mi pene. Él sabía lo que hacía me corriera antes de que yo siquiera lo
supiera.

—Noooo —dijo, sus ojos ensanchándose, trató de dar un paso atrás, pero cerré
la distancia entre nosotros otra vez. No había forma de que la dejara huir de lo que
tenía que decirle.

—Tanta atención que él sabía cuán apretado mi ano era —continué. Ella envolvió
sus brazos alrededor de su estómago—. Tanta que cuando él estaba demasiado
borracho para venirse, me culpaba y luego me golpeaba hasta que me desmayara.

—Eso no es posible —susurró, su mano cubriendo su boca.

257
—Es jodidamente posible y jodidamente sucedió —espeté—. Una y otra vez pasó
en la habitación de al lado, bajo el mismo puto techo. Pasó por TU CULPA. Porque
no hiciste nada para detenerlo. Porque no estuviste ahí o no te importó. Así que
veras, no sólo me ignoraste. Olvidaste que tenías un hijo y me dejaste en manos de
un hombre que deseaba que olvidara que yo estaba ahí.

Sacudió su cabeza en incredulidad, ella realmente no me creía o estaba


procesando el camión de cemento que le tiré en la cabeza. De cualquier manera, fue
el sacudir de su cabeza de lado a lado que me empujó sobre el borde en el que me
había estado balanceando. Mi visión se volvió borrosa y no podía ver más allá del
odio que estaba cegándome o haciéndome ver más claro de lo que alguna vez lo
había hecho antes. Saqué mi pistola del frente de mis pantalones y empujé el cañón
en su cabeza. Cayó de rodillas.

—¡Hijo, espera! —el hombre en la chaqueta de sport llamó, saltó hacia nosotros.
Ladeé la pistola y él se detuvo en su camino.

—¿Hijo? —pregunté con una risa. Bajé la vista a mi madre quien estaba
lloriqueando—. Podrías realmente querer repensar tu elección de palabras, hijo de
puta. Porque mamá y yo no estamos teniendo exactamente la reunión familiar más
amistosa, así que esa palabra me pone un poco agitado —golpeé ligeramente el
gatillo para mostrarle a lo que me refería y Mitch se detuvo detrás de mi madre,
levantando sus manos en rendición.

—Pon tus malditas manos abajo, hombre —espeté—. ¡No estoy robando! Estoy
matando, no lo distorsiones.

258
—Por favor. ¡No! —suplicó Mitch.

—No te metas —le dije a Mitch. Bajé la vista a la mujer delante de mí de rodillas,
su pantalón blanco ensuciado por la calzada y todo lo que yo quería era que ella
sintiera lo que yo sentí. Viviera lo que viví—. Quizás le pida a uno de mis amigos
motociclistas que venga y te folle por el culo en frente de tu marido —le dije—. Que
te viole. Que tome lo que no quieres dar. Que te folle lo que no quieres que sea
follado, pero a diferencia de ti, no lo ignoraré. No le daré mi espalda a eso.
Observaré. Animaré. Y jodidamente me regocijaré cuando te parta en dos.

El pedazo de mierda de mi madre lloró y tembló como cuando uno naturalmente


lo hace al saber que está a punto de encontrarse con su final—. Samuel, por favor…
—suplicó, su maquillaje negro corría por su cara y parecía adecuado que estuviera
llorando lágrimas sucias.

—Sabes, mamá… —comencé, moviendo el cañón de la pistola en su cabeza,


enredándola en su cabello—… para mí, tú nunca has lucido mejor de lo que lo haces
justo ahora… al final de mi pistola.

La camioneta de Billy aparcó al final de la calzada y bajó con la hielera en sus


manos. Tomó la escena en frente de sus ojos, mirando de mi pistola a mí, a mi mamá
y a Mitch, antes de regresar a mí.

—No puedes matarme —afirmó mi madre en un sollozo—. Él, él es un testigo.

—¿Ah, sí? —pregunté—. Oye, Billy, pon los cangrejos en mi camioneta, ¿lo
harías? Me voy de aquí después de encargarme de esta situación.

259
Billy asintió—. No hay problema, hombre. ¿Necesitas ayuda con eso? —levantó
su barbilla hacia la perra sobre sus rodillas—. Tengo algo de tiempo antes de recoger
a las chicas del fútbol.

—Estoy bien —contesté.

—Muy bien entonces —dijo, girándose hacia el garaje y silbando mientras


caminaba.

Me arrodillé en frente de mi madre y metí la pistola bajo su barbilla, empujando


su barbilla hacia arriba para mirarme—. Algo me dice que él no sería un muy buen
testigo —señalé, el silbido de Billy todavía haciendo eco en la casa.

—No lo sabía —mi mamá lloró—. Prometo que no sabía lo que estaba pasando.
Lo juro.

—¡Ese es el puto problema! —grité, poniéndome otra vez de pie. Mi dedo


inclinándose pesadamente contra el gatillo. Sólo un poco más de presión y se
acabaría. ELLA se acabaría. La carga en mi pecho sería levantada. Sólo unos cuantos
segundos más y podría hacer correctas todas las cosas que ella hizo mal.

Pero no importaba si la mataba un millón de veces, no podría regresar el tiempo.


No podría hacerla una mejor mamá. No podría hacer que Tim no violara a un
asustado y solitario niño.

—Adelante. Lo merezco —dijo.

260
—Nancy. No —dijo Mitch, finalmente bajando sus manos. Miré a la
preocupación escrita en toda su cara. El tipo realmente parecía preocuparse por la
puta y de pronto me sentí mal del estómago. No porque no quisiera matarla. Quería.
Sino porque no iba a hacerlo.

—Quiero que pienses acerca de lo que te dije. Espero se haya filtrado en ese
decolorado cerebro tuyo. Espero que te dé pesadillas y pienses en él gruñendo sobre
mi espalda mientras tú estabas desmayada en el otro sofá —mi madre lloró y sus
hombros se sacudieron violentamente—. Ambos tienen diez putos segundos para
subirse al auto y largarse de mi propiedad antes de que comience a disparar. Mitch,
asegúrate de que esta perra se quede muy muy lejos, porque como me entere que se
han acercado veinte kilómetros a mí, iré por ustedes y no me importa si hay un
centenar de testigos alrededor. Pondré una bala en ambos, pero antes de que lo haga,
buscaré a sus amigos. A su otra familia. Cualquiera cercano a ustedes. Cualquiera
que conozcan y terminaré con ellos primero así sabrán que voy por ustedes. Si no
creen que lo digo en serio, todo lo que tienen que hacer es cruzarme y jodidamente
lo sabrán. Tienen diez segundos —me incliné abajo junto a ella y corrí la pistola por
su cara. Oh, cuan fácil sería—. ¡CORRE PERRA! —grité en su oído. Se tambaleó,
cayendo de espaldas en la grava. Mitch se apresuró en su ayuda, levantándola de los
codos y prácticamente arrastrándola al coche mientras él corría y ella luchaba para
seguir de pie.

Las llantas rodaron a medida que derrapan por la calzada. Corrí detrás de ellos,
apunté mi pistola y disparé varias veces en su defensa trasera, antes de caer de
rodillas en la carretera.

261
A medida que su SUV conducía fuera de vista, lucía como si ellos estuvieran
siendo tragados por un agujero negro que se hacía más y más grande hasta que se
fueron y no había nada más.

262
CAPITULO 30

DRE

C UANDO BILLY LLEGÓ y me dijo lo que había visto en casa de Preppy, no


desperdicié tiempo en montarme en el auto de Mirna. Era la segunda vez que
había estado detrás de un volante en años, pero el pavor que una vez sentí sobre
manejar era un pensamiento tardío, muy atrás del que me decía que tenía que llegar
a Preppy tan pronto como fuese posible.

No había puesto mucho pensamiento en donde vivía él así que no sabía que
esperar ver cuándo aparqué en la dirección que Billy me había dado, pero la casa
de tres pisos sobre zancos de frente a las suaves aguas de la bahía, no lo era.

No había mucho tiempo para tardarse en la vista o en la vía muerta en mucha


necesidad de reparación, o en las sobrecrecidas plantas porque un golpe sonó de
algún lugar dentro de la casa y brinqué del coche, dejando el motor encendido y la
puerta abierta. Traté la puerta delantera, pero estaba cerrada. Golpeé en la malla,
toqué el timbre de la puerta varias veces, pero mi única respuesta fue el graznido de
un pájaro en un árbol cercano. Intenté abrir la ventana, pero no se movió. Salté del

263
porche y me precipité a la parte trasera de la casa, tomando dos escalones a la vez,
perdiendo mis sandalias en el proceso. La puerta trasera no sólo estaba
desbloqueada, había sido dejada parcialmente abierta.

—¿Preppy? —pregunté, empujando la puerta tan fuerte que azotó contra la


pared con un sonido sordo. Corrí de habitación en habitación, encontrándolas a
todas vacías. Estaba oscuro y mohoso, las cortinas todas corridas y ni una sola luz
estaba encendida. El olor a mariguana y algo siniestro colgaban pesadamente en el
aire. La fea alfombra estaba vieja y dura, apuñalando mis pies descalzos mientras
corría por el pasillo, deteniéndome en frente de una puerta cerrada cuando escuché
un movimiento adentro.

—¡Preppy! —llamé, zangoloteando la perilla, pero no se movió. Cuando no hubo


respuesta corrí de vuelta a la cocina y busqué algo que pudiera usar para
desbloquearla. Agarre un cuchillo de un cajón, pero lo tiré cuando mis ojos
aterrizaron en los taburetes de la barra. Me dirigí alrededor de la esquina, levanté
uno y lo cargué por el pasillo. No me detuve en la puerta, pero en su lugar usé cada
trozo de mi impulso hacia delante para arrojar el taburete contra ella. Una y otra
vez golpeé las patas del taburete en la puerta, astillando madera alrededor de la
perilla hasta que hice un gran agujero, lo suficiente para meter un par de dedos, la
dentada madera cortando mi piel mientras tentaba por el seguro y lo giraba. No
desperdicié tiempo abriendo la puerta.

Traté de prepararme para lo peor.

Lo peor fue exactamente lo que encontré.

264
Una mirada a él fue todo lo que tomó para darme cuenta de cuán equivocada
había estado. El brillo que había visto en sus ojos esa primera noche no era señal de
un monstruo. No era el destello de un hombre malvado.

Era una advertencia.

Una advertencia de que había sido herido y nunca había sanado. Era la ira y el
miedo de su pasado acechando justo más allá de la superficie esperando a que él
finalmente se rompiera.

Y se rompió.

La habitación estaba oscura, excepto por la lámpara verde de lava en la mesa de


al lado y una pequeña lámpara de lectura que estaba tirada en el piso, encendiéndose
y apagándose. Preppy estaba paseándose en la habitación, sin camisa. Su pantalón
estaba abierto y colgando bajo sus caderas, su cinturón colgando. Su cabello estaba
despeinado. Cargaba una botella de whiskey por el cuello en una mano, un cigarro
encendido en la otra.

—¿Por qué? —preguntó, el dolor en su voz me cortó, más filoso que cualquier
cuchillo. Pateó la puerta del closet con su pie, zafándola de las bisagras.

—Preppy —dije suavemente, dando un tentativo paso hacia él—. Preppy, soy yo.
Dre. Doc —me detuve al pie de la cama mientras el continuaba paseando, y aunque
yo estaba justo ahí era como si él no pudiera verme, sus ojos vidriosos. Dejó caer su
cigarro sobre la alfombra e inmediatamente lo apagué con mi pie antes de que
pudiera prender fuego. Arrojó la botella en el baño donde rompió el espejo en

265
pedazos, mandando trozos de vidrio disparados alrededor de la habitación como
metralla. Se bajó su pantalón y tomo su blanda verga en mano frotándola de arriba
abajo furiosamente.

—Preppy. Soy yo —dije otra vez, dando otro paso más hacia él. No había puta
forma de que fuera a dejarlo en esa condición. Iba a encontrar una manera de
arrastrarlo fuera de ella o íbamos a hundirnos juntos.

—Vete —ladró, su voz un estrangulado grito. Cayó de rodillas, apoyándose con


una mano sobre la alfombra mientras continuaba frotándose furiosamente,
gruñendo en frustración hasta que finalmente se puso de pie y salió de su pantalón.

—No voy a ir a ninguna parte, Preppy.

Se paseó por la habitación, gritándole a la pared. Tiró el escritorio. Se paseó de


vuelta a la mesita de noche, donde se inclinó y esnifó tres líneas de coca de un golpe.
Corrió hacia el closet y salió empuñando un cuchillo de bolsillo grande, clavándolo
en el yeso y arrastrándolo al borde con sus dientes descubiertos y su rostro
volviéndose diez tonos de rojo. Sus nudillos estaban blancos—. ¡Yo era un buen
chico! —gritó—. Los chicos malos tienen pantalones arrugados. Los chicos malos
usan camisetas y pantalones rasgados. Yo era un buen chico. Sin putas arrugas. ¡Era
un muy buen chico! —gritó mientras su puño volaba a través de la pared.

Preppy estaba en el dominio de su propio infierno y yo no tenía idea de cómo


sacarlo.

266
—¡Jódete! ¡Jódeteeeeeeeeeeeeeeeee! —gritó al techo, golpeando su cabeza contra
la pared una y otra vez, tan fuerte que su ceja se abrió y sangré corría por su rostro,
por poco perdiendo su ojo.

—¡No hagas esto! —grité—. ¡Para! ¡Para! —rogué, saltando sobre la mesita de
noche que estaba empujada contra la pared.

—¡Muérete hijo de puta! ¡Tú estás muerto, jodidamente muérete maldito


pendejo! —gritó otra vez, los tendones tensos en su cuello y las venas de su frente
saltando a la superficie de su piel. Me estiré por él, agarrando su rostro de ambos
lados y lo jalé hacia mí. Las consecuencias son tomadas.

—¿No lo ves? Él me rompió. ¡Estoy roto! —gritó. Sus ojos estaban inyectados en
sangre y su voz rasposa por gritar—. ¡Y esa puta perra dejó que sucediera! ¡Ella
jodidamente dejó que sucediera!

—Estás bien. Ya no estás ahí.

—¡Pero lo estoy! ¡Siempre estoy jodidamente ahí! —empujó sus manos a través
de su cabello y lucía como si estuviera arrancándolo. Dio una vuelta y se tiró de
rodillas otra vez, jalando de su verga.

—¡No! —grité—. ¡Mírame! —salté de la mesita de café y me puse de rodillas,


presionando mi frente en la suya—. Samuel Clearwater, tú eres un buen hombre.
Veo eso en ti. Todos ven eso en ti. No dejes que él te quite eso.

Preppy miró fijamente a la pared—. Lo odio. La odio. Jodidamente los odio


demasiado.

267
—También yo —dije, sin darme cuenta que había comenzado a llorar junto con
él—. También yo —repetí porque lo decía en serio—. Odio al hombre y lo que te
hizo. Si él todavía estuviera vivo mataría al cabrón yo misma y si hubiera estado
cuando ella vino no te habría detenido si hubieras intentado matarla.

Preppy se puso de pie abruptamente, tirándome sobre mi culo. Golpeó sus palmas
contra la pared y dejó caer su frente contra ésta, la sangre de su ceja salpicándose
en la pintura azul claro. Salté sobre mis pies y otra vez me subí a la mesita de noche,
necesitando la altura con el fin de ponerme a su nivel. Agarré su rostro otra vez y
cuando él trató de moverlo enterré mis dedos en sus mejillas y jalé más fuerte hasta
que no tuvo opción más que mirarme.

—Vete, sólo voy a lastimarte —dijo, sus ojos saltando de su cabeza.

—Entonces lastímame —Preppy estaba mirando directamente a mí, pero estaba


mirando justo a través de mí—. Lastímame. Déjame hacer esto mejor para ti.

Lo atraje más cerca y sentí su verga endureciéndose contra mi muslo.

—Yo… —comenzó, luchando con sus palabras y sentimientos e incapaz de


comunicarme lo que él necesitaba, pero por suerte yo ya sabía.

—Está bien —le aseguré, jalándolo de nuevo—. ¿Me necesitas?

—Sí —se atragantó—. Te necesito. Mucho.

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—Entonces úsame —dije, poniendo cada onza de determinación que tenía en mi
voz—. QUIERO que me uses —di un paso atrás y me quité la camisa. Desabroché
mi sostén y lo lancé al piso.

Me bajé de la mesa y me paré en medio de la habitación, mis senos expuestos


para él. Desabotoné mi short y los ojos de Preppy viajaron por mi cuerpo. Arriba en
la mesa él lucía bastante como un demonio diabólico, una gárgola en lo alto de una
pared de un castillo. La luz de la luna de la ventana detrás de él fundiéndolo en una
misteriosa sombra.

Preppy saltó abajo y caminó hacia mí como un animal enloquecido. Agarró mis
caderas y me dio la vuelta, empujándome bruscamente contra la pared, mi mejilla
aterrizando con un doloroso ruido sordo mientras conectaba. Me bajó mis shorts y
mis bragas y entonces estaba encima de mí. Su pecho contra mi espalda. Una mano
agarrando mi pecho y la otra entre mis piernas.

Esto no era sobre mí o mi placer. Esto no era sexo. Esto era un puto exorcismo.
Pero al segundo que sus dedos pasaron por encima de mis pliegues me humedecí.
Tan húmeda que sabía que los dedos de Preppy tenían que estar mojados. Él gruñó,
empujando su verga contra mi espalda baja.

Separando mis piernas alineó su erección con mi coño. Agarró un puño de mi


cabello y jaló tan fuerte que sentí algunos cabellos arrancarse de mi cuero cabelludo.
Envolviendo su otra mano alrededor de mi garganta él se sumergió dentro de mí,
empujando como si estuviera empujando hacia su salvación, forzándose más allá de
mi estrechez, gimiendo y gruñendo hasta que se colocó dentro de mí tanto como mi

269
cuerpo le permitiría. Apretó mi garganta, y aunque todavía podía respirar, comencé
a ver estrellas conforme él comenzaba a salir de mí lentamente, empujando de vuelta
a mí como si me estuviera castigando.

No había preliminares. No había ternura. No había nada más que nosotros en esa
habitación. Preppy estaba poseído y yo estaba dispuesta a dejar que me follara hasta
la muerte, si eso significaba que él iba ser libre del demonio en su interior.

Duele. Pero con el dolor vino un placer que nunca esperé, un desapacible rayo
que tenía a mi coño apretando su verga más y más fuerte mientras me follaba más
y más duro. Furiosamente, embestía en mí, golpeando mi cabeza contra la pared,
apretando mi garganta más fuerte. Mi placer escaló a medida que él golpeó contra
mí una última vez y me vine y me vine y me vine mientras Preppy salía. Y mientras
se liberaba, gritó y lloró—. Que se joda él. Que se jodan todos ellos.
¡Caaaraaaajoooooo! —separó mis nalgas, disparando calientes chorros sobre mi
recién follado coño mientras él continuaba apretando mi tráquea más fuerte hasta
que todo comenzó a desvanecerse.

—¿Doc? —la voz de Preppy sonaba a miles de kilómetros de distancia—. ¡Doc!


—gritó y de pronto toda la oscuridad se desvaneció y la pared azul otra vez entró en
foco. Me dio la vuelta y me agarró de los hombros. Me miró como si él estuviera
apenas dándose cuenta de que yo estaba ahí. Sus pupilas estaban dilatadas, una
cagada tonelada de coca le haría eso a una persona, pero ahora estaban enfocadas.
Incluso intensas—. ¿Doc? —preguntó otra vez, levantándome en sus brazos. Me
cargó hacia la cama y me acostó, subiéndose al colchón junto a mí y atrayéndome
contra su pecho.

270
—¿Estás bien? —preguntó.

—Sí —dije, todavía recuperando mi aliento.

Bajó un poco sobre el colchón, descansando su mejilla contra mi estómago,


manchando la sangre de su ceja sobre mi piel—. ¿Lo estás tú?

Él sacudió su cabeza contra mí—. No creo que alguna vez haber estado bien —
admitió. Sus hombros subiendo y bajando. Sus inhalaciones eran erráticas y ahí es
cuando me di cuenta que él estaba silenciosamente sorbiendo contra mí. Envolvió
apretadamente sus manos alrededor de mis muslos como si estuviera sosteniéndose
a la vida—. Él me hizo este monstruo. Estoy enfermo y retorcido, ¡y es porque él no
podía mantener sus putas manos lejos de mí!

—Él se ha ido ahora, él está muerto —lo tranquilicé, removiendo el cabello de su


rostro.

—Él está muerto, pero no se ha ido —señaló a su cabeza—. Aquí, el cabrón está
muy vivo.

Presioné mi mano sobre su corazón el cual estaba latiendo a miles de kilómetros


por minuto—. Sin embargo él no está aquí y eso es un comienzo.

Preppy lentamente levantó la vista con ojos inyectados en sangre, polvo blanco
seco en sus fosas nasales—. No hay espacio para él ahí —dijo, descansando su
barbilla en mi estómago—. Porque tú estás ahí y para una cosa diminuta acaparas
un montón de puto espacio.

271
Mi corazón se alegró ante su admisión, pero podría ser su dolor hablando. De
cualquier manera, me da un destello de esperanza de que él pudiera salir de las
profundidades y sobrepasar sus demonios.

—Necesito encargarme de eso —señalé a su frente donde la sangre había parado


de exudar de la herida, pero todavía necesitada ser limpiada y cubierta. Hice un
movimiento para levantarme a conseguir un paño y una bandita, pero él me detuvo.

—No, no te vayas —pidió, agarrando mi mano y presionando mi palma en su


mejilla. Entonces presionó su propia palma en el centro de mi pecho, entre mis
senos—. ¿Estoy aquí? —preguntó.

No había negación de que Preppy estaba ahí. Ya no más. No después de esto—.


Lo estás.

—Lo siento —dijo, y viniendo del hombre que no se disculpaba, significaba todo.

—No hay nada por lo cual disculparse —dije porque no lo había—. También te
quería —admití.

Preppy levantó la vista hacia mí con ojos brillantes, sus pupilas del tamaño de la
luna—. Sé que te hará sentir incluso mejor —dijo, soltándome. Se subió arriba de
mi cuerpo, su rostro cerniéndose sobre el mío.

Esta vez él estaba tomando mi cabeza en sus manos mientras me miraba, sus
pulgares trazando ligeramente mis labios y mis mejillas, sus dedos enredándose en
mi cabello.

272
—¿Qué? —pregunté.

Descendió sobre mí, el puente de su nariz rozando el mío—. Esto —dijo,


presionando sus labios contra mis labios en el más suave y más demandante beso
que alguna vez existió. Abrió su boca y yo lo seguí, rápidamente volviéndose en
furiosa pasión cuando él moldeó sus labios en los míos y sé que él estaba dándome
todo lo que tenía en ese beso porque lo sentí todo. Su frustración, su tristeza, su
dolor, su deseo, su ira, su confusión, pero había algo más ahí.

Algo más fuerte. Más poderoso. Más todo.

Sobre todo lo demás, sentí su amor.

Él había dicho que no podía conservarme.

Eso no significaba que yo no sería siempre de él.

273
CAPITULO 31

PREPPy

I NCLUSO CUANDO DRE estuvo en su peor momento, una drogadicta encadenada


al borde del suicidio, ella era todavía una mejor persona de lo que yo alguna vez
había sido. Sabía eso ahora, más que antes. Ella no necesitaba venir a mi rescate,
pero lo hizo. Me rescató de mí mismo y sacrificó su propia seguridad y felicidad por
la mía.

También sabía, más que nunca, que quería conservarla. Desafortunadamente,


también sabía, más que nunca, que no podía.

No sé exactamente cuánto tiempo nos quedamos ahí en mi cama, encerrados en


mi habitación. Por días sólo nos levantamos para comer o ducharnos. Follamos,
miramos películas y follamos un poco más. No podía tener suficiente de Dre o de su
coño apretado como el carajo. Pasé mi tiempo entrando y saliendo de cada parte de
su cuerpo.

Dejamos la casa una vez para llevarla a casa de Mirna para que pudiera agarrar
algunas cosas de ellas y luego visitar a Mirna, quien todavía estaba en condición

274
estable. Después, habíamos regresado directo a mi casa donde ella me enseñó a
hacer panqueques apropiadamente, usando una de las recetas de Mirna mientras
usaba este delantal rojo de encaje… y nada más. No soy un hombre religioso, pero
vi a Jesús cuando probé esos panqueques y casi lloré cuando la suave delicia tocó
mis labios. Le juré justo ahí y entonces que nunca haría panqueques de caja nunca
más.

Y luego la doblé sobre la barra y le follé mi gratitud.

No había forma de que alguna vez pudiera pagarle por lo que hizo por mí, de
ninguna manera decirle “gracias” en un manera que se transmitiera precisamente
cuanto agradecía que me trajera de vuelta de las profundidades a las que la visita de
mi madre me había llevado. Así que en lugar de usar mis palabras, la arrastré de
vuelta a mi cama y usé mi verga. Mis dedos. Mi boca. Mi lengua. La hice correrse
con todo lo que tenía hasta que mi pene estuvo morado y a punto de estallar con
necesidad, antes de que siquiera pensara en sacarle la mujer salvaje con mi carne
masculina.

Hicimos algo más que me gustó.

Hablamos.

Hablamos casi de todo. Su familia. Su escuela. Libros. Películas. Descubrí que ella
tocaba el violín en sexto grado y tuvo que convencerme de no ir a la casa de empeño
a mitad de la noche para comprarle uno, porque la imagen de ella tocando para mí
desnuda no era una fácil de sacudir.

275
Ver su rostro iluminado mientras ella citaba a Archoman era completamente un
nuevo nivel de rareza que me excitaba.

Sabía que necesitaba ser claro con ella. Las cosas habían cambiado. Modificado.
Los sentimientos que tenía por ella eran más que de amigos y más que de amigos
que sólo follaban. Simplemente eran… más.

Ella merecía saber la verdad sobre su papá y planeaba decirle.

Después.

Ella también necesitaba rehabilitación. Una rehabilitación apropiada.

Pero en lugar de traer algo que inevitablemente nos rompería, hice lo que
siempre había hecho. Fui egoísta. Estoy saboreando cada momento con Dre, aunque
sabía que estábamos follando en tiempo prestado.

No había mejor recordatorio de cuan corto era el tiempo cuando la realidad llegó,
en forma de rugidos de motores de motocicletas sacudiendo las paredes como un
fuerte trueno.

Sabía que no teníamos mucho.

Lo que no sabía era que el tiempo ya se había acabado.

276
CAPITULO 32

DRE

P REPPY BAJÓ LAS escaleras cuando escuchó las motos y me dijo que me quedara,
y así lo hice. Pero cuando salí de la ducha y me di cuenta que pasó una hora y
que él todavía no había regresado, me puse ropa y bajé a buscarlo.

Bajé las escaleras con pies descalzos. Mi cabello peinado hacia atrás todavía
mojado por mi ducha, mojando mi apretada y blanca camisa y haciendo visible mi
sostén rojo debajo de ésta. Cuando abrí la puerta trasera la música me golpeó
primero, y me di cuenta que los motociclistas no había perdido tiempo. Una fiesta
ya estaba en pleno apogeo. Hombres vestidos de cuero estaban por todas partes.
Mujeres en topless14 esparcidas en sus regazos. Risas y bailes rodeaban la hoguera
en la fosa en el centro del patio.

Un hombre enorme con cabello rubio se paró en frente de mí, oscureciendo mi


vista de la fiesta detrás. Él lucía bastante como a un vikingo tatuado. Sus ojos azules
eran del azul más brillante que alguna vez había visto—. Hola, hermosa —dijo, con

14 Mujeres sin sostén.

277
un ligero acento sureño. Él miró a la casa y después a mí—. ¿Alguna razón especial
por la cual pienses que tienes permitido entrar ahí? La casa está fuera de los límites.
La fiesta está aquí atrás —señaló con su pulgar sobre su hombro a las personas
detrás.

—Me estaba cambiando de ropa —expliqué, tomada fuera de guardia por un


momento porque este extraño me estaba preguntando por qué estaba yo ahí. ¿Por
qué él estaba ahí?

—¿En la casa? —preguntó, como si él todavía no pudiera creerlo.

—Uh… pues… sí —dije, insegura de por qué estaba confundido. Ahí fue cuando
el reconocimiento me golpeó. Nunca lo había visto antes, pero no había
equivocación de que fuera el de la descripción de Preppy. Pero antes de que las
palabras “Tú debes ser Bear” pudieran salir de mi boca, las manos de Bear estaban
sobre mí, palmeándome.

—¿Te robaste algo de ahí dentro? —preguntó, corriendo sus manos sobre mi
falda y a los lados de mi camiseta. No se detuvo cuando llegó a mis pechos,
apretándolos bruscamente.

—¡No! —dije, alejándome y golpeando su mano—. Fui invitada por Preppy,


pendejo. Antes de que tú tan rudamente me registraras, estaba a punto de decirte
que sé quién eres. Eres Bear. El amigo de Preppy, ¿verdad?

Bear asintió y estuvo callado por un momento. Me miró de arriba abajo, su


mirada permaneciendo en las cicatrices de mis brazos—. Lo siento, hermosa —dijo

278
finalmente, extendiendo su mano. La tomé y me jaló contra la enorme pared de su
cuerpo—. Yo también sé quién eres —de pronto, su ceño fruncido se volvió una
sonrisa. Él colgó un brazo sobre mi hombro como si fuéramos viejos amigos.

—¿Lo sabes? —¿Preppy le había contado sobre mí? —. Bueno, es genial


finalmente conocerte, Bear —dije, estirando mi cuello.

—Igualmente —dijo. Sonreí como una colegiala. Mi rostro se puso rojo y mi


corazón revoloteó. Me sentí prácticamente mareada.

—Sí, Prep dijo que encajarías muy bien con los Bastards. No te preocupes por
una maldita cosa. Tratamos a nuestras chicas realmente bien. Te encantará el club.
Fiestas. Follar, coca, follar más. No hay nada mejor que la vida del club.

¿Qué diablos?

—Sé que a los hermanos les agradarás porque me estás gustando —se inclinó
cerca y susurró en mi oído—, esta noche podemos tener una fiesta por nuestra
propia cuenta antes de que conozcas a mis chicos. Antes de que te familiarices.

—Espera —dije, dando un paso hacia atrás y recordando su comentario


anterior—. Preppy dijo que yo… —comencé, mientras todo comenzaba a
conectarse.

Bear interrumpió, como si supiera lo que yo iba a decir. No lo sabía—. Preppy


puede mirar. Es lo que le gusta —se inclinó y rozó su nariz contra mi oído. Estaba
tan llena de ira para alejarme, pero al mismo tiempo tenía la urgencia de golpear a
Bear en las bolas. Por suerte, alguien llamó su nombre desde la fosa—. Regresaré —

279
dijo, dándome una nalgada, bajó al muelle y se dirigió a través del patio hacia la
fogata.

Era una estúpida, estúpida chica.

Preppy me había dicho un par de veces que él no podía conservarme.

Él nunca dijo nada sobre deshacerse de mí.

PREPPY
—GRACIAS POR RECOMENDAR al talento —dijo Bear, llegando junto a mí y
encendiendo un cigarro—. Es ardiente, como un raro tipo lindo de ardiente. Apuesto
que su coño es lindo también. Le dije que te gustaba mirar y ella parecía gustarle.

—Espera, ¿de quién coño estás hablando? —pregunté. Había bajado las escaleras
para decirle a Bear que se fuera al carajo y sacara a sus perras de ahí cuando había

280
recibido una llamada de la prisión estatal de Georgia. Era King y la noticia no era
buena. Su sentencia de dos a cinco años había saltado a una de tres a seis. Todo lo
que quería después de terminar la llamada era regresar a la cama con Dre.

—Estoy hablando de ella —dijo Bear, apuntando al otro lado del patio.

A Dre.

CARAJO. Ahí es cuando recordé nuestra conversación y al instante me arrepentí


de abrir mi puta boca. Esta noche era demasiado. Tenía que alejarla al carajo de
estos motociclistas—. ¿No tienes tu propio club para hacer fiestas?

—Se pone viejo —fue toda la explicación que Bear dio por la repentina intrusión,
aunque no era su primera—. Además, mi lugar aquí es mejor —lo cual era verdad.
El apartamento que él había construido en el garaje era diez veces más grande que
su habitación en el club.

—¿Entonces vas a traer a todos?

—Joder, no retuerzas tu bragas. Pensé que te agradaría tenernos después de estar


solo con tus pensamientos locos y porno por tanto tiempo.

—King obtuvo otro año más. Alguna pelea —dije en una exhalación.

—Joder, hombre —apagó su cigarro y miró a través del patio a Dre, observando
sus movimientos. De pronto, tuve el deseo e empujar mis pulgares dentro de las
cuencas de sus ojos.

281
El cabello negro de Dre estaba todavía mojado y peinado hacia atrás. Un punto
húmedo formado en medio de la parte trasera de su camiseta blanca, exponiendo su
sostén rojo. Tomó un trago de un vaso rojo mientras hablaba y sonreía con otro de
los novatos de los Bastards. Un chico joven que estaba a punto de encontrarse con
un rápido y apresurado final si llegaba siquiera a tocar a mi chica.

¿MI chica?

¿De dónde coño vino eso?

Como si ella nos sintiera mirándola, miró por encima de su hombro y me


encontré con un muy familiar par de ojos café oscuro.

Corrección. Ojos café y ENOJADOS COMO EL CARAJO oscuro.

Bueno, ella no era la única que estaba jodidamente enojada.

—No hay mierda que podamos hacer al respecto, hombre —dijo Bear—.
Aunque, estoy pensando que ella podría hacerme sentir jodidamente mejor.

Apreté mi mandíbula cuando el novato se inclinó cerca para susurrarle algo en


la oreja de Dre. Quizás cuando ella me dejó follar mi locura lejos de alguna manera
logré follar su sentido común fuera de ella porque cuando ella se inclinó hacia atrás
y se rió de lo que sea que ese hijo de puta le dijo, vi rojo. Apreté mi mandíbula de
lado a lado, otra vez.

Iba a follar el sentido de vuelta en ella.

282
Bear estaba a punto de preguntar por qué estaba arrastrando su nueva BBB del
cabello hacia la casa cuando Wolf se acercó y susurró en su oído—. Llamadas del
puto deber, hombre —dijo Bear, apuntando a Dre otra vez—. Veo la forma en que
la estás mirando. No empieces sin mí. Quiero entrar en esta —Bear tragó el
contenido de la bebida que Wolf le acababa de pasar. Con una palmada en mi
espalda él desapareció con Wolf en la oscuridad del puerto, donde otros tres de sus
hermanos estaban esperando por ellos.

No desperdicié tiempo en hacer línea recta hacia Dre y cuando me vio llegando,
sus ojos se agrandaron y su boca cayó abierta. Cuando se dio cuenta de su error al
mostrar sus emociones, pegó una máscara sobre su rostro, pero era demasiado tarde.
Ya había visto su miedo y mi verga ya estaba dura debido a él.

No podía culparla.

Ella debería haber estado asustada.

MUY jodidamente asustada.

283
CAPITULO 33

Dre

¿ Qué Carajos? —chillé, mientras era levantada de la cintura y lanzada sobre


el hombro de Preppy. Pisaba fuerte hacia las sombras, lejos de la casa. Me
cargó hacia el garaje, pasó vehículos cubiertos con lonas, luego a través de
otra puerta en el fondo, la cual conducía a un pequeño apartamento desordenado.
Golpeé mis puños en su espalda y le gritaba que me bajara.

Preppy cerró la puerta de una patada y se dobló, bajándome de su hombro, mi


espalda estampándose contra la puerta mientras me tambaleaba. Preppy aflojó su
moño, después cerró la distancia entre nosotros. Su cuerpo presionado contra el mío.
Su rodilla entre mis piernas no me dejaba mucho espacio para escapar. Odiaba que
mi cuerpo no entendiera su reacción hacia él, mis bragas húmedas no eran
bienvenidas. No comprendía que yo estaba enojada. Todo lo que entendía era que
Preppy estaba cerca y debido a eso, mi clítoris revoloteaba con excitación cuando lo
que yo realmente quería hacer era golpearlo.

284
—¿Qué carajo crees que estás haciendo allá afuera con ese chico? —gruñó
Preppy.

—Espera. ¿Estás enojado… CONMIGO? —pregunté en incredulidad—. Tú no


tienes permitido estar enojado. ¡Soy yo la que está jodidamente enojada! —siseé,
tratando de alcanzar la puerta, pero Preppy puso sus manos en ambos lados de mi
cabeza y empujó su duro cuerpo contra el mío. Su aliento fresco en mi rostro. Sus
enojados ojos mirando los míos.

Reí. Reí porque toda la situación era tan ridícula que era graciosa. Paré de reírme
cuando Preppy me fijó contra la puerta con sus caderas—. ¿Qué es tan jodidamente
gracioso? —gruñó.

Estaba tan cansada de ser la chica estúpida que hacía nada más que decisiones
estúpidas—. Sé que piensas diferente a la mayoría de las personas, Preppy, y
honestamente es una de las cosas que amo de ti. Pero nunca pensé que después de
todo, tú creerías que era buena idea regalarme a Bear y a su club.

Preppy rechinó sus dientes, su rostro se enrojeció con su ira.

—Déjame refrescarte la memoria. Soy una adicta. Una drogadicta. No soy una
puta prostituta. Ni de ti ni de nadie más —dije.

—Ahí es donde te equivocas —Preppy estiró su mano entre mis piernas,


acariciando mi clítoris sobre mis bragas—. Porque podrías estar a miles de
kilómetros de distancia —se movió más abajo en mi coño, acariciándolo con dos
dedos—, y este coño todavía será mío. Y aparentemente, pensaste que era una buena

285
puta idea porque Bear quiere follarte esta noche. Me invitó a verlo a audicionarte
para el club —los tendones de su cuello se tensaron. Empujó hacia delante con sus
caderas para enfatizar su punto, presionando su masiva erección justo contra mi
clítoris. Mis caderas se empujaron involuntariamente y cerré mis ojos, brevemente,
para tratar de componerme, llamando a mi ira mientras mi traicionero cuerpo
quería nada más que él me desnudara y me follara tan fuerte que ninguno de los
dos pudiera recordar por qué estábamos enojados. Pero yo sabía por qué, porque no
había equivocación de la mirada en el rostro de Preppy. La mirada que me decía
todo lo que necesitaba saber y aunque las razones del por qué no eran claras, el
mensaje lo era.

Este era el final.

Reconocer ese sentimiento sólo me enfureció más—. Sin embargo, tiene sentido,
ya que Mirna se mudará pronto a Sarasota. Quizás venda la casa y me mude al club
con Bear. Ver de lo que se trata ser una prostituta de club, ya que crees que sería
buena en ello —mecí mis caderas contra él y siseó entre dientes—. Después de todo,
no es como que puedas conservarme —se sintió bien lanzarle sus palabras a la cara.

—Tienes razón —gruñó—. No puedo conservarte —estiró su mano detrás de mí


y me agarró una nalga—. Pero eso no quiere decir que no puedo follarte —cubrió
sus labios con los míos en un brusco beso que era todo menos uno de disculpa. Ese
beso era totalmente de odio.

Yo estaba tan furiosa que podía escuchar mis propios dientes rechinando en mi
cabeza, pero tanto como no quisiera besarlo, no podía NO besarlo. Y cuando él

286
separó sus labios, no podía NO morderlo fuerte. Se alzó y me sonrió. Lentamente
lamió la gota de sangre de la comisura de su boca en una seducción de mis sentidos.
Se manchó de rojo la mejilla y luego pasó su dedo sobre mi boca, reuniendo otra
gota de su sangre.

No sé qué me controló, pero abrí mi boca y lamí la sangre de su dedo. Él gruñó y


me besó de nuevo, esta vez más fuerte, con más pasión, con más odio.

Simplemente MÁS.

Dientes contra dientes, labios conectando con barbillas y mejillas y cuellos,


manos recorriendo el cuerpo del otro como si no pudiéramos tener suficiente.

Pellizcamos y chupamos y lamimos y besamos, hasta que nada existía excepto


nosotros dos y el zumbido del deseo colgando en el aire.

Un sentimiento entre nosotros zumbando más fuerte que el zumbido de la


lámpara contra moscos afuera en la ventana del garaje. Preppy caminó de espaldas
hacia la cama, jalándome de la pared y arrastrándome con él. Cayó sobre el colchón
conmigo en sus brazos y no tuve opción más que sentarme a horcajadas sobre él, mi
corta falda subiéndose por mis muslos, exhibiendo mis bragas. Sentir su enorme
erección pulsando contra mí mandó un rayo de placer disparado a través de mi
centro y apreté mis mulsos alrededor de su torso, sintiendo las líneas de sus
abdominales contra mis manos a medida que arrastraba mis dedos hacia abajo hasta
que estaban desabotonando su camisa. Gemí, fuerte, sin importarme quien pudiera
estar justo afuera de la puerta. Si esta era nuestra última vez juntos, no iba a contener
nada. Mis pezones se endurecieron al punto del dolor. Mis bragas estaban

287
empapadas, mis muslos estaban temblando en anticipación. Estaba respirando
fuerte, más profundo su aroma único, jabón de madera y marihuana, más de lo que
alguna vez lo hice con la H.

Por un momento él simplemente me miró, su propia respiración dificultada, con


una mirada tan intensa que mordí mi labio y tuve que desviar la mirada. Me atrajo
de vuelta para encararlo—. Mírame, Dre. Hay algo que tengo que decirte. Algo que
he estado queriendo decir desde la noche que nos conocimos —sostuve mi
respiración, esperando que él pudiera arreglar lo que sea que estaba entre nosotros
antes de que fuera demasiado tarde. Metiendo mi cabello detrás de mi oreja, él
respiró—, tienes unas putas tetas épicas —luché contra la urgencia de reír cuando
me di cuenta que él había cambiado de opinión y decidió no decirme lo que sea que
él tenía en mente. Sus cejas se fruncieron juntas en medio de su frente mientras
continuaba mirándome. Movió su mano de mi oreja a mi nuca y me jaló más cerca,
inspeccionando mi rostro como si estuviera buscándome, pero me di cuenta que
estaba equivocada. Él no estaba buscándome. Él estaba memorizándome. Mi corazón
se hundió. Me sentí desnuda y expuesta aunque estaba completamente vestida. Traté
de desviar la mirada, pero él me sostuvo firmemente, su pulgar trazando la línea de
mi mandíbula. Instintivamente, me incliné a su toque—. De verdad eres
jodidamente hermosa, Doc —apretó su agarre en mi cuello y me atrajo hacia abajo,
levantando su cabeza del colchón, encontrándome a medio camino y estrellando
nuestros labios juntos.

Preppy era gracioso, grosero, ridículo. Antes de ese mismo beso, la última manera
en que lo hubiera descrito alguna vez era “suave.” Aun así, cuando él moldeó sus

288
labios a los míos y su lengua encontró su camino en mi boca y él gimió cuando
conectó y se entrelazó con la mía, es la primera palabra que me llegó a la mente.
Suave, aun así firme.

Él sabía lo que quería de nuestro beso, y lo tomó, justo como él me había querido
y me había tomado. Sus dedos se enredaron en mi cabello mientras me jalaba
completamente encima de él, mis senos presionados firmemente contra su duro
pecho.

Él era implacable en la búsqueda de mi boca, su vello facial rozando contra mi


cara en otra sensación que me tenía retorciéndome en su regazo, necesitando más
de él que sólo sus manos y boca. Sostuvo mi cintura con una mano y levantó sus
caderas, presionando su muy dura y muy grande verga contra mis bragas expuestas,
causando que mi cuerpo entero se sacudiera con necesidad.

Apreté mis muslos alrededor de su cintura para sostenerlo más cerca,


sosteniéndolo contra el punto en el que más lo quería, mi centro apretándose de
pronto e inesperadamente. Grité en su boca, pero él no se detuvo por un segundo,
no pausó, no aligeró.

No sabía si él estaba tratando de follarme o tratando de matarme, pero de


cualquier manera, sabía que después de esa noche una parte de mí estaría rota.

Preppy era muy parecido a la heroína. Estar con él me mandaba a un estado de


euforia, libre de la trampa de mis propios pensamientos, mi pasado, libre de nada y
de todo en el exterior de esa pequeña habitación. Fuera de nosotros y nuestro enredo
de extremidades.

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Él era una adicción. Lo anhelaba y quería más.

Pero justo como la heroína, el viaje era toda una puta mentira. Creí que él era
bueno para mí cuando de hecho, él era peor que cualquier droga.

La puerta se abrió y Bear entró, poniendo una botella de whiskey medio vacía en
la mesita de noche. Estiró la mano a su hebilla—. Prep, ¿vas a ver? —preguntó con
una enorme sonrisa que alcanzó sus brillantes ojos azules los cuales estaban
empañados con licor y lujuria. Yo todavía estaba de horcajadas sobre Preppy
mientras sus ojos viajaban sobre mi cuerpo—. ¿O quieres que te muestre cómo se
hace?

290
CAPITULO 34

PrePPY

M I VERGA ESTABA jodidamente dura. Tan dura que estaba en dolor físico. Una
hermosa especie de tortura que nunca quería que acabara.

Las palabras de Bear me golpearon fuera de mi niebla inducida por Dre. ¿Qué
carajos estaba haciendo? La traje aquí para decirle todo y alejarme de ella para que
pudiera tener una vida normal. Se supone que esto debería acabar. Terminar.
¿Entonces por qué estaba ésta molesta voz en mi mente diciéndome que era
simplemente el comienzo?

Dre estaba viendo de Bear a mí, todavía sentada sobre mi regazo, sus perfectas
tetas subiendo y bajando, presionando sus dedos contra su labio inferior hinchado,
y sabía que ella estaba esperando a que le dijera que se largara al carajo, pero eso
sólo prolongaría lo inevitable. Esto necesitaba terminarse y necesitaba terminarse
ahora.

—Tú primero —le dije a Bear. La cabeza de Dre giró de golpe hacia mí, pero
desvié la mirada, sin querer ver la mirada de sorpresa y decepción en su rostro, o tal

291
vez porque no quería que ella viera mi corazón jodidamente rompiéndose, lo cual
estaba seguro que estaba escrito en mi puta cara.

La levanté de mi regazo y mi pobre dura verga prácticamente lloró por la pérdida


de la sensación de su cálido coño cubierto de algodón a través de mis pantalones.
Mientras me ponía de pie y me recargaba contra la pared, ignoré mis rápidos latidos
y mi pecho apretado, atribuido a todo el faje15 que acabábamos de hacer.

Alcancé un vistazo de Dre, quien estaba inclinada hacia delante con sus manos
contra el colchón. La mirada de decepción y sorpresa que esperaba estaba
definitivamente ahí, junto con algo más. Dre estaba mirándome con su cabeza
inclinada de lado, estrechando la mirada como si yo fuera muy pequeño o estuviera
muy lejos.

Esa mirada podía haber significado que ella estaba pensando en tejer o ingeniería
aeroespacial, para el carajo que yo sabía. Todo lo que sabía de verdad era que ella
estaría corriendo por la puerta en los siguientes segundos, enojada como el infierno
y maldiciéndome con el diablo, y eso sería el final.

El final de nosotros.

Ella me odiaría, pero eso es algo con lo que jodidamente lidiaría. No es como si
ella fuera la primera chica a la que hacía cabrear. Preferiría que me odiara por esto
que por la verdad.

15 Se dice así en México cuando dos personas se “tienen” sexo con ropa sin penetración.

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Mi estómago se volcó.

Me recargué contra la pared, de pronto sintiéndome desagradable como el


carajo, cruzando mis brazos sobre mi pecho. Bear deslizó su grueso cinturón de
cuero a través de los bucles, tirándolo al piso con un sonido metálico. Se aproximó
a la cama, quitándose sus botas mientras se bajaba sus pantalones de la pretina,
saliendo de ellos cuando tocaron el piso, sacudiéndolos de sus pies, pateándolos a
un lado.

¿Por qué ella todavía estaba aquí? ¿Por qué carajos ella no estaba ya girándose y
corriendo por su vida?

Bajé la vista al piso y esperé a que Dre corriera, maldiciendo una tormenta dentro
de mi mente. Pero aun así, ella se quedó. Cuando escuché que el colchón se hundió
y que los resortes chirriaron, mis ojos se dispararon hacia la cama donde Bear se
había posicionado de rodillas detrás de mi chica, corriendo la punta de sus dedos
por sus hombros y brazos. Él movió su cabello a un lado y presionó sus labios en su
piel y AUN ASÍ ella no corrió.

Cuando nuestras miradas se encontraron, sabía que no había mal interpretación


en lo que ella estaba diciendo con sus brillantes ojos negros. La perra me estaba
llamando fanfarrón. Sus labios se curvaron de lado, retándome mientras se inclinaba
al toque de Bear, sus ojos nunca dejando los míos.

Qué malditos putos carajos.

Esta perra quiere un reto, bien, lo tiene.

293
En su mayoría yo era genial en la vida, pero lo que Dre no sabía era que yo era
incluso mejor en los juegos, y ella me acababa de llamar para jugar un juego sexual
en el cual no tenía intenciones de perder.

Estiró sus manos y envolvió sus brazos alrededor del cuello de Bear, alentándolo
a que explorara más de su piel con su boca. Él bajó más, corriendo sus labios a lo
largo de su clavícula.

Hice mi movimiento, uno con el que estaba esperando ganarme el juego


enseguida. Levanté mi mandíbula hacia ella y guiñé, esperando enojarla y mandarla
corriendo de una vez por todas, pero no. En su lugar, ella me regresó el guiñó con
una sonrisa. Chupó su labio inferior y dejó salir un exagerado gemido cuando la
mano de Bear rozó el lado de su teta a través de su camiseta. Bajó uno de sus brazos
de su cuello y cuando Bear no estuvo prestando atención porque estaba demasiado
ocupado corriendo sus manos sobre mi chica, ella levantó su mano contra su
estómago donde él no pudiera ver y me mostró un dedo.

Su dedo de en medio.

Joder.

Que empiece el puto juego.

294
Dre

P ARARLE EL DEDO puede haber sido un paso demasiado lejos, pero ya estaba un
paso demasiado lejos y sólo porque Preppy fue quien me empujó ahí.

Mi corazón se sacudió en mi pecho.

Si esta era la forma en la que escogió alejarme entonces él iba a tener que sufrir
las consecuencias de su decisión. Había escogido su cama, él podía acostarse en ella.
O mejor aún, mirarme a MÍ acostarme en ella.

Con Bear.

Tendría que estar ciega para no darme cuenta de que Bear era más allá de
atractivo. Esos brillantes ojos azules y todo ese cabello rubio despeinado, tatuajes y
músculos harían que cualquier chica se contrajera por un toque. Bear me provocó
eso, pero era simplemente biología básica. No era NADA comparado a la forma en
que sólo con una mirada de Preppy hacía que los dedos de mis pies se encorvaran y
dejara a mi cuerpo doliendo y estremeciéndose por su toque. Ahí es cuando me di

295
cuenta que Preppy no era como la heroína en absoluto, él era como la velocidad.
Haciendo que mi corazón se acelere, mis músculos se sientan inquietos, y causando
que mi cerebro cobre vida con un millón de pensamientos diferentes acerca de él,
todo al mismo tiempo, la mayoría de esos sobre él tocándome. Probándome.
Deseándome.

Necesitándome.

Bear era el sexo andante, pero él no era Samuel Clearwater. A quien yo anhelaba
en mi alma. Ni siquiera conocía el deseo hasta que Preppy abrió su camino a mi
vida, y el hombre que me hizo sentir otra vez ahora estaba de pie junto a la cama
con su espalda contra la pared, mirando al piso con sus manos en sus bolsillos. Su
cabello revuelto por nuestra sesión de besos. Lamí mi labio inferior en un intento
por saborear su beso otra vez.

Preppy levantó la vista de pronto, casi como si pudiera escuchar lo que yo estaba
pensando. Cuando él me vio mirando, puso una falsa sonrisa en su precioso rostro
que no importaba cuan dolida o enojada estuviera o cuan falsa fuera su sonrisa,
todavía hizo que mi vientre se volcara y mis pezones se endurecieran.

Él puede ser capaz de engañar a Bear, pero no había puta forma de que me
estuviera engañando.

Quería que Preppy echará a Bear, que me desnudara y me follara de lado. Quería
que me dijera que yo era suya. No sólo mi coño. TODA YO.

Quería que él me conservara.

296
Pero justo entonces, vi la máscara adherirse en su lugar. La que se ponía cuando
quería apagar al mundo, y sabía que no había retorno de donde acabábamos de
cruzar.

Una parte de mí quería nada más que sostenerlo y decirle que estaba bien, y una
parte de mí lo odiaba y quería lastimarlo tanto como él me había lastimado.

Él cálido pecho de Bear presionado contra mi espalda, sus labios viajaban sobre
cada centímetro de piel en mis hombros y cuello, pero su toque no estaba haciendo
que los vellos de mis brazos se erizaran ni humedeciendo mis bragas. Era la mirada
en el rostro de Preppy. La sonrisa torcida se había ido, reemplazada brevemente con
un destello de dolor que me hubiera perdido si hubiera parpadeado un segundo
antes.

Preppy se aclaró la garganta y regresándome el gesto de la mano con un dedo del


medio por su cuenta, presionado contra sus labios cerrados.

Reto aceptado.

Habíamos terminado antes de que tuviéramos la oportunidad de empezar, pero


estábamos a punto de acabar con una explosión.

297
CAPITULO 35

Dre

B EAR ME SACÓ MI camiseta por la cabeza y la tiró al piso. Bajó mi sostén,


exponiendo mis senos a Preppy, cuya mirada cayó de mis ojos a mi pecho. Bear
torció y jaló mis pezones, rodándolos entre sus dedos. Preppy observaba con su boca
parcialmente abierta mientras mis pezones se endurecían y se paraban firmemente
en atención, apuntando acusatoriamente hacia él. Su mandíbula se apretó y una
retorcida parte de mí revelada en el hecho de que él estaba celoso y enojado, incluso
si era su propia puta culpa.

—Vamos a deshacernos de esto —dijo Bear, bajando mi falda. Presionó entre mis
omoplatos, empujando mi pecho contra el colchón, mi trasero alzado en el aire.
Golpeó cada una de mis nalgas antes de enganchar sus pulgares en mis bragas y
bajarlas.

Los ojos de Preppy fueron de mi culo a mi cara y ahí fue cuando me di cuenta
que yo estaba perdiendo el reto después de todo, una parte de él estaba amando lo
que estaba mirando cuando yo estaba esperando que lo enfureciera más y lo hiciera

298
sentir culpable por lo que había hecho. Yo todavía estaba enojada, pero atestiguar
que Preppy estaba excitado fue suficiente para mojarme otra vez—. Joder, tienes un
buen coño —dijo Bear detrás de mí. Se inclinó sobre mí, empujándome más en el
colchón. Ahí es cuando sentí su dura verga, larga y caliente, palpitando contra mi
espalda baja. Estiró su mano entre mis piernas y frotó la humedad en mi entrada—
. Joder, estás tan jodidamente mojada y lista —gruñó. Él olía a whiskey, perfume y
aceite de motor. Una sexy combinación de olores que me tenía arqueándome hacia
él cuando me tocó, mis ojos nunca dejando los de Preppy, quien tragó fuerte.

Se quitó de la pared y, por un momento, pensé que se había acabado. Que lo


había presionado bastante y había ganado nuestro jueguito. Caminó hacia la
cama—. Levántala —le dijo a Bear, bajando sus pantalones y pateando fuera su
bóxer. Su enorme verga se balanceaba de arriba abajo como si hubiera sido liberada
de su confinamiento. La punta hinchada y morada, goteando.

Lamí mis labios y gemí ante la vista.

Bear mantuvo su cuerpo presionado contra el mío, me levantó de mis hombros


hasta que ambos estábamos de nuevo sobre nuestras rodillas. Su respiración contra
mi cuello, una mano en mi seno, la otra entre mis piernas, su pulgar rasgueando
contra mi clítoris como si estuviera tocando la guitarra. Preppy, ahora
completamente desnudo, las venas de su cuello tensas, las líneas de músculos
conduciendo hacia toda su gloria contraídas mientras él se acostaba en la cama con
su cabeza en la almohada—. Ven aquí —dijo, su voz tensada. Bear liberó su agarre
en mí y me arrastré lentamente hacia el hermoso cuerpo de Preppy hasta que

299
estábamos cara a cara, y yo estaba flotando sólo a unos centímetros de sus caderas.
Estiró su brazo entre nosotros, su mano encontrando mi humedad.

Agarró mis caderas y me frotó contra su erección. Deseo corrió a través de mis
venas, junto con la profunda necesidad de tenerlo dentro de mí, de llenarme.

Preppy estiró sus brazos hacia arriba, agarrándose de la cabecera, sus bíceps
flexionándose. Bajé mi mano y lo froté de abajo hasta la punta y él siseó entre dientes.
Una mano más se estiró debajo de mí desde atrás, otra vez rodeando mi entrada,
reuniendo mi humedad en la punta de sus dedos. El set adicional de manos, el aroma
de dos hombres, el calor de tenerlos alrededor de mí, llevaron a mi cuerpo a la
mismísima cima de la sensación.

Preppy miró por mis hombros a Bear, cuyas manos de pronto se fueron. Preppy
me atrajo del cuello, trayéndome hacia abajo con él otra vez. Con su otra mano él
agarró su eje y lo frotó contra mis pliegues, acumulando mi humedad en la punta.
Justo cuando él comenzaba a empujar dentro, sentí otro tipo de presión contra mi
culo y ahí es cuando Preppy se hundió dentro de mí, besándome como el lunático
hombre que él era.

Alrededor de mi entrada trasera estaba una sensación muy parecida a cuando tu


pie se entumece y luego cobra vida otra vez. Un estremecimiento. La sensación de
tipo hormigueo que me tenía anticipando la penetración de Bear. Hubo un pinchazo
de dolor que me tenía aferrándome a Preppy, quien estaba inmóvil dentro de mí, mi
coño apretándose alrededor de su verga, como si incluso estuviera aferrándose a él
por amor a la vida. Preppy tragó mis lamentos en su boca y gimió. Su beso

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implacable mientras Bear se colocaba completamente dentro de mí. Me sentí llena.
Jodidamente llena.

E, incluso aunque yo no debería.

Lo amé.

Amor no era el único inesperado sentimiento que tenía.

También estaba el PODER.

Yo era la que estaba en control. Indefensa entre estos dos hombres, pero a cargo
de sus placeres y al darles el poder, era yo quien tenía el verdadero poder. Las manos
de Bear otra vez cubrieron mis senos mientras mi rostro flotaba a sólo centímetros
del de Preppy. Bear retrocedió y empujó hacia mí y grité. Esperaba que doliera, pero
no. Se sintió bien. Jodidamente bien porque cuando él empujó otra vez, quería sentir
incluso más. Me mecí arriba de Preppy y fue como si cada parte de mi cuerpo fuera
tocado, acariciado, seducido. Estaba balanceándome al borde del orgasmo al
segundo que Preppy comenzó a follarme.

Estaba goteando en la verga de Preppy. Me levantó, sólo para que él pudiera


empujarme de vuelta hacia abajo, golpeando en mí y empujándome sobre Bear,
quien igualaba el ritmo de Preppy, el cual era rápido y brutal, me folló como si él
estuviera loco. Las caderas de Bear se estamparon bruscamente contra mi culo.
Soltaba un profundo y enojado gruñido cada vez que estaba completamente dentro
de mí y gemí cuando retrocedió, sus dedos clavándose en mis hombros mientras se
sostenía a mí como si estuviera montándome. Las manos de Preppy trazaron el valle

301
de mis senos y lo plano de mi estómago hasta que estaba entre mis piernas,
acariciando mi clítoris otra vez, tocándolo como un instrumento con el que estaba
muy familiarizado—. ¿Te gusta? —murmuró Bear contra mi oído, mientras la
relajada caricia de Preppy en mi clítoris se volvía un movimiento furioso. Bear
empujó más fuerte dentro de mí, sus bolas golpeando contra mi culo.

Abrí mis ojos y me enfoqué en la mirada de Preppy para encontrarlo ya


observándome. Fue lo más callado que él había estado desde que lo conocí.
Especialmente durante el sexo. Lucía como si estuviera apenas conteniéndolo. Su
frente arrugada. Su pecho subiendo y bajando rápidamente mientras jadeaba a
través de su placer. La forma en que levantó su barbilla y en la que su verga
palpitaba dentro de mi coño junto con la profunda oleada de Bear, estaba
mandándome más y más cerca hacia una estruendosa liberación—. ¡Sí! ¡Sí! —grité,
mientras mis adentros pulsaban y se contraían, orillando a ambos hombres más
profundo dentro de mí.

Esto no sólo era sexo.

Era una hermosa tortura.

Perlas de sudor reunidas en la frente de Preppy, su mandíbula apretada mientras


me follaba furiosamente, empujando salvajemente dentro de mí desde abajo, su
agarre en mis caderas tan fuerte que era doloroso. Los músculos de mis muslos
tensados mientras lo montaba. Bear gruñó, bajo y sexy, el sonido vibrando a través
de mí con cada empuje—. Me voy a … —comencé, pero ni siquiera pude sacarlo
porque la sensación que se había construido en mi vientre, una lenta quemazón, se

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había convertido en todo un incendio, esparciéndose desde mi centro al resto de mi
cuerpo y de regreso, pulsando con cada ola de placer que seguía y seguía. Preppy
estiró su cuello—. Joder —gimió, sus labios encontrando los míos una vez más y
absorbió mis gritos en su boca mientras gritaba mi orgasmo. Él rugió contra mí
mientras sentía su verga ponerse imposiblemente más dura antes de disparar su
caliente liberación en lo profundo de mí. Me derrumbé de mi orgasmo fuera de este
mundo tan fuerte que podía apenas mantenerme recta, cayendo hacia delante sobre
Preppy con él todavía dentro de mi coño. Bear apresurando su paso dentro y fuera
de mi culo, causando que las sensaciones muriendo dentro de mí comenzaran a
crecer otra vez. Me apreté alrededor de la verga ablandándose de Preppy la cual
estaba palpitando en respuesta.

—Maldición, se sintió tan bien cuando te viniste alrededor de mi verga —


murmuró Bear, quien salió de mí con un estrangulado grito de su propia liberación.

Todavía ebria por mi orgasmo, no me moví del pecho de Preppy mientras Bear
rodaba fuera de mí y sobre su espalda al final de la cama—. Puta mierda —dijo.
Miré por encima de mi hombro para verlo disponiendo de un condón que ni siquiera
sabía que tenía puesto, pero por lo que de pronto estaba realmente agradecida.

Preppy finalmente habló—. Estoy feliz de que estuviera bien para ti querido Bear,
ahora vete al carajo.

Bear nos miró con una mirada interrogatoria en sus ojos—. ¿Ustedes niños van
a estar bien sin supervisión? —preguntó sarcásticamente, vistiéndose rápidamente
y agarrando su whiskey de camino afuera.

303
—Jódete. Nos las arreglaremos —respondió Preppy, su verga otra vez
sacudiéndose dentro de mí. Meneé mis caderas, necesitando más, pero agarró mi
culo y me sostuvo inmóvil.

—Bien, sólo que sepas que planeo emborracharme bien esta noche y no me siento
con ganas de limpiar sangre, así que no lleven la mierda jodidamente demasiado
lejos —le dio un largo trago a su botella y justo así se fue, el sonido de la fiesta afuera
resonando a través de la puerta parcialmente abierta, luego desapareciendo otra vez
con Bear.

Todo lo que quedó en esta habitación era yo, Preppy y las consecuencias de
nuestro pequeño juego.

Un juego que ninguno de los dos había ganado.

304
CAPITULO 36

Dre

C UANDO LA PUERTA se cerró, Preppy se sentó y me giró sobre mi espalda,


adhiriendo mis muñecas por encima de mi cabeza contra la cabecera—. No
pienses que esto se acabó sólo porque él se fue —dijo.

—¿Sin embargo no es eso lo que es? ¿Terminado? —pregunté, recordando mi ira


y tratando de pararme. Preppy me sostuvo firmemente y todo lo que pude hacer fue
retorcerme, los músculos de su frente apenas tensándose bajo mi lucha—. Este juego.
Nosotros. Todo está terminado.

Preppy bajó su mano a mi barbilla y movió mi cara hacia él. Besó la esquina de
mi ojo, absorbiendo la lágrima que había amenazado con derramarse por mi rostro.
Él retrocedió y se golpeó dentro de mí—. No, nena, ahí es donde te equivocas. Este
juego no ha terminado. Sólo está apenas comenzando —dijo él, entregando otro
castigador empuje de su gruesa verga—. Excepto que ahora, el juego es que quien
se venga primero, pierde —sonriéndome, su sonrisa real, su cabello cayendo sobre
sus ojos—. ¿Quieres jugar conmigo?

305
Arqueé mi espalda de pronto y su verga se deslizó fuera de mí. Salté de la cama.
Él se estiró por mí y jalé mi brazo lejos—. Puedo tomar muchas cosas —dije—. He
tenido mis momentos débiles, pero sé quién soy y soy fuerte como el puto acero
cuando se requiere. Pero lo que no puedo tomar es esto. Lo que sea a lo que estás
jugando. Cual sea la razón por la que le dijiste a Bear que yo podría ser una
prostituta del club. Porque obviamente vemos las cosas diferentemente, así que
déjame explicarte esto —dije, agarrando mi ropa y poniéndomela—. Esto no es un
puto juego —señalé entre nosotros—. ¡No somos un puto juego! —solté.

—Me alegra que lo veas de esa manera. Tal vez tener dos vergas dentro de ti a la
vez te folló algo de sentido común después de todo —dijo Preppy calmadamente,
poniéndose de pie y poniéndose su pantalón.

—¿Qué? —pregunté, congelada con mi mano en la puerta. Me giré


lentamente—. ¿Qué carajos dijiste?

Preppy corrió su mano sobre su barba y miró al piso, como si estuviera tratando
de tomar una decisión. Cuando levantó la vista hacia mí y sus ojos encontraron los
míos, supe que había sido tomada—. He estado diciéndote que no puedo
conservarte, Dre. ¿Por qué carajos crees que estaba diciendo eso?

—No lo sé. Por tu pasado y por lo que te pasó y lo que…

—Quizás es parte de ello. Pero la otra parte son las mentiras que he estado
diciéndote para conseguir lo que quiero.

306
—¿Qué mentiras? —dije, dando un paso hacia atrás, con miedo a lo que podría
decir.

—¿Por dónde debería empezar? —él preguntó, lentamente caminando hacia


mí—. ¿Quieres saber que te hice? ¿Esa noche que te lleve a casa de Mirna? ¿Quieres
escuchar cómo te quite la ropa y corrí mi boca por tu cuerpo mientras tú estabas
inconsciente? ¿Quieres saber cómo separé tus piernas y lamí tu lastimado coño
porque quería probarte, tu debilidad? Quería tragarte y devorarte, así que metí mi
lengua dentro de ti porque jodidamente podía.

—No, no lo hiciste. No lo harías —tartamudeé.

Él se burló—. Yo sé que no crees eso —dijo Preppy abotonando su camisa como


si fuera simplemente otro día más. Su fresca expresión sin emoción de nuevo pegada
en su cara, mientras yo estaba en estado de shock del que no sabía si alguna vez
sería capaz de regresar.

Él se encogió de hombros—. Pensé en follarte también, pero opté por


masturbarme arriba de ti en su lugar. Me corrí sobre todo tu estómago.

—Jódete —dije, sólo capaz de reunir lo suficiente de mi voz para susurrarle el


insulto.

—Puede que te haya jalado de esa torre, Doc. Puede que te haya rescatado de esa
habitación de motel, pero nunca te salvé. Nunca estuviste a salvo —su teléfono vibró
y la pantalla se iluminó, él lo miró y lo lanzó a la cama que actuaba como una

307
barrera entre nosotros, un parachoques de la verdad—. Adelante. Contéstalo. Es tu
papá —dijo, sin darme tiempo de procesar la nueva información.

—¿Cómo? —pregunté mientras el teléfono dejaba de vibrar antes de comenzar


otra vez.

—Ha estado llamando por semanas. Te escribió una carta también. Está arriba
del refrigerador de Mirna. Álbum de fotos azul. Quiere que regreses a casa —dijo.

—¿Cuándo? —pregunté.

—Desde el mero comienzo.

—¿Pero por qué? —pregunté, pero no sabía lo que estaba preguntando. ¿Por qué
mintió? ¿Por qué se molestó conmigo?

¿Por qué lo dejé entrar en mi corazón?

Cada palabra que él hablaba era otra bala más siendo disparada hacia mí, pero
él no podía darle a cada objetivo. Sus párpados estaban rojos y pesados. Su voz estaba
rasposa—. ¿Por qué? Porque yo necesitaba que tú me hicieras esos documentos —
pausó—. O tal vez sólo porque me gusta el coño inconsciente.

Salté a la cama—. ¡Puto hijo de perra!

Preppy se movió a la puerta—. Vete de la puta casa, Doc. No perteneces aquí.


Nunca lo hiciste —no miró atrás cuando se fue, cerrando la puerta con tal fuerza
que las persianas de plástico barato se cayeron de la ventana al piso.

308
Él había cerrado la puerta a la habitación.

A nosotros.

A todo.

309
CAPITULO 37

PrePPy

¿ A DÓNDE VAS PISANDO fuerte? —preguntó Bear, alcanzándome mientras


yo estaba haciendo justo eso, furiosamente pisando fuerte la calzada de
conchas. Me golpeó en la parte trasera de mi hombro—. ¿Todo bien allá
atrás? —preguntó, encendiendo un cigarro y levantando su barbilla hacia el garaje.

Estaba a punto de soltarle algo de vuelta, mis emociones todas brotando a la


superficie, un lugar en el que odiaba que estuvieran. Mi boca colgó abierta, lista
para disparar alguna replica sarcástica que tendría a Bear viendo directo a través de
mí, pero me detuve a mí mismo y cerré mi boca cuando vi la preocupación escrita
en todo el borroso rostro de Bear. O tal vez era lástima. Joder, ya había causado
mucho dolor para una vida entera. No podía soportar verlo lucir de esa manera. Así
que hice una decisión justo ahí y entonces. Mi mierda sería exactamente eso. Mi
mierda. Conocía a Bear y a Grace lo suficientemente bien para saber que si ellos
sabían cuán profundas corrían las cosas con Dre, entonces lo tomarían como su
propio problema. Y carajo, nuestra pequeña familia tenía suficientes putos
problemas para agregarle mi mierda a la puta pila.

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Pegué una sonrisa en mi rostro y estiré mi mano al chaleco de Bear, sacando sus
cigarros de su bolsillo y lanzándole el paquete de vuelta después de haber sacado y
encendido uno—. Todo está bien, hombre. Acabo de recibir una llamada de Patty
que maneja la operación GG en Sunset Vista —mentí—. El termistor en la habitación
de cosecha está fugándose. Tengo que ir a secar el pasillo y arreglar la fuga antes de
que su puto marcapasos se detenga. Tengo que mantener a las GG felices. Mantener
creciendo ese dinero.

—¿Estás seguro de que es eso? —preguntó Bear, rascándose la cabeza—. Pensé


que tal vez esa chica…

Lo corté—. Eso fue jodidamente épico, ¿verdad? Aunque, no voy a mentir, hasta
cierto punto creo que sentí tus bolas en mi puta pierna, colega.

—Preppy… —dijo Bear, todavía intentando llevar algún tipo de conversación


seria sobre mi comportamiento. No iba a pasar.

No entonces.

No nunca.

—Al menos ahora sé que conseguirte para navidad. Una buena recortadora de
bolas. O tal vez cera si te va el dolor, pensándolo bien, tal vez me encere, podría ser
algo que cavaría —el rostro de Bear comenzó a iluminarse a medida que cambiaba
su atención de Dre a mi ridiculez. Las comisuras de su boca volviéndose hacia arriba
en su muy única sonrisa torcida.

311
—Ahí es donde realmente estás jodido. Tenías tu puta verga bien adentro de una
chica ardiente, ¿y estabas pensando en mis bolas? Suena a que es tu problema, no el
mío, hijo de puta —provocó Bear, empujándome en el hombro—. Pero, oye,
cualquier chica que le guste ser doblemente llenada será una estupenda BBB. Ella
encaja simplemente bien con los hermanos.

El retumbar de un motor comenzó y ambos nos volteamos a donde Wolf estaba


montando su moto. Se movió lentamente, y no fue hasta que se detuvo justo a un
lado de donde estábamos parados que me di cuenta que Dre estaba atrás. Casi tiré
mi cigarro, mandando pedazos de ceniza roja volando alrededor en la oscuridad
cuando lo atrapé antes de que pudiera tocar el suelo.

—Te mueves rápido —le dijo Bear a Dre con una sonrisa de complicidad.

—Sólo consiguiendo un aventón —cortó Dre—. Quería agradecerte por mi


AUDICIÓN —dijo, alargando la palabra—, para ser una de tus chicas del club, pero
algo se atravesó y decidí tomar otra ruta.

—¿Está bien si le doy un aventón? —Wolf le preguntó a Bear.

—Lástima, hermosa. Pudimos haber tenido mucho más diversión —dijo Bear. Le
asintió a Wolf, quien aceleró su motor en respuesta. La mirada en el rostro de Dre
decía todo y me hizo sentir pequeño.

Había roto todo en tantos pedazos que no había puta manera de que alguna vez
fuera capaz de ponerlos juntos de nuevo. Así que se podría decir que mi plan
funcionó.

312
Pero eso no significaba que mis entrañas no estuvieran jodidamente partiéndose
a la mitad.

Seguí la corriente, cambiándome a mi máscara de Preppy por Bear. Le di una


larga calada a mi cigarro, casualmente expulsando el humo al aire—. Una
verdadera lástima —arrastré las palabras. Agarré mi pene a través de mis
pantalones—. Supongo que toda esta carne la asustó —Bear rió y se volvió hacia la
casa.

Sentí los ojos de Dre en mí hasta que la moto estuvo fuera de vista, el motor nada
más que un eco a través de los árboles.

Y entonces se fue.

Para siempre.

Por supuesto, el destino es una asquerosa perra malvada porque fue en ese
momento, uno de los más cagados de mi vida, después de un confuso, aun así
jodidamente ardiente, inesperado trío con uno de mis mejores amigos, que me di
cuenta que la chica alejándose no era sólo una chica a la que salvé de mi retorcido
culo.

Ella era la chica de la que estaba enamorado.

La chica de la que siempre estaría enamorado.

Hasta mi último aliento.

313
CAPITULO 38

Dre

E L ODIO ES FÁCIL.

Es el amor lo que es difícil.

No fue la traición lo que más dolió. No fueron las mentiras ni el engaño. No fue
siquiera la forma en que él me había hecho sentir más usada de lo que Conner o Eric
alguna vez lo hicieron.

La forma en que me sentí era nada comparado con la amargura que se asentó en
mi garganta, tan gruesa que prácticamente me estaba atragantando en ella.

No.

La cosa que más dolió no era la forma en que las cosas terminaron.

Era la manera en que comenzaron.

314
Era el amor.

Ya no lo quería. Ya no debería siquiera estar ahí, así que deseé alejarlo con todo
lo que tenía, pero no importaba cuanto lo deseara o rezara o meditara, nada
funcionaba. Incluso aunque la traición se había ido, el amor se rehusaba a empacar
sus cosas e irse.

Puto usurpador.

Quería desesperadamente que mi ira y rabia fueran mis principales emociones,


así que me enfoqué en sus amargas palabras que terminaron con nosotros. La forma
en que me miró sin remordimiento en sus ojos. La forma en que la puerta hizo eco
mientras la azotaba. Pero no podía quedarme en la oscuridad demasiado tiempo, la
luz siempre encontrando su camino dentro de mis pensamientos, y pronto estaba
recordando la calidez de su piel contra la mía la primera vez que me tocó, la forma
en que me miró cuando finalmente me besó, la forma en que me hizo reír en un
tiempo en mi vida cuando para mí ya no era divertida ninguna maldita cosa en el
mundo. No, el amor mágicamente no se convertía en odio sólo porque lo
quisiéramos, porque es más fácil.

Aprendí muy rápido que se convierte en algo más. Algo mucho, mucho peor.

En un corazón roto.

Poco sabía yo que el verdadero rompimiento estaba todavía por llegar y la más
grande lección de todas sobre el amor, la estaría aprendiendo muy pronto.

El amor nunca muere.

315
CAPITULO 39

PrePPY

L A CASA DE MIRNA HABÍA estado vacante desde la noche en que todo se fue a
la mierda. Yo todavía llegaría de vez en cuando, aunque no la había usado como
una GG desde que Dre se fue. Todos los muebles ya no estaban. Todas las fotografías.
Había sido un año desde que Dre puso un pie en este lugar, aun así juro que podía
todavía olerla aquí.

Ella era feliz. Tenía que serlo. Eso es lo que me decía a mí mismo de todos modos,
con el fin de pasar la marcha y fingir que nada estaba mal. Su felicidad era lo que
mantenía un pie en frente del otro, y la sonrisa falsa de algunas veces pegada en mi
cara.

Las verdaderas sonrisas llegaron en la forma de King saliendo de prisión y de él


consiguiendo en serio una chica. O robando a una chica. Como quieras verlo. Doe
era su nombre. Ella no tenía memoria, pero tenía un buen set de tetas y una actitud
para patear y creo que ella era mi alma gemela de amistad en una manera, aunque

316
nunca le conté sobre Dre. Nunca le conté a nadie. Me dije a mí mismo que estaba
bien y el plan era tratar de creer mi propia mentira hasta que se volviera verdad.

Después de que Dre dejó el pueblo, vine por mis plantas. Ahí en la barra estaba
mi folder. Ella lo había hecho. Había falsificado cada uno de los documentos que
necesitaba, pero fue todo para nada. El juez asignado al caso negó mi petición antes
de que una declaración fuera siquiera llamada. Antes de que pudiera pronunciar
una puta palabra. Cuando el abogado que yo estaba usando me dijo el nombre del
juez que no me concedería una audiencia, todo se volvió claro. Yo de hecho lo
conocía. Bueno, conocía a su hermana. Todo lo que hice fue follármela en una
piscina. Una pública. Con gente alrededor, pero aparentemente la noticia le había
llegado y al chupa vergas no debe gustarle el voyerismo porque el mazo cerró mi
caso, aplastando cualquier esperanza que me quedaba de salvar a Max del sistema.

Estaba en lo alto como un cometa cuando llegué al auto y llené los documentos
falsos con el secretario. No era necesario. No cambiaría ni una maldita cosa. Pero lo
hice de todos modos. Quizás porque la hice trabajar para nada. Quizás porque llenar
los documentos la hacía más que sólo un recuerdo, la hizo real porque su tiempo
conmigo parecía más y más como un sueño desvaneciéndose.

Pero fue demasiado tarde.

En las películas el final de la vida de una persona es en cámara lenta, cada


fracción de segundo sin fin, pareciendo más como horas mientras dan sus últimos
alientos y miran el carrete de sus vidas reproducirse frente a sus ojos mientras algún
violín tipo Titanic suena en el fondo.

317
Todo es pura mierda.

La muerte es rápida.

Jodidamente muy rápida.

Recuerdo caminar con mis amigos para ir a reunirnos con Isaac. En el camino vi
a esta chica de cabello oscuro con inocentes mejillas, y por un segundo pensé que
era Dre. Ella estaba mirándome también, pero cuando el rostro de Dre se desvaneció
fue reemplazado por la mirada de ojos ensanchados de otra chica. Una de la que
estaba bastante seguro había estado en el filoso extremo en una sección de follar de
Preppy/Bear una o dos veces.

La realidad de mi propia muerte fue un agudo dolor rasgando a través de mis


entrañas, seguido por la sensación de perdición mientras me desangraba sobre el
concreto.

No me desvanecí, caí en la inconsciencia a la velocidad de la luz. Apenas tuve


tiempo de registrar el horror en los rostros de mis amigos, quienes parecían estar
flotando alrededor de mí como si estuvieran arriba de la superficie, mientras yo
estaba siendo arrastrado a la oscuridad de las profundidades.

Me estiré para alcanzarlos, queriendo aferrarme a esta vida.

Pero fue jodidamente muy tarde.

Para la mayoría de las personas la muerta era el final.

Para mí, era sólo el comienzo.

318
CAPITULO 40

Dre

T AP TAP TAP tap tap tap tap…

Inconscientemente, balanceaba mi lápiz arriba de mi libro de texto abierto en


una sucesión tan rápida que las páginas vibraban, levantándose de las esquinas.
Moví mis pies, cruzando y descruzando mis tobillos, deseando lejos la constante
sensación de inquietud que sólo parecía intensificarse con el pasar de los días.

Mi mesa estaba pegada contra la única ventana en el salón de clases, aunque no


había vista de la cual hablar. Nada más que una pared de ladrillos. El pequeño
espacio entre los edificios era sólo lo suficientemente grande para permitir que la
lluvia que acababa de comenzar a caer, rebordeara y se deslizara por el grueso
cristal. Las nubes arriba se movieron, echando a la ya apagada luz de la luna en una
capaz de gris. Con la nueva iluminación la imagen en la ventana cambió, y de pronto
ya no estaba viendo a la pared de ladrillos, sino al reflejo de una chica.

319
Una chica cuyo cabello comenzaba a brillar otra vez, aunque su cola de caballo
no pudo haber sido alisada, la humedad del día mandando a cada pequeño cabello
no lo suficientemente largo para ser atado en el elástico estando en pequeños rizos.
Ella usaba lentes, simples marcos de color azul oscuro. Su complexión era pálida,
pero no cetrina. Sus ojos cansados, pero no perdidos.

Sabía que la chica era yo, pero más allá de la ropa limpia y el salón de clases yo
veía a otra chica, justo más allá de sus hombros. Una que estaba hundida contra la
pared con una aguja en su brazo y semen en su cabello.

Una chica que estaba atrapada física y mentalmente.

Sacudí mi cabeza, alejando la imagen de alguien a quien nunca quería volver a


ver. Cerré mis ojos apretadamente y cuando los abrí otra vez, ambas chicas se habían
ido. Las nubes se despejaron y pronto mi reflejo se había ido también, y estaba otra
vez viendo a nada más que una pared de ladrillo vacía.

Sin pensar, levanté mi mano para rascarme una comezón que realmente no
existía, con uñas que no eran lo suficientemente largas todavía para de verdad
rascar. Las costras y las marcas se habían ido, pero en su lugar estaban las cicatrices
rojas comenzando a tomar sus formas, algunas de ellas ya estaban volviéndose en
un tono permanente de blanco, otras resaltando en un rojo brillante.

El maestro era un hombre que estaba en sus sesentas. Se puso de pie con su
espalda recta y su cabeza abajo en el podio. Su voz era monótona, con cero inflexión,
a medida que leía su plan de estudios.

320
Tomé una respiración profunda y traté de poner atención, pero todo lo que él
estaba recapitulando, sobre la fundación de nuestro país y la declaración de la
independencia, lo había aprendido en el quinto grado. Reclinándome en la silla,
crucé mis brazos sobre mi pecho y ya que mis pies no tocaban el piso, columpié mis
piernas de atrás hacia delante, accidentalmente pateando la chilla de un chico en
frente de mí.

—Lo… —comencé, pero cuando el chico se giró y el aire fue golpeado fuera de
mi pecho cuando mis ojos aterrizaron en la familiar y hermosa sonrisa y los tatuajes
cubriendo su cuello. Jadeé, cubriendo mi boca con mi mano.

Imposible.

—Oye, fíjate —dijo, su desconocida voz aguda trayendo de vuelta a la realidad,


donde él era sólo un chico de cabello oscuro con piel oliva que no se parecía en nada
al hombre con quien lo confundí.

—Lo siento —susurré. El chico se volteó para ver al maestro quien había apagado
las luces, así podíamos seguir sus diapositivas en el proyector de arriba, el cual
estaba borroso. Las cabezas de los Hijos de la Libertad eran todas grandes y torcidas,
distorsionadas imágenes de una probablemente ya distorsionado cuento de la
historia de América.

No era la primera vez que su rostro aparecía en ele de alguien más, justo como
no era la primera vez que mi estómago caía con decepción cuando me daba cuenta
que no era él.

321
Nunca sería él.

Después en ese día, me senté en un pequeño espacio de oficia de Edna Elinberry,


mi consejera, a quien mi papá insistió que viera tres veces a la semana. Uno de los
muchos términos de mi regreso a casa, y uno que realmente no me molestaba en lo
absoluto. Edna era peculiar y algo chistosa. Siendo una adicta recuperada, ella podía
relacionarse conmigo en una manera en la que muchos de los profesionales en salud
mental podrían.

—Lo vi otra vez hoy —le dije, mirando a los libros y a otros knick-knacks16 en el
librero sobrecargado. Lord of the Files estaba arriba del estante, colgando sobre la
orilla, una pisada fuerte podría mandarlo a estrellarse en el piso.

—¿Brandon?

—No —dije, sacudiendo mi cabeza. Brandon era alguien que había comenzado
a trabajar recientemente con mi papá. Él me había pedido salir algunas veces y,
aunque él era apuesto y lo suficientemente agradable, yo simplemente no estaba lista
para complicar mi vida en una forma que no necesitaba ser complicada—. Brandon
no. ÉL —dije, todavía encontrando difícil pronunciar su nombre sin sentir una
sensación de malestar sobre mí.

—Eso pasa cuando perdemos a alguien que nos importaba —dijo Edna, regando
cada una de las treinta y algo plantas en su pequeño alféizar. Ella usaba unos
pantalones flojos desgastados con un largo y blanco suéter acanalado. Su brillante

16 Paquete de dulces.

322
cabello rojo era algo de los ochentas, apretados rizos y largo en la parte de atrás y
corto arriba. Tenía labial rosa en sus dientes todo el tiempo—. Especialmente
aquellos que tuvieron un enorme impacto en nuestra vida. Se desvanecerá con el
tiempo.

—Pero… ¿pero qué si no se desvanece? —pregunté, dándome cuenta al hacer la


pregunta que significaba que no estaba completamente segura de que seguir
adelante era lo que realmente quería.

Edna puso la regadera en el piso y caminó a una de las siete mesas que estaban
en el estrecho espacio, dejándose caer en el sofá y haciéndome señas para que hiciera
lo mismo en el que estaba en frente de ella. Ambas nos quitamos los zapatos y nos
sentamos al estilo hindú. Ella cerró sus ojos y tomó una respiración profunda, y yo
la imité. Cuando abrió los ojos, preguntó—, te importaba realmente él, ¿cierto?

Asentí—. Yo… él salvó mi vida —inmediatamente las palabras se sintieron


equivocadas—. Creo que yo… no, SÉ que lo AMÉ —corregí—. Y no sólo lo veo
cuando duermo. Lo escucho también. En mi cabeza, hablando y haciendo chistes y
siendo ridículo… —me apagué, conteniendo las lágrimas.

Edna sonrió y se estiró a través de la mesita de café para darme una palmadita
tranquilizadora en mi rodilla. Miré su mano, pero no salté, su sonrisa se hizo más
grande—. Dre, cuando amas a alguien es muy común cargar con esa persona
alrededor contigo hasta que estás lista para dejarla ir. Escuchas sus voces, crees que
los ves en la calle, sueñas con ellos en las noches. Es todo muy normal y una muy
sana parte del duelo. Se irá con el tiempo. Pero sólo cuando estés lista.

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Me mordí el labio—. No quiero que él se vaya —dije, sorprendiéndome cuando
las lágrimas se derramaron de mis ojos. Edna pasó la mesita de café y se sentó junto
a mí, atrayéndome y sosteniéndome fuerte contra su amplio pecho. Todo acerca de
ella era confortante en una manera ella me recordaba a una versión más joven de
Mirna.

—Él salvó tu vida. Es natural que sientas algo hacia él, junto con una sensación
de culpa porque tú viviste y él no —pausó Edna, reuniendo sus pensamientos antes
de continuar—. Sabes, niña, para mí suena a que tú todavía necesitas ese cierre del
que hemos estado hablando.

—¿Cierre? —chillé. La idea de ello sonaba ridículo—. No estoy segura de eso.


¿Cómo puedes cerrar algo que nunca realmente se abrió? —me sentí a mí misma
comenzando a partirme e inmediatamente me sentí avergonzada.

Apestas, Doc.

Ella asintió y me tendió un pañuelo—. Por lo que me has contado, tú nunca


tuviste la oportunidad de realmente llorar, de cerrar ese capítulo en tu vida y
continuar.

—Pero no sé cómo conseguirlo —o incluso si lo quisiera. Nunca olvidaré el día


que mi papá y yo fuimos a Sarasota juntos para ayudar a transportar a Mirna a una
instalación cerca de nuestra casa. Estaba debatiéndome en tomar un viaje sola a
Logan’s Beach cuando una de las enfermeras mencionó su nombre y se preguntaba
por qué él había dejado de visitar. La otra le explicó por qué él no podía visitar. Él
estaba muerto.

324
Justo ahí y entonces no podía respirar. Mi corazón se detuvo. Un pedazo de mí
murió justo ahí junto con él.

Edna me sostuvo más fuerte y me meció de atrás hacia delante como Mirna solía
hacerlo. Me hizo hacia atrás y miró a mis manos donde yo ahora estaba viendo. Ella
tronó sus dedos y sonrió brillantemente—. Cuando estés lista y SÓLO cuando estés
lista. Creo que deberías buscar a aquellos quienes se preocupaban por él. Sus amigos,
familia. Tener una conversación. Hablar de su vida. En serio creo que te ayudará a
encontrar lo que necesitas.

—Lo pensaré —dije y lo hice. La única “interacción” que alguna vez tuve con
sus amigos fue ese encuentro con Bear.

—Al menos lee la carta —sugirió Edna—. Tal vez eso te ayudará a decidir —sacó
el sobre que había llegado unos cuantos meses antes sin dirección remitente, sólo
una estampa de la oficina de correos de Logan’s Beach—. Es tiempo —dijo,
entregándomela.

—¿Puedes abrirla? —pregunté. Edna sacudió su cabeza.

—No, eso te corresponde a ti, pero te daré un minuto a solas —dijo Edna,
palmeándome en el hombro y saliendo de la habitación.

Rasgué el sobre rápidamente, pensando que si lo hacía rápido como una bandita
no dolería tanto.

Estaba equivocada.

325
Doc,

Está este lugar donde la luz y la oscuridad se encuentran en el cielo cuando el sol
está poniéndose donde no es muy de día ni muy de noche. Una grisácea bruma entre
el negro y el amarillo.

Me gusta pensar en él como un lugar donde el bien y el mal, el negro y el blanco,


la vida y la muerte no son finitos.

Llamo a ese lugar “en el medio” y para mí es ahí donde tú yo siempre existiremos.

Juntos.

Es donde no podemos ser heridos. Donde nuestro pasado no persigue nuestro


presente. Donde no hay tal cosa como las mentiras. Donde el dolor ni siquiera es
una cosa.

No pudimos estar juntos en esta vida. Tal vez ni siquiera en la siguiente. Quién
sabe. Mi suerte es demasiado mierda estos días. Pero ahora cuando pienso en ti, lo
cual es todavía cada puto día, y cuando no puedo recuperar mi aliento
preguntándome lo que pudo haber sido, arrastro mi culo afuera, me siento en el
patio, y espero por ello. El breve vistazo del cambio de guardia en el cielo. Y cada
día, incluso aunque el dolor me corte tan profundo como el día en que te fuiste,
incluso aunque sé que la verdad es que nunca te veré otra vez, sonrío.

Porque tú y yo estamos ahí.

Y siempre tendremos el “en medio.”

326
CON AMOR, Samuel Clearwater, Preppy, el rudo hijo de puta.

P.D: Si estás recibiendo esto estoy muerto, así que es seguro decirte que eres de
lejos mi más grande arrepentimiento. La luz entre toda mi oscuridad.

Lo lamento tanto.

327
CAPITULO 41

Dre
VARIOS MESES DESPUÉS

C ON BRANDON SENTADO a mi lado en el avión a Florida, finalmente estaba


lista para ir y buscar el cierre con el que mi papá, mi consejera y mi padrino
siempre eran tan demandantes.

Mientras volábamos sobre las quietas aguas del río Caloosahatchee, aprieto mi
agarre en la mano de Brandon. Él me ofreció una tranquilizadora sonrisa y me dio
pulgares arriba, cubriendo mi mano con la suya. Probablemente él pensaba que el
vuelo era lo que me tenía asustándome. Y aunque volar no era mi actividad favorita
en el mundo, no era el miedo de caer en picado al suelo debajo que tenía mi tráquea
apretándose como una cuerda de guitarra mientras el avión descendía. No. Era la
torre de agua. La que está atrapada en terreno plano, imponente sobre la tierra como
una estatua de la libertad campesina, estirándose hacia el avión. El enorme pene
negro pintado con aerosol estaba en completa vista a medida que el tren de aterrizaje
traqueteaba y chirriaba, fijándose en su lugar.

328
Quería reír y llorar ante la vista de él.

De pronto, era todo tan real.

Estaba volviendo. Volviendo a donde todo comenzó. Volviendo a donde todo


terminó.

Volviendo a donde sólo sería el comienzo.

329
CAPITULO 42

Dre

L EVANTÉ MI temblorosa mano hacia la puerta y toqué. El sonido de niños


jugando en el patio trasero haciendo eco sobre la casa.

Estaba a punto de cambiar de opinión y de girarme cuando una chica rubia con
los ojos azules más claros que alguna vez haya visto abrió la puerta—. ¿Puedo
ayudarte? —preguntó con una pequeña, pero amigable sonrisa.

—Um… Hola, soy Andrea Capulet, pero me dicen Dre —dije, extendiendo mi
mano. Ella la estrechó tentativamente—. Soy una amiga o, era amiga de Samuel.
Preppy —mi pecho se apretó mientras su nombre cruzaba mis labios. Habían sido
años, y aunque esperaba que el sentimiento muriera, nunca lo hizo. A lo mucho,
sólo se había hecho peor.

La chica permaneció callada, mirándome varias veces como si estuviera tratando


de ubicarme—. Soy Ray —finalmente ofreció—. ¿Qué puedo hacer por ti?

—Ray, hola. Sólo me preguntaba —me apagué, mirando a mis pies.

330
—¿Te conozco?

—Ella iba a ser una BBB una vez —dijo Bear, llegando a ponerse justo detrás de
ella—. No estás aquí para dejar ningún niño con misterioso parecido a personas que
pueden o no estar aquí, ¿o sí? —preguntó, y no podía decir si era del todo una
broma. Mierda, estaba sorprendida de que él me recordara, pero él no recordaba
todo porque la última vez que revisé no podías embarazarte a través del anal. Mis
mejillas se pusieron rojas por mis propios pensamientos.

Sacudí mi cabeza—. Hola, Bear —dije con un nervioso saludo. Empujé mis lentes
hacia arriba de mi nariz. Bear me miró y como si él hubiera decidido que yo no era
una amenaza, se dio la vuelta y regresó al interior de la casa.

Ray pareció coincidir—. Bueno, adelante —dijo, haciéndose a un lado.

Otro largo e igualmente hermoso hombre estaba sentado en la sala de estar.


Levantó su cabeza y me miró brevemente antes de que Bear se sentara de vuelta y
ambos se inclinaran sobre la mesita de café, hablando quedamente, al instante
sumergidos en lo que parecía como una importante conversación.

Ray ondeó en su dirección—. No te preocupes por King y Bear, han estado un


poco locos esta última semana con todo lo que ha sucedido —me dijo, mientras me
conducía a través de un ordenado y recién actualizado espacio que olía a pintura
fresca y a productos de limpieza, por un estrecho pasillo. Mis talones resonaban
contra la brillante madera. Ella se detuvo en frente de una puerta cerrada.

La puerta de Preppy.

331
O, la que solía ser la puerta de Preppy.

Mi corazón se inmovilizó.

Estaba de pronto enojada con todos los que insistieron que viniera aquí y tuviera
un cierre al hablar con sus amigos. Era demasiado. No estaba lista. No podía respirar.
Mis recuerdos desbordaban con su rostro. Su olor.

ÉL.

—No, quiero decir, no necesito entrar ahí… —comencé a retroceder de la


puerta.

Ray suspiró—. Sé a lo que te refieres. Es difícil de ver al principio. Los pronósticos


cambian un poco de doctor a doctor, pero él es un luchador. Tenemos esperanza y
tenemos tiempo.

—¿Ah? —pregunté confundida por lo que ella estaba hablando cuando empujó
la puerta y se hizo a un lado. Tentativamente entré en la habitación, dando un
profundo suspiro de alivio cuando noté que la habitación no era en absoluto a como
solía hacer. Las cosas de Preppy ya no estaban ahí. El alivio fue seguido por una
profunda decepción y una sensación de malestar. Una nostalgia por lo que una vez
fue.

Por quien una vez fue.

332
Las paredes, una vez de un azul profundo, ahora eran de un rosa chicle con
margaritas estampadas y nubes rodeando la ventana. Una lámpara de cenicienta
puesta sobre una pequeña mesita de noche blanca junto a la cama.

Por supuesto que sus cosas no estaban ahí, idiota, porque él está…

Pausé. Mis oídos percibieron un sonido de estables pitidos, mis ojos siguieron el
sonido a través de la habitación al monitor de signos vitales colocado en la esquina,
puesta junto a una cama plegable de hospital. Líneas corrían a lo largo de la pantalla
que estaba montado debajo del monitor, pequeñas montañas verdes subían y
bajaban, seguidas por un chirrido de la máquina en incluso dos segundos
incrementos.

—No lo entiendo —dije, sin permitirle a mi ojos viajar a la cama. No estaba


segura si estaba asustada de lo que vería o lo que no vería. A QUIEN no vería. Me
giré para enfrentar a Ray—. ¿Quién… quién es ese? —pregunté, pavor y terror
peleando una batalla en la boca de mi estómago… y en mi corazón. Señalé al
montículo de sabanas levantándose y cayéndose en ritmo.

—Espera, ¿no lo sabes? —Ray espiró—. Pensé que para ahora todos en Logan’s
Beach ya sabían.

Sacudí mi cabeza—. No soy de aquí —incapaz de tomar otro minuto más de mi


rápida palpitación peleando su camino fuera de mi pecho, me di la vuelta y paso a
paso hice mi camino hacia la cama donde la cáscara de un hombre yacía
inconsciente con tubos corriendo a través de su nariz y boca. Sus ojos y boca. Sus
ojos y mejillas hundidos. Sus manos descansando encima del limpio edredón. Ni

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siquiera necesitaba ver los tatuajes en sus nudillos para saber que era él, pero ahí
estaban, en toda su familiar gloria.

Dejé salir un lamento estrangulado, que me sorprendió incluso a mí misma,


mientras calientes lágrimas caían por mi rostro. Alegría y un sentimiento abrumador
de confusión me golpeó, como si finalmente hubiera sido atropellada por ese tren.
Me incliné hacia él, con cuidado de no perturbar a ninguno de los tubos, presioné
el lado de mi cara contra su pecho, necesitaba escucharlo por mí misma y
suficientemente segura, estaba ahí. El tun tun. El sonido más hermoso en el mundo.
Su corazón.

Latiendo.

Pesados pasos entraron en la habitación. King, Bear y una chica con rosáceo
cabello parados alrededor del marco de la puerta, mirándome boquiabiertos como
si fuera yo la que regresó de la muerte—. ¿Cómo? —pregunté, sin mover mi cabeza
de su pecho. Mi mano cubrió una de las suyas y apreté mientras respiraba
profundamente, inhalando esta nueva vida, inhalándolo a él.

—¿Realmente no sabías? —preguntó King escépticamente, atrayendo a Ray a su


pecho—. Pensé que todos sabían.

—No —dije, aunque ningún sonido salió así que sólo gesticulé la palabra—. No
sabía nada.

—¿Qué está pasando? —la chica con el cabello rosa preguntó. Bear envolvió sus
brazos protectoramente sobre su cintura, la cual era cuando me di cuenta su

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redondeada panza. Bear se inclinó y susurró en su oído. Ella asintió en algún tipo de
entendimiento, pero continuó mirándome como si estuviera insegura de mí.

Pero eso no importaba. ELLA no importaba.

Nada importaba.

Abrumadora alegría consumía mi ser. El cómo él estaba vivo no importaba,


simplemente entonces, todo lo que importaba era que él estaba vivo.

Mi Preppy.

Mi Samuel.

—Otra vez, ¿quién exactamente eres? —preguntó Ray, mirándome mientras yo


prácticamente me acostaba a lo largo del cuerpo de Preppy.

Renuentemente, levanté mi cabeza de su pecho, aunque mantuve mi mano sobre


la suya. Sorbí y limpié mis lágrimas manchando mi cara. Tomé una respiración
profunda para estabilizarme a mí misma y cuando hablara, me aseguré de que
estaba mirando a cada uno de los amigos de Preppy. Estaba a punto de hablar cuando
fui interrumpida por una rasposa voz. Me di la vuelta y me encontré con ojos color
ámbar inyectados en sangre que estaban enganchados a los míos cuando él habló.

—Ella es mi esposa.

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