Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1
2
Créditos
Kath
AuRose Mona
Cjuli2516zc Nayari
Clau Nelly
Gilsha Cruz Pancrasia123
JandraNda SoleMary
Kath Yiany
Lingos05
3
Kath
Sinopsis
“Te odio. No quiero volver a verte”.
Grant Malone no es la razón por la que me mudé a Sunnyville, al menos eso
es lo que me digo a mí misma. Sin embargo, esas palabras de despedida que le dije
en el tercer grado, resuenan en mis oídos cada vez que una persona de la ciudad
menciona a uno de los chicos Malone. Pensé que el tiempo había curado mis
heridas. Estaba equivocada. Nada podría haberme preparado para cómo me sentí
cuando finalmente lo volví a ver.
Veinte años hacen mucho para convertir a un niño en un hombre. Uno que
presiona todos mis límites: sexy, divertido, atractivo y un oficial de policía. Pero
Grant está fuera de los límites porque sabe demasiado sobre mi pasado.
Pero me siento atraída por él. Ese maldito uniforme suyo tampoco hace daño.
Será mi perdición. Lo sé.
¿Qué tan mala podría ser una noche de sexo?... ¿Verdad?
1Personaje animado conocido como Rosita Fresita, Fresita o Frutillita en Latinoamérica y en España
como Tarta de Fresa.
Uno
14
Dos
28
Cinco
—No lo descartes hasta que lo intentes, Cassy —le digo a una de las amigas
de Desi.
—No hay manera en el infierno de conseguir que salte de un avión. De
ninguna manera, ni cómo. Tendría que tener unos quince más de estos para
siquiera considerarlo —dice mientras levanta su copa de vino vacía y niega.
—Bebe —bromeo—. Sin embargo, la oferta sigue en pie. No tendrías que
hacer nada más que disfrutar el viaje ya que estarías atada a mí.
—Eso suena como una mala película porno, pero aun así no cambiaré de
opinión —dice entre risas.
Me recuesto en mi silla mientras la conversación avanza. Leo habla sobre su
salto favorito en Machu Pichu. Desi revolotea entre los veinte o más invitados,
haciendo que todos se sientan como en casa con su encanto natural. Las luces de
los árboles agregan un brillo suave, el aire de verano se siente bienvenido y la
carne asada cocinándose a la parrilla huele a cielo absoluto.
Aún mejor, ella ha mantenido su promesa. No veo ninguna cara desconocida
con la que pueda intentar juntarme. Y aunque no conozco a la mayoría de ellos
más que por un hola informal, al menos los he visto antes. Es la noche perfecta.
—¿No crees, Emerson? —La voz de Leo roba mi atención de mis
pensamientos, y encuentro ocho pares de ojos mirándome esperando una
respuesta.
—Lo siento. Estaba en La-la Land. ¿Sobre qué se supone que voy a opinar?
—Estábamos hablando de…
No oigo otra palabra de lo que dice porque, por encima de su hombro
izquierdo, veo a Grant Malone de pie en el marco de la puerta. Lleva pantalones
cortos y un Henley de color crema, y sus manos metidas en los bolsillos mientras
sus ojos se enfocan en mí.
Odio que la vista de él haga que mi aliento se detenga y cause un aleteo en
algún lugar profundo de mí. Detesto que cuando lo miro a los ojos, quiero ver al
niño pequeño que una vez conocí, en lugar del hombre tan apuesto en que se ha 31
convertido. Más que nada, odio que tenga que irse cuando lo único que quiero es
que se quede.
Hay un momento incómodo en el que todos notan mi flagrante distracción y
se quedan en silencio. Se enderezan para mirar a Grant antes, casi al mismo
tiempo, y luego vuelven a mirarme.
—Disculpen —murmuro mientras me levanto de mi asiento, una mezcla de
enojo y confusión se revuelve en mis venas.
Desi rompió su promesa. Y no solo rompió su promesa, sino que lo hizo con
el único hombre que hace realidad los sueños que no he tenido en años. Anoche,
me desperté en un pánico ciego: almohada empapada de sudor, manos agarradas
de las sábanas y latidos fuera de control.
Mi ser racional sabe que no es su culpa y, sin embargo, lo culpo por haber
dragado el pasado, que es mejor dejarlo muerto y enterrado.
Si las miradas mataran, la que le disparo a Desi la pondría tres metros bajo
tierra. Los otros invitados murmuran acerca de quién es el extraño cuando me
dirijo hacia él.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Huele increíble. Como a jabón y menta y ¿por
qué me doy cuenta?
—Hola, Grant Malone. Encantado de conocerte. —Tan genial como puede
ser, ignora la irritación en mi tono y extiende su mano para que la estreche.
—¿En serio? —Miro su mano y luego miro hacia él.
—Oh, ¿vas a recordar que nos conocemos ahora? Lo siento. No estaba muy
seguro si todavía jugabas al “No soy Emmy, no te conozco” como el otro día.
Aprieto los dientes porque merezco la ironía, pero demonios, si le voy a decir
eso.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Bien, ahora estamos admitiendo que ya nos conocemos. Eso hace la vida
mucho más fácil, ¿no crees? —Deja caer su mano—. Desi me invitó. Dijo que es una
buena cocinera, y bueno, me gusta comer. —El encogimiento de hombros que me
da es casual, como si no se necesitara ninguna otra explicación, y esa sonrisa suya
nunca vacila por su inclinación juvenil. No lo he visto en veinte años y, de repente,
me cruzo con él dos veces en una semana. 32
—En ese caso, ella está allí. —Señalo a donde está sentada Desi, mirando
cautelosamente en nuestra dirección. Solo entonces me doy cuenta que la mayoría
de los invitados también nos están mirando.
—Eso, y quería verte de nuevo.
Las palabras en mis labios vacilan mientras trato de procesar por qué el hecho
que esté aquí me tiene tan irritada, pero lo hace. Y así de desconcertante, no puedo
dejar de estudiarlo. No puedo dejar de preguntarme por él y por el hombre en el
que se ha convertido. ¿Se parece en algo a la persona que mi mente había
conjurado en la extraña ocasión en que pensé en él?
Puedo sentir el peso de las miradas de todos en mi espalda y sé que se están
preguntando por qué estoy actuando de forma tan extraña. Normalmente, me
gustaría abrazar a quienquiera que fuera la nueva persona y darle la bienvenida a
nuestro círculo transitorio sin pensarlo dos veces.
—Bueno… bien entonces… la cerveza está allí en la nevera y la comida está
en la mesa. Si me disculpas, necesito ir al baño.
La cocina está vacía cuando entro, y estoy muy agradecida por el silencio
para ordenar mis pensamientos. La ironía es que el silencio no dura mucho.
Alguien enciende la radio y la música entra por las puertas francesas abiertas,
junto con la risa de mis amigos y una voz que no es familiar, pero familiar a la vez.
He entrado para estar a cierta distancia de Grant, y poder pensar, y sin
embargo, estoy aquí, observándolo a través de la ventana. Su cabello oscuro e
incipiente barba. La manera en que las mangas de su Henley se elevan hasta los
codos para mostrar fuertes antebrazos. Su natural facilidad para hablar con todos y
su conciencia instintiva de todo lo que lo rodea como solía hacer su padre cuando
éramos niños.
Es como el niño que solía conocer y nada como él al mismo tiempo.
Ese es un pensamiento brillante, Em. No puede ser ambos al mismo tiempo…
y sin embargo, lo es.
—¿Qué estás mirando?
Salto ante sonido de la voz de Desi y me sorprende encontrarla de pie junto a
mí, admirando la misma vista que tengo. Estaba tan pérdida en mis pensamientos
que no la noté entrar.
—Nada. Solo pensando. —Necesitando hacer algo con mis manos, abro la
llave y comienzo a lavarlas.
—Oh-oh. Ese nada en el que estás pensando tiene un gran trasero, si lo digo
33
yo misma.
Es entonces cuando me doy cuenta que se supone que debo estar enojada con
ella.
—Lo prometiste, Des. —Arrastro mis ojos de mis manos para encontrarme
con los de ella—. Dije que me iría si hacías eso, así que supongo que es hora que
me vaya.
—¿He tratado de emparejarte con él?
—No, pero sé que es solo cuestión de tiempo. —Cruzo los brazos sobre mi
pecho y sigo su mirada. Tiene un buen culo.
Oh Dios mío. ¿Qué estoy pensando? No puedo mirar su trasero. O notar lo guapo
que es. O preguntarme si sus manos son tan fuertes como parecen. Él era como un hermano
para mí, mi mejor amigo, ¿no es espeluznante si estoy de acuerdo con ella? Es de los
recuerdos que borré hace mucho tiempo.
Y es por eso que entré en la casa en primer lugar. Todo lo que quería hacer
era tomar unas copas y relajarme con mis amigos, pero ahora mi cabeza está por
todas partes, cortesía de Grant Malone.
—Juré que no lo haría, y tengo la intención de cumplir mi promesa. —Golpea
su cadera contra la mía—. Además, hice tu postre favorito, así que no te puedes ir
todavía.
¿Postre? Mis orejas se animan al mismo tiempo que trato de luchar contra la
sonrisa que tira de las comisuras de mis labios.
—¿Cuál?
Su risa llena el pequeño espacio.
—Te gustan todos mis postres, ¿realmente importa?
—No. —Me río. Y, por supuesto, ahora mi mente está en si hizo una tarta de
limón o tarta de queso o… mierda, tiene razón. No voy a ninguna parte. No
cuando su postre está involucrado.
—Mira, nos encontramos de nuevo, y pensé que sería bueno para ustedes
volver a conectarse. ¿Qué hay de malo en eso? Obviamente es alguien de tu pasado.
Obviamente está interesado en ponerse al día. Obviamente es mortalmente atractivo.
Él es…
—Obviamente estás perdiendo la cabeza. 34
—No pretendía nada malo. Lo prometo. Ni siquiera estaba segura que
vendría. Normalmente estamos rodeadas de todos mis amigos, así que pensé que
sería genial si tuvieras tu propio amigo aquí también.
La observo, sabiendo que no puedo discutir, dado que lo invitó con solo
buenas intenciones en mente.
—Tus amigos son mis amigos —digo exasperada.
—Exactamente. Él también es mi amigo ahora. Eso significa que se me
permite invitarlo. —Su sonrisa es presumida, ya que hábilmente me manipula en
una discusión sin fundamento.
—Eres agotadora.
—Y me amas —dice, volviendo a llenar mi copa de vino.
—La mayoría de los días. —Tomo un sorbo, pero mis ojos todavía están fijos
en Grant Malone, y mi mente todavía está en la confusión que verlo ha creado.
—Todos los días.
Me encojo de hombros y estoy de acuerdo.
—Todos los días.
—Está bien, bueno, necesito volver allí. ¿Vienes?
—En un minuto.
35
Seis
40
Siete
—Nada para mí. Pero, gracias. —Levanto mi mano para cubrir mi copa
mientras Chris intenta verter vino en ella. Otra vez.
—Vamos, Em. El hecho que estemos trabajando no significa que no podamos
relajarnos y tomar una bebida.
Su colonia domina el olor a comida en el restaurante, y hay un suave silbido
en su nariz cada vez que inhala. Intento no concentrarme en eso, pero ahora que lo
he escuchado, no puedo dejar de escucharlo.
—¿Dónde estábamos? —Me aclaro la garganta y levanto la declaración de
ganancias y pérdidas de la que hablamos antes que el camarero viniera con la
botella de vino. Esto, por supuesto, vino después de las tres copas que ya había
tomado.
—Lo olvidé. ¿Dónde estábamos exactamente? —dice con voz juguetona
mientras se acerca más, así que estamos hombro con hombro. Otra vez. 41
Intentando el mismo movimiento que he hecho varias veces esta noche, me
muevo en mi asiento para poner algo de distancia entre nosotros. Cuando lo hago,
Chris se acerca y pone su mano sobre la mía.
Campanas de alarma suenan en mi cabeza, pero hago todo lo posible para
que no me afecte. No es la primera vez que un hombre ha tratado de coquetear
conmigo sin haberlo alentado.
Despreocupadamente saco mi mano de debajo de la suya para recoger el
estado de resultados.
—Estábamos hablando del ingreso neto del año pasado de Blue Skies en
comparación con el monto del préstamo propuesto.
—Sí, así es. —Se acerca a mí para recoger un vaso de agua intacto, su codo
roza contra mis senos. Lo atribuyo a un accidente, pero no me gusta ni un poco—.
Pero creo que es mejor si hablamos de ti y de mí.
—¿Qué hay de ti y de mí? —pregunto, aturdida respecto a dónde va esta
conversación.
—Sabes que soy el único oficial de crédito en la ciudad que se arriesgaría
contigo, ¿verdad? —Su voz es baja, y está tan cerca que puedo oler el vino en su
aliento.
—Sí, y como he dicho antes, lo aprecio.
—Sin embargo, nada está garantizado.
—Lo sé. —Asiento y muevo mi cuerpo de nuevo cuando se inclina más
cerca—. Oh, ¿sabes qué se me olvidó preguntar? ¿Cómo se llama? Mierda. Lo
olvidé. ¿Puedes tomar los otros papeles del asiento? —Fingí estupidez tratando
que volviera a su lado de la mesa. Su excusa de necesitar explicar un cálculo para
sentarse a mi lado era claramente un engaño.
—Olvida las preguntas, Emerson. Conozco una manera segura de que
obtengas ese préstamo.
—¿Mmm? ¿Cuál? —le pregunto sin mirarlo, a pesar que estoy bastante
segura de lo que va a sugerir a continuación.
—Vamos. —Se ríe y su sonido hace que mi piel se erice, y de no de buena
manera—. Siempre estoy listo para un pequeño juego de hacerte la difícil, pero ¿no
crees que hemos superado ese punto?
Elijo mis próximas palabras sabiamente porque estoy en una posición
precaria. ¿Le digo que retroceda y enojo al único banquero que se arriesgaría
conmigo? ¿Hago eso y me arriesgo a perder mi préstamo? ¿O simplemente me
42
muerdo la lengua, lo rechazo cortésmente y me tomo mi tiempo?
—Lo siento. No entiendo. —Decido elegir la segunda opción y espero que
funcione cuando cada parte de mí me pide que haga la primera.
—Este proceso de préstamo sería mucho más ligero y un poco más seguro, si
simplemente cedieras a nuestra química.
Me vuelvo para mirarlo y me sobresalto cuando encuentro su rostro a unos
centímetros del mío. Sus cejas se levantan y su mirada es inquebrantable.
—Déjame entenderlo. ¿Estás diciendo que, si me acuesto contigo, mi
préstamo será aprobado? —Intento ocultar el disgusto que siento y me pregunto si
él lo siente. Por otra parte, parece que está en un universo alternativo si interpreta
mi indiferencia ante sus avances como si estuviera interesada.
Su risa retumba en el pequeño espacio que nos rodea.
—Ahora, espera, no dije eso, ¿verdad? —La sonrisa en su rostro y la
sugerencia en sus ojos dicen que quería decir exactamente eso—. No pongas
palabras en mi boca.
—¿Y si no cedo a nuestra química…? —Su encogimiento de hombros es la
única respuesta que da—. Tengo una carta de pre aprobación, Chris. El prestamista
ya me ha dicho que, mientras les consiga la información que necesitan y sea
correcta, me otorgarán el préstamo.
—Las cartas de aprobación previa no son una aprobación de préstamo —
afirma, endureciendo los ojos.
—Soy consciente —le digo con confianza mientras odio que su amenaza
encubierta solo sirva para intensificar mi ansiedad por obtener mi préstamo.
Nos miramos por unos segundos. Me niego a retroceder o dejarme intimidar
por él. El hombre claramente no es el tipo de persona que pensé que era.
—Oh, cielos. ¿Ya son las seis? ¿Dónde se fue el tiempo? Necesito ponerme en
marcha. —Empiezo a poner los papeles en una pila desordenada como una manera
de mostrarle que en serio necesito irme. Él no se mueve—. Disculpa, Chris,
¿podrías dejarme salir de la mesa?
Entrecierra los ojos e inclina la cabeza hacia un lado mientras me estudia.
—Necesito el resto de esta información para mañana en la noche. —Su voz es
fría cuando hace unos momentos era cálida y sugerente.
—¿Mañana por la noche? —Me río como si estuviera bromeando, pero luego
me doy cuenta que no lo está. El pánico me golpea. Me va a llevar toda la noche
juntar esto—. No entiendo. Me dijiste que tenía hasta el próximo viernes.
43
—Sí, bueno, los planes cambiaron. Lo necesito para mañana en la noche.
—Hablas en serio. —Recalco lo obvio, todavía estupefacta por el cambio de
personalidad que acaba de pasarlo hacia el lado cretino.
—Mortalmente serio. A menos que, por supuesto… —Deja las palabras sin decir,
pero su punta del dedo bajando por mi bíceps lo dice todo por él.
Alejo mi brazo y empiezo a escabullirme de la mesa, mis caderas lo golpean
para intentar empujarlo. Él cede, pero se asegura de permanecer bien dentro de mi
espacio personal mientras reúno el resto de mi papeleo. Odio la sensación de que
me mire mientras me agacho para agarrar mi bolso y mi maletín del interior de la
mesa.
Todo lo que quiero hacer es largarme de aquí, pero aprieto los dientes, me
obligo a enfrentarlo y sueno cordial.
—Gracias por la cena y por responder a mis preguntas. Haré todo lo posible
para que te entreguen los documentos mañana a la noche.
—No lo intentes, Emerson. Haz que suceda.
Con la bilis en la garganta y una capa de disgusto cubriendo mi piel, salgo del
restaurante tan rápido como puedo.
44
Ocho
57
Nueve
66
Diez
83
Doce
—Emmy, cariño, tus padres tuvieron que cancelar sus planes. Tu mamá tuvo
que ir a trabajar. Tu padre dijo que vendría a recogerte en una hora.
Ese raro y extraño sabor llena mi boca al oír la voz de la señora Malone.
—Está bien. —La palabra apenas hace un sonido cuando hablo.
Grant me da un codazo.
—Eso apesta, pero al menos tenemos otra hora para jugar.
—¿Estás bien, Em? —pregunta la señora Malone desde el porche. Tiene una
mirada divertida en su rostro que me da ganas de llorar y recibir uno de sus
increíbles abrazos. Pero sé que eso causará preguntas. Según papá, las preguntas
causan problemas, y los problemas son punibles.
No me gustan sus castigos.
—Sí. Estaba deseando pasar la noche. 84
—Pregunté si todavía podías, pero tu papá dijo que no. Supongo que ahora
tienes planes temprano por la mañana, así que no iba a funcionar. Lo siento.
—Bien. —Me encogí de hombros y me recosté contra el tronco del árbol al
lado de Grant mientras ella desaparecía en el interior.
Mi barriga no se siente bien y mis manos están pegajosas por el sudor.
—Vamos, Emmy, podemos terminar de hacer nuestro vino antes que te
tengas que ir.
Miro el lío que hemos hecho. Los dos cuencos están llenos de uvas rotas. El
señor Malone nos dejó quitar las vides que crecen en el patio trasero. Me duelen los
dedos por tratar de aplastarles el jugo. Hicieron que pareciera fácil en nuestro viaje
de campo a los viñedos la semana pasada, pero por alguna razón, no creo que el
jugo claro tenga un sabor parecido a la materia roja que bebe mi madre de su
botella.
—No, no quiero hacer más.
—¿Por qué?
Porque no quiero irme a casa.
Cierro los ojos por un minuto y siento la brisa fresca en mis mejillas. Lucho
contra el ardor de las lágrimas en mis párpados y el sonido de mi corazón latiendo
en mis oídos.
—Solo porque sí. Prefiero pasar tiempo contigo.
—Nunca quieres ir tu casa. —Golpea su rodilla contra la mía—. ¿Por qué?
“Este es nuestro pequeño secreto, Em. No puedes decirle a nadie o de lo contrario vas
a lastimar mucho a tu mamá”.
Los susurros de mi papá llenan mis oídos y hacen que mi garganta arda.
Trato de tragarlo, pero siento que tengo una de las uvas atascadas allí, y me duele.
—Solo porque sí. —Recojo una de las rocas en el suelo a mi lado y la froté
distraídamente contra la parte interior de mi brazo hasta que mi piel comienza a
ponerse roja—. Tu casa es mucho más divertida que la mía. Tienes hermanos y un
perro y esas cosas.
—Sí, supongo. Detente, ¿quieres? —Toma la roca de mi mano y la lanza—.
Siempre podríamos jugar en tu casa la próxima vez si quieres. Estoy seguro que
podríamos encontrar cosas divertidas para hacer allí.
—Gracias pero… ―Respiro hondo mientras paso los dedos sobre la marca
roja—. Mi casa da un poco de miedo. 85
—Solo eres una chica. Las chicas tienen miedo de todo. ¿De qué tienes tanto
miedo?
Me encogí de hombros.
—No lo sé.
—No necesitas tener miedo, Emmy. Estoy tomando clases de karate ahora.
Podría protegerte.
Hay risas dentro de su casa, y podemos escucharlas desde donde estamos
sentados en el patio trasero. El sonido me hace sonreír a pesar que mis ojos están
borrosos por las lágrimas.
—Mi mamá está bebiendo vino —dice—. Sabes lo que significa.
—Oh-oh, ¿qué?
—Besitos, besitos.
—Ewww, asqueroso.
—Sí —dice mientras recoge una uva que quedó y la tira en nuestro tazón—.
Se ríe mucho y luego mi papá baila con ella en la sala y canta horriblemente y
luego sucede lo asqueroso… se besan.
—Asco. —Me río, pero odio esa sensación en el centro de mi vientre que ama
la idea de bailar y reír—. Mis padres nunca se besan.
—Tuvieron que haberse besado al menos una vez porque así se hacen los
bebés y te tienen, ¿verdad?
—Cierto. —Me inclino hacia adelante y tomo un tazón mientras trato de
olvidar lo que pasará cuando me vaya a casa en un momento—. Pero si tu mamá y
tu papá se besan ahora, ¿eso no significa que van a tener otro bebé pronto?
—No es así como funciona, tonta.
—Entonces, ¿cómo funciona?
—No estoy muy seguro.
86
Trece
Yo: Para que conste, aún creo que es una mala idea, pero tienes razón. Me
convenciste. Tal vez podamos vernos en algún momento para tomar unas copas. Tú decides.
Grant: Sabía que te convencería. ¿Qué tal mañana a las seis en McGregor’s?
Yo: Así está bien.
91
Quince
4Es un examen que le permite a las personas validar que terminaron sus estudios en caso de no
haberse graduado de forma tradicional.
—Lo siento mucho, Em, no lo sabía. —Su mano cubre la mía y la aprieta.
—¿Cómo podías saberlo? —Aprieto la palma, amando que mantenga su
mano allí incluso cuando el momento ha terminado—. Estuvo bien por un tiempo,
pero después de graduarme, pasé la mayor parte del tiempo cuidándola. Luchó
duro, pero los años de estar enferma finalmente tuvieron su efecto. Durante todo
esto, la única amiga que había hecho en la escuela secundaria era mi apoyo moral.
Esa fue Desi. —Me recuesto en mi asiento y levanto las cejas—. Todo esto es un
poco demasiado deprimente, ¿verdad? Cambiemos el…
—Está bien. Quiero saber.
Lo miro por un momento, vacilante de hablar sobre una de mis tristezas más
profundas, pero me doy cuenta que ama a su madre con la misma ferocidad que
yo. Entenderá por qué la pena me alejó de todo por tanto tiempo. Y algunos días
todavía lo hace.
—Cuando mi madre murió, lo afronté a su manera. El día que falleció, me
dirigí a una escuela local de paracaidismo y salté. Era la única forma en que
pensaba que podía librarme de todo el dolor que sentía. Al principio, no podía
concentrarme, pero luego llegué a este momento en mi salto donde había silencio
en mi cabeza. Fue casi tranquilizador, y me obligó a pensar qué sería lo siguiente y
a dónde ir a partir de allí. Fue liberador y suena ridículo… —Miro hacia abajo,
donde mis dedos están jugueteando con el posavasos. Es extraño lo fácil que es 96
contárselo cuando es algo que no creo que haya pronunciado antes.
—No es ridículo en absoluto.
Me aclaro la garganta y dejo caer la pesadez antes de continuar.
—Así que, me despedí de Desi, empaqué mis pertenencias y viajé por todo el
país, yendo de un lugar para saltar a otro hasta que la pena dejó de ahogarme.
—¿Hace cuánto tiempo fue eso?
—Ocho meses.
Grant levanta las cejas, obviamente sorprendido porque haya sucedido tan
recientemente, y me río.
—Por un extraño giro del destino, mientras estaba en mis aventuras, Desi
terminó mudándose a Sunnyville. Me sorprendió muchísimo cuando me lo dijo. Y
luego descubrí que Blue Skies estaba en venta. Sentí que todos los caminos me
estaban trayendo de vuelta aquí cuando era el último lugar al que pensé que
volvería.
—Además, estaba yo —dice, agregando un destello de una sonrisa y
colocando la punta de su cerveza contra mi copa de vino.
—Además, estabas tú.
Su dedo gira distraídamente en mi cabello otra vez, y odio que suene tan
cliché, pero mi corazón realmente late más rápido.
—Me alegra que hayas vuelto, Emerson. Sé que probablemente fue difícil,
pero estoy…
Presiono mis labios contra los suyos para callarlo. No quiero pensar en lo
difícil que fue poner un pie en esta ciudad o en cómo esperaba que todos me
señalaran con los dedos mientras caminaba y me recordaban como “esa niña”.
Ahora solo quiero sentir.
Y sé que lo tomo por sorpresa. Está en la vacilación de sus labios al principio.
Está en la tensión de su dedo envuelto en mi cabello. Pero solo le toma una
fracción de segundo reaccionar, separar sus labios y darme el sabor de la cerveza
en su lengua. Para que consuma mi mente y la aleje de los cientos de pensamientos
que no quiero estar pensando.
Su calor y calidez, y dedos suaves en la parte inferior de mi mandíbula. Una
mano más exigente en la parte baja de mi espalda.
Su beso es trueno y relámpago, un tornado y un tsunami, todo en un paquete 97
de fuego que me hace olvidar el aquí y el ahora, me hace querer más, cuando más
con Grant me asusta.
El ruido del bar se filtra lentamente en mi conciencia cuando el beso termina
y nos separamos. Los ojos de Grant están nublados, pero sus labios se curvan en
una sonrisa arrogante, pero adorable que hace que el dulce hormigueo de nuestro
beso se encienda. Niega, y refleja lo que siento: Mierda, acabo de besar a Grant
Malone.
Nuestros ojos se miran por un instante mientras el ruido del bar continúa a
nuestro alrededor antes que de repente me sienta tímida bajo su mirada
inquebrantable. Miro hacia mi bebida vacía y miro las marcas en la mesa de
madera mientras trato de procesar las sensaciones que me recorren. El deseo, la
sorpresa y la euforia se mezclan y se funden a medida que el calor se desliza en
mis mejillas mientras me estudia.
Me doy cuenta que no tengo idea de qué hacer ahora.
Además de los nervios y el pánico inesperado.
Normalmente, haría el siguiente movimiento. Decidiríamos a qué
apartamento ir y divertirnos sin reproches.
Pero este es Grant.
¿No lo sabía ya?… la emoción, la sensación, las consecuencias… ¿serían
diferentes antes que lo besara?
—Oye, ¿Em? —La voz de Grant me llama a través de la bruma de mis
pensamientos—. Voy a salvarte del pánico que está escrito en todo tu rostro. —Se
acerca más y baja la voz—. Lo pasé muy bien esta noche. Me encantaría volver a
hacerlo pronto, pero creo que es mejor si me voy a casa ahora. He tenido un turno
largo y horrible, pero fuiste lo mejor del día.
Se inclina, y me quedo sin aliento, pensando que me va a besar de nuevo. El
dolor entre mis muslos solo se profundiza con el olor de él cerca, pero pasa por
alto mis labios y va directo a mi oído.
—Si bien aprecio a una chica directa tanto como cualquier tipo, debes
comprender que no estás a cargo aquí. Sé que quieres estarlo para poder controlar
el ritmo y establecer las cosas; asegurarte de manipularme para hacer el próximo
movimiento para así estar un paso adelante y poder huir, pero no es así como
funciono. Me halaga que quisieras besarme porque que me maldigan si no he
estado mirando tus labios toda la noche queriendo hacer lo mismo, pero la
próxima vez, yo hago el primer movimiento. Un hombre solo tiene ciertas 98
primeras veces en la vida, y estoy seguro que besarte será una muy buena que
planeo tomar.
Sin otra palabra, sale de la mesa y se levanta en toda su altura. Lo miro
fijamente, esperando que esas manchas de oro en sus ojos luzcan burlonas, pero
son todo menos eso. Se ven serios con una mezcla de temperamento y
preocupación que no entiendo. Sonríe antes de mirar a la camarera y levantar un
dedo con una inclinación de cabeza.
—La pregunta es, Emmy, ¿todavía eres terca? ¿Qué tanto quieres el próximo
beso? ¿Cuánto tiempo vas a esperar solo para hacer una declaración y negar a tu
cuerpo lo que ambos sabemos que quiere?
—Bastar…
—La próxima ronda está en camino. Tómate una copa, ¿quieres? Al menos
cuando pongas tus labios en esta, sabrás que es de mi parte.
Y con otro destello de su arrogante sonrisa, Grant se da la vuelta y sale del
bar sin mirar atrás.
—Arrogante hijo de puta —murmuro, enojada por más cosas de las que me
importaría contar. Porque me rechazara. Porque me manipulara. Porque me acaba
de poner en mi lugar. Porque me desafió.
Porque se va y todo lo que puedo pensar es en que quiero más.
—Gracias —murmuro mientras la camarera desliza una bebida fresca frente a
mí.
¿Qué acaba de suceder exactamente? Mi cabeza gira con el cambio de los
acontecimientos y mi lógica me dice que debería estar enojada con él.
Pero no lo estoy.
Porque por mucho que me duela admitirlo, tenía razón. Estoy entrando en
pánico. Estoy tratando de averiguar por qué todo parece tan diferente cuando se
trata de Grant. No hago las cosas diferentes. Corro por el camino opuesto de
diferente.
Sin embargo aquí estoy. No he huido. Ni siquiera protesté. Solo dejé que todo
lo que sucedió sucediera, y sé muy bien que lo haría de nuevo… porque ese beso
suyo se sintió como ninguno que haya experimentado antes.
Y odio que me encante.
Y detesto que quiera más de eso.
El bar zumba a mi alrededor mientras me enfoco en estar enojada con él. Es 99
mucho más fácil estar enojada que aceptar el hecho que me asusta. Y del buen tipo
de susto.
Entonces miro la bebida que me dejó en consolación. Pienso en esa arrogante
sonrisa suya que me da ganas de estrangularlo y besarlo al mismo tiempo. Y me
digo que necesito mantenerme firme. Necesito ser la chica fuerte que he tratado de
ser en lugar de permitirme ser de la forma en que me hace sentir.
Está loco si piensa que voy a beberme esto. No lo haré por puro rencor.
Nadie me maneja.
Nadie me dice lo que puedo y no puedo hacer.
Y nadie se aleja de mí a menos que sea en mis términos.
Perdida en mis pensamientos, levanto la copa y tomo un sorbo.
—Mierda. —Simplemente caí en esto. Miro fijamente el líquido rojo oscuro
por un largo momento antes de negar e inclinar la copa hasta que está vacía.
Dieciséis
107
Diecisiete
—¿Hola?
Mierda. ¿Por qué pensé que llamarlo sería más fácil que enviarle un mensaje
de texto? Ese profundo tono en su voz. El recuerdo de su beso en mi lengua. La
idea de esa sonrisa que hace que mariposas tomen vuelo en mi estómago.
Contrólate, Em. Es el Mentiroso Maloney.
—¿Dejarás de intentar que mis amigos se pongan de tu lado? —La
impaciencia se adueña de mi voz cuando miro a través de la puerta de vidrio
corrediza hacia la cocina de Desi, donde está revoloteando y sorprendiéndose con
el paquete.
—¿Disculpa?
—La cesta de Williams Sonoma. El certificado de regalo para una clase de
cocina. Quiero decir, ¿en serio? —Resoplo y pongo una mano en mi cadera.
112
—¿Qué? ¿No se me permite enviar un regalo de agradecimiento por la
invitación de la otra noche? Conoces a mi madre, Em. Es bastante estricta con los
modales.
—Modales, mi trasero.
—¿Qué fue eso sobre tu trasero? —Empieza con las preguntas como
respuestas una vez más.
—Nada. Olvídalo.
—¿Estábamos colgando ahora? —El humor en su voz enciende mi mal
humor, y odio que esté obteniendo exactamente lo que quiere de mí, una
respuesta.
No puedo evitarlo.
—Lo olvidé. ¿Siempre fuiste así de molesto cuando éramos más jóvenes? —
mascullo mientras Desi saca una botella de algún tipo de aceite de oliva y la
sostiene contra su pecho como si fuera el Diamante Hope5. Pongo mis ojos en
blanco mientras espero por su respuesta.
—No que yo lo sepa, pero sí recuerdo que eras un dolor en el trasero.
—No lo era.
—Mmmm, ¿estás segura sobre eso?
Odio que su comentario me haga hacer una pausa. Que me deje de pie en el
patio trasero de Desi, buscando cuidadosamente en mis recuerdos y
preguntándome si tiene razón. No puedo recordar ninguna situación para
refutarlo.
—¿Estás ahí? —pregunta, su voz llena de humor y fingida impaciencia.
—Deja de tratar de distraerme y deja de tratar de comprar a mis amigos.
—Esa es una acusación excesiva.
—¿De qué otra manera lo llamas?
—¿Posicionamiento? —Se ríe.
—Está conversación se terminó.
—Está bien. —Hay silencio a excepción de su respiración en la otra línea—. Si
está terminada, ¿por qué no has colgado?
—Porque necesitas colgar primero. —Oh por Dios. Estoy volviendo a ser una 113
adolescente aquí. ¿Por qué me hace actuar así de juvenil?
—Las damas primero.
Si el teléfono fuera de la vieja escuela, lo habría colgado con un golpe, pero no
lo es, así que no puedo. No hay absolutamente nada de satisfacción en presionar
finalizar.
—Esto es el paraíso absoluto —grita Desi desde el interior de la casa—. Ven a
ver.
—Tendré que pasar —digo extrañamente divertida cuando me muevo hacia
la puerta abierta para verla gritar sobre todo lo que realmente es un regalo hecho a
la medida para mi mejor amiga. Y no puedo ser ciega ante su consideración, pero
sé muy en el fondo que está haciéndolo para irritarme y posicionarse en mi vida.
—¿No es esto la cosa más dulce? Y todo por invitarlo la otra noche. Ya no
hacen hombres así.
6Programa de telerrealidad en el que durante unos tres meses un grupo de personas conviven en
una casa, totalmente aisladas y con cámaras vigilándolas las 24 horas del día. Conocido en
Latinoamérica como Gran Hermano.
Aparentemente, lo es.
Gimo.
¿Cómo puedo competir con esto? ¿Cómo puedo luchar contra esto cuando él
solo está persuadiendo a todos a mi alrededor para que se pongan de su lado?
Podría pensar que está a la cabeza, pero todavía no me ha visto en acción.
Ahora solo necesito reescribir sus malditas reglas y encontrar un plan de
ataque propio.
116
Diecinueve
—¿Estás tratando de ser el oficial del año o algo así? —pregunta Nate con una
risa.
—¿Eh? —Levanto la vista de donde estoy atándome las botas para verlo
cargar dos cajas de archivos apiladas una en la otra en mi sala de estar—. ¿Son esos
los archivos?
—Sí. El dinero para el techo de tu patio.
—¿No es la verdad? —Esas son bastantes cajas.
—Hay dos más en el auto, pero por favor, quédate donde estás y toma un
sorbo de tu café —dice, con las manos en alto para detener el movimiento—. No
tengo nada mejor que hacer que arrastrar tu mierda.
—Sabía que eras bueno para algo —le digo con una sonrisa mientras hago un
espectáculo de sentarme de nuevo en el sofá, apoyando mis pies en la mesa de
centro, y haciendo un fuerte sonido de mmm mientras tomo mi café.
117
—Estúpido.
—El mismo.
Se ríe cuando la puerta de la pantalla se cierra detrás de él mientras me
levanto para mover las cajas del camino. Abro la tapa y paso los dedos por las
pestañas de los archivos para asegurarme que son los que le pedí cuando regresa y
deja caer las dos cajas restantes con un ruido sordo.
—Tienes algo de polvo en tu uniforme —le digo mientras señalo nada en su
pecho.
Nate levanta su dedo medio mientras se acerca a mi cafetera y se sirve un
poco como si viviera aquí.
—Siéntete como en casa. Oh, espera, ya lo has hecho —digo, solo medio
prestando atención cuando abre la nevera y saca la crema.
Nate dice algo, pero no lo escucho porque no puedo apartar los ojos de la
etiqueta del archivo.
—Estos archivos…
La carpeta verde tiene varios centímetros de grosor. Desafortunadamente, sé
por experiencia en otros archivos de casos que he revisado lo que contendrá.
Evidencia. Exámenes físicos. Testimonio. Evaluaciones psicológicas. Imágenes.
Jodido cristo.
Imágenes. 118
—Sí, ¿qué pasa con ellos? —pregunta Nate mientras mi estómago se revuelve
ante el pensamiento de lo que está contenido entre las cubiertas. El café que hace
unos minutos sabía a cielo, se siente como ácido abriendo un agujero en mi
estómago—. ¿Hay algo mal? Esos eran los que estaban en la lista de tu escritorio.
—¿La lista? —pregunto distraídamente, pero puedo imaginarlo
perfectamente. La lista de nombres mientras estaba tan preocupado sobre el
pasado de Emerson, qué le sucedió a su padre y qué tan malo fue para ella, que
escribí su nombre en la parte superior del papel. Puedo verlo claramente. Su
nombre en letras mayúsculas con dos líneas debajo. Como Nate pudo haber
asumido que era para enfatizar cuando no era más que yo garabateando mientras
pensaba en ella.
—¿Está todo bien, hombre?
—Sí. Lo siento. Pensé que me había olvidado de uno, pero lo veo aquí —le
digo para distraerlo de venir e inspeccionar los archivos.
—Las cajas estaban listas para salir cuando las recogí, así que si falta algo,
culpa al administrador que las sacó. No al mensajero.
—No te preocupes. Estoy seguro que están todos aquí.
Nunca había tenido la intención de buscar su caso. Obviamente, había pasado
por mi mente, pero había decidido que era una línea que no iba a cruzar. Ahora
que el archivo y la información que contiene están al alcance de mi mano, no
puedo dejar de mirarlo.
No puedo dejar de preguntarme.
—Tierra a Grant. —Nate se encuentra en medio de la sala con su taza de café
en la mano y hace una demostración de mirar su reloj. Nuestro turno está por
comenzar.
—¿Qué? Lo siento. —Empujo la tapa de la caja y me alejo de ella.
Por ahora.
No creo que ningún tipo de distracción me impida pensar en el archivo
cerrado ubicado en la caja.
—¿Pasa algo?
—No. Estoy bien. —Fuerzo una sonrisa y me acerco para agarrar mi celular y
mi billetera para que no pueda mirar demasiado cerca.
—¿Estás listo?
—Sí, claro. Vamos.
119
Pero mientras cierro la puerta le lanzo un último vistazo a la caja.
Mierda.
Veinte
—¿Oficial Malone?
—Hola. —Empujo mi silla y me muevo por el pasillo para que la
recepcionista pueda verme.
—Entrega para usted.
Nate me mira desde el otro lado del pasillo de escritorios, y me encojo de
hombros.
—¿Para mí?
—¿Quién te está citando ahora? —pregunta.
—No tengo idea —le digo mientras agarro el sobre de papel manila y le doy
vuelta en mis manos. No hay dirección de retorno en él.
—¿Oye, Sue? —llamo a la recepcionista antes que se retire a su escritorio.
—¿Sí? 120
—¿Quién entregó esto?
—Un chico. Un poco lindo si te gusta la vibra alta, oscura y hermosa. —Me
sonríe.
—Sí, suena igual que mi tipo. —Pongo mis ojos en blanco y me echo unas
risas de parte de los chicos cuando deslizo un dedo debajo de la solapa y abro el
sobre.
Hay exenciones llenas con mi nombre y las pestañas amarillas de “firmar
aquí” en todos los lugares donde se requiere una firma. Al principio, estoy
confundido en cuanto a qué es todo esto. Entonces el certificado de regalo sale por
entre los papeles.
—Certificado de regalo de la escuela de paracaidismo Blue Skies: válido para
un vuelo en tándem con la instructora principal, Emerson Reeves. A menos que,
por supuesto, no confíes en ella…
Mira quién acaba de pisar el campo de juego con un jonrón desde el
principio.
Le tomó el tiempo suficiente.
Me río, lo que tiene a Nate estrechando sus ojos hacia mí.
—Tengo que hacer una llamada —le digo mientras me pongo de pie y salgo
de la estación lejos de los otros oficiales a los que les gusta chismorrear como
pequeñas señoras.
—Blue Skies, habla Emerson, ¿cómo puedo ayudarle? —Su voz suena como el
maldito sexo. Y lo está haciendo a propósito porque su identificador de llamadas le
dice exactamente quién está llamando.
—Tú dime. ¿Cómo puedes ayudarme?
Murmura un sonido que juro por Dios que suena como me imagino que se
sentirían sus uñas al rascarme las pelotas, y ese solo pensamiento me dice que
estoy tan jodido cuando se trata de ella que ni siquiera es gracioso.
—Veo que tienes mi regalo.
—Así es.
—Solo pensé que le daría una pequeña muestra de agradecimiento a nuestros
oficiales que protegen y sirven.
—Sin embargo, creo que soy el único que recibió un certificado de regalo.
—Sí, bueno, eres un caso especial. —Se ríe. Puedo imaginármela parada en la
pista con ese maldito traje de vuelo, con su gorra de béisbol bajada mientras mira
121
por el tramo de la pista detrás de sus lentes—. ¿Estás llamando para programar el
tiempo de vuelo?
—Ni loco. Te dije que no confío en nadie, especialmente cuando se trata de
saltar desde un avión.
—¿Ni siquiera en mí?
—Especialmente, no en ti. —Me río, imaginando que tiene un tablero de
dardos en algún lugar con mi foto en el centro.
—¿Qué pasa, Malone? ¿Debería llamarte Margarita?
—Touché.
—¿Entonces qué? ¿Tienes miedo que una mujer tenga el control? —Su voz es
tímida, juguetona, pero puedo escuchar el tono subyacente de la curiosidad en ella.
—No, en lo más mínimo, Em. En realidad creo que es sexy como el infierno.
Lo que es aún más sexy es una mujer que exige el control de todos los demás,
excepto de con quién está detrás de las puertas cerradas porque confía en él
implícitamente. ¿Ahora eso? Eso es excitante.
La oigo aspirar un suspiro en reacción, y me encanta saber que he llegado a
ella de alguna manera.
—Bueno, supongo que ambos tenemos problemas de control y confianza que
necesitamos resolver, ¿no es así?
—Pensé que eso era lo que estábamos haciendo.
Con una risita, termino la llamada y dejo escapar un largo y controlado
suspiro.
Mierda. Puede que esté ganando ventaja, pero demonios no tomaré ninguna
otra a menos que venga de ella.
122
Veintiuno
7Donut, en el original. Traduce Dona. Es un juego de palabras, se pronuncia similar que “Do not”,
que es una negación a algo.
—Lo estoy intentando, amigo. Créeme, lo estoy intentando.
—Bueno, intenta más duro. Si juegas este juego por más tiempo, tus bolas se
volverán más azules que tu uniforme.
—Jódete.
Sonríe.
—Al menos alguien estaría recibiendo algo entonces.
—Lo que sea. Amigo, desearías…
—Todas las unidades. 10-16 en 12662 Serenity Court.
Ni siquiera tengo que mirar a Nate para decirle que responda. Ya tiene la
radio en la mano cuando pongo el auto en marcha y enciendo las luces y las
sirenas.
Es la dirección de Keely.
Llegamos allí en minutos, y apago la sirena, pero dejo las luces encendidas
cuando entro en el vecindario. Nos estacionamos en el camino de entrada y
salimos del auto, mi puño golpea la puerta en segundos.
—Departamento de policía de Sunnyville, abran. —Golpeo algunas veces más
cuando Nate pisa las flores para tratar de ver dentro de la ventana delantera.
—Hubo gritos. —Me giro ante el sonido de una voz débil, mi mano va 124
automáticamente hacia mi arma, pero me relajo cuando veo a la vecina anciana al
otro lado de la calle.
—¿Qué más? —pregunta Nate mientras da un paso adelante, dejándome en
la puerta principal. Escucho palabras como “gritar” y “amenazar”, pero cuando se
trata de ser testigo de cualquier cosa, no vio mucho.
Golpeo de nuevo.
—Señora Davis, abra. Solo queremos asegurarnos que usted y Keely estén
bien allí.
Mirando a mi alrededor, observo que algunos otros vecinos ya están en casa
de sus trabajos, algunos incluso están husmeando fuera de sus casas para ver cuál
es el problema. Más rocas están pintadas en la entrada: indicios de una niña
normal y creativa o signos de una niña escapando de las peleas dentro de su casa.
Justo cuando estoy a punto de golpear de nuevo, escucho que se desliza el
cerrojo y la puerta se abre. Amelia Davis está parada allí, lágrimas manchando su
rostro y su cabello es un desastre.
—¿Señora Davis? ¿Está todo bien ahí dentro? —pregunto con voz suave. Soy
muy consciente que el señor Davis podría estar en el lado opuesto de la puerta,
prestando atención a todas las respuestas para entregar el castigo correspondiente.
—Sí. Está bien. Todo está bien —dice poco convincente mientras abre la
puerta sin que le pida ver el interior. Mis ojos escanean su persona en busca de
moretones, pero lleva mangas largas a mediados del verano—. Él no está en casa,
si eso es lo que le preocupa.
—¿Mamá? ¿Está todo bien? —La tímida voz de Keely suena desde el interior.
—Sí, cariño. Los simpáticos oficiales del otro día vinieron. Querían ver las
nuevas rocas que pintaste. —Miente fácilmente, y no estoy seguro si la respeto o la
detesto por proteger a su hija.
—¿En serio? ¿Es él? —La voz se llena de asombro cuando asoma su dulce
rostro más allá de la pared de la esquina, sus ojos azules se abren con una sonrisa
en sus labios.
—Así es. —Asiento y sigo la corriente a la madre mientras observo a Nate
para que se haga cargo de las preguntas mientras separo a Keely de su
conversación.
—Lo siento, oficial. Solo fue una pelea. —Escucho por casualidad a Amelia
decirle a Nate mientras camino con Keely por el sendero y me alejo de la puerta
principal. 125
—¿Estás aquí porque mi mamá y mi papá estaban peleando otra vez? —
pregunta y me rompe el corazón.
Asiento, sin querer mentir sobre lo obvio y necesitando que confíe en mí.
—Ajá. Es nuestro trabajo asegurarnos que todo esté bien. —Me arrodillo para
estar cara a cara con ella—. ¿Está todo bien, Keely?
Me mira con ojos que han visto demasiado, y su labio inferior tiembla un
poco antes de asentir lentamente.
Podría matar al bastardo por poner esa mirada en su rostro. Retorcerle su
maldito cuello.
—¿Estás segura?
Mira a su madre y luego a sus dedos, que han encontrado la forma de
torcerse en su camisa.
—Sí. —Sus pequeños hombros se encogieron—. Mami me hizo entrar a mi
habitación y estar en silencio. No sé qué pasó.
—Está bien. —Asiento. Puedo enfrentar a un sospechoso de metro ochenta y
saber si está mintiendo o no, pero dame una niña de cinco años, y estoy perdido
con la puta traducción—. ¿Sobre qué estaban discutiendo?
—Cosas. —Se encoge de hombros de nuevo. Tuerce sus dedos. Mueve sus
pies—. Dinero y solo cosas.
—Bueno. ¿Estabas asustada por tu mamá o tu papá?
Finalmente levanta sus ojos para encontrarse con los míos, y puedo verla
peleando con las ganas de traicionar a sus padres.
—Sí. No me gusta cuando pelean. Nemo y yo nos escondemos debajo de las
sábanas y cantamos “You Are My Sunshine8”, así no los escuchamos.
—Esa es mi favorita —digo, pensando en cómo mi madre solía cantársela a
Luke cuando era un bebé—. Y un movimiento muy inteligente de tu parte.
—¿Realmente querías ver mis rocas?
—Sí. Por supuesto. Por eso vine a hablar contigo. He encontrado algunas
nuevas favoritas. —Miro a Nate para ver en qué va, y su leve asentimiento y
expresión rígida me dicen que no está llegando a ningún lado—. El emoticón de la
caca es mi nueva favorita —le digo, tratando de mantener el rostro serio.
Sin embargo, su risa me hace sonreír.
—¿Sabes lo que es un emoticón de caca? 126
—Por supuesto que sí. No dejes que el uniforme te engañe. Sé que los
emoticones de caca son los mejores.
Y cada vez que digo “caca”, obtengo otra risita, un sonido que debería ser
una norma para ella, pero probablemente no lo sea. Un déjà vù me golpea en el
momento, como lo hizo la última vez que estuve aquí. Lo ignoro, junto con la
imagen de la niña rubia en mis recuerdos, pero se me ocurre una idea.
—Dime algo, Keely, ¿te gusta guardar secretos? —pregunto en voz baja.
—¿Quieres decir como secretos que te meten en problemas o secretos como
un súper espía?
—Como un súper espía.
Asiente, su sonrisa se ensancha.
—Puedo mantener secretos de súper espía. Por supuesto que puedo.
8 Es una popular canción country, que cuenta con un gran número de versiones.
—Ya me lo imaginaba. Quiero decir, te di la insignia la última vez, pero
estaba bastante seguro que eras digna de ser espía.
—Lo soy. Lo soy.
—A veces, cuando eres una espía secreta, debes dejar mensajes codificados
para que otros espías secretos sepan lo que está pasando.
—¿Tú lo haces?
—Sí. —Asiento, sabiendo que necesito resumir esto, pero también necesito
transmitir este punto—. A veces, las señales más pequeñas les dicen a otros espías
que las cosas están bien o que no están bien.
—¿De verdad?
—Seguro.
—Entonces, ¿qué tiene eso que ver conmigo?
—Necesito que seas una súper espía para mí. Mi trabajo como oficial de
policía es saber que tú y tu madre están bien en todo momento. —Puedo ver sus
pequeñas ruedas girando, y hablo antes que pueda cuestionarlo demasiado—.
Entonces, estoy pensando que usemos tus rocas como nuestro código secreto.
Sus ojos y su sonrisa se ensanchan, el orgullo por su trabajo reemplaza
cualquier escepticismo que tuvo hace unos segundos.
—¿Mis rocas?
127
—Sí, pero no puedes decirle a nadie más o el código secreto de espía se
romperá, y entonces ya no seremos espías.
—Puedo guardar un secreto.
La miro como si estuviera dudando de ella, pero luego cuando sonrío, sabe
que confío en ella.
—Bueno. Creo que deberíamos idear una cierta imagen o palabra, y si pintas
eso en una roca, entonces sé que tienes miedo y necesitas ayuda para ti o para tu
madre.
El escepticismo ha regresado, pero no es tan profundo cuando pregunta:
—¿Qué palabra o imagen? —Su voz es apenas audible.
—Puedes elegirla.
—Mmm. —Frunce los labios y piensa tan concentrada que es adorable—.
Sandía.
—¿Sandía? —Me río, sin esperar esa respuesta en un millón de años.
—Sí, sandía. Aunque no soy tan buena pintando. Sé que solo lo dices porque
soy una niña y eres un adulto, así que tienes que decirlo para no herir mis
sentimientos… pero prometo que realmente puedo pintar una buena sandía.
—Te creo. —Me encantan los pequeños destellos de su personalidad que
están empezando a brillar a través de su miedo—. Será verde y…
—No. Será roja con semillas negras; aunque, mami solo compra el tipo sin
semillas y no son divertidas porque no hay semillas para ver qué tan lejos puedes
escupir.
—Lo tengo. Una roca roja con semillas negras. —Echo un vistazo a las rocas
pintadas que ya están allí y sé que podré verla en un segundo—. Buena elección.
Ahora, tenemos que decidir dónde colocar nuestra señal secreta. ¿Dónde piensas?
Se muerde el labio inferior y mira a su alrededor.
—¿Qué tal allí en la esquina de la acera?
—Creo que es una excelente opción. ¿Ves? Ya estás demostrando que vas a
ser una gran espía secreta.
—¿Con qué frecuencia vas a revisar el código?
—Tan a menudo como lo necesite —le digo, sin querer comprometerme
demasiado, pero necesitando que entienda que está a salvo.
—¿De qué están hablando ustedes dos? —pregunta Amelia mientras se 128
acerca detrás de Keely y pone su brazo alrededor de los hombros de su hija.
—Espías secretos y sandía —dice Keely.
—¿Es eso un programa en Nickelodeon? —pregunta Amelia.
—Sí. —Keely me mira una última vez con una suave sonrisa antes que su
madre la acompañe a la casa y cierre la puerta sin una palabra más.
—¿Descubriste algo? —le pregunto a Nate mientras subimos en la patrulla.
—¿Quieres decir que si admitió que el bastardo la golpea y por eso usa
mangas largas en el verano para ocultar los moretones? No. No importa cuántas
veces le dije que la protegeríamos, que todo lo que tenía que hacer era presentar
cargos para proteger a Keely, seguía negando que algo estuviera mal.
—Hijo de puta.
—Eso lo resume.
Golpeo mi puño en el volante.
—Estoy seguro que volveremos de nuevo.
—No podemos ayudarla a menos que ella quiera la ayuda.
—Y mientras tanto, la niña está en el medio. Eso parece injusto —digo,
frustrado y con disgusto en mi tono.
—Sí. —Deja escapar un suspiro—. Al menos tenemos donas.
—No, tú tienes donas —le digo, odiando el olor que actualmente llena mi
auto.
129
Veintidós
—Llama a Emerson y dile que vas tarde y luego gira tu auto y vete a casa.
Desi escupe en el otro extremo del teléfono.
—Eres lindo y todo, pero eso no te excusa por ser un imbécil mandón.
Miro hacia donde Emerson está sentada en el bar, a unos quince metros de
distancia. Su cabello rubio fresa está escondido detrás de su oreja, sus dedos giran
la pajilla pegada en su bebida, y esas piernas largas y bronceadas llaman a todos
los hombres aquí. La sola idea me hace tener ganas de pelear o cualquier excusa
para sacar mi enojo por la situación de Keely de mi maldito sistema.
—Te deberé una —le digo entre dientes cuando otro hombre se sienta a su
lado y le ofrece una pequeña charla que ella no alienta. Pero aun así, sonríe. Aun
así, es malditamente hermosa.
Desi.
—¿Cómo sabes que me reuniré con ella para tomar una copa? —pregunta
130
—Porque estoy sentado en una mesa trasera en Davenport's, bebiendo para
olvidar mi día de mierda, y estoy viendo a Emerson sentada en la barra e ignorar a
todos los hombres que se atreven a levantar un taburete a su lado.
Desi resopla.
—Así que, en otras palabras, estás enojado por cada hombre que se acerca a
ella, y verlos ha encendido tu parte cavernícola cargada de testosterona para
finalmente hacer tu maldita jugada en lugar de quedarte al margen, jugando como
has estado haciendo.
—No estoy jugando, Desi. Me estoy asegurando que sepa que no puede
controlar esto como controla todas las otras relaciones que ha tenido… al menos de
acuerdo contigo. —Dejo ese comentario ahí para hacerle saber que si ella habla de
nuestras conversaciones con Emerson, entonces yo también hablaré.
—¿Me estás chantajeando, oficial Sexy? —se burla.
—Solo declaro los hechos, señora.
Otro hombre. Otro apretón de mis puños.
—Bueno, ya era hora. Me estaba secando aquí esperando que actúes.
—Sí, sí.
—Solo para que sepas… —Las cuatro palabras por las que cada hombre se
estremece—. La mierda de tengo-el-control no funciona más conmigo que con Em.
Solo la llamaré y haré lo que me pides porque ustedes dos necesitan superar este
juego del gato y el ratón y ya comerse el maldito queso.
—Adiós, Des.
La llamada termina, me siento y espero a que Emerson levante su teléfono.
Como si fuera una señal, en el momento en que lo pienso, su teléfono suena. Mira
su reloj mientras habla con Desi, y se encoge de hombros, moviendo una mano
como si quisiera interrogar a Desi cuando no está a la vista. Puede estar irritada,
pero eso solo sirve a mi favor al final.
Tan pronto como deja el teléfono, ya la estoy llamando.
—¿Hola?
—Oye, voy ahora mismo contigo para mi salto.
Hay resignación en su suspiro, y observo físicamente que apoya sus hombros
contra la silla.
—Hoy no. No puedo.
—Pensé que habías dicho que en cualquier momento. —La presiono.
131
—Sí, bueno, cualquier momento no es ahora. Además, ni siquiera estoy allí.
—¿Dónde estás?
—Me encontraré con Desi.
—¿Qué pasa?
—Solo un día de mierda con todo.
—Ya somos dos. ¿Quieres hablar de ello? —Se queda en silencio por un
momento mientras un hombre se sienta muy cerca y se desplaza para recuperar su
espacio personal—. Dile que se largue, Em.
Toma un segundo, pero puedo notar el momento en que se da cuenta. Su
columna se endurece. Sus dedos aprietan su bebida. Pero siempre tranquila, se
toma su tiempo para darse vuelta y mirar alrededor del bar. Me encuentra
enseguida. Nuestros ojos se miran. Una sonrisa aparece y se desvanece antes de
escuchar su fuerte respiración en el teléfono.
—Dile, Emerson. Dile que estás conmigo.
Su frente se frunce, pero no se mueve.
—Me veré con Desi —dice en el teléfono en lugar de dar los diez pasos para
decírmelo cara a cara.
—No, no es verdad. No vendrá. La llamé y le dije que diera la vuelta y
volviera a casa. —Rabia hierve en ese hermoso rostro de ella—. Dile.
No le dice una palabra al hombre que está a su lado, quien todavía la está
mirando, sino que desliza un poco de dinero por la barra, empuja su silla y luego
se acerca a mí, con el teléfono aún en la oreja.
Se para frente a mí, y cada parte de mí me pide besarla. Follarla. Cualquier
cosa con ella porque se siente como una eternidad desde que nos besamos y toda
una vida de juegos previos que de ninguna manera ha sido satisfactoria.
—No puedes decirme qué hacer.
Bueno. Así es como quiere que vaya esto.
—Toma asiento.
—No.
—Toma asiento, Emmy.
—Es Emerson. —Frunce el ceño, moviendo los pies mientras baja el teléfono
de la oreja. Miro el asiento junto a ella y luego vuelvo a mirarla.
132
—Siéntate.
—Eres un imbécil, ¿lo sabías? —se burla.
—Sí. Probablemente. Pero he tenido un día de mierda, así que demándame
por querer que te sientes a tomar unas copas conmigo y tal vez ver por qué tu día
fue tan malditamente horrible… —Me encojo de hombros—. Siéntate.
Sus emociones libran una guerra en su rostro, pero puedo ver la reticencia a
través de sus ojos antes que se acerque al asiento frente a mí. Sin apartar la vista,
levanto una mano hacia el camarero y le pido otra ronda. No hablamos hasta que
llegan las bebidas, la tensión aumenta entre nosotros dos por alguna extraña razón.
Juego previo
Sonrío ante el pensamiento, y sé que eso la enoja.
—¿Desde cuándo te convertiste en un acosador?
—¿Yo? ¿Acosador? —Me río, y esta broma es justo lo que necesito.
—Sí, se dice que has estado preguntando dónde vivo.
—¿Te refieres a la única pregunta que le hice a Desi?
Sus labios se curvan mientras lucha con una sonrisa.
—Sí, esa pregunta.
—Si voy a acosarte de manera efectiva, ¿no necesito saber esa información?
Todavía está tratando de decidir si le gusta esta idea, al igual que yo todavía
estoy tratando de averiguar si me gusta que viva en el desván de un hangar
haciendo trabajos ocasionales a cambio de alquiler y transporte. Incluso si es para
el cuidador inofensivo, Travis Barnhardt, es otra cosa en su plato por hacer cuando
ya hace demasiado.
—Siendo un policía y todo, pensé que tenías mejores medios que la boca
suelta de Desi.
—Resulta que tengo una debilidad por los labios sueltos de Desi —le digo
solo para irritarla.
—No me digas. Dale a la niña algo de William Sonoma, y cantará como un
canario.
Me río, lo que atrae miradas de los que nos rodean.
—Tengo miedo de saber qué más confesó.
—Eso es para que yo lo sepa y para que tú nunca lo sepas. —Levanta los ojos
de su bebida y sostiene la mía.
—Entonces, ¿también tuviste un día de mierda? —le pregunto.
133
Se encoge de hombros.
—Algo como eso. ¿Qué pasa contigo? ¿Por qué fue tan malo tu día?
—Tuve una entrega de donas aunque odio las donas. Mi patrulla todavía
huele a ellas.
Ahí está su sonrisa.
—Debe haber sido una tortura de donas.
—Sí. Lo fue. El submarino 9 y el olor a donas son igual de malos. —Me inclino
hacia atrás en la mesa y tomo un largo sorbo de mi bebida antes de empujar el
tazón de pretzels y nueces sobre la mesa hacia ella—. Una llamada que tuvimos
hoy me afectó.
—¿Quieres hablar de eso?
135
Veintitrés
138
—Soy una niña grande, Grant. No necesito que me acompañes a mi casa —le
digo y luego me río cuando me doy cuenta que no estoy cerca de la pista de
aterrizaje. Pero aun así. Decirlo es como quererlo, ¿verdad?
Balancea nuestras manos unidas mientras camina a mi lado.
—No te voy a llevar a casa. Te acompaño a mi casa ya que no estamos lo
suficientemente sobrios como para conducir. —Se desvía de la acera y sube por un
pequeño sendero.
—¿Grant? —pregunto mientras observo el porche de madera de la casa frente
a nosotros.
—Sé que eres una niña grande, Em. Soy muy consciente de ello.
Sus palabras cuelgan en el aire, golpeando mi mente un poco confusa
mientras lo sigo subiendo los escalones para permanecer bajo la luz del porche.
—¿Eso es coquetear, Malone? ¿Estás coqueteando conmigo?
Tira de mi mano, y aterrizo sólidamente contra él. Nos toma un minuto para
que nuestras mentes registren lo que está pasando, que nuestros cuerpos se
presionan juntos; porque estamos muy ocupados asegurándonos que nuestros pies
tambaleantes no cedan.
Pero cuando estamos estables, todo se registra para mí. El calor de su cuerpo
contra el mío. También la dureza de este. El resoplido de su aliento, respondiendo
a un jadeo mío. El oscurecimiento de sus ojos. La tensión de su mano sobre la mía.
El movimiento de su lengua sobre su labio inferior.
Y, oh, cómo quiero que coquetee conmigo.
Mejor aún, quiero que me esté besando. Todo de mí.
La idea me hace reír mientras continuamos parados cuerpo a cuerpo, un poco
mareada, bajo una luz tenue de porche en una calle vacía y oscura.
—No deberíamos hacer esto —murmura más para sí mismo que para mí.
Alude al pánico dentro de mí, gritando que esta loca demostración de juego previo
entre nosotros necesita encender la cerilla antes que arda por la frustración sexual.
—¿Por qué no?
—Porque eres Emmy. —Levanta su mano libre y pasa un dedo por un lado
de mi mejilla.
Ese toque, piel con piel, es como una línea de corriente eléctrica cargando ese 139
dolor lento y dulce que arde dentro de mí. Solo sirve para hacerme querer más.
—Y eres el Mentiroso Maloney.
—Exactamente.
Da un paso atrás, y aprieto mi agarre de su mano y doy un paso adelante con
él.
—¿Me estás diciendo que no hay nada aquí? ¿Nada de lujuria? ¿No hay
atracción? ¿Nada?
Me da esa sonrisa astuta de él otra vez, la que ilumina sus ojos y hace cosas
graciosas en mi interior.
—Nunca dije eso.
—Entonces, ¿qué estás diciendo?
—Estoy diciendo… Cristo, Em, no sé lo que estoy diciendo. —Pasa una mano
distraídamente por mi espalda.
—Tal vez estás diciendo que tenemos que sacarnos de nuestros sistemas. —
Pronuncio las palabras antes de pensarlas y luego me siento ridícula.
—¿Qué? —Se ríe—. ¿Estás diciendo lo que creo que estás diciendo?
Su cuerpo está contra el mío. Su colonia está en mi nariz. Su risa está en mis
oídos. Él está en todas partes todo el tiempo.
Demasiada charla ahora mismo. Demasiado hablar. No suficiente acción.
—Sí.
Pasan unos segundos mientras evalúa si estoy hablando en serio, y me
pregunto si va a morder el anzuelo.
—¿Y luego qué? —Inclina su cabeza hacia un lado, en silencio haciendo un
millón de preguntas que mi cuerpo quiere ignorar.
—Y luego la curiosidad quedará satisfecha, y estaremos fuera de los sistemas
del otro.
—¿Crees que eso va a funcionar? ¿Crees que nos hemos vuelto a reunir
después de veinte años y será tan fácil?
Tiene un punto, y no quiero pensar en eso ni en la semántica ni en la realidad.
Quiero pensar en él. Y yo. Y su boca. Y sus manos.
Entonces, me inclino hacia delante y presiono mis labios contra los suyos.
—Basta de hablar, Malone.
Se ríe, sus labios vibran contra los míos, pero no me rindo. Lo quiero. Quiero 140
esto. Sé que los dos estamos achispados, pero tal vez esa sea la mejor manera en
que esto suceda, así no estoy nerviosa ni estoy pensando demasiado, y él tampoco.
Por un minuto, creo que me va a rechazar. Está en la forma en que se queda
quieto por un breve momento, en la forma en que sus pestañas bajan por un
segundo demasiado largo. Luego enmarca mi rostro y se inclina hacia atrás para
mirarme. Nuestras respiraciones penetran en los labios de cada uno mientras una
conversación tácita pasa entre nosotros. No puedo ponerle palabras, pero de
alguna manera entiendo cada sílaba de esta.
Y luego su boca está en la mía en un saludo salvaje de labios, lenguas y
manos sobre piel e historia reconectada.
—Grant.
—Shh.
—Espera. Tengo reglas.
Se ríe con exasperación, como un hombre a quien se le niega lo que está a su
alcance.
—Por supuesto que sí.
—Nada de quedarme a dormir. No hago lo de dormir juntos.
—Nadie dijo nada acerca de dormir, Em.
Su sonrisa me desestabiliza. El beso que me da al inclinarse hacia adelante y
rozar con tanta ternura mis labios hace que quiera hundirme en él, aún más.
—Sin promesas.
—Pensé que esto era una cosa de una noche, ¿verdad?
—Sí, pero no hay promesas.
—Voy a hacerte venir. ¿Puedo prometerte eso?
Otro beso. Esta vez tomo la iniciativa y lamo mi lengua contra la suya hasta
que me retiro y muerdo su labio.
—Aceptaré esa promesa.
—Bueno. ¿Podemos dejar de hablar ahora porque hay cosas mucho más
importantes que quiero hacer con mi boca, y cada una de ellas te involucra a ti y no
a las palabras?
Mis dientes se hunden en mi labio inferior cuando nuestros ojos se
encuentran. La puerta se abre detrás de nosotros. Nuestros pies se mueven por
reflejo. Nuestros dedos se unen. 141
Una vez pasado el umbral, nos besamos de nuevo: sus labios comienzan su
asalto magistral de todo lo que es bueno, sexy, excitante y necesario.
—Dios, sí.
Sus labios encuentran mi cuello mientras mi mano encuentra la puerta para
cerrarla detrás de mí. Tan pronto como la manija hace clic, Grant me tiene contra
ella con una mano en mi pecho y su lengua lamiendo su camino hasta la línea de
mi cuello.
Se ríe mientras tropieza. Me río mientras agarro sus hombros para
estabilizarnos. Pero incluso cuando lo hago, la tierra todavía se inclina bajo mis
pies por su asalto ansioso. Toda sensación es bienvenida y deseada. Cada toque
suyo otra razón para ignorar temporalmente mi historia.
Pero él no lo hace.
Por alguna razón, en el momento en que el pensamiento cruza mi mente,
puedo sentir la súbita vacilación en el comportamiento libidinoso de Grant, que de
otra manera sería caliente, y sé que estamos en la misma página.
Está recordando
Se está preguntando
Está preocupando
—No —jadeo en un desesperado ruego para que no vaya allí.
—Em. —Arrepentimiento. Temor. Incertidumbre. Los tres se funden y se
mezclan en la única sílaba de mi nombre.
Mis manos están en su mandíbula, forzando su rostro hacia arriba para que
tenga que encontrar mis ojos a través de la entrada con poca luz a su casa.
—No —repito—. Ya no soy ella. Ella no soy yo. No hagas esto, Grant.
Con esa simple afirmación… esa simple afirmación devastadora, presiono
mis labios contra los suyos. Necesito que vea que no soy una víctima y que me
niego a ser tratada como tal. Necesito que sepa que no tiene ni idea de lo que
necesito o no, y por lo tanto, le mostraré.
Como si supiera que esto es lo que necesito, me permite tomar las riendas. El
hombre empeñado en demostrarme que tiene el control, me permite tomar la
iniciativa en este baile que es únicamente nuestro.
—Muéstrame —murmura, esas dos palabras tan seductoras como su toque.
Y así, le muestro.
142
Con mis manos y mi lengua y mis palabras y mi tacto.
Esta vez, comenzamos lentamente. Lo provoco y lo seduzco con la más suave
de las caricias mientras mis manos encuentran el dobladillo de su camisa y la sacan
de sus pantalones. Con la más leve separación de nuestros labios, la tela pasa sobre
su rostro y cae al suelo. Hago los honores por mí misma mientras nos movemos
lentamente hacia atrás en esa incómoda danza de besar, tocar, retroceder, repetir,
hasta que el dorso de sus piernas golpea el sofá.
—¿Qué necesitas de mí? —susurra contra mis labios, sin saberlo, haciéndome
la pregunta que necesito y la voluntad de tomarla.
Nunca he sido tímida al tomar lo que quería de un chico antes. Nunca me
preocupé por lo que pensaban porque, al final, los dos estábamos allí por el mismo
motivo: el placer. ¿Con Grant? Me importa. Su capacidad para darme las cosas que
necesito sin siquiera cuestionarme es desconcertante y reconfortante y me hace
querer esto aún más.
—A ti. Solo te quiero a ti —digo mientras sisea un suspiro cuando mi mano se
desliza dentro de la cintura de sus jeans para encontrarlo duro, rígido y listo para
mí.
—Tómame, Em.
Y luego nuestras bocas chocan de nuevo en un torrente de deseos que
advierte de su daño irreversible a mi cuerpo y mi corazón. Lo empujo lejos,
enfocándome en sus manos desabrochando mi sostén. Las yemas de sus pulgares
rozando muy suavemente las puntas de mis pezones. Sus dedos tirando de mi
cremallera. Las palmas de sus manos mientras corren por mis costados y empujan
mis pantalones hacia abajo sobre mis caderas.
Mi cuerpo reacciona de todas las formas imaginables ante él. Quiere, necesita,
suplica y ruega. Me tira contra él para que estemos cuerpo a cuerpo. Piel con piel.
Boca a boca.
—Cristo, te deseo —dice mientras se quita los pantalones y sale de ellos.
—Entonces tómame. —Le devuelvo sus palabras porque el control ha dado
paso a la necesidad, y que me maldigan si cada parte de mí no está lista y
dispuesta.
Mis manos están alrededor de su miembro, acariciándolo suavemente. Gimo
cuando sus dedos me separan y me encuentran mojada, los músculos vibran, los
nervios estimulados y esperando responder a su ataque de caricias. 143
Se cae de espaldas sobre su sofá, nuestras risas llenan la habitación antes que
se conviertan en gemidos prolongados. Ahí está el revelador chasquido del
envoltorio de aluminio y luego me coloco en su regazo. Nuestras bocas se funden
de nuevo cuando me muevo encima de él para que mi excitación cubra su polla, y
la sensación de él me roba el aliento.
La urgencia se convierte en el nombre del juego.
Levanto mis caderas para que su mano pueda encontrar su camino entre
nosotros, y sus dedos presionen dentro de mí. Gimo. Mis uñas se clavan en sus
hombros y marcan su piel. Parece que no se da cuenta ni se preocupa, ya que sus
dedos mantienen un ritmo uniforme.
—Grant. Dios. Sí. Por favor. Necesito. Oh.
Su risa es un murmullo en medio de los sonidos que hago, y en algún
momento, comienzo a rogar. Por lo menos creo que lo hago. O tal vez él lo hace.
Estoy tan atrapada en las maquinaciones de sus dedos y la cresta que está
construyendo lentamente dentro de mí que he perdido toda percepción de tiempo
y lugar. Mientras no se detenga, no me importa dónde estoy.
Y en un movimiento practicado que es a la vez impresionante y que causa
estragos en cada nervio dentro de mí, Grant retira sus dedos de mí y los reemplaza
con la circunferencia de su polla.
Si pensaba que antes había sentido placer, estaba muy equivocada. Esto, su
polla en mí, su lengua lamiendo contra la mía, el gemido sexy en mis oídos, es
placer. Placer puro, sin adulterar, como el que nunca recuerdo haber sentido antes.
—Mierda.
Es una palabra, pero es larga y prolongada y casi un gruñido cuando
comenzamos a movernos juntos. Él empuja hacia arriba mientras yo me muevo
hacia abajo, permitiendo que la base de su eje golpee la parte inferior de mi clítoris
de una manera que envía ondas de choque a donde su miembro está trabajando
dentro de mí.
No hablamos, reaccionamos.
Su exhalación, mi siguiente inhalación.
Su maldición, joder, mi deseo.
Su tempo, mi pulso.
Nos movemos al unísono, cada uno tomando, dando y sintiendo, hasta que 144
cada parte de mí brilla con un deseo que nunca supe posible.
Sus dedos presionan en mi culo. Mis manos agarran sus bíceps. Los sonidos
de piel sobre piel llenan la habitación con el tono constante de nuestros gemidos y
gruñidos y alabanzas y súplicas de felicidad. Su polla se hincha. Me aprieta más
duro. Mi respiración se atora y luego se queda sin aliento cuando el orgasmo
aumenta y crece. Me golpea con advertencia, pero todavía me pierdo mientras me
arrastra por su neblina posesiva, solo para lanzarme de nuevo justo cuando Grant
gruñe mi nombre y se pierde ante mí.
Mi frente descansa sobre su hombro. Sus dedos se arrastran hacia arriba y
abajo de la línea de mi columna vertebral. Nuestros latidos del corazón golpean
unos contra otros a través de nuestras cajas torácicas. Nuestras respiraciones
siguen laboriosas. Mi mente está demasiado confusa, al estar abrumada por todo lo
que es Grant Malone, para pensar en los próximos pasos y en qué línea hemos
cruzado.
—Esa promesa no fue tan mala, ¿verdad? —Se ríe entre dientes mientras lleva
sus labios a la parte superior de mi cabeza, su aliento me calienta el pelo.
—No —murmuro.
Definitivamente me hizo venir, muy bien.
Al menos sé que ahora cumple sus promesas.
145
Veinticuatro
La habitación está brillando y el rayo de sol que se desliza entre las persianas
me golpea perfectamente en los ojos. Me acurruco más profundamente en el
edredón, y luego la conciencia golpea.
Mis ojos se abren de golpe.
No estoy en casa. En mi desván. En mi cama.
Estoy en la cama de Grant. Una cama que es mucho más cómoda que la mía.
Y han pasado por mucho las seis treinta, mi hora de despertarme.
Grant tampoco está en ninguna parte.
Se necesita un momento antes que aparezca un recuerdo en mi mente. “Em.
Tengo que ir a trabajar”. Lo ronco de su voz mientras presiona un beso contra mi
sien. El sonido de su cinturón de trabajo tintineando. El sonido metálico del seguro
de la pistola. El rumor de su risa mientras pasa una mano por mi espalda desnuda
y me hace acurrucarme más profundamente en la cama que huele a él y es igual de
146
cálida. “Quédate el tiempo que quieras. Solo cierra la puerta al salir”.
Luego el caer de nuevo en un sueño inconsciente.
Rompí una de mis reglas.
Mierda.
Estoy aquí cuando debería estar en el trabajo. Estoy envuelta en el olor de él
cuando debería estar en mi traje de vuelo y concentrada en los clientes de esta
tarde. En su lugar, quiero volver a acomodarme en esta suavidad y recordar cada
cosa deliciosa que me hizo la noche anterior.
No.
Levántate.
No debería hacer esto. No puedo tirar mis reglas por la ventana por un
hombre. Un hombre más sexy que el infierno y más que experto llamado Grant
Malone, no obstante, un hombre.
Me obligo a sentarme en su cama, el edredón sujeto bajo mis axilas para
cubrir mi desnudez, y miro alrededor. La habitación es clásica y limpia, con
paredes claras y detalles en gris oscuro y azul. Muy masculino, pero no de la
manera monocromática de soltero. Está ordenada y no hay ropa desparramada.
Incluso se tomó el tiempo de doblar mi ropa en la silla en el rincón más alejado.
Las paredes contienen algunas fotografías en blanco y negro del océano y los
acantilados: estoicas, poderosas y en movimiento. Hay muy pocos efectos
personales en su dormitorio, pero es acogedor y cálido.
Decidida a no querer saber más, me obligo a levantarme de la cama. Mi
debate sobre tomar una ducha dura poco. Uno, no es mi cuarto de baño y podría
ser un poco incómodo hacerme sentir en casa. Y dos, todavía puedo oler su colonia
en mi piel y no estoy segura que quiera lavarlo todavía.
Si cumplo con mis reglas, solo tengo una noche con Grant Malone,
ridículamente quiero que dure un poco más. Así que, en lugar de pensar
demasiado acerca de cómo esto es tan diferente a mí, me obligo a vestirme con los
pantalones cortos de jean, la blusa sin mangas y la camisa sin botones encima.
Justo cuando termino de hacer la cama, porque tan desordenada como soy,
no hay forma que pueda dejar una cama deshecha para el señor Agradable y
Pulcro, escucho voces.
Al principio, creo que tal vez son de la casa de al lado y Grant dejó una 147
ventana abierta, pero luego de unos segundos, sé que hay al menos otros dos
hombres en la casa de Grant.
—Amigo, mira —dice la primera voz. La cual es seguida por el murmullo
bajo de una risita.
—Parece que alguien tuvo suerte anoche. —Hay un silbido bajo.
—Bueno, parece que quienquiera que fuera, no quiso este delicioso café con
sus acompañantes que dejó para ella. Entonces, no importa si yo lo tomo.
¿Café? ¿Acaba de decir café? Mis orejas se levantan y mi boca se hace agua
solo con pensarlo. ¿De verdad Grant me dejó una taza de café y todas las
guarniciones? Hay un Dios.
Solo necesito descubrir cómo salir de esta habitación, sorprender a quienes
estén en la sala y conservar mi dignidad. Pero, una vez más, no hay pérdida de
dignidad si consideramos que somos dos adultos. Además, ¿a quién le importa lo
que piensan?
Mis zapatos. No tengo mis sandalias Lo más probable es que estén en la sala
de estar donde me las quité anoche. Miro alrededor de la impecable habitación de
Grant y cambio de opinión. Probablemente están junto a la puerta principal.
—Oye, Grady —dice una voz a la otra.
Al mismo tiempo que la voz dice esas dos palabras sé quién está al otro lado
de la pared. Puede haber sido un largo tiempo, pero reconocería esa voz en
cualquier lugar. Los hermanos de Grant, Grayson y Grady, están en la otra
habitación.
—Zapatos.
Mierda. Los notaron.
Entra el pánico. Y no es del tipo común y corriente, el pánico por la caminata
de la vergüenza, tampoco. Más como del tipo que estos hombres solían correr en
ropa interior conmigo entre sus aspersores cuando éramos pequeños.
Compartimos la historia de ensuciarnos por comer paletas Big Stick10 que
comprábamos al hombre de los helados.
Me causa gracia el pensamiento del Big Stick y cómo eso tiene una
connotación diferente ahora.
¿Debería quedarme aquí y esperar que se vayan en lugar de enfrentarlos?
¿Pero entonces, qué? Entran aquí, me encuentran, y termino luciendo como una
maldita loca.
148
Cuanto más tiempo permanezco aquí y los escucho pelear como niños, mis
nervios zumban peor al pensar en lo que van a pensar cuando me vean, la pequeña
Emmy que de repente se levantó y desapareció hace años. Ese es el tipo de
atención que no quiero ni me gusta.
Así que reacciono.
Con una mirada en el espejo del baño, tomo un lápiz de labios de mi bolso,
rizo rápidamente mi cabello para no parecer un desastre completo y luego tomo
aire. Cuando estoy bastante segura que ya no me veo como un desastre, salgo del
dormitorio con la cabeza bien alta y una sonrisa en el rostro.
—Sabía que estaba escondiendo algo cuando lo llamé esta mañana. El muy
hijo de puta.
—Oye, estás hablando de mamá —dice el otro.
151
Veinticinco
—¿Quieres explicar por qué estás de tan buen humor? —pregunta Nate.
Miro en su dirección y luego miro hacia mi computadora con Emerson
ocupando toda mi mente.
—No hay motivo. Siempre estoy de buen humor.
—Mentira. —Resopla—. Tuviste algo de acción, ¿verdad?
—¿Me estás diciendo que solo estoy de buen humor cuando tengo sexo? —
Puedo ver a otros chicos prestar atención a nuestra conversación.
—No, pero sí ayuda.
—Cierto… —Medito mientras solicito otro archivo de casos sin resolver en
archivo para ayudar al jefe Ramos a mantener su promesa al público que el
departamento de policía de Sunnyville nunca retrocede ante el crimen, ya sea viejo
o nuevo. No afecta que se vea bien para la promoción además de esa cubierta de
patio que he estado deseando construir.
152
—¿Y? —pregunta con un empujón verbal.
—Y, nada. —Para su gran molestia, paso de él. Ninguno de los muchachos en
el lugar necesita saber sobre mi vida personal más de lo que ya saben.
Pero eso no me impide revivir mentalmente cada momento que pasé con
Emerson. Cada beso. Cada lamida. Todos los gemidos. Los gruñidos. Los
orgasmos. Y cada maldita cosa en medio.
Me muevo en mi silla, sabiendo que necesito dejar de pensar en ella o voy a
tener una erección.
Pero mientras ignoro los ojos de cachorritos de Nate y me concentro en pedir
más archivos de casos sin resolver, solo pienso en Emerson. Como el sexo con ella
fue una mezcla de familiaridad, nueva e inolvidable al mismo tiempo. Ella necesita
las reglas para sentir que tiene el control, pero que sé que iré quitando una por una
hasta que seamos solo ella y yo, y nada entre nosotros.
Y para agregar la cereza al pastel que definitivamente es ella, puso a mis
hermanos en su maldito lugar.
La mujer es una fuerza a tener en cuenta y me maldigan si no voy a sentarme
en medio de su tormenta de viento a esperar ser golpeado con todo lo que tiene.
—Malone.
—Sí. —Miro hacia arriba donde Dyson está de pie en la sala de la comisaría.
—El jefe Ramos necesita verte.
Le lanzo una mirada a Nate, con curiosidad por saber por qué está
preguntando solo por mí y no por los dos. Se encoge de hombros mientras me
pongo de pie, camino por el pasillo y golpeo la puerta de cristal.
—¿Qué necesita, jefe?
El jefe Ramos levanta los ojos de la carpeta abierta de su escritorio y me hace
señas para que entre.
—Cierra la puerta, Malone. —Oh-oh—. Toma asiento.
—Claro. —Me siento en la silla frente a él y espero a que sus ojos oscuros me
estudien. Nada dice regaño como la mirada de Ramos.
—¿Cómo va el estudio para tu examen?
—Bien —digo con cautela—. La mayoría de las cosas ya las sé, pero lo estoy
revisando de todos modos.
—¿Ya tienes una fecha para el examen? —pregunta, mirando su calendario 153
de pared antes de volver a mirarme con intensidad en sus ojos.
—Fin de mes —contesto. Veintidós días. Debería ser tiempo más que
suficiente para pulir mi conocimiento y superar la prueba.
—Estoy seguro que tu padre te dijo que la prueba es la parte fácil, ¿verdad?
¿A dónde quiere llegar?
—Eso he oído.
—Bien. Bien. —Asiente y se inclina hacia atrás en su silla mientras mira a
través de las paredes de cristal de su oficina y a la sala de la comisaría. Incluso con
su mirada alejada de mí, puede intimidar como el infierno cuando quiere. Su
suspiro me dice que hay más.
—¿Cuál es el problema? —pregunto finalmente.
—Tu padre es un buen amigo mío. Eres importante para este departamento.
Solo quiero asegurarme que estés preparado.
—Está bien. —Suelto, aún sin comprender el propósito de esta conversación.
—Stetson se postuló hace unos días.
—¿Qué? —Me siento como si me hubiera golpeado con un madero—. ¿El
maldito de Stetson?
—Sí. Y solo tengo una vacante.
Asiento y aprieto mis puños para ocultar mi reacción.
—Entendido.
—Ambos pasarán la prueba fácilmente. Son las entrevistas las que van a ser
difíciles. Cada uno de ustedes tiene amigos en el comité, por lo que la votación se
dividirá… y…
—Y tengo que lidiar con las mentiras que Stetson y su papá difundieron sobre
mi padre y yo. —Termino su pensamiento tácito por él y odio incluso tener que
decirlo.
—Está eso. —Otro suspiro. Cuando aprieta los puños sobre el archivo en su
escritorio, es solo una última orden visual para que tenga mi mierda en orden. Para
no tomar nada de esto a la ligera.
—Sabía que no iba a ser fácil —digo—. Pero no esperaba tener que lidiar con
un pasado en el que no tuve nada que ver.
—Lo sé, Grant. Es una tontería, pero no obstante, es una mierda, y en algún
momento, todos nos vemos obligados a pararnos y tratar de limpiarlo de nuestros
zapatos. 154
—Gracias por el aviso —digo y me pongo de pie, necesito un momento para
procesar esto.
—Déjame saber si puedo ayudar con algo.
¿Qué tal sacar al maldito del departamento?
Asiento de nuevo y ofrezco una sonrisa tensa antes de darme vuelta y salir de
su oficina. Nate me llama la atención mientras camino por el recinto sin detenerme.
Hemos trabajado juntos el tiempo suficiente para que reconozca que estoy a punto
de perder mi mierda, y sé que estará diez pasos detrás de mí tan pronto como los
otros dejen de prestar atención.
Una vez afuera, camino hacia el borde del estacionamiento e intento
calmarme.
—¿Grant?
—El imbécil viene tras mi ascenso —mascullo las palabras.
—¿Stetson?
—Mierda sí, Stetson. —Hago girar mis hombros y me alejo unos metros de él
antes de darme vuelta y regresar—. No puede dejarlo ir, ¿verdad? Su padre era un
pobre y desgraciado policía con un delirio de poder, igual que el bastardo de su
hijo.
—No voy a estar en desacuerdo contigo. Pero ¿por qué ahora? ¿Se levantó y
decidió que quería ser detective?
—Aparentemente. —Me río, pero sin humor—. ¿Está tratando de vengar a su
viejo y querido papá?
—A la mierda con eso, Malone. Su viejo y querido padre era un corrupto, así
que tu padre lo echó de la fuerza por mala conducta y estropeó su reputación.
—Sí. Y luego comenzó a difundir rumores de mierda sobre mi padre para
vengarse de él. Mierda. —Paso una mano por mi cabello, la ira me carcome por
dentro.
—Lo sé, hombre. Lo sé. Estaba todo jodido por aquí, pero cualquiera que
conozca a tu padre sabe que las acusaciones son una mierda.
—¿Importa? Aun así se hizo a un lado y les dio la satisfacción de pensar que
habían ganado. —El solo pensarlo hace que mi cuerpo vibre con ira. Sé que no se
retiró para evitar la mancha en su increíble carrera, sino para eliminar todo el
drama para que su hijo, quien quería seguir sus pasos, pudiera hacerlo con una
pizarra limpia frente a él. 155
Sí, soy el bastardo egoísta que lo dejó hacer eso, no es que alguien haya
podido detenerlo.
—No dejes que tu cabeza vaya allí, hombre. Renunció porque ya había
planeado retirarse, no por ti. Ambos lo sabemos.
—Sí, bueno… —¿Cómo pasé del éxtasis de la noche anterior con Emerson a
esta mierda?—. Ahora tengo que lidiar con Imbécil junior.
—Lo está haciendo solo para molestarte.
—Pero tiene amigos en lugares altos.
—Tú también, mi amigo.
—Esperemos que sí.
Veintiséis
—¿Me estás evitando? —La voz de Desi resuena a través del hangar rojo, lo
que me lleva a levantar la cabeza sin pensar y me golpeo con fuerza en la parte
inferior del ala del Cessna.
—Mierda. —Froto una mano sobre la parte superior de mi cabeza.
—Bueno, sé que estaba pinchando alfileres en la muñeca vudú que tengo
para castigarte por evitarme, pero no pensé que realmente funcionaría.
—Muy graciosa —digo mientras pongo los ojos en blanco, me alejo del avión
y me limpio las manos con un trapo.
Desi se para con las manos en las caderas, con la cabeza inclinada hacia un
lado y una bufanda que parece un arcoíris se envuelve alrededor de su cuello. Es
ridícula, brillante y femenina, pero en ella luce bien y la hace parecer
extraordinariamente a la moda.
—Entonces, ¿lo estás?
156
—¿Estoy qué?
Resopla, como si estuviera tratando de explicar la dinámica termonuclear a
un niño de jardín de infantes, y da un paso adelante.
—Evitándome. No atiendes mis llamadas. No devuelves mis llamadas. Fingir
que Grant nunca me llamó hace dos noches y me dijo que no apareciera en el bar
porque iba a ocupar tu tiempo. Ya sabes —se encoge de hombros—, ese tipo de
evitándome.
—No. —Alejo mis ojos y termino de limpiar el parabrisas del avión con
Windex para, sí, evitarla—. He estado ocupada.
Su risa es rica y rebota en el piso de concreto y hace eco.
—¿Ocupada en plan bow-chica-wow-wow?
Frunzo el ceño.
—Eres tan infantil.
—Y te niegas a admitir que te acostaste con Grant. —Sería una muy buena
interrogadora. No planeo decirle eso.
—¿Quién dijo que me acosté con Grant? —Finjo inocencia, tratando de
mantener las apariencias por alguna razón.
—Lo hiciste.
—No lo hice.
—Oh-oh.
—Si no he hablado contigo, entonces obviamente no te he dicho que me
acosté con él.
—Tu silencio dice mucho. —Frunce los labios como si saliera victoriosa, y
todo lo que puedo hacer es intentar seguir su lógica desordenada.
—El silencio no habla.
—Oh, pero ahí es donde te equivocas. Puede gritar a veces, y cariño, el tuyo
es más fuerte que una explosión sónica. —Bajo las manos de donde me había
movido hacia las ventanas laterales y solo niego—. Admítelo. Necesito escucharlo.
Otra mirada fulminante. Un suspiro repetido. Una confesión que no estoy
segura por qué mantengo tan en secreto cuando por lo general comparto todo con
ella.
—Sí, me acosté con Grant.
157
—¡Woohoo! —Levanta los puños y salta como si acabara de completar un
Ironman—. Lo sabía. Tenía sexo en toda su voz cuando me llamó. Hacía tanto calor
que casi tuve que masturbarme.
—Eres incorregible.
—Y tú echaste un polvo. Así que… —Acaricia el banco improvisado hecho de
una pieza de madera de dos por seis asentado sobre dos caballetes separados—.
Será mejor que no dejes fuera ni un detalle.
—¿De verdad quieres con pelos y señales?
—¡Ohh, niña traviesa! —grita—. También le diste una mamada. ¡Me encanta!
—No, yo, oh Dios mío, no puedo creer que estemos teniendo esta
conversación.
—Entonces, ¿no le diste una mamada?
—¡Desi!
—Sí, eso solo significa que habrá otro momento para explorar todas las otras
vías en las que aún no te has aventurado.
—Disminuye la velocidad, Turbo —digo mientras pongo algunos de mis
suministros en el carrito de limpieza antes de tomar asiento a su lado—. No fue
como lo estás pensando.
—¿No fue así? —pregunta, su sonrisa solo se ensancha—. ¿Fue más
columpiarse de los candelabros o más luchar por respirar porque tu cara está
empujada contra el colchón y se siente tan bien por detrás?
—Jesús —me ahogo, pero no debería esperar menos de ella.
—¿Tu curiosidad está satisfecha entonces?
—Ya sabes lo que dicen de la curiosidad…
—Mató al gato, sí, sí. Pero cariño, por la sonrisa en tu rostro, sé que tu gatito
maulló. Mucho.
—¿Qué tal si te detienes o sino no obtienes ningún detalle?
Su rostro se entristece, y sé que he herido sus sentimientos cuando no tenía la
intención de hacerlo. Amo a esta mujer hasta la muerte, pero la sutileza no es su
fuerte y los dramas exagerados definitivamente lo son.
—Bueno. Cerraré la boca para que puedas darme los jugosos detalles.
Me río. Veremos cuánto dura eso.
158
—No lo sé —comienzo—. Tomamos algunas bebidas. Hablamos por horas.
Estábamos demasiado borrachos para conducir así que caminamos de regreso a su
casa. En el camino, decidimos que si nos sacábamos de nuestros sistemas,
podríamos ser capaces de detener esta competencia sin sentido en la que parece
que nos enfrentamos sobre quién tiene que estar en control. Un jugueteo de una
sola vez sin condiciones.
—¿Sacarse el uno al otro de sus sistemas? —Se ríe y apenas se las arregla para
no carcajearse de la idea—. Porque eso es lo que hacen los amigos normales de la
infancia cuando se reúnen después de veinte años.
—¿Reunirse? ¿Así se llama?
—Estoy tratando de ser buena. ¿Qué palabra debo usar para describirlo?
—¿Qué tal “follar”? —No es la única que puede escandalizar, y por la forma
en que se atragantó con su próxima palabra, diría que tuve éxito en eso.
—Follar. Puedo aprobar esa palabra. —Se ríe—. Pero la pregunta sigue
siendo: ¿Funcionó? ¿Se sacaron el uno al otro de sus sistemas?
La miro fijamente mientras trato de averiguar cómo responder.
Por supuesto que no funcionó. Estar con él una vez solo me dejó con ganas de
más. El orgullo me impide reconocer que cada vez que suena mi teléfono, salto
para ver si es él, solo para reprenderme diciéndome que no importa si lo es.
Una vez. Eso es todo lo que puede ser.
Mi regla. No la suya.
Y odio que la única vez que hablamos fue cuando llamó para pedir disculpas
por la aparición inesperada de sus hermanos.
—Entonces, lo de una sola vez —continúa, consciente que no he respondido a
su última pregunta—. ¿Fue su regla o la tuya? Apuesto por ti.
—Estarías en lo correcto. No actúes tan sorprendida. —Le golpeo el brazo.
—No me sorprende la regla, solo me sorprende que la hayas seguido. —
Golpea mi brazo también y me lanza una mirada que me hace pensar que está
enterada de algún tipo de conocimiento que claramente no tengo.
—¿Qué significa eso?
—¿Han estado jugando Guerra del Control por cuánto? ¿Dos, tres semanas?
—Sí. ¿Y?
—¿No te parece tremendamente conveniente que, de repente, te deje tomar 159
las decisiones cuando ha estado compitiendo por la ventaja?
—¿Estás diciendo que me engañó? —Odio que la moneda que acaba de poner
en la ranura caiga y golpee con un ruido fuerte clank.
—Maldita sea, lo hizo. Brillantemente, también.
Se ríe y su rostro tiene una expresión de incredulidad que realmente no tengo
ganas de reconocer.
El bastardo presumido.
—¿Te quejas por el resultado? —pregunta después que me quedo en silencio
por un momento.
—Oh, no —digo finalmente. ¿Cómo podría quejarme de la habilidad de sus
manos y labios y su maravillosa polla?
—¿No?
—Absolutamente no —afirmo.
—Entonces, ¿por qué parece como si estuvieras a punto de llamarlo y
despedazarlo? —Y tiene razón. Tengo ganas de hacer eso a pesar que no hay razón
porque los dos obtuvimos lo que queríamos de nuestra pequeña cita, ¿no es así?
—No lo haré —concedo.
—Bueno. No deberías estar enojada porque te sacó ventaja.
—¿Estás tratando de restregármelo en la cara?
—No. —Forma una burbuja con el chicle y se revienta con un golpe—. Estoy
encantada porque alguien finalmente te gane en tu propio juego.
—Creo que eso es restregármelo en la cara.
—Semántica. —Sonríe con un encogimiento de hombros—. Así que… ¿valió
la pena todo este problema? —Levanta las cejas, y el rubor en mis mejillas y la risa
en mis labios le dice todo lo que necesita saber.
—Definitivamente valió la pena.
—Para una chica que solo le interesa el orgasmo, eso dice mucho. —Se oye el
sonido de un avión despegando en la distancia, y espera un momento para
continuar—. Siempre nos desviamos cuando se trata de Grant y hablamos de lo
asombroso que es… ¿alguna vez me vas a decir por qué los dos dejaron de ser
amigos en primer lugar?
—No hay razón. —Me levanto de mi asiento y me dirijo al carrito, donde 160
jugueteo con cosas que no necesitan ser manipuladas.
—Vamos. Tiene que haber una razón.
—Me mudé. —No es una mentira—. No importa. Él y yo nunca
funcionaríamos de todos modos.
—No sabía que querías que funcionara.
—No. Quiero decir, no quería… —Dejo de hablar porque sueno como una
tonta balbuceante.
—¿Por qué no funcionaría? —pregunta. Todo lo que quiero que haga es que
lo deje así, y sé que no lo hará. Ha clavado sus dientes en el punto que está
tratando de hacer y no lo soltará hasta que esta conversación se haya desarrollado.
—Es un mujeriego, Des. Yo salgo con muchos hombres. La palabra desastre
está escrita en esto —digo mientras me vuelvo a mirarla.
—Ustedes dos podrían jugar juntos. —Pongo los ojos en blanco ante su
sentido del humor—. Pero te persiguió, Em. Los mujeriegos no persiguen.
—Ja. Persiguen hasta que obtienen lo que quieren y luego se cansan. Además,
no me persiguió.
—Sigue pensando eso, hermana, y te venderé una propiedad frente al mar en
Arizona. —La miro de soslayo—. Bien. Me quedaré callada Cuéntame cómo
quedaron las cosas.
—Aparte de decir que fue algo de una sola vez, realmente no lo dejamos de
ninguna manera.
—No hubo adiós. ¿No te acompaño hasta tu auto después? ¿Ni un, llámame
más tarde?
—No. —Muevo los pies porque ella va a ver a través de esto en un abrir y
cerrar de ojos—. Se fue a su turno al amanecer.
Se inclina hacia delante, con los ojos bien abiertos y toda su atención en mí.
—¿Estabas durmiendo? ¿En su cama?
Sí, sabía que me llamaría la atención sobre cómo rompí esa regla en un
instante.
—No fue así.
—Oh, entonces fue más como si te hubiera dado un sexo tan increíble que
caíste en un estado de coma y luego te dejó, a una mujer a quien no conoce
realmente, ¿sola en su casa cuando fue a trabajar? ¿Así fue? 161
—No mencionaste la parte donde me besó en la parte superior de la cabeza
en la oscuridad y me dijo que me quedara todo el tiempo que quisiera.
Hace un gesto de sacudir la cabeza con disgusto fingido por romper mis
propias reglas, pero sé que está secretamente vitoreando por dentro.
—Sí, solo pequeños detalles. Al igual que los detalles dulces y entrañables.
No puedo evitar la sonrisa inusual en mis labios o el calor que se extiende
dentro de mí. No hago cosas tiernas ni íntimas. Demonios, no hago nada parecido,
pero de nuevo… estamos hablando de Grant. Hay un cierto nivel de comodidad
con él al que no estoy acostumbrada.
Es solo una noche, Em.
—Él obviamente confía en ti —menciona.
—Bueno —me río diciéndolo—, yo no.
—¿A qué diablos te refieres?
—Déjalo, Des.
Me da una mirada que dice que está confundida, y se ajusta a como me siento
por dentro.
Es sorprendente que sin importar cuánto avancé, cuán normal es mi vida, una
cosa simple como la palabra “confianza” puede obligar a mi pasado a volver y
abofetearme.
Grant no se lo merece.
Por otra parte, yo tampoco.
162
Veintisiete
Bastardo escurridizo.
Todavía puedo sentir sus manos en mis hombros y oler su colonia
desagradable. Todavía puedo ver el engaño detrás del almuerzo que trajo a Blue
Skies para ofrecer convenientemente compartir. Todavía puedo escuchar la
amenaza implícita que si no estoy de acuerdo con el imbécil, es posible que mi
préstamo no sea aprobado.
O financiado.
O tal vez si saliera con un hombre fuerte de la industria como él, los
prestamistas verían favorablemente su estabilidad y estarían más dispuestos a
negociar.
Soy muy consciente que esto es una tontería total. Está loco si piensa que no
veo que es probable que esté reteniendo mi préstamo para darme falsas
esperanzas. Para intentar extorsionarme con una cita antes que me diga si he sido 165
aprobada o no. He proporcionado la documentación correcta (un plan de negocios,
estados financieros, una auditoría de la compañía) y, sin embargo, todavía
dependo de él.
Dependiente, pero no desesperada.
Sin cita. De ninguna manera.
Puede que sea una nómada a sus ojos, pero esta nómada es más inteligente de
lo que me da crédito.
Y luego, por supuesto, su salida fue seguida por una llamada telefónica de los
propietarios. Sus preguntas semanales sobre nuestras últimas cifras de ventas que
siguieron a por qué todavía no tengo el préstamo. A eso le siguió la mención
casual, la amenaza, que, independientemente de lo duro que trabaje para ellos en la
actualidad, si el depósito en garantía de sesenta días no se cumple, ya tienen
compradores de reserva en su lugar, por si acaso. Ah, y naturalmente, los
compradores de reserva están ofreciendo un precio de compra más alto, lo que me
parece una mentira total. Pero si les digo que no les creo y no juego su juego,
también, ¿me arriesgo a perder mi sueño?
Voy a la sala de entrenamiento, moviendo las sillas de nuevo en su lugar,
restableciendo las presentaciones de diapositivas, limpiando el tablero borrable.
Cualquier cosa para calmar mi temperamento y librar a la habitación de la baba
que dejó la presencia de Chris.
Todo en mí está ansioso por ponerme mi equipo y saltar.
—¿Estás bien? —pregunta Leo desde donde está parado afuera de la puerta.
Más que consciente de mi estado de ánimo y preparado para correr si mi
temperamento estalla.
—Sí. Estoy bien. Solo estoy… —Dejo de hablar, las lágrimas frustradas
amenazan con hacer que se conozca su presencia cuando no quiero que lo hagan.
—Es un imbécil, Em.
—Sí, lo sé. Solo desearía poder decirle lo que realmente pienso de él, pero no
puedo arriesgar el préstamo.
—Mi mamá solía decirme que nunca luchara con cerdos. Los dos se ensucian
y al cerdo realmente le gusta.
—Mujer inteligente.
—Solo sé que todos lo vemos y te admiramos por tratar con él. Muestra lo
mucho que quieres que Blue Skies sea tuyo.
—Gracias. —Asiento, pero desvío los ojos, esperando que eso evite el ardor 166
de las lágrimas.
—Sabes que Sully está haciendo un vuelo más en una hora, ¿verdad?
Tiene mi atención, que estoy segura era su esperanza. Me conoce lo suficiente
como para saber que un salto es la única cosa que me hará sentir mejor. He estado
tan atascada con las cosas del préstamo e instruyendo a los clientes, que necesito la
liberación…
—¿De verdad?
—Sí. Un poco de diversión para algunos miembros del equipo, para
deshacerse del estrés de mitad de semana y de “lo único que hacemos es enseñar y
no saltar”.
Me río.
—Dios lo bendiga. ¿A qué hora va a subir?
—En aproximadamente una hora. Todos se dirigen a comer algo y luego se
reúnen aquí a las siete. ¿Quieres venir?
Echo un vistazo a mi reloj. Eso me da setenta minutos para completar algunos
informes de Blue Skies y completar las últimas cosas en la nueva lista de tareas que
Travis me dio esta mañana.
—No puedo salir a comer con ustedes —digo—, pero estaré en el avión a las
siete.
—Genial. Ha pasado mucho tiempo desde que saltamos por gusto.
—Amén.
Leo me deja tranquila, pero todavía puedo oírlo mover y juntar sus cosas en
la oficina antes que suenen las campanas de la puerta cuando la cierra detrás de él.
No estoy segura de cuánto tiempo pasa antes que vuelvan a sonar las
campanas de la puerta.
—Lo siento, estamos cerrados —digo al frente de la tienda y me reprendo
mentalmente por no tomarme el tiempo de cerrar la puerta.
Luego se me ocurre que es Chris volviendo cuando estoy aquí sola.
—Estamos cerrados. —Vuelvo a decir justo cuando doy la vuelta a la esquina
de la oficina y me choco con alguien.
—¡Cielos! ¿Dónde está el fuego? —Las manos de Grant están sobre mis
hombros, sosteniéndome firmemente mientras lo miro. Odio haber suspirado de
alivio porque no es Chris. 167
—No hay fuego —digo mientras recupero el aliento—. Acabamos de cerrar.
—Eso dijiste. —Los ojos de Grant se entrecierran cuando me estudia, y sé que
me ve algo nerviosa—. ¿Está todo bien, Em? —La preocupación encaja en su tono,
y su sonido me hace retroceder rápidamente.
—Sí, bien.
—¿Estás segura?
—Nada que no pueda manejar.
¿Por qué de repente estoy tan nerviosa?
—¿Em?
—No es nada, Grant. El prestamista estuvo aquí antes y solo…
—¿Solo qué? —El músculo de su mandíbula palpita mientras aprieta los
dientes.
—Te lo dije, soy una chica…
—Grande que puede cuidar de sí misma. Sí, sí. Eso no significa que el imbécil
tenga derecho a tratarte como lo hace. ¿Quién es, Em? Puedo detenerme
rápidamente en su casa y…
—No. No harás nada.
—Todo lo que necesito es preguntar un poco, un pequeño trabajo de detective
—me dice, sonriéndome mientras señala su brillante insignia colocada sobre su
corazón—, y puedo arreglar al maldito.
—Gracias por la caballerosidad. Realmente aprecio tu disposición para ser mi
caballero en armadura brillante, pero soy una chica… lo tengo manejado.
Me mira por un momento, nuestros ojos luchan por su complejo de héroe y
mi independencia. En cualquier otro día, sonreiría ante el rasgo y pensaría que es
lindo… pero no ahora. No con mi préstamo en juego.
—Esto no es normal para ti, ¿no es así, oficial Malone? —le pregunto con una
sonrisa y trato de cambiar de tema.
—Sigues ignorándome. —Hay una acusación demasiado grande para que su
declaración sea casual.
—No, no lo hago —miento—. Solo he estado súper ocupada.
—¿Estás demasiado ocupada para devolver un mensaje de texto o responder
a una llamada? —Inclina la cabeza hacia un lado, y sus ojos marrones me 168
inmovilizan mientras intentan leer mi lenguaje corporal y mis palabras.
—Solo ocupada. Tengo muchas cosas que hacer. —Algo así como he estado
tratando de no querer hablar contigo tanto como he querido. Doy un paso atrás,
pero me tropiezo con la pared detrás de mí—. ¿Necesitas algo?
—Quería verte.
Nunca he sabido cuán fina es la línea entre querer y necesitar hasta este
momento.
—Ese no fue el trato, Grant. —Rechazo sus palabras de inmediato porque
tocan una fibra muy sensible.
También quería verlo.
—¿Qué trato?
—El trato que hicimos la otra noche.
—Oh, ¿te refieres a tus reglas?
—Sí.
—¿Nadie te ha dicho alguna vez que no creas ninguna promesa hecha en el
calor de la pasión?
Calor de la pasión.
Lo miro de forma fulminante.
—¿No te has dado cuenta todavía que no soy tu mujer normal?
—Si por “normal” te refieres al tipo de mujer que salta de un avión, le
encanta comer sin vergüenza, devuelve golpe con golpe y no tiene ningún
problema en querer tener relaciones sexuales por tener relaciones sexuales.
Entonces, no, lo siento. No me di cuenta. —Su rostro es estoico, pero sus ojos
tienen el humor y el sarcasmo que le falta a su voz.
—Qué gracioso.
—Tal vez, pero es cierto.
—La otra noche fue un error. —Mentira. Mentira. Mentira. Estoy tan irritada
porque me ve tan bien cuando casi todos los días no me veo.
—Buen intento, pero digo que son tonterías.
—Puedes llamarlo como quieras, Malone, pero eso no volverá a suceder.
La esquina de sus labios se curva mientras niega.
—Me alegra que tengas todo esto resuelto. 169
“Te persiguió”.
Las palabras de Desi regresan y golpean mis oídos cuando lo miro y me doy
cuenta que tiene la paciencia de un santo y que ella tenía razón: me persiguió.
Todavía me está persiguiendo.
Entonces, ¿por qué lo estoy alejando de nuevo?
Porque las reglas son reglas. Ahora, solo necesito no bajar la guardia.
—Mira, estoy lejos de ser típica. Todo lo que debas hacer por obligación
después de acostarte con alguien no es necesario cuando se trata de mí.
—¿Como por ejemplo? —pregunta mientras cruza los brazos sobre su pecho,
apoya un hombro contra la pared y se mete la lengua en la mejilla luchando por no
sonreír.
—Como que no necesito una llamada telefónica después para asegurarte que
ambos estemos de acuerdo con el asunto de una noche. No necesito flores ni
disculpas cuando pasas a la siguiente mujer. No necesito promesas vacías o
cualquier otra cosa que ustedes hagan para calmar sus egos. Es todo una mierda.
—A todas las mujeres les gustan esas cosas.
—No soy como todas.
—Eso hemos establecido. —Levanta la mano cuando comienzo a protestar—.
Pero no te preocupes, no hago eso. Simplemente no le digas a mi mamá.
—Bueno saberlo.
—¿Hay alguna razón para tanta hostilidad, Em? Siento que estás enojada
conmigo, pero si estas son tus reglas, ¿cómo puedes estarlo?
El silencio cae en el pequeño espacio mientras mis pensamientos atados a mi
lengua giran y cambian la conversación.
—Mira, nos atraemos el uno al otro. No hay nada de malo en eso. Queríamos
salir de los sistemas del otro. Nos follamos. Estamos bien.
—Qué elocuente. —Levanta las cejas mientras su sonrisa se extiende.
—Lo digo en serio. Apenas tengo tiempo de respirar la mayoría de los días,
mucho menos voy a tener tiempo para lidiar con este tipo de mierda.
—Vaya. Qué manera de echar el ego de un hombre, y pene, por tierra.
Gruño de frustración cuando me doy cuenta de cómo tomó mi comentario.
—No estamos hablando de la parte del sexo. —Retrocedí—. Eso fue de
primera. Es solo… eres el Mentiroso Maloney Y yo soy Emmy Reeves… ¿no crees 170
que deberíamos dejar que el pasado sea pasado y estar contentos de saber que
salimos bien? Aceptar nuestra química es genial, pero nunca funcionará entre
nosotros.
—¿Qué no funcionaría? ¿La parte de follar? —pregunta, con los ojos
entrecerrados mientras imita la forma en que dije la palabra.
—Sí. Eso.
—Pero ya hicimos esa parte, ¿y cuáles fueron tus palabras? ¿De primera?
Entonces, creo que funcionó. —Sabe que me está irritando y está disfrutando cada
segundo de hacerlo.
—¿Qué tal esto? —Apunto al espacio entre nosotros—. ¿No es esto raro?
—No se sintió raro la otra noche. De hecho, se sintió bastante increíble, así
que dame tu siguiente excusa. ¿Por qué no puedes levantar el teléfono y atender
mi llamada, Emerson? No estoy siguiendo la lógica que intentas explicarme. Y,
francamente, no tiene ningún sentido, pero, por favor, continúa. Lo estoy
disfrutando inmensamente.
—Eres agotador. —Suspiro.
—Y tú eres frustrante, pero eso ya lo sabíamos hace veinte años… entonces,
¿cuál será tu excusa ahora, eh?
—No confío en ti. —Sé que mi comentario es un golpe bajo incluso antes que
salga de mi boca, pero no puedo detenerlo más de lo que puedo evitar que el sol se
ponga.
Se tambalea hacia atrás como si lo hubiera atacado físicamente, y puedo ver
indicios de nuestro pasado parpadear a través de la ira que brilla en sus ojos.
El arrepentimiento es inmediato. ¿Cómo le digo que no piense en el pasado
cuando lo tiro en su cara? Soy un maldito desastre. No se merece esto. Tiene que
saber eso al menos.
—Me engañaste la otra noche —le digo con una sonrisa, tratando de
enmendar los efectos persistentes de mi rencor infantil.
Qué forma de aclarar mi cabeza. Decirle que la otra noche fue nada y luego
admitirle que estoy pensando en eso.
—¿Por qué pensarías en eso? —Finge inocencia, pero una sonrisa se dibuja en
sus labios.
—Estar de acuerdo con mis reglas, pero luego me doy vuelta y me dices que
no debería creer nada de lo que se dice en el calor de la pasión. Ese tipo de cosas.
Se encoge de hombros. 171
—Estuve de acuerdo con tus reglas. Tuvimos sexo. Nos sacamos mutuamente
de nuestros sistemas —dice, pero la forma en que sus ojos suben y bajan a lo largo
de mi cuerpo hace que mueva mis pies para disminuir el dolor que provoca el
hambre en su mirada. Es como si estuviera recordando cada línea, curva y sabor—.
Y ahora estoy aquí porque quería verte.
—¿Pero por qué? No he sido nada más que una perra contigo.
Se encoge de hombros otra vez.
—Tus palabras, no las mías.
—Lo sé, pero son ciertas. Nos peleamos como hermano y hermana y…
—No exactamente como hermano y hermana, o de lo contrario eso haría que
la otra noche sea un poco más incómoda de lo que ya lo estás haciendo.
—Hoy estás lleno de humor, ¿verdad?
—Siempre. —Y está su sonrisa, que me hace sentir débil de las rodillas
cuando no me debilito de las rodillas—. Lo siento. ¿Estabas diciendo? Hermano y
hermana…
Mi concentración se pierde en medio de sus interrupciones, dejándome a
tientas a dónde iba con mi punto.
—¿Solo por qué? Eso es todo. ¿Por qué querrías venir a verme si no he sido
más que grosera contigo?
—Porque a pesar de todo, o tal vez por eso, me gustas. Y viendo que nos
sacamos mutuamente de nuestros sistemas, tal vez quiero que seamos amigos.
—Amigos con beneficios —replico.
—No voy a negar que el pensamiento no ha pasado por mi mente. —Sus ojos
se cruzan con los míos, esas manchas de oro bailando mientras mis pensamientos
se arremolinan, giran y caen fuera de control.
—Vas en serio.
Dios, por favor que sea serio.
—Como un ataque al corazón.
Pensamientos de nosotros en la tenue luz llenan mi mente. El calor. El placer.
El confort. La adoración.
La ruptura de reglas.
—Vamos, Em. Sabes que es una buena idea. Ambos seremos los beneficiarios
del buen sexo, sexo que ya hemos demostrado que es de primera, y no tenemos que
lidiar con las complicaciones posteriores. El pegajoso que de repente quiere más.
172
Las frenéticas llamadas telefónicas para asegurarnos que estamos pensando en
ellas. Aparecer al azar donde nos gusta pasar el rato para asegurarnos que no los
olvidamos.
Me río porque es como si estuviera repitiendo todos los escenarios por los
que he eliminado nombres de mi teléfono.
—¿Ves? Tú sabes de qué estoy hablando. Sabes que eso es todo un dolor en el
culo.
—¿Algo así como tú?
—Sí, pero soy un lindo dolor en el culo.
No puedo reprimir mi risa porque me está convenciendo, no es que haya
puesto mucha resistencia.
—Tengo que pensar en esto… sin ti molestándome, acosándome como un
niño pequeño. —Porque sé que está jugando en este momento, y estaré maldita si
no es una jugada muy brillante.
Su risa llena la habitación, y sé que sabe que me tiene.
—Nos vemos aquí mañana después del trabajo. Como a las siete. Podemos
hablar entonces.
—Trato. —Su sonrisa está de vuelta y tan deslumbrante como siempre.
Y cuando se gira para salir por la puerta, odio que cada parte de mí se sienta
aliviada de tener una excusa para volver a verlo. Si estoy de acuerdo con su plan o
no, al menos sé que estará aquí mañana. Pasé la última semana evitándolo, y nunca
lo admitiría en voz alta, pero lo extrañaba.
Amigos con beneficios.
Mmmm.
Qué manera de no bajar la guardia, Reeves.
173
Veintinueve
Paso.
Ahí está de nuevo.
Paso.
Clavo mis dedos en mi conejito de peluche.
Paso. El tintineo del collar de Rex.
No hagas ni un sonido.
Paso.
No te muevas
Paso.
Me duele la barriga. Quiero vomitar.
Paso. 174
Mamá. Ven a casa. Por favor.
Paso.
Puedo escucharlo respirar. Sé que si abro los ojos, estará parado allí con su
hombro contra la pared, mirándome. Esperando.
Aprieto los ojos aún más fuerte.
Por favor, Dios. Si haces que se vaya, prometo ser una buena chica de ahora en
adelante.
Paso.
Prometo no tomar los M&M escondidos en la parte posterior de la despensa.
Paso.
Juro que no responderé y haré mi cama todos los días.
Paso.
Por favor, por favor, Dios. Lo digo en serio esta vez.
La cama se hunde debajo de mí. Su aliento golpea mi rostro. El frío metal roza
mi brazo.
Sé lo que viene después.
—Emmy.
Quiero vomitar.
Mueve mi cabello de mi rostro.
—Emmy.
Pasa su mano sobre mi hombro. Bajo mi brazo.
Las sábanas se mojan cuando me orino.
—Emmy. —Más enojado. Furioso. Decepcionado.
He sido una niña mala.
Sé lo que viene después…
176
Treinta
12 En el original “ride” que significa “viaje”, “montar” y “cabalgar” como posición sexual.
Treinta y Uno
—No tienes por qué hacer esto —dice Grant mientras baja por la calle que
conozco de memoria tan bien, pero me ha faltado el coraje para atreverme a
regresar desde que volví a Sunnyville.
No estoy ignorando el hecho que ha tomado el camino largo a través del
vecindario. Sin embargo, estoy silenciosamente aliviada de no tener que lidiar con
ver mi vieja casa por primera vez desde que me fui hace veinte años.
Me arriesgo a dar un vistazo hacia él, con la ansiedad que sé, está visible en
mis ojos, escondida por mis gafas de sol.
—Lo sé.
No lo sé.
Necesitando calmar los nervios que se agitan dentro de mí, deslizo mis
manos temblorosas entre mis muslos y junto mis piernas apretándolas.
185
Señalando el pánico que siento.
—Mi mamá va a estar emocionada de tener a una mujer que equilibre toda la
testosterona esta noche —dice y se acerca para apretar la parte superior de mi
muslo. Sin embargo, no quita la mano. Aprecio la silenciosa muestra de apoyo y
me pregunto si tiene alguna idea del alboroto de emociones que claman dentro de
mí.
—Será bueno verla —murmuro, con mis ojos fijos en las casas por las que
pasamos.
La casa de Sally Glendale está todavía allí y todavía es de ese horrible color
verde que solíamos decir que lucía como vómito. Luego está la casa de Adam
Beecham que me recuerda las horas que pasamos sobre la caja verde del
transformador jugando UNO hasta que se encendían los postes de luz y era hora
de ir a casa.
Todo luce igual, pero tan diferente a mis recuerdos. Apostaría que todos se
han mudado, avanzado y olvidado a la pequeña niña, Emmy Reeves, de dos calles
más abajo a la cual le había sucedido algo impensable.
¿Sus padres habrían chismeado sobre mí por un buen tiempo después que me
fui? ¿Se habrán preguntado si estaba diciendo la verdad, o solo pensarían que
estaba haciendo esas cosas para llamar la atención de mi madre adicta al trabajo
como suelen hacer los niños? ¿O no pensaban en mí en absoluto porque era
demasiado desagradable y podría arruinar la sensación idílica de su seguro
vecindario?
Mis palmas se hacen más pegajosas mientras el carro desacelera. Mi corazón
late más rápido.
¿Por qué estuve de acuerdo en venir?
Porque sé que todas estas personas se olvidaron de mí hace mucho tiempo.
Apostaría que si le preguntara a alguien si recuerdan a la niña Reeves,
probablemente recordarían que su nombre era Emily o Emma y tienen que pensar
bastante sobre por qué el nombre les suena familiar.
Quizás estuve de acuerdo en venir porque después de la pesadilla de anoche,
no quiero estar sola esta noche. Estoy tan exhausta que tengo miedo que otros
sueños vengan cuando finalmente deje a mi inconsciente descansar.
—¿Emerson?
Le doy una mirada rápida a Grant, solo para notar que ya estábamos
estacionados en la acera enfrente de la casa que recordaba con más cariño que la
mía, la casa de los Malone. 186
Mi sonrisa esconde mis nervios mientras contemplo el exterior. Es justo como
recuerdo que es, pero la pintura es más reciente y las flores más brillantes. Hay esa
atención al detalle de una mujer en las coloridas macetas puestas cuidadosamente
sobre la escalera de la entrada, y puedo escuchar las campanillas de viento
tintinear con la brisa cuando Grant abre la puerta de la camioneta.
Con una respiración profunda para darme valor, salgo, pero la duda me
destroza con cada paso que doy sobre el camino de entrada. Tan segura como
estoy que la mayoría de Sunnyville no recuerda a Emmy Reeves con sus coletas y
pecas, estoy segura que la familia Malone sí lo hace.
Pasé años yendo a psicólogos, y cada uno de ellos tenía la misma mirada
cuando me hablaban. Lástima. Todos pensaron que estaba rota y era irreparable.
Tan pronto como convencí a mi madre que ya no tenía que ir a ningún lugar, me
prometí que nunca nadie sabría de mi pasado para no tener que volver a ver esa
mirada.
Ahora, por primera vez desde que hice esa promesa, estoy entrando
voluntariamente a una habitación, sabiendo muy bien que podría volver a recibir
esa mirada.
Grand debe sentir que estoy cerca de perder el coraje porque estira su mano
hacia la mía y enlaza nuestros dedos, apretándolos en un consuelo silencioso. No
habla. Ni siquiera me mira. Solo me lleva hasta el último escalón como si este fuera
un día cualquiera para mí.
—¿Hola? —grita mientras abre la puerta, pero su voz es ahogada por una
cacofonía de sonidos. Un fuerte ladrido de barítono hace eco en la casa, junto con el
chillido de un niño en lo que parece una guerra de cosquillas. La risa resuena en
las paredes y los débiles acordes de la música que se reproduce en el patio trasero
compiten con el sonido de una carrera de la IndyCar en un televisor que nadie
parece estar viendo.
No solo es un caos completo, sino que es exactamente como lo recordaba.
Sigo a Grant a través de la sala para invitados y me detengo cuando veo a
Betsy Malone. Está de espaldas a mí, y está cortando verduras en el mostrador del
que solía robar galletas. Su cabello puede estar más corto ahora, pero todo lo
demás acerca de ella parece exactamente igual.
—Mamá —dice Grant.
—Ya era hora que aparecieras —dice, pero cuando mira hacia mí y me ve de 187
pie en su cocina, sus labios se relajan—. Emmy Reeves. Bueno, es un placer verte.
—Se limpia las manos en un paño de cocina y se acerca hacia mí ya que estoy
congelada en mi puesto—. Grant dijo que eras hermosa, pero deja que un hombre
subestime lo obvio. Dios mío. Ven aquí y déjame abrazarte.
Justo así, Betsy tiene sus brazos a mi alrededor y me aprieta tan fuerte que
apenas puedo respirar, pero está bien porque si respiro las amenazantes lágrimas
van a derramarse. No quiero que se derramen. No aquí. No ahora. Tal vez más
tarde, pero no ahora.
Su mano aplana la parte de atrás mi cabello como si aún fuera una niña, y yo
solo cierro los ojos y me sumerjo en la sensación. Es como si hubiera retrocedido en
el tiempo. La familiaridad de su voz y la sensación de sus brazos que
proporcionaron más consuelo del que ella jamás hubiera podido imaginar. Sé que
fui estúpida por preocuparme por venir aquí.
Betsy Malone fue mi segunda madre.
Esto es lo más cercano que he sentido como un hogar desde mucho antes que
tuviera, de hecho, un hogar al que regresar.
—Déjame mirarte —dice, apretándome una vez más antes de dar un paso
atrás y extender mis brazos. Cuando se encuentra con mis ojos, hay lágrimas
deslizándose de los suyos, y disfruto saber que no soy la única que se siente
abrumada por estar aquí nuevamente.
—Hola. —Mi voz se rompe con una sola palabra, y eso hace que ella sonría y
me jale para más que un abrazo rápido.
—¿Vino? —Puntúa la palabra con un asentimiento decisivo, muy
probablemente para evitar que me sienta incómoda—. El vino es definitivamente
lo que estas dos mujeres necesitamos para combatir a los cinco seres con
testosterona que manejan la barbacoa.
Y como si hubiera sido una señal, hay un destello de pelo seguido de un
chillido de deleite persiguiéndolo. Un niño pequeño con cabello rubio arenoso y
suciedad manchada en su mejilla se acerca a través de la cocina antes de detenerse
y entrecerrar los ojos hacia mí.
Se parece al Grant que recuerdo.
El pensamiento me hace retroceder cuando lo miro fijamente más de lo
debido.
—¿Quién es ella? —le pregunta a Betsy.
—Es la amiga del tío Grant, Emerson. 188
—Genial —dice mientras levanta un pie para continuar su loca carrera por la
casa.
—Luke —le advierte ella, haciendo que se detenga y provocando que Grant
se ría.
Con un suspiro de resignación como si estuviera arruinando su diversión, se
vuelve hacia mí.
—Hola, mi nombre es Luke Malone, un placer conocerte —dice con voz
monótona y extiende su mano. Es absolutamente adorable, y tengo la sensación
que también es un poco travieso. El chico tiene escrito Malone por todas partes, lo
que me hace quererlo por eso y no a pesar de ello.
—Encantada de conocerte, Luke. ¿Es ese tu perro? —Le doy un apretón de
manos.
—No. Es el de Poppy. Él es grande, baboso y agradable. Su nombre es Moose
y ahora mismo, tiene una de mis cartas de Pokémon en la boca, y es Pikachu, una
realmente buena, así que necesito recuperarla antes que se la coma.
Antes que pueda decir una palabra más, se aleja de la cocina como si sus
pantalones estuvieran en llamas, dejándome con la copa de vino blanco que Betsy
me está ofreciendo y a Grant ansioso por presentarme apropiadamente al resto de
la gente.
—¿Ves? Justo por eso —dice Grant con una carcajada—, es por lo que
ninguno de ustedes dos, idiotas bastardos, tiene una novia.
—Esto viene de la autoridad sobre mujeres —dice Grayson poniendo los ojos
en blanco.
Me duelen las mejillas de tanto sonreír, lo que me dice que fue la decisión
correcta venir aquí con Grant. Había estado en contra de mi buen juicio, pero
obviamente, estaba equivocada.
Luke yace de espaldas sobre la hierba, a unos seis metros de nosotros, con
Moose acurrucado junto a él y haciendo ver más pequeño al niño de cinco años. El
pequeño parece estar hablando solo mientras inventa historias sobre extraterrestres
en las estrellas que están sobre él. Sonrío al pensar en cuántas aventuras tuve en
este patio trasero. Es el único lugar donde tengo recuerdos cien por ciento
189
positivos, y eso no es fácil de encontrar.
—¿Cómo vas con la preparación para la prueba? —le pregunta Betsy a Grant,
aparentemente ajena a las breves miradas entre él y su padre.
—Bien. Estoy tan preparado como puedo, pero ya sabes cómo es, siempre hay
política involucrada —responde.
—Solo recuerda, a veces el camino correcto no es el más fácil —murmura el
jefe Malone, despertando mi interés.
—Una vez que eres un imbécil, siempre serás un imbécil —interviene
Grayson, y tengo la sensación que todos están hablando de alguien en particular,
simplemente no tengo idea de quién. Aún más peculiar es la falta de reprimenda
de Betsy por el comentario de Grayson, ya que, en el transcurso de la cena, la
mayoría de las maldiciones se encontraron con su reprimenda.
Nadie puede decir que esta familia no se cuida la espalda.
—Tengo palabras más fuertes que eso…
—Pero hay una dama presente —interrumpe Betsy y le da a Grant una
mirada de advertencia.
—Sí, señora. —Grant hace una demostración de verse debidamente
reprendido, lo que hace que sus hermanos se burlen.
—La competencia es saludable cuando se trata de un ascenso —dice en el más
maternal de los tonos—, incluso si esa competencia es con un egoísta imbécil.
Los ojos de todos se abren cuando se miran uno al otro para asegurarse que
su madre realmente acaba de decir eso antes de estallar en risas por su inesperado
comentario.
—Hay una dama presente —la imita Grant.
—Sí, bueno, estoy segura que Emmy ha escuchado esos términos antes, ¿no
es así, querida? —Acaricia mi mano y sonríe.
—Entonces, Emerson —dice el jefe Malone—. Grant me dice que estás
comprando Blue Skies en el aeródromo de Miner.
—Lo estoy intentando —digo—. Después de viajar por tanto tiempo,
finalmente es hora de echar raíces. Ha sido un cambio permanecer en un lugar
durante tanto tiempo, pero es un buen cambio. Blue Skies ha sido descuidado por
mucho tiempo, así que estoy disfrutando traerlo de vuelta a la vida. Ahora
simplemente no puedo esperar para hacerlo mío. Estoy cruzando los dedos de las
manos y los pies para conseguir la aprobación del préstamo.
190
—Siempre estuviste lista para enfrentarte a un desafío —dice Betsy mientras
pone otro pedazo de pastel de chocolate en mi plato sin que tenga que pedirlo—.
Come. Siempre te han gustado los postres… ¿pero saltar de aviones? ¿De verdad?
Hay algo en la forma en que ella hace referencia a cómo solía ser, con tanta
indiferencia, que hace que resuene en mis oídos. Cuando Grant mencionó la
misma cosa con Desi, me inquietó. Él estaba revelando una pequeña parte de mi
pasado a personas que no estaban familiarizadas con él. Pero esto, Betsy
trayéndolo a colación en el lugar que era mi refugio seguro, se siente diferente. Es
casi reconfortante saber que existía para alguien cuando era una niña y que me
recuerdan. Moverse por capricho y vivir como una nómada, a menudo no te
proporciona esa sensación.
—Emerson está suscrita a la teoría que vivir prudentemente es peligroso —
interviene Grant mientras golpea su rodilla contra la mía debajo de la mesa.
—Bueno, si estás con ese imbécil —Grady hace un gesto hacia Grant—,
entonces definitivamente te gusta vivir peligrosamente. No es conocido por
quedarse más tiempo que para un rápido…
—Grady Malone —advierte Betsy en ese tono que hace sonreír a mis labios—.
Sabes que no debes hablar así cuando alguien trae a un invitado. Tu padre y yo no
hemos criado barbaros maleducados.
—Lo siento, mamá —dice sin sinceridad antes de mirarme—. ¿Ves? Nada ha
cambiado. Todavía peleamos constantemente como lo hacíamos cuando éramos
niños. Simplemente somos mayores y los insultos son más brutales.
Esa es la primera vez que nuestro pasado colectivo se pone al descubierto,
causando un silencio incómodo. Por suerte, he tenido suficiente vino como para
que la mención no me sorprenda como podría haberlo hecho si estuviera
completamente sobria.
—¿Es triste que recuerde eso? Los nombres con que solían llamarse entre sí y
como cuando su madre los llamaba por su nombre completo, significaba que
realmente estaban en problemas —le digo para tratar de aliviar la tensión tácita—.
Siendo hija única, nunca tuve que lidiar con eso. La otra cara era que tampoco
podía culpar a alguien más porque mi madre siempre sabía si yo tenía la culpa.
—¿Cómo está tu madre, Emerson? —pregunta el jefe, y Grant se pone tenso a
mi lado. 191
—Falleció hace unos años.
—Oh, Emmy —dice el jefe—. No tenía ni idea. Si mi hijo mayor hubiera
tenido buenos modales y me lo hubiera dicho, habríamos sabido que no tenía que
preguntar. Lo siento mucho.
—Está bien. Estuvo enferma durante mucho tiempo, y ahora su sufrimiento
ha terminado.
—¿Qué te hizo decidir volver a Sunnyville? —continúa.
—Blue Skies.
Y posiblemente tu hijo.
El pensamiento me hace levantar mi tenedor y cavar en el segundo trozo de
pastel para borrar el pensamiento sorprendente de mi mente.
Pero es verdad. Siempre supe que si regresaba me encontraría con Grant
Malone con el tiempo.
¿No había querido?
¿No había mirado siempre en cada multitud, en caso que viera su rostro?
—Bueno, cualquiera que sea la razón, me alegra que podamos verte de nuevo
—dice Betsy, interrumpiendo la repentina calma en la conversación y dándome
una palmadita en la mano—. Es como tener a mi hija de vuelta.
Esas simples palabras son como la resina que se vierte en las grietas de mi
corazón. Un escudo protector para protegerse de lo que se avecina.
Hay un crujido de un radio de policía, y sonrío al ver cómo todos guardan
silencio mientras se transmiten los códigos por la radio. Sus cuerpos en calma,
todas las cabezas en el mismo ángulo, de la misma manera que reflejan que están
relacionados. Cada uno tan similar, pero tan diferente.
—Están siendo groseros, caballeros —dice Betsy y me mira a los ojos—. Es un
trabajo de tiempo completo mantener a los hombres Malone en línea y lejos del
trabajo cuando están fuera de servicio.
—Qué vergüenza por nuestra parte salvar vidas —responde Grady y nos
hace reír a todos.
—Siempre el payaso de la clase —murmura Betsy en broma mientras se
levanta con el plato en la mano.
—¿Puedo ayudarte a limpiar, mamá? —pregunta Grant mientras mueve su
silla hacia atrás—. Emerson y yo necesitamos regresar. 192
—Pensé que estabas libre mañana —dice Grayson.
—Lo estoy, pero sorprendí con esto a Emerson sin preguntar, así que estoy
seguro que tiene otras cosas más urgentes que necesita hacer.
Cada parte de mí quiere rechazar lo que está diciendo. No importa lo mucho
que no quisiera venir aquí, porque ahora no quiero irme.
Hay un sentimiento aquí que he extrañado por mucho tiempo.
Un sentimiento que ansiaba en mi infancia, que esta casa, esta familia, me
proporcionaba.
Seguridad.
Eso no es algo fácil de encontrar para las personas normales en este mundo, y
mucho menos para las personas con un pasado como el mío. A menudo es fugaz y
habitualmente falso.
Es aquí y ahora que lo he encontrado, y encuentro que tengo miedo de
perderlo.
Treinta y Tres
199
Treinta y Cuatro
215
Treinta y Siete
Yo: Me disculpo por no haber llamado esta semana, pero llamar me lleva a
pensar en ti y pensar en ti lleva a tus tetas y esas son una gran distracción
cuando no podía permitirme una distracción esta semana. ¿Pero adivina qué?
Acabo de terminar mi examen. Ahora, puedo estar distraído. ¿Quieres que nos
veamos y distraerme?
218
Treinta y Ocho
224
—Bueno, señor Malone, nadie puede decir que no sabes cómo conquistar a
una chica cuando la llevas a una cita. —Doy un mordisco a lo que queda de mis
papas fritas mientras me empujo contra la arena, haciendo mi columpio mecerse
suavemente hacia adelante y hacia atrás como el suyo.
Me mira, con las cejas estrechándose mientras termina su propio bocado de
hamburguesa.
—Comida para llevar y el parque no es donde normalmente llevo a una dama
a una cita. —Mi espalda está levantada de inmediato, ofendida por su respuesta.
Se da cuenta, también—. Son tus reglas, Emerson.
Esas palabras me sacan de la bruma de mi genio creciente. Yo y mi maldita
regla de no tener citas. No puedo estar enojada con el hombre por escucharme o
por presionarme para darme cuenta de lo tontas que son las reglas.
227
Cuarenta
235
Cuarenta y Uno
241
Cuarenta y Tres
—La cagué.
—Dime algo que no sepa —dice Grady mientras retira su atención del juego
de fútbol de pretemporada el tiempo suficiente para echarme un vistazo en la
cocina.
—No. En serio. —Miro mi teléfono por lo que se siente como la centésima vez
y debato llamar a Emerson de nuevo. Su último mensaje, el de hace tres días, me
dice que está súper ocupada con una clase de salto de una semana, todavía no se
siente bien conmigo. No le pedí que hiciera nada. Ni siquiera le envié un mensaje
de texto. Así que enviar un mensaje aleatorio para explicar por qué no puede
verme por unos días se siente mal.
Especialmente después de cómo me pidió que la llevaran a casa desde mi
lugar para reflexionar y luego corrió escaleras arriba, diciendo que tenía dolor de
estómago. Me quedé mirando fijamente la puerta cerrada de su apartamento y mi 242
disculpa se perdió en la noche a mi alrededor.
Algo está definitivamente mal. Tal vez ella solo necesita algo de espacio.
Joder si lo sé.
—¿Oye, Romeo? ¿Vas a terminar tu oración o estás interrumpiendo mi cita
con los 49ers por una razón?
—¿Estás en mi casa bebiendo mi cerveza, viendo mi televisión y comiendo mi
pizza? —le pregunto y asiente—. Entonces cierra la boca porque parezco ser el
único que paga la factura de tu noche romántica.
—Bueno, entonces ve al punto y deja de quedarte parado como si alguien
hubiera meado tu cereal. ¿Qué pasa?
—No lo sé. —Tomo un sorbo de mi cerveza mientras cruzo la distancia y me
siento frente a él, mi vista es el patio trasero mientras que la suya es del juego—.
Mira esos archivos, ¿quieres? —digo, señalando a la pila de archivos de casos sin
resolver en los que estoy trabajando que están puestos en el extremo opuesto del
sofá como él.
—¿Cómo puedo verlos cuando están revueltos en todas partes? En el sofá.
Cayéndose del sofá. En el piso. En la mesa de café. En el escritorio. Quiero decir,
Jesús, ¿también te los llevas al baño?
—Te burlas, pero cuando te sientes afuera en mi nuevo patio con una
barbacoa y un televisor de pantalla plana incorporados, me lo agradecerás.
—¿Ver esta mierda todos los días nunca te afecta? ¿No necesitas un descanso
de eso?
—A veces. —Suspiro—. Recientemente, gran parte del tiempo.
Para ser tan idiota, es inteligente.
—Algo está pasando con ella. Me está excluyendo.
—También excluiría tu feo trasero. —Le golpeo con el pie para bajar sus pies
de mi mesa, más para antagonizarlo que por cualquier otra razón—. Pero teniendo
en cuenta que simplemente cambiaste de tema y me dejaste en la oscuridad,
¿debería asumir que estamos hablando de Emerson, otra vez?
—Lo digo en serio.
—Aparentemente así es —dice mientras sonríe.
—¿Que se supone que significa eso?
—Esta cosa con Emerson. Se supone que son amigos con derechos, ¿verdad?
Bueno, ese era el plan de todos modos. O te estás poniéndote demasiado serio con
243
ella o ella lo está haciendo porque esto es mucho más complicado que tus
aventuras de una noche… entonces, ¿qué es?
—Nada ha cambiado. —Pero sí lo hizo—. Ella no ha cambiado. —Pero lo hizo—.
No hemos cambiado. —Pero lo hicimos—. Solo estamos follando. —Pero se siente
mucho más que eso.
—Sí, sigue pensando que eso es todo lo que hay, y comenzaré a apostar
dinero en los 49ers para ganar el Super Bowl con este equipo de mierda que tienen
este año.
El juego continúa, Grady gime con cada jugada, y hay muchas, mientras miro
por las ventanas al patio y veo cómo el cielo cambia de color cuando el sol se pone.
Se supone que debo estar relajándome y preparándome para mi próxima
entrevista, pero todo lo que puedo pensar es en Emerson. ¿La presioné demasiado
y me puse demasiado personal cuando está tan obviamente acostumbrada a huir?
—¿Hola, Grant?
—Sí —digo distraídamente.
—Creo que me voy a ir.
—¿Qué? —Lo miro, confundido en cuanto a por qué se va en el medio tiempo
cuando sé que el cable está malo en su casa—. ¿Qué hay del segundo tiempo?
—Tengo una mierda que hacer. —Estrecho mis ojos hacia él al mismo tiempo
que levanta su barbilla hacia la puerta principal.
Me doy la vuelta y encuentro a Emerson parada al otro lado de la pantalla de
la puerta. Su rostro no tiene expresión y su cabello está recogido hacia atrás, pero
son sus ojos los que están sombríos y tristes.
—¿Em? ¿Estás bien? —Estoy de pie cuando Grady abre la pantalla y le da un
suave saludo antes de correr por el camino hacia su auto—. ¿Emerson?
—Lo siento. No debería haber… simplemente no quería estar sola. —Su voz
es apenas audible.
—No. Por favor. Entra. —Tengo mi brazo alrededor de sus hombros y la guío
dentro de la casa. Parece tan frágil cuando nunca pensé que fuera más que lo
contrario. Nos movemos al sofá y se sienta a mi lado como si estuviera en piloto
automático. La preocupación atraviesa cada parte de mí.
En unos segundos, tengo el televisor apagado y el radio de la policía en la
mesa junto a mí silenciado. La abrumadora necesidad de abrazarla, tocarla, calmar
esa mirada de sus ojos es demasiado, por lo que la atraigo hacia mí, su cabeza
contra mi pecho, y la envuelvo con mis brazos.
244
—¿Qué está pasando, Em?
—Mi cabeza está jodida —dice.
—Todos tenemos las cabezas jodidas —murmuro, mis labios contra la parte
superior de su cabello, mis dedos frotando arriba y abajo de sus brazos. Es solo
cuando sisea que me doy cuenta que las yemas de mis dedos han pasado por la
cresta de las cicatrices, lo que me hace alejar mi mano con culpa por haberla
herido.
—No como la mía —dice finalmente.
—¿Quieres hablar de eso?
Su risa es abatida.
—¿Sabes cuántas veces en mi vida me han hecho esa pregunta? Terapeuta
tras terapeuta, hasta que me cansé de que me desarmaran y lo dejé.
—Puedo imaginarlo —digo, pero sé que no tengo absolutamente ninguna
puta pista por lo que ella ha pasado—. ¿Pasó algo hoy?
—¿Hoy? No. ¿La otra noche? Sí. —Deja escapar un profundo suspiro. Su
vulnerabilidad es transparente e inquietante ya que nunca he visto este lado de
ella—. No puedo dejar de pensar en Keely. No puedo dejar de obsesionarme sobre
si su papá le está haciendo lo que el mío me hizo a mí. No puedo dejar de
preguntarme qué otras cosas horribles le ha hecho a su madre de las que ella ha
sido testigo. Me está arruinando, Grant, y es muy difícil para mí admitirlo.
—Shh. Shh. Shh —digo, la culpa apaleándome por ser el único en traer todo
esto sobre ella. Esto es mi culpa. La niña que veo como ella, ella también lo hace, y
no hay nada que pueda hacer para asegurarle que Keely estará bien. Así que, solo
la sostengo un poco más fuerte y presiono mis labios en la parte superior de su
cabeza mientras ambos procesamos el giro de los eventos.
Que me necesite, y mi deseo porque me necesite.
—Voy a hacer todo lo que está a mi alcance para salvarla, Em, pero sin que su
madre presente cargos o que la niña admita algo, no tengo ningún derecho legal.
Mis manos están atadas.
—Y por eso le hablabas de las rocas.
Mi mano se detiene en medio de su espalda. Esta es la primera vez que
reacciona ante cualquier mención de las rocas. Por un tiempo, pensé que tal vez era
un recuerdo falso que había creado para lidiar con su partida, aunque sé que era
real. 245
—¿Qué quieres decir? —pregunto.
—Las rocas. Estabas arrodillado, hablando con ella, recogiendo rocas que no
podía ver, pero que sabía que estaban pintadas.
—Ajá.
—No lo recordaba, Grant. No recordé las rocas hasta que tuve un sueño con
ellas la otra noche. —Puedo sentir la confusión histérica en su voz a pesar de lo
silenciosa que es—. Las mencionaste un par de veces, y solo pensé… no sé lo que
pensé, pero simplemente lo dejé pasar porque no tenía sentido. Entonces te vi con
Keely y esa noche soñé con las rocas. Con nuestras rocas. Las rocas zombies. Y las
que me dejabas allí para que las encontrara cuando saliera para escapar de mi casa
y… —Suelta un enorme y agudo sollozo en un sonido, sus dedos se agarran a la
tela de mi camiseta, y su cuerpo tiembla mientras lucha con cada parte de ella para
evitar romperse.
—No estés triste. Es un buen recuerdo. Era la única forma en que sabía cómo
hacerte saber que estaba allí para ti. Parece cursi ahora, pero teníamos ocho años.
—No es cursi —murmuro—. Esperaba con ansias ver si había una nueva cada
día.
—No sabía lo que estaba pasando dentro de tu casa, Em, pero sabía que te
ponía triste. —Alisé mi mano sobre la parte posterior de su cabello y tiré de ella
más fuerte contra mí, odiándome por hacerle esto—. Lamento haberte llevado. No
era mi intención molestarte.
—No lo entiendes. —Se aleja, sus ojos rojos, pero ninguna lágrima ha caído.
—Entonces hazme entender. —La confusión en su expresión me mata. La
vulnerabilidad en ella aún más.
—Si no lo recuerdo, entonces ¿qué más no recuerdo?
—Eran rocas, Em. Eso es todo. Estoy seguro que hay un millón de cosas que
recuerdas de lo que hicimos o de dónde jugamos que yo no. No es gran cosa.
—No, no es así, estás aquí y no puedo detenerlos —dice, nerviosa y
visiblemente ansiosa.
—¿No puedes detener qué?
—Nada. No importa. —La primera lágrima finalmente se desliza mientras se
pasa una mano por el cabello y el caos de sus emociones la golpea.
Solo la miro como un ciervo atrapado en los faros de un auto. Puedo manejar
a las víctimas histéricas, puedo manejar a los sospechosos locos, pero me dan los 246
grandes ojos verdes de Emerson llenos de lágrimas y me suplican que le dé
respuestas que no puedo darle, y soy un tipo jodido de tantas maneras que no
puedo contarlas.
—Háblame.
—Estoy tan confundida —dice—. Eres tú.
—¿Yo? —¿Qué hice?
—No. Eso no es lo que quiero decir. —Cierra los ojos con fuerza por un
momento y niega—. Solo… no quiero saber nada más.
—¿De qué estás hablando?
Deja escapar un suspiro que se atora cuando me estiro, necesitando tocarla, y
uso mi pulgar para limpiar una lágrima de su mejilla. El simple toque no está lo
suficientemente cerca, la conexión no es lo suficientemente fuerte, así que me
inclino hacia delante y rozo mis labios contra los suyos, mi mano en la parte
posterior de su cuello, nuestras frentes tocándose.
Me quedo así por unos momentos, atrapado entre el empuje y el tirón de
necesitar que ella se quede y no querer que vuelva a sentir dolor. Aplastado por la
comprensión que, de alguna manera, soy el que causa la discordia en su vida.
—No confío en mí, Grant. No confío en mi memoria. No confío en que lo que
pensé que sucedió realmente sucedió…
—No lo inventaste, Em —le digo, odiando la derrota reflejada en todo lo
relacionado con ella: ojos, postura, tono. No entiendo por qué está tan molesta por
esto—. Eran rocas tontas.
—No son solo las rocas. Es todo lo demás. —La desesperación en la forma en
que dice las palabras retuerce mi corazón.
Daría cualquier cosa por aliviar su dolor, y por un breve momento, considero
decirle que tengo pruebas de que ocurrió su abuso. Que tengo la evidencia para
borrar la duda de su mente. Tal vez si tuviera la opción de conocer los detalles,
sería útil para ella y hacer que se sintiera más en control.
Mis ojos brillan sobre la mesa apilada con carpetas de archivos azules y
verdes y saber que los de ella están en algún lugar allí. Todavía tengo que abrirlo,
pero sé que contiene la historia detallada de su abuso.
Y tan pronto como tengo el pensamiento, rechazo la idea horrible.
—Todavía no confío en mí —susurra, el calor de sus palabras calentando mis
labios.
247
—Confío en ti —le digo, luchando por cualquier cosa para quitar el dolor de
su voz. Estoy lejos de estar calificado para darle las respuestas que necesita, pero
demonios, pasaría por el maldito fuego si eso significara que podría hacer lo
correcto con ella… sea lo que sea correcto.
—No es lo mismo.
—La gente confía en ti con sus vidas todos los días. Todos los días, saltan de
los aviones y ponen sus vidas en tus manos, confiando en que los llevarás a tierra
de forma segura. ¿Cómo puedes decir que no confían en ti?
—Confían en el nombre del edificio. Confían en los certificados que recubren
el muro. Confían en la reputación que ha existido durante cincuenta años. No
saben nada sobre la mujer que está detrás del escritorio con el traje de vuelo.
Se ve perdida, los ojos salvajes, el lenguaje corporal ilegible además de
cualquier otra cosa que no sea dispersa, y odio verla así.
—Va a estar bien, Em. Lo resolveremos. Todo irá bien.
Se levanta del sofá, agitada e inquieta.
—No va a estar bien, Grant. Nunca estará bien, y nunca desaparecerá. Jodido
infierno, he pasado doce años sin hacer esto, y ahora tengo que hacerlo y ¿qué dice
eso de mí? ¿Que ya no soy fuerte? ¿Que ya no estoy enfrentando las cosas? ¿Que
estoy tan jodida como todo el mundo esperaría que lo estuviera? —grita
dejándome completamente perdido con respecto a lo que se está refiriendo.
—¿Doce años?
—¡Esto! —grita estirando sus brazos hacia afuera para que las enojadas
marcas rojas en el interior de su brazo derecho sean visibles—. Esto, Grant. Pasé
años cortándome para lidiar con esto. Años haciéndome daño porque el dolor que
me causaba eclipsó el dolor que él me causó. Me hizo sentir en control de algo. Fui
la responsable. Era quien sabía que lo feo en el exterior coincidía con lo feo en el
interior. —Su voz se rompe de nuevo, rompiendo mi corazón junto con eso.
Estoy fuera de mi asiento en un instante y a su lado.
—Em. —Ni siquiera reconozco el dolor en mi propia voz.
—Una vez me preguntaste cómo lo superé. Esto, Grant. Así fue como lo hice.
—Emerson. —Dios mío. ¿Cómo no vi esto? Espero que pelee cuando la rodeo
con mis brazos, asumo que se resistirá, pero no lo hace. Sus brazos están alrededor
de mi cintura, y su cabeza está enterrada en mi pecho mientras nos aferramos el
uno al otro y soportamos el torrente de emociones que se está librando dentro de
248
los dos—. Emerson —digo su nombre de nuevo, necesito ver sus ojos, saber que
está bien, tal vez saber que también voy a estar bien al saber esto. Joder si lo sé.
Inclina la barbilla y me mira con los ojos enrojecidos llenos de vergüenza y tristeza
antes de inclinarse hacia adelante y presionar sus labios contra los míos. Es lo
último que espero, pero el beso es lento y vacilante, una mujer que intenta abrirse
paso a través del poder de la tormenta que gira a su alrededor.
La beso. Suave y tiernamente. Dándole todo lo que necesite de mí y
prometiéndome que haré todo lo que esté a mi alcance para ayudarla.
La sal de sus lágrimas está en nuestros labios.
Su desesperada necesidad de perderse es palpable.
Definitivamente hay placer en nuestro beso, pero también hay mucho más.
Su bienestar. Mi sanidad. Nuestra creencia que podemos ver nuestro camino hacia
el otro lado de esto.
Mi normalmente segura Emerson es cualquier cosa menos eso. Es tímida,
vacilante. Es posible que haya iniciado esto, pero sé que es porque está tratando de
perderse en el aspecto físico como ahora veo que siempre lo ha hecho. Está
tratando de olvidar lo feo en ella.
Y eso me mata.
Para un hombre que se enorgullece de poder manejar todas las situaciones,
femeninas o no, no sé qué hacer.
Dios sí, la quiero. Especialmente cuando raspa sus uñas contra mis
abdominales debajo de mi camisa antes de levantarla sobre mi cabeza. El sabor en
su lengua. El olor de su piel. El conocimiento de lo bien que se siente cuando me
entierro en ella. Todos chocan, compitiendo por mi enfoque.
Y, por lo general, puedo ser de los que van directo al grano cuando se trata de
sexo, pero algo me impide arrancarle la ropa y darle el placer que desea.
Si hago eso, le daré exactamente lo que necesita para huir de mí otra vez. Le
estaría dando las herramientas para que se cierre, cuando lo que realmente necesita
es saber lo que veo cuando la miro.
Necesita ver la belleza en su fealdad.
Los pensamientos están nublados por la lujuria, perdidos en su bruma, pero
cuando alcanza los botones de mis pantalones, agarro con mis dedos sus muñecas.
—Em —digo, mi aliento sale en jadeos mientras mi polla me ruega que deje
que sus manos la acaricien. 249
—No. —Lucha contra mi agarre, y solo mantengo mis manos esposadas sobre
sus muñecas mientras la llevo a mi habitación—. Yo no… solo por favor…
necesito… —murmura entre besos, sus labios se encuentran con los míos una y
otra vez, cada vez más urgente que la anterior.
La empujo de vuelta a la cama, sus piernas de un kilómetro de largo mueven
su cuerpo más cerca de la cabecera mientras me arrastro sobre ella. Me mira con
ojos tan intensos que me roban el razonamiento. Mis palabras. Mi aliento.
Su labio tiembla.
Sus ojos se llenan de lágrimas de nuevo.
Cuando me agacho y levanto sus brazos para que descansen junto a su
cabeza, con las palmas hacia arriba, su respiración se atora. Con mis ojos fijos en
los de ella, bajo mis labios muy lentamente y los presiono suavemente contra la
marca roja fresca y en carne viva en el interior de su bíceps. Se congela, y sé que
está tomándole todo lo que tiene no apartar su brazo de mí. Sé que si lo intenta, la
dejaré. Pero si no lo hace, entonces sé que confía en mí, aunque sea solo un
poquito, y un poquito es suficiente por ahora.
Mientras espero su decisión, puedo ver la vergüenza en sus ojos, la
incomodidad porque lo sepa, la lucha por dejarme entrar. Su inhalación es
inestable, pero no se mueve.
Pone su confianza en mí.
Trazo una fila de besos a través de las cicatrices en su brazo derecho, mi
corazón se rompe y mi genio se dispara mientras mis labios rozan sobre las crestas
que marcan su dolor. Hay tantas, y todo lo que puedo pensar es en cuántas veces
ha sentido la necesidad de cortarse para hacer frente a lo que ese maldito bastardo
le hizo.
¿Cuánto sufría que necesitaba marcarse? ¿Permanentemente cicatrizarse a sí
misma para lidiar con todo? Con mis labios contra su piel y su perfume en mi
nariz, puedo imaginarla acurrucada en un rincón, pasando una cuchilla en su
brazo. Una y otra vez. Lágrimas cayendo como las gotas de sangre. Sola y aislada
de todos y de su ayuda.
Y luego me doy cuenta que no es tiempo pasado. No es lo mucho que sufría,
porque se cortó de nuevo. El dolor sigue ahí. Sigue prevaleciendo. Todavía
persigue a esta increíble mujer.
Mi necesidad de demostrarle que no está sola, que es hermosa por dentro y
por fuera, se apodera de mí.
Así que sigo adorando sus cicatrices con besos reverentes. Y cuando termino 250
con el lado derecho, la necesidad de calmar mi ira me lleva a besar sus labios
nuevamente. Tomar, besar, calmar y saber que está bien antes de echarme hacia
atrás, mirándola a los ojos para hacerle saber mi próxima intención, y luego
presionar mis labios contra las crestas de su brazo izquierdo.
Llámalo mi complejo de héroe. Llámalo que es la primera chica que he
amado, dejándome amarla ahora. Llámalo que soy un maldito tonto. No me
importa… porque pon a cualquier hombre en mi situación, con una mujer que no
confía en poner el cien por ciento de su confianza en él cuando está más
vulnerable, y por el amor de Dios, eso lo cambiará.
Cambiarlo de una manera que nunca supo posible.
Mientras deslizo mis labios por el resto de su brazo antes de levantar su blusa
para exponer la carne tonificada y presionar besos calientes sobre su abdomen, sé
que he cambiado. Conozco el sabor de ella, el sonido de ella, la sensación de su
voluntad para siempre grabada en mi maldita memoria.
Le dije que deberíamos perseguir los momentos y no los recuerdos.
Disfrutar del momento.
Así que hago justo eso. Confío en la confianza que Emerson me ha otorgado y
deslizo mi mano por su muslo interno, con su frágil falda arrugándose a mi paso.
Lamo el algodón de sus bragas, haciendo que sus piernas se separen para mí.
Chupo su clítoris, la sensación silenciosa de la tela y el calor hacen que su mano
agarre las sábanas a mi lado y sus caderas se curven contra mi rostro.
Tiro de sus bragas a un lado con un dedo y lamo su vagina, rodeo su clítoris
con mi lengua y la deslizo hacia abajo hasta que me lanzo hacia ella. Jadea, y sus
manos pasan de agarrar las sábanas a hundirse en mi cabello.
Dios mío. Sabe al cielo, a todo lo que quiero, necesito y deseo. Mis labios
están cubiertos con ella. Mi nariz está enterrada en su hendidura mientras lamo y
le doy placer y hago que sus nervios se conviertan en un alboroto de sensaciones.
Mientras la dejo perderse en sí misma. Mientras la hago sentir. Mientras la
ayudo a olvidar.
Deseché todo su dolor, ahora quiero que ella sepa que yo también la deseo.
Todo de ella. Las cicatrices. La belleza. El dolor. El pasado. El futuro.
Y maldita sea, el ronroneo en su garganta, el gemido de mi nombre, las
súplicas desesperadas por más cuando mi lengua y mis dedos la convierten en un
frenesí, son una seducción auditiva. Cuando se queda sin aliento cuando la empujo
sobre la cúspide donde el deseo se convierte en felicidad, me quedo tambaleando 251
para que se venga, así puedo empujarme hacia ella y unirme a ella.
—Grant —jadea mientras su cuerpo se sacude y se retuerce bajo la presión de
su orgasmo golpeándola. Su coño pulsa alrededor de mis dedos y contra mi
lengua. Chupo muy gentilmente su clítoris, sacándole hasta la última onza de
placer… y que me maldigan si no quiero levantarme de la cama, abrirle las piernas
y follarla hasta el olvido.
Simplemente no puedo
No sabiendo cómo vino a mí.
No sabiendo que soy el que la ha echado a perder.
No sabiendo que ella confía en mí cuando parece que la confianza es algo que
nunca se permite dar.
Entonces, por más que mi polla esté rogando por deslizarse dentro de su
coño, mantengo mis pantalones puestos. Joder, sí, me duele la polla con la
necesidad de tomarla, y mis bolas queman por liberarse, pero sé que no se trata de
mí. Me maldeciré más tarde cuando tome el lubricante y use mi mano, pero esto es
lo correcto.
Con su sabor adictivo aún en mi lengua, presiono un beso a cada lado de sus
muslos internos y luego me muevo para rodear mi lengua alrededor del borde de
su ombligo. Centímetro por centímetro tortuoso, me abro camino por su cuerpo.
Cada vez que mi pene se frota remotamente contra el colchón o su pierna, quiero
venirme como un niño de dieciséis años.
—Tan hermosa —murmuro, lloviendo alabanzas entre cada beso.
Hasta el lado de su caja torácica. Sobre los picos de sus pezones. Luego llevo
mis labios a las cicatrices de sus brazos para hacerle saber que incluso esas partes
de ella son hermosas.
Continúo hasta su hombro y luego sigo la línea hasta la parte inferior de su
mandíbula. Son sus suspiros los que me alimentan. Su repentina tensión al
adivinar dónde irán mis labios, seguida de cómo se hunde en el colchón cuando
recuerda que confía en mí.
Es cuando vuelvo a encontrar sus labios cuando sé que se ha calmado un
poco. Sus besos, que antes eran tentativos, ahora están llenos de ternura y
satisfacción. Todavía no son al cien por cien la Emerson que he llegado a conocer,
pero son suficientes por ahora, están progresando.
—Grant —murmura mi nombre contra mis labios, y cuando me inclino hacia 252
atrás y la miro, una lágrima se desliza por el rabillo de su ojo y se dirigía hacia su
oreja y la almohada debajo.
—Shh —digo mientras apoyo mi frente contra la de ella.
—Nadie me ha tratado de esa manera —murmura finalmente mientras
levanta una mano para descansar contra mi corazón.
Es solo mucho más tarde cuando se queda dormida en mis brazos que
realmente escucho sus palabras. Me enorgullece saber que le di esa sensación.
Porque aunque nunca ha sido tratada de esta manera, no creo que haya
prestado ese tipo de atención a una mujer antes.
Pero, de nuevo, ninguna de ellas ha sido Emerson.
Cuarenta y Cuatro
257
Cuarenta y Seis
260
Cuarenta y Siete
Lucho por aire mientras me tumbo en la cama y me aprieto entre las sábanas.
El extraño entorno de la habitación del hotel en la que estoy solo se suma a mi
confusión.
Repito todo lo que puedo del sueño en mi cabeza, y una cosa se destaca sobre
todas las demás.
Con todo mi corazón.
¿Cómo pude decirle a una persona que abusó de mí que lo amo?
¿Cómo pude pasar años de mi vida cortándome los brazos para lidiar con el 263
dolor que me causó un hombre que supuestamente me amaba
incondicionalmente?
Todo se reduce a la confianza.
Las chicas nómadas.
Recuerdo cómo, mientras estábamos en el camino, mi madre no confiaba en
nadie. Si alguien mostraba el más mínimo interés en mí, incluso de la manera más
benigna, nos mudábamos a la siguiente ciudad. A la próxima aventura. Al
siguiente lugar donde nadie nos notaría por un tiempo.
Todo se reduce a la confianza.
Ella no confiaba en nadie conmigo.
¿Y ahora? Ahora ni siquiera confío en mí.
Cuarenta y Ocho
266
Cuarenta y Nueve
—¿Em?
Emerson se vuelve hacia mí, su rostro sobresaltado por la sorpresa, el cabello
recogido en un moño y hay círculos bajo sus ojos. En el momento en que me ve,
comienza a caminar hacia el otro lado.
—Emerson —la llamo y luego troto para alcanzarla.
—No tengo tiempo para ti —dice mientras niega y acelera—. Me he ido por
unos días y necesito ponerme al día con los propietarios para que esté en buena
forma para cualquier posible comprador.
—¿Qué? —Mi estómago se retuerce—. ¿No aceptaron el préstamo? —Aquí
estoy siendo un imbécil, pensando que todo esto era por mí, y tenía que ver con
que no obtuvo el préstamo. Tiene que ver con que perdió su sueño.
—No sé. No importa. Estoy retirando mi solicitud.
267
¿Qué demonios?
—¿De qué estás hablando?
Es la primera vez que deja de caminar y se vuelve hacia mí.
—Soy una nómada, Grant. No me quedo en un sitio. Me pongo ansiosa y
necesito seguir adelante. Es obvio que ya no puedo confiar en mi juicio… quiero
decir, mírame… —Se ríe—. Soy una mujer de veintiocho años que intenta comprar
una escuela de paracaidismo con dinero que no tengo. Hago reglas que nunca
cumplo. Duermo contigo y luego huyo. Me corté cuando me prometí que nunca
volvería a hacerlo. Quiero decir… ¿quién va a confiar en mí para enseñarles a
saltar en paracaídas, pagar un préstamo o vivir una vida normal cuando ya no
puedo confiar en mí misma? —Hay una histeria resonando en su voz, y su
resignación se refleja en sus ojos inexpresivos—. Tengo que volver al trabajo.
Y sin decir una palabra más, gira sobre sus talones y corre hacia la oficina y la
comodidad de la compañía para evitar que haga una escena.
El pánico me golpea como un ariete.
No puede dejarme
Está jodidamente loca si piensa que voy a dejarla irse y salir de mi vida sin
pelear.
Supongo que es hora de hacer una escena.
—Oye, Reeves —le digo mientras abre la puerta. La sigo, y Leo levanta la
vista de su escritorio, sus ojos se mueven entre Em y yo mientras se inclina hacia
atrás en su silla, mirando el espectáculo—. Súbeme.
Hace falta todo para no sonar como si estuviera ahogando las palabras, pero
sé que el miedo que actualmente recorre mi cuerpo no tiene nada que ver con
cómo me sentiría si la perdiera de nuevo.
—¿Qué? —dice mientras hace una demostración de volverse lentamente,
frunciendo el ceño, la confusión se transforma en sorpresa—. ¿Qué acabas de
decir?
—Dije que estoy cobrando mi certificado de regalo. Llévame a hacer
paracaidismo.
—Pero te aterrorizan las alturas. —Se acerca un paso más, como si no creyera
una palabra de lo que estoy diciendo, y honestamente, yo tampoco.
—Todo el mundo tiene que enfrentarse a sus miedos en algún momento,
¿verdad? —Me encojo de hombros mientras solo se queda allí de pie y me mira
fijamente—. Alguien me dijo una vez que vivir prudentemente es peligroso… no
quiero ser peligroso, Emerson. Solo quiero estar contigo.
268
Su respiración se atora, y niega de un lado a otro. Sus ojos dicen que quiere
creerme, pero su cuerpo me dice que no está segura.
Doy otro paso adelante, mi propio pulso se acelera y me cuesta trabajo creer
lo que le estoy pidiendo que haga.
—Eres la única en la que confiaría para bajarme de manera segura, Em —dije
finalmente, mi golpe de gracia, el que necesita comprender.
—No. —Es un sonido a medias, lleno de incredulidad, pero lleno de
esperanza.
—No puedes decir que no. —Sonrío cuando veo a Leo en mi periferia reír—.
Tengo un certificado de regalo pagado en su totalidad y te lo estoy cobrando.
Ahora mismo.
—No.
—El cliente siempre tiene la razón, Em.
—Una vez que te comprometes, no puedes retroceder —dice, levantando una
ceja y enderezando su postura.
Exactamente. Una vez que te comprometes, no puedes retroceder. Espero que se dé
cuenta de lo mismo cuando se trata de mí.
—No retrocederé —le digo, ignorando la forma en que mis pies
desesperadamente quieren caminar hacia el otro lado… pero todo sobre su
comportamiento cambiante me detiene. La forma en que sus hombros se cuadran.
Como sus labios se curvan. Sus manos en sus caderas.
Está de vuelta en su elemento, y que me maldigan si no voy a ayudarla a
permanecer allí… ya sea que me mate o no.
Literalmente.
El gruñido del motor del avión ruge en mis oídos y vibra bajo mi trasero,
pero no se compara con el terror absoluto que posee cada uno de mis nervios.
Joder, sí, soy un cobarde.
Pero esto es un avión. 269
Y un paracaídas de nylon está a punto de ser responsable de evitar que me
caiga a la muerte.
Y Jesús… estoy a punto de saltar voluntariamente por la puerta de un avión.
Todo por una mujer.
Por Emerson.
Para demostrarle que es tan jodidamente fuerte como cree que es. Como creo
que es. Como todos a su alrededor piensan que es.
La confianza es una cosa importante… y estoy a punto de poner el cien por
ciento de la mía directamente en sus manos.
¿Qué tan estúpido soy?
Voy a pasarme una mano por el cabello, pero me detengo cuando recuerdo
mi casco. Muevo la rodilla, cierro los ojos y me reprendo por no haber llamado a
mi madre para decirle adiós y que la quiero.
Todas las cosas que Emerson me mostró en el aula de la planta baja se repiten
en mi mente. El salto inicial a trece mil pies. La tasa de caída en picada a la tierra
de doscientos cincuenta kilómetros por hora. Sesenta segundos completos de caída
libre. El arco de mi espalda. El tirón del cordón a veinte mil quinientos pies sobre
el nivel del suelo. Y luego, por supuesto, está el refrán tranquilizador de Emerson,
en caso de duda, tira del segundo; hablando sobre el paracaídas de reserva en caso
que el principal no se despliegue.
He enloquecido seriamente.
Mis oídos se tapan, y muevo mi mandíbula como me dijo para igualar la
presión, pero jodida mierda, estoy nervioso.
No puedo escuchar lo que dice, pero está bromeando y riéndose con el piloto
como si se dirigiera al parque para pasear al perro. Como si ni siquiera estuviera
pensando en esto.
Intento estar tan tranquilo como ella, lo que es bastante imposible, y me
recuerdo por qué exactamente estoy haciendo esto. Por ella. Tomé la única cosa
que ella sabía estaba absolutamente aterrorizado de perder, mi vida, y la puse en
sus manos, diciéndole que confiaba implícitamente en ella con su seguridad.
Pero la duda todavía reina en mi mente. La habilidad es una cosa. El fallo del
equipo es otra.
Hay un empujón contra mi brazo, y me volteo para mirarla directamente a los
ojos. Están vivos, y en ese momento me doy cuenta que necesita esto como yo
necesito mi trabajo. Necesita la adrenalina de saltar, igual que yo necesito ser el 270
héroe.
Supongo que ambos disfrutamos de las endorfinas y la adrenalina, pero las
obtenemos de formas muy diferentes.
—¿Estás listo? —gesticula, con una amplia sonrisa, con los ojos animados
mientras se levanta para que Leo, que está sentado al otro lado de ella, pueda
conectarnos a los dos juntos.
¿Listo?
No.
No lo estoy.
Trago sobre el nudo de miedo que se aloja en mi garganta y fuerzo una
sonrisa. Mis piernas están tambaleantes mientras estoy de pie, el viaje en avión
más turbulento de lo que esperaba, pero, de nuevo, eso podría deberse a que la
puerta está actualmente abierta y el viento corre hacia adentro como en una
cámara.
Los siguientes segundos son borrosos. Mis dedos se aferran con fuerza a las
cuerdas atadas al techo para poder sostenerme. El cuerpo de Emerson se presiona
contra el mío mientras Leo comienza a colocar nuestros arneses lentamente para
que podamos saltar en tándem. El temblor de mis manos cuando miro el altímetro
en mi muñeca para decirme que estamos casi en el punto de no retorno. La
agitación de mi estómago cuando quiero vomitar, pero sé que no hay forma que
pueda evitar avergonzarme o a mi masculinidad si lo hago.
De alguna manera, ya que estoy de pie inestable, su mano encuentra la mía.
Une nuestros dedos y los aprieta tranquilizándome. Es un gesto simple, pero joder,
si no es el salvavidas que necesito para dar esos pasos hacia la puerta abierta.
Santa mierda.
Mierda, estoy haciendo esto.
Mierda, voy a salir del avión.
Llegamos a la puerta, y Emerson mueve mi tapón de los oídos y dice:
—Prepárate para perseguir el momento, Malone. —Es su risa la que más
resuena. La tranquilidad de esta. La libertad. La facilidad y confianza—. Frente en
alto. Alas extendidas.
Y luego me da una palmadita en el costado en una señal que habíamos
practicado cuando nuestros pies estaban firmemente apoyados en la tierra para
hacerme saber que era hora.
271
Ya. Es. Hora.
Nos da la vuelta para que sus pies estén en el borde, sus manos están junto a
las mías en la abertura de la puerta, y luego, antes que pueda siquiera parpadear,
se suelta.
Frente en alto. Alas extendidas.
Oh. ¡Santamierdaestoesunalocura!
A pesar de sentir que caemos en cámara lenta, mi cerebro lo procesa todo: el
miedo, la euforia, mi mortalidad, la adrenalina; en instantáneas de tiempo.
La presión del aire contra mi cuerpo. La presión en mis oídos. Mi jadeo inicial
cuando empezamos a caer. La falta de esa sensación de tener el estómago en tu
garganta que tanto odio, la cual prometió no estaría allí. La sensación de estar
fuera de control hasta que golpeamos nuestro arco. La tranquilizadora presencia
de Emerson en mi espalda y sus brazos ayudando a guiar la posición de la mía. Su
confianza supera mi incertidumbre.
Es entonces cuando encuentro unos momentos de paz absoluta.
Claro, el sonido del viento está rugiendo en mis oídos, pero todo lo que veo
es el valle exhibiendo sus verdes y marrones con el azul del océano no muy lejos.
Es impresionante, misterioso y tan sereno que olvido que estoy cayendo a más de
doscientos kilómetros por hora.
Luego, antes que lo espere, nos tiran violentamente hacia arriba cuando se
despliega el paracaídas. Me quita el aliento momentáneamente, y tengo el tiempo
suficiente para preguntarme qué diablos pasó antes que me golpee la sensación de
flotar.
El sonido de la risa de Emerson está en mis oídos, y sigo su mano mientras
señala algunos lugares para que mire. Y sí miro, pero mi cuerpo siente una gran
oleada de adrenalina, nervios e incredulidad porque acabo de saltar de un maldito
avión, es difícil concentrarme en otra cosa que no sea esto. El momento. El saber
que acabo de engañar a la muerte.
Todo lo que sigo pensando mientras nos deslizamos hacia la gran zona
naranja de aterrizaje es: Lo entiendo ahora. La adicción de Emerson a esto. Su
necesidad de esto. Su uso para escapar de su pasado que la persigue.
Antes de darme cuenta, está gritando instrucciones en mi oído. Que tire de la
guía hacia la izquierda para dirigirnos. A la derecha un poco más. Pies arriba para
que pueda tomar el control. Prepararse para el aterrizaje. 272
La emoción en su grito es seguida por la sacudida de sus pies mientras corren
debajo de nosotros y toman el impacto del aterrizaje. Ambos estamos sentados
sobre nuestros culos, mi trasero entre la V de sus muslos mientras nos deslizamos
un poco en el suelo y el paracaídas se derrumba.
Entonces hay silencio a nuestro alrededor. Mi cabeza grita tantas malditas
cosas, pero estoy en el suelo. Vivo. Completo. Y Emerson me trajo aquí.
Se ríe cuando intento voltearme para mirarla porque todavía estamos
enganchados y luego nos desenganchamos rápidamente. Antes que tenga la
oportunidad de procesar lo que acaba de suceder, me pongo de rodillas y beso la
vida de esos labios suyos.
Estoy en un estado de adrenalina que no he conocido antes. Engañando a la
muerte. Demostrándole que confío en ella. Enfrentando un miedo. Todo. Y todo lo
que puedo pensar es en reclamar el maldito premio de Emerson Reeves porque la
adrenalina definitivamente me bombea la sangre y está intensificando mi
necesidad de tenerla.
Cincuenta
Beso a Grant de vuelta con una necesidad más desesperada de lo que nunca
antes había sentido. Justo aquí, en la zona de aterrizaje, profundizo el beso con mis
manos agarrando la solapa de su traje de vuelo y tomo cada maldita cosa que
necesito de él.
Leo se ríe en algún lugar cerca mientras recoge su propio paracaídas, pero no
me importa. Lo entiendo. Entiende esto. El sexo post salto es indescriptible. Usar el
máximo de la adrenalina junto con la dicha de un orgasmo es una gran broma
interna entre los saltadores.
Y más que nada, ahora mismo, necesito a Grant.
Apareció hoy viendo a una mujer rota lista para renunciar a todo. Luego, con
su simple solicitud, comenzó a colocar mis ladrillos y mortero en su lugar para
demostrar que soy tan fuerte como pensaba. Claro que hay duda, y siempre la
habrá. Pero él sabía que eso era lo que necesitaba: ser empujada de nuevo a mi 273
zona de confort para que pudiera volver a encontrar mi confianza. Entonces,
borraría mi escepticismo.
Grant se inclina hacia atrás, el oro en sus ojos baila con emoción y lujuria, y sé
que siente lo mismo que yo. Compartimos algo allá arriba. He saltado cientos de
veces y he tenido la confianza de las personas con las que salté, pero esto fue
diferente. Ambos tomamos lo que el otro ofreció y lo usamos para conquistar algo
que temíamos.
Empujé el equipo de mi espalda, dejando el paracaídas ondeando en la brisa
para recoger más tarde, y sin preocuparme por quién más pudiera estar mirando,
salto a los brazos de Grant y envuelvo mis piernas alrededor de su cintura.
Entre risas, nuestros labios se encuentran entre sí, y Dios, qué bien se siente el
reírse con él y besarlo. Qué bien se siente saber que mi madre me está mirando
desde arriba, aprobando que me arriesgue. Qué gracioso es que parece que quiero
que me salve después de todo.
—Te necesito —murmuro contra sus labios mientras mis manos se enroscan
en su cabello y el calor del sol no hace nada para rivalizar con el fuego en mi
cuerpo que ya está ardiendo.
—Mi polla ya está a cinco pasos delante de ti. —Se ríe mientras comienza a
caminar por el campo conmigo envuelta alrededor de él como un mono.
Me despido de Leo por encima del hombro de Grant, quien solo niega hacia
nosotros y pone los ojos en blanco. Creo que dice algo sarcástico como, “Claro, me
encargaré de tu paracaídas mientras follas”, pero no me importa, y no tengo
ninguna vergüenza porque no es como si él nunca hubiera experimentado este
sentimiento antes.
—Apúrate —murmuro mientras muerdo la punta de su oreja.
—¿Dónde? ¿Llaves? —Su pene presiona contra mí con cada paso que da y
hace que el caminar a través de la pista sea tortuoso.
—Mierda. Mis llaves están en la oficina. —Me río mientras mi mente se
revuelve—. Ve a la izquierda. Hangar rojo. El del extremo.
—Cristo —murmura, pero solo porque con cada roce sobre su polla deja
escapar un pequeño gemido—. ¿Aquí?
—Ajá. La puerta se desliza —le digo a pesar que ya está abriendo la gran
puerta tipo granero. Luego estamos en las sombras del hangar rojo y está cerrando
la puerta y me está golpeando contra ella. Sus labios están sobre los míos en una
274
unión salvaje de lujuria, codicia, deseo, necesidad y cada uno de los siete pecados
mezclados allí.
No hay ternura. No hay sutilezas. Nos interesa la rapidez con la que podemos
desconectarnos de nuestros equipos y salir de ellos para poder sentir y disfrutar la
piel del otro.
—Cristo, Em.
—Lo sé. Date prisa. —Una risa cae de mis labios—. El sexo posterior al salto
es el mejor tipo de sexo que existe.
—¿En serio? —dice, inclinándose hacia atrás para encontrarse con mis ojos. Se
han oscurecido con lujuria y sugerencia.
—Ajá.
—Me lo estabas ocultando. —Un roce de sus labios contra los míos. Su mano
contra mi culo tirándome contra su polla endurecida.
—No puedo ocultarle algo a alguien cuando no quieren saber nada de ti. —
Retuerzo mis labios, pero luego se relajan mientras tira de la cremallera de mi traje
y tira de mi blusa para poder chupar y luego aplastar sus dientes en mi pezón
—No te estoy rechazando ahora, ¿verdad?
—No te dejaría —le desafío.
Hay un momento de calma en el que nuestros ojos se miran y nuestros
cuerpos vibran a partir de nuestra conexión, mental, física, emocional; y luego,
dentro de un segundo, volvemos al modo frenético. Las cremalleras de los trajes de
vuelo suenan. La ropa siendo empujada hacia abajo. El chirrido de los zapatos
sobre hormigón. Las súplicas rogadas por apresurarse. Más rápido. Estoy
desesperada.
Y luego, mientras estamos desnudos en este enorme hangar, su cuerpo es un
espectáculo que solo sirve para alentar mi urgencia por él, me doy cuenta que en
realidad no hay ningún lugar para tener relaciones sexuales aquí excepto el piso de
concreto. Las paredes están revestidas con estanterías industriales. Las mesas están
cubiertas con partes de avión.
—A dónde vamos… mierda.
Observa el escaso espacio, excepto por el Cessna en una esquina y un Piper
en otra, antes de volverse para mirarme con un brillo en los ojos.
—¿Qué? —pregunto.
275
—Supongo que no hay tiempo como el presente para unirse al club de las
alturas, ¿eh?
Antes que pueda procesar lo que quiere decir, suelta un grito, se agacha,
envuelve sus brazos alrededor de mis muslos y me levanta con el culo desnudo
sobre su hombro.
—¿Rojo o azul? —pregunta, y solo puedo adivinar que me está haciendo
elegir un avión. No tengo el corazón para preguntarle cómo planea unirse a
cualquier tipo de club cuando definitivamente no hay espacio para tener relaciones
sexuales en ninguno de ellos—. Decide.
—Azul —digo, y luego grito sorprendida cuando su mano me golpea el culo
mientras se abre camino hacia el Piper—. Grant. Qué es…
—Shhh. —Lentamente me suelta para que me deslice a lo largo de su cuerpo.
La fricción de mi lento descenso hace que mis pezones se tensen tan fuerte que
duelen, pero no se compara en nada con el dolor que golpea fuerte entre mis
muslos—. Estamos persiguiendo el momento —dice, mostrando una sonrisa antes
que sus labios vuelvan a estar en los míos.
El borde posterior del ala está en mi espalda y empuja mi trasero contra él
mientras hablamos con lenguas y gemidos en lugar de palabras coherentes.
La adrenalina está en lo alto, pero también lo está el sabor de Grant Malone.
Y, Cristo, como quiero más de él.
Nuestras manos están en todas partes y no hay suficientes lugares el uno en
el otro. Sus dedos encuentran su camino entre mis muslos, y el gemido que emite
cuando me encuentran mojada, dispuesta y deseosa de él es suficiente para
hacerme llegar en este lugar.
Pero eso es hacer trampa.
Si él quiere hacerme venir, será mejor que trabaje más que eso para ganarlo.
—Date la vuelta —exige.
—¿Debo asumir la posición? —Mis ojos se iluminan para encontrarse con los
suyos, mi labio inferior entre mis dientes mientras hago una demostración
deliberada de girarme. Pongo mi torso y mis pechos contra el ala y muevo mi culo
provocativamente mientras siseo por el frío metal debajo de mi carne desnuda.
—Cristo, Em.
—¿Me va a registrar, oficial Malone? —digo en mi voz más ronca. 276
Su risa retumba a través del espacio mientras lo espero. El sonido de su mano
trabajando sobre su propia polla es seguido por su gemido de aprecio, y solo saber
que lo está haciendo porque le gusta lo que ve es fuego en mi sangre.
—Registrar a alguien nunca ha sido tan tentador. —Su pie hace que mis pies
se separen más antes de inclinarse hacia adelante—. Ábrelas —dice en mi oído, el
rasguño de su barbilla contra mi hombro mientras se retira de nuevo causa
escalofríos que corren sobre mi piel.
Luego hay un silencio anticipatorio mientras se para detrás de mí y espero.
La adrenalina me ruega que apresure esto, mi necesidad es primordial, pero hay
algo acerca de lo atractivo que es esto que me hace morderme el labio mientras
estoy allí, desnuda ante él, deseando que me satisfaga.
Me sobresalto cuando sus manos golpean ambos lados de mi tobillo derecho
antes de deslizar lentamente su camino hacia mi pierna. Cuando golpean el vértice
de mis muslos, frota su pulgar hacia adelante y hacia atrás a lo largo de mi raja
antes de presionarme. Los únicos sonidos en el hangar pertenecen a mi respiración
entrecortada, su gruñido laborioso, y su pulgar me trabaja a un ritmo pausado. Y
una vez que me ha dado ganas de empujar hacia atrás contra su toque, se detiene,
vuelve a colocar sus manos, y luego comienza su ascenso por la otra pierna. Pero
esta vez, cuando llega a la cima, gimo cuando quita el pulgar sin acariciarme.
Luego jadeo cuando su lengua lo hace por él.
Su lengua está caliente y yo estoy mojada y… santo infierno. Mis ojos se
agitan al sentirlo. La provocación de lo que está por venir. La desesperación por
todo él.
Me agito bajo su manipulación y suplico cuando se detiene. Toma una larga y
última lamida con un gemido libidinoso antes de retroceder, de modo que nuestra
única conexión es donde su mano corre de un lado a otro por la curva de mi
trasero.
Cada parte de mí lo quiere.
—¿Hay algún problema, oficial? —le pregunto con timidez, muy consciente
que me está permitiendo continuar con esta farsa de control que me ha brindado
durante las últimas horas.
No creo que se dé cuenta que podría pedirme cualquier cosa en este
momento, y se lo daría.
Algo cambió entre nosotros hoy. Se transformó. El miedo que tenía sobre él,
con él, se ha ido. Solo necesito aceptarlo. Todo en mí está susurrando que un
orgasmo, lleno de adrenalina por el salto, golpeando a través de mi sistema para
277
recordarme lo increíble que es su polla, ayudará.
—Parece que me he olvidado de las esposas. —Se ríe y me da un azote en el
culo.
—Oh, ¿estoy bajo arresto?
—Seguro.
La palma de su mano se desliza por la línea de mi columna vertebral.
—¿Cuál es el cargo?
—Hacerme desearte. Cada minuto de cada maldito día.
Sus manos me abren y luego su boca sopla muy suavemente sobre mí.
—¿Cuál es el castigo? —Estoy sin aliento, agotada antes que siquiera
comencemos.
—Te voy a follar. A fondo. Correctamente. Y con suerte lentamente… —Sus
palabras me seducen, pero es su polla deslizándose lentamente en mí lo que me
consume. Es la sensación de sus pulgares acariciando mi trasero antes que uno de
ellos se presione inesperadamente contra el apretado borde de los músculos arriba
lo que me emociona. Me deshago en un gemido, me retuerzo hacia atrás contra sus
dedos para hacerle saber que lo quiero—. Pero por cómo te sientes ahora mismo,
no puedo prometer la parte lenta.
Aprieto deliberadamente mis músculos alrededor de su polla y gimo por lo
llena que me hace sentir.
—Ninguna mujer se quejará por lo de a fondo y correctamente —murmuro, el
frío del ala debajo de mí y el calor con lo que su polla está haciendo dentro de mí
me está llevando a la distracción.
—Bien —dice mientras una mano se tuerce alrededor de la longitud de mi
cola de caballo y tira de mi cabello hacia atrás para sostenerme en mi lugar
mientras me empuja más fuerte esta vez.
—Sí. —La palabra es un suspiro prolongado y cada empuje trae una nueva
ronda de placer, una nueva forma de prolongar la adrenalina del salto.
—¿Te gusta eso? —gruñe mientras su pulgar frota círculos para estimular los
nervios en mi trasero mientras la cabeza de su polla manipula y provoca a los que
están dentro de mí. Con cada toque, cada roce, me empuja hacia arriba a ese
precipicio agradable entre el placer y el dolor.
—Por favor —le ruego, y es lo último que tengo que decir porque está tan
preparado y desesperado como yo y listo para la caída. 278
Otra vez.
—Tenemos la suerte que todos se hayan ido, así no tuvimos que dar la
caminata de la vergüenza de regreso —murmura contra la corona de mi cabeza.
Está apoyado contra la cabecera de mi cama, y estoy descansando mi cabeza
en su pecho. Estoy cómoda y más tranquila que en días… y sé que es por él.
—¿Siempre llevas a tus sospechosos a su casa después de registrarlos? —
murmuro.
—No, pero parece que ustedes los paracaidistas lo hacen después de un salto.
—Se ríe, su vibración retumba contra mi pecho.
—La adrenalina tiene una forma de hacerte eso, haciendo que necesites esa
liberación adicional.
—¿Es este un riesgo laboral que debería preocuparme?
—No. Dios no. —Hago una pausa y luego agrego—: Pero no negaré que
todos mis empleados se han divertido en un momento u otro.
—Y es por eso que Leo se estaba riendo.
—Ja. Al menos no estábamos a la vista —digo con una risa mientras pienso en
Leo y en ese pequeño y caluroso número que casi montó contra el costado del
hangar de Blue Skies después de un salto particularmente emocionante.
—No creo que quiera saber.
—No, no lo entiendes. —Todavía puedo escuchar al resto de los saltadores
gritándole que consiga una habitación, pero la pequeña y dulce cosa con la que
estaba se encontraba tan emocionada de atrapar a alguien como Leo, que no tenía
vergüenza.
Nos quedamos en silencio por un rato, sus dedos recorriendo la línea de mi
espina dorsal, moviendo la toalla, que todavía está húmeda por nuestra ducha,
bajando un poco más con cada roce de su dedo. Pienso en el día. En cómo regresé
decidida a recoger todo e irme para escapar de los sentimientos y los recuerdos
que parece que no puedo detener. Oh, cuán rápido cambió eso cuando confió en
mí. Me dio su mayor temor y no se alejó como quería hacerlo.
279
¿No debería ser capaz de enfrentar mi mayor temor también?
—Gracias por bajarme de forma segura —murmura como si estuviera
leyendo mis pensamientos.
—Gracias por confiar en mí para hacerlo.
—Necesitabas un salto de fe, Em. Necesitabas a alguien que te demostrara
que confía en ti, así que, a su vez, deberías confiar en ti misma.
—Hay tantas cosas que no entiendes… cosas que desearía poder… —Mis
dedos dibujan distraídamente sobre su pecho sobre su corazón.
—No. Está bien, no necesito saberlo.
—Simplemente no estoy lista para explicar…
—No es necesario. He hecho suficiente daño. Te empujé cuando no me di
cuenta que lo hacía. Supongo que solo quiero que entiendas que estoy aquí para ti.
Que me preocupo por ti. Que sea lo que sea que necesites de mí, trataré de dártelo,
mientras me lo digas. No puedo leer tu mente.
Respiro larga y profundamente como si estuviera intentando digerir y creer
lo que me está diciendo. Como si estuviera dispuesta a confiar plenamente en él.
—La confianza es difícil para mí —le susurro, sintiéndome como si acabara
de revelar mi alma y abrirla para él. En realidad, mi revelación no es nada nuevo,
pero todavía es enorme para mí admitirlo.
—Comprensiblemente.
Otra respiración profunda. Otra confesión que necesita ser expresada, pero
que es totalmente infundada.
—Te culpé por mucho tiempo, sabes.
—¿Me culpaste por qué? —pregunta, tratando de identificar cuáles de las
muchas cosas que podría señalarle.
—Mi falta de confianza. —Sus dedos se detuvieron solo por un momento
antes que se movieran hacia mi barbilla y me inclinaran el rostro para obligarme a
mirarlo. Sus ojos me cuestionan, pero sus labios se abstienen de verbalizar—. Era
mucho más fácil culparte por todo que culpar al hombre que se suponía que me
amaba.
Asiente levemente; la compasión en sus ojos es verdaderamente abrumadora.
—No puedo decirte que entiendo, Em, porque no he caminado un día en tus
zapatos, pero puedo decirte que respeto lo que dices. Que te escucho. Que te 280
demostraré que puedes confiar en mí.
Me siento tan estúpida, necesitando escucharlo decir esas palabras, pero
ahora que lo ha hecho, siento como si me hubieran quitado un peso del pecho.
—¿A dónde vamos desde aquí?
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir… —Hago una pausa y trato de averiguar cómo poner en
palabras lo que quiero decir—. No importa.
Me tira con más fuerza contra su pecho.
—¿A dónde vamos, Emerson? En primer lugar, no vas a ninguna parte. Me
encanta que seas nómada y de espíritu libre, no cambiaría eso por nada del
mundo. Nunca te lo quitaría. Sin embargo, agradecería que dejaras lo de irte sin
decirle a nadie dónde te encuentras como mínimo. Hace que el policía en mí quiera
rastrearte para asegurarme que estás bien.
—No lo harías…
—No me tientes —se burla, pero con un indicio de un tono que me dice que
haría eso si fuera necesario.
—No lo haré. Recuerda, estamos trabajando en la confianza aquí —digo
secamente.
—Soy consciente. —Planta un beso ruidoso en mi frente—. Ya que te
quedarás, seguimos haciendo lo que estamos haciendo. Obtienes tu préstamo a
pesar de lo mucho que me gustaría darle un puñetazo a ese maldito imbécil con
quien lo estás consiguiendo. Obtendré mi promoción a pesar del imbécil que
intenta quitármela… y nosotros… avanzamos. Juntos.
—Todo esto es un gran cambio para mí. —Intento procesar como hace dos
meses, estaba pensando en el próximo sabor del mes, y ahora, estoy aquí hablando
sobre el mañana con Grant.
—¿Qué? ¿El hecho que alguien se preocupe por ti o la sensación de estar en
un lugar?
—Ambas. Ninguna. Todo eso. —Me río mientras engancho mi pierna sobre la
suya. Lo miro a los ojos y me encuentro admitiéndole cosas que aún no he
digerido—. He sobrevivido hasta aquí cerrándome y no permitiéndome sentir… y
luego entras en mi vida con las luces y las sirenas encendidas, y es como si me
hubieras esposado para que no pudiera escapar de ti. Para que me vea obligada a
sentir. Así que pienso en deseos y necesidades. Así que me pregunto cómo he 281
vivido sin esto. Me encanta. Lo odio. Es abrumador, y es solo…
—Bueno, acostúmbrate porque no voy a ninguna parte y tú tampoco, incluso
si tengo que esposarte a ti y a tus maneras nómadas. —Hay humor en su voz, pero
también hay una seriedad que me toca el corazón. Me hace mucho más agradecida
porque se haya presentado hoy.
—Mejor asegúrate de traerlas la próxima vez —bromeo mientras mi cuerpo
reacciona a los recuerdos del hangar.
—Me aseguraré de poner mi juego extra en la mesita de noche.
—¿Promesa?
Se inclina hacia delante y presiona los besos más tiernos contra mis labios.
—Promesa.
Nuestros ojos se sostienen por un momento.
—Has roto prácticamente todas mis reglas, lo sabes, ¿verdad?
Resopla.
—Me preguntaba cuánto tardarías en darte cuenta de eso.
Me encojo de hombros.
—Tengo una memoria selectiva.
—¿Es así como se llama en estos días? —La forma en que lo dice hace que mi
cuerpo se vuelva muy consciente de lo finas que son las toallas que nos envuelven
y de la facilidad con que podemos deslizarnos fuera de ellas. Me besa de nuevo
mientras mis dedos alcanzan la toalla en su cintura—. Hay una cosa que olvidé
hacer antes, ya sabes, el protocolo policial adecuado.
—¿Cayendo en el trabajo otra vez?
Se ríe contra mis labios.
—Solo si me caigo encima de ti.
—Qué lindo —digo y luego suspiro mientras sus dedos encuentran su
camino entre mis muslos—. Estábamos hablando de seguir el protocolo policial
adecuado. —Es difícil hablar.
—Entonces supongo que es hora de iniciar este registro al desnudo —dice
antes que sus labios se encuentren con los míos.
Y así, nos deslizamos en algo más allá de mis reglas.
Debería aterrorizarme después de la última semana que he tenido, la cual
estuvo llena de dudas y preguntas, pero hay algo tan reconfortante en el momento.
282
Acerca de estar con alguien que ve mis cicatrices y aún piensa que soy
hermosa.
Cincuenta y Uno
Pon tus ojos en blanco todo lo que quieras, pero estoy rompiendo las reglas
otra vez. Ten un buen día. —Grant
Miro la tarjeta en mi mano otra vez y luego vuelvo a arreglar las dalias que
acaban de ser entregadas a Blue Skies. Es extraño, dulce y loco que me envíe flores
el día de su entrevista. ¿No debería ser yo quien lo mime hoy?
Las huelo de nuevo. Quiero enojarme y decir que son ridículas, pero me
cuesta dejar de mirarlas. Mis mejillas en realidad me duelen por sonreír, y sé por
las miradas que Leo sigue dándome que se ha dado cuenta.
—¿Murió alguien?
Miro hacia arriba para ver a Travis de pie en la puerta abierta, con un gorro
en la mano y ojos curiosos.
283
—Me parece que alguien gusta de Em —dice Leo.
—Mmm. —Travis mira las flores otra vez, luego a la tarjeta en mi mano, y
luego vuelve a mí con evidente curiosidad—. Cuando tienes mi edad, miras cada
flor como si estuviera esperando para adornar tu ataúd… así que no lleves flores a
mi alrededor y me maldigas.
—No lo haré. —Me río—. Lo prometo.
—Bueno, disfrútalas entonces. —Asiente y ofrece una sonrisa antes de salir de
la oficina.
Leo y yo lo miramos retirarse a través del asfalto hasta el hangar de Skies.
Lleva un tiempo al paso en que camina.
—¿Qué está pasando con el préstamo y el idiota? —pregunta mientras se
frota las manos con una falsa anticipación de cuándo seré la dueña de este lugar—.
Se siente como si estuviera tomando una eternidad. ¿Cuándo sabrás?
Sopló los cabellos que se me cayeron de la cola de caballo y me encojo de
hombros.
—¿Dos, tres semanas más? Tu suposición es tan buena como la mía. Tuvimos
que presentar una extensión y obtener la aprobación de la familia Skies para
hacerlo porque se tuvo que volver a enviar un documento o algo así.
Honestamente, tengo la sensación enfermiza que lo está postergando, pensando
que cuanto más desesperada me ponga por tener los fondos, más dispuesta estaré
para acostarme con él. —Ruedo los hombros—. Nunca estaré tan desesperada —
digo con una carcajada mientras miro la tarjeta en mi mano y sonrío—. Gracias de
nuevo por no decirle a Grant quién era la compañía de préstamos cuando estuvo
aquí el otro día.
—No es asunto mío decirle. —Se encoge de hombros—. Aunque, con mucho
gusto lo vería ponerse en modo policía con el maldito, por el solo hecho de evitar
que se lo haga a otra persona. Sé que puedes manejarte, pero eres una mujer dura
por derecho propio.
Lo miro por un momento, sus palabras me golpean. Aquí estoy, siempre con
una mezcla de incertidumbre debajo de la superficie y, sin embargo, Leo me está
diciendo que no ve nada.
Sus palabras me recuerdan algo que mi mamá podría decirme y me hace
sonreír ante la idea.
—¿Sabes qué, Leo? —pregunto, dando vuelta la tarjeta en mi mano otra vez.
—¿Eh? —dice sin levantar la vista de lo que está haciendo en su computadora 284
portátil.
—¿Puedes cubrir mis clases hoy?
—Por supuesto. ¿Está todo bien?
—Sí. —Mi sonrisa se ensancha—. Me voy a ir por el día.
—¿Vas a qué? —Parece como si solo lo hubiera golpeado.
—Voy a irme por hoy —le digo mientras agarro mis llaves del cajón de mi
escritorio.
—¿Vas a irte o “irte”? —pregunta, considerando que desaparecí por tres días.
—Irme por la tarde. La vida es demasiado corta para no hacerlo. Me lo
merezco.
—Es verdad. —Su risa me sigue desde la oficina hasta que llego a las
escaleras de mi apartamento.
Estoy marcando mi teléfono antes de subir el primer escalón.
—¿Em?
—Oye, ¿quieres escaparte hoy conmigo, Des? Necesito tu ayuda.
Hay un coro de ladridos en el fondo mientras escupe.
—¿Dónde está mi amiga y qué has hecho con ella?
288
Cincuenta y Dos
—Gracias. Lo aprecio.
—¿Necesitas algo más? —pregunta Grady mientras se para en la entrada de
la casa de Grant.
—No. Espero no quemar la casa. —Me río, sabiendo que mi intento de
cocinar cualquier cosa podría terminar en una terrible situación.
—Al menos conoces a un bombero al que llamar —dice antes de lanzarme un
guiño.
—Cierto.
—Bueno, tengo que regresar.
—Bien.
Se gira para salir por la puerta.
—¿Oye, Em? 289
—¿Sí? —Levanto la mirada desde donde estoy descargando los comestibles
en la encimera de la cocina de Grant y espero que me vea de alguna manera
competente.
—Esto que estás haciendo es una cosa verdaderamente genial.
—Yo no diría eso todavía. Mi cena de celebración post entrevista, ni siquiera
ha comenzado, así que no llames la mala suerte. Cocinar no es mi mejor destreza.
—No, en serio —dice, mirando hacia afuera y luego de vuelta a mí—.
Significas mucho para él… y el hecho que estés tomándote el tiempo para hacer
esto es bastante genial.
Sonrío mientras me da un último asentimiento y luego cierra la puerta detrás
de él, dejándome para hacer esto por mi cuenta.
Más o menos.
Tan pronto como sé que Grady se ha ido, le hago una video llamada a Desi.
—¿Estás segura que no quieres que vaya y te ayude? —me saluda.
—No. Soy capaz y competente. —Hay mucho más entusiasmo en esa
declaración de la que siento. Por dentro, secretamente quisiera que lo hiciera.
Podría haber escrito instrucciones paso a paso, pero incluso eso no es infalible
cuando se refiere a mí.
—Será mejor que aprecie el hecho que estás arriesgando tu vida e integridad
física para hacer esto por él.
—Es solo cocinar, Desi.
—Exactamente. Para ti, eso significa tu vida e integridad física.
—Ja. Ja. Ja.
Conduzco.
Presiono el acelerador hasta el fondo y empujo los límites del motor mientras
vuelo por el camino rural. Utilizo la corriente del aire a través de las ventanas
abiertas para llenar mis oídos y ahogar mis pensamientos. Y para secar mis
lágrimas.
No sé a dónde voy.
No tengo ni idea.
Todo lo que sé es que necesito espacio, libertad y aire que Grant Malone no
respire.
Todo lo que quiero es perderme en algo, posiblemente en alguien, para poder
recordarme por qué no bajo la guardia.
Todo lo que necesito son mis reglas de nuevo en su lugar. 297
Todo lo que quiero es que mi pecho deje de doler y mi corazón vuelva.
Sé que, independientemente de lo decidida que estaba por conservarlo, lo
dejé en casa de Grant.
Le di mi corazón y le di mi confianza.
Y acaba de romper ambos.
Cincuenta y Cinco
—¿Quieres decirme por qué estás dándole una paliza al saco como si te
hubiera hecho algo?
No tengo tiempo para Grayson o su mierda en este momento.
—Puedo golpearte en su lugar.
Gruño mientras conecto de nuevo. La sacudida de mi puño contra la bolsa
que rebota en mi brazo y se estrella contra mí no es nada comparado con lo que
merezco.
—¿Quién te hizo enojar?
—Nadie.
Otro gruñido. Otro golpe insatisfactorio contra la bolsa.
—Ah, entonces enojaste a ti mismo. —Se ríe, y no respondo—. Oh, mierda, lo
siento, hombre —dice de repente, como si el viento hubiera sido sacado de sus 298
pulmones. Y es suficiente para captar mi atención y mirar hacia él.
—¿Qué?
—¿Arruinaste tu entrevista?
—No. —Golpeo la bolsa de nuevo—. Dominé en la entrevista.
—Entonces, ¿qué demonios, hombre? —Pasan unos segundos—. Oh.
—Síp. —Un combo de uno-dos.
—¿Cómo lo jodiste? —Me encanta tener hermanos que entienden lo que está
pasando sin que yo diga una palabra, pero al mismo tiempo, es molesto como la
mierda cuando quiero que me dejen solo. Una bendición y una maldición.
Un combo de puños. Un gancho que pretendo es para Grayson si no me deja
en paz.
—Porque soy un imbécil, así fue.
—Dime algo que no sepa —dice Gray y esquiva a su izquierda mientras fallo
a la bolsa a propósito y me acerco un poco más de lo que debería a su barbilla.
Me duelen los brazos, pero no puedo hacer nada más que culparme.
—Así que. ¿Qué hiciste?
Es su pregunta la que me roba el aire. Doy un golpe más y luego dejo que mis
brazos cuelguen mientras apoyo mi cabeza contra la bolsa y trato de recuperar el
aliento.
—Rompí su confianza —murmuro, ni siquiera estoy seguro de querer decirle.
¿Cómo pude haber sido tan estúpido?
—Eres un imbécil. —Me da una palmada en la espalda, y yo sacudo mis
hombros hacia atrás para quitármelo de encima.
—Eso hemos establecido. —Me alejo del saco y camino hacia el banco donde
está mi botella de agua, apretando mis dientes cuando me sigue.
—Teniendo en cuenta que estás aquí y pateándole el culo a una bolsa en lugar
de averiguar cómo arreglarlo, yo diría que definitivamente se ha establecido.
—Déjame en paz, Gray. Puedo manejar las cosas por mi cuenta.
—¿Estás seguro de eso? —No en este momento—. Porque quizás no sepa qué
mierda hiciste, pero el hermano mayor que conozco no se rinde sin pelear. Eres el
héroe. El tipo que salva cosas… así que, ve a salvar esto.
Lo fulmino con la mirada.
—Estoy fuera del negocio del héroe.
299
—Como el diablo lo estás.
—Vamos, Em. Abre. —Golpeo mi puño en su puerta. Otra vez. Lo mismo que
he estado haciendo durante los últimos diez minutos.
—Ella obviamente no quiere hablar.
La voz de Leo me sobresalta, y cuando me vuelvo, lo encuentro apoyado
contra la pared del siguiente hangar, con los brazos cruzados sobre el pecho, los
ojos ocultos bajo la sombra de una gorra de béisbol, el cuerpo lleno de irritación.
—Gracias, pero no es asunto tuyo, Leo —digo y vuelvo a la puerta.
—En realidad es asunto mío.
No estoy de humor para esta mierda.
—¿Sabes qué? —digo mientras bajo unos escalones—. Me encanta que cuides
a Em. De verdad… me encanta saber que cuando está aquí sola, le cubres la
espalda… pero no soy el imbécil de la oficina de préstamos tratando de meterse en
sus pantalones. Aprecio toda la actitud del hermano mayor que tienes, pero no es
necesario. Así que, ¿te importaría?
Leo se para en toda su altura y da unos pasos hacia mí. Cristo, aquí viene la
mierda de macho.
—Elije sabiamente —digo con un levantamiento de mi ceja. Si bien es posible
que no tenga ganas de pelear después de golpear un saco por más de una hora, dar
un golpe a una persona real y viva puede sentirse mucho más satisfactorio.
Nos miramos fijamente por unos segundos antes que asienta lentamente.
—No está aquí.
—¿Donde esta?
Se encoge de hombros.
—No estoy seguro. —Sabe dónde está—. Se fue de aquí como alma que lleva el
diablo.
—Cristo. —La chica nómada se ha ido, y no tengo a nadie a quien culpar sino
a mí mismo.
—Eres un buen tipo, Malone, pero policía o no, la lastimaste, no tengo ningún 300
problema en lanzar un puñetazo en su honor.
—Creo que ella no tendría ningún problema en lanzar uno por su cuenta.
304
Cincuenta y Seis
306
Cincuenta y Siete
—Estás inquieto.
—¿De verdad? —Miró hacia Nate, quien me ha complacido con conducir por
el aeródromo de Miner sin otro motivo más que ver si Emerson está de regreso.
—Solo ve y habla con ella.
—Lo intenté.
—Bueno, intenta más. No es como si no fuera a notar la patrulla pasando
varias veces esta semana.
—Lo sé. Es solo…
—Lo sé, lo sé. Existe más en esto que no entiendo, además de que tú lo jodiste
en grande… bueno, pues arregla la jodida que hiciste —dice Nate y sacude su
cabeza.
—Cielos, gracias, papá. —Pongo los ojos en blanco y regreso a la carretera. 307
—¿Le llamaste?
—No responde.
—¿Le enviaste un mensaje?
—No responde.
—¿Te paraste ahí y golpeaste su puerta?
—Ja. —La imagen de Leo flexionando sus músculos viene a mi cabeza—. Sí.
Algo parecido.
—¿Le enviaste flores? Las chicas siempre aman las flores.
—No esta chica —murmuro, pensando en no probar al destino al enviarle dos
veces.
—¿Entonces que le gusta? ¿Qué es esa cosa única entre ustedes? Usa lo que
sea que es. A las chicas les gusta la originalidad.
—Según tú, a las chicas les gusta todo.
—Sé original —repite.
Y me río. Pero mientras observo el aviso de Blue Skies una vez más antes de
irnos, una idea comienza a formarse cuando una llamada llega a la radio.
308
Cincuenta y Ocho
—¿Grant?
—Mmm.
—¿No quieres salir al frente y jugar?
—No. No tengo ganas.
La puerta rechina. El porche de madera se hunde con cada paso que da. El
olor de su perfume llena mi nariz cuando se sienta junto a mí.
—La extrañas, ¿eh?
Asiento en lugar de hablar, porque mi garganta quema por intentar contener
las lágrimas. Los niños no lloran por las niñas, pero ella ya no está, y todo lo que
quiero es llorar porque la extraño.
Mi mamá desliza su brazo a mi alrededor y me jala a su lado. Me concentro
en empujar las rocas en el porche a un lado de mi con el dedo en lugar de llorar.
—¿Por qué tuvo que irse?
309
Soy la razón por la que se fue.
Ella me hizo prometer, y yo lo dije.
Soy la razón por la que se fue.
—Se fue por un tiempo. Ella y su mami están en el hospital por…
—¿Está enferma?
—No. —Mi mamá hace sonar esa palabra tan triste—. No se sentía muy bien.
—¿Pero por qué…?
—Y después que salgan, van a ir a una gran aventura —lo dice en esa voz
divertida que usa cuando nos dice que ir al dentista va a ser divertido. Como si se
supone que deba de creerle cuando no está diciendo la verdad.
—¿A dónde? —pregunto, mis esperanzas elevándose porque va a enviarme
postales.
—No lo sé —murmura y luego sorbe la nariz como si estuviera llorando, pero
cuando la miro, se mueve de repente para que no pueda ver su rostro—. ¿Estas son
las rocas que estabas pintando? —La voz del dentista está de regreso.
—Si. Las pinté para Emmy.
—Eso fue muy dulce de tu parte.
—Le gustan las rocas. Incluso las feas como zombis. Ha estado realmente
triste, así que las he estado pintando y colocando en su maceta. Dijo que le hacen
sonreír. —Empujo las rocas alrededor un poco más—. Ya no va a tener más mis
rocas, mamá. ¿Cómo se supone que va a sonreír ahora?
—Oh, Grant. —Mi mamá solloza muy fuerte, y suena como si estuviera
llorando de nuevo. Antes que pueda mirar, me toma en un abrazo y me abraza tan
fuerte que no puedo respirar.
Pero lloro también.
Extraño a mi mejor amiga.
Ella y su horrible mochila morada y sus Barbies y las otras cosas de niñas que
odio, pero que jugaría con ella cientos de veces si solo regresara a casa.
Adiós, Emmy.
Lamento contar tu secreto, y que eso hiciera que te fueras lejos.
Si hubiera mantenido mi promesa, todavía estarías aquí.
310
Lo lamento. ¿Me perdonarás?
Cincuenta y Nueve
325
Sesenta y Dos
Mis manos tiemblan en el volante cuando entro a Serenity Court, donde las
luces azules y rojas explotan en su vertiginosa gama de patrones. Pasan por encima
de las casas, los autos y la gente se reúne para ver la actividad al final de la calle.
Han pasado nueve minutos.
Nueve minutos en los que ni siquiera recuerdo haber tomado los giros a
propósito para llegar aquí.
Nueve minutos en los que repasé mentalmente todos los escenarios posibles y
ninguno de ellos era bueno. En cada uno, Grant estaba herido, y todo lo que podía
pensar era en que había sido terca y no le había hablado. No había hecho las cosas
bien.
No le he dicho que quiero arriesgarme.
Lo gracioso es que no lo admití hasta ahora mismo.
329
Las lágrimas nublan mis ojos cuando me doy cuenta que esta es su realidad.
Su día a día. Su manera de ser un héroe. Estoy fuera del auto y corriendo hacia
donde está la multitud de curiosos. Mi corazón está en mi garganta y la esperanza
está en mis manos.
—Vamos, Malone. Tenemos que dejar que Protección a Menores se ocupe de
esto.
—¿Protección a Menores? ¿De verdad, Nate? —La risa de Grant hace eco en
las casas justo cuando me abro paso hacia el frente de la multitud. No estoy segura
de lo que espero ver: ¿un enfrentamiento, armas afuera? No lo sé, pero no es eso.
Grant está de pie frente a su patrulla, con los brazos cruzados y el cuerpo tenso,
igual que Nate, el oficial que lo acompañaba el Cuatro de julio, y otro se enfrenta a
él. La tensión entre ellos es tan palpable que si no lo supiera, pensaría que Grant
tenía a alguien como rehén. Murmullos recorren la multitud sobre la niña en el
auto, y hay dudas sobre si Grant lo va a hacer, sea lo que sea “eso”—. ¿Protección a
Menores? —dice de nuevo, puntuando su incredulidad con un movimiento de
cabeza. Me quedo sin aliento cuando me doy cuenta que en realidad tiene a
alguien como rehén. Pero solo para protegerla. Para ayudar a Keely—. La respuesta
de los Servicios de Protección a Menores fue devolverla a casa para que pudieran
venir y evaluar la situación en una fecha posterior porque no existe una amenaza
inmediata. Dime si no es una puta broma.
Nate rueda sus hombros, la frustración es evidente.
—Lo sé, Grant, pero no hay nada que podamos hacer. Sin pruebas o que ella
diga que él lo hizo…
—¿Pruebas? ¿Quieres pruebas? —grita Grant—. Mira su mejilla y labio. Esa
es toda la prueba que necesito.
—Son sus palabras las que tenemos que escuchar. No podemos llevarla. No
podemos arrestarlo. ¡Técnicamente no podemos estar aquí ya que no hubo una
llamada a la que responder! Nada de lo que le acusemos servirá.
—No me importa. Cuando me vaya de aquí, vendrá conmigo o irá con
alguien de Protección a Menores. No va a volver a esa casa.
Hay una determinación en la postura de Grant que coincide con el tono en su
voz. La niña en mí se aferra a él. La mujer adulta no puede apartar los ojos.
—Estás demasiado involucrado, Malone.
—¿Viste su cara, Nate? Eso no es de las escaleras. Eso no es de una caída. Está
aterrorizada. Por supuesto que no va a delatar a su papá. ¡Es su papá! —Se pasa la
mano por el cabello—. Todavía lo ama a pesar del gran pedazo de mierda que es. 330
Luego está su mamá, que se queda ahí sentada y deja que todo suceda. Tiene cinco.
Cinco. Alguien tiene que defenderla y joder si no voy a ser yo quien lo haga.
—Vamos, hombre —dice la otra oficial mientras da un paso adelante—. Todo
lo que estás haciendo es empeorar una situación tensa. Podemos estar aquí fuera
toda la noche, pero al final, vamos a terminar con el mismo resultado. Regresará
con sus padres. Privilegio paterno.
—Solo abre las puertas para que podamos sacarla —dice Nate, extendiendo la
mano hacia el brazo de Grant, pero lo aparta.
—No me toques. —Los dos hombres se enfrentan, a centímetros de distancia,
deber contra moralidad.
—Grant, piensa en lo que estás haciendo aquí —dice la otra oficial para tratar
de calmar la tensión.
—Sé exactamente lo que estoy haciendo. Estoy protegiendo y sirviendo. Estoy
defendiendo mi juramento. Creo que ustedes son los que necesitan hacerse la
misma pregunta. —Grant mira hacia el auto y niega con incredulidad—. Déjame
llevarla a la estación de policía. Me sentaré con ella toda la noche hasta que
Protección a Menores pueda meterla en su horario de mañana. Cualquier cosa. Es
mejor a que ella esté aquí. —Hay una desesperación en su voz que trae lágrimas a
mis ojos.
El hombre que se culpa a sí mismo por no salvarme está tratando de salvarla.
—Sus padres están a treinta metros de distancia.
—Y les gusta golpear a su hija —dice.
—Están amenazando con cargos de secuestro. ¿En serio, Grant? ¿Vale la
pena? ¿Poner en riesgo tu carrera?
—Sí. —La respuesta es instantánea e inquebrantable.
Los hombros de Nate caen cuando se pellizca el puente de la nariz antes de
decir algo que no puedo escuchar a la otra oficial y alejarse unos pasos. Grant da
un paso hacia Nate y luego piensa mejor alejarse del auto.
—La única manera de dejarla es si me arrestan.
Los minutos pasan mientras Grant se pone en guardia. Mira hacia la parte
trasera de su patrulla y hace divertidas señales con las manos. Todo el tiempo, su
rostro es una máscara de calma, cuando sé que no la siente en absoluto.
Los espectadores a mi alrededor hablan sobre el enfrentamiento entre los
oficiales. Las opiniones fluyen libremente. Las apuestas son hechas. Comentarios
acerca de cómo la niña siempre se ve tan triste. 331
Pero es Grant a quien miro fijamente. Es Grant, el que quiero que mire en mi
dirección. Es Grant quien quiero que sepa que creo que está en lo correcto.
Recuerdos de cuando la policía me llevó a mi evaluación cruzan por mi
mente. Las sillas duras. Las paredes blancas. Las aterradoras pistolas en los
cinturones que no podía dejar de mirar. Los crayones perfectamente afilados con
los que hice mis dibujos. El miedo constante de que mi madre me dejara allí. Sola.
La promesa de que no lo haría.
¿Está sintiendo Keely algo de este miedo en este momento o simplemente
está confundida?
—Lo siento, Grant, pero tengo que hacerlo. —La voz de Nate me sobresaltó
del recuerdo inesperado que me tiene temblando y poniendo mis brazos alrededor
de mí. Camina hacia Grant y se lleva las manos a las esposas en el cinturón.
—No lo hagas, Nate. —Grant niega.
—No me has dado otra opción. Son órdenes del jefe.
Grant mira a su compañero mientras lo voltea de mala gana y le pone las
manos detrás de la espalda. La primera esposa hace clic, y es entonces cuando
Grant alza la mirada.
Es como si supiera que estoy allí porque me mira directamente. Nuestros ojos
se miran, y puedo ver la lucha en sus ojos. El desafío. Quiere ser un héroe para esta
niña, y Dios, cómo quiero que la salve. Quiero atravesar el océano de emociones
que se expande entre nosotros y decirle que está defendiendo la causa correcta.
La esposa va a su otra muñeca.
—Lo siento —modula para mí y no sé si se está disculpando por antes o por
ahora, pero no importa. No tiene que disculparse por nada.
Nate voltea a Grant para que esté de espaldas a mí y saca la pistola de Grant
de su funda.
—Su sangre estará en tus manos —dice Grant, haciendo que Nate vacile; su
declaración haciendo mucho más difícil la tarea de su compañero.
Nate saca las llaves de Grant del bolsillo y desbloquea la patrulla, lo que
permite a la oficial femenina abrir la puerta del auto. Toda la escena es difícil de
ver, pero es la mirada en el rostro de Grant cuando se vuelve lo que me rompe el
corazón.
Compasión. Dolor. Enfado. Incredulidad. Los cuatro se cruzan en su
expresión cuando Keely sale del auto. Está en un camisón rosa con un unicornio en
332
la parte delantera. Su cabello es un lío enredado, y mira a su alrededor
conmocionada por todos los extraños que la miran. A pesar que su mano está en la
de la oficial, sus ojos son grandes y aterrorizados mientras buscan un rostro
familiar.
Puedo sentir su miedo. Su confusión. Su incertidumbre. Y de alguna manera,
recuerdo la sensación de estar perdida en un laberinto de personas cuando todo lo
que quería era estar en casa en una bola en mi cama.
Su aterrorizado sollozo corta el aire cuando ve a Grant y corre hacia él, sus
brazos se envuelven alrededor de su muslo como si fuera su salvavidas.
—Grant —grito su nombre, mi corazón se rompe en un millón de pedazos
cuando ella se aferra a él. Y por una fracción de segundo, se encuentra con mis
ojos, y la mirada que intercambiamos se abre paso en mi alma dañada y advierte
que va a ayudar a curarla. La conexión es rápida y termina cuando se arrodilla y le
dice algo al oído.
Tranquilizándola.
Diciéndole que todo va a estar bien cuando no va a estarlo.
Su vida será cambiada para siempre.
Recuerdo la promesa de un viaje a Disneylandia para tratar de disipar la
agitación en mi vida. Cada niño pequeño ama a Disney. No culpo a mi madre por
la fibrosis quística, pero recuerdo haber pensado en ese entonces que no me
importaba a dónde íbamos mientras no me dejara. Y mientras mi papá no viniera
con nosotras.
Soy empujada por la persona detrás de mí y me despierta del recuerdo justo a
tiempo para ver a Nate agarrar el codo de Grant para ayudarlo a ponerse de pie.
La oficial tiene la difícil tarea de tomar a una niña petrificada de cinco años y
llevarla a una casa que parece estar llena de miedo en lugar de consuelo.
Grant también observa, la derrota adueñándose de cada parte de él.
Cuando Nate lo lleva a la patrulla de policía, abre la puerta y agacha su
cabeza para que no la golpee al entrar, Grant nunca quita la vista de Keely.
El oficial Roberts se desliza detrás del volante y la patrulla se va con Grant en
ella.
Miro fijamente hasta que no puedo mirar más.
Solo he amado a dos hombres.
Ambos fueron llevados con esposas. 333
Uno porque me hizo daño.
El otro porque trató de salvarla.
Y al final, salvarme.
Sesenta y Cuatro
340
Sesenta y Cinco
Las luces de los autos iluminan el rostro de Grant mientras conduce a su casa.
Pintan un cuadro vívido de las emociones que se agitan debajo de la superficie.
O eso puedo adivinar.
Porque aparte de decir, “Vamos” antes de tomarme de la mano y sacarme de
la estación de policía, no ha dicho una sola palabra.
Ha estado en piloto automático. Entrar en el auto. Encenderlo. Cinturón de
seguridad. Conducir en silencio, la tensión del músculo en su mandíbula, la flexión
de sus manos para agarrar el volante con fuerza, el baile de sus ojos entre los
espejos y la carretera. Entrar en el camino de entrada. Estacionar.
Cuando entramos, la casa está oscura, silenciosa excepto por los sonidos de
nuestra respiración, y nos quedamos frente a frente por los segundos más largos.
No hablamos.
341
No nos movemos.
Simplemente aceptamos lo que ha ocurrido sin intercambiar una sola palabra.
Absorbemos el momento y el peso del mismo.
Que estoy aquí. En su casa. Dispuesta a confiar en él de nuevo.
Apenas podemos ver los ojos del otro en la oscuridad, y sin embargo, puedo
decir cuán emocionalmente agotado está esta noche y cuán emocionalmente
destruido está por mí.
Sin preámbulos ni pretextos, hace el primer movimiento cuando da un paso
adelante y me empuja a sus brazos. Y así, nos aferramos el uno al otro como si no
pudiéramos acercarnos lo suficiente.
—Grant, yo…
—Shh —dice justo antes de inclinar sus labios sobre los míos—. Por favor. —
Otro roce de un beso—. Solo te necesito, Em. Ahora. Aquí. Todo de ti.
Sus labios están en los míos otra vez. Es el mismo hombre que me besa, pero
esta vez se siente muy diferente. Algo ha cambiado entre nosotros, cambiándonos
intrínsecamente sin cambiarnos en absoluto.
Es solo él. Y yo.
Sin pasado.
Sin futuro.
Solo el momento.
Me pierdo en su beso. En la sensación de su piel y el gusto en su lengua. En la
necesidad tácita y el deseo no controlado.
No caminamos al dormitorio. Nos quitamos la ropa con movimientos sutiles,
como si tuviéramos miedo de arruinar la magnitud del momento, y bajamos a la
alfombra.
Reaccionamos en suspiros y gemidos.
Nos sentimos en las emociones.
Nos deleitamos en la conexión.
Hacemos el amor por primera vez.
342
Sesenta y Seis
Lo miro
El sol apenas se asoma sobre el horizonte, pero no puedo dormir.
Y no he podido.
Mi mente no se apaga. Intento procesar todo lo que ha sucedido en las
últimas veinticuatro horas.
Veo a Keely y la mirada aterrorizada en su rostro y me pregunto si durmió
anoche. ¿Tuvo pesadillas? ¿Estaba asustada de la oscuridad? ¿Aparecerá alguien
hoy y se asegurará que esté bien? ¿En diez días? ¿En seis meses?
Intento aceptar el hecho que toda la razón por la que vine a Sunnyville ya no
existe. Me pregunto qué debo hacer a continuación. Si debería dejar que el viento
me lleve donde quiera.
Pero está Grant. 343
Intento comprender lo que siento por el hombre que ronca suavemente a mi
lado. Tengo ganas de acercarme y tocarlo, asegurarme que la mezcla de emociones
que siento son reales, pero si no lo son, no quiero arruinarlas con la realidad. Son
aterradoras y eufóricas, y no creo que esté hecha para manejar esto.
Me deleito en cómo se sintió anoche hacerle el amor. Sentirme más cerca de él
de lo que me he sentido antes sin que tengamos que pronunciar una sola palabra.
Pasar del piso a la cama donde me recogió en sus brazos y no me soltó. A como
tardó más de una hora para que su respiración se calmara mientras me preguntaba
en qué podría estar pensando.
El reloj me dice que necesito ir al trabajo, mi primera clase es en
aproximadamente dos horas, pero cuando abro las sábanas, se acerca y me tira
contra él, mi espalda con su frente.
—No —murmura mientras el calor de su cuerpo me calienta en más de un
sentido.
Sumergiéndome en la sensación de él, recuerdo de inmediato su cruda y
honesta necesidad de anoche. Coloco mis manos encima de él en mi cintura y lleno
el silencio.
—¿Vamos a hablar de anoche?
Apoya su frente contra la parte posterior de mi cabeza.
—¿De qué hay que hablar?
—Bien…
—Hice lo que tenía que hacer, y no fue suficiente.
—Fue todo —digo mientras las lágrimas cobran vida—. Le diste esperanza,
Grant, cuando la esperanza es una cosa muy escasa para ella. Le mostraste que hay
hombres dispuestos a protegerla en lugar de hacerle daño. Y aunque pudo haber
regresado a su casa anoche porque eso era lo que exigía la ley, también hiciste que
nadie pueda volver a ignorarla.
—No la salvé —dice, la declaración tiene tanto peso en ella.
—Pero lo hiciste. Le hiciste saber que vale algo. —Junto mis dedos con los de
él y acerco su mano a mis labios para poder presionar un beso en sus nudillos—.
No puedes ir por ahí salvando a cada niña pequeña porque me ves en ellas. Es
honorable. Es admirable. Llena mi corazón de maneras que nunca podrías
imaginar. Es por eso que… —Te amo. 344
No puedo decir las palabras en voz alta todavía, su poder es demasiado para
que pueda manejarlas ahora mismo.
¿Qué?
Es… por eso que necesitas dejar de culparte a ti mismo. Lo que me pasó no
fue tu culpa. No podrías haberlo detenido si lo hubieras intentado. Fue culpa de mi
papá. Lo he aceptado y continuaré tratando de aceptarlo por el resto de mi vida…
—Busco a tientas sacar las cosas que necesito decir para que pueda dejar de
castigarse por esto. Para que podamos avanzar—. Mi papá me robó tanto, pero
hace mucho tiempo aprendí que puedo dejar que eso me defina o que me impuse.
Elijo dejar que me impulse, Grant. Elijo no dejar que el miedo me domine o
privarme de lo que toda mujer merece. Felicidad. Algunas emociones. Una buena
vida sexual.
»¿Soy perfecta? No. ¿Hay días en que un nuevo recuerdo vuelve y estoy un
poco abrumada? Sí. Pero cuando se trata de eso, no puedo seguir avanzando, no
puedo seguir persiguiendo el momento, si aquellos a mí alrededor que lo saben siguen
mirando hacia mi pasado para controlar las expectativas. Eso no es justo para mí.
—No necesitas conocer los detalles de su pasado para amar su corazón en el
presente —murmura, o al menos eso es lo que creo que hace porque casi se lo dice
a sí mismo antes de besarme el hombro.
No obstante, las palabras golpean mis oídos y me dan la esperanza de que
escuchó y entiende lo que quiero decir.
—No abrí el archivo, Emerson.
—Te creo. —Y lo hago.
—Y siempre me culparé por no haberte salvado; me han dicho que se llama
un complejo de héroe o algo así. —Puedo sentir su boca curvarse en una sonrisa
mientras la presiona contra mi hombro—. Pero lo usaré para ayudar a otros.
Me acurruco más cerca de él. Mi cabeza finalmente está tranquila,
permitiéndome caer en un sueño sin sueños.
346
Sesenta y Siete
349
Sesenta y Ocho
—¿En serio? ¿Tan rápido? —Miro a Travis, que está frente a mi escritorio, y
mi mandíbula se cae.
—Lo sé. Lo lamento. Intenté más, pero…
—Gracias por conseguirme dos meses extra. Es mejor que inmediatamente. —
Fuerzo una sonrisa mientras la realidad me golpea.
No solo mi trabajo probablemente ya no exista, porque quién sabe que va a
suceder dado que el nuevo dueño no ha dicho nada, pero tampoco mi
departamento. Tengo dos meses y ahorros que sé, desaparecerán antes que pueda
parpadear.
—¿Estás bien, Em? —pregunta Leo después que Travis deja la oficina,
hombros caídos, para iniciar su tarea de sacar las pertenencias del viejo dueño para
hacer espacio a las cosas del nuevo dueño.
—Tan bien como puedo estar dada mi situación, supongo. —Suspiro—. Solo
350
me cuesta asimilar que todo esto ha terminado. Nunca me había quedado en un
lugar por tanto tiempo. Nunca pensé en mañanas y futuros, y cuando finalmente lo
hago, el universo me dice que renuncie a sentar cabeza.
Se ríe, pero las líneas marcadas en su rostro me dicen que también está
preocupado.
—Lo lamento. Sé que ese flacucho bastardo tuvo algo que ver. Sabes, deberías
dejarme golpearlo.
—Ya sabes lo que dicen sobre ver las cosas en retrospectiva.
Levanta las cejas y asiente.
—Podríamos intentar iniciar algo nosotros. Podríamos hacer que Sully vuele
para nosotros. Nos traerá una decente cantidad de personas. No necesitaríamos
mucho. Solo el equipo y un lugar donde enseñar.
—Lo sé. Lo he pensado también, pero el seguro… eso nos mataría. No existe
manera que tengamos lo suficiente para cubrir todos los gastos, y obviamente no
puedo obtener un préstamo… aunque, es una buena idea. Gracias por el voto de
confianza Leo. —Sonrío a pesar de estar herida.
—Escuché que están contratando en Fly High. Su personal tiene algunas
sanciones, así que están buscando un instructor de vuelo y un coordinador de
salto. —Asiente mientras dice las palabras, pero sé que ambos estamos pensando
lo mismo: Está a dos horas de distancia—. Podríamos ir como equipo. Comprarlo
algún día y volverlo nuestro.
—Es una posibilidad —digo, pero mi corazón se aprieta contra mi pecho por
la idea de dejar Sunnyville. Dejar a Grant—. Míranos, volviéndonos viejos. —Me
río—. Solía escapar a la primera señal de compromiso.
—Y yo solía perseguir la siguiente gran ciudad, el siguiente gran salto. —Se
ríe mientras mira sus manos por un momento antes de mirarme—. Perseguir la
adrenalina parece ser un rasgo de esa personalidad nómada de saltar por cualquier
centavo que ambos tenemos.
—Quizás deberíamos decir teníamos dado que ahora estamos dudando.
—Cierto, pero la duda tampoco paga las cuentas.
—Quizás el nuevo dueño nos mantendrá —digo, manteniendo la esperanza.
—O quizás solo compró el lugar y no le importa una mierda Blue Skies y va a
demolerlo. 351
—Sí. Ese pensamiento también cruzó mi mente.
—¿Sería muy difícil para los Skies decirnos si tenemos un futuro o no?
—No les importa. No les ha importado este lugar en mucho tiempo. El dinero
es en todo en lo que piensan.
Y ese es el pensamiento que es deprimente.
Porque me importaba. Porque hubiera puesto sangre, sudor, y lágrimas en
hacer que esto funcionara.
Incluso las cosas que están gastadas y feas merecen amor.
Sesenta y Nueve
354
Setenta
—Esto es deprimente.
Desi suspira desde su lugar a mi lado en el escalón superior de las escaleras
que conducen a mi apartamento. Actualmente estamos viendo cómo la grúa
pequeña levanta el letrero de Blue Skies de la parte superior de la oficina—. Me
gustaría que hubiera algo que pudiera hacer.
—No hay. —Tomo un sorbo de vino de mi vaso plástico rojo—. A veces
persigues el sueño y lo atrapas, otras veces te quedas corto. —Las palabras suenan
bien en teoría, pero se sienten como una mierda cuando son realidad.
—¿De verdad me vas a dejar? —pregunta.
Y dejar a Grant.
—¿Qué se supone que debo hacer, Des? En un mes, estoy sin un lugar para
vivir y no tengo un sueldo para pagar el alquiler.
355
—Fácil. Te mudas conmigo.
—Gracias. Sabes que aprecio la oferta, pero entonces, ¿qué? ¿Dónde puedo
trabajar? No estoy calificada para hacer nada más que saltar. Claro, podría
intentarlo, pero estar encadenada a un escritorio… ¿no tener esa adrenalina? Me
mataría.
—Entonces quizás hagas algo más por un tiempo, ayúdame con Estilo Perrito
y espera a ver qué pasa aquí con quien haya comprado este lugar. Es posible que
necesiten ayuda. Puede que no sea saltar, pero al menos estarías donde te sientas
cómoda.
—No podría hacer eso contigo.
—El orgullo no paga las cuentas, Em.
—Tampoco matar tu espíritu.
—La oferta sigue en pie.
—Gracias. Es generoso de tu parte, pero ¿cuánto tiempo puedo aguantar? Es
como si hubiera pasado todo este tiempo soñando con hacer este lugar mío, y
ahora que tengo la idea, no quiero conformarme. No debería tener que conformarme.
—¿Se lo has dicho? —dice Desi, levantando la barbilla hacia el auto de Grant,
que se dirige hacia nosotros por la carretera.
—¿Decirle qué?
—¿Que lo amas? ¿Que te estás yendo de todos modos?
Las lágrimas brotan de mis ojos solo con sus palabras.
—Nada de eso —le susurro.
—Me imaginé. ¿Quieres decirme por qué no?
Me encojo de hombros, mi agitación mental en los últimos días volviendo.
—Ha estado muy ocupado. Haciendo todo tipo de cosas para el jefe y
arreglar las cosas por su suspensión.
—Ah, entonces la verdad sale a la luz. No has estado saliendo conmigo
porque soy tu primera opción, sino porque no tienes con quien pasar el rato. No
me siento bien siendo segundo plato. —Se ríe, y sé que esta es su manera de tratar
de agregar ligereza, pero no sonrío—. ¿Así que has estado tan ocupada que no
pudiste decirle que ibas a irte? Eso me suena más a mierda que a cualquier otra
cosa. 356
—Tengo miedo de hacerlo —le digo mientras su patrulla se detiene en el
estacionamiento. Sé que todavía tenemos tiempo para hablar porque, por lo
general, tiene que terminar el papeleo antes de cerrar el turno.
—¿Por qué? Porque una vez que lo digas, ¿no puedes retirarlo? ¿O es porque
una vez que le digas que planeas irte, va a perder la cabeza? Mi apuesta es que
estás evitando decirle que lo amas, pero ¿no estás enamorada de él lo suficiente
como para quedarte y salvarte de ese dolor? —Frunce los labios y me da una
mirada que dice que no me cree nada—. Auto conservación.
—No es como que no voy a tratar de hacer que funcione. Regresaré los fines
de semana…
—¿Cuáles son los días más concurridos para los saltos?
—Haré que mis días de descanso coincidan con los suyos para que podamos
estar juntos.
—Es más fácil decirlo que hacerlo.
—Desi, lo amo, maldita sea. Quiero hacer que esto funcione. Estoy haciendo
lo mejor que puedo, así que detén el viaje de culpa, ¿quieres?
Sonríe.
—Sé que lo haces. También sé que corres cuando tienes miedo. Pones el pie
en el acelerador, corres al viento y sigues a donde te lleve… pero te estoy
deteniendo esta vez. Te estoy haciendo responsable. No dejaré que nos dejes sin
saber el día exacto en que regresas… y será mejor que sean menos de siete días.
—Es solo temporal.
Se para, diciendo:
—Será mejor que así sea —antes de bajar las escaleras sin mirar atrás y
detenerse cuando llega a Grant en el estacionamiento. Se ríe de algo y hay una
facilidad entre ellos, mi amante y mi mejor amiga, que me dice que he construido
algo aquí. Una familia. Un lugar al que pertenezco. Cada parte de mí desea que las
cosas no tuvieran que cambiar.
Observo cómo la grúa levanta el viejo letrero, su pitido llena el aire cuando lo
lanza hacia el lado opuesto del edificio, y lo odio. Todo sobre ello.
Mientras Grant se dirige hacia mí, camino por las escaleras.
—¿Estás lista para la cita de esta noche? —pregunta mientras cierra la
distancia—. Solo tengo que cambiarme muy rápido y… ¿qué es eso? —pregunta 357
mientras observa los contenedores de almacenamiento apilados al pie de las
escaleras.
—Hola. —Lo atraigo hacia mí y lo beso con una desesperación inesperada
que de repente se siente tan real.
No quiero perderlo.
No quiero perder este sentimiento.
Pero tampoco quiero perder quien soy.
—Vaya. Bueno, si ese es el tipo de saludo que recibo cuando llego aquí al
terminar mi turno, entonces estaré aquí todos los días a esta hora. —Se ríe entre
dientes contra mis labios mientras lo atraigo hacia mí y me aferro más fuerte.
¿Cómo le voy a decir?
¿Cómo voy a convencerlo de que no voy a irme en plan nómada?
—Em, puedo poner esto con mi mierda cuando haga el viaje… —dice Leo
cuando dobla la esquina, sus palabras se apagan cuando ve a Grant de pie frente a
mí.
—¿Viaje a dónde? —pregunta Grant mientras se da cuenta que los
contenedores están etiquetados como cocina, escritorio y baño. Grant mira de mí a
Leo y luego a mí—. ¿Qué demonios está pasando, Emerson? —Ya está sacudiendo
la cabeza, rechazando la idea que ya sabe.
—De eso es de lo que quería hablarte esta noche —le digo, mi voz apenas es
audible. En mi periferia, veo a Leo alejarse lentamente y desearía poder ir con él. Si
el aspecto de la cara de Grant es un indicio, nuestra noche de cita está a punto de
convertirse en una pelea explosiva.
—¡No irás a ningún lado! —Los trabajadores que bajan el cartel giran para
mirarnos, lo que lo impulsa a tomar mi muñeca y casi arrastrarme escaleras arriba
para que podamos tener privacidad, lo cual es un gran error. Cuando entra en mi
apartamento y ve que todo está apilado en cajas parcialmente llenas, el dolor está
escrito en todo su rostro.
Podría haberle mentido. Tenía planeado decirle que estaba preparando para
el fin de mes, pero al ver a Leo y saber que Leo se está yendo a Fly High, es todo lo
que necesita para llegar a la conclusión.
Me mira fijamente, una plétora de emociones que parpadean a través de sus
ojos marrones y todos y cada uno de ellas: dolor, decepción, incredulidad, me
paralizan.
—¿Ibas a decirme, Em? ¿O ibas a irte en mitad de la noche como una gitana 358
porque estabas demasiado asustada para enfrentarme?
—Dije que te iba a decir esta noche. —Doy un paso hacia él—. No es lo que
estás pensando, Grant.
—¿No lo es? ¿Qué estoy pensando exactamente, entonces?
—Soy un alma inquieta. Blue Skies fue mi oportunidad de establecerme, y
ahora se ha ido. El nuevo propietario no ha dicho nada, y por lo que sé, van a
arrasar el lugar. Ya han limpiado el hangar. Está escrito, mis días aquí son
limitados.
—No sabes lo que van a hacer los nuevos propietarios. Ya están empezando a
hacer cambios, a quitar el registro, ¿qué tienes? Te queda un mes en tu alquiler,
¿por qué no te quedas aquí y ves qué pasa primero?
—En teoría, suena bien. Pero todo suena bien en teoría. Si se trata de una
nueva escuela de vuelo, se necesita tiempo para establecerse. Certificaciones,
seguros… no puedo esperar alrededor de seis meses para ver si puedo comenzar
mi vida de nuevo —murmuro, como si pronunciar las palabras suavemente haría
que lo lastimaran menos.
—¿Qué hay de mí, Emerson? ¿Qué hay de nosotros? —La forma en que lo
dice, el dolor que emana de cada palabra, hace que sea difícil para mí pensar.
—Lo haremos funcionar. Es solo temporal. Con suerte, esta será una escuela
de vuelo y podré regresar y descubrir un nuevo sueño que perseguir, pero
mientras tanto, solo son dos horas de viaje. Hay días libres y llamadas telefónicas y
FaceTime. Haremos que funcione. —Le ruego que me crea, pero la expresión de su
rostro dice que no está convencido.
—No es lo mismo, y lo sabes.
—Lo sé, pero es factible.
—¿Qué pasa si te digo que no vas a ir? Que no te voy a dejar ir.
Cada parte de mí se enciende con sus palabras, ya sabiendo que quiere que
me quede, pero todavía necesito escucharlo. Me río.
—Entonces te diría que me conoces lo suficientemente bien como para saber
que la manera más rápida de hacerme hacer algo es decirme que no puedo.
—¿Es tan difícil para ti necesitar a alguien, Em? ¿Es tan difícil que me
necesites?
—No. —Simplemente estoy tan condicionada a no necesitar nada de nadie
que mi corazón se retuerce ante la mentira enterrada bajo toda la verdad en esa
única palabra. 359
—Entonces necesítame, maldita sea. Úsame. —Veo que el dolor se manifiesta
en la ira—. Quédate en mi casa. Vive conmigo mientras resolvemos esto. Haz
cualquier cosa, menos huir, porque huir es la manera cobarde de lidiar con esta
situación.
Es la segunda vez en diez minutos que me llama así.
—No estoy huyendo, Grant.
—¿Estás segura de eso? —Sus ojos se clavan en los míos mientras todo lo que
lo rodea grita derrota.
—Estoy segura.
—Bien, entonces no te importará si hago esto —dice mientras da un paso
adelante y, antes que pueda procesar lo que está haciendo, me pone una esposa en
la muñeca y la otra en la suya—. ¿Ves? Es así de simple. No te vas.
Y tan rápido como mi corazón se rompe, mi genio se dispara.
—¿Me estás tomando el pelo? ¿Qué estás haciendo?
—¿Realmente pensaste que te iba a dejar ir sin pelear? Te he perdido una vez
antes, Em. Estás loca si crees que voy a dejar que vuelva a suceder. —Cada parte
de mí se derrite ante sus palabras y quiere rendirse aquí mismo, ahora mismo a lo
que él pida. Recuerdo el vacío que sentí cuando lo dejé antes. Recuerdo lo sola que
estaba y no quiero eso nunca más.
—Entonces, ¿me vas a esposar? —grito, con los ojos muy abiertos y la
incredulidad reinando. En medio de la ira obstinada que tengo dentro de mí, un
pequeño pedazo de mí quiere reírse de él. Esto es tan nosotros que es ridículo. Pero
no puedo. No lo haré. Al menos no exteriormente.
—Esto es solo un seguro para asegurarme que eres fiel a tu palabra.
—¿Mi palabra?
—Que no estás huyendo. Entonces, ¿ves? —Levanta nuestras manos—.
Ahora no puedes.
Intento apartar mi mano y me encuentro con el tirón del acero frío. La sonrisa
que me da y la sensación del metal son combustible para mi temperamento.
—Cuanto más duro luches contra mí, más cerca te atraeré.
—Déjame ir. —¿No sabe que ganó?
Da un paso hacia mí, así que su rostro está a centímetros del mío, y tan
enojada como estoy con él, todo lo que veo son sus labios. Todo lo que puedo 360
pensar es en perderlo.
—Así no es cómo funciona una relación, Emerson. Ya no puedes decidir por
tu cuenta. Hablas conmigo. Discutimos. A veces nos peleamos. Pero al final,
decidimos, juntos. Tan simple como eso.
—¿Y crees que secuestrarme es la forma correcta de hacerlo? —A pesar del
dolor que sé que causará, vuelvo a tirar de mi mano, pero esta vez es más por
espectáculo que por ira. La mirada en sus ojos y la determinación en sus
palabras… ¿cómo podría una chica cuerda alejarse de un hombre tan determinado
en su amor por ella?
—No, pero al parecer, es la única forma de razonar contigo. —Levanta una
ceja—. ¿Crees que será extraño cepillarnos los dientes de esta manera? O qué tal ir
al baño. Eso podría causar algunos problemas. —Se ríe entre dientes y camina
hacia el sofá sin decírmelo, así que me veo obligada a arrastrarme hacia atrás
cuando se sienta y pone los pies sobre la mesa de café—. Podría acostumbrarme a
esto, ¿tú no? —Luego se levanta y camina hacia las ventanas que dan a la parte
trasera de la pista de aterrizaje, obligándome a seguirlo de nuevo. Gira hacia un
lado y luego hacia el otro.
—Eres irritante, ¿lo sabes? —digo, tratando de defender mi posición cuando
ya no estoy realmente segura de contra qué estamos luchando—. Estamos
hablando de lo mismo aquí.
—No. No es así. Estás hablando de irte, y estoy hablando de que te quedas.
Eso es tan diferente como la noche y el día.
—Sería temporal.
—No hago lo de temporal. ¿Ves? —dice, levantando nuestras manos de
nuevo—. Me gustan las cosas seguras.
—No estoy huyendo —mascullo—. No quería esto. No quería perder el
préstamo y tener que irme. Quería echar raíces por primera vez en toda mi vida. Te
quiero maldita sea. Eso es todo lo que realmente quiero. Tú y mi escuela de salto.
Eso es todo. Entonces, deja de echarme la culpa de esto. Deja de actuar como si esto
fuera todo por mí. Te amo, y por mucho que eso me asuste, no tenerte me aterroriza
aún más. Tú ganas. Dime lo que quieres que haga y me quedaré. —Respiro
profundamente porque lo usé todo. Cuando lo miro, está borroso porque las
lágrimas están en mis ojos, y no me importa. Esto… él y yo… es lo que importa
Pero sus dedos en su mano esposada se enlazan con los míos. Me mira
fijamente, con los ojos parpadeando, el fantasma de una sonrisa en sus labios y 361
alivio suavizando las líneas que graban sus rasgos.
—Ya era hora —susurra.
—¿Qué? —Mi cabeza se alza con rapidez.
—No necesito convencerme de cómo te sientes por mí, Em. Demonios, ni
siquiera necesito las palabras. Ya lo sabía. Solo necesitaba que lo supieras.
Necesitaba que lo admitieras. Necesitaba que lo creyeras. Eres más honesta cuando
tu espalda está contra la pared… así que, te empujé un poco para llegar allí.
—Me manipulaste.
—Creo que el término correcto es posicionar —dice mientras su sonrisa se va
curvando un poco más. Quiero estar indignada porque me puede leer tan bien,
porque me conoce tan bien. Y luego me doy cuenta que le dije que lo amaba. Ve en
el momento en que me doy cuenta y se acerca para jalarme contra él—. Está bien
necesitarme, Em. Está bien amarme Dios sabe que creo que he estado enamorado
de ti desde que teníamos seis años. Eres irritante, frustrante y obstinada, y el
mayor desafío al que me he enfrentado, pero verte es la mejor parte de mi día y
dónde estás es el único lugar donde quiero pasar las noches.
»La pérdida del préstamo fue una curva en el camino que no vimos venir.
Pero te gusta la velocidad, por lo que podemos manejar esto. Ajustamos la rueda y
tomamos la curva. Hablamos, y luego trabajamos juntos para crear otro sueño y
que lo persigas. —Se inclina hacia adelante y presiona sus labios contra los míos en
un beso para rivalizar con todos los besos que siento hasta las puntas de mis dedos
y la espalda—. Dos horas es muy lejos de mí cuando tenemos veinte años para
compensar… entonces, por favor confía en mí cuando digo que podemos hacer
que esto funcione. Confía en mí cuando te digo que hacer este trabajo puede ser la
cosa más difícil que hayamos hecho, pero la recompensa valdrá la pena y algo más.
Me quedo sin palabras. Abro la boca para hablar, pero sé que las palabras no
hacen justicia. Entonces, en cambio, presiono mis labios contra los suyos.
—Te amo.
Dios, se siente bien decirlo.
Saberlo.
Saber que es correspondido y algo más.
Grant Malone me ama.
Nos quedamos así unos minutos antes que suene una bocina en algún lugar 362
que interrumpe nuestro momento.
—Ver esas cajas realmente me molesta —admite—. ¿Podemos traerlas dentro
ahora? ¿Podemos decirle a Leo que no vas a ir?
Pongo mis ojos en blanco y niego ante la estúpida petición después de un
momento tan conmovedor entre nosotros.
—Si te hace sentir mejor.
Mi risa se convierte en un grito cuando, sin previo aviso, Grant se abalanza,
me levanta y me sube sobre su hombro, nuestras manos esposadas hacen que sea
un poco más difícil.
—¿Qué estás haciendo? —Me río.
—Te lo dije, vamos a conseguir las cajas.
—¿Ahora mismo? ¿No sería más fácil si tuviéramos ambas manos libres?
Me golpea en el culo.
—Sí, pero necesito que te acostumbres al hecho que no irás a ningún lado
antes que las quite.
—Estás siendo ridículo. Después de lo que me acabas de decir, cualquier
mujer sería una estúpida si se va.
—Es bueno escuchar eso. —Se ríe mientras baja las escaleras—. Pero no me
duele tener un poco de seguro. —Me deja en el suelo y luego dice—: Y un plan de
respaldo.
—¿Un plan de respaldo? —pregunto, usando mi mano libre para quitarme el
cabello de mis ojos para que pueda ver. Y cuando puedo, levanta su barbilla en
dirección sobre mi hombro.
Me vuelvo para ver de qué está hablando y parpadeo. Se tarda unos
segundos para que todo se registre. Para entender lo que significa.
El nuevo cartel encima de la oficina. Es de color morado oscuro con las
palabras. “Alas Extendidas” escritas en una fuente elegante sobre las alas de un
piloto.
—¿Grant? —Doy unos pasos hacia adelante, mi mano libre hacia mi pecho,
mis labios separados, mi boca seca y mi mente dando vueltas.
La puerta se abre y veo a todas las personas importantes en mi vida salir.
Desi. Leo. Grayson. Grady. Los malones. Sully. Travis. Uno por uno, salen y se
colocan debajo del nuevo letrero.
Parpadeo varias veces para asegurarme que realmente estoy viendo lo que
estoy viendo.
363
—¿Grant? —pregunto de nuevo mientras lo miro parado a mi lado.
—No es una roca zombie pintada, pero creo que te hará feliz de todos modos.
—Esto no puede ser…
—Mi plan de respaldo. —Su sonrisa es amplia mientras sus ojos bailan con
emoción.
—¿Qué hiciste?
—He estado haciendo muchas horas extra para el departamento, así que
pensé por qué no usarlo como pago inicial en una nueva empresa comercial.
Siempre ha sido un sueño mío tener un negocio. Ya sabes, tener algo en lo que
apoyarme cuando me retire de la fuerza.
—Grant —digo su nombre otra vez mientras sacudo la cabeza con
incredulidad. Debo estar jodidamente soñando ahora.
—Tengo algunas confesiones que hacer —murmura mientras se desplaza y
envuelve sus brazos alrededor de mí desde atrás mientras los dos nos paramos y
miramos el nuevo letrero—. Estaban todos en eso. Todos y cada uno de ellos,
incluso el pobre Leo. No he estado trabajando hasta tarde debido a la estación, he
estado luchando desesperadamente para convencer a los propietarios de Blue Skies
que yo era mejor que la oferta de respaldo que estaban a punto de firmar. Eso, y
pagarles un poco por encima del precio de venta los hizo cambiar su decisión sobre
qué persona creían que sería el mejor comprador. Luego tuve que conseguir el
papeleo para los documentos de préstamo. Desi se unió para mantenerte ocupada
y lejos de mi casa. Leo lo ha sabido durante los últimos días y siguió el juego, así
no arruinaba la sorpresa.
—Entonces, ¿no hay Fly High?
—Lo hay, pero no con ustedes dos. Ya los he llamado y les dije que no irían.
—Grant… no sé qué decir.
—No tienes que decir nada.
—Tengo que decirlo todo. —Me río mientras nada de esto se asimila del todo.
—No, dijiste todo lo que necesitaba escuchar arriba. —Presiona un beso en la
parte posterior de mi cabeza mientras Leo grita algo, y la carcajada de Desi suena
en la pista.
—Esto es demasiado, Grant. No puedo, el dinero…
—Pensé que no necesitaba un patio nuevo después de todo. 364
—Pero tomaste todas esas horas extras.
Se encoge de hombros tímidamente.
—Supuse que si tuvieras un lugar propio, estarías atrapada conmigo. No
puedes irte de nómada cuando tienes raíces. Y quiero que tengas raíces, Em. Aquí.
Conmigo. Unas que se enredan con las mías y nunca pueden ser arrancadas. Los
domingos perezosos juntos y los patios con cercas blancas.
—Estoy atónita. Conmocionada. Abrumada.
—Esto es tuyo, Em. Tu escuela. Tu sueño. Tuyo. Mi sueño siempre has sido
tú, y te tengo. Tu sueño es la escuela, y ahora lo tienes. Oh, pero hay una
advertencia.
—Cualquier cosa —digo, todavía pensando que necesito pellizcarme.
—El nuevo propietario dice que es contra el código tener a alguien viviendo
en el hangar.
—Lo dijo, ¿verdad? —Si pudiera sonreír más, lo haría.
—Sí, es un obstinado, así que no creo que puedas hacer que cambie de
opinión… pero sé que la mitad de una cama tamaño king está desocupada.
—Yo ronco.
—Lo sé. —Se ríe.
Me vuelvo a enfrentarlo por primera vez y sé que nunca podría pagarle por
lo que me ha dado. La protección. La seguridad. El amor. La amistad. El humor. La
oportunidad.
—Te devolveré el dinero. Trabajaré más duro que…
—Cuento con eso —murmura mientras presiona sus labios contra los míos.
—Firmaré un acuerdo para…
Otro beso.
—No te preocupes, tengo seguro. —Se ríe mientras alza nuestras manos
esposadas—. No vas a ningún lado.
365
Epílogo